Punta Karaja. Cuentos de Fútbol.
Punta Karaja. Cuentos de Fútbol.
Punta Karaja. Cuentos de Fútbol.
Snchez;
Gimnez, Cabrera, Bas, Granada;
Rodrguez, Heilborn, Romn;
Pueblo, Duarte y Viveros.
Punta araja
Cuentos de ftbol
Los autores
Primera edicin
junio 2012
Asuncin del Paraguay
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Pitazo inicial
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El enganche Cresencio Pueblo se ayuda de poderes paranormales para jugar hacia adelante el difcil juego de la memoria.
En la delantera, Rolando Duarte Mussi es quirrgico, incisivo,
calculador, lastima defensas con sensibilidad de puntero. Por
ltimo, Javier Viveros hace con variedad de recursos la gambeta indescifrable que acaba, inevitablemente, en la sonrisa.
Queda tan solo iniciar el partido y que las pginas sean
los minutos que en su devenir puedan darte alguna diversin,
rbitro lector.
Arsenio amand,
autor de l Punta araja como una de las bellas artes.
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Los cuentos
David Snchez
El Pjaro Campana
Poco antes de abordar el avin que llevar a la seleccin nacional rumbo a un nuevo mundial, hablamos con uno de los
protagonistas de esta nueva hazaa de la Albirroja, me reero
al conocidsimo y querido Pjaro Campana.
Pjaro Campana, ests a minutos nada ms de partir para
Alemania, me imagino que contento por la clasicacin y por
haber sido una vez ms el amuleto de la suerte que acompa
a la seleccin durante toda la eliminatoria... y ahora de vuelta
con la esperanza puesta en llegar lo ms lejos posible en este
nuevo mundial... Pjaro...
Si, si, Alberto, as es...
Quers enviar algn saludo, supongo que a toda la teleaudiencia del pas que te est viendo en vivo y en directo, tambin est aqu tu familia que vino a despedirte en el aeropuerto... y seguro que quers aprovechar para agradecer sobre
todo a los dirigentes... eh... y a tus auspiciantes que siempre
apoyaron este sueo tuyo...
Si, as mismo es...
Bueno Pjaro, buen viaje, buena suerte y a seguir alentando a la seleccin como el hincha nmero uno, qu digo,
como smbolo de la patria!... Fuerza!
Gracias!, gracias!, viva Paraguay!
Entrevista: Alberto Mister
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demostr que Pjaro no tuvo nada que ver con el asalto que
se registr a media cuadra de donde lo detuvieron mientras
orinaba por un rbol. No fue l el campana que alert a los
malvivientes de la presencia policial en la zona. Este tipo de
confusiones nos puede pasar hasta a los mejores, se disculp
un cana. El consulado se encarg de los trmites y l, en realidad, nunca se enter del trasfondo de la cuestin. Lo soltaron
sin ms explicaciones. Afuera yo lo estaba esperando. El Pjaro Campana no solo recuper su libertad, porque ese da, en su
mirada pude reconocer cierto recuperado orgullo.
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Damin Cabrera
Terreno de juego
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Los animales pasan. Su presencia es, raras veces, una aparicin notoria. En el pastizal, ligeramente, vibrar de lminas.
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Su desplazamiento haba llegado a trmino ventajoso, y el
sueo de las nales cobraba forma de promesa. Todo eso pasado aos de sus primeras incursiones en el campo; y en las
carpas transitorias, en las losas y en los ranchos del lugar de
dnde provena el crack, las radios coincidan a la hora del
descanso, teniendo por momento de unidad el elogio de sus
fuerzas sin desgaste.
Era el contento solicitado luego de la invasin de langostas. Y aunque al respecto se guardaba el mayor recaudo, todos
intuan que el corolario sera ms bien mbre; y mejores cosechas.
Esperaban.
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El vaco se abre en el pastizal como un estornudo cortando el
silencio. Norberto cava con la azada pequeos surcos formando cuadrilteros, circunferencias y semicircunferencias. Hubo
un momento en el que la seguridad de la empresa haba sido
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Elegir el lugar fue lo ms fcil. Haba una supercie llana junto al humedal, que tena por lmites la ruta internacional al
Sur, el asentamiento al Este, el sojal, los bosques y una olera
abandonada, alrededor.
Primero fueron las llamas, y se alejaron un poco porque el
viento quera extenderlas hacia el bosque. Mucho despus vinieron las primeras corpidas; pero el pasto se extenda muerto
y hubo que carpir cuidando que no quedara ningn trozo de
raz que pudiera lastimar sus pies.
Los primeros juegos fueron los ms tortuosos, pero el goce,
la satisfaccin provocada por la labor que se realiza con esfuerzo, fue el motor que aplanara la tierra.
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Una vez cesado el fuego, caminar entre las cenizas es un trabajo; puesto que una regin aparentemente ilesa puede ocultar
un inerno interior ardiendo perezoso.
Fueron a cortar unos palos para los arcos, y en el camino
miraban el suelo, porque ser vistos andar por ah sin pudor
alguno empezaba a ser una molestia que preferan evitar. Pero
el trnsito fue silencioso y nadie se vio inclinado a recurrir
a la intimidacin o cosa ms consistente como reaccin a
amenaza.
Cuando Norberto hundi el hacha, perdi el equilibrio y
cay de espaldas, vomitando su almuerzo. Era algo habitual
desde que se haban instalado, pero lo mismo a todos les dio
mucho asco. Ellos rieron. l.
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A la edad de ocho aos, Norberto se hallaba cazando alimaas para luego distraerse dndoles muerte, pero un mal
clculo le acab los pies.
Por eso Norberto es el eterno arquero. Con los muones
anclados a la tierra, realiza la tapada ms curiosa que jams se
haya visto en el potrero.
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Norberto tom las culebras con un palo y las arroj. A las
brasas, donde desaparecieron instantneamente, como hundindose en un mar de lava.
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Nadie, como l, aplaude las llegadas de su dios a la meta. l se
hunde las manos entre las piernas haciendo el chaj chaj de un
mortero, ana el odo con cara de imbcil y luego salta sobre
sus muones cuando su hroe naliza el ataque.
Este ao su devocin ha sido nica, y alguno piensa que
en su espera no hay lugar para que las derrotas se inscriban
quietamente y le siente.
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La gente registra el espacio por un rato. Todo parece tener la
lamentable calma de los entierros. Algo zumba, menos de lo
esperado afuera, menos de lo que se quera, y algn petardo
taladra disconforme la noche. Algunos olvidan lo que hacen
cuando beben, y otros quieren olvidar lo que hacen cuando
beben. Se ha perdido. Pero todo pasa al olvido. Pero todo...
l: No.
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Humberto Bas
Putus Versus
eoras y eores: hoy andaremos por una senda estrecha,
pero que puede llevarnos a una vasta perspectiva.
Sigmund Freud
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One&One (ya hablaremos de ellas). Participbamos individualmente yendo a las marchas, comprando revistas, aportando
para los encuentros de mujeres, congresos sobre el aborto y/o
Sida, festivales y marchas del orgullo lgbt cuando se haca en
la capital. En nuestra ciudad jams se podra realizar una cosa
as, pensbamos entonces. Algunos de los nuestros escuchaban
a Kenny G, Enya y toda la basura cltica, otros, los ms cultivados, a Andrea Vollenweider, Pat Metheny y Bola de Nieve.
Leamos todo Puig y Villordo, a Lezama Lima y Perlongher,
Barthes y Sarduy y a la primera Mara Elena Walsh, a la segunda la descartamos por menemista; Fassbinder era nuestro
cineasta de cabecera y Querelle nuestra bandera de identidad...
pero todos queramos tener el sarcasmo ldico de Oscar Wilde
sin pagar lo que pag l por su bravuconada verbo-genital.
Y estbamos los once deca, en nuestro crculo de siempre.
Tambin otros grupos. Las mencionadas Trolas en el rincn
ms oscuro charlaban como si estuvieran conspirando. De
vez en cuando miradas vidriadas se dirigan hacia nosotros y
nosotros las esquivbamos como si fueran dardos acusatorios.
Detrs de las Trolas, las Maricas jugaban a embocarse mans y
festejaban sus aciertos con grititos que dinamitaban nuestros
odos. Al borde de la pista las Travas gesticulaban en play back
Lost in love de Air Supply en completa elevacin romntica.
