Cuadernos 22 Antropología

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 264

antropologia.

qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 1

I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

PRESIDENCIA DE LA NACIN

SECRETARA DE CULTURA

DEL INSTITUTO

NACIONAL DE ANTROPOLOGA
Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

BUENOS AIRES, ARGENTINA


2008-2010

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 2

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 3

AUTORIDADES
PRESIDENTA DE LA NACIN
Cristina Fernndez
VICEPRESIDENTE DE LA NACIN
Julio Csar Cobos
SECRETARIO DE CULTURA
Jorge Coscia
SUBSECRETARIA DE GESTIN CULTURAL
Marcela Cardillo
DIRECTOR NACIONAL DE PATRIMONIO Y MUSEOS
Alberto Petrina
DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
Diana Susana Rolandi
COMIT HONORARIO
Dra. Tania Andrade Lima (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil)
Dr. Antonio A. Arantes (Universidade Estadual de Campinas, San Pablo, Brasil)
Dr. Leopoldo Bartolom (Universidad Nacional de Misiones, Argentina)
Dr. Lewis Binford (Southern Methodist University, Texas, EEUU)
Dr. George Marcus (Rice University, Texas, EEUU)
COMIT EDITORIAL
Mariana De Nigris, Juan Carlos Radovich, Diana Rolandi
SECRETARIA EDITORIAL
Concepcin Sierra
EVALUADORES DEL PRESENTE VOLUMEN
Patricia Arenas (Univ. Nac. de Tucumn), Carlos Aschero (CONICET), Ins Baffi (CONICET/UBA), Alejandro
Balazote (UBA/Univ. Nac. de Lujn), Margot Bigot (Univ. Nac. de Rosario), Luis Alberto Borrero (CONICET), Ral
Carnese (UBA), Silvia Citro (CONICET/UBA), Cristina Cravino (CONICET/Univ. Nac. de Gral. Sarmiento), Ana
Domnguez Mon (UBA), Luis Donatello (CONICET), Dolores Elkin (CONICET/INAPL), Ricardo Gonzlez
(CONICET/Univ. Nac. de La Plata), Marisa Lazzari (University of Exeter, Departamento of Archaeology), Leandro
Luna (CONICET/UBA), Alicia Martn (INAPL/UBA), Elosa Martn (CONICET), Axel Nielsen
(CONICET/INAPL), Mara Ins Palleiro (CONICET/UBA), Cecilia Prez de Micou (CONICET/INAPL/UBA),
Irina Podgorny (CONICET/Univ. Nac. de La Plata), Mercedes Salado (Equipo Argentino de Arqueologa Forense),
Carlota Semp (CONICET/ Univ. Nac. de La Plata), Leonor Slavsky (INAPL), Liliana Tamagno (CONICET/Univ.
Nac. de La Plata), Hctor Vzquez (CONICET/Univ. Nac. de Rosario), Roberto Zurutuza (UBA)
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas
INAPL: Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano
UBA: Universidad de Buenos Aires
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano es una publicacin del Instituto
Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano de frecuencia bianual. Nmeros atrasados solicitar por
canje a [email protected]. Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 4

1852-1002
ISSN 0570-8346

Diseo de tapa:
Concepcin Sierra
Diseo y armado de interior:
Claudio Marcelo Pagella
Pablo Alfredo Mesa
Impresin:
Este libro se termin de imprimir en Noviembre de 2010
Grafica M&M - Tel./Fax: 4912-1343

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 5

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

PRESENTACIN
Diana Rolandi*

Este nmero, correspondiente al bienio 2008-2009, presenta 22 trabajos de 40 que se presentaron para su publicacin. Luego de un exhaustivo anlisis por parte de los evaluadores, decidimos publicar todos aquellos trabajos que
tuvieran una evaluacin mayor a 70/100, por lo que incrementamos el nmero de artculos editados en comparacin
con los nmeros anteriores.
Durante estos dos aos continuamos y rubricamos nuevos convenios con Secretaras de Cultura provinciales,
Institutos de Investigacin, Administracin de Parques
Nacionales, Museos y otros organismos, totalizando un
total de 25 convenios vigentes en la actualidad.
Se realizaron 57 proyectos de investigacin, la mayora
de los cuales continan, en las distintas especialidades de la
antropologa social, el folklore, la arqueologa y la lingstica, en las provincias de Buenos Aires, Catamarca, Ciudad
Autnoma de Buenos Aires, Crdoba, Corrientes, Chaco,
Chubut, Entre Ros, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza,
Neuqun, Ro Negro, Salta, San Juan, Santa Cruz, Santa Fe
y en el departamento Potos, Estado Plurinacional de
Bolivia.
Se llevaron a cabo las VII Jornadas de Arqueologa de
Patagonia, en Ushuaia, Tierra del Fuego, conjuntamente
con el Centro Austral de Investigaciones Cientficas
(CADIC-CONICET), la Sociedad Argentina de
Antropologa y la Comisin Permanente de Congresos
Nacionales, donde se presentaron, entre comunicaciones
orales y grficas, ms de 150 trabajos.
Con el invalorable apoyo de la Asociacin Amigos del
Instituto Nacional de Antropologa se editaron y distribuyeron 6 nmeros de la publicacin Boletn de Novedades en
Antropologa, rgano de difusin de la labor del INAPL. Se
editaron adems los siguientes libros:
"Entre la Tierra y el Agua", compiladores D. Loponte y
A. Acosta;
"Arqueologa del Humedal del Paran Medio (bajos
ribereos meridionales)". Autor Daniel Loponte.
"Arquitectura Tradicional en la Regin de Ischigualasto,
provincia de San Juan". R. Rotondaro y equipo de arte
rupestre del INAPL.
"Los recursos arqueolgicos de Villa Castelli, Dto. Gral.
Lamadrid, La Rioja". Adriana Callegari y otros.
"El Patrimonio Arqueolgico del Norte del Dto. de
Famatina y otros temas de arqueologa". Mara Elena
Gonaldi y otros.
"Tiempos Pasados en Ischigualasto". Equipo de arte
rupestre del INAPL.
"El arriero en San Juan". D. Rolandi, M. Podest, A. R,
M.P. Falchi y M. Torres.
Y a travs de fondos externos se edit el libro

"Tras la estela del Hoorn: arqueologa de un naufragio


holands en la Patagonia". Christian Murray y otros.
La Biblioteca y Centro de Documentacin del Instituto
incorpor 1824 libros y publicaciones peridicas a su acervo bibliogrfico y fue visitada por un promedio de 4500
personas anualmente.
El Museo Nacional del Hombre efectu 9 Muestras
temporarias y continu con su exposicin permanente sobre
"Pueblos originarios de nuestro pas: pasado y presente".
Durante los dos aos fueron recorridas por un total de
28.500 personas.
Se realizaron en los aos 2008 y 2009 la XVIII y la XIX
Muestra Nacional de Cine y Video Documental
Antropolgico, bajo los lemas "Etnografas visuales de la
contemporaneidad" e "Itinerarios del Documental en
Amrica Latina" respectivamente. Ingresaron un total de
135 nuevos videos. Y se cont con la participacin de realizadores de nuestro pas y de Blgica, Brasil, Canad,
Colombia, Chile, Espaa, Estado Unidos, Holanda, Italia y
Nicaragua. Actualmente nuestra videoteca cuanta con ms
de 2300 ttulos cuya nmina puede ser consultada en nuestra pgina web.
Hemos contado con el apoyo de varias Instituciones, a
travs de subsidios otorgados para proyectos de investigacin, por parte de la Universidad de Buenos Aires
(UBACYT), la Agencia Nacional de Promocin Cientfica
y Tecnolgica (PICT), el CONICET, la Agencia Espaola
de Cooperacin Internacional para el Desarrollo (AECID),
del Fondo Nacional de las Artes y de la National
Geographic. Contina la serie de Micros Radiales sobre los
resultados de la investigacin cientfica que se realiza en el
Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento
Latinoamericano as como difundir las actividades y servicios que el mismo brinda a la comunidad. La duracin de
ellos es de 5 a 7 minutos, retransmitidos varias veces al da
por Radio Folklrica y Radio Nacional, y se difunde en
1200 radios AM y FM de todo el pas.
En el marco de las acciones que debemos implementar
y ejecutar segn la ley Nacional N 25.743 de Proteccin
del patrimonio Arqueolgico y Paleontolgico, se llevaron
a cabo capacitaciones a varios niveles, se continu con el
registro nacional de objetos, de lotes y de colecciones y de
sitios arqueolgicos, as como de Infractores y reincidentes.
Se dio cumplimiento a todas las causas iniciadas por la
Justicia y se actu como perito en 11 de ellas. Se otorgaron
103 permisos de exportacin permanente y temporaria para
anlisis cientfico. Y se procedi a restituir a la Repblica
del Per 30 piezas arqueolgicas que fueran incautadas por
INTERPOL y entregadas por la Justicia a este organismo.
A partir del mes de agosto del ao 2009 el Instituto lleva

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 6

adelante la Coordinacin Tcnica del "Qhapaq


an/Sistema Vial Andino", de la Argentina, con la participacin de siete provincias: Jujuy, Salta, Tucumn,
Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, integrndose a
los otros cinco pases participantes de este programa:
Colombia, Ecuador, Per, Bolivia y Chile.
La Direccin del Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano quiere agradecer toda la
colaboracin, compaerismo, entusiasmo y dedicacin de

todos los integrantes de este organismo, investigadores de


planta, del CONICET, de la Agencia, becarios y tcnicos,
personal administrativo, Biblioteca, Museo, Medios
Audiovisuales, y los jvenes que participan con dedicacin
de todas nuestras actividades a travs de los entrenamientos
laborales. Sin todos ellos no se podran emprender y ejecutar todas las acciones que generamos para conocimiento y
difusin de nuestro patrimonio material e inmaterial y que
transferimos a la comunidad.

* Directora del INAPL


6

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 7

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 10570-8346
852-1002
ISSN

POBLADOS ARQUEOLGICOS DE LA PUNA DE JUJUY


COMO TOPNIMOS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII1
Mara Ester Albeck*
RESUMEN
Se avanza en la identificacin de poblados indgenas o topnimos mencionados en documentacin histrica, con el objeto de vincularlos con sitios arqueolgicos y accidentes geogrficos de la Puna de Jujuy. Se aporta as al conocimiento de los territorios de
las sociedades prehispnicas que poblaron dicho espacio.
PALABRAS CLAVE Puna de Jujuy, Poblados arqueolgicos, Toponimia, Siglos XVI y XVII
ABSTRACT
Aboriginal settlements or toponimics mentioned in historic documents are associated with archaeological sites or geographical
accidents in the Puna de Jujuy. Advances are made in the identification of the territories of prehispanic societies that lived in this
part of Northwest Argentina before the spanish conquest.
KEY WORDS: Puna de Jujuy, Archaeological settlements, Toponimics, 16th and 17th century

INTRODUCCIN
El reconocimiento en el terreno de antiguos asentamientos indgenas permite, a partir de evidencias arqueolgicas, asignarlos a diferentes grupos sociales que habitaron
la Puna de Jujuy, principalmente aquellos de filiacin chicha y los casabindo-cochinoca. La documentacin colonial
utilizada (siglos XVI y XVII), proveniente casi exclusivamente de fuentes ditas, permite asignar algunos topnimos, hoy desaparecidos o en desuso, a sitios arqueolgicos
o a accidentes geogrficos prximos a ellos, que remiten a
lugares concretos en el espacio puneo.
En la mayora de los casos, la ubicacin espacial de los
diferentes pueblos citados en la temprana documentacin
colonial constituye una incgnita para los etnohistoriadores. De la misma manera, al arquelogo que se ocupa de la
etapa de los Desarrollos Regionales o Perodos Tardo e
Inca frecuentemente le intriga la denominacin indgena
de los poblados prehispnicos que investiga, sospechando
que tal vez se trate de algunos de los que se hallan mencionados en los escritos de los siglos XVI y XVII.
Investigaciones previas han logrado avanzar en el
tema (Krapovickas 1978, 1984; Sica 2006, Zanolli 2005)
pero quedan vigentes muchas dudas e imprecisiones y an
contradicciones. Se trata de un trabajo minucioso en el
cual convergen los datos aportados por la documentacin
colonial, el conocimiento del espacio puneo y la identificacin de los sitios arqueolgicos en el mismo. As, la
informacin proviene tanto de los arquelogos como de la
etnohistoria y su conocimiento progresa muy lentamente,
con un permanente cruce de las fuentes y datos propios de
cada disciplina.

OBJETIVOS Y DIFICULTADES
En este trabajo se pretende avanzar en la identificacin
de diversos topnimos de la Puna de Jujuy, correspondientes a poblados indgenas mencionados en diferentes tipos de
documentacin, con el objeto de vincularlos con sitios
arqueolgicos conocidos o con una ubicacin espacial tentativa, hasta tanto se realice una prospeccin arqueolgica
exhaustiva de todo el espacio en discusin. Paralelamente
se considera tambin la ubicacin de otros topnimos coloniales, an cuando no se encuentren claramente relacionados con poblados prehispnicos.
Se trata de una meta difcil, en tanto la informacin
documental con que se cuenta es escasa, dispersa, confusa
e imprecisa. La tarda incorporacin del actual Noroeste
Argentino al dominio colonial, por tratarse de un rea de
resistencia al espaol, ha dado lugar a que la documentacin del siglo XVI conocida para la Puna de Jujuy sea
extremadamente parca y que, por otra parte, haya sido
generada casi exclusivamente en Lima o en Charcas, a cientos o ms de mil kilmetros de Jujuy, con escaso conocimiento del espacio y de la toponimia. El mayor cmulo de
informacin proviene de documentacin del siglo XVII,
varias dcadas despus de las primeras "entradas", cuando
ya se encuentran afianzadas las fundaciones de Salta y
Jujuy y la avidez de los colonizadores lleva a la solicitud de
tierras en diferentes espacios de la Puna (Sica 2006).
Por otra parte, los topnimos son tan slo nombres que
aparecen en algn documento y su transcripcin estuvo
sujeta a la interpretacin de la persona que registraba
(pasando al espaol fonemas indgenas) y, para el rea que
nos ocupa, si mediaba la intermediacin de un quichuaparlante2, poda darse una primera modificacin de voces propias de las lenguas locales para luego, en una segunda instancia, ser pasadas al espaol. Es decir, haba un doble fil-

* CONICET; FHyCS, UNJu [email protected]


1
Una versin preliminar de este trabajo fue precirculado para la Mesa
1: "Sociedades indgenas y sistemas de dominacin desde una perspectiva etnohistrica. Desde el Tawantinsuyu hasta la crisis del sistema colonial espaol". XI Jornadas Interescuelas/ Departamentos de
Historia Tucumn, 19 al 21 de septiembre de 2007.

2
El quichua es una lengua trivoclica y con su propio espectro de consonantes.

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 8

CUADERNOS 22
tro entre el fonema original y el morfema que figura en el
texto, la voz indgena local pronunciada segn las normativas del quichua y de ste a las propias de la lengua hispana.
Paralelamente, mucha de esta informacin no es de primera mano, ya que habitualmente estuvo sujeta a traslados y se
vio deformada por la transcripcin de un documento original en una o ms oportunidades. Esto pudo motivar una profunda alteracin de los topnimos que figuran en los textos
como ha sido sealado por otros autores (Platt et al.
2006:252-254).
Al tratarse mayormente de toponimia originada en
voces locales de la regin (Albeck 2000), correspondientes
a lenguas ignotas, desaparecidas hace siglos y de las cuales
no ha quedado registro, tampoco se cuenta con traducciones
de los trminos que hubieran ayudado sensiblemente en la
identificacin de los lugares, en tanto la gran mayora de los
topnimos son de naturaleza descriptiva y hacen alusin a
accidentes geogrficos o peculiaridades del espacio. Otro
problema identificado en el transcurso de la investigacin
es la duplicacin de la toponimia, diferentes lugares que
cuentan con idntica toponimia, y obliga a tratar de discernir cul es el espacio correspondiente al topnimo en cuestin.
En lo que hace a la faz arqueolgica, el principal problema reside en que se carece de un conocimiento exhaustivo de los sitios de la Puna de Jujuy. Hay espacios an
inexplorados en lo que atae a su ocupacin prehispnica y
lo habitual es que slo se conozcan los poblados de mayor
tamao. Con frecuencia se cuenta nicamente con la mencin de la presencia de un asentamiento indgena en determinado lugar, sin otros datos sobre cronologa, dimensiones
ni otra informacin sobre su acervo cultural. Las prospecciones arqueolgicas en el campo, frecuentemente se complementaron con entrevistas a pobladores locales cuya versin de la toponimia local pudo corresponder o no con la
que se encuentra registrada en la documentacin colonial.
El reconocimiento en el terreno de antiguos asentamientos abandonados permite, a partir de evidencias
arqueolgicas, asignarlos a diferentes grupos sociales que
habitaron la Puna de Jujuy antes de la llegada de los espaoles e Inca, principalmente aquellos de filiacin chicha y
los que han sido denominados casabindo-cochinoca
(Krapovickas 1968, 1978, 1984; Albeck 2001, 2007;
Albeck y Ruiz 2003). Se busca avanzar as en el planteo,
an en construccin, de los espacios ocupados por estas
sociedades y la naturaleza y extensin de sus territorios prehispnicos. Dicha informacin resulta indispensable en la
discusin sobre la manera en que se fueron desestructurando algunos de los territorios indgenas identificados, un
proceso iniciado desde Charcas y que se ve potenciado
especialmente a partir de la fundacin definitiva de Jujuy en
1593 (Sica 2006).

puneo. La informacin documental utilizada proviene de


fuentes publicadas -a veces con ms de una transcripcincon el auxilio de otras, an inditas, que nos han sido facilitadas por diferentes investigadores.
Las fuentes ms tempranas, a menos de una dcada de
la cada del incario, corresponden al depsito de Monje y a
la encomienda de Villanueva (ambas otorgadas por Pizarro
en la Ciudad de los Reyes en 1540). Si bien se mencionan
lugares ubicados en la Puna de Jujuy, no se repite la toponimia entre ambos documentos. La encomienda de
Villanueva aparentemente comprenda un espacio que abarcaba lugares ubicados a ambos lados de la actual frontera
argentino-boliviana. El depsito de Monje, en cambio, contiene topnimos propios de la Puna de Jujuy pero la mayor
parte puede asignarse a otros espacios de los Andes CentroSur (esto ha sido observado en Zanolli 2005).
Siguiendo un orden cronolgico de la documentacin,
se considera el bautismo del cacique de Casabindo, cuando
Joan de Altamirano pasa por la Puna de Jujuy rumbo a
Atacama en 1557 (Martnez 1992 y Palomeque m.s. 19973).
La Carta de Matienzo de 1566 brinda una resea de los tambos incaicos al sur de Potos que podan servir a los espaoles para vincular a Charcas con el Tucumn. De principios del siglo XVII se cuenta con el testimonio de la muerte de Lorenzo de Aldana4 en 1601 -hijo de Monje- y primer
encomendero reconocido por los casabindos (Palomeque
2006). De la segunda mitad del siglo XVII, resultan especialmente interesantes las mercedes y ventas que involucran
tierras propias de la Puna de Jujuy. Entre ellos se consideran aqu la "Merced de la Quebrada de la Lea" de 1655
(transcripta y publicada originalmente por Ambrosetti en
1901, luego parcialmente por Zanolli 2005 y Sica 2006) en
la cual, segn Ambrosetti, Pablo Bernrdez de Ovando
"hace merced" a los indios de Casabindo y Cochinoca de
los terrenos dentro de los lmites mencionados en el texto
(Ambrosetti 1901); la peticin de las tierras del oeste de la
Puna, a instancias de Pablo Bernrdez de Ovando en 1662
(Madrazo 1980), y la donacin de Campero y Herrera de
Barrancas y Cobres a los casabindos en 1681 (Madrazo
1980, Sica 2006)5. Con el objeto de precisar la ubicacin de
determinados topnimos, se ha consultado la transcripcin
de documentos inditos de los siglos XVI, XVII y XVIII6.
La informacin proveniente de la documentacin se ha
cotejado con cartografa actual e histrica, fotografas areas de la zona, imgenes de "Google Earth", con informacin arqueolgica publicada y adems con los datos y el
conocimiento obtenido personalmente durante ms de 25
aos de investigaciones en el rea. Paralelamente se han
realizado reconocimientos en el terreno y encuestas ocasionales a pobladores de la zona con el objeto de clarificar
algunas incgnitas respecto a determinados topnimos.

