Nociones Básicas de RC
Nociones Básicas de RC
Nociones Básicas de RC
EDICIONES GPSMADRID
NOCIONES BÁSICAS DE REGISTRO CIVIL Y PROBLEMAS FRECUENTES EN
MATERIA DE NACIONALIDAD
Autora: Aurelia Álvarez Rodríguez, profesora Titular de Derecho Internacional Privado. Universidad de León.
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Realización e impresión:
B) CLASES DE ANOTACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
C) LAS NOTAS MARGINALES: CONCEPTO Y CLASES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
D) ASIENTOS DE CANCELACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
4. LAS CERTIFICACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
A) CONCEPTO Y CLASES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
A) CONCEPTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
B) CLASES DE CERTIFICACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
B) SOLICITUD DE CERTIFICACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
C) EXPEDICIÓN DE CERTIFICACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
A) FUNCIONARIOS QUE PUEDEN CERTIFICAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
B) PLAZO DE EXPEDICIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
C) CONTENIDO Y FORMA DE LAS CERTIFICACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
1. MONOGRAFÍAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
2. ARTÍCULOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
Sin embargo, tanto la LRC (4) como el RRC han sido objeto de múltiples
reformas (5).
4 Con respecto a la LRC, ciertamente la gran mayoría de las modificaciones han sido realizadas en los últimos
cinco años, a salvo la llevada a cabo por la Ley 40/1999, de 5 de noviembre, sobre nombres y apellidos y el
orden de los mismos que afectó a los arts. 54 y 55 de la Ley Registral. Entre las ocho últimas destacamos: en pri-
mer lugar, la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de
género, que dio una nueva redacción al art. 58 de la Ley Registro Civil (BOE, 29-XII-2004; corrección de erro-
res: ibid, 12-IV-2005); en segundo lugar, la Ley del 12/2005, de 22 de junio, por la que se modifica el artículo 23
de la Ley de 8 de junio de 1957, del Registro Civil (BOE, 23-VI-2005); en tercer término, la Disposición adicio-
nal 2ª de la Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer
matrimonio que dio una nueva redacción a los arts. 46, 48 y 53 de la Ley del Registro Civil (BOE, 2-VII-2005);
en cuarto lugar, la Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento
Civil en materia de separación y divorcio, que dio una nueva redacción al art. 20 de la Ley del Registro Civil
(BOE, 9-VII-2005); en quinto lugar, por la Disposición adicional 7ª de la Ley 24/2005, de 18 de noviembre, de
reformas para el impulso a la productividad, se produce una reforma en profundidad de los arts. 15 y 16 de la
Ley de Registro Civil (BOE, 19-XI-2005); en sexto lugar, por la Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la
rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas (BOE, 16-III-2007); en séptimo lugar, por la
Ley 54/2007, de adopción internacional (BOE, 29-XII-2007); y, más recientemente, por la Ley 1/2009, de 25 de
marzo, de reforma de la Ley de 8 de junio de 1957, sobre el Registro Civil, en materia de incapacitaciones, car-
gos tutelares y administradores de patrimonios protegidos, y de la Ley 41/2003, de 18 de noviembre, sobre pro-
tección patrimonial de las personas con discapacidad y de modificación del Código Civil, de la Ley de
Enjuiciamiento Civil de la normativa tributaria con esta finalidad (BOE, 26-III-2009).
5 Con respecto al Reglamento del Registro Civil vigente también ha sido objeto de numerosas reformas: Vid.
Decreto 1138/1969, de 22 de mayo, por el que se modifican determinados artículos del Reglamento del Registro
Civil (BOE, 12-II-1969); Decreto 1778/1971, de 8 de julio, por el que se modifica la tabla de los derechos a per-
cibir en metálico por los Médicos del Registro Civil (BOE, 27-VII-1971); RD 3455/1977, de 1 de diciembre, por
el que se modifican determinados artículos del Reglamento del Registro Civil (BOE, 25-I-1978); RD 510/1985,
de 6 de marzo, por el que se modifican determinados artículos del Reglamento de la Ley del Registro Civil y del
Reglamento para la Organización y Régimen del Notariado (BOE, 19-IV-1985); RD 1917/1986, de 29 de agosto,
de modificación de determinados artículos del Reglamento del Registro Civil (BOE, 19-IX-1986; corrección de
errores en BOE, 6-X-1986); RD 628/1987, de 8 de mayo, por el que se modifican los artículos 86 y 225 del
Reglamento del Registro Civil (BOE, 15-V-1987); RD 644/1990, de 18 de mayo, por el que se dictan normas
relativas al Registro Civil Central (BOE, 25-V-1990); RD 1063/1991, de 5 de julio, sobre reforma parcial del
Reglamento del Registro Civil (BOE, 9-VII-1991); RD 181/1993, de 9 de febrero, sobre integración de los médi-
cos del Registro Civil y de los procedentes de la extinguida Escala de Médicos de la Obra de Protección de
Menores, pertenecientes a la Escala de Médicos de Organismos autónomos del Ministerio de Justicia, en el
Cuerpo de Médicos Forenses (BOE, 23-II-1993); RD 762/1993, de 21 de mayo, por el que se modifican los artí-
culos 170 y 191 del Reglamento del Registro Civil (BOE, 22-VI-1993); RD 193/2000, de 11 de febrero, de
modificación de determinados artículos del Reglamento del Registro Civil en materia relativa al nombre y apelli-
dos y orden de los mismos (BOE, 26-II-2000); RD 820/2005, de 8 de julio, por el que se modifica el Reglamento
del Registro Civil, aprobado por el Decreto de 14 de noviembre de 1958 (BOE, 23-VII-2005); y RD 170/2007,
de 9 de febrero, por el que se modifica el Reglamento del Registro Civil, aprobado por Decreto de 14 de noviem-
bre de 1958 (BOE, 9-III-2007).
nientes al estado civil de las personas y aquellos otros que determine la Ley.
Constituyen por tanto su objeto:
1º) El nacimiento (6)
2º) La filiación (7)
3º) El nombre y apellidos (8)
4º) La emancipación y la habilitación de edad (9)
5º) Las modificaciones judiciales de la capacidad de las personas o que éstas
han sido declaradas en concurso, quiebra o suspensión de pagos (10)
6º) Las declaraciones de ausencia o fallecimiento (11)
7º) La nacionalidad o la vecindad civil (12)
8º) La patria potestad, tutelas y demás representaciones que señala la Ley
(13)
9º) El matrimonio (14)
10º) La defunción (15)
A) Principio de legalidad
El principio de legalidad consiste en que toda la actividad registral debe
estar sometida a una cuidadosa reglamentación legal. Tanto el acceso al Regis-
tro de los hechos inscribibles, como la rectificación de sus asientos, como su
proyección al exterior a través de la publicidad formal, están sometidas a rigu-
rosas normas jurídicas (17).
B) El principio de oficialidad
Dicho principio, consecuencia lógica del carácter obligatorio que tiene la
inscripción en el Registro Civil y del marcado interés público de esta institu-
ción impera como norma general.
16 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, Legislación básica y normas com-
plementarias. Modelos y formularios, 4ª ed., actualizada, Barcelona, Bosch, 1991, pp. 25-32; P. Arribas Atienza
y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, Madrid, Civitas, 1999, pp. 24-29.
17 Este principio de legalidad se manifiesta en un triple aspecto: de un lado, garantía de exactitud registral, ya que
son numerosos los preceptos de la LRC y del RRC que tienden a conseguir que el registro refleje exactamente la
realidad, que sólo tengan acceso a los libros registrales los hechos ciertos y debidamente comprobados; en segun-
do lugar, garantía de legalidad strictu sensu, pues siendo el Registro Civil, en gran parte, un Registro de actos
jurídicos, es conveniente que sólo accedan al mismo actos válidos y eficaces. Para lograrlo se establece en nues-
tras leyes registrales un control de legalidad, mediante la potestad calificadora atribuida al Registrador (art. 27
LRC); y, finalmente, se establecen garantías para la efectividad del principio de legalidad. El legislador no solo
ha incorporado una cuidadosa reglamentación legal de la actividad registral, sino que ha proveído también el
establecimiento de medios adecuados para lograr su efectivo cumplimiento, como serían la inspección de los
Registros o la normativa reguladora de los recursos (Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. op. cit, pp.
25-27).
E) El principio de gratuidad
Las garantías con que se regula el acceso al Registro de los hechos inscribi-
bles permiten atribuir a las inscripciones una eficacia probatoria privilegiada.
Los hechos inscritos gozan de una presunción de exactitud y legalidad, que no
puede ser combatida por los medios ordinarios de prueba, mientras no se
obtenga la rectificación del asiento registral a través del procedimiento ade-
cuado (19).
G) El principio de publicidad
El art. 6 de la LRC establece que: “el Registro es público para quienes ten-
gan interés en conocer los asientos”. La publicidad se realiza por medio de
certificaciones, mediante la expedición de simples notas informativas carentes
de valor probatorio o por la exhibición de los Libros registrales; en todo caso,
existen restricciones de la publicidad registral debido a la necesidad de tutelar
la intimidad personal y familiar.
18 De forma que, los arts. 98 y 100 LRC y los arts. 370 a 377 RRC relativos al régimen económico del servicio,
resultan prácticamente inaplicables. Por tanto, se trata de un sistema de gratuidad total para todas las actuacio-
nes del Registro Civil.
19 La plena eficacia legitimadora del Registro queda referida a las inscripciones, no se extiende a todos los asientos
de rango inferior, como las notas o las anotaciones. Por otro lado, en algunos supuestos la inscripción tiene un
valor constitutivo del acto inscrito (ej. acceso a la nacionalidad española por carta de naturaleza, por residencia,
recuperación y conservación de la nacionalidad española así como con la inscripción de cambios de nombres y
apellidos).
1. Aspectos preliminares
En el ordenamiento español la organización registral se caracteriza por la
diversidad de órganos y funcionarios registrales (20). Hay tres tipos de Regis-
tros Civiles, a los que nos vamos a referir: en primer lugar, el Registro Civil
Central; en segundo término, los Registros Civiles municipales; y, por último,
los Registros Consulares, a cargo de funcionarios de carrera diplomática, que
tienen una competencia específica respecto de los hechos de estado civil que
afectan a los españoles residentes en el extranjero (art. 10 LRC).
El Registro Civil depende del Ministerio de Justicia, cuyos asuntos están
encomendados a la Dirección General de los Registros y del Notariado (en ade-
lante DGRN).
20 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, pp. 33-41; P. Arribas Atienza
y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, pp. 29-37.
21 Cf. P. Arribas Atienza y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit., pp. 30-31.
A) Aspectos introductorios
Dejando a un lado, por su particularidad el Registro Civil de la Familia Real
española, como ya señalamos, a modo de resumen, el Registro Civil está inte-
grado: por los Registros Municipales, a cargo del Juez de Primera Instancia;
por los Registros Consulares, a cargo de los cónsules de España en el extran-
jero; y, por el Registro Central, a cargo de dos Magistrados, asistidos de otros
tantos Secretarios Judiciales (art. 10 LRC).
Antes de pasar a analizar las funciones de estos tres registros mencionados,
es conveniente, apuntar que el Registro Civil de la Familia Real, en cuanto a su
funcionamiento, se encuentra expresamente recogido en el Decreto-Ley
17/1975, de 20 de noviembre, sobre restablecimiento del Registro del Estado
Civil de la Familia Real de España (22) y el Real Decreto 2917/1981, de 27 de
22 BOE, 20-XI-1975.
Son los Registros Civiles ordinarios que radican donde existe Juzgado de
Primera Instancia. En estos Registros, el Encargado es el Juez de Primera Ins-
tancia, que está asistido por el Secretario (art. 10 LRC), aunque el Encargado
puede delegar en éste la función de certificar (art. 17 RRC).
Sus funciones son muy similares a las de los Registros Municipales ordina-
rios, con dos especialidades fundamentales: no existe Secretario (art. 53 RRC);
y, por otro lado, han de remitir una copia al Registro Central de todas las ins-
cripciones que abren folio (art. 12 LRC). Las funciones del Ministerio Fiscal
las asume el Canciller del Consulado o su sustituto, o, en su defecto, dos espa-
ñoles capaces e instruidos (art. 54 RRC).
El Registro Civil Consular tiene las mismas funciones que los Registros
Civiles en España. Se practican las inscripciones de nacimiento de los hijos de
españoles nacidos en el extranjero; se inscriben los matrimonios de los españo-
les celebrados en el extranjero así como las defunciones de los españoles que
fallecen en el extranjero. Como especialidad, se exige, que al mes siguiente de
practicarse dichas inscripciones en el Registro Civil Consular, éste remita un
duplicado de las mismas al Registro Civil Central para que los españoles que
residen en España puedan pedir también las certificaciones a dicho Registro
Civil Central y no al Registro Civil Consular donde se hubieran practicado las
inscripciones a las que hemos hecho referencia.
Todas las resoluciones de los Encargados de los Registros Consulares son
recurribles directamente ante la Dirección General de los Registros y del Nota-
riado (salvo que proceda el recurso de reposición en los casos previstos por el
art. 356 RRC). El plazo para interponerlo es de quince días, si la decisión del
Cónsul ha sido dictada en un expediente gubernativo (art. 355 RRC), o bien de
treinta días, si su resolución lo ha sido en el ejercicio de su función calificadora
(art. 29 LRC). Cuando una persona presente un recurso de apelación ante un
Registro Civil Consular, para elevar a la Dirección General de los Registros y
del Notariado, se debe tener presente que “se notificará en su caso, a la otra
parte, y siempre al Ministerio Fiscal (Canciller -art. 54 RRC), y con las alega-
ciones de los notificados e informe del propio órgano, se elevará al compe-
tente” (art. 358 RRC).
D) El Registro Central
Según el art. 40 LRC son inscribibles los nacimientos en que concurran las
condiciones establecidas en el art. 30 del Cc (34). Se trata de una inscripción
principal, que según el art. 41 LRC, da fe del hecho, fecha, hora y lugar de naci-
miento y del sexo y, en su caso, de la filiación del inscrito (35).
33 Vid. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, pp. 72-74; P. Arribas Atienza
y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, pp. 94-119.
34 El art. 165 RRC exige que hayan transcurrido veinticuatro horas desde el nacimiento. Que el feto tuviere figura
humana. Si se efectuase la inscripción antes del plazo de veinticuatro horas, podrá la misma convalidarse acredi-
tando en expediente la supervivencia a dicho plazo.
35 Dado el amplísimo contenido de este folio registral, puede ser considerado como el folio personal básico (Cf. P.
Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, p. 73). En la inscripción de naci-
miento se contiene el historial jurídico civil de la persona; ya que la mayoría de los hechos relativos al estado
civil de la persona se encuentran reflejados en inscripciones marginales al nacimiento, no solo aquellos que son
objeto de inscripción principal en otras secciones (matrimonio, defunción, tutela y representaciones legales) sino
que también se hace referencia a asientos autónomos. Concretamente, en el art. 46 LRC se establece que: “que la
adopción, las modificaciones judiciales de capacidad, las declaraciones de concurso, ausencia o fallecimiento,
los hechos relativos a la nacionalidad o vecindad y, en general, los demás inscribibles para los que no se estable-
ce especialmente que la inscripción se haga en otra Sección del Registro, se inscribirán al margen de la corres-
pondiente inscripción de nacimiento. Cuantos hechos afectan a la patria potestad, salvo la muerte de los progeni-
tores, se inscribirán al margen de la inscripción de nacimiento de los hijos”.
Por tanto el acceso al Registro de un nacimiento tiene lugar bien por decla-
ración, que la efectúan las personas obligadas a ello, y se realiza en un formula-
rio tipo editado por el Ministerio de Justicia (37), o bien, mediante el parte
médico, que es la declaración que formula el facultativo sanitario que hubiese
asistido al alumbramiento.
36 El art. 44 RRC obliga al médico, comadrona o ayudante técnico sanitario que asista al nacimiento a dar inmedia-
tamente parte escrito del mismo al Encargado del Registro Civil. En defecto del parte citado, o cuando el mismo
fuera contradictorio a la información del declarante, el Encargado comprobará el hecho por medio del médico
del Registro Civil, hoy día Médico forense, o su sustituto, que ratificará o suplirá el parte exigido. En cuanto al
parte médico, debe necesariamente contener, según dispone el art. 167 RRC, nombre, apellido, carácter y núme-
ro de colegiado del que lo suscribe, la fecha, hora y lugar del alumbramiento, sexo del nacido, y menciones de
identidad de la madre, a no ser que ésta se oponga a tal constancia, en cuyo caso no se hará referencia alguna a la
misma.
37 Anexo Formularios III.6 y III.9.
38 Anexo Formularios III.4. El formulario que debe rellenar un español para presentar en un Registro Civil
Consular es la “hoja declaratoria de datos” donde solicita la inscripción de nacimiento.
40 Vid. Acuerdo de 3 de enero de 1979, entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos (arts. VI, VII
y VIII y DT 2ª, Protocolo Final) (BOE, 15-XII-1979).
41 También son posibles otras formas de celebración del matrimonio: en el extranjero ante autoridad consular dis-
tinta de la española (Res. DGRN de 24 de febrero de 2001); matrimonio en peligro de muerte (arts. 52 Cc y 253
y 256.1 RRC); matrimonio secreto (arts. 54 Cc y 267 RRC); matrimonio por poder (arts. 55 Cc y 258 RRC). En
todo caso, hay que apuntar que no es forma válida el matrimonio consular en España, cuando uno sea español
(arts. 49 y 73.3 Cc); y por otra parte, que los Registros Civiles Consulares son incompetentes para instruir expe-
diente de matrimonio civil de dos extranjeros.
42 Vid. Art. 7 de la Ley 24/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado
con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (BOE, 12-XI-1992); art. 7 de la Ley 25/1992,
Los datos que deben constar en la inscripción, de acuerdo con el art. 289
RRC, son: la naturaleza de los cargos, el parentesco con el tutelado o represen-
tado, las facultades de representación conferidas, las limitaciones impuestas y
la fecha de toma de posesión. En la primera inscripción se expresarán las men-
ciones de identidad del sometido a la guarda.
48 P. Arribas Atienza y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, pp. 41-43.
Por otra parte, la LRC en cuanto a las personas obligadas a promover los
asientos: establece, la obligación de promover la práctica de los asientos o de
poner en conocimiento del Fiscal los hechos inscribibles. En este sentido, el art.
24 LRC dispone: “que están obligados en promover la práctica de los asientos:
• El Ministerio Fiscal.
49 Existen algunos supuestos especiales de legitimación restringida. Concretamente, hay supuestos en que la Ley
exige una legitimación especial para la práctica de las inscripciones o sus asientos marginales, son los siguientes:
a) El traslado de asientos, que sólo puede practicarse a petición de determinadas personas con interés cualificado
para ello (arts. 20 LRC y 76 RRC); b) Las anotaciones que, según el art. 38 de la LRC, sólo se practican a peti-
ción del Ministerio Fiscal o a instancia de parte interesada. c) La publicación del matrimonio secreto, mediante
el traslado de la inscripción al Registro Civil ordinario, solicitada por cualquiera de los cónyuges (art. 270 RRC);
d) Ciertas inscripciones basadas en la declaración de voluntad de determinados sujetos. Como sería el caso del
reconocimiento de un menor o incapaz (art. 188 RRC); y, e) Las indicaciones sobre el régimen económico del
matrimonio (art. 266 RRC).
b) Las actas, que son asientos que contienen una descripción de un hecho
jurídico inscribible que ha sucedido ante el Registrador.
c) Las inscripciones que son asientos que recogen los datos sustanciales
del título.
50 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, p. 83.
51 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, pp. 83-84; P. Arribas Atienza
y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, pp. 43-50.
A) Las inscripciones
a) Concepto
Las inscripciones podemos definirlas como “asientos sustantivos y de
carácter permanente, por lo que se da publicidad con fuerza probatoria o privi-
legiada a determinados hechos de estado civil o a la modificación o rectifica-
ción de una inscripción precedente” (52). Así pues, es “aquel asiento que hace fe
del hecho o acto a que se refiere”. Por tanto, solo las inscripciones –principales
o marginales- tienen plena eficacia probatoria: todos los demás asientos (ano-
taciones, notas marginales, indicaciones) tienen un valor jurídico secundario.
La legislación registral, debido a la importancia que tienen las inscripcio-
nes, determina tajantemente no sólo qué hechos deben ser registrados mediante
inscripción, sino cuáles deben serlo por inscripción principal y cuáles por ins-
cripción marginal, si bien en ambos casos la eficacia probatoria es la misma: lo
inscrito es la verdad oficial, mientras no sea impugnada oficialmente la ins-
cripción. Por ello, dice el art. 2 LRC que “el Registro Civil constituye la prueba
de los hechos inscritos”.
b) Clases de inscripciones
Existen varias clases de inscripciones, de un lado, se pueden distinguir por
su carácter autónomo o subordinado, pueden clasificarse en inscripciones prin-
cipales e inscripciones marginales; y de otra, por razón de su valor en relación
al acto inscrito las constitutivas de las meramente declarativas (53).
En cuanto a las inscripciones principales e inscripciones marginales, las
principales, abren folio registral (inscripciones de nacimiento, matrimonio,
defunción y la primera de cada tutela o representación legal). Las demás, mar-
52 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, p. 85.
53 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, pp. 85-86; P. Arribas Atienza
y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, pp. 45-46.
ginales (art. 130 RRC). Estas últimas siempre se practican al margen de una
principal y la modifican o afectan (54).
En relación a la distinción entre inscripciones constitutivas y declarativas,
son constitutivas aquellas cuya práctica exige la legislación registral para que
llegue a producirse el acto de estado civil que se pretende obtener, es decir,
cuando es imprescindible la inscripción para que surta efectos el hecho o acto
(55). Y, en cambio, son inscripciones declarativas aquellas que sólo hacen refle-
jar un acto de estado civil producido ya extrarregistralmente, con independen-
cia de la inscripción; así pues, se da publicidad al hecho que se ha producido en
la realidad.
B) Las anotaciones
a) Concepto
La Ley de 1957 estableció además, otro tipo de asientos, las llamadas anota-
ciones, cuya principal característica es su provisionalidad y marginalidad, tie-
nen valor puramente informativo y en ningún caso constituyen la prueba que
proporciona la inscripción (art. 38 LRC in fine). Este precepto, también esta-
blece que: “A petición del Ministerio fiscal o de cualquier interesado, se anotará,
con valor simplemente informativo y con expresión de sus circunstancias:
1. El procedimiento judicial o gubernativo entablado que pueda afectar al
contenido del Registro.
2. El hecho cuya inscripción no pueda extenderse por no resultar en algu-
nos de sus extremos legalmente acreditado.
3. El hecho relativo a españoles o acaecido en España que afecte al estado
civil según la ley extranjera.
4. La sentencia o resolución extranjera que afecte también al estado civil,
en tanto no se obtenga el exequátur.
54 Dos ejemplos, con relación al nacimiento y al matrimonio. De un lado, la inscripción principal de nacimiento: a
su margen se practican las inscripciones de opción, adquisición, conservación, recuperación y pérdida de la
nacionalidad, reconocimiento de filiación, de adopción, emancipación, tutela, patria potestad, declaración de
fallecimiento, de suspensión de pagos o quiebra, de ausencia o fallecimiento, de patria potestad (art. 46 LRC). Y,
por otro lado, la inscripción principal de matrimonio: a su margen se inscriben las resoluciones de los tribunales
españoles sobre nulidad, separación y divorcio (art. 263 RRC), las decisiones de los tribunales eclesiásticos sobre
nulidad de matrimonio canónico o rato (si su ejecución fue acordada por el Juez civil competente), y las senten-
cias extranjeras sobre nulidad, separación y divorcio (si obtuvieron exequátur) (art. 76 LRC).
55 En nuestro ordenamiento tienen tan solo valor constitutivo las siguientes inscripciones: la de naturalización
–carta de naturaleza o por residencia-, las de opción, conservación y recuperación, así como las inscripciones de
cambio de nombre o apellidos en virtud de expediente gubernativo.
56 Cf. P. Arribas Atienza y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, p. 47.
57 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, p. 89.
58 Cf. P. Arribas Atienza y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, p. 48.
D) Asientos de cancelación
Los asientos de cancelación tienen carácter negativo y accesorio por virtud
del cual se declara la extinción o ineficacia de un asiento precedente. Mediante
la cancelación se deja sin efecto total o parcialmente un asiento anterior, a cuyo
margen se practica (arts. 163 y 164 RRC). En el primer precepto se alude a que
esta cancelación podrá tener lugar por ineficacia del acto, inexactitud del con-
tenido u otra causa. La cancelación supone la práctica al margen del asiento
que se cancela, del asiento cancelatorio, indicando la causa y el alcance de la
cancelación; y la operación cancelatoria material, que se realiza cruzando con
tinta de distinto color el asiento totalmente cancelado, y si se cancela parcial-
mente, se subrayará la parte cancelada, cerrándose entre paréntesis, con lla-
mada marginal al asiento cancelatorio (art. 164 RRC).
En cuanto a la legitimación para pedir la cancelación, hay que hacer constar
que el Encargado del Registro deberá cancelar de oficio cuando tenga título
bastante; y también todas las personas que puedan promover la inscripción o
rectificación del Registro, estarán obligadas a instar la cancelación total o par-
cial de los asientos cuando proceda, ello por el principio de publicidad.
4. Las Certificaciones
A) Concepto y clases
a) Concepto
Las certificaciones son el medio normal de publicidad de los asientos y
documentos archivados en el Registro. Tienen el carácter de documentos públi-
cos y constituyen el medio de prueba normal del estado civil (59). Consisten en
una copia, literal o en extracto (es decir, íntegra o de sus datos esenciales), de
los asientos, firmada por los funcionarios que tienen encomendada esta fun-
ción de certificar (y que puede ser el Encargado, el Secretario o el Oficial Habi-
litado; sin embargo, hay que recordar que en los Registros Civiles a cargo de un
Juez de Paz deben certificar conjuntamente el Juez y el Secretario) (60).
59 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, p. 108.
60 Cf. P. Arribas Atienza y F. Carceller Fabregat, Curso Práctico de Registro Civil, op. cit, p. 61.
b) Clases de certificaciones
Existen varias clases de certificaciones, de un lado, se pueden distinguir por
su carácter, positivo o negativo; por su contenido se diferencia entre certifica-
ciones literales y en extracto, y también existe una modalidad intermedia entre
ambas, que lo constituyen las certificaciones plurilíngües (61).
En primer lugar, las certificaciones pueden ser positivas o negativas. Son posi-
tivas aquellas que dan fe del contenido de un asiento o documento. Negativas, las
que hacen constar la inexistencia en una oficina registral determinada de un asiento
o documento, con referencia a un período de tiempo determinado o al transcurrido
desde el establecimiento del Registro respectivo (arts. 28 y 34 RRC).
En segundo término, por razón de su contenido pueden ser literales o en
extracto. Las certificaciones literales son las que comprenden íntegramente el
folio o asiento a que se refieren, con indicación incluso de las firmas (62). Las
certificaciones en extracto son las que contienen únicamente los datos esencia-
les de que da fe la inscripción correspondiente, según resulta del asiento y de
las inscripciones marginales modificativas del mismo, sin hacer referencia a
éstas (arts. 28 y 29 RRC).
Y, por último las certificaciones plurilingües. Este tipo fue introducido por
el Convenio 16 de la Comisión Internacional del Estado Civil, de 8 de septiem-
bre de 1976, sobre expedición de certificaciones plurilingües de las actas del
Registro Civil, ratificado por España el 22 de agosto de 1983, del cual son
parte, junto con nuestro país, Alemania, Austria, Bélgica, Bosnia, Croacia,
Eslovenia, Francia, Italia, Luxemburgo, Macedonia, Países Bajos, Portugal,
Suiza, Turquía y Serbia Montenegro. Se caracteriza por su texto plural (en el
idioma oficial del Estado que radica el Registro civil que la emite y en francés o
en inglés, y no requieren traducción ni legalización para surtir efectos en los
países vinculados por el Convenio (63).
61 Cf. P. Luces Gil, Derecho del Registro Civil. Lecciones sobre Registro civil, op. cit, pp. 108-109.
62 El art. 26 RRC permite certificar sobre copias de asientos obtenidas por fotocopiadora o procedimientos análo-
gos del modo que autorice la DGRN. Vid. Circular de 14 de febrero de 1977, de la Dirección General de los
Registros y del Notariado, sobre expedición por fotocopia de certificaciones literales del Registro Civil. Circular
de 1 de marzo de 1984, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre expedición por fotocopia
de certificaciones literales del Registro Civil (BOE, 8-III-1984); y Orden de 6 de abril de 1984, por la que se
aprueba el papel oficial para expedición de certificaciones literales de asientos del Registro Civil utilizando el
sistema de fotocopiadora u otro medio análogo (BOE, 17-IV-1984); la Orden JUS/568/2006, de 8 de febrero,
sobre modificación de modelos de asientos y certificaciones del Registro Civil y del Libro de Familia (BOE,
3-III-2006). Ya que fue necesario dictar una nueva Orden para aclarar la primera: Orden JUS/644/2006, de 6 de
marzo, sobre aclaración de la Orden JUS/568/2006, de 8 de febrero, sobre modelos de asientos y certificaciones
del Registro Civil y del Libro de Familia (BOE, 9-III-2006, corrección de errores: BOE, 25-VII-2006).
63 BOE, 22-VIII-1983; corrección de errores: BOE, 15-XII-1984; Vid. Resolución de 4 de octubre de 1983, de la
B) Solicitud de certificaciones
Las certificaciones pueden solicitarse en el propio Registro del domicilio o
de la residencia del peticionario, que las remitirá al Registro donde se encuen-
tre o ante el propio Registro donde se encuentre el asiento a certificar (64). Por
regla general no es preciso que se soliciten por escrito, pudiendo pedirse ver-
balmente. No obstante, será necesario que la solicitud se formalice por escrito,
según lo previsto en el art. 23 RRC, en los siguientes casos: 1º Si la busca ha de
exceder de dos años; 2º Cuando se requiera autorización previa para su expedi-
ción; 3º Para las negativas, que necesariamente se refieran al tiempo indicado
por el solicitante; 4º Cuando se pretenda que, en su caso, se formalice resolu-
ción denegatoria; 5º Cuando la petición se formule en oficina distinta de la que
ha de librar la certificación (art. 23 RRC).
C) Expedición de certificaciones
a) Funcionarios que pueden certificar
La función de certificar corresponde primordialmente y por derecho propio
al Encargado del Registro, se permite la delegación de este cometido en el
Secretario (art. 17 RRC). En los Registros Civiles de las poblaciones que ten-
gan más de un Juzgado, cabe también la posibilidad de que certifique el Oficial
en quien el Secretario, a su vez, delegue, previa autorización del Juez Encar-
gado (art. 44.3 RRC). Las certificaciones de los hechos inscritos en el Registro
Central y en los Registros Consulares podrán obtenerse indistintamente de una
u otra oficina.
b) Plazo de expedición
Las certificaciones solicitadas con carácter urgente deben expedirse o dene-
garse en el plazo de 24 horas. Las demás certificaciones deben expedirse o
denegarse en el plazo ordinario de los tres días (arts. 24 y 6 RRC).
c) Contenido y forma de las certificaciones
Según lo prevenido en el artículo 27 RRC, en toda certificación, aparte de
las circunstancias exigidas para cada caso, constarán los siguientes datos: 1º El
Dirección General de los Registros y del Notariado, por la que se dictan instrucciones sobre la utilización de las
certificaciones plurilingües del Registro Civil (BOE, 17-X-1983).
64 Vid. Instrucción de 9 de enero de 1987, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre legitima-
ción de los particulares para obtener certificaciones del Registro Civil (BOE, 20-I-1987); Instrucción de 20 de
marzo de 2002, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, en materia de recepción y despacho de
solicitudes de certificaciones en los Registros civiles por vía telemática (BOE, 9-IV-2002).
Registro que la expide, con indicación en los municipales, del término y pro-
vincia, y en los consulares de la población y Estado; 2º Las menciones de iden-
tidad del inscrito que aparezcan en la inscripción principal; 3º La página y tomo
del asiento, o el folio y legajo correspondiente; 4º La fecha, el nombre y la
firma del funcionario que certifique y el sello de la oficina. También deben ser
rubricadas las certificaciones por el funcionario o empleado que materialmente
las hubiera extendido (art. 14 RRC).
65 Certificado de nacimiento (Anexo Formularios III.1); Certificado de matrimonio (Anexo Formularios III.1);
Certificado de defunción (Anexo Formularios III.3).
LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA
español; de otro lado, hay que tener presentes las disposiciones de origen inter-
nacional que forman parte de nuestro Ordenamiento. Y además, en todo caso,
al ser la nacionalidad un derecho fundamental de la persona, esta reglamenta-
ción se interpretará siempre de conformidad con la Declaración Universal de
Derechos Humanos y los tratados internacionales ratificados por España que
puedan tener incidencia en el Derecho de la nacionalidad. En éstos últimos se
encuentran recogidos algunos preceptos en los que se incluyen normas especí-
ficas de nacionalidad. Entre aquéllos se debe hacer referencia a los siguientes:
arts. 25 y 34 del Convenio sobre el Estatuto de los Refugiados, de 28 julio 1951
(67); art. 32 de la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, de 28 de sep-
tiembre de 1954 (68); art. 5.3 del Convenio sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación racial, de 7 de marzo de 1966 (69); art. 24.3 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 16 de diciembre de 1966 (70);
así como al art. 9 del Convenio sobre la eliminación de todas las formas de dis-
criminación contra la mujer, de 18 de diciembre de 1979 (71).
De entre dichas normas destaca la utilización del art. 7 del Convenio sobre los
Derechos del niño, de 20 noviembre 1989, ratificado por España el 30 de noviem-
bre de 1990 (72). El precepto aludido ha sido tomado en consideración en múlti-
ples decisiones, bien para llegar a la conclusión de que no ha habido incumpli-
miento del mismo (73) o bien para afirmar que debe ser considerado español el
nacido en España de padres extranjeros, si ambos carecieren de nacionalidad o si
la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad (74).
Han sido muchas las ocasiones en las que el mencionado precepto,
incorporado al art. 17.1.c) Cc, ha sido objeto de análisis y de aplicación
por parte del Centro Directivo (75). Entre otras cabe destacar por su
importancia las siguientes:
67 BOE, 21-X-1978.
68 BOE, 4-VII-1997.
69 BOE, 17-V-1969.
70 BOE, 30-IV-1977.
71 BOE, 21-III-1984.
72 BOE, 30-XII-1990. Vid. N. Comte Guillemet, “Reflexiones en torno a la nacionalidad como derecho del niño”,
Escritos Jurídicos en Memoria de Luís Mateo Rodríguez, t. II, Santander, Universidad de Cantabria, Facultad de
Derecho, 1993, pp. 85-105; P. Rodríguez Mateos, “La protección jurídica del menor en la Convención sobre los
Derechos del Niño de 20 noviembre 1989”, Revista Española de Derecho Internacional, vol. XLIV, 1992-2, pp.
465-498, esp. 479-483).
73 Cf. Tema 3.III.3.A) notas 210-241.
74 Cf. Tema 3.III.3.A) notas 189-209.
75 Cf. A. Álvarez Rodríguez y Observatorio Permanente de la Inmigración, Nacionalidad de los hijos de extranje-
ros nacidos en España (Regulación legal e interpretación jurisprudencial sobre un análisis de datos estadísticos
de los nacidos en territorio español durante el período 1996-2002), Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales, Observatorio Permanente de la Inmigración, 2006, pp. 51-82.
76 BOE, 17-VI-2005, pp. 20374-20375.
77 BIMJ, núm. 2010, 2006, pp. 1512-1513.
camente por el solo hecho del nacimiento la nacionalidad correspondiente a sus padres,
la cual sólo puede adquirirse por un acto posterior. Se da, por lo tanto, una situación
de apatridia originaria en la cual la atribución de la nacionalidad española iure soli se
impone. No ha de importar que el nacido pueda adquirir más tarde iure sanguinis la
nacionalidad de sus progenitores, porque este solo hecho no puede llevar consigo la
pérdida de nacionalidad atribuida ex lege en el momento del nacimiento” (78).
En cambio, el Centro Directivo, tiene muy claro que la utilización del artí-
culo 7 de la Convención apuntada no es necesario en aquellos supuestos en los
que no se genera una situación de apatridia originaria (82). Entre las últimas
decisiones que se decantan por esta postura, la Res. DGRN 4ª de 21 de enero de
2008 en la que se resuelve el caso de un nacido en España, hijo de padres ser-
bios-montenegrinos, al afirmar que:
“En este caso, de acuerdo con el conocimiento adquirido por esta Dirección General de
la legislación de Serbia-Montenegro, a raíz de la reforma operada respecto de dicha na-
cionalidad por la Ley de 2004 (Gaceta Oficial de 21 de diciembre de 2004), adquieren
iure sanguinis la nacionalidad serbiomontenegrina de origen «los menores de padres
81 BIMJ, núm. 2074 suplemento 2, 2008, pp. 305-306. La misma tesis se observa en la Res. DGRN 2ª de 29 de
febrero de 2008 al abordar un supuesto de hijo nacido en España de madre boliviana y padre desconocido al
apuntar que: “De acuerdo con el conocimiento adquirido de la legislación boliviana, confirmado por la certifica-
ción consular acompañada al expediente hay que concluir que los hijos de bolivianos nacidos en el extranjero no
adquieren automáticamente por el solo hecho del nacimiento la nacionalidad boliviana, la cual sólo puede adqui-
rirse por un acto posterior. Se da, pues, la situación de apatridia originaria en la cual la atribución de la nacionali-
dad española iure soli se impone. No ha de importar que el nacido pueda adquirir más tarde iure sanguinis la
nacionalidad de sus progenitores, porque este solo hecho no puede llevar consigo la pérdida de nacionalidad atri-
buida ex lege en el momento del nacimiento. IV. Esta conclusión se ve reforzada por la aplicación del artículo 7
de la Convención de los Derechos del Niño, en cuanto establece que el niño tendrá desde que nace derecho a
adquirir una nacionalidad y que los Estados Partes velarán por la aplicación de este derecho, «sobre todo cuando
el niño resultara de otro modo apátrida» (BIMJ, núm. 2078, 2009, pp. 403-404). En definitiva, se confirma la
postura ya reiterada en las Res. DGRN 2ª de 7 de enero, 1ª de 13 de febrero, 2ª de 5 de marzo y de 25 de septiem-
bre de 2004; 3ª de 16 de septiembre de 2005; 2ª de 20 de septiembre y 4ª de 27 de diciembre de 2006; 5ª de 3 de
enero, de 13 de enero, 4ª de 8 de febrero, 4ª de 13 de febrero, 5ª de 14 de junio, 1ª y 2ª de 29 de octubre de 2007;
4ª de 25 de enero de 2008, 3ª de 8 de mayo, 6ª de 21 de mayo, 7ª de 22 de mayo y 1ª de 23 de mayo de 2008. No
obstante, en la Res. DGRN de 13 de enero de 2007 se llega a otro resultado, la interpretación no ha variado. En
esta última no se atribuye la nacionalidad al nacido en España (1972) de progenitores bolivianos, pues la even-
tual aplicación retroactiva del art. 17.3 Cc, redacción dada por la Ley 51/1982 no se considera proyectable a
casos como el examinado, pues el recurrente ya poseía la nacionalidad boliviana iure sanguinis (Anexo
Jurisprudencial II.8).
82 Vid. A. Álvarez Rodríguez y Observatorio Permanente de la Inmigración, Nacionalidad de los hijos de extranje-
ros nacidos en España…, op. cit., pp. 86-113. Al listado analizado en esta monografía debemos añadir nacidos
en España de padres de las siguientes nacionalidades: camerunenses (Res. DGRN 2ª de 20 de septiembre de
2006), congoleños (Res. DGRN 3ª de 15 de noviembre de 2005), etíopes (Res. DGRN 3ª de 28 de junio de 2005),
jamaicanos (Res. DGRN 4ª de 6 de junio de 2006), letones (Res. DGRN 1ª de 14 de octubre de 2005), lituanos
(Res. DGRN 3ª de 21 de noviembre de 2005), mauritanos (Res. DGRN 1ª y 2ª de 5 de julio, 4ª de 6 de julio de
2006) y, finalmente, serbios-montenegrinos (Res. DGRN 4ª de 21 de enero de 2008).
nacionales de la República Serbia al tiempo del nacimiento» cfr. art. 7.1). Es cierto que
el artículo 6 de esta Ley dispone que «la nacionalidad de la República Serbia de origen
y de nacimiento en el territorio de la República de Serbia se adquiere en el momento de
efectuarse la inscripción de la nacionalidad en el Registro Civil de Nacimientos», lo que
parece estar en contradicción con lo dispuesto en el antes citado artículo 7.1, que decla-
ra la nacionalidad iure sanguinis de los nacidos de padres serbios, lo que podría hacer
pensar que con mayor motivo los nacidos fuera de dicho territorio de padres serbios no
adquirirían dicha nacionalidad hasta el momento de la inscripción en el mencionado
Registro. Pero tal interpretación no resulta admisible. Los citados preceptos han de en-
tenderse en el sentido de que la nacionalidad se adquiere iuris sanguinis en el momento
del nacimiento, aunque a efectos de su formal reconocimiento es precisa la referida
inscripción. No cabría admitir que la legislación de un país provocase una situación de
apatridia inicial a sus propios nacionales” (83).
B) Normas internas
a) Ubicación
83 BIMJ, núm. 2074 suplemento 2, 2008, pp. 302-304. La ausencia de apatridia es la base para que no se otorgue la
nacionalidad española al nacido en España de padres extranjeros. Es suficiente con que la legislación de al menos
uno de ellos le considere nacional para justificar la atribución iure soli. Así, por ejemplo, en la Res. DGRN 5ª de
29 de febrero de 2008 se puede leer que: “En el caso actual, aunque la nacionalidad peruana del padre no se
transmite iure sanguinis de manera automática a los hijos, sucede lo contrario con la de la madre, según el cono-
cimiento adquirido de la legislación estadounidense en materia de nacionalidad, dándose aquí las condiciones
exigidas por la ley norteamericana para atribuir automáticamente a la hija esta nacionalidad. No concurre, pues,
una situación de apatridia originaria que justificaría la atribución iure soli de la nacionalidad española” (BIMJ,
núm. 2078, 2009, pp. 407-408). Tampoco hay apatridia en el caso resuelto con relación a un nacido en España de
padre sirio y madre marroquí tal y como se afirma en la Res. DGRN 4ª de 7 de abril de 2008 (Resoluciones de la
DGRN (Registro Civil), Boletín Informativo, abril 2009, pp. 157-159).
84 Anexo Legislativo I.I.1.
85 Anexo Legislativo I.I.2.
86 Anexo Legislativo I.I.3. Vid. diversas modificaciones en nota 4.
87 Anexo Legislativo I.I.4. Vid. diversas modificaciones en nota 5.
88 Dichas Instrucciones y Resoluciones son de obligado cumplimiento para los Encargados de los Registros Civiles
(arts. 9.2 LRC y 42 RRC; Vid. Res. DGRN de 24 de enero de 1994).
Las eventuales lagunas que provocó la Ley 18/1990 se han tratado de resol-
ver mediante la Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 (93) y a través de la
Orden de 11 de julio de 1991 (94). Y, posteriormente, para facilitar la prueba de
la nacionalidad española se dictó la Instrucción de la DGRN de 14 de abril de
1999 (95). En todo caso, desde ese momento el Centro Directivo, con el fin de
una interpretación y mejora en la tramitación de los expedientes de nacionali-
dad ha elaborado y publicado oficialmente otras seis instrucciones:
89 BOE, 30-VII-1982. En aplicación de esta reforma se dictó la Instrucción de la DGRN de 16 de mayo de 1983
(BOE, 20-V-1983). Para un análisis de esta reforma: Vid. A. Álvarez Rodríguez, Nacionalidad y Emigración,
Madrid, La Ley, l990.
90 BOE, 18-XII-1990. La disposición transitoria 3ª de esta Ley fue prorrogada por la Ley 15/1993 (ibíd, 23-XII-
1993) y la misma medida fue recogida en la Disposición transitoria 1ª de la Ley 29/1995, de 2 de noviembre
(BOE, 4-XI-1995).
91 BOE, 9-X-2002, pp. 35638-35640.
92 Vid. Disposición final de la Ley 36/2002, de 8 de octubre.
93 Anexo Legislativo I.1.5.
94 Anexo Legislativo I.1.6.
95 Anexo Legislativo I.1.7. En relación a su aplicación, esta Instrucción ha sido expresamente utilizada por primera
vez en la Res. DGRN 2ª de 14 de marzo de 2002 en la que se afirma que: “Conforme a la Instrucción de 14 de
abril de 1999 de este Centro Directivo, el Encargado del Registro Civil del domicilio está facultado para expedir
certificados de nacionalidad española, una vez que el Encargado declare en expediente con valor de simple pre-
sunción que determinada persona tiene la nacionalidad española. Por lo tanto el Encargado en el supuesto pre-
sente ha de instruir el oportuno expediente (...) y, si éste termina con auto favorable, entregar el interesado el
oportuno certificado de la nacionalidad española en las condiciones que precisa la Instrucción citada de 1999”
(BIMJ, núm. 1917, 2002, pp. 1751-1752). Y, también ha sido utilizada por la Res. DGRN 3ª de 22 de mayo de
2003 (JUR, 2003\191928). Ahora bien, debe tenerse muy claro que el mencionado certificado sólo acredita que
cierta persona es española el día de la fecha de expedición como apunta la Res. DGRN 2ª de 27 de septiembre de
1999 (BIMJ, núm. 1859, 1999, pp. 4104-4105).
96 Anexo Legislativo I.1.12.
104 BOE, suplemento núm. 177, 25-VII-2007, pp. 31-33. Este formulario se encuentra en la Resolución de 7 de
mayo de 2007, de la Subsecretaría, por la que se aprueban los modelos normalizados de solicitud en el ámbito
del Ministerio de Justicia y se dictan instrucciones sobre su utilización (BOE, 25-VII-2007, p. 32289). Además
de en castellano podemos encontrar en la misma resolución el modelo en otras tres lenguas oficiales: catalán
(ibíd, pp. 34-36), eusquera (ibíd, pp. 37-39) y gallego (ibíd, pp. 40-42) (Anexo Formularios III.18).
105 BOE, suplemento núm. 177, 25-VII-2007, pp. 44-47. Este formulario se encuentra en la Resolución de 7 de
mayo de 2007, de la Subsecretaría, por la que se aprueban los modelos normalizados de solicitud en el ámbito
del Ministerio de Justicia y se dictan instrucciones sobre su utilización (BOE, 25-VII-2007, p. 32289). Además
de en castellano podemos encontrar en la misma resolución el modelo en otras tres lenguas oficiales: catalán
(ibíd, pp. 48-51), eusquera (ibíd, pp. 52-55) y gallego (ibíd, pp. 56-54) (Anexo Formularios III.20).
106 En varias ocasiones, se ha intentado sin lograrlo un cambio de algunas de las disposiciones del Cc en materia de
nacionalidad. En concreto podemos aludir a la Proposición de Ley Orgánica de medidas para la lucha contra la
inmigración clandestina, presentada por el Grupo Parlamentario de Coalición Canaria-Nueva Canarias (BOCG.
Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, Serie B, núm. 269-1, de 15 de diciembre de 2006, p. 6); y, a la
Proposición de Ley Orgánica de medidas para la lucha contra la inmigración clandestina, remitida por el Senado
(BOCG. Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, Serie B, núm. 289-1, 28 de diciembre de 2007, pp. 1-8).
107 Anexo Legislativo I.I.17 (Vid. Tema 9).
108 En dicha Disposición Adicional se establece que: “El Gobierno en el plazo de seis meses desde la entrada en
vigor de esta Ley promoverá una regulación del acceso a la nacionalidad de los descendientes de españoles y
españolas que establezca las condiciones para que puedan optar por la nacionalidad española, siempre que su
padre o madre haya sido español de origen, con independencia del lugar y de la fecha de nacimiento de cualquie-
ra de ellos” (BOE, 15-XII-2006, pp. 44156-44166). Según la DA 4ª la Ley 40/2006 entró en vigor el día siguien-
te al de su publicación en el Boletín Oficial del Estado.
b) Características
C) Normas internacionales
a) Convenios multilaterales
110 Anexo Legislativo I.II.1. Este Convenio entró en vigor de forma general el 28 de marzo de 1968 y para España
el 17 de agosto de 1987, de conformidad con lo establecido en el artículo 10 del mismo. El Acuerdo actualmente
ha sido ratificado por trece países: Alemania-que lo ha denunciado, y la fecha de la denuncia entró en vigor el 22
de diciembre de 2002-, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Noruega,
Países Bajos, Reino Unido y Suecia. Además, ha sido firmado por dos Estados: Moldavia y Portugal (Vid. http://
www.conventions.coe.int; fecha última consulta 14 de abril de 2009). La aplicación del art. 1 del Convenio
sobre reducción de supuestos de pluralidad de nacionalidades supone que la adquisición de la nacionalidad de
una Parte Contratante provocará la pérdida de la nacionalidad correspondiente al otro Estado también Contratante
salvo que hayan declarado la no aplicación del capítulo1º (España, Irlanda y Reino Unido a los que se ha añadido
Bélgica mediante la denuncia de dicho capítulo). En el instrumento de ratificación de este Convenio nuestro país
hizo una declaración con respecto a la no vinculatoriedad del Capítulo primero (Vid. A. Álvarez Rodríguez,
Nacionalidad y Emigración, Madrid, La Ley, 1990, pp. 108-111). Y, además, para la interpretación de algunos de
los preceptos del Convenio, en concreto, los arts. 7.2 y 12.2 se acaba de publicar la Resolución de 9 de julio de
2007, de la Secretaría General Técnica, relativa al Acuerdo sobre la interpretación del párrafo 2 del artículo 12,
de la Convención sobre la reducción de los casos de pluralidad de nacionalidades y sobre las obligaciones milita-
res en caso de pluralidad de nacionalidades (Núm. 43 del Consejo de Europa), adoptado en Estrasburgo el 2 de
abril de 2007. En dicha resolución se dispone expresamente que: “El texto siguiente constituye el acuerdo sobre
la interpretación del párrafo 2 del artículo 12 del Convenio sobre la reducción de los casos de pluralidad de
nacionalidades y sobre las obligaciones militares en el caso de pluralidad de nacionalidades (STE núm. 43), de 6
de mayo de 1963. 1. Cualquier Parte Contratante podrá denunciar en cualquier momento, en lo que a ella respec-
ta, el Capítulo I del Convenio mediante una notificación dirigida al Secretario General del Consejo de Europa. 2.
La denuncia surtirá efecto un año después de la fecha de recepción de la notificación por parte del Secretario
General. 3. Las disposiciones del párrafo 2 del artículo 7 del Convenio se aplicarán tal como fueron modificadas
por el Protocolo de 1977” (BOE, 11-VIII-2007, pp. 34432-34433).
111 Anexo Legislativo I.II.2. Este Protocolo modificativo, que entró en vigor el 8 de septiembre de 1978 con carácter
general y para España el 13 de octubre de 1989, ha sido ratificado por ocho países: Bélgica, Dinamarca, España,
Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia -que lo ha denunciado, y la fecha de la denuncia
entró en vigor el 29 de junio de 2002-; en cambio sólo ha sido firmado por tres Estados: Alemania, Francia y
Portugal (Vid. http://www.conventions.coe.int; fecha última consulta 14 de abril de 2009).
112 Este Protocolo Adicional, que entró en vigor el 17 de octubre de 1983, no ha sido ratificado por España y son
sólo cuatro los países que se encuentran obligados por el mismo. En concreto, ha sido ratificado por: Bélgica,
Luxemburgo, Noruega y Países Bajos; en cambio sólo ha sido firmado por Alemania y Francia (Vid. http://
www.conventions.coe.int; fecha última consulta 14 de abril de 2009).
113 Reténgase que España no ha ratificado aunque si participó en la adopción del Segundo Protocolo modificativo
del Convenio sobre reducción de los casos de pluralidad de nacionalidades, y sobre las obligaciones militares en
caso de pluralidad de nacionalidades, de 2 de febrero de 1993. Este Protocolo entró en vigor el 24 de marzo de
1995, fecha en que superó las dos ratificaciones necesarias. En la actualidad se encuentra obligando a tres
Estados: Francia, Italia y Países Bajos (Vid. http://www.conventions.coe.int; fecha última consulta 14 de abril de
2009). En todo caso Francia ha hecho su denuncia el día 3 de abril de de 2008, el efecto de ésta se producirá a
partir del 3 de mayo de 2009.
114 Tiene la siguiente estructura: Preámbulo y treinta y dos artículos distribuidos en diez capítulos: el Capítulo I
incluye dos preceptos en los que establece el objeto del Convenio y las definiciones más importantes; en el
Capítulo II se señalan los principios generales relativos a la nacionalidad (arts. 3 a 5); el Capítulo III introduce
las reglas relativas a la nacionalidad: adquisición (art. 6), pérdida ex lege (art. 7), pérdida por iniciativa indivi-
dual (art. 8) y recuperación (art. 9); el Capítulo IV recoge el procedimiento relativo a la nacionalidad (arts. 10 a
13); el Capítulo V regula la nacionalidad múltiple (arts. 14 a 17); el Capítulo VI aborda la cuestión de la sucesión
de Estados y la nacionalidad (arts. 18 a 20); el Capítulo VII examina las obligaciones militares en casos de pluri-
nacionalidad (arts. 21 y 22); el Capítulo VIII establece las reglas de cooperación entre los Estados Parte (arts. 23
y 24); el Capítulo IX alude a los problemas relativos a la aplicación del Convenio (arts. 25 y 26); y, en el
Capítulo X, se incorporan las cláusulas finales (arts. 27 a 32).
115 Esta Convención es obligatoria desde el 1 de mayo de 2009, al contar con las tres ratificaciones que eran necesa-
rias para su entrada en vigor. Por el momento, han ratificado los siguientes países: Hungría (7 enero 2009),
Moldavia (12 diciembre 2008) y Noruega (12 octubre 2006). Además, cuenta con dos firmas: Ucrania (19 mayo
2006) y Montenegro (11 mayo 2007) (http://conventions.coe.int/Treaty/Commun/ChercheSig.asp?NT=20
0&CM=8&DF=8/19/2006&CL=FR fecha de la última consulta 14 de abril de 2009;).
116 Una vez que se procedió a la tercera ratificación, tal como se establece en el art. 27.2, entró en vigor el 1 de
marzo de 2000, tras el depósito por parte de Moldavia el 30 de noviembre 1999. El mencionado Convenio ha
sido firmado por veintiocho países aunque por el momento es obligatorio para dieciocho países. En concreto, los
Estados del Consejo de Europa que han ratificado son: Albania, Alemania, Austria, Bosnia-Herxégovina,
Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Hungría, Islandia, Macedonia (Ex-república de
Yugoslavia), Moldavia, Países Bajos, Portugal, Rumania, Suecia y Ucrania. Los tres últimos que han ratificado
son Bosnia, Finlandia y Hungría. Para Finlandia entró en vigor el 1 de diciembre de 2008 y para Bosnia-
Herzégovine el 1 de febrero de 2009. Además, han firmado otros diez países: Croacia, Francia, Grecia, Italia,
Letonia, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia y Rusia (Vid. http://www.conventions.coe.int; fecha última
consulta 14 de abril de 2009).
117 Vid. Conseil de l’Europe, “Tendances et développements en droit interne et international sur la nationalité”, 1ère
Conférence européenne sur la nationalité, Estrasburgo, 18-19 octubre 1999. En este texto, una vez reconocido
que cada Estado regula los pre-requisitos, condiciones, maneras y medios de la adquisición, pérdida y recupera-
ción de nacionalidad autónomamente, uno debe admitir, no obstante, que esa regulación nacional es interdepen-
diente. Se parte, en el art. 3, de la competencia del Estado a la hora de determinar, según su propia legislación,
quiénes son sus nacionales, ello sin perjuicio de los tratados internacionales aplicables y del Derecho internacio-
nal público -costumbre y principios generales- reconocidos con respecto a la nacionalidad. Pero, ya inmediata-
mente se establecen ciertos límites, pues en el art. 4 se señala que cada Estado, al establecer las reglas de nacio-
nalidad, tendrá en cuenta los siguientes principios: todos tenemos derecho a una nacionalidad; se evitarán los
supuestos de apatridia; nadie se verá privado arbitrariamente de su nacionalidad; ni el matrimonio ni la disolu-
ción de un matrimonio entre un nacional y un extranjero, ni el cambio de nacionalidad de los esposos durante el
matrimonio afectará automáticamente a la nacionalidad de su cónyuge. En el art. 5 se introduce la regla de la no
discriminación en dos sentidos: de un lado, las reglas estatales de nacionalidad no contendrán distinciones que
puedan implicar discriminación por razón de sexo, religión, color u origen nacional o étnico; y por otro lado,
además, el Estado se guiará por el principio de no discriminación entre sus nacionales, siendo indiferente si ellos
son nacionales por nacimiento o han adquirido su nacionalidad posteriormente.
118 Vid. Circular DGRN de 11 de enero de 2005, sobre países contratantes de los Convenios de la Comisión
Internacional del Estado Civil de que España es parte (BOE, 10-VI-2005, pp. 19850-19854; BIMJ, núm. 1992,
2005, pp. 2769-2774). En dicha Circular se hace pública la situación de casi la totalidad de los Convenios elabo-
rados en el seno de la CIEC a fecha 31 de agosto de 2004. Nos interesa resaltar, por ser España parte e incidir en
algunos aspectos relativos a la nacionalidad, los siguientes: Convenio núm. 3, relativo al intercambio internacio-
nal de informaciones en materia de estado civil, hecho en Estambul el 4 de septiembre de 1958; Convenio núm.
9, relativo a las resoluciones rectificativas de las inscripciones del Registro Civil, hecho en París el 10 de sep-
tiembre de 1964; Convenio núm. 16, sobre expedición de certificaciones plurilingües de las actas del Registro
Civil, hecho en Viena el 8 de septiembre de 1976; Convenio núm. 17, sobre dispensa de legalización de ciertos
documentos, hecho en Atenas el 15 de septiembre de 1977; Convenio núm. 18, relativo al reconocimiento volun-
tario de los hijos nacidos fuera del matrimonio, hecho en Munich el 5 de septiembre de 1980; Convenio núm. 23.
Protocolo Adicional al Convenio relativo al intercambio de informaciones en materia de estado Civil, hecho en
Patrás el 6 de septiembre de 1958; Convenio núm. 24, sobre reconocimiento y actualización de los libros de esta-
do civil, hecho en Madrid el 5 de septiembre de 1990.
119 Ministerio de Justicia. Comisión Internacional del Estado Civil. Sección Española, Convenios y
Recomendaciones, Madrid, Centro de Publicaciones, 1991, p. 12.
A) Concepto de ciudadanía
El art. 17.1 del TCE dispone que “Se crea una ciudadanía de la Unión. Será
ciudadano de la Unión toda persona que ostente la nacionalidad de un Estado
miembro. La ciudadanía de la Unión será complementaria y no sustitutiva de la
ciudadanía nacional” (132). Por tanto, sólo son ciudadanos de la Unión los que
dades de ejercicio del derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales por parte de los ciudada-
nos de la Unión residentes en un Estado miembro del que no sean nacionales, con motivo de la adhesión de
Bulgaria y Rumania (DOUE L, núm. 363, 20-XII-2006, pp. 409-410).
130 Vid. Directiva 93/109/CEE, del Consejo de 6 de diciembre de 1993, por la que se fijan las modalidades de ejerci-
cio del Derecho activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo por parte de los ciudadanos de la Unión
residentes en un Estado miembro del que no son nacionales (DOCE L 329, 30-XII-1993, pp. 34-38).
131 DOCE L, núm. 314, 28-XII-1995.
132 Esta misma línea se mantiene en el texto del art. 7 del Tratado de Lisboa, al establecer que el art. 17 modificado
queda como sigue: “Será ciudadano de la Unión toda persona que tenga la nacionalidad de un Estado miembro.
sean nacionales de los Estados miembros (133). Por ello, el mismo concepto de
ciudadanía europea nos conduce a interrogarnos si supone alguna implicación
sobre el concepto de nacionalidad de los Estados miembros, o lo que es lo
mismo, qué relación mantiene ésta con aquélla; y por otra parte, si la noción de
ciudadanía europea afecta a la competencia exclusiva que tienen los Estados
para regular su nacionalidad.
La ciudadanía de la Unión se añade a la ciudadanía nacional sin sustituirla” (DOCE C, núm. 306, 17-XII-2007,
p. 52). El párrafo 2 del art. 17 se sustituye por el texto siguiente: “Los ciudadanos de la Unión son titulares de los
derechos y están sujetos a los deberes establecidos en los Tratados. Tienen, entre otras cosas, el derecho: a) de
circular y residir libremente en el territorio de los Estados miembros; b) de sufragio activo y pasivo en las elec-
ciones al Parlamento Europeo y en las elecciones municipales del Estado miembro en el que residan, en las mis-
mas condiciones que los nacionales de dicho Estado; c) de acogerse, en el territorio de un tercer país en el que no
esté representado el Estado miembro del que sean nacionales, a la protección de las autoridades diplomáticas y
consulares de cualquier Estado miembro en las mismas condiciones que los nacionales de dicho Estado; d) de
formular peticiones al Parlamento Europeo, de recurrir al Defensor del Pueblo Europeo, así como de dirigirse a
las instituciones y órganos consultivos de la Unión en una de las lenguas de los Tratados y de recibir una contes-
tación en esa misma lengua. Estos derechos se ejercerán en las condiciones y dentro de los límites definidos por
los Tratados y por las medidas adoptadas en aplicación de éstos” (ibíd, p. 52).
133 Vid. M. Revenga Sánchez y P. Santolaya Machetti, Nacionalidad, extranjería y derecho de sufragio, Madrid,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Ministerio de la Presidencia, Colección Foro, num. 13, 2007,
pp. 28-32.
134 Vid. C. Esplugues Mota, G. Palao Moreno, M. de Lorenzo Segrelles, Nacionalidad y Extranjería, Valencia, 2ª ed,
Tirant lo Blanch, 2004, pp. 28-31.
135 Cf. C. Closa, “The concept of citizenship in the Treaty on European Union”, Common Market Law Review, vol.
XXIX, núm. 6, 1992, pp. 1137-1169, esp. 1159-1161.
Los derechos de los españoles pueden verse limitados por la forma de obten-
ción de la nacionalidad. Los españoles de origen gozan de plenitud de dere-
chos, mientras que los españoles no originarios, en relación con el derecho de
la nacionalidad, tienen las siguientes restricciones:
139 Vid. M. Fernández Fernández, “El principio de igualdad y su incidencia en el Derecho español de la nacionali-
dad”, Revista Española de Derecho Internacional, vol. XXXV, 1983, pp. 431-446.
140 En este sentido, el precepto aludido establece: “1. Los españoles que no lo sean de origen perderán la nacionali-
dad: a) Cuando durante un período de tres años utilicen exclusivamente la nacionalidad a la que hubieran decla-
rado renunciar al adquirir la nacionalidad española. b) Cuando entren voluntariamente al servicio de las armas o
ejerzan cargo político en un Estado extranjero contra la prohibición expresa del Gobierno” (Tema 6.III.1).
141 Cf. A. Álvarez Rodríguez, Nacionalidad y emigración, op. cit., pp. 133-135.
primera vez y sin la intervención del interesado, sin mediar una solicitud pre-
via, o siendo éste menor de edad, es muy probable que se obtenga la nacionali-
dad de origen. En este sentido, la institución de la atribución de la nacionalidad
y algunas formas de opción conllevan la concesión de la nacionalidad española
de origen (142); mientras que con otros supuestos de opción, de adquisición de
la nacionalidad por carta de naturaleza o por residencia se obtiene un vínculo
derivativo o no originario (143). Ciertamente, debemos tener muy en cuenta la
tesis que se sostiene en la Res. DGRN de 1 de julio de 1994 al apuntar que:
“A estos efectos hay que tener en cuenta que el artículo 11 de la Constitución en sus
apartados 2 y 3 da un cierto trato de favor a la nacionalidad española de origen, lo que
ha motivado que tanto el legislador de 1982 como el de 1990, se hayan preocupado de
determinar caso por caso, cuándo la nacionalidad española es de origen, señalándose
incluso algunas hipótesis en las que una nacionalidad española adquirida después del
nacimiento se la considera de origen por decisión legal (cfr. artículos 17.2 y 19 y la
disposición transitoria 2.ª de la Ley de 1990). La nacionalidad española de origen
constituye, pues, hoy una categoría legal que justifica en todo caso un régimen pri-
vilegiado respecto de otras nacionalidades españolas adquiridas (cfr. artículos 24.2 y
25 CC) (144).
Ser español de origen supone tener una serie de privilegios con respecto al
que obtiene la nacionalidad española no originaria. Dejando a un lado, que sólo
los españoles de origen puedan llegar a ser tutores del Rey (art. 60.1 CE), la
diferencia de trato entre éstos y los no originarios se recogen en varios sectores
de nuestro ordenamiento jurídico (145). En concreto, la distinción se observa no
solo en el del derecho de la nacionalidad -art. 11 CE y arts. 17 a 26 Cc-, como
ya hemos apuntado, sino que además se recoge expresamente en el ámbito de
la legislación de extranjería. Así en el Real Decreto 2393/2004, de 30 de
diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000, de
142 Vid. Supuestos de atribución regulados en los arts. 17.1, 19.1 del Cc y supuestos de opción recogidos en los arts.
17.2, 19.2 del Cc y en la Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007. También se otorgó nacionalidad española
de origen a los que optaron en virtud de la Disposición Transitoria 2ª de la Ley 18/1990 (Vid. A. Álvarez
Rodríguez, “Nota sobre la aplicación de la Disposición transitoria 2ª de la Ley 18/90”, Revista Española de
Derecho Internacional, vol. XLIV, 1992-2, pp. 610-613); no obstante, la interpretación que planteaba acerca de
sus destinatarios nos puede servir para efectuar la interpretación de la DA 7ª Ley 52/2007.
143 Vid. Res. DGRN 2ª de 26 de marzo de 1994. En esta decisión se trata la diferencia entre español de origen y
español no originario (RAJ, 1994, núm. 4074). También, es interesante la propuesta recogida en la Res. DGRN 1ª
de 5 de febrero de 2008 en la que se afirma que: “….toda vez que concurre en el interesado el… requisito de ser
hijo de madre originariamente española (adquirió por opción la nacionalidad española de origen al amparo de la
disposición transitoria 2.ª de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre)…” (Anexo Jurisprudencial II.19). Ciertamente,
en la Res. DGRN de 25 de septiembre de 2007 no se admite la declaración de nacionalidad española, en aplica-
ción del art. 20.1.b) Cc, pues el padre del interesado es español no originario (BOE, 27-X-2007).
144 RAJ, 1994, núm. 7657.
145 Vid. Res. DGRN 6ª de 5 de marzo de 2007 (Anexo Jurisprudencial II.16).
146 Dos disposiciones a reseñar: de un lado, el art. 45.2.c) RELOEx incorpora entre los supuestos de concesión de
una autorización de residencia por razones de arraigo: “c) Cuando se trate de hijos de padre o madre que hubie-
ran sido originariamente españoles; y, por su parte, el art. 72 párrafo 3º d) RELOEx dispone que “La autorización
de residencia permanente también se concederá a los extranjeros que acrediten que se encuentran en cualquiera
de los siguientes supuestos: d) Que hayan sido españoles de origen y hayan perdido la nacionalidad española”
(BOE, 7-I-2005, pp. 485-539).
147 El art. 2 de la Ley 40/2006, de 14 de diciembre, del Estatuto de la ciudadanía española en el exterior establece
que: “en concreto el art. 2.1.c) y d) excluye a los españoles no originarios del ámbito subjetivo de su aplicación,
al establecer que: La presente Ley será de aplicación: “c) A los españoles de origen que retornen a España para
fijar su residencia, siempre que ostenten la nacionalidad española antes del regreso; d) A los familiares de los
anteriormente mencionados, entendiendo por tales el cónyuge no separado legalmente o la pareja con la que
mantenga una unión análoga a la conyugal, en los términos que se determinen reglamentariamente, y los descen-
dientes hasta el primer grado, que tengan la condición de personas con discapacidad o sean menores de 21 años
o mayores de dicha edad que estén a su cargo y que dependan de ellos económicamente”. Del tenor literal se
desprende una clara distinción entre los españoles de origen y los no originarios con relación a la aplicación de la
Ley 40/2006, y excluye en el retorno a los no originarios, pues en la protección mientras se está en el extranjero
se admite para todos tal y como establece la letra a) de la misma disposición: “La presente Ley será de aplica-
ción: a) A quienes ostenten la nacionalidad española y residan fuera del territorio nacional” (BOE, 15-XII-2006).
Por tanto, ya existe una diferencia de trato, con independencia de que desde nuestra perspectiva las letras c) y d)
del párrafo 1 del art. 2 de la Ley 40/2006 vulneran lo dispuesto en el art. 42 CE, ya que éste no permite hacer
distinciones entre españoles de origen y no originarios y lógicamente ubi lex non distinguet, nec nos distinguere
debemus.
148 Si por algún motivo el interesado hubiera cumplido los dieciocho años sin haberse determinado su filiación o sin
haber tenido conocimiento de su nacimiento en España no se le considerará español de origen pues, según se
establece en el párrafo 2º del art. 17 del Cc “El interesado tiene entonces derecho a optar por la nacionalidad
española de origen en el plazo de dos años a contar desde aquella determinación” (Vid. Tema 4.II.3).
pio del ius sanguinis. De todas formas, es necesario acreditar que el progenitor
o la progenitora era español/a en el momento del nacimiento del hijo o, mejor
dicho, en el momento de la concepción (149). El momento de la atribución de la
nacionalidad española, tal y como se ha interpretado por la doctrina de la
DGRN, se puede retrotraer a una fecha anterior al nacimiento. Se trata de dar
efectos al momento de la concepción. En este sentido debemos resaltar la línea
mantenida por la Res. DGRN de 12 de julio de 1993 al afirmar expresamente
que:
“Ahora bien, el nacimiento de la hija ha sobrevenido, como se ha indicado, dentro de
los tres meses siguientes a la celebración del matrimonio entre sus progenitores. Con-
siguientemente en el momento de la concepción la madre mantenía su nacionalidad
española de origen y es en el intervalo entre la concepción y el nacimiento cuando se ha
producido la pérdida de la nacionalidad de la madre. Obsérvese que, aunque no pueda
saberse con certeza el momento de la concepción, ésta ha sido anterior a la celebración
del matrimonio, según el criterio que se desprendía del art. 110 del Cc en su redacción
originaria (Cf. hoy art. 117 Cc). Surge, pues, la cuestión que era muy debatida en la
doctrina de si, a los efectos de la atribución de la nacionalidad española iure sanguinis,
era aplicable la norma contenida en el art. 29 del Cc, según el cual: “El nacimiento
determina la personalidad; pero el concebido se tiene por nacido para todos los efectos
que le sean favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo
siguiente”. Si se admite la aplicación al caso de esta ficción legal, el resultado sería que
la hija lo era de madre española y de padre portugués, en el momento de la concepción,
de modo que, al no corresponderle seguir la nacionalidad portuguesa de su padre que
nunca ha ostentado, según se ha acreditado, habría nacido española como hija de madre
española (art. 17.2 Cc, redacción de 1954)” (150).
149 Vid. E. Lalaguna Domínguez, “Adquisición de la nacionalidad española determinada por el momento de la con-
cepción”, BIMJ, núm. 1906, 2001, pp. 3799-3808.
150 RAJ, 1993, núm. 6357.
151 BIMJ, núm. 1903, 2001, pp. 3271-3273.
152 BIMJ, núm. 1936, 2003, pp. 801-802.
153 Ahora bien, si estas personas nacen o son concebidos con posterioridad a que sus progenitores hubiesen incurrido
en causa de pérdida de la nacionalidad española no podrán ser considerados como españoles. De todas formas, se
debe precisar que si uno de los padres hubiese sido español de origen, sus hijos podrán obtener la nacionalidad
española mediante la opción prevista en la Disposición Adicional Séptima de la Ley 52/2007 (Vid. Tema 9).
154 Vid. Tema 4.II.3.
155 Anexo Jurisprudencial II.3.
mayo de 1983 (156). El Centro Directivo durante muchos años consideró que el
principio de la atribución materna de la nacionalidad se introduce en nuestro
Ordenamiento con la Ley 51/1982, de 13 de julio, sin que su aplicación tuviese
efectos retroactivos. Sin embargo, en la actualidad, la propia doctrina de la
DGRN, en su Resolución 3ª de 13 de octubre de 2001, ha flexibilizado el crite-
rio al considerar como español al hijo de madre española siempre que haya
nacido después de la entrada en vigor de la CE y antes de la fecha mencionada.
Así, en este caso, el Centro Directivo declara español al nacido en Uruguay en
febrero de 1979 hijo de uruguayo y española al afirmar que:
“Según el artículo 17 del Código civil, en su redacción formalmente vigente de 1954,
mientras que eran siempre españoles iure sanguinis los hijos de padre español, los hijos
de madre española sólo lo eran cuando no les correspondía seguir la nacionalidad ex-
tranjera del padre. Había, pues, una importante diferencia de trato no justificada entre
la atribución de la nacionalidad española por filiación paterna y la operada por filiación
materna. Nos encontramos pues, con una discriminación contra la mujer por razón de
sexo que no puede mantenerse después de la entrada en vigor de la Constitución es-
pañola (cfr. art. 14 y disposiciones derogatoria y final). Por lo tanto, cualesquiera que
hayan sido las dudas del Centro Directivo en la materia, hay que estimar que el artículo
17.2 del Código civil, redacción de 1954, quedó derogado por la eficacia inmediata de
la Constitución, de modo que los hijos de española, nacidos después de esa entrada en
vigor, son españoles iure sanguinis, recibiendo el mismo trato que los hijos de padre es-
pañol. La igualdad de los hijos ante la Ley, cualquiera que sea su progenitor, se impone
por aplicación del artículo 39 de la Constitución” (157).
Por ello, se puede concluir que en la actualidad aún es posible que algunos
hijos de madre española y padre extranjero no posean la nacionalidad espa-
ñola. Conviene matizar que es posible que continúen siendo extranjeros si el
nacimiento del hijo ha acaecido fuera de España, ya que los hijos de padre
extranjero y madre española nacidos en nuestro país en su mayoría son espa-
ñoles (161). De todas formas, en estos supuestos son españoles, no por el ius
sanguinis, sino en virtud del nacimiento del hijo en territorio español junto
con la concurrencia del nacimiento, también en nuestro país, de su madre
(162). Así pues, es necesario apuntar que los nacidos con anterioridad a la
fecha mencionada, hijos de madres españolas, puede que continúen siendo
extranjeros sólo si el nacimiento del hijo ha acaecido fuera de nuestro país.
Ciertamente, los hijos de madres españolas nacidos fuera de España antes de
la entrada en vigor de la CE -del día 29 de diciembre de 1978- en su mayoría
no son españoles. Y en la actualidad, para acceder a la nacionalidad española,
deben recurrir a la declaración de opción prevista en la Disposición Adicio-
nal 7ª de la Ley 52/2007. Ahora bien, si no se hace la declaración de opción
antes del 27 de diciembre de 2010 solo podrán acceder a la nacionalidad
española sin residir en España por la vía prevista en el art. 20.1.b) Cc (163),
siempre y cuando se logre acreditar que su progenitora nació en España; de lo
contrario, es decir si la madre nació ya en el extranjero, y los hijos son mayo-
res de edad, deben utilizar la naturalización por residencia prevista en el art.
22.1.f) Cc, que aunque reduce el plazo de residencia legal de diez años a uno,
en todo caso, requiere vivir en España y estar en posesión de un permiso de
residencia (164).
De todo lo expuesto, podemos concluir que actualmente, cuando uno de los
progenitores es español, no surgen problemas de atribución de la nacionalidad
española siguiendo el criterio del ius sanguinis. Ahora bien, sin entrar a anali-
zar si estos hijos han nacido de una relación matrimonial o extramatrimonial
(165), los datos estadísticos nos permiten poner de relieve dos cuestiones impor-
161 Cf. A. Álvarez Rodríguez, Nacionalidad y Emigración, op. cit, p. 184, nota 123.
162 El Centro Directivo sostiene que si no se logra acreditar que la progenitora española nació en España no se tras-
mite la nacionalidad al hijo/a si su nacimiento acaeció con anterioridad al 19 de agosto de 1982 (Res. DGRN de
26 de marzo de 1993).
163 Vid. Tema 4.II.2.
164 Vid. Tema 5.II.1. Vid. Ress. DGRN 5ª de 21 de enero y de 5 de mayo de 2003.
165 En todo caso debemos poner de manifiesto, por los múltiples trabajos existentes al respecto, que por la rigidez de
la normativa relativa a los derechos y libertades de los extranjeros se ha venido utilizando el matrimonio con el
fin de eludir las normas generales de extranjería, lo cual conlleva a poner en entredicho la validez de los matri-
monios mixtos, y así se duda, en muchas ocasiones, de una auténtica manifestación del consentimiento de los
contrayentes, como se evidencia en las decisiones de la DGRN así como en numerosos trabajos doctrinales (Cf.
A.L. Calvo Caravaca y J. Carrascosa González, “Los matrimonios de complacencia y la Instrucción de la DGRN
de 31 de enero de 2006”, La Ley, núm. 6622, 4 de enero de 2007).
166 Vid. A. Álvarez Rodríguez y Observatorio Permanente de la Inmigración, Nacionalidad de los hijos de extranje-
ros nacidos en España…, op. cit., pp. 17-18, 351-356.
167 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Acceso a la nacionalidad española por los inmigrantes e hijos de inmigrantes.
¿Integración o estrategia para obtener la equiparación de derechos?”, J. García Roca y J. Lacomba (eds.), La
inmigración en la sociedad española. Una radiografía multidisciplinar. Barcelona, Edicions Bellaterra, 2008,
pp. 607-629.
168 Un ejemplo claro de la juventud de la población migrante lo podemos ver en el balance publicado a 31 de
diciembre de 2008. Residen en España 4.473.499 extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia
en vigor. Según grupo de edad, 585.613 extranjeros (el 13,10%) son menores de 16 años, 3.711.422 (el 83,05%)
tienen entre 16 y 64 años y 172.104 (el 3,85%) son mayores de 64 años (Vid. Ministerio de Trabajo e
Inmigración, Secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Extranjeros con tarjeta o autorización de resi-
dencia en vigor a 31 de diciembre de 2008, Madrid, febrero de 2009).
169 Anexo Jurisprudencial II.2. La misma posición podría deducirse de la lectura del Fundamento III de la Res.
DGRN de 19 de enero de 2007 al señalar que: “Pues bien, no hay duda, y así resulta de la posición unánime de la
doctrina en este punto, de que la inscripción en el Registro Civil es un requisito inexcusable para la adquisición
sobrevenida o derivativa de la nacionalidad española (supuestos de residencia, carta de naturaleza, opción y recu-
peración), conforme resulta especialmente de lo dispuesto en el artículo 330 del Código civil, que configura cla-
ramente tal inscripción como constitutiva del fenómeno adquisitivo, al disponer que «No tendrán efecto alguno
legal las naturalizaciones mientras no aparezcan inscritas en el Registro, cualquiera que sea la prueba con que se
acrediten y la fecha en que hubiesen sido concedidas». Este precepto, que reproduce el tenor literal del artículo
96 de la Ley del Registro Civil de 1870 y responde al mandato contenido en la base 9.ª de la Ley de Bases del
Código civil de 1888, supone elevar la inscripción registral a la categoría de requisito «sine qua non» de la nueva
situación jurídica derivada del cambio de estado civil que produce la adquisición de la nacionalidad española.
Esta misma conclusión se alcanza, ratificando la argumentación anterior, a partir de la previsión contenida en el
artículo 23 del Código civil, que subordina «la validez de la adquisición de la nacionalidad española» por opción,
carta de naturaleza y residencia, entre otros, al requisito de su inscripción en el Registro Civil español. En conse-
cuencia, mientras esta inscripción no se practique, los interesados no han llegado a adquirir válida y eficazmente
la nacionalidad española” (BOE, 8-III-2007, pp. 9986-9988).
170 BOE, 8-III-2007, pp. 9986-9988.
Por otro lado, junto con la nacionalidad, el adoptado adquiere, además, “ex
lege” la vecindad civil de los adoptantes o de uno de ellos, conforme al apar-
171 Sobre la atribución de la nacionalidad española al extranjero adoptado por español/es (Vid. E. Cano Bazaga,
Adopción internacional y nacionalidad española, Sevilla, Mergablum, 2001; P. Rodríguez Mateos, La adopción
internacional, Oviedo, Serv. Publ. Universidad, 1988, pp. 169-183). Ahora bien, si el extranjero adoptado fuese
mayor de dieciocho años el art. 19.2 establece que: “podrá optar por la nacionalidad española de origen en el
plazo de dos años a partir de la constitución de la adopción”.
172 Téngase en cuenta que en todo caso el art. 9.5 Cc ha sido objeto de una nueva redacción a raíz de la entrada en
vigor de la Ley 54/2007, de adopción internacional (BOE, 29-XII-2007, pp. 53676-53686). En la actualidad este
precepto dispone que: «La adopción internacional se regirá por las normas contenidas en la Ley de Adopción
Internacional. Igualmente, las adopciones constituidas por autoridades extranjeras surtirán efectos en España con
arreglo a las disposiciones de la citada Ley de Adopción Internacional” (Vid. A.L. Calvo Caravaca y J. Carrascosa
González, La Ley 54/2007 de 28 de diciembre sobre adopción internacional (Reflexiones y comentarios),
Granada, Comares, 2008).
173 Con anterioridad los apartados 1, 2, 3 y 5 del párrafo 5 del art. 9 del Cc habían sido redactados de conformidad
con las disposiciones finales primera y segunda de la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección
Jurídica del Menor (BOE, 17-I-1996). La interpretación doctrinal y jurisprudencial con relación a la redacción
anterior del art. 9.5.4 Cc ha sido bastante abundante. En todo caso, el Centro Directivo, trató de poner cierta luz
acerca del reconocimiento e inscripción en el Registro Civil español de las adopciones internacionales en la
Resolución-Circular DGRN de 15 de julio de 2006 (BOE, 30-VIII-2006, pp. 31262-31371).
174 Anexo Jurisprudencial II.14.
tado 2º del art. 14 del Cc, redactado por la Ley 11/1990, de 15 de octubre, y
cabe la adquisición ulterior de otra vecindad (art. 14.3 del Cc) (175).
1. Delimitación de supuestos
Estos casos se encuentran regulados en las letras b), c) y d) del apartado
primero del art. 17 del Cc. Cabe señalar que existen tres grupos de nacidos en
España, a los que, por este hecho, se les impone la nacionalidad española. Con-
cretamente, este precepto considera que son españoles de origen: “los nacidos
en España de padres extranjeros si, al menos uno de ellos hubiera nacido tam-
bién en España; los nacidos en España de padres extranjeros, si ambos carecie-
ren de nacionalidad o si la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una
nacionalidad; y los nacidos en España cuya filiación no resulte determinada”.
De estos tres grupos, en nuestro estudio, presentan mayor interés los dos
primeros: la segunda generación de extranjeros nacidos en España y los hijos
de apátridas o de extranjeros cuyos Ordenamientos no atribuyan la nacionali-
dad a los hijos de sus nacionales, siendo probable que existan numerosos casos
que puedan ser incluidos en estos supuestos concretos.
En todo caso, antes de pasar a su análisis, se debe tener en cuenta un dato
previo, ¿qué se entiende por territorio español? Es interesante tener en cuenta
que el nacimiento acaecido en algunas antiguas colonias españolas se ha consi-
derado como que ha tenido lugar en territorio español (176). Ciertamente, no se
ha usado para considerar el doble nacimiento sino que se ha utilizado para
reducir el plazo de residencia de diez años a uno (Sent. TS (Sala 3. Sección 6ª)
de 7 de noviembre de 1999) y también se vuelve a reiterar en la Res. DGRN 1ª
de 20 de julio de 2004 donde se afirma que una nacida en Tetuán (1927) acre-
dita que dicha ciudad en esa fecha era territorio español tanto para el art. 22.2.a)
Cc como para el art. 20.1.b) Cc (177).
178 BOE, 27-IV-2007, pp. 18508-18509. Esta decisión sigue la misma postura que la mantenida en la Res. DGRN 4ª
de 11 de noviembre de 2002 (Anexo Jurisprudencial II.5) reiterada más recientemente en la Res. DGRN 3ª de 5
de mayo de 2008 (Resoluciones de la DGRN. Registro Civil, BIMJ, mayo 2009, pp. 12-13).
179 Tema 5.II.1.
dia. Ahora bien, la norma actual, procedente de la reforma llevada a cabo por la
Ley 18/1990, recoge un supuesto similar al ya incorporado en la modificación
llevada a cabo por la Ley 51/1982, y fue aplicado muy acertadamente por el
Centro Directivo al otorgar eficacia retroactiva (184).
enjuiciados por el Centro Directivo con anterioridad a la publicación de la mencionada Instrucción, entre los que
podemos citar a los hijos de: camerunenses, chinos, egipcios, ghaneses o iraquíes. Desde luego, no se trata de
una ausencia de conocimiento de la normativa de nacionalidad de los mencionados países pues el Centro
Directivo ha conocido múltiples casos interpretando las mencionadas legislaciones (Cf. A. Álvarez Rodríguez y
Observatorio Permanente de la Inmigración, Nacionalidad de los hijos de extranjeros nacidos en España
(Regulación legal e interpretación jurisprudencial sobre un análisis de datos estadísticos de los nacidos en terri-
torio español durante el período 1996-2002), Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Observatorio
Permanente de la Inmigración, 2006, pp. 51-82).
189 Res. DGRN 6ª de 4 de octubre de 2007 (BIMJ, 2074 suplemento 1, 2008, pp. 42-43).
190 Res. DGRN 4ª de 13 de febrero de 2007 (BIMJ, núm. 2057, 2008, pp. 988-989).
191 Vid. Circular DGRN de 16 de diciembre de 2008 (Anexo Legislativo I.I.22).
192 Vid. Res. DGRN 2ª de 15 de junio de 1998 (BIMJ, núm. 1841, 1999, pp. 693-694). También es español el nacido
en España de padre nacional de Santo Tomé y progenitora de Cabo Verde como literalmente se admite en la Res.
DGRN 1ª de 4 de marzo de 2003 (BIMJ, núm. 1942, 2003, pp. 1894-1896).
193 Vid. Circular DGRN de 16 de diciembre de 2008 (Anexo Legislativo I.I.22).
194 Vid. Ress. DGRN 4ª de 17 de enero, 3ª de 26 de enero, 1ª de 13 de febrero y 5ª de 10 de diciembre de 2007.
195 Vid. Nota 79.
196 Vid. Nota 80.
197 Vid. Circular DGRN de 16 de diciembre de 2008 (Anexo Legislativo I.I.22).
198 Vid. Nota 77.
199 La Res. DGRN 4ª de 22 de mayo de 2006 mantiene la tesis de que el art. 17.1.c) Cc “no beneficia al interesado
porque, por aplicación de la ley pakistaní del padre y según resulta del conocimiento adquirido por este Centro
Directivo de esta legislación (cfr. art. 12.6 Cc), los hijos nacidos en el extranjero de un nacional paquistaní naci-
do en Pakistán tienen por nacimiento la nacionalidad paquistaní del padre, sin que en tal supuesto -con trata-
miento distinto en la legislación pakistaní al caso en que el padre o madre paquistaníes hubieren nacido fuera del
territorio de Pakistán- esté condicionada la atribución de la nacionalidad a la previa inscripción en el Registro
consular correspondiente” (BIMJ, núm. 2033, 2007, pp.1172-1174).
200 Res. DGRN 2ª de 1 de noviembre de 2003. Atribución de la nacionalidad española a un nacido en España de pro-
genitor argentino y madre paraguaya (BIMJ, núm. 1959, 2004, pp. 652-654).
201 Vid. Res. DGRN 1ª de 24 de mayo de 1994 (BIMJ, núm. 1714, 1994, pp. 4149-4152. También puede verse la Res.
DGRN 5ª de 17 de junio de 1998 (BIMJ, núm. 1842, 1999, pp. 852-854).
202 Res. DGRN 1ª de 4 de marzo de 2003 (BIMJ, núm. 1942, 2003, pp. 1894-1896).
203 Vid. Res DGRN 2ª de 4 de marzo de 2003. Propone una interpretación muy amplia del criterio del ius soli esta-
blecido en el art. 17.3 Cc, redacción dada por la Ley 51/1982 al prever su retroactividad a un nacimiento acaeci-
do en España antes de su entrada en vigor (BIMJ, núm. 1942, 2003, pp. 1896-1898).
204 Vid. Res. DGRN 4ª de 12 de septiembre de 2000 (BIMJ, núm. 1880, 2000, pp. 3747-3749).
205 Vid. Res. DGRN 1ª de 12 de marzo de 2001 (BIMJ, núm. 1893, 2001, pp. 1837-1838).
206 Vid. Res. DGRN 3ª de 10 de enero de 2005 (BIMJ, núm. 1986, 2005, pp. 1580-1581).
207 A modo de ejemplo, la nacida en España de progenitora que no tiene reconocida ninguna nacionalidad ésta ha de
ser considerada como apátrida y aquélla como española, como se puede observar en la Res. DGRN 2ª de 18 de
enero de 2003 (BIMJ, núm. 1937, 2003, pp. 1003-1004).
208 Vid. Ress. DGRN 1ª de 16 de enero, 7ª de 10 de septiembre, 8ª de 16 de septiembre y 1ª de 13 de diciembre de
2002; 4ª de 14 de junio de 2005. En todo caso, se debe tener en cuenta que el Centro Directivo ha cambiado de
criterio en la Res. DGRN 7ª de 31 de octubre de 2005.
209 Para una interpretación correcta de la legislación venezolana debemos partir de la regla general prevista en el art.
35 de la Constitución venezolana que establece: “son venezolanos los nacidos de padres venezolanos en territo-
rio extranjero”. El ius sanguinis exige que ambos progenitores sean venezolanos. Ahora bien, si solo uno de ellos
tiene esta nacionalidad, entonces el ordenamiento venezolano considera que es preciso residir en Venezuela o
declarar la voluntad de ser venezolano para adquirir la nacionalidad venezolana. Lógicamente en el supuesto de
que no se den estas circunstancias se va a considerar español al nacido de progenitor/a venezolano/a y de otro
progenitor/a perteneciente a países que tampoco atribuyan la nacionalidad como español iure soli (Ress. DGRN
de 23 de abril y 3ª 23 de diciembre de 2005).
210 Vid. Res. DGRN 10ª de 18 de septiembre de 2007.
211 Vid. Res. DGRN 2ª de 5 de mayo de 2001 (BIMJ, núm. 1897, 2001, pp. 2400-2401).
212 Consulta DGRN de 17 de septiembre de 2003 (BIMJ, suplemento al núm. 1986, 2005, pp. 1627-1628) y la
Consulta DGRN de 20 de enero de 2004 (ibíd, p. 1662).
213 Ress. DGRN 2ª de 20 de septiembre de 2006.
214 Res. DGRN 3ª y 4ª de 15 de noviembre de 2005 (BOE, 31-XII-2005, p. 43441).
215 En la Res. DGRN de 9 de febrero de 1993 se menciona que: “a pesar de la documentación aportada por los inte-
resados, hay que concluir, a la vista de la legislación china aplicable (art. 12 Cc) .....el hijo de ciudadanos chinos
nacido en el extranjero tiene iure sanguinis la nacionalidad de sus progenitores y que únicamente no se le atribu-
ye esta nacionalidad cuando en el momento del nacimiento le corresponda iure soli la nacionalidad del país
donde este hecho haya acaecido”.
216 Ress. DGRN 1ª de 18 de abril, 2ª de 5 de octubre, 1ª y 2ª de 19 de octubre, y 3ª de 8 de noviembre de 2006. Más
recientemente, la Res. DGRN 6ª de 3 de marzo de 2008.
217 Vid. Res. DGRN 2ª de 26 de mayo de 1997 (Anuario DGRN, 1997, pp. 1766-1768).
218 Vid. Res. DGRN 3ª de 28 de junio de 2005 (RAJ, 2006, núm. 7463).
219 Res. DGRN de 19 de mayo de 2003 (BIMJ, núm. 1946, 2003, pp. 2783-3785).
de ghaneses (220), guineanos –de Guinea Ecuatorial-, (221), iraquíes (222), jamai-
canos (223), jordanos (224), de nacionales de la República de Karakhstan (225),
letones (226), lituanos (227), marroquíes (228), mauritanos (229), nicaragüenses
220 Vid. Supuesto de nacido en España de padre de nacionalidad ghanesa y madre de Sierra Leona: Res. DGRN de
13 de diciembre de 1993 (BIMJ, núm. 1669, 1994, pp. 1183-1185); y supuesto de hijo de padre desconocido y
madre ghanesa: Res. DGRN 5ª de 20 de septiembre de 1994 (BIMJ, núm. 1728, 1994, pp. 6318-6319).
221 Así, en la Res. DGRN 1ª de 5 de marzo de 2007 podemos leer literalmente: “según resulta del conocimiento
adquirido de la legislación guineana por este Centro Directivo (cfr. art. 12.6 C.c.), los hijos de una nacional ecua-
toguineana y de padre desconocido tienen por nacimiento la nacionalidad de la madre (cfr. art. 2 c) de la Ley
núm 8/1990, de fecha 24 de octubre, Reguladora de la Nacionalidad Ecuatoguineana” (BOE, 4-V-2007, pp.
19182-19183).
222 La Res. DGRN 1ª de 24 de septiembre de 2001 ha acreditado que Túnez otorga la nacionalidad a los hijos de
madre tunecina aunque nazcan en el extranjero (BIMJ, núm. 1905, 2001, pp. 3769-3770).
223 Según la Res. DGRN 4ª de 6 de junio de 2006 son jamaicanos desde la fecha de su nacimiento, los nacidos en el
extranjero cuando a tal fecha uno de los padres es jamaicano por nacimiento, descendencia o adquisición de la
nacionalidad por matrimonio con un ciudadano de Jamaica (BOE, 23-VIII-2006, p. 30968).
224 Vid. Res. DGRN 2ª de 22 de marzo de 2004. Se declara española a la nacida en España (2002), hija matrimonial
de progenitor palestino apátrida y madre jordana (BIMJ, núm. 1966, 2004, pp. 2195-2197).
225 Res. DGRN 1ª de 22 de abril de 2005 (BOE, 14-VI-2005, pp. 20374-20375).
226 En concreto, la Res. DGRN 1ª de 14 de octubre de 2005 confirma que la legislación de nacionalidad de Letonia
establece que son letones los nacidos en el extranjero cuando uno de los padres es letón en caso de que el otro
progenitor determinado sea apátrida o no pueda determinarse su nacionalidad, y ello con independencia del lugar
de nacimiento del hijo, esto es, aún cuando dicho nacimiento haya ocurrido fuera de Letonia (Ley de Ciudadanía
de Letonia de 22 de julio de 1994) (BIMJ, núm. 2012, 2006, pp. 1841-1842).
227 En el caso conocido en la Res. DGRN 3ª de 21 de noviembre de 2005 se pone de manifiesto que: “no hay duda
de que la nacionalidad lituana del padre y de la madre es adquirida automáticamente por la hija nacida fuera de
L. Así resulta de la legislación de dicho país, según el conocimiento adquirido por este Centro Directivo. Con
arreglo a la norma lituana, (Ley de 5 de diciembre de 1991), que regula la nacionalidad son lituanos (cfr. art 8.º)
los niños cuyos padres, en el momento del nacimiento de aquellos, fuesen ciudadanos de la República de
Lituania con independencia del lugar de nacimiento. Consiguientemente siendo los hijos de la promotora litua-
nos iure sanguinis no se da la situación de apatridia originaria que justifica la atribución iure soli de la nacionali-
dad española en el Código civil” (BIMJ, núm. 2015, 2006, pp. 2616-2618).
228 Como posible resumen de la doctrina mantenida por el Centro Directivo, es sumamente ilustrativa la Res. DGRN
7ª de 31 de octubre de 2005 (BOE, 31-XII-2005, pp. 43437-43440; Cf. J.A. García García, “La doctrina de la
DGRN sobre la aplicabilidad del artículo 17.1.c) del Código civil a los hijos de padre marroquí nacidos en
España: un viaje de ida y vuelta”, Revista de derecho migratorio y extranjería, núm. 15, 2007, pp. 209-218). El
ordenamiento marroquí extiende el ius sanguinis incluso si los progenitores son solteros. Así pues, en definitiva,
son españoles los nacidos de padre y madre marroquíes, hijo no matrimonial, si existe reconocimiento paterno o
se acredita la cohabitación durante el período probable de la concepción tal como se afirma en la Res. DGRN 3ª
de 10 de febrero de 2006 al examinar el caso de nacido en España (2003) hijo no matrimonial de progenitores
marroquíes apuntando que: “El actual Derecho de familia marroquí asume el criterio de la transmisión de la
nacionalidad iure sanguinis como regla preferente partiendo del principio de que el parentesco se transmite por
línea masculina, y presume iuris tantum la filiación paterna no sólo cuando el hijo nace dentro del matrimonio o
en un determinado período de tiempo posterior a su disolución, sino también en caso de reconocimiento y coha-
bitación” (Anexo Jurisprudencial II.6).
229 Vid. Ress. DGRN 1ª y 2ª de 5 de julio, 4ª de 6 de julio de 2006. En el Considerando núm. III de las cuatro deci-
siones se afirma literalmente: “En este caso, la nacionalidad mauritana del padre es adquirida automáticamente
por el hijo. Así resulta de la legislación de dicho país, según el conocimiento adquirido por este Centro Directivo,
que dispone que es mauritano «el hijo nacido de un padre mauritano» (cfr. art. 8 del Código de la Nacionalidad
(230), nigerianos (231), polacos (232), rumanos (233), rusos (234), senegaleses (235),
serbios-montenegrinos (236), sirios (237), suizos (238), tanzanos (239), uzbekos
(240) y zaireños (241).
Mauritana, Ley, núm. 61.112, de 12 de junio de 1961 y modificaciones posteriores). Consiguientemente siendo
el hijo de los promotores mauritano iure sanguinis, no se da la situación de apatridia originaria que justifica la
atribución iure soli de la nacionalidad española en el Código civil”.
230 Vid. Ress. DGRN 5ª de 5 de noviembre de 2004 y 3ª de 17 de enero de 2006.
231 Res. DGRN 4ª de 20 de octubre de 2006.
232 Vid. Res. DGRN de 7 de agosto de 1980 (Anuario DGRN, 1980, pp. 671-672) y Res. DGRN 1ª de 29 de noviem-
bre de 2002 (BIMJ, núm. 1934, 2003, pp. 425-426; RAJ, 2003, núm. 1108).
233 Vid. Res. DGRN de 7 de octubre de 2000 (BIMJ, núms. 1884-1885, 2001, pp. 201-202); Ress. DGRN 3ª de 23 de
junio de 2003, 4ª de 16 de febrero y 2ª de 14 de septiembre de 2005, 3ª de 22 de febrero de 2006.
234 Ress. DGRN 4ª de 21 de octubre y 4ª de 22 de noviembre de 2005.
235 Res. DGRN 3ª de 21 de septiembre de 2005 (BOE, 24-X-2005, pp. 34764-34765). En el fundamento III se dispo-
ne que: “Según el conocimiento adquirido de la legislación senegalesa, tienen dicha nacionalidad los hijos legíti-
mos nacidos de un padre senegalés (Ley 61-10 de 7 de marzo de 1961, art. 5, en su redacción actual), por lo que
cabe deducir que el nacido tiene atribuida ex lege, iure sanguinis dicha nacionalidad, razón por la cual ha sido
denegada la solicitud, según consta en el auto apelado, puesto que no se da la situación de apatridia originaria que
justifica la atribución iure soli de la nacionalidad española en el Código civil. Se alega en el recurso que a un her-
mano en el que concurrían idénticas circunstancias se le declaró la nacionalidad española por apatridia, pero en
ningún caso esa declaración, si se hizo indebidamente, puede beneficiar a un hermano posterior, sino que podría
perjudicar al que ostenta por error la nacionalidad española” (ibíd, p. 34765). Dicha postura ha sido reiterada en
la Res. DGRN 7ª de 8 de mayo de 2008 (Resoluciones de la DGRN. Registro Civil, BIMJ, mayo 2009, pp. 64-66).
236 Res. DGRN 4ª de 21 de enero de 2008 (Vid. Nota 82).
237 Son sirios los hijos de padre sirio como se pone de manifiesto en la Res. DGRN 4ª de 7 de abril de 2008
(Resoluciones de la DGRN. Registro Civil, BIMJ, abril 2009, pp. 157-159). Vid. Res. DGRN 2ª de 23 de septiem-
bre de 1997. El nacido en territorio español (1994) de progenitor sirio y madre argelina nacidos fuera de España
no es español. No importa las dificultades burocráticas para ser documentado como ciudadano sirio (Anuario
DGRN, 1997, pp. 2110-2112). Y, también Res. DGRN 5ª de 24 de noviembre de 2005.
238 Res. DGRN 1ª de 1 de septiembre de 1998. De todas formas esta decisión se inclina por la atribución de la nacio-
nalidad por haber nacido en España tanto del hijo como los progenitores. Luego, no se trata de un supuesto de
interpretación del Derecho suizo (BIMJ, núm. 1845, 1999, pp. 1428-1429). Vid. también la Res. DGRN 1ª de 15
de septiembre de 2005. Ahora bien, debemos tener muy claro que en la Res. DGRN 4ª de 6 de junio de 2006 se
afirma que: «Los hijos de padre suizo no casado con la madre, nacidos en el extranjero, no adquieren automáti-
camente la nacionalidad de su padre, sino que para ello es preciso un acto posterior» (BOE, 23-VIII-2006, p.
30968).
239 Res. DGRN 5ª de 23 de septiembre de 2005. Declaración con valor de simple presunción. Recurso contra el auto
dictado por el Encargado del Registro Civil de Alcorcón (Madrid). Nacida en Alcorcón (2004) hija de progenitor
de nacionalidad tanzana en paradero desconocido y de madre ecuatoguineana. La legislación de nacionalidad de
Tanzania considera que tienen la nacionalidad de dicho país los nacidos de padre tanzano. La legislación de
Guinea Ecuatorial considera ecuatoguineanos de nacimiento a los hijos nacidos de padre o madre ecuatoguinea-
no nacidos en el extranjero. Ausencia de atribución iure soli de la nacionalidad española por atribución de la
nacionalidad tanto por filiación paterna como materna (BIMJ, núm. 2009, 2006, pp. 1325-1327).
240 La legislación de Uzbekistán, como ha señalado la Res. DGRN 2ª de 17 de abril de 2002, atribuye la nacionali-
dad iure sanguinis el hijo de madre soltera uzbeka, por tanto el nacido en España no es español (BIMJ, núm.
1919, 2002, pp. 2138-2139).
241 Con relación a los hijos de zaireños nacidos en España, el Centro Directivo ya se ha pronunciado en varias oca-
siones entre las que cabe mencionar (Ress. DGRN de 6 de septiembre de 1995; de 15 de marzo de 1996; 3ª de 5
Son varias las decisiones en las que ha sido utilizado e interpretado este pre-
cepto. En concreto, podemos reseñar las siguientes decisiones: Ress. DGRN de
9 de agosto de 1993 (245), 2ª de 21 de septiembre de 1994 (246), de 10 de enero
de 1995, 3ª de 9 de octubre de 1996 (247), de 10 de junio de 2005 (248) y 2ª de 3
de julio de 2006. En concreto, la Res. DGRN de 10 de enero de 1995 afirma
que:
“No puede dudarse de que el nacimiento haya acaecido en esta ciudad a la vista de la
información facilitada por el Presidente de la Junta que se ha hecho cargo del nacido
y cuyo valor probatorio lo reconoce el art. 169 del RRC. La declaración ante ese orga-
nismo de la mujer que atendió al parto no ofrece dudas en cuanto al lugar de éste y no
está suficientemente contradicha por el informe posterior, no lo bastante explícito, de la
Comisaría de Policía. En todo caso hay que tener presente que son españoles de origen
los nacidos en España cuya filiación no resulte determinada y que a estos efectos se
presumen nacidos en territorio español los menores de edad cuyo primer lugar conocido
de estancia sea territorio español (art. 17.1 Cc). Esta presunción legal no ha quedado
243 Sobre la interpretación de este precepto: Vid. N. Díaz García, La reforma de la nacionalidad. Comentario a la
Ley 18/1990, de 17 diciembre, Madrid, Cívitas, 1991, pp. 32-38.
244 El mismo criterio de la utilización de hecho ha de seguirse en cuanto a la consignación de los nombres propios
de padre y de madre a los solos efectos de identificar a la persona (arts. 191 y 213 RRC) (BIMJ, núm. 1794,
1997, pp. 905-908).
245 RAJ, 1993, núm. 6899.
246 RAJ, 1994, núm. 10181.
247 RAJ, 1997, núm. 2550.
248 BOE, 1-VIII-2005, pp. 27158-27159.
Ahora bien, si los hijos de los extranjeros nacidos en nuestro país no logran
la nacionalidad española por este hecho deberán utilizar otras vías de acceso a
la misma. Dependiendo de la eventual adquisición de la nacionalidad española
de uno de sus progenitores, así como de la edad de dichos hijos, éstos podrán
obtener la nacionalidad española mediante una declaración de opción o por las
mismas vías que pueden utilizar sus padres, es decir, la carta de naturaleza o la
naturalización por residencia (253).
1. Generalidades
El derecho de opción se encuentra regulado en los arts. 17.2, 19.2 y 20 del
Cc (254), y durante dos años –desde el 27 de diciembre de 2008 hasta el 27 de
diciembre de 2010- en la Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007, que por
su importancia será examinada en un tema separado, en el tema 9.
254 De forma temporal estuvo recogida también en la Disposición Transitoria primera de la Ley 29/1995, de 2 de
noviembre (BOE, 4-XI-1995). Y, previamente, en las Disposiciones Transitorias 2ª y 3ª de Ley 18/1990.
255 Por tanto, la declaración de opción no exige que el solicitante se encuentre residiendo en España. Como hemos
dicho se puede realizar ante el Encargado del Registro Civil del domicilio (Vid. Ress. DGRN de 15 de marzo, de
gado del Registro Civil del domicilio del declarante, en el expediente previo al
ejercicio de la opción.
260 La emancipación se rige por la ley personal que viene determinada en nuestro Ordenamiento por la ley nacional
(art. 9.1 del Cc: Vid. Res. DGRN de 8 de enero de 1991) salvo en caso de emancipación por vida independiente
del mayor de dieciséis años, por la aplicación imperativa del art. 319 Cc.
261 La declaración es personalísima, por lo que se deniega la petición por ausencia de comparecencia del interesado
en la Res. DGRN de 23 de marzo de 1991 (BIMJ, núm. 1601, 1991, pp. 2763-2765).
262 La opción caducará a los veinte años de edad. El incumplimiento de este requisito ha permitido denegar la
opción en múltiples supuestos (Vid. Ress. DGRN 4ª y 6ª de 6 de junio, 8ª de 10 de septiembre, de 28 de septiem-
bre, 1ª de 16 de octubre, 2ª de 24 de octubre, 2ª de 29 de noviembre de 2002 y de 10 de enero de 2003).
263 Sin embargo, si el optante no estuviera emancipado según su ley personal al llegar a los dieciocho años, el plazo
para optar se prolongará hasta que transcurran dos años desde la emancipación o cumplimiento de la mayoría de
edad (Vid. Res. DGRN de 3 de enero y 2ª de 20 de mayo de 1997). En este sentido, en la Ress. DGRN de 8 de
enero de 1991, al examinar la opción realizada por un marroquí que había superado los veinte años se admite la
declaración en virtud de que no habían transcurrido los dos años desde el momento del cumplimiento de la
mayoría de edad según la legislación marroquí (BIMJ, núm. 1594, 1991, pp. 1902-1904; Vid. Ress. DGRN de 24
de mayo, 1ª de 27 de noviembre de 1993, de 10 de junio, de 21 de octubre y 4ª de 3 de noviembre de 1997, 2ª de
1 de abril de 1998 y 2ª de 3 de julio de 2002). En cambio, no se admite la opción por haber realizado dicha
declaración ya superados los dos años también con respecto a un marroquí en la Res. DGRN 3ª de 4 de marzo de
2003 (BIMJ, núm. 1942, 2003, pp. 1898-1899). El mismo fallo se puede observar en la Res. DGRN 6ª de 18 de
mayo de 2002, al resolver un expediente en el que se afirma que la mayoría de edad en la República Argentina se
alcanza a los veintiún años, pero en todo caso el interesado realizó su petición una vez caducado su derecho
(BIMJ, núm. 1921, 2002, pp. 2482-2483) por lo que se reitera la postura de las Ress. DGRN de 7 de mayo de
1993 y 1ª de 25 de septiembre de 1996).
264 Vid. Ress. DGRN de 6 de octubre de 1993; 2ª y 3ª de 27 de octubre de 1995; 1ª y 2ª de 2 de noviembre y de 23 de
diciembre de 1996; de 31 de marzo, y 1ª de 28 de junio de 1997; 1ª de 11 de diciembre de 1999; 1ª de 11 de
febrero, 1ª de 14 de octubre de 2000; 4ª de 13 de septiembre y 4ª de 2 de diciembre de 2002. En esta última deci-
sión se analiza la solicitud hecha por la recurrente asistida de su representante legal y el Centro Directivo señala
que la menor de catorce se encuentra asistida por su madre y única representante legal de la menor (BIMJ, 1935,
2003, pp. 552-554). Con anterioridad, el Centro Directivo apuntó que era válida la declaración del progenitor sin
la comparencia de la madre de la interesada porque se había acreditado que en el Derecho venezolano la repre-
sentación de los hijos le corresponde únicamente al padre (Vid. Res. DGRN 3ª de 18 de marzo de 1994). En cam-
bio, en la Res. DGRN de 16 de abril de 1993, por la contradicción existente en la documentación presentada, se
exigió acreditar que el padre no era cotitular de la patria potestad según la ley extranjera (BIMJ, núm. 1674,
1993, pp. 2787-2789).
“La interpretación del art. 20 Cc, aunque emplee en singular la expresión “represen-
tante legal”, no ofrece dudas de que cuando un menor de catorce años intenta adquirir
la nacionalidad española por opción por razón de patria potestad, la pertinente autori-
zación del Encargado del Registro Civil del domicilio ha de ser solicitada por ambos
progenitores, titulares de la patria potestad, pues ambos son representantes legales del
menor de catorce años. Como en el caso presente la madre, por las razones que sean,
no ha solicitado la autorización para optar, es evidente que la autorización no puede
concederse” (273).
273 BIMJ, núm. 1943, 2003, pp. 2087-2089. En la Res. DGRN 1ª de 27 de enero de 2003 se afirma que carece de efi-
cacia la opción formulada por la madre mientras no se acredite la misma por el padre de la menor (JUR,
2003\96192). Y, por supuesto, tampoco ha sido admitida la petición de opción ante la oposición expresa del pro-
genitor como se mantiene en la Res. DGRN 1ª de 19 de abril de 2003 (BIMJ, núm. 1945, 2003, pp. 2524-2525).
274 Res. DGRN 3ª de 3 de noviembre de 1998 (BIMJ, núm. 1850, 1999, pp. 2414-2416).
275 Anexo Jurisprudencial II.10.
que el interesado cumplió los dieciocho años, edad en la que ha quedado fijada la ma-
yoría de edad por la legislación marroquí en virtud de la reforma introducida por la Ley
63.02 de 24 de marzo de 2003. Lo importante y a destacar de esta decisión es que: “El
hecho de que con posterioridad a la fecha de la emancipación del interesado -o antes
pero después de cumplir los dieciocho años- se haya modificado la mayoría de edad en
el Derecho marroquí, reduciéndola a los dieciocho años, obviamente en nada altera la
situación personal anterior de quien con anterioridad a la entrada en vigor de la reforma
había alcanzado su emancipación al cumplir los veinte años, pues, como ha declarado
en otras ocasiones este Centro Directivo, una recta interpretación de la norma citada de
nuestro Código civil lleva a la clara conclusión de que lo que la misma concede es un
plazo de dos años desde que el interesado esté emancipado según su ley personal (276).
Ahora bien, según el art. 20.3 Cc los requisitos temporales no son de aplica-
ción para el supuesto de los hijos de progenitores originariamente españoles y
nacidos en España (art. 20.1.b) Cc). Pues dicho precepto establece que: “No
obstante lo dispuesto en el apartado anterior, el ejercicio del derecho de opción
previsto en el apartado 1.b) de este artículo no estará sujeto a límite alguno de
edad”. En este último supuesto, como tendremos oportunidad de apuntar en
varias ocasiones, sus destinatarios deberían utilizar el procedimiento previsto
en el apartado 1º de la Disposición Adicional Séptima de la Ley 52/2007. La
opción que se prevé en este último caso si está sometida a un plazo de caduci-
dad, ya que la declaración solo podrá ser realizada entre el 27 de diciembre de
2008 y el 27 de diciembre de 2010.
4. Otros requisitos
Por otro lado, el solicitante tiene que cumplimentar los requisitos previstos
en el art. 23 Cc, que pasamos a examinar a continuación.
jurado o prometido fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes, ni declarado su renuncia a su
anterior nacionalidad (cfr. art. 23, letras a) y b) del Código civil), pues, conforme a la letra de la norma, estos
requisitos de juramento o promesa y de renuncia a la nacionalidad anterior sólo se exigen al «mayor de catorce
años y capaz para prestar una declaración por sí». Para los menores de esa edad no es exigida, como consecuen-
cia natural de tratarse de declaraciones personalísimas que por falta de capacidad no pueden formular y que, por
su misma naturaleza, no pueden ser sustituidas por las manifestaciones de sus representantes legales” (BIMJ,
núm. 2078, 2009, pp. 382-384).
278 Como es sabido, la regla general es que para adquirir la nacionalidad española es necesario que el solicitante
renuncie a su anterior nacionalidad (art. 23.b) Cc). Pero de esta regla se exceptúan los naturales de los países
mencionados en el artículo 24.2 Cc, supuesto en el que estaría incluida la solicitante. Y por eso la Res. DGRN de
29 de junio de 1993 afirma que: “El legislador español, partiendo del principio constitucional de compatibilidad
entre la ciudadanía española de origen y la de ciertos países particularmente vinculados con España, ha querido
facilitar la adquisición de las respectivas nacionalidades con exención del requisito de la renuncia a la nacionali-
dad anterior de origen, si se trata de la de alguno de ese grupo de países, es decir países iberoamericanos,
Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal” (RJ 1993, 6050); Vid. Res. DGRN 4ª de 31 de mayo de 1993
(Actualidad Civil (Registros), 1994-1, núm. 44, p. 60) o más la Res. DGRN 8ª de 25 de junio de 2007 estima que
no es necesaria la renuncia en un caso de opción de un costarricense, pues Puerto Rico es inequívocamente ibe-
roamericano (Anexo Jurisprudencial II.17).
279 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “La doble nacionalidad convencional: una institución en crisis”, Carta de España.
Revista de Emigración e Inmigración, núm. 504, abril 1996, p. 27.
280 El hecho de que no se pueda eludir el cumplimiento de este requisito se ha puesto expresamente de manifiesto en
la Res. DGRN de 23 de junio de 1993 al afirmar que: “Una irlandesa mayor de catorce años que, asistida por sus
representantes legales, opta a la nacionalidad española por razón de patria potestad (Cf. art. 20.2.b del Cc), ha de
declarar necesariamente que renuncia a su nacionalidad anterior, conforme a lo exigido por el art. 23.b) del Cc.
Este requisito tiene indudablemente valor constitutivo para que se produzca el efecto pretendido de adquisición
de la nacionalidad española, de modo que, faltando aquél, no debía haberse practicado la inscripción marginal
extendida” (RAJ, 1993, núm. 5329).
sólo se exige que la persona “declare” que renuncia a su anterior nacionalidad (art. 23
Cc.)” (281).
A) Finalidad
Este supuesto de opción tiene como finalidad eliminar las eventuales situa-
ciones discriminatorias que se han generado por las últimas reformas del Dere-
cho español de la nacionalidad. Por ello, presenta las siguientes características:
288 Vid. Ress. DGRN 1ª y 3ª de 26 de junio de 2006.
289 Vid. Res. DGRN 1ª de 26 de junio de 2006. También con respecto a progenitores filipinos (Res. DGRN 1ª de 18
de marzo de 2003), nigerianos (Vid. Res. DGRN 1ª de 27 de noviembre de 2002) o pakistaníes (Res. DGRN 4ª de
9 de diciembre de 2002).
290 En este sentido, se ha manifestado la Res. DGRN 5ª de 2 febrero de 2002 (BIMJ, núm. 1914, 2002, pp. 1337-
1339) así como la respuesta dada a una de las recurrentes en la Res. DGRN 2ª de 16 de enero de 2002 (BIMJ,
núm. 1912, 2002, pp. 876-878).
291 En este sentido, la Res. DGRN de 26 de junio de 1995 afirma que: “...esta pérdida alcanzó entonces en la misma
fecha al hijo sujeto a la patria potestad del padre.... Por lo demás, cuando el padre recupera la nacionalidad espa-
ñola.. el hijo era menor de edad según la ley argentina...la recuperación de la nacionalidad española por parte del
hijo .... podrá hacerse efectiva a través del mecanismo de la opción por razón de patria potestad, admitida por los
artículos 20 y 23 del Código. Por lo demás, la declaración de voluntad del optante, que ha estado sujeto en dos
períodos de su vida a la patria potestad de un español, se ha formulado una vez cumplidos los dieciocho años de
edad y antes de transcurridos dos años desde que, según ley personal, llegó a la emancipación” (BIMJ, núm.
1755, 1995, pp. 4887-4889; Vid. Ress. DGRN de 7 de mayo de 1993, y 1ª de 25 de septiembre de 1996).
hay que tener presente que partimos de la base de que quien desea utilizar este
mecanismo nunca ha sido español, luego, en ningún momento pudo haber
gozado de la nacionalidad española (292). Los que hayan poseído la nacionali-
dad española y la hayan perdido deberán utilizar la vía de la recuperación de la
nacionalidad (293). En segundo lugar, los eventuales beneficiarios no están obli-
gados a justificar que son emigrantes o hijos de emigrantes ni que tengan la
intención de retornar a España. Tampoco se les exigirá residir legalmente en
España, por lo que podrán hacer la declaración en el país en el que viven, aun-
que también pueden solicitarla desde el territorio español (294). En este caso no
será necesario proveerse de ningún permiso de residencia. También debe resal-
tarse que la opción prevista en la disposición examinada no está sujeta al plazo
de la opción general, que impide la declaración una vez superados los dos años
a contar desde el momento del cumplimiento de la mayoría de edad del solici-
tante. Se admite la opción de personas mayores de veinte años, pues la declara-
ción de opción en este caso no está sometida a plazo alguno (295).