Daban la impresin de haberse juramentado suicidarse con
efecto domin si antes que concluyera el tema no atravesaba
la puerta el amor de sus respectivas vidas. Haba ms gente
dispersa en la barra del fondo; un par de Bi y un tro de Swin
que intercambiaban fotos y anlisis de sangre al amparo de la
penumbra sicodlica, y los dos aburridos patovicas que como
siempre, terminarn templando la espalda de algunos de los
nuestros a cambio de unos mangos.
Y nada ms.
Discurramos
One&One era nuestro hbitat, o como deca el Hilacha,
nuestro ecosistema. Aqu diferentes subespecies sexuales convivamos en un equilibrio precario y dinmico, compitiendo y
cooperando por celos y necesidad. Flor de Otoo prefera lla-
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marlo nuestro Templo. Templo de ser, templo donde comulgbamos nuestra fe particular sin molestar a nadie y sin que
nadie nos moleste; espacio de fantasa y plenitud donde abandonbamos los luises y migueles de nuestros nombres y los
ingenieros y arquitectos de nuestros ttulos nobiliarios para
ser simplemente virutas, rculas, or de otoos o cantimpalo.
En One&One podamos sentarnos, tomar, charlar, bailar y besarnos sin que el estpido anonadamiento en el rostro de los
mataputos nos convierta en un espectculo sobrenatural.
Cada noche caan de a tres o de a cinco heteros. Nunca de
los nuncas, solos. Los delataba una especie de temor sepulcral
en sus andares. Caminaban como si acabaran de entrar a un
museo de rarezas. Trataban de no rozar a nadie y si lo hacan se
disculpaban como si acabaran de tocar alto tan frgil y fungible
como una mariposa disecada. Disculpame, disculpame, fue absolutamente sin querer, y se sacudan la ropa. Para ellos ramos bichos infectocontagiosos que trasmitan la putez por contacto.
Al principio daban ganas de escupirles en el rostro todo el
desprecio que nos producan sus prejuicios. Pero con el tiempo nos fuimos acostumbrando a sus presencias. Los veamos
como soretes a la deriva de un desborde cloacal.
Esa noche el Hilacha discurra sobre la teora de que a las
Maricas no le gustaban La Pija. Nombraba La Pija como si
fuera una deidad universal que no toleraba el plural. No existen las pijas, existe La Pija; lean si no Ttem y Tab. Deca que
para ellas, para las Maricas, La Pija era un mal necesario, un
mal como lo fuera para sus madres que sin lugar a dudas eran
o fueron o son unas seoronas frgidas de las que ofrendaban
a Dios el sacricio de la cpula domstica. Para el Hilacha
estaba cientcamente comprobado que la frigidez maternal
produca mariconazgo en los hijos nicos, y deca hijos nicos
mirando a Flor de Otoo que era hijo nico de madre viuda.
La maledicencia del Hilacha no tena lmites. Siempre crey
que Flor de Otoo era ms marica que puto nada ms porque
sus ademanes eran amanerados. El Hilacha nos desafo a que
furamos hasta la mesa de las Maricas para hacer un censo in
situ para comprobar sus dichos. A que son todos hijos nicos.
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Nadie os aceptar el desafo por temor al ridculo, y porque se saba que todo aquello era una chanza, un simple
discurrir sobre lo que sea para espantar el tedio. Y el Hilacha,
inimputable y con la lengua caliente, prosegua su exposicin por el lado de que lo que ms quieren las Maricas del
ser mujer no es el ser hembras si no el rol social de ser mujer,
que es un rol histrico, y nadie entenda la diferencia entre
una y otra cosa, pero no importaba; aquello era una concierto verborrgico y atolondrado al que no habra que hacerle
preguntas y menos tratar de comprenderlo. Slo haba que
dejarse llevar, porque sino, afuera de sus palabras estaba el
retorno de la eterna ausente, La Pija, y mientras l hablaba
no pensbamos en ella, en La Pija, y entonces nos abandonamos, nos abandonbamos a su discurrir; ellas quieren ser
amas de casa, deca, extraan la servidumbre primordial de
sus madres, por eso son aniadas en eterno estado premenstrual; las Maricas, jetoneaba, las Maricas amigos, las Maricas
como idea se avienen mejor con el antiqusimo concepto
de Uranismo, una palabreja que invent Karl Heinrich Ulrich all por 1860 cuando aun no se usaba el trmino homosexual, y Karl Heinrich Ulrich no era homosexual sino
marica, no le gustaban los hombres; l era hijo nico y slo
quera ser como su mamita, y por eso deni al Uranismo
como anima muliebris in corpore virilis inclusa, o sea, alma de
mujer encerrado en el cuerpo de varn; y el cuerpo de varn,
amigos, el cuerpo de varn me trae a la memoria la otro teora que tena para hoy, lo que somos los Putos, o lo que los
Putos somos para las Maricas. Para ellas somos como agujeros negros, o marrn, para decirlo con ms precisin. S, los
Putos somos agujeros negros para quienes la luz de nuestras
vidas son porongas otando en el innito espacio interestelar: poronga que se acerca a nuestro horizonte de eventos,
poronga que va adentro.
Noo, noo, dijimos. No podamos darles crditos a esas que
estaban jugando a acertarse manicitos en sus bocas, gritando
como si hubieran ganado la medalla de oro de las olimpiadas
del boludeo.
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Ah comprendimos el fenmeno de las mujeres que invadan los estadios. No era el ftbol que desplegaban estos atos,
sus despliegues tcticos o sus exquisitos toques; eran sus culos
y sus torsos, las remeras emboquilladas en el cuello que acentuaban los plexos del pecho y aguzaban la punta de sus tetillas
como si vivieran en un constante ardor sexual; en el bulto
ya no se reparaba porque aquello haba quedado en la tosca
categora de lo cursi; ms bien era esa totalidad compleja y
ambidextra al que llamaban un metrosexual.
Y que llegaran ah, que vinieran a hacerse oler era el summum
de la malaleche. Bailaban y se rean entre ellos, hacan trencitos entre las mesas; exhiban impdicamente sus cada vez
ms abiertas camisas entre cuyos pliegos asomaban depilados
pectorales, cadenillas de oro, algunas engarzadas con anillos o
sortijas de compromisos, otros con discretas crucetitas con incrustaciones de brillantes, falsos o verdaderos uno ya no saba,
y como corolario, el smbolo de los smbolos de la ms nauseabunda mersada: el tatuaje en cuello que sobresala en una
supuesta y descuidada discrecin sobre el cuello de sus camisas.
Miren lo que no van a tener, miren lo que nunca van a tener. Mrennos,
idiotas, nunca van a gozar de todo esto que somos, escupan en nuestras narices. Postergamos todo anlisis crtico, suspendimos
apreciaciones porque estbamos pasmados de deseo objetual.
Nos quedamos mirndolos cmo no nos miraban. Nadie
hablaba porque hubiera sido mojar la lengua y los labios y
preferamos estar con la boca abierta, la lengua seca, la garganta resquebrajada para que la expectacin fuera ms sufrida
y plena. Los Galcticos devenidos Galancitos por ocurrencia
de alguien que logr musitar algo, seguan su libreto de locura. Cada vez se animaban ms. Se contoneaban remedando
grotescamente lo que para ellos eran nuestros pasos y gestos
y voces; fuera cumbia villera, hip hop, rave o cuarteto invariablemente aplicaban los pasitos de los Village People o los
superamanerados meneos de Locoma; quebradas de muecas,
pasitos cortos y gritos estridentes.
En otras circunstancias hubiramos dicho que esos no tenan la ms puta idea de lo que era ser puto. Unos miserables
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II
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No me disgustaba, pero le sobraba sentido. Estaba recargado de concepto. En sntesis, era muy intelectual y me pareca
que le faltaba algo sonoro que tuviera relacin con el odo popular. Una palabra que sintetizara lo que se espera del ftbol:
agresividad, potencia, virilidad y cuando pens en estas tres
cualidades sent que me saltaba sobre la cabeza el tigre de la
Shell, y dije:
Propongo Tigresias. Tigresias Ftbol Club.
No hubo qu, cmo, sino silencio.
Masticaron. Se cont hasta diez y se lleg a la conclusin
que s. Era ese. El Tigresias.
Tigresias Ftbol Club. Era la perfecta sntesis y brindamos.
Empezamos los entrenamientos. Es decir, el curso previo
para tener idea de la pelota y saber cmo era el asunto del
ftbol. Flor de Otoo ofreci a su chongo como tcnico, un
mozambiqueo que segn l, saba un tocazo de ftbol.
