La Evolución de Cultura y Sociedad y Sus Consecuencias en Las Relaciones de Pareja - MARISOL ZIMBRÓN FLORES

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¿Hemos olvidado cómo convivir y comunicarnos?

:
La evolución de cultura y sociedad y sus consecuencias en
las relaciones de pareja.
o
La decadencia de las relaciones de pareja en una sociedad altamente narcisista.

Por: Marisol Zimbrón Flores

(Artículo presentado en el VII Diálogo Latinoamericano Intergeneracional entre Hombres y Mujeres;


Guadalajara, Jalisco, 30 y 31 de Mayo 2008)

Desde tiempos inmemorables el amor y las relaciones de pareja han sido temas de
interés para la raza humana. Tanto como inspiración para obras literarias, como para
estudios profundos acerca de su dinámica, “cupido y psique”, en sus distintas
representaciones, han estado en el centro de nuestras culturas.

Como todo fenómeno humano, el comportamiento de hombres y mujeres y su modo de


relacionarse cambian y evolucionan.

Erich Fromm, en 1959 ya se planteaba interrogantes acerca del amor y de cómo se


modifican las relaciones humanas y hablaba de un fenómeno de desintegración del
amor en la sociedad occidental contemporánea. Hoy en día nos es cada vez más
evidente, tanto en la vida personal como en la consulta clínica, que las relaciones
sociales en general y las de pareja en particular están cambiando y, en este transe
están sufriendo un proceso de deterioro generalizado. Así pues, no únicamente los
divorcios han ido en aumento, la infidelidad cada vez es más común entre hombres y
mujeres, la violencia entre las parejas se intensifica y cada vez parece que más
personas le huyen francamente al compromiso.

Gran cantidad de pacientes que llegan al consultorio, sin importar su motivo de


consulta manifiesto original, tarde o temprano terminan hablando de relaciones
conflictivas, fallidas, insatisfactorias, violentas, inestables, etc. Así como de
depresiones, celotipias y más, relacionadas con lo anterior.

Los roles han ido cambiando, esto es indudable. Pero más allá de la influencia del
contexto, los medios y la cultura, estos cambios generan, irremediablemente, cambios
en la psicodinamia de hombres y mujeres y en la dinámica de su interacción y
relaciones, que a su vez influyen en la sociedad.

Y es justamente en la sociedad occidental actual, donde los individuos tienen la


constante sensación de que algo les falta, es difícil alcanzar la plenitud y tratan de
llenarse con toda cantidad de productos, pero nunca es suficiente pues esa falta es
una necesidad del otro, no de objetos1. Pero el otro requiere y demanda mucho más de
nosotros que el objeto.

Esta situación influye irremediablemente en las relaciones de pareja y, en este sentido,


la competencia entre los sexos, en una búsqueda de equidad en derechos y
1
En otras palabras, la libido busca personas antes que placer, como dijera Fairbairn, entre otros.
oportunidades se ha ido transformando en una búsqueda de igualdad absoluta,
fomentada en gran medida, por el contexto socio-cultural, haciendo perder los límites y
las estructuras que definían, anteriormente, con claridad lo que se esperaba de
hombres y de mujeres.

Esta confusión, en la que ambos géneros invadimos y peleamos el terreno del otro, ha
desembocado en una sensación individual de absoluta, aunque falsa, autosuficiencia
que se asemeja a la ilusión de omnipotencia infantil y que lleva al adulto a centrarse
cada vez más en sí mismo y darle menos importancia al vínculo profundo y
comprometido con el otro, pues cree que no lo necesita, que él y sus posesiones, sus
éxitos y reconocimientos serán suficientes. Más aún, considera toda conducta que le
parezca dependiente, como signo de debilidad.

Pero es evidente, por la incidencia de depresión y otros padecimientos, que este estilo
de vida no es realmente satisfactorio, resulta por demás confuso y más bien parece
ser, a la larga, altamente frustrante, tanto que produce incomodidad y sufrimiento,
mismos que, equivocadamente, tratamos de sanar con productos y objetos con los que
nos relacionamos más que con las personas. Pareciera incluso que creemos que
somos a través del objeto, somos nuestro deseo por el objeto, en detrimento de ser a
través del otro y en relación con el otro, que incluso llega a ser visto como un obstáculo
para la “plena satisfacción” de nuestros deseos pues nos regimos por una mal
entendida libertad a través de la cual cada vez queremos más a cambio de menos.

