Miguel Leivi. El Inconsciente y Los Afectos

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El inconciente y los afectos

B. Miguel Leivi

No es fcil ocuparse cientficamente de los sentimientos. Uno puede intentar describir sus signos fisiolgicos. Cuando ello no es posible y me
temo que tambin el sentimiento ocenico va a
desafiar este tipo de caracterizacin no queda
ms que recaer en el contenido de representaciones ms fcilmente asociado al sentimiento.
Freud. El malestar en la cultura, 1929.
LA SERENIDAD

Pedro llega puntualmente a su sesin. Se recuesta sobre el


divn y, tras unos instantes pensativo, dice: Vena para aqu
pensando que estoy ms... bueno, no, ms no. Vena pensando
que estoy sereno. Esa es la palabra: ms que tranquilo, sereno.
La apertura de la sesin, con sus componentes un intento fallido
de cuantificacin comparativa de su estado; una precisin terminolgica que establece una diferencia cualitativa y parece satisfacerlo sesgaron rpidamente mi atencin, ya no del todo libre,
atrada por la promesa de un material clnico centrado en el tema
del afecto. Tema, cabe agregar, de inters para m, aunque no es
obvio que tambin lo fuera para mi paciente.
Mientras tanto, Pedro, tras una breve pausa, contina: Estuve
charlando con una compaera que se qued sola porque tuvo
problemas con el muchacho con el que estaba, un tipo que a m
no me gustaba mucho. Y me cuenta que le cuesta levantarse a la
maana. A m me pasaba al revs; en las pocas en que tuve
problemas con mi mujer me costaba dormirme, me pasaba las

Psicoanlisis APdeBA - Vol. XX - N 3 - 1998

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noches despierto. Empec con eso despus de la muerte de mi


pap. Me pasaban dos cosas: empec a sentirme solo, y tambin
empec con ese problemita.
El hilo asociativo gira ahora hacia un primo al que Pedro se
parece mucho; en rigor, ambos se parecen a la abuela materna,
mujer con muchos problemas que en una poca estuvo internada,
aunque esto no es algo de lo cual se hable mucho en la familia.
Siempre estaba en la casa y nunca hablaba con nadie; igualmente,
casi sin hablar una palabra, termin siendo la que nucleaba a toda
la familia. Por otra parte, en la cadena de los hombres su
padrino, ex-marido de la ta, su padre, su abuelo todos tenan
tambin problemas.
Nueva pausa. No s por qu se me ocurre todo esto ahora.
Mis dos hijos van a empezar catecismo para tomar la comunin.
Ya tendran que haber empezado antes, pero nos fuimos atrasando. Las dos hijas, las mayores, tambin tomaron en su momento
la comunin ms tarde. En realidad, lo hago ms por tradicin
que por otra cosa, porque yo no soy demasiado religioso, no soy
de ir a misa todos los das. Un da habl de eso con un cura
conocido, de por qu razn hacer tomar la comunin a los chicos.
Y me dijo: Tens tres posibilidades: la primera, porque cres
mucho, porque ests absolutamente convencido; la segunda, por
una cuestin social, para quedar bien con la gente; y la tercera
es que lo hacs por tradicin, porque si no lo hacs te queda
algn bichito que te pica y te inquieta. Y yo no lo hago por una
cuestin formal. Elijo la segunda alternativa; no es por quedar
bien, sino por tradicin.
Le sealo entonces que se est contradiciendo: elige la segunda alternativa y al mismo tiempo la niega. Pedro no se detiene en
la incoherencia s, es cierto, deb haber dicho la tercera y
contina: El tema de la religin es algo que me pregunt muchas
veces. Quiero que tengan algn sentimiento religioso, que crean
en algo, que valoren algo. Evoca sus clases de catecismo,
cuando l era chico, lo que le gustaba de ellas y lo que no, y
comenta acerca de los curas, tambin seres humanos al fin y al
cabo, con sus propias incoherencias. Me parece que todo esto se
va juntando con lo del principio: estoy ms sereno porque me veo
ms humano, ms comprensivo, no tan esquemtico. Lo de la
comunin, el catecismo, lo veo como que quiero que mis hijos
formen parte de esa comunidad en la que uno particip y parti-

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

cipa. Hay cosas que quiero que tengan, ms all de los anlisis
que cada uno pueda hacerse despus. Por lo menos, poner la
semillita. Despus seguramente se preguntarn lo mismo que yo,
sobre Jesucristo, el Santo Sudario, tantas cosas, qu es verdad,
qu no lo es. Pero la diferencia es poder hablarlo. Y yo esto lo
puedo hablar con mis hijos, explicarles por qu quiero que vayan
a catecismo, que tomen la comunin.
Le digo que, al parecer, estar sereno tiene bastante que ver
con todo lo que est hablando: la familia abuelos, padres, tos,
hijos, hijas, las tradiciones, la religin; y que por ese motivo
debe haber preferido ese trmino para describir su estado.
Pedro asiente. Es que con todo el kilombo que pas 1 todos los
eslabones se me haban descuajeringado. Serenidad es que esos
eslabones de a poco se fueron enganchando de nuevo. Eso es lo
que me da ms serenidad, ms seguridad. Hasta ahora era como
un rompecabezas en el que se me hubieran mezclado todas las
piezas.... Hace otra breve pausa y sigue: Vena pensando en el
tema de Videla. Ahora ocupa el lugar que tiene que ocupar: est
preso. Y eso ordena todo lo dems. Es un rompecabezas donde
una pieza est donde tiene que estar. Eso tambin es serenidad.
Asocia entonces con la cuestin de los desaparecidos y, en
particular, con uno de ellos que conoci de cerca, el hermano de
un amigo que desapareci en el 76. Recuerda la ltima vez que
habl con ese muchacho, poco antes de ser secuestrado, y las
gestiones de la familia, que lleg a pagar una suma importante
para que lo liberaran. Igual nunca ms apareci. Este es un pas
de locos. Pero toda esa poca fue as, uno saba y no saba... S,
son varias cosas: la religin, la poltica, la familia. Esos son
otros eslabones que siempre tuve tambin, y tambin se haban
desenganchado. Tambin eso me da serenidad, ms all de las
dudas que puedo tener. Porque cosas como la poltica, la religin, para m son ahora temas dudosos. Pero ahora me puedo
seguir haciendo preguntas sobre esos temas. En los ltimos
tiempos, ms que hacerme preguntas, lo que haca era
cuestionarme a m mismo. No me poda ni permitir hablar de
religin o de poltica, como si fuese un delincuente.

Se refiere a un episodio que ocurri en su vida un tiempo atrs, que tuvo un intenso efecto
traumtico y desorganizante y que, entre otras cosas, lo trajo al anlisis.
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LOS AFECTOS EN EL PSICOANALISIS

Todo est an oscuro, incluso los problemas;


pero hay un sentimiento confortable de que uno
slo tiene que revolver en su propia despensa
para encontrar, tarde o temprano, lo que necesita. La cosa ms desagradable son los estados de
nimo (die Stim-mungen), los que frecuentemente
ocultan a uno completamente la realidad (die
Wirklichkeit).
Freud. Los orgenes del psicoanlisis.
Carta 73, 31/X/1897.
Freud interroga en trminos de Wirklichkeit lo
que se le presenta como Stimmung... pero no es
guiado hacia eso por sus Stimmungen... y esto
constituye la originalidad de su punto de partida... En tanto que guas hacia lo real, los sentimientos son engaosos.
Lacan. Seminario VII: La tica del psicoanlisis, 25/XI/1959.