Lo cremos tcnico de ocio y result que su pantera de Mozambique era un mero vividor que lo que ms le atraa de los
Putos era que tuviramos DirecTV. Se la pasaba cogiendo, chupando cerveza y mirando ftbol. En el orden inverso, claro.
De cualquier modo, de nuestro mundo conocido era el ms
cercano a la idea de ftbol, y lo nombramos Entrenador.
Para estar a las alturas de la actualidad futbolstica lo bautizamos Chongo. Sonaba ms a Etoo.
Chongo manejaba mal su propio idioma. Su nica virtud
era la gestualidad y con mmicas nos fue adentrando al extrao mundo de las reglas del ftbol. Para nosotros fue como
estudiar el cdigo de Hammurabi en el dialecto original. Descubrimos que haba todo un mundo extrasimo, encerrado
en s mismo.
Nos ense lo que era una barrera, cundo, dnde y porqu
se pona y cuntos deban conformarla; el tiro de esquina y su
diferencia con los tiros libres y los tiros libres con los tiros penal. Cuestionamos porqu los tiros de esquinas se ejecutaban
con los pies y los saques laterales con las manos.
Cuestionar reglas, no, acatar reglas, s; nos responda en la
universal lengua de Tarzn.
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cuestin de transparencia deportiva. Pero era tal la expectativa social que se plantearon dos dilemas. Una, que la gente
no se quera perder ninguno de los dos partidos. No se haba
dividido la sociedad entre hinchas paisajistas o tigresiastas.
Antes bien ambos equipos ramos la sntesis de la conciliacin social.
Por otro lado no haba en la ciudad dos estadios con la
misma capacidad. Que un partido se jugara en el estadio ms
pequeo introducira, segn los directivos, una desventaja deportiva.
La salomnica solucin se lleg a travs de las monedas.
Se jugara en el mismo estadio, pero el orden de los partidos
sera sorteado. Nosotros estbamos de parabienes y perdimos
el sorteo, por lo que jugaramos el segundo encuentro.
Tigresias vs. Galcticos el partido del Siglo, aventuraban ya
los titulares sensacionalistas.
Recibimos esa coincidencia como un recordatorio divino.
Revivimos en toda su plenitud el origen y la razn del estar
ah: la venganza. La habamos olvidado engolosinados por
nuestra trascendencia social de rebote. Hicimos ejercicio de
memoria para retrotraernos a la noche de la irrupcin. Rememoramos cada gesto de los once Cristianos Ronaldos que
profanaron nuestro santuario de One&One. Dios era nuestra
ayudamemoria. Nos serva en bandeja la ocasin y el a su
costumbre, nos dejaba el libre alpedero.
La noche previa fue la de San Ignacio velando armas (para
comprender esta metfora ver la historia de San Ignacio de
Loyola). Todo pondramos al servicio de nuestra sacrosanta
venganza.
Pero, qu?
Algunas cuestiones adelantar, otras dejar para revelar durante el mismo partido.
A pedido del Hilacha, Chongo cay con un punga. Un ratero menor y muy conocido, que durante dos horas nos ense
diferentes pases de manos.
No alcanzamos a vislumbrar el objetivo de la pantera de
Mozambique.
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III
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social. Para ese entonces los Cristianos Ronaldos no nos seducan para nada, y ms bien los veamos como unas bolsas de
imbecilidad preformateada.
Millares de banderitas de la ciudad en las gradas. En el
palco ya estaban las autoridades. Debajo, en las plateas preferenciales, las familias importantes. En las plateas comunes los
nios y nias de los jardines y de las escuelas con sus insignias y estandartes, y delante de ellos, en el borde del campo
de juego, aquellos nios especiales en sillas de rueda. Y si algo
haca falta para que la gestualidad babosienta del melindre
social fuera pleno, Los Galcticos se acercaron a los nios
especiales para regalarles sus banderines, y la ovacin cerrada
de la concurrencia pareca la antesala del milagro por el cual,
cada uno de esos nios entraran a la cancha corriendo por
sus propios medios.
Empez el partido preliminar. Los Paisajistas contra Los
Otros. Los nervios crispaban a propios y ajenos, pues al nal del
primer tiempo Los Otros apenas ganaban diecinueve a cer0.
En los papeles y en los antecedentes de ese torneo, los Paisajistas eran mejores que nosotros. Por lo tanto, para Los Otros,
hasta ah, era un mal resultado.
Ya no se hablaba de cantidad si no de razn, promedio o
ndice. El ndice del primer partido era de un gol cada dos minutos. Los Galcticos estimaban que contra nosotros podran
llegar a un ndice de uno coma cinco; es decir, sesenta a cero.
Seguan las cataratas de goles de Los Otros mientras nosotros intentbamos planicar hasta el ltimo detalle de nuestra
estrategia. Ms que planicar, sobamos.
Sabamos que los primeros minutos iban a ser determinantes. Si pasaban 5 min sin que nos convirtieran un gol, la tasa
de goles se ira apretando, y con ese apriete vendran los nervios, y contra esos nervios entraramos a jugar nosotros.
Perfectamente vestidos con nuestro austero color verdecito,
que ms que nada era un gritito de esperanza, simulbamos
hacer precalentamiento a un costado de la cancha. Lo que
hacamos era evitar que los nervios nos acalambren antes de
empezar el partido. Al trotecito circular seguamos repasando
nuestro plan maestro de humillacin a Los Galcticos.
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Apenas ingresramos nos ubicaramos en semicrculo central, y nuestro arquero, como deba de ser, en la lejana del
rea chica. Los Galcticos seguramente se ubicarn segn sus
diferentes ocios. El arquero en su arco, los tres defensores
ocuparan la zona de la defensa para la fotografa panormica
ya que as mostrarn el dibujo tctico. No nos caban dudas
de que apenas el refer marque el inicio los tres defensores se
acoplarn a la ofensiva, como los dos mediocampistas de contencin y los otros dos de proyeccin o enganches creativos
como le llaman. As que en el crculo central solo tendran a
tres jugadores, los tres delanteros denidos, que estaran enfrentndose a nosotros antes del inicio.
A uno, a dos o a los tres de esos tenamos que anular antes
de empezar. El primero de todos tendra que ser el capitn
Cristiano Ronaldo I. Segn nuestras pesquisas era el nueve
de rea. De l se encargara nuestro capitn, El Hilacha. Tenamos que asegurarnos sacar nosotros, es decir, en el sorteo de cancha o pelota elegir lo que nadie elige: la pelota. El
nuestro que mover tendr que asegurarse que la pelota le
llegue limpia a El Hilacha. Los dems tendremos que marcar
o retener a como fuera a los otros para que no llegue ms que
Cristiano Ronaldo I a disputarle la pelota al Hilacha. El Hilacha la pisar de espaldas mirando hacia nuestro arco, como
si estuviera desorientado respecto al sentido de progresin
Tendr que aguantarse unos segundos los gritos de las gradas,
hacia el otro lado, hacia el otro lado, como si fuera una funcin
de tteres. Cristiano Ronaldo I que la ver servida a la pelota
se le acercar desde atrs con la idea de pellizcrsela, avanzar
unos metros y meter el primer gol y de paso batir el tiempo
rcord de cinco segundos Pero el Hilacha el aprendiz del
Morrudo girar del lado que Cristiano Ronaldo I encaraba, y
sobre el mismo giro mutar en el punga. Es decir, con eso de
que la mano es ms veloz que la mirada, le tocar los huevos
como si los sopesara para estimar peso y tamao, y en ese gesto estara casi inmolndose por la causa, ya que seguro, segursimo, y eso esperbamos, Cristiano Ronaldo I no tolerar la
afrenta pblica y le estampar una atronadora bofetada que lo
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el partido, nos van a descalicar, les habamos dicho. Qu importa el partido, importa la venganza y la venganza no tiene
porqu tener techo, nos decan. Nos sacudan y nos callaban
a fuerza de argumento. Como si fueran nuestro yo colectivo, soterrado y profundo, nos hicieron ver que nos habamos
engolosinado con la lgica del triunfo, que el sistema nos
haba captado de alguna manera con sus valores. Triunfar, no;
venganza, hermanos, decan las Trolas.
Las Maricas entraran vestidas con nueva indumentaria.