B) Destinatarios
292 Por utilización del criterio mantenido con respecto a las Disposiciones transitorias 2ª y 3ª de la Ley 18/90, de 17
de diciembre. En este sentido, se manifiesta la Declaración Undécima de la Instrucción de 20 de marzo de 1991
al afirmar que “las disposiciones segunda y tercera de la Ley únicamente benefician a quienes no sean y nunca
hayan sido españoles” (Anexo Legislativo I.I.5).
293 Vid. Tema 7.
294 Anexo Formularios III.14.
295 La ausencia de límites temporales supone un gran avance con respecto a la legislación anterior, pues la
Disposición Transitoria 1ª de la Ley 29/1995 preveía un plazo limitado para la aplicación de la misma.
Ciertamente, ese derecho de opción sólo pudo ser ejercitado por sus beneficiarios durante un período bastante
reducido de tiempo, pues debía formalizarse desde el 4 de enero de 1996 hasta el 7 de enero de 1997.
296 Vid. II.3 de este Tema 4.
297 Se puede tomar en consideración la interpretación realizada en torno a la disposición transitoria 3ª de la Ley
18/1990. Con respecto a dicha norma la Instrucción de la DGRN de 20 de marzo de 1991 afirma que: “Esta dis-
posición tercera beneficia, en efecto, a personas que han nacido después del momento en que su progenitor
hubiera perdido la nacionalidad española. Entonces, si el padre o la madre originariamente español hubiere naci-
do en España, pueden optar por la nacionalidad española, ya no de origen, en el plazo y condiciones que señala
dicha disposición transitoria tercera” (BOE, 26-III-1991, p. 9422). En todo caso, el Centro Directivo ya ha
resuelto muchos supuestos en aplicación del art. 20.1.b) Cc y desde luego, no se admite la opción si no se logra
acreditar que al menos uno de los progenitores fue originariamente español: Vid. Ress. DGRN de 1ª de 2 de
enero, 4ª de 22 de enero, 2ª, 3ª y 4ª de 10 de febrero, 2ª de 29 de junio, 2ª de 30 de junio, 1ª y 2ª de 1 de julio, 2ª
de 6 de julio, 1ª y 2ª de 7 de julio, 1ª de 8 de julio, de 10 de julio, 1ª de 15 de julio, 1ª de 16 de julio, 2ª de 19 de
julio de 2004; 2ª de 8 de septiembre de 2005 y 1ª de 1 de febrero de 2006. Para el texto completo la Res. DGRN
3ª de 8 de septiembre de 2005 (Anexo Jurisprudencial II.13).
298 Se ha denegado la opción por no concurrir el requisito de nacimiento del progenitor/a en España en las Ress.
DGRN 5ª de 21 de enero, 3ª de 13 de febrero y de 5 de mayo de 2003, 1ª de 7 de julio, y 2ª de 19 de julio de
2004. Téngase en cuenta que, durante la reforma llevada a cabo por la Ley 18/1990, intentaba otorgar el mismo
trato a todos los hijos de los emigrantes, en concreto en el Preámbulo de la Ley 18/1990 se afirma que la modifi-
cación pretendía la eliminación de discriminaciones entre los hijos de los emigrantes (BOE, 18-XII-1990, p.
37587). Los casos objeto de recurso, por ello conocidos por el Centro Directivo, ponen de manifiesto que no
pudieron beneficiarse de esta disposición transitoria 3ª: los que fueron españoles (Ress. DGRN de 7 de diciembre
de 1991 y de 5 de septiembre de 1992, de 18 de marzo, de 12 de julio, de 17 y 1ª de 18 de septiembre de 1993),
aquellos cuyo progenitor de origen español no había gozado de la nacionalidad española con anterioridad al naci-
miento del hijo (Ress. DGRN de 21 de septiembre de 1992, de 30 de abril de 9 de noviembre de 1993) y aquellos
cuyo progenitor originariamente español no había nacido en España (Ress. DGRN de 22 de septiembre, de 23 de
noviembre de 1992, de 14 y de 30 de abril de 1993 y de 3 de enero de 1996).
299 En la actualidad todos ellos podrán utilizar la Disposición Adicional 7ª de la Ley 52/2007 (Tema 9).
ñola (300). También, por supuesto, para los hijos de progenitora española que
perdió su nacionalidad originaria por matrimonio, como se pone de manifiesto
en la Res. DGRN 1ª de 21 de febrero de 2003, al afirmar que:
“Tercero: Es cierto, como indica el acuerdo recurrido, que la madre de la interesada ya
no era española cuando ésta nació porque perdió esta nacionalidad por su matrimonio
en 1962 con ciudadano italiano (Cf. art. 23 Cc, redacción de 1954). Aunque las normas
sobre pérdida y atribución de la nacionalidad española hayan cambiado, las nuevas
normas no están dotadas de la eficacia retroactiva máxima consistente en no dar por
producidos efectos ya agotados de una relación anterior.
Quinto: Ahora bien, no cabe desconocer en este momento la reciente reforma operada
en el Cc en esta materia a virtud de la Ley 36/2002, de 8 octubre, que ha dado nueva
redacción al art. 20 del citado cuerpo legal, reconociendo en su apartado 1º el derecho
de optar por la nacionalidad española a “b) Aquellos cuyo padre o madre hubiera sido
originariamente español y nacido en España”. El supuesto de hecho objeto del presente
expediente resulta plenamente subsumible en la citada norma, toda vez que concurre en
la interesada el doble requisito de ser hija de madre originariamente española y nacida
en España, según se ha acreditado mediante la certificación de nacimiento de la madre
aportada al expediente” (301).
300 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Nota sobre la aplicación de la Disposición transitoria 2ª de la Ley 18/1990”, Revista
Española de Derecho Internacional, vol. XLIV, 1992-2, pp. 610-613. Con relación a la actual regulación: Vid. Ress.
DGRN 1ª de 24 de octubre, 5ª de 11 de noviembre, 3ª de 9 de diciembre de 2002, 2ª de 4 de enero, 2ª de 21 de
enero, de 21 de febrero de 2003; 1ª de 2 de enero, 4ª de 22 de enero, 2ª, 3ª y 4ª de 10 de febrero, 2ª de 29 de junio,
2ª de 30 de junio, 1ª y 2ª de 1 de julio, 2ª de 6 de julio, 1ª y 2ª de 7 de julio, 1ª de 8 de julio, de 10 de julio, 1ª de 15
de julio, 1ª de 16 de julio, 2ª de 19 de julio de 2004; 2ª de 8 de septiembre de 2005 y 1ª de 1 de febrero de 2006.
301 BIMJ, núm. 1941, 2003, pp. 1752-1754. En todo caso, la postura favorable a la aplicación con carácter retroacti-
vo del art. 20.1. b) Cc vigente se refleja con toda claridad en el punto sexto de la Resolución mencionada al
señalar que: “Queda tan sólo despejar las posibles dudas sobre la aplicabilidad temporal de la nueva norma al
presente caso. La reforma citada del Cc entró en vigor el 9 de enero pasado, de acuerdo con la disposición final
única de la Ley 36/2002, siendo así que el derecho de opción que incorpora en su art. 20.1.b) se introduce ex
novo, por referencia a la situación legislativa inmediatamente anterior, lo que supone que, aplicando analógica-
mente la disposición transitoria 1.ª del Cc en su redacción originaria, tal derecho “tendrá efecto desde luego”,
aunque el hecho que lo origine se verificará bajo la legislación anterior. Esta conclusión ha de mantenerse en el
presente caso por mucho que la solicitud inicial y el auto denegatorio sean anteriores a la mencionada fecha de
entrada en vigor de la reforma, ya que la falta de desistimiento del recurso pone de manifiesto implícitamente la
voluntad de mantener la solicitud inicial en fecha ya posterior a la entrada en vigor de la reforma, siendo contra-
rio al principio de economía procesal que rige en sede de expediente registral entender necesario reproducir nue-
vamente la referida solicitud inicial. Ahora bien, la eficacia de tal adquisición de la nacionalidad española debe
entenderse supeditada al cumplimiento del requisito de que se formalice el juramento o la promesa de fidelidad
En todo caso, los beneficiarios del actual y vigente art. 20.1.b) Cc para
poder acceder a la nacionalidad española deben acudir ante el Juez o Cónsul
Encargado del Registro Civil de su domicilio y declarar en favor de la naciona-
lidad española. En caso de que no exista Agente Diplomático o Consular espa-
ñol, la declaración de opción podrá formularse en documento debidamente
autenticado, dirigido al Ministerio español de Asuntos Exteriores. Para que
esta declaración surta los efectos deseados (convertirse en españoles) se deben
cumplimentar una serie de requisitos, los cuales pasamos a examinar con cierto
detenimiento.
al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes que prescribe el vigente art. 23 del Cc” (ibíd).
302 BOE, 7-VIII-2007, pp. 33954-33955.
Por otra parte, aunque ya han sido tratados al abordar la delimitación de los
destinatarios, a modo de síntesis, éstos van a tener que avalar documentalmente
lo siguiente. En primer término, con relación a los progenitores, se deben acre-
ditar dos requisitos: el haber ostentado la nacionalidad española originaria-
mente y el nacimiento en España de uno de los progenitores. Es preciso que
uno de los progenitores haya sido considerado español de origen en algún
momento de su vida (304); y en segundo lugar, que dicho progenitor haya nacido
en territorio español (305). La acreditación de este requisito puede hacerse
mediante la aportación de una certificación literal del nacimiento del padre o
de la madre.
Entre las novedades que contiene en este punto el actual art. 17 del Cc
merece destacarse el apartado 2º en el que, sin perjuicio de la opción en él pre-
vista, se establece que “la filiación o el nacimiento en España, cuya determina-
ción se produzca después de los dieciocho años de edad, no son por sí solos
causa de adquisición de la nacionalidad española”.
Este precepto debe ser interpretado, a la vista del propósito del legislador
expuesto en el Preámbulo de la Ley 18/1990, en el sentido de que la hipótesis
que se regula tiene lugar cuando una persona figura como hijo de extranjeros o
como nacido en el extranjero y se descubre, después de los dieciocho años de
edad, que en realidad es hijo de un progenitor español o que ha nacido en
España en condiciones bastantes para ser español conforme al art. 17.1 del Cc
(311). Por tanto, para que entre en juego la opción es imprescindible que esa
filiación respecto de un español o ese nacimiento en España queden fijados
como hechos nuevos descubiertos precisamente después de los dieciocho años
de edad del interesado.
311 Téngase en cuenta que si no concurren el resto de los requisitos, junto con el hecho de haber nacido en España,
no podrán beneficiarse del derecho de opción, pues, tampoco se les podría haber considerado como españoles.
Ahora, éstos, por haber nacido en España, podrán adquirir la nacionalidad española en cualquier momento acre-
ditando un año de residencia legal en territorio español. La reducción del plazo de residencia fue el motivo por el
cual muchos extranjeros nacidos en territorio español solicitaron la inscripción de nacimiento fuera de plazo. Si
bien es cierto que en la mayoría de los supuestos es verdaderamente fácil acreditar que el alumbramiento ha
acaecido en nuestro país, ya que es suficiente con la prueba testifical, aunque el Encargado del Registro puede
verificarlo de oficio. Este procedimiento va a dar lugar a una avalancha de solicitudes, pues, durante la vigencia
de la Ley 51/1982, han llegado al Centro Directivo numerosos recursos de inscripción de nacimiento fuera de
plazo solicitadas por marroquíes presuntamente nacidos en Ceuta o en Melilla. En el momento en que se accedió
a esa solicitud los interesados no podían pedir la nacionalidad española hasta el cumplimiento de los 18 años; sin
embargo, la entrada en vigor de la Ley 18/1990 permite que los progenitores soliciten la nacionalidad española
para sus hijos menores nacidos en España. Por esta razón es probable que una gran mayoría de los nacidos en
España soliciten inmediatamente la nacionalidad española.
De todas formas, es necesario señalar que el art. 17.2 Cc parece que sólo se
aplica cuando la determinación tardía de la filiación se produce respecto de un
español de origen (315). Puede, pues, ocurrir que, no obstante producirse la ins-
cripción de nacimiento y filiación después de los dieciocho años, el inscrito sea
ya español de origen por aplicación del art. 17.1 del Código, por constar antes,
suficientemente, que nació en España (art. 17.1.d) Cc) o que es hijo de español
(art. 17.1.a) Cc). En tales casos es, en rigor, inútil acudir a la opción del apar-
tado 2º del mismo artículo, que sólo procedería para mayor seguridad del estado
que ya se tiene. Pero también puede suceder que la inscripción de nacimiento
312 Anexo Jurisprudencial II.11. En todo caso, el supuesto no es totalmente novedoso, ya que tiene varios preceden-
tes (Vid. Ress. DGRN de 21 de septiembre de 1992; de 21 de mayo de 1993; 3ª y 4 ª de 17 de noviembre de 2001).
313 No es válida si se realiza una vez superados los dos años (Vid. Ress. DGRN de 27 de septiembre de 1993, de 13
de junio y 2ª de 18 de junio de 1996).
314 Anexo Jurisprudencial II.12. En todo caso, apuntar, que el Centro Directivo acepta el recurso y otorga la nacio-
nalidad al recurrente, pero no sobre la base del art. 17.2 Cc, sino porque en el momento de resolver el recurso
había entrado en vigor el art. 20.1.b) Cc. En este sentido, en el Fundamento V se señala expresamente que:
“Queda tan sólo despejar las posibles dudas sobre la aplicabilidad temporal de la nueva norma al presente caso.
La reforma citada del Código civil entró en vigor el 9 de enero de 2003, de acuerdo con la Disposición final
única de la Ley 36/2002, siendo así que el derecho de opción que incorpora en su artículo 20 n.º 1,b) se introduce
«ex novo», por referencia a la situación legislativa inmediatamente anterior, lo que supone que, aplicando analó-
gicamente la Disposición transitoria primera del Código civil en su redacción originaria, tal derecho «tendrá
efecto desde luego», aunque el hecho que lo origine se verificara bajo la legislación anterior” (ibid).
315 No cabe la ejercitada por una hija cuya madre adquirió la nacionalidad por residencia, como se pone de mani-
fiesto en la Res. DGRN 2ª de 26 de abril de 2002 (BIMJ, 1919, 2002, pp. 2182-2184).
En el art. 19.2 Cc se prevé otro supuesto de opción similar, pero en este caso
haciendo mención a los extranjeros adoptados por español o españoles a los
que no se les ha atribuido la nacionalidad española. Según el precepto mencio-
nado: “Si el adoptado es mayor de dieciocho años, podrá optar por la nacionali-
dad española de origen en el plazo de dos años a partir de la constitución de la
adopción”. Por ello, se han conocido tres supuestos de peruanos mayores de
edad adoptados por españoles residentes en ese país, y el Centro Directivo,
además de proceder a la inscripción de la adopción extranjera en el Registro
Civil español, les sugiere la posibilidad de optar por la nacionalidad española
dentro de los dos años siguientes a la constitución de la adopción: Ress. DGRN
3ª, 4ª y 5ª de 9 de abril de 2003 (317). En todo caso, también es interesante la
última decisión en la que se ha aplicado el precepto analizado. Se trata de la
Res. DGRN de 4 de octubre de 2007, al examinar el supuesto de la opción de
una hija sometida a la patria potestad de su progenitora a la que se la considera
316 En este sentido la Instrucción de la DGRN de 20 de marzo de 1991 afirma en la declaración segunda que: “No
siempre será necesario que opte por la nacionalidad española, para ser considerado español de origen conforme
al art. 17 del Cc, quien haya inscrito su nacimiento o filiación después de los dieciocho años en el Registro Civil.
La opción en él prevista sólo procede cuando después de los dieciocho años se descubra que el que aparece como
extranjero es hijo de progenitor español, o bien que ha nacido en España y se dan las demás condiciones exigidas
por el art. 17.1” (Anexo Legislativo I.I.5).
317 En las tres decisiones se apunta que: “Como en la adopción constituida por la competente autoridad extranjera la
ley del adoptando rige en cuanto a capacidad y consentimientos necesarios (cfr. art. 9.5 C.c.), no hay dificultad
para admitir la adopción a favor de un mayor de edad peruano que se ajusta a la ley peruana, sin que haya que
aplicar las normas restrictivas españolas que sólo excepcionalmente admiten la adopción formalizada a favor de
los mayores de edad (cfr. art. 175 C.c.). Por lo demás, como el adoptante español tiene su domicilio en Perú, no
es necesaria la declaración de idoneidad de la entidad pública española y no hay duda tampoco de que esta adop-
ción peruana se corresponde en cuanto a sus efectos con la adopción española, ya que supone la integración del
adoptado en la familia del adoptante, la ruptura de vínculos con la familia por naturaleza y la irrevocabilidad de
la adopción (cfr. art. 9.5 C.c). IV. Por lo demás el adoptado podrá optar por la nacionalidad española en el plazo
de dos años a partir de la constitución de la adopción” (BIMJ, 1944, 2003, pp. 2391-2397).
española por haber optado por el art. 19.2 Cc, al ser hija biológica de una
colombiana que fue adoptada por el marido de su madre que poseía la naciona-
lidad española. En concreto, en esta decisión se afirma que:
“La madre del promotor fue adoptada por el marido de su madre mediante auto dictado
por el Juzgado de Primera Instancia de P., de fecha 20 de mayo de 2003. El adoptante
ostentaba la nacionalidad española y la hija adoptada optó al año siguiente por esta
nacionalidad, conforme a lo dispuesto en el artículo 20.1, c), Cc en relación con el 19.2
Cc. Por ello, no cabe aquí cuestionar la nacionalidad española de la madre del intere-
sado, el cual, a su vez, ejercitó su opción el 12 de septiembre de 2005, es decir cuando
tenía 17 años de edad (había nacido en Colombia en 1988) y, por tanto, se hallaba sujeto
a la patria potestad de la madre, española, y le asistía el derecho de obtener la naciona-
lidad española por dicho concepto (cfr. art. 20.1.a) Cc)” (318).
ADQUISICIÓN DE LA NACIONALIDAD
1. Delimitación de supuestos
La regulación actual permite varias fórmulas para poder lograr la nacionali-
dad española distintas a las ya abordadas. Concretamente, el extranjero puede
obtener la nacionalidad española recurriendo a tres instituciones del Derecho
de la nacionalidad diferentes: por posesión de estado; por carta de naturaleza o
por residencia. Estas instituciones se recogen en los arts. 18, y 21 a 23 del Cc.
Antes de pasar a examinar de forma separada cada una de estas vías, para
analizar quiénes son sus destinatarios y los requisitos que éstos deben cumplir
para obtener la nacionalidad española por el cauce elegido, vamos a examinar
de forma somera las exigencias comunes.
319 Vid. Resolución de 8 de julio de 2008, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, por la que se
publica la relación de concesiones de nacionalidad durante el primer semestre de 2008 (BOE, núm. 182, 29-VII-
2. Requisitos comunes
A) Personas que pueden realizar la solicitud
En virtud de lo establecido en el art. 21.3 del Cc, la solicitud puede ser for-
mulada por: a) El menor de edad emancipado o mayor de dieciocho años; b) El
mayor de catorce años asistido por su representante legal; c) El representante
legal del menor de catorce años; d) El representante legal del incapacitado o el
incapacitado, por sí solo o debidamente asistido, según resulte de la sentencia
de incapacitación. En los dos últimos casos, el representante legal sólo podrá
formular la solicitud si previamente ha obtenido autorización del Encargado
del Registro Civil del domicilio del declarante, previo dictamen del Ministerio
Fiscal. Dicha autorización se concederá en interés del menor o incapaz (arts.
21.3 y 20.2.a) del Cc) (321).
2008, p. 32749). De conformidad con lo establecido en el artículo 223 del vigente Reglamento del Registro Civil
esta Dirección General ha acordado la publicación de la relación de concesiones de nacionalidad correspondiente
al primer semestre de 2008. En suplemento aparte se publica la relación de concesiones de nacionalidad: Total:
52.554 (BOE, suplemento al núm. 182, 29-VII-2008, pp. 1-288; y Resolución de 19 de enero de 2009, de la
Dirección General de los Registros y del Notariado, por la que se publica la relación de concesiones de naciona-
lidad durante el segundo semestre de 2008 (BOE, núm. 40, 16-II-2009, pp. 16167-16742; BOE-A-2009-2605,
576 págs). Total: 31.621. Total año 2008: 84.175.
320 En el año 2001 se concedieron 16.743; en el año 2002 se otorgaron 21.810; en el año 2003 subió el número a
26.556 concesiones; en el año 2004 se elevan a un total de 38.335; en el año 2005 asciende a 42.829, en el año
2006 suman un total de 62.339, en el año 2007 se alcanza un total de 71.810 (Boletín estadístico de Extranjería e
Inmigración, núm. 18, noviembre 2008, p. 1). Vid. Resolución de 14 de febrero de 2008 se relacionan 39.161
personas que han accedido a la nacionalidad española durante el segundo semestre de 2007 (BOE, 4-III-2008, p.
13174; ibíb. Suplemento núm. 55, 4-III-2008, pp. 1-191). Para hacer un balance de las concesiones del 2007
debemos añadir a los 39.161 del segundo los 32.650 incluidos en la Resolución de 10 de julio de 2007, de la
Dirección General de los Registros y del Notariado, por la que se publica la relación de concesiones de naciona-
lidad durante el primer semestre de 2007 (BOE, 26-VII-2007, pp. 32470-32470; ibíb, Suplemento núm. 178,
26-VII-2007, pp. 1-193). Esto supone que en el año 2007 han conseguido la nacionalidad española por el proce-
dimiento de naturalización por residencia del art. 22 Cc un total de 71.811.
321 Vid. Tema 3.I.3 y Anexo Formularios III.16. La autorización se otorgará siempre en interés del menor (Res.
DGRN de 8 de enero de 1994). Son varias las decisiones en las que analiza a quién le corresponde solicitar dicha
autorización: en las Ress. DGRN 3ª de 3 de noviembre de 1998 y 3ª de 29 de noviembre de 2002 se afirma que: la
deben solicitar y obtener los padres titulares de la patria potestad y no la persona que tiene al menor en acogi-
miento; en la Res. DGRN de 8 de octubre de 1994 se confirma que la solicitud hecha por la madre no es suficien-
te. Por otro lado, es preciso señalar que un minusválido no requiere de la autorización, pues, ni es menor ni ha
sido declarado incapacitado judicialmente. Por ello, la solicitud por los representantes legales no es procedente
salvo que se proceda a promover la oportuna incapacitación judicial (Res. DGRN 1ª de 3 de noviembre de 1998).
B) Otros requisitos
para residir (325) temporal o de residencia permanente (326). Para los nacionales
de la Unión Europea y asimilados, será necesaria la inscripción en el registro
de extranjeros y en el caso de sus familiares deben estar en posesión de la tar-
jeta de residente comunitario (327). No es suficiente con la acreditación de mera
residencia, goce de tarjeta de diplomático (328), de la tenencia de autorización o
tarjeta de estudiante (329). De todas formas, últimamente se considera que la
325 Vid. Art. 30 bis de la vigente Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros
en España y su integración social (BOE, 12-I-2000, pp. 1139-1150; ibíd, 24-I-2000, p. 3065) ha sido ya modifi-
cada por tres Leyes Orgánicas posteriores: en primer lugar, por la Ley Orgánica 8/2000, de 22 de diciembre, de
reforma de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su
integración social (BOE, 23-XII-2000; ibíd, 23-II-2001, pp. 6991-6992); en segundo término, por la Ley
Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, de medidas concretas en materia de seguridad ciudadana, violencia
doméstica e integración social de extranjeros (BOE, 30-IX-2003, pp. 35398-35404); y, por la Ley Orgánica
14/2003, de 20 de noviembre, de Reforma de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y liberta-
des de los extranjeros en España y su integración social, modificada por la Ley Orgánica 8/2000, de 22 de
diciembre; de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases de Régimen Local; de la Ley 30/1992, de 26
de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común
y de la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal (BOE, 21-XI-2003, pp. 41193-41204). El vigente
art. 1.1, al delimitar el ámbito de aplicación establece que: “Se consideran extranjeros, a los efectos de la aplica-
ción de la presente Ley, a los que carezcan de la nacionalidad española”. Según el art. 1 del Convenio de
Aplicación del Acuerdo de Schengen, relativo a la supresión gradual de los controles en las fronteras comunes, al
referirse a “extranjero” entiende por tal “toda persona que no sea nacional de un Estado Miembro de las
Comunidades Europeas”. Además, tenemos que tener en cuenta que esta ley no se aplica en los supuestos esta-
blecidos en los párrafos 2 y 3 del art. 1 y en el art. 2 LOEx.
326 Vid. Art. 33 Real Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley
Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social
(BOE, 7-I-2005, pp. 485-539; correc. ibíd, 1-VI-2005, pp. 18353-18354). También los arts. 31 y 32 LOEx y los
arts. 34 a 74 del RELOEx.
327 Los nacionales de la UE y del EEE no están sometidos a la LOEx ni al RELOEx sino al RD 240/2007. Debe
tenerse en cuenta con relación a las tarjetas de residencia de familiares de los beneficiarios del mencionado RD o
del anterior RD 178/2003, fundamentalmente en el caso de los cónyuges, en caso de disolución de matrimonio,
también puede conllevar la pérdida de la condición de residente. Son múltiples los casos en los que tanto el TS
como la AN han concluido que no concurre el requisito de residencia legal en los ex cónyuges de españoles. No
obstante, conviene recordar la interpretación dada en la STS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 7 de septiembre de 2006, en
la que se concede la nacionalidad española a una argentina que contrajo matrimonio con un español, pero por
disolución del vínculo, la Administración procedió a denegar la nacionalidad porque su tarjera de residente
comunitaria era nula. El TS confirma que dicha autorización no es válida por la letra a) del art. 2 RD 766/1992;
sin embargo, considera que la solicitante por tener una hija española dependiente de su progenitora por tratarse
de una incapacitada es beneficiaria de la tarjeta de residente comunitaria en virtud de la letra c) de dicho art. 2
(RAJ, 2006, núm. 8667).
328 Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 4ª) de 21 de junio de 1995. Recurso núm. 863/1993.
Ponente: D. José Luís Gil Ibáñez. Adquisición de nacionalidad. Naturalización por residencia. Requisitos: resi-
dencia legal. Concepto. Extranjeros excluidos de la LOEx acreditan la residencia legal mediante la llamada tarje-
ta de identificación diplomática. Ausencia de justificación. Denegación.
329 Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 4ª) de 22 de febrero de 1995 y de 12 de febrero de
1999. Sin embargo, en la Sent. TS (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 6ª) de 23 de mayo de 2001 se
mantiene una tesis un poco más flexible, sin llegar por el momento a decantarse, al admitir la petición realizada
por un estudiante extranjero, en el que concurría que había tenido residencia legal durante su menor edad por
estar bajo la patria potestad de un extranjero residente (RAJ, 2001, núm. 4185). Vid. S. Álvarez González, “La
concesión de la nacionalidad española por residencia a los estudiantes extranjeros”, Derecho registral interna-
2000 en la que se afirma que: “La no presencia física ocasional y por motivos
justificados no presupone el incumplimiento del requisito de la residencia con-
tinuada” (335). Así, se confirma que las salidas breves no interrumpen la resi-
dencia legal tal y como se argumenta en la STS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 13 de
febrero de 2008. Ahora bien, también en este mismo fallo, se sigue puntuali-
zando, con claridad, que:
“la falta de fijación por ley de un límite a la duración y frecuencia de los desplazamien-
tos fuera del territorio nacional no puede por menos de merecer una interpretación y
aplicación restrictiva, ponderada bajo las perspectivas de la accidentalidad o no fre-
cuencia en su realización, de la brevedad en su duración y de la justificación en sus
motivos, ya que mantener un criterio amplio y permisivo en esta materia, además de
ser contrario a la “ratio legis” del precepto regulador de esta forma de adquisición de
la nacionalidad, podría suponer la apertura de un peligroso y siempre recusable portillo
al fraude de ley” (336).
Para otro grupo de extranjeros, bastará con dos años de residencia legal si se
trata de nacionales de origen de: países iberoamericanos (341), Andorra, Filipi-
nas, Guinea Ecuatorial o Portugal. También se ven favorecidos por esta reduc-
ción del período de residencia los extranjeros pertenecientes a la Comunidad
sefardí (342).
208-209). Con relación al año 2007, de los 71.810 que han obtenido la nacionalidad española por residencia en
virtud del art. 22 del Cc, desglosados según el número de años de residencia legal, se distribuyen de la siguiente
forma: 10 años: 6.632; 5 años: 141; 2 años: 50.039; 1 año: 15.002 (art. 22.2.d): 10.158; art. 22.2.a): 3.864).
339 Vid. Ley 5/1984, de 26 marzo, reguladora del derecho de asilo y de la condición de refugiado (BOE, 27-III-
1984). Dicha Ley ha sido reformada mediante la Ley 9/1994 de 19 mayo (BOE, 23-V-1994) y desarrollada por el
R. Decreto 203/1995, de 10 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de aplicación (BOE, 2-III-1995). En
relación a la prueba del estado civil de los refugiados y otros extranjeros indocumentados: Vid. Res. DGRN de 11
de marzo de 1985 (BOE, 17-IV-1985). Algunos de los casos en los que se menciona la eventual reducción del
plazo: Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 4ª) de 1 de abril de 1996 y SAN (Sala de lo
Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 25 de abril de 2007, acceso a la nacionalidad de un vietnamita -con
estatuto de refugiado- cocinero con contrato laboral fijo casado con una extranjera que goza del estatuto de refu-
giada en España (JUR, 2007\120296). En varias decisiones del Centro Directivo se ha mencionado la eventual
adquisición de la nacionalidad española por parte de los refugiados. De todas formas, normalmente se trata de
supuestos de hijos de asilados nacidos en territorio español, motivo por el cual el plazo de los cinco años se redu-
ce a un año (Vid. Ress. DGRN de 14 de noviembre de 1992, de 9 de febrero de 1993 y de 5 de octubre de 1995) y
además se sostiene que no se les puede atribuir la nacionalidad española por nacimiento en España porque no se
trata de supuestos de apatridia originaria (Vid. Ress. DGRN de 15 de marzo y de 17 de abril de 1996 y 2ª de 29
de mayo de 1998).
340 Vid. art. 32 de la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, de 28 de septiembre de 1954 (BOE, 4-VII-
1997).
341 La definición que de la expresión “Estados iberoamericanos” se contiene en el Considerando primero del Acta
Constitutiva de la Asociación de Estados Iberoamericanos para el desarrollo de las bibliotecas nacionales de los
países de Iberoamérica -ABINIA-, de 12 de octubre de 1999, ratificada por España mediante Instrumento de 8 de
enero de 2002 se afirma que “Los Estados iberoamericanos constituyen una comunidad cultural que se expresa
principalmente en dos idiomas afines, español y portugués, y tiene, por tanto, convergencias de intereses en la
defensa de sus acervos culturales y en la necesidad de integrar esfuerzos en busca de objetivos comunes” (BOE
de 19-1-2002). Así pues, Puerto Rico es un país iberoamericano, mientras que Jamaica, Haití, Trinidad o Guyana,
no.
342 Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 4ª) de 21 de febrero de 1996. Recurso 1089/94, se han
presentado varios certificados que prueban su pertenencia a la comunidad sefardí (Actualidad Administrativa,
núm. 33, 1996, núm. 625, pp. 1900-1901). En todo caso se debe retener que últimamente parece que el ser sefar-
dí se está elevando a razón excepcional que permite ser beneficiario de una carta de naturaleza. Eso al menos se
puede comenzar a deducir de los más de cuatrocientos Reales Decretos que ha aprobado el Consejo de Ministros
desde 2006, concediendo la nacionalidad a todos aquellos que han acreditado conocer viejas instituciones. Como
prueba sólo en el mes de abril de 2009 ya se han concedido 80 Cartas de naturaleza en tan sólo tres Reuniones
del Consejo de Ministros, en concreto el 3 el 8 y el 17 de abril de 2009.
No deja de sorprendernos que nuestro país sólo considere con trato especial
a los nacionales de un solo país de la Comunidad Europea, en concreto, a Portu-
gal; el resto de los países comunitarios no tienen ninguna reducción de plazo,
sus nacionales para acceder a la nacionalidad española deben cumplir los diez
años de residencia legal. Con relación a los nacionales de países iberoamerica-
nos, se extiende a todos, no solo los de lengua hispana sino también a los brasi-
leños. Y, a pesar de que España se encuentra vinculada con un grupo importante
de países por Convenios de doble nacionalidad, ninguno de estos textos recoge
un procedimiento privilegiado para el acceso a la nacionalidad. Debemos, en
todo caso, hacer especial mención del caso del texto originario del Convenio de
doble nacionalidad con Guatemala de 28 de julio de 1961, que en virtud de su
artículo 1 no se podía exigir período alguno de residencia a los guatemaltecos
(343). Esta tesis flexible con respecto a la interpretación del Convenio hispano-
guatemalteco ha ido variando, de forma que en un momento posterior se pasó a
exigir el requisito del domicilio en España (corpus); y se impuso, también, el
visado o el permiso de residencia. Así, en el Protocolo modificativo, el art. 3 de
este Convenio, “se entiende adquirido el domicilio en aquel país en el que se
haya obtenido residencia legal, permanente y continuada de acuerdo a las con-
diciones y en la forma prevista por la legislación migratoria en vigor en cada
uno de los Estados Contratantes” (344). En virtud de este precepto, el Centro
Directivo se ha inclinado por una interpretación excesivamente rígida -suma-
mente restrictiva- al imponer que los guatemaltecos estén en posesión de una
autorización de residencia permanente, para cuya definición recurre a lo esta-
blecido en la actual legislación española de extranjería cuando el Protocolo
343 El precepto mencionado literalmente disponía que: “los guatemaltecos podrán adquirir la nacionalidad española
por el solo hecho de establecer domicilio en España y declarar ante la autoridad competente su voluntad de
adquirir dicha nacionalidad” (BOE, 10-III-1962). La aplicación del mismo fue verdaderamente flexible: Ress.
DGRN de 6 de noviembre, de 22 de diciembre de 1992, y de 10 de febrero de 1993 (Vid. A. Álvarez Rodríguez,
“Adquisición de la nacionalidad española por los guatemaltecos”, Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia Civil,
núm. 32, 1993, pp. 401-415; A. Álvarez Rodríguez, “Los nacionales de los países iberoamericanos ante el
Ordenamiento jurídico español: eventual acceso y permanencia en la Unión Europea”, La frontera, Mito y reali-
dad del nuevo mundo, Curso Literatura y Cultura Americana-1993, León, Centro de Publicaciones de la
Universidad, 1994, pp. 363-389, esp. 376-378).
344 Protocolo de modificación del mencionado Convenio, que entró en vigor el día 14 de febrero de 1996 (BOE,
1-VII-1996).
345 Considerando que en el texto se alude a la residencia permanente ha optado por pensar que se trata del término
utilizado en la legislación de extranjería y exige la tenencia de una autorización de residencia permanente. Esta
línea la observamos en la Res. DGRN 2ª de 5 de noviembre de 2003 al pronunciarse en contra de la solicitud
hecha por un estudiante por no tener residencia legal, permanente y continuada en territorio español de acuerdo
con la legislación migratoria en vigor en cada uno de los Estados Contratantes en aplicación del Protocolo modi-
ficativo del Convenio (BIMJ, núm. 1959, 2004, pp. 674-677). Esta misma postura se ha seguido en dos decisio-
nes posteriores: en la Res. DGRN de 14 de septiembre de 2005 (Anexo Jurisprudencial II.46; comentada por A.
Álvarez Rodríguez, “La interpretación de la Dirección General de los Registros y del Notariado en materia de
nacionalidad: recensión y comentario de las decisiones dictadas de enero a octubre de 2005”, Revista de Derecho
Migratorio y Extranjería, núm. 10, noviembre 2005, pp. 213-233).
346 Así, se pueden ver la Res. DGRN de 29 de marzo de 2007 (BOE, 27-IV-2007, pp. 18511-18512) y la Res. DGRN
2ª de 18 de septiembre de 2007 (BIMJ, núm. 2073, 2008, pp. 3955-3957).
347 Se debe tener en cuenta “la posibilidad de que, con las debidas garantías, puedan menores e incapaces acogerse a
una u otra forma de concesión”. Esta innovación puede conducir a que un hijo de extranjeros nacido en España
solicite la nacionalidad española una vez que cumpla su primer año de vida. No debemos olvidar que en el balan-
ce publicado a 31 de diciembre de 2008 de los 4.473.499 extranjeros con certificado de registro o tarjeta de resi-
dencia en vigor, 231.350 ya han nacido en España (Vid. Ministerio de Trabajo e Inmigración, Secretaria de
Estado de Inmigración y Emigración, Extranjeros con tarjeta o autorización de residencia en vigor a 31 de
diciembre de 2008, Madrid, febrero de 2009). Por otra parte, es interesante tener en cuenta que el nacimiento en
algunas antiguas colonias españolas se ha considerado como territorio español a estos meros efectos de reducir el
plazo de residencia de diez años a uno (Vid. Sent. TS (Sala 3. Sección 6ª) de 7 de noviembre de 1999). La doctri-
na de esta decisión se vuelve a reiterar en la Res. DGRN 1ª de 20 de julio de 2004 (Anexo Jurisprudencial II.4) y
en la Res. DGRN 6ª de 18 de septiembre de 2007 (Anexo Jurisprudencial II.18).
348 A la hora de interpretar este apartado no debemos olvidar la posibilidad de opción que se estableció tras el reco-
nocimiento por España de la independencia de las viejas colonias. El no haber optado por la nacionalidad en esos
supuestos especiales, en estos momentos, parece que podría incluirse en este supuesto (Vid. SAN (Sala de lo
Contencioso-Sección 3ª) de 27 de septiembre de 2001 y de 10 de diciembre de 2002). No obstante, debe tenerse
en cuenta que durante mucho tiempo tanto la Audiencia Nacional como el TS mantuvieron la tesis contraria, es
decir no se trataba de una opción general y al ser una opción singular no quedaba amparada por el supuesto pre-
visto en el art. 22.2.b) Cc (Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Sección 4ª) de 23 de noviembre de 1994 y de 3 de
marzo de 1995 y Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 18 de mayo de 1999). En todo caso, como hemos apuntado en
la nota anterior, en la Sent. TS (Sala 3. Sección 6ª) de 7 de noviembre de 1999 se admite la reducción en virtud
del nacimiento en territorio español.
349 Vid. Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 12 de mayo de 1997 (RAJ, 1997, núm. 3643), de 24 de octubre de 2001
(ibíd, 2002, núm. 338), de 12 de marzo de 2002 (ibíd, 2002, núm. 2994), de 15 de julio de 2002 (ibíd, 2002,
núm. 6145). (BOE, 30-VII-2005, pp. 27090-27091; comentada por A. Álvarez Rodríguez, “La interpretación de
la Dirección General de los Registros y del Notariado en materia de nacionalidad: recensión y comentario de las
decisiones dictadas de enero a octubre de 2005”, Revista de Derecho Migratorio y Extranjería, núm. 10, noviem-
bre 2005, pp. 226-228).
350 Según rezaba el Preámbulo de la Ley 18/1990, “para que el extranjero se beneficie con un plazo breve de resi-
dencia de la nacionalidad española de su consorte es necesario que el matrimonio responda o haya respondido a
una situación normal de convivencia entre los cónyuges” (BOE, 18-XII-1990, p. 37587).
351 Introducido por la Ley 36/2002. No constaba en los inicios de la reforma; pero una enmienda in voce presentada
en la Comisión de Justicia permitió la ampliación a los nietos, se mencionan pues expresamente a los abuelos
(Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Principios inspiradores y objetivos de la nueva reforma del Derecho español de la
nacionalidad: las principales novedades de la Ley 36/2002, de 8 de octubre”, Revista de Derecho Migratorio y
Extranjería, núm. 1, noviembre 2002, pp. 67-68).
352 Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 4ª) de 1 de abril de 1996. En varias decisiones del
Centro directivo se ha mencionado la eventual adquisición de la nacionalidad española por parte de los refugia-
dos. De todas formas, normalmente se trata de supuestos de hijos de asilados nacidos en territorio español, moti-
vo por el cual el plazo de los cinco años se reduce a un año (Vid. Ress. DGRN de 14 de noviembre de 1992; de 9
de febrero de 1993 y de 5 de octubre de 1995) y además se sostiene que no se les puede atribuir la nacionalidad
española por nacimiento en España porque no se trata de supuestos de apatridia originaria (Vid. Ress. DGRN de
15 de marzo, de 17 de abril de 1996, y 2ª de 29 de mayo de 1998).
rado dos nuevos grupos de personas como eventuales beneficiarios del plazo
de un año. Concretamente, el ámbito de destinatarios se incrementa con el
grupo de extranjeros “que haya estado sujeto legalmente a la tutela, guarda o
acogimiento de un ciudadano o institución españoles durante dos años conse-
cutivos, incluso si continuare en esta situación en el momento de la solicitud”;
y con el grupo que constituyen “el viudo o viuda de española o español, si a la
muerte del cónyuge no existiera separación legal o de hecho”. De estos dos
últimos grupos el verdaderamente beneficiado es el segundo con respecto a la
legislación anterior, puesto que los extranjeros sujetos a la tutela de un español,
en realidad, se encuentran en una posición de perjuicio (353). De otro lado, con
respecto a los casos previstos en el art. 22. d) y e) para que puedan acogerse al
plazo abreviado de un año, según lo apuntado en el Preámbulo de la Ley
18/1990, se exige que “el matrimonio responda o haya respondido a una situa-
ción normal de convivencia entre los cónyuges” (354). En este sentido, la decla-
ración séptima de la Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 dispone que:
“habrá de cerciorarse el Encargado de si el matrimonio del casado o viudo de español
corresponde o ha correspondido a una situación de convivencia en el tiempo a que la
Ley se refiere”. En dicha Instrucción además se aclara que: “sobre el solicitante recaerá
la carga de probar que tal convivencia, y como se exige ésta, como un presupuesto más
de la concesión, agregado al del matrimonio, no bastará para justificar la convivencia
con acreditar el matrimonio y con invocar la presunción legal contenida en el art. 69
del Cc” (355).
353 El art. 19 del Cc, redacción dada por la Ley 51/82, de 13 de julio, consideraba a este grupo de personas como
posibles destinatarios de la opción. Sin embargo, en esta ocasión, han visto mermados sus derechos desde el
momento en que el ámbito de destinatarios de la opción ha sido reducido en el actual art. 20 del Cc a las “perso-
nas que estén o hayan estado sujetas a la patria potestad de un español”.
354 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Matrimonios mixtos simulados: mecanismos de sanción”, Boletín de los Abogados
de Aragón, núm. 136, 1995, pp. 41-48.
355 Anexo Legislativo I.I.5.
356 Anexo Jurisprudencial II.26. En todo caso, apuntar que el TS con este fallo, anula la SAN (Sala de lo
Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 28 de mayo de 2002. Recurso 214/2001 (JUR, 2003\58391).
Estado español o por las Comunidades Autónomas al servicio del Estado espa-
ñol, o incluso por organismos internacionales no podrán ser beneficiarios de
esta excepción. Así, a modo de ejemplo, la Res. DGRN 2ª de 24 de junio de
2005. En esta decisión se examina el recurso interpuesto contra la resolución
dictada por el Encargado del Registro Civil Consular de Tetuán (Marruecos)
por un uruguayo casado con española. El recurrente había contraído matrimo-
nio el año 2000 en España con una española destinada en el Instituto Cervantes
de Tetuán, contratada laboralmente como jefe de estudios. Los esposos residen
en Tánger, debido a que la esposa está contratada por el Ministerio de Educa-
ción español para desempeñar su trabajo fuera de España. Desde luego, el recu-
rrente quería beneficiarse de lo establecido para los cónyuges de funcionarios
diplomáticos o consulares españoles acreditados en el extranjero. Ahora bien,
en esta decisión se afirma que:
“El citado artículo 22 dispone en el apartado 3, que la residencia ha de ser legal, con-
tinuada e inmediatamente anterior a la petición y establece que se entiende que tiene
residencia legal en España el cónyuge que conviva con funcionario diplomático o con-
sular español acreditado en el extranjero” (357).
representa un 56,42 % del total de concesiones; y, han obtenido la nacionalidad por reducción a un año, por
matrimonio 5.808, y por nacimiento en España 3.005 (Anuario Estadístico de Extranjería 2004, Madrid,
Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración. Observatorio Permanente de la Inmigración, 2005, p. 575).
Por otra parte, en contestación a don Joan Herrera Torres (GIU-ICV) sobre medidas del Gobierno para hacer más
operativo el procedimiento de los registros civiles (y consulares) para la nacionalización de extranjeros se confir-
ma que: “El número de concesiones de nacionalidad por residencia en el año 2006 fue de 64.066, y de ellas a
4.994 se les exigen 10 años de residencia en España, exigiendo al resto de ciudadanos un plazo de 5 años, 2 años
o 1 año, según se encuentren en uno u otro supuesto de los contemplados en el art. 22 del Código Civil”
(Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, Serie D, núm. 659, 4 de enero de 2008, pp. 208-209). Con rela-
ción al año 2007, de los 71.810 que han obtenido la nacionalidad española por residencia en virtud del art. 22 del
Cc, desglosados según el número de años de residencia legal, se distribuyen de la siguiente forma: 10 años:
6.632; 5 años: 141; 2 años: 50.039; 1 año: 15.002 (art. 22.2.d): 10.158; art. 22.2.a): 3.864).
361 Anexo Formularios III.18. El mencionado impreso de petición fue adoptado en la Resolución de 7 de mayo de
2007, de la Subsecretaría, por la que se aprueban los modelos normalizados de solicitud en el ámbito del
Ministerio de Justicia y se dictan instrucciones sobre su utilización (BOE, 25-VII-2007, p. 32289). Se encuentra
redactado en castellano (BOE, suplemento núm. 177, 25-II-2007, pp. 31-33) pero también se reproduce en la
misma resolución el modelo en otras tres lenguas oficiales: catalán (ibíd, pp. 34-36), eusquera (ibíd, pp. 37-39) y
gallego (ibíd, pp. 40-42).
362 La declaración sexta de la Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 afirma que: “En este expediente el
Encargado debe extremar su celo para comprobar, oyendo personalmente al peticionario, su grado de integración
en la sociedad española” (Anexo Legislativo I.I.5).
363 Dichas decisiones deben ser releídas junto con la STS de 18 de septiembre de 2007 (Anexo Jurisprudencial
II.28).
364 Anexo Jurisprudencial II.29.
365 Desde la entrada en vigor de la Ley 18/1990 las causas por las que el Ministro de Justicia podrá denegar la con-
cesión se han incrementado con respecto a la legislación anterior, puesto que junto a los dos motivos expuestos,
también, es posible que se deniegue, como afirma la Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 por “ausencia
de los requisitos expresados, o por la falta de cualquiera de los demás que detalla el art. 22 como por ejemplo, la
ausencia de buena conducta cívica o insuficiente grado de integración en la sociedad española” (Anexo
Legislativo I.I.5).
366 STS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 16 de octubre de 2007 en la que se pone de manifiesto que la actora vive en Melilla
desde 1989 y tiene cinco hijos de nacionalidad española. No se acredita la integración, pues su desconocimiento
del idioma castellano y no el hecho de que no sepa leer ni escribir, unido a la ausencia de invocación y acredita-
ción de otras circunstancias de las que se pueda deducir su integración en la vida y costumbres españolas (RAJ,
2007, núm. 7229).
Por otra parte, es preciso que el solicitante acredite buena conducta cívica.
Inicialmente, parece que ésta se podría probar mediante la aportación del certi-
367 Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 4ª) de 4 de enero de 1999 (RAJC, 1999, núm. 3421),
la SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 23 de diciembre de 2002 (JUR, 2003\26371).
368 Vid. SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 25 de octubre de 2001 (JUR, 2002\10008). Y
los ejemplos más claros los encontramos en los casos resueltos por la SAN (Sala de lo Contencioso-
Administrativo. Sección 3ª) de 19 de noviembre de 2002 (JUR, 2003\25888) y por la SAN (Sala de lo
Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 19 de noviembre de 2002, en las que las recurrentes, no saben leer ni
escribir castellano, sin embargo, si saben hablar castellano y llevan viviendo en España de forma ininterrumpida
un largo período de tiempo (JUR, 2003\25891).
369 RJ, 2007\7634.
370 Anexo Jurisprudencial II.27.
371 RJ, 2007\8746. La Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 4 de diciembre de 2007 en segunda comparecencia se dice
que habla y comprende regular el idioma castellano. El informe del CESID hace referencia a que habla muy
deficientemente el español (Cendoj: 28079130062007100462).
372 Vid. Sent. TS (Sala 3. Sección 6ª) de 12 de mayo de 1997; de 24 de abril y de 2 de junio de 1998; de 16 de
marzo, de 5 de junio, de 25 de octubre de 1999; de 27 de enero, de 25 de febrero, de 11 de abril, de 5 de mayo,
de 26 de septiembre, de 7 de octubre, de 30 de noviembre y de 19 de diciembre de 2000; de 5 de noviembre, de
22 de noviembre y de 17 de diciembre de 2001; de 12 de marzo, de 5 de octubre, y de 12 de noviembre de 2002.
Esta última decisión con su voto particular incluido constituye por si misma un balance completo de la postura
mantenida por nuestro TS (Anexo Jurisprudencial II.22).
373 En este fallo se apunta que: “…..el art. 22 Cc establece como uno de esos requisitos que el solicitante acredite
positivamente la observancia de buena conducta cívica, es decir, no basta que no exista constancia en los regis-
tros públicos de actividades merecedoras de consecuencias sancionadoras penales o administrativas que per se
impliquen mala conducta, lo que el art. 22 Cc exige es que el solicitante justifique positivamente que su conduc-
ta, durante el tiempo de residencia en España y aun antes ha sido conforme a las normas de convivencia cívica,
no sólo no infringiendo las prohibiciones impuestas por el ordenamiento jurídico penal o administrativo, sino
cumpliendo los deberes cívicos razonablemente exigibles, sin que la no existencia de antecedentes penales sea
elemento suficiente para entender justificada la buena conducta cívica...” (La Ley, 1999, núm. 6193; RAJ, 1999,
núm. 3044).
374 RAJ, 1999, núm. 9577.
375 RJ, 2003, núm. 955. Esta sentencia confirma el fallo emitido en la SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo.
Sección 4ª) de 3 de abril de 1998 que deniega la nacionalidad a una dominicana casada con un español y que
regenta un club de alterne. En la que se puede leer: “Cuarto: ..uno de los datos a tener en cuenta para valorar la
justificación de buena conducta a efectos de la concesión de la nacionalidad española por residencia son, no hay
duda, los posibles antecedentes policiales y penales del solicitante, siendo indiferente a estos efectos que los mis-
mos estén cancelados o hayan podido serlo, pues pueden servir de indicador cualificado de la conducta en cues-
tión. Y en este orden de cosas considera la Sala que la resolución que aquí se combate resulta ajustada a Derecho.
En efecto, las actuaciones practicadas ponen de manifiesto que la recurrente no ha acomodado su régimen de
vida y sus actos, en definitiva su conducta, de forma útil y a propósito con lo que de conformidad con el sentido
común y las reglas de la sana crítica se entiende por correcta convivencia de un ciudadano en relación con sus
semejantes, según los parámetros que el grupo social establece en un momento histórico determinado” (RJCA,
1998, núm. 1422). La decisión del TS no fue unánime al existir un voto particular en el que se apunta que:
“SEXTO Nos parece a quienes suscribimos este voto particular discrepante que descalificar la conducta de una
ciudadana, que cumple sus deberes familiares, sociales, fiscales y laborales, porque sea titular de un local, en el
que mujeres alternan con clientes y donde el propio Tribunal de instancia reconoce que no se desarrollan activi-
dades ilícitas, no se ajusta a la realidad social y jurídica de nuestro tiempo, como lo evidencia la Sentencia del
Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 20 de noviembre de 2001 o la promulgación por la
Generalidad de Cataluña del Decreto 217/2002, de 1 de agosto” (RJ, 2003, núm. 955).
376 La solución dada por el Centro Directivo en la Res. DGRN 2ª de 6 de octubre de 1997 al archivar un expediente
de naturalización por residencia por ausencia de acreditación de certificado de penales del país de origen de la
solicitante ha sido superada por la SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 29 de enero de
2004 en la que se afirma que los antecedentes penales del país de origen no son imprescindibles (JUR,
2004\164054).
con considerar la existencia de antecedentes penales en el solicitante, sino que hay que
valorar su alejamiento o cercanía temporal en función del razonable proceso de integra-
ción en la sociedad española, así como el carácter y circunstancias de la conducta que
haya podido dar lugar a la condena penal, como reveladora no sólo del incumplimiento
del deber de observancia de los deberes constitucionales y de respeto a los derechos
constitucionales, sino también de la falta en mayor o menor grado de la integración en
la sociedad española legalmente exigida” (377).
377 RAJ, 1998, núm. 5131. En la STS (Sala 3ª. Secc. 6.ª) de 30 de noviembre de 2000, nuestra Sala tiene dicho esto
en su fundamento 1.º al afirmar que: “El concepto jurídico indeterminado “buena conducta cívica” debe ser valo-
rado por la Administración y, en su caso, por el órgano jurisdiccional que conozca de la materia en vía de recurso
contencioso, como un requisito exigible para la concesión de la nacionalidad española que debe ser apreciado
mediante el examen de la trayectoria personal del demandante de la nacionalidad, considerando aquélla en su
conjunto y en modo alguno en relación a un período de tiempo predeterminado” (RJA, 2001, núm. 94). En todo
caso, deben tenerse en cuenta las STS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 5 de octubre, y de 12 noviembre de 2002; de 28 de
febrero y de 18 de diciembre de 2003; de 26 de junio, de 8 de julio, de 9 de septiembre, de 23 de septiembre, de
27 de septiembre, de 11 de octubre, de 8 de noviembre de 2004; y de 14 de febrero de 2005). En esta última deci-
sión se otorga la nacionalidad al nacido en España con antecedentes policiales de desórdenes públicos y sedición
argumentando que debe considerarse la lejanía en el tiempo de los hechos. En cambio en la STS de 7 de febrero
de 2006 a pesar de la lejanía de los hechos se denegó la nacionalidad a un italiano por condena penal no cumpli-
da en su país de origen.
378 Cendoj: 28079130062007100236. Este fallo no solo confirma la SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo.
Sección 3ª) de 18 de mayo de 2004 (JUR, 2004\163662) sino que además cita expresamente las STS de 21 de
mayo de 2007 y de 3 de diciembre de 2007. En concreto, en la última decisión mencionada se mantiene que no
cabe apreciar ausencia de buena conducta por una condena en juicio de faltas por hechos ocurridos más de ocho
años antes referentes a insultos y amenazas leves a Agentes de la autoridad y por una falta de lesiones” (RJ,
2007\9138). También se sostiene la misma tesis en la SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª)
de 25 de abril de 2007 que aunque en el expediente consta que el solicitante fue condenado por una falta contra
el orden público, en concreto el recurrente venía ejerciendo una actividad de restauración careciendo del seguro
obligatorio de responsabilidad civil, este hecho tiene consideración de una mera infracción administrativa que no
reviste especial gravedad para que se le impida acceder a la nacionalidad española (Vid. J.Mª. Chamorro
González, “Denegación de la nacionalidad española por insuficiente buena conducta”, Actualidad Administrativa,
núm. 16, 2ª quincena de septiembre de 2007).
379 RJ, 2008\274.
licas (380) o si el solicitante ha sido detenido por agresión sexual (381). Sin
embargo, en la Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 17 de octubre de 2007, aunque
inicialmente el actor había sido condenado en 1989 por agresión sexual, la
causa había sido archivada definitivamente en ese mismo año -17 años antes de
la petición-. Para la concesión se tiene en cuenta que el interesado lleva viviendo
en España desde 1978, contrajo matrimonio canónico con una española de ori-
gen de cuyo matrimonio tiene una hija; disuelto este matrimonio contrajo
matrimonio con otra española, y que presta sus servicios en la Dirección Gene-
ral de la Marina Mercante en su condición de oficial de mantenimiento (382).
Con igual criterio, nuestro Alto Tribunal también se muestra contrario a la
denegación hecha por la Administración que consideró que el solicitante no
cumplía el requisito de la buena conducta cívica, cuando en realidad tan solo
constaba que éste había sido detenido; se concluye que los informes policiales
negativos no pueden conducir automáticamente a descartar la buena conducta
cívica (383).
380 Son múltiples los casos en los no se concede la nacionalidad española por este motivo, entre otras, a modo de
ejemplo, dos decisiones: la STS de 24 de octubre de 2007 (RJ, 2007\7247), y la STS de 5 de diciembre de 2007
(RJ, 2008\4683).
381 Esta última razón se alega en la STS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 5 de diciembre de 2007. Recurso núm. 7992/2002.
En el fallo se afirma que no cabe apreciar buena conducta en quien ha sido detenido por agresión sexual. La
carga de la prueba le corresponde a él mismo. Y desde el año 1996 se encontraba sujeto a una causa penal, que
no esta definitivamente archivada por el hecho de haberse dictado auto de sobreseimiento provisional (RJ,
2008\484). Se revoca y anula la SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 3 de octubre de
2002. Recurso 623/2001 (JUR, 2006\282976).
382 RAJ, 2007\7236.
383 Vid. Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 22 de septiembre de 2008 (Anexo Jurisprudencial II.30).
384 Anexo Formularios III.18. Será competente como regla general el Encargado del Registro del domicilio (art. 365
RRC); excepcionalmente este Registro puede ser hoy el consular en el caso singular del cónyuge que conviva
con funcionario diplomático o consular español acreditado en el extranjero.
385 Presentada la solicitud al Encargado de Registro Civil del domicilio le corresponde únicamente examinar la
documentación, pero en ningún caso podrá denegar la concesión de la nacionalidad. Si el Juez Encargado ins-
tructor del expediente aprecia la no concurrencia de los requisitos precisos, lo procedente es que eleve las actua-
ciones a la Dirección General de los Registros y del Notariado (art. 365 RRC) con autopropuesta desfavorable.
Por tanto, no puede denegar la concesión ni archivar el expediente (Ress. DGRN de 2 de octubre de 1992, de 9
de marzo de 1993 y 3ª de 30 de abril de 1994).
expedido de antecedentes penales del país de origen, o consular de buena conducta y documentos acreditativos
de los medios de vida para residir en España.
390 Vid. Ress. DGRN de 2 y de 23 de octubre de 1992; de 9 de marzo de 1993.
391 BIMJ, núm. 1712, 1994, pp. 3618-3620. Se reitera la misma postura en las Ress. DGRN de 11 de febrero y 3ª de
1 de marzo de 1995; 1ª y 2ª de 9 de julio, 2ª de 19 de octubre y 16 de diciembre de 1996; de 13 de marzo de
2000; 3ª de 5 de enero y 1ª de 20 de febrero de 2002.
392 En virtud de la Disposición adicional 1ª de la Ley 36/2002, de 8 de octubre, la Administración debe resolver en
el plazo de un año. En concreto, en esta Disposición se establece que: “Las solicitudes de adquisición por resi-
dencia y de dispensa del requisito de residencia legal para recuperar la nacionalidad española habrán de ser
resueltas en el plazo máximo de un año desde que hubieran tenido entrada en el órgano competente para resolver,
transcurrido el cual, sin que hubiera recaído resolución expresa, habrán de entenderse desestimadas, de acuerdo
con lo dispuesto en la disposición adicional segunda de la Ley de Registro Civil”.
393 Res. DGRN 3ª de 5 de enero de 2002 (BIMJ, núm. 1912, 2002, pp. 851-853).
que estime convenientes. Las citadas menciones y circunstancias han de ser probadas
por el peticionario (cfr. art. 221 RRC), con los medios que este artículo señala y que, en
particular y por lo que se refiere a los hechos y circunstancias antes mencionados inclu-
ye cualquier hechos de prueba adecuado admitido en Derecho y el medio que propone
el Ministerio Fiscal es el de información por dos testigos, que no puede considerarse ni
inadecuado ni desproporcionado” (394).
jurar o prometer fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes; y, renunciar a su anterior naciona-
lidad. Por su parte, el Encargado del Registro Civil debe proceder a la inscripción de la adquisición de la nacio-
nalidad española. En caso de no comparecer en ese plazo de los ciento ochenta días desde la notificación formal
de la concesión (Vid. Ress. DGRN de 17 de octubre de 1992; de 11 de junio de 1996; y 3ª de 16 de septiembre de
2002). En la última decisión se analiza la caducidad de la concesión porque el interesado no ha comparecido en
el plazo de ciento ochenta días desde la notificación formal de la misma, previsto en los arts. 21.4 Cc y 224
RRC. La resolución había sido notificada por cédula entregada a un hermano. El Centro Directivo se decanta
apuntando que dicha notificación produjo todos los efectos, incluido el de la caducidad de la resolución de la
nacionalidad española concedida (BIMJ, núm. 1929, 2002, pp. 3515-3517).
401 El requisito del juramento o promesa sólo se exige a los mayores de catorce años, y capaces para prestar una
declaración por sí; y en cuanto, al requisito de la renuncia se debe precisar que es necesaria (Res. DGRN de 23
de junio de 1993); su cumplimiento se logra con la mera declaración aunque ello no sea suficiente para dejar de
ser nacional del país extranjero, puesto que no se exige que esta declaración sea eficaz desde la perspectiva
extranjera (Res. DGRN de 24 de mayo de 1993). Por otra parte, no están obligados a renunciar a su anterior
nacionalidad los nacionales de países iberoamericanos, los andorranos, los filipinos, los ecuatoguineanos y los
portugueses. Los casos resueltos en los que los interesados habían renunciado previamente a su nacionalidad ori-
ginaria no pueden hacer posteriormente una manifestación contraria: Vid. argentinos (Res. DGRN de 22 de marzo
de 1997), colombianos (Res. DGRN 1ª de 12 de enero de 1999), filipinos (Res. DGRN 2ª de 16 de octubre de
1998), peruanos (Ress. DGRN 2ª de 2 de febrero de 1999 y 1ª de 18 de mayo de 2000), portugueses (Res. DGRN
7ª de 18 de septiembre de 1993 y 2ª de 22 de julio de 2000, 6ª de 25 de octubre de 2005) y nacionales de Puerto
Rico (Res. DGRN 3ª de 30 de septiembre de 1996).
402 En todo caso, se debe tener en cuenta que la DGRN sostiene que sólo se adquiere a partir del momento de la ins-
cripción (Vid. Ress. DGRN de 14 de junio de 2005 y de 29 de marzo de 2006).
403 Si el nacimiento está inscrito en un Registro español al Encargado del mismo le corresponde proceder a la anota-
ción de la adquisición (Vid. Res. DGRN de 13 de febrero de 1997).
404 Una vez inscrito el nacimiento y anotada la adquisición de la nacionalidad se podrá solicitar una certificación del
acta de nacimiento que permitirá la solicitud del documento nacional de identidad (DNI). Este deja de ser una
prueba iuris tantum para convertirse en una verdadera prueba de la nacionalidad en virtud del RD 1553/2005, de
23 de diciembre, por el que se regula la expedición del documento nacional de identidad y sus certificados de
firma electrónica (BOE, 24-XII-2005, pp. 42090-42093). Debe tenerse en cuenta que es preciso el DNI para el
otorgamiento del pasaporte. Para el procedimiento y requisitos exigidos para la expedición del pasaporte se debe
cumplir lo establecido en el RD 896/2003, de 11 de julio, por el que se regula la expedición del pasaporte ordina-
rio y se determinan sus características (BOE, 12-VII-2003, pp. 27341-27344).
405 Anexo Legislativo I.3. Dicho precepto fue introducido por Disposición adicional séptima de la Ley 24/2005, de
18 de noviembre, de reformas para el impulso a la productividad (BOE, 19-XI-2005). Y, también la Instrucción
DGRN de 28 de febrero de 2006, sobre competencia de los Registros Civiles Municipales en materia de adquisi-
ción de nacionalidad española y adopciones internacionales (Anexo Legislativo I.11).
406 Según el párrafo 5 del art. 16 RLC. Este párrafo se introdujo por Disposición adicional séptima de la Ley
24/2005, de 18 de noviembre, de reformas para el impulso a la productividad (BOE, 19-XI-2005; Vid. Instrucción
DGRN de 28 de febrero de 2006, sobre competencia de los Registros Civiles Municipales en materia de adquisi-
ción de nacionalidad española y adopciones internacionales (Anexo Legislativo I.11).
407 Como apuntan las Ress. DGRN 3ª de 19 de diciembre de 2000 y 1ª de 15 de marzo de 2001, en principio, el nom-
bre y los apellidos de un extranjero se rigen por su Ley personal, determinada por la nacionalidad, no siendo
competencia del Registro Civil español conceder ningún cambio ni modificación de tales nombres o apellidos
cuando afecten a ciudadanos extranjeros. No obstante, puede rectificarse o cambiarse en el Registro los nombres
y apellidos que correspondan a un extranjero, por aplicación de su Ley nacional, siempre que dicho extranjero
acredite suficientemente, con documentos oficiales de su país, la nacionalidad y el cambio que deba efectuarse
en la inscripción de su nombre o apellido, y ello sin necesidad de expediente (art. 23 LRC y 296 in fine RRC) y
en virtud de la sola solicitud y de la documentación auténtica extranjera indicada.
408 Anexo Formularios III.4 y 5.
Así, con respecto al nombre propio, el art. 213 establece que el nombre se
mantendrá respecto del que adquiera la nacionalidad española; añadiéndose la
regla de que será completado o cambiado en cuanto infrinja las normas estable-
cidas. En este sentido, la Res. DGRN 1ª de 12 de marzo de 2008 afirma que:
“Para el extranjero que adquiere la nacionalidad española ha de consignarse en su ins-
cripción de nacimiento en el Registro Civil español el nombre propio que aparezca en la
certificación extranjera de nacimiento que sirva de titulo para la inscripción, a no ser que
se pruebe la utilización de hecho de otro nombre propio (cfr. art. 213, regla 1.ª, RRC).
En todo caso si este nombre infringe las normas establecidas sobre imposición del nom-
bre propio (cfr. art. 213, regla 2.ª, RRC), ha de ser sustituido por otro ajustado conforme
a los criterios que señala el artículo 212 del Reglamento del Registro Civil” (409).
409 Anexo Jurisprudencial II.50. Así no cabe mantener el nombre originario cuando incurre en alguna de las prohibi-
ciones de nuestro ordenamiento, en la Res. DGRN 2ª de 27 de febrero de 2008 se afirma que: “Para el extranjero
que adquiere la nacionalidad española ha de consignarse en su inscripción de nacimiento en el Registro Civil
español el nombre propio que figure en la certificación extranjera de nacimiento, que sirva de título para el asien-
to, a no ser que se pruebe que viene usándose de hecho otro nombre propio (cfr. art. 213.º regla 1.ª, RRC). Ahora
bien, en todo caso el nombre ha de ser sustituido por otro ajustado si infringe las normas establecidas (cfr. art.
213.º regla 2.ª, RRC)”. III. Esta última circunstancia es la que impide mantener el primer nombre «Lenin.»
Según doctrina reiterada por este Centro Directivo están prohibidos los nombres que hagan confusa la identifica-
ción de las personas (cfr. art. 54 II, LRC) y esta se produce cuando el nombre pretendido puede ser confundido
con un apellido; la misma doctrina cabe extender para los supuestos de hecho donde el nombre pretendido se
identifica con un seudónimo que para el sentir popular se pueda entender como apellido. Este es el supuesto de
hecho ahora contemplado donde el nombre pretendido «L» es identificado con el apellido de un personaje histó-
rico aunque el mismo correspondiera sólo al seudónimo con el que fue conocido dicho personaje” (BIMJ, núm.
2078, 2009, pp. 387-388).
infracción del principio de economía procedimental que, con carácter vinculante, im-
pone a todos los órganos del Registro Civil, incluido este Centro Directivo, el párrafo
segundo del artículo 354 RRC que ordena evitar toda dilación o trámite superfluo o
desproporcionado con la causa”.
Por otra parte, ya con relación a los apellidos, el extranjero con filiación
determinada que adquiere la nacionalidad española, han de inscribirse, en prin-
cipio, en el Registro Civil español, los apellidos fijados por tal filiación, según
las leyes españolas, que se sobreponen a los meramente usados de hecho (cfr.
art. 213 regla 1ª RRC). Ahora bien, con la finalidad evidente de evitar confu-
siones en la identificación, el art. 199 RRC establece la excepción de que un
extranjero naturalizado español puede conservar los apellidos que le identifi-
caban legalmente por aplicación de su ley personal anterior, siempre que lo
solicite en el acto de adquisición de la nacionalidad española o dentro de los
dos meses siguientes a la adquisición o a la mayoría de edad (410). En este caso,
no podrá ejercitar después la facultad que concede a todo español el art. 109 del
Cc para invertir sus apellidos al llegar a la mayoría de edad (411). La razón fun-
damental para esta conclusión negativa ha de encontrarse en que, una vez que
una persona ha hecho uso de la posibilidad de alterar sus apellidos por la vía del
art. 199 RRC y no ha escogido la aplicación de la ley española, no es posible
que una simple declaración de voluntad prive de eficacia a la conservación de
apellidos libremente solicitada. En este sentido, la Res. DGRN 5ª de 5 de octu-
bre de 2006 afirma que:
“Si la promotora, al ser inscrita como española ejerció la facultad de conservar los
apellidos que venía usando conforme a su ley personal, no debió después beneficiarse
del derecho que concede a todo español el artículo 109 del Código civil para invertir
el orden de los apellidos. La razón fundamental para esta conclusión negativa ha de
encontrarse en que, una vez que una persona ha hecho uso de la posibilidad de alterar
sus apellidos por la vía del artículo 199 RRC y no ha escogido la aplicación de la ley
410 El plazo es de caducidad, por tanto, no cabe hacer uso fuera de plazo de la facultad del art. 199 RRC. Así se pone
de manifiesto en las Ress. DGRN 2ª de 2 de julio de 2002 y 2ª de 26 de abril de 2003. En virtud del art. 200 RRC
si en el país extranjero en cuestión estos apellidos tienen terminaciones distintas masculinas o femeninas según
el sexo, debe consignarse la variante respectiva en la inscripción de nacimiento. Así, en la Res. DGRN 3ª de 23
de diciembre de 2002, para la extranjera cuyos apellidos, según su anterior estatuto personal, tienen terminación
femenina, ha de mantenerse esa forma al adquirir la nacionalidad española (BIMJ, núm. 1936, 2003, pp. 798-
801).
411 Anexo Formularios III.5. Se afirma con rotundidad: “que no puede hacer uso de la facultad de invertir los apelli-
dos que concede al mayor de edad el art. 109 Cc quien al adquirir la nacionalidad española optó por mantener
sus apellidos anteriores (art. 199 RRC) y excluyó la aplicación de las leyes españolas” (Vid. Res. DGRN 2ª de 8
de febrero de 2000, 1ª de 11 de febrero de 2000, 2ª de 23 de diciembre de 2002, 2ª de 17 de mayo, 2ª de 29 de
septiembre, 1ª de 31 de octubre de 2003, y 5ª de 5 de octubre de 2006). Ahora bien, el naturalizado que no ha
hecho uso de la facultad de conservar sus apellidos anteriores tiene derecho como mayor de edad a invertir sus
apellidos, tal y como se pone de relieve en la Res. DGRN de 31 de octubre de 2002 (BIMJ, núm. 1931, 2002, pp.
3984-3985).
Asuntos K.B. y García Avello”, Revista de Derecho Comunitario Europeo, año 8, núm. 18, mayo-agosto 2004,
pp. 507-529; id, “Ciudadanía europea, doble nacionalidad y cambio de los apellidos de los hijos: autonomía de la
voluntad y conflicto positivo entre las nacionalidades de dos estados miembros”, Revista Jurídica de Catalunya,
núm. (2004), pp. 851-872).
416 Desde finales de diciembre de 2005, el DNI parece que ha dejado de ser una prueba iuris tantum para convertirse
en una verdadera prueba de la nacionalidad en virtud del RD 1553/2005, de 23 de diciembre, por el que se regula
la expedición del documento nacional de identidad y sus certificados de firma electrónica (BOE, 24-XII-2005,
pp. 42090-42093). Debe tenerse en cuenta que es preciso el DNI para el otorgamiento del pasaporte. Para el pro-
cedimiento y requisitos exigidos para la expedición del pasaporte se debe cumplir lo establecido en el RD
896/2003, de 11 de julio, por el que se regula la expedición del pasaporte ordinario y se determinan sus caracte-
rísticas (BOE, 12-VII-2003, pp. 27341-27344).
417 En la actual legislación se establece la posibilidad de recurrir “la concesión o denegación de la nacionalidad por
residencia” ante los órganos contencioso-administrativos. La gran polémica acerca de si los recursos sobre la
nacionalidad debían ser conocidos por los tribunales del orden civil o por los tribunales de lo contencioso-admi-
nistrativo, en este momento, se ha solucionado en favor de estos últimos (Sent. TS (Sala 4ª) de 7 de junio de
1986). Por ello, el interesado, en caso de denegación, podrá recurrir ante la Audiencia Nacional.
418 Cf. J.L. Gil Ibáñez, “La adquisición de la nacionalidad española por residencia en las sentencias de la Audiencia
Nacional”, La Ley, núm. 4162, 8 noviembre 1996, pp. 14-16; T. 1996-6, pp. 1469-1473.
5. Eventuales recursos
Ante una eventual denegación de la solicitud, es decir si la solicitud fuese
rechazada, como no puede ser de otro modo en un Estado de tutela efectiva de
419 Inédita. En una postura similar podemos ver: STS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 25 de noviembre de 1996, de 26 de
julio de 1997; de 8 de febrero, de 24 de abril, de 13 de mayo, de 19 de junio de 1999; de 5 de mayo de 2001; de
1 de julio de 2002 y de 17 de febrero de 2003. En esta última decisión se apunta que: “…y en el caso que exami-
namos, esta exigencia formal se cumplimentó por la resolución administrativa a través de la motivación in aliun-
de, es decir, mediante la aceptación o incorporación a su texto de los informes ad hoc emitidos en el expediente
por las autoridades públicas en los que se hace constar que «tanto el interesado como su sobrina son dirigentes
de la Asociación Hispano-iraquí y de la Federación de Asilados y Refugiados en España, así como diputado de la
oposición iraquí en el Congreso Nacional Iraquí, creado por los disidentes de todas las tendencias en el exilio. El
servicio de información exterior no aconseja que se acceda a su petición de nacionalidad, pues los cargos citados
suponen que está plenamente inmersa en la política de otro Estado” (RJA, 2003, núm. 3278). Ahora bien, el TS
recurre a los datos fácticos que concurren en el caso, así en la Sent. TS (Sala 3. Sección 6ª) de 8 de febrero de
1999 se deniega la nacionalidad porque de los informes del CESID: consta que el interesado mantiene relación
con traficantes de divisas, estupefacientes y falsificación de documentos y trafica con vehículos robados (RAJ,
1999, núm. 1779); también llega a la misma conclusión en el caso resuelto por la Sent. TS (Sala 3. Sección 6ª) de
5 de mayo de 2000 porque de los informes de la policía y del CESID se comprueba la vinculación del solicitante
a grupos extremistas (RAJ, 2000, núm. 6262). En cambio, no acepta los informes confidenciales del CESID
dando valor a los del Encargado del Registro Civil y del Ayuntamiento (Sents. TS (Sala 3. Sección 6ª) de 13 de
mayo de 1999 y de 3 de diciembre de 2001).
420 Vid. STS de 17 de febrero 2003 y de 19 de julio, de 27 de julio, de 8 de noviembre, de 17 de septiembre, de 15 de
noviembre de 2004.
421 El TS desestimó el recurso interpuesto por el Abogado del Estado y confirmó la SAN (Sala de lo Contencioso-
Administrativo. Sección 4ª) de 2 de noviembre de 2000 (Anexo Jurisprudencial II.23). Vid. J.R. Rodríguez
Carbajo, “El Ministerio de Justicia no puede denegar la nacionalidad española basándose en informes reservados
del CNI”, Actualidad Administrativa, núm. 18, 2004, pp. 2274-2279.
422 Recurso núm. 268/2003. Ponente: D. Enrique Lecumberri Martí. Denegación motivada en dos hechos: la recu-
rrente se encontraba estudiando en una Universidad de California; y, en segundo lugar, por razones de orden
público o interés nacional. En relación a la posibilidad de interrupción de la residencia se argumenta con decisio-
nes y normas de extranjería. Por otra parte, la alusión a seguridad basada en un informe secreto del CESID se
mantiene la tesis ya sostenida anteriormente en las STS de 24 noviembre de 2004. Concesión (RJ, 2007\7627).
Revoca la Sent. Aud. Nacional (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 10 de octubre de 2002.
423 Cf. J.L. Gil Ibáñez, “La adquisición de la nacionalidad española por residencia en las sentencias de la Audiencia
Nacional”, La Ley, núm. 4162, 8 noviembre 1996, pp. 14-16; T. 1996-6, pp. 1469-1473). En este mismo sentido
se había pronunciado la Sent. T.S. (Sala 4ª) de 7 de junio de 1986 (RAJ, 1986, núm. 6606; comentada por J.C.
Fernández Rozas y S. Álvarez González, “La nacionalidad ante la jurisdicción contencioso-administrativa”, LA
LEY, núm. 1694, 1987, pp. 1-7.
424 Anexo Legislativo I.1.5.
425 Sent. T.S. (Sala de lo Contencioso-administrativo. Sección 6ª) de 12 de marzo de 2002 (RAJ, 2002, núm. 2994).
426 Vid. Mª.P. García Rubio, “Consolidación de la nacionalidad española. Comentario a la Resolución de la
Dirección General de Registros y Notariado de 25 de octubre de 1991”, Actualidad y Derecho, núm. 31, 1992,
pp. 1-7; id., “Consolidación de la nacionalidad española”, A.D.C., t. XLV, 1992, pp. 929-1009; J. Diez del Corral
Rivas, “Consecuencias de la posesión de la nacionalidad española. Reflexiones sobre el artículo 18 del Código
Civil”, Jornadas sobre Nacionalidad y Extranjería, op. cit., pp. 245-266; M. Peña y Bernaldo de Quirós,
“Comentarios..”, op. cit., pp. 205-225.
427 Regulado por los arts. 96.2 de la LRC y 335, 338 y 340 del RRC; Vid. Res. DGRN de 21 de febrero de 2000.
428 Vid. Res. DGRN 4ª de 1 de diciembre de 1999.
429 Anexo Jurisprudencial II.31.
430 RJA, 2003, núm. 4029; la misma tesis se ha mantenido en las Ress. DGRN 6ª de 11 de septiembre, 3ª de 12 de
septiembre de 2001 y 2ª de 29 de octubre 2002. En cambio no se consideran españoles casos similares por el
A) Art. 21 Cc
hecho de que los solicitantes residían en España durante el plazo otorgado para optar (Ress. DGRN 1ª de 1 de
marzo y de 7 de marzo de 2000).
431 Anexo Formularios III.20. Desde el RD 223/1995, de 10 de febrero, por el que se concede la nacionalidad espa-
ñola por carta de naturaleza a Don Talant Douichebaev Mushanbetova (BOE, 24-II-1995) hasta el RD 346/2009,
de 13 de marzo, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a doña Lora Sason (BOE,
31-III-2009) se han concedido más de seiscientas cartas de naturaleza. Destacamos algunos de los Reales
Decretos por los que se nombran españolas a personas destacadas en el mundo de las artes. D. Daniel Barenboim,
músico de reconocido prestigio galardonado con el Premio Príncipe de Asturias, se le concedió la nacionalidad
por carta de naturaleza mediante el RD 1110/2002, de 25 de octubre (ibíd, 26-X-2002); y, sobre todo, a deportis-
tas de élite: RD 302/2008, de 22 de febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturale-
za a Doña Yanfei Shen, de origen chino, especializada en tenis de mesa (ibíd, 7-III-2008); RD 121/2009, de 6 de
febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a don Albert Baghumyan, nacido
en 1982 en Leninacán (Armenia) compite en lucha olímpica; y RD 122/2009, de 6 de febrero, por el que se con-
cede la nacionalidad española por carta de naturaleza a doña María Yurlova, nacida en Rusia (1993) gimnasia rít-
mica (Ibid, 27-II-2009).
der la nacionalidad por esta vía (432). Puesto que, si se reside en el extranjero no
concurriendo en su persona motivos excepcionales que le permitan obtener la
carta de naturaleza y no se puede beneficiar de la opción prevista en el art. 20
Cc tiene vedado el acceso a la nacionalidad española, pues, en ningún caso, se
puede conseguir la dispensa del requisito de la residencia en España si se acude
a la adquisición de la nacionalidad por un plazo de residencia legal en nuestro
país (433). Por esta razón, en los últimos tiempos, el Centro Directivo parece
sugerir el uso de esta institución para que puedan conseguir la nacionalidad
española los extranjeros casados con españoles que trabajan fuera de España,
contratados por el Estado español, que no pueden acceder a la naturalización
por residencia porque no viven en nuestro país (434). Ahora bien, desde hace
pocos meses también podemos señalar que, a través de esta institución, se ha
logrado reparar algunas injusticias provocadas por el mal funcionamiento de la
propia administración española (435).
432 Han conseguido Carta de naturaleza y en su persona concurría que alguno de sus ascendientes, padre o madre,
abuelo o abuela eran españoles, los siguientes: RD 1926/1997, de 19 de diciembre, por el que se concede la
nacionalidad española por carta de naturaleza a Doña Zoé Milagros Valdés Martínez; RD 134/2001, de 9 de
febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a Don Joaquín Nin Culmell; RD
972/2001, de 3 de agosto, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a Don Roberto
Matta Echaurren; RD 219/2002, de 22 de febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de
naturaleza a Doña Graciela Soriano de García-Pelayo; RD 1454/2003, de 21 de noviembre, por el que se concede
la nacionalidad española por carta de naturaleza a Doña Isabel García-Lorca de los Ríos; RD 388/2004, de 5 de
marzo, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a Don Carlos Alfonso Arpíroz
Costa; RD 389/2004, de 5 de marzo, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a
Don Ruben David González Gallego; RD 182/2005, de 18 de febrero, por el que se concede la nacionalidad
española por carta de naturaleza a Don José Rodrigo Campos Cervera Saccarello; RD 292/2005, de 11 de marzo,
por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a Don Jorge Luís Prats Soca.
433 Vid. Res. DGRN de 6 de septiembre de 1984 (Anuario DGRN, 1984, pp. 643-644).
434 Vid. Res. DGRN 2ª de 24 de junio de 2005 (Anexo Jurisprudencial II.24).
435 Vid. RD 1272/2006, de 8 de noviembre, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a
doña Adelina Kola Ipua (BOE, 28-XI-2006, p. 41693). Sobre la problemática del supuesto (http://derecholeon.
blogspot.com/2007/01/el-caso-de-adelina-kola_26.html).
436 BOE, 22-III-2004.
437 Vid. Los Reales Decretos 201 a 207/2007, de 9 de febrero, por los que se concede la nacionalidad española por
carta de naturaleza a los padres y hermanos de Carlos Alonso Palate y de Diego Armando Estacio.
438 Vid. RD 303/2008, de 22 de febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a
doña Martha Cecilia Abadía Quiceno, madre de Yeison Alejandro Castaño Abadía (BOE, 7-III-2008), RD
304/2008, de 22 de febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a don
Leonardo Fabio Castaño Abadía, hermano de Yeison Alejandro Castaño Abadía (ibíd); RD 305/2008, de 22 de
febrero, por el que se concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a doña Sandra Milena Pérez
Abadía, hermanastra de Yeison Alejandro Castaño Abadía, (ibíd); RD 306/2008, de 22 de febrero, por el que se
concede la nacionalidad española por carta de naturaleza a don Johann Andrey Vanegas Moya, hermanastro de
Jeferson Vargas Moya (ibíd), RD 307/2008, de 22 de febrero, por el que se concede la nacionalidad española por
carta de naturaleza a doña Dorayne Posada Valencia, hermana de Yhon Edison Posada Valencia (ibíd).
439 BOE, 5-III-1996, p. 8579. En cuanto a la tramitación y a los requisitos exigidos el R. Decreto 39/1996, establece
que: “1. El encargado del Registro ante quien se formule la declaración levantará acta por duplicado y recibirá
aquellas pruebas que justifiquen las circunstancias exigidas por el artículo 1. 2. Uno de los ejemplares, con las
pruebas practicadas, se remitirá a la Dirección General de los Registros y del Notariado, la cual recabará, en su
caso, informe de los organismos que puedan atestiguar sobre la realidad de las condiciones requeridas al solici-
tante. A la vista de lo instruido, la Dirección calificará el derecho del peticionario a acogerse a los beneficios de
la presente disposición y ordenará la correspondiente inscripción en el Registro, previos los requisitos exigidos
por los párrafos a) y b) del artículo 23 del Código Civil”.
440 La DGRN incluyó estas concesiones en las Resoluciones que obligatoriamente debe publicar semestralmente.
Haciendo un seguimiento desde la Res. DGRN de 14 de enero de 1997 hasta la Res. DGRN de 6 de octubre de
1999 tan sólo hemos localizado la concesión de treinta cartas de naturaleza al amparo del RD 39/1996, de 19 de
enero.
441 Vid. Art. 20 del Proyecto (BOCG. Congreso de los Diputados, VIII Legislatura, Serie A, núm. 99-1, de 8 de sep-
tiembre de 2006, pp. 1-10).
442 Anexo Legislativo I.I.19. Téngase en cuenta que en algunas Enmiendas se solicitó que se exigiese al Gobierno la
aprobación casi inmediata del RD. En todo caso, también en la Proposición de Ley presentada por el Grupo
Parlamentario de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya Verds, sobre Concesión de la nacionalidad española y
de una prestación económica excepcional a los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales, se pedía
que el apartado 2 quedase redactado de la siguiente forma: “Pasado un mes desde la aprobación de esta ley, el
Gobierno a través de un Real Decreto, determinará los requisitos y el procedimiento a seguir para la adquisición
de la nacionalidad española por parte de los brigadistas internacionales” (BOCG, Congreso de los Diputados,
VIII Legislatura, Serie B, núm. 277-1, de 30 de marzo de 2007, pp. 1-2).
443 Anexo Formularios III.21.
I. ASPECTOS GENERALES
Los motivos que actualmente pueden generar la pérdida de la nacionalidad
española se encuentran regulados en los arts. 24 y 25 Cc. El tenor literal de este
último reitera el principio incluido en el art. 11.2 CE, mediante el cual se viene
a establecer que ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad
(444). Por tanto, tan sólo los españoles no originarios, es decir, aquellos españo-
les que hayan obtenido la nacionalidad a través de una vía por la cual no se les
imponga la nacionalidad española originaria, podrán ser sancionados con la
pérdida de la nacionalidad (445).
podrán dejar de ser españoles tanto los originarios como los no originarios; y
otras causas de pérdida que tendrán como destinatarios a los no originarios, las
cuales nunca podrán afectar a los españoles de origen.
Antes de entrar a analizar cada una de ellas veremos algunos datos comunes
que, cumpliéndose, pueden permitir acercarnos a la eventual pérdida de la
nacionalidad española. En todo caso, se observa de forma genérica que el espa-
ñol debe comenzar a preocuparse por la situación real de su nacionalidad
cuando coexistan simultáneamente cuatro circunstancias: gozar de una nacio-
nalidad extranjera, estar emancipado, residir en el extranjero y, que España no
se halle en guerra. Descartado el requisito último, se puede señalar que han
podido incurrir en pérdida de la nacionalidad española: los españoles emanci-
pados que disfruten de otra nacionalidad residiendo fuera de España. Sin
embargo, vamos a exponer qué otras exigencias impone nuestro Ordenamiento
para que realmente se pierda la nacionalidad. Por ello, analizaremos cuatro
casos diferentes: la pérdida por adquisición voluntaria de nacionalidad extran-
jera, la pérdida por uso exclusivo de nacionalidad extranjera obtenida antes de
la emancipación, la pérdida por renuncia y la pérdida por ausencia de declara-
ción de conservación de la nacionalidad española cuando se trate de españoles
nacidos en el extranjero, de progenitores nacidos fuera de España a los que las
leyes del país donde residan les haya impuesto su nacionalidad.
Fiscal General del Estado, reiterada por la Res. DGRN de 21 de marzo de 1979 apuntaba que el párrafo 3º del
art. 11 de la CE se limitaba “a sentar principios rectores” y … “.. la pérdida de la nacionalidad española por
adquisición voluntaria de otra se rige hoy por el texto vigente del art. 22 del Cc, sin que pueda tener aplicación
inmediata, a reserva de un futuro desarrollo legislativo, el principio contenido en el art. 11.3º de la Constitución”.
Posteriormente, la Res. DGRN de 19 de abril de 1988 apuntaba que “no hay duda hoy .... de que ese precepto
constitucional, en lo que se refiere a un país inequívocamente iberoamericano ..... ha de tener vigencia inmedia-
ta” (BIMJ, núm. 1491, 1988, pp. 2353-2362; comentada por M.A. Amores Conradí, “Pérdida/conservación de la
nacionalidad española por adquisición voluntaria de otra nacionalidad (argentina)”, CCJC, núm. 17, 1988, pp.
437-444). La aplicación directa de este precepto también se observa en otras decisiones posteriores a esa fecha,
entre las que podemos destacar: Vid. Ress. DGRN de 20 de junio, de 22 de noviembre de 1988; de 24 de enero,
de 2 de febrero, y de 11 de marzo de 1989; de 29 de octubre de 1994; 1ª de 8 de octubre de 1997; 2ª de 7 de
enero de 2000; 1ª de 9 de diciembre 2002 y 3ª de 18 de enero de 2003. Desde luego, en ningún caso se ha dado
efectos retroactivos a este precepto constitucional (Vid. Ress. DGRN de 22 de junio, de 21 de septiembre y de 26
de octubre de 1992, 5ª de 2 de octubre y de 16 de octubre de 1993, de 2 de noviembre de 2000).
448 Vid. Ress. DGRN 2ª de 17 de octubre de 2000; 1ª de 26 de junio, 4ª de 23 de septiembre de 2002. Así, podemos
mencionar que, en la Res. DGRN 1ª de 26 de junio de 2002, en contra de los intereses del recurrente que adquirió
la nacionalidad norteamericana en 1997 siendo mayor de edad y residiendo durante los tres años posteriores a la
adquisición en el extranjero, el Centro Directivo entiende que se ha producido la pérdida. Si este caso se hubiese
producido actualmente, con toda seguridad no se habría provocado la pérdida, ya que el recurrente quería mante-
ner la nacionalidad española. De todas formas, el interesado es emigrante por haber nacido en España de madre
también nacida en España, por lo que puede solicitar la recuperación desde el día 8 de enero de 2003, fecha en
que entró en vigor el nuevo art. 26 Cc, redactado por la Ley 36/2002, sin necesidad de residir legalmente en
España y tampoco necesita renunciar a su nacionalidad anterior (Vid. Tema 7.II.2 y 3.III).
449 Texto incorporado por la Ley 36/2002 nos recuerda la doble nacionalidad por razón de emigración vigente en
España desde la entrada en vigor de la Ley 51/1982 hasta la entrada en vigor de la Ley 18/1990 (Vid. A. Álvarez
Rodríguez, Nacionalidad y emigración, op. cit, pp. 235-240). Hoy, tras la entrada en vigor de la Ley 36/2002, de
8 de octubre, es posible el mantenimiento de la nacionalidad española aunque se adquiera otra (Vid. A. Álvarez
Rodríguez, “Nacionalidad española para emigrantes”, Carta de España, núm. 580, febrero 2003, pp. 6-11).
Ahora bien, debe tenerse en cuenta que sólo es posible la conservación de la nacionalidad española si verdadera-
mente se ha tenido con anterioridad. En este sentido, la Res. DGRN 5ª de 13 de marzo de 2007, señala que: “Pero
en todo caso es evidente que la conservación de la nacionalidad presupone necesariamente su previa tenencia y
es ésta la cuestión debatida en el expediente. Se funda la promotora para mantener dicha tenencia en que, al
tiempo de su nacimiento, el padre era español de origen por ser, a su vez, hijo de padres españoles. Pero del
expediente resulta que el padre, nacido en Francia, adquirió la nacionalidad nicaragüense y era ésta la que osten-
taba al tiempo del nacimiento de la hija, según consta en la inscripción de nacimiento de ésta. También era nica-
ragüense la nacionalidad de la madre, por lo que fue tal nacionalidad la que los padres transmitieron «iure san-
guinis» a su hija. Para que la interesada hubiese podido obtener una resolución favorable habría tenido que acre-
El tenor literal del precepto nos conduce a hacer varias matizaciones: pri-
mera, los españoles no emancipados aunque adquieran una nacionalidad extran-
jera no podrán perder la nacionalidad primitiva; segunda, que los que adquieran
la nacionalidad extranjera de forma involuntaria no pierdan la española (450);
tercera, que los españoles que adquieran una nacionalidad extranjera no pierdan
su primitiva nacionalidad hasta que transcurran tres años siempre y cuando
continúen residiendo en el extranjero. El cómputo de este plazo se inicia a partir
del día de la adquisición voluntaria de la nacionalidad extranjera (451).
ditar suficientemente que su padre ostentaba la nacionalidad española al tiempo del nacimiento de ella” (Anexo
Jurisprudencial II.37).
450 No hay pérdida si se adquiere la nacionalidad extranjera por el principio de la unidad jurídica de la familia: Res.
DGRN de 26 de marzo de 1991 (RAJ, 1991, núm. 3123) o por adopción por extranjeros: Res. DGRN 2ª de 14 de
julio de 2000 (BIMJ, núm. 1879, 2000, pp. 3363-3364; Actualidad Civil (Registros), 2001-3, núm. 433, p. 414).
Desde luego, la adquisición de nacionalidad extranjera por razón de emigración no se considera una adquisición
involuntaria: Vid. Res. DGRN de 24 de septiembre de 1991 (BIMJ, núm. 1619, 1991, pp. 6111-6113).
451 Vid. Res. DGRN 1ª de 26 de junio de 2002 (BIMJ, núm. 1925, 2002, pp. 2933-2935).
dichos documentos y, por ello, se denegase la pretensión de la promotora (cfr. art. 354
RRC), se estima procedente la aplicación de criterios de economía procesal y acordar
la estimación del recurso” (452)
Parece pues razonable pensar que los españoles obligados a adquirir una
nacionalidad extranjera -sean o no emigrantes o hijos de éstos- no perderán la
nacionalidad primitiva. Ahora bien, la inseguridad acerca del mantenimiento o
pérdida de la nacionalidad española para las personas que adquieran nacionali-
dad extranjera bajo estas circunstancias ha quedado eliminada a raíz de la
última reforma, ya que el interesado cuenta con tres años para declarar que
quiere mantener la nacionalidad española (454).
455 Con la nueva redacción de este precepto pensamos que ya no puede ser de aplicación la tesis apuntada en la
Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 al afirmar que: “El art. 24 plantea otras muchas cuestiones que no es
oportuno resolver ahora, como las relativas al trato que merezca la conducta de quien, habiendo adquirido invo-
luntariamente una nacionalidad, haga uso exclusivo de ésta durante tres años, en el tiempo posterior al previsto
en el apartado 2,I, residiendo habitualmente en el extranjero” (Anexo Legislativo I.I.5).
456 Vid. Tema 6.II.4.
457 Esta causa de pérdida se recogió legalmente de forma expresa en la Ley 18/1990. De todas formas, el Centro
Directivo ha venido considerando la mera aceptación de la nacionalidad extranjera como causa de pérdida de la
española desde 1964 hasta la entrada en vigor de la C.E. para el caso de los españoles que gozaban de una nacio-
nalidad extranjera. Por esta razón, la mayoría de hijos de los emigrantes españoles nacidos antes del 19 de agosto
de 1964, que gozaban de otra nacionalidad antes de cumplir la mayoría de edad, han perdido la nacionalidad
española. Ahora bien, si la nacionalidad extranjera poseída era la correspondiente a un país iberoamericano, para
que la pérdida haya tenido lugar, el nacimiento debe haber acaecido con anterioridad al 29 de diciembre de 1960
(Vid. A. Álvarez Rodríguez, Nacionalidad y emigración, op. cit, pp. 235-240).
458 Cf. F. Alvargonzález San Martín, La regulación, op. cit., p. 48 (Vid. Ress. DGRN 1ª de 7 de mayo, de 14 de julio
de 1994; 2ª de 26 de septiembre, 1ª de 28 de noviembre de 1995; y de 5 de enero de 1996).
justifique haber utilizado, dentro del plazo de tres años que señala el artículo, de algún
modo la nacionalidad española” (459).
463 Desde luego, esta causa de pérdida es aplicable sólo a los españoles que se emancipen con posterioridad al 8 de
enero de 2003, fecha de entrada en vigor de la Ley 36/2002. Ahora bien, esta postura es difícil de mantener a la
luz la Disposición Adicional 2ª de la Ley mencionada que se decanta por la irretroactividad únicamente del art.
24.3 Cc.
464 Vid. Tema 6.II.4.
465 Anexo Jurisprudencial II.36.
466 Vid. R. Viñas i Farre, “La pérdida de la nacionalidad española por renuncia en el Derecho español y en las reso-
luciones de la Dirección General de los Registros y del Notariado”, Derecho registral internacional. Homenaje a
tir que se pueda provocar una situación de apatridia (467). Por esta razón exige en
todo caso que se debe poseer previamente otra nacionalidad (468).
Entre las personas que pueden llegar a estar en esta situación podemos alu-
dir: en primer lugar, a un colectivo formado por aquellas personas que estando
emancipadas hayan adquirido una nacionalidad extranjera involuntariamente;
en segundo término, los que hayan adquirido nacionalidad extranjera volunta-
riamente sin residir en el extranjero durante los tres años exigidos; en tercer
lugar, los que hayan adquirido la nacionalidad de uno de los países particular-
mente vinculados con España -países iberoamericanos, Filipinas, Guinea
Ecuatorial, Andorra o Portugal; en cuarto lugar, los que habiendo adquirido
voluntariamente nacionalidad extranjera y residan en el extranjero, habiendo
declarado su voluntad de conservar la nacionalidad española; en quinto lugar,
los que hayan obtenido nacionalidad extranjera con anterioridad a la emanci-
pación acreditando la utilización de la nacionalidad española; en sexto lugar,
aquellas personas que teniendo otra nacionalidad con anterioridad a la emanci-
pación junto con la española utilicen de modo exclusivo la nacionalidad extran-
jera sin que hayan transcurrido los tres años mencionados en el art. 24.1 Cc; en
séptimo lugar, aquellas personas que teniendo otra nacionalidad con anteriori-
dad a la emancipación, declaren que desean conservar la nacionalidad española
dentro de los tres años siguientes a la emancipación; en octavo lugar, los que
hayan adquirido nacionalidad española siendo mayores de edad sin haber
renunciado a la extranjera o si, habiendo renunciado ante las autoridades espa-
ñolas, ello no produjo la pérdida de la extranjera; y finalmente, también podrían
la memoria del Profesor Rafael Arroyo Montero, Madrid, Iprolex, Ediciones de la Universidad de Castilla-La
Mancha, 2003, pp. 519-529.
467 Tampoco se permite la renuncia de una nacionalidad extranjera sin que previamente se haya adquirido una
nueva, como se pone de manifiesto en la Sent. Trib. Superior de Justicia de Madrid (Sala de lo Contencioso.
Sección 1ª) de 24 de febrero de 2003 ante la renuncia voluntaria de un rumano a su nacionalidad originaria con la
finalidad de obtener de las autoridades españolas una cédula de inscripción (JUR, 2003, 169622).
468 Vid. Ress. DGRN de 5 de febrero de 1985; de 20 de diciembre de 1997 y 1ª de 16 de noviembre de 2002. Dicho
requisito ha sido matizado para el supuesto de que para obtener la nacionalidad extranjera sea necesario acreditar
la renuncia a la española. Este caso se ha suscitado con respecto a la adquisición de la nacionalidad andorrana,
pues el ordenamiento andorrano exige la renuncia expresa a la nacionalidad anterior de aquellos que pretendan
acceder a la nacionalidad andorrana. Las autoridades españolas permiten la renuncia sólo y exclusivamente si
existe seguridad de que la nacionalidad extranjera va a adquirirse como resultado de la renuncia a la nacionalidad
española para que se cumpla el principio del derecho al cambio de nacionalidad y evitar el nacimiento de un
supuesto de apatridia (Ress. DGRN 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª de 16 de septiembre, 1ª de 23 de noviembre y de 19 de
diciembre 1995 y 1ª de 18 de septiembre de 1998). En la actualidad algunos de los interesados han querido vol-
ver a ser españoles y han solicitado la recuperación y se les ha considerado como emigrantes para evitar la exi-
gencia de la residencia legal y no necesitan renunciar a la nacionalidad andorrana en virtud del art. 26 Cc, redac-
ción dada por la Ley 29/1995 (Ress. DGRN 1ª, 2ª de 11 de marzo de 1998; 1ª de 22 de marzo de 2001; 6ª de 7 de
septiembre de 2002, y 2ª de 1 de febrero de 2003).
Del tenor literal del art. 24.3 Cc se deduce que depende de la declaración
expresa o de la ausencia de la misma para que estemos en presencia de un
supuesto más de pérdida de la nacionalidad española o de un supuesto de doble
nacionalidad. En todo caso, supone la resurrección del art. 26 Cc, en la redac-
ción dada por la Ley de 15 de julio de 1954 (475). Se pretendía en aquel pre-
cepto, como en el actual, evitar la perpetuación de estirpes de españoles en el
extranjero.
extranjero que poseen la nacionalidad del lugar de nacimiento. Los hijos de los
emigrantes nacidos fuera de España están excluidos de esta institución.
Una vez transcurridos los tres años sin hacer la declaración, el interesado
pierde la nacionalidad española; en cambio, si realiza la declaración en tiempo
y forma se produce la conservación de la nacionalidad. En definitiva, el reco-
nocimiento de un supuesto de doble nacionalidad sólo provocará este efecto
una vez que acceda al Registro Civil (476).
476 La doctrina española, con respecto al art. 26 Cc redacción dada por la Ley de 15 de julio de 1954, ha calificado
esta inscripción no sólo como obligatoria sino también de carácter constitutivo (Vid. M. Peña y Bernaldo de
Quirós, “De los españoles y extranjeros”, Comentarios al Código civil y compilaciones forales, (M. Albaladejo
dir.), t. I, Jaén, Edersa, 1978, p. 749; J. Peré Raluy, Derecho del Registro Civil, Madrid, Aguilar, 1962, pp. 608,
614.
Son muchos los interrogantes que nos surgen con respecto a este supuesto
de pérdida, ya que al haber sido incorporado en nuestro Ordenamiento en la
última reforma no contamos con antecedentes que nos sirvan para su interpre-
tación (482). Los motivos de la introducción son totalmente claros; se pretende
que los extranjeros que adquieran la nacionalidad española a los que se les
exija la renuncia de la nacionalidad primitiva no la utilicen. Parece que la inte-
gración del extranjero impone la fidelidad a la nacionalidad española y sólo a
ésta. Por tanto, si el extranjero renuncia a su nacionalidad de origen -formal-
mente- al adquirir la española pero sigue conservando su primitiva nacionali-
dad puede provocar la pérdida de la nacionalidad española si se usa la extran-
jera exclusivamente durante tres años. En este caso el precepto no establece
dónde se debe residir, por lo que parece que incluso aunque se viva en territorio
español es posible que se produzca la pérdida.
482 Este precepto fue objeto de algunas Enmiendas tanto en el Congreso como en el Senado. En la Cámara Baja se
presentaron dos Enmiendas proponiendo la supresión de esta causa de pérdida. Se trataba de la Enmienda núm.
12 del Grupo Mixto (BOCG, Congreso de los Diputados, VII Legislatura, Serie B, núm. 122-8, de 9 de abril de
2002, p. 21); y, la Enmienda núm. 28 del Grupo Socialista (ibíd, pp. 26-27). En el Senado, este Grupo parlamen-
tario reitera su propuesta en la Enmienda número 51 (BOCG, Senado, VII Legislatura, Serie III B, núm. 5 (b), de
18 de junio de 2002, p. 22) La enmienda núm. 39 presentada por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado
de Convergència i Unió está de acuerdo con este supuesto pero incrementando a cinco años de uso exclusivo
para la letra a) del apartado primero del artículo 25 del Código Civil (ibíd, p. 18).
El art. 25.1.b) Cc prevé otro supuesto de pérdida por sanción, pero en este
caso mediante una prohibición gubernativa. A través de este tipo de sanción
perderán la nacionalidad española aquellos españoles no originarios que entren
voluntariamente al servicio de las armas o ejerzan cargo político en un Estado
extranjero, contra la prohibición expresa del Gobierno. Por tanto, para que se
produzca la pérdida es preciso que se cumplan dos presupuestos: de un lado, se
exige una actuación voluntaria del individuo, bien entrando al servicio de las
armas o bien ejerciendo un cargo político; y por otro lado, la pérdida sólo se
producirá si existe una prohibición. Ésta podrá ser individual, aunque puede
quedar referida a un grupo de personas (483) incluso puede ser adoptada a priori,
aunque parece mucho más conveniente que se le notifique al interesado perso-
nalmente y que la sanción se adopte como reacción a posteriori. La cuestión
más importante gira en torno a la eventual derogación del R.D. de 28 diciembre
1967, que prohibía a todos los españoles entrar o continuar voluntariamente al
servicio de las armas de un Estado extranjero (484). La incertidumbre debe ser
483 Cf. J.C. Fernández Rozas, “La reforma del derecho español de la nacionalidad”, loc. cit., p. 206; F. Lledó Yagüe,
“Comentario al artículo 25 del Código Civil...”, Comentarios a las reformas del Código Civil, (Coordinado por
R. Bercovitz Rodríguez-Cano), Madrid, Tecnos, p. 810.
484 Cf. J.Mª. Espinar Vicente, Derecho internacional privado. La nacionalidad, op. cit., p. 129; J. Díez del Corral
Rivas, “Comentario a los artículos 17 a 28 del Código Civil”, loc. cit., p. 213; A. Ruiz de los Paños Brusi, “La
entrada al servicio de las armas de un Estado extranjero y su sanción: la privación de la nacionalidad española”,
LA RECUPERACIÓN DE LA NACIONALIDAD
ESPAÑOLA
Son numerosas las decisiones que en las que se analizan supuestos de pér-
dida en los que se aplican causas actualmente inexistentes (489). En general se
487 Son numerosos los casos que últimamente se han examinado para comprobar si se ha tenido o no la nacionalidad
española con anterioridad (Vid. Res. DGRN de 22 de marzo, de 16 de mayo, de 20 de septiembre de 2007; Ress.
DGRN 6ª de 6 de marzo, y 6ª de 11 de marzo, 4ª de 17 de mayo y 2ª de 30 de mayo de 2008).
488 Vid. Res. DGRN 3ª de 5 de octubre de 2004, SAN (Sala de lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 25 de
enero de 2005 (JUR, 2005\226401).
489 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Pérdida y recuperación....”, op. cit., pp. 62-97. Se han tenido en cuenta para declarar
la pérdida las siguientes causas: por adquisición voluntaria de la nacionalidad extranjera (Ress. DGRN 1ª de 12
de enero, 3ª de 12 y 3ª de 24 de enero, 3ª de 14 de marzo, 4ª de 23 de septiembre de 2002), por asentimiento
voluntario (Ress. DGRN 3ª de 3 de junio, 1ª de 1 julio, 2ª de 1 de julio, 1ª de 3 de julio, 2ª de 7 de septiembre, 2ª
de 18 de septiembre, 2ª y 4ª de 23 de septiembre, 4ª de 14 de octubre, 2ª de 5 de noviembre, 3ª de 16 de noviem-
bre 2002, 4ª de 3 de noviembre de 2003), por unidad jurídica de la familia (Ress. DGRN 1ª de 1 de julio, 2ª de 7
de julio, 2ª de 7 de septiembre de 2002), por adquisición voluntaria de nacionalidad extranjera, en aplicación del
art. 24.1.l Cc, redacción dada por la Ley 18/1990 (Ress. DGRN 1ª de 26 de junio de 2002, 1ª de 22 de septiem-
bre, 6ª de 8 de noviembre de 2006) (Anexo Jurisprudencial II.35).
490 En algunos casos, por afectar a españoles se admite la inscripción del nacimiento haciendo constar expresamente
que no se acredita la nacionalidad española. En este sentido, se manifiestan tanto la Res. DGRN 1ª de 22 de mayo
de 2003 en la que se alude que el interesado acredita que su abuela era española nacida en 1911 como en la Res.
DGRN 3ª de 27 de mayo de 2003 en la que se menciona que el abuelo nació en 1915.
491 BIMJ, núm. 2055, 2008, pp. 564-566. “La interesada, nacida en Cuba en 1947, pretende la recuperación de la
nacionalidad española basándose en que su padre había nacido en España y tenía la nacionalidad española de
origen. El artículo 17 Cc en su redacción originaria, vigente al tiempo del nacimiento de la interesada, establecía
que eran españoles, entre otros supuestos que no hacen al caso, los hijos de padre o madre españoles aunque
hubieran nacido fuera de España, por lo que la interesada tenía que haber probado que el padre ostentaba la
nacionalidad española cuando ella nació y esto no consta acreditado en el expediente. III. Es obvio que para
recuperar la nacionalidad española es preciso probar suficientemente que en un momento anterior se ha ostenta-
do de iure dicha nacionalidad y que posteriormente se ha perdido y esto no se ha acreditado por la promotora”.
492 BIMJ, núm. 2006, 2006, pp. 543-544.
493 Ress. DGRN 2ª de 7 de septiembre de 2001 y 1ª de 26 de diciembre de 2002.
494 En la Res. DGRN 4ª de 16 de enero de 2002 al referirse a un hijo de un español nacido en Brasil en 1966 que
perdió la nacionalidad por dependencia familiar en 1971, se trata de un caso claro de recuperación y emigración,
por lo que puede solicitar la nacionalidad sin cumplir el requisito de residencia legal en España. A la misma solu-
ción se llega en la Res. DGRN de 5 de febrero de 2002, pues el padre de la recurrente perdió la nacionalidad por
adquisición de la nacionalidad cubana después del nacimiento de su hija.
tanto, éstos deben utilizar la vía de la recuperación (495). En cambio, si los pro-
genitores ya habían incurrido en causa de pérdida cuando nacieron sus hijos
no pueden recurrir a esta institución. En este supuesto deberán obtener la
nacionalidad mediante opción. En estos momentos, es importante señalar que
éstos son, sin lugar a dudas, destinatarios del apartado primero de la Disposi-
ción Adicional 7ª de la Ley 52/2007 (496). Cuando finalice el plazo de vigencia
de la misma, los hijos de los que recuperen la nacionalidad española podrán
recurrir al procedimiento de opción previsto en el art. 20 Cc (497) o bien
mediante la naturalización por residencia legal y continuada en España durante
un año (498).
1. Generalidades
Para volver a gozar de la nacionalidad española, los extranjeros que fueron
españoles deberán cumplimentar una serie de requisitos (499). El número de
exigencias difieren según las características del peticionario y la causa que pro-
vocó la pérdida de la nacionalidad española. No obstante, se puede afirmar, con
495 El Centro Directivo, por la rigidez del procedimiento de recuperación previsto en la redacción anterior, permitió
la utilización de la vía de la opción a los menores de edad no emancipados siempre que acreditasen que habían
estado sujetos a la patria potestad de un español aunque sus progenitores no hubiesen recuperado la nacionalidad
y ellos mismos hubiesen sido anteriormente españoles (Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Pérdida y recuperación....”,
op. cit., p. 65, nota 168; y Res. DGRN 2ª de 23 de noviembre de 1995).
496 Habrá muchos supuestos en los que anteriormente no se les permitió optar por ser mayores de edad los hijos, y
en estos momentos si que lo podrán hacer. A modo de ejemplo, un caso resuelto negativamente en la Res. DGRN
5ª de 19 de junio de 2006. Inscripción de nacimiento y opción por la nacionalidad española. Nacida en Brasil
(1972) de progenitor nacido también en Brasil (1947) de progenitor español. El padre de la interesada perdió la
nacionalidad española con anterioridad al nacimiento de ésta. Éste recupera en 2005, pero la recurrente era
mayor de edad en ese momento. No procede la opción, aunque sí la inscripción por afectar al estado de un espa-
ñol (BIMJ, núm. 2038, 2007, pp. 2379-2381). Desde nuestra perspectiva la interesada pasa a ser una destinataria
de la DA 7ª Ley 52/2007 (Vid. Tema 9).
497 Si el progenitor recupera la nacionalidad antes de que sus hijos sean mayores de edad, éstos pueden optar por la
vía prevista en el art. 20.1.a) Cc (Tema 4.II.1); en cambio, si recupera con posterioridad a la mayoría de edad de
sus hijos o no se produce la recuperación del progenitor, sólo podrán recurrir a la vía prevista en el art. 20.1.b)
Cc, redacción dada por la Ley 36/2002, que exige que el progenitor hubiese nacido en territorio español (Res.
DGRN 1ª de 24 de octubre, 5ª de 11 de noviembre, 3ª de 9 de diciembre de 2002; 2ª de 4 de enero, 2ª de 21 de
enero, de 21 de febrero de 2003, y 2ª de 16 de febrero 2004) (Vid. Tema 4.II.2).
498 Vid. Art. 22.2.f) Cc (Vid. Tema 5.II.1).
499 Anexo Formularios III.25.
Por tanto, se puede decir que la redacción actual del art. 26 Cc, no difiere
excesivamente de las tres últimas redacciones del precepto, aunque supone una
simplificación real a nivel práctico; y, desde una perspectiva teórica, se pro-
duce un cierto avance al eliminar la renuncia y la exigencia de la habilitación
previa para los que hubiesen perdido la nacionalidad española sin haber cum-
plido el servicio militar. Por tanto, desde la entrada en vigor del nuevo art. 26
Cc no se impone ningún requisito extra por el hecho de no haber cumplido los
varones las obligaciones militares y tampoco es necesaria la renuncia a la
nacionalidad extranjera que se ostente. En este sentido, se debe mencionar la
Res. DGRN 4ª de 5 de octubre de 2005, al resolver el recurso interpuesto contra
el auto dictado por el Juez Encargado del Registro Civil de Carlet (Valencia),
en el que la recurrente, norteamericana y con domicilio en Birmingham (Ala-
bama), al recuperar la nacionalidad española no fue necesaria la renuncia a la
nacionalidad anterior (501). Esta misma postura se puede ver al menos en otras
dos decisiones: en la Res. DGRN 1ª de 22 de septiembre de 2006, en la que el
interesado adquirió la nacionalidad canadiense y en caso de eventual recupera-
ción no se exige renuncia a la nacionalidad extranjera (502), y, también, en la
Res. DGRN 4ª de 20 de septiembre de 2007 (503).
500 En todo caso, es preciso levantar un acta de recuperación por duplicado (arts. 64 LRC y 229 RRC) en el Registro
Civil de su domicilio (art. 365 RRC), y remitirla directamente (art. 1 RRC) al Registro Civil donde conste la ins-
cripción de nacimiento del interesado, para practicar la inscripción marginal de recuperación (arts. 46 LRC y 342
RRC).
501 BIMJ, núm. 2010, 2006, pp. 1548-1549.
502 Anexo Jurisprudencial II.34.
503 Anexo Jurisprudencial II.44.
504 Vid. Tema 2.II.
Por último, debe tenerse presente la vecindad civil que poseerá la persona
que recupera la nacionalidad española. El art. 15.3 del Cc soluciona esta cues-
tión al disponer que: “la recuperación de la nacionalidad española lleva con-
sigo la de aquella vecindad civil que ostentara el interesado al tiempo de su
pérdida”.
Ahora bien, continúa siendo un obstáculo para el resto de las personas que
fueron en algún momento españolas. De este modo, y con carácter general, es
necesaria la residencia legal, circunstancia que continúa siendo un obstáculo
para las personas que fueron en algún momento españolas y no se encuentran
en los dos colectivos antes señalados. Ahora bien, el legislador introduce cier-
tas facilidades para sortear tal obstáculo al permitir que la exigencia de la resi-
dencia legal pueda ser dispensada. Esta necesidad se ha puesto de manifiesto
por el Centro Directivo en numerosas ocasiones, interpretando el tenor literal
del art. 26 Cc, en varias de sus redacciones, pudiendo resaltarse dos supuestos.
En primer lugar, la Res. DGRN 4ª de 2 de marzo de 1998 al señalar que:
“…lo que sucede es que los interesados como nacidos en Marruecos de padres también
nacidos en Marruecos y correspondiéndoles la nacionalidad marroquí……. Por consi-
guiente, se trata de personas que perdieron en su momento la nacionalidad española y
que, para recuperarla, necesitan ser residentes legales en España u obtener del Ministe-
rio de Justicia la oportuna dispensa “cuando concurran circunstancias excepcionales”
(art. 26 Cc), ya que no son emigrantes ni hijos de emigrantes” (510).
510 BIMJ, 1999, núm. 1829, pp. 2325-2327. También se observa en la Res. DGRN 1ª de 26 de febrero de 1999 al
afirmar que: “Cuando, como es el caso, una persona que no es emigrante ni hijo de emigrante quiere recuperar la
nacionalidad española, uno de los requisitos exigidos es el de que sea residente legal en España y si, como tam-
bién sucede en el supuesto, el interesado no reside en territorio español, este requisito puede ser dispensado por
el Ministerio de Justicia cuando concurran circunstancias excepcionales”. Y se añade que: “La solicitud de esta
dispensa da lugar a la tramitación de un expediente que ha de ser instruido conforme a las reglas generales por el
Cónsul Encargado del Registro Civil del domicilio del interesado (art. 365 RRC). Evidentemente el instructor
carece en este expediente de facultades decisorias, de modo que a su juicio y al del Canciller del Consulado en
funciones de Ministerio Fiscal (art. 54 RRC) no se da la excepcionalidad requerida, lo procedente es que infor-
men desfavorablemente al elevar el expediente a esta Dirección General, pero no que el Cónsul rechace por sí la
recuperación” (BIMJ, núm. 1855, 1999, pp. 3113-3115).
dente legal en España, del cual están exceptuados los emigrantes y los hijos de éstos y,
en los demás casos, puede ser dispensado por el Ministro de Justicia cuando concurran
circunstancias excepcionales (cfr. art. 26. 1 a) Cc, en su redacción actual dada por Ley
36/2002, de 8 de octubre). A los efectos de la recuperación de la nacionalidad española,
es emigrante el nacido en España que ha adquirido la nacionalidad española, trasladado
su domicilio al extranjero y adquirido otra nacionalidad. No se da, por ello, en el inte-
resado la condición de emigrante ni la de ser hijo de emigrante, puesto que su padre,
igual que él, nació ya en Argentina, y tampoco consta la existencia de la mencionada
dispensa, por lo que no hay causa que exima al interesado de acreditar dicho requisito
y no habiéndolo hecho, no puede prosperar su impugnación” (511).
