SEIBOLD, Jorge R. - Dios Habita en La Ciudad

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DIOS HABITA EN LA CIUDAD*

Aportes de Aparecida para una nueva Pastoral Urbana


en Amrica Latina y el Caribe
Jorge R. Seibold S.J.
No cabe duda de que la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, que acaba de finalizar a fines de mayo ltimo, ha sido a juzgar por la opinin de la
mayora de sus participantes y observadores un verdadero acontecimiento eclesial fruto del
Espritu1. Toca ahora a las Iglesias locales de toda esta extensa regin del Pueblo de Dios
que es Latinoamrica y el Caribe tratar de extraer de ello las mejores consecuencias.
No se trata para ello de empearse en llevar a la prctica lo dicho o lo recomendado
en el Documento final de Aparecida, como si l fuera un catlogo o una agenda de cosas a
emprender. Esa actitud sera desconocer el verdadero mensaje que hoy nos comunica
Aparecida. Aunque parezca mentira Aparecida ensea ms por el tono, que por el
contenido, que en algunas de sus partes no deja de ser rico y substancioso. Un tono de
fraternidad en las diferencias, que privilegia ms el dilogo y el encuentro, que la ruptura y
la divisin. Un tono que invita a reconocer la vida del Espritu que anim no solo a los
participantes de Aparecida que sesionaban en el subsuelo de la Baslica, sino tambin al
pueblo fiel, que haca resonar su plegaria en el Templo, acompaados por la madre de
Aparecida, que fue madre de todos.
Este Congreso Internacional de Pastoral Urbana, que tiene por ttulo Dios habita en
la Ciudad, tuvo ya por ello en Aparecida su primera manifestacin. En verdad Dios
habit en esos das en Aparecida y lo hizo con mucho signos y seales, como un nuevo
Pentecosts, como para hacernos comprender a todos que Dios tambin habita en
nuestras Ciudades de Amrica Latina y del Caribe. Afirmados en esta evidencia de fe
quizs podamos ahora con el fervor del Espritu vivir como discpulos y anunciar como
misioneros esta Buena Noticia de Jess a todos nuestros conciudadanos, para que
nuestros Pueblos en l tengan Vida, tal como lo dice el Lema de la Conferencia.
El Documento conclusivo de Aparecida (DA)2 da a la Pastoral Urbana, como
luego veremos en su detalle, un tratamiento que puede decirse privilegiado en relacin a
otros temas. Hasta tal punto que muchos pastoralistas urbanos de Amrica Latina y el
Caribe se vieron gratamente sorprendidos cuando se encontraron con esos textos. A decir
verdad el Documento de Sntesis(DS)3, previo a Aparecida dejaba mucho que desear en
cuanto a la Pastoral Urbana.
El documento Sntesis tena fundamentalmente dos menciones al tema. Una se
hallaba en la primera parte del documento dedicada al ver (DS 68). Es un breve
diagnstico sobre la problemtica que hoy enfrentan las grandes ciudades en Amrica
*

Conferencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Pastoral Urbana Dios habita en la Ciudad
realizado en Mxico del 6 al 9 de agosto de 2007 y organizado por las Universidades: J.Gutemberg de
Alemania e Intercontinental, Iberoamericana y Pontificia de Mxico.
1
Cfr. Carlos Galli, Aparecida Un nuevo Pentecosts en Amrica Latina y el Caribe? Una primera lectura
entre la pertenencia y el horizonte. Revista Criterio, Julio, 2007.
2
Nosotros citaremos la edicin publicada por La Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, Primera
Edicin, agosto de 2007, segn la numeracin lateral de sus prrafos.
3
Cfr. SNTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
Celam, Bogot, 2007. Daremos como referencia de los textos los nmeros de cada uno de los prrafos,
precedidas de la sigla DS (Documento de Sntesis).

Latina y el Caribe. Es una sntesis muy bien hecha, donde se contiene justamente la
expresin que preside este Congreso Dios habita en la ciudad (DS 68 inicio). Pero la
segunda mencin del tema que se halla en la tercera parte del Documento dedicada al
obrar (DS 343) era realmente muy pobre al lado de toda la problemtica que en apretada
sntesis haba insinuado el n 68. E incluso mucho ms pobre que lo dicho quince aos atrs
por la IV Conferencia de Santo Domingo al referirse a la Pastoral Urbana (cfr. Documento
de Santo Domingo, nn. 255-262). Gracias a Dios el Documento final de Aparecida suple
con creces esas deficiencias del Documento de Sntesis y nos aporta un rico material que
vamos a analizar en el contexto de esta conferencia.
Para ello nos ha parecido bien dividir esta conferencia en tres momentos donde
trataremos diversos aportes de Aparecida. En el primero trataremos de visualizar en una
perspectiva ms teolgica y espiritual el Misterio de Dios que habita en la Ciudad. En el
segundo momento veremos la compleja trama cultural y social con la que se entretejen y se
conforman nuestras actuales ciudades latinoamericanas y caribeas. Finalmente en el tercer
momento presentaremos las lneas fundamentales de lo que podramos llamar el nuevo
paradigma o, para decirlo con las mismas palabras del Documento final, la nueva
pastoral urbana (DA 517 inicio) que nos propone Aparecida.

