Miguel Leivi. El Inconsciente y Los Afectos
Miguel Leivi. El Inconsciente y Los Afectos
Miguel Leivi. El Inconsciente y Los Afectos
B. Miguel Leivi
No es fcil ocuparse cientficamente de los sentimientos. Uno puede intentar describir sus signos fisiolgicos. Cuando ello no es posible y me
temo que tambin el sentimiento ocenico va a
desafiar este tipo de caracterizacin no queda
ms que recaer en el contenido de representaciones ms fcilmente asociado al sentimiento.
Freud. El malestar en la cultura, 1929.
LA SERENIDAD
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cipa. Hay cosas que quiero que tengan, ms all de los anlisis
que cada uno pueda hacerse despus. Por lo menos, poner la
semillita. Despus seguramente se preguntarn lo mismo que yo,
sobre Jesucristo, el Santo Sudario, tantas cosas, qu es verdad,
qu no lo es. Pero la diferencia es poder hablarlo. Y yo esto lo
puedo hablar con mis hijos, explicarles por qu quiero que vayan
a catecismo, que tomen la comunin.
Le digo que, al parecer, estar sereno tiene bastante que ver
con todo lo que est hablando: la familia abuelos, padres, tos,
hijos, hijas, las tradiciones, la religin; y que por ese motivo
debe haber preferido ese trmino para describir su estado.
Pedro asiente. Es que con todo el kilombo que pas 1 todos los
eslabones se me haban descuajeringado. Serenidad es que esos
eslabones de a poco se fueron enganchando de nuevo. Eso es lo
que me da ms serenidad, ms seguridad. Hasta ahora era como
un rompecabezas en el que se me hubieran mezclado todas las
piezas.... Hace otra breve pausa y sigue: Vena pensando en el
tema de Videla. Ahora ocupa el lugar que tiene que ocupar: est
preso. Y eso ordena todo lo dems. Es un rompecabezas donde
una pieza est donde tiene que estar. Eso tambin es serenidad.
Asocia entonces con la cuestin de los desaparecidos y, en
particular, con uno de ellos que conoci de cerca, el hermano de
un amigo que desapareci en el 76. Recuerda la ltima vez que
habl con ese muchacho, poco antes de ser secuestrado, y las
gestiones de la familia, que lleg a pagar una suma importante
para que lo liberaran. Igual nunca ms apareci. Este es un pas
de locos. Pero toda esa poca fue as, uno saba y no saba... S,
son varias cosas: la religin, la poltica, la familia. Esos son
otros eslabones que siempre tuve tambin, y tambin se haban
desenganchado. Tambin eso me da serenidad, ms all de las
dudas que puedo tener. Porque cosas como la poltica, la religin, para m son ahora temas dudosos. Pero ahora me puedo
seguir haciendo preguntas sobre esos temas. En los ltimos
tiempos, ms que hacerme preguntas, lo que haca era
cuestionarme a m mismo. No me poda ni permitir hablar de
religin o de poltica, como si fuese un delincuente.
Se refiere a un episodio que ocurri en su vida un tiempo atrs, que tuvo un intenso efecto
traumtico y desorganizante y que, entre otras cosas, lo trajo al anlisis.
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Aunque Lacan no acepta esta acusacin: Lo mismo de la historia del afecto que yo
descuidara... Cmo persistir diciendo que descuido el afecto, para pavonearse de hacerlo
valer, sin recordar que un ao... me ocup de la angustia? Algunos conocen la constelacin
en que le di lugar. La emocin, el impedimento, el desconcierto, diferenciados como tales,
prueban bastante que no hago poco caso del afecto (Lacan, J., 1973). No slo eso; trat
tambin de establecer precisiones entre afecto, emocin, sentimiento, pasin, trminos
usados habitualmente en forma indistinta: Qu es la angustia? Hemos descartado que se
trate de una emocin... la angustia es un afecto... No somos psiclogos, somos psicoanalistas... se trata (entonces) del deseo, y el afecto... es la angustia (Lacan, J., 1962). La pasin,
por su parte y en particular las tres pasiones fundamentales: el amor... el odio... la
ignorancia (Lacan, J., 1953), en tanto ponen en juego, ms all de lo que demandan, el
deseo, ya que cada una de ellas evoca una de las figuras de la falta en ser (Bataille, L.) ,
es diferenciada del sentimiento de la misma manera en que Freud la diferencia en su artculo
sobre Leonardo (1910): Sus afectos estaban controlados y sujetos a la pulsin de
investigacin; l no amaba ni odiaba, sino que se preguntaba acerca del origen y
significado de lo que tena que amar u odiar. As, deba aparecer al principio como
indiferente al bien y al mal, la belleza y la fealdad... En realidad, Leonardo no estaba libre
de pasiones; no careca de la chispa divina que es, directa o indirectamente, la fuerza
motora detrs de toda actividad humana. Haba meramente convertido su pasin en una sed
por el conocimiento.