511 BIMJ, núm. 2006, 2006, pp. 566-568. Vid. Res. DGRN 4ª de 3 de noviembre de 2003 nieta de emigrante sólo
recupera si cumple el requisito de residencia legal o la dispensa como nieta de emigrante (Anexo Jurisprudencial
II.43).
512 Vid. Res. DGRN 1ª de 26 de febrero de 1999 (BIMJ, 1855, 1999, pp. 3113-3115).
513 Orden del Ministerio de Justicia de 11 de julio de 1991, sobre tramitación de expedientes de dispensa del requisi-
to de residencia en España (Anexo Legislativo I.I.6).
514 Vid. Res. DGRN de 1 de febrero de 2003 y la SAN de 17 de marzo de 2005 (JUR, 2006\118697) y SAN (Sala de
lo Contencioso-Administrativo. Sección 3ª) de 28 de febrero de 2006 (JUR, 2006\118697).
miento, por lo que deberá realizarla el Encargado del Registro Civil del naci-
miento del interesado (519). Sin embargo, puede suceder que la declaración de
recuperación se haya formulado, teniendo atribuida competencia, en virtud del
art. 229 del RRC, ante el Encargado del Registro Civil del domicilio del intere-
sado. Si no existe coincidencia entre ambos, el Encargado que ha recibido la
declaración deberá extender acta por duplicado remitiendo uno de los ejempla-
res al Encargado del Registro Civil en que se halle inscrito el nacimiento para
que éste proceda realizando la inscripción mencionada.
519 En caso de que el interesado hubiese nacido fuera de España la competencia corresponde al Registro Central
(Res. DGRN 4ª de 1 de marzo de 1995).
520 Anexo Formularios III.27.
521 BOE, 4-XI-1995, p. 32072.
De aquí, que parezca más correcto optar por la segunda tesis interpretativa
de forma que sería considerado como emigrante todo español que se hubiese
desplazado de España así como sus hijos, cualesquiera que fuese el lugar de su
nacimiento. Con este planteamiento, para beneficiarse de la exención de resi-
dencia legal en España, no sería necesario acreditar que la adquisición de la
nacionalidad extranjera haya sido una consecuencia del fenómeno migratorio.
522 La misma Instrucción continúa señalando que: “Se condiciona, pues, la pérdida de la nacionalidad a determinada
actitud del sujeto, con lo que, de haber adquirido una nacionalidad extranjera por razón de emigración, depende
de su voluntad de perder o no la nacionalidad española. De aquí se desprende que si el interesado quiere benefi-
ciarse de la excepción a la regla general de la pérdida, debe aportar la justificación legalmente exigida, con la
especial diligencia derivada de la gravedad de las consecuencias que comporta” (BOE, 20-V-1983) y la doctrina
del Centro Directivo a partir de la Res. DGRN de 14 de julio de 1986 (BIMJ, supl. núm. 31/1986, pp. 65-70;
comentada por A. Álvarez Rodríguez, “La doble nacionalidad de los hijos de los emigrantes españoles”, La Ley,
1987-2, pp. 887-900; Id., Nacionalidad y Emigración, op. cit., pp. 203-212).
523 Anexo Legislativo I.1.5.
524 Ibid.
Sin embargo, esta interpretación, a todas luces correcta, choca con la norma
actualmente vigente. Puesto que, la única pauta interpretativa con la que conta-
mos procede de la Ley 29/1995, cuya Exposición de Motivos afirma que:
“Cuando la pérdida de la nacionalidad haya tenido lugar con independencia del fenó-
meno emigratorio, se mantiene la necesidad de que el interesado sea residente legal en
España, si bien esta exigencia puede ser dispensada, no ya por el Gobierno, sino por el
Ministro de Justicia” (525).
requisito de la residencia con carácter general. Por ello, hay que tener presente
que se va a pedir que se acredite que se fue emigrante, lo cual puede provocar una
nueva interpretación restrictiva y dependerá del aplicador. Probablemente, los
emigrantes y sus hijos estarían mucho más protegidos de haberse eliminado el
requisito con carácter general, tal y como se ha propuesto durante los trabajos
previos a la última reforma tanto en el Congreso (527) como en el Senado (528) al
intentar introducir una regulación más flexible y menos compleja. Otros grupos
parlamentarios, en cambio, se conformaron con la ampliación del colectivo
exento del requisito de la residencia legal a los nietos de los emigrantes (529).
De aquí, que parezca más correcto optar por la segunda tesis interpretativa,
de forma que sería considerado como emigrante todo español que se hubiese
desplazado de España así como sus hijos cualesquiera que fuese el lugar de su
nacimiento. Con este planteamiento, para beneficiarse de la exención de resi-
dencia legal en España, no sería necesario acreditar que la adquisición de la
nacionalidad extranjera haya sido una consecuencia del fenómeno migratorio.
Parece deducirse que demostrando haber nacido en España, con traslado a un
país extranjero, o ser hijo de una de estas personas, es suficiente para cumplir la
condición de emigrante. En este caso no es necesario acreditar previamente tal
condición (530).
527 En el Congreso tanto el Grupo Parlamentario Socialista como el PNV mantuvieron la eliminación del requisito
de la residencia legal para todos los que traten de recuperar la nacionalidad española. En concreto, la Enmienda
núm. 29 (BOCG, Congreso de los Diputados, VII Legislatura, Serie B, núm. 122-8, de 9 de abril de 2002, p. 27).
528 En el Senado podemos ver las siguientes: Enmienda núm. 10 presentada por GP SNV que se justificó porque “Se
trata de suprimir el requisito de residencia legal en España y de este modo, el poder solicitar la recuperación de la
nacionalidad alguien que resida en el extranjero, permitir la realización de los trámites sin tener que trasladarse de
país” (BOCG, Senado, VII Legislatura, Serie III B, núm. 5 (b), de 18 de junio de 2002, p. 9) y la Enmienda núm.
52 del Grupo Parlamentario Socialista que se apoyaba en que: “Para recuperar la nacionalidad española no es
necesaria la residencia legal porque estamos en un supuesto de recuperación. Por lo tanto, no tiene sentido la exi-
gencia de la residencia. No se trata de alguien que va a acceder a la nacionalidad, sino de alguien que ha tenido la
nacionalidad y la quiere recuperar y para recuperar la nacionalidad sólo es preciso --así lo entiende mi Grupo-- la
declaración de voluntad del interesado, su deseo de adquirir la nacionalidad, y la inscripción en el registro de esa
recuperación” (BOCG, Senado, VII Legislatura, Serie III B, núm. 5 (b), de 18 de junio de 2002, p. 22).
529 En la Enmienda núm. 50 del Grupo Parlamentario CiU se propone que el requisito de la residencia legal en
España no fuera aplicable también a los nietos de los emigrantes, en consonancia con el tratamiento que hemos
venido dando a los nietos en todas las enmiendas que hemos estado viendo relativas a los artículos 17, 20, 22, 24
y también en este artículo 26 (BOCG, Congreso de los Diputados, VII Legislatura, Serie B, núm. 122-8, de 9 de
abril de 2002, p. 33). En el Senado, este Grupo reitera la misma propuesta en la Enmienda núm. 40 (BOCG,
Senado, VII Legislatura, Serie III B, núm. 5 (b), de 18 de junio de 2002, p. 18). Al no ser aprobada la Enmienda,
los nietos necesitarán la residencia legal en España o su dispensa (Ress. DGRN 1ª de 6 de marzo, 1ª de 1 de julio
y 2ª de 7 de septiembre de 2002).
530 Esta postura está claramente sustentada en la Res. DGRN 2ª de 23 de octubre de 1997 al señalar que: “La condi-
ción de emigrante, como viene señalando la doctrina de este Centro Directivo, no es una cualidad que haya que
probar especialmente porque se deduce objetivamente del hecho de haber nacido en España y residir en otro país
en el momento en que se recupera la nacionalidad española por haberla perdido al adquirir otra nacionalidad”.
Esta interpretación literal de la expresión “emigrante” es la que fue aceptada oficialmente en la interpretación de
las Leyes 51/1982, de 13 de julio y 18/1990, de 17 de diciembre (Instrucciones DGRN de 16 de mayo de 1983 y
de 20 de marzo de 1991) y no hay motivos para defender, en la interpretación de la Ley 29/1995, de 2 de noviem-
bre que redactó el vigente artículo 26 del Código civil, una desviación de tal interpretación. Con ella, quedan
excluidos por ser emigrantes o hijos de emigrantes: Res. DGRN de 1ª de 2 de septiembre de 1996; de 22 de
enero, 2ª de 27 de febrero, 1ª y 2ª de 3 de junio, de 9 de julio, de 22 de octubre, 2ª de 23 de octubre, de 1 de
diciembre de 1997; 1ª y 2ª de 11 de marzo, 1ª de 2 de junio, 1ª de 3 de junio, 2ª de 11 de noviembre, de 18 de
noviembre, de 23 de noviembre de 1998; de 23 de septiembre de 1999; 1ª de 13 de abril, 1ª de 2 de junio, 2ª de
12 de septiembre de 2000; 1ª de 3 de noviembre de 2001; 2ª de 3 de junio, 3ª de 3 de julio, 6ª de 7 de septiem-
bre, 4ª de 21 de octubre de 2002; 1ª y 2ª de 1 de febrero, 1ª de 2 de septiembre y 3ª de 15 de septiembre de 2003.
531 Resoluciones de la DGRN. Registro Civil, BIMJ, mayo 2009, pp. 322-323.
532 En este sentido, se manifiesta la Res. DGRN 1ª de 1 de julio de 2002 al afirmar que: “En definitiva, el interesado
nació español, pero perdió esta nacionalidad por dependencia familiar en 1977 y su inscripción como español en
el Registro Civil requiere inexcusablemente la recuperación de la nacionalidad española. Al tratarse de un nieto
de emigrante, la recuperación requiere que sea residente legal en España o la dispensa de este requisito por el Sr.
Ministro de Justicia si concurren circunstancias excepcionales (cfr. art. 26 Cc.)” (Anexo Jurisprudencial II.40).
533 Ress. DGRN 4ª de 1 de marzo, y 1ª de 16 de octubre de 1995, 2ª de 19 de abril y 2ª de 8 de octubre de 1997, 4ª
de 2 de marzo, 2ª de 4 de abril de 1998, 4ª de 11 de abril y 1ª de 4 de diciembre de 2000, de 11 de mayo 2001; 1ª
de 6 de marzo, 1ª de 1 de julio, 2ª de 7 de septiembre, 2ª de 18 de septiembre, 1ª de 7 de noviembre de 2002; 4ª y
5ª de 8 de febrero, 1ª de 2 de julio, 4ª y 5ª de 3 de noviembre de 2003.
534 Cortes Generales. Diario de Sesiones. Congreso de los Diputados. Comisiones. Justicia e Interior, VII
Legislatura, núm. 495, Sesión núm. 55, de 20 de mayo de 2002, pp. 15924-15925.
535 Esta postura se puede observar en la Res. DGRN 4ª de 2 de marzo de 1998 (BIMJ, núm. 1829, 1999, pp. 2325-
2327) y en la Res. DGRN de 23 de noviembre de 1998 (BIMJ, núm. 1851-52, 1999, pp. 2564-2565).
536 Vid. Notas 325 y 326.
537 Art. 30 bis LOEx y art. 33 RELOEx.
dicha autorización en el art. 41.1.j) LOEx para “los españoles de origen que
hubiesen perdido la nacionalidad española” (538). Dicha disposición se reitera
en el actual art. 68.j) RELOEx al establecer que están exentos de la autoriza-
ción para trabajar: “los españoles de origen que hubiesen perdido la nacionali-
dad española. Esta situación se acreditará mediante certificación literal de naci-
miento o, en su defecto, mediante el medio de prueba adecuado admitido en
derecho”. Evidentemente, desde el momento que en el Reglamento de ejecu-
ción de la Ley de extranjería ha previsto la concesión de la residencia perma-
nente para los españoles de origen que han perdido la nacionalidad el mantener
una exención de autorización de trabajo es totalmente superflua (539).
538 Cf. A. Álvarez Rodríguez, “Residencia no laboral. La reagrupación familiar”, VI Curso Práctico de Derecho de
extranjería, Valladolid, Lex Nova, diciembre 2006, pp. 293-400, esp. p. 343.
539 Cf. A. Álvarez Rodríguez, “Directiva 2003/109/CE versus legislación española actual: ¿la transposición exige la
modificación de la LO 4/2000?”, Revista de Derecho Migratorio y Extranjería, núm. 15, julio 2007, p. 30.
540 Debe precisarse que según se establece en el párrafo 2º del art. 26 del Cc. “No podrán recuperar o adquirir, en su
caso, la nacionalidad española, sin previa habilitación concedida discrecionalmente por el Gobierno: a) Los que
se encuentren incursos en cualquiera de los supuestos previstos en el artículo anterior”. El requisito de la habili-
tación previa no puede ser criticado en este supuesto, pues parece razonable que se exija en el caso de que se
haya incurrido en una causa de pérdida por sanción.
La nueva redacción del art. 26 Cc, que entró en vigor el 9 de enero de 2003,
al fin ha eliminado la necesidad de habilitación previa para los que perdieron la
nacionalidad española y estuviesen obligados a cumplir el servicio militar
español o la prestación social sustitutoria (542). Durante muchos años los espa-
ñoles que perdieron dicha nacionalidad sin haber cumplido estas obligaciones
y siendo menores de cuarenta años se les exigía el requisito de la habilitación
previa.
541 Vid. Res. DGRN de 25 de junio de 1994 (BIMJ, num. 1719, 1994, núm. 4786-4788).
542 En este sentido, a modo de ejemplo, en la Res. DGRN de 19 de febrero de 1998 se apunta que el haber renuncia-
do a la nacionalidad española sin haber cumplido el servicio militar español supone la necesidad de obtener una
habilitación previa concedida por el Gobierno para poder recuperar (BIMJ, núm. 1829, 1998, pp. 2300-2302).
Esta exigencia no se imponía si el que había perdido la nacionalidad no había estado sujeto a las obligaciones
militares españolas (Res. DGRN 2ª de 7 de septiembre de 2002).
LA DOBLE NACIONALIDAD
unilateralmente por España deben ser encuadradas dentro de los supuestos pre-
vistos por las leyes españolas. En concreto, los casos de doble nacionalidad
convencional y de doble nacionalidad reconocida unilateralmente por España
(art. 24.1.2, 23.b) y 26.1 Cc) se resuelven teniendo en cuenta el art. 9.9.1 Cc.
En este precepto, para estos supuestos establece expresamente que:
“..respecto de las situaciones de doble nacionalidad previstas en las leyes españolas se
estará a lo que determinen los tratados internacionales, y, si nada estableciesen, será
preferida la nacionalidad coincidente con la última residencia habitual y, en su defecto,
la última adquirida”.
543 El art. 9.10 del Cc dispone que: “Se considerara como ley personal de los que carecieren de nacionalidad o la
tuvieren indeterminada, la ley del lugar de su última residencia habitual”.
544 En este sentido, la Res. DGRN de 24 de mayo de 1993 afirma que: “Es, por otra parte, indiferente que la renuncia
del optante a su nacionalidad marroquí no suponga pérdida de esta nacionalidad. Como anticipó ya la doctrina de
este Centro (Res. DGRN de 24 de septiembre de 1971), la adquisición de la nacionalidad española para quien
tuviera derecho a ella no podía quedar supeditada a la circunstancia de que para la ley extranjera de que se tratara
547 El art. 17.1.a) y b) Cc atribuye la nacionalidad española con independencia que el nacido de un progenitor espa-
ñol o de que nacido en España de padres extranjeros también nacidos en territorio español puedan tener otra
nacionalidad. También el art. 19.1 Cc otorga la nacionalidad española al extranjero menor adoptado por español
con independencia de si mantiene o no la nacionalidad de origen. E incluso la obtención de la nacionalidad por
uso continuado de la nacionalidad española durante diez años cumpliendo los requisitos previstos en el art. 18 Cc
no está sometido al requisito de la renuncia a la nacionalidad extranjera.
548 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Pérdida y recuperación ..”, op. cit., pp. 35-38.
549 Con respecto a este problema cabe hacer especial referencia al caso de los hijos de los españoles nacidos en
Francia y allí residentes en el momento del cumplimiento de la mayoría de edad. El Centro Directivo se ha pro-
nunciado en torno a la involuntariedad de la adquisición en varias ocasiones: Ress. DGRN de 20 de abril de
1990; de 9 de abril de 1991 y de 13 de marzo de 1993 (Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Nota a la Res. DGRN de 13
de marzo de 1993”, Revista Española de Derecho Internacional, vol. XLV, 1993-2 pp. pp. 427-430). El funda-
mento jurídico básico de dichas decisiones, art. 44 del Código de la nacionalidad francesa modificado por el art.
11 de la Ley núm. 93-933, de 22 de julio de 1993, integrado actualmente en el art. 21-7 del Código Civil francés,
dispone que: “el nacido en Francia de padres extranjeros puede, a partir de los dieciséis años y hasta los veintiún
años, adquirir la nacionalidad francesa siempre que manifieste su voluntad, que resida en Francia en la fecha de
la manifestación de voluntad y que justifique su residencia habitual en Francia durante los cinco años preceden-
tes”. La nueva versión del antiguo art. 44 conducirá, previsiblemente, a un cambio interpretativo del supuesto
analizado. Por el momento, el Centro Directivo ha señalado que: “Dado que la nueva Ley francesa sobre nacio-
nalidad faculta, pero no obliga, a los extranjeros residentes a manifestar su voluntad de adquirir la nacionalidad
francesa, se está ante un acto voluntario, no ante una adquisición automática o forzada” (Vid. Contestación de la
DGRN de 29 de octubre de 1993 a la consulta realizada por el Cónsul General de España acreditado en París).
550 Vid. Res. DGRN de 26 de marzo de 1991 (BIMJ, núm. 1601, 1991, pp. 2767-2770).
551 Vid. Ress. DGRN de 2 de septiembre y de 14 de octubre de 1992.
552 En este sentido, se manifiesta la declaración octava de la Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 al afirmar
que: “Para justificar que un español no ha incurrido en causa de pérdida de su nacionalidad, por aplicación del
art. 24 del Código puede acudirse al expediente con valor de presunción del art. 96.2 LRC” (Anexo Legislativo
I.I.5).
553 No parece posible que se pueda perder por uso exclusivo. Sin embargo, el Centro Directivo no ha querido pro-
nunciarse sobre este tema. A este respecto, la Instrucción DGRN de 20 de marzo de 1991 señala que: “El art. 24
plantea otras muchas cuestiones que no es oportuno resolver ahora, como las relativas al trato que merezca la
conducta de quien, habiendo adquirido involuntariamente una nacionalidad, haga uso exclusivo de ésta durante
tres años, en el tiempo posterior al previsto en el apartado 2.I residiendo habitualmente en el extranjero” (ibíd).
557 Cf. M. Peña y Bernaldo de Quirós, “De los españoles y extranjeros”, op. cit., p. 407.
558 BIMJ, núm. 1688, 1993, pp. 5098-5100.
559 Esta tesis no se opone en ningún caso a la solución estricta de que sólo se benefician los nacionales de origen de
esos países (Vid. M. Peña y Bernaldo de Quirós, “De los españoles y extranjeros”, op. cit., p. 407).
560 Res. DGRN 7ª de 18 de septiembre de 1993 (BIMJ, núm. 1688, 1993, pp. 5098-5100).
con el art. 11.3 CE. Se trata de un supuesto que se generará en todos los casos
de eventual recuperación, ya que a partir del 8 de enero de 2003, a los que soli-
citen la recuperación de la nacionalidad española desde esa fecha no se les
exige el rechazo a la nacionalidad extranjera. Una vez inscrita la declaración de
recuperación esa persona tendrá dos nacionalidades reconocidas unilateral-
mente por el ordenamiento español.
De todas formas, queda una cuestión sin resolver: el acceso al Registro Civil
de estos supuestos. Aunque la Ley y la Instrucción no han abordado el pro-
blema registral, tenemos que tener muy presente que es la única forma de ave-
561 Anexo Legislativo I.1.5.
1. Ausencia de mención
Existe otro grupo de supuestos, a los que la nueva regulación no alude
expresamente; se trata de los casos que surgen en virtud de las obligaciones
contraídas por el Estado español mediante convenios internacionales. Los
nacionales de las partes contratantes pueden gozar de varias nacionalidades en
virtud de las disposiciones contenidas en los mismos.
562 Aunque el Convenio de nacionalidad hecho con Colombia es posterior a la entrada en vigor de la Constitución.
563 Vid. L. Risopatrón y A. Luengo, Doble nacionalidad Chile-España: reflexiones políticas, Madrid, Fundación
CIPIE, 1987.
Del tenor literal trascrito se deduce que los españoles acogidos a los Conve-
nios de doble nacionalidad sólo pueden ejercitar la nacionalidad española si
ésta es efectiva. De aquí que se pudiera afirmar que desde la entrada en vigor de
la Ley 51/1982, todos los Convenios habían dejado de tener virtualidad, en lo
que se refiere a los españoles, salvo que se modificase su contenido (570). Ello
debido a que en dichos textos convencionales se producía la suspensión de la
nacionalidad española.
570 Así, en la mencionada Instrucción DGRN de 16 de mayo de 1983 se apunta expresamente que: “...una solución a
esta divergencia de criterios podría encontrarse a través de las consultas periódicas que los Convenios de doble
nacionalidad prevén con objeto de interpretar, ampliar o modificar su contenido”.
571 Vid. Tema 2.I.2.C).b) nota 121; Tema 5.II.1, notas 343 a 345; y Tema 8.VI, nota 565.
572 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Los nacionales de los países iberoamericanos ..”, op. cit., pp. 371-373.
573 La existencia de una jurisprudencia no excesivamente numerosa ni novedosa, ha puesto de manifiesto la eventual
flexibilidad del régimen general de extranjería para los chilenos y peruanos que impone a las autoridades labora-
les españolas el otorgamiento imperativo del permiso de trabajo (Sent. T.S. (Sala 3ª Sección 7ª) de 21 de mayo,
de 1 de junio, de 7 de julio, de 19 de noviembre de 1990; de 23 de febrero, de 4 de marzo, dos de 18 de julio y de
4 de diciembre de 1991; de 8 y de 25 de febrero, de 27 de julio de 1992) (o la eventual concesión de la exención
del visado para obtener el permiso de residencia (Sent. T.S. (Sala 3ª Sección 6ª) de 13 de mayo de 1993). También
podemos mencionar la STS de 17 de diciembre de 2002 reiterada en la STS de 26 de septiembre de 2006 (RJ
2006\7693) dictada en interés de ley.
necesidad de tener que acudir a una vía tan extraña, pero mediante esta fórmula
se puede gozar de un supuesto de doble nacionalidad, con operatividad de la
nacionalidad española, que se puede obtener sin necesidad de volver a España.
Ello debido a que si se solicita la salida del Convenio se pierde la nacionalidad
española. Al haber perdido la nacionalidad española se puede pedir la recupe-
ración. El proceso de recuperación actualmente recogido en el art. 26 del Cc no
exige a los emigrantes de origen español residentes en los países iberoamerica-
nos ni el retorno a España ni la renuncia a la nacionalidad anterior. De esta
forma, un tanto rocambolesca, se puede llegar a gozar de las dos nacionalida-
des y, en todo caso, la española no estará en una situación de inoperatividad.
Esperemos que la primera vía prospere para evitar que nuestras autoridades
consulares, acreditadas en los países iberoamericanos con los que nos obligan
los tratados mencionados, no se vean abrumadas por una solicitud masiva de
renuncias a los Convenios y simultánea tramitación de la recuperación espa-
ñola por el régimen especialmente previsto para los emigrantes.
A) Motivos de la modificación
ni Ecuador (577).
A la hora de examinar la nueva redacción de los textos convencionales no
podemos decir que se utilice una única fórmula, sino más bien se puede decir
que existen dos claramente diferenciadas y un híbrido. En primer lugar, encon-
tramos la fórmula utilizada en el primer texto modificado, el Convenio con
Costa Rica, donde se propone la desvinculación del texto bilateral por sus
beneficiarios. Esta línea se mantiene en las modificaciones hechas en el Con-
venio con Bolivia, Nicaragua y Ecuador (578). En cambio una segunda fórmula
de posibilidad de expedición de pasaportes, que se puso en marcha con la modi-
ficación de Convenio con Guatemala, es seguida en las negociaciones con la
República Argentina, República Dominicana, Honduras, Paraguay y Perú (579).
Una fórmula mixta entre ambas es la utilizada en la prevista y futura modifica-
ción con Colombia (580).
B) Fórmula de los Convenios que siguen el modelo previsto en el Protocolo
Adicional con Costa Rica
Si nos centramos específicamente en un Convenio, a modo de ejemplo en el
Convenio de doble nacionalidad entre España y Costa Rica, se debe examinar
la situación real de los sometidos al texto -especialmente la de los emigrantes
de origen español- para poder compararla con la situación surgida tras la modi-
ficación.
El texto de 1964 parte de la base de que los nacionales de origen de ambas
Partes Contratantes pueden adquirir la nacionalidad de la otra Parte Contra-
tante sin perder por ello su anterior nacionalidad (art. 1.1) (581). Sin embargo, al
no poder estar sometidos simultáneamente a las legislaciones de ambos Esta-
dos, la realidad ha sido que la nacionalidad española, para los emigrantes de
origen español, es inoperante aunque no se haya producido la pérdida.
Convenio, al español de origen que, acogiéndose a este Convenio, haya adquirido la nacionalidad chilena, vuel-
ven a aplicársele íntegramente las leyes españolas cuando el mismo fije posteriormente su domicilio en territorio
español, España expedirá pasaporte español a todos los españoles de origen que lo soliciten para viajar a España,
aunque se hubieran acogido en su momento a dicho Convenio”.
577 Aunque se negoció aún no se ha ratificado el Protocolo Adicional entre el Reino de España y la República del
Ecuador, que modifica el convenio de doble nacionalidad de 4 de marzo de 1964, hecho en Quito el 30 de junio
de 1999 (BOCG, Sección Cortes Generales, VII Legislatura, Serie A, núm. 43, de 27 de julio de 2000, pp. 1-2.
Texto aprobado por el Pleno del Senado (BOCG, Senado, VII Legislatura Serie IV, núm. 31 (d), de 20 de
noviembre de 2000, pp. 7-8).
578 Anexo Legislativo I.III.4, 9 y 17.
579 Anexo Legislativo I.III.2, 11, 13, 15, 19 y 21.
580 Anexo Legislativo I.III.7.
581 Anexo Legislativo I.III.8.
582 Anexo Legislativo I.III.9. Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Españoles en Costa Rica. Revisado el Convenio de doble
nacionalidad”, Carta de España. Revista de Emigración e Inmigración, núm. 537, marzo 1999, pp. 22-23).
Hemos tomado como base el Convenio con Guatemala por ser el primero
cronológicamente. En concreto, el art. 1.2 con Guatemala pone de manifiesto
que es preciso la expedición y renovación de los pasaportes de ambas partes
contratantes. En todos los demás Convenios posteriores se reitera esta cláusula
o disposición: Convenio con Argentina (art. 3), República Dominicana (art. 3),
Honduras (art. 3), Paraguay (art. 3) y Perú (art. 2). Quizás, el Protocolo adicio-
nal con Perú sea de menor alcance al permitir que sólo se le otorgue y renueve
el pasaporte español (591). Y, desde luego, no comparte la misma línea el Proto-
colo Adicional al Convenio entre el Reino de España y la República de Colom-
bia modificando el Convenio de nacionalidad de 27 de junio de 1979, hecho en
Bogotá el 14 de septiembre de 1998 (592).
591 Cf. J. Diez del Corral Rivas, “Resumen de la doctrina de la Dirección General de los Registros y del Notariado
sobre el estado civil durante el año 2001”, Actualidad Civil, 2002, núm. 27, pp. 902-903.
592 Anexo Legislativo I.III.7.
593 Vid. Tema 2.I.2.C.a).
594 En concreto, los Estados del Consejo de Europa que han ratificado son: Albania, Alemania, Austria, Bosnia-
Herézgovina, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Hungría, Islandia, Macedonia
(Ex-república de Yugoslavia), Moldavia, Países Bajos, Portugal, Rumania, Suecia y Ucrania. Los tres últimos
que han ratificado son Bosnia, Finlandia y Hungría. Para Finlandia entró en vigor el 1 de diciembre de 2008 y
para Bosnie-Herzégovine el 1 de febrero de 2009. Además, han firmado otros diez países: Croacia, Francia,
Grecia, Italia, Letonia, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia y Rusia (Vid. http://www.conventions.coe.int;
fecha última consulta 14 de abril de 2009).
595 Cf. A. Álvarez Rodríguez, “Acceso a la nacionalidad española por los inmigrantes e hijos de inmigrantes.
¿Integración o estrategia para obtener la equiparación de derechos?”, J. García Roca y J. Lacomba (eds.), La
Por lo que respecta al resto de los países, los convenios de doble nacionali-
dad podrían ser beneficiosos si incluyesen un procedimiento facilitado de
adquisición de la nacionalidad. No obstante, como hemos visto, no será nece-
sario negociar ningún convenio para que los españoles puedan gozar de dos
nacionalidades, pues en la actualidad, tras la Ley 36/2002, los españoles pue-
den adquirir una nacionalidad extranjera o usar una nacionalidad extranjera y
solicitar la conservación de la española (596) y en el caso de que se haya perdido
la nacionalidad española, ésta podrá recuperarse sin necesidad de renunciar a
la extranjera (597), lo que implica el nacimiento de varios supuestos de doble
nacionalidad reconocidos por el propio ordenamiento jurídico español al mar-
gen de los tratados internacionales. De esto se puede deducir la difícil viabili-
dad de la doble nacionalidad convencional en el futuro.
inmigración en la sociedad española. Una radiografía multidisciplinar. Barcelona, Edicions Bellaterra, 2008, p.
608-609, y p. 629.
596 Vid. Tema 6.II.2; Tema 8.IV.2.
597 Vid. Tema 8.II.2; Tema 8.IV.4.
2. Este derecho también se reconocerá a los nietos de quienes perdieron o tuvieron que
renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio” (598).
De ello, se podría deducir que los que son actualmente españoles –no origi-
narios- que pudieran ser destinatarios actuales del apartado 1ª de la DA 7ª de la
Ley 52/2007, pueden volver a iniciar su expediente para obtener la nacionali-
dad española de origen Desde luego, lo que está claro es que esas personas,
ahora mismo, son las que menos dificultades tienen, pues ya han demostrado
en un procedimiento anterior que su progenitor/a era originariamente español/a.
No se trata de una mera reflexión doctrinal para intentar dar el mismo trato y
una retroactividad a la norma, ya que desde la perspectiva práctica se cuenta
con algún precedente. Como muestra, un claro ejemplo, lo encontramos en la
Res. DGRN de 1 de julio de 1994, al resolver el caso de una española, por natu-
ralización por residencia, hija de una española que nació en 1949 siendo su
madre española. Al recogerse por la DT 2ª de la Ley 18/1990 un derecho de
opción por la nacionalidad española de los nacidos de madres españolas antes
de la entrada en vigor de la Ley 51/1982, la recurrente solicitó, a pesar de ser
española, que le fuese aplicada la Disposición aludida. El Centro Directivo en
la decisión comentada afirma literalmente que:
“Está suficientemente acreditado que la interesada nació en 1949 siendo su madre es-
pañola por lo que, si hubiera nacido bajo el régimen vigente, sería sin duda española de
origen -artículo 17.1.a) CC-. Por esto no debe coartarse su derecho, formulado dentro
de plazo, para ostentar a partir de su declaración la nacionalidad española de origen. El
hecho de que haya ya adquirido antes la nacionalidad española no debe perjudicarla,
pues no tendría sentido, en una interpretación lógica y finalista de la norma, que el que
no fuera español pudiera adquirir por opción, al amparo de la disposición transitoria 2.ª
604 Vid. Res. DGRN 6ª de 5 de marzo de 2007 (BOE, 4-V-2007, pp. 19181-19182).
ambas pueden ser consideradas como los precedentes del actual art. 20.1.b) Cc,
como se puede ver simplemente mencionando su tenor literal. En concreto, la
Disposición Transitoria 3ª de la Ley 18/1990 establecía que:
“Las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español y nacido en
España podrán optar por la nacionalidad española en el plazo de tres años, a contar
desde la entrada en vigor de esta Ley. Para el ejercicio de este derecho será necesario
que el interesado resida legalmente en España en el momento de la opción. No obstante,
este requisito podrá ser dispensado en los términos previstos en el artículo 26, 1, a) del
Código Civil para la recuperación de la nacionalidad” (607).
Dicha Disposición transitoria fue prorrogada por otros dos años (608). Y,
posteriormente en la Ley 29/1995, de 2 de noviembre, se vuelve a reproducir la
norma anterior, en su Disposición Transitoria primera al disponer que:
“Las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español y nacido en
España podrán optar por la nacionalidad española, si formalizan su declaración antes
del día 7 de enero de 1997” (609).
según la Ley 36/2002, de 8 de octubre, de modificación del Código Civil en materia de nacionalidad. Un intento
de rectificación de la doctrina del Tribunal Supremo sobre valoración de sistemas generales”, Actualidad
Jurídica Aranzadi, Año XIII, núm. 581, 12 junio 2003; J. Pérez Beviá, “La protección de los emigrantes y sus
descendientes en la nueva legislación española sobre la nacionalidad”, A. Fernández Le Gal y S. García Cano
(Dirs.), Inmigración y Derechos de los extranjeros, Córdoba, Servicio de Publicaciones, 2005, pp. 87-103.
607 Vid. A. Álvarez Rodríguez, “Acceso a la nacionalidad para hijos de emigrantes”, Carta de España. Revista de
Emigración e Inmigración, núm. 470, junio 1993, pp. 24-25.
608 Ello debido, que a punto de finalizar el plazo de los tres años se procedió a una prórroga por la Ley 15/1993. Con
un único artículo esta Ley estableció que: “Se prorroga hasta el 7 de enero de 1996 el plazo fijado en la disposi-
ción transitoria tercera de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, sobre reforma del Código Civil en materia de
nacionalidad”. Las razones que provocaron esta prórroga se justifican con claridad, en su parte expositiva literal-
mente, con los siguientes argumentos: “La exposición de motivos de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, sobre
reforma del Código Civil en materia de nacionalidad señala la finalidad de su disposición transitoria tercera:
extender el beneficio de la opción por la nacionalidad española “a los hijos de emigrantes que, al nacer, ya no
eran españoles. Se estima así que, por medio de la opción que se concede quedarán solucionadas las últimas
secuelas perjudiciales de un proceso histórico -la emigración masiva de españoles- hoy difícilmente repetible. El
plazo de tres años establecido en la disposición transitoria para poder ejercer el beneficio de la opción por la
nacionalidad española en los supuestos de hijos de emigrantes que, al nacer, ya no eran españoles ha podido
resultar insuficiente para aquellos posibles beneficiarios, dispersos por el mundo y más alejados de los núcleos
urbanos, a los que es más difícil obtener información. Teniendo en cuenta el propósito del legislador de benefi-
ciar a los emigrantes y sus hijos y solucionar las últimas secuelas de un largo proceso histórico, así como las cir-
cunstancias especiales que concurren en los posibles beneficiarios, parece conveniente prorrogar el plazo para
ejercer la opción de la nacionalidad española, establecido en la disposición transitoria tercera de la Ley. Se ha
estimado suficiente prorrogar el plazo dos años más, que concluye el 7 de enero de 1996, por no mantener abier-
ta durante demasiado tiempo una situación transitoria y porque correlativamente al deseo del legislador de bene-
ficiar al colectivo a que se dirige, éste debe mostrar su interés en las posibilidad que se le ofrecen” (Vid. A.
Álvarez Rodríguez, “Prorroga del plazo establecido en la disposición transitoria tercera de la Ley 18/90”, Revista
Española de Derecho Internacional, vol. XLVI, 1994-1, pp. 441-446).
609 Cf. A. Álvarez Rodríguez, “Acceso a la nacionalidad para hijos de progenitores de origen español mediante una
disposición que sólo podrá ser utilizada hasta el 7 de enero de 1997”, Carta de España. Revista de Emigración e
Inmigración, núm. 501, enero 1996, p. 23.
ficia a los nietos de los emigrantes cuyos hijos (del emigrante) ya nacieron en
el extranjero, siempre que el hijo (del emigrante) naciera antes de la pérdida de
la nacionalidad española del emigrante. No requiere el nacimiento en España
del progenitor. De este modo, se prevé, como regla general, la posibilidad de
que opten por la nacionalidad española de origen los hijos de progenitor/a ori-
ginariamente español/a con independencia del lugar de su nacimiento, sin nin-
gún límite de edad. Tampoco se necesita residir en territorio español. En defini-
tiva, los beneficiarios sólo tienen que acreditar que uno, al menos, de sus pro-
genitores hubiese sido originariamente español. No es necesario que éste
hubiese nacido en España.
“….toda vez que concurre en el interesado el… requisito de ser hijo de madre origina-
riamente española (adquirió por opción la nacionalidad española de origen al amparo de
la disposición transitoria 2.ª de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre)…” (612).
Haber salido entre esas fechas se puede acreditar mediante cualquiera de los
documentos siguientes: 1. Pasaporte o título de viaje con sello de entrada en el
país de acogida. 2. Certificación del Registro de Matrícula del Consulado espa-
ñol. 3. Certificaciones del Registro Civil Consular que acrediten la residencia
en el país de acogida, tales como inscripción de matrimonio, inscripciones de
nacimiento de hijos, inscripciones de defunción, entre otras. 4. Certificación
del Registro Civil local del país de acogida que acredite haber adquirido la
nacionalidad de dicho país. 5. Documentación de la época del país de acogida
en la que conste el año de la llegada a dicho país o la llegada al mismo por cual-
quier medio de transporte (614).
En todo caso, deber resaltarse que los interesados podrán probar la condi-
ción de exiliado de su abuelo o abuela mediante la aportación de documenta-
ción que acredite haber sido beneficiario de las pensiones otorgadas por la
Administración española a los exiliados, que prueba directamente y por sí sola
el exilio. También es posible probar dicha condición mediante la aportación,
bien de documentación de la Oficina Internacional de Refugiados de Naciones
Unidas y de las Oficinas de Refugiados de los Estados de acogida que asistie-
ron a los refugiados españoles y a sus familias, o mediante certificaciones o
informes expedidos por partidos políticos, sindicatos o cualesquiera otras enti-
dades o instituciones, públicas o privadas, debidamente reconocidas por las
autoridades españolas o del Estado de acogida de los exiliados, que estén rela-
cionadas con el exilio, bien por haber padecido exilio sus integrantes, o por
haber destacado en la defensa y protección de los exiliados españoles, o por
trabajar actualmente en la reparación moral y la recuperación de la memoria
personal y familiar de las víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura. Ahora
bien, en estos dos últimos será preciso que la documentación se presente junto
con al menos uno de los documentos mencionados en el apartado anterior
(pasaporte, registro de matrícula, inscripciones en registro civil consular…
etc.) (615).
Antes de finalizar este apartado, una cuestión práctica que se está susci-
tando, se trata de averiguar si el tenor literal del apartado 2 de la DA 7ª Ley
52/2007 exige que el abuelo/a debe necesariamente haber perdido la nacionali-
dad española por razones de exilio. El caso ha surgido con relación a los nietos
de abuelas españolas exiliadas que bien han perdido la nacionalidad por matri-
monio, o que no han perdido ni han renunciado a la nacionalidad española. En
614 Ibid.
615 Ibid.
principio, existen varias decisiones en las que los Encargados de los Registros
han denegado las peticiones de los nietos alegando que no concurre el requisito
exigido en la norma.
Con respecto a las abuelas que perdieron la nacionalidad española por matri-
monio, en un primer momento, se han denegado las peticiones; sin embargo, la
DGRN en virtud de la Instrucción Consular núm. 40/2009, ha procedido a rec-
tificar su postura, y desde luego, considera que si se prueba la condición de
exiliada de la abuela, los nietos podrán obtener la nacionalidad española de
origen si realizan la solicitud de opción dentro del plazo establecido.
1. Notas introductorias
La DA 7ª nada establece sobre el procedimiento a seguir o sobre los requisi-
tos que debe cumplir el eventual beneficiario de esta norma. De todas formas,
aquélla debe ser interpretada de acuerdo con el ordenamiento jurídico español
actualmente vigente. Por ello, debemos recurrir a lo establecido en los arts. 20
y 23 del Código Civil que regulan el derecho de opción, salvo aquello que
expresamente no sea exigible de acuerdo con la interpretación dada en la Ins-
trucción DGRN de 4 de noviembre de 2008 (616). En todo caso, vamos a respon-
der a continuación sobre varias preguntas: la autoridad ante la cuál se debe
presentar la declaración de opción; quién está legitimado para realizar dicha
opción; y si se exige o no el cumplimiento de los requisitos establecidos en el
art. 23 Cc. Es razonable que pensemos que la declaración de opción debe ser
formulada por el interesado o por su representante legal –menor o incapaci-
tado-, ante el Encargado del Registro Civil de su domicilio. Ahora bien, en este
caso, los destinatarios no estarán obligados a renunciar expresamente a la
nacionalidad extranjera que se posea.
• Por vía telemática en las páginas web del Ministerio de Asuntos Exterio-
res y de Cooperación y en el Ministerio de Justicia.
Para presentar la solicitud, deberá usted pedir cita previa, en las Oficinas
Consulares que dispongan de este servicio, a través de esta página web. El sis-
tema informático de cita previa se pondrá en funcionamiento a partir del lunes
22 de diciembre de 2008.
• inscripción de la adquisición
un privilegio para todas las personas que adquieran la nacionalidad por estos
supuestos de opción que otorgan una nacionalidad española de origen.
ñola, no requiere la renuncia a la nacionalidad anterior, puesto que la renuncia en puridad, está reservada para
quienes adquieren la nacionalidad española de manera derivativa, es decir, por opción, carta de naturaleza y resi-
dencia (Cf. Artículo 23 del Código Civil)”.
622 En un balance inicial de las solicitudes presentadas en los consulados de enero-abril de 2009, han sido denega-
das: 1121 de las solicitudes hechas por el Anexo I; 247 solicitudes hechas por el Anexo II; y 245 solicitudes
hechas por el Anexo III.
623 Anexo Formularios III.28 a 31.
1. Monografías
ABARCA JUNCO, A.P., ESPLUGUES MOTA, VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, M.: C., y
DE LORENZO SEGRELLES, M.: Legislación de Nacionalidad y Extranjería, Valencia,
Tirant lo Blanch, 2009.
624 Para una selección mucho más amplia de la bibliografía sobre la normativa de nacionalidad y su evolución: Vid.
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Artículo 11
1. La nacionalidad española se adquiere, se conserva y se pierde de acuerdo con lo estable-
cido en la ley.
2. Ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad.
3. El Estado podrá concertar tratados de doble nacionalidad con los países iberoamericanos
o con aquellos que hayan tenido o tengan una particular vinculación con España. En estos mis-
mos países, aun cuando no reconozcan a sus ciudadanos un derecho recíproco, podrán naturali-
zarse los españoles sin perder su nacionalidad de origen.
Artículo 149
1. El Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias:
2º: Nacionalidad.....
2. CÓDIGO CIVIL
Artículos 17 a 26 del Código Civil, redactados de conformidad con la Ley 18/1990, de 17 de
diciembre, sobre reforma del Código Civil en materia de nacionalidad (BOE, núm. 302, 18-XII-
1990), modificados por la Ley 36/2002, de 8 de octubre (BOE, núm. 242, 9-X-2002)
Artículo 17
1. Son españoles de origen:
a) Los nacidos de padre o madre españoles.
b) Los nacidos en España de padres extranjeros si, al menos, uno de ellos hubiera nacido
también en España. Se exceptúan los hijos de funcionario diplomático o consular acredi-
tado en España.
Artículo 18
La posesión y utilización continuada de la nacionalidad española durante diez años, con
buena fe y basada en un título inscrito en el Registro Civil, es causa de consolidación de la nacio-
nalidad, aunque se anule el título que la originó.
Artículo 19
1. El extranjero menor de dieciocho años adoptado por un español adquiere, desde la adop-
ción, la nacionalidad española de origen.
2. Si el adoptado es mayor de dieciocho años, podrá optar por la nacionalidad española de
origen en el plazo de dos años a partir de la constitución de la adopción.
Artículo 20
1. Tienen derecho a optar por la nacionalidad española:
a) Las personas que estén o hayan estado sujetas a la patria potestad de un español
b) Aquéllas cuyo padre o madre hubiera sido originariamente español y nacido en
España.
c) Las que se hallen comprendidas en el segundo apartado de los artículos 17 y 19.
2. La declaración de opción se formulará:
a) Por el representante legal del optante, menor de catorce años o incapacitado. En este
caso la opción requiere autorización del encargado del Registro Civil del domicilio del
declarante, previo dictamen del ministerio Fiscal. Dicha autorización se concederá en
interés del menor o incapaz.
b) Por el propio interesado, asistido por su representante legal, cuando aquél sea mayor de
catorce años o cuando, aun estando incapacitado, así lo permita la sentencia de incapacita-
ción.
c) Por el interesado, por sí solo, si está emancipado o es mayor de dieciocho años. La
opción caducará a los veinte años de edad, pero si el optante no estuviera emancipado
según su ley personal al llegar a los dieciocho años, el plazo para optar se prolongará hasta
que transcurran dos años desde la emancipación.
d) Por el interesado, por sí solo, dentro de los dos años siguientes a la recuperación de la
plena capacidad. Se exceptúa el caso en que haya caducado el derecho de opción con-
forme al apartado c).
3. No obstante lo dispuesto en el apartado anterior, el ejercicio del derecho de opción pre-
visto en el apartado 1.b) de este artículo no estará sujeto a límite alguno de edad.
Artículo 21
1. La nacionalidad española se adquiere por carta de naturaleza, otorgada discrecionalmente
mediante Real Decreto, cuando en el interesado concurran circunstancias excepcionales.
2. La nacionalidad española también se adquiere por residencia en España, en las condicio-
nes que señala el artículo siguiente y mediante la concesión otorgada por el Ministro de Justicia,
que podrá denegarla por motivos razonados de orden público o interés nacional.
3. En uno y otro caso la solicitud podrá formularla:
a) El interesado emancipado o mayor de dieciocho años.
b) El mayor de catorce años asistido por su representante legal.
c) El representante legal del menor de catorce años.
d) El representante legal del incapacitado o el incapacitado, por sí solo o debidamente
asistido, según resulte de la sentencia de incapacitación.
En este caso y en el anterior, el representante legal sólo podrá formular la solicitud si previa-
mente ha obtenido autorización conforme a lo previsto en la letra a) del apartado 2 del artículo
anterior.
4. Las concesiones por carta de naturaleza o por residencia caducan a los ciento ochenta días
siguientes a su notificación, si en este plazo no comparece el interesado ante funcionario compe-
tente para cumplir los requisitos del artículo 23.
Artículo 22
1. Para la concesión de la nacionalidad por residencia se requiere que ésta haya durado diez
años. Serán suficientes cinco años para los que hayan obtenido la condición de refugiado, y dos
años cuando se trate de nacionales de origen de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Gui-
nea Ecuatorial o Portugal o de sefardíes.
2. Bastará el tiempo de residencia de un año para:
a) El que haya nacido en territorio español.
b) El que no haya ejercitado oportunamente la facultad de optar.
c) El que haya estado sujeto legalmente a la tutela, guarda o acogimiento de un ciudadano
o institución españoles durante dos años consecutivos, incluso si continuare en esta situa-
ción en el momento de la solicitud.
d) El que al tiempo de la solicitud llevare un año casado con español o española y no estu-
viere separado legalmente o de hecho.
e) El viudo o viuda de española o español, si a la muerte del cónyuge no existiera separa-
ción legal o de hecho.
f) El nacido fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela que originariamente hubie-
ran sido españoles.
3. En todos los casos la residencia habrá de ser legal, continuada e inmediatamente anterior a
la petición.
A los efectos de lo previsto en la letra d) del número anterior, se entenderá que tiene residen-
cia legal en España el cónyuge que conviva con funcionario diplomático o consular español
acreditado en el extranjero.
Artículo 23
Son requisitos comunes para la validez de la adquisición de la nacionalidad española por
opción, carta de naturaleza o residencia:
a) Que el mayor de catorce años, y capaz para prestar una declaración por sí, jure o pro-
meta fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes.
b) Que la misma persona declare que renuncia a su anterior nacionalidad. Quedan a salvo
de este requisito los naturales de países mencionados en el apartado 1 del artículo 24.
c) Que la adquisición se inscriba en el Registro Civil español.
Artículo 24
1. Pierden la nacionalidad española los emancipados que, residiendo habitualmente en el
extranjero, adquieran voluntariamente otra nacionalidad o utilicen exclusivamente la nacionali-
dad extranjera que tuvieran atribuida antes de la emancipación. La pérdida se producirá una vez
que transcurran tres años a contar, respectivamente, desde la adquisición de la nacionalidad
extranjera o desde la emancipación. No obstante los interesados podrán evitar la pérdida si den-
tro del plazo indicado declaran su voluntad de conservar la nacionalidad española al encargado
del Registro Civil.
La adquisición de la nacionalidad de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea
Ecuatorial o Portugal, no es bastante para producir, conforme a este apartado la pérdida de la
nacionalidad española de origen.
2. En todo caso, pierden la nacionalidad española los españoles emancipados que renuncien
expresamente a ella, si tienen otra nacionalidad y residen habitualmente en el extranjero.
3. Los que habiendo nacido y residiendo en el extranjero ostenten la nacionalidad española
por ser hijos de padre o madre españoles, también nacidos en el extranjero, cuando las leyes del
país donde residan les atribuyan la nacionalidad del mismo, perderán en todo caso la nacionali-
dad española si no declaran su voluntad de conservarla ante el encargado del Registro Civil en el
plazo de tres años a contar desde su mayoría de edad o emancipación.
4. No se pierde la nacionalidad española, en virtud de lo dispuesto en este precepto, si España
se hallare en guerra.
Artículo 25
1. Los españoles que no lo sean de origen perderán la nacionalidad:
a) Cuando durante un período de tres años utilicen exclusivamente la nacionalidad a la que
hubieran declarado renunciar al adquirir la nacionalidad española.
b) Cuando entren voluntariamente al servicio de las armas o ejerzan cargo político en un
Estado extranjero contra la prohibición expresa del Gobierno.
2. La sentencia firme que declare que el interesado ha incurrido en falsedad, ocultación o
fraude en la adquisición de la nacionalidad española, produce la nulidad de tal adquisición, si
bien no se derivarán de ella efectos perjudiciales para terceros de buena fe. La acción de nulidad
deberá ejercitarse por el Ministerio Fiscal de oficio o en virtud de denuncia, dentro del plazo de
quince años.
Artículo 26
1. Quien haya perdido la nacionalidad española podrá recuperarla cumpliendo los siguientes
requisitos:
a) Ser residente legal en España. Este requisito no será de aplicación a los emigrantes ni a
los hijos de emigrantes. En los demás casos podrá ser dispensado por el Ministro de Justi-
cia cuando concurran circunstancias excepcionales.
b) Declarar ante el encargado del Registro Civil su voluntad de recuperar la nacionalidad
española.
c) Inscribir la recuperación en el Registro Civil.
2. No podrán recuperar o adquirir, en su caso, la nacionalidad española, sin previa habilita-
ción concedida discrecionalmente por el Gobierno los que se encuentren incursos en cualquiera
de los supuestos previstos en el artículo anterior.
Disposición derogatoria
Quedan derogadas las disposiciones de igual o inferior rango que se opongan a lo dispuesto
en la presente Ley.
Disposición final
La presente Ley entrará en vigor a los tres meses de su publicación en el Boletín Oficial del
Estado.
Artículo 2
El Registro Civil constituye la prueba de los hechos inscritos. Sólo en los casos de falta de
inscripción o en los que no fuere posible certificar del asiento se admitirán otros medios de
prueba; pero en el primer supuesto será requisito indispensable para su admisión que, previa o
simultáneamente, se haya instado la inscripción omitida o la reconstitución del asiento.
…..
Artículo 16
1. Los nacimientos, matrimonios y defunciones se inscribirán en el Registro Municipal o
Consultar del lugar en que acaecen.
Si se desconoce dicho lugar, la inscripción de nacimiento o defunción se hará en el Registro
correspondiente a aquel en que se encuentre el niño abandonado o el cadáver.
Será Registro no competente para la inscripción de los ocurridos en el curso de un viaje el del
lugar en que se dé término al mismo. Si se tratase de fallecimiento, el del lugar donde haya de
efectuarse el enterramiento o, en su defecto, el de primera arribada.
En caso de naufragio, el Registro competente será el del lugar donde se instruyan las prime-
ras diligencias (Párrafo 1º según redacción dada por la Ley 4/1991, de 10 de enero).
2. No obstante lo dispuesto en el apartado anterior, los nacimientos acaecidos en territorio
español, cuando su inscripción se solicite dentro del plazo, podrán inscribirse en el Registro
Civil Municipal correspondiente al domicilio del progenitor o progenitores legalmente conoci-
dos.
La solicitud se formulará, de común acuerdo, por los representantes legales del nacido o, en su
caso, por el único representante legal de éste, acompañándose a la petición la documentación que
reglamentariamente se establezca para justificar el domicilio común de los padres o del solo progeni-
tor conocido.
En las inscripciones de nacimiento extendidas como consecuencia de lo establecido en este
apartado, se considerará, a todos los efectos legales que el lugar del nacimiento del inscrito es el
municipio en el que se haya practicado el asiento. Las certificaciones en extracto sólo harán
mención de este término municipal (Párrafo 2º según redacción dada por la Ley 4/1991, de 10 de
enero).
Artículo 17
El Juez encargado del Registro que tenga competencia para la inscripción la tiene también
para los actos previos gubernativos o de jurisdicción voluntaria atribuidos a la Justicia Munici-
pal.
Artículo 23
Las inscripciones se practican en virtud de documento auténtico o, en los casos señalados en
la Ley, por declaración en la forma que ella prescribe.
También podrán practicarse, sin necesidad de previo expediente, por certificación de asien-
tos extendidos en Registros extranjeros, siempre que no haya duda de la realidad del hecho ins-
crito y de su legalidad conforme a la Ley española.
Los asientos se realizarán en lengua castellana o en la lengua oficial propia de la Comunidad
Autónoma en que radique el Registro Civil, según la lengua en que esté redactado el documento
o en que se realice la manifestación. Si el documento es bilingüe, se realizarán en la lengua indi-
cada por quien lo presente al Registro. Todo ello, siempre que la legislación lingüística de la
Comunidad Autónoma prevea la posibilidad de redacción de los asientos de los registros públi-
cos en idioma cooficial distinto del castellano (El último apartado fue introducido por la Ley
12/2005, de 22 de junio)
…
Artículo 63
La concesión de nacionalidad por residencia se hará, previo expediente, por el Ministerio de
Justicia.
Las autoridades competentes para la tramitación y resolución de las solicitudes de adquisi-
ción de la nacionalidad por residencia, para la exclusiva finalidad de resolver la solicitud presen-
tada por el interesado, recabarán de oficio de las Administraciones Públicas competentes cuan-
tos informes sean necesarios para comprobar si los solicitantes reúnen los requisitos exigidos en
el artículo 22 del Código Civil, sin que sea preciso el consentimiento de los interesados (Este
apartado ha sido redactado por la Ley 54/2007, de 28 de diciembre, de adopción internacional).
Artículo 64
A falta de disposición especial, es funcionario competente para recibir las declaraciones de
conservación o modificación de nacionalidad o vecindad, el mismo que determinan las reglas
sobre opción de nacionalidad.
Cuando dicho funcionario no sea el encargado del mismo Registro donde conste inscrito el
nacimiento, levantará acta con las circunstancias exigidas para la inscripción, y la remitirá al
Registro competente para la práctica de la inscripción marginal correspondiente.
Se considera fecha de la inscripción, a partir de la cual surten efectos tales declaraciones, la
del acta que constará en dicho asiento.
Artículo 65
La declaración a que se refiere el artículo 26 del Código civil sólo puede hacerse dentro de
un año, a contar de la fecha en que la Ley del país de residencia atribuya la nacionalidad extran-
jera o desde la mayor edad o emancipación del declarante, si la Ley extranjera la hubiere atri-
buido antes.
Una vez prestada la declaración de querer conservar la nacionalidad o vecindad civil, no es
necesario reiterarla, cualesquiera que sean el tiempo transcurrido o los cambios de residencia.
Tampoco necesita prestar declaración de conservarla quien haya declarado su voluntad de
adquirir la misma nacionalidad o vecindad.
Artículo 66
Se inscribirán en el Registro Civil español las declaraciones y demás hechos que afecten a la
condición jurídica de español o de nacional de país iberoamericano o de Filipinas de que, respec-
tivamente, gocen, conforme a los Convenios, los nacionales de estos países o los españoles.
El encargado del Registro está obligado a comunicar estas inscripciones a la Dirección
General de los Registros y del Notariado.
Artículo 67
La pérdida de la nacionalidad se produce siempre de pleno derecho, pero debe ser objeto de
inscripción. Caso de no promover ésta el propio interesado, el encargado del Registro, previa su
citación, practicará el asiento que proceda.
Artículo 68
Sin perjuicio de lo dispuesto en el título I, libro I, del Código civil y en tanto no conste la
extranjería de los padres, se presumen españoles los nacidos en territorio español de padres tam-
bién nacidos en España.
La misma presunción rige para la vecindad.
….
Artículo 96
En virtud de expediente gubernativo puede declararse con valor de simple presunción:
1º Que no ha ocurrido hecho determinado que pudiera afectar al estado civil.
2º La nacionalidad, vecindad o cualquier estado, si no consta en el Registro.
3º El domicilio de los apátridas.
4º La existencia de los hechos mientras por fuerza mayor sea imposible el acceso al Regis-
tro donde deben constar inscritos.
Estas declaraciones pueden ser objeto de anotación conforme a lo dispuesto en la Ley.
…
Artículo 67
La competencia del Registro de La Línea se extiende a Gibraltar en cuanto a los súbditos
españoles. Se llevarán respecto de dicho territorio, libros, legajos y ficheros separados.
Artículo 68
Los nacimientos, matrimonios y defunciones se inscribirán en el Registro Municipal o Con-
sular del sitio en que acaecen, cualquiera que sea el domicilio de los afectados, la incardinación
de la parroquia o el lugar de enterramiento.
Cuando sea competente un Registro Consular, si el promotor está domiciliado en España,
deberá practicarse antes la inscripción en el Registro Central y después, por traslado, en el Con-
sular correspondiente.
A los efectos de la inscripción dentro del plazo de nacimiento en el Registro Civil del domi-
cilio del progenitor o progenitores legalmente conocidos, habrán de concurrir las condiciones
establecidas por el artículo 16.2 de la Ley y la justificación del domicilio se realizará por exhibi-
ción de los documentos nacionales de identidad oportunos o, en su defecto, por certificación del
padrón municipal.
El solicitante o solicitantes de tal inscripción deberán manifestar, bajo su responsabilidad,
que no han promovido la inscripción en el Registro Civil correspondiente al lugar de nacimiento
y acompañarán una certificación acreditativa de que tampoco se ha promovido la inscripción por
la Dirección del Centro hospitalario en el que tuvo lugar el alumbramiento.
En estas inscripciones se hará constar expresamente, en la casilla destinada a observaciones,
que se considera a todos los efectos legales que el lugar del nacimiento del inscrito es el munici-
pio en que se ha practicado el asiento.
….
TITULO V. De las Secciones del Registro
Capítulo I. De la sección de Nacimientos y general
….
Sección 5ª. Del nombre y los apellidos
……
Artículo 219
El nombre y apellidos de un extranjero se rigen por su ley personal.
de vida españoles, y procurará oír también al cónyuge por separado y reservadamente sobre el
cambio de nacionalidad y circunstancias que en ello concurren.
Artículo 229
Cuando por estar en otro término el Registro competente, o por cualquier obstáculo de hecho
no se practicare inmediatamente la inscripción, el Encargado ante el que se formule debidamente
declaración de conservación o modificación de nacionalidad o vecindad, levantará acta por dupli-
cado con las circunstancias de la inscripción y las de identidad del sujeto; uno de los ejemplares,
con los títulos en su caso, se remitirá al Registro competente para, en su virtud, practicarla.
Artículo 311
En la solicitud para la inscripción fuera de plazo se expresará que, realizada la investigación
oportuna, no se ha encontrado inscripción de nacimiento o se presentará la correspondiente cer-
tificación negativa.
Artículo 312
En el expediente se investigará por las pruebas presentadas o de oficio:
1. Que no hay previa inscripción de nacimiento.
2. La existencia de identidad del nacido.
3. Cuantas circunstancias deban constar en la inscripción.
Artículo 316
Comprobada la existencia o identidad del no inscrito y realizadas las diligencias oportunas,
se ordenará practicar la inscripción con cuantas circunstancias hayan quedado acreditadas.
Caso de incompetencia, se remitirán las actuaciones, sin resolver, al órgano correspon-
diente.
….
Artículo 338
Las declaraciones sobre nacionalidad o vecindad civil podrán referirse a determinada edad
del sujeto. En el expediente se probará la adquisición y posesión del estado, y si puede accederse
al Registro, la inexistencia, en el folio registral de nacimiento, de asiento que contradiga la decla-
ración que se pretende.
Los de nacionalidad, cuya resolución corresponda al Gobierno, serán instruidos por la Direc-
ción General, que podrá comisionar al efecto al Encargado del Registro del domicilio, sin que, en
ningún caso, se requiera anuncios generales ni audiencia del Ministerio Fiscal.
Sexta. En este expediente el Encargado debe extremar su celo para comprobar, oyendo per-
sonalmente al peticionario, su grado de integración en la sociedad española.
Séptima. También en el mismo expediente habrá de cerciorarse el Encargado de sí el matri-
monio del casado o viudo de español corresponde o ha correspondido a una situación de convi-
vencia en el tiempo a que la Ley se refiere.
Octava. Para justificar que un español no ha incurrido en causa de pérdida de su nacionali-
dad, por aplicación del art. 24 del Código puede acudirse al expediente con valor de presunción
del art. 96.2 de la LRC.
Novena. La pérdida por utilización de una nacionalidad extranjera atribuida antes de la
emancipación, no tiene lugar cuando el español ha utilizado de algún modo la nacionalidad espa-
ñola.
Décima. El español que tenga, además de la nacionalidad española, otra de los países que
señala el art. 24.2 del Código, únicamente puede perder aquélla por renuncia expresa y en las
demás condiciones que establecen los apartados 3 y 4 del artículo.
Undécima (625). Las disposiciones transitorias segunda y tercera de la Ley únicamente bene-
fician a quienes no sean y nunca hayan sido españoles.
Duodécima (626). Para que el hijo de madre española, al que no le correspondía la nacionali-
dad española cuando nació, pueda acogerse a la disposición transitoria segunda, es necesario que
la madre fuera española en el momento del nacimiento del hijo.
Decimotercera (627). La opción por la nacionalidad española de la disposición transitoria
tercera requiere que el interesado no fuera español al tiempo del nacimiento, por haber perdido la
nacionalidad española originaria su progenitor nacido en España. Esta opción queda sometida al
requisito de residencia legal en España o a su dispensa y, a salvo su plazo especial, a las demás
condiciones exigidas por los arts. 20 y 23 del Código.
625 La disposición transitoria 2ª dejó de ser aplicable el 7 de enero de 1993 y la disposición transitoria 3ª quedó
derogada por la Ley 29/1995, de 2 de noviembre.
626 Dicha declaración ha quedado sin contenido por haber caducado el plazo previsto en la disposición a la que se
refiere.
627 Dicha declaración sirvió de pauta interpretativa de la Disposición transitoria 1ª de la Ley 29/1995, de 2 de
noviembre y también podrá ser utilizada con relación al art. 20.1.b) Cc, redacción dada por la Ley 36/2002, de 8
de octubre. Desde luego, no es válida la remisión a la dispensa de residencia puesto que desde la entrada en vigor
de la Ley 29/1995 no se exige residir en España.
Teniendo en cuenta este propósito del legislador, es conveniente que la Dirección General de
los Registros y el Notariado disponga de unos criterios orientativos sobre la tramitación de los
expedientes de dispensa del requisito de la residencia, a cuyo efecto, previo informe de los
Ministerios de Asuntos Exteriores, del Interior y de Trabajo y Seguridad Social, he tenido a bien
disponer lo siguiente:
1º. En los supuestos de recuperación de la nacionalidad española por emigrantes o hijos de
emigrantes, se propondrá la dispensa del requisito de ser residente legal en España a los que se
encuentren en nuestro país, y a los que, hallándose en el extranjero, pretendan residir en España,
salvo que concurran en el peticionario antecedentes penales desfavorables u otros especialmente
graves que aconsejen la denegación.
2º. En los demás casos de recuperación, además de las circunstancias descritas en el número
anterior, habrán de concurrir otras especiales que aconsejen la dispensa. A estos efectos se valo-
rarán, entre otras, además de la ausencia de antecedentes penales, la adaptación a la cultura espa-
ñola y el conocimiento del idioma, las actividades profesionales, sociales, culturales o benéficas
en favor de intereses o asociaciones españolas y cualquier otra circunstancia que denote una
particular vinculación con España del interesado y de su familia.
3º. Lo señalado en los dos números anteriores se entiende sin perjuicio de que el interesado
haya de obtener, además, la habilitación discrecional del Gobierno, cuando ésta sea exigible al
artículo 26.2 del Código Civil.
4º. Para las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español y nacido en
España y que nunca hubieran ostentado la nacionalidad española, el requisito de ser residente
legal en España, a los efectos de la opción establecida por la disposición transitoria tercera de la
Ley 18/1990, de 17 de diciembre, se exigirá en los términos previstos en los números primero y
segundo de la presente Orden.
nalidad española, serán elementos favorables tener documentación española en vigor, haber
otorgado como español algún documento público, haber comparecido con este carácter en el
Consulado y otras conductas semejantes (cf. Instrucción de 20 de marzo de 1991, apartado VI).
En todo caso el expediente favorable da lugar a una anotación obligatoria al margen del asiento
de nacimiento correspondiente (cf. art. 340 II RRC).
La conclusión del expediente puede dar lugar también a que el Encargado del Registro Civil
del domicilio (cf. art. 335 RRC), sin necesidad de esperar a que se practique esa anotación expida
a favor del interesado un certificado “ad hoc” (cf. art. 33 RRC) que le proporcione la prueba de
su nacionalidad española. Tales certificados, que hacen fe salvo prueba en contrario con valor de
simple presunción (cf. art. 340.I RRC), vienen a colmar un vacío que se hace sentir en ocasiones,
más aún a la vista de las referencias a la prueba de la nacionalidad contenidas en el Convenio del
Consejo de Europa de 6 de noviembre de 1997 sobre nacionalidad y servirán para resolver cues-
tiones de prueba de la nacionalidad española que se plantean frecuentemente, sobre todo, a los
españoles en el extranjero.
En fin, si por razón de las necesidades prácticas apuntadas, el certificado está pensado para
acreditar la nacionalidad española en el momento de su expedición, nada obsta a que, conforme
al art. 338 del Reglamento, el expediente, su anotación y el certificado puedan referirse a edades,
anteriores del sujeto.
En su virtud, esta Dirección General ha tenido a bien acordar:
Primero.- Cuando el Encargado del Registro Civil del domicilio declare en expediente con
valor de simple presunción que determinada persona tiene la nacionalidad española, a favor de
ésta el mismo Encargado podrá expedir un certificado de nacionalidad.
Segundo.- El certificado hará fe salvo prueba en contrario de que en el día de la fecha deter-
minada persona, identificada suficientemente por su nombre, apellidos, fecha y lugar de naci-
miento, tiene la nacionalidad española.
Tercero.- El certificado expresará el lugar de su expedición y la firma, nombre y cualidad
del Encargado del Registro Civil del domicilio que lo expida, así como el sello de la oficina.
Cuarto.- El certificado podrá ser bilingüe en las Comunidades Autónomas con idioma ofi-
cial propio, además del castellano.
dos como en aquellos otros que todavía no se han incorporado a dicho proceso de informatiza-
ción pero que han sido dotados con equipos de comunicación mediante telefax.
I. Introducción
La Ley 24/2005, de 18 de noviembre, de reformas para el impulso a la productividad, ha
modificado mediante sus Disposiciones adicionales séptima y octava los artículos 16 y 18 de la
628 Este RD modificado por Real Decreto 2266/2004, de 3 de diciembre, por el que se modifica el Reglamento de
acceso de extranjeros a la condición de militar profesional de tropa y marinería, aprobado por el Real Decreto
1244/2002, de 29 de noviembre (BOE, 4-XII-2004) desarrolla la Ley 32/2002, de 5 de julio, de modificación de
la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas, al objeto de permitir el acceso
de extranjeros a la condición de militar profesional de tropa y marinería (BOE, 6-VII-2002) derogada por la Ley
8/2006, de 24 de abril, de Tropa y Marinería (BOE, 25-IV-2006). Para su ejecución debe tenerse en cuenta la
Instrucción DGI/SGRJ/05/2006, Instrucciones sobre el acceso de extranjeros a la condición militar profesional
de tropa y marinería (Directora General de Inmigración, Madrid, 26 de abril de 2006).
Ley de 8 de junio de 1957, reguladora del Registro Civil. En cuanto al primero, la reforma ha
consistido en la adición de tres nuevos párrafos, conforme a los cuales en los casos de adopción
internacional, el adoptante o adoptantes, podrán de común acuerdo solicitar directamente en el
Registro Civil de su domicilio que se extienda la inscripción principal de nacimiento y la margi-
nal de adopción, así como la extensión en el folio que entonces corresponda, de una nueva ins-
cripción de nacimiento en la que constarán solamente, además de los datos del nacimiento y del
nacido, las circunstancias personales de los padres adoptivos, la oportuna referencia al matrimo-
nio de éstos y la constancia de su domicilio como lugar de nacimiento del adoptado.
Esta misma competencia a favor de los Registros civiles del respectivo domicilio del intere-
sado se reconoce respecto de las inscripciones de nacimiento que sean consecuencia de la adqui-
sición de la nacionalidad española por ciudadanos cuyo lugar de nacimiento sea un país extran-
jero, en caso de que los interesados soliciten la inscripción en dicho Registro en el momento de
levantarse el acta de juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a
las Leyes. Finalmente se prevé que el Registro Civil en que se haya practicado la inscripción
conforme a lo antes señalado comunicará dicha inscripción al Registro Civil Central, «que
seguirá siendo competente para todos los demás actos de estado civil que afecten al inscrito». En
relación con esta última comunicación se prevé en la nueva redacción dada al apartado segundo
del artículo 18 de la Ley del Registro Civil que los libros formados por duplicados no serán sólo
los relativos a las inscripciones practicadas en los Registros Civiles Consulares, sino también en
los Registros Civiles Municipales del domicilio que se hayan practicado conforme a los nuevos
apartados 3 y 4 del artículo 16 de la misma Ley.
II. Antecedentes y finalidad de la reforma introducida en la Ley del Registro Civil por
la Ley 24/2005, de 18 de noviembre, de Impulso de la Productividad
1. El fenómeno social del incremento de las adopciones internacionales y de la nacionaliza-
ción de ciudadanos extranjeros.-Durante los últimos años se viene experimentando en España un
incremento muy notable en el número de adopciones internacionales por parte de adoptantes
españoles, así como de las adquisiciones de nacionalidad española por parte de extranjeros. Tales
fenómenos constituyen actos jurídicos relativos al estado civil de las personas afectadas que,
siempre que las mismas, como es frecuente por razones obvias en los citados casos, afecten a
españoles deben ser inscritos en el Registro Civil español, correspondiendo la competencia para
su calificación e inscripción, conforme a las reglas hasta ahora vigentes en la materia (cfr. arts.
15 LRC y 68 RRC) al Registro Civil Central.
2. Las causas y los efectos del fenómeno descrito.-El acelerado ritmo al que se han produ-
cido tales fenómenos ha respondido a determinadas causas y ha producido determinados efectos.
Entre las causas cabe citar de forma muy destacada la fuerte inmigración de ciudadanos extran-
jeros que, una vez adquirida residencia legal en España, acceden a la nacionalidad española por
la prolongación de su residencia en nuestro país durante los plazos que establece el artículo 22
del Código civil, plazo que, por ejemplo, para los iberoamericanos es de sólo dos años.
En cuanto a los efectos, en el ámbito estricto que ahora interesa, ha de destacarse el extraor-
dinario incremento en la carga de trabajo que ha experimentado el Registro Civil Central que no
ha podido ser absorbida en su integridad con los medios materiales y humanos, aún reforzados
durante los últimos años, de que dispone, generándose un retraso en el despacho de los asuntos
(principalmente en la práctica de las inscripciones y en la expedición de las certificaciones). Se
trata de una situación sin duda susceptible de ser corregida por medio de medidas organizativas
internas y aumentos en la dotación de recursos, pero cuya implantación efectiva requiere cierto
tiempo por exigencias de la propia normativa de contratación y de habilitación de créditos presu-
puestarios, que puede considerarse en conflicto con la urgencia de las soluciones requeridas para
dar una respuesta satisfactoria a las demandas de los ciudadanos en el marco de una Administra-
ción sometida al principio de eficacia en su actuación (cfr. art. 3 Ley 30/1992).
Por ello, la Ley 24/2005, de 18 de noviembre, ha emprendido un camino radicalmente dis-
tinto, cortando el nudo gordiano de la situación mediante una modificación en profundidad de
las reglas de competencia que hasta la entrada en vigor de tal reforma han venido rigiendo para
distribuir las funciones tradicionales de los Registros civiles municipales y el Central. La nove-
dad de las modificaciones introducidas, la carencia de referencias a las mismas en la Exposición
de Motivos de la Ley, y la tensión en que se encuentran los preceptos reformados respecto de
algunos de los principios rectores de la ordenación registral española, no hacen sencillo elucidar
el alcance preciso y la recta interpretación de sus normas ni, en consecuencia, la tarea de fijar los
concretos criterios con que la reforma se haya de llevar a la práctica. Por ello, se hace imprescin-
dible en este caso, superando el estadio de la interpretación meramente literal, tratar de desentra-
ñar el espíritu y finalidad de la reforma, teniendo en cuenta que las leyes, una vez producida su
entrada en vigor, no deben ser interpretadas aisladamente, sino en coherencia con el sistema
legal -en este caso, el conjunto de la legislación registral civil- en que se integran y del que for-
man parte, que tanto ha de ayudar en este caso a cubrir lagunas y a evitar antinomias.
3. Las funciones del Registro Civil Central: su significado y finalidad.-La regla general de
competencia en materia registral civil se contiene en el artículo 16, apartado primero, de la Ley
del Registro Civil al disponer que «la inscripción de nacimientos, matrimonios y defunciones se
inscribirán en el Registro Municipal o Consular del lugar en que acaecen». En el supuesto de
tratarse de hechos ocurridos en España no se plantea problema alguno. Aplicándose el principio
de competencia territorial que se desprende del trascrito precepto, el hecho deberá inscribirse en
el Registro Municipal, principal o delegado, en cuya circunscripción territorial acaece.
Para el supuesto de hechos ocurridos en el extranjero, inscribibles por afectar a un español,
el artículo 12 de la Ley dispone que «Los Cónsules extenderán por duplicado las inscripciones
que abren folio en el Registro de su cargo, uno de cuyos ejemplares será remitido al Registro
Central para su debida incorporación. En uno y otro Registro se extenderán en virtud de parte,
todas las inscripciones marginales que se practiquen en cualquiera de ellos». En la Ley del Regis-
tro Civil no existe ningún otro precepto que determine o aclare la competencia concreta del
Registro Central para practicar las inscripciones que abren folio.
Existe un tercer grupo de hechos, los ocurridos fuera de España cuyos asientos deban servir
de base a inscripciones marginales exigidas por el Derecho español, en los supuestos de adquisi-
ción de la nacionalidad española por vía de adopción o de adquisición sobrevenida de la misma,
respecto de los cuales tampoco está definido en la Ley registral el papel que juega el Registro
Civil Central. De las normas hasta ahora mencionadas se desprende que tales hechos de estado
civil deberían ser objeto de inscripción principal por los Registros Consulares de los correspon-
dientes lugares de nacimiento, y sólo habría constancia en el Registro Central de las mismas a
través de los duplicados recibidos.
El planteamiento anterior no varía por el hecho de que el artículo 18 de la Ley atribuya al
Registro Civil Central una competencia residual para los supuestos en que el lugar de acaeci-
miento del hecho inscribible no corresponda a la demarcación de ningún Registro municipal ni
consular, o cuando el Registro competente por razones extraordinarias no pueda funcionar.
En definitiva, las dos finalidades a que tiende el Registro Central son la de servir de Registro
supletorio para ciertos supuestos de excepcionalidad y, en segundo lugar, permitir agrupar o
concentrar en un único Registro los hechos inscritos en los Registros Consulares y dar publici-
dad a las situaciones jurídicas que de los mismos se deriven.
inscripción de nacimiento en la que constarán solamente, además de los datos del nacimiento y
del nacido, las circunstancias personales de los padres adoptivos, la oportuna referencia, en su
caso, al matrimonio de estos, y la constancia su domicilio como lugar de nacimiento del adop-
tado, sin previa práctica de ninguna de tales inscripciones en el Registro Civil Central;
b) Igualmente, el párrafo 4 del mismo artículo 16 permite que el extranjero que adquiere la
nacionalidad española, incluso habiendo nacido en el extranjero, pueda solicitar en el momento
de levantarse el acta de juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y
a las Leyes, que se extienda la inscripción de nacimiento en el Registro Civil Municipal corres-
pondiente al domicilio en el que se haya instruido el oportuno expediente registral.
La importante innovación que en materia de competencia de los Registros Civiles viene a
representar la citada Ley, introduciendo una importantísima excepción a la regla general de terri-
torialidad que preside la organización del Registro Civil español (cfr. art. 16, párrafo primero
L.R.C.) respecto de los supuestos de adopciones internacionales y de nacimiento de los extranje-
ros que hayan adquirido la nacionalidad española, y la necesidad de proceder a la adecuación de
los procedimientos y archivos registrales a las exigencias de la nueva Ley, hacen oportuno, sin
perjuicio de los criterios de interpretación de la nueva normativa que en su aspecto sustantivo
puedan fijarse en un momento posterior, que esta Dirección General de los Registros y del Nota-
riado, en uso de las facultades que tiene conferidas por la legislación del Registro Civil (cfr. art. 9
de la Ley y 41 de su Reglamento), dicte con carácter de urgencia ciertas orientaciones de carácter
general a fin de facilitar la aplicación práctica inmediata por los Registros civiles de la reforma
legal citada.
En su virtud, esta Dirección General, en ejercicio de las competencias que le vienen atribui-
das por el artículo 9 de la Ley del Registro Civil, 41 de su Reglamento y 4 del Real Decreto
1475/2004, de 18 de junio, ha acordado establecer y hacer públicas las siguientes directrices:
Primera. Entrada en vigor de la reforma.-La citada Ley 24/2005, de 18 de noviembre, entró
en vigor el día 20 de noviembre de 2005, conforme a su disposición final tercera. Por tanto, no
existiendo disposición transitoria alguna en la materia, y tampoco ningún mandato de desarrollo
reglamentario a cuya aprobación se aplace la efectividad de la reforma, se ha de entender que
desde la fecha de entrada en vigor de la citada Ley los interesados pueden solicitar las inscripcio-
nes a que aluden los apartados 3 y 4 del artículo 16 de la Ley del Registro Civil, en su nueva
redacción, en el Registro civil de su respectivo domicilio, cualquiera que sean las dificultades
organizativas que la falta de previsión de vacatio legis de la nueva norma comporte para los
Registros afectados.
Segunda. Régimen jurídico-registral de las inscripciones de nacimiento practicadas en el
Registro Civil del domicilio conforme a lo previsto en los apartados 3 y 4 del artículo 16 de la
Ley del Registro Civil.
1.º El Juez Encargado del Registro Civil municipal correspondiente es competente no sólo
para la inscripción del nacimiento, adopción y adquisición de la nacionalidad española a que se
refieren expresamente los apartados 3 y 4 del artículo 16 de la Ley del Registro Civil, sino tam-
bién para la inscripción marginal de los demás hechos y actos del estado civil relativos a la
misma persona que legalmente deban practicarse en la Sección primera del Registro Civil, con-
forme a lo dispuesto por el artículo 46 de la Ley del Registro Civil. Esta regla es extensiva tam-
bién a las anotaciones y notas marginales.
2.º La calificación de todos los hechos y actos inscribibles a que se refiere el apartado ante-
rior corresponde al mismo Juez Encargado competente para inscribirlos conforme a la regla
general fijada por el artículo 27 de la Ley del Registro Civil, sin más excepciones que las previs-
artículo 16 de la Ley del Registro Civil, sino en la forma indicada por la reciente Instrucción de
31 de octubre de 2005 de este Centro Directivo, esto es, en el sentido de que tal dato sólo se ha de
consignar si el matrimonio de los padres adoptivos existe, sin circunscribir las facultades indica-
das a los supuestos de matrimonios de adoptantes y, por tanto, con independencia de que los
estos constituyan o no un matrimonio o de que se trate de un solo adoptante y éste sea persona
soltera, divorciada, viuda, o de dos adoptantes en situación de pareja de hecho, con pleno respeto
de la legislación civil sustantiva que rige la adopción, en la que nada hace pensar que la reforma
ahora comentada haya querido interferir, observándose en este extremo de nuevo en la redacción
de la norma un excesivo mimetismo respecto de la Instrucción de este Centro Directivo de 15 de
febrero de 1999, de la que se toma la rígida formulación literal que ha pasado al actual apartado 3
del artículo 16 de la Ley del Registro Civil.
Cuarta. Reglas especiales respecto de las inscripciones de adquisición de la nacionalidad
española.
1.º El apartado 4 del artículo 16 de la Ley del Registro Civil, que es aplicable a los extranje-
ros nacionalizados españoles a pesar de que su lugar de nacimiento sea un país extranjero, se
condiciona a que la causa o título de adquisición de la nacionalidad española haya precisado de
la tramitación de un previo expediente registral, esto es, básicamente en los casos de adquisición
por residencia (cfr. arts. 63 LRC y 220 RRC). El fundamento de esta restricción es doble: a) por
un lado, se trata de los supuestos más numerosos de nacionalización de extranjeros, permitiendo
aliviar significativamente la gran carga de trabajo que actualmente soporta el Registro Civil
Central; b) pero, además, limitando a tales supuestos la desconcentración de funciones que
resulta de las nuevas reglas de competencia no se resiente la necesaria unidad de criterios en la
calificación registral de tan sensible materia, que afecta nada menos que al estatuto de la nacio-
nalidad española, cuyas normas rectoras, por elementales razones de legalidad y seguridad jurí-
dica, exigen estar sometidas en su aplicación práctica a criterios lo más uniformes posibles, uni-
formidad que no se resiente con la reforma ya que la resolución de tales expedientes compete en
todo caso al Ministerio de Justicia, a través de esta Dirección General de los Registros y del
Notariado (art. 63 L.R.C.).
2.º Lo anterior supone que quedarían, en principio, fuera del ámbito del artículo 16.4 de la
Ley del Registro Civil los supuestos de recuperación y conservación de la nacionalidad española
y de adquisición de la misma por carta de naturaleza y por opción.
No obstante respecto a esta última vía de adquisición debe hacerse una precisión para los
supuestos de adquisición de la nacionalidad española por opción de menores de edad nacidos en
el extranjero sujetos a la patria potestad de un ciudadano que haya adquirido la nacionalidad
española por residencia [cfr. art. 20 a) C.c.]. Efectivamente, hay razones para entender incluidos
en la ampliación competencial de los Registros Municipales llevada a cabo por la Ley 24/2005
aquellas opciones de menores nacidos en el extranjero que trajeran causa directa de expedientes
de nacionalidad resueltos favorablemente.
Dichas razones son las siguientes:
a) En la solicitud de nacionalidad por residencia el interesado está obligado a hacer mención
de identidad, lugar y fecha de nacimiento de los hijos sometidos a patria potestad aportando las
certificaciones, en su caso, extranjeras que acrediten tal relación de parentesco (cfr. arts. 220 y
221 del R.R.C.).
b) La concesión de la nacionalidad española por residencia a un ciudadano hasta ese
momento extranjero abre directamente la posibilidad de que el mismo formule la opción a la
nacionalidad española en nombre de sus hijos menores de 14 años o incapacitados, o asistiendo a
sus hijos mayores de 14 años y sujetos a su patria potestad.
jero, sin perjuicio de las competencias de los Registros Civiles Consulares, que justificaron la
creación del Registro Civil Central (cfr. art. 16 L.R.C.).
Ello supondría que las competencias afirmadas para los Registros Civiles Municipales por
los apartados 3 y 4 del artículo 16 de la Ley registral tendrían un carácter estrictamente excepcio-
nal y transitorio, llamadas a cubrir limitadamente la finalidad de eludir la intervención del Regis-
tro Civil Central en la fase registral inicial que, al condicionar la documentación del nuevo ciu-
dadano español como tal, por venir subordinada la expedición al mismo de su D.N.I. y pasaporte
a la práctica de la inscripción de nacimiento, traslada a este acto de documentación el retraso que
actualmente se padece en los trámites registrales de dicho Registro. Tal interpretación, sin
embargo, a juicio de este Centro Directivo, iría en contra de los principios rectores de la reforma,
principalmente del principio de eficacia de la Administración y de economía procedimental con
evitación de trámites superfluos, ya que supondría que para obtener el resultado final de satisfa-
cer, además del buen orden registral, la aspiración de la mayor parte de los ciudadanos de locali-
zar su historial registral civil en el Registro Civil de su domicilio, sería preciso, una vez agotado
el proceso registral a que se refiere el artículo 16 de la Ley con las inscripciones practicadas en el
Registro Civil municipal y posterior comunicación del duplicado al Registro Civil Central, aña-
dir un nuevo trámite posterior de «traslado» de dicha inscripción duplicada en el Registro Civil
Central al Registro Civil municipal de origen, al amparo del artículo 20 de la Ley, multiplicando
los trámites en lugar de economizarlos.
El mismo resultado práctico se obtendría, con claro ahorro de tiempo y economía de trámi-
tes, ayudando con ello a la mejora de la eficacia en el funcionamiento de los Órganos registrales
y a la satisfacción de los intereses legítimos de los ciudadanos, acogiendo otra interpretación
distinta consistente en entender que lo que se ha pretendido con la reforma es obtener por otra vía
más ágil un resultado equivalente al que antes de la reforma se producía cuando, después de ins-
cribir el Registro Civil Central el nacimiento y la adopción o la adquisición de la nacionalidad
española, los interesados solicitaban el «traslado» de dichas inscripciones al Registro Civil
Municipal, con la paralela cancelación de las inscripciones originarias practicadas en el Registro
Civil Central conforme al artículo 20 de la Ley del Registro Civil, interpretación que, por ser más
conforme, como se ha indicado, con los principios que inspiran la reforma, acoge este Centro
Directivo. Esta interpretación lleva, asimismo, a establecer los siguientes criterios en la materia:
1.º La referencia del inciso final del apartado 5 del artículo 16 de la Ley a la competencia del
Registro Civil Central «para todos los demás actos de estado civil que afecten al inscrito» debe
entenderse referida sólo a los actos de estado civil no vinculados por conexidad -art. 46 LRC- a
la inscripción de nacimiento, es decir, todos los que se han de inscribir en las Secciones 2.ª, 3.ª y
4.ª del Registro Civil.
2.º Respecto de la Sección 1.ª la «comunicación» de que habla el art. 16.5 implica que la
inscripción practicada en el Registro Civil municipal no se «duplica» en sentido estricto en el
Registro Civil Central como inscripción vigente, pues su valor jurídico es equivalente al de las
inscripciones trasladadas al Registro Civil del domicilio de los interesados, debiendo entenderse
aplicable respecto de las mismas lo dispuesto en el párrafo final del artículo 20 de la Ley del
Registro Civil conforme al cual «realizado el traslado, quedarán sin vigencia los asientos de pro-
cedencia, que serán cancelados, haciendo referencia a los nuevos asientos». Por ello, en la dili-
gencia de incorporación de los duplicados que se extienda en el Registro Civil Central, por apli-
cación analógica de lo dispuesto en el artículo 119 del Reglamento del Registro Civil, se hará la
referencia a que se refiere el párrafo final del artículo 20 de la Ley, con advertencia expresa de
que tales asientos duplicados carecen de vigencia. Esta regla se debe entender sin perjuicio de lo
previsto en la directriz undécima de esta Instrucción sobre traslado de duplicados a los Registros
Civiles Consulares y de las inscripciones marginales practicadas en virtud de los partes a que se
refiere el artículo 12 de la Ley del Registro Civil.
3.º El Registro Civil municipal, una vez practicada la inscripción principal de nacimiento y
las marginales de adquisición de la nacionalidad española o de adopción, extenderá dos duplica-
dos de las mismas para su remisión al Registro Civil Central. Estos duplicados serán generados
directamente por la aplicación INFOREG en los Registros civiles informatizados y en los no
informatizados consistirán en una trascripción literal de aquellas inscripciones que deberán con-
tener expresa referencia al apartado 5 del artículo 16 de la Ley del Registro Civil, y ser firmadas
en todo caso por el Encargado. Uno de los duplicados será reexpedido por el Registro Civil Cen-
tral al Consular competente, conforme a lo previsto en la directriz undécima de esta Instrucción.
4.º Los duplicados han de comprender, no sólo la inscripción de nacimiento, sino también las
marginales a que se refiere el apartado anterior.
5.º En los casos de adopciones internacionales en que los interesados hayan solicitado expre-
samente la extensión de un nuevo folio con constancia exclusiva de los datos a que se refiere el
apartado 3 del artículo 16, el duplicado comprenderá tan sólo el primer folio registral del nacido
con la inscripción de su cancelación, pero no el segundo. La razón de esta restricción fueron
ampliamente explicadas por la Resolución-Circular 31 de octubre de 2005 de esta Dirección
General, sobre adopciones internacionales.
6.º La remisión de los duplicados y demás comunicaciones entre los Registros civiles muni-
cipales y Central que exija la ejecución práctica de la nueva norma se realizarán directamente
entre sí y de oficio, conforme a lo previsto en el artículo 1 del Reglamento del Registro Civil.
7.º Supletoriamente serán de aplicación en esta materia las previsiones contenidas en la Ins-
trucción de 7 de enero de 1972 de la Dirección General de los Registros y del Notariado sobre
traslado de duplicados entre los Registros Consulares y el Registro Central.
Séptima. Sistema de archivo en Registro Civil Central de los duplicados.-Si bien directa-
mente ninguna norma legal ni reglamentaria prevé que las «comunicaciones» de las inscripcio-
nes practicadas en los Registros civiles municipales y remitidas al Registro Civil Central deban,
a su vez, dar lugar a la extensión de otras sendas inscripciones en este último Registro, lo cierto
es que tal parece ser la intención que se desprende de la nueva redacción dada por la Ley 24/2005
al párrafo final del artículo 18 de la Ley del Registro Civil al disponer que, además de los libros
formados con los duplicados de las inscripciones consulares, también se llevarán los formados
con los duplicados «de las inscripciones de nacimiento practicadas en los Registros Municipales
del domicilio conforme a lo dispuesto en el apartado 5 del artículo 16». Se trata de una previsión
sin duda necesitada de desarrollo reglamentario. No obstante, en tanto dicho desarrollo no tenga
lugar se hace necesario prever las actuaciones imprescindibles que deberá adoptar el Registro
Civil Central al respecto. Con tal finalidad se fijan las siguientes reglas:
1.ª Dentro de los Libros de Inscripciones correspondientes a la Sección de nacimientos for-
mados por los duplicados de las inscripciones consulares se abrirá una Serie diferenciada, con
numeración separada, que se integrará con los duplicados de las inscripciones practicadas en los
Registros Municipales del domicilio conforme a lo dispuesto en el apartado 5 del artículo 16.
2.ª Los Libros formados conforme a la regla anterior se distribuirán formando subsecciones
por provincias. En caso de considerarlo necesario para la buena organización del servicio regis-
tral, los Encargados del Registro Civil Central podrán solicitar a esta Dirección General autori-
zación para dividir las subsecciones correspondientes a provincias que por el volumen de ins-
cripciones que generen así lo hagan aconsejable.
Esta realidad sobre la especialización jurídica es la que justifica la limitación funcional a que
quedan constreñidos dichos Registros delegados conforme a lo dispuesto por el párrafo segundo
del artículo 46 del Reglamento del Registro Civil, que restringe sus atribuciones a las «inscrip-
ciones dentro de plazo de nacimiento de hijos habidos en matrimonio, las ordinarias de defun-
ción, las de matrimonio en forma religiosa mediante la certificación respectiva, las de matrimo-
nio civil cuyo previo expediente haya instruido, y las notas marginales que no sean de rectifica-
ción o cancelación». No pueden extender dichos Registros delegados ningún otro asiento «sin
recibir instrucción particular y por escrito del Encargado, solicitada y despachada inmediata-
mente, la cual será archivada con los demás antecedentes relativos al asiento, reservándose
minuta el Encargado», lo cual supone residenciar la función de calificación en tales casos en el
Juez Encargado del Registro Civil de que dependa el delegado, el cual inscribirá bajo los crite-
rios de calificación y con arreglo a la minuta del asiento que le haya comunicado el Juez Encar-
gado.
Ninguna razón abona apartarse de estos mismos criterios en relación con los supuestos de
inscripciones a que se refiere el nuevo apartado 3 del artículo 16 de la Ley del Registro Civil,
añadido por la reforma, antes bien la naturaleza y trascendencia de los efectos vinculados a tales
inscripciones y la complejidad jurídica de los mismos, en los que con frecuencia es preciso apli-
car un Derecho extranjero, aconsejan seguir el mismo criterio de prudencia que sin duda inspira
el vigente artículo 46 del Reglamento del Registro Civil.
Este mismo criterio de prudencia es el que inspira este último precepto en materia de compe-
tencia para tramitar y resolver expedientes según resulta del último inciso del párrafo primero
del artículo 46 del Reglamento del Registro Civil al disponer que «En los Registros municipales,
el Juez de Paz actúa por delegación del Encargado y con iguales facultades, salvo en los expe-
dientes». Es cierto que la salvedad incorporada a este último inciso podría ser entendida en el
sentido no de excluir la competencia de los Juzgados de Paz en esta materia, sino en el de que en
tales casos sus facultades no se ejercen por delegación. El problema no se plantea en relación con
aquellos expedientes en los que, conforme a la regla general, la competencia para su tramitación
y resolución corresponde al Juez Encargado del Registro «donde deba inscribirse la resolución
pretendida» (cfr. art. 342 RRC), pues en tales casos actúan por remisión, en virtud de dicha regla
de competencia, las limitaciones funcionales que resultan para los Juzgados de Paz del párrafo
segundo del artículo 46 del Reglamento antes transcrito. Distinto es el caso en el que se residen-
cia la competencia para la tramitación de los expedientes en «el Registro Municipal del domici-
lio de cualquiera de los promotores», como sucede en el caso de los expedientes de nacionalidad
de la competencia del Ministerio (de Justicia), pues dentro del concepto de «Registro Munici-
pal» se engloban y comprenden tanto los principales como los delegados (cfr. art. 10 L.R.C.,
disposición transitoria 3.ª de la Ley Orgánica del Poder Judicial y arts. 21, 27 y 42 de la Ley
38/1988, de 28 de diciembre, de Demarcación y Planta Judicial). Sin embargo, desde la Instruc-
ción de 24 de febrero de 1970 de esta Dirección General de los Registros y del Notariado «a los
Jueces de Paz», posteriormente confirmada en este punto por la Instrucción de 30 de noviembre
de 1989 «sobre funcionamiento de los Registros Civiles municipales tras la transformación de
los Juzgados de Distrito», este Centro Directivo viene interpretando restrictivamente las compe-
tencias de los Registros Civiles delegados a cargo de los Jueces de Paz en materia de expedientes
registrales entendiendo que «no están facultados para resolver expedientes», con las dos únicas
excepciones que establece el Reglamento en cuanto al expediente previo al matrimonio (art. 239
R.R.C.) y al de fe de vida o estado (art. 364 R.R.C.).
Es cierto, no obstante, que el nuevo apartado 4 del artículo 16 de la Ley ha fijado la compe-
tencia para practicar las inscripciones correspondientes en los casos de adquisición de la nacio-
nalidad española a favor del «Registro Civil Municipal correspondiente al domicilio en el que se
haya instruido el oportuno expediente registral», lo que genera la duda sobre si establecida la
competencia para la inscripción en el Registro Civil Municipal del domicilio del interesado (la
expresión «domicilio» inequívocamente se ha de entender referida al lugar de la residencia habi-
tual del promotor ex. art. 40 C.c.) ello supone arrastrar la consecuencia de atraer hacia ese mismo
Registro la competencia para la tramitación del expediente de nacionalidad. Pues bien, tanto por
razones prácticas, como por razones de interpretación dogmática el criterio de este Centro Direc-
tivo es el de que la oscuridad legal aludida se debe resolver interpretando la expresión normativa
«Registro Civil Municipal correspondiente al domicilio en el que se haya instruido el oportuno
expediente registral» yuxtaponiendo los criterios de competencia funcional y territorial, de
forma que, entendiendo que la voluntad de la Ley no ha sido la de introducir cambios en la com-
petencia para tramitar los expedientes registrales de nacionalidad (y que, por tanto, la «compe-
tencia funcional» para ello sigue siendo exclusiva de los Registros Civiles Municipales principa-
les y no de los delegados), la fijación del concreto «Registro territorialmente» competente, de
entre los «funcionalmente habilitados» para ello, vendrá determinada por el domicilio del pro-
motor.
En consecuencia, si bien las inscripciones de los supuestos del número 4 del artículo 16
deben inscribirse en los Registros Civiles en los que se ha tramitado el expediente de naturaliza-
ción, es decir, en aquellos Registros que tienen competencia funcional para la tramitación de
tales expedientes, las inscripciones del número 3 del artículo 16 de la Ley del Registro Civil
deben practicarse en los Registros civiles del domicilio de los interesados, sean principales o
delegados. En este sentido, las inscripciones que los Jueces de Paz, a cargo de los Registros civi-
les delegados, hayan de practicar en cumplimiento del citado precepto se llevarán a cabo previa
calificación del Encargado del Registro Civil principal del que dependan y conforme a su minuta
e instrucciones, de conformidad con las siguientes reglas:
1.ª La inscripción, en el supuesto de tener que efectuarse en un Registro delegado, debe suje-
tarse a los estrictos términos del artículo 46 del Reglamento del Registro Civil. Requerirá, por
tanto, un previo acuerdo calificador positivo del Juez Encargado del Registro principal, que se
plasmará en unas instrucciones particulares y por escrito.
2.ª Debe interpretarse restrictivamente, la excepción de «urgente necesidad» del artículo 46,
dado el riesgo que entraña para la debida observancia del principio de legalidad.
3.ª En el supuesto de que la solicitud de inscripción de la adopción internacional se realice
ante el Juez de Paz, deberá limitarse a constatar la petición, para seguidamente proceder a la
remisión del acta y de toda la documentación acompañada, al Registro principal a efectos de su
calificación.
Undécima. Duplicado del Central a los Consulares.-Si hasta ahora el Registro Civil Central
debía actuar en coordinación con los Registros Civiles Consulares, esta coordinación se ha de
extender en la actualidad también a los Registros Civiles Municipales que pasen a ser competen-
tes para practicar las inscripciones de las adopciones internacionales y del nacimiento y adquisi-
ción de la nacionalidad española en los casos a que se refieren los nuevos apartados 3 y 4 del
artículo 16 de la Ley del Registro Civil, debiendo extraerse el régimen aplicable, en tanto no se
produzca el necesario desarrollo reglamentario, de las normas actualmente existentes por vía de
analogía. En base a la identidad de razón entre los supuestos hasta ahora previstos normativa-
mente y las nuevas situaciones sobrevenidas por la reforma introducida por la Ley 24/2005, se
fijan las siguientes reglas prácticas para subvenir a las necesidades de coordinación menciona-
das:
1.ª Si bien las inscripciones que se hayan de practicar en el Registro Civil Central en cumpli-
miento de lo previsto en el apartado 5 del artículo 16 en su nueva redacción lo serán en virtud de
lenguas y revistas en 1996 y 1997 y actualizado en diciembre del año 2000). En septiembre de
2003, la CIEC decidió estudiar las medidas que podrían adoptarse a nivel internacional para
luchar contra el fraude documental en materia de estado civil, en particular mediante la elabora-
ción de una guía de buenas prácticas. En este contexto general se inscribe la reciente adopción,
por unanimidad de todos los países miembros, de la Recomendación (n° 9) relativa a la lucha
contra el fraude documental en materia de estado civil por la Asamblea General de dicho Orga-
nismo Internacional, en Estrasburgo el 17 de marzo de 2005. El objeto de la presente Instrucción
es difundir y dar publicidad a la citada Recomendación y facilitar su cumplimiento en el ámbito
de los Registros Civiles españoles.
II. Con carácter previo hay que recordar que para poder determinar la eficacia de un docu-
mento extranjero en España, se han de analizar la concurrencia de un conjunto de requisitos de
dos tipos, de forma y de fondo. Ambos deben ser objeto de consideración separada en la califica-
ción registral. En cuanto a los requisitos de forma presenta particular importancia, en orden a la
prevención del fraude documental, el de la legalización, debiendo calificarse con rigor los
supuestos en que tal requisito está sujeto a dispensa. Se refiere a este requisito el artículo 88 del
Reglamento del Registro Civil, conforme al cual «A salvo lo dispuesto en los Tratados interna-
cionales, requieren legalización los documentos expedidos por funcionario extranjero y los
expedidos en campaña o en el curso de un viaje marítimo o aéreo».
En materia de dispensa de legalización hay que destacar la existencia de dos importantes
Convenios multilaterales de los que forma parte España.
a) En primer lugar el Convenio de La Haya de 5 de Octubre de 1961, aplicable a los docu-
mentos públicos que hayan sido autorizados en el territorio de un Estado contratante y deban ser
presentados en el territorio de otro Estado contratante. Quedan, no obstante, exceptuados los
documentos expedidos por agentes diplomáticos o consulares y los documentos administrativos
que se refieran directamente a una operación mercantil o aduanera. El artículo segundo de este
Convenio aclara que «la legalización... sólo cubrirá la formalidad por la que los agentes diplo-
máticos o consulares del país en cuyo territorio el documento deba surtir efectos, certifiquen la
autenticidad de la firma, la calidad en que el signatario del documento haya actuado y, en su
caso, la identidad del sello o timbre que el documento ostente».
En cuanto al alcance de la dispensa, no supone la eliminación de cualquier formalidad al
respecto, sino la sustitución de la compleja legalización de los documentos por vía diplomática
(que supone la intervención acumulativa de las autoridades y funcionarios a que se refiere la
Instrucción consular número 312 de la Dirección General de Asuntos Consulares del Ministerio
de Asuntos Exteriores), por el más sencillo trámite de la «apostilla», la cual supone la certifica-
ción de la autenticidad de la firma, de la calidad del signatario y de la identidad del sello por parte
exclusivamente de la autoridad competente del propio Estado del que dimane el documento.
La «apostilla» deberá figurar en modelo normalizado sobre el propio documento y debe ser
autorizado por la autoridad previamente comunicada por el Estado parte el Convenio, la cual
deberá llevar un Registro o inventario de las apostillas por el mismo autorizadas, de forma que la
garantía de autenticidad del documento se complementa mediante la atribución a cualquier inte-
resado de la posibilidad de recabar de la autoridad que haya expedido la apostilla comprobación
de la concordancia entre la apostilla extendida y las anotaciones del Registro o fichero de aposti-
llas que ha de llevar la propia autoridad.
b) En segundo término, y específicamente en relación con los documentos relativos al estado
civil de las personas, cabe destacar el Convenio de Atenas de 15 de septiembre de 1977 de la
Comisión Internacional del Estado Civil (en vigor para España desde el 1 de mayo de 1981), del
que deben subrayarse las siguientes ideas:
mento, queda sometida a una triple condición resultante de tales preceptos: a) que no exista duda
sobre la realidad del hecho inscrito, b) que no exista duda de su legalidad conforme a la Ley
española y c) que el Registro extranjero de procedencia tenga, en cuanto a los hechos de que da
fe, análogas garantías a las exigidas para la inscripción por la Ley española.
IV. En cuanto al primer requisito su fundamento radica en que las legislaciones sustantivas
sobre el Registro Civil atribuyen distinto grado de certeza a los hechos reflejados en los asientos
de tales Registros, imponiendo diversos requisitos para la inscripción en función del grado de
certeza atribuido. Así, por ejemplo, en nuestro Derecho cabe la posibilidad de inscribir con valor
de mera presunción la nacionalidad, la vecindad, el domicilio de los apátridas, etcétera, en caso
de que no exista prueba definitiva ni pronunciamiento judicial con valor de cosa juzgada al res-
pecto, y para ello resulta preceptivo tramitar el correspondiente expediente gubernativo (vid.
artículo 96 de la Ley del Registro Civil). Otras legislaciones pueden facilitar tales inscripciones
sin necesidad de expediente.
V. En cuanto al segundo requisito relativo a la de legalidad del hecho o acto del estado civil al
que se refiere la certificación extranjera conforme a la Ley española, resulta igualmente funda-
mentado en un doble sentido. Por un lado, la Ley española se debe aplicar, conforme a nuestro
Derecho Internacional Privado, cuando el sujeto o persona a que afecte sea de nacionalidad espa-
ñola, como vimos anteriormente (del artículo 9, núm. 1 del Código Civil) y, por tanto, es la pro-
pia Ley española la que se debe aplicar para valorar la legalidad del acto. Por otro lado, y aun
tratándose de ciudadanos de nacionalidad extranjera, la Ley española se debe aplicar también en
los supuestos en que entre en juego la excepción de orden público establecido en el artículo 12,
núm. 3 del Código Civil.
Por consiguiente, y por vía de ejemplo, no cabrá practicar en el Registro Civil español una
inscripción mediante certificación del Registro Civil extranjero (incluso existe la misma imposi-
bilidad por la vía del expediente gubernativo) relativo a un matrimonio de personas sujetas a otro
vínculo matrimonial previo por concurrir el impedimento de ligamen, y ello aunque se trate de
personas de nacionalidad extranjera. Frente a ello no puede objetarse que la certificación goza de
un régimen de dispensa de legalización, pues el impedimento de ligamen constituye una obje-
ción de fondo y no de forma o relativa a la autenticidad del documento.
VI. Finalmente, en cuanto al tercer requisito relativo a la necesidad de que el Registro extran-
jero, del que proceda la certificación cuya inscripción directa en el Registro Civil español se
pretenda, sea «regular y auténtico, de modo que el asiento de que certifica, en cuanto a los hechos
de que da fe, tenga garantías análogas a las exigidas para la inscripción por la Ley española», el
mismo se explica por los fuertes efectos jurídicos que la inscripción en el Registro Civil español
tiene reconocidos en nuestro Ordenamiento jurídico, efectos que describe la Exposición de
Motivos de la Ley del Registro Civil de 8 de junio de 1957 diciendo que «la presente Ley respeta
el punto de vista clásico sobre la misión del Registro Civil, concebido como instrumento para la
constancia oficial de la existencia, estado civil y condición de las personas. En orden a la eficacia
de la inscripción, -sigue diciendo el preámbulo- la presente Ley se basa en los principios hoy
vigentes; por consiguiente la inscripción sigue constituyendo la prueba de los hechos inscritos,
con todo su intrínseco valor -no meramente procesal-que encierra la expresión; pero la eficacia
del Registro queda fortalecida al establecer que aquella prueba sólo puede discutirse en los pro-
cedimientos rectificatorios establecidos en la Ley». Es lógico que si la inscripción de la certifica-
ción extranjera en el Registro Civil español va a desencadenar estos importantes efectos jurídi-
cos, tal inscripción se subordine a un previo control, a través de la calificación registral, de la
equivalencia de los requisitos y garantías a que se sometió la inscripción en el Registro extran-
jero con los que se imponen para la inscripción en el Registro Civil español. En definitiva, como
puso de manifiesto este Centro Directivo en su Resolución de 23 de abril de 1993 «el hecho de
que los artículos 23 de la Ley del Registro Civil y 85 de su Reglamento permitan practicar sin
expediente inscripciones por certificación de asientos extendidos en Registros extranjeros, no
implica que el Encargado haya de asumir una actitud pasiva ante la presentación de tales certifi-
caciones, limitándose a la transcripción automática de los datos en ellas consignados. Por el
contrario, ha de cerciorarse de la realidad del hecho inscrito y de su legalidad conforme a la ley
española».
En su virtud, esta Dirección General, en ejercicio de las competencias que le vienen atribui-
das por el artículo 9 de la Ley del Registro Civil, 41 de su Reglamento y 4 del Real Decreto
1475/2004, de 18 de junio, y previo informe favorable de la Sección española de la Comisión
Internacional del Estado Civil, ha acordado lo siguiente:
1.º Hacer público el texto de la Recomendación n.º 9 de la Comisión Internacional del Estado
Civil relativa a la lucha contra el fraude documental en materia de estado civil y su memoria
explicativa adoptadas por la Asamblea General de Estrasburgo el 17 de marzo de 2005 mediante
su inserción completa en el Anexo de esta Instrucción.
2.º Comunicar a todos los Encargados de los Registros Civiles españoles, Municipales, Con-
sulares y Central, que los criterios y orientaciones prácticas que en orden a la prevención del
fraude documental en materia de estado civil se contienen en la citada Recomendación de la
Comisión Internacional del Estado Civil deberán ser valorados y, en su caso, invocados con-
forme a lo dispuesto en los artículos 23 y 27 de la Ley del Registro Civil y 85 de su Reglamento,
en la calificación de las certificaciones de las actas de los Registros Civiles extranjeros que se
presenten en un Registro Civil español bien como título directamente inscribible, bien como
documento complementario en cualquier tipo de expediente o actuación registral.
ANEXO
Recomendación (núm. 9) relativa a la lucha contra el fraude documental en materia de
estado civil y memoria explicativa adoptadas por la Asamblea General de Estrasburgo el 17 de
marzo de 2005
La Comisión Internacional del Estado Civil,
Considerando que las autoridades de los Estados miembros se enfrentan a un número cre-
ciente de documentos extranjeros del estado civil en los que se da fe de hechos relativos al estado
civil que no se corresponden con la realidad, debido primordialmente a la gestión defectuosa de
los registros o a maniobras fraudulentas;
Considerando que estas maniobras fraudulentas tienen a menudo por finalidad obtener ven-
tajas indebidas, tales como el acceso al territorio, la adquisición o el reconocimiento de la nacio-
nalidad o diversos derechos sociales;
Considerando que para los Estados miembros es importante poder detectar los documentos
defectuosos, erróneos o fraudulentos con el fin de impedir su utilización abusiva o indebida;
Dirige la siguiente Recomendación a los Estados miembros:
1. Los Estados miembros deben recordar a sus autoridades del estado civil, sus autoridades
administrativas y demás autoridades competentes que, cuando se requiera una certificación de
un registro civil para acreditar el estado civil, las únicas certificaciones admisibles serán las que
estén firmadas y fechadas por la autoridad competente, provistas, en su caso, del sello corres-
pondiente y con indicación, asimismo, del registro del que proceden.
2. Los Estados miembros llamarán la atención de esas mismas autoridades, como destinata-
rias de documentos extranjeros del estado civil, incluso legalizados, acerca de diversos indicios
que pueden revelar el carácter defectuoso, erróneo o fraudulento de un acta del registro civil o de
un documento presentado, como los siguientes:
a) Indicios relacionados con las condiciones en que se elaboró el acta o se redactó el docu-
mento:
Existe un intervalo muy largo entre la fecha del acta y la fecha del hecho al que se refiere;
El acta se elaboró transcurrido mucho tiempo desde el hecho al que se refiere y muy poco
tiempo antes del trámite para el que se expidió el documento;
Existen contradicciones o aspectos inverosímiles entre los diferentes datos consignados en
el acta o en el documento;
El acta se elaboró exclusivamente sobre la base de la declaración de la persona a la que se
refiere directamente;
El acta se elaboró sin disponerse de un elemento objetivo que garantizara la realidad del
hecho referido en la misma;
Se trata de un documento expedido por una autoridad que no tenía en su poder o no tenía
acceso al acta original.
b) Indicios derivados de elementos externos del documento:
Existen contradicciones o aspectos inverosímiles entre los datos del documento presentado
y los que figuran en otras actas o documentos comunicados a la autoridad competente o que
obren en su poder;
Los datos que figuran en el documento presentado no parecen corresponder a la persona a la
que se refieren;
La autoridad competente en el asunto ha tenido conocimiento por medios oficiales de frau-
des o irregularidades anteriores imputables al interesado;
La autoridad competente en el asunto ha tenido conocimiento por medios oficiales de nume-
rosas irregularidades en la gestión de los registros civiles o la expedición de certificaciones de
los registros del Estado de origen del documento presentado.
3. Cuando existan indicios que hagan dudar de la exactitud de los datos que figuran en el
documento presentado o de la autenticidad de las firmas, el sello o el documento en sí mismo, la
autoridad competente en el asunto realizará todas las comprobaciones necesarias, en particular
con el interesado. En caso necesario, procederá, en la medida de lo posible y de acuerdo con las
autoridades del lugar de que se trate, a una comprobación de que existe ese acta en los registros
del Estado de origen y de su conformidad con el documento presentado.
4. a) Cuando de los elementos verificados se desprenda el carácter fraudulento del docu-
mento presentado, la autoridad competente se negará a otorgarle efecto alguno.
b) Cuando de los elementos verificados se desprenda el carácter defectuoso o erróneo del
documento presentado, la autoridad competente determinará si puede otorgarse algún efecto al
documento a pesar del defecto o error de que adolezca.
5. Cuando la autoridad competente en el asunto se niegue total o parcialmente a otorgar efec-
tos al documento, informará al interesado de su derecho a presentar un recurso, ya sea ante el
superior jerárquico con carácter previo, ya directamente ante los tribunales, y a formular enton-
ces sus alegaciones y aportar, cuando proceda, pruebas complementarias.
6. Los Estados miembros colaborarán entre sí para compartir entre ellos la información y los
métodos de detección de actas y documentos defectuosos, erróneos o fraudulentos. En particu-
lar, tendrán en cuenta el resultado de los controles realizados previamente por las autoridades de
otro Estado miembro.
MEMORIA EXPLICATIVA
Consideraciones generales
La Comisión Internacional del Estado Civil (CIEC) viene dedicando desde hace tiempo
especial atención al fenómeno creciente del fraude en materia de estado civil, como lo demuestra
el estudio publicado en 1996 y actualizado en el año 2000.
En los últimos años, los debates celebrados en el seno de un grupo de trabajo han puesto de
manifiesto que las autoridades de los Estados miembros de la CIEC se encuentran con un número
creciente de documentos extranjeros de estado civil que no ofrecen garantías suficientes o que se
refieren a actos de estado civil que no se corresponden con la realidad, en ocasiones como conse-
cuencia de la mala organización o gestión de los registros civiles locales o de falsificaciones.
La presente Recomendación responde al deseo de los Estados miembros de dotar de un for-
mato específico a las informaciones intercambiadas en el grupo de trabajo acerca de las certifica-
ciones y documentos extranjeros del estado civil cuya forma o contenido pueden plantear pro-
blemas cuando se presentan en los Estados miembros, en particular para el reconocimiento de
derechos o la adquisición de beneficios en esos países. En esta Recomendación no se contem-
plan otros tipos de fraude cuya frecuencia también va en aumento, como el reconocimiento de
hijos o adopciones falsos o los matrimonios de conveniencia; estos últimos fueron objeto de una
Resolución del Consejo de la Unión Europea, de 4 de diciembre de 1997, sobre las medidas que
han de adoptarse en materia de lucha contra los matrimonios de conveniencia.
Aunque este texto no se limita a los casos de maniobras fraudulentas, se ha optado en la
Recomendación por utilizar la expresión «fraude documental» en aras de la brevedad y porque
es la que se utiliza más comúnmente. Los objetivos perseguidos con las maniobras fraudulentas
citados en el preámbulo tienen un carácter meramente ilustrativo.
Con la presente Recomendación se pretende, por una parte, llamar la atención de los Estados
miembros sobre los indicios que permiten identificar un documento de estado civil fraudulento,
erróneo o defectuoso y, por otra parte, fomentar la colaboración entre los Estados miembros con
miras a esa identificación.
Para ello, la CIEC ha realizado un inventario de los supuestos más frecuentes de documentos
de forma o contenido dudosos, clasificándolos en tres categorías distintas:
a) documentos de forma irregular pero contenido exacto;
b) documentos de forma regular o irregular y de contenido erróneo que no revelan ninguna
intención fraudulenta;
c) documentos de forma regular o irregular creados o falsificados deliberadamente con
objeto de beneficiarse de un hecho de estado civil inexistente o inexacto.
Partiendo de que a menudo resulta difícil probar la intención fraudulenta y de que lo que les
interesa a las autoridades destinatarias es saber si es exacto o no el hecho o la situación del estado
civil referidos en el documento presentado, la Recomendación:
Recuerda cuáles son los signos materiales en cuya ausencia no puede garantizarse la autenti-
cidad de ninguna certificación expedida por un registro civil;
Llama la atención sobre una serie de indicios derivados de las condiciones de elaboración de
las actas o de elementos externos que pueden poner de manifiesto el carácter defectuoso, erróneo
o fraudulento de un documento;
Especifica qué controles deben efectuarse y qué consecuencias deben derivarse cuando de
dichos controles resulte que un documento refleja hechos del estado civil que no se correspon-
den con la realidad, exista o no intención fraudulenta.
Comentario de los distintos apartados de la Recomendación
Punto 1.
En el punto 1 se especifica cuáles son los requisitos mínimos que debe reunir una certifica-
ción de un registro civil para que pueda admitirse como medio de prueba del estado civil de una
persona, cuando se exija la presentación de esa certificación a tal fin. El punto 1 contiene los
signos materiales más elementales que han de permitir identificar a la autoridad expedidora del
documento, su competencia (firma, sello y fecha) y el registro del que procede el documento.
