Seminario Biblico Gratis - Oratoria
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Lección 8 - Oratoria - Medios de apoyo visual - Fichas de apoyo - Captar la atención del
público
Lección 9 - Oratoria - Flexibilidad e improvisación - Reacción del público - Situaciones difíciles
1. Hablar en público
Un grupo más o menos numeroso de personas estará escuchando al orador, quien tiene una
ocasión única para transmitir sus ideas, para tratar de convencerlos.
Por ello, las intervenciones hay que prepararlas a conciencia, lo que implica no limitarse a
elaborar el discurso, sino que hay que ensayar la forma en la que se va a exponer:
El orador tiene que conseguir que el público se interese por lo que les va a decir y esto exige
dominar las técnicas de la comunicación.
Una cosa es conocer una materia y otra muy distinta es saber hablar de la misma.
Conocer el tema es una condición necesaria pero no suficiente: hay que saber exponerlo de
una manera atractiva, conseguir captar la atención del público y no aburrirles.
Cuando se va a hablar sobre un tema lo primero que el orador tendrá que hacer es dominarlo.
En el momento en el que tome la palabra deberá tener un conocimiento sobre el mismo muy
superior del que tiene el público. El orador tiene que tener algo interesante que transmitir.
Uno debe evitar a toda costa hablar sobre un tema que apenas domine ya que correría el riego
de hacer el ridículo.
Escribir el discurso es sólo una parte del trabajo y probablemente no la más difícil, ni tampoco
probablemente la más determinante a la hora de alcanzar el éxito.
Aunque resulta natural estar algo nervioso cuando se va a hablar en público, hay que tener
muy claro que el público no es el enemigo, que se encuentra acechando a la espera del más
mínimo fallo para saltar sobre el orador.
Muy al contrario, cuando el público acude al acto es porque en principio le interesa el tema que
se va a tratar y entiende que el orador tiene la valía suficiente para poder aportarle algo.
Cuando se habla en público hay que estar pendiente no sólo de lo que se dice, sino de cómo
se dice, del vocabulario que se emplea, de los gestos, de los movimientos, de la forma de
vestir, etc. Todo ello será valorado por el público y determinará el mayor o menor éxito de la
intervención.
Tener miedo antes de una intervención pública es algo natural, por lo que uno no debería ser
excesivamente autocrítico consigo mismo por que le ocurra esto, y no por ello ha de
considerarse una persona débil e insegura.
Hay que analizar este miedo que a uno le atenaza y tratar de descubrir las causas que lo
originan.
Uno se dará cuenta de que gran parte de este miedo es irracional, no obedece a motivos
lógicos (miedo de hacer un ridículo espantoso, de que se rían de uno, de tartamudear, de caer
en desgracia, de hundir el prestigio profesional, de que le abucheen…).
Son situaciones que no van a ocurrir y por lo tanto este miedo hay que rechazarlo por absurdo.
Otro tipo de miedo sí puede ser racional: obedece a situaciones adversas que pueden
presentarse (quedarse en blanco, no saber contestar a una pregunta, que no funcione el
proyector, etc.).
Frente a este miedo racional lo que hay que hacer es tomar todas las medidas posibles para
reducir al mínimo las posibilidades de que estas situaciones se produzcan (por ejemplo,
llevando fichas de apoyo, preparando el discurso a conciencia, verificando previamente de que
el proyector funciona correctamente, etc.).
A veces también preocupa el pensar que el público pueda darse cuenta del miedo que uno
tiene (sudores, temblor en el habla o en las piernas, cara demacrada, etc.), pero es muy difícil
que esto ocurra:
Son reacciones físicas que uno percibe intensamente pero que apenas son percibidas por
terceros. Además, en el caso hipotético de que así fuera, el público pensaría que son
reacciones muy naturales, que a cualquiera le podría ocurrir.
La mejor forma de combatir el miedo es con una adecuada preparación: hay que trabajar y
ensayar la intervención con rigurosidad.
También resulta muy útil pensar en positivo, es decir, en la satisfacción tan enorme que a uno
le produciría obtener un gran éxito.
El orador debe autoconvencerse de que con una buena preparación este éxito está al alcance
de la mano.
Otro modo de combatir el nerviosismo es realizar, unas horas antes de la intervención, algún
ejercicio físico intenso (un partido de tenis, salir a correr, etc.).
Esto contribuye a quemar energías y genera un cansancio físico que contribuye a calmar los
nervios.
Si uno consigue sentirse cómodo al principio, es posible que mantenga esta línea durante el
resto de la intervención.
Subir al estrado con tranquilidad, sin prisas, mirar al público unos instantes mientras se le
saluda, ajustar el micrófono, organizar las notas... y comenzar a hablar despacio.
A lo que nunca se debe recurrir es a tomar pastillas o un par de "copitas", ya que podrían
generar un estado de aturdimiento que dificultase la exposición.
En todo caso, un cierto grado de nerviosismo puede que no venga mal, ya que permite iniciar la
intervención en un estado de cierta agitación, de mayor energía.
3. Preparación de la intervención
a) Público asistente: el discurso tiene que ser apropiado para el público que va a asistir.
Hay que ver qué temas le pueden interesar, cual puede ser su nivel de conocimiento
sobre el mismo, hay que utilizar un lenguaje adecuado, tener en cuenta si conoce o no
términos técnicos, etc.
No es lo mismo explicar los resultados del ejercicio a la junta general de accionistas, que a los
empleados de la sociedad. En el primer caso será un discurso mucho más formal.
Tampoco es lo mismo hablar sobre el cambio climático ante una comisión de científicos, que en
un colegio mayor. El nivel de precisión y el lenguaje técnico que se pueden utilizar son muy
diferentes en ambos casos.
Tampoco es lo mismo hablar ante 10 personas que ante 1.000. En el primer caso hay más
posibilidades de interacción con el público, más cercanía; en el segundo caso el discurso
tenderá a ser mucho más formal.
Felicitar a los empleados por los buenos resultados, comunicar un recorte de plantillas, felicitar
a un empleado por sus 25 años en la empresa, convencer al público para que vote por un
determinado partido político, etc.
El discurso puede tener por objeto informar, motivar, entretener, advertir, amonestar etc., y en
función de ello habrá que adaptar el estilo del mismo: formal o informar, serio o entretenido,
cercano o distante, monólogo o participativo, etc.
c) Tema a tratar: según el tema que se vaya a tratar el estilo del discurso puede ser
radicalmente diferente.
No es lo mismo hablar en el Pleno del Ayuntamiento sobre los presupuestos del año, que sobre
la organización de las fiestas patronales.
No es lo mismo dirigirse a los empleados para explicarles los resultados del año, que
presentarles los nuevos objetivos. En el primer caso se busca comunicar (lenguaje preciso) y
en el segundo motivar (discurso más apasionado y entusiasta).
Todos estos aspectos habrá que tenerlos en cuenta a la hora de definir el tipo de intervención
que se quiera presentar.
4. Estilo de la intervención
Es decir, en función del motivo de la intervención, del objetivo que se pretende conseguir, del
público asistente, etc., el discurso tendrá un estilo determinado.
Un mismo tema se puede presentar de maneras muy diferente (por ejemplo, la presentación de
los resultados de una empresa variará según se trate de rendir cuentas ante los accionistas o
de felicitar a los empleados por los objetivos conseguidos).
No se puede pretender hablar en público siempre de la misma manera: hay que ajustar el estilo
de la intervención a las características de cada ocasión, ya que si no se hiciera la actuación
podría resultar en un enorme fracaso (con independencia de que uno sea un experto en la
materia).
Formal o informal
Serio o desenfadado
Sobrio o entusiasta
Cercano o distante
Riguroso o generalista
Monólogo o participativo
Etc.
Ejemplos:
Presentación de un proyecto técnico: será un discurso muy técnico y preciso, el estilo puede
ser más informal y cercano, se utilizará apoyo visual, posibilidad de preguntar, etc.
Discurso de inaguración de las fiestas locales: informal (aunque no por ello menos preparado),
entusiasta, divertido (con anécdotas, toques de humor, ironía, etc.), cercano, etc.
Si no se tiene claro cual es el enfoque apropiado, habría que hablar con los organizadores del
acto o con alguna persona experta para conocer su opinión.
En caso de duda es preferible adoptar la opción más conservadora: resulta menos llamativo
hablar de manera formal en un acto informal, que hablar de manera informal en un acto formal.
La forma de vestir también puede venir determinada por el tipo de acto (no es lo mismo
intervenir en el Congreso de los Diputados que en un meeting político).
Si no se cuidan todos estos detalles, puede suceder que el orador no consiga captar la
atención del público, quien se irá con la impresión de que el discurso ha estado completamente
fuera de lugar.
Un toque de humor, sabiamente administrado, no está reñido con la seriedad ni con el rigor
(además, ayuda a acercarse a la audiencia).
5. Público
Cuando se habla en público lo primero que hay que buscar es captar su interés y atención, con
vistas a que la comunicación resulte efectiva.
Si el público asiste al acto es porque le interesa, porque espera obtener algo (aprender,
conocer otros puntos de vista, pasar un rato agradable, etc.), por lo que hay que intentar no
defraudarle.
Hay que preparar el discurso en función del público que se espera que asista:
Tratando un tema que le interese (si el orador tiene la opción de poder elegir).
Un mismo tema se puede abordar de manera diferente en función del público objetivo.
Una presentación sobre el buen comportamiento del paro en España será diferente si se realiza
en el Congreso de los Diputados o si tiene lugar en un meeting político (en el primer caso será
una presentación más formal, distante y sobria, mientras que en el segundo caso puede ser
más informal y apasionada).
Aunque hasta el momento de la intervención no se tendrá una idea exacta del público
asistente, habría que hablar previamente con los organizadores del acto para que indiquen qué
tipo de público se espera que asista.
Un aspecto que conviene tener en cuenta es si se trata de un grupo homogéneo (por ejemplo,
alumnos de la facultad de derecho) o no (por ejemplo, el público de las fiestas locales), ya que
el discurso deberá ir dirigido a todos ellos.
No se deben utilizar términos o expresiones que parte del público no conozca, ni entrar en unos
niveles de detalle que a una parte del público pueda no interesarle, o que sencillamente no sea
capaz de entender.
Si el público es numeroso habrá que hablar más alto (con independencia de que se utilice
micrófono), aspecto que se tendrá en cuenta en los ensayos. Con pocos asistentes el estilo
puede ser más informal, más cercano, frente a un estilo más formal cuando la audiencia es
numerosa.
Hay que tener en cuenta el posible conocimiento que pueda tener el público sobre el tema que
se va a abordar, ya que esto determinará hasta que nivel se podrá profundizar, o que
vocabulario, más o menos técnico, se podrá utilizar.
Hay que tratar de anticipar si el público va a estar de acuerdo o no con la tesis que se va a
exponer y en el caso de que se prevean discrepancias, intentar conocer las razones de las
mismas.
En la exposición de puede hacer referencia a otros posibles puntos de vista, tratarlos con
rigurosidad y respeto, aunque indicando que no se coincide con ellos.
También hay que considerar las preguntas más probables que el público pueda plantear, lo que
permitirá llevar preparadas las respuestas.
6. Lugar de la intervención
El lugar imprime al acto su propia identidad, dándole una nota de mayor o menor formalidad:
No es lo mismo intervenir en una pequeña sala de junta, en un auditorio, o desde el balcón del
ayuntamiento.
El orador debe conocer el lugar en el que va a hablar y tenerlo en cuenta a la hora de ensayar.
Conocer sus dimensiones, si podrá contar con proyectores, pizarras, etc.; si el estrado tiene
una dimensión suficiente para poder moverse por él; si tendrá también la posibilidad de
moverse entre el público (por ejemplo, en un aula universitaria), etc.
Lo ideal sería, además de conocerlo, realizar allí el último ensayo general, el día previo al acto.
Esto le permitiría familiarizarse con el sitio, lo que también contribuye en cierta medida a calmar
un poco los nervios.
Si uno no tiene posibilidad de visitar el local, al menos debería ponerse en contacto con los
organizadores del acto para que le informen sobre sus características.
Lo que no se debe hacer es no conocer el lugar donde se va a hablar hasta el momento de la
intervención, no vaya a haber sorpresas de última hora de difícil solución:
No dispone de proyector para mostrar las transparencias que se habían preparado, no hay un
atril donde colocar las fichas de apoyo, el estrado es demasiado pequeño, etc.
7. Duración de la intervención
Cuando se prepara un discurso hay que intentar ajustarse a un tiempo algo inferior al que uno
tiene previsto, ya que durante el mismo es frecuente que uno tienda a extenderse (saludos,
agradecimientos, alguna anécdota improvisada, etc.)
Siempre es preferible quedarse corto que sobrepasar el tiempo asignado. El público agradece
la brevedad.
Hay que tener presente la posibilidad de que en el último momento los organizadores del acto
modifiquen la duración de la intervención, bien ampliándola (porque un conferenciante no haya
podido asistir), bien recortándola (porque el acto marche con retraso).
El orador debería llevar preparado material adicional (otros argumentos, anécdotas, ejemplos,
transparencias, etc.) por si tuviera que hablar más tiempo del previsto.
También debe tener identificadas partes del discurso que se puedan omitir, para el caso
contrario en el que se recorte el tiempo de la intervención.
Durante el discurso hay que controlar el tiempo (tener un reloj a la vista que se pueda mirar
discretamente), tratando de que la intervención se vaya desarrollando según lo previsto,
evitando agotar el tiempo con el discurso todavía por la mitad.
No hay que olvidar que una de las partes principales del mismo es la conclusión, a la que hay
que dedicar el tiempo necesario para poder desarrollarla convenientemente.
Es conveniente en este caso llevar preparadas fichas de apoyo que le pueden servir de guía a
lo largo de su exposición.
Por último, una idea que hay que tener siempre presente:
El orador sólo se extenderá en la medida en la que tenga algo interesante que decir, lo que no
debe hacer bajo ningún concepto es tratar de "rellenar" el tiempo con información carente de
interés (al público no se le puede aburrir).
En este caso es preferible hablar con los organizadores del acto y comunicarles que el tiempo
asignado es demasiado extenso para el tema que se va a tratar.
8. Discurso
La elaboración del discurso, aún siendo determinante, constituye tan sólo una primera etapa de
la preparación del acto (y puede que no la más complicada).
Cuando se prepara un discurso hay que tener muy claro cuál es su objetivo, qué es lo que se
pretende conseguir (informar, motivar, divertir, advertir, etc.).
En primer lugar hay que definir el tema de la exposición. Esto puede venir ya indicado por los
organizadores del acto (aunque uno siempre podrá darle su propia orientación) o puede que
uno tenga libertad para elegirlo.
Definido el tema, hay que determinar la idea clave que se quiere transmitir y sobre la que va a
girar toda la argumentación.
Por ejemplo, se va a hablar sobre el sector del vino en España y se quiere transmitir la idea de
su falta de proyección internacional.
Una vez seleccionada la idea clave, hay que buscar argumentos en los que apoyarla. Para ello
lo mejor es dar rienda suelta a la imaginación ("lluvia de ideas") e irlas anotando a medida que
vayan surgiendo.
Este proceso puede durar algunos días (hay que dar tiempo a la imaginación; las ideas surgen
inesperadamente).
Una vez que se dispone de una lista de posibles argumentos hay que seleccionar los 4 o 5 más
relevantes (y no más).
Hay que tener presente que en un discurso la capacidad de retención que tiene el público es
limitada y que difícilmente va a ser capaz de asimilar más de 4 o 5 conceptos.
Tratar de apoyar la idea clave con muchos argumentos a lo único que lleva es a que el público
termine sin captar lo esencial (los árboles no dejarían ver el bosque).
Una vez que se han seleccionado esos pocos argumentos que se van a utilizar hay que
desarrollarlos en profundidad. Se utilizarán conceptos, datos, ejemplos, citas, anécdotas, notas
de humor (se pueden incluir aunque el tema tratado sea muy serio).
El discurso no tiene por qué ser una pieza literaria, lo que sí debe primar es la claridad.
Independientemente del tema que se vaya a tratar, hay que procurar que el discurso resulte
atractivo, novedoso, ágil, con gancho, bien fundamentado, interesante (aunque el tema
abordado sea tan árido como, por ejemplo, "La reforma fiscal durante la II República).
Debe primar siempre la idea de la brevedad (el público lo agradece). La brevedad no implica
que el discurso tenga que ser necesariamente corto, sino que no debe extenderse más allá de
lo estrictamente necesario (ir "al grano", evitar rodeos que tan sólo dificultan la comprensión y
terminan aburriendo).
