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Antonio Dougnac

Manual Derecho Indiano

Dougnac Rodrguez, Antonio, Manual de historia del Derecho Indiano, Mxico, 1994.
LA INCORPORACIN DE LAS INDIAS A LA CORONA CASTELLANA
I. PORTUGAL Y CASTILLA
La ocupacin del Oriente Prximo por los turcos haba producido un serio problema en
Occidente, ya que el aprovisionamiento de especias y telas preciosas qued cortado. A las
obstaculizaciones que establecieron en un primer momento sigui el bloqueo absoluto para el
paso de mercaderas.
Las burguesas poderosas de Occidente ya se haban acostumbrado a un ritmo de vida
ascendente: buenas telas, buenos condimentos, en fin, un estilo de vida constantemente ms
refinado que se resistan a perder. La incipiente medicina utilizaba, por otra parte, muchos
elementos provenientes de Oriente.
Es por ello que italianos, primero, y portugueses, despus, empiezan a buscar un paso a la
tierra de las especias India, China, Japn, de lo cual haba nebulosa idea, aadiendo a tales
intenciones otras, de carcter blico. Su supona que en el Lejano Oriente exista el legendario
preste Juan de las Indias, quien colaborara con las potencias occidentales en contra del turco.
Ser Portugal la tierra donde se inicie con caracteres cientficos la proyeccin de estos deseos.
El infante Enrique, apodado el Navegante, abrir en el promontorio de Sagres una suerte de
instituto de altos estudios nuticos en que se perfeccionarn navos, instrumentos, portulanos,
cartas de marear, observaciones astronmicas, etctera. Fruto de ello fue el avance de Portugal
por las islas y costa occidental de frica hacia el sur.
Pronto surgir Castilla en calidad de competidora, la que desde tiempos romanos, siguiendo
con los visigodos y rabes, haba tenido fuerte vinculacin con frica. La posesin de Ceuta y sus
alrededores desde tiempos tan remotos daba a Castilla, segn sus estudiosos y polticos, derecho
a ese continente del cual, por lo dems, se desconoca salvo el famoso mapa de Ptolomeo del
siglo I sus reales configuracin y extensin.
De gran inters ser, asimismo, la presencia de Castilla en las islas Canarias desde la Edad
Media. Su ocupacin y conquista proveer de experiencia que ms tarde se volcar en las Indias.
Comienza el acercamiento a las Canarias y costa de frica con meros ataques expoliatorios
los salteos para lo cual se organizan armadas de corta duracin de que hay muchos ejemplos en
los siglos XIV y XV. Se consideraba esto como perfectamente legtimo, ya que se negaba
personalidad jurdica a los infieles y atrasados habitantes de aquellos lugares. Aspectos religiosos
la evangelizacin de los nativos sern tomados tambin en consideracin: fue lo que movi al
papa Clemente VI a dar el principado de La Fortuna, que en definitiva no prosper, a Luis de la
Cerda en 1344.
Los reyes castellanos encaminaron su injerencia en las Canarias mediante la concesin de
seoros hasta que los Reyes Catlicos captaron el peligro potencial que para su soberana ello
implicaba. Consecuencia de lo dicho es la generalizacin de capitulaciones o asientos con diversos
particulares en que se entremezclaban proyectos econmicos y religiosos.
No resulta extrao por lo dicho que el primer documento jurdico relativo a las Indias est
constituido por unas capitulaciones, las de Santa Fe de Granada, de 17 de abril de 1492, que
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curiosamente se extendieron antes del descubrimiento cuando no se saba nada exacto acerca de
lo que se podra descubrir. En ellas, los Reyes Catlicos, conscientes de que el Atlntico la Mar
Ocana era suya, conceden a Coln una serie de cargos y derechos a los que nos referiremos
ms adelante. En dichas capitulaciones tal dominio real se expresa perentoriamente:
"primeramente, que Vuestras Altezas, como seores que son de las dichas mares ocanas, hacen
desde ahora al dicho don Cristbal Coln su almirante, etctera".
Posiblemente esta pretensin real de dominio sobre la Mar Ocana provenga de la cesin que
el papa haba hecho a los portugueses de las tierras que descubrieran en frica, otorgndoles la
exclusividad para navegar por aquellos mares con pena de excomunin para el que la vulnerase.
Deca la bula Romanus Pontifex, de Nicols V, de 8 de enero de 1455, que se otorgaba a la Corona
lusitana a travs de su rey Alfonso V el dominio de lo que descubriese desde los cabos Bojador y
Num navegando hacia el sur y hasta la India "versus illam meridiolanem plagam" y la esclavitud de
los enemigos infieles. Otra bula, la Intercaetera de Calixto III, de 13 de marzo de 1456, dirigida
tambin a Alfonso V ratificaba lo acordado por Nicols V, recientemente fallecido, y aumentaba
los derechos portugueses a "terrae et locae ultra illam meridiolanem plagam usque ad Indos
acquisita et acquirenda" otorgando extraordinarias facultades a la Orden de Cristo. Las zonas de
Portugal y Castilla quedaron aclaradas por el tratado de 6 de marzo de 1480, llamado de
Alcaovas-Toledo conforme al cual se desistan los portugueses de los pretendidos derechos de
Juana la Beltraneja a la Corona castellana renunciando Fernando e Isabel a las islas y tierras al
suroriente de una lnea imaginaria que corra al sur de las Canarias correspondiendo, en
consecuencia, a los portugueses la Guinea, las costas de frica y las islas Madera, Porto Santo,
Azores y Cabo Verde. Para los castellanos quedaban las islas Canarias y lo que se descubriese al
oeste de ellas. Ello fue ratificado por Sixto IV mediante la bula Aeterni Regis de 21 de junio de
1481, dirigida a Fernando e Isabel y a Juan n de Portugal. Al quedar para los portugueses la zona
referida, sentan los monarcas castellanos corresponderles plenos derechos en el resto del mar
ocano del cual se haba practicado una particin con Portugal. Consecuentemente, no haba
obstculo para establecer un almirante en l para fines martimos y virrey y gobernador para lo
terrestre.
Producido el descubrimiento, haba ttulos reconocidos por el derecho comn, como lo eran el
de invencin o descubrimiento, el de misin evangelizadora y el de ocupacin. El primero era
evidente; el segundo se produca porque Coln ensea algunas oraciones a los aborgenes y el
tercero, porque establece un fuerte el de Navidad que tuvo triste fin.
Sin embargo, y atendidas las dificultades que haban existido con Portugal, quisieron los
monarcas que, al igual que los reyes vecinos, haban obtenido cesiones en frica pudieran los
castellanos lograrlas respecto de las recin descubiertas.
Que el papa pudiese donar tierras que no pertenecieran a prncipes cristianos era reconocido
por toda la cristiandad desde que Enrique de Susa, apodado el Ostiense, autor del siglo XIII
sumamente considerado en la Edad Media as lo haba afirmado. Para l, Cristo al asumir la
naturaleza humana, haba sido constituido rey del universo. Consecuentemente, los prncipes
entonces existentes haban perdido sus derechos los que se transfirieron al Salvador. ste, a su
vez, constituyendo jefe de la Iglesia a Pedro, le transmiti sus derechos, que pasaron de ste a sus
sucesores los papas. Tal derecho papal no slo haba favorecido a los portugueses sino que haba
precedentes aun mas remotos como la donacin de Adrin VI de Irlanda a Inglaterra; la de
Clemente VI en 1344 de las Canarias a Luis de la Cerda, conde de Clermont y nieto de Alfonso X el
Sabio, etctera.

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II. LAS BULAS ALEJANDRINAS


Fue as como se obtuvieron de Alejandro VI, de origen aragons, las bulas pontificias de
donacin. Ellas fueron varias porque se quera igualar a los castellanos en sus derechos respecto
de los portugueses: A) la Intercaetera primera (del mismo nombre que la dada para Portugal),
paralela a la Romanas Pontifex de los lusitanos; B) la Eximiae Devotionis, paralela a la Intercaetera
portuguesa y, la Intercaetera segunda (tercera si se toma en cuenta la dada para Portugal), que
suponiendo equiparados a portugueses y castellanos seala las zonas de descubrimiento y
apropiacin de cada Corona.