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El displacer debera ser considerado como coincidiendo con una elevacin del nivel de Q o una
presin cuantitativa creciente: sera la sensacin
cuando hay un aumento de Q en .
Freud. Proyecto de una psicologa cientfica, 1895.
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si es que lo inconciente puede ser considerado una interioridad; ya fue explicitado que los procesos inconcientes estn
desprovistos de cualidad, y en ello reside su inconciencia. Las
cualidades sensoriales y afectivas se originan y pertenecen al
sistema w de neuronas, vinculado a la percepcin y a la conciencia, y obedecen a los principios de funcionamiento de este
sistema. El sistema de neuronas, podra decirse, es la verdadera
sede de las sensaciones y los afectos.
Procesos inconcientes cuantitativos, desprovistos de cualidad
y por eso inconcientes, imposibles de ser percibidos y registrados, por una parte; y un sistema de registro inmediato de cualidades sa es su funcin en el aparato, donde las diferencias
cuantitativas no cuentan, sino slo cualidades subjetivas y sensaciones de la serie placer-displacer, por la otra 8. En esta divisin
del aparato en sistemas neuronales diferentes, y , con modos
excluyentes de funcionamiento, el lugar de los afectos es claro y
preciso, y no responde a una eleccin personal de Freud sino, ante
todo, a la necesidad terica de la lgica del funcionamiento del
aparato.
A pesar de las modificaciones introducidas ulteriormente, ese
lugar, lgicamente necesario, no ha de variar, y subyace a todas
las formulaciones de Freud referidas a los afectos; si stas no
propiedades puramente mecnicas, que es objetiva, y por otro lado ciertas cualidades, del
lado de las percepciones subjetivas (Ferrater Mora, J.).
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La diferencia y la relacin entre cantidad y cualidad, bsica para Freud en sus desarrollos,
se inscribe por otra parte en todo el desarrollo de la ciencia y la filosofa desde la Edad
Media: el conocido principio de que el cambio de cantidad produce un cambio de
cualidad. Si para la escolstica, y an para Descartes, la cantidad era una propiedad de la
sustancia, en la filosofa moderna la cantidad pasa a ser expresin matemtica de las
relaciones, ocupando el vaco dejado por la nocin de sustancia, al desvanecerse la nocin
de medida ontolgica. De ah que una cuantificacin de la realidad surge como una
imposicin inevitable... esta categora (la cantidad) no es, empero, ya una categora de lo
real, sino una forma de la mente. Las cualidades, en esta perspectiva, pertenecen a las
percepciones subjetivas. Como escribe Malebranche, cuando los filsofos dicen que el
fuego es caliente, la hierba verde y el azcar dulce, etc., entienden, como los nios y el
comn de los hombres, que el fuego contiene lo que experimentan cuando se calientan, que
la hierba tiene sobre ella los colores que en ella creen ver, que el azcar contiene la dulzura
que experimentan al comerlo, y as con todas las cosas que vemos o que sentimos... Hablan
de las cualidades sensibles como si fueran sensaciones... Pero desde Descartes sabemos que
los trminos sensibles mediante los cuales se describen usualmente las cualidades del
fuego, de la hierba, etc., son equvocos (Ferrater Mora, J.).