9. Idea clave
Como se ha comentado en la lección anterior, el discurso girará sobre una idea principal (idea
clave), que resume el punto de vista del orador sobre el tema tratado.
Un grupo de personas, más o menos numeroso, está pendiente de lo que uno les va a decir,
por ello hay que ser enormemente selectivo en la idea que se quiere transmitir.
Es preferible centrarse en un solo mensaje que quede claro que abordar distintas ideas que al
final sólo produzcan confusión.
Cuando se habla en público hay que ser muy conciso, evitar la dispersión, ya que la capacidad
de retención del público es limitada.
Para definir la idea clave uno debe tomarse un periodo de reflexión y hasta que no esté
convencido de la misma no comenzará a desarrollar su discurso.
Esta idea principal se expresa en la introducción (para que el público sepa cual es la posición
que se va a defender), se argumentará durante el desarrollo y se destacará nuevamente en la
conclusión.
El objetivo del orador es que cuando termine su intervención el público conozca perfectamente
cual es su opinión y los argumentos en los que se basa.
10. Introducción
Si la introducción suena a rollo, la voz resulta monótona, no se oye bien, no queda claro de que
se va a hablar, la imagen del orador resulta indiferente, etc., es muy fácil que la mente del
público empiece a viajar en diferentes direcciones.
Hay mil cosas en las que el público puede entretenerse (este orador se parece a mi vecino; que
mal le queda el traje, que corbata más rara, como sesea, que calor hace aquí, ya está el de
delante estornudando, etc, etc).
La presentación tiene que ser breve, se trata simplemente de introducir el tema que se va a
tratar; ya habrá tiempo más adelante para desarrollarlo.
En la introducción tiene que quedar muy claro el asunto que se va a abordar y la opinión del
orador sobre el mismo.
Hay que ser capaz de exponerla sin recurrir a fichas de apoyo (aunque se lleven preparadas)
ya que gana en espontaneidad.
Además, es al comienzo de la intervención cuando los nervios están más a flor de piel, por lo
que una buena preparación ayuda también a dominarlos.
La introducción debe empezar con entusiasmo, con energía. Marca la línea que debe seguir el
resto de la intervención.
Por último, indicar que la introducción debe comenzar con un saludo a los asistentes,
agradeciéndoles su presencia; también se dará las gracias a los organizadores del acto por la
invitación.
11. Desarrollo
Durante el desarrollo del discurso se expondrán aquellos argumentos principales que sustenten
la idea defendida por el orador.
Hay que ser muy selectivo en la utilización de argumentos de apoyo (no más de 4 o 5).
No hay que abusar de los datos, de los detalles (ocultan los aspectos fundamentales).
Hay que dar exclusivamente aquella información que sea realmente relevante.
El desarrollo debe ser ágil, combinando conceptos teóricos, ejemplos, datos estadísticos, citas,
comparaciones, anécdotas e incluso incluyendo algún toque de humor (permite acercar el
discurso al público).
Es conveniente que estos ejemplos, anécdotas, citas etc., sean relevantes, vengan al caso, y
no se utilicen simplemente para tratar de impresionar al público con los conocimientos que uno
posee (el público rechaza la pedantería).
El desarrollo debe ser equilibrado, repartiendo el tiempo entre las distintas partes que se van a
exponer, evitando extenderse en demasía en un punto determinado y pasar "de puntillas" por
otro igualmente importante.
12. Conclusión
La conclusión es un recordatorio del tema tratado, del punto de vista defendido y de los
principales argumentos presentados.
La conclusión debe ser breve, destacando únicamente los puntos básicos que se han
expuesto.
La conclusión, al igual que la introducción, es una parte fundamental del discurso que debe ser
preparada a conciencia.
Probablemente, cuando el público abandone la sala tan sólo recuerde de la presentación lo que
se haya dicho en la conclusión.
A lo largo del discurso hay que controlar el tiempo con vistas a disponer al final de los minutos
necesarios para poder desarrollar adecuadamente la conclusión (es el momento del
lucimiento).
Es frecuente que el orador tienda a alargarse más de la cuenta y al final tenga que cerrar su
discurso de forma atropellada, sin la oportunidad de poder rematarlo con una buena conclusión.
13. Ensayo
Toda intervención pública exige una preparación adecuada, no se puede dejar nada al azar.
Ensayar con seriedad permite llegar a dominar la actuación que se va a realizar, lo que
contribuye a aumentar la autoconfianza y a reducir la tensión típica de los días previos a la
intervención.
Ensayar implica:
Leer el discurso en voz alta, cuantas veces sean necesarias, hasta llegar a familiarizarse con
él.
Exponer el discurso, recreando en todo lo posible las condiciones en las que se va a desarrollar
la intervención (de memoria, con apoyo de notas, utilizando pizarra, con proyección de
transparencia, con micrófono...).
Practicar la voz, los silencios, las miradas, los movimientos, las manos, los gestos de la cara,
etc.
Ser capaz de mostrar serenidad, transmitir entusiasmo, saber enfatizar, mostrarse convincente,
etc.
En definitiva, se ensaya no sólo para dominar el texto (evitar poder quedarse con la mente en
blanco), sino con vista a sacarle todo su jugo, de conseguir conectar con el público, de
motivarlo, de entusiasmarlo, etc.
Tan sólo el dominio del mismo permitirá realizar una buena improvisación.
Resulta muy útil grabarse en video y analizar con sentido crítico la actuación:
Convencer a algún familiar o amigo para que esté presente en algún ensayo y que realice un
análisis crítico, señalando aquello que haya ido bien y aquello otro que necesite ser mejorado.
Se debería realizar un último ensayo (el ensayo general) en el lugar en el que se va a celebrar
el acto, y si es posible con participación del equipo técnico de luz y sonido.
El día de la actuación es preferible descansar, ya que un ensayo de última hora, sin tiempo
para corregir fallos, tan sólo sirve para aumentar el estado de nerviosismo.
La noche anterior debe dormir las horas necesarias. Hay que llegar al discurso fresco, con la
mente despejada, al 100% de capacidad.
Hay que evitar actividades que resulten cansadas o que puedan generar nerviosismo.
Hay que procurar tener una agenda despejada: nada de numerosas reuniones, comités,
presentación de resultados, comida de trabajo, etc. Uno llegaría al acto prácticamente
"deshecho".
En las horas previas al discurso es conveniente estar relajado, como mucho se puede echar un
vistazo rápido al guión o a las notas de apoyo.
Se debe evitar abusar del café (aumenta el nerviosismo) o del alcohol (aturde), ni tampoco se
tomarán pastillas tranquilizantes (adormecen). Cualquiera de estas sustancias puede provocar
reacciones inesperadas una vez en el escenario.
También se deben evitar, si es posible, desplazamientos fuera de la ciudad, no vaya a ser que
atascos de última hora, averías del coche..., puedan dar lugar a situaciones de infarto.
Si la intervención tiene lugar en una localidad distante es preferible desplazarse el día anterior
con el fin de amanecer ya en dicho lugar y poder descansar hasta el momento de la
intervención.
Si se viaja el mismo día pueden surgir imprevistos de difícil solución (el avión se retrasa, se
pierde el tren, el coche no funciona, etc.).
Si no hay más remedio, se viajará con tiempo suficiente (nada de apurar hasta el último
momento) y si se puede, se evitará conducir (produce cansancio).
Es conveniente acercarse al lugar del acto con tiempo de sobra, evitando prisas de última hora
(no se encuentra taxi, la calle está atascada, etc.).
Uno puede emplear estos minutos en comprobar que todo está en orden (atril, proyector,
micrófono, luces, etc.).
Por último, señalar que puede resultar muy beneficioso realizar unas horas antes de la
intervención alguna actividad física (correr, jugar al tenis, etc.), ya que contribuye a quemar
energías y a calmar los nervios.
15. Presentación
En la presentación se debe facilitar únicamente aquella información sobre el orador que tenga
relación con el tema que se va a tratar, lo que ayudará al público a situarse.
Si el orador ha recibido premios significativos, reconocimientos, etc. que tengan relación con la
materia a abordar, es conveniente ofrecer esta información para que el público pueda tener una
valoración más exacta de la persona que les va a hablar.
Una vez que el orador toma la palabra, empezará agradeciendo al presentador de forma
sencilla sus palabras de elogio, dirigiéndole la mirada.
Por ejemplo: "muchas gracias, D. Roberto, por esas palabras tan cordiales de bienvenida".
Se debe evitar la falsa modestia: "gracias por esas palabras tan inmerecidas".
A continuación, se saludará al público, tratando de abarcar con la mirada toda la sala (si se
saluda sin dirigir la mirada, mientras se ordenan las notas de apoyo, resultará un saludo muy
frío y meramente protocolario).
Hay que evitar un comportamiento muy típico que consiste en subir al estrado y tomarse un
tiempo (que resulta una eternidad) en organizar las notas, el micrófono, beber agua, etc., sin
haber previamente saludado (resulta poco elegante).
Tras saludar al público, uno se presentará aportando algunos datos básicos de su biografía (no
se trata de leer el Curriculum Viate).
Por ejemplo, si uno va a hablar de política internacional, resulta oportuno decir que es profesor
de dicha materia en tal universidad, o que es miembro del comité de asuntos exteriores de tal
partido político, etc., lo que no vendría al caso es decir, por ejemplo, que es socio fundador de
la peña sevillista "Biri-Biri".
Lo que uno no hará es mencionar los posibles diplomas, condecoraciones o títulos que haya
recibido, ya que puede resultar pretencioso (disponiendo al público en contra).
"Soy profesor emérito del Real e Ilustre Colegio de Arquitectos de Málaga, premio
extraordinario fin de carrera, número uno de mi promoción, condecorado con la Gran Cruz de
Segismundo, distintivo azul, por mis valiosas contribuciones científicas, y bla, bla, bla".
16. Intervención
El discurso no consiste simplemente en leer un texto (para eso sería más fácil repartir
fotocopias a los asistentes), sino en exponer de manera convincente unas ideas.
El discurso hay que interpretarlo, hay que sacarle todo su "jugo", hay que enfatizar,
entusiasmar, motivar, convencer, persuadir, etc.
No se trata de asombrar al público con lo que uno sabe, con la riqueza del vocabulario que
emplea, con la originalidad del estilo que utiliza.
Lo que hay que tratar es de llegar al público de la manera más directa, más fácil y, a la vez,
más sugerente.
La persona que interviene tiene que ser muy consciente de que además de utilizar un leguaje
verbal (lo que dice, cómo lo dice, vocabulario empleado, entonación, volumen de voz, énfasis,
etc.), utiliza también un lenguaje corporal que el público capta con igual claridad (gestos,
movimientos, expresiones, posturas, posición en el estrado, etc).
La mayoría de las veces uno no es consciente de este lenguaje corporal por lo que resulta muy
difícil controlarlo. No obstante, dada su importancia es un aspecto que hay que trabajar en los
ensayos.
Desde el momento en el que el orador sube al estrado el público comienza a fijarse y a analizar
multitud de factores (como se mueve, su grado de nerviosismo, como va vestido, su tono y
volumen de voz, sus gestos, seriedad o sonrisa, etc.) y con todo ello se va formando una
imagen del orador que puede considerar interesante, aburrida, sugerente, intrascendente,
atractiva, patética, ridícula, etc.
Esta imagen que el público se forma influye decisivamente en el interés que va a prestar a la
intervención, así como en su predisposición a aceptar o no las ideas presentadas.
Si esta imagen es positiva, el público será mucho más proclive a aceptar los argumentos
presentados, mientras que si es negativa tenderá a rechazarlos o a no prestarles atención.
El orador debe proyectar una imagen de profesionalidad, de desenvoltura, de dominio de la
materia, etc.
El orador debe mostrar entusiasmo: es una manera de reforzar sus ideas, además el
entusiasmo es contagioso y dispone al público a favor.
Hay que mostrar un rostro amable, una sonrisa (ayuda a ganarse al público) y evitar gestos
antipáticos (provocan rechazos).
En la valoración global del discurso el público no sólo tendrá en cuenta las ideas expuestas y la
solidez de los argumentos, sino también la imagen del orador.
Por ello, no resulta lógico trabajar intensamente en el texto del discurso y al mismo tiempo
descuidar otros detalles igualmente importantes.
El silencio juega un papel fundamental en toda comunicación verbal, por lo que hay que saber
utilizarlo de forma adecuada.
El silencio se debe utilizar de forma consciente (para establecer pausas, destacar ideas, dar
tiempo a la audiencia a asimilar un concepto, romper la monotonía de la exposición, etc.).
El silencio no se puede utilizar aleatoriamente, sin un fin determinado, ya que lo único que haría
sería interferir en la comunicación, dificultándola.
Hay que vencer el miedo que sienten muchos oradores que evitan el silencio a toda costa
(piensan que rompen la comunicación).
El público se suele mostrar muy tolerante con los errores normales que se puedan cometer (los
atribuirá a los nervios típicos del momento), pero si hay algo que rechaza es la artificialidad, la
pomposidad, la antipatía y el aburrimiento.
Por último, señalar algunas cosas que el orador debe tener disponible cuando sube al
escenario:
Reloj (para controlar el tiempo; lo situará en un sitio visible donde pueda consultarlo de forma
discreta).
Pañuelo (para secarse los labios después de beber o por si se estornuda -imagínese un ataque
de tos, una nariz que comienza a gotear... y el orador sin pañuelo-).
17. Voz
Una voz monótona, desagradable, un volumen bajo, etc. lleva a la audiencia a desconectar.
Normalmente uno no conoce su propia voz, de ahí que se sorprenda cuando se escucha en
una grabación.
Oírse en una grabación es muy útil ya que permite familiarizarse con la voz, oírla como la oyen
los demás. Es la manera de conocer como suena, como resulta, que defectos hay que corregir.
Grabando el discurso y oyéndolo, lo que permite detectar fallos (se habla muy rápido, no se
vocaliza suficientemente, se habla muy bajo, se tiende a unir palabras, etc.) y poder tratar de
corregirlos.
Una vez detectados los fallos se trabajará sobre ellos con vistas a mejorar la calidad de la voz.
Aunque la voz sea difícil de cambiar, si se pueden mejorar algunos defectos que dificultan su
comprensión o que la hacen poco atractiva (una voz nasal, una voz excesivamente fina o
ronca, etc.).
Hay que saber modular la voz: subir y bajar el volumen, cambiar el ritmo, acentuar las palabras;
todo ello ayuda a captar la atención del público.
Hay que jugar con la voz para enfatizar los puntos importantes del discurso, destacar ideas,
introducir nuevos argumentos, contar anécdotas, resaltar las conclusiones, etc.
Por ejemplo, si se realiza una afirmación hay que hablar con determinación (voz firme, alta, sin
titubeos); en otras partes del discurso (una explicación, una anécdota, etc.) se puede utilizar un
tono más distendido, más relajado.
Hay que hablar claro, esforzarse en vocalizar con mayor precisión que de costumbre, remarcar
los finales de palabra, etc.
En la vida ordinaria uno suele hablar con personas muy próximas, lo que determina que uno se
acostumbre a hablar bajo.
Cuando se habla en público hay que hacer un esfuerzo por hablar más alto (aspecto que hay
que cuidar en los ensayos).
Hay que conseguir que la voz llegue con claridad a toda la sala.
Un fallo que se suele cometer es empezar las frases con un volumen elevado e ir
disminuyéndolo a medida que se avanza, de modo que el final de la frase parece como si
careciese de importancia.
También es muy frecuente hablar demasiado rápido, tendencia que se intensifica cuando se
habla en público (debido a los nervios).
En los ensayos hay que vigilar este aspecto. Hablar lento facilita la comprensión, proyecta una
imagen de seguridad y ayuda a calmar los nervios.
El micrófono hay que mantenerlo siempre a la misma distancia de la boca (si se acerca y se
aleja el volumen presentará oscilaciones).
Hay que cerciorase de que el volumen del micrófono es el adecuado y que la voz llega con
claridad a toda la sala (lo mejor es preguntarle al público al comienzo de la intervención si se
oye con claridad).
Si uno habla bajo no debe recurrir a elevar el volumen del micrófono, sino que tendrá que
esforzarse en hablar más alto.
Si uno tiene acento no tiene por qué ocultarlo (espontaneidad), pero tampoco exagerarlo
(dificultaría la comprensión).