A) La primera Intercaetera, de 3 de mayo de 1493, comienza alabando el esfuerzo de Fernando
e Isabel por la extensin de la fe cristiana, que los haba llevado a la reconquista de Granada y a
buscar nuevas islas y tierra firme enviando al efecto a Cristbal Coln. Les solicita el papa que no
abandonen este esfuerzo y que a los habitantes de las nuevas tierras, a los que se supone "aptas
para abrazar la fe catlica" "queris y debis inducirlos a que reciban la profesin cristiana". Por
ello, motu proprio, esto es, por propia iniciativa, usando Alejandro VI de la "autoridad de Dios
omnipotente concedida a San Pedro y del vicariato de Jesucristo que ejercemos en la tierra" dona,
concede y asigna perpetuamente:
a vos y vuestros herederos los reyes de Castilla y Len... todas y cada una de las tierras e
islas ya citadas, as las desconocidas como las hasta ahora descubiertas por vuestros enviados
y las que bajo el dominio de otros seores cristianos no estn constituidas en el tiempo
presente (y) os mandamos, en virtud de santa obediencia, que, conforme ya prometisteis y
no dudamos dada vuestra gran devocin y magnanimidad real que lo haris, que debis
destinar a las tierras e islas citadas varones probos y temerosos de Dios, doctos, peritos y
expertos para instruir a los residentes y habitantes citados en la fe catlica e inculcarles
buenas costumbres.
Fulmina excomunin latae sententiae para los que se atrevan a llegar "sin especial licencia
vuestra y de los citados herederos y sucesores vuestros" a las "islas y tierras citadas despus que
fueron descubiertas y recibidas por vuestros mensajeros o enviados". Recuerda que a los reyes de
Portugal se les haba concedido "diversos privilegios, gracias, libertades, inmunidades, exenciones
e indultos" respecto de frica, por lo que:
nos os otorgamos a vosotros y a vuestros herederos precitados en las islas y tierras por
vosotros descubiertas y por descubrir de la misma manera, en todo y en particular, las
gracias, privilegios, exenciones, libertades, facultades, inmunidades e indultos de la misma
manera y en todo su tenor como si palabra por palabra en la presente estuviesen insertas...,
otorgando a los reyes la investidura de las nuevas tierras, lo que, segn algunos autores,
implicara una relacin feudal entre los Reyes Catlicos y la Santa Sede.
B) La Eximiae Devotionis, tambin de 3 de mayo de -1493 extendida en realidad el 2 de julio
de ese ao; pero antedatada, insiste en recordar las concesiones hechas a los portugueses y
reitera la intencin de honrar a los reyes castellanos " con no menores gracias, prerrogativas y
favores" y les otorga los mismos derechos dados a aqullos "como si palabra por palabra en la
presente estuviesen insertas" respecto de "las islas y tierras por vos o en vuestro nombre hasta
ahora descubiertas o por descubrir en adelante" "de tal manera que podis y debis poseerlas y
gozarlas libre y lcitamente en todo y por todo, tal como si todo ello a vosotros ya vuestros
herederos y sucesores citados especialmente les fuese concedido por la autoridad apostlica...".
C) La segunda ntercaetera castellana, fechada el 4 de mayo de 1493 extendida el 28 de
junio de ese ao; pero antedatada, una vez equiparados castellanos y portugueses, hace
donacin a los reyes de Castilla y Len y sus sucesores de
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todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar hacia el
occidente y medioda, haciendo y constituyendo una lnea desde el polo rtico, es decir el
septentrin, hasta el polo antrtico, o sea el medioda, que estn tanto en tierra firme como
en islas descubiertas y por descubrir hacia la India o hacia otra cualquier parte, la cual lnea
diste de cualquiera de las islas que se llaman vulgarmente Azores y Cabo Verde cien leguas
hacia el occidente y el medio da,
siempre que "por otro rey o prncipe cristiano no estuviesen actualmente posedas con
anterioridad al da de la Navidad de Nuestro Seor Jesucristo prximo pasado, en el cual comienza
el presente ao de mil cuatrocientos noventa y tres" con cargo, en virtud de santa obediencia, de
enviar diligentemente "varones probos y temerosos de Dios, doctos peritos y expertos para
instruir a los residentes y habitantes citados en la fe catlica e inculcarles buenas costumbres".
Si bien equiparados los castellanos a los portugueses, hay dos diferencias entre las bulas de
stos y las de aqullos: a los castellanos se les exige la evangelizacin de los indios -a los
portugueses respecto de los africanos, pero como contrapartida, se les reconoce la investidura
sobre las nuevas tierras, que no aparece en las bulas dadas a los portugueses; o sea se reconoce a
los castellanos la posesin anticipada de ellas.
Estas bulas corresponden a un trabajo diplomtico llevado a cabo ante la Santa Sede para
prevenir los intentos del rey Juan II de Portugal de enviar una armada a las tierras descubiertas
por Coln. Hubo preparativos militares tendentes a impedir el proyecto portugus. Con los
lusitanos se produjo, tambin por la va diplomtica, un entendimiento que cristaliz en el Tratado
de Tordesillas de 7 de junio de 1494. Conforme a ste, quedaban para los reyes castellanos lo ya
descubierto as como lo que se descubriese a futuro al occidente de una lnea que correra de polo
a polo a 370 leguas de las islas Azores y Cabo Verde y para los portugueses lo que descubrieren al
oriente de dicha lnea. Como se ve, se corra en favor de Portugal la demarcacin pontificia. El
tratado referido fue confirmado por el papa Julio II mediante la bula Eaquae de 24 de enero de
1506.
Ms tarde otras bulas aclararn los derechos castellanos o incidirn en temas eclesisticos
como la Dudum Siquidem, de 26 de septiembre de 1493, que concede a los castellanos el dominio
e investidura de todas las tierras que estn en la India o al este, sur y oeste de ella que no estn
ocupadas por un prncipe cristiano; la Pus Fidelium, de 25 de junio de 1493, antedatada a 3 de
mayo de ese ao, por la que se enva a Indias la primera misin evangelizadora a cargo de
Bernardo Boyl, vicario de la orden de los mnimos; la Eximiae Devotionis de 1501 por la que se
conceden los diezmos de Indias; la Ittius fulciti de 8 de junio de 1505 que crea las primeras dicesis
en Indias; la Universalis Ecclesiae de 1508, relativa al patronazgo y la Omnmoda de 1522 dada por
Adriano VI sobre relaciones entre obispos y rdenes religiosas en Nueva Espaa.
Cuando se habla de donacin, no se ha de entender una donacin civil sino de carcter pblico,
toda vez que la referencia que se hace a los monarcas es en cuanto tales respecto de Len y
Castilla y no en cuanto a personas privadas. Igualmente la sucesin que se fija es la de los
sucesores en los reinos de Castilla y Len. Las Indias constituyen un seoro ganado por los reyes
castellanos. De acuerdo con las normas tradicionales medievales, cuando los monarcas adquiran
un territorio podan disponer de l a su arbitrio bienes ganados. No hacindolo, ste se
incorporaba a la Corona respectiva por herencias bienes heredados y pasaba a ser
inalienable.
Por qu razn queda excluido Aragn de estas concesiones? Hay que considerar que con la
ascensin al trono de los. Reyes Catlicos no se produce una unin de instituciones castellanas y
aragonesas. Cada reino continu con sus propios derechos y tradiciones si bien Fernando, en
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cuanto consorte de Isabel era rey en Castilla y viceversa. El descubrimiento colombino es ajeno a
Aragn, cuya poltica se volcaba al Mediterrneo; pero en cambio es muy propio de la poltica
atlntica de Castilla que la haba llevado a chocar con los intereses de Portugal.