Y mientras todo esto sucede, algunos autores de “literatura de sanborns” nos ofrecen
infinidad de manuales de estrategias para relacionarnos, “conquistar”, “atrapar”, etc. al
hombre o mujer de nuestros “sueños”, nuevamente, como si de un objeto-cosa más se
tratara. Pero estos manuales se venden, lo cual nos habla de que hay una “necesidad”
(real o creada) de obtener cierta seguridad en una situación que antes era lo normal, lo
cotidiano aunque hoy parezca que hemos olvidado cómo convivir y comunicarnos entre
hombres y mujeres en el ámbito de la pareja.

El cambio es evidente, y para poder dar cause productivo y sano a éste, es necesario
comprender el fenómeno y encontrar maneras más sanas de convivencia y para esto
es preciso conocer qué modificaciones psicodinámicas subyacen a este fenómeno.
Para este fin, podemos partir de la consideración de que nuestra cultura fomenta, en
términos freudianos, una sociedad de “melancólicos”.

La melancolía se caracteriza por un estado de ánimo profundamente deprimido, la


pérdida de la capacidad de amar y la disminución de amor propio, misma que busca
ser compensada con elementos externos.

La melancolía propiamente dicha, sólo puede presentarse en una estructura narcisista.


Más aún, en muchos casos, no es identificable, a nivel consciente, aquello que se ha
perdido, por eso Freud hablaba de una pérdida de objeto inconsciente. Pero esta
pérdida genera una sensación de vacío. Freud decía, metafóricamente, que se trataba
de una herida que vaciaba al Yo. Podemos imaginarlo también como un agujero negro
que atrae para sí gran cantidad de energía y provoca un fuerte empobrecimiento del
Yo.

Es el mismo Yo entonces el que transmite las sensaciones de vacío y


empobrecimiento, que va mucho más allá de la falta normal que impulsa y motiva al
movimiento, es un vacío que angustia y lleva al individuo a buscar incesantemente algo
que lo llene, pero todo logro va acompañado de una sensación permanente de
insatisfacción.

Esta necesidad interminable de llenar el vacío con lo que sea, no sólo provoca
conductas excesivas de consumo, tanto de cosas como de sustancias, si no que
establece un patrón anaclítico de relación con el otro, pues se le pide que ocupe el
lugar de la falta, volviéndose así más objeto-cosa que persona y se le “utiliza” en tanto
haga sentir que el malestar y la angustia disminuyen, pero sin establecer un vínculo
perdurable y, por tanto, tarde o temprano, cuando el vacío o la falta se hacen notar
nuevamente, el sujeto busca otro objeto-persona que le satisfaga mientras la
idealización perdure.

En otras palabras, parece que el modo de relacionarse corresponde a un


enamoramiento narcisista, en el que el individuo idealiza al otro, como objeto parcial,
por ciertas características y funciones que parecen responder a aquello que necesita
para no sentir la angustia y la depresión, utilizando, de alguna manera, al otro como
extensión de sí mismo.

Como ya se mencionó, el Yo está debilitado y busca elementos que le den la ilusión de


autosuficiencia, engañando al Ello para obtener energía libidinal. Sin embargo, este
engaño lo dota no de libido objetal, si no de libido yóica que tanto fomenta el narcisismo
como acrecenta la percepción de vacío cuando la idealización se torna insostenible. Y
es que es bien sabido, desde Freud y posteriormente con los teóricos de las relaciones
objetales, que las manifestaciones de la pulsión sólo adquieren sentido en contacto con
el objeto, y por tanto a partir de la libido objetal.

Ahora bien, la incapacidad de establecer vínculos profundos en las personas que se


relacionan de ésta manera, proviene de la constante necesidad de reflejarse en los
otros para así sentirse retroalimentados y confirmar, a partir de la mirada del otro, lo
que ellos mismos creen ser. Esta necesidad responde también a la intensa búsqueda
de algo que les evite sentir el vacío, la falta y, detrás de ella siempre, la depresión.

Buscan entonces personas que solamente los admiren, objetos parciales que
únicamente les reflejen su grandiosidad, y nunca sus defectos.

Cuando se topan con personas integradas y comienzan a ver reflejados también sus
defectos, la idealización sucumbe y se torna en devaluación, y actúan de forma
agresiva y violenta hacia aquel que ya no les sirve para ésta finalidad que persiguen.

El amor correspondido es, para ellos, algo imposible pues no ven al otro, sino el reflejo
de cómo el otro los ve.

En otras palabras, el Yo está hiper-catectizado y, de acuerdo a la hipótesis económica,


los objetos estarán hipo-catectizados lo cual generará, irremediablemente, relaciones
patológicamente inmaduras e inestables con los otros, para quienes el interés del
individuo narcisista disminuirá considerablemente en cuanto la idealización deje de ser
tan intensa y no permita ya el reflejo grandioso de uno mismo a través del otro.

Freud consideraba que la feminidad estaba relacionada al narcisismo de manera


secundaria. Hoy podemos pensar que ésta relación aplica a ambos géneros y que tanto
hombres como mujeres tienden a ser su propio deseo y el deseo del otro, de forma que
su conducta se rige por esta sensación defensiva de autosuficiencia y totalidad que les
impiden buscar y establecer una relación equitativa, de compromiso y
corresponsabilidad y de un verdadero vínculo para el cual se requeriría ver al otro,
poder admirarlo también, conocer al otro como un ser integrado y enamorarse del otro,
no como extensión de uno mismo demandando que sea aquello que nosotros
necesitamos, sino como un ser individual, separado, con necesidades propias y
elementos que nos hacen compatibles y capaces de compartir incluso una vida entera.

Evidentemente este tipo de relación, cada vez más difícil de establecer, requiere de dos
personas integradas, cuya identidad esté bien definida y sea estable de modo que su
imagen propia no dependa por completo del reflejo devuelto por el otro.

Actualmente pareciera que uno o ambos miembros de estas “nuevas parejas” no ve al


otro, únicamente se ve a sí mismo, mirando ya sea hacia su propio narcisismo o hacia
su propia depresión, pero en ambos casos excluyen al otro y su mirada no lo refleja,
únicamente denota su propia necesidad de buscar su reflejo y confirmar su identidad,
sin preocuparse ni enterarse de las necesidades, sentimientos y deseos del otro. Es
decir, que son seres sumamente egoístas y centrados en sí mismos.

Pero el modelo de relacionarse que se está dando actualmente puede no sólo tomar el
camino anteriormente explicado que, en lenguaje coloquial, se traduce en un rechazo y
evasión de compromiso. También subyace tras las relaciones de dependencia en tanto
que al precisar de la mirada del otro para sentirse bien consigo mismo, el temor a
perder dicho objeto, que lo mira, lo refleja y lo reconoce, se torna muy intenso y en un
intento de evitar el temido abandono, se desarrollan conductas posesivas y celotípicas2.

En ambas opciones vemos un claro predominio de la pulsión de muerte al eludir,


aunque sea de forma inconsciente, los vínculos y las relaciones duraderas, para así
evitar conflictos, desvaneciendo las manifestaciones de la pulsión de vida y
aumentando la depresión y la melancolía, enfermedades que hoy acosan a nuestra
sociedad y que la OMS prevé, en el caso de la depresión particularmente, se
conviertan en la segunda causa de incapacidad a nivel mundial para el año 2020.

Este aumento de la depresión, la violencia, la debilitación del vínculo familiar, etc. nos
muestran una sociedad en franco proceso de deterioro y decadencia. Hay mucho por
hacer y, como psicoterapeutas debemos poner especial atención en comprender al
individuo actual, sus contextos y dinámicas para fomentar personas y sociedades más
sanas que respondan más a la pulsión de vida (creación, deseos y motivaciones por
trascender, actividad, etc.) y menos a la pulsión de muerte (destrucción, ausencia de
deseos y motivaciones, pasividad, etc.). Nuevos abordajes y estudios acerca de la
melancolía y la depresión, centrados en sus manifestaciones y etiología de acuerdo al
contexto socio-cultural actual, parecen ser necesarios como punto de partida en la
búsqueda de soluciones.

BIBLIOGRAFÍA:
Balint, M. (1993). La Falta Básica. Aspectos terapéuticos de la regresión.
México: Paidós.

Freud, S., López-Ballesteros (Trad.). (1973) (3 Ed.). Obras Completas. España:


Biblioteca Nueva

Fromm, E. (2003) (6 Ed.). El Arte de Amar. México: Paidós

2
Esta segunda reacción, abiertamente dependiente, posesivo y celotípico, implica un carácter distinto, quizá el que
Bergeret denominó “Abandónico”.

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