18. Lenguaje
Hay que utilizar un lenguaje apropiado para el público al que uno se dirige, ya que lo primero
que uno debe procurar es ser entendido. De ahí la importancia de tener una cierta idea del tipo
de público que se espera que asista al acto.
Por ello, no se deben utilizar términos y expresiones que parte del público pueda no entender.
Si se utilizan abreviaturas o acrónimos hay que estar seguro de que el público sabe lo que
significan, si no habrá que explicarlos.
El objetivo del discurso es ganarse al público con las ideas, no tratar de asombrarlo con nuestro
vasto dominio del idioma. Hay que huir de un lenguaje rebuscado o frases complicadas.
Hay que evitar emplear "coletillas" que a veces se intercalan continuamente en la conversación
sin que uno sea consciente (ya ves, entiendes, me sigues, etc.).
El efecto que producen es terrible (bastaría que uno se oyese en una grabación para darse
cuenta de esto).
Mientras que en un texto escrito el lector puede volver sobre un párrafo que no haya entendido,
en un discurso no existe tal posibilidad, por lo que hay que facilitarle a la audiencia su
comprensión.
El lenguaje debe ser preciso y directo, con frases sencillas y cortas, utilizando tiempos verbales
simples.
En definitiva, el público aprecia la sencillez y aborrece la pedantería.
19. Mirada
Cuando se mira al público hay que intentar presentar una imagen abierta, agradable, optimista,
sonriente.
Al subir al estrado lo primero que hay que hacer es saludar al público, mirándole a los ojos.
Hay que tratar de abarcar con la mirada toda la sala, enfocando las distintas zonas (pero
evitando hacer un efecto "barrido" como si de un faro se tratase).
En lugar de mirar difusamente a la masa, hay que tratar de individualizar rostros concretos,
moviendo la mirada entre el público y fijándola en personas determinadas, tratando de dar
cobertura a toda la audiencia.
El resto del público puede llegar a pensar que no se le está prestando la debida atención.
En todo caso, aunque el discurso sea leído hay que tratar de mantener un contacto visual con
la audiencia (uno no puede enfrascarse en la lectura y no levantar la vista del papel; resulta
poco elegante y el público terminaría desconectando).
Mientras alguien formule una pregunta se le dirigirá la mirada, pero cuando se responda se
mirará a toda la audiencia (todos pueden estar interesados en conocer la respuesta).
Ya se ha comentado en una lección anterior que además del lenguaje verbal, existe un
lenguaje corporal (movimientos, gestos, actitudes, etc.) del que muchas veces uno no es
consciente, ni sabe muy bien como funciona.
A través de este lenguaje corporal, el orador transmite también mensajes: nervios, timidez,
seguridad, confianza, dominio, entusiasmo, dudas, etc.
A veces puede suceder que estos mensajes sean contrarios a lo que el orador está tratando de
comunicar con el lenguaje verbal.
Por ejemplo, el presidente de la compañía les está diciendo a sus empleados que lo que más le
preocupa es el bienestar de ellos, pero en ningún momento se toma la molestia de mirarlos a la
cara.
Muchos se sorprenderían: tics nerviosos, manos inquietas que no paran de moverse, gesto
contrariado, mirada al techo, inmovilismo, etc.
Por tanto, dada la importancia que tiene en la comunicación, es un aspecto que hay que
trabajar convenientemente en los ensayos.
Desde que uno sube al estrado debe ser capaz de utilizar este lenguaje corporal en sentido
positivo, facilitando la conexión con el público, reforzando su imagen.
Hay que transmitir serenidad y naturalidad, evitando gestos, actitudes o movimientos que
resulten afectados.
Hay que subir al estrado con seguridad, con tranquilidad (las prisas denotan nerviosismo e
inseguridad).
Si el orador está sentado tratará de incorporarse a fin de realzar su figura y no quedar perdido
tras la mesa (para establecer una comunicación con el público es fundamental el contacto
visual).
Si es posible (por ejemplo en un aula) es aconsejable moverse entre el público, ayuda a romper
las distancias, transmitiendo una imagen de cercanía.
Hay que tratar de superar la timidez, transmite inseguridad y dificulta la conexión con el público.
Los gestos de la cara deben ser relajados: una sonrisa sirve para ganarse al público, mientras
que una expresión crispada provoca rechazo.
El movimiento de las manos debe estar ensayado. Tan mala impresión producen unas manos
que no paran de moverse, como unas manos inmóviles.
Los movimientos deben ser sobrios. Las manos se utilizarán para enfatizar aquello que se está
diciendo, de manera que voz y gestos actúen coordinadamente, remarcando los puntos
cruciales del discurso.
21. Imagen
Además del lenguaje verbal y corporal, el orador también transmite una imagen personal que
será valorada positiva o negativamente por el público.
Una imagen agradable, abierta (aunque uno sea un tímido empedernido), atractiva, etc., es
valorada favorablemente por el público y ayuda a ganarse su estima.
Una imagen descuidada, hosca, antipática, pone al público en contra (aunque comparta las
ideas expuestas).
Tan llamativo resulta vestir de manera desenfadada en un acto formal, como ir de chaqueta y
corbata cuando el público viste de forma casual.
El orador tiene que informarse de cómo debe ir vestido. En caso de duda es preferible adoptar
la opción más conservadora.
Una vez definido el estilo (formal o casual), el orador tratará de vestir algo mejor que la media
del público asistente (no en balde es el protagonista).
Tiene que sentirse cómodo, a gusto con su apariencia. Esto acrecienta su autoconfianza y le
permite luchar contra la inseguridad.
No obstante, debe evitar todo exceso (no se trata de ir hecho un figurín). La imagen debe
realzar su figura, pero sin llegar a eclipsarla (el público tiene que prestar atención al discurso y
no distraerse con un atuendo espectacular).
La imagen también debe estar en consonancia con el mensaje que se quiere transmitir:
Si se trata de una reunión festiva, por ejemplo, para celebrar los estupendos resultados del
ejercicio, el orador puede vestir con cierto exceso (aunque dentro de un orden).
Bien peinado, bien afeitado, dentadura reluciente, zapatos limpios, los botones abrochados,
corbata bien colocada, etc.
Antes de subir al estrado es conveniente realizar una última revisión, por si acaso (¿cremallera
del pantalón bajada?).
Hay que evitar cualquier detalle que pueda afectar negativamente a la imagen.
Por ejemplo, si el orador es de baja estatura debe cuidar que el atril que utilice sea el apropiado
(que no quede oculto detrás).
El orador puede apoyar el discurso utilizando distintos medios visuales: pizarra, transparencia,
pantalla del ordenador, etc.
Facilitan la comprensión.
Enriquecen la presentación.
El orador tiene que saber cuándo y cómo emplear estos medios visuales.
Pueden servir de apoyo al discurso (ayudan a captar la atención del público) o pueden suponer
un obstáculo (distraen).
Se utilizan para clarificar y hacer más comprensible la exposición; esto sólo se consigue con
imágenes sencillas (si son complejas y difíciles de interpretar, en lugar de aclarar confunden
más).
Se deben utilizar imágenes con colores: permiten resaltar los más relevante, remarcar las
diferencias y hacen que la imagen resulte más atractiva.
Este material de apoyo debe ser eso, un apoyo al discurso, y no convertirse en la base de la
presentación.
El uso de este material de apoyo requiere una práctica que sólo con el ensayo se consigue.
Puede ocurrir que al contar el orador con material de apoyo se sienta más tranquilo y le lleve a
desatender el ensayo: no se puede caer en este error.
Para evitar una situación tan difícil como ésta (por remota que parezca) el orador, además de
preparar el discurso contando con estos elementos de apoyo, debe ensayarlo también sin la
ayuda de los mismos.
Es decir, tiene que estar preparado para, si es necesario, desarrollar su discurso sin emplear
estos apoyos visuales.
La pantalla o pizarra se situará en el centro del escenario para facilitar su visión desde todos
los ángulos.
Mientras explica la imagen, el orador se situará al lado de la pantalla para que el público pueda
verle al tiempo que sigue la explicación, sin tener que ir mirando de un sitio a otro (podría llegar
a perder la atención en el orador).
Se trata de evitar que se pasen toda la sesión tomando apuntes, ya que le impediría presta la
atención debida.
a) Pizarra
Es conveniente utilizar varios colores: por ejemplo azul y rojo (uno para escribir y otro para
subrayar).
Mientras se escribe, hay que situarse en un lateral para tapar lo menos posible.
Una vez que se termine de escribir, uno se volverá rápidamente hacia la audiencia,
colocándose al lado de la pizarra.
22b. Medios de apoyo visual
b) Transparencias
Al servir de apoyo al orador, le ayuda a eliminar una de sus principales preocupaciones (la
posibilidad de quedarse con la mente en blanco).
Tan sólo se recogerán las ideas principales (máximo 3 / 4 líneas por transparencias), que el
orador se encargará de desarrollar.
La transparencia no es un resumen del discurso. Hay que evitar las transparencias abigarradas
que no comunican nada y que resultan difíciles de seguir.
Si se proyecta un gráfico hay que explicarle a la audiencia que significa, cómo se interpreta (a
veces son difíciles de seguir).
En los gráficos hay que jugar con las escalas para resaltar el mensaje que se quiere transmitir.
Antes de comenzar la sesión hay que conocer cómo funciona el proyector, comprobar que está
bien enfocado y que las transparencias se pueden ver desde toda la sala.
Las transparencias estarán perfectamente ordenadas para que el orador pueda localizar
fácilmente aquella que necesite.
A medida que se vayan proyectando se irán apilando con cuidado por si más tarde se quisiera
volver a proyectar alguna de ellas.
Cada vez que se proyecta una nueva transparencia se darán unos segundos al público para
que le pueda dar una primera lectura, antes de comenzar a comentarla.
La capacidad de jugar con las formas, los fondos, los colores, la animación, etc., es formidable.
Debe primar la sencillez: proyectar imágenes fáciles de entender (evitar imágenes recargadas).
El orador debe conocer perfectamente su uso, con vistas a que durante la intervención no
encuentre dificultades y pueda concentrarse en el discurso.
La explicación debe desarrollarse a una velocidad que permita al público su fácil seguimiento.
Con este sistema se corre el riesgo de ir proyectando pantalla tras pantalla, sin que al público le
de tiempo a situarse.
También se corre el riesgo de preparar una intervención muy profesional, pero al mismo tiempo
muy fría y distante.
Cuando uno habla en público, si se limita a leer el discurso resultará muy aburrido (falta de
espontaneidad y de improvisación).
Por una parte se dispone de un guión que recoge los puntos que uno quiere tratar, reduciendo
al mínimo la posibilidad de olvidos. Da seguridad al orador y le ayuda a calmar los nervios.
Por otra parte, le permite desarrollar el discurso sobre la marcha (improvisar). Esto le facilita
introducir nuevas ideas, resultar más espontáneo.
Utilizar letra grande, clara, que sea fácil de leer con un simple vistazo.
Deben ser muy escuetas, recogiendo palabras claves, ideas básicas, etc, que sirvan de guía al
orador. Hay que evitar fichas muy recargadas que dificulten su rápida consulta.
Se escribirán por una sola cara, para no tener que darles la vuelta (resulta más discreto).
Es conveniente utilizar papel duro, de tamaño cuartilla o menor, ya que son más fáciles de
manejar y se arrugan menos.
Las fichas se dispondrán de manera ordenada e irán numeradas, para evitar que se puedan
desordenar y no sepa el orador cual es la que viene a continuación.
En los ensayos se deben utilizar las fichas de apoyo que más adelante se van a emplear en la
intervención (permite familiarizarse con su uso).
El público entiende perfectamente que es natural que el orador se sirva de un pequeño guión
para desarrollar su discurso.
Aunque se preparen fichas de apoyo para la introducción y la conclusión, habría que tratar de
no tener que recurrir a ellas.
Son las dos partes más importantes del discurso y es preferible desarrollarlas de memoria, para
poder poner todo el énfasis en su exposición (mirar una nota, aunque sea un instante, resta
espontaneidad).
Tiene que intentar ganarse al público, con independencia de que éste coincida o no con las
tesis defendidas.
Esto ayuda a captar su atención y a predisponerle favorablemente hacia los puntos de vista del
orador.
Contar anécdotas que resulten cercanas (que afecten a gente que el público conoce, que
hayan tenido lugar en dicho localidad, etc.).
Si la desconexión se mantiene, será cada vez más difícil volver a captar su atención (al público
le resultaría muy difícil retomar el hilo del discurso aunque quisiera), de ahí la necesidad de
reaccionar inmediatamente.
No obstante, ello no significa que el orador no pueda improvisar, apartarse un poco del guión
(el discurso gana en frescura).
Puede tratar de conectar su discurso con las ideas expuestas por otro orador que le haya
precedido.
A veces las cosas no resultan tal cómo estaban previstas y el orador tiene que ser capaz de
reaccionar con agilidad.
Hay situaciones que uno puede anticipar y para las que debería ir ya preparado.
Identificando partes del discurso que se podrían suprimir si, al contrario, acortan el tiempo de
su intervención.
Preparando anécdotas, ejemplos alternativos, etc., por si algún orador anterior le "pisa"
aquellas que pensaba utilizar.
En el caso de que vaya a emplear material visual de apoyo (transparencias, ordenador, etc.),
además de preparar el discurso contando con ellos, debería ensayarlo también sin ningún tipo
de apoyo, por si llegado el momento el proyector no funciona, no hay disponible un ordenador,
etc.
En otras ocasiones, surgen imprevistos que hay que solucionar sobre la marcha (un ataque de
tos, un hipo persistente, un vaso de agua que se derrama sobre las notas, etc.).
Puede ocurrir que durante la intervención surja un imprevisto que obligue a interrumpirla
momentáneamente (el micrófono se estropea, salta una alarma, etc.).
No debe continuar contra viento y marea como si nada pasase, ya que llevaría a que la
audiencia se perdiese una parte del discurso (además, la imagen del orador luchando contra
los elementos resulta un tanto patética).
Si no lo hace se irá llenado con los comentarios del público, con lo que el orador iría perdiendo
su papel de protagonista y con ello la atención de la audiencia.
Por último, si a uno le invitan a hablar sin tener nada preparado puede salir del paso con
espontaneidad, dirigiendo unas breves palabras (saludar a los presentes, dar las gracias por la
oportunidad de dirigir unas palabras, hacer un par de comentarios sobre el tema de la reunión y
volver a dar las gracias; el público no esperará nada más).
A lo largo de toda la intervención el orador tiene que estar atento a cómo reacciona el público
(con interés, con aburrimiento, con simpatía, con aprobación, con rechazo, etc.).
Lo peor que puede ocurrir es no conseguir captar su atención (es peor incluso a que el público
manifieste su desacuerdo con la opinión presentada).
Por tanto, hay que emplearse a fondo: saludar amablemente, preparar una introducción
sugerente, jugar con la voz, con los gestos, mirada, anécdotas, etc.
Al primer indicio de que el público pierde atención hay que reaccionar con prontitud.
Al público que está más alejado resulta más difícil ganárselo, de ahí la conveniencia , si es
posible, de moverse entre el público, acercando su presencia a la audiencia.
La extensión del discurso juega en contra de la atención del público.
Importancia de la brevedad.
Esto no quiere decir que el discurso tenga que ser necesariamente corto; durará lo que tenga
que durar, pero no debe extenderse innecesariamente.
Esto permite al orador llevar preparadas las respuestas a las posibles críticas.
Si la reacción contraria del público hubiera sido totalmente imprevista y el orador ignorase sus
razones, lo mejor es preguntarle directamente el por qué de su rechazo.
Hay que darle al público la oportunidad de que exponga sus planteamientos; escucharle con
atención, comentando a continuación que se trata de un razonamiento respetable, aunque
diferente al punto de vista que uno sostiene.
Lo que no se puede hacer es aceptar las críticas tal cual, ya que debilitaría la posición del
orador (perdería autoridad).
Tampoco éste debe atrincherarse en sus posiciones, criticando duramente los argumentos
expuestos por el público e iniciando una discusión que termine crispando aún más los ánimos.
Un acto público no es el lugar más oportuno para una discusión acalorada. Muchas veces con
prestar al público la atención debida es más que suficiente para ganarse su simpatía y respeto,
aunque siga discrepando de los argumentos expuestos.
En todo caso, el orador no debe confundir la reacción contraria de una persona concreta con
una opinión contraria generalizada.
Cuando finaliza la intervención el público suele aplaudir. El orador dará las gracias
sinceramente, mirando al público, y se retirará discretamente.