LAS FUENTES
La documentacin colonial considerada en este trabajo
permite asignar algunos topnimos, hoy desaparecidos o en
desuso, a sitios arqueolgicos o a accidentes geogrficos
prximos a ellos, ubicados en diferentes lugares del espacio

Transcripcin preliminar de Silvia Palomeque.


Agradecemos esta documentacin y su transcripcin a Ana Mara Presta
5
Toda esta documentacin ha sido transcripta por Silvia Palomeque, a
quien agradecemos.
6
Agradecemos la ubicacin y transcripcin de esta documentacin a
Silvia Palomeque.
3
4

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 9

POBLADOS ARQUEOLGICOS DE LA PUNA DE JUJUY...


PAISAJE, POBLADOS Y TOPONIMIA
Los topnimos considerados comprenden un conjunto
de nombres extrados de la documentacin citada precedentemente, para los cuales se ha logrado algn tipo de precisin geogrfica o alguna hiptesis al respecto. Sin embargo,
muchos de estos nombres coloniales an no han sido ubicados con precisin en el extenso espacio surandino. No se
busca lograr una exgesis de la toponimia incluida en la
documentacin citada, y tampoco se pretende una discusin
detallada de todos y cada uno de los topnimos que figuran
en los documentos considerados ni su ordenamiento de
acuerdo al orden cronolgico en que aparece citado cada
uno.
La toponimia discutida en este trabajo supera la treintena, sin embargo con el objeto de lograr una presentacin ms
gil para la lectura hemos decidido incluir la discusin pormenorizada de cada topnimo en un anexo, donde se encuentran ordenados de manera alfabtica.
En la Puna de Jujuy se diferencia netamente el paisaje
determinado por los grandes bolsones de acarreo sedimentario, el tpico ambiente de altiplanicie, del correspondiente
a los profundos valles de vertiente atlntica que caracterizan su extremo norte y nor-occidental. Si se considera el
paisaje del sector central de la Puna de Jujuy, se destacan
mayormente dos grandes unidades orogrficas: el bolsn de
Abra Pampa-Miraflores-Guayatayoc-Salinas Grandes y el
bolsn de Pozuelos. Estos grandes espacios planos, correspondientes a cuencas endorreicas, se hallan limitados por
cordilleras con rumbo predominante norte-sur y cubiertos
en su parte central con densos pastizales que acompaan a
los cuerpos de agua: ros, lagunas, salinas o salares, ubicados en las reas ms deprimidas. Es probable que estos
grandes bolsones hayan sido considerados como "valles",
esto al menos sucede con Lizrraga (1916). La cuenca de
Abra Pampa-Salinas Grandes habra correspondido entonces al Valle de Casabindo y la de Pozuelos al Valle de
Cochinoca.
En la documentacin analizada se hace referencia a
una serie de accidentes geogrficos, algunos de ellos bautizados tempranamente con nombre espaol, que corresponden a hitos en el paisaje y que sirven a la hora de identificar puntos concretos en el espacio. Entre ellos contamos con cerros (del Cobre, Espritu Santo de Queta,
Granada, Los Leones, Panico, Poste, Tintn), abras
(Chaxr, Mora Mora Xoguagra, Pampas de Moreta), quebradas (de la Lea), planicies (Pampas de Moreta), farallones rocosos (Barrancas y Barrancas Blancas) y otros
(Rincn de las Salinas), mientras que una parte de la toponimia destaca la presencia de recursos metalferos en la
Puna de Jujuy (Cerro del Cobre, Mineral de la
Rinconada).
El "itinerario" de Matienzo se ocupa de nombrar los
tambos ubicados a la vera del camino incaico con la propuesta de su reactivacin (en lo que respecta a la Puna de
Jujuy incluira a Calahoyo, Moreta, Casabindo el Chico,
Grandes de Casabindo, del Llano, Rincn de las Salinas, El
Moreno). Sin embargo, es probable que el registro de
Matienzo se encuentre incompleto, atendiendo a la distan-

cia que media entre algunos de los tambos mencionados,


como por ejemplo entre Calahoyo y Moreta 7.
Finalmente consideramos los pueblos indgenas, de los
cuales algunos se ubican en la cuenca de Abra PampaMiraflores-Guayatayoc-Salinas Grandes, el "Valle de
Casabindo" (Casabindo, Cochuy, Queta, Quichauti y Toara
y donde tambin se encontraran los cinco ltimos tambos
de Matienzo), otros en la cuenca de Pozuelos, el "Valle de
Cochinoca" (Cince, Cochinoca, Ichira y Tachante, espacio
donde se halla adems el Tambo de Moreta), mientras que
otros topnimos prehispnicos perteneceran a la cuenca del
Pilcomayo, de vertiente atlntica, (Socabacocha, Xirote y
el Tambo Real de Calahoyo).
Algunos topnimos no han podido ser ubicados. Por
ejemplo, en el depsito de Monje se desconoce la ubicacin
de los pueblos de Ichimore, Quilata, que podran no encontrarse en la Puna de Jujuy como sucede con otros ubicados
por Zanolli. En la encomienda de Villanueva no se ha logrado ubicar a los pueblos de Orondi, Caquichura, Achiona,
Serchica y Yosuja y en la peticin de Ovando de 1662, el
Abra de Chaxri que se ubicara al oeste de Rinconada.
Tampoco se han identificado las antiguas "fundaciones"
(Ambrosetti 1901) o "fundiciones" (Sica 2006) de
Cochinoca, aunque su localizacin estara entre la cordillera de Casabindo y el Pueblo Viejo de Quichauti, es decir al
noroeste de Casabindo y al oeste del Cochinoca actual.
Consideramos que el aporte ms valioso de esta investigacin probablemente sea la localizacin de los poblados
indgenas de Ichira y Cochinoca, ambos en la cuenca de
Pozuelos. En el caso de Ichira, Sica basndose en diferentes documentos propuso una ubicacin aproximada (Sica
2006) con la que coincidimos. Nuestro aporte se circunscribe a la identificacin del poblado arqueolgico. Se tratara
del asentamiento prehispnico conocido como Pozuelos,
ubicado en la planicie al este de la laguna homnima.
Corresponde a un sitio de tipo monticular donde la arquitectura debi ser preponderantemente de adobe o tapia. Es
muy probable que las viviendas an fueran visibles en 1655
(Sica 2006), momento en el cual Ovando utiliza al antiguo
poblado como un hito en la demarcacin del territorio
incluido en la merced que pas a ser el espacio ocupado por
los casabindos y cochinocas durante toda la etapa colonial8.
En el caso del antiguo poblado indgena de Cochinoca, se
considera que corresponde a lo que se conoce en la literatura
arqueolgica como Pucar de Rinconada. Esta idea surgi
como hiptesis, hace ms de diez aos, a partir del anlisis
espacial de los recursos y su vinculacin con los asentamientos arqueolgicos en la Puna de Jujuy (Albeck 2003), sin
embargo, recin ahora se sabe de la existencia de un respaldo documental (Sica 2006). Una reciente visita al Pucar de
7
Lo mismo sucede con la variante que se separa de la traza principal
en Ascande (Bolivia). Esta pasa por la Puna de Jujuy ms hacia el este
y conecta con el ramal que corre por la Quebrada de Humahuaca, all
se omiten muchos tambos, varios de ellos identificados en el terreno
por Raffino (Raffino et al. 1986).
8
Tampoco resulta extrao que el lmite entre los Departamentos de
Yavi y Cochinoca se encuentre cercano a la moderna localidad de
Pozuelos, en tanto los Departamentos de la Puna de Jujuy surgen a partir de los curatos creados en el siglo XVIII.

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 10

CUADERNOS 22
Rinconada, en la cual se registr su vinculacin espacial con
los lugares mencionados en el documento, permite sostener
sobre base ms firme que el Pucar de Rinconada fue el antiguo poblado cabecera de los cochinocas.
Datos procedentes del registro arqueolgico tambin
refuerzan esta idea. El Pucar de Rinconada es el nico sitio
del sector central de la Puna donde se ha identificado claramente un sector de construccin incaica (Ruiz 1996). En
una mesada inmediata al Pucar de Rinconada se halla el
"Panel Boman", cuya representacin estara haciendo referencia a un gran encuentro entre grupos de diferentes etnas con la presencia del inca y su ejrcito, como ha sido
interpretado en otra oportunidad (Ruiz y Albeck m.s. 2005).
La presencia de construcciones con patrones incaicos fue
habitual en los poblados preexistentes ms relevantes,
como por ejemplo Los Amarillos, La Huerta y Tilcara en la
Quebrada de Humahuaca. Tanto la presencia de arquitectura incaica como el Panel Boman indicaran la importancia
de este antiguo poblado entre los dems asentamientos de
los Desarrollos Regionales en la Puna de Jujuy. A esto
puede sumarse que su ocupacin, a juzgar por la informacin arqueolgica, podra remontar sus orgenes hacia
mediados del primer milenio despus de Cristo9.

de las Pampas de Moreta). Al realizar la peticin, Ovando


aclara que las tierras fueron de sus encomendados pero que
se hallaban despobladas en 1662. Entre las tierras que solicita, y le son otorgadas, se encuentran Barrancas y Cobres
que posteriormente fueron donadas por su yerno a los casabindos, convalidando un permiso de usufructo previo otorgado por Ovando (Madrazo 1980). Sin embargo, por los
lmites del territorio que solicita, queda claro que el inmenso territorio involucrado no inclua a las Salinas Grandes.
Cabe aclarar que stas tampoco se hallaban comprendidas
en la merced de la Quebrada de la Lea. Resulta sugerente
que excluyen a las Salinas, respondiendo tal vez a su utilizacin como recurso compartido con otros pueblos como
seala Lizrraga (1916).
El reconocimiento en el terreno de antiguos asentamientos abandonados permite, a partir de evidencias
arqueolgicas, asignarlos a los diferentes grupos sociales
que habitaron la Puna de Jujuy, principalmente los chichas
y los casabindo-cochinoca son claramente distinguibles por
su acervo material. Los restos arqueolgicos que caracterizan a estos dos grupos son lo suficientemente caractersticos como para asignar la filiacin de la mayor parte de los
poblados arqueolgicos reconocidos en el campo. En este
contexto resulta interesante establecer cules fueron los
poblados ocupados por dichas sociedades y qu tipo de
territorio determinaban.
La cuenca de Miraflores-Guayatayoc-Salinas Grandes,
el gran "Valle de Casabindo" fue, aparentemente, de dominio casi exclusivo de los casabindo-cochinoca. En cambio
la cuenca de Pozuelos, el "Valle de Cochinoca", slo corresponda a stos en su sector sur, la parte norte y oriental de
la cuenca se hallaba ocupada por grupos asimilados a los
chichas. Esto coincide tambin con lo expresado por
Matienzo al referirse al Tambo de Moreta como poblado
por indios chichas. Pasando por el abra de Mora Mora de
norte a sur "donde los ros corren hacia Casabindo"
(Ambrosetti 1901) se pasa a la cuenca de Miraflores y los
poblados identificados en las inmediaciones, como Queta y
Agua Caliente (Doncellas), corresponden a los antiguos
casabindos y cochinocas. Resulta interesante la proximidad
entre los asentamientos correspondientes a los cochinocas,
ubicados en el "Pucar de Rinconada", y los chichas que
habitaban Ichira, el sitio de "Pozuelos", entre los cuales
existe un notable contacto visual.
Lo mismo parece ocurrir con los asentamientos chicha
y casabindo-cochinoca ubicados al norte de la cuenca de
Abra Pampa. Si bien la divisoria de aguas entre dicha cuenca y la del Pilcomayo divide tambin, al parecer, los territorios prehispnicos de estas sociedades, los pueblos se
hallan muy prximos entre s. An queda en discusin la
profundidad temporal de estos lmites prehispnicos.
Responden a procesos enraizados en la historia social y
poltica de la puna de Jujuy? o son meramente reflejo de
procesos que tuvieron lugar en los ltimos siglos antes de la
llegada de los espaoles?
Con referencia al proceso de desestructuracin de las
sociedades indgenas en la Puna de Jujuy, los grupos de
filiacin chicha, ubicados en las reas ms septentrionales,

SNTESIS Y DISCUSIN
En el caso del depsito de Martn Monje los dos topnimos pertenecientes a la Puna de Jujuy se ubicaran en el
espacio de los casabindos y cochinocas, sin embargo,
Casabindo se encuentra en la cuenca de MirafloresGuayatayoc y Cince al sur de la cuenca de Pozuelos. Otra
cosa sucede con la encomienda de Villanueva donde al
menos Sococha/Yoscaba (Socabacocha), Ichira y la
Estancia de Xirote se encontraban en el espacio chicha
mientras que Queta y Cochinoca se hallaban en el rea
casabindo-cochinoca. La ubicacin de los antiguos poblados indgenas encomendados a Villanueva habran ocupado
tanto las cabeceras de algunos afluentes del Ro San Juan de
Oro (cuenca del Pilcomayo), la cuenca de Pozuelos
(Cochinoca e Ichira) como la cuenca de MirafloresGuayatayoc (Chocoite y Queta).
Al comparar el depsito de Monje con la encomienda
de Villanueva, ambos otorgados por Francisco Pizarro en
1540, resulta evidente que no se repite topnimo alguno en
la enumeracin realizada en ambos textos, si bien varios de
ellos se ubican en la actual Puna de Jujuy. Por esta razn y
teniendo en cuenta el conflicto que tuvieron ambos colonizadores, no se entiende de qu manera fue planteada la
superposicin entre ambas concesiones, que termina favoreciendo a Monje en el juicio. Tendr que ver con la sujecin de algunos poblados prehispnicos a otros?
Respecto a la Merced de la Quebrada de la Lea y la
Peticin de 1662 que involucran a Pablo Bernrdez de
Ovando, en ambos casos se delimita un territorio, comenzando en un punto y cerrando en el mismo (para la primera
es la quebrada homnima y para el segundo caso es el Abra
Fechado en el 600 d.C. aproximadamente (Ruiz comunicacin personal 2007)

10

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 11

POBLADOS ARQUEOLGICOS DE LA PUNA DE JUJUY...


fueron encomendados tempranamente y reducidos a mediados del siglo XVI (Zanolli 2005, Palomeque m.s. 2006), es
decir, desarraigados de sus poblados prehispnicos para
residir en las reducciones coloniales. Indudablemente, la
hostilidad de los indgenas de la parte ms meridional de la
Puna de Jujuy durante la mayor parte del siglo XVI, no permiti una instalacin estable de los colonizadores hasta
finales del siglo.
Las reducciones de los casabindos y cochinocas, al
parecer, recin tuvieron lugar a inicios del siglo XVII cuando Cristbal de Sanabria se hizo cargo de la encomienda
despus de la muerte de Lorenzo de Aldana. El proceso de
dominacin, sin embargo, debi originarse un poco antes
cuando Aldana pas a residir en el territorio de sus encomendados en una fecha an sin precisar, tal vez inmediatamente despus de la fundacin de San Salvador de Jujuy. Su
muerte, acaecida en Tachante en 1601, lo encontr en un
"pueblo" de nombre indgena vinculado con una explotacin minera, Real de Minas de Queta, donde tambin residan otros espaoles. No en vano, en 1662 la memoria
colectiva de los ancianos de Casabindo lo recordaba como
el primer encomendero (Palomeque 2006).

