Cuadernos 22 Antropología
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I S S N 0570-8346
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ISSN
PRESIDENCIA DE LA NACIN
SECRETARA DE CULTURA
DEL INSTITUTO
NACIONAL DE ANTROPOLOGA
Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
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AUTORIDADES
PRESIDENTA DE LA NACIN
Cristina Fernndez
VICEPRESIDENTE DE LA NACIN
Julio Csar Cobos
SECRETARIO DE CULTURA
Jorge Coscia
SUBSECRETARIA DE GESTIN CULTURAL
Marcela Cardillo
DIRECTOR NACIONAL DE PATRIMONIO Y MUSEOS
Alberto Petrina
DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
Diana Susana Rolandi
COMIT HONORARIO
Dra. Tania Andrade Lima (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil)
Dr. Antonio A. Arantes (Universidade Estadual de Campinas, San Pablo, Brasil)
Dr. Leopoldo Bartolom (Universidad Nacional de Misiones, Argentina)
Dr. Lewis Binford (Southern Methodist University, Texas, EEUU)
Dr. George Marcus (Rice University, Texas, EEUU)
COMIT EDITORIAL
Mariana De Nigris, Juan Carlos Radovich, Diana Rolandi
SECRETARIA EDITORIAL
Concepcin Sierra
EVALUADORES DEL PRESENTE VOLUMEN
Patricia Arenas (Univ. Nac. de Tucumn), Carlos Aschero (CONICET), Ins Baffi (CONICET/UBA), Alejandro
Balazote (UBA/Univ. Nac. de Lujn), Margot Bigot (Univ. Nac. de Rosario), Luis Alberto Borrero (CONICET), Ral
Carnese (UBA), Silvia Citro (CONICET/UBA), Cristina Cravino (CONICET/Univ. Nac. de Gral. Sarmiento), Ana
Domnguez Mon (UBA), Luis Donatello (CONICET), Dolores Elkin (CONICET/INAPL), Ricardo Gonzlez
(CONICET/Univ. Nac. de La Plata), Marisa Lazzari (University of Exeter, Departamento of Archaeology), Leandro
Luna (CONICET/UBA), Alicia Martn (INAPL/UBA), Elosa Martn (CONICET), Axel Nielsen
(CONICET/INAPL), Mara Ins Palleiro (CONICET/UBA), Cecilia Prez de Micou (CONICET/INAPL/UBA),
Irina Podgorny (CONICET/Univ. Nac. de La Plata), Mercedes Salado (Equipo Argentino de Arqueologa Forense),
Carlota Semp (CONICET/ Univ. Nac. de La Plata), Leonor Slavsky (INAPL), Liliana Tamagno (CONICET/Univ.
Nac. de La Plata), Hctor Vzquez (CONICET/Univ. Nac. de Rosario), Roberto Zurutuza (UBA)
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas
INAPL: Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano
UBA: Universidad de Buenos Aires
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano es una publicacin del Instituto
Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano de frecuencia bianual. Nmeros atrasados solicitar por
canje a [email protected]. Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.
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ISSN 0570-8346
Diseo de tapa:
Concepcin Sierra
Diseo y armado de interior:
Claudio Marcelo Pagella
Pablo Alfredo Mesa
Impresin:
Este libro se termin de imprimir en Noviembre de 2010
Grafica M&M - Tel./Fax: 4912-1343
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PRESENTACIN
Diana Rolandi*
Este nmero, correspondiente al bienio 2008-2009, presenta 22 trabajos de 40 que se presentaron para su publicacin. Luego de un exhaustivo anlisis por parte de los evaluadores, decidimos publicar todos aquellos trabajos que
tuvieran una evaluacin mayor a 70/100, por lo que incrementamos el nmero de artculos editados en comparacin
con los nmeros anteriores.
Durante estos dos aos continuamos y rubricamos nuevos convenios con Secretaras de Cultura provinciales,
Institutos de Investigacin, Administracin de Parques
Nacionales, Museos y otros organismos, totalizando un
total de 25 convenios vigentes en la actualidad.
Se realizaron 57 proyectos de investigacin, la mayora
de los cuales continan, en las distintas especialidades de la
antropologa social, el folklore, la arqueologa y la lingstica, en las provincias de Buenos Aires, Catamarca, Ciudad
Autnoma de Buenos Aires, Crdoba, Corrientes, Chaco,
Chubut, Entre Ros, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza,
Neuqun, Ro Negro, Salta, San Juan, Santa Cruz, Santa Fe
y en el departamento Potos, Estado Plurinacional de
Bolivia.
Se llevaron a cabo las VII Jornadas de Arqueologa de
Patagonia, en Ushuaia, Tierra del Fuego, conjuntamente
con el Centro Austral de Investigaciones Cientficas
(CADIC-CONICET), la Sociedad Argentina de
Antropologa y la Comisin Permanente de Congresos
Nacionales, donde se presentaron, entre comunicaciones
orales y grficas, ms de 150 trabajos.
Con el invalorable apoyo de la Asociacin Amigos del
Instituto Nacional de Antropologa se editaron y distribuyeron 6 nmeros de la publicacin Boletn de Novedades en
Antropologa, rgano de difusin de la labor del INAPL. Se
editaron adems los siguientes libros:
"Entre la Tierra y el Agua", compiladores D. Loponte y
A. Acosta;
"Arqueologa del Humedal del Paran Medio (bajos
ribereos meridionales)". Autor Daniel Loponte.
"Arquitectura Tradicional en la Regin de Ischigualasto,
provincia de San Juan". R. Rotondaro y equipo de arte
rupestre del INAPL.
"Los recursos arqueolgicos de Villa Castelli, Dto. Gral.
Lamadrid, La Rioja". Adriana Callegari y otros.
"El Patrimonio Arqueolgico del Norte del Dto. de
Famatina y otros temas de arqueologa". Mara Elena
Gonaldi y otros.
"Tiempos Pasados en Ischigualasto". Equipo de arte
rupestre del INAPL.
"El arriero en San Juan". D. Rolandi, M. Podest, A. R,
M.P. Falchi y M. Torres.
Y a travs de fondos externos se edit el libro
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INTRODUCCIN
El reconocimiento en el terreno de antiguos asentamientos indgenas permite, a partir de evidencias arqueolgicas, asignarlos a diferentes grupos sociales que habitaron
la Puna de Jujuy, principalmente aquellos de filiacin chicha y los casabindo-cochinoca. La documentacin colonial
utilizada (siglos XVI y XVII), proveniente casi exclusivamente de fuentes ditas, permite asignar algunos topnimos, hoy desaparecidos o en desuso, a sitios arqueolgicos
o a accidentes geogrficos prximos a ellos, que remiten a
lugares concretos en el espacio puneo.
En la mayora de los casos, la ubicacin espacial de los
diferentes pueblos citados en la temprana documentacin
colonial constituye una incgnita para los etnohistoriadores. De la misma manera, al arquelogo que se ocupa de la
etapa de los Desarrollos Regionales o Perodos Tardo e
Inca frecuentemente le intriga la denominacin indgena
de los poblados prehispnicos que investiga, sospechando
que tal vez se trate de algunos de los que se hallan mencionados en los escritos de los siglos XVI y XVII.
Investigaciones previas han logrado avanzar en el
tema (Krapovickas 1978, 1984; Sica 2006, Zanolli 2005)
pero quedan vigentes muchas dudas e imprecisiones y an
contradicciones. Se trata de un trabajo minucioso en el
cual convergen los datos aportados por la documentacin
colonial, el conocimiento del espacio puneo y la identificacin de los sitios arqueolgicos en el mismo. As, la
informacin proviene tanto de los arquelogos como de la
etnohistoria y su conocimiento progresa muy lentamente,
con un permanente cruce de las fuentes y datos propios de
cada disciplina.
OBJETIVOS Y DIFICULTADES
En este trabajo se pretende avanzar en la identificacin
de diversos topnimos de la Puna de Jujuy, correspondientes a poblados indgenas mencionados en diferentes tipos de
documentacin, con el objeto de vincularlos con sitios
arqueolgicos conocidos o con una ubicacin espacial tentativa, hasta tanto se realice una prospeccin arqueolgica
exhaustiva de todo el espacio en discusin. Paralelamente
se considera tambin la ubicacin de otros topnimos coloniales, an cuando no se encuentren claramente relacionados con poblados prehispnicos.
Se trata de una meta difcil, en tanto la informacin
documental con que se cuenta es escasa, dispersa, confusa
e imprecisa. La tarda incorporacin del actual Noroeste
Argentino al dominio colonial, por tratarse de un rea de
resistencia al espaol, ha dado lugar a que la documentacin del siglo XVI conocida para la Puna de Jujuy sea
extremadamente parca y que, por otra parte, haya sido
generada casi exclusivamente en Lima o en Charcas, a cientos o ms de mil kilmetros de Jujuy, con escaso conocimiento del espacio y de la toponimia. El mayor cmulo de
informacin proviene de documentacin del siglo XVII,
varias dcadas despus de las primeras "entradas", cuando
ya se encuentran afianzadas las fundaciones de Salta y
Jujuy y la avidez de los colonizadores lleva a la solicitud de
tierras en diferentes espacios de la Puna (Sica 2006).
Por otra parte, los topnimos son tan slo nombres que
aparecen en algn documento y su transcripcin estuvo
sujeta a la interpretacin de la persona que registraba
(pasando al espaol fonemas indgenas) y, para el rea que
nos ocupa, si mediaba la intermediacin de un quichuaparlante2, poda darse una primera modificacin de voces propias de las lenguas locales para luego, en una segunda instancia, ser pasadas al espaol. Es decir, haba un doble fil-
2
El quichua es una lengua trivoclica y con su propio espectro de consonantes.
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tro entre el fonema original y el morfema que figura en el
texto, la voz indgena local pronunciada segn las normativas del quichua y de ste a las propias de la lengua hispana.
Paralelamente, mucha de esta informacin no es de primera mano, ya que habitualmente estuvo sujeta a traslados y se
vio deformada por la transcripcin de un documento original en una o ms oportunidades. Esto pudo motivar una profunda alteracin de los topnimos que figuran en los textos
como ha sido sealado por otros autores (Platt et al.
2006:252-254).
Al tratarse mayormente de toponimia originada en
voces locales de la regin (Albeck 2000), correspondientes
a lenguas ignotas, desaparecidas hace siglos y de las cuales
no ha quedado registro, tampoco se cuenta con traducciones
de los trminos que hubieran ayudado sensiblemente en la
identificacin de los lugares, en tanto la gran mayora de los
topnimos son de naturaleza descriptiva y hacen alusin a
accidentes geogrficos o peculiaridades del espacio. Otro
problema identificado en el transcurso de la investigacin
es la duplicacin de la toponimia, diferentes lugares que
cuentan con idntica toponimia, y obliga a tratar de discernir cul es el espacio correspondiente al topnimo en cuestin.
En lo que hace a la faz arqueolgica, el principal problema reside en que se carece de un conocimiento exhaustivo de los sitios de la Puna de Jujuy. Hay espacios an
inexplorados en lo que atae a su ocupacin prehispnica y
lo habitual es que slo se conozcan los poblados de mayor
tamao. Con frecuencia se cuenta nicamente con la mencin de la presencia de un asentamiento indgena en determinado lugar, sin otros datos sobre cronologa, dimensiones
ni otra informacin sobre su acervo cultural. Las prospecciones arqueolgicas en el campo, frecuentemente se complementaron con entrevistas a pobladores locales cuya versin de la toponimia local pudo corresponder o no con la
que se encuentra registrada en la documentacin colonial.
El reconocimiento en el terreno de antiguos asentamientos abandonados permite, a partir de evidencias
arqueolgicas, asignarlos a diferentes grupos sociales que
habitaron la Puna de Jujuy antes de la llegada de los espaoles e Inca, principalmente aquellos de filiacin chicha y
los que han sido denominados casabindo-cochinoca
(Krapovickas 1968, 1978, 1984; Albeck 2001, 2007;
Albeck y Ruiz 2003). Se busca avanzar as en el planteo,
an en construccin, de los espacios ocupados por estas
sociedades y la naturaleza y extensin de sus territorios prehispnicos. Dicha informacin resulta indispensable en la
discusin sobre la manera en que se fueron desestructurando algunos de los territorios indgenas identificados, un
proceso iniciado desde Charcas y que se ve potenciado
especialmente a partir de la fundacin definitiva de Jujuy en
1593 (Sica 2006).
LAS FUENTES
La documentacin colonial considerada en este trabajo
permite asignar algunos topnimos, hoy desaparecidos o en
desuso, a sitios arqueolgicos o a accidentes geogrficos
prximos a ellos, ubicados en diferentes lugares del espacio
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Rinconada, en la cual se registr su vinculacin espacial con
los lugares mencionados en el documento, permite sostener
sobre base ms firme que el Pucar de Rinconada fue el antiguo poblado cabecera de los cochinocas.
Datos procedentes del registro arqueolgico tambin
refuerzan esta idea. El Pucar de Rinconada es el nico sitio
del sector central de la Puna donde se ha identificado claramente un sector de construccin incaica (Ruiz 1996). En
una mesada inmediata al Pucar de Rinconada se halla el
"Panel Boman", cuya representacin estara haciendo referencia a un gran encuentro entre grupos de diferentes etnas con la presencia del inca y su ejrcito, como ha sido
interpretado en otra oportunidad (Ruiz y Albeck m.s. 2005).
La presencia de construcciones con patrones incaicos fue
habitual en los poblados preexistentes ms relevantes,
como por ejemplo Los Amarillos, La Huerta y Tilcara en la
Quebrada de Humahuaca. Tanto la presencia de arquitectura incaica como el Panel Boman indicaran la importancia
de este antiguo poblado entre los dems asentamientos de
los Desarrollos Regionales en la Puna de Jujuy. A esto
puede sumarse que su ocupacin, a juzgar por la informacin arqueolgica, podra remontar sus orgenes hacia
mediados del primer milenio despus de Cristo9.
SNTESIS Y DISCUSIN
En el caso del depsito de Martn Monje los dos topnimos pertenecientes a la Puna de Jujuy se ubicaran en el
espacio de los casabindos y cochinocas, sin embargo,
Casabindo se encuentra en la cuenca de MirafloresGuayatayoc y Cince al sur de la cuenca de Pozuelos. Otra
cosa sucede con la encomienda de Villanueva donde al
menos Sococha/Yoscaba (Socabacocha), Ichira y la
Estancia de Xirote se encontraban en el espacio chicha
mientras que Queta y Cochinoca se hallaban en el rea
casabindo-cochinoca. La ubicacin de los antiguos poblados indgenas encomendados a Villanueva habran ocupado
tanto las cabeceras de algunos afluentes del Ro San Juan de
Oro (cuenca del Pilcomayo), la cuenca de Pozuelos
(Cochinoca e Ichira) como la cuenca de MirafloresGuayatayoc (Chocoite y Queta).
Al comparar el depsito de Monje con la encomienda
de Villanueva, ambos otorgados por Francisco Pizarro en
1540, resulta evidente que no se repite topnimo alguno en
la enumeracin realizada en ambos textos, si bien varios de
ellos se ubican en la actual Puna de Jujuy. Por esta razn y
teniendo en cuenta el conflicto que tuvieron ambos colonizadores, no se entiende de qu manera fue planteada la
superposicin entre ambas concesiones, que termina favoreciendo a Monje en el juicio. Tendr que ver con la sujecin de algunos poblados prehispnicos a otros?
Respecto a la Merced de la Quebrada de la Lea y la
Peticin de 1662 que involucran a Pablo Bernrdez de
Ovando, en ambos casos se delimita un territorio, comenzando en un punto y cerrando en el mismo (para la primera
es la quebrada homnima y para el segundo caso es el Abra
Fechado en el 600 d.C. aproximadamente (Ruiz comunicacin personal 2007)
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ANEXO
Los topnimos
Aura: Este topnimo figura en la Merced de la Quebrada
de la Lea, no sabemos si exista algn poblado prehispnico vinculado con el mismo. Es mencionado como "Abra",
estancia de propiedad del Marquesado por Madrazo (1980
Cuadro 7 pgina 75). Segn la Merced de la Quebrada de la
Lea, que describe los lmites de un espacio comenzando y
finalizando en esta ltima quebrada "... y por su cordillera y
vertientes hasta volver a llegar a la dicha Quebrada de la
Lea..." (Ambrosetti 1901), Aura debera ubicarse entre
Ichira y Toara. La mencin a unos "paredones antiguos de
adobes que estn cerca de aura" (Sica 2006) nos mueve a
pensar que podra tratarse de las paredes que oficiaban de
lmite entre Charcas y Tucumn, citados en documentacin
ms tarda. Dichas paredes se ubicaban en las proximidades
de Cangrejos, es decir, en la cuenca superior del Ro Abra
Pampa, afluente del Ro Miraflores. Otra documentacin
seala a Aura como lindante con Quera y Chocoite por lo
que se supone que podra ubicarse en las proximidades de la
localidad de La Intermedia10.
Barrancas: Se menciona como parte del lmite oriental
en la peticin de Ovando de 1662, al solicitar las tierras del
sector occidental de la Puna. Tambin figura en la donacin
de Campero a los casabindos en 1681 (Madrazo op. cit.). El
topnimo persiste en la actualidad.
Barrancas Blancas: Son utilizadas como un hito en el
paisaje y entre las cuales se ubicara un Pueblo Viejo que
constitua un lindero en la peticin de Ovando de 1662.
Prospecciones y entrevistas con pobladores de la zona de
Rinconada sugieren que podra tratarse del lugar conocido
como Liviara, ubicado en las proximidades del Cerro
Granada, al oeste de Rinconada.
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Casabindo, Valle de: Se halla mencionado en el bautismo del cacique de Casabindo en 1557. Consideramos que
debe referirse al bolsn de Miraflores-Guayatayoc-Salinas
Grandes, limitado por las serranas de Cochinoca,
Casabindo, Aguilar y Sierra Alta, adems de otras de menor
importancia. As, por ejemplo, el bolsn que contiene a las
Salinas Grandes es nombrado como "valle" en Lizrraga
(1916).
Cince: Se hace mencin a este poblado prehispnico en
el depsito dado a Martn Monje en 1540. Si bien la cartografa moderna registra el topnimo "Cincel" para el ro que
nace en las serranas ubicadas al suroeste de Rinconada y
desagua en la Laguna de Pozuelos por su orilla sur, los
pobladores actuales lo denominan "Cince", de manera coincidente con el topnimo colonial. Se desconoce la existencia de asentamientos prehispnicos en la inmediaciones de
este curso de agua, seguramente como reflejo de la escasez
de prospecciones sistemticas en ese sector de la Puna12 y la
probabilidad de que se trate de un asentamiento de naturaleza monticular similar a Ichira=Pozuelos (poco conspicuo
y difcil de identificar tanto en el campo como en las fotografas areas) por el tipo de terreno - llano, anegadizo y
con sectores arenosos - que caracteriza a dicho sector. No se
descarta, sin embargo, la identificacin de este antiguo
poblado indgena a futuro.
Cobre, Cerro del: Ovando hace referencia a este cerro
como uno de los lmites de su peticin de 1662, tambin se
hace mencin a Cobres en la donacin de Campero a los
casabindos en 1681. La Serrana de Cobres se encuentra
actualmente en la Provincia de Salta, en tiempos coloniales
tardos dicho sector corresponda a Casabindo y su poblacin fue empadronada como residiendo en Rangel (Padrn
de Joseph de Medeiros 1786)13. El topnimo Rngel persiste en la actualidad como un paraje ubicado al sur del Ro de
las Burras.
Cochinoca: Aparece nombrada por primera vez en la
Cdula de encomienda de Juan de Villanueva (1540). Existe
un poblado actual con ese nombre, ubicado en el extremo
sur de la Serrana de Cochinoca, no obstante, dicho emplazamiento datara de 1602, cuando Cristbal de Sanabria se
hace cargo de la encomienda luego de la muerte de Aldana.
La ubicacin del pueblo indgena, entonces, sera otra.
Hace casi una dcada, al iniciar el anlisis de los territorios
coloniales de los casabindos y cochinocas y los recursos
asociados, se arrib a la hiptesis que el Pucar de
Rinconada podra corresponder al antiguo Cochinoca14.
Esta idea sin embargo no contaba con ningn respaldo
documental. Recientemente, el aporte de Sica (2006) nos ha
brindado ms datos que nos permiten plantear sobre bases
ms firmes la identidad entre el Pucar de Rinconada y el
antiguo asiento de Cochinoca. La merced de tierras del
"Pucar de Cochinoca" (Sica op.cit. :189) brinda referencias a topnimos cercanos que se pueden identificar en la
actualidad como el Cerro Pan de Azcar (claramente visible
desde el poblado arqueolgico) y el Arroyo de San Jos que
no sera otro sino el que baja desde el actual poblado de
Rinconada. Entre ambos se ubican las mesadas, de origen
volcnico, una de las cuales aloja el antiguo poblado
arqueolgico.
Cochinoca, Valle de: Se halla mencionado en la posesin de Juan Ochoa de Zrate de la encomienda de
Cochinoca en 1593 (Zanolli 2005). En este caso consideramos que debe estar hacindose referencia al bolsn de
Pozuelos, encerrado hacia el este por la Sierra de Cochinoca
y el Cordn de Escaya y por la Sierra de Rinconada o de
San Jos hacia el oeste. En este contexto resulta intrigante
el nombre prehispnico de la Laguna de Pozuelos. Existir
alguna referencia a una "Laguna de Cochinoca"?
Cochuy: Aparece en la encomienda otorgada a
Villanueva en 1940, de la cual Zanolli presenta dos transcripciones15, en una de las cuales este topnimo figura cono
"Cochoit", razn por la cual consideramos que podra
corresponder al sitio de Chocoite, mediando una trasposicin silbica. Este lugar se encuentra ubicado al oeste de La
Intermedia en el extremo norte de la Sierra de Cochinoca.
Se trata de un sector atravesado por antiguos caminos que
servan de nexo entre la cuenca de Pozuelos y la de Abra
Pampa-Miraflores (Ontiveros 2007).
Coyaguaima: Uno de los linderos de la peticin de
Ovando de 1662. Persiste en la actualidad como un topnimo ubicado al sur-oeste de Rinconada, se desconoce si se
trataba originalmente de un poblado y si existen restos
arqueolgicos en las inmediaciones del paraje actual con
ese nombre.
El Moreno: Mencionado por Matienzo, quien indica la presencia de un tambo incaico en dicha localidad. Se trata de una
toponimia colonial que se ha conservado hasta la actualidad
pero desconocemos el nombre indgena del lugar.
Espritu Santo de Queta, Cerro del: Se halla menciona-
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Quichauti: Se menciona como uno de los linderos en la
Merced de la Quebrada de la Lea. Creemos que se trata del
actual topnimo Quichagua, un ro que desagua en el
Doncellas ubicado al oeste de Queta, por la secuencia en
que se mencionan los linderos. Se trata de un "pueblo viejo"
o pueblo prehispnico, que an no ha sido identificado.
Salinas, Rincn de las: Tambo mencionado por
Matienzo, se lo asimila al Rinconadillas actual ubicado al
pie de una pequea serrana que limita a las Salinas
Grandes por el oeste, al norte del Ro de las Burras. Raffino
identifica restos de algunas construcciones y material cermico que corresponderan al momento incaico (Raffino et
al. 1986).
Socabacocha: Este topnimo aparece en primer trmino en la enumeracin de pueblos encomendados a
Villanueva y ha dado lugar a varias especulaciones
(Balbuena 1991, Zanolli 2005). Balbuena lo asimila con
Yoscaba y Zanolli se pregunta si no podra corresponder a
Sococha. En el caso de corresponder a Yoscaba, existe un
topnimo moderno con ese nombre en cuyas inmediaciones existe un importante poblado indgena de tipo monticular de filiacin chicha. Sin embargo, otra documentacin, aunque de 1667, menciona que la poblacin de
Yoscaba -reducida entonces en el pueblo de Talina- originalmente se hallaba vinculada con Escaya y ubicada ms
all de La Quiaca17, lo que no condice con la ubicacin del
poblado moderno de Yoscaba. Tambin resulta lgico
plantearse que Socabacocha fuera Sococha, el poblado
prehispnico encomendado a Villanueva que luego es
reducido en San Rafael de Sococha (Zanolli 2005). Por la
ubicacin del Sococha actual, en cuyas alturas se divisa el
"Cordn de los 7 Hermanos" cercano a Yavi, se plantea a
ttulo de hiptesis que el poblado prehispnico, el "Pueblo
Viejo de Sococha" haya sido lo que hoy se conoce como
el sitio de Yavi Chico, inmediato a la frontera con Bolivia.
A menos que exista otro poblado prehispnico entre el
sitio de "Yavi Chico" y San Rafael de Sococha.
Tachante: Se registra en el testimonio de la muerte de
Lorenzo de Aldana como "pueblo" de la jurisdiccin del
asiento de minas "Cerro Espritu Santo de Queta" y debi
encontrarse prximo a este ltimo. En septiembre de 1601,
cuando ocurre la muerte del segundo encomendero de
Casabindo, residan varios espaoles en la localidad, adems
de Aldana y su familia. Este nombre aparentemente ha desaparecido en la actualidad, al menos no se ha logrado registrar mediante entrevistas a pobladores de la zona.
Tintin: Aparece mencionado como lindero en la peticin
de Bernrdez de Ovando. El cerro Tintin se encuentra al
sureste de Barrancas y al este de Cobres. Se trata de un
pequeo "inselberg" o "monte isla" ubicado en medio de la
planicie del bolsn que contiene a las Salinas Grandes, quedando stas ubicadas al este y sur del cerro nombrado.
Toara: Mencionado en la Merced de la Quebrada de la
Lea, este topnimo persisti hasta la dcada de 1940 por-
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Sevilla MS.
Zanolli, C.
2005. Tierra, encomienda e identidad: Omaguaca (15401638). Buenos Aires, Sociedad Argentina de
Antropologa.
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INTRODUCCIN
En la Enciclopedia Internacional de las Ciencias
Sociales, la situacin de la gente que se ve forzada a residir
en la calle es descrita bajo la categora de "homelessness".
Significativamente, en la versin en castellano el trmino
fue traducido como "desarraigo" o "desafiliacin". De esta
forma, el sinhogarismo1 es definido como una:
"desvinculacin de la sociedad que se caracteriza por
la inexistencia o la debilidad de aquellos lazos que
ligan a las personas instaladas en un lugar a una red de
estructuras sociales conectadas entre s () En el
extremo de la escala, el vagabundo de hoy, el llamado
Skid Row Man2, demuestra la posibilidad de vivir casi
totalmente desligado de la sociedad () El vagabundo
absoluto es un ser sin ligaduras sociales" (Bahr et al.
1968:613-614).
A pesar de provenir de una tradicin sociolgica diferente, las teoras sobre la exclusin social coinciden con los
modelos de explicacin del sinhogarismo en un punto: los
procesos de desventajas sociales son interpretados a partir
de la nocin de desafiliacin. La exclusin implica una preocupacin que trasciende el plano material, apunta a la relacin tensa entre sociedad e individuo, visualizada en el quebrantamiento de los vnculos sociales (Silver 1994). El
excluido o desafiliado, es el individuo desligado de las
redes bsicas de sociabilidad (Castel 1997).
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar el
concepto de "desafiliacin", piedra angular de las teoras
sobre la exclusin social y los modelos de explicacin del
sinhogarismo. Se pretende discutir con las imgenes que
equiparan a la exclusin con la desconexin y el aislamiento social absoluto. Para ello, la investigacin se organiza en
torno a las formas de sociabilidad de un grupo de personas
sin hogar -en adelante PSH-, el cual reside en la Plaza
Isabel II de Madrid -ms conocida como Plaza pera3. A
modo de hiptesis se sostiene que la nocin de desafiliacin
* CONICET/UNPA. [email protected]
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EXCLUSIN SOCIAL, SINHOGARISMO Y DESAFILIACIN
Las teoras sobre la exclusin social surgieron a mediados de los 1980 en Francia, en un contexto marcado por la
crisis del petrleo de los aos 1970 que hizo tambalear el
modelo de desarrollo y produccin dominante. Por consiguiente, estas teoras remiten a una tradicin de pensamiento republicana, con una fuerte impronta de la escuela sociolgica de Emile Durkheim4. Su trasfondo es la relacin
tensa entre sociedad e individuo, la preocupacin por la
anomia y el quiebre de la cohesin social. La exclusin
supera la dimensin econmica y poltica para centrarse en
la disolucin del tejido social. Es por ello que, apelando a
la retrica de la "solidaridad" y del "contrato social", la
"insercin" y la "integracin" fueron las soluciones propuestas desde la gestin pblica. Segn estas perspectivas,
la ruptura de las sociabilidades primarias termina transformando las subjetividades.
De tal modo, Paugam (2007) prest atencin a los problemas asociados con la integracin, preguntndose por el
tipo de vnculos que la sociedad establece con sus mrgenes. Este socilogo entiende a la exclusin en tanto proceso de "desintegracin social": el primer factor a tener en
cuenta son los problemas de empleo, los cuales inician un
proceso de desocializacin, de aflojamiento de los lazos
sociales, que puede concluir con la inmersin del sujeto en
el mundo de la asistencia social. De forma similar, Gaulejac
y Taboada-Leonetti (1994) proponen el concepto de "desinsercin". A travs de las historias de vida, estos autores
identifican una primer etapa en el proceso de exclusin, la
cual es definida como de desenganche. La prdida del
empleo, los divorcios o una enfermedad suelen ser los factores desencadenantes de las rupturas que caracterizan a la
exclusin. Por otra parte, la obra de Castel (1997) se centra
en la construccin histrica de la sociedad salarial y el
papel desempeado por el Estado en tal sentido. El concepto que acua para explicar los procesos de exclusin es el
de "desafiliacin", el cual no supone simplemente una ruptura con el mundo de las protecciones laborales tpicas de la
poca de apogeo de los Estados de bienestar europeos, sino
tambin el quiebre de los lazos sociales. Dicha fractura
genera una prdida del sentido de pertenencia de los individuos respecto de la sociedad. A su vez, Castel concibe a la
exclusin a partir de dos variables que se complementan: un
vector que permite la integracin del sujeto gracias al trabajo, y un eje que pasa por la inscripcin en redes familiares y de sociabilidad. Estos enlaces califican tres zonas de
cohesin o de densidad de las relaciones sociales: integracin, vulnerabilidad y exclusin. La primera supone una
conexin exitosa con el mundo del empleo y con los lazos
familiares. En la franja de vulnerabilidad comienzan las turbulencias, pues se caracteriza por la precariedad laboral y
por una fragilidad en los soportes relacionales. La exclusin, en tanto sinnimo de desafiliacin, es el espacio social
donde se mueven los individuos desprovistos de recursos
4
Quien se interese por el recorrido histrico de las teoras de la exclusin, puede indagar en la siguiente bibliografa: Abrahamson (1997),
Silver (1994) o Vilasagra Ibarz (2000).
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de Reinsercin". La propuesta subyacente en tales programas consiste en reinsertar en el tejido social a un individuo
que supuestamente se ha desenganchado de las dinmicas
sociales, a un sujeto que aparentemente flotara a la deriva
por fuera de las estructuras sociales.
PROCESOS
dos observo numerosas bolsas, diversas cajas de cartn, libros, peridicos y dems objetos. Me impresiona
enterarme que Rubn duerme all tambin en invierno,
pese al fro. Parece ser que los vecinos lo ayudan constantemente. La trabajadora social me cuenta que en
ms de una ocasin lleg y encontr al hombre comiendo un plato caliente que le haba bajado algn vecino
(17 de Septiembre de 2004)6.
Los lazos regulares en un espacio concreto pueden derivar en redes sociales. Rowe y Wolch (1990) definen a las
redes sociales como la interaccin social de un individuo
con un conjunto finito de gente. La red social es entendida
como un mapa espacial y temporal de interacciones sociales repetidas. Estas interacciones recurrentes ocurren en el
curso del recorrido cotidiano de un individuo a travs del
espacio y del tiempo, dando forma y a su vez siendo conformadas por las redes sociales.
En el caso de quienes disfrutan de un domicilio, las
redes primarias se constituyen a partir de las relaciones que
el individuo genera en los mbitos donde pasa la mayor
parte de su tiempo: en el hogar con su familia, en el empleo
con sus compaeros de trabajo, etc. Vivir en la calle afecta
el tipo de conexin que el sujeto establece con sus redes primarias, pero ello no implica asumir que el sinhogarismo
equivalga al aislamiento social. Por el contrario, el homeless se ve forzado a conseguir recursos dependiendo de las
instituciones sociales y del espacio pblico, lo cual conlleva a que sus redes difieran en cuanto a la composicin y
organizacin social respecto de las redes de quienes poseen
un hogar. A su vez, la formacin de redes trasciende lo
material, implica una tctica emotiva que apunta a conectarse con quienes disfrutan de un domicilio (Rosenthal
1994). En tal sentido, la necesidad de ampliar el crculo de
sociabilidad ms all del vnculo que los une con otros
homeless, debe ser comprendida como un esfuerzo por
lograr cierta sensacin de "normalidad", de inclusin en las
dinmicas barriales. Slo as el sujeto logra soportar emocionalmente el estigma de encontrarse residiendo en la va
pblica.
Son numerosos los ejemplos que demuestran como los
miembros de pera han conformado una serie de redes
enraizadas en el territorio. Tal es as que, al igual que ocurri con las PSH, con el paso del tiempo comenc a ligar los
rostros de nueve vecinos con una identidad e historia de
vida: Andrs vive en un edificio de la calle Arenal que da a
la plaza, Juanjo es quien suele llegar por las noches con
ropa, Antonio es el dueo del bar "El Trbol", las mujeres
que sacan a pasear a sus perritos por pera se llaman Gloria
y Matilde, etc. Por otra parte, el nivel de xito con el que
estos sin techo han entablado redes barriales vara de acuerdo a factores como el tiempo de estada en la calle -cuanto
ms prolongado es el perodo de sinhogarismo en un mismo
terreno, mayores posibilidades habr de establecer redes-,
el grado de movilidad de la persona -los homeless que
adoptan patrones sedentarios dependen ms de las relaciones barriales respecto de quienes constantemente cambian
de sitio-, el tipo de ayudas familiares o de amistades de las
El aislamiento social inherente en la nocin de desafiliacin se basa en dos supuestos fuertes: la ausencia de
redes sociales y la falta de arraigo territorial. Pretendiendo
discutir con estas presunciones, en el presente apartado se
detectan los procesos de reafiliacin que surgen en el contexto de calle considerando las redes barriales que las PSH
tejen en los sitios donde se han instalado. Ms concretamente, se indaga en los vnculos que un grupo de PSH ha
logrado establecer con vecinos, empleados y comerciantes
que trabajan en los alrededores de la Plaza Isabel II de
Madrid. Es preciso dejar en claro que las redes barriales de
las PSH tambin se conforman a partir del contacto con
empleados de los recursos sociales para homeless ubicados
cerca de la Plaza Isabel II, as como de la interaccin con
otros sin techo. Sin embargo, por una cuestin de espacio,
tal tipo de conexiones no sern abordadas en este artculo.
Es en el barrio donde se refuerzan los estigmas que
generan una sensacin de distancia social en las PSH. La
violencia explcita, por lo general nocturna contra quien se
encuentra durmiendo en la va pblica, es la modalidad ms
radical de desprecio. No obstante, son ms corrientes otras
formas ms sutiles de rechazo hacia las PSH. Hay miradas,
palabras o gestos, que pueden ser an ms dolorosas que
una paliza. La negativa a compartir un mismo espacio ejemplifica el concepto de estigma, en tanto miedo a la contaminacin (Goffman 2001). El contacto estrecho con quienes son considerados como "marginales" conlleva el peligro de la "infeccin anmica"; la sospecha de infringir
determinadas normas recae en quienes sostienen algn tipo
de relacin con los miembros del grupo que ha sido calificado como "marginal". En consecuencia, "un insider que
tiene trato con unos marginados corre el peligro de perder
estatus en su propio grupo establecido" (Elias 1998:95).
Por consiguiente, al dedicar un anlisis sobre las relaciones que se establecen con los vecinos del barrio, es necesario aclarar que la situacin ms corriente es el desconocimiento mutuo, que no exista trato alguno. No obstante, en
tanto espacio pblico, la calle supone la posibilidad de
comunicarse, un sitio de encuentro. En tal sentido, la cercana fsica es de una importancia evidente: "a mayor vecindad, mayor interaccin social y mayores oportunidades de
intercambio" (Lomnitz 1975:28). La presencia constante en
un terreno genera lazos regulares que a su vez implican
recursos materiales y emotivos: ser visible es particularmente importante para quienes escapan de los servicios
sociales (Quaglia 2005). As lo refleja la siguiente nota de
campo, cuando acompa a una trabajadora social en sus
recorridos por Madrid.
Nos acercamos a Rubn. Me llama la atencin el espacio que este hombre ocupa de la va pblica: unos cinco
metros de vereda. Se instala sobre una cama con sus
respectivas mantas; debajo de la misma y a los costa-
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Buscando preservar la identidad de quienes han colaborado con esta
investigacin, los nombres de los informantes han sido modificados.
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muchos aos en la plaza Isabel II y que conoci a sus jefes
en tal contexto. Las ayudas a Bernardo no se limitaron a
proporcionarle un trabajo: sus empleadores incluso le consiguieron el sitio donde, hasta el da de hoy, contina
viviendo. Por otra parte, es muy comn ver a varias personas del grupo girar como satlites alrededor del espacio que
ocupa el kiosco en los perodos que se encuentra abierto.
Dicha situacin se explica por los lazos de amistad que los
unen con los dueos y empleados del local, pero tambin
por la serie de reciprocidades que entre ellos se generan.
Los miembros de la plaza Isabel II conocen todos los
almacenes de la zona. Por lo general, los comerciantes desconfan de esta gente. Las PSH poseen pocos recursos
materiales, pero el problema es ms profundo, implica la
sospecha de que los homeless poseen poco de valor para
intercambiar. A su vez, "el peligro percibido de un intercambio desigual es mayor cuando el lazo es formal o su
naturaleza es de mercado" (Rosenthal 1994:78). El estigma
propio de la condicin de sin hogar acta a modo de una etiqueta que el individuo lleva en su frente, fomentando la
desconfianza. De tal manera, las interacciones entre las
PSH y los comerciantes suelen estar filtradas por las sospechas: "van a robar en vez de comprar, gastarn poco respecto del problema que crean por ser asociados con su
negocio, etc." (Ibdem:78). Pero cuando la PSH logra generar cierta confianza con el empleado que atiende el local,
entonces obtiene un elemento fundamental para su precaria
economa: crdito, vivir de fiado. As lo refleja el siguiente
fragmento de un cuaderno de campo.
Todos se preguntan por qu el bar "El Trbol" contina
cerrado. Comentan que Arturo, el propietario de la
panadera que est a pocos metros, todas las maanas
deja el pan en la puerta del local. Lionel va a ver, y vuelve con la noticia de que efectivamente all est el pan.
Deducen que en cualquier momento "El Trbol" abrir
sus puertas. El problema es que nadie tiene dinero, y
todos esperan pues es en tal sitio donde les fan.
Sebastin menciona la posibilidad de llevarse la bollera, pero luego agrega que se trataba de una broma, que
a Antonio "nunca le hara eso". Pienso que perder la
confianza de Antonio, el dueo del local que les fa, sera
un gran problema para esta gente (17 de Abril de 2006).
A pesar de ello, la inestabilidad econmica ha conducido al fin del fiado en varios locales. De tal manera, los lazos
entre las PSH y los empleados de los comercios, al igual
que muchas otras relaciones que tienen por protagonista a
quienes residen en la calle, son bastante frgiles; no obstante, mientras duran constituyen rutinas y apoyos importantes para su subsistencia cotidiana (Ibdem).
Algunas PSH han logrado profundizar sus vnculos con
los empleados o propietarios de determinados locales de
comida. Ciertas casas de comida rpida representan un sitio
donde aprovisionarse de las sobras, donde conseguir el
peridico y asearse. Por otra parte, varios homeless consiguen "changas" ocasionales en los negocios de la zona.
Pedro, por poner un ejemplo, durante unos meses se dedic
a descargar mercadera y otras tareas en un bar ubicado en
la calle Arenal. Esta situacin demuestra que no es posible
escindir la economa de las redes barriales de los homeless.
Tratndose de un grupo que se caracteriza por presentar
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Al respecto Cohen (et al. 1988) afirma que de cada cinco relaciones
en el Skid Row, ms de tres guardan relacin con el intercambio de
bienes y ayudas de subsistencia.
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El sinhogarismo es una condicin tan severa, que la afiliacin no incide demasiado en el sentimiento que posee esta gente respecto del control de sus vidas. Es decir, las PSH que disfrutan de ms vnculos tienen mejor salud, obtienen ms recursos, y por sobre todo minimizan las
posibilidades de depresin -no se trata de un tema menor, pues la depresin suele tener efectos devastadores que obstaculizan cualquier posibilidad de finalizar con la situacin de calle. Pero sus sociabilidades no
permiten trascender el crculo de exclusin (La Gory et al. 1991).
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el consiguiente estigma como contrapartida. En el vnculo
que se establece entre la PSH y el vecino que se aproxima
para ayudar, cada uno desempea su papel y adquiere la
legitimidad que le corresponde: sentado en el asfalto, la
PSH agradece humildemente lo que le ofrecen; el vecino,
mirndolo desde arriba pues permanece de pie, se marcha
recubierto de un halo de prestigio. En definitiva, tal como
se expresa en la siguiente nota de campo, las relaciones
sociales existen, pero se encuentren mediadas por las jerarquas y el paternalismo.
A eso de las 24 horas, y mientras camino por la Gran
Va, detecto a Mara sentada en un banco. Una pareja
de turistas deambula por la zona. El hombre par, sac
unas monedas de su bolsillo, y las dej sobre los cartones de la mujer. Mara no estaba mendigando, por lo
cual reaccion diciendo dos veces "no las quiero" -la
segunda se expres gritando-. Pero el turista ya haba
dejado su dinero. Me llama la atencin que la respuesta
automtica del seor -que evidentemente se aproxim
con buenas intenciones- haya sido dejar dinero ante una
persona con aspecto de sin techo, sin siquiera preguntarle si quera el mismo. A pesar de que el turista pretenda ayudar a la mujer, su gesto tambin podra ser
interpretado como terriblemente ofensivo para alguien
que, como en el caso de Mara, rechaza la mendicidad
por considerarla indigna (7 de Marzo de 2005).
El asistencialismo forma parte de un contexto ms
amplio, de una cultura que se organiza sobre la base de una
serie de valores y orientaciones cognitivas que prescriben
cmo la sociedad concibe y acta frente a la pobreza. De
acuerdo con el criterio de normalidad y orden con el cual se
rige, cada sociedad moldea a las poblaciones desfavorecidas
segn su propia imagen, explica su presencia y funcin social
de diferentes maneras, as como adopta distintas estrategias
de intervencin (Bauman 2003). Por lo tanto, el asistencialismo no se limita simplemente a quienes se desempean en los
recursos sociales, sino que tambin abarca a los vecinos, a los
voluntarios de las ONGs, a todos aquellos que, con la mejor
de las intenciones, se acercan a ayudar "a aquel pobre cristo".
El siguiente cuaderno de campo ilustra la reaccin de un
homeless al verme participar en una ONG denominada
"Solidarios para el Desarrollo", la cual gira por diversos puntos de la ciudad durante la noche, ofreciendo caf, sndwiches, y diversos tipos de ayuda a las PSH.
Aparece un hombre cargando una enorme mochila, de
la cual se desprende un saco de dormir. Al verlo, asocio su imagen con la de un turista y no con la de
alguien que pasar la noche en la calle () Con irona, el primer comentario que hizo al verme con el
termo de caf en la mano fue: "pero t qu eres, una
especie de ngel?". Reproduzco este comentario porque creo que dice mucho sobre la visin que algunas
PSH pueden tener sobre los voluntarios, as como el
tono jerrquico subyacente -el ngel es un ser superior
y protector, repleto de bondad, que desciende del cielo
a un paisaje prximo al infierno para ayudar al desvalido. Para este hombre, o por lo menos desde su sentido del humor, yo pareca ser "un termo alado y celestial" (23 de Octubre de 2006).
Las PSH forman parte de dicha cultura asistencial;
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ms an, desde su cada en desgracia, si no antes, iniciaron un proceso de socializacin centrado en dichas pautas
paternalistas. De tal manera, muchos de estos sujetos
adoptan el rol que les ha sido asignado en la relacin asistencial. Ello es visible en cmo, en ms de un caso, los sin
techo buscan aprovechar hasta las ltimas consecuencias
la buena voluntad de determinados conocidos que se erigen como una "especie de padrinos". Me refiero a personas que disfrutan de un domicilio y que actan como
benefactores de determinados homeless10. Claro que
dichas relaciones son bastante efmeras, acaban de forma
unilateral en el mismo instante en que el benefactor se
cansa de su rol. De tal manera, las redes suelen ser errticas, lo cual implica una inestabilidad permanente. Debido
al espacio en el que viven, las redes y las rutinas cotidianas apuntan a cubrir las necesidades inmediatas. Es as
que muchos contactos se pierden, llevando a la necesidad
de localizar nuevas fuentes de apoyo, lo cual a su vez desva energas respecto de posibles estrategias que apunten
al largo plazo. El resultado es la prolongacin del sinhogarismo y una transformacin de la identidad y la autoestima (Rowe y Wolch 1990).
Paso frente al bar "El Barrilete" y lo veo cerrado.
Cuando se lo comento a Bruno, me responde que ya
hace unas semanas que lo han cerrado pues perdan
dinero. Atribuye la mala gestin a la forma en que se
comportaban los empleados -permitan que demasiadas PSH pasen el da entero en el local-. En todo caso,
as ha concluido una de las fuentes de apoyo para ms
de una PSH, lo cual refleja cmo la evolucin de la va
pblica condiciona la vida de esta gente. En tal bar
haban logrado unas redes de subsistencia y cotidianidad. Con el cierre, se ven forzados a encontrar un espacio similar: a generar nuevos lazos en otro comercio en
donde puedan conseguir dinero a cambio de algn trabajo puntual, poder consumir gracias al fiado, un espacio que permita diseccionar el da y escaparle al tedio
de la calle, etc. (5 de Octubre de 2006).
A
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Como ocurri con la mayora de los pueblos indgenas
localizados en el umbral del Chaco, la insercin de las economas domsticas Chans en la dinmica de produccin
capitalista se dio en forma relativamente tarda, a travs de
un proceso muchas veces traumtico que asegur la creciente mercantilizacin de su fuerza de trabajo en obrajes e
ingenios azucareros en un principio, luego en las grandes
fincas destinadas a la produccin hortcola y ms recientemente en la industria del gas y petrleo. Una abundante literatura da cuenta de los procesos histricos de captacin de
la fuerza de trabajo indgena, as como de las transformaciones estructurales y coyunturales en las cuales estos procesos tenan lugar (Trinchero y Leguizamn 2004;
Trinchero 2000; Gordillo 1995; Trinchero 1992; Gordillo
1992).
Este trabajo aporta una perspectiva diferente para dar
cuenta de este proceso, focalizando en el proceso de construccin de diferentes miradas desarrolladas desde la etnografa y antropologa acerca de la relacin entre trabajo asalariado y domstico en el pueblo Chan. Desde las primeras
etnografas realizadas a inicios del siglo pasado, hasta trabajos recientes se evidencia una preocupacin sobre la
cuestin del "cambio cultural". Por ello considero relevante historizar este proceso en la produccin acadmica, ya
que buena parte de las concepciones all desarrolladas fueron cimentando algunos de los supuestos actualmente
vigentes a nivel del sentido comn respecto de la relacin
de los pueblos indgenas con el trabajo asalariado y la labor
domstica asociada a la produccin de artesanas.
El enganche de los indgenas Chan como peones o jornaleros ha representado una cuestin incmoda de abordar
para buena parte de la literatura especializada. Los autores
Y TRABAJO ASALARIADO.
LAS
PRIMERAS
ETNOGRAFAS
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grupos Chiriguanos, mientras que las referencias a los
Chan son en comparacin escasas y fragmentarias. La
influencia "andina" atribuida a estos ltimos los posicionaba en el mapa etnogrfico de aquel entonces en un lugar
liminar respecto de grupos cazadores-recolectores chaquenses y las culturas agrarias de los valles intermontanos, puna y altiplano (Kersten 1905; Nordenskiold 1912;
Mtraux 1930, posteriormente Palavecino 1948-1949 y
Palavecino y Milln 1955).
Esta configuracin del universo etnogrfico aporta elementos sumamente interesantes para recuperar la mirada
que estos primeros investigadores construyeron acerca del
proceso de incorporacin de la mano de obra indgena en
explotaciones capitalistas. En general, se trataba de empresas agroindustriales vinculadas al cultivo y procesamiento
de la caa de azcar, que desde fines del siglo XIX motorizaban el desarrollo de una economa regional orientada
bsicamente en explotacin intensiva de recursos naturales
con escaso nivel de tecnificacin y alta demanda de mano
de obra estacional durante la poca de la zafra (Manzanal
1996).
Esta mirada tambin tomaba posicin respecto de la
relacin de la expansin de esta industria con la progresiva
aculturacin de los grupos indgenas. El tono de los textos
remite a un cierto fatalismo, que posicionaba a estos etngrafos como los ltimos testigos de estas culturas que tarde
o temprano estaban destinadas a desaparecer o fundirse en
la sociedad nacional. El empleo del trmino aculturacin
remite en s a un marco analtico donde la "cultura" es
entendida en forma esttica, expresada en un conjunto de
objetos, prcticas y smbolos que configuran un stock fijo.
De este modo la prdida de estos elementos supone su
reemplazo por otros provenientes de una cultura dominante, en este caso la sociedad nacional.
EL
Y AGRICULTORES
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su ausencia poda ocasionarle no le importaba absolutamente nada al lado del gusto de comer la carne que
haca mucho tiempo no probaba. Ese indio, alejado ya
desde haca muchos aos de la vida silvestre, que acaso
nunca vivi en pleno como sus padres, que saba leer y
escribir, senta a su manera, el llamado de un pasado
ancestral cuyo regusto aoraba de tiempo en tiempo.
(1962:384).
A primera vista el relato mantiene un tono de reproche
moral ante el comportamiento desaprensivo de este agricultor, en tanto abandonar la reduccin durante la cosecha
implicaba malograr meses de esfuerzo previo2. Sin embargo, hacia el final el relato presenta una velada justificacin
del comportamiento de este "indio" que "senta a su manera el llamado de su "pasado ancestral". No se trata entonces
de un comportamiento "negligente" a secas, sino de la vvida atraccin que, an para este indgena "aculturizado" que
"saba leer y escribir" y que estaba "alejado desde haca
muchos aos de la vida silvestre", le provoca la reactualizacin del ethos profundo de su cultura cazadora-recolectora. El relato reafirma entonces la analoga existente entre
los "retornos inmediatos" obtenidos por medio de la cazarecoleccin y del trabajo asalariado, al tiempo que impugna
los intentos por incoporar prcticas ajenas a sus "pautas culturales".
LAS
CHAN
Como vimos recientemente el trabajo asalariado era
considerado una actividad que se integraba al ciclo de subsistencia de las culturas de cazadores-recolectores chaquenses. Sin embargo, esto no era as en relacin a los Chan, a
quienes se los consideraba bsicamente agricultores, con
capacidad para desarrollar cultivos de escala y acopiar granos. Esta condicin se asociaba a la influencia de grupos
andinos iniciada en forma previa a su posterior sojuzgamiento por grupos guaranes. Adems de estas habilidades,
los Chan haban incorporado otros rasgos caractersticos
de las altas culturas de los andes, tales como una refinada
alfarera y tambin ritmos e instrumentos musicales
(Nordenskiold 1912, Mtraux 1930, Palavecino 1948,
Palavecino y Milln 1955).
El posicionamiento de los Chan como "cultura agrcola" pudo haber influido en el tratamiento superficial que
estos autores brindaron a la cuestin del trabajo asalariado.
La mayor eficiencia y estabilidad de un modelo productivo
basado en la agricultura, era sinnimo de una mayor autonoma respecto del "conchabo" al que deban recurrir los
grupos chaquenses, al menos durante la estacin seca. En
este sentido es interesante recuperar una aguda observacin
realizada por Nordenskiold respecto de la produccin agrcola en las aldeas Chan: "Quand les greniers sont pleins de
ENTRE LOS
2
Como seala Gordillo (2006) la vida en las reducciones pretenda
socializar a los indgenas en las instituciones de la sociedad blanca, en
este caso a travs de la adopcin de prcticas productivas y de comercializacin que los asimilaban los colonos blancos y criollos que se
haban asentado en sus antiguos territorios.
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particular los trabajos de Nordenskiold y Mtraux ofrecen
detalladas descripciones del proceso de elaboracin de la
alfarera Chan, a la que consideran representativa de una
cultura "superior" a la del resto de las etnias chaquenses.
Pero por sobre todo remarcaban la "autenticidad" de sus
producciones, en tanto expresaban la riqueza de un patrimonio cultural que an encontraban relativamente resguardado de la influencia de la sociedad blanca. Como sealaba
Nordenskiold respecto de la cermica de Chiriguanos y
Chans: "Il est certain aussi que plus les Indiens sont "civiliss", plus le industrie artistique sattenue" (1912:210).
Entre 1938 y 1943 Palavecino realiza diversos viajes de
campo al Chaco salteo donde visita a grupos Chan en
Tuyunti, Iquira y la costa del ro Itiyuro (hoy Campo
Durn). A sus ojos le sorprenden "los avances de rasgos
culturales tomados en prstamo" como la vestimenta tipo
europea y la construccin de muebles y viviendas de planta rectangular y techo a dos aguas como sus vecinos criollos
se imponen en ritmo creciente. Sin embargo, por otra parte
seala que "en contraste" evidencian "un notable desarrollo de la alfarera nativa" cuyos motivos "florecen en
modelos tradicionales". El autor remarca que esta prctica
junto a la agricultura del maz, la inhumacin de cadveres
en urnas bajo las viviendas y la elaboracin de mscaras
rituales representan rasgos autnticamente nativos que perviven "sumergidos en la marea de lo forneo" (Palavecino
1949).
Palavecino realiza una profunda observacin en torno a
las transformaciones evidenciadas en la actividad artesanal,
sealando que la tcnica del modelado constituye el rasgo
que permanece intacto. En cambio las formas y la decoracin han sido alteradas para satisfacer "las exigencias de la
clientela blanca", en un registro contrapuesto a la conservacin de la esttica indgena "tradicional":
es una deplorable aunque incipiente epidemia de
mal gusto, que amenaza con extinguir un bello arte
genuinamente aborigen, casi milagrosamente conservado en un ngulo olvidado de nuestro territorio.
(Palavecino 1949:11)
En forma complementaria, este autor registra el "gusto"
de los "indios" por ciertos objetos caractersticos de la esttica del blanco (en particular la vestimenta), que es interpretada como un claro indicador del proceso de aculturacin que se estaba desarrollando. As en referencia al vestir
de los varones Chan, seala: "con sus trajes ordinarios y
poco cuidados tienen una apariencia ms bien ciudadana y
proletaria que contrasta con el ambiente rural y casi silvestre en que viven" (1949: 12). El contacto con la sociedad
blanca amenazaba la "autenticidad" de las manifestaciones
culturales de los Chan en dos sentidos complementarios.
Por una parte, modificando sus patrones estticos como
requisito para su comercializacin y por otra en tanto son
los propios indgenas quienes se apropian de los modelos
culturales del blanco. As, la incorporacin creciente de rasgos ajenos (en rubros como alimentacin, vestimenta, habitacin, etc.) favorecera la prdida de tradiciones y patrones
culturales propios, empobreciendo sus manifestaciones.
Como sntesis de este primer apartado puedo sealar
EL
ENCUENTRO CON LA
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MISERIA Y ACULTURACIN
Los principales esfuerzos de los investigadores que desarrollaron este campo se destinaron a demostrar la urgente
necesidad de crear organismos estatales destinados a la proteccin y fomento de la produccin artesanal en base al
modelo mexicano. Consideraban que la total aculturacin
de los indgenas era un hecho casi consumado, cuyas escasas excepciones estaban representadas por comunidades
que vivan en el aislamiento (Bir de Stern 1962):
La proximidad de la ciudad degrad al indio a un proletariado indigente, que con su trabajo espordico de
"changas", apenas gana para su sustento. () En sus
mseras chozas de tipo "villa miseria" no puede existir
ya ningn vestigio de sus tradiciones () nada de diferencia de la vivienda de cualquier criollo pobre. () los
que viven en los montes no estn corrompidos todava
del todo; en cambio hay una hibridacin de culturas. La
base de su economa vendra a ser la tradicional vida de
nmades; es decir la caza y recoleccin, alternada con
trabajos ocasionales (Bir de Stern 1963:226-229).
Esta perspectiva reactualiza en varios sentidos las tesis
sobre la aculturacin que reseamos anteriormente, aunque
de forma ms gruesa ya que por ejemplo no diferencia la
situacin de los agricultores respecto de los cazadores-recolectores. Sin embargo, la relacin entre autenticidad y aislamiento geogrfico y cultural es reafirmada. Considera que
la proximidad de la ciudad y el modo de vida urbano provoca una corrupcin profunda de las culturas nativas, sealando que factores tales como el acceso al alcohol y el trabajo en changas ha degrado a los indgenas hasta su transformacin en un proletariado indigente. En cambio, aquellos que an viven en los montes subsistiendo de la tradicional caza y recoleccin en alternancia con trabajos ocasionales, pueden conservar algunos caracteres de su idiosincracia aunque en el marco de una cultura hibridizada.
Para Bir de Stern los Chiriguanos y Chan forman parte de
este ltimo grupo que ha asimilado una gran cantidad de
elementos culturales del blanco remarcando que "de guerreros belicosos se han convertido en pacficos agricultores
o trabajadores de la industria azucarera." (1963:229).
Tambin seala que todava conservaban ciertos rasgos culturales distintivos, en particular sus artesanas tradicionales
aunque ya se desarrollaban en un ambiente folk.
LA "AUTENTICIDAD" EN RIESGO
En el marco de los estudios folk las artesanas indgenas
eran consideradas manifestaciones culturales secundarias,
quedando relegadas al mbito de las producciones con
"valor etnogrfico", que se consideraba separado del ncleo
de lo folklrico. Su aporte a la "identidad nacional" era ms
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bien escaso y marginal. Como vimos en el apartado anterior, el escaso valor asignado a estas manifestaciones se
relacionaba con el alto nivel de aculturacin que presentaban estas poblaciones.
No obstante el trabajo de Bir de Stern (1963) reclama
por la necesidad de contar con polticas pblicas de proteccin y fomento de las manifestaciones culturales de aquellos pueblos que an pueden ser rescatadas. En tal sentido,
su esfuerzo estuvo volcado hacia el rescate del valor esttico de estas piezas y el reconocimiento de los artesanos indgenas como productores de piezas de alta calidad artstica y
no solo para la confeccin de objetos utilitarios. La demanda de estos ltimos haba crecido con la mercantilizacin de
artesanas destinadas al consumo masivo urbano, donde los
artesanos participaban en un intercambio desigual y "contaminaban" su arte. Para esta autora, la pauperizacin de sus
condiciones de vida especialmente en mbitos periurbanos,
conlleva a una degradacin y extincin de este arte indgena: "desgraciadamente esta artesana aborigen est condenada no solo a degenerar en su estilo y forma, sino a desaparecer completamente" (1963:228).
Los autores enrolados en esta lnea, reconocen la importancia de la venta de artesanas en las alicadas economas de
los hogares indgenas, sin embargo sealan que la ingerencia de intermediarios desvirta esta actividad en tanto estos
ltimos obtienen ganancias desmesuradas en comparacin
con las magras retribuciones que perciben los artesanos.
Este tipo de vnculo degrada la calidad de las piezas, ya que
promueve la modificacin de los patrones estticos "tradicionales" en funcin de ampliar sus mercados. La apuesta
por el fomento de la regulacin estatal en este campo, apunta tanto a equilibrar los trminos de intercambio, como a
preservar la "autenticidad" de estas producciones.
Como sntesis de este apartado quiero sealar que la
mayora de las tesis elaboradas previamente respecto de la
relacin entre trabajo asalariado, aculturacin y labor artesanal son recuperadas en tanto conocimiento de base que no
busca ser cuestionado ni problematizado. Por el contrario,
podra decir que la riqueza y matices presentes en los anlisis de Palavecino, quedan subsumidas en cierto esquematismo que vincula vida urbana-changas-miseria-aculturacin y lo contrapone con vida rural-producciones tradicionales-trabajos espordicos-hibridizacin cultural. En ambos
casos la erosin del patrimonio cultural es considerada un
hecho, en el primer caso directamente desaparece, mientras
que en el segundo se asimila con la "cultura rural del criollo". Sin embargo, en este ltimo caso an es posible encontrar manifestaciones que sobreviven y que representan a la
autntica "artesana indgena" (incluyendo aquella elaborada por los Chan).
Sus mayores aportes respecto de la relacin entre labor
artesanal y trabajo asalariado se relacionan con la mayor
profundidad en la cual se analizan los circuitos comerciales
de las artesanas. El contacto con el blanco comienza a
adquirir especificidad bajo la figura de los intermediarios a
quienes se les atribuye la principal responsabilidad en la
transformacin de los patrones estticos y de calidad "tradicionales". En este sentido la mercantilizacin aparece ya
como un proceso nocivo y peligroso en relacin a la preservacin de la "autenticidad" de las artesanas indgenas,
reclamando por ende la intervencin de polticas pblicas
destinadas a mitigar los efectos de este proceso. Los mundos hostiles de la tradicin y la modernidad adquieren
mayor especificidad, en tanto la erosin del patrimonio cultural indgena no solo se produce por el "contacto con el
blanco", sino por un tipo particular de relacin que involucra la participacin de los artesanos en prcticas mercantiles que operan a travs de mecanismos complejos que ellos
no alcanzan a comprender cabalmente y por tanto son fcilmente engaados y explotados. Por otra parte la mayor
dependencia de ingresos monetarios muchas veces favorece una: "bsqueda afanosa de agradar en las formas y
colores al cliente comprador" (op cit., 1963:229) que en
forma imperceptible para los artesanos los va alejando del
ncleo tradicional de su cultura, por ms que an conserven
la tcnica de produccin aborigen.
MIRADAS
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Este proceso se inici en las primeras dcadas del 1800, cuando los
chans perdieron sus tierras como consecuencia de una serie de conflictos limtrofes entre Bolivia y Argentina (Slavutsky y Belli 1999).
Posteriormente la guerra del chaco paraguayo motiv migraciones
masivas de indgenas asentados en Bolivia que ingresan en territorio
argentino, buscando refugio nuevamente entre misioneros franciscanos (Magrassi 1981).
Este autor consideraba que debido al histrico proceso de vinculacin, los pueblos Chiriguano y Chan no constituan entidades culturales diferenciadas, sino por el contrario constituan un nico "complejo cultural". Un abordaje crtico de esta postura, que recupera la
identidad Chan como fenmeno especfico puede encontrarse en
Slavutsky y Belli (1999).
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el pblico especializado del mundo del arte de las grandes
ciudades.
Tanto Newbery y Rocca (op.cit.) como Magrassi (op
cit.) sealan que la mercantilizacin de las artesanas Chan
se consolida, detallando que hay quienes se dedican todo el
ao a su fabricacin que comienza a ser comercializada en
el Mercado Artesanal de la ciudad de Salta y a travs de
ciertos intermediarios y comerciantes porteos que incorporan las artesanas Chan en un circuitos de consumo
artstico "distinguido" comienza a valorar este tipo de trabajos. Todos estos autores remarcan no obstante la supervivencia de los saberes vinculados a la produccin de artesanas realizando una descripcin pormenorizada de las tcnicas y diseos empleados para la fabricacin de cermicas y
mscaras, remarcando la destreza, habilidad y riqueza de
los artesanos y artesanas indgenas.
En contraposicin a los estudios del folklore que reseamos anteriormente, estos trabajos se caracterizan por realizar una minuciosa tarea de revalorizacin contempornea
de la cultura indgena, no ya en el marco de la identidad
nacional, sino en tanto patrimonio artstico-cultural con
peso propio. En este sentido recuperan la produccin de
alfarera y la festividad ritual del "arete" o "carnaval chiriguano-chan", en tanto desde su perspectiva representan
dos expresiones superlativas de la complejidad y riqueza
cultural de las poblaciones indgenas presentes en el territorio nacional. En particular Magrassi tuvo un activo rol en la
gestin pblica vinculada a la revalorizacin de las artesanas indgenas en general y de las Chan en particular.
Como sntesis del apartado puedo sealar la ruptura que
los aportes de estos autores con las miradas que se haban
desarrollado en forma previa sobre los Chan en el marco
de la produccin etnogrfica. La introduccin de una perspectiva procesual que daba cuenta de las transformaciones
histricas de la vida de este pueblo queda evidenciada en el
anlisis de las bases materiales que permiten asegurar la
reproduccin de estas poblaciones. As mismo la descripcin de las mltiples formas que adopta el trabajo asalariado entre los Chan permite sacar a estos hombres y mujeres
del "closet" etnogrfico que se fue construyendo en torno
un proyecto de construccin del conocimiento antropolgico que requera de la exotizacin de sus "objetos", donde
las profundas transformaciones sociales y culturales que
atravesaban no eran consideradas dimensiones relevantes
para el anlisis.
Por otra parte resulta importante remarcar que en su afn
por revalorizar la produccin artesanal del pueblo Chan, los
trabajos enrolados en esta lnea retoman y reactualizan la
dicotoma entre tradicin/modernidad sealada anteriormente, pero introduciendo un cambio interesante: vinculan
el consumo urbano caracterstico de la sociedad blanca al
polo de la tradicin y no solo al de la modernidad. De alguna forma sus trabajos acadmicos, pero tambin aquellos
destinados a la gestin (proyectos, exhibiciones, etc.), aportan una serie de lineamientos estticos sobre aquello que
constituye la buena artesana, es decir aquella que respeta las
formas y estilos tradicionales, en detrimento de la artesana
degradada y orientada a un pblico lego que denunciaban
5
Con base en los datos del primer CIN (Censo Indgena Nacional),
levantado entre 1966 y 1967, Magrassi establece que la poblacin de
Chan pas de 747 en los sesentas a 1422 en la dcada del ochenta;
mientras que los Chiriguanos pasaron de 14.742 a 21.152 en el mismo
perodo.
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CHAN
En la misma poca que Rocca y Magrassi elaboran sus
estudios, otro grupo de antroplogos y antroplogas abordaban las culturas indgenas del chaco, aunque desde un
enfoque radicalmente diferente. Este grupo recuperaba la
tradicin difusionista iniciada por Jos Imbelloni, pero
principalmente la etnologa fenomenolgica de Marcelo
Brmida que tuvo un fuerte impulso a partir de 1973 cuando crea el CAEA (Centro Argentino de Etnologa
Sudamericana). El enfoque propuesto por esta escuela
supona expresamente hacer abstraccin de las condiciones
sociales e histricas que subyacen a la produccin de significados en una cultura determinada, ya que consideraban
que la comprensin de la cultura solo poda realizarse segn
la perspectiva de sus propios integrantes. De acuerdo con
Brmida esta propuesta se contrapona a la "etnografa tradicional" que intentaba analizar las culturas a partir de las
categoras de la "ciencia racional", tales como "economas
domsticas", "parentesco" o "hegemona"; cuyo empleo
provocaba una "distorsin" del dato etnogrfico (Gordillo
2006).
En particular los Chan no recibieron demasiada atencin por parte de este grupo que concentraba sus investigaciones en los "chaquenses tpicos" (en argentina: "matacos", tobas, pilags y chorotes)6, a excepcin de Celia
Mashnshek quien en 1978 public un trabajo sobre este
grupo arawak en los "Cuadernos Franciscanos". Su trabajo
es decididamente pobre por lo cual me he visto obligado a
trabajar con pasajes de textos de otros autores que analizan
aspectos generales de las etnias chaquenses o bien se refieren a comunidades "Chiriguanas". Otra aclaracin importante indica que las referencias a la vinculacin de los
Chan y otros grupos con los mercados de trabajo y de artesanas son tan escasas, por no decir inexistentes, que me
veo obligado a modificar el esquema de presentacin seguido hasta aqu, por lo cual para este apartado voy a realizar
un solo anlisis que permita caracterizar el enfoque y dar
cuenta de su posicionamiento ideolgico frente a la vinculacin entre pueblos indgenas y los denominados "procesos de integracin" en la sociedad nacional.
As por ejemplo Tomasini (1978) dedica un artculo al
estudio de la "colonizacin y conquista del Chaco", basado
en una coleccin de hechos extractados de fuentes etno-his-
6
Tal como planteaba Imbelloni (1959, citado en Tomasini 1978) los
chan se diferenciaban del resto de los "chaquenses" en tanto mixturaban elementos culturales del "estrato amaznico" con otros "andinos"
desarrollando una economa basada en la "cultura del suelo". En cambio los grupos chaquenses conformaban una "zona cultural uniformemente caracterizada por el tipo del cazador y pescador de cultura inferior y nmade".
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esta forma el canibalismo se transform en un mero "sistema de amedrentamiento y terror" del pueblo sojuzgado, evidenciando para Braunstein una "derivacin inmediata y
lineal de la desfuncionalizacin social del ritual antropofgico" (1978:108) del cual los cronistas espaoles dieron
cuenta contabilizando los millares de "almas" Chan devoradas por los Chiriguanos. De este modo la sociedad "chiriguana" habra transformado "normas de carcter ritual en
otras de carcter puramente econmico" al esclavizar a los
Chan en lugar de sacrificarlos, e incluso venderlos a los
espaoles como mano de obra. Los Chan conformaron un
nivel social inferior iniciando un proceso de estratificacin
tnica inexistente en la cultura de los "guaranes". Para el
autor la estratificacin basada en la esclavizacin de los
Chan constituy el ltimo "proyecto social" de los
Chiriguanos, que fracas a medida que se increment su
interaccin con la sociedad occidental, ya que tanto la
antropofagia como la esclavitud "no podan sino ser figuras
a ser rechazadas por el blanco". Como vemos las causas
profundas del ocaso de la "cultura chiriguana" se encuentran en las transformaciones internas que vuelven "disfuncionales" ciertas prcticas que posean sentido en contextos
relacionales previos.
Este anlisis viene a relacin de la cuestin del trabajo
asalariado, en tanto para Braunstein los Chiriguanos contemporneos "han perdido la mayora de sus pautas sociales" y se encontraban atravesando la etapa "epigonal o
final" de su historia cultural, siendo casi imposible distinguirlos de otros grupos de "braceros chaqueos" ya sean
estos "mestizos" o "tnicos". En tal sentido, entiende que si
bien las migraciones han sido una constante en su trayectoria, las ltimas que realizaron (provenientes de Bolivia para
asentarse en los alrededores de los ingenios en Argentina)
marcan "un trmino en la vida social integrada de esta
etnia". Si las histricas migraciones de este pueblo tenan
un fundamento mstico-religioso e involucraban grandes
clanes, las ltimas son protagonizadas por pequeas unidades familiares y como "causas inmediatas" no tienen otra
explicacin que:
el atractivo econmico de las posibilidades laborales que se les ofreca en los ingenios azucareros del
norte argentino y, por otro lado, la secularizacin de
las misiones que haban sido probablemente en Bolivia
la ltima valla contra la desintegracin social de esta
etnia (op cit. 1978:113).
Como evidencia este pasaje, el complejo y violento proceso de reclutamiento de mano de obra para los ingenios,
queda reducido a una referencia motivacional encerrada en
la esfera domstica que ha perdido sus referenciales sociales y culturales que le otorgaban sentido y cohesin colectiva. Por ende no puede diferenciarse de cualquier otra
familia de "braceros" chaqueos y entonces migra para disfrutar de las "posibilidades laborales" ofrecidas en los ingenios. Tambin cabe notar que los encargados de resguardar
a estas comunidades contra la desintegracin social son justamente los franciscanos, que a partir de 1938 haban perdido el control sobre las misiones en el chaco boliviano ya
que estas fueron secularizadas.
Finalmente podemos ahora revisar brevemente el artculo de Celia Mashnshnek sobre los Chan. Digo brevemente porque en s mismo es poco lo que se puede decir,
ya que constituye una sntesis de datos y ejemplos retomados de los trabajos de Mtraux (op.cit.) y principalmente Nordenskiold (op cit.). Quiz justamente lo ms
significativo sea la forma en la que la autora construye su
relato tomando datos relevados casi 60 aos atrs. Su
texto describe esta "presencia arawak" en el chaco occidental narrando en tiempo presente los datos histricos, lo
cual genera una sensacin de inmanencia de los "rasgos
culturales" de esta etnia, configurada entonces como un
pueblo que vive en un eterno y sincrnico presente, es
decir un "pueblo sin historia" tomando la frase de Eric
Wolf. Solo bastan un par de ejemplos para confirmar esta
sensacin. En el acpite referido a "Economa",
Mashnshnek escribe en 1978:
La principal actividad de los Chan es la agricultura,
siguindoles en importancia la pesca y la recoleccin
de frutos y miel silvestres. La caza ha perdido prcticamente su vigencia. () son prospicuos agricultores ()
los campos de cultivos tienen grandes dimensiones ()
los trabajos agrcolas son realizados utilizando un sistema de prestacin denominado motiro segn el cual
() cada uno de los participantes va solicitando la
colaboracin de los restantes en los trabajos de su propia chacra y retribuye de igual forma la prestacin de
servicios (op.cit. 1978:153-154).
Como evidencia el pasaje citado, tanto la prctica de la
agricultura como las relaciones sociales que la sostienen,
son presentadas acentuando el sentido de su cabal vigencia
contempornea, presentando el presente como reflejo inmanente de su pasado histrico. El texto cierra con un apartado destinado a describir "los elementos forneos presentes
en la cultura Chan". Este otro ejemplo para dar cuenta del
enfoque de la autora es an ms irritante, ya que se limita a
describir extensamente el conjunto de "influencias culturales" de grupos andinos, amaznicos y chaquenses que haba
identificado Nordenskiold ms de medio siglo atrs. Solo el
ltimo prrafo del texto seala que "tambin la incidencia
de la cultura occidental se hizo sentir fuertemente en la cultura Chan", estas son atribuidas a la accin de los
"Misioneros" (con maysculas en el original) y el contacto
con "las fuentes de trabajo proporcionadas por el blanco".
El resultado del anlisis no deja de sorprender por su pobreza. Se limita a una enumeracin de objetos y bienes tomados a prstamo y que utilizan en su vida cotidiana: tales
como "sillas", "caa de azcar", "rifle", "flauta de seis agujeros", "el juego de taba y los dados", etc.
De este modo, tanto la frvola superficialidad dedicada
a describir los cambios en la actualidad, como la reactualizacin de registros histricos en tiempo presente no pueden
ser considerados como otra cosa que operaciones de engao intelectual destinadas a ocultar los procesos de cambio y
transformacin que evidenciaban sus condiciones de vida,
muchos de ellos traumticos, y a mistificar las relaciones de
dominacin configuradas histricamente en su relacin con
la poblacin blanca y criolla.
REFLEXIONES FINALES
El presente artculo aporta a la recuperacin y anlisis
de las distintas miradas que la etnografa y la antropologa
tuvieron sobre los procesos de vinculacin de la poblacin
Chan con los mercados de trabajo asalariado y artesanas.
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ser recuperados y/o resignificados en otro momento. Este
proceso aconteca ms all de su relacin de cercana o
lejana con la tradicin o la lengua materna, la vida
moderna o los artculos de importacin. En tal sentido, en
diversas charlas y situaciones donde se tocaba el tema de
la cultura Chan no solo registr discursos de reafirmacin de su etnicidad en referencia a su vinculacin con la
vida de los antiguos o a su destreza como cazadores, agricultores y artesanos (diferencindose de otros pueblos y
etnias); sino que tambin aparecan al valorizar la capacidad de trabajo que haban desarrollado para los oficios
vinculados a la industria petrolera y que por mucho tiempo haban estado reservados solo para los criollos y blancos.
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INTRODUCCIN
Este trabajo surge de una investigacin etnogrfica en
curso centrada en la relacin entre familias y escuelas en
contextos de desigualdad social, en la cual se presta especial atencin a las tensiones y disputas entre docentes y
familiares de los nios en torno a las experiencias formativas infantiles. El objetivo principal de dicha investigacin
consiste en analizar las prcticas y representaciones de
adultos que tienen a cargo nios en edad escolar y de docentes (y/u otros miembros de las instituciones escolares), y
sus relaciones, en torno al proceso de educacin infantil,
considerando tambin las propias experiencias y trayectorias de los adultos.
El enfoque etnogrfico desde el cual se aborda implica
el conocimiento en profundidad de los sujetos y su cotidianeidad social. Se parte de una concepcin de la vida cotidiana como historia acumulada, impregnada de contenidos
histricos (Ezpeleta y Rockwell 1985), cuyo anlisis permite reconstruir los sentidos que los sujetos construyen en
su accionar cotidiano, entendindolo como parte de tramas
de relaciones sociales, constituidas dentro de estructuras
sociohistricas -y que son a su vez producto de sus prcticas. Entender quines son los sujetos, cmo se definen/presentan a s mismos en determinados contextos, la significatividad de sus experiencias (Bruner 1986), qu prcticas se
construyen cotidianamente, son ejes centrales que orientan
la investigacin desde este enfoque terico-metodolgico.
El avance de la investigacin y la construccin de nuevos conocimientos se produce a partir de la retroalimentacin constante entre los avances en el trabajo de campo y la
lectura crtica de diversos materiales tericos (incluidos los
provenientes de otras investigaciones), con lo cual se van
reformulando y profundizando las preguntas de investiga-
cin y los argumentos que surgen del trabajo sobre las mismas. De esta manera, observ que diversos textos acadmicos y de divulgacin suelen presentar la relacin entre las
familias y las escuelas como dos bandos enfrentados,
homogneos entre s, uno representado por "los padres" de
los nios, otro por "los maestros" (y eventualmente directivos). Sin embargo, al acercarse a las prcticas cotidianas,
puede observarse que se trata de una multiplicidad de sujetos involucrados, y que ese recorte no slo homogeneiza
aquello que es sumamente heterogneo, sino que deja fuera
de consideracin cuestiones que pueden resultar de central
importancia, especialmente si lo que interesa es captar los
sentidos que la vida social tiene para los propios sujetos.
Uno de los aspectos sobre los que se ha prestado poca o
ninguna atencin desde el mbito investigativo tiene que ver
con las propias trayectorias de los docentes ms all de su
escolarizacin, es decir, no recortando a priori otros procesos de apropiacin, tambin constitutivos del trabajo de los
maestros (Ezpeleta y Rockwell 1985). Partiendo de la base
de que no se trata de sujetos escindidos, sino constituidos en
y por diversas experiencias, se puede visibilizar la centralidad que las mismas tienen para los maestros en su formacin, en sus trayectorias laborales, y en la propia definicin
de trabajo docente -lo cual resulta sumamente relevante para
entender las relaciones que se establecen con los nios y los
adultos a cargo de ellos en el mbito domstico-.
En esta indagacin sobre los docentes me orienta, como
teln de fondo, la pregunta quines son los sujetos? El
aporte que me propongo hacer tiene que ver con dos niveles de anlisis articulados: por un lado, con dar cuenta de la
heterogeneidad de trayectorias laborales y formativas por
las que han atravesado los docentes con los que trabaj, as
como la diversidad de formas de organizacin familiar de
las que forman parte (respecto de sus familias de origen y
de sus familias actuales); y por otro lado, con las apropia-
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ciones (Rockwell 1996) de sus propias experiencias, con
los usos de la propia biografa, en relacin a la construccin
de su lugar como docentes y sus configuraciones. Estas
apropiaciones de las propias experiencias no tienen una
relacin causal ni lineal con la construccin del lugar como
docentes, pero s se actualizan1 siempre desde el presente y
desde determinada situacin contextual. Esto habla de un
proceso de construccin activo, en el cual las expresiones
(Bruner 1986) de las propias experiencias se van articulando -de formas no lineales y en un sentido no deterministacon las caracterizaciones de sus alumnos y sus familias, y
centralmente, con las tramas de relaciones en las que estn
inmersos (lo cual incluye la relacin con la investigadora).
Entender este proceso de construccin es central a su vez
para comprender con mayor profundidad los conflictos,
tensiones y particularidades de las relaciones entre adultos
que tienen a cargo nios en edad escolar en el mbito
domstico y los docentes, y las prcticas y representaciones
desplegadas en torno a la escolarizacin infantil.
Este abordaje cobra relevancia en dos direcciones complementarias. Por un lado, incorpora dimensiones de las
vidas de los maestros -especialmente en relacin a las experiencias familiares- que no son contempladas usualmente en
los estudios que abordan la relacin "familias-escuelas".
Esta incorporacin contribuye a superar visiones dicotmicas sobre el tema y pone en tensin los lmites, alcances y
matices de lo que implica "familias" y "escuelas". Por el
otro lado, aporta conocimientos sobre los maestros (como
sujetos no escindidos), quienes a pesar de ser puestos frecuentemente en el foco de reformas y polticas educativas,
y de investigaciones de diverso corte, no suelen ser contemplados en profundidad. Una mirada en profundidad es
de central importancia si lo que interesa es indagar con
mayor amplitud sobre las diversas dimensiones constitutivas de la vida en las escuelas, ya que permite ahondar en el
conocimiento sobre una parte significativa de los sujetos
directamente implicados en su construccin cotidiana2. En
este sentido, el enfoque etnogrfico permite hacer un aporte importante de conocimientos en profundidad.
As, en este artculo especficamente me centro en la
descripcin y anlisis de aspectos significativos de las trayectorias y experiencias formativas y familiares de los
docentes, a partir de la interpretacin de entrevistas en profundidad y de lo relevado a travs del trabajo de campo realizado con observacin participante. Dada la complejidad y
multiplicidad de lo registrado, desarrollo el anlisis a partir
de la construccin del relato biogrfico de una maestra en
particular. La eleccin de construir el relato sobre esta
maestra no se basa en su representatividad, ni en la posibi-
lidad de su tipificacin; por el contrario, resulta sumamente significativo en cuanto al propsito de mostrar la complejidad de la construccin del lugar docente y de los usos
de las propias experiencias a los que me refer anteriormente, y es al mismo tiempo demostrativo de las heterogeneidades mencionadas.
Asimismo, la construccin del relato tiene que ver con
el recorte y abordaje de la investigacin, ya que ello determina tanto el tipo de preguntas realizadas en las entrevistas,
las situaciones observadas, el desarrollo en s del trabajo de
campo y los datos construidos a travs del mismo, como el
anlisis interpretativo de los materiales producidos. Y
simultneamente tiene que ver con la presentacin de "s
misma" hecha por ella tanto en las entrevistas mencionadas
como en otras situaciones relevadas durante el trabajo de
campo -lo cual refuerza la necesidad de incorporar el contexto como parte constitutiva de las prcticas sociales, y en
tanto tal, a ser considerado centralmente en la interpretacin de lo registrado. En este sentido, es importante sealar
que el uso metodolgico del relato autobiogrfico no se sustenta en la pregunta por
"el transcurrir efectivo de la vida de alguien (), sino
cmo ese alguien se representa -ante s y ante otros- el
transcurrir de su vida y lo relata. Cuando se cuenta la
vida, tenemos entre manos un "discurso interpretativo"
-retazos de hechos dibujados por una perspectiva peculiar, selecciones, montajes, omisiones, encadenamientos, atribuciones de causalidad, etc.- cuya particularidad es estar estructurado en torno a la construccin de
una versin del "s mismo"" (Pia 1989: 109).
Tambin la construccin final de este relato resulta de
mis decisiones de qu recortar, qu incluir (y qu no), cmo
narrarlo y cmo presentarlo. Mencionar esto no es un detalle menor, ya que en la construccin del relato se pone en
juego, interrelacionadamente, una doble bsqueda por
encontrar sentidos. Me refiero por un lado a los propsitos
argumentativos e investigativos segn los cuales se busca
darle un sentido al recorte, las inclusiones, y dems procedimientos mencionados, que resultan en esta construccin
final y exposicin del relato. Y por otro lado, a la idea de
que "la narracin autobiogrfica se inspira siempre, al
menos en parte, en el deseo de dar sentido, de hacer inteligible, de expresar una lgica a la vez retrospectiva y prospectiva" (Bourdieu 1986: 69).
A continuacin, comenzar por complejizar y problematizar la mirada sobre "los maestros", explicitando las
decisiones terico-metodolgicas, el recorte y la forma de
abordaje realizada sobre el tema. Luego, desarrollar el
relato biogrfico mencionado, a partir del cual se ir dando
cuenta de los ncleos centrales de este trabajo.
SOBRE "LOS
CIN
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2004), as como publicaciones producidas desde otros enfoques terico-metodolgicos sobre trabajo docente (Birgin
1999; Andrade Oliveira 2006; Alves Garcia y Barreto
Anadon 2006), y sobre polticas educativas (Feldfeber
2006; Barroso 2003; Birgin et al. 1998; Montesinos 2002).
Tambin es relevante mencionar trabajos que historizan la
formacin del magisterio en la Argentina y tradiciones en
relacin al mismo (Alliaud 2007 [1993]; Puiggrs 1990). Y
la lista contina con una multiplicidad de aportes en relacin a estudios sobre familia y parentesco, textos tericometodolgicos que sustentan el enfoque, textos que tematizan las relaciones entre familias y escuelas, entre otros. La
simple mencin de la variedad de trabajos que resultan significativos da cuenta de la amplitud de referencias necesarias para complejizar este eje temtico, con la intencin de
unir lo que muchas veces la especializacin disciplinar
escinde4.
En cuanto a la cuestin especfica de las experiencias y
trayectorias de los docentes en la Argentina, coincido con
Alliaud (2007) que existen trabajos en los cuales declarativamente se plantea la necesidad de conocer aspectos biogrficos de los maestros, pero se encuentran muy pocos en
los que esto se lleve adelante sistemticamente y en profundidad. Si bien esos trabajos son importantes en tanto instalan la preocupacin por el tema, no ahondan en la construccin de conocimientos sustantivos. Existen por su parte
trabajos de corte cuantitativo que exploran aspectos de las
familias de los docentes, de caractersticas sociodemogrficas, de formacin, etc., particularmente aquellos desarrollados en el marco del IIPE/UNESCO (publicados por ejemplo en Tenti 2006), pero desde un enfoque terico-metodolgico muy diferente, que no incluye los intereses de indagacin mencionados en la introduccin. Es relevante mencionar tambin la investigacin doctoral de Andrea Alliaud,
que se centra en las "biografas escolares" de los docentes
(Alliaud 2007).
A pesar del inters que revisten estos trabajos, y segn
lo planteado en la introduccin, a pesar de la centralidad
que han tenido (y tienen) los docentes tanto desde los planteos de reformas y polticas educativas, como desde distintos estudios acadmicos, considero que sus propias experiencias y trayectorias (que los constituyen como sujetos),
sin recortarlas exclusivamente al mbito escolar (aunque
considerndolo), es un tema poco indagado en profundidad,
lo cual tambin contribuy en la decisin de complejizar y
profundizar en esta direccin.
El abordaje de este eje especfico en el trabajo de campo
se llev a cabo dentro de una escuela5 desde agosto de 2005
a diciembre de 2006, en la cual realic observaciones participantes en diversas situaciones escolares (actos, recreos,
en las aulas durante las clases, horarios de entrada y de salida, desayunos y almuerzos en el comedor, etc.) y entrevisEste posicionamiento est ligado al Proyecto UBACyT (programacin 2008-2010) "Sujetos, instituciones y polticas, dentro y fuera de
la escuela: un estudio histrico-etnogrfico en torno a educacin y
vida cotidiana en contextos de desigualdad social", dirigido por la Lic.
Ma. Rosa Neufeld y co-dirigido por la Lic. Liliana Sinisi y el Lic. Jens
Ariel Thisted, del cual formo parte.
Con respecto a ellos, los contact por un circuito no-escolar, sin inters particular por buscar "maestros". Sin embargo, cuando por ejemplo
esa mujer hablaba de su hija, de cuestiones de la crianza y la escolarizacin, s apareca como dimensin importante que ella fuera maestra
(Cerletti, 2006b).
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tas abiertas en profundidad con docentes. Las entrevistas
fueron realizadas cuando ya haba desarrollado durante
varios meses el trabajo de campo, de manera que haba una
relacin de confianza con los maestros, haba tenido la
oportunidad de tener mltiples conversaciones con ellos, y
muchas situaciones de observacin participante. A partir de
esos primeros meses de trabajo constru un temario/gua de
entrevista, que contemplaba cuatro ejes6 abiertos a lo que
surgiera como significativo. Las entrevistas se realizaron en
series de dos o tres encuentros, dentro del horario y del edificio escolar, en momentos y espacios elegidos por los
docentes.
Junto con el avance del trabajo de campo, observ -con
bastante sorpresa- que las trayectorias laborales y formativas
de los docentes eran sumamente heterogneas, y lo mismo
con respecto a sus experiencias familiares, dimensiones de
sus vidas que aparecan muchas veces articuladas en los
mismos relatos. Como parte del trabajo analtico, surgi la
pregunta sobre el por qu de esa sorpresa, lo cual me llev a
explicitar un supuesto previo, subyacente, cuya existencia se
hizo evidente al confrontarme con las "novedades" del trabajo de campo. El supuesto, segn interpreto desde el
momento actual de la investigacin, tena que ver con que
los docentes tendran recorridos "lineales" de formacin y de
insercin en la docencia, y que provendran principalmente
de familias nucleares (en el sentido de "familia nuclear occidental"). Dar cuenta de los supuestos es relevante para evitar que obturen el registro de la diversidad con la que nos
encontramos -y por lo tanto el avance del conocimiento
sobre la misma-, y adems resultan significativos para el
mismo avance de la investigacin, ya que como todo
supuesto, en alguna medida puede estar dando cuenta de
procesos de construccin social de sentidos. Con respecto a
los propios, me pregunto si tenan que ver con ideas fuertemente ancladas en nuestro contexto sociohistrico del
magisterio como "vocacin" y como "apostolado" (Alliaud
2007 [1993]; Achilli 1987; entre otros). En la construccin
particular del propio supuesto, interpreto, se pona en juego
esta construccin social en trminos de recorridos lineales.
Con respecto a los modos de organizacin familiar, leo este
supuesto a la luz de la realizacin de un trabajo de investigacin anterior, en el cual haba registrado con mucha fuerza y recurrencia apelaciones de los maestros a las familias de
sus alumnos, en trminos marcadamente normalizadores,
5
Esta escuela est situada en un barrio de la zona sur de la Ciudad de
Buenos Aires, en el cual realic trabajo de campo, entrevistando a
adultos con nios en edad escolar a su cargo, a miembros de otras instituciones (como un Centro de Salud), haciendo observacin participante en diversos momentos de la vida barrial (fiestas, ferias abiertas,
etc.). Parte de ese trabajo se llev a cabo junto con compaeros del
Proyecto mencionado en la nota anterior.
6
Estos cuatro ejes (orientados en relacin a dos grandes reas temticas) estaban compuestos por preguntas/intereses diversos en torno a
sus antecedentes de formacin y en la docencia, a su ingreso en esta
escuela, a sus familias de origen y a sus familias actuales. Aunque este
temario se construy sobre los avances del trabajo de campo, y dado
el enfoque terico-metodolgico mencionado en la introduccin, el
desarrollo mismo de las entrevistas llev a complejizar, abrir y complementar esas preguntas.
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emprendimiento econmico propio/grupal (el hotel) y el
trabajo en relacin de dependencia (en la sulfatera):
"Entonces perd todo y me qued sin nada".
Durante ese perodo crtico, entre el 80 y el 85, vive
intermitentemente en Carhu y en Buenos Aires, iba y
vena, incluso hizo un intento de radicarse en Neuqun con
la hermana:
E:[Sobre el proyecto de irse a Neuqun] con mi hermana, estaba mi hermana y lo que pas es que fallece
mi madre, el mismo da, el mismo da que yo tena que
irme (el lunes) a tomar una suplencia a [un pueblo de
Neuqun], ese domingo fallece mi madre, el da del
padre fallece mi mam. Recibimos un telegrama, porque
en ese entonces mandbamos telegrama en el 84, y me
vuelvo a Carhu a cuidar a mi sobrina que la cuidaba
mi mam, ella haba nacido en febrero e imaginate que
era en junio cuando muri mi mam, la nena era chiquita y me qued, ya me radiqu en Carhu y despus no
vea movimiento como para m y me volv a Buenos
Aires
El hecho de que su madre cuidara a la hija (beb pequea) de la hermana que viva en otra provincia, y ante la
muerte de la madre, el hecho de que ella misma quedara un
tiempo al cuidado de esa sobrina (y con la particularidad de
que era una nena adoptada), resulta paradjico en relacin
a situaciones complicadas que atribuye a sus alumnos por la
no-presencia de los padres. En un sentido similar al indicado con respecto a la ausencia de su padre en el relato de su
vida familiar, la paradoja es que quedan de alguna manera
escindidas sus propias experiencias familiares y las apreciaciones sobre las experiencias familiares de sus alumnos.
En su relato autobiogrfico, estas formas de organizacin
no son problematizadas, o enunciadas como problemticas
tampoco (s lo son las muertes y las prdidas), pero en relacin a sus alumnos esas configuraciones eventualmente van
a ser enunciadas como problemticas, lo cual ser retomado y complejizado en los apartados siguientes.
Luego, su sobrina pasa a estar al cuidado de su hermana, y Elsa finalmente se instala en Buenos Aires. Trabaj
hasta el 89 en una "escuela especial", un Instituto de
Educacin No Formal, para "chicos con problemas de lenguaje, en realidad eran chicos discapacitados, chicos
Down". Era una institucin privada, en Capital. Muchas
veces (fuera del contexto de entrevistas pautadas) puso
ejemplos de la "escuela especial". Es ms, en las charlas
informales durante los recreos, u otras situaciones de la
cotidianeidad escolar, sola valorar mucho su experiencia
en la "escuela especial" y en la "escuela rural", y todo lo que
aprendi en ambas.
Actualmente Elsa no vive sola, ya que volvi a formar
pareja. Tuve la impresin de que haber formado una nueva
pareja era algo sobre lo cual la incomodaba hablar, a pesar
de que ya se haba construido entre nosotras un vnculo ms
o menos estrecho, con bastante confianza:
E: yo en mi casa pensaba ayer, hablaba con mi marido, cuando yo le hablo de los chicos
I: Te volviste a casar despus?
E: Estoy en pareja
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SOBRE
Cuando los maestros caracterizan a sus alumnos, es frecuente que lo hagan en relacin a explicaciones o descripciones de diversas situaciones familiares de los nios. En
este sentido, tambin para Elsa la cuestin de las familias de
los alumnos es inescindible de cmo los caracteriza y de
cmo se posiciona como docente. Durante una de las entrevistas, luego de preguntarle por las caractersticas de sus
alumnos, se dio la siguiente secuencia:
I: Y para vos Qu es lo que hace que un chico sea
muy buen alumno? [retomando una frase de ella]
E: Muy buen alumno? Y, la ayuda de los padres, a
veces no lo tienen y son buenos alumnos igual te digo,
pero por lo general la presencia de un adulto en un nio
que est recin empezando es muy importante, es muy
importante la presencia de un adulto. Pero viste es
primordial creo, que el chico vaya y tenga la presencia
de alguien, que alguien est pensando en l tambin y
cuando no existe eso el chico es responsable solo, hay
chicos responsables y que los padres no pueden son
responsables y son excelentes
I: Que aprenden lo mismo?
E: Yo a veces digo s, la presencia del adulto cuando va
a la casa y le mira que que est contento, pero cuando no lo tiene y se hace cargo de sus hermanos Por
ah ac no es el caso en que se ve mucho que los chicos pero s que limpian. Sabs que hay una nena,
[menciona el nombre], que dice que limpia y que cuida
a los hermanitos, [nombra a otra nena] era una nena
que no hablaba, que ahora empez a leer A esa nena
no la acompaan mucho, vino el pap, la mam en una
oportunidad, la abuela sabe venir siempre esa nena
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no es muy acompaada ves por los padres pero la abuela s pero que no es lo mismo.
En relacin a la escolarizacin de sus alumnos, para
ella es importante que algn adulto acompae, pero establece una diferencia entre el hecho de que acompae la
abuela o de que los que acudan a la escuela sean los
padres: "no es lo mismo". Retomando la paradoja sealada anteriormente, esto tambin aparece escindido en relacin al relato de su propia historia, segn el cual tras la
separacin de los padres ella queda al cuidado de la abuela. Sin embargo, esto no aparece asociado en la reflexin
sobre sus alumnos, para quienes plantea que el acompaamiento cotidiano en la escolarizacin es mejor que sea de
los padres. A diferencia de otros relatos autobiogrficos
registrados en el trabajo de campo, en su caso la particularidad de las propias experiencias familiares queda escindida de las de sus alumnos, presentadas estas ltimas
como problemticas. En otras entrevistas realizadas con
maestros/as s hubo una instancia reflexiva sobre las similitudes y/o diferencias entre sus propias experiencias y lo
que indican sobre sus alumnos, ya sea a partir de mis preguntas, o incluso como parte del desarrollo del propio
relato. Pero con Elsa no, no hubo preguntas sobre esta
diferencia, y ella no puso en "uso" su propia experiencia
familiar y su escolarizacin en relacin a las caracterizaciones de las familias de sus alumnos.
En este punto es pertinente retomar lo mencionado anteriormente en torno a representaciones fuertemente ancladas
sobre las familias de los chicos: las dificultades o imposibilidades de la escuela frente a la "mala constitucin familiar", o ante la "falta de acompaamiento", y ste definido
en un sentido bastante especfico, segn se registra en el trabajo de campo. Ella, con respecto a esas representaciones,
tambin ve al acompaamiento familiar como fundamental:
que ayuden al chico con la tarea, que respondan a las citaciones de la escuela, entre otras cosas. Asimismo, ve a los
"problemas familiares" como dificultades para los chicos
en relacin a la escolarizacin, pero no como problemas
insalvables. Ella hace un gran esfuerzo, y marca su satisfaccin ante los logros, en conseguir ese acompaamiento
de los padres. Asociada a la importancia que le da a esto -lo
cual surge tanto de las entrevistas como de otras situaciones
del trabajo de campo- insista para que vayan a la escuela,
reiteraba invitaciones, llamaba por telfono (la vi una vez
en el grado llamando desde su telfono celular a la madre
de un alumno), hizo actividades con los padres, etc.; marcando que estaba muy contenta con que finalmente logr
que en algn momento, todos vayan.
E: Han venido todos o sea, no hay nadie que no haya
venido, tardando ms tiempo, no cuando yo lo cito, que
lo cito dos o tres veces, pero han venido, he conocido a
todos. Por suerte han venido, no es que los han dejadoPero no por ah como, como vienen no s un 50
por ciento ms bien de los chicos, entends, tens que
mandarle y reiterarle, reiterarle y vuelta a reiterarle,
pero as se consiguieron un montn de cosas. Mir este
nene que se port tan mal ahora viene la mam a la
tarde otra vez, viene a la maana, viene a la tarde, ya
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dejaba "salir a estudiar", en el sentido de trasladarse al contexto urbano. Ella de todas formas arma sus estrategias en
relacin a esta prohibicin de la madre: hace cursos, "capacitaciones". Asimismo, remarca que "la escuela estaba
siempre presente en m, siempre": ya sea cuando dice que
les enseaba a leer a los hombres que trabajaban en la sulfatera, ya sea en la realizacin de esos cursos y sus estudios.
Algo similar sucede con su relato tras el trgico perodo en
que muere el marido, la madre, se inunda el pueblo con su
hotel y la empresa sulfatera, eventos que constituyen 'hitos
significativos' de su vida (Grimberg et al. 1998). La reconstitucin de su vida luego de este perodo pasa para ella por
volver a estudiar. Despus de relatar esas prdidas agrega:
"pero bueno, vine ac y me fui haciendo, estudiando, volv
a estudiar". Esto es llamativo, ya que dice que en el pueblo tena la posibilidad de ser maestra, pero pareciera que
ante la muerte de la madre retoma lo que haba enunciado
como su deseo de estudiar -que articulara centralmente con
su "vocacin" docente-, y la 'ciudad grande' brindara
muchas ms posibilidades para ello.
En el relato de sus diferentes experiencias laborales
enuncia, desde su presente como maestra, una centralidad
de su inters, su preocupacin por la escuela, como una
especie de 'hilo conductor'. Resulta significativo relacionar
esto con los aportes de Bourdieu en torno a lo que l llama
"la ilusin biogrfica" (Bourdieu 1986), como una bsqueda de sentido, de unidad, de darle coherencia a la propia
existencia. As, en el relato autobiogrfico, desde el presente "el pasado abandona ese estatuto de simultaneidad desconcertadora y polismica que tuvo cuando an no era
pasado" (Pia 1989: 114).
Vale la pena notar una 'oscilacin' que hay por un lado
entre ese 'hilo conductor' que traza en su recorrido de vida
a partir de la construccin autobiogrfica -y que desemboca en su presente docente-, junto con el relato de ese recorrido marcado (y determinado en parte) por otros acontecimientos de la vida; y por el otro con la idea del ttulo docente como una herramienta que podra usar en caso de necesidad -caso que eventualmente se le present-. Esa 'oscilacin' se da entre un sentido de "gran valor" asociado a ser
maestra y un sentido "utilitario" del ttulo (como herramienta que permite una insercin laboral), y ambas cosas se
conjugan desde este presente suyo.
Para entender mejor esta construccin es relevante retomar lo mencionado al principio en relacin a la fuerte construccin social que se ha dado en nuestro pas del magisterio como "misin", como "vocacin", y como "apostolado"
(Achilli 2003; Alliaud 2007 [1993]; entre otros). Al centrar
la mirada en los relatos de vida de los maestros -y como
particularmente se ve en el de Elsa-, se observa que la decisin de trabajar de docente, cmo, dnde y cundo, depende de una gama de posibilidades y est siempre en articulacin con otras dimensiones de la vida: la pareja, la familia,
otros proyectos econmicos, etc. Es entonces despus, ya
en el trabajo docente, cuando se arma el discurso ms
"vocacional", y se reconstruye la historia personal desde
ah. Los usos y apropiaciones de las propias experiencias,
realizados desde la produccin presente del relato autobio-
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grfico, dan cuenta de la construccin de ese "hilo conductor" que le dara un sentido ms unificado a la existencia,
desde el cual cobrara sentido y relevancia el lugar actual
como docente.
PALABRAS FINALES
El relato de Elsa, a la luz de los avances ms generales
de la investigacin, da cuenta de la heterogeneidad en las
trayectorias de vida de los docentes y de la diversidad de
formas de organizacin familiar que constituyen sus experiencias. Y, de acuerdo con lo que se dijo en la introduccin,
no porque sea representativo ni tipificable, sino porque
muestra lo que se ve si se mira de cerca, en profundidad:
complejidad, diversas construcciones de sentidos, representaciones y prcticas no libres de contradicciones, y principalmente, sujetos que son activos constructores de la vida
social, siempre inmersos en tramas de relaciones.
Asimismo, este relato habla de la complejidad que implica la construccin del lugar docente, a partir de la apropiacin y los usos de la propia biografa. En este relato se van
entramando diversas experiencias de vida, relacionadas a lo
familiar y a lo laboral (vinculado a la necesidad de generar
ingresos econmicos y a la bsqueda de estabilidad), entre
otras cuestiones, inescindibles para entender la manera en
que se construye e interpreta la propia historia. Se visualiza
tambin cmo en esa presentacin aparecen simultneamente cuestiones ligadas a una "tradicin vocacionista" (Birgin
1999), que ha tenido mucho peso en la conformacin histrica del magisterio en la Argentina. Interpreto que esto se articula con lo que Elsa presenta en el contexto de las entrevistas de investigacin como una especie de 'hilo conductor' de
su vida, segn el cual "la escuela" y su vocacin como docente (gratificaciones relacionadas a ensear, el deseo de seguir
estudiando y formarse, el "peso de la palabra maestra", etc.)
'siempre estuvieron presentes en ella'.
As, el desarrollo del relato de Elsa permite mostrar que
la posicin como docente se construye activamente, en procesos que pueden incluir contradicciones y paradojas, a travs de la conjugacin de diversas dimensiones de las experiencias vividas y de las posibilidades vinculadas a cada
contexto sociohistrico.
Profundizar en el conocimiento sobre los sujetos sociales
-que en esta investigacin remite centralmente a los adultos
vinculados cotidianamente a la escolarizacin infantil tanto
en el mbito domstico como en la escuela- es un aspecto
importante para entender las particularidades de sus interacciones, las prcticas y representaciones en torno a los nios,
los acuerdos, desacuerdos, tensiones, conflictos, y diversas
situaciones que se registran con suma frecuencia. El anlisis
de los relatos sobre las propias biografas, en las que entran
en juego la diversidad de experiencias familiares, laborales y
formativas, es una de las herramientas privilegiadas para
entender la realidad social en trminos de un 'presente historizado', tal como se aporta desde el enfoque etnogrfico.
Simultneamente, el trabajo sobre los relatos autobiogrficos da cuenta de determinadas particularidades en las
apropiaciones y usos de las propias experiencias: las mismas
pueden ser contrastantes con las caracterizaciones de los
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LA DISPORA REPUBLICANA:
ARTISTAS E INTELECTUALES EN BUENOS AIRES (1935-1950)
Mara Paula A. Cicogna*
RESUMEN
Los republicanos espaoles exiliados pudieron continuar con sus vidas en Argentina, a pesar de la poltica de los gobiernos de la dcada del treinta contraria a su presencia y sus ideas. Este artculo da a conocer su insercin social a travs de
los crculos intelectuales y artsticos.
PALABRAS CLAVE: exiliados, polticas migratorias, crculos artsticos e artsticos
ABSTRACT
The Republicans Spanish exiles could continue with their lives in Argentina, despite the policy of the governments of the
1930s contrary to their presence and ideas. This article gives to know their social integration through the intellectual and
artistic circles.
KEY WORDS: exiles, migration policies, artistic and intellectual circles
INTRODUCCIN
"Soy de Kashn
Pero Kashn no es mi ciudad.
Mi ciudad se ha perdido"
Sohrab Sepehr, Los pasos del agua
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y en el conflicto de julio de ese mismo ao, sumado al asesinato de Calvo Sotelo, lder de la derecha parlamentaria,
que sirvi como detonante. La muerte del general Sanjurjo
y del general Mola fueron aprovechados por el general
Francisco Franco, quien se constituy como lder de los
sublevados, y march sobre Madrid, dando comienzo a los
enfrentamientos armados. Estos hechos se sucedieron en un
contexto de una economa atrasada, incapaz de satisfacer
las necesidades del pueblo; una oligarqua terrateniente slo
preocupada por sus beneficios e incapaz de introducir los
cambios ms elementales; una estructura social con abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequea oligarqua poderosa, unas clases populares en continuo crecimiento, una clase media insuficiente para servir de elemento equilibrante; y una polarizacin de la sociedad en dos
bandos, la derecha y la izquierda entre las que exista una
fuerte tensin (Vives, 1979:498-499).
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Goldar (1986) sostiene la hiptesis que las teoras
nacionalistas tenan un basamento en la realidad. Estas postulaban que las grandes potencias, como Reino Unido y
Francia, se empearon en que Argentina no desarrollara una
actividad solidaria con la Repblica Espaola, y llevaron a
los gobiernos de Justo (1932-1938) y Ortiz (1938-1942) a
sostener la posicin de neutralidad ante la comunidad internacional. Este autor no concuerda con la mayora en que la
guerra polariz a la opinin pblica, si no que descubri
que la mayora de los argentinos y de los espaoles residentes volc su apoyo a la Espaa legal, y eso provoc que
quienes no estaban de acuerdo con los gobiernos argentinos
de la dcada del '30, expresaran su disconformidad alinendose con la causa republicana. Compara la figura de
Uriburu (presidente durante el perodo 1930-1932) con la
de Franco y la estructura partidaria que rodeaba a Manuel
Fresco (gobernador de la provincia de Buenos Aires durante los aos 1936 y 1940) con la Falange. A travs del anlisis de las noticias de los medios grficos (La Razn,
Noticias Grficas, Crtica) y los discursos de las personalidades de la poca muestra las posiciones que toman los discursos de las derechas, las izquierdas y el centro en la sociedad civil, las asociaciones espaolas, intelectuales, artistas,
obreros, los argentinos que vivan en Europa, la Iglesia
catlica, los medios de comunicacin y los partidos polticos. Analiza cmo influy la muerte de Federico Garca
Lorca entre los intelectuales porteos y espaoles radicados
en Buenos Aires. Describe cmo reacciona la opinin
pblica ante esos sucesos, y cmo esta reaccionaba con
espanto ante los fusilamientos, los actos de barbarie y la
posicin irreductible de los bandos. De qu manera la guerra influy en la vida cultural argentina y mundial y se contagi a los bares, los espectculos de la Avenida de Mayo,
la radio, las revistas (como Sur), las producciones cinematogrficas. Tambin trata la cuestin de la evacuacin de los
asilados en la Embajada argentina en Madrid y el rol de la
contradictoria figura del canciller Saavedra Lamas.
Otro anlisis de los diarios de la poca muestra que
desde el primer da de la victoria del Frente Popular en
febrero de 1936, continuamente aparece en las primeras
planas la informacin con el desarrollo del conflicto. La
muerte de Calvo Sotelo, en julio de 1936, mostr una bisagra: todos los diarios muestran el hecho, pero su interpretacin dej, ms que nunca, a la vista la marca que caracterizaba a cada publicacin (Comellas Aguirrezabal, 1992).
En cuanto al crculo intelectual y artstico encarnado por
los miembros y colaboradores de la revista Sur, creada y dirigida por Victoria Ocampo, desde 1931 hasta 1992, se destacan los trabajos de Villordo (1993) y Macciuci (2004).
Villordo (1993:284-302) recorre la historia del grupo Sur
usando como eje principal la vida de su fundadora y alma
mater, Victoria Ocampo. Recorre todas las etapas de la revista, la posicin tomada durante la G.C.E., el recibimiento de
artistas e intelectuales para que pudieran instarse en Buenos
Aires y as poder huir de las atrocidades de la guerra.
Macciuci (2004) pone el acento en el anlisis de esta poca,
y compara las declaraciones de esta revista con las de la
publicacin "Claridad", revista dirigida por Antonio Zamora.
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vos del nacimiento de las asociaciones, era crear instituciones que se preocuparan y consiguieran solucionar los problemas que haba en sus pueblos de origen: crear escuelas,
hospitales, cementerios; enviar dinero a sus familiares;
estar presentes en la lucha por el regionalismo, el nacionalismo, contra el antiforalismo2. Y, a su vez, la presencia de
intelectuales, artistas, periodistas fue la razn para formar
una lite que luchaba por la constitucin de asociaciones
tnicas (Rodino Laln, 1991).
Los gallegos en la Argentina sellan su presencia con la
creacin, al mismo tiempo que en La Habana y en
Montevideo, de una asociacin mutualista que simbolizara la pujanza y envergadura de la emigracin hacia
Amrica, cuyo mximo volumen sera alcanzado en las
dos primeras dcadas del siglo XX. Pero lo que distingue
al asociacionismo gallego del de otras comunidades, es
que, tanto en Buenos Aires como en La Habana, proliferaron ms de medio millar de asociaciones, debido a que fue
adoptado para su creacin el mbito espacial de actuacin
(parroquia, comarca, municipio). Este trabajo de investigacin, llevado a cabo por Nez Seixas (1999) indaga en
las causas de este fenmeno que se dio en Buenos Aires
entre los aos 1890 y 1936. Hubo cuatro capas generacionales sucesivas de lderes poltico-intelectuales dentro de
la colectividad que formaron parte de la creacin de estos
mbitos. Los primeros fueron aquellos que abandonaron
Espaa luego del fracaso de la I Repblica (1873) y de la
implantacin del sistema poltico de la Restauracin
Borbnica en la dcada de 1890. A travs de su papel
como lderes de la comunidad, y mediante la distribucin
de revistas y peridicos dentro de la misma, difundan las
ideas polticas, sociales, culturales y econmicas para
regenerar a Espaa. La segunda oleada de republicanos
llega durante la ltima dcada del siglo XIX. Ms moderados que los anteriores, stos haban sido influidos por el
pensamiento regeneracionista espaol vigente desde
18983. La tercera generacin es una camada de lderes formados en el tejido societario gallego, alineados con el
movimiento obrero argentino y el agrarismo progresista.
Un cuarto grupo aparece durante los aos 20, pero se consolida en los aos 30. Ellos son los nacionalistas gallegos,
quienes se hallan influenciados por el credo nacionalista
posterior a 1916. Estas asociaciones mantienen un eje de
objetivos similares entre s: llevar a cabo una actividad de
proteccin mutualista; apoyo a la educacin de nivel primaria (construccin de escuelas), el fomento del progreso
2
El foralismo es una doctrina poltica basada en la reivindicacin de
competencias administrativas exaltando los antiguos fueros y leyes de
los distintos territorios de Espaa (Llamas, 2008: 37).
3
Manuel Castro Lpez (1860-1926), uno de los lderes de la primera
generacin de lderes poltico-intelectuales de la comunidad gallega en
Argentina, sostena que el regionalismo, basado en un proyecto reformista y apoltico, era el medio de regeneracin de Galicia y de Espaa.
Su estancia en Amrica se remita a la bsqueda de un nuevo ideal
interclasista y de progreso que tuviese una funcionalidad inmediata en
el seno de las colectividades de migrantes. Esto lo llev cada vez ms
a profesar un acercamiento a los postulados del regionalismo gallego
(Nez Seixas, 1999:219).
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agrcola y ganadero (compra de fertilizantes y apoyo a la
introduccin de nuevas tcnicas) y la construccin de
obras pblicas y benficas (como hospitales y alumbrado
pblico) en sus lugares de origen; apoyo a las iniciativas
de tipo poltico en el nivel local, y ms tarde, territorial
gallego, para que se regenerara la vida poltica.
El Partido Comunista Argentino y la Federacin (argentina) de Organismos de Ayuda a la Repblica Espaola
(F.O.A.R.E.) coordinaron el envo de voluntarios provenientes de movimientos sindicales, partidos polticos, centros regionales espaoles y argentinos para combatir en la
G.C.E. Mediante entrevistas en profundidad a quienes participaron en los enfrentamientos, combatiendo o, en el caso
de algunas mujeres, como enfermeras, el grupo "Historia
desde abajo" (2006), conformado por cuatro profesores de
Historia la Universidad Nacional de Mar del Plata, realizaron un profundo trabajo de investigacin acerca de la historia no escrita de los miles de voluntarios que fueron a luchar
a Espaa. A su vez, conformaron un archivo fotogrfico y
sonoro de la poca. Uno de los objetivos que se propusieron fue rescatar estos testimonios que quedaron ausentes de
las historias oficiales de una u otra tendencia. El trabajo
recorre los sucesos histricos de la G.C.E., desde sus
comienzos hasta el fin de la contienda, intercalando los testimonios no slo de argentinos, sino tambin lituanos que
residan en el pas y que combatieron en el frente y de aquellas mujeres que adems de combatir en el frente, participaron del Socorro Rojo Internacional.
CONCLUSIONES
Las personas que se exilian lo hacen por los mismos
motivos que las personas que solicitan refugio, pero la
diferencia radica en que el exilio no es una figura jurdica
convertida en norma, por lo tanto, la situacin de desproteccin legal es la que vuelve a esa persona ms vulnerable an (Cicogna, 2008:34). El exilio es un perodo en el
que una persona experimenta, casi siempre dolorosamente, un apego casi carnal al territorio (pas, nacin, suelo,
madre patria) y a sus grupos de pertenencia (familia,
parientes, comunidad, nacin). La nostalgia se alimenta de
la ilusin de la cura, que es volver a vivir en el lugar de
origen. La esencia del exilio es el pedido imposible de
estar aqu (en el lugar de acogida) y all (el terruo) al
mismo tiempo y todo el tiempo. Se vive en dos diferentes
planos: en la realidad y el deseo (Sayad, 1996). La mayora de los exiliados de la G.C.E. volvieron a Espaa, porque siempre qued latente el deseo de la vuelta triunfal a
su patria, como ocurri con los artistas plsticos Luis
Seoane y Laxeiro, entre otros, quienes al volver recibieron
el reconocimiento a su trayectoria.
A pesar de la actitud contradictoria del gobierno argentino, dictar normas que entorpezcan la entrada de los exiliados al pas pero ir al "rescate" de aquellos que haban
quedado varados en pases europeos, las redes de solidaridad tejidas en la sociedad civil permitieron el ingreso de los
republicanos. Las "llamadas" de los familiares y la recepcin en las asociaciones regionales y en los crculos artsticos e intelectuales permitieron que estos exiliados pudieran
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tintas provincias argentinas; 3) el trabajo de la investigadora Margarita Fleming de Cornejo4 (en este caso utilizamos
los dos ltimos tomos) que transcribe diferentes tipos de
relatos recogidos por la autora en la provincia de Salta; 4)
la obra de las doctoras Silvia Garca y Diana Rolandi5, que
nos presenta distintos cuentos ligados a la vida cotidiana de
tres mujeres de la localidad catamarquea de Antofagasta
de la Sierra; y 5) el libro de la doctora Mara Gabriela
Morgante6, una compilacin de relatos orales recogidos por
ella misma a partir de una serie de entrevistas realizadas en
el ao 1982 en la localidad de Coranzul (provincia de
Jujuy). Recorriendo estas recopilaciones en el orden en que
han sido elaboradas y editadas se puede apreciar una progresiva aproximacin y apertura hacia el registro de la oralidad y de las variaciones contextuales. Estas caractersticas, a su vez, reflejan los cambios en el paradigma del
Otros trabajos que se han consultado de manera complementaria han
sido: Encuesta general del Magisterio (o Coleccin de Folklore) de
1921. INAPL; Carrizo, Juan Alfonso. 1933. Cancionero popular de
Salta. Buenos Aires, A. Baiocco; 1935. Cancionero popular de Jujuy.
Tucumn, M. Violetto; 1937. Cancionero popular de Tucumn.
Buenos Aires, Espasa-calpe; Franco, Alberto. 1944. Leyendas del
Tucumn. Buenos Aires, Huemul. Tambin debemos sealar que no
hemos incluido otras importantes compilaciones como la de Herminia
Terrn de Bellomo (1995. Continuidad de la memoria. Relatos orales
de Jujuy. S. S. de Jujuy, UNJu), entre otras.
2
Chertrudi, Susana 1960. Cuentos folklricos de la Argentina: primera serie. Buenos Aires, Instituto de Filologa y Folklore; 1964.
Cuentos folklricos de la Argentina: segunda serie. Buenos Aires,
Instituto Nacional de Antropologa.
3
Vidal de Battini, Berta. E. 1982-1995. Cuentos y leyendas populares
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Secretaria de Estado de Cultura. [Tomos I a X]
4
Fleming de Cornejo, Margarita 1998. Relatos folklricos salteos.
Salta, Imprenta Paratz. [Tomos III-IV]
5
Garca, S. y D. Rolandi 2000. Cuentos de las tres abuelas. Narrativas
de Antofagasta de la Sierra. Buenos Aires, UNESCO.
6
Morgante, Mara G. 2001. La Narrativa Punea. Los relatos orales
de Coranzul (provincia de Jujuy). Buenos Aires, CIAFIC ediciones.
1
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Folklore: una preocupacin cada vez mayor por las particularidades del contexto local donde esos relatos circulan y
menor por el ajuste de la narrativa a parmetros y clasificaciones internacionales (Palleiro 2005). En este sentido, es
notable que en dos de los ltimos trabajos algunos relatos
se vuelven ms dinmicos y dialgicos a partir de contener
intervenciones de la autora (cfr. Fleming de Cornejo 1998),
y de narrarse en situaciones donde participaban los presentes en una especie de contrapunto (cfr. Garca y Rolandi
2000).
Con respecto al manejo de las fuentes y al lugar desde
donde han sido abordadas, considero que mi enfoque se
ubica, en cuanto a lo metodolgico, entre dos campos disciplinares: el Folklore, por trabajar con narrativas orales
(en este caso, cuentos y leyendas), y la Antropologa
Histrica, por utilizar los relatos como fuentes para el anlisis -no como el objeto del mismo-. En relacin con la
teora, corresponde a una Antropologa Simblica de la
Religin, en la medida en que se intenta aplicar un marco
terico especfico (Vctor Turner, Clifford Geertz, Mircea
Eliade, Rudolf Otto, entre otros) al anlisis antropolgico
de los smbolos religiosos. En este sentido, los objetivos
apuntan ms a un anlisis interpretativo de los contenidos
simblicos presentes en la dimensin textual del relato,
ms all de las caractersticas contextuales de su produccin y enunciacin7. Por eso no se han seguido los lineamientos metodolgicos que propone el enfoque pragmtico de la narrativa desarrollado en las ltimas dcadas (cfr.
Blache y Magarios de Morentn 1987). Para poder apreciar, tal como plantea dicho enfoque, la actitud del grupo
frente a lo narrado y la relacin entre el comportamiento
folklrico en tanto mensaje y la realidad sociocultural
donde circula, es necesario que el relato est acompaado
de descripciones kinsicas, paralingusticas e interaccionales que no suelen encontrarse en las recopilaciones existentes (Chertrudi 1975), salvo algunas excepciones donde
opiniones e interpretaciones del narrador se cuelan sugerentemente dentro del relato. Por otra parte, teniendo en
cuenta la interesante diferenciacin entre texto folklrico inseparable de la oralidad y su contexto- y texto testimonialmente folklrico -autonomizado y reproducido en una
circulacin secundaria- (Longo 2001), circunscribirnos a
este ltimo tipo de textos nos ha planteado el problema de
la descontextualizacin, al menos en dos niveles. Una subyace en las propias fuentes, en la instancia de recopilacin
y compilacin de relatos orales que ya supone sacarlos de
contexto para cristalizarlos en un texto testimonialmente
folklrico; y la otra, deriva de la posterior instancia analtica, de la conformacin de un corpus con fuentes producidas en diferentes pocas y para distintos contextos espaciales. Contemplando esto, el anlisis tratar de abstraerse
de estas variaciones espacio-temporales en cuanto a la
procedencia de los relatos para profundizar en la dimensin narrativa, partiendo de la hiptesis de que el NOA
como regin8 envuelve creencias, smbolos y prcticas
rituales compartidas en razn de una historia sociocultural
comn, ligada a su integracin dentro del contexto mayor
del rea andina americana. Asimismo, en relacin con este
horizonte cosmovisional, se estar trabajando por encima
de las variaciones provinciales y locales, centrados sobre
todo en las poblaciones rurales e indgenas, ya que es
entre ellos donde ms circulan los relatos orales, aun siendo narrados tambin por criollos y habitantes de zonas
urbanas.
Hechas estas precisiones, antes de pasar al anlisis, es
necesario que introduzca dos definiciones clave: el concepto de smbolo que se ha utilizado y la distincin metodolgica entre cristianismo y cosmovisin local que subyace y
recorre a nuestros objetivos. Definiremos al smbolo en
tanto elemento que permite la representacin, condensacin
y unificacin de mltiples y hasta dispares significados manifiestos y ocultos- bajo un mismo significante material
(sea ste un objeto, una imagen, una prctica, un hecho, un
ser o una expresin) (cfr. Ricoeur 1976; Turner 1980;
Geertz 1987; Urbano 1993; Gruzinski 1991; Eliade 1983).
A su vez, las entidades simblicas que consideraremos se
relacionan entre s dentro de un sistema religioso (Geertz op
cit.) sumamente complejo y dinmico; y cuando trabajamos
con relatos, debemos tener en cuenta adems que tanto en
el interior de stos como en la intertextualidad los smbolos
se (sobre) cargan con significados ligados al contexto espacial y temporal de la narracin y a los personajes que intervienen. Por tanto, es solo en esta intertextualidad, en el conjunto de relatos, que un cuento o leyenda particular puede
ser comprendido e interpretado con mayor profundidad. El
anlisis de los smbolos religiosos, de esta forma, debe considerar las relaciones entre ellos no solo dentro del sistema
al cual pertenecen sino tambin en el contexto de los relatos en donde aparecen.
Respecto a la distincin entre cristianismo y cosmovisin local, si bien hablamos de dos matrices simblicas que
ya estn fusionadas en la cosmovisin de los actuales habitantes del NOA, pueden ser asociadas cada una a un corpus
de smbolos particular. Entiendo por cristianismo un horizonte simblico-religioso ligado a la figura, a la persona y
a la historia de Jesucristo9; y cuando hablo de cosmovisin
local estoy refirindome a aquellos seres, lugares, elementos y prcticas que arraigan en las formas de religiosidad
previas a la evangelizacin (aunque tambin defino como
8
Entendemos por noroeste argentino a la regin que comprende a las
provincias de Jujuy, Tucumn, Catamarca, centro y oeste de Salta y
parte de Santiago del Estero. La misma coincide prcticamente con el
espacio que abarcaba la intendencia de Salta del Tucumn creada en
1783 (ciudad de Salta y subdelegaciones de San Miguel de Tucumn,
Santiago del Estero, San Fernando del Valle de Catamarca, San
Salvador de Jujuy, San Ramn de la Nueva Orn y de la Puna), como
as tambin con la jurisdiccin del Obispado de Salta establecido en
1806.
9
Si bien es esta una definicin operativa muy general, creemos que
presenta los elementos nodales del concepto.
7
Por supuesto que no desconocemos la historicidad de la instancia de
produccin y recopilacin del relato, ni la variabilidad de las condiciones particulares bajo las cuales stos se obtuvieron: relaciones de
poder, intereses polticos, violencia simblica, etc.; pero problematizarlas y reflexionar sobre ellas excede al objetivo especfico de este
trabajo.
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Ahondando un poco ms en la figura del Diablo (con
sus distintas denominaciones: Zupay, To, Malo, Mandinga,
Familiar, entre otras), para ilustrar su vinculacin con los
elementos que conforman tanto el paisaje fsico y animal
como el contexto socioeconmico local, cabe hacer referencia a una leyenda de la provincia de Jujuy titulada "Las
vacas de las salinas de nio muerto" (Vidal de Battini op cit.
(VII): 143). En ella se describe cmo un hombre que descansaba en el "Ojo del Huncar" (un cerro), donde vive el
"To", es llevado con fuerza hacia adentro del Ojo, a una
ciudad "muy hermosa", por una vaca a la que haba intentado "pillar" luego de observarla con dificultades para comer
y pararse. Teniendo en cuenta los significados que evoca
esta historia, se puede pensar en una vinculacin entre el
tema de la tentacin, ntimamente asociado a la presencia y
a la imagen del Diablo, y los comportamientos de estos
espacios sagrados locales. De esta forma, al haber "cado"
este hombre en la tentacin de atrapar una vaca que no le
perteneca, result quedando atrapado en el Huncar, en la
residencia del To; situacin estrechamente ligada a los castigos que los cerros y lagunas aplican sobre quienes molestan a los seres que albergan (cfr. Vidal de Battini op cit.
(VII): 75, 76, 140, 144, 145; (VIII): 425; Morgante op cit.:
239).
Si atendemos a su vnculo con Dios, es observable que
en ciertos casos puede resultar un tanto ambiguo: algunas
veces se presenta al Diablo como una especie de aliado de
Dios y otras como su principal rival. En el primero de los
casos, cuando su accionar parece estar obedeciendo y reforzando el orden moral divino: por ejemplo, cuando en la
leyenda jujea "El to y los tapados" (cfr. Vidal de Battini
op cit. (VII): 333) castiga por avara a una mujer a quien le
haba ofrecido llevarla a ver unos tapados (tesoros ocultos).
Asimismo, como muestran las descripciones sobre el
Uturrunco, muchas veces el castigo divino al que obedece
la permanencia de las almas en el plano terrenal -sancin
que descansa a su vez en cuestiones normativas y morales,
puede conjugarse con la intervencin del Diablo y dar lugar
al nacimiento de seres temibles y devoradores, en la medida en que la condenacin de un alma implica el abandono
de estas por parte de Dios y la posibilidad de ser atradas
por el Diablo (cfr. Vidal de Battini op cit., (VIII): 465, 481,
485).
Siguiendo con el ejemplo del Uturrunco, podemos considerarlo tambin, junto a otros casos como el del duende,
en trminos de resignificaciones de personajes orientadas
particularmente hacia el orden de lo diablico. As, la capacidad que posee el Uturrunco para transformarse en tigre
suele ser reinterpretada de acuerdo a la nocin de "pacto"
con el Demonio (cfr. Vidal de Battini op cit. (VIII): 465,
481, 485. Ver apartado "El otorongo" en Bouysse-Cassagne
2005). Respecto al duende, en el noroeste argentino (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VIII): 363, 369, 372, 375, 377, 384,
392; Fleming de Cornejo op cit. (III): 59, 150, 155; Garca
y Rolandi op cit: 149; Morgante op cit: 116) ha recibido una
apariencia ms sombra y demonaca que aquella que caracteriza al duende hispano18, ms travieso y enamoradizo
(Santilln Gemes 2004). Dicha significacin, a su vez,
Estos dueos o madres son seres protectores y defensores de los animales y otros elementos del paisaje (agua, montes, campos, bosques,
cerros) que intervienen frente a la depredacin humana (cfr. Vidal de
Battini op cit. (VIII): 887, 895, 897).
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de Battini op cit. (VII): 76, 79; (VIII): 789, 791, 795, 796,
797, 798, 799; Fleming de Cornejo op cit. (III): 178; (IV):
29; Morgante op cit.: 124, 244, 245).
Eso fue en la providencia, claro, cuando haba, cuando all estaba la gente corrompida, no? Ah, entonces,
claro que Dios quiso eliminar toda esa gente. Todo,
todo, todo esa gente. Porque ya no haba cmo tratar a
la gente. Era rebelde, rebelde, borracha, rebelde, de
todo, en fin de todo (Morgante op cit.: 124).
La resignificacin en trminos cristianos de los antiguos
habitantes del NOA se refleja, entonces, en el hecho de ser
conceptualizados como pecadores en razn de sus "malas"
costumbres, un calificativo que slo cobra sentido desde
una perspectiva moral cristiana. Asimismo, ser caracterizados como gente sin religin y no bautizada es una manifestacin de la naturalizacin e interiorizacin de la religin
cristiana; algo que tambin se advierte en el simbolismo de
la oscuridad y la noche empleado para describir la ausencia
de autoridad divina, del cristianismo como luz, sobre la vida
de las poblaciones antiguas.
20
Cfr. Chertrudi 1960: 89; Vidal de Battini op cit. (IV): 686; (VI): 395,
400; (VII): 680; (VIII): 475, 889; (X): 620; Fleming de Cornejo op cit.
(III): 140; Garca y Rolandi op cit.: 132.
21
Cfr. Vidal de Battini op cit. (VIII): 98.
22
En su trabajo sobre la religin quechua, Manuel Marzal (1992) sostiene que el bautismo cristiano fue reinterpretado en su significado: en
parte porque con l se busca, por ejemplo, evitar que si el nio muere
se convierta en duende, pero tambin porque a travs de l se obtiene
no tanto un padre espiritual que asegure la educacin cristiana del nio
cuanto el apoyo social y econmico de los compadres. Siguiendo a
Mercedes Costa (1994), en algunos lugares el compadrazgo establece
un parentesco casi real y est normado por la prohibicin del incesto entre compadres y entre padrinos y ahijados- . El parentesco ritual, por
su parte, ligado a ritos locales como la sealada por ejemplo, si bien
no constituye ni un vnculo legal ni un parentesco espiritual, est ligado al compadrazgo de palabra: un vnculo familiar y afectivo que
implica tabes, impedimentos y creencias sobre los castigos por la violacin de estas normas (Ibid.).
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RESIGNIFICACIN DE ELEMENTOS
Dentro de este campo puede apreciarse que algunos elementos propios del cristianismo han sido resignificados a
partir de extender su eficacia simblica sobre seres y fuerzas locales. Es este por ejemplo el caso de la cruz, cuyo
poder como amuleto se extiende para conjurar todo aquello
que resulte daino y peligroso, alcanzando no slo a lo diablico sino tambin a personajes locales como el Ucumar a quien se detiene haciendo tres cruces en el suelo- (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VIII): 829). Tambin el agua bendita, adems de producir milagros y curaciones, es empleada por su capacidad para ahuyentar al demonio. Su utilizacin en la prctica de la corpachada (ofrenda a la
Pachamama) representa la participacin, en un rito local,
23
Como la preparacin de ofrendas y comidas para recibir a las almas
que bajan del cielo (Cfr. Vidal de Battini 1980-1995 (VI): 391; (VII):
54, 616, 617, 618; (X): 159, 576; Fleming de Cornejo 1998 (III): 185).
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blecidos a travs de las oraciones, de las ofrendas y de la
interaccin directa. Reciprocidad, porque son los trminos
en que puede ser entendida la actitud de la mayora de los
personajes sagrados hacia los humanos: por eso los protagonistas de los relatos -incluso los propios narradores- suelen
concebir y racionalizar las desgracias en tanto seales o smbolos de la desaprobacin de Dios, de la misma manera que
lo hacen en relacin con las deidades locales como la
Pachamama (Fleming de Cornejo op cit. (III): 178, 192;
(IV): 4; Garca y Rolandi op cit.: 54, 100; Morgante 2001:
235). Por otra parte, la actitud demandante de las divinidades se trasluce en el sentido imperativo que reviste la mayora de las prcticas propiciatorias locales, como ofrendas y
promesas (cfr.: Vidal de Battini op cit. (VI): 391; (VII): 17,
142; (VIII): 135, 141, 150, 154, 224, 225, 227, 234, 240,
242, 247, 248, 250; Fleming de Cornejo op cit. (III): 185;
(IV): 83. Morgante op cit.: 222, 225, 227, 239; Garca y
Rolandi op cit.: 95). Otra forma de reciprocidad es la que
rodea a los contratos con el Diablo y con el Yastay, ligados
fundamentalmente al enriquecimiento de las personas y a los
contextos de explotacin minera, ingenios y estancias: a
cambio de beneficios econmicos exigen almas o vidas
humanas para alimentarse (cfr. Vidal de Battini op cit.
(VIII): 283, 338, 339, 730, 803, 805, 807, 809, 810; Garca
y Rolandi op cit.: 73; Morgante op cit.: 205, 220, 222, 225,
227, 233)26. Ambigedad, porque es un rasgo que manifiestan la mayora de los personajes sagrados que intervienen en
los relatos: la condensacin de caractersticas ambivalentes
y una actitud dispar frente a las personas. Un ejemplo de ello
es la figura del Diablo, que a pesar de su gran poder puede
tambin ser engaado y aventajado (cfr. Chertrudi 1964:
167, 168; Vidal de Battini op cit. (IV): 231; (VI): 327, 377;
(IX): 403, 406, 434, 437). Disciplinamiento, porque la reaccin de las deidades frente al comportamiento humano se
manifiesta bsicamente en trminos de castigos y recompensas. Por un lado, la respuesta de Dios frente al accionar
de las personas est determinada por valores y principios
morales (cfr. Chertrudi 1960: 80, 119, 161; Vidal de Battini
op cit. (V): 338, 343; (VI): 83, 147, 331, 465, 469, 512, 573;
(VII): 79, 217, 219, 221, 223, 231, 237, 241, 243, 248, 250,
253, 256, 257, 264, 563, 585, 593, 604, 615, 618, 621, 623,
680, 684, 744, 769, 771, 783; (VIII): 53, 791, 798, 799; (IX):
335, 342, 525; (X): 155, 156, 159; Fleming de Cornejo op
cit. (III): 85; Garca y Rolandi op cit.: 110, 119, 150;
Morgante op cit: 124, 130). Los seres y fuerzas sagradas
locales, por su parte, delinean con sus premios y sanciones
un orden normativo que obedece a una particular moralidad
ecolgica (cfr. ejemplos de la Pachamama y de Coquena:
Vidal de Battini op cit. (VI): 507, 512; (VII): 57, 144, 322;
(VIII): 700, 706, 712, 719, 738, 741, 766, 767, 771, 772,
775, 777, 779, 781, 782; Fleming de Cornejo op cit. (III):
126, 178, 192; Garca y Rolandi op cit.: 35, 54, 55, 110, 143,
144; Morgante op cit.: 235).
26
La figura del Familiar -denominacin utilizada para referirse al
Diablo en estas situaciones- en las plantaciones, minas e ingenios del
NOA, ha sido analizada por varios autores: entre otros, Jijena Snchez
1952, Chertrudi 1975, Colombres 1992, Trinchero 2000, Santilln
Gemes 2004.
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Planteadas en relacin al cuerpo de creencias -por estar constituido
indistintamente por divinidades y demonios- (Santander 1962) y al
carcter de la tradicin oral, ambigua y ambivalente -aunque reconociendo las posibles correspondencias entre sistemas simblicos antagnicos- (Vega Centeno 1992).
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extiende desde la tradicin hacia la aculturacin. No obstante, otra manera de encarar estos estudios es concibiendo
la posibilidad de encontrar en un mismo espacio social mltiples recomposiciones y estrategias en funcin de las presiones recibidas y de las tcticas adoptadas (BouysseCassagne 2005). De esta forma, la variabilidad no slo es
inter-contextual sino tambin intra-contextual, dado que en
un mismo lugar -como acabamos de mostrar en relacin
con los relatos del NOA- pueden ocurrir distintas cosas
simultneamente: cambios, continuidades, apropiaciones,
reformulaciones sincrticas, mestizajes, aculturaciones,
convivencias, prcticas ambiguas no sincretizadas y confrontaciones. Adems, tampoco hay que olvidar la complejidad intrnseca a estos procesos, con contradicciones internas, marchas y contramarchas. Como se ha sostenido respecto del cambio cultural en sociedades andinas coloniales,
la abolicin forzada de un sistema religioso no implica la
supresin de todos sus referentes simblicos; estos pueden
permanecer, incluso reformulados sincrticamente, permitiendo el mantenimiento de viejas creencias31 (Gareis 1991).
Mientras que la adopcin de prcticas occidentalizadas
puede estar motivada por fines tradicionales -consideremos
por ejemplo el caso de las fiestas patronales-, es posible que
haya un proceso de aculturacin latente en la persistencia
de lo tradicional -como sucede por ejemplo con las creencias en torno a los antiguos- (cfr. Gareis op cit.; BouysseCassagne op cit.). As, aunque es un hilo muy dbil el que
vincula a la narrativa considerada con estos procesos histricos que dieron lugar a las entidades simblicas que en ella
aparecen, pudimos percibir ciertos ecos de estos cambios,
continuidades y reformulaciones a travs del anlisis del
panorama simblico-religioso que los relatos ofrecen.
En definitiva, la continuidad de una cosmovisin puede
estar implcita en su propia transformacin (Sahlins 1988),
e incluso ser promovida por los procesos de mestizaje cultural. De esta manera, para el contexto particular que nos
compete -el noroeste argentino durante el siglo XX- y ms
all de las variaciones indicadas, creo que la idea que mejor
integra las distintas relaciones contempladas es la de una
nueva32 y original cosmovisin. La de una nueva simbologa conformada a partir de una sntesis dialctica entre dos
sistemas religiosos, que una vez alcanzados por los efectos
del mestizaje cultural fueron perdiendo su sistematicidad al
tiempo que cargaban de significados y valores a la nueva
matriz simblica en gestacin. Hablar de sntesis dialctica
implica que los elementos provenientes de esos dos sistemas originales fueron sintetizndose en esa nueva matriz,
integrndose a travs de un proceso de permanente retroalimentacin. Es decir que desde el momento en que religin
catlica y religin nativa entraron en relacin durante los
primeros aos de la evangelizacin, comenz a gestarse -no
sin dificultades, confusiones y contradicciones- una nueva
formacin religiosa (quizs s en ese momento en trminos
sincrticos) a partir de elementos cristianos e indgenas.
Durante varios siglos, esa nueva cosmovisin cristianoindgena fue reformulndose, readaptndose y complejizndose hasta llegar a nuestros das; ms exactamente, en relacin con nuestras fuentes, hasta el momento en que sus smbolos comenzaron a materializarse en los relatos recopilados durante el siglo XX. Indudablemente, lejos de constituir
un sistema cerrado y esttico, esta cosmovisin es absolutamente abierta y dinmica en cuanto a sus contenidos simblicos y a las relaciones entre ellos. Como cualquier
matriz cultural, es un campo semntico en permanente tensin, donde el significado de los smbolos y prcticas es
usualmente disputado desde distintos lugares y sectores de
la sociedad; por eso, resulta importante atender al entramado de fuerzas y negociaciones sobre las que se sostiene una
sntesis religiosa (Lupo 1996). En este sentido, las resignificaciones y resimbolizaciones que dan vida a una cosmovisin pueden ser pensadas tambin como parte de procesos
y estrategias de adaptacin y de resistencia a la dominacin
cultural.
PALABRAS FINALES
En el ao 1991, una serie de autores vinculados a los
estudios sobre religiosidad popular afirmaban que en la
Argentina "...se han realizado recolecciones de cuentos
populares sin que llegaran a estimular el necesario correlato del anlisis antropolgico que permitiera identificar tales
tradiciones como fuentes o testimonios de creencias religiosas especficas" (Chapp op cit. 1991). Diecisiete aos despus, esperamos que nuestra investigacin represente un
avance en el tratamiento y anlisis de este tipo de fuentes.
En cuanto a nuestro planteo de una nueva cosmovisin
religiosa que sintetiza dialcticamente lo que en un principio fueron dos sistemas simblicos en pugna, creemos que
permite dejar de ver la relacin entre cristianismo y religiosidad local como interaccin, como si se tratara de dos conjuntos simblicos cerrados e independientes que se relacionan entre s. Hablar de asociacin, combinacin, mezcla,
Si consideramos la construccin colonial de muchos cultos cristianos-andinos, es claro que estas continuidades han sido muchas veces
impulsadas por los propios religiosos hispano-criollos (Ver, por ejemplo, el caso de la Virgen de Copacabana: Ramos Gaviln, Alonso.
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Press; Lpez Mndez, Pablo. 1998. La Aurora en Copacabana. Tesis
de Licenciatura en Ciencias Antropolgicas. Buenos Aires, UBA,
FFyL, MS). Asimismo, es importante tener en cuenta, al menos para
los primeros tiempos de la evangelizacin, la propia flexibilidad religiosa indgena (Gonzlez 2004). En trminos generales, la imagen que
los primeros cronistas del Per nos muestran sobre los cultos religiosos en el rea andina precolombina y colonial (Jos de Acosta, Pablo
Jos de Arriaga, Francisco de vila, Pedro Cieza de Len, Bernab
Cobo, Cristbal de Molina, Huamn Poma de Ayala, Garcilaso de la
Vega, -entre otros- en Gonzlez op cit.), da cuenta de esta flexibilidad
que permiti la continuidad de cultos locales y la convivencia religiosa entre "conquistadores" y "conquistados", tanto durante la expansin
incaica como con la llegada del cristianismo (Ibid.).
31
Esta idea de una nueva religiosidad, de un "nuevo equilibrio de valores religiosos", la hemos tomado de Ciro Lafn (1967: 284 y ss.),
quien planteaba para el caso particular de la poblacin de Tilcara
(Jujuy) la formacin de una religin nueva, con caracteres propios, a
partir de una puja entre religin europea y religin autctona.
32
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AGRADECIMIENTOS
A Carlos Zanolli, mi director de tesis, quien me gui en
el desarrollo de este trabajo.
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KIRINGUE ATA.
NIOS RGIDOS
Noelia Enriz*
RESUMEN
El presente trabajo aborda la situacin particular de un ncleo de la comunidad mby guaran donde se han presentado dos
casos de nios con dificultades severas en su desarrollo. A partir de los relatos y prcticas que se proponen abordaremos
las concepciones de infancia, juego, habilidad, comunicacin y salud que se expresan en estas situaciones.
PALABRAS CLAVE: nios- mby guaran- comunicacin- juego
ABSTRACT
This paper undertakes the particular situation of a village of the mby guaran community in which two cases of kids with
severe troubles in their growth appeared. Based on the stories and practices from people, we take on the concepts of childhood game, ability, communication and health that are expressed by the informants in these situations.
KEY WORDS: children - mby guaran- communication- play
INTRODUCCIN
2
Al hablar de procesos de deportizacin nos referimos a aquellas estrategias que convirtieron a diversas prcticas ldicas en fenmenos con
alto nivel de competencia, entrenamiento y ritualizacin.
3
Denominamos ncleo a los distintos asentamientos de poblacin
mby repartidos a lo largo de la provincia. Se corresponden con lo que
los indgenas denominan teko, como el sitio donde puede desarrollarse el propio modo de ser tekoa. (Noeli: 1993)
4
Tema de indagacin ms general, donde este trabajo se inserta.
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tculo abordar la cotidianeidad de los nios que no logran
estos niveles de expresin, los "nios duros"-kiringue ata-.
Para abordar esta particularidad, tomaremos por eje las
dinmicas, las expresiones, las tareas y los diversos conocimientos que circulan en torno de los nios que logran
expresarse ms escasamente.
En los ltimos aos, uno de los ncleos donde desarroll mi trabajo de campo se encuentra frente al desafo de
albergar a dos nios con lesiones cerebrales severas.
Lesiones que han sido generadas por diversas patologas
provocando daos que no les permiten el desarrollo intelectual. Se vuelve, entonces, imposible conocer sus reflexiones, dado que no logran expresarse oralmente -ni a travs de
otros medios-. Tampoco logran seguir la mirada, ni sentarse. Por tanto, el conocimiento que podemos obtener es el de
otros sujetos, que los circundan y reflexionan sobre ellos.
Nos valdremos, entonces de relatos, reflexiones y dems
manifestaciones de quienes acompaan su desarrollo5.
Metodolgicamente esto presenta particularidades. No
hay modo de registrar las perspectivas del propio sujeto,
centrales en las indagaciones de la antropologa (Krotz
1993) y con las que se ha nutrido mi trabajo de campo en
relacin al resto de la poblacin del ncleo. En tal sentido,
la indagacin encuentra grandes lmites a la hora de enfrentarse a sujetos que dependen indispensablemente de otros
para establecer vinculaciones con el mundo. Nios que permanecen donde son colocados, toman lo que les dan y producen muy pocos mensajes (por ejemplo: en ocasiones el
llanto).
Dado que nos ocuparemos de nios con dificultades en
su desarrollo, es importante destacar el modo en que la
infancia es considerada. Como lo abordramos anteriormente (Enriz y Garcia Palacios 2008) existe una serie de
definiciones lingsticas con que los mby instituyen sus
concepciones sobre la infancia. Entre los 0 y los 14 aos,
existen cuatro categoras diversas de sujetos, atravesadas en
algunas edades por categoras de gnero. Consideramos con
Wittgenstein (1988) que la vida social supone el uso de
determinados modos del lenguaje que expresan formas de
vida, lo lingstico, lo extralingstico y lo social puede
pensarse, entonces, como un espacio discursivo.
Los abordajes ms tradicionales de la antropologa
para el rea, han restado valor a la infancia por considerar a los nios como sujetos en proceso de ser adultos, y
en tal medida como inacabados. Como sealbamos en
un trabajo reciente, en nuestra perspectiva considerar a la
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Respecto de los gemelos, los mby guaran han mantenido como
prctica el abandono de ambos. Hay ncleos, actualmente que utilizan
como estrategia enviarlos a casa de los abuelos, ya sea juntos o separados, fundamentalmente aquellos vinculados a la iglesia catlica.
En tanto, la creacin de las personas para los mby est asociada a cantidad de semen que los hombres aportan durante la gestacin, la aparicin de dos nios estara asociada a la presencia de dos hombres
durante la gestacin.
Desde la perspectiva religiosa, los gemelos eran el futuro Sol y la futura Luna. En efecto los dos hermanos son engendrados en el vientre de
Nuestra Madre por dos padres diferentes. A ello hay que agregar que
los guaran reconocen una filiacin patrilineal, con lo cual, la filiacin
materna no es suficiente para acordar la condicin de gemelos. El
mayor, el futuro Sol, ser hijo de amand y la futura Luna de ande
Ru Mba'eku, Al enterarse amand por boca de su esposa del "adulterio", toma sus collares, su maraca, coloca la corona de plumas sobre
la cabeza y se marcha a su morada eterna. Luego se cuentan las mltiples peripecias de ambos hermanos -primero en el vientre de la madrepara alcanzar la tierra sin mal, la morada del Padre.
Si bien el relato religioso sobre la llegada de los gemelos expresa la
monogamia como regla, podramos considerar alguna razn econmica interviniendo.
8
Hay poblacin mby guaran que reside actualmente en los pases de
Brasil, Paraguay y Uruguay. Los dos primeros concentran gran cantidad
de poblacin. Las cifras en Argentina son dudosas, mientras el
Institucional Nacional de Estadisticas y Censo (INDEC) cuenta 4083 en
la encuesta complementaria de 2006, el organismo provincial encargado del tema afirma que hay 6000 habitantes en la provincia. Las cifras
de INDEC deben ser relativizadas en tanto no contemplan ncleos que
no tengan personera jurdica. Por su parte Asuntos Guaranes flucta
mucho en las cifras y sus datos no pueden ser contrastados, por tanto nos
inclinamos por una cifra intermedia como estimativa.
9
Para ampliar respecto de esta experiencia: Enriz, 2006. Una aproximacin a los procesos de modernizacin de los Mbya guaran de
Misiones. Ponencia presentada en la mesa Relaciones Intertnicas.
VIII Congreso Argentino de Antropologa Social, Salta.
Nos referimos al bilingismo cuando los nios utilizan mby y castellano. La tercera lengua que puede estar en juego es el guaran paraguayo o jopara. Este suele indicar interacciones, las ms de las veces
vehiculizadas por la iglesia catlica.
11
Esta definicin se nutre de la brindada por Rubn Dri "El ser humano es esencialmente praxis, totalidad de prctica y conciencia ()
Como practica que es, transforma continuamente la realidad natural,
crea productos como bienes de consumo, obras de arte, etc. en los que
se ve a s mismo, en los que expande su ser. Su ser e su hacer, su
obrar, su crear. La naturaleza va deviniendo mundo, mundo humano"
(Dri: 1998: 195)
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en los usos tanto cotidianos como institucionales, difiere de
la concepcin de infancia en uso entre los mby guaran.
Para estos, la infancia se encuentra limitada por el ingreso
a la edad adulta, lo que sucede en el caso de las nias con
la llegada de la menarca y en el caso de los varones con el
engrosamiento de la voz12.
Luego, existe una serie de categoras internas, dentro de
los no adultos, no viejos, no bebs, que configuran un complejo sistema que se expresa en las prcticas concretas de los
sujetos. Es decir, tanto en el marco de los juegos, actividades
dentro de la ceremonia religiosa, tareas comunes y otras
experiencias, los sujetos tienen atribuciones y consideraciones especiales en relacin a su categora de gnero y etaria13.
Un elemento que se destaca entre los nios a la hora de
conocerse, es preguntarle por su nombre mby (rery). La
poblacin mby actual utiliza nombres castellanos o portugueses para sus denominaciones fiscalizadas por organismos
que usualmente no se utilizan en la vinculacin con el propio
grupo (documentos, partidas de nacimiento, etc.). Gorosito
(2003) sostiene que los nombres castellanos son elementos
de la dominacin sobre esta poblacin. A esta se agregan
otras denominaciones como el nombre mby y el marcante.
Este cambia con el correr del tiempo y es una asociacin de
algn aspecto del sujeto con algunos de la naturaleza, no es
necesario ser mby para tener marcante14. Estas dos caractersticas, no ser exclusivamente mby y la posibilidad de cambiar, se aplican al marcante y al nombre en castellano o portugus (Quadrelli 1998). El nombre mby (rery) se conoce en
el marco de una ceremonia comunitaria, donde el opygua, a
travs de su comunicacin con las divinidades, reconoce la
denominacin del nio en relacin a los seres celestiales15.
No obstante, no conocer el propio rery no es una limitacin
al desarrollo, dado que hay ncleos actualmente donde no
hay opy y por tanto los nios no conocen su nombre mby y
siguen autodefinindose como tales.
Por otro lado, podramos pensar que es mby quien
desarrolla su infancia dentro de un ncleo de la comuni-
16
En relacin a la experiencia, Elsie Rockwell (1996) destaca el valor
de el conjunto de prcticas cotidianas que expresan conocimientos,
valores formas de vivir y sobrevivir.
17
En todos los casos se trata de registros personales de la autora.
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detalle" (Foucault: 1987143) que es la disciplina en sus
diversos niveles.
Esta anatoma poltica del detalle, fue percibida de
modos diversos a travs del tiempo. Cuando este nio tena
un ao y no lograba sentarse, no se lo perciba como una
dificultad mayor. El nivel de espera y tolerancia con el nio
fue alcanzando niveles cada vez mayores. De hecho, la
movilidad que se espera es la de poder incluirse en el
ncleo de pares. Hay nios con dificultades motrices dentro
del ncleo, pero que logran acompaar al grupo de pares,
insertarse en actividades de otros nios y de este modo la
diferencia es incluida dentro del espacio. Lo mismo sucede
con adultos que presentan diversas dificultades, pero que
logran incluirse en tareas junto con otros.
En este marco, la perspectiva diferencial de los nios
se fue haciendo manifiesta producto de la visibilizacin
social de la diferencia. Los nios en el marco de la ceremonia religiosa realizan diversas actividades, una de las
ms centrales son las danzas y los cantos pero adems de
esta tarea los nios suelen cuidar el humo, fumando y
manteniendo encendidas las pipas de los dems, cebar el
mate, etc. La infancia, entonces, no es un cmulo de
caractersticas o de estados a conquistar sino un proceso
complejo que adviene en cada sujeto de modo particular
pero en relacin a ciertos marcos de desarrollo. Por fuera
de sta consideracin quedan aquellos relacionados con
patologas como las indicadas. La participacin de los
nios en la ceremonia religiosa es importante en la medida que el conocimiento es dado por Dios, Schaden recoge
la siguiente frase de pobladores mby de Sao Paulo: "nosotros no necesitamos dinero, ni escuelas porque el saber
viene de Dios" (Schaden: 1998: 83). En estas experiencias
se manifiestan importantes diferencian dado que tanto Teo
como Hila'i son centros de inters de este espacio, donde
se practican curaciones:
Estaban todos presentes en la comunidad. ramos
unas treinta persona, de los cuales diez eran adultos,
todos los dems nios de distintas edades. Respecto del
humo, ya desde la tarde Ka (nio aprox. 10 aos) estaba con un cigarro y a la noche casi todos los nenes tenan su pipa de cermica con pico de Tacuara (entre ellos
Ku'i, la hermana menor de Teo, que tiene 2 aos). En
lugar de tabaco los nios fuman yerba mate. Al finalizar la ceremonia, donde todos fumaron, Artemio agradeci a los nios por haber logrado lindo humo (tatach?
pon).
El humo es usado para curar, Artemio sopl sobre An y
Yv. Pe cur de igual modo a Teo. Le sopl con mucha
fuerza sobre todo el cuerpo y pidi por l. Despus de
que soplara los chicos se acercaron a Teo a repetir la
operacin. Mientras Pe rezaba ellos soplaban de su
pipa cerca del cuerpo acostado de Teo. (14.11.06 T Y)
LAS CURACIONES
Tal como lo expresbamos en el apartado anterior, la
pregunta respecto de qu tipo de sujeto es ste, qu nio o
bien qu clase de nio, contina siendo pertinente. No son
solo las categoras lingsticas las que expresan deficitaria-
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pos del nio. Para el caso que mencionamos con anterioridad, respecto del nio que tena dificultades en la movilidad
de uno de sus brazos, la explicacin estaba vinculada a la
falta de atencin de sus padres en cierta noche. Del mismo
modo, algunas enfermedades de los nios se vinculan con
los buenos o malos tratos entre sus padres durante el embarazo. Tales son las preguntas con forma de cuestionamiento
que se le realizan a los padres de diversa manera en el
momento en que se percibe socialmente la diferencia. Por
tanto, el cuidado de los nios y la forma en que sus padres
deben tratarlos, estableciendo pautas comunitarias de cuidado de los nios. Aqu la historia que se plasma en el cuerpo del nio pone en tensin a sus padres, que son interpelados, porque "La historia de nuestro cuerpo es la historia de
nuestra educacin" (Manoni: 1985: 195).
Estas aproximaciones sobre la diferencia expresan
aspectos que pueden ser comprendidos a travs de los abordajes de la fenomenologa, en tanto no se centran en una
explicacin racionalista respecto del dficit, sino en la consideracin de aspectos socialmente valorados, es decir
"introduce la cuestin del otro y de cmo el sentido del
mundo se construye intersubjetivamente." (Citro: 2006: 58)
En cierto modo, estos nios no logran comunicarse
con los hombres ni con los dioses, y esto plantea un aspecto disfuncional social para la sociedad de acogida. Es el
hecho social, en trminos de Durkheim, el que convierte a
las diferencias de estos sujetos en una diferencia unificada. En esta misma lnea de anlisis Ramos (2001) propone "El concepto es inorganicidad sociocultural cuya definicin apunta a la presencia de una diferencia bio-orgnica socio-histricamente indicada, normada y valorada." (Ramos: 2001: 68) como una categora para atender a
estas diferencias. Postula, de este modo, que se tratan de
diferencias socialmente determinadas y reconocidas.
Diferencias que son normadas, valoradas y reconocidas
en ciertos contextos, en circunstancias particulares y con
denominadores que producen rupturas en sus mbitos particulares. Para acercase a estas particularidades es necesario considerar qu nivel de dificultad le plantean al grupo
en que se inscriben.
A diferencia de otros contextos donde "La pedagoga y
la medicina tienen el deber de preparar al cuerpo desde la
infancia para el futuro al que le destina la vida social"
(Manoni: 1985: 194), en este marco es el propio ncleo
familiar y la comunidad como un todo la que establece
estos parmetros. Esta razn vuelve ms palpable el proceso a travs del cual la diferencia es socialmente construida
como tal.
Este sujeto, frente a la pasividad que lo define, no
parece ser gestor de su presente, sino estar en manos de
los otros. Son estos otros los que definen la idea hecha
cuerpo de lo posible. Ser nio, nia, posee ciertas limitaciones, entre estas la flexibilidad puede ser mayor o
menor. Pero, las condiciones de desarrollo estn frente a
los sujetos, son establecidas como tales. Del mismo modo,
la sensibilidad de los cuerpos es una condicin fijada. Los
cuerpos deben seguir ciertos caminos.
Margaret Lock y Nancy Scheper-Huges plantean en
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bajo de campo se inserte en la coyuntura en que excepcionalmente a travs curaciones este grupo intente que sujetos de estas caractersticas se desarrollen, dejando de lado
la idea de muerte.
Si bien el cuerpo socialmente producido ha sido el eje
de nuestro anlisis, tambin lo es el cuerpo poltico, el cuerpo que no puede ser regulado, que presenta una exigencia y
una dificultad a ser transformada a travs de sanaciones. El
cuerpo incorrecto, y que por lo tanto debe ser producto de
lo espurio. La dimensin poltica del cuerpo es aquella que
lo interpela en trminos de sujeto poltico, frente a acciones
que deben realizarse, por s y por los otros. Acciones que
los otros demandan u exigen en un mismo acto. En estos
trminos, los abordajes del cuerpo se han trasformado a lo
largo del tiempo. Tal como suceda con las restringidas
menciones a la infancia, el cuerpo es narrado donde es utilizado en ceremonias, pero no en la cotidianeidad. Por su
parte, no hay narraciones sobre la diferencia, lo que podemos atribuirle a la perspectiva del investigador, o a la posibilidad de que hubiera casos presentes (me inclino por esta
ltima).
Esta perspectiva es, adems, la que mayor margen permite a un abordaje como el nuestro, donde las fuentes de
reflexin han sido miradas de terceros. Es una condicin
necesaria para las ciencias sociales, tal como las entendemos, un abordaje mltiple, con multiplicidad de voces.
Por lo tanto, carecer de la voz de los sujetos protagonistas
de esta indagacin ha sido una gran dificultad a la hora de
enfrentarnos con esta situacin. Frente a esto, solo dos
caminos eran posibles, dejar de lado el tema y trabajar con
quienes s pueden expresarse, o bien, continuar la indagacin a partir de las perspectivas de aquellos que establecen
cotidianamente los lineamientos de trabajo. Entonces, la
indagacin deja de ser sobre unos sujetos, su dificultad y
sus alternativas, y pasa a referirse a las formas en que
socialmente una comunidad que funciona cohesionadamente, se aproxima, define y acompaa un proceso donde
estn en juego grandes diferencias. Considerando, a su vez
que, como destacbamos en el comienzo no se trata solo
de nios con dificultades fsicas, sino tambin mentales.
No obstante, las reflexiones sobre este tema, solo pudieron darse cuando el grupo concibi como tal el problema y
entonces, pasaron ms de cuatro aos, de idas y venidas de
trabajo de campo, donde cuestiones de tica pusieron en
gran tensin mi desempeo. Este no es el tema central de
este trabajo, pero es necesario para m mencionar que esta
experiencia ha cambiado por completo mi acercamiento a
este ncleo.
En otros ncleos, con realidades muy diversas, los abordajes sobre la diferencia siguen presentando enormes interrogantes:
Mientras yo entraba sala una familia. Entre los nios
iba una nena muy bajita y con las piernas arqueadas,
esa es Yoli (pude confirmarlo luego). Yoli vive en
Buenos Aires, en una casa con unas hermanas religiosas y viene a la aldea de vacaciones. Esta distancia
mantiene mucha tensin, as que solo saludo en ese
momento (01.08.07.P).
CONCLUSIONES
ste ncleo de la poblacin mby se enfrenta a una
instancia particular, la de proponerse la sanacin de sujetos que no estn preparados para dar respuesta a estos
cambios. Esto sucede por un lado, porque las lesiones se
presentan en ms de un sujeto (como veremos ms adelante, adems de Teo, otro nio sufre daos similares) y
por otro lado, porque estas experiencias en otros contextos
no eran perpetuadas. Es decir, estas comunidades no se
enfrentan por primera vez a esta situacin, pero dan una
respuesta distinta en esta ocasin. Posiblemente este tra-
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La nia haba comenzado a presentar dificultades y la
familia acompaaba el seguimiento mdico, unas hermanas
religiosas que los acompaaban en el tratamiento mdico le
ofrecieron a la familia llevarla con ellas, para que el tratamiento fuera ms intenso. La llevaron a 1200 kilmetros de
su casa, el proceso fsico de la nia no se revirti, sino que
sigui su desarrollo, tal como vena. La mirada social sobre
la diferencia se manifiesta con rigidez, en muy diversos
mbitos.
"Cmo podra el cuerpo del hombre, ese microcosmos,
escapar a la ley de polaridad que rige todas las cosas?
La sociedad, el universo entero, tienen un lado sagrado, noble, precioso, y otro profano y comn, un lado
macho, fuerte y activo y otro, hembra, dbil, pasivo, en
otras palabras, un lado derecho y un lado izquierdo.
Habr de ser el organismo humano lo nico simtrico? Si lo pensamos bien, es imposible, pues la excepcin no sera solamente una inexplicable anomala,
sino que arruinara toda la economa del mundo espiritual, pues al estar el hombre en el centro de la creacin,
le corresponde manipular, las terribles fuerzas que
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INTRODUCCIN
En este artculo, intentar dar cuenta de las primeras
reflexiones en torno a mi investigacin doctoral en antropologa, en la que me propongo analizar, a travs de una
investigacin etnogrfica, las identificaciones religiosas de
los nios y su vinculacin con las prcticas sociales, tanto
familiares (y barriales) como escolares.
Esta investigacin se lleva a cabo en un barrio toba
(qom), asentado en los alrededores de la ciudad de Buenos
Aires, en el que habitan treinta y dos familias provenientes
originalmente de comunidades rurales y semiurbanas de las
provincias del Chaco y Formosa. Los nios, nias y jvenes
del barrio participan de diferentes actividades en las que se
relacionan de modos diversos con formas simblicas religiosas. Por un lado, en las prcticas sociales que se dan al
interior del barrio, se vinculan con las concepciones del
Evangelio, movimiento religioso al que adscriben las
comunidades qom, que articula ciertos "elementos nativos
tradicionales" con otros provenientes del evangelismo pentecostal (Ceriani y Citro 2005). En este sentido, los nios y
nias participan de experiencias de formacin religiosa en
las que se relacionan tanto con adultos y otros nios de sus
propias familias, como con los adultos responsables de las
dos iglesias del Evangelio en el barrio.
Por otro lado, la escuela a la que la mayora de ellos asiste pertenece a la Iglesia Catlica. Aqu, el proceso de socializacin religioso se enmarca en complejos procesos de relaciones interculturales, en los que los nios del barrio representan un porcentaje relativamente bajo de la matrcula
general. El proceso de evangelizacin catlico se entrecruza
con concepciones diversas acerca de la "identidad toba" y de
las identificaciones religiosas de los nios y sus familias.
El propsito de mi investigacin es, entonces, analizar
este complejo entramado de relaciones en las que los nios
se involucran activamente, desempeando diversos papeles
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das a partir del anlisis de los primeros registros de campo,
lo que me har reconstruir en parte la gua inicial de campo.
A su vez, a lo largo de todo el artculo, ir introduciendo distintas descripciones para dar cuenta de este entramado de relaciones del que participan los nios del barrio. Es
decir que no se presentarn las descripciones separadamente, sino que se irn desprendiendo de la reflexin sobre la
metodologa. La eleccin de este modo de presentacin
implica que no existe una manera de llegar a saber cmo
son las relaciones que establecen los nios, si no es a travs
de lo que de ellas den cuenta mis categoras de anlisis en
primer lugar. As, al presentarlas a colacin de mis reflexiones metodolgicas, se podr apreciar hasta qu punto
nuestras categoras condicionan los modos de ver el mundo.
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LA ESCUELA CATLICA
Aproximadamente dos tercios de los chicos escolarizados del barrio asisten a un colegio catlico que pertenece al
mismo obispado que don las tierras sobre las que se asienta el barrio. Considerando la matrcula total, ellos representan un bajo porcentaje, ya que la mayora de los alumnos
proviene de otros barrios cercanos, tambin con pocos
recursos econmicos.
El edificio de la escuela se encuentra frente al barrio y
muchas de sus actividades pueden verse desde la primera
hilera de casas. Es una institucin privada por lo que las
familias deben pagar matrcula y cuotas mensuales, muchas
veces financiadas por una fundacin. La mayor cantidad de
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realizar distintas actividades, como encuentros con los
nios del barrio, bautismos, celebraciones, etc.
Recientemente, un grupo pequeo de personas ha comenzado a reunirse con el fin de institucionalizar en el barrio a
la Iglesia Unida, pero an no poseen un edificio propio, por
lo que celebran ocasionalmente el culto en el comedor
comunitario. A continuacin, transcribo uno de mis primeros encuentros con los pastores:
Estando en el barrio, decid pasar por la iglesia, ya
que haba quedado con los pastores que iba a ir un da
de la semana a conversar con ellos. El pastor anterior
del barrio perteneca a la Iglesia Unida, pero se termin yendo por ciertas diferencias y fund la de
Jesucristo Pentecosts hace 18 aos. Hace poco tiempo, l falleci, dejando la Iglesia a cargo de su mujer y
uno de sus hijos, ambos pastores. Yo me haba presentado a ellos unos das antes.
Cuando llegu a la iglesia, que se encuentra en el mismo
predio que su casa, me pidieron que pase y que me siente en el patio, en donde estaban ellos con otras personas.
Los dems entraron a la casa y yo me qued con la pastora y el pastor. Cuando les cont que me interesaba
saber cmo eran las actividades en la iglesia, quines
asistan, etc., comenzaron por contarme que viajan
mucho a otros lugares, al igual que el anterior pastor, ya
que hoy en da hay alrededor de 75 iglesias de Jesucristo
Pentecosts. Luego, me dijeron que no solo asisten al
culto personas del barrio, sino que tambin concurren
desde los barrios vecinos, lo cual no es del todo bien
visto por las personas del barrio. Hoy en da, segn ellos,
concurren ms chicos que adultos a la Iglesia.
En un momento, comenzaron a enumerar ciertas diferencias entre "la religin de ustedes" y "la nuestra",
categoras que mencionaron reiteradamente. Algunas
de ellas seran la adoracin de Jesucristo vivo y no a
travs de imgenes; la no adoracin de la Virgen
Mara; la no intermediacin de ningn santo en la
comunicacin con Jess. Durante toda la conversacin
iban intercalando determinados pasajes bblicos
(Diario de campo 21-06-07)
Habiendo conceptualizado previamente a "los catlicos" y a "los evangelio" como grupos con diferencias excluyentes, lo cual terminara no siendo ms que un prejuicio,
yo esperaba ver slo contraposiciones entre creyentes de
uno y otro lado. Aun as, mientras conversbamos, vea claramente que la dicotoma utilizada entre "la religin de
ustedes" y "la nuestra" era simplificadora en exceso, pues,
aun cuando entenda a qu se estaba refiriendo, yo no me
consideraba parte de esa religin con la que se me identificaba. Sin embargo, lo que no perciba era que yo misma
haca exactamente lo mismo con las personas del barrio. Me
encontraba atrapada en una "diferenciacin excluyente",
como intentar mostrar en el siguiente apartado.
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En el marco de la construccin de historias de vida, llevamos a cabo una serie de entrevistas con Daniel, uno de
los chicos que concurra al taller de los ms grandes. l
asiste diariamente a la escuela catlica. La serie de entrevistas comenzaba preguntndole por dnde empezara a
contarle a alguien su vida. Luego de conversar acerca de los
lugares en donde haba vivido antes de venir al barrio, de
cmo se compone su familia, de la msica que escucha,
comenzamos a hablar sobre la escuela: los docentes, los
compaeros, qu materias tena:
Carolina: Che, y todas estas materias son todas obligatorias?
Daniel: Si (...)
Mariana: Tens que aprobar todas, digamos?
D: Ah, s, todas tens que aprobar
M: Te pods llevar catequesis? [ya se haba mencionado la materia]
C: Pods repetir de ao?
D: Hay una chica que est ah con nosotros que repiti
por catequesis
C: Mir
D: El ao pasado no era obligatorio, ahora s.
M: Y ahora esto qu de qu religin es esta catequesis?
D: Coso cmo se llama... de catequesis no s nada
() No, cmo se llama catlica.
(...)
M: Y vos te considers catlico o no? [La formulacin de mi pregunta responda mucho ms a una forzada "vigilancia epistemolgica", es decir al intento de
"no imponer mi marco categorial", ms que a esperar
realmente cualquier respuesta posible. Es decir, yo ya
"saba" lo que l iba a contestarme: segn mi categorizacin l perteneca al "grupo evangelio", opuesto al
"grupo catlico", por lo que su respuesta iba a ser
rotundamente negativa.]
D: S, creo que s, s. [Automticamente consider que
haba habido un malentendido, pero ante mi silencio
seguimos conversando] (...)
C: Tus paps alguna vez te hablaron algo de religin
o algo as?
D: En Chaco s, los de all s, son todos evanglicos
son
M: Hay alguna diferencia o es lo mismo?
D: Qu yo pienso que s, para m s, yo creo en dios
y todo eso, porque a m me explicaron todas esas
cosas y de chico ya tuve catequesis yo y despus le
pregunt a mi pap y l tambin me dijo que era catlico
C: Y el evangelio y el catlico son lo mismo o es diferente?
D: Son lo mismo (...) No no puedo tomar la hostia, los
que tomaron la comunin noms, viste yo me quedo
con un par de pibes ah (...)
M: Y qu penss de eso, de que se tengan que quedar
ah sentados?
D: No s, yo para m est mal, porque para m tienen
que ir igual porque ellos toman los que ya tomaron la
comunin y le dan eso entonces se quedan ah, como
sentados y te sents re mal igual, no s cmo son, yo
los respeto [Esto al momento era por fin algo "tran87
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quilizador": coincida plenamente con lo que yo misma
haba establecido en mis reflexiones sobre este ritual]
(...) Mi pap me ense
C: Qu te decan?
D: Porque que era el dios de los tobas era (...) El sol,
el agua y la tierra () porque son los elementos que te
permiten vivir, as y pero despus yo escuch que esos
elementos ya los haba creado dios y me qued pensando al final... bueno, no... cada uno tiene su religin
pero no s yo no es que estoy diciendo que la ma es
nica, as
M: Y cul sera "la tuya"?
D: La cultura toba
M: Y antes que decas que te considerabas catlico?
D: Eso porque por la escuela y cuando yo lo fui
como que lo iba asumiendo, no s todo eso, cmo se
dice el evangelio ()
M: Vos pods creer en las dos cosas a la vez o no...?
Qu penss?
D: Yo creo as tambin creo en dios pero no pero en
la cultura toba yo tambin la creo
Afortunadamente, ya no puedo tranquilizarme porque
durante dos minutos de una entrevista de dos horas, mi universo categorial lograba dar cuenta de las apreciaciones de
Daniel. No se trata de que mis categorizaciones deberan
haber reflejado exactamente las establecidas por l, pues en
la etnografa, la interrelacin entre categoras sociales y
categoras analticas no implica asumir todas las primeras
en un intento de ver el mundo como lo ven los sujetos, pero
ciertamente tampoco implica ignorarlas por considerarlas
carentes de significacin (Rockwell 1989). La situacin
narrada en la casa de Estrella y Roberto nos muestra cmo
tampoco podramos esconder el problema sosteniendo,
como lo ha hecho la antropologa por largo tiempo, que ste
radica en que Daniel es un nio y por lo tanto no se puede
confiar en sus apreciaciones2. El problema no era Daniel,
ni Estrella y Roberto, ni la escuela y la iglesia del
Evangelio. Evidentemente, el problema era mi marco categorial; algo estaba quedando fuera de mi anlisis: si mis
categoras lograban explicar ciertas cuestiones, no daban
cuenta de otras que tambin resultan fundamentales para
una comprensin ms acabada.
Al respecto, una cuestin fundamental es que habiendo
visto la diversidad al interior de la "comunidad catlica", no
poda ver hasta qu punto, en las relaciones entre los grupos, los lmites pueden ser porosos y ambiguos. Como lo
establecen Brubaker y Cooper,
"El lenguaje tanto poltico como cotidiano es con segu-
ridad rigurosamente categorial, dividiendo a la poblacin en categoras (...) mutuamente excluyentes, e impidiendo formas mixtas o ambiguas. Pero este cdigo
categorial, importante en tanto elemento constituyente
de las relaciones sociales, no debe tomarse como una
descripcin fiel de ellas" (2001: 57, resaltado en el original).
Es decir que an cuando las personas muchas veces
pueden retomar, en la caracterizacin y comprensin de s
mismas, las categorizaciones instituidas oficialmente
(como "catlico" o "evangelio"), estas categorizaciones
excluyentes no explican de por s las relaciones que de
hecho pueden darse entre los grupos humanos.