Nada de esperar hasta que finalicen los aplausos, ni de volver al estrado a recibir una nueva
ovación como si de un artista se tratase.
Hay que evitar gestos del tipo levantar las manos en señal de victoria, llevarse las dos manos al
corazón, etc, ni se deben hacer comentarios del tipo "que exagerados sois", "no es para tanto",
"cuanto os quiero".
Una vez finalizada la intervención resulta interesante pedirle a alguien que haya asistido que de
su opinión sincera de cómo ha resultado (puntos fuertes y puntos a mejorar).
Aunque no es normal que ocurra, en ocasiones podría suceder que una persona del público
increpe con dureza al orador.
Si este ataque se produce en mitad del discurso, interrumpiendo, lo apropiado es rogarle que
espere al turno de preguntas para exponer su punto de vista.
Si esta persona mantiene su actitud, habrá que indicarle educadamente que tenga la
amabilidad de abandonar la sala, disculpándose uno ante el público por la interrupción.
Si el ataque se produce una vez finalizada la intervención, en el turno de preguntas, habrá que
indicarle educadamente que el estilo empleado no es admisible y que por tanto no se le
responderá hasta que no utilice un tono correcto.
El orador debe estar dispuesto a aceptar críticas, lo que no tiene que admitir bajo ningún
concepto, y menos en público, es que se le falte al respecto.
Ante el público quedaría en una situación muy desairada, perdiendo totalmente su autoridad.
Hay que tratar de no alterarse y menos aún de iniciar una trifulca en público (aunque se tenga
razón).
En situaciones de este tipo el público suele reaccionar a favor del orador (quien ha sido
verbalmente agredido), aún cuando discrepe de sus argumentos.
Si en la sala se produce una situación tumultuosa hay que apelar a la audiencia a que se
tranquilice.
El público agradece la posibilidad de poder formular preguntas sobre aquellos aspectos que no
le hayan quedado claro o sobre los que discrepe.
Si no se domina suficientemente el tema tratado, habrá que evitar a toda costa el turno de
preguntas, ya que se corre el riego de no salir airoso del trance.
Esta opción presenta como inconvenientes que las interrupciones pueden impedir que el
razonamiento se desarrolle con fluidez, lo que puede perjudicar a parte del público; además, las
interrupciones dificultan controlar el tiempo de la intervención, con el peligro de llegar a agotarlo
sin haber finalizado la intervención.
Se invitará a la audiencia a que plantee sus dudas. Si nadie interviene, y tras una espera
prudencial, el orador puede realizar alguna pregunta general (por ejemplo, si tal o cual punto ha
quedado claro, o si la exposición ha sido fácil de seguir) con vistas a animar a la audiencia a
que participe.
Hay que evitar que unas pocas personas monopolicen el turno de preguntas, tratando de que
intervenga el mayor número posible de personas.
Mientras se formula la pregunta el orador mirará a la persona que la plantea, pero cuando
responda mirará a toda la audiencia.
Las preguntas se deben contestar con claridad, con precisión, evitando divagar (permite
aprovechar mejor el tiempo y que se puedan formular más preguntas).
Cuando se responde una pregunta, se puede preguntar al público si alguien quiere añadir algo
(de esta manera se le da más participación, más protagonismo).
El orador debe contestar siempre con educación, aunque la pregunta formulada carezca
totalmente de interés o haya sido ya planteada.
Si alguien formula una pregunta que nada tiene que ver con el tema tratado, se le indicará
amablemente que la pregunta planteada no es pertinente.
Cuando se responde una pregunta, se dará la oportunidad a la persona que la planteó a insistir
sobre el tema (por si algo no le ha quedado claro o por si no está conforme con la respuesta).
Si este intercambio de puntos de vista comienza a prolongarse, habría que tratar de cortar,
ofreciendo la posibilidad a dicha persona de continuar analizando el tema una vez finalizada la
sesión (se trata de evitar agotar el turno de preguntas discutiendo un solo punto).
Si el orador no sabe cómo contestar una pregunta debe evitar mostrar nerviosismo o
contrariedad.
Indicará con total naturalidad que desconoce la respuesta y solicitará al público asistente si
alguien puede responder.
Lo que no puede hacer bajo ningún concepto es inventarse la respuesta (podría ser
desenmascarado).
El público valora la sinceridad y comprende que el orador puede desconocer algún aspecto
determinado del tema tratado.
Cuando el tiempo disponible se esté agotando, el orador señalará que tan sólo queda tiempo
para dos preguntas más.
Si por falta de tiempo no es posible un turno de preguntas, el orador puede ofrecerse a, una
vez finalizado el acto, quedar a disposición del público para contestar cualquier pregunta que
pueda tener.
29. Debate
Una vez finalizada la intervención se puede organizar un debate entre el público asistente para
analizar el tema tratado.
Para que el debate se desarrolle de forma eficaz es necesario que el número de asistentes sea
reducido (no más de 20/25 personas).
El público debe estar situado de forma que facilite la participación de todos ellos.
En torno a una mesa (si su número es reducido) o en semicírculo (si su número es mayor).
Antes de iniciar el debate, el moderador introducirá a las personas asistentes o les pedirá que
ellos mismos lo hagan.
De cada uno de ellos se facilitará aquella información que resulte relevante (formación
académica, experiencia, etc.) y que permita al resto de asistentes tener una idea sobre los
demás participantes.
El moderador puede iniciar el debate planteando alguna pregunta genérica o pidiéndoles a los
asistentes que den su opinión sobre el tema tratado.
El moderador debe controlar la marcha del debate con vistas a que en el tiempo previsto
puedan abordar la mayoría de los aspectos relevantes (de ahí la importancia de tener un guión
elaborado con los puntos que se quieren tratar).
Tratará de repartir el tiempo entre todos los presentes de forma equitativa, evitando que unos
pocos puedan monopolizarlo.
El moderador concluirá haciendo un breve resumen de los temas tratados y de los puntos de
vista expuestos.
30. Críticas
Después de hablar en público, resulta muy útil pedir la opinión a algunos de los asistentes
sobre como ha resultado la intervención.
Hay que tratar de buscar opiniones sinceras, objetivas, en las que se destaquen los puntos
fuertes y aquellos otros que necesiten ser mejorados.
Permitirá analizar con detenimiento todos los aspectos de la misma: voz, lenguaje, gestos,
movimientos, entusiasmo mostrado, seguridad, etc.
Hay que ser riguroso en el análisis (aunque sin llegar a ser autodestructivo) y detectar los fallos
cometidos, sus posibles causas (falta de ensayo, imprevistos, nervios, escaso dominio de la
materia, etc) y ver las posibles medidas a adoptar para evitar que se vuelvan a repetir.
Hay que analizar la naturalidad y la soltura mostradas ya que son aspectos claves para captar
el interés del público.
Si se han empleado medios de apoyo visuales hay que valorar como han resultado (si han
enriquecido la intervención, si han ayudado a captar la atención del público, si se han utilizado
con soltura, etc.).
También resulta muy útil hablar con gente experta con vistas a buscar consejos.
Cada participación en público viene a ser un ensayo general de la siguiente, y en cada una de
ellas hay que tratar de evitar cometer los mismos errores que en la anterior.
1. La capacitación
Con el propósito de que los centros de trabajo cuenten con personal preparado para cubrir
satisfactoriamente las funciones laborales que les competen, es indispensable capacitarlos
de forma continua sobre los cambios que se presentan en la práctica diaria, en los procesos
productivos, administrativos y de innovación tecnológica.
Las empresas requieren preparar personas que apoyen la realización de los eventos de
capacitación, que posean amplios conocimientos teóricos y prácticos, que tengan una
experiencia laboral sólida en las técnicas o funciones para las cuales son competentes y
muestren habilidad e interés para conducir procesos de aprendizaje.
RESPONSABILIDADES
Todos los cursos de capacitación son, en su mayoría, generados por los resultados del
Diagnóstico o Detección de Necesidades de Capacitación (DNC), investigación que justifica el
proceso de capacitación de una organización en razón del análisis de las funciones de puestos,
del desempeño y de los problemas de la misma.
Cuando se está frente a un grupo por primera vez, y no se tiene ninguna referencia del mismo,
lo más probable es que el instructor no les otorgue el trato adecuado a los participantes. Sería
un grave error el ignorar que se está trabajando con adultos y que como tales, trae consigo una
serie de experiencias y de conocimientos aprendidos con anterioridad.
Nunca faltan los imprevistos en un curso. Estos pueden ser generados por el instructor, por los
participantes o por causas ajenas a ambos; por lo que se debe estar preparado para que en
cualquier momento se decida por cambiar alguna técnica, los tiempos, e incluso el orden de los
contenidos temáticos.
3. El Instructor
El desempeño de un instructor profesional, como cualquier otra actividad humana, está sujeta a
una serie de circunstancias y requerimientos. El grado de éxito dependerá de que el instructor
reúna ciertos requisitos siendo los siguientes:
Que Quiera: es condición vital que el instructor tenga deseos de compartir con otros sus
conocimientos y sus experiencias, que goce con el desempeño de esta actividad.
Que sepa: es condición sabida, nadie podrá enseñar lo que no sabe. “ Nadie puede brindar lo
que no tiene” Pero el grado de dominio del tema debe ser mayor que lo que se espera que
enseñe.
Que sepa cómo: el solo dominio de un tema no da a una persona la garantía de saber
comunicarlo en términos pedagógicos. Un individuo puede ser un sabio en un tema y puede ser
pésimo expositor. El instructor deberá estar pendiente en todo momento de los mensajes no
verbales del grupo, los cuales le brindan información sobre el grado en que se está realizando
la comunicación.
El “saber como” permitirá al instructor ser ágil en el uso y variación de las técnicas más
eficaces para un objetivo determinado.
Que sepa cómo aprenden los adultos: existen muchos estudios relativos a la manera como
aprende la gente, sobre todo en lo relativo al aprendizaje para el trabajo. El conocimiento y la
habilidad en el manejo de las técnicas y ayudas audiovisuales auxilian al instructor a reducir
barreras y hacer que sea óptimo el aprendizaje de los participantes.
Que sepa comunicarse: es importante recalcar que un instructor necesita saber comunicarse
hábilmente con el grupo. Y lo que es más importante: “Trasmitir imágenes, más que
conceptos“. A las personas les resulta difícil retener y comprender los conceptos en términos
abstractos, en cambio las imágenes son contenidos que fácilmente retenemos, memorizamos y
significamos.
Escuchar
Preguntar
Contestar
Traducir ideas complejas
Analizar para encontrar lo sustancial de un mensaje
Sintetizar
Sembrar inquietudes
Ponerse a la altura del grupo
Empatía
Dar y recibir información
Conciliar enfoques diversos
Callar
Que sea flexible: recordemos que un instructor profesional siempre se prepara para sus
sesiones, de ninguna forma es alguien que improvisa. Un instructor profesional siempre planea
sus sesiones, sus tiempos didácticos, sus ejercicios, etc.
Sin embargo, en ocasiones el instructor debe realizar ajustes a su programa y plan de sesión.
Ello puede obedecer al nivel del grupo, a un interés auténtico del mismo en un determinado
tema, etc. Debe ser consecuente y flexible para realizar dichos ajustes y así orientarse de
manera más atinada y apegada a los requerimientos del grupo. Si ante una situación fuera de
orden, alguien debe reaccionar con mesura se espera que sea el instructor. Ser flexible no
significa “Cambiar por Cambiar”.
Uno de los recursos más importantes con los que debe contar un instructor es la voz, sin ella
sería difícil que el instructor expresara sus ideas. La voz es para el instructor tan importante
como para un cantante, razón por la cual debe cultivarla y educarla basado en técnica y
entrenamiento, cuidando los siguientes aspectos:
Dicción: claridad y precisión en sus conceptos. Es necesario que el instructor procure hablar
con claridad, soltura y firmeza. Debe hablar a un ritmo que la pronunciación de las palabras que
emite sea clara.
Modulación: dar la entonación adecuada a las exposiciones; la modulación debe de ser acorde
a sus ideas y conceptos que se estén expresando. De esta manera dará mayor énfasis a sus
mensajes.
Todo instructor tiene la responsabilidad ante el grupo de utilizar todos los medios a su alcance,
así como su capacidad para conducir, estimular y ayudar al grupo a lograr los objetivos,
favoreciendo el aprendizaje en su tareas.
El entusiasmo que muestre al cumplir con sus tareas, la seguridad en sí mismo y sus
conocimientos, la confianza que inspire, el interés por ayudar a los participantes, su
personalidad, sus ademanes y postura, su voz y sus gestos, el uso que haga de su autoridad y,
en general, de su estado de ánimo y disposición serán factores determinantes para conducir un
curso con éxito.
Sabemos que el desempeño que cada instructor tiene es diferente. Sin embargo, en todos los
casos se deben cuidar ciertos aspectos que favorecen el buen desarrollo del curso.
Cuidar que su presentación personal sea correcta y sin exageración, además debe poner
especial atención en la limpieza de su pulcritud personal.
Orientar y convencer, nunca imponer, ya que su papel principalmente debe ser el de conductor,
moderador o facilitador del aprendizaje.
Brindar a todos los participantes la misma oportunidad de intervenir y motivar a los más
introvertidos.
No alterarse. Cuando una situación irrita o impacienta es más difícil resolverla, hay que afrontar
todo con calma y serenidad.
Evitar los extremos en el uso de ademanes y gestos, no abusar de ellos, pero tampoco
permanecer inmóvil y rígido.
Usar oportuna y correctamente los materiales didácticos y apoyos de instrucción, tal como fue
señalado en el plan de sesión.
PROCESO DE INSTRUCCIÓN-APRENDIZAJE
Además de estos elementos, no debe olvidarse el medio ambiente que circunscribe la práctica
del instructor y el aprendizaje de los participantes en donde influyen toda clase de problemas
de los capacitandos, del instructor y de la institución donde se realice el evento y que se
reflejan en el proceso formativo.
Se puede decir que toda conducta humana es resultado de un proceso de aprendizaje, el cual
se manifiesta como una modificación de conducta al comparar las actitudes, habilidades y
conocimientos que tenían las personas antes de ponerlas en una situación de aprendizaje y la
que pueden mostrar después de ella.
Es importante que el instructor guíe a los participantes para que relacionen los conocimientos
adquiridos con las experiencias previas con el objeto de dar un sentido al aprendizaje.
Primer principio: el refuerzo más efectivo en el proceso del aprendizaje es aquel que sigue a la
acción con una mínima demora. La efectividad del esfuerzo disminuye con el paso del tiempo y
muy pronto no tiene casi ninguna efectividad.
Quinto Principio: generalmente lo que aprendemos lo vinculamos con lo que sabemos, es decir,
partimos de encuadres particulares para darle valor a la enseñanza.
Sexto Principio: regularmente aprendemos una cosa a la vez. Por ello, se trata de delimitar lo
más claramente posible, las distintas unidades de aprendizaje.
Opciones y preferencias.
Intereses y necesidades específicas: les interesa aprender lo que les satisface una necesidad
determinada
El instructor debe recordar que la comunicación oral está integrada por palabras, voz y acción,
y su fin es trasmitir ideas y sentimientos a los participantes. La comunicación es inevitable; no
existe posibilidad de no comunicarse.
Nuestra sola presencia en el aula, nuestra forma de vestir, de hablar o cualquier otro detalle,
comunica a los capacitandos algo, y ellos lo perciben y lo interpretan de acuerdo a su marco de
referencia.
El instructor, por lo general, invierte mucho tiempo en hablar, mostrar, explicar, escuchar y en
general en comunicarse con sus participantes. De tal manera, que si no se expresa y no
escucha de manera mas efectiva, cualquier estrategia de enseñanza-aprendizaje que utilice,
estará condenada al fracaso.
En lo que se refiere a la dinámica del aprendizaje, una de las principales habilidades que el
instructor debe desarrollar es la de comunicarse con efectividad. Ser sensible a los
sentimientos de su grupo, empático con sus intereses y temores, atento para solucionar las
dudas y sobre todo inspirar confianza para que el grupo pueda plantear todas sus dudas y
expectativas y con ello el aprendizaje se dará lo mejor posible.
Para que la comunicación exista, se necesita otro ingrediente; un receptor. El grado de éxito
que se alcanza al transmitir al oyente sus ideas y sentimientos es una manera de medir la
efectividad de la comunicación oral.