Calahoyo: Aparece en el documento de Matienzo y es


calificado como Tambo Real. Persiste como topnimo y se
halla ubicado sobre la lnea limtrofe entre Argentina y
Bolivia (Raffino et al. 1986). Se identifican claramente los
restos de las estructuras arqueolgicas incaicas, la mayor
parte de las cuales se encuentra del lado boliviano.
Casabindo: Betanzos hace referencia a "Caxivindo"
(Betanzos 1999) y tambin es mencionado en el depsito de
Martn Monje donde figura como "Casibindo". El
Casabindo actual muy probablemente se remonte a la creacin del pueblo ordenada por Cristbal de Sanabria a Pedro
de Zamora en 160211 y es probable que el asentamiento prehispnico se haya encontrado en las inmediaciones de dicho
pueblo de reduccin. En las quebradas aledaas se han identificado varios poblados arqueolgicos (Albeck et al. 1999,
2001), sin embargo, el de mayores dimensiones es el denominado Pueblo Viejo de Tucute (Albeck 1999, Albeck et al.
1999, 2001), Pueblo Viejo de Casabindo o Antigal de Ro
Negro por los pobladores actuales y conocido en la literatura arqueolgica como "Sorcuyo" (Casanova 1938). Se trata
de un asentamiento arqueolgico de grandes dimensiones
que se diferencia del resto de los sitios contemporneos de
la Puna por su particular arquitectura, ms afn a lo altiplnico que a lo sur-andino. En este contexto resulta sugerente
que el nombre "Casabindo" tenga raigambre aymara.
Casabindo el Chico: Registrado tambin en el documento de Matienzo, se ha sugerido su ubicacin en algn
espacio cercano a la localidad de Tambillos, al norte de
Casabindo (Carrizo 1989). Prospecciones en el campo, sin
embargo, no han logrado identificar estructuras que puedan
corresponder a un tambo incaico, mientras que el camino es
claramente reconocible, tal vez por su reutilizacin durante
toda la poca colonial y republicana hasta mediados del
siglo XX. Al pie del cerro Liristi, al suroeste de Tambillos
y al norte del Casabindo actual, se ha identificado un tambo
incaico al cual se le ha adjudicado el nombre del cerro. No
sabemos si se trata de un tambo no registrado por Matienzo
o si corresponde a alguno de los dos mencionados para
dicha localidad: "Casabindo el Chico" o los "Tambos
Grandes de Casabindo". De tratarse del primero, el Tambo
de Liristi se halla algo alejado del camino principal aunque,
por sus dimensiones, creemos que difcilmente se haya tratado de los Tambos Grandes de Casabindo.
Casabindo, Tambos Grandes de: Matienzo se refiere a
este lugar en su "itinerario" como ubicado algo alejado del
camino. Por la provisin de agua y recursos, lo ms probable es que se hubiera encontrado al pie de la Serrana de
Casabindo, al oeste del camino incaico, sin embargo no se
ha podido ubicar a pesar de haber efectuado numerosas
prospecciones en el rea a lo largo de ms de 25 aos. Una
respuesta podra ser que los "Tambos Grandes de
Casabindo" se encuentren debajo del poblado actual, a 3 km
de la traza del camino incaico, donde es recurrente la presencia de cermica arqueolgica, entre la cual ocasionalmente se identifica alguna de filiacin incaica.

ANEXO
Los topnimos
Aura: Este topnimo figura en la Merced de la Quebrada
de la Lea, no sabemos si exista algn poblado prehispnico vinculado con el mismo. Es mencionado como "Abra",
estancia de propiedad del Marquesado por Madrazo (1980
Cuadro 7 pgina 75). Segn la Merced de la Quebrada de la
Lea, que describe los lmites de un espacio comenzando y
finalizando en esta ltima quebrada "... y por su cordillera y
vertientes hasta volver a llegar a la dicha Quebrada de la
Lea..." (Ambrosetti 1901), Aura debera ubicarse entre
Ichira y Toara. La mencin a unos "paredones antiguos de
adobes que estn cerca de aura" (Sica 2006) nos mueve a
pensar que podra tratarse de las paredes que oficiaban de
lmite entre Charcas y Tucumn, citados en documentacin
ms tarda. Dichas paredes se ubicaban en las proximidades
de Cangrejos, es decir, en la cuenca superior del Ro Abra
Pampa, afluente del Ro Miraflores. Otra documentacin
seala a Aura como lindante con Quera y Chocoite por lo
que se supone que podra ubicarse en las proximidades de la
localidad de La Intermedia10.
Barrancas: Se menciona como parte del lmite oriental
en la peticin de Ovando de 1662, al solicitar las tierras del
sector occidental de la Puna. Tambin figura en la donacin
de Campero a los casabindos en 1681 (Madrazo op. cit.). El
topnimo persiste en la actualidad.
Barrancas Blancas: Son utilizadas como un hito en el
paisaje y entre las cuales se ubicara un Pueblo Viejo que
constitua un lindero en la peticin de Ovando de 1662.
Prospecciones y entrevistas con pobladores de la zona de
Rinconada sugieren que podra tratarse del lugar conocido
como Liviara, ubicado en las proximidades del Cerro
Granada, al oeste de Rinconada.

Agradezco este dato a Sandra Snchez y Gabriela Sica, me lo dieron


hace ya muchos aos.

11
10

Agradecemos esta documentacin a Silvia Palomeque

11

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 12

CUADERNOS 22
Casabindo, Valle de: Se halla mencionado en el bautismo del cacique de Casabindo en 1557. Consideramos que
debe referirse al bolsn de Miraflores-Guayatayoc-Salinas
Grandes, limitado por las serranas de Cochinoca,
Casabindo, Aguilar y Sierra Alta, adems de otras de menor
importancia. As, por ejemplo, el bolsn que contiene a las
Salinas Grandes es nombrado como "valle" en Lizrraga
(1916).
Cince: Se hace mencin a este poblado prehispnico en
el depsito dado a Martn Monje en 1540. Si bien la cartografa moderna registra el topnimo "Cincel" para el ro que
nace en las serranas ubicadas al suroeste de Rinconada y
desagua en la Laguna de Pozuelos por su orilla sur, los
pobladores actuales lo denominan "Cince", de manera coincidente con el topnimo colonial. Se desconoce la existencia de asentamientos prehispnicos en la inmediaciones de
este curso de agua, seguramente como reflejo de la escasez
de prospecciones sistemticas en ese sector de la Puna12 y la
probabilidad de que se trate de un asentamiento de naturaleza monticular similar a Ichira=Pozuelos (poco conspicuo
y difcil de identificar tanto en el campo como en las fotografas areas) por el tipo de terreno - llano, anegadizo y
con sectores arenosos - que caracteriza a dicho sector. No se
descarta, sin embargo, la identificacin de este antiguo
poblado indgena a futuro.
Cobre, Cerro del: Ovando hace referencia a este cerro
como uno de los lmites de su peticin de 1662, tambin se
hace mencin a Cobres en la donacin de Campero a los
casabindos en 1681. La Serrana de Cobres se encuentra
actualmente en la Provincia de Salta, en tiempos coloniales
tardos dicho sector corresponda a Casabindo y su poblacin fue empadronada como residiendo en Rangel (Padrn
de Joseph de Medeiros 1786)13. El topnimo Rngel persiste en la actualidad como un paraje ubicado al sur del Ro de
las Burras.
Cochinoca: Aparece nombrada por primera vez en la
Cdula de encomienda de Juan de Villanueva (1540). Existe
un poblado actual con ese nombre, ubicado en el extremo
sur de la Serrana de Cochinoca, no obstante, dicho emplazamiento datara de 1602, cuando Cristbal de Sanabria se
hace cargo de la encomienda luego de la muerte de Aldana.
La ubicacin del pueblo indgena, entonces, sera otra.
Hace casi una dcada, al iniciar el anlisis de los territorios
coloniales de los casabindos y cochinocas y los recursos
asociados, se arrib a la hiptesis que el Pucar de
Rinconada podra corresponder al antiguo Cochinoca14.
Esta idea sin embargo no contaba con ningn respaldo
documental. Recientemente, el aporte de Sica (2006) nos ha
brindado ms datos que nos permiten plantear sobre bases
ms firmes la identidad entre el Pucar de Rinconada y el
antiguo asiento de Cochinoca. La merced de tierras del

"Pucar de Cochinoca" (Sica op.cit. :189) brinda referencias a topnimos cercanos que se pueden identificar en la
actualidad como el Cerro Pan de Azcar (claramente visible
desde el poblado arqueolgico) y el Arroyo de San Jos que
no sera otro sino el que baja desde el actual poblado de
Rinconada. Entre ambos se ubican las mesadas, de origen
volcnico, una de las cuales aloja el antiguo poblado
arqueolgico.

Figura N1. El Cerro Pan de Azcar visto desde el


Pucar de Rinconada

Cochinoca, Valle de: Se halla mencionado en la posesin de Juan Ochoa de Zrate de la encomienda de
Cochinoca en 1593 (Zanolli 2005). En este caso consideramos que debe estar hacindose referencia al bolsn de
Pozuelos, encerrado hacia el este por la Sierra de Cochinoca
y el Cordn de Escaya y por la Sierra de Rinconada o de
San Jos hacia el oeste. En este contexto resulta intrigante
el nombre prehispnico de la Laguna de Pozuelos. Existir
alguna referencia a una "Laguna de Cochinoca"?
Cochuy: Aparece en la encomienda otorgada a
Villanueva en 1940, de la cual Zanolli presenta dos transcripciones15, en una de las cuales este topnimo figura cono
"Cochoit", razn por la cual consideramos que podra
corresponder al sitio de Chocoite, mediando una trasposicin silbica. Este lugar se encuentra ubicado al oeste de La
Intermedia en el extremo norte de la Sierra de Cochinoca.
Se trata de un sector atravesado por antiguos caminos que
servan de nexo entre la cuenca de Pozuelos y la de Abra
Pampa-Miraflores (Ontiveros 2007).
Coyaguaima: Uno de los linderos de la peticin de
Ovando de 1662. Persiste en la actualidad como un topnimo ubicado al sur-oeste de Rinconada, se desconoce si se
trataba originalmente de un poblado y si existen restos
arqueolgicos en las inmediaciones del paraje actual con
ese nombre.
El Moreno: Mencionado por Matienzo, quien indica la presencia de un tambo incaico en dicha localidad. Se trata de una
toponimia colonial que se ha conservado hasta la actualidad
pero desconocemos el nombre indgena del lugar.
Espritu Santo de Queta, Cerro del: Se halla menciona-

Una investigacin en curso desarrollada por el Dr. Carlos Angiorama


sobre metalurgia prehispnica, involucra este espacio de la Puna de
Jujuy.
13
Agradecemos esta documentacin a Silvia Palomeque.
14
Esta hiptesis fue incluso discutida en 1999 con el Dr. Guillermo
Madrazo quien la consider muy probable.
12

En realidad seran tres porque una es transcripta dos veces y no de


manera idntica (Zanolli 2005 pgs. 82 y 90).
15

12

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 13

POBLADOS ARQUEOLGICOS DE LA PUNA DE JUJUY...


do en el testimonio de la muerte de Juan de Aldana16 como
"asiento de minas", por esta razn, y principalmente porque
es un "cerro", planteamos como hiptesis que se trata del
Cerro Pan de Azcar, no muy alejado del Abra de Queta
Chico. El nombre "Espritu Santo" tambin aparece vinculado con Cochinoca, especialmente en la documentacin ms
temprana, tal vez est haciendo referencia al mismo lugar o
a algn paraje cercano, en tanto Cochinoca correspondera al
Pucar de Rinconada, desde donde se divisa claramente el
Cerro Pan de Azcar.
Granada, Cerro: En la peticin de Ovando de 1662
figura como lindero. Persiste como topnimo en la actualidad y se trata de uno de los cerros ms importantes e imponentes de la Puna de Jujuy. Se ubica al oeste de Rinconada
y es claramente visible desde muchos lugares de la Puna,
an alejados como por ejemplo desde Tres Cruces, en la
divisoria de aguas entre la cuenca del Ro Grande
(Quebrada de Humahuaca) y la cuenca endorreica de la
Puna (Miraflores-Guayatayoc-Salinas Grandes).
Ichira: Este topnimo aparece mencionado en la Merced
de la Quebrada de la Lea, transcripta inicialmente como
"Ibara" por Ambrosetti en 1901. El orden que sigue el documento en la enumeracin de los lmites, y referencias a otros
topnimos, nos permitieron plantear que este poblado se
encontraba al norte de la actual Abra del Campanario o
"Queta Grande". Referencias a dicha abra "donde los ros
corren hacia Casabindo" y "se divisan las Pampas de
Moreta" resultaban inequvocas y desde all se tomaba "la
deresera hasta el pueblo Viejo de Ichira", lo que implicaba
una lnea recta hasta el poblado prehispnico. El nico asentamiento arqueolgico de importancia conocido para ese
sector es el de Pozuelos (Gonzlez 1963; Fernn y
Fernndez 1996 m.s.; Maman 1998) ubicado al este de la
laguna homnima, inmediato a la escuela de dicho paraje.
Se trata de un sitio monticular de grandes dimensiones con
abundante alfarera arqueolgica en superficie donde predomina claramente la de filiacin chicha. Otras referencias
aportadas por Sica (2006), quien tambin indica a Ichira
como prxima al Pozuelos actual, la ubican a tres leguas de
Cochinoca (se tratara de la reduccin de Cochinoca por tratarse de documentacin tarda), precisando con mayor detalle el rea en que se encontraba.
Lea, Quebrada de la: Mencionada en la merced homnima, contina denominada de esta manera hasta fines del
siglo XVIII (Censo de Carlos III). En la actualidad el nombre ha sido apocopado como "Quebralea". Se trata de una
quebrada ubicada sobre el faldeo occidental de la Sierra del
Aguilar caracterizada por contener una gran densidad de
queoas (Polylepis tomentella) que forman pequeos bosques con algunos ejemplares de tamao excepcional.
Indudablemente fue el recurso maderable como combustible que le imprimi el nombre en la poca colonial, se desconoce su denominacin indgena previa y no cuenta con
asentamientos arqueolgicos de importancia.
Los Leones, Cerro: Tambin utilizado como lindero en
la peticin de Ovando de 1662. Los cerros Len Grande y
16

Len Chico son unos "inselberg" o "montes isla" ubicados


al este de Rinconada, en la planicie sur del bolsn de
Pozuelos, prximos al cerro Pan de Azcar.
Llano, Tambo del: Este tambo de Matienzo es de ubicacin imprecisa, aunque se sabe que debi encontrarse entre
Casabindo y Rinconadillas. El nombre hace referencia a su
ubicacin en una parte llana y en el "itinerario" se hace referencia a la presencia de "jageyes" con agua en abundancia.
El espacio al sur de Casabindo es un territorio llano, medanoso y sin agua en superficie pues los cursos de agua que
bajan de la serrana al oeste, se insumen en los depsitos
sedimentarios del fondo de la cuenca y fluyen de manera
subterrnea hacia la Laguna de Guayatayoc. Por esta razn,
el Tambo del Llano debera encontrarse en el rea cercana a
la laguna, donde la capa fretica se halla cerca de la superficie y permite la excavacin de "jageyes", o bien cerca de
algn afloramiento rocoso donde brote el agua en superficie.
Mineral de la Rinconada: Uno de los puntos a los cuales se refiere Ovando en su peticin, corresponde a la localidad actual de Rinconada, importante centro minero en la
etapa colonial.
Mora Mora Xoguagra, Abra de: Mencionada en la
Merced de la Quebrada de la Lea, corresponde sin lugar a
dudas al Abra de Queta Grande o Abra de Campanario, ubicada al norte de la localidad de Queta. La referencia a que
"... es donde se divisan las pampas de Moreta y nasen algunas cinagas que corren hacia Casabindo..." (Sica 2006)
permite ubicarla de manera indiscutible. El Abra de Queta
Grande es divisoria de aguas entre la cuenca de Pozuelos y
la cuenca de Miraflores4-Guayatayoc y constituye un nexo
natural y fcilmente transitable entre ambas cuencas.
Moreta, Abra de las Pampas de: En 1662, Ovando lo
toma como punto de partida al enumerar todos los lmites
del territorio solicitado en su peticin y, aparentemente, all
finaliza. En la peticin se hace referencia al Abra de las
Pampas de Moreta como punto inicial y la descripcin de
los linderos finaliza en el Abra de Moreta, seguramente se
trata del mismo lugar.
Moreta, Pampas de: Se trata de la planicie ubicada al
sur de la Laguna de Pozuelos y al este del ro Cince, donde
hoy se encuentra la localidad de Caraguasi.
Moreta, Tambo de: Corresponde al tambo incaico mencionado por Matienzo. Se ubica en el abra del mismo nombre en el sector donde sta se abre hacia el rea de la laguna de Pozuelos.
Panico, Cerro de: Lindero de Ovando en la peticin de
1662, correspondera a un cerro ubicado al oeste del Cerro
del Cobre y al sur de Coyaguaima.
Poste, Cerro: Figura como lmite occidental en la
Merced de la Quebrada de la Lea, se ubicara al oeste de
la quebrada mencionada y al sur del Cerrro de Casabindo.
Se desconoce si el topnimo persiste en la actualidad.
Queta: Aparece en el texto de la encomienda de
Villanueva pero Matienzo no hace referencia a este lugar, a
pesar de que el camino incaico pasaba por all y que Raffino
haya identificado un tambo incaico (Raffino et al. 1986).
Queta tambin aparece como uno de los linderos orientales
en la peticin de Ovando de 1662, cuando solicita las tierras
al occidente de la Puna.

Agradecemos esta documentacin a Ana Mara Presta.