III. LA INCORPORACIN DE LAS INDIAS A LA CORONA CASTELLANA
Muerta Isabel la Catlica en 1504, transmite su parte en el seoro de las Indias a su sucesora,
Juana la Loca, reteniendo Fernando la suya. En su codicilo de 23 de noviembre de ese ao Isabel
reconoce el esfuerzo de su mando y su colaboracin para la recuperacin de Granada y obtencin
de las Indias y, en razn de ello, tomando, adems en consideracin que "el dicho reino de
Granada y las islas de Canarias e islas y Tierra firme del mar Ocano descubiertas y por descubrir,
ganadas y por ganar, han de quedar incorporadas en estos mis reinos de Castilla y Len, segn
que en la bula apostlica a nos sobre ello concedida se contiene" le cede, slo por su vida, la
mitad de lo que rentasen las tierras hasta entonces descubiertas y otros privilegios econmicos.
La total incorporacin de las Indias a la Corona castellana se produce cuando muere Fernando
en 1516 y deja por testamento a Juana como heredera universal de sus estados. Ms tarde, Carlos
I y su madre, reafirmando lo anterior, declaran en 1519, 1520 y 1523 que:
prometemos y damos nuestra fe y palabra real que ahora y de aqu adelante en ningn
tiempo del mundo las dichas islas y tierra firme del mar Ocano, descubiertas y por descubrir
ni parte alguna ni pueblos de ellos no ser enajenado ni apartaremos de nuestra Corona real
nos ni nuestros herederos ni sucesores en la dicha Corona de Castilla, sino que estarn y las
tendremos como a cosa incorporada en ella y si necesario es, de nuevo las incorporamos y
metemos...
Tal explicacin, basada en el derecho pblico castellano, es la que da sobre este tema Alfonso
Garca-Gallo. Juan Manzano, por su parte, da una explicacin ms civilista pues estima que las
Indias fueron ganancia matrimonial gananciales que debieron partirse por mitad entre los
cnyuges una vez muerta Isabel. Sin embargo, Isabel apart a su marido de las Indias cedindole
slo las rentas. Fernando no se conform con ello y sigui llamndose "seor de las Indias" hasta
que, al fallecer, transmite sus derechos a su hija Juana producindose la incorporacin de las
Indias a la Corona castellana.
IV. CALIDAD JURDICA DF LAS INDIAS FRENTE A LA CORONA CASTELLANA
La incorporacin de las Indias a la Corona castellana no significa que stas pasen a ser
colonias, o sea, territorios de inferior calidad jurdica, dependientes de Castilla e incorporadas a su
reino. Son bienes de realengo, propiedad pblica de la monarqua sobre la que sta tiene un
dominio primordial, radical, originario o eminente, de derecho pblico, sin matices civiles. La
Corona es un ente poltico supraestatal en cuyo seno se agrupan, bajo la direccin de un mismo
soberano, diversos reinos, seoros, principados, etctera, que tienen en comn la persona del
monarca y, eventualmente, algunos rganos. Dentro de la Corona los elementos integrantes
tienen su propio derecho y organizacin. En la corona castellana se encontraban, entre otros los
reinos de Castilla, Len, Granada, Navarra (incorporada a la corona castellana por decisin de
Fernando el Catlico), etctera. Tan autnomas eran las Indias y Castilla que, por va de ejemplo,
desde 1614 las disposiciones castellanas requeran autorizacin del Consejo de Indias para
aplicarse en Amrica. Igualmente ha de ponderarse que el Consejo de Indias es Supremo y Real:
no tiene, salvo el rey, a nadie por encima.
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Se producir entre las Indias y Castilla lo que Ricardo Zorraqun Bec llama una unin real.
Habr en el seoro de las Indias constituido por diversos reinos se lo llamar "estado" en varias
disposiciones de la Recopilacin de Leyes de los Reinos de las Indias un rey, el de Castilla. Todo
aquel que sea monarca de Castilla lo es tambin de las Indias. Pero las autoridades castellanas no
tienen, salvo en unos primeros momentos en que la personalidad de los nuevos territorios no
estn todava bien definidos, injerencia en su administracin y gobierno, lo que se va
puntualizando permanentemente bajo los Austrias. Castilla y las Indias tienen un rey y algunos
rganos en comn; pero fuera de ello su administracin y personalidad poltica son diversos.
Contra ello reaccionarn los Borbones, por dems infructuosamente, segn se ver ms adelante
(vid. captulo 4, IV).
A fines del siglo XVII, cuando ha madurado la concepcin sobre la personalidad de las Indias, se
habla de ellas corrientemente como reinos de Indias, que es la expresin ms habitual que se halla
en la Recopilacin de Leyes de los Reinos de Indias sin perjuicio de otras. Desde comienzos del
siglo XVI los reyes se haban titulado reyes de Espaa e Indias, lo que aparece resumido en las
monedas: Hispaniarum et Indiarum rex.
V. EL PROBLEMA DE LOS JUSTOS TTULOS
Se da este nombre, as como el de "polmicas de Indias" y algunos ms a ciertas discusiones
doctrinarias sobre la licitud de la presencia de Castilla en Indias y la de sus relaciones blicas y
laborales con los aborgenes. Son, pues, tres los aspectos de estas discusiones: ) la averiguacin
sobre la existencia de bases jurdicas que den valor a la aprehensin de las Indias por Castilla; b) si
en esa tarea de aprehensin se poda usar la fuerza, y c) una vez dominados los indios, si se los
poda hacer trabajar compulsivamente, incluso en calidad de esclavos. A los dos primeros puntos
nos referiremos en esta parte en forma conjunta, pues es as como las trataban los autores
respectivos dada su ntima imbricacin. El tercero se ver en el captulo 7, I, nmeros 5 a 8.
Dos circunstancias distintas dan origen a las polmicas: por una parte, la incapacidad de los
indios para captar los alcances de la donacin papal, totalmente ajena a su mundo, y, por otra, la
laicizacin cada vez mayor de Occidente, que rebajaba el valor medieval de las bulas alejandrinas.
1. La homila de fray Antn de Montesinos
El hecho que hizo detonar estas discusiones fue la clebre homila pronunciada en Santo
Domingo el domingo 14 de diciembre de de 1511, tercero de Adviento, por el dominico fray Antn
de Montesinos en presencia de las ms altas autoridades, entre ellas, Diego Coln. Montesinos,
haciendo de cabeza de turco de su comunidad, indignada por el mal tratamiento que se daba a los
indios, sacude las conciencias adormecidas de los espaoles, sobre todo de los encomenderos,
dicindoles cosas tan duras como las siguientes:
...Todos estis en pecado mortal y en l vivs y mors por la crueldad y tirana que usis
con estas inocentes gentes. Decid con que derecho y con qu justicia tenis en tan cruel y
horrible servidumbre a estos indios? Con qu autoridad habis hecho tan detestables
guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacficas, donde tan infinitas de
ellas con muertes y estragos nunca odos habis consumido? Cmo los tenis tan opresos" y
fatigados sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades en las que, de los excesivos
trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decs los matis por sacar y
adquirir oro cada da? Y qu cuidado tenis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y
criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, no son
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hombres? No tienen almas racionales? No estis obligados a amarlos como a vosotros


mismos? Esto no entendis? Esto no sents? Cmo estis en tanta profundidad de sueno
tan letrgico, dormidos? Tened por cierto que en el estado que estis no os podis salvar
ms que los moros o turcos, que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.
As nos ha transmitido Bartolom de las Casas en su Historia de las Indias (lib. 3, cap. 4) este
sermn, llamado a causar conmocin a ambos lados del ocano.
2. La Junta de Burgos
Bien pronto llegaron a odos de Fernando el Catlico, por carta de Diego Coln de 15 de enero
de 1512, los reclamos de los que haban escuchado las palabras del dominico. La posibilidad de
que pudieran perder sus almas quienes haban recibido encomiendas de indios resultaba
tremendamente dura para gentes de profunda religiosidad. Es por ello que, sin perjuicio de
disponer no se alborotase a los habitantes de Santo Domingo con semejantes diatribas, convoc el
monarca a una junta de telogos y juristas, entre los que se contaban el propio Montesinos, el
sabio telogo dominico fray Matas de Paz, el telogo fray Toms Duran, fray Pedro de
Covarrubias, Juan Rodrguez de Fonseca, el gran jurista Juan Lpez de Palacios Rubios, autor de las
Leyes de Toro y consejero del rey Fernando, etctera.