Conviene recordar, no obstante, que en algunos Estados, como el Reino Unido, el sello puede
hacer las veces de firma. Aunque también es habitual que en las certificaciones de los registros
civiles se indique el número con el que está inscrita en un registro determinado el acta de la que
se ha extraído la información, no se ha incluido este elemento entre las indicaciones elementales
porque la práctica de la numeración puede ser diferente en los distintos países. La exigencia de
fecha, sello y, en su caso, firma se aplica por analogía a los certificados y otros documentos del
estado civil que no son propiamente extractos (por ejemplo, un certificado de capacidad matri-
monial, un certificado de soltería o un certificado de vida).
El término «certificación» utilizado en el punto 1 comprende todo documento (incluidos los
elaborados con sistemas informáticos) que recoja datos inscritos en los registros civiles y que
haya sido expedido por la autoridad competente, esto es, las certificaciones en extracto, con un
formato más o menos resumido, y las certificaciones literales de actas inscritas en esos regis-
tros.
En este punto 1 y en el siguiente se recuerda que los documentos de estado civil pueden pre-
sentarse ante muy diversas autoridades de los Estados miembros (por ejemplo, prefecturas, tri-
bunales, policía, servicios de extranjería, etc.) que, a diferencia de los empleados de los registros
civiles, tendrán probablemente menos experiencia en materia de documentos extranjeros de
estado civil. Además de la medida positiva consistente en llamar la atención de todas las autori-
dades interesadas en cuanto al contenido de la Recomendación, la CIEC considera conveniente
que los Estados miembros reflexionen acerca de los medios disponibles para dar formación a
esas autoridades en materia de detección de documentos del estado civil defectuosos, erróneos o
fraudulentos, por ejemplo, presentando una recopilación de modelos de actas extranjeras o pro-
piciando una cooperación más amplia entre las autoridades internas, sobre todo en cuanto a los
procedimientos que permiten detectar documentos de estado civil falsificados.
Punto 2.
Como complemento de los indicios elementales indicados en el punto 1, en el punto 2 se
enumeran sin carácter exhaustivo algunos indicios que pueden arrojar dudas sobre la regularidad
de un documento extranjero y/o la exactitud de su contenido, y dar lugar a una comprobación
con arreglo al procedimiento establecido en el punto 3. Se trata únicamente de indicios que,
tomados por separado, no resulten decisivos, pero cuya presencia, sobre todo en combinación
con otros, debe poner en guardia a la autoridad encargada del asunto. Se destaca que los indicios
pueden derivarse tanto de las condiciones de elaboración del documento como de los datos reco-
gidos en el mismo o de aspectos externos de éste.
Conviene subrayar que el punto 2 se aplica incluso a los documentos legalizados, puesto que
la legalización únicamente consiste en la comprobación de los aspectos formales de un docu-
mento (veracidad de la firma, calidad del firmante, identidad del sello estampado) sin dar fe de la
exactitud de la información contenida en el documento legalizado.
La mayor parte de los indicios enumerados no requieren más aclaraciones. No obstante, cabe
señalar que:
Por «acta» en el sentido del punto 2 y del resto de la Recomendación se entiende el acta ori-
ginal inscrita en los registros del Estado de procedencia del documento presentado;
En los dos primeros guiones del apartado a) se incluyen, entre otras, las sentencias comple-
mentarias;
En el cuarto guión del apartado a) se alude principalmente al procedimiento de «autocertifi-
cación», sin el apoyo de declaraciones de terceros;
En el quinto guión del apartado a) se alude, por ejemplo, a las actas de nacimiento elaboradas
sin la presentación de un certificado médico;
El sexto guión del apartado a) se refiere al supuesto de que una autoridad, sin tener ante sí el
acta original ni tener acceso a la misma, elabora un documento, por ejemplo a partir de una certi-
ficación o de una fotocopia;
La valoración de los elementos contemplados en los dos últimos guiones del apartado b) no
debe basarse en impresiones subjetivas, meros rumores o incidentes aislados; es necesario que
estos elementos se hayan comunicado oficialmente a la autoridad encargada del asunto, por
ejemplo, por medio de una comunicación administrativa o instrucción.
Punto 3.
En el punto 3 se describen los procedimientos que deben seguirse en caso de que existan
indicios que hagan dudar de la exactitud o regularidad de un documento.
La redacción del texto deja un amplio margen de apreciación a la autoridad ante la que se
presenta el documento en cuestión. A esa autoridad le corresponde, en función de las posibilida-
des que le ofrezca su derecho interno, elegir el procedimiento que considere más adecuado en
cada caso, teniendo en cuenta todas las circunstancias. Por ejemplo, cuando, en ciertos casos, del
documento o de las circunstancias se desprenda claramente que el documento presentado es
erróneo o fraudulento, no parecerá muy necesario o no lo será en absoluto realizar una investiga-
ción en profundidad. En otros casos puede juzgarse necesario realizar una comprobación ante el
interesado o en el país extranjero. Puede considerarse también oportuno encargar a un laborato-
rio especializado el análisis del documento presentado.
En cualquier caso, la CIEC considera que sería conveniente que algunos Estados revisaran
su legislación interna para asegurarse de que permita realizar comprobaciones con el alcance
necesario (por ejemplo, el control del contenido de un documento, y no sólo de su forma) y que
otorgue a la autoridad encargada de una investigación facultades suficientemente amplias. En
algunos Estados se contempla ya la posibilidad de recurrir a procedimientos científicos de inves-
tigación. Ha de buscarse el necesario equilibrio entre el principio general de la presunción de
validez de los documentos extranjeros del estado civil, el interés general que representa la fiabi-
lidad de los datos sobre el estado civil y los derechos fundamentales del interesado.
El texto no establece de qué forma han de efectuarse las distintas comprobaciones, dado que
estas últimas dependerán también de las circunstancias de cada caso. No obstante, dado que se
trata de una tarea delicada y que requiere cierta experiencia, podría ser útil establecer un meca-
nismo de vigilancia para autorizar y armonizar las gestiones emprendidas en los niveles inferio-
res, con el fin de cerciorarse de que la información recabada y la experiencia adquirida se difun-
dan a todas las instancias interesadas y procurar que situaciones semejantes no reciban un trata-
miento diferente.
Las comprobaciones ante el interesado pueden efectuarse por escrito (en particular, mediante
una petición de información complementaria) o mediante una entrevista. Cuando la comproba-
ción en el Estado extranjero resulte imprescindible para cerciorarse de que existe un acta en los
registros locales y que las menciones contenidas en la misma coinciden con las del documento
presentado, será lógicamente necesario contar con la asistencia de las autoridades locales.
Para las investigaciones sobre el terreno, el Estado miembro interesado recurrirá en primer
término a sus servicios consulares, que podrán decidir si efectúan ellos mismos la investigación
o si la encargan -como vienen haciendo ya las autoridades de algunos Estados miembros- a un
abogado de confianza u otro especialista con la experiencia práctica y jurídica necesaria. En este
último caso, se recomienda no divulgar la identidad del mandatario a los particulares y no utili-
zar al mismo especialista para todas las operaciones. De todos modos, es importante velar por
que cualquier investigación se lleve a cabo con diligencia, puesto que pueden resultar afectados
derechos fundamentales del interesado (por ejemplo, en el caso de documentos del estado civil
presentados a efectos de reagrupamiento familiar).
El punto 3 no hace alusión a los gastos del procedimiento de comprobación ni a su eventual
reembolso por el interesado. Este aspecto se deja a la apreciación de cada Estado miembro.
Punto 4.
En este punto se especifican las consecuencias que han de derivarse cuando se concluya que
un documento presentado es defectuoso, erróneo o fraudulento. Mientras que el documento
fraudulento deberá quedar en todo caso privado de efecto (a), no ocurrirá necesariamente lo
mismo en el caso de un documento defectuoso o erróneo (b). Por ejemplo, la autoridad compe-
tente puede considerar que procede reconocer al documento un cierto efecto (no necesariamente
pleno), sobre todo cuando resulte posible subsanar el defecto mediante la presentación de docu-
mentación complementaria, un procedimiento de rectificación u otros medios. Éste sería el caso
de una certificación literal del acta de nacimiento que incluya diversas anotaciones marginales o
posteriores y que se admita como prueba del nacimiento, pero no de los demás hechos del estado
civil contenidos en la misma.
Punto 5.
En este punto se recogen las garantías que deben ofrecerse al interesado cuando su docu-
mento extranjero quede privado total o parcialmente de efecto. Su redacción pretende reflejar las
diferencias existentes entre los Estados miembros en materia de recursos contra las resoluciones
administrativas. Con objeto de cumplir lo exigido en el artículo 6 del Convenio Europeo de los
Derechos Humanos, lo importante es que el interesado disponga de la posibilidad de presentar
un recurso judicial, por lo menos al final del procedimiento. Y es que, tal y como ha precisado el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el estado de las personas forma parte de lo que se
denomina «derechos de carácter civil» a los efectos del artículo 6 (sentencia Mustafa c. Francia
de 17 de junio de 2003, núm. 14).
Dado que los controles a los que se alude en la Recomendación pueden conducir a que quede
privado de efecto un documento presentado por una persona que no es sino víctima pasiva de la
mala gestión de los registros en su país, debería preverse la posibilidad de aportar en un caso así
la prueba de un hecho del estado civil por otros medios.
Punto 6.
Aun cuando los documentos impugnados provengan de países diversos y los Estados miem-
bros de la CIEC no siempre tengan problemas al respecto con los mismos países extranjeros, es
evidente que la detección de los documentos extranjeros del estado civil defectuosos, erróneos o
fraudulentos es una preocupación compartida por todos los Estados miembros de la CIEC, por lo
que está justificado que la CIEC recomiende la implantación de una cooperación más estrecha
en este ámbito. Entre las medidas que permitirían reforzar esta cooperación entre los Estados
miembros pueden preverse las siguientes:
El intercambio sistemático de información, a través del Secretario General de la CIEC o de
un grupo de trabajo, sobre los casos de fraude documental detectados y las medidas adoptadas
para la lucha contra el fraude;
La creación de un inventario de experiencias derivadas de los procedimientos de comproba-
ción;
La creación de una base de datos que contenga modelos de actas o de documentos proceden-
tes de países no miembros de la CIEC;
La colaboración, en materia de comprobaciones, entre los servicios consulares de los Esta-
dos miembros, incluida la utilización por diversos Estados de los servicios del mismo especia-
lista o abogado de confianza para los fines de las investigaciones en un país extranjero.
En el texto se recomienda tener en cuenta los resultados de las investigaciones llevadas a
cabo por otros Estados miembros, pero se deja libertad a la autoridad competente para decidir
qué hacer con esos resultados. Por tanto, puede que esa autoridad se dé por satisfecha con el exa-
men realizado en o por otro Estado miembro o que, por el contrario, decida proceder a una nueva
comprobación por disponer de datos divergentes más fiables o considerar que posee un mejor
conocimiento del funcionamiento del registro civil extranjero que el que poseía el otro Estado
miembro.
de pleno Derecho por infringir los principios de legalidad y jerarquía normativa consagrados en
el artículo 9 núm. 3 de la Constitución y acogidos por el artículo 1 del Código Civil. En concreto
se entendía que se vulneraba el principio de exclusividad probatoria que los artículos 2, 68 y 96
de la Ley del Registro Civil atribuyen al Registro Civil en las materias propias de su objeto, con-
siderando que, en consecuencia, no deben ser aplicados por las autoridades judiciales (vid. art. 6
LOPJ) ni por las demás autoridades y funcionarios.
La doctrina oficial de este Centro Directivo, coincidiendo en lo esencial con la posición
antes apuntada, elaboró una interpretación más matizada, particularmente desde la Resolución
de 18 de mayo de 1990, sosteniendo que la presunción establecida por el Decreto de 1985 en
cuanto al D.N.I. no es absoluta, al admitir prueba en contrario, pudiendo ser desvirtuada por
otros documentos o datos que consten en el expediente y, además, afirmando que su ámbito
material de aplicación se circunscribe exclusivamente al propio de los expedientes administrati-
vos, sin extenderse a los expedientes del Registro Civil que no tienen naturaleza administrativa,
por ser su contenido y objeto materia de Derecho privado y en los que rigen supletoriamente las
normas procesales relativas a los expedientes de jurisdicción voluntaria, conforme al artículo 16
del Reglamento del Registro Civil. En concreto afirma la Resolución de 9 de marzo de 2000 que
«Las circunstancias de que, sin título inscrito, el interesado haya sido considerado español por la
Administración, haya cumplido el servicio militar obligatorio español y esté en posesión del
correspondiente D.N.I., son errores de la Administración que podrán surtir otros efectos, como
justificar que su residencia en España es legal a los efectos de la adquisición de la nacionalidad
por residencia, pero no bastan para probar legalmente su actual nacionalidad española». En el
mismo sentido la más reciente Resolución de 6 de noviembre de 2002 declara que «ni el D.N.I.,
ni el pasaporte, ni el Registro de Matrícula ni el cumplimiento del servicio militar acreditan la
nacionalidad española».
IV. Esta interpretación es íntegramente aplicable a la nueva regulación que en materia de
expedición del D.N.I. y sus certificados de firma electrónica se contiene en el reciente Real
Decreto 1553/2005, de 23 de diciembre, que sustituye a la normativa antes citada, y cuyo artí-
culo 1 apartado 2.º afirma en relación con la naturaleza y efectos del D.N.I. que «Dicho docu-
mento tiene suficiente valor, por sí solo, para acreditar la identidad y los datos personales de su
titular que en él se consignen, así como la nacionalidad española del mismo». Se trata, pues, de
una norma que viene a reafirmar la ya sancionada por el Real Decreto de 17 de julio de 1985 y
que, cabe entender, queda sometida en consecuencia a la misma crítica y a la misma necesidad
de interpretación restrictiva que antes vimos respecto de su precedente normativo en el sentido
de que su ámbito de aplicación no se puede extender al que es propio de los expedientes del
Registro Civil.
V. Lo que sí ha cambiado es la modalidad de certificación registral necesaria para la obten-
ción del D.N.I. En efecto, hasta la reciente reforma de 2005, el artículo 14 del Decreto 196/1976,
de 6 de febrero, disponía que «Quienes soliciten el D.N.I. por primera vez estarán obligados a
presentar extracto de certificado de acta de nacimiento del titular. Dicho certificado ha de ser
expedido precisamente para obtener el documento nacional de identidad, de lo que quedará nota
marginal en el Libro correspondiente del Registro, no pudiéndose extender otro para los mismos
fines, salvo que se haga constar ostensiblemente la repetición». Esta norma dio pie a que parte de
nuestra doctrina científica interpretase que a través de la misma se materializaba el principio de
competencia prioritaria del Registro Civil en materia de prueba de la nacionalidad, atribuyendo a
la institución registral un control previo sobre la titularidad o no por parte del solicitante de la
nacionalidad española, pudiendo en caso negativo denegar la expedición de estas certificaciones
especiales o «ad hoc», con el consiguiente efecto de imposibilitar la posterior expedición a su
favor del Documento Nacional de Identidad.
VI. Sin embargo, no fue ésta la interpretación que avaló la Dirección General de los Regis-
tros y del Notariado que ya desde su Resolución de 1 de julio de 1992 sentó una doctrina contra-
ria que ha llegado hasta nuestros días, reflejada recientemente en la Resolución 2ª de 20 de enero
de 2004 en la que se afirma lo siguiente:
«II. A diferencia de lo que ocurre en los Registros Consulares y en el Central, en los que
puede constar la advertencia de que la inscripción de nacimiento no acredita la nacionali-
dad española del titular (cfr. art. 66 “fine” R.R.C.), en los Registros municipales situados
en España, donde deben ser inscritos todos los nacimientos en ella acaecidos (cfr. art. 15
L.R.C.), no es tarea fácil, sin una adecuada investigación, saber con certeza si al nacido le
corresponde o no la nacionalidad española de origen. Piénsese que, aparte de los casos en
que haya sobrevenido pérdida de la nacionalidad española y la misma haya sido inscrita,
el Encargado no puede tener la seguridad, por el solo examen de la inscripción de naci-
miento, de que al nacido le haya correspondido “ex lege” la nacionalidad española, dados
los múltiples factores que han de ser analizados (“iure sanguinis” la nacionalidad espa-
ñola del progenitor consta por simple declaración no contrastada; “iure soli” habría que
probar que uno de los progenitores ha nacido en España, que la legislación de los progeni-
tores extranjeros no atribuye al hijo su nacionalidad o que, respecto del inscrito sin filia-
ción, no está determinada y atribuida la nacionalidad de los progenitores, etc.), aparte de
que en ocasiones habrá que tener en cuenta las normas sobre nacionalidad española ante-
riores a las hoy vigentes.
III. Todo esto justifica que, si bien el Documento Nacional de Identidad debe expedirse
sólo a los españoles y que para su primera expedición sea necesaria la presentación de una
certificación de nacimiento librada con esta exclusiva finalidad (cfr. art. 14 del Decreto de
6 de febrero de 1976), ninguna norma registral ni administrativa imponga al Encargado
del Registro Civil el deber de cerciorarse, antes de expedir ese certificado de nacimiento
“ad hoc”, de que el nacido es español. Deberá pues, denegar la expedición de esta certifi-
cación si del texto del asiento se deduce, sin lugar a dudas, que al interesado no le corres-
ponde la nacionalidad española, pero en los demás casos el Encargado podrá librar la cer-
tificación y será después a los órganos competentes a quienes corresponderá decidir si
efectivamente el titular es español y tiene derecho por ello a obtener el Documento Nacio-
nal de Identidad”.
Los órganos competentes a que se refiere esta Resolución son las autoridades del Ministerio
del Interior que tienen atribuidas estas funciones, a través de la Dirección General de la Policía.
Esta interpretación es congruente con la propia doctrina de la Dirección General de los Registros
y del Notariado antes reseñada relativa al valor probatorio de la nacionalidad del D.N.I., esto es,
el hecho de que este documento carezca de la condición de elemento de prueba del estado civil
de español ante el Registro Civil justifica que no sea precisa una calificación sustantiva en pro-
fundidad por parte del Encargado del Registro en el momento de expedir la certificación exigida
por el Decreto de 6 de febrero de 1976. Sólo entendiendo que el D.N.I. tiene valor probatorio
pleno de la nacionalidad, y no sólo en el ámbito limitado de los expedientes administrativos,
cabría advertir si no una contradicción entre las dos líneas doctrinales resultantes de la jurispru-
dencia registral, sí una incongruencia entre las mismas. No hay tal incongruencia precisamente
porque no hay tal valor probatorio pleno.
VII. Como hemos visto, la nueva regulación contenida en el reciente Real Decreto 1553/2005,
de 23 de diciembre, ha modificado el anterior marco normativo y, en concreto, respecto del sin-
gular aspecto ahora examinado prescinde del certificado en extracto «ad hoc» y lo sustituye por
una certificación literal de nacimiento, expedida con una antelación máxima de tres meses, como
documento necesario para formalizar la solicitud de expedición de D.N.I. (cfr. art. 5 n.º 1-a R.D.
1553/2005). Esta modificación resulta de nuevo congruente con la jurisprudencia registral últi-
mamente enunciada, ya que si no es el órgano registral que expide la certificación el que ha de
realizar el control de españolidad del solicitante, resulta lógico que se aporten a quienes han de
realizar dicho control, esto es a las autoridades competentes de la Dirección General de la Poli-
cía, y con los efectos administrativos limitados que cabe atribuirle a dicho control, todos los
datos con que cuenta el propio Registro relativos a la persona del interesado, incluyendo los rela-
tivos a la filiación, que sólo puede probarla una certificación literal y no una en extracto (cfr. art.
30 R.R.C.) dada la gran virtualidad que en nuestro sistema legal de la nacionalidad tiene el «ius
sanguinis».
VIII. Paralelamente, la Disposición derogatoria única del Real Decreto 1553/2005 declara
derogados, entre otras disposiciones, el Decreto 196/1976, de 6 de febrero, lo que incluye su
artículo 14 en el que se disponía que de la expedición del certificado «ad hoc» quedara constan-
cia en los libros registrales a través de nota marginal, mecanismo que facilitaba el control poste-
rior de los requisitos a que se subordinaba la renovación del D.N.I. o la obtención de duplicados
en caso de pérdida o sustracción, evitándose así que una misma persona pueda llegar a estar en
posesión de dos o más D.N.I. (vid. arts. 7 y 8 R.D. 1553/2005). A pesar de que la derogación
indicada hace decaer estos efectos preventivos de las situaciones de duplicación de D.N.I. des-
critas, y sin perjuicio de las consideraciones que esta materia deba merecer de «lege ferenda», no
cabe suplir por meras prácticas registrales -en este caso por medio de la extensión de oficio de
notas marginales de expedición de certificaciones- desprovistas de la correspondiente norma
legal o reglamentaria de cobertura lo que es fruto de una modificación normativa clara, práctica
registral que, además, inevitablemente carecería de la necesaria uniformidad, lo que generaría a
su vez confusión e inseguridad jurídica.
IX. Ahora bien, con independencia de que el número 2 de la Disposición final segunda del
Real Decreto 1553/2005 habilita a los Ministros del Interior, de Justicia, de Economía y
Hacienda, de Industria, Turismo y Comercio y de Administraciones Públicas para que dicten, en
el ámbito de sus respectivas competencias, cuantas disposiciones sean necesarias para el desa-
rrollo y aplicación de este Real Decreto, no puede dejar de señalarse que en materia de notas
marginales en los Registros civiles, a diferencia de lo que sucede respecto de las demás modali-
dades de asientos, no rige el criterio del «numerus clausus», pudiendo ordenarlas este Centro
Directivo al amparo de la previsión expresa contenida en tal sentido en el artículo 158 del Regla-
mento del Registro Civil, conforme al cual «La Dirección General podrá ordenar notas de refe-
rencia a asientos de expedición de determinadas certificaciones y de cumplimiento o advertencia
de obligaciones impuestas a los Encargados». Es por ello que la consulta planteada da ocasión
para analizar la conveniencia de que por parte de este Centro Directivo se haga uso de la facultad
atribuida en el transcrito precepto con objeto de suplir la derogación de la previsión que se conte-
nía en el artículo 14 del Decreto 196/1976, de 6 de febrero. Y a tenor de lo hasta ahora razonado
no puede dudarse de la utilidad práctica de las citadas notas marginales y de la indicación de su
extensión en la propia certificación librada toda vez que con ello se facilita el control de las nor-
mas que rigen la renovación y emisión de duplicados del D.N.I., así como el control preventivo o
cautelar, a través de la calificación registral previa a la expedición de la certificación, de los
casos en que manifiestamente el solicitante, a la vista del contenido del Registro, no ostente la
nacionalidad española (cfr. Resolución 2ª de 20 de enero de 2004).
Análisis
Finalmente, dado que en los Registros Civiles informatizados mediante el aplicativo Inforeg
las certificaciones, tanto literales como en extracto, se expiden directamente a partir de los datos
almacenados en las bases informatizadas, sin que, como regla general, sea preciso el cotejo de
los mismos con los que figuran en los libros de inscripciones (vid. art. 6 n.º 1 de la Orden de 19 de
julio de 1999 sobre informatización de los Registros Civiles), y con objeto de beneficiar la agili-
dad en el trámite de la expedición de las certificaciones exclusivas para la obtención del D.N.I.,
eludiendo la necesidad de la manipulación física de los libros registrales, se prevé que la nota
marginal de referencia al acto de la expedición quedará suplida por su constancia o «huella»
meramente informática, lo cual se ve facilitado por la circunstancia de que las notas marginales
llamadas de referencia, como es la ahora contemplada, tienen un valor informativo meramente
interno de oficina a fin de facilitar el funcionamiento ordinario del Registro, sin alcance jurídico
sustantivo alguno.
En su virtud, esta Dirección General, en ejercicio de las competencias que le vienen atribui-
das por el artículo 9 de la Ley del Registro Civil, 41 y 158 de su Reglamento y 4 del Real Decreto
1475/2004, de 18 de junio, ha acordado ordenar:
1.º Que en las certificaciones literales de nacimiento que expidan los Sres. Jueces y Cónsules
Encargados de los Registros Civiles españoles quede reflejada la constancia de que su expedi-
ción tiene lugar al solo efecto de la obtención del Documento Nacional de Identidad.
2.º Que se deje constancia en la inscripción de nacimiento del interesado, mediante nota
marginal, de la expedición de la certificación a efectos de obtención del Documento Nacional de
Identidad.
3.º En los Registros Civiles informatizados mediante el aplicativo Inforeg la nota marginal a
que se refiere el punto anterior quedará suplida por la correspondiente constancia informática en
el aplicativo de la expedición de la certificación, sin necesidad de su impresión física en la hoja
registral en que conste la inscripción de nacimiento del interesado.
En su virtud, esta Dirección General, en ejercicio de las competencias que le vienen atribui-
das por el artículo 9 de la Ley del Registro Civil, 41 de su Reglamento y 4 del Real Decreto
1475/2004, de 18 de junio, ha acordado establecer y hacer públicas las siguientes directrices:
Primera.- Conforme al artículo 17, n.º 1, c), del Código Civil son españoles de origen «Los
nacidos en España de padres extranjeros, si ambos carecieren de nacionalidad o si la legislación
de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad», por lo cual, a excepción de los supuestos
de apatridia de los padres, resulta necesario precisar el alcance de las leyes extranjeras corres-
pondientes a la nacionalidad de los progenitores conocidos respecto de la atribución de la nacio-
nalidad de tales países a los hijos de sus nacionales nacidos en el extranjero. Desde la introduc-
ción de dicha norma operada por la reforma del Código Civil realizada en materia de nacionali-
dad por la Ley 51/1981, de 13 de julio, la misma ha tenido una aplicación práctica muy amplia,
habiendo dado lugar a numerosas y frecuentes dudas, en gran parte resueltas a través de las
Resoluciones de esta Dirección General realizando la interpretación del Derecho extranjero a los
efectos de la aplicación de este título de atribución de la nacionalidad «iure soli» con objeto de
evitar la apatridia de los nacidos en España.
El carácter disperso y singular de tales resoluciones hace aconsejable, observada la práctica
registral a que se refiere el preámbulo de esta Instrucción, dar la mayor difusión posible al con-
junto de criterios resultante de la doctrina emanada de este Centro Directivo y su ordenación
sistemática, para lo cual se acuerda hacer público el conjunto sistematizado de tales criterios a
través de su inserción en el anexo de la presente Instrucción.
Segunda.- La vía registral para determinar la aplicabilidad en cada caso concreto del pre-
cepto contenido en el artículo 17, n.º 1, c), del Código Civil, es el expediente de declaración de la
nacionalidad española con valor de simple presunción (cfr. arts. 96.2.º L.R.C. y 338 R.R.C.), que
decide en primera instancia el Encargado del Registro Civil del domicilio (cfr. art. 335 R.R.C.).
Ahora bien, frente a la norma general conforme a la cual resulta competente en materia de
expedientes el Juez Encargado del Registro Civil en que deba inscribirse la resolución preten-
dida (cfr. art. 342 R.R.C.), en relación con los específicos expedientes para declaraciones con
valor de simple presunción la competencia corresponde al Encargado del Registro del domicilio
del solicitante (cfr. art. 335 R.R.C.). Este régimen de competencia lo es tanto para instruir como
para resolver el expediente, conforme a lo previsto por el artículo 342 del Reglamento del Regis-
tro Civil en la redacción dada por el Real Decreto de 29 de agosto de 1986.
Tercera.- Cuando no se respeta la norma de competencia antes indicada, al igual que ocurre
en general con todo tipo de procedimiento, dicha infracción implica la nulidad de lo actuado,
nulidad que puede ser declarada por la Dirección General de los Registros y del Notariado
cuando conozca de la misma a través de los recursos entablados. Dicha nulidad se desprende de
la aplicación de las normas de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de competencia territo-
rial y de fuero personal de las personas físicas (cfr. art. 50 L.E.C. 1/2000, de 7 de enero), la cual
es aplicable por la remisión que realiza el artículo 16 de la Ley del Registro Civil, que contiene
un llamamiento supletorio a las normas de jurisdicción voluntaria.
Cuarta.- La regla especial de competencia comporta igualmente la necesidad de diferenciar
entre la resolución del expediente y la anotación posterior de dicha resolución al margen de la
inscripción de nacimiento del interesado, en el caso de que no sean coincidentes ambos Regis-
tros. De forma tal que la resolución adoptada por el Encargado del Registro Civil del domicilio,
una vez devenida firme, habrá de ser calificada por el Encargado del Registro Civil del naci-
miento. Ahora bien, el control que este último realizará en su calificación se encuentra limitado
por lo dispuesto por el párrafo segundo del artículo 27 de la Ley del Registro Civil, de forma que
dicha calificación no podrá enjuiciar el fondo del asunto, debiendo circunscribirse a «la compe-
ANEXO
Relación de Resoluciones de la Dirección General de los Registros y del Notariado recaídas
en interpretación del artículo 17, núm. 1, c), del Código Civil:
1. Conforme al artículo 17.1.c del Código civil (redacciones de 1982 y de 1990) son españo-
les de origen «los nacidos en España de padres extranjeros, si ambos carecieren de nacionalidad
o si la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad». Esta norma beneficia, y
son por tanto españoles, a los nacidos en España hijos de:
a) Argentinos (Resoluciones 1ª de 23 de septiembre y 1ª de 19 de diciembre de 2002; 2ª de
28 de junio y 2ª de 3 de diciembre de 2003; 2ª de 21 de febrero y 3ª de 5 de marzo de
2004).
b) Bolivianos (Resoluciones 2ª de 5 de marzo y 25 de septiembre de 2004; 3ª de 16 de sep-
tiembre de 2005; 4ª de 27 de diciembre de 2006 y 5ª de 3 de enero de 2007).
c) Colombianos (Resoluciones 2ª de 16 de octubre y 4ª y 5ª de 7 de noviembre de 2002;4ª de
28 de junio y 1ª de 4 de julio de 2003; 3ª de 28 de mayo y 1ª de 23 de julio de 2004; 4ª de
30 de noviembre y 2ª de 7 de diciembre de 2005; 3ª de 14 de febrero y 1ª de 20 de junio de
2006; 4ª de 17 de enero de 2007).
d) Costarricenses (Resolución 3ª de 16 de marzo de 2006).
e) Cubanos (Resolución 2ª de 26 de marzo de 2003).
f) Chilenos (Resoluciones 2ª de 20 de diciembre de 2004; 3ª de 23 de diciembre de 2005).
g) Ecuatorianos (Resoluciones 2ª de 27 de noviembre, 2ª y 3ª de 30 de diciembre de 2002; 1ª
de 28 de junio y 2ª de 5 de diciembre de 2003; 1ª de 29 de octubre y 3ª de 5 de noviembre
de 2004; 2ª de 12 de julio de 2005; 4ª de 15 de noviembre y 5ª de 27 de diciembre de
2006) (629).
h) Guineanos (Guinea-Bissau) (Resolución 1ª de 30 de septiembre de 2005).
i) Marroquíes -madre marroquí y padre conocido apátrida o que no transmite su nacionali-
dad al hijo- (Resoluciones 7ª de 31 de octubre de 2005 y 3ª de 10 de febrero de 2006).
j) Palestinos -apátridas- (Resolución 4ª de 12 de septiembre de 2000).
k) Peruanos (Resoluciones 2ª de 8 de mayo de 2002; 3ª de 19 de marzo y 10 de abril de
2004; 1ª de 11 de marzo y 4ª de 14 de octubre de 2005).
l) Saharauis -apátridas- (Resolución 3ª de 10 de enero de 2005) (630).
m) Suizos (Resolución 4ª de 6 de junio de 2006) (631).
n) Santotomenses (Santo Tomé y Príncipe) (Resolución 1ª de 4 de marzo de 2003).
o) Venezolano/Colombiana (Resolución de 23 de abril de 2005) (632).
629 El hijo de padres ecuatorianos es español si su nacimiento en España tuvo lugar durante una estancia no transito-
ria de aquéllos en España. Así resulta de la Resolución 4ª de 10 de septiembre de 2002 que, por excepción, decla-
ra que no es español de origen, sino ecuatoriano, el nacido en España de padres ecuatorianos cuya estancia en
España debía considerarse transitoria: el padre residía en Ecuador y la madre no estaba empadronada en España.
630 Por el contrario no beneficia el artículo 18 del Código Civil, redacción de 1990, a los saharauis que no han esta-
do en posesión y utilización de la nacionalidad española durante diez años o no prueban haber residido en el
Sáhara cuando estuvo en vigor el Real Decreto de 1976, de modo que quedará imposibilitado de facto para optar
a la nacionalidad española (Resoluciones 2ª de 5 de diciembre de 2002, y 2ª de 15 de marzo de 2007, entre otras
muchas).
631 Los hijos de padre suizo no casado con la madre nacidos en el extranjero no adquieren automáticamente la nacio-
nalidad de su padre, sino que para ello es preciso un acto posterior.
632 Si ambos progenitores son venezolanos el hijo nacido en España es venezolano. Si sólo uno de ellos lo es -caso
de la Resolución- hay que residir en Venezuela o declarar la voluntad de ser venezolano para adquirir dicha
nacionalidad.
2. Por el contrario no son españoles iure soli, por corresponderles iure sanguinis la naciona-
lidad de uno de los progenitores, los nacidos en España hijos de:
a) Angoleños (Resoluciones 1ª de 14 de septiembre de 2004 y 3ª de 13 de septiembre de
2005).
b) Argelinos (Resoluciones 4ª de 3 de junio de 2005 y 1ª de 6 de junio de 2006).
c) Búlgaros (Resolución 2ª de 22 de septiembre de 2000).
d) Congoleños (Resoluciones 3ª de 15 de noviembre de 2005; 4ª de 10 de abril y 1ª de 19 de
septiembre de 2006).
e) Dominicanos (Resoluciones 1ª de 16 de marzo y 3ª de 27 de mayo de 2005; 2ª de 5 y 1ª de
19 de octubre de 2006 y 4ª de 14 de enero de 2007).
f) Ecuatoguineanos (Resolución 5ª de 23 de septiembre de 2005).
g) Ecuatorianos, si el nacimiento se produjo durante una estancia transitoria en España de
los padres (Resoluciones 4ª de 10 de septiembre de 2002; 3ª de 14 de septiembre de
2005; y 4ª de 3 de enero de 2007) (633).
h) Etíopes (Resolución 3ª de 28 de junio de 2005).
i) Jamaicanos (Resolución 4ª de 6 de junio de 2006) (634).
j) Jordanos (Resolución 2ª de 22 de marzo de 2004) (635).
k) Kazajos (Kazajstán) (Resolución 1ª de 22 de abril de 2005).
l) Letones (Resolución 1ª de 14 de octubre de 2005).
m) Lituanos (Resolución 3ª de 21 de noviembre de 2005).
n) Marroquíes:
n.1) Padre y madre marroquíes, hijo matrimonial, aunque el matrimonio contraído haya sido
civil en España (Resolución 3ª de 7 de noviembre de 2005).
n.2) Padre y madre marroquíes, hijo no matrimonial, si existe reconocimiento paterno o se
acredita la cohabitación durante el período probable de la concepción (Resoluciones 7ª
de 31 de octubre de 2005 y 3ª de 10 de febrero de 2006).
n.3) Madre marroquí y padre desconocido (Resoluciones 2ª de 23 y 3ª de 31 de octubre de
2003; 4ª de 26 de enero de 2004; 5ª de 20 de septiembre y 1ª de 14 de noviembre de
2005; 4ª de 20 de marzo de 2006) (636).
633 El hijo de padres ecuatorianos no es español si el nacimiento en España se produjo durante una estancia transito-
ria de sus padres.
634 Son jamaicanos desde la fecha de su nacimiento, los nacidos en el extranjero cuando a tal fecha uno de los
padres es jamaicano por nacimiento, descendencia o adquisición de la nacionalidad por matrimonio con un ciu-
dadano de Jamaica.
635 Para que la mujer jordana transmita la nacionalidad se requiere que el padre sea de nacionalidad desconocida y
que el nacimiento haya acaecido en Jordania.
636 Aunque la Dirección General de los Registros y del Notariado no ha tenido ocasión de pronunciarse sobre el
supuesto de padre marroquí y madre desconocida, este caso hay que entenderlo como subsumible en este aparta-
do ya que el artículo 6 del Dahir n.º 250-58-1 de 6 de septiembre de 1958, relativo al Código de la nacionalidad
marroquí, establece que tiene la nacionalidad marroquí de origen por filiación: «1.º El niño nacido de padre
marroquí».
637 Los nacidos fuera de Pakistán son pakistaníes si los padres hubiesen nacido en Pakistán, en otro caso, lo serán si
son inscritos en el Registro Consular correspondiente.
638 Los hijos de padre suizo no casado con la madre, nacidos en el extranjero, no adquieren automáticamente la
nacionalidad de su padre, sino que para ello es preciso un acto posterior.
4.º La aplicación de la ley española que resulta de lo antes expresado no impide que si en el
país extranjero de la anterior nacionalidad del interesado los apellidos del mismo tienen termina-
ciones distintas masculinas o femeninas según el sexo, deba consignarse la variante respectiva,
en función del sexo del nuevo nacional español, en su inscripción de nacimiento, con indepen-
dencia del sexo del progenitor que se lo transmite (cfr. art. 200 R.R.C. y Resolución 3ª de 23 de
diciembre de 2002).
Segunda.- Determinación de los apellidos de los españoles plurinacionales. El caso de los
ciudadanos comunitarios.
1.º Esta regla de la aplicación de la ley personal rige también en los casos de plurinacionali-
dad. En efecto, al respecto, y dada la ausencia hasta la fecha actual de Tratados internacionales
en la materia, se han sostenido diversas soluciones. De entre ellas la acogida oficialmente por
esta Dirección General de los Registros y del Notariado consiste en la aplicación del art. 9.9,
párrafo segundo Código civil. Este precepto lleva a preferir, en todo caso, la nacionalidad espa-
ñola cuando el sujeto ostenta varias nacionalidades y una de ellas es la nacionalidad española
(vid. Resoluciones de 15 febrero 1988, 19 noviembre 2002 y 1ª de 27 de febrero 2003, entre otras
muchas), de forma que el orden de atribución de los apellidos se rige por la ley española, aunque
el nacido tenga otra nacionalidad distinta, porque en las situaciones de doble nacionalidad de
hecho, no previstas en las leyes españolas, prevalece siempre la nacionalidad española (cfr. art.
9.9 Cc).
Se trata, además, de una solución que viene a coincidir con la asumida por el artículo 3 del
Convenio de La Haya de 12 de abril de 1930, sobre conflictos de ley en materia de nacionalidad,
según el cual «un individuo que posea dos o más nacionalidades podrá ser considerado por cada
uno de los Estados de los que posee su nacionalidad como ciudadano propio».
Esta tesis presenta, sin embargo, el inconveniente de que el interesado se ve abocado a una
situación en la que es identificado con apellidos distintos según el Estado de que se trate. Los
inconvenientes derivados de tal situación, se ha afirmado, dificultan la libertad de circulación de
los individuos que ostentan la ciudadanía de la Unión Europea, esto es, nacionales de un Estado
miembro.
2.º Este planteamiento de la cuestión ha sido objeto de enjuiciamiento por la Sentencia del
Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 2 octubre 2003, en el asunto García Avello, habiendo
fallado el Tribunal en el sentido de estimar contraria al Derecho Comunitario (arts. 17 y 18 TCE)
la normativa del Estado belga que establecía que en caso de doble nacionalidad de un belga,
debía prevalecer siempre la nacionalidad belga a efectos de imposición de los apellidos (coinci-
dente, pues, en este punto con la ley española).
En el supuesto de dicha sentencia, dos menores hispano-belgas fueron obligados a inscri-
birse en el Registro Civil belga con los apellidos que establecía el Derecho belga (García Avello,
patronímico del padre), desestimándose la petición del padre español que había solicitado que se
inscribiesen con los apellidos que les correspondían según el Derecho español (García como
primer apellido paterno y Weber como primero materno).
Esta jurisprudencia impide que se aplique sistemáticamente el artículo 9.9 del Código Civil,
y que se impongan al doble nacional hispano-comunitario los apellidos correspondientes según
la Ley española. Habrá que dejar a los sujetos «libertad» para elegir la Ley estatal que desean que
rija los nombres y apellidos de los dobles nacionales comunitarios. Con ello se llega a una solu-
ción que ya había sido postulada por parte de la doctrina moderna en un sentido favorable a la
denominada «autonomía de la voluntad conflictual», por virtud de la cual se reconoce a los inte-
resados plurinacionales, o a sus representantes legales, el derecho de elegir libremente cual-
quiera de las leyes nacionales concurrentes como fuero electivo, sin necesidad siquiera de que la
ley elegida coincida con la nacionalidad más efectiva (de hecho en el caso García Avello la ele-
gida es la nacionalidad no coincidente con la residencia habitual).
3.º Esta libertad de elección para los ciudadanos comunitarios se ha de canalizar a través de
los expedientes registrales de cambio de apellidos regulados por los artículos 57 y siguientes de
la Ley del Registro Civil, cuya competencia resolutiva corresponde al Ministerio de Justicia y
que son instruidos por el Encargado del Registro Civil del domicilio del promotor.
En efecto, lo anteriormente indicado en el apartado 1.º de esta directriz, no implica que la
jurisprudencia registral antes citada se haya visto afectada por la sentencia del Tribunal de Justi-
cia, ya que, a diferencia del Derecho belga que impidió el cambio de apellidos solicitado de
«García Avello» a «García Weber», este cambio en España sí hubiese sido posible al pertenecer
ambos apellidos legítimamente al hijo del matrimonio interesado. En efecto, frente a la negativa
de las autoridades belgas a acceder a la modificación de los apellidos solicitados, en España
cuando el interesado está inscrito en otro Registro Civil extranjero de su nacimiento con otros
apellidos, se admite que este hecho, que afecta al estado civil de un español según una ley extran-
jera, pueda ser objeto de anotación registral conforme al artículo 38-3.º de la Ley del Registro
Civil. Esta anotación sirve para poner en relación el contenido de los Registros español y extran-
jero y para disipar dudas en cuanto a la identidad del interesado, máxime si como resultado de
esta anotación se expide a los interesados el certificado plurilingüe de diversidad de apellidos
previsto en el Convenio n.º21 de la C.I.E.C. hecho en La Haya en 1982.
Igualmente queda a salvo la posibilidad, y este aspecto es fundamental, de que los interesa-
dos promuevan el oportuno expediente de cambio de apellidos de la competencia del Ministerio
de Justicia. Con ello se salvan los inconvenientes a los que la rigidez del sistema belga conduce y
que la citada Sentencia del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea comentada pretende
evitar. Todo ello sin perjuicio de la necesidad de interpretar las normas que rigen los expedientes
registrales de cambio de apellidos en España (arts. 57 y siguientes de la Ley del Registro Civil)
en forma tal que en ningún caso cabrá denegar el cambio pretendido cuando ello se oponga a la
doctrina sentada por la citada sentencia del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea, inclu-
yendo, como después se verá, la posibilidad de que como resultado de dicho cambio el intere-
sado pase a ostentar un único apellido.
De hecho ésta es la interpretación oficial de la Dirección General de los Registros y del
Notariado expuesta en contestación de 22 de abril de 2004 a la consulta formulada por la Direc-
ción General de Política Legislativa y Cooperación Jurídica Internacional del propio Ministerio
de Justicia, y que de hecho ya ha generado una nueva práctica administrativa por la que se vienen
concediendo sin dificultad alguna la autorización para la modificación de los apellidos en los
casos citados de binacionalidad (siempre que se trate de personas con ciudadanía de la Unión
Europea), en aplicación de los citados criterios, habiéndose resuelto a fecha de hoy diversos
expedientes de cambios de apellidos de niños que ostentan la doble nacionalidad española y
portuguesa.
Tercera.- La facultad de conservación de los apellidos fijados por el anterior estatuto perso-
nal. La excepción de orden público.
1.º El Convenio de Munich de 1980 antes citado no prevé el tema del conflicto móvil, esto
es, los efectos derivados sobre los apellidos del cambio sobrevenido de la nacionalidad de la
persona. La solución a esta laguna legal no está directamente contemplada, lo que ha dado lugar
a la aparición de dos tesis antagónicas sobre la materia. La primera, que puede calificarse como
«tesis de la irretroactividad», postula la solución de entender que el apellido permanece tal y
como se fijó con arreglo a la Ley nacional anterior y no debe ser cambiado aunque el sujeto
adquiera una nueva nacionalidad. Plantea esta tesis el inconveniente de que hijos de los mismos
padres pueden ostentar apellidos diferentes, pero presenta la ventaja de la continuidad de la
denominación del sujeto. La segunda, designada como «tesis de la retroactividad», llega a la
conclusión contraria entendiendo que el sujeto que cambia de nacionalidad debe cambiar de
apellido para adecuarlo a su nueva Ley nacional. Es ésta la tesis que ha encontrado acogida en la
doctrina oficial de la Dirección General de los Registros y del Notariado (cfr. Resoluciones de 5
de marzo de 1997, 2ª de 10 de septiembre de 2003, etc).
2.º Ciertamente esta interpretación presenta el inconveniente de que da lugar a un cambio
forzoso de los apellidos de la persona que ha visto modificado su estatuto nacional. Para evitar
ese inconveniente, la nueva Ley nacional puede establecer mecanismos para conservar los ape-
llidos ostentados con arreglo a la Ley nacional anterior, con el fin de evitar los efectos indesea-
dos de un cambio forzoso de apellidos. Exactamente esto es lo que hace en nuestro Derecho el
artículo 199 del Reglamento del Registro Civil, habilitando un plazo de caducidad de dos meses
siguientes a la adquisición de la nacionalidad española para manifestar la voluntad de conservar
los apellidos. Se trata de un caso de ultra-aplicación de la ley nacional anterior que prolonga su
aplicación en el tiempo respecto de un sujeto que pierde la nacionalidad anterior al adquirir la
española.
3.º En efecto, dispone el artículo 199 del Reglamento del Registro Civil que «El que adquiere
la nacionalidad española conservará los apellidos en forma distinta de la legal, siempre que así lo
declare en el acto de adquirirla, o dentro de los dos meses siguientes a la adquisición o a la mayo-
ría de edad». Dos son los requisitos que se deben examinar para apreciar la procedencia de la
aplicación de la opción de conservación que prevé esta disposición: la tempestividad del ejerci-
cio de la misma, esto es, el cumplimiento del plazo fijado, y la no contrariedad con el orden
público del resultado de dicha declaración de conservación. Y así como el primero de tales requi-
sitos no ofrece particulares dificultades interpretativas (cfr. Resolución 4ª de 23 de mayo de
2007), por el contrario el segundo, al estar basado en un concepto jurídico indeterminado, acon-
seja ciertas precisiones a fin de permitir lograr el objetivo de su aplicación uniforme en la prác-
tica registral.
4.º El trascrito artículo 199 del Reglamento del Registro Civil que, como se ha indicado,
permite al extranjero que adquiere la nacionalidad española conservar los apellidos que le venían
identificando según su anterior estatuto personal, debe entenderse, no obstante, sin perjuicio de
excepcionar la regla general que establece en los casos en que el resultado de su aplicación
hubiere de parar en perjuicios al orden público internacional español en materia de apellidos.
Esta excepción la ha aplicado este Centro Directivo, al menos, en relación con dos principios
jurídicos rectores de nuestro Ordenamiento jurídico en materia de apellidos, cuales son:
a) El principio de la duplicidad de apellidos de los españoles. Hay que recordar que es doc-
trina constante de este Centro Directivo que, en todo caso, han de consignarse dos apellidos de
acuerdo con el sistema español de identificación de las personas (cfr. arts. 53 y 55 L.R.C. y 194
R.R.C.), porque el extranjero, al adquirir la nacionalidad española, queda sujeto desde entonces
a esta legislación que es la que ha de regular su estado civil (cfr. art. 9.1 C.c.), sin que esta norma
pueda excepcionarse por la vía de la aplicación del mecanismo previsto en el artículo 199 del
Reglamento del Registro Civil toda vez que hay que estimar que el principio de que cada español
ha de ser designado legalmente por dos apellidos es un principio de orden público que afecta
directamente a la organización social y que no es susceptible de variación alguna -a salvo de lo
que para los binacionales españoles-comunitarios resulta del Derecho comunitario a que se
refiere la directriz segunda de esta Instrucción -, so pena de consagrar un privilegio para determi-
nada categoría de españoles que atentaría, al carecer de justificación objetiva suficiente, al prin-
cipio constitucional de igualdad de todos los españoles ante la Ley (vid. Resoluciones de 7 de
octubre de 1991, 1ª de 29 de noviembre de 1995 y 4 de mayo de 2002).
Por ello, aunque el artículo 199 del Reglamento del Registro Civil obedezca a la finalidad de
evitar a quienes adquieren la nacionalidad española eventuales perjuicios en su identificación al
quedar sujetos al régimen español sobre apellidos, no puede interpretarse en el sentido de permi-
tir la conservación de un solo apellido. El precepto faculta al extranjero naturalizado español
para mantener, si así lo solicita en determinado plazo, «los apellidos» (en plural) que ostente de
forma distinta de la legal española. Otra interpretación, además de vulnerar la letra del artículo,
iría en contra de las normas legales sobre imposición de los apellidos.
b) El principio de la infungibilidad de las líneas. Nuestra legislación de apellidos está basada,
además de en la regla de la duplicidad de apellidos, en el principio concurrente de duplicidad de
líneas, con arreglo al denominado principio de infungibilidad de las líneas paterna y materna, en
caso de determinación bilateral de la filiación por ambas líneas, principio que no se excepciona
ni siquiera en el ámbito de los expedientes registrales de cambio de apellidos de la competencia
de este Ministerio de Justicia (vid. art. 59 n.º3 L.R.C.), por lo cual resulta contrario a nuestro
orden público la transmisión exclusiva de los dos apellidos por una sola de las líneas, sea la
paterna o la materna (cfr. Resolución 4ª de 23 de mayo de 2007).
5.º Por otra parte, el citado artículo 199 del Reglamento del Registro Civil que, como se ha
indicado, permite al extranjero que adquiere la nacionalidad española conservar los apellidos
que le venían identificando según su anterior estatuto personal, no es aplicable a los casos que no
se refieren en rigor a un ciudadano extranjero que se haya naturalizado español, sino a un espa-
ñol que ha consolidado la nacionalidad española por la vía del artículo 18 del Código Civil
(Resolución 4ª de 23 de febrero 2006).
Cuarta.- Incompatibilidad entre la facultad de conservación de los apellidos anteriores a la
nacionalización y el ejercicio posterior de la facultad de inversión de su orden.
Conforme reiterada doctrina de este Centro Directivo (vid. por todas la Resolución de 23-2.ª
de diciembre de 2002) existe una incompatibilidad entre el ejercicio de la facultad de conserva-
ción de los apellidos anteriores a la adquisición de la nacionalidad española, determinados con
arreglo a su anterior estatuto personal, en virtud del artículo 199 del Reglamento del Registro
Civil, y la facultad de invertir el orden de los apellidos que concede a todo español mayor de
edad el artículo 109 del Código civil. La razón fundamental para esta conclusión negativa se
encuentra en que, una vez que una persona ha hecho uso de la posibilidad de alterar sus apellidos
por la vía del artículo 199 del Reglamento y no ha escogido la aplicación de la ley española, no es
posible que una simple declaración de voluntad prive de eficacia a la conservación de apellidos
libremente solicitada, porque, del mismo modo que no es posible desdecirse de la inversión de
apellidos del artículo 109 del Código Civil, tampoco ha de ser posible, por identidad de razón y
atendiendo a la estabilidad y fijeza de los apellidos, cuya composición ha de estar sustraída,
salvo excepciones legales muy limitadas, al principio de la autonomía de la voluntad, que esta
sola voluntad pueda producir un nuevo cambio de apellidos.
resolver este Centro Directivo, se deberán numerar consecutivamente todos los folios que lo
compongan.
Debe destacarse entre los documentos que deben constar en el expediente, la solicitud de
nacionalidad del interesado, cuyo modelo ha sido normalizado por Resolución de 7 de mayo de
2007 de la Subsecretaría del Ministerio de Justicia (BOE de 25 de julio de 2007). Este modelo se
encuentra disponible en el portal del Ministerio de Justicia: www.mjusticia.es.
1.2. Control de la autenticidad de los documentos extranjeros. Traducción.-De conformidad
con lo dispuesto por el artículo 88 del Reglamento del Registro Civil y a salvo lo dispuesto en los
Tratados internacionales, requieren legalización los documentos expedidos por funcionario
extranjero, salvo que al Encargado del Registro le conste directamente la autenticidad o los
reciba por vía oficial o diligencia bastante (art. 89 RRR). En lo que al procedimiento de adquisi-
ción de la nacionalidad por residencia esta exigencia es particularmente aplicable al certificado
de nacimiento del promotor del expediente registral de nacionalidad por residencia, al del naci-
miento de los hijos menores de edad, en su caso, y, al certificado sobre antecedentes penales del
país de origen del solicitante.
La ausencia del requisito de legalización es un defecto que impide la inscripción registral
(Resolución de 22 de enero de 1998).
La legalización es, pues, un trámite imprescindible, salvo en aquellos supuestos en que se
trata de documentos provenientes de Estados parte en el Convenio de la Haya de 1961.
Hay que resaltar que el procedimiento de legalización no está regulado en ninguna norma
española de Derecho positivo. La práctica diplomática internacional que se sigue en la mayor
parte de los Estados del mundo y también en España es la siguiente: El documento público
extranjero cuyos efectos legales se pretenden hacer valer en España debe ser legalizado en dos
fases. Primera fase («fase extranjera»): (a) Las firmas contenidas en el documento cuyos efectos
legales se pretenden hacer valer en España deben ser legalizadas por las autoridades extranjeras
de dicho país con arreglo a las Leyes de dicho país; (b) Tras ello, el documento extranjero debe
ser nuevamente legalizado por autoridades dependientes del Ministerio de Asuntos Exteriores
de dicho país extranjero. Segunda fase («fase española»): (a) El documento extranjero se pre-
senta ante el Cónsul español en dicho país, que legaliza las firmas de los funcionarios del Minis-
terio de Asuntos Exteriores de dicho país extranjero. Ello es posible porque los cónsules españo-
les disponen de un registro de firmas de los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores
del país en el que operan; (b) Tras ello, en algunas ocasiones, puede ser conveniente, pero sólo en
casos de duda seria y razonable, que el documento se presente ante el Ministerio de Asuntos
Exteriores español, que legaliza la firma del Cónsul español acreditado en el extranjero. Sin
embargo, en la mayoría de los casos, no se requiere este segundo trámite de la «fase española».
En el caso de documentos provenientes de Estados parte en el Convenio de La Haya de 5 de
octubre de 1961, así como en aquellos casos en que resulte aplicable el Convenio de Atenas de
15 de septiembre de 1977 de la Comisión Internacional del Estado Civil (en vigor para España
desde el 1 de mayo de 1981), la legalización se sustituye por el trámite de la apostilla. La aposti-
lla actúa en el ámbito de los requisitos de forma, permitiendo su consideración de documentos
auténticos y conformes con la Ley aplicable a las formalidades y solemnidades documentales
establecidas por el país de origen del documento, pero, como ha indicado la reciente Instrucción
de 20 de marzo de 2006 sobre prevención del fraude documental en materia de estado civil, no
ampara ninguna presunción de legalidad del contenido del documento o de la realidad de los
hechos reflejados en el mismo, cuyo enjuiciamiento y valoración quedan sujetas a la apreciación
del funcionario o autoridad española ante la que se pretendan hacer valer los efectos derivados
de tales documentos. Por ello, el párrafo final del artículo 89 del Reglamento del Registro Civil
prescribe que «El Encargado que dude fundadamente de la autenticidad de un documento, reali-
zará las comprobaciones oportunas».
Finalmente, el documento debe presentarse traducido a idioma oficial español. Así lo exige
el artículo 86 del Reglamento del Registro Civil, precepto que, no obstante, permite que el Encar-
gado del Registro prescinda de la traducción si al mismo le consta el contenido del documento
extranjero. En su defecto, la traducción puede realizarse por Notario, Cónsul, Traductor u otro
órgano o funcionario competente. El Encargado, ha de examinar, pues, la competencia de la per-
sona o funcionario que realiza la traducción.
1.3. Supresión de la aportación por el interesado del certificado de residencia y del de antece-
dentes penales.-El artículo 35 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de
las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, establece, dentro del
catálogo de derechos de los ciudadanos en sus relaciones con las Administraciones Públicas, el
de no tener que presentar documentos que ya se encuentren en poder de la Administración. Que
el ciudadano tenga que presentar documentos que ya se encuentran en poder de la Administra-
ción supondría, además, un trámite que podría considerarse desproporcionado y que supondría
una infracción del artículo 354 del Reglamento del Registro Civil, exige que en la tramitación de
los expedientes se evite toda dilación o trámite superfluo o desproporcionado. Tradicionalmente,
esta Dirección General ha hecho uso frecuente del principio de economía procesal a lo largo de
diversas Resoluciones e Instrucciones dictadas en el ámbito de su competencia.
El entorno tecnológico en el que actualmente se desenvuelve la actividad de la Administra-
ción posibilita cumplir ahora de forma más eficaz con las previsiones normativas citadas, permi-
tiendo simplificar los procedimientos administrativos y contribuir al funcionamiento interno de
las Administraciones Públicas, incrementando su eficacia, tal y como señala la Ley 11/2007, de
22 de junio, de acceso electrónico a los Servicios Públicos siendo una de las finalidades de esta
Instrucción cumplir esta Ley en lo que al procedimiento de adquisición de la nacionalidad por
residencia se refiere.
a) Supresión de la aportación por el interesado de la documentación referida a la residencia
en España. Establece el artículo 220 del Reglamento del Registro Civil que en la solicitud de
concesión de la nacionalidad española por residencia, el peticionario habrá de indicar especial-
mente.» 4.º La residencia en territorio español, con precisión de fechas y lugares.»; por su parte,
el artículo 221 del mismo Reglamento añade que será el peticionario el que probará tales hechos,
estableciendo expresamente que para la concesión de la nacionalidad por residencia «ésta se
acreditará, de ser posible, por información del Gobierno Civil o de la Dirección General de la
Policía del Ministerio del Interior». Tales disposiciones se completan con lo establecido en el
artículo 222, que ordena imperativamente que «la Dirección recabará los informes oficiales que
estime precisos y siempre el del Ministerio del Interior».
Estas previsiones normativas incorporadas por el Real Decreto 1917/1986, de 29 de agosto,
han de aplicarse en el marco legal y reglamentario actual regulador de la situación de los extran-
jeros en España. La Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los
extranjeros en España y su integración social en sus artículos 4, 29, 30, 30bis, 31 y 32 y los Capí-
tulos II y III del Reglamento de desarrollo de la Ley, aprobado por Real Decreto 2393/2004, de
30 de diciembre, así como el Real Decreto 240/2007, de 16 de febrero, sobre entrada, libre circu-
lación y residencia en España de los ciudadanos de los Estados Miembros de la Unión Europea y
de otros Estados parte en el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo, definen con claridad
el régimen de permanencia en España, diferenciado del de mera estancia, y la documentación
que al extranjero se proporciona en las distintas situaciones contempladas.
El artículo 4 de la Ley dispone que «todos los extranjeros a los que se haya expedido un
visado o una autorización para permanecer en España por un período superior a seis meses,
obtendrán la tarjeta de identidad de extranjero, que deberán solicitar personalmente en el plazo
de un mes desde su entrada en España o desde que se conceda la autorización, respectivamente».
Por su parte, el artículo 105.2 del Real Decreto 2393/2004, reproduce el 4 de la Ley.
Por último, el artículo 8 del Real Decreto 240/2007, establece la denominada «tarjeta de
residencia de familiar ciudadano de la Unión» como el documento de identidad de los familiares
de nacionales de los Estados miembros de la Unión Europea o del Estado del Acuerdo sobre el
Espacio Económico Europeo, siempre que ellos mismos no sean nacionales de ningún Estado
perteneciente a ninguna de las dos Organizaciones citadas. Habrá de solicitarse cuando preten-
dan residir en España por un plazo superior a tres meses.
En el supuesto de los nacionales de Estados Miembros de la Unión Europea o de Estado
parte del Acuerdo Económico Europeo, el artículo del Real Decreto que se viene citando prevé
que habrán de inscribirse, cuando su residencia vaya a ser superior a 3 meses, en el Registro Cen-
tral de Extranjeros, de cuya inscripción obtendrán un certificado en el que constará, entre otros
datos, su número de identidad de extranjero.
En definitiva, en el momento actual la presentación de los documentos que acaban de exami-
narse han de considerarse suficientes en orden al cumplimiento de la exigencia establecida en el
artículo 221 del Reglamento del Registro Civil y debe entenderse que proporciona información
suficiente para la emisión del informe que ha de emitir el Encargado del Registro Civil y el
Ministerio Fiscal (artículo 348 del Reglamento del Registro Civil) antes de elevar el expediente
a la Dirección General (artículo 365 del citado Reglamento).
Todo ello se ha de entender sin perjuicio de la competencia que corresponde a esta Dirección
General en orden a recabar el preceptivo informe al Ministerio del Interior (cfr. art. 222 R.R.C.)
a fin de complementar la instrucción del expediente con objeto de constatar, en el momento de la
resolución, la continuidad de la residencia, evitando así la duplicidad de trámites y la consi-
guiente demora en la tramitación del expediente.
b) Supresión de la aportación del certificado de antecedentes penales.-El certificado de
antecedentes penales, documento que obligatoriamente ha de formar parte del expediente en
virtud del artículo 221 del Reglamento del Registro Civil, es aportado en la actualidad por el
interesado. Esta aportación ocasiona al promotor del expediente molestias, debido a la necesidad
de solicitarlo, y gastos, ya que ha de abonar la correspondiente tasa cuando adquiere el impreso.
Sin embargo, tratándose de un documento que contiene información custodiada por el Regis-
tro Central de Penados y Rebeldes, que depende del Ministerio de Justicia, este Centro Directivo
considera que, en cumplimiento del artículo 35 de de la Ley 30/92, y en aras del mejor servicio al
ciudadano, resulta legalmente procedente y oportuno desde el punto de vista práctico, que sea la
propia Dirección General de los Registros y del Notariado la que solicite dicho certificado, siem-
pre que el promotor del expediente exprese su consentimiento a tal fin en la solicitud de incoación
del propio expediente. En caso de que no preste el interesado ese consentimiento, deberá aportar
el certificado junto con la solicitud.
Por tanto, los Registros Civiles podrán dar por completo el expediente a los efectos de su
elevación a la Dirección General sin necesidad de aportación del certificado de antecedentes
penales, tratándose de expedientes iniciados en virtud de solicitud en que conste el citado con-
sentimiento.
2. Instrucción del expediente en el Registro Civil: especial atención al examen de integra-
ción. -El Reglamento de la Ley del Registro Civil establece, en el último párrafo del artículo 221,
que «el Encargado, en el expediente de concesión de nacionalidad por residencia, oirá personal-
mente al peticionario, especialmente para comprobar el grado de adaptación a la cultura y estilo
de vida españoles, y procurará oír también al cónyuge por separado y reservadamente sobre el
cambio de nacionalidad y circunstancias que en ello concurren».
Es, pues, responsabilidad del Encargado del Registro Civil la difícil apreciación concreta de
conceptos de amplios y difusos contornos. Pero, aun admitiendo las dificultades, ha de tratarse
de que el resultado del examen determine de manera veraz un suficiente grado de integración en
la sociedad española, que al finalizar el procedimiento va ser solamente o, además, según los
casos, la sociedad a la que pertenezca el solicitante.
En derecho comparado, son varios los países europeos cuya legislación ha desarrollado los
factores que, se entiende, configuran la integración social, exigiendo, por ejemplo, la superación
de un examen de idioma como requisito para la adquisición de la nacionalidad. La base de esta
normativa se fundamenta en la consideración del idioma como un elemento indispensable y
revelador del nivel de integración social del extranjero que pretende obtener la nacionalidad del
país en el que reside. También se exige que el solicitante demuestre su conocimiento de la cultura
del país, como signo de integración social.
En España, sin embargo, sólo las normas antes mencionadas perfilan el marco legal que pre-
tende acoger el concepto «suficiente grado de integración» como requisito exigible para la con-
cesión de la nacionalidad, pero no proporcionan su definición legal. Es posible, sin embargo,
obtener de ambos preceptos algunas conclusiones que permitan delimitar al máximo el concepto
del que tratamos.
En primer lugar, es preciso considerar que el requisito se establece, únicamente, para los
supuestos de pretensión de la nacionalidad por residencia, lo que implica un vínculo directo
entre la permanencia en el país y la integración en la sociedad en la que el peticionario reside.
Resulta coherente, por tanto, considerar que la residencia, a los efectos de obtención de la nacio-
nalidad, es considerada por el legislador como algo más que el simple transcurso del tiempo, ya
que los períodos de residencia, en cada caso, habrán de producir el efecto integración, derivado
del verdadero arraigo en la sociedad en la que se reside.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que según el texto del artículo 22.4 del CC, es el
peticionario el que deberá justificar el suficiente grado de integración en la sociedad española,
cobrando especial relevancia el hecho de que tal justificación ha de acreditarla en el expediente
regulado por la legislación del Registro Civil. No cabe duda de que el interesado podrá aportar,
mediante cualquier medio de prueba admitido en Derecho (párrafo quinto del artículo 221 del
Reglamento de la Ley del Registro Civil), la justificación de su suficiente grado de integración,
pero el último párrafo del mismo artículo señala que el Encargado preceptivamente «oirá perso-
nalmente al interesado, especialmente para comprobar el grado de adaptación a la cultura y estilo
de vida españoles». De todo ello se deduce que la audiencia personal al peticionario se configura
como medio imprescindible y, prácticamente exclusivo para comprobar la concurrencia del
requisito de integración. Por otra parte, corresponde al Encargado del Registro Civil comprobar
y dejar constancia en el expediente de nacionalidad del grado de integración del peticionario,
observado a lo largo de la audiencia personal, resultando ineludible que el Encargado exprese el
juicio que se forma sobre el grado de integración del peticionario mediante apreciación directa y
personal.
En tercer lugar, señalemos que el Reglamento, en el mismo artículo, hace un esfuerzo de
aproximación al concepto integración, al equiparar ésta con la «adaptación a la cultura y estilo
de vida españoles», de manera que el grado de integración en la sociedad equivale al grado de
adaptación a la cultura y estilo de vida españoles, terminología también empleada en el artículo
220, apartado 5.º del Reglamento que exige que en la solicitud de nacionalidad por residencia se
indique, entre otros aspectos, «... si habla castellano u otra lengua española; cualquier circuns-
tancia de adaptación a la cultura y estilo de vida españoles, como estudios, actividades benéficas
o sociales, y las demás que estime conveniente».
3. Tramitación del expediente: Interesados menores e incapacitados, audiencia al cónyuge
del solicitante e intervención del Ministerio Fiscal.
3.1. Adquisición de la nacionalidad por residencia de los menores de edad: cuestiones
genéricas.-El hecho de que pueda haber desavenencias entre los titulares de la patria potestad o
tutela, en los casos en que ésta se ejerza conjuntamente por más de una persona, de los menores
de edad o incapacitados, situación frecuente sobre todo entre personas en trámites de separación
o divorcio, hace necesario recordar las previsiones legales en este punto, así como la más reciente
doctrina de este Centro Directivo.
El artículo 21 del Código Civil señala al respecto que la solicitud de adquisición de la nacio-
nalidad española por residencia corresponderá formularla en este caso al representante del menor
de edad o al menor de edad mayor de 14 años asistido por dicho representante. En el caso de los
incapacitados la solicitud la puede formular el representante legal o por el propio incapacitado,
por sí solo o debidamente asistido, según resulte de la sentencia de incapacitación. En ambos
casos es necesario la previa autorización del Encargado del Registro Civil del domicilio del
declarante, previo dictamen del Ministerio Fiscal, que la concederá en interés del menor o inca-
paz.
En el caso del menor sometido a patria potestad, sus representantes legales son los titulares
de la misma, conforme dispone el artículo 154 del Código Civil y que ha de ser ejercida por
ambos progenitores conjuntamente, o por uno solo con el consentimiento expreso o tácito del
otro según prescribe el artículo 156 de la misma norma. Si el menor está sometido a tutela, el
artículo 267 del Código Civil indica que el tutor es el representante del menor. Cuando se produ-
cen procesos de separación, nulidad o divorcio, el artículo 92 del Código establece que los padres
podrán acordar en el convenio regulador o el Juez podrá decidir sobre el ejercicio de la patria
potestad atribuyendo su ejercicio total, o parcialmente, a uno de los cónyuges, por lo tanto habrá
que detenerse cuidadosamente en el contenido de la sentencia.
Afectando la adquisición de la nacionalidad al estado civil del menor, el cual está presidido
por un principio general de estabilidad, la cuestión excede de los actos que pueden ser realizados
por uno solo de los titulares de la patria potestad, por no constituir la mutación del «status nacio-
nalitatis» del menor un acto de aquellos en que el Código Civil excepciona la regla general de
ejercicio conjunto de la patria potestad. Ello es así por tratarse de actos realizados conforme al
uso social o en situaciones de urgente necesidad, tal y como ha recordado la Resolución de 26 de
diciembre de 2006 de este Centro Directivo en la resolución de recurso interpuesto contra auto
dictado por el Encargado del Registro Civil en expediente sobre cambio de nombre, habida
cuenta que los actos realizados por uno solo de los padres sin el consentimiento del otro, fuera de
los supuestos de actuación unilateral previstos por la Ley, no habiendo sido confirmados por el
otro progenitor, son actos anulables y claudicantes en tanto no precluye la posibilidad de la
impugnación (cfr. artículo 1.301 CC), por lo que tales actuaciones individuales en el ejercicio de
la patria potestad no pueden obtener el reconocimiento que de su validez implicaría la aproba-
ción del expediente de nacionalidad.
En consecuencia, la solicitud en representación del menor habrá de ser formulada conjunta-
mente por quienes ostenten la patria potestad, o la tutela, a salvo lo establecido en el convenio
regulador de la separación, nulidad o divorcio y en las disposiciones judiciales sobre privación o
ejercicio individual de la patria potestad (cfr. arts. 92 n.os 3 y 4), y sin perjuicio de lo que en caso
relativo a su adaptación a la cultura y estilo de vida españoles, como estudios, actividades, bené-
ficas o sociales, y los demás que estime convenientes.
En razón a todo lo expuesto, la Dirección General de los Registros y del Notariado, y al
objeto de unificar en los Registros Civiles la conformación del expediente de adquisición de la
nacionalidad por residencia, aclarar aspectos de la tramitación de los expedientes, mejorar el
servicio a los ciudadanos mediante la supresión de la aportación de determinados documentos y
dictar pautas para la realización por el Encargado del Registro Civil del examen de integración,
ha acordado hacer públicas en uso de las facultades que tiene atribuidas (cfr. arts. 9 de la LRC y
41 del RRC), las instrucciones siguientes:
Primera. Ordenación y foliación del expediente.-El expediente de nacionalidad por resi-
dencia, en su fase registral, se conformará con los documentos o, en su caso, copia cotejada de
los mismos, que se indican a continuación. Los folios resultantes se numerarán consecutiva-
mente.
Solicitud normalizada aprobada por Resolución de 7 de mayo de 2007, de la Subsecretaría,
por la que se aprueban los modelos normalizados de solicitud en el ámbito del Ministerio de
Justicia y se dictan instrucciones sobre su utilización (Boletín Oficial del Estado de 25 de julio de
2007). Esta solicitud se encuentra disponible en www.mjusticia.es.
Tarjeta de Identidad de Extranjero, Tarjeta de Familiar de Ciudadano de la Unión Europea o
Certificado del Registro Central de Extranjeros.
Pasaporte.
Certificado de empadronamiento, en su caso.
Autorización judicial para actuar en representación del menor o incapaz, en su caso.
Certificado de nacimiento del interesado.
Certificado de matrimonio con español, en su caso.
Certificado literal de nacimiento del cónyuge español, en su caso.
Certificado de nacimiento de los hijos menores de edad.
Certificado expedido de antecedentes penales del país de origen, o consular de buena con-
ducta.
Documentos acreditativos de los medios de vida para residir en España.
Otros documentos que quiera aportar el interesado, o, que sean requeridos por el Encargado
del Registro Civil y que guarden relación con el objeto del expediente.
Acta de las audiencias practicadas.
Informe del Ministerio Fiscal.
Auto-propuesta del Encargado del Registro Civil.
Segunda. Control de autenticidad de los documentos expedidos por funcionarios extranje-
ros. Traducción.-La legalización exigida con carácter general, y a salvo la excepción prevista en
el artículo 89 RRC, a los documentos expedidos por funcionarios extranjeros (art 88 RRC) es en
particular exigible en el expediente de adquisición de la nacionalidad por residencia, al certifi-
cado de nacimiento del promotor, al de nacimiento de los hijos menores de edad y al certificado
de antecedentes penales del país de origen del solicitante.
Ha de examinarse, pues, cuidadosamente el expediente para comprobar tanto las legaliza-
ciones que se hayan efectuado como las que no se hayan hecho, por tratarse en este último caso
Acogimiento familiar. En los supuestos en los que el menor se encuentre en régimen de aco-
gimiento familiar, y siempre que el titular del acogimiento no sea un Organismo Público, ha de
recordarse que es criterio de este Centro Directivo (vid. Resolución de 29 de noviembre de 2002)
que la competencia para conceder la autorización prevista en los artículos 20.2 a) y 21.3 c) del
Código Civil corresponde al Encargado del Registro Civil del domicilio de los padres, no al del
domicilio del menor y de la persona que lo tenga en acogimiento familiar, ya que si el titular del
acogimiento no es una Administración Pública, la situación de acogimiento no supone suspen-
sión de la patria potestad.
Residencia de los titulares de la patria potestad o tutela en municipios distintos. Si los titula-
res y ejercientes de la patria potestad o tutela, residen en municipios distintos será Juez compe-
tente el del Registro correspondiente al progenitor que tenga al menor en su compañía, rigiendo
en este punto por conexión lo dispuesto en el artículo 20.2 a) del Código Civil y no la norma
general sobre competencia del artículo 365 RRC.
En el caso de menores o incapacitados sometidos a tutela si hay más de un tutor, pero uno lo
es de la persona y otro de los bienes, la necesaria representación legal para la adquisición de la
nacionalidad corresponde solamente al tutor de la persona (cfr. arts 20.2. a) y 236 CC).
Séptima. Intervención del Ministerio Fiscal.-En los expedientes gubernativos siempre ha de
ser oído el Ministerio Fiscal (arts. 97.2 LRC y 348. III RRC), que tiene asignada la función de
velar por la instrucción y tramitación adecuada del expediente y atribuida la facultad de propo-
ner las diligencia o pruebas oportunas (cfr arts. 344 RRC y 97 LRC), pruebas que pueden ir diri-
gidas a verificar la concurrencia en el solicitante de las circunstancias que reducen el tiempo
exigido de residencia en España; si habla castellano u otra lengua española; cualquier hecho
relativo a su adaptación a la cultura y estilo de vida españoles, como estudios, actividades, bené-
ficas o sociales, y los demás que estime convenientes.
entrada en vigor de la presente Disposición adicional. Dicho plazo podrá ser prorrogado por
acuerdo de Consejo de Ministros hasta el límite de un año.
2. Este derecho también se reconocerá a los nietos de quienes perdieron o tuvieron que
renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio.
III. Configuración orgánica de los Juzgados de Paz como órganos delegados del
Registro Civil
La Ley Orgánica del Poder Judicial dedica sus artículos 99 a 103 a los Jueces de Paz. Ya
desde la aprobación del Reglamento 3/1995, de 7 de junio, de los Jueces de Paz, por Acuerdo de
la misma fecha del Consejo General del Poder Judicial, aquellos venían siendo considerados
como el primer escalón de la estructura judicial del Estado, configurados por la Ley Orgánica
como órganos servidos por Jueces legos, no profesionales, que llevan a cabo funciones jurisdic-
cionales, pero también funciones registrales.
En efecto, la Ley del Registro Civil vigente de 8 de junio de 1957 configura los Juzgados de
Paz como Registros Civiles Municipales de carácter secundario y desconcentrados, que actúan,
por ministerio legal, por delegación de los Registros Civiles Municipales principales a cargo de
los Jueces de Primera Instancia Encargados de su llevanza. Así resulta del párrafo cuarto del
artículo 11 de la Ley del Registro Civil, conforme al cual «Los Jueces de Paz, en los Registros
Municipales respectivos, actuarán asistidos de los Secretarios, por delegación del Juez munici-
pal o comarcal correspondiente».
El principal elemento de referencia y desarrollo normativo en relación con los Juzgados de
Paz como órgano registral delegado viene representado por el artículo 46 del Reglamento del
Registro Civil, conforme al cual:
«En los Registros municipales, el Juez de Paz actúa por delegación del Encargado y con
iguales facultades, salvo en los expedientes.
En su virtud, extenderá las inscripciones dentro del plazo de nacimiento de hijos habidos en
matrimonio, las ordinarias de defunción, las de matrimonio en forma religiosa mediante la certi-
ficación respectiva, las de matrimonio en forma civil cuyo previo expediente haya instruido y las
notas marginales que no sean rectificación o cancelación.
No deberá, sin embargo, extender ningún otro asiento, salvo en casos de urgente necesidad,
sin recibir instrucción particular y por escrito del Encargado, solicitada y despachada inmediata-
mente, la cual será archivada con los demás antecedentes relativos al asiento, reservándose
minuta al Encargado.
En todo caso, cumplirá cuantos cometidos reciba del Encargado del Registro.
Las certificaciones, siempre, se expedirán y firmarán conjuntamente por el Juez y el Secreta-
rio.»
A su vez, el artículo 47 de la Ley del Registro Civil especifica las funciones que a los Jueces
de Primera Instancia Encargados de los Registros Civiles principales corresponden en relación
con los Registros delegados a cargo de los Jueces de Paz, disponiendo que:
«Corresponde a los Jueces de Primera Instancia ilustrar y dirigir a los Jueces de Paz, acla-
rando sus dudas, corrigiendo sus errores, dándoles las instrucciones necesarias para el desem-
peño de su cometido y encareciéndoles la máxima diligencia y la consulta en los casos dudosos.
Siempre que lo imponga el servicio, y al menos una vez al año, visitarán los Registros a su
cargo para examinar minuciosamente todos los asientos, documentos archivados y diligencias
posteriores a la última visita y proveer a lo necesario en orden a su buen funcionamiento. Si en el
año o años anteriores no se hubiesen efectuado estas visitas, darán cuenta de ello al Presidente
del Tribunal Superior de Justicia.
Del resultado levantarán por duplicado acta minuciosa, uno de cuyos ejemplares entregarán
al Juez de Paz; la visita se diligenciará en el Libro de Personal y Oficina y en cada uno de los de
inscripciones abiertos.»
Este cuadro normativo procede de la reforma llevada a cabo en el Reglamento del Registro
Civil en virtud del Real Decreto 1917/1986, de 29 de agosto, que se anticipó a la conversión de
los antiguos Juzgados de Distrito que se llevó a cabo el 28 de diciembre de 1989, hasta entonces
a cargo de los Registros Civiles, conforme a lo previsto en la disposición transitoria tercera de la
Ley Orgánica del Poder Judicial 6/1985, de 1 de julio, en los artículos 27 y 42 de la Ley 38/1988,
de 28 de diciembre, de Demarcación y Planta Judicial, en el Real Decreto 122/1989, de 3 de
febrero, y en el Acuerdo del Consejo General del Poder Judicial de 3 de noviembre de 1989.
Esta transformación ya fue tenida en cuenta anticipadamente, como se ha indicado, por el
Real Decreto 1917/1986, partiendo de la base de que los Registros Civiles municipales estarían a
cargo de los Jueces de Primera Instancia y, por delegación de estos, de los Jueces de Paz (cfr. art.
86 L.O.P.J.). No obstante tales previsiones anticipadas, las dudas surgidas por consecuencia de
dicha transformación hicieron necesaria la aprobación de ciertas directrices por parte de este
Centro Directivo sobre el funcionamiento de los distintos órganos registrales y sus respectivas
relaciones entre sí, lo que dio lugar a la aprobación de la Instrucción de 30 de noviembre de
1989.
tanto, una calificación para la que carecen de competencia, salvo en los supuestos de urgente
necesidad.
b) En un segundo grupo cabe enmarcar a aquellos Registros que, como norma general, soli-
citan instrucción o minuta del Encargado principal en base a una sucinta información telefónica
o remitiendo vía fax una copia del acta de la declaración. Es de señalar que en muchas ocasiones
la instrucción no es escrita, ni procede directa y personalmente del Juez Encargado.
c) Por último, y como tercer grupo, se ha de indicar que no faltan Registros civiles delegados
que tienen como norma de actuación, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 46 del
Reglamento, la inmediata remisión tanto del acta o comparecencia que recoge la declaración,
como de toda la documentación, judicial, notarial o registral, en la que se fundamente sustantiva
y registralmente tanto el derecho que se ejercita como el asiento que pudiera proceder. Como
consecuencia de este correcto proceder la práctica de la inscripción queda condicionada a la
recepción de la pertinente instrucción escrita, instrucción a la que se acompaña la documenta-
ción o antecedentes que han servido para la calificación, quedando todo ello debidamente archi-
vado en el Registro delegado. Ahora bien, por regla general los Encargados principales no con-
servan las minutas de la instrucción, en contradicción con lo que previene en el citado artículo.
1. Queda aprobada la adaptación para los Juzgados de Paz de la versión de la aplicación para
los Registros Civiles informatizados de España elaborada por el Ministerio de Justicia, bajo la
supervisión de la Dirección General de los Registros y del Notariado, que será identificada con
la denominación de «INFOREG» (versión 4.0-Juzgados de Paz), cuyas características técnicas
serán las especificadas en el anexo I de la Orden JUS/1468/2007, de 17 de mayo, sobre impulso
a la informatización de los registros civiles y digitalización de sus archivos, con las especificida-
des funcionales que se señalan en la presente Instrucción.
2. En consecuencia, pasan a ser aplicables en el ámbito de los Registros Civiles delegados a
cargo de los Jueces de Paz y vinculantes para sus Encargados las normas e instrucciones vigentes
contenidas en la Orden del Ministerio de Justicia de 19 de julio de 1999 sobre informatización de
los Registros Civiles, la Orden del mismo Departamento de 1 de junio de 2001 sobre libros y
modelos de los Registros Civiles Informatizados, y la Orden JUS/1468/2007, de 17 de mayo,
sobre impulso a la informatización de los registros civiles y digitalización de sus archivos, así
como la Instrucción de 20 de marzo de 2002, de la Dirección General de los Registros y del
Notariado, en materia de recepción y despacho de solicitudes de certificaciones en los Registros
Civiles por vía telemática.
3. La versión 4.0-Juzgados de Paz, de acuerdo con la normativa anteriormente citada y en
concreto con la Orden JUS/1468/2007, permitirá el cumplimiento de lo dispuesto en el art. 23 de
la Ley del Registro Civil, facilitando que los asientos registrales puedan redactarse en lengua
castellana o en la lengua oficial propia de la Comunidad Autónoma en que radique el Registro
Civil en los casos en que así proceda según la legislación vigente.
Segunda. Solicitud de inscripción y documentación de las declaraciones en relación con los
casos en que los Registros Civiles delegados a cargo de Jueces de Paz sean competentes para
inscribir un hecho de estado civil.-En relación con los supuestos en que un Registro Civil dele-
gado sea competente para practicar la inscripción, pero carezca de la competencia para la previa
calificación conforme a lo establecido por el artículo 46 del Reglamento del Registro Civil, se
observarán las siguientes reglas:
1.º Presentación de declaraciones y títulos en Registros Civiles distintos del competente para
practicar la inscripción.
Las declaraciones y los títulos de carácter documental con solicitud de inscripción respecto
de los hechos y actos del estado civil para cuya inscripción sea competente un Registro Civil
delegado a cargo de un Juzgado de Paz, podrán formularse o presentarse directamente en un
Registro civil principal, que podrá ser el correspondiente al domicilio del interesado o bien el
correspondiente al Registro delegado competente para la inscripción.
En el primer supuesto, se hará por el Juez Encargado una calificación provisional, en su caso
conforme a los artículos 226 y siguientes del Reglamento, y verificado se acordará la remisión
de los títulos y actuaciones complementarias al Registro Civil principal competente para la cali-
ficación definitiva. En el segundo, se hará directamente la calificación definitiva por el Juez
Encargado del Registro Civil principal y, en ambos casos, de ser positiva, se acordará por éste la
inmediata remisión de lo actuado al Juez de Paz delegado para que proceda a la pertinente ins-
cripción.
2.º Presentación de los títulos y declaraciones en el Registro Civil delegado competente para
la inscripción.
Los interesados también podrán presentar la solicitud de inscripción con sus títulos docu-
mentales, o formular la correspondiente declaración de voluntad, directamente ante el Juez de
Paz de la inscripción, el cual deberá limitarse en tal caso a la mera constatación de la solicitud o a
diente se haya de asignar, junto con la fecha, a la consulta, instrucción o calificación correspon-
diente o de la concurrencia de urgente necesidad, sin cuya cumplimentación no podrá comple-
tarse el proceso de inscripción por parte del Juzgado de Paz.
2. Deberán ser objeto de consulta previa, conforme al artículo 47 del Reglamento del Regis-
tro Civil, los asientos que se relacionan en el anexo I de esta Instrucción.
3. Es obligatoria la previa calificación/instrucción del Encargado del Registro Civil princi-
pal para la práctica de los asientos que se relacionan en el anexo II de la presente Instrucción.
4. El contenido de los dos anexos mencionados podrá ser modificado por la Dirección Gene-
ral de los Registros y del Notariado cuando razones de modificaciones normativas, o de altera-
ciones en la organización registral u otras de interés público lo aconsejen. Dicha modificación
deberá dar lugar a la correspondiente adaptación del aplicativo Inforeg por parte de la Subdirec-
ción General del Nuevas Tecnologías del Ministerio de Justicia. Las Comunidades Autónomas
podrán también proponer las modificaciones o mejoras que consideren oportunas.
Sexta. Forma de comunicación entre los Registros civiles delegados y los Registros Civiles
principales.
Salvo en los casos en que se requiera, conforme a lo prevenido en la presente Instrucción, la
remisión de las actas y demás documentación que hayan de ser objeto de calificación por parte
del Encargado del Registro Civil principal, que se enviarán por vía postal, todas las restantes
comunicaciones que hayan de mediar entre los Jueces de Primera Instancia o Magistrados Encar-
gados de los Registros Civiles principales y los delegados se cursarán por cualesquiera medios
telemáticos, siempre que permitan tener constancia de su recepción, debiendo quedar archivadas
dichas comunicaciones, ordenadas cronológicamente, en el legajo correspondiente.
La Subdirección General de Nuevas Tecnologías velará para que los Registros Civiles infor-
matizados cuenten con la infraestructura de comunicaciones necesaria para el cumplimiento de
esta directriz.
Séptima. Ámbito de aplicación.
1. La presente Instrucción será íntegramente aplicable a los Registros Civiles delegados a
partir del día en que hayan quedado incorporados al proceso de informatización, entendiendo
por tal aquél en que se hayan extendido las diligencias a que se refiere el artículo 5, sobre puesta
en marcha de la informatización de los Registros Civiles, de la Orden del Ministerio de Justicia
de 1 de junio de 2001.
2. Igualmente, resultarán de aplicación inmediata las directrices segunda, tercera y cuarta a
los restantes Registros Civiles delegados todavía no informatizados.
6.º Supuesto de reconocimiento paterno en Cataluña, en inscripción fuera de plazo (el Código
de Familia catalán requiere aprobación judicial).
7.º Supuesto de nacido de madre casada, que precisa actuaciones de comprobación o com-
plementarias conforme al artículo 28 de la Ley del Registro Civil. Los supuestos son los regula-
dos en los siguientes preceptos del Código civil:
Art. 116: actuaciones dirigidas a la prueba de que no rige la presunción de paternidad mari-
tal.
Art. 117: nacido dentro de los 180 días siguientes al matrimonio. Declaración auténtica en
contrario por parte del marido.
Art. 118: consentimiento de ambos padres después de la separación de los mismos.
Art. 125: progenitores hermanos consanguíneos.
Art. 126: reconocimiento del nacido después de haber fallecido.
2. Inscripciones en las que la ventana emergente pedirá instrucción.
En los supuestos que se relacionan a continuación el aplicativo Inforeg mostrará en el pro-
ceso de inscripción una ventana emergente con el texto: «Instrucción. Art. 46 R.R.C. n.º ..........
fecha ..................».
Los supuestos a que se refiere este apartado son los que se corresponden con los siguientes
modelos de asientos aprobados por la Resolución de 25 de enero de 2005, de la Dirección Gene-
ral de los Registros y del Notariado, sobre aprobación de la versión 2.0 del programa INFOREG
y nuevos modelos de asientos para los Registros Civiles informatizados:
106. Inscripción de reconocimiento de filiación no matrimonial.
126. Inscripción de la notificación de la filiación materna no matrimonial.
127. Inscripción de la notificación personal del reconocimiento de filiación paterna reali-
zado dentro de plazo.
128. Inscripción de la suspensión de la eficacia de la inscripción de paternidad.
129. Inscripción de la confirmación de la inscripción de la filiación paterna.
130. Inscripción de determinación de filiación no matrimonial en virtud de expediente regis-
tral. Artículo 49 de la ley del registro civil.
131. Inscripción de determinación de filiación en virtud de sentencia civil o penal.
132. Inscripción de impugnación de la filiación por resolución judicial.
147. Inscripción de la impugnación-reclamación de la filiación por resolución judicial.
182. Inscripción del convalidación de la inscripción de nacimiento.
101. Inscripción de cambio de nombre y apellidos por simple declaración.
102. Inscripción de cambio de nombre y apellidos en virtud de resolución.
141. Inscripción de la consignación del nombre de padre o madre a efectos identificadores.
142. Inscripción de cambio de nombre de padre o madre a efectos identificadores.
143. Inscripción de la supresión del nombre de padre o madre consignado a efectos consig-
nadores.
144. Nota de constancia de nombre y/o apellidos usados habitualmente.
146. Anotación de que el inscrito (nacional español) consta inscrito en un registro civil
extranjero con otro nombre o apellidos.
116. Anotación de la desaparición de hecho.
121. Inscripción de privación//inhabilitación del ejercicio de la patria potestad.
123. Inscripción de la emancipación//habilitación de edad del menor.
124. Inscripción de la incapacitación judicial y de la declaración de prodigalidad.
125. Inscripción de extinción//modificación de la declaración de incapacidad y prodigali-
dad.
183. Indicación sobre nombramiento de cargo tutelar y otras medidas en relación a personas
con discapacidad.
184. Inscripción de resolución judicial que afecta a la patria potestad (art. 180 del regla-
mento del registro civil).
111. Inscripción de la pérdida de la nacionalidad española por renuncia expresa.
112. Inscripción de adquisición de la vecindad civil.
113. Inscripción de recuperación de la nacionalidad española (con cambio de nombre/apelli-
dos).
114. Inscripción de recuperación de la nacionalidad española (sin cambio de nombre/apelli-
dos).
118. Inscripción de conservación de la vecindad civil.
133. Inscripción de opción a la nacionalidad española.
154. Inscripción de la nacionalidad española por opción con previa referencia a la adquisi-
ción de la misma por el padre//madre del inscrito.
157. Inscripción de conservación de la nacionalidad española.
158. Inscripción de la nacionalidad española por guatemalteco.
159. Inscripción de la nacionalidad española por matrimonio.
200. Inscripción principal de matrimonio. Siempre que en el campo del título: «se practica
esta inscripción en virtud de....» Se active cualquiera de los supuestos estándar recogidos en la
aplicación que no sean el uno, dos, tres y nueve (639).
207. Indicación del régimen económico matrimonial.
210. Indicación de modificación del régimen económico matrimonial.
211. Inscripción pronunciamiento de firmeza en cuanto al fondo en supuesto de recurso.
233. Inscripción de sentencia extranjera de separación o divorcio. Exequátur.
639 Matrimonio Leyes 24, 25 y 26/1992 de 5 de noviembre con expediente previo y sin expediente previo;
Matrimonio peligro de muerte (y de los matrimonios celebrados en el extranjero o por dos extranjeros en España.
Supuestos 2, 3 y 4 del art. 256 del Reglamento del Registro Civil); Comprobación por expediente, art. 257 del
Reglamento del Registro Civil; Matrimonio por poder; Matrimonio en el extranjero (o de extranjeros en España
conforme al art. 50 del Código Civil); Inscripción por trascripción; Régimen económico del matrimonio; Cambio
de apellidos del esposo/a.
D I S P O N G O:
Artículo 1. Derechos de los Brigadistas Internacionales
Se entiende que concurren en los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales que
participaron en la Guerra Civil las circunstancias excepcionales que exige el artículo 21.1 del
Código Civil para adquirir la nacionalidad española por carta de naturaleza.
640 Matrimonio civil ante el juez; Matrimonio civil ante alcalde o concejal; Matrimonio canónico; Matrimonio con
intérprete.
Artículo 3. Solicitud
1. La solicitud podrá presentarse en el Ministerio de Justicia, en cualquiera de los lugares
indicados en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, así como en el Registro
Civil Municipal o Consular del domicilio del interesado.
2. La petición se realizará por escrito, utilizando el modelo normalizado que figura en el
anexo de este real decreto, que estará disponible también en la página web del Ministerio de Jus-
ticia (www.mjusticia.es).
3. Junto con la solicitud, el interesado podrá aportar aquellas pruebas que estime oportunas
para acreditar las circunstancias exigidas en el artículo 1.
Quinta.- Excepto en su plazo especial, estas opciones quedan sometidas a las condiciones
exigidas por los artículos 20 y 23 del Código Civil, salvo a la renuncia a la nacionalidad anterior.
En todo lo relativo al régimen de autorización previa para optar en representación de un menor
de edad o incapacitado, plazo de caducidad de la opción, opción por una vecindad civil común o
foral, promesa o juramento de fidelidad al Rey y de obediencia a la Constitución y a las leyes, los
Encargados del Registro Civil que formalicen el acta de opción habrán de tener en cuenta los
criterios y las consideraciones jurídicas que se contienen en esta Instrucción.
Sexta.- Los hijos menores de edad no emancipados de las personas que opten a la nacionali-
dad española de origen en virtud de cualquiera de los dos apartados de la Disposición Adicional
séptima de la Ley 52/2007, podrán optar, a su vez, por la nacionalidad española no de origen,
conforme al artículo 20.1.a) del Código Civil. Por el contrario, los hijos mayores de edad de
aquellas personas no pueden ejercer esta opción, por no haber estado sujetos a la patria potestad
de un español, ni tampoco pueden ejercer la opción del apartado 1 de la citada Disposición Adi-
cional.
Séptima.- Las personas que, siendo hijos de español o española de origen y nacidos en
España, hubiesen optado a la nacionalidad española no de origen en virtud del artículo 20.1.b)
del Código Civil, en su redacción dada por la Ley 36/2002, de 8 de octubre, podrán ahora aco-
gerse igualmente a la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007 a fin de obtener la nacio-
nalidad española de origen, formalizando una nueva declaración de opción durante el plazo de
vigencia de la citada Disposición Adicional. Estos interesados estarán exentos de aportar la
documentación ya presentada que sirvió de base para obtener la nacionalidad española no origi-
naria.
La solicitud de la nacionalidad española de origen que deberán formular estos interesados se
ajustará al modelo incorporado como anexo III.
La aplicación de las anteriores directrices se sujetará a los siguientes criterios:
decir, a partir del 27 de diciembre de 2008. Dicho plazo podrá ser prorrogado por Acuerdo del
Consejo de Ministros.
d) El derecho de opción regulado en los números 1 y 2 de la Disposición Adicional séptima
de la Ley 52/2007, como forma de adquisición originaria de la nacionalidad española, no requiere
la renuncia a la nacionalidad anterior, puesto que la renuncia en puridad, está reservada para
quienes adquieren la nacionalidad española de manera derivativa, es decir, por opción, carta de
naturaleza y residencia (Cf. Artículo 23 del Código Civil).
Son notas comunes a la opción regulada en el artículo 20.1.b) del Código Civil y a la regu-
lada en la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, las siguientes:
a) En ninguna de las dos modalidades se exige un límite de edad para su ejercicio.
b) Para el ejercicio de la opción regulada en el artículo 20.1.b) del Código Civil y la regulada
en los supuestos relacionados en la Disposición Adicional séptima analizada, los interesados
mayores de edad deben cumplir las condiciones exigidas por los artículos 20 y 23 del Código
Civil, excepto, como consta en la directriz quinta, la renuncia a la nacionalidad anterior.
II. Personas que pueden ejercitar el derecho de opción a la nacionalidad española reconocido
por la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007
1.º Apartado 1 de la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007: Establece el apartado
citado que «las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español podrán optar
a la nacionalidad española de origen si formalizan su declaración en el plazo de dos años desde la
entrada en vigor de la presente Disposición Adicional. Dicho plazo podrá ser prorrogado por
Acuerdo de Consejo de Ministros hasta el límite de un año».
De tal modo, el apartado citado acoge sujetos hasta ahora excluidos y, en particular, benefi-
cia a los nietos de los emigrantes cuyos hijos (del emigrante) ya nacieron en el extranjero, siem-
pre que el hijo (del emigrante) naciera antes de la pérdida de la nacionalidad española del emi-
grante.
Es más amplio que el artículo 20.1.b) del Código Civil, dado que no requiere el nacimiento
en España del progenitor y, además, la nacionalidad española que se obtiene por esta vía está
cualificada como nacionalidad de origen. Sin embargo, su vigencia es temporal al quedar res-
tringido su ejercicio al plazo -prorrogable- de dos años.
2.º Apartado 2 de la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007: Establece el apartado
citado que «Este derecho (de opción) también se reconocerá a los nietos de quienes perdieron o
tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio».
Este apartado acoge a los nietos que quedan fuera del apartado 1 antes examinado, por haber
nacido su padre o madre (hijo/a del exiliado) después de que el abuelo o abuela exiliado perdiera
la nacionalidad española, ya que este hijo/a del exiliado no cumple la condición -exigida por el
apartado 1- de ser originariamente español. Tampoco exige que el abuelo o abuela que perdió la
nacionalidad española lo hubiese sido de origen.
Por tanto, en tales casos, se seguirá un procedimiento simplificado en los términos previstos
en la directriz séptima de la presente Instrucción.
V. Reglas de procedimiento
1. Solicitud de ejercicio del derecho de opción.
a) La solicitud se realizará mediante los modelos normalizados que se adjuntan como anexos
I, II y III a esta Instrucción.
b) Los Encargados del Registro Civil que reciban dichas solicitudes darán valor de acta al
modelo oficial de solicitud-declaración mediante la incorporación de una diligencia de autenti-
cación, conforme al modelo que figura en el anexo IV, sin necesidad de que el interesado se
encuentre presente.
Esta diligencia podrá realizarse en el período de dos años de vigencia de la Disposición Adi-
cional séptima de la Ley 52/2007 -prorrogable por un año más en virtud de Acuerdo de Consejo
de Ministros-, o, incluso, en un momento posterior al vencimiento del citado plazo y de su even-
tual prórroga, siempre que la solicitud-declaración en modelo normalizado se hubiere presen-
tado dentro de dicho plazo o prórroga.
2. Documentación que deben aportar los interesados acompañando a la solicitud.
2.1 Documentación común para los dos apartados de la Disposición Adicional séptima: Cer-
tificación literal de nacimiento del solicitante expedida por el Registro Civil local en que conste
inscrita. Tratándose de un registro extranjero, a salvo lo dispuesto en los Tratados Internaciona-
les, la certificación deberá estar legalizada o apostillada, en los términos previstos en los artícu-
los 88 y 89 RRC.
2.2 Documentación adicional para supuestos del apartado 1 de la Disposición Adicional sép-
tima: Certificación literal de nacimiento del padre o madre originariamente español del solici-
tante. Esta certificación deberá proceder de un Registro Civil español, ya sea Consular o Munici-
pal.
2.3 Documentación adicional para los supuestos del apartado 2 de la Disposición Adicional
séptima:
a) Certificación literal de nacimiento del padre o madre -el que corresponda a la línea del
abuelo o abuela españoles- del solicitante, que deberá estar legalizada o apostillada cuando pro-
ceda de un Registro Civil local extranjero y no exista Tratado Internacional que exima de la
apostilla.
b) Certificación literal de nacimiento del abuelo o abuela español/a del solicitante.
c) La documentación a que se refiere el siguiente apartado 3 sobre la condición de exiliado
del abuelo o abuela.
Las certificaciones registrales españolas a que se refiere este apartado podrán solicitarse a
partir de la fecha de entrada en vigor de la Disposición Adicional séptima, mediante el propio
modelo normalizado de declaración-solicitud de opción dirigido al Encargado del Registro Civil
correspondiente al domicilio del solicitante, o por vía telemática a través de la web del Ministe-
rio de Justicia www.mjusticia.es, haciendo constar expresamente que la certificación se solicita
a los efectos del ejercicio del derecho de opción previsto en la Ley 52/2007. Tales solicitudes se
tramitarán conforme a lo previsto en el anexo V de la presente Instrucción.
En los casos en que no exista inscripción de nacimiento de los padres o abuelos, el interesado
deberá promover el expediente de inscripción de nacimiento fuera de plazo previsto en los artí-
culos 311 y siguientes del Reglamento del Registro Civil.
Si al presentarse la declaración de opción no se acreditan los requisitos exigidos, el optante
estará obligado a completar la prueba en el plazo de treinta días naturales. El requerimiento que a
tal fin deberá realizarse al interesado, se ajustará a los modelos contenidos en el anexo VI o el
anexo VII, según proceda, de esta Instrucción. El Encargado se limitará, por el momento, a
levantar acta de la declaración. Una vez acreditados los requisitos legales se practicará la inscrip-
ción.
3. Prueba de la condición de exiliado.-Los interesados podrán acreditar la condición de exi-
liado de su abuelo o abuela mediante la aportación de alguno de los siguientes documentos:
a) Documentación que acredite haber sido beneficiario de las pensiones otorgadas por la
Administración española a los exiliados que prueba directamente y por sí sola el exilio.
b) Documentación de la Oficina Internacional de Refugiados de Naciones Unidas y de las
Oficinas de Refugiados de los Estados de acogida que asistieron a los refugiados españoles y a
sus familias.
c) Certificaciones o informes expedidos por partidos políticos, sindicatos o cualesquiera
otras entidades o instituciones, públicas o privadas, debidamente reconocidas por las autorida-
des españolas o del Estado de acogida de los exiliados, que estén relacionadas con el exilio, bien
por haber padecido exilio sus integrantes, o por haber destacado en la defensa y protección de los
exiliados españoles, o por trabajar actualmente en la reparación moral y la recuperación de la
memoria personal y familiar de las víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura.
Los documentos numerados en los apartados anteriores, b) y c), constituirán prueba del exi-
lio si se presentan en unión de cualquiera de los siguientes documentos:
no deben ser objeto de divulgación indiscriminada y, de otro lado, que debe garantizarse el nor-
mal funcionamiento del servicio.
III. Estas limitaciones han generado dudas en relación con peticiones de información regis-
tral cuyo motivo era el desarrollo de investigaciones históricas centradas en el período de la
guerra civil, y cuya información se pretendía obtener por consulta directa de los libros registra-
les, resueltas por este Centro Directivo (Resoluciones de 26 de marzo de 2007-9.ª–; de 29 de
junio de 2007-11.ª–) en el sentido de facilitar el acceso a la información cuando el periodo de
tiempo a que se refiera la petición sea anterior a los últimos veinticinco años y cuando no existan
elementos que permitan considerar deshonrosa la causa de la muerte, considerando que no existe
tal deshonra cuando tal causa esté relacionada con la represión de la guerra civil por motivos
políticos. Ahora bien, es igualmente cierto que el carácter masivo de la petición de información
necesaria para llevar a cabo una investigación histórica referida a un periodo de varios años no
puede garantizar, en caso de que los libros de defunción se pretendan consultar directamente, la
protección de la intimidad personal y familiar en caso de que en alguna inscripción de las consul-
tadas exista alguna causa de muerte, no relacionada con hechos de represión por motivos políti-
cos, que puedan presentar una connotación negativa. Por ello, las Resoluciones citadas someten
tales peticiones a la preceptiva autorización previa del Encargado, si bien entendiendo que,
denegada ésta, puede ser sustituida en vía de recurso por la propia Dirección General.
IV. Todo lo anterior se ha de entender sin perjuicio del régimen jurídico que rige para las
investigaciones científicas o históricas que los organismos y autoridades públicas puedan
emprender en el marco de acciones o iniciativas oficiales (cfr. art. 19 R.R.C.) y, en particular, la
reciente Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se esta-
blecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la
dictadura.
En su virtud, esta Dirección General, en ejercicio de las competencias que le vienen atribui-
das por el artículo 9 de la Ley del Registro Civil, 41 y 158 de su Reglamento y 7 del Real Decreto
1125/2008, de 4 de julio, ha acordado:
1.º Respecto de las peticiones de información registral relativa a las inscripciones de los
libros de defunción a cargo de los Encargados del Registro Civil se entenderá que existe interés
legítimo para obtener las correspondientes certificaciones cuando la petición se enmarque en
investigaciones académicas o científicas sobre la guerra civil, el franquismo, el exilio y la transi-
ción. Igualmente, se entenderá que concurre dicho interés legítimo cuando el solicitante acredite
que la petición de información se enmarca en investigaciones que hayan obtenido cualquier tipo
de apoyo institucional.
Los solicitantes podrán acreditar ante la Dirección General de los Registros y del Notariado
la concurrencia del interés legítimo a que se refiere el párrafo anterior. La certificación acredita-
tiva que expida dicho centro directivo será bastante para acceder a la consulta de los libros de
defunción de todos los Registros Civiles que se expresen en aquella certificación.
2.º En los supuestos en que la petición de información se realice en su modalidad de manifes-
tación o consulta directa de los libros, en caso de que el solicitante sea la entidad pública o perso-
nas a que se refiere el apartado anterior, se fijará por parte del Encargado el horario en que dicha
manifestación podrá realizarse en la propia sede del Registro, en forma que resulte compatible
con el funcionamiento ordinario de éste.
3.º En los casos en que los datos que interesen a la investigación sean abstractos y no identi-
fiquen individualmente a las personas, la publicidad podrá tener lugar también mediante notas
simples informativas en la forma especificada en el art. 35 R.R.C.
4.° En todo caso, para los supuestos de denegación del acceso a la consulta de los libros de
defunción, y para los de disconformidad con las condiciones u horarios de la consulta, queda a
salvo el recurso previsto en el artículo 25 del Reglamento del Registro Civil.
Del examen del contenido de las citadas reformas resultan los siguientes criterios interpreta-
tivos que esta Dirección General de los Registros y del Notariado ha acordado hacer públicos por
medio de esta Circular con objeto de facilitar la armonización de la práctica de los Registros
civiles que ha de redundar en beneficio del principio de seguridad jurídica:
1º. Hijos de ecuatorianos nacidos en España
La Constitución ecuatoriana de 1998 establecía en su artículo 7 que son ecuatorianos por
nacimiento, entre otros, los nacidos en el extranjero de padre o madre ecuatoriano por naci-
miento, que esté al servicio del Ecuador o de un organismo internacional o transitoriamente
ausente del país por cualquier causa, si no manifiesta su voluntad contraria.
Este precepto se ha interpretado tradicionalmente por este Centro Directivo en el sentido de
los hijos de ecuatorianos nacidos en el extranjero no adquirían automáticamente por el solo
hecho del nacimiento la nacionalidad ecuatoriana, la cual solo podía adquirirse por un acto pos-
terior, salvo que concurriesen los supuestos de excepción previstos en la propia norma (que el
padre o madre estuviese al servicio del Ecuador o de un Organismo internacional o transitoria-
mente ausente de Ecuador por cualquier causa, o que expresamente manifestase la voluntad de
que el hijo o hija no adquiriera la nacionalidad ecuatoriana). Fuera de estas situaciones de excep-
ción, se daba, por lo tanto, una situación de apatrídia originaria en la cual la atribución de la
nacionalidad española “iure soli” se imponía, sin que a ello obstese que el nacido pudiese adqui-
rir más tarde “iure sanguinis” la nacionalidad de sus progenitores, porque éste solo hecho no
podía llevar consigo la pérdida de nacionalidad atribuida “ex lege” en el momento del naci-
miento (cfr. Resoluciones 4ª de 10 de septiembre de 2002, 1ª de 28 de junio de 2003, 3ª de 5 de
noviembre de 2004, 2ª de 12 de julio de 2005 y 5ª de 27 de diciembre de 2006).
Este criterio tradicional se ve necesariamente afectado por la nueva regulación contenida en
la reciente Constitución ecuatoriana (publicada en el Diario Oficial de 20 de octubre de 2008)
(641) que amplía la atribución de la nacionalidad ecuatoriana a las personas nacidas fuera de
Ecuador, ya que conforme al nuevo artículo 7 núm. 2 del texto constitucional son ecuatorianos y
ecuatorianas por nacimiento “las personas nacidas en el extranjero de madre o padre nacidos en
Ecuador, y sus descendientes hasta el tercer grado de consanguinidad”. En consecuencia, ahora
sólo serán españoles “iure soli” los hijos de ecuatorianos nacidos en España cuando ni el padre ni
la madre hubieren nacidos en el Ecuador, ya que concurriendo este última condición tales hijos
son ecuatorianos y no apátridas.
Por ello en lo sucesivo no se resolverán favorablemente los expedientes incoados para
declarar la nacionalidad española de origen respecto de los hijos de ecuatorianos nacidos
en España cuando el padre o la madre, o ambos, hubieran nacido en Ecuador.
2º. Hijos de brasileños nacidos en España
La Constitución brasileña de 1988 establecía en su artículo 12 núm. 1, c) que el hijo de brasi-
leños nacido fuera de Brasil no adquiría automáticamente la nacionalidad brasileña, porque para
ello era un requisito imprescindible que alguno de los padres solicitase la inscripción en el Regis-
tro Civil brasileño correspondiente durante la minoría de edad del hijo.
Este requisito era imprescindible – y no meramente formal – para la adquisición de la nacio-
nalidad brasileña. Consiguientemente esta Dirección General vino entendiendo que el nacido en
España en estas condiciones era español de origen por aplicación del artículo 17 núm. 1, c) del
Código civil, y ello aunque todavía pudiera el hijo adquirir “iure sanguinis” la nacionalidad bra-
641 Fecha de entrada en vigor: 20 de octubre de 2008, coincidente con la publicación oficial (Disposición Final de la
Constitución.
643 Este Convenio entró en vigor de forma general el 28 de marzo de 1968 y para España el 17 de agosto de 1987,
de conformidad con lo establecido en el artículo 10 del mismo. El Acuerdo actualmente ha sido ratificado por
trece países: Alemania-que lo ha denunciado, y la fecha de la denuncia entró en vigor el 22 de diciembre de
2002-, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Reino
Unido y Suecia. Además, ha sido firmado por dos Estados: Moldavia y Portugal (Vid. http://www.conventions.
coe.int; fecha última consulta 4 de abril de 2009). La aplicación del art. 1 del Convenio sobre reducción de
supuestos de pluralidad de nacionalidades supone que la adquisición de la nacionalidad de una Parte Contratante
provocará la pérdida de la nacionalidad correspondiente al otro Estado también Contratante salvo que hayan
declarado la no aplicación del Capítulo 1º (España, Irlanda y Reino Unido a los que se ha añadido Bélgica
mediante la denuncia de dicho capítulo). En el instrumento de ratificación de este Convenio nuestro país hizo
una declaración con respecto a la no vinculatoriedad del Capítulo primero (Vid. A. Álvarez Rodríguez,
Nacionalidad y Emigración, Madrid, La Ley, 1990, pp. 108-111). Y, además, para la interpretación de algunos de
los preceptos del Convenio, en concreto, los arts. 7.2 y 12.2 se acaba de publicar la Resolución de 9 de julio de
2007, de la Secretaría General Técnica, relativa al Acuerdo sobre la interpretación del párrafo 2 del artículo 12,
de la Convención sobre la reducción de los casos de pluralidad de nacionalidades y sobre las obligaciones milita-
res en caso de pluralidad de nacionalidades (Núm. 43 del Consejo de Europa), adoptado en Estrasburgo el 2 de
abril de 2007. En dicha resolución se dispone expresamente que: “El texto siguiente constituye el acuerdo sobre
la interpretación del párrafo 2 del artículo 12 del Convenio sobre la reducción de los casos de pluralidad de
nacionalidades y sobre las obligaciones militares en el caso de pluralidad de nacionalidades (STE núm. 43), de 6
de mayo de 1963. 1. Cualquier Parte Contratante podrá denunciar en cualquier momento, en lo que a ella respec-
ta, el Capítulo I del Convenio mediante una notificación dirigida al Secretario General del Consejo de Europa. 2.
La denuncia surtirá efecto un año después de la fecha de recepción de la notificación por parte del Secretario
General. 3. Las disposiciones del párrafo 2 del artículo 7 del Convenio se aplicarán tal como fueron modificadas
por el Protocolo de 1977” (BOE, 11-VIII-2007, pp. 34432-34433).
644 En el acto de la ratificación español al Convenio se hizo la siguiente declaración: “Se declara que las disposicio-
nes del Capítulo I no serán aplicables en relación a España”.
Art. 2º. 1. Cualquier persona que posea la nacionalidad de dos o más Partes Contratantes
podrá renunciar a una o más de las nacionalidades que posea, con la autorización de la Parte
Contratante a cuya nacionalidad tiene la intención de renunciar.
2. Dicha autorización no se negará por la Parte Contratante cuya nacionalidad posea ipso
iure el nacional mayor de edad si tuviera al menos desde hace diez años su residencia habitual
fuera del territorio de dicha Parte y siempre y cuando tenga su residencia habitual en el territorio
de la Parte cuya nacionalidad tenga la intención de conservar (645).
La autorización no se negará por la Parte Contratante cuyo nacional menor de edad cumpla
las condiciones previstas en el apartado anterior, si su ley nacional le permite perder su naciona-
lidad mediante una simple declaración y si ha estado debidamente facultado o representado.
3. La mayoría, la minoría, así como las condiciones para estar debidamente facultado o
representado, se determinarán por la ley de la Parte Contratante a cuya nacionalidad la persona
tiene la intención de renunciar.
Art. 3º. La Parte Contratante a cuya nacionalidad la persona quiera renunciar no percibirá en
ese caso ningún derecho ni contribución especial.
Art. 4º. Las disposiciones del presente Convenio no constituirán obstáculo para la aplica-
ción de disposiciones más favorable para la reducción de los casos de acumulación de nacionali-
dades, que figuren o que se introduzcan posteriormente bien en la legislación nacional de cual-
quier Parte Contratante, bien en cualquier otro tratado, convenio o acuerdo entre dos o más Par-
tes Contratantes.
4. La persona que, con anterioridad a la entrada en vigor del presente Convenio entre las
Partes Contratantes cuya nacionalidad posea, haya cumplido en una cualquiera de dichas Partes
las obligaciones militares previstas por la legislación de dicha Parte se considerará que ha cum-
plido esas mismas obligaciones en la o en las Partes de las cuales sea asimismo nacional.
5. Cuando la persona haya cumplido sus obligaciones militares en el servicio activo en una
de las Partes Contratantes cuya nacionalidad posea, de conformidad con el párrafo 1, y que tras-
lade ulteriormente su residencia habitual al territorio de otra Parte cuya nacionalidad posea, sólo
podrá quedar sometido, si a ello hubiere lugar, a las obligaciones militares en la reserva en dicha
última Parte.
6. La aplicación de las disposiciones del presente artículo no afectará en absoluto a la nacio-
nalidad de las personas.
7. En el caso de movilización en una de las Partes Contratantes, las obligaciones que se deri-
ven de lo dispuesto en el presente artículo no se aplicará en lo que respecta a dicha Parte.
647 El art. 7 ha sido modificado por el Protocolo de 24 de noviembre de 1977 (Vid. Anexo Legislativo).
Art. 9º. 1. Cada Parte Contratante -mediante una declaración hecha al Secretario General del
Consejo de Europa en el momento de la firma o del depósito de su instrumento de ratificación,
aceptación o adhesión, o en cualquier otro momento posterior en lo que respecta a los Estados y
territorios cuya responsabilidad internacional asuma o en representación de los cuales está facul-
tada para estipular- podrá definir el término “nacionales” y determinar los “territorios” a los
cuales será aplicable el presente Convenio.
2. Cualquier declaración hecha en virtud del presente artículo podrá retirarse, en lo que res-
pecta a los nacionales y territorios designados en dicha declaración en las condiciones previstas
por el artículo 12 del presente Convenio.
Art. 10. 1. El presente Convenio queda abierto a la firma de los miembros del Consejo de
Europa. Será objeto de ratificación o de aceptación.
Los instrumentos de ratificación o de aceptación se depositarán en poder del Secretario
General del Consejo de Europa.
2. El presente Convenio entrará en vigor un mes después de la fecha del depósito del segundo
instrumento de ratificación o aceptación.
3. Con respecto a cualquier signatario que lo ratifique o lo acepte ulteriormente, el Convenio
entrará en vigor un mes después de la fecha del depósito de su instrumento de ratificación o acep-
tación.
Art. 11. 1. Después de la entrada en vigor del presente Convenio, el Comité de Ministros del
Consejo de Europa podrá decidir, por unanimidad, invitar a cualquier Estado no miembro del
Consejo a que se adhiera al mismo. Cualquier Estado que haya recibido dicha invitación podrá
adherirse al Convenio depositando su instrumento de adhesión en poder del Secretario General
del Consejo de Europa.
2. Para cualquier Estado adherido, el Convenio entrará en vigor un mes después de la fecha
del depósito de su instrumento de adhesión.
Art. 12. 1. El presente Convenio permanecerá en vigor sin limitación de tiempo.
2. Cualquier Parte Contratante podrá, en lo que a ella respecta, denunciar el presente Conve-
nio dirigiendo la notificación correspondiente al Secretario General del Consejo de Europa.
La denuncia tendrá efecto un año después de la fecha de la recepción de la notificación por el
Secretario General.
Art. 13. El Secretario General del Consejo de Europa notificará a los Estados miembros del
Consejo y al Gobierno de cualquier Estado que se haya adherido al presente Convenio:
a) Cualquier firma y depósito de cualquier instrumento de ratificación, aceptación o adhesión;
b) Cualquier fecha de entrada en vigor del presente Convenio con arreglo a los artículos 10 y
11;
c) Cualquier reserva formulada en aplicación de las disposiciones del párrafo 1 del artículo 8;
d) La retirada de cualquier reserva efectuada en aplicación de las disposiciones del párrafo 2
del artículo 8;
e) Cualquier declaración y cualquier notificación recibidas en aplicación de las disposicio-
nes del artículo 7 y del párrafo 1 del artículo 9;
f) Cualquier notificación recibida en aplicación de las disposiciones del párrafo 2 del artí-
culo 9 y de las disposiciones del artículo 12 y la fecha en que tendrá efecto la denuncia.