De acuerdo con la mayora de los autores que trataron la


cuestin, el lugar que los afectos ocupan en el psicoanlisis
debera ser fundamental, pero est bastante descuidado y relegado. Segn Marjorie Brierley (1937), tras el perodo inicial, en
rigor pre-analtico, de la cura catrtica y la abreaccin de afectos,
hasta hace muy poco se ha prestado muy poca atencin en la
teora a los afectos en tanto tales, aunque en la prctica nunca
han perdido su importancia. Esta situacin no parece haber
variado sustancialmente en los aos siguientes: el reciente
perodo improductivo en el desarrollo del psicoanlisis se debe
a un descuido comparativo del problema del afecto (Glover, E.,
1939); no poseemos una exposicin sistemtica de la teora
psicoanaltica de los afectos (Rapaport, D., 1953); todo psicoanalista que se ha aproximado al tema ha comenzado enfatizando el magro e insatisfactorio estado de nuestro conocimiento
terico, a pesar de la importancia de los afectos (Brenner, Ch.,
1974); los psicoanalistas de todo el mundo deploran hasta hoy
la ausencia de una satisfactoria teora psicoanaltica del afecto,

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

a pesar de tantos trabajos consagrados al tema (Green, A.,


1975); querramos estar en posesin de una teora satisfactoria
de los afectos, pero la echamos de menos (Green, A., 1990).
No deja de resultar llamativo lo invariable de la sealada
carencia terica, as como el aparente poco xito de los autores
que se ocuparon del tema justamente por considerarlo fundamental en comenzar a resolverla: la queja se reitera, igual a s
misma, en los autores posteriores. Es asimismo llamativo el
desfasaje poco habitual en el psicoanlisis entre ese vaco
terico y la importancia creciente que los afectos parecen haber
ido tomando en muchas orientaciones psicoanalticas, en especial en el mbito de la clnica: el proceso de anlisis no es un
proceso intelectual sino afectivo, y la relacin transferencial es
siempre y en todo sentido una relacin afectiva (Brierley, M.)
ms an, la esencia de la transferencia es el desplazamiento de
afecto (Glover, E.); los criterios diagnsticos, pronsticos y de
curacin se centran en una estimacin de la afectividad (Brierley,
M.), e incluso habra cierta especificidad psicopatolgica de los
afectos: neurosis de carcter, estructuras psicosomticas, estados lmites, entran en el campo de accin del psicoanlisis
postfreudiano y colocan al psicoanlisis ante afectos cuya metapsicologa ha sido descuidada por Freud... afectos no observables en la clnica de las neurosis clsicas (Green, A., 1975). La
importancia de los afectos se debera adems a que los mismos
daran cuenta de los niveles ms arcaicos y primarios del funcionamiento psquico, sea por su relacin con la biologa
(Alexander, F.), con los estadios ms tempranos del desarrollo
(Brierley, M., Glover, E.) y, en particular, con las experiencias
ms tempranas de la relacin con el objeto materno (Winnicott,
D. W.), con la progresiva organizacin del yo (Brierley, M.,
Glover, E.), con las funciones y el nivel de desarrollo yoicos
(Brenner, Ch.) o con el registro de la realidad interna en tanto
distinta de la externa (a este clivaje entre afecto y representacin va a corresponder el clivaje entre realidad externa y realidad interna (Green, A., 1975). De este modo, los afectos daran
acceso a los sistemas fundamentales de la vida psquica, aqullos que regulan las funciones bsicas del aparato (Green, A.,
1990).
Ya es tiempo, escriba ya en 1937 Brierley, de que restauremos los afectos a un lugar terico ms consonante con su

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importancia prctica. Dado que, aparentemente, ello no ha


ocurrido, que los votos de la autora no se han cumplido sino que,
por el contrario, su supuesta importancia prctica no ha dejado de
crecer en tanto que el vaco terico se ha mantenido, es de temer
que los psicoanalistas hayan estado demasiado tiempo desarrollando una prctica carente de un adecuado sustento, de una
slida fundamentacin de qu es lo que hacen.
Gran parte de la responsabilidad por el relegamiento del
afecto en la teora le cabra al propio Freud, en cuya obra no se
le puede asignar al afecto una localizacin particular (Green,
A., 1975). El otro gran responsable es Lacan, autor de una teora
fundada sobre una exclusin, un olvido del afecto; en ella
el afecto no tiene ningn lugar... est explcitamente excluido y
prohibida su residencia (bid.) 2, ya que es un psicoanlisis
puramente lenguajero o intelectualizante, vaciado del afecto
(Cahn, R.).
Seala Green (1975) que una consideracin diferente del
problema del afecto orientar una modificacin del cuadro terico en el cual l ser situado. El problema del afecto est en
relacin dialctica con la teora, el uno conduce a la otra
necesariamente. Y la inversa tambin es vlida, cabra agregar:

Aunque Lacan no acepta esta acusacin: Lo mismo de la historia del afecto que yo
descuidara... Cmo persistir diciendo que descuido el afecto, para pavonearse de hacerlo
valer, sin recordar que un ao... me ocup de la angustia? Algunos conocen la constelacin
en que le di lugar. La emocin, el impedimento, el desconcierto, diferenciados como tales,
prueban bastante que no hago poco caso del afecto (Lacan, J., 1973). No slo eso; trat
tambin de establecer precisiones entre afecto, emocin, sentimiento, pasin, trminos
usados habitualmente en forma indistinta: Qu es la angustia? Hemos descartado que se
trate de una emocin... la angustia es un afecto... No somos psiclogos, somos psicoanalistas... se trata (entonces) del deseo, y el afecto... es la angustia (Lacan, J., 1962). La pasin,
por su parte y en particular las tres pasiones fundamentales: el amor... el odio... la
ignorancia (Lacan, J., 1953), en tanto ponen en juego, ms all de lo que demandan, el
deseo, ya que cada una de ellas evoca una de las figuras de la falta en ser (Bataille, L.) ,
es diferenciada del sentimiento de la misma manera en que Freud la diferencia en su artculo
sobre Leonardo (1910): Sus afectos estaban controlados y sujetos a la pulsin de
investigacin; l no amaba ni odiaba, sino que se preguntaba acerca del origen y
significado de lo que tena que amar u odiar. As, deba aparecer al principio como
indiferente al bien y al mal, la belleza y la fealdad... En realidad, Leonardo no estaba libre
de pasiones; no careca de la chispa divina que es, directa o indirectamente, la fuerza
motora detrs de toda actividad humana. Haba meramente convertido su pasin en una sed
por el conocimiento.
2

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

depender del conjunto de la teora el lugar que los afectos


reciban. Un lugar subordinado y secundario del afecto no es, por
lo tanto, necesariamente seal de descuido, de olvido o de fascinacin por las representaciones en detrimento del afecto
(Green, A., 1990); por el contrario, puede ser producto de una
rigurosa asignacin de un lugar terico preciso. Eso es lo que
ocurre en Freud.
LOS AFECTOS INCONCIENTES

La posibilidad de atribuir el carcter de


inconciencia a las emociones, sentimientos y afectos estara completamente excluida... pertenece
seguramente a la esencia de una emocin que
seamos concientes de ella; es decir, que devenga
conocida a la conciencia... Estrictamente hablando... no hay afectos inconcientes como hay representaciones inconcientes... Si restauramos la verdadera conexin (de un impulso reprimido)... su
afecto nunca fue inconciente... slo su representacin sufri la represin.
Freud. Lo inconciente, 1915b.

Ningn autor que se ocup del tema de los afectos ha dejado


de citar estas definiciones inequvocas de Freud, pertenecientes
a la Metapsicologa, la obra maestra de toda discusin sobre el
afecto (Green, A., 1975); sin extraer sin embargo todas las
consecuencias implicadas en ellas. Por otra parte, no son definiciones aisladas: no podemos afirmar la existencia de afectos
inconcientes en el mismo sentido que la de representaciones
inconcientes... un afecto es un proceso de descarga y debe ser
juzgado de manera muy diferente a una representacin; lo que le
corresponde en lo inconciente no puede ser afirmado sin una
reflexin ms profunda y una clarificacin de nuestras hiptesis
sobre los procesos psquicos (Freud, S., 1917b); hablamos
entonces, de una manera condensada y no enteramente correcta,
de sentimientos inconcientes, conservando una analoga con
las representaciones inconcientes que no es completamente justificable (Freud, S., 1923).