Esta junta, conocida con el nombre de Junta de Burgos, por haber celebrado en esa ciudad sus
reuniones en 1512, origin un cuerpo de disposiciones legales protectoras de los indgenas, a que
nos referiremos ms tarde las Leyes de Burgos (vid. captulo 7, I, 5 a). No discuten los
integrantes de la Junta a validez de las bulas papales; slo aclaran que los indios han de ser
considerados libres, pero sometidos a la Corona castellana. Lo estn en virtud de las bulas desde
antes de la llegada de los espaoles por lo que procede requerirles su sometimiento y procurar
ms tarde su conversin.
Atendiendo a que los indgenas no eran conocedores, ni podan serlo, de la donacin papal, se
dispuso que Palacios Rubio redactara un documento en que se les comunicara tal circunstancia.
Ese documento, al que se ha llamado Requerimiento de Palacios Rubios, relataba a los aborgenes
que Dios haba creado la Tierra y que los hombres, provenientes de una sola pareja, se haban
separado.
De todas estas gentes Nuestro Seor dio cargo a uno, que fue llamado San Pedro, para
que de todos los hombres del mundo fuese seor y superior, a quien todos obedeciesen y
fisiese cabeza de todo el linaje humano donde quiera que los hombres viviesen y
estuviesen... (Deca ms adelante) Uno de los pontfices que en lugar de ste sucedi en
aquella silla y dignidad que he dicho, como seor del mundo, hizo donacin de estas islas y
Tierra Firme del mar Ocano a los dichos rey y reina y a sus sucesores en estos reinos,
nuestros seores, con todo lo que en ellas hay, segn se contiene en ciertas escrituras que
sobre ello pasaron, segn dicho es, que podis ver si quisiereis. As que Sus Altezas son reyes
y seores de estas islas y Tierra firme por virtud de dicha donacin y como a tales reyes y
seores algunas islas ms y casi todas a quien esto ha sido notificado, han recibido a Sus
Altezas y les han obedecido y servido...
En atencin a lo expresado, se les daba un tiempo para deliberar sobre lo que se les acababa de
comunicar y que "reconozcis a la Iglesia por seora y superiora del universo mundo y al Sumo
Pontfice llamado Papa en su nombre y al rey a la reina, nuestros seores y reyes de esas islas y
Tierra firme... Se les peda, adems, su consentimiento para que algunos religiosos les pudiesen
predicar. Si se sometan, seran recibidos por los reyes "con todo amor y caridad" y se les haran
muchas mercedes, permitindoseles la prctica de su religin. Al contrario,
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si no lo hiciereis, o en ello dilacin maliciosamente pusiereis, os certifico que con ayuda de


Dios yo entrar poderosamente contra vosotros y os har la guerra por todas las partes y
manera que yo pudiere y os sujetar al yugo y obediencia de la Iglesia y de Sus Altezas, y
tomar vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los har esclavos y como tales los
vender y dispondr de ellos como Su Alteza mandare y os tomar vuestros bienes, y os har
todos los males y daos que pudiere, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su
seor y le resisten y contradicen.
Como puede observarse, los integrantes de esa junta se apegaban totalmente al pensamiento
tradicional de Enrique de Susa. Por lo dems, tales facultades papales fueron reconocidas
expresamente en sendas obras escritas en el mismo 1512 por fray Matas de Paz, De dominio
regum Hispaniae super Indos y Juan Lpez de Palacios Rubios, De insulis oceanis.
Desde 1513 se empez a utilizar este Requerimiento, que era ledo en lengua aborigen. Difcil
resultaba que los indios pudieran captar de buenas a primeras la concatenacin lgico-jurdica de
esta pieza de derecho comn, por lo que sus resultados no fueron los esperados. Consta su
aplicacin en diversos lugares de Amrica desde 1513, habindose utilizado en Chile por Pedro de
Valdivia en 1540.
3. Ttulos basados en el derecho comn
En un mundo cada vez ms laico la invocacin de las bulas papales como fundamento del
dominio de las Indias resultaba ya fuera de lugar. Un monarca catlico como el rey Enrique VII de
Inglaterra pas por encima de las bulas al enviar una expedicin dirigida por Juan Caboto en 1497
y lo mismo puede decirse del catlico Francisco I de Francia, que patrocin las expediciones de
Verrazzano en 1524, Jacques Cartier en 1534, 1535 y 1541 y de Roberval en 1541, amn de otras.
Por ello es que, a guisa de complemento del ttulo de la donacin papal o, eventualmente, en vez
de l se comienza a estudiar la existencia de otros ttulos. Como los juristas operaban con criterios
de derecho comn, que era el aprendido en las universidades y divulgado por glosadores y
comentaristas, acudirn, como es lgico, a argumentaciones basadas en sus fundamentos.
A) Entre los ttulos invocados est el de la ocupacin o invencin, que significaba que el
descubridor de tierras que no pertenecieran a otro res nuttius o res derelictae poda adquirir
el dominio de ellas por aprehensin material e intencin de hacerlo. Muy pocas, sin embargo,
eran las tierras de Indias que no tuvieran dueo. Ante ello, algunos protestaron que los indgenas
no eran dueos de sus tierras, basndose en que, por sus delitos contra naturaleza sodoma,
antropofagia, incesto, etctera habran perdido todo derecho.
B) Este mismo argumento de los delitos contra natura se utiliz tambin independientemente:
los indios por la comisin de tales pecados habran perdido no slo el dominio de sus tierras sino
que tambin la libertad de sus personas y, consiguientemente, el derecho a gobernarse.
C) Se argument que la calidad de emperador de Carlos V desde 1520 le habra otorgado los
mismos derechos que a los antiguos emperadores romanos. As como stos haban sido
considerados seores de todo el orbe, de igual manera deba serlo Carlos V. Este argumento haba
sido tomado de Bartolo de Sassoferrato, para el que la circunstancia de haber admitido San Jos la
validez del censo exigido por Csar Augusto implicaba un reconocimiento de su dominio universal.
Invocado este ttulo por el colaborador del emperador Mercurino Gattinara y por el obispo de
Badajoz, Ruiz de la Mota, aparece en Catholicum opus imprtale regiminis muni de Miguel de
Ulzurrun, publicada en 1525.
D) Otros, todava, basaron el dominio castellano en la providencia divina, pues Dios, queriendo
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favorecer a los espaoles que haban reconquistado las tierras de los musulmanes, los haba
premiado al permitir el descubrimiento de las Indias. Habra operado de la misma manera como
haba concedido la tierra prometida a Josu. Tal idea postula el bachiller Martn Fernndez de
Enciso en su Suma de Geografa publicada en Sevilla en 1519.
E)Algn otro expres que la negativa de los indios a abrazar la fe cuando sta les era predicada
daba pie a que se pudieran tomar legtimamente sus bienes.
F)La circunstancia de producirse el descubrimiento en el Renacimiento hizo que algunos
criterios griegos se trajeran a colacin al tema de que estamos hablando. Particularmente
importante fue la invocacin del pensamiento aristotlico de la servidumbre natural, segn el cual
algunos hombres, por naturaleza, estaban destinados a servir y ser dominados por otros, lo que se
aplicaba a los indios. El gran humanista y cronista de Castilla Juan Gins de Seplveda (1490-1573)
expuso tales argumentaciones en su Democrates secundus sive Dialogo de iustis belli causis apud
Indos (1544-1547), obra a que se neg la publicacin en su tiempo. Aunque Seplveda, siguiendo
al telogo escocs de la Universidad de Pars, Joannes Maior, estima que puede atacarse a los
indios para asegurar la predicacin evanglica, tal pensamiento ha sido frecuentemente
caricaturizado atribuyndole una suerte de desaprensin respecto de los aborgenes, lo que no es
verdadero, pues l conjuntamente postula la elevacin del nativo desde su estado cultural, que
reputa inferior. Hay que considerar que Seplveda nunca estuvo en Indias, por lo que se basa en
los dichos de los primeros cronistas, que hacan referencia a los aborgenes caribeos, de cultura
muy primitiva. Las posiciones encontradas de Seplveda y de Las Casas, de quien se hablar a
continuacin, indujeron a Carlos I a citar en 1550 a una junta compuesta por siete consejeros de
Indias, dos de Castilla, uno de rdenes y cinco telogos para decidir la disputa, lo que, en
definitiva, no se produjo aunque se oyeron las intervenciones de ambos.