ANEXO
Cada una de las Partes Contratantes podrá declarar que se reserva el derecho a:
1. Subordinar la pérdida de la nacionalidad prevista en los párrafos 1, 2 y 3 del artículo 1º a la
condición de que la persona interesada resida habitualmente o fije su residencia habitual en cual-
quier momento fuera de su territorio a menos que, si se trata de una adquisición por manifesta-
ción expresa de su voluntad, dicha persona quede dispensada por la autoridad competente de la
condición de residir habitualmente en el extranjero.
2. No considerar como una opción, en el sentido del artículo 1, la declaración suscrita por la
mujer con el fin de adquirir la nacionalidad del marido en el momento del matrimonio y en virtud
del mismo (648).
3. Permitir a uno de sus nacionales conservar su nacionalidad anterior si la Parte Contratante,
cuya nacionalidad solicita adquirir, con arreglo a los términos del artículo 1.º, consiente previa-
mente en ello.
4. No aplicar las disposiciones de los artículos 1 y 2 del presente Convenio cuando la mujer
de uno de sus nacionales haya adquirido una nueva nacionalidad durante el tiempo en que su
marido conserve la nacionalidad de dicha Parte (649).
RESERVAS Y DECLARACIONES
1. República Federal de Alemania:
I. Declaración efectuada en el momento de la firma el 6 de mayo de 1963. A los fines de la
aplicación del Convenio sobre reducción de casos de pluralidad de nacionalidades y sobre obli-
gaciones militares en caso de pluralidad de nacionalidades se considera nacional de la República
Federal de Alemania a toda persona que sea alemana en el sentido expresado en el artículo 116
de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania.
II. Declaración expresada en el Acta de depósito del Instrumento de Ratificación con fecha
de 17 de noviembre de 1969: 1. La República Federal de Alemania hace uso de las reservas pre-
vistas en los números 1 y 3 del anexo al Convenio. 2. El Convenio del 6 de mayo de 1963, sobre
reducción de casos de pluralidad de nacionalidades y sobre obligaciones militares en caso de
pluralidad de nacionalidades, se aplicará igualmente en el “Land” de Berlín, con efectos a partir
de la fecha en que el mismo entre en vigor para la República Federal de Alemania. Dado que en
Berlín no existe ninguna obligación militar, las disposiciones del capítulo II del Convenio no
tendrán aplicación allí.
2. Austria:
Declaraciones relativas a la reserva prevista en el punto 3 del anexo al Convenio y en los
artículos 5 y 6 del Convenio, que figuran en lengua inglesa, francesa y alemana en el Instrumento
648 Esta disposición queda derogada por el art. 4 del Protocolo de 24 de noviembre de 1977 (Vid. Anexo Legislativo).
649 Esta disposición queda derogada por el art. 4 del Protocolo de 24 de noviembre de 1977 (Vid. Anexo Legislativo).
los Países Bajos a partir del 1 de enero de 1986. En consecuencia, a partir de dicha fecha, el
Reino ya no estará constituido por dos países, a saber: Los Países Bajos (el Reino en Europa) y
las Antillas Neerlandesas (situadas en la región del Caribe), sino por tres países, a saber: Los dos
anteriormente citados y Aruba. Puesto que los cambios que se producirán el 1 de enero de 1986
sólo interesan únicamente a una modificación de las relaciones constitucionales internas dentro
del Reino de los Países Bajos, y puesto que éste como tal sigue siendo el sujeto de derecho inter-
nacional con el cual se han concertado los tratados, los mencionados cambios no tendrán conse-
cuencias en derecho internacional por lo que respecta a los tratados concertados por el Reino y
que se aplican ya a las Antillas Neerlandesas, incluida Aruba. Dichos tratados permanecerán en
vigor para Aruba en su nueva calidad de país dentro del Reino. Por esta razón, y por lo que se
refiere al Reino de los Países Bajos, dichos tratados se aplicarán a partir del 1 de enero de 1986 a
las Antillas Neerlandesas (sin Aruba) y a Aruba.
7. Reino Unido:
Reserva: Extracto del Instrumento de Ratificación depositado el 7 de julio de 1971. Traduc-
ción: “El Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, una vez examinado el
Convenio sobre reducción de casos de pluralidad de nacionalidades y sobre obligaciones milita-
res en caso de pluralidad de nacionalidades, confirma y ratifica dicho Convenio y declara, de
conformidad con lo dispuesto en el parágrafo 1 del artículo 7, que únicamente aplicará las dispo-
siciones del capítulo II del Convenio”.
Declaraciones: Carta de fecha 20 de octubre de 1971 del Representante permanente del
Reino Unido ante el Consejo de Europa. Traducción de la versión francesa del texto inglés: “1.
El Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña y de Irlanda del Norte, de conformidad con lo
dispuesto en el parágrafo 1 del artículo 9 del Convenio sobre reducción de casos de pluralidad de
nacionalidades y sobre obligaciones militares en caso de pluralidad de nacionalidades, abierto a
la firma en Estrasburgo el 6 de mayo de 1963, declara que la aplicación del Convenio queda
extendida por la presente a Jersey, Guernesey y la Isla de Man. 2. El Gobierno del Reino Unido
entiende, a los fines del Convenio, que el servicio voluntario en las fuerzas armadas de una Parte
Contratante constituye el cumplimiento de “obligaciones militares”.
650 Este Protocolo modificativo, que entró en vigor el 8 de septiembre de 1978 con carácter general y para España el
13 de octubre de 1989, ha sido ratificado por ocho países: Bélgica, Dinamarca, España, Luxemburgo, Noruega,
Países Bajos, Reino Unido y Suecia -que lo ha denunciado, y la fecha de la denuncia entró en vigor el 29 de
junio de 2002-; en cambio sólo ha sido firmado por tres Estados: Alemania, Francia y Portugal (Vid. http://www.
conventions.coe.int; fecha última consulta 4 de abril de 2009).
Vengo en aprobar y ratificar cuanto en él se dispone, como en virtud del presente lo apruebo
y ratifico, prometiendo cumplirlo, observarlo y hacer que se cumpla y observe puntualmente en
todas sus partes, a cuyo fin, para su mayor validación y firmeza mando expedir este Instrumento
de Ratificación firmado por Mí debidamente sellado y refrendado por el infrascrito Ministro de
Asuntos Exteriores, con las siguientes Declaraciones:
“España declara que en virtud de lo señalado en el artículo 3 sólo aplicará las disposiciones
del presente Protocolo relativas al capítulo II del Convenio”.
“En relación con el artículo 2, España considerará que se han cumplido las obligaciones
militares en el caso de que la residencia habitual se haya prolongado hasta el 1 de enero del año
en que se cumplan los treinta y cuatro años de edad”.
habitual en el territorio de esa Parte. No obstante, podría considerarse que no ha satisfecho sus
obligaciones militares con respecto a la Parte o Partes Contratantes cuya nacionalidad igual-
mente posea a no ser que dicha residencia habitual se hubiere prolongado hasta cierta edad, que
las Partes respectivas señalarán al depositar sus instrumentos de ratificación, aceptación o adhe-
sión.
Se considerará asimismo que ha cumplido con sus obligaciones militares el nacional de una
Parte Contratante que no tenga establecido servicio militar obligatorio, cuando se haya alistado
voluntariamente en las fuerzas armadas de dicha Parte durante un período total y efectivo equi-
valente, como mínimo, al servicio militar activo de la Parte o Partes Contratantes cuya naciona-
lidad posea igualmente, sea cual fuere su lugar de residencia habitual”.
Art. 3º. El artículo 7 del Convenio queda modificado como sigue:
“1. Todas las Partes Contratantes aplicarán las disposiciones de los capítulos I y II. No obs-
tante, cualquiera de las Partes Contratantes podrá declarar, en el acto de la firma o al depositar
sus instrumentos de ratificación, aceptación o adhesión, que sólo aplicará las disposiciones del
capítulo I o las del capítulo II.
Posteriormente, podrá notificar en cualquier momento al Secretario general del Consejo de
Europa que aplicará todas las disposiciones de los capítulos I y II. Dicha notificación surtirá
efecto a partir de la fecha de su recepción.
2. Las disposiciones respectivas de los capítulos I o II solamente serán de aplicación entre las
Partes Contratantes que apliquen respectivamente los capítulos I o II”.
Art. 4º. 1. Quedan derogadas las disposiciones de los apartados 2 y 4 del anejo al Convenio.
2. A partir de la fecha en que una Parte Contratante en el Convenio se constituya también en
Parte del presente Protocolo, se considerarán retiradas las reservas que eventualmente hubiere
formulado en virtud de los apartados 2 y 4 del anejo anteriormente citado.
Art. 5º. En las relaciones entre los Estados parte en el Convenio que no sean Partes del pre-
sente Protocolo y los Estados parte de este Protocolo, el Convenio se aplicará de conformidad
con su texto inicial.
Art. 6º. 1. El presente Protocolo queda abierto a la firma de los Estados miembros del Con-
sejo de Europa que hayan firmado el Convenio, los cuales podrán constituirse en Partes del Pro-
tocolo según el procedimiento previsto por el artículo 10, apartado 1, del Convenio.
2. El Protocolo entrará en vigor un mes después de la fecha del depósito del segundo instru-
mento de ratificación, aceptación o aprobación.
3. Con respecto a los Estados firmantes que lo ratifiquen, acepten o aprueben posterior-
mente, el Protocolo entrará en vigor un mes después de la fecha de depósito de su instrumento de
ratificación, aceptación o aprobación.
Art. 7º. 1. Tras la entrada en vigor del presente Protocolo, los Estados que se hubieren adhe-
rido al Convenio podrán adherirse a este Protocolo.
2. Los Estados que no sean miembros del Consejo de Europa y hayan sido invitados a adhe-
rirse al Convenio, se considerarán invitados a adherirse al presente Protocolo.
3. La adhesión se efectuará mediante depósito, ante el Secretario general del Consejo, de un
instrumento de adhesión que surtirá efecto un mes después de la fecha de dicho depósito.
Art. 8º. 1. Ninguna Parte Contratante podrá denunciar el presente Protocolo sin denunciar al
propio tiempo el Convenio, de conformidad con el artículo 12 de este último.
RESERVAS Y DECLARACIONES
1. Dinamarca
De conformidad con el segundo apartado del párrafo 3 del artículo 6 del Convenio, en su
texto modificado por dicho Protocolo, una Parte Contratante puede estipular, en el caso de una
persona que sea también nacional de otra Parte Contratante cuya legislación no prevea el servi-
cio militar obligatorio, que se considere que esa persona ha cumplido sus obligaciones militares
únicamente cuando haya tenido su residencia habitual en el territorio de esa parte hasta cierta
edad.
En consecuencia, Dinamarca considerará que una persona que sea también nacional de otra
Parte Contratante cuya legislación no prevea el servicio militar obligatorio ha cumplido sus obli-
gaciones militares, cuando haya tenido fijar residencia en el territorio de esa Parte desde los die-
ciocho años hasta los veintiséis años.
2. Noruega
Reserva (1): Noruega no aplicará las disposiciones contenidas en el apartado I, párrafo 3,
artículo 6, último inciso del Convenio, tal y como ha sido modificado por el artículo 2 del Proto-
colo, en la medida en que se considera que una persona que ha sido eximida de sus obligaciones
militares en una Parte Contratante ha cumplido sus obligaciones militares respecto a otras Partes
Contratantes.
Declaración: De conformidad con el apartado 2, párrafo 3. artículo 6 del Convenio, tal y
como ha sido modificado por el artículo 2 del Protocolo, por la presente declaración se comunica
que la regla principal contenida en el último inciso de dicho artículo. tal y como ha sido modifi-
cado, se aplicará con respecto a Noruega a menos que la residencia habitual se mantenga hasta
final del año civil en el que la persona cumpla veintiocho años.
(1) Reserva retirada en virtud de una carta del Representante Permanente de Noruega, con
fecha 4 de octubre de 1984, registrada en la Secretaría General el 5 de octubre de 1984.
3. Países Bajos
La isla de Aruba, que en la actualidad todavía forma parte de las Antillas Holandesas, obten-
drá su autonomía interna como país dentro del Reino de los Países Bajos a partir del 1 de enero
de 1986. En consecuencia, el Reino ya no estará formado por dos países, a saber, los Países Bajos
(el Reino en Europa) y las Antillas Holandesas (situadas en la zona del Caribe), sino que estará
formado por tres países, a saber, los dos países mencionados y Aruba.
Dado que los cambios introducidos el 1 de enero de 1986 sólo afectan a una modificación de
las relaciones constitucionales internas dentro del Reino de los Países Bajos, y dado que el Reino
como tal seguirá siendo el sujeto de Derecho Internacional con el que se concluirán los Tratados,
dichos cambios no tendrán consecuencias en el Derecho Internacional en lo que se refiere a los
Tratados concluidos por el Reino y que se apliquen ya en las Antillas Holandesas, incluida Aruba.
Dichos Tratados seguirán en vigor para Aruba en su nueva condición de país dentro del Reino.
En consecuencia y en lo que se refiere al Reino de los Países Bajos, dichos Tratados se aplicarán
a partir del 1 de enero de 1986 en las Antillas Holandesas (sin Aruba) y en Aruba.
Por tanto, los Tratados a que se refiere el anexo, en los que el Reino de los Países Bajos es
Parte y que se aplican en las Antillas Holandesas, se aplicarán en lo que se refiere al Reino de los
Países Bajos a partir del 1 de enero de 1986, en las Antillas Holandesas y Aruba.
El Gobierno de los Países Bajos acepta el Protocolo para el Reino en Europa y para las Anti-
llas Holandesas.
Tengo el honor de declarar, de conformidad con el segundo apartado del párrafo 3 del artí-
culo 6 del Convenio sobre la reducción de los casos de pluralidad de nacionalidades y sobre las
obligaciones militares en el caso de pluralidad de nacionalidades, en su texto modificado por el
artículo 2 del Protocolo, que en lo que se refiere a la edad de las personas afectadas, el Reino de
los Países Bajos considera que una persona que sea nacional de una Parte Contratante cuya legis-
lación no prevea el servicio militar obligatorio ha cumplido sus obligaciones militares, cuando
esa persona haya tenido su residencia habitual en el territorio de dicha Parte Contratante por lo
menos desde el 1 de febrero del año en el que cumpla diecisiete años hasta el 1 de enero del año
en que cumpla veinticinco años.
4. Reino Unido
En nombre del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, declaro que por la presente
se hace extensiva a la Bailía de Jersey, a la Bailía de Guernsey y la Isla de Man la aplicación del
Protocolo de 24 de noviembre de 1977 por el que se modifica el Convenio sobre la reducción de
los casos de pluralidad de nacionalidades y sobre las obligaciones militares en el caso de plurali-
dad de nacionalidades.
5. Suecia
Conforme al segundo apartado del párrafo 3 del artículo 6 del Convenio, tal y como ha sido
modificado por dicho Protocolo, una Parte Contratante puede estipular respecto de una persona
que sea también nacional de otra Parte Contratante cuya legislación no prevea el servicio militar
obligatorio, que se considere que dicha persona ha cumplido sus obligaciones militares sólo si ha
tenido su residencia habitual en esa Parte Contratante hasta cierta edad. Conforme a la legisla-
ción sueca, dicha edad será de treinta años.
651 No se incluyen los Convenios bilaterales que regulan cuestiones de nacionalidad y servicio militar (Vid. Mª.T.
Echezarreta Ferrer, Legislación sobre nacionalidad, 4ª ed., Madrid, Tecnos, 2003).
A los efectos del presente Convenio, se entiende por domicilio el constituido con la inten-
ción de establecer en él la residencia habitual. La prueba de la constitución del domicilio en el
territorio de las Partes contratantes será requisito indispensable para reclamar la nueva naciona-
lidad y para readquirir el pleno goce de la de origen.
Art. 5º. Los españoles y los argentinos que con anterioridad a la vigencia de este Convenio
hubiesen adquirido la nacionalidad argentina o española, respectivamente, podrán acogerse a
sus beneficios y conservar su nacionalidad de origen, declarando que tal es su voluntad ante las
autoridades encargadas de los Registros previstos en el artículo 2º.
Las disposiciones del Convenio le serán aplicables desde la fecha de la inscripción, sin per-
juicio de los derechos adquiridos según el régimen anterior.
Art. 6º. Los españoles en la Argentina y los argentinos en España que no se acojan a los
beneficios que les concede el presente Convenio continuaran disfrutando de los derechos y ven-
tajas que les otorguen las legislaciones argentina y española, respectivamente.
Art. 7º. Ambos Gobiernos se comprometen a establecer recíprocamente procedimientos
especiales tendentes a abreviar los trámites para el otorgamiento de la nueva nacionalidad.
Asimismo se comprometen a efectuar las consultas necesarias para adoptar las medidas con-
ducentes a la mejor y uniforme aplicación de este Convenio, así como las eventuales modifica-
ciones y adiciones que se estimen convenientes.
Especialmente lo harán para resolver, en futuros Convenios, los problemas que planteen la
seguridad social, la validez de los títulos profesionales o académicos y la doble imposición.
Art. 8º. Las disposiciones del presente Convenio serán aplicadas en cuanto no se opongan de
modo expreso a las normas constitucionales vigentes en los paises signatarios.
En circunstancias excepcionales podrá suspenderse su vigencia, sin que ello altere la situa-
ción jurídica de las personas que previamente se hubiesen acogido a las disposiciones del
mismo.
Art. 9º. El presente Convenio será ratificado por las Partes contratantes y se canjearán en
Buenos Aires los respectivos Instrumentos de ratificación.
Entrará en vigor a partir del día en que se canjeen las ratificaciones y continuará vigente,
hasta que una de las Partes contratantes anuncie oficialmente a la otra, con un año de antelación,
la intención de hacer cesar sus efectos.
…..
Las ratificaciones fueron canjeadas en Buenos Aires el día 23 de marzo de 1971.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 23 de marzo de 1971, de conformidad con lo esta-
blecido en el párrafo segundo de su artículo 9.
Considerando que es necesario adaptarlo a las nuevas situaciones que se han producido;
Teniendo en cuenta lo dispuesto en el artículo 7 del Convenio,
Han acordado lo siguiente:
Artículo 1º. A los fines del presente Protocolo:
a) “Convenio” significa el Convenio de Nacionalidad entre el Reino de España y la Repú-
blica de Argentina, firmado en Madrid el 14 de abril de 1969.
b) Los demás términos tendrán el significado que les atribuye el Convenio.
Art. 2º. Los españoles y argentinos que se hayan acogido o se acojan en lo sucesivo a las
disposiciones del Convenio, quedarán sometidos a la jurisdicción y a la legislación del país que
otorga la nueva nacionalidad para todos los actos que sean susceptibles de producir efectos jurí-
dicos directos en él. En todo lo que no sea incompatible con la presente disposición, se aplicará
también a estas personas la legislación de su nacionalidad de origen.
Art. 3º. Las personas beneficiadas por el Convenio tienen el derecho de obtener y renovar
sus pasaportes y demás documentos de identificación en cualquiera de los dos países o en ambos
al mismo tiempo.
Art. 4º. El presente Protocolo se aplicará provisionalmente desde la fecha de su firma y
entrará en vigor de forma definitiva el primer día del segundo mes siguiente al de la última noti-
ficación por la que las Partes se han comunicando, por la vía diplomática, el cumplimiento de sus
requisitos internos para su entrada en vigor.
El Presente Protocolo tendrá la misma duración que el Convenio de que forma parte.
Suscrito en Buenos Aires el seis de marzo del año dos mil uno, en dos ejemplares en idioma
español, siendo ambos textos igualmente válidos y auténticos.
……
El presente Protocolo se aplica provisionalmente desde el 6 de marzo de 2001, fecha de su
firma, según se establece en su artículo 4.
…….
El Protocolo adicional entre El Reino de España y la República Argentina modificando el
Convenio de nacionalidad de 14 de abril de 1969, hecho en Buenos Aires el 6 de marzo de 2001,
entró en vigor el 1 de octubre de 2002, primer día del segundo mes siguiente al de la última
notificación cruzada entre las Partes comunicando el cumplimiento de de los respectivos requi-
sitos internos, según se establece en su artículo 4. Lo que se hace público para conocimiento
general, completando así la inserción efectuada en el Boletín Oficial del Estado, núm. 88, de 12
de abril de 2001 (BOE, núm. 248, 16-X-2002).
Art. 7º. Los españoles en Bolivia y los bolivianos en España, que no estuviesen acogidos a
los beneficios del presente Convenio, continuarán disfrutando de los derechos que les otorgan
las legislaciones boliviana y española, respectivamente.
Art. 8º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación del presente Conve-
nio, así como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen con-
venientes.
Art. 9º. El presente Convenio será ratificado por las dos Altas Partes contratantes y las ratifi-
caciones se canjearán en Madrid.
Entrará en vigor a contar del día en que se canjeen las ratificaciones y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes contratantes anuncie oficialmente a la
otra con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
…
Las ratificaciones fueron canjeadas en Madrid el 31 de marzo de 1964.
……
El presente Convenio entró en vigor el 31 de marzo de 1964, de conformidad con lo esta-
blecido en el párrafo segundo de su artículo 9.
Firmado en Madrid, a dieciocho de octubre de dos mil, en dos ejemplares en español, siendo
ambos igualmente auténticos.
…
El presente Protocolo entró en vigor el 1 de febrero de 2002, primer día del segundo mes
siguiente al de la última notificación cruzada entre las Partes comunicando el cumplimiento de
los respectivos trámites legales internos, según se establece en su artículo 4.
Art. 4º. A los efectos del presente Convenio, se entiende adquirido el domicilio en aquel país
en el que se haya inscrito la adquisición de la nacionalidad, conforme a lo dispuesto en el artículo
segundo.
Este domicilio puede cambiarse sólo en el caso de traslado de la residencia habitual al otro
país contratante y de inscribir allí la adquisición en el Registro Civil en España o en el Registro
chileno de Cartas de Nacionalización según corresponda.
En el caso de que una persona que goce de la doble nacionalidad traslade su residencia al
territorio de un tercer Estado, se entenderá por domicilio, a los efectos de determinar la depen-
dencia política y la legislación aplicable, el último que hubiere tenido en el territorio de una de
las Altas Partes contratantes.
Quienes gocen de la doble nacionalidad no podrán tener, a los efectos del presente Convenio
más que un domicilio, que será el últimamente registrado.
Art. 5º. Las Altas Partes contratantes se obligan a comunicarse, a través del Consulado
correspondiente, en el plazo de sesenta días, las adquisiciones y pérdidas de nacionalidad y los
cambios de domicilio que hayan tenido lugar en aplicación del presente Convenio, así como los
actos relativos al estado civil de las personas beneficiadas por él.
Art. 6º. Los españoles y los chilenos que hubiesen adquirido la nacionalidad chilena o espa-
ñola renunciando previamente a la de origen, podrán recuperar esta última, declarando que tal es
su voluntad ante el Encargado del Registro correspondiente. A partir de esa fecha se les aplicarán
las disposiciones del presente Convenio sin perjuicio de los derechos ya adquiridos.
Art. 7º. Los españoles en Chile y los chilenos en España que no estuvieran acogidos a los
beneficios que les concede este Convenio continuarán disfrutando los derechos y ventajas que
les otorguen las legislaciones chilena y española, respectivamente.
En consecuencia, podrán especialmente: viajar y residir en los territorios respectivos; esta-
blecerse dondequiera que lo juzguen conveniente para sus intereses; adquirir y poseer toda clase
de bienes muebles e inmuebles; ejercer todo género de industria; comerciar tanto al por menor
como al por mayor; ejercer oficios y profesiones, gozando de protección laboral y de seguridad
social, y tener acceso a las autoridades de toda índole y a los Tribunales de Justicia, todo ello en
las mismas condiciones que los nacionales.
El ejercicio de estos derechos queda sometido a la legislación del país en que tales derechos
se ejercitan.
Art. 8º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Convenio, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenientes.
Especialmente lo harán para resolver en futuros Convenios los problemas que planteen la
seguridad social, la validez de los títulos profesionales o académicos y la duplicidad de deberes
fiscales.
Art. 9º. El presente convenio será ratificado por las dos Altas Partes contratantes, y las ratifi-
caciones se canjearán en Madrid lo antes que sea posible.
Entrará en vigor a contar del día en que se canjeen las ratificaciones y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes contratantes anuncie oficialmente a la
otra, con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
……
Las ratificaciones fueron canjeadas en Madrid el día veintiocho de octubre de mil novecien-
tos cincuenta y ocho.
........
El presente Convenio entró en vigor el 28 de octubre de 1958, de conformidad con lo esta-
blecido en el párrafo segundo de su artículo 9.
Art. 5º. La dependencia política y la legislación aplicable a la persona que, deseando conti-
nuar acogida al presente Convenio, trasladara su domicilio a un tercer país, quedarán determina-
das por el último domicilio que hubiera tenido en el territorio de una de las Partes contratantes.
Art. 6º. Ninguna persona nacida en cualquiera de los dos países de padres del otro, carecerá
de nacionalidad. Si ello ocurriere, esto es, si en virtud de las reglas ordinarias no tuviere ninguna,
ya fuese por asimetría de las legislaciones o por vacío u omisión de una de ellas, será considerada
nacional del Estado en cuyo territorio hubiere tenido su primer domicilio, sin perjuicio de aco-
gerse más tarde a las otras opciones contempladas en este Convenio.
Art. 7º. Los españoles y los colombianos que con anterioridad a la vigencia del presente
Convenio hayan adquirido la nacionalidad colombiana o española, respectivamente, podrán
acogerse a lo establecido en el mismo. Las disposiciones de este Convenio les serán aplicables
desde la fecha en que se acojan a él.
Art. 8º. Los españoles en Colombia y los colombianos en España que no se acojan al pre-
sente Convenio continuarán disfrutando de los derechos y ventajas que les otorguen las legisla-
ciones colombiana y española, respectivamente.
Art. 9º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas apropiadas para la armónica aplicación de este Convenio, así como las eventuales
modificaciones y adiciones que, de común acuerdo, se estimen convenientes, especialmente si
fuere necesario como consecuencia de la reforma o desarrollo constitucional en ambos países.
Art. 10. El presente Convenio será ratificado por las Partes contratantes y los Instrumentos
de Ratificación se canjearán en Bogotá. Entrará en vigor a partir del día en que se canjeen dichos
Instrumentos y continuará vigente hasta que una de las Partes contratantes anuncie oficialmente
a la otra, con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 1 de agosto de 1980, día del canje de los oportunos
Instrumentos de Ratificación, según lo dispuesto en su artículo 10.
el territorio del Estado adoptante, los derechos que provengan del ejercicio de su nacionalidad de
origen.
Los ciudadanos españoles de origen, y los colombianos por nacimiento que hayan obtenido
la nacionalidad de la otra Parte, antes de la vigencia del presente protocolo, de conformidad con
lo dispuesto por el Convenio de Nacionalidad firmado el 27 de junio de 1979, podrán recobrar
sus derechos civiles y políticos, previa manifestación escrita ante el Cónsul o la autoridad com-
petente designada para el efecto. Esta situación se dará a conocer por vía diplomática a la otra
Parte.
Art. 2º. Formalidades.
La persona que posea la nacionalidad española y colombiana no podrá manifestar ante las
autoridades del Estado adoptante su nacionalidad de origen. Igualmente, no podrá manifestar
ante las autoridades del Estado del cual es nacional por nacimiento su nacionalidad adoptiva.
Art. 3º. Relación con el Convenio de Nacionalidad
Se entenderán derogados los principios contenidos en el Convenio de Nacionalidad que sean
contrarios a la voluntad del presente Protocolo Modificatorio, en lo demás se considerará
vigente.
Art. 4º. Vigencia
El presente Protocolo entrará en vigor el primer día del segundo mes siguiente a aquel en el
que ambas Partes se comuniquen que se han cumplido los trámites internos previstos en la legis-
lación de ambos países y tendrá la misma vigencia que el Convenio del que forma parte.
Firmado en Santa Fe de Bogotá, a los catorce días (14) del mes de septiembre de mil nove-
cientos noventa y ocho (1998), en dos ejemplares idénticos, siendo ambos textos igualmente
auténticos.
….
El presente Protocolo entró en vigor el 1 de julio de 2002, primer día del segundo mes
siguiente al de la última notificación cruzada entre las Partes comunicando el cumplimiento de
los respectivos trámites legales internos, según se establece en su artículo 4.
….
Las referidas inscripciones serán comunicadas a la otra Alta Parte Contratante por vía diplo-
mática o consular, de acuerdo con los procedimientos que se establezcan en virtud del artículo 5.
Art. 3º. Para las personas a que se refiere el artículo 1 de este Convenio, el otorgamiento de
pasaportes, la protección diplomática y el ejercicio de los derechos civiles y políticos se regirán
por la Ley del país que otorga la nueva nacionalidad, a partir de la fecha en que se hayan practi-
cado las inscripciones.
Los derechos de trabajo y de seguridad social se rigen por la Ley del lugar en que se realiza el
trabajo.
El ejercicio de los cargos, empleos, profesiones u oficios y, en general, todo ministerio u
ocupación personal, se regirá por la Ley del país en que los mismos se ejerzan con estricta suje-
ción a la limitación o restricción que sobre esas actividades dicten dentro del área de su compe-
tencia respectiva, las Autoridades Colegios profesionales o Jerarquías correspondientes.
Los súbditos de ambas Partes Contratantes a que se hace referencia, en ningún caso podrán
estar sometidos simultáneamente a las legislaciones de ambas en su condición de nacionales de
las mismas, sino sólo a la legislación del país que ha otorgado la nueva nacionalidad.
Por la misma legislación se regulará el cumplimiento de las obligaciones militares enten-
diéndose como ya cumplidas si hubiesen sido satisfechas o no se exigiesen tales obligaciones en
el país de procedencia.
El ejercicio de los derechos civiles y políticos regulado por la Ley del país que otorga la
nueva nacionalidad no podrá realizarse en el país de origen si ello lleva aparejada la violación de
sus normas de orden público.
Art. 4º. Los españoles que se naturalicen costarricenses y los costarricenses que se naturali-
cen españoles al amparo del presente Convenio, que fijen de nuevo su residencia habitual en su
país de origen y deseen recobrar en él y con arreglo a sus leyes el ejercicio de los derechos y
deberes especificados en el artículo 3, deberán avecindarse y someterse a lo dispuesto sobre la
materia en España y Costa Rica.
El cambio a que se refiere el párrafo anterior deberá ser inscrito en los mismos Registros a
que se refiere el artículo 2 y la inscripción será igualmente comunicada en la misma forma a la
Representación Diplomática del otro país.
Art. 5º. Las Altas Partes Contratantes se obligan a comunicarse, a través de las Embajadas
respectivas, en el plazo de sesenta días, las adquisiciones y pérdidas de nacionalidad y los cam-
bios de domicilio que hayan tenido lugar en aplicación del presente Convenio, así como los actos
relativos al estado civil de las personas beneficiadas por él.
Art. 6º. Los españoles y los costarricenses que con anterioridad a la vigencia de este Conve-
nio hubiesen adquirido la nacionalidad costarricense o española podrán acogerse a los beneficios
de este Convenio y conservar su nacionalidad original, declarando que tal es su voluntad ante la
Autoridad encargada del Registro de inscripciones mencionado en el artículo 2º.
Desde que esta declaración sea inscrita en el Registro, serán aplicables las disposiciones del
Convenio, sin perjuicio de los derechos ya adquiridos.
Art. 7º. Los españoles en Costa Rica y los costarricenses en España que no estuvieren acogi-
dos a los beneficios que les concede este Convenio continuarán disfrutando de los derechos y
ventajas que les otorguen las legislaciones costarricense y española, respectivamente.
Art. 8º. Cuando las Leyes de España y, asimismo las Leyes de la República de Costa Rica
atribuyan a una misma persona la nacionalidad española y la nacionalidad costarricense, podrá
acogerse también dicha persona a los beneficios del presente Convenio.
Art. 9º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente, con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Convenio, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenien-
tes.
Especialmente lo harán para resolver en futuros Convenios los problemas que planteen la
seguridad social, la validez de los títulos profesionales o académicos y la duplicidad de deberes
fiscales.
Art. 10. El presente Convenio será ratificado por las Altas Partes Contratantes y las ratifica-
ciones se canjearán en San José de Costa Rica.
Entrará en vigor a contar del día en que se canjeen las ratificaciones y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes Contratantes anuncie oficialmente a la
otra, con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
…..
Las ratificaciones fueron canjeadas a veintiuno de mayo de mil novecientos sesenta y cinco.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 21 de mayo de 1965, de conformidad con lo estable-
cido en el párrafo segundo de su artículo 10.
tes internos previstos en la legislación de ambos países, y tendrá la misma vigencia que el Con-
venio del que forma parte.
El presente Protocolo entró en vigor el 1 de diciembre de 1998, primer día del segundo mes
siguiente al de la última notificación relativa al cumplimiento de los respectivos trámites legales
internos, según se establece en su artículo 4.
El cambio a que se refiere el párrafo anterior deberá ser inscrito en los mismos Registros a
que se refiere el artículo 2. y la inscripción será igualmente comunicada en la misma forma a la
Representación Diplomática del otro país.
En el caso de que una persona que goce de la doble nacionalidad traslade su residencia al
territorio de un tercer Estado, continuará sometida a la legislación del país que ha otorgado la
nueva nacionalidad.
Art. 5º. Las Partes Contratantes se obligan a comunicarse, a través de las Embajadas respec-
tivas, en el plazo de sesenta días, las adquisiciones y pérdidas de nacionalidad y los cambios de
domicilio que hayan tenido lugar en aplicación del presente Convenio, así como los actos relati-
vos al estado civil de las personas beneficiadas por él.
Art. 6º. Los españoles y los dominicanos que con anterioridad a la vigencia de este Conve-
nio hubiesen adquirido la nacionalidad dominicana o española podrán acogerse a los beneficios
de este Convenio y conservar su nacionalidad de origen, declarando que tal es su voluntad ante
las Autoridades competentes respectivas.
Desde que esta declaración sea inscrita en el Registro, serán aplicables las disposiciones del
Convenio, sin perjuicio de los derechos ya adquiridos.
Art. 7º. Los españoles en la República Dominicana y los dominicanos en España que no
estuvieren acogidos a los beneficios que les concede este Convenio continuarán disfrutando de
los derechos y ventajas que les otorguen las legislaciones dominicana y la española, respectiva-
mente.
Art. 8º. También podrán acogerse a los beneficios de este Convenio aquellas personas a
quienes las leyes españolas y dominicanas atribuyan simultáneamente su respectiva nacionali-
dad.
Art. 9º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Convenio, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenien-
tes.
Especialmente lo harán para resolver en futuros Convenios los problemas que plantee la
seguridad social, la validez de los títulos profesionales o académicos y la duplicidad de deberes
fiscales.
Art. 10. El presente Convenio será ratificado por las Partes Contratantes y las ratificaciones
se canjearán en Madrid, lo antes posible.
Entrará en vigor a contar del día en que se canjeen las ratificaciones y continuarán indefini-
damente su vigencia, a menos que una de las Partes Contratantes anuncie oficialmente a la otra,
con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
…..
El canje de los Instrumentos de Ratificación se verificó el día 22 de enero de 1965, en
Madrid.
….
El presente Convenio entró en vigor el 22 de enero de 1969, de conformidad con lo estable-
cido en el párrafo segundo de su artículo 10.
declarando que tal es su voluntad ante la autoridad encargada del Registro correspondiente. A
partir de la fecha de inscripción se les aplicaran las disposiciones del presente Convenio, sin
perjuicio de los derechos ya adquiridos.
Art. 7º. Cuando las Leyes españolas y, asimismo, las Leyes de la República del Ecuador
atribuyan a una misma persona la nacionalidad española y la nacionalidad ecuatoriana, en razón
en cada caso, a su filiación y al lugar y circunstancias de su nacimiento, gozará dicha persona de
la nacionalidad del territorio donde su nacimiento hubiera ocurrido, pero también será conside-
rada nacional por la otra Alta Parte contratante.
Art. 8º. Los españoles en Ecuador y los ecuatorianos en España que no estuvieran acogidos
a los beneficios que les concede este Convenio continuarán disfrutando de los derechos y venta-
jas que les otorgan las legislaciones ecuatoriana y española, respectivamente.
Con sujeción a su legislación y de conformidad con el Derecho Internacional, una vez con-
cedidos los permisos de residencia o de trabajo necesarios, cada Parte otorgará a los nacionales
de la otra, facilidades para la realización de actividades lucrativas, laborales o profesionales, por
cuenta propia o ajena, en pie de igualdad con los nacionales del Estado de residencia. La expedi-
ción de los permisos de trabajo será gratuita.
Las respectivas autoridades garantizarán el goce efectivo de las facilidades mencionadas,
con sujeción al criterio de reciprocidad.
El presente Protocolo entrará en vigor una vez que las Partes se hayan comunicado el cum-
plimiento de sus respectivos requisitos internos y tendrá la misma duración del Convenio de
Doble nacionalidad (652).
Art. 9º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente, con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Convenio, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenientes
(653).
Especialmente lo harán para resolver en futuros Convenios los problemas que planteen la
seguridad social, la validez de los títulos profesionales o académicos y la duplicidad de deberes
fiscales.
Art. 10. El presente Convenio será ratificado por las dos Altas Partes Contratantes y las rati-
ficaciones se canjearán en Madrid lo antes posible.
652 Redacción dada en virtud del Protocolo modificativo del Convenio de doble nacionalidad entre el Reino de
España y la República de Ecuador, firmado en Quito el 25 de agosto de 1995, que entró en vigor el 5 de julio de
2000 (BOE, núm. 196, 16-VIII-2000). El antiguo art. 8 establecía que: “Los españoles en el Ecuador y los ecua-
torianos en España que no estuvieran acogidos a los beneficios que les concede este Convenio continuarán dis-
frutando los derechos y ventajas que se otorgan en las legislaciones ecuatoriana y española respectivamente. En
consecuencia, podrán especialmente: Viajar y residir en los territorios respectivos; establecerse dondequiera que
lo juzguen conveniente para sus intereses; adquirir y poseer toda clase de bienes muebles e inmuebles; ejercer
todo género de industria; comerciar tanto al por menor como al por mayor, ejercer oficios y profesiones, gozando
de protección laboral y de seguridad social y tener acceso a las autoridades de toda índole y a los Tribunales de
Justicia todo ello en las mismas condiciones que los nacionales. El ejercicio de estos derechos queda sometido a
la legislación del país en que tales derechos se ejercitan”.
653 Aunque se negoció aún no se ha ratificado el Protocolo Adicional entre el Reino de España y la República del
Ecuador, que modifica el convenio de doble nacionalidad de 4 de marzo de 1964, hecho en quito el 30 de junio
de 1999 (BOCG, Sección Cortes Generales, VII Legislatura, Serie A, núm. 43, de 27 de julio de 2000, pp. 1-2.
Texto aprobado por el Pleno del Senado (BOCG, Senado, VII Legislatura Serie IV, núm. 31 (d), de 20 de
noviembre de 2000, pp. 7-8).
Entrará en vigor a partir del día en que se canjeen las ratificaciones, y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes contratantes anuncie oficialmente a la
otra, con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
….
Las ratificaciones fueron canjeadas en Madrid el 24 de diciembre de 1964.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 24 de diciembre de 1964, de conformidad con lo esta-
blecido en el párrafo segundo de su artículo 10.
654 Redacción dada por el Segundo Protocolo Adicional. El art. 1 del texto original disponía que: “Los españoles y
los guatemaltecos por nacimiento podrán adquirir la nacionalidad guatemalteca o española, respectivamente, por
el solo hecho de establecer domicilio en Guatemala o en España, según el caso, declarar ante la autoridad com-
petente su voluntad de adquirir dicha nacionalidad y hacer la inscripción en los registros que determinen las
Leyes o disposiciones gubernativas del país de que se trate”.
655 Este precepto ha sido suprimido por el Segundo Protocolo Adicional. El art. 2 del texto original disponía: “El
término de nacionalidad “por nacimiento” incluye la nacionalidad basada en la filiación y se acreditará con certi-
ficado especial extendido por autoridad competente o por los Agentes diplomáticos o consulares respectivos”.
A los mismos efectos, las personas no podrán tener más que un domicilio internacional en
relación a los Estados Contratantes, y será reconocido por ambos el último que se haya consti-
tuido en ellos (656).
Art. 4º. Suprimido (657).
Art. 5º. Suprimido (658).
Art. 6º. Suprimido (659).
Art. 7º. Suprimido (660). Cada uno de los Estados contratantes tendrá por satisfechas las obli-
gaciones militares de tiempo de paz que las personas comprendidas en este Convenio hayan
cumplido en el otro Estado contratante, quedando el interesado sujeto, en todo caso al requisito
de inscribirse en el Ejército del país de su domicilio y en la situación militar que por su edad le
corresponda.
El ejercicio de los derechos civiles y políticos, regulado por la Ley del país del domicilio, no
podrá surtir efectos en el país de origen si ello lleva aparejada la violación de sus normas de
orden público.
Art. 8º. Las personas que gocen de los beneficios de este Convenio no necesitarán de visado
para entrar en el territorio de cualquiera de los Estados contratantes, bastando que tengan pasa-
porte válido expedido por las autoridades del país de su último domicilio.
Art. 9º. Suprimido (661).
656 Redacción dada por el Protocolo de modificación del artículo tercero del Convenio de Nacionalidad entre España
y Guatemala, firmado en Guatemala el 10 de febrero de 1995 (BOE, núm. 158, 1-VII-1996; este Protocolo entró
en vigor el 14 de febrero de 1996). El art. 3 originario establecía que: “A los efectos del presente Convenio el
domicilio se constituirá mediante inscripción en los Registros a que se refiere el artículo 1º y podrá cambiarse
solo en el caso de traslado de la residencia habitual al otro Estado contratante. A los mismos efectos, las personas
no podrán tener más que un domicilio internacional en relación a los Estados contratantes y será reconocido por
ambos el ultimo que se haya constituido en ellos”.
657 Este precepto se suprimió por el art. 3 del Segundo Protocolo Adicional. El texto originario del art. 4 establecía:
“Los españoles por nacimiento que se naturalicen en Guatemala recuperarán la nacionalidad española desde el
momento en que regresen a España y establezcan domicilio, y los guatemaltecos por nacimiento que se naturali-
cen en España recobrarán la nacionalidad guatemalteca desde el momento en que regresen a Guatemala y esta-
blezcan su domicilio”.
658 Este precepto se suprimió por el art. 3 del Segundo Protocolo Adicional. El texto originario del art. 5 establecía:
“Cuando una persona que haya recuperado la nacionalidad de origen, conforme a lo dispuesto en el artículo ante-
rior, regresare al país de adopción se la tendrá por naturalizada nuevamente en él desde el momento en que esta-
blezca domicilio”.
659 Vid. Art. 3 del Segundo Protocolo Adicional. Dicho artículo en su redacción originaria disponía que: “En el caso
de que una persona que goce de los beneficios de este Convenio traslade su residencia al territorio de un tercer
Estado, será determinante de la nacionalidad española o de la guatemalteca el último domicilio internacional que
hubiere tenido en los Estados contratantes. En tal caso, la persona conservará indefinidamente la nacionalidad
que con arreglo al párrafo anterior le corresponda mientras no la pierda por alguna de las causas establecidas en
la legislación de Estado de cuya nacionalidad se trate”.
660 El apartado primero de este precepto fue suprimido por el art. 3 del Segundo Protocolo Adicional. En la redac-
ción originaria se establecía que: “Los nacionales de ambas Partes contratantes a que se hace referencia no
podrán estar sometidos simultáneamente a las legislaciones de ambas, en su condición de naturales de las mis-
mas, sino sólo a la de aquella en que tengan su domicilio”.
661 Vid. Art. 3 del Segundo Protocolo Adicional. Dicho artículo en su redacción originaria establecía que: “Lo dis-
puesto en el artículo anterior es extensivo al cónyuge y a los descendientes menores de edad quienes estarán
exentos de toda restricción de inmigración al territorio de los Estados contratantes, siempre que viajen en compa-
ñía de la persona que goce de los beneficios del Convenio o vayan a unirse con ella”.
Art. 10. Este Convenio será aplicable a los españoles y a los guatemaltecos de origen que
hayan adquirido la nacionalidad guatemalteca o española, respectivamente, con anterioridad a
su vigencia (662).
Art. 11. Las Altas Partes contratantes se obligan a comunicarse por medio de las Embajadas
respectivas las adquisiciones de nacionalidad y los cambios de domicilio que tengan lugar en
aplicación del presente Convenio.
Art. 12. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para mejor aplicación y uniforme interpretación de este Convenio así como
las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenientes.
Art. 13. El presente Convenio será ratificado por las dos Altas Partes contratantes y las rati-
ficaciones se canjearán en la ciudad de Madrid, España, lo antes posible.
Entrará en vigor a contar del día en que se realice el canje las ratificaciones, y continuará
indefinidamente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes contratantes anuncie oficial-
mente a la otra, con un año de antelación por lo menos, su deseo de ponerle fin.
….
Las ratificaciones fueron canjeadas en Madrid el 1 de febrero de 1962.
……….
El presente Convenio entró en vigor el 1 de febrero de 1962, de conformidad con lo estable-
cido en el párrafo segundo de su artículo 13.
…..
El Protocolo de modificación del artículo tercero del Convenio de Nacionalidad entre España
y Guatemala, firmado en Guatemala el 10 de febrero de 1995 entró en vigor el 14 de febrero de
1996 (BOE, núm. 158, 1-VII-1996).
…….
El Segundo Protocolo Adicional al Convenio de Nacionalidad de 28 de julio de 1961 sus-
crito entre España y Guatemala, modificado por el Protocolo de fecha 10 de febrero de 1995,
hecho ad referendum en Guatemala el 19 de noviembre de 1999 entró en vigor el 7 de febrero
de 2001 (BOE, núm. 88, 12-IV-2001; y corrección de errores en BOE, núm. 119, 18-V-2001).
662 Redacción dada por el art. 3 del Segundo Protocolo Adicional. Se ha suprimido el último inciso del precepto que
añadía: “…pero en ningún caso será aplicada a las personas que adquieran o hayan adquirido cualquiera de
ambas nacionalidades por matrimonio, salvo lo que se refiere a los beneficios migratorios”. En todo caso debe
aludirse a que el art. 4 del Protocolo Adicional al Convenio de nacionalidad de 28 de julio de 1961, suscrito entre
España y Guatemala, modificado por el Protocolo de fecha 10 de febrero de 1995, hecho ad referendum en
Guatemala el 19 de noviembre de 1999 dispone que: “Art. 4º. Este Protocolo se aplicará a los guatemaltecos y a
los españoles de origen que adquirieron la nacionalidad española o guatemalteca, respectivamente, con anteriori-
dad a su vigencia, siempre que manifiesten en forma expresa su deseo de cogerse al presente Protocolo ante la
autoridad competente, quien deberá comunicar de forma inmediata a la otra Parte dicha manifestación”.
Sin embargo, los que hubieren adquirido la nacionalidad española u hondureña por naturali-
zación no podrán acogerse a las disposiciones del presente Tratado.
La calidad de nacionales se acreditará ante la autoridad competente por medio de los docu-
mentos que ésta estime necesarios.
Art. 2º. Los españoles que hayan adquirido la nacionalidad hondureña, conservando su
nacionalidad de origen, deberán ser inscritos en el Registro Nacional de las Personas, y los hon-
dureños que hayan adquirido la nacionalidad española, conservando su nacionalidad de origen,
deberán ser inscritos en el Registro Civil español (663).
Las autoridades competentes a que se refiere el párrafo anterior comunicarán las inscripcio-
nes a que se hace referencia en el mismo a la Embajada respectiva de la otra Alta Parte Contra-
tante.
A partir de la fecha en que se hayan practicado las inscripciones, los españoles en Honduras
y los hondureños en España gozarán de la plena condición jurídica de nacionales en la forma
prevista en el presente Tratado y en las leyes de ambos países.
Art. 3º. Para las personas a que se refiere el artículo anterior, el otorgamiento de pasaportes,
la protección diplomática y el ejercicio de los derechos civiles y políticos se regirán por la ley del
país donde se hallan domiciliados.
Los nacionales de ambas Partes Contratantes a que se hace referencia no podrán estar some-
tidos simultáneamente a las legislaciones de ambas en su condición de naturales de las mismas,
sino sólo a la de aquella en que tenga su domicilio.
Por la misma legislación se regulará el cumplimiento de las obligaciones militares, enten-
diéndose como ya cumplidas si hubiesen sido satisfechas o no se exigiesen tales obligaciones en
el país de procedencia.
El ejercicio de los derechos civiles y políticos regulados por la Ley del país del domicilio no
podrán surtir efectos en el país de origen si ello lleva aparejada la violación de sus normas de
orden público.
Art. 4º. El traslado de residencia de los acogidos a los beneficios del presente Tratado al otro
país contratante implicará automáticamente cambio de domicilio y, por consiguiente, de nacio-
nalidad. Las personas que efectuasen dichos cambios estarán obligadas a manifestarlo así ante
las autoridades competentes de los respectivos países. En el caso de que una persona que goce de
la doble nacionalidad traslade su residencia al territorio de un tercer Estado, se entenderá por
domicilio, a los efectos de determinar la dependencia política y la legislación aplicable, el último
que hubiere tenido en el territorio de una de las Altas Partes Contratantes. Quienes gocen de la
doble nacionalidad no podrán tener, a los efectos del presente Tratado, más que un domicilio,
que será el último registrado.
Art. 5º. Las Altas Partes Contratantes se obligan a comunicarse a través de la Embajada
correspondiente, en el plazo de sesenta días, las adquisiciones de nacionalidad y los cambios de
domicilio que hayan tenido lugar en aplicación del presente Tratado, así como los actos relativos
al estado civil de las personas beneficiadas por él.
Art. 6º. Los españoles y los hondureños que hubiesen adquirido la nacionalidad hondureña o
española, respectivamente, renunciando previamente a la de origen, podrán recuperar esta
663 La redacción originaria del apartado era la siguiente: “Los españoles que hayan adquirido la nacionalidad hondu-
reña, conservando su nacionalidad de origen, deberán ser inscritos en el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Honduras, y los hondureños que hayan adquirido la nacionalidad española, conservando su nacionalidad de ori-
gen, deberán ser inscritos en el Registro Civil español correspondiente al lugar del domicilio”.
última, declarando que tal es su voluntad ante las autoridades competentes respectivas y de
acuerdo con las disposiciones legales de cada una de las Partes Contratantes.
Art. 7º. Los españoles en Honduras y los hondureños en España que no estuvieren acogidos
a los beneficios que les concede este Tratado continuarán disfrutando de los derechos y ventajas
que les otorguen las legislaciones hondureñas o españolas, respectivamente.
Art. 8º. Cuando las leyes de España y asimismo las leyes de la República de Honduras atri-
buyan a una misma persona la nacionalidad española y la nacionalidad hondureña podrá aco-
gerse también dicha persona a los beneficios del presente Tratado.
Art. 9º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Tratado, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenientes.
Art. 10. El presente Tratado será ratificado por las dos Altas Partes Contratantes, y las ratifi-
caciones se canjearán en Madrid lo antes que sea posible.
Entrara en vigor a contar del día que se canjeen las ratificaciones y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes Contratantes anuncie oficialmente a la
otra, con un año de antelación, su voluntad de hacer cesar sus efectos.
……..
El Canje de los Instrumentos de Ratificación se realizó en Madrid el día 25 de abril de 1967.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 25 de abril de 1967, de conformidad con lo estable-
cido en el párrafo segundo de su artículo 10.
………
El Canje de Notas entre el Reino de España y la República de Honduras sobre modificación
del Convenio de doble nacionalidad, de fechas 10 de noviembre y 8 de diciembre de 1993, entró
en vigor el 24 de noviembre de 2002.
Art. 2º. Los españoles y hondureños que se hayan acogido o se acojan en lo sucesivo a las
disposiciones del Tratado, quedarán sometidos a la jurisdicción y a la legislación del país que
otorga la nueva nacionalidad para todos los actos que sean susceptibles de producir efectos jurí-
dicos directos en él. En todo lo que no sea incompatible con la presente disposición, se aplicará
también a estas personas la legislación de su nacionalidad primitiva.
Art. 3º. Las personas beneficiadas por el Tratado tienen el derecho de obtener y renovar sus
pasaportes y demás documentos de identificación en cualquiera de los dos países o en ambos al
mismo tiempo.
Art. 4º. El presente Protocolo entrará en vigor el primer día del segundo mes siguiente a
aquel en el que ambas Partes se comuniquen que se han cumplido los trámites internos previstos
en la legislación de ambos países y tendrá la misma vigencia que el Tratado del que forma parte.
Suscrito en Tegucigalpa, Municipio del Distrito Central, a los trece días del mes de noviem-
bre de mil novecientos noventa y nueve, en cuatro ejemplares en español, siendo los textos igual-
mente válidos y auténticos.
……
El presente Protocolo, según se establece en su artículo 4, entrará en vigor el 1 de diciembre
de 2002, primer día del segundo mes siguiente a aquél en que se produjo la última notificación
entre las Partes comunicando el cumplimiento de los respectivos trámites legales internos.
Art. 2º. Los españoles que hayan adquirido la nacionalidad paraguaya y los paraguayos que
hayan adquirido la nacionalidad española, de conformidad con el artículo anterior, serán inscri-
tos en los Registros que determinen la nación donde la nacionalidad sea adquirida.
Las referidas inscripciones serán comunicadas a la otra Alta Parte Contratante por vía diplo-
mática o consular, de acuerdo con los procedimientos que se establezcan en virtud de artículo
7º.
Art. 3º. Para las personas a que se refiere el artículo 1 de este Convenio, el otorgamiento de
pasaporte, la protección diplomática y el ejercicio de los derechos civiles y políticos se regirán
por la ley del país que otorga la nueva nacionalidad.
Los derechos del trabajo y de seguridad social se rigen por la ley del lugar en que se realiza el
trabajo.
Los súbditos de ambas Partes Contratantes a que se hace referencia, en ningún caso podrán
estar sometidos simultáneamente a las legislaciones de ambas en su condición de nacionales de
las mismas, sino sólo a la legislación del país que ha otorgado la nueva nacionalidad.
Por la misma legislación se regulará el cumplimiento de las obligaciones militares enten-
diéndose como ya cumplidas si fueron satisfechas en el país de procedencia.
El ejercicio de los derechos civiles y políticos regulado por la ley del país que otorga la
nueva nacionalidad, no podrá surtir efecto en el país de origen, si ello lleva aparejada la violación
de sus normas de orden público.
Art. 4º. Los españoles que se naturalicen paraguayos y los paraguayos que se naturalicen
españoles, al amparo del presente Convenio, que fijen de nuevo su residencia habitual en su país
de origen y deseen recobrar en él, y con arreglo a sus leyes, el ejercicio de los derechos y deberes
especificados en el artículo tercero, deberán avecindarse y someterse a lo dispuesto sobre la
materia en España y Paraguay.
El cambio a que se refiere el párrafo anterior deberá ser inscrito en los mismos Registros a
que se refiere el artículo segundo, y la inscripción será igualmente comunicada en la misma
forma a la representación diplomática del otro país.
Art. 5º. Los españoles y los paraguayos que con anterioridad a la vigencia de este Convenio
hubiesen adquirido la nacionalidad paraguaya o española, podrán acogerse a los beneficios de
este Convenio y conservar su nacionalidad original, declarando que tal es su voluntad ante la
autoridad encargada del Registro de inscripciones mencionado en el artículo segundo.
Desde que esta declaración sea inscrita en el Registro, serán aplicables las disposiciones del
Convenio, sin perjuicio de los derechos ya adquiridos.
Art. 6º. Cuando las leyes de España y asimismo las leyes de la República del Paraguay atri-
buyan a una misma persona la nacionalidad española y la nacionalidad paraguaya, en razón de
cada caso, a su filiación y al lugar y circunstancias de su nacimiento gozará dicha persona de la
nacionalidad del territorio donde su nacimiento hubiera ocurrido, pero será también considerado
nacional por la otra Alta Parte Contratante.
Art. 7º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Convenio, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenien-
tes.
Art. 8º. El presente Convenio será ratificado por las dos Altas Partes Contratantes y las rati-
ficaciones se canjearán lo antes que sea posible.
Entrará en vigor a contar del día en que se canjeen las ratificaciones, y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes Contratantes anuncie oficialmente a la
otra, con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
….
Las ratificaciones fueron canjeadas en Asunción el 10 de marzo de 1960.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 10 de marzo de 1960, de conformidad con lo esta-
blecido en el párrafo segundo de su artículo 8.
Quienes gocen de la doble nacionalidad no podrán tener, a los efectos del presente Conve-
nio, más que un domicilio, que será el últimamente registrado.
Art. 5º. Las Altas Partes Contratantes se obligan a comunicarse, a través de las Embajadas
respectivas, en el plazo de sesenta días, las adquisiciones y pérdidas de nacionalidad y los cam-
bios de domicilio que hayan tenido lugar en aplicación del presente Convenio, así como los actos
relativos al estado civil de las personas beneficiadas por él.
Art. 6º. Los españoles y los peruanos que hubiesen adquirido la nacionalidad peruana o
española renunciando previamente a la de origen podrán recuperar esta última, declarando que
tal es su voluntad ante las autoridades competentes respectivas. A partir de esa fecha se les apli-
carán las disposiciones del presente Convenio sin perjuicio de los derechos ya adquiridos.
Art. 7º. Los españoles en el Perú y los peruanos en España que no estuvieran acogidos a los
beneficios que les concede este Convenio, continuarán disfrutando los derechos y ventajas que
les otorguen las legislaciones peruana y española, respectivamente.
En consecuencia, podrán especialmente: viajar y residir en los territorios respectivos; esta-
blecerse donde quiera que lo juzguen conveniente para sus intereses, adquirir y poseer toda clase
de bienes muebles e inmuebles; ejercer todo género de industria; comerciar, tanto al por menor
como al por mayor, ejercer oficios y profesiones, gozando de protección laboral y de seguridad
social, y tener acceso a las autoridades de toda índole y a los Tribunales de Justicia, todo ello en
las mismas condiciones que los nacionales.
El ejercicio de estos derechos queda sometido a la legislación del país en que tales derechos
se ejercitan.
Art. 8º. Ambos Gobiernos se consultarán periódicamente con el fin de estudiar y adoptar las
medidas conducentes para la mejor y uniforme interpretación y aplicación de este Convenio, así
como las eventuales modificaciones y adiciones que de común acuerdo se estimen convenientes.
Especialmente lo harán para resolver en futuros Convenios los problemas que planteen la
seguridad social, la validez de los títulos profesionales o académicos y la duplicidad de deberes
fiscales.
Art. 9º. El presente Convenio será ratificado por las dos Altas Partes Contratantes y las rati-
ficaciones se canjearán en Lima, lo antes que sea posible.
Entrará en vigor a contar del día en que se canjeen las ratificaciones y continuará indefinida-
mente su vigencia, a menos que una de las Altas Partes Contratantes anuncie oficialmente a la
otra, con un año de antelación, la intención de hacer cesar sus efectos.
….
Las ratificaciones fueron canjeadas en Lima el 10 de febrero de 1960.
…..
El presente Convenio entró en vigor el 10 de febrero de 1960, de conformidad con lo esta-
blecido en el párrafo segundo de su artículo 9.
Considerando que es necesario adaptarlo a las nuevas situaciones que se han producido;
Teniendo en cuenta lo dispuesto en el artículo 8 del Convenio, han acordado lo siguiente:
Artículo 1º. A los fines del presente Protocolo:
a) “Convenio” significa el Convenio de Doble Nacionalidad entre el Reino de España y la
República del Perú firmado en Madrid el 16 de mayo de 1959.
b) Los demás términos tendrán el significado que les atribuye el Convenio.
Art. 2º. Las personas beneficiadas por el Convenio tienen el derecho de obtener y renovar
sus pasaportes de cualquiera de los dos Estados.
Art. 3º. El presente Protocolo entrará en vigor el primer día del segundo mes siguiente a
aquel en el que ambas Partes se comuniquen que se han cumplido los trámites internos previstos
en la legislación de ambos Estados y tendrá la misma vigencia que el Convenio que se modi-
fica.
Suscrito en Madrid, a 8 de noviembre de 2000, en dos ejemplares en lengua española, igual-
mente válidos y auténticos.
…..
El presente Protocolo, según se establece en su artículo 3, entrará en vigor el 1 de diciembre
de 2001, primer día del segundo mes siguiente al de la última notificación cruzada entre las Par-
tes comunicando el cumplimiento de los respectivos trámites legales internos.
A tal efecto, los dos Gobiernos se intercambiarán a través de sus respectivas Embajadas
cuanta información dispongan sobre los cambios de residencia que efectúen los ciudadanos
venezolanos en España y los españoles en Venezuela.
Al declarar que la presente nota y la respuesta en iguales términos de vuestra excelencia
serán considerados como constitutivas de un Acuerdo entre los dos Gobiernos, que entrará en
vigor a partir de la fecha, aprovecho la oportunidad para reiterarle las seguridades de mis más
alta y distinguida consideración.”
Tengo el honor de confirmar a vuestra excelencia que el Gobierno de la República de Vene-
zuela, animado también por los mismos propósitos expresados en su citada nota, está conforme
con lo que en ella se determina y con que la nota de vuestra excelencia y la presente respuesta se
consideren como constitutivas de un Acuerdo entre los dos Gobiernos.
Aprovecho esta ocasión para reiterar a vuestra excelencia las seguridades de mi más alta y
distinguida consideración.
…..
El presente Canje de Notas constitutivo de Acuerdo entró en vigor el día 4 de julio de
1974.
1. Aplicación del art. 17.1.a) Cc: atribución de nacionalidad por ius sanguinis o por
filiación biológica
HECHOS
1. Por escrito-formulario presentado en el Consulado General de España en Buenos Aires el
15 de febrero de 2001, don Alejandro Miguel R. V., nacido en Montevideo-Uruguay el 20 de
febrero de 1979, hijo de Miguel Ángel R. B., uruguayo y de Carmen V. R., española, solicitaba
su inscripción de nacimiento por ser hijo de madre española. Adjuntaba al escrito: certificación
de nacimiento y copia del DNI del interesado expedidos por autoridad uruguaya, certificaciones
de nacimiento de sus padres, y copia de sus pasaportes, remitiéndose la documentación al Con-
sulado General de España en Montevideo.
2. Con fecha 3 de abril de 2001 el Encargado del Registro Civil Consular de España en Mon-
tevideo dictó acuerdo denegando la inscripción de nacimiento solicitada al tratarse de un hijo de
madre española, mayor de 20 años.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 14 y 39 y las disposiciones derogatoria y final de la Constitución; los
artículos 17 del Código Civil en su redacción actual y por las leyes de 15 de julio de 1954 y
51/1982, de 13 de julio, 20 del Código Civil en su redacción actual; 15, 16 y 23 de la Ley del
Registro Civil; 66, 68 y 85 del Reglamento del Registro Civil, y la Instrucción de 16 de mayo de
1983.
II. Se ha intentado por estas actuaciones inscribir el nacimiento como español de un varón
nacido en Uruguay en 1979, hijo de uruguayo y de española.
III. Según el artículo 17 del Código Civil, en su redacción formalmente vigente de 1954,
mientras que eran siempre españoles iure sanguinis los hijos de padre español, los hijos de madre
española sólo lo eran cuando no les correspondía seguir la nacionalidad extranjera del padre.
Había, pues, una importante diferencia de trato no justificada entre la atribución de la nacionali-
dad española por filiación paterna y la operada por filiación materna. Nos encontramos pues, con
una discriminación contra la mujer por razón de sexo que no puede mantenerse después de la
entrada en vigor de la Constitución española (cfr. art. 14 y disposiciones derogatoria y final). Por
lo tanto, cualesquiera que hayan sido las dudas del Centro Directivo en la materia, hay que esti-
mar que el artículo 17.2 del Código Civil, redacción de 1954, quedó derogado por la eficacia
inmediata de la Constitución, de modo que los hijos de española, nacidos después de esa entrada
en vigor, son españoles iure sanguinis, recibiendo el mismo trato que los hijos de padre español.
La igualdad de los hijos ante la Ley, cualquiera que sea su progenitor, se impone por aplicación
del artículo 39 de la Constitución.
IV. Siendo, según lo razonado, el interesado español por filiación materna es intranscendente
que haya optado a la nacionalidad española por razón de patria potestad una vez pasado el plazo
de caducidad de dicha opción.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1º. Estimar el recurso y revocar la calificación recurrida.
2º. Ordenar que, por trascripción de la certificación uruguaya, se inscriba el nacimiento
como español, acaecido el 20 de febrero de 1979, de Alejandro–Miguel R.V.
Fuente: BIMJ, núm. 1906, 2001, pp. 4019-4020.
cripción. Carácter constitutivo. El nacimiento acaece antes de la inscripción. Por tanto, los
progenitores son colombianos al momento del nacimiento de la hija. Denegación de la recti-
ficación. Posibilidad de que una vez extendida la inscripción la eficacia se retraiga a la fecha
del acta de juramento o promesa.
En el expediente sobre rectificación de error en inscripción de nacimiento, remitido a este
Centro en trámite de recurso en virtud del entablado por el Ministerio Fiscal, contra el auto dic-
tado por el Encargado del Registro Civil de M.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil de M., el 8 de marzo de 2005, don J.,
nacido en C., el 28 de noviembre de 1965, solicitó la rectificación de error en la inscripción de
nacimiento de su hija L., nacida en M., el 8 de noviembre de 2004, en el sentido de que se había
consignado como nacionalidad de los padres colombiana, cuando ésta era española. Se adjun-
taba la siguiente documentación: inscripción de nacimiento de la menor, y tarjetas de residencia
y actas de juramento o promesa para adquirir la nacionalidad española de fecha 23 de septiembre
de 2004, de los padres de la menor.
2. Ratificado el promotor, compareció su esposa y madre de la menor, manifestando su con-
formidad con lo solicitado. El Ministerio Fiscal interesó que se aportara certificado de naci-
miento de los padres del nacido del Registro Civil C., remitiéndose certificados de dicho Regis-
tro Civil de fecha 14 de marzo de 2005, en los que se indicaba que había sido presentado la
documentación y solicitud de inscripción de nacimiento de los padres de la menor.
3. El Ministerio Fiscal informó que no procedía acceder a lo solicitado hasta tanto no se ins-
cribiera el nacimiento de los progenitores en el Registro Civil C., ya que la inscripción en el
Registro Civil español es un requisito inexcusable para la adquisición de la nacionalidad espa-
ñola por residencia, conforme establece el artículo 330 del Código civil, por lo que tal inscrip-
ción tiene un carácter constitutivo de la nacionalidad española, sin perjuicio de que la eficacia de
la inscripción se retrotraiga a la fecha del acta de juramento o promesa. El Encargado del Regis-
tro Civil dictó auto con fecha 27 de abril de 2005 acordando hacer constar mediante asiento
marginal en el acta de nacimiento de la menor, que los padres también ostentaban la nacionali-
dad española en la fecha de nacimiento de aquella, ya que si bien era cierto que los artículos 23 c)
y 330 del Código civil establecían como requisito para la validez y eficacia de la concesión de la
nacionalidad española la inscripción de la misma en el Registro Civil español, los problemas
existentes en el Registro Civil C. estaban motivando que desde la fecha de juramento hasta la
inscripción pudiese transcurrir un periodo de tiempo superior, en la actualidad, a mas de nueve
meses. Además, no se trataba de la existencia de un error, ya que los padres no habían tenido que
renunciar a su nacionalidad colombiana de origen, y en el caso en que no llegara a inscribirse la
concesión de la nacionalidad española, podría acordarse la cancelación del asiento marginal.
4. Notificada la resolución al promotor y al Ministerio Fiscal, éste interpuso recurso intere-
sando la revocación del auto, ya que la adquisición de la nacionalidad española por los padres de
la menor, no producía efecto legal alguno mientras no se inscribiera en el Registro C. y esta ins-
cripción no se había practicado, sin perjuicio que la eficacia de la inscripción se retrotrajera a la
fecha de juramento o promesa.
5. De la interposición del recurso se dio traslado al promotor. El Encargado del Registro
Civil remitió las actuaciones a la Dirección General de los Registros y del Notariado para su
resolución, informando que el auto solo había pretendido paliar los inconvenientes y problemas
que la situación del Registro Civil C. estaba ocasionando, especialmente a los hijos de los que
habían adquirido la nacionalidad española.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 23 2, 23 y 92 a 95 de la Ley del Registro Civil; 12 y 342 del Reglamento
del Registro Civil, y las Resoluciones de 23 de noviembre y de 3 de diciembre de 1992; de 27 de
febrero, de 2 y de 18 de marzo, de 15 y de 30 de abril, de 5 de mayo, de 3 y de 14 de junio, de 12
de julio y 6ª de 18 de septiembre de 1993.
II. Se ha intentado por este expediente rectificar en la inscripción de nacimiento de la hija la
nacionalidad que se ha hecho constar respecto de los padres, que ha sido la colombiana. La hija
nace en noviembre de 2004 y los padres tenían concedida la nacionalidad española por residen-
cia por resolución de esta Dirección General de 3 de junio de 2004 y prestado el juramento o
promesa exigido por el artículo 23 del Código civil con fecha de 23 de septiembre de 2004, es
decir, todo ello antes de que el nacimiento tuviese lugar. Sin embargo, en este momento del naci-
miento se hallaba pendiente de inscripción en el Registro Civil C. la nacionalidad española de
los padres. El Juez Encargado ha estimado que no existe el error denunciado, puesto que la
nacionalidad que consta en la inscripción, la colombiana, es la que los padres ostentaban y siguen
ostentando al no haber renunciado a ella (cfr. art. 23.b) Cc, último párrafo), pero teniendo en
cuenta el hecho de la concesión ya producida de la nacionalidad española a los padres, acuerda
extender en el acta de nacimiento de su hija asiento marginal para hacer constar que aquellos
también ostentaban la nacionalidad española en la fecha del nacimiento de la hija. Es este acuerdo
el que constituye el objeto del recurso que interpone el Ministerio Fiscal, porque entiende que la
inscripción es un requisito imprescindible para la adquisición de la nacionalidad española por
residencia, conforme al artículo 330 del Código civil y, en tanto aquella no se practique, dicha
adquisición no produce efecto legal alguno.
III. Esta posición interpretativa del Ministerio Fiscal debe ser mantenida, ya que el auto ape-
lado olvida que la concesión de la nacionalidad española a favor de los padres de la menor no
produce efecto legal alguno mientras no se inscriba en el Registro civil español y esta inscrip-
ción, por los motivos que sean, no se ha extendido aún en el Registro Civil competente. No hay
duda, y así resulta de la posición unánime de la doctrina en este punto, de que la inscripción en el
Registro Civil es un requisito inexcusable para la adquisición de la nacionalidad española por
residencia, conforme resulta especialmente de lo dispuesto en el artículo 330 del Código civil,
que configura claramente tal inscripción como constitutiva del fenómeno adquisitivo, al dispo-
ner que «No tendrán efecto alguno legal las naturalizaciones mientras no aparezcan inscritas en
el Registro, cualquiera que sea la prueba con que se acrediten y la fecha en que en que hubiesen
sido concedidas». Este precepto, que reproduce el tenor literal del artículo 96 de la Ley del
Registro Civil de 1870 y responde al mandato contenido en la base 9.ª de la Ley de Bases del
Código civil de 1888, supone elevar la inscripción registral a la categoría de requisito «sine qua
non» de la nueva situación jurídica derivada del cambio de estado civil que supone la adquisi-
ción de la nacionalidad española. Esta misma conclusión se alcanza, ratificando la argumenta-
ción anterior, de la previsión contenida en el artículo 23 del Código civil, que subordina «la
validez de la adquisición de la nacionalidad española» por residencia, entre otros, al requisito de
su inscripción en el Registro Civil español.
IV. En consecuencia, mientras esta inscripción no se practique, extremo que no se ha acredi-
tado en estas actuaciones, los padres no han llegado a adquirir válida y eficazmente la nacionali-
dad española, razón por la cual no puede estimarse correcta la extensión de un asiento marginal
en la inscripción de nacimiento de la hija para consignar entre los datos de identificación de sus
padres que los mismos ostentan la nacionalidad española, la cual no puede entenderse adquirida
a la fecha del nacimiento de la hija por faltarle uno de sus elementos constitutivos. Cuestión dis-
tinta es la relativa a la posibilidad de entender que la eficacia de la inscripción, una vez exten-
dida, se retrotraiga a la fecha del acta de juramento o promesa, por ser éste el momento en el que
el adquirente ha agotado la actividad fundamental a él exigida, como ha sostenido parte de nues-
tra doctrina científica y también algunos antecedentes de la doctrina oficial de este Centro Direc-
tivo (retroactividad que este mismo Centro ha negado que pueda operar in peius, esto es, con
efectos perjudiciales o limitativos de los derechos del interesado: cfr. Resolución DGRN 2ª de 14
de junio de 2005), criterio basado en la aplicación analógica del artículo 64-III de la Ley del
Registro Civil a los supuestos de adquisición de la nacionalidad española por residencia, cues-
tión de mayor dificultad interpretativa sobre la que no es preciso pronunciarse ahora, ya que en el
presente supuesto falta el presupuesto objetivo de la inscripción, por lo que ninguna eficacia
cabe reconocerle ni constitutiva ni retroactiva.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, esti-
mar el recurso y revocar el auto apelado.
Fuente: BOE, núm. 128, 30-V-2006, pp. 20338-20339.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil de L. el 25 de julio de 2005, don A., abo-
gado en representación de don F.S. y doña C., promovió expediente de rectificación de error en
la inscripción de nacimiento de la hija de los promotores P.S.-M., nacida el 1 de octubre de 1991
en las P., en el sentido de que se había consignado como nacionalidad del padre venezolana, y
como primer apellido S.-M., en lugar de nacionalidad española y primer apellido S. Se adjuntaba
la siguiente documentación: Poder de representación, certificado de nacimiento de la interesada,
e inscripción de nacimiento del promotor, don F.S., practicada en el Registro Civil Central el 4 de
noviembre de 1991, en la que consta como nacionalidad del padre, española.
2. Ratificados los promotores, el Ministerio Fiscal informó que procedía que se accediese a
la subsanación de los errores.
3. El Encargado del Registro Civil dictó auto con fecha 13 de septiembre de 2005 dispo-
niendo que accedía a la subsanación del error padecido en la inscripción de nacimiento de la
interesada en el sentido de que quedaba modificado el primer apellido de la inscrita y de su padre
por S.
4. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y a los promotores, éstos interpusieron
recurso ante la Dirección General de los Registros y del Notariado, solicitando la rectificación
del error en la nacionalidad del padre, ya que sobre el mismo no se decía nada en el auto.
5. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal que se opuso al mismo,
remitiéndose a su anterior informe. El Juez Encargado remitió las actuaciones a la Dirección
General de los Registros y del Notariado para la resolución del recurso.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 20 y 330 del Código Civil; 2 y 92 a 95 de la Ley del Registro Civil; 12 y
342 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones, entre otras, de 2ª de 19 de noviembre
de 2001, 1ª de 7 de septiembre de 2002, 2ª de 2 de septiembre de 2003 y 1ª de 23 de febrero y 3ª de
27 de septiembre de 2004.
II. Se ha intentado por los promotores de este expediente rectificar el apellido y la nacionali-
dad del padre en la inscripción de nacimiento de su hija, menor de edad. El Juez Encargado
acordó la rectificación del apellido, pero no hizo pronunciamiento sobre la petición de rectifica-
ción de la nacionalidad, siendo esta circunstancia la que motiva el recurso.
III. La nacionalidad del padre, nacido en Venezuela en 1956, es un dato que puede determi-
nar la del hijo, y teniendo en cuenta que en la inscripción de nacimiento de éste, la nacionalidad
constituye una mención de identidad (cfr. art. 12 R.R.C.), si se demuestra que ha sido consignada
erróneamente, cabe su rectificación por expediente gubernativo con apoyo en el artículo 93-1.º
de la Ley.
IV. En el presente caso se ha de considerar acreditada la existencia del error que se denuncia,
habida cuenta de que el promotor y recurrente, padre de la nacida de cuya inscripción de naci-
miento aquí se debate, nació en Venezuela en 1953 como hija de padre español, sin que de lo prac-
ticado en las actuaciones seguidas quepa dar por acreditada la concurrencia de causa alguna de
pérdida de su nacionalidad española originaria, y sin que a esta conclusión estimatoria estorbe el
hecho de que la inscripción de nacimiento, fuera de plazo, del padre en el Registro Civil Central,
fuese practicada en fecha posterior al nacimiento de la hija, toda vez que por ser originaria la nacio-
nalidad española que adquirió iure sanguinis la inscripción de la misma, insita en la misma inscrip-
ción principal de nacimiento, carece de carácter constitutivo (cfr. art. 330 C. civil y 64 L.R.C).
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, esti-
mar el recurso y revocar el auto recurrido.
Fuente: BOE, núm. 63, 14-III-2007, p. 10888.
HECHOS
1. Por escrito presentado en el Registro Civil Central con fecha 18 de julio de 2003, don
Jesús Adolfo, con nacionalidad venezolana, nacido el 25 de diciembre de 1968 en Caracas
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17, 20 y 22 del Código Civil en su redacción originaria; arts. 17 y 23 del
Código Civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954; arts. 15, 16, 23 y 67 de la Ley del
Registro Civil; arts. 66, 68, 85 y 232 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones 2ª de
12 y 3ª de 23 de febrero, de 23 de abril, 9ª de 12 de septiembre y 2ª de 5 de diciembre de 2001 y 5ª
de 21 de enero, 5 de mayo y 3ª de 6 de noviembre de 2003 y 1ª de 20 de marzo y 1ª de 25 de junio
de 2004.
II. Se ha pretendido por estas actuaciones inscribir en el Registro Civil Central como español
al nacido en Venezuela en 1968, alegando ser hijo de madre originariamente española y nacida
en España, en virtud del previo ejercicio de la opción prevista por el artículo 20 núm. 1, b) del
Código Civil, en su redacción dada por Ley 36/2002, de 8 de octubre, conforme al cual tienen
derecho a optar por la nacionalidad española “aquellos cuyo padre o madre hubiere sido origina-
riamente español y nacido en España”.
III. Esta pretensión ha sido desestimada por el Juez Encargado del Registro Civil por enten-
der que, si bien la madre del interesado, nacida en Tetuán en 1927, probablemente nació espa-
ñola, sin embargo no nació en España sino en el extranjero, por lo que falta uno de los dos requi-
sitos exigidos por el precepto trascrito. Frente a tal desestimación se alza en su recurso la intere-
sada refutando la afirmación del auto recurrido relativa al nacimiento en el extranjero de su
madre, ya que entiende que en la fecha de este nacimiento Tetuán era territorio español, dado el
carácter de territorio colonial del Protectorado de Marruecos, que se encontraba bajo la autori-
dad y soberanía de España (Vid. Tratado de Madrid de 27 de noviembre de 1912 entre Francia y
España y Real Decreto de 27 de febrero de 1913).
IV. Ciertamente el Tribunal Supremo en su Sentencia de 7 de noviembre de 1999 (Sala de lo
Contencioso-Administrativo) ha elaborado una doctrina jurídica sobre el concepto de “territorio
español” a propósito de la interpretación y correcta inteligencia del apartado a) del n.° 2 del artí-
culo 22 del Código Civil, que permite la reducción del plazo legal de residencia necesaria para
adquirir la nacionalidad española a un solo año respecto del que “haya nacido en territorio espa-
ñol”. El debate jurídico se centraba en la correcta interpretación de la expresión “territorio espa-
ñol” utilizada por tal precepto que se presentaba como concepto que comprende y abarca el
antiguo territorio colonial del Sahara español. La cuestión fue dilucidada en la citada Sentencia
precisando con gran rigor los conceptos de “territorio español” y “territorio nacional”, llegando
a la conclusión de que sólo éste se circunscribe al territorio metropolitano, en tanto que aquél
admite dos acepciones, una amplia y otra restringida, de forma que en su acepción amplia (la
restringida se confunde con el concepto de territorio nacional) incluye todos aquellos espacios
físicos que estuvieron bajo la autoridad del Estado español y sometidos a sus Leyes, ya sean
colonias, posesiones o protectorados. La consecuencia que el Tribunal Supremo alcanza de ello
es que el Sahara español, lo mismo que Ifni y Guinea Ecuatorial, “era pese a su denominación
provincial un territorio español es decir, sometido a la autoridad del Estado español pero no un
territorio nacional”. En base a tal diferencia, y al hecho de que el artículo 22 n.° 2ª) del Código
Civil habla no “del que haya nacido en territorio nacional”, sino “del que haya nacido en territo-
rio español”, entiende que el nacido en los antiguos territorios del Sahara español durante el
período de dominación española del mismo cumple tal requisito, por lo que puede acceder a la
nacionalidad española mediante residencia legal abreviada de un año.
La misma conclusión cabe alcanzar en el caso ahora planteado ya que concurre identidad de
razón, sin que a ello estorbe el hecho de que el precepto aquí aplicado hable de ”España” y no de
“territorio español”, ya que habida cuenta de la finalidad de la Ley 36/2002, de 8 de octubre,
encaminada a facilitar la adquisición de la nacionalidad española a las estirpes de españoles que,
ellos o sus descendientes, perdieron su nacionalidad por razón de emigración, entre los que
figura el abuelo de la recurrente que se desplazó a los territorios del antiguo Protectorado espa-
ñol en Marruecos en calidad de funcionario metropolitano, aquel término de “España” se debe
interpretar con la perspectiva histórica e intergeneracional que su finalidad le impone, por refe-
rencia al tiempo del nacimiento de la persona a que el precepto se refiere.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, esti-
mar el recurso y ordenar la inscripción del nacimiento de la recurrente y la marginal de adquisi-
ción de la nacionalidad española por opción, previo el cumplimiento de los restantes requisitos
legales necesarios para tal adquisición.
Fuente: BIMJ, núm. 1975, 2004, pp. 3605-3607. La misma línea interpretativa se puede ver
en la citada Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 7 de noviembre de 1999.
HECHOS
1. Por escrito recibido en el Consulado General de España en Tetuán el 22 de marzo de 1999
D. Abdeluahed Mohamed Alí vecino de dicha localidad, solicitaba la anotación de la declaración
con valor de simple presunción de la nacionalidad española en su inscripción de nacimiento
acaecido el 15 de marzo de 1959 en Ceuta, por ser hijo de padres nacidos y domiciliados en el
momento de su nacimiento en España. Adjuntaba los siguientes documentos: respecto de él:
certificación literal de nacimiento, certificado administrativo de concordancia de nombres según
el cual Abdelouahed Mohamed AIfera la misma persona que Abdelouahed Moufrajy certificado
de vecindad; respecto de su padre: certificación literal de nacimiento; y respecto de una her-
mana: certificación literal de nacimiento con anotación marginal de nacionalidad española con
valor de simple presunción.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17 del Código civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954;
68 y 96 de la Ley del Registro Civil; 335, 338 y 340 del Reglamento del Registro Civil y la Reso-
lución 1ª de 26 de junio de 2002.
II. El interesado, nacido en Ceuta en 1959, ha intentado por este expediente que se declare su
nacionalidad española de origen, alegando que sus padres nacieron también en Ceuta.
III. No hay duda de que beneficia al interesado el artículo 17.3.º del Código civil, en su
redacción de 1954 vigente cuando nació, que establecía que eran españoles los nacidos en España
de padres extranjeros, si éstos hubieren nacido en España y en ella estuvieran domiciliados al
tiempo de nacimiento. El nacimiento y el domicilio de los padres en España esta justificado en
las actuaciones y así lo ha considerado también el Cónsul Encargado en su informe.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1º. Estimar el recurso y revocar el auto apelado.
2º. Declarar con valor de simple presunción que don Abdeluahed Mohamed Alí es español
de origen; la declaración se anotará al margen de la inscripción de nacimiento.
Fuente: BIMJ, núm. 1934, 2003, pp. 335-336.
HECHOS
1. Mediante comparecencia en el Registro Civil de C. el 17 de noviembre de 2003, Dña. F.,
de nacionalidad marroquí y domiciliada en C., solicitó la declaración de la nacionalidad espa-
ñola, con valor de simple presunción, de su hijo M., nacido en C. el 6 de abril de 2003, ya que su
país no les atribuye la nacionalidad marroquí a los hijos de marroquí nacidos fuera de dicho país.
Aportaba como documentos probatorios de la pretensión: volante de empadronamiento e ins-
cripción de nacimiento del menor interesado, en la que consta como padre Don A., de nacionali-
dad marroquí, figurando ambos padres solteros; certificado del Viceconsulado del R. en V., de
que el menor no figura inscrito en el Registro de nacimientos de ese Viceconsulado, y de que es
considerado marroquí por filiación todo niño nacido de padre marroquí, nacido de un matrimo-
nio legal según los ritos islámicos, y de madre marroquí y padre desconocido; tarjeta de residen-
cia, y volante de empadronamiento de la promotora.
2. Ratificada la promotora, manifestó que el padre del niño se encuentra en prisión, por lo
cual no puede firmar la solicitud ni ratificarse. El Ministerio Fiscal informó que se oponía a la
solicitud, ya que según el conocimiento adquirido de la legislación marroquí, los hijos de padre
marroquí así como los hijos de madre marroquí y padre desconocida tienen la nacionalidad
marroquí. El Juez Encargado del Registro Civil dictó auto con fecha 10 de enero de 2004, dene-
gando la solicitud de declaración de la nacionalidad de la menor, ya que según resolución de la
Dirección general de los Registros y del Notariado de 27 de marzo de 2001, cuando el padre es
marroquí, corresponde al hijo la misma nacionalidad.
3. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y a la promotora, ésta, representada por
letrado, interpuso recurso ante la Dirección General de los Registros y del Notariado, solicitando
que se declarase la nacionalidad española con valor de simple presunción del menor, alegando
que la resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 16 de enero de
2002 establece que es necesario para la atribución de la nacionalidad marroquí por filiación
paterna no matrimonial, que la determinación de la filiación sea válida para el ordenamiento
marroquí, careciendo la determinación de la filiación paterna de acuerdo con las leyes españolas
de eficacia en M.
5. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal, que interesó la confir-
mación de la resolución recurrida conforme a su anterior dictamen. El Juez Encargado del Regis-
tro Civil remitió el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 12 y 17 del Código civil; 96 de la Ley del Registro Civil; 335 y 338 del
Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones de 1ª de 10 de septiembre de 1994, de 7 de
diciembre de 1995, de 24 de enero de 1996, 3ª de 18 de enero, de 30 de abril y de 9 de septiembre
de 1997 y 2ª de 11 de mayo y 27 de octubre de 1998, 1ª de 1 y 5ª de 15 de febrero de 1999, 2ª de 11
de febrero, 1ª de 24 de abril, 4ª de 31 de mayo, 1ª de 12, 1ª de 15 y 2ª de 22 de septiembre, 3ª de 17
y de 28 de octubre, 1ª de 18 y de 27 de diciembre de 2000 y 2ª de 27 de marzo y 1ª de 5 y 11 de
abril y 1ª de 5 de mayo de 2001, 4ª de 5 de febrero de 2002, 2ª de 10 de mayo y 2ª de 23 de octubre
de 2003, 1ª y 4ª de 26 de enero de 2004 y 3ª de 26 de enero y 7ª de 31 de octubre de 2005.
II. Se pretende por este expediente que se declare con valor de simple presunción (cfr. art.
96.2 LRC) que tiene la nacionalidad española de origen un niño nacido en E. en 2003, inscrito en
el Registro Civil español como hijo no matrimonial de padres marroquíes.
III. Esta pretensión se basa en la forma de atribución iure soli de la nacionalidad española
establecida en el artículo 17.1.c) del Código civil para los nacidos en E. de padres extranjeros, si
la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad.
IV. Es necesario, pues, determinar el contenido y alcance de la legislación marroquí en orden
a la atribución de esta nacionalidad a los nacidos en el extranjero de padres marroquíes (cfr. art.
12 n.º 6 Cc), lo que presupone la siempre compleja tarea previa de valorar la prueba del Derecho
extranjero aplicable y de interpretar sus mandatos. Es esta complejidad, que explica alguno de
los matices y variaciones que la doctrina de este Centro Directivo ha experimentado en la mate-
ria, junto con la conveniencia de reexaminar el tema a la luz de las modificaciones introducidas
en el Código de Familia de M. (Mudawana) en virtud del Dahir n.º1.04.22, de 3 de febrero de
2004, que promulga la Ley n.º 70.03, y que entró en vigor el 5 de febrero de 2004, dada la tras-
cendencia que para el régimen de transmisión de la nacionalidad marroquí por vía de ius sangui-
nis presenta la cuestión previa de la determinación de la filiación paterna del hijo, lo que acon-
seja su revisión sistemática y general.
V. Este Centro Directivo había mantenido hasta su Resolución de 27 de octubre de 1998 que
el artículo 17.1.c) del Código civil no era aplicable a los hijos de padre marroquí, porque por
aplicación de la ley marroquí, los hijos de padre marroquí ostentaban de iure la nacionalidad
marroquí por nacimiento, siendo indiferente el dato del carácter matrimonial o no de tal filiación
a la hora de valorar la adquisición, o falta de adquisición, de la nacionalidad española iure soli.
Esta doctrina estaba basada en el conocimiento entonces adquirido de la legislación marroquí en
la materia, y en concreto en el artículo 6 del Dahir n.º250-58-1 de 6 de septiembre de 1958, rela-
tivo al Código de nacionalidad marroquí, el cual establece que tiene la nacionalidad marroquí de
origen por filiación: «1.º el niño nacido de un padre marroquí; y 2.º el niño nacido de una madre
marroquí y de un padre desconocido», y ello sin exigencias adicionales relativas al lugar de naci-
miento y, por tanto, también en el caso de que el mismo tenga lugar en el extranjero. Tampoco
un matrimonio civil celebrado en E. entre un marroquí musulmán y una cristiana». Pero nueva-
mente esta conclusión es matizada respecto de los casos en que el matrimonio civil se haya cele-
brado entre dos marroquíes en E., al admitir la falta de eficacia del mismo para M. (cfr. Resolu-
ción 8ª de 16 de septiembre de 2002).
Alineándose con la citada Resolución 4.ª de 5 de febrero de 2002, y extendiendo sus conclu-
siones al ámbito de la filiación paterna no matrimonial, la más reciente 1ª de 26 de enero de
2004, niega la condición de español iure soli al nacido en E. hijo no matrimonial de padre marro-
quí y madre ecuatoriana. Esta misma doctrina debe ser ahora confirmada para el caso presente
relativo a una niña nacida en E. hija no matrimonial de padre marroquí y de madre colombiana,
doctrina que se reafirma a la vista de las modificaciones que ha introducido en el Código de
Familia marroquí (Mudawana) en materia de filiación el Dahir n.º 1.04.22, de 3 de febrero de
2004, que promulga la Ley n.º 70.03, norma que necesariamente se ha de tomar en cuenta por
razón de lo dispuesto por el artículo 9 n.º 1 y 4 del Código civil que remiten la regulación de la
determinación y contenido de la filiación al estatuto personal del hijo.
Ahora bien, dado que, a su vez, al tratar de aplicar el artículo 17.1.c del Código civil se parte
de una situación de potencial intervención subsidiaria de la nacionalidad española a fin de evitar
la, en su defecto, apatridia del menor, surge una situación paradójica caracterizada por un efecto
de «doble espejo» entre los artículos 17.1.c y 9 n.º 1 y 4 del Código civil, en la que la nacionali-
dad y la filiación del menor son respectivamente cuestiones previas la una respecto de la otra, sin
que ninguna de la dos se pueda definir sin determinar antes la otra: el hijo es nacional marroquí si
se establece su filiación respecto de un padre marroquí, pero para determinar esta filiación ha de
hacerse aplicación del estatuto personal del hijo que, a su vez, se determina por la nacionalidad
del mismo, nacionalidad que no puede afirmarse sin el prius de la filiación.
VIII. En una primera aproximación al tema, desde la perspectiva del Derecho Internacional
Privado, se observa que el artículo 9 n.º 4 del Código civil adolece de una laguna legal por refe-
rirse sólo al carácter y contenido de la filiación pero no a su «determinación». Para subvenir a tal
laguna, descartada la tesis de la «lex fori» por falta de soporte legal, la mayoría de la doctrina
científica y la oficial de este Centro Directivo ha abogado por una aplicación analógica del pro-
pio artículo 9 n.º 4 citado (cfr. Resoluciones de 29 de abril de 1992 y 18 de septiembre de 1993,
entre otras), tesis a la que más recientemente se ha sumado el Tribunal Supremo en su sentencia
de 22 de marzo de 2000, lo cual supone acudir a la ley nacional del hijo, sometiendo a la misma
los títulos de determinación y acreditación de la filiación, la regulación de los medios de prueba
y de las acciones de impugnación y reclamación de la filiación.
IX. Cierto es que estando en cuestión la determinación sobre el efecto de transmisión de la
nacionalidad en función del carácter matrimonial o no matrimonial de la filiación, en atención a
las diferencias sustantivas entre ambos tipos que al respecto se desprenden de la legislación
marroquí (conforme al art. 148 de la Mudawana la filiación ilegítima no produce ninguno de los
efectos de la filiación legítima respecto al padre), y a la vista del principio de igualdad jurídica y
proscripción de toda discriminación por razón de filiación que establecen los artículos 14 y 39 de
nuestra Constitución, principios desarrollados legalmente en nuestro Ordenamiento desde la
Ley 11/1981, de 13 de mayo, el reenvío que el artículo 9 n.º 4 del Código hace a aquella legisla-
ción puede ser excepcionado aplicando el filtro constitucional a través de la cláusula del orden
público internacional español, en línea con la Sentencia del Tribunal Constitucional 141/2000,
de 29 de mayo, en la que se afirma que «el estatuto jurídico del menor es, sin duda, una norma de
orden público, de inexcusable observancia para todos los poderes públicos» (Fundamento jurí-
dico 5.º). El mismo Tribunal Constitucional ha hecho aplicación práctica de esta idea para recha-
zar la intervención de la ley extranjera que prohíbe las acciones de filiación del hijo, aplicando
en su lugar sustitutivamente la Ley española, activando así la previsión del artículo 12 n.º 3 del
Código civil (vid. Sentencia 7/1994, de 17 de enero). Igualmente actúa en tal dirección la exis-
tencia de normas materiales imperativas en el Derecho español que limitan el alcance de las
normas de conflicto antes vistas, como es el caso de la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de
Protección Jurídica del Menor, cuyo artículo 1 declara aplicable la Ley a todo menor de diecio-
cho años que se encuentre en E., sean estos nacionales o extranjeros.
La Ley española como Ley del foro es también la que resulta aplicable si se parte de la idea
de que, por ser la filiación una cuestión previa y condicionante de la de la nacionalidad del
menor, la cuestión del establecimiento del vínculo filial se ha de resolver partiendo como pre-
misa previa del carácter indeterminado de la nacionalidad del hijo, lo que supone aplicar como
punto de conexión la residencia habitual de éste (cfr. arts. 9 n.º 4 y n.º 10 Cc), lo cual remite en el
presente caso, como se ha dicho, a la ley española, que es la más estrechamente vinculada al
supuesto de hecho (ley del foro, ley del nacimiento y de la residencia habitual de padres e hijo).
Finalmente en este complejo proceso interpretativo, abundando en la solución apuntada, se ha de
ponderar de forma decisiva el principio del favor filiationis, que igualmente aconseja aplicar la
ley que reconoce el vínculo de filiación como vínculo jurídico resultante del hecho biológico de
la procreación (ley española), descartando la ley que niega tal vínculo (ley marroquí).
X. Las conclusiones anteriores no quedarían desvirtuadas incluso si se considerase que la
anterior aproximación metodológica al tema puede no ser la correcta cuando de lo que se trata es
de examinar la cuestión de la determinación de la filiación como cuestión previa a la aplicación
del artículo 17.1.c) del Código civil, pues si el resultado de la exclusión de la legislación extran-
jera fuera la de admitir el nexo filial a los efectos del Derecho español, arrastrando con ello la
consecuencia, lógica desde la perspectiva de nuestro Ordenamiento, de la afirmación de la nacio-
nalidad marroquí del hijo, el resultado final sería el del incumplimiento de la finalidad de aquel
precepto, esta es, la evitación de la apatridia, si paralelamente la misma conclusión sobre la
nacionalidad del menor no fuese alcanzada, como obviamente no lo será por partir de la premisa
de su inaplicación, por la legislación marroquí. Con ello se daría precisamente la situación de
apatridia que se trataba de evitar. Desde esta perspectiva, para lograr la finalidad a que propende
la norma se impondría admitir la excepción de la excepción, esto es, la inaplicación al caso de la
cláusula del orden público, razón por la que procede el análisis del tema de la filiación del menor
desde la exclusiva perspectiva del Derecho marroquí.
Pues bien, resulta incuestionable que el Derecho marroquí asume el criterio de la transmi-
sión de la nacionalidad iure sanguinis como regla preferente (vid. artículo 6 del Dahir n.º250-
58-1 de 6 de septiembre de 1958), si bien ello lo hace asumiendo el principio básico propio del
Derecho de familia islámico de que el parentesco se transmite por línea masculina, razón por la
cual la transmisión de la nacionalidad por vía materna se condiciona a que el padre sea descono-
cido. La legitimidad de la filiación presupone, en consecuencia, la prueba de la consanguinidad
del padre respecto del hijo.
La filiación se presume iuris tantum por la Ley cuando el hijo nace durante el matrimonio o
en un determinado periodo de tiempo posterior a su disolución compatible con la presunción de
que la concepción fue matrimonial (cfr. arts. 152 a 154 de la Mudawana). Esto viene a coincidir
con el contenido de la información proporcionada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y
Cooperación del R. en nota verbal del año 1994, que vincula la prueba de la paternidad a la exis-
tencia de un matrimonio válido conforme a la legislación marroquí.
Pero tal afirmación, aislada de su contexto jurídico, supone a fecha actual incurrir en una
suerte de «sinécdoque jurídica», tomando la parte por el todo, pues son medios legales para la
determinación de la filiación paterna no sólo la presunción legal que se deriva del matrimonio,
sino también el reconocimiento y la cohabitación (cfr. art. 152 de la Mudawana reformada), pro-
duciendo ésta los mismos efectos de prueba que el matrimonio, y ostentando el hijo reconocido
los mismos derechos y deberes que los hijos matrimoniales (cfr. arts. 157 de la Mudawana refor-
mada). Esta nueva situación legal obliga a extender la solución dada al caso de la filiación paterna
matrimonial a los casos de matrimonios civiles contraídos en el extranjero (matrimonio que en
España presupone la cohabitación: art. 68 Cc), y a los supuestos de filiación no matrimonial
cuando quede acreditado el reconocimiento, válido para M., o la cohabitación. Hay que subra-
yar, en cuanto a los matrimonios contraídos por ciudadanos marroquíes fuera de M., que el nuevo
Código de Familia marroquí admite su celebración en la forma local propia del país de la resi-
dencia habitual de aquellos, admitiendo, pues, el Derecho marroquí en la actualidad en esta
materia la regla locus regit actum, sin perjuicio de la obligación de depositar una copia del acta
matrimonial en el Consulado de M. correspondiente al lugar de celebración (cfr. arts. 14 y 15).
Además, el artículo 157 del nuevo Código admite el establecimiento de la filiación también en
los casos de matrimonios viciados o impugnables o incluso en el supuestos de las denominadas
«relaciones por error» (vid. art. 152 n.º 3).
XI. En cuanto a estos efectos probatorios de la filiación no matrimonial, no puede obviarse el
hecho de que la propia inscripción del nacimiento en el Registro Civil español constituye prueba
de la filiación (cfr. arts. 113 Cc, y 2 y 41 LRC), de especial importancia cuando la inscripción ha
sido promovida y practicada dentro del plazo legal (cfr. arts. 120 n.º1 y 124 Cc), siempre que no
se aprecie imposibilidad biológica para la paternidad y que no se haya otra distinta acreditada
(cfr. art. 113 in fine Cc), y siempre que no existan motivos para dudar de la autenticidad de la
declaración en base a la cual se ha practicado la inscripción del nacimiento. La invocación en
este punto de los citados preceptos del Ordenamiento español se hacen no en calidad de regula-
dores del fondo del reconocimiento (al no haber cuestión en este caso sobre la necesidad de
consentimientos complementarios o de otros posibles obstáculos legales), aspecto en el que hay
algunos antecedentes en la jurisprudencia registral no pacíficos desde el punto de vista de su
aceptación por parte de la doctrina científica, sino en tanto que relativos a la «forma» del recono-
cimiento, y por tanto amparados en su pertinencia in casu por las reglas del artículo 11 del Código
civil (cfr. Resolución de 25 de marzo de 1985). Finalmente ha de destacarse en esta materia la
asunción del principio del favor filiationis por el Derecho marroquí, que sienta la presunción de
que «la filiación es legítima respecto del padre y de la madre salvo prueba en contrario» (vid. art.
143). Admitida, pues, la existencia de un vínculo filial entre el padre marroquí y su hijo, éste
adquiere de iure por filiación desde su nacimiento la nacionalidad marroquí de su padre.
XII. Consiguientemente, como la finalidad del artículo 17.1.c) del Código civil es evitar
situaciones de apatridia originaria, que aquí no se producen, no es posible declarar que el nacido
ostenta la nacionalidad española, al estar basada la pretensión y el posterior recurso en un certifi-
cado consular que en modo alguno puede servir para fundamentarla ya que tan sólo recoge par-
cialmente la legislación marroquí sobre atribución de nacionalidad.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el auto apelado.
Fuente: BOE, num. 101, 28-IV-2006, pp. 16693-16695.
HECHOS
1. Don J. y doña N., ambos de nacionalidad costarricense, mayores de edad y con domicilio
en T., presentaron escrito en el Registro Civil de T. para, al amparo de lo dispuesto en los artícu-
los 96.2 de la Ley del Registro Civil, en relación con el artículo 107.1.C del Código Civil, solici-
tar la incoación de expediente registral para obtener la declaración, con valor de simple presun-
ción de la nacionalidad española de origen para su hija E., nacida en T. el 30 de septiembre de
2004, ya que la legislación correspondiente a la nacionalidad de los padres, no atribuye al nacido
dicha nacionalidad. Como fundamento a su solicitud aportan los siguientes documentos: Solici-
tud firmada por ambos padres, certificado literal original de nacimiento de la menor, certificados
municipales de empadronamiento de los padres en T., certificado expedido por el Consulado de
C. en Madrid haciendo constar que la menor no se encuentra inscrita como costarricense ante ese
Consulado y haciendo constar, asimismo, que de conformidad con el inciso segundo del artículo
13 de la Constitución Política de Costa Rica dicha menor no es costarricense hasta una vez que
sea inscrita ante el Registro Civil de C. y que la menor no se encuentra inscrita como costarri-
cense en ningún Registro de las personas de C. Certificados expedidos por el Consulado General
de C. en Madrid haciendo constar que los padres de la menor constan inscritos en dicho Consu-
lado y fotocopias de las hojas de datos de los pasaportes en vigor de los padres de la menor.
2. Ratificados los interesados, el Ministerio Fiscal informó que no procedía acceder a lo soli-
citado, al no estar acreditado que la menor no sea costarricense por el hecho de no estar regis-
trada en el Consulado y ser éste un requisito formal para el reconocimiento de una nacionalidad
ya atribuida ex lege y que puede hacerse efectiva en cualquier momento. El Sr. Juez Encargado
del Registro Civil de T. dictó Acuerdo en fecha 7 de febrero de 2005 disponiendo no proceder
declarar con valor de simple presunción la nacionalidad española de origen de la menor intere-
sada, al no concurrir los requisitos legalmente establecidos al efecto.
3. Notificado el Acuerdo al Ministerio Fiscal y a los promotores, el padre de la menor inter-
puso recurso contra el Acuerdo con fecha de entrada 10 de junio de 2005 solicitando la naciona-
lidad española para su hija al no estar ésta definida todavía.
4. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal que se remitió a su ante-
rior informe. El 6 de febrero de 2006 el Sr. Juez Encargado del Registro Civil de T. informa el en
sentido favorable a la pretensión solicitada en el Recurso presentado, considerando que debe ser
declarada la nacionalidad española con valor de simple presunción de la inscrita y ordena que se
eleve a la Dirección General de los Registros y del Notariado para que dicte la resolución que
proceda.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 12 y 17 del Código Civil; 96 de la Ley del registro Civil; 335, 338 y 340
del Reglamento del Registro Civil; 7 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Dere-
chos del Niño de 20 de noviembre de 1989; y las Resoluciones, entre otras, de 3ª de 19 de marzo,
2ª de 7 y 3ª de 19 de abril, 1ª de 17, 3ª de 28 de mayo, 1ª de 23 de julio, 3ª de 2, 4ª de 7, 2ª y 3ª de
16 y 1ª de 23 de diciembre de 2004; 1ª de 7, 2ª de 9 y 2ª de 18 de febrero, 2ª de 2, 1ª de 11 y 2ª de
22 de marzo de 2005.
II. Plantea el recurso la cuestión de si tiene la nacionalidad española de origen una niña
nacida en España el 30 de septiembre de 2004, hija de padres costarricenses, nacidos en Costa
HECHOS
1. Por escrito presentado en el Registro Civil de F., el 10 de febrero de 2004, Don E., con
representante legal, solicitaba la nacionalidad española de origen, manifestando que nació en B.,
el 5 de septiembre de 1972, siendo sus progenitores de nacionalidad boliviana, que desde su
nacimiento hasta el año 1986 residió en B., que no fue inscrito en el Registro Consular de Bolivia
y que en el año 1986 regresó a Bolivia y allí adquirió la nacionalidad boliviana automáticamente
por residir en dicho país y ser hijo de bolivianos. Acompaña los siguientes documentos: Poder
para pleitos, certificación de nacimiento, certificado escolar, certificado de empadronamiento,
fotocopia del Libro de Familia, certificados consulares y fotocopia del pasaporte boliviano.
2. Ratificado el promotor, el Ministerio Fiscal estima que no procede la aprobación del expe-
diente, por no haber nacido los padres del interesado en España. La Juez Encargada del Registro
Civil de F., dictó auto con fecha 19 de julio de 2004, denegando la nacionalidad española con
valor de simple presunción, alegaba como razonamientos jurídicos que el interesado era español
de origen en la fecha de su nacimiento, que posee actualmente la nacionalidad boliviana por lo
que no es procedente declarar un hecho que está previsto cuando se producen situaciones de
apatridia originaria y que no subsisten en la actualidad.
3. Notificado el Ministerio Fiscal y el interesado, éste interpuso recurso ante la Dirección
General de los Registros y del Notariado, alegando que en el momento de su nacimiento no
adquirió la nacionalidad boliviana «ius sanguinis», que no fue inscrito en el Registro Consular
de Bolivia, que el art. 17.3. del Código Civil española dice que son españoles de origen los naci-
dos en España de padres extranjeros si la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una
nacionalidad y que durante los años 1972 a 1986 no podía ostentar otra nacionalidad que la espa-
ñola.
4. Notificado el recurso al Ministerio Fiscal, se ratifica en su anterior informe. La Juez Encar-
gada del Registro Civil deniega la presunción de la nacionalidad española y remite el expediente
a la Dirección General de los Registros y del Notariado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 12 y 17 del Código Civil; 96 de la Ley del Registro Civil; 335, 338 y
340 del Reglamento del Registro Civil; 7 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los
Derechos del Niño, de 20 de Noviembre de 1989; y las Resoluciones, entre otras, 1ª de 10 de
febrero de 1999; y 2ª de 7 y 3ª de 19 de abril, 1ª de 17, 3ª de 28 de mayo y 2ª de 7 de junio y 1ª de
23 de julio de 2004.
II. Se plantea en el expediente la cuestión de si tiene la nacionalidad española de origen una
persona nacida en España el 15 de septiembre de 1972, hijo de padres bolivianos nacidos en
Bolivia. La petición se funda en la atribución «iure soli» de la nacionalidad española establecida
a favor de los nacidos en España de padres extranjeros cuando la legislación de ninguno de ellos
atribuye al nacido una nacionalidad (cfr. art. 17.1.c) del Código Civil).
III. Es doctrina de esta Dirección General (de acuerdo con el conocimiento adquirido de la
legislación boliviana) que los hijos de bolivianos nacidos en el extranjero no adquieren automá-
ticamente por el solo hecho del nacimiento la nacionalidad de Bolivia, la cual solo puede adqui-
rirse por un acto posterior. Se da, por lo tanto, una situación de apatridia originaria en la cual la
atribución de la nacionalidad española iure soli se impone. No ha de importar que el nacido
pueda adquirir más tarde iure sanguinis la nacionalidad de sus progenitores, porque este solo
hecho no puede llevar consigo la pérdida de nacionalidad atribuida ex lege en el momento del
nacimiento. En el presente caso, no consta que el interesado fuese inscrito en el Registro Consu-
lar de Bolivia y su residencia en este país se produjo a partir de 1986, pues hasta entonces la tuvo
en España.
IV. La cuestión que se suscita en el recurso se refiere a la norma que ha de aplicarse a este
supuesto, en que el nacimiento del interesado tiene lugar en 1972. El artículo 17 entonces vigente
(redacción dada por la Ley de 15 de julio de 1954), consideraba españoles, en lo que aquí inte-
resa, a los nacidos en España de padres extranjeros, si estos hubieran nacido en España y en ella
estuvieran domiciliados al tiempo del nacimiento. Con arreglo a esta norma el interesado no
tuvo «iure soli» la condición de español, porque sus padres no habían nacido en España. Poste-
riormente, la Ley 51/1982, de 13 de julio, introdujo un nuevo criterio de atribución de la nacio-
nalidad española, estableciendo que eran españoles de origen «los nacidos en España de padres
extranjeros, si ambos carecieren de nacionalidad o si la legislación de ninguno de ellos atribuye
al hijo una nacionalidad». Una aplicación retroactiva de este precepto llevaría, como se ha indi-
cado en el fundamento anterior, a una declaración de nacionalidad española a favor del intere-
sado por razón de apatridia. La doctrina de esta Dirección General se inclina por este criterio en
cuanto a nacimientos acaecidos antes de la entrada en vigor de la Ley de 13 de julio de 1982. A
partir de la Resolución de 7 de diciembre de 1988, viene declarando que la retroactividad tácita
de la norma se deduce de su finalidad de evitar situaciones de apatridia: el principio del favor
nationalitatis basta para fundamentar este resultado, sin necesidad de acudir a la aplicación de lo
previsto en la disposición transitoria 1.ª de las originales del Código Civil, lo que llevaría, ade-
más, a idéntica conclusión, al tratarse de un derecho declarado por primera vez en la nueva legis-
lación.
Ahora bien, si conforme a la citada doctrina de este Centro Directivo la repetida forma de
atribución «iure soli» de la nacionalidad española pudo beneficiar, en su caso, a los nacidos en
España que, cuando entró en vigor la ley de 1982, carecían de nacionalidad, por el contrario, y de
acuerdo con la excepción igualmente formulada por esta Dirección General, resulta a todas luces
excesivo forzar esa eficacia retroactiva en casos como el actual en los que, en el momento de
entrar en vigor la ley 51/1981, de 13 de julio, el nacido en España ya tenía iure sanguinis la
nacionalidad de sus progenitores, en este caso la boliviana.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el auto apelado.
Fuente: BOE, núm. 107, 4-V-2007, p. 19180.
HECHOS
1. Por la Direcció General d`Atenció a la Infancia i l`Adolescencia se promovió expediente
para la inscripción fuera de plazo del nacimiento de un varón llamado B., el cual por su aparien-
cia física aparente la edad aproximada de 8 años, según reconocimiento efectuado por el Médico
Forense del Registro Civil de B., nacido en Italia de familia procedente de B., de madre llamada
M., nacida en B, aproximadamente en el año 1957 y de padre llamado O., nacido en B., aproxi-
madamente en el año 1954.
2. Visto lo solicitado y la documentación aportada, el Juez Encargado del Registro Civil de
B. dictó auto con fecha 12 de enero de 2004 denegando la inscripción de nacimiento solicitada
por no quedar acreditado que dicha persona naciera en la ciudad de B.
3. Notificada la resolución al promotor, éste presentó recurso ante la Dirección General de
los Registros y del Notariado alegando que los supuestos padres del menor, O. y M., domicilia-
dos según dicen en R., no acreditan su identidad ni su paternidad, por eso, hay que presumirlo
nacido en territorio español, teniendo en cuenta que el primer lugar conocido de estancia es B.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 95 de la Ley del Registro Civil; 169, 191, 213 y 311 a 316 del Regla-
mento del Registro Civil; la Circular de 29 de octubre de 1980; la Instrucción de 7 de octubre de
1988, y las Resoluciones 2ª de 14 de enero, 3ª de 10 de mayo y 2ª de 22 de noviembre de 2002 y 4ª
de 10 de junio de 2005.
II. Se discute en este expediente de inscripción fuera de plazo de un nacimiento si éste ha
acaecido en España, y si resulta o no procedente la aplicación in casu del artículo 17 n.º 1, d) del
Código civil que considera españoles de origen a «los nacidos en España cuya filiación no resulte
determinada. A estos efectos, se presumen nacidos en territorio español los menores de edad
cuyo primer lugar conocido de estancia sea territorio español». El Encargado del Registro Civil
ha denegado la inscripción sobre el fundamento de que de la prueba obrante en el expediente no
se infiere que el menor haya nacido en la ciudad de B.
III. En el presente caso resultan relevantes los siguientes hechos: a) el 19 de febrero de 2003
la policía pone a disposición de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia,
dependiente del Departamento de Bienestar y Familia de la Generalitat de Cataluña, a un menor
indocumentado conocido como B., de ocho años de edad aproximadamente, que se encontraba
en el momento de ser recogido en las calles de B. junto con un varón igualmente indocumentado
en situación de mendicidad y marginalidad, que dijo ser el padre del menor y llamarse O., sin
acreditar en forma alguna un extremo u otro; b) por resolución de 2 de abril de 2003 la citada
Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia declaró al menor en situación de
desamparo y dispuso su ingreso en un Centro público de acogida, quedando suspendidos los
padres del menor, en caso de que acrediten su condición, en el ejercicio de sus potestades y asu-
miendo dicho organismo público las funciones tutelares respecto de la menor; c) el 26 de mayo
de 2003 el equipo técnico del Centro de acogida elabora un informe pluridisciplinar sobre la
situación del menor de la que se desprende, entre otros extremos, que los supuestos padres del
niño, O. y M., domiciliados según dicen en R., procedentes de B. y, al parecer, de nacionalidad
rumana, no acreditan su identidad ni su filiación paterna y materna respecto del menor; d) los
supuestos padres afirman que éste nació en R., si bien oficiado el Registro Civil de esta ciudad
por la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia, a efectos de verificar tal
extremo, la indagación resulta negativa; e) en resolución de 22 de julio de 2003 la reiterada
Dirección General adopta la medida protectora del acogimiento en familia ajena.
IV. En tal situación, se insta por el citado organismo público, en ejercicio de las funciones
tutelares que le corresponden, conforme a las Leyes 37/1991, de 30 de diciembre, de Protección
de Menores y 9/1998, de 15 de julio, del Código de Familia de Cataluña, la inscripción de naci-
miento fuera de plazo del menor en aplicación de la previsión legal contenida en el artículo 17
núm. 1, d) del Código civil, antes trascrito, por no constar la filiación determinada y ser el primer
lugar conocido de estancia de la menor la ciudad de B.
V. En este tipo de expedientes la prueba del lugar del alumbramiento está muy facilitada,
pues basta a estos efectos «la información de dos personas a quienes les conste de ciencia propia
o por notoriedad» (art. 313.II RRC.). Ahora bien, esta amplitud, explicable por la dificultad inhe-
rente a la justificación de los hechos con el transcurso del tiempo, no ha de impedir la investiga-
ción de oficio que el Encargado juzgue oportuno realizar y para la que está facultado con arreglo
a los artículos 312 y 316 del Reglamento del Registro Civil. Tal investigación, como vienen repi-
tiendo las últimas Resoluciones del Centro Directivo en la materia, cobra, además, una especial
importancia cuando llegue a sospecharse que la inscripción en el Registro municipal español se
intenta como paso previo para la adquisición indebida de la nacionalidad española, bien directa-
mente, bien por el plazo abreviado de un año de residencia en España (cfr. arts. 17 y 22 Cc).
VI. En este caso particular no puede, como señala el Encargado del Registro Civil en su auto
y el Ministerio Fiscal en su Informe, obtenerse una conclusión favorable de las pruebas practica-
das, apreciadas en su conjunto, sobre el nacimiento efectivo en B. del menor. Pero basar la solu-
ción del caso sobre la apreciación exclusiva de la falta de prueba suficiente del elemento fáctico
del nacimiento del menor en el citado municipio español constituye un enfoque parcial de la
cuestión planteada y conduce a un resultado que, por no ajustado a Derecho, no puede ser confir-
mado.
VII. En efecto, el hecho de que falte la prueba directa del nacimiento en España del menor no
excluye per se ni la admisibilidad de la inscripción fuera de plazo del nacimiento impetrada, ni el
reconocimiento, conexo al anterior hecho, de la nacionalidad española del nacido por la vía del
artículo 17 núm. 1, d) del Código civil que, como se ha visto, proporciona una prueba legal, por
vía de presunción, sin necesidad de entrar ahora a valorar si basada o no en una ficción legal o en
la verosimilitud del hecho presumido, del nacimiento en España de los menores en quienes con-
curra la siguiente doble circunstancia: a) que su filiación «no resulte determinada» y b) que su
«primer lugar conocido de estancia sea territorio español». Sobre este segundo extremo no cabe
controversia a la vista de los hechos antes narrados, sin que la manifestación no acreditada de los
padres, cuya condición de tal tampoco se acredita, sobre el supuesto nacimiento del menor en R.
pueda desvirtuar tal conclusión, ya que a falta de otras pruebas, el primer lugar «conocido» de
estancia del menor es B.