Traan recambio para nosotros. Se mezclaran. Todas y todos
fungiramos pantaloncitos tarantinis modelo 78, con las costuras que calaban los tajos de sus conchas postizas, rebatiendo
pliegues a uno y otro lado como si les hubieran abierto un
surco arado con bueyes, y en nosotros exaltaran los bultitos
indolentes de nuestros huevos. Huevitos. Los tajos laterales de
las pantaletas tarantinis se habran de abrir como un delta
hdrico y llegaran hasta las mismas cinturas que parecan
polleritas de chiroleras. Cuando los probamos camos en la
cuenta de que ponerse aquello era el salto nal del destape.
Nuestra salida pblica del placard. Y recordando a Thelma y
Louise en la escena nal, nos abrazamos: Putos, Trolas, Maricas y Travas:
Como Thelma y Louise!
Como Thelma y Louise! gritamos juramentados y cambiamos de ropa.
El primer abrazo Inter, Multi, Trans del que se tenga memoria en nuestra ciudad.
No terminaba all la estrategia de Las Maricas. El color de
las pantaletas y de las remeras ya no lucan el verdecito esperanzado, sino el tradicional rosado, un rosado color piel
con pintitas rojas esparcidas por todas partes, y en el pecho la
leyenda de nuestro amante auspiciante:
One&One.
Y estas pintitas?, habamos preguntado aturullados por
tanta osada.
Tenan que ser putos, nos respondi la Trola mayor, y tena
razn.
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Despus se dedicaron a ensearnos a remedar gestos maricas para que la actuacin del segundo tiempo fuera total. La
gestualidad era parte de la estrategia. Exprimimos de nuestras memorias los gestos ms grotescos con el que nos suelen
identicar. Queramos, bamos a ser el espejo deformante de
los prejuicios sociales. En el fondo, la nuestra, iba a ser una
misin pedaggica y edicante que llevara un poco de salud
mental a una sociedad de corazn podrido. Nos abrazaramos para festejar hasta un pase bien hecho. Correramos a
nuestros rivales como si estuviramos jugando a la mancha, y
ellos, pobres, pobres, ms que a la pelota, buscaran escapar de
nuestras manchas Sonar, toser, escupir catarros seran partes
de la puesta en escena Ya los veamos a los saltos tratando
de evitar nuestros euvios. La algaraba inicial se convertira
en silencio y luego en manotazos de los adultos tratando de
tapar los ojos de los nios, y de ah, la retirada como un desbande mientras nosotros administrando el tiempo llegaramos a la ltima jugada, remedando esa composicin que tanto
nos gusta a los Putos, la de los gansos que vuelan en V, una V
puntiaguda alrededor del Hilacha, y con los ancos cubiertos
avanzar hacia el arco rival Por sugerencia de Las Trolas que
sentan una fuerte aprensin contra todo lo que pareciera o
sugiriera penetracin, no caeramos en la tentacin de hacer
atravesar a la pelota el plano formado por los tres palos. Pasto
para los llogos, dejaramos la pelota sobre la lnea de demarcatoria.
El partido formalmente seguira o no. A saber qu har el
rbitro. Si formar parte de la chusma que hua despavorida,
sin dar el pitazo nal, lo que formalmente extendera el partido hasta un tiempo sin lmite, casi simbolizando que el dilema
no se resolvera en el momento Pero estaba cierto para nosotros que el festejo iba a ser el corolario de la consumacin
de una alianza, como dicen en la iglesia, nueva y eterna, con
un trencito festivo e irnico, con los obvios pasos que iran de
los quebradizos de los Village People, pasando por los smooth
contorneos de Locoma, y la coreo de Boys just wanna have
fun de Cindy Lauper Los chicos slo quieren divertirse, las
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Milady Gimnez
Offside
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mitan salir a perder el tiempo de esa manera. En pocas palabras, ella estaba viviendo una especie de adolescencia retardada. Su inclinacin hacia las reexiones y una resignacin
cnica de aceptar las cosas como vienen la haban llevado a
estudiar losofa. En su casa corra el concepto de que cualquier cosa que tuviera que ver con libros estaba bien y era de
provecho. Adems, su carrera de violinista pareca estar en
una etapa importante, desde pequea estudiaba violn, formaba parte de una orquesta de cmara, haba sido una buena
alumna en el colegio y an, tras cierto cinismo que la caracterizaba, crea ser divertida aunque no todos pudieran captar
su sentido del humor.
Esa noche en la que se conocieron Regina y Marcos fue
porque l haba sacado valor de quin sabe dnde para invitarle un trago. Ella vesta de negro y exhiba la imagen de
chica mala, que a pocos convenca, con un cigarrillo entre los
dedos. Su deambular por este tipo de estas era simplemente para ser la nota diferente, reexionar sobre la vida desde
la perspectiva de seres para ella no pensantes. Crea que
este tipo de actividades eran una estupidez, sumada a la mala
msica de moda, llena de pberes estndares, futuros adultos
comunes, ms la ridiculez de todo ese devenir hormonal que
se traduce en la exhibicin de atuendos acordes a la novedad
del momento: perodo de apareamiento con rituales iniciales.
Estar en onda, de qu se trataba eso? es lo que le atraa a esos
lugares. Tal vez quera, de cierta manera, asegurarse de que no
se haba perdido de nada importante en su recin acabada
adolescencia. Con veinte aos se supona un tanto adulta o al
menos superior a esos imberbes chicos y a rozagantes exponentes de gnero femenino que abandonaban su crislida de
infante al arbitrio de la testosterona y el estrgeno.
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ms distantes, se supona que ella debera tener palabras adecuadas para esta perspectiva ms lgubre de la vida, pero no
saba qu decir. Comieron una pizza y l aleg que deba irse
enseguida, que tena cosas que hacer muy temprano en la maana. Regina atin a disfrazar su compasin con un ademn
armativo y cuando Marcos le dio un beso de despedida ella
alcanz a pronunciar con sequedad la trillada frase de todo
lsofo principiante: Lo que no te mata te hace ms fuerte.
Esa noche Regina dormira confundida. Siempre haba
considerado al ftbol una trivialidad, a quienes lo practican,
simples monigotes guiados por un instinto de competencia
alimentado por variables tales como una acin absurdamente inmisericorde y mucho de infantilismo no superado por
los hombres y sus especiales testosteronas y sin embargo ahora crea ver algo ms all del simple relleno de orquesta que
crea adjudicarle al pendejito de los goles y a todo su entorno.
Regina llam a Marcos esa maana de domingo, a las siete
y treinta. l no respondi el telfono. Ella pens que el muchacho no tena ganas de hablar, que estara dormido, que tal
vez haba paliado sus penas jugando hasta el amanecer, ps2.
Medit y reconoci que nunca haba visto as a Marcos y que
tal vez el chico era ms sensible de lo que pareca. Repas el
rostro de ese Marcos abatido por la derrota, aplastado por las
crticas, por las miradas llenas de reproche de los acionados,
del entrenador. Crey conocer lo suciente al mozuelo que
en su candidez le dedicaba goles, le regalaba bombones y
ores, que se esmeraba en ser un gentleman y la trataba como
a una delicada dama como para percibir que algo lo haba
hecho cambiar desde aquel juego del primer fracaso. Record al jovencito con el semblante de ojos brillantes como de
dibujito de anime ilusionado, cuando apareci lleno de ese
optimismo que tanto la enfermaba, en el concierto, con su ridculo tuxido y su ramo de ores. Se senta mal por extraar a
ese nio tonto que poda llenarla de besos a pesar de detestar
su aliento a cigarrillo. Ayer todo haba cambiado, esa mirada
sesgada por un matiz de duda se haba instalado acaso para
siempre en Marcos.
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Nico Granada
La piada
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Juan Heilborn
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Las preguntas estpidas en esos momentos son como agarrones de camiseta, indeseables para ambos pero inevitables a
veces. Tuve que hacerla, no me quedaba otra manera de simular cierta indolencia sobre el hecho. Me disfrac de periodista
deportivo y le espet con mi mejor cara de idiota: Fue pio
penal? No vi bien la jugada.
Tard como para un saque de arco, ganando, en acusar recibo. Volte lentamente y me mir jo, midindome. Ote
luego hacia el arco del otro lado y dijo secamente: Claro que
s, atrosvai ningo chupe. Sus labios eran dos tiras de cuero
seco, las palabras le dolan al salir.
S, se escuch. Llegaste tarde. Tragu saliva, ahora deba
medir todo si quera acertar en algn momento. Pero tu lateral pio dnde se fue.