Los sentimientos: el estado emocional de una persona puede influenciar también su percepción
o su pensamiento. El instructor debe tener la suficiente sensibilidad para captar de qué humor
está el participante.
Los rasgos de personalidad: el instructor debe estar lo más enterado posible de la personalidad
de los participantes para poder comunicarse mejor con ellos.
TIPOS DE COMUNICACIÓN
Existen muchas formas de estímulo mediante los cuales pueden comunicarse los individuos; no
obstante, de modo general pueden distinguirse los siguientes tipos de comunicación:
a) Comunicación verbal
Es el proceso a través del cual se transmite información oralmente, los mensajes son captados
por los oídos. Este tipo de comunicación le permite al instructor y a los participantes tener una
comunicación directa, por lo que se recomienda que esta comunicación sea:
Los parámetros que hoy en día son aceptados en término de nuestra comunicación, nos
indican lo siguiente:
100% del tiempo lo utiliza comunicándose de manera no verbal. Lo que más importa en mi
comunicación, es “cómo” me comunico.
Mi comunicación no verbal debe de ser congruente con mi comunicación verbal. Mis actitudes y
sentimientos los transmito silenciosamente y de manera inconsciente.
b.2.- En relación con la manera de vestir del instructor y con el propósito de causar buen
impacto en los participantes, se recomienda lo siguiente:
Durante la instrucción:
Evitar la mirada hacia el techo o piso.
Establecer contacto visual con todo el grupo. Evitar dirigir la mirada solo a un grupo de los
participantes.
b.4.- Ademanes: con los ademanes las cosas se dicen dos veces.
Debemos de cuidar que nuestros ademanes sean acordes a lo que deseamos expresar.
Evitar introducir nuestras manos en los bolsillos o cruzados al frente que impidan surgir los
ademanes en forma natural.
El ademán debe ser natural. Un ademán brusco o forzado distrae, denota inseguridad o
nerviosismo.
Debemos evitar manías que distraigan a los participantes como jugar con objetos.
6. Conducción de grupos
CARACTERÍSTICAS
Cada participante tiene especiales características, por lo que el manejo de grupos resulta una
compleja tarea para el instructor, quien ha de ser el responsable de la conducción del
aprendizaje, el cual no se logrará sin una integración grupal. La integración grupal puede
lograrse mediante la utilización de técnicas o dinámicas grupales.
TIPOS DE GRUPOS
Recomendaciones: el instructor debe estar muy atento a este tipo de interrupciones. Dirija la
mirada a los participantes que conversan. Lanzarles alguna pregunta o pararse muy cerca de
ellos. Si el ruido es generalizado quizá lo más conveniente sea cambiar a una técnica mucho
más participativa o hacer un receso.
Silencioso: si el grupo muestra un total silencio, investigue las causas. Puede haber fallado el
proceso de ruptura de la tensión, no existe confianza para participar o bien no les interesa
suficientemente el tema. Es recurrente también que la presencia de algún directivo inhiba al
resto de los participantes.
Indiferente: no les interesa el seminario ni sus contenidos. Los temas tratados fueron simples y
son conocidos por el grupo. No hubo nada nuevo. Se tiene la certeza de estar perdiendo el
tiempo.
Agresivo: la actitud autoritaria y prepotente del instructor, provoca una reacción agresiva y
hostil del grupo hacia el mismo instructor y la sesión se convierte en una lucha de fuerzas que
no conducen sino al fracaso del curso. Algunas veces se combina la agresión con la ironía y
provoca la deserción de participantes.
Recomendaciones: Actuar con sencillez, modestia y humildad, pues habrá que recordar que
no es el poseedor total de la verdad y que también está aprendiendo con el grupo.
Participativo: este es el grupo ideal que desearía el instructor para desarrollar un curso. Si se
señala lo que realmente interesa al grupo, si se conocen sus motivaciones, si se utilizan las
técnicas adecuadas y se evalúan constantemente, se garantiza el interés y participación de
cada uno de los componentes del grupo.
Cuando un instructor se encuentra frente a un grupo y tiene que captar la atención y despertar
al aprendizaje, no solamente tiene que ser motivador y conocer las características que cada
participante adopta y como tratarlos individual y gradualmente, también debe adquirir las
habilidades para sobreponer las distintas situaciones que se presentan en la conducción de un
evento.
Si el control se pierde cuando el instructor es quien está en uso de la palabra puede hacer una
pausa prolongada para que con el silencio que se hace queden en evidencia los causantes de
esta situación para inmediatamente poder continuar la sesión.
También puede dirigir la mirada en forma directa y prolongada a los mismos desatentos,
procurando hacerlo con cordialidad y en cierta forma que los haga volver a la temática tratada.
Dirigir una pregunta al participante más influyente; Esto puede traer al orden nuevamente.
Hacer una pregunta directa al causante del desvío o control grupal.
Introducir una variante en la metodología; cambiando de técnica, empleando el rotafolio, hacer
un resumen o utilizar la ayuda visual que capte nuevamente la atención.
Emplear las preguntas directas, cuestionando de que manera lo discutido se relaciona con el
tema a tratar y dirigir nuevamente la conversación sobre la temática central.
Realizar un resumen y volver a centrar el tema principal, procurando destacar algún punto en
particular.
Hacer un planteamiento de la sesión destacando el plan a seguir en el tiempo que resta para
concluir el tema buscando la adhesión del grupo, volviendo nuevamente al camino.
Centrar el tema, estimular el intercambio de puntos de vista y dirigir una pregunta directa a un
miembro del grupo que conozca la respuesta o haya tenido experiencia en el tema
cuestionado.
Separarse ligeramente del tópico principal y sutilmente introducir otro de interés actual con el
cual están relacionados los asistentes y paulatinamente volverlos al tema.
Dirigir una pregunta abierta de carácter general, preferentemente alguna que despierte al
grupo. Demostrar verdadero interés cuando surja alguna inquietud o sugerencia por parte de
algún participante.
Guiar de nuevo la discusión proponiendo el mismo planteamiento pero con diferentes palabras.
Invitar al experto a que cuestione los puntos de vista de quien se opone y que son fundamente
las propuestas dadas por el instructor (cuando el experto es además aliado).
Buscar cuales son las posibles razones que lo hacen actuar de esa manera. Esto puede
hacerse con preguntas de sondeo en forma abierta frente al grupo, o bien en forma personal
aprovechando los recesos. Si sus objeciones son dirigidas al grupo, rebotar su inconformidad al
mismo grupo, dejando que este lo presione.
Usar preguntas de rebote, solicitándole que nos diga sus soluciones concretas a la
problemática analizada.
Hacer más evidente sus argumentos, resaltándolos con otras palabras y luego seguir adelante
(no engancharse).
G) Cuando la presencia de un supervisor jerárquico se impone al grupo
Atenderlo de manera cordial, pero tratarlo al mismo tiempo como un miembro más del grupo.
Recordarle que no tome notas frente al grupo, pues los asistentes pueden interpretarlo como
que está registrando y evaluando sus intervenciones y esto puede provocar que traten de
lucirse o que guarden silencio.
Cerrado o silencioso: esa conducta es mas delicada que la del contreras abierto, pues no
externaliza la causa de su desacuerdo. Es más problemático, usa la comunicación no verbal
para manifestar su inconformidad.
El contreras silencioso: puede también contagiar al grupo con sus actitudes o causarles
malestar. Y muchas veces contagiar al grupo con más facilidad que el abierto. Se manifiesta en
la forma de sentarse y sobre todo con los movimientos de desacuerdo.
El experto: es el personaje que sabe tanto o más que el instructor sobre la materia objeto de
estudio. Puede ser muy valioso para el desarrollo del curso si el instructor lo pone de su lado y
lo sabe aprovechar.
El platicador: es la persona que constantemente interrumpe ya sea charlando con sus vecinos
o por medio de expresiones o ruidos que distraen la atención del grupo.
El distraído: para ubicar al distraído hay que estar muy atento en todos los detalles, ya que
esta conducta se puede esconder cuando aparentemente una persona está atenta tomando
notas, pero su atención está en otro asunto distinto al tema tratado.
El dormido: este es un caso grave pues es indicio de que el participante está agotado o que
como instructor no estamos haciendo lo correcto.
El ignorante: esta tipología se refiere al participante que no reúne los requisitos en cuanto a
conocimientos y experiencia para asistir al curso, fue mal seleccionado o muchas veces se
encuentra presente porque no tiene otra cosa que hacer o está en sustitución del titular quien
por estar ocupado no pudo asistir al evento. Este personaje interviene torpemente o contesta
inadecuadamente cuando se le pregunta y en general se encuentra desubicado, puede ser
pasivo o activo.
El ignorante activo: se encuentra con más peligro de caer en el ridículo pues interviene
torpemente.
El sabanitas: es aquel participante que siempre llega tarde o que en los recesos se incorpora
al grupo después de que la sesión se ha iniciado.
El palero: es aquel participante que es afín con nuestra manera de pensar y que desde el inicio
se manifiesta de forma directa o indirecta de acuerdo con el instructor.
El zorro: este es el personaje más peligroso pues es una combinación de experto y contreras.
Sugerencias para su manejo: Identificarlo lo antes posible y estar prevenido sobre como actuar
con él. Ubicarlo cerca de nosotros y procurar seguir con la exposición y procurar colocarnos
frecuentemente detrás de él. Asignarle alguna tarea específica como observador o como
vocero del grupo en algún ejercicio.
7. Recursos didácticos
Los medios y apoyos didácticos son canales que facilitan el aprendizaje. Por ello deben
planearse y definirse tomando en cuenta las características del curso, tema y duración del
curso.
El objetivo de todo instructor es lograr que aquella persona a la que está capacitando aprenda
lo más posible. Con esta finalidad, la enseñanza a utilizado durante muchos años distintos
medios auxiliares como mapas, diagramas, películas, transparencias, pizarrones, entre otros,
que le han permitido hacer más claros y accesibles sus temas.
Los medios audiovisuales son un conjunto de técnicas visuales y auditivas que apoyan la
enseñanza, facilitando una mayor y más rápida comprensión e interpretación de las ideas . La
eficiencia de los medios audiovisuales en la enseñanza se basa en la percepción a través de
los sentidos.
Los medios audiovisuales, de acuerdo a la forma que son utilizados se pueden considerar
como apoyos directos de proyección. Asímismo, los medios audiovisuales directos incluyen
todos los medios que pueden usarse en demostraciones de forma directa, y son entre otros: el
pizarrón magnético, el franelógrafo, el retroproyector y el rotafolio.
Llamamos material didáctico aquellos medios o recursos concretos que auxilian la labor de
instrucción y sirven para facilitar la comprensión de conceptos durante el proceso de
enseñanza- aprendizaje. Permiten:
Presentar los temas o conceptos de un tema de una manera objetiva, clara y accesible.
APOYOS DE INSTRUCCIÓN
Son los recursos que el instructor emplea para presentar un tema y que apoyan o ilustran la
exposición de este.
Son aquellos que se entregan al participante para que este los emplee a lo largo del evento.
Este material también es elegido, diseñado y elaborado por el instructor o diseñador del curso.
Pueden clasificarse en:
2.-Material de trabajo.
Este material esta constituido por todos los textos que el participante usará para la lectura de
síntesis o discusión practicada durante las sesiones de estudio.
Ventajas: Es de bajo costo, pues no requiere una gran inversión ni para su adquisición ni de
sus materiales complementarios. Es de fácil uso.
Limitaciones: No obstante, el pizarrón tiene algunas limitaciones, como el limitado poder visual.
Debe localizarse a una distancia no menor a dos veces su altura, con relación al alumno más
cercano.
El instructor debe estar seguro de que lo que escriba sea visible para todo el grupo.
Conservar limpio: frases anotadas o conceptos que no se relacionen con el tema tratado
presentarán una imagen de desorden y falta de preparación.
Dibujar y escribir en forma legible. Se debe escribir siempre con letra de imprenta. La letra debe
ser lo suficientemente grande para que todos los participantes puedan leerla desde sus
asientos (2 pulgadas). Para escribir letras: Negro, Morado, Azul Marino y Claro, Café (usar a la
vez tres, pero bien combinados); Negro-Morado, Morado- Azul Claro, Café- Morado. Para
subrayar: Rojo, Amarillo, Azul Claro ( este último siempre y cuando no se haya utilizado en las
letras.
ROTAFOLIOS: el rotafolios es una superficie de tamaño suficiente para que aquello que se
anote en él pueda ser leído por todo el grupo. Por lo general, es una especie de caballete
portátil, en el que se introducen grandes hojas de papel o láminas que se suceden.
Ventajas: Su uso representa bajo costo. Si es necesario, permite regresar las láminas para
analizarlas nuevamente. Cuando se usa el rotafolios con hojas previamente elaboradas, estas
deben ser preparadas y ordenadas con cuidado. Cada una de ellas debe llevar el mensaje en
forma precisa, resaltando los puntos clave. Cuando una lámina no se adapte a la idea que se
busca expresar, debe ser eliminada.
El uso del rotafolios con hojas en blanco es muy común cuando se busca la participación del
grupo, ya que los comentarios que surjan se irán anotando para llegar a una conclusión.
El acetato es un apoyo y no debe de ser leído íntegramente, sino debe ser explicado por el
expositor.
Debe ser elaborado en forma vertical, ya que no siempre los retroproyectores pueden captar
una imagen horizontal.
En la combinación de colores, utilice colores fuertes (negro, morado, rojo) para la elaboración
de letras. Los colores como verde, naranja y rojo son para subrayar. El tamaño de las letras
debe ser de 1.0 a 1.5 cm elaboradas exclusivamente en letra de molde.
8. Evaluación de la instrucción
Existen dos términos que involucran al proceso de evaluación; sin embargo se emplean de
manera análoga, es el caso de la medición y la calificación.
Es la etapa en la que se estructura de principio a fin todo aquello que implica la ejecución del
proceso instruccional.
Hacer que la labor formativa sea más conciente y mejor percibida y comprendida en sus
detalles y en su totalidad.
Plan de sesión
Objetivos generales: son los que se formulan para todo el plan de capacitación y de ellos se
desprenden los programas de capacitación.
Objetivos particulares: son los que se diseñan para los programas de capacitación, los cuales
pueden elaborarse por área, nivel, problema, territorio.
Objetivos terminales: son los que se diseñan para cada uno de los cursos de capacitación,
donde se indican desde luego las conductas a lograr por los participantes.
Objetivos específicos: son los que se diseñan para cada uno de los temas que están
contenidos en los cursos.
TECNICAS DE ENSEÑANZA
Edad
Sexo
Escolaridad
Aptitudes
Experiencias en la materia
Motivaciones
Análisis de la materia:
Contenido temático
Unidades de instrucción
TÉCNICA EXPOSITIVA
Principales usos:
Recomendaciones:
Principales usos:
Desarrollo:
Presentación por parte del instructor del tema o problema a discutir e integración de los grupos.
Presentación de los aportes de cada uno de los grupos ante el resto de los participantes.
Recomendaciones:
Tener tacto y paciencia para comprender y encausar las opiniones de los participantes.
Esta técnica se utiliza cuando los participantes tienen información y un cierto grado de dominio
sobre la materia.
Permite conocer cierto grado de predicción del comportamiento de los participantes en una
situación determinada.
Desarrollo:
Presentación del caso de estudio a fondo por parte del instructor con base en los objetivos,
nivel de participantes y tiempo que se dispone.
Análisis de hechos:
Se presentan soluciones.
Recomendaciones:
Es importante que el instructor no exprese sus opiniones personales de manera adelantada del
caso.
LECTURA DIRIGIDA
Descripción: consiste en la lectura de un documento de manera total, párrafo por párrafo, por
parte de los participantes, bajo la conducción del instructor. Al mismo tiempo, se realizan
pausas con el objeto de profundizar en las partes relevantes del documento en las que el
instructor hace comentarios al respecto.
Principales usos:
Útil en la lectura de algún material extenso que es necesario revisar de manera profunda y
detenida.
Desarrollo:
Recomendaciones:
Procurar que lean diferentes miembros del grupo y que el material sea claro.
LLUVIA DE IDEAS
Principales usos:
Cuando es importante motivar al grupo, tomando en cuenta las participaciones de todos, bajo
reglas determinadas.
Desarrollo:
Pida ideas por turno, sugiriendo una idea por persona, dando como norma de que no existen
ideas buenas ni malas, sino que es importante la aportación de las mismas.
Dele confianza al grupo, aunque en algunos momentos puede creerse que son ideas
disparatadas.
