Prision
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LA PRISiN
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Serie G:
ESTUDIOS DOCTRINALES
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LA PRISION
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1975
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PREFACIO
LAs DISCIPLINAS jurdicas relacionadas con la delincuencia y la peligrosidad o temibilidad, a saber: el derecho penal sustantivo, el
derecho procesal penal y el derecho penitenciario, por atenerme
a sus denominaciones ms usuales, hllanse, cuando la humanidad se va acercando al siglo XXI de nuestra era, en una alarmante
situacin de incertidumbre, como consecuencia de la tremenda
regresin jurdica, tica y moral experimentada por el mundo a
partir de la segunda guerra universal, que ojal sea la ltima.
Recientemente, en un bosquejo a proyecto para inventariar lo que
los primeros 75 aos del siglo xx hayan significado en la evolucin del derecho,l mencion a vuela pluma una lista de factores
a tener en cuenta, y que si han afectado a aqul en su conjunto,
han repercutido tambin, como es lgico, en cada una de sus
ramas o disciplinas y, entre ellas, de manera muy singular, sobre
las tres sealadas al comienzo y en las que es maestro consumado
Sergio Garca Ramrez. 2 A lo largo de esos quince lustros -deca- se han producido trascendentales descubrimientos cientficos e invenciones tcnicas, que no han dejado de influir en el
mbito jurdico, desde la astronutica a la fecundacin artificial
o el trasplante de rganos; de igual modo que, como contrapartida, las inquietudes inherentes a la contaminacin de la atmsfera y de las aguas y al agotamiento del suelo productivo y de
las materias no renovables. A su vez, numerosos acontecimientos
histricos, sociales, econmicos y polticos, han condicionado en
fuerte medida los cambios en la vida del derecho o estn llamados a influir sobre la misma. Baste recordar en rpida enumeracin, que no pretende ser exhaustiva, y aparte la explosin demogrfica, las dos guerras mundiales, las revoluciones mexicana, rusa
1 Fechado el 17 de junio de 1974 y destinado a servir de convocatoria para
una reunin de eminentes juristas de las principales especialidades, a fin
de que aborden el panorama de esos 75 aos en plan de balance del pasado
y de perspectivas de futuro.
2 He aqu una lista de sus obras fundamentales, confirmatoria de la aseveracin estampada en el texto (en todas ellas, salvo en la cuarta, el lugar
de edicin es Mxico, D. F.): 1) Asistencia a reos liberados (1966); 2) El ar-
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etctera. De otro, los imbuidos, bajo el influjo de diversas corrientes ideolgicas (liberalismo, correcionalismo, positivismo, etc.),
de un nobilsimo sentido de conmiseracin hacia el delincuente
y el sujeto peligroso, a quienes aspiran a recuperar y a regenerar
socialmente (de acuerdo, por ejemplo, con la, a primera vista,
paradjica frmula de Dorado Montero, el derecho protector de
los criminales -en manera alguna, del crimen) ; 1o pero que a
veces pecan por exceso 11 y que con enorme frecuencia se olvidan,
en aras de una concepcin pblica del delito, que, dicho est,
comparto en principio,12 de la otra vertiente del problema, o sea,
de quien antes y en mayor medida que nadie sufre sus consecuencias: la vctima o, en caso de muerte de la misma, sus familiares y causahabientes.1a
10 As titul el que fue catedrtico de Salamanca uno de sus ms sugcstivos trabajos, aparecido en 1911 con el subepgrafe de "Lneas generales
de una construccin penal"; y aos despus lo utiliz como comn denominador de una recopilacin de sus estudios (Madrid, dos tomos, 1915).
Acerca del insigne maestro, vase Jos Antn Oneca, La utopa penal de
Dorado Montero, seguida de una Evocacin de Dorado Montero redactada
por Francisco Maldonado de Guevara (Salamanca, 1951).
11 Poco antes de la guerra civil, en una ciudad espaola que no hace al
caso mencionar, la jurisdiccin tutelar de menores estuvo encabezada por
un santo varn que a grandullones prximos a alcanzar la mayora de edad
penal, y con un historial cargado de delitos de sangre, violaciones, robos
continuos, etc., los despachaba con unos paternales e ingenuos consejos,
unas palmaditas en el rostro y ... un paquete de dulces, que pagaba de su
bolsillo particular, pues era hombre de excelente posicin econmica. El
aumento delictual provocado por su actuacin lleg a ser de tal calibre,
que el bendito sefior, aunque para sus conciudadanos resultase ms bien el
maldito, hubo de ser removido del cargo, guardandsele, eso s, las mxi
mas consideraciones, porque todo el mundo reconoca que obraba con la
mejor intencin y ms absoluta buena fe.
12 Aun cuando ella haya conducido a la hipertrofia y supervaloracin del
ministerio pblico, con olvido de que ste, inclusive en los pases donde
cuenta con mejor organizacin y goza de mayor independencia, slo se in
teresa por determinados sectores de delitos sobre el total de los que se
cometen, mientras que de los restantes, o no llega siquiera a tener conocimiento o se desentiende de su persecucin si los afectados no acuden a l.
Por otra parte, su monopolio de la accin punitiva, all donde el cuerpo
est fuertemente supeditado al Ejecutivo y donde la apertura y prosecucin del proceso dependa de que inicie y mantenga aqulla, ofrece riesgos
evidentes, puesto que si en su mano no est condenar, cometido propio de
la judicatura, s lo est impedir que se condene. Acerca de los problemas
aqu meramente esbozados, vanse mis artculos "Lo que debe ser el ministerio pblico" (en Revista General de Legislacin y Jurisprudencia, noviembre de 1929, pp. 519-31. y luego en mis Estudios de Derecho Procesal, Madrid,
1934, pp. 1-22) y "Ministerio Pblico y Abogaca del Estado" (en Boletn del
Instituto de Derecho Comparado de Mxico, enero-abril de 1961, pp. 37-66) Y
mi libro Derecho Procesal Penal (en colaboracin con Levene H.), tomo 11
(Buenos Aires, 1945), pp. 25-30.
13 Presentar la intervencin acusadora del ofendido o de sus familiares
y causahabientes como manifestacin de venganza privada, es uno de los
tpicos ms gastados y sin fundamento de la doctrina procesal penal. Una
cantidad enorme de delitos (injurias entre particulares -mxime si, como
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seedor del grado, conferido con la mencin magna cum loude, que
por primera vez se otorg en ese nivel de estudios en la Facultad
de Derecho en Mxico) sabe muchsimo ms que yo. Pero ese
factor permiti, al ir leyendo y releyendo los fragmentos de la
obra a medida que su autor me los iba entregando para su revisin, conocer el trabajo a fondo y valorarlo con pleno conocimiento de causa, porque segn se deca, si no recuerdo mal, el
insigne administrativista espaol don Antonio Royo Villanova,
hombre de gran ingenio, para saber si un par de banderillas est
bien puesto, no es necesario ser banderillero. Adems, el millar
y medio de reseas bibliogrficas y hemerogrficas que a partir de
1936 he redactado, ha desenvuelto en m, en la escala precisa, ese
sentido crtico que permite no confundir el trigo con la paja. De
ah que cuando en fecha inolvidable para todo republicano espaol, 12 de abril de 1971 (es decir, exactamente al cumplirse el
cuadragsimo aniversario de las elecciones municipales que en
una jornada de civismo y alegra ejemplares determinaron la instauracin de la Segunda Repblica en mi patria), hube de emitir
como sinodal el voto razonado acerca de la tesis doctoral de
Garca Ramrez, me expresase de ella en los trminos que con
algunos cambios y puntualizaciones paso a reproducir.
Vinculado al Doctorado en Derecho de la Universidad Nacional Au.
tnoma de Mxico desde el primer momento, ya que realic los trabajos que llevaron a su implantacin,15 y habiendo participado como
sinodal en numerosos exmenes para conseguirlo, no vacilo en afirmar
que la investigacin efectuada con tal fin por el licenciado Garcfa Ram.rez es, hasta la fecha, la ms completa de cuantas me ha correspondido juzgar.16
Bajo el ttulo de El individuo ante la ejecucin penitenciaria [hoy
remplazado por La prisin], el sustentante ha redactado una magnfica
exposicin acerca de un tema que exige, y as lo demuestra el autor,
16 Vanse mis trabajos "Creacin del Doctorado en Derecho", informacin
inserta en la Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, nmeros de
octubre-diciembre de 1949, pp. 235-315, y de abril-junio de 1950, pp. 235-47, y
"Datos y antecedentes relativos a la implantacin en Mxico del Doctorado
en Derecho", en el volumen Doctorado en Derecho, Dcimo Aniversario: 19501960, pp. 17-25, as como mi nota puntualizadora, "A propsito de la 'Fundacin' del Doctorado en Derecho en Mxico", en Boletn Mexicano de Derecho Comparado, 1971. p. 639. Cf. tambin Mendieta y Nez, Historia de la
Facultad de Derecho (Mxico, 1956), pp. 269-302.
16 Deca "hasta la fecha", porque con posterioridad he tenido la fortuna
de intervenir, como director y sinodal, en otras dos alineables a la misma
altura que la de Garca Ramrez: la de doctorado de Hctor Fix Zamudio
en 1972 (Proteccin procesal interna de los derechos humanos en Latinoamrica y Europa Occidental: Estudio comparativo) y la de licenciatura de
Santiago Oate Laborde en 1973 (La accin procesal en la doctrina y en el
derecho positivo mexicano). La tesis de Fix Zamudio se publicar en breve,
y mientras tanto, vase en el volumen citado en la nota 3 su ensayo "Introduccin al estudio procesal comparativo de la proteccin interna de los
derechos humanos" (pp. 169-273).
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slidos conocimientos de tres disciplinas jurdicas que, aunque enlazadas entre s, son independientes. Me refiero, dicho se est, al derecho
penal sustantivo, al procesal penal y al denominado penitenciario, que,
por aadidura, se entrecruzan, singularmente los dos ltimos, en esa
zona todava no bien deslindada que constituye la ejecucin. Y ello,
por dos motivos capitales : el primero, no hallarse de acuerdo los procesalistas, ni siquiera en orden al enjuiciamiento civil, acerca de si la
ejecucin pertenece o no a los dominios de la jurisdiccin -baste re
cordar la divergencia entre Calamandrei y Carnelutti al respecto--,17
y el segundo, las peculiaridades de la ejecucin penal (esencialmente
personal), a diferencia de la civil (predominantemente patrimonial),
si bien en ninguna de ellas la regla sentada en los respectivos parn
tesis es absoluta, sino que ofrece importantes excepciones que, a manera de puente de pasaje, suavizan el contraste entre ambas. Ms an:
ni siquiera acogiendo la ya lejana tesis de Hafter,ls para quien la
ejecucin representara una tercera zona jurdica concerniente al delito y la pena, junto al derecho penal sustantivo y al procesal penal, los
problemas se resolveran de un plumazo, porque en el real o supuesto
derecho ejecutivo penal confluyen (sobre todo a medida que se le va
dando mayor intervencin a funcionarios judiciales en el cumplimiento de penas y medidas de seguridad) actividades administrativas y
jurisdiccionales; y sabido es cun difcil resulta a menudo trazar con
nitidez la lnea divisoria entre esas dos clases de funciones;l9
Por si las consideraciones antedichas no fuesen suficientes para
calibrar el esfuerzo investigador llevado a cabo por el licenciado Garca Ramrez -del que, como botn de muestra, bastar destacar la
impresionante y selecta lista de la bibliografa consultada, comprensiva de cerca de cuatrocientos ttulos (aumentados ahora hasta casi
quinientos al ser actualizada para ser impresa)- agregar que no se
ha circunscrito a analizar el dramtico fenmeno objeto de su tesis,
conforme al triple ngulo jurdico antes mencionado, as como a tenor de las ciencias extra jurdicas relativas al delito (criminologa y
criminalstica, por ejemplo), sino que lo ha contemplado tambin en
sus diversas proyecciones, desde las constitucionales, internacionales
17 Vanse, respectivamente, de Calamandrei, Istituzioni di Diritto Processuale Civile secando il nuovo codice, vol. 1, nms. 19-21 (2~ ed., Padova, 1943;
traduccin, Buenos Aires, 1943) y de Camelutti, Sistema di Diritto Processuale Civile, tomo 1, nms. 38, 39, 61, 71 y 76 ( Padua, 1936; traduccin,
Buenos Aires, 1944). Aunque bien miradas las cosas, la discrepancia es ms
nominal que efectiva, ya que mientras Calamandrei descompone la jurisdiccin en "dos momentos" (nm. 19 cit.), a saber: conocimiento y ejecucin,
Camelutti, en cambio, engloba bajo la rbrica "funcin procesal" la jurisdiccin y la ejecucin forzosa (nm. 39 cit.). En otras palabras: mientras
Calamandrei toma el concepto de jurisdiccin en sentido lato, Camelutti
lo acoge en su acepcin restringida.
18 Cf. su Lehrbuch des Schweizerischen Strafrechtes (Berln, 1926), nm. 1,
donde junto al derecho penal sustantivo y al derecho procesal penal postula
la existencia de un derecho ejecutivo penal (Strafvollzugsrecht).
19 Cf. Alcal-Zamora, "Notas relativas al concepto de jurisdiccin", en
Mi~cPITnnea W. J. Gnnshaf van der Meersch: Studia ab discipulis amicisque
in honorem egregii prafessoris edita (Bruxelles, 1972), tomo 11, pp. 657-93, y
ahora en mis citados Estudios de teora general e historia del Proceso
(tomo 1, pp. 29-60), nms. 7-23.
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mencionadas son las que, por diversas razones, constituyen la razn de ser del juez ejecutor. Desde el punto de vista de la localizacin, si el lugar donde las susodichas sanciones se extingan se
halla fuera o alejado de aquel en que el sentenciador tenga su
sede, tendra, o que abandonar sta con frecuencia para vigilar
la ejecucin, o que desentenderse de hacerlo y en cualquiera de los
casos, con grave perjuicio de los dos cometidos.
b) La delimitacin de las atribuciones del juez ejecutor y de
las peculiares e intransferibles del personal penitenciario y, en virtud de extensin analgica, del que preste sus servicios en los
establecimientos donde se apliquen medidas de seguridad, dista
mucho de ser grano de ans. En general, como lo revela que, por
ejemplo, las competencias positivas sean mucho ms numerosas
que las negativas, el tipo de funcionario imperialista, es decir,
propenso a excederse en el desempeo de sus facultades y a invadir territorios ajenos, es sobremanera frecuente. Habr, pues,
que poner el mximo tino para evitar no slo choques desagradables, sino inclusive sabotajes y frustraciones, en esta operacin
de deslinde funcional.
e) Por ltimo, la cosa juz&ada, no siempre mirada con buenos
ojos por los penalistas,oo pero que a la vez constituye una garanta jurdica de primera lnea. As es que tambin en esta direccin tendr que hilarse muy delgado, para impedir que a impulsos del antes sealado imperialismo, el juez ejecutor deje vaca
de contenido o totalmente cambiada por otra, la decisin dictada
por el sentenciador. Naturalmente, en este orden de ideas habr
de tomarse muy en cuenta la diferencia entre sentencias determinadas e indeterminadas (o si se prefiere: entre las fijadas a
priori y las que lo son a posteriori); pero en ambas hiptesis,
con especial atencin para eliminar extralimitaciones.Bl
Otra de las cuestiones del volumen sobre La prisin que tratar
a colacin es, dentro de la parte que se ocupa del Tratamiento, la
relativa al trabajo. La funcin regeneradora de ste, sobre todo
frente a cierta clase de reclusos y de sujetos peligrosos, parceme
indudable: la mxima segn la cual la ociosidad es la madre de
todos los vicios, tiene mucho de exacta, y slo en plan de ocurrencia sainetesca cabe aceptar que "el ideal del obrero manual sea
estar mano sobre mano". 32 Pero no menos cierto es que, sin
necesidad de evocar a los galeotes y a los cmitres de pasados
oo Vase mi Prlogo citado en la nota 24, nms. 8 y 9.
el Vase el primero en el tiempo de los libros de Jimnez de Asa, La sentencia indeterminada (Madrid, 1913), que llevaba el subttulo de El sistema
de penas determinadas a posteriori, suprimido en la 2~ ed., impresa en Buenos Aires, 1948, y reseada por m en Boletn del Instituto de Derecho Comparado Mexicano, cit., septiembre-diciembre de 1948, pp. 193-94.
32 Segn afirmaba cierto personaje, de profesin albail, en una de las
piezas teatrales de ms xit0 de Carlos Amiches (1866-1943), la titulada Para
ti es el mundo, estrenada en Madrid en 1929.
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PROLOGO
CIERTOS visitantes prefieren abandonar la tranquila rutina e internarse en una dolorosa geografa: en el camino de las crceles,
los hospitales, los manicomios, los orfanatorios, los asilos para
ancianos, errantes y marginados: porque desean conocer, con
inmediato, indispensable contacto, la verdadera, radical, profunda idea que la comunidad tiene del ser humano; pero no, por
cierto, de un hombre cualquiera, que podra ser el poderoso, el
heredero o el sano, sino del individuo dejado a su simple y sola
condicin de hombre: el puro hombre, sin otra razn que le proteja: en fin, el hombre desnudo.
Hay entre nosotros un diverso amparo que envuelve y acompaa a cada sujeto, que le rodea, escuda y rescata: es esa dosis
variable de poder que cada quien ostenta, cualquiera que sea su
fuente, y con la que cubre soledad y desnudez y avanza, de alguna manera armado, su propio trecho de vida. Pero hay otros
que nada tienen que les guarde, que han de afrontar la existencia
a pecho descubierto: son stos los que hoy nos interesan, y entre
todos, en medio de esta vasta familia de dbiles y de famlicos,
de simples seres humanos, los "ms pobres entre los pobres", los
derrotados : los prisioneros.
Los otros dbiles han perdido batallas informales contra el
tiempo, la salud, el azar o la esperanza. Tienen tambin, es cierto,
la calidad de vencidos, pero en todo caso su ttulo es tenue,
a veces precario y siempre oficioso. No ocurre lo mismo con el
preso: l es algo ms -que en el fondo le hace mucho, pero
mucho menos-: es el enemigo vencido en un combate formal,
solemne, litrgico, contra la entera sociedad. As consta en la
crnica de la lucha abrumadora : que la nacin debidamente
articulada, la comunidad, el rey, la repblica o el Estado han
vencido a ese hombre en ejercicio de una detallada estrategia
judicial, y le han reducido por cierto tiempo, acaso por el que
le resta de vida, a la condicin de prisionero. Se trata, pues, de
un miserable oficial, de un enemigo diplomado.
De ah que diga tanto sobre una sociedad la suerte de sus
prisioneros. En ms de un sentido exponen las crceles grandezas y miserias: tras de nuestras prisiones bulliciosas, pletricas,
lo mismo que tras las severas fortalezas nrdicas, erizadas de
mecanismos opresivos, se advierten los conceptos corrientes y
verdaderos de humanidad y de fraternidad: los conceptos genuinos, sin otro propsito, sin equvoco, sin ulterior designio, que
rigen el trato de la gran sociedad con el hombre desnudo.
Para afrontar estas tareas ha surgido lentamente la nueva profesin penitenciaria. No estn sus antecedentes, por supuesto, en
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para despus, la vida, no en la medida en que la enerva y trastorna, en que la desquicia y aniquila.
Sin embargo, la crcel, hoy, es slo una modesta oportunidad
de adaptacin mnima. Pedirle ms es solicitar demasiado y, por
ello, incurrir en una exigencia insensata. Slo es capaz de generar respeto por las instituciones: subjetivamente, individuos que
no delincan, pero no, necesariamente, hombres de excepcin,
sabios, hroes y santos, mejores que quienes nunca estuvieron
prisioneros. Esto no lo puede dar la crcel, de ah que su misin sea menor: ajuste jurdico, subordinacin normativa, s,
pero no herosmo moral. Los peldaos superiores se escalan en
instituciones diferentes: la familia, la escuela, la iglesia, la sociedad poltica deben dar lo que la crcel es incapaz de producir;
sta opera, como simple factor de ajuste, slo cuando aqullas
fracasan dramticamente, porque para que acte no basta con
una mediana deficiencia, con un fracaso a medias.
Dos son, tal vez, los mayores obstculos con que la prisin
tropieza en su carrera por convertirse en un rgano de dimensin humana, en un promotor de humanidad: la constante, indeseable, irritante compaa, la irrevocable compaa de los
colegas de cautiverio (pero no preconizamos en modo alguno
el retorno a la clula, camino que sera de vuelta a la locura), y la
depresiva soledad espiritual, que minuto a minuto envuelve y erosiona al prisionero. Aquella grave contigidad se combate con
individualizacin y clasificacin, que siguen siendo los ideales
de la penologa penitenciaria, como lo son del penalismo cientfico. Y sta, la soledad, se alivia con la subversin de la crcel -de la que en este volumen hablaremos-, con la llana y
simple paradoja: el ingreso del mundo libre en la prisin y el
egreso pausado del prisionero. No es posible insistir en el aislamiento minucioso del cautivo. Ahora pensamos en esos dispositivos sdicos urdidos por la intolerancia de puritanos que
nada saban sobre el ser humano: en las rejillas que apenas
permiten pasar el sonido de una voz o tocarse las yemas de los
dedos, o en las barreras de vidrio y acero que slo autorizan el
trnsito de la mirada, o en la presencia intimidante del guardin
que inhibe el limpio, suave curso del afecto.
Por todo, pues, este libro quiere ser una nueva aproximacin
a la existencia del hombre desnudo, del derrotado formal que es
el prisionero; pero tambin a la vida del penitenciarista profesional, que ejerce de consuno la ciencia y la piedad en la sombra; y, ms all, en la tierra de la intimidad, a la experiencia
de un penitenciarista que hace tiempo conoc y que hubo de
compartir con sus amigos los presos, en una aventura prolongada, el silencio y la soledad de la prisin.
SERGIO GARCA RAMfREZ
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Cabe decir, de una vez, que la ejecucin penitenciaria corresponde a uno de los momentos de la actividad estatal (o ms
ampliamente, social) contra el delito: el ejecutivo. Mas aqulla
no consume ntegramente esta fase de la accin: ha de compartirla con otras formas de ejecucin: las que ataen a las restantes penas y a las medidas asegurativas.
Cuatro momentos en una hora general o, dicho de otro modo,
cuatro afanes de una sola ocupacin integran, lgica y cronolgicamente, la lucha contra el crimen. Y de este iter se sigue, de
nuevo, la necesidad de una poltica criminal unitaria y bien
concertada. Los momentos son, segn su orden de aparicin en
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la escena, de prevencin, de conminacin abstracta, de averiguacin y enjuiciamiento a y de ejecucin. Podra decirse, en cierta
forma, que el fracaso del precedente determina la aparicin del
siguiente. Una prevencin afortunada, que lograse el imposible
ideal de erradicar el crimen, cerrara la puerta a las fases subsecuentes. Y si la conminacin tuviera xito (conminacin que es
desde determinada perspectiva, un nuevo aspecto del momento
de prevencin) no vendran al caso ni persecucin ni ejecucin.
Por fin, la falta de persecucin, en su faz jurdica, hace impracticable la labor ejecutiva cuando se acepta, como ocurre en el
Derecho contemporneo, el principio de inevitabilidad del proceso penal.
La prevencin, al igual que los ms entre los restantes momentos anticriminales de que ahora hablamos, ofrece dos vertientes: la social 4 y la jurdica, unidas en forma tal (nueva solicitacin para la poltica criminal) que la eficiencia de una se
apoya en la eficacia de la otra. El dato social sin el jurdico, y
viceversa, resultara estril.
En el rea preventiva, la faz social se compone con las medidas que de hecho se aportan para la realizacin de los sustitutivos penales; 6 la jurdica, a su turno, mucho ms socorrida en
la prctica que la primera, con olvido del carcter mutuamente
determinante al que hemos aludido, no es otra cosa que la instrumentacin superestructura! de los sustitutivos.
La conminacin penal, fase que parece resumirse, slo, en el
elemento jurdico, porque los hechos sociales que seran su segunda cara se hallan adscritos, ms bien, a los momentos precedente y posterior, est cifrada en las leyes penales sustantivas.