La estocada debi tocarle, amag girar de golpe, pero solo
lleg a salpicar pocas gotas de sudor hacia la derecha. Masticaba rabia, pero tambin calculaba qu deba responderme, si es que pensaba hacerlo. Lo dej solo, con los dedos
engarados por el alambre tejido. Ya tena lo que necesitaba
de l por el momento.
Mientras resolva mis pasos, el penal fue pateado, convertido y el pblico local celebraba que el diez Escobar trot cansinamente mirando de reojo, lo pate cruzado, parte interna
ni fuerte ni displicente; y que el arquero inclinado hacia el
palo derecho no tuvo nada que hacer. En realidad celebraron
que la red se movi, que es lo que importa en estos casos, casi
en todos los casos.
Al partido le quedaban pocos minutos, deba acelerar mis
pasos si quera sacar algo en claro. Ya el caso del heladero me
tena sin cuidado, la paga no consenta tanto esmero, menos
ante este agrante caso de injusticia hecha camiseta. Me alej
de los locales que entre gruidos y euforia se sentan ganadores.
Fui hacia los escasos hinchas visitantes, como treinta personas dispersas del lado opuesto de la cancha. El silencio solo
se quebraba con alguna maldicin. No haba tanto viento a
nuestras espaldas, pero pareca que los sonidos del partido no
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Antes de pararme con ellos, reviv la jugada, la maldita jugada en la que un all traidor pone el tablero en contra y sale
impune. El diez, que se encierra a la izquierda cuando puede,
y debe, salir hacia el medio; el siete, obtuso, que no lee lo que
pasa y se adelanta en un pique intil; el nueve voluntarioso
que se abre del lado equivocado; el once que trata de ofrecerse
sobre la lnea an en la imposibilidad del encierro; el seis abnegado que sale de apoyo a un jugador que no lo mira nunca;
el otro medio que sale a tientas, ni abre espacio ni se muestra.
Cuando se pierde la pelota, solo la impericia rival puede evitar
la tragedia. Los centrales, con msica de sacricio, salen a cortar lo que se pueda, el lateral del lado opuesto es una gurita
que solo se ve cuando est mal parado, tan mal parado como
hoy. Cuando todas las responsabilidades cayeron sobre l y
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Jazmn Rodrguez
Mi camiseta nmero 7
Cada vez que miro un partido de ftbol corro el riesgo de ponerme a llorar. Recuerdo el llanto de mi hermano, dos aos
menor, nuestra primera vez en una cancha. Sentados en las
incmodas y enormes gradas del estadio Defensores del Chaco, bien pegaditos, asustadsimos de tanto ruido, de tanto nervio, de ver a nuestro pap tan silencioso y a ratos gritando
muy enojado.
Si van a llorar no vienen ms! nos deca, mientras por
detrs se escuchaban los cnticos que aunque nos esforzramos mucho no logrbamos entender. Yo era la ms grande y
me morda las ganas de llorar, sobre todo al inicio de cada
juego, cuando el suelo pareca vibrar o moverse de tantas
bombas y gente saltando.
Siempre odi las banderas que constantemente tapaban mi
visual, y con los aos aprend a mirarlas con una especie de
recelo claustrofbico. Aunque debo admitir su utilidad en los
das de lluvia.
Vos quisiste venir, as que ahora aguntate sentenciaba
inmisericorde mi padre. Y yo tiritaba enrollada como una
oruga colorinche, azul y roja para ser exacta.
Mi ruptura nal con la ensea que representa al club de
mis amores se dio a los diez aos aproximadamente. Era una
larga jornada que inclua partidos dobles. El estadio estaba a
medio llenar y haba hinchas de Luque, Olimpia, Libertad y
Cerro. Al salir de la cancha iba contenta y feliz en el asiento
del copiloto, con la cabeza afuera de la ventanilla del coche
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y revoloteando orgullosa mi bandera azulgrana, cuando tuvimos la mala suerte de quedar atorados en el trco a unas
pocas cuadras y coincidir con un camin que transportaba
unos veinte o treinta hinchas de Sportivo Luqueo.
Met pues ya esa bandera mi hija! fueron las indicaciones tardas de mi pap, que llegaron a mis odos al mismo
tiempo que el aluvin de golpes en el techo del coche, producido por diferentes proyectiles que, como pude percatarme
despus, eran en su mayora latas vacas de cerveza. Creo que
este es el motivo por el que no tuve nunca ms una bandera
propia, aunque si me la prestan la sigo levantando con el mismo orgullo. Claro que con los sentidos mucho ms alerta.
Uno de mis primeros amores fue el nmero 7, que con su
larga melena ondulada, su embo rebelda y unas cuantas
sorpresas, me tena aplaudiendo y gritando como loca, entre
suspiros. Despus vinieron muchos otros, diferentes nmeros, diferentes colores y a medida que iba creciendo, crecan
tambin mis exigencias, por supuesto. Lstima que el ftbol
sea una eterna novela que cambia y cambia de protagonistas.
Para cuantos alcanzar mi admiracin y mi amor?
Debo admitir que en un principio lo mo con este deporte
era slo curiosidad. Quera entender aquello que transformaba a mi padre, a mis tos y primos, que fueron acoplndose
a nuestras excursiones futboleras, en expertos del manejo de
malas palabras a dos lenguas (espaol y guaran). Qu era lo
que haca que mi padre, un hombre correcto y tranquilo, a la
primera oportunidad me hiciera pasar corriendo, atravesar el
tejido que divida un sector ms econmico de otro ms caro,
viendo y siendo consciente de que, a lo lejos, hormigas azules
se organizaban en las para impedrnoslo?
Ya en plena adolescencia este deporte me enseaba que los
hombres (adems de mi hermano) tambin lloran, y no es que
fuesen todos llorones. De aquellas lgrimas derramadas por
miedo ya no quedaba nada, rpidamente se haban secado y
ahora se lloraba de tristeza, por el simple hecho de no haber
ganado.
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Hoy en pleno 2010 y a mis treinta aos me encuentro nuevamente evocando estos recuerdos. Mordindome por no llorar. Sintiendo el sinsabor en la boca y conteniendo la respiracin hasta que el rbitro, siempre vendido e hijodeputa, da
el pitido nal a otro Mundial. Ese nal que deja mi ilusin
rota, que me obliga a secarme las lgrimas con la manga de
mi casaca nmero 7 y pensar maldiciendo que cuatro aos es
mucho tiempo.
Tranquila mija vamos a estar mejor pa el prximo Mundial me dice con unas palmaditas mi padre, escondiendo
sus ojos llorosos.
En momentos as, insisto en que el ftbol es la peor novela en la que pude engancharme porque no termina, slo las
fechas, los nmeros y los personajes principales cambian y
cambian (Por poner un ejemplo, mi 7 es ahora el 10 de Lionel
Messi).
Sobre las tcticas y estrategias de este deporte espero me
perdonen, soy muy mujer y me aburren por lo que preero
no hablar. Puedo aconsejar al respecto a ciertos tcnicos que
les convendra ms jugar la quiniela o leer a Benedetti, qu
se yo.
Mientras yo seguir como siempre, gritando desde mis entraas un gol, enjugndome las lgrimas cuando el esfuerzo
amerite y esperando el golazo, ese que todos saben es diferente, ese que pienso festejar gritando y llorando como es costumbre, esperando lo disfrutes, entiendas y acompaes.
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ngulo
A la memoria de Peter Hanemann
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres s que la vida es triste.
Pablo Neruda
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Strahm se par en hipotenusa con la pelota. Los muchachos dejaron de respirar y cerraron la boca.
Creo que parte de la pelota pas la raya dijo.
Es gol! le respondieron a coro.
Pero parte de la pelota qued hacia afuera continu
Strahm.
Errzuriz volvi a entusiasmarse.
Es gol! Es gol! Carancho!
No estoy tan seguro dijo Strahm. Deberamos consultarlo con alguien.
En el cristalino aire estival, bajo un cielo sin nubes, las gradas de hierro y madera de pino se recortaban, vacas, alrededor de la cancha. Mientras iba hablando, Strahm diriga hacia
all su mirada, como si hablara para un pblico expectante.
Debemos ser objetivos en el juego, para que as nadie pueda
nunca tener algo que replicar. Habr que buscar un rbitro.
La sentencia crisp los msculos de los muchachos. La seriedad con que habl Strahm les impidi cualquier reaccin.
Tambin podramos tirar una moneda agreg, por ltimo, y se busc unos inexistentes bolsillos en el pantaloncito.
Como no encontr nada, mir con tensa splica a los muchachos.
