Visitar y cuidar a los enfermos es la primera obra de misericordia corporal que propone la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que sanó a muchos enfermos durante su vida. Esta obra de misericordia es importante porque cuando estamos enfermos nos sentimos más necesitados de la salvación que Dios ofrece. Al cuidar a los enfermos podemos transmitirles el consuelo de Dios a través de nuestra compañía y recuerdo que su sufrimiento les une a la cruz de Cristo.
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Visitar y cuidar a los enfermos es la primera obra de misericordia corporal que propone la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que sanó a muchos enfermos durante su vida. Esta obra de misericordia es importante porque cuando estamos enfermos nos sentimos más necesitados de la salvación que Dios ofrece. Al cuidar a los enfermos podemos transmitirles el consuelo de Dios a través de nuestra compañía y recuerdo que su sufrimiento les une a la cruz de Cristo.
Visitar y cuidar a los enfermos es la primera obra de misericordia corporal que propone la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que sanó a muchos enfermos durante su vida. Esta obra de misericordia es importante porque cuando estamos enfermos nos sentimos más necesitados de la salvación que Dios ofrece. Al cuidar a los enfermos podemos transmitirles el consuelo de Dios a través de nuestra compañía y recuerdo que su sufrimiento les une a la cruz de Cristo.
Visitar y cuidar a los enfermos es la primera obra de misericordia corporal que propone la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que sanó a muchos enfermos durante su vida. Esta obra de misericordia es importante porque cuando estamos enfermos nos sentimos más necesitados de la salvación que Dios ofrece. Al cuidar a los enfermos podemos transmitirles el consuelo de Dios a través de nuestra compañía y recuerdo que su sufrimiento les une a la cruz de Cristo.
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Visitar y cuidar a los enfermos
Primera obra de misericordia corporal.
La primera obra de misericordia corporal que nos propone la Iglesia se centra en visitar y cuidar a los enfermos: una tarea que Jesucristo realiz con continuada frecuencia durante su paso por la tierra. Entre otras muchas escenas del Evangelio, le vemos sanar a la suegra de Pedro, devolver la salud a la hija de Jairo, atender al paraltico de la piscina de Betsaida o pararse ante los ciegos que le esperaban a la entrada de Jerusaln. El dolor de esas personas nos muestra que Dios va a su encuentro y les anuncia la salvacin que ha venido a traer a todos los hombres. En los enfermos, el Seor contemplaba a la humanidad ms necesitada de salvacin. Sucede que, mientras gozamos de salud, puede surgir la tentacin de olvidarnos del mismo Dios, pero cuando se presenta el dolor o el sufrimiento en nuestra vida, quiz viene a nuestra mente el grito del ciego al salir de Jeric: Hijo de David, ten compasin de mi!. En la debilidad, nos sentimos criaturas especialmente menesterosas. Detengamos tambin nuestra marcha ante las fatigas de los dems, como vemos proceder a Cristo. El Espritu Santo, Amor infinito, consolar a otras personas a travs de nuestra compaa, de nuestra conversacin y de nuestro silencio respetuoso y constructivo cuando el paciente lo necesite. Todos nos ocupamos de numerosas actividades cada da, y las tareas se multiplican sin cesar, pero no debemos permitir que una agenda apretada conduzca nuestra vida al olvido de los enfermos. Son muchos los ejemplos de santos y de santas que imitaron a Jess, tambin en esta obra de misericordia. Como Cristo, llevmosles la misericordia de Dios con nuestros cuidados, con nuestra presencia, con nuestros servicios, incluso con una simple llamada telefnica. Podremos as distraerles del dolor o de la soledad, escuchar con paciencia las preocupaciones
que les opriman, transmitirles cario y fortaleza para que
reaccionen con dignidad ante sus circunstancias; y recordarles que la enfermedad es una ocasin para unirse a la Cruz de Jess. Ver a Cristo en quienes sufren, porque Jess no slo cur a los enfermos, sino que se identific con ellos. El Hijo de Dios padeci dolores inmensos: pensemos, por ejemplo, en su agotamiento fsico y espiritual en el huerto de los olivos; en la indescriptible pena de cada latigazo durante la flagelacin; en el dolor de cabeza y la debilidad fsica que debieron inundarlo con el pasar de las horas durante la Pasin... Para quienes padecen una enfermedad, esa situacin doliente quiz se acoja como una carga oscura y carente de sentido; la realidad puede tornarse sombra y sin razn. Por eso, si el Seor permite que experimentemos el dolor, aceptmoslo. Y si hemos de ir al mdico, obedezcamos docilmente sus indicaciones, seamos buenos pacientes: con la ayuda del Cielo, esforcmonos en aceptar esa situacin y deseemos recuperar las fuerzas para servir con generosidad a Dios y a los dems. Pero, si su voluntad fuera otra, digamos como la Virgen: fiat!, hgase! Cmplase tu voluntad... De esta forma, sabremos dirigirnos al Seor en nuestra oracin, manifestndole: Yo no entiendo lo que quieres, pero tampoco exijo que me lo expliques. Si T permites la enfermedad, concdeme la ayuda para sobrellevar este tiempo: que me una ms a ti, que me una ms a quienes me acompaan, que me una ms a toda la humanidad Cunto bien causa al alma de cada una y de cada uno ser portadores de la misericordia! Roguemos al Seor, a travs de su Santsima Madre, que nos sostenga para transmitir el cario de Dios a quienes carecen de salud, y acojamos con paz la misericordia del Seor, si su Voluntad se traduce en que nos unamos a l por medio de la Cruz.