Hay en la persecucin penal, entendida en sentido lato, no
simplemente como ejercicio de la accin penal o, menos todava, como fase de este ejercicio,6 la misma doble integracin que
en el captulo preventivo, porque al lado de la persecucin jurdica, que se conforma al travs de los procedimientos administrativo y judicial cuyo remate es la sentencia firme, se plantea
la social, mediatizando, impregnando, fertilizando o frustrando
a la primera: la reaccin material, real, colectiva ante el delito,
desde el primer acto de la pesquisa hasta el ltimo del juzgamiento, planteada externa o internamente a la persecucin jurdica; externamente, como presin, por lo regular trada en el
conducto de los medios de comunicacin masiva, e internamente
como modificacin directa del procedimiento o de las consecuencias jurdicas del delito. Esto ltimo acontece, particularmente, cuando los rganos del juzgamiento no son ya objetos o
destinatarios de la presin social, segn ocurre con el juez letrado, sino portadores o instrumentos, ellos mismos, de semejante
presin. As sucede, verbi gratia, con el jurado.7 La diversidad
de resoluciones en uno y otro casos, que conduce, por lo que hace
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Para la adscripcin de la penitenciaria en la compleja enciclopedia de las ciencias penales, no obsta, por cierto, el regateo de
la calidad de Derecho y la atribucin, en cambio, de la de preceptiva.s Carece de importancia prctica si el penitenciario es
o no verdadero Derecho, como carece de trascendencia efectiva, porque no altera en lo mnimo su funcin ni estorba sus
propsitos, que el Derecho sea o no verdadera ciencia. Los ros
de tinta gastados en esta controversia podran haberse destinado, mejor, a reforzar la aplicacin jurdica.
A pesar de lo dicho, hemos de observar que, en efecto, el
Derecho penitenciario es una preceptiva, esto es, un recetario,
un repertorio de reglas, en suma, una tcnica para el castigo, la
ejemplaridad, la expiacin o la correccin.
Toda vez que la preceptiva se encuentra encerrada en frmulas que desbordan el mero propsito tcnico y, desde el punto
de vista formal, renen las condiciones de lo jurdico, lo cierto
es que estamos, objetivamente, ante un verdadero Derecho. Ocurre otra cosa, acaso, con las dems disciplinas jurdicas? No
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hay en el desdn, entonces, ms un prejuicio que un juicio, fincado slo en el menor desarrollo legislativo y doctrinal del penitenciario, por contraste con la exuberancia sustantiva y adjetiva?
Es claro que el penitenciario ser siempre una preceptiva, una
tcnica, porque de lo contrario sera intil, y ser adems Derecho, en la medida en que sus mandatos se revistan formalmente
con la fuerza de lo jurdico. Esto acontecer sin trmino, aun
cuando se realice la utopa que quisiera ver en el Derecho penal
una medicina social.D
Subsiste la distincin radical entre ciencia causal explicativa
y ciencias normativas dentro de la enciclopedia penal?lo No
existe, gravitando sobre el deslinde, fatigndolo, volvindolo circunstancial, un proceso cclico que acabar por crear -o recrear- ciencias complejas, unitarias, metodolgicamente impuras, pero quizs ms eficaces en la lucha cotidiana contra el
crimen? No arribamos de nuevo a un pragmatisrno,n que es,
en definitiva, lo que verdaderamente interesa?
Dentro del proceso cclico un primer estadio -dialctico,
corno los posteriores- se caracteriz por el eclipse causal explicativo. Lo etiolgico se subsumi en lo tico y, consecuentemente, en lo normativo no jurdico. De aqu result, indisputado, el predominio normativo .axiolgico.
En un segundo estadio, gestado a partir de los ingredientes
que el anterior traa consigo, contradicindose, se afianz la
presencia del dato causal explicativo. El positivismo, que afirm
este predominio, recondujo el fenmeno total del delito, inclu-sive su tratamiento, a las disciplinas naturales y sociales.
El tercer estadio, por ahora vigente, ha querido ser de deslinde y, en cierto modo, de retorno. Con la decadencia del positivismo y su persecucin, en suerte de cacera de brujas, vuelve
a escena el norrnativisrno, con el auge del estudio dogmtico.
Empero, el positivismo conserva reductos, que no suponernos
expugnables. En el rea penal posee gran fuerza dentro de la
teora del delincuente, extremo de un binomio ( delito-delincuente) promovido por el positivismo en su hora rnejor.12 En el terreno procesal cobra gradual vigor a travs del procedimiento,
cuya vida legislativa se inicia sistemticamente, de examen de
personalidad.18 Y en la rbita penitenciaria tiene su principal
baluarte, hasta el grado de que no se ha podido hacer dogmtica
puramente penitenciaria ni segregar con nitidez, para efectos
docentes y doctrinales, el Derecho penitenciario de la penologa.
Una cuarta etapa podra ser de pragmatismo, dentro de un
nuevo retorno, obediente al fenmeno cclico: del formalismo
al realismo, bajo la idea de que en Derecho la especulacin
terica sin inmediata consecuencia prctica y sin asidero real
-directo es intil. En la base de este movimiento se halla el dato
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PENITENCIARIO
EL DERECHO penitenciario goza de autonoma.a La fuente de sta
es su diverso objeto con respecto a las dems ciencias del crimen, al menos de objeto de segundo grado, que pudiera decirse:
la ejecucin de la pena privativa de libertad, puesto que el de
primero, el ltimo y central -delito y delincuente, pena y medida de seguridad- lo comparte con aqullas y es por ello que
se trata, en definitiva, de una ciencia penal. La autonoma quedar mejor apoyada lneas abajo, cuando tracemos el esquema
de simpatas y diferencias del penitenciario con los Derechos
penal y procesal.
La afirmacin de autonoma no tiene importancia solamente
terica. La posee prctica, adems, y, por lo mismo, tambin
esta afirmacin cuenta con valor pragmtico. Las proyecciones
doctrinal, legislativa y docente del autonomismo no seran las
mismas que las del heteronomismo: de hecho, no lo fueron.
El desarrollo doctrinal, las concreciones legislativas y la atencin docente que resulta de aqul y de stas, o que las impulsa,
son a su turno la raz del autonomismo. Hay aqu, como es evidente, un crculo vicioso o, por mejor decirlo, virtuoso.
La doctrina penitenciaria se elabora, ya (en su doble calidad
de teora y de tcnica), con independencia de la penal y de la
procesal (esto ltimo, con reservas considerables) y se expone
en obras propias.16
La materia ejecutiva y, en concreto, la penitenciaria, tiende
a sustraerse de los cdigos penal y procesal y a contar con ordenamientos especiales.l7 En este campo, uno de los progresos
mayores reside en la recepcin constitucional de ciertos principios fundamentales de la ejecucin penitenciaria. Ahora, las
normas penitenciarias se piramidan, con una geometra que ya
no es ancilar, con base en la Constitucin nacional. Los escalones sucesivos se componen con los cdigos o leyes de ejecucin,
en dos grados posibles: uno, de formulacin de mandatos generales, otro, de desarrollo de stos con especializaciones geogrfica o material; los reglamentos carcelarios generales, los reglamentos carcelarios particulares y las decisiones administrativas.
En algn punto de la pirmide sera preciso insertar, en su
caso, las variantes impuestas por los tratados internacionales y
por la organizacin federal.lS
En el autonomismo cae la enseanza del Derecho penitenciario como materia independiente, tanto de las otras normativas
como de la criminologa y de la penologa.l9
De las definiciones ms conocidas sobre el Derecho peniten32
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-~
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Rgimen sustantivo
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Es aqu donde ms escollos halla el deslinde, porque si ha cedido, verdaderamente, la pretensin absorbente del Derecho
penal, no ha ocurrido lo mismo con la del Derecho procesal
penal. sta se conserva hoy con vigor y densas razones en su
apoyo, acaso como consecuencia del profundo influjo del proceso civil sobre el penal, influjo que, para el caso de la ejecucin, se manifiesta inclusive entre los ms notables defensores
de la autonoma procesal penaJ.81 No deja de ser sta, en el
fondo, una leccin reveladora sobre la dudosa, radical diferencia que se quiere encontrar entre los procesos civil y penal.
Ms all del debate terico cuentan argumentos prcticos, sentimentales : la atencin del procesalista por el Derecho penitenciario se ha traducido en la humanizacin de ste.82 No hay tal,
sin embargo. La humanizacin del sistema penitenciario no se
debe a los procesalistas, y quiz ni siquiera a los juristas. Lleg
bajo el impulso de la filantropa humanitaria. Aqu, como en
otras reas, la accin y la bibliografa renovadoras no fueron
obra de juristas: el poltico, el mdico, el filntropo iniciaron
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Tambin en Francia es esclarecedora la gnesis del juez ejecutor. El juge, en efecto, nace tanto de una preocupacin legalista y garantizadora, como del inters en dotar de eje orgnico
a la ejecucin penal, presidida por nuevas ideas correccionales.
Igualmente aqu se suscita la cuestin del carcter jurisdiccional
o administrativo de este juez, que sin sustituir a las autoridades
carcelarias internas posee poderes amplsimos: en cuanto al tratamiento institucional, en asuntos orgnicos, en materia de libertad condicional, de condena condicional y de liberados, y aun
en el rgimen y la colocacin de los vagabundos. Sus determinaciones en orden a la condena y a la liberacin condicionales afectan directamente la situacin jurdica del reo.44
Ha habido, al lado de la satisfactoria experiencia real, referida
con entusiasmo, un cmulo de reparos. Su ambigedad convierte
al juge en "una especie de satlite independiente siguiendo una
trayectoria autnoma entre la rbita judicial y la rbita penitenciaria". Cuando se subraya la ausencia de control judicial y
administrativo sobre el juge y el peligro que para la libertad
individual significan sus amplios poderes, se incurre en la ms
severa paradoja: acaso la simple existencia de este magistrado,
orgnicamente un autntico juez, no constituye o debe constituir
la garanta que reclama todo el temor acumulado tras el juez
ejecutor?%
3. Razones del jurisdicciorULlismo. A poco que se indague en la
historia y en el sentido del juez ejecutor, as el giudice di sorveglianza como el juge de l'applicattion des peines o las figuras
que de ambos descienden, en leyes y proyectos, se advierte que
el sustrato de su existencia es, en primer trmino, el temor a la
arbitrariedad en el recinto penitenciario, con tanta frecuencia
ejercitada, y secundariamente, el propsito de concertar en unas
solas manos, para dotarlo de unidad tcnica, el tratamiento
resocializador.
Lo dicho revela una creciente desconfianza en la administracin, al par que una confianza creciente, absoluta o relativa,
esto es, sin o por contraste con aqulla, en los dispensadores
profesionales de justicia.
La mera presencia de un juez en la prisin es un alivio para
el penado, en la medida en que la formacin del juzgador (que
podra ser entendida, y a menudo as lo es, como deformacin
por parte de ciertos miembros del equipo de tratamiento) tiende
a preservar, hasta por mera inercia, los derechos del ejecutado.
Esta preservacin puede ofrecer tambin una ventaja poltica:
la tranquilidad de la opinin pblica, a menudo atareada en la
censura a los procedimientos carcelarios, o en el peor de los
casos el endoso a la judicatura de las crticas que, de otra
forma, caeran sobre el Poder Ejecutivo.
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Al primer supuesto mencionado pertenece el auge de los delitos en materia de estupefacientes, donde el delicuente profesional
no dirige el golpe contra un sujeto determinado al que se busca
victimar, a diferencia de lo que ocurre, normalmente, en el delito
tradicional, y el no profesional suele entender que su trfico est
exento de reprobacin tica. A la segunda hiptesis pertenecen
ciertos acotamientos criminales : delincuencia rural frente a la
delincuencia urbana, los mayores de entre ellos. Y luego, en la
urbana: 54 delincuencia en los almacenes, delincuencia en los
grandes conjuntos habitacionales,55 delincuencia de bandas, asaltos a bancos, robo de automviles, etctera. Por esta via de la
especializacin se llega a un segmento ms, con su peculiar
tipologa: la criminalidad carcelaria. Una criminalidad especial
reclama tanto una criminologa (etiologa y tipologa} como una
criminalstica particulares.
,Jnteresa establecer una distincin. La crcel es una civitas
singular, con su caracterstica patolgica: es la patologa dentro
de lo patolgico, un acentuamiento, un agravamiento de la enfermedad social. Esta patologa se resuelve en un doble modo
de desviacin: el delictivo y el no delictivo. Al segundo pertenecen, por ejemplo, los suicidios, la intoxicacin, el homosexualismo y algunas formas de resistencia colectiva, de amotinamiento 66
y de evasin.57 El primero, en cambio, compone la criminalidad
de las prisiones, en sentido estricto. Un ojo penetrante no hallara, por lo dems, diferencia sustantiva.
Homicidio, lesiones, robo, dao, abuso, violacin, evasin, amenazas (extorsin), portacin de armas, cohecho y comercio de
estupefacientes componen la criminalidad corriente de los reclusorios, en los que asume, con frecuencia, caractersticas singulares.
La criminalidad sexual ofrece sorprendente frecuencia. 58 No
englobamos, claro est, el homosexualismo voluntario, tambin
cosa cotidiana. La violacin es una consecuencia ms del penitenciarismo represivo, que se niega a aceptar la plenitud del ser
humano y pretende tratarle acumulando cortapisas al curso normal de sus apetitos. Qu clase de sublimaciones se quiere provocar en estos sujetos elementales? Por lo dems, tambin conviene
advertir que la violacin tiene, en muchos casos, ms el sentido
de un acto de humillacin y dominio (al que han llegado conflictos sociales, v. gr., raciales) 59 que de satisfaccin instintiva.
En cuanto a los delitos en materia de estupefacientes, hemos
escrito que los adictos son, de hecho, los reclusos de ms difcil
manejo, y en torno a ellos se hila la mayor parte de la criminalidad de las prisiones : a su desasosiego o a la presin del mercado
obedecen, con estimable frecuencia, homicidios, lesiones, robos,
asaltos, trficos y cohechos. Tampoco son raros los suicidios
entre los toxicoflicos, que a veces se quitan la vida, sin propsito
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A) RGIMEN CONSTITUCIONAL
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delito, y en el Pacto Internacional se indica: "nadie ser sometido sin su libre consentimiento a experimentos mdicos o cientficos". La sumisin involuntaria a estas prcticas es, evidentemente, condenable, porque se supone, desde luego, que estn
desconectadas de la idea de tratamiento del reo, y relacionadas,
en cambio, con propsitos cientficos o represivos, aterradores,
que desbordan de la terapia individual. Pero, quid de los experimentos consentidos? Acaso la voluntad no va siempre viciada, sea por la expectativa de una atenuacin de la pena, sea
por la recompensa econmica? Son la salud y la vida del penado bienes disponibles para ste? No podramos ocultar nuestra antipata por estas prcticas.
Las Reglas Mnimas son, hasta ahora, el momento culminante
de la internacionalizacin en materia ejecutiva penal, no obstante su carencia de fuerza vinculante. Fruto de larga y minuciosa elaboracin,73 las partes de que se componen son, todava,
la mejor revisin orgnica del rgimen penitenciario. Adems,
han tenido el acierto de saberse ajustables a las exigencias de
medios diferentes.
No obstante la juventud de las Reglas, se ha buscado ya su
revisin.H Ampliarlas a otras categoras de internos (pero esto
no sera necesario, en principio, vista la amplitud de sus frmulas), como los polticos, parece recomendable.75 Tambin lo sera incorporar a ellas otras incitaciones de la misma fuente, en
particular las relacionadas con tratamiento preliberacional y sistemas de semilibertad, que han quedado al garete de aquel cuerpo
sistemtico.
En todo caso, la cuestin fundamental es sta: deben reconducirse las Reglas a un verdadero tratado o, dicho en otros trminos, han de causar baja como anhelos y alta como preceptos?
La pregunta no tiene fcil respuesta.76 Con todo, lo que importara sera la eficacia de semejante instrumento internacional,
en el improbable caso de que los Estados aceptaran la concertacin de un tratado. Si slo ahora, en el curso de dos dcadas,
se ha credo la humanidad a punto para la internacionalizacin
de los derechos humanos, muy latamente enunciados, no obstante que la preocupacin nacional por ellos es centenaria, sera consecuente pensar que lo est ya, tambin, para la internacionalizacin de un conjunto de reglas detalladas sobre ejecucin penitenciaria? Y qu hay de la jurisdiccin internacional
a propsito para el control de la aplicacin de las Reglas?
Todas estas cuestiones permiten suponer que la internacionalizacin por el cauce del tratado es, todava, un ideal improbable. Ms an resulta serlo si se toma en cuenta la extendida desobediencia nacional a las Reglas. En el foro de su reforma se
plante varias veces, certeramente, otra reclamacin: cumplimiento.77 Por hoy, la tarea inmediata contina siendo de tensin
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na o, quizs mejor, de inhibicin, cuando no de agresin deliberada. As, lo externo y lo interno componen un anillo que ahoga
el desarrollo del penitenciarismo. Un difundido desdn social
hacia el delincuente sentenciado torna impopulares las medidas
que lo benefician; esta impopularidad frena la accin poltica
y aun, a veces, la orienta contra las medidas de progreso en la
ejecucin penal.81 No en balde es el preso el ms pobre de los
pobres.82 La aguda sensibilidad que as lo entiende ha comprendido, finamente, esta doble tenaza de inhabilidades entre las
que se mueve, girando viciosamente, el penado.
De todo lo anterior resulta el escaso inters poltico del progreso penitenciario. A la misma consecuencia conduce la reducida visibilidad de las realizaciones carcelarias y la extrema dificultad de medir sus resultados reales. Al pblico importa la
seguridad y entiende que sta se sirve con la prevencin, no a
partir del tratamiento. Este concepto ingenuo olvida lo evidente: que el tratamiento es otra de las formas de la prevencin.
En todo caso, el carcelero es el mejor aliado del polica.
Consideraciones econmicas bloquean tambin el impulso de
la ejecucin penitenciaria. :sta grava severamente el gasto pblico; constituye un rengln por dems estimable del costo social del delito. Otras formas ejecutivas son menos onerosas.
Por lo pronto, la pena capital es infinitamente menos gravosa
para el erario pblico que el sostenimiento de crceles bien dotadas. El costo que cada recluso tiene para el Estado es excesivo. Agrguese, adems, el perpetuo pasivo en el balance de
los reclusorios, fruto frecuente de una mala organizacin econmica y penitenciaria, y adase el temor de la empresa y de
los trabajadores libres a la competencia carcelaria, tema del que
en su hora trataremos. Entonces, tambin la economa milita
contra el penitenciarismo.m
Cmo olvidar en esta relacin de obstculos a los intereses
creados, a la corrupcin, al burocratismo?
Para quien no ha tenido relacin inmediata con la vida carcelaria es apenas imaginable la corrupcin que prospera en las
prisiones.84 Con frecuencia este nuevo sntoma de la patologa
penitenciaria es irreal, como si proviniese de un hipocondriaco
que se entrega a la tarea de inventar dolencias; entonces, la corrupcin toma la va del rumor, cuya psicologa en prisin (y
fuera de ella, desde luego) registra inters superlativo. Ni siquiera las figuras prceres del penitenciarismo han dejado de
verse ensombrecidas por imputaciones ms o menos brumosas.u
Al lado de la falsa inmoralidad se sita la frecuentsima real,
enraizada en los intereses creados que cabalgan sobre el ms
dilatado gnero de trficos, posibles ah donde todo -la luz, el
aseo, el alimento, la ropa, el sexo, la libertad- est sujeto a
minuciosa tarifa.86 Algunos grandes fracasos penitenciarios han
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sido precipitados por la accin combinada de los intereses creados y la corrupcin, tanto interna como externa.
Por otra parte, la teratolgica alteracin formal del acto de
gobierno que se ha dado en denominar burocratismo, ha penetrado tambin en los recintos carcelarios. Hay quienes quisieran hacer de las prisiones ficheros polvosos y del tratamiento
penitenciario -que el burocratismo transforma en simulacinoportunidad de desencadenar la densa literatura oficinesca vertida en papeles cuyo destino final es el engrosamiento de intiles archivos.
A ms de aquella tarea estril, el burocratismo paraliza los
mejores esfuerzos, porque otra de sus notas caractersticas -natural ah donde la tcnica se sustituye con la costumbre- es la
extrema timidez: jams se dar un paso adelante en la teraputica penitenciaria por fuerza del temor al riesgo, y es claro que
cualquier tarea de tratamiento involucra un riesgo, mayor o menor, que es preciso correr y por cuyos caminos jams se aventurar el penitenciarista burcrata, el oficinista erigido en criminlogo.87
Pero hay algo ms, que toca la raz de la cuestin: la crisis de
la prisin misma como medio de represin y tratamiento. Sin
lanzarse de lleno contra la crcel, sino slo contra algunas consecuencias del encarcelamiento, esta crisis inconsciente determin los sustitutos de la prisin, especialmente la suspensin
condicional de la condena.ss En el fondo, la suspensin teme a
la crcel, no slo en tanto es breve la reclusin,89 sino tambin
en cuanto sta existe.00
El hecho fundamental est en el valor crimingeno de la prisin: sta crea delincuentes. Por otra parte, ha fracasado en su
empeo de recrear hombres libres; as lo evidencian los ndices
de reincidencia. A lo sumo, se forman buenos reclusos, caso
grotesco del que adelante hablaremos. He aqu, sin duda, el problema ms espinoso al que se enfrenta todo el penitenciarismo.
No es posible progresar en medio del descrdito.~l Se requiere
voluntad resuelta, no mala gana.
Nosotros persistimos en lo escrito hace aos: es cierto, nuestra prisin se encuentra en crisis. Lejos de frenar la delincuencia, parece auspiciada. En su interior se desencadenan, paradjicamente libres, angustiosos problemas de conducta. Es instrumento propicio a toda clase de inhumanos trficos. Hiere, a veces indeleblemente, al que por primera vez la pisa, y ofrece
un hogar natural a sus huspedes habituales. Nada bueno consigue en el alma del penado, y s la grava y emponzoa con
vicios, a menudo irreparable, y afiliaciones criminales. Mina el
cuerpo del recluso, lo enferma y postra, y devuelve a la vida
libre un hombre atravesado por los males carcelarios. Se muestra incapaz de ensear el camino de la libertad y ms parece
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En las capas del dibujo global forman la individualizacin legal, la jurisdiccional y la administrativa; se escalonan condicionndose mutuamente, perfeccionndose y reclamndose la una a
la otra. Podran existir por separado, ciertamente, pero si slo
hubiese la legal sta devendra seriacin : un nuevo lecho de
Procusto; la existencia sola de la jurisdiccional supondra la previa abolicin del Derecho penal escrito y el regreso del Derecho
arbitrario; no acontecera cosa diversa, sino la misma y agravada, si nicamente hubiese individualizacin administrativa.
Por otra parte, una sentencia absolutamente indeterminada,
en calidad y cantidad, que slo se limitase a verificar los supuestos de tipicidad y responsabilidad, sustraera un captulo al
trmite de la individualizacin; con este captulo podran ausentarse algunas preciosas garantas; en este terreno no parece
prudente el contacto demasiado directo entre la ley y el administrador: precisa la interposicin del juez.