1.- El Misterio de Dios en la Ciudad


Antes de hablar de Pastoral Urbana es necesario detenerse a contemplar el Misterio
de Dios que habita en la Ciudad. El documento de Aparecida nos ayuda a contemplarlo
cuando nos invita a dejarnos iluminar por la fe. Ella nos ensea que Dios vive en la
ciudad, en medio de sus alegras, anhelos y esperanzas, como tambin en sus dolores y
sufrimientos (DA 514 inicio). No se trata de una contemplacin pura de Dios, sino de una
contemplacin donde Dios se muestra en las mltiples experiencias humanas que pasan por
la ciudad, tanto las que llenan de alegra y gozo, como las que sumen en la angustia a sus
habitantes. Tampoco las sombras de la vida citadina como son la violencia, pobreza,
individualismo y exclusin pueden impedirnos que busquemos y contemplemos al Dios
de la vida tambin en los ambientes urbanos (Ibid.). El Dios de la vida est tambin all
donde ella es negada. l es el samaritano que sostiene a las vctimas, que lava sus heridas y
las unge con aceite. Cuando uno lo hace por su prjimo el mismo Seor se hace all
presente. Pero an todava se hace ms presente en los lugares de libertad y oportunidad,
que brindan las ciudades a las personas para interactuar y convivir con ellasy
experimentar vnculos de fraternidad, solidaridad y universalidad (Ibid.). En las ciudades
somos invitados constantemente a caminar siempre ms al encuentro del otro, convivir
con el diferente, aceptarlo y ser aceptado por l (Ibid.).
Este movimiento de acercamiento ciudadano es el mismo movimiento por el que
Dios se hace manifiesto en medio de la Ciudad. Por eso el n 534 nos plantea en un
hermoso texto bblico sacado del Apocalipsis el proyecto de Dios, que no es otro que la
Ciudad Santa, la nueva Jerusaln, que baja del cielo, junto a Dios, engalanada como
una novia que se adorna para su esposo, que es la tienda de campaa que Dios ha
instalado entre los hombres. Acampar con ellos; ellos sern su Pueblo y Dios mismo
estar con ellos. Enjugar las lgrimas de sus ojos y no habr ya muerte ni luto, ni llanto,
ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido (Ap.21,2-4). Y este proyecto de Dios
2

no tendr cumplimiento slo al final de los tiempos, sino ya desde ahora est en obra,
realizndose en Jesucristo y en la historia humana. La Ciudad se hace as smbolo del
Pueblo de Dios reunido y congregado por el mismo Dios que habita en su seno.
Esta perspectiva de un Dios que habita en su Pueblo y de un Pueblo que se siente en
Dios ser retomada en el Documento de Aparecida de un modo muy peculiar y original
cuando se hable de la religiosidad popular o piedad popular (DA 258-265). El Papa
Benedicto recalc la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de
los pueblos latinoamericanos(DI 1) y la presenta como el precioso tesoro de la Iglesia
Catlica en Amrica Latina (Ibid, DA 258). En una importante seccin ubicada en el
captulo 6 de la Primera Parte del Documento de Aparecida se habla de los valores de esta
religiosidad popular confirmando lo ya dicho en otros Documentos eclesiales como la
Evangelii Nuntiandi (EN 48) y el Documento de Puebla (DP 444) (cfr. DA 258).
Pero el Documento conclusivo de Aparecida da todava un nuevo paso en avance, en
relacin a Puebla y a Santo Domingo, cuando a esta religiosidad popular la designa con
el nombre de espiritualidad popular (DA, 263) y todava ms cuando la llama mstica
popular (DA 262 fin) fin). Aqu la expresin espiritualidad est tomada en sentido
fuerte y se refiere al impulso del Espritu, a su potencia de vida que moviliza y
transfigura todas las dimensiones de la existencia (DA 284). El Documento final de
Aparecida es el primer Documento de Iglesia que de un modo expreso le otorga a la
religiosidad vivida por nuestro pueblo fiel y sencillo el carcter de espiritualidad
popular e incluso mucho ms al darle el nombre de mstica popular. Esta nueva
caracterizacin es de vital importancia para comprender mejor el tema de Dios habita en la
Ciudad. El fenmeno de la religiosidad popular no es algo privativo de los medios
rurales, sino que pertenece con igual derecho al medio citadino y que, adems no est
reservado slo a unos pocos, sino que est destinado a ser vivida por todo el pueblo de
Dios.
Durante mucho tiempo nos hemos acostumbrado a ver el fenmeno mstico o las
experiencias que brotan de ese contexto como circunscrito a determinadas personas que
haban recibido de parte de Dios gracias excepcionales, como una Santa Teresa de vila, un
San Juan de la Cruz, un San Francisco, un San Ignacio, y muchos otros, que no solo
vivieron con Dios profundas experiencias espirituales y msticas, sino que tambin legaron
a sus discpulos muchas de esas gracias que conformaron diversos estilos particulares de
seguimiento de Jesucristo, dentro de la nica tradicin Cristiana y a las que se denomin
espiritualidades. As hoy hablamos de espiritualidad carmelitana, que sigue los caminos
de Teresa y San Juan de la Cruz, espiritualidad franciscana, que sigue los caminos de San
Francisco, la espiritualidad ignaciana que sigue los caminos de San Ignacio y as de otras.
Todas estas espiritualidades son caminos en el Espritu, y no se comprenden sin la
presencia y actuacin del Espritu. Por extensin ese nombre se ha extendido para designar
a diversas espiritualidades vividas por movimientos de laicos y consagrados que viven y
trabajan con diversas vocaciones en la Iglesia de hoy. Pero cuando se trataba del pueblo en
su vida religiosa no se hablaba as. Ms bien se hablaba de prcticas religiosas, de
piedad popular o a lo ms de religiosidad popular, que el pueblo sencillo poda
practicar. Con lo cual, si bien se reconocan y se admitan estas prcticas piadosas como
era rezar el Rosario o realizar una peregrinacin, sin embargo se deslizaba en muchos un
cierto prejuicio que ubicaba a esta religiosidad como de segunda categora al atribursele
un modo de realizacin meramente exterior. El Documento final de Aparecida revierte este
juicio y nos invita a ver ms en profundidad lo que sucede en el corazn de estos creyentes
3