VIII. En cuanto a la indeterminación de la filiación del menor tampoco cabe mucho margen
para la duda. Cierto es que, como aclaró, la Exposición de Motivos de la Ley 18/1990, de 17 de
diciembre, sobre reforma del Código civil en materia de nacionalidad, la modificación entonces
introducida a la redacción el apartado d) del n.º 1 del artículo 17 del citado Código trató de supe-
rar los equívocos que la expresión anterior «filiación desconocida» generaba por entenderla
equiparable a la de «filiación no inscrita», pues no ha de ser español el hijo de padres extranjeros
y que siga la nacionalidad de estos por la sola circunstancia de que la filiación, aunque probada
legalmente, no figure inscrita en el Registro. Pero es que, aún reconduciendo el precepto a sus
propios límites, no deja de quedar bien al descubierto en el presente caso que concurre el presu-
puesto legal estricto de no constar acreditada ni determinada en forma alguna la discutida filia-
ción del menor. Repasando el elenco de medios de acreditación o determinación legal (prescín-
dase ahora de la imprecisión del lenguaje legal en este punto) de la filiación que se contiene en el
artículo 113 del Código civil, que debe actuar como norma de referencia para integrar en lo
menester el propio artículo 17 núm. 1, d) objeto de interpretación, observamos que la filiación no
consta acreditada ni por inscripción en Registro Civil alguno, ni por documento o sentencia judi-
cial, ni por presunción de paternidad matrimonial (no sólo por no constar el matrimonio, sino por
faltar también la previa determinación de la filiación materna), ni, en fin, por la vía estrictamente
supletoria de la posesión de estado. Y ello no sólo porque haya amplio consenso doctrinal en
entender que la posesión de estado es título de legitimación y no de determinación, que presu-
pone un principio de prueba de la previa determinación en defecto de la cual se hace preciso
accionar en reclamación de filiación (bien en vía judicial, bien en vía registral conforme al art. 49
LRC), en cuyos procedimientos la posesión de estado actuará como prueba pero no como título
directo de atribución, sino también porque dado que un requisito sine qua non de la posesión de
HECHOS
1. Por escrito-formulario presentado en el Registro Civil Central el 1 de julio de 1999 doña
Saida Benyahia B. K., nacida en Tetúan (Marruecos), el día 1 octubre 1980, marroquí, solicitaba
la inscripción de nacimiento y opción a la nacionalidad española por estar bajo la tutela de don
Hassan El I. E. y doña Fátima B. Ch., ambos de nacionalidad española concedida por residencia
con fecha 8 diciembre 1996. Adjuntaba al escrito: certificación literal de nacimiento y matrimo-
nio de los tutores, certificación de nacimiento de la interesada expedida por la autoridad marro-
quí, certificado de empadronamiento y documento notarial por el cual don Muhammad B. L. B.
Y. y doña Fattouma B. A. B. M. A. Q. entregan a su hija Saida B. M. B. Y. al matrimonio consti-
tuido por don Alhassan B. A. H. A. y doña Fátima B. L. B. Y. para que sean sus tutores.
2. El Juez-Encargado dicto acuerdo con fecha 19 septiembre 1999 denegando lo solicitado,
argumentando que la opción por tutela del artículo 19 CC fue suprimida por la Ley 18/1990, de
17 diciembre y la patria potestad que mencionaba dicho artículo y hoy el artículo 20 del vigente
CC, son instituciones que han de ser calificadas con arreglo a la ley española (cfr. art. 12.1 CC).
Tratándose, en efecto, de un derecho a adquirir la nacionalidad española los presupuestos de
hecho para el ejercicio de este derecho han de ser, sin duda, los previstos por la legislación espa-
ñola. No toda relación que para un Derecho extranjero sea conceptuada como tutela o como
patria potestad ha de bastar para que sea posible la opción a la nacionalidad española, sino sola-
mente aquellas relaciones que se correspondan con las situaciones que desencadenan en España
las indicadas instituciones de protección. Ya que la documentación que aporta la interesada no es
suficiente, pues es un acta levantada el 17 de agosto de 1993 por virtud de la cual don Muham-
mad B. L. B. Y. y doña Fattouma B. A. B. M. A. Q. entregan a su hija doña Saida B. M. B. Y. al
matrimonio constituido por doña Fátima B. L. B. Y. y don Alhassan B. A. H. A. I. (los cuales
adquirieron la nacionalidad española por residencia en 1997) «para que sean tutores en todo
cuanto necesite para su vida, educación, enseñanza, manutención, vestimenta y todo cuanto haga
falta para ella, siendo del mismo modo responsables de ella en su residencia y en su viajar, tanto
dentro de Marruecos como fuera de él, a cambio de nada, más que el favor de Allah».
3. Notificado el acuerdo al Ministerio Fiscal y a la interesada, ésta no estando de acuerdo con
la resolución presentó recurso ante la Dirección General de los Registros y del Notariado.
4. En la tramitación del recurso el Ministerio Fiscal interesó la confirmación del acuerdo
recurrido, ya que no es de aplicación lo establecido en el art. 20 CC, al no quedar acreditado que la
promotora esté o haya estado en algún momento sujeta a la patria potestad de un español. El Juez-
Encargado interesó la confirmación de la resolución recurrida por sus propios fundamentos.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 12, 20, 108, 154, 169, 170 y 222 del Código Civil; 15, 16 y 46 de la Ley
del Registro Civil y NDL 25893); 66 y 68 del Reglamento del Registro Civil; la Instrucción de
16 de mayo de 1983 y la resolución de 20 de julio de 1996.
II. Se ha intentado por estas actuaciones la opción a la nacionalidad española de una marro-
quí e hija de marroquíes, nacida en Marruecos en 1980. La opción se quiere fundamentar en que
la «tutela» de la optante fue confiada, durante la minoría de edad de ésta, por los padres por natu-
raleza a un matrimonio marroquí que ha adquirido en 1997 la nacionalidad española.
III. La opción por razón de tutela, que introdujo la Ley 51/1982, de 13 de julio, ha sido supri-
mida por la redacción actual del artículo 20 del Código Civil que circunscribe el derecho de
opción a quienes estén o hayan estado sujetos a la patria potestad de un español. Por lo tanto la
relación de patria potestad de la que se deriva el derecho de opción ha de ser calificada con arre-
glo a la ley española (cfr. artículo 12.1 Cc), de modo que, tratándose de un derecho a adquirir la
nacionalidad española, los presupuestos de hecho para el ejercicio de este derecho han de ser, sin
duda, los previstos por la ley española. No toda relación que para un Derecho extranjero sea con-
ceptuada como patria potestad ha de bastar para que sea posible la opción a la nacionalidad
española, sino solamente aquellas relaciones que se correspondan con las situaciones que desen-
cadenan en España esa institución de protección.
IV. La patria potestad surge en Derecho español como consecuencia de una filiación por
naturaleza o adoptiva (cfr. arts. 108 y 154 Cc). No puede admitirse, pues, el derecho de opción
cuando no hay relación de filiación entre la optante y los cónyuges españoles, sino sólo una dele-
gación de la patria potestad a favor de éstos.
V. Por lo demás, tratándose de un nacimiento acaecido fuera de España que no afecta real-
mente, según la ley española, al estado civil de ningún español, tal nacimiento no puede ser ins-
crito en nuestro Registro Civil (cfr. arts. 15 LRC y 66 RRC).
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el acuerdo apelado.
Fuente: BIMJ, núm. 1870, 2000, pp. 2003-2005.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17, 23, 120 y 123 del Código civil; 15, 16, 23, 27 y 46 de la Ley del
Registro Civil; 66, 68, 85 y 226 a 229 del Reglamento del Registro Civil, y la Resolución de 12
2.ª de julio de 1999.
II. Como no se ha entablado recurso contra la denegación de la pretensión de don José–
Simón A.O., únicamente puede ser examinada ahora la cuestión sobre la procedencia de la ins-
cripción y determinación de la filiación no matrimonial respecto de la recurrente Jackeline–
Angono A.B.
III. La interesada ha sido reconocida por su padre español en escritura pública (cfr. arts.
120.1.º Cc), habiendo prestado su consentimiento como mayor de edad al reconocimiento
paterno (cfr. art. 123 Cc). Este reconocimiento cumple los requisitos precisos para su eficacia y
es, por ende, inscribible, sin que pueda influir en su validez las sospechas del auto sobre la falta
de veracidad biológica del reconocimiento, pues éste es un extremo que escapa a la calificación
del Encargado al inscribir un reconocimiento notarial en escritura pública (cfr. art. 27 LRC). Por
lo tanto, la filiación respecto de un español ha quedado determinada legalmente una vez cumpli-
dos los dieciocho años de edad por la reconocida, de forma que surge a favor de ésta la opción a
la nacionalidad española del autor del reconocimiento, que en efecto ha formalizado en el plazo
de dos años a partir de la determinación de la filiación (cfr. art. 17.2 Cc).
IV. Hay que concluir, pues, que el reconocimiento y la adquisición de la nacionalidad espa-
ñola son hechos inscribibles en el Registro Central. Como estos hechos dan lugar a una inscrip-
ción marginal (cfr. art. 46 LRC), de no existir por el momento título inscribible de nacimiento de
la interesada (cfr. arts. 23 LRC y 85 RRC), habrá que extender la anotación soporte de inscrip-
ciones marginales conforme a lo previsto en el artículo 154.1.º del Reglamento.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1. Estimar el recurso.
HECHOS
1. Con fecha 14 de abril de 2003, Don C.-T. M. N., nacido el 19 de agosto de 1965 en Cara-
cas, de nacionalidad venezolana, solicito en el Registro Civil Consular de Caracas, la inscripción
de su nacimiento por opción a la nacionalidad española, en base a que su padre era español de
origen y había nacido en España. Se acompañaba la siguiente documentación: declaración de
datos para la inscripción, acta de opción por la nacionalidad española, acta de nacimiento del
promotor, en la que consta que fue reconocido por su padre J. M. V. ante notario público el 13 de
abril de 2004, cédula de identidad y pasaporte venezolano del interesado, cédula de identidad,
DNI, pasaporte español, e inscripción de nacimiento de J. M. V., nacido el 17 de marzo de 1926
en Vespella (Tarragona), en la que consta recuperación de la nacionalidad española en 1996,
Gaceta Oficial de la República de Venezuela de 23 de noviembre de 1954, en la que se publica la
adquisición de la nacionalidad venezolana correspondiente a Don J. M. V., acta de nacimiento y
cédula de identidad de la madre del promotor. Con fecha 18 de agosto de 2003 se practicó la ins-
cripción de nacimiento con inscripción marginal de opción a la nacionalidad española en virtud
del artículo 20.1 b) del Código Civil.
2. Habiéndose incoado de oficio expediente para la cancelación de la nota marginal de
opción a la nacionalidad española inserta en la inscripción de nacimiento del interesado, el
Ministerio Fiscal informó que lo especificado el artículo 17.2 del Código Civil supone la posibi-
lidad de optar por la nacionalidad española de origen para aquellos quienes su filiación o el
nacimiento en España se determine con posterioridad a los dieciocho años de edad. Para aque-
llos que su filiación se ha determinado con posterioridad a los dieciocho años y no hayan optado
en el plazo previsto, nada optaba para que pudieran optar por la nacionalidad española no origi-
naria conforme a lo previsto en el artículo 20.1 b) del Código Civil, por lo que no procedía la
anulación pretendida. Con fecha 3 de diciembre de 2003 el Encargado del Registro Civil Consu-
lar dictó resolución de cancelación, por improcedencia, de la inscripción marginal de opción a la
nacionalidad española del interesado, por no sujetarse su solicitud a los requisitos exigidos en el
artículo 17.2 del Código Civil, ya que fue reconocido después de que hubiera cumplido los 18
años, y tuvo derecho a optar en el plazo de dos años desde la determinación de la nueva filiación,
plazo que expiró el 13 de abril de 2002.
3. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y al interesado, éste interpuso recurso ante la
Dirección General de los Registros y del Notariado, solicitando que se restableciese la inscrip-
ción marginal de opción a la nacionalidad española, en base a que su opción era por el artículo
20.1 b) del Código Civil, que establece que tenían derecho a optar a la nacionalidad española
aquellos cuyo padre o madre hubieses sido originariamente español y nacido en España, estable-
ciendo en el apartado 1. b) del mismo artículo que el ejercicio del derecho de opción en este caso
no estará sujeto a límite alguno de edad.
4. De la tramitación del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal que solicitó la revocación
de la resolución dictada, considerando que el interesado tiene derecho a la opción por la naciona-
lidad española por ser hijo de padre originariamente español nacido en España, conforme a lo
previsto en el artículo 20.1 b) del Código Civil, según su redacción dada por la Ley 36/2002. El
Encargado del Registro consular remitió el expediente a la Dirección General de los Registros y
del Notariado, informando que los hijos reconocidos por un progenitor después de alcanzar la
mayoría de edad tienen un plazo reducido (dos años) para optar por la nacionalidad española,
transcurrido el cual pierden el derecho, de conformidad con el artículo 20.1 c) del Código Civil.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17, 20 y 22 del Código civil en su redacción actual; 15, 16, 23 y 67 de la
Ley del Registro Civil; 66, 68, 85 y 232 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones 2ª
de 12 y 3ª de 23 de febrero, 23 de abril, 9ª de 12 de septiembre y 2ª de 5 de diciembre de 2001 y 5ª
de 21 de enero, 1ª de 21 de febrero, 2ª de 15 de octubre y 2ª de 12 de diciembre de 2003 y 2ª de
20, 2ª de 23 de marzo y 2ª de 1 de abril de 2004.
II. Se ha pretendido por estas actuaciones la inscripción en el Registro Civil Consular como
español de un varón nacido en Venezuela en 1965, cuyo padre que había sido originariamente
español y había nacido en España en 1926, lo reconoce como hijo en 2000, siendo éste mayor de
dieciocho años. La opción del interesado propició la inscripción de su nacimiento y la marginal
de nacionalidad española por opción, pero ésta fue anulada por resolución del Encargado del
propio Registro Consular de 3 de diciembre de 2003, constituyendo esta resolución el objeto del
presente recurso.
III. Por aplicación del artículo 17-2 del Código civil, la determinación de la filiación res-
pecto de un español, cuando se produce siendo el reconocido mayor de dieciocho años, no es
causa automática, para éste, de adquisición de la nacionalidad española, al cual solo le queda la
posibilidad de optar a dicha nacionalidad española de origen en el plazo de dos años a contar
desde la determinación de la filiación. En este caso la opción a la nacionalidad se insta el 14 de
abril de 2003 y había sido reconocido el 13 de abril de 2000, por lo que la declaración de opción
se formuló fuera del plazo de caducidad establecido al efecto, de modo que el nacido no puede
ser, por esta vía, considerado español. Así lo entendió el Registro Consular al cancelar la inscrip-
ción marginal de nacionalidad que se había practicado inicialmente.
IV. Ahora bien, no cabe desconocer la reforma operada en el Código civil por la Ley 36/2002,
de 8 de octubre, que ha dado nueva redacción al artículo 20 del citado cuerpo legal, reconociendo
en su apartado 1 el derecho de optar por la nacionalidad española a «b) Aquellos cuyo padre o
madre hubiera sido originariamente español y nacido en España». El supuesto de hecho objeto
del presente expediente resulta subsumible en la citada norma, toda vez que concurre en el inte-
resado el doble requisito de ser hijo de padre originariamente español y nacido en España, según
se ha acreditado mediante la certificación de nacimiento del padre aportada al expediente.
V. Queda tan sólo despejar las posibles dudas sobre la aplicabilidad temporal de la nueva
norma al presente caso. La reforma citada del Código civil entró en vigor el 9 de enero de 2003,
de acuerdo con la Disposición final única de la Ley 36/2002, siendo así que el derecho de opción
que incorpora en su artículo 20 n.º 1,b) se introduce «ex novo», por referencia a la situación
legislativa inmediatamente anterior, lo que supone que, aplicando analógicamente la Disposi-
ción transitoria primera del Código civil en su redacción originaria, tal derecho «tendrá efecto
desde luego», aunque el hecho que lo origine se verificara bajo la legislación anterior.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria estimar
el recurso y revocar la resolución recurrida.
Fuente: BOE, núm. 144, 17-VI-2005, p. 20950.
HECHOS
1. Mediante comparecencia en el Registro Civil de Telde el 4 de agosto de 2004, don
E.Á.M.H., de nacionalidad española, solicitó autorización a fin de formular la correspondiente
declaración de opción a la nacionalidad española de su hija M.Á.M.G., nacida el 9 de julio de
2001 en Matanzas (Cuba). Se acompañaba la siguiente documentación: certificación de naci-
miento y declaración de datos para la inscripción, correspondiente a la menor, certificado de
nacimiento, de empadronamiento, DNI, y certificado de matrimonio, correspondiente al promo-
tor; y pasaporte de la madre de la interesada.
2. Ratificado el promotor, el Ministerio Fiscal informó que no se había justificado, aunque
fuese mínimamente, el interés del menor en la opción por la nacionalidad española, tal como
exigía el art. 20.2.a) del Código Civil, por lo que se oponía a lo solicitado. La Juez Encargada del
Registro Civil dictó auto con fecha 27 de octubre de 2004, autorizando al promotor a formular
para la menor la declaración de opción a la nacionalidad española y vecindad común.
3. Notificada la resolución al promotor y al Ministerio Fiscal, éste interpuso recurso ante la
Dirección General de los Registros y del Notariado, solicitando se devolviera el expediente al
Registro Civil, a fin de que se realizase una actividad justificativa del interés del menor, y fuese
oída la madre sobre el presente expediente.
4. De la tramitación del recurso se dio traslado al promotor, el cual formuló oposición al
recurso, alegando que la madre de la interesada y esposa del promotor, no ha comparecido en el
expediente, ya que se encuentra en Cuba a la espera de la trascripción de su matrimonio en el
Registro Civil Central, y que la notoria dificultad política y económica que está viviendo Cuba,
basta para justificar el interés de que el menor opte por la nacionalidad española. Dado que el art.
23.b), del Código civil permite la doble nacionalidad española en nada perjudica la situación
anterior de la menor, donde sólo tiene reconocida la nacionalidad cubana. El Encargado del
Registro civil remitió el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los arts. 1, 15, 16, 23, 24 y 26 de la Ley del Registro Civil; 341 a 354 y 358 del
Reglamento del Registro Civil y las Resoluciones, entre otras, 2ª de 15 de julio y 1ª de 14 de
octubre de 2000; 4ª de 15 de junio de 2001; 1ª de 8 de junio de 2002; 1ª de 27 de enero, 4ª de 8 de
marzo, 1ª de 19 de abril y 1ª de 17 de diciembre de 2003 y 4ª de 9 de febrero de 2004.
II. El interesado, español de origen, compareció en el Registro Civil de Telde el 4 de agosto
de 2004 solicitando autorización para optar a la nacionalidad española a favor de su hija, nacida
en Cuba en 2001, autorización que fue concedida por el Juez Encargado y recurrida por el Minis-
terio Fiscal por no haberse acreditado el interés de la menor ni haber intervenido en solicitud la
madre como cotitular de la patria potestad. Contra dicho recurso presentó el promotor escrito de
oposición.
III. La interpretación del art. 20 del Código civil, aunque emplee en singular la expresión
“representante legal”, no ofrece dudas de que cuando un menor de catorce años intenta adquirir
la nacionalidad española por opción por razón de patria potestad, la pertinente autorización del
Encargado del Registro Civil del domicilio ha de ser solicitada por ambos progenitores, titulares
de la patria potestad, pues ambos son representantes legales del menor de catorce años. Como en
el caso presente la madre, por las razones que sean, no ha solicitado la autorización para optar, es
evidente que la autorización no puede concederse. A mayor abundamiento, y aun cuando deba
suponerse que los padres actúan siempre en interés y beneficio de sus hijos, es lo cierto como se
indica en el recurso, que no consta que en su momento se hiciera manifestación alguna para acre-
ditar el interés de la menor en la adquisición de la nacionalidad española.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria que
procede estimar el recurso y revocar el auto apelado.
Fuente: BIMJ, núm. 2008, 2006, pp. 1089-1090.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil de M. con fecha 21 de abril de 2005,
Doña F., de nacionalidad española, solicitaba la autorización previa prevista en el artículo 20-2-
a) del Código civil, a fin de efectuar posterior declaración de opción a la nacionalidad española,
en su condición de representante legal del menor adoptado B., nacido el 17 de junio de 1995 en
M. Acompañaba la siguiente documentación: certificado de empadronamiento; copia en extracto
del acta de nacimiento, tarjeta de residencia y certificado de nacionalidad del menor; certificado
administrativo de kafala «adopción, constituida en el año 1999, en el que se indica que la promo-
tora atiene a su cargo al menor interesado; y certificado de nacimiento de la promotora, en el que
consta la adquisición de la nacionalidad española por residencia, inscrita el 22 de diciembre de
2004.
2. El Ministerio Fiscal informó que, de acuerdo con la legislación marroquí, la Kafala no
establece ningún vínculo de filiación entre los interesados, y en consecuencia no se correspondía
con la institución de la adopción reconocida por el derecho español, por lo que se oponía a la
autorización solicitada. La Encargada del Registro Civil dictó auto con fecha 25 de mayo de
2005, denegando la autorización solicitada para el ejercicio del derecho de opción de la naciona-
lidad española, ya que las adopciones constituidas en Marruecos no tiene los mismos efectos que
la adopción española, por lo que, a la vista de los casos resueltos por la Dirección General de los
registros y del Notariado, se podía concluir que en aquellos casos en los que la adopción formali-
zada en el extranjero no se correspondía con la española en cuanto a su plenitud de efectos, debía
constituirse la adopción «ex novo» en España, por Juez español competente, con aplicación de la
ley española.
3. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y a la promotora, ésta interpuso recurso ante
la Dirección General de los Registros y del Notariado, alegando que su hijo adoptado no tiene
padre ni madre, según el certificado de nacimiento, y se encuentra en situación de desamparo,
por lo que está adoptado por ella.
4. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal quien interesó la deses-
timación del mismo. La Encargada del Registro Civil remitió el expediente a la Dirección Gene-
ral de los Registros y del Notariado para su resolución, informando que procedía confirmar en su
integridad.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 9, 10, 12, 19, 20, 108, 154 y 172 y siguientes del Código civil; 1, 15, 27,
38, 46 y 81 de la Ley del Registro civil; 66, 68, 145 y 154 del Reglamento del Registro civil, y las
Resoluciones de 14 de mayo de 1992, 18 de octubre de 1993, 2ª de 13 de octubre de 1995, 1 de
febrero de 1996 y 5ª de 27 de febrero de 2006.
II. En el presente caso, una ciudadana marroquí que adquirió la nacionalidad española por
residencia en 2004 solicita autorización judicial para optar por la nacionalidad española respecto
de un menor de edad sobre el que se constituyó a su favor una adopción ante autoridades marro-
quíes (kafala) en 1997, opción que pretende ejercer al amparo del n.º 1 del artículo 20 del Código
civil, conforme al cual «tienen derecho a optar por la nacionalidad española las personas que
estén o hayan estado sujetas a la patria potestad de un español».
III. En el Derecho español las relaciones de patria potestad son las que tienen lugar entre
padres e hijos, de modo que presuponen que la filiación por naturaleza o adoptiva esté determi-
nada legalmente. Por esto, cuando la ley española concede, en determinadas condiciones, el
derecho a optar por la nacionalidad española a quienes estén o hayan estado sujetos a la patria
potestad de un español (cfr. art. 20 Cc), esta institución ha de ser calificada con arreglo a la ley
española (cfr. art. 12.1 Cc). La sola circunstancia de que un matrimonio se haya hecho cargo de
la educación y custodia de un menor de edad no es, pues, suficiente para que este menor pueda
optar a la nacionalidad española de uno de los cónyuges porque no existe la base legal -la patria
potestad-que justifica la opción.
IV. Por lo demás, aunque la entrega de la menor al matrimonio sea conceptuada como una
adopción por la legislación marroquí, lo cierto es que, como han señalado las Resoluciones cita-
das en los vistos de acuerdo con las informaciones obtenidas sobre esa legislación, la «adop-
ción» constituida ante funcionarios o autoridades marroquíes no guarda ningún punto de con-
tacto con la adopción reconocida en el Derecho español: no supone vínculo de filiación ni de
parentesco entre los interesados; no implica alteración en el estado civil de éstos y sólo alcanza a
establecer una obligación personal por la que el «adoptante» o «adoptantes» se hacen cargo del
«adoptado» y han de atender a sus necesidades y manutención. Es claro, pues, que esta figura no
puede considerarse incluida en la lista de actos inscribibles que detalla el artículo 1.º de la Ley
del Registro civil, so pena de producir graves equívocos sobre el alcance y efectos de la figura.
V. Alcanzada la anterior conclusión, la desestimación del recurso que de la misma se deriva
no se alteraría si, como ha sostenido parte de nuestra doctrina internacionalista, calificada la
situación creada en Marruecos como acogimiento, la norma de conflicto aplicable habría de ser
en rigor la contenida en el artículo 9 n.º 6 del Código civil, conforme a la cual «la tutela y las
demás instituciones de protección del incapaz se regularán por la ley nacional de éste», disposi-
ción que alcanza a la figura del acogimiento, y en cuyo caso se habría de acudir al Derecho
marroquí para determinar si existe o no una filiación derivada de la kafala, cuestión que resuelve
su Código de Familia o Mudawana (ley núm. 70.03) en sentido negativo, según resulta con clari-
dad de sus artículos 142 y 149 en los que se dispone que «la filiación tiene lugar por la procrea-
ción del niño por sus padres» y que la «adopción es nula y no comporta ninguno de los efectos de
la filiación legítima».
VI. En fin, el hecho de que la repetida «adopción» marroquí surta determinados efectos con-
forme a esta legislación y conforme a las normas españolas de Derecho internacional privado, no
implica en modo alguno que su eficacia haya de ser precisamente la de la adopción española. Así
se desprendía ya del artículo 12.1 del Código civil y hoy más rotundamente del inciso que con-
tiene el artículo 9.5 del propio Código, añadido por la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de Enero, a
cuyo tenor «no será reconocida en España como adopción la constituida en el extranjero por
adoptante español, si los efectos de aquélla no se corresponden con los previstos por la legisla-
ción española». Queda, eso sí, a salvo la anotación con valor simplemente informativo al amparo
de los artículos 38 de la Ley y 81, 145 y 154-3.º del Reglamento (cfr. Res. De 14 de mayo de
1992).
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el acuerdo apelado.
Fuente: BOE, núm. 128, 30-V-2006, p. 20338.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil de E. el 1 de octubre de 2002, Don K.,
nacida en T. (Marruecos) el 5 de junio de 1983, de nacionalidad marroquí, promovió expediente
para la adquisición de la nacionalidad española por opción, en base a lo dispuesto en el artículo
20.1 del Código civil, ya que su madre adquirió la nacionalidad española. Presentaba la siguiente
documentación: copia literal del acta de nacimiento, atestación de parentesco, volante de empa-
dronamiento, certificado de la Dirección General de la Policía sobre su residencia legal en
España, certificado de residencia, extracto de la ficha antropométrica, pasaporte, y tarjeta de
residencia, correspondiente al interesado; DNI y certificación de nacimiento, expedida por el
Registro Civil Central, de su madre, Doña H.; y certificado del Consulado de Marruecos, indi-
cando que la edad de la mayoría legal se fija en veinte años gregorianos cumplidos.
2. Ratificado el interesado, comparecieron dos testigos que manifestaron que les constaba
que era cierto lo manifestado por el interesado. El Ministerio Fiscal no se opuso a lo solicitado.
3. Recibida la anterior documentación al Registro Civil Central el 22 de julio de 2004, el
Magistrado Juez Encargado dictó acuerdo en fecha 17 de febrero de 2005 denegando la inscrip-
ción de nacimiento, con marginal de opción a la nacionalidad española del promotor, ya que en
este caso tenía los veintiún años cumplidos cuando entro la solicitud en ese Registro Civil Cen-
tral, siendo la mayoría de edad en Marruecos a los dieciocho años.
4. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y al promotor, éste interpuso recurso ante la
Dirección General de los Registros y del Notariado, solicitando se revocase la resolución, y se
dictase otra estimando la adquisición de la nacionalidad española, alegando que cuando presentó
su solicitud tenia diecinueve años.
5. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal quien interesó la confir-
mación, por sus propios fundamentos, del acuerdo recurrido. El Magistrado Juez Encargado del
Registro Civil Central confirma la resolución recurrida y remite el expediente a la Dirección
General de los Registros y del Notariado para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos, los artículos 20 del Código Civil; 15, 16, 46 y 64 de la Ley del Registro Civil; 66,
68 y 226 a 229 del reglamento del registro Civil y las Resoluciones 5ª de febrero, 1ª de 17 de
mayo, 4ª, 5ª y 6ª de 6 de junio, 2ª de 1 y 2ª de 3 de julio, 8ª de 10 y 28 de septiembre, 2ª de 24 de
octubre y 2ª 29 de noviembre de 2002 y 3ª de 4 de marzo y 2ª de 23 de junio de 2003, 2ª de 21 de
abril de 2004 y 2ª de 8 de julio de 2005.
II. El interesado, nacido en Marruecos el 5 de junio de 1983, ha estado sometido a la patria
potestad de persona española pues su madre adquirió la nacionalidad española por residencia en
el año 2001. En consecuencia surgió la opción a la nacionalidad española por razón de patria
potestad, a pesar de lo cual el Encargado ha denegado la solicitud de opción por entender que al
haberse formalizado la misma el 22 de julio de 2004 se ha dejado expirar el plazo de caducidad
de dos años computado a partir de la fecha en que el interesado cumplió los dieciocho años, edad
en la que ha quedado fijada la mayoría de edad por la legislación marroquí en virtud de la reforma
introducida por la Ley 63.02 de 24 de marzo de 2003.
III. La anterior denegación no puede confirmarse. Es cierto que la reforma legal citada ha
reducido de veinte a dieciocho años la mayoría de edad en el Derecho marroquí y que en el
momento en que se solicita el ejercicio de la opción a la nacionalidad española la interesada tenía
más de veinte años de edad. Pero de ello no puede extraerse la conclusión de que dicha opción se
haya ejercitado fuera de plazo. En efecto, conforme al artículo 20 n.º 2,c) del Código civil «la
opción caducará a los veinte años de edad, pero si el optante no estuviera emancipado según su
ley personal al llegar a los dieciocho años, el plazo para optar se prolongará hasta que transcu-
rran dos años desde la emancipación». Es decir, en caso de que la ley personal del interesado fije
la mayoría de edad por encima de los dieciocho años el plazo para optar se prolonga de forma
que en todo caso subsiste la opción durante un periodo de tiempo de dos años computados a par-
tir de la emancipación del optante. En este caso el interesado alcanzó la mayoría de edad bien al
cumplir los veinte años, conforme a la legislación marroquí entonces en vigor, el 5 de junio de
2003, bien en una fecha previa coincidente con la entrada en vigor de la mencionada Ley 63.02
de 24 de marzo de 2003, si es que tal vigencia se produjo antes de aquella fecha del vigésimo
cumpleaños del recurrente, siendo una u otra la fecha que marca el «die a quo» a partir del cual se
ha de computar el plazo adicional de dos años establecido por el artículo 20 n.º 2,c) del Código
civil antes trascrito, plazo que en cualquiera de las dos hipótesis contempladas no vence sino con
posterioridad al 22 de julio de 2004 en que se formalizó la opción, por lo que resulta patente que
ésta se ejercitó dentro de plazo.
El hecho de que con posterioridad a la fecha de la emancipación del interesado -o antes pero
después de cumplir los dieciocho años- se haya modificado la mayoría de edad en el Derecho
marroquí, reduciéndola a los dieciocho años, obviamente en nada altera la situación personal
anterior de quien con anterioridad a la entrada en vigor de la reforma había alcanzado su emanci-
pación al cumplir los veinte años, pues, como ha declarado en otras ocasiones este Centro Direc-
tivo, una recta interpretación de la norma citada de nuestro Código civil lleva a la clara conclu-
sión de que lo que la misma concede es un plazo de dos años desde que el interesado esté eman-
cipado según su ley personal.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, esti-
mar el recurso y revocar el auto apelado.
Fuente: BOE, núm. 107, 4-V-2007, pp. 19180-19181.
HECHOS
1. Por escrito presentado ante el Juez Encargado del Registro Civil de M., Don L. y Don S.,
nacidos en Chile, el 10 de octubre de 1970 y 11 de agosto de 1972, y con domicilio en M., mani-
festaban que optaban por la nacionalidad española al amparo del art. 20-1-b) del Código Civil,
por ser hijos de madre española de origen nacida en B. el 1 de mayo de 1951, y estar sujetos a la
patria potestad de su padre que adquirió la nacionalidad española el 1 de marzo de 1978. Acom-
pañaban los siguientes documentos: certificados de nacimiento de los promotores expedidos por
los Registros Civiles de Chile y Registro Civil Central donde consta la nacionalidad española de
los mismos, certificados de nacimiento de sus padres, fotocopias del DNI y certificados de empa-
dronamiento de los interesados.
2. Ratificados los interesados, el Ministerio Fiscal informa que se remitan las actuaciones al
Registro Civil Central. La Juez Encargada del Registro Civil de M. remite las actuaciones al
Registro Civil Central.
3. El Juez Encargado del Registro Civil Central con fecha 18 de junio de 2004, acuerda dene-
gar la inscripción de opción por la nacionalidad española, alegaba como razonamientos jurídicos
que al ser españoles los dos promotores, la opción carece de virtualidad alguna, sin que la misma
les confiera la condición de españoles de origen, al no tratarse de ninguno de los supuestos con-
templados en los artículos 17 y 19 del Código Civil, ni tampoco del establecido en la D. T. 2.ª de
la Ley 18/1990 que los propios interesados confiesan que no ejercitaron.
4. Notificados los interesados, éstos interponen recurso ante la Dirección General de los
Registros y del Notariado, manifestando que tienen derecho a la opción de acuerdo con el art.
20.1.b. del Código Civil y que el haber adquirido la nacionalidad española al haberla adquirido
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17, 20 y 22 del Código Civil en su redacción originaria; 17 y 23 del
Código Civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954; 15, 16, 23 y 67 de la Ley del
Registro Civil; 66, 68, 85 y 232 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones 2ª de 12 y
3ª de 23 de febrero, 23 de abril, 9ª de 12 de septiembre y 2ª de 5 de diciembre de 2001 y 5ª de 21
de enero, 5 de mayo y 3ª de 6 de noviembre de 2003 y 1ª de 20 de marzo de 2004.
II. Se ha pretendido por estas actuaciones inscribir en el Registro Civil Central como español
de origen a dos hermanos de doble vínculo nacidos en Chile en 1970 y 1972, respectivamente,
que adquirieron la nacionalidad española en 1978 por dependencia familiar al estar sujetos a la
patria potestad del padre que adquirió la nacionalidad española en 1978, alegando ser hijos de
madre originariamente española y nacida en España, en virtud del previo ejercicio de la opción
prevista por el artículo 20 n.º 1, b) del Código Civil, en su redacción dada por Ley 36/2002, de 8
de octubre, conforme al cual tienen derecho a optar por la nacionalidad española «aquellos cuyo
padre o madre hubiere sido originariamente español y nacido en España», dado que al haber
nacido antes de la reforma operada en el artículo 17 n.º 1 del Código Civil por la Ley 51/1982, de
13 de julio, no adquirieron en el momento de su nacimiento iure sanguinis la nacionalidad espa-
ñola, ya que conforme al texto legal entonces vigente los hijos de madre española y padre extran-
jero sólo adquirían la nacionalidad española cuando no siguieran la del padre. El objetivo del
ejercicio de la opción intentada no es el de obtener la nacionalidad española que ya ostentan, sino
la de adquirirla con el carácter de originaria.
III. La pretensión formulada, sin embargo, no puede ser estimada. En efecto, en la tradición
histórica española, nuestro Ordenamiento jurídico ha venido distinguiendo dos tipos distintos de
nacionalidad española, la nacionalidad originaria y la nacionalidad derivativa. Tal distinción
estaba asentada en la consideración de que la nacionalidad originaria, a diferencia de la deriva-
tiva o sobrevenida, se adquiría de modo automático sin intervención alguna de la voluntad del
interesado en el proceso o iter jurídico de su atribución, atribución que tenía lugar ope legis
desde el mismo momento del nacimiento o, por ser más precisos, desde que el nacido adquiere
personalidad jurídica de conformidad con lo dispuesto por el artículo 30 de nuestro Código Civil,
y sin perjuicio de la retroacción de los efectos favorables al momento de la concepción que
resulta del artículo 29 del Código Civil (vid. Resolución 1ª de 26 de diciembre de 2002).
Esta distinción hoy se mantiene en cuanto determinativa de dos modalidades o categorías de
nacionalidad, en función de su respectivo título de adquisición y generadora de ciertos efectos
jurídicos diferenciados. Así los españoles de origen, además de poder ser tutores del Rey (vid.
art. 60 n.º 1 de la Constitución), no pueden ser privados de la nacionalidad española (arts. 11 n.º
2 de la Constitución y 25 del Código Civil), disponiendo, por otra parte, de un régimen distinto
de conservación de la nacionalidad española en los supuestos de adquisición de la nacionalidad
de aquellos países especialmente vinculados con España, según resulta de lo establecido en el
artículo 11 n.º 3 de la Constitución Española y 24 del Código Civil.
IV. Sin embargo, otros rasgos tradicionales de la distinción entre nacionalidad originaria y
no originaria han desaparecido o han variado en la actualidad. En efecto, el régimen legal vigente
en España sobre la nacionalidad contempla supuestos en los que la nacionalidad española origi-
naria no se adquiere desde el nacimiento, siendo necesaria una expresa y formal declaración de
voluntad del interesado para adquirirla, sin que, en consecuencia, tal adquisición opere de modo
automático, ni desde la fecha del nacimiento. Así sucede en los casos previstos en los artículos
17 n.º 2 y 19 n.º 2 del Código Civil, esto es, en los supuestos en que la filiación respecto de un
español o el nacimiento en España se producen después de los dieciocho años y en el de los
adoptados extranjeros mayores de dieciocho años.
Que en estos casos la adquisición de la nacionalidad española se produce no con eficacia
retroactiva al momento del nacimiento, sino, aun siendo originaria, desde el momento en que se
ejercita la opción que para los mismos se concede, es algo que resulta con toda evidencia de la
confrontación entre los párrafos 1 y 2 del propio artículo 19 del Código Civil, antes citado, pues
en el primero de aquéllos se contempla el caso de la adopción por un español de extranjeros
menores de dieciocho años, en cuyo caso el adoptado adquiere la nacionalidad española de ori-
gen «desde la adopción». Si esta adquisición originaria se produce automáticamente por efecto
directo de la adopción, y aun así no se entiende producida sino desde la propia fecha en que se
haya de entender constituida la adopción, sin retroactividad alguna, a fortiori no cabrá imputar
retroactividad alguna a un título de adquisición no automática, sino subordinada a un previo
ejercicio de la facultas nacionalitatis en que consiste del derecho potestativo de opción. Si el
párrafo primero del artículo 19 especifica que la adquisición tiene lugar «desde la adopción» y
esta especificación no se explicita en el párrafo segundo es sencillamente porque el legislador ha
entendido necesaria la precisión en el primer caso, pero no en el segundo.
V. La conclusión anterior, y la innecesariedad de la indicada precisión, resultan corroboradas
por las propias exigencias de la opción como título adquisitivo de la nacionalidad española,
sometido como está a la inscripción constitutiva en el Registro Civil. En efecto, no hay duda, y
así resulta de la posición unánime de la doctrina en este punto, de que la inscripción en el Regis-
tro Civil es un requisito inexcusable para la adquisición sobrevenida o derivativa de la nacionali-
dad española (supuestos de residencia, carta de naturaleza, opción y recuperación), conforme
resulta especialmente de lo dispuesto en el artículo 330 del Código Civil, que configura clara-
mente tal inscripción como constitutiva del fenómeno adquisitivo, al disponer que «No tendrán
efecto alguno legal las naturalizaciones mientras no aparezcan inscritas en el Registro, cual-
quiera que sea la prueba con que se acrediten y la fecha en que hubiesen sido concedidas». Este
precepto, que reproduce el tenor literal del artículo 96 de la Ley del Registro Civil de 1870 y
responde al mandato contenido en la base 9.ª de la Ley de Bases del Código Civil de 1888,
supone elevar la inscripción registral a la categoría de requisito «sine qua non» de la nueva situa-
ción jurídica derivada del cambio de estado civil que produce la adquisición de la nacionalidad
española. Esta misma conclusión se alcanza, ratificando la argumentación anterior, a partir de la
previsión contenida en el artículo 23 del Código Civil, que subordina «la validez de la adquisi-
ción de la nacionalidad española» por opción, carta de naturaleza y residencia, entre otros, al
requisito de su inscripción en el Registro Civil español. En consecuencia, mientras esta inscrip-
ción no se practique, los interesados no han llegado a adquirir válida y eficazmente la nacionali-
dad española, razón por la cual ningún fundamento jurídico avala que en los supuestos a que se
refiere el artículo 20 n.º 1, b) del Código Civil, dicha adquisición se remonte en su eficacia al
momento del nacimiento del nuevo español.
VI. Por otra parte, si bien es cierto que la reforma introducida en nuestro Código Civil por la
Ley 36/2002, de 8 de octubre, innova nuestro Derecho de la nacionalidad introduciendo, entre
otras novedades, un derecho de opción -a favor de los hijos de padre o madre originariamente
español y nacido en España- distinto al previsto en el apartado a) del n.º 1 del artículo 20 del
Código Civil -respecto de las personas que estén o hayan estado sujetas a la patria potestad de un
español- en sus presupuestos de hecho, al requerir que el progenitor ostente la nacionalidad espa-
ñola originariamente, sin embargo no difiere de aquél en sus efectos al atribuir al optante una
nacionalidad no de origen, por lo que carece de objeto y causa jurídica suficiente optar por una
nacionalidad ya adquirida y en la modalidad en que se ostenta.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, confir-
mar el auto recurrido en cuanto desestima la petición de opción a la nacionalidad española con el
carácter de nacionalidad originaria.
Fuente: BOE, núm. 107, 4-V-2007, pp. 19181-19182.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Consulado General de España en S. el 12 de agosto de
2004, don R., nacido el 8 de noviembre de 1983 en N. (EE. UU.), de nacionalidad estadouni-
dense, asistido por sus padres, solicitó optar por la nacionalidad española, o recuperar la nacio-
nalidad española, sin renunciar a la ciudadanía estadounidense, en base a que fue adoptado
mediante resolución judicial de 28 de diciembre de 1984, por su padre don J., nacido en Puerto
Rico, el 25 de octubre de 1952 y su esposa, y su padre adoptivo recuperó la nacionalidad espa-
ñola el 14 de septiembre de 1998, sin renunciar a la nacionalidad estadounidense. Se acompa-
ñaba la siguiente documentación: certificado de nacimiento expedido por el Estado Libre Aso-
ciado de Puerto Rico, pasaporte estadounidense y resolución por la que se acuerda la adopción,
correspondiente al promotor; certificado de nacimiento expedido por el Estado Libre Asociado
de Puerto Rico, certificado de nacimiento practicada en el Consulado Español de S. de Puerto
Rico, y pasaporte español y estadounidense correspondiente al padre del promotor; y copia de la
resolución de 30 de septiembre de 1996 de la Dirección General de los Registros y del Nota-
riado.
2. Ratificado el promotor cuando alcanzó la mayoría de edad, el Encargado del Registro
Civil Consular dictó resolución con fecha 24 de febrero de 2005, denegando la solicitud de
opción a la nacionalidad española, en base al apartado 1.a) del Código Civil, ya que de la docu-
mentación presentada se deducía que era nacido en N., y por tanto se requería que declarase que
renunciaba a su anterior nacionalidad estadounidense.
3. Notificada la resolución al interesado, interpuso recurso ante la Dirección General de los
Registros y del Notariado, manifestando que al mes de su nacimiento se fue a vivir a Puerto Rico
con los que serían sus padres adoptivos, y era considerado ciudadano de Puerto Rico, no siendo
necesario en este caso renunciar a la nacionalidad de origen.
4. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal quién informó que
debería considerarse al promotor como natural de Puerto Rico y que, por lo tanto, sería proce-
dente que pudiera optar a la nacionalidad española sin tener que renunciar a su actual nacionali-
dad estadounidense. El Encargado del Registro Civil Consular remitió el expediente a la Direc-
ción General de los Registros y del Notariado informando que se inclinaba a aceptar la propuesta
de opción sin renuncia a la nacionalidad que ostentaba.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 20, 23 y 24 del Código Civil; 46 y 64 de la Ley del Registro Civil; 224
y 354 del Reglamento del Registro Civil y la Resolución 3ª de 30 de septiembre de 1996 y 2ª de
16 de febrero de 2004.
II. La cuestión que se plantea en este recurso es si la persona que opta a la nacionalidad espa-
ñola por haber estado sujeto a la patria potestad de un español, conforme a lo dispuesto en el artí-
culo 20 n.º 1, a) del Código civil, tiene que renunciar a la nacionalidad estadounidense que ostenta
al ser natural de Puerto Rico. Se trata de determinar en definitiva si dentro del concepto de natura-
les de los «países iberoamericanos» que utiliza el Código Civil a los efectos de quedar a salvo del
requisito de renuncia a la nacionalidad anterior, es posible incluir a los naturales de Puerto Rico.
A este respecto el criterio de este Centro Directivo tiene que ser el mismo que mantuvo en su
día y que no puede ser otro que considerar a los naturales de Puerto Rico dentro del concepto de
países iberoamericanos, a los efectos de quedar a salvo del requisito de la renuncia exigido en el
artículo 23 del Código Civil. En efecto, esta interpretación no es sólo la literal, ya que no hay
duda del carácter de país iberoamericano de Puerto Rico, sino también del espíritu de la misma
que no es otro que evitar que los naturales de aquellos países con especiales vínculos históricos o
culturales con España tengan que renunciar a su nacionalidad de origen. Así lo confirman las
siguientes consideraciones.
III. En efecto, la interpretación de la cuestión, tal y como ha sido planteada, debe ser uni-
forme en dos campos distintos: a) la excepción del requisito de la renuncia a la nacionalidad
anterior para adquirir la nacionalidad española; y b) la excepción al efecto de pérdida de la nacio-
nalidad española como consecuencia de la adquisición voluntaria o utilización exclusiva de otra
nacionalidad en que incurren los españoles emancipados que residan habitualmente en el extran-
jero que en el plazo de tres años, contados desde la adquisición de la nacionalidad extranjera o
emancipación, no formulen la declaración de voluntad de conservar la nacionalidad española
ante el Encargado del Registro Civil. La solución que se adopte afectará igualmente a la interpre-
tación que del mismo concepto que de país iberoamericano se contiene en el artículo 22 n.º 1 del
Código civil, respecto de cuyos nacionales se reduce el plazo legal de residencia exigido para
adquirir la nacionalidad española a dos años. Finalmente la cuestión es también de interpretación
constitucional, dado lo dispuesto en el artículo 11 n.º 3 de la Constitución que utiliza el mismo
concepto de «países iberoamericanos» a efectos de facilitar la doble nacionalidad al prescribir
que en tales países y en «aquellos que hayan tenido o tengan una particular vinculación con
España» podrán naturalizarse los españoles sin perder su nacionalidad de origen y aunque tales
países no reconozcan a sus ciudadanos un derecho recíproco.
IV. La interpretación literal de la expresión «países iberoamericanos» aporta como resultado
la idea, extraída de la definición del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, de
que son tales países los que tienen como sustrato personal «los pueblos de América que antes
formaron parte de los reinos de España y Portugal». Se trata de un concepto muy amplio que no
pone límites en la lejanía temporal o histórica de los vínculos de tales pueblos con los reinos de
España y Portugal, cumplida la condición de la pertenencia geográfica al continente americano.
Ahora bien, que no es éste concepto amplio el acogido por nuestro Ordenamiento jurídico resulta
palmario a la vista de que el desarrollo legislativo contenido en el Código civil respecto del
inciso del artículo 11 n.º 3 de la Constitución al hablar de países iberoamericanos y de aquellos
otros que hayan tenido o tengan una particular vinculación con España ha incluido «expresis
verbis» en esta segunda categoría, es decir, diferenciado del concepto de país iberoamericano, a
Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial y Portugal (vid. arts. 22 n.º 1, 23,b) y 24 n.º 2 del Código
civil, en la redacción de los mismos procedentes de las reformas introducidas por Leyes 51/1982,
de 13 de julio, y 18/1990, de 17 de septiembre). La inclusión expresa de este último país pone de
manifiesto que el concepto de «país iberoamericano» incluido en los textos legales sobre cuya
exégesis gira la consulta planteada no es el que se refleja en el diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua, ya que en tal caso habría que aceptar que los citados preceptos del Código
civil han incurrido en una tautología.
V. Acudiendo al criterio de interpretación histórica y a los precedentes legislativos, hay que
remontarse a lo dispuesto por el artículo 24 de la Constitución republicana de 1931, a cuyo tenor,
cuando existiera una reciprocidad internacional efectiva se concedería la nacionalidad española
a los naturales de Portugal y «países hispánicos de América», comprendiendo Brasil, siempre
que lo solicitaran y residieran en territorio español «sin que pierdan ni modifiquen su nacionali-
dad de origen», añadiendo que, a su vez, en «en estos mismos países, si sus leyes no lo prohíben,
aun cuando no reconozcan el derecho de reciprocidad, podrán naturalizarse los españoles sin
perder su nacionalidad de origen». El concepto que en este precepto se utiliza es, pues, el de
«países hispánicos de América» lo que implica delimitar su ámbito a los países hispanoamerica-
nos, esto es, a los países de América de habla española.
La cuestión ahora planteada estriba en conocer cuales fueron los motivos por los que en la
delimitación del ámbito de aplicación del artículo 11 n.º 3 de la Constitución española de 1978 se
utilizó la expresión de países iberoamericanos y con qué concreto alcance. La norma se incor-
poró en el Anteproyecto de la Constitución, inspirado por el citado precedente y por la política
convencional desarrollada al amparo de lo establecido en la redacción entonces vigente del artí-
culo 22 del Código civil, facultando al Estado español para negociar Tratados de doble naciona-
lidad con los «países de cultura ibérica, o que hayan tenido particular vinculación histórica con
España». Este texto pasa al Proyecto aprobado por el Pleno del Congreso de los Diputados. La
expresión de países de cultura ibérica suscitaba, sin embargo, la reserva de que muchos america-
nos dan gran importancia a la cultura indígena, razón por la cual el grupo parlamentario de Unión
de Centro Democrático en el Senado propuso «in voce» una enmienda que, aceptada, dio lugar a
la redacción definitiva del texto que aquí se examina y que soslaya las reticencias derivadas de la
anterior redacción por el motivo expuesto. En consecuencia, a los efectos de la interpretación
que ahora se debe realizar, hay que retener el dato de que el antecedente de la expresión «países
iberoamericanos» del artículo 11 n.º 3 de la vigente Constitución -y de los artículos 22 n.º 1,
23,b) y 24 n.º 2 del Código civil -fueron la de «países hispánicos de América» y la de «países de
cultura ibérica», siendo transmutada esta última en la primera al solo objeto de obviar la preteri-
ción en la evocación de tales países de las respectivas cultura indígenas de los mismos y no a una
intención de ampliar el ámbito geográfico de los países aludidos. Con ello llegamos al resultado
de que la delimitación de los países iberoamericanos en el sentido en que es empleada por nues-
tros vigentes textos legales constitucional y civil se debe hacer partiendo de elementos geográfi-
cos, por referencia al continente americanos, pero también y concurrentemente de elementos
culturales y lingüísticos definidos por su condición hispánica o ibérica. En conclusión, los países
americanos, aún vinculados históricamente con los Reinos de España y Portugal, que carezcan
de una herencia o vinculación cultural y lingüística española no quedarían comprendidos en el
reiterado concepto de país iberoamericano.
HECHOS
1. Mediante escrito de fecha 25 de septiembre de 2006, en el Registro Civil del Consulado de
España en T., doña S. y don H., ambos de nacionalidad marroquí, manifiestan que ambos son
hijos de madre española, que ésta adquirió la nacionalidad española el 27 de mayo de 1950
cuando ambos eran menores de edad, por ello solicitan la nacionalidad española por opción.
Adjuntan la siguiente documentación: certificados de nacimiento de ambos, certificado de naci-
miento de su madre y certificados de residencia.
2. El Ministerio Fiscal informa desfavorablemente lo solicitado por los interesados. El
Encargado del Registro Civil Consular, mediante auto de fecha 31 de octubre de 2006, deniega la
opción a la nacionalidad española a los interesados al no cumplir los requisitos exigidos en el
artículo 20 del Código Civil.
3. Notificados los interesados, éstos interponen recurso ante la Dirección General de los
Registros y del Notariado, volviendo a solicitar la nacionalidad española por opción, alegando
que su madre es española de origen, que han estado bajo la patria potestad de una española, por
lo tanto los interesados están en su derecho de adquirir la nacionalidad española.
4. El Encargado del Registro Civil Consular remite el expediente a la Dirección General de
los Registros y del Notariado para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 20 del Código civil (Cc); 15, 16, 23 y 67 de la Ley del Registro Civil
(LRC); 66, 68, 85 y 232 del Reglamento del Registro Civil (RRC); Consulta de 9 de junio de
2006; y Resoluciones 1ª de 20 de julio de 2004, 2ª de 18 de julio, 2ª y 3ª de 4 de octubre de 2005,
y 11 de octubre de 2006.
II. Los promotores, nacidos en Marruecos en 1979 y 1980, respectivamente, presentaron
sendos escritos solicitando la adquisición de la nacionalidad española por opción basada en que
su madre, también nacida en Marruecos, en 1950, era originariamente española y nacida en
España (cfr. art. 20.1.b, Cc, en la redacción dada a estos por la Ley 36/2002, de 8 de octubre). Por
el Encargado del Registro se dictó auto denegando la solicitud por considerar que no concurrían
los supuestos contemplados en el artículo 20.1, a) y b) Cc; el primero, por no haber estado en
ningún momento los interesados bajo la patria potestad de un español y el segundo, porque la
madre, aunque había recuperado la nacionalidad española de origen no había nacido en España,
sino en Marruecos, cuando era Protectorado español. Este auto constituye el objeto de los pre-
sentes recursos.
III. La cuestión hay que centrarla en determinar si el Protectorado de España en la zona norte
de Marruecos puede considerarse territorio español a los efectos de la legislación española sobre
nacionalidad y, en particular, si el nacimiento en dicho territorio durante el período de vigencia
de dicho Protectorado permite entender o no satisfecha la exigencia impuesta por el artículo 20,
n.º 1, b), del Código civil, en su redacción dada por Ley 36/2002, de 8 de octubre, a fin de permi-
tir el ejercicio de la opción a la nacionalidad española en el mismo establecido, relativa al naci-
miento en España de la madre de los optantes, además de la concurrencia en ésta de la condición
de española de origen. Esta cuestión ha sido abordada por esta Dirección General en Consulta de
9 de junio de 2006 y en las Resoluciones de 1ª de 20 de julio de 2004, 18-2.ª de julio, 2ª y 3ª de 4
de octubre de 2005, y 11 de octubre de 2006, que contienen un cuerpo de doctrina que ha de dar
la pauta para la presente resolución.
IV. La naturaleza del territorio es una de las cuestiones más oscuras del Derecho Internacio-
nal y quizás de las menos abordadas por la doctrina científica. En efecto, si la naturaleza del
mismo se revela clara cuando el Estado ejerce su soberanía sobre un determinado espacio físico
esencial, inalienable, imprescriptible e infungible, reconocido como tal en la Comunidad Inter-
nacional, la cuestión se complica en aquellos otros supuestos en los que, por una acción expan-
siva de los Estados, existen otros territorios distintos sujetos a su autoridad, como consecuencia
de un proceso previo de colonización. Surgen entonces las dudas sobre la naturaleza jurídica
esos territorios colonizados, cedidos, o administrados por los colonizadores. La cuestión fue
abordada por el Tribunal Supremo, entre otras, en su sentencia de 7 de noviembre de 1999, dic-
tada en casación por la Sala de lo Contencioso-Administrativo, a propósito de la adquisición de
la nacionalidad en el plazo abreviado de un año de residencia legal en España, establecido en el
artículo 22.2.a) del Código Civil a favor de quienes hubieran nacido en el Sáhara español, man-
teniendo la tesis, a partir de la distinción entre «territorio nacional» y «territorio español», que
las posesiones españolas en África Occidental y Ecuatorial, cuando estuvieron sujetas a la auto-
ridad del Estado Español, formaron parte del territorio español.
Aun cuando el ordenamiento jurídico español no siempre utilizó con la debida precisión
ambos términos, pues en ocasiones empleó el término «territorio español» en una acepción res-
tringida -coincidente con el concepto «territorio nacional»- y en otras en una acepción amplia
-abarcando todos aquellos espacios sujetos a su autoridad-no obstante, en un sentido riguroso,
para determinar el alcance del artículo 22.2.a) del Código Civil, debe entenderse que los nacidos
en alguno de los citados territorios, antes de la declaración de independencia, retrocesión o des-
colonización, nacieron en territorio español.
En efecto, el debate jurídico que subyacía en la «litis» se centraba, como se ha indicado, en la
correcta interpretación de la expresión «territorio español» utilizada por tal precepto que se pre-
sentaba como concepto que comprende y abarca el antiguo territorio colonial del Sahara espa-
ñol. La cuestión fue dilucidada en la citada Sentencia precisando con gran rigor los conceptos de
«territorio español» y «territorio nacional», llegando a la conclusión de que sólo éste se circuns-
cribe al territorio metropolitano, en tanto que aquél admite dos acepciones, una amplia y otra
restringida, de forma que en su acepción amplia (la restringida se confunde con el concepto de
territorio nacional) incluye todos aquellos espacios físicos que estuvieron bajo la autoridad del
Estado español y sometidos a sus leyes, ya sean colonias, posesiones o protectorados. La conse-
cuencia que el Tribunal Supremo alcanza de ello es que el Sahara español, lo mismo que Ifni y
Guinea Ecuatorial, «era pese a su denominación provincial un territorio español -es decir, some-
tido a la autoridad del Estado español -pero no un territorio nacional». En base a tal diferencia, y
al hecho de que el artículo 22, n.º 2, a), del Código civil habla no «del que haya nacido en territo-
rio nacional», sino «del que haya nacido en territorio español», entiende que el nacido en los
antiguos territorios del Sáhara español durante el período de dominación española del mismo
cumple tal requisito, por lo que puede acceder a la nacionalidad española mediante residencia
legal abreviada de un año.
V. Ciertamente, la cuestión relativa a la naturaleza de los territorios del Norte de Marruecos,
no fue específicamente tratada en dicha sentencia que sólo contempló un momento histórico de
la Comunidad Internacional, a partir de la política de descolonización impulsada por la ONU
cuyo impacto se dejó sentir en el derecho español de la época y, en concreto, en el Decreto de 4
de julio de 1958, de provincialización. Sin embargo, las dudas que pudiera suscitar la relación
entre el Estado español y el Reino de Marruecos, basadas en el Convenio Franco Español de 27
de noviembre de 1912, cuyo artículo 1 reconoció cierto grado de soberanía marroquí sobre sus
territorios del Norte, deben resolverse considerando que durante los 44 años que estuvieron suje-
tos a la acción protectora y autoridad de España (vid. Real Decreto de 27 de febrero de 1913),
fueron territorios españoles, en aplicación de la tesis del Tribunal Supremo recogida en la sen-
tencia de 7 de noviembre de 1999, a los efectos de adquirir la nacionalidad española por residen-
cia abreviada de un año y, también, a los de entender integrado el requisito del nacimiento en
España del progenitor del interesado que pretenda ejercer la opción a la nacionalidad española
por la vía del artículo 20, n.º 1,b), del Código civil, en su redacción dada por Ley 36/2002, de 8
de octubre. Así lo han sostenido ya las Resoluciones de este Centro Directivo de 1ª de 18 de julio
de 2004 y de 2ª y 3ª de 4 de octubre de 2005, que hacen aplicación de la citada sentencia al acoger
su tesis.
VI. Ahora bien, las Resoluciones mencionadas, al acoger la citada solución, dan un paso más
en el proceso lógico-jurídico de la interpretación, al extender la citada conclusión, alcanzada en
la interpretación del n.º 1 del artículo 22, n.º 2, a), del Código civil que reduce el plazo de resi-
dencia legal necesaria para la adquisición de la nacionalidad española a favor de «el que haya
nacido en territorio español», al supuesto de opción previsto en el artículo 20, n.º 1, b), del
Código civil a favor del aquellas personas cuyo padre o madre hubiera sido originariamente
español y «nacido en España». La razón de esta interpretación extensiva la fundamentan las
Resoluciones citadas en el hecho de que concurre identidad de razón, y sin que a ello estorbe el
hecho de que el precepto hable en este caso de «España» y no de «territorio español», ya que
habida cuenta de la finalidad de la Ley 36/2002, de 8 de octubre, encaminada a facilitar la adqui-
sición de la nacionalidad española a las estirpes de españoles que, ellos o sus descendientes,
perdieron su nacionalidad por razón de emigración -entre los que figuraban los respectivos abue-
los de los recurrentes que se desplazaron a los territorios del antiguo Protectorado español en
Marruecos en calidad de funcionarios metropolitanos-, aquél término de «España» se debe inter-
pretar con la perspectiva histórica e intergeneracional que su finalidad le impone, por referencia
al tiempo del nacimiento de la persona a que el precepto se refiere.
Esta interpretación está avalada por la justificación que de las razones de la reforma empren-
dida por la Ley 36/2002, de 8 de octubre, ofrece su propia Exposición de Motivos, en la que se
destaca el objetivo de cumplir los mandatos, en este ámbito concreto de la nacionalidad, de la
Constitución española de 1978, atendiendo, en concreto, al que se contiene en el artículo 42 de la
misma cuando encomienda al Estado la misión de velar por la salvaguardia de los derechos eco-
nómicos y sociales de los trabajadores españoles en el extranjero, a la que añade la obligación de
orientar su política hacia su retorno. Facilitar la conservación y transmisión de la nacionalidad
española es, sin duda, una forma eficaz de cumplir este mandato y éste es el principal objetivo de
la presente Ley. De este modo afirma la Exposición de Motivos -se da cumplida respuesta, por
un lado, a la recomendación contenida en el informe publicado en el «Boletín Oficial de las Cor-
tes Generales» el 27 de febrero de 1998, elaborado por la Subcomisión del Congreso de los
Diputados, creada para el estudio de la situación de los españoles que residen en el extranjero y,
por otro, a las reclamaciones que éstos han hecho llegar al Consejo de la Emigración pidiendo se
superara el sistema de plazos preclusivos de opción establecidos sucesivamente por las Leyes
18/1990, 15/1993, y 29/1995», leyes que claramente vinculaban la opción introducida, si bien
que con carácter transitorio, al fenómeno de la emigración de españoles al extranjero. Así la
Exposición de Motivos de la Ley 18/1990 justifica la opción a la nacionalidad española que
introdujo -equivalente a la hoy recogida en el artículo 20, n.º 1, b), del Código civil vigente-
como un beneficio «sobre todo, a los hijos de emigrantes que, al nacer, ya no eran españoles. Se
estima así que, por medio de la opción que se concede, quedarán solucionadas las ultimas secue-
las perjudiciales de un proceso histórico la emigración masiva de españoles, hoy difícilmente
repetible».
VII. Ahora bien, el hecho de que para cumplir esta finalidad sea preciso que el término de
«España» se deba interpretar con la perspectiva histórica e intergeneracional que dicha finalidad
le impone, por referencia al tiempo del nacimiento de la persona a que el precepto se refiere, de
forma que quedan amparados y comprendidos en la norma las estirpes de los españoles que se
directa y automática de la francesa, el Tribunado presentó resistencias a tal sistema por ver en el
mismo ciertas reminiscencias feudales, y propuso su supresión. El resultado final basado en la
«facultas soli» o derecho de opción fue fruto de una transacción entre ambas posturas. En defini-
tiva, como indicara el profesor De Castro en su exégesis de dicho precepto, el Código civil utili-
zaba el territorio como causa de adquisición de la nacionalidad, pero como causa supletoria o
secundaria, de forma que no imponía a los nacidos en el ámbito de la soberanía española la con-
dición de súbditos del Estado español, sino que empleaba el criterio del «ius soli» sólo para tener
en cuenta una probabilidad y ofrecer una facultad al extranjero.
IX. Distinto es, no obstante, el supuesto de ciudadanos marroquíes que adquirieron la nacio-
nalidad española por la vía de la concesión a su favor de una «carta de naturaleza», en los que no
puede discutirse ni negarse la existencia de un título atributivo de la nacionalidad española a su
favor, si bien sin el carácter de originaria, lo que impide a los hijos de tales beneficiarios de las
cartas de naturaleza ejercer el derecho de opción previsto en el artículo 20, n.º 1, b), del Código
civil, al no ser su progenitor «español de origen».
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1. Estimar el recurso y revocar el auto apelado.
2. Declarar que los interesados se encuentran dentro del supuesto del artículo 20.1 b) del
Código civil, para ejercitar el derecho de optar a la nacionalidad española.,
Fuente: BOE, núm. 258, 27-X-2007, pp. 43835-43836.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Consulado General de España en T., el 10 de julio de
2006, el ciudadano marroquí K., nacido el 26 de diciembre de 1970 en C., solicitaba la declara-
ción de su nacionalidad española, alegando ser hijo de española y haber nacido en C. Adjuntaba
la siguiente documentación: Documento de identidad marroquí, inscripción de nacimiento en el
Registro Civil de C., certificado de vecindad del Reino de Marruecos e inscripción de naci-
miento de la madre del interesado con nota marginal de ejercicio de opción a la nacionalidad
española.
2. La canciller en funciones de Ministerio Fiscal informó favorablemente a la petición y el
encargado del Registro Civil consular dictó auto de conformidad con la solicitud el 14 de julio de
2006.
3. Notificada la resolución al interesado, compareció en el consulado, donde se formalizó el
acta de opción a la nacionalidad española el 19 de julio de 2006. El expediente se remitió al
Registro Civil de C. para la práctica de la inscripción. El encargado del mismo dictó auto con
ANTECEDENTES DE HECHO
La representación de don Hans R., formuló ante el Juzgado de 1ª Instancia núm. 4 de Palma
de Mallorca, demanda de juicio declarativo ordinario de Menor Cuantía, contra el Estado Espa-
ñol, sobre Estado Civil de las personas.
El señor Juez de 1ª Instancia de Palma de Mallorca, núm. 4 dictó Sentencia de fecha 7 de
mayo de 1986, cuyo fallo es como sigue: Que estimando la demanda formulada por representa-
ción de don Hans R. contra el Estado Español, representado por el señor Abogado del Estado,
debo declarar y declaro que don Hans R. tiene derecho a la adquisición de la nacionalidad espa-
ñola al haber acreditado su residencia legal, continuada e inmediatamente anterior a su solicitud
en territorio español, y en consecuencia, debe serle otorgada la misma, causando la debida ins-
cripción en el Registro Civil correspondiente, previo cumplimiento de los requisitos estableci-
dos en el último párrafo del art. 20 del Código Civil, condenando al Estado Español a estar y
pasar por la anterior declaración y efectuar cuanto fuere necesario para la plena efectividad de tal
derecho, a no ser que existieren motivos de orden público o interés nacional que impidan su otor-
gamiento. No se hace expresa mención en cuanto a las costas.
Apelada la sentencia por la representación del Estado demandado y tramitado el recurso con
arreglo a derecho, la Sala de lo Civil de la Audiencia Territorial de Palma de Mallorca dictó Sen-
tencia con fecha 19 de enero de 1987 con la siguiente parte dispositiva: 1.º Previa desestimación
del recurso de apelación que el Letrado del Estado interpone contra Sentencia dictada por el
Ilmo. Sr. Magistrado-Juez del Juzgado de Primera Instancia número cuatro de Palma de Mallorca
el 7 de mayo de 1986, se confirma dicha resolución en todos sus pronunciamientos. 2.º No se
hace especial pronunciamiento en orden al pago de las costas causadas en esta alzada.
El día 31 de marzo de 1987, el Letrado del Estado en representación que ostentaba interpuso
recurso de casación, contra la sentencia pronunciada por la Sala de lo Civil de la Audiencia Terri-
torial de Palma de Mallorca.
El T.S. estimando el presente recurso de casación, interpuesto por el Letrado del Estado, la
representación que ostenta, ha lugar a la casación y anulación de la Sentencia dictada con fecha
19 de enero de 1987 por la Sala de lo Civil de la Audiencia Territorial de Palma de Mallorca, así
como la del Juzgado de Primera Instancia número Cuatro de dicha capital, de fecha 7 de mayo de
1986, que confirmada íntegramente por aquélla, y en sustitución de lo resuelto en dichas senten-
cias, acordamos la desestimación de la demanda que en el proceso del que este recurso dimana
formuló don Hans Gustav R. R. en petición de que se declarara su derecho a adquirir la naciona-
lidad española por residencia en España de diez años, desde 1973 a 1983, y la consiguiente abso-
lución de la Administración del Estado español respecto de dicha demanda; con expresa imposi-
ción al señor R. de las costas causadas en la primera instancia y sin especial pronunciamiento en
cuanto a las de apelación, ni a las de este recurso.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. De los dos requisitos que la residencia en España ha de reunir (ser legal y conti-
nuada) para viabilizar la posibilidad de adquisición de la nacionalidad española al amparo del
artículo veintidós del Código Civil, a partir de la nueva redacción dada al mismo por la Ley
51/1982, de 13 de julio, además de un tercero (ser inmediatamente anterior a la petición) que
carece de interés para la cuestión litigiosa aquí planteada, el primero de ellos entraña, como acer-
tadamente entiende la sentencia recurrida, y aquí no se cuestiona, que no basta, al objeto indi-
cado, cualquier estancia o permanencia en territorio español, aunque sea legal (la de los miem-
bros del servicio diplomático o consular de una nación extranjera, o de los miembros de fuerzas
extranjeras destacadas en España, o de extranjeros con pasaporte debidamente visado, etc.), sino
que ha de tratarse de «residencia legal», entendiendo por tal únicamente la que se encuentra
amparada por el correspondiente permiso de permanencia o autorización de residencia, obtenida
conforme al Decreto 522/1974, de 14 de febrero, si el período de tiempo a computar transcurrió
antes de la entrada en vigor de la Ley 7/1985, de 1 de julio, o por el permiso de residencia que
regula el artículo 13 de esta última, si el referido tiempo se desarrolló después de la vigencia de la
misma; y el segundo de los citados requisitos (residencia continuada) presupone la presencia
real o física del interesado en territorio español y, además, que la misma sea continuada o, lo que
es igual, ininterrumpida, durante el tiempo legalmente exigido (en este caso concreto, diez años),
aunque, como más adelante se matizará, la interrupción no podrá entenderse producida por la
incidencia de cortos, ocasionales y justificados viajes o salidas al extranjero.
más que un problema de interpretación de ley, supone materia de exégesis de actos jurídi-
cos- no puede entenderse en otro sentido que en el de reconocimiento de legalidad, sin solu-
ción de continuidad, a la residencia que el señor R. venía teniendo en España desde 1973,
máxime cuando ese presunto defecto ni siquiera parece haber sido tenido en cuenta por la
exiguamente motivada Resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado
de 3 de septiembre de 1984 para denegar la petición del interesado, pues los dos únicos fun-
damentos de tal denegación, ninguno de los cuales se refiere, ni siquiera implícitamente, a
la falta del requisito de la legalidad de la residencia, dicen literalmente lo siguiente: «1.º
Que el solicitante necesitaría para la concesión haber residido ininterrumpidamente en
España durante los 10 años anteriores a la fecha de ratificación. 2.º Que dichos años no se
han cumplido con continuidad».
Cuarto. Mayor dificultad entraña el determinar si la residencia o presencia física o real del
señor R. en España, durante los diez años legalmente exigidos, ha estado o no adornada también
del requisito de la continuidad o no interrupción de la misma, que la Administración del Estado,
aquí recurrente, denuncia como segunda falta o infracción, dentro del único motivo a través del
cual articula este recurso, y cuyo defecto entendemos que fue el único tenido en cuenta por la
citada Resolución denegatoria de la Dirección General de los Registros y del Notariado, según
parece desprenderse de su parca motivación, que ya hemos transcrito literalmente en el anterior
razonamiento jurídico. Si bien es cierto, como ya se ha dicho en el Fundamento Primero, que
el requisito de la continuidad en la residencia o presencia física no deja de considerarse
existente por el hecho de que el interesado haya tenido que realizar, durante el período de
tiempo contemplado, cortos y esporádicos viajes o salidas al extranjero, tal permisión, a
falta de fijación «ex lege» de un límite a la duración y frecuencia de los mismos, no puede
por menos de merecer una interpretación y aplicación restrictiva, que ha de ser ponderada
bajo las perspectivas de la accidentalidad o no frecuencia en su realización, de la brevedad
en su duración y de la justificación en sus motivos, pues mantener un criterio amplio y per-
misivo en esta materia, además de ser contrario a la ratio legis del precepto regulador de
esta forma de adquisición de la nacionalidad, que, como prueba del ánimo del interesado
de integrarse en la comunidad española, exige expresamente que su residencia sea conti-
nuada, lo que es sinónimo de no interrumpida, podría suponer la apertura de un peligroso
y siempre recusable portillo al fraude de ley. Aplicando la anterior doctrina al caso concreto
objeto de litis, en el que aparece probado que el señor R., en el decurso del exigido plazo de diez
años de residencia, a través de numerosas y frecuentes salidas, estuvo ausente de España, durante
un total de quinientos trece días (lo que integra un año, cuatro meses y veintiocho días), y aunque
las ausencias durante los años 1973 a 1976 (con un total de ciento ochenta días) pudieran haber
tenido la alegada justificación de la grave enfermedad de su primera esposa (que falleció en
España el 24 de junio de 1976), no puede decirse lo mismo respecto de las que tuvo a partir de la
citada fecha hasta 1983, que totalizan trescientos treinta y tres días, algunas de ellas tan largas e
injustificadas, como las que, en una sola vez cada una, transcurrieron desde el 14 de noviembre
de 1978 al 11 de febrero de 1979 (ochenta y nueve días) o desde el 18 de febrero al 18 de abril de
1979 (cincuenta y nueve días), amén de otras de otras frecuentes y reiteradas, aunque no tan lar-
gas, ausencias durante esos mismos años, lo que ha de llevar a la conclusión de entender que
la residencia del señor R. en España, desde 1973 a 1983, no ha estado adornada del requi-
sito de la continuidad o no interrupción, que exige el artículo 22 del Código Civil, por lo
que, al no haberlo entendido así la sentencia recurrida, ha incidido en infracción del citado
precepto, procediendo, en consecuencia, la estimación del único motivo articulado y, con
ello, la del presente recurso.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Visto el artículo 354 del Reglamento del Registro Civil y las Resoluciones de 1ª de 2 de
marzo, 5ª de 3 de septiembre y 3ª de 3 de noviembre de 2001.
II. La declaración de caducidad de un expediente, por pasividad del promotor durante más de
tres meses, requiere inexcusablemente la previa citación del promotor (cfr. art. 354, III.RRC).
Como este trámite no se ha cumplido, ha sido precipitada la declaración de caducidad y el expe-
diente, admitiendo el recurso, ha de seguir su tramitación.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1º. Estimar el recurso y revocar el acuerdo apelado.
2º. Ordenar que se eleven nuevamente las actuaciones al Servicio de Nacionalidad de este
Centro Directivo.
Fuente: BIMJ, núm. 1922, 2002, pp. 2636-2637.
ANTECEDENTES DE HECHO
Primero. La parte dispositiva de la sentencia recurrida es del tenor literal siguiente: «Falla-
mos: Primero.-Desestimar el recurso contencioso-administrativo promovido por el Procurador
don Ignacio A. F., en nombre y representación de doña Carmen Felicia S. E., contra la resolución
de la Dirección General de los Registros y del Notariado, de 8 de noviembre de 1995, sobre
nacionalidad, por ser el acto recurrido ajustado a Derecho».
Segundo. Notificada la anterior sentencia la representación procesal doña Carmen Felicia S.
E., presentó escrito ante la Sala de la Jurisdicción de la Audiencia nacional (sección cuarta), pre-
parando recurso de casación contra la misma. Por providencia de fecha 28 de abril de 1998, la
Sala tuvo por preparado en tiempo y forma recurso de casación, admitiéndolo y emplazando a
las partes para que comparezcan ante el Tribunal Supremo.
Tercero. Recibidas las actuaciones en este Tribunal, la parte recurrente, se personó ante esta
Sala formulando escrito de interposición del recurso de casación, expresando los motivos en los
que se ampara.
Cuarto. Nuestra Sala, que tuvo luego por interpuesto recurso de casación, dio traslado al
Abogado del Estado, que se había personado en nombre de la Administración del Estado, parte
recurrida, para que formalizara sus alegaciones de oposición, lo que hizo dentro del plazo que a
tal efecto le fue conferido.
Quinto. Conclusas las actuaciones, se señaló para votación y fallo el día siete de noviembre
del dos mil dos, en cuyo fecha tuvo lugar, habiéndose observado las formalidades legales refe-
rentes al procedimiento.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. A. En este recurso de casación, que se preparó por la parte recurrente en 15 de abril
de 1998 ante la Sala de instancia y que se ha formalizado ante esta Sala 3ª del Tribunal Supremo
de España en 3 de junio de 1998, doña Carmen Felicia S. E., ciudadana dominicana casada con
español, que actúa representada por procurador y dirigida técnicamente por letrado, impugna la
sentencia de la Audiencia Nacional (sala de lo contencioso-administrativo, sección 4ª) de tres de
abril de mil novecientos noventa y ocho, dictada en el proceso núm. 180/1996.
B. En ese proceso contencioso-administrativo, quien ahora recurre en casación impugnaba
la resolución de la Dirección General de Registros y del Notariado, de 8 de noviembre de 1995,
que denegó su solicitud de que se le concediera la nacionalidad española al amparo del artículo
22.1, letra d) del Código Civil. Y ello porque la Administración entendía que la solicitante no
había acreditado suficientemente el requisito de la «buena conducta cívica» que es exigible a
estos efectos (folio 20 del expediente administrativo, aportado también por la recurrente como
documento número 1 al proceso contencioso-administrativo).
A requerimiento de la Oficina del Defensor del Pueblo, el Director general de los Registros y
del Notariado (folios 31 y 32) explicó con detalle las razones que figuran acreditadas en el expe-
diente determinantes de la denegación, así como la línea doctrinal que viene sosteniendo la
Audiencia Nacional en relación con casos análogos.
La sentencia dictada por la Sala de instancia dice en su parte dispositiva lo siguiente:
«Fallamos.-1º Desestimar el recurso contencioso-administrativo promovido por el procurador
don Ignacio A. F., en nombre y representación de doña Carmen Felicia S. E., contra la resolución
de la Dirección General de los Registros y del Notariado, de 8 de noviembre de 1995, sobre
nacionalidad, por ser el acto recurrido ajustado a derecho. 2º. No procede hacer expresa declara-
ción en materia de costas».
Segundo A. La parte recurrente plantea dos motivos de casación al amparo, uno y otro, del
artículo 95.1.4º:
1º Por infracción del artículo 22.4 del Código Civil y el 22 del Código así como de los artícu-
los 222, 237, y 366 del Reglamento del Registro Civil.
2º Por infracción también del artículo 22.4 del Código Civil porque la sentencia vulnera el
principio de presunción de inocencia, así como el artículo 6, núm. 2 del Convenio para la Protec-
ción de los Derechos Humanos y Libertades Públicas que habla de la presunción de inocencia;
del artículo 22.2, apartado d) del Código Civil porque la solicitante ha contraído matrimonio con
español; y del artículo 26.1. f) de la Ley Orgánica 7/1985, sobre Extranjería, porque la solicitante
no desarrolla actividades ilegales.
B. Compareció como parte recurrida la Administración del Estado representada y dirigida
técnicamente por un Abogado de sus Servicios jurídicos adscrito a este Tribunal Supremo que,
cuando para ello fue requerido, formuló sus alegaciones de oposición.
Tercero. Cuatro son los argumentos que sucesivamente maneja el letrado de la parte recu-
rrente en los dos motivos de casación que invoca, siendo de notar que se produce un solapa-
miento entre esos dos motivos, por cuanto el tercero de esos argumentos -presunción de inocen-
cia- se maneja en el último párrafo del motivo primero y, de forma más extensa y reiterada, en el
motivo Segundo.
Pues bien los argumentos -esgrimidos por este orden- son los siguientes:
a) Que no existen «antecedentes penales o policiales en relación con la solicitante» y que
«no aparece nota alguna desfavorable sobre la peticionaria de su país de origen» (motivo 1º).
b) Que la solicitante, «gozando de permiso de residencia, ha contraído matrimonio civil con
ciudadano español» (motivo 1º).
c) Que la Sala de instancia, al hacer uso de su libertad estimativa para valorar la prueba, no
ha actuado con objetividad (motivo primero, hoja 4 vta. y hoja 5).
d) Que se ha vulnerado el principio o regla de la presunción de inocencia (motivo 1º, hoja 5,
y motivo 2º, hojas 5 a la 7).
Cuarto. A. En la cabecera del primer motivo, la parte recurrente imputa a la sentencia el no
haber tenido en cuenta que «no existen antecedentes penales [sic] o policiales [sic] en relación
con la solicitante», dedicando la mitad, aproximadamente, de dicho motivo a poner de mani-
fiesto que la Sala de instancia «no puede desestimar la solicitud de concesión de nacionalidad
por residencia alegando la existencia de unos antecedentes penales de la solicitante cuando le
consta documentalmente que están cancelados, y que por tanto son inexistentes». Y por ello dice,
la sentencia impugnada infringe, además del artículo 22 del Código Civil, los artículos 222, 223
y 366 del Reglamento del Registro Civil.
Es evidente -nos dice en la hoja 4 de su recurso- que los antecedentes penales [de la solici-
tante de la nacionalidad], no sólo están cancelados, lo cual quiere decir que son inexistentes, sino
que, además, son de fecha lejana en el tiempo (8 de noviembre de 1991) como está acreditado
documentalmente en los presentes autos...
Y en los antecedentes de hecho (hoja 1 vuelta, punto 1º) nos dice que «está probado en forma
fehaciente que el 29 de octubre de 1992 (es decir, tres años antes de dicha resolución denegato-
ria) existe un Certificado negativo de antecedentes penales, expedido por el Registro Central de
Penados y Rebeldes del Ministerio de Justicia, toda vez que estaban anulados los que en su día
tuvo, según certificación que lo expresa [sic] el 8 de noviembre de 1991, la Dirección General de
Policía, tal como quedó acreditado en la tramitación del recurso ante la Audiencia Nacional».
Y, un poco más adelante, en los mismos Antecedentes de hecho nos ilustra (hoja 3 del
recurso) sobre el dato de que las pruebas que obran en las actuaciones «han dejado la evidencia
indubitada de que no hay antecedentes penales vigentes [sic] en el Registrado de penados y
rebeldes».
B. Dentro de un momento, habremos de exponer cuál es la doctrina de nuestra Sala en rela-
ción con la incidencia que tiene, en orden a la obtención de la nacionalidad, la existencia de
antecedentes penales o policiales, hállense o no cancelados, pero antes de ello debemos llamar la
atención acerca de los datos que resultan de las actuaciones.
En cuanto a los datos personales de la solicitante, es mayor de edad, de nacionalidad domini-
cana, casada en 29 de abril de 1982 con español, como luego se dirá, y domiciliada en Santander,
donde regenta un determinado negocio.
Por lo que respecta a los posibles antecedentes penales en el correspondiente Registro espa-
ñol, la peticionaria ha venido aludiendo en su demanda y en su escrito de conclusiones a un cer-
tificado negativo que se le expidió, según dice, en 8 de noviembre de 1991, que no figura en las
actuaciones. Y lo cierto es que, en la solicitud que presentó solicitando se instruyera el corres-
pondiente expediente para la obtención de nacionalidad, consta únicamente su manifestación de
que acompaña tal certificado y otro de buena conducta expedido por el Cónsul Honorario de la
República Dominicana en Bilbao [sic], pero sólo éste es el que aparece unido a ese escrito. Lo
que sí hay -figura en los autos del proceso contencioso-administrativo- es una petición dirigida
por la Audiencia «a la Dirección General del Ministerio de justicia del que depende el Registro
General de Penados y Rebeldes», petición que se devuelve, con una diligencia manuscrita al pie
en tinta roja, en la que se dice que «no consta en nuestros archivos ninguna persona con igual
nombre y apellidos». Y por ello -se añade: «Rogamos en ocasiones sucesivas remitan filiación
completa de la persona interesada. Se adjunta modelo oficial». El correspondiente impreso
figura unido a los autos seguidamente y por él conocemos cuáles son los datos que el órgano
certificante necesita conocer para poder emitir un documento de ese tipo, datos que, evidente-
mente, no se le han facilitado en este caso.
Y por lo que respecta a los posibles antecedentes penales en el país de origen lo único que
figura es un certificado del Consulado Honorario de la República Dominicana, que aparece
incorporado al «expediente gubernativo de adquisición de la nacionalidad por residencia y
matrimonio» en el que se hace constar que «en este Consulado Honorario -de Bilbao- no existe
constancia de antecedentes penales en la República Dominicana de la mencionada súbdita». La
insuficiencia probatoria de este certificado para acreditar lo pretendido por la interesada, que fue
quien lo aportó, es patente.
En cuanto a los antecedentes policiales, consta que fueron anulados con fecha 8 de noviem-
bre de 1991 (folio 10 del expediente de concesión de la nacionalidad seguido en el Ministerio de
Justicia). El contenido de los antecedentes figura al folio 7, documento expedido por el Comisa-
rio General de la documentación, del citado Ministerio, en el que se lee esto: «Tiene certificación
expedida por la Dirección General de Policía, Archivo Central con fecha 8-11-1991, en la que
consta anulación de antecedentes de carácter policial sobre: 19-12-1977 Madrid- ejercer la pros-
titución; 20-10-1978, expulsada del territorio nacional por tres años regresando al mes siguiente;
1-4-1982 detenida en Santander como consecuencia de la instrucción en Barajas de diligencias
por hechos relativos a la prostitución y trata de blancas en las que también se encontraba su
esposo Miguel G. A. que cumplió condena en la cárcel, siendo ella absuelta el 13-4-1983. [La
sentencia figura unida a las actuaciones, y en ella figuran ambos como solteros, pues efectiva-
mente lo eran en la fecha de la detención (1-4-1982), aunque contrajeron matrimonio civil antes
de que se dictara la sentencia que puso fin al proceso, y que figura unida al expediente en la que
se hace constar que el procesado -no ella- estuvo privado de libertad desde el 1 de abril al 3 de
septiembre de 1982; el matrimonio tuvo lugar en 29 de abril de ese mismo año 1982, según
consta acreditado mediante Certificado del Registro civil, que figura en el expediente del Regis-
tro civil de Santander para la obtención de la nacionalidad]. La sentencia absuelve a la aquí
recurrente porque “no se ha probado que en tales hechos tuvieran intervención los también pro-
cesados Carmen Felicia Z. E. [o sea, la ahora solicitante de la nacionalidad española] de treinta y
dos años sin antecedentes penales y...”».
Consta también que el Delegado del Gobierno en Cantabria impuso a la recurrente, en 5 de
mayo de 1995 una multa de 150.000 ptas. como responsable de una infracción grave prevista en
el artículo 28.5 de la Ley Orgánica 7/1985, de 1 de julio, en relación con el art. 75.12 del Real
Decreto 1119/1986, de 26 de mayo, que la desarrolla («las acciones u omisiones que promuevan,
medien o amparen la situación ilegal de extranjeros en España o faciliten el incumplimiento de
cualesquiera obligaciones que a éstos señalen las disposiciones vigentes»). Esta sanción fue
recurrida ante el Tribunal Superior de Cantabria (sala de lo contencioso-administrativo), y dicho
Tribunal anuló el acto impugnado en sentencia de 14 de junio de 1996, siendo de notar que lo
único que alegó la recurrente -según resulta en la sentencia- es la prescripción de la infracción no
los hechos que motivaron su imposición. La Sala aprecia que no hubo prescripción, sino caduci-
dad del expediente, razón por la que anula la sanción impuesta.
C. Así las cosas, es preciso empezar recordando cuál es la doctrina de esta Sala 3ª del Tribu-
nal Supremo de España en relación con los efectos de la cancelación de antecedentes penales,
según que lo solicitado sean autorizaciones y concesiones que son necesarias para el ejercicio de
los derechos, o que lo que se haya solicitado sea lo que, con terminología al uso pero que puede
inducir a confusión, se llama concesión de la nacionalidad.
Por ejemplo: en Sentencia de esta Sala 3ª, sección 6ª, del Tribunal Supremo, de 30 de noviem-
bre del 2000 (recurso de casación núm. 4925/1996), nuestra Sala tiene dicho esto en su funda-
mento 1º: «El concepto jurídico indeterminado “buena conducta cívica” debe ser valorado por la
Administración y, en su caso, por el órgano jurisdiccional que conozca de la materia en vía de
recurso contencioso, como un requisito exigible para la concesión de la nacionalidad española
que debe ser apreciado mediante el examen de la trayectoria personal del demandante de la
nacionalidad, considerando aquélla en su conjunto y en modo alguno en relación a un período de
tiempo predeterminado. La tesis del recurrente conduce al absurdo de sostener que a un indivi-
duo de mala conducta habitual y, aun más, perteneciente a una organización criminal, que se
encuentre en alguno de los supuestos del artículo 22.2 le bastaría permanecer legalmente en
España durante un año observando buena conducta para obtener la nacionalidad española, lo que
supondría olvidar que, como dice la sentencia de 16 de marzo de 1999, es necesario distinguir el
supuesto de concesión de nacionalidad de aquéllos otros en que se solicite el reconocimiento de
un derecho subjetivo, ya que la concesión de nacionalidad es un estado de manifestación de la
soberanía de un Estado. [párrafo primero]. El supuesto a que se refiere el artículo 22 del Código
Civil, la concesión de nacionalidad, es harto distinto del mero reconocimiento de un derecho. En
efecto, esta Sala, cuando afirma que los antecedentes penales cancelados no pueden determinar
per se el incumplimiento del requisito de buena conducta exigido para poder obtener determina-
das autorizaciones o licencias administrativas para el ejercicio de determinados derechos, como
puede ser la concesión de permiso de armas para el ejercicio de la caza, se está refiriendo a que
no puede ser limitado a un ciudadano español o residente legalmente en España, el ejercicio de
los derechos reconocidos en las Leyes por unos antecedentes penales cancelados y que por tanto
no existen en el mundo jurídico, dado que la cancelación implica su eliminación a todos los efec-
tos. Estamos pues ante supuestos de ejercicio de derechos [párrafo segundo]. Igualmente en el
caso que el Tribunal Constitucional analiza en la sentencia 174/1996 estamos ante un supuesto
el expediente regulado por la legislación del Registro Civil, buena conducta cívica” (además de
suficiente grado de integración en la sociedad española) (artículo 22.4 del Código Civil), consti-
tuye un requisito adicional sobre la mera observancia de una conducta de no transgresión de las
normas penales o administrativas sancionadoras, impuesto por el ordenamiento jurídico en razón
del carácter excepcional que supone el reconocimiento de la nacionalidad por residencia y, por
ende envuelve aspectos que trascienden los de orden penal y ha de ser valorada atendiendo a la
conducta del solicitante durante un largo período de tiempo de permanencia en España y no
puede identificarse sin más con la ausencia de antecedentes penales o policiales [párrafo pri-
mero]. De otra parte, al ser la nacionalidad española el sustrato y fundamento necesario para el
ejercicio pleno de los derechos políticos (sentencia del Tribunal Supremo de 8 de febrero de
1999) es exigible al solicitante de aquélla, a consecuencia del plus que contiene el acto de su
otorgamiento enmarcable dentro de los actos favorables al administrado, un comportamiento o
conducta que ni siquiera por vía indiciaria pudiera poner en cuestión el concepto de buena con-
ducta que el precepto salvaguarda como exigencia determinante de la concesión de la nacionali-
dad española, pues el otorgamiento de ésta en modo alguno puede ser considerado como un
derecho del particular, al contrario de lo que ocurre en el supuesto analizado por el Tribunal
Constitucional en la sentencia antes mencionada, sino, como antes hemos dicho, como el otorga-
miento de una condición, la de nacional, que constituye una de las más plenas manifestaciones
de la soberanía de un Estado, no en vano la nacionalidad constituye la base misma de aquél, y
que conlleva el reconocimiento de una serie de derechos y obligaciones que en todo caso puede
ser denegado por razones de orden público o interés nacional» [párrafo segundo].
La doctrina que acabamos de transcribir no es doctrina aislada, sino que está reiterada en
sentencias posteriores [cfr., por todas, la STS, Sala 3ª, sección 6ª, de 22 de noviembre de 2001,
recurso de casación 7947/1997].
D. Nuestra Sala no ignora que «la realidad social» (art. 3.1 del Código Civil) a la que el intér-
prete ha de acudir para interpretar el ordenamiento jurídico es una realidad caleidoscópica cuyos
elementos, que podrían tenerse por inmutables a primera vista, cambian de posición a medida
que gira la rueda de la vida. Y es esta imagen la que permite entender por qué la escala de valores
cambia según las convicciones sobre el mundo, la vida y el hombre que tienen las sucesivas
generaciones sociológicas. Esto que decimos no es pura retórica sino algo perfectamente consta-
table en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Piénsese en lo sucedido con el derecho al
honor y el de libertad de expresión: prevalencia, en una primera etapa del derecho al honor (STC
de 19 de enero y 28 de octubre de 1988); equiparación, después, de uno y otro derecho, lo que
implica tener que ponderar los intereses en juego (STC 104/1986 y STC 159/1986); y, por último,
prevalencia de las libertades de expresión e información (STC 165/1988, y STC 59/1989). El
progresivo cambio de una estimativa de valores no puede ser más patente.
Todo ello introduce un factor de dificultad para el juez que ha de determinar lo que -en un
determinado momento de la historia- deba entenderse por «buena conducta cívica», concepto
jurídico indeterminado que se mantiene intocado en la reciente Ley 36/2002, de modificación
del Código Civil en materia de nacionalidad. Y por eso importa dejar claro que este sintagma que
emplea el artículo 22.4 del Código Civil remite a un estándar medio de conducta capaz de ser
asumido por cualquier cultura y por cualquier individuo. Un estándar que vale para todos y vale
para cada uno. En el bien entendido que no se trata de imponer un modo de vida uniforme en la
comunidad nacional, ni de que quien utiliza esta vía de adquisición de la nacionalidad tenga que
demostrar que durante toda su vida haya observado una conducta intachable, sino de proclamar
que, siendo cada sujeto humano libre para organizar su vida como le plazca -la vida se nos da,
pero no se nos da hecha: tenemos que hacérnosla-, quienes, no siendo españoles, deseen obtener
la nacionalidad española, han de haber llevado y seguir llevando una vida ajustada a ese estándar
medio de conducta al que acabamos de referirnos.
Sobre tales cimientos descansa la doctrina de nuestra Sala en materia de adquisición de la
nacionalidad española por residencia, doctrina que, por cierto, coincide con la que ha aplicado la
Audiencia Nacional en la sentencia de instancia, cuyo fundamento 4º puede leerse, en lo que
ahora importa, lo siguiente: «Cuarto: Al hilo del anterior discurso y en aplicación de la doctrina
expuesta [se refiere a la que sustenta la Audiencia Nacional en casos análogos al que nos ocupa],
uno de los datos a tener en cuenta para valorar la justificación de buena conducta a efectos de la
concesión de la nacionalidad española por residencia son, no hay duda, los posibles antecedentes
policiales y penales del solicitante, siendo indiferente a estos efectos que los mismos estén can-
celados o hayan podido serlo, pues pueden servir de indicador cualificado de la conducta en
cuestión. Y en este orden de cosas considera la Sala que la resolución que aquí se combate resulta
ajustada a Derecho. En efecto, las actuaciones practicadas ponen de manifiesto que la recurrente
no ha acomodado su régimen de vida y sus actos, en definitiva su conducta, de forma útil y a
propósito con lo que de conformidad con el sentido común y las reglas de la sana crítica se
entiende por correcta convivencia de un ciudadano en relación con sus semejantes, según los
parámetros que el grupo social establece en un momento histórico determinado».
No se trata -como puede verse- de que, como ocurre en el caso de adquisición de nacionali-
dad por carta de naturaleza, hayan de concurrir circunstancias excepcionales (art. 21.1) en el
extranjero que solicita la nacionalidad por residencia, pero sí de subrayar que, siendo como es
reglado el otorgamiento en este caso, ese estándar medio de conducta sea escrupulosamente res-
petado. Y es natural que sea así, porque la adquisición de la nacionalidad les convierte en ciuda-
danos españoles lo cual supone (art. 23 CE) que adquieren el derecho a participar en los asuntos
públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones perió-
dicas por sufragio universal, y a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos
públicos.
Y quizá no esté de más añadir que el Tribunal Constitucional tiene dicho que el artículo 23.1
«que distingue “funciones” y “cargos” públicos, reconoce, de un lado, el derecho a acceder a
puestos funcionariales, y, de otro, dos derechos -sufragio activo y sufragio pasivo- que enmarcan
la participación política de los ciudadanos en el sistema democrático, en conexión con los princi-
pios de soberanía del pueblo y del pluralismo político, consagrados en el artículo 1 CE (STC
71/1989). Y del primero de esos derechos -acceso a puestos funcionariales- tiene dicho el mismo
Tribunal “que el artículo 23.2 comprende no sólo el acceso a la función pública, sino también el
desarrollo o promoción de la propia carrera administrativa (STC 192/1991, y STC 200/1991,
entre otras)”. Y del segundo de esos derechos -acceso a los cargos públicos-, que “se refiere a los
cargos públicos de representación política, que son los que corresponden al Estado y a los entes
territoriales en los que se organiza territorialmente de acuerdo con el art. 137 CE -Comunidades
autónomas, Municipios y Provincias (STC 23/1984)-.
E. Nuestra Sala entiende, además, que una interpretación del artículo 22 hecha por princi-
pios generales avala también la que venimos haciendo aquí.
Al respecto parece oportuno recordar que, no sin fundamento, se ha podido afirmar que los
grandes conceptos metafísicos y filosóficos -como el de libertad o el de justicia, capaces de
estremecer el corazón del hombre- se convierten, por obra y gracia de la técnica jurídica, en con-
ceptos tales como potestad, derecho, carga, deber y obligación, conceptos todos ellos todavía
abstractos, pero sin duda más prosaicos, aunque perfectamente aptos para hacer descender aque-
llos otros altivos conceptos al nivel de la práctica, que es donde tiene lugar la cotidiana convi-
vencia de los hombres”.
Pues bien, los llamados conceptos jurídicos indeterminados -entre ellos el de “buena con-
ducta cívica”, la procedencia de cuya aplicación aquí se debate- son unidades jurídicas no ya
técnicas, sino hipertécnicas, por ser de más delicado manejo, que el legislador pone a disposi-
ción del intérprete para ejercitar esa función que es propia del jurista -en sus diversas modalida-
des- y a la que designamos como función calificadora.
Si bien se mira -y esa función calificadora consiste precisamente en eso: en mirar bien sir-
viéndose de ese instrumento de investigación de la verdad que es el análisis- cuando el Código
Civil remite al intérprete a la “buena conducta cívica” como parámetro para resolver si procede o
no acceder a la pretensión de que se conceda la nacionalidad española a un extranjero por causa
de residencia, desplazando hacia el solicitante la carga de probar que viene observando una con-
ducta de tales características, está conminando al intérprete a aplicar el viejo principio leibni-
ziano de la razón suficiente: “nada existe sin una razón suficiente para que exista”. Un principio
que en cierto modo es complemento del, cronológicamente precedente, principio cartesiano de
la identidad de razón (expresamente recogido en el artículo 4.1 del Código Civil), y que más
expresivamente puede designarse como principio de la razón determinante o verdaderamente
decisiva. Porque, visto por su envés, el principio de razón suficiente es el mismo principio de
causalidad (“Todo efecto presupone una causa”). Y sin que debamos olvidar que entre las diver-
sas causas que pueden darse para la producción de un concreto efecto hay siempre una -y es a
ella a la que hay que atender con preferencia e incluso a veces con exclusión de las demás- que
opera como requisito “sine qua non”.
Queremos decir con todo esto que lo que el Código Civil hace es imponer al juez el deber de
averiguar si, a la vista de las pruebas que tiene que aportar el interesado, hay razón suficiente
para entender que viene observando esa “buena conducta cívica” cuya ausencia opera como
obstáculo impeditivo de la concesión de la nacionalidad por residencia.
La Sala de instancia ha entendido que no hay razón suficiente (obviemos el problema de si
debiéramos hablar de motivos o de causas, pues es ahora indiferente) para conceder lo solici-
tado. Y éste es también el parecer de nuestra Sala, a la vista de los antecedentes de conducta de la
recurrente antecedentes cuya certeza en ningún momento ha sido cuestionada por la solicitante.
F. Así las cosas, importa llamar la atención sobre algo que no debemos perder de vista, por
más que su evidencia no admite duda: el diferente “status” de que resulta dotado quien adquiere
el derecho de residencia y el que adquiere la nacionalidad por residencia, diferencia que necesa-
riamente tiene que traducirse en un mayor rigor a la hora de valorar si concurren o no los requisi-
tos para adquirir la condición de nacional español. Precisamente porque -como viene mante-
niendo la línea jurisprudencial a la que nos hemos referido en la letra C de este fundamento
cuarto, la adquisición de la nacionalidad supone un plus respecto de la mera adquisición del
derecho de residencia.
Es desde esta perspectiva desde donde hay que abordar la solución del problema que nos
ocupa, pues el concepto jurídico indeterminado que utiliza el artículo 22.4 del Código Civil ha
de ponerse en relación con ese otro que como parámetro interpretativo -nada menos- establece el
Código Civil en su artículo 3.1: “la realidad social del tiempo en que la norma ha de aplicarse”,
parámetro cuya descripción se completa con una especie de cláusula de cierre del precepto o, si
se prefiere, de criterio general o común para la utilización de esa y de los otros parámetros que
establece: “atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas” (aspecto éste, el de
la finalidad de la norma, que subraya la citada sentencia de 19 de septiembre de 1988, de la Sala
de lo civil).
Pues bien, como hemos anotado en la letra A de este mismo fundamento cuarto, la propia
recurrente admite que tiempo atrás ha desarrollado conductas que fueron constitutivas de delito
y que dieron lugar a antecedentes no sólo policiales sino también penales, los cuales, sin embargo,
fueron ya cancelados. Conductas por cierto distintas a las que originaron el proceso penal, en que
figuró como procesada por delito relativo a la prostitución, pues -como ha quedado dicho- el
único condenado fue su esposo, siendo ella absuelta porque “no se ha probado que en tales
hechos, tuvieran intervención” ni ella ni el otro procesado.
Reconocido esto por la parte recurrente -precisamente en el recurso de casación que estamos
conociendo- es claro que este dato no puede ser dejado de lado por nuestra Sala, porque la carga
de probar su buena conducta cívica corresponde al solicitante (art. 22.4 Cc), y porque, según la
jurisprudencia de nuestra Sala que citábamos al comienzo (letra C de este fundamento cuarto) el
reconocimiento de la nacionalidad -para el caso, su adquisición por residencia- comprende
aspectos que trascienden el orden penal, en razón al plus que confiere su otorgamiento.
Y como en este argumento parece situarse la clave de bóveda del recurso de casación elabo-
rado por el letrado de la señora S. E., importa subrayar que si se le ha denegado su solicitud de
concesión de la nacionalidad española es únicamente en atención a su peripecia personal, que al
margen de la no vigencia de esos antecedentes penales ni policiales de la interesada que quedan
consignados más arriba y que -como decimos- no pueden ser dejados de lado, llevan al conven-
cimiento de que la solicitante no cumple ese requisito -verdaderamente determinante- de la
“buena conducta cívica” que exige el artículo 22 del Código Civil, cuyo sentido hemos preci-
sado en los apartados precedentes de este mismo fundamento».
Quinto. En ese mismo motivo primero, la parte recurrente maneja otro de los cuatro argu-
mentos en que pretende sustentar su recurso: el de que está casada con español y tiene permiso de
residencia.
Parece que lo que la parte recurrente quiere decir -aunque no lo dice expresamente- es que, al
denegársele la nacionalidad se esta violando el principio o regla de la protección de la familia
que quedaría conculcado.
No es argumento a tener en cuenta por varias razones. En primer lugar porque el matrimonio
es presupuesto necesario para la aplicación de la letra d) del número 2 del artículo 22, a cuyo
amparo se ha solicitado la nacionalidad, y sería absurdo pensar que ya por eso, y sin más, habrá
que conceder la nacionalidad. Y en segundo lugar porque la denegación en modo alguno va a
tener transcendencia para la familia como tal, ni para la convivencia de sus componentes, ya que
la solicitante tiene la residencia concedida y, rebus sic stantibus, esa situación no va a verse afec-
tada por la denegación de la nacionalidad.
Dicho con otras palabras: no debe confundirse lo que es un mero presupuesto para poder
entrar en el fondo del asunto [matrimonio con español] con lo que es el fondo mismo de la cues-
tión [si, por tener «buena conducta cívica» está habilitada para obtener la nacionalidad espa-
ñola].
Sexto. El tercer argumento que maneja la parte recurrente en el motivo primero es el de la
falta de objetividad con que la sala de instancia ha valorado la prueba. Y porque esto es así debe-
mos recordar que la valoración de la prueba no constituye materia casacional. Pese a ello, nues-
tra Sala -y concretamente esta sección 6ª - viene admitiendo que en circunstancias excepcionales
un Tribunal de casación puede anular una sentencia de instancia por inadecuada valoración de la
prueba. Entre esas circunstancias se encuentran la arbitrariedad, la falta de razonabilidad, la
posible lesión de los derechos humanos del recurrente, o la infracción de las reglas que condicio-
nan la práctica de las llamadas pruebas tasadas. Nada de esto se ha dado aquí sin que tampoco se
haya razonado la concurrencia de alguna de esas circunstancias, lo que ha de hacerse invocando
los preceptos de la Ley de Enjuiciamiento Civil, sobre la necesidad de que la valoración de la
prueba se ajuste a las reglas de la sana crítica. Como es obvio, no basta la mera invocación de
alguna de esas circunstancias, sino que debe explicarse y probarse convincentemente la concu-
rrencia de las mismas o de algunas de ellas, articulando para ello un específico motivo de casa-
ción por falta de motivación o infracción del artículo 9.3 de la Constitución en relación con los
preceptos de la Ley de Enjuiciamiento Civil que regulan la valoración de determinados medios
de prueba.
Pues bien, en relación con el problema que nos ocupa importa recordar que la Sala 1ª del
Tribunal Supremo -ocupándose precisamente de la adquisición de la nacionalidad por residencia
y de los requisitos que ésta ha de reunir, tiene dicho que mantener un criterio amplio o permisivo
en esta materia sería contrario a la ratio legis del precepto regulador de esta forma de adquisición
de la nacionalidad (STS, Sala 1ª, de 19 de septiembre de 1988). Y si esto es así, es patente que la
libertad estimativa del juzgador se halla indudablemente más restringida cuando se enfrenta a la
necesidad de precisar el concepto «buena conducta cívica» que utiliza el artículo 22.4 del Código
Civil. La citada sentencia de la Sala 1ª de este Tribunal Supremo bien rotundamente declara que
esa interpretación extensiva del precepto regulador de la adquisición de la nacionalidad por resi-
dencia debe rechazarse porque «podría suponer la apertura de un peligroso y siempre recusable
portillo al fraude de ley». Así, textualmente, se expresa la Sala de lo civil de este Tribunal
Supremo.
Y con esto estamos diciendo que ese criterio restrictivo que inspira el fundamento de la sen-
tencia impugnada que hemos transcrito está en perfecta sintonía con esa doctrina de la Sala de
instancia.
Séptimo. Igual suerte desestimatoria debe seguir el argumento de la pretendida vulneración
de la presunción de inocencia que la parte recurrente invoca en el último párrafo del motivo pri-
mero y a lo largo del motivo segundo en el que exclusivamente se ocupa de este problema. Y por
cierto de manera reiterativa pues, una y otra vez, da vueltas sobre lo mismo.
A. Según el parecer de la parte recurrente, la sentencia impugnada vulnera el principio de
presunción de inocencia y, con ello, el artículo 6.2 del Convenio para la Protección de los Dere-
chos Humanos y de las Libertades Fundamentales (Roma, 4 de noviembre de 1950), que hace
referencia a ese principio. Hay que respetar -dice algo más adelante- la presunción de inocencia
cuando se considera el ejercicio del alterne, como habitual, que no puede constituir una prueba
incriminatoria sobre conducta reprochada, al considerar la licitud de dicha actividad sobre cuya
cuestión ya se había pronunciado la sentencia de 17 de octubre de 1995 y, antes, la de 21 de julio
del mismo año. De aquí que -sigue argumentando la parte recurrente la sentencia infringe tam-
bién el artículo 26.1, letra f) de la Ley 7/1985 de Extranjería, pues si el alterne puede tener la
misma licitud que un contrato de trabajo, forzoso será reconocer que el fallo de la sentencia del
Tribunal «a quo», vulnera ese principio de la presunción de inocencia.
Y concluye diciendo: «Este principio [de presunción de inocencia] comporta: a) que la san-
ción que se imponga (en este caso -precisa la parte recurrente- desestimación de la nacionalidad
por residencia) esté basada en medios probatorios de cargo o incriminadores de conducta irregu-
lar que debe ser reprochada; b) que la carga de la prueba corresponde a quien acusa de ilicitud o
ilegalidad sin que nadie esté obligado a probar su propia inocencia; y que cualquier insuficiencia
de ella, o contradicción en la misma con resultado contrario a lo que se quiere probar debe tradu-
cirse en un pronunciamiento absolutorio. Por eso en este caso se ha vulnerado claramente el
principio de la presunción de inocencia, con vulneración al propio tiempo del núm. 2 del artículo
6 del Convenio para la Protección de los derechos Humanos».
Y es que -lo diremos una vez más- no es lo mismo solicitar un permiso de residencia que la
concesión de la nacionalidad. En este punto, y precisamente porque se trata de la atribución de
un status superior, rodeado de connotaciones simbólicas que son patentes en todos los ordena-
mientos jurídicos, la libertad estimativa del Tribunal tiene un margen de maniobra más restrin-
gido que cuando se trata de acceder a una solicitud de reconocimiento del derecho de residencia.
De lo contrario no se haría especial hincapié por el legislador en la exigencia de buena conducta
cívica. Con otras palabras: la concurrencia de circunstancias que permiten adquirir y conservar
la residencia pueden no ser bastantes -y es aquí el caso- para obtener la nacionalidad.
Octavo. Una última consideración resta por hacer -aunque este argumento no se maneja por
la recurrente-: la incidencia en el problema de la condición de hispano americana de la solici-
tante, ciudadana dominicana. El convenio de doble nacionalidad con la República Dominicana
es de 15 de marzo de 1968, ratificado por Instrumento de 16 de diciembre de 1968.
Pues bien, en este punto nuestra Sala no tiene inconveniente -antes al contrario, considera
necesario- hacer suya la resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de
29 de junio de 1993 en el que se precisa muy claramente cuáles son las consecuencias que de esa
condición cabe extraer a los efectos del problema que nos ocupa.
Como es sabido, la regla general es que para adquirir la nacionalidad española es necesario
que el solicitante renuncie a su anterior nacionalidad (art. 23.b). Pero de esta regla se exceptúan
los naturales de los países mencionados en el artículo 24.2, supuesto en el que estaría incluida la
solicitante. Y por eso la Dirección General de los Registros y el Notariado, en la citada resolu-
ción dice: «El legislador español, partiendo del principio constitucional de compatibilidad entre
la ciudadanía española de origen y la de ciertos países particularmente vinculados con España,
ha querido facilitar la adquisición de las respectivas nacionalidades con exención del requisito
de la renuncia a la nacionalidad anterior de origen, si se trata de la de alguno de ese grupo de
países, es decir países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal». En
idéntico sentido la resolución de 31 de mayo de 1993.
Esto quiere decir, y dice, que para que el privilegio que el Código Civil reconoce a los ciuda-
danos hispanoamericanos quede a salvo basta con que se le permita conservar su nacionalidad, y
es evidente que en el caso que nos ocupa no se le ha impuesto la obligación de renunciar a su
nacionalidad dominicana. Pero, una vez respetado esto, el que proceda o no conceder la naciona-
lidad dependerá de que se den o no los requisitos que exige la legislación española, apreciación
que corresponde hacer a los Tribunales de justicia, los cuales deben evitar el empleo de una inter-
pretación amplia, según tiene declarado -con relación al procedimiento del artículo 22.2 letra
d)- la Sala 1ª del Tribunal Supremo.
Es claro, por tanto, que tampoco por esta vía cabe dar una interpretación laxa al artículo 22
del Código Civil. Y es que -lo decimos una vez más con palabras de la sentencia citada de 19 de
septiembre de 1988, hay que evitar «la apertura de un peligroso y siempre recusable portillo al
fraude de ley».
Noveno. Desestimados como aquí lo han sido, los dos motivos que invoca la parte recu-
rrente, nos encontramos en el supuesto previsto en el artículo 102.3 de la Ley Reguladora de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 27 de diciembre de 1956 (reformada, en lo que aquí
importa por la Ley 10/1992), precepto que es aplicable al caso, no obstante haber sido anulada
aquella ley por la nueva Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa, pues así lo establece la disposición transitoria 9ª) de esta otra ley.
En consecuencia, y conforme al mandato contenido en ese artículo 102.3, debemos imponer
e imponemos las costas del presente recurso de casación a la parte recurrente.
Por lo expuesto,
FALLAMOS
Primero. No hay lugar al recurso de casación formalizado por doña Carmen Felicia S. E.
contra la sentencia de la Audiencia Nacional (Sala de lo contencioso-administrativo, sección 4ª)
de tres de abril de mil novecientos noventa y ocho, dictada en el proceso núm. 180/1996.
Segundo. Imponemos las costas de este recurso de casación a la recurrente.
Así por esta nuestra sentencia lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
VOTO PARTICULAR
Que, al amparo de lo dispuesto por el artículo 260.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
formula el Magistrado Excmo. Sr. D. Jesús Ernesto Peces Morate, al que se adhiere el Magis-
trado Excmo. Sr. D. Pedro Antonio Mateos García, por disentir del criterio de la mayoría en la
sentencia pronunciada por la Sección Sexta de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, con fecha
12 de noviembre de 2002, en el recurso de casación núm. 4857 de 1998:
Primero. Antes de exponer las concretas razones por las que discrepamos del criterio mayo-
ritario de la Sala al desestimar el recurso de casación sostenido por la representación procesal de
doña Carmen Felicia S. E. contra la sentencia pronunciada por la Sección Cuarta de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional en el recurso contencioso-administrativo
núm. 180 de 1996, por la que se declaró ajustada a derecho la resolución de la Dirección General
de los Registros y del Notariado, de 8 de noviembre de 1995, denegatoria de la concesión de la
nacionalidad española exclusivamente por entender que no acreditó la interesada buena con-
ducta dado que en el expediente administrativo constaban antecedentes policiales y porque
regentaba un local que se había propuesto el 24 de noviembre de 1994 para sanción por infrac-
ción de lo establecido en el RD 1119/1986, de 26 de mayo, debemos recordar la doctrina de esta
Sala del Tribunal Supremo acerca del significado de la concesión de la nacionalidad española
por residencia, prevista en el artículo 22 del Código Civil.
Segundo. Esta Sala ha declarado, entre otras, en sus Sentencias de 24 de abril, 9 y 19 de
junio, 25 de octubre de 1999, 7 de octubre y 19 de diciembre de 2000 y 5 de octubre de 2002, que
la concesión de la nacionalidad española por residencia no es una concesión stricto sensu sino un
reconocimiento cuando concurren los requisitos exigibles, de manera que sólo puede denegarse
si no se dan las circunstancias legalmente previstas, y así, de concurrir todas las señaladas por el
artículo 22 del Código Civil, ha de concederse y sólo podrá denegarse por motivos de orden
público o de interés nacional suficientemente razonados (artículo 21.2 del propio Código Civil),
y ello porque la nacionalidad es un auténtico estado civil con una doble dimensión, siendo título
para formar parte de la organización del Estado y a la vez una cualidad como perteneciente a una
comunidad, configurando el primero su aspecto público y la segunda el privado, sin que por ello
quepa escindir su verdadera naturaleza jurídica de estado civil, decisivo para la posición jurídica
de la persona, por lo que su adquisición por residencia no puede confundirse con la que se lleva a
cabo por carta de naturaleza, constituyendo ésta un genuino derecho de gracia, en que el requi-
sito de la solicitud tiene el significado de ocasión o motivo pero no de causa jurídica de la misma,
mientras que la adquisición por residencia está plenamente reglada y sólo puede denegarse, de
concurrir los requisitos al efecto establecidos, por motivos de orden público o de interés nacional
suficientemente razonados.
Tercero. En el caso enjuiciado, la Administración denegó el reconocimiento de la nacionali-
dad española por residencia a la solicitante porque no concurría, a su parecer, el requisito de la
buena conducta cívica debido a que tenía antecedentes policiales y porque regentaba un local
que se había propuesto para sanción.
La Sala de instancia confirma la resolución administrativa impugnada porque considera no
acreditada la buena conducta cívica de la recurrente, dado que en el año 1995 «regentaba junto
con su marido un establecimiento que funcionaba como club de alterne, donde mujeres, prefe-
rentemente extranjeras, alternan con clientes, aunque en dicho establecimiento, ciertamente, no
consta que se desarrollen actividades ilícitas».
Continúa el Tribunal «a quo» en el fundamento jurídico cuarto expresando literalmente que
«También son de tener en cuenta los presuntos hechos que dieron lugar a una sanción adminis-
trativa de multa por importe de 150.000 pesetas, sanción anulada posteriormente por el Tribunal
Superior de Cantabria en Sentencia de 14 de junio de 1996. Dicha Sentencia, que anuló el acto
administrativo sancionador porque había caducado el expediente, describe los hechos que die-
ron lugar al expediente con el siguiente tenor: “... funcionarios del Grupo Operativo de Extranje-
ros se personaron en la cafetería `Callejón?, explotada por la actora, identificando a varias muje-
res que se dedicaban a alternar con clientes masculinos”. Por otro lado y con relación a estos
hechos, el informe de la Comisaría General de Extranjería y Documentación, a que antes se ha
hecho referencia, señala que el expediente sancionador fue incoado “al ser sorprendidas dentro
del mismo (el local `El Callejón?) tres extranjeras ilegales a las que se les inició expediente de
expulsión”. Las razones expuestas llevan a la Sala a desestimar el presente recurso sin que sean
precisas mayores consideraciones, y sin que pueda considerarse que la resolución administrativa
se haya dictado de forma arbitraria, caprichosa o desviada de la finalidad que la preside».
Ni la Administración demandada, y ahora recurrida, ni la Sala de instancia declaran, y ello
tampoco se deduce del expediente administrativo ni de los autos, que la solicitante hubiese
tenido antecedentes penales, ya cancelados, sino que, como se deduce del expediente adminis-
trativo (folio 7), tuvo antecedentes policiales anulados con fecha 8 de noviembre de 1991, y así
lo recoge expresamente la Sala de instancia en el fundamento jurídico cuarto de la sentencia
recurrida, en que manifiesta no tener en consideración, a efectos de decidir, los antecedentes
policiales (años 1977, 1978 y 1982) ya anulados con fecha 8 de noviembre de 1991.