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por el hilo conductor de la compasin, de la represin o del sentido comn; no hay, en efecto, necesidad de cuerpos colegiados
para administrar compasin, represin o sentido comn.11o
En el organismo, consejo o instituto de criminologa 1 11 han
de figurar los representantes de las varias disciplinas que concurren o deben concurrir en el tratamiento. Se han apuntado
tendencias antropologista y sociologista en este sector. Estimamos que las especialidades representadas (diversa es la cuestin
de cmo hayan de organizarse reglamentariamente estas representaciones, en cuanto a nmero de componentes y a derechos
de cada uno de stos), deben ser las atinentes al trabajo, la
educacin, el servicio social, la medicina penitenciaria -general
y psiquitrica- y la custodia, conducidas por los funcionarios
directivos. En algunos pases se ha estimado til la intervencin de ministros de los cultos. En rigor, lo es cualquier participacin que haga luz, sin enervarlos, en el diagnstico, el
pronstico y el tratamiento}l2
A nuestro entender, la funcin autntica del consejo es la que
hasta ahora llevamos comentada, no la disciplinaria. No coincidimos, pues, con quienes lo transforman en tribunal de conducta,
calificado para disponer sanciones previo el desarrollo, ante el
propio consejo, de procedimientos contravencionales. Esta tarea tie al organismo ante los reclusos, inconvenientemente, de
notas represivas. Y esto obstruye la ya de suyo difcil labor del
consejo. Si no es amigo, el organismo criminolgico debe ser,
al menos, un cuerpo neutral a los ojos, exageradamente suspicaces, de los reclusos; para stos, el juez es siempre el enemigo,
pues se trata de condenados.l1 3
La labor interdisciplinaria no puede ser ocasional ni reducirse
a determinada fase del internamiento, como no podra ser episdica ni limitada la accin del mdico en el curso de la enfermedad. Debe iniciarse al tiempo del ingreso del individuo a la
prisin y cesar slo con la libertad. El organismo que se limita
a diagnosticar disuelve o mutila su sentido y se sustrae a la
progresividad, que preside como hemos dicho, con las ideas de
tratamiento y de tcnica, la suma del rgimen penitenciario. Se
debe observar, adems, que el concurso del consejo es indispensable en situaciones que se plantean bien avanzado el tratamiento: scmilibertad, liberacin condicional y remisin parcial de la
pena. 114
La actividad interdisciplinaria proyectada sobre el tratamiento necesita de una documentacin, tambin interdisciplinaria,
que biografe, para cada caso individual, evidentemente, los planteamientos, progresos, regresos y sugerencias del sistema. Este
expediente habr de ser tambin jurdico-criminolgico, pero
mucho ms lo segundo que lo primero, en contraste con su equivalente procesal, que es dominantemente jurdico.11 5
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litos por o contra los beneficiarios (estos ltimos como expresin de venganza) e infracciones menores (alcoholismo, sobre
todo), delatara deficiencias profundas en los criterios de seleccin y manejo de los penados afectos a la semilibertad.
Ante estas nuevas medidas penolgicas es preciso estar en
guardia lo mismo contra la timidez que contra el fracaso. El
temor a afrontar los riesgos naturales que el ejercicio de un pe
nitenciarismo progresivo involucra, opondr a la semilibertad
un cmulo de razones o de sinrazones. Pero el fracaso reiterado en la aplicacin de estos procedimientos provocar la reaccin pblica desfavorable y la marcha atrs ms o menos apresurada.127
Hemos hablado de instituciones en las que vivan, trtese o no
de colonizacin penal, en una de sus fases ms desarrolladas,
los reclusos con sus familiares.1 28 Esto suscita algunas reflexiones. Son dos los puntos de vista que sobre el particular entran
en colisin.121l Se hace ver, por una parte, que en las colonias
penales donde los sentenciados residen con sus familiares quedan invertidos los trminos de la cuestin, pues lo preciso es
hacer del cautivo un hombre libre, no de ste un prisionero ms.
Diverso sera el caso si la familia se inicia entre penados, ms
siempre advendra la procreacin, con lo que el tema quedara
planteado, nuevamente, en los trminos anteriores. Se advierte,
en contrario, que este rgimen minimiza las notas represivas del
cautiverio, fortalece el sentido de solidaridad social de los penados, conduce la vida de stos bajo condiciones prximas a las
de la existencia normal y previene o diluye los problemas fraguados en las crceles al impulso de la soledad.
La solucin de la antinomia podra hallarse en la restriccin
de estas prisiones-ciudad a cierto tipo de condenados: aquellos
para quienes el delito haya sido un episodio a tal punto circunstancial, si tal cosa es rigurosamente posible, que no se encuentren descalificados para el retorno inmediato a una comunidad
ordinaria. Es preciso, entonces, actuar casusticamente.tao
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miento. De ello resulta la importancia equivalente y mutuamente determinante de ambos rdenes, aun cuando no se nos oculta
que ciertas deficiencias instrumentales podrn ser suplidas por
las suficiencias personales, y no a la inversa: el elenco penitenciario material no sustituir jams la fina penetracin, la sensibilidad y el esfuerzo de un buen personal de prisiones.
Tambin aqu se presenta el fenmeno de preferencia, tantas
veces sealado en relacin con los jueces y las leyes penales.lllll
No podemos hacemos demasiadas ilusiones, sin embargo, acerca de esta preferencia, al menos no en el mbito penitenciario.
No basta con reclamar buen personal; es preciso urgir, adems,
adecuados elementos objetivos de tratamiento.
La base de los elementos objetivos, que configuran el sistema,
es la ley :133 la unidad de rgimen demanda unidad normativa.
Cuesta trabajo aceptar la multiplicidad de sistemas penitenciarios y de leyes ejecutivas sobre un mismo territorio, de cara a
una sola comunidad nacional. Con ello no se pretende desconocer, sin embargo, la existencia, presionante, de particularidades locales.
Ya hemos indicado que la pirmide normativa penitenciaria
aloja peldaos especiales cuando priva la organizacin poltica
federal. Entonces la sucesin queda o puede quedar alterada,
se divide, y, quizs, se desordena. Insistamos, sin embargo, en
que el particularismo extremoso, que no es seal de riqueza
legislativa ni buen aliado de la poltica criminal, con vocacin de
unidad, tampoco puede ser visto como consecuencia forzosa del
federalismo. Esto se advierte frente a la experiencia de otros
continentes y del nuestro.lM
Aqu ha habido una vieja inquietud unificadora o, por lo menos, coordinadora, manifiesta en la historia constitucional y en
las reformas a la Ley Suprema.135 Mas la unidad ha quedado
hasta ahora descartada; entonces, la misin sistematizadora y
ordenadora, tan necesaria, se ha encomendado a otros expedientes: sea la armonizacin procurada voluntariamente en tomo a
leyes y sistemas modelo, sea la coordinacin, tambin convenida, que procure la unificacin.1 se Ambas posibilidades pueden
consolidarse, por supuesto, en una sola obra.1 37 Mxico ha optado por lo segunda va.
La falta de unidad determin entre nosotros el imperio del
particularismo. An ocurre, aunque en retirada. Pero si esto
es as, precisa hacer uso de las atribuciones particulares y dotar a la accin penitenciaria de leyes y, con ellas, de sistema.
No es excusable la quietud legislativa; ni siquiera es comprensible: la ausencia de leyes centrales hara suponer un generoso
florecimiento de las locales, que no siempre se ha producido.
El panorama nacional arroj escasas leyes modernas, algunos
viejos ordenamientos de cuestionable vigencia y cierto nmero
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Se afirma que la clasificacin es el vehculo de la individualizacin. Adems, es el medio de evitar problemas de promiscuidad y de contagio; por ello, ha de ser radical en ciertos sectores: as, los que miran a la edad y al sexo, a determinadas
enfermedades y a la situacin jurdica de los internos. Pero en
otras reas se ha reaccionado ya contra una clasificacin rgida,
exenta de flexibilidad.
En la vida social comn operan fuerzas de atraccin y repulsin cuyo esquema no difiere, en nada, del que priva en el
mundo penitenciario. En ste es menester advertir y fomentar
las solidaridades, y el expediente para hacerlo es la clasificacin.l40 Con todo, es preciso estar en guardia contra la formacin demasiado artificial de grupos aislados, inconexos, que promuevan una suerte de atomizacin radicalmente diversa de la
organizacin social ordinaria. En la vida corriente hay siempre
hechos de contacto y de trnsito, de comunicacin y capilaridad;
debe haberlos tambin en la penitenciaria, para atenuar su anormalidad y aprovechar, creadoramente, la normalidad posible.
El ltimo momento de la clasificacin es el que se lleva a cabo
en el interior de un mismo establecimiento, agrupando y discriminando, bajo el propsito de formar ncleos homogneos, en
pabellones, dormitorios, secciones y celdas, esto es, en uso de la
plena geografa de la institucin. Pero esto es, slo, el ltimo
momento. No han querido advertirlo as los partidarios de las
penitenciaras colosales, cuya magnitud torna excesivamente
compleja la clasificacin. El primer momento, en cambio, conDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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En este orden de cosas, importara desvincular la atencin inmediata (no as la mediata, la definitiva y principal) del daado,
de la persona que caus el dao. De esta suerte, se creara un
fondo de auxilio, no de resarcimiento, propiamente, que cubriese las ms perentorias urgencias mediante un procedimiento
sencillo y sumarsimo. Este trmite, puramente administrativo,
no debera obstar, es claro, para el procedimiento jurisdiccional
de reparacin del dao.164
En cuanto a la composicin del fondo, el delito mismo, o sus
consecuencias, deben ser la fuente: cauciones que por una u otra
razn fueron hechas efectivas, producto de la venta de los instrumentos del crimen y, sobre todo, producto del trabajo penitenciario. Este ltimo rengln ser posiblemente, el que mayores
recursos incorpore al fondo.
Ahora bien, la constitucin del fondo deber incidir sobre el
producto bruto de la empresa carcelaria, no formarse a base
de porciones descontadas al salario de los internos. stas satisfacen, exclusivamente, el dao causado a la vctima concreta
del delito que cometi el recluso. No parece justo hacer que
cada reo pague por los daos motivados por la delincuencia en
general; s lo parece, en cambio, que de la utilidad que arroja
el trabajo de los penados, en su conjunto, asociado empresarialmente a otros factores de produccin, se satisfaga as sea en
parte mnima la lesin patrimonial promovida por la delincuencia, vista tambin en su conjunto. Se trata, ya, de una ecuacin
razonable.165
Otro asunto que debe aqu interesarnos es la penetracin de la
seguridad social en los reclusorios, penetracin que corre paralela, lgicamente, a la recepcin del Derecho laboral. Se tratara de una de las proyecciones benefactoras del Derecho social
moderno. Nada hay, en principio, que se oponga al rgimen de
seguridad social en las crceles, como s lo hay, en cambio, segn ya dejamos dicho, en torno a la incorporacin lisa y llana
del Derecho del trabajo, principalmente en orden a sus ms
importantes consecuencias colectivas.1oo
En realidad, ese "pobre entre los pobres", ese desvalido mximo que es el prisionero, suele estar tan expuesto como el que
ms a los infortunios del trabajo, y ello, desde luego, sin contar
con las lesiones que el reo se inflige movido por el propsito
de eludir el trabajo o por la finalidad, un tanto pueril, de rescatar tiempo de pena a cambio de enfermedad: una interpretacin personalsima, penitenciaria, del ne bis in idem, que hace
al recluso incomprensible el doble pago del crimen: con la reclusin y el trabajo, por una parte, y con el sacrificio de la salud, por la otra. Es de esta suerte como el reo ve a veces, en la
enfermedad, paradjicamente, a su mejor aliado contra el cautiverio. Y no est del todo errado: acaso no es la enfermedad,
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nielad, e incorporarlo al respeto y a la conservacin de los valores que sta ha hecho suyos. La base de la socializacin radica
en el hecho de que el criminal ha establecido, por medio de su
conducta injusta, un cop.traste, una contienda con la mayora de
la colectividad. Si fuese slo con la minora, el delincuente se
transformara en hombre honrado y la minora disidente pasara
a integrar el mundo criminal. Aquella contienda se resume en
el ataque a las normas, sustrato de la juridicidad, que la sociedad acepta. La reduccin de la distancia entre el delincuente
y la sociedad tiene como presupuesto, lgicamente, la aceptacin de estas normas : no otra cosa pretende la educacin social.
Qu papel desempea la socializacin frente a los responsables de delitos polticos y sociales?l73 Porque si la disidencia
del criminal comn rara vez se dirige, deliberadamente, a la ruptura del orden axiolgico establecido, que el sujeto quebranta
en segundo grado, como consecuencia obligada del golpe que
asesta, propsito, ste, nico y profundo de su conducta, la del
reo poltico y social va contra el orden mismo, y el acontecimiento particular que provoca, su conducta concreta, la ancdota de su comportamiento ilcito no son, a su tumo, ms que
las obligadas expresiones de la finalidad que le conduce; aqu,
el establecimiento se ataca en primer grado, no como fruto de
una obligada consecuencia. Es sta, en sustancia, la diversa forma en que la delincuencia comn y la poltica-social afectan a la
comunidad, ndice de su distinta peligrosidad colectiva. No pretendemos, es claro, ninguna apreciacin material; slo se trata
de un esquema, de una observacin formal, cuya validez se
halla, por lo mismo, mejor amparada contra la sospecha.
No podra la sociedad negarse a s misma e impartir educacin destinada al fortalecimiento de la ms violenta disidencia.
Otra cosa es que se planteen los cauces para la formacin y la
expresin de la disidencia. Mas cmo podra el Estado -cualquier Estado-, convertido en reeducador penitenciario, abstenerse de actuar sobre la que es, sin duda, una desviacin valorativa? Porque para los planteamientos de la educacin social
lo mismo importa el respeto a la vida que a la propiedad privada de los medios de produccin o, inversamente, a la propiedad
exclusivamente colectiva de estos bienes; en ambos casos, resocializar significa, pura y simplemente, normalizar, uniformar,
solidarizar en tomo a las convicciones medias (se hablara, entonces, de una resocializacin natural, parafraseando al supuesto delito natural), e igual funcionan como convicciones medias
aquellas que tienen como objeto a la vida que las que miran
hacia el rgimen de la propiedad o hacia el sistema de gobierno.
Puesta ya en este camino, la educacin penitenciaria debera
procurar la reforma de la opinin, no slo de sus medios expresivos, porque la adhesin que el tratamiento busca (tratamiento
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se han alzado recomendaciones tmidas, reveladoras del desconcierto, de raz frecuentemente puritana, que la cuestin promueve; en otros casos se ha dado marcha atrs : las deficiencias
de un sistema conducen a pensar que todo sistema de visita
sexual en prisin es desaconsejable.17 7 Aqu surgen, es cierto,
numerosos problemas. Dejaremos de lado los que quieren mirar o fabrican el disciplinarismo y el puritanismo.178
Las cuestiones centrales que promueve la visita ntima tienen
que ver con la descendencia y con el acceso de mujeres galantes.
Aquel tema se relaciona con otro, mucho ms dilatado, que conmueve a la sociedad: la planeacin familiar, adems, si se quiere, de los temores que a muchos produce el factor gentico
supuesto de la criminalidad.
No necesariamente ha de vincularse la solucin carcelaria del
problema a la que el Estado aporte en el marco de su poltica
demogrfica. Penitenciariamente, el asunto cuenta con elementos propios, que haran practicable el control aun en el caso de
que el Estado rehusase favorecerlo por va general. Ahora bien,
esta solucin es la nica posible si se trata de la visita en favor
de mujeres recluidas, hasta ahora marginadas de esta forma de
relacin. Para concederla, sin embargo, militan ni ms ni menos que las mismas razones que han determinado su otorgamiento a los hombres. En la especie, la accin de control es indispensable. De lo contrario, en la colisin de intereses entre la
mujer y la descendencia debera prevalecer sta, con la consecuencia de que se niegue a la reclusa la visita conyugal.
Un correcto entendimiento de la visita ntima lleva a fundarla,
por igual, en la conservacin normal y moral de las relaciones
del reo con su compaera y en el desahogo fsico por medio del
acceso carnal. Pero una sola de estas razones, la segunda, sera
a nuestro juicio insuficiente. De aqu no solamente resulta la
singularidad de la visitante, sino adems el rechazo de prostitutas, cuyo acceso a la prisin recompondra el submundo, tan
conocido por los criminlogos, en que coinciden la prostituta
y el delincuente.179
De todo esto quedan pendientes diversas cuestiones : qu
hacer en el caso de quienes han formado varias familias, adems de la que tuvo origen marital? qu hacer en la hiptesis.
de los solteros, incapaces de concertar una relacin que desemboque en matrimonio o en concubinato? Hemos de reconocer
que carecemos de respuesta satisfactoria para estas preguntas,
las cuales deben permanecer, por ahora, en el rea ms borrosa
de los problemas carcelarios.
Vuelve a atraer inters poderosamente la participacin de la
comunidad, por medio de grupos o de individuos, en las tareas
de la defensa social. En la base de este tema se halla una evidente verdad: la prevencin, persecucin y tratamiento de la
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delincuencia no son exclusivas del Estado; es necesaria, por muchos conceptos, la intervencin de las fuerzas sociales.1so
Los casos y medida de esta intervencin varan grandemente:
puede y debe iniciarse en conexin con las tareas de polica;
tambin se la suele patrocinar al tiempo del juzgamiento, sea
para actos de defensa o acusacin, sea para actos jurisdiccionales. Finalmente, tiene importancia subrayada en el curso del tratamiento, institucional o extrainstitucional. No son pocos los
pases que confan el mayor volumen del trabajo de cuidado
extrainstitucional, en favor del liberado o en relacin con el sujeto a medida sustitutiva de la prisin, a los particulares. De
este asunto, as como de sus resultados, generalmente presentados como favorables, preferimos ocupamos con posterioridad.
Aun cuando el eje de la relacin con el exterior es el servicio
social,181 nada hay contra la intervencin de particulares, grupos
o individuos, en la terapia penitenciaria. S, en cambio, contra
su participacin anrquica e indiscriminada. La lucha por llevar la tcnica a los procedimientos carcelarios es, simultneamente, lucha por penetrar de tcnica la accin, aislada o colectiva, del personal penitenciario. De esto hablaremos en su hora.
Y es personal penitenciario quienquiera que llegue a la crcel
con designio teraputico. Es necesario, por tanto, dotar tambin
a este personal de preparacin para el ejercicio de su cometido.182
4. Autogobierno. En el cmulo de limitaciones que la prisin
apareja para el individuo descuella la de gobierno. Si en el exterior el sujeto parece ser, cada vez menos, por cierto, cosa
suya, en el mbito carcelario es cosa ,ajena, a ttulo de sujeto
del castigo o de objeto del tratamiento. Inmerso en una vida
minuciosamente programada, cuyas determinaciones le son extraas y cuyos rganos de gobierno le son impuestos, el hombre
semeja hallarse completamente al margen de la conduccin de
su existencia.
Pocas cosas hay, sin duda, tan negativas para la preparacin
de un sujeto libre. La tendencia limitada ha sido, entonces, a
devolver al penado cierta capacidad poltica. Esto ya exista
como necesaria consecuencia de la semilibertad o de la libertad
precaria, condicionada o sustitutiva de la prisin. Mas ahora se
trata de llevar al mismo interior de la crcel algo del manejo
democrtico del exterior. Esto as, al travs de los regmenes
de autogobierno.
Con todo y que resuelve cuestiones delicadas, al reproducir
en la prisin circunstancias propias de la vida libre, el autogobiemo despierta, como contrapartida, problemas considerables.
Aqu, las constantes pendientes del Derecho, hacia el despotismo o hacia la anarqua, se transitan con extrema facilidad. Surge, en especial, el tema del liderazgo. Slo un rgimen celular
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a ultranza puede desvanecer este peligro, pero al hacerlo disuade, tambin, todas las posibilidades del tratamiento.
Con el liderazgo se complican o se simplifican, segn el caso,
los mecanismos de conduccin por parte de la autoridad penitenciaria. Aqul es, realmente, un reflejo de sta: al acento en
la terapia corresponder, por lo regular, el desempeo de lderes positivos; a la insistencia represiva habr de asociarse, por
su parte, el auge de lderes intimidantes o violentos.
El autogobierno abre adems la puerta a la negociacin y a la
recepcin de presiones, ahora institucionalizadas. Se trata, pues,
de un sistema deseable pero complejo, que debe ser manejado
.con prudencia extraordinaria.
5. Atencin mdica. Que el mdico es una pieza fundamental
del tratamiento es ya, hoy da, un lugar comn del penitenciarismo.183 Su funcin excepcional de antao ha cedido el puesto
.a la misin constante, rutinaria. Ahora bien, esta tarea, que
geogrficamente no tiene frontera dentro de la prisin, ni materialmente la halla en cuanto a los diversos aspectos en que
se desarrolla la vida carcelaria, suele desempearse en dos rdenes : el fsico y el psquico.l84
En ambos casos, pero mucho ms, sin duda, en el segundo, es
frecuente el enfrentamiento entre las autoridades administrativas y los funcionarios mdicos. De hecho, el encuentro, ms o
menos aparente o matizado, se produce en todo el frente entre
las perspectivas tcnicas y las administrativas y disciplinarias.
El penitenciarista sabe bien que estas desavenencias, advertidas
y explotadas por los reclusos, incluso provocadas por ellos sobre un terreno que adivinan frtil, suscitan cuestiones delicadsimas y colocan en serio predicamento la poltica penitenciaria total. Son, por lo dems, slo una muestra en la vasta tipologa de la contienda que ahora, y desde que el positivismo condujo a las crceles a las profesiones de traje blanco, se libra
con entusiasmo en todo el mbito penal.
Aqu es preciso establecer el difcil equilibrio. No se trata
de un juego de transacciones, que imponga sacrificios para obtener una moderada satisfaccin de intereses; no hay ms que
un inters, el del tratamiento, que nada tiene que ver con la
transaccin, sino con el concierto. Lo pertinente es desvanecer,
digmoslo de nuevo, pretensiones absolutistas. Para hacerlo, el
imperio de la autoridad carece de eficiencia suficiente. Slo importa la conviccin, que no tiene otra puerta que la humildad
cientfica. Esto suele ser incomprensible para algunos funcionarios, cualquiera que sea su especializacin dentro de las funciones carcelarias; prefieren consumar estereotipos y mantener una
actitud gladiatoria constante.
El reo es tan sensible a estas querellas, fcilmente manipuDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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lables, como el nio lo es a las contiendas entre sus padres. Entonces, el aparente servicio a una disciplina comporta, en el
fondo, un maleficio para el sistema.
B) ELEMENTO SUBJETIVO. PERSONAL PENITENCIARIO
Hemos dicho ya que para los fines del tratamiento todos los
elementos pertinentes son, al mismo tiempo, trascendentales.
En este orden de cosas es preciso matizar cuidadosamente las
preferencias, no sea que deriven en imposibles sustituciones.
Con todo, no podramos ignorar -como no se olvida ni en el
terreno de la doctrina ni en el de la prctica, aqu excepcionalmente unnimes- que el personal penitenciario integra la cuestin fundamental del sistema.
Claro est que elaborar un cdigo no es slo cuestin de goma
y tijeras, mas tampoco es cuidado ligero la integracin del personal penitenciario, como no lo es la de ningn otro sector del
grande, coordinado, esencial equipo que labora en la administracin de la justicia penal. Acaso sea cierto, finalmente, que
ms difcil e importante que hacer buenas leyes pena1es, que dejadas a su propia suerte slo podran aspirar, en el mejor de
los casos, a sugerir excelentes bibliotecas, sea formar buenos
jueces y funcionarios penitenciarios, que a pesar de las leyes
deficientes (no, por cierto, de las leyes imposibles) podrn promover hombres comunes.
La sustantividad del personal carcelario deriva de ciertos hechos que el penitenciarista ha de tomar constantemente en cuenta, porque no se trata, en modo alguno, de cuestiones acadmicas, sino de verdaderos procesos, de situaciones dinmicas que
determinarn el xito o el fracaso del rgimen.
Ha mudado, por una parte, la funcin de este personal, por
ms que la opinin pblica se resista a creer en la mudanza y
no crean en ella, tampoco, muchsimos carceleros : 1 85 de un menester de custodia simple, para el que bastaban guardianes, se
ha desembocado en un quehacer de tratamiento, que reclama
tcnicos, de varia calificacin, en un servicio social.
Adems, el personal penitenciario es el factor de mayor inDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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quier esfuerzo redentor, como no sea el muy urgente de la propia redencin, asumen la funcin del orientador; ni siquiera se
trata aqu del ciego que sirve de lazarillo a otro ciego, porque
en fin de cuentas los invidentes buscan un camino que los saque de su mundo, en tanto que aqullos cancelan, en flagrante
complicidad, cualquier ruta de salida.
Es imperativo, pues, seleccionar con mxima diligencia a los
miembros del servicio penitenciario.187 Con razn se propugna:
"La administracin penitenciaria escoger cuidadosamente el
personal en todos los grados, puesto que de la integridad, humanidad, aptitud personal y capacidad profesional de este personal depender la buena direccin de los establecimientos peni tenciarios."
La seleccin de personal, en trminos generales, tiene hoy
tcnicas bien exploradas. Es preciso incorporarlas a la rutina de
la administracin penitenciaria. Con ello se cancelarn, por una
parte, las presiones perturbadoras, y se evitar, por la otra, el
reclutamiento de sujetos indeseables. Y al hablar de esto nos
referimos, como es claro, tanto a los peldaos inferiores como
a las supremas jerarquas carcelarias. En unas y otras se hallan embozados, ora con la capa de una eficiente, provechosa
energa, ora con la de una tcnica pedante, ms literatura que
ciencia, tomada en prstamo o hecha atropelladamente, directivos inhbiles.18B
La seleccin, por tanto, deber satisfacer dos series de elementos: los externos, fcilmente mensurables, y los internos,
tan importantes como los primeros, pero menos engaosos y,
desde luego, menos accesibles a la mirada superficial. Slo sobre esta base selectiva, aplicada con rigor y sin escapatorias, se
podr contar con una buena administracin penitenciaria.1 89
Hora es ya de que se hable como del bon juge, cuyo molde sera
preciso mantener en vigencia, de un buen penitenciarista.
Se ha librado y ganado la batalla por una justicia penal especializada: especializacin que no slo resulta de leyes independientes, lo que sera bien poca cosa, sino tambin de rganos
jurisdiccionales especficos, slo penales, sin mixturas incoherentes ni apndices legos que aportan, con el declamado elemento
democrtico, una ignorancia conmovedora. Esta especializacin
en la justicia es obra de vocacin y preparacin, parejamente,
no fruto del azar o del capricho improvisado. Pero de qu
servira la ciencia del juez aplicada al desempeo de su altsima
misin jurisdiccional, o la del perito puesta en el esclarecimiento
de la intrincada personalidad, o la del criminlogo empeada en
establecer la etiologa criminal, si al llegar la hora ejecutiva la
rudeza emprica reivindica sus viejas posiciones? Mutilado el
proceso total, la preparacin del tratamiento (que es, en cierto
modo, todo el periodo jurisdiccional) se convertira, desde cierDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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IV. LA REMISiN
DUEA de abundante historia, tan vasta como las bases que la
sustentan y los propsitos a los que mira, una progresista institucin se abre ahora camino entre nosotros: la remisin pardal de la pena, segn hemos optado por denominarla, que aqu
sustituye en alguna medida a la condena indeterminada y alivia
ciertas limitaciones de la libertad preparatoria. La remisin se
halla en el centro de las ideas que han apoyado la pena indeterminada.
A) INDETERMINACIN PENAL
Otra de las mayores luchas penales y penitenciarias se ha librado, y se libra todava, en torno a la indeterminacin penal, modo
de realizacin, el ms eficiente y consecuente, de la individualizacin.
Una vieja imagen que aproxima, con cierto xito intuitivo, el
tratamiento penal al mdico, reclama que aqul cese, como concluye el segundo, cuando desaparecen las causas que lo motivaron. Y las causas desaparecen, evidentemente, al obtenerse la
readaptacin social del infractor.l94
Aquella sencilla frmula es vlida para la corriente que qui-siera ver en la pena un fin solitario: la readaptacin. Mas cesa
de tener eficacia cuando a la pena se asocia el objetivo de retribucin: la medida de ste es, por cierto, mucho ms relativa que la de aqulla. Tambin lo es la medida de la ejemplaridad,
que en principio requerira el internamiento a perpetuidad, asociado a constantes indagaciones que permitiesen fincar una
razonable correlacin entre la pena y su impacto sobre la sociedad; la reclusin slo cesara con la general declinacin de
la criminalidad, de donde la cantidad de pena no quedara supeditada ni al rgano pblico ni al delincuente, sino a la comunidad total: En efecto, cmo decir que se ha agotado la nece-sidad de retribucin? Y, cmo decir que ha bastado el ejemplo? Tampoco es fcil precisar la medida de la expiacin: al no
venir al caso una materia fsica, cuya impureza se consuma, la
purificacin del individuo se abandonara, asimismo, al juicio
arbitrario, que no deja de ser la sede de una justicia visceral, domstica, imperfecta.
No acontece lo mismo con la readaptacin social del sujeto.
Aun en medio de un cmulo de dudas y peligros, es hacedero
precisarla con razonables probabilidades de acierto. Se contraen,
pues, las fronteras del diletantismo y quedan satisfechas ciertas
-solicitudes de la poltica criminal: ni el peligroso es externado
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de la ley; algo semejante -y quizs tan imposible como aquellose pretende del ejecutor: la boca que pronuncia las palabras del
juez. Al silogismo jurisdiccional ha de agregarse ahora un silogismo administrativo cuya premisa mayor estara integrada por
los trminos de la condena condicionante de la libertad, la menor por la verificacin de que aquellos extremos se han satisfecho, y la consecuencia por la orden de libertad. Qu papel
jugara aqu, entonces, el tratamiento? Cul sera la relacin
entre tratamiento y libertad, sea en su forma positiva: readaptacin y excarcelamiento, sea en la negativa: persistencia de la
peligrosidad y continuidad de la reclusin?
Los sistemas de indeterminacin ejecutiva operan en funcin
de referencias de diversa especie. La divisin primaria, que conduce al examen de los criterios de aplicacin, distingue entre
las referencias temporales y las de otra ndole, subdivisibles, a
su vez, en externas e internas. Mas de esto preferimos ocuparnos al hablar de la remisin parcial de la pena conforme a los
regmenes emprico, por una parte, y lgico o cientfico, por
la otra.
Con la remisin, de la que hablaremos, la libertad condicional o preparatoria y la retencin, ambas viejas instituciones, se
asocian a la indeterminacin relativa administrativa. De tal suerte, deberan responder a los fines que aqulla atiende. Esto, por
lo que hace a la preparatoria, conducira a su otorgamiento fincado, por modo exclusivo, en la readaptacin social del reo;
nada tendran que ver, entonces, el simple transcurso de cierto
tiempo y la conducta observada durante l; tampoco deberan
hacer mayor cosa en este terreno ciertas limitaciones que a menudo se asocian a la preparatoria: en orden a la reincidencia
o a la infraccin perpetrada.1 97 De estos regmenes de exclusin
legal, a priori, tambin habremos de ocupamos.
Ahora bien, en cuanto a la retencin hemos de advertir la
necesidad de cambiar su vieja estructura disciplinaria; lo pertinente sera que evolucionase en el sentido de una medida de
seguridad hasta asimilarse a la detencin preventiva (a no confundir con la prisin preventiva), ya bien explorada.l98 Tambin aqu hay poco que hacer con el paso de los aos y la conducta observada, si es que se les pretende erigir en factores
nicos del sistema; es preciso retomar a las fuentes de la indeterminacin, es decir, a la individualizacin.
En todo caso, las restricciones temporales y materiales inherentes al rgimen positivo de libertad condicional y retencin,
han abonado el campo para la remisin parcial de la pena. Con
sta, bajo uno de los regmenes en que se la conoce, quedan
sorteados los obstculos materiales y reducidos, por la conexin
entre libertad preparatoria y remisin, los lmites temporales
mnimos de la prisin. Este doble alivio, que acenta la indiviDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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daggico la cosa juzgada? El terreno estarla mejor allanado, desde luego, si al lado de la revisin extraordinaria en favor del
reo, que hasta hoy ha triunfado, hubiera prosperado la desfavorable. Si as se reconsiderasen la tipicidad y la responsabilidad, ms fcilmente se reconsiderarla la peligrosidad. No se
trata, es claro, de instituciones mutuamente determinadas, pero
s de tendencias paralelas.
Por lo que atae al campo penitenciario, la indeterminacin
suscita cuestiones concretas, que no suprimen, empero, sus vir- .
tudes, sino obligan a afinar su manejo. En este sentido, semejantes cuestiones no militan en contra, sino a favor del sistema:
cuanto le depure le favorece, evidentemente. Los casos que se
formulan son : es la indeterminacin un estmulo para la buena conducta? o bien, por el contrario, es la indeterminacin una
fuente de ansiedad y, por ende, de mala conducta?
La ansiedad existe, sin duda, incluso bajo regmenes de perfecta determinacin, cuando se aproxima la hora del excarcelamiento. De este fenmeno cotidiano suelen derivar consecuencias deplorables. Es aqu el campo de operaciones del tratamiento preliberacional. Y si se acentuara la indeterminacin hasta
el punto de que la prisin careciera, por completo, de fecha
final, el tratamiento total deberla replantearse para hacer frente
a este viraje de la pena. Si de un replanteamiento menor han
resultado sistemas tan importantes como son los de semilibertad, ni qu decir tiene que la reconstruccin sustancial de la
pena obligarla a nuevos hallazgos.
B) REGMENES EMPRICO y LGICO
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V. ASISTENCIA POSLIBERACIONAL
EL EMPLAZAMIENTO fonnal de esta materia todava suscita algunas cuestiones. Las plantea, adems, la designacin misma del
tema, que oscila entre asistencia posinstitucional, proteccin
correccional, rehabilitacin de liberados, asistencia pospenitenciaria y patronato para libertados.2o9
Ahora bien, es claro que el tratamiento que se imparte a quien
ha dejado de hallarse privado de la libertad no puede ser ya, en
rigor, penitenciario; no por ello se encuentra desvinculado de
ste, sin embargo, ni aparece como algo extrao o distante del
mismo; por el contrario, es su natural prolongacin, su remate
o coronamiento.21o En este sentido, el tratamiento general del
penado (para la libertad mediata), el tratamiento del reo prximo a la liberacin (para la libertad inmediata) y la asistencia
posliberacional (para el buen disfrute de la libertad actual) son
eslabones de una sola cadena, variedades temporales de un mismo tema, que se suponen y entrelazan. Esta idea, con formulacin tcnicamente defectuosa, preside los ordenamientos que
consideran a la fase de recuperacin, fase que se sigue en libertad, como parte integral del sistema penitenciario progresivo;
lo es, en cambio, del tratamiento.
Y por lo que hace al nombre, hemos considerado preferible
el empleo del giro asistencia posliberacional, donde se alude
especficamente al liberado y se excluye a los egresados de instituciones que no involucran, en sentido estricto, una privacin
penal de la libertad; tal sera la hiptesis, por ejemplo, de los
egresados de un establecimiento de salud. Tampoco hablamos
de asistencia pospenitenciaria, porque el liberado puede serlo de institucin diversa de una penitenciara. Por otra parte,
la referencia exclusiva a patronatos, muy circunstancial, limita
indebidamente la materia, cindola slo a uno de los organismos que actan en este terreno. La frase rehabilitacin de liberados, finalmente, podra en algn caso ocasionar confusin
con el instituto penal de la rehabilitacin.
Una idea y una instrumentacin dominan la materia a que
ahora nos referimos y componen, adems, su caracterizacin:
el conjunto de medidas, de vigilancia y de ayuda material o moral, dirigidas fundamentalmente al individuo liberado de una
institucin penal, pero tambin, en su caso, a los dependientes
del mismo, a fin de pennitir y facilitar la efectiva reincorporacin del sujeto a la sociedad libre.211 La condicin del destinatario es, en todo caso, el dato diferencial del rgimen.
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nativa, "en que se lucha entre la sociedad que lo rechaza y volver al camino del delito, en donde los dems esperan e invitan
al retorno"; fase de fijacin, que puede correr en dos sentidos:
el de regreso al delito, que convierte al hombre en reincidente
y ms tarde en husped habitual de las prisiones, y el de la
adaptacin a la vida social normal,216
Hemos indicado que con excepcin de casos aislados, que
ofrecen una aguda problemtica sui generis (como las situaciones de enfermedad, principalmente mental y pulmonar: psicosis y T. B., frecuentes en el medio carcelario), los obstculos ,que
se plantean al liberado abarcan tres rdenes, interpenetrados:
desadaptacin del individuo al medio, desadaptacin del medio
al individuo y, de rechazo, adaptacin del recluso a la prisin.
Esto se sintetiza en la colisin entre la crcel y las dos fuerzas que con mayor energa mueven al hombre, polarizando todos sus impulsos y afanes: el amor y el trabajo, conceptos que
se resumen en otro de ms dilatado alcance: la creacin, la
construccin y afirmacin hacia s, interna, y hacia fuera, externa. Es aqu donde la prisin causa el ms grave dao y donde,
por ende, ha de hilar ms finamente el tratamiento penitenciario y actuar con mayor dedicacin, en su hora, la asistencia
posliberacional. En el amor, porque la crcel destruye familias y slo deja, como residuos, laboriosos e intiles recuerdos;
en el trabajo, porque descalifica al hombre para la lucha por la
vida, invalidndolo para salir airosamente de la contienda selectiva en la que slo los ms aptos sobreviven. La reinstalacin en el hogar debe vencer la disociacin y la extraeza; el
reacomodo en el trabajo ha de sortear la descalificacin laboral.
No tanto por la fuerza cuantitativa, sino por la gravedad cualitativa es preciso sumar a lo anterior el problema de los liberados difcilmente adaptables, quizs incorregibles, que pertenecen al grupo de los que jams deberan salir de la prisin.217
Son stos los que con mayor apremio requieren el auxilio de
los organismos asistenciales, pero son stos, tambin, los irrecomendables, a quienes los mismos patronatos rechazan, en uso
torpe de un derecho de admisin que aqu resulta tan injusto
como socialmente peligroso.
Y aun los recomendables, cmo se acreditarn? Acaso con
un certificado de la prisin, en que se deje constancia de su
buen comportamiento carcelario y, por tanto, de su condicin
de ex reos? Esto, que construye un obstculo frecuentemente insuperable, ha llevado a la proposicin, extrema, ms valiosa
como denuncia que como viable solucin, de permitir al liberado el cambio de nombre o la cancelacin de antecedentes en
el archivo penaJ.IZlS
Lo cierto es que no slo las empresas cierran sus puertas al
liberado cuando le requieren probar que carece de antecedentes
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y ser recomendable, presenta otras aristas: sera preciso acoplar a la prisin una medida de seguridad.221-222
La accin posliberacional suele recabar la intervencin de particulares. Al lado de los funcionarios pblicos laboran aqullos,
en nmero muy crecido, dentro de estructuras ms o menos
autnomas. Los beneficios de esta accin son evidentes: forma
parte de la incorporacin de la comunidad en las faenas de defensa social. Ahora bien, quienes as participan deben poseer,
en estos como en los restantes casos, calificacin tcnica adecuada, no sea que la readaptacin se confe solamente al impulso
entusiasta y al siempre problemtico buen sentido.223
Para nosotros tiene inters la composicin de los patronatos,
que preferimos mixta en atencin a una serie de factores entre
los que descuella el atinente a la organizacin econmica. La
integracin slo gubernamental se sita ante un doble riesgo:
la prdida de contacto con las fuentes de trabajo, que la empresa privada controla mayoritariamente, y el rutinario burocratismo, siempre en trance de apoderarse, en cuerpo y alma,
pe la accin gubernativa. A su vez, la composicin exclusivamente privada apareja el peligro de que el servicio social devenga ocupacin caritativa, sujeta a las altas y bajas mareas de
sta.
Es deseable, en todo caso, el sistema mixto,224 que asocia las
virtudes de los dos anteriores y contrarresta eficazmente sus defectos ; ahora bien, la mixtura no debe permanecer en el plario
elevado de la autoridad suprema del ente, sino prolongarse, pues
el cuerpo, la accin y el propsito, nicos, han de estar penetrados de una sola idea, desenvuelta en todas sus consecuencias,
en la tarea de servicio social inmediato, el trabajo de trinchera.
Aqu deben marchar, asociados, los voluntarios y los profesionales de la asistencia.225
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NOTAS Y REFERENCIAS
1 ltimamente se ha puesto inters en los estudios sobre costo del delito.
J:tste es crecidsimo. En los trminos de una estimacin reciente, la criminalidad ocasiona en los Estados Unidos cada ao prdidas por cerca de
seiscientos millones de dlares. Cf. Clark, Criminal justice in America,
rev. cit., p. 746. Dale G. Hardman calcula en $236 000 el costo de la delincuencia de veinte miembros de pandillas juveniles en una pequea poblacin de 36 mil habitantes de los Estados Unidos. Cf. Corrections and the
community: a view through a crystall ball, rev. cit., pp. 25-6. Estimando
en 1 550 millones de francos los gastos pblicos realizados en 1969 en Francia con motivo de la actividad criminal, y en algo menos de 1 000 millones
los cargos privados por la misma causa, Alfred Sauvy pone de manifiesto
que el conjunto representa alrededor del 0.5% del producto nacional. Maree!
Boisot estim que en 1%5 el costo del crimen en Estados Unidos fue de
26 000 millones. Esto significara el 4% del producto nacional. Desde 1uego,
es preciso tomar en cuenta las peculiaridades inherentes a las diversas
tcnicas empleadas para calcular el producto nacional. Cf., de Sauvy,
Aspectos econmicos y demogrficos de la criminalidad (trad. nuestra),
nm. III. Considerando 6124 homicidios cometidos en Mxico en 1%5,
Quiroz Cuarn estim el costo social de dicho delito en 34 400 millones
de pesos. Cf. La criminalidad en la Repblica mexicana y el costo social del
delito, rev. cit., p. 82. En un importante estudio sobre el tema, primero
de su gnero que se hace en Mxico, los hermanos Alfonso y Ral Quiroz
Cuarn llegaron a estas conclusiones: "El costo social total del 72.77 %
del total de delitos registrados en la Repblica en el ao 1965 importa la
cantidad de 45 631 254 000 pesos ( 3 650 500 000 dlares), cifra mayor en 1 536
millones de pesos (122 880 000 dlares) que el presupuesto de egresos federal para los Organismos Descentralizados de la Repblica Mexicana, para
1970, cantidad que representa el 7.3% de la deuda pblica total de los pases latinoamericanos." El costo social del delito en Mxico, rev. cit., p. 571.
Una amplia e importante noticia bibliogrfica acerca de costo del crimen,
puede verse en Lindby, Les aspects conomiques de la criminalit et de
son controle. Bibliographie. Sorne economics of crime and crime control.
Bibliography, 74 p., preparado en oportunidad del Symposio del Centro
Internacional de Criminologa Comparada sobre "El costo del crimen y de
la prevencin social contra la criminalidad" (Montreal, 1970).
2 En el Cuarto CNU "la opinin de que la planificacin de la defensa social deba ser una parte integral y esencial de la planificacin para el desarrollo nacional se acept sin reservas''; asimismo, "se subray la naturaleza interdisciplinaria de la planificacin. El delito [es] un fenmeno complejo nacido de la accin recproca de fuerzas sociales, econmicas y cultmales. Por consiguiente [deben] asegurarse la consulta y la comunicacin
en toda la gama de actividades de planificacin si se [quiere] establecer
y mantener un eauilibrio adecuado". Informe de la Secretara, pp. 24-5.
Cf., adems, Naciones Unidas, Polticas de defensa social en relacin con la
planificacin del desarrollo, p. l. Con todo, "si bien poda parecer que a
medida que un pas empezaba a abrirse, superar su tradicionalismo y responder a las influencias exteriores o a nuevas ideas y presiones internas,
se produca una tendencia al aumento del delito, en particular de la delincuencia juvenil, se convena en que la relacin entre los cambios de la
estructura econmica y social de un pas y las actitudes y modos de conducta de la gente no haba sido todava suficientemente estudiada ni comprendida adecuadamente; lo ms que quizs pudiera decirse, era que a
menudo un aumento de la delincuencia acompaaba al cambio rpido".
Informe de la Secretara, pp. 20-1. El marginalismo que se registra en las
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Y REFERENCIAS
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NOTAS Y REFERENCIAS
siones a que ste lleg se hallen hoy superadas. Cf. Introduccin jurdica
al problema del examen mdico-psiclogo y social de los delincuentes, en
rev. cit., pp. 343 ss y 352. La nueva filosofa penal, afirma Szabo, tiene su
fuente en el positivismo italiano y se funda en los hallazgos sobre etiologa
del delito y tratamiento de los delincuentes; por ello, debe vencer la resistencia de los sistemas jurdicos e institucionales que preconizan una represin cuya ineficacia ha quedado bien probada. Criminologie, p. 49.
Afirma Radzinowicz que "casi todo elemento de valor en el conocimiento
contemporneo de la criminologa debe su planteamiento a la destacada
escuela de criminlogos italianos que se enorgullecieron en llamarse a s
mismos los positivistas". En busca de la criminologa, pp. 10-1.
13 No sin antecedentes ir.mediatos advino al Cdigo de procedimiento
penal francs el estudio de personalidad. Efectivamente, la circular del
Procurador del Rey del Distrito de Bruselas, de 22 de octubre de 1951,
introdujo en el procedimiento la elaboracin de una ficha de "informe
sobre la personalidad del delincuente", con lo que "Blgica ha dado una
vez ms, el ejemplo de una iniciativa sin ninguna duda fecunda". Graven,
Introduccin jurdica al problema del examen mdico-psicolgico y social
de los delincuentes, en rev. cit., p. 375. La innovacin del artculo 81 francs suscit vivos comentarios. As, Levasseur estim que estas normas
"constituyen la disposicin ms revolucionaria del Cdigo de procedimiento
penal, y contiene en germen un dinamismo que puede transformar toda
la justicia penal". "L'examen de personalit prevu a u nouveau Code de
procdure pnale. Cadre juridique", en Examen de personnalit, p. 41.
Tambin se ha advertido que esta medida constituye un primer paso,
todava muy tmido, en el buen camino de la reforma de la justicia penal.
Cf. Stanciu, "Perspectives ouvertes par la nouvelle procdure pnale. L'alignement de la justice sur les donnes des sciences humaines", en Examen
de personnalit, p. 128. De esta forma, segn hemos advertido, se atender
la reclamacin de Prins. Cf. La defensa social y las transformaciones del
Derecho penal, p. 79. Sobre el examen de personalidad en el procedimiento, cf., nuestro resumen y la bibliografa citada en El juez penal y la criminologa, en rev. cit., pp. 583-5.
A mocin nuestra, las Jornadas Internacionales de Criminologa-XIX
Curso Internacional de Criminologa (Mendoza, Argentina, 1969) recomendaron introducir en el procedimiento penal el examen de personalidad del
inculpado. Cf. El Juez penal y la criminologa, en rev. cit., p. 591. Tambin
en Estados Unidos ha adquirido uso e importancia el estudio de personalidad (presentence report); se debate sobre el derecho de la defensa a conocer sus resultados. Cf. John R. Manson, Studying the offender befare
the court, en rev. cit., pp. 17 ss. La formacin de un sumario de personalidad supone la existencia de instituciones carcelarias, adecuadas, amplio
arbitrio judicial y medios cientficos de investigacin, observacin y examen. Cf. Gorphe, Las resoluciones judiciales, p. 153. Dice Moreno que "el
examen de la personalidad del imputado constituye un deber moral preciso
y una necesidad fundamental para individualizar la pena". Ensayos criminolgicos y criminalisticos, p. 83. Tambin en favor del examen, por
su utilidad para el juzgador, cf. Adato de !barra, Importancia del estudio
de la personalidad del infractor, rev. cit., pp. S ss. Ceniceros concluye, en
suma, que "el derecho penal contemporneo impone independientemente
de las variantes de una u otra escuela o sistema doctrinario penal, un
denominador comn: estudiar al delincuente en la forma ms profunda
posible", tarea que apareja la preparacin cientfica de jueces y funcionarios penales. Trayectoria del Derecho penal contemporneo, pp. 45-6.
Si el estudio de personalidad cobra gran importancia a los efectos generales de medicin de la pena, la posee superlativa cuando viene al caso
el manejo de institutos tan delicados como la capacidad delictiva y la
peligrosidad social, de que hablan los artculos 133 y 203 del cdigo penal
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NOTAS Y REFERENCIAS
Repblica Mexicana el doctor Mr. E. C. Wines, como su comisionado oficial que fue en el Congreso Penitenciario Internacional de Londres. Sobre
la representacin que de nuestro pas hizo Wines en el Congreso de 1872.