populares cuando son movidos por el Espritu de Dios. Por eso el documento habla de una
verdadera y genuina espiritualidad popular y ms an todava de una mstica popular.
El Documento de Aparecida lo dice expresamente: No podemos devaluar la espiritualidad
popular, o considerarla un modo secundario de la vida cristiana, porque sera olvidar el
primado de la accin del Espritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios (DA 263
inicio).
Esta vida espiritual profunda de nuestro catolicismo popular Latinoamericano y
Caribeo puede ser avalado a lo largo de su amplia geografa y de su ya multisecular
historia. El Documento de Aparecida lo expresa bellamente y de una manera muy sinttica.
Nosotros invitamos al lector a que lo saboree en ese rico apartado del prrafo 6.1.3 titulado
La piedad popular como espacio de encuentro con Jesucristo (DA 258-265). Nosotros
extenderemos nuestra mira espacial y temporalmente para presentar en apretada sntesis
algunos de los signos ms caractersticos de esa profunda vida en el Espritu que vive
nuestro pueblo sencillo y humilde4.
Uno de esos signos es la irrupcin del Misterio de Dios en la vida de esos fieles,
como le ocurri al indiecito Juan Diego en los albores de la evangelizacin americana al
recibir la visita de la Virgen de Guadalupe en el montecillo del Tepeyac en Mxico. La
Virgen lo introduce en el Misterio Divino de su Hijo Jesucristo por quien se vive y de su
Designio de Salvacin, del cual Juan Diego ser un humilde servidor. Pero esta irrupcin
de Dios por medio de la Virgen y el ministerio de Juan Diego, dar sus frutos y prolongar
sus efectos a travs del tiempo. Alcanz no slo a los indgenas, que se convertan a la
nueva fe, sino tambin a los mismos espaoles y, luego, a los criollos y mestizos que
asumieron en aquellas tierras el compromiso de vivir en sus vidas la Buena Noticia del
Reino de Dios. Y todava hoy ese Cdigo Divino, que es la imagen de Ntra. Sra. de
Guadalupe, estampada en la tilma de Juan Diego, sigue irrumpiendo en el alma de miles
y miles de devotos, que se acercan a su Santuario del Tepeyac para venerarla y recibir de
ella a su divino Hijo por quien tienen vida.
Los numerosos Santuarios en Amrica Latina y el Caribe, consagrados a la Virgen
en sus diversas advocaciones, al Seor en sus diversos misterios y a los Santos, son lugares
excepcionales donde los fieles muestran las expresiones ms ricas de sus devociones
populares. En ellas pueden encontrarse muchos rasgos de vida mstica. As su profundo
silencio ex ttico que los hace presentes ante la imagen viva de su devocin, casi sin
musitar palabras y slo acompaados por algunos cirios ardientes y de alguna ofrenda
puesta a los pies de la imagen, que hablan por ellos mismos. Todo ello con un despojo total
de s y de entrega incondicional a Dios. mbito sagrado que slo habla de amor, pero no
en abstracto, sino ligado a necesidades vitales, angustias, temores, encuentros y
desencuentros, rupturas, tanto propias como ajenas. Todo el marco de una vida llena de
realizaciones y tambin de conflictividades est all. Y todo esto fluye en medio del silencio
exterior y suele terminar con alguna oracin vocal y algn gesto de ternura que los fieles
expresan cuando se acercan a la imagen para tocarla y besarla, como para sellar la
despedida. Gestos msticos del toque y del beso, que expresan la unidad del afecto y
de la cercana, que unen a los creyentes con la Divinidad, la Virgen y los Santos. Todo ello
hace que la mstica popular pueda ser caracterizada mejor por su carcter familiar, que
por su carcter nupcial. Y esto no disminuye en nada la radicalidad del Amor que los
fieles tienen para con Dios, pero que tambin sienten por sus prjimos, ms all de sus
4

Para mayores detalles vase nuestro trabajo La Mstica Popular, Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C.,
Mxico, 2006.