Mejor miramos bien dijo Prez. Las pelotas entran o
no. No hay mitad.
Los muchachos se aglomeraron detrs de Strahm, dirigiendo todos sus sentidos hacia la pelota.
Es gol! Es gol! Se ve
Nadie le prest atencin a las palabras de Errzuriz.
La pelota segua clavada. Pareca haberse ablandado para
acomodarse mejor. Leyva, el mediocampista enano del equipo
de Strahm, empez a trepar las redes, con intencin de llegar
a la pelota. Fue enredndose como en una telaraa, por lo
que, completamente desorientado, termin clavado como una
mosca en medio del arco.
Se va a caer, el boludo! grit Errzuriz.
Apenas termin la frase, fue presa de una honda consternacin. Plido, se separ del grupo y camin hasta el punto
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De tanto rer, Leyva se desprendi de la red y cay de espaldas al csped. Gimi un ay! Y sigui riendo. La torre se
desmoron, pero Strahm y Prez amortiguaron la cada con el
cuerpo de Martnez, quien de la risa no sinti nada. Errzuriz,
Plinio y Mitre, llegaron corriendo hasta ellos.
Como unindose a la algaraba, la pelota se despeg del travesaos y el parante, dio un par de saltitos y continu rodando por la lnea de gol hasta chocar con el parante izquierdo; y
luego retrocedi hasta quedar justo en el medio del arco, sin
salir de la raya.
Roselln, el mudo, defensor del equipo de Prez, dijo:
Si la pateo afuera no es gol.
Pero los muchachos no respondieron, paralizados de terror.
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Crescencio Pueblo
rea chica
(o Maldonado gana el ttulo)
Llegamos tarde y tuvimos que ingresar a la Preferencia denominada Campeones de Lima, o Preferencia E, o Preferencia Norte. Vimos el partido desde la boca de entrada de
las Preferencias. El Defensores estaba lleno, llenito. De hecho,
Cerro Porteo haba casi llenado todos los partidos de las tres
ruedas del campeonato de la Liga Paraguaya de Ftbol (lpf o
Liga) del ao 1987. Recordemos que Cerro no haba logrado el
cetro desde 1977 y que la albirroja se acababa de presentar en
el mundial de Mxico 86 luego de 28 aos de ausencia en la
magna cita del ftbol. La participacin en Mxico 86 cal tan
hondo en el sentimiento nacional que los jugadores cantaron
una cancin, difundida por la tele en todos los hogares del
pas, en la que empezaban diciendo, en ritmo de marcha, llegamos al mundial/despus de tantos aos/ llevando nuestro
ftbol/ de toque y emocin1, en donde la ltima denicin
hablaba a las claras de los niveles de desborde emocional que
invadieron las mentes y los corazones albirrojos por ese entonces.
Con una mezcla de euforia y muchas dudas sobre la honorabilidad de varios jugadores teniendo en cuenta que nos
eliminamos contra Inglaterra perdiendo 3 a 0 y mucho se habl de que hubo sobornos y que varios jugadores se vinieron
a menos, entre ellos, el Gato Fernndez empez el Torneo de
la Primera Divisin de Honor, como se llamaba entonces, con
un Cerro Porteo vido de triunfos y en consecuencia contra1 http://goo.gl/y4Dtd
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El constructor de silencios
In memoriam .B.
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Nac en Campinas el 27 de marzo de 1921 y mor por primera vez el 16 de julio del cincuenta, hace ms de cuarenta aos,
desconozco la fecha de la otra muerte. Qu lejos estn los aos
de mi querido Ypiranga, de Tonico y Ses intentando componer una pelota con los trapos escamoteados a la viuda Dos
Reis; qu lejos aquellos aos de samba, de prcticas y juegos,
aquellos aos del Vasco, de tantos recuerdos lindos, qu lejos
se encuentran, tan lejos como la veloz mancha marrn que
veo cruzar al costado mientras estiro mis manos porque un
reejo de era me dice que debo pararla, que debo evitar que
esa esquiva forma redonda me empuje al otro lado, me empuje al lugar que an no era y que ahora es. Debo alcanzarla, lo
har, me faltan unos centmetros, no quiero revistas ni jogo do
bicho ni viejas que callar. Slo dos centmetros.
A m, que slo quera alcanzarla, acariciarla como a un viejo amigo, me sumi en la oscuridad de una condena sin tiempo, me transform en un constructor de silencios, granitos de
silencio, ladrillos, paredes, edicios, ciudades de slido silencio; tambin cambi la vida del que la pate: le dio la gloria.
La gloria se gasta con los das, la muerte se hace fuerte con
el transcurso de ellos. Esquiva mancha marrn. Una mancha,
eso, algo de dos dimensiones, inasible, impalpable, hasta hoy
mis manos te buscan Por qu no puedes unir al muerto con
el glorioso, tener un punto de inicio y otro de n? Dos puntos
de impacto, dos golpes que te transformen en un segmento
de recta nito, no la lnea interminable, impoluta, arco de un
crculo inmensurable.
La vez que llor al verlas, estaban sucias y torpes, nunca las
cubr con guantes, ellas adheran a la pelota de forma natural, las palmas se combaban buscando la conjuncin perfecta, siempre la alcanzaba, llagaba hasta los postes, poda ir un
poco ms all; cuando era Barbosa, cuando no slo viva sino
que era El Hombre, el mejor, el Campen de Amrica.
Campen, s, hasta la mancha marrn y su estela de viento,
viento silbante, de tormenta, de tormento, de noches de insomnio, de aos de insomnio, de alcohol, de litros de alcohol,
de calles, kilmetros y kilmetros nacidos de dos miserables
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Javier Viveros
Ftbol s.a.
Para Buba (q.e.p.d.) y para mi
hermano Milciades (el inmortal).
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Los martes y mircoles trabajamos fuertemente con el preparador fsico. Los jueves y viernes tenan siempre el trote,
nos daban ejercicios ms livianos, les hacemos trabajar menos
tiempo con las gimnasias, hacemos ftbol y nos suelen hacer
practicar con algunos artilugios, esquivaban obstculos a la
carrera, vamos driblando unos conos que ms parecen unas
balizas, patear tiros libres contra una barrera de madera, solamos adiestrarlos para sacar provecho de una pelota parada, cabeceamos los tiros de esquina lanzados por Acosta, ese
maldito es el dueo de las pelotas quietas, tiene un buen pie
derecho por eso lo dejo patear siempre, le doy bien con la cara
interna del botn y tambin con el empeine.
El entrenador nos hace practicar movimientos tcticos, yo
sola reunirlos ante mi pizarra de hierro y va moviendo unos
imanes coloreados tratando de explicarles su idea para encarar al equipo rival del domingo, jugadas que reproduciramos sobre el csped cuando enfrenten al enemigo, vos vas a
asxiarlo al lateral derecho porque por all tienen su salida, s
seor, como usted diga (Arvalos habla), Abente, quiero que
vos siempre te anticipes a ste (y el imn se despegaba de
la pizarra y volva a pegrsele), recuperes la pelota (como si
fuera tan sencillo), toques en corto y te desmarques para pasar al ataque, y Abente como usted mande, entrenador. Yo
codiciaba la cinta de capitn pero me guard de decirlo, juega
muy bien pero no tiene dotes de lder por eso no le otorgo la
capitana.
A veces bamos al gimnasio del club, yo haca mi rutina
de abdominales, levantaban pesas, necesitamos muchas ms
pesas, usted es el presidente del club, debera poder hacer algo,
veremos, no se apresure, veremos entrenador, djelo a mi cargo. Los sbados nos concentrbamos en las instalaciones del
club, el Sportivo Luqueo tiene la infraestructura para albergar cmodamente (ni tanto) a ms de un plantel de jugadores
(mentira), era la vspera del partido y sola ser un da muy
aburrido (cierto), se les notaba el tedio por todos los costados,
Aranda lea unas revistas, creo que eran Vanitas, leer mis
Caretas Magazine, otros jugadores vean la tele (Cinecanal),
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O Rei Sports, la empresa de Pel estaba gerenciando varios clubes de Sudamrica y al Sportivo Luqueo le toc en
suerte ser uno de ellos. Los del plantel quedamos un tanto
desconados en un principio, estbamos con la incertidumbre, queramos ver lo que pasara. Pero contra todo pronstico la cosa fue muy bien, al menos al principio. Cobrbamos
siempre a n de mes, recibamos los premios y las primas con
una puntualidad que desconocamos.