13

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 14

CUADERNOS 22
Quichauti: Se menciona como uno de los linderos en la
Merced de la Quebrada de la Lea. Creemos que se trata del
actual topnimo Quichagua, un ro que desagua en el
Doncellas ubicado al oeste de Queta, por la secuencia en
que se mencionan los linderos. Se trata de un "pueblo viejo"
o pueblo prehispnico, que an no ha sido identificado.
Salinas, Rincn de las: Tambo mencionado por
Matienzo, se lo asimila al Rinconadillas actual ubicado al
pie de una pequea serrana que limita a las Salinas
Grandes por el oeste, al norte del Ro de las Burras. Raffino
identifica restos de algunas construcciones y material cermico que corresponderan al momento incaico (Raffino et
al. 1986).
Socabacocha: Este topnimo aparece en primer trmino en la enumeracin de pueblos encomendados a
Villanueva y ha dado lugar a varias especulaciones
(Balbuena 1991, Zanolli 2005). Balbuena lo asimila con
Yoscaba y Zanolli se pregunta si no podra corresponder a
Sococha. En el caso de corresponder a Yoscaba, existe un
topnimo moderno con ese nombre en cuyas inmediaciones existe un importante poblado indgena de tipo monticular de filiacin chicha. Sin embargo, otra documentacin, aunque de 1667, menciona que la poblacin de
Yoscaba -reducida entonces en el pueblo de Talina- originalmente se hallaba vinculada con Escaya y ubicada ms
all de La Quiaca17, lo que no condice con la ubicacin del
poblado moderno de Yoscaba. Tambin resulta lgico
plantearse que Socabacocha fuera Sococha, el poblado
prehispnico encomendado a Villanueva que luego es
reducido en San Rafael de Sococha (Zanolli 2005). Por la
ubicacin del Sococha actual, en cuyas alturas se divisa el
"Cordn de los 7 Hermanos" cercano a Yavi, se plantea a
ttulo de hiptesis que el poblado prehispnico, el "Pueblo
Viejo de Sococha" haya sido lo que hoy se conoce como
el sitio de Yavi Chico, inmediato a la frontera con Bolivia.
A menos que exista otro poblado prehispnico entre el
sitio de "Yavi Chico" y San Rafael de Sococha.
Tachante: Se registra en el testimonio de la muerte de
Lorenzo de Aldana como "pueblo" de la jurisdiccin del
asiento de minas "Cerro Espritu Santo de Queta" y debi
encontrarse prximo a este ltimo. En septiembre de 1601,
cuando ocurre la muerte del segundo encomendero de
Casabindo, residan varios espaoles en la localidad, adems
de Aldana y su familia. Este nombre aparentemente ha desaparecido en la actualidad, al menos no se ha logrado registrar mediante entrevistas a pobladores de la zona.
Tintin: Aparece mencionado como lindero en la peticin
de Bernrdez de Ovando. El cerro Tintin se encuentra al
sureste de Barrancas y al este de Cobres. Se trata de un
pequeo "inselberg" o "monte isla" ubicado en medio de la
planicie del bolsn que contiene a las Salinas Grandes, quedando stas ubicadas al este y sur del cerro nombrado.
Toara: Mencionado en la Merced de la Quebrada de la
Lea, este topnimo persisti hasta la dcada de 1940 por-

17
18

que as figura la procedencia de materiales arqueolgicos


de la Puna de Jujuy que integran una coleccin depositada en Roma (Mller 1997/98) y, en la tradicin oral local,
es reivindicado como el antiguo nombre del paraje conocido actualmente como Tabladitas, ubicado pocos kilmetros al este de Abra Pampa. Dicha localidad cuenta con
varios espacios de ocupacin arqueolgica.
Xirote: Mencionado en la encomienda de Villanueva.
En documentacin del siglo XVII se hace mencin a un
Cerro Zerote18 que se encontrara en territorio boliviano, en
un espacio de produccin pastoril al noroeste de Villazn,
no muy alejado de la actual frontera argentino-boliviana.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo fue realizado gracias al financiamiento del
Proyecto N 2800 PIP CONICET 2000 y del Proyecto N
14591 PICT 2003 de la ANPYCT.
Agradezco especialmente a Silvia Palomeque y a Ana
Mara Presta el haberme facilitado generosamente sus
transcripciones de muchos de los documentos que me permitieron elaborar este trabajo.
BIBLIOGRAFA
Albeck, M.E.
2000. Toponimia indgena en Casabindo. Contribucin
Arqueolgica 5(2): 571-587.
2001. La Puna Argentina en los Perodos Medio y Tardo.
En "Historia Argentina Prehispnica", pgs. 347388. E. Berberin y A. Nielsen Ed. Brujas.
2003. El territorio casabindo. Una bsqueda desde la
Historia y la Arqueologa. Pacarina 2:12-20.
2007 El Intermedio Tardo: Interacciones econmicas y
polticas en la Puna de Jujuy. En "Sociedades
Precolombinas
Surandinas:
Temporalidad,
Interaccin y Dinmica cultural del NOA en el
mbito de los Andes Centro-Sur", pgs.125-145. Bs.
As. Tanoa.
Albeck, M.E. y Ruiz, M.S.
1999. Casabindo: Las sociedades del Perodo Tardo y su
vinculacin con las reas aledaas. Estudios
Atacameos 14:211-222.
2003. El Tardo en la Puna de Jujuy. Poblados, etnas y
territorios. Cuadernos 20: 199-219. FHyCS, UNJu.
Albeck, M.E.; S. Dip y M.A. Zaburlin
2001. La organizacin del espacio en poblados del Tardo
de la zona de Casabindo. En Actas del XIII
Congreso Nacional de Arqueologa Argentina I:345408. Crdoba.
Albeck, M.E.; M.A. Zaburlin y S. Dip
1999. Etnicidad y arquitectura domstica en Casabindo.
En: Actas del XII Congreso Nacional de
Arqueologa Argentina, Tomo II, pag: 211-220, La
Plata.
Ambrosetti, J.B.
1901-1902. Antigedades calchaques. Datos arqueolgicos
sobre la provincia de Jujuy. Anales de la Sociedad
Cientfica Argentina. Tomos LII: 161-176, 257-277
LIII: 81-96 y LIV: 29-48, 64-87. Buenos Aires.

Agradecemos esta documentacin a Silvia Palomeque.


Agradecemos este dato a Silvia Palomeque.
14

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 15

POBLADOS ARQUEOLGICOS DE LA PUNA DE JUJUY...


Balbuena, J. L.
1991. Yoscaba: de metonimia a topnimo. Historia y
Cultura: 20:89-113. La Paz, Sociedad Bolivariana
de Historia. Don Bosco.
Betanzos, J de
1999 (1551) Suma y narracin de los Incas. Cuzco,
UNSAAC.
Carrizo, J.A.
1989. Cancionero popular de Jujuy. Serie Jujuy en el
Pasado. Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy.
Casanova, E.
1938. Investigaciones arqueolgicas en Sorcuyo, Puna de
Jujuy. Anales de Museo Argentino de Ciencias
Naturales, 80(39):423-462.
Fernn, A. y J. Fernndez
1996. Cronologa radiocarbnica de un montculo arqueolgico en Pozuelos, Puna de Jujuy. Repblica
Argentina. Actas y Memorias del XI Congreso
Nacional de Arqueologa Argentina (1/4) pag:132134. San Rafael.
Mller, P. F. SVID.
1997-98. Comentario sobre la coleccin de algunos objetos
arqueolgicos del NO de Argentina en el Museo
Laterano (Roma-Italia). Paleoetnolgica 9:7-28.
Gonzlez, A.R.
1963. Problemas arqueolgicos de la Puna Argentina. En A
Pedro Bosch Gimpera en el septuagsimo aniversario de su nacimiento. pag: 337, Mxico.
Krapovickas, P.
1968. Subrea de la Puna Argentina. Actas del XXVII
Congreso Internacional de Americanistas. 2
pag:235-271. Buenos Aires.
1978. Los indios de la puna en el siglo XVI. Relaciones de
la Sociedad Argentina de Antropologa 12:7-24.
1984. Las poblaciones indgenas histricas del sector oriental de la puna (un intento de correlacin
entre la informacin arqueolgica y la etnogrfica).
Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa 15:7-24.
Lizarraga, Fr. R.
1916 (1609). Descripcin Colonial, Biblioteca Argentina,
Buenos Aires, Biblioteca Argetina.
Madrazo, G.B.
1980. Hacienda y encomienda en los Andes. La puna
argentina bajo el Marquesado de Tojo. Siglos XVIIXIX. Buenos Aires, Fondo Editorial.
Maman, H.E.
1998. Organizacin espacial de las sociedades agroalfareras prehispnicas en el sector occidental de la
Cuenca de Pozuelos (Departamento Rinconada,
Jujuy). Tesis de Licenciatura. Facultad de
Humanidades. y Ciencias Sociales. Universidad
Nacional de Jujuy, MS.

Martnez, J.L
1992. Espaa. Como vinieron de paz los yndios de
Casabindo e se bautizaron el cazique su muger e
hijos. AGI Patronato 188 N 1 (Ao 1557). Estudios
Atacameos 10:11.
Ontiveros, G. G.
2007. Prospecciones arqueolgicas en la Cuenca del Ro
Chocoite, Puna de Jujuy. Tesis de Licenciatura.
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales.
Universidad Nacional de Jujuy, MS.
Palomeque, S.
1997. Transcripcin del Bautismo del cacique de Casabindo
en 1557 MS.
2006. "La 'Historia' de los seores tnicos de Casabindo y
Cochinoca (1540-1662)" Revista Andes:139-196,
CEPIHA, UNSa, Salta.
2006. Las tierras de los Chichas de Talina antes y despus
de la reduccin toledana (1573). Cuarto Congreso
de la Asociacin de Estudios Bolivianos. Sucre.
Platt, T., T. Bouysse-Cassagne y O. Harris
2006. Qaraqara-Charka. Mallku, Inka y Rey en la provincia de Charcas (siglos XV-XVII) Historia antropolgica de una confederacin aymara. La Paz, Instituto
Francs de Estudios Andinos. Plural editores.
Raffino, R.A., R.J. Alvis, D. Olivera y J.R. Palma.
1986. La instalacin inka en la seccin andina meridional
de Bolivia y extremo boreal de Argentina.
Comechingonia 4:63-131.
Ruiz, M.
1996. Las unidades K - I y J del Pujara de Rinconada.
Provincia de Jujuy. Tomo Homenaje a los XXV aos
del Instituto Interdisciplinario Tilcara; pag:137144. Facultad Filosofa. y Letras, Universidad de
Buenos Aires.
Ruiz, M. y M.E. Albeck.
1997. El fenmeno Pukara visto desde la Puna jujea.
Cuadernos 9 :233-255. Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, Universida Nacional de Jujyu.
2005 "Unkus en Rinconada" Precirculado en el VI
Congreso Internacional de Etnohistoria, Buenos
Aires.
Sica, G.
2006 Del Pukara al Pueblo de indios. El procesdo de
Construccin de la sociedad indgena colonial en
Jujuy, Argentina. Siglo XVII. Tesis Doctoral.
Facultad de Geografa e Historia. Universidad de
Sevilla MS.
Zanolli, C.
2005. Tierra, encomienda e identidad: Omaguaca (15401638). Buenos Aires, Sociedad Argentina de
Antropologa.

15

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 16

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 17

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

EXCLUSIN SOCIAL, PERSONAS SIN HOGAR Y REDES BARRIALES


Santiago Bachiller *
RESUMEN
Las teoras sobre la exclusin social se organizan en torno a la nocin de desafiliacin. A partir de una etnografa con personas sin hogar, se discuten dichas visiones: el nfasis en la ruptura de los lazos sociales silencia la recomposicin de los
mismos bajo la forma de redes barriales.
PALABRAS CLAVES: Exclusin social, personas sin hogar, reafiliacin, redes territoriales
ABSTRACT
Theories of social exclusion are articulated around the notion of disaffiliation. Taking an ethnography of homeless people
as a starting point, this research discusses those theories. I argue that stressing the dissolution of social bonds obliterates
the possibility of their reconstruction through territorial neighbourhood networks.
KEY WORDS: Social exclusion, Homeless, Reaffiliation, Territorial networks.

INTRODUCCIN
En la Enciclopedia Internacional de las Ciencias
Sociales, la situacin de la gente que se ve forzada a residir
en la calle es descrita bajo la categora de "homelessness".
Significativamente, en la versin en castellano el trmino
fue traducido como "desarraigo" o "desafiliacin". De esta
forma, el sinhogarismo1 es definido como una:
"desvinculacin de la sociedad que se caracteriza por
la inexistencia o la debilidad de aquellos lazos que
ligan a las personas instaladas en un lugar a una red de
estructuras sociales conectadas entre s () En el
extremo de la escala, el vagabundo de hoy, el llamado
Skid Row Man2, demuestra la posibilidad de vivir casi
totalmente desligado de la sociedad () El vagabundo
absoluto es un ser sin ligaduras sociales" (Bahr et al.
1968:613-614).
A pesar de provenir de una tradicin sociolgica diferente, las teoras sobre la exclusin social coinciden con los
modelos de explicacin del sinhogarismo en un punto: los
procesos de desventajas sociales son interpretados a partir
de la nocin de desafiliacin. La exclusin implica una preocupacin que trasciende el plano material, apunta a la relacin tensa entre sociedad e individuo, visualizada en el quebrantamiento de los vnculos sociales (Silver 1994). El
excluido o desafiliado, es el individuo desligado de las
redes bsicas de sociabilidad (Castel 1997).
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar el
concepto de "desafiliacin", piedra angular de las teoras
sobre la exclusin social y los modelos de explicacin del
sinhogarismo. Se pretende discutir con las imgenes que
equiparan a la exclusin con la desconexin y el aislamiento social absoluto. Para ello, la investigacin se organiza en
torno a las formas de sociabilidad de un grupo de personas
sin hogar -en adelante PSH-, el cual reside en la Plaza
Isabel II de Madrid -ms conocida como Plaza pera3. A
modo de hiptesis se sostiene que la nocin de desafiliacin

ha tenido tanto xito, que ha orientado los estudios sobre los


procesos de desventajas sociales subrayando las rupturas
respecto del mercado de trabajo o de los crculos de sociabilidad primaria. Consecuentemente, el nfasis en la desafiliacin ha impedido indagar cmo los lazos sociales se
recomponen en el contexto de exclusin. El artculo se centra en el proceso de reafiliacin, en la conformacin de nuevas relaciones sociales que apuntan a la subsistencia y
adaptacin material cotidiana, as como a encontrar un sentido de "normalidad" en un contexto dominado por las
penurias. La imagen de miles de hombres desconectados de
toda estructura social y deambulando por las ciudades es de
por s absurda; sin embargo, ha pervivido en el sentido
comn y en la literatura sobre los homeless. Con la intencin de discutir con las perspectivas desafiliatorias, la atencin recae en la deteccin y caracterizacin de las redes
barriales que las PSH han establecido en los alrededores de
Plaza pera.
"Sinhogarismo" supone una traduccin literal del trmino "homelessness", frecuentemente utilizado en el ingls. Considerando que la
mayor produccin acadmica sobre el tema se ha generado en Estados
Unidos, los especialistas de la materia de habla castellana incorporaron dicho trmino como propio. En este trabajo los trminos "persona
sin hogar", "sin techo" o "homeless" son tomados como equivalentes.
2
Los Skid Rows eran barrios marginados al interior de las ciudades
norteamericanas, conformados por pensiones -donde los homeless se
alojaban en habitaciones infectas-, comedores econmicos, agencias
de empleos no cualificados, y dems comercios bsicos para la subsistencia de las personas sin hogar. Hasta que los procesos de gentrificacin acabaron con dichos barrios degradados, estas poblaciones no
carecan necesariamente de un techo bajo el cual refugiarse por las
noches. Si se los denomin como homeless fue por la ausencia de una
familia, de un vnculo afectivo que transforme a la vivienda en hogar;
por consiguiente, la falta de lazos sociales fue el aspecto predominante en la literatura sobre el tema.
3
El artculo es producto de ms de tres aos de trabajo de campo con
un grupo de personas sin hogar en la ciudad de Madrid, y forma parte
de la tesis doctoral en Antropologa Social que he realizado en la
Universidad Autnoma de Madrid.
1

* CONICET/UNPA. [email protected]
17

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 18

CUADERNOS 22
EXCLUSIN SOCIAL, SINHOGARISMO Y DESAFILIACIN
Las teoras sobre la exclusin social surgieron a mediados de los 1980 en Francia, en un contexto marcado por la
crisis del petrleo de los aos 1970 que hizo tambalear el
modelo de desarrollo y produccin dominante. Por consiguiente, estas teoras remiten a una tradicin de pensamiento republicana, con una fuerte impronta de la escuela sociolgica de Emile Durkheim4. Su trasfondo es la relacin
tensa entre sociedad e individuo, la preocupacin por la
anomia y el quiebre de la cohesin social. La exclusin
supera la dimensin econmica y poltica para centrarse en
la disolucin del tejido social. Es por ello que, apelando a
la retrica de la "solidaridad" y del "contrato social", la
"insercin" y la "integracin" fueron las soluciones propuestas desde la gestin pblica. Segn estas perspectivas,
la ruptura de las sociabilidades primarias termina transformando las subjetividades.
De tal modo, Paugam (2007) prest atencin a los problemas asociados con la integracin, preguntndose por el
tipo de vnculos que la sociedad establece con sus mrgenes. Este socilogo entiende a la exclusin en tanto proceso de "desintegracin social": el primer factor a tener en
cuenta son los problemas de empleo, los cuales inician un
proceso de desocializacin, de aflojamiento de los lazos
sociales, que puede concluir con la inmersin del sujeto en
el mundo de la asistencia social. De forma similar, Gaulejac
y Taboada-Leonetti (1994) proponen el concepto de "desinsercin". A travs de las historias de vida, estos autores
identifican una primer etapa en el proceso de exclusin, la
cual es definida como de desenganche. La prdida del
empleo, los divorcios o una enfermedad suelen ser los factores desencadenantes de las rupturas que caracterizan a la
exclusin. Por otra parte, la obra de Castel (1997) se centra
en la construccin histrica de la sociedad salarial y el
papel desempeado por el Estado en tal sentido. El concepto que acua para explicar los procesos de exclusin es el
de "desafiliacin", el cual no supone simplemente una ruptura con el mundo de las protecciones laborales tpicas de la
poca de apogeo de los Estados de bienestar europeos, sino
tambin el quiebre de los lazos sociales. Dicha fractura
genera una prdida del sentido de pertenencia de los individuos respecto de la sociedad. A su vez, Castel concibe a la
exclusin a partir de dos variables que se complementan: un
vector que permite la integracin del sujeto gracias al trabajo, y un eje que pasa por la inscripcin en redes familiares y de sociabilidad. Estos enlaces califican tres zonas de
cohesin o de densidad de las relaciones sociales: integracin, vulnerabilidad y exclusin. La primera supone una
conexin exitosa con el mundo del empleo y con los lazos
familiares. En la franja de vulnerabilidad comienzan las turbulencias, pues se caracteriza por la precariedad laboral y
por una fragilidad en los soportes relacionales. La exclusin, en tanto sinnimo de desafiliacin, es el espacio social
donde se mueven los individuos desprovistos de recursos

econmicos, soportes relacionales y de proteccin social.