No compartimos, por consiguiente, la afirmación contenida en la sentencia acerca de los
antecedentes penales de la recurrente, pues, en contra de lo que en ésta se declara, consta en el
expediente administrativo para la concesión de la nacionalidad por residencia, tramitado por el
Juez Encargado del Registro Civil de Santander, una certificación librada, con fecha 29 de octu-
bre de 1992, por el Registro Central de Penados y Rebeldes del Ministerio de Justicia, en la que
se afirma que no aparece nota de antecedentes penales que haga referencia a doña Carmen Feli-
cia S. E., quien pidió esa certificación para solicitar la nacionalidad española.
Además, los antecedentes policiales anulados, que la Sala de instancia no tiene en cuenta
para decidir a pesar de que fue uno de los motivos en los que se basó el acto administrativo
impugnado y en los que tanto énfasis pone la sentencia de la que discrepamos, consisten en el
ejercicio de la prostitución en Madrid el 19 de diciembre de 1977 y en que fue expulsada del
territorio nacional el 20 de octubre de 1978, regresando al mes siguiente, y finalmente que fue
detenida en Santander el 1 de abril de 1982 en unas diligencias policiales, que dieron lugar a una
causa penal, que finalizó en 1983 con absolución para la recurrente, cuya sentencia absolutoria
obra en el expediente administrativo.
El otro motivo en que se basa el acto administrativo impugnado, para denegarle a la recu-
rrente la nacionalidad española por residencia, es que el local que regenta en Santander fue pro-
puesto en 24 de noviembre de 1994 para sanción administrativa, que terminó con la imposición
por el Delegado del Gobierno en Cantabria de una multa de 150.000 pesetas, que fue anulada por
sentencia firme dictada, con fecha 14 de junio de 1996, por la Sala de lo Contencioso-Adminis-
trativo del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria.
Cuarto. La única razón por la que el Tribunal a quo considera que la recurrente carece de
buena conducta cívica es que regenta un establecimiento donde las mujeres alternan con clientes
masculinos y fueron sorprendidas tres extranjeras en situación irregular, aunque reconoce que en
él no se desarrollan actividades ilícitas, rechazando expresamente como causa de la falta de
buena conducta cívica aquellos lejanos antecedentes policiales anulados, de los que no existen
más datos que los ya indicados.
Se silencia, sin embargo, por la Sala de instancia, y esta Sala del Tribunal Supremo no repara
esa omisión mediante la potestad que tiene para integrar los hechos (que usa, en cambio, para
traer a colación otras circunstancias intranscendentes, cual es la condena penal del marido en el
año 1983), que en el folio 7 del expediente administrativo la propia Comisaría General de Docu-
mentación de la Dirección General de la Policía afirma que la recurrente tiene cuatro hijos con el
ciudadano español don Miguel G. A., con quien contrajo matrimonio, según se desprende del
certificado del Registro Civil obrante en el expediente administrativo, el 29 de abril de 1982, y
que es titular de un establecimiento de hostelería, por el que en la última declaración de la renta
acredita una base imponible de 724.316 pesetas, reside en Santander en un piso de su propiedad
y es titular de un solar en la travesía de San Caledonio ... y ... de Santander.
Estos datos evidencian que la interesada cumple sus deberes fiscales, no oculta su patrimo-
nio, ejerce una actividad mercantil y tiene una familia estable desde el año 1982, figurando
empadronada, según certificado librado por el Ayuntamiento, en Santander desde el año 1986.
Aparece también en el expediente administrativo una certificación en la que se informa que
la Delegación del Gobierno denegó el 15 de abril de 1986 a doña Carmen Felicia S. E. el permiso
de residencia que había solicitado el 3 de octubre de 1985, pero, impugnada tal denegación por la
señora S. E. en sede jurisdiccional, esta Sala y Sección del Tribunal Supremo, con fecha 3 de
mayo de 1991, anuló dicha denegación y declaró su derecho a obtener el permiso de residencia
en España, que le fue otorgado finalmente por la Administración, en cumplimiento de dicha sen-
tencia del Tribunal Supremo, el 10 de agosto de 1991.
Quinto. Todos esos hechos, de indudable relevancia para demostrar que la recurrente
observa una conducta cívica como la de cualquier ciudadano español que tiene una familia,
ejerce un oficio, paga sus impuestos, no oculta sus bienes y acude a los Tribunales a ejercitar sus
derechos, no se reflejan ni en la sentencia recurrida ni en la de esta Sala, a pesar de que, a nuestro
juicio, son los que acreditan su buena conducta cívica, y, sin embargo, se pone de relieve, como
causa determinante de que no observa esa conducta, que regenta con su marido en la ciudad de
Santander una cafetería donde fueron identificadas varias mujeres que alternaban con clientes
masculinos y en la que tres extranjeras fueron sorprendidas en situación irregular, por lo que se
les inició a éstas expediente de expulsión ignorándose cómo terminó dicho expediente.
Sexto. Nos parece a quienes suscribimos este voto particular discrepante que descalificar la
conducta de una ciudadana, que cumple sus deberes familiares, sociales, fiscales y laborales,
porque sea titular de un local, en el que mujeres alternan con clientes y donde el propio Tribunal
de instancia reconoce que no se desarrollan actividades ilícitas, no se ajusta a la realidad social y
jurídica de nuestro tiempo, como lo evidencia la Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comu-
nidades Europeas de 20 de noviembre de 2001 o la promulgación por la Generalidad de Cataluña
del Decreto 217/2002, de 1 de agosto (DOGC 3695/2002, de 8 de agosto).
Séptimo. Al considerar que la recurrente carece de buena conducta cívica por regentar con
su marido un local donde mujeres alternan con clientes masculinos y fueron sorprendidas tres
extranjeras «sin papeles», a lo que esta Sala de Casación parece añadir también en su prolija
sentencia, de la que disentimos, unos antecedentes policiales ya anulados en 1991, unos imagi-
narios antecedentes penales, que se han demostrado inexistentes, una condena en 1983 a su
marido o la anulación de una sanción de multa por la caducidad del procedimiento administra-
tivo seguido al efecto, aunque su comportamiento cívico venga configurado por las circunstan-
cias y hechos que hemos puesto de manifiesto con el examen de las pruebas practicadas, consis-
tentes en documentos obrantes en los dos expedientes administrativos remitidos y en los autos,
nos parece a los magistrados discrepantes que no se respeta el correcto significado de «la buena
conducta cívica», exigida por el artículo 22 del Código Civil para conceder a un ciudadano
extranjero el derecho a la nacionalidad española por residencia, por lo que el primer motivo de
casación esgrimido debería ser estimado.
Octavo. Al ser estimable el referido motivo de casación, procede la anulación de la sentencia
recurrida y lo mismo la resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado
impugnada, para, con estimación también de la pretensión ejercitada por la recurrente, declarar
su derecho a la nacionalidad española por residencia de acuerdo con los informes del Ministerio
Fiscal y del Juez Encargado del Registro Civil en el expediente al efecto tramitado.
La estimación del primer motivo de casación hace innecesario el examen del segundo y
comporta que cada parte deba satisfacer sus propias costas, según establece el artículo 102.2 de
la Ley de esta Jurisdicción, sin que existan méritos para imponer a cualquiera de ellas las causa-
das en la instancia por no apreciarse mala fe ni temeridad en su actuación, conforme a lo previsto
concordadamente en el artículo 131.1 de la misma Ley y en la Disposición Transitoria novena de
la Ley 29/1998, de 13 de julio .
Vistos los preceptos y jurisprudencia citados, así como los artículos 93 a 101 de la Ley de
esta Jurisdicción, reformada por Ley 10/1992, las Disposiciones Transitorias segunda y tercera
de la referida Ley 29/1998, y por las razones anteriormente expuestas:
La parte dispositiva de la sentencia de esta Sala debería ser la siguiente:
Que, con estimación del primer motivo de casación alegado sin entrar a examinar el segundo,
procede declarar haber lugar al recurso de casación interpuesto por el Procurador don Ignacio A.
F., en nombre y representación de doña Carmen Felicia S. E., contra la sentencia pronunciada,
con fecha 3 de abril de 1998, por la Sección Cuarta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo
de la Audiencia Nacional en el recurso contencioso-administrativo núm. 180 de 1996, y, por
consiguiente, se anula dicha sentencia, al mismo tiempo que, estimando el recurso contencioso-
administrativo sostenido por la representación procesal de doña Carmen Felicia S. E. contra la
resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 8 de noviembre de 1995,
dictada por delegación del Ministro de Justicia e Interior, se debe declarar que tal resolución
administrativa impugnada es contraria a derecho, por lo que se anula también y se declara que
doña Carmen Felicia S. E. tiene derecho a que le sea reconocida la nacionalidad española por
residencia, sin que proceda hacer expresa condena al pago de las costas causadas en la instancia
y, en cuanto a las de este recurso de casación, cada parte deberá satisfacer las suyas.
Dado en Madrid, en la misma fecha de la sentencia de la que se disiente.
Fuente: Cendoj: 28079130062002100497.
23. Sent. TS (Sala 3ª. Sección 6ª) de 29 de noviembre de 2004. Recurso núm. 893/2001
Resumen: Nacionalidad española. Naturalización por residencia. Requisitos: razones de
interés público y salvaguarda de los intereses nacionales. Se ampara en un informe que se
considera secreto oficial. Iraní al que se le deniega la nacionalidad porque podría realizar
actividades que pongan en grave riesgo las relaciones internacionales y la seguridad nacio-
nal. Análisis del principio de transparencia y relación con el deber genérico de sigilo y con el
específico de secreto. Concesión.
Ponente: D. Francisco González Navarro.
Visto por la Sala Tercera del Tribunal Supremo, constituida en Sección por los señores al
margen anotados, el presente recurso de casación que con el número 893 de 2001, ante la misma
pende de resolución. Interpuesto por la Administración del Estado contra la sentencia dictada
por la Audiencia Nacional, Sala de lo contencioso-administrativo, sección cuarta, con fecha dos
de noviembre de dos mil, en su pleito núm. 699/1997. Sobre concesión de nacionalidad. Siendo
parte recurrida el señor María Inmaculada
ANTECEDENTES DE HECHO
Primero. La parte dispositiva de la sentencia recurrida es del tenor literal siguiente: <<Falla-
mos.- Primero.- Estimar el recurso contencioso-administrativo promovido por el Procurador
don Antonio Araque Almendros, en nombre y representación de don María Inmaculada, contra
la resolución de la Ministra de Justicia de 30 de abril de 1997, sobre nacionalidad, resolución que
anulamos por no ser conforme a Derecho. Segundo.- Declarar el derecho del recurrente a que,
previos los trámites legales oportunos, le sea concedida la nacionalidad española. Tercero.- No
procede hacer expresa declaración en materia de costas>>.
Segundo. Notificada la anterior sentencia el Abogado del Estado presentó escrito ante la
Sala de la Jurisdicción de la Audiencia Nacional, Sala de lo contencioso-administrativo, sección
cuarta, preparando recurso de casación contra la misma. Por providencia de fecha 16 de enero de
1999, la Sala tuvo por preparado en tiempo y forma recurso de casación, admitiéndolo y empla-
zando a las partes para que comparezcan ante el Tribunal Supremo.
Tercero. Recibidas las actuaciones en este Tribunal, se emplaza al Sr. Abogado del Estado
en nombre y representación de la Administración, para que manifieste si sostiene o no el recurso
preparado ante la Audiencia Nacional, Sala de lo contencioso-administrativo, sección cuarta, y
en caso afirmativo formule el escrito dentro del plazo de treinta días, como así se hizo.
Cuarto. Esta Sala 3ª del Tribunal Supremo tuvo por interpuesto recurso de casación dando
traslado del mismo al señor representante procesal del señor María Inmaculada para que formu-
lase, como recurrido, sus alegaciones de oposición, como así hizo dentro del plazo de treinta días
que, a tal efecto, le fue conferido.
Quinto. Conclusas las actuaciones, se señaló para votación y fallo el diecisiete de noviem-
bre de dos mil cuatro, en el que se iniciaron las deliberaciones.
Siendo Ponente el Excmo. Sr. D. FRANCISCO GONZÁLEZ NAVARRO, que expresa el
parecer de la Sala.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. A. En este recurso de casación, que la Sala de instancia tuvo por preparado
mediante providencia de 16 de enero de 1999 y que se ha tramitado ante nuestra Sala con el
número 893/2001, el Abogado del Estado impugna la sentencia de la Audiencia Nacional (Sala
de lo contencioso-administrativo, sección 4ª), de dos de noviembre de dos mil, dictada en el pro-
ceso número 699/1997. B. En ese proceso contencioso-administrativo, Doña María Inmaculada,
ciudadano iraquí, residente de tiempo atrás en España, tiempo que según él cubre el mínimo
legalmente exigido a efectos de obtención de la nacionalidad española, y que dice acreditar
rio”. Quinto.- Así las cosas, y a la vista de los antecedentes que el expediente administrativo nos
muestra, ya estamos en condiciones de concretar y verificar si las razones alegadas por la Admi-
nistración para denegar al actor la concesión de la nacionalidad española son o no justas -las
únicas aplicables al caso- conforme a la ley y al derecho. En realidad, así lo entendemos, tal y
como las causas de denegación aparecen planteadas, nos encontramos con que los conceptos
jurídicos indeterminados “orden público o interés nacional” (la Administración contempla los
dos, sin distinción) se reconducen a su vez a otros conceptos de la misma naturaleza, a saber: “en
atención al círculo de relaciones y las actividades del peticionario”. Debemos también tener en
cuenta que el Código civil -artículo 21.2- dice que los motivos en cuestión deben de ser “razona-
dos”. Consideramos que unos y otros, los alegados, carecen de razón y fundamento. Y esto es
así, porque no podemos entender ni considerar que las circunstancias que hemos relatado se
enmarquen, al menos negativamente, en “orden público” o “interés nacional”. Apreciados los
extremos examinados conforme a las reglas de la sana crítica, esto es el sentido común, y
mediante su valoración conjunta, lo que extraemos es que el actor lleva en nuestro país una vida
normal, que habla y entiende correctamente nuestra lengua y que se encuentra integrado en nues-
tra vida y costumbres. Por contra, y como datos negativos a insertar en los conceptos indetermi-
nados que la Administración alega, encontramos, según el informe de la Dirección General de la
Policía, antes descrito, que sus actividades “podrían” poner en grave riesgo las relaciones inter-
nacionales que convienen a España y afectar a la seguridad nacional. El juicio que en derecho
hacemos de los extremos decritos no nos lleva a considerar que el señor María Inmaculada rea-
lice actividades contrarias al orden público o que incidan negativamente en el interés nacional.
Por otro lado, tampoco sabemos, porque no nos consta, en qué consisten su “circulo de relacio-
nes y actividades”. Por tales podríamos entender múltiples aspectos: morales, políticos, sociales,
económicos e incluso lúdicos. Pero nada se nos ha dicho. Tan solo consta el informe de la Direc-
ción General de la Policía donde se dice que las actividades del actor -no sabemos cuáles-
“podrían” afectar a la seguridad nacional; pero el término “podrían” resulta extraordinariamente
ambiguo. El recurrente - antes de formular la demanda- solicitó de este Tribunal que se recla-
mase de la Administración el informe del Centro Superior de Investigación de la Defensa de 7 de
abril de 1995. Así lo hicimos. Pero el informe en cuestión había sido declarado “materia clasifi-
cada” en la categoría de “secreto” y no se nos ha remitido. Posteriormente, oídas las partes y el
Ministerio Fiscal, la Sala remitió oficio al Consejo de Ministros, a través de la Ministra de Justi-
cia, con la finalidad de que aportase a los autos el documento -con pleno respeto a sus funciones
de gobierno claro está-; pero no hemos obtenido respuesta, no obstante haber sido recordado.
Sexto.- Las razones expuestas nos llevan a considerar que la Administración no ha basado su
decisión en circunstancias ciertas y reales, más bien son perfectamente ambiguas, habiéndose
acreditado en el presente caso, precisamente en función de las actuaciones llevadas a cabo en vía
administrativa y en esta sede, que el recurrente reúne los requisitos objetivos para hacerse acree-
dor del derecho que reclama: residencia durante diez años, legal, continuada e inmediatamente
anterior a la petición. Las razones examinadas contradicen las señaladas por la Administración
como razón para denegarle la nacionalidad española por residencia e impiden considerar que
existan los motivos de orden público o de interés nacional contemplados en el citado artículo
21.1 del Código civil. El juicio que en derecho hacemos, repetimos, no nos lleva a cuestionar el
carácter de “clasificado” o “secreto” del informe solicitado, porque en este aspecto nada hemos
ordenado a la Administración; hemos solicitado [sic: en el texto original falta un párrafo en el
que, con toda seguridad, se hace referencia al requerimiento de transparencia]. Y la negativa a
desclasificarlo o remitirlo, amparada en la Ley de Secretos Oficiales, no nos permite saber, o
concluir, que las razones alegadas son las únicas justas de aplicación al caso controvertido. Por
contra, lo que sí nos permite saber, valorar y finalmente decidir son las reales y ciertas actuacio-
nes que se han tramitado en vía administrativa y en esta sede. A ello no empece el informe de la
Dirección General de Extranjería y Documentación a que antes hemos hecho referencia, pues,
en efecto, no vemos en qué pueda afectar al orden público o al interés nacional el hecho de que el
recurrente, ciudadano iraquí, se encuentra muy unido a la política de su país, del que precisa-
mente fue becario, existiendo, por tanto, razones para estarle agradecido. Por lo demás, el hecho
de haber participado en “actos pro-Irak”, como se dice, en virtud de un suceso ya lejano como
fue la Guerra del Golfo, tampoco puede considerarse en modo alguno que afecten negativamente
al orden público o al interés nacional. Además, no sabemos de qué actos se trata -parece ser que
todos- y si tales actos si tenían su acomodo o no dentro de la legalidad”.
Hasta aquí las razones en las que la Sala de instancia se apoya para fundamentar su fallo
desestimatorio.
Cuarto. Nuestra Sala no puede por menos de identificarse con el contenido de los razona-
bles y razonados fundamentos de la Sala de instancia que acabamos de transcribir y, consecuen-
temente, debemos confirmar su decisión de otorgar la nacionalidad Doña María Inmaculada. Lo
que significa que por las mismas razones debemos rechazar el recurso del Abogado del Estado.
Únicamente -y reiterando lo que tenemos dicho en relación con casos similares de los que hemos
tenido ocasión de conocer (cfr. por ejemplo, sentencia de 16 de febrero del 2004, recurso de
casación 341/2000) vamos a añadir una referencia a la conducta de la Administración del Estado
que ha dado la callada por respuesta al requerimiento, bien explícito por cierto, que le formuló la
Sala de instancia para que, sin menoscabo del obligado y discreto sigilo, hiciera transparente a
los magistrados componentes de aquélla las razones que, a su entender, impiden acceder a la
solicitud del actor de que se le otorgue la nacionalidad española, razones, que por afectar negati-
vamente al interés general, según se afirma sin mayor concreción, ha sido necesario amparar con
el secreto oficial.
Y lo primero que debemos decir es que esta conducta omisiva de la Administración pública,
ha tenido por resultado que el justiciable como advirtió el Fiscal en su escrito, haya visto mer-
mada sus posibilidades de defensa.
Y hay que decir también que, cuando el artículo 3, número 5 de la Ley de Régimen Jurídico
de las Administraciones públicas y del Procedimiento administrativo común (en la redacción
dada por la Ley 4/1999) proclama que la Administración, actuará en relación con los ciudadanos,
conforme al principio de transparencia, no está haciendo una huera proclama populista sino
incorporando al derecho positivo un principio sustentador de un Estado, como lo es el Estado
español, que no sólo es social y democrático sino también de derecho. Porque uno de los rasgos
definidores -no meramente retórico- de la democracia es, el de que, en un Estado de ese tipo, los
poderes públicos -todos ellos, por supuesto el judicial hablando por medio de sus sentencias y
resoluciones, pero también los demás, y por tanto la Administración pública- han de dar razón de
sus actos, lo que quiere decir que han de explicar razonada y razonablemente el porqué de sus
decisiones. Un deber que tienen, no sólo respecto de los particulares sino también, y aunque el
citado artículo 3 no lo diga expresamente, respecto de los restantes poderes públicos cuando así
proceda, como procedía en el caso que nos ocupa.
Por último, debemos añadir que cuando el citado precepto proclama ese principio de trans-
parencia no está diciendo que haya que abrir de par en par el Estado a la curiosidad de todos. No
es esto.
Lo que el legislador ha querido decir y ahora explicitamos es que el llamado principio -que
hoy es más bien regla- de la transparencia implica, cuando se le examina por su haz, el deber de
informar, y visto por su envés, implica un doble deber: un deber genérico de callar, que es lo que
se llama sigilo (o discreción), y un deber específico de secreto. Y son múltiples los supuestos que
hay en nuestro derecho positivo -porque no son pocos, sino muchos- que confirman lo que deci-
mos. Y como el catálogo de esos supuestos anda en monografías y manuales a ellos nos remiti-
mos. Bástenos, pues, con recordar, entre otras razones para insistir en que la transparencia es
consustancial a un poder de base democrática, que en el Acta final del Tratado de Maastrique
[sic] de 7 de febrero de 1992, se contiene una “Declaración relativa al derecho de acceso a la
información” en la que puede leerse esto: “La Conferencia estima que la transparencia del pro-
ceso de decisión refuerza el carácter democrático de las decisiones, así como la confianza del
pueblo en la Administración”.
Pues bien, en el caso que nos ocupa, la Administración pública entendió que tenía el deber de
callar y, porque así lo entendió, cubrió con una declaración de “secreto” esas razones que le lle-
vaban a desestimar la solicitud de quien aquí ha comparecido como recurrido. Nada tenemos que
objetar - pues carecemos de datos para hacerlo- a la adopción por la Administración de esa deci-
sión de cubrir con la veladura del secreto el informe del Centro Superior de Investigación y
Defensa relativo Doña María Inmaculada. Pero ese deber de callar, que es también potestad, no
es absoluto. Tiene límites, y el que nos ocupa es uno de ellos. Porque la Administración se
encuentra constitucionalmente sujeta (art. 106) al control por el Poder judicial de todas las mani-
festaciones de su actuación, y mal podría ejercerse ese control judicial si la mera negativa o la
simple conducta omisiva de la Administración pudiera impedir a un Tribunal de Justicia conocer
de las razones que han determinado la desestimación en vía administrativa de la solicitud de
otorgamiento de la nacionalidad.
Hay medios para que, sin menoscabo del deber genérico de sigilo y del específico del secreto,
que obligarían en este caso no sólo a la Administración sino también a los magistrados actuantes,
se hubiera cumplido por parte de aquélla con el deber, que también tiene, de explicar, razonada y
razonablemente, las razones de su decisión desestimatoria.
Y como no lo ha hecho, pese a haber sido negada la imputación por el interesado, el cual,
además pidió que se explicitara qué es lo que había de reprochable en su conducta o en sus rela-
ciones, cuya gravedad es de tal naturaleza que pone en riesgo los intereses generales, petición
que apoyó el Fiscal y determinó el requerimiento de transparencia que formuló la Sala de instan-
cia y desatendió la Administración, el motivo invocado por el Abogado del Estado, con su doble
línea argumental debemos rechazarlo, con lo que el recurso de casación por él interpuesto decae
en su totalidad.
Quinto. Sólo nos resta pronunciarnos sobre las costas del presente recurso de casación. Y al
hacerlo hay que decir que, a la vista de lo que dispone el artículo 139.2 de la Ley 29/1998, de 13
de julio, reguladora de la jurisdicción contencioso-administrativa, y habiendo sido desestimado
el presente recurso en su totalidad, y no apreciando nuestra Sala que existan razones para exone-
rar de aquéllas a la Administración del Estado recurrente, debemos imponer a ésta las costas de
esta casación.
En virtud de lo expuesto,
FALLAMOS
Primero. No hay lugar al recurso de casación formalizado por el Abogado del Estado contra
la sentencia de la Audiencia Nacional (Sala de lo contencioso administrativo, sección 4ª) de dos
de noviembre de dos mil, que con anulación de la correspondiente resolución denegatoria que
había dictado el Ministerio de justicia declaró el derecho del señor María Inmaculada, a que,
previos los trámites legales oportunos, le sea concedida la nacionalidad española.
Segundo. Imponemos las costas de este recurso de casación a la Administración del Estado.
Fuente: Cendoj: 28079130062004100563.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Consulado General de España en Tetuán el 21 de junio
de 2004, Don P.-F. M. L., de nacionalidad uruguaya, nacido el 25 de junio de 1961 en Montevi-
deo (República de Uruguay), domiciliado en Tetuán, manifestó que estaba casado con Dña.
R.-M. S.-C. N., de nacionalidad española, desde el 31 de agosto de 2000, la cual se encontraba
destinada, con la categoría de Jefe de Estudios, como contratada laboral fija, en el Instituto Cer-
vantes de Tetuán, y solicitaba que se le concediera la nacionalidad española por razón de matri-
monio, siendo de aplicación el artículo 22. 2 d) del Código Civil, que establece que «basta el
tiempo de residencia de un año para la concesión de la nacionalidad española al que, al tiempo de
la solicitud, llevare un año casado con español o española y no estuviere separado legalmente»,
teniendo en cuenta lo establecido en el artículo 22.3 del mismo Texto legal, que dispone que «a
los efectos de lo previsto en la letra d) del número anterior, se entiende que tiene residencia legal
en España, el cónyuge que conviva con funcionario diplomático o consular español acreditado
en el extranjero». Se acompañaba la siguiente documentación: pasaporte, certificado de naci-
miento, libro de familia, y certificado de antecedentes correspondiente al interesado, y pasa-
porte, certificado del Instituto Cervantes, de que es personal de plantilla, con contrato laboral
fijo, y certificado de residencia correspondiente a su cónyuge, entre otra documentación.
2. El Encargado del Registro Civil consular dictó resolución con fecha 22 de junio de 2004,
indicando que no era posible acceder a la petición del interesado, ya que su esposa, no tenía la
condición de funcionario diplomático o consular español acreditado en el extranjero, por lo que
no podía acogerse a lo dispuesto en el artículo 22.3 del vigente Código Civil.
3. Notificada la resolución al interesado, éste interpuso recurso ante la Dirección General de
los Registros y del Notariado, solicitando que se anulase la resolución recurrida, y se le recono-
ciera el derecho que le asistía a tramitar la adquisición de la nacionalidad española aplicando lo
establecido en el artículo 22.3 del Código Civil, alegando que tiene que residir obligatoriamente
en el extranjero, por encontrarse su cónyuge prestando sus servicios profesionales como Jefe de
estudios del Instituto Cervantes de Tetuán, habiéndose expedido a la misma el bono de franqui-
cia emitido por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Cooperación de Marruecos, y dichos
bonos, para la importación de vehículos exentos de impuestos, solamente se concede al personal
diplomático, consular o administrativo técnico adscrito a las Misiones Diplomáticas o Consula-
res acreditadas ante el Estado receptor. Se adjunta copia del citado bono de franquicia.
4. De la tramitación del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal que informó que conside-
raba ajustado a derecho la decisión del Encargado del Registro Civil Consular de 22 de junio de
2004, ya que la esposa del solicitante, no tenía la condición de funcionario diplomático o consu-
lar española acreditado en el extranjero, y por consiguiente, el promotor no podía acogerse a lo
dispuesto en el artículo 22.3 del vigente Código Civil. El Encargado del Registro Civil Consular
remitió el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado, informando que
hacía suyas las alegaciones formuladas por el Ministerio Fiscal.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17 y 22 del Código civil (Cc) en su redacción actual; 63 de la Ley del
Registro Civil; 220 a 224 del Reglamento del Registro Civil.
II. El interesado, de nacionalidad uruguaya y residente en Tetuán, solicitó del Registro Civil
Consular de esta ciudad que se tramitase expediente de concesión de la nacionalidad española
por residencia con acogimiento al plazo reducido de un año que prevé el artículo 22.2,d) Cc para
quien «al tiempo de la solicitud llevare un año casado con español o española y no estuviere
separado legalmente o de hecho». El recurrente había contraído matrimonio el año 2000 en
España con una española destinada en el Instituto Cervantes de Tetuán, contratada laboralmente
como jefe de estudios.
III. El citado artículo 22 dispone en el apartado 3, que la residencia ha de ser legal, conti-
nuada e inmediatamente anterior a la petición y establece que se entiende que tiene residencia
legal en España el cónyuge que conviva con funcionario diplomático o consular español acredi-
tado en el extranjero. El Encargado del Registro Consular contestó la petición del interesado
denegando su solicitud por estimar que su esposa no tenía la condición de «funcionario diplomá-
tico o consular acreditado en el extranjero».
IV. Por tanto el problema en el presente caso se centra en determinar sí la cónyuge del recu-
rrente tiene la condición de funcionaria diplomática o consular lo que, en caso afirmativo, supon-
dría atribuir a aquel, por vía de ficción legal, la condición de residente legal en España. El crite-
rio de esta Dirección General es coincidente con el mantenido por el Encargado del Registro, es
decir, se considera, a efectos de nacionalidad, que la condición de funcionario diplomático o
consular, no es atribuible con carácter general a los funcionarios o contratados laborales españo-
les que presten servicios en Embajadas o Consulados españoles, sino sólo a aquellos investidos
de estatus privilegiado diplomático, el cual no concurre en la cónyuge española del interesado.
En efecto, el concepto de «funcionario diplomático o consular español acreditado en el
extranjero» comprende los miembros del servicio extranjero investidos de status privilegiado,
pero no cualquier empleado de la Embajada o Consulado (interinos, contratados laborales, fun-
cionarios no pertenecientes al Grupo A, etc). Es verdad que el ámbito subjetivo así delimitado
hoy tiene contornos indefinidos por la variedad de categorías, Cuerpos y Escalas a que pueden
pertenecer los funcionarios españoles destinados, destacados o adscritos al servicio exterior de
España, acreditados no ya ante terceros Estados, sino también ante Organismos internacionales,
sean supranacionales (principalmente la Unión Europea) o intergubernamentales, así como
aquellos otros funcionarios españoles que se encuentran adscritos no al servicio de ninguna
representación española en el extranjero, sino que actúan investidos de representación diplomá-
tica atribuida directamente por ciertos Organismos Internacionales.
Esta situación plantea la necesidad de examinar la redacción del vigente artículo 22, n.º 3,
párrafo segundo del Código civil a fin de determinar si en la situación descrita actualmente exis-
tente, la citada redacción colma la finalidad a que respondía la norma. Hay que recordar a este
respecto que la redacción del precepto citado fue una novedad introducida por la Ley 18/1990,
de 17 de diciembre, que estableció la ficción legal de la residencia en España en esos exclusivos
casos (cónyuge que conviva con funcionario diplomático o consular español acreditado en el
extranjero) con la finalidad razonable de ofrecer un camino para la adquisición de la nacionali-
dad española a los consortes de los españoles que, por razón del cargo de éste, no pueden cumplir
con el requisito normal de residir legalmente en España. En la práctica, bajo la vigencia de la
precedente Ley 51/1982, de 13 de julio (Ley que dio su anterior redacción al artículo 22 del
Código civil, en la que no se incluía la ficción legal antes indicada), a tales cónyuges de funcio-
narios diplomáticos o consulares españoles acreditados en el extranjero sólo les quedaba la vía
de solicitar la nacionalidad o bien por el tiempo de residencia ordinario o bien por carta de natu-
raleza, que en la práctica administrativa de este Centro Directivo generalmente se les concedía
en atención a las circunstancias excepcionales concurrentes.
V. En la situación actual cabría optar por alguna de las siguientes alternativas: a) ampliar los
supuestos legalmente previstos en que los cónyuges de funcionarios españoles acreditados en el
extranjero, sea en representación del servicio de España en el extranjero, aún no estando adscrito
a Misiones diplomáticas o a Agencias consulares, sea en representación de Organismos Interna-
cionales en sus diversas categorías, tienen la condición de residentes legales en España; b) utili-
zar la analogía como vía interpretativa de resolución, lo que podría resultar viable en algunos
casos (agregados comerciales, culturales, etc.), pero no en otros (funcionarios al servicio directo
de Organismos Internacionales); o c) acudir a la vía de la carta de naturaleza para los supuestos
que se puedan plantear no comprendidos actualmente en el artículo 22, n.º 3, del Código civil, a
semejanza de lo que ocurría durante la vigencia de la Ley 51/1982 para los cónyuges de funcio-
narios diplomáticos o consulares españoles acreditados en el extranjero.
En cualquier caso, la primera de las opciones requiere la previa actuación del legislador, no
pudiendo hacer este Centro Directivo por vía de interpretación lo que requiere intervención del
Parlamento de la Nación. La segunda de las opciones apuntadas, la de la analogía, podría acaso
resultar admisible, sin necesidad de prejuzgar ahora definitivamente este extremo, respecto de
los «funcionarios asimilados» a los miembros de la carrera diplomática por referencia a los que
tienen tal carácter bien en las normas orgánicas y estatutarias del personal funcionario del Minis-
terio de Asuntos Exteriores, bien por referencia a los funcionarios asimilados a los agentes diplo-
máticos y funcionarios consulares a efectos de la legislación de extranjería. Así, v.gr. el art. 2 de
la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los extranjeros en
España y su integración social, y sus reformas posteriores, que asimilan a aquellos funcionarios
a los demás miembros de Misiones diplomáticas permanentes o especiales o de las Delegaciones
ante los Organismos intergubernamentales o Conferencias internacionales que tengan su sede en
España, que estén exentos de las obligaciones relativas a su inscripción como extranjeros y a la
obtención del permiso de residencia. Para los propósitos de la cuestión ahora estudiada la pers-
pectiva sería la inversa: «status» privilegiado de los funcionarios españoles en el extranjero
(pasaporte internacional, exención de permiso de residencia, inmunidad de jurisdicción, etc.
-vid. arts. 41, 43 y 44 del Convenio sobre Relaciones Consulares, hecho en Viena el 24 de abril
de 1963 -.Pero en cualquier caso esta posibilidad quedaría vedada respecto del personal funcio-
nario o laboral no asimilado. Por todo ello, en el presente supuesto, la única alternativa, y dada la
residencia del matrimonio en el extranjero, sería, si concurren los presupuestos legales exigidos
a tal fin, la de la solicitud de la nacionalidad española por la vía de la carta de naturaleza.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria deses-
timar el recurso y confirmar el auto apelado.
Fuente: BOE, núm. 181, 30-VII-2005, pp. 27090-27091.
HECHOS
1. Por escrito de fecha 7 de abril de 2005, en el Registro Civil de B., don A., nacido en Y.
(Colombia), el 15 de junio de 1963 y con domicilio en B., solicitaba la nacionalidad española por
residencia. Acompañaba los siguientes documentos: Fotocopias del pasaporte, del permiso de
residencia, certificado de nacimiento, certificados de antecedentes penales de su país y de
España, certificado de empadronamiento, certificado de la Dirección General de Policía y con-
trato de trabajo.
2. Ratificado el promotor, el Ministerio Fiscal, manifiesta que de acuerdo a lo dispuesto en el
art. 221 del Reglamento del Registro Civil, en relación al art. 344 del mismo texto, se practique
información testifical. El Juez Encargado del Registro Civil de B., por providencia de fecha 29
de junio de 2005, acuerda no haber lugar a la prueba testifical que se propone, por haberse acre-
ditado por el peticionario la residencia legal y el grado de adaptación a la cultura y vida espa-
ñola.
3. El Juez Encargado del Registro Civil de B., dictó auto con fecha 28 de octubre de 2005,
manifestando que no procede acceder a la práctica de las diligencias de instrucción ampliatorias
propuestas por el Ministerio Fiscal.
4. Notificado el Ministerio Fiscal, éste interpuso recurso ante la Dirección General de los
Registros y del Notariado, alegando que la práctica de la prueba testifical, no surge como una
pretendida intención de sobrecargar la oficina del Registro Civil y que la declaración de unos
ciudadanos en la condición de testigo deviene en todo procedimiento judicial y administrativo
un elemento probatorio de carácter imparcial porque permite comprobar a través de terceros si lo
manifestado por el peticionario se adecua a lo expresamente manifestado.
5. Notificado el recurso al interesado, éste no efectúa alegaciones en el plazo conferido. La
Juez Encargada del Registro Civil de B., remite el recurso a la Dirección General de los Regis-
tros y del Notariado para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 21 y 22 del Código civil; 63 y 97 de la Ley del Registro Civil; 220, 221,
348 y 354 del Reglamento del Registro Civil.
II. Se trata de una solicitud de adquisición de la nacionalidad española por residencia que
presenta un ciudadano de Colombia y que abre expediente que se instruye en el Registro Civil de
B. En su tramitación se practica la preceptiva notificación al Ministerio Fiscal (cfr. art. 97 LRC),
quien interesa que se dé cumplimiento a las exigencias prevista en el artículo 221 RRC, quinto
párrafo en relación con el 344 RRC. Por la Juez Encargada se consideró innecesaria la práctica
de la información testifical propuesta, que estima desproporcionada con la causa y, por ello dictó
providencia denegándola. Dicha providencia, de 29 de junio de 2005, fue recurrida en reposición
por el Ministerio Fiscal, siendo desestimada la impugnación mediante auto de 28 de octubre de
2005, contra el cual el Ministerio Fiscal, interpone el presente recurso.
III. En los expedientes gubernativos siempre ha de ser oído el Ministerio Fiscal (cfr. art. 97.2
LRC y 348. III RRC), que tiene asignada la función de velar por la instrucción y tramitación
adecuada del expediente y atribuida la facultad de proponer las diligencia o pruebas oportunas
(cfr. art. 344 RRC y 97 LRC). En este caso se da la circunstancia de que las diligencias que pro-
puso el Fiscal (información testifical) vienen exigidas por el artículo 220 RRC, que en su ordinal
5.º establece que en los expedientes de concesión de la nacionalidad por residencia « se indicará
especialmente», entre otras circunstancias, aquellas que reducen el tiempo exigido de residencia
en España; si habla castellano u otra lengua española; cualquier circunstancia de adaptación a la
cultura y estilo de vida españoles, como estudios, actividades, benéficas o sociales, y los demás
que estime convenientes. Las citadas menciones y circunstancias han de ser probadas por el peti-
cionario (cfr. art. 221 RRC), con los medios que este artículo señala y que, en particular y por lo
que se refiere a los hechos y circunstancias antes mencionados incluye cualquier hechos de
prueba adecuado admitido en Derecho y el medio que propone el Ministerio Fiscal es el de infor-
mación por dos testigos, que no puede considerarse ni inadecuado ni desproporcionado.
IV. No puede mantenerse el criterio de la Juez Encargada sobre que las diligencias interesa-
das por el Fiscal, hechas en el ejercicio de su función de velar por la instrucción y tramitación
adecuada del expediente gubernativo y para hacer cumplir los requisitos exigidos reglamentaria-
mente, sean desproporcionadas con la causa, porque ello sería tanto como poner en cuestión el
propio precepto que las establece, que, en este caso, de denegar dichas diligencias, quedaría
incumplido.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1.º Estimar el recurso y revocar el auto apelado.
2.º Ordenar que sean practicadas las diligencias expuestas por el Ministerio Fiscal en su
escrito de 29 de abril de 2005.
Fuente: BOE, núm. 23, 26-I-2007, p. 3803.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. Por la representación de D. Miguel Ángel se interpone recurso de casación contra
Sentencia dictada el 28 de mayo de 2002, por la Sala de lo Contencioso Administrativo de la
Audiencia Nacional (Sección 3.ª), en la que se desestima el recurso contencioso administrativo
interpuesto por aquel contra Resolución del Ministerio de Justicia de 21 de diciembre de 1999,
el actor que acreditó ante la Administración la concurrencia en él de las condiciones para solici-
tar la nacionalidad española, habiéndole sido denegada por aquella, con base en un Informe de la
policía que aludía a una separación conyugal. Añade que la Sala de instancia, por el contrario,
habría basado su sentencia y la consiguiente denegación de la nacionalidad no en esa separación
matrimonial referida por la policía, sino en el hecho de no haberse acreditado la convivencia
matrimonial, realizando una valoración de la prueba, que no puede considerarse adecuada, ya
que se habría dado preferencia a una documental privada como sería la certificación del Párroco
de Longares, en relación a una documental pública como sería el certificado emitido por el Ayun-
tamiento de Zaragoza, que según el art. 319 de la LECivil, haría prueba plena.
En el segundo motivo al amparo del artículo 88.1 d) de la Ley Jurisdiccional, se sostiene en
esencia la misma argumentación contenida en el Primer motivo de recurso, señalado que el tri-
bunal a quo interpreta indebidamente la propia jurisprudencia que cita en sus razonamientos
jurídicos.
Tercero. Queda documentalmente acreditado por certificación del Registro Civil de Zara-
goza que el actor Sr. Miguel Ángel contrajo matrimonio con Dña. Aurora de nacionalidad espa-
ñola el 25 de enero de 1995, habiendo presentado su solicitud de concesión de nacionalidad
española ante el Ministerio de Justicia el 4 de octubre de 1996, presentando con su petición entre
otra documental además de una certificación de la Oficina de Empadronamiento de 3 de octubre
de 1996 referida solo a él, otra certificación del Secretario General del Ayuntamiento de Zara-
goza, en la que se consigna que según los informes que obran en esa Dependencia Municipal, el
actor tiene en su compañía a su esposa D.ª Aurora y a su hijo desde la fecha que contrajo matri-
monio, residiendo en el domicilio de Zaragoza desde el año 1991, es decir, cuatro años antes de
contraer matrimonio. Así lo ponen de relieve también los testigos que declaran ante el Juzgado
del Registro Civil que ponen de manifiesto que el actor reside en octubre de 1996 en la ciudad de
Zaragoza, habiendo vivido anteriormente en el municipio de Longares (Zaragoza); el propio
actor reconoce que vivió anteriormente en Longares trabajando en el campo y que en el momento
de la solicitud trabajaba en la empresa de la ciudad de Zaragoza «Mateados del Vidrio, S.L»,
aportando certificación acreditativa de ello del Gerente de la empresa referida. El recurrente se
separo judicialmente de su esposa el 25 de febrero de 1997.
Se trata pues de constatar si en la fecha de la solicitud de nacionalidad había ya una situación
de separación de hecho prevista también en el artículo 22. d) del Código Civil como impeditiva
para estimar cumplido el plazo de un año de matrimonio.
La Sala de instancia, pese a la presunción de convivencia prevista en el art. 69 del Código
Civil y la certificación del Secretario del Ayuntamiento de Zaragoza, que no se limita a reflejar
los datos del padrón, si no que recoge la residencia en el mismo domicilio del actor con quien
entonces era su esposa y el hijo de ésta en la ciudad de Zaragoza, fundamenta la desestimación
de la demanda en que no se ha acreditado la convivencia de los cónyuges, conclusión a la que
llega en función de lo que denomina certificación del párroco “La Asunción” de Longares, en la
que se dice que el hoy recurrente vivía en el pueblo desde 15 de febrero de 1990 recibiendo asi-
duamente ayuda de Cáritas parroquial, lo que, afirma, contradice los certificados de residencia y
empadronamiento obrantes en las actuaciones.
En este punto conviene resaltar dos cuestiones.
En primer lugar, que si bien es cierto, en contra de lo que sostiene el recurrente, que la certi-
ficación del Secretario del Ayuntamiento de Zaragoza carece del carácter de documento público
por cuanto no cumple los requisitos del artículo 317.5 de la Ley de Enjuiciamiento Civil en el
extremo relativo a la residencia de los cónyuges, ya que tal cuestión es por completo ajena a las
funciones que vienen encomendadas a un Secretario de Administración Local, no lo es menos
que lo que se denomina “certificación” del párroco de Longares es incluso cuestionable que
pueda ser calificada como prueba documental privada ya que no deja de ser la manifestación que
un particular efectúa a instancia de parte estando más próximo su contenido al de una testifical
anticipada pero sin las garantías exigidas por la legislación procesal al efecto. Conviene resaltar
también que ni en los documentos emitidos por el Secretario del Ayuntamiento de Zaragoza ni en
el emitido por el párroco de Longares se hace referencia alguna a la efectiva o no convivencia
matrimonial ni a una hipotética separación de hecho, sin que tampoco tales extremos se afirmen
como hechos probados en la setencia recurrida. Los certificados municipales hacen referencia a
“residencia en domicilio” y el documento emitido por el párroco de La Asunción obrante al folio
27 del expediente, únicamente dice que el recurrente “se encuentra viviendo en el pueblo de
Longares...”.
Por otra parte, la documentación aportada de la parroquia de La Asunción de Longares, y sin
que ello suponga entrar a revisar la valoración de la prueba efectuada en instancia, no se circuns-
cribe a la que figura al folio 27 del expediente administrativo al que se alude por el Tribunal a
quo, sino que tiene dos folios más, folios 28 y 29, y en este último la parroquia acompaña lo que
denomina “ficha personal de inmigrante” del Sr. Miguel Ángel, donde en sus datos personales,
dentro de la rúbrica “control de llegada”, en que se dice que llegó a Longares el 22 de marzo de
1990; en el apartado “notas” afirma que vive no en Longares sino en C/ DIRECCION000
NUM001, NUM002 de Zaragoza, y expresamente dice que contrajo matrimonio con la española
D.ª Aurora, sin hacer referencia a ninguna separación legal de hecho o de derecho de esta.
En definitiva resulta claro que en los tres folios emitidos por la parroquia de La Asunción de
Longares, además de incurrir en ciertas contradicciones relativas al lugar de residencia del actor,
se trata de evidenciar su origen inmigrante y su arraigo en España, así como el hecho de recibir
concreta ayuda de esa parroquia, ubicada en una localidad próxima a Zaragoza. Expresamente se
recoge además su matrimonio con una española y ninguna referencia se hace a la convivencia
matrimonial o a que el recurrente estuviera separado de hecho de su esposa en el momento de
solicitar la nacionalidad española.
En segundo lugar no cabe olvidar que el concepto jurídico “convivencia”, “viven juntos”
dice el artículo 69 del Código Civil al establecer la presunción legal de convivencia referida al
matrimonio, no es modo alguno equiparable al de residencia común, de tal modo que puede exis-
tir convivencia matrimonial aun cuando circunstancialmente el lugar de residencia de ambos
cónyuges no sea el mismo y puede no existir convivencia pese a esa residencia común.
Así mismo el concepto jurídico “separación de hecho” implica el cese efectivo de la convi-
vencia sin que tampoco sea equiparable al de no “residencia” común.
Sentado lo anterior y asumiendo como no puede ser menos la valoración de la prueba efec-
tuada por la Sala de Instancia, valoración que no puede ser combatida en casación salvo por
infracción del artículo 9.3 de la Constitución o de las normas que rigen la valoración de determi-
nados medios de prueba, lo que aquí no acontece pues ya hemos apuntado que en ningún caso
estamos ante documento público y por tanto no cabe hablar de infracción del artículo 319 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil, habida cuenta que la certificación del Secretario del Ayuntamiento
de Zaragoza no tiene este carácter en razón de su contenido, hemos de señalar que el único hecho
que la Sala de instancia considera probado, no podía ser de otra manera ya que sólo sobre ese
extremo ha versado la prueba, es que el recurrente y su esposa no tienen la misma residencia; al
tiempo que afirma que no se ha acreditado el requisito de convivencia. Así dice el Tribunal a quo
que: «en el presente caso es claro no haber quedado debidamente acreditado el requisito de la
convivencia matrimonial dado que si bien de la documentación obrante de las actuaciones resulta
que contraído el matrimonio civil el 25 de enero de 1995 y fijado el domicilio en la CALLE000
número NUM000 de Zaragoza, sin embargo por certificación del Párroco de “La Asunción” de
Longares (folio 27), documento aportado por el hoy recurrente, resulta que a 7 de julio de 1998 el
mismo vivía en el pueblo desde 15 de febrero de 1990 y recibió ayuda asiduamente de Cáritas
parroquial, circunstancia fáctica que contradice el certificado municipal de residencia de 11 de
julio de 1996 obrante al folio 13 y otro de empadronamiento, acreditado al 1 de mayo de 1996
(folio 12); y pretendida convivencia que, en todo caso terminó en 25 de febrero de 1997 durante
la tramitación inicial del expediente. Circunstancias de convivencia que al no resultar debida-
mente acreditadas lleven a considerar completamente ajustadas a derecho las resoluciones recu-
rridas que por ende han de ser mantenidas.»
Lo anterior pone claramente de manifiesto que lo que la Sala de instancia tiene por probado
es que el hoy recurrente vivía en Longares y además afirma que no se ha probado la convivencia
matrimonial del recurrente y su esposa, afirmación que no es equiparable a una declaración de
tener por probada la no convivencia, como lo demuestra la afirmación contenida en el párrafo
anteriormente transcrito en el que se dice “y pretendida convivencia que en todo caso termino el
25 de febrero de 1997”, fecha posterior en más de cuatro meses a la de la solicitud de nacionali-
dad.
El razonamiento de la Sala de instancia que le lleva a desestimar el recurso contencioso
administrativo, al identificar los conceptos jurídicos residencia y convivencia, llegando a la con-
clusión de que no cabe conceder la nacionalidad española al recurrente al amparo del artículo 22
d) del Código Civil por la sola circunstancia de que los cónyuges no tengan el mimo lugar de
residencia, implica la invocada infracción del artículo 22 d) del Código Civil. Lo que resulta
necesario, para tal denegación, es, en el caso que nos ocupa, que la Administración demandada
hubiera aprobado la separación legal o de hecho del recurrente, conceptos ambos con un conte-
nido distinto al de residencia, lo que no se ha producido, como tampoco ha sido probada, y así lo
asume la Sala de instancia, la no convivencia del recurrente y su esposa, puesto que lo que afirma
la sentencia de instancia, como ya hemos reiterado, es que no se ha probado la convivencia,
extremo éste que no necesita de prueba al estar amparado por la presunción del artículo 69 del
Código Civil; o bien que la Sala de instancia hubiera llegado a afirmar en virtud de una prueba de
presunciones partiendo de hechos admitidos o probados que estabamos ante un matrimonio de
conveniencia, lo que tampoco acontece.
El hecho de que el 25 de febrero de 1997, cuatro meses y un día después de la solicitud de
nacionalidad se haya producido la separación legal de los cónyuges, resulta irrelevante dado que
el artículo 22. d) del Código Civil señala como dies a quo para el computo del año a que se refiere
la fecha de la solicitud de nacionalidad, sin que en ningún momento en el caso que nos ocupa se
haya tenido por probado en la sentencia de instancia, como anteriormente hemos dicho, ni ale-
gado por la Administración que estemos ante un matrimonio de conveniencia y mucho menos se
ha practicado prueba alguna encaminada a acreditar tal extremo ni tampoco una separación de
hecho. En las manifestaciones del párroco de Longares, en que se basa la sentencia de instancia
no existe referencia alguna, ni tan siquiera indirecta, a la falta de convivencia matrimonial y
mucho menos a una hipotética separación de hecho.
Por todas estas razones los dos motivos de recurso deben ser estimados.
Cuarto. La estimación de ambos motivos de recurso obliga a entrar en el fondo de la cues-
tión debatida en los términos en que queda planteada, que no son otros que determinar si se
cumple el requisito temporal para la concesión de la nacionalidad española previsto en el art.
22.2.d) del Código Civil, y puesto que, como hemos razonado, en el momento de su solicitud, el
4 de octubre de 1996, el hoy recurrente estaba casado con española sin estar legalmente o de
hecho separado de ella, con la que había contraído matrimonio el 25 de enero de 1995, y no
habiéndose acreditado que estamos ante un matrimonio de conveniencia, se dan los presupues-
tos previstos en aquel precepto y procede acceder a la solicitud de concesión de la nacionalidad
española formulada por D. Miguel Ángel.
Quinto. La estimación del recurso de casación interpuesto determina, en aplicación del art.
139 de la Ley Jurisdiccional, que no proceda un especial pronunciamiento ni en cuanto a las
costas de la instancia, ni de este recurso.
Fallo
Haber lugar al recurso de casación interpuesto por la representación de D. Miguel Ángel
contra Sentencia de 28 de mayo de 2002 dictada por la Sección Tercera de la Sala de lo Conten-
cioso Administrativo de la Audiencia Nacional que casamos y anulamos.
En su lugar debemos estimar el recurso contencioso administrativo interpuesto por D.
Miguel Ángel contra Resolución del Ministerio de Justicia de 21 de diciembre de 1999 que anu-
lamos por no ser ajustada a derecho, y en su lugar, procede conceder a D. Miguel Ángel la nacio-
nalidad española. Sin costas ni en la instancia, ni en la tramitación del recurso.
Así por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos
VOTO PARTICULAR
Que formula, al amparo de lo dispuesto en el artículo 260.1 de la ley orgánica del poder judi-
cial, el magistrado Excmo. Sr. D. Agustín Puente Prieto y al que se adhiere el magistrado Excmo.
Sr.D. Enrique Lecumberri Martí, en relación con la sentencia de la sala de fecha 22 de diciembre
de 2006, recaída en el recurso número 5.958/2002.
Primero. El recto enjuiciamiento de la cuestión sometida a conocimiento de la Sala por vía
de casación exige, ante todo, recoger las razones justificativas de la denegación de la nacionali-
dad española cuestionada. Por resolución de 21 de diciembre de 1999 la Dirección General de
los Registros Civiles y del Notariado, por delegación de la Sra. Ministra de Justicia, denegó la
concesión de nacionalidad pretendida, «sin perjuicio de que pueda volver a solicitarla cumplido
el plazo de residencia legal, continuada y efectiva de diez años inmediatamente anterior a la peti-
ción. En dicha resolución se expresa «que no puede acogerse el plazo abreviado de un año por
cónyuge español al no haber quedado acreditada la convivencia efectiva del matrimonio, sepa-
rado legalmente desde el 25/02/97 según informe de la Dirección General de la Policía de
21/05/98, que no sólo ha sido desvirtuado sino, más al contrario, corroborado por los certifica-
dos aportados por el interesado en los que se hace constar expresamente que reside en la locali-
dad de Longares desde 1990.
Recurrida en reposición dicha resolución la misma fue desestimada, confirmando la resolu-
ción inicial, por entender que «cuando el Código Civil exige la acreditación de un año de matri-
monio para adquirir la nacionalidad por este período de residencia en España, exige que los
cónyuges no estén separados de hecho, o lo que es lo mismo que el matrimonio con un nacional
español consista en una unión real y no sólo en una reunión institucional. Por ello, añade dicha
resolución, difícilmente puede prosperar la alegación del recurrente en tal sentido cuando cuatro
meses después de su solicitud de nacionalidad recayó sentencia de separación conyugal --25 de
febrero de 1997 --, pues no cabe duda de que la demanda de separación fue interpuesta con algu-
nos meses de antelación. En consecuencia, concluye la resolución desestimatoria de la reposi-
ción, no puede mantenerse que en el momento de la presentación de la solicitud --4 de octubre de
1996-- y durante su tramitación haya quedado acreditada la convivencia efectiva de los esposos
o al menos que ésta haya estado presidida por los principios de seriedad de perspectiva de futuro
que son propios de esta institución».
Hasta aquí los fundamentos de las resoluciones recurridas. Por su parte la sentencia recu-
rrida afirma, en el último párrafo de su fundamento de derecho tercero, después de recoger crite-
rios jurisprudenciales interpretativos de las exigencias del artículo 21 y 22 del Código Civil que
«En el presente caso, es claro no haber quedado debidamente acreditado el requisito de la convi-
vencia matrimonial dado que si bien de la documentación obrante en las actuaciones resulta que
contraído el matrimonio civil el 25 de enero de 1995 y fijado el domicilio en la CALLE000, n.º
NUM000 de Zaragoza, sin embargo por Certificación del Párroco “La Asunción” de Longares
(folio 27), documento aportado por el hoy recurrente resulta que a 7 de julio de 1998, el mismo
vivía en el pueblo desde 15 de febrero de 1990 y recibió ayuda asiduamente de Cáritas parro-
quial, circunstancia fáctica que contradice el certificado municipal de residencia al 11 de julio de
1996 obrante al folio 13 y otro de empadronamiento, acreditado al 1 de mayo de 1996, (folio 12);
y pretendida convivencia que, en todo caso terminó en 25 de febrero de 1997, durante la tramita-
ción inicial del presente Expediente. Circunstancias de convivencia que al no resultar debida-
mente acreditada llevan a considerar completamente ajustadas a Derecho las resoluciones recu-
rridas que por ende han de ser mantenidas».
Segundo. La cuestión, por tanto, objeto de debate tanto en vía administrativa como en vía
jurisdiccional, se centró en la concurrencia o no en el presente caso de la exigencia de los requi-
sitos establecidos en el artículo 22.2.d) del Código Civil en cuanto que exige para obtener la
nacionalidad española el plazo de un año de residencia, precisando que ello es así siempre que
«al tiempo de la solicitud llevara un año casado con español o española y no estuviere separado
legalmente o de hecho».
Es por tanto la cuestión relativa a la efectiva convivencia el eje nuclear considerado por la
resolución administrativa impugnada, confirmada en reposición, y por la sentencia impugnada,
para concluir en la improcedencia en la concesión de la nacionalidad, cuyo acuerdo, y según
reiterada jurisprudencia de esta Sala es, más que un reconocimiento de un derecho subjetivo, un
acto de manifestación de la soberanía de un Estado, constituyendo el excepcional régimen pre-
visto en el apartado 2.d) del artículo 22 del Código Civil una excepción a la regla general que
exige un período de permanencia en España para poder obtener la nacionalidad de diez años pero
que, por otro lado, condiciona, en el supuesto de matrimonio con español o española, dicho
período abreviado de un año a que el solicitante no estuviere separado legalmente o de hecho.
Bajo este condicionante es como, a mi entender, ha de enjuiciarse el supuesto sometido a
consideración de la Sala por vía de casación en la que el recurrente aduce dos motivos, afir-
mando en el primero que ha existido una infracción del ordenamiento jurídico, que concreta en
lo dispuesto en el artículo 22.2.d) del Código Civil, invocándose en el segundo, bajo la misma
norma procesal, la infracción de la jurisprudencia que entiende aplicable para resolver las cues-
tiones objeto de debate, aludiendo a una sentencia de 24 de abril de 1999 sobre la interpretación
de los conceptos jurídicos indeterminados y la exclusión de discrecionalidad en el actuar admi-
nistrativo.
Tercero. Ante todo conviene precisar que no es cierta la afirmación del recurrente acerca de
que la sentencia recurrida aluda a una circunstancia nueva, cual es la existencia de una certifica-
ción del Párroco del municipio de Longares, puesto que dicha circunstancia fue expresamente
tomada en consideración, como antes recogíamos y resulta de su texto, por la resolución recu-
rrida confirmada en vía de reposición.
Por otro lado, tampoco es cuestión nueva la falta de acreditación de la convivencia matrimo-
nial enjuiciada por la sentencia de instancia en los términos que antes recogíamos, puesto que,
efectivamente, esta era la cuestión central pues fue la no acreditación de esa convivencia la que
motivó la resolución administrativa objeto de impugnación.
Con la misma firma de D. José Manuel consta al folio 28 un documento encabezado con el
texto de «CURSOS DE CASTELLANO PARA INMIGRANTES. LONGARES (ZARA-
GOZA)» y en el que se afirma «D. Miguel Ángel, de nacionalidad liberiana, ha participado en
los cursos de lengua castellana que se vienen impartiendo, por voluntarios de CÁRITAS-LON-
GARES, desde el verano de 1995 hasta el presente». Dicho documento, suscrito por el propio
párroco firmante del anterior, se completa con una denominada «ficha personal de inmigrantes
de Longares», sin firma, incorporada al folio 29, en la que se recogen los datos personales del
interesado haciendo constar el domicilio en la CALLE001, NUM003 Longares (Z) e indicando,
bajo la rúbrica de «control de llegada», la fecha de entrada en España el 15 de febrero de 1990, la
llegada a Longares el 22 de marzo del 90, la fecha (parece que de confección de dicha ficha) de
10 de marzo de 1998, añadiendo en «notas» que «vive en DIRECCION000 NUM001 NUM002
(Zaragoza) con Junior, Número de la S.S. (22/10013389/18). Contrajo matrimonio con la espa-
ñola D.ª Aurora (D.N.I.: NUM004)».
Dicha ficha personal no aparece suscrita ni firmada y está incorporada, como decimos, al
folio 29 del expediente administrativo. Todos los dichos documentos, según consta en el expe-
diente, fueron aportados por el propio recurrente.
La sentencia objeto del recurso, al igual que el acto administrativo, ha entendido que lo ante-
rior justificaba la apreciación de falta de convivencia del recurrente con su cónyuge durante un
año, exigida por el Código Civil, al excluir el derecho a la nacionalidad cuando esa convivencia
no se hubiera producido a consecuencia de una separación legal o de derecho, lo que se entiende
ratificado, además, por la circunstancia de que cuatro meses después se declarara judicialmente,
según el propio recurrente acepta, la separación judicial del matrimonio.
En definitiva, el Tribunal de instancia, al igual que la Administración, ha entendido, en uso
de su soberana facultad de valoración de la prueba, que el recurrente vivía en el término munici-
pal de Longares distinto del que ocupaba su mujer y en consecuencia, que no concurre el requi-
sito excepcional para que se aplique el plazo de un sólo año para la obtención de la nacionalidad
por matrimonio, al faltar la convivencia, lo que se ratificaba por la ulterior declaración de separa-
ción judicial.
Quinto. El texto de la sentencia de la que respetuosamente discrepamos realiza una autén-
tica nueva valoración del requisito de la convivencia efectuada por el Tribunal de instancia,
insinuando que el documento aportado con la firma del Párroco y encargado de Cáritas Parro-
quial carece de las garantías exigidas por la legislación procesal al efecto; mas omite que dicho
documento fue presentado por el propio recurrente y que el principio de indivisibilidad de la
prueba y la doctrina de los actos propios impide privar de eficacia probatoria al citado docu-
mento que acredita, efectivamente, la falta de convivencia de los cónyuges puesto que D.ª Aurora
vivía, al formularse la solicitud, en Zaragoza en la CALLE000 n.º NUM000, NUM005 mientras
que según dicho documento suscrito el 7 de julio de 1998 D. Miguel Ángel, de nacionalidad
liberiana, se encuentra en esa fecha viviendo en el pueblo de Longares (Zaragoza) desde el 15 de
febrero de 1990, y ha recibido ayuda consistente en medicamentos, alimentos, ropa, etc, asidua-
mente de Cáritas Parroquial, siendo una persona establecida en ese pueblo, muy querida por
todos, manteniendo buena relación con los vecinos del pueblo y acudiendo a clase de castellano
y participando en actividades que se realizan en esta localidad.
Entiendo que la valoración de la convivencia ha de realizarse atendiendo, por exigencia del
Código Civil, al sentido gramatical de la palabra que, según el Real Diccionario de la Lengua de
la Real Academia Española, significa --del latín convivere--, «vivir en compañia de otra u otras
personas, cohabitar». De ello se infiere que la efectiva convivencia exige una residencia con-
junta, en compañia de la persona con la que se tiene dicha convivencia, lo que está ratificado por
el artículo 22.2.d del Código Civil que excluye de esa convivencia el supuesto de separación, no
solamente legal sino de hecho.
Es decir, para gozar del excepcional derecho, que, como tal, ha de interpretarse restrictiva-
mente, previsto para adquirir la nacionalidad por un año de residencia en España en el caso de
matrimonio, no basta con que dicha institución matrimonial se contraiga, sino que, además, es
necesaria la existencia de ese requisito de convivencia que, en el presente caso, no se ha produ-
cido, según se deduce de una prueba, llámese documental o testifical, aportada por el propio
recurrente.
Y es que, si bien el artículo 69 del Código Civil presume --iuris tantum-- la vida en común
del matrimonio, es lo cierto que el artículo 68 impone a los cónyuges, entre otras, la obligación
de vivir juntos, y que para el legislador, a lo largo de todo el desarrollo de los preceptos sobre el
matrimonio contenidos en el Código Civil, se identifica la vida en común, a la que se refiere por
ejemplo el artículo 83 como suspensión de la misma a consecuencia de la sentencia de separa-
ción, con la efectiva convivencia. Así se deduce, por ejemplo, de lo dispuesto en el artículo 82 de
dicho texto legal que, al expresar las causas de separación, menciona el abandono injustificado
del hogar o, lo que es lo mismo, el cese de la convivencia, así como el cese efectivo de esa convi-
vencia conyugal durante seis meses libremente consentido (apartado 5.º del articulo 82) o, en el
apartado 6.º, el cese efectivo de la convivencia conyugal durante el plazo de tres años.
Y es que para el Código Civil los términos vida en común, vivir juntos y convivencia son,
naturalmente, sinónimos, y no envuelven ninguna apreciación jurídica sino que responden a la
literalidad del significado de la palabra, lo que ratifica el artículo 102 del mismo texto legal al
precisar, como un efecto consecuencia de la propia demanda de separación, que los cónyuges
podrán vivir separados y cesa la presunción de convivencia conyugal. De donde se infiere esa
sinonimia de los términos vida común, vida en compañía y convivencia conyugal, que no puede
presumirse en quienes de hecho viven separados.
Sexto. En definitiva, entendemos que en el presente caso la única cuestión sometida a debate
por el recurrente era la infracción de lo dispuesto en el artículo 22.2.d) de la Ley del Código Civil
a que se refiere el primero de los motivos casacionales y que se apoyaba por el actor en que se
había planteado una cuestión nueva cual era la de la convivencia, extremo éste desvirtuado por el
texto literal de la propia resolución recurrida y de la sentencia de instancia, que claramente ha
apreciado la falta de vida en común del recurrente con su esposa en función de su libre valora-
ción de una prueba incorporada por el propio recurrente al proceso y ratificada cuando, cuatro
meses después de formular la solicitud y antes de que se dictara el acto administrativo consi-
guiente, se procedió a declarar judicialmente la separación de los cónyuges por mutuo acuerdo.
Pero lo no cabe es, después de negar la eficacia como auténtico documento público del certi-
ficado del Secretario municipal, que, por otro lado, no hace sino recoger unos informes y no es
función de dicho funcionario de la Administración local certificar las circunstancias de hecho de
la convivencia, realizar una nueva valoración de la prueba, pese a afirmar lo contrario, privando
de eficacia a la documentación procedente del Párroco y encargado de Cáritas parroquial de
Longares y entendiendo que en dicha documentación debió de hacerse constar la existencia de
una separación conyugal, función ésta no exigible a dicha persona cuando en la misma se expresa
claramente, según la ficha incorporada como documento 29, el domicilio concreto de Longares
en que el interesado ha venido residiendo y recibiendo ayuda de manutención, enseñanza, facili-
tación de ropa, etc., lo que ciertamente hace difícil entender que, ante las carencias económicas
mínimas que ello demostraba, pudiera permitir al recurrente desplazarse, siquiera con una
mínima asiduidad, a la ciudad de Zaragoza donde vivía la persona con la que contrajo matrimo-
nio poco antes del plazo de un año exigido para formular la solicitud de nacionalidad y de la que
aparece separado judicialmente cuatro meses después.
En definitiva, entendemos que debió rechazarse el recurso de casación, con condena en cos-
tas del recurrente, confirmando, dada su conformidad a derecho, la sentencia de instancia y, con
ello, el acuerdo administrativo objeto de impugnación.
Dado en Madrid, en la misma fecha de la sentencia de la que se discrepa.
Fuente: Cendoj: 28079130062006100477.
SENTENCIA
Visto por la Sala Tercera del Tribunal Supremo, Sección Sexta, el recurso de casación
número 2512/2002, que ante la misma pende de resolución, interpuesto por la procuradora D.ª
María Isabel García Martínez, en nombre y representación de D.ª Antonia, contra la sentencia
que dictó la Sección Tercera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacio-
nal de fecha 7 de marzo de 2002 --recaída en los autos 1323/2000-- por la que se desestimó el
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. La representación procesal de doña Antonia aduce, al amparo del artículo 88.1.d)
de la Ley Jurisdiccional, un único motivo de casación contra la sentencia de la Sala de lo Conten-
cioso-Administrativo de la Audiencia Nacional -Sección Tercera- de fecha siete de marzo de dos
mil dos (LA LEY JURIS. 1288206/2002), que desestimó el recurso contencioso-administrativo
interpuesto contra la resolución del Ministerio de Justicia de fecha veintitrés de marzo de dos
mil, que desestimó el recurso de reposición deducido frente a una anterior resolución de vein-
tiuno de diciembre de mil novecientos noventa y nueve que le denegó la concesión de la naciona-
lidad española “por no haber acreditado su arraigo en la sociedad española, ya que según los
informes oficiales recibidos habla muy deficientemente nuestro idioma, desconoce la escritura y
lengua castellana, estando vinculada a la vida y costumbres marroquíes”.
Segundo. En síntesis, la Sala de instancia, después de reseñar las circunstancias personales
que concurren en la peticionaria, como el matrimonio con español, hijos de nacionalidad espa-
ñola, escolarización de éstos y trabajo temporal de la interesada, que prima facie califica de
positivos para obtener por residencia la nacionalidad, toda vez que también se acredita la buena
conducta cívica, considera, sin embargo, que de esos datos aunque cabe deducir una intención de
integración de la demandante en la sociedad española, tal integración no se entiende consolidada
suficientemente para entender cumplido el requisito exigido, pues la demandante presenta caren-
cias importantes en cuanto al idioma que constituye el fundamental medio de comunicación e
integración social a las costumbres y forma de vida españolas, según deduce de los informes del
Encargado del Registro Civil, del Cesid, de la Comisaría Provincial de Melilla y del Director del
Curso de Formación Ocupacional de Alfabetización nivel I, en el que resalta “el aprovecha-
miento insatisfactorio en relación al programa seguido, no sólo la lengua escrita sino también
oral, la comunicación humana, textos orales y escritos, el mundo laboral y la globalización
comunicativa”.
Tercero. Discrepa la recurrente del argumento sustentado por el Tribunal a quo, pues consi-
dera que en atención a los datos que obran en autos y en el expediente hay razones suficientes
para que se le conceda la nacionalidad española, toda vez que el Juez del Registro Civil de Meli-
lla, encargado de la tramitación del expediente informó favorablemente su petición en resolu-
ción de trece de septiembre de mil novecientos noventa y seis, y si bien en una segunda compare-
cencia ante el Juzgado, realizada tras la devolución del expediente al efecto se precisó que “se
encuentra relativamente integrada en las costumbres de nuestro país”, entiende que este segundo
informe no tiene la consistencia jurídica que otorga el Tribunal para denegarle, en base a los
informes del Cesid y de la Comisaría Provincial de Policía de Melilla, la concesión de la nacio-
nalidad española, dado que el hecho que sea analfabeta explica su desconocimiento de la lengua
española, pero el mero hecho de participar en cursos de alfabetización es un claro indicio del
interés que tiene en el aprendizaje y comprensión de nuestra lengua.
Cuarto. Si bien como señala la Sala de instancia «existen datos positivos como el matrimo-
nio con español y los hijos, la escolarización de éstos y el trabajo aún temporal de la interesada
de los que cabe deducir una intención de integración en la sociedad española», el hecho de que
sea analfabeta la recurrente sin duda dificulta su avance en los cursos de alfabetización y apren-
dizaje del idioma español que realiza a fin de integrarse en la sociedad española. De ahí los infor-
mes favorables del Ministerio Fiscal y del Juez Encargado del Registro Civil, quien en su
segundo informe matiza el grado de integración de la solicitante al añadir el adverbio “relativa-
mente”.
Por lo que al quedar acreditado en autos la firme voluntad y esfuerzo de la recurrente de
aprender a leer y escribir en castellano, como lo demuestran los cursos de alfabetización segui-
dos en un Centro de Formación Ocupacional, podemos afirmar que ante estos inequívocos
hechos existe una sólida decisión de la recurrente de participar activamente como española en
nuestra sociedad, en la que como ciudadanos españoles su marido e hijos forman parte, sin que le
sea exigible un progreso académico superior al que desarrolla ya que en las condiciones en que
se encuentra no se acredita en autos, ni siquiera se alega la falta de interés de la recurrente en
progresar adecuadamente; de ahí que estimamos que concurre en la recurrente el presupuesto o
requisito exigido por el artículo 22, apartado 4 --«suficiente grado de integración»-- del Código
Civil y, por tanto, procede la concesión de la nacionalidad española.
Quinto. La estimación del recurso de casación determina, en aplicación del artículo 139 de
la Ley Jurisdiccional, que no procede la imposición de una condena ni en las costas causadas en
la instancia, ni en la tramitación de este recurso.
Fallo
Ha lugar al recurso de casación número 2512/2002, interpuesto por la procuradora D.ª María
Isabel García Martínez, en nombre y representación de D.ª Antonia, contra la sentencia que dictó
la Sección Tercera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional de
fecha 7 de marzo de 2002 --recaída en los autos 1323/2000--, que anulamos y dejamos sin efecto,
así como las resoluciones administrativas objeto del presente recurso, y estimando la demanda
formulada por la citada representación procesal contra la resolución del Ministerio de Justicia de
21 de diciembre de 1999 y 23 de marzo de 2000 --esta última confirmatoria en reposición de la
anterior--, debemos declarar y declaramos el derecho de la recurrente a obtener la nacionalidad
española que solicita; sin costas en la instancia ni en este recurso.
Así por esta nuestra sentencia, firme, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
Fuente: Cendoj: 28079130062007100367.
ANTECEDENTES DE HECHO
Primero. La Sentencia recurrida contiene el fallo del siguiente tenor literal: “Primero. Esti-
mar el presente recurso nº 882/02 interpuesto por la Procuradora Dª. Olga Gutiérrez Álvarez, en
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. Se interpone el presente recurso de casación contra sentencia de 11 de noviembre
de 2.003 de la Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, de la Audiencia Nacio-
nal, que resuelve, estimándolo, el recurso contencioso administrativo interpuesto por la repre-
sentación de D. Everardo contra resolución del Ministerio de Justicia de 19 de junio de 2.002 que
desestimó el recurso de reposición interpuesto frente a la de 30 de enero de 2002, denegatoria de
nacionalidad española.
La sentencia, en el fundamento de derecho cuarto, recoge el argumento en que se funda-
menta para la anulación del acto administrativo en los términos que siguen:
“El art. 21.2. del Código civil establece la posibilidad de conceder la nacionalidad española
por residencia, en las condiciones señaladas en el art. 22, cuyo párrafo primero exige el tiempo
de residencia de diez años con carácter general y, en todo caso se exige que la residencia haya
sido legal continuada e inmediatamente anterior a la petición; el requisito de la residencia se
acreditará, de ser posible, por información del Gobierno civil o de la Dirección General de la
Policía del Ministerio del Interior, según el art. 221 párrafo 4º del Reglamento de la Ley del
Registro civil.
En el presente caso la resolución denegatoria considera que el solicitante no residió efectiva-
mente en España, por las salidas y entradas en el territorio español que constan en su pasaporte;
parte para ello de que la residencia, en el sentido ahora analizado, se interrumpe por la existencia
de breves ausencias de días de duración, más o menos justificadas por razones profesionales o
familiares, en este caso por su trabajo como intermediario en la venta de carnes entre una empresa
de Dinamarca y su País de origen, así como para visitar a sus padres, que residen en Irán, lo que
es contrario a la interpretación del plazo fijado por el art. 22 d) Cc, que viene realizando esta Sala
y Sección que, en casos como el presente, en que queda plenamente acreditado que el domicilio,
entendido como el centro de relaciones familiares, económicas y profesionales se mantiene en
España, la existencia de cortos desplazamientos fuera de nuestro país no es suficiente para enten-
der incumplido el requisito de la residencia legal ininterrumpida durante el plazo exigido pues,
como ha declarado el Tribunal Supremo en sentencia de 23 de Noviembre de 2.000, “la no pre-
sencia física ocasional y por razones justificadas del territorio español no presupone el incumpli-
miento del requisito de residencia continuada siempre que no se traslade la residencia habitual y
por ende el domicilio fuera del territorio español”.
Así, consta que el demandante vive habitualmente con su esposa y sus dos hijos, que los tres
poseen la nacionalidad española y viven en nuestro País, en un piso propiedad del demandante
quien tiene otras propiedades en España; consta igualmente que el destino de sus viajes al extran-
jero son de corta duración y se ha facilitado una explicación razonable sobre los mismos que, en
lo referente a su profesión, resulta corroborada por el informe de la Dirección General de la Poli-
cía, por lo que hay que concluir que su residencia en España, a los efectos que aquí interesan, no
resulta interrumpida, como apreció erróneamente la resolución impugnada que, por ello, pro-
cede revocar.”
Segundo. Por la representación legal de la Administración del Estado se interpone el pre-
sente recurso de casación en el que, al amparo del artículo 88.1.d) de la Ley de la Jurisdicción, se
aduce por el Abogado del Estado la infracción por la sentencia recurrida del artículo 22 del
Código Civil apartado 3 y la jurisprudencia que la propia sentencia invoca.
Entiende el recurrente, en el desarrollo del motivo, que del expediente administrativo no se
deducen hechos distintos de los que fundan la resolución administrativa, sin que se haya practi-
cado prueba que enerve la corrección y legalidad de la misma, aduciendo una relación de hechos
que considera el Sr. Abogado del Estado acreditados en la instancia y que le llevan a concluir, en
definitiva, que los mismos, interpretados “en sus justos términos, esto es, de forma restrictiva
como corresponde a un requisito legal que sustenta el ejercicio de un acto de soberanía de Estado
y no de un derecho subjetivo, no se ha acredita de forma cumplida e irreprochable que la residen-
cia legal inmediata anterior a la solicitud haya sido continua en los términos y con la interpreta-
ción jurídica que debe darse al artículo 3.1 del Código Civil “. Y añade el recurrente que “la falta
de prueba en contrario a los hechos que acreditan y fundan la resolución administrativa, de falta
de continuidad de la residencia legal, impiden que la jurisprudencia que se invoca en la sentencia
de instancia (sentencia de 23 de noviembre de 2.000 ) sea de aplicación al caso resuelto”.
Tercero. Esta Sala ha interpretado en reiteradas resoluciones, a las que expresamente se
refiere nuestra sentencia de 29 de marzo de 2.006, que la concesión de nacionalidad por residen-
cia es un acto que constituye una de las más plenas manifestaciones de la soberanía de un Estado,
que conlleva el otorgamiento de una cualidad que lleva implícita un conjunto de derechos y obli-
gaciones, y cuyo otorgamiento en todo caso está condicionado al cumplimiento por el solicitante
de unos determinados requisitos, que, en el caso concreto, se centra en el de la residencia conti-
nuada de que habla el artículo 22 del Código Civil y que, como hemos puesto de relieve en la
sentencia de 8 de noviembre de 2.004 y las que en ella se citan, la falta de fijación por ley de un
límite a la duración y frecuencia de los desplazamientos fuera del territorio nacional no puede
por menos de merecer una interpretación y aplicación restrictiva, ponderada bajo las perspecti-
vas de la accidentalidad o no frecuencia en su realización, de la brevedad en su duración y de la
justificación en sus motivos, ya que mantener un criterio amplio y permisivo en esta materia,
además de ser contrario a la “ratio legis” del precepto regulador de esta forma de adquisición de
la nacionalidad, podría suponer la apertura de un peligroso y siempre recusable portillo al fraude
de ley.
Pero también es cierto que la valoración de los hechos que constan en las actuaciones, como la
de todo el conjunto de elementos probatorios, es de la exclusiva y soberana apreciación del Tribu-
nal de instancia y no puede ser combatida eficazmente en vía casacional invocando la infracción
de un precepto legal sino, y desaparecida como motivo casacional la errónea interpretación de los
hechos, aduciendo la violación de un precepto legal sobre valoración de prueba tasada o, con fun-
damento esencialmente en lo dispuesto en el artículo 9.3 de la Constitución, alegando la arbitra-
riedad o falta de lógica de la valoración efectuada de los hechos por el Tribunal de instancia.
En el presente caso, constituye un hecho, que el Tribunal en la sentencia recurrida valora
como probado, que el recurrente vive habitualmente con su esposa y sus dos hijos, que los tres
poseen la nacionalidad española, viviendo en nuestro país en un piso propiedad del demandante,
quien tiene además otras propiedades en España. Considera igualmente la sentencia que el des-
tino de sus viajes al extranjero son de corta duración y que se ha facilitado una explicación razo-
nable sobre los mismos que, en lo referente a su profesión, resulta corroborada por el informe de
la Dirección General de la Policía, todo lo cual conduce al Tribunal de instancia a apreciar que la
residencia en España, a los efectos que aquí interesan, no resulta interrumpida, en contra de lo
que apreció erróneamente la resolución impugnada cuya anulación, por ello, dispone.
Y tal rotunda apreciación de los hechos no ha sido eficazmente combatida por la recurrente
que, frente a la valoración que de los mismos ha hecho el Tribunal de instancia, se limita a reali-
zar una nueva evaluación de los mismos que le permiten concluir en la falta de acreditación del
carácter ininterrumpido de la residencia del actor en España, lo que comporta, en opinión del
recurrente, una infracción de lo dispuesto en el artículo 22 del Código Civil y de la propia doc-
trina jurisprudencial que invoca el recurrente.
De todo lo anterior se deduce que la valoración de los hechos que la sentencia realiza, enten-
diendo que está acreditada la habitualidad de la residencia en España por parte del recurrente
como causa determinante de la concesión de la nacionalidad, en función de las consideraciones
que el Tribunal realiza, no ha sido combatida, de manera eficaz, por el actor aduciendo ninguno
de los motivos a que antes hacíamos referencia y que permitiera a este Tribunal enjuiciar en vía
casacional dicha valoración del Tribunal de instancia, lo que conduce necesariamente a la deses-
timación del recurso de casación.
Cuarto. En aplicación de lo dispuesto en el artículo 139 de la Ley de la Jurisdicción, procede
la condena en costas del recurrente, con el límite, en lo que se refiere a los honorarios del Letrado,
de la cantidad de 1.000 euros.
FALLAMOS
No ha lugar al recurso de casación interpuesto por el Abogado del Estado contra Sentencia
de 11 de noviembre de 2.003 dictada en el recurso núm. 882/02 por la Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Tercera, de la Audiencia Nacional; con condena en costas del recu-
rrente, con la limitación establecida en el fundamento de derecho cuarto de esta sentencia.
Fuente: Cendoj: 28079130062008100047.
ANTECEDENTES DE HECHO
Primero. La sentencia recurrida contiene parte dispositiva del siguiente tenor: “Fallamos.—
Que debemos desestimar y desestimamos el presente recurso nº 03/574/2001 interpuesto por la
representación de, D. Simón, contra la resolución del Ministerio de Justicia descrita en el primer
fundamento de derecho, que se confirma por ajustarse al ordenamiento jurídico. No hacemos
una expresa condena en costas”.
Segundo. Notificada la anterior sentencia, la representación procesal de D. Simón, presentó
escrito ante la Sección Tercera de la Sala Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional
preparando el recurso de casación contra la misma. Por Providencia la Sala tuvo por preparado
en tiempo y forma el recurso de casación, emplazando a las partes para que comparecieran ante
el Tribunal Supremo.
Tercero. Recibidas las actuaciones ante este Tribunal, la parte recurrente, se personó ante
esta Sala e interpuso el anunciado recurso de casación, expresando los motivos en que se funda y
suplicando a la Sala: “se dicte sentencia por la que se estime el mismo, casando la sentencia recu-
rrida, dictándose otra ajustada a derecho”.
Cuarto. Teniendo por interpuesto y admitido el recurso de casación por esta Sala, se emplazó
a la parte recurrida para que en el plazo de treinta días, formalizara escrito de oposición, lo que
realizó, oponiéndose al recurso de casación y suplicando a la Sala: “Desestime dicho recurso,
confirme la sentencia que se recurre e imponga las costas causadas en este recurso al recu-
rrente”.
Quinto. Evacuado dicho trámite, se dieron por conclusas las actuaciones, señalándose para
votación y fallo la audiencia el día 10 de Junio de 2008, en cuyo acto tuvo lugar, habiéndose
observado las formalidades legales referentes al procedimiento.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. El presente recurso de casación se dirige contra la sentencia de la Sala de lo Con-
tencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional (Sección 3ª) de 11 de junio de 2002, confir-
matoria de la resolución del Ministerio de Justicia de 27 de noviembre de 2000, que había dene-
gado la solicitud de concesión de la nacionalidad española formulada por el señor Simón. Tal
como explica la sentencia ahora impugnada, la razón por la que la Administración denegó en su
día la concesión de la nacionalidad fue que el solicitante “no ha justificado suficiente grado de
integración en la sociedad española, ya que está casado con dos esposas”; y es de notar además,
siempre según lo afirmado por la sentencia impugnada, que “el solicitante en ningún momento al
inicio del Expediente manifestó la circunstancia de tener dos esposas y fue en el traslado del
Informe policial cuando formuló alegaciones a tal respecto”.
La sentencia que ahora se recurre en casación acogió como correcta la fundamentación de la
resolución administrativa denegatoria de la concesión de la nacionalidad, afirmando en sustan-
cia que “es sumamente dudoso que la poligamia no suponga un rasgo de diferenciación notable
en una sociedad que, aunque abierta y tolerante con usos y costumbres diferentes, no reconoce
sino la unión matrimonial monogámica”.
Segundo. El recurso de casación se basa en el art. 88.1.d) LJCA, e invoca infracción del art.
22.4 CC. Dos son los argumentos empleados por el recurrente. En primer lugar, afirma que dicho
precepto legal exige acreditar que el grado de integración en la sociedad española es “suficiente”,
no necesariamente “total”. Considera el recurrente que su grado de integración es suficiente,
pues lleva “una residencia legal y continuada durante más de diez años, con un trabajo estables,
con unas relaciones sociales absolutamente normales”. En segundo lugar, sostiene que “el hecho
de estar casado con dos mujeres no implica que sea una situación contraria a la legislación espa-
ñola, puesto que según dispone el artículo 9.2 del Código civil la ley aplicable a ambos matrimo-
nios es la ley personal de los contrayentes en el momento de la celebración, en este supuesto la
ley de Senegal que permite el matrimonio hasta con cuatro mujeres”.
Tercero. El único motivo de este recurso de casación debe ser desestimado. Como ha recor-
dado oportunamente el Abogado del Estado en su escrito de oposición, esta Sala hubo de afron-
tar ya un caso similar de denegación de concesión de la nacionalidad española por la poligamia
del solicitante. Se trata de la STS de 14 de julio de 2004. Se sostuvo entonces que no hay discri-
minación en considerar que el polígamo no satisface el requisito del “suficiente grado de integra-
ción en la sociedad española” del art. 22.4 CC, ya que no es lo mismo residir en España -algo que
sólo se podría prohibir al polígamo si una ley española así lo previese- que adquirir la nacionali-
dad española, que comporta toda una serie de derechos, incluidos el de sufragio activo y pasivo y
el de acceder a los cargos y funciones públicas.
Es verdad que, en el presente caso, el recurrente no invoca discriminación, sino que el grado
de integración requerido es “suficiente” -no “total”- y que el hecho de estar casado con dos muje-
res no le ha impedido el arraigo laboral y social en España. Y es verdad, asimismo, que quizá no
sea suficiente decir, como prudentemente hizo la resolución administrativa recurrida, que la
poligamia es contraria a la legislación española sobre el estado civil. No toda situación personal
extraña al ordenamiento jurídico español implica necesariamente un insuficiente grado de inte-
gración en nuestra sociedad. Dicho esto, la solución debe ser ahora la misma que la adoptada por
la citada STS de 14 de julio de 2004 y, en el fondo, por la misma razón: la poligamia no es simple-
mente algo contrario a la legislación española, sino algo que repugna al orden público español,
que constituye siempre un límite infranqueable a la eficacia del derecho extranjero (art. 12.3CC).
Entendido el orden público como el conjunto de aquellos valores fundamentales e irrenunciables
sobre los que se apoya nuestro entero ordenamiento jurídico, resulta incuestionable la incompa-
tibilidad con el mismo de la poligamia; y ello sencillamente porque la poligamia presupone la
desigualdad entre mujeres y hombres, así como la sumisión de aquéllas a éstos. Tan opuesta al
orden público español es la poligamia, que el acto de contraer matrimonio mientras subsiste otro
matrimonio anterior es delito en España (art. 217 CP). Es perfectamente ajustado a derecho, por
ello, que la Administración española considere que alguien cuyo estado civil es atentatorio con-
tra el orden público español no ha acreditado un “suficiente grado de integración en la sociedad
española”.
Por lo que se refiere a la invocación del art. 9.2 CC hecha por el recurrente, es irrelevante.
Que el Código Civil, a efectos de resolver los conflictos de leyes, establezca que el estado civil
de las personas se rige por su ley personal y que ésta viene determinada por su nacionalidad no
equivale a dar por bueno el contenido de todas las legislaciones nacionales sobre el estado civil
existentes en el mundo. Ciertamente, las autoridades administrativas y judiciales españolas están
obligadas por el art. 9.2 CC a considerar que el estado civil de cada persona es el regulado en la
legislación del país del que dicha persona es nacional; pero ello en nada obsta a que esas mismas
autoridades deban aplicar las normas jurídicas españolas, entre las que se halla el art. 22.4 Cc,
con rigurosa observancia del orden público español. En otras palabras, la llamada a la correspon-
diente legislación nacional para regular el estado civil de las personas no puede servir de pre-
texto para soslayar el orden público español, que incluye sin duda la prohibición de la poliga-
mia.
Cuarto. Al haber sido desestimado el único motivo de este recurso de casación, procede
imponer las costas al recurrente, de conformidad con el art. 139 LJCA. Se fija en un máximo de
500 euros la cantidad a repercutir por este concepto.
FALLAMOS
No haber lugar al recurso de casación interpuesto por el señor Simón contra la sentencia de
la Sala de lo Contencioso-Administrativo (Sección 3ª) de la Audiencia Nacional de 11 de junio
de 2002, con imposición de las costas hasta el máximo fijado en el fundamento de derecho
Cuarto.
Fuente: Cendoj: 28079130062008100187.
ANTECEDENTES DE HECHO
Primero. La sentencia recurrida contiene parte dispositiva del siguiente tenor: “FALLA-
MOS.- Que estimando el presente recurso n.º 673/02, interpuesto por la representación de D.
Serafin “, contra las resoluciones del Ministerio de Justicia (Dirección General de los Registros
y del Notariado) de 13 de diciembre de 2001 y de 19 de abril de 2002, ésta última dictada en
reposición, por las que se le deniega la nacionalidad española, anulamos dichas resoluciones por
ser contrarias al ordenamiento jurídico y declaramos el derecho del recurrente a la concesión de
la nacionalidad española solicitada.”
Segundo. Notificada la anterior sentencia, El Abogado del Estado, en la representación que
ostenta, presentó escrito ante la Sección Tercera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de
la Audiencia Nacional preparando el recurso de casación contra la misma. Por Providencia la
Sala tuvo por preparado en tiempo y forma el recurso de casación, emplazando a las partes para
que comparecieran ante el Tribunal Supremo.
Tercero. Recibidas las actuaciones ante este Tribunal, la parte recurrente, se personó ante
esta Sala e interpuso el anunciado recurso de casación, expresando los motivos en que se funda y
suplicando a la Sala: “sentencia que lo ESTIME, CASE Y ANULE LA SENTENCIA RECU-
RRIDA Y DECLARE LA CONFORMIDAD A DERECHO DE LA RESOLUCIÓN ADMINIS-
TRATIVA QUE DENEGÓ LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA”.
Cuarto. Teniendo por interpuesto y admitido el recurso de casación por esta Sala, se emplazó
a la parte recurrida para que en el plazo de treinta días, formalizara escrito de oposición, lo que
realizó, oponiéndose al recurso de casación y suplicando a la Sala: “dicte sentencia desestimando
el recurso, y confirmando plenamente la Sentencia de fecha 15 de enero de 2004, dictada por
Audiencia Nacional, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera”.
Quinto. Evacuado dicho trámite, se dieron por conclusas las actuaciones, señalándose para
votación y fallo la audiencia el día 16 de septiembre de 2008, en cuyo acto tuvo lugar, habién-
dose observado las formalidades legales referentes al procedimiento.
Siendo Ponente el Excmo. Sr. D. Luís María Díez-Picazo Giménez, Magistrado de la Sala
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. Este recurso de casación es interpuesto por el Abogado del Estado contra la sen-
tencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo (Sección 3.ª) de la Audiencia Nacional de 15
de enero de 2004, que estimó el recurso contencioso- administrativo formulado por Don Serafin
“ contra la resolución del Ministerio de Justicia de 19 de abril de 2002 denegatoria de la conce-
sión de nacionalidad española.
La Administración había denegado la concesión de nacionalidad española por entender que
el solicitante no cumplía el requisito de la buena conducta cívica (art. 22.4 CC), dado que en el
informe policial incluido en el expediente administrativo figuraba que había sido detenido en
1996 por resistencia, daños y contrabando.
La sentencia ahora impugnada, en cambio, estima que este solo dato no es suficiente para
concluir que falta la buena conducta cívica. Para ello, toma en consideración otros elementos: el
hecho de que la mencionada detención no dio lugar a la incoación de procedimiento alguno, la
posterior cancelación de los antecedentes policiales del solicitante, y la ordenada vida del mismo
(escolarización de los hijos, pago de impuestos, etc.). Hecha la correspondiente ponderación, el
tribunal a quo concluye que estos elementos pesan más que aquella detención, de manera que
debe tenerse por acreditada la buena conducta cívica y declararse el derecho del solicitante a
obtener la nacionalidad española.
Segundo. El presente recurso de casación se basa en un único motivo, formulado al amparo
del art. 88.1.d) LJCA. Se invoca infracción del art. 22.4 CC en relación con el art. 3.1 del mismo
cuerpo legal, así como de la jurisprudencia. El Abogado del Estado sostiene, en sustancia, que el
hecho de que la detención por resistencia, daños y contrabando no diese lugar a un procedi-
miento y que más tarde ese antecedente policial fuese cancelado no quita relevancia al suceso a
la hora de determinar si el solicitante cumple efectivamente el requisito de la buena conducta
cívica. Añade, además, que el solicitante no hizo esfuerzo probatorio alguno para demostrar su
buena conducta cívica.
Tercero. La buena conducta cívica exigida por el art. 22.4 CC para la concesión de la nacio-
nalidad española por residencia es, según jurisprudencia constante de esta Sala, un concepto
jurídico indeterminado. Ello significa sencillamente que la Administración carece de discrecio-
nalidad en esta materia: la nacionalidad española por residencia no puede ser otorgada o dene-
gada en virtud de meras consideraciones de oportunidad. Si se dan las condiciones previstas, hay
que otorgarla; si no se dan, hay que denegarla. Es verdad que algunas de esas condiciones, como
la buena conducta cívica y la integración en la sociedad española, pueden a veces ser difíciles de
apreciar. Ello se debe a que su comprobación pasa por utilizar una escala: de la óptima a la
pésima conducta, pasando por los grados intermedios; de la total a la inexistente integración,
pasando igualmente por los grados intermedios. Sólo en casos próximos a alguno de los dos
extremos de la escala cabe, sin necesidad de una profunda reflexión, dar inmediatamente una
respuesta afirmativa o negativa. En cambio, cuanto más próximo se halle el caso al centro de la
escala, mayor será el esfuerzo de razonamiento necesario para dar una respuesta afirmativa o
negativa; y, precisamente por ello, será preciso hacer una ponderación detallada y cuidadosa de
todas las circunstancias del caso. Obsérvese que hacer este esfuerzo es inevitable porque, tratán-
dose de conceptos jurídicos indeterminados, sólo cabe una solución correcta y, por consiguiente,
habrá que dar una respuesta afirmativa o negativa sin sucumbir a la tentación de decidir según
criterios de simple oportunidad o conveniencia.
Pues bien, esto es lo que ha hecho la sentencia impugnada: en lugar de dar por bueno que una
sola detención no seguida de procedimiento alguno es suficiente para descartar la buena con-
ducta cívica -lo que, dadas las circunstancias conocidas de aquélla, es cuanto menos dudoso-, ha
tomado en consideración todas los demás elementos disponibles y los ha ponderado, sopesándo-
los motivadamente.
Hay que decir a este respecto que, como justamente observa el Abogado del Estado, la mera
ausencia de una condena penal no es suficiente para acreditar la buena conducta cívica; es decir,
ésta es algo más que la ausencia de antecedentes penales. Pero no es menos cierto que los infor-
mes policiales negativos tampoco pueden conducir automáticamente a descartar la buena con-
ducta cívica. No hay que olvidar que los simples informes policiales carecen, por definición, de
la fiabilidad inherente a otros documentos elaborados con mayores garantías procedimentales.
De aquí que su fuerza probatoria dependa del nivel de coherencia y precisión de los hechos reco-
gidos en ellos, así como de su corroboración por otros medios de prueba. Así las cosas, la senten-
cia impugnada hizo bien en no aceptar acríticamente la mencionada detención, obrante en un
informe policial, como argumento definitivo para negar la buena conducta cívica del solicitante:
comprobó si la fuerza probatoria de ese dato quedaba o no corroborada por otros medios, conclu-
yendo razonadamente que hay más elementos a favor que en contra de la buena conducta cívica
del solicitante. Por todo ello, no puede concluirse que la sentencia impugnada haya infringido el
art. 22.4 CC en relación con el art. 3.1 CC, ni la jurisprudencia de esta Sala, de manera que el
recurso de casación no puede prosperar.
Cuarto. Por si lo anterior no fuera suficiente, conviene llamar la atención sobre otro extremo.
Examinando el expediente administrativo, tal como le permite a esta Sala el art. 88.3 LJCA, se
encuentra un documento titulado “Declaración complementaria de conducta ciudadana”, que el
solicitante rellenó y firmó con fecha 27 de mayo de 1998. Pues bien, ese documento responde a
un modelo oficial, pues se trata de un impreso o formulario; y en él se pregunta al solicitante si ha
sido inculpado o procesado, si está sujeto a medidas de seguridad, si ha sido sometido al procedi-
miento de la Ley de Peligrosidad Social, si ha sido condenado por faltas, y si se le han impuesto
sanciones gubernativas. No se le pregunta si ha sido detenido por la policía. Ello pone de mani-
fiesto, cuanto menos, que la Administración no considera que el mero hecho de haber sido dete-
nido sea tan importante como esos otros datos a la hora de determinar la buena conducta cívica
del solicitante.
Quinto. Para concluir, hay que examinar la afirmación del Abogado del Estado en el sentido
de que el solicitante no hizo esfuerzo probatorio alguno. Ciertamente, el art. 22.4 CC impone la
carga de probar la buena conducta cívica a quien solicita la concesión de la nacionalidad espa-
ñola por residencia. No es la Administración quien debe probar que falta una buena conducta
cívica: la existencia de la buena conducta cívica no se presume. Dicho esto, nada indica que en el
presente caso no se siguiese la práctica habitual, por lo que el solicitante no hizo un esfuerzo
probatorio menor que el de tantos otros. Hay que tener en cuenta, además, que la resolución
administrativa no basó su denegación de la concesión de nacionalidad en que el solicitante no
hubiese aportado pruebas, sino en que de las pruebas practicadas se desprendía la ausencia de
buena conducta cívica. Así, también esta otra afirmación del Abogado del Estado debe ser recha-
zada.
Sexto. Con arreglo al art. 139 LJCA, la desestimación de todos los motivos del recurso de
casación comporta la imposición de las costas al recurrente, que quedan fijadas en un máximo de
tres mil euros.
FALLAMOS
Que no ha lugar al recurso de casación interpuesto por el Abogado del Estado contra la sen-
tencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo (Sección 3.ª) de la Audiencia Nacional de 15
de enero de 2004, con imposición de las costas a la parte recurrente hasta un máximo de tres mil
euros.
Así por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos
Fuente: Cendoj: 28079130062008100305.
fundamental del actor a la igualdad ante la ley por parte del Estado español a través de la Resolu-
ción de la Dirección General de Registros y Notariado consistente en desconocer su nacionali-
dad española de origen, así como la certificación de su nacimiento en los Registros españoles. 2.
Para poner fin al daño y restablecer al actor en el pleno disfrute de su derecho se declare su nacio-
nalidad española de origen, y como tal sea inscrito en el Registro Civil. 3. Condena en todas las
costas de este juicio al demandado.
Admitida a trámite la demanda el demandado contestó alegando incompetencia de jurisdic-
ción, así como los hechos y fundamentos de derecho que estimó adecuados y terminó suplicando
al Juzgado se dictara sentencia por la que se desestimara la demanda con condena en costas.
Por el Juzgado se dictó Sentencia con fecha 3 marzo 1995, cuya parte dispositiva es como
sigue: «Que estimando la falta de jurisdicción debo desestimar y desestimo la demanda de don
Badadi Mohamed M. H. contra el Estado Español y el Ministerio Fiscal, absolviendo en la ins-
tancia e imponiendo las costas a la actora».
Segundo. Contra dicha sentencia se interpuso recurso de apelación que fue admitido y, sus-
tanciada la alzada, la Audiencia Provincial de Madrid, Sección decimotercera dictó Sentencia
con fecha 16 enero 1996, cuyo fallo es como sigue: «Que debemos desestimar y desestimamos el
recurso de apelación interpuesto por la Procuradora de los Tribunales M.ª Teresa Margallo
Rivera, en representación de don Badadi Mohamed M. H., contra la Sentencia dictada el día 3
marzo 1995 por la Ilma. Sra. Magistrada Juez del Juzgado de 1.ª Instancia núm. 58 de los de esta
capital en los Autos Incidentales de Protección Jurisdiccional de los Derechos de la Persona
núm. 129/1994, seguidos a su instancia contra el Estado Español y el Ministerio Fiscal; resolu-
ción que se confirma íntegramente con la precisión de que el orden jurisdiccional competente es
el contencioso-administrativo, imponiéndose a dicho apelante las costas procesales del
recurso».
Tercero. La Procuradora doña M.ª Teresa Margallo Ribera, en representación de don Badadi
Mohamed M. H., formalizó recurso de casación que funda en los siguientes motivos:
I.-Al amparo del artículo 1692, ordinal primero de la Ley de Enjuiciamiento Civil, por
defecto de jurisdicción, infracción del artículo 74 de esta Ley Procesal, así como de los artículos
9, 21 y 22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, artículos 51, 53, 54, 63 y 484.2 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, artículo 17 del Código Civil y artículo 1 y Sección Segunda de la Ley
62/1978 de Protección Jurisdiccional de los Derechos de la Persona.
II.-Al amparo del artículo 1692 número 4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, habiendo sido
infringidos los siguientes preceptos legales: artículos 24.1, 53.3, 14, disposición derogatoria
número 3, 117.1, 3 y 4, todos de la Constitución Española, artículos 9, 21 y 22 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, artículos 51, 53, 54, 63, 74, 484.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, violados
por inaplicación, artículo 11 (1 y 2) de la Constitución Española y los artículos 17 a 26 del
Código Civil, artículos 1.1 y la Sección Tercera de la Ley 62/1978 de Protección Jurisdiccional
de los Derechos Fundamentales, y 11 de la misma Ley en sus números 1 y 2, artículos 4, 5.1, 6 y
7.1 y 2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, y 53.2 de la Constitución.
Cuarto. Admitido el recurso y evacuando el traslado conferido para impugnación, el Abo-
gado del Estado, emitió dictamen, en el que se manifestaba: «Primero.-Procede desestimar el
motivo primero del recurso, que se articula al amparo del ordinal primero del artículo 1692 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil, por infracción del artículo 74 de la Ley Procesal, del artículo 9.21 y
22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, artículos 51, 53, 54, 63 y 484.2 de la Ley de Enjuicia-
miento Civil, artículo 17 del Código Civil y artículo 1 de la Sección Segunda de la Ley 62/1978,
de Protección Jurisdiccional de los Derechos de las Personas. En relación con los motivos,
hemos de señalar: 1.º Que los artículos que se invocan de la Ley de Enjuiciamiento Civil y de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, en cuanto normas procesales y no sustantivas, no pueden servir
de soporte a un recurso de casación. 2.º El artículo 17 del Código Civil que se invoca, ninguna
relación tiene con la cuestión a la que el motivo se refiere: la competencia o incompetencia de la
jurisdicción civil ordinaria para conocer de la pretensión que se ejercita. 3.º Tampoco afectan a
este problema el artículo 1 y la Sección Segunda de la Ley 62/1978 de Protección Jurisdiccional
de los Derechos Fundamentales de las Personas. 4.º No obstante, al ser la jurisdicción improrro-
gable y de ius cogens, como señala la sentencia recurrida, ha de examinarse de oficio, por los
órganos judiciales, por lo que procede entrar a conocer el fondo del problema, que no es otro que
el de determinar la jurisdicción competente -civil o contencioso-administrativa- para conocer la
reclamación del actor. En este sentido, no cabe sino reproducir el acertado razonamiento de la
sentencia recurrida. La Sección Tercera - garantía jurisdiccional civil- de la Ley 62/1978, en que
se ampara la acción, ejercitada en relación con la resolución de la Dirección General de los
Registros y el Notariado, dispone que las reclamaciones por vulneración o desconocimiento de
los derechos fundamentales de la persona no comprendidos en los artículos que se refieren a la
garantía jurisdiccional penal o contencioso-administrativa, se formularán ante los Juzgados de
Primera Instancia correspondientes a la localidad en que se ha producido el hecho o radica el
registro u oficina en que deban manifestarse. Ello supone -como señala la Sentencia del Tribunal
Supremo que se invoca, de 18 junio 1993-, que los órdenes jurisdiccionales penal y contencioso-
administrativo tienen prevalencia sobre el civil, aun afectando a derechos fundamentales, cuando
se trata de materias que le son propias. En concordancia, el artículo 6.1 de la Ley atribuye a la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa el conocimiento de la pretensión contra los actos de la
Administración Pública sujeta al Derecho Administrativo que afectan a los derechos fundamen-
tales de la persona. A ello debe añadirse lo establecido en la disposición transitoria segunda.2 de
la Ley Orgánica 2/1979, de 3 octubre, del Tribunal Constitucional, que dice textualmente: “En
tanto no sean desarrolladas las previsiones del artículo 53.2 de la Constitución para configurar el
procedimiento judicial de protección de los derechos y libertades fundamentales se entenderá
que la vía judicial previa a la interposición del recurso de amparo sería la contencioso-adminis-
trativa ordinaria o la configurada en la Sección Segunda de Ley 62/1978, de 26 diciembre, sobre
Protección Jurisdiccional de los Derechos Fundamentales, a cuyos efectos el ámbito de la misma
se entiende extendido a todos los derechos y libertades a que se refiere el expresado artículo 53.2
de la Constitución”. En Resumen: es la Jurisdicción Contencioso-Administrativa la competente,
conforme establece la sentencia recurrida. Segundo.-Debe desestimarse, igualmente, el motivo
segundo del recurso que se articula en base al número 4 del artículo 1692 de la Ley de Enjuicia-
miento Civil, y se fundamenta en la infracción de los artículos 24.1 y 53.2 de la Constitución. Y
debe desestimarse porque una sentencia declaratoria de la incompetencia de jurisdicción ni
implica: Ni que no se haya tenido la tutela de los Tribunales, ya que se ha efectuado la acción que
se ha considerado oportuna y los Tribunales han atendido y tramitado su pretensión. Ni que no se
pueda ejercitar el Derecho sustantivo ante la jurisdicción competente. Específicamente la sen-
tencia recurrida señala, en el último párrafo del fundamento de derecho tercero, que la declara-
ción de incompetencia no prejuzga el derecho ejercitado. Respecto al resto de los artículos cuya
infracción se ampara en este motivo, donde se invocan el artículo 14 de la Constitución -princi-
pio de no discriminación- disposición derogatoria tercera del mismo Texto Constitucional, artí-
culo 117.1.3 del Texto Fundamental, artículos 9.21 y 22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
artículos 51, 53, 54, 63, 74 y 481.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, artículo 11.1 y 2 de la
Constitución y artículos 17 a 26 del Código Civil, 1.1 y Sección Tercera de la Ley 62/1978, y
artículos 4, 5.1, 6 y 7.11 y 2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, o bien, como hemos dicho,
son normas de carácter procesal sobre las que no puede construirse un recurso de casación, o
bien son normas que para nada afectan a la cuestión resuelta por la sentencia recurrida».
Quinto. El Ministerio Fiscal emitió dictamen en el siguiente sentido: «El problema que
plantea este recurso de casación excede de lo que suelen ser los límites en esta institución, casi
referidos a la interpretación de la Ley Sustantiva (artículo 1.6 del Código Civil) o a la garantía de
los derechos o facultades procesales de modo que se excluya la indefensión en el proceso. Bien
es verdad que en la interpretación de la ley han de tenerse en cuenta factores fuera de sus propias
palabras, de tal modo que hoy la ley no es un texto sagrado emanado de espíritus extraños o
extraterrestres sino expresión de la fórmula con que se provee de un criterio nacido de unas con-
diciones históricas y culturales para resolver un conflicto. Y en ese sentido el artículo 3.1 del
Código Civil desde la redacción del título preliminar en 1974 (Decreto de 31 mayo 1974) que ya
anunciaba un mundo diferente al oficial del régimen existente entonces (dicha redacción era un
anticipo del sistema democrático en cuanto concepción del mundo y de la vida). Pero además, el
recurso que hemos de examinar, sin embargo ha de resolver cuestiones que no sólo están en rela-
ción con la realidad social española, sino con la realidad social y política internacional por lo que
la referencia a materias que pudieran parecer extravagantes a un recurso de casación ante la Sala
Primera del Tribunal Supremo de España no son sino las propias y exigidas por nuestras leyes,
que en este caso nos imponen que tengamos en cuenta la realidad en que se produce el conflicto
y los efectos de las leyes de cuya interpretación y aplicación se trata en el proceso es de resolver
la cuestión planteada (artículos 524 y 359 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). En otro sentido,
también, es excepcional este recurso. Y es por la referencia a normas internacionales que ya for-
man parte del ordenamiento jurídico español según artículo 1 número 5 del Código Civil y hoy
ya en la Constitución (artículo 96). Así pues, no será extraño que se citen Textos Legales interna-
cionales que lo son sólo por su origen y naturaleza pero que ya forman parte del ordenamiento
jurídico español. Pero lo más sorprendente tal vez sea la referencia a decisiones políticas expre-
sadas en disposiciones legislativas pertenecientes al régimen político precedente que de acuerdo
a la observación del Comité sigue desplegando su vigencia (“mandan los muertos”). Así que
aquellas Cortes orgánicas y las llamativas indumentarias que lucían los llamados Procuradores
en Cortes, desde la chaqueta blanca con camisa azul hasta la chilaba, sea de inevitable aunque tal
vez no agradable la evocación en la vista de este recurso. Examinadas las actuaciones de este
rollo y de los autos en lo necesario el Fiscal en el trámite del número 2 del artículo 1710 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil, dice: 1.º En primer lugar es de estimar el motivo primero del recurso
porque sin perjuicio de las razones contenidas en la sentencia recurrida, para determinar la juris-
dicción competente, no sólo han de hacerse consideraciones jurídicas generales, sino que ha de
partirse del objeto del pleito, definido en primer lugar por la demanda, sin que quepa sustituir la
actividad y decisión de la parte por criterios generados en un plano de abstracciones y no de for-
mular soluciones a problemas teóricos. En este sentido la demanda plantea una cuestión civil, la
declaración de nacionalidad española que afirma el demandante, sin perjuicio de que esa decla-
ración tenga efectos sobre una resolución de la Dirección General de Registros, de cuya impug-
nación no se trata en este pleito, como no podría tratarse, por lo demás. En consecuencia el Fiscal
entiende que es de estimar este primer motivo y afirmada la jurisdicción civil es de resolverse ya
al fondo de la cuestión planteada, no cabiendo remitir de nuevo a esta misma jurisdicción para
repetir el proceso que es la única solución que prevé el artículo 1715 núm. 1.º LECiv, como si se
tratase de un exceso en el ejercicio de jurisdicción, cuando en esta ocasión se trata en realidad del
defecto, que ha de llevar, siendo estimado a considerar el fondo del asunto. Y en este plano, ade-
más del artículo 11 de la Constitución teniendo en cuenta la nacionalidad de origen del recu-
rrente de acuerdo con la regulación en vigor en su época, no expresamente derogada que enten-
dió el territorio del Sahara como provincia española, incluso con representación en las Cortes y
siendo llamados sus habitantes a pronunciarse en el referéndum sobre la Ley Orgánica del
Estado, se declare la nacionalidad española del recurrente, con las consecuencias registrales que
procedan».
Sexto. Para votación y fallo el día 26 de octubre de 1998, en que ha tenido lugar.
Ha sido Ponente el Magistrado Excmo. Sr. D. José Almagro Nosete.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Primero. Impugna el primer motivo casacional (artículo 1692.1.º de la Ley de Enjuicia-
miento Civil), la declarada falta de jurisdicción del orden civil para conocer del presente asunto
con fundamento en el artículo 74 de la Ley Procesal, así como los artículos 9, 21 y 22 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, artículos 51, 53, 54, 63 y 484.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil,
artículo 17 del Código Civil, y artículo 1 y Sección Segunda de la Ley 62/1978, de Protección
Jurisdiccional de los Derechos de la Persona. Al efecto, debe señalarse que el proceso especial
del que dimana este recurso se plantea dentro del marco que delimita la Sección 3.ª («garantía
jurisdiccional civil») de la Ley 62/1978, de 26 diciembre, de Protección Jurisdiccional de los
Derechos Fundamentales de la Persona y, concretamente, por infracción del artículo 14 de la
vigente Constitución Española que se inserta en el ámbito de aplicación de la Ley citada, regu-
lado en el apartado 2 del artículo 1.º, conforme a la ampliación que del mismo determina la dis-
posición transitoria segunda de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que extiende refe-
rido ámbito a todos los derechos y libertades fundamentales reconocidos en la Constitución
Española, entre los que se encuentra el principio de igualdad del mentado artículo 14 de la Cons-
titución. La vulneración que del precepto constitucional se invoca, como soporte de la demanda,
se conecta con el derecho fundamental a la nacionalidad en cuanto considera ha sido privado
de esta ilegítimamente, en condiciones discriminatorias. Así las cosas debe destacarse la natu-
raleza civil de la cuestión suscitada, dado que en materia de nacionalidad, vinculada al esta-
tuto personal, tanto por tradición, como por ubicación de las normas reguladoras (Código Civil)
ha sido por regla general, la jurisdicción civil y, no otra, la competente para conocer de los
asuntos contenciosos relacionados, no obstante, la lógica intervención administrativa en la
organización y documentación de los registros sobre el estado civil de las personas y las
potestades conferidas a la Administración, en cuanto a la nacionalidad no originaria, sino
la adquirida por carta de naturaleza o por concesión basada en la residencia continuada, supues-
tos que justifican las excepciones a la regla que expresamente establece el artículo 22 del Código
Civil, párrafo quinto, según la redacción que introdujo la Ley 18/1990, de 17 diciembre, al fijar
que «la concesión o denegación de la nacionalidad por residencia deja a salvo la vía judicial
contencioso-administrativa». Tratándose de un problema de nacionalidad de origen, no es
dudoso que los temas litigiosos que suscita deban ser decididos por el orden jurisdiccional civil.
Segundo. Discrepa esta Sala de casación, acorde con lo expuesto, del criterio establecido
por la sentencia impugnada al aceptar la excepción de «incompetencia de jurisdicción», apoyán-
dose precisamente en el artículo 22 del Código Civil y en la remisión final que el precepto hace
a la «vía contencioso-administrativa», pues basta con compulsar el petitum de la demanda para
comprobar que el actor lo que solicita, entre otros extremos, es el reconocimiento de su nacio-
nalidad de origen española, tema litigioso no comprendido en la norma citada. Tampoco, la
solución que propugna la Sala de apelación, respecto a la necesariedad de la vía administrativa
en función de la redacción y referencia que contiene la «disposición transitoria segunda» de la
Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, puede aceptarse, en lugar de la más razonable inter-
pretación analógica de la misma, y su aplicación, por tanto, a aquellos casos, en que debe seguirse
la vía civil, conforme a la laguna que la propia norma denota por falta de desarrollo normativo
del artículo 53.2 de la Constitución Española. Así se ha reconocido, de manera indirecta, pero
clara, por el propio Tribunal Constitucional (ATC 162/1982) que ha tenido por válida la invoca-
ción del artículo 14 de la Constitución Española, como fundamento del amparo, en casos en los
que lo procedente hubiera sido el empleo de la vía penal o de la vía civil de la Ley 62/1978, como
acontece en el presente asunto. Consecuentemente, se acoge el motivo, lo que hace inútil el exa-
men del segundo, por cuanto superado el obstáculo procesal de la expresada excepción, lo que
procede es el examen del fondo del asunto en funciones de juzgador de instancia.
Tercero. El origen de la cuestión debatida se halla en las confusiones creadas por la legisla-
ción interna, promulgada para la antigua colonia del llamado Sahara español, en el período
histórico precedente a la «descolonización» llevada en su día a cabo, en trance lleno de dificul-
tades, que culminaron con el abandono del territorio (que fue ocupado militarmente por otro
Estado), al margen, desde luego, de la calificación objetiva que mereciera el territorio del Sahara
en relación con el territorio metropolitano, según el Derecho Internacional. Tal período histórico
ha sido denominado, doctrinalmente, etapa de la «provincialización», a consecuencia de la
manifestada y reiterada voluntad legislativa de equiparar aquel territorio, no obstante sus
peculiaridades, con una «provincia» española, y, por ello, a considerarla, como una extensión
del territorio metropolitano, o sea, territorio español, sin acepciones, con todas las vinculaciones
políticas determinantes de la referida concepción que, sin duda, se proyectaron, como corolario
obligado, en la población saharaui y, en su condición de nacionales españoles. Ilustres adminis-
trativistas enseñaron que la «provincialización» elevaba dichos territorios al rango de terri-
torio nacional. Entre otras normas debe destacarse la Ley de 19 abril 1961 que estableció «las
bases sobre las que debe asentarse el ordenamiento jurídico de la Provincia del Sahara en sus
regímenes municipal y provincial», con otros aspectos, algunos tan importantes como el reco-
gido en el artículo cuarto que, textualmente, dispone que «la provincia del Sahara gozará de los
derechos de representación en Cortes y demás organismos públicos correspondientes a las pro-
vincias españolas», regla que fue llevada a la práctica con la participación efectiva de represen-
tantes saharauis en las Cortes y en el Consejo Nacional. Sin duda que con esta norma se preten-
día hacer manifiesta la equiparación de los «stati» entre «españoles peninsulares» y «españoles
nativos», a los que se refiere la Orden de 29 noviembre 1966 que dicta instrucciones para ejercer
el derecho al voto en el referéndum convocado por el Decreto 2930/1966. («Artículo Primero.