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Es singular que sobre esta cuestin concreta, verdaderamente, Lacan repite a Freud. Y
esto sorprende tanto y ms cuanto que no simplemente una porcin sino casi toda la
literatura analtica... desmiente a Freud, a su pesar, en lo que se refiere al afecto (Miller,
J.-A.).
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El afecto es comprensible y, por cualquier punta que se lo tome, no se puede borrar su
carcter de efecto de significado (Miller, J.-A.).
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incluida la serenidad, que son engaosos, la verdadera sustancia de la angustia (es) lo que no engaa, lo fuera de duda
(Lacan, J., 1962).
Considera Green que la formalizacin del inconciente en
trminos de lenguaje revela la fantasa de una transparencia
absoluta del inconciente (1975), ya que ligar lo desconocido
a lo conocido de la materia fnica es simplemente suprimir el
inconciente (1978). Cabra preguntarse si tal objecin no le
cabe, en medida mucho mayor, a la asignacin de un estatuto
inconciente a los afectos, para los cuales la inmediatez y la
transparencia a la conciencia constituyen un rasgo esencial.
Si los afectos fuesen inconcientes, dejara en gran medida de
ser inconciente el propio inconciente.
LAS PALABRAS Y LOS AFECTOS
Parece indudable que el psicoanlisis es, ante todo, una experiencia que transcurre en el campo de la palabra. Es igualmente
indudable que todo analista... sabe que si el habla es su mejor
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aliado, el habla tiene sus lmites (Green, A., 1975). Los lmites
de la palabra, cuya amplitud trasciende la ya dilatada temtica de
este trabajo (Leivi, M.), ataen tambin a lo que nos ocupa: es
difcil hablar de algo que, por su esencia, es slo parcialmente
comunicable, como los afectos (Green, A., 1990). De todos
modos, cabra preguntarse: hay algo que sea totalmente comunicable?; hay algn objeto, alguna experiencia, que sea completamente decible?; lo son, por ejemplo, los sueos en tanto
experiencia subjetiva? De haberse detenido Freud en esta insuficiencia de la palabra para dar cuenta de lo real 22, el psicoanlisis
no existira. En cambio, hacindose cargo de estas limitaciones,
estableci en ellas su punto de partida: un sueo, para el psicoanlisis, no es la experiencia vivida por el sujeto durmiente, en s
misma imposible de ser comunicada plenamente, sino el relato
incompleto, deformado, incierto, problemtico que el sujeto
hace de esa experiencia en la sesin. El sueo es as, para el
psicoanlisis, desde su origen, una experiencia de palabra.
Dado que esta limitacin de la palabra es un dato inicial,
estructural las palabras tendran que comunicar una experiencia que por definicin es imposible traducir en palabras (bid.),
algo vlido para cualquier experiencia, no slo para los afectos,
el verdadero obstculo no reside en esa limitacin, sino en la
aspiracin a una imposible comunicabilidad total, sin prdidas,
sin mediaciones, sin incertidumbres. Tal aspiracin sostiene la
orientacin hacia los afectos: su inmediatez y su transparencia
para la conciencia pareceran satisfacer la expectativa de una
comunicabilidad completa, al ser genticamente pre-verbales.
El lenguaje de los afectos es ms viejo que el habla (Brierley,
M.), permitiendo sortear esas limitaciones de la palabra.
Distintos autores se han abocado a desentraar ese lenguaje
afectivo y su organizacin: afectos primarios y secundarios,
simples y complejos, o bien mezclados, constituyendo un
racimo emocional (Glover, E.); afectos filogenticamente ms
tempranos o ms tardos, ms profundos o ms manifiestos,
estratificados como capas geolgicas (Jones, E.); cadenas de
afectos, que no responden a la cadena del lenguaje lineal
(Green, A., 1990). Se tratara, en sntesis, de establecer una
El lenguaje no alcanza a dar su lugar a lo real; esto constituye incluso a lo real como
tal (Miller, J.-A.).
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lgica de las emociones ms antigua que el pensamiento lgico, tal como se lo propuso Alexander desde el propio ttulo de
su trabajo de 1935.