relaciones de parentesco. Con ello los fieles de nuestro pueblo no hacen otra cosa que
responder al llamado de Cristo en la ltima Cena: mense los unos a los otros como yo los
he amado (Jn. 15,12). Y este llamado de Cristo es para todos y no solo para que lo vivan
algunos o un pequeo grupo de discpulos. Es el precepto fundamental que preside la vida
mstica de los fieles. De este modo las comunidades fraternas que entretejen con el Amor la
vida de la Ciudad alimentan los espacios donde Dios habita en el corazn de sus fieles.
Pero tambin en la vida cotidiana suelen los fieles sentir la presencia de Dios de
un modo peculiar. As lo confiesan cuando dicen: Lo siento a Dios muy dentro mo y
sealan con la mano el pecho para mostrar el lugar del toque. Otras veces confiesan vivir
verdaderas experiencias trinitarias, sintindose inclinados a adorar a las diversas Personas
Divinas segn lo que el Espritu les comunica. Y esto con mucho sentimiento y calor
interior a semejanza de Santa Rosa de Lima, esa santa laica Limea, que vivi a fines del
siglo XVI y comienzos del XVII en la Lima Virreinal. Rosa vivi una mstica propiamente
popular. Cuando se le pregunt, qu experiencia de Dios tena, respondi: Que luego le
vena al alma y al corazn un calor sobrenatural suavsimo, con una fragancia de rayos de
gloria, al alma y al interior sensitivo, que siempre le pareca que iba en aumento5. Estas
experiencias ntimas de Dios muestran cmo tambin Dios habita en lo profundo de la
ciudad de los hombres.
Pero esta familiaridad con las personas divinas, tan propias de la religiosidad
popular, se transmite tambin a las relaciones que los fieles mantienen tambin con la
naturaleza, a la que muchos viven como un Misterio Divino en el cual estn insertos. Por
eso deben respetarla y cuidarla. Profundo sentido ecolgico que muchos de nuestros
contemporneos lamentablemente han perdido. Nuestras grandes Ciudades
Latinoamericanas y Caribeas al reducir sus espacios pblicos, sus parques y lugares de
esparcimiento al aire libre, han ido cerrando ms y ms el camino a la contemplacin de la
naturaleza. Como le suceda a aquella seora del interior del pas, que al tener que vivir en
un pequeo cuarto alquilado de una gran ciudad, se senta en el interior de su pieza como
ahogada y extraaba aquellas noches en su tierra natal, cuando dorma en un amplio
camastro en el medio del patio de su casa rural, acompaada y cubierta por las hermosas
estrellas que relucan sobre ella en la noche.
Pero la ciudad tambin tiene tambin otros estrangulamientos que ponen en
entredicho la habitacionalidad de Dios en medio de la Urbe. Muchos deben pasar en la
ciudad por situaciones muy extremas de vida y de sobrevivencia. En tales pruebas los
creyentes acuden a su fe, que les es fuente de nuevas energas para enfrentar todos los
desafos y adversidades. Sin embargo a veces las pruebas son tan duras y dolorosas que
hasta el mismo Dios parece ausentarse y hasta desaparecer. Son las noches oscuras,
de las que hablaban los msticos, y que ahora hacen suyas los ms humildes, aquellos que
no tienen nada ni nadie en quien confiar. Son estas situaciones donde todo parece zozobrar.
Donde no se hace pie, sino en s mismo y en su irreductible precariedad, que slo espera el
momento menos pensado para derrumbarse y desaparecer. Es en esas trgicas
circunstancias, que brota como gesto mstico extremo, aquel mismo grito que profiri
Cristo en la Cruz: Dios mo, Dios mo, porque me has abandonado?! (Mc. 15,34). Y
esta situacin extrema, en la que podra pensarse de que Dios est ausente, es, sin embargo,
la ms plena de las experiencias msticas, porque proferida esa exclamacin en el ms cruel
desamparo humano, surge sin embargo desde ese mismo desamparo la voz del Espritu, que
5

Cfr. Fr. Pedro de Loaysa O.P,, Vida de Santa Rosa de Lima, Lima, 1965, p.40)