Cf. Garca Basalo, Las prisiones de Mxico ante el Congreso Penitenciario
Internacional de 1872, rev. cit., pp. S ss. Por lo que hace a produccin mexicana, adems del material de antigua fecha, como los exmenes de Mariano Otero, Mejora del pueblo y Carta sobre penitenciaras (Cf. Obras,
t. IJ, 685 ss.) y del Proyecto para el establecimiento del rgimen penitencuzrio en la Repblica Mexicana (Mxico, 1881), del licenciado Antonio A. de
Medina y Ormaechea y el ingeniero Carlos A. de Medina y Ormaechea, se
cuentan los trabajos recientes de que informamos en nuestro panorama
bibliogrfico penal mexicano (incorporado al informe que sobre Mxico
prepar Fix Zamudio, cit., pp. 407-9). Como estudio sistemtico general,
slo las Lecciones de Derecho penitenciario (Mxico, 1953), de Constando
Bemaldo de Quirs, volumen al que se agregan: Bases jurdicas comparadas en el tratamiento de los presos (Mxico, 1948) y Colonias penales e
instituciones abiertas (Mxico, 1956), de Gonzlez Bustamante; Asistencia
a reos liberados (Mxico, 1966), El artculo 18 constitucional: prisin preventiva, sistema penitenciario y menores infractores (Mxico, 1967), y Manual de prisiones. La pena y la prisin (Mxico, 1970), de Garca Ramrez;
La rehabilitacin desde procesados (Mxico, 1966), de Carlos Martn del
Campo; La Ley de ejecucin de penas del Estado de Mxico (Toluca, 1969),
de Gonzlez Bustamante, Carranc y Rivas y Garca Ramrez, y Mtodo
para la aplicacin prdctica de la Ley de Normas Mnimas para la readaptacin de sentenciados (Mxico, 1973), de Malo Camacho. Asimismo, cf. de
Snchez Galindo la obra citada en la nota 190. De los Congresos penitenciarios de este siglo existen la Memoria (Mxico, 1934) del Primero, el folleto Conclusiones (Toluca, 1953) del Segundo, y el volumen Tercer Congreso
Nacional Penitenciario (Toluca, 1969) sobre este mismo, cuyos documentos
han sido ntegramente reproducidos, adems, en la Revista Mexicana de
Derecho Penal, nm. 29, 1969, pp. 21-77. Al Cuarto, parcialmente, dedic la
Revista Michoacana de Derecho Penal el nm. 15, 1973.
Hemos integrado las conclusiones del Segundo CNP, que aparecen incompletas en el folleto citado, en nuestra revisin para la que tuvimos en
cuenta los documentos originales, "El Congreso Nacional Penitenciario de
1952", en Criminalia, ao XXXV, 1969, nm. 4. Acerca del Tercer CNP,
cf. asimismo nuestra resea Crnica y notas sobre el Tercer Congreso Nacional Penitenciario, rev. cit., pp. 183 ss.
Es de lamentar la falta de actualidad de una obra fundamental: Les
grands systemes pnitentiaires actuels. Institut de Droit Compar de
l'Universit de Pars. Lib. du Recueil Sirey, Pars, t. l. 1950, y t. 11, 1955.
El captulo sobre Mxico, debido a Javier Elola y publicado bajo el ttulo
de Le systeme pnitenciaire de Mexique, carece totalmente de correspondencia con la realidad actual.
17 En el debate sobre la conveniencia o inconveniencia de autonoma
legislativa del Derecho penitenciario, suelen mostrarse desfavorables a ella
incluso quienes afirman la autonoma cientfica. Es, verbi gratia, el caso
de Chichizola, cf. Derecho ejecutivo penal, rev. cit., 6934. Sobre las tentativas de codificacin, cf. idem., pp. 694-5. Gonzlez Bustamante pidi a
la Quinta Conferencia lnteramericana de Abogados (Lima, Per, 1947) promover entre los pases americanos "que, como complemento de su legislacin penal, se expida el Cdigo de ejecucin de sanciones". Bases jurdicas comparadas en el tratamiento de los presos, p. 61. Se ha dicho que
"la Ley de Ejecucin de Sanciones, en el aspecto constitucional, es un
corolario del apotegma nulla poena sine praevia lege, en cuanto garantiza
al condenado de las arbitrariedades de la ejecucin", Moreno Henrquez,
Bases generales para la elaboracin de la Ley de ejecucin de sanciones,
rev. cit., p. 147.
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tida, se aclara: "ca la carcel debe ser para guardar los presos, e non para
facerles enemiga, nin otro mal, nin darles pena en ella", a lo que la ley 4~.
tit. XXI, de la misma Partida agrega: "ca la caree! non es dada para escarmentar los yerros, mas para guardar los presos tan solamente en ella
fasta que sean judgados". En concepto de Ruiz Funes, la prisin de pena
es un invento del Derecho cannico. Cf. La crisis de la prisin, p. 76, Cf.,
adems, Neuman, Evolucin de la pena privativa de libertad y regmenes
carcelarios, pp. 29 ss., y Ribeiro de Araujo, Sciencia penitenciaria positiva,
pp. 51 ss. Fue por todo ello, sin duda, que en su hora Beccaria explic:
"La prisin es una pena que necesariamente debe preceder a la declaracin
del delito, a diferencia de cualquiera otra." Tratado de los delitos y de las
penas, p. 74. Este criterio no se acepta, empero, sin contradiccin; lo cierto
es que muchas de las formas de pena al uso de muy antiguo, aparejaban
la total privacin de libertad; sin embargo, no se ha aceptado que dicha
privacin constituya la nota distintiva de semejantes medidas penales,
como la condena ad metalla, las galeras, el trabajo en minas, arsenales o
fortificaciones, etc. La prisin, se dice, surge al cabo de cierto tiempo como
una variante de la servidumbre penal. Cf. al respecto Sellin, "Un regard sur
l'histoire de la prison", en Les nouvelles mthodes de restriction, pp. 97 ss.
"La pena privativa de libertad no tiene una larga historia -enfatiza Von
Hentig-. Hay antecedentes mecnicos, pero el encierro descansaba entonces en otras razones." La pena, t. 11, p. 185. Tomando como fuentes a
Sahagn, Pomar y la Relacin a Mendoza, Kohler refiere que entre los antiguos mexicanos se practicaban las penas de reclusin en crcel estrecha
y de arresto en la propia habitacin; en Michoacn la encarcelacin era
frecuente. Cf. El Derecho de los aztecas, rev. cit., p. 72.
:M Las caractersticas propias del Derecho ingls le hacen proclive al
abandono de la legalidad penal. Tal aconteci, en 1933, en R. vs. Manley.
Cf. Friedman, El Derecho en una sociedad en transformacin, pp. 67-8.
En principio, la formulacin de definiciones materiales de delito invita
a la decadencia del principio de legalidad. El siguiente paso sera, en
efecto, incriminar todas las conductas que encuadrasen en el tipo gigantesco.
Cancelada la integracin analgica en la Unin Sovitica merced al afianzamiento del principio de legalidad en las Bases de 1958 (y se afirma que
ya antes, de hecho, habase descartado esta integracin. Cf. Floris Margadant, El procedimiento penal sovitico, en rev. cit., p. 29, y Smirnov,
"Acerca de las Bases de la legislacin penal de la URSS y de las Repblicas
federadas", en Bases, p. 28) y en el Derecho alemn, gracias a la Ley del
Consejo de Control, de 30 de enero de 1946, slo perdura en algn pas
septentrional, sin resistencia de la doctrina (sobre el caso de Dinamarca,
cf. Jimnez de Asa, Tratado de Derecho penal, t. 11, pp. 500-2) y en la
Repblica Popular China. Aqu coexisten las analogas legs y juris. Cf.
Cohen, The criminal process in the people's Republic of China. 1949-1963.
An introduction, pp. 298 y 509.
2<i En el Derecho tutelar de menores infractores "ya se ha abandonado
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NOTAS Y REFERENCIAS
se agrava si consideramos que la ciencia penitenciaria "trata de la ejecucin de las penas" y se identifica, dentro de ciertas reservas, con la
penologa; ambas tienen, de este modo, una definicin comn: "la ciencia
del tratamiento de los delincuentes". Schmelck y Picea, Pnologie et Droit
Pnitentiaire, pp. 40 y 42. Y si la criminologa es, como Nicforo postula
(cf. Criminologa, cit. t. 1, p. 118), "la ciencia coordinadora, sinttica y propedutica que estudia el delito y el hombre delincuentes, y que despus
aclarado el concepto de responsabilidad, estudia la prevencin y la represin", resulta que de acogerse el punto de vista de Schmelck y Picea la
ciencia penitenciaria y la penologa, confundidas, son un captulo de la
criminologa. Por lo dems, es corriente la admisin de esta consecuencia.
Garca Basalo define a la penologa como "la disciplina autnoma, integrante de la enciclopedia de las ciencias penales, que estudia los medios
directos de represin y prevencin del delito (penas y medidas de seguridad) y, primordialmente, sus mtodos de ejecucin". Introduccin al estudio de la penologa, p. 19. Para el mismo autor, la ciencia penitenciaria
es un captulo de la penologa, que se ocupa del "estudio de las sanciones
(penas o medidas) privativas o restrictivas de libertad que especficamente se propongan un tratamiento del delincuente". Idem. p. 24. Villalba
estima que "la penologa es el rea criminolgica que tiene por objeto
modificar la conducta de los delincuentes, situndolos en una institucin
y/o en la propia comunidad". Reflexiones en torno a una definicin de
penologia, rev. cit., p. 119. Chichizola afirma que "si la penologa no desea
confundirse con la criminologa o la poltica criminal, debe circunscribirse
al estudio de la ejecucin de las penas y las medidas de seguridad, y de
las medidas poscarcelarias que constituyen el complemento de las mismas"; y que la ciencia penitenciaria es la "disciplina cientfica que estudia
los diversos sistemas de ejecucin de las penas privativas de la libertad".
Derecho ejecutivo penal, rev. cit., p. 683.
63 Vase, acerca de esta evolucin, lo que dice Dom, "Los derechos humanos como fuerzas normativas del desarrollo econmico y social", en Cursos monogrficos, pp. 152-3. Cf. nuestra sntesis en Los derechos humanos
y el Derecho penal, en rev. cit., p. 41.
Sobre el efecto antiliberal de las cartas de privilegio, Paine opinaba: "Se
tergiversan los trminos al decir que un privilegio otorga derechos. Opera
con efectos precisamente opuestos : suprime los derechos. Los derechos son
inherentes a todos los habitantes de un pas; y las cartas, al anular esos
derechos de la mayora, los dejan, por exclusin, en beneficio de unos pocos." Los derechos del hombre, p. 298. Si bien entre las libertades y franquicias medievales y las modernas cartas de derechos hay nexo histrico,
"ambos complejos de derechos tienen una significacin histrica, poltica y
jurdica diferentes", comenta Garca Pelayo, Derecho constitucional comparado, p. 145.
64 Numerosos fueron los anteproyectos de declaracin presentados a la
Asamblea Nacional francesa en el curso de julio y agosto de 1789. El
debate gir en tomo al elaborado por la Sexta Comisin el 12 de agosto.
Este documento consigui mayora de sufragios como eje para la discusin, segn result de la votacin tenida en la sesin vespertina del 19 del
mismo mes. La materia penal fue discutida el 22, por la maana, fecha
en que se produjeron intervenciones de Target, el Marqus de Bonnay,
Duport, Lally-Tollendal, Martineau, Mirabeau, el Duque de Chatelet, Malouer Goy D'Arcy, Desmeunieres, Boisgelin, D'Andr, Bonnal, Laborde, el
abate D'Eyman y Camus. Cf. Snchez Viamonte, Los derechos del hombre
en la Revolucin Francesa, pp. 259--61. De los anteproyectos presentados,
carecieron de materia penal slo los de Lafayette (1~ de julio). Creniere
(1 de agosto) y Rabaud de Saint Etienne (12 de agosto); en cambio, la
contuvieron los de Sieyes (20-21 de julio), Mounier (27 de julio), Target
(27 de julio), De Servan (30 de julio), Thouret (30 de julio), Sieyes (12
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La hiptesis de existencia del Derecho penal internacional ganara firmeza si se contase con la Corte Penal Internacional, cuyo proyecto de
Estatutos fue elaborado en 1953 por el Comit sobre Justicia Penal Internacional y presentado a la Asamblea General de las Naciones Unidas. El
debate sobre la Corte qued pospuesto desde 1957, cuando al travs de la
resolucin 1187 (XII), la Asamblea General opt por aguardar hasta tomar
conocimiento de un informe relativo a la definicin de "agresin". Esta
interrupcin ha tocado a su trmino, gracias al concepto que sobre agresin
elabor el Comit Especial a cargo de este problema. En su informe de
12 de abril de 1974 (A/AC.134/L.46) opta el Comit por esta caracterizacin,
sometida como artculo primero para acuerdo de la Asamblea General:
"La agresin es el uso de la fuerza armada por un Estado contra la
soberana, la integridad territorial o la independencia poltica de otro Estado, o en cualquier otra forma incompatible con la Carta de las Naciones
Unidas, tal como se enuncia en la presente definicin." El artculo tres
establece un elenco de actos de agresin.
70 Los procesos de Nremberg marcan uno slo de los tres caminos
posibles para la sancin de los crmenes perpetrados en oportunidad de
la segunda Guerra; los otros son el expeditivo, directo, usado por Italia,
y el nacional, jurisdiccional, empleado por Francia. Jimnez de Asa siente
simpata por el mtodo directo. "Se nos dir: esto no es justicia. Claro
que no: es accin poltica, es revolucin." El juicio de Nremberg, en
rev. cit., p. 254. Una lluvia de censuras cay sobre la jurisdiccin de
Nremberg. Que ni siquiera haba derecho a castigar, sostuvo Franco
Sodi en Delitos nacionales e internacionales y el proceso de Nremberg,
en rev. cit., p. 24. Mario Montero Schmidt lista as las deficiencias del
caso de Nremberg: a) se desconoci la legalidad penal y se incurri en
integracin analgica; b) se vulner el principio de territorialidad de la
ley penal; e) se volvi al rgimen de responsabilidad colectiva sin culpa;
d) se vulner el principio de irresponsabilidad fundada en la obediencia
jerrquica; e) se conculc el derecho de defensa, al permitirse el juzgamiento del ausente; f) se desconoci el derecho a juicio imparcial; g) se
desconocieron las normas tcnicas modernas sobre prueba; h) se incurri
en procedimiento sumario que no se aviene con la gravedad de los cargos ni con la situacin de paz en que ya se viva; i) se priv de recursos
a los enjuiciados, con lo que aument su indefensin. Cf. El proceso de
Nremberg, en rev. cit., pp. 279 ss.
71 El artculo 15 del Pacto internacional sobre derechos civiles y polticos, de 1966, establece el dogma nullum crimen sine lege. Empero, el
aparte 2 del mismo precepto reserva: "Nada de lo dispuesto en este artculo se opondr al juicio ni a la condena de una persona por actos y
omisiones que, en el momento de cometerse, fueran delictivos segn los
principios generales del derecho reconocidos por la comunidad internacional." La inmanencia de Nremberg en esta norma es patente, como
acaso tambin la del "sano sentimiento popular" de que en 1935 habl
el pargrafo 2? del cdigo alemn. En la misma lnea se encuentra el
artculo 7 de la Convencin europea de 4 de noviembre de 1950.
72 El aparte 3 del artculo 11 del Pacto internacional sobre derechos civiles y polticos, de 1966, expresa: "El rgimen penitenciario consistir en
un tratamiento cuya finalidad esencial ser la reforma y la readaptacin
social de los penados." Evidentemente, este texto inform el de la Convencin americana sobre derechos humanos, de 1969, cuyo artculo 5, aparte 6, determina: "las penas privativas de libertad tendrn como finalidad
esencial la reforma y la readaptacin social de los condenados". Idntico
texto consagraba ya, en su artculo 4?, el proyecto de Convencin interamericana sobre proteccin de derechos humanos, preparado en 1968 por la
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Comisin Interamericana de Derechos Humanos, aprobado el 2 de octubre del mismo ao por el Consejo de la OEA como documento de trabajo
para la conferencia especializada interamericana prevista en la resolucin
XXIV de la Segunda Conferencia Interamericana Extraordinaria.
Es rica la genealoga de las Reglas, aqu citadas como RM. Redactadas
en 1929 por la Comisin Internacional Penal y Penitenciaria, las Reglas
generales para el trato de los reclusos fueron revisadas por ella misma
en 1933 y ratificadas, en 1934, por la Asamblea de la Sociedad de las Naciones. Su revisin fue recomendada por el primer grupo internacional
de expertos en materia de prevencin del delito y tratamiento del delincuente (1949). En ese mismo ao, la Comisin Internacional acord revisar las Reglas. La Comisin de Asuntos Sociales de las Naciones Unidas, durante su quinto periodo de sesiones, en diciembre de 1949, afirm
el principio de revisin de las Reglas. En julio de 1950, el Secretario General de las Naciones Unidas trasmiti a los gobiernos y organismos especializados un cuestionario para la revisin de las RM, preparado por la
Comisin Internacional. El 6 de julio de 1951 se aprob el proyecto revisado, que fue enviado al Secretario General. En 1951, tambin, el proyecto
se someti a gobiernos y organismos especializados. Formularon observaciones los grupos consultivos regionales sobre prevencin del delito y tratamiento del delincuente, de Europa, Amrica Latina, Oriente Medio y
Asia y Lejano Oriente. Finalmente, las RM fueron aprobadas por el Primer Congreso de Naciones Unidas sobre Prevencin del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ginebra, 1955). Cf., de este Congreso, el Informe de la
Secretara, p. 8. V., adems, Duprel, Vers une conception dynamique de
l'ensemble des Regles Minima, pour le traitement des detenus, op. cit., pp.
47-8. Por resolucin 663 C (XXIV), de 31 de julio de 1957, el Consejo Econmico y Social las aprob e invit a los gobiernos a considerar favorablemente su aprobacin e implementacin. As se dio cima a normas que
"son reflejo claro (del) cambio del pensamiento penolgico moderno.
Constituyen una declaracin de principios humanitarios que representa las
condiciones humanitarias mnimas para el trato de los prisioneros. Introducen el espritu humanitario de la Declaracin de Derechos Humanos en
el sistema correccional y son reflejos de la reaccin mundial contra los
mtodos ineficaces o crueles y las condiciones de prisin inhumanas. Son
de aplicacin igual a todos los reclusos, incluyendo los presos polticos".
Comisin Internacional de Juristas, Reglas mnimas para el tratamiento de
los reclusos, en rev. cit., p. 53. Al hincapi humanitario que hay en estas
expresiones es menester agregar el hincapi penolgico. Duprel afirma:
"Fruto de una larga y persistente colaboracin entre los especialistas de
numerosos pases, las Reglas mnimas tienen el mrito de permitir una
amplia difusin de las concepciones que, en nuestra poca, deben regir la
ejecucin de las penas o medidas privativas de libertad." Idem, p. 49.
74 El tercer tema en el programa del Cuarto CNU fue "Las Reglas Mnimas para el Tratamiento de los Reclusos y las ltimas innovaciones en
el campo correccional". Al respecto, vase Informe de la Secretara, pginas 53ss.
75 En el Cuarto CNU se opin que las RM deban aplicarse a todas las
personas privadas de libertad, aun cuando no hubiesen sido objeto de inculpacin penal. En el mismo Congreso se expusieron argumentos contra
rios a la especial mencin de los presos "polticos": es innecesaria la referencia especfica y el CNU no posee atribuciones para definir a los presos
llamados "polticos". Por otra parte, las RM no deben extenderse a sanciones slo restrictivas de libertad. Cf. Informe de la Secretara, pp. 57-8.
En la documentacin preparatoria se hizo hincapi en las dificultades existentes para precisar, hoy da, la definicin del recluso. Cf. Naciones Unidas, Las Reglas Mnimas Uniformes para el Tratamiento de los Reclusos
y las ltimas innovaciones en el campo correccional, pp. 23-4.
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76 En la documentacin preparatoria del Cuarto CNU se advirti una tendencia favorable a convertir a las RM en un instrumento internacional
vinculativo. Cf. Naciones Unidas, Las Reglas mnimas uniformes para el
tratamiento de los reclusos y las ltimas innovaciones en el campo correccional, p. 18. En el propio Congreso hubo opiniones favorables a su
incorporacin al Derecho interno de cada pas o a una convencin internacional. "Sin embargo, el Congreso expres en forma virtualmente unnime la esperanza de que pudieran reforzarse la autoridad moral, y por
consiguiente la naturaleza relativamente obligatoria, de las Reglas Mnimas mediante una resolucin de la Asamblea General de las Naciones
Unidas." Informes de la Secretara General, p. 59.
77 Preocupa la falta de aplicacin efectiva de las Reglas, no obstante los
llamamientos y las recomendaciones en este sentido. "Desde 1957 -comenta la Comisin Internacional de Juristas- el llamamiento de las Naciones
Unidas en favor de la aplicacin efectiva de las Reglas Mnimas ha despertado muchas simpatas, pero poca accin definida." Reglas mnimas
para el tratamiento de los reclusos, en rev. cit., p. 54. En el documento
preparado por la Secretara del Cuarto CNU, Las Reglas mnimas uniformes para el tratamiento de los reclusos y las ltimas innovaciones en el
campo correccional, se pasa revista a una serie de respuestas nacionales
sobre la aplicacin de aquellas normas. El balance es ste: "En sntesis,
las Reglas no se haban incorporado formalmente en las leyes nacionales,
aunque haban influido, o era probable que hubiesen influido, en la reglamentacin y la prctica de la mitad de los pases que presentaron informes. Cinco pases estaban ya en un nivel superior a las Reglas en su
legislacin y su prctica. La aplicacin haba dependido del grado en que
las Reglas se ajustaban a la prctica existente, del nmero de expertos
y especialistas necesarios y de los recursos disponibles. Sin embargo, aproximadamente un 60 % de los pases que respondieron (que fueron 44) declararon que aplicaban hasta cierto punto las Reglas", p. 3. En el Congreso mismo, "varios participantes sealaron que las Reglas mnimas no
eran igualmente bien conocidas en todas partes, y que, en particular, no
haba prcticamente ningn pas del mundo que ya hubiera obtenido xito
en la aplicacin de stas en su totalidad y sin reservas". Informe de la
Secretara, p. 60.
78 En los documentos preparatorios del Cuarto CNU, se examin el tema
de la divisibilidad de las Reglas. Cf. Las Reglas mnimas uniformes para
el tratamiento de los reclusos y las ltimas innovaciones en el campo correccional, p. 13.
El Cuarto CNU recomend "estudiar la conveniencia de dividir las Reglas mnimas en una parte general, que incluyera una enunciacin ms
depurada de los principios bsicos que podran formar el cuerpo de una
convencin internacional; y una parte especial que estuviese dedicada a las
cuestiones tcnicas de tratamiento a la que podran hacrsele enmiendas
y adiciones tomando como base la experiencia favorable". Informe de la
Secretara, p. 69.
79 El inters que antao slo consegua captar el Derecho penal al travs
de las cuestiones de la responsabilidad y de la culpa, se ha extendido ya
a la ejecucin de penas. "Se inicia, de esta forma, lo que se podra definir como el momento actual del problema penal: el momento de la ejecucin." Reale, "La osservazione scientifica della personalita del delinquente,
en op. cit., p. 336.
80 El "proceso penal ejecutivo -ha dicho Francisco Carnelutti-, o en
otras palabras, el problema penitenciario... se halla ... en la cumbre de
la cumbre del derecho". Y luego, dentro del campo jurisdiccionalista,
agrega: "No hay en realidad otro punto ms importante ni ms delicado
en la ciencia procesal penal, que el de las relaciones entre el proceso penal
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guardianes, que venden huevos, gallinas, jabn de Marsella; los 'muchachos de familia', que trafican con la mujer de la casa donde trabajan y
que consiguen lo que se les pide; manteca, leche condensada, leche en polvo, latas de atn, de sardinas, quesos, y, por supuesto, vinos y licores (as,
en mi choza siempre hay una botella de Ricard y cigarrillos ingleses o
norteamericanos); tambin son ellos quienes tienen derecho a pescar y venden pescados y langostinos." Papillon, pp. 253-5.
87 La timidez administrativa alcanza en ocasiones extremos grotescos,
como el que se puso de manifiesto en ocasin del motn carcelario en la
prisin milanesa de San Vittore, el 14 de abril de 1969. En esta ocasin
diversas autoridades se abstuvieron de actuar, por no encontrarse "in grado
di dare ordini". As, la intervencin de la fuerza pblica en el reclusorio
-devastado tras la demora en la accin- slo se produjo cinco horas despus del inicio del conflicto: a las 21.15 horas; aqul se produjo a las
16.00 Cf Livio Pesce, Siamo a tocchi? en rev. cit., p. 42.
88 Cf. Nuestra sntesis en Represin y tratamiento penitenciario de criminales, pp. 163 ss. En el Tercer CNU se dedic al rgimen de libertad a
prueba especial atencin. Cf. Informe de la Secretara, p. 27.
Martnez Femndez critica al sistema de lllinois, que exige -y se trata
de un mandamiento bien conocido en Derecho comparado- que el delincuente no tenga antecedentes penales o que haya transcurrido cierto tiempo
desde que cumpli la primera condena. Cf. Probation y parole en los
EE. UU. y su comparacin con los sistemas europeos de condena condicional y libertad condicional, rev. cit., p. 49. Tambin se han querido introducir en la materia algunas variantes procesales dignas de atencin: se
sostiene que la suspensin condicional de la pena debe localizarse en el
momento ejecutivo, no en el cognitivo; este ltimo es sede adecuada, en
cambio, para la suspensin condicional del pronunciamiento de la condena.
Entonces, el procedimiento de aqulla se desarrollara ante el juez ejecutor.
As se elimina el automatismo que hoy existe, en cierta forma, en el otorgamiento de dicha suspensin, que funciona ms bien ope legis que ope
judicis, y se permite que su concesin atienda mejor a la personalidad
del condenado, que es la ratio misma del instituto. Cf. Foschini, La sospensione condizionale della pena, rev. cit., pp. 348-50. En 1900, mucho antes
de la incorporacin de la condena condicional al Cdigo penal de San Luis
Potos, cosa que ocurri en 1921, Macedo se pronunciaba en favor de aqulla, calificndola como "una institucin fecunda en bienes". La condena
condicional, innovaciones y reformas necesarias para establecerla en Mxico, rev. cit., p. 3.
Ni la suspensin condicional de la condena ni la libertad vigilada (menores) han dado en Amrica Latina los frutos esperados. "Encontrndose
estas instituciones hurfanas de los imprescindibles servicios cientficos y
de personal especializado, mal podan esperarse otros resultados", Altmann
Smythe, Rgimen de prueba (probation) y suspensin condicional de la
sentencia. Nivel de desarrollo en los pases de Amrica Latina y marco
legal en que se desenvuelve, rev. vit., p. 807. Sobre las condiciones para
el xito de la medida, cf. Huascar Cajas, Rgimen de prueba (probation)
y suspensin condicwnal de la sentencia en Latinomrica. Su aplicacin
a los delincuentes adultos, rev. cit., p. 841.
89 El descrdito de las penas breves privativas de libertad es hoy completo. Maurach resume as el punto de vista que priva sobre ellas: "La
pena de corta duracin ... es un gran mal desde el punto de vista de la
poltica criminal. Su efecto intimidante es muy dudoso; lo tendra, a lo
ms cuando se trata de la primera infraccin cometida por un individuo,
pero ciertamente no en el caso de delitos posteriores. Adems, la pena de
corta duracin posee un efecto embrutecedor y desmoralizador. En ningn
caso cumple como medida educadora y conservadora." La fixation de la
peine criminelle selon le droit actuel et le projet de 1962, rev. cit., p. 36.
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El Segundo CNU reconoci "que, en muchos casos, las penas cortas privativas de libertad pueden ser nocivas, ya que presentan el peligro de corromper al delincuente y ofrecen poca o ninguna oportunidad de formacin
profesional constructiva; por lo tanto, considera (el Congreso) inconveniente la extendida aplicacin de estas penas. Sin embargo, el Congreso admite
que, en ciertas circunstancias, la finalidad que persigue la justicia puede
exigir la imposicin de penas cortas privativas de libertad". Informe de
la Secretara, p. 67.
oo El nmero de las penas no privativas de libertad es cada da mayor.
Tambin se tiende a usarlas ms ampliamente. Entre ellas figuran el
trabajo en libertad. ciertas limitaciones en orden al domicilio, la privacin
de algunos derechos, etctera. Por lo que hace a su extensin al amparo
del Derecho socialista, en el Symposio Internacional sobre Problemas del
Derecho Penal Socialista (Vama, Bulgaria, 1%7) se indic que en Mongolia,
de 1%2 a 1967, el 40% de los condenados lo fue a una pena de este tipo;
en Yugoslavia se las ha aplicado hasta al 76 % de los penados en 1%4 y al
78% en 1%5; en Hungria, a un tercio de los sentenciados. Cf. Mihailov,
Symposium International sur des Prob!e;mes du Droit Pnal Socialiste, rev.
cit., p. 344. En el mismo encuentro se lleg a la conclusin de que los delitos perpetrados incidentalmente y de escasa gravedad, que son la mayora, deben ser sancionados con este gnero de penas, cuya eficacia depende
de los mtodos de determinacin y de las medidas que se adopten en cada
caso, as como de la forma en que se provea a la ejecucin de la pena.
ldem, pp. ~50.
"La imagen pblica sobre el sistema de prisiones no es por cierto,
satisfactoria, como tampoco lo es el concepto general sobre la administracin de la justicia. Para Estados Unidos, cf. Harris, Changing public attitudes toward crime and corrections, en rev. cit., pp. 10.1. En Canad, slo el
15 % de francocanadienses y el 29 % de los anglocanadienses opin favorablemente acerca de la contribucin del rgimen de prisiones a resolver el
problema delictivo. En opinin de la mayora relativa del primer grupo
(49), actualmente se pone el mayor nfasis carcelario en el castigo; segn
la del segundo (39), en la rehabilitacin. Ambos grupos se inclinaron ( 4761) por el mayor inters hacia la rehabilitacin. Cf. La socit face au
crime. La justice criminelle. Annexe. 6. pp. 30.1.
Acerca de la crisis de la prisin, cf. nuestro resumen, en Represin y
tratamiento penitenciario de criminales, pp. 218 ss., y De la prisin antigua
al tratamiento penitenciario, en rev. cit., %-97. Las prisiones suelen corresponder a una filosofia penal superada; actualmente las prisiones reflejan
las profundas contradicciones que en la sociedad existen acerca del propsito de la reclusin penitenciaria: rehabilitacin, prevencin general,
defensa social. Cf. Szabo, Criminologie, pp. 443 ss. Observa Pea Cabrera
que "en casos extremos, el ambiente carcelario puede significar un retorno
a estadios inferiores de la vida y a una degeneracin progresiva de los
individuos que lo sufren". Influencia del ambiente carcelario sobre la personalidad del delincuente, rev. cit., p. 325. Frontales censuras dedica Altmann Smythe a la prisin, aunque advierte: "hay que aceptar que, dados
los actuales avances de la ciencia penolgica es prcticamente imposible
desterrar plenamente los actuales sistemas carcelarios". La desaparicin
de stos ha de ser paulatina. El delito y la sancin penal, rev. cit., pp. 614
y 616. Por s sola, la prisin no reforma al hombre; simplemente lo segrega; la cerrada ha de reservarse para delincuentes de elevada peligrosidad. Cf. Pimentel, Ensayo sobre la pena, pp. 23-25 y 39.
92 La prolongada evolucin de la pena, que le ha hecho servir a objetivos del todo diversos y concretarse en formas diferentes a lo largo de
una historia rica en elementos, obliga a replantear su definicin como,
simplemente, la reaccin de un grupo social ante un acto antisocial; y
H. Levy-Bruhl, que propone esta caracterizacin rigurosamente formal,
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Cf. Hoffman, A sentencing philosophy, en rev. cit., pp. 6-7. Sellin formula
una serie de interesantes consideraciones sobre factores que juegan contra
la eficacia intimidante de la pena. "Una ojeada superficial, pues, a la ley
penal, sugiere que el efecto intimidante de la pena, tiene que ser extrema
damente variable y que ste depende, del conocimiento que la gente tenga
de la ley, de la naturaleza del delito ~ del carcter de la amenaza o castigo." El efecto intimidante de la pena, rev. cit., p. 9. Tambin se recuerda
que en ciertos casos, en que la actividad formalmente delictiva cuenta con
la aprobacin del grupo al que pertenece el infractor, ste prefiere conservar su prestigio ante la comunidad aun a riesgo de hacerse acreedor
a una sancin. ldem, p. 12. Influye mucho, asimismo, la mayor o menor
probabilidad de que el delincuente sea identificado y, en su caso, detenido.
ldem, pp. 16ss. Por ltimo, es dudoso mclusive el poder intimidativo de
la pena sobre quien ha sufrido. ldem, p. 23. La intimidacin, desechada
por el positivismo y por la direccin absoluta de la escuela clsica, es acogida por las teoras llamadas relativas, que consideran a la pena como un
medio para un fin. Cf. Beristin, La intimidacin en Derecho espaol, rev.
cit., pp. 134. Acierta Del Vecchio cuando adviene que es inadmisible "que
la persona humana sea tratada como simple cosa, es decir, como mero
medio para la consecucin de un fin extrnseco a la misma, cual sucede
cuando se impone a alguno un castigo no merecido o no proporcionando
al entuerto cometido, con el fin de intimidar a los dems para evitar que
otros sigan el mal ejemplo". Sobre el fundamento de la justicia penal,
rev. cit., p. 13.
.
91i En favor y en contra de la pena capital continan militando los argumentos tradicionales. Es innegable, con todo, que "la controversia no ha
encontrado solucin ni en los hechos, ni en las leyes, ni en los movimientos ideolgicos". Hoy da se ha estabilizado la "geografa de la pena de
muerte" : la abolicin slo se ha impuesto en los ms de los pases de
Europa occidental y en Amrica Latina. Cf. Ancel, La pena de muerte en
la segunda mitad del siglo veinte, en rev. cit., pp. 41-2. Para un panorama
mundial sobre el Derecho relativo a la pena de muerte, cf. Rossa, La pena
de muerte, op. cit., pp. 15 ss. Hecha excepcin de argumentos fincados en
ideas retribucionistas, el expediente ms poderoso que pudiera sustentar
la pena capital, desde el ngulo poltico-criminal, sera su eficacia intimidante. Jlsta, sin embargo, se halla en tela de juicio o, ms an, se descarta francamente. Cf. Correia, La peine de mort. Rflexians sur la problmatique et sur le sens de son abolition au Portugal, en rev. cit., pp. 23-5.
En este sentido abunda la experiencia inglesa, una de las ms recientes sobre la materia: aqu se ha procedido a la supresin paulatina, por medio de
leyes expe-rimentales, para observar la influencia de la abolicin sobre el
ndice de la criminalidad. En favor de la abolicin absoluta y en contra
de los ensayos de transaccin, cf. Jimnez de Asa, Ley del 8 de noviembre de 1965, aboliendo la pena de muerte en Gran Bretaa, rev. cit., pp.
114-5. Cf. Marc, Le "Murder Act" de 1965 et le droit anglais de l'homicide,
en rev. cit., pp. 843 ss. Por contraste, la experiencia sovitica ha llevado
a supresiones y restauraciones alternativas de la pena de muerte. Cf. nuestro estudio "La pena de muerte", en Manual de prisiones, p. 157. En Mxico
parece se ha impuesto la corriente abolicionista. Cf. nuestro trabajo "La
pena de muerte", en Manual de prisiones, pp. 157-8. Sobre la ineficacia de la
pena capital en Mxico, cf. Quiroz Cuarn, Zabludovski, Manzn Tovillas
y Manrique Zermeo, Respuesta al cuestionario de Naciones Unidas sobre
la pena de muerte en Mxico, en rev. cit., pp. 59--62. Mayor importancia
que la pena capital, dicen estos autores, tiene combatir la impunidad. ldem,
p. 73. Vase tambin, del mismo Quiroz Cuarn, La pena de muerte en
Mxico, p. 46. Para la relacin entre homicidio, impunidad y pena de muerte, cf. ldem, pp. 33 ss. Albert Camus concluye: "Si el miedo a la muerte
es, en efecto, una evidencia, tambin es evidente que ese miedo, por grande
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.,
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que sea, jams ha podido abatir las pasiones humanas ... Para que la pena
capital pueda realmente intimidar, sera necesario que la naturaleza humana fuera diferente, y tambin tan estable y serena como la ley misma.
Pero sera entonces naturaleza muerta... Estas singularidades (de la naturaleza humana) bastan para explicar que una pena que parece calculada
para asustar a espritus normales est desligada de la psicologa media.
Todas las estadsticas sin excepcin, tanto las que se refieren a los pases
abolicionistas como las otras, demuestran que no hay relacin entre la
abolicin de la pena de muerte y la criminalidad. Esta ltima ni acrece
ni decrece. La guillotina existe, el crimen tambin; entre los dos, no hay
otra relacin aparente que la de la ley." "Reflexiones sobre la guillotina", en
La pena de muerte, pp. 128-30.
96 Afirm Dorado Montero que "la retribucin sancionadora y expiatoria
y la intimidacin violenta por medios exclusivamente externos y brutales
ceden poco a poco el puesto, y cada da ms, a los anhelos de correccin
y enmienda, al cambio de personalidad interior mediante el uso de recursos nacionales, amorosa y humanitariamente empleados. Ms que al cuerpo y a sus movimientos actuales, se quiere atender al espritu y a sus
movimientos posibles". Nuevos derroteros penales, p. 136. Liszt seal el
auge de la corriente favorable a la prevencin especial. Cf. Tratado de
Derecho penal, t. 1, p. 22. Estas direcciones no han sido admitidas, por
cierto, pacficamente. En contra de ellas, por ejemplo, Bettiol, Derecho
penal. Parte general, pp. 663-665, quien sostiene su opinin incluso ante el
texto del artculo 27 de la Constitucin italiana, e insiste en que "la pena
retributiva adquiere, en la nueva constitucin, amplia carta de ciudadana,
y que la prevencin slo tiene efectos secundarios y limitados". ldem,
pp. 29-30. Para Vassalli, la tercera funcin fundamental de la pena es la
prevencin especial. Cf. Funzioni e insufficienze della pena, rev. cit., p. 322.
El carcter teraputico de la pena se afirma, sobre todo, a la luz de la
nueva defensa social. La medida que en los trminos de sta se adopte
para provocar la resocializacin del delincuente "semejar, segn los casos, a aquello que los positivistas llamaron una medida de seguridad, o a
lo que los clsicos llamaron una pena. Pero si se asimila a una pena ser
separndose de toda idea de censura o de retribucin para no obedecer
ms que a unos principios curativos. Para reproducir una expresin de
M. Ancel, la justicia penal de maana ya no ser justiciera, sino concebida,
ante todo, como una accin social". Merle, Confrontacin del Derecho penal clsico con el de la defensa social. El punto de vista doctrinal, en rev.
cit., p. 161. En contra del retribucionismo y a favor de la reeducacin,
cf. Pimentel, Ensayo sobre la pena, rev. cit., pp. 23 ss.
En mezcla de demagogia e ignorancia, el artculo 1? del Cdigo Penal
de Michoacn, de 1936, hoy sustituido por el de 1962, proclam la defensa
del delincuente frente a la sociedad. Mereci la censura de Carranc y
Trujillo, en Derecho penal mexicano, Antigua Librera Robredo, 4~ edicin,
Mxico, 1955, t. I, p. 98.
117 Escribe Levy-Bruhl, implicando dos conceptos, que una antigua tendencia penal, cuyo propsito es la enmienda del culpable, se funda sobre
la idea de expiacin, de remota fecha, ms enseada y difundida por la
Iglesia. Cf. ":ftvolution du crime et de la peine", en Dviance et criminalit.
Textes, p. 69. Pero es preciso y posible distinguir conceptualmente (otra
cosa es la constante presencia de sntesis y compromisos) entre los propsitos de expiacin y de enmienda; en aquel caso se trata de castigo, en
ste de correccin; el segundo no supone por fuerza al primero, ni viceversa. Con nitidez ha dicho S. Toms de Aquino: "Las penas de la vida
presente tienen por objeto ms bien la curacin que la expiacin; efectivamente, el castigo queda reservado al juicio divino." Cit. Laignel Lavastine
y Stanciu, Compendio de criminologa, p. 188. La idea de expiacin abraza
de lleno a la de penitencia, de donde resultan su carcter de castigo y su
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ese animal de rapma que es el ser humano, con nuevos ejemplares indefensos." La pena, t. II, pp. 236-8.
100 Claro est que no slo el riguroso aislamiento daa al cautivo; puede
tambin causarle gran perjuicio la forzosa convivencia con otros prisioneros: la coexistencia necesaria lastima a las personas ms sensibles, porque
ciertamente hay en las crceles, como Dostoiewski comentaba, individuos
con los que nadie querra vivir. Cf. La casa de los muertos, p. 38. Al
respecto, cf. tambin Von Hentig, La pena, t. II, p. 249. Ahora bien, si "la
prolongada prisin celular destruye al zoon politikon", "lo mismo ocurre en
la comunidad que apenas se renueva, que abraza al individuo con sus tentculos y no lo suelta ni por un segundo, que montona e ineludible, le
oprime, le causa efectos perturbadores y nocivos y desgarra su sistema
nervioso. La vida autntica se halla entre los dos extremos". Von Hentig,
idem. p. 251.
101 El Tercer CNP recomend "que se procure el cambio de nomenclatura
actual, procurndose denominar a los reclusonos, en lo sucesivo, con el
nombre de Centros de Readaptacin Social". Tercer Congreso Nacional
Penitenciario, p. 70.
,102 Desde el punto de vista de la poltica criminal, el problema fundamental del Derecho penal moderno es "la insercin de la personalidad
dinmica del delincuente dentro de un sistema objetivo y naturalmente
esttico de reaccin legal". Consecuentemente, ha cedido la direccin prevaleciente en los cdigos del siglo XIX, en el sentido de considerar exclusivamente el hecho delictivo y acoger la reaccin retributiva objetiva. Ancel,
"Introduccin comparative aux Codes pnaux europens", en Les Codes pnaux europens, t. I, pp. LXV-LXVI. El segundo CNU recomend: "El cdigo penal debe hacene eco de las transformaciones sociales y estar en
armona con ellas. Hay que procurar una individualizacin de la justicia
a fin de que las sentencias y tratamientos sean racionales y tengan en
cuenta tanto el orden social como las circunstancias particulares del individuo." Informe de la Secretara, p. 66.
los La amplitud del rgimen de arbitrio adoptado por el Cdigo penal
argentino, luego tambin consagrado por el mexicano en vigor, ha llevado
a la desaparicin de las tablas de atenuantes y agravantes. Sin embargo,
se debe advertir que el artculo 40 de aquel ordenamiento dispone fijar
"la condenacin de acuerdo con las circunstancias atenuantes o agravantes particulares a cada caso y de conformidad a las reglas del artculo
siguiente". A esto comenta Finzi que "el trmino 'circunstancias' debe
entenderse, en el art. 40, no en su sentido tcnico-legal, sino con el significado que tiene, de acuerdo a su etimologia (circum, alrededor, y stare,
estar), en el lenguaje comn, de 'accidentes, coyunturas, situaciones de
tiempo, lugar, modo, etc., que estn unidos a la sustancia de algn hecho'.
La 'circunstancia' es la 'calidad o la particularidad que acompaa a un
hecho' ". La adaptacin de la pena al delincuente segn los art. 40 y 41
del Cdigo penal (atenuantes y agravantes), rev. cit., pp. 188-9.
104 La individualizacin, instrumentada por el arbitrio, es fuente de la
"teora del juez penal" moderna. Verdaderamente el arbitrio es "la vrtebra angular de toda la punicin", segn deca Carranc y Trujillo. Un
ensayo judicial de la psicotcnica, en rev. cit., p. 125. Refirindose al artculo 41 del Cdigo penal argentino, informador del 52 del mexicano,
Jimnez de Asa seala que de aqul se puede extraer, no slo toda una
teora, sino toda una nueva funcin de los jueces penales. La de la peligrosidad ... "El juez penal: su formacin y sus funciones", en El crimina"
lista, t. 3, p. 141. En forma similar, Carranc y Trujillo indica que la teora
del juez penal mexicano tiene su fuente en varias leyes, sealadamente el
Cdigo penal de 1931, dentro del cual es vertebral, central, quicio, el artculo 52, superior al 41 argentino. Cf. "Teora del juez penal mexicano", en
Tres ensayos, pp. 13-5 y 18. Ahora bien, si de este modo se construye la
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en un sentido limitado, dice Sellin, la criminologa no lo es, y probablemente nunca lo ser. Cf. "La criminologie, discipline de syntbese", en
Dviance et criminalit. Textes, p. 373. Para Szabo, la criminologa es
ciencia autnoma. Cf. Criminologie, pp. 64 ss. Del mismo autor, "L'enseignement de la criminologie a l'Universit de Montral", en L'equipement, p. 97.
Herrera Figueroa estima tambin que la criminologa ha adquirido calidad
de ciencia. Cf. Filosofa y criminologa, en rev. cit., p. 1065.
109 Sobre el ejercicio del juez como peritus peritorum, cf. lo que comentamos y la bibliografa citada en El juez penal y la criminologa, rev. cit.,
pp. 577 y 597, n. 59.
110 Evidentemente, el organismo tcnico criminolgico, rector del tratamiento en el interior de la institucin, debe contar con el correspondiente
rgano rector en otro, supremo nivel. Lo deseable sera que ste fuese el
nacional y que tal entidad tuviera a su cargo la conduccin del rgimen
penitenciario en el pas. Para Mxico existe, con las limitaciones que emanan del federalismo, la Direccin General de Servicios Coordinados de
Prevencin y Readaptacin Social. En torno a la creacin y proyeccin
de sta, cf. nuestro libro La reforma penal de 1971, pp. 51 ss.
Sobre el antecedente del Consejo Supremo de Defensa y Prevencin Social, establecido por la legislacin de 1929, cf. Gonzlez Bustamante, Principios de Derecho procesal penal, pp. 323-5. En numerosos estados existe
organismo similar, inspirado en el que venimos citando, bajo el nombre de
Departamento de Prevencin o de Prevencin y Readaptacin Social. En
otras entidades de materia aparece regida por el respectivo cdigo de procedimientos penales. Acerca del contenido de stos, inclusive lo dedicado
a tales Departamentos, cf. el cuadro que traza Alcal-Zamora en su Sntesis del Derecho procesal, cit., pp. 199 ss.
111 El Segundo Congreso Latino Americano de Criminologa (Santiago,
Chile, 1941) resolvi: "Designar con el nombre de Institutos de Criminologa
a los organismos tcnicos penitenciarios, encargados del examen de la
personalidad de los delincuentes ... " Vase Segundo Congreso Latino Americano de Criminologa, reunido en Santiago de Chile en 1941, en rev. cit.,
p. 250.
112 Acerca de este tema en los Estados Unidos, cf. Comit de Clasificacin y Trabajo Social de la Asociacin Americana de Prisiones, Manual de
clasificacin en las instituciones correccionales, pp. 90 ss. En la presentacin de esta obra, Nieves seala que dicho manual "por primera vez se
edita en espaol. .. " {p. 7). Sin embargo, es justo recordar que ya antes
lo haba sido, conforme a una traduccin de Jos Luis Vargas, publicada
bajo el ttulo de Clasificacin de prisiones, Manual de clasificacin en las
instituciones penales. Cuadernos Criminalia, Mxico, 1952.
El artculo 52 del Reglamento de los servicios de prisiones, de Espaa,
ordena en su parte inicial: "Para la aplicacin del tratamiento se dispondr en cada establecimiento de un servicio especialmente calificado integrado en equipo." Vase su justificacin en la Exp. de Mot., en rev. cit.,
p. 124. En Argentina, por acuerdo de 18 de marzo de 1968 se organiz,
bajo la jefatura de un mdico psiquiatra especializado en criminologa
(artculo 3~ del acuerdo), el Servicio Criminolgico del Complejo Penitenciario Zona Centro, que viene a cumplimentar expresas previsiones de
la Ley Penitenciaria Nacional y de la Ley 17 236, orgnica del Servicio
Penitenciario Federal. En el mismo pas funcionan los Tribunales de Conducta, que sern sustituidos por los Consejos Correccionales (artculo 5.1
del Reglamento de progresividad, que estipula la actuacin de los Tribunales, para efectos del propio Reglamento, mientras se organizan y constituyen los Consejos). El Captulo V del Ttulo II de la Ley 17236, orgnica del Servicio Penitenciario Federal, define la composicin de los Consejos y sus atribuciones. Cf. nuestro examen "Progresividad del rgimen
penitenciario argentino", en Manual de prisiones, pp. 80-1. En el Decreto-Ley
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de Pen nm. 17581 se crean los organismos tcnicos (artculo 13), diversos
de los tribunales de conducta, cuyas funciones son solamente disciplinarias. Aquel rgano tiene a su cargo el estudio que se realiza durante el
periodo de observacin, examen amplio de personalidad, clasificacin, fijacin del tratamiento y determinacin de plazos para la valoracin de los
ll"esultados del tratamiento (artculo 20). No determina la Ley la composicin del organismo entendemos que ha de ser interdisciplinaria. Cf. "Unidad de normas penitenciarias en la Repblica de Pen", en idem, pp. 276-7.
En el Congreso de Criminologa de Tours, de 1964, se recomend la existencia de servicios clnicos mdicos, psicolgicos y sociales, a cargo del estudio y el tratamiento de los delincuentes. En el ciclo de estudios tenidos
en Bruselas, en diciembre de 1951, se sugiri que la administracin penitenciaria contase con establecimientos y personal especializados para el examen del delincuente. Cf. Fully, L'quipement, en rev. cit., pp. 349-52.
1:13 El artculo 65 de la Unidad de normas para la ejecucin de sentencias condenatorias, de Pen, incluye al capelln en el tribunal de conducta.
Nos hemos preguntado si es pertinente, desde el exclusivo punto de vista
del tratamiento, que el sacerdote participe en un organismo facultado para
imponer castigos; cmo afectar esto a la figura y a la misin del sacerdote en la crcel? Cf. Garca Ramrez, "Unidad de normas penitenciarias
en la Repblica de Pen", en Manual de prisiones, p. 294.
114 En Mxico, los Consejos Tcnicos surgieron primeramente, como institucin real, en la prctica del Centro Penitenciario del Estado de Mxico.
Cf. Garca Ramrez, Hacia la reforma penitenciaria en Mxico: el Centro
Penitenciario del Estado de Mxico, rev. cit., p. 245. En torno a la consolidacin legal del instituto, cf. "Exposicin de motivos de las reformas y
adiciones a la Ley de ejecucin de penas privativas y restrictivas de libertad del Estado de Mxico", en La Ley de ejecucin de penas del Estado de
Mxico, p. 89. El Consejo Tcnico adquiri carta de naturalizacin en firme, en el Derecho mexicano, a travs de Ja NM 9. Cf. Garca Ramrez,
La reforma penal de 1971, pp. 64 ss.
115 Sobre expediente del recluso, cf. lo que decimos en "Nuestra ms reciente ley ejecutiva penal", en La Ley de ejecucin de penas del Estado de
Mxico, cit., as como Bernal, El expediente individual, el Centro Penitenciario del Estado de Mxico, cit. Cf., adems, nuestro trabajo "Una nueva
ley de ejecucin de penas", en Manual de prisiones, cit., p. 220.
llfl El mayor imperio de la cosa juzgada en materia penal se halla ligado, evidentemente, a la escuela clsica; no habra razn, en efecto, para
regatear validez a la cosa juzgada cuando el proceso tiene por objeto, pura
y simplen1ente, el delito, y la pena no persigue ms que retribuir e intimidar. Otra cosa ocurre, en cambio, bajo los postulados positivistas, en que
la sancin se orienta hacia el porvenir, dominada por la idea de resocializacin, y la sentencia aparece menos como el final del proceso que como
el inicio del tratamiento. La funcin del juez, as, se "desjurisdiccionaliza"
y se "administrativiza", se ha dicho. Cf. Gassin, Les destines du principe
de l'autorit de la chose juge au criminel sur le criminel dans le droit
pnal contemporain, rev. cit., pp. 242-5. Con cierta exageracin se observa
que prcticamente no hay condena penal que no sufra modificaciones en
la fase ejecutiva; la multa y la confiscacin seran excepciones (salvo, desde luego, casos de indulto). "Se asiste, pues, a un abandono cuasi-generalizado de la autoridad de la cosa juzgada de la parte de la sentencia referente a la pena, dentro del propsito de modelar la ejecucin con base
en la evolucin del delincuente y de su estado peligroso." Idem, p. 257. Hay
debate, empero, acerca de la naturaleza jurdica de las modificaciones que
se introducen a la sentencia de condena, pues mientras cierto sector de la
doctrina sostiene que frecuentemente no se trata de otra cosa que de modalidades de ejecucin, otro sector afirma que se est ante un verdadero
y propio quebrantamiento de la cosa juzgada. ldem, pp. 257 ss.
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respecto a los otros detenidos, preparacin especial de los agentes penitenciarios, cuidadosa seleccin y en general pabellones construidos con las condiciones que dispone el mismo rgimen de semilibertad. Surgen otras dificultades. Por ejemplo, las que nacen de las distancias entre la crcel
y los lugares de trabajo y no son menores las dificultades que proceden
de la igualdad de derechos en la asistencia social con respecto a los ciudadanos libres. Por otra parte, los empleados penitenciarios ven complicado su trabajo, las autoridades locales se sienten molestas por la presencia de los semiliberados, los patrones no abren con gusto sus puertas a
esta clase de trabajadores y el mismo semiliberado necesita gran voluntad
para adaptarse a esta vida de semiencarcelado". De Azpiazu, El rgimen
de semilibertad en Francia, en rev. cit., p. 122. Adems de estas cuestiones, se ha observado que la prisin preventiva se prolonga por tanto tiempo que a menudo queda poco para la semilibertad, dada la imputacin de
la preventiva a la pena, y que hay apreciables desigualdades en el empleo
del rgimen, tanto por regiones como en el interior de cada prisin. Cf.
Vrin, L'excution des courtes peines d'emprisonement sous le rgimen de
la semi-libert, en rev. cit., pp. 395-6. En Estados Unidos, se ha tropezado
con algunos problemas serios en el trabajo de los semiliberados: falta de
pago, utilizacin para labores indeseables o extenuantes, exceso en las horas de trabajo, pago de salario menor que el mnimo, presin poltica sobre el personal de los reclusorios para que permita el uso inadecuado del
trabajo de los semiliberados, empleo de stos como rompehuelgas, etc. Cf.
Ayer, Work-release programs in the United S tates: sorne difficulties encountered, en rev. cit., p. 54.
127 Dejando de lado alguna antigua regulacin sobre rgimen celular, la
tradicin legal y reglamentaria de Mxico se ha inclinado por el progresivo,
cuya fisonoma vari en el curso del tiempo. Fue este sistema el acogido
por el cdigo de Martnez de Castro (artculos 74 y 130 ss.) y en pos suya,
al detalle, por el Reglamento de la Penitenciara de Mxico, de 1901 (ar
tculos 13, fraccin 111, 20, 21, 35, 47, 57, 69, prrafo 2, 110, 113, 119 a 128 y
196). No obstante su fecha, el Reglamento general de crceles y establecimientos penales del Estado de Tlaxcala, de 25 de enero de 1908, expedido
por el gobernador Prspero Cahuantzi, omiti consagrar un sistema determinado. El progresivo fue captado por el Reglamento de la Colonia de
Islas Marias (artculos 3 a 5) y el cdigo de Jos Almaraz (artculos 105 ss.)
Dice Carranc y Trujillo que adopt el sistema clasificatorio o belga. Cf.
Derecho Penal Mexicano. Parte general, p. 463. Finalmente, el Derecho
mexicano se ha orientado hacia el rgimen que hemos calificado como
"progresivo-tcnico". Cf. Garca Ramirez, La reforma penal de 1971, pginas 64 ss. Ver la Exp. de Mot. de las NM, en idem, p. 164, as como la
NM 7~. especficamente sobre el tema. La calificacin arranca del Reglamento del Centro Penitenciario del Estado de Mxico. Por este sistema se
pronunci el Cuarto CNP. Cf. Malo Camacho, Mtodo para la aplicacin
prctica (trabajo que ostenta el subttulo: El rgimen progresivo tcnico),
p. 35.
128 La soledad en que se encuentran muchos infractores, que han perdido
todo contacto con su familia o carecen de ella, constituye un factor adverso al reacomodo social. De ah que se haya pensado, particularmente
en el caso de sujetos a condena condicional o a libertad preparatoria, en
la posibilidad de alojamiento o colocacin en algn hogar, que as funciona,
trasplantand<.' al terreno de los adultos ciertas instituciones corrientemente
empleadas en el de los menores, como "hogar sustituto". Inclusive, se
apunta la posibilidad de que en un conjunto habitacional compuesto por
departamentos ocupados por familias, alguna o algunas habitaciones de
stos sean reservadas a infractores, a ttulo de subarrendatarios. En el
edificio se contara con la presencia constante de un orientador o probation
officer. Ya existe, en la Repblica Federal de Alemania, una aplicacin
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sible hacer sobre los elementos del tratamiento. As, cf. el sistema que
sobre la materia sugerimos en Represin y tratamiento penitenciario de
criminales, pp. 237 ss., luego reiterado en Asistencia a reos liberados, cit.
Este esquema acoge Snchez Galindo en El penado, esencia del Derecho
penitenciario, rev. cit., pp. 25 ss.
132 Seala Calamandrei que "el buen funcionamiento de la justicia depende de los hombres y no de las leyes ... " Tambin los jueces son hombres, en rev. cit., pp. 66-7. De semejante parecer ha sido Jimnez de Asa.
Cf. "El juez penal: su formacin y sus funciones", en El criminalista, t. 3,
p. 99.
Sobre el particular ya hemos escrito, refirindonos a los jueces en palabras que sin esfuerzo podemos extender a los penitenciaristas, que aun
cuando aquella afirmacin encierra gran dosis de verdad, es necesario
acogerla con reserva, toda vez que si el mal juez enerva las bondades de
la ley, tambin es cierto que las manos de aqul resultan con frecuencia
atadas por un Derecho torpe o regresivo, fenmeno que es menester no
olvidar a la hora de "juzgar al juzgador" a la luz de los avances criminolgicos. El juez penal y la criminologa, en rev. cit., pp. 572-3.
133 A partir de las NM, se ha integrado, con abundancia, el Derecho penitenciario a nivel estatal, sea por la recepcin de las propias NM en diversas entidades federativas, sea mediante la expedicin, en stas, de ms
amplias leyes ejecutivas, fundadas en las NM. Se ha comenzado a integrar
la bibliografa sobre las NM. En este mbito, cf. Garca Ramrez, La reformo penal de 1971, cit. La reforma penal mexicana, rev. cit., y Panorama
sobre el penitenciarismo en Mxico, rev. cit.; Malo Camacho, Mtodo para
la aplicacin prctica, cit.; Flores Reyes, Explicacin de la Ley que establece las normas mnimas sobre readaptacin social de sentenciados, rev.
cit.; y Altmann Smythe, Las normas mnimas mexicanas, un plan de poltica penitenciaria, rev. cit. Los comentarios doctrinales sobre los ordenatnientos especficos de los estados son escasos. Sobre el ordenamiento del
Estado de Mxico existe una coleccin de estudios: La Ley de Ejecucin
de Penas del Estado de Mxico. En este volumen se recogen trabajos de
Gonzlez Bustamante (La Ley de Ejecucin de Penas del Estado de M:cico, pp. 5-32), Carranc y Rivas (La Ley de Ejecucin de Penas Privativas
y Restrictivas de Libertad del Estado de Mxico, de 20 de abril de 1966, y
el Centro Penitenciario de dicho Estado, pp. 33-56) y Garca Ramrez (Nuestra ms reciente ley ejecutiva penal, pp. 57-82, que es, con adiciones considerables y debidamente actualizado, el artculo aparecido en Derecho
Penal Contemporneo, 1%8, nm. 244, pp. 13 ss.) Vase, adems, la tesis
profesional de Roberto Germn Patoni Hemndez, La pena en el Derecho
punitivo moderno y comentarios a la Ley de Ejecucin de Penas. En cuanto a la ley poblana, cf. nuestro comentario "Una nueva ley de ejecucin de
penas", en Manual de prisiones, pp. 215 ss.
134 Que la multiplicidad no es consecuencia forzosa del federalismo, resulta del ejemplo de la URSS, con sus Bases de 1958; de Suiza, que cuenta
con un solo cdigo penal; de Alemauia Federal, donde asimismo se ha
consolidado la unidad; de Argentina, con su ley sustantiva nica y su Ley
penitenciaria nacional (Decreto 411/58, ratificado por Ley 14467), complementaria del cdigo penal; de Brasil y Venezuela, donde el federalismo
ha tenido consecuencias ms moderadas.
En varios de estos pases se ha reaccionado contra el particularismo en
las reas en que todava existe. Vase, como ejemplo, el Proyecto de C6digo uniforme en materia procesal penal, de Jorge A. Clari Olmedo. "Esta
prolijidad -dice Graven refirindose a la que reina en Suiza en materia
procesal- no es necesariamente una riqueza, ni el particularismo una ventaja." La protection des droit de l'acus s dans le proce pnal en Suisse,
en rev. cit., p. 286.
Es interesante recordar que en los Estados Unidos ha habido cierto movitniento legislativo en tomo al Model Penal Code aprobado por el AmeDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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El artculo 18 constitucional: prisin preventiva, sistema penitenciario, menores infractores, pp. 77 ss. Acerca de la deportacin, calificada de "br-
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ria, cosa que tambin hizo el Tercer CNP, que recomend la creacin de un
rgano tcnico orientador en esta rea, cf. Tercer Congreso Nacional Penitenciario, p. 72.
La inadecuacin de los edificios que tradicionalmente se han destinado
en Mxico a reclusorios, qued de relieve a travs de la encuesta de Pia
y Palacios. La situacin de las prisiones en Mxico (estudio y compilacin).
Igual cosa se desprende del trabajo de Benito Contreras, "Las prisiones del
futuro en Mxico: orientacin arquitectnica; la educacin y el trabajo en
las mismas. Patronatos carcelarios", en Memoria del Primer Congreso Nacional Penitenciario. Para el Estado de Mxico, cf. Buitrn (quien escriba en 1953), La reforma carcelaria en el Estado de Mxico, p. 27. Diversos
proyectos hubo para la construccin de un reclusorio en esta entidad, hasta
la edificacin del modemo Centro Penitenciario. Entre aqullos, cf. Servando Castilla Fonseca, Proyecto del reclusorio central para el Estado de
Mxico.
Sobre la renovacin fsica en reclusorios, cf. Garca Ramrez, Noticia
penitenciaria mexicana, pp. 12 ss., y Secretara de Gobemacin, Resumen
de las obras realizadas durante el ltimo decenio en la colonia penal de
Islas Maras, rev. cit., pp. 377 ss. En el curso de los ejercicios 1972-1973 se
ha acometido la construccin de cinco nuevos reclusorios en el Distrito
Federal, de amplias instalaciones en la colonia penal de Islas Maras y de
penitenciaras en los Estados de Aguascalientes, Hidalgo, Sonora (red estatal) y Tabasco, as como en las entidades de Baja Califomia Sur y
Quintana Roo. Existe ya, en la Direccin General de Servicios Coordinados de Prevencin y Readaptacin Social, el organismo sugerido por el
Tercer CNP.
lH No obstante la abundantsima literatura y los constantes y eminentes estuerzos hechos en torno a la etiologa delictiva, lo cierto es que, como
Merle mdica, "desgraciadamer..te, el muncio extrao de la criminalidad es
todava difcilmente accesible al anlisis. A pesar de los recientes progresos de las ciencms humanas, la gnesis de la delincuencia conserva todo
su misterio". Comment devient-on criminel? en rev. cit.
145 La asociacin entre alteraciones cromosmicas y delincuencia se ha
querido hallar en los casos que presentan el sndrome de Klinefelter (cariotipo XXY) v en aquellos que ofrecen los cariotipos XYY y XXYY. Sobre las investigaciones de Court Brown, Nielsen, Hunter y Patricia Jacobs, cf. Amarista, Aberraciones -cromosmicas y conducta delictiva, en rev.
cit., pp. 39-40. La conclusin que apunta Amarista es: "El sndrome de
Klinefelter se encuentra en casi el 2% de los delincuentes con debilidad
mental ligera, es menos frecuente en los dbiles profundos ( 0.5 %) y raro
entre los muy inteligentes. El cariotipo XYY presenta una incidencia de
2.8 % en los delincuentes de inteligencia dbil ligera. En los sujetos de
talla por encima de 1.80 m., el cariotipo XYY es ms frecuente en los
delincuentes dbiles ligeros que entre los enfermos mentales y criminales."
I dem, p. 43. Estos trabajos marcan, sin duda, un renacimiento de la biologa criminal. Cf. nuestra glosa "Antropologa criminal", en Manual de prisiones, pp. 534.
Tambin en Mxico se iniciaron trabajos de investigacin sobre gentica
para fines criminolgicos. As, Armendares y Buentello, "Investigacin sobre gentica en el Centro Penitenciario del Estado de Mxico", en El Centro
Penitenciario del Estado de Mxico, p. 72. Acerca de la pertinencia de la investigacin gentica en prisiones y otros lugares de reclusin, especialmente en Mxico, cf. Buentello, Gentica en padecimientos mentales. Perspectivas criminolgicas. Legislacin de alienados, rev. cit., p. 352.
146 La historia del trabajo penitenciario, como la del personal carcelario,
determina en mayor o menor medida el sentido mismo de la reclusin. De
la pena agregada, con propsito nico de sufrimiento, se pas a una doble
.concepcin: sufrhniento ms uso econmicamente provechoso de la faena
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pena pblica, sin perjuicio de que se conceda accin principal, para el mismo efecto, al ofendido y a sus causahabientes. En realidad, la efectividad
de la reparacin depende de la solucin de otros problemas (insolvencia
del inculpado, principalmente), que quizs debiera orientarse a travs de
la creacin de un fondo de resarcimiento y la adecuada organizacin del
trabajo penal, en libertad y en prisin." La accin en el proceso penal, en
rev. cit., p. 171.
164 En este sector, existe una Ley sobre auxilio a las vctimas del delito,
del Estado de Mxico, cuyo proyecto redactamos por encargo del Gobernador de dicha entidad. La Ley, de 15 de agosto de 1969, apareci publicada
en la Gaceta del Gobierno de fecha 20 del mismo mes. Se pone bajo cuidado del Departamento de Prevencin y Readaptacin Social (y de tal
suerte ste extiende su actividad del victimario a la vctima) brindar "la
ms amplia ayuda, conforme a las posibilidades y necesidades, a quienes
se encuentran en difcil situacin econmica y hubiesen sufrido dao material como consecuencia de un delito cuyo conocimiento corresponda a las
autoridades judiciales del Estado. Esto se entiende sin perjuicio de lo previsto acerca de reparacin del dao en el Cdigo Penal y en el Cdigo de
procedimientos penales" (artculo 1~).
Ahora bien, el artculo 2~ puntualiza que la asistencia a prestar podr ser
de cualquier clase, segn las circunstancias, y que las dependencias y organismos pblicos estn obligados a proporcionarla en la medida de sus
posibilidades; es factible, inclusive, solicitar la ayuda de particulares.
165 El fondo de ayuda a que se refiere la Ley sobre auxilio a las vctimas del delito, del Estado de Mxico, se integra con fuentes diversas: multas, cauciones, ciertos resarcimientos, cinco por ciento de la utilidad de la
industria penitenciaria y otras aportaciones (artculo 3~ de la Ley cit. en
la n. anterior).
En el Symposium Internacional sobre Problemas del Derecho Penal Socialista (Vama, Bulgaria, 1%7) se propuso introducir una nueva pena: reduccin temporal de la remuneracin al trabajo, con el propsito de integrar un fondo afecto a la reparacin de daos causados por las infracciones,
en general, y a la satisfaccin de los sufridos por la vctima. Cf. Mihailov,
Symposium lnternacianal sur des Problemes du Droit Penal Socialiste, rev.
cit., pp. 34.5-6.
100 En Argentina, el Segundo Congreso Penitenciario Justicialista "Eva
Pern" (Resistencia, 1954) hizo hincapi en la extensin al trabajador penitenciario de las normas que amparan al operario libre, inclusive en materia de asistencia y previsin social. Cf. Ucha, Previsin social carcelaria,
de1echos del trabajador penitenciario, pp. 126-7. Eusebio Gmez plante
una iniciativa para que el Estado subsidiase a los trabajadores penitenciarios que sufrieran un accidente de trabajo, luego captada, en Per, por el
Decreto de 18 de marzo de 1929. Cf. Len y Len, Accidentes del trabajo
en el Derecho penitenciario, rev. cit., pp. 24&-9. V. Navarro, acerca de las
obligaciones del Estado, como empleador, en materia de higiene, seguridad
y previsin social. El trabajo penitenciario, pp. 205 ss.
167 Por lo que hace al trabajo penal en libertad, en la relacin final del
tema S del Tercer CNU (Rgimen de prueba de los adultos en especial y
otras medidas no institucionales) se apunt: "El empleo fuera de la prisin, basado en la idea de la rehabilitacin mediante el trabajo, se estim
que podia constituir una forma especialmente til de sancin penal, de un
carcter intermedio entre la multa y la privacin de libertad. Como ejemplo reciente se cit el empleo fuera de los establecimientos penales que se
haba implantado en Kenia para los autores de infracciones menores, sistema merced al cual se haba reducido aproximadamente en un 40 % el
nmero de reclusos." Informe de la Secretara, p. 29. En El artculo 18
constitucional: prisin preventiva, sistema penitenciario, menores infractores, aludimos al trabajo correccional sin privacin de libertad, en la URSs
y en Turqua, al trabajo en empresas pblicas en lugar de la prisin subDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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sidiaria que sustituye a la multa insatisfecha, as como al trabajo obligatorio sin detencin nocturna, en caso de faltas, p. 74 nm. 188.
168 En el terreno de la instruccin penitenciaria se sustentan posiciones
extremas, optimista o pesimista, ambas igualmente inadmisibles. Del viejo
parecer ingenuo de que "abrir una escuela es cerrar una crcel", como si
la etiologa criminal tuviese tan simple espectro, era nuestro antiguo tratadista Pea, al afirmar: "La ciencia es el mejor estimulante de la Virtud.
Contra delitos y crmenes, ilustracin; de conseguir que un hombre estudie a conseguir que medite slo hay un paso; y de aqu a que vuelva al
sendero de la honradez, dista bien poco." Crceles de Mxico, 1875, en rev.
cit., p. 484. En el extremo opuesto, Lombroso peda abolir completamente
la instruccin alfabtica en las crceles, considerndola factor criminge.
no, por cuanto daba nuevas direcciones a la actividad criminal; no as la
enseanza mecnica y artesanal, ni la lectura, que da "una calma mayor,
una mayor resignacin". Ilusiones de los juristas sobre las crceles, en
rev. cit., pp. 280 ss. (Nueva publicacin en Rev. Mexicana de Prevencin
y Readaptacin Social, 1973, nm. 10.)
169 Aun cuando en nuestro pas, al igual que en los restantes, es tradicional el inters hacia la educacin penitenciaria, su incorporacin constitucional como elemento bsico del tratamiento procede de la reforma de
1965 al artculo 18 constitucional, cf. Garca Ramrez, El artculo 18 constitucional: prisin preventiva, sistema penitenciario, menores infractores, cit.
pp. 57-8.
1'70 La singularidad de los alumnos determina singularidad en la enseanza. Cf. Vzquez Chvez, "La educacin penitenciaria", en El Centro Penitenciario del Estado de Mxico, p. 100. Desde luego, la especializacin de
la enseanza requerira, a su vez, especializacin en el personal que la imparte, cosa que en Mxico se ha procurado atender a travs de la formacin de maestros para infractores, en la Escuela Normal de Especializacin.
En este sentido se orientaron las recomendaciones del Tercer CNP. Cf. Tercer Congreso Nacional Penitenciario, pp. 75-6. Cf., igualmente, Trigueros,
"El docente penitenciario. Sus actitudes vocacionales y profesionales. Formacin penitenciaria", en Primeras Jornadas de Educacin Correccional.
Informe general, pp. 73 y 77; Aldini, "Organizacin y funcionamiento de las
escuelas especiales para adultos. La enseanza elemental", en idem, p. 35; y
Garrido, Educacin y prevencin de la delincuencia, rev. cit., p. 329.
171 La Asociacin Americana de Prisiones alude a varias clases de educacin penitenciaria: acadmica, una, en varios niveles, y vocacional o laboral la otra. Cf. Comit de Clasificacin y Trabajo Social de la Asociacin Americana de Prisiones, Clasificacin de prisiones, p. 188. Para Thot,
la educacin debe ser acadmica fundamental, vocacional, higinica, cultural y social (o socializacin del preso). Cf. Ciencia penitenciaria, en rev.
cit., p. 177. En las RM se contemplaron los aspectos acadmicos (RM 77),
profesional (RM 71.5) y cultural complementario (RM 78). La orientacin
multilateral de la educacin fue recomendada por el Tercer CNP. Cf. Tercer
Congreso Nacional Penitenciario, p. 75. Idntico parecer, en Buezas Otero,
"Educacin correccional: caracteres esenciales y objetivos", en Primeras
Jornadas de Educacin Correccional. Informe general, p. 18. Para una connotacin de las diversas vertientes de la educacin, cf. Vzquez Chvez, "La
educacin penitenciaria", en El Centro Penitenciario del Estado de Mxico,
pp. 100-1. V., asimismo, Snchez Galindo, El penado, esencia del Derecho
penitenciario, rev. cit., p. 31. Estas ideas han sido acogidas en la legisla
cin. As, en el artculo 11 de las NM. Cf. la justificacin de esto en La
reforma penal de 1971, p. 77, y la respectiva Exp. de Mot., en idem, p. 165.
mada 'educacin social' que tiende a modificar las actitudes de los reclusos
172 Recuerda Cuello Caln que en Estados Unidos "se ha creado la llamada 'educacin social' que tiende a modificar las actitudes de los reclusos
hacia las instituciones sociales, aprecindolas con objetiva realidad". La
moderna penologa, p. 386. Que la educacin social es ms bien una idea
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.,
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informadora de la totalidad del rgimen educativo, que una forma concreta o un objeto independiente de enseanza, se deduce del plan de "educacin social" en Nueva York que Cuello Caln proporciona, siguiendo a
Wallack, Kendall y Briggs. En l entran lo mismo las materias acadmicas que los pasatiempos y las clases para retrasados fsica y mentalmente.
Cf. idem, p. 387
173 Decae el concepto formal de la delincuencia poltica. Estimando al
aparato de justicia como un mecanismo ms del sistema capitalista, se dice:
"quienes militamos en los movimientos radicales revolucionarios debemos
ampliar y desarrollar nuestro concepto del prisionero poltico. Pues el sistema carcelario y sus diversos apndices, como el de la Autoridad sobre
Adultos, se estn utilizando cada vez ms como instrumentos polticos de
intimidacin en masa, de subversin, mapipulacin y terror en contra de
los trabajadores y de las comunidades negra y morena, en su conjunto".
Aptheker, "Las funciones sociales de las carceles en los Estados Unidos", en
Si llegan por ti en la maana, p. 59. Huey P. Newton seala, dentro de la
misma orientacin, que la crcel no puede alcanzar victoria ni sobre el
"capitalista ilegitimo", que simplemente se somete a un juego para obtener la libertad, ni sobre el prisionero poltico; en este caso "no hay nada
de lo que se le pueda rehabilitar o para lo que se le pueda rehabilitar.
Se niega a aceptar la legitimidad del sistema y se niega a participar ...
cumplir su condena lo mismo que el 'capitalista ilegitimo'. Sin embargo,
la idea que motiv y dio sustento al prisionero poltico est en la gente;
lo nico que tiene la crcel es un cuerpo". "Crcel, cul es tu victoria?",
en ldem, p. 67.
174 Arilla Bas entiende que la intercepcin de correspondencia autorizada por nuestras leyes procesales pugna con el artculo 25 constitucional,
que exime de todo registro a la correspondencia que circule por las estafetas. Cf. El procedimiento penal en Mxico, p. 115.
175 El descubrimiento de numerosos delitos e infracciones, que aparejan
algunas formas de posesin o trfico, requiere de tcnicas cuidadosas de
registro. Esto, que es comn en la persecucin de la delincuencia "libre",
lo es tambin en el interior de las prisiones. Vase Castellanos y Sansores,
El registro de los sospechosos y delincuentes. Su tcnica y ejecucin, p. 2.
En todo caso, es muy frecuente la ocultacin de objetos diversos, entre los
que abundan el dinero y las drogas, en las cavidades naturales, as del recluso como de la mujer visitante. Recurdese la descripcin que al respecto brinda Henri Charriere, Papillon, p. 19. Las mismas observaciones
sobre los mecanismos de ocultamiento entre los deportados de las Guayanas, en Castellanos y Sansores, idem, pp. 21-2.
176 Bien dice Gonzlez Enrquez, rotundamente: "La vida sexual de los
reclusos es una vida intensamente anormal." El problema sexual del hombre en la penitenciara; p. 4 V. Tambin Franco Guzmn, El problema
sexual en las prisiones, en rev. cit., pp. 41 ss., donde se pasa revista a las
diversas medidas adoptadas para la solucin de este problema. En la
Segunda Reunin Internacional de Directores de la Administracin Penitenciaria (Pars, 1%7) se examin el tema subrayando sus repercusiones
psicolgicas, no slo biolgicas. Sin perjuicio del rgimen de visitas ntimas en las prisiones cerradas, se seal la conveniencia de procurar mayores contactos del penado con el mundo libre (competencias deportivas,
espectculos, etc.) y de permitir que las mujeres cumplan determinadas
funciones (trabajo social, por ejemplo) en la institucin. Cf. Picea, II Runion Internationale des Directeurs d'Administration Pnitentiaire, rev. cit.,
p. 102. A la misma conclusin llega Morris, con base en la observacin
del sistema penal sueco. Cf. El sistema correccional para adultos en Suecia, rev. cit., pp. 200-1. Es frecuente, empero, la poltica de mera represin sexual. Cf. Garrido, Una visita a Sing Sing, rev. cit., p. 126. Por otra
parte, un subcomit de investigacin de problemas carcelarios en el estado de Ohio, admiti "que no existe una solucin real para el problema de
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nes de Derecho penitenciario, pp. 274 ss. Deca Lastres: "Cuando algn
individuo no sirve para ningn puesto, se le otorga una plaza en crceles."
Estudios sobre sistemas penitenciarios, p. 97. Al respecto, es elocuente lo
manifestado por Antonio Martnez de Castro, vlido en todo para ayer y
en no poco para hoy: "Antes de ahora se ha tenido como despreciable el
empleo de alcaide de crcel, y no se han exigido para servirlo otras cualidades que la de ser hombre severo, duro y de rure envalentonado; y en
verdad que son bastante para lo que han tenido hasta hoy que hacer, pues
su obligacin se ha reducido a evitar la fuga de los reos, y las rias y
motines en el interior de las crceles." "Exposicin de motivos y Cdigo
Penal", en Cdigo Penal para el Distrito y Territorios Federales, p. 45. Acerca de la crisis del personal penitenciario mexicano, vase Represin y tratamiento penitenciario de criminales, pp. 269-270.
La especializacin del personal penitenciario es otra de las notas que
arroja la evolucin histrica. Cf. Naciones Unidas, Estatuto, seleccin y
formacin del personal penitenciario, p. 4. El grupo de Amrica Latina
propuso clasificar al personal en directivo o ejecutivo, de custodia, tcnico
y administrativo, dem, p. 6, clasificacin captada por nuestras NM (artculo 4~).
1'87 Sobre personal penitenciario el Primer CNU adopt una fundrunental
y detallada recomendacin; la parte sustantiva indica: "La administracin penitenciaria deber dedicar atencin particular a la seleccin del
personal y retener nicrunente a los candidatos que renen las condiciones
necesarias de probidad, sentido humanitario, competencia y aptitud fsica."
Informe de la Secretara, cit., p. 81. En 1957 aprob el Consejo Econmico
y Social de la CNU esta recomendacin e invit a los gobiernos a dedicarle
la mayor consideracin dentro de sus sistemas penales y correccionales.
Cf. Comisin Internacional de Juristas, Reglas mnimas para el tratamiento
de los reclusos, pp. 534.
188 Al igual que otras profesiones de bajo status, la correccional ofrece
mucho atractivo para personas poco calificadas, y escaso, en cambio, para
individuos capaces y dedicados. Cf. Amir, "Personnel recruitment in correction", en Studies in criminology, p. 224. Son aqu muy numerosos los problemas con que tropieza el reclutruniento de personal. Cf. idem, pp. ~.
Al referirse a las condiciones elevadamente competitivas en que se recluta
al personal tcnico, en contraste con las que privan para el ingreso de otro
tipo de personal, Amir comenta: "nadie puede llegar a ser mdico, trabajador social, contador o electricista tan fcilmente como un granjero puede convertirse en celador o un comandante retirado -puede encontrar ocupacin en la administracin penitenciaria". ldem, p. 231. En cuanto a
seleccin en las diversas categoras, cf. Naciones Unidas, Estatuto, seleccin y formacin del personal penitenciario, pp. 14 ss. Sobre seleccin, ofrece
inters el sistema que se practica en Japn, a base de pruebas sucesivas
de carcter eliminatorio celebradas simultneamente en todo el pas, en
las que se exploran los factores fsicos, psquicos y acadmicos de los candidatos. Cf. Yanagimoto, Selection and training of personnel in japanese
correctional institutions, rev. cit.
La nueva orientacin del Derecho mexicano en materia de personal se
capta en las NM (artculos 4~ y 5~): en la seleccin se considerar vocacin,
aptitudes, preparacin acadmica y antecedentes personales; se deber
aprobar el examen de seleccin; el personal queda sujeto a cursos de promocin y actualizacin, antes de la asuncin del cargo y durante el desempeo de ste.
100 Entre los pases latinorunericanos, en Argentina se ha puesto cuidado
en la formacin acadmica del personal penitenciario. Al respecto, vase
la fundamental Ley Orgnica del Servicio Penitenciario Federal (nm. 17236
de 10 de abril de 1967), especialmente los artculos 28 ss. Asimismo, Ministerio del Interior, Secretara de Estado de Justicia, Servicio Penitenciario Federal, Directivas generales para la educacin e instruccin del perDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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la expresa conexin entre definicin sustantiva de la prisin y las modalidades presistas en la LEPEM.
La objecin de constitucionalidad, en cambio, prosperara contra el correspondiente reglamento zacatecano de 1%5, porque aqu el Ejecutivo dispuso por s y ante s, mediante un acto tpicamente suyo, un reglamento,
no una ley, la modificacin de las sanciones impuestas por los rganos
jurisdiccionales. Cf. esta censura en La readaptacin social del recluso
y la remisin parcial de la pena privativa de libertad, en rev. cit., pp. 14 y
34, n. 55. En torno a la cuestin constitucional, con referencia a las NM,
cf. La reforma penal de 1971, pp. 86-7. Aqu, a la entronizacin del rgimen
en la NM 16 correspondi la pertinente adicin al artculo 81 del Cdigo
penal.
205 Para que opere el sistema espaol de redencin, no ha de concurrir
peligrosidad social en el candidato, a juicio del tribunal, expresamente consignado en la sentencia. Adems, el artculo 9 de la Orden de 24 de febrero
de 1945 dispuso que no se aplique la redencin "a los condenados por delitos relacionados .con la rebelin y que hayan sido cometidos entre el 18
de julio de 1936 y el 1~ de abril de 1939". Las NM, por su parte, no incurren
en prejuicio que excluya o preordene el anlisis de personalidad y la valoracin del tratamiento.
206 Entendemos que el tiempo cursado en prisin preventiva debe tomarse en cuenta para efectos de remisin, cuando durante dicho periodo
han quedado satisfechos los requisitos de sta. No siempre ocurrir as,
dado que en la preventiva es slo facultativo el trabajo, dato uniformemente exigido por los sistemas de remisin. Al favorecer el abono, recurrimos a la analogia in bonam partem con respecto al artculo 20, fraccin
X, Const. Cf. La readaptacin social del recluso y la remisin parcial de la
pena privativa de libertad, en rev. cit., p. 17. Acerca de la imputacin de la
prisin preventiva a la pena es tajante el Derecho mexicano, en los trminos del artculo 20, fraccin X, Const. No siempre ocurri as. El artculo 136 del CPPD de 1894 slo previ el abono de la preventiva que
excediese del tiempo aconsejado u ordenado (desde 1901) para concluir
la instruccin. Este abono se tornaba difcil o imposible a travs de los
artculos 192 a 194 del CP de 1871, que lo dejaban al arbitrio del juez,
sujetndolo, adems, injustamente, a la inculpabilidad del reo o de sus defensores en la demora del juicio y a la buena conducta de aqul durante
el proceso, regateo que mereci la censura de Sodi. Cf. Nuestra ley penal,
t. 1, cit. En Espaa el abono estuvo prohibido hasta la ley de prisin
provisional de 1901. El artculo 40 de las Bases de la legislacin penal de
la URSS y de las repblicas federadas, de 1958, establece: "La prisin
preventiva se abona por el tribunal para el cmputo del plazo de la pena
en la condena a privacin de la libertad y envo a un pabelln disciplinario,
sobre la base de un da por cada da, en la condena a trabajos correccionales, al destierro o al confinamiento, sobre la base de un da por cada
tres das." Cf. nuestro trabajo El artculo 18 constitucional: prisin preventiva, sistema penitenciario, menores infractores, p. 33.
207 Antes de ahora sostuvimos que la resolucin del consejo es un dictamen y que la decisin contraria del Departamento de Prevencin y Readaptacin Social, que deber ser fundada jurdica y tcnicamente, podr combatirse por medio del amparo, de la misma forma en que se impugna la
resolucin de la autoridad administrativa que niega la libertad preparatoria. Si el reo rene los requisitos de tiempo, trabajo, educacin, buena
conducta y, en suma, readaptacin social que la ley exige, habr adquirido derecho a la remisin, que no es una gracia del Ejecutivo, sino una
obligacin de liberar, que como contrapartida tiene el derecho del sujeto
a ser liberado. Cf. La readaptacin social del recluso y la remisin parcial
de la pena privativa de libertad, pp. 17 y 39, n. 69.
208 Otra virtud de la remisin es la posible supresin del indulto, cuyo
lugar ocupara el nuevo instituto. No ignoramos que existen partidarios
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ci en estos trminos: "Se recomienda que se elimine, como requisito indispensable para la obtencin de trabajo por parte de los liberados, la carta
de antecedentes penales." Tercer Congreso Nacional Penitenciario, p. 80.
En el Primer Congreso Argentino del Liberado (Mendoza, 1965) se recomend la abolicin del certificado policial de buena conducta. Cf. Primer Congreso Argentino del Liberado, rev. cit., p 86.
219 La ms amplia ayuda resulta de la RM 81 y de la resolucin 6, punto 7, del Segundo CNU. Los elementos que menciona Paludan-Mller son:
a) ropas, b) herramientas, e) alimentacin y alojamiento, d) empleo, e)
transporte y dinero para los primeros gastos, f) conduccin del liberado hasta el lugar de su destino, g) suministro de documentos, y h) condiciones
establecidas para la libertad condicional. Cf. Tratamiento anterior a la
excarcelacin y asistencia postinstitucional; ayuda a las personas que estn
a cargo del recluso. Informe general, cit. Cf. tambin, el Informe de la
Secretara del Segundo CNU, pp. 167. Las NM hablan, con mxima amplitud, de "asistencia moral y material".
22o En Mxico, ciertos problemas inmediatos del liberado se atienden en
los albergues que algunos patronatos han establecido, dentro de una corriente que es, por supuesto, mundial. En cuanto al Distrito Federal, cf.
Coln Snchez, Funcin social del patronato de reos libertados en los albergues talleres, rev. cit., pp. 214 ss.; y por lo que hace al Estado de Mxico,
cf. Fernndez Albarrn, Estado de Mxico. Memoria del sexenio 1963-1969,
cap. sobre "Sistema penitenciario".
En el Primer Congreso Argentino del Liberado (Mendoza, 1965) se pidi
que tanto el Gobierno de la Nacin como los de las provincias reserven
plazas de trabajo para los liberados, en obras y servicios pblicos. Cf.
Primer Congreso Argentino del Liberado, rev. cit., p. 52.
Esto corresponde a lo que hemos sostenido en La asistencia al liberado,
pp. 16-18. En esta virtud, el Tercer CNP estim: "En la asistencia pospenitenciaria es preciso eliminar cualquier discriminacin fundada en el
fuero o en el territorio. Para ello, se deben establecer mecanismos de
colaboracin entre los patronatos del pas, no slo para intercambio tcnico, sino para asistencia concreta a liberados." Tercer Congreso Nacional
Penitenciario, p. 79. En este sentido, las NM (artculo 15).
221 Es antigua la idea de que toda liberacin sea, en cierta medida, condicional. Cf. Ingenieros, Criminologa, p. 242. En esta virtud no tiene caso
suspender la atencin cuando las circunstancias aconsejan que contine.
Por ello, se ha propuesto que "las normas relativas a la cesacin de la
asistencia posinstitucional obligatoria (sean) ms flexibles" y no se reduzca
necesariamente sta al tiempo que debi durar la condena. Cf. PaludanMller, Tratamiento anterior a la excarcelacin y asistencia postinstitucional; ayuda a las personas que estn a cargo del recluso. Informe general,
p. 59. Por nuestra parte, hemos sugerido la asistencia forzosa, no sin reconocer que carece de apoyo en el Derecho constitucional mexicano; sera
necesario que ste, primero, incluyese las medidas de seguridad. Cf. La asistencia al liberado, pp. 17-8. En consecuencia de este lmite jurdico, la respectiva recomendacin del Tercer CNP se compuso as: "Se recomienda
que la ayuda impartida por los patronatos para liberados sea otorgada
hasta que el recluso se readapte totalmente, sin que se tome en consideracin el tipo de persona de que se trate y procurando que el sujeto tenga
siempre conciencia de la parte que a l le corresponde dentro del proceso
de readaptacin." Tercer Congreso Nacional Penitenciario, p. 80. Las NM
establecen el cuidado obligatorio de sujetos a libertad preparatoria o a condena condicional, y facultativo de excarcelados por cumplimiento de condena, libertad procesal o absolucin (artculo 15). V. comentario al respecto
en La reforma penal de 1971, p. 82.
222 En el Primer Congreso Argentino del Liberado se recomend la proteccin a la familia del procesado, del penado y del liberado, proteccin considerada como "una necesidad ineludible", a cargo del Patronato para LiDR 1975. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,
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berados a otro organismo, oficial, privado o mixto, comprendiendo al "grupo familiar constituido por la esposa, los hijos menores o impedidos y dems
personas que convivan familiarmente con el procesado, penado o liberado
y dependan de l". Primer Congreso Argentino del Liberado, rev. cit., pp.
70-1. En trminos similares se pronunci el Tercer CNP. Cf. Tercer Congreso
Nacional Penitenciario, p. 79.
22.3 Sobre la intervencin de particulares en estos menesteres, cf. RM 81.
El punto 9 de la resolucin 6 del Segundo CNU declar: "Para la organizacin de los servicios de asistencia posinstitucional debe buscarse la colaboracin de organizaciones privadas, que cuenten con los servicios de personal voluntario, o de trabajadores sociales especializados y experimentados,
empleados a tiempo completo. Hay que insistir en la necesidad de una
cooperacin estrecha entre los organismos oficiales y los no oficiales. La
importancia de la funcin que llena el trabajador voluntario en la asistencia posinstitucional est plenamente reconocida. A las organizaciones posinstitucionales de carcter privado se les debe facilitar toda la informacin
necesaria para ayudarlas en sus actividades y permitrseles mantener la
relacin indispensable con el recluso." V., adems, Tratamiento anterior
a la excarcelacin y asistencia postinstitucional; ayuda a las personas que
estn a cargo de los reclusos. Informe preparado por la Secretaria, p. 16.
Acerca de al funcin de asistencia posliberacional, pblica, privada y mixta, en buen nmero de pases, cf. Garca Ramrez, Asistencia a reos liberados, pp. 90 ss., y Panorama actual de la asistencia a liberados (traduccin al espaol del lnternational Directory of Prisoners' aid Agencies pre-
parado en 1%8 por la lnternational Prisioners' Aid Association; hay versin
inglesa de 1970, puesta al da, en la que ya se da cuenta de la materia en
Mxico: p. 31), pp. 7 ss.; Marchand, Quelques aspects de l'action postpenitentiaire et la mission des Comits de Patronage; Genonceaux, Les mthodes
modernes de radaptation sociale des dlinquents y Le Service Social Pnitentiaire; Mller y Wouters De Vries Robb, Work of Rehabilitation (Reclassering in the Netherlands); Kirkpatrick, The human problems af prision
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Crnica del Patronato Nacional de San Pablo; y Patronato de Reos libertados (de Mxico, D. F.), Llamado a todos. El Primer Congreso Argentino
del Liberado (Mendoza, 1%5) sugiri que a fin de crear instituciones para
liberados, "los poderes del Estado podrn optar -segn lo aconsejen las
circunstancias locales- entre crear organismos oficiales o requerir la cooperacin de instituciones privadas". Primer Congreso Argentino del Liberado,
rev. cit., p. 51. La orientacin multisectorial se recibe en las NM (artculo 15).
224 Los patronatos mexicanos tienen carcter mixto. Cf. nuestra Noticia
penitenciaria mexicana, pp. 21-2. En cuanto al Patronato del Distrito Federal, cf. Buentello, Constitucin actual del Patronato para Reos Libertados,
rev. cit., pp. 195 ss.
Siguiendo una recomendacin que formulamos ( cf. La asistencia al liberado, p. 17), el Tercer CNP acord sugerir: "Los patronatos para liberados
o entidades equivalentes deben organizarse en forma mixta, con participacin de funcionarios gubernamentales (incluso policiales) y representantes de los sectores que controlan las fuentes de trabajo industrial, comercial y agropecuaria, segn las circunstancias de cada regin. Asimismo,
es recomendable la participacin de representantes de rganos informativos
y de agrupaciones profesionales. La composicin mixta no debe referirse
nicamente a las principales autoridades del patronato (Consejos o Mesas
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ADICIONES
se preparaba y realizaba la edicin de esta obra, se han registrado algunas novedades en el doble mbito de la literatura y de la
aplicacin penitenciaria en Mxico, de las que conviene dejar, al menos, somera constancia.
Desde luego, es inminente la celebracin del V Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevencin del Delito y Tratamiento del Delincuente (Toronto, septiembre de 1975)1 Esta proximidad ha suscitado
encuentros regionales -entre ellos el del rea latinoamericana- cuyos resultados interesan a la teora y a la experiencia correccionales.2
Y por lo que atae slo a Mxico, se llev a cabo el V Congreso Na
cional Penitenciario (Hermosillo, 24 y 25 de octubre de 1974 ). La Me
maria se halla en prensa al momento de redactarse estas lneas (enero
de 1975).
Durante el Congreso mexicano se expres la obra del pas en una
mltiple direccin: nuevas leyes, construccin de establecimientos
adecuados, preparacin de personal e impulso a la docencia y a la investigacin, con la consecuente preparacin de cuadros, por medio del
Instituto de Criminologa, cuya puesta en marcha se anuncia.a
La reforma penitenciaria ha ganado en territorio y en hondura.4 De
su vigor dan testimonio los progresos en la vieja Colonia Penal de las
Islas Maras,5 as como los avances para la sustitucin de la Crcel
Preventiva de la ciudad de Mxico.6
El cuadro legislativo ofrece novedades perceptibles, que han entrado
en vigor, tanto en el campo de la delincuencia adulta, donde continan los desarrollos estatales de la Ley de Normas Mnimas,7 como
MIENTRAS
l Cf. Quinto Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevencin del Delito
y Tratamiento del Delincuente, en Revista Mexicana de Prevencin y Readaptacin Social, nm. 11, 1973, pp. 107 ss.
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NDICE
a) Cuestin fundamental, 90; b) Seleccin, formacin y carrera, 91
IV. La remisin
94
gico, 98
V. Asistencia posliberacional
102
!Votas y referencias
BIBLIOGRAFA
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