Por supuesto, esto no significa que no existan mecanismos institucionalizados de exclusin. En este sentido, sigo
considerando que el ritual de la comunin ofrecido en cada
misa, actualiza permanentemente las fronteras entre catlicos y no catlicos3. Sin embargo, las lecturas que de ese
proceso hacen las personas no son homogneas y distan de
reproducir las distinciones instauradas por las instituciones.
Incluso, una misma persona, puede interpretarlas de diferentes maneras de acuerdo con distintas escalas de la prctica a las que se est refiriendo y, de este modo, "en la prctica, las cosas pueden ser blancas y negras a la vez" (Daz
de Rada 2007: 7). Tal es el caso de ambas situaciones analizadas en este apartado.
Entonces, no resulta sorprendente que para la escuela
catlica los chicos del barrio fueran primordialmente personas "no catlicas" si tenemos en cuenta que cada institucin
"recorta" a los sujetos a su medida. Sin embargo, "a diferencia de la reflexividad que ponen en prctica los agentes
de las burocracias (...), la reflexividad etnogrfica no
puede partir del supuesto de la dicotoma como nica
forma de comprender a los sujetos..." (Daz de Rada 2007:
3). Como puede verse en los registros, en la prctica la
cuestin no es simplemente "ser catlico" o "ser evangelio",
sino que en la vida cotidiana pueden convivir diversas prcticas y creencias que considerbamos como exclusivas de
los campos de accin de uno u otro lado. Pensar en grupos
dicotmicos no nos permite comprender las complejidades
de las prcticas e identificaciones que las personas ponen en
juego cotidianamente.
COMENTARIOS FINALES: CMO ABORDAR LAS IDENTIFICACIONES RELIGIOSAS DE LOS NIOS
He intentado mostrar a lo largo de este artculo que en
mis idas al campo llevaba conmigo no slo mi cuaderno de
notas, sino tambin ciertos prejuicios que no me permitan
dar cuenta de las relaciones sociales en su total complejidad.
Muchos de ellos derivan del pensamiento dicotmico, como
por ejemplo, el considerar a los grupos como unidades netamente diferenciadas y excluyentes, en oposicin categorial.
Tambin, la idea de que existe cierta isotopa en los ordenamientos sociales (si todas las personas del barrio son
"tobas", entonces todas son "evangelio" y, por ende, todas
3
Una de las categorizaciones oficiales ms contundentes en este sentido es la que instaura el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, del
Estado Nacional, que posee una seccin de "culto catlico" y solamente otra que regula a todos los dems cultos, llamados por oposicin,
"cultos no catlicos".
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juego en diversos contextos (escolares, barriales, familiares) resultan constitutivas de estas construcciones en el sentido de que inciden en ellas, ya sea posibilitndolas como
restringindolas.
Ahora bien, teniendo en cuenta el desarrollo de este trabajo, ser necesario tener una visin integrada y articulada
de los diversos contextos en juego. Interpretar el complejo
entramado de relaciones de la vida social como si fueran
simplemente "... 'factores' institucionales reduciendo los
diversos contextos a 'influencias independientes sobre la
experiencia de las personas'" sera mucho menos fructfero
(Daz de Rada 1995: 127). Por eso es necesario pensar qu
prcticas y apropiaciones se dan no solo en cada contexto,
sino tambin en la interaccin entre ellos.
En este sentido, a lo largo del escrito, he introducido
algunas descripciones para dar cuenta de este entramado de
relaciones del que participan los nios del barrio, las cuales
se iban desprendiendo de las reflexiones metodolgicas.
As, en distintas prcticas de los sujetos, se ponen en juego
identificaciones y categorizaciones que no reproducen automticamente las establecidas por las instituciones. Como
sostienen Brubaker y Cooper, las "denominaciones categricas de grupo -aunque profundamente institucionalizadasno pueden servir de indicadores de grupos 'reales' o 'identidades' fuertes" (2001: 56). De hecho, una pregunta que
contina abierta es de qu modos las categorizaciones y
nominaciones institucionales (como "catlico", "evangelio") intervienen sobre las autocomprensiones de las personas4. En mi caso, de qu modos los nios del barrio se apropian de las distintas apelaciones que estn en juego entre los
diferentes contextos (la escuela catlica, las iglesias del
Evangelio, las familias, etc.) a sentirse identificados con
determinados grupos y en qu escalas de la prctica se
ponen en accin estas identificaciones. En el espacio de
taller se han podido registrar algunos indicios de estas apropiaciones5. Sin embargo, ser necesario continuar la investigacin etnogrfica, prestando especial atencin a que
nuestro lenguaje analtico no interfiera en el estudio de la
complejidad de los vnculos cotidianos que intentamos
aprehender.
AGRADECIMIENTOS
Este artculo ha sido realizado en base al trabajo final
del seminario de doctorado dictado en Buenos Aires en
2006 por el profesor ngel Daz de Rada. Quisiera agradecerle tanto a l como a Gabriela Novaro, Ana Carolina
Hecht y Noelia Enriz su atenta lectura y comentarios.
4
Por supuesto que estas consideraciones tambin son vlidas para la
problematizacin de lo que se entiende por "toba", aunque no me he
dedicado a ello en este trabajo.
5
Slo por mencionar un ejemplo cabe resaltar la importancia otorgada
por las nietas de la pastora del barrio a la iglesia del evangelio en respuesta a la consigna "dibujen lo que les parece ms importante del
barrio". No obstante, esto no entra en contradiccin con la participacin
activa de las nias en las actividades propuestas por la escuela catlica (me refiero no slo a las clases, sino a los actos escolares, ferias,
misas, etc.). En este sentido tambin en el espacio del taller puede
verse que en distintas prcticas las personas ponen en juego diferentes
estrategias e identificaciones.
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MS.
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INTRODUCCIN
El objetivo de este trabajo es presentar los resultados del
anlisis efectuado sobre un conjunto de cuentas minerales y
sus contextos asociados que fueron recuperadas en el yacimiento arqueolgico "Alamito" (Nez Regueiro, 1998),
ubicado en el Campo del Pucar, Dto. Andalgal, Prov. de
Catamarca, Argentina.
Proponemos la hiptesis de que las cuentas minerales no
fueron producidas localmente sino que fueron adquiridas
mediante mecanismos de intercambio, como otros de los
tantos productos que circularon en el flujo interregional de
bienes en un contexto macroregional como es el Noroeste
Argentino y el Norte de Chile.
Muchos autores han abordado el tema del intercambio y
han hecho notar que este concepto posee un fuerte contenido poltico (Appadurai 1991, Lazzari 1999, Nez y
Dillehay 1995). En este contexto podemos decir que toda
transaccin esta mediada por la oferta y la demanda siendo
ambos regulados por la necesidad social. La demanda no es
algo inmanente a la esencia humana es la expresin econmica de la lgica poltica del consumo y por lo tanto, su fundamento debe buscarse en este lgica (Appadurai 1991:48).
Por lo tanto, la demanda es un impulso socialmente regulado y generado y no un artefacto de los caprichos o las nece-
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da y posee una pendiente suave hacia el Norte, se halla bordeada a ambos lados por terrazas o "mesadas" bien desarrolladas de NO a NE, cortadas por ros limitados por barrancas verticales. (Gonzlez Bonorino, 1950). El yacimiento
arqueolgico se dispone sobre estas terrazas de ondulacin
variable lo cual le permite, en muchas oportunidades, obtener panormicas visuales excelentes de todo el valle.
La mayor parte de los sitios formativos de esa zona
(aproximadamente 50), corresponden a sitios caracterizados
por estar organizados siguiendo un patrn que ha sido dado
a conocer en la literatura como "patrn Alamito" (Nez
Regueiro 1971). El mismo se halla integrado por grandes
recintos alargados con un largo pasillo (recintos tipo B),
recintos de tendencia rectangular (recintos tipo A), reas de
cobertizos (recintos tipo C), dos plataformas rectangulares
de paredes de piedra, rellenas de tierra, y un gran montculo
(montculo mayor), dispuestos en torno a un patio central de
forma circular (Nez Regueiro 1998).
Adems, se han localizado otros tipos de sitios en la
misma zona, entre los que sobresalen grandes recintos de
paredes de piedra con una, o raramente dos, pequeas
estructuras anexas. Este tipo de recintos se ubican fuera del
"anillo" de los sitios "patrn Alamito", pero muy cercanos a
ellos, en general a una distancia que no supera los 300
metros. Funcionalmente se considera que se trata de unidades habitacionales, que fueron contemporneas a la ocupacin del asentamiento y que desempeaban funciones similares a la de algunos de los recintos ubicados dentro del
"anillo", es decir resguardo, procesamiento y consumo de
alimentos y descanso (Gianfrancisco 2002, 2005;
Gianfrancisco y Nez Regueiro, 2009).
Las cuentas analizadas en este trabajo provienen de los
sitios "patrn Alamito" S (1) y H (1). En el sitio H (0) se
recuperaron 44 cuentas. En el primero se recuperaron 30
cuentas (68,2 %) en el montculo mayor, 10 (22,7%) asociadas a un entierro doble del recinto 5 (recinto tipo "A"), 3
en el piso del recinto 2 (recinto tipo "A") y 1 en el exterior
de dicho recinto. En el sitio S (1) se encontraron 21 (100 %),
todas en el montculo mayor.
Un pequeo grupo de cuentas se recuperaron en uno de
los recintos con estructuras anexas correspondiente a la
estructura 13 (1). La muestra total de cuentas analizadas es
de 67 tems.
En relacin a la distribucin espacial del conjunto total
de materiales (81 cuentas) aqu analizados es posible observar que ms del 64% est concentrado en los montculos
mayores, el 25% asociadas a entierros y el 9,8% restante
vinculadas a espacios de uso domstico. Esto nos demuestra
que por su asociacin mayoritaria a los montculos mayores, considerados como depositarios de ofrendas, y a los
entierros, estimamos que las cuentas tenan un alto valor
ceremonial y suntuario, ya que parecen haber sido utilizadas
tanto para funciones clticas como de adorno personal.
En general, las cuentas analizadas poseen forma circular (90,8%). Sin embargo hemos registrado una forma hexagonal, una hexagonal con los ngulos redondeados, una prismtica rectangular, una rectangular con tendencia rectangular, una trapezoidal y una ovalada.
El tamao en general vara entre 3,0 a 7,9 mm. de dimetro, pero en un nico caso se registro un dimetro de 12,8
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Sin embargo son necesarios microperforadores para perforar las cuentas; estudios realizados en Estados Unidos han demostrado la utilizacin de espinas de cactceas y arena con esa finalidad, obtenindose
excelentes resultados (Cooles, 1973).
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sulfato), ambos son minerales que pueden tener caractersticas fsicas similares como por ejemplo el color verde azulado, y la nula reaccin al cido clorhdrico (la turquesa es
soluble en cido una vez calcinada), pero en realidad la dureza y el brillo de ambas son muy diferentes, y qumicamente
no poseen ninguna semejanza.
Otro ejemplo muy comn es lo que ocurre con la aragonita (CO3 Ca) y la malaquita (CO3 Cu2 (0H)2), son minerales que corresponden a la misma clase, carbonatos;
ambas pueden poseer el mismo color verde (en la aragonita no es tan comn), idntica dureza y reaccin al cido
clorhdrico, pero qumicamente poseen diferencias, por
ejemplo la presencia de cobre en la malaquita. Si bien el
color verde de la aragonita puede deberse a la presencia de
impurezas o a la presencia de un in cromforo que altere
su coloracin, es el porcentaje en peso del Cu presente en
cada mineral lo que va a determinar la mineraloga. A su
vez, la crisocola presenta un color y brillo similar al cuarzo azul verdoso, pero se diferencian qumicamente, si bien
ambos pertenecen a la clase silicatos, el cuarzo no posee
Cu en su composicin.
Por supuesto que hay una gran cantidad de ejemplos de
este tipo que podramos utilizar, pero nuestro fin es demostrar que, y de acuerdo a nuestra propia experiencia, la
nica manera de conocer realmente la mineraloga de los
artefactos es llevando a cabo anlisis qumicos que den
cuenta de su composicin. Es sta, y slo sta, la forma de
establecer de manera ms certera la mineraloga de esos
objetos.
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Aragonita
La aragonita es una forma polimorfa de la calcita a alta
temperatura y presin ordinaria. Se forma en condiciones
fisicoqumicas de bajas temperaturas, en depsitos superficiales. Las fuentes hidrotermales la depositan, tambin se
forma en depsitos lacustres de alta salinidad. Generalmente
es incolora a blanca, tambin gris, amarillo-pardo plido; la
coloracin verde que presenta puede deberse a la presencia
de impurezas o a la presencia de Cu en su composicin
(Figura 4).
De acuerdo a los que sabemos hasta ahora, se ha registrado la presencia de aragonita de coloracin verde y azulada, y cuarzo celeste en la microregin de Antofagasta de la
Sierra, en los sitios Punta de la Pea 9 I y III (PP9 I y III) y
Casa Chvez Montculos asociado a un complejo artefactual
vinculado con la produccin de cuentas minerales el sitio
(Lpez Campeny y Escola, 2007). Las autoras exponen que
la nica fuente posible de procedencia conocida corresponde al cerro peinado ubicado a 100 km. al SO de Antofagasta.
Turquesa
El rea de proveniencia ms cercana, registrada hasta el
momento, se localiza en minas de cobre que se encuentran
en la Puna de Atacama (Chile) y en distintos sectores de la
Puna Argentina. En los alrededores de Campo de Pucar, a
2
Ctedra de Geologa de Minas, Fac. de Ciencias Naturales e IML,
UNT.
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minas donde es posible hallar minerales de cobre, no est
bien documentada la variedad de minerales de cobre que
pueden coexistir en un mismo lugar, como en el caso de la
malaquita. A su vez, los estudios geolgicos registran la presencia de minerales cuando estos son significativos a nivel
cualitativo, pero no consignan la existencia de minerales aislados en forma de cantos rodados o a pequeas vetas, que si
bien no tiene importancia desde el punto de vista econmico,
s pudieron haber sido utilizados en pocas prehispnicas
para confeccionar pequeos objetos de adorno.
La turquesa, la calcita y la aragonita, constituyen materias primas que, alejadas de sus fuentes de origen aparecen
en diferentes contextos constituyendo, sin lugar a dudas, un
bien extico.
A su vez, registramos, por primera vez, la presencia de
cuentas manufacturadas sobre la base de un preparado de
minerales y rocas.
Si bien los minerales son alctonos nos preguntamos
sobre la posibilidad de que estos artefactos hayan sido elaborados por la poblacin local, o si se obtuvieron ya manufacturadas. La evidencia con la que contamos, demuestra que
todas las cuentas recuperadas en todos los S(0), H(0) y 13(1)
se presentan terminadas, no habindose registrado cuentas
sin terminar de formatizar. Completan el conjunto 2 fragmentos de mineral de tamao pequeo, un fragmento considerado como "azurita" en el primer piso del recinto 2 (tipo
A), y un fragmento descrito como de "malaquita", en el piso
tercero del mismo recinto del sitio H(0) (Angiorama, 1995).
Por ltimo, en el recinto 13(1) se recuper un microperforador de cuarzo de tamao muy pequeo con una longitud
de 5,3 mm, ancho de 3,8 mm y espesor de 2 mm. Presenta
una morfologa similar a los microperforadores descriptos
por Lpez Campeny y Escola (2007) para la regin de
Antofagasta de la Sierra.
En base a la evidencia presentada consideramos que no
hay elementos substanciales para proponer la existencia de
una produccin local de cuentas. Si bien sabemos que los
artesanos del trabajo de piedra de los sitios de Alamito
alcanzaron un alto grado de desarrollo, expresado en las
fuentes, morteros tallados y suplicantes, la tarea de confeccionar cuentas parece no haber sido desarrollada. Los fragmentos de minerales recuperados son mnimos, teniendo en
cuenta el volumen de excavaciones efectuadas en el Campo
del Pucar, y no se trata de fragmentos que puedan ser considerados indudablemente restos de produccin de cuentas,
ni siquiera se ha encontrado una sola cuenta sin terminar o
en proceso de produccin. Tampoco entre las cuentas de
moluscos terrestres y de hueso se han hallado evidencias de
produccin local. Esto nos llama la atencin ya que su produccin suele ser habitual en contextos formativos del NOA
y de la puna chilena.
En virtud de esto, pensamos que es posible que las cuentas minerales registradas en Alamito se obtuvieran una vez
manufacturadas; y que el mecanismo de obtencin pudo
estar vinculado a una red de interaccin a larga distancia,
formando parte del flujo interregional de bienes en un contexto donde hay notables evidencias de interaccin a una
escala macroregional entre zonas de valle, selva y el pacfico durante el Formativo.
En este contexto, la presencia de las cuentas en estos
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a distintas formas de autoridad, las cuales a travs de sus
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TRAZOS PRELIMINARES
En lneas generales, los trabajos referidos a la historia
de la antropologa argentina se han concentrado, en mayor
medida en los desarrollos institucionales (especialmente
universitarios) (Belli 1999; Lebedinsky 1999; Guber y
Visacovsky 1998; Garbulsky 2004; Gil 2007), trayectorias
individuales destacadas (Guber y Visacovsky, 2000, Guber,
2002 y 2006) o incluso en interpretaciones en clave poltica, testimonial, epistemolgica, terica o ideolgica (Ratier
y Ringuelet 1997; Bartolom 1980; Menndez 1999;
Hidalgo 1999; Neufeld y Wallace 1991; Ringuelet 2007).
Aunque parte de una especificidad institucional, este artculo gira en torno a la figura de un antroplogo casi desconocido que no dej una importante obra pero que ocup
funciones de gestin relevantes para el florecimiento de las
ciencias sociales en una universidad como la Mar del Plata
que fue escenario durante poco menos de una dcada de
varios de los principales debates y problemticas en el
campo de la antropologa en particular y de las ciencias
sociales en general (Gil, 2007; 2008; 2009). Se trata, en este
caso, de Jos Antonio Gemes, decano de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Provincial de Mar del Plata
entre 1968 y 1970 durante cuya gestin se crearon las carreras de Sociologa, Antropologa, Ciencias Polticas y
Ciencias de la Educacin. Nacido en Salta en 1910,
Gemes se haba afincado en Mar del Plata, donde fue nombrado decano de la Facultad de Psicologa el 22 de marzo
de 1968 por decreto del Poder Ejecutivo Provincial.
Durante su gestin de casi tres aos, la Facultad de
Psicologa adopt el nuevo nombre de Facultad de
Humanidades ante la aprobacin de nuevas carreras, como
antropologa y sociologa. Pese a que era el primero en la
lnea de sucesin del rector de la universidad, un nuevo
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ra en funcionamiento que iba a ser dejada de lado completamente en su enfoque culturalista para pasar a incorporar la
pujante antropologa social que slo haba accedido a espacios marginales en los mbitos universitarios de mayor tradicin de Buenos Aires y La Plata.
Antes del inicio de las investigaciones, durante la etapa
exploratoria preliminar de la formulacin del proyecto de
investigacin, ya haban aparecido los datos acerca de la
existencia de una carrera de antropologa anterior a la dirigida por Menndez. En el comienzo de los primeros hallazgos empricos, los testimonios de algunos informantes y los
actos administrativos de la universidad confirmaban la existencia de esa carrera y el papel central que jug por esos
aos Jos Antonio Gemes. Debe destacarse que esta investigacin se sostiene en un trabajo de campo multidimensional que, al dirigir su mirada al pasado, necesita de diversas
herramientas de recoleccin de datos y estrategias metodolgicas. Adems del planteo de entrevistas etnogrficas (en
un nmero que se acrecienta paulatinamente y supera las
tres decenas de informantes), se ha apelado a un intenso trabajo de archivo, con actos administrativos en los distintos
mbitos de la Universidad de Mar del Plata (rectorado y
facultad especialmente), legajos de personal y los documentos periodsticos de la poca. Adems, distintos avatares de la vida profesional han llevado a compartir espacios
con colegas que han sido parte de la historia investigada,
por lo que se han obtenido muchos datos en trminos autoetnogrficos (Motzafi-Haller 1997). De hecho, la proliferacin de informantes se ha gestado en muchos casos como
fruto del trabajo cotidiano con profesionales (en algunos
casos integrantes de las mismas ctedras que el investigador) que se han ido incorporando como interlocutores en las
investigaciones, algunos de ellos en tan plena actitud colaborativa que se han transformado en verdaderos coautores
(Gil, 2010). En efecto, algunos testigos de poca se han
involucrado tanto en la investigacin que han participado
en el anlisis del material documental, ejercitando ellos
mismos la memoria sobre asuntos del pasado que haban
olvidado casi por completo y hasta cerrando -a partir de
esos datos crudos- episodios que desconocan total o parcialmente desde hace ms de 30 aos.
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sofa del lenguaje (teoras del origen del lenguaje, "el lenguaje desde el punto de vista cultural") y filosofa de la historia ("conciencia histrica", "verdad histrica", "hechos y
actores en la historia", "juicios nomotticos e ideogrficos").
No se ha podido constatar en la trayectoria de Jos
Antonio Gemes una importante obra publicada. Ms all
de su amplia erudicin -admitida incluso por sus detractores-, no se han hallado muchos rastros suyos en publicaciones acadmicas. Pese a formar parte del Museo Etnogrfico
jams public en Runa y apenas pudo encontrarse un registro en una revista cientfica, concretamente en GAEA
Anales de la Sociedad Argentina de Estudios Geogrficos.
En "Influencia del medio geogrfico en la equitacin
argentina", Gemes bas su trabajo en "los distintos
ambientes hpicos militares en que nos tocara actuar"
(1945: 24). En este ejercicio de una subyacente etnografa
autobiogrfica, el autor se detena especialmente en las
"diferencias enormes entre los jinetes de las distintas regiones del pas" (Ibd.: 348), que configuran diversas escuelas
de equitacin argentinas. Consideraba all que para captar
estos datos, "no se necesita ser muy advertido" (Ibd.: 348),
para luego puntualizar en las determinaciones ambientales
y sus correlatos culturales, una problemtica central en el
pensamiento antropolgico. Retomando implcitamente
reflexiones sarmientinas1, sostena que:
"el progreso no es sino la lucha constante contra el
determinismo geogrfico. Tan ntima y perfecta es la
correlacin entre ambos, que puede decirse que uno
aumenta o se estaciona, segn consiga mayores o
menores ventajas en detrimento del otro. El determinismo, abultado por unos y combatido encarnizadamente
por otros, siendo producto del medio geogrfico sobre
el hombre, es natural que se haga presente y sea factor
coordinador de sus actividades todas" (Ibd.: 347).
En esa sintona, Gemes detallaba que los distintos
ambientes geogrficos ofrecen sus correlatos en aspectos
tales como actividades culturales y la fuerza fsica y psquica de los hombres, lo que redunda en el caso etnogrfico
que lo ocupaba en tres escuelas hpicas regionales: llanura,
montaa y terreno ondulado2. Al considerar que "en cuestiones etnogrficas no caben las hiptesis" (Ibd.: 352) aseguraba que en materia de monturas las distintas escuelas
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"presentarse en actos servicio vestido de civil" y por
"haber utilizado pasajes indebidamente"3.
Tras cortarse su carrera militar obtuvo el ttulo de
Profesor de Enseanza Secundaria Normal y Especial en
Historia en la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad de Buenos Aires en 1946. Revistaba como antecedentes haber trabajado de docente en el Instituto Sagrado
Corazn de Jess de La Plata entre 1934 y 1938, en el
Colegio San Jos de la localidad bonaerense de Victoria
entre 1938 y 1944, en la Universidad Nacional de La Plata
entre 1952 y 1954 y en la Universidad de Buenos Aires entre
1953 y el 10 de octubre de 1955 (no especificaba qu tipo de
cargos docentes). En sus antecedentes declarados, antes de
hacerse cargo del decanato en Mar del Plata, tambin se
registran tareas docentes en la Universidad de Neuqun
entre 1965 y el 31 de marzo de 1968. Segn relata Ricardo4,
"despus de la segunda guerra mundial, Jos Antonio pas
un tiempo haciendo trabajo social/humanitario en Italia.
All se conect con crculos filosficos neoplatnicos relacionados con el Cristianismo Esotrico. Su sabidura y
nobleza espiritual fue notada, y fue nombrado Caballero de
la Orden de Malta"5. Gemes era, tal como l mismo se defina en sus clases, discpulo del "gran maestro Imbelloni", el
antroplogo italiano que adhiri fervientemente al peronismo y que dirigi entre 1947 y 1955 el Instituto de Ciencias
Antropolgicas de la UBA del que dependa el Museo
Etnogrfico de Buenos Aires. Imbelloni naci en 1885 en la
provincia italiana de Lucania y muri en Buenos Aires en
1967. Llegado a la Argentina a principios del siglo XX,
regres a Italia en donde obtuvo su doctorado en Ciencias
Naturales en la Universidad de Padua. Imbelloni fue una
figura descollante en la antropologa y se lo considera como
el introductor de la corriente histrico-cultural alemana6 que
dominara el espacio antropolgico porteo durante dcadas. Imbelloni despleg un proyecto intelectual en el que
postulaba una Etnologa que -para desarrollarse como sntesis de las culturas del mundo- necesitaba los materiales de
disciplinas como la Etnografa, la Lingstica, la
El difusionismo fue una de las corrientes antropolgicas ms importantes en los primeros tiempos de la antropologa cientfica.
Desarrollada casi de forma contempornea con el evolucionismo decimonnico, dej algunos conceptos que se siguen utilizando en la moderna antropologa social, especialmente el de reas culturales. En su versin fuerte, el difusionismo concibe la humanidad como carente de
inventiva al considerar que los objetos culturales fueron inventados slo
una vez y trasmitidos a travs de la migracin y el contacto cultural. El
difusionismo descansa en la idea de que las culturas son conjuntos, o
ms bien remiendos, de rasgos culturales adoptados por contacto cultural y migraciones. Por ende, las diferentes culturas no seran ms que el
resultado de diversos orgenes e historias. Fue Leo Frobenius (18731938) quien expandi el mtodo y la teora de su maestro Ratzel, al buscar los paralelos en el desarrollo cultural de la humanidad, a partir de la
idea de los crculos culturales. Al cuestionar la concepcin de la sociedad como una simple yuxtaposicin de elementos, se volc a trabajar
sobre la morfologa cultural y puso especial nfasis en la interdependencia orgnica de las culturas, vistas como formas vivientes que constan de un alma inmanente. Su bsqueda estaba orientada al alma de las
culturas, a los principios psquicos que determinaron las configuraciones de los rasgos culturales. Una parte importante de los difusionistas
alemanes estaban sumamente influenciados por el romanticismo de
Herder y confiaban en la unicidad de las herencias culturales de todos y
cada uno de los pueblos. Rechazaban que la evolucin cultural se produjera a travs de un continuo unilineal y consideraban que los avances
tecnolgicos de una sociedad no necesariamente determinaban la complejidad en otros mbitos, como la cultura, ya que confiaban en la capacidad de una sociedad para, por ejemplo, desarrollar un complejo sistema religioso a la par de escasos avances tecnolgicos. Esa teora apuntaba a establecer una cronologa que permitiera identificar una historia
de las sociedades "inferiores" y a diferencia de la escuela angloamericana, los alemanes se volcaron ms al estudio de la historia de los grupos
tnicos, cuyos cambios fueron vinculados a los contactos culturales,
tomando prestadas ideas y reaccionado contra ellas. Wilhelm Schmidt
(1868-1954) fue quien elabor un difusionismo histrico-cultural con el
objeto de establecer una cronologa que involucre a todas las culturas.
As, trabaj sobre un nmero de rasgos que le permita acceder a la edad
etnolgica de las poblaciones contemporneas, que giran principalmente en torno a la concepcin monotesta de la religin (Eriksen & Nielsen
2001; Barnard 2000, Kuper 2001; Bonte & Izard 2004).
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Facultad cambi sustancialmente despus de su cese,
cuando "otros personajes adquirieron un protagonismo
que antes no podan alcanzar porque todo giraba en
torno a Gemes". Vicente, un antiguo compaero de
Arturo en la carrera de sociologa, no lo recuerda con la
misma devocin, pero lo retrata como
"un tipo pintoresco, interesante, divertido, bien formado,
pero un tanto extrao. Daba cosas que ya en ese momento no
tenan mucho sentido, como etimologas, muchas cultura
clsica, historia cultural, los fenicios, cada tanto me acuerdo de las cosas que enseaba o la citas que pronunciaba,
tales como: Imbelloni, Eptome de cultorologa!"17.
Jorge tambin lo define como "pintoresco" y jams
olvidar cuando "trajo a un gaucho a recitar Hamlet.
Gemes era espectacular, no poda pasar desapercibido,
ms all de la utilidad o seriedad de lo que enseaba"18.
Ricardo tiene mucho ms precisiones sobre la formacin
intelectual de Gemes y los autores que prefera su "mentor o maestro personal. No solo su erudicin era amplia y
profunda, sino que su intuicin, visin e inteligencia superaban los rgidos fanatismos y fundamentalismos de la
poca". Lo define adems como un verdadero erudito de
amplia formacin cuyas principales fuentes de inspiracin
eran Nikos Kazanzakis, Herman Hesse, Jiddu
Krishnamurti, Ren Gunon, Jean Gebser, Jos
Hernndez, Mercia Eliade, Dante, Pierre Teilhard de
Chardin, Eric Fromm, Antonio Porchia, entre muchos
otros. Segn el mismo informante, para Gemes.
"las palabras "Humanidades", "Cultura", e incluso
"Antropologa" tenan otra dimensin de significado,
una dimensin metafsica o "vertical"". En definitiva,
"era esencialmente un mstico, y todas sus "carreras",
actividades acadmicas, "clases magistrales" y expresiones personales, incluso su "humor Zen", fueron atentados re-evolucionarios para compartir su visin y
para despabilar a los jvenes hipnotizados con las doctrinas de los "istas" de todo tipo"19.
Tanto por su trayectoria personal como por algunas de
las fuentes intelectuales en las que abrevaba, Gemes
estaba ampliamente influenciado por el pensamiento esotrico. Carvalho (2006) coloca al esoterismo como un
contra-discurso de la modernidad, como un "conjunto de
movimientos de espiritualidad conectados con las llamadas religiones antiguas y con el cristianismo y unificadas
por la presencia de un protocolo de iniciacin" (Ibd.: 2).
Ese pensamiento esotrico se posiciona como una forma
de desenvolver las facultades superiores y favorecer el
crecimiento espiritual, en gran parte mediante ejercicios
de anlisis simblico que involucran la interpretacin de
los mitos y diversas narrativas con el objeto de descifrar
los:
"esquemas simblicos, haciendo elucubraciones de
carcter filolgico, descubriendo analogas entre trminos y conceptos, o buscando conexiones ocultas
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nista" conjug tradiciones liberales y socialistas, todo
dentro de un marco eclctico e interdisciplinario23. Como
italiano inmigrado, Germani encarna tambin en su poltica innovadora la figura del "hombre marginal", que
"habita entre dos sociedades, entre dos culturas, pero que
no pertenece del todo a ninguna de ellas. Es alguien completamente desgarrado por el antagonismo de distintas
fuerzas sociales que estn en su origen. Cosmopolita y
distanciado del mundo, el hombre marginal es el tipo del
migr, aquel que quiere, al mismo tiempo, permanecer y
partir" (Ibd.: 244).
Gemes no era precisamente un jefe moderno, pero
sin embargo ejerci una creativa labor institucional construyendo una estrategia de formacin de carreras en las
que se posicion como un lder carismtico y autoritario
pero abri el espacio para que se impusieran estilos disciplinares y personales completamente antagnicos a los
suyos. Por un lado, representante de profundas y rancias
tradiciones familiares y epistemolgicas, sus incumbencias tericas y empricas claramente pueden colocarse en
el campo de las humanidades, ms precisamente la filosofa y la historia cultural. En lo estrictamente disciplinar,
la presencia de Gemes implicaba la resistencia de un
paradigma terico en retirada, la corriente histrico-cultural, que ya estaba siendo incluso abandonada por el
principal discpulo de Imbelloni y figura central en la
carrera de Ciencias Antropolgicas en la Universidad de
Buenos Aires, Marcelo Brmida, volcado hacia la fenomenologa. Sin embargo, por otro lado, tambin oper
como un generador de espacios acadmicos novedosos y
propici un desarrollo regional nada comn en su poca.
En su labor institucional, Gemes fue un agente "modernizador", un actor clave que impuls una estrategia de
desarrollo de las ciencias sociales que exceda a sus propias incumbencias. Inclusive en la resolucin de creacin
de la carrera de antropologa mencion la necesidad de
cubrir las "inquietudes de los estudiantes de la regin" y
especific que "el antroplogo representa un papel primordial en las modernas organizaciones econmicosociales". De hecho, su proyecto personal e institucional
parece mostrar aristas definidas. Frente a la figura dominante del profesor viajero, Gemes se radic en la ciudad,
y en varios actos administrativos parece haberle dado
importancia a la radicacin de los profesores, como ocurri en efecto con la contratacin (y posterior concurso)
de Elas Santos Gimnez Vega, un historiador nacionalista, tambin especialista en folklore, que adquiri cierta
importancia en la carrera y que se alejara luego de la llegada de Eduardo Menndez como referente de la antro-
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cos se hace necesario romper "las barreras que toda publicidad imperialista levanta en las fronteras de nuestras
naciones" (Gimnez Vega 1970: 15). Pero se encarga de
alertar acerca de los ejercicios revisionistas que especulan
con "falsos paralelos" y "patrocinan imgenes forzadas.
Escritas, parladas, musicadas, gritadas, bombeadas, se
esparcen por el pas docencias que imponen una obligacin
a quienes dimos nuestro nombre a una corriente que ha
dejado de ser cientfica, para convertirse en comercial"
(Ibd.: 11). Al cuestionar la dimensin comercial de algunas
vertientes del revisionismo histrico, opone la figura del
investigador riguroso al "panfletista fogoso, elocuente,
acreedor al aplauso muchas veces, pero en definitiva, panfletista y no historiador" (Ibd.: 12). Otro de los puntos que
denota es la tendencia de muchas obras revisionistas a
"trasladar al pasado la aceptacin del hombre del presente, es un fundamento puramente demaggico, el que solamente se justifica en la aventura comercial de la historia"
(Ibd.: 19). Resume esa lnea de trabajos en el intento de
"simplificar la historia asegurndole a cada peronista que
debe ver bajo su piel a un rosista, por cuanto el rosista no
era, ni ms ni menos, que el peronista de hoy. As: con criterio elemental, se aumenta la grey de lectores, aunque cientficamente todo esto no sea ms que una estafa" (Ibd.: 20-1).
Gimnez Vega haba desarrollado un proyecto de insercin laboral plena en Mar del Plata. En una situacin muy
poco frecuente por aquellos aos en la universidad local,
formul un proyecto de investigacin en el marco de la
materia Folklore General, que fue aprobado el 24 de marzo
de 1971 mediante una resolucin del decano normalizador
interino, Virginio Eliseo Alsinet, y que se titulaba "Estudio
Antropolgico: El Hombre Portuario". En los considerandos del acto administrativo de aprobacin, se destaca "la
extraordinaria importancia que tal investigacin reviste
para la ciudad portuaria y pesquera de Mar del Plata". En
ese proyecto de investigacin, Gimnez Vega planteaba un
estudio del hombre portuario en su "mbito domstico",
"social", "empresario", "sus manifestaciones culturales",
"lingsticas", "religiosas", "deportivas", "histricas",
"ergolgicas" y "tcnicas". En concreto, se propona "dar
una visin total de los problemas pesqueros a travs del
hombre y su sociedad, para establecer bases que interesen:
a) a la nacin que ha invertido sumas varias veces millonarias (); b) a la poblacin () ; c) a la industria () y
d) al trabajador ()". Junto con el desarrollo de algunos
datos estadsticos, referidos a variables econmicas, sociales y sanitarias, se refera a "cierto vrtigo de inmoralidad
se ha adueado de la zona y es perceptible en hechos tales
como: vaciamiento en el Banco Nacin (), maniobras
comerciales en la cooperativa pesquera que a su vez supone una estafa a los productores (), monopolio en el trasporte, alza negra en el precio del pescado (), desvo de
pescado". Tampoco se priva de analizar las condiciones
laborales de los trabajadores pesqueros, denunciando la
cantidad de horas de trabajo. Consideraba al sector apresado en un "sistema arcaico" que "lo embrutece. El exceso de
horas lo postra de tal manera, que a su retorno debe confiar en terceros el control, precios y el fruto de sus traba-
26
El "Operativo Cndor" se produjo el 28 de octubre de 1966 cuando
un grupo compuesto por 18 jvenes (slo una mujer entre ellos) consiguieron desviar un avin DC-4 de la la areolnea estatal argentina hacia
la capital de las Islas Malvinas, Port Stanley. El grupo, compuesto por
"simpatizantes del nacionalismo de derecha y del peronismo, forz al
comandante de la nave a aterrizar en la pista de carreras ecuestres de
Stanley (no exista an el aeropuerto), a la que los comandos bautizaron "aeropuerto Antonio Rivero"; luego distribuyeron panfletos explicando la operacin, rebautizaron a Puerto Stanley como "Puerto
Rivero", y fueron rodeados por curiosos e infantes de marina" (Guber,
2001: 91). Los responsables fueron encarcelados entre nueve y quince
meses a su regreso al pas.
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jos". La investigacin pensaba incorporar tambin estudiantes de sociologa y economa en una concepcin interdisciplinar tendiente a resolver problemas concretos, como
dficit alimenticios y mejores sistemas que permitan una
mayor captura, para as lograr que la universidad reintegre
algo de lo que la sociedad invierte en la institucin.
La problemtica de los profesores viajeros se encuentra
plenamente vigente en muchas universidades del interior
del pas y constituye toda una metfora de la organizacin
sociopoltica de la Argentina. Aunque en la Universidad de
Mar del Plata ya es un fenmeno marginal, durante mucho
tiempo las distintas carreras se apoyaron en el aporte de
profesores de otras casas de estudios (principalmente la
Universidad de Buenos Aires y la Universidad de La Plata)
que con sus viajes peridicos cubran las ctedras ante la
inexistencia de recursos locales. En muchos casos, la lgica que sostiene la poltica de armar las carreras con esta
clase de profesores gira en torno a la confianza de que
estos profesores "formarn gente" en el mediano plazo
para que luego esos recursos locales ocupen los cargos. Es
decir, se trata en principio de una estrategia temporal hasta
tanto el medio local est en condiciones de proporcionar
profesionales bien formados por esos mismos profesores
viajeros. As se fueron moldeando -en lneas generales- las
prcticas efectivas que caracterizaron los distintos proyectos disciplinares en ciencias sociales en la Universidad de
Mar del Plata27. En ocasiones, la puesta en prctica del sistema de profesores viajeros redunda en carreras en las que
los estudiantes disponen apenas de un contacto escaso y
superficial con profesores que no pasan ni siquiera un da
entero en el lugar de destino. Ms all de esos impedimentos estructurales, la situacin se hace aun ms endeble
cuando esos profesores viajeros asumen como una tarea
menor su trabajo en esas universidades del interior, o incluso como una plataforma para incrementar el currculum
con cargos que no podran obtener en sus lugares de origen
ante una mayor competencia28.
Como se mencionaba anteriormente, la salida de
Quien se hizo cargo de la carrera de antropologa luego de la destitucin de Gemes, Eduardo Menndez, jams se afinc en Mar del Plata.
Si bien su compromiso con la formacin de los estudiantes se asume de
forma unnime como plena, ni l ni inguno de los profesores de la
carrera eligi asentarse en la ciudad para desarrollar sus tareas de forma
exclusiva. Slo Leopoldo Bartolom solicit una dedicacin exclusiva
(no exista esa figura administrativa sino una cantidad de horas de
docencia e investigacin fijas) pero el rectorado se la neg a principios
de 1975. Como contrapartida, Bartolom se radic en Posadas, en
donde s pudo establecerse y crear una carrera de antropologa social
que lograra sobrevivir incluso en el Proceso militar (Bartolom 2006)
y que establecera una firme tradicin en formacin de grado, investigacin de campo, antropologa aplicada a las problemticas reginales y,
ya en la dcada del noventa, la creacin de los primeros postgrados en
el pas en antropologa social.
28
Claramente, la eficacia en la implementacin de este sistema depende de mltiples factores y un estudio sistemtico de su aplicacin en
diversas casas de estudio podra arrojar conclusiones ms ilustrativas.
En el caso de la carrera de antropologa de Mar del Plata, la imposibilidad de contar con profesores radicados en la ciudad fue uno de los factores claves para el desarrollo de la disciplina y la planificacin sistemtica de investigacin de campo (Gil, 2007).
27
A MODO DE CONCLUSIN
Esta figura "menor" de la antropologa argentina ha sido
analizada de modo tal que pudiera utilizarse como una posible va de acceso a problemticas propias del campo antropolgico argentino, pero tambin de los avatares sociopolticos del pas. Jos Antonio Gemes encarna una poca
muy particular de la universidad y de un pas que se encaminaba a la mayor tragedia colectiva de su historia. De una
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Echenique (2005) seala que durante 1973 las luchas facciosas dentro del peronismo impactaron violentamente en la Universidad
Nacional del Comahue, en especial a partir de las designaciones de los
rectores interventores. Asimismo detalla que en ese ao se sucedieron
seis gestiones distintas, llegndose incluso a conformar dos rectorados
en forma paralela. Uno de ellos involucr precisamente a Jos Antonio
Gemes.
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INTRODUCCIN
En los ltimos aos del siglo XX los escenarios pblicos de Amrica Latina registraron una gran efervescencia
colectiva proveniente de los movimientos sociales de organizaciones comunitarias, decididas a expresar sus reivindicaciones con nuevas estrategias. Se trataba de sectores
emergentes, portadores de identidades sociales de las clases
media y baja, desestructuradas por las polticas de ajuste y
la globalizacin, que reclamaban ser reconocidos en su
especificidad como mujeres, jvenes, jubilados, campesinos, desocupados, o ex-combatientes.
Aunque con diversidad de intereses compartan la
modalidad de protesta colectiva y la visin de una sociedad
flexible en sus estructuras e inclusiva en sus prcticas. Para
convocar la atencin de las autoridades y ciudadanos en
general, irrumpan en el espacio pblico urbano con marchas, piquetes, campamentos, ollas populares, abrazos simblicos, escraches, es decir activaban formas no convencionales de lucha social.
A ellos se integraron los movimientos indgenas, que si
bien cuentan con trayectoria en los cinco siglos de dominio
colonial, se adhirieron a esas estrategias de accin y buscaron alianzas con otros sectores sociales. La resistencia tnica que histricamente representaron contra el etnocidio de
la conquista y colonizacin, fue asumiendo entidad poltica
y social al demandar participacin en diferentes esferas de
gestin pblica, ejecucin de programas de educacin bilinge, sanitarios y promocin econmica, legitimacin de sus
organizaciones, inclusin de dirigentes indgenas en candidaturas electorales, concertacin de alianzas estratgicas
con instituciones civiles. Las movilizaciones indgenas en
Ecuador contra el Plan de Ajuste econmico o los
Movimientos 19 de de Abril y 11 de junio creados como
organizaciones polticas indgenas en Paraguay, son claros
ejemplos del cambio iniciado en el contenido y las prcti-
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las prcticas electorales para el funcionamiento del IDACH,
Instituto del Aborigen Chaqueo, organismo autrquico creado por la Ley del Aborigen, con la misin de apoyar la promocin social y defensa de los derechos de los indgenas.
En el Chaco se estn produciendo modificaciones estructurales de la economa que tradicionalmente se desarroll
como agrcola-ganadera y forestal, donde el Estado ejerca la
regulacin de la tenencia de la tierra y los precios de la produccin. Estos cambios originados en la privatizacin de
campos y la expansin sojera afectaron la rentabilidad de
pequeos productores rurales, e incluso provocaron la prdida de sus propiedades. La vulnerabilidad social y econmica
involucr tanto a campesinos criollos como aborgenes,
movilizndolos hacia la protesta pblica y la institucionalizacin de sus reclamos.
As como en la dcada del 90 la Asociacin
Meguexogoch encabez la mayor organizacin de resistencia tnica por la defensa de la tierra, en el nuevo milenio
el acontecimiento que marca un cambio en la estrategia de
movilizacin ser la Marcha histrica hacia la ciudad de
Resistencia en mayo de 2006.
Segn Hctor Vzquez, la variable tnica de las organizaciones comunitarias nativas no admite el mismo tratamiento de anlisis de los nuevos movimientos sociales porque se estaran extrapolando situaciones diferentes y grupos
cualitativamente diversos. (Vzquez, Hctor, 2000:132133). Los movimientos sociales nuclean a sectores excluidos de sus categoras sociales por fenmenos econmicos
coyunturales, reversibles o con capacidad de reinsertarlos,
pero los movimientos de resistencia tnica se fundan en
procesos histricos de dominacin-sometimiento. Los grupos indgenas reaccionan consciente e inconscientemente a
las manipulaciones y excesos de la sociedad dominante desplegando multiplicidad de estrategias, en los campos de
interaccin sociotnica en los que viven las comunidades.
No obstante, es en esos campos de interaccin donde los
indgenas asumen que sus luchas tnicas, autoafirmativas y
contra la discriminacin, comparten reivindicaciones con
sectores sociales tan empobrecidos, desarraigados y excluidos como ellos. Por esto es pertinente incorporar en el anlisis de las resistencias tnicas la variable social, "a partir
de la idea de sobreexplotacin de las minoras tnicas que
sufriran una explotacin de clase y una discriminacin
tnica" (Ringuelet, Roberto,1992:132). Y esto no solo
desde la mirada terica de los cientistas sociales que proponen articular los conceptos de etnia y clases sociales en
movimientos tnicos, sino desde las prcticas y la percepcin de los protagonistas que as lo revelan.
La toma de conciencia de la posicin que como sujeto
colectivo tienen las etnias en la estructura social del Chaco
es un proceso complejo, no siempre homogneo en su devenir porque est atravesado por conflictos intertnicos, o
con las organizaciones polticas (partidos polticos,
IDACH, Unin Campesina, Corriente Clasista y
Combativa), religiosas (diversas Iglesias protestantes) y no
gubernamentales. Por esta razn proponemos en esta investigacin abordar ese proceso como un campo de lucha,
donde los aborgenes deben superar las diferencias inte-
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La Unin Campesina asisti con semillas a las organizaciones rurales de Formosa y Corrientes.
El 19 de Abril de 2004: la UNIN CAMPESINA y
la CCC de Pampa del Indio realizaron un piquete sobre
la ruta N3, en conmemoracin del da del Indio
Americano y por la entrega de alimentos, pensiones a la
vejez, trabajo y propiedad de las tierras. Por este hecho
sus dirigentes fueron denunciados judicialmente.
El 6 de Octubre de 2004, se realiz una marcha hacia
la ciudad de Castelli en apoyo a los pobladores del
Teuco-Bermejito.
Marzo de 2005: cortes de ruta coordinados con la
Asociacin de Productores Chaqueos (APROCHA)
por mejores precios para la fibra de algodn.
8 de junio de 2005: durante 34 das mantuvieron el
acampe en la Plaza 25 de Mayo de la ciudad de
Resistencia compartiendo las vicisitudes, La Unin
Campesina con dirigentes de APROCHA, Asociacin de
Pequeos Productores del Chaco, Comisin Zonal de
Tierras de Pampa del indio, Movimiento de Mujeres en
Lucha del Chaco, Movimiento Campesino de
Corrientes, Movimiento Campesino de Formosa.
Contaron con la adhesin de los gremios docentes
SITECH, UTRE, ATECH y de empleados pblicos
UPCP, con los que decidieron conformar una
Multisectorial para refrendar los reclamos por mejores
condiciones de vida, subsidio algodonero, precio sostn.
Los logros fueron, en el orden material $1.000 por familia y 600 kg de alimentos que seran entregados por el
Ministerio de Desarrollo Social de la Nacin; y en el
orden corporativo las organizaciones campesinas constituyeron el Foro Regional Algodonero.
Agosto de 2005: en la Universidad Tecnolgica
Nacional de Resistencia se reuni el Foro "Grito
Algodonero" donde los dirigentes aborgenes compartieron las reflexiones con Federacin Agraria Argentina,
Unin de Pequeos Productores del Chaco y organizaciones algodoneras de Entre Ros, Santa Fe, Formosa,
Corrientes y Misiones.
Mayo de 2006: la Marcha Histrica hacia Resistencia
de las comunidades aborgenes del Chaco desde mayo
del 2006 tuvo su epicentro entre los meses siguientes, de
junio a agosto. Con esta movilizacin aspiraban a comprometer al gobierno en acciones concretas que reivindicaran sus derechos a la tierra y a una mejor calidad de
vida.
Este listado contina con nuevos cortes de ruta y las presentaciones judiciales por el desmonte, la venta ilegal de tierras, el desalojo de pobladores, (Expte. N 1754/04), la falta
del Registro de Comunidades y Organizaciones (Expte. N
8696/04, Sentencia Jueza Dra. Grillo); contra la discriminacin del Intendente de Villa Ro Bermejito (Expte. N 210/06
Juzgado Federal de la ciudad de Resistencia).
Del conjunto y diversidad de modalidades para la
accin colectiva de las organizaciones campesinas aborgenes lo que sobresale es la creciente exposicin pblica, cada
2.002. Pero esta expansin granaria tuvo consecuencias crticas para el sector ms vulnerable de la estructura rural, los
pequeos productores que endeudados por las prdidas de
las campaas algodoneras no pudieron recuperar su capacidad productiva. Si sumamos esto al grave impacto ambiental del desmonte, la venta ilegal de tierras y la percepcin
de operar en desventaja frente a los inversores extraos tendremos los fundamentos de la protesta social de aquel sector que incluye tambin a los indgenas.
Respecto de las modalidades de estas acciones colectivas de resistencia de los pequeos productores rurales se
pueden identificar dos:
"La protesta social se centraliz en cortes de ruta y
manifestaciones de distinta magnitud y trascendencia,
en las cuales los productores -movilizados por lo terminal de su situacin financiera-, efectuaron piquetes en
la principal ruta que conecta el este y el oeste del
Chaco, y cortes del puente interprovincial que une
Chaco y Corrientes, reclamando medidas al Poder
Ejecutivo provincial, bsicamente subsidios para afrontar nuevas campaas de siembra. En estas movilizaciones, que se sucedieron todos los aos desde 2001, los
productores expresaron a los medios periodsticos su
determinacin de encabezar los reclamos, sin intermediarios de ninguna asociacin, ni organizacin . (...)
La segunda modalidad de accionar y de expresin de
los pequeos productores se presenta ms recientemente, y se concreta a travs del reclamo judicial (promoviendo acciones de amparo) por parte de asociaciones
comunitarias, con el asesoramiento jurdico de organizaciones no gubernamentales denunciando la enajenacin de tierras fiscales, la deforestacin ilegal y el deterioro del ambiente" (Valenzuela 2005).
Los reclamos de los pequeos productores aborgenes
se iniciaron en el interior provincial, en las localidades de
Pampa del Indio, General San Martn y Castelli. Eran manifestaciones locales de las diferentes Asociaciones
Comunitarias, con el apoyo de la CCC aborigen (Corriente
Clasista y Combativa), peticionando asistencia de semillas
y combustible a las autoridades municipales, hasta que en
octubre del 2002 organizaron una marcha a pie hacia
Resistencia. A partir de entonces se sucedieron acontecimientos destacables para el devenir de las organizaciones
aborgenes:
Abril 2003: Marcha Nacional de los Pueblos originarios a Plaza de Mayo, Buenos Aires, donde expusieron
la realidad de marginacin, pobreza y degradacin de
sus tierras.
Agosto 2003: constitucin de la Unin Campesina
del Chaco. Sus principales dirigentes comenzaron a
encabezar las movilizaciones pblicas y periodsticas:
Rafael Nez (fallecido en el abril del 2005), Mrtires
Lpez, Liliana Delgado y Esteban Medina.
Tambin qued constituida la Asociacin Amas de Casa
de Pampa del Indio, convocando a mujeres tobas y campesinas de la localidad. El resultado de sus gestiones fueron los costureros, tambos, panaderas y planes sociales
que se adjudicaron a las familias carenciadas.
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CONCLUSIONES
Cuando se defini como objeto de investigacin la
Marcha Histrica, el foco inicial de observacin sobre lo
que estaba sucediendo alumbraba hacia el anlisis cultural.
Eran aborgenes, de asentamientos rurales, reclamando por
la propiedad de las tierras y la asistencia econmica y
social. Avanzando sobre esta perspectiva, la identidad cultural se posicionaba como el marco terico ms propicio de
donde obtener las herramientas para explicar las causas y
modalidades del movimiento. Desde la variable tnica se
poda incorporar el proceso histrico que los haba convertido en "productores", los cambios operados en su organizacin tradicional y la poltica indigenista que desde la
dcada de 1960 aspir a lograr su desarrollo econmicosocial integrndolos a la vida nacional.
Pero al ordenar el registro de los hechos, los discursos y
los actores, se plantearon dudas sobre las representaciones
que los aborgenes exponan al percibirse como parte de
una situacin general de empobrecimiento del campesinado
chaqueo. Eran los reclamos de las comunidades pero con
una visin inclusiva de la problemtica, desbordando la
"reparacin histrica" que merecan por ser pueblos originarios hacia la conciencia de clase explotada y despojada de
sus recursos existenciales.
La pobreza extrema de su vida cotidiana apareca asumida como resultante del sistema econmico capitalista que
crea frentes extractivos sobre los bienes, insumos y la
misma gente, para mantenerlos en renovada dominacin.
La identidad cultural circunscribe el anlisis al mundo de
la etnicidad, donde las dimensiones del "nosotros" se construyen sobre las regularidades culturales y las diferencias con
"los otros". Dimensiones que terminan siendo irreductibles y
apoyan la visin de una sociedad dual con sectores modernos
y primitivos. Por eso integramos la variable social al marco
cultural para enriquecer esta investigacin con la perspectiva de la resistencia tnica, en tanto proceso donde los aborgenes del Chaco "actan en situaciones que perciben y
caracterizan o conceptualizan de determinada forma para
poder actuar sobre ellas" (Iigo Carrera 2000:18).
Como modelo explicativo nos permite avanzar en dos
sentidos: 1) la comprensin de que la situacin de pobreza
no es exclusiva del grupo aborigen y tiene su razn de ser
"en el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas de
la provincia, en la estructura ocupacional resultante y en el
sistema de clases que le corresponde". (Hermitte 1995:36);
2) la identificacin de las fases y grados de concientizacin
que van asumiendo las comunidades indgenas en ese proceso de lucha.
Esto moviliz la curiosidad por ver cmo fueron construyendo la resistencia y cules las estrategias que adoptaron para conseguir la visibilidad pblica que sus reclamos
histricos demandaban. La respuesta se fue armando a
medida que se identificaron las organizaciones emergentes,
sus lderes, el recorrido que hacan exponiendo sus reclamos y sus participaciones pblicas. Cada vez se haca ms
notorio que las Asociaciones Comunitarias buscaban abrir
el campo de su resistencia a las demandas de otros sectores
con los que compartan sus territorios y situacin social.
Otro aspecto a considerar es que las prcticas de exposicin pblica de estas organizaciones se emulan a las de
los nuevos movimientos sociales, porque desarrollan dos
aspectos bsicos de stos: son autoafirmativos de la identidad tnica pero inclusivos de otras posibles identidades
sociales; y adems porque se apropian del espacio pblico
para exponerse. "En este punto vale la pena destacar que la
llamada disrupcin (ocupacin de un espacio, de un edificio pblico, cortar una ruta o hacer un escrache) es ms
til para el movimiento que la violencia directa, y es la
principal fuente de innovacin de las luchas sociales."
(Zibechi 2003:35).
El conflicto iniciado en Villa Ro Bermejito con la
gestin municipal arrastr hasta el espacio pblico provincial la discriminacin racial y cultural que viven los
indios, pero tambin la corrupcin del Instituto de
Colonizacin por la venta de las tierras pblicas en el
interior, la falta de acciones concretas para el arraigo de
los pequeos productores aborgenes, y el insuficiente
presupuesto para las campaas agrcolas, prevenciones
sanitarias, viviendas y educacin. El conjunto de los
reclamos y la fuerza de las organizaciones estaban reflejando una situacin de resistencia diferente a la iniciada
en la dcada del 90 cuando grupos de Pampa del Indio,
General San Martn y Castelli se movilizaron hacia la
capital provincial e incluso hacia Plaza de Mayo (Buenos
Aires) en el 2003. Fue en esos aos cuando el movimiento aborigen campesino iniciaba las experiencias de lucha
por la produccin, obteniendo como resultado 80 toneladas de semillas de algodn para esa campaa anual, un
logro coyuntural que no aport soluciones de fondo pero
que los enfrent con la necesidad de organizarse colectivamente y abrir la convocatoria.
La Marcha Histrica hacia la capital provincial para
lograr una entrevista de los delegados aborgenes con el
gobernador fue un movimiento de resistencia total, en el
sentido del valor de representacin colectiva que adquiri.
Las diferencias intertnicas entre tobas, mocoves y wichs
entraron en una dinmica de alternancia sujeta a la tensin
de las relaciones con los representantes polticos. Las diferencias no se disolvieron pero en los discursos de los lderes del movimiento cobr fuerza la voluntad de las asociaciones comunitarias por incluir todas las demandas y consolidar una representacin unificada.
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INTRODUCCIN
En las interpretaciones etnolgicas e historiogrficas
elaboradas durante el siglo XX, los Huarpes no han sido un
grupo privilegiado de estudio y han aparecido en la literatura etnogrfica como un grupo indgena definitivamente
extinto a fines del siglo XVIII (Vignati, 1931, 1940;
Canals Frau, 1953; Rusconi, 1940, 1961-1962). Sin embargo, las identificaciones Huarpe en la contemporaneidad
documentadas por Escolar (1999, 2007) han confirmado lo
contrario y han abierto mltiples interrogantes, posibles de
ser ledos de diversas maneras. El objetivo general de este
artculo es revisar crticamente los presupuestos polticos y
los modelos cognitivos que han actuado a la hora de categorizar a los Huarpes como extintos y que entendemos an
estn presentes cuando se interpreta la reciente revisibilizacin pblica de pueblos indgenas considerados "desaparecidos" como "resurgimiento tnico".
Entendemos que no es acertado inferir del "mestizaje",
de las escasas expresiones identificatorias en el espacio
pblico y de la escasa y "distorsionada" documentacin
etnolgica e historiogrfica existente, la conclusin sobre
la desidentificacin/des-concientizacin tnica o la extincin de los Huarpes, asombrndonos y desconfiando del
"resurgimiento" repentino y abrupto en la actualidad1.
Basadas en el exotismo y la distancia con el objeto, y apoyadas en las teoras de la aculturacin, las investigaciones
etnogrficas han privilegiado determinadas reas y grupos
indgenas de estudio, desobjetivando as como sujeto de
anlisis, aquellos pueblos y culturas, que como los
Huarpes, evidenciaban "mestizacin" y "prdida de los
elementos tradicionales". Dichas investigaciones se limi-
* UNLP-CONICET. [email protected]
1
Garca (2002) sostiene que los Huarpes constituyen un grupo de inters que pretende acceder a tierras mediante su adscripcin tnica.
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una etnografa multi-situada (Marcus, 1995)-, procediendo a problematizar y describir los eventos y situaciones
actuales pero a partir de su gnesis, es decir, desde una
lectura genealgica.
CONTEXTUALIZACIN
El registro del etnnimo Huarpe se remonta a fines del
siglo XVI/principios del XVII. Aparece en las narraciones
de los misioneros P. Luis de Valdivia, P. Reginaldo de
Lizrraga y P. Alonso de Ovalle de la Compaa de Jess,
que actuaron en la provincia de Mendoza (rea denominada en ese entonces como provincia de Cuyo)4, y en las propias alusiones indgenas en los autos5.
El rea de nucleamiento de la poblacin Huarpe a la llegada de los espaoles queda comprendida entre el ro
Diamante en la provincia de Mendoza, por el sur, y la cuenca del ro Jchal-Sanjn (San Juan), por el norte; y entre el
valle de Conlara al este, y la Cordillera de Los Andes al
oeste. Con la fundacin de la ciudad de Mendoza en el Valle
de Guentata/Guentota y el establecimiento de encomiendas,
4
La primera divisin tnica publicada se basa en el idioma y corresponde al ao 1607. Se trata de las obras del Padre Luis de Valdivia,
tales como "Arte, vocabulario, y confesionario traducido en las dos
lenguas Millcayac y Allentiac" y "Arte, vocabulario, y confesionario
breve en la lengua Millcayac de la Provincia de Cuyo provechoso para
confesar los indios de Cuyo". El padre Alonso de Ovalle, tambin de la
Compaa de Jess, denomina la "nacin" correspondiente a las
"Provincias de Cuyo" como "guarpes". Lizrraga, que lleg al territorio
de Cuyo a fines del siglo XVI, alude a que en Mendoza "los indios
comnmente se llaman Guarpes", a quienes describe como "grandes
ladrones y no menos borrachos", y cuyas "indias que se cran entre
nosotros, hilan el hilo tan delgado como el muy delgado de Vizcaya",
como tambin se refiere a su vnculo con los Incas y a su moviliadad
hacia Chile, afirmando que
"de ambos estos dos pueblos [provincia de Mendoza y san Joan
de la Frontera, de cada uno por su camino, salen indios todos los
aos para ir trabajar Chile; los de San Joan a Coquimbo y los
de Mendoza Santiago, del cual trabajo pagan sus amos parte
del tributo, y ellos se les da el cuarto; en su tierra no tienen de
qu tributar. Es gente poca, subjecta a sus curacas, y brbara;
tvolos el Inga subjectos, y algunos hablan la lengua del Per"
(Descripcin Colonial, por Fr Reginaldo de Lizrraga. Libro
segundo, Biblioteca argentina, Bs. As., 1916, pp. 256-7).
Por su parte, el P. Enrinch (1891), alude a que el P. Diosdado, que en
el ao 1611 recorri Junto con el P. Juan Pastor, los Valles de Uco y de
la Barranca para dar misiones , "saba ya el quichua, el huarpe, y otro
idioma de los indios que vivan en el distrito de Mendoza" y que en su
prctica misionera, el P. Andrs Feldmann, en el ao 1616, haba aprendido los idiomas de la Provincia de Cuyo, sobre todo, el Huarpe. En los
relatos de estos misioneros, frecuentemente se alude a las "lenguas de
la tierra", lenguas de la "tierra de adentro", tal vez para distinguirlas del
quichua y de la "lengua de Chile" que se hablaban tambin en la regin.
Fuentes: Descripcin Colonial, por Fr Reginaldo de Lizrraga. Libro
segundo, Biblioteca argentina, Bs. As., 1916, pp.256-7.; Cabrera
(1929); Vignati, 1940, pp.74-75, 81; Mrquez Miranda (1941-1946).
5
En un auto del ao 1658, elaborado por el Capitn General de la
Provincia de Cuyo, se transcribe la confesin del cacique Don Bartolo
(puelche) en la cual dicho cacique sostiene que "l haba sido guiado
por un guarpe". Fuente: autos transcriptos por Cabrera (1929: 166).
2
Lagunas del Rosario es un distrito del departamento de Lavalle de la
provincia de Mendoza, donde han residido y residen actualmente indgenas Huarpes.
3
Segn mis informantes el ltimo huarpe-parlante (de apellido
Guaquinchay) muri hace unos aos. Las alusiones de los misioneros
de la Compaa de Jess, refieren a que los Huarpes hablaban las "lenguas" millcayac y allentiac.
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cazgo y la alusin a figuras indgenas rebeldes como "la
india Martina Chapanay", "Paula Guaquinchay " -bisnieta
del cacique Sayanca- o "Guayama"; el hilado en telar; el
cultivo de maz, zapallo, calabaza; la elaboracin de "cigarros" con la chala del maz; la pesca y caza de patos y otras
aves acuticas en las lagunas en canoas confeccionadas con
junquillo.
En el ao 1940, Rusconi documenta la presencia de
"algunos descendientes de aborgenes de Cuyo", a quienes
fotografa y quienes sostiene, "superviven an a travs de
algunos de sus olvidados [?] descendientes" (pp. 259). As,
son fotografiados por l en el ao 1939, Tomasa Julup, de
95 aos y su hijo Daz Julup (Rodeo del Medio); Felipa
Talquenca de 50 aos (Los Arboles); Doa Rosa
Guaquinchay, de 70 aos (Los Sauces) y Lucila Gonzlez,
de 70 aos (Algarrobo Grande), esta ltima hilando en el
telar. El autor llama la atencin por el hecho de que los apellidos indgenas por l registrados, han sido reconocidos en
los siglos XVII, XVIII y XIX como apellidos de caciques,
tales como Culup o Julup, en el sur mendocino16; los
Goicos (Puelches), en San Rafael; los Guaquinchay,
Talquenca, Sayanca en Lagunas de Huanacache y Rosario.
Lo cual documenta a su vez la organizacin poltica bajo la
forma de cacicazgo durante el siglo XIX. Algunos de estos
apellidos siguen vigentes en el presente (Azaguate,
Guaquinchay, Peleitai, Allaime, Guallama); otros como
Talquenca o Sayanca, aunque no en uso, se actualizan en las
memorias de los Huarpes. As, Sayanca es recordado hoy en
algunos relatos como "un cacique a quien se le apareci la
virgen", o en otros, como "un cacique que la trajo de Chile
a lomo de burro", y a quien "don las tierras"; es recordado
como "ese [que] est sepultado en la iglesia del Rosario" y
quien construy la Capilla de Lagunas del Rosario17.
Las identificaciones huarpes en la provincia de
Mendoza se documentan en la actualidad en la zona del
monte del noreste de la provincia (Lavalle) y en el Gran
Mendoza. Si tomamos en cuenta las referencias de Rusconi
y las memorias de los actuales Huarpes, la migracin de
algunos individuos al conurbano mendocino se habra efectuado en las primeras dcadas del siglo XX18 que coincide
con la desecacin de las lagunas- acentundose en la dcada del 90, con la bsqueda de trabajo en la ciudad19.
En la regin del "Secano" del departamento de Lavalle20
-cuna de las genealogas Huarpe- son mltiples las prcticas
21
Diversos testimonios constatan que los "laguneros" conciben los
fenmenos naturales y los seres que moran en el monte como sujetos
humanizados, con voluntad e intenciones, seres que se manifiestan al
modo de "apariciones". En relacin a estas apariciones, proliferan con
frecuencia concepciones negativas que se vinculan a la demonizacin
del monte y de esas "entidades" que lo habitan, demonizacin que tiene
su fundamento, siguiendo a Barabas (1995) en la desacreditacin por
parte de los misioneros de la concepcin sacro-ritual precolonial.
Sobre la concepcin sacro-ritual de los Huarpes ver Katzer (2008).
22
A la llegada de los espaoles, los Huarpes adoraban a una divinidad
que llamaban Hunuc Huar; suponan que moraba en la cordillera. De
ah que los muertos se enterrasen con la cabeza dirigida hacia el oeste.
Actualmente, si bien no se adora a dicha divinidad, se adora a San
Vicente, figura religiosa que posiblemente constituya la proyeccin
catlica de la divinidad Hunuc Huar (Prieto, 1999).
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METODOLGICAS.
Acerca de la problematizacin del "nombre" como locus de identificacin/comunicacin son mltiples y controvertidas las discusiones y
teorizaciones existentes, fundamentalmente en los campos de la filosofa del lenguaje y el psicoanlisis, que exceden los lmites de este trabajo. Son sugerentes los planteos de Benjamn (2007[1927-1940]) y
Derrida (1997 [1996]).
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LA RETRICA DE LA PUREZA Y LA FIGURA DEL SALVAJE: NARRA-
"alguna vez fue Huarpe", es contemporneamente desnominada y slo representada como poblacin superviviente
del pasado indgena. "Lo Huarpe" e "indio" slo es remitido al pasado. Esta poblacin, en tanto campesina, mestiza,
desapropiada de "elementos tradicionales", desprovista de
contrastatividad cultural, pierde el inters como sujeto de
estudio contemporneo.
Proponemos que este modo de describir y calificar a los
Huarpes como extintos responde a un modo de representacin singular del Otro -el moderno, colonizante- y de "lo
indgena", en tanto Otro; un modo de representacin colonial que, dentro de una lgica binaria desplegada en la oposicin barbarie/civilizacin, instala como ley y norma de
subjetividad, el territorio de lo homogneo y disciplinado,
inscribiendo a la otredad dentro del espacio de la barbarie,
de la anormalidad, de la indisciplina. Esta territorialidad
colonial, que aparece entonces como la nica legtima, se
asienta, como discurso y como prctica. Siguiendo a Skliar
(2004), se trata de un aparato de poder que se sostiene a partir de un doble mecanismo diferenciador: por un lado, reconoce la diversidad como dato, pero a la vez, la desactiva, la
disimula, al convertirla en puro exotismo, en pura alteridad.
Un modo de representacin que ha reducido la territorialidad del "otro", a una pura diferencia. La alteridad es colocada entonces en un espacio fijo y negativo: lo que no queremos ser. Esa imagen acerca del otro se construye a partir
de un conjunto de mitologas acerca del otro, entre los cuales el primitivismo, es decir, la subjetivacin del otro como
salvaje, como arcaico, es el que ha operado con mayor frecuencia, y que ha terminado por fijar al otro en una posicin
de inferioridad, de subalternidad.
Como espacialidad brbara, indisciplinada, anormal, la
figura del indio ocup el lugar del Otro, el lugar de la contra-utopa moderna, cuya relacin con el "Uno NormalNormalizado"-el europeo, el blanco, la nacin, la ciudadana- ha permitido la destruccin de todo "otro indeterminado" y ambiguo. As, en las etnografas, el salvaje, aparece
como una figura discursiva constitutiva de la construccin
del objeto. El mestizaje, como espacialidad impura, ambigua, indeterminada, termin por ser excluido de la territorialidad de la otredad, y por ende de la objetivacin etnogrfica. Los Huarpes, en tanto mestizos, contradiciendo el
mito de la originalidad y de la consistencia interna de la
cultura, opuestos a la imagen del "indio puro del pasado"24,
aparecen entonces como desprovistos de una identidad
absoluta, dejan de ser una "etnia viva", objetivamente determinable, dejan de ser una substancialidad cartografiable,
todo por lo cual, suscitan el desinters como "otro", como
"objeto etnogrfico". Dentro de esta narrativa, los Huarpes,
mestizos, trabajadores rurales, son opuestos al indio puro,
salvaje, hostil del pasado; en tanto haban perdido seales
de alteridad, es decir, de primitivismo, de salvajismo, de
indisciplinamiento, de anormalidad, los Huarpes dejan de
En las teoras de la aculturacin, la identificacin biolgica y etnolgica del "indio", asociada a una idea de "pureza", significaba desde el
punto vista biolgico, no tener cruzamientos con le blanco, con los noindios; desde el punto de vista cultural, no haber sufrido influencia de
la civilizacin (Cardoso de Oliveira, 1978).
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El trmino sociacin es utilizado por Jean-Luc Nancy (2003 [1998])
para distinguirlo de "asociacin" (contrato, agrupamiento conjunto de
individuos unidos por una "propiedad comn") y definirla como la condicin de coexistencia, como la condicin de ser-en-comn.
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Hemos podido constatar que el proceso de desnominalizacin de los Huarpes, y su estrategia, el mestizaje, se
inician en el contexto colonial con la realizacin de bautismos y los casamientos intertnicos. En los bautismos se
proceda al reemplazo del nombre indgena por el espaol.
Estas acciones son iniciadas por los jesuitas en el siglo
XVII con la edificacin de varias capillas26. Las misiones,
en tanto unidades bsicas de ocupacin territorial y de
produccin econmica (Pacheco de Oliveira, 1999) materializaban una intencin explcita de homologacin entre
los diferentes grupos tnicos -Huarpes, Pehuenches,
Puelches-, parcialmente "homogeneizados" por el proceso
de catequesis y por el disciplinamiento del trabajo, constituyendo as un primer contingente "hbrido de indios pacficos" que podan ser "integrados" al Estado colonial.
Finalmente, se estimulaban los casamientos intertnicos y
la fijacin de misioneros dentro de los lmites de los antiguos nucleamientos27.
La constitucin de reas de refugio, como las Lagunas
de Guanacache, podra interpretarse tambin como una
forma de anonimato de parte de los indgenas, escapando a
las polticas de exterminio o de integracin forzosa en las
encomiendas y a la expatriacin hacia Chile. Por cuanto no
fue territorializado por la Colonia hasta mediados del siglo
XVIII, este territorio tnico que representaban las Lagunas,
como territorio an no colonizado, es decir, an no pblico,
se mantuvo como espacio annimo.
Otra forma se registra en el despojo del apellido indgena y su reemplazo por el espaol, procedimiento que es
revivido hoy en las memorias Huarpes como efecto de las
persecuciones de fines del siglo XIX. No son pocas las
alusiones de mis informantes acerca de que muchos,
"para evitar ser perseguidos", se cambiaron los apellidos.
Se sabe entre la gente Huarpe que por ejemplo el apellido
"Guallama" -que, como sealbamos, an se registra en el
presente- fue reemplazado por "Gonzlez" y "Molina":
"() mi abuelito s me saba contarellos se cambiaron el apellido porque los perseguan. Mi abuelito era
Guallama y se cambi el apellido a Gonzlez, as me
contaba l
-cmo se llamaba l?
-l se llamaba Jos Ignacio Gonzlez, pero antes se llamaba Guallamay cuando los perseguan en los malones..dice que los queran matar o los queran llevar
para otro lado" (Fragmento de entrevista a F.N.,
anciana Huarpe. Agosto 2007).
Finalmente, otra desnominacin tuvo lugar en relacin
a las figuras sagradas: por ejemplo "San Roque" refiere a
"Santos Guayama", San Vicente refiere a la divinidad
Hunuc Huar.
De esta manera, en la medida en que todo significante
connotativo de "indianidad" era hostigado, el anonimato
ejercido simultneamente por los propios Huarpes, aparece
vigorizado en sus relatos como una estrategia de supervivencia, como una tcnica de proteccin de su identidad:
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estrategia organizativa; lo que es nuevo y actual -pero de
ninguna manera gestado sorpresivamente sino a partir de la
situacin histrica precedente- es la incorporacin de pautas de organizacin y representacin poltica modernas, lo
cual no debe obscurecer la diversidad de acciones colectivas indgenas gestadas con anterioridad, durante y despus
de la Colonia. Contrariamente a pensar que los Huarpes
"estuvieron desaparecidos" y a entender su visibilidad contempornea como "resurgimiento tnico", estamos tratando
de problematizar cmo determinadas coyunturas histricas
y determinadas narrativas, han incido en su pblica visibilizacin/invisibilizacin y han condicionado en parte la
configuracin de sus identificaciones, sus instituciones y
sus aspiraciones pblicas. Por ello, preferimos hablar de
"etnognesis" Huarpe y no en el sentido de dar cuenta de un
"fenmeno actual" o de un "producto final", ocurrido desde
que este pueblo indgena se revisibiliza en el espacio pblico, sino en el sentido de dar cuenta de la gnesis30 de su
identificacin tnica, en la cual diversos movimientos de
territorializacin, como procesos de reorganizacin social a
nivel estatal y tnica, y diversas estructuraciones de la dinmica intertnica, han condicionado polticamente la enunciacin de la nominacin indgena.
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Luciana Messina *
RESUMEN
En el siguiente trabajo nos proponemos reconstruir y analizar el proceso progresivo de institucionalizacin tanto del proyecto como del grupo de trabajo que participa en la concrecin de la poltica de memoria tendiente a convertir el ex centro clandestino de detencin conocido como "Olimpo" en un lugar de memoria.
PALABRAS CLAVE: Lugar de memoria, polticas de memoria, centros clandestinos de detencin, terrorismo de Estado.
ABSTRACT
The aim of this work is to analyze the progressive process of institutionalization of the project and the work of the group
that participates in the carrying out of a memory policy that tends to turn the ex clandestine detention center known as
"Olimpo" into a place of memory.
KEY WORDS: places of memory, policies of memory, clandestine detention centers, State terrorism.
INTRODUCCIN
En el siguiente trabajo nos proponemos reconstruir y
analizar un proceso particular que contribuye a la construccin de memoria social y poltica sobre el pasado reciente
de terrorismo de Estado en Argentina (1976-1983): el proceso llevado adelante por un grupo de actores heterogneo
que trabaja desde hace ms de tres aos en la constitucin
de un lugar de memoria1 en el predio donde funcion el
centro clandestino de detencin conocido como "Olimpo".
El foco de nuestro anlisis estar puesto en interpelar un
proceso de marcacin de lugar -an inconcluso- que tiene
como fin ltimo constituir, en un sitio que fue terreno de
desaparicin, tortura y exterminio, un lugar en el que se
rememoren y denuncien las violaciones a los derechos
humanos del pasado y del presente; proceso que involucra
actores sociales, discusiones, rupturas, decisiones y acciones. Nos interesa dar cuenta de algunos aspectos de la transformacin material y simblica que involucra la marcacin
de lugar, atendiendo, especialmente, a los aspectos conflictivos de una poltica de memoria atravesada por las disputas de sentido propias de las "memorias de la poltica"
(Rabotnikof, 2007:260)2. A su vez, quisiramos dar cuenta
de algunas de las condiciones polticas e institucionales que
hicieron posible la emergencia y el desarrollo de un "programa institucional de memoria" en el ex "Olimpo" as
como de algunos de sus aspectos especficos.
La reconstruccin del proceso que describimos y analizamos se realiz, fundamentalmente, sobre la base de
"notas de campo" de reuniones en las que diversos actores
sociales y polticos, gubernamentales y no gubernamentales, debaten sobre el destino y el uso del ex "Olimpo"; reuniones en las que participamos en calidad de investigadores-observadores3. El caso en el que se centra nuestro anlisis, si bien muy local y singular, puede iluminar aspectos
ms generales en torno a cmo se construye memoria social
a partir de lugares que condensan significados sobre el
pasado reciente de terrorismo de Estado en Argentina y que
habilitan la objetivacin de una narracin sobre l.
Segn N. Rabotnikof, las "memorias de la poltica" no se restringiran solo al recuerdo de un pasado poltico por sus contemporneos sino
que tambin abarcaran las imgenes de la poltica de aquellos que no
fueron contemporneos a los hechos recordados, es decir, de aquellos
que han construido ese pasado "a partir de testimonios, recuerdos,
documentos. O sea, a las memorias de las otras memorias" (2007:261).
3
La prctica de observacin participante se ha llevado adelante desde
abril de 2005 hasta diciembre de 2007. Adems hemos realizado entrevistas en profundidad a algunos de los integrantes de la Comisin y trabajo de archivo (especialmente relevamiento de leyes y artculos de
prensa) con el fin de reconstruir las condiciones polticas e institucionales que hicieron posible la emergencia y el desarrollo de un programa institucional de memoria en el ex "Olimpo".
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LA CIUDAD Y LAS MARCAS DE LUGAR
El terrorismo de Estado produjo acontecimientos que
irrumpieron en la vida cotidiana de los argentinos: secuestros
en la va pblica, en domicilios particulares, en lugares de
trabajo; asesinatos a la luz del da; robo de bebs; aparicin
de cuerpos no identificados en descampados, en las costas de
la provincia de Buenos Aires; allanamientos violentos y
saqueos a domicilios particulares; entre otros. Entre 1976 y
1983 funcionaron alrededor de 340 centros clandestinos de
detencin distribuidos en el todo el territorio argentino,
muchos de los cuales tuvieron como sede dependencias de
las fuerzas armadas y de las fuerzas de seguridad provinciales y nacionales4. Estos centros clandestinos constituyeron el
presupuesto material de una sistemtica metodologa represiva consistente en el secuestro seguido de la tortura y, en la
mayora de los casos, de la desaparicin definitiva. Todos
ellos estuvieron supeditados a autoridades militares y fueron
concebidos con el fin de deshumanizar a las vctimas. La
supresin de todo nexo con el exterior, la ausencia de referencias temporo-espaciales, la asignacin de letras y nmeros
y el hacinamiento de los detenidos fueron, entre otras, caractersticas comunes a todos ellos5.
Ahora bien, cmo se inscribi este dispositivo represivo basado en el secuestro, la tortura y la desaparicin de
personas en el entramado de la Ciudad de Buenos Aires? La
misma forma represiva que caracteriz al terrorismo del
Estado tuvo como efecto no dejar huellas en la ciudad (o, al
menos, invisibilizarlas). Desaparecieron personas y, con
ellas, los rastros mismos del mecanismo represivo. En palabras de E. Schindel (2002:27), "como la picana elctrica,
que empleada con pericia no deja marcas en la vctima, la
desaparicin no deba producir huellas en la piel de la ciudad". Por ello, consideramos que el estudio de los procesos
tendientes a inscribir, mediante una marcacin de lugar,
aquel dispositivo represivo es una perspectiva frtil para
abordar la construccin de memoria social sobre este perodo trgico de la historia argentina.
Hablamos de marcas de lugar para referimos a las inscripciones de sentido producidas por sujetos sociales sobre
aquellos espacios materiales que resultan significativos
para ellos. Entendemos que lo real no se significa a s
mismo sino que son los sujetos sociales -individuales o
colectivos- quienes, mediante sus propias prcticas, lo significan (Escolar 2000, Besse 2005). La accin de dichos
sujetos inicia procesos de lugarizacin, es decir, procesos
tendientes a constituir lugares en los que se condensan sentidos sobre el pasado e identidades polticas y sociales. En
este sentido, un emplazamiento cualquiera es pasible de ser
convertido en un lugar a travs de un proceso de lugarizacin. Dichos procesos suponen debates, conflictos y pugnas
entre diversos sujetos sociales con distintos intereses en
juego -por ejemplo entre actores de la sociedad poltica
(como pueden ser el gobierno nacional, el gobierno municipal, la legislatura, entre otros) y actores de la sociedad
civil (grupos vecinales, organismos de derechos humanos,
entre otros); y, por ello, es posible suponer que entre el inicio del proceso y su culminacin (es decir, en la constitucin de un lugar de memoria) medien perodos variables de
tiempo que pueden contarse en meses o hasta en aos.
Consideramos que la prctica de marcacin, al desencadenar dichos procesos, forma parte de la construccin de una
memoria urbana sobre el terrorismo de Estado.
Dado que las marcas de lugar son pblicas -en tanto
intervienen en el espacio pblico-, su inscripcin significa
la puesta en publicidad de aquello que haba sido restringido al fuero ntimo. Existen distintas formas de marcacin
de lugares asociados con el pasado reciente: placas que
recuerdan a personas desaparecidas y que ponen en evidencia la necesidad de recuperacin de su identidad; creacin o
intervencin de espacios abiertos (desde la plantacin de
rboles hasta la realizacin de parques y plazas); cambio de
nombre de calles, plazas y otros espacios pblicos; construccin de monumentos, generalmente acompaados por
placas con informacin adicional; marcas en lugares donde
funcionaron centros clandestinos de detencin; muros con
graffitis y pintadas con nombres de desaparecidos; entre
otras. La construccin de estas marcas -que no slo recuerdan a las vctimas sino que tambin denuncian y manifiestan la continuidad de la lucha por justicia-, ha sido una
constante en las polticas de memoria como forma de abordar e interpretar el pasado reciente (Daz 2002). El caso de
estudio que presentamos en este trabajo constituye una de
estas formas de marcacin de lugares.
ALGUNOS ANTECEDENTES DEL PROCESO DE MARCACIN DEL
"OLIMPO" COMO LUGAR DE MEMORIA
El "Olimpo" -denominado as por los represores por ser
considerado "el lugar de los dioses"- funcion como centro
clandestino entre agosto de 1978 y enero de 1979 en una
dependencia de la Polica Federal argentina situada en el
corazn de un barrio de la Ciudad de Buenos Aires6. Se calcula que durante aquellos 5 meses estuvieron recluidos alrededor de 500 detenidos-desaparecidos, de los cuales alrededor de 100 fueron liberados7. El personal represivo (Polica
Federal, Servicio Penitenciario Federal, Gendarmera
Nacional y Ejrcito) actuaba bajo la supervisin de la
EX
4
Nos basamos en el informe Nunca ms elaborado por la Comisin
Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP 1984).
5
Para ahondar en una descripcin de las caractersticas de los centros
clandestinos de detencin en Argentina vase el informe Nunca Ms de
la CONADEP (1984) y Pilar Calveiro (1998), quien realiza un riguroso anlisis sobre la complejidad de dichos centros y reflexiona en torno
a la relacin con la sociedad que les dio lugar. Asimismo, en otro trabajo, hemos problematizado el concepto de centro clandestino de
detencin a fin de repensar su uso para el caso del ex "Olimpo"
(Messina 2009).
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3. En 1995, se registr el primer proyecto de ley presentado ante el Congreso Nacional en el que se solicitaba la
cesin del predio a la Ciudad de Buenos Aires con el fin de
construir el "Museo de la Memoria Nunca Ms"11. Tres aos
ms tarde, se present en la Legislatura de la Ciudad de
Buenos Aires un proyecto de resolucin que impulsaba la
colocacin de una placa en homenaje a las vctimas del
terrorismo de Estado y el emplazamiento de una escultura
alusiva al funcionamiento en el lugar de un centro clandestino de detencin en la plazoleta ubicada frente al predio
donde funcion el "Olimpo"12. Si bien ninguno de estos dos
proyectos prosper, constituyeron los primeros antecedentes institucionales de una poltica de memoria que se vera
plasmada ms adelante en otros proyectos que s lo hicieron. En el 2001, se presentaron en la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires otros dos proyectos vinculados al
predio del ex "Olimpo": uno propona declararlo como Sitio
Histrico de la ciudad y otro solicitaba su proteccin edilicia13. En el 2002, la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires sancion la ley N 961 de creacin del Instituto
Espacio para la Memoria (IEM)14, organismo que tiene dentro de sus atribuciones "Recuperar los predios o lugares en
la Ciudad donde hubieran funcionado Centros Clandestinos
de Detencin o hubieran ocurrido otros acontecimientos
emblemticos de la poca, promoviendo su integracin a la
memoria urbana"15.
4. En 1999, se estren el film Garage Olimpo, dirigido
por Marco Bechis, sobreviviente l mismo del centro clandestino conocido como "Club Atltico". Dicha narrativa
cinematogrfica inaugur una visibilidad social del ex
"Olimpo" que trascendi las fronteras de los mbitos polticamente ms comprometidos con la lucha por la justicia y
Nos basamos aqu en una entrevista en profundidad realizada en
diciembre de 2006 a un integrante de la agrupacin "Vecinos por la
Memoria-Floresta-Parque Avellaneda", y en el Anteproyecto Olimpo
(2004) elaborado por dicha agrupacin.
11
El proyecto de ley (Exp-dip: 4075-D-95) fue presentado por los
entonces diputados nacionales Bravo (Unidad Socialista), Meijide y
lvarez (Frente Grande). Sin embargo, de acuerdo a la Base de
Proyectos 1990-1998 de la Direccin de Informacin Parlamentaria
(http://www.diputados.gov.ar/), el proyecto no aparece vinculado a ninguna de las seis opciones que se dan como resultado de un proyecto:
aprobado, sancionado, rechazado, retirado, archivado, media sancin.
12
El proyecto de resolucin (n 02017) fue presentado por el legislador
Groiso (FREPASO) el 23 de abril de 1998. Si bien dicho proyecto fue
sancionado el 5 de agosto del 2000, la escultura nunca fue emplazada.
13
Respectivamente: Ley N 1.197 sancionada el 27 de noviembre de
2003 y publicada el Boletn Oficial de la Ciudad de Buenos Aires N
1.848 del 30 de diciembre de dicho ao; y Ley N 1.793 sancionada el
22 de septiembre de 2005 y publicada en el Boletn Oficial de la Ciudad
de Buenos Aires N 2316 del 11 de noviembre de dicho ao.
14
El Instituto Espacio para la Memoria (IEM) es un ente con autonoma
funcional y autarqua en lo econmico financiero perteneciente a la
administracin del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Est conformado por organismos de derechos humanos, personalidades reconocidas por su compromiso en la defensa de los derechos humanos, un
representante del Poder Ejecutivo y representantes de los distintos bloques partidarios de la Legislatura.
15
Artculo 3 inciso c) de la Ley N 961 sancionada el 5 de diciembre
de 2002 y publicada en el Boletn Oficial de la Ciudad de Buenos Aires
el 6 de enero de 2003.
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dad, el Gobierno de la Ciudad se hizo cargo de impulsar el
proceso de conversin del predio en un lugar destinado a la
rememoracin de acontecimientos violatorios a los derechos humanos durante el terrorismo de Estado. Con el objetivo primordial de debatir un proyecto general e integral
para el uso del predio, hacia fines de 2004 comenz a reunirse quincenalmente en el Gobierno de la Ciudad una
Comisin en la que participan representantes gubernamentales, representantes de organizaciones sociales20 y de derechos humanos21, familiares de detenidos-desparecidos y
sobrevivientes del ex "Olimpo". Los organismos de derechos humanos que hoy se conocen como "histricos" (como
Madres de plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo) participan del espacio de manera formal pero no activa -casi,
podramos decir, a "ttulo honorario". En este sentido, si
bien la poltica de memoria como "curso o recorrido concreto" que comienza a desplegarse desde el inicio de estas
reuniones no podra haberse siquiera pensado -y mucho
menos implementado- sin la experiencia social de lucha por
la memoria, la verdad y la justicia que durante 30 aos sostuvieron estos organismos -experiencia que sin duda constituye una poltica de memoria entendida como proceso-,
estos no tienen una participacin directa en las discusiones
y decisiones que se toman en dicho espacio22.
A pesar de algunos cambios en la composicin como
producto del retiro o la fractura interna de algunas agrupaciones, la mayora de los actores sociales que participaron
de las primeras reuniones lo sigue haciendo en la actualidad. Consideramos que una de las particularidades del ex
"Olimpo" se vincula, justamente, con esta composicin de
actores intervinientes: una fuerte participacin de organizaciones barriales de base con una historia de al menos 10
Para un anlisis en torno a la manera en que el cine de ficcin ha creado, a partir de los testimonios de sobrevivientes, los "fotogramas
inexistentes del mundo concentracionario" que sirven a la representacin de la vida en los centros clandestinos de detencin, vase Raggio
(2009:49). Especficamente, para un anlisis de la pelcula Garage
Olimpo, vase Manzano (2009).
17
Proyecto de Ley elevado por el Presidente de la Nacin Nstor
Kirchner al Congreso Nacional, con fecha 26 de septiembre de 2005.
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Seguimos aqu una diferenciacin establecida por J. Besse (2007:293)
entre las diferentes acepciones del concepto polticas de memoria.
Mientras que abordar las polticas de memoria como "procesos" nos
conduce a indagar la experiencia histrica de debates y conflictos entre
diferentes actores sociales en torno a cmo procesar el pasado represivo, abordarlas como "curso o recorrido concreto" nos lleva a examinar
los proyectos y programas institucionales referidos a ese pasado. Entre
ambos niveles hay una "relacin de subordinacin lgica" ya que los
programas o proyectos institucionales se inscriben -emergen y se concretizan- en escenarios de debates polticos y sociales, que operan como
sus condiciones de posibilidad. Las polticas de memoria as concebidas, entonces, no se circunscriben a las polticas oficiales sino que abarcan el conjunto de polticas desplegadas en el mbito pblico por diferentes actores sociales.
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de ocultamiento que llevaron a cabo las fuerzas represivas
y, por el otro, la intencin de visibilizar cmo las huellas de
la existencia efectiva del centro clandestino aparecen entremezcladas con la impunidad que posibilit el intento -hoy
podemos decir, fracasado- de borrarlas. Una sobreviviente
lo expresaba de la siguiente manera: "hay que mostrar las
marcas del pozo pero tambin que se vean las huellas de lo
que hicieron, de las modificaciones, para ocultarlo"26. Por
otro lado, el acuerdo por considerar a todo el predio como
centro clandestino expresa algo del orden del qu narrar
sobre el terrorismo de Estado. Lejos de avalar la idea de que
solamente un grupo al interior de las Fuerzas Armadas y de
Seguridad particip en el sistema represivo concentracionario, este acuerdo parecera reafirmar, ms bien, la idea contraria: la existencia de los centros no slo no era un secreto
al interior de las fuerzas represivas sino que todos sus
miembros de una u otra forma participaron y alimentaron el
sistema concentracionario. En este sentido, la frontera entre
aquellos que efectivamente saban lo que all ocurra (responsables por accin u omisin) y aquellos que podan no
saberlo aparecera trazada por los lmites del predio mismo.
29
Este tema pasa a formar parte de la agenda de discusin de aqu en
adelante.
30
Por ejemplo, se propuso que la Unidad Ejecutora est conformada
por: dos sobrevivientes y dos familiares de detenidos-desaparecidos y/o
asesinados del ex "Olimpo", dos representantes de organizaciones
barriales y cuatro representantes de organismos de derechos humanos.
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Mesa"34. Este tema ya haba surgido meses antes, cuando se
especulaba con hacer una conferencia de prensa para
denunciar la permanencia de la Polica Federal en el predio.
En aquella oportunidad, una sobreviviente se preguntaba:
"La conferencia de prensa es de vecinos y sobrevivientes
pero la Subsecretara queda afuera Si el da de maana
tenemos que hacer una conferencia de prensa contra ellos
[la Subsecretara] qu hacemos?"35.
La apertura para plantear estas discusiones en presencia de quienes participaban en calidad de representantes
gubernamentales habilita la pregunta de si stos son o no
investidos en tanto tales. Cabe una reflexin en torno a
este punto. Los representantes gubernamentales que participaban en la Comisin lo hacan, fundamentalemte, en
calidad de coordinadores/ordenadores de las discusiones y
de gestores/implementadores de las decisiones que aqulla toma. No eran percibidos como un otro al cual cabra
plantear demandas sino que, por el contrario, parecan forman parte del nosotros. Si bien esto no fue as desde el
comienzo -y aunque s sigui siendo as con los funcionarios del Gobierno de la Ciudad-, el hecho de trabajar conjuntamente durante un perodo prolongado de tiempo propici las condiciones -si no suficientes, al menos necesarias- para la construccin de una relacin de mutua confianza poltica.
Como ya mencionamos, otra de las problemticas que
se manifest en las discusiones se vinculaba a cmo
garantizar la autonoma de la Comisin en las decisiones
en torno a la definicin de un proyecto integral para el uso
del predio. Si bien este tema fue objeto de debate desde la
constitucin misma de la Comisin, el "fantasma" del
cambio de los "tiempos polticos" que cobr "figura
humana" en las ltimas elecciones de la Ciudad de Buenos
Aires36 produjo un cimbronazo que activ estas preocupaciones postergadas, arrojando al centro del debate las
estrategias posibles para resguardar el programa de
memoria del ex "Olimpo" de los avatares propios del
campo poltico-institucional.
Finalmente, hay un tema fundamental que result
transversal a todos los momentos sealados. Nos referimos a la importancia concedida al consenso para realizar
intervenciones (del tipo que sean) en el predio. Desde las
primeras reuniones se seal: "tenemos claro que todo
debe ser consensuado en esta Comisin"37. El consenso no
se reducira a una simple forma de decidir sino que constituira toda una metodologa de trabajo que implica constantes esfuerzos de los actores intervinientes por arribar a
decisiones comunes. Uno de los participantes lo defini de
la siguiente manera: "el consenso es una apuesta amplia,
grande, difcil, pero que permite mayor solidez en las
decisiones"38.
A MODO DE CONCLUSIN
En el presente trabajo hemos presentado una descripcin y un primer anlisis del proceso de constitucin de un
lugar de memoria en el sitio donde funcion el centro clandestino de detencin conocido como "Olimpo". Hemos partido, en primer lugar, del supuesto de que las polticas de
memoria vinculadas a los crmenes del terrorismo de
Estado reconocen como antecedente general y comn a las
experiencias de movilizacin social llevadas adelante, fundamentalmente, por los organismos de derechos humanos
para obtener verdad y justicia. Ahora bien, cmo se explica que el "Olimpo" se haya constituido en uno de los pocos
ex centros clandestinos en los que actualmente se despliega
una poltica de memoria? Una primera reflexin que surge
del anlisis presentado sugiere que el hecho de que el ex
"Olimpo" haya podido ser pensado como un lugar de
memoria no es azaroso sino que se asienta sobre una serie
de fenmenos que lo singularizan, tales como: la movilizacin barrial y la participacin activa de los sobrevivientes
en torno a la "recuperacin" del predio, los proyectos de ley
presentados tanto ante el Congreso Nacional como ante la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, e incluso un film
que lleva su nombre; fenmenos que, adems, han contribuido a incrementar su visibilidad social. Consideramos
que estos antecedentes constituyen una base slida para
comprender no slo por qu el ex "Olimpo" pudo ser proyectado como un lugar de memoria sino tambin por qu
esta poltica de memoria se sostuvo (y sostiene) desde fines
del 2004 hasta la actualidad, a pesar de las dificultades que
su implementacin conllev (y conlleva).
En segundo lugar, hemos propuesto que la poltica de
memoria desplegada en el ex "Olimpo" se ha ido institucionalizando de manera progresiva a lo largo de los tres perodos sealados. Algunos de los elementos que nos han permitido sostener esta hiptesis son: la Comisin de trabajo se
dio a s misma un nombre (Mesa de Trabajo y Consenso);
apoy la creacin de un decreto que la reconoce como el
espacio legtimo de toma de decisiones en torno a las intervenciones sobre el predio y que la lig a un programa institucional dentro del rea de la Subsecretara de Derechos
Humanos dependiente del Ministerio de Derechos
Humanos y Sociales del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires39; trabaj en la redaccin de un reglamento interno
que regula y legitima su funcionamiento y las decisiones
que all se toman; su conformacin actual es resultante de
un proceso que dej actores polticos en el camino y produjo la fractura interna de otros. Consideramos que estas decisiones y acciones de la Comisin expresaron una tendencia
hacia el fortalecimiento de la ligazn que, ya desde el principio del proceso pero de manera muy frgil, la una con el
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Si durante las primeras reuniones del 2005, cuando recin se estaba conformando la Comisin, haba lugar para que algunas agrupaciones de la sociedad civil explicitaran cuestionamientos en
torno a la intervencin y al rol del Estado, e incluso, para
39
Actualmente, el programa del ex "Olimpo" depende del IEM, ver nota
al pie 14.
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INTRODUCCIN
El presente trabajo es una continuacin y ampliacin de
algunas ideas desarrolladas en otro artculo escrito por uno
de nosotros (Onetto 2006). En el mencionado trabajo se
plantearon situaciones y problemas surgidos durante la
puesta en prctica del plan de manejo (Onetto 2001) relacionados con la construccin de la infraestructura necesaria
para Cueva de las Manos, Santa Cruz, Argentina.
Aqu profundizaremos estos aspectos, incorporando
problemticas surgidas a lo largo del ltimo perodo de trabajo -2006/2007- de control de impacto en dichas obras por
parte de un equipo de arquelogos coordinados por el
Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento
Latinoamericano (INAPL). Principalmente, pondremos el
nfasis en su contexto efectivo: un escenario dinmico de
negociacin entre distintos grupos. En la interaccin de los
diversos agentes involucrados, entre ellos los arquelogos,
se pusieron en juego distintos significados y valoraciones
sobre el patrimonio arqueolgico que afectaron el modo en
que nuestra tarea se realiz.
Esta consisti en la supervisin de los trabajos de obra y
en la resolucin de imprevistos que pudieran afectar al patrimonio arqueolgico durante estas actividades. Sin embargo,
el trabajo traspas los lmites de la prctica arqueolgica, ya
que nuestro papel se fue redefiniendo y terminamos actuando
en diversas esferas de accin relacionadas con otros aspectos
del manejo del sitio, por ejemplo el turismo.
* CONICET/UBA/INAPL. [email protected]
[email protected] // [email protected]
** CONICET/rea Arqueologa y Antropologa, Municipalidad de
Necochea. [email protected]
*** CONICET/Instituto de Arqueologa. FFyl, UBA.
[email protected]
**** CONICET/ INAPL. [email protected]
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inflexin en la historia de los trabajos realizados en Cueva
de las Manos, ya que comenzaron a involucrarse tanto organismos nacionales y provinciales como agentes privados en
tareas de conservacin y proteccin y en el manejo turstico. Es as que en junio de 1998 el sitio fue presentado a la
UNESCO para su inclusin en la Lista del Patrimonio
Mundial como "rea Arqueolgica y Natural Alto Ro
Pinturas", siendo declarada en diciembre de 1999 como
bien cultural bajo la designacin de "Cueva de las Manos,
Ro Pinturas". En diciembre del mismo ao la Direccin
Nacional de Arquitectura (DNA) reformul el proyecto de
infraestructura del plan de manejo mencionado y agreg un
sistema de seguridad para el sitio. Esta fue la primera intervencin del Estado nacional en un sitio arqueolgico con
arte rupestre declarado Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Onetto destaca la conexin entre estas acciones con la creciente toma de conciencia por parte de la
comunidad de Perito Moreno de la importancia de Cueva de
las Manos, principalmente como recurso econmico a travs de la explotacin turstica (Podest y Onetto 2003,
Onetto 2006).
Con respecto al plan de manejo propuesto, se desarrollaron distintas estrategias que incluyeron el mantenimiento, la preservacin y la adaptacin1 del bien patrimonial, as
como la administracin y proteccin del sitio y, por ltimo
la educacin del pblico acerca de sus valores e importancia (Carta Burra 1979 y Stanley Price 1991). En otros trabajos se ha discutido el resultado de las acciones llevadas a
cabo en la primera, segunda y tercera etapa del plan de gestin elaborado para Cueva de las Manos (Onetto 2001,
2006).
Nos interesa centrarnos en esta ltima, que consisti en
la concrecin de las obras de infraestructura previstas por
parte de la empresa constructora en el marco del contrato de
licitacin "Obras de Proteccin y Seguridad para el
Monumento Histrico Nacional Cueva de las Manos". Las
mismas se iniciaron en noviembre del 2004 y se extendieron hasta marzo del 2007. La envergadura de las tareas
necesarias para el manejo pblico y proteccin del sitio
implic la existencia de diferentes frentes de trabajo. As, se
llev a cabo el acondicionamiento y ampliacin del rea de
estacionamiento, del centro de recepcin y de las instalaciones necesarias para guas y guardias; se construyeron
pasarelas y decks en los sectores con pinturas, barandas en
la senda peatonal, barandas y escaleras en la ladera de bajada al ro; se instalaron molinos para energa elica y una
toma de agua en el ro (Onetto 2006).
Durante esta etapa fue necesaria la presencia constante
de un arquelogo en el sitio para monitorear las acciones
llevadas a cabo y participar en la toma de decisiones cotidiana. Para los arquelogos que participamos constituy
una oportunidad excepcional de acompaar, desde nuestro
rol subjetivo, el proceso de resignificacin del sitio por
parte de los distintos grupos de agentes involucrados. En
este sentido, todo este proceso implic un movimiento de
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La "adaptacin" refiere a la realizacin de las obras de modificacin
del sitio a conservar sensu. Pearson y Sullivan 1995
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les y simblicos que buscan los arquelogos del INAPL, los
organismos provinciales y municipales de Cultura.
En segundo lugar, el grupo de inters que le otorg un
valor exclusivamente econmico fue la empresa constructora. Esta empresa estaba trabajando simultneamente en
varias obras de la zona (viviendas, hospitales, etc.), por lo
cual el trabajo en Cueva de las Manos era considerado
como uno ms entre tantos otros. Luego, frente a las caractersticas de la obra que distaban mucho de una construccin comn, tanto los directivos como los operarios de la
empresa cambiaron su apreciacin acerca del trabajo en el
sitio.
Por ltimo, Cueva de las Manos representa un recurso
importante de desarrollo econmico a travs de la explota-
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Por otro lado, fueron surgiendo problemas diarios producto de la falta de planificacin y/o previsin de las consecuencias especficas en el terreno de algunos elementos
constructivos o prcticos del plan de manejo. Esto gener
situaciones que debieron resolverse sobre la marcha, en este
sentido nuestro trabajo de monitoreo iba paralelo al trabajo
de la obra. Algunos ejemplos de esto son:
La especificacin de un espacio para el acopio y depsito de los desperdicios: para la empresa significaba un
costo extra trasladar estos materiales a otro lugar y cuando alguno de nosotros planteaba el problema se generaba una extensa negociacin (Informes Morales, Salerno,
Elas, Colombo, entre otros). Es necesario destacar que
muchos de los operarios con los que convivamos da a
da, con el tiempo contribuyeron a la limpieza y preservacin del sitio y sus alrededores.
La instalacin de cmaras de video en el circuito de pinturas: est incluida en el proyecto de Obras de Deteccin
Inteligente agregado al plan de manejo por la DNA
(Onetto 2006). Este proyecto implic la instalacin de
un bitubo y de "cajas" a lo largo de todo el sendero generando movimiento de sedimentos y produciendo impacto visual (Informes Bozzutto, Buc). No obstante, la instalacin de dichas cmaras nunca se concret.
Los tamaos de los decks debieron ser modificados
sobre la marcha en funcin del impacto visual que generaban en el sendero, las particularidades del terreno, etc.
(Informes Cassiodoro y Garca Guraieb).
Cabe destacar que a su vez, varios de estos conflictos
tambin surgieron como consecuencia del incumplimiento
de las rdenes de servicio de la DNA por parte de la empresa. As por ejemplo:
EMPRESA CONSTRUCTORA.
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de los turistas, malestar entre los obreros y una mayor duracin de la obra, dado que las tareas deban suspenderse
mientras se realizaban las visitas guiadas. En este caso
nuestro papel fue el de mediar entre los distintos grupos de
inters (Onetto 2006, Informe Garca Guraieb).
Por otro lado, en momentos previos al comienzo de la
obra el manejo turstico estaba en estrecha relacin con las
decisiones tomadas por la municipalidad de Perito Moreno
y los operadores privados. En este sentido, no exista un
horario especfico de visitas, un cupo estipulado de personas que podan acceder a la visita guiada y fundamentalmente, durante la misma se permita el ingreso al interior de
la cueva abriendo las rejas de proteccin. As, se observ
que el ingreso masivo a la misma expona las representaciones rupestres al dao producido por diferentes agentes,
como por ejemplo el polvo, el contacto fsico de la gente y
los permanentes flashes3. Tambin se registr un paulatino
deterioro por pisoteo del rea excavada as como tambin la
potencial extraccin de materiales de superficie (Informes
Cassiodoro, Garca Guraieb, Bourlot). Como medida para
evitar esto, se busc prohibir el ingreso de todos los visitantes al sector de la cueva, por lo tanto las rejas deban permanecer cerradas. De este modo, surgieron una serie de
conflictos entre los arquelogos y los operadores tursticos
(Informes Gordn, Bourlot, Musali, Buc, etc.), que ignorando la medida atraan a sus clientes con folletera bilinge
que promocionaba el acceso al interior de la cueva4.
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REFLEXIONES
TRABAJOS
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los operadores tursticos privados por traspasar las rejas de
proteccin a pesar de las recomendaciones de los arquelogos), nos llaman la atencin sobre la necesidad de revertir
esta situacin a travs de diversos trabajos orientados a la
participacin de agentes locales en el sitio. Por ejemplo con
programas de: formacin docente y charlas pblicas que
tiendan relaciones histricas e identitarias entre el sitio y los
pobladores (por ejemplo exposicin de historias locales en
relacin al sitio); participacin de las escuelas en las tareas
de exposicin e investigacin; formacin de guas, etc.
Estas actividades de capacitacin -para los trabajadores
de la obra y las comunidades locales- permitirn a su vez
reducir prejuicios sobre qu es la arqueologa y nuestro
modo de trabajar. Varios de los que estuvimos trabajando en
Cueva de las Manos pudimos identificar en el imaginario
comn una visin simplificada del trabajo del arquelogo,
quien juntara materiales al igual que cualquier coleccionista, y cuyo conocimiento generado no sera muy certero
pues no sabe nada de la vida en el campo. Adems, creemos
que este prejuicio est ntimamente ligado a conflictos de
gnero, grupo social y edad.
Confiamos plenamente en la utilidad de las actividades
de capacitacin ya que hemos sido testigos de cmo el imaginario comn mencionado fue modificndose como resultado de la interaccin cotidiana de los trabajadores de la
empresa con los arquelogos presentes en el sitio. Este contacto permanente y sostenido a partir de la convivencia, permiti dar a conocer nuestras valoraciones patrimoniales y
nuestra metodologa de trabajo. Notamos as un cambio en
la valoracin sobre el patrimonio por parte de la gente de la
obra y, consecuentemente, una evolucin positiva en el
inters y en la preocupacin por el cuidado del sitio.
Otro aspecto que nos parece importante mencionar concierne al rescate de materiales arqueolgicos durante la
supervisin de tareas relacionadas con el movimiento de
suelos. Nos parece fundamental llevar adelante tareas de
anlisis del material extrado y exposiciones locales tanto
de las piezas como de las tareas realizadas. La construccin
de estas actividades en conjunto con la comunidad local y
los trabajadores de la obra permitir no solo completar el
trabajo de cuidado y acompaamiento que se realiz durante toda la obra, sino tambin promover el cuidado y mantenimiento del sitio por parte de quienes conviven con l. Esta
es una manera interactiva de poner en marcha las relaciones
con los obreros y pobladores locales, as como tambin de
reducir la ignorancia acerca del modo de conocer y reconocer la metodologa arqueolgica. La inclusin de diferentes
facciones de la comunidad en las algunas etapas del trabajo
arqueolgico, generara mayor inters y preocupacin por
el patrimonio, facilitando las tareas de resignificacin y
apropiacin del mismo.
Consideramos que, a pesar de que nuestra tarea no fue
fcil, esta experiencia nos enriqueci no slo a nivel profesional sino tambin personal. Debido a que, contrariamente
a lo que sucede en un trabajo de campo arqueolgico convencional, en donde la mayora de los que participan en un
equipo son colegas, en el caso de los trabajos de impacto, la
mayora de las personas son ajenas a la especialidad. En
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INTRODUCCIN
En los ltimos aos ha habido una preocupacin acentuada por parte de los intelectuales por los estudios acerca
del cuerpo y la corporeidad, en cuanto al ser humano vivo.
En este trabajo sin embargo, llevar la atencin sobre el
cuerpo muerto e intentar analizar los rituales mortuorios y
la importancia ritual del cuerpo muerto, desde una perspectiva que involucre a los estudios sobre la corporalidad y la
performance. De esta manera, analizar la ubicacin ritual
del cuerpo desde un enfoque que junto con los aportes de la
antropologa simblica y la antropologa de la muerte, nos
pueda dar cuenta de la inmediatez de la experiencia corporal atravesada por sus significados culturales. Para ello he
realizado trabajo de campo con observacin participante en
una serie de velatorios, tanto de la provincia de Buenos
Aires como en Capital Federal. Como el objetivo fue entrar
en escena como una empleada ms de las empresas funerarias, trabaj asistiendo a las azafatas con los servicios habituales que ofrecen. Las azafatas son mujeres encargadas de
atender a los familiares y quienes participen del velatorio.
Se ocupan entre otras cosas de la limpieza de las salas velatorias, del servicio de cafetera, y de proporcionar ayuda e
informacin a quienes lo necesiten. En este sentido, he participado del ritual vestida de azafata y sirviendo caf de
modo de no alterar la conducta de los presentes.
Mis conclusiones sobre la performance del velatorio, se
han basado en la observacin sobre las prcticas y sentimientos expresados en el ritual, pero no he incluido lo que
los participantes del mismo "dicen" acerca de sus experiencias ya que no realic entrevistas post velatorios. Sin
embargo considero que es una tarea que se debera realizar
en trabajos futuros, para integrar a los resultados obtenidos.
Por otro lado, he hecho entrevistas a profesionales de las
empresas encargados de la organizacin de los eventos
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en los procesos corporales de percepcin, a travs de los
cuales se manifiestan, por lo que plantea la experiencia de
percepcin corporal como un medio de conocimiento prereflexivo basado en este vnculo inseparable del sujeto con
el mundo. Entonces, Csordas (ibd.) haciendo crtica a las
posturas tericas metodolgicas que proponen considerar a
las culturas como textos y reducen la experiencia al lenguaje, el discurso y la representacin, propone una distincin
metodolgica entre cuerpo y embodiment. El cuerpo, una
entidad biolgica y material, estara claramente diferenciado del embodiment, al cual denomina como un campo
metodolgicamente indeterminado definido por la experiencia perceptiva y por un modo de presencia y agencia en
el mundo. De esta manera, propone al embodiment desde
una aproximacin fenomenolgica en la que el cuerpo vivido es un punto de partida metodolgico y focaliza sobre la
importancia de considerar la corporalidad para entender el
ser-en-el-mundo, el cual debera considerarse como un
compaero dialgico de la representacin.
Los trabajos de Silvia Citro (2004) consideran la importancia de los aportes de Csordas acerca de la fenomenologa cultural, pero inspirados en la perspectiva de Ricoeur,
contribuye con un abordaje dialctico del cuerpo planteando la necesidad de describir la experiencia prctica del
cuerpo en la vida social, la materialidad del cuerpo y su
materialidad pre-reflexiva de vincularse con el mundo a travs de percepciones, sensaciones, gestos y movimientos
socialmente constituyentes. Citro considera que la materialidad del cuerpo y su experiencia prctica estn atravesadas
por significados culturales, y a partir del reconocimiento de
esta constitucin material-simblica de la corporeidad, propone el concepto de cuerpos significantes. En este sentido,
propongo entender las prcticas mortuorias desde el punto
de vista del embodiment, para poder entender al cuerpo
como un smbolo dominante que gua la accin ritual, su
modo de presencia y agencia en el mundo, y la percepcin
de la muerte como producto de las relaciones recprocas
que se dan entre el cuerpo en tanto materialidad y las significaciones y experiencias vividas por los dolientes y otros
participantes en el contexto ritual. Por ello, la obra de Citro
nos ayuda a entender a los "cuerpos muertos" como cuerpos
significantes, y nos preguntamos en qu sentido el cuerpo
muerto en el escenario ritual puede tener un carcter activo
y transformador en la prctica social que reacomoda las
categoras dentro de la estructura de las relaciones sociales.
De esta manera tomar las propuestas terico-metodolgicas que plantea Citro (ibd) acerca del abordaje de los
cuerpos significantes vivos, para trabajar con los cuerpos
significantes muertos en nuestra sociedad argentina actual.
Har entonces, un abordaje de la corporalidad que pretenda
abarcar tanto la materialidad de los cuerpos como los significantes culturales.
De aqu en ms utilizar la distincin analtica que propone Csordas entre cuerpo y embodiment y hablar de
embodiment para referirme al cuerpo muerto en el contexto
ritual, destacando de esta manera, adems de su entidad
biolgica y material, su modo de presencia y agencia en el
mundo. Entonces, hablar de cadver para referirme al
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formaba parte de lo cotidiano, personificarla a travs de la
fotografa mortuoria era una prctica habitual.
Siguiendo el curso de la historia se observan tambin
cambios en las costumbres del luto, especficamente en lo
relativo a las honras fnebres, la ropa, los colores y la duracin. Las honras fnebres fueron modificndose con el
cambio de actitud frente a la muerte, y de las solemnes exequias se pas al actual luto privado y silencioso (Alarcn,
2002). Nos cuenta Omar Lpez Mato (2002) que a principios del siglo XIX, las familias competan en mostrar desmedido dolor y respeto por su ser querido, y alquilaban
carros en proporciones exageradas. En este sentido, nos
dice el tanatlogo Ricardo Pculo que el culto a los muertos se ha dejado de usar:
"Antiguamente las pompas fnebres eran a caballo, y
se distingua tanto socialmente como afectivamente,
por si tenan dos caballos, tres caballos, cuatro caballos. Vos vas a una empresa de servicios fnebres, y, te
toman los datos, te van a buscar al fallecido, te lo
ponen en el velatorio y te lo llevan al cementerio. Y ese
no es el trabajo" (Pculo 8/10/2007).
Entonces, los profundos cambios que se han dado dentro de las sociedades industrializadas, han generado una
importante fractura entre el individuo y la sociedad, por lo
que hay una menor participacin de la comunidad en el
duelo de un fallecido, donde este, se consume aisladamente. Las crisis de duelo se viven en el anonimato, se resuelven en general sin recurrir a las etiquetas de luto, y no cuentan con la participacin colectiva (Di Nola 2007).
Sin bien Aris ha atribuido a la categora de muerte
domesticada a esa actitud frente a la muerte dnde esta es
aceptada y esperada, familiar, cercana y anunciada sin
miedo ni desconsuelo, creemos, como dice Jack Goody, que
"toda ceremonia funeraria es una manera de domesticar la
muerte, de ayudar a los seres humanos a mirar la muerte
cara a cara" (1998:112)5. En tanto los procesos de duelo
son objetos de regularizaciones y semantizaciones culturales, cuyo propsito consiste en resguardar al deudo de los
peligros de la experiencia de la prdida (Cordeu, et al.
1994: 139) y en tanto en nuestra sociedad la comunidad
participa cada vez menos en los procesos de duelo, la persistencia de la prctica del velatorio acenta la necesidad de
este nico espacio social, que permite la solidaridad, la percepcin de la muerte, y la preparacin para la separacin
definitiva entre el muerto y los vivos.
Si bien podemos asumir que en la sociedad occidental
Tomamos a la antropologa simblica como un conjunto de propuestas difusas que surgen en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, en oposicin a un positivismo dominante y otorgan una importancia fundamental a los smbolos, y a los significados culturalmente compartidos
(Reynoso 1998:211). En este trabajo tomaremos los aportes del antroplogo ingls Victor Turner, quien inicia sus trabajos bajo los auspicios del estructural-funcionalismo, en su modalidad manchesteriana
(ibd.).
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tra propia etnografa hecha en velatorios nos sugieren identificar el embodiment del muerto como un smbolo dominante, que como smbolo ritual se convierte en un factor de
accin social (Turner 1997:22).
Ya sea que la muerte represente la separacin entre
cuerpo y alma, o para los no creyentes, un sinnimo de anulacin total de toda la persona, la muerte habita en el cuerpo, y como habamos dicho, gracias a l y alrededor de l
se ejercen las prcticas rituales.
Por un lado, las caractersticas observables del cuerpo
son las que nos enfrentan a la muerte en persona. De esta
manera, la performance ritual, donde la exposicin del
cuerpo muerto juega un rol fundamental, obliga a los familiares a preparar el cadver para que conviva con los vivos
hasta la reparacin definitiva. Mientras los cuidados frente
al cadver en pocas anteriores estaban a cargo de los familiares, hoy son los profesionales (mdicos, enfermeros o
tanatlogos) quienes se ocupan de su preparacin. Si bien
los significados implcitos en las ceremonias del arreglo
pueden variar segn los casos, la finalidad principal, dice
Di Nola, es "atenuar por un breve lapso de tiempo el horror
del rostro y del cuerpo, para presentar de nuevo al difunto
como una persona todava dotada de rasgos humanos"
(2007:286). En este sentido, no solo el lavado del cuerpo y
la cosmetologa sino tambin la tanatopraxia7: la tcnica
para demorar la descomposicin final de un cuerpo, juegan
un rol fundamental, para que la materialidad del cadver del
difunto concuerde lo ms posible con la persona en vida:
" La funcin ms importante de la tcnica de la tanatopraxia es que el fallecido queda como si estuviera
durmiendo, queda con el color natural que tenemos en
vida, porque se le aplican qumicos donde tienen conservantes, colorantes, etc., al margen de la conservacin que es para que no haya olores, no se derramen
lquidos si un fallecido est mal preparado, cuando
hablo preparado hablo "mal presentado" demacrado,
flaco, sin afeitar y dems, la imagen que queda grabada es esa. La gente no quiere velar porque los amigos
no quieren que lo vean demacrados, perdiendo lquidos. entonces cul fue la conclusin? que la gente
quiere que los vele pero en buenas condiciones"
(Pculo 8/10/2007)
En nuestra sociedad donde el cuerpo es el soporte del
individuo y la frontera de su relacin con el mundo (Le
Breton, 1995:27), la apariencia que tiene el cuerpo muerto,
es fundamental para un acercamiento a la muerte que concuerde con las caractersticas de la persona.
A la vez, la presencia del cuerpo es tan importante para
que el deudo se pueda descargar que cuando est el cajn
cerrado, dice Pculo, los familiares actan como queriendo
traspasar la madera:
"Cuando el atad est cerradohay algo que me lla-
La tanatopraxia deja en el cuerpo una apariencia semejante a la existencia en vida, borrando cualquier efecto de enfermedad o sufrimiento. Se realiza mediante la inyeccin vascular y de cavidad de soluciones acuosas y qumicos germicidas solubles
(ver http://www.funarg.com.ar/ServicioTanatopraxia.htm).
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Hemos observado en los velatorios, que son los familiares
ms cercanos quienes permanecen cerca del familiar muerto,
mientras que en general las otras personas presentes permanecen en salas contiguas conversando entre ellos o dando contencin a otros familiares afectados8. En este sentido estaramos
hablando de una categora general de muerto y una categora
personal, la del familiar, que provocara este sentimiento de
amor y compasin hacia el fallecido.
Di Nola, al igual que Malinowski, nos habla tambin de
la doble carga psicolgica que propone actitudes opuestas y
contradictorias (2007:280). Por un lado, dice el autor, surge
la exigencia de alejar lo antes posible al muerto, por los sentimientos de miedo y temor que provoca el cadver9. Por
otro lado, nos encontramos con la carga afectiva, donde los
sujetos de luto desean retener al difunto junto a ellos: "en la
polivalente dinmica de la muerte, los sentimientos de
rechazo de la inhumacin y de negacin del hecho concreto se transfieren sobre el propio cadver" (ibd.). Se ha
observado en los velatorios, que esta actitud de adhesin al
cuerpo, se acenta en el momento en que se cierra el cajn
para el posterior entierro o cremacin.
Vemos entonces, en estas actitudes frente al embodiment del cuerpo, las particularidades del estado de liminalidad donde el muerto, que an convive con los vivos, y
todava no pas a su nuevo estado (el de muerto), tiene
caractersticas ambiguas y contradictorias:
"Como que quieren despertarlo, le hablan, le dicen,
"despertate, no puede ser, no seas malo", le echan la
culpa al muerto porque todo esto que hacen, de quererlo despertar, de decir "bueno todava no est con los
muertos, todava est conmigo" hace que pueda desahogarse" (Pculo 8/10/2007).
En el velatorio, un espacio social donde "se vive la
muerte y se muere la vida" (Van Gennep 1960) se le da
lugar al muerto de tener una ltima permanencia con los
vivos y a los vivos una ltima permanencia con el muerto.
Al muerto se le habla, se lo contempla, se lo llora y se lo
acaricia, y empieza la despedida en un espectculo triste y
lastimoso.
Reflexiona Ricardo Lesser (2007) acerca de los rituales
mortuorios del Buenos Aires del siglo XVII y XVIII, que en
tanto la doctrina de la resurreccin asimilaba la muerte al
sueo, y velar significa estar sin dormir en el tiempo que
uno ordinariamente duerme, el que vela al difunto se diferencia ntidamente del muerto porque est despierto y el
Los servicios fnebres en general cuentan con distintas salas separadas del lugar donde se encuentra el embodiment del cuerpo.
9
Si bien, dice Di Nola, en las sociedades de tradicin "occidental"
(europeas o judeocristianas) esta ambivalencia es un elemento constante de la psicologa del luto, existen mbitos culturales en los cuales
segn el autor la ambivalencia se supera. Es el caso, por ejemplo de los
cazadores recolectores en los que predomina la reaccin de terror y
este es alejado del hogar lo antes posible, o el caso de los pueblos
ganaderos, donde el muerto se presenta como una realidad benfica y
protectora que hay que tutelar (2007:281). Por otro lado Hertz (1990),
en su meticuloso trabajo acerca de las dobles exequias nos muestra el
grado de responsabilidad que se tiene sobre el cuerpo muerto, donde
rigurosos rituales de cuidado y contencin tratan de evitar el peligro.
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tivo, que enaltece al individuo como parte de una comunidad.
LA PERFORMANCE INMVIL
Entonces, el embodiment del muerto, en un velatorio,
une en una comunidad de solidaridad a los individuos presentes y se inserta en un proceso dramtico que conmueve
a todos los participantes, y donde los actores, perciben,
expresan e interpretan la muerte. Con todos los gestos y
actitudes rituales que acompaan a su preparacin, permite
que se expresen todos los sentimientos antes mencionados
de rechazo y adhesin, de horror y afecto, y propone a los
familiares y amigos presenciar, experimentar y vivir, tanto
la muerte, la prdida, como la despedida de su ser querido.
De esta manera, la performance ritual ayuda a los familiares a enfrentarse a esta dolorosa realidad y a atravesar todos
los cambios en las relaciones sociales que ello implica.
Por un lado, la muerte tiene presencia a travs del cuerpo
muerto y puede ser dicha, hablada, representada, experimentada y compartida socialmente. Por otro lado, habita en un
espacio social de gestos, actitudes y prcticas tradicionales
que lo invade, lo penetra, y le dan el elemento dinmico de
sentido. El embodiment del muerto y su relacin con el
mundo se establece a travs de su materialidad y los significados culturales. De esta manera, la carga afectiva y emocional que tiene el cuerpo como smbolo de la muerte es transformador en la prctica ritual, generador de percepciones,
actitudes a propsito del embodiment del cuerpo, del ser del
difunto y de los dolientes. Donde el cuerpo y el ritual proponen, el contexto social da el elemento dinmico de sentido. El
ritual comunica a la vez que transforma y constituye un lugar
de representacin donde se encarnan los valores y normas
que regulan los comportamientos de las personas.
Entonces, teniendo en cuenta que la performance del
ritual mortuorio tiene tanto aspectos simblicos (enfatizando sobre aquello que se quiere comunicar, expresar) como
instrumentales, que contribuyen a consolidar determinadas
creencias, valores y normas fundamentales para el grupo,
he concluido que quienes participan en la performance
ritual, habitan una experiencia transformadora, provocada
por el embodiment del muerto: "las performances son constitutivas de la experiencia social de los actores, no son
meramente representativas de la identidad de un grupo
social sino que tambin contribuyen a construirlas" (Citro
2003:26). De esta manera, sera su condicin de personificador de la muerte (y todos los valores, sensaciones, acciones y experiencias asociados a ello) junto al contexto ritual,
lo que significa y reestructura las relaciones sociales.
Por ello, el cuerpo muerto en el contexto ritual puede
ser entendido como una performance inmvil, en tanto
posibilita "experimentar la muerte" en el escenario ritual, y
es polo de experiencia y accin al estar atravesado por significados culturales. Ya que su materialidad es interceptada
socialmente por las personas presentes en el escenario
ritual, solo una perspectiva de estudio que comprenda el
embodiment de los muertos, nos puede permitir entender
cmo a travs del contexto ritual, es ste quien da el elemento dinmico de sentido. Dentro de este marco y siguien-
11
La Hemos llamado muerte desatendida (Panizo 2003, 2005) a aquella que por no darse en condiciones normales (por ejemplo el caso de
los desaparecidos de la ltima dictadura militar en Argentina, y la particularidad de la falta del cuerpo) no se enfrenta de una manera clara y
no permite la realizacin de los rituales mortuorios socialmente establecidos.
12
Todos los agentes que participan directa o indirectamente de estas
prcticas mortuorias (azafatas, mdicos, enfermeros, tanatlogos, etc.)
contribuyen a un reconocimiento social de la muerte. Dice Thomas al
respecto que hay muerte verdadera recin cuando socialmente se la
reconoce (1993:62). En este sentido, se refiere no solo a los signos o
pruebas de la muerte sino a la autoridad que est habilitada para autentificarla. El certificado de defuncin y el permiso para inhumar consagran oficialmente lo que Thomas llama la "muerte socialmente reconocida" (ibd.).
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INTRODUCCIN
La cuenca de Taf es un atractivo valle intermontano
localizado hacia el centro-oeste de la actual provincia de
Tucumn, Repblica Argentina, a unos 110 km de la ciudad
capital de San Miguel de Tucumn.
Este valle ha sido un centro constante de inters en las
investigaciones arqueolgicas del Noroeste Argentino
(NOA) desde finales del siglo XIX (Ambrosetti 1897,
Bruch 1911, Lafone Quevedo 1902). A travs de todo este
tiempo, numerosas investigaciones contribuyeron hacia un
incremento notable de nuestro conocimiento sobre un segmento especfico del proceso cultural prehispnico local, el
Formativo (Berberin et al. 1988, Nez Regueiro y Garca
Azcarate 1996, Sampietro Vattuone 2000/2, entre otros).
Estudios de momentos posteriores permanecieron como
un campo de anlisis con remarcada insuficiencia hasta
tiempos bastante recientes. Tareas de prospecciones, recolecciones superficiales, relevamientos y excavaciones en
diversas reas del valle ampliaron el rango de evidencias
disponibles, generando un valioso cmulo de datos concerniente a los Desarrollos Regionales (o Tardo) y, en menor
medida, Inkas (Gonzlez y Nez Regueiro 1960, Lpez
2000, Manasse 2002, 2003, 2006, 2007, Manasse y Pez
2006, Pez 2005, Pez y Patan Aroz 2007, Patan Aroz
et al. 2002). Estas investigaciones nos proveen de interesantes perspectivas de amplio alcance que necesariamente
requieren ser profundizadas.
En este trabajo dar a conocer resultados obtenidos
desde 2001 en un sitio localizado a unos 2.410 msnm, en el
extremo terminal de una de las estribaciones orientales del
Filo de las Micunas, (Los Cuartos, NE de Taf del Valle).
Este asentamiento, conocido como "Pukar de las Lomas
Verdes", fue descripto a mediados del siglo pasado
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de esta lnea, algunos autores evaluaron factores econmicos presentes en determinadas regiones que pudieron despertar inters para el imperio (por ejemplo en el Sur del
valle de Yocavil y en Antofagasta de la Sierra Prov. de
Catamarca inversin en el desarrollo de actividades mineras [L. Gonzlez y Tarrag 2005, Olivera 1991, ver tambin
A. Gonzlez 1980]; Valle de Lerma [Prov. de Salta] control
de prestaciones rotativas y redes de intercambio de productos [Mulvany 2003]; inters en la obtencin de mano de
obra especializada [Lorandi 1980], entre otros).
El anlisis integral de este "encuentro" entre "lo inka" y
"lo local" en el NOA presenta, al menos desde mi perspectiva, dos particularidades. En primer lugar, que no comenzara a examinarse como tal sino hasta aos recientes. Los
estudios sobre "unos" y "otros" permanecen prcticamente
como campos separados de anlisis, tantas veces privilegiando el estudio casi exclusivo de "lo inka" en una regin
y muchas veces descuidando o relegando el anlisis de las
acciones-reacciones de las poblaciones locales.
Estrechamente relacionado a esto es que aquellas regiones
que no presentan cierta "monumentalidad" y/o rasgos imperiales puros han sido por lo general ignoradas.
Desde una perspectiva alternativa, se argumenta que
esta interaccin estuvo estructurada dentro de una compleja y multidimensional esfera de tensiones y negociaciones
(Gifford 2003). En este esquema se reconoce a las poblaciones nativas como parte activa en este proceso de
"encuentro multi-tnico". Captando las experiencias y
vivencias locales dentro de una nueva situacin, remarcando a sus expresiones materializadas como situacionales y
estratgicas. Promoviendo as un abordaje desde lo
"mutuo", no polarizado entre extremos estticos de una
misma situacin. (Gifford 2003, Gonzlez y Tarrag 2005,
Mulvany 2003, Nielsen 1997).
Esta posicin fue sostenida tambin por D'Altroy, acentuando que en el examen de tales situaciones se debe alcanzar necesariamente un equilibrio entre intereses y acciones
de ambos lados del encuentro (D'Altroy 2002, D'Altroy y
Schreiber 2004). En este mismo sentido es que D'Altroy
centr sus crticas a los modelos ms utilizados en arqueologa para entender los procesos imperiales. Este investigador sostiene que existe un marcado nfasis hacia, (a) el
estudio de las intenciones y acciones de la elite dominante,
(b) la creencia general en centro complejo y periferias no
desarrolladas, (c) el nfasis en un poder exclusivo de la
sociedad dominante (D'Altroy 2002).
Desde luego que estas ltimas observaciones no niegan o
descartan la importancia de analizar procesos globales como
el imperialismo-colonialismo y sus consecuencias. El caso de
la expansin inkaica contina siendo naturalmente un tema
de mucho inters y debate, pero ha sido continuamente encarado desde una perspectiva a "macroescala" y, fundamentalmente, desde la representacin del colonizador. Lo que se
viene a subrayar es que en este proceso imperial la relacin
entre lo global, lo regional y lo local se articula primero a
nivel local, debindose prestar renovada atencin a la forma
en que las vivencias y experiencias pudieron haber mantenido vigencia en una nueva situacin sociopoltica. Es que la
capacidad de los actores locales de influir en su realidad no
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Las "depresiones cuadrangulares" son un tipo de estructura en superficie muy caracterstica de esta regin, varios son los investigadores
que han trabajado en ellas, obteniendo valiosos resultados referidos a
la problemtica del Tardo e Inkas (ver Esparrica 2004, Gonzlez y
Nez Regueiro 1960, Lpez 2000, Lpez y Manasse 2001).
2
Estudios tecnolgicos en cermica de estos tiempos son sugerentes en
cuanto a que el valle de Taf estuvo vinculado dentro de un contexto
geopoltico amplio, manteniendo sus propias particularidades
(Manasse 2007, Manasse y Pez 2006, Pez 2005).
3
Como parte de sus propuestas, Gonzlez sugiri que, "En Taf por
ejemplo, sitios Incas han sido hallados con cermica Beln junto a
Santamariano Estas disconformidades probablemente reflejen la
presencia de mitimaes" (Gonzlez 1963:115). Posteriormente seal,
"En un lugar de Taf del Valle (Tucumn) la cermica encontrada era
del tipo Beln, la que no corresponde a los habitantes de la zona sino
a los de los valles del suroeste; evidentemente estamos en presencia
de mitimaes trados desde el sur" (Gonzlez y Prez 1987:112; ver
tambin Semp [1999:255, 2006:377] y Nez Regueiro 1974:183 ).
1
Figura 2
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Tabla 1
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Mediciones efectuadas con navegador satelital permitieron obtener
los puntos 26 50' 00" de Latitud Sur y 65 41' 30,9" de Longitud
Oeste, a la altura de un mortero ubicado en una de las estructuras del
sitio, conocido localmente como "Pie del Indio".
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Figura 3. a. Vista desde el N de LCZVIIIS1, b. Vista desde el SO de E14, c. Hilera simple de piedras conformando una subdivsin interna en E18, d. Paredes O y S de E9
"Sectores de anlisis" (Ss-1 a Ss-6). Nuestro anlisis identific dentro de cada Sector cada estructura existente, siendo
estas designadas por siglas y su correspondiente nmero
identificatorio (E1 a E33). Los Sectores que corresponden
al piso superior fueron denominados Ss-1 a Ss-4, definidos
en base a la distribucin de las estructuras. Los Sectores que
corresponden al piso inferior (Ss-5, al Oeste y Ss-6 al Este),
fueron individualizados por su localizacin relativa (Patan
Aroz et al. 2002).
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Figura 4. Plano del sitio LCZVIIIS1 (Los Cuartos, Taf del Valle, Prov. de Tucumn). Modificado
de Patan Aroz et al. 2002 d. Paredes O y S de E9
La alfarera decorada que present una mayor representacin correspondi a fragmentos de tipos Santamarianos.
Pudimos determinar formas correspondientes a urnas funerarias y pucos o escudillas, siendo estos mayoritariamente
bicolores (Ns/B y en menor medida Ns/R), con escaso
registro de fragmentos tricolores (N y Rs/B). Los diseos
reconocidos fueron diversos, principalmente ofidios bicfalos adems de figuras geomtricas. Recuperamos tambin
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Tabla 2.
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Pastas con este tipo de apariencia fueron referidas para alfarera de
sitios inkaicos como Potrero Chaquiago e Ingenio del Arenal
Mdanos, ambos sitios localizados en la Prov. de Catamarca
(Cremonte 1991) y otros del Norte del Valle Calchaqu (Williams
2003). Esto es de sumo inters para nuestros estudios, ya que este
rasgo tecnolgico fue atribuido al producto de manufactura por parte
de mitmaqkunas altiplnicos (Cremonte 1994).
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tivo (ver Figura 3[c] y 3[d]). Estos anlisis no dieron cuenta de estructuras que reflejaran un patrn arquitectnico que
denote un mayor esmero o prolijidad por sobre el resto.
Nuestras tareas contemplaron tambin el cotejo de la
composicin artefactual de los sondeos realizados. Los elementos culturales recuperados en estas excavaciones fueron, 367 fragmentos cermicos (90,17%); 22 restos seos
(5,40%), por lo general fragmentados y en avanzado grado
de meteorizacin [bajo anlisis]; 17 elementos lticos
(4,18%), principalmente pequeos desechos de talla de
cuarzo y obsidiana y una punta de proyectil apedunculada
de base escotada, limbo triangular y dentada, tallada en una
lasca de obsidiana; 1 pequeo fragmento metlico (0,25%)
[bajo anlisis].
Asimismo, sobre el conjunto cermico se analizaron
variables de manufactura (forma, decoracin, tratamiento
de superficie) y uso (presencia o ausencia de holln, marcas
de atricin mecnica y no mecnica) a fin de elaborar una
tipologa funcional. Sobre esta base efectuamos anlisis
relacionados a la distribucin y asociacin de estos tipos,
con la intencin de poder inferir actividades desarrolladas
en cada una de las estructuras intervenidas.
La muestra cermica fue numerosa (367=90,17%),
siendo la media por sondeo de 73 fragmentos cermicos. En
una gran proporcin fueron registradas en las superficies
que determinamos de ocupacin. Los fragmentos toscos
tuvieron una mayor representatividad, mantenindose en
cada sondeo valores porcentuales por lo general muy superiores a los decorados. Del total de la muestra este tipo
constituy un 67,58%. Los fragmentos decorados dieron
cuenta de asociaciones mayormente recurrentes en todos
los sondeos, manifestando una alta diversidad de tipos presentes (ver Tabla 2).
Nuestras tareas de remontaje dieron cuenta de casos
concretos de reconstruccin parcial de un plato pato, un
puco FNs/R y una olla tosca. La determinacin de formas
presentes basadas en fragmentos diagnsticos seal la presencia de platos pato, arbalos y pie de compotera, formas
inkaicas tpicas utilizadas en las provincias del imperio
(Bray 2003). Del tipo Santamariano fueron reconocidos
pucos y ollas. Resultados similares a estos ltimos fueron
registrados para los fragmentos del tipo FNs/R. Vasijas de
tipo toscas fueron identificadas en formas diversas, algunas
de ellas conservaban restos de holln.
Estos resultados presentaron, en trminos generales,
una estrecha relacin con los registros de las recolecciones
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Figura 6. a. Plato pato, b. Puco Famabalasto Negro sobre Rojo, c. Vasija Santamariana Negro sobre Rojo
QUE POSEAN
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En particular podemos destacar el hallazgo en estas excavaciones de
un tortero de tamao pequeo, negro pulido y con forma cnica de tipo
FNG. En su superficie se represent, por incisin, los clsicos motivos
de este tipo cermico.
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Sin embargo, no descuido algunos resultados en este sitio que merecen particular atencin, (a) la relativa abundancia del estilo cermico
Famabalasto Negro s/Rojo, (b) el caso de las inclusiones blanquecinas
registradas en las pastas. Nuevos estudios estn siendo realizados atenientes a caracterizar petrogrficamente los materiales FNs/R y
Yocavil (provenientes de excavaciones y recolecciones superficiales)
con el objetivo de determinar si estos fueron manufacturadas localmente o importados.
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un cuerpo mayor de datos en el valle que, en definitiva, nos
acerque al conocimiento de los matices que pudieron alcanzarse en la articulacin de las estrategias empleadas por el
imperio Inkaico con las respuestas locales. En este sentido,
el hoy de la "arqueologa de los encuentros" entre lo inka y
lo local se constituye en un campo de anlisis que adquiere
valiosas connotaciones. Confiamos en que lo que sigue a
continuacin profundizar en gran medida nuestra visin de
este segmento poco conocido de la historia vallista.
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AGRADECIMIENTOS
Este trabajo es una versin resumida y revisada de mi
Tesis de Licenciatura. Mi profundo y sincero agradecimiento a muchas personas que hicieran esto posible.
Principalmente a mi familia, por su permanente apoyo y
compaa. A Brbara, por su apoyo en todos estos aos de
trabajo en Taf. A mis compaeros de proyecto por su amistad y muy buena predisposicin durante las campaas realizadas en el sitio. A los Dres. Flix Acuto, Elizabeth
Arkush, Elizabeth DeMarrais, Chad Gifford y Martti
Prssinen por su generosa colaboracin con bibliografa.
Los comentarios efectuados por el Dr. Martn Orgaz a este
trabajo han contribuido en gran manera para agudizar mis
ejercicios reflexivos. Todo lo expuesto aqu es de mi exclusiva responsabilidad.
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EL REA DE ESTUDIO
El yacimiento se encuentra ubicado en el borde oriental
de la Puna Norte (departamento de Cochinoca, Provincia de
Jujuy) en las primeras estribaciones de la Sierra de
Quichagua o Quichaura que si bien aqu se presenta con
poca altura llega a alcanzar los 5.000 msnm en la parte occidental. Hacia el sureste se encuentra la Sierra de Incahuasi
y hacia el noreste la Sierra de Cochinoca que es drenada por
el ro Doncellas.
El mismo se ubica en el tramo de la cuenca inferior de
un curso afluente del ro Rachaite-Doncellas. El curso de
agua es de rgimen efmero, es decir que el agua de escorrentia es producto de las precipitaciones de verano. La
cuenca de drenaje tiene 3,5 km de largo y las cabeceras de
la misma se ubican a 3.800 msmn, mientras que el sitio se
ubica a 3.500-3.550 msnm.
Desde el punto de vista geomorfolgico, se encuentra
asentado en un valle de origen fluvial el cual posee una
orientacin este-oeste y tiene un ancho de 200 a 250 m. Las
laderas del valle son escarpas desarrolladas en ignimbritas
dando lugar a elevados escarpes de erosin con pendientes
verticales. Estas escarpas tienen entre 30 a 50 m de altura y
estn afectadas por procesos de remocin en masa donde se
distinguen cadas de rocas y taludes de bloques al pie de las
mismas. Numerosos sitios se ubican en los bloques como
en los aleros u oquedades desarrolladas en el frente rocoso
de la escarpa.
* UBA-INAPL [email protected]
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Figura N 1: Geomorfologa en la zona de estudio. 1: meseta de ignimbritas, 2: talud de bloques de ignimbritas, 3: Terraza aluvial con antiguos cauces, 4: cauce efmero.
de cultivo, sepulcros y estructuras con posible funcionalidad ritual. Estas caractersticas han hecho que esta localidad arqueolgica sea considerada desde su descubrimiento como una de las ms relevantes para el estudio de las
interrelaciones ocurridas entre el sector de la puna y regiones aledaas (Krapovickas, 56:1958-59; Ottonello de
Garca Reynoso, 57: 1973; Alfaro de Lanzone, 137:1988).
Por un lado, Ottonello de Garca Reynoso (1973) define la instalacin de Agua Caliente de Rachaite como un
poblado agrcola estable de tipo conglomerado utilizado
durante las postrimetras del perodo Tardo y compuesto
por unidades habitacionales, recintos asociados desiguales
y un tipo simple de recinto perimetral compuesto. En el
poblado tambin se encuentran menhires de seccin cilndrica y de seccin subrectangular y gran cantidad de enterratorios que se dividen en dos tipos: aquellos realizados en
huecos naturales cercados por muros de piedra y barro de
los cuales la autora contabiliza 800 y llama cuevas tapiadas
y las llamadas chulpas, que estn construidas sobre las
paredes de los farallones que limitan al poblado con tres o
cuatro paredes de piedra revocada y techadas con paja sobre
vigas de madera empotradas en la roca. De estas ltimas se
contabilizaron noventa y seis y solo una se encontr en
forma prstina y se procedi a su excavacin.
Ottonello considera esta instalacin como un poblado
agrcola apoyada en la gran cantidad de terrazas y andenes de cultivo que se encuentran contiguos al mismo,
sobre todo en el valle denominado valle del Cerro de la
Cruz que segn ella debi ser un verdadero centro de la
actividad agrcola del pasado. Relacionado con lo anterior es interesante la asociacin de silos tanto de escala
domstica como comunitaria. Por otro lado considera que
la divisin bipartita del poblado en mitades obedece a una
organizacin social del grupo que era comn en las
comunidades bolivianas. Es importante destacar que es
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OBJETIVOS E HIPTESIS
El objetivo principal de este trabajo es aportar datos que
permitan inferir la funcionalidad del yacimiento arqueolgico de Doncellas a partir del anlisis de los conjuntos cermicos buscando parmetros para identificar la funcionalidad potencial de los recipientes tomando en cuenta las
caractersticas tipolgicas, tecnolgicas y formales de la
produccin alfarera.
Para alcanzar el propsito planteado anteriormente, a
continuacin se delinean una serie de objetivos secundarios:
1. Definir e identificar grupos tecno-tipolgicos a partir de
sus caractersticas diagnsticas como ser pasta, decoracin, tamao y forma.
2. Determinar grupos funcionales a partir de las variables
antes mencionadas.
3. Aportar datos para avanzar en la contrastacin de las
hiptesis funcionales del yacimiento postuladas por las
principales investigadoras que trabajaron en el mismo.
Hiptesis
La primera de ellas es la de Ottonello quien postula que
Doncellas
"Fue un poblado agrcola estable de tipo conglomerado compuesto por unidades habitacionales, recintos asociados desiguales y un tipo simple de recinto perimetral
compuesto".
Por otro lado para Alfaro de Lanzone Doncellas
"Fue un centro cltico de atraccin religiosa con habitacin estacional y repetida en forma cclica, siendo de
este modo el polo religioso de una serie de sitios de la
regin".
FUNCIN Y USO
El estudio de la variabilidad de la muestra cermica fue
abordado dando por supuesto que existen correlaciones
entre distintos conjuntos cermicos y la funcin que ellos
cumplen dentro de una comunidad.
En los ltimos aos se ha establecido la diferencia fundamental que existe entre la funcionalidad asignada a un
recipiente cermico arqueolgico y el uso especfico al que
halla sido destinado despus. A partir de entonces son
numerosos los estudios que se han hecho en esta direccin
(Rye, 1976; Braun, 1983; Bronitski, 1986; Rice, 1990
Skibo, 1992; Kaplan, 1994; entre otros) y no es aqu donde
se desarrollar tan floreciente bibliografa aunque si es
importante destacar la orientacin terica que se seguir al
respecto.
Debido a sus capacidades nicas la cermica fue uno de
los bienes ms diversificados de las comunidades pasadas.
Poda ser utilizada para preparar alimentos ya sea cocerlos
o procesarlos, guardar lquidos por tiempos variables, transportar determinados alimentos o lo que fuera necesario,
almacenar granos o algn otro elemento, participar en los
rituales, etc. Todos estos tipos de utilidades implicaban una
enorme variabilidad en las caractersticas materiales del
producto final. Esto significa que a travs de determinados
atributos como ser las propiedades fsicas o la forma que
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ANLISIS TECNO-TIPOLGICO
Descripcin y anlisis tipolgico
En primera instancia se dividi a la muestra en dos grandes conjuntos que representaron por un lado, los fragmentos
con decoracin y por el otro aquellos que carecan de la
misma. No se utiliz aqu la clasificacin tradicional de cermica fina - cermica ordinaria por considerar que esta ltima
denominacin no se corresponde con las caractersticas propias de este conjunto en particular, que de por s presenta una
gran mayora de especmenes sin decoracin con una notable calidad en su manufactura.
Adems no se utiliz tampoco la divisin funcionalista
tan en boga en los estudios ceramolgicos de cermica decorada-cermica utilitaria porque se considera que ambos grupos tipolgicos pudieron cumplir las funciones domsticas y
de uso cotidiano.
En esta primera gran clasificacin se ha podido comprobar que no existe una diferencia significativa en la cantidad
de fragmentos correspondientes a una y otra categora lo cual
resulta llamativo ya que generalmente en los sitios habitacionales suele haber mayor representacin de los grupos
cermicos sin decoracin con respecto a los decorados.
Igualmente, es necesario destacar que esta muestra solo
representa una porcin de la realidad de la poblacin pero
que an as se considera representativa como para poder realizar inferencias acerca de esa realidad poblacional (Sinpoli
1991).
Cermica no decorada
Para la identificacin de los fragmentos que conformaron este grupo se consider bsicamente el aspecto decorativo en todas sus instancias. Es decir que se incluyeron solo
aquellos especmenes que no presentaban ningn tipo de tratamiento decorativo ya sea en el acabado de superficie como
ser pulido, bruido o engobe ni la presencia de tcnicas
decorativas como el pintado o la extraccin o agregado de
materia (incisin, pastillaje, etc.).
En este grupo las pastas son de textura mediana a gruesa
con antiplsticos finos, medianos y gruesos; compuestos por
mica, cuarzo, material orgnico, plagioclasas y tiesto molido. La atmsfera de coccin predominante es la tipo oxidante, en algunos casos incompleta, con presencia de algunas reductoras. Muchos fragmentos presentan posibles depsitos de lpidos y solo un bajo porcentaje presenta restos de
holln.
Es importante destacar que este tipo de cermica no
decorada en la mayora de los casos es de muy buena terminacin, presentando una muy buena calidad de alisado tanto
en la cara externa como en la interna. Es por ese motivo que
la subdivisin de este primer conjunto se realiz teniendo en
cuenta el tipo de alisado que presentaban los fragmentos y
para ello se consideraron las siguientes variables:
tipo de alisado interno
tipo de alisado externo
tipo de alisado en ambas superficies
A partir de esta segunda subdivisin, se hace notable que
existe un gran porcentaje, aunque sin ser mayoritario, de
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Cermica decorada
Integran este segundo grupo todos aquellos fragmentos
que, a diferencia de los primeros, presentan algn tipo de
decoracin ya sea en el acabado de superficie o la aplicacin
de alguna tcnica decorativa como las que se mencionaron
anteriormente.
Con respecto a la subdivisin del conjunto de fragmentos decorados se parte de la base que el yacimiento arqueolgico de Doncellas ha aportado desde su descubrimiento
informacin que sostiene la existencia de diferentes grupos
tipolgicos dentro de los conjuntos cermicos, utilizando
para ello principalmente variables de tipo decorativas. En
este caso para la construccin de los diferentes grupos tipolgicos se consideraron los siguientes atributos diagnsticos:
tcnicas decorativas
tratamiento de superficie
A partir de la consideracin de cada variable se pudieron
distinguir los siguientes grupos tipolgicos, ya presentados
en un trabajo anterior (Prez y Vidal 2004 en prensa).
1- Negro sobre rojo
2- Puna Tricolor
3- Negro reticulado sobre rojo
4- Naranja
5- Negro
6- Rojo
7- Incisa
Descripcin y anlisis tecnolgico
El anlisis tecnolgico, el cual es independiente de otras
categorizaciones cermicas utilizadas en arqueologa, permite identificar las propiedades de la alfarera al facilitar las
comparaciones y resulta importante a la hora de investigar la
produccin de ciertos bienes ya que tiene gran potencial para
el estudio del proceso de produccin como as tambin para
el conocimiento del medio y de los recursos de la comunidad
autora de esos productos.
Este tipo de anlisis se realiz en cada uno de los grupos
tipolgicos definidos anteriormente ya que la idea fue ver
como se comportaba cada uno de ellos y de esa manera
poder determinar posibles capacidades funcionales. Las
variables elegidas para analizar la tecnologa de los ceramistas de Doncellas fueron:
Grosor: se incluyeron todos aquellos fragmentos de
6mm o menos en la categora de finos, entre 7 mm y
9mm los medianos y todos los que tuvieran un grosor
mayor a 9mm en la categora de gruesos. Si bien esta
delimitacin es arbitraria se utiliz porque permite, de
alguna manera, establecer categoras de anlisis para la
agrupacin y el procesamiento de los datos.
Atmsfera de coccin: se observ sobre la cara de fractura del fragmento, a lupa binocular (mx. 30X)
Anlisis morfolgico
Debido a que la cermica es el producto del modelado
con una materia prima plstica, la misma puede adoptar una
amplia variedad de formas. Para el anlisis formal de la cermica de Doncellas se utilizaron los fragmentos de bordes por
considerar que estos pueden aportar informacin acerca del
tamao y la forma de la pieza completa, es por eso que se
cuantificaron los mismos (Figura 3) en cada uno de los grupos tipolgicos definidos anteriormente, se realizaron mediciones y estimaciones del dimetro de boca y posteriormente se clasificaron de acuerdo a las distintas categoras morfolgicas.
Para la determinacin de las distintas variedades formales se utiliz el sistema clasificatorio de Shepard (1956) y en
base al mismo se reconocieron los siguientes tipos:
1. Vasijas no restringidas: son aquellas que tienen un orificio abierto marcado por una tangente de punto extremo que es vertical o inclinada hacia fuera y carecen de
estrangulamiento marcado ya sea por un ngulo o
punto de inflexin.
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2.
ANLISIS FUNCIONAL
Para la definicin de las categoras funcionales presentes
en el conjunto cermico se llevaron a cabo distintos tipos de
anlisis y se combinaron los datos de los mismos para de esta
manera conformar grupos con una estructura interna homognea en sus propiedades tecno-tipolgicas y morfolgicas
utilizando como criterio la aparicin recurrente de combinaciones de atributos visibles al ojo desnudo.
Siguiendo a Rice (1987), a las vasijas cermicas es
posible asignarles cinco categoras funcionales diferentes:
almacenaje (lquido o seco), procesamiento (sin calor),
cocina, servicio de comida y transporte y cada una de ellas
requiere de capacidades tecnolgicas y formales diferentes.
Del anlisis morfolgico y en base a la clasificacin
propuesta por Sinpoli (1991), fue posible determinar
algunas funciones potenciales de los recipientes ya que en
este trabajo se considera que la funcin que se le asignar a
un recipiente cermico determinar algunos aspectos de su
forma.
Por otro lado en el anlisis tecnolgico, los datos de
grosor, tipo de pasta, tipo de inclusiones y tratamiento de
superficie permiten identificar otras variables condicionantes para diferentes funcionalidades de los recipientes.
Para la determinacin funcional de los diferentes conjuntos se consider como variable tecnolgica prioritaria el
Figura 3
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Figura 4
grosor (thickness) por ser esta una de las variables ms sensitivas en la variabilidad tecnofuncional (Rice, 1996).
En la muestra analizada se evidenciaron ciertos atributos tecnolgicos asociados a algunas de las variedades formales representadas que permitieron inferir posibles funciones de cada una de ellas teniendo en cuenta que muchas
actividades requieren de condiciones especficas para ser
llevadas a cabo.
En actividades de coccin existen ciertas condiciones
de la cermica que resultan favorables, sobre todo para la
exposicin al calor. Una de ellas es la porosidad que reduce el estrs trmico, por lo que el aumento de sta resulta
una estrategia favorable para contrarrestar los cambios
bruscos de temperatura como as tambin las paredes delgadas. Por otro lado, generalmente se asume que las vasijas
para cocinar y procesar alimentos tienen dimetros de boca
grandes que permiten manipular su contenido y superficies,
sobre todo las internas, con buena terminacin lo cual resulta beneficioso para la conductividad trmica, el contenido
de productos lquidos y su lavado posterior.
En el caso de la muestra analizada las formas con este
tipo de caractersticas son bsicamente las ollas, que adems son las que presentan el mayor porcentaje de marcas de
holln, a su vez, la abundante presencia de las mismas permite inferir que la preparacin de alimentos ha ocupado un
importante lugar en el yacimiento de Doncellas y a partir
sus grandes dimensiones se podra establecer que el alimento era preparado en abundantes cantidades.
Es importante aclarar que en este tipo de recipientes no se
pueden descartar las funciones de almacenaje a pequea
escala ya que sus tamaos, sobre todo los ms grandes, son
aptos para cumplir esta funcin. Igualmente, el grosor de sus
paredes que siempre tiende a ser mediano o fino no sugiere
piezas demasiado fuertes y estables aunque la abundante presencia de cuarzo le otorgara este requisito. Por otro lado, el
alto porcentaje de bocas restringidas aunque suficientemente
ancha como para manipular su contenido concuerda con la
posible funcin de almacenar productos secos.
Otro es el caso de las ollas restringidas independientes
que presentan ngulos que interrumpen la conductividad
del calor y concentran la fuerza en esas zonas, siendo enton-
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tas formas de los recipientes cermicos con la representatividad de los diferentes grupos tipolgicos a los cuales se les
ha asignado una posible funcin potencial, insistiendo en
que a pesar de presentar estas caractersticas solo son funciones ideales por lo cual nada indica que no se hayan utilizado para cumplir otras funciones.
DISCUSIN
A pesar de no provenir de un contexto primario de excavacin, de haber sido trasladados ms de una vez desde su
lugar de origen, de haber sufrido avatares de todo tipo como
prdida, rotura y descontextualizacin; la cermica de
Doncellas se ha transformado en informacin ms que relevante para poder interpretar el modo de vida pasado. En
este caso en particular la meta final fue conocer la funcionalidad potencial de los recipientes cermicos partiendo de
la premisa bsica que como tales, cada tipo de actividad
requera de un tipo particular de recipiente y de esta forma
poder relacionar esta variable con la posible funcionalidad
del yacimiento arqueolgico de Doncellas.
Por todo esto es que validamos aqu el trabajo con materiales de colecciones considerando que con el uso de una
metodologa apropiada y delimitando el alcance de los
objetivos son una fuente de informacin realmente valiosa
Figura 5
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CONCLUSIONES
A partir del anlisis del registro cermico, teniendo en
cuenta tanto la variabilidad tecnolgica, la morfolgica y la
tipolgica fue posible llegar a establecer los siguientes postulados:
1. En Doncellas existe variedad con respecto a los grupos
tipolgicos representados.
2. En Doncellas se identific la presencia de grupos tecnolgicos diferenciales.
3. En Doncellas existen recipientes cermicos con distintas
variedades morfolgicas.
A su vez estos postulados permitieron:
A. Establecer diferencias de funcionalidad en los distintos tipos de recipientes y
B. Aportar datos relevantes para contrastar las distintas
hiptesis funcionales del yacimiento postuladas por Alfaro
de Lanzone y por Ottonello de Garca Reynoso.
Los distintos tipos de materiales, construcciones y
fechados del yacimiento de Doncellas permiten ubicar a
este poblado en el Perodo Tardo o de Desarrollos
Regionales. Segn distintos autores (Nielsen 1996; Palma
2000, entre otros) este perodo se caracteriz por cambios
en el patrn de asentamiento con una consecuente redistribucin espacial, por la presencia de estados conflictivos y
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INTRODUCCIN
En los ltimos aos han sucedido una serie de cambios
vinculados a la magnitud del inters por el tango y los grupos sociales que manifiestan dicho inters. Exaltado como
parte de la identidad nacional, el tango es promovido desde
organismos estatales como objeto turstico a la vez que
como herencia cultural. Asimismo, abundan los espectculos de tango en todas las dimensiones, desde muestras callejeras hasta las presentaciones en grandes teatros y giras
internacionales. Proliferan los profesores de tango tanto en
las academias como en los salones destinados al baile, llamados milongas, que incorporan -cada vez ms- asistentes
de todas las edades. Todos estos cambios condujeron al surgimiento de nuevos estilos, a la creacin de milongas y a la
modificacin de las ya existentes. Estas transformaciones
han involucrado tanto a los asistentes y su forma de interactuar entre s, como a los tangos que se eligen para musicalizar las milongas y la incorporacin de nuevos gneros
musicales. El presente trabajo tiene por objetivo analizar el
estilo de tango surgido en este nuevo contexto, el tango
Queer, y examinar algunas caractersticas de las actuales
milongas de la Ciudad de Buenos Aires1. Para ello consideraremos cmo se presentan a s mismas, quines son sus
asistentes, cmo es el tango que tiene lugar en ellas y qu
estrategias se adoptan para legitimarlo sobre otras opciones.
Para realizar este anlisis se har necesario previamente
examinar las consideraciones existentes al respecto de las
prcticas pasadas, y tras describirlas, proponer una periodizacin de ellas, porque es en relacin a los estilos previos
del tango que se caracterizan a las manifestaciones actuales.
Al preguntarnos acerca de la historia de la danza del
* U.B.A. [email protected]
1
Este recorte espacial es arbitrario, el fenmeno de las milongas ha
superado los lmites de la Ciudad de Buenos Aires. Se puede consultar en esta lnea una completa compilacin de testimonios de bailarines de Olavarra realizada por Azzi (1991).
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destacando sus rasgos principales y las caractersticas
comunes a otros estilos. Describiremos aquellos elementos
que fueron novedad, distinguiendo los que han permanecido a lo largo del tiempo y se han establecido como constitutivos del tango. En lo referente al contexto social en el
que se insertan las diferentes manifestaciones del tango vincularemos el surgimiento, apoyo o rechazo a determinado
estilo a las relaciones que han establecido entre s distintos
sectores sociales y a las pautas morales instauradas en cada
poca. Cerramos esta seccin con un balance de las rupturas y continuidades que han tenido lugar en el desarrollo del
baile de tango, que expresa la heterogeneidad de prcticas a
las que hacemos referencia desde nuestros das como
"tango tradicional".
En el segundo apartado nos ocuparemos de las manifestaciones contemporneas del tango, tomaremos por una
parte el estilo Queer y por otra la dinmica actual de las clases y milongas. El tango Queer ha atrado recientemente la
atencin de los investigadores, principalmente por las posibilidades que brinda para ser abordado desde las problemticas vinculadas al gnero. La caracterizacin de este estilo
se ha realizado por oposicin al "tango tradicional", es por
ello que el recorrido histrico que llevamos a cabo previamente nos permitir desentraar el uso del trmino "tradicional" en la construccin del discurso de legitimacin del
tango Queer y reconsiderar las novedades coreogrficas
que trae aparejadas este estilo a partir de una comparacin
con aquellos que lo preceden y conviven con l. Sumando
nuestras consideraciones sobre el tango Queer a la historizacin realizada en el primer apartado contaremos con una
descripcin de los principales estilos del tango, imprescindible para analizar las distintas formas de legitimacin de
los estilos que coexisten actualmente en los espacios destinados al baile. Para ello, consideraremos tanto las milongas
como las clases que en ellas se dictan y revisaremos la clasificacin de las primeras en Tradicionales, Jvenes y
Queer.
gener profundos cambios en el orden social. Si bien a partir del crecimiento econmico estos aos fueron considerados como una "edad de oro", la incorporacin de las distintas regiones, sectores y clases sociales fue desigual. El proceso de modernizacin y urbanizacin fue acompaado de
numerosos conflictos a partir de la constitucin de nuevos
actores sociales y de la creacin y competencia entre los
smbolos de identidad (Lobato 2000, Rocchi 2000).
Si bien existe cierto acuerdo sobre el significado que
adquiri la palabra "tango" en las colonias hispanas, su etimologa no se conoce en forma precisa. Al parecer en un
primer momento designaba el lugar donde los esclavos africanos se reunan para bailar y posteriormente fue utilizada
para nombrar a las danzas africanas en general. La msica
del tango se gest en la convivencia y en el interjuego entre
estas danzas africanas -el candombe principalmente-, la
habanera cubana, el tango andaluz y la milonga rioplatense
(Collier 1997). El espacio del tango fue el suburbio, zona
marginal del centro urbano y cuyo lugar emblemtico fue
el conventillo. Este era un ambiente de pluralidad cultural y
tnica generado por la concentracin en la Ciudad de
Buenos Aires de migrantes tanto europeos como provenientes del interior del pas. El tango en su constitucin hbrida
expres conflictos de clase, nacionalidades, cultura y gnero surgidos de este espacio (Ferrer 1960, Savigliano 19931994, Pellarolo 1997). Sus primeras manifestaciones estuvieron entramadas con el carnaval y el sainete, ya que estas
expresiones se complementaron para representar desde un
registro popular los momentos de transicin social (Ferrer
1960, Savigliano 1993-1994, Pellarolo 1997, Martn s./d.).
El tango fue conocido en sus inicios como baile de cortes y quebradas, ya que sus principales innovaciones respecto de las danzas que le precedieron consistieron en la
interrupcin del desplazamiento de la pareja por la pista y
el desarrollo de figuras en un espacio coreogrfico interno
a la pareja (Zanada 1995). A lo largo de las dos ltimas
dcadas del siglo XIX el tango tuvo su espacio en prostbulos, en algunos casos enmascarados como cafs o academias, pero tambin en festividades populares realizadas al
aire libre. Ya en la primera dcada del siglo XX el tango
extenda su presencia a los conventillos, al tiempo que se
abran salones de baile y academias que no estaban necesariamente asociados a los prostbulos. En cuanto a la msica, no existan temas preestablecidos sino que se improvisaban en el momento y los instrumentos que se utilizaban
eran flauta, violn, arpa y en algunos casos clarinete y acorden; posteriormente la guitarra desplaz al arpa4. Entre los
tangos y compositores ms conocidos de la primera dcada
del siglo XX se encuentran: ngel Villoldo autor de El
Choclo en 1903 y Enrique Saborido que compuso La
Morocha en 1905 (Collier 1997). Se cree que stos fueron
los dos primeros tangos conocidos en Pars gracias al viaje
que realizaron en 1907 Villoldo y Gobbi en busca de mejores condiciones de grabacin.
En este perodo, que va desde fines del siglo XIX a
4
Aunque no contamos con demasiados registros de la poca ha llegado a nuestros das el nombre de un violinista de aquellos tiempos, el
Negro Casimiro (Collier 1997).
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DE LA ORILLA AL SALN
A partir de 1910 comenz un proceso que se denomin
"adecentamiento del tango". El tango fue desligndose
poco a poco del ambiente prostibulario, gracias al lugar
cada vez mayor que ocupaba en las fiestas populares, a su
incorporacin al repertorio de los organillos, a la incursin
del piano en la formacin ya clsica del tro flauta-violnguitarra, y a la trascripcin de sus partituras que le abrieron
las puertas de la clases media. La aceptacin del tango fue
impulsada tambin por su expansin internacional ya que
su acceso a las clases altas estuvo garantizado por su vigorosa aceptacin en Pars, referente cultural de la aristocra-
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manera los musicalizadores de tango13. Desde fines de los
aos cincuenta y durante la dcada de 1960 las milongas se
redujeron considerablemente. Los cambios en la produccin de msica, en los espacios destinados al baile y en la
difusin del tango en el cine y la radio, hicieron notar en
este perodo cierta decadencia del tango.
Paralelo a este proceso de disminucin del tango en los
espacios cotidianos, se inici un movimiento que resultar
en un tango destinado al escenario14. Desde mediados de la
dcada de 1950 se hizo presente el estilo Fantasa, cuya ejecucin planificada se opone a la ya clsica improvisacin.
Al estar pensado para ser representado frente a un pblico
se interrumpe la dinmica presente hasta el momento que
posibilitaba a los sujetos alternar su rol como espectadores
o ejecutantes. El tango Fantasa se caracteriz por innovaciones coreogrficas destinadas a impresionar al pblico,
aparecieron as ganchos, boleos, sacadas, saltos y la suspensin momentnea del abrazo. Continuando la lnea de
crear coreografas destinadas al pblico, en este caso principalmente extranjero, surgi en la dcada de 1970 el tango
For Export15. Este estilo se caracteriz por exagerar los
movimientos alargando los pasos, incrementar la destreza
de los bailarines aumentando la velocidad en secuencias
complejas y por una puesta en escena que combina de
manera indistinta estilos de baile, msica y vestimenta de
diferentes pocas (Benzecry Sab 2004).
En 1973, en momentos que no eran precisamente los de
mayor auge del tango, se cre el Sexteto Mayor. Este grupo
retom la modalidad instalada en 1922 por Julio de Caro, la
orquesta conformada por dos bandoneones, dos violines,
piano y contrabajo. El Sexteto Mayor particip diez aos
ms tarde en el espectculo Tango Argentino y contina en
actividad actualmente. A pesar de que en los aos que transcurrieron entre fines de la dcada de 1950 y 1980 el tango
transit un perodo en el que decay su popularidad esto no
signific su desaparicin por completo. Como vemos, en
medio del ocaso surgen nuevas orquestas y durante esta
etapa algunos bailarines continan asistiendo a las milongas
-aunque escasas- y otros tendern un puente con el tango
para escenario y sern parte, aos despus, del resurgimiento del tango.
Tras el fuerte desarrollo del tango para escenario, destinado a un pblico extranjero, se generaron nuevos espacios
en el mbito internacional y los bailarines emprendieron
viajes al exterior tanto para realizar espectculos como para
dar clases. Esto estuvo acompaado de la creciente comercializacin del tango vinculada sobre todo al turismo, el
tango se ofreci como elemento caracterstico de la ciudad
y como expresin de su esencia. En 1983 inici su gira
mundial el espectculo Tango Argentino16, al que se lo ha
suma importancia para la difusin del tango porque transmita la presentacin de las orquestas en vivo y las personas
podan ir a presenciar la ejecucin ya que las radios posean auditorios para tal fin. Esto condujo a un incremento del
acceso del pblico general al tango, que tuvo su auge en la
dcada de 1940. La radio fue un espacio de transmisin y
de produccin del tango, tal como afirma Pujol (1995) la
reproduccin mecnica del tango fue tanto un hecho artstico como un hecho moral, ya que la alianza entre el tango y
las industrias culturales (sistema discogrfico, radio y cine)
hizo posible tal modificacin del contexto de produccin y
recepcin.
Estas transformaciones se vieron plasmadas en la danza
con el surgimiento en la dcada de 1940 del tango Saln,
caracterizado por secuencias compuestas de variadas combinaciones de pasos. Este estilo se distingue por pasos suaves, torsos enfrentados y la posicin del rostro de la mujer
que se sita por encima del hombro derecho del varn.
Entre sus rasgos caractersticos se encuentran, adems, el
menor movimiento de la cadera y el torso. En la dcada
siguiente se increment el uso del pvot lo que permiti un
mayor manejo del espacio de la pista. En esos mismos aos
se desarroll el estilo Milonguero, que se distingui por la
primaca de la improvisacin y por instaurar el desplazamiento en la pista en sentido inverso a las agujas del reloj.
El estilo Milonguero resalt la caminata y mantuvo los torsos enfrentados con una leve inclinacin hacia adelante. En
los salones de baile "decentes" este estilo fue visto con
recelo y se privilegi el tango Saln11.
LOS GRANDES ESPECTCULOS
A partir de la dcada de 1950 la relacin entre el tango
y las industrias culturales se modific drsticamente.
Disminuy la presencia del tango en la radio, principalmente en cuanto a la presentacin de orquestas en vivo y se
redujo el mercado del cine argentino, que al igual que la
radio haba desempeado un papel central en la historia del
tango al ampliar su pblico. Paralelamente, se dio un auge
de la televisin en la cual el tango no logr una insercin
exitosa. Posteriormente el tango recuper parcialmente un
espacio en la radio pero slo se transmitieron grabaciones
correspondientes a dcadas anteriores12 (Del Priore 1995,
Zanada 1995). Una situacin similar se present en la dcada de 1960 cuando se enfrentaron los dueos de las milongas y el sindicato de msicos. Este conflicto llev al reemplazo de las orquestas por grabaciones y surgieron de esta
11
Entre los bailarines de esta poca que han cobrado fama se encuentran Pepito Avellaneda y Virulazo.
12
La produccin musical que se destaca en estos aos es la de Astor
Piazzolla quien en 1955 forma el "Octeto Buenos Aires", que cinco
aos ms tarde reorganizar en el quinteto "Nuevo Tango". Sin embargo pasaran dcadas hasta que la msica de Piazzolla fuera aceptada en
el ambiente de tango, an hoy sus composiciones slo son bailadas en
espectculos y no en la milonga.
13
En estos aos pareca no haber lugar para orquestas tales como la
conformada en 1952 por Horacio Salgn, que contaba con cuatro bandoneones, cinco violines, una viola, un cello, un piano, un bajo y dos
vocalistas. Las grandes orquestas dejaron de ser econmicamente viables y surgieron como alternativas los tros y quintetos.
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BALANCE DE CONTINUIDADES Y RUPTURAS
Las transformaciones que el tango ha atravesado durante ms de un siglo han sido pensadas por Del Priore (1995)
como muertes y renacimientos; si bien la imagen que proporciona el autor resulta frtil a la hora de pensar los cambios nosotros consideramos la necesidad de reflexionar
sobre sus continuidades. Valindonos de la historizacin
realizada, llevaremos a cabo un balance de las transformaciones que tuvieron lugar en el desarrollo de la danza del
tango. En primer trmino, consideraremos las grandes rupturas y luego examinaremos los elementos coreogrficos
que han logrado permanecer atravesando distintos estilos.
Intentaremos de esta manera un aporte al examen de la categora "tango tradicional", explicitando la heterogeneidad de
propuestas que parece designar, esto nos posibilitar discutir algunas descripciones de las manifestaciones contemporneas del tango como el tango Queer o las milongas actuales, y sugerir caminos alternativos de anlisis.
Los cambios ocurridos a lo largo del desarrollo del
tango han sido considerados por sus adeptos de forma
selectiva y segn el momento en el que los distintos discursos fueron elaborados. A pesar de la complejidad de estas
transformaciones, tanto la msica como la danza han sido
clasificadas mediante polarizaciones. Con el paso del tiempo algunas oposiciones se desvanecen frente a un "otro"
nuevo, solo por mencionar un caso, el enfrentamiento entre
la Guardia Vieja y Guardia Nueva23 se desdibuj frente al
surgimiento de una innovacin de la mano de Piazzolla. Al
parecer uno de los polos en cuestin lo constituye la novedad contempornea a la discusin mientras que el otro contiene un pasado cada vez ms homogeneizado.
Sostenemos que en la historia de la danza del tango
hubo tres grandes rupturas: a) el adecentamiento del tango;
b) la ejecucin planificada frente al pblico; c) el auge de
su comercializacin como smbolo de identidad. El adecentamiento del tango tuvo lugar a principios del siglo XX, el
baile fue depurado segn los criterios de la moral de poca
y surgi el estilo Liso. No se trat slo de su extraccin del
prostbulo y las orillas de la ciudad, implic adems remplazar el desplazamiento en base a pequeos y rpidos
pasos, saltitos y cortes por un caminar calmo y pausado.
Los cuerpos de los bailarines se encontraron erguidos, cada
uno en su propio eje, dejando atrs los cuerpos altamente
inclinados y los notorios movimientos de las caderas de las
mujeres. Entre las dcadas de 1920 y 1950, a pesar de los
diferentes estilos, encontramos una complejizacin de la
coreografa en la lnea que triunf en los primeros aos del
siglo. Nuestro segundo hito llega en la dcada de 1950 de la
mano del cisma que ocasiona romper con la improvisacin
caracterstica del tango y ejecutar coreografas planificadas
23
24
El desarrollo coreogrfico de esta vertiente del tango, pensado para
ser ejecutado frente a un pblico, no es analizado en profundidad en
este trabajo. Para ello se deberan tener en cuenta, en principio, los vnculos que se han establecido con el teatro y la danza clsica y contempornea.
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actuales considerando los estilos vigentes, sus articulaciones, y la transmisin y ejecucin en el marco de las milongas, que se han constituido en el espacio caracterstico del
tango. Contemplar en nuestro anlisis las clases que all se
dictan nos brinda la oportunidad de captar los discursos que
se elaboran para dar cuenta de la prctica corporal y los
argumentos que se esgrimen para fundamentar ese conocimiento. Por su parte, las milongas actuales reflejan la diversidad de estilos que caracterizaron histricamente al tango,
examinaremos la calificacin que de ellas se realiza en
Tradicionales, Jvenes y Queer a la luz de los cambios que
han atravesado las milongas en los ltimos 20 aos y
expondremos la diversidad de opciones que encierra la
categora de milongas Tradicionales.
CLASES Y MILONGAS
Realizado ya nuestro recorrido histrico estamos en
condiciones de ocuparnos del anlisis de las prcticas
Generalmente las clases son dadas por un hombre y una mujer o un
hombre solo o una mujer sola, aunque esto ltimo es menos frecuente.
Cuando se trata de un solo profesor este suele recurrir al alumno ms
preparado para que lo asista en sus demostraciones de los pasos.
Cuando se trata de milongas Queer ocurren en cuanto a la pareja de
profesores las mismas transformaciones que en la pareja de baile, sin
embargo se mantiene la necesidad de recurrir a un alumno cuando falta
un integrante de la pareja. Y en el caso de que se trate de un solo profesor son ms frecuentes las de clases dictadas por quienes manejan
con mayor destreza el rol de conductor.
26
27
En las ltimas dcadas surgi la denominacin de tanguera, pero lo
cierto es que su aceptacin fue escasa sino nula.
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parejas circulan de derecha a izquierda y no se ubican dentro de ella personas que no estn bailando. En contraposicin, en el transcurso de la clase la pista puede ser dividida
en dos sectores uno para los asistentes que recin comienzan a bailar, y otro para los experimentados. Solo estos ltimos mantendrn en su sector la forma de circulacin caracterstica de la milonga. Adems podrn encontrarse numerosos sujetos parados en cualquier lugar de la pista observando a distintas parejas.
A pesar de estas diferencias en la significacin y el
comportamiento en el espacio, encontramos una constante
tanto en las clases como en las milongas: no se baila fuera
de la pista. Esto, que podra parece un dato menor, evidencia su importancia cuando observamos que los bailarines
hacen uso de sus habilidades para evitar pisar tan slo unos
centmetros fuera de ella. La destreza de los bailarines no se
mide slo por la dificultad de los pasos que ejecutan sino
tambin por la elegancia con la que los realicen y por su
capacidad de desempearse exitosamente a pesar de las restricciones espaciales que impongan las caractersticas de la
pista y las dems parejas que en ella se encuentran.
Tanto en las milongas como en las clases previas se trabaja con las grabaciones de orquestas clsicas como Di
Sarli, DArienzo, Pugliese, Troilo. En las milongas Jvenes
y Queer se destina un espacio para el tango electrnico,
pero slo las Queer lo utilizan en algunas de sus clases.
Mientras que a lo largo de las clases los temas se suceden
uno tras otro, durante la milonga la msica se presenta en
segmentos llamados "tandas". Las tandas estn constituidas
por un conjunto de temas continuados de la misma orquesta (generalmente cuatro, pero esto puede variar de una
milonga a otra) que luego es interrumpido por alrededor de
treinta segundos de msica no-bailable. Qu se considera
msica no bailable, pero que al mismo tiempo sea coherente con lo que se presenta en las tandas, vara de una milonga a otra. El intervalo entre tandas es utilizado por las parejas para retornar a las mesas y prepararse (buscar compaero/a) para la siguiente tanda. Adems de tango, las tandas
pueden ser de milonga, vals, folklore, salsa y/o cumbia, en
este caso no se mantiene el principio "una tanda, una
orquesta" sino que es reemplazado por "una tanda, un
gnero". Dichas danzas pueden contar al igual que el tango
con un espacio para el dictado de clases durante la semana.
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minutos de la clase, que dura generalmente una hora y
media. Luego el grupo es dividido entre los que ya saben
"la base" y los que no. La base es la primera secuencia que
se ensea y se constituye en la puerta de acceso al tango. De
esta manera queda constituido un grupo por aquellos asistentes que tienen su primer contacto con el tango (en tanto
baile) y un segundo grupo, mucho ms heterogneo, con
aquellos sujetos que cuentan con algn conocimiento.
La dinmica de la actuacin29 o performance es variable, modificndose de acuerdo a la continuidad de los asistentes pero tambin a causa de las caractersticas de los profesores. Ante una escasa continuidad de los asistentes, que
generalmente va acompaado de una mayor cantidad de
principiantes, el grupo puede variar en dos tercios de una
clase a otra. Esto suele coincidir con grupos altamente
numerosos, de treinta o cuarenta personas en los que posteriormente a la separacin entre quienes saben la base y
quienes no, hacen notar su presencia unos pocos sujetos
(cuatro o cinco) de concurrencia cotidiana. Dichos asistentes regulares dentro de su grupo dan indicaciones a sus
compaeros (que tambin los consultan) y sacan a bailar a
las mujeres nuevas emitiendo posteriormente signos de
aprobacin o desaprobacin. Cuando quienes toman la
clase recurren peridicamente el profesor pasa a tener
mayor exclusividad con respecto al conocimiento autorizado y las indicaciones entre compaeros pueden considerarse una falta de respeto al profesor y al compaero. Este tipo
de clase posibilita trabajar cuestiones tcnicas ligadas al
caminar y recuperar lo tratado en encuentros anteriores permitiendo proyectos a largo plazo, mientras que cuando la
mayor parte de la concurrencia se modifica peridicamente
la enseanza gira en torno a la transmisin de una secuencia determinada y el trabajo sobre ella se dar por finalizado al concluir la clase.
Hemos dicho ya que los profesores deben organizar su
conocimiento en un discurso coherente de tal manera que
les permita comunicarlo. Si tenemos en cuenta la variedad
de estilos disponibles en el presente y la diversidad de las
manifestaciones individuales, es de esperarse que los profesores incluyan en su explicacin argumentos y razones
que den cuenta de la validez del conocimiento que trasmiten, justificando por ende su aprendizaje. Uno de los criterios segn los que se sostiene la autoridad es el tipo de formacin que han tenido los mismos profesores. Aqu encontramos dos tipos de argumentos -que no son excluyentes-,
uno que alude a los que podemos llamar formacin de
barrio y otro a los considerados "grandes maestros".
Podemos obtener una imagen del primero a partir de la
siguiente frase: -yo aprend a hacer los ochos con el marco
de la puerta-, en otros casos, se resaltan las primeras incursiones en el tango situadas en la milonga.
El segundo argumento se apoya en la formacin con los
"grandes maestros" y en este caso las frases comienzan con
la frmula -yo aprend con- o -yo tome clases con-. Aunque
parezcan similares la primera frase suele hacer referencia a
una sola persona y se entiende entonces que se contina su
29
lnea. Por ejemplo, si alguien dice -yo aprend con Copesse espera que como docente transmita una forma de bailar
similar. En cambio -yo tom clase con- es de uso ms
reciente, en general es seguido de una lista de grandes nombres y no se espera que el profesor transmita una prctica
similar. En las ltimas dcadas tambin se ha incorporado
la formacin clsica o contempornea como proveedora de
legitimidad, sobre todo para las bailarinas.
La autoridad puede depender adems del desenvolvimiento que los bailarines han tenido en el exterior del pas.
Mientras algunos profesores hacen referencias a los distintos pases donde han enseado, otros hacen notar los espectculos internacionales en los que han participado. En las
ltimas dcadas ha aumentado la posibilidad de que los bailarines realicen viajes al exterior para desempearse en los
dos campos. Para los profesionales ms jvenes realizar
espectculos en el exterior implica un prestigio mayor que
el dictar clases.
Milongas: diferentes criterios para organizar la performance
Actualmente existen ms de 40 milongas en la Ciudad de
Buenos Aires, todas las noches y algunas tardes hay varias
opciones entre las que elegir. En las milongas, cada da de la
semana est a cargo de organizadores y musicalizadores distintos, que pueden desempear sus funciones en ms de una
de ellas. Tras el renovado auge de las milongas en las ltimas
dcadas, las mismas han atravesado un proceso que puede
entenderse en los trminos de diversificacin y especializacin, pensando siempre en distintos gradientes dentro del
espectro posible y no en polos opuestos y dicotmicos. Si bien
en todos los casos se han incorporado otros ritmos adems del
tango (o de los que ya eran parte de la variedad establecida
como milonga y vals) entre ellos cumbia y salsa, mientras
algunas milongas mantienen una referencia a su estilo propio
o al del barrio conservando una menor diferenciacin entre las
propuestas de los distintos das de la semana, otras han optado por una mayor diversificacin.
En estos ltimos casos los organizadores de cada da
tienen propuestas bastante heterogneas que apuntan a captar mercados diferenciales, esto resulta ms atractivo para
las nuevas generaciones y los turistas, menos reacios a circular de milonga en milonga sin identificarse con una en
particular. Los bailarines ms jvenes, suelen referirse a los
organizadores o a das en particular ms que a la milonga en
s, mientras que los turistas que disponen de un tiempo limitado organizan recorridas en las que priman las milongas
ms diversificadas que resultan ser las ms conocidas para
quien busca informacin en internet o en folletos.
El hecho de que muchos bailarines ya no se identifiquen
con una milonga en particular da cuenta no de una ausencia
de identificacin, sino de una modificacin en el objeto de la
misma, que podran ser ahora los grupos de organizadores.
Diversificacin y especializacin son estrategias que con sus
matices han implementado las milongas para darse continuidad, unas ampliando el pblico al que se dirigen las otras proponindose como reducto de la tradicin o de un estilo, factor que tambin atrae muchos asistentes.
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CONSIDERACIONES FINALES
Sealamos la utilidad de un enfoque que atienda a la
diversidad que caracteriza el desarrollo del tango. El anlisis de las manifestaciones histricas del tango es tanto de
inters en s mismo como indispensable para ahondar en las
prcticas que nos son contemporneas. En este sentido,
repensar el "tango tradicional" nos permiti sugerir nuevas
lneas de anlisis para el tango Queer y revisar la tipologa
de las milongas contemporneas, principalmente resaltando
la diversidad al interior de las consideradas Tradicionales.
En cuanto al tango Queer, que se ha planteado como
una ruptura total con las expresiones precedentes (englobadas en la categora de "tango tradicional"), ha mantenido sin embargo la milonga como lugar del tango por excelencia ya que se crearon nuevas milongas pero no nuevos
espacios por fuera de ellas. En cuanto a "los cdigos" de
la milonga es cierto que se ha modificado la interaccin
entre potenciales bailarines, sin embargo este no es elemento exclusivo de las milongas Queer ya que tiene su
precedente en las milongas Jvenes. Ms significativo
an, se han mantenido cdigos como la importancia de la
pista y su circulacin en ella, las tandas musicales y la disposicin de las mesas, detalle que no es menor ya que
favorece la prctica de alternar entre ser ejecutante y
espectador. La innovacin indiscutible del tango Queer, el
cambio de rol o mejor dicho su expansin a nuevos sujetos y contextos, plantea nuevos interrogantes. Se abren
nuevas posibilidades factibles tcnicamente en lo referente a la calidad del movimiento y al abrazo, sin embargo,
los futuros desarrollos del baile no dependen solo de cuestiones coreogrficas o tcnicas, como qued indicado en
nuestro recorrido histrico. Sern privilegiadas ciertas
formas de acuerdo a cmo sean significadas desde la preferencias de la poca, y en este punto sugerimos conside-
AGRADECIMIENTOS
Quisiera agradecer en primer lugar a la Dra. Alicia
Martn porque acompa el primer esbozo de este trabajo,
que comenz en el marco de uno de sus seminarios. A la
Dra. Silvia Citro, cuyos comentarios sobre una versin previa estimularon nuevos interrogantes. Finalmente al Dr.
Carlos Zanolli quien incentiv la redaccin del presente
artculo y lo enriqueci con sus observaciones.
GLOSARIO
Amague: iniciar la ejecucin de un paso sin completar
el traslado del peso corporal y a continuacin retornar a la
posicin inicial.
Cruce de la mujer (o del conducido): tras haber realizado un paso hacia atrs con la pierna derecha lleva la pierna
izquierda tambin hacia atrs de manera que la cara externa del pie izquierdo se site al lado de la cara externa del
derecho.
Gancho: interrupcin en el caminar por la cual el conductor con cualquiera de las dos piernas y pudiendo utilizar
tanto la cara interna como la externa toma contacto con la
pierna de su compaero/a y no le permite continuar el paso,
este por la inercia del movimiento "engancha" su pierna con
la del conductor elevando pie y pantorrilla.
La Base: Rol del conductor: realiza una salida lateral
desplazando su pie izquierdo, avanza dos pasos primero
con la pierna derecha, luego con izquierda y lleva su pie
derecho a juntar al tiempo que le marca el cruce al conducido. Inicia el cierre de la secuencia avanzando con el pie
izquierdo, seguido de una apertura con el derecho (generalmente se utilizan estos dos pasos para realizar un giro de
noventa grados) y finaliza llevando el pie izquierdo a jun-
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tar. Rol del conducido: realiza una salida lateral desplazando su pie derecho, retrocede dos pasos primero con la pierna izquierda, luego con derecha y lleva su pie izquierdo al
cruce. Inicia el cierre de la secuencia retrocediendo con el
pie derecho, seguido de una apertura con el izquierdo y
finaliza llevando el pie derecho a juntar.
Ochos: nombre que se le da al traslado avanzando (o
retrocediendo: ocho atrs) de una pierna en direccin a la
contraria. Dicho movimiento puede realizarse en 180 de lo
que resulta un movimiento lateral pero cruzando delante de
la pierna de base o en una amplitud de hasta 50.
Pvot: Movimiento que puede realizarse entre cada paso
mientras las piernas permanecen juntas, siempre con el
peso del cuerpo en una sola de ellas, y que mediante una
rotacin posibilita el cambio de direccin.
Sacadas: interrupcin en el caminar por la cual el conductor con cualquiera de las dos piernas y pudiendo utilizar
tanto la cara interna como la externa toma contacto con la
pierna del conducido y acompaa su traslado hasta finalizar
el caminar. Con un mayor impulso puede lograrse la elevacin de pierna del conducido.
Saltos: elevaciones del conducido en las que siendo sostenido por su compaero/a ninguno de sus pies esta en contacto con el piso.
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INTRODUCCIN
La Quebrada de Humahuaca, especialmente en el
Perodo de Desarrollos Regionales Tardo (900-1.250 DC),
fue una regin intensamente investigada por la arqueologa
desde principios del siglo pasado, focalizando en distintos
aspectos de la organizacin social de sus habitantes
(Bennett et al. 1948; Boman 1991 [1908]; Casanova 1936;
Debenedetti 1918). En parte acompaando los cambios tericos de la disciplina, se fueron generando distintas formas
de caracterizar su prehistoria. Aun existiendo grandes discrepancias en torno al tipo de organizacin socio-econmica de los pueblos que la habitaron, hay cierto acuerdo referido a los cambios que se sucedieron hacia el 1.250 DC, en
momentos de la MAC (anomala climtica medieval)
(Nielsen y Boschi 2007; Thompson et al. 1985). Estos cambios implicaron profundas modificaciones en la distribucin espacial de la poblacin, en la intensificacin de la
explotacin agroganadera y en la integracin econmica y
poltica a nivel regional (Nielsen 2001).
Entre las lneas de evidencias trabajadas, un punto central lo constituyeron las diferencias registradas a nivel inter
e intrasitio, las primeras desde la arquitectura y la presencia
de espacios centrales o plazas (Nielsen 1995), las ltimas
infiriendo patrones de diferenciacin social a travs de la
cantidad y tipo de acompaamiento mortuorio (Palma
1997/98) as como de la energa invertida en los entierros
(Palma 2003).
A partir de las recientes propuestas del afianzamiento en
los Andes Circumpuneos (incluyendo la Quebrada de
Humahuaca) de sociedades de tipo corporativas, se asume
que no hay una correlacin directa entre poder poltico y
acumulacin econmica; esto es, la presencia de un grupo
con ciertos privilegios dados por su posicin social, no
implica necesariamente un aumento de la desigualdad
social en trminos de elites con acceso diferencial a recursos o con la capacidad de acumular excedente en beneficio
DE
HUMAHUACA,
ASPECTOS GEOGRFICOS Y
SOCIALES
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domsticos procedentes de diferentes sectores del asentamiento1 (Complejo E, Recinto 320 y Unidad 400 [Figura
2]). Estos espacios domsticos corresponden al Perodo de
Desarrollos Regionales Tardo (Berardi 2004).
Complejo E
Se trata de un conjunto de estructuras ubicadas dentro
de un rea densamente edificada que cubre por completo
una elevacin en el Sector Noreste del asentamiento. En el
tope de la misma se excavaron tres estructuras y se sonde
una cuarta. Los restos seos provienen del recinto 301 y las
estructuras 302 y 303 (valos 2002). Las mismas habran
tenido dos momentos de ocupacin con un lapso intermedio
utilizado para el descarte de desechos. Una vez abandonados, se realizaron una serie de enterratorios acompaados
de algunas piezas cermicas (Nielsen com. pers.).
Recinto 301: entierro mltiple y secundario dentro de
una vasija ordinaria de gran tamao y realizado en el relleno acumulado dentro de la estructura (Rasgo 6); de este
enterratorio se recuperaron restos seos de, al menos, dos
individuos adultos y cinco subadultos. Por otra parte se
LOS AMARILLOS
Los Amarillos, ubicado sobre una meseta elevada de la
margen izquierda del Ro Yakoraite, tiene una extensin de
10 hectreas aproximadamente. Su estructura interna es
compleja siendo posible reconocer espacios pblicos, residenciales, redes de circulacin interna, zonas de abastecimiento y descarte (basurales) (Berardi 2004; Nielsen 1995).
Los trabajos realizados desde 1992 registraron algunas
diferencias cronolgicas y funcionales de los diversos sectores del sitio (Nielsen 2001). El resultado de estos anlisis
permiten inferir que si bien el sitio tuvo una ocupacin inicial a fines del Perodo de Desarrollos Regionales
Temprano (900 - 1.250 DC), fue mayormente ocupado
hacia el Perodo de Desarrollos Regionales Tardo (1.2501.430 DC). A su vez pareciera que el Sector Central
(Complejo A) funcion como centro de las actividades
pblicas tanto durante este ltimo perodo como durante la
ocupacin inkaica (1.430-1.536 DC).
Los restos seos analizados provienen de espacios
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como vivienda, proceso durante el cual la puerta que comunicaba con la estructura 302 fue sellada con barro batido
(valos 2002).
Estructura 302: patio que se comunica con el recinto
301 en su lado Este. En este espacio se recuperaron, en el
interior de una estructura semicircular construida en el
ngulo noroeste, al menos dos individuos adultos en un
entierro secundario. Por la forma de esta estructura, podra
decirse que se trataba de una cista o de otro tipo de estructura reutilizada. Junto a esta estructura, pero en su lado
externo, se identific otro entierro, esta vez directo, de un
subadulto (valos 2002).
Estructura 303: patio en el cual se recuperaron, debajo
del piso de ocupacin, restos humanos inhumados en dos
eventos diferentes, en forma directa y sin preparacin previa. El primer evento (entierro 2) contiene dos individuos,
un adulto y un subadulto, mientras que el segundo (entierro
1) contiene cuatro individuos subadultos. Este ltimo estaba asociado a piezas cermicas de caractersticas tardas.
cista se recuperaron al menos seis subadultos y doce adultos. Junto a los restos humanos se encontraron gran cantidad y variedad de materiales: piezas cermicas completas,
astiles con las puntas de proyectil adheridas, restos de cestera, cordelera, artefactos de madera y elementos de
metal entre los que se puede sealar un pendiente de cobre
en forma de tumi. Entre los distintos tipos de materiales
recuperados, se hallaron dos recipientes de calabaza colocadas en un cesto; una de las calabazas contena un fragmento de malaquita y polvo de mineral de cobre (atacamita), mientras que en el otro se hallaron dos fragmentos
de toba volcnica y polvo del mismo mineral. Siendo que
la atacamita no es local y que el tumi posee una aleacin
no elaborada en la Quebrada, se postul que, al menos,
una de las personas enterradas, habra estado vinculada al
trfico de minerales, tal vez "un caravanero" (Angiorama
2003).
Recinto 402, cista 3: se trata de una estructura subterrnea contempornea a la ocupacin del recinto como lugar
de residencia, un pozo de forma aproximadamente circular
excavado por debajo del nivel del piso del recinto sin revestimiento ni preparacin especial. En esta cista se hallaron
dos individuos adultos. Por otra parte, se recuperaron restos
de dos individuos subadultos en el interior de una urna.
Recinto 320
Ubicado en el sector este del sitio, las lluvias estivales
dejaron expuesto este enterratorio. Se trata de un pozo realizado con posterioridad a la ocupacin del recinto; el
mismo no tiene preparacin previa ni ningn tipo de acompaamiento mortuorio. El entierro es de tipo mltiple y los
restos que corresponden al menos a diez individuos adultos
y seis subadultos, no presentaban conexin anatmica; por
consiguiente, se tratarn como osario.
MATERIALES Y MTODOS
Debido a la presencia de entierros mltiples en muchos
de los conjuntos recuperados, la falta de conexin anatmica deriva en que, para el caso de algunos indicadores donde
se trabaja con restos postcraneales en los cuales no es posible determinar el sexo, los restos seos se consideran pertenecientes a individuos de sexo indeterminado. A su vez, se
trabaja con categoras amplias de edad (adulto, subadultos)
a efectos de realizar comparaciones a nivel general, de los
diferentes conjuntos residenciales del sitio, contemplando
la posibilidad de recuperar mayor grado de detalle en futuros trabajos.
Estimacin de edad: se utilizaron procedimientos morfoscpicos y morfomtricos, considerando las propuestas
de Fazekas y Kosa (1978) para perinatos, Scheuer y Black
(2000) para infantiles y juveniles y Suchey y Brooks
(Brooks y Suchey, 1990) y Bass (1995) para adultos y
maduros. Se determinaron cinco grupos de edad: Perinato:
hasta 3 meses de edad, Infantil: de 4 meses a 10 aos,
Juvenil: de 11 a 17 aos, Adulto: desde 18 a 30 aos;
Maduro: ms de 30 aos.
Determinacin de sexo: en este caso se tomaron los
estndares de Buikstra y Ubelaker (1994) y Bass (1995) utilizando tanto mtodos morfoscpicos como morfomtricos.
En lo referido al estado de salud, se tom un conjunto
de indicadores de estrs nutricional-metablico, dieta y
estrs funcional. Intensamente utilizados pero tambin discutidos, los indicadores bioarqueolgicos continan constituyendo una importante va de anlisis para la realizacin
de inferencias sobre la organizacin social, el estilo de vida
y el estado de salud de las poblaciones (Cohen y Armelagos
1984; Goodman et al. 1984; Larsen 1987; Neves 1984). En
este sentido se promueve la utilizacin de mltiples indica-
Unidad 400
Se trata de un conjunto de recintos excavados por
Angiorama y Taboada entre los aos 1999 y 2001. A partir
de estos trabajos se defini que se tratara de un sector
domstico acompaado de la realizacin de actividades
ligadas a la produccin metalrgica (Taboada y Angiorama
2003a y 2003b).
En el recinto 402 se recuperaron diferentes conjuntos de
restos seos humanos. En el mismo se identificaron dos
momentos de ocupacin, el primero como lugar de residencia y de entierro (Cistas 1 y 3) y el segundo exclusivamente como lugar de entierro a partir de la construccin de una
gran cista (Cista 2).
Recinto 402, cista 1: se trata de una estructura de carcter semisubterrneo contempornea a la ocupacin de la
unidad como lugar de residencia; consiste en un pozo semicircular adosado al muro norte, fue realizado cavando por
debajo del nivel del piso del recinto y revestido con piedras
en su interior. La cista se elevaba por encima del nivel del
piso alrededor de unos 20 cm de altura. En su interior se
coloc una urna funeraria con un puco oficiando de tapa; en
sta se inhumaron dos individuos subadultos.
Recinto 402, cista 2: se trata de un entierro mltiple
con ms de un evento de inhumacin construido una vez
abandonada la unidad como lugar de habitacin. Consiste
en un espacio semioval delimitado por un muro de piedra
de forma curva, construido para tal fin con el aprovechamiento de los muros perimetral norte y el de tierra. De esta
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blico se detallan en primer lugar por recinto y clasificados
por edad y sexo (Tabla 2).
Para realizar comparaciones entre las distintas frecuencias entre hombres y mujeres se aplic la prueba de X, con
un valor de referencia de 3,84 y un nivel de significacin de
0,05, resultando no significativas desde el punto de vista
estadstico para las lneas de hipoplasia del esmalte (1,33
complejo E y recinto 320, 1,14 unidad 400 y la hiperostosis
portica (0 complejo E, 0,49 recinto 320 y unidad 400), no
siendo posible aplicar test estadstico para el caso de la
criba orbitalia y las lneas de Harris por la ausencia o baja
cantidad de casos disponibles.
Avanzando en el anlisis se realizaron comparaciones
generales entre hombres y mujeres, sin distincin del recinto de origen para cada uno de los indicadores de estrs
nutricional/metablico, utilizando a tal efecto la prueba de
X, con un valor de referencia de 3,84 y un nivel de significacin de 0,05, resultando no significativas desde el punto
de vista estadstico para las lneas de hipoplasia del esmalte (1,87), hiperostosis (0,20), no registrndose casos para la
criba y sin datos de individuos del sexo masculino para las
lneas de Harris.
A efectos de realizar comparaciones generales entre los
resultados obtenidos en los distintos conjuntos, se confeccion una tabla sin los datos de edad y sexo (Tabla 3).
En general, las mayores frecuencias de estrs nutricional se registran en la hiperostosis portica y las lneas de
Harris. Se analizan las diferencias entre complejos aplicando la prueba de X para un valor de referencia de 5,99 y un
nivel de significacin de 0,05 no resultaron estadsticamente significativas (X: 1.904). Sin embargo, se pueden sealar algunas particularidades en la muestra, en este sentido
los indicadores muestran una misma tendencia hacia mayores frecuencias en el recinto 320 y en la unidad 400 y menor
en el complejo E.
Dieta
Dentro del anlisis de los indicadores de dieta, la presencia o ausencia de caries, reabsorciones alveolares e
infecciones (patologas orales), se vuelcan en la siguiente
tabla, agrupando los individuos de cada unidad analizada,
por grupo de edad y sexo (Tabla 4).
En el caso del anlisis del desgaste del esmalte dental,
los resultados se clasifican para cada uno de los complejos,
por edad y sexo excluyendo del mismo a los individuos de
RESULTADOS
Estrs Nutricional
Los resultados del anlisis del estrs nutricional/meta-
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edad infantil y evaluando el grado de deterioro del esmalte
por ausencia de desgaste, grado leve, medio e intenso
(Tabla 5).
De acuerdo a lo observado en la tabla 5, las frecuencias
e intensidad del desgaste del esmalte dental se mantienen
similares para los individuos de ambos sexos, en todos los
casos con grados intensos de deterioro del esmalte. A efectos de poder observar los indicadores de dieta en su conjunto, se agrupan los resultados por conjuntos sin diferencias entre edad y sexo (Tabla 6). Analizando los indicadores de dieta se observa que los individuos presentan altas
frecuencias de patologas orales independientemente del
sexo y la edad; estas frecuencias concuerdan con el tipo de
dieta registrada en poblaciones agropastoriles con fuertes
componentes de carbohidratos.
En lo referido a las diferencias entre los conjuntos, es en
el recinto 320 donde se registran las mayores frecuencias de
individuos con caries, infecciones y prdidas dentales antemortem mientras que el desgaste se presenta en valores
intensos principalmente en el Complejo E. Ninguna de
estas diferencias resultan estadsticamente significativas
aplicando la prueba de la prueba de X para un valor de
referencia de 5,99 y un nivel de significacin de 0,05 (X:
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DISCUSIN
En lo que respecta al anlisis de las diferencias a nivel
intrasitio se registran variaciones entre los individuos de los
diferentes complejos que solo constituyen diferencias estadsticamente significativas en el caso del estrs funcional;
sin embargo, en el resto de los indicadores analizados se
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CUADERNOS 22
observa una tendencia en la cual los individuos del complejo E resultaron los menos afectados por hiperostosis portica, criba orbitalia y lneas de hipoplasia del esmalte aumentando la presencia de estos indicadores en los individuos de
la unidad 400 y en mayor medida los del 320 (Tabla 3). Esto
podra estar sealando tentativamente que no todos los grupos habran tenido las mismas posibilidades de acceso a los
recursos alimenticios siendo que probablemente algunos
estuvieron ms expuestos que otros a eventos de estrs
nutricional.
En este sentido resultan interesantes las reflexiones de
Angiorama y Taboada sobre la posibilidad de que los individuos de la Unidad 400 estuvieran asociados a actividades metalrgicas (Angiorama 2003; Taboada y Angiorama
2003a y 2003b). Dicha asociacin los convertira en un
grupo diferente al resto, al menos en el desarrollo de algunas prcticas cotidianas que podrn reflejarse en su estilo
de vida.
Si bien los individuos del Recinto 320 son los que presentan mayores evidencias de estrs nutricional y de patologas orales (Tablas 3 y 6), son los del 400 los que presentan mayor frecuencia de estrs funcional (Tablas 7, 8 y
9). Por su parte, los del complejo E resultan los menos
afectados por estrs nutricional pero se ubican entre los
individuos del recinto 320 y de la unidad 400 en lo referido a estrs funcional. A su vez, se registran diferencias
significativas en las prcticas deformatorias (Tabla 10).
En sntesis, si bien no todas las diferencias son significativas, se estaran registrando ciertas tendencias particulares para el estilo de vida de los individuos que vivieron en
los distintos complejos. En efecto, algunos habran estado
mejor alimentados que otros pero a la vez son los que
mayores sobreexigencias fsicas habran soportado. Este
tipo de relacin contrastara con la regla establecida por la
economa poltica, y utilizada por la arqueologa (Earle
1987) de las sociedades tipo "jefaturas o seorios", tal cual
se defini a las sociedades de la Quebrada de Humahuaca
del Perodo Tardo (Gonzalez y Prez 1966; Palma 2003:
Prez 1968 y 1973), segn la cual aquellos individuos "que
tienen mayor status social, presentarn una dieta ms completa y realizarn menos trabajo fsico". Esta relacin isomrfica entre status social y estado de salud no se estara
registrando en este caso en las sociedades corporativas de la
Quebrada de Humahauca (Nielsen 2006a, Seldes 2007).
De acuerdo a las recientes propuestas (Nielsen 2006a
y 2006b), ciertas tareas productivas (pastoreo en zonas
altas, trabajo en centros agrcolas como Coctaca, el trfico de bienes o la extraccin de recursos silvestres) probablemente estuvieron a cargo de unidades sociales diferentes lo cual podra implicar ciertos niveles de especializacin entre distintas unidades domsticas. Esto puede estar
indicando que lo que se est registrando en Los Amarillos,
est denotando cierta heterogeneidad, en el sentido de una
diferencia entre grupos sociales.
Ahora bien, en el Perodo de Desarrollos Regionales
Tardo es donde se registran mayores niveles de homogeneidad estilstica y de la morfologa cermica y, a la vez,
cuando se propone que hay un reforzamiento simblico de
los aspectos corporativos de las sociedades, con una regionalizacin de las materialidades (arquitectura, cermica,
textil y funebria) que implica una homogeneidad de las
mismas al interior de las comunidades, as como cierta
sublimacin de aspectos que hacen a la individualidad o a
la visibilidad de grupos domsticos (Nielsen 2006a y
2006b; Nielsen y Boschi 2007).
Sin embargo, esta homogeneidad no se refleja en las
prcticas deformatorias ya que, a diferencia de perodos
anteriores, donde solo se registran deformaciones tabulares erectas (Seldes 2007), es en este momento cuando se
registra la aparicin de la deformacin tabular oblicua, y
cuando es significativa su distribucin entre distintas unidades sociales, tal vez pensado en tanto "jerarqua de
marcos de referencia a identificacin, con connotaciones
regionales pero con distintos grados de inclusividad, que
las personas manejaran flexiblemente en distintos contextos de interaccin" (Nielsen y Boschi 2007: 36).
La variedad de prcticas deformatorias, esto es, las
diferencias expresadas a nivel corporal, refieren a "marcas" que permanecen de por vida y convierten al cuerpo
biolgico en "cuerpo cultural" creando y recreando sentidos o smbolos de pertenencia, estableciendo diferencias
corporalmente significadas y expresadas, distinguiendo un
grupo de otro (Bloom 2005b). La distribucin de prcticas
deformatorias entre los distintos conjuntos quizs est
sealando que los individuos adoptaron las prcticas deformatorias como smbolo de diferenciacin, probablemente
vinculado a la adscripcin a determinado grupo, prefirindolo por sobre otro tipo de emblemas distintivos, la cermica por ejemplo. Esto podra estar sealando que las
prcticas deformatorias pudieron haber funcionado, en el
Perodo de Desarrollos Regionales Tardo, como el mayor
indicador de identidad y pertenencia a algn tipo de grupo.
Tal vez la aparicin de la deformacin Tabular Oblicua
est asociada al surgimiento de nuevos tipos de intercambios o a la intensificacin de los mismos, registrado a partir de distintas evidencias arqueolgicas (por ejemplo
caravaneo, jaras, circulacin del cobre); recurdese que
esta es la poca de mayor auge del trfico de caravanas
circumpuneo (Nielsen 2001). Aun mas, histricamente
las relaciones de intercambios generaron a la vez algn
tipo de flujo, de smbolos o poblacionales por ejemplo, lo
cual se debe haber sentido con mayor intensidad en este
perodo.
En este sentido resultan fundamentales los aportes de los
anlisis de distancias poblacionales o relaciones de parentesco biolgico, como los realizados por Cocilovo y Varela
(Cocilovo et al. 2001; Varela et al. 2004), quienes a partir de
anlisis multivariados sobre crneos de diferentes sitios de
la Quebrada de Humahuaca sealan la probable "intervencin de grupos con distintas procedencia, principalmente de
la Puna, Bolivia, Selvas Occidentales y de las subrea
Valliserrana" (Varela et al. 2004: 320). Este tipo de trabajos
permiten reflexionar en torno al ingreso, en algn momento
que no es posible establecer actualmente con la informacin
disponible, de poblaciones forneas a la Quebrada de
Humahuaca para instalarse en forma permanente.
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A Julio valos y Malena Vzquez por sus sugerencias y
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INTRODUCCIN
Esta investigacin se desarrolla en el marco de proyectos que estudian la dinmica de la interrelacin de la poblaciones humanas y sus sistemas organizativos con los cambios climticos que se sucedieron en el Holoceno tardo en
el centro-noroeste de Santa Cruz, Patagonia, Repblica
Argentina (Goi et al. 2007, Belardi et al. 2009).
Especficamente est vinculado con el estudio paleodietario
a travs de los istopos estables del carbono y nitrgeno de
las muestras seas humanas recuperadas en Sierra Colorada
(SAC), en las inmediaciones del lago Salitroso como un
sector de alta concentracin de entierros humanos (Goi et
al. 2007). En un trabajo previo se haba planteado que estos
restos seos humanos reflejaban una dieta basada en recursos terrestres perteneciente a la va fotosinttica C3. Sin
embargo, el subsiguiente desarrollo de esta lnea de investigacin requera del conocimiento de las variaciones espaciales y temporales de los recursos que conformaron la
dieta de las poblaciones humanas durante el Holoceno tardo (Tessone et al. 2005).
Por tal razn, el objetivo de este trabajo es el estudio de
la distribucin natural de los istopos estables del carbono
en distintas especies animales y vegetales para la conformacin de una ecologa isotpica del centro-noroeste de
Santa Cruz. Los resultados permitiran generar un marco de
referencia (sensu Binford 2001) para la interpretacin de las
paleodietas de los cazadores-recolectores que ocuparon esta
regin en el Holoceno tardo. De esta manera, se presentan
valores de istopos estables del carbono de diversos recursos vegetales y animales pertenecientes a ambientes terrestres del interior de Patagonia. Los objetivos particulares que
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Figura 1: Centro-noroeste de Santa Cruz indicando los lugares de muestreo: 1) lagos Pueyrredn, Posadas y
Salitroso; 2) Parque Nacional Perito Moreno (PNPM);
3) meseta de Pampa del Asador; 4) meseta del Strobel; 5) lago Cardiel;
6) lagos San Martn y Tar
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3) Msculo y Grasas
Para la extraccin de estos dos tejidos se utilizaron
aquellos especmenes a los cuales se accedi en momentos
cercanos a su muerte. Las especies que se pudieron conseguir son un guanaco y un choique. En el caso de las grasas
se extrajo por un lado, grasa subcutnea y, por otro, medular. Esta ltima se obtuvo a partir de la rotura de un hueso
largo de guanaco. Todos estos tejidos se introdujeron en un
desecador bajo vaco con slica gel para deshidratarlos.
4) Huevo
Los huevos que se seleccionaron son de choique
(Pterocnemia pennata) y de cauqun comn (Chloephaga
picta). En su anlisis se consider por separado la clara y la
yema debido a que estas dos fracciones son de composicin
diferente. La primera compuesta principalmente por una
protena, la albmina y, la segunda, por lpidos, mayormente colesterol.
Una vez realizado el pretratamiento y seleccionadas las
muestras son introducidas en una ampolla con oxido cprico, selladas al vaco y colocadas en una mufla a 550 C
durante 8 hs. Posteriormente el CO2 formado se purifica
criognicamente en una lnea de vaco. El gas obtenido es
medido en un espectrmetro de masas de triple colector
Finnigan Delta-S.
En el anlisis posterior de los resultados se le adicionan
a los obtenidos aqu los valores de guanacos ya publicados
y los aquellos disponibles en restos seos humanos de la
cuenca del lago Salitroso (Tessone et al. 2005).
1) Plantas
Se muestrearon 19 especmenes de plantas de la regin,
plausibles de ser incluidas en las dietas de herbvoros locales (Pelliza et al. 1997). Las mismas son representativas de
las distintas formas de vida, entre las que podemos nombrar: Nothofagus spp. entre los arboles; calafate (Berberis
spp.), neneo (Mulinum spinosum), duraznillo (Colliguaja
integerrima), molle (Schinus Polygamus) y cola de piche
(Nassauvia spp.) entre los arbustos y, por ltimo, gramneas como coirones (Stipa spp. y Festuca spp.). Los lugares
del muestreo, por el momento, son los extremos del rea de
investigacin: lago Salitroso y lago San Martn y Tar. En el
campo, de cada espcimen se extrajo una pequea fraccin
de la planta. Posteriormente, en el laboratorio se realiz el
secado de las hojas o de los tallos no leosos que seran
ensayados.
RESULTADOS Y DISCUSIN
En la Tabla 1 se presenta la estadstica descriptiva de los
valores obtenidos en los recursos (media desvo estndar,
valores mximos y mnimos) segn el material muestreado.
Esta informacin ser discutida en diferentes tpicos que
ataen a problemticas generales de la aplicacin de los istopos estables del carbono en arqueologa, como as tambin consideraciones particulares propias del estudio de las
poblaciones humanas e istopos estables del centro-noroeste de Santa Cruz y Patagonia meridional.
2) seo
El material seo fue seleccionado para la extraccin de
colgeno, el total de muestras procesadas fue de 37. En el
campo se seleccion un fragmento o elemento seo de las
carcasas disponibles. Las especies analizadas son guanaco
(Lama guanicoe), choique o and petiso (Pterocnemia
pennata), zorro colorado (Pseudalopex culpaeus) y puma
(Felis concolor).
La tcnica de extraccin de colgeno que se utiliz es
diferente a la realizada en los trabajos previos en el
Instituto de Geocronologa y Geologa Isotpica INGEIS- que era la de Longin (1971) (Zangrando et al.
2004, Tessone et al. 2005, Panarello et al. 2006). Lo
importante de esta tcnica (Tykot 2004) que fue confrontada con la anterior sin encontrar diferencias significativas
reside en la posibilidad de procesar un mayor nmero de
muestras. En primera instancia se realiza una limpieza
mecnica del hueso y se la somete a baos de ultrasonido
en agua destilada. Posteriormente se la deja 24 hs. en
NaOH 0,1M; se la enjuaga y deja 72 hs. en HCl 2%, renovando el reactivo cada 24 hs. Se vuelve a enjuagar la
muestra en agua destilada y se deja por 24 hs. en NaOH
0,1M. La inclusin de este ltimo reactivo es para la eliminacin de los cidos hmicos, mientras que el HCl se
utiliza para desmineralizar la muestra. Por ltimo, se seca
la muestra en una estufa a 60 C.
Plantas
La importancia del conocimiento de la distribucin de
los valores 13C de plantas en los estudios ecolgicos o
paleodietarios est dada porque representan los parmetros
de base a partir de los cuales se establecen las cadenas trficas en una regin (Tieszen 1991, Post 2002, Codrn et al.
2005). Las plantas fijan el carbono de la atmsfera a partir
de 2 vas fotosintticas principales con seales isotpicas
dismiles. Ests son las denominadas plantas C3 y C4
(Tieszen 1991). Existe una tercera va fotosinttica, las
CAM, con seales isotpicas intermedias (Pate 1994). En
su gran mayora, en Patagonia meridional las plantas tienen
una va fotosinttica C3 (Paruelo et al. 1998). El valor promedio obtenido en este trabajo fue de -25,76 1,17, a
partir del muestreo de hojas y tallos no leosos de gramneas, arbustos y rboles.
Asimismo en uno de los sectores del rea de estudio, el
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Figura 2: 13C de las plantas, especies animales y muestras seas humanas de SAC
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Fraccionamiento
Uno de los aspectos importantes en la utilizacin de los
istopos estables es la estimacin del fraccionamiento entre
los distintos tejidos muestreados y la dieta ingerida por los
organismos (Gannes et al. 1997, Post 2002, McCutchan et
al. 2003). A partir de los datos aqu presentados, se evalan
los fraccionamientos ocurridos en las cadenas trficas del
centro-noroeste de Santa Cruz (Figura 2). En primera instancia, se estudia el que se da en los herbvoros a partir del
consumo de plantas. Para esta caracterizacin contamos
con dos especies, el guanaco y el choique. Este ltimo, si
bien se trata de una especie omnvora, presenta un alto
grado de herbivora (Martella y Navarro 2006). En el caso
de la primera especie la diferencia entre dieta-colgeno
considerando slo las plantas con vas fotosintticas C3, es
de 6. Mientras que en el caso del choique el fraccionamiento entre dieta-colgeno es de 5,06. Estos valores se
encuentran incluidos en el rango propuesto para el fraccionamiento planta-colgeno herbvoro, que es entre 4-61
(Ambrose 1993; Kelly 2000).
En Tessone et al. (2005) se haba planteado la posibilidad de que los guanacos de esta regin presentaran valores
13C ms enriquecidos en relacin a los restantes valores de
la misma especie en Patagonia debido a la posibilidad de la
presencia de plantas C4. Si bien se encontraron plantas con
esta va fotosinttica en la regin, el fraccionamiento recin
mencionado permite defender que el valor obtenido en el
colgeno de los guanacos se debe al el consumo mayoritario de especies con vas fotosintticas 13C. Una va de anlisis al problema es la aplicacin de un modelo de mezcla.
En este enfoque, como primer medida, se establecen valores 13C esperados para guanacos con dietas 100% C3 y C4.
Un punto importante es que valores de =(5 o 6) se
elige para este clculo. En funcin de esta distancia, se ubican entre estos puntos extremos los 13C de las muestras de
guanacos y, de esta manera, se establecen los porcentajes
estimados de consumo de las plantas con vas fotosintticas
C3 o C4. A partir de este anlisis, con un fraccionamiento de
5, las muestras de guanacos presentaran un consumo
entre un 0% a un 20% de plantas C4; mientras que si consideraramos un fraccionamiento de 6 los porcentajes de
Variabilidad inter-especfica
En cuanto a la variabilidad inter-especfica, es interesante analizarla en funcin del nivel trfico en el que se
encuentran las especies. En las especies carnvoras el tamao de las muestras disponible es muy pequeo como para
estudiar diferencias entre las dos especies utilizadas en este
trabajo. En el caso de los herbvoros, las dos especies ms
importante en el registro zooarqueolgico de la regin, el
guanaco y el choique (Goi et al. 2007), presentan una diferencia en sus medias de 1 (Tabla 1). Hay dos explicaciones alternativas -aunque no excluyentes-, la primera, es
posible pensar en preferencias alimenticias dismiles entre
estas especies; en particular de arbustos y subarbustos por
parte del choique, mientras que por el lado del guanaco un
consumo generalista (Pelliza et al. 2004). Sin embargo, por
el momento, entre estas formas de vida no se han hallado
diferencias isotpicas que permitan entender la distancia
encontrada en el colgeno de estos herbvoros (Gramneas
13C= -25,92 vs. Arbustos 13C= -25,56). La segunda
explicacin, son los sistemas digestivos de estas especies y
los procesos de asimilacin de la dieta en funcin de estos,
que en el caso del guanaco es un rumiante, mientras que el
choique no. Se encontraron patrones similares en herbvoros de otras partes del mundo; por ejemplo, Coltrain et al.
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(2004) encontr una diferencia de 1 considerando 5 especies (3 rumiantes y 2 no rumiantes). Es importante aclarar
que la composicin de la muestra del guanaco es en su gran
mayora de sitios arqueolgicos mientras que la de choique
es de especmenes actuales. Est en desarrollo un trabajo
experimental en el que se evala si la preservacin de lpidos en muestras provenientes de carcasas recientes est
influyendo en las diferencias en el 13C que se encuentran
entre muestras actuales y las arqueolgicas. Por tal razn,
en un futuro, se evaluar ms profundamente esta diferencia y sus causas cuando tengamos un mayor nmero de
muestras analizadas de guanacos actuales y de choique de
sitios arqueolgicos, que se encuentran en preparacin.
hay una diferencia muy grande entre los dos valores medidos. En funcin del conocimiento previo sobre las diferencias existentes entre el colgeno y msculo en 13C se puede
decir que la diferencia obtenida en guanaco de aproximadamente 2, es la esperada y la considerada cuando se extrapola el valor de la carne del valor obtenido en colgeno
(Figura 3 y 4). En suma, los valores obtenidos en 13C en las
grasas y en el huevo, de guanaco y choique respectivamente, se presentan empobrecidos en relacin a los disponibles
en colgeno.
IMPLICANCIAS
SEOS HUMANOS
Variabilidad intra-especfica
En este acpite nos queremos referir a las variaciones
isotpicas de una misma especie a partir de la consideracin
de los subproductos posibles de ser aprovechados como
recursos alimenticios por parte de las poblaciones humanas,
que en los estudios isotpicos de Patagonia no han sido
todava incorporados a los anlisis con frecuencia. En el
caso del guanaco se procedi al anlisis isotpico de colgeno, msculo y grasa, tanto subcutnea como medular. De
estos, se destacan los valores muy empobrecidos de 13C de
-28,65 para la grasa medular y de -30,80 en el caso de
la subcutnea. Esto refleja, si se lo compara con el valor
promedio para esta especie en colgeno (13C -19,73),
una importante variabilidad en los posibles consumos por
parte de poblaciones cazadoras-recolectoras2 (Figura 3).
Este empobrecimiento en el 13C en lpidos ha sido destacado como un patrn general en los distintos estudios isotpicos de diversas especies de aves y mamferos (Kelly 2000).
Esto adquiere relevancia teniendo en cuenta que estudios
zooarqueolgicos del proyecto plantearon que las caractersticas de la muestra (marcas y fragmentacin) en sitios del
Lago Cardiel pueden ser explicadas a partir del procesamiento y explotacin de las presas para la extraccin de
grasa sea y medular (Bourlot 2007); destacando la importancia de estas en el aporte de caloras en dietas bajas en
carbohidratos (Cordain et al. 2000, Bourlot 2007).
Por su parte, en el caso del choique el mayor contraste
se registr entre los 13C de los componentes del huevo y el
colgeno. Respecto al primero, en promedio ambos componentes tienen un valor de -27,26. En los dos casos analizados, la yema se encuentra empobrecida respecto de la
clara. Esto es debido a que esta es un lpido y, como vimos,
las protenas se encuentran enriquecidas respecto a los lpidos. S lo comparamos con los 13C del colgeno la diferencia obtenida es de 6 (Figura 4). Si bien todava no
contamos con valores del colgeno de cauqun comn, probablemente las diferencias obtenidas sern similares a las
del choique.
El restante tejido medido en estas dos especies es el
msculo. En relacin a este, lo primero que surge es que
2
No estamos considerando al colgeno como una protena posible de
ser consumida por las poblaciones cazadoras-recolectoras, sino como
valor de referencia para estimar el consumo de carne.
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los mismos nos permiten establecer la distancia existente
entre herbvoros y carnvoros segn este marcador isotpico de la regin. Como vimos, al igual que en otros ecosistemas la capacidad de este marcador para diferenciar entre
consumidores secundarios y terciarios es limitada debido a
que el fraccionamiento es pequeo (Kelly 2000). No obstante, en estudios paleodietarios, permite establecer un
parmetro para las dietas carnvoras terrestres en el centronoroeste de Santa Cruz. Si los comparamos con los valores
sobre restos seos humanos de SAC -Tabla 1- se destaca
que las medias son casi idnticas y, a su vez, los valores
mximos y mnimos son bastante similares, siendo un poco
ms enriquecidos los valores de los carnvoros. De esta
manera, para el 13C podemos descartar planteos previos
realizados (Tessone et al. 2005) donde se esbozaba la posibilidad de que los valores ms enriquecidos de los restos
seos humanos de SAC estn mostrando el consumo en
pequeas proporciones de recursos marinos.
A futuro se plantea la necesidad de continuar estos anlisis complementndolos con otros marcadores isotpicos,
como el 15N o 13C en su fraccin mineral, para la interpretacin de paleodietas humanas en el centro y noroeste de
Santa Cruz.
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AGRADECIMIENTOS
Nuestro agradecimiento a los compaeros y amigos que
han ayudado a la recoleccin de las muestras en los trabajos de campo de los ltimos 3 aos. A Rosa y Lito Garca
de la estancia Sierra Colorada por la ayuda brindada en
todos estos aos. A la comisin de fomento de Hiplito
Yrigoyen por el apoyo en la logstica de las campaas. A
Celeste Samec y Violeta Killian por la ayuda brindada en el
proceso de extraccin de colgeno. Al personal del INGEIS
y muy especialmente a los integrantes del laboratorio de
Istopos Estables por la dedicacin en el procesamiento de
las muestras. A Rafael Goi por las sugerencias y comentarios realizados a este manuscrito. Al evaluador Luis Borrero
por las sugerencias y comentarios realizados. Este trabajo
fue financiado con fondos del INGEIS y los siguientes proyectos de investigacin: UBACYT F065, Agencia PICT'04
26295 dirigidos por Rafael Agustn Goi y UNPA A/183/2
y CONICET PIP 06405 dirigidos por Juan Bautista Belardi.
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DESEMBARCO
Cuntas veces estudiamos la importancia de los diseos de investigacin para la historia de nuestra disciplina?
Este trabajo expone el diseo terico metodolgico utilizado para estudiar La Boca del Riachuelo en trminos arqueolgicos1. A continuacin se presenta el problema de estudio
dentro de condiciones ambientales, de poblamiento y de
urbanizacin. Luego se discuten y evalan los componentes
de la cadena de inferencia: cuestiones de escala, marco terico, interdisciplina, implicancias arqueolgicas y modelos
distribucionales. El trabajo se completa con la presentacin
de los mtodos y tcnicas empleados en la investigacin sin
discutir los resultados de la misma.
DEFINICIONES
Desde la conquista europea de Amrica, los puertos son
imprescindibles para la vida en las ciudades litorales. Hacia
finales del siglo XVIII, aparecen usos culturales del espacio, que producen, importan y descartan tecnologas aplicadas a paisajes ocupacionales portuarios; y por lo tanto
arqueolgicos histricos (Orser 1999). En este sentido, los
puertos son centros econmicos y sus poblaciones desarrollan dinmicas culturales propias (Lawton y Lee 2002).
Diferentes autores han estudiado procesos portuarios (Allen
1997, Briggs 2003, Burger 2000, De la Puerta Rueda 1994,
Fehler 2002, Linebaugh 1994, entre otros) de manera coincidente con el estudio de la explotacin humana de ambientes litorales fluviales, marinos, esturicos y de humedales.
An as, el estudio del puerto urbano en Sudamrica ha sido
poco abordado (Austral et al. 1998, Ceruti 1997, Elkin
2003, Fournier 1999).
* Universidad Maimnides - Programa Historia Bajo las Baldosas,
Comisin para la Preservacin del Patrimonio Histrico Cultural de la
Ciudad de Buenos Aires. [email protected]
1
Este trabajo es una sntesis de los primeros captulos de la tesis de
doctorado "Arqueologa de La Boca del Riachuelo. Puerto Urbano de
Buenos Aires, Argentina", F. F. y L. UBA. 2008.
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lidad del asentamiento. Su estudio a travs de la distribucin artefactual contribuye al conocimiento de las tecnologas del puerto urbano, permitiendo modelar las estrategias
que organizaron el intercambio, las formas de asentamiento, sociabilidad y edificacin, y las actividades socio-econmicas desplegadas en la regin -en un sentido amplio- de
manera cambiante a travs del tiempo. De esta manera, el
tema central es el estudio, a travs del registro arqueolgico, de la diversidad y distribucin artefactual en el barrio de
La Boca, Ciudad Autnoma de Buenos Aires.
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antropizados de la Argentina, donde se destaca la contaminacin y el carcter artificial de la costa (ver Holocwan
1995). En este sentido, entendemos que los procesos de
portuarizacin y urbanizacin del espacio producen la tecnificacin de un nuevo ambiente: la tecnsfera3. Por lo
tanto, para entender la escala y visibilidad arqueolgica de
este fenmeno, observamos en detalle el poblamiento y la
urbanizacin.
El trmino "poblamiento" se refiere al proceso de asentamiento en un rea determinada, por parte de personas o
grupos de personas con el fin de crear un pueblo. En
arqueologa, se ha discutido su aplicacin a procesos caracterizados por resoluciones temporales y espaciales amplias,
como la dispersin humana en el mundo. Sin embargo, los
poblamientos histricos se restringen en el tiempo a perodos y sucesos que se hallan documentados de manera particularizada (Hardesty 1994). Esto quiere decir que el registro arqueolgico nos permite discutir las relaciones que
caracterizan a la expansin de la tecnsfera, como resultado del poblamiento.
La historia sudamericana de los ltimos 450 aos da
cuenta de fundaciones y abandonos de ciudades, de asentamientos que se inician con el propsito de poblar, pero que
no llegan a producir la urbanizacin del ambiente. En este
3
Nos referimos a un ambiente compuesto de fragmentos de ecosistemas terrestres transformados, los cuales no pueden ser entendidos a la
luz de procesos ecosistmicos sino en relacin a dispositivos y procesos tecnolgicos que la cultura humana ha creado para producir materiales y energa (Geo Argentina 2004: 45).
34 38' 12,26'' S y 58 21' 33,74'' W, marcado en el sitio donde funcion el Juzgado de Paz desde el 23 de agosto de 1870, institucin de
la autonoma jurisdiccional, Iglesia San Juan Evangelista, calle
Olavarra 486.
2
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sentido, la continuidad del puerto-ciudad implica una serie
diacrnica que comienza con el poblamiento y contina con
la urbanizacin. Entendemos que el poblamiento est vinculado al arribo y la urbanizacin al asiento estable. Esto
plantea la necesidad de concebir escalas portuario-urbanas
en el diseo de investigacin arqueolgico.
MARCO
LGICAS
El puerto-ciudad se considera como una regin arqueolgica influida por la tecnificacin del ambiente por parte
del capitalismo y de la sociedad moderna. Ante tal consideracin, observamos la confluencia de conceptos tericos
como el paisaje arqueolgico y los suelos producidos por la
tecnificacin del ambiente4 (Courty, Goldberg y Macphail
1989, Zedeo 2000). El concepto de espacio es una de las
principales herramientas terico-metodolgicas utilizadas
por los arquelogos contemporneos. Es una variable dinmica donde agentes de raz cultural y natural conforman
estructuras de paisaje heterogneas. Esto significa que las
relaciones entre los procesos que forman el registro arqueolgico, varan tanto en la escala como en el modo en que se
produce la agregacin de los diferentes agentes, razn por
la cual conforman patrones particulares de registro
(Morales et al. 2003). El espacio es abordado por el concepto de paisaje arqueolgico (Rossignol 1992, Stafford
1995). Paisajes y escalas implican el reconocimiento de la
integridad del dato arqueolgico, basado en la visibilidad
del soporte contextual y en el foco de la informacin.
Cardillo, Morales y Weissel (2001) destacan la potencia
del espacio urbano por la produccin constante de nuevas
superficies antrpicas. El suelo urbano posee propiedades
que por sus caractersticas de utilizacin y de composicin
fsica, se define como un tipo especial de depsito antrpico. Los suelos urbanos se conforman a partir de un importante aporte de material alctono o no parental. As, el conjunto de caractersticas fsicas aplicadas al desarrollo del
asentamiento gira en torno de los artefactos. El espacio se
organiza a travs de procesos generales y particulares de formacin y transformacin, lo cual resulta en una variabilidad
de conjuntos de artefactos, estructuras y depsitos arqueolgicos. Estos conjuntos poseen atributos mensurables; as
buscamos conocer la variabilidad artefactual y para ello analizamos las propiedades relacionales del registro arqueolgico: distribucin, diversidad y densidad. De esta forma, nos
centramos en los enfoques tericos que ponen especial nfasis en la variabilidad, ya que ofrecen un marco explicativo
para los mecanismos de cambio en la cultura a partir del rol
del artefacto como unidad de anlisis (Lanata 1998).
Existe una situacin adicional que impacta sobre la
4
Eidt (1977) distingue entre suelos antropognicos y antrosoles, los
primeros son aquellos modificados incidentalmente por la actividad
humana mientras que los segundos son modificados adrede, por ejemplo, los campos de cultivo a travs de la remocin y fertilizacin del
substrato. Strogonova y Prokofieva (2005) definen el concepto de
urbanozem, suelo genticamente individual, que combina las propiedades de los suelos naturales de reas circundantes con propiedades
especficas desarrolladas en el ambiente urbano.
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macin, el registro arqueolgico urbano es equiparable con
un promedio de ocupacin (Zarankin et al. 1996-1998:192).
An as, desmenuzando el registro podemos identificar la
sumatoria de acciones y agentes de formacin que deben
ser explicados para validar la construccin del dato artefactual. El registro promediado presenta un problema de integridad de la informacin arqueolgica. Sin embargo, la
sumatoria de conductas y agentes que afectan la definicin
del dato, son inferibles en la estructura del registro. A travs
del anlisis de las propiedades del registro arqueolgico
urbano evaluamos las posibilidades para construir datos
sobre la historia del asentamiento (Cardillo, Morales y
Weissel 2001, Lanata y Aguerre 2004). En este sentido, la
generar expectativas para cada momento. Este procedimiento sirve de base para la medicin de la distribucin,
diversidad y densidad de artefactos, los cuales indican el
desempeo de los contextos sociales y funcionales del asentamiento -desarrollo de actividades laborales y domsticas
a travs del tiempo-. El anlisis de estas propiedades permite sistematizar las diferencias y similitudes del registro
arqueolgico para contrastar la hiptesis en un diseo metodolgico.
El modelo describe un primer perodo de arribo de grupos sociales que ocupan un paisaje natural con rellenos,
terraplenes y edificaciones-muelles, casas y depsitos,
entre finales del siglo XVIII y 1867. Las fechas se selec-
MODELOS DISTRIBUCIONALES
A fin de observar el registro arqueolgico, planteamos
comparaciones al nivel espacial y taxonmico. En este sentido, las distribuciones artefactuales se identifican a partir
de grupos taxonmicos funcionales que se analizan a la luz
de indicadores de variabilidad y continuidad. El modelo
que comprende los conceptos recin discutidos, se basa en
una secuencia de formacin del paisaje entre el siglo XVIII
y el siglo XX (Tabla 1). Representa una clasificacin de
eventos dentro de una tendencia general: el incremento del
mercado de bienes de consumo, la densidad de ocupacin
del espacio y la fragmentacin social. Debido a este macro
proceso, se espera el incremento de la riqueza artefactual
sustentada por la heterogeneidad de los conjuntos y la estratificacin econmica de la poblacin. El modelo secuencia
las diferentes actividades socio-profesionales con el fin de
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del asentamiento, para despus desembocar en una diversidad media hacia el perodo de fragmentacin social de finales de siglo XX.
Dado que las diferentes actividades socio-profesionales
proveen relaciones diferenciales para formar el puerto-ciudad, necesitamos una cadena de inferencia que nos brinde
apoyo en la contrastacin de las hiptesis. La misma
requiere, como punto de partida, que se proceda al diseo
de una tipologa y un modelo para la asignacin funcional
de los depsitos y conjuntos arqueolgicos, a fin de identificar los diferentes sistemas tcnicos del que formaron
parte. La premisa es que los equipos tcnicos proveen diferentes prestaciones para la interrelacin social formadora
del puerto-ciudad. Nos referimos a los sistemas tcnicos
domsticos y laborales y a las conductas asociadas. Por
ejemplo los elementos necesarios para asegurar la subsistencia en mbitos laborales como un astillero o una fonda y
a todos los enseres/artefactos y materiales zooarqueolgicos, botnicos y minerales que los componen.
MTODOS Y TCNICAS EMPLEADAS
La medicin del tiempo en la ciudad posibilita trabajar
con escalas de cuenta macro, mini y micro (Dincauze
2000). Esto permite precisar la construccin de estructuras
y artefactos al nivel del ao y da de produccin. En consiguiente, cada espacio del asentamiento conforma una
estructura temporal, a la manera de un escenario en el cual
se analizan distribuciones artefactuales. Para ello, se utilizan los perodos del modelo de investigacin, defendibles
por medio de la estimacin temporal de materiales y depsitos.
En cuanto a la escala espacial del trabajo, se propone
una perspectiva regional en funcin de la cual cada sitio
provee informacin localizada. El rea de estudio comprende una muestra del sector costero de la ciudad de Buenos
Aires donde se ubican los barrios de La Boca, Barracas y
Puerto Madero. En suma, la escala espacial funciona como
modelo inclusivo de mayor o menor grano que da sentido a
la observacin.
En el diseo de investigacin distribucional los artefactos son la unidad de anlisis a partir de la cual medimos las
actividades humanas a travs del tiempo (Ebert 1992). Los
mismos tambin se emplean como indicadores de cualidades estructurales del registro arqueolgico por ejemplo
forma, composicin, variabilidad (Lanata 1995). En el
asentamiento histrico, los artefactos pasan a conformar la
mayor parte del paisaje al integrarse en estructuras y mbitos fsicos densamente construidos con cultura material. De
esta forma, planteamos como unidad de anlisis a los artefactos identificables como mnimo nmero de objetos muebles (MNO). La variable directriz es el tipo artefactual,
siguiendo los lineamientos propuestos.
El manejo de datos comienza con la seleccin de la
informacin relevante. Por una parte, se busca generar un
registro de la composicin y formacin de los depsitos
arqueolgicos en el campo. Por otra, se delinea una estrategia de aproximacin en la caracterizacin de los conjuntos,
medida primero en trminos del nmero identificado de
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fragmentos (NIF) por grupos de materias primas que brinda una idea general de la distribucin y fragmentacin de la
muestra. Como siguiente paso se procesa el material recolectado aplicando una clasificacin tipolgica al nmero
mnimo de objetos (MNO); es decir, el mnimo nmero de
instrumentos presentes en la muestra en base a una clasificacin tipolgica de grupos funcionales. La tipologa diferencia categoras domsticas y no domsticas de artefactos.
La categora domstica comprende el ajuar de manutencin
diaria (alimentacin, higiene y esttica, comunicacin, ldica, medicinal). La no domstica comprende al instrumental
laboral. Cada categora contiene grupos funcionales que
presentamos en la Tabla 2.
La pregunta que organiza la clasificacin tipolgica es
la determinacin de la asignacin funcional de los instrumentos. Es decir, para qu se usaron los artefactos? De
donde se sabe de la presencia de informacin para conformar la base de datos. En este sentido, las obras de saneamiento habitacional son una buena oportunidad para recuperar informacin. La intervencin en estas dos clases de
obras puede tener carcter de preservacin por registro. Los
materiales as registrados se posicionan con respecto a la
lnea de prospeccin ms cercana.
Durante los trabajos de campo y de gabinete, se evalan los procesos de formacin del registro arqueolgico. Se
considera la integridad del dato arqueolgico en relacin
con la historia de uso del suelo a registrar en cada punto de
observacin. La integridad del dato arqueolgico se define
por su visibilidad y su foco (Hardesty 1994). Visibilidad es
la prominencia o abundancia de los rasgos fsicos sobrevivientes de una propiedad, mientras que foco es el lmite
hasta el cual puede interpretarse claramente un dato. Dada
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dad/discontinuidad en las ocupaciones, intensidad en el uso
del espacio y funcionalidad "promediada" de espacios.
El diseo de investigacin propone trabajar con ndices
estadsticos de riqueza y homogeneidad basados en caracteres cualitativos seleccionados previamente y que organizan
las clases artefactuales. Riqueza representa la cantidad de
clases o categoras en un determinado conjunto. El anlisis
de la riqueza de las muestras es la cantidad de clases que
posee un conjunto artefactual (Leonard y Jones 1989). La
ventaja de utilizar el ndice de riqueza radica en considerar
los problemas que lo influencian -por ejemplo, tamao de la
muestra, diseo de muestreo, diseo tipolgico- para evaluar tendencias o desviaciones. Este ndice tiene en cuenta
tanto el nmero de individuos como el nmero de categoras, y vara entre 0, para conjuntos donde hay un solo taxn
y baja riqueza, a valores altos, para conjuntos con muchos
taxones, cada uno con algunos individuos.
En forma complementaria al anlisis de riqueza acta el
de homogeneidad (Lanata 1995). En este caso, lo que se
evala es si todas las clases son igualmente abundantes o si
algunas lo son ms que otras; es decir, intentamos ver la
abundancia relativa de clases o categoras. La homogeneidad en el conjunto, se mide de 0 a 1. El tamao de la muestra tambin es un factor de distorsin a observar y manejar.
A partir de cada tipo artefactual, se construyen las distribuciones artefactuales, las cuales son comparadas directamente entre distintos espacios y a la vez permiten comparar
sitios aislados.
La informacin distribucional se presenta con la informacin cronolgica existente. Todas las lneas de investigacin prestan los elementos para la contrastacin de las hiptesis. Las comparaciones entre los mbitos se establecen en
base a los valores y caractersticas asumidas por las variables de los distintos anlisis distribucionales, enmarcados
en la organizacin tecnolgica del espacio de La Boca del
Riachuelo. El planteo de un diseo de investigacin para un
paisaje como el descripto implica el desarrollo de herramientas y la aplicacin de mtodos y propuestas tericas
arqueolgicas nuevas. El balance final permite reconocer
un diseo metodolgico para identificar y cuestionar comportamientos sociales modernos cuya sumatoria comprende
un gran impacto ambiental.
AGRADECIMIENTOS
A las instituciones que con su apoyo hicieron posible
esta investigacin. Al doctor Jos Luis Lanata por la direccin de tesis afianzada en la lectura de complejos borradores y a todos los que han colaborado en las tareas de campo
y gabinete.
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(1910-1950)
ARGENTINA
INTRODUCCIN
"La arqueologa, como otras ciencias del pasado, permite hablar y valorar el presente con un discurso que parece hablar solamente del pasado" (Karasik 1994:49- 50).
El tema acerca de los objetivos polticos relacionados a
las prcticas cientficas y el rol de los intelectuales en diferentes mbitos de la sociedad fue ampliamente desarrollado
a partir de los planteos clsicos del marxismo. En base a
escritos como los de Gramsci (1959) se cuestion la idea de
imparcialidad de los discursos cientficos situndolos en
contextos polticos e histricos especficos. Paralelamente,
se enfatizaba en la idea del conocimiento y el desarrollo
terico como herramientas para la liberacin de las clases
oprimidas (Marx y Engels 2000, primera ed. 1848).
Los aportes del marxismo tuvieron fuertes crticas en el
mbito acadmico, por sus explcitas vinculaciones con la
militancia poltica. Mientras que, el reconocimiento de la
incidencia de las coyunturas histricas en las prcticas cientficas, comienza a discutirse solo luego de propuestas
generadas desde marcos fuertemente academicistas como la
epistemologa (uno de los ejemplos ms conocidos es el trabajo de Kuhn 1962). En las ltimas dcadas del siglo XX,
la temtica tuvo un impulso renovador abordando nuevos
problemas o desarrollando nuevos enfoques para temas clsicos, entre los principales responsables de este proceso
figuran Pierre Bourdieu y Michel Foucault.
Desde la perspectiva de Bourdieu "la tradicin marxista privilegi las funciones polticas de los sistemas simblicos2, en detrimento de su estructura lgica y su funcin
gnoseolgica" (1999:70). Esto implica reconocer que tales
producciones estn determinadas no solo por las condiciones histricas en las que se generan, sino que media la lgica interna del sistema social que las produce. A pesar de
reconocer esta doble determinacin, Bourdieu centr sus
estudios en la lgica interna del campo cientfico; desde su
perspectiva debemos "entender las condiciones y mecanismos genricos que determinan la aparicin de esos productos sociales, relativamente independientes de sus condiciones sociales de produccin, que son las verdades cientficas" (Bourdieu 1999: 75).
Foucault (1985 primera ed. 1968) aborda el tema desde el
anlisis de los discursos, tanto cientficos como polticos. El
eje de su propuesta es la "arqueologa del saber", cuyo principal objetivo es definir en qu medida, o a qu nivel los discursos (principalmente cientficos) pueden ser objetos de una
prctica poltica y en qu sistema de dependencia pueden
encontrarse respecto a ella (Foucault 1985:69-70).
Estas perspectivas permitieron retomar una problemtica largamente postergada y significaron importantes
aportes tericos y metodolgicos al tema. Sin embargo,
llama la atencin el hecho que las coyunturas histricas
y el compromiso poltico de los intelectuales continan
siendo temas desatendidos en las discusiones acadmicas.
Este trabajo constituye un ejercicio de reflexin crtica que enfatiza reconocer las implicancias polticas del
trabajo de los arquelogos de la primera mitad del Siglo
XX. Tambin puede ser tomado como una contribucin a
la tarea de cristalizar nuestras prenociones sobre el problema de territorios en arqueologa. Actualmente la mayora de los proyectos de investigacin arqueolgica se
enmarcan en las fronteras de los estados nacionales y
Los sistemas simblicos involucran campos como el intelectual, religioso, artstico, de la alta costura, etc. (Bourdieu 1999:75).
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varias de las categoras puestas bajo la lupa en este escrito todava forman parte de nuestras prcticas profesionales.
Cabe destacar que en los ltimos aos se han desarrollando estudios arqueolgico que tratan problemticas
semejantes a las desarrolladas aqu. Hemos tomado como
marco algunos trabajos sobre arqueologa y nacionalismo
(Angelo 2003, Mamani Condori 1996), la creacin y definicin de la arqueologa como campo cientfico en la
Argentina (Martnez, Taboada y Auat 2003) y las representaciones del indgena y el pasado a partir de los textos de
viajeros de fines del siglo XIX (Haber 2003).
a anlisis crtico. De aqu que, mapas de distribucin de culturas, clasificaciones estilsticas y modelos de ocupacin de
territorios eran considerados datos objetivos. Mientras que,
los resultados de investigacin eran tomados como si describieran la percepcin propia de los antiguos habitantes de
las diferentes regiones bajo estudio.
A partir de la dcada de 1930 se aceler el proceso de
conformacin del campo arqueolgico, separndose de las
Ciencias Naturales y definiendo su espacio dentro de las
Ciencias Humanas; en ello tuvo una fuerte influencia terica la Escuela de Viena. Este proceso produjo cierta consolidacin institucional, se abrieron ctedras en diferentes
universidades del pas y se constituy la Sociedad
Argentina de Antropologa que funcion a partir de 1936
(Martnez, Taboada y Auat 2003:219).
El trabajo se centra en el perodo de 1910 a 1950, enfatizamos las investigaciones arqueolgicas desarrolladas en
la Quebrada de Humahuaca y reas aledaas del Noroeste
Argentino (en adelante NOA). Nuestro anlisis toma como
eje publicaciones enmarcadas en el proceso de conformacin del campo arqueolgico. En la seleccin de los textos
pusimos especial nfasis en publicaciones de arquelogos
que obtuvieron mucho reconocimiento acadmico (J. B.
Ambrosetti y S. Debenedetti entre 1908 y 1930) y en investigaciones que fueron incorporadas en la historiografa oficial (E. Casanova y F. Mrquez Miranda entre 1930 y
1960).
Nos centramos en la Quebrada de Humahuaca porque
consideramos que presenta caractersticas geopolticas y
arqueolgicas ideales para analizar esta problemtica. Esto
es 1) su cercana a las fronteras internacionales con Bolivia
y Chile; 2) la abundancia de investigaciones arqueolgicas
generadas en la regin desde principios de siglo XX; 3) El
registro arqueolgico de la quebrada presenta condiciones
ptimas para el estudio de interaccin con otras reas,
donde destaca la abundancia de restos alctonos y las condiciones ambientales favorables para la preservacin de restos arqueolgicos.
Para analizar el papel que jug el discurso arqueolgico
en la justificacin de fronteras nacionales y regionales
tomamos como eje algunos procedimientos bsicos de la
disciplina en la poca: los mtodos para definir filiacin
cultural de restos arqueolgicos; los modelos de territorio
propuestos para los pueblos prehispnicos y sus lmites
espaciales; y la clasificacin de "local"o "no local" que se
le asignaba a las diferentes culturas. Estos procedimientos
partan de supuestos implcitos fundados en el sentido
comn y no sujetos a reflexin crtica, caractersticos de la
Escuela Normativa vigente en la poca (Binford 1968).
ASPECTOS METODOLGICOS
Consideramos necesario en este apartado repasar algunas caractersticas de la organizacin geopoltica de
Argentina entre fines del XIX y 1950; posteriormente se
revisan tambin algunos aspectos de la coyuntura acadmica de la arqueologa argentina en el mismo perodo.
A fines del siglo XIX el territorio argentino estaba formado por catorce provincias y diez unidades poltico administrativas denominadas gobernaciones o territorios nacionales. Estas ltimas constituan fronteras donde la expansin territorial se realiz mayoritariamente mediante el
exterminio y sometimiento de las sociedades indgenas que
todava las habitaban. El estatus jurdico de las gobernaciones era inferior al de las provincias, sus habitantes no eran
considerados ciudadanos de pleno derecho a pesar de estar
integrados a un proceso de estatalidad, construido sobre las
doctrinas del estado nacin modernas (Trinchero 2000: 3435; Karasik 2003:244).
En este trabajo nos interesan las gobernaciones de Los
Andes y del Chaco. La primera integraba la Puna de
Atacama y fue incorporada al territorio argentino en 1899,
luego de largas negociaciones con Chile y Bolivia. En 1943
fue disuelta y su territorio se anex a las provincias de
Jujuy, Salta y Catamarca. Por otra parte la Gobernacin del
Chaco perdur hasta entrado el siglo veinte pasando a categora de provincia recin en 1951 (Karasik 2003: 244).
La arqueologa argentina tiene sus inicios entre fines del
siglo XIX y principios del siglo XX, perodo en el que se
desarrollaron las investigaciones de la primera y la segunda
generacin de arquelogos. En aquel entonces eran pocos
los cientficos con formacin especfica y varios se moldearon a partir de la prctica. La arqueologa era entonces "un
espacio heterogneo reducido en nmero de agentes y con
lmites an mal demarcados entre las diversas competencias" (Martnez, Tabeada, Auat 2003:181-182). Los principales objetivos eran identificar las culturas prehispnicas
que habitaron el territorio nacional, ubicarlas en el espacio
y el tiempo y determinar el tipo de relacin establecida
entre las culturas identificadas.
La influencia del modelo positivista caracterstico de las
ciencias humanas de ese perodo implicaba un enfoque
inductivo y fuertemente empirista, segn el cual se "garantizaba" la objetividad y veracidad de las interpretaciones
sobre el pasado. Desde esta perspectiva los aspectos metodolgicos y conceptuales de la disciplina no eran sometidos
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La documentacin histrica que consultaron no est citada en los trabajos, as que por el momento no fue identificada.
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Para un anlisis ms profundo de las limitaciones de estos razonamientos ver Binford 1968.
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ras y la interaccin entre sitios y zonas vecinas. Ambrosetti
observ que los restos arqueolgicos exhumados en el
Pucar de Tilcara presentaban similitudes con La Poma,
Cachi y Tastil. Los materiales provenientes de otras regiones
(no locales) fueron identificados como peruanos y chilenos
(Ambrosetti 1912:497-98). Luego Debenedetti (1912:507),
en base a rasgos decorativos en la alfarera de La Isla, propuso que exista alguna relacin con dos tradiciones no locales:
Tiwanaku (Bolivia) y las poblaciones actuales del Chaco.
Con la primera registraba vinculaciones genealgicas y con
la segunda simplemente observaba similitudes.
Es notorio que las relaciones de intercambio que se
planteaban para el Pucar de Tilcara y La Isla, implicaban
contactos con regiones muy distantes, en tanto no se consideraban articulaciones con reas cercanas a la Quebrada de
Humahuaca, como los Valles Orientales o la regin de
Atacama. Paralelamente, la relacin con el Chaco se analiz a partir de comparaciones con pueblos etnogrficos
vivientes. Como se ver ms adelante, este tipo de argumento se mantiene hasta mediados del siglo XX.
Las relaciones de intercambio registradas con Chile,
Per, Tiwanaku y los Valles Calchaques, nos llevan a pensar que ambos autores partan de un modelo implcito sobre
las interrelaciones entre los pueblos prehispnicos, ya que
reproducan el nfasis del circuito mercantil norte-sur, propio de la colonia espaola.
En esta interpretacin destaca la idea de que ninguno de
los autores se pregunta por la falta de relacin entre ambos
sitios, pareciera que exista un lmite taxativo entre el
Pucar de Tilcara y La Isla ya que no se registraban contactos. Esto es notorio, ya que ambos sitios estn separados
solamente por cinco kilmetros5.
En cuanto a la clasificacin de las diferentes culturas
como locales/no locales en los textos de esta poca
(Ambrosetti 1912; Debenedetti 1912), registramos que las
culturas Atacama, Chiriguana, Tiwanaku (Bolivia), y culturas de Per y Chile son consideradas como "no locales". En
tanto los materiales considerados "locales" son los de la
cultura Calchaqu y deslizan tmidamente a los materiales
provenientes de La Isla, dentro de esta ltima categora.
Al comparar los mapas polticos y arqueolgicos se
puede observar que se clasifica como "no locales" a aquellas culturas prehispnicas cuya distribucin geogrfica
coincide con el territorio de los pases vecinos y con los
Territorios Nacionales (Gobernacin de los Andes y la
Gobernacin del Chaco).
El discurso arqueolgico de principios del siglo XX en
tanto pretenda describir la percepcin territorial de los pueblos prehispnicos, en realidad legitimaba una percepcin
contempornea del territorio nacional: las provincias formaban plenamente parte del territorio nacional, en tanto las
gobernaciones o territorios nacionales estaban en proceso
TRAZADO DE LA FRONTERA
5
Investigaciones posteriores mostraron que las diferencias observadas
respondan a factores cronolgicos, ya que no se trata de sitios contemporneos. No queremos desconocer el grado de conocimiento
emprico que se tena en las investigaciones de 1910, slo queremos
resaltar las interpretaciones que se dieron a estas distribuciones de
materiales.
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(Casabindos y Cochinocas en la Puna y Fiscaras,
Omaguacas etc. en la Quebrada), sin embargo clasific
todos los sitios arqueolgicos dentro de una misma cultura
homognea compuesta por distintas tribus que se unificaban en tiempos de guerra (Casanova 1946).
Paralelamente se desarrollaron los trabajos de Mrquez
Miranda (1937 a y b) quien ampli el rea de investigacin
hacia los valles ubicados al este de la Quebrada de
Humahuaca. Con estos trabajos confirm las hiptesis de
Debenedetti planteando que el sitio de Titiconte (Iruya)
constitua el lmite oriental entre Humahuacas y
Chaqueos.
Las investigaciones de ambos arquelogos definieron
claramente los lmites del territorio Humahuaca. El lmite
sur estaba vigilado por el Pucar de Alto de Quintana (valle
de Jujuy), el cual colindaba con los territorios de tribus chaqueas; hacia el noreste los sitios de Titiconte (Iruya) y el
Pucar de La Cueva limitaban con territorios Chichas y tribus chaqueas; el lmite septentrional coincida con el lmite actual entre Argentina y Bolivia (Casanova 1936: 208).
Estos modelos agregaron un nuevo elemento, la clasificacin de algunos sitios como poblados defensivos o "pucaras". La presencia de estos sitios fue interpretada como
indicio de relaciones blicas con otras poblaciones. Se identificaron especficamente como enemigos a los grupos
Chaqueos y pueblos Altiplnicos (Casanova 1936: 221).
Es necesario aclarar que la designacin de enemigos no
estuvo justificada con otra evidencia emprica.
Las publicaciones de esta poca incorporaron dentro del
conjunto de culturas locales al territorio Atacameo, simultneamente con la disolucin del Territorio Nacional de los
Andes en el ao 1943. De este modo las culturas puneas,
que hasta 1917 eran clasificadas como no locales (formando parte de la tradicin Atacamea), fueron asimiladas a la
Quebrada de Humahuaca. Nuevamente llama la atencin
este cambio en la valoracin de similitudes y diferencias, ya
que anteriormente los mismos datos sirvieron para sostener
la presencia de grupos culturales diferentes.
Por ltimo, cabe destacar que en este momento slo
quedaron dos fronteras ntidas: los chaqueos y los altiplnicos; a esto se suma que se les agrega el calificativo de
"fronteras belicosas".
8
Estos estudios histricos tuvieron el objetivo especfico y explcito
de localizar documentacin sobre lmites heredados de la administracin colonial. De este modo, entre 1892 y 1927 viajaron numerosos
investigadores a distintos archivos americanos y europeos con subsidios del Gobierno de la provincia de Buenos Aires y del Ministerio de
Relaciones Exteriores (Molina 1955: 37,87).
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decir, hablaban espaol, profesaban la religin catlica y
haban incorporado el uso de moneda como medio de intercambio (Benedetti 2003:58).
La anexin atacamea inclua fines estratgicos de control de la frontera chilena, organizacin de aduana y fines
econmicos como la produccin minera de borato (Delgado
y Gbel 2003:97-98). Este proyecto fracas debido a factores como la inaccesibilidad de la regin, la adversidad de
las condiciones ecolgicas y la distancia con los centros de
poder; determinando la subdivisin e incorporacin en las
mencionadas provincias.
Este proceso ignor la estructura econmica tradicional del rea, dnde la produccin pastoril se articulaba con
redes de intercambio con el norte chileno. Al mismo tiempo el proyecto de frontera entre Chile y Argentina fraccion una unidad preexistente ya que "estas fronteras polticas no se correspondieron con un espacio tnico, cultural
o econmico, sino que lo fracturaron" (Delgado y Gbel
2003: 99).
En el discurso arqueolgico el lmite occidental de las
culturas "locales" fue modificndose hasta incluir la
Gobernacin de los Andes dentro de las tradiciones arqueolgicas conocidas para la Argentina, vinculando la regin
no solo con las tradiciones nacionales, si no aferrndola
fuertemente a la historia provincial. Por otra parte, el lmite entre la Quebrada de Humahuaca y el Chaco siempre se
mantuvo fijo, no present la "movilidad" de las fronteras
Calchaqu y Atacamea. A medida que avanzaron los estudios arqueolgicos, entre 1910 y 1946, el lmite chaqueo
fue adquiriendo "mayor densidad". Es decir primero se clasificaba dentro de la categora de culturas no locales, luego
se agreg una calificacin de pueblos blicos "enemigos".
La frontera arqueolgica con el Chaco marcaba tambin
una distancia cultural, ya que materiales arqueolgicos de
la quebrada se comparaban con las manufacturas de poblaciones chaqueas vivas. Es claro que a este ejercicio metodolgico, subyacan calificativos de salvajes y primitivos
para los grupos chaqueos.
En sntesis, el discurso arqueolgico de la primera
mitad de siglo XX aparece vinculado a los procesos polticos de divisin territorial de las provincias argentinas y
legitima las versiones ideolgicas que se instauran en la
sociedad valorando estos territorios y a sus habitantes. La
Gobernacin de los Andes, espacio sin mayor inters econmico, fue incorporada en los modelos arqueolgicos
homologndola con las reas ya conocidas. En cambio la
regin del Chaco que presentaba mayor inters para los proyectos econmicos de la nacin, en el discurso arqueolgico mantiene sus lmites de manera taxativa y la valoracin
de la poblacin indgena subraya su condicin de culturalmente inferiores.
De esta forma el discurso arqueolgico oper remarcando el bajo nivel cultural de la poblacin aborigen del
Chaco, lo cual justificaba en ltima instancia el despojo de
tierras del que haban sido objeto las poblaciones indgenas
desde fines del siglo XIX y el sometimiento a condiciones
laborales coercitivas en la industria azucarera durante la
primera mitad del siglo XX.
REFLEXIONES FINALES
A lo largo de este estudio se muestra cmo el discurso
arqueolgico de principios del siglo XX oper negando las
culturas indgenas, en un juego complicado y contradictorio, donde estas culturas "muertas" tenan que engrandecer
el pasado nacional pero desvincularse de la poblacin
autctona. Paralelamente cuando la poblacin indgena no
estuviera plenamente sometida, la arqueologa legitim histricamente su naturaleza primitiva, blica y enemiga.
De esta forma, los restos arqueolgicos fueron expropiados de la historia de los habitantes puneos y quebradeos y sutilmente se fueron convirtiendo en emblemas de la
historia de la Nacin Argentina. El nacionalismo en arqueologa se reflej en la bsqueda de las tradiciones indgenas
nacionales, pero no valorndolas sino mostrando sus producciones culturales con una representacin del "otro como
brbaro" (Babot 1998:166).
As el pasado indgena adquiere importancia en tanto
forma parte del pasado del territorio nacional pero nunca es
pensado como la historia de las poblaciones aborgenes.
Esto conforma un proceso perverso en el cual simultneamente se le otorga profundidad histrica a la nacin en tanto
se expropia a las comunidades originarias de su historia
(Bonfil Batalla 1990:23).
Finalmente, al realizar este trabajo no podemos dejar de
interrogarnos sobre nuestras propias prcticas profesionales. Es decir, hasta qu punto hemos dejado de considerar
los problemas de investigacin como aislados de las coyunturas polticas y sociales en las que se desarrollan?;
Podemos afirmar que no justificamos nuestras elecciones
y prcticas profesionales con argumentos cientificistas?
Estamos dispuestos a asumir el compromiso poltico de
estudiar el pasado prehispnico incorporando las visiones y
objetivos de las poblaciones indgenas? Reconocemos que
estas preguntas no son nuevas y en el fondo nos recuerdan
antiguos desafos de la ciencia.
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Archaeological Congress, WAC5 realizado en
Washington DC, EEUU. MS.
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NOTAS
LA BIO-POLTICA DE LOS TRASPLANTES O
QU EST DETRS DE LA "SALVACIN DE VIDAS"?
Rafael Wainer *
INTRODUCCIN
Han pasado ya cincuenta aos del primer trasplante exitoso de rin y desde esa fecha hasta el presente la evolucin de la medicina, y la bioteconologa asociada, no se ha
detenido en la creacin de condiciones para la prolongacin
de la vida a travs de biopolticas de separacin/emisinimplante/recepcin de rganos o tejidos de personas vivas
o fallecidas. La donacin altruista de partes del cuerpo y la
oportunidad de salvacin gracias al mercado de rganos y
tejidos aparecen como los extremos de un abanico cruzado
por esperanzas, miedos, deseos, expectativas, frustraciones;
pero si todo se da y negocia no todos estn en las mismas
condiciones para recibir y negociar. A pesar de (o tal vez
debido a) los avances biomdicos y tecnolgicos en la trasplantacin de rganos y tejidos el nmero de
emisores/dadores es nfimo, en relacin al de los pacientes
en las lista de espera, y al de las personas que efectivamente reciben un rgano o tejido. En EEUU en 1999 ms de
60.000 personas estaban registradas en las listas de espera
para trasplantes de rganos. Sin embargo, aunque el nmero de donaciones efectivas de rganos aument de 5.904 en
1987 a 9.280 en 1997, ms de 4.000 personas mueren por
ao en EE UU antes de poder recibir el trasplante (United
Network for Organ Sharing Scientific Registry 1999 [citado en Dundes y Streiff 1999]).
Dejando de lado los impedimentos de orden tcnico y
estrictamente biomdicos1, las razones que obstaculizan el
incremento de los donantes y, por ende, de la mejora de la
vida en las personas que esperan un rgano (o tejido) vital
son varias. Algunos autores citan como causa principal el
rechazo de los trabajadores de la salud a involucrase en el
proceso de duelo de los familiares con el fin de solicitar el
consentimiento para la donacin, en este sentido el consentimiento familiar es visualizado como el principal impedimento (TRC 1996 [citado en Dundes y Streiff 1999]). Para
otra autora los lazos de parentesco y la religin son los elementos centrales que motivan a las personas a donar (o no)
rganos entre las mujeres afro-americanas en EEUU, con la
salvedad de que stas reciben menos de la mitad de rganos
que las no-afro-americanas (Wittig, 2001). Segn Kim et
al. (2004) existen diversas barreras socioculturales para la
donacin de rganos en Corea, como ser: religiosas
(Confucionismo), simblicas (malentendidos y mitos; por
ejemplo, los rganos van a quedar en reserva para su posterior venta), legales (falta de claridad en la definicin jurdica de muerte) y mdicas (limitada cobertura de los seguros
mdicos), adems de experienciales, culturales y educativas. Coexisten complejas causas sociales que condicionan
el proceso emisin-donacin-recepcin de rganos, citar
dos claros ejemplos: las leyes creadas recientemente en
diversos pases que otorgan el status de consentimiento presunto de toda persona que fallece a ser donante -salvo que
sus familiares se nieguen-, y la remuneracin econmica a
los familiares del donante (Dundes y Streiff 1999:355). En
Austria, Blgica, Brasil, Francia, Italia, Letonia, Espaa,
Suecia, Suiza y en otros pases han sido promulgadas leyes
sobre el consentimiento presunto con muy diversos resultados2. En la investigacin llevada a cabo por Dundes y
Streiff (1999) los encuestados alegaban que el consentimiento presunto es una violacin de los derechos individuales, y la compensacin monetaria a los familiares era
vista como anti-tica, adems que contaminaba la naturaleza altruista inherente al proceso de donar rganos.
LA DONACIN NO ES SOLO "DAR VIDA"
Scheper-Hughes alega que el problema de la donacin
de rganos est atravesado por la exclusin social de las
mayoras, en el contexto de la economa global que produce las miserias y los incentivos que preceden, y a veces
fuerzan, las ventas de rganos y el "turismo de trasplantes"
(Scheper-Hughes 2001). En este sentido, las leyendas y los
rumores populares, los "mitos urbanos" asociados a la venta
de sangre y dems fluidos o de partes del cuerpo son producto del miedo y el terror a que se ven enfrentados todos
los que viven en los mrgenes (los grupos vulnerables) de
las sociedades que valoran ms sus cuerpos muertos (como
reserva de rganos y tejidos frescos) que vivos. Para esta
autora existe un sub-mundo oculto a la discusin pblica
(hegemonizada por la visin altruista de "dar vida") sobre la
donacin de rganos y una delgada lnea que separa los
trasplantes ticos de los que son realizados bajo la explotacin y corrupcin de los "donantes". La autora seala:
"... estamos tratando de atravesar el secreto que rodea
los trasplantes de rganos y de 'hacer pblicas' todas
las prcticas relacionadas con la recoleccin, venta y
distribucin de tejidos y rganos humanos. Estas
transacciones han sido protegidas por la invisibilidad
y la exclusin de la poblacin de los dadores de rga-
* U.B.A. [email protected]
1
Slo algunas de las condiciones especficas que permiten la donacin
de personas fallecidas son: los rganos del donante deben estar en
buen estado, sin dao y disponibles desde una persona con muerte
cerebral, deben poder ser conservados fuera del cuerpo y rpidamente
ser llevados para el trasplante.
2
En la Argentina se ha reglamentado la Ley del Donante Presunto bajo
la Ley 26.066 que le otorga el Ministerio de Salud y al INCUCAI el
poder de polica sanitaria sobre la apropiacin, manejo e implantacin
de rganos y tejidos humanos (ver: http://www.incucai.gov.ar).
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relacin a la tica de la asignacin de los recursos pblicos
respecto a los trasplantes o a la prevencin de enfermedades crnicas evitables pero menos redituables.
CUERPO
La OMS calcula que el Mal de Chagas afecta a 15 millones de personas en 21 pases del mundo donde actualmente es endmica. Cada
ao 41.000 son infectadas y unas 12.500 personas mueren debido a la
enfermedad. Adems ms de 100 millones de personas (el 25% de la
poblacin) en Latinoamrica se estima que estn en riesgo de contraer
la enfermedad (OMS, 2005).
4
http://www.incucai.gov.ar/NoticiasBusPorId.do?id=1323.
3
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NOTAS
se invierte sea para trasplantes o para el Mal de Chagas. En
la cita anterior se puede apreciar que en relacin al Chagas
el clculo era de 1.30 dlares por persona por ao. Si calculamos que el PNSP pretende cubrir los 500 dlares mensuales necesarios para cubrir las drogas inmunosupresoras
estamos hablando de 6.000 dlares por persona por ao. En
resumen, se invierten 1.30 dlares por persona por ao en
6 pases del Cono Sur con relacin al Mal de Chagas y
6.000 dlares por persona por ao en Argentina solamente
para cubrir las necesidades de medicamentos de los trasplantados5. Deseo ser claro aqu. No es que un problema
es ms tico que el otro, ambos deberan recibir el apoyo
estatal y de la sociedad civil en su conjunto, pero es sabido que las polticas estatales, en este contexto social del
siglo XXI se guan por la rentabilidad poltica y econmica y no por las necesidades sociales. Es en este sentido que
deberamos preguntarnos o exigir que los gobiernos respondan cules son las prioridades y cmo son dictadas,
siguiendo qu parmetros.
Lock (2002) hace alusin a un punto escasamente considerado: las transformaciones de la subjetividad de los
pacientes receptores debido al efecto que les causa la
recepcin de un rgano o tejido de una persona que desconocen cul ha sido su genero, etnicidad, color de piel, personalidad, status social. En cierta forma podra juzgarse
que la parte modifica al todo en su completa subjetividad.
Lock realiz en 1996 entrevistas a 30 personas trasplantadas hallando que ms de la mitad se sentan profunda y
emotivamente relacionadas con los dadores luego de la
operacin. Lock apunta hacia algo que generalmente est
silenciado: el receptor, pues siempre se habla de la "donacin de rganos". Poco se sabe de las dificultades que
deben experimentar los trasplantados, personas que vivirn
el resto de sus vidas como enfermos crnicos. Ellos necesitarn de la asistencia estatal para recibir de los bancos de
drogas la qumica necesaria para que sus cuerpos no rechacen esos rganos o tejidos, para mantener esos inestables
equilibrios biolgicos-psicolgicos-espirituales-sociales
en los que las bio-polticas de los trasplantes transformaron
a los trasplantados. La paradoja de la economa de los trasplantes es que las polticas del Estado han ayudado a que
las personas dependientes de un rgano o tejido vital para
su supervivencia, luego del trasplante (si es que consiguen
mover cielo y tierra para hacerlo), se transforman en
dependientes de las drogas que el Estado les provee para
continuar con vida6.
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OBITUARIO
SILVIO COELHO DOS SANTOS (1938-2008)
Juan Carlos Radovich* y Alejandro O. Balazote **
El 26 de octubre de 2008 en Florianpolis falleci el
antroplogo Silvio Coelho dos Santos, a los 70 aos de edad.
Nacido el 7 de julio de 1938 en Florianpolis, Silvio
Coelho fue considerado uno de los intelectuales ms importantes de Santa Catarina. Era miembro de la Academia
Catarinense de Letras, Profesor Emrito de la Universidad
Federal de Santa Catarina (UFSC) e Investigador Senior del
Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientfico e
Tecnolgico (CNPQ).
Autor de 20 libros, Silvio Coelho era graduado en
Histria en la UFSC, Magster en Antropologa por la
Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) con la direccin de Roberto Cardoso de Oliveira y Doctor en Ciencias
Humanas en la Universidade de So Paulo (USP) dirigido
por Egon Schaden. Fue Presidente de la Asociacin
Brasilea de Antropologa (ABA) jugando un papel fundamental en su reorganizacin a partir de la IX Reunin realizada en Florianpolis en 1974. Tambin se desempe
como Secretario Regional de la Sociedad Brasilea para el
Progreso de la Ciencia (SBPC) y fue uno de los fundadores
del Instituto de Antropologa de la UFSC y Director del
Museo Universitario Oswaldo Rodrigues Cabral entre 1970
y 1975.
Conjuntamente con un grupo de antroplogos de diversos pases particip en la I Declaracin de Barbados, reunin que se efectu en Bridgetown en 1971 y en la que se
delinearon una serie de cuestiones innovadoras en el pensamiento antropolgico relacionadas con la situacin del indgena en Amrica Latina.
Defensor de los derechos de los pueblos originarios,
Coelho dos Santos organiz en 1980, en la UFSC, la pri-
* INAPL-CONICET, UBA
** UBA
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RESEAS
Migracin uruguaya: un enfoque antropolgico. Beatriz Diconca y Gabriela Campodonico compiladoras.
Organizacin Internacional para las Migraciones, OIM. Universidad de la Repblica. Montevideo, 2007, 189 pginas.
Los desplazamientos de poblacin, en todas sus variedades, han constituido uno de los aspectos fundamentales
de la dinmica social uruguaya. Si bien generalmente, ha
predominado la imagen de pas de inmigracin a partir del
aporte de las corrientes europeas en el crecimiento poblacional, diversas investigaciones desde la dcada de 1970
han remarcado el carcter estructural que posee la emigracin como fenmeno histricamente arraigado en la poblacin.
Muchos autores desde las perspectivas histricas, sociolgicas y econmicas coinciden en considerar a Uruguay
como un pas de emigracin, cuyo sistema productivo genera peridicamente excedentes de poblacin a partir de los
cuales se desarrolla cierta propensin migratoria, particularmente efectiva en perodos de crisis o transformaciones
polticas y econmicas. Por su parte, los flujos migratorios
as originados, continan y se mantienen en el tiempo a travs de las distintas redes de relaciones sociales constituidas
entre las sociedades de recepcin y de origen.
En este contexto, la aparicin de Migracin uruguaya:
un enfoque antropolgico constituye un abordaje novedoso
que incorpora un anlisis desde la perspectiva de los emigrados y de quienes planean emigrar a partir de sus potencialidades en la construccin de distintas formas de identificacin y diferenciacin teniendo en cuenta ciertos ejes
problemticos como los proyectos migratorios y la propensin a emigrar, los procesos de integracin a las sociedades
de destino y las transformaciones que van configurando una
identidad migrante.
La publicacin es el fruto de las distintas investigaciones desarrolladas por el Departamento de Antropologa
Social de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educacin en Montevideo, en particular de los trabajos realizados en el marco del Taller de Migracin Uruguaya coordinado por las Licenciadas Beatriz Diconca y Gabriela
Campodonico. En lneas generales, el proyecto se fundamenta en el estudio de problemticas sociales de inters
general para su comprensin y su aporte en la elaboracin
de polticas pblicas, particularmente en vas de constituir
un cuerpo de conocimiento para la elaboracin de polticas
migratorias en un pas demogrficamente vulnerable.
La iniciativa basada en el trabajo etnogrfico acierta en
indagar los procesos identitarios desplegados en distintos
contextos de recepcin como Australia, Mxico, Suiza, y
Espaa en relacin con las distintas representaciones sociales sobre el Uruguay que estos generan. De esta forma, los
* UBA. [email protected]
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Tiempo y espacio en las celebraciones y rituales del Noroeste Argentino. Mara Azucena Colatarci, AAEA
(Asociacin Amigos de la Educacin Artstica), Buenos Aires, 2008. 143 pginas.
Este libro, verdadera "necesidad" para el momento, instrumento esperado por lugareos, docentes, investigadores,
viajeros, surge marcando un hito en el Jujuy de los comienzos del siglo XXI. Fue prologado por la Doctora Olga
Latour de Botas, fundadora de la Asociacin Amigos de la
Educacin Artstica, foro del cual es miembro la autora del
libro, M. A. Colatarci. Compartiendo tambin ambas folklorlogas, actividades docentes en el IUNA (Instituto
Universitario Nacional del Arte). "Tiempo y espacio en las
celebraciones y rituales del Noroeste Argentino" fue presentado en San Salvador de Jujuy en el marco de las celebraciones a la Madre Tierra del 1 de agosto de 2008, con
particular efusividad del pblico
Es porque el libro se dedica a explorar un campo poco
explotado: el de las celebraciones y rituales folklricos del
Jujuy altiplnico. La escasa o evanescente literatura sobre
el tema raramente anclaba en tantos materiales originales,
como los que usa Colatarci, recogidos con su propio esfuerzo en recorridas por el interior provincial.
Ese difuso tratamiento del tema, hasta ahora, estaba
teido de apriorismos y preconceptos, se dejaba interferir
por el dogma catlico delegando en la iglesia la explicacin
de ciertos fenmenos, acuda a comparaciones de larga distancia desenfocando las particularidades regionales, abusaba de esquematizaciones instrumentales de la antropologa,
reiteraba citas bibliogrficas, algunas ya "envejecidas"
observaciones sin vigencia actual.
Era necesaria una visin de sntesis, actualizada, consciente de la vital "mitopoyesis" en la que estos pueblos
andinos estn inmersos. Una visin de sntesis que no mutilara el fenmeno simblico que es global y que no encasillara la salud por lado, la religin oficial por otro, lo ntimo
y familiar por otro.
Los dos ejes elegidos: tiempo y espacio, son ideales
para reordenar como lo hace M. A. Colatarci un cmulo
grande de elementos. Tan enorme acumulacin de observaciones es registrable durante el ao redondo, pues no hay
lapsos exentos de ritualidad. Esto solo es posible de entender si se acepta que el hombre de puna y quebrada de
Humahuaca tiene una acentuada religiosidad. Si se calcula
que en la puna de Jujuy hay 0,5 hab/km2 (menos que una
persona por kilmetro), la densidad de "celebraciones y
rituales" (como lo enuncia el ttulo) es mayscula.
Tal propensin, evidentemente viene legada desde pocas prehispnicas. En este marco, el misionero encontr en
Jujuy un campo bien abonado para "sembrar" nociones del
dogma cristiano. Y no digo "catlico" (aunque la mayora
de los registros hacen al catolicismo) porque en la segunda
mitad del siglo XX la entrada de las iglesias protestantes,
tambin misioneras, fue exitosa.
La tctica andina, inconsciente, no reinvindicativa, asumida sin pretensiones y con naturalidad, es la de mantener
vivas varias tradiciones a la vez: las del culto telrico y
meteorolgico prehispnico, las de la iglesia misionera
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RESEAS
grafas, del propio archivo de la autora. Es de agradecer a
los Amigos de la Educacin Artstica de Buenos Aires, el
haber iniciado esta serie de libros breves e instructivos, que
Patrimonio en el Noroeste argentino. Otras historias. Belli, Elena y Slavutsky, Ricardo (editores). Instituto
Interdisciplinario de Tilcara, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires. Jujuy. 2005.
La obra se inscribe en el marco de investigacin del
proyecto "Hegemona y resistencia. Territorios y culturas
como campos de disputas en las provincias de Salta y
Jujuy", financiado por la Universidad de Buenos Aires y el
Instituto Interdisciplinario de Tilcara (Facultad de Filosofa
y Letras). Confluyen en el libro las producciones de varios
autores provenientes de las ciencias sociales, abocados al
estudio crtico del Patrimonio en los territorios de frontera
del Noroeste argentino.
Segn palabras introductorias de los autores-editores, la
confluencia de los artculos responde al objetivo comn de
cuestionar, desde sus investigaciones particulares, la tendenciosa labilidad con la que se concibe y legitima la imagen de un mundo moderno universal y prspero. Imagen en
la que organizaciones nacionales e internacionales neutrales
definen y habilitan, en pos del bien comn, un campo de
bienes y territorios "patrimonializables", pretendiendo invisibilizar tanto las modalidades locales y regionales de configurar la existencia como las desigualdades socio-econmicas y polticas, que histricamente se perpetan con
renovadas apariencias.
A travs de los ocho captulos de esta obra, se emplean
y complejizan nociones centrales adoptadas por los autores.
Uno de ellas, la de Patrimonio, resulta vertebral y se enriquece con los aportes de las diversas exposiciones. En trminos generales, el Patrimonio es entendido como concepto relacional, histrico y polismico en detrimento de visiones esencialistas, ahistricas y desvinculadas de las relaciones sociales y las redes de poder que le dan existencia.
La genealoga del trmino -esbozada por distintos autores de la obra- expone su estrecha vinculacin con el surgimiento de la modernidad y la conformacin de los Estados
nacionales (con sus respectivas configuraciones polticas,
econmicas, jurdicas, territoriales e identitarias). En este
devenir histrico, la produccin patrimonial se ha ampliado, afectando variados aspectos tangibles e intangibles de
lo real -desde edificios, obras de arte y espacios hasta relatos, rituales, imgenes y "lo natural". En la actualidad, con
la hegemona del sistema capitalista mundial, el Patrimonio
es considerado una nueva forma de mercantilizacin de
bienes y de exclusin de grupos subordinados, dado que
son los sectores dominantes (esto es, agentes gubernamentales, organismos internacionales, grupos econmicos, etc.)
quienes dictan normas y prescriben formas de conserva-
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zando la capacidad de reproduccin social y el ejercicio de
derechos de las poblaciones locales.
Por su parte, el trabajo de Emilio Lombardo vincula la
idea de Patrimonio con los conceptos de conservacionismo
y desarrollo sustentable dentro del corpus jurdico nacional.
Como lo expone el autor, tal vinculacin responde a la presencia de estrategias equivalentes y de una operatoria
comn: el intervencionismo. Luego del anlisis de leyes y
convenios surgidos en sucesivas etapas histricas de nuestro pas, Lombardo concluye, acertadamente, que la combinacin de discursos oficiales patrimonialistas, premisas de
desarrollo sustentable y perspectivas conservacionistasmaterializada en enunciados jurdicos regulatorios- afecta
irreversiblemente los espacios valorizados (como ser las
zonas de "reserva") y a las correspondientes poblaciones
locales, que pasar a ser medidas y controladas en funcin de
lgicas e intereses ajenos a ellas.
En su respectivo abordaje, Pablo Cruz y Vernica
Seldes relacionan analticamente el concepto de Patrimonio
con la construccin identitaria y la prctica de la arqueologa, tomando como base de su exposicin una experiencia
de rescate de restos arqueolgicos en la localidad de
Humahuaca. Los autores se interesan en destacar la coexistencia conflictiva de diferentes discursos -de pobladores
locales, investigadores y representantes estatales, principalmente- en los que se entremezclan cuestiones patrimoniales, identitarias y territoriales en contradiccin.
Por su parte, la argumentacin de Florencia Boasso
aborda la disputa legal mantenida entre la comunidad Ava
Guaran y los empresarios del ingenio San Martn del
Tabacal por el derecho sobre tierras cercanas a la planta
fabril de esta firma. Segn la autora, ambas posiciones en
lucha son sostenidas desde perspectivas patrimonialistas.
Esto es, mientras el ingenio esgrime un discurso protector
sobre el medio ambiente y los recursos naturales; los miembros de la comunidad establecen una contienda abierta por
recuperar derechos sobre el territorio donde sus antepasados vivieron, enterraron a sus muertos y reprodujeron su
modo de vida comunal -al tiempo que se empleaban como
mano de obra explotada en la zafra-. En este enfrentamiento desigual, el Estado adopta, segn Boasso, una gama de
comportamientos esquivos que oscilan entre avalar con elementos jurdicos los intereses econmicos de sectores
dominantes; demorar las resoluciones mediante inoperantes
manejos burocrtico y declamar derechos humanos y constitucionales, postulando un significado del Patrimonio que
refleja ms la manera de mirarse a s mismo que la interpretacin sostenida por los grupos tnicos despojados.
Por ltimo, el captulo que recorre la conformacin de
la disciplina antropolgica, sus apropiaciones etnogrficas
y la patrimonializacin de manera interconectada es el
escrito por Miguel Martnez. En su desarrollo, el autor
cuestiona el papel de los cientistas sociales en la definicin
y legitimacin de identidades asignadas. En especial, debate de qu manera la prescripcin de la "argentinidad" constituy una bsqueda mancomunada entre sectores polticos
y acadmicos de elementos culturales representativos, dentro de un espacio sumamente heterogneo y multitnico.
El caso de las comunidades indgenas revela las actuaciones y los cambios de criterio operados por los especialistas-antroplogos al ritmo de las polticas pblicas hacia
estas poblaciones y de proyectos polticos e institucionales.
El punto central consiste en poner de manifiesto la construccin de diferentes imgenes sobre los indgenas por
parte de los investigadores, legitimando la patrimonializacin de sus elementos culturales "autnticos" -considerados
en vas de desaparicin por la poltica hegemnica en nombre del cambio, la aculturacin, el desarrollo y la integracin nacional- como la intervencin estatal sobre su organizacin social y su espacio.
Para finalizar, interesa destacar que Patrimonio en el
Noroeste argentino. Otras historias, constituye una obra
vigorosa, exponente de un exhaustivo conocimiento sobre
la realidad local/regional y de una sostenida conexin con
las problemticas de reas perifricas diezmadas por la
lgica del sistema econmico mundial. Resulta, entonces,
una referencia obligada para aquellos interesados en la
comprensin histrica de los procesos sociales; en la capacidad transformadora de la movilizacin y la lucha de las
poblaciones oprimidas y en el poder contestatario del anlisis cientfico comprometido.
Julieta Magallanes *
* UBA. [email protected]
El encuentro de la gente y los insensatos. La sedentarizacin de los cazadores Ayoreo en el Paraguay. Miguel Alberto
Bartolom. Instituto Indigenista Interamericano. CEADUC, Mxico.2000. 340 pginas.
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RESEAS
antroplogos, Bartolom describe y analiza segn sus palabras "() el dramtico proceso cultural y existencial padecido por el pueblo ayoreo ()" (p.9), quienes durante la
dcada de 1960 se vieron enfrentados a la compulsin asimilacionista de misioneros catlicos y protestantes, quienes
los obligaron a abandonar el monte, su medio habitual de
reproduccin sociocultural, sufriendo consecuentemente la
"conquista espiritual", postergada durante mucho tiempo.
Comenzando con "La Vida de la Gente", el autor describe las caractersticas principales de la vida ayoreo hasta
la llegada de los "insensatos" ("cohone" en lengua ayoreo). En el captulo siguiente, caracteriza la situacin durante los primeros contactos, para luego analizar los "Cuatro
siglos de desencuentros" hasta que se produce la sedentarizacin siempre resistida: "Viviendo con los insensatos". En
este captulo Bartolom analiza crticamente el rol jugado
por las distintas religiones como es el caso de los protestantes: las New Tribes y los Mennonitas y tambin la Iglesia
Catlica. El libro trata tambin acerca del proceso de semiproletarizacin de los ayoreo al convertirse en "cazadores
de jornales" con sus consecuentes efectos sobre la vida
domstica y comunitaria. Una mencin especial merece el
acpite denominado "Elogio de la barbarie" donde el autor
analiza crticamente algunas apreciaciones discutibles elaboradas sobre los ayoreo por parte del grupo etnolgico de
Marcelo Brmida, Mario Califano y sus discpulos.
Al respecto afirma Bartolom: "En los ayoreode se han
depositado muchas de las fantasas genricas referidas a
los 'salvajes' y a un supuesto ethos de la barbarie ()
(Brmida y sus discpulos del CAEA) tratan de dar cuenta
del carcter innato de la violencia, en una sociedad cuyo
arcasmo avalara su 'barbarie' (dado que) para ellos los
ayoreode representaban una muy antigua condicin humana definida por el predominio de un atribuido 'pensamiento mtico" (pp. 238-239). Bartolom contina con la crtica
a este equipo acadmico, cuando cita textualmente algunas
de sus afirmaciones ms llamativas, de las cuales solo
extraeremos algunas, como por ejemplo cuando el lder del
grupo sealaba que "() la conciencia ayoreo carece de
una verdadera idea de mundo, pues se halla imposibilitada
de pensar lo existente como totalidad en sentido ontolgico" (Brmida 1984:17). Este mismo autor junto con su discpulo y heredero acadmico Mario Califano indicaban
taxativamente que "No pecaramos de retrica definiendo a
la cultura ayoreo como una cultura de temor y de muerte"
(Brmida y Califano 1978:31); pues "() el temor constituye la esencia del mundo Ayoreo () (en el cual) le es
negado al hombre la autonoma de modificarlo, pues el
Ayoreo no tiene la conciencia de ser creador de sus propios
instrumentos" (Brmida 1984:64).
Finalmente Bartolom al evaluar el trabajo de este
grupo seala: "La propuesta desarrollada por Marcelo
Brmida y defendida como artculo de fe por sus discpulos
se basaba (y se basa) en una perspectiva irracionalista a la
que adjudican el carcter de ser una hermenutica fenome-
nolgica. En la prctica ello se tradujo en un enfoque descriptivo precario que renuncia al anlisis y a la interpretacin, ya que lo que no apareca como un 'contenido de conciencia' explcito careca de inters etnolgico. Por otra
parte, resulta extraa la pretensin fenomenolgica de un
grupo de investigadores que no aprendieron el idioma ni
convivieron con los ayoreode, limitndose a entrevistar a
un reducido grupo de informantes pagados" (p.239).
Asimismo, a travs del anlisis que hace Miguel Bartolom
de la obra de estos etnlogos en sus trabajos entre los ayoreo sirve como material ilustrativo el comentario de Jos A.
Braunstein relacionado con la institucin ayoreo sobre la
guerra: "() prcticas ms enconadamente reidas con
nuestra forma de ver el mundo (occidental y cristiano) ()
fenmeno tan absolutamente ajeno a nosotros y con un
objeto tan terrible a nuestros ojos como la bsqueda de
matanza ()" (Braunstein 1976/77:36). En relacin con
estas afirmaciones nos dice M. Bartolom: "La trgica irona es que ste, en aquel momento joven antroplogo,
publicaba sus comentarios sobre la institucin ayoreo de la
guerra, en un pas cuyas fuerzas militares se dedicaban en
ese mismo tiempo a asesinar y torturar a decenas de miles
de sus conciudadanos (y a varios de sus colegas). Sin
embargo, el 'brbaro' mundo indgena era 'ajeno a nosotros
y nuestros valores'; la realidad contempornea del antroplogo, ciudadano de una Argentina a la que la llamada
'guerra sucia' de 1976-1983 impona un rgimen de terror
y muerte, no formaba parte de sus criterios referenciales de
anlisis" (p.245).
En los captulos finales, el autor detalla el proceso de
"transfiguracin cultural" que vive en la actualidad el pueblo ayoreo, a travs del desarrollo de diversas estrategias de
vida, la redefinicin de la vida colectiva, la antigua y la
emergente lgica poltica y el proceso de organizacin etnopoltico en ciernes. La reflexin final sobre posibilidades
autnomicas a futuro, plantea cuestiones trabajadas por el
autor durante mucho tiempo y nos conduce a los lectores,
especialistas o no, a adentrarnos en el conocimiento respetuoso, igualitario y recproco, frecuentemente ausente en las
relaciones intertnicas, incluso en aquellas que establecen
algunos antroplogos.
Juan Carlos Radovich*
BIBLIOGRAFA
Brmida, M. (1984) Cmo una cultura arcaica concibe su
propio mundo. Scripta Ethnologica, VIII: 13-161.
CAEA, Buenos Aires.
Braunstein, J. (1977) Cigabi va a la matanza: historia de
guerra de los Ayoreo. Scripta Ethnologica, 4 (2): 3251. CAEA, Buenos Aires.
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