clama a Dios por boca de sus fieles, como ms de una vez lo hizo por la boca de Cristo. Tal
es el misterio profundo de un Dios que ha optado por vivir en la comunidad humana de la
Ciudad y que la sostiene hasta en sus ms grandes pruebas y falencias.
La V Conferencia de los Obispos de Amrica latina y el Caribe al reconocer en el
seno y en el corazn de nuestros pueblos la presencia de una espiritualidad popular y
hasta de una mstica popular invita a los Pastores a cuidarla y a cultivarla como uno de
sus tesoros predilectos. Pero la presencia de Dios o el habitar de Dios no se reduce a estar
circunscrito a los valores y experiencias que cultiva el pueblo de Dios en sus dimensiones
meramente religiosas. Lo religioso desborda y asume toda la realidad, especialmente las
realidades sociales, culturales, polticas, econmicas, etc. Estas realidades tambin tienen
que significar claramente que Dios habita en la Ciudad. Esto nos invitar a adentrarnos en la
trama social y cultural de la Ciudad. Y nos ayudar a ver mejor cules son los grandes
desafos que las ciudades latinoamericanas y caribeas hoy le presentan a la Pastoral urbana
que veremos, ms adelante, en un tercer momento.
2.- La trama social y cultural de la Ciudad.
El captulo 2, titulado Mirada de los discpulos misioneros sobre la realidad, del
Documento conclusivo de Aparecida, nos da en una gran visin las principales
caractersticas que presenta la realidad Latinoamericana y Caribea en un amplio ver que
interpela a nuestros ojos de discpulos y misioneros en orden, luego, a bosquejar la Misin
y la Tarea Pastoral. La realidad Latinoamericana y Caribea es analizada en diferentes y
sucesivos tpicos, donde se examinan diversas situaciones como son la sociocultural, la
econmica, la socio-poltica, y se plantean diversos problemas como son la
biodiversidad, la ecologa, las regiones de la Amazonia y de la Antrtida.
Finalmente se trata la problemtica de los pueblos indgenas y de los afroamericanos.
Nosotros no haremos un anlisis detallado de estos apartados, por dems interesantes, ya
que nos apartara demasiado del anlisis y de los conflictos que se dan en el entramado
urbano. Sin embargo todo eso tiene mucho que ver con las ciudades y las problemticas que
all se despliegan. La ciudad se ha vuelto una realidad global y al mismo tiempo muy
particular. Al entrar en cualquier ciudad Latinoamericana o Caribea inmediatamente
experimentamos la extraa sensacin de estar ante algo muy conocido por pertenecer a la
cultura global, que nos envuelve a todos, y al mismo tiempo nos encontramos con algo muy
distinto por su pertenencia a su cultura propia y autctona, muy distinta de la del visitante.
Como lo dice muy bien el documento de Aparecida en su captulo 10 dedicado a la Pastoral
Urbana: Las grandes ciudades son laboratorios de esa cultura contempornea y plural
(DA 509 fin).
Lo que ms nos interesa ahora destacar es la hibridacin cultural que es un
fenmeno fundamental en nuestras ciudades, como bien lo ha planteado Garca Canclini 6.
En esta lnea el Documento de Aparecida trae una breve y concisa descripcin de lo que
son nuestras ciudades Latinoamericanas y Caribeas al decir: La cultura urbana es
hbrida, dinmica y cambiante, pues amalgama mltiples formas, valores y estilos de vida,
y afecta a todas las colectividades. La cultura suburbana es fruto de grandes migraciones
de su poblacin en su mayora pobre, que se estableci alrededor de las ciudades en los
6

Cfr.N. Garca Canclini, Culturas hbridas. Estrategias para salir de la modernidad, Sudamericana, Buenos
aires, 1992.

cinturones de miseria. En estas culturas los problemas de identidad y pertenencia,


relacin, espacio vital y hogar son cada vez ms complejos (DAP 58).
Por tanto podemos decir que nuestras ciudades son realidades multiculturales lo
cual no significa solamente que estn conformadas por diversos colectivos o mosaicos
culturales, sino, adems, que ellos mismos tambin se hallan constituidos en su identidad u
hostigados por otras realidades culturales que los interpenetran o que al menos los
circundan dentro de un mismo marco citadino. Hoy es bastante comn observar en nuestras
grandes ciudades que muchos de nuestros citadinos estn conformados por un imaginario
hbrido, que no quiere decir indeferenciado, donde pueden detectarse en una misma
persona rasgos tradicionales, modernos y posmodernos7. Es por esta razn que ahora
nos proponemos presentar en apretada sntesis un anlisis de lo que se entiende hoy por
multiculturalidad y sus diferentes interpretaciones8. Creemos que este anlisis puede
ayudarnos a comprender la complejidad de nuestras urbes Latinoamericanas y Caribeas y
por ende a esbozar mejor los desafos que hoy le plantea la Ciudad a nuestra pastoral
urbana.
Partimos de un hecho, evidente a nuestros ojos y comprobado fehacientemente por
las Ciencias sociales y antropolgicas, que nuestras sociedades y por consiguiente tambin
nuestras ciudades Latinoamericanas y Caribeas son multiculturales. Como una primera
aproximacin podramos definir una sociedad multicultural como una sociedad donde
conviven variadas formas de culturas que interaccionan entre si de muy variados modos.
Como lo dice el Documento de Aparecida la cultura en su comprensin ms extensa
representa el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relacin
con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una
existencia plenamente humana (DA 476). Pero esta cultura no es la misma para diversos
colectivos sociales. As en un mismo espacio pueden darse diversas culturas. El
Documento de Aparecida reconoce la variedad de estas formas culturales al decir: la
riqueza y la diversidad cultural de los pueblos de Amrica Latina y El Caribe resultan
evidentes. Existen en nuestra regin diversas culturas indgenas, afro americanas,
mestizas, campesinas, urbanas y suburbanas (DA 56). Y un poco ms adelante agrega:
estas culturas son dinmicas y estn en interaccin permanente entre s y con las
diferentes propuestas culturales (DA 57 fin). No se trata de diferencias meramente
raciales, sino tambin de diferencias de estratos sociales, de relaciones econmicas, de
gnero, lingsticas, polticas, culturales, religiosas, etc.
Puede decirse que hay prcticamente unanimidad al juzgar el fenmeno
multicultural, salvadas cuestiones empricas, que siempre sern infinitas e imposibles de
sujetar bajo un denominador comn. Pero muy diversa cuestin es la interpretacin de este
fenmeno multicultural. Aqu hay variadas posiciones9. Nosotros sealaremos las tres
que nos parecen las ms importantes en la actualidad.
A la primera la designamos con el nombre de multiculturalismo etnocentrista o
simplemente Monoculturalismo. La segunda es el as llamado Multiculturalismo liberal
y la tercera es el Multiculturalismo intercultural o ms simplemente Interculturalidad.
7