En definitiva, cada autor pone el nfasis en puntos de
vista diferentes: Paugam se centra en las instituciones;
Gualejac y Taboada-Lonetti en los individuos; mientras
que Castel en la poltica estatal con relacin al salariado. No
obstante, todos coinciden en asociar a la exclusin con un
proceso de desmoronamiento de las subjetividades. De tal
manera, la exclusin no se limita al incremento del paro de
largo plazo, sino que abarca la inestabilidad de los vnculos
sociales. Las teoras de la exclusin social consideran que la
pobreza urbana va de la mano del aislamiento social. Desde
tal perspectiva, se sostiene que la reestructuracin del mercado de trabajo, conjuntamente con el proceso de urbanizacin y modernizacin, ha conducido a la individualizacin,
a una atomizacin que genera la ruptura de los lazos de
parentesco. As, el desmoronamiento de una sociedad basada en la familia extensa lleva a que se liberen las cargas de
parentesco. Esta situacin produce efectos diferentes segn
el tipo de familia con el que se cuente. Para algunos, ello
conlleva la posibilidad de escapar de la opresin y del control que suponan los sistemas clsicos de parentesco. Castel
analiza las consecuencias adversas para quienes viven en la
pobreza y carecen de apoyos sociales apelando a la nocin
de "individualismo negativo". Se trata de "individuos por
defecto", que no logran disfrutar de las ventajas que conlleva la liberacin de las tutelas tradicionales.
"Sin una posicin econmica holgada, estos sujetos
pueden pasar por la experiencia negativa de la libertad
cuando, por ejemplo, sobreviene una ruptura del matrimonio () uno vive ms cmodo en su propia individualidad cuando ella est apuntalada por recursos
objetivos y protecciones colectivas" (1997:476).
En cuanto al sinhogarismo, en Estados Unidos de
Norteamrica es donde se ha producido la mayor cantidad
de investigaciones sobre el tema. A pesar de haber seguido
una tradicin de pensamiento diferente a las teoras de la
exclusin surgidas en Francia, llamativamente la desafiliacin tambin ha sido la perspectiva dominante en estos
estudios5. Howard Bahr, principal exponente del enfoque
desafiliatorio, describe al sinhogarismo como una condi-

Ya en una fecha tan remota como 1936, Suntherland y Locke (en


Snow y Anderson 1993:172) describan a los habitantes de los Skid
Rows como "personas sin techo y poco amistosas, aisladas de todo
contacto social de naturaleza ntima y personal". Las dcadas pasaron, pero las definiciones fueron reproduciendo el mismo tono:
Dunham (1953 Ibdem) se refera a las PSH como individuos "incompletamente socializados"; Pitmman y Gordon (1958 Ibdem) utilizaron
la expresin "infrasocializados"; mientras que Levinson (1963 en
Ibdem) plante la cuestin en trminos de sujetos "fundamentalmente separados de la vida social". Al preguntarse por la relacin entre
anomia y estructura social, Merton (Ibdem) caracteriz a "los mendigos" como individuos retrados. Segn este socilogo, son los continuos fracasos los que llevan a estas personas a renunciar a los principios y las formas legtimas de insercin social, a convertirse en seres
asociales. Las bases tericas estaban sentadas: a mediados de los
sesenta Howard Bahr (1973) comenz sus estudios sobre el Skid Row
de Nueva York; a partir de entonces, desafiliacin y sinhogarismo son
trminos que se retroalimentan
5

4
Quien se interese por el recorrido histrico de las teoras de la exclusin, puede indagar en la siguiente bibliografa: Abrahamson (1997),
Silver (1994) o Vilasagra Ibarz (2000).

18

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 19

EXCLUSIN SOCIAL, PERSONAS SIN HOGAR Y REDES BARRIALES


cin de separacin de la sociedad caracterizada por "la
ausencia o atenuacin de los lazos de afiliacin que conectan a las personas con las redes de interconexin estructurales" (1973:17). En definitiva, el sinhogarismo es entendido como la forma ms radical de desconexin y aislamiento social.
Es posible realizar una serie de crticas a estos enfoques
que asocian a la exclusin social en general, y al sinhogarismo en particular, como sinnimos de aislamiento social.
En primer lugar, no todos los homeless se encuentran tan
desconectados de sus redes familiares como suele afirmarse desde los modelos de la desafiliacin. Por el contrario,
las modalidades de sinhogarismo varan de acuerdo al tipo
de apoyo familiar con el que cuenta el individuo. Variables
como el tamao de la red familia -cuntos ms parientes se
posee ms probabilidades habr de obtener algn tipo de
apoyo-, o el punto del ciclo vital en el que se encuentran la
PSH y su familia -la edad o el gnero son elementos que
inciden en el grado de ayuda-, resultan claves a la hora de
comprender el nivel de ruptura (Cabrera Cabrera 1998). Es
cierto que el sinhogarismo suele ser sinnimo de disolucin
de muchos vnculos, los lazos de quienes padecen tales procesos de desventajas sociales se caracterizan por su fragilidad e inestabilidad. No obstante, las relaciones se recomponen en funcin del contexto de exclusin. Como argumenta Rosenthal (1994), si el sujeto logra escapar de la situacin de calle, es comn que recomponga buena parte de sus
vnculos sociales primarios. Segn este antroplogo, dicha
situacin demuestra que la distancia con el ncleo familiar
antes que ser causa de sinhogarismo es consecuencia del
estigma y la incapacidad de reciprocar propia de residir en
la va pblica.
En segunda instancia, las imgenes de aislamiento y
soledad en parte son consecuencia de las metodologas con
las cuales trabajaron los tericos de la desafiliacin: las
encuestas de corte sociolgico o psicolgico limitadas a las
PSH que acuden a los servicios sociales diseados para
estas poblaciones. As, cuando en una encuesta se pregunta
a un homeless si tiene amigos, si cuenta con apoyo, por lo
general contestar negativamente. Esta respuesta dice ms
sobre cmo las personas se sienten, sobre la soledad como
un elemento subjetivo, que sobre los contactos diarios. Si
en la misma encuesta se preguntase especficamente por el
dueo del bar donde el sujeto desayuna cada maana, por el
empleado que atiende el kiosco que da a la plaza, por la
vecina que todos los das pasea a su perrito por pera,
entonces reconocer que los mismos son una fuente de
apoyo. A travs de la observacin participante es posible
detectar una serie de vnculos, que podrn ser tenues, pero
que resultan vitales para la subsistencia cotidiana del sujeto. Mediante dichas tcnicas se torna posible profundizar
cmo estas redes barriales inciden en los procesos de reafiliacin propios del entorno de calle.
Asimismo, las perspectivas clsicas sobre la desafiliacin poseen un lmite intrnseco: parten de una visin institucional de las relaciones comunitarias, centran su atencin
en las organizaciones sociales ms clsicas. En distintos
artculos, Bahr (1967; 1973) se preocupa por medir el nivel

de afiliacin de los habitantes de los Skid Rows para luego


compararlos con otros grupos poblacionales. Los parmetros que le permiten realizar tales mediciones consisten en
el grado de contacto que el sujeto tiene en un perodo de
tiempo con instituciones puntuales: la familia, el mercado
de trabajo, iglesias, asociaciones recreativas y sindicatos.
Preocupados por la conexin que las PSH sostienen con las
instituciones tradicionales, los enfoques de la desafiliacin
olvidaron las potenciales alternativas de reafiliacin que se
generan en el contexto de calle. Preguntndose por la desconexin, se silenciaron las formas en que los homeless
reconstituyen sus lazos sociales, as como las dimensiones
geogrficas en que se desarrollan tales vnculos (Rowe y
Wolch 1990). En definitiva, la etnografa permite dar cuenta de una serie de redes informales, de dinmicas barriales
que constituyen la cotidianidad de las PSH y que las
encuestas sociolgicas no siempre logran captar.
Estas son solo algunas de las posibles crticas a los enfoques centrados en la desafiliacin. Vale la pena destacar que
en la dcada de 1970 surgi una perspectiva basada en la
observacin participante que se dedic a discutir con los
supuestos que identificaban al sinhogarismo con la desafiliacin ms extrema (Rooney 1976 y Rubington 1968 en
Snow y Anderson, 1993; Spradley 1970; etc.).
Probablemente, el aporte ms sustancial que realiz la antropologa social a la materia haya consistido en reflexionar
sobre la vida diaria en la calle, en caracterizar las tcticas de
adaptacin que desarrollan las PSH (Rosenthal 1994;
Liebow 1993; Snow y Anderson 1993). En este trabajo se
pretende continuar con dichos enfoques; el objetivo no consiste en analizar las rupturas asociadas con el sinhogarismo,
sino en resaltar los procesos de reafiliacin, cmo los lazos
se recomponen en un entorno de exclusin residencial extrema. Se refutan las visiones dicotmicas que simplifican en
exceso la realidad social delimitando entre "excluidos o
incluidos"; por el contrario, la riqueza del trabajo etnogrfico consiste en expresar la gama de matices que se ubican
entre los dos polos de las lgicas binarias. Cuestionando los
supuestos bsicos del modelo terico de la desafiliacin, se
presta especial atencin a las relaciones y dinmicas espaciales que despliegan los homeless en el barrio donde se han
instalado. Por otra parte, la exclusin no se circunscribe a un
mbito material. De tal modo, las prcticas de las PSH tambin son analizadas en tanto tcticas emotivas, como la bsqueda de un sentimiento de "normalidad" a partir de la inclusin en un territorio determinado.
En definitiva, las perspectivas desafiliatorias han tenido
tanto xito que orientaron los estudios sobre los procesos de
desventajas sociales hacia las rupturas, silenciando los procesos de recomposicin de redes bajo un contexto de exclusin. Dicho nfasis en las rupturas posee consecuencias
epistemolgicas y polticas. Epistemolgicas porque nos
conduce a interpretar los procesos de desventajas sociales
en trminos de una exclusin que se equipara con individuos aislados. Polticas porque estos enfoques inciden en
las modalidades de intervencin; como veremos en la conclusin, las respuestas polticas propias de un paradigma
como es el de la exclusin son los denominados "Programas

19

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 20

CUADERNOS 22
de Reinsercin". La propuesta subyacente en tales programas consiste en reinsertar en el tejido social a un individuo
que supuestamente se ha desenganchado de las dinmicas
sociales, a un sujeto que aparentemente flotara a la deriva
por fuera de las estructuras sociales.
PROCESOS

dos observo numerosas bolsas, diversas cajas de cartn, libros, peridicos y dems objetos. Me impresiona
enterarme que Rubn duerme all tambin en invierno,
pese al fro. Parece ser que los vecinos lo ayudan constantemente. La trabajadora social me cuenta que en
ms de una ocasin lleg y encontr al hombre comiendo un plato caliente que le haba bajado algn vecino
(17 de Septiembre de 2004)6.
Los lazos regulares en un espacio concreto pueden derivar en redes sociales. Rowe y Wolch (1990) definen a las
redes sociales como la interaccin social de un individuo
con un conjunto finito de gente. La red social es entendida
como un mapa espacial y temporal de interacciones sociales repetidas. Estas interacciones recurrentes ocurren en el
curso del recorrido cotidiano de un individuo a travs del
espacio y del tiempo, dando forma y a su vez siendo conformadas por las redes sociales.
En el caso de quienes disfrutan de un domicilio, las
redes primarias se constituyen a partir de las relaciones que
el individuo genera en los mbitos donde pasa la mayor
parte de su tiempo: en el hogar con su familia, en el empleo
con sus compaeros de trabajo, etc. Vivir en la calle afecta
el tipo de conexin que el sujeto establece con sus redes primarias, pero ello no implica asumir que el sinhogarismo
equivalga al aislamiento social. Por el contrario, el homeless se ve forzado a conseguir recursos dependiendo de las
instituciones sociales y del espacio pblico, lo cual conlleva a que sus redes difieran en cuanto a la composicin y
organizacin social respecto de las redes de quienes poseen
un hogar. A su vez, la formacin de redes trasciende lo
material, implica una tctica emotiva que apunta a conectarse con quienes disfrutan de un domicilio (Rosenthal
1994). En tal sentido, la necesidad de ampliar el crculo de
sociabilidad ms all del vnculo que los une con otros
homeless, debe ser comprendida como un esfuerzo por
lograr cierta sensacin de "normalidad", de inclusin en las
dinmicas barriales. Slo as el sujeto logra soportar emocionalmente el estigma de encontrarse residiendo en la va
pblica.
Son numerosos los ejemplos que demuestran como los
miembros de pera han conformado una serie de redes
enraizadas en el territorio. Tal es as que, al igual que ocurri con las PSH, con el paso del tiempo comenc a ligar los
rostros de nueve vecinos con una identidad e historia de
vida: Andrs vive en un edificio de la calle Arenal que da a
la plaza, Juanjo es quien suele llegar por las noches con
ropa, Antonio es el dueo del bar "El Trbol", las mujeres
que sacan a pasear a sus perritos por pera se llaman Gloria
y Matilde, etc. Por otra parte, el nivel de xito con el que
estos sin techo han entablado redes barriales vara de acuerdo a factores como el tiempo de estada en la calle -cuanto
ms prolongado es el perodo de sinhogarismo en un mismo
terreno, mayores posibilidades habr de establecer redes-,
el grado de movilidad de la persona -los homeless que
adoptan patrones sedentarios dependen ms de las relaciones barriales respecto de quienes constantemente cambian
de sitio-, el tipo de ayudas familiares o de amistades de las

DE REAFILIACIN: ARRAIGO TERRITORIAL Y RELA-

CIONES CON LOS VECINOS DEL BARRIO

El aislamiento social inherente en la nocin de desafiliacin se basa en dos supuestos fuertes: la ausencia de
redes sociales y la falta de arraigo territorial. Pretendiendo
discutir con estas presunciones, en el presente apartado se
detectan los procesos de reafiliacin que surgen en el contexto de calle considerando las redes barriales que las PSH
tejen en los sitios donde se han instalado. Ms concretamente, se indaga en los vnculos que un grupo de PSH ha
logrado establecer con vecinos, empleados y comerciantes
que trabajan en los alrededores de la Plaza Isabel II de
Madrid. Es preciso dejar en claro que las redes barriales de
las PSH tambin se conforman a partir del contacto con
empleados de los recursos sociales para homeless ubicados
cerca de la Plaza Isabel II, as como de la interaccin con
otros sin techo. Sin embargo, por una cuestin de espacio,
tal tipo de conexiones no sern abordadas en este artculo.
Es en el barrio donde se refuerzan los estigmas que
generan una sensacin de distancia social en las PSH. La
violencia explcita, por lo general nocturna contra quien se
encuentra durmiendo en la va pblica, es la modalidad ms
radical de desprecio. No obstante, son ms corrientes otras
formas ms sutiles de rechazo hacia las PSH. Hay miradas,
palabras o gestos, que pueden ser an ms dolorosas que
una paliza. La negativa a compartir un mismo espacio ejemplifica el concepto de estigma, en tanto miedo a la contaminacin (Goffman 2001). El contacto estrecho con quienes son considerados como "marginales" conlleva el peligro de la "infeccin anmica"; la sospecha de infringir
determinadas normas recae en quienes sostienen algn tipo
de relacin con los miembros del grupo que ha sido calificado como "marginal". En consecuencia, "un insider que
tiene trato con unos marginados corre el peligro de perder
estatus en su propio grupo establecido" (Elias 1998:95).
Por consiguiente, al dedicar un anlisis sobre las relaciones que se establecen con los vecinos del barrio, es necesario aclarar que la situacin ms corriente es el desconocimiento mutuo, que no exista trato alguno. No obstante, en
tanto espacio pblico, la calle supone la posibilidad de
comunicarse, un sitio de encuentro. En tal sentido, la cercana fsica es de una importancia evidente: "a mayor vecindad, mayor interaccin social y mayores oportunidades de
intercambio" (Lomnitz 1975:28). La presencia constante en
un terreno genera lazos regulares que a su vez implican
recursos materiales y emotivos: ser visible es particularmente importante para quienes escapan de los servicios
sociales (Quaglia 2005). As lo refleja la siguiente nota de
campo, cuando acompa a una trabajadora social en sus
recorridos por Madrid.
Nos acercamos a Rubn. Me llama la atencin el espacio que este hombre ocupa de la va pblica: unos cinco
metros de vereda. Se instala sobre una cama con sus
respectivas mantas; debajo de la misma y a los costa-

6
Buscando preservar la identidad de quienes han colaborado con esta
investigacin, los nombres de los informantes han sido modificados.

20

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 21

EXCLUSIN SOCIAL, PERSONAS SIN HOGAR Y REDES BARRIALES


bres se ha conformado un vnculo que, si bien sera exagerado calificar como amistad, seguramente podra ser descrito como de simpata mutua. Tambin puede ocurrir que sea
alguno quien cuide de una PSH enferma. Ricardo se codea
con mucha gente de la zona, pues lleva ms de una dcada
en pera. Conversando con un vecino, logr conseguir un
trabajo como empleada domstica a su actual pareja -una
mujer recin llegada de Bulgaria, a quien conoci en los
asientos de la plaza. Los vecinos que pasean a sus mascotas
por la plaza son uno de los grupos con mayores posibilidades de entablar relacin con las PSH. No obstante, tal vez
la imagen ms caracterstica de las relaciones barriales consista en las conversaciones que las PSH tienen con los jubilados que, como ellos mismos, pasan horas en los bancos de
la plaza. Estos ancianos disponen de mucho tiempo, y es
frecuente que acudan a la plaza buscando mitigar el sentimiento de soledad y aburrimiento.
La situacin de las personas que ejercen la mendicidad,
o venden los objetos que rescatan de la basura en puntos
fijos de la ciudad, merece un anlisis aparte. Tal como sostiene Martnez Prez (1997), una de las simplificaciones
que de forma generalizada encontramos en la literatura
sobre redes, consiste en que la mayora de los autores no
incluyen en sus anlisis las relaciones basadas en el conocerse de vista. Y sin embargo, "el usuario del espacio urbano es casi siempre un transente, alguien que no est all
sino de paso" (Delgado 1999:35). No obstante, si no somos
capaces de seguir la propuesta de Simmel (Ibdem) de capturar lo fugaz en el espacio pblico, las situaciones o relaciones de trnsito entre quienes no se conocen o apenas se
conocen, nos perderemos buena parte de las interacciones
diarias de las PSH. De hecho, los homeless habitualmente
adoptan el mecanismo de conocer de vista a determinados
transentes para hacerse con una "clientela". A pesar de no
manejar informacin vital de estas personas, logran desarrollar una relacin cordial. Adems, en ocasiones puntuales el vnculo puede trascender la dimensin monetaria: ya
sea porque la ayuda se traduce en otro tipo de recursos -me
ha tocado constatar cmo el apoyo se materializa en la
entrega de indumentaria, comida para el perro de la PSH,
una revisin mdica gratuita cuando el "benefactor" ejerce
tal profesin, etc.-, o porque con el transcurrir temporal
ambas personas profundizaron su relacin. En tales casos,
la PSH define su actividad en trminos similares a los de un
trabajo. Esto es as no slo por el beneficio econmico que
obtiene, sino tambin por emular el tipo de relaciones
sociales que se generan en dichos mbitos. Para poder ser
identificado y sostener la relacin, es necesario repetir una
rutina; de tal modo, Rowe y Wolch (1990) sostienen que las
actividades asociadas con un espacio fijo, como por ejemplo la mendicidad, reemplazan las redes que se conforman
en los mbitos laborales. A partir de entonces, muchos de
los contactos cotidianos ocurren bajo tal contexto. Al fijar
las interacciones con la comunidad domiciliada en un tiempo y espacio concreto, la PSH experimenta cierta sensacin
de "normalidad". La importancia de la rutina, de la repeticin de las prcticas, reside en la percepcin que genera en
el sujeto la continuidad espacio-temporal de los recorridos
rutinarios (Wolch et al. 1993).
Por otra parte, las relaciones barriales no se reducen a