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B. MIGUEL LEIVI

Lejos de descuidar tericamente los afectos, Freud les asigna


un lugar preciso y definido, aunque subsidiario y caracterizado
negativamente, con el que muchos autores no concuerdan: no hay
afectos inconcientes. Si el psicoanlisis se postula como ciencia
de lo inconciente, dicha afirmacin, reiterada en Freud, no puede
resultar indiferente para ningn psicoanalista. De hecho, plantea
un problema para la creciente valorizacin de los afectos en la
clnica analtica. Este es el origen del sostenido vaco terico
destacado repetidamente por los autores citados anteriormente.
Como lo seala Schur, al menos algunas de las dificultades de
la teora psicoanaltica de los afectos residen en nuestra insistencia de que los afectos deben ser concientes.
Los esfuerzos de muchos autores, preocupados por la
subvaloracin terica de los afectos, han encarado este problema.
Pulver, por ejemplo, se propone mostrar que los afectos, como
cualquier otro contenido mental, pueden ser inconcientes. Lo
hace apelando a distintos argumentos: descarta que se trate de
una controversia actual (1971), ya que la mayora de los analistas postula explcitamente hoy en da que los afectos pueden ser
inconcientes; trata la propia cuestin como un problema afectivo, al preguntarse por qu Freud senta que los afectos deban
ser concientes, y ofrece evidencias clnicas de que los afectos tanto pueden ser concientes como preconcientes e inconcientes. Lo cual no deja de constituir una interesante peticin de
principio, que da por asumida la cuestin terica que justamente
se trata de dilucidar.
Por otra parte, el modo en que Freud considera la relacin del
inconciente con los afectos produce resonancias con otra afirmacin suya, igualmente problemtica, igualmente polmica, igualmente negativa: no hay representacin inconciente de la vagina.
Diferentes en cuanto a su objeto inmediato, ambas afirmaciones
se refieren sin embargo a lo mismo: el inconciente. Ya que lo que
est en juego en esto no es slo el estatuto terico de los afectos,
sino, en medida an mayor, el concepto de inconciente. En otros
trminos: cmo pensar la organizacin de un inconciente en el
cual, entre otras cosas, no hay afectos ni tampoco hay ni siquiera
en sus portadoras, las mujeres representacin de la vagina? Creo
que hacerse cargo de estas caracterizaciones negativas referidas
a lo inconciente obliga a asumir una otra conclusin, tambin
expresable por la negativa: el inconciente, para Freud, no est

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

estructurado como el cuerpo 3. Ya que si fuese una expresin


psquica emanada de la organizacin somtica (Cahn, R.), por
qu razn carecera de la representacin de un rgano del cuerpo?
Por qu razn no contendra afectos, si es que stos son la
reflexin en la conciencia de la dinmica biolgica fundamental (Alexander, F.), si los nexos del afecto con el cuerpo hacen
que aqul se vuelque ms hacia el lado biolgico (Green, A.,
1990)? La conocida y discutida formulacin de Lacan: el inconciente est estructurado como un lenguaje no hace ms que
inscribirse en la continuacin de la conceptualizacin freudiana
de un inconciente disimtrico respecto del cuerpo biolgico y
desprovisto de afectos, intentando dar una formulacin coherente de su estructura posible 4. Como es sabido, la postura lacaniana
dista de encontrar aceptacin unnime 5.
Green, uno de los autores que ms se han ocupado del tema, ha
afrontado esta cuestin: cul es el concepto de inconciente en
juego si se postula como l lo hace el estatuto inconciente de
los afectos. Adoptando una postura opuesta a la de Lacan el
inconciente no est unificado a partir de un elemento comn
Algo ya sabido por Freud desde fecha tan temprana como 1888: La histeria ignora la
distribucin de los nervios... toma los rganos en el sentido ordinario, popular, de los
nombres que llevan... se muestra ignorante e independiente de toda nocin de la anatoma
del sistema nervioso.
4
El inconciente... es cosa bastante precisa. Slo hay inconciente en el ser parlante. En los
animales... hay instinto, es decir, el saber que implica su supervivencia (Lacan, J., 1973).
5
R. Cahn, por ejemplo, sostiene que no es el lenguaje lo que es condicin de lo inconciente;
es el inconciente lo que es la condicin del lenguaje; es la organizacin de la tpica
psquica la que precede y explica la aparicin del lenguaje. Y cmo est organizada esa
tpica psquica? Pues sobre la base de la representacin de cosa en tanto que investidura
de las huellas mnmicas, donde las representaciones son menos significativas en tanto que
tales, vale decir, por su ligazn con las sensaciones, con las emociones, con las relaciones
establecidas de este modo con los objetos del entorno as progresivamente investidos, que
por la red donde ellas son codificadas y se encadenan como si fueran un lenguaje. Vale
decir: el inconciente que precede y explica la aparicin del lenguaje est a su vez
organizado... como un lenguaje. Green (1978), por su parte, sostiene que el discurso del
inconciente, que no es lenguaje, es una polifona, su escritura una poligrafa escalonada
sobre numerosos pentagramas, sin tomar en cuenta la obligada referencia lingstica de
estas metforas. En el mismo sentido cita adems a Freud (1990): Como dice Freud: lo
inconciente habla ms de un dialecto, perdiendo de vista no slo lo que implica decir que
el inconciente habla, sino que, adems, un dialecto es al fin y al cabo una variedad de
discurso, y que, por otra parte, Freud dice eso en un artculo titulado El inters filolgico
del psicoanlisis (Freud, S., 1913) (destacado mo).
3

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como el lenguaje... la teora del inconciente de lenguaje olvida el


cuerpo (1978) considera que el inconciente es heterogneo
en su composicin, porque comprende representaciones de palabra, representaciones de cosa, afectos... el acto y los estados del
propio cuerpo... La heterogeneidad est en el corazn del ncleo
del inconciente (bid.); ese ncleo se relaciona con el cuerpo,
la accin y el lenguaje (1990). Por ese motivo, muchas dificultades tericas se habran eliminado si Freud hubiera admitido
que existan varios modos de estar en lo inconciente tanto para
las representaciones como para los afectos (bid.).
Por qu no lo admiti? Por qu, entonces, nunca revirti
explcitamente su opinin acerca de la naturaleza conciente de
los afectos? (Pulver, S.). Segn Green, por razones no estrictamente tericas, sino de otra ndole: en su defensa de la legitimidad de lo inconciente contra las objeciones de los psiclogos y los
filsofos, no deba llegar tan lejos, hasta el absurdo de afirmar la
existencia de afectos inconcientes, punto ste sobre el cual fue
necesario que cediera (Green, A., 1975); aunque en el fondo
supuestamente pensara otra cosa. Teniendo en cuenta que en
esta etapa de su obra estaba dominado por preocupaciones
acerca de la demostrabilidad, pudo parecerle que, si se centraba
en el problema del afecto y su cualidad subjetiva, corra el riesgo
de que le reprocharan un subjetivismo inconciliable con la
demostracin de la prueba (Green, A., 1990). Adems, dado
que el psicoanlisis se origin en la hipnosis y en la catarsis, en
las cuales declaradamente se conceda preeminencia al afecto...
el afn de Freud por resguardar la originalidad del psicoanlisis
de toda contaminacin con las races de las que haba partido es
sin duda responsable de esta subordinacin del afecto a la
representacin... puso cuidado en no comprometerse con el
afecto por la senda que acababa de abandonar (bid.).
Es interesante entonces dirigirse al Proyecto..., texto prepsicoanaltico contemporneo de esas races de las que parti el
psicoanlisis, anterior an al abandono de esas sendas originarias, y que, adems, est excluido de las necesidades de demostracin y de defensa de la nueva disciplina contra sus objetores,
ya que ni siquiera fue publicado en vida de Freud. Respondiendo
estrictamente a las necesidades tericas de la construccin del
aparato psquico, se encuentran all las bases de la postura
freudiana referida al inconciente y los afectos.

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

LAS CUALIDADES SUBJETIVAS

El displacer debera ser considerado como coincidiendo con una elevacin del nivel de Q o una
presin cuantitativa creciente: sera la sensacin
cuando hay un aumento de Q en .
Freud. Proyecto de una psicologa cientfica, 1895.

Como es sabido, en el Proyecto... (1895) Freud se propone


representar los procesos psquicos como estados cuantitativamente determinados de partculas materiales especificables.
Opera para ello con dos teoremas principales: el de la neurona
partcula material y el de la cantidad que circula entre ellas.
Tras ocuparse del problema del dolor, vinculado con la irrupcin
de magnitudes excesivas de cantidad externa en el aparato,
aborda dos problemas nuevos, ntimamente relacionados entre s,
cuya introduccin no se le haba hecho necesaria hasta ese
momento: el de la cualidad (captulo 7 de la primera parte) y el
de la conciencia (captulo 8). Tiene que explicar aquello de lo
que tomamos conocimiento, de la manera ms enigmtica, a
travs de nuestra conciencia, la cual no sabe nada de neuronas
ni de cantidades; stas deben ser consideradas en principio
como enteramente inconcientes, y deben ser inferidas como otras
cosas naturales. La conciencia, en cambio, nos brinda lo que
llamamos cualidades, sensaciones que son diferentes entre s en
una gran multiplicidad de modos... pero de hecho no hay en (esas
diferencias) cantidades... nuestra conciencia slo nos provee de
cualidades 6.
Cmo y dnde se originan las cualidades, objetos de la
conciencia? No en el mundo externo... all afuera slo hay
masas en movimiento y nada ms 7. Pero tampoco aqu dentro
De all el carcter ilusorio, imaginario, de los intentos de cuantificacin de los afectos;
como, por ejemplo, el fallido estoy ms tranquilo que... de mi paciente Pedro al comienzo
de su sesin. Cul es el patrn de medida? Cmo se mide eso?
7
Postura que se remonta a Demcrito, quien subrayaba la incertidumbre de las impresiones
sensibles, afirmando que su origen se halla en algo ms fundamental que la sensacin.
Distingua as entre lo que es real la forma, disposicin y situacin de los tomos en el
vaco y lo que es convencional los colores, sabores, sonidos, etc. Esta tesis influy sobre
muchas de las tesis mecanicistas de la Naturaleza, como las de Gassendi, Galileo, Hobbes
y otros, para las cuales hay por un lado una materia sin cualidades, o bien una materia con
6

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B. MIGUEL LEIVI

si es que lo inconciente puede ser considerado una interioridad; ya fue explicitado que los procesos inconcientes estn
desprovistos de cualidad, y en ello reside su inconciencia. Las
cualidades sensoriales y afectivas se originan y pertenecen al
sistema w de neuronas, vinculado a la percepcin y a la conciencia, y obedecen a los principios de funcionamiento de este
sistema. El sistema de neuronas, podra decirse, es la verdadera
sede de las sensaciones y los afectos.
Procesos inconcientes cuantitativos, desprovistos de cualidad
y por eso inconcientes, imposibles de ser percibidos y registrados, por una parte; y un sistema de registro inmediato de cualidades sa es su funcin en el aparato, donde las diferencias
cuantitativas no cuentan, sino slo cualidades subjetivas y sensaciones de la serie placer-displacer, por la otra 8. En esta divisin
del aparato en sistemas neuronales diferentes, y , con modos
excluyentes de funcionamiento, el lugar de los afectos es claro y
preciso, y no responde a una eleccin personal de Freud sino, ante
todo, a la necesidad terica de la lgica del funcionamiento del
aparato.
A pesar de las modificaciones introducidas ulteriormente, ese
lugar, lgicamente necesario, no ha de variar, y subyace a todas
las formulaciones de Freud referidas a los afectos; si stas no

propiedades puramente mecnicas, que es objetiva, y por otro lado ciertas cualidades, del
lado de las percepciones subjetivas (Ferrater Mora, J.).
8
La diferencia y la relacin entre cantidad y cualidad, bsica para Freud en sus desarrollos,
se inscribe por otra parte en todo el desarrollo de la ciencia y la filosofa desde la Edad
Media: el conocido principio de que el cambio de cantidad produce un cambio de
cualidad. Si para la escolstica, y an para Descartes, la cantidad era una propiedad de la
sustancia, en la filosofa moderna la cantidad pasa a ser expresin matemtica de las
relaciones, ocupando el vaco dejado por la nocin de sustancia, al desvanecerse la nocin
de medida ontolgica. De ah que una cuantificacin de la realidad surge como una
imposicin inevitable... esta categora (la cantidad) no es, empero, ya una categora de lo
real, sino una forma de la mente. Las cualidades, en esta perspectiva, pertenecen a las
percepciones subjetivas. Como escribe Malebranche, cuando los filsofos dicen que el
fuego es caliente, la hierba verde y el azcar dulce, etc., entienden, como los nios y el
comn de los hombres, que el fuego contiene lo que experimentan cuando se calientan, que
la hierba tiene sobre ella los colores que en ella creen ver, que el azcar contiene la dulzura
que experimentan al comerlo, y as con todas las cosas que vemos o que sentimos... Hablan
de las cualidades sensibles como si fueran sensaciones... Pero desde Descartes sabemos que
los trminos sensibles mediante los cuales se describen usualmente las cualidades del
fuego, de la hierba, etc., son equvocos (Ferrater Mora, J.).

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

abundan, ello se debe justamente a que su inters central siempre


se dirigi a lo inconciente, all donde ellos no estn. No es otro
el motivo de que, entre las vicisitudes posibles del afecto en la
represin aparecer sin modificacin, o transformado en angustia, o ser completamente suprimido (Freud, S., 1915a) no est
incluida la posibilidad de su persistencia en lo inconciente. Aun
el afecto psicoanaltico por antonomasia, la angustia, con su
relacin particular con lo inconciente y lo reprimido sea en su
carcter de moneda de cambio que reemplaza a cualquier afecto
tras la represin (Freud, S., 1917b) o de seal anticipatoria de un
peligro para el yo (Freud, S., 1926), en cualquier caso, la
angustia es, en primer lugar, algo que se siente. Lo llamamos un
estado afectivo, aunque tambin ignoremos qu es un afecto.
Consecuentemente, el yo es la verdadera sede de la angustia...
La angustia es un estado afectivo y, en tanto tal, slo puede, por
supuesto, ser sentida por el yo. El ello no puede tener angustias
como puede el yo... (aunque) muy frecuentemente ocurre que
procesos que tienen lugar o comienzan a tener lugar en el ello
ocasionan que el yo produzca angustia (bid.).
Cules son esos procesos inconcientes que ocasionan afectos
a nivel de la conciencia? La relacin entre los afectos y el
inconciente, relacin de exclusin, debe respetar la complejidad
de la constitucin del aparato. Al afecto conciente, cualidad
subjetiva, correspondera en lo inconciente un monto de afecto
(Affektbetrag), cantidad hipottica, hipotticamente objetivable 9.
Ambos conceptos afecto y monto de afecto no deben ser
confundidos 10; guardan entre s una relacin problemtica, pero
cada uno responde a las leyes del sistema al que pertenece. Si bien
Freud renunci finalmente en 1925 a esta relacin entre cantidad
inconciente y afecto conciente, tal relacin fue siempre hipottica y problemtica, como ocurre siempre que lo inconciente
est en cuestin. Ya en el Proyecto..., no slo es postulada la
cantidad inconciente como correspondiendo al afecto, sino
Tal como a las variaciones cuantitativas del pH de una solucin corresponden variaciones
cualitativas en el color del papel de tornasol usado para hacer sensibles esas variaciones,
aunque no haya en la solucin misma variacin alguna de color, ya que la gama de colores
depende de la estructura del papel de tornasol.
10
Como, por ejemplo, sosteniendo que el afecto, en efecto, es esa parte energtica de la
pulsin dotada de una cantidad y una cualidad (Cahn, R.).
9

663

B. MIGUEL LEIVI

tambin otro factor posible, el perodo. Luego, en Ms all


del principio del placer (1920), ya no se tratara de la magnitud
absoluta de cantidad, sino de su variacin en un perodo dado
de tiempo, o bien de la diferencia entre procesos ligados y no
ligados. La relacin se torna an ms incierta en El yo y el ello
(1923), donde al afecto conciente corresponde un algo indefinido en lo inconciente. Y, finalmente, en El problema econmico del masoquismo (1925b), las posibilidades son: el ritmo,
la secuencia temporal de cambios, elevaciones y cadas en la
cantidad de estmulo. No lo sabemos. Aun as, conviene no
perder de vista dos cuestiones: en primer lugar, que aun sin que
Freud pueda decir qu les corresponde en lo inconciente, aun si
el viejo sueo de una reduccin total de la calidad a la cantidad
debe ser abandonado (Green, A., 1975), en ningn caso considera que los afectos sean ellos mismos inconcientes; por otra
parte, todas las alternativas que brinda en lugar de la cantidad
son, a su vez, variables cuantitativas. Los fundamentos de la
divisin funcional del aparato se mantienen.
Slo si se entiende que Freud intentaba, a travs de la divisin inicial entre representacin y afecto... distinguir entre dos
subsistemas dentro de lo inconciente, diferentes tanto por su
naturaleza como por sus destinos (Green, A., 1990), un inconciente del pensamiento y un inconciente del cuerpo (Green,
A., 1975), puede pensarse que Freud no quiere decir que no hay
afectos inconcientes, sino que el inconciente no se da de la misma
manera para el afecto que para la representacin, y que la
diferencia entre represin de las representaciones y supresin de
los afectos es slo una diferencia de grado, ya que la supresin
sera el destino particular del afecto en el inconciente (bid.) 11.
Parece, en cambio, ms coherente con la postura freudiana slo
hay representaciones reprimidas, no as afectos la lectura que
hacen Laplanche y Pontalis (1968): supresin (Unterdrckung)
es una operacin psquica que tiende a hacer desaparecer de la
conciencia un contenido displacentero o inoportuno: idea, afecDesde esta perspectiva, se entiende que Green plantee que la representacin pulsional en
lo inconciente, la Triebsreprsentanz, se podra dividir en Vorstellungsreprsentanz y
afecto, que en rigor debi recibir la denominacin de Affektreprsentanz (bid). La
cuestin es, justamente, que no recibi por parte de Freud esa denominacin, ni tampoco la
de afecto (Affekt), sino la de monto de afecto (Affektbetrag).

11

664

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

to, etc. En este sentido, la represin (Verdrngung) sera un


modo particular de supresin. Supresin de los afectos implicara entonces slo su eliminacin de la conciencia, sin persistencia
en lo inconciente; la represin, en cambio, aplicada a las representaciones, pone ms nfasis en el hecho de la ligazn con lo
inconciente (Freud, S., 1900), all donde los afectos no estn,
pero s las representaciones. Estas ltimas, adems de ser suprimidas de la conciencia, persisten en lo inconciente.
En cuanto a Lacan, baste citarlo con sus propias palabras
(1962): Llegado el caso, trat de decir lo que el afecto no es: no
es el ser dado en su inmediatez, ni tampoco el sujeto bajo una
forma en cierto modo bruta. No es, para decirlo, en ningn caso
protoptico. Mis ocasionales observaciones sobre el afecto no
quieren decir otra cosa... Por el contrario, lo que dije del afecto
es que no est reprimido; y esto lo dice tambin Freud. El afecto
est desamarrado, va a la deriva. Se lo encuentra desplazado,
loco, invertido, metabolizado, pero no reprimido. Lo que est
reprimido son los significantes que lo amarran 12. Si para Freud
son las representaciones las que estn reprimidas, para Lacan lo
estn los significantes; pero en ambos casos el afecto queda del
lado de los efectos concientes. Representaciones desprovistas de
afecto en un caso; significantes desprovistos de significado, en el
otro: eso es lo que cabe hallar en lo inconciente; el afecto, del
lado del significado 13, se produce en el interjuego representacional o significante. Despus de todo, el afecto sexual que la
segunda escena del proton pseudos histrico (Freud, S., 1895)
aporta a la primera no es otra cosa que un significado, el significado sexual ausente para el sujeto en esa primera escena, la cual,
sin embargo, qued registrada en lo inconciente, como pura
representacin, o como puro significante; sin ninguna produccin de afecto, o sin ningn significado.

Es singular que sobre esta cuestin concreta, verdaderamente, Lacan repite a Freud. Y
esto sorprende tanto y ms cuanto que no simplemente una porcin sino casi toda la
literatura analtica... desmiente a Freud, a su pesar, en lo que se refiere al afecto (Miller,
J.-A.).
13
El afecto es comprensible y, por cualquier punta que se lo tome, no se puede borrar su
carcter de efecto de significado (Miller, J.-A.).
12

665

B. MIGUEL LEIVI

SI LOS AFECTOS FUESEN INCONCIENTES...

El afecto puede dejarse decir por el lenguaje,


pero su esencia est fuera de l. Lo que lo caracteriza es precisamente esta va directa, que relaciona el inconciente con el conciente.
Green. La concepcin psicoanaltica
del afecto, 1975.

Si los afectos fuesen inconcientes, es indudable que la labor


analtica cambiara de manera radical, y aparentemente se vera
muy facilitada. Es por este motivo que tantos autores han dedicado a esta cuestin sus mejores esfuerzos.
Si tal fuese el caso, los afectos, aun siendo inconcientes o
pudiendo serlo, no por ello perderan su caracterstica esencial
de ser objetos inmediatos de la conciencia (Freud, S., 1915b), que
no requieren de la mediatizacin de las palabras para devenir
concientes 14 . Por otra parte, es de destacar adems que el afecto se
transmite de manera tambin directa e inmediata de sujeto a
sujeto: Rycroft ya haba sealado que una de las peculiaridades
de los afectos era ser percibidos por otros, y que inducan en otras
personas reacciones idnticas u opuestas (Green, A., 1990);
afectos cuya funcin, por aadidura, cabe recordarlo, es esencialmente inductora en el otro de afectos idnticos u opuestos
(Cahn, R.) 15 . Esta combinacin va directa de inconciente a
conciencia; transmisin directa de sujeto a sujeto, lgicamente
transitable en ambas direcciones dada su inmediatez, brindara
instrumentos invalorables para el trabajo clnico.
Segn Freud (1923), porque no lo necesitan, ya que lo hacen de manera directa (despus
de todo, un afecto no se discute, est o no, es como los gustos, eso no se discute. Un afecto
tiene una evidencia inmediata (Soler, C.)); segn Green (1990), porque hay una imposibilidad de los afectos de entrar en conjuncin directa con las huellas mnmicas de
palabra.
15
Algo tambin destacado por Freud (1921a): la percepcin de los signos de un estado
afectivo est calculada para despertar automticamente el mismo afecto en la persona que
lo percibe, algo que W. Mc Dougall llam principio de la induccin de la emocin por
va de la respuesta emptica primitiva... o sea, agrega Freud, por medio del contagio
mental... Sin dudas existe algo en nosotros que, cuando somos concientes de signos de una
emocin en otra persona, tiende a hacernos caer en la misma emocin. Lacan, por su parte,
seala (1953): los sentimientos siempre son recprocos.
14

666

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

La utilizacin de la contratransferencia como instrumento


clnico reposa sobre estas suposiciones: la contratransferencia
del analista entendida como todos los sentimientos que el
analista experimenta hacia su paciente es un instrumento de
investigacin del inconciente del paciente (Heimann, P.), el
cual a su vez transfiere sus afectos sobre el analista. As, apelando a una sensibilidad emocional libremente despierta para
seguir los movimientos emocionales y fantasas inconcientes del
paciente, esta va directa permite que el inconciente del analista comprenda al de su paciente; sta es la va ms dinmica
en la cual la voz de su paciente llega a l (bid.).
La exploracin afectiva del inconciente por el inconciente,
que no requiere de ningn tipo de mediatizacin ya que el
lenguaje afectivo es ms antiguo que el habla (Brierley, M.),
constituira as una nueva va regia que reemplazara muy ventajosamente a la antigua, la del laborioso e incierto desciframiento
de los sueos y las formaciones de lo inconciente, brindando por
aadidura acceso inmediato y directo a los niveles ms primitivos, arcaicos y fundantes del ser, ligados de distintas maneras
segn los distintos autores al afecto 16. La experiencia afectiva
analtica, entrando en contacto con esta verdad arcaica
(Cahn, R.), servira as de verdadera gua hacia lo real 17.
As parece entenderlo Cahn: En esas zonas ms ac de lo
simbolizable, de lo representable, qu acceso al psiquismo del
otro tenemos, si no es a travs de ese nico medio de expresin
posible, ese nico vnculo posible, que es el de los afectos, all
donde los lmites estn perdidos, donde el afecto se revela como
la nica huella, la nica expresin, de un irrepresentable-impensable a la espera de ser psiquizado?. Los afectos son all
representantes del inconciente en estado puro; las formaciones significantes de lo inconciente, cabe pensar, son en cambio su
manifestacin impura o degradada 18.

La realidad psquica, las races de la representacin... estn fundamentalmente ligadas


al afecto (Cahn, R.).
17
Por qu se da ese privilegio al afecto, sino porque se imagina que gracias a l habra
un acceso directo y autntico a la verdad?... Se cree que el afecto da testimonio de una
relacin inmediata con lo verdadero (Miller, J.-A.).
18
Se considera que lo que se adquiere intelectualmente, lingsticamente, se adquiere por
el contrario mediatamente, y es por lo tanto dudoso (Miller, J.-A.).
16

667

B. MIGUEL LEIVI

Los instrumentos del analista deben, consecuentemente, ser


reformulados en lo que respecta al trabajo en el terreno afectivo.
Debemos interpretar los afectos inteligentemente, pero slo
podemos hacerlo en la medida en que hacemos contacto directo
con ellos a travs de la empata. Es slo por empata que
podemos estar seguros de lo que el paciente est sintiendo. A mi
entender, la empata, verdadera telepata, es indispensable para
un anlisis profundo (Brierley, M.). La utilizacin de los afectos contratransferenciales supone, para el analista, investigar
los propios afectos como ecos empticos de los del analizando,
vivindolos en una suerte de identificacin con el self del analizando (Green, A., 1990).
Empata, telepata, identificacin y habra que agregar introspeccin, son todos recursos ausentes en la concepcin freudiana del dispositivo analtico. Alguno de ellos, como la telepata, es explcitamente rechazado (Freud, S., 1921b, 1922, 1925,
1932); otro, como la identificacin con el analizante, es contraindicado (Freud, S., 1912). Respecto de la introspeccin
mirada interior por medio de la cual se supone que el sujeto
puede inspeccionar sus propios actos psquicos (Ferrater Mora,
J.), nico mtodo que permite el acceso a la realidad psquica
segn la psicologa introspectiva, llev a la psicologa tradicional, pre-analtica, a un callejn sin salida; el mtodo analtico
freudiano no introspectivo represent en este sentido una
fundamental alternativa.
En cuanto a la empata,participacin afectiva y, por lo
comn, emotiva, de un sujeto humano en una realidad ajena al
sujeto, los autores que la admiten la postulan como el fundamento de la posibilidad de comunicacin entre los hombres...
As, un sujeto puede apropiarse y comprender las emociones de
otro, a la vez que comunicar sus propias emociones a otro
(bid.). El concepto fue introducido por Theodor Lipps, autor
contemporneo de Freud bien conocido por l, ya que lo cita
ampliamente en El chiste y su relacin con lo inconciente
(1905), aunque no precisamente en relacin con esto. Freud habla
de empata fundamentalmente en dos lugares de su obra: en la
ltima parte de El chiste..., en relacin con el problema de lo
cmico que l diferencia claramente del mecanismo del chiste
como formacin de lo inconciente 19, para ubicarlo en el plano
dual, identificatorio, yoico, de la relacin con el otro; y en

668

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

Psicologa de las masas y anlisis del yo (1921a), en el mismo


sentido: para referirse al lazo mutuo que une entre s a los
miembros de un grupo.
En este aspecto, el gran texto freudiano sobre los afectos y su
transmisin parece ser, precisamente, Psicologa de las masas,
artculo centrado en el anlisis de las relaciones identificatorias
entre los miembros del grupo, la relacin comn establecida con
el ideal del yo y la estructura identificatoria del yo. Los afectos
y sus mecanismos de circulacin entre los miembros del grupo
son en esta obra omnipresentes: sugestibilidad, contagio mental,
enamoramiento, hipnosis, exaltacin o intensificacin de las
emociones, ambivalencia, empata, identificacin (la ms temprana manifestacin de un vnculo afectivo con otra persona),
etc. No es la psicologa grupal, sin embargo, el modelo que toma
Freud para dar cuenta de la relacin analtica; considera en
cambio que la relacin hipntica es una formacin grupal con
dos miembros.
Como se ha sealado muy frecuentemente, la relacin analtica moviliza intensos afectos:Fenomenolgicamente, en un psicoanlisis el afecto es omnipresente... un psicoanlisis no
comienza sin afecto... sin la demanda de alguien que sufre
(Soler, C.) 20 . No faltan en absoluto en una relacin analtica
fenmenos afectivos inherentes a toda estructura grupal humana.
Pero si, sobre la base de esta evidencia y de la suposicin de que
los afectos brindan acceso inmediato a lo verdadero en juego en
el anlisis, se reorienta la direccin del trabajo clnico hacia una
cada vez ms refinada semiologa de los afectos, que suplemente
o, ms an, que reemplace el trabajo de descifrado de los emergentes de lo inconciente, se corre el riesgo de que, lejos de
obtener un acceso directo a lo inconciente, el analista quede
atrapado en la dinmica identificatoria, especular, entre su propio yo y el de su paciente, all donde los afectos circulan amplia
e intensamente. El develamiento de los determinantes inconcientes quedara en tal situacin resistencialmente bloqueado. Tal
como lo planteaba Margaret Little, entre paciente y analista se
El chiste, podra decirse, es la contribucin hecha a lo cmico desde el reino de lo
inconciente (Freud, S., 1905).
20
La cura es una demanda que parte de la voz del sufriente, de alguien que sufre de su cuerpo
o de su pensamiento (Lacan, J., 1973).
19

669

B. MIGUEL LEIVI

produce de forma inevitable un juego infinito de reflexiones


especulares, repetitivas en su tipo y sujetas a continuas modificaciones, en la cual, as como el analista presenta al paciente
un espejo, el paciente le presenta uno al analista tambin, y hay
toda una serie de reflexiones en cada uno de ellos. Si se centra
el trabajo clnico en estos circuitos, cmo se sale de ese encierro?
La relacin de los afectos con el inconciente, lejos de ser
inmediata, es problemtica; y su presencia no es necesariamente
reveladora de aqul sino, frecuentemente, encubridora; tanto ms
si se prioriza la identificacin en el trabajo con los afectos. La
sesin de Pedro, mi paciente del ya lejano comienzo de este
trabajo, est centrada sobre el registro de un estado anmico
ubicable dentro de la gama del bienestar, y nombrado por l como
serenidad. Ese afecto, como se aprecia en el conjunto de la
sesin, no tiene nada de elemental, en el sentido que sea relacin
con el cuerpo, experiencias tempranas, etc., y requiere poner en
juego toda la historia de Pedro para dar cuenta del mismo; sin ese
conjunto de asociaciones, qu es lo que podra yo haber recibido
de la comunicacin de su sentimiento? Ms an: qu nocin
podra haber llegado a hacerse l mismo de su propio estado?
Tal como en el curso de la sesin se va definiendo, es posible
describir la serenidad de Pedro como correspondiendo a un
agradable sentimiento de armona con el mundo que tampoco
tiene nada de inmediato ni de natural, como no lo tiene el
sentimiento ocenico (Freud, S., 1929), con el cual parecera
tener alguna relacin, de confortable reorganizacin de su mundo simblico, en el cual las cosas vuelven a tomar el lugar que
tienen que tener. Cul es ese lugar? Es ese lugar obvio y
compartible inmediatamente de manera identificatoria? Valen
mis propios afectos, evocaciones y asociaciones, que puedo
registrar introspectivamente, como captacin de lo verdadero
para Pedro? Es cierto que, en esta sesin, puedo compartir e
identificarme sin ninguna dificultad con lo que l seala acerca
de Videla: tambin para m el hecho de que Videla est preso se
asocia con serenidad, con el reconfortante sentimiento de que
algo est en el lugar en que debe estar aunque, como resulta
lamentablemente evidente, eso no es algo compartido en forma
necesaria y universal; pero tambin es por otra parte cierto que,
por razones que supongo se comprendern, serenidad a m no

670

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

me evoca clases de catecismo ni tomar la comunin. El acceso


identificatorio a lo inconciente siempre queda, de tal forma,
inevitablemente ubicado en el incierto borde entre lo contingente
y lo arbitrario, al posicionar al analista en el lugar de garante de
la verdad del paciente.
Por otra parte, qu relacin guarda, en este caso, la serenidad con lo inconciente? Experiencia indudablemente grata, de
la cual Pedro tiene pleno derecho a disfrutar, sobre todo tras un
largo perodo angustioso y tormentoso, parece tambin evidente
en la sesin que su relacin es de exclusin. Da cuenta de una
reorganizacin de su universo simblico, que recompone las
relaciones imaginarias de su yo con el mundo: Pedro reencuentra
tambin su propio lugar en el linaje familiar, en la transmisin
cultural, en el respeto y la consideracin de s mismo. Sin
embargo, la ms clara emergencia de lo inconciente, que se
produce promediando la sesin, un verdadero lapsus que introduce una abierta contradiccin, no va en esa direccin: no apacigua,
sino que inquieta. Disfrutando de su serenidad bien adquirida,
no sorprende que Pedro pase rpidamente por encima de su
incoherencia, que simplemente se rectifique, restaando la continuidad interrumpida de su discurso conciente, y contine, sereno, dando forma a su serenidad. La serenidad se sostiene sobre
el cierre del inconciente. Es que lo inconciente es siempre
disruptivo, y por eso Freud lo busca en las rupturas de la coherencia del discurso conciente; sus irrupciones difcilmente serenen,
apacigen; lo propio de ellas es, en cambio, que produzcan
afectos de la serie de la angustia. Esa es la razn por la cual el
afecto de angustia ocupa una posicin nica en la economa de
la mente (Freud, S., 1926): es indicador de que el inconciente ha
sido tocado, de que algo del deseo inconciente ha entrado en
juego 21. Por ese motivo, y a diferencia de los afectos en general
Esto vale tanto para el inconciente del paciente como para el del analista. En su artculo de
1950, Paula Heimann, pese a postular que el inconciente del analista comprende al de su
paciente algo que debera traducirse en afectos cercanos a la serenidad, da un ejemplo
opuesto: estaba entonces intrigada al encontrar que yo reaccionaba con un sentimiento de
aprensin y preocupacin al comentario del paciente. Senta que haba implicado en su
situacin algo ms, algo ms all del acting out ordinario, pero que, sin embargo, se me
escapaba. Lejos de comprender, lo que relata es una experiencia angustiosa de no comprensin, seal de que su inconciente ha sido tocado; poniendo en juego su deseo de analista, lo
activa hacia la produccin de un saber que d cuenta de lo que emerge.

21

671

B. MIGUEL LEIVI

incluida la serenidad, que son engaosos, la verdadera sustancia de la angustia (es) lo que no engaa, lo fuera de duda
(Lacan, J., 1962).
Considera Green que la formalizacin del inconciente en
trminos de lenguaje revela la fantasa de una transparencia
absoluta del inconciente (1975), ya que ligar lo desconocido
a lo conocido de la materia fnica es simplemente suprimir el
inconciente (1978). Cabra preguntarse si tal objecin no le
cabe, en medida mucho mayor, a la asignacin de un estatuto
inconciente a los afectos, para los cuales la inmediatez y la
transparencia a la conciencia constituyen un rasgo esencial.
Si los afectos fuesen inconcientes, dejara en gran medida de
ser inconciente el propio inconciente.
LAS PALABRAS Y LOS AFECTOS

Nada tiene lugar en un tratamiento psicoanaltico ms que un intercambio de palabras entre el


paciente y el analista... Las palabras eran originalmente mgicas, y hasta el da de hoy las palabras han retenido mucho de su antiguo poder
mgico. Por medio de palabras puede una persona hacer dichosamente feliz o llevar a la desesperacin a otra; por medio de palabras transmite el
maestro su conocimiento a sus alumnos; por medio de palabras conduce el orador a su audiencia
y determina sus juicios y decisiones. Las palabras
provocan afectos y son, en general, los medios de
influencia mutua entre los hombres. As que no
deberamos despreciar el uso de las palabras en
psicoterapia, y deberamos estar complacidos si
podemos atender a las palabras que pasan entre
el analista y su paciente.
Freud. Conferencias introductorias al
psicoanlisis, 1917a.

Parece indudable que el psicoanlisis es, ante todo, una experiencia que transcurre en el campo de la palabra. Es igualmente
indudable que todo analista... sabe que si el habla es su mejor

672

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

aliado, el habla tiene sus lmites (Green, A., 1975). Los lmites
de la palabra, cuya amplitud trasciende la ya dilatada temtica de
este trabajo (Leivi, M.), ataen tambin a lo que nos ocupa: es
difcil hablar de algo que, por su esencia, es slo parcialmente
comunicable, como los afectos (Green, A., 1990). De todos
modos, cabra preguntarse: hay algo que sea totalmente comunicable?; hay algn objeto, alguna experiencia, que sea completamente decible?; lo son, por ejemplo, los sueos en tanto
experiencia subjetiva? De haberse detenido Freud en esta insuficiencia de la palabra para dar cuenta de lo real 22, el psicoanlisis
no existira. En cambio, hacindose cargo de estas limitaciones,
estableci en ellas su punto de partida: un sueo, para el psicoanlisis, no es la experiencia vivida por el sujeto durmiente, en s
misma imposible de ser comunicada plenamente, sino el relato
incompleto, deformado, incierto, problemtico que el sujeto
hace de esa experiencia en la sesin. El sueo es as, para el
psicoanlisis, desde su origen, una experiencia de palabra.
Dado que esta limitacin de la palabra es un dato inicial,
estructural las palabras tendran que comunicar una experiencia que por definicin es imposible traducir en palabras (bid.),
algo vlido para cualquier experiencia, no slo para los afectos,
el verdadero obstculo no reside en esa limitacin, sino en la
aspiracin a una imposible comunicabilidad total, sin prdidas,
sin mediaciones, sin incertidumbres. Tal aspiracin sostiene la
orientacin hacia los afectos: su inmediatez y su transparencia
para la conciencia pareceran satisfacer la expectativa de una
comunicabilidad completa, al ser genticamente pre-verbales.
El lenguaje de los afectos es ms viejo que el habla (Brierley,
M.), permitiendo sortear esas limitaciones de la palabra.
Distintos autores se han abocado a desentraar ese lenguaje
afectivo y su organizacin: afectos primarios y secundarios,
simples y complejos, o bien mezclados, constituyendo un
racimo emocional (Glover, E.); afectos filogenticamente ms
tempranos o ms tardos, ms profundos o ms manifiestos,
estratificados como capas geolgicas (Jones, E.); cadenas de
afectos, que no responden a la cadena del lenguaje lineal
(Green, A., 1990). Se tratara, en sntesis, de establecer una
El lenguaje no alcanza a dar su lugar a lo real; esto constituye incluso a lo real como
tal (Miller, J.-A.).

22

673

B. MIGUEL LEIVI

lgica de las emociones ms antigua que el pensamiento lgico, tal como se lo propuso Alexander desde el propio ttulo de
su trabajo de 1935.
Para Alexander existen conexiones emocionales que son autoevidentes (el sentimiento de la validez auto-evidente de estas
conexiones emocionales deriva de nuestra experiencia introspectiva cotidiana, en tanto atestiguamos estas secuencias emocionales en nosotros mismos), y constituyen silogismos emocionales que aparecen de manera ms franca y forzada en lo
inconciente. Un ejemplo de silogismo emocional es para Alexander
el principio del Talin, perdiendo de vista que tal principio,
por salvaje y primitivo que pueda parecer, no deja de ser una ley
simblica con una formulacin lingstica explcita y precisa.
Otro ejemplo remite a Freud: la organizacin de las distintas
modalidades de delirios persecutorios de acuerdo con las distintas formas de negar la frase que da cuenta de una posicin
subjetiva homosexual yo lo amo (Freud, S., 1911). En este
caso, como lo seala Lacan (1953), la lgica de las emociones
consiste lisa y llanamente en una verdadera gramtica: es pues
en una estructura simblica superior, ya que implica variaciones
gramaticales muy elaboradas, donde captamos las transformaciones.
La dificultad con la que se enfrentan tales intentos de formalizacin de una lgica y un lenguaje propios de los afectos es la
de proponerse aislar en primer trmino los afectos como entidades objetivamente deslindables y generalizables, articuladas entre s segn leyes de un orden propio, entidades que despus
recibirn un nombre que las exprese. Primero el afecto, luego su
nombre; se parece ser el orden. Porque cabe no olvidar que, al
fin y al cabo, y cualquiera sea la concepcin de los afectos que se
tenga, en el psicoanlisis siempre de lo que se trata es de nombrarlos. Las semiologas afectivas psicoanalticas, en rigor, parecen desarrollos que tienen como objetivo ltimo nombrar mejor
a los afectos. Es claro que el psicoanlisis toma al afecto por el
dicho. Lo invita a pasar al decir. Esa no es la tendencia natural
del afecto, que ms bien se inclina, en otros discursos, a pasar a
la mostracin expresin, se dice o a pasar al acto (Soler, C.).
Charles Brenner ha destacado muy certeramente dnde reside
el problema en estos enfoques: una asuncin es que los afectos
son fenmenos mentales constantes e identificables, que son los

674

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

mismos de persona a persona... En otras palabras: se asume que,


bsicamente, cada uno va a estar de acuerdo, que cada uno
sabe qu es cada uno de esos afectos, y se espera que cada uno
diferencie del mismo modo los afectos entre s. l considera
equivocadas estas premisas; entiende, por el contrario, que no
es posible diferenciar los afectos entre s tan precisa y
definidamente como el psicoanlisis ha tendido a hacerlo, ni a
asumir que son uniformes de una persona a otra 23. Esto pone en
cuestin no slo toda lgica y toda clasificacin autnoma y
general de los afectos, sino la propia va emptico-introspectivoidentificatoria de tratar con ellos.
Siguiendo a Brenner, parecera en rigor que el enfoque debera
ser el inverso: se asume que cada uno de los muchos afectos
listados en cualquier diccionario puede ser descriptivamente
diferenciado de los otros y estudiado en tanto es observado en
cada individuo. Pues toda descripcin, toda clasificacin, toda
formulacin del funcionamiento de los afectos supone, en primer
lugar, su deslinde y su identificacin, y esta operacin es impensable sin una previa nominacin. Cmo si no podran ser
listados en un diccionario, para poder ser identificados?
Tal como ocurra con los sueos, la entrada de los afectos en
la experiencia analtica implica, desde el principio, su entrada en
la va de la palabra. Aun si no pueden ser nombrados, aun si estn
capturados en la inmediatez de la vivencia o en la escena del
acting out, de lo que se trata es de decirlos. No cuentan los afectos
en tanto propios del registro animal, somtico, sino en tanto
propios del registro subjetivo, del ser en tanto hablante, de ese ser
para el cual la inmediatez de lo real, de lo natural, est irremediablemente perdida. Tal como lo estn los afectos en tanto emergentes de su inmediatez natural.
Al ser nombrados primera operacin identificadora los
afectos quedan ya capturados en la dialctica de la palabra. Toda
lgica de los afectos es, as, la lgica de la trama discursiva de la
que son efectos subjetivos y en la que estn incluidos. Para
ocuparnos por ltima vez de la sesin de Pedro: l califica su
estado como serenidad; y, si seguimos las leyes del anlisis,
El inconciente, para cada uno, estructura un modo especfico de cohabitar con el
lenguaje; para cada uno hay entonces un estilo de afeccin que traduce su captacin en
la estructura (Soler, C.).

23

675

B. MIGUEL LEIVI

hay que creerle: de eso se trata, se es el punto de partida, no es


cuestin de buscarle un nombre mejor que se. Como ante un
sueo, serenidad es el fragmento del texto sagrado del cual
derivar el resto. Y por qu serenidad? Pues en la continuacin
del texto es posible encontrar alguna respuesta. Estar sereno
es preferido a estar tranquilo porque, tal como lo muestra la
asociacin siguiente, estar sereno incluye tambin estar
(toda la noche despierto como un) sereno; o sea, un sentido que
remite al recuerdo de las pasadas angustias, el cual contribuye,
por contraste, a delimitar el campo de sentido actual de serenidad. Nombrada, es posible aproximarse a lo que la serenidad es
para Pedro, ante todo por diferencia con aquello que no es: no es
tranquilidad, no es angustia, etc.; los contenidos de serenidad
vendrn despus. Y esto es as, adems, porque Pedro es un
hispanoparlante, y el significante sereno, en espaol, adems
de significar en el diccionario, valga la precisin no perturbado por alguna pasin o una alteracin de nimo tal como el
miedo, tambin significa hombre que vigila por la calle durante la noche desde la hora en que se cierran los portales (Moliner,
M.). No creo que esta constelacin semntica se mantenga en
otros idiomas; en ellos el juego significante seguramente ser
otro, y la configuracin de afectos tambin ser entonces distinta.
No parece entonces que la va afectiva permita salvar el hiato
inevitable que al ser humano, en tanto el anlisis se ocupa de l,
o sea, en tanto afectado por su condicin de ser parlante, lo separa
de la inmediatez de lo real, de su propia inmediatez. A ese paraso
perdido tampoco los afectos brindan un acceso inmediato y
pleno.
EL PARAISO PERDIDO

Para terminar, una ancdota. Segn cuentan cronistas, despus del sexto da, cuando Dios cre al hombre y la mujer y les
concedi el seoro sobre toda la Tierra y las especies que la
poblaban, Adn y Eva salieron a recorrer el Paraso, tomando
posesin de sus dominios y poniendo nombre a todos los seres
vivos que encontraban: esto se llama vaca; esto se llama
roble; esto se llama ornitorrinco; esto se llama perejil;
esto se llama Escherichia coli, y as sucesivamente. En eso

676

EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

llegaron ante una planta de la cual colgaban unos pequeos


objetos de color rojo. Se detuvieron y se miraron en silencio,
perplejos: no saban cmo llamarla, se les haban terminado los
nombres. Entonces a Eva se le ocurri una idea: Y gusto a qu
tiene?. Adn arranc uno de los pequeos objetos colgantes y lo
prob. Tiene gusto a frambuesa, dijo. Entonces pongmosle
frambuesa, concluy Eva. Entonces Dios los expuls del Paraso.
Esta es la historia de la frambuesa.
Ahora bien: la frambuesa, se llama frambuesa porque tiene
gusto a frambuesa, o tiene gusto a frambuesa porque se llama
frambuesa?

RESUMEN
Este trabajo se propone abordar el tema de los afectos en el anlisis
desde una perspectiva central para la conceptualizacin psicoanaltica:
la relacin de los afectos con lo inconciente. Freud defini esa relacin
como de exclusin; para l no hay afectos inconcientes. Lo propio de los
afectos es ser objetos inmediatos de la conciencia.
Los afectos han ido cobrando una importancia creciente en el
abordaje clnico de muchas orientaciones psicoanalticas. Por ese
motivo, la definicin freudiana que excluye a los afectos de lo inconciente ha planteado importantes interrogantes tericos. Distintos autores, preocupados por la discrepancia entre la creciente importancia
clnica y el persistente vaco terico alrededor de los afectos, han
encarado a lo largo de los aos esta cuestin. En trminos generales,
estos autores han dirigido sus esfuerzos a fundamentar el estatuto
inconciente de los afectos, sea a travs de diferentes lecturas de los
desarrollos freudianos, sea a travs de desarrollos propios, discrepantes
con los de Freud.
El trabajo explora parte de la bibliografa psicoanaltica sobre el
tema, as como distintas vertientes del problema en sus aspectos
clnicos, tcnicos y fundamentalmente tericos. Las distintas posturas acerca de los afectos, de su posible inconciencia, tienen importantes consecuencias no slo en lo que respecta a la teora de los
afectos, sino al propio concepto de inconciente en juego. Por eso, un
propsito central del trabajo es el de destacar la coherencia que las

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B. MIGUEL LEIVI

postulaciones freudianas acerca de los afectos guardan con el conjunto


de la teora y con el concepto de inconciente desarrollado por Freud.
Se incluye la sntesis de una sesin analtica en la cual la temtica
afectiva tiene lugar destacado, material sobre el cual se hacen algunas
consideraciones sobre el tema.
SUMMARY
This paper tries to undertake the issue of affects in psychoanalysis
from a central psychoanalytical point of view: the relationship between
affects and the unconscious . Freud has defined this relationship as one
of exclusion, for him there are not unconscious affects.
Due to the increasing clinical significance of affects in many psychoanalytical schools the definition stated by Freud has posed many
interesting theoretical questions that different authors have tried to
investigate considering the discrepancy between the growing clinical
significance and the lack of theoric support regarding affects. In general, these authors had tried to address their investigations to lay
ground for the unconscious state of affects, either by means of doing
a different reading of Freuds work or by personal developments, in
disagreement with Freuds theory.
The paper tracks the psychoanalytical literature on the theme and
explores the differents approaches in the clinical, technical and specially theoretical aspects. The different stances about affects have
important consequences, not only considering the theory of affects but
to the very concept of inconcious at use. For this reason, a main
objective of this paper is to highlight the coherence existing in Freuds
theory between affects and the whole and with his concept of unconcious.
The author includes a synthesis of a psychoanalytical session where
affects have a significant rol and makes some considerations about the
theme.
RESUME
Ce travail se propose denvisager le thme des affects dans lanalyse
partir dun point de vue central pour la conceptualization psychanalytique: le rapport des affects linconscient, dfini par Freud
comme un rapport dexclusion. Le propre des affects est dtre des
objets immdiats de la conscience.
Les affects ont acquis une importance progressive dans la perspective

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EL INCONCIENTE Y LOS AFECTOS

de bien dorientations psychanalytiques. Pour cela, la definition


freudienne qui exclue les affects de linconscient a pos des
interrogations cliniques importantes. Diffrents auteurs, preoccups
par les divergences entre la chaque fois plus grande importance clinique
des affects et le persistant vide thorique autour deux, ont envisag
cette question au long des annes. En termes gneraux, ces auteurs ont
adress leurs efforts la fondamentation du statut inconscient des
affects, soit travers les diffrentes lectures des dveloppements
freudiens, soit travers des dveloppements propres en dsaccord
avec ceux de Freud.
Le travail examine une partie de la bibliographie psychanalytique
portant sur ce thme, de mme que plusieurs versants du problme
dans ses aspects cliniques, techniques et, principalement, thoriques.
Les diffrentes positions par rapport au thme des affects, de leur
possible inconscience, ont des consquences importantes non seulement
vis--vis de la thorie des affects mais aussi du concept mme
dinconscient qui est en jeu ici. Pour cela, un but central de ce travail est
de souligner la cohrence que les postulats freudiens sur les affects
gardent avec lensemble de la thorie et avec le concept dinconscient
dvelopp par Freud.
On y inclue une synthse dune sance analytique dans laquelle la
thmatique affective occupe une place de choix, matriel sur lequel on
fait quelques considrations sur ce thme.

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Descriptores: Afecto. Inconciente. Teora psicoanaltica.

B. Miguel Leivi
Laprida 1727, PB
1425 Buenos Aires
Argentina

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