Sobre las tres componentes del Imaginario Social Urbano, la tradicional, la moderna y la posmoderna, vase
nuestro trabajo Pastoral Comunitaria Urbana. Desafos, propuestas, tensiones., Stromata 57, (Enero-junio
2001), p.52 y ss. .
8
Vase nuestro trabajo: La interculturalidad como desafo. Una mirada filosfica., Stromata 62 (2006)
211-226.
9
Cfr. J.L. Kinchiloe, S.R. Steinberg, Repensar el Mulkticulturalismo, Octaedro, Barcelona, 1999.

Esbocemos brevemente sus principales caractersticas, dejando para la bibliografa


especializada, que es mucha, los detalles y pormenores. Lo substancial del
Monoculturalismo etnocentrista es afirmar en el multiculturalismo la existencia de
variadas culturas, pero al mismo tiempo afirma la primaca de una de ellas, de tal manera
que esta sera hegemnica en relacin a las restantes. Esta afirmacin justificara su rol
etnocentrista y asimilador de las restantes culturas. Su tendencia la lleva a negar la
variedad cultural y a presentarse como la expresin definitiva de una nica cultura, la que
ser claramente dominante. Las polticas que se derivan de esta interpretacin etnocentrista
son las que dirigen actualmente las polticas inmigratorias de muchos pases de centro, que
al no poder impedir las inmigraciones, les imponen situaciones de acomodacin claramente
asimilacionistas. Igualmente esta interpretacin etnocentrista del multiculturalismo
dirige en el mismo sentido polticas educativas en orden a absorber e incluir a las
nuevas poblaciones recin llegadas del extranjero a esos pases.
El Multiculturalismo liberal tiene otra estrategia ante la diversidad. No niega la
diversidad, ni trata de asimilarla a s, como lo pretenda el multiculturalismo
etnocentrista. Pero su lenguaje es el de las igualdades. Se inspira en la Declaracin
de los Derechos Humanos que proclama la igualdad de todo hombre ante la ley, la
igualdad del hombre y la mujer, la igualdad de las razas y la igualdad de las
oportunidades. Pero por all corre el peligro de ser fuertemente encubridor al estar
afectado de un daltonismo que no le permite ver las tremendas desigualdades con que en
la realidad se configuran los colectivos sociales. Tiene en su boca cuestiones de tica y
democracia, pero es ciego para ver las causas profundas que marcan la desigualdad de los
pueblos y las estructuras de poder que las provocan. Para este liberalismo los pueblos y las
culturas tienen en principio el derecho de ser lo que son. Pero ms all de esta posicin
principista el Multiculturalismo liberal al igual que el etnocentrista al no poder
reducir lo Otro a lo Mismoo al no poder garantizar la coexistencia de los Otros con
lo Mismo, expresado por la sociedad liberal, termina por canonizar la hegemona del
mundo blanco y neocolonialista, actualizado ahora en esta poca de globalizacin por la
ideologa economicista neoliberal10.
Por su parte, el Multiculturalismo intercultural o simplemente la
Interculturalidad pone ms el acento en la importancia del contacto y el vnculo entre las
culturas diferentes, sin pretender ningn efecto asimilador tal como lo quera el
Multiculturalismo etnocentrista y sin buscar un igualitarismo ilustrado, tal como lo
intentaba el Multiculturalismo liberal, que olvidaba las reales diferencias que a veces
oponan a amplios sectores dentro de la sociedad y era ciego para ver las reales causas de
injusticia y postergacin que estaban en la razn de ser de las diferencias. La
Interculturalidad expresa ms bien una actitud de sincero dilogo en la diferencia
asumida por ambos dialogantes. En esta relacin dialgica se excluye la violencia como el
derecho del ms fuerte y se afirma una bsqueda paciente y perseverante de la justicia por
medios legtimos y pacficos.
Sin embargo, es necesario distinguir en esta Interculturalidad dos interpretaciones
que a veces se confunden. Una, ms funcional, es la Interculturalidad dbil, que busca
promover en los sectores interactuantes slo un dilogo y una actitud de tolerancia, pero sin
tocar las causas de las asimetras sociales, econmicas y culturales que oponen a los
10

Al respecto es interesante leer el reciente artculo de Francis Fukuyama El fin de la utopa multicultural,
ADN Cultura N 1, del peridico La Nacin (Buenos Aires) del sbado 11 de agosto de 2007, tambin en
Internet.

dialogantes. La otra interculturalidad es la fuerte y se la llama Interculturalidad crtica


porque busca ahondar las causas de las diferencias a fin de suprimirlas, si fuera posible, por
medios polticos no violentos. Por lo visto, ya se nota que el genuino dilogo intercultural
pasa por esta segunda posicin. Por eso el dilogo Intercultural fuerte debe desembocar
tarde o temprano en el anlisis y discusin de aquellas posiciones que imposibilitan un
acercamiento real.11
Esta actitud Intercultural no es una actitud meramente filosfica. Ella bien
comprendida puede adquirir una verdadera dimensin teolgica y espiritual. Nuestras
ciudades al ser realidades multiculturales exigen una pastoral de dilogo cultural a todos
los niveles. La Interculturalidad es una de sus posibilidades. Implementar en las ciudades
una Pastoral Urbana Intercultural es una de los nuevos retos de la Iglesia en la Ciudad12.
3.- Hacia un nuevo paradigma de la Pastoral Urbana segn el Documento conclusivo
de Aparecida.
La seccin dedicada a la Pastoral Urbana en el Documento de Aparecida abarca
unos once densos y ricos prrafos (DA 509-519) que ahora vamos a presentar. En las
diferentes redacciones del Documento final se fue perfilando el contenido, la forma,
como as tambin la ubicacin de esta singular seccin. Ser motivo de estudios
posteriores estudiar en su detalle sus sucesivas redacciones. Muchos de los materiales que
hoy contiene este texto ya estaban en la primera redaccin del Documento final de
Aparecida del 24 de mayo. Pero all no estaban todava organizados y formaban parte de un
amplsimo captulo 7 titulado La misin de los discpulos misioneros. En una segunda
redaccin, la del 28 de mayo, adquieren la forma tripartita, siguiendo el esquema del ver,
juzgar y obrar. Y se desglosan del captulo 7 y comienzan a tener mbito propio en un
captulo 8 titulado: Algunos mbitos y prioridades de la Misin de los discpulos. Recin
en la tercera redaccin del 30 de mayo alcanzar esta seccin a tener el contenido, la forma
y el lugar definitivo, que hoy tiene, al incorporarse al captulo 10 titulado ahora Nuestros
Pueblos y la Cultura. La cuarta y ltima redaccin del Documento ya sobre el final de
Aparecida no aportar ninguna otra modificacin del texto.
El texto La Pastoral Urbana, como decamos arriba, encontr finalmente su lugar
natural en este ltimo captulo 10 del Documento final de Aparecida dedicado a Nuestros
Pueblos y la Cultura. De sus once prrafos los cuatro primeros (DA 509-512) estn
dedicados a ver la realidad de nuestras ciudades, en su enorme complejidad cultural y
ciudadana. Los cuatro segundos (DA 513-516) nos permiten juzgar en profundidad esa
realidad a la luz de la fe. Y finalmente los tres ltimos nos permiten esbozar una estrategia
del obrar pastoral tanto para la ciudad (DA 517-518), como para el campo (DA 519).
Dado que en los prrafos anteriores ya hemos analizado suficientemente el
Misterio de la ciudad y la Trama cultural y social que la entreteje, vamos a dedicarnos
ahora a analizar los dos prrafos dedicados a lo que el Documento llama nueva pastoral
urbana (DA 517 inicio).
Estos dos prrafos 217 y 218 son los ms analticos de todo el Documento, ya que
se subdividen en una cantidad muy grande de subndices. Conviene, primero, leerlos
11

Vase F. Tubino, La interculturalidad crtica como proyecto tico-poltico conferencia pronunciado en el


Encuentro continental de educadores agustinos, Lima, 24-28 de febrero de 2005, en Internet.
12
Vase J. Tapuerca, La Interculturalidad, nuevo reto a la iglesia, Alternativas (Julio-diciembre 2006), Ao
13, N 32, Managua, Nicaragua, pp.123-144.

lentamente. Nosotros aqu slo haremos algunas breves reflexiones sobre aspectos que son
particularmente interesantes y tambin sobre otros que no dejan de ser importantes, aunque
no se lo haya tratado explcitamente. Vayamos, pues, al texto.
El Documento reconoce y agradece el trabajo que se realiza en muchas ciudades de
Amrica Latina y el Caribe en relacin a la Pastoral Urbana. Sin ese trabajo pionero no se
hubiera podido avanzar hacia una nueva pastoral urbana, que la V Conferencia
propone y recomienda (DA 217).
Este nuevo paradigma rompe abiertamente con el anterior paradigma basado en la
divisin territorial de tipo parroquial y centrada en el Templo. El nuevo paradigma parte
de la urbe, que es el nuevo templo de Dios. En este nuevo paradigma no desaparecen
las parroquias, pero s deben transformarse en comunidad de comunidades (DA 517,
e). En este sentido Aparecida descentra la Iglesia del Templo y busca las races vivas de lo
comunitario en niveles ms bsicos y si se quiere ms familiares, donde sea posible el
reconocimiento y encuentro personal y comunitario. Aqu aparece sin nombrarla la
Pastoral Urbana Intercultural. En este sentido reafirma las experiencias realizadas en
muchas ciudades de Amrica Latina y el Caribe desde los aos 60 cuando comenzaron a
establecerse otras comunidades como las as llamadas Comunidades eclesiales de base
(DA 178-180) o las as tambin llamadas, a semejanza de las primeras comunidades
cristianas, Iglesias de casa donde esta expresin recubre una variedad muy grande de
formas de vida comunitaria13. Algunas de estas formas, las as llamadas comunidades
ambientales, trasvasan los lmites parroquiales y alcanzan dimensiones
supraparroquiales y diocesanas (DA 517, f). Pero ms all de sus formas y de sus
espacios propios lo importante en estas nuevas comunidades de vida es que en todas ellas
se viva y se testimonie la proclamacin de la Palabra o Kerigma, la celebracin de
los Misterios que la habitan o Liturgia, y la comunin fraterna y el servicio o
Diakonia (DA 517, g).
La ciudad va a exigir a esta nueva Pastoral Urbana una atencin muy especial de
acogida tanto a los que llegan a la ciudad como a los que viven en ella en una
amplia variedad de modalidades (DA 517, i). Un cuidado muy especial se ha de brindar al
mundo del sufrimiento urbano como son todos aquellos que se hallan cados a lo largo
del camino: los que se encuentran en los hospitales, los encarcelados, excluidos, los
adictos a las drogas y tambin se debe tener cuidado de los habitantes de las nuevas
periferias, en las nuevas urbanizaciones. No debe tampoco olvidarse a las familias que,
desintegradas, conviven de hecho (DA 517, j).
El prrafo 518 baja ahora su mirada de la misin, a los agentes de la misin. A
los que ve como discpulos y misioneros. Esto va a exigir de todos ellos un estilo
pastoral adecuado a la realidad urbana (DA 518, a). Es el tema de la inculturacin, que
no puede estar ausente y menos en la ciudad, que es una realidad altamente multicultural.
Para poder anunciar una Palabra con sentido ser necesario primero apropiarse del lenguaje
y de la simblica de los habitantes de la ciudad. Pero todo ello no brota de una Babel,
donde los lenguajes se entremezclan y los significados se pervierten. Es necesario superar
el caos citadino, con su multitud de sonidos alternativos, a fin de reencontrar el
cosmos, que slo se da en un Pentecosts donde la multiplicidad de los lenguajes
permite la visualizacin del Anuncio y la actualizacin del Sentido14.
13

Sobre las Iglesias de casa vase el excelente trabajo del P. Benjamn Bravo, Cmo revitalizar la
parroquia? , Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., Mxico, 2005.

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Pero esta obra del Espritu requiere tambin un plan de pastoral orgnico y
articulado a fin de integrar en un proyecto comn a las Parroquias, comunidades de vida
consagrada, pequeas comunidades, movimientos e instituciones que inciden en la ciudad
y que su objetivo sea llegar al conjunto de la ciudad (DA 518, b). Incluso en ciudades
muy grandes donde existen varias Dicesis ser necesario que este plan sea un plan
interdiocesano (Ibid.). El prrafo no especifica cmo debe hacerse este Plan, pero su
contexto muestra con evidencia que no podr ser confeccionado de modo vertical, sin la
participacin de todos los agentes. Este Plan deber atender no slo a los nuevos desafos
que hoy plantea la ciudad, sino tambin deber cuidar de la formacin y acompaamiento
de laicos y laicas que, influyendo en los centros de opinin, se organicen entre s y puedan
ser asesores para toda la accin eclesial (DA 518, k). Formacin que tambin debe
extenderse a la formacin pastoral de los futuros presbteros y agentes de pastoral
capaces de responder a los nuevos retos de la cultura urbana (DA 518, o). La Misin de
la ciudad exige cuidado del crecimiento de los discpulos misioneros.
Conclusin
La V Conferencia Episcopal de Aparecida ha sido un gran acontecimiento eclesial y
nos ha dejado su Documento, para que leyndolo con Espritu podamos apropiarnos de lo
que realmente nos quiere transmitir. Su enseanza sobre Pastoral Urbana tal como lo hemos
visto ha sido rica y sapiente. Nos toca ahora a las Iglesias de Amrica Latina y el Caribe
asumir sus enseanzas y transformarlas en nuevas experiencias de Pastoral Urbana. El
misterio de Dios, que habita en la ciudad nos alienta para que llevemos adelante su obra.
No es tarea exclusivamente nuestra. l lleva siempre la iniciativa. La realidad espiritual y
mstica de nuestro pueblo fiel nos invita a identificarnos con Cristo, que es Camino,
Verdad y Vida (Jn 14,6), a apropiarnos de esa su Vida, la que nos trae del Padre, al
decirnos: He venido para que todos tengan Vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10).
Aparecida plantea as con nueva fuerza un nuevo desafo para la Pastoral Urbana en todas
nuestras ciudades de Amrica Latina y el Caribe. Ojal que acompaados y alentados por
su Espritu, como discpulos misioneros, podamos responder a este nuevo reto.

14

Sobre la teora del caos aplicada la pastoral Urbana vase el trabajo pionero del Espacio de Pastoral
Urbana de Mxico titulado La urbe reta a la Iglesia , Ediciones Dabar, Mxico, D.F., 1998.

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