Los españoles tanto nativos como peninsulares, residentes en las provincias del Sahara..., que
tengan derecho a votar con motivo del referéndum convocado por el Decreto 2930/1966, de 23
noviembre...».) Si se toman en consideración las características autoritarias del régimen político
imperante en España, con anterioridad al sistema constitucional vigente, cabe concluir que,
desde la vertiente de la participación política, clave para configurar el status civitatis, la
asimilación era completa, tanto más cuanto que las profundas diferencias de orden social y
jurídico privado, derivadas de ancestrales costumbres, de raíces, en muchos casos religiosas, se
consideraban a la sazón «simples modalidades forales» del régimen provincial, según interpre-
taba el propio legislador (exposición de motivos de la Ley citada) que comparaba la diversidad
de «instituciones y de regímenes administrativos económicos» con la «actualmente existente en
España» variedades económicas forales y la especial «configuración de los Cabildos insulares».
Como manifestación de esta posición España negó inicialmente al Secretariado General de la
ONU información sobre «los territorios no autónomos» (1958 y 1959). La expresada Ley de
1961, además, al establecer en lo no específicamente regulado, la aplicación subsidiaria de la
legislación sustantiva y procesal española, insistía en la naturaleza homogénea del territorio
(«legislación sustantiva y procesal, de aplicación general en el resto del territorio nacional»,
artículo 2). No debe, pues, extrañar que el Tribunal Supremo (Sala Primera, Sentencia de 22
febrero 1977), declarara que, en la fecha del nacimiento que se enjuiciaba, El Aaiun «era
una provincia española y la palabra España comprendía todo el territorio nacional».
Cuarto. No obstante, el acatamiento de las exigencias que imponían las realidades políticas
y jurídicas dimanantes del orden jurídico público internacional y, especialmente, la doctrina
sobre «descolonización» de la ONU, condujeron al reconocimiento por el Gobierno espa-
ñol del «hecho colonial» y, por tanto, a la diferenciación de «territorios», puesto, finalmente,
de relieve, con rotunda claridad, por la Ley de 19 noviembre 1975 de «descolonización» del
Sahara cuyo preámbulo expresa «que el Estado Español ha venido ejerciendo, como potencia
administradora, plenitud de competencias sobre el territorio no autónomo del Sahara, que
durante algunos años ha estado sometido en ciertos aspectos de su administración a un régimen
peculiar con analogías al provincial y que nunca -recalcaba- ha formado parte del territorio
nacional».
Quinto. En cualquier caso de lo que no cabe duda, con referencia a la «nacionalidad»
de los saharauis, durante el plazo de la tutela de nuestro Estado sobre el territorio del
Sahara Occidental, es que ésta fue la española (de «españoles indígenas», habla alguna dispo-
sición), pues resulta evidente, conforme a las reglas generales del Derecho de la nacionalidad,
que «los naturales del territorio colonial carecen de una nacionalidad distinta de los del Estado
colonizador, dado que no poseen una organización estatal propia». Cuestión distinta es, aten-
diendo a los grados de asimilación material y formal, entre los diversos estatutos jurídicos de la
población, que, en la práctica y en la ordenación de estos problemas en los Estados coloni-
zadores, se hayan impuesto restricciones al status civitatis de la población colonizada lo que
ha permitido la diferencia doctrinal, basada en datos jurídicos, entre nacionales-ciudadanos y
nacionales-súbditos, según atestiguan con denominaciones diversas, conocidos ejemplos del
Derecho comparado (vgr. Holanda, Italia, Bélgica y Francia). En España, pese a la inexistencia
de normas que frontalmente establecieran discriminaciones en cuanto a los derechos y deberes
de los ciudadanos, pese a la ambigüedad normativa y pese a las opiniones de sectores doctrina-
les, sobre la calificación de los territorios pertenecientes a colonias y su identificación con el
territorio nacional, las realidades de la heterogeneidad territorial y de los estatutos personales
emergían sobre la retórica legislativa y gubernativa acerca de la plenitud de la asimilación. Con-
cretamente, algunos dictámenes del Consejo de Estado emitidos ya en casos similares (Dicta-
men núm. 36017/1968 para el caso de Guinea y Dictamen 36227/1968 para el caso de Ifni) y la
obra de cualificados estudiosos, a partir del examen pormenorizado de las disposiciones dictadas
en relación con aquellos territorios, llegaron a conclusiones fundadas acerca de las diferencias
entre territorio nacional y territorios coloniales (entre éstos, por consecuencia, el Sahara Occi-
dental), así como sobre la diferente condición jurídica de nacionales y naturales de las colonias.
En especial, España, que había actuado, con otro criterio, según se vio, aceptó, finalmente, infor-
mar a la ONU, sobre los territorios no autónomos y, con ello, dio paso por actos propios al reco-
nocimiento del hecho colonial (consecuencias de la entrevista hispano-lusa de marzo de 1961).
Sexto. Desde esta dicotomía entre voluntarismo y realismo jurídico que recogen los funda-
mentos anteriores y, tomando en consideración las legítimas creencias y actividades propias del
ejercicio de una nacionalidad, fundadas en Derecho, de quien, como el actor, aunque indígena
del Sahara, se consideraba plenamente español, debe enfocarse el estudio del caso concreto que
se somete a la decisión de la Sala. Precisamente, ha de examinarse no ya la validez o vigencia del
Decreto 10 agosto 1976 (si su rango fue el adecuado, si no infringía el principio de jerarquía
normativa, si resulta nulo, si advino derogado por la Constitución Española, si sus defectos de
publicación impedían su aplicación... etc.) sino si, aun admitiendo su validez y temporaria vigen-
cia, fue o no la norma que debió aplicarse a don Badadi Mohamed M. H., o si por el contrario,
con su aplicación al caso se incurrió en discriminación inaceptable, conforme al artículo 14 de la
Constitución Española. En efecto, el citado Decreto que reconoce un falso o mal llamado
«derecho a optar por la nacionalidad española a los naturales del Sahara», señalando, para
el ejercicio de tal derecho «el plazo de un año» conforme a determinados requisitos, especial-
mente una «comparecencia» ante el Juez encargado del Registro Civil o Cónsul Español, según
los casos y lugares, distingue dos grupos perfectamente deslindados de naturales saharauis
que nos ocupa, es la condición de «español indígena», nacido en territorio, a la sazón, con-
siderado español, conforme resulta del artículo 17.1, d) del Código Civil, de acuerdo con una
interpretación que está en la raíz del precepto, favorecedor del ius soli, para concluir con los sis-
temas de apatridia. Si el territorio de marras, calificado como español, fue luego considerado
no español, según las disposiciones que se dejaron mencionadas, ello no significa que al
amparo de la calificación, bajo la que se desarrollaron o tuvieron ocurrencia los hechos
determinantes del título, no se produjera una apariencia legitimadora, pese a la anulación
posterior de la razón jurídica sustentadora. Como afirma la doctrina, «si se llega a demostrar
que quien estaba beneficiándose de la nacionalidad española iure sanguinis o iure soli, no era, en
realidad español» (en este caso supondría que no tenía la plena nacionalidad), al ser nulo el título
de atribución respectivo, no parece justo que la eficacia retroactiva de la nulidad, (recogida
expresis verbis en la Ley Descolonizadora), se lleve a sus últimas consecuencias en materia de
nacionalidad.
Noveno. Se trata, por tanto, de determinar si en el caso concreto de don Badadi Mohamed M.
H., concurren o no los elementos fácticos que configuran la por él también alegada «nacionali-
dad española de hecho», de la que disfrutó, situación jurídica que, como equivalente a la nacio-
nalidad de derecho, reconoce el precepto citado, inspirado en el precedente del «Código Belga
de la Nacionalidad» (28 de junio de 1984) u otros como el «Código Francés de la Nacionalidad»
o «la Ley de Nacionalidad Portuguesa». Al efecto, para demostrar la posesión y utilización con-
tinuada de la nacionalidad española deben tenerse en cuenta como medios de prueba aquellos
«signos de la posesión de estado» que acreditan indirectamente los datos de hecho que constan
en «documentos administrativos» propios de los españoles u otros que, también, de manera indi-
ciaria corroboran aquella «utilización continuada de la nacionalidad española»: A) El actor dis-
frutaba de «pasaporte español» en el que consta expresamente su nacionalidad española,
expedido el 21 de diciembre de 1973 y con fecha de caducidad de 20 de diciembre de 1978, pasa-
porte obtenido en El Aaiun (Sahara) que figura, también como lugar de nacimiento y domicilio.
Dicho pasaporte fue utilizado en diversas ocasiones, para salir al extranjero. Sabido es que este
documento a que tiene derecho todo ciudadano español (Reales Decretos 3129/1977, 1023/1984,
126/1985 tiene la misma consideración que el Documento Nacional de Identidad (artículo 10 de
la Ley Orgánica 1/1992). B) El actor está en posesión del Documento Nacional de Identidad
(Sahara), bilingüe que acredita que nació en Aaiun (Demarcación de Aaiun), el día 19 de
marzo de 1950 (nombre de la madre Fátima, domicilio en Aaiun). Cualquiera de estos documen-
tos, A) o B), servían como máxima acreditación exigible, a quien en posesión del mismo y natu-
ral del Sahara quisiera como ya se ha dicho «optar» por la nacionalidad española. Pero don
Badadi Mohamed M. H., no sólo se halla en posesión de ambos, sino que, además, justifica
documentalmente: C) Que durante más de tres años actuó, prestando servicios, en el antiguo
Gobierno General del Sahara español, como ordenanza intérprete en el Juzgado Territo-
rial (desde el 1 de enero de 1967 a 1 de enero de 1970). D) Que cesó en su cometido como orde-
nanza en el Juzgado Territorial para pasar a prestar servicios como auxiliar administrativo en
la Gerencia Provincial del Programa de Promoción obrera, de la Delegación Provincial
(Sahara) del Ministerio de Trabajo, en cuyo puesto permaneció desde el 1 de marzo de 1970 al
30 de julio de 1975. E) El carnet escolar del actor corresponde al «Instituto Nacional de
Enseñanza Media de Aaiun (Sahara)». y F), Finalmente, fue designado por el Delegado
Nacional de la Juventud, dependiente de la «Secretaría General del Movimiento» Jefe
Territorial de la Organización Juvenil del Sahara. Entre las «promesas» que hizo, en tal con-
dición, figuran las de «sentir la responsabilidad de ser español dentro de la necesaria comunidad
de los pueblos»; «honrar con la lealtad de “su” conducta la memoria de todos los que ofrecieron
su vida por una España mejor» y la de «servir a su Patria» (España) y «procurar la unidad entre
sus tierras y entre sus hombres». Los expuestos datos probados, valorados en su conjunto deter-
minan que se tenga como «hecho probado» la posesión del estado de nacional español por el
actor; así como su utilización continuada, durante diez años, como mínimo.
Décimo. Junto al nomen, en efecto, don Badadi Mohamed M. H., acumuló el tractatus y
la fama, pues la comunidad nacional y el mismo se comportaron en sus relaciones internas
como si éste fuera español, con una actitud activa de utilización de la nacionalidad, teniéndose
a sí mismo por español tanto en el disfrute de sus derechos como en el cumplimiento de sus debe-
res en relación con órganos del Estado Español. El nacimiento que acreditaba su condición de
«español indígena» se inscribió en el Registro Civil, dado que, aunque no se aporta la certifica-
ción positiva correspondiente, la existencia de referida inscripción se produce con toda certeza,
según la prueba practicada y según la legislación aplicable, ponderando todas las circunstancias
concretas. La primera acción, en efecto, que emprendió el actor para conseguir el reconocimiento
de su nacionalidad española, fue la de obtener el certificado de inscripción de su nacimiento,
acaecido el día 19 de marzo de 1950, en la ciudad de El Aaiun, provincia del Sahara. Inicial-
mente se le expide (29 de junio de 1993), sin mayores especificaciones, una certificación nega-
tiva, en la que se hace constar por el Registro Central «que examinados los ficheros que obran en
este Registro Civil no figura dato alguno de la inscripción que se menciona». Cuando decepcio-
nado por la obvia «frialdad» de la respuesta administrativa que no facilita «norte» ni razón sobre
el paradero de los libros en los que habría de constar su inscripción, solicita mediante los antece-
dentes documentales que aporta, la «recuperación de su nacionalidad» dado que, según «todas
las circunstancias que en su persona concurren» es español «de hecho y de derecho» se le comu-
nica por la Dirección General de Registros y Notariado, que «el Sahara nunca fue territorio
español a efecto de adquisición de la nacionalidad española», «ni sus habitantes fueron españo-
les en sentido estricto, sino que aquel territorio se entendía sometido a la soberanía española, y
sus habitantes súbditos españoles, pero no nacionales». Ya, en período de prueba, el «registrador
encargado» del Registro Civil Central, contestando a oficio del Juzgado, manifiesta «la imposi-
bilidad de remitir» la expresada certificación, y explícita que, aunque en su Registro, se encuen-
tran «libros extendidos por el Registro Civil de Africa occidental» «otros libros extendidos por
diferentes Autoridades Gubernativas cuyo contenido no se ajusta a la legislación registral espa-
ñola y vienen referidos a ciudadanos indígenas de los territorios del Africa Occidental, en su día
territorio español, se hallan depositados en la actualidad en la Subdirección General de Africa
del Norte, dependiente de la Dirección General de Africa y Medio Oriente, del Ministerio de
Asuntos Exteriores». Realizadas, por tanto, todas las gestiones oportunas por el interesado, antes
del proceso y por medio de la prueba, pendiente éste, correspondía al Estado, como demandado,
haber favorecido el desarrollo de la prueba o practicar la oportuna contraprueba, de manera, que
no se hiciera acreedor como se hace, a que tengamos que considerar el hecho de la inscripción
como probado, en virtud, de las consecuencias que impone el desplazamiento de la «carga de
la prueba» conforme al artículo 1214 del Código Civil por su prevalente y mejor posición
probatoria en el caso. Las normas sobre Registro Civil que se dictaron para el Africa occidental
española (Decreto 23 enero 1953 y Orden 6 enero 1956, Ley de Registro Civil de 1957, Regla-
mento de 1958; prevenían la existencia de libros independientes, pero con «hechos inscribibles»
iguales a los de la legislación general española y, aunque, se prevenía la voluntariedad de la ins-
cripción de algunos hechos, relativos a indígenas, la Orden de 6 enero 1956, «especificaba que a
pesar de la voluntariedad de la inscripción señalada en el número dos, los Gobernadores podrán
exigir a los indígenas las correspondientes certificaciones que acrediten la inscripción de algún
acto relativo al Registro Civil en el Registro correspondiente». Según toda la documentación que
obraba en poder del actor e incorporada al litigio no puede dudarse que en el tracto que dibuja
su trayectoria de vinculación a actividades, propias de españoles, hubo de acreditarse, más
de una vez, la inscripción del nacimiento, sin que el hecho de que por las circunstancias rese-
ñadas no se haya podido acreditar la fecha en que se realizó la inscripción, aunque ésta fuera
practicada fuera de plazo, como parece inferirse del momento en que se erige el Registro Civil
(que permite el cómputo de un plazo muy superior al exigido por el Código Civil), pueda perju-
dicar al actor, a los efectos de impedir la consolidación de la posesión de hecho de su nacio-
nalidad española, por plazo continuado de diez años, y conforme a la buena fe.
Undécimo. Conviene valorar a grandes rasgos el acto de la Dirección General de los
Registros y del Notariado que da pie al presente litigio, y cuyo contenido básico queda reco-
gido en el fundamento anterior. La citada Resolución (9 septiembre 1993) tras hacer una descrip-
ción genérica en la que se identifican, con manifiesto error, el concepto «habitante» del territorio
con el de población indígena o nativa (olvidando a los españoles peninsulares o descendientes de
éstos), concluye, sin instrucción previa ni indicación alguna acerca de recursos, remedios, o
acciones procedentes, con la declaración de que no tiene derecho a la nacionalidad española,
pese a haber invocado, también, su nacionalidad «de hecho». Tan apresurada y poco motivada
resolución, invoca como fundamento una norma (ya estudiada en otro apartado) que nada tiene
que ver, por los dos grupos a que se refiere (como no sea a la vista del nexo común de la condi-
ción de saharaui) con el «supuesto de hecho» real que se somete a su consideración. Incide, así,
dicho acto en clara discriminación, no consentida por el artículo 14 de la vigente Constitu-
ción Española, que lesiona el derecho a la igualdad en la aplicación de la ley. No sólo se le dis-
crimina equiparando a saharauis que se hallan en situación legal diferente, es decir, no sólo
dando un trato igual a quienes son desiguales, sino, positivamente, dando un trato desigual
a quien es igual, por comparación, a las personas que tienen derecho a la nacionalidad
española, conforme al Código Civil, y especialmente, con quienes encajan con las previsiones
del artículo 18 del expresado Texto Legal. La oposición alegó frente al actor que debió haber
alegado y probado un «término» de comparación, tal como exige la jurisprudencia constitucio-
nal para justificar la discriminación de trato y el actor ha aportado documentos que prueban que
personas nacidas en El Aaiun, como él mismo, tienen la condición de nacionales españoles. Mas
no es ésta la vía a seguir, pues de persistir en este razonamiento habría que llegar a la conclusión
de que se hace «supuesto de la cuestión», dando por cierto que el actor era tan español de dere-
cho, como los peninsulares, lo que, dados todos los razonamientos expuestos resulta dudoso, a la
luz de las normas nacionales e internacionales, que deben ponderarse. Tampoco puede aceptarse
la interpretación formalista que se hace por la parte opuesta de la jurisprudencia del Tribu-
nal Constitucional sobre el principio de igualdad, pues de compartirse el criterio que sostiene,
conforme al cual se ha de exigir un caso litigioso ya resuelto que permita establecer la compara-
ción discriminatoria, incurríamos en la aporía de admitir que el primer caso habido en la aplica-
ción de la ley nunca puede atentar al principio de igualdad y ser por ello discriminatorio en sus
consecuencias, cuestión que, así con matices cuando de la interpretación judicial se trata (que no
es el caso contemplado) no puede plantear dudas si esta aplicación de la ley se ha llevado a efecto
por un órgano estatal no judicial. Conforme a la doctrina del Tribunal Constitucional (vgr. Sen-
tencia del Tribunal Constitucional 149/1988) la igualdad ante la ley, en el plano de la aplicación
obliga a que ésta sea aplicada efectivamente de modo igual a todos aquellos que se encuentran en
la misma situación, sin que el aplicador pueda establecer diferencia alguna en razón de las perso-
nas o de circunstancias que no sean precisamente las presentes en las normas. En el caso al omi-
tirse la aplicación del artículo 18 del Código Civil, se ha incurrido en desigualdad discrimi-
natoria, puesto que el supuesto fáctico ampara la situación del actor. Con razón la doctrina
civilística especializada, en materia de nacionalidad al estudiar los posibles casos de discrimina-
ción, establece que «la persona que teniendo derecho a la nacionalidad española no es conside-
rada como española sufre, en relación con los demás españoles, una injustificada discriminación
no en uno, sino en un bloque de derechos en que se concretan las diferencias típicas del Derecho
de extranjería. Puede, por tanto, recabar el amparo constitucional porque el derecho a la igual-
dad, reconocido en el artículo 14 de la Constitución Española, está específicamente incluido
entre los que gozan de esa especial protección [cfr. artículos 53 y 161.1, b), de la Constitución
Española y 41 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional], y desde que se niega el derecho a
la igualdad, hay recurso para restablecer o promover este derecho». En el caso que nos ocupa, tal
derecho a la igualdad se reconoce otorgando el amparo solicitado en los términos que, final-
mente, se expresan en el «fallo».
Duodécimo. La estimación del principal motivo del recurso, conlleva la declaración de
haber lugar al mismo y, con ello, la anulación de la sentencia recurrida que se reemplaza en la
instancia, según los fundamentos de Derecho ya expuestos, por lo que se dispone en el fallo de
esta sentencia (artículo 1715 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Las costas de las instancias no
se imponen especialmente a ninguna de las parte contendientes, pues el Tribunal considera de
acuerdo con lo dispuesto en el párrafo primero del artículo 523 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
que concurren circunstancias excepcionales que justifican no se haga imposición expresa,
en atención a la complejidad del asunto y confusión legislativa que existe sobre la materia,
razones que son extensivas a la segunda instancia conforme a lo dispuesto en el último párrafo
del artículo 896 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Las costas del recurso de casación (artículo
1715 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) deberán satisfacerse por cada parte las suyas.
Por lo expuesto, en nombre del Rey y por la autoridad conferida por el pueblo español y su
Constitución
FALLAMOS
Que debemos declarar y declaramos haber lugar al recurso de casación interpuesto por la
representación procesal de don Badadi Mohamed M. H. contra la Sentencia de fecha 16 enero
1996 dictada por la Audiencia Provincial de Madrid, Sección Decimotercera, en Autos, Juicio
Incidental al amparo de la Ley 62/1978, de 26 diciembre número 129/1994, seguidos ante el
Juzgado de Primera Instancia Número Cincuenta y Ocho de Madrid por el recurrente contra el
Estado Español y el Ministerio Fiscal; en consecuencia, anulamos la sentencia recurrida y, en su
lugar, otorgamos el amparo solicitado, reconociendo la nacionalidad española de don Badadi
Mohamed M. H., ordenando que se libre mandamiento al Registro Central para que se practique
nueva inscripción de nacimiento del expresado nacional, conforme a los datos del Documento
Nacional de Identidad, expedido en el Sahara que figuran reseñados en la letra B) del funda-
mento noveno y que se testimoniarán en el dicho mandamiento; asimismo se expedirán cuantos
otros oficios o despachos sean necesarios al efecto de que se tenga por eficaz registralmente la
presente sentencia que declara la nacionalidad española del actor. No se imponen las costas de
ninguna de las instancias, debiendo pechar cada parte con las suyas. Tampoco, se imponen las de
este recurso que deberán satisfacerse por cada parte las suyas con devolución del depósito cons-
tituido; y líbrese a la mencionada Audiencia la certificación correspondiente, con devolución de
los autos y rollo de apelación remitidos.
Fuente: RAJ, 1998, núm. 8257. Esta sentencia ha sido objeto de múltiples comentarios,
entre los que destacamos: S. Álvarez González, “Comentario a la Sentencia de 28 de octubre
1998”, CCJC, 50/1999, (abril-agosto 1999), 557-578; X. Fernández Pons y S.R. Carranza Förs-
ter “Reconocimiento de nacionalidad española a un saharaui nacido en el Aaiún (Comentario a la
Sentencia de 28 de octubre de 1998 del Tribunal Supremo (Sala 1ª)”, RJC, 1999-3, pp. 827-842;
Mª. P. García Rubio, «Reconocimiento de nacionalidad española a saharaui nacido en El Aaiún
por consolidación [Comentario a la STS (Sala Primera) de 28 octubre 1998», A.D.C., tomo LII,
HECHOS
1. Con fecha 18 de marzo de 2003, por escrito presentado en el Registro Civil Central, doña,
representada por abogado del Ilustre Colegio de Madrid, nacida en la localidad de Palma Soriano
(Cuba) el 9 de abril de 1963 y domiciliada en Madrid, solicitaba la inscripción de su nacimiento
así como la de su padre don Orlando, nacido en Vicana (Cuba) el 27 de marzo de 1937, hijo de
padre español, practicándose, al mismo tiempo, nota marginal de pérdida de la nacionalidad
española por dependencia familiar en el caso de la solicitante. Acompañaba la siguiente docu-
mentación: escritura de poder general para pleitos y especial para otras facultades; hoja de decla-
ración de datos para la inscripción de nacimiento en el Registro Civil Central de doña y don; de
la solicitante: certificación de nacimiento expedida por autoridad cubana y certificado de empa-
dronamiento; del padre: certificación de nacimiento y fotocopia de certificado de defunción,
expedidos por autoridad cubana; del abuelo paterno de la interesada Benigno: fotocopia de certi-
ficado de defunción y certificado negativo de vecindad cubana, expedidos por autoridad cubana,
y de la certificación literal de nacimiento expedida por autoridad española.
2. A la vista de la documentación presentada, el Encargado del Registro Civil Central dictó
acuerdo por el que denegaba las inscripciones de nacimiento de doña Grisel María y de don
Orlado, razonando jurídicamente la resolución dictada en el hecho de que don nació el 27 de
marzo de 1937 como hijo de padre nacido en España (fallecido en Cuba en 1967) y de madre
nacida en Cuba, y que había ostentado la nacionalidad cubana hasta su fallecimiento en Cuba
ocurrido en el año 1990; en consecuencia, la promotora no ostentaba la nacionalidad española,
nacionalidad que su padre tampoco ostentaba a su fallecimiento, por lo que la inscripción del
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 22 y 23 del Código Civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de
1954; 26 del Código Civil en su redacción actual; 15, 16, 23, 46, 64 y 67 de la Ley del Registro
Civil; 66, 68, 85, 226 a 229 y 232 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones 4ª y 5ª de
8 de febrero, 4ª de 3 y 1ª de 1 de junio y 1ª de 2 de julio de 2003.
II. Se ha intentado por estas actuaciones inscribir la pérdida de la nacionalidad española por
una mujer, nacida en Cuba el 9 de abril de 1963, hija de padre español nacido también en Cuba el
23 de marzo de 1937. Se parte de la base de que el padre, que no cumplió el servicio militar
cubano, perdió la nacionalidad española ipso iure o automáticamente (cfr. art. 67 LRC), por
asentimiento voluntario a la nacionalidad cubana que ostentaba iure soli, al residir en Cuba
durante más de tres años y una vez que, por razón de edad, quedó libre del servicio militar espa-
ñol, lo que ocurrió el 1 de enero de 1975 (cfr. art. 22 Cc redacción de 1954). En esta misma fecha
la hija perdió la nacionalidad española por dependencia familiar (cfr. art. 23.5 Cc, redacción de
1954) al corresponderle seguir la nacionalidad cubana del padre que ya tenía atribuida desde su
nacimiento iure soli.
III. La interesada, puesto que es el abuelo el que nació en España y el padre nació en Cuba,
no puede recibir el trato de favor previsto para la recuperación por los emigrantes o hijo de emi-
grantes (cfr. art. 26 Cc). Es nieta de emigrante y, como tal, para recuperar necesita ser residente
legal en España -lo que no ha acreditado- u obtener la dispensa de este requisito por el Ministerio
de Justicia si concurren circunstancias excepcionales.
IV. En todo caso, como se solicita, procede, por trascripción de la certificación cubana de
nacimiento de la interesada, inscribir este hecho en el Registro Civil Central y marginalmente la
pérdida de su nacionalidad española por dependencia familiar con fecha 1 de enero de 1975.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, esti-
mar el recurso y revocar el acuerdo apelado.
Fuente: BIMJ, núm. 1959, 2004, pp. 658-660.
HECHOS
1. En fecha 17 de febrero de 1999, doña S.T.B.L., nacida en Helsinki el 3 de septiembre de
1943 con domicilio en Madrid expone que contrajo matrimonio con don L.B. y A. de nacionali-
dad española en Helsinki —Finlandia— el día 10 de abril de 1969 encontrándose inscrito dicho
matrimonio en el Registro Civil Central; expone, además, que por el hecho de su matrimonio y
de conformidad con el entonces vigente art. 21 del Código Civil, obtuvo la nacionalidad espa-
ñola; por ello, solicita la inscripción de su nacimiento en ese Registro Civil Central. Aporta como
documentación: declaración de datos para la inscripción, certificado oficial del Registro Civil de
la Parroquia de Huopalahti de la Diócesis de Helsinki, certificación literal de nacimiento del
esposo, libro de familia, fotocopia del DNI, certificado de empadronamiento, fotocopia del per-
miso de residencia.
2. La interesada comparece ante el Juez Encargado del Registro Civil Central el día 24 de
marzo de 1999 declarando que contrajo matrimonio con el Sr. B.A. el día 10 de abril de 1969,
matrimonio que se encuentra inscrito en el Registro Civil Central. Declara que, por el hecho de
su matrimonio y de conformidad con el art. 21 del Código Civil entonces vigente adquirió la
nacionalidad española, si bien conservó y se mantuvo ostentando su nacionalidad originaria, lo
que ha podido suponer la pérdida de la nacionalidad que adquirió por razón de su matrimonio.
Por todo ello declara su voluntad de recuperar la nacionalidad española al amparo de lo dispuesto
en el art. 26 del Código Civil, renunciando a su anterior nacionalidad finlandesa. Mediante
escrito presentado el día 4 de octubre la interesada declara que el estado finlandés sólo aceptaría
la doble nacionalidad si ésta hubiera sido adquirida por imperativo legal, lo que siempre creyó
que era su caso; que como empleada del estado de Finlandia, la renuncia a la nacionalidad finlan-
desa acarrearía la pérdida de su trabajo. Aporta certificado de inscripción en el Registro Civil
Central en la que consta la recuperación de la nacionalidad española y la renuncia a su nacionali-
dad finlandesa de acuerdo con un acta extendida ante el Juez Encargado del Registro Civil Cen-
tral el día 24 de marzo de 1999; también se aporta certificación en extracto de inscripción de
nacimiento de la interesada. Como respuesta a este escrito el Magistrado Juez Encargado del
Registro Civil Central le informa que la inscripción de su nacimiento en el Registro Civil Central
se produce debido a que la mujer extranjera casada con español antes del 22 de mayo de 1975
adquiría la nacionalidad española de conformidad con las disposiciones legales vigentes en el
momento; la inscripción de nacimiento en el Registro Civil Español es un imperativo legal, toda
vez que, de conformidad con la Ley Registral Civil y su Reglamento así como por el Código
Civil, deben inscribirse todos los hechos que afecten a españoles en el Registro Civil español y,
en consecuencia, en base a los antecedentes mencionados, al cumplirse los requisitos pertinentes
y una vez realizados los trámites oportunos se practicó la inscripción de su nacimiento en el
Registro Civil español.
3. En fecha 14 de marzo de 2003, la interesada incoa expediente gubernativo para la cancela-
ción de asiento registral por inexactitud de su contenido y, en concreto, la recuperación de la
nacionalidad española con simultánea renuncia a la nacionalidad finlandesa por entender que no
se ha producido circunstancia alguna que haya motivado la pérdida de la nacionalidad española.
El Ministerio Fiscal informa que no procede cancelar el acta de recuperación de la nacionalidad
española solicitada habida cuenta que la interesada en el momento de contraer matrimonio con
súbdito español, adquirió la nacionalidad española, sin embargo no hizo uso en momento alguno
de la nacionalidad española y mantuvo su documentación originaria, lo que trajo como conse-
cuencia la pérdida de la nacionalidad española, por tanto la recuperación realizada en su día ante
el Encargado del Registro Civil Central el 24 de marzo de 1999 es correcta la calificación, por
ello no procede la cancelación ahora de dicho asiento. El Magistrado Juez Encargado del Regis-
tro Civil Central dicta el 5 de agosto de 2003 un auto por el que acuerda la denegación de la can-
celación del asiento de recuperación de la nacionalidad española obrante en la Sección primera
de este Registro Civil Central.
4. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y a la interesada ésta interpone recurso el día
26 de septiembre de 2003 ante el Registro Civil Central. El Ministerio Fiscal informa que pro-
cede confirmar el acuerdo de 5 de agosto de 2003 por sus fundamentos. El Magistrado Juez
Encargado del Registro Civil Central entiende que debe confirmarse la resolución apelada y
remite a la Dirección General de los Registros y del Notariado el expediente para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los arts. 21 del Código Civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954; 21 y
22 del Código Civil en su redacción por la Ley 14/1975, de 2 de mayo; 23 del Código Civil en su
redacción por la Ley 51/1982, de 13 de julio, 24 y 26 del Código Civil en su redacción actual; 15,
16, 23 y 67 de la Ley del Registro Civil, 66, 68, 85 y 232 del Reglamento del Registro Civil; la
Circular de 22 de mayo de 1975; la Instrucción de 11 de diciembre de 1975, y las Resoluciones
de 14 de enero de 1981, 21 de marzo, 22 de septiembre y 1 de diciembre de 1989 y 1ª de 4 de
diciembre de 2000 y 5ª de 7 de septiembre de 2002.
II. Se ha pretendido en estas actuaciones la cancelación de la inscripción marginal de recupe-
ración de la nacionalidad española y de renuncia a la anterior nacionalidad finlandesa de una
mujer nacida originariamente con esta última nacionalidad en 1943 que adquirió la nacionalidad
española en 1969 por matrimonio con un ciudadano español, conforme a lo previsto por el art. 21
del Código Civil en su redacción dada por Ley de 15 de julio de 1954. El fundamento que se
invoca para apoyar la petición de cancelación es el de entender que en ningún momento posterior
a la fecha del matrimonio de la interesada concurrió causa alguna de pérdida de la nacionalidad
española, por lo que fue improcedente acceder a la inscripción de recuperación de la misma, con
motivo de la cual se formuló acta de declaración de voluntad manifestando la de renunciar a su
anterior nacionalidad finlandesa, la cual pretende dejarse sin eficacia registral a través de la indi-
cada cancelación de la inscripción marginal aludida.
III. El art. 163 del Reglamento del Registro Civil impone como requisito necesario para la
cancelación de las inscripciones practicadas en el Registro Civil en los casos de ineficacia del
acto o inexactitud de su contenido que se aporte el título adecuado con indicación especial de su
causa y del alcance de la cancelación. La causa material en este caso invocada en apoyo de la
solicitud de la cancelación consiste en la alegada inexistencia de causa de pérdida previa de la
nacionalidad española. En definitiva, se discute en estas actuaciones si, a los efectos de una
eventual recuperación de la nacionalidad española, la interesada había incurrido previamente en
causa legal de pérdida.
IV. No hay duda de que la interesada adquirió automáticamente la nacionalidad española por
razón de su matrimonio con ciudadano español celebrado en 1969 (cfr. art. 21 Cc en su redacción
por la Ley de 15 de julio de 1954), pero el problema que surge es determinar si ha incurrido la
misma en causa de pérdida de esta nacionalidad, conforme al régimen vigente entre la entrada en
vigor de la Ley 14/1975, de 2 de mayo y la de la Ley 51/1982, de 13 de julio.
V. La especial situación de las mujeres extranjeras, casadas con españoles antes de la entrada
en vigor de la Ley de 2 de mayo de 1975, fue abordada por el párrafo segundo de la disposición
transitoria de esta Ley, a cuyo tenor: “El régimen establecido en la nueva redacción del art. 21 del
Código Civil será también aplicable a la mujer extranjera casada con español antes de la entrada
en vigor de la presente ley y, en consecuencia, podrá recuperar su anterior nacionalidad con arre-
glo a su ley de origen”.
VI. La interpretación de este precepto fue llevada a cabo por la Circular de esta Dirección de
22 de mayo de 1975, epígrafe V, así como por la Instrucción de 11 de diciembre del propio año y
por la Resolución de 14 de enero de 1981, cuya doctrina puede sintetizarse del modo siguiente:
1.º Las mujeres casadas, que se encontraban en la situación expresada, adquirieron la nacionali-
dad española y ha de reputarse a todos los efectos que la continuaron ostentando, mientras no
conste debidamente que incurrieron en causa legal de pérdida; 2.º Esta pérdida de la nacionali-
dad española se habrá producido cuando la mujer, después de la entrada en vigor de la Ley de
1975 y antes de la de 1982, haya recuperado su nacionalidad primitiva, o haya consentido en
conservarla, siempre que así resultara de una declaración expresa de voluntad o de una conducta
libre, inequívoca y concluyente que la implicara; 3.º En estos casos la pérdida se habrá produ-
cido de pleno derecho y sin necesidad de que concurrieran los requisitos que para la eficacia de la
pérdida en otros supuestos exigía el art. 22 del Código Civil a partir de su redacción por la Ley de
15 de julio de 1954; y 4.º Con esta salvedad, esta interpretación no constituía ninguna novedad
del ordenamiento español, ni de la doctrina de la Dirección sobre este punto, puesto que se tra-
taba solamente de la aplicación a este supuesto especial del criterio general sobre la pérdida de la
nacionalidad española por asentimiento voluntario a una nacionalidad extranjera.
VII. Aplicando la doctrina expuesta al caso presente hay que concluir que aparece acredi-
tada, en fechas anteriores a la entrada en vigor de la Ley 51/1982, de 13 de julio, la voluntad de la
interesada de querer conservar la nacionalidad finlandesa exigida a efectos de la pérdida de la
nacionalidad española, ya que no sólo no acredita haberse documentado como española durante
este tiempo, conservando su documentación de origen, sino que ella misma formuló formal-
II. Se trata de un expediente cuyo antecedente inicial parece estar en un escrito del interesado
de fecha 5 de marzo de 1981 en el que muestra su queja, porque al pedir información sobre su
pasaporte ante el Consulado español en M. se le informó de la pérdida de la nacionalidad espa-
ñola que ostentaba a causa de tener adquirida ya en dicha fecha la nacionalidad canadiense.
Examinado el contenido de los numerosos escritos del interesado y de los diferentes organismos
de la administración española intervinientes, se desprenden otras cuestiones relacionadas con el
interesado y su familia, cuales son la nacionalidad de su cónyuge y la inscripción de nacimiento
fuera de plazo de su hija adoptiva. Todas ellas atendidas por el consulado en escritos que infor-
maban al interesado de la actuación a seguir para resolverlas. Pero es lo cierto que estas cuestio-
nes no constituyen objeto del recurso, aún cuando sí sean las que motivan en gran parte los
escritos referidos, por lo cual no procede pronunciamiento sobre ellas, sin perjuicio de que los
interesados puedan instar los expedientes gubernativos oportunos para el reconocimiento de sus
pretensiones.
III. El recurso se presenta por fax dirigido a esta Dirección General el 15 de marzo de 2000
con el siguiente tenor: «Informo levantar recurso contra la decisión de desautorizar mi naciona-
lidad española así estipulado en su escrito de 4 de febrero de 1999 y reconfirmado en su subsi-
guiente escrito de 17 de febrero de 1999». En el primero de dichos escritos el Consulado comu-
nicaba al interesado que «usted adquirió la nacionalidad canadiense, por lo que salvo recupera-
ción de nacionalidad española no le pertenece la posesión de un pasaporte español, por lo que
debe devolver el que erróneamente se le expidió en su día...». En el segundo, el propio Consu-
lado, en lo que aquí interesa, le informaba de que podía recuperar la nacionalidad española
renunciando a la que ostentaba en dicha fecha, renuncia que, hay que señalar, entonces era obli-
gatoria (cfr. art. 26 en la redacción de la Ley de 2 de noviembre de 1995). Por tanto, el presente
recurso debe centrarse en el contenido de estos escritos. E incluso, en rigor, puede decirse que el
problema que se plantea no es siquiera competencia de esta Dirección, puesto que lo motiva el
requerimiento que le hace el Consulado para que devuelva un pasaporte indebidamente expe-
dido. No obstante, en atención a que subyace la cuestión de la nacionalidad del interesado, cabe
estimar que es ésta la que provoca el recurso presentado, y la que ha de ser objeto de resolución.
IV. No consta exactamente la fecha en que el recurrente adquiere la nacionalidad canadiense,
que supuso la pérdida automática de la española. Sí consta que fue con anterioridad a 1981, por-
que es esa pérdida la que motivó el escrito, antes citado, de 5 de marzo de 1981. Pues bien, el
Código civil, ya en su redacción originaria (cfr. art. 20) establecía que la calidad de español se
perdía por adquirir naturaleza en país extranjero y en la modificación operada por la Ley de 15 de
julio de 1954, el primer párrafo del artículo 22 señalaba que «perderán la nacionalidad española
los que hubieran adquirido voluntariamente otra nacionalidad», redacción que se reitera en la
posterior modificación de ese artículo operada por la Ley 14/1975, de 2 de mayo. Siendo cierta la
adquisición de la nacionalidad canadiense por el interesado, no cabe duda de la consiguiente
pérdida de la española, sin que sirvan las razones que le llevaron a la adquisición de dicha nacio-
nalidad, como causa de le exceptúe de la aplicación de la ley. Consecuentemente, como le ha
indicado reiteradamente el Registro Civil Consular, el interesado tendrá que recurrir al meca-
nismo de la recuperación para ostentar nuevamente su nacionalidad española, cumpliendo los
requisitos establecidos por el artículo 26 del Código civil, sin que en el momento actual tenga
que renunciar a la canadiense, en virtud de lo dispuesto en el citado artículo tras la modificación
efectuada por la Ley 36/2002, de 8 de octubre.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, la des-
estimación del recurso y la confirmación del acuerdo apelado.
Fuente: BOE, num. 272, 14-XI-2006, pp. 39851-39852.
HECHOS
1. Mediante escrito de fecha 6 de abril de 2005, el Canciller de la Embajada de España en
Beirut, en funciones de Ministerio Fiscal, comunicó al Encargado del Registro Civil Consular de
B. (Líbano) que había tenido conocimiento que don A. había solicitado con fecha 29 de marzo de
2005 la renovación de su pasaporte español caducado desde el 28 de septiembre de 1998, de lo
que se desprendía que podía haber incurrido en lo previsto en el artículo 24.1 del Código Civil,
por lo que procedía la apertura de expediente de pérdida de la nacionalidad española.
2. El Encargado del Registro Civil Consular dictó providencia con fecha 8 de abril de 2005
ordenando que se instruyera expediente de pérdida de la nacionalidad española y se citara al
interesado. Se presentaron los siguientes documentos: Pasaporte libanés del interesado expedido
el 5 de febrero de 1991; pasaporte español expedido el 29 de septiembre de 1993 con fecha de
caducidad de 28 de septiembre de 1998, en el que figura la última entrada en el Líbano el 16 de
abril de 1996, sin figurar salida; DNI con fecha de caducidad el 27 de septiembre de 1998; dupli-
cado de la inscripción de nacimiento practicada en el Registro Civil Central, en la que consta que
adquirió la nacionalidad española por residencia con fecha 14 de julio de 1993; documentación
correspondiente a la inscripción de nacimiento de K., hijo del interesado, en la que consta nacio-
nalidad del padre libanesa; certificado de nacimiento de K., expedido por el Registro Civil del
Líbano en la que consta como nacionalidad del padre española; certificación de la Seguridad
General libanesa indicando que el pasaporte libanés del interesado expiró el 5 de marzo de 1992;
certificado de un centro de fisioterapia de que el interesado ha trabajado desde 1998 como espa-
ñol; certificado de inscripción en el colegio de fisioterapeutas en la que consta la nacionalidad
española; certificado de empadronamiento en el Líbano desde 1998; oficio de acuse de cese de
Orden Judicial del Archivo General de la Policía; certificado de que el interesado no figura ins-
crito en el Registro de Matricula del Consulado. El interesado compareció ante el Encargado del
Registro Civil Consular en varias ocasiones.
3. El Ministerio Fiscal informó que estimaba cumplidos los requisitos de los artículos 24.1 y
2 del Código Civil para que se produjera la pérdida de la nacionalidad española. El Encargado
del Registro Civil Consular dictó auto con fecha 12 de mayo de 2005 por el que declaraba que el
interesado había perdido la nacionalidad española por asentimiento voluntario a la nacionalidad
libanesa desde el 28 de septiembre de 1998, al utilizar exclusivamente la nacionalidad libanesa
que tiene atribuida antes de su emancipación, por lo que procedía practicar la correspondiente
inscripción marginal de perdida de la nacionalidad española en la inscripción de nacimiento del
interesado.
4. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y al interesado, éste interpuso recurso ante la
Dirección General de los Registros y del Notariado solicitando que se revoque la resolución y se
renueven los documentos españoles, alegando que el auto no estaba motivado, no se ha tenido en
cuenta la documental del Ayuntamiento donde reside que indica que siempre ha hecho ostenta-
ción de la nacionalidad española, y se ha aplicado retroactivamente la Ley 36/2002, de 8 de
octubre.
5. En la tramitación del recurso el Ministerio Fiscal procedió a la confirmación del auto reco-
rrido por sus propios fundamentos. El Encargado del Registro Civil Consular remitió las actua-
ciones a la Dirección General de los Registros y del Notariado para su resolución, informando
que debían confirmarse la resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 11 de la Constitución; 24 del Código civil, en la redacción dada por Ley
18/1990, de 17 de diciembre; 27 y 67 de la Ley del Registro Civil; y 232 y 342 del Reglamento
del Registro Civil; y la Resolución 3ª de 24ª de enero de 2002.
II. Se trata en el presente caso de la declaración de pérdida de la nacionalidad española acor-
dada por el Encargado del Registro Civil Consular de B. basada en el «asentimiento voluntario a la
nacionalidad libanesa desde el 28 de septiembre de 1998 al utilizar exclusivamente la nacionali-
dad que tiene atribuida antes de su emancipación». El interesado adquirió la nacionalidad espa-
ñola por residencia, según resulta de su inscripción de nacimiento, en 1993, esto es, cuando ya
estaba en vigor la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, que reformó el Código civil dando nueva
redacción al artículo 24, en cuyos apartados primero y segundo dispuso que «pierden la nacionali-
dad española los emancipados que, residiendo habitualmente en el extranjero, adquieran volunta-
riamente otra nacionalidad o utilicen exclusivamente la nacionalidad extranjera que tuvieran atri-
buida antes de la emancipación. La pérdida se producirá una vez que transcurran tres años a con-
tar, respectivamente, desde la adquisición de la nacionalidad extranjera o desde la emancipa-
ción».
III. Los requisitos exigidos por el artículo 24 del Código civil para que se produzca la pér-
dida de la nacionalidad española, esto es, utilización exclusiva de la otra nacionalidad distinta de
la española, residencia habitual durante tres años en el extranjero y emancipación, han de concu-
rrir acumulativamente y, en todo caso, la residencia en el extranjero y la utilización exclusiva de
la otra nacionalidad durante el periodo temporal fijado deben ser posteriores a la entrada en vigor
de la Ley 18/1990. La pérdida, en definitiva, se produce por la utilización exclusiva de la nacio-
nalidad extranjera que realice el interesado cuando, por la emancipación, ya ha alcanzado la
necesaria capacidad de obrar y su conducta, acompañada por su residencia en el extranjero
durante el plazo de tres años, obedece a su libre voluntad. La pérdida, sin embargo, se evitará
cuando la utilización de la nacionalidad extranjera no haya sido exclusiva, sino concurrente con
la española, lo que tendrá lugar cuando concurran las circunstancias que, a efectos interpretati-
vos, señaló la Instrucción de 20 de marzo de 1991, de esta Dirección General de los Registros y
del Notariado, sobre nacionalidad, esto es, «tener documentación española en vigor; haber otor-
gado como español algún documento público, haber comparecido con este carácter en el consu-
lado y otras conductas semejantes».
IV. En el presente caso, resulta suficientemente acreditado en el expediente que cuando el
interesado vuelve a su país de origen lo hace como español y, como extranjero debió proveerse, y
no lo hizo, de la documentación exigida por Líbano a los extranjeros que pretenden residir en
dicho país. Esta actuación obliga a deducir que se sirvió de su anterior nacionalidad libanesa,
atribuida antes de su emancipación, lo que explica que desde 1996 en que consta por su pasa-
porte español su entrada en Líbano, no hubiese realizado acto alguno que pudiera evidenciar un
uso oficial o de relevancia jurídica de la nacionalidad española, ni siquiera había renovado su
documento de identidad ni pasaporte españoles, una vez caducados, lo que se produjo en 1998,
renovación que no solicitó hasta 2005, mucho después del transcurso del plazo de tres años a que
se refiere el artículo 24 del Código civil, ni tampoco llegó a inscribirse nunca como español en el
Consulado. De todo ello se deriva la concurrencia de la causa de pérdida de la nacionalidad espa-
ñola que ha sido apreciada por el Encargado del Registro Civil Consular de España en B.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el acuerdo apelado.
Fuente: BOE, núm. 310, 28-XII-2006, pp. 46145-46146.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil Consular de N., Doña F. nacida en N. el
17 de octubre de 1963, y Doña M., nacida en N. el 16 de julio de 1966, exponen que son hijas de
padre español, siendo su nacionalidad originaria la española, pese a constar en su partida de naci-
miento que sus padres eran de nacionalidad marroquí por imposición del gobierno marroquí, que
igualmente la nacionalidad de sus abuelos paternos era la española, por tal motivo solicitan la
inscripción de su nacimiento en el Registro Civil del Consular. Adjuntan la siguiente documen-
tación: certificados de nacimiento de las interesadas, libro de familia, certificado de nacimiento
de su padre, certificado de matrimonio de sus padres y hoja de declaración de datos.
2. El Ministerio Fiscal desestima lo solicitado por las interesadas. Con fecha 28 de abril de
2006 el Encargado del Registro Civil Consular dicta auto mediante el cual deniega la inscripción
solicitada ya que las solicitantes son marroquíes y no pueden inscribir su nacimiento como
nacional españolas con arreglo a lo dispuesto en el artículo 17.1.a) del Código Civil ya que aun-
que pueden ser consideradas como españolas de origen al haber nacido de padre español, en base
al artículo 24.1 del Código Civil han perdido la nacionalidad española por residir habitualmente
en Marruecos y adquirir voluntariamente la nacionalidad marroquí y utilizar exclusivamente
esta última nacionalidad antes de la emancipación.
3. Notificadas las interesadas, éstas interponen recurso, mediante representante legal, ante la
Dirección General de los Registros y del Notariado volviendo a solicitar la inscripción de naci-
miento de las interesadas por ser españolas de origen, acordando la rectificación de la nacionali-
dad de los padres de las interesadas en su partida de nacimiento, debiendo constar la nacionali-
dad española de los mismos.
4. Notificado el Ministerio Fiscal éste se ratifica en todos los términos expresados en su ante-
rior informe. El Encargado del Registro Civil Consular remite el expediente a la Dirección Gene-
ral de los Registros y del Notariado para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 11 de la Constitución; 17, en la redacción de la Ley de 15 de julio de
1954 y 24, en la redacción de la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, del Código civil (Cc); 15, 27 y
46 de la Ley del Registro Civil (LRC); 66 y 226 del Reglamento del Registro Civil (RRC); y las
Resoluciones 3ª de 24 de enero de 2002 y 6ª de 8 de noviembre de 2006.
II. Han pretendido las interesadas, nacidas en Marruecos en 1963 y 1966, su inscripción de
nacimiento ante el Registro Civil Consular, alegando su nacionalidad española de origen por ser
hijas de padre español y de abuelos paternos españoles, según consta en la inscripción de naci-
miento del padre. Por El Encargado del Registro se dictaron sendos autos se fecha 28 de abril de
2006 denegando la solicitud por estimar que ambas interesadas habían perdido la nacionalidad
española por utilización exclusiva de otra nacionalidad por período superior a tres años. Estos
autos constituyen el objeto de los recursos presentados, que han sido acumulados en el mismo
expediente.
III. No se plantea en este caso cuestión sobre la nacionalidad española de las interesadas al
constar que nacieron de padre español (cfr. art. 17.1.º, redacción de la Ley de 15 de julio de
1954), inscrito como tal en el Registro Civil de M. La causa del recurso se centra en la declara-
ción de pérdida de dicha nacionalidad contenida en los autos recurridos, que es el hecho que
impide la inscripción de nacimiento de las interesadas en el Registro Civil español.
IV. La posible causa legal de pérdida que habría de considerarse en este caso es la establecida
por el artículo 24, que en la redacción dada por la Ley 18/1990, de 17 de diciembre, dispone que
«pierden la nacionalidad española los emancipados que, residiendo habitualmente en el extran-
jero, adquieran voluntariamente otra nacionalidad o utilicen exclusivamente la nacionalidad
extranjera que tuvieran atribuida antes de la emancipación. La pérdida se producirá una vez que
transcurran tres años a contar, respectivamente, desde la adquisición de la nacionalidad extran-
jera o desde la emancipación».
V. Los requisitos exigidos por el artículo 24 del Código civil para que se produzca la pérdida
de la nacionalidad española, esto es, utilización exclusiva de la otra nacionalidad distinta de la
española, residencia habitual durante tres años en el extranjero y emancipación, han de concurrir
acumulativamente y, en todo caso, la residencia en el extranjero y la utilización exclusiva de la
otra nacionalidad durante el periodo temporal fijado deben ser posteriores a la entrada en vigor
de la Ley 18/1990. La pérdida, en definitiva, se produce por la utilización exclusiva de la nacio-
nalidad extranjera que realice el interesado cuando, por la emancipación, ya ha alcanzado la
necesaria capacidad de obrar y su conducta, acompañada por su residencia en el extranjero
durante el plazo de tres años, obedece a su libre voluntad. La pérdida, sin embargo, se evitará
cuando la utilización de la nacionalidad extranjera no haya sido exclusiva, sino concurrente con
la española, lo que tendrá lugar cuando concurran las circunstancias que, a efectos interpretati-
vos, señaló la Instrucción de 20 de marzo de 1991, de esta Dirección General de los Registros y
del Notariado, sobre nacionalidad, esto es, «tener documentación española en vigor; haber otor-
gado como español algún documento público, haber comparecido con este carácter en el consu-
lado y otras conductas semejantes». No consta en el expediente que en algún momento hayan
hecho uso las interesadas de la nacionalidad española, siendo exclusivamente marroquí la docu-
mentación aportada y la nacionalidad de la que queda constancia, por lo que ha de concluirse que
en su momento incurrieron en causa de pérdida de la nacionalidad española, pero esto habida
cuenta, como se ha dicho, que nacieron hijas de padre español, no sería obstáculo para la inscrip-
ción de sus nacimientos, las cuales deben practicarse con inscripción marginal de la pérdida de la
nacionalidad española, conforme a lo establecido por el artículo 66.II del Reglamento del Regis-
tro Civil.
HECHOS
1. Por comparecencia en el Registro Consular de S., el 26 de mayo de 2005, Doña M., nacida
en B., el 22 de marzo de 1965, manifestaba que reside en Estados Unidos desde hace tiempo y
que recientemente adquirió la nacionalidad estadounidense y que en virtud del art. 254.1.C.c.
desea conservar la nacionalidad española y solicita se la inscriba al margen en su inscripción de
nacimiento.
2. Por providencia de fecha 7 de junio de 2005, El Juez Encargado del Registro Civil de B.,
denegaba la inscripción marginal de declaración de conservación, manifestando que de la ins-
cripción de nacimiento, no se desprende la nacionalidad española iure sanguinis de la inscrita, al
haber nacido de padres nicaragüenses, ni tampoco se observa se haya dado ninguno de los
supuestos de atribución iure soli previstos en el Código civil.
3. Notificada la interesada, ésta interpuso recurso ante la Dirección General de los Registros
y del Notariado, manifestando que ignoraba que su padre se trasladó a Nicaragua y en 1956 se
casó con su madre, ciudadana nicaragüense y pudo ser que entonces obtuviera la nacionalidad
nicaragüense y que sus padres se trasladaron a España en 1963 y en B. fijaron su residencia, que
su padre abandonó el hogar cuando ella tenía 12 años y que su madre inscribió su nacimiento en
el Registro Civil de B. en 1981 y le fue expedido el certificado de nacimiento y obtuvo el DNI,
por lo que ella ignoraba que sus padres eran nicaragüenses y que debía optar a la nacionalidad
española antes de obtener su documento de identidad y que decidió hacerse ciudadana ameri-
cana creyendo que podía conservar su nacionalidad española tras las entrada en vigor de la Ley
36/2002.
4. Notificado el recurso al Ministerio Fiscal, éste desestima el mismo por considerar la Reso-
lución ajustada a derecho. El Juez Encargado del Registro Civil de B., se ratifica en todos y cada
uno de los argumentos expuestos y remite las actuaciones a la Dirección General de los Regis-
tros y del Notariado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17 en la redacción de la Ley de 15 de julio de 1954 y 24 del Código
Civil; 97 de la Ley del Registro Civil; 226 a 231 del Reglamento del Registro Civil, y las Resolu-
ciones 4ª y 5ª de 27 de marzo de 2002.
II. La promotora, nacida en España en 1965, pretende que sea inscrita su declaración de con-
servación de la nacionalidad española recogida formalmente en acta extendida en S. (EE.UU) el
26 de mayo de 2005, tras haber adquirido la nacionalidad estadounidense el 9 de marzo de
2004.
III. Entre las modificaciones que introdujo en la regulación de la nacionalidad en el Código
civil la Ley 36/2002, de 8 de octubre, deben a los efectos de resolución de este recurso destacarse
los relativos a la materia de pérdida (cfr. art. 24 y 25 C.c.). Así, si se sigue perdiendo la nacionali-
dad española por los emancipados que residiendo habitualmente en el extranjero, adquieren
voluntariamente otra nacionalidad o utilizan exclusivamente la nacionalidad extranjera que
tuvieran atribuida antes de la emancipación, produciéndose la pérdida una vez que transcurren
tres años a contar respectivamente desde la adquisición de la nacionalidad extranjera o desde la
emancipación, se introduce, no obstante, la novedad de que los interesados pueden evitar la pér-
dida si dentro del plazo establecido declaran su voluntad de conservar la nacionalidad española
ante el Encargado del Registro Civil, lo que supone rehabilitar en cierta medida la conservación
de la nacionalidad española para los emigrantes que había introducido la Ley 51/1982, de 13 de
julio y que, como había hecho notar la doctrina, había quedado suprimida, sin explicación clara
para ello, por la Ley 18/1990, de 17 de diciembre.
Pero en todo caso es evidente que la conservación de la nacionalidad presupone necesaria-
mente su previa tenencia y es ésta la cuestión debatida en el expediente. Se funda la promotora
para mantener dicha tenencia en que, al tiempo de su nacimiento, el padre era español de origen
por ser, a su vez, hijo de padres españoles. Pero del expediente resulta que el padre, nacido en
Francia, adquirió la nacionalidad nicaragüense y era ésta la que ostentaba al tiempo del naci-
miento de la hija, según consta en la inscripción de nacimiento de ésta. También era nicaragüense
la nacionalidad de la madre, por lo que fue tal nacionalidad la que los padres transmitieron «iure
sanguinis» a su hija. Para que la interesada hubiese podido obtener una resolución favorable
habría tenido que acreditar suficientemente que su padre ostentaba la nacionalidad española al
tiempo del nacimiento de ella y este hecho fundamental no sólo no ha quedado probado con las
alegaciones formuladas, sino que, como hemos visto, lo que viene a deducirse del expediente es
precisamente lo contrario, es decir, que el padre no tenía la nacionalidad española, sino la de
Nicaragua. En consecuencia, no puede serle declarada la nacionalidad española de origen, ni
tampoco le corresponde el derecho de opción previsto en el artículo 20 Cc, porque el padre no
nació en España y porque al no estar acreditada la nacionalidad española de éste, no consta que
en algún momento hubiese estado sujeta la promotora a la patria potestad de un español. El
hecho de que haya tenido documentación de identidad española no desvirtúa lo que antecede.
Todo ello se entiende sin perjuicio de que la interesada pueda beneficiarse, como nieta de espa-
ñoles, del plazo reducido de residencia legal en España previsto en el artículo 22.2,f) Cc. para la
adquisición de la nacionalidad española.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar la providencia apelada.
Fuente: BOE, núm. 106, 3-V-2007, pp. 18995-18996.
HECHOS
1. Mediante escrito dirigido al Consulado de España en C. (Argentina), de fecha 15 de
febrero de 2007 doña A. del C. G. N. manifiesta que se personó en la sede del Consulado de
España en C., a fin de tramitar su pasaporte español, trámite que se vio frustrado ya que se le
informó que a pesar de su padre y el resto de sus hermanos son españoles y de haber obtenido su
certificado en tal sentido, se le informó que a raíz de una ley que modifica el Código civil, los
nacidos fuera de España a partir del 9 de enero de 1985, que iniciaran la nacionalización entre los
18 y 20 años, deben confirmar tal pedido, que ella no se encuentra en tal situación pues inició sus
trámites el 25 de agosto de 2006 cuando ya contaba 21 años, que solicita la nacionalidad espa-
ñola. Aporta como documentación: Certificado de nacimiento, certificados de nacimiento de sus
padres y certificados de nacimiento de sus hermanos.
2. El Encargado del Registro Civil Consular mediante acuerdo de fecha 20 de febrero de
2007 resuelve que su padre don A. G. R., nacido en R. (Argentina), el 15 de enero de 1945 no
incurrió en pérdida de la nacionalidad española por haber estado sujeto al servicio militar espa-
ñol en periodo activo, según la Resolución de la Dirección General de los Registros y del Nota-
riado de fecha 2 de marzo de 1989, como el nacimiento del mismo se inscribió en el Registro
Civil del Consulado General de M. el 21 de noviembre de 2005, es decir cuando la interesada ya
tenía 21 años, sin haber conservado la nacionalidad española, no es posible consignar la nota
marginal de conservación de dicha nacionalidad en su nacimiento por considerar que ha perdido
la nacionalidad española. Para adquirir la nacionalidad española deberá residir un año en
España.
3. Notificada la interesada, ésta interpone recurso ante la Dirección General de los Registros
y del Notariado, volviendo a solicitar la nacionalidad española.
4. Notificado el Ministerio Fiscal, éste manifiesta que la interesada ha perdido la nacionali-
dad española de acuerdo con el artículo 24.3 del Código civil. El Encargado del Registro Civil
Consular remite el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado para su
resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 11 de la Constitución (CE); 24 del Código civil (Cc); 15 y 67 de la Ley
del Registro Civil (LRC); 232 y 342 del Reglamento del Registro Civil (RRC); y las Resolucio-
nes de 8-1.ª de octubre de 1997; 30-2.ª de octubre de 2001; 7-5.ª de septiembre y 9-1.ª de diciem-
bre de 2002.
II. La interesada, nacida en Argentina el 8 de agosto de1985, venía ostentando la nacionali-
dad correspondiente a dicho país. Su padre, hijo de padres españoles, nacido en Argentina en
1945, instó expediente de declaración de la nacionalidad española en 2005 y fue inscrito en el
Registro Civil Consular de M. (Argentina) el 21 de noviembre de ese mismo año. Al margen de
la inscripción se extendió asiento para hacer constar que el inscrito no había incurrido en pérdida
de la nacionalidad española por haber estado sujeto al servicio militar en período activo. La hija
fue inscrita en el Registro Civil Consular de la ciudad argentina de C. el 25 de agosto de 2006,
como hija de padre español y en el margen de dicha inscripción consta nota de referencia a que el
padre no había incurrido en pérdida de la nacionalidad española por haber estado sujeto al servi-
cio militar en período activo. Seis meses más tarde, al intentar tramitar la expedición de su pasa-
porte, es informada, según ella alega, de que ha perdido la nacionalidad española, presentando
escrito de reclamación al día siguiente, 15 de febrero de 2007. Por el Encargado del Registro
Consular se le comunica acuerdo de 20 de febrero de 2007, por el que se le confirma dicha pér-
dida y se le informa de que para adquirir la nacionalidad española deberá residir un año en
España. La causa que se aduce para la pérdida es que como la inscripción de nacimiento del
padre se practicó cuando ella había cumplido 21 años sin haber conservado la nacionalidad espa-
ñola de acuerdo con el artículo 24.3 Cc, no era posible anotar ahora la declaración de conserva-
ción, porque ya se había producido la pérdida. El citado acuerdo es el que constituye el objeto del
presente recurso.
III. Es correcta la nota extendida marginalmente en la inscripción de nacimiento del padre y
en la de la propia interesada puesto que aquel, nacido en 1945, estuvo sujeto al servicio militar en
período activo hasta 1983, fecha en la que ya estaba vigente la Constitución española en cuyo
artículo 11.2 declara que «ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad»,
excepción hecha de los supuestos de renuncia en las condiciones previstas en el artículo 24.2
Cc.
IV. Según lo que antecede, cuando nace la hija en Argentina en 1985, el padre era español y
iure sanguinis transmitió a la hija dicha nacionalidad, la cual le fue declarada o reconocida en el
año 2006. Para comprobar si, efectivamente, la interesada ha incurrido en causa de pérdida de la
nacionalidad española procede examinar el precepto aplicable a su caso, cual es, el artículo 24
Cc, apartado 3, que estable que «los que habiendo nacido y residiendo en el extranjero ostenten
la nacionalidad española por ser hijos de padre ó madre españoles, también nacidos en el extran-
jero, cuando las leyes del país donde residan les atribuyan la nacionalidad del mismo, perderán,
en todo caso, la nacionalidad española si no declaran su voluntad de conservarla ante el encar-
gado del Registro Civil en el plazo de tres años, a contar desde su mayoría de edad ó emancipa-
ción». La mayoría de edad se alcanza en Argentina a los veintiún años, que la promotora cumplió
en 2006; al no constar en el expediente una emancipación anterior al cumplimiento de la mayoría
de edad, ha de tomarse como referencia el citado año 2006 para el cómputo de los tres años que
establece el precepto trascrito, por lo que ha de concluirse que la interesada no ha incurrido en
pérdida de la nacionalidad española, puesto que hasta el 8 de agosto de 2009 puede declarar su
voluntad de conservarla.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, pro-
cede estimar el recurso y revocar el acuerdo apelado.
Fuente: BIMJ, 2074 suplemento 2, 2008, pp. 259-261.
HECHOS
1. Por acta levantada en el Registro Consular de España en Caracas el día 1 de diciembre de
1996 doña Ana Luisa G. M., mayor de edad, de nacionalidad venezolana y con domicilio en
Mérida (Venezuela) solicitó la recuperación de la nacionalidad española, por adquisición origi-
naria, ya que nacida en Valladolid el 25 de abril de 1959, e inscrito su nacimiento en el Registro
Civil de Valladolid por motivos laborales emigró a Venezuela en el año 1964 y adquirió la nacio-
nalidad venezolana según Gaceta Oficial núm. 37 de fecha 9 de julio de 1969.
2. Recibida el acta en el Registro Civil de Valladolid el 23 de junio de 1998, mediante provi-
dencia se solicitó de la promotora se ratificase en su solicitud dado el tiempo transcurrido desde
el 1 de diciembre de 1996, requiriéndole a fin de que se aporte el documento acreditativo de
naturalización venezolana. Con fecha 16 de diciembre de 1998 el Consulado General de España
en Venezuela remitió de nuevo expediente de solicitud de recuperación de la nacionalidad espa-
ñola de doña Ana Luisa G. M., al que adjuntaba acta de recuperación, certificación literal de
nacimiento de la promotora del Registro Civil de Valladolid el día 25 de abril de 1959, fotocopia
de la cédula de identidad de la República de Venezuela, certificado de la oficina nacional de
identificación del Ministerio de Relaciones Interiores de la República de Venezuela, y certifi-
cado de municipio autónomo del Estado de Mérida (Venezuela) en el que consta la residencia de
la promotora en dicha ciudad.
3. Notificado el Ministerio Fiscal, éste informó considerar que no procede la recuperación de
la nacionalidad española dado que la promotora nunca ostentó esta nacionalidad, al ser hija de
padre venezolano y nieta por línea paterna también de abuelo venezolano, y la legislación vigente
le atribuye a la fecha de su nacimiento la nacionalidad del padre. El Magistrado Juez Encargado
dictó Auto el 19 de enero de 1999, por el que denegó la inscripción marginal de recuperación de
la nacionalidad solicitada por la promotora, ya que la misma nunca tuvo la nacionalidad espa-
ñola.
4. Notificada la promotora, ésta mediante escrito de fecha 16 de abril de 1999, presentó
recurso ante la Dirección General de los Registros y del Notariado alegando que es hija de madre
española y domiciliada en España en el momento de nacer la hija, según prueban las actas del
Registro, por lo que ella es española por aplicación del artículo 17.3 del Código Civil en su
redacción de 1954. Admitido el recurso, el Fiscal impugnó el recurso presentado e informó
reproduciendo su informe precedente de 12 de enero de 1999. El Magistrado Juez Encargado
informó reproduciendo todos los argumentos de la resolución citada, y remitió el expediente a la
Dirección General de los Registros y del Notariado para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17 del Código Civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954;
26 del Código Civil en su redacción actual; 46, 64, 67, 68, 95 y 96 de la Ley del Registro Civil;
197, 226 a 229, 232, 335, 338, 340 y 354 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones
de 25 de abril de 1988, de 9 y de 20 de enero, de 13 de abril, de 28 de mayo, 1ª de 2 de septiembre
y de 28 de noviembre de 1996, y de 22 de enero, 2ª de 27 de febrero, 1ª de 3 de junio, 5ª de 23 de
agosto y 2ª de 23 de octubre, 1 de diciembre de 1997 y 1ª de 1 de abril y 3ª de 21 de octubre de
1998 y de 17 y 2ª de 25 de junio y 2ª de 2 de diciembre de 1999.
II. En estas actuaciones sobre recuperación de la nacionalidad española lo que se pone en
duda es si está probada suficientemente la nacionalidad española de origen de la promotora,
nacida en Valladolid en 1959.
III. Si se tiene en cuenta que ésta era hija de madre también nacida en España y en ella domi-
ciliada en el momento de nacer la hija, según se desprende de su inscripción de nacimiento, hay
que estimar que la misma era española de origen iure soli, por aplicación de lo que entonces esta-
blecía el artículo 17.3º del Código Civil y de acuerdo con una interpretación reiterada de este
Centro Directivo a partir de la Resolución de 25 de abril de 1988. Por consiguiente al haber per-
dido su nacionalidad española de origen puede recuperarla como emigrante en cualquier
momento (cfr. art. 26 Cc).
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1º. Estimar el recurso y revocar el auto recurrido.
2º. Ordenar que, al margen de la inscripción de nacimiento, se practique marginal de recupe-
ración de la nacionalidad española en virtud del acta levantada el 1 de diciembre de 1996.
Fuente: BIMJ, núm. 1871, 2000, pp. 2132-2133.
HECHOS
1. Por escrito recibido en el Registro Civil Central el 30 de julio de 2001 don Jorge Luis
Novo Barrios, nacido el 2 de septiembre de 1966 en La Habana-Cuba, solicitaba su inscripción
de nacimiento por ser hijo de padre español. Adjuntaba los siguientes documentos: certificación
extranjera de nacimiento, certificado de empadronamiento, certificaciones literal de nacimiento,
negativa de ciudadanía cubana y extranjera y de defunción de su abuelo paterno y certificaciones
extranjeras de nacimiento y defunción de su padre.
2. El Juez Encargado del Registro Civil dictó acuerdo con fecha 19 de septiembre de 2001
denegando lo solicitado ya que el interesado no era español porque nació después de que su
padre hubiese perdido la nacionalidad española por asentimiento voluntario de la nacionalidad
cubana, no existiendo prueba alguna de que el mismo residiera en España antes de adquirir la
mayoría de edad, se inscribiera en el Consulado de España como residente n de que hubiese uti-
lizado de modo alguno la nacionalidad española.
3. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y al interesado, éste presentó, por medio de
Letrado apoderado, recurso ante la Dirección General de los Registros y del Notariado, alegando
que el artículo 18 CC en su redacción originaria establecía que los hijos, mientras permanecieran
bajo la patria potestad, tenían la nacionalidad de sus padres, por lo que el padre del interesado,
nacido en 1939, conservó la nacionalidad española hasta el 1 de enero de 1962 y luego no pudo
perderla porque nunca realizó el servicio militar.
4. De la tramitación del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal que interesó la confirma-
ción del acuerdo recurrido por sus fundamentos. El Juez Encargado del Registro Civil confirmó
el acuerdo apelado añadiendo que, si bien en el expediente se aportó certificado de empadrona-
miento en Madrid del interesado, en el poder aportado en el recurso el mismo constaba como
residente en Cuba, por lo que se podía entender que se había utilizado el empadronamiento en
España para eludir la competencia del conocimiento del asunto por el Consulado español en la
Habana, remitiendo el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado. Poste-
riormente, se adjuntó al recurso por parte del interesado declaración jurada de la no realización
del servicio militar por su padre.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17 del Código civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954;
22 y 23 del Código Civil en su redacción por la Ley 14/1975 de 2 de mayo; 26 del Código civil en
su redacción actual. 23 y 67 de la Ley del Registro Civil; 85 y 232 del Reglamento del Registro
Civil; la Ley General del Servicio Militar de 27 de julio de 1968 y su Reglamento de 6 de noviem-
bre de 1969, y las Resoluciones 4ª de 16 de enero, 1ª de 6 de marzo y 1ª y 3ª de 17ª de mayo de
2002.
II. Se ha intentado por estas actuaciones inscribir como español de nacimiento de un varón,
acaecido en Cuba en 1966, quien alega que su padre, también nacido en Cuba en 1939, mantenía
la nacionalidad española cuando nació el hijo.
III. No hay duda de que el padre del interesado tenía al nacer la nacionalidad española iure
sanguinis y la cubana iure soli, pero el problema se encuentra en determinar si incurrió después y
en qué momento en causa de pérdida de la nacionalidad española. De acuerdo con las normas
vigentes en aquella época se perdía la nacionalidad española por asentimiento voluntario a la
nacionalidad extranjera atribuida iure soli una vez que el interesado llegara a la mayoría de edad,
residiera en el extranjero durante más de tres años y estuviera libre del servicio militar español
(cfr. art. 22 Cc., redacciones de 1954 y de 1975). Por esto, estando suficientemente acreditado
que el padre del interesado no cumplió en filas el servicio militar cubano, ni tampoco sus obliga-
ciones militares como varón español, resulta que perdió la nacionalidad española por ese asenti-
miento voluntario a la nacionalidad cubana cuando, por razón de edad, quedó libre del servicio
militar español, es decir el 1 de enero de 1977, año en que cumplió los 38 de edad (cfr. art. 16 de
la Ley General del Servicio Militar de 1968 y 31 de su Reglamento de 1969).
IV. En esta fecha de 1 de enero de 1977, el interesado era menor de edad y estaba sujeto a la
patria potestad de su padre. Por lo tanto perdió en la misma fecha su nacionalidad española por
dependencia familiar (cfr. art. 23.3.º Cc. redacción de 1975) al corresponderle seguir la naciona-
lidad cubana de su padre, que ya tenía atribuida iure soli.
V. Ha de advertirse que, aunque, estas formas de pérdida no hayan sido objeto de su inscrip-
ción obligatoria, sus efectos se han producido automáticamente o ipso iure en cuanto concurrie-
ron todos sus presupuestos de hecho (cfr. art. 67 LRC) y que no importa que estas causas de pér-
dida hayan sido derogadas por normas posteriores, porque la pérdida producida conforme a la
legislación anterior mantiene su efecto (cfr. disposición transitoria primera de la Ley 18/1990, de
17 de diciembre) y porque ninguna de esas normas posteriores está dotada de la eficacia retroac-
tiva máxima consistente en no dar por producidos efectos agotados de una relación anterior.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso, sin perjuicio de lo señalado en el último fundamento jurídico.
Fuente: BIMJ, núm. 1925, 2002, pp. 2955-2956.
dido si son residentes en España, pero este requisito no es necesario para los emigrantes ni para
sus hijos; se sobreentiende que la nacionalidad que deben haber adquirido por razón de emigra-
ción es la del país al cual emigraron, por lo tanto en el caso de la solicitante no habría ningún
problema si la hubiera perdido por adquirir la nacionalidad belga, si bien lo que solicita por este
expediente es la recuperación de la nacionalidad española que perdió como consecuencia de
haber adquirido la italiana por razón de matrimonio para lo cual el artículo 26 del Código civil
exige que sea residente en España o tener la dispensa del Ministro de Justicia. Al no acreditar
ninguno de estos requisitos no existe base legal para la recuperación de la nacionalidad española
en la forma solicitada.
Cuarto. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y a la interesada ésta interpone recurso
el día 31 de julio de 2003 ante el Consulado General de España en Bruselas alegando que han
sido múltiples las resoluciones dictadas por esta Dirección General sobre el hecho de que el
matrimonio y la emigración pudieran ser compatibles y considerar a la mujer casada como emi-
grante y solicitando dejar sin efecto la decisión de la Encargada del Registro Civil de Palencia y
sea reconocida como emigrante para poder recuperar la nacionalidad española de origen. El
Ministerio Fiscal, despachando el traslado conferido del recurso interpuesto por la promotora
del expediente, dice que habiendo perdido la nacionalidad española por razón de matrimonio es
necesario para la recuperación de la nacionalidad española la residencia en España o la petición
de dispensa al Ministerio de Justicia; el Ministerio Fiscal se opone al recurso interpuesto intere-
sando la confirmación de la resolución recaída en el presente expediente. El Magistrado Juez
Encargado del Registro Civil de Palencia remite a la Dirección General de los Registros y del
Notariado el expediente para su resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, esti-
mar el recurso y ordenar que se inscriba marginalmente la recuperación a la nacionalidad espa-
ñola formulada en el acta levantada el 5 de mayo de 2003.
Fuente: BIMJ, núm. 1960, 2004, pp. 330-331.
2. El Encargado del Registro Civil Consular estima que procede practicar la inscripción mar-
ginal de recuperación de la nacionalidad española y de conformidad con los artículos 64 de la
Ley del Registro Civil y 229 de su Reglamento remite el expediente al Encargado del Registro
Civil de Carlet.
3. El Ministerio Fiscal informa favorablemente a lo solicitado. La Juez Encargada del Regis-
tro Civil de Carlet, dictó auto con fecha 11 de agosto de 2004, acordando la inscripción marginal
de recuperación de la nacionalidad española y vecindad civil común con pérdida de la nacionali-
dad norteamericana que ostenta en aplicación al art. 26 del Código civil y la Ley 36/2002.
4. Notificada la interesada, éste interpuso recurso ante la Dirección General de los Registros
y del Notariado, alegando que adquirió voluntariamente la nacionalidad estadounidense el 24 de
agosto de 1984 y que considera que la modificación establecida por la Ley 36/2002 elimina pre-
cisamente, el requisito de renunciar a su nacionalidad anterior ya que supone en la práctica un
obstáculo insuperable para la recuperación de la nacionalidad española por lo que solicita se deje
sin efecto la decisión de inscribir la pérdida de la nacionalidad norteamericana que ostenta.
5. Notificado el recurso al Ministerio Fiscal, éste confirma la resolución por sus propios fun-
damentos. La Juez Encargada del Registro Civil de Carlet remite las actuaciones a la Dirección
General de los Registros y del Notariado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 24 y 26 del Código civil, en su redacción actual y el artículo 26 en la
redacción dada por la Ley 29/1995, de 2 de noviembre; 46, 64 y 65 de la Ley del Registro Civil;
226 a 229 del Reglamento del Registro Civil y la Instrucción de 20 de marzo de 1991.
II. La interesada, de nacionalidad estadounidense, solicitó la recuperación de la nacionalidad
española de origen, la cual fue acordada por la Juez Encargada del Registro Civil. En la parte
dispositiva del auto, además de acordarse la inscripción marginal de dicha recuperación en la
principal de nacimiento, se hizo constar que ello era «con pérdida de la nacionalidad norteameri-
cana que ostenta», siendo esta decisión de pérdida la que constituye el motivo de este recurso.
III. La modificación en materia de nacionalidad llevada a cabo por la Ley 36/2002, de 8 de
octubre, afectó al segundo de los requisitos que el artículo 26 Cc. establecía para que fuese posi-
ble la recuperación de la nacionalidad española. Antes de esta modificación se exigía, además de
la declaración de la voluntad de recuperarla formulada ante el Encargado del Registro, que el
interesado renunciase a la nacionalidad anterior que viniese ostentando, salvo que se tratase de
naturales de países exceptuados (cfr. art. 26. 1, b) CC, en la redacción de la Ley 29/1995, de 2 de
noviembre). En la redacción actual se ha suprimido el requisito de la renuncia, por lo que es posi-
ble recuperar la nacionalidad española y mantener de hecho la que anteriormente se ostentase.
Ésta reforma está inspirada en el mandato del art. 42 de la Constitución española cuando enco-
mienda al Estado la misión de velar por la salvaguardia de los derechos de los trabajadores espa-
ñoles en el extranjero y de favorecer su retorno. Uno de los medios de cumplimiento de tal obje-
tivo puestos en práctica por la aludida reforma ha consistido, como se ha dicho, en suprimir el
requisito de renunciar a la nacionalidad anterior puesto que, como señala la propia Exposición
de Motivos de la Ley 36/2002, ello suponía en la práctica un obstáculo insuperable para la recu-
peración de la nacionalidad española en muchos casos.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1.º Estimar el recurso.
2.º Revocar el auto apelado en lo que se refiere a la pérdida por la interesada de su nacionali-
dad estadounidense.
Fuente: BOE, 3-XI-2005, p. 36075.
ANTECEDENTES DE HECHO
Primero. Interpuesto el presente recurso y previos los oportunos trámites, se confirió tras-
lado a la parte actora por término de veinte días para formalizar la demanda, lo que verificó por
escrito presentado el 7 de septiembre de 2004 en el que tras exponer los hechos y fundamentos
de derecho que estimó pertinentes, solicita sentencia estimatoria del recurso por la que se anule
la resolución recurrida y se conceda la dispensa de residencia en España a fin de la recuperación
de la nacionalidad española.
Segundo. La Administración demandada, una vez conferido el tramite pertinente para con-
testar la demanda, presentó escrito en el que alegó los hechos y fundamentos de derecho que
estimó pertinentes, solicitando una sentencia en la que se declare la conformidad a derecho de
las resoluciones impugnadas.
Tercero. Tras la practica de las pruebas que se consideraron pertinentes, con el resultado
obrante en las actuaciones, y no estimándose necesaria la celebración de vista pública, se confi-
rió traslado a las partes por termino de quince días para la formulación de conclusiones. Presen-
tados los oportunos escritos quedaron las actuaciones pendientes de señalamiento para votación
y fallo, fijándose al efecto el día 20 de junio del presente año, fecha en que tuvo lugar la delibera-
ción y votación.
Siendo PONENTE el Magistrado Ilmo. Sr. D. Diego Córdoba Castroverde.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Primero. El presente recurso tiene por objeto la resolución de la Dirección General de los
Registros y del Notariado de 24 de julio de 2003 por las que se denegó su petición de dispensa
del requisito de residencia en España para recuperar la nacionalidad española.
Segundo. Con carácter previo a toda otra consideración procede acotar el objeto del pre-
sente recurso, al que ha de circunscribirse el presente pronunciamiento, y este no es otro que la
solicitud del recurrente para que se le dispense del requisito de la residencia legal en España
enmarcada en un expediente de recuperación de la nacionalidad española.
Toda petición de recuperación de la nacionalidad española parte, como es lógico, del presu-
puesto de que dicha nacionalidad se ha perdido anteriormente, pero cualquier alegación referida
nacional español por opción, resida en nuestro país y también lo hagan algunos parientes. El
hecho de que el recurrente hable correctamente nuestro idioma y que sus padre y sus tíos residan
en España no pueden considerarse circunstancias excepcionales que justifiquen la dispensa del
requisito de la residencia en España, pues desde el momento de su adquisición de la nacionalidad
española el recurrente no consta que haya mantenido vínculos especiales con España ni siquiera
haya estado en nuestro país sino que residía en el Reino Unido en donde cursó sus estudios. No
se aprecian, por tanto, circunstancias excepcionales que justifiquen la dispensa solicitada ni
razones que desvirtúen el juicio negativo emitido por las autoridades administrativas, haciendo
uso de sus facultades discrecionales que para concederla o denegarla le confiere nuestro ordena-
miento jurídico.
Cuarto. A los efectos previstos en el art. 139 de la Ley reguladora de esta jurisdicción en
materia de costas procesales, no se aprecia temeridad o mala fe en ninguno de los litigantes.
VISTOS los preceptos citados y demás normas de procedente aplicación,
FALLAMOS
Que debemos desestimar y desestimamos el recurso interpuesto por el procurador de los
Tribunales don Juan Luís Cárdenas Porras, actuando en nombre y representación de D. Luís
Pedro, contra la resolución de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 24 de
julio de 2003 por las que se denegó su petición de dispensa del requisito de residencia en España
para recuperar la nacionalidad española, procede confirmar la resolución impugnada, sin hacer
expresa condena en costas.
Fuente: JUR 2006\187161.
HECHOS
1. Mediante comparecencia efectuada el 21 de marzo de 2005, en el Consulado de España en
L. (EE. UU.), se levanta acta de recuperación de la nacionalidad española en la que doña P.,
nacida en R. el 26 de octubre de 1977 y don P., nacido en R. el 6 de julio de 1975, hijos de G. y de
M., manifiestan que siendo residentes en Estados Unidos, es su voluntad recuperar la nacionali-
dad española de origen por ser hijos de madre española nacida en España y en ella domiciliada en
el momento de sus nacimientos y que la perdieron por utilización exclusiva de la extranjera atri-
buida antes de la emancipación sin renunciar a su nacionalidad anterior. Adjuntan la siguiente
documentación:Libro de familia, certificado de nacimiento de su madre y certificado de sus
nacimientos. El Encargado del Registro Civil Consular estima que procede practicar la anota-
ción marginal de recuperación de la nacionalidad española de los interesados por cumplir todos
los requisitos
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 17 del Código Civil en su redacción por la Ley de 15 de julio de 1954 y
en su redacción actual; 96 de la Ley del Registro Civil; 335, 338 y 340 del Reglamento del Regis-
tro Civil, y las Resoluciones, entre otras, de 25 de abril de 1988; 28 de enero, 8ª de 18 y 30 de
noviembre de 1994; 2ª de 1 de marzo de 1995; de 9 y 20 de enero y 28 de noviembre de 1996; 3ª
de 22 de septiembre y 1 de diciembre de 1997; 1ª de 1 de abril y 3ª de 21 de octubre de 1998; 1ª
de 20 de febrero de 1999;3ª de 21 de abril de 2004; y 5ª de 22 de marzo de 2007.
II. Los interesados, nacidos en España en 1975 y 1977, pretenden la recuperación de la
nacionalidad española basándose en que su madre había también nacido en España y en ella
estaba domiciliada al tiempo del nacimiento de aquellos (cfr. artículo 17, en la redacción dada
por la Ley de 15 de julio de 1954). Por la Juez encargada se dictó auto denegando la solicitud por
estimar que al nacer siguieron la nacionalidad estadounidense del padre y en ningún momento
ostentaron la española. Este auto constituye el objeto del presente recurso.
III. Para poder inscribir una recuperación de la nacionalidad española es necesario, como es
obvio, que se pruebe suficientemente que el interesado ha ostentado «de iure» en un momento
anterior dicha nacionalidad. Tiene razón la encargada en su calificación al sostener que en los
interesados no concurrió al tiempo de sus respectivos nacimientos título atributivo alguno de la
nacionalidad española por la vía del «iure sanguinis». En efecto, el artículo 17 del Código Civil,
en la redacción dada por la Ley de 15 de julio de 1954, vigente al tiempo del nacimiento de
ambos promotores, establecía que eran españoles, entre otros, los hijos de padre español (en este
caso el padre tenía la nacionalidad estadounidense) y, también, los hijos de madre española, aun-
que el padre fuese extranjero cuando no siguiesen la nacionalidad del padre. Pero para este
segundo supuesto, los interesados tenían que haber probado que la madre ostentaba la nacionali-
dad española cuando ellos nacieron porque cuando contrajo matrimonio no siguió la nacionali-
dad estadounidense del marido (cfr. artículo 23 del Código Civil, en la redacción dada por la Ley
de 15 de julio de 1954). Estas razones han sido las que han llevado a la encargada del Registro
Civil a dictar el auto apelado. Sin embargo, con ser todo ello correcto, no cabe confirmar la deci-
sión denegatoria, pues, como vamos a ver, la pretensión de la recurrente encuentra amparo legal
en el hecho de que, si por la vía indicada no adquirió la nacionalidad española, sí la obtuvo por la
del «iure soli».
IV. En efecto, como antes se ha adelantado, concurren en el supuesto de hecho del presente
caso las siguientes circunstancias respecto de los recurrentes: 1.ª han nacido en territorio espa-
ñol, respectivamente, en 1975 y 1977; 2.ª su madre española nació también en España y en ella
estaba domiciliada al tiempo del nacimiento de los hijos, y 3.ª el padre, domiciliado en España en
tal momento, nació en Estados Unidos y tiene la nacionalidad estadounidense lo mismo que los
hijos.
HECHOS
1. Por escrito presentado en el Registro Civil de San Javier el 1 de junio de 2001, don Miguel,
nacido el 28 de diciembre de 1939 en San Javier, solicitaba la rectificación de error en la inscrip-
ción de 22 de mayo de 1974 al margen de su inscripción de nacimiento en la que constaba su
adquisición de la nacionalidad costarricense el 16 de octubre de 1972, de acuerdo con el Conve-
nio sobre nacionalidad suscrito entre Española y Costa Rica el 8 de junio de 1964, habiendo
perdido la nacionalidad española, por no deber constar esta última referencia al no haber renun-
ciado nunca a la nacionalidad española ni haberla perdido por ningún concepto. Adjuntaba los
siguientes documentos: certificación literal de nacimiento con anotación marginal de adquisi-
ción de la nacionalidad costarricense y pérdida de la española, certificado de matriculación en la
Embajada de España en San José de Costa Rica y copia de DNI y de pasaporte españoles, ambos
en vigor.
2. Ratificado el interesado, compareció su cónyuge española quien manifestó que su esposo
seguía ostentando la nacionalidad española y no la había perdido. El Ministerio Fiscal se opuso a
la aprobación del expediente ya que lo solicitado no había de ser rectificado por vía de expe-
diente de rectificación al no estar prevista dicha circunstancia en la Ley del Registro Civil,
debiendo instar el interesado expediente de recuperación de la nacionalidad española. La Juez
Encargada del Registro Civil dictó auto con fecha 29 de octubre de 2002 denegando lo solicitado
por no estar la rectificación solicitada dentro de los artículos 93 y 94 LRC, que establecían la
posibilidad de rectificaciones por expediente gubernativo, ya que su evidencia no resultaba de la
confrontación con otras inscripciones y no se trataba de un error en las menciones de identidad o
de sexo, sin perjuicio del derecho del interesado de instar su pretensión por otras vías.
3. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y al interesado, éste presentó recurso ante la
Dirección General de los Registros y del Notariado alegando que no existía ningún documento
en el que constase que hubiese perdido la nacionalidad española, que tenía adquirida desde su
nacimiento en España, según el Convenio de doble nacionalidad no se perdía la nacionalidad
anterior por adquirir la del otro Estado parte existiendo un error claro al confrontarse la nota
marginal con lo establecido en el artículo 1 del referido Convenio.
4. De la tramitación del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal que intereso la confirma-
ción del auto recurrido por sus propios fundamentos. La Juez Encargada del Registro Civil
ordenó la remisión del expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 95.3° de la Ley del Registro Civil, 298.4 de su Reglamento y el Conve-
nio de Doble Nacionalidad entre Costa Rica y España de 8 de junio de 1964 y las Resoluciones
de 8 de enero y 2ª de 8 de junio de 2002.
II. El interesado, nacido en 1939 en Los Alcázares, término municipal de San Javier, español
de origen, adquirió la nacionalidad costarricense en 1972 acogiéndose al Convenio sobre nacio-
nalidad suscrito entre España y Costa Rica el 8 de junio de 1964. Tal hecho fue reflejado en el
Registro Civil en que consta la inscripción de nacimiento del interesado mediante asiento margi-
nal en el que tras consignarse la fecha de la adquisición de la citada nacionalidad y la circunstan-
cia de que dicha adquisición se había producido de conformidad con el aludido Convenio, se
añadía «habiendo perdido la nacionalidad española», en alusión al inscrito. Éste solicita la recti-
ficación de esta última mención por estimarla errónea ya que el mencionado Convenio expresa-
mente establece la conservación de la nacionalidad de origen para las personas acogidas al
mismo. Tal pretensión es desestimada por el Encargado del Registro Civil por considerar que la
rectificación solicitada no cabe por la vía del expediente gubernativo, sin perjuicio de la posibili-
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil Central con fecha 24 de febrero de 2004,
Don A. L. V., nacido en Guatemala el 10 de mayo de 1976, y domiciliado en Madrid, manifes-
taba que deseaba acogerse al tratado de doble nacionalidad que existía entre Guatemala y España.
Adjuntaba los siguientes documentos: hoja de declaración de datos para la inscripción de naci-
miento; tarjeta de residencia de estudiante; certificado de empadronamiento; y certificación lite-
ral de nacimiento, expedida por autoridad guatemalteca, debidamente legalizada.
2. El 10 de marzo de 2004, el Encargado del Registro Civil Central dictó Acuerdo, dene-
gando la inscripción de nacimiento y la declaración de adquirir la nacionalidad española, en
tanto no acreditase estar en posesión de permiso de residencia ordinario, al no reunir el requisito
de residencia legal en los términos exigidos por el convenio de nacionalidad suscrito entre
España y Guatemala, ya que la Ley 2/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los
extranjeros en España, establece que son extranjeros residentes los que hayan obtenido un per-
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 96 de la Constitución; 1 y 12 del Código civil; 23, 46, 64 y 66 de la Ley
del Registro Civil; 68, 85 y 226 a 228 del Reglamento del Registro Civil; el Convenio de doble
nacionalidad entre España y Guatemala de 28 de Julio de 1.961 y su Protocolo adicional de 10 de
febrero de 1995 y el Protocolo segundo adicional de 19 de noviembre de 1999; el Canje de Notas
entre estos dos países de 16 de Octubre de 1.968; la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre
derechos y libertades de los extranjeros en España, modificada por la Ley Orgánica 14/2003 de
20 de noviembre y su Reglamento aprobado por Real Decreto 864/2001 modificado por Real
Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre; el Convenio de Viena sobre Derecho de Tratados de 23
de Mayo de 1.969, y las Resoluciones de 28 de febrero, de 5 de abril y de 9 de diciembre de 1966,
de 6 de noviembre y de 22 de diciembre de 1992, de 10 de febrero de 1993, de 23 de noviembre de
1994, 24 de febrero y 2ª de 19 de abril de 1995 y 2ª de 5 de noviembre de 2003.
II. El problema que plantea este recurso es el de si podrá adquirir la nacionalidad española, al
amparo del Convenio de doble nacionalidad vigente, un guatemalteco por nacimiento que se
encuentra en España con un permiso en régimen especial de estudiante.
III. Este Centro Directivo había venido estimando que bastaba, a efectos de adquisición de la
nacionalidad española por guatemaltecos por nacimiento, con que éstos declarasen su voluntad de
adquirir esa nacionalidad y fijasen su domicilio en España, constituido simplemente con la ins-
cripción de la adquisición en el Registro Civil. Es decir, se interpretaba que la necesidad de inscri-
birse en los Registros que determinen las leyes o disposiciones gubernativas del país (cfr. arts. 1.º
y 3.º del Convenio) quedaba satisfecha con la inscripción en el Registro Civil español a la que
aludía, ya antes de la entrada en vigor del Convenio, el artículo 66 de la Ley del Registro Civil.
IV. Ahora bien, otra interpretación posible de los citados artículos 1º y 3º del Convenio era la
de que la inscripción previa en los registros que determinen las leyes o disposiciones gubernati-
vas de uno u otro país podía entenderse referida a los registros administrativos que controlan las
situaciones de los extranjeros en España o en Guatemala.
V. Esta interpretación, por la que se subordina la adquisición de la nacionalidad a la residen-
cia legal en el país respectivo, es la que, según la información oficial obtenida, aplican las autori-
dades guatemaltecas respecto de los españoles que quieren adquirir la nacionalidad de Guate-
mala, pues se les exige haber obtenido residencia en la Dirección General de Migración. Consi-
guientemente la necesidad de llegar en la aplicación del Convenio internacional a una interpreta-
ción uniforme del mismo (cfr. su artículo 12) determinó, atendiendo también a razones de reci-
procidad, que este Centro Directivo a partir de la Resolución de 23 de noviembre de 1994 haya
venido interpretando el citado Convenio en el sentido de que es necesario el requisito del previo
permiso de residencia en España para que los guatemaltecos puedan adquirir la nacionalidad
española al amparo del mencionado Convenio.
VI. Esta interpretación fue la finalmente acogida en el Protocolo de modificación del reite-
rado Convenio de 10 de febrero de 1995, conforme al cual «a los efectos del presente Convenio,
se entiende adquirido el domicilio en aquel país en que se haya obtenido la residencia legal, per-
manente y continuada, de acuerdo a las condiciones y en la forma prevista por la legislación
migratoria en vigor en cada uno de los Estados Contratantes». Igualmente, el Protocolo segundo
adicional del Convenio establece que los guatemaltecos y los españoles de origen podrán adqui-
rir la nacionalidad guatemalteca y española, respectivamente, por el solo hecho de establecer
domicilio en España o en Guatemala, según sea el caso, de conformidad con la legislación interna
de cada una de las Partes. La cuestión que surge en el presente caso es la de si tal requisito de
«residencia legal, permanente y continuada» o la de domicilio, que presupone la habitualidad de
éste (cfr. art. 40 Cc) se puede entender cumplido por medio de la obtención de un permiso de
residencia con fines de estudio. El concepto de «residencia permanente» viene definido por la
legislación de extranjería española como «la situación que autoriza a residir en España indefini-
damente y a trabajar en igualdad de condiciones que los españoles». En este caso, como hemos
dicho, la autorización de residencia se ha concedido para estudios y según el vigente artículo
33.2 de la Ley Orgánica 4/2000 de 11 de enero « la duración de la autorización será igual a la del
curso para el que esté matriculado» y la situación legal del extranjero en régimen de estudiante es
la de «estancia», bien que no sujeta a la duración máxima de noventa días (cfr. art 30.1 LO
4/2000, en la redacción dada por la Ley Orgánica 14/2003 de 20 de noviembre). Consecuente-
mente hay que deducir que no concurre en el recurrente el presupuesto necesario, previsto en el
Convenio, de tener establecido su domicilio en España, por encontrarse en este país en situación
de estancia y no de residencia permanente
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el acuerdo apelado.
Fuente: BOE, núm. 254, 24-X-2005, pp. 34762-34763.
HECHOS
1. Mediante escrito presentado en el Registro Civil de A. de fecha 27 de julio de 2005, Don
M., nacido en el 1951 en S., cerca de V. (Sahara Occidental) solicitaba que se le reconociese la
nacionalidad española, con valor de simple presunción, ya que no pudo acogerse a la posibilidad
otorgada por el Real Decreto 2258/1976, de 10 agosto, de optar a la nacionalidad española
durante el plazo establecido. Adjuntaba la siguiente documentación: ficha familiar, recibo de
minurso, DNI, pasaporte, certificado de nacionalidad, certificado de nacimiento, certificado de
antecedentes penales y certificado de empadronamiento.
2. Ratificado el interesado, el Ministerio Fiscal una vez examinado el expediente, emite
informe favorable. Solicitado informe a la Policía Local de A., se informó por ésta que el intere-
sado no habitaba en la vivienda en la que figuraba empadronado.
3. El Juez Encargado del Registro Civil dictó auto con fecha 13 de diciembre de 2005 en el
que declara incompetencia territorial a dicho Registro Civil, al no haberse acreditado suficiente-
mente el hecho del domicilio del promotor a la vista del informe emitido por la Policía Local de
A.
4. Notificada la resolución al Ministerio Fiscal y al interesado, éste, mediante escrito presen-
tado en el Registro Civil de A., en fecha 14 de febrero de 2006, vuelve a solicitar el reconoci-
miento de la nacionalidad española, aportando nuevamente certificado de empadronamiento en
dicha ciudad e informe de la vida laboral.
5. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal, que interesó que se
estimara la solicitud formulada. El Juez encargado del Registro Civil remitió el expediente a la
Dirección General de los Registros y del Notariado remitiéndose a lo detallado en la resolución
recurrida.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 18 y 40 del Código civil; 96 de la Ley del Registro Civil; 335, 342 y
338 del Reglamento del Registro Civil; la Ley 40/1975, de 19 de noviembre; el Decreto
2258/1976, de 10 de agosto; el art. 16 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, en su redacción por la Ley
4/1996; el art. 50 de la L.E.C. 1/2000, de 7 de enero; la Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de
octubre de 1998, y las Resoluciones, entre otras, 2ª y 3ª de 1. 2ª de 5, 3ª de 23 de junio, 2ª de 13,
1ª de 14, 2ª de 15 de julio; 1ª de 16, 3ª de 21 de septiembre; 2ª de 15, 1ª de 16 de octubre; 1ª y 2ª
de 11, 4ª de 12, 3ª de 16 de noviembre y 2ª de 3, 3ª de 7, 2ª de 23 y 2ª de 28 de diciembre de 2004;
1ª de 21 de enero, 1ª de 3; 4ª de 4 de febrero, 4ª de 2, 3ª de 3, de 5 y 3ª de 14 de marzo, 3ª de 15 de
abril, 28 de mayo, 3ª de 27 de septiembre y 1ª de 3 de octubre de 2005; y 2ª de 1 de marzo de
2006.
II. Frente a la norma general conforme a la cual resulta competente en materia de expedien-
tes el Juez Encargado del Registro Civil en que deba inscribirse la resolución pretendida (cfr. art.
342 R.R.C.), en relación con los específicos expedientes para declaraciones con valor de simple
presunción la competencia corresponde al Encargado del Registro del domicilio del solicitante
(cfr. art. 335 R.R.C.). Este régimen de competencia lo es tanto para instruir como para resolver el
expediente, conforme a lo previsto por el artículo 342 del Reglamento del Registro Civil en la
redacción dada por R.D. de 29 de agosto de 1986.
III. Cuando no se respete la norma de competencia antes indicada, al igual que ocurre en
general con todo tipo de procedimiento, dicha infracción implica la nulidad de lo actuado, nuli-
dad que puede ser declarada por la Dirección General de los Registros y del Notariado cuando
conozca de la misma a través de los recursos entablados. Dicha nulidad se desprende de la apli-
cación de las normas de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de competencia territorial y
de fuero personal de las personas físicas (cfr. art. 50 L.E.C. 1/2000, de 7 de enero), la cual es
aplicable por la remisión que realiza el artículo 16 de la Ley del Registro Civil, que contiene un
llamamiento supletorio a las normas de jurisdicción voluntaria.
IV. Pues bien, en cuanto al concepto de domicilio a estos efectos, ha de acudirse al acuñado
por el Derecho Privado español, esto es el definido en el artículo 40 del Código civil que identi-
fica domicilio con residencia habitual, lo que implica vivir en un lugar con cierto grado de per-
manencia. Por lo que se refiere a la prueba que en lo relativo a la determinación del domicilio de
las personas físicas proporciona el empadronamiento municipal, hay que recordar que, conforme
al artículo 16 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, en su redacción por la Ley 4/1996, de 10 de enero,
los datos del padrón municipal constituyen prueba de la residencia y del domicilio habitual en el
municipio. Esto no obstante, es igualmente cierto que dicha prueba tiene carácter iuris tantum y
que la prueba de la residencia habitual en que consiste el domicilio es libre, salvo cuando una
norma legal o reglamentaria impone alguna acotación y a los efectos concretos que en la misma
se prevean. Esto es lo que sucede, por ejemplo, para el caso de los apátridas, respecto de los cua-
les el artículo 336 n.º 2 del Reglamento del Registro Civil dispone que «el domicilio de los apá-
tridas se acreditará por certificación municipal o información testifical», pero ello sólo a los
efectos de su declaración de tal condición en expediente gubernativo con valor de simple presun-
ción (cfr. art. 96 L.R.C.). En el caso presente la prueba de la certificación de empadronamiento
que se aporta queda desvirtuada por el informe policial en que se basa el Juez para declarar su
incompetencia en la resolución del expediente, por cuanto de dicho informe resulta de forma
paladina y concluyente que el promotor, a pesar de figurar empadronado en el domicilio que
alega, en realidad, constituye la vivienda de persona distinta, afirmación que no queda rebatida
ni desvirtuada por los argumentos empleados en el recurso.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el auto apelado.
Madrid, 6 de septiembre de 2006.-La Directora General de los Registros y del Notariado,
Pilar Blanco-Morales Limones.
Fuente: BOE, núm. 257, 27-X-10-2006, pp. 37530-37531.
HECHOS
1. Por escrito presentado en el Registro Civil de M., el 6 de mayo de 2005, doña L.E.M.
mayor de edad, de nacionalidad española y con domicilio en M., solicitaba la rectificación en las
partidas de nacimiento de sus hijos N., S. y N. M. M., manifestando que sus apellidos correctos
son M. E., haciendo constar la promotora que ha efectuado una alteración de sus apellidos.
Acompañaba los siguientes documentos: Volantes de empadronamiento, fotocopia del Libro de
Familia, certificación literal de nacimiento de la peticionaria donde consta nota marginal de alte-
ración de sus apellidos M. E. por los de E. M., y certificaciones literales de nacimiento de sus
hijos y del padre de los mismos.
2. Ratificada la promotora. El Ministerio Fiscal se opone a la rectificación de error solici-
tada, informando que el cambio pretendido debido a la inversión de apellidos de la madre debe
hacerse por medio de un expediente de cambio de apellidos.
3. Notificada la promotora, ésta manifiesta que está de acuerdo con el informe del Ministerio
Fiscal y solicitada el cambio de apellidos de sus hijos. Comparece el padre de los menores dando
su conformidad al cambio pretendido. La Juez Encargada del Registro Civil dictó auto con fecha
20 de octubre de 2005, aprobando el expediente y ordenando la rectificación de errores en las
inscripciones de nacimiento solicitada.
4. Notificado el Ministerio Fiscal, éste interpuso recurso ante la Dirección General de los
Registros y del Notariado, alegando que al ser un expediente de cambio de apellidos no es com-
petente el Juez Encargado del Registro Civil, sino que corresponde a la Dirección General de los
Registros y del Notariado, al querer imponer a los interesado el nombre del abuelo paterno de
acuerdo con el artículo 57 de la Ley del Registro Civil.
5. Notificado el recurso a la promotora, ésta manifiesta su oposición, alegando que el cambio
de apellidos de sus hijos sobreviene del cambio por inversión de los suyos, por lo que se debe
adecuar los apellidos de los hijos a la legislación vigente española.
6. Notificadas las alegaciones al Ministerio Fiscal. La Juez Encargada del Registro Civil de
M., remite el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado para su resolu-
ción.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 109 del Código civil (Cc); 57 de la Ley del Registro Civil; 199, 205,
213 y 365 del Reglamento del Registro Civil, y las Resoluciones de 18-3.ª de septiembre, 21-5.ª
de octubre y 9-2.ª de noviembre de 1999; 6 de octubre de 2000; 23-2.ª de febrero de 2001; 7-1.ª
de febrero de 2002; 31-1.ª de octubre de 2003; 24-2.ª de septiembre de 2004 y 30-4.ª de marzo de
2006.
II. La promotora del expediente, marroquí de origen, adquirió la nacionalidad española y en
la inscripción de su nacimiento se hicieron constar los apellidos que venía usando según su ante-
rior estatuto personal. Posteriormente, en 2004, instó ante el Registro la inversión del orden de
dichos apellidos, que le fue autorizada, causando el correspondiente asiento marginal. El objeto
de este expediente es la petición de la promotora de que el cambio producido en sus apellidos se
aplique a los de sus hijos menores de edad, nacidos en 1998, 1999 y 2001. El Ministerio Fiscal
emitió informe desfavorable a dicha pretensión. La Juez Encargada estimó la petición de la inte-
resada y dictó auto acordando la rectificación de error en los apellidos de los hijos, determinando
que el segundo apellido de estos era «E. y no M., como erróneamente se consignó». Pero este
error nunca existió -por tanto no había lugar a rectificar-, puesto que los hijos habían nacido
antes de que la madre alterara el orden de sus apellidos y fueron correctamente inscritos con los
que entonces, como españoles, les correspondían (cfr. art. 194 RRC). El auto ha sido recurrido
por el Ministerio Fiscal alegando que la madre invirtió, indebidamente, el orden de sus apellidos
y lo que ha pretendido con su petición es que esa alteración indebida repercuta en los hijos.
Entiende el Ministerio Fiscal que lo que realmente se ha producido ha sido un cambio de apelli-
dos autorizado, sin tener la competencia, por la Juez Encargada.
III. Si la promotora, al ser inscrita como española ejerció la facultad de conservar los apelli-
dos que venía usando conforme a su ley personal, no debió después beneficiarse del derecho que
concede a todo español el artículo 109 del Código civil para invertir el orden de los apellidos. La
razón fundamental para esta conclusión negativa ha de encontrarse en que, una vez que una per-
sona ha hecho uso de la posibilidad de alterar sus apellidos por la vía del artículo 199 RRC y no
ha escogido la aplicación de la ley española, no es posible que una simple declaración de volun-
tad prive de eficacia a la conservación de apellidos libremente solicitada, porque, del mismo
modo que no puede desdecirse de la inversión de apellidos del artículo 109 del Código civil,
tampoco ha de ser posible, por identidad de razón y atendiendo a la estabilidad y fijeza de los
apellidos cuya composición ha de estar sustraída, salvo excepciones legales muy limitadas, al
principio de la autonomía de la voluntad, que esta sola voluntad pueda producir un nuevo cam-
bio de apellidos.
IV. Por tanto, en este caso hay que considerar incorrecta la inversión de los apellidos aprobada
a la madre y tratándose de materia de orden público son de carácter imperativo las normas que la
regulan, imperatividad que lleva a la aplicación de lo dispuesto en el artículo 212.II RRC, en el
sentido de que el apellido impuesto con infracción de normas debe ser sustituido según lo estable-
cido por dichas normas, las cuales en este caso, permiten a la madre extranjera que adquiere la
nacionalidad española, conservar los apellidos que vinieren usando (cfr. art. 199 RRC), pero
hecha esta opción le está vedado, como se ha dicho, servirse del artículo 109 Cc para alterar el
orden de sus apellidos, aunque sí podría hacerlo por la vía del expediente, distinto, de cambio de
apellidos si concurren los requisitos necesarios para ello, bien que para éste carece de competen-
cia el Juez Encargado. Confirmar el auto en este caso, sería admitir una situación irregular que
proyecta efectos hacia el futuro, en cuanto afecta a los descendientes sucesivos en línea recta.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1. Estimar el recurso y revocar el auto apelado.
2. Dejar sin efecto la inversión de apellidos de doña L. M. E. procediéndose a la cancelación
del asiento correspondiente.
Fuente: BOE, núm. 299, 15-XII-2006, pp. 44235-44236.
HECHOS
1. Mediante escritos presentados en el Registro Civil Central el 7 de septiembre de 2005, D.
M., nacido el 10 de septiembre de 1954 en A. (Sahara) y de nacionalidad española adquirida en
2003, solicitaba la inscripción en el Registro Civil español de su matrimonio con M., celebrado
en Sahara Occidental, y del nacimiento de sus hijos H., H., S., A. y S., nacidos en El Aaiun (cam-
pamentos de refugiados saharauis), previo ejercicio del derecho de opción. Adjuntaba la siguiente
documentación: certificados de matrimonio y de nacimiento de la esposa e hijos expedidos por
la República Árabe Saharaui, certificado literal de nacimiento del promotor, DNI y certificado
de divorcio de su primera esposa.
2. El Magistrado-Juez del Registro Civil Central denegó las inscripciones mediante auto de
31 de agosto de 2006 por existir dudas razonables sobre la realidad de los hechos inscritos y,
específicamente, en cuanto a la determinación de la relación de filiación.
3. Notificada la resolución al interesado, éste interpuso recurso ante la Dirección General de
los Registros y del Notariado solicitando la revocación de la resolución inicial y la inscripción
del nacimiento de sus hijos y de su matrimonio, alegando que las certificaciones expedidas por la
República Árabe Saharaui son idénticas a las presentadas por todas las personas de origen saha-
raui que han nacido o viven en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf.
4. De la interposición del recurso se dio traslado al Ministerio Fiscal, que confirmó el acuerdo
de 31 de agosto de 2006, oponiéndose a las inscripciones solicitadas. El Juez Encargado del
Registro Civil Central informó que, a su juicio, seguían siendo válidos los razonamientos que
sirvieron de base a la resolución impugnada y remitió el expediente a la Dirección General de los
Registros y del Notariado para la resolución del recurso interpuesto.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 9, 20 y 65 del Código civil (Cc); 15, 23 y 95 de la Ley del Registro Civil
(LRC); 66, 68, 85 y 256 del Reglamento del Registro Civil RRC), y las Resoluciones 1ª de 11 de
enero, 3ª de 31 de mayo, 3ª de 8 de septiembre de 2000; 2ª de 26 de diciembre de 2001; 2ª de 9 de
mayo de 2002; 2º de 16 de noviembre de 2005; 1º de 7 de febrero, de 8 y 4ª de 12 de abril y 1ª de
13 de noviembre de 2006; y 2ª de 30 de enero de 2007.
II. En el presente caso, el interesado, de nacionalidad española adquirida en 2003, solicita la
inscripción en el Registro Civil español de su matrimonio celebrado en Sahara Occidental, en
1986, por trascripción de certificación expedida por el Presidente del Tribunal de Apelaciones del
Ministerio de Justicia de la República Árabe Saharaui Democrática. También solicita la inscrip-
ción de nacimiento previo ejercicio del derecho de opción de sus hijos H., H., S., A. y S. Las ins-
cripciones solicitadas fueron denegadas por el Juez Encargado del Registro Civil Central, porque
la documentación aportada no reúne los requisitos y garantías necesarias para la inscripción.
III. Los hechos que afectan a españoles, aunque hayan acaecido antes de adquirir la naciona-
lidad española, son inscribibles en el Registro Civil español competente (cfr. arts. 15 L.R.C. y 66
R.C.C.), siempre, claro, que se cumplan los requisitos en cada caso exigidos. Por esta razón ha
de examinarse si ese cumplimiento concurre e el presente caso.
IV. La competencia para decidir la inscripción corresponde al Registro Civil Central por
estar el promotor domiciliado en España. (cfr. art. 68,II R.R.C.) y la vía registral para obtener el
asiento ha de consistir bien en la certificación del Registro extranjero, expedida por autoridad o
funcionario del país de celebración (cfr. arts. 23 L.R.C. y 85 y 256-3.º R.R.C.), bien, en caso de
matrimonio, en el expediente al que se refiere el artículo 257 del Reglamento «en el que se acre-
ditará debidamente la celebración en forma del matrimonio y la inexistencia de impedimentos».
V. En el caso actual las inscripciones mencionadas se pretenden sobre certificaciones de
Registro extranjero. El artículo 85 RRC dispone al respecto que «para practicar inscripciones sin
expediente en virtud de certificación de Registro extranjero, se requiere que éste sea regular y
auténtico, de modo que el asiento de que se certifica, en cuanto a los hechos de que da fe, tenga
garantías análogas a las exigidas para la inscripción por la Ley española».
La competencia de calificación del Encargado respecto de la certificación extranjera se
extiende al examen de la competencia y autoridad que la expide, la cual ha de actuar en el ejerci-
cio de cargo que le habilite para tal expedición con base legal suficiente para ello, base, que en
este caso no existe al no estar establecidos los órganos del Registro Civil en virtud de disposicio-
nes normativas integrantes de un ordenamiento jurídico estatal internacionalmente reconocido.
Por tanto, el título aportado no reúne los requisitos que señala el artículo reglamentario trascrito
para que pueda practicarse la inscripción.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria, deses-
timar el recurso y confirmar el acuerdo apelado.
Fuente: BOE, núm. 185, 3-VIII-2007, pp. 33559.
HECHOS
1. Con fecha 14 de septiembre de 2006 se levanta acta de juramento para la adquisición de la
nacionalidad española mediante la cual don C., nacido en Ecuador manifiesta que adquirió la
nacionalidad española mediante resolución de fecha 10 de abril de 2006, que jura fidelidad al
Rey y obediencia a la Constitución y demás leyes españolas, que no renuncia a su anterior nacio-
nalidad. Adjunta como documentación: Certificado de nacimiento y hoja declaratoria de datos.
2. Se procede a la inscripción de nacimiento del interesado con el nombre de C-F.
3. Notificado el interesado, éste solicita la rectificación del error que hay en su inscripción de
nacimiento ya que ha sido inscrito como C-F cuando debería ser C-F.
4. La Juez Encargada del Registro Civil Central mediante auto de fecha 18 de mayo de 2007
deniega la rectificación del error denunciado al no quedar probado la existencia del mismo.
5. Notificado el interesado, éste interpone recurso volviendo a solicitar la rectificación del
error en su segundo nombre.
6. Notificado el Ministerio Fiscal, éste interesa la confirmación del auto apelado. La Juez
Encargada remite el expediente a la Dirección General de los Registros y del Notariado para su
resolución.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
I. Vistos los artículos 54 de la Ley del Registro Civil (LRC), en la redacción dada por la Ley
3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de
las personas y 93; 205, 206, 209, 210, 212 y 365 del Reglamento del Registro Civil (RRC); y las
resoluciones 1ª y 7ª de 17 y 2ª de 27 de mayo, 2ª de 13 de junio y 4ª de 1 de julio de 2003; 1ª de 24
de febrero, 1ª de 24 de junio y 9 de julio de 2004; 2ª de 22 de junio de 2005; 4ª de 27 de marzo, 1ª
de 12 de abril, 1ª de 29 de noviembre de 2006; y 4ª de 15 de junio de 2007.
II. Para el extranjero que adquiere la nacionalidad española ha de consignarse en su inscrip-
ción de nacimiento en el Registro Civil español el nombre propio que aparezca en la certifica-
ción extranjera de nacimiento que sirva de titulo para la inscripción, a no ser que se pruebe la
utilización de hecho de otro nombre propio (cfr. art. 213, regla 1.ª, RRC). En todo caso si este
nombre infringe las normas establecidas sobre imposición del nombre propio (cfr. art. 213, regla
2.ª, RRC), ha de ser sustituido por otro ajustado conforme a los criterios que señala el artículo
212 del Reglamento del Registro Civil.
III. En el presente caso, el nombre del interesado que figura en la certificación de nacimiento
expedida por el Registro Civil local es el de «C-F» que es el que se hizo constar en su inscripción
de nacimiento. Es cierto que cuando se insta el expediente aún no había sido modificado el artí-
culo 54 LRC y «F» era un nombre no permitido por ser una variante familiar de F, pero cuando se
practica la inscripción, el 30 de marzo de 2007, ya estaba en vigor la nueva redacción del citado
artículo dada por la citada Ley 3/2007, de 15 de marzo, y había desaparecido la prohibición que
afectaba al nombre «F», por lo que se incurrió en el error de sustituirlo por F, mediante la aplica-
ción de una norma no vigente. Incluso aun cuando se hubiese hecho aplicación de la norma
vigente al tiempo de la solicitud, que en el presente caso llevaría a confirmar la calificación, se
llegaría al mismo resultado, porque en la resolución del presente recurso no puede ignorarse el
hecho del cambio normativo producido por la citada Ley 3/2007, ya en plena vigencia, y que da
amparo a lo pretendido, puesto que la solución contraria supondría una clara infracción del prin-
cipio de economía procedimental que, con carácter vinculante, impone a todos los órganos del
Registro Civil, incluido este Centro Directivo, el párrafo segundo del artículo 354 RRC que
ordena evitar toda dilación o trámite superfluo o desproporcionado con la causa.
Esta Dirección General ha acordado, de conformidad con la propuesta reglamentaria:
1. Estimar el recurso.
2. Ordenar que en la inscripción de nacimiento del interesado se rectifique el nombre
haciendo constar como correcto el de «C-F».
Fuente: BIMJ, núm. 2079, 2009, pp. 603-604.
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