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Sobre El Género Fantasy

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Literatura

26/12/11

Historias extraordinarias
Gnero literario que recupera el imaginario de las sagas tradicionales y la
pica, la autora analiza aqu la actualidad y las variantes del fantasy.
POR Sylvia Iparraguirre

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FANTASIA. Qu es lo que a travs de los siglos sigue fascinando del gnero?

El apogeo global del gnero fantasy es uno de los fenmenos


notorios de la cultura popular contempornea. Regido por el modelo
anglo-norteamericano que, por razones de importacin cultural hemos
adoptado, es evidente hoy la fuerza omnipresente de su expansin que
coloniza lenguas y culturas bajo la forma de innumerables subgneros:

fantasa pica, saga fantstica, saga de subversin, neopica, saga


neogtica, por nombrar slo algunos. Formas que en los ltimos aos
rebasaron el universo pop para pasar a ser tema de encuentros
acadmicos. Si bien esta expansin tiene variantes complejas, resulta
simple en su tipificacin bsica: a la vez que literaria y cultural ha
generado obras maestras de la pintura, la literatura y el cine, la
explosin del gnero es un formidable negocio que mueve la industria del
consumo y del entretenimiento. De milenaria tradicin en el mundo
anglfono, la produccin en espaol (deudora de otras fuentes y otro
folclore), ha asimilado sus leyendas y mitos adjuntndolos a la suya
propia para lanzarse a esta afluencia de ficcin.
Fantasy es un lugar
La ubicuidad de la fantasa, su constante reconversin, su relacin con la
literatura, que es su origen, y con la tecnologa, que hoy es su
disparador, plantea al menos dos preguntas: Dnde situar la fantasa
dentro de la literatura de imaginacin? Cmo considerar un universo
que va del libro y la historieta al cine y al videojuego; del juego de rol al
juego de mesa; de los blogs a los foros de los fan fiction creadores de
sagas multiautorales; de los foros de discusin sobre personajes de
sagas, a sitios sobre puntajes de ciberjuegos temticos, etctera? En
cuanto a lo primero, parece natural ubicar la fantasa junto a la ciencia
ficcin como dos concepciones, que muchas veces se superponen, de lo
fantstico contemporneo. En cuanto a lo segundo, tal vez lo mejor sea
empezar con algo cercano a una definicin. Si aceptamos la imposicin
del nombre ingls hoy generalizado, digamos, citando a Anne Besson,
que fantasy designa los rasgos comunes de un conjunto de obras
textuales, pero tambin iconogrficas e interactivas, que exaltan (o
parodian) una nobleza pasada marcada por el herosmo, por los
esplendores de la naturaleza preservada y la omnipresencia de lo
sagrado, apelando al recurso de lo sobrenatural-mgico, que se apoya
en los mitos y en el folclore. Y que tiende a asociarse con motivos
precisos que tocan los estereotipos: dragones en la fantasa pica,
brbaros musculosos en la fantasa heroica, pueblos pequeos en los
cuentos de hadas. La variada multitud de objetos materiales e ideales
que participa de estos rasgos forma parte indudable del imaginario
contemporneo. Sus contenidos genricos, de antiqusima genealoga,
conocen en el siglo XX dos fuentes emblemticas: la herencia de la obra
de alta fantasa de J.R.R. Tolkien, ingls nacido en Sudfrica en 1892,
medievalista erudito, profesor en Oxford, especialista en anglosajn, obra
que crea un mundo completo al que el mismo Tolkien llam legendarium,
por un lado. Por el otro, Robert Howard, norteamericano nacido en Texas
en 1906, creador de la saga Conan, el brbaro, que public sus relatos
en revistas pulp de misterio y terror a travs de las cuales logr amplia
difusin y popularidad. Por la confluencia de estas dos fuentes, la de

Tolkien, slida y de races mticas, la de Howard, popular e icnica, va a


ingresar al gnero una incalculable diversidad de motivos y temas. As
remodelada en las dcadas del 30 al 50, la fantasa realiza, en el
progresivo abaratamiento que le imprime el consumo masivo, una
especie de sincretismo que reproduce sus temas y motivos ad nauseam.
Dejo de lado la vertiente pardica del gnero, baste nombrar una obra,
tal vez la mejor: Un yankee en la corte del Rey Arturo, del
norteamericano Mark Twain. Como tambin, por la vastedad de su
herencia, dejo de lado el terror gtico de la famossima Drcula (1897),
del irlands Bram Stoker. El legado de Stoker conoce variantes casi
infinitas que, pasando por la visin pardica de Polanski en La danza de
los vampiros, llega hasta la edulcorada Crepsculo. Las mezclas
mltiples dan como resultado, en la mayora de los casos, errores
gruesos de significado e interpretacin de los mitos y leyendas de origen,
que se advierten tanto en el uso de los contenidos como en su aspecto
icnico y de ilustracin. Sobre todo en ciertas grficas de libros infantiles
y juveniles y en ciertas tiras de televisin. Importan esta falta de cuidado
con las fuentes, esta mixtura revulsiva que es por lo general lo que se
consume? En trminos de mercado, sin duda no. Todo es neopica y
sagas en el mundo de la reproduccin masiva marcada por los modelos
de la cultura dominante, que prevalece en todos. El gusto indiscriminado
y el consumo masivo de cualquier tipo de sagas pertenecen, sin duda, a
un nuevo aspecto de la cultura popular atravesada por la tecnologa,
campo sobre el que no me atrevo a esbozar ninguna opinin. Ahora bien,
en trminos de reconstruir una cadena literaria, s nos importa, porque
cuando se bastardean sus contenidos se pierde la filiacin con los
orgenes mtico-literarios del gnero. Que es lo que intentamos recordar
aqu.
Sobre este universo de soportes tcnicos tan nuevos pero de contenidos
literarios tan antiguos, resulta certero aplicar una vieja afirmacin de
Coleridge: la fantasa combina, mientras que la imaginacin crea. Lo que,
en trminos generales, se nos presenta como abigarrada novedad es
justamente una combinatoria de elementos ya creados por la imaginacin
de autores annimos o con nombre, legendarios ellos mismos, en
poemas, relatos e historias medievales. Son estas fuentes de las cuales
han bebido las sagas modlicas sobre las que ahora me permito un
prrafo. Las sagas picas medievales (dragones, caballeros, magia,
misterios), a las que alude la cita de Besson, han sido, en sus versiones
de origen, espejo de momentos complejos de la cultura occidental. La
Materia de Bretaa, constelacin de relatos que gira alrededor de la
figura central del Rey Arturo, cuyos oscuros prototipos o versiones
primeras se remontan ms all del siglo V, proviene de la cultura celta y
de los lugares geogrficos donde sus mitos se generaron. Sus leyendas
y fbulas originales revelan la lucha desigual de la religin celta contra el
dominio triunfante del cristianismo. El poder literario de La Materia de

Bretaa reside en el elemento maravilloso, mgico, de elfos, hadas y


druidas; no en su recreacin diurna y benfica de dibujo animado, sino
por su lado oscuro, subterrneo e inquietante, enraizado en el bosque y
en los poderes ocultos de la naturaleza. La base celta de La Materia de
Bretaa alude a una realidad arcaica del hombre, cuando no necesitaba
templos construidos porque los hallaba en los dones de la tierra o en el
bosque sagrado. Mundo primitivo pero de una condicin tan sugestiva
que traspas sus nieblas y cautiv a los prerrafaelistas, a los que
debemos las representaciones ms estticas de ese universo.
Una pica argentina
Los orgenes arcaicos de las sagas y la pica y el inters y consumo
locales de algunos de sus subgneros suscitan cuestiones sobre el uso
de esas palabras entre nosotros, porque qu queremos decir cuando
decimos hoy y aqu sagas?, de qu hablamos nosotros, aqu y ahora,
cuando hablamos de Edad Media? Cuando hablamos de pica, nos
referimos al mismo universo al que alude un europeo hoy? Para empezar
por la ltima pregunta, es evidente que nos referimos al mismo universo,
pero con una leve diferencia a favor del europeo que radica en su
cercana cultural. Cuando un griego, un ingls o un noruego hablan de
pica, les basta mirar su propio pasado, tender la vista tres mil aos atrs
para encontrarse con una autntica pica, con cantares de gesta, con
epopeyas. Pueden todava remontarse ms lejos y fundirse en un
horizonte mtico, previo a la escritura, donde los dioses y los hroes dan
forma al diseo del mundo, mundo que dio origen a la cultura dentro de
la cual viven. Lo mismo sucede con el legado medieval: un europeo
circula hoy por una historia que se remonta ms de mil quinientos aos,
pertenece a su geografa y a la atmsfera natural que crea el acceso a
castillos, armaduras y cdices. Ahora bien, si nosotros, los llegados en
los barcos a esta parte de Amrica hace apenas unos siglos, somos
directos deudores y herederos de esa cultura occidental grecorromana y
luego medieval, sabemos que nos referimos a ella exclusivamente por la
intermediacin de nuestras bibliotecas. Nosotros, los americanos
llegados en los barcos, no tuvimos epos, entramos directamente en la
Historia moderna. La consideracin de las palabras pica, neopica,
sagas, aqu y ahora, concluye en la evidente resemantizacin de estos
trminos, a los que los nuevos usos les han otorgado y les siguen
otorgando nuevos significados. Cuando en la Argentina hablamos de
pica (las luchas por la Independencia de Amrica fueron picas)
usamos, naturalmente, un concepto ya catalogado como protohistoria
por la Historia moderna, documental. En el nivel de la comunicacin,
estas palabras han pasado a ser tpicas de la conversacin cotidiana:
un relato pico, una saga familiar, aquello fue una Odisea.
Respuestas en su contexto de gnero y cargadas de su sentido
originario, podemos decir que no tuvimos en nuestra breve historia

americana blanca, ni pica ni epopeyas en aquel sentido mtico de la


cultura europea, que pas a la historiografa y a la literatura occidentales
y que designa relatos legendarios, de transmisin oral, que remiten a los
orgenes de una nacin. En aquellos relatos del mito, de la epopeya
griega y de las eddas nrdicas, el horizonte pico est por completo
alejado del simple mortal. Los hroes y semidioses estn fuera de
alcance y no es posible modificarlos porque el tiempo de la epopeya es
circular y clausurado: ya sucedi. Es un tiempo de naturaleza mtica,
distinto al tiempo en el que viven los simples mortales. A los hombres
slo les cabe seguir relatando aquellas hazaas heroicas, aquellas
luchas titnicas, como la de Prometeo o, en la Edad Oscura, la de
Beowulf contra los terribles monstruos de una realidad incognoscible.
Masa de relatos que trasladada luego a la escritura form la base de
identidad de las naciones europeas. Como seala Geoffrey Ashe: La
Europa medieval reconoca tres grandes fuentes para la literatura de
ficcin: la materia de Roma, la Antigedad clsica, tanto griega como
romana; la de Francia, el ciclo heroico del emperador Carlomagno y sus
nobles, el ms famoso de los cuales era Roldn, que cay en
Roncesvalles; y la de Bretaa, conformada por la constelacin de
tradiciones y leyendas acerca del rey Arturo [los caballeros de la Mesa
Redonda y la Bsqueda del Santo Grial].
Nuestra historia hablo de los descendientes de europeos en el Ro de la
Plata, nuestra epopeya nacional y nuestros hroes viven, como
nosotros, en el tiempo de la Historia y estn al alcance de la mano. Han
sido documentados, discutidos, confirmados u objetados. Hecha esta
distincin, que slo en apariencia es obvia, es evidente que cuando
utilizamos las palabras pica o sagas nos referimos a aquella corriente
de fuentes ancestrales, medievales y antiguas: la que hunde sus races
en el origen de la tradicin literaria occidental, tal como lo hace cualquier
europeo que escribe sagas hoy. Es all donde se desarrollan la neopica
que conocemos. El relato puede situarse en los tiempos antiguos, como
el de El Seor de los Anillos, o en un presente indeterminado, como el
de Harry Potter, pero las criaturas que luchan en l, las fuerzas que
mueven la trama, vienen de aquel pasado y de aquel imaginario. En este
tema, como en casi todos los dems, el lectorescritor argentino se ha
forjado una doble identidad, tiene una doble pertenencia y, en
consecuencia, una doble biblioteca.
Es decir, al fin, que cuando aqu y ahora utilizamos estas palabras, sobre
ellas pesan procesos de modernizacin y universalizacin que no
podemos ignorar. Esto mismo nos lleva a la siguiente pregunta: la de si,
desde nuestro propio lugar de escritura, podemos aportarles algn nuevo
contenido. Es una pregunta puramente especulativa. El universo de la
ciencia ficcin, de la fantasa, de la literatura de imaginacin no tiene
lmites ni fronteras ni conoce lugares propios o ajenos, ya que est en su

misma naturaleza ser el espacio donde todo puede suceder. No hay


leyes. Los escritores se apropian legtimamente de mundos ajenos o
inventan mundos propios. Si bien somos herederos y deudores de la
tradicin europea, como americanos tenemos la oportunidad de entrar en
contacto con un mundo arcaico del mito y del epos muy distinto: el
mundo de las civilizaciones precolombinas. Sealar esta posibilidad no
apunta a una absurda necesidad de existir frente a la fuerza de lo
heredado; indico que existe un espacio valioso en potencia de historias.
Si queremos, contamos con otras fuentes y otro folclore que aportar al
universo imaginario de las sagas. Las cosmovisiones de los pueblos que
vivieron aqu miles de aos antes de la conquista pueden ser motivo de
un tipo de saga que, como las de origen, remita a sus luchas atvicas, a
la magia, a las religiones enraizadas en la naturaleza. Pensemos en el
viaje originario que pobl Amrica, en el inconcebible cruce a travs del
Bering hacia el Sur; sucesivas oleadas que atravesaron climas, faunas y
floras, que produjeron adaptaciones, modificaciones, mutaciones del
color de la piel. Este viaje en el tiempo y en el espacio, en el que las
creaciones de la naturaleza se sucedan como en un sueo barroco, fue
una verdadera pica humana.
Vigencia de un gnero
Finalmente, tal vez pueda formularse: qu es lo que a travs de los
siglos sigue fascinando de la fantasa? Podemos referir la pregunta a
aquella verdad que de tan irrebatible es un lugar comn: que la ficcin es
una necesidad esencial de la naturaleza humana. O podemos arriesgar
que cuando Occidente cre gestas y epopeyas stas dirimieron, en una
dimensin paradigmtica, la lucha entre las fuerzas del bien y del mal.
Milenios despus, Dostoievski escribe: El Diablo entra en lucha con Dios
y el campo de batalla es el corazn del hombre. Para el hombre
moderno, definido por Dostoievski como el hombre enfermo, los
dragones, gigantes y monstruos no habitan ms las cavernas o el fondo
del mar: sus acechanzas se internalizaron. Los trminos mal y bien se
nos han vuelto ambiguos y sus lmites, imprecisos. La incertidumbre los
ha relativizado. Sin embargo, la distincin entre el bien y el mal sigue
siendo una necesidad primaria, que se presenta con fuerza en la infancia
y en la adolescencia. Tal vez, la saga y la pica, con su ancestral puesta
en escena de monstruos y hombres, salden esa necesidad que an
experimentamos de que el mal se muestre como mal y el bien como bien,
y que el mal sea perseguido y castigado. Tal vez la fantasa nos
compense de tanta sospecha y desconfianza: el hroe es el hroe; nunca
puede ser confundido con el traidor. Podra ser una respuesta, si es que
fuera necesario encontrar alguna, para la supervivencia de este mundo
extrao y asombroso que nos acompaa desde que el hombre empez a
escribir.

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