4. Fray Bartolom de las Casas
El primer intelectual que se sale de los carriles del derecho comn y acude al del derecho
natural es fray Bartolom de las Casas (1474-1556). Siguiendo a Santo Toms y a su comentarista
Toms de Vio, el cardenal Cayetano considera que, por derecho natural, los infieles son legtimos
seores de lo suyo, aun cuando cometan pecados graves y constituyen verdaderas sociedades
polticas que deben ser respetadas:
entre los infieles que tienen reinos apartados, que nunca oyeron nuevas de Cristo ni
recibieron la fe, hay verdaderos seores, reyes y prncipes y el seoro y dignidad y
preeminencia real les compete de derecho natural y derecho de gentes, en cuanto el tal
seoro se endereza al regimiento y gobernacin de los reinos confirmado por el derecho
divino evanglico.
Quitarles sus tierras o destituir a sus seores constituan actos tirnicos. Aunque Las Casas
reconoce el valor de la bula Intercaetera va variando en el tiempo su manera de entenderla. Hasta
1542 considera que hay una donacin papal pura y simple a los reyes castellanos y es posible
someter a los indios si bien por medios pacficos. Desde 1542 estima que hay en ella una condicin
suspensiva para la adquisicin del dominio de las Indias que es la conversin de los aborgenes.
Antes que se produzca sta slo existe una mera expectativa por parte de los reyes castellanos. La
posicin de los monarcas castellanos era, segn Las Casas hacia 1544, la de verdaderos prncipes
soberanos y universales seores y emperadores sobre muchos reyes [indgenas], a quien
pertenece de derecho todo aquel imperio alto y universal jurisdiccin sobre todas las Indias por la
autoridad, concesin y donacin de la dicha Santa Sede Apostlica y as por autoridad divina. Y
ste es y no otro el fundamento jurdico y substancial donde est fundado y asentado todo su
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ttulo. Con este soberano imperial y universal principado y seoro de los reyes de Castilla en las
Indias se compadece tener los reyes y seores naturales de ellas su administracin, principado,
jurisdiccin, derechos y dominio sobre sus sbditos, pueblos o que poltica o realmente se rijan,
como se compadeca el seoro universal y supremo de los emperadores que sobre los reyes
antiguamente tenan.
Hacia 1551 cambia su posicin en cuanto a que ni aun convertidos poda exigirse la sumisin de
los indgenas, la que deba ser absolutamente voluntaria. La predicacin, por su lado, deba ser
hecha por medios suaves y caritativos, jams impuesta por la guerra, de suyo tirnica. La posicin
de Las Casas, que slo acoga el derecho natural cuando favoreca a los indgenas, lejos de ser
eclctica se resiente por el excesivo apasionamiento que introduce en sus escritos.
En lo tocante a la guerra con los indios, Las Casas estima que ellas son injustas, sobre todo las
basadas en la religin. Dice en De nico vocationis modo omnium gentium ad veram religionen
(1536-1537):
el pueblo infiel que vive en su patria separada de los confines de los cristianos y al que se
decide atacar con la guerra sin ms razn que la de sujetarlo al imperio de los cristianos, la de
que se disponga a recibir la religin cristiana y la de que se quiten los impedimento de la fe,
no le ha hecho al pueblo cristiano ninguna injuria por la cual merezca ser atacado con la
guerra: luego esta guerra es injusta...
Los daos producidos por una guerra de esta naturaleza deban ser indemnizados. Las Casas,
como todos los telogos de su poca estimaba que el nico modo de salvarse que tenan los
hombres era el bautismo: de consiguiente, si se haca la guerra a los indios y stos fallecan, se los
condenaba irremisiblemente al infierno: "luego, qu satisfaccin, decidme, podrn dar estos
hombres infelices por tantos miles de almas que por su cruel impiedad estn ahora sufriendo los
tormentos del fuego sempitemo?". He ah la razn de su lucha denodada por un mejoramiento en
el trato de los aborgenes.
5. Francisco de Vitoria
Las Casas, como es conocido, llev adelante arduas campaas en pro de los indios, para lo que
no trepid en atravesar innumerables veces el Atlntico, entrevistndose con las ms altas
autoridades como Fernando el Catlico, Juan Rodrguez de Fonseca, Francisco Jimnez de Cisneros
y Carlos I. Sus vehementes exhortaciones movieron a este ltimo a pensar en el abandono del
Per, donde eran palpables las vejaciones a que se haba sometido a los indios, como lo probaba la
muerte de Atahualpa.
Es en estas circunstancias que interviene Francisco de Vitoria (c. 1486-1546), dominico,
doctorado en teologa por la Universidad de Pars, catedrtico en ella y luego maestro en
Valladolid desde donde pas a catedrtico de Prima de Teologa en Salamanca. No era la primera
vez que se refera a temas de actualidad, pues acostumbraba dar peridicamente relecciones o
conferencias solemnes a alguna de las cuales acudi el mismo emperador sobre materias de
inters como la nulidad del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragn, brujeras,
homicidio, simona, etctera. A los indios dedic dos relecciones, una de 18 de enero de 1539,
Relectio prior de Indis recenter inventis y otra, de 18 de junio de 1539, De iure betti. La aportacin
de Vitoria, adems de ser muy original, se basa en el derecho natural, que utiliza tanto en lo
favorable como desfavorable para los indios. Adems, su contribucin da los primeros
fundamentos del derecho internacional pblico, como se ver.
La primera de estas relecciones est dividida en tres partes: en la primera, se analiza si las
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Indias son res nullius, tierra de nadie de que pudiera hacerse dueo el primer ocupante; si ello no
fuera as resultara que los indios seran verdaderos dueos de sus tierras y, consecuentemente,
habra una serie de ttulos ilegtimos que se habran estado utilizando, materia a la que dedica la
segunda parte. La tercera se centra en los ttulos que, en su opinin, legitimaran la presencia
castellana en Indias.
Que las Indias no eran res nullius lo demuestra con que, aunque fueran infieles los aborgenes o
pasto de pecados contra naturaleza, tales circunstancias espirituales no impediran su ser de
hombres y no los privaran de libertad o bienes. En cuanto a la pretendida irracionalidad de los
nativos, se muestra muy dubitativo como que "tienen, en efecto ciudades que requieren orden y
tienen instituidos matrimonios, magistrados, seores, leyes, artesanos, mercados, todo lo cual
supone uso de la razn".
En la segunda parte Vitoria procede al rechazo de todos los ttulos que hasta entonces se
haban esgrimido:
1. Rechaza, por falta de efectividad, el relativo al imperio de Carlos I y, caso de ser verdad,
carecera de facultad para "establecer nuevos seores, deponer a los antiguos y cobrar nuevos
tributos", materia en la que concordaba con el telogo escocs de la Universidad de Pars, Joannes
Maior.
2. Rechaza el ttulo relativo al papa en la forma como se entenda: para Vitoria, el sumo
pontfice "no es seor civil o temporal de todo el orbe, hablando con propiedad de dominio y
potestad civil. El sumo pontfice, aunque tuviera potestad secular en el mundo, no podra darla a
los prncipes seculares. El papa no tiene ninguna potestad temporal sobre los brbaros indios, ni
sobre otros infieles", en lo que concuerda, asimismo, con el referido Joannes Maior. Afirma al
respecto que Cristo no tuvo, en cuanto hombre, el dominio temporal, por lo que no pudo
transmitir algo que no tuvo.
3. Discrepa de los que aceptan el ttulo de la ocupacin o ius inventionis, porque los indios eran
dueos de sus tierras, las que no constituan res nullius (de nadie) ni res derelictae (cosas
abandonadas).
4. Repudia el ttulo de la necesaria conversin de los indios cuando se les predica el Evangelio
por deber ser la aceptacin de la fe absolutamente voluntaria.
5. Repele igualmente que los indios por cometer delitos contra naturaleza pierdan sus
derechos, ya que stos son de carcter natural: siguiendo a Santo Toms (Suma Teolgica 2-2.
q.10, a. 10) postula que hay dos rdenes autnomos: el natural y el sobrenatural; por ello, la falta
de gracia no implica prdida de aspectos meramente naturales como la libertad, los bienes,
etctera.
6. Desestima el ttulo del sometimiento voluntario en cuanto pudiera hacerse "con medio o
ignorancia que vician toda eleccin", y
7. Manifiesta su desacuerdo con el ttulo de la predestinacin divina por falta de prueba.
Producida esta embestida, seala en la tercera parte de su texto otros ttulos basados ahora no
en el derecho comn sino en el natural. Es claro que a Vitoria no se le puede abstraer del medio
en que se mueve: algunos aspectos que l atribuye a derecho natural no son sino extrapolaciones
de sentencias bblicas. Su condicin de religioso lo lleva a poner la conversin de los naturales
como fin ltimo el fin misional de la presencia de los espaoles en Indias y, por ende,
justificativa incluso de algunos abusos.
Los ttulos legtimos y ciertos que acepta son:
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1. el de la sociedad y comunicacin naturales;


2. el de predicacin del Evangelio;
3. el de proteccin de los convertidos;
4. el de dar un prncipe cristiano a los convertidos;
5. el de tirana de los aborgenes al hacer a algunos vctimas de sacrificios humanos y
antropofagia;
6. el de eleccin voluntaria, y
7. el de tratados de alianza ms un ttulo dudoso:
8. El de la posible amnesia de los indios.
1. El primer ttulo de Vitoria es el que ms fama le granje, y se refiere a la sociedad y
comunicacin naturales entre los hombres. stos, en razn de que los bienes son escasos y se
hallan distribuidos por el mundo, tienen derecho a acudir de unas partes a otras para intercambiar
bienes, constituyendo ello un derecho que nadie ni los indios puede pisotear.
Fundamenta este derecho:
a) en que "en todas las naciones se tiene por inhumano acoger mal a los huspedes y
extranjeros", lo que se basa, a su vez, en el derecho de gentes "que o es el derecho natural o se
deriva del derecho natural" y cita al efecto un texto de Gayo en la Instituto, (1,2,1) que Vitoria
instrumental i/.a magistralmente. Tal texto dice originalmente que lo que la razn natural
establece entre todos los hombres se llama derecho de gentes. Vitoria, en cambio, dice que es
derecho de gentes el que la razn natural establece entre todas las gentes o pueblos. La
importancia de esta modificacin radica en que da la pauta para lo que ms tarde ser el derecho
internacional pblico, o sea un conjunto de normas que rige entre los pueblos o naciones;
b)las cosas eran comunes en un comienzo para todos los hombres por lo que cualquiera poda
dirigirse donde quisiera para buscar lo que requiriera, lo que no parece haberse abolido por la
divisin de las cosas;
c) en tanto no se cometan injurias o atropellos a los pueblos visitados no hay razn para
impedir la entrada de extranjeros;
d) hay bienes que son comunes a todos los hombres como mar, ros y puertos:
consecuentemente, bien pueden los espaoles arribar a ellos sin que se les ponga obstculo;
) si se admite a extranjeros de otras partes en sus tierras no se ve por qu habran de negar
este derecho a los espaoles, y si hay cosas que permiten extraer a ciertos extranjeros igualmente
debern permitirlo a los espaoles;
f) cualquier ley que prohibiese a los espaoles andar entre ellos sera contraria a los derechos
natural y divino y por ende, inhumana y sin fuerza legal;
g) si nacen hijos de los espaoles en aquellas tierras y quieren ser ciudadanos de ah no se les
puede negar este derecho el que, adquirido, les habilita para ejercer todo lo que pueden los
dems. Igualmente, si los espaoles contraen matrimonio con mujeres del lugar se hacen
ciudadanos de l y no se les puede negar los derechos que tienen los otros ciudadanos.
Si el referido derecho basado en esta sociedad y comunicacin naturales fuera conculcado por
los indgenas, "los espaoles pueden defenderse y hacer todo lo que convenga para su seguridad
porque la fuerza se puede rechazar con la fuerza". Por lo mismo, pueden edificar fortificaciones "y
si recibieren injuria, sta con autoridad del prncipe pueden perseguirla con la guerra y ejercer
otros derechos de guerra" como ocupar ciudades si ello fuese necesario. La defensa, eso s, debe
ser moderada. En principio, los indios han de ser considerados inocentes de lo que se sigue que,
una vez vencidos no se los puede matar, despojar u ocupar sus ciudades. Pero una vez que los
espaoles
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con toda diligencia, de palabra y de obra, hayan mostrado que no tratan de obstaculizar
que los brbaros hagan pacficamente y sin dao sus cosas, si no obstante los brbaros
perseveraren en su malicia y trataran la perdicin de los espaoles, entonces no ya como
inocentes sino como a prfidos enemigos pueden tratarlos y proceder con todos los derechos
de la guerra, despojarlos, reducirlos a cautiverio, deponer a sus anteriores seores y
establecer otros nuevos, aunque moderadamente segn la calidad de la cosa y de las injurias.
Como se ve, plantea Vitoria que, en principio ha de considerarse a los aborgenes como
inocentes; pero destruida esta presuncin, en vez de guerra defensiva puede procederse a la
ofensiva.
2. Un segundo ttulo es el de la causa de la predicacin del Evangelio. Su fundamento es que
"los cristianos tienen derecho a predicar y anunciar el Evangelio en las provincias de los brbaros",
ya que, parte Vitoria de la base que lo mejor que se puede dar a un hombre es la salvacin eterna,
de la que los aborgenes quedaran fuera si no se los evangelizara.
En principio, todo hombre puede evangelizar; pero el papa, a quien compete la preocupacin
primordial en estas materias, bien pudo encargar la propagacin de la fe a determinados prncipes
negndolo a otros. Por esta causa lo encarg a los prncipes castellanos y prohibi a los otros
entrar en las Indias, aun a comerciar. Ello convena as porque de ingresar otros prncipes
cristianos en Indias podran producirse conflictos entre s en desmedro de la evangelizacin.
Tiene el papa facultad de hacerlo no porque tenga dominio temporal sino porque "tiene
potestad en las cosas temporales en orden a las espirituales".
Por otra parte, "como los prncipes espaoles bajo sus auspicios y a sus expensas tomaron los
primeros de todos esta navegacin y tan felizmente encontraron el Nuevo Orbe, es justo que
aquellos viajes se prohiban a otros y por solo ellos se disfrute del descubrimiento". Si los indios
ya sean los seores de stos ya la multitud impidieran a los espaoles que anuncien
libremente el evangelio, los espaoles, dando antes razn para evitar el escndalo, pueden
contra su voluntad predicar y obrar para la conversin de aquella gente. Y si fuere necesario,
aceptar o hacer por ello la guerra hasta que den oportunidad y seguridad para predicar el
evangelio.
Lo mismo ocurrir si impiden la conversin "matando o castigando de otra manera a los
convertidos a Cristo o aterrando a otros de otra manera con amenazas". Tal guerra sera justa con
las mismas consecuencias que se han visto ms arriba.
3. Un tercer ttulo, derivado del anterior es el de proteccin de los convertidos, pues los indios
podran procurar volver a la idolatra a los ya convertidos, para lo cual los espaoles, si de otra
manera no se puede evitar, podran hacer la guerra, que sera justa tanto por religin como por
amistad y sociedad humana, pues si se han convertido "se han hecho amigos y aliados de los
cristianos".
4. Sera cuarto ttulo la asignacin que el papa haga de un prncipe cristiano a los indios que se
han convertido, sin que obste a ello el que la conversin se hubiese hecho "con injuria, esto es,
con amenazas o por el terror o por medio de la opresin, con tal que fueren verdaderos
cristianos". La razn de ello es el mantenimiento de la fe cristiana que podra estar en peligro de
conservarse prncipes infieles.
5. La tirana de los prncipes aborgenes dara cabida a un quinto ttulo, pues si se sacrifica a
hombres inocentes o son objeto de comida "sin autoridad del pontfice pueden los espaoles
prohibir a los brbaros toda costumbre y rito nefasto, porque pueden defender a los inocentes de
una muerte injusta".
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6. Si los indios hiciesen eleccin voluntaria de un prncipe cristiano sometindosele, constituira


ello un sexto ttulo legtimo para dominarlos: "como si estos brbaros comprendiendo la prudente
administracin y la humanidad de los espaoles quisieran en adelante tomar como prncipe al rey
de Espaa" pueden hacerlo, sin que sea necesario acuerdo unnime, bastando slo la mayora.
7. Sptimo ttulo sera el de tratados de alianza. Deriva de la existencia de guerras entre los
indios, algunas de las cuales son justas. Pueden los espaoles aliarse con los que tengan guerras
justas y, al terminar stas, compartir el premio de la victoria. O sea, la justicia de la guerra de los
indios se comunica a sus aliados espaoles.
8. El octavo ttulo es dudoso para Vitoria y guarda relacin con la posible amencia de los indios:
"pues estos brbaros, aunque, como arriba se ha dicho, no sean del todo faltos de inteligencia
(amentes), sin embargo se diferencian muy poco de los amentes, y as parece que no son aptos
para constituir y administrar una legtima repblica, aun en trminos humanos y civiles". Si tal
estado de cosas fuera real, "para su utilidad pueden los prncipes espaoles tomar su
administracin y establecerles prefectos y gobernadores en sus ciudades y aun darles nuevos
seores si constara que esto era conveniente para ellos".
Concluye declarando que "si faltaran todos estos ttulos de tal modo que los brbaros no dieran
ningn motivo para guerra justa ni quisieran tener prncipes espaoles, etctera, cesara toda
expedicin y comercio con gran perjuicio de los espaoles, y aun vendra gran detrimento al
inters del prncipe, lo que no sera tolerable", as como tampoco el que, habindose producido la
conversin de muchos, se pudiera retroceder en lo avanzado: en consecuencia, "no sera
conveniente ni lcito al prncipe abandonar enteramente la administracin de aquellas provincias".
La De Indis relectio posterior sive de iure betti complementa, si bien con menor originalidad, a la
primera releccin que, como se ha visto, autoriza la guerra en determinados casos. Es un estudio
no estrictamente indiano. Se muestra aqu Vitoria fiel seguidor de San Agustn y Santo Toms
centrndose en el tema de la justicia de la guerra, la que debe darse no formalmente sino
fundamentada en una causa justa. Tres requisitos son necesarios para que la guerra sea justa: )
ser declarada por autoridad legtima; b) tener causa justa y c) observancia de una conducta lcita
en la guerra y su conclusin. La guerra es un mal, pero si hubiera que emprenderla ha de serio
como una delegacin de la comunidad internacional que ejerce la justicia punitiva.
El gran jurista Gregorio Lpez, autor de la glosa de las Partidas aunque impugn el
pensamiento de Vitoria acept algunos puntos suyos. Eran para l exclusivas causas de guerra
contra los indios la injuria causada por stos a los predicadores o comerciantes; los impedimentos
puestos a los conversos para convivir con los paganos y los sacrificios humanos.
El pensamiento de Vitoria es, como se ha insinuado, de una enorme profundidad. Considerar
las asociaciones polticas indgenas a la par que un reino europeo es un punto de vista audaz as
como lo es la idea de interdependencia entre las naciones. Las asociaciones polticas indgenas o
europeas no estaban fuera de la juridicidad universal y deban regirse por normas, las del derecho
de gentes, que todo hombre poda captar por el uso de su razn. A este derecho de gentes se
haba referido en una releccin anterior, De potestate civili en que deca:
El derecho de gentes no slo tiene fuerza por el pacto y convenio de los hombres, sino que
tiene verdadera fuerza de ley. Y es que ei orbe todo, que en cierto modo es una repblica,
tiene el poder de dar leyes justas y a todos convenientes, como son las del derecho de
gentes. De donde se desprende que pecan mortalmente los que violan los derechos de
gentes, sea de paz, sea de guerra, y particularmente en asuntos tan graves como la
inviolabilidad de los embajadores. A ninguna nacin, en efecto, le es lcito eximirse del
derecho de gentes, porque est promulgado por la autoridad de todo el orbe.
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Sus geniales intuiciones fueron imitadas por el belga Baltasar de Ayala (1549-1584) y por el
profesor de derecho en Oxford, el protestante italiano Alberico Gentili (1551-1608). Slo en el
siglo XVII se lograr con el holands Hugo Grocio, quien se reconoce tributario de Vitoria, la
independencia del derecho internacional pblico como una disciplina autnoma.
A primera vista pareciera que los dichos de Vitoria no cayeron bien a la Corona, dirigiendo
Carlos I una cdula al prior del monasterio de San Esteban de Salamanca, donde resida el telogo,
el 19 de noviembre de 1539, por la que solicitaba se le hiciera llegar una declaracin de todos los
que hubiesen tratado el tema de los derechos de la Corona en las Indias en prdicas, relecciones u
otras sealando ante quin lo habran tratado, en qu lugares, si haban hecho minutas o
memoriales de ello y a quines las habran entregado. Las relaciones deben de haber mejorado al
punto que el maestro salmantino fue invitado en 1545 a participar en el concilio de Trento, lo que
declin por su quebrantada salud.
6. La solucin definitiva del problema de los justos ttulos
La solucin definitiva de este problema se produce por influencia de Juan de Ovando en el
reinado de Felipe II, siendo las Ordenanzas sobre nuevos descubrimientos y poblaciones de 1573
un documento central al respecto. Hay que distinguir, en primer trmino: A) entre territorios ya
ocupados por los espaoles, y B) los no ocupados.
A)En los primeros, la autoridad castellana se basa en la sumisin voluntaria de los indios ya sea
anterior o posterior a la ocupacin. Donde no existe tal sumisin, la Corona espaola slo ejerce
una especie de protectorado, pues quienes continan siendo seores naturales de los indios son
sus prncipes y caciques. En Per, por ejemplo, donde la adquisicin espaola haba sido violenta y
los ttulos no eran lmpidos, los incas siguen gobernando hasta 1571 en que, por averiguaciones de
Francisco de Toledo, se concluy que Atahualpa no haba sido monarca legtimo sino un tirano.
Los seores indgenas buscan, por otra parte, la confirmacin de sus ttulos por la Corona
avinindose a su supremaca.
B)En los territorios no ocupados, se considera que las bulas papales slo otorgan poder sobre
los territorios mismos, mas no sobre las personas, que quedarn sometidas a la corona cuando
voluntariamente lo manifiesten. Frente a stas ha de actuarse con sumo respeto sin utilizacin de
la guerra ofensiva, pues deben los castellanos limitarse a la defensa frente a los ataques indgenas.
Este tema de la guerra defensiva jug un rol importante en Chile en el siglo XVII.
Juan de Solrzano Pereira, el gran jurista, autor de la Poltica Indiana se refiere en el libro lo. al
tema tratando en su captulo 9o. "De los ttulos y razones que pueden justificar los
descubrimientos, ocupaciones y conquista de las tierras de los brbaros infieles" y en el 10o. "De
otros ttulos que se suelen fundar en la infidelidad de los indios, predicacin y propagacin de la
santa fe catlica, concesin del imperio o de la Santa Sede Apostlica". Ah examina los mismos
ttulos de que se ha hablado ponderndolos en su valor relativo "esperando que juntos todos
puedan acreditar y asegurar, a pesar de la envidia, el derecho y justicia de nuestros reyes y
seores por cuya defensa y honor tienen obligacin los profesores de las letras de tomar la pluma,
como los de las armas..." (Lib. 1., cap. 9, nm. 3).
7. La polmica de los justos ttulos en Indias
La referida polmica no slo tuvo una dimensin doctrinaria en los ambientes palaciegos, sino
que caus repercusiones muy prcticas en Indias. Sirvan como ejemplos al respecto algunos casos
ocurridos en Mxico y Chile en aos inmediatos.
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En Mxico, el agustino fray Alonso de la Veracruz (1507-1584) explic en la recin fundada


Universidad, entre 1553 y 1555, un tratado suyo titulado De dominio infidelium et iusto bello. Este
sacerdote, natural de Guadalajara (Espaa), haba hecho sus estudios en las universidades de
Alcal y Salamanca. En esta ltima fue discpulo de Francisco de Vitoria, de quien hace clidos
recuerdos en uno de los libros que escribi en Mxico, Speculum coniugiorum (1556). No asisti a
las clebres relecciones indianas del maestro salmantino ya que por esas fechas se encontraba en
Nueva Espaa y tampoco pudo leerlas, por lo menos impresas, porque se publicaron slo en 1557,
o sea, cuatro aos despus de escrito el tratado mexicano. No obstante, hay una gran
coincidencia en los dichos de uno y otro autor. Los de Veracruz, aunque menos desarrollados que
los de Vitoria, presentan el inters de ser ms centrados en los hechos, de que da permanente
noticia.
A lo largo de once dubia (dudas o problemas morales prcticos) va examinando la licitud del
dominio espaol en Indias. Se presenta como opuesto a la tesis de el Ostiense de que se ha
hablado ms arriba y, con Santo Toms opina que el derecho divino, fundado en la gracia, no
suprime al humano, que proviene de la razn natural. Excluye el poder temporal directo del papa,
aceptando, s, el indirecto, en una forma ms radical que Vitoria, toda vez que para Veracruz tiene
el sumo pontfice jurisdiccin no slo sobre los fieles sino que tambin sobre los infieles por
aquella frase de. Cristo de que deba cuidar de las ovejas de otro aprisco.
Tampoco acepta el ttulo basado en el pretendido imperio universal de Carlos V, el que no
tiene asidero ni por derecho natural ni divino positivo ni humano positivo. Por otra parte, afirma,
jams existi un imperio realmente universal, conclusin a la que llega despus de un erudito
excursus. En el remoto caso de que existiera derecho del emperador ste sera un dominio de
jurisdiccin y no de propiedad.
Refuta el ttulo de la ocupacin de las Indias por no haber sido stas res nullius. Con buen
conocimiento de la realidad mesoamericana afirma que los nativos eran veri domini de sus tierras,
cuyo buen gobierno pondera.
Frente a la cesin de derechos que algunos prncipes indgenas hubieran hecho a la Corona,
adopta una actitud de reserva. Si tales cesiones fueron libres y con aceptacin de la comunidad,
seran vlidas, mas no si faltaran esas condiciones. Por ello es que la renuncia de Moctezuma sera
nula tanto por no haber sido libre estaba bajo amenaza de muerte como por llevarla a cabo
sin intervencin del pueblo.
Rechaza el ttulo de la donacin de Dios a los espaoles por carecer de base escriturstica
directa.
En cambio, acepta los siguientes ttulos:
a) el derivado de la oposicin hostil de los indios a la predicacin. Es ste un derecho que no
puede ser impedido en su realizacin por los indios. Incluso estima Veracruz que podan recibir los
religiosos auxilio de la fuerza armada con la limitacin de no apoderarse de las tierras ni otros
bienes del aborigen;
b) el cambio de prncipe pagano por uno cristiano, basado en impedir la apostasa de los
conversos. Indica, eso s, que los peligros de apostasa deban ser fundados;
c) el de auxilio a los oprimidos por seores tiranos que exigen sacrificios humanos o
antropofagia;
d) el de alianza de los espaoles con nativos oprimidos en contra de los opresores.
Concretamente se refiere al caso de los tlaxcaltecas que se aliaron a Corts en contra de los
mexicas. Sin embargo, expresa que aunque tal guerra tlaxcalteca hubiera sido justa no habra
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tenido por qu terminar en expolio de los vencidos;


) la eleccin con las condiciones que antes se han sealado, y f) el derecho a la comunicacin
y el comercio, que no desarrolla con la amplitud y connotaciones de Vitoria.
Al igual que el maestro de Salamanca, concluye que las Indias no deben ser abandonadas por el
peligro de que los indios vuelvan a sus prcticas religiosas primitivas, aconsejando, en todo caso,
una moderacin en las cargas tributarias y de toda ndole que pesen sobre los indgenas, las que
no deberan ser superiores a las de los tiempos de gentilidad.
Dejando de lado el problema de la mayor o menor creatividad de fray Alonso de la Veracruz, su
obra resulta del ms alto inters por darnos la tnica del elevado nivel con que se desarrollaron las
primeras clases de la Universidad de Mxico. Adems, hace gala de una libertad de expresin
irrestricta que nadie le coart a pesar de centrarse en temas candentes en su tiempo y de una
aplicacin prctica inmediata.
Veamos ahora algunos aspectos relativos a Chile. Cuando Garca Hurtado de Mendoza (15351609) es designado por su padre el marqus de Caete gobernador interino de Chile en 1557 viaja
a las provincias de su mando con un squito numeroso y distinguido. En l venan varios
sacerdotes, entre los que se contaban el dominico fray Gil Gonzlez de San Nicols y el franciscano
fray Juan Gallegos, maestro en derecho por la Universidad de Bolonia y doctor por la de Pars.
Deseando el novel gobernador (que por lo dems era muy joven mozo capitn acelerado, se dijo
de l) enfrentarse lo ms pronto posible con los araucanos, hizo enfilar proa hacia la zona de
combate sin siquiera detenerse en la capital del reino, Santiago.
Tal actitud del gobernador desat una polmica entre los dos sacerdotes sealados. San
Nicols estimaba que el gobernador no poda dirigirse sin ms a la zona de Concepcin, sino que
deba de pasar primero por Santiago, dar disposiciones que mejoraran la condicin de los indios
de modo que tales hechos dieran pbulo a los indios alzados para retractarse de su posicin.
Gallegos, en cambio, estimaba que era necesario someter primeramente por las armas a los indios
para despus evangelizarlos. Hurtado se inclin por el parecer de este ltimo, ms acorde con su
punto de vista.
Una vez llegados al lugar donde se desarrollara la guerra, San Nicols procur impedirla,
citando las ordenanzas reales que exigan se requiriera previamente a los indios. Argumentaba
que si se los atacaba sin ms se los estara enviando al infierno, ello de acuerdo con la idea que
privaba, segn la cual los no bautizados no podan salvarse. No se content con ello sino que,
dirigindose a los soldados les expres que se encontraban en pecado mortal al atacar a los indios
y que deban de responder econmicamente por los daos que les causaran. Ante tales actitudes,
Hurtado lo hizo salir de la zona en conflicto.
Discusiones sobre la justicia de la guerra se reprodujeron entre 1561 y 1563 bajo el gobierno de
Francisco de Villagra (1511-1563), siendo protagonistas nuevamente San Nicols y el teniente de
gobernador Juan de Herrera. Para ste los araucanos eran traidores, pues habiendo dado la paz se
haban alzado posteriormente. En consecuencia, proceda condenarlos a la pena de los traidores:
muerte y perdimiento de bienes. Para estos efectos organiz en Caete un pleito citando por
edicto a los indios para que se defendiesen y a San Nicols como protector. A pesar de las
defensas esgrimidas por ste, concluy el juicio con la condena ya planeada. Una vez firmes los
autos, se cumpli la pena por una expedicin punitiva que dio muerte a los indios que se
encontraron. Habiendo pasado Herrera al Per hubo sacerdotes que se negaron a confesarlo por
lo que solicit dictamen de una junta de telogos a la que present traslado de los documentos
del juicio. Tal junta consider que se haba actuado legtimamente.
Rodrigo Gonzlez Marmolejo, designado obispo de Chile, convoc en 1564 a una junta de
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Antonio Dougnac

Manual Derecho Indiano

telogos para que estudiase el tema de la guerra araucana. En ella destac el maestro Francisco
de Paredes, cuyo dictamen fue muy clsico, siguiendo las pautas de Santo Toms y Vitoria, en cuya
virtud aceptaba la guerra defensiva. Tal guerra deba ser declarada por legtima autoridad, con
causa justa y recta intencin. Estimaba causa justa la negativa de los indios paganos a que se diera
asistencia espiritual a los conversos.

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