De Pel muchos dicen que fue el mejor jugador del mundo.
Mi viejo era uno de los que lo armaban. Yo, para contrariarle,
adhera a la corriente que otorga a Maradona ese ttulo.
Pel jug cuando los defensores no tenan idea de nada.
Cuando jugaba Maradona los zagueros ya estaban ms despiertos, haba evolucionado el ftbol, se haba profesionalizado. Adems, Maradona jug en Italia, donde a uno lo descomponen a patadas.
Eso sola decirle y el viejo me recordaba invariablemente
cosas acerca de ms de mil goles, y tres campeonatos mundiales ganados. Tambin me hablaba de una jugada magistral
hilada contra el arquero uruguayo Ladislao Mazurkiewicz y
un gran gol previo sombrerito al defensor sueco en alguna
lejana nal de campeonato mundial. Yo le escuchaba, tranquilo. Y despus arremeta con furia hablndole de la mojada
de oreja que signic aquel gol con la mano que hizo a los
ingleses en Mxico 86 y luego aquella verdadera joya que fue
su segundo gol en ese mismo partido, donde barri l solito
desde el crculo central a la mitad del equipo de la reina.
Nunca llegbamos a un acuerdo al respecto. Lo nico cierto
y real era que la empresa de Pel estaba gerenciando al club
cuyos colores nos tocaba defender a mis compaeros y a m.
l era nuestro jefe. Ahora ramos empleados de una empresa,
ramos casi ocinistas (marcbamos entrada y salida pero no
debamos llevar corbata). Era raro aquello de ser empleado del
que muchos consideran el mejor jugador que dio el ftbol.
Pel jams apareci por Luque. Comandaba la empresa un
hombre designado por l, un brasileo llamado Lucio Viega.
Era a la vez el presidente de la empresa y el director tcnico
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Todo, absolutamente todo estaba pensado. La idea era hacer un espectculo del equipo. Todo estaba guionado por ellos.
Tenamos coreografas grupales. En una, si el gol era el empate
de dos a dos de visitantes tenamos que ponernos en la india
y arrojarnos al unsono sobre el crculo central. Algunos de
los festejos eran francamente delirantes. Si alguien meta un
gol de apertura del marcador en calidad de visitante tenamos
que acudir rpidamente a la banca, ponernos unas capas y
representar una escena donde el que meti el gol se viste de
prncipe y conversa con dos de los que construyeron la jugada,
disfrazados stos de enterradores con todo y palas. Si alguien
marcaba un gol que era su hat-trick, su tripleta, tenamos que ir
los once a juntarnos con los del banco y aplaudir a la hinchada. Si uno de los muchachos marcaba un gol olmpico debamos organizar en el rea rival una pequea vuelta olmpica.
De locales tenamos que ir a hacer coreografas individuales o grupales frente al cartel del sponsor. De visitantes, como
no era seguro que hubiera carteles de nuestros auspiciantes, la
onda era ir frente a la cmara y hacer algn gesto que recordara a algn comercial de nuestros patrocinadores.
Hasta la hinchada haba entrado en el juego. La empresa
haba organizado una reunin con los jefes de la barra brava.
Y llegaron a un acuerdo (bondades de las entradas gratis y la
provisin de bomba y alcohol a cacharratas). Entonces, cada
domingo, se tenan cantos personalizados para dar aliento a
cada jugador. Era lo mximo escuchar a la mitad del estadio
corear tu nombre, hablar de tu mgica derecha o de la entrega
de gladiador o que pidieran para vos la seleccin nacional. Y
nos provocaba un sentimiento extrao saber que los que ahora cantaban para apoyarnos eran los que en varias ocasiones
nos haban insultado por los malos resultados, los mismos
que alguna vez visitaron el vestuario con nes poco amistosos, los mismos que rompan los parabrisas y sacaban el aire
de las cubiertas de nuestros autos. Pero era as, a todo uno se
acostumbra.
Todos, de repente, empezamos a tener motes o marcantes.
Yo era El escudo. A otro compaero le decan El elefante
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III
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(...)
El partido parece haber cado en un pozo. Los delanteros
estn absorbidos por la marca. Avanza el Deportivo Mbusu,
Otaz la lleva, dribla, la tiene atada, engancha, parece llevarla
cosida al botn izquierdo. Llega a la cabecera del rea, dispara,
la pelota impacta en un zaguero luqueo, el rebote lo toma un
jugador del Deportivo, remata de nuevo, el arquero despeja al
medio, Otaz toma el rebote y le entra con furia. Gooooool!
Qu digo gol? Gooo-laaaa-zo de media distancia. Otaz empareja el encuentro. Deportivo uno, Luqueo uno.
Notable la reaccin del Deportivo, rompieron de repente
la modorra del statu quo, al ritmo de Otaz, el recin ingresado,
el chiquiln, el cara sucia a quien no le pes la camiseta, s
seores, fue desparramando rivales en el csped y a su ritmo
se deshicieron de la legaa tediosa que los envolva, buscaron
la portera y tras una serie de rebotes Otaz tom la pelota y
deni con clase, como los dioses, con un inapelable zapatazo
desde fuera del rea.
(...)
Es el minuto nal, para mantener el resultado los luqueos montan una jaula de pjaro en el mediocampo, la meten
en el refrigerador. Y el rbitro marca el nal del primer tiempo del cotejo. Los jugadores se dirigen a los vestuarios para
or la charla tcnica. Durante la mayor parte del partido, el
cuadro luqueo ha dominado las acciones, jugando como si
estuviera en su estadio, en el Feliciano Cceres.
Efectivamente, lo veo muy mal al Deportivo Mbusu. Rifan
la pelota, estn all colgados del travesao, se mueven con
parsimonia, pasan el baln con displicencia, llevan las luces
apagadas. Se los ve cansados a los jugadores, parecen tener un
solo pulmn como M. Merlo. Aparte del gol de la paridad no
han dado absolutamente nada. El equipo no es tal, es ms bien
una sombra, para gracar el concepto dira que se muestra
como un montn de voluntades inconexas. A este ritmo y con
este empate transitorio, Arturo, los luqueos seguirn formando parte de la mxima categora del ftbol paraguayo.
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IV
Futbolsticamente no nos iba demasiado bien. Pero los resultados parecan no importar, al menos de las paredes del club
para adentro. Nosotros cobrbamos siempre a n de mes y la
empresa facturaba muchsimo en publicidad.
Yo haba podido comprarme una Nissan Terrano y empec
a salir con una de las modelos que haca ms ruido. Muchos
de los otros componentes del plantel tambin empezaron a
salir con modelos. Los que eran casados no salan con ellas,
simplemente las alquilaban por una noche.
Varios jugadores se vieron obligados a rmar su renuncia,
recibieron su liquidacin correspondiente, por no estar en
la lnea esttica de lo que pretende la empresa. Empezaron a
traer algunos jugadores extranjeros. La mayora de ellos eran
futbolistas que haban brillado en otra poca, pero ahora estaban ya viejos. Se convirti nuestro club en un verdadero
cementerio de elefantes, donde venan los grandes a enterrar
su carrera deportiva. Eso era algo nuevo para nosotros, que
trajeran jugadores buenos, lo usual era que vendieran al primero que levantara la cabeza medio milmetro por encima de
los dems, que lo vendieran rpidamente, al mejor postor. Eso
era lo normal, porque el mismo presidente del club era dueo
de la cha de muchos jugadores y haba empresarios-buitres
observando cada entrenamiento.
Los recin llegados eran jugadores viejos pero de gran tcnica y experiencia. Uno de los que trajeron fue un nmero
diez zurdo, Reconto, un jugador uruguayo que en otra poca
fue uno de los mejores del planeta. Tena un control de baln
verdaderamente envidiable. Y un cabezazo demoledor. Con
el ejrcito de extranjeros capitaneados por Reconto, ms la
legin de jugadores locales, nuestro equipo empez a ganar
los partidos.
Habamos vuelto a enamorar a la acin deportiva luquea. El merchandising era abrumador. Se vendan lapiceras auriazules, tazas, brjulas, camisetas, mochilas, llaveros con fotos
de los jugadores, termmetros. Inclusive se comercializaban
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voz. Yo haba trazado ya su perl psicolgico. Era un individuo aclimatado a las derrotas, acostumbrado a los naufragios,
alguien que apostaba siempre por los caballos perdedores y
para l era algo raro su presente de xito laboral y econmico. Le pareca un truco del destino, un engao, un castillo de
arena que el viento o algn gracioso derribara de repente de
un puntapi.
Una vez lo encontr en un karaoke. Estaba bebiendo y probablemente ebrio, al menos eso poda pensarse al observar la
cantidad de botellas en su solitaria mesa. Lo vi primero desde
la distancia, sin que el se percatara de mi presencia. Pidi el
micrfono y cant Um dia de domingo con la voz ms triste y
el portugus ms cercano al francs que escuch en mi vida.
Cuando termin fui a saludarlo:
Qu tal, entrenador?
Me estrech la mano y conversamos un rato. Siempre me
gust la Psicologa, durante mi casi concluido bachillerato fue
la materia que lleg a desagradarme menos. Luego de la conversacin que mantuve con el entrenador pude darme cuenta
de que conspiraba contra s mismo, de manera inconsciente
se saboteaba y por eso los repetidos fracasos. Y tambin pude
concluir que esta era una tregua nada ms, las multiplicadas
derrotas le daban un respiro, o l mismo se estaba dando un
respiro ahora. Pero eso pronto iba a cambiar, as lo pude intuir esa noche.
Por mi parte, yo me estaba cansando de ser un producto
y perder con tanta asiduidad. Acumulbamos siete derrotas,
dos victorias y cinco empates. A ese ritmo terminbamos ltimos en la tabla. Los partidos estaban casi siempre arreglados,
porque la estrategia que nos daba el entrenador era a veces
francamente perdedora. En ocasiones, casualmente contra
algunos equipos ms chicos, la tctica era como para salir a
aplastarlos. Era evidente que se vendan nuestros partidos y
los equipos grandes podan comprarlos, no as los clubes ms
pequeos. Un da decid azuzar a mis compaeros, nos reunimos y les coment mis ideas. El equipo que enfrentaramos
era un equipo que en el torneo interno arrasaba, tena ga-
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El equipo
David Snchez
Luque, 1980. Estudi Letras en la una pero en su vida laboral
est ms orientado al Trabajo Social. Este volante de contencin lleva el futbol en los genes, pues es nieto de Flix Nardelli,
back central del Sportivo Luqueo campen de 1953. Ha salido
indemne de mil batallas en el terreno de juego, donde se caracteriza por la garra que no hay razn para llamar espartana y sus no siempre necesarias barridas.
Damin Cabrera
Barrio Obrero, 1984. Public la coleccin de cuentos Sh... horas
de contar..., y las novelas Xiru y Wanderlust. En la primaria le declararon inepto para el ftbol; entonces no le qued otra que
sentarse a mirar, y de ah no se ha movido. Su nacimiento en
el Barrio Obrero fue accidental, pero cuando su pap le dijo
que era de Olimpia, l decidi ser de Cerro Porteo y matar al
padre. No juega para nada, pero los perros juegan futsal en su
casa, donde l puede sentarse a hacer lo que ms le gusta: mirar. En el Alto Paran ha colaborado con el club Mara Auxiliadora, aunque l siempre ha preferido el Palo Cruzado, ese
deporte subalterno. Su posicin preferida es en el arco, donde
siempre deja que le hagan goles; beneciando de esta manera
al equipo contrario, tan solidario que es.
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Humberto Bas
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San Ignacio, 1965. Naci en Yaguaracamecgua, territorio guaran al sur del ro Tebicuary anexado por el Paraguay en 1609.
Capitn del equipo de monaguillos (Cat. 9 aos) que en 1974
obtuvo el subcampeonato interparroquial. El fracaso de la
nal lo llev a dedicarse a la literatura y a la bsqueda de
la santidad. Public: La Culeada y otros Cruentos, Barcoborracho ediciones, Bs As, 2007; Pal, o el Extravo del Instinto Maternal, Barcoborracho, Bs As, 2007; El Superpalo, Edit. El Fracaso,
Neuqun, 2010. En preparacin como ghost writer, Todo lo que
Sabemos Sobre ftbol lo Aprendimos de Wikipedia, autobiografa
casi autorizada de Marcelo El Loco Bielsa y Gerardo Tata Martino;
y Nada Har Cambiar Mi Amor Por Ti, tributo lrico pre morten a
Sergio Denis. Actualmente preside la Fundacin que postula su
canonizacin como Primer Beato Homo Paraguayo.
Milady Gimnez
Asuncin, 1979. Licenciada en Letras y profesora de piano. Finaliz la Maestra en Lengua y Literatura por la una. En 2010,
el sello discogrco Blue Caps dio a conocer el disco Mborahu
andutimme que contiene polcas y guaranias de su autora. En
2011, public Rasgando Quimeras a travs de Editorial Arandur.
Sus conexiones con el mundo del ftbol surgen desde el sitio
que ocupara cualquier escptico de los deportes: una incierta
extraeza por el fenmeno que representa a nivel mundial;
aunque ltimamente ha podido mirar por tv, con cierto entusiasmo, algunos partidos.
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Nicols Granada
Asuncin, 1979. En sus primeros aos, pateando esfricos y
envases vacos de juguito, fue olimpista: su to le compraba
chipas con butifarra cada vez que le llevaba a la cancha. Poco
despus sus primos cerristas no queran jugar con l, de modo
que se cambi de club. Al nal, en los recreos jugaba con el
bando al que le faltasen jugadores. Era el clsico vendido. Sigue siendo. Juega de portero porque frustrar la satisfaccin del
deseo de gritar un gol y fotograar mentalmente la cara tiesa
de pelotudo que pone el delantero cuando lo falla no tiene
precio. Si lo mete le da igual, porque como ya se dijo es vendido. En ese sentido, pidi que De mi piel un robot haga origami,
en el ttulo de un libro con cuentos que dice haber escrito y
arm que el partido perfecto es aqul en el que ambos equipos tienen dieciocho ocasiones clarsimas de gol y termina
cero a cero, porque as el momento Kodak es unnime.
Juan Heilborn
Asuncin, 1977. Diseador grco y lateral izquierdo, ocasional tipgrafo y volante de contencin. Cerrista congnito, ha
ejecutado gran variedad de raptos de fragor y demencia con
inspirados improperios en la gradera norte. Su carrera literaria, adems, se despliega a lo ancho y largo de dos cuentos,
ambos en dudosas compilaciones. Protagonista de ninguna
pica futbolstica, juega de poste en ftbol 5, aunque recuerda
un par de partidos de Espaa 82 es incapaz de recitar de memoria ninguna formacin de casi ningn equipo.
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Jazmn Rodrguez
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Ever Romn
Mariscal Estigarribia, 1981. Ex-jugador de futbolito; ahora solo
tira sus pelotas y espera a ver qu pasa... Autor de Falsete (Barcoborracho, Buenos Aires 2008) y Osobuco (Pnico el Pnico,
Buenos Aires 2011). Tambin public en las antologas Anales
Urbanos (Ed. Arandur, 2007), Lluvia Negra, Asuncin T mata y
Neues vom Fluss, Jungue Literatur aus Argentinien, Uruguay und Paraguay (Lettrtage, 2010).
Crescencio Pueblo
Asuncin, 1977. Creci en el populoso barrio Pinoz. Su limitada destreza futbolstica lo ubic rpidamente al cuidado de los
tres postes, de lo contrario hubiese sobrado sistemticamente
en cada eleccin de jugadores para el partid diario. Padece
con amor y orgullo al club Libertad y asegura que la eleccin de club le quita al ftbol la irracionalidad que lo justica.
Fue miembro fundador del Club de Lectores del Alto Paran y
desde la Triple Frontera colabor de manera intermitente con
el desaparecido semanario cultural El Jakare. Chuta y piensa
con la zurda, aportando la excepcin a la regla, atendiendo a
que los zurdos normalmente juegan bien.
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Javier Viveros
Asuncin, 1977. Lleva publicados cuatro libros de poesa, tres
de cuentos y uno de engas de su propia cosecha. Textos suyos fueron incluidos en antologas internacionales de narrativa contempornea, como la cubana Cuentos del Paraguay, la
alemana Neues Vom Fluss y la argentina Los chongos de Roa Bastos. Es un estoico seguidor del Sportivo Luqueo, campen por
demolicin del Campeonato Apertura 2007. En los partidos,
integra siempre la lnea defensiva, donde tiene bien ganado el
apodo de El trzer. Sus compaeros de equipo lo denieron
de manera inapelable: como defensor, es un gran escritor;
como escritor, un gran defensor. Da buena muestra de ello
en su blog: http://javierviveros.blogspot.com
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