que disponen -cuando se cuenta con un apoyo familiar no


se torna tan imprescindible generar lazos barriales-, etc7.
Por otra parte, sus redes no estn construidas al azar,
sino dentro de un contexto social especfico: la calle. Por
consiguiente, sus afiliaciones son frgiles, se ven obstaculizadas por diferentes necesidades, como la competicin por
los recursos, el atractivo del escape individual, el proceso
de etiquetacin y el miedo al estigma, las divisiones sociales y frecuentemente los lmites espaciales (Rosenthal
1994). As, por lo general sus redes se ven empobrecidas,
tanto en trminos de bienes materiales como de nmero de
gente dispuesta a compartir con ellos los recursos. Pero
mientras el contexto estructural de sus vidas hace difcil
sostener las afiliaciones, el deseo de mantener o crear relaciones no se ha extinguido como suele sugerirse. La tensin
latente entre los deseos de establecer vnculos y los lmites
intrnsecos asociados con la vida en la calle conllevan a que
las redes de las PSH varen enormemente en cuanto a calidad -en funcin de proveer ayuda emocional-, cantidad cunto apoyo emocional recibe?, qu tan frecuentemente
ve a sus amigos o familiares?-, multiplicidad -el amigo o
familiar provee slo apoyo material o tambin compaa?-,
y simetra -ambas partes intercambian un valor equivalente de ayuda? (Ibdem). Bruno es con toda seguridad quien
posee mayores ayudas en la plaza. Esta situacin se explica, en primer lugar, por ser una de las personas con ms
antigedad en los alrededores -lleva diecisis aos en
pera-; en segundo lugar, su discapacidad fsica -padece las
secuelas de la poliomielitis que lo afect siendo nio- le
impide trasladarse a otras zonas, lo ha forzado a entablar
contactos en el barrio, as como probablemente haya generado una mayor compasin entre los vecinos.
Una noche por semana llega Juanjo con su automvil
cargado de indumentaria y comida. Pero los favores de este
antiguo vecino del barrio no se limitan al plano material;
por el contrario, este hombre fue una figura importante a la
hora de lograr que uno de los integrantes de la plaza tuviese un funeral digno. Otro ejemplo: Carlos se gana la vida
tocando la guitarra en la va pblica, y en determinadas pocas del ao se ubica justo frente al portal donde duermen
algunos de los integrantes de pera. As, entre tales homUn dato sobre la conformacin de redes barriales: en la investigacin
realizada por Muoz con PSH en Madrid (et al. 2003), al preguntar a
quin recurrira en caso de enfermedad, los vecinos ocuparon el segundo puesto. Asimismo, Cohen (et al. 1988) analizan cmo se relacionan
las tcticas de subsistencia y los vnculos sociales de los ancianos que
habitan en el Skid Row de Nueva York. A modo complementario,
compara las relaciones sociales de tales individuos con la sociabilidad
de los ancianos de la comunidad domiciliada. La primera conclusin a
la que llega es que si bien las redes de las PSH suelen ser ms pequeas, este obstculo se suple gracias a la mayor frecuencia con la que
ven a sus conocidos -prcticamente el doble de lo que lo hacen los
dems ancianos. En tal sentido, la cercana fsica juega un papel fundamental, pues es a los vecinos y empleados que trabajan en el barrio
a quienes las PSH recurren cotidianamente. En segunda instancia, los
homeless se mueven en un mundo social ms reducido -la comunidad
domiciliada posee dos o tres cadenas de conocidos, mientras que en el
caso de las PSH las cadenas se reducen a uno o dos mbitos. No obstante, sus cadenas se caracterizan por ser ms largas que la de los
ancianos de la comunidad domiciliada, incluyendo a ms personas en
cada cadena.
7

21

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 22

CUADERNOS 22
muchos aos en la plaza Isabel II y que conoci a sus jefes
en tal contexto. Las ayudas a Bernardo no se limitaron a
proporcionarle un trabajo: sus empleadores incluso le consiguieron el sitio donde, hasta el da de hoy, contina
viviendo. Por otra parte, es muy comn ver a varias personas del grupo girar como satlites alrededor del espacio que
ocupa el kiosco en los perodos que se encuentra abierto.
Dicha situacin se explica por los lazos de amistad que los
unen con los dueos y empleados del local, pero tambin
por la serie de reciprocidades que entre ellos se generan.
Los miembros de la plaza Isabel II conocen todos los
almacenes de la zona. Por lo general, los comerciantes desconfan de esta gente. Las PSH poseen pocos recursos
materiales, pero el problema es ms profundo, implica la
sospecha de que los homeless poseen poco de valor para
intercambiar. A su vez, "el peligro percibido de un intercambio desigual es mayor cuando el lazo es formal o su
naturaleza es de mercado" (Rosenthal 1994:78). El estigma
propio de la condicin de sin hogar acta a modo de una etiqueta que el individuo lleva en su frente, fomentando la
desconfianza. De tal manera, las interacciones entre las
PSH y los comerciantes suelen estar filtradas por las sospechas: "van a robar en vez de comprar, gastarn poco respecto del problema que crean por ser asociados con su
negocio, etc." (Ibdem:78). Pero cuando la PSH logra generar cierta confianza con el empleado que atiende el local,
entonces obtiene un elemento fundamental para su precaria
economa: crdito, vivir de fiado. As lo refleja el siguiente
fragmento de un cuaderno de campo.
Todos se preguntan por qu el bar "El Trbol" contina
cerrado. Comentan que Arturo, el propietario de la
panadera que est a pocos metros, todas las maanas
deja el pan en la puerta del local. Lionel va a ver, y vuelve con la noticia de que efectivamente all est el pan.
Deducen que en cualquier momento "El Trbol" abrir
sus puertas. El problema es que nadie tiene dinero, y
todos esperan pues es en tal sitio donde les fan.
Sebastin menciona la posibilidad de llevarse la bollera, pero luego agrega que se trataba de una broma, que
a Antonio "nunca le hara eso". Pienso que perder la
confianza de Antonio, el dueo del local que les fa, sera
un gran problema para esta gente (17 de Abril de 2006).
A pesar de ello, la inestabilidad econmica ha conducido al fin del fiado en varios locales. De tal manera, los lazos
entre las PSH y los empleados de los comercios, al igual
que muchas otras relaciones que tienen por protagonista a
quienes residen en la calle, son bastante frgiles; no obstante, mientras duran constituyen rutinas y apoyos importantes para su subsistencia cotidiana (Ibdem).
Algunas PSH han logrado profundizar sus vnculos con
los empleados o propietarios de determinados locales de
comida. Ciertas casas de comida rpida representan un sitio
donde aprovisionarse de las sobras, donde conseguir el
peridico y asearse. Por otra parte, varios homeless consiguen "changas" ocasionales en los negocios de la zona.
Pedro, por poner un ejemplo, durante unos meses se dedic
a descargar mercadera y otras tareas en un bar ubicado en
la calle Arenal. Esta situacin demuestra que no es posible
escindir la economa de las redes barriales de los homeless.
Tratndose de un grupo que se caracteriza por presentar

quienes residen en los edificios aledaos. Debido a que la


sociedad controla la mayora de los recursos que las PSH
necesitan para sobrevivir, muchos homeless sobrellevan su
situacin manteniendo conexiones con empleadores,
comerciantes, trabajadores sociales, etc. En definitiva, "las
PSH se esfuerzan por preservar o crear redes de recursos
emocionales tanto como de recursos materiales, las cuales
suelen sobreponerse" (Rosenthal 1994:78). Desde ya que
mantener estas redes supone una cierta habilidad social. De
tal manera, diversos empleados del Ayuntamiento de
Madrid ocupan un lugar importante en la cotidianidad de
las PSH que viven en las inmediaciones de la plaza Isabel
II. La relacin con los barrenderos y jardineros que trabajan
en la zona es ambigua. Por un lado, las PSH suelen protestar sealando que tales empleados municipales son los responsables de las prdidas de sus pertenencias. Por consiguiente, para los homeless es fundamental lograr fundar un
vnculo slido con dichos trabajadores. Los barrenderos
con los que han entablado una relacin estrecha desoyen las
directivas de sus superiores, distinguen las pertenencias de
las PSH -sin confundirlas con la basura-, y respetan los cartones, mantas y dems objetos que encuentran.
Casi todos los miembros del grupo duermen en los diversos soportales del Teatro Real cuya fachada mira hacia la
plaza Isabel II. En lneas generales, las PSH han establecido
un pacto implcito con los empleados de seguridad: deben
instalar sus cartones y recostarse cuando termina la funcin,
as como despertarse relativamente temprano y despejar la
zona de cartones y objetos personales. A cambio, los empleados de seguridad les permiten dormir en la fachada del
Teatro. Por sobre todas las cosas, la presencia de los vigilantes garantiza una cierta proteccin en caso de ataques nocturnos. A su vez, la Plaza Isabel II se encuentra conectada con
el resto de la ciudad a travs de una parada de metro y una
serie de lneas de autobuses. Varias de estas lneas inician sus
recorridos en la plaza, lo cual implica que antes de iniciar un
viaje algunos conductores se toman un tiempo para conversar con quienes all residen. En ms de una ocasin presenci
como determinado empleado llamaba a las PSH por sus apodos o preguntaba por algn tema personal, demostrando tener
un dilogo cotidiano con las PSH de pera. Los empleados
de estos medios de transporte se convierten en un apoyo
importante en invierno, ofreciendo a los homeless dar vueltas de forma gratuita y guarecerse simultneamente del
clima. En pocas puntuales del calendario, durante las pascuas o las fiestas de fin de ao, un mercado de artesanas se
instala en medio de la plaza. Entonces las relaciones se
amplan, las posibilidades de conversar y conseguir beneficios materiales se multiplican. Pude verificar como Bruno
obtena dinero por parte de los diferentes artesanos que atienden los puestos al finalizar la jornada.
Algunos porteros de los edificios que rodean la plaza
pueden ser una fuente de ayuda, o por lo menos constituyen
la posibilidad de entablar una conversacin trivial pero que
supone un sentimiento de inclusin en la dinmica barrial.
Durante los meses de calor, en el extremo sureste de la
plaza se instala un kiosco que vende refrescos. Sus dueos
llevan ms de un lustro en la zona, por lo cual han establecido una relacin profunda con muchas PSH. Uno de los
actuales empleados es Bernardo, un hombre que vivi
22

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 23

EXCLUSIN SOCIAL, PERSONAS SIN HOGAR Y REDES BARRIALES


tores: a) los apoyos que reciben los homeless suelen ser
ineficaces, se circunscriben a la mera adaptacin; b) por
consiguiente, quienes viven en la va pblica se sumergen
en un crculo vicioso que difcilmente logre ser trascendido;
c) los lazos que se generan desde la situacin de calle se
estructuran jerrquicamente; d) sus redes son errticas,
oscilan cual metfora de la constante transformacin del
espacio pblico y la inestabilidad de sus vidas; e) finalmente, la identidad se recompone en funcin del entorno de
exclusin.
Quienes residen en plaza pera han logrado fundar una
serie de vnculos barriales, pero con tales ayudas slo
logran satisfacer la subsistencia cotidiana8. Los lazos que
unen al individuo en situacin de calle con el resto de la
comunidad son dbiles, pero continan existiendo o se
recomponen de acuerdo al nuevo espacio de residencia. El
punto a subrayar es que no alcanzan a crculos sociales ms
amplios que les permitan acceder a los recursos necesarios
para escapar del sinhogarismo (Grigsby et al. 1990). El
apoyo que obtienen de sus relaciones es esencialmente
adaptativo antes que curativo (Snow y Anderson 1993). Lo
que estas redes sociales no logran resolver es el contexto de
pobreza extrema9.
Adems, y como reflejo de la situacin de precariedad
en la que se encuentra el individuo, muchos de los lazos
sociales que se establecen en la calle se estructuran jerrquicamente. Las condiciones de reciprocidad igualitaria
tienden a ser escasas. El contacto permanente con trabajadores sociales, psiclogos y dems empleados de los recursos sociales, son ejemplos de relaciones donde se refuerza
la sensacin de vulnerabilidad, en donde el sujeto no logra
quitarse de encima la etiqueta de PSH. Lo mismo ocurre
con los vecinos, incluso con aquellos que intentan ayudar
de alguna manera, pero que simultneamente adoptan una
actitud un tanto paternalista. Buena parte de estos vnculos
jerrquicos se explican por el estigma asociado con el vivir
en la calle, con la dificultad por lograr un cierto grado de
confianza. Lomnitz define a la confianza como una "variable psicosocial dinmica, que mide la capacidad y voluntad
de dos contrayentes para intercambiar favores e informacin" (1975:209). La confianza constituye el cemento que
cohesiona las redes de los grupos carenciados, y hace posible el intercambio recproco esencial para la supervivencia.
La confianza es la base de la reciprocidad, y esta solo es
posible en un mbito de igualdad socioeconmica: las diferencias econmicas y los desniveles en el status social "son
obstculos al intercambio recproco tan efectivos como la
distancia fsica y social" (Ibdem:212). As, la reciprocidad
depende de dos elementos: la confianza y la cercana fsica.

altas tasas de ingesta de alcohol, los bares de la zona juegan


un papel fundamental en la cotidianeidad de estas personas.
Spradley (1970) o Bahr (1967) plantean algo similar: para
las PSH que llevan aos residiendo en el Skid Row y tienen
problemas con la bebida, la vida social pasa en buena medida por las relaciones que entablan en determinados bares.
Ms especficamente, dos bares ubicados prximos a la
plaza se constituyen como centros neurlgicos en sus vidas.
En ambos casos el empleado o dueo del comercio se
muestra condescendiente con las PSH, los conoce de hace
aos y acepta fiarles. All pueden mirar televisin, recuperar el calor en los meses de fro, recargar el telfono celular, dejar sus pertenencias durante unas horas, asearse, y por
sobre todas las cosas, experimentar una sensacin de "normalidad" al conversar con quien comparte la barra, etc.
Como regla general, cuando no encontraba a la gente en la
plaza saba que deba remitirme a estos bares.
Es evidente que en el bar se sienten cmodos. Me refiero a la posibilidad que este espacio les brinda de relacionarse con otras personas diferentes a las de la plaza,
de pasar desapercibidos. Tal vez sea por eso que no se
sientan juntos, que no conversan entre ellos en tales
momentos. De vez en cuando, alguno comenta una noticia de la televisin con algn cliente; supongo que la
lgica que prima es que para conversar de tales temas
con sus compaeros de desventura tienen el resto del da
(20 de Octubre de 2005).
El alcohol ocupa un lugar importante en las relaciones
que se establecen entre las PSH de plaza pera, pero tambin entre esta gente y ms de un vecino de la zona. No es
casual que muchos de los vnculos entablados por estos
homeless en el barrio se circunscriban a los vecinos con
quienes comparten su aficin por la bebida. Un ejemplo:
Andrs es, sin duda alguna, el vecino con el que ms contacto tienen los integrantes de pera. Este hombre afirma
ser un alcohlico, y que dicho problema lo conduce a recurrentes perodos de desempleo. Si Andrs no termina de formar parte del grupo es gracias a que posee una madre que
soporta sus borracheras estoicamente, sin echarlo del departamento donde viven a metros de la plaza Isabel II. Buena
parte de las relaciones que la gente de pera ha generado
han sido en los dos bares mencionados anteriormente,
donde se han codeado con asiduos bebedores que, a diferencia de ellos, poseen un techo donde resguardarse por las
noches. Tampoco es casual que tres integrantes del grupo de
pera como son Alfredo, Roberto y Federico, hayan conocido a la gente de la plaza bebiendo. Cuando las desgracias
se precipitaron, estos hombres eligieron a la plaza Isabel II
como sitio donde pernoctar dentro del vasto mundo que es
la calle. En definitiva, el alcohol es un factor que no slo
aglutina a quienes duermen en la plaza, sino tambin a estas
PSH con algunos vecinos del barrio.