Si existiera alguna dificultad para que el grupo proporcione ideas, el conductor debe de
propiciar con preguntas claves como:
¿ Qué ?, ¿ Quién ?, ¿ Donde ?, ¿ Cómo ?, ¿ Cuando? ¿ Por qué ?
Identificar las ideas pertinentes. Una vez que se ha generado un buen número de ideas, éstas
deben de ser evaluadas una por una. Luego se marcan para hacer fácil su identificación.
Priorizar las mejores ideas. Los participantes evalúan la importancia de cada aportación de
acuerdo a los comentarios del grupo, pero tomando en cuenta el problema definido al inicio de
la sesión.
Hacer un plan de acción. Una vez que se han definido las soluciones, es necesario diseñar un
plan de acción y así proceder a la implementación de las soluciones.
Recomendaciones:
La persona que coordine la actividad, debe de tener un amplio control del grupo y de alguna
manera familiarizado con el problema, aunque no necesariamente.
DINÁMICAS DE GRUPO
Con el propósito de lograr un ambiente agradable para el aprendizaje, se han desarrollado una
serie de técnicas con el nombre genérico de “ Técnicas de Rompimiento de Tensión “ que
tienen como finalidad:
Lograr generar más confianza entre los participantes para que puedan manifestar abiertamente
sus ideas y sus dudas. Lograr un nivel de confianza adecuado para el desarrollo de cursos que
requieren comunicación franca de problemas y sentimientos.
Las técnicas consisten en que los participantes y el instructor se presenten entre sí, o den a
conocer algunos aspectos de su vida desconocidos para los demás . En el caso de que ya se
tenga un conocimiento previo, las técnicas pueden servir para profundizar en esta relación y
otros fines específicos. Entre las técnicas más comúnmente podemos citar las siguientes:
a) Fiesta de presentación: consiste en que todos los participantes se pongan de pie y circulen
libremente por el salón, presentándose a todos y cada uno, estrechando la mano, diciendo su
nombre, preguntando y respondiendo sobre temas de interés mutuo y terminando con alguna
frase de cortesía como: “Mucho gusto en conocerte ”, “Me da gusto que estemos juntos en este
evento”, “ Espero que tengas éxito en el curso”, etc. Y eso es todo.
Después que esta fase se ha cumplido, cada miembro de la pareja presenta a su compañero
ante todo el grupo, ya sea como invitado o tomando su lugar, esto es, presentándose como si
fuera su compañero, haciéndolo en primera persona; lo mismo harán todas las parejas
constituidas. Para ello no debe emplear más de 2 o 3 minutos, esta técnica termina con un
aplauso para los que se presentan, porque genera emociones que deben ser recompensadas
por presentarse como otra persona o al oír nuestros propios datos en boca de otros.
c) Binas y cuartetas: es muy semejante al anterior, pero tiene un paso más que constituyen
parejas y se dan información uno a otro durante 2 o 3 minutos por persona.
Al finalizar esta fase cada persona selecciona a otra pareja cualquiera, formando así cuartetas.
En estas condiciones cada miembro presenta a su compañero ante la pareja seleccionada,
poniéndose en su lugar.
Al finalizar la presentación de los cuatro integrantes, se lleva a cabo lo mismo que ya se señaló
en la técnica Presentación Cruzada , presentándose como si fuera su compañero ante todo el
grupo.
El interrogatorio para cada uno de los miembros de estos pequeños grupos pueden variar entre
5 y 15 minutos, dependiendo de que tanta integración se quiera lograr, del tiempo disponible y
del número de integrantes del grupo.
En consecuencia, la duración del ejercicio fluctúa entre 20 minutos y hora y media. Se puede
completar el ejercicio por una segunda etapa, donde se dé a conocer a todos los participantes
las impresiones generales del ejercicio.
Una característica importante de este ejercicio es que cada participante esta en libertad de
contestar o no a las preguntas que se formulen. En caso de que el entrevistado se niegue a
contestar una pregunta lo hará con cortesía para no herir susceptibilidades y los demás
integrantes del grupo deberán aceptar sin protestar.
e) Reglas del juego: con esta técnica se pretende que los participantes fijen un decálogo de
reglas (aunque no necesariamente deben de ser 10 ), que regirá el desarrollo del curso durante
las sesiones y para los fines que mantengan reunido al grupo.
Se deberán respetar los horarios señalados para el curso con puntualidad y oportunidad.
El instructor basa su juicio sobre los medios verificando cual de ellos le permitirá realizar las
tareas de capacitación de modo más efectivo y económico.
Hace la mezcla más exacta de medios y métodos para darle interés, llevar un ritmo adecuado y
brindar una experiencia satisfactoria a los capacitandos, a la vez que se logran los objetivos del
programa.
El instructor hábil planea con anticipación, sabiendo que del uso efectivo y selección de medios
resultará un óptimo aprovechamiento del tiempo.
1. LA HOMILÉTICA Y LA PREDICACIÓN
Esto nos lleva al propósito de la predicación, que siempre debe ser el de persuadir y
conmover a las almas de los oyentes. El mensaje puede ser dirigido a los creyentes o a los
incrédulos, pero el propósito no debe cambiar. Siempre debemos persuadir y conmover a las
personas que nos oyen.
2. EL PREDICADOR Y SU PERSONALIDAD
La personalidad del predicador tiene mucho que ver con el efecto de su mensaje. Un pintor
puede ser un canalla, y sin embargo, hace una pintura que será admirada en gran manera; un
escritor puede ser inmoral y no obstante producir un libro que le traiga mucha fama.
No es así con el predicador y su sermón. Son íntimamente unidos los dos; en verdad el
sermón ha de ser la expresión de u misma vida y experiencia. Si no es así, lo que se llama su
sermón no será sino “metal que resuena o címbalo que retiñe” (1a. Corintios 13:1).
La verdad tiene que llenar al predicador antes que él pueda proclamarla con poder que
convenza. Aunque es cierto que un predicador desconocido puede engañar a la gente y aun
puede haber almas convertidas a Cristo, sin embargo si ese mismo predicador permanece en
el mismo lugar hasta que le conozcan, sus predicaciones llegarán a ser inútiles y aun
perniciosas. Por tanto se ve que la preparación para el ministerio del evangelio no consiste en
ciertas reglas para hacer sermones o la manera de darlos, sino en el desarrollo del mismo
predicador.
¿Qué clase de hombre debe ser el predicador? ¿Qué elementos de su carácter necesitan
ser cultivados en el desarrollo de su personalidad. Veamos algunos puntos importantes:
Cada sermón que predica debe ser marcado con su propia personalidad, y expresado en su
propia manera. Cada hombre tiene su individualismo que debe marcar la obra que el Señor le
ha dado para hacer. Muchos hombres han fracasado en su ministerio porque no estaban listos
a ser como Dios lo había hecho. Querían imitar a otros.
Se debe notar que los hombres que copian las maneras de otros predicadores que han tenido
buen éxito, casi siempre copian sus faltas y no sus virtudes, y haciendo esto se hacen ridículos
al extremo. El predicador debe expresar su propia personalidad lo mejor que pueda,
consagrándose al Señor y siendo lleno del Espíritu Santo. De esta manera satisfará su
sinceridad, honrará a Dios, y será la mejor bendición al pueblo.
En las cartas del Apóstol Pablo ya anciano, al joven Timoteo, aquel le exhorta muchas veces
a la pureza y a la piedad de vida. Lo que somos habla más recio que lo que decimos, y
ciertamente de una manera efectiva. “Purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová”
(Isaías 52:12).
El predicador tiene que ser limpio en los hábitos de su vida. No ha de tener ningún hábito de
su vida. No ha de tener ningún hábito impuro ni vicio secreto. Al que peca secretamente, Dios
lo avergonzará públicamente. La vida de David es una ilustración de esa verdad. Le faltará
poder en el púlpito al predicador que no es limpio en su vida privada. El no puede presentarse
con confianza si sabe que su vida no es pura como debe ser. “Así que, si alguno se limpia de
estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda
buena obra” (2a. Timoteo 2:21).
El predicador debe recordar de quien es siervo y que corte representa. Algunos
predicadores entristecen al Espíritu Santo más por las palabras torpes y chanzas que de
cualquier otro modo. No debe llegar al púlpito con espíritu de levedad—presentar el mensaje
de Dios es asunto serio.
El Predicador debe ser lo mejor que pueda físicamente. Un cuerpo sano es atractivo en el
púlpito y es una ayuda en la vida espiritual. Por tanto es de importancia tener suficiente
descanso, tomar ejercicio y observar una buena dieta.
Como todo buen artesano, el predicador debe tener ciertos instrumentos a su alcance. Estos
instrumentos le ayudarán a ser un mejor predicador y preparar mejores mensajes. Los
instrumentos que presentamos en esta lección son básicos, y el predicador debe aprender a
usarlos bien.
1. LA BIBLIA
Este es el instrumento más importante de todos, y es por eso que el predicador debe tener
un buen conocimiento de la Palabra. Debe comprender el manejo correcto de la Biblia, debe
estudiarla con cuidado y con un corazón abierto para exponer el mensaje de la Biblia con
claridad.
Recomendamos que use para la predicación la versión Reina Valera revisión 1960, por ser la
más común en las iglesias evangélicas. Pero el predicador debe también tener todas las otras
versiones disponibles para su estudio, ya que muchas veces otras versiones nos dan alguna
aclaración de algunos pasajes bíblicos. Algunas versiones son: La Versión Moderna (1893),
La Versión Hispánica (1962), La Versión Popular (1966), El Nuevo Testamento Viviente (1972),
La Biblia de las Américas (1973).
La concordancia es como un diccionario que contiene las palabras de la Biblia en orden
alfabético. Por medio de la concordancia, el predicador puede buscar alguna palabra de un
texto y hallar la cita donde se encuentra en la Biblia. Es una gran ayuda en la preparación de
sermones.
Hay varias concordancias que uno puede conseguir. Algunas concordancias, como las que
vienen adjuntas a la Biblia, no son completas y contienen solamente las palabras más
importantes.
Pero el predicador puede conseguir una concordancia completa de las Sagradas Escrituras
que contienen todas las palabras de la Biblia.
El diccionario bíblico es un libro que contiene muchos datos históricos, la definición de
términos, y datos biográficos que ayudan al predicador a tener un mejor trasfondo para la
predicación.
4. COMENTARIOS
Hay muchos otros libros sobre ciertos temas de la Biblia, o sobre alguna epístola. Estos
libros también son de ayuda al predicador que quiere mejorar y ampliar su conocimiento y su
predicación. En el estudio de estos libros es recomendable: siempre leer la Biblia juntamente
con el libro, y no basar mensajes solamente en algún libro.
9. PREPARANDO EL MENSAJE
¿Cómo comienza uno a preparar un mensaje? ¿De dónde viene el mensaje? Estas son
preguntas importantes, y a la vez difíciles de contestar, porque hay muchos métodos que se
pueden usar para el inicio de un mensaje. Casi cada predicador tiene su propio sistema de
preparar mensajes y el estudiante debe desarrollar su propio método.
En esta lección veremos algunas ideas y sugerencias que pueden ayudar al predicador en
preparar sus mensajes.
1. Tenga un objetivo. Cada mensaje debe tener un propósito. Sin una meta, el
predicador no puede empezar la preparación de un mensaje. Conocer bien las
necesidades de su congregación le ayudará al predicador en establecer el objetivo de
su mensaje.
2. Busque una porción bíblica que corresponda al objetivo que quiere lograr. La Biblia es
una fuente inagotable de recursos para mensajes que hablen a las necesidades de los
hombres.
3. Tenga un corazón abierto a la dirección del Espíritu Santo. Este es el factor más
importante en la preparación de un mensaje. El Espíritu Santo nos ayuda a descubrir
las verdades eternas de la Biblia y nos enseña cómo aplicarlas a las vidas de nuestros
oyentes.
En esta lección estaremos viendo otras sugerencias para la preparación de mensajes.
1. LA ORACIÓN
Debemos recordar que somos representantes de Dios ante el pueblo. Ellos esperan oír un
mensaje de Dios. No podemos presentar este mensaje sin la unción del Espíritu Santo, y
solamente por la oración podemos tener esa unción.
2. EL ESTUDIO
Juntamente con la oración viene el estudio. Las dos cosas se completan entre sí. El que
sólo ora y no estudia no podrá presentar un mensaje claro y entendible, y el que sólo estudia y
no ora dará un mensaje vacío y sin poder.
3. EL BOSQUEJO
Para recordar los pensamientos y para poder presentar el mensaje en forma más fácil de
entender, es necesario hacer un bosquejo. El bosquejo es como el esqueleto del mensaje.
Será responsabilidad del predicador revestirlo con la “carne” que dará alimento espiritual a sus
oyentes.
1. Es de mucha importancia tener un tema que uno conoce bien. El predicador que
procura predicar sobre un tema que él mismo no entiende tendrá un fracaso.
2. Se debe escoger un tema que la congregación entenderá. Siempre debemos procurar
predicar al nivel de nuestros oyentes, usando palabras que ellos entienden, y sobre un
tema que ellos podrán apreciar.
3. El tema debe ser de valor espiritual. Se puede desarrollar otros temas interesantes
como de la historia, la ciencia u otros asuntos. Pero eso no es predicar a Cristo ni la
Biblia. Debemos predicar sobre las cosas que edifiquen a nuestros oyentes en su vida
espiritual, tal como las grandes doctrinas y la aplicación práctica de éstas a la vida
diaria.
4. El tema debe coincidir con el blanco u objetivo del mensaje. No debemos predicar sólo
por predicar. Toda predicación debe tener como fin conmover a los oyentes y
estimularles a alguna acción espiritual.
5. No escoja un tema que no esté de acuerdo con su propia experiencia. Si uno no está
viviendo santamente, no debe predicar de la santidad. No se puede predicar de la
victoria completa si uno mismo vive en derrota.
6. El tema debe ser apropiado al tiempo, al lugar y a los oyentes. No es apropiado
predicar mensaje evangelístico a un grupo de creyentes, ni es aconsejable predicar
sobre el crecimiento en la vida cristiana a un auditorio de inconversos.
El texto es la porción o parte de la Palabra de Dios en que se basa el mensaje. Hay varias
ventajas de tener un texto.
En esta lección queremos dar algunas indicaciones sobre el texto y cómo escogerlo.
Hay ciertas precauciones que el predicador debe tomar al escoger el texto para su mensaje.
1. No debe escoger texto demasiado difíciles. Hay algunos textos que son oscuros,
profundos y difíciles de interpretar. El predicador no debe meterse a las aguas
profundas si no está seguro que sabe nadar bien. Es preferible usar textos que son
claros y entendibles.
2. Se debe evitar la controversia. No es aconsejable usar el púlpito para la polémica.
Nunca debemos usarlo como un fuerte de donde atacar a los enemigos. Debe evitar
usar textos controvertibles, porque será fácil caer en el error de estar predicando
nuestras propias opiniones.
3. Hay que tener cuidado si se usa textos del libro de Job, Cantares o Eclesiastés. Se
debe considerar el objeto del libro y el carácter de la persona que habla.
4. Nunca debe usarse como texto una parte de un pasaje que solo expresa una parte de
la verdad. Ejemplo: “No hay Dios”, Salmo 14:1 “Todo hombre es mentiroso”, Salmo
116:11
Queremos ahora considerar algunas reglas para la interpretación correcta del texto.
1. Hay que averiguar si el lenguaje del texto es literal o figurativo. Vea Juan 2:19, 21, 22.
En este pasaje las palabras “templo” y “cuerpo” se referían literalmente al cuerpo físico
de Cristo. Vea Mateo 26:26. En este pasaje la palabra “cuerpo” se usa no en forma
literal sino figurativa. Las palabras “lavando” y “lavar” son usadas literalmente. En la
historia de Naamán (2°. Reyes 5) se usa en el sentido literal, mientras en 1a. Corintios
6:11 la palabra “lavados” se usa figurativamente.
Siempre debemos tomar la Biblia en sentido literal a menos que el contexto, los
pasajes paralelos o el mismo texto muestren que el lenguaje es figurativo. Creemos
que la Biblia dice lo que quiere decir. Averiguar lo que la Biblia dice requiere estudio
esmerado.
2. Hay que averiguar el sentido de las palabras dado por lo diferentes escritores de la
Biblia. Todos no dan el mismo sentido a la misma palabra.
Ejemplo: La palabra “fe” –en Gálatas 1:23; 1a. Timoteo 3:9; 4:1 y Hechos 24:24 quiere
decir el Evangelio de lo cual fe en Cristo es la gran doctrina. En Hechos 17:31 y
Hebreos 11:1 quiere decir prueba o evidencia.
3. Hay que considerar las circunstancias del escritor y de las personas a quienes fue
escrito. ¿Bajo que condiciones fueron escritas las palabras? ¿Qué era el carácter del
pueblo a quien fue escrito?
4. Ejemplo: En 1a. Corintios 3:1-3, Pablo se dirige a la situación que existía en la Iglesia
de Corinto. No podemos aplicar estos versículos universalmente a todas las iglesias ni
a todas las personas en este tiempo. Por cierto se aplican a ciertos casos hoy, pero
reconocemos que también hay iglesias espirituales.
5. Hay que considerar la enseñanza de toda la Escritura en conjunto. Ningún texto debe
ser interpretado aparte de lo que toda la Biblia enseña. Se entiende mejor la Escritura
comparándola consigo misma. Los hombres piadosos de todas las edades han sentido
la necesidad de leer reverentemente la palabra de Dios comparando Escritura con
Escritura.
Ejemplo: Si en base de Romanos 5:1-11 uno enseña que la justificación por la fe nos
libra de la necesidad de la santidad, no es bien interpretado, porque contradice las
otras enseñanzas de la Biblia, tales como 1a. Tesalonicenses 4:3 y Hebreos 12:14.
6. Un conocimiento de las costumbres del pueblo a quien la Biblia fue escrita es una gran
ayuda en interpretarla correctamente. Ejemplo: En Juan 13:14 Jesús dijo a sus
discípulos, “vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”. Para
entender este versículo tenemos que saber algo de las circunstancias y de la cultura de
los judíos. Los judíos siempre mandaban a sus siervos a lavar los pies de sus
huéspedes. Era trabajo de mozo. Jesús lo hizo y mandó a sus discípulos que lo
hicieran. Aquí la interpretación importante es la lección de humildad y servicio.
1. El contexto del pasaje: El contexto, es, sencillamente, lo que va con el texto; lo que
viene antes y lo sigue después. Por eso es muy importante estudiar todo el pasaje
para ver en que circunstancias se dijo las palabras del texto, y que es su verdadero
sentido.
2. El uso de pasajes paralelos. Se debe usar diligencia en comparar textos paralelos,
pasajes en que el asunto es el mismo, equivalente o semejante. Compárense Marcos
8:36 con Lucas 9:25 y Mateo 21:1-11 con Marcos 11:1-11. Muchas veces descubrimos
nuevos detalles en el relato al leer la misma historia en los diferentes evangelios.
3. El texto mismo. Hay que averiguar exactamente lo que quiere decir la Biblia en el
texto. Para esto hay que leer cuidadosamente varias veces, observando la puntuación,
las tildes, etc.
4. Otros libros de estudios tales como los medios disponibles para la buena interpretación
del texto, pero no olvidemos que la Biblia misma es su mejor comentario.
Habiendo escogido el texto y el tema uno necesita recoger el material para la preparación del
mensaje. Aquí uno debe insistir en pensar por sí mismo, y no predicar los pensamientos y
sermones de otros. Aunque cuete mucho al principio, hay que hacerlo, y al fin tendrá éxito,
porque haciéndolo, uno aprende a hacerlo. Predicando el sermón de otros como si fuera
propio es una forma de robar.
Recoja sus pensamientos. Escríbalas mientras esté pensando, no procurando ponerlos en
orden primeramente. La primera cosa es pensar. Algunos no tienen muchos pensamientos
porque no leen mucho. La lectura hace sabio al hombre. Es como un tónico a la mente. Al
hombre que lee no le faltarán los pensamientos. Si uno no lee mucho, tiene muy poco que
dar. Sobre todo, debe leer la Biblia, no de vez en cuando, sino de una manera sistemática y
regular. Tendrá fracaso el predicador que lee la Biblia solamente para sacar sus textos, y no se
llena de sus verdades y pensamientos. Nunca descuide del estudio de la Palabra. Entonces
lea buenos libros: historia, geografía, ciencia y sermones.
El predicador debe tener siempre ojos que vean en las circunstancias ordinarias, lecciones
útiles. Cristo observaba, y sus sermones abundan con ilustraciones tomadas de lo que Él veía
y oía: “El sembrador salió a sembrar”, “considerad los lirios”, “Diez vírgenes … salieron a recibir
al esposo”. Jesús veía, oía y usaba tales cosas en sus sermones. Es bueno tener un
cuadernito siempre a mano para apuntar lo que se ve y se oye que impresiona. Tales
ilustraciones serán más interesantes y a propósito que las que se toman de un libro.
Uno no debe procurar recordar todo, sino guardar su material donde pueda hallarlo. El
peligro de recoger material solamente al tiempo de predicar, es que los pensamientos no serán
bien digeridos. Necesitas uno estar recogiendo siempre verdades que le ayudarán o le
servirán.
El predicador debe arreglar el material de tal manera que todo converja al propósito del
mensaje. Para algunos es fácil el arreglo; pero para la mayor parte es verdadero trabajo. De
todos modos el predicador debe aprender a hacerlo.
1. Para el predicador. Es de gran ventaja para el predicador porque para el buen arreglo
se necesitan pensamientos claros y ordenados, además de un conocimiento del
asunto. Una vez bien arreglado, es mucho más fácil que el predicador siga el hilo de
su mensaje.
2. Para los oyentes. Mucho del efecto del mensaje depende del arreglo de los
pensamientos. Si el mensaje está bien arreglado es más fácil para la congregación
entenderlo y retenerlo. Si está desordenado e indistinto, aunque sea elocuente, no
retendrá mucho la congregación. Y este es el propósito en predicar: que la
congregación saque provecho.
1. Un solo Tema. Una de las lecciones que el predicador debe aprender primero es
concentrarse en un solo tema. No debe tener varios en el mismo mensaje.
2. Las divisiones del sermón deben tener una conexión lógica. No debe exhortar antes de
instruir, o dar la aplicación antes de la explicación. El argumento para el intelecto debe
preceder a la apelación de las emociones. De las emociones se llega a la voluntad. El
lado negativo precede al positivo, las generalidades a las particularidades.
Generalmente el plan del mensaje debe ser fácil de seguir, pero no debe ser siempre lo
mismo.
19. LA INTRODUCCIÓN
Cada mensaje debe empezar con una introducción. El propósito de la introducción es:
2. EL CONTEXTO
Es un mensaje sobre Juan 3:3, el contexto haría una introducción interesante.
En un sermón sobre Isaías 6, sería interesante hablar del tiempo de Isaías, el reinado
glorioso de Uzías, su pecado, castigo y muerte, y luego después de la muerte del rey, la visión
de Isaías.
Muchas veces el lugar donde se hablaron las palabras del texto añade unos detalles de
interés para una introducción.
Una congregación siempre tiene interés en los hábitos y costumbres de las personas
mencionadas en la Biblia.
Saber bajo qué circunstancias fue escrita la porción es de interés. En un sermón sobre
Filemón, el relato de las circunstancias de Pablo es de interés. Su amigo Filemón, era dueño
de esclavos. Un esclavo, Onésimo, se fugó a Roma. Allí fue convertido y Pablo le iba a volver
a su amo y escribió la carta para mandarla con Onésimo a Filemón.
7. LA OCASIÓN
En un sermón predicado al aire libre se puede hacer referencia a que Cristo predicó al aire
libre. Un predicador dio mensaje a unos trabajadores. Él introdujo su mensaje con contar que
Cristo trabajó como carpintero.
Algún terremoto, inundación o tragedia puede servir como una introducción a un mensaje
sobre la inseguridad de la vida, bienes y posesiones.
Siendo que la introducción es tan importante, queremos ver algunas de las características de
una buena introducción:
1. No debe prometer demasiado. Es bueno preparar la introducción después de preparar
el mensaje.
2. No debe ser muy recia y demasiado llena de emoción. Mejor es comenzar con un todo
ordinario y tratar el mensaje gradualmente.
3. No debe ser demasiado larga. Una anciana dijo una vez que su pastor ocupaba tanto
tiempo en poner la mesa y arreglar las cosas, que ella ya había perdido el apetito
cuando la comida llegaba, o antes que llegara.
4. Debe tener relación vital con el tema. La introducción no debe referir un asunto y el
mensaje a otro.
5. Debe contener solamente un tema. Así como no se debe tratar más de un tema en el
mensaje, tampoco se debe tratar dos asuntos en la introducción.
6. Debe tener una transición natural. Debe ser fácil salir de la introducción al cuerpo del
mensaje. La introducción debe servir de embudo para canalizar los pensamientos
hacia el hilo del mensaje.
7. Debe ser preparada con cuidado. Recuerde que el éxito de su mensaje depende de la
primera impresión que tenga la congregación. La introducción puede preparar el
ambiente para el mensaje, o destruir el interés de los oyentes.
El desarrollo del mensaje mismo ha sido llamado el plan o argumento. Uno puede hacer el
número de divisiones o puntos principales como sean necesarios. Pero es aconsejable tener
por lo menos dos, pero no más de cinco divisiones. Por lo general se hacen tres divisiones
principales. Algunas sugerencias en cuanto a las divisiones son:
1. No deben ser demasiado marcadas o diferentes. Debe haber una conexión lógica
entre las divisiones.
2. Las divisiones deben presentar el tema a la congregación en una manera clara,
definida y completa. Se debe tener cuidado especialmente cuando el tema no es muy
claro en el texto.
3. Las divisiones deben ser naturales y lógicas referente al orden y transición de una a
otra.
4. Las divisiones negativas deben preceder a las positivas. Hay algunos que creen que
las divisiones deben ser anunciados en el principio; otros, que deben ser dadas al
llegar el punto, y aún otros que creen que nunca deben ser mencionadas en el púlpito.
Cada uno tendrá que decidir por sí mismo.
La primera división de un mensaje debe tratar de aclarar el asunto y la doctrina o deber que
el sermón quiere enseñar. Debe contestar la pregunta, ¿Qué es? No debe haber ninguna
equivocación o parte mal entendida del tema cuando la primera división está concluida. En un
sentido especial, esta división apela al intelecto en vez de las emociones o la voluntad.
¿Cómo podemos contestar la pregunta "¿Qué es?" en el mensaje?.
1. Por definición del Tema y sus términos. Si el tema del sermón es la santificación, la
primera división puede dar la definición de la palabra, otros términos que quieren decir
la misma cosa, errores en cuanto a la santificación y lo que no es. Puede ser aclarado
el tema, dando su relación a la justificación.
2. Por comparación. Podemos comparar, relacionar y hacer contraste entre el tema y
otros asuntos. Cristo usó este método muchas veces, comparando el reino de los
cielos a alguno cosa bien conocida. “El reino de los cielos es semejante a un mercader
que busca buenas perlas”, “El reino de los cielos es semejante a una red”. Jesús
vendrá “como ladrón en la noche”. Las escrituras usan el método de definición por
contraste. Por ejemplo, las ovejas y las cabras; el trigo y la cizaña; la luz y la
oscuridad.
3. Por ilustración. Una ilustración es al sermón lo que una ventana es a una casa. Una
casa no debe ser toda ventana, ni un sermón toda ilustración. Uno debe estar muy
seguro que la ilustración verdaderamente ilustra el tema. En resumen diremos que el
propósito de la primera división del mensaje es exponer el tema en una manera clara,
por definición, explicación, relación, comparación, contraste o ilustración.
La segunda división de un mensaje debe contestar la pregunta ¿Por qué? Debe exponer la
necesidad, la razón y el por qué uno debe creer y aceptar lo dicho.
No es suficiente decir que una cosa es cierta. Hay que probarlo. Cristo dio muchas pruebas
infalibles de su resurrección. Por supuesto no es necesario probar todas las cosas, pues hay
unas que son muy evidentes. No es necesario probar que existe el sol. Se puede ver.
Tampoco necesitamos probar que hay Dios.
1. De la Causa y Efecto. Esto quiere decir que cada efecto tiene una causa. Nada es
sin causa. Si uno quiere probrar la resurrección de Jesucristo, puede usar argumentos
tales como la tumba vacía, la Iglesia Cristiana, etc. Estos son efectos. ¿Qué son las
causas? ¿Cómo sucedió que la tumba quedó vacía? Era por el poder divino de Cristo.
2. Del Testimonio. El testimonio puede tener mucho uso en un mensaje. ¿Qué piensan
de Cristo? ¿Qué era el testimonio de los que le conocieron bien? ¿Qué dijeron de Él
sus enemigos? Mucho del efecto del testimonio depende del carácter del testigo, el
número de testigos, y el hecho a que testifican. Lo primero con respecto al testimonio
es la autoridad de las Escrituras. En cuestiones de la fe y de la práctica cristiana, la
Biblia es la última autoridad. Uno debe tener mucho cuidado en citar a otros autores.
3. De la Analogía. Esta forma de raciocinio está basada en la semejanza de dos o más
cosas en ciertos puntos, y su semejanza inferida en otros puntos. Si los hombres dicen
que la doctrina del pecado original es incompatible con la bondad divina, podemos
señalar, como prueba por analogía, la enfermedad heredada, la deshonra heredada y
las tendencias al vicio heredadas.
4. De la Refutación. Refutar es más fácil que probar, como más fácil es deshacer que
hacer. En la refutación, dígase claramente la cosa que va a refutar, y entonces
contéstese.
5. La experiencia. El argumento de más valor de la existencia de Dios y de la deidad de
Cristo, es la experiencia cristiana. Pablo usó este modo en 1a. Corintios 15:17. “Y si
Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. Los corintios
sabían que fueron librados de su vida pecaminosa por un poder sobrenatural que había
venido del Cristo, resucitado. En la experiencia de la oración, la oración contestada es
la mejor prueba de la realidad de la oración.
El Propósito de la tercera división es presentar la manera por la cual el tema del mensaje
puede ser efectuado. Contesta la pregunta ¿cómo? Si el tema ha sido la regeneración, la
primera división explicará qué es; la segunda, por qué se necesita; y la tercera división cómo
recibimos la regeneración.
Los dos pensamientos en la presentación de esta división son: la agencia divina o lo que
Dios hace, y la agencia humana o lo que le corresponde al hombre hacer.
El predicador debe explicar claramente qué debe hacer el hombre para lograr lo que el
mensaje le ha presentado. Esto lo debe presentar en forma específica, y no en sólo
generalidades. Si no se logra presentar bien el ¿Cómo? Todo lo que se hay presentado en las
divisiones anteriores del mensaje se echará a perder.
Es también importante hacer énfasis en que es posible que el oyente logre lo que hemos
presentado en el mensaje. Debemos predicar lo práctico y no sólo lo ideal, y por lo tanto es
necesario hacer sentir que cada oyente puede obtener la experiencia, la victoria o la gracia que
hemos presentado en nuestro mensaje.
25. LA APLICACIÓN
Esta parte del mensaje es muy importante, porque debemos hacer el sermón práctico. Hay
unos que hacen la aplicación práctica después de cada punto, pero parece natural que hay una
aplicación práctica al fin del mensaje. Por tanto, si uno hace aplicación práctica después de
cada punto, sería bueno siempre dejar algo que decir al fin del sermón.
La aplicación puede ser una de varias clases:
1. Instrucción.
Si el tema es la necesidad del estudio de la Biblia, en la aplicación sería bueno decir cómo
pueden estudiarla con provecho. A veces el predicador despide a su congregación convencida
y deseosa, pero ignorando la manera de satisfacer su deseo.
2. Persuasión.
No es suficiente que los hombres sean convencidos, sino es necesario que lo sientan. Los
hombres, por lo general, no dejan el pecado porque lo deben dejar. Tienen que sentir la
culpabilidad del pecado antes que lo dejen. En otras palabras, tienen que ser persuadidos de
que es a su propio interés eterno dejarlo.
Tenemos que persuadir a los hombres. Por tanto necesitamos considerar las emociones y los
hechos. La voluntad no obra independiente de las emociones; obra movida por ellas. La razón
no gobierna a muchos hombres. Sus hechos dependen de sus emociones. Necesitamos
estudiar este punto para conocer cómo las emociones pueden impulsar acción.
Necesitamos dar atención especial a los motivos que guían a los hombres a accionar.
Podemos definir estos motivos como las necesidades espirituales, intelectuales, morales y
materiales. El predicador tratará especialmente de las fases espirituales y eternas en estos
motivos para guiar a los hombres a acción.
EL ARREPENTIMIENTO
En esta lección presentamos a continuación un bosquejo sobre el tema “El Nuevo
Nacimiento”. El alumno debe estudiar este bosquejo cuidadosamente.
INTRODUCCIÓN
APLICACIÓN
1. Su importancia
Casi no se puede medir la gran importancia de las ilustraciones. Los mejores predicadores
han sido hábiles en el uso de ilustraciones. A los niños les gustan las historias, y casi no hay
persona demasiada anciana para que goce en una historia.
Más que ningún otro, Jesús ha demostrado por su ejemplo el valor de las ilustraciones. No es
extraño que el pueblo le escuchara con interés por horas y aún días. El trabajo del predicador
es, al igual que Jesús, despertar en los oyentes interés en oír, y luego hacerles sentir, y
entonces hacer. Si no entienden, tampoco sentirán ni harán.
La ilustración ayuda mucho a la congregación a llevar la verdad del sermón consigo.
Muchas veces olvidan el texto y el argumento o explicación, pero recuerdan la ilustración, y por
supuesto, con la ilustración, la verdad que ésta enseñó.
a. Para dar luz sobre el asunto. Como uno no quiere vivir en una casi sin ventanas,
tampoco le gusta oír un mensaje sin ilustraciones. Uno dijo a cierto predicador, “Usted
nos dice lo que son las cosas, pero no nos dice a qué son semejantes”.
b. Para explicar. Jesús dio muchas explicaciones por medio de parábolas o historias. Él
enseñó el valor de la humildad cuando habló del fariseo y el publicano; de la
perseverancia en la oración cuando habló del juez y la viuda, del amigo que pidió pan a
media noche.
c. Para traer convicción. Se ve esto en la parábola que usó el profeta Natán cuando habló
a David de su pecado.
d. Para probar. Se pueden usar ilustraciones para probar un punto. Jesús hablaba del
cuidado que Dios tiene de las aves y de las flores para probar que Él tiene cuidado de
nosotros.
Las mejores ilustraciones son las que uno mismo ha recogido de su propia experiencia. No
es aconsejable usar ilustraciones de “libros de ilustraciones” porque muchas veces son cosas
viejas que no dan al caso presente.
¿Cómo puede uno recoger ilustraciones? A continuación damos algunas sugerencias.
1. Tenga los ojos abierto para observar. Se dice de Jesús que Él vio como los fariseos
escogían los mejores asientos. Él observaba. Hallaba las ilustraciones en los lirios, el
cuervo, la sal, la candela, el almud, el hipócrita, las puertas anchas y angostas, los
deudores, etc. Teniendo ojos, miremos; teniendo oídos, oigamos.
2. Use lo que está disponible. El reino de la naturaleza contiene muchos ejemplos para
ilustraciones. Jesús lo hizo. Habló de la fe que mueve las montañas, de ríos de agua
viva, de la vid y los pámpanos. También hay mucho material para ilustraciones en la
historia, la poesía y las biografías. Se pueden tomar muchas ilustraciones de los niños.
3. Use la imaginación. Está bien inventar una ilustración o añadir detalles de la
imaginación a las historias bíblicas. La congregación debe saber que es sólo lo que
imaginamos. No es bueno pretender que la ilustración es cierta.
Para esta lección, escriba una breve ilustración para cada uno de los siguientes temas.
Procure que sean ilustraciones de algo que usted ha observado.
La presentación de un mensaje puede hacerse en varias maneras. Algunas de éstas son:
2. Memorizar el mensaje.
Uno de los más distinguidos predicadores han usado con mucho éxito este método, que
consiste en escribir y luego memorizar todo el mensaje para predicarlo de memoria. Muchos lo
prefieren por temor al método de improvisación. No cabe duda que éste es el método que
mejor garantiza la buena presentación en cuanto al lenguaje se refiere. Tiene sin embargo
algunas desventajas, siendo una de ellas la gran cantidad de tiempo que se emplea en escribir
y después memorizar todo el mensaje. Otra es que naturalmente divide la atención del
predicador hacia sí mismo y hacia la congregación. La más grande desventaja es el peligro de
fracasar si llega a olvidar una sección del discurso. Por lo tanto, no son muchos los que
pueden emplear este método de manera satisfactoria. A veces dan la impresión de que lo que
están hablando no es original, sino discurso de alguna otra persona.
En esta lección vamos a considerar dos métodos más en la presentación de un mensaje.
a. Requiere mucho tiempo para escribirlo como es debido y luego practicar la lectura en
varios ensayos.
b. Disminuye en gran manera el contacto del predicador con su auditorio, ya que apenas
puede levantar la cabeza de vez en cuando para mirarles por estar pendiente de su
manuscrito.
c. Como consecuencia de lo anterior, se disminuye la atención de sus oyentes de manera
sensible, lo cual afecta mucho el éxito del sermón.
Sin embargo, este método es recomendable para los principiantes en el ministerio,
especialmente si tienen facilidad y habilidad para escribir.
Para los programas radiales es indispensable este método, ya que el tiempo está muy
limitado, y el predicador no debe echar a perder los minutos con palabrerías que no llegan a
tocar lo esencial del mensaje.
Este método parece ser el más usado por los predicadores. Consiste en llevar las ideas del
mensaje y la ordenación de las mismas debidamente anotadas en un papel o tarjeta. Esos
apuntes aseguran la presentación íntegra de los conceptos o del contenido del sermón de la
manera premeditada y planeada. Facilita al predicador mayor comodidad y libertad para
conservar el contacto de la vista con sus oyentes sin el temor de apartarse del hilo de su
disertación. Las notas deben usarse sin mostrar dependencia de ellas. El bosquejo es a
manera de un esqueleto al que sólo falta añadirle la carne y la vida. Por lo tanto, no debe ser
un sermón escrito.
En el bosquejo puede hacerse uso de palabras o frases cortas o claves que sugieran los
pensamientos. La expresión cabal del pensamiento sugerido por esas “claves” debe
improvisarse. El bosquejo facilita la simetría del mensaje y el cálculo aproximado del tiempo
que durará la disertación.
33. EVITANDO LAS MULETILLAS
“Muletillas” es el nombre que el Rev. Samuel Vila da en su libro Manual de Homilética, a las
palabras o frases interruptoras que el predicador intercala en su discurso, y las cuales tienen el
objeto de dar tiempo a su mente para pensar lo que a continuación va a decir. Dichas
“muletillas” no serían necesarias ni hallarían cabida en un sermón escrito, ya leído o
memorizado. Pero casi siempre resultan necesarias para cualquiera que se atreva a hablar
improvisadamente, bien que por ningún motivo su uso puede justificarse, pues son del todo
inconvenientes y de muy mal sabor. El mismo autor citado nos da una lista de “muletillas” de
las más corrientes, de las cuales les damos algunas: “precisamente”, “verdaderamente”,
“sencillamente”, “de cierto”, “en verdad”, “oportunamente”, “amigos míos”, “amados hermanos”
“en vista de que” etc. Sin faltar a la reverencia, nosotros podríamos añadir las siguientes:
“amén, ¿hermanos?”, “aleluya”, “gloria a Dios”, etc.
También son “muletillas” las frecuentes e innecesarias citas de alguna porción bíblica, como:
“todas nuestras obras son como trapos de inmundicia”, etc. El uso demasiado frecuente de
tales cosas llega a constituir un abuso de algo que usado oportunamente y sólo de vez en
cuando, sería bueno y añadiría interés al mensaje. En vez de esto se vuelven fastidiosos y
casi insoportables.
La mímica o sea el arte de la expresión por medio de los ademanes y gestos, es muy
importante en la presentación del discurso, ya que contribuye a expresar con más facilidad las
ideas, sentimientos y el énfasis que el predicador desea imprimir a su mensaje. Podríamos
decir que la mímica hace que la gente “vea” lo que está oyendo.
Sin embargo, en la práctica de este auxiliar se debe procurar que los ademanes, acciones o
gestos sean naturales, y espontáneos y que se adapten a la expresión hablada.
1. Que sean naturales. Esto quiere decir que los ademanes, acciones y gestos nazcan de
los pensamientos y emociones propios del predicador. No deben ser prestados,
premeditados o estudiados.
2. Que sean espontáneos. Como cuando conversamos, las manos, los brazos, los ojos y
aun todo el cuerpo a veces se mueven de acuerdo con lo que hablamos sin haber
previsto dichos movimientos, y sin pensar aun en lo que estamos haciendo. Por
ejemplo, si mencionamos el cielo, instintivamente señalamos con el dedo índice hacia
arriba.
3. Que se adapten. Que los ademanes correspondan con la idea expresada, como se
sugiere en el punto anterior. Si, por ejemplo, usted dice que le duele el corazón, nunca
debe tocar la frente, sino, como es obvio, el lado izquierdo de su pecho.
De mucha importancia en la presentación del mensaje es la presentación y aspecto físico del
predicador. Una apariencia y postura incorrectas pueden causar tan mala impresión en los
oyentes que les haga perder la atención, el interés y aun el provecho del sermón. Por lo tanto
bueno será tomar en cuenta algunas indicaciones al respecto.
1. Aspecto Físico:
Antes de todo, preséntese lo más decente que sea posible en lo que se refiere al vestuario.
Debe haberse bañado, puesto ropa limpia y arreglada. Evite estar despeinado, la solapa de su
saco al revés, su cuello desdoblado, la corbata por un lado, sus botones descuidados. Procure
también que su calzado esté limpio.
2. Posición en el púlpito
Al predicar, adopte una posición natural, procurando dominarse de tal modo que no este
tieso, por una parte, ni excesivamente movible por la otra. No esté paseándose
constantemente de un extremo al otro de la plataforma, y al estar firme, evite estar doblando
una o ambas piernas a la vez o canteando los pies como que no quisiera pararse en las
plantas. Jamás mueva el cuerpo sobre los pies firmes, balanceándose hacia adelante, atrás o
hacia los lados como que fuera péndulo de un reloj de pared.
Aparte de los ademanes necesarios, procure cultivar el reposo. No se truene los dedos, se
limpie las uñas, ni acaricie uno de los botones de su saco como procurando arrancarlo.
Tampoco se ajuste frecuentemente sus lentes (si los usa). No juegue con su pañuelo, ni meta
sus manos en los bolsillos, ni mucho menos juegue con objetos que en ellos lleve, como llaves,
dinero, etc.
También evite recostarse sobre el púlpito, y nunca ponga sus manos sobre la cintura
dejando sus brazos en forma de orejas de jarro. No se abroche y desabroche el saco, ni esté
constantemente subiéndose los pantalones, dando la impresión de que los tiene flojos.
Con un poco de atención a estas cosas, usted logrará una apariencia y posición correctas y
decentes.
Es muy claro que sin la voz es materialmente imposible predicar. Es necesario, pues, utilizar
este precioso instrumento de la mejor manera posible cuando predicamos el mensaje del
Señor. En forma muy sencilla daremos aquí algunas indicaciones.
1. La voz debe ser audible, es decir, que se pueda oír en todos los ámbitos del local.
Siendo que predicamos para que la gente oiga, debemos evitar hablar tan suave que
muchos se queden adivinando lo que dijimos.
2. La pronunciación de las palabras debe ser clara. Esto se logra poniendo especial
cuidado en ello, para que no haya palabras dichas a medias. Muchas veces la mala
pronunciación resulta de una excesiva velocidad al hablar.
3. Aunque la voz debe ser flexible según la expresión que tengamos que imprimirle a lo
que decimos, no permitamos un deslizamiento de volumen de manera que se vaya
extinguiendo a medida que va finalizando el párrafo o período hasta que ya la última
palabra no se oiga.
4. Deben evitarse los gritos, especialmente si el auditorio es pequeño, puesto que ello es
desagradable a los oyentes, y además se maltrata la garganta de tal modo que al
terminar, casi siempre, estará uno afónico.
5. No hay que afectar el tono de voz, como que está llorando o declamando. El
predicador que siempre declama su mensaje hace que éste pierda fuerza. El que
parece llorar denota debilidad. Ante todo debemos demostrar la naturalidad.
2. Una actitud de superioridad. Si usted comienza diciendo que espera que sus
oyentes puedan entender el “difícil” asunto que va a tratar, les hará sentirse inferiores a
usted y seguramente no le oirán con gusto.
3. Una actitud indiferente. Esta se muestra muchas veces por no levantar jamás su
rostro para mirar a su auditorio, como si sólo predicara para sí mismo.
4. Una actitud egoísta. Se puede ver cuando el predicador hace demasiadas alusiones
a propia persona, a sus éxitos, a su educación, etc.
Un aspecto muy importante del ministerio de la predicación es de proveer a nuestro oyentes
una variedad en la predicación. La monotonía en la predicación es algo que tenemos que
evitar si vamos a tener éxito en el ministerio cristiano. Esta variedad deseada se puede
obtener si observamos las siguientes sugerencias.
1. Mantener un énfasis equilibrado sobre todas las doctrinas. Hay muchas doctrinas
bíblicas que deben ser predicadas. El predicador debe tener cuidado de no predicar
todos sus sermones sobre “El Arrepentimiento” o “La Necesidad de ser Salvo”. Hay
mucho más en la Biblia que sólo estas doctrinas. Procure balancear sus mensajes de
modo que al cabo de un año, habrá predicado sobre todas las doctrinas básicas de la
fe cristiana.
2. Usar de toda clase de textos bíblicos. El predicador debe predicar de toda la Biblia, no
solamente de los Salmos o de los Evangelios. Si queremos tener un ministerio
fructífero debemos estar buscando los “tesoros escondidos” de toda la Biblia y
prepararlos para presentarlos a nuestra congregación.
El Predicador debe usar todos estos tipos de mensajes, pero el más provechoso es el
sermón expositivo. Cuesta más la preparación, pero es de mayor beneficio tanto al predicador
como a los oyentes.
39. PLANEANDO LA PREDICACIÓN
Una de las principales razones por qué hay tanta monotonía y falta de cualidad en muchos
púlpitos es por falta de tener un plan. Uno de los pasos más saludables que un predicador
puede tomar es dedicarse a la proyección de un plan definido para su ministerio desde el
púlpito.
Una de las grandes tragedias del púlpito es que muchos predican sin tener un plan, y
esperan que en el momento el Señor les dará lo que deben decir. Pero ni el Señor, ni el
Espíritu Santo puede honrar la pereza. Algunos alegan que un plan estorba la dirección del
Espíritu Santo. Pero esto es lejos de la verdad. El Espíritu Santo no está limitado a dirigir al
predicador sólo está haciendo su plan de predicación.
2. Escriba una proyección de mensajes: Al principio será mejor limitarse a un plazo corto,
como de un mes. Después de tener un poco de experiencia puede proyectar el plan
para dos meses o para el trimestre. No está fuera de orden pensar al fin en una
proyección anual. Al escribir su proyección tenga presente los siguientes puntos:
a. Revise los sermones que ha predicado durante los últimos tres meses. Esto
evitará que siga una rutina o que predique del mismo tema.
b. Tenga presente que los mensajes deben abarcar todas las doctrinas y los
propósitos de la predicación cristiana.
c. Tome en cuentas los eventos especiales en el calendario, como “Día de la
Madre”, “Día de la Biblia”, “Día del Haber”. Así podrá incluir en su plan algo
apropiado para ese día.
d. Considere la posibilidad de una serie de mensajes sobre algún libro de la
Biblia, o sobre algún tema de importancia. La serie basada en un libro o
epístola es de muy grande beneficio.
Después de los asuntos tratados en las últimas lecciones, algún estudiante podría sentirse
amedrentado o cohibido, pensando que es demasiado difícil predicar bien. Recuerde, sin
embargo, que esas recomendaciones sirven únicamente para MEJORAR lo bueno que ya tiene
en el llamamiento que ha recibido del Señor a predicar su Palabra.
Las cosas que recomendamos procurar, son muy útiles y por ello es bueno tomarlas muy en
cuenta para mayor eficacia de nuestro ministerio y para lo gloria del Señor. Pero lo más
esencial es la preparación espiritual, como lo expresa el gran predicador Carlos H. Spurgeon
cuando dice: “Jesús dijo, la vida es más que el alimento y el cuerpo que el vestido”. Del mismo
modo, la parte espiritual del mensaje es más que esos detalles. Predicadores correctos en sus
maneras pueden ser muy pobres espiritualmente en el contenido del sermón; y predicadores
con muchos defectos de expresión han sido grandes profetas del Señor. Pero si es posible,
procuremos lograr lo mejor uniendo a lo esencial lo que es auxiliar.