Para Alexander existen conexiones emocionales que son autoevidentes (el sentimiento de la validez auto-evidente de estas
conexiones emocionales deriva de nuestra experiencia introspectiva cotidiana, en tanto atestiguamos estas secuencias emocionales en nosotros mismos), y constituyen silogismos emocionales que aparecen de manera ms franca y forzada en lo
inconciente. Un ejemplo de silogismo emocional es para Alexander
el principio del Talin, perdiendo de vista que tal principio,
por salvaje y primitivo que pueda parecer, no deja de ser una ley
simblica con una formulacin lingstica explcita y precisa.
Otro ejemplo remite a Freud: la organizacin de las distintas
modalidades de delirios persecutorios de acuerdo con las distintas formas de negar la frase que da cuenta de una posicin
subjetiva homosexual yo lo amo (Freud, S., 1911). En este
caso, como lo seala Lacan (1953), la lgica de las emociones
consiste lisa y llanamente en una verdadera gramtica: es pues
en una estructura simblica superior, ya que implica variaciones
gramaticales muy elaboradas, donde captamos las transformaciones.
La dificultad con la que se enfrentan tales intentos de formalizacin de una lgica y un lenguaje propios de los afectos es la
de proponerse aislar en primer trmino los afectos como entidades objetivamente deslindables y generalizables, articuladas entre s segn leyes de un orden propio, entidades que despus
recibirn un nombre que las exprese. Primero el afecto, luego su
nombre; se parece ser el orden. Porque cabe no olvidar que, al
fin y al cabo, y cualquiera sea la concepcin de los afectos que se
tenga, en el psicoanlisis siempre de lo que se trata es de nombrarlos. Las semiologas afectivas psicoanalticas, en rigor, parecen desarrollos que tienen como objetivo ltimo nombrar mejor
a los afectos. Es claro que el psicoanlisis toma al afecto por el
dicho. Lo invita a pasar al decir. Esa no es la tendencia natural
del afecto, que ms bien se inclina, en otros discursos, a pasar a
la mostracin expresin, se dice o a pasar al acto (Soler, C.).
Charles Brenner ha destacado muy certeramente dnde reside
el problema en estos enfoques: una asuncin es que los afectos
son fenmenos mentales constantes e identificables, que son los
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Para terminar, una ancdota. Segn cuentan cronistas, despus del sexto da, cuando Dios cre al hombre y la mujer y les
concedi el seoro sobre toda la Tierra y las especies que la
poblaban, Adn y Eva salieron a recorrer el Paraso, tomando
posesin de sus dominios y poniendo nombre a todos los seres
vivos que encontraban: esto se llama vaca; esto se llama
roble; esto se llama ornitorrinco; esto se llama perejil;
esto se llama Escherichia coli, y as sucesivamente. En eso
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RESUMEN
Este trabajo se propone abordar el tema de los afectos en el anlisis
desde una perspectiva central para la conceptualizacin psicoanaltica:
la relacin de los afectos con lo inconciente. Freud defini esa relacin
como de exclusin; para l no hay afectos inconcientes. Lo propio de los
afectos es ser objetos inmediatos de la conciencia.
Los afectos han ido cobrando una importancia creciente en el
abordaje clnico de muchas orientaciones psicoanalticas. Por ese
motivo, la definicin freudiana que excluye a los afectos de lo inconciente ha planteado importantes interrogantes tericos. Distintos autores, preocupados por la discrepancia entre la creciente importancia
clnica y el persistente vaco terico alrededor de los afectos, han
encarado a lo largo de los aos esta cuestin. En trminos generales,
estos autores han dirigido sus esfuerzos a fundamentar el estatuto
inconciente de los afectos, sea a travs de diferentes lecturas de los
desarrollos freudianos, sea a travs de desarrollos propios, discrepantes
con los de Freud.
El trabajo explora parte de la bibliografa psicoanaltica sobre el
tema, as como distintas vertientes del problema en sus aspectos
clnicos, tcnicos y fundamentalmente tericos. Las distintas posturas acerca de los afectos, de su posible inconciencia, tienen importantes consecuencias no slo en lo que respecta a la teora de los
afectos, sino al propio concepto de inconciente en juego. Por eso, un
propsito central del trabajo es el de destacar la coherencia que las
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Laprida 1727, PB
1425 Buenos Aires
Argentina
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