Al respecto Cohen (et al. 1988) afirma que de cada cinco relaciones
en el Skid Row, ms de tres guardan relacin con el intercambio de
bienes y ayudas de subsistencia.
9
El sinhogarismo es una condicin tan severa, que la afiliacin no incide demasiado en el sentimiento que posee esta gente respecto del control de sus vidas. Es decir, las PSH que disfrutan de ms vnculos tienen mejor salud, obtienen ms recursos, y por sobre todo minimizan las
posibilidades de depresin -no se trata de un tema menor, pues la depresin suele tener efectos devastadores que obstaculizan cualquier posibilidad de finalizar con la situacin de calle. Pero sus sociabilidades no
permiten trascender el crculo de exclusin (La Gory et al. 1991).
8

CARACTERSTICAS DE LAS REDES BARRIALES DE LAS PERSONAS


SIN HOGAR

Afirmar que existen relaciones territoriales no supone


hacer alusin a la calidad de las mismas. Por el contrario,
vivir en la calle supone experimentar un proceso de socializacin ligado con una serie de lmites y estigmas espaciales, entre los cuales vale la pena destacar los siguientes fac23

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 24

CUADERNOS 22
el consiguiente estigma como contrapartida. En el vnculo
que se establece entre la PSH y el vecino que se aproxima
para ayudar, cada uno desempea su papel y adquiere la
legitimidad que le corresponde: sentado en el asfalto, la
PSH agradece humildemente lo que le ofrecen; el vecino,
mirndolo desde arriba pues permanece de pie, se marcha
recubierto de un halo de prestigio. En definitiva, tal como
se expresa en la siguiente nota de campo, las relaciones
sociales existen, pero se encuentren mediadas por las jerarquas y el paternalismo.
A eso de las 24 horas, y mientras camino por la Gran
Va, detecto a Mara sentada en un banco. Una pareja
de turistas deambula por la zona. El hombre par, sac
unas monedas de su bolsillo, y las dej sobre los cartones de la mujer. Mara no estaba mendigando, por lo
cual reaccion diciendo dos veces "no las quiero" -la
segunda se expres gritando-. Pero el turista ya haba
dejado su dinero. Me llama la atencin que la respuesta
automtica del seor -que evidentemente se aproxim
con buenas intenciones- haya sido dejar dinero ante una
persona con aspecto de sin techo, sin siquiera preguntarle si quera el mismo. A pesar de que el turista pretenda ayudar a la mujer, su gesto tambin podra ser
interpretado como terriblemente ofensivo para alguien
que, como en el caso de Mara, rechaza la mendicidad
por considerarla indigna (7 de Marzo de 2005).
El asistencialismo forma parte de un contexto ms
amplio, de una cultura que se organiza sobre la base de una
serie de valores y orientaciones cognitivas que prescriben
cmo la sociedad concibe y acta frente a la pobreza. De
acuerdo con el criterio de normalidad y orden con el cual se
rige, cada sociedad moldea a las poblaciones desfavorecidas
segn su propia imagen, explica su presencia y funcin social
de diferentes maneras, as como adopta distintas estrategias
de intervencin (Bauman 2003). Por lo tanto, el asistencialismo no se limita simplemente a quienes se desempean en los
recursos sociales, sino que tambin abarca a los vecinos, a los
voluntarios de las ONGs, a todos aquellos que, con la mejor
de las intenciones, se acercan a ayudar "a aquel pobre cristo".
El siguiente cuaderno de campo ilustra la reaccin de un
homeless al verme participar en una ONG denominada
"Solidarios para el Desarrollo", la cual gira por diversos puntos de la ciudad durante la noche, ofreciendo caf, sndwiches, y diversos tipos de ayuda a las PSH.
Aparece un hombre cargando una enorme mochila, de
la cual se desprende un saco de dormir. Al verlo, asocio su imagen con la de un turista y no con la de
alguien que pasar la noche en la calle () Con irona, el primer comentario que hizo al verme con el
termo de caf en la mano fue: "pero t qu eres, una
especie de ngel?". Reproduzco este comentario porque creo que dice mucho sobre la visin que algunas
PSH pueden tener sobre los voluntarios, as como el
tono jerrquico subyacente -el ngel es un ser superior
y protector, repleto de bondad, que desciende del cielo
a un paisaje prximo al infierno para ayudar al desvalido. Para este hombre, o por lo menos desde su sentido del humor, yo pareca ser "un termo alado y celestial" (23 de Octubre de 2006).
Las PSH forman parte de dicha cultura asistencial;

De estos dos componentes, el nico que disponen las PSH,


y que por ende deben explotar al mximo, es la proximidad
fsica -el convivir en un mismo espacio-.
Al mismo tiempo, la mayora de las veces los lazos se
caracterizan por un asistencialismo extremo. Abundan los
relatos donde queda claro que las relaciones barriales por lo
general no superan la lgica del dar -rol ejercido por los
vecinos- y recibir -papel que protagonizan las PSH-. As lo
refleja el siguiente fragmento de entrevista con un integrante de pera:
P: Y con los vecinos... qu tal es el trato? R: Bueno
si, con los vecinos pues no hay por el momento muchos
problemas. Y hay muchos que te saludan. Otro te da un
par de cigarros. Y despus hay otras cosas que no se
comprenden. Por ejemplo estar durmiendo y te han
dejado una bolsa de comida. Y no sabes quin, es persona annima. Hay otro vecino que baja, y no s a
donde va l, porque jams nos dice nada. Y te trae
unos calcetines, te trae unos calzoncillos, te trae un
jersey, unos pantalones (Entrevista al Jirafa, 16 de
Marzo de 2005).
De tal forma, los vnculos pierden la dimensin ms
personal, son siempre mediados por una desigualdad material y simblica que, aparentemente, es imposible subsanar
desde el lugar que ocupan las PSH. La relacin asimtrica
ubica a los homeless en una posicin en la cual slo pueden
recibir. Vivir en la calle supone lidiar cotidianamente con
un sentimiento de estigma y de baja autoestima, el cual en
gran parte es consecuencia de un proceso de socializacin
que se organiza sobre la base de la siguiente enseanza: la
PSH no tiene nada para dar, es un mero receptor de la caridad ajena. Bajo tal premisa, Rowe y Wolch (1990) sostienen que si bien afrontar con xito las necesidades cotidianas a partir de actividades como la mendicidad puede ser
una fuente de autoestima positiva, la identidad que as se
refuerza es la de uno mismo como un simple "receptor" -se
remarca el elemento pasivo, la relacin jerrquica-. Como
nos ense Marcel Mauss (en Godelier 1988) al reflexionar
sobre la economa del Don, todo intercambio encierra una
dinmica de poder. El que da siempre est en una situacin
de superioridad. La mano que da siempre se ubica arriba de
la que recibe, al dar se descubren las jerarquas.
Extendiendo la misma lgica, Sahlins nos recuerda que "los
regalos hacen esclavos" (1976:250).
La reciprocidad que se establece entre las PSH y sus
ocasionales benefactores, en buena medida escapa al marco
terico propuesto por Sahlins (Ibdem) respecto del intercambio. Esta reciprocidad no se genera entre unos familiares que no buscan rdito alguno al intercambiar, por lo cual
no puede ser catalogada como generalizada; tampoco implica la bsqueda de un beneficio material por parte de los dos
componentes del intercambio, motivo que lleva a rechazar
la posibilidad de etiquetarla como equilibrada o negativa.
La imagen de quien se desprende de unas monedas, frente
a otro individuo que se limita a agradecer el acto de desprendimiento, ms bien recuerda a Mauss (en Godelier
1988) y sus escritos sobre el Potlatch. De tal manera, el
donante pierde algo de dinero -poco- y obtiene reconocimiento a cambio; mientras que la PSH consigue algo de
dinero -poco- perdiendo bastante de autoestima, soportando
24

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 25

EXCLUSIN SOCIAL, PERSONAS SIN HOGAR Y REDES BARRIALES


otro tipo de cuestionamientos: las visiones de "los excluidos"
como seres aislados en buena medida son consecuencia de
las metodologas con las que suelen trabajar los tericos de la
desafiliacin -las encuestas sociolgicas o psicolgicas-, as
como responden a una perspectiva institucional de las relaciones sociales. Por consiguiente, a modo de hiptesis se sostuvo que el xito rotundo de las teoras de la exclusin ha
supuesto una atencin desmesurada sobre los procesos de
ruptura, impidiendo considerar cmo los lazos sociales se
recomponen en un contexto de penurias.
Es por ello que el objetivo del artculo ha consistido en
analizar los procesos de reafiliacin de un grupo de PSH.
De tal modo, el segundo apartado fue organizado buscando
describir la conformacin de redes barriales en plaza pera.
Los vnculos que las PSH tejen en dicho territorio, conectndose con determinados vecinos que residen o trabajan en
los alrededores, les facilitan la subsistencia material, les
permiten una cierta adaptacin emotiva a partir de la cual
lidiar con el dolor inherente a residir en un espacio estigmatizado como es la calle.
Sin embargo, afirmar que existen redes sociales no es
sinnimo de elogiar a las mismas. Es por ello que el ltimo
apartado supuso caracterizar las redes territoriales de las
PSH en plaza pera. La cotidianidad en un entorno repleto
de lmites espaciales y materiales, as como altamente estigmatizado, implica un proceso de socializacin segn el cual
los vnculos sociales tienden a: circunscribirse a la mera
subsistencia; ser ineficaces en cuanto a la posibilidad de
conectarse con recursos que les permitan acabar con la
situacin de sinhogarismo; estructurarse jerrquicamente. A
su vez, las redes que se crean son errticas, frgiles e inestables. La identidad y los lazos sociales se recomponen en
un contexto particular, como es la calle. El grado de repeticin de los sucesivos recorridos cotidianos incide en la conformacin de la identidad personal. Cuanto ms se reiteran
dichos itinerarios, ms peso tendrn en la definicin del
self. El punto es que las rutinas que ms se repiten son las
que caracterizan al mundo social de los homeless: el contacto permanente con otras PSH; la conexin con algunos
vecinos o con los empleados de los recursos sociales, basada en una serie de jerarquas que posicionan a la PSH en
una situacin de inferioridad, etc. Cuando pasan los aos,
dicho proceso de reafiliacin conlleva a que la identidad se
recomponga en funcin del entorno de exclusin; a partir de
entonces, el crculo que encierra al sujeto en la situacin de
calle termina de cerrarse.
Tal como se sostuvo anteriormente, interpretar los procesos de desventajas sociales en trminos de desconexin
extrema no slo supone consecuencias epistemolgicas,
sino tambin polticas. El discurso oficial -el de los trabajadores, psiclogos y educadores sociales del Ayuntamiento
de Madrid- suele plantear que los procesos de reinsercin
pasan por el ingreso de las PSH en la esfera de los servicios
sociales, para que luego sigan el itinerario trazado por los
expertos en la materia. Desde tal lgica, quienes rechazan
la relacin con dichos recursos son tildados como individuos "cronificados"; es decir, se los imagina como personas
que no lograrn escapar del sinhogarismo, hombres solitarios a la deriva por la ciudad. La paradoja reside en que son
las redes sociales que las PSH han tejido en el barrio las que

ms an, desde su cada en desgracia, si no antes, iniciaron un proceso de socializacin centrado en dichas pautas
paternalistas. De tal manera, muchos de estos sujetos
adoptan el rol que les ha sido asignado en la relacin asistencial. Ello es visible en cmo, en ms de un caso, los sin
techo buscan aprovechar hasta las ltimas consecuencias
la buena voluntad de determinados conocidos que se erigen como una "especie de padrinos". Me refiero a personas que disfrutan de un domicilio y que actan como
benefactores de determinados homeless10. Claro que
dichas relaciones son bastante efmeras, acaban de forma
unilateral en el mismo instante en que el benefactor se
cansa de su rol. De tal manera, las redes suelen ser errticas, lo cual implica una inestabilidad permanente. Debido
al espacio en el que viven, las redes y las rutinas cotidianas apuntan a cubrir las necesidades inmediatas. Es as
que muchos contactos se pierden, llevando a la necesidad
de localizar nuevas fuentes de apoyo, lo cual a su vez desva energas respecto de posibles estrategias que apunten
al largo plazo. El resultado es la prolongacin del sinhogarismo y una transformacin de la identidad y la autoestima (Rowe y Wolch 1990).
Paso frente al bar "El Barrilete" y lo veo cerrado.
Cuando se lo comento a Bruno, me responde que ya
hace unas semanas que lo han cerrado pues perdan
dinero. Atribuye la mala gestin a la forma en que se
comportaban los empleados -permitan que demasiadas PSH pasen el da entero en el local-. En todo caso,
as ha concluido una de las fuentes de apoyo para ms
de una PSH, lo cual refleja cmo la evolucin de la va
pblica condiciona la vida de esta gente. En tal bar
haban logrado unas redes de subsistencia y cotidianidad. Con el cierre, se ven forzados a encontrar un espacio similar: a generar nuevos lazos en otro comercio en
donde puedan conseguir dinero a cambio de algn trabajo puntual, poder consumir gracias al fiado, un espacio que permita diseccionar el da y escaparle al tedio
de la calle, etc. (5 de Octubre de 2006).
A

MODO DE CONCLUSIN: CONSECUENCIAS POLTICAS DE

INTERPRETAR LOS PROCESOS DE DESVENTAJAS SOCIALES EN


TRMINOS DE DESAFILIACIN

Como se sostuvo a lo largo del artculo, las teoras sobre


la exclusin social y los modelos de explicacin del sinhogarismo coinciden en un punto: la nocin de desafiliacin
estructura el modo en que ambas interpretan los procesos de
desventajas sociales. De tal manera, la exclusin es concebida como el quiebre de las sociabilidades primarias, como una
falta de arraigo territorial que genera la desconexin de determinados individuos respecto de las estructuras sociales. En el
primer apartado se realizaron algunas crticas a los enfoques
basados en la desafiliacin. En primer lugar, no todas las
PSH se encuentran tan desconectadas de los vnculos sociales primarios como suele afirmarse. Pero el acento recay en
10
Escudero Carretero (2003) menciona la existencia de protectores en
el caso de ms de una mujer sin hogar. De modo similar, Cohen (et al.
1988:63) plantea que "en algunos casos, la formacin del grupo gira
en torno a la figura de un padre que provee asistencia a los hombres
de la calle".

25

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 26

CUADERNOS 22
La Gory, M.; Ferris J. R. y Fitzpatrick, K.
1991. Homelessness and affiliation. Sociological Quarterly
32,2:201-218.
Liebow, E.
1993. Tell them who I am. The lives of homeless women. New
York, Penguin books.
Lomnitz de Adler, L.
1975. Como sobreviven los marginados. Mxico D. F., Siglo
XXI.
Martnez Prez, A.
1997. La Gran Va o la etnografa de un paseo. Tesis Doctoral,
Facultad de Filosofa y Letras, Universidad
Complutense de Madrid, MS.
Muoz, M.; Vzquez, C. y Vzquez, J. J.
2003. Los lmites de la Exclusin. Estudio sobre los factores
econmicos, psicosociales y de salud que afectan a las
personas sin hogar en Madrid. Madrid, Tmpora y Caja
Madrid.
Paugam, S.
2007. Las formas elementales de la pobreza. Madrid, Alianza.
Quaglia, M.
2005. Lespace public, scne de la vie quotidienne des personnes sans domicile En: Les SDF visibles, proches, citoyens pgs. 119-178. Ballet, D. (Dir.). Pars, Presses
Universitaires de France.
Rosenthal, R.
1994. Homeless in Paradise. A map of the terrain. Philadelphia,
Temple University Press.
Rowe, S. y Wolch, J.
1990. Social Networks in Time and Space: Homeless Women
in Skid Row. Annals of the Association of American
Geographers 80,(2):184-204.
Sahlins, M.
1976. Economa Tribal. Neo-evolucionismo o Marxismo? En:
Antropologa y Economa pgs. 223-259. Godelier, M.
(Comp.). Barcelona, Anagrama.
Silver, H.
1994. Exclusin social y solidaridad social: Tres paradigmas.
Revista Internacional del Trabajo 133,5-6:607-662.
Snow, D. y Anderson, L.
1993. Down on their luck. A study of homeless street people.
Los Angeles, University of California Press.
Spradley, J. P.
1970. You owe yourself a drunk. An ethnography or urban
nomads. Illinois, Waveland Prees.
Vilasagra Ibarz, J.
2000. Los debates sobre pobreza urbana y segregacin social en
Estados Unidos. Scripta Nova 76 (4). Revista
Electrnica de geografia y Ciencias Sociales
Wolch, J.; Rahimian, A. y Koegel P.
1993. Daily and periodic mobility patterns of the urban homeless. Professional Geographer 45,(2):159-169.
Wolch, J. y Rowe, S.
1992. On the streets: mobility paths of the urban homeless. City
and Society 6,(2):115-140.

les permiten evitar el contacto con los servicios sociales. Es


decir, es su estructuracin en un territorio puntual el que los
lleva a sobrevivir y adaptarse al entorno, as como les dificulta iniciar lo que dicho discurso oficial denomina como
"un proceso de reinsercin social".
BIBLIOGRAFA
Abrahamson, P.
1997. Exclusin social en Europa: vino viejo en odres nuevos? En: Unin Europea y Estado de Bienestar pgs.
117-141. Moreno, L. (comp.). Madrid, Concejo de
Investigaciones Cientficas (CSIC), Instituto de
Estudios Avanzados.
Bahr, H.
1973. Skid Row: An introduction to disaffiliation. New York,
Oxford University Press.
Bahr. H.; Sternberg, D. y Caplow, T.
1967. Drinking, Interaction and Identification: notes on socialization into Skid Row. Journal of Health and Social
Behavior 8,(4):272-285.
1968. Homelessness En: Enciclopedia Internacional de las
Ciencias Sociales pgs. 613-618. New York,
Macmillan.
Bauman, Z.
2003. Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona,
Gedisa.
Cabrera Cabrera, P. J.
1998. Huspedes del aire. Sociologa de las personas sin hogar
en Madrid. Madrid, Universidad Pontificia de Comillas.
Castel, R.
1997. La metamorfosis de la cuestin social. Buenos Aires,
Paids.
Cohen, C.; Teresi, J.; Holmes, D. y Roth, E.
1988. Survival strategies of older homeless men. The
Gerontologist 28,1(Feb.):58-65.
Delgado, M.
1999. El animal pblico. Barcelona, Anagrama.
Elas, N.
1998. Ensayo terico sobre las relaciones entre establecidos y
marginados En: La civilizacin de los padres y otros
ensayos pgs. 79-138. Elas, N. Bogot, Norma.
Escudero Carretero, M. J.
2003. Mujeres sin hogar en Granada. Un estudio etnogrfico.
Granada, Universidad de Granada, Instituto Andaluz de
la Mujer, Coleccin Feminae.
Gaulejac, V. y Taboada Lonetti, I.
1994. La lutte des places. Insertion et dsinsertion. Marseille,
Ed. Hommes et Perspectives.
Godelier, M.
1988. El enigma del Don. Barcelona, Paids.
Goffman, E.
2001. Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires,
Amorrortu.
Grigsby, C.; Bauman, D.; Gregorich, S. E. y Roberts-Gray, C.
1990. Disaffiliation to entrenchment: a model for understanding
homelessness. Journal of Social Issues 46,(4):141-156.

26

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 27

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

MIRADAS DE LA ETNOGRAFA Y LA ANTROPOLOGA SOBRE EL TRABAJO DOMSTICO Y


ASALARIADO ENTRE LOS CHAN: UNA REVISIN CRTICA
Sebastin Carenzo*
RESUMEN:
Este artculo presenta resultados de una investigacin sobre transformaciones en las economas domsticas Chan de
Campo Durn, Salta. Reconstruye el proceso de vinculacin con los mercados de trabajo asalariado y artesanal, a partir de
la recuperacin de las distintas miradas que la etnografa y la antropologa tuvieron sobre estos procesos.
PALABRAS CLAVE: Pueblos indgenas - Trabajo asalariado - Produccin Artesanal
ABSTRACT:
This article presents results of a research on transformations in the Chanes domestic economies of Campo Durn, Salta.
It reconstructs the process of linking with the markets of wage-earning and handcrafted work, from the recovery of the different looks that the ethnography and the anthropology had on these processes.
KEY WORDS: Indigenous peoples - Wage-earning work - Handcrafted production

INTRODUCCIN
Como ocurri con la mayora de los pueblos indgenas
localizados en el umbral del Chaco, la insercin de las economas domsticas Chans en la dinmica de produccin
capitalista se dio en forma relativamente tarda, a travs de
un proceso muchas veces traumtico que asegur la creciente mercantilizacin de su fuerza de trabajo en obrajes e
ingenios azucareros en un principio, luego en las grandes
fincas destinadas a la produccin hortcola y ms recientemente en la industria del gas y petrleo. Una abundante literatura da cuenta de los procesos histricos de captacin de
la fuerza de trabajo indgena, as como de las transformaciones estructurales y coyunturales en las cuales estos procesos tenan lugar (Trinchero y Leguizamn 2004;
Trinchero 2000; Gordillo 1995; Trinchero 1992; Gordillo
1992).
Este trabajo aporta una perspectiva diferente para dar
cuenta de este proceso, focalizando en el proceso de construccin de diferentes miradas desarrolladas desde la etnografa y antropologa acerca de la relacin entre trabajo asalariado y domstico en el pueblo Chan. Desde las primeras
etnografas realizadas a inicios del siglo pasado, hasta trabajos recientes se evidencia una preocupacin sobre la
cuestin del "cambio cultural". Por ello considero relevante historizar este proceso en la produccin acadmica, ya
que buena parte de las concepciones all desarrolladas fueron cimentando algunos de los supuestos actualmente
vigentes a nivel del sentido comn respecto de la relacin
de los pueblos indgenas con el trabajo asalariado y la labor
domstica asociada a la produccin de artesanas.
El enganche de los indgenas Chan como peones o jornaleros ha representado una cuestin incmoda de abordar
para buena parte de la literatura especializada. Los autores

relevados coinciden en afirmar que el conchabo constituy


una de las principales vas de contacto con la sociedad
nacional. Sin embargo las posiciones respecto a las consecuencias de este proceso son ms heterogneas. Algunos lo
consideran un factor de desintegracin de las culturas nativas, mientras que otros sealan que por el contrario ha
resultado en la creciente integracin no solo econmica
sino incluso poltica de los pueblos indgenas. En forma
complementaria, otro debate que se expresa a nivel de la
literatura concierne a la produccin de artesanas indgenas
y su creciente mercantilizacin. A diferencia de lo que ocurre con el trabajo asalariado, la labor artesanal supone una
mayor regulacin de la actividad por parte de las unidades
domsticas e incluso de las comunidades. En tal sentido el
debate presenta posiciones encontradas entre quienes consideran que la mercantilizacin supone la destruccin de su
patrimonio cultural tradicional, y quienes por el contrario
ven en esta produccin una oportunidad por ganar espacios
de autonoma no solo econmica, sino tambin poltica.
Mi esfuerzo est volcado en reconstruir en paralelo
estas dos miradas elaboradas por el mundo acadmico hasta
la dcada de 1980, tanto en lo que hace a los procesos de
vinculacin de los indgenas con el trabajo asalariado,
como aquella otra que presta atencin a su participacin en
circuitos de comercializacin artesanal. Para esta tarea revisar principalmente literatura especfica sobre distintas
dimensiones de la vida de las poblaciones Chan, y cuando
se justifique incluir tambin referencias etnogrficas sobre
otros pueblos de la regin chaquea.
ACULTURACIN

Y TRABAJO ASALARIADO.

LAS

PRIMERAS

ETNOGRAFAS

La literatura etnogrfica producida desde los primeros


decenios del siglo pasado hasta la dcada del sesenta se
refiere principalmente a poblaciones consideradas netamente "chaqueas" tales como Wichs, Tobas, Pilags y
Chorotes. En menor medida aparecen mencionados los

* Seccin de Antropologa Social, Instituto de Ciencias


Antropolgicas, FFyL - UBA, [email protected]
27

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 28

CUADERNOS 22
grupos Chiriguanos, mientras que las referencias a los
Chan son en comparacin escasas y fragmentarias. La
influencia "andina" atribuida a estos ltimos los posicionaba en el mapa etnogrfico de aquel entonces en un lugar
liminar respecto de grupos cazadores-recolectores chaquenses y las culturas agrarias de los valles intermontanos, puna y altiplano (Kersten 1905; Nordenskiold 1912;
Mtraux 1930, posteriormente Palavecino 1948-1949 y
Palavecino y Milln 1955).
Esta configuracin del universo etnogrfico aporta elementos sumamente interesantes para recuperar la mirada
que estos primeros investigadores construyeron acerca del
proceso de incorporacin de la mano de obra indgena en
explotaciones capitalistas. En general, se trataba de empresas agroindustriales vinculadas al cultivo y procesamiento
de la caa de azcar, que desde fines del siglo XIX motorizaban el desarrollo de una economa regional orientada
bsicamente en explotacin intensiva de recursos naturales
con escaso nivel de tecnificacin y alta demanda de mano
de obra estacional durante la poca de la zafra (Manzanal
1996).
Esta mirada tambin tomaba posicin respecto de la
relacin de la expansin de esta industria con la progresiva
aculturacin de los grupos indgenas. El tono de los textos
remite a un cierto fatalismo, que posicionaba a estos etngrafos como los ltimos testigos de estas culturas que tarde
o temprano estaban destinadas a desaparecer o fundirse en
la sociedad nacional. El empleo del trmino aculturacin
remite en s a un marco analtico donde la "cultura" es
entendida en forma esttica, expresada en un conjunto de
objetos, prcticas y smbolos que configuran un stock fijo.
De este modo la prdida de estos elementos supone su
reemplazo por otros provenientes de una cultura dominante, en este caso la sociedad nacional.
EL

siva e ineluctable aculturacin. Ambas tesis constituyen el


plano de fondo desde donde interpretar las referencias que
aparecen en las primeras etnografas acerca del vnculo de
la poblacin Chan con este proceso.
MERCADO DE TRABAJO Y SUBSISTENCIA
En el fragmento citado, Mtraux seala que el abandono de la "vida miserable" que caracteriza la subsistencia de estos chiriguanos en el rido chaco boliviano
representa la principal motivacin para conchabarse en
los ingenios argentinos. La vinculacin entre una vida
llena de privaciones y el desarrollo de una economa de
caza y recoleccin ha sido un supuesto ampliamente
difundido entre buena parte de los etngrafos que estudiaron sociedades cazadoras-recolectoras hasta tiempos
relativamente recientes1. Siguiendo el argumento del
autor, la mercantilizacin de su fuerza de trabajo en los
ingenios les garantizaba el acceso a bienes materiales
propios de la sociedad occidental. Estos objetos y bienes
de consumo resultaban atrayentes en comparacin con la
rigurosidad de la subsistencia en un medio tan hostil
como los bosques secos del Chaco.
Esta misma idea es recuperada por Palavecino (1962),
sealando que las severas restricciones que impone el
medio en estos ambientes limitan el desarrollo de una economa basada exclusivamente en el aprovechamiento estacional de los recursos silvestres del monte. Pero adems
elabora una teora sobre las motivaciones de los indgenas
para buscar empleo en la zafra. Palavecino considera que
el empleo estacional resulta una actividad compatible con
la "cultura nativa", en tanto se integra temporalmente con
los ciclos de abundancia estival y escasez invernal que
caracterizan la productividad de los ecosistemas chaqueos. As, durante el rido invierno
"...el indio debe apretar su cinto y contentarse con lo
que encuentra mariscando aqu y all" (1962:381) por
ello buscan conchabarse en los ingenios. Luego
durante la poca de la algarroba "...el trabajo de los
ingenios disminuye y permite que la mayor parte de
las tribus retornen a sus territorios nativos"
(1962:383).
Este argumento sostiene la distincin entre pueblos
cazadores-recolectores y pueblos agricultores respecto de
su "compatibilidad" con el trabajo asalariado. Palavecino
sostena que a diferencia de los cultivos, donde es necesario planificar las etapas de la produccin, estimar los rendimientos de los alimentos, y realizar su consumo en forma
diferida del momento de la produccin; el producto de las

TRABAJO ASALARIADO ENTRE CAZADORES-RECOLECTORES

Y AGRICULTORES

El prestigioso etngrafo Alfred Mtraux escribe en


1932 el siguiente fragmento referido a la dinmica migratoria que evidenciaban grupos guaranes procedentes de
Bolivia ingresaban en el noroeste argentino:
disgustados de la vida miserable que llevaban en el
Chaco boliviano, vienen a conchabarse en los ingenios
donde se les considera como obreros preferidos.
Algunos vuelven con los bienes que lograron juntar
pero muchos otros se radican en la Argentina donde
paulatinamente se fundirn con la poblacin mestiza
(1932:183).
Este fragmento resulta revelador de las dos principales
tesis que orientaban las miradas e interpretaciones acerca de
este proceso, que con escasas variaciones presentan continuidad en buena parte de la literatura actual sobre las culturas indgenas del norte argentino y sus manifestaciones culturales. Estas tesis pueden sintetizarse del siguiente modo:
por una parte seala que el tipo de insercin en el mercado
de trabajo es dependiente del modo de subsistencia caracterstico de cada cultura, y por otra que su incorporacin en el
mercado de trabajo resulta indefectiblemente en su progre-

Recin la aparicin del clebre estudio de Lee y DeVore (1968) sobre


los bosquimanos !kung permiti comenzar a reconsiderar en profundidad ciertas categoras en relacin a los grupos cazadores recolectores
(fundamentalmente en cuanto a eficiencia input/output energtico) al
mismo tiempo que instaur para con estas sociedades la imagen de
bandas mviles, de baja demografa e igualitarias. Sin embargo, cada
vez ms estudios sobre grupos de caza y recoleccin indican la variabilidad posible de su complejidad social, presentndolos incluso con
caractersticas similares a las de grupos con economa de produccin
(Schnirelman 1994).

28

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 29

MIRADAS DE LA ETNOGRAFA Y LA ANTROPOLOGA SOBRE...


actividades de pesca, caza y recoleccin permite la satisfaccin inmediata de las necesidades alimentarias del individuo o grupo. En este sentido, para Palavecino el trabajo
asalariado constituye una prctica compatible con la cultura de los nativos chaquenses:
Normalmente el indgena chaquense entre las tareas
que el blanco le ofrece, elige siempre el trabajo a jornal. En realidad estos menesteres permiten al indgena
el goce inmediato del fruto de sus esfuerzos en condiciones que asemejan a la caza. Mediante el trabajo a
destajo el indgena "caza" su jornal. (1962:384)
Como evidencia el relato, el empleo en los ingenios a
travs de pago de un jornal (en dinero o especies) supone
una analoga con el usufructo inmediato de los productos de
la caza. Por esta razn sera una actividad elegida por los
indgenas entre aquellas que el blanco le ofrece.

su ausencia poda ocasionarle no le importaba absolutamente nada al lado del gusto de comer la carne que
haca mucho tiempo no probaba. Ese indio, alejado ya
desde haca muchos aos de la vida silvestre, que acaso
nunca vivi en pleno como sus padres, que saba leer y
escribir, senta a su manera, el llamado de un pasado
ancestral cuyo regusto aoraba de tiempo en tiempo.
(1962:384).
A primera vista el relato mantiene un tono de reproche
moral ante el comportamiento desaprensivo de este agricultor, en tanto abandonar la reduccin durante la cosecha
implicaba malograr meses de esfuerzo previo2. Sin embargo, hacia el final el relato presenta una velada justificacin
del comportamiento de este "indio" que "senta a su manera el llamado de su "pasado ancestral". No se trata entonces
de un comportamiento "negligente" a secas, sino de la vvida atraccin que, an para este indgena "aculturizado" que
"saba leer y escribir" y que estaba "alejado desde haca
muchos aos de la vida silvestre", le provoca la reactualizacin del ethos profundo de su cultura cazadora-recolectora. El relato reafirma entonces la analoga existente entre
los "retornos inmediatos" obtenidos por medio de la cazarecoleccin y del trabajo asalariado, al tiempo que impugna
los intentos por incoporar prcticas ajenas a sus "pautas culturales".

EL TRABAJO DE LOS BLANCOS COMO VA DE ACULTURACIN


Como vimos recientemente tanto Mtraux como
Palavecino coinciden en sealar la relacin entre trabajo asalariado y estacionalidad de las prcticas de los cazadoresrecolectores. Sin embargo, presentan importantes diferencias
en relacin a las consecuencias que la profundizacin de este
fenmeno tendr para las poblaciones indgenas.
Para Mtraux resultaba evidente que la participacin de
la poblacin indgena en la vida de los ingenios determinaba su progresiva e ineluctable mixtura con los criollos. En
un texto posterior se refiere a poblaciones que debido a la
escasez y hambruna que sufren durante la prolongada estacin seca, migran hacia los ingenios de Jujuy y Salta para
trabajar como peones; para luego afirmar que estos "...contactos con la "civilizacin" estn destruyendo las culturas
aborgenes, y su poblacin nativa est decreciendo rpidamente" (1946:205). Como puede advertirse, para el autor
lejos de una integracin armnica, la profundizacin del
contacto implicaba socavar inevitablemente las bases materiales y simblicas de las culturas nativas.
Si bien Palavecino (1962) tambin consideraba que el
proceso de aculturacin era irreversible, su posicin expresaba la postura que asume el indigenismo despus del congreso de Pzcuaro de 1944. En tal sentido, consideraba
posible garantizar una integracin tutelada de las poblaciones nativas en la sociedad nacional. Incluso destacaba el rol
central que las instituciones acadmicas deban jugar, proveyendo orientacin cientfica al proceso. De este modo se
evitara el sin sentido de forzar a que los cazadores-recolectores chaqueos adopten formas productivas extraas a
sus pautas culturales, tales como los intentos de introducir
la agricultura en pueblos cazadores-recolectores. Para ilustrar esta aseveracin Palavecino refiere a una ancdota por
dems elocuente, que narra un hecho que le toc presenciar
personalmente:
la lacrimosa protesta de un toba ante el administrador de la Reduccin Civil Bartolom de las Casas cuando este funcionario le neg el permiso para ir a cazar
cerdos monteses. Este desaprensivo agricultor, estando
en plena cosecha de su chacra de algodn pretenda
abandonarla sin ninguna preocupacin. La prdida que

LAS

PRIMERAS MIRADAS SOBRE EL TRABAJO ASALARIADO

CHAN
Como vimos recientemente el trabajo asalariado era
considerado una actividad que se integraba al ciclo de subsistencia de las culturas de cazadores-recolectores chaquenses. Sin embargo, esto no era as en relacin a los Chan, a
quienes se los consideraba bsicamente agricultores, con
capacidad para desarrollar cultivos de escala y acopiar granos. Esta condicin se asociaba a la influencia de grupos
andinos iniciada en forma previa a su posterior sojuzgamiento por grupos guaranes. Adems de estas habilidades,
los Chan haban incorporado otros rasgos caractersticos
de las altas culturas de los andes, tales como una refinada
alfarera y tambin ritmos e instrumentos musicales
(Nordenskiold 1912, Mtraux 1930, Palavecino 1948,
Palavecino y Milln 1955).
El posicionamiento de los Chan como "cultura agrcola" pudo haber influido en el tratamiento superficial que
estos autores brindaron a la cuestin del trabajo asalariado.
La mayor eficiencia y estabilidad de un modelo productivo
basado en la agricultura, era sinnimo de una mayor autonoma respecto del "conchabo" al que deban recurrir los
grupos chaquenses, al menos durante la estacin seca. En
este sentido es interesante recuperar una aguda observacin
realizada por Nordenskiold respecto de la produccin agrcola en las aldeas Chan: "Quand les greniers sont pleins de

ENTRE LOS

2
Como seala Gordillo (2006) la vida en las reducciones pretenda
socializar a los indgenas en las instituciones de la sociedad blanca, en
este caso a travs de la adopcin de prcticas productivas y de comercializacin que los asimilaban los colonos blancos y criollos que se
haban asentado en sus antiguos territorios.

29

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 30

CUADERNOS 22
particular los trabajos de Nordenskiold y Mtraux ofrecen
detalladas descripciones del proceso de elaboracin de la
alfarera Chan, a la que consideran representativa de una
cultura "superior" a la del resto de las etnias chaquenses.
Pero por sobre todo remarcaban la "autenticidad" de sus
producciones, en tanto expresaban la riqueza de un patrimonio cultural que an encontraban relativamente resguardado de la influencia de la sociedad blanca. Como sealaba
Nordenskiold respecto de la cermica de Chiriguanos y
Chans: "Il est certain aussi que plus les Indiens sont "civiliss", plus le industrie artistique sattenue" (1912:210).
Entre 1938 y 1943 Palavecino realiza diversos viajes de
campo al Chaco salteo donde visita a grupos Chan en
Tuyunti, Iquira y la costa del ro Itiyuro (hoy Campo
Durn). A sus ojos le sorprenden "los avances de rasgos
culturales tomados en prstamo" como la vestimenta tipo
europea y la construccin de muebles y viviendas de planta rectangular y techo a dos aguas como sus vecinos criollos
se imponen en ritmo creciente. Sin embargo, por otra parte
seala que "en contraste" evidencian "un notable desarrollo de la alfarera nativa" cuyos motivos "florecen en
modelos tradicionales". El autor remarca que esta prctica
junto a la agricultura del maz, la inhumacin de cadveres
en urnas bajo las viviendas y la elaboracin de mscaras
rituales representan rasgos autnticamente nativos que perviven "sumergidos en la marea de lo forneo" (Palavecino
1949).
Palavecino realiza una profunda observacin en torno a
las transformaciones evidenciadas en la actividad artesanal,
sealando que la tcnica del modelado constituye el rasgo
que permanece intacto. En cambio las formas y la decoracin han sido alteradas para satisfacer "las exigencias de la
clientela blanca", en un registro contrapuesto a la conservacin de la esttica indgena "tradicional":
es una deplorable aunque incipiente epidemia de
mal gusto, que amenaza con extinguir un bello arte
genuinamente aborigen, casi milagrosamente conservado en un ngulo olvidado de nuestro territorio.
(Palavecino 1949:11)
En forma complementaria, este autor registra el "gusto"
de los "indios" por ciertos objetos caractersticos de la esttica del blanco (en particular la vestimenta), que es interpretada como un claro indicador del proceso de aculturacin que se estaba desarrollando. As en referencia al vestir
de los varones Chan, seala: "con sus trajes ordinarios y
poco cuidados tienen una apariencia ms bien ciudadana y
proletaria que contrasta con el ambiente rural y casi silvestre en que viven" (1949: 12). El contacto con la sociedad
blanca amenazaba la "autenticidad" de las manifestaciones
culturales de los Chan en dos sentidos complementarios.
Por una parte, modificando sus patrones estticos como
requisito para su comercializacin y por otra en tanto son
los propios indgenas quienes se apropian de los modelos
culturales del blanco. As, la incorporacin creciente de rasgos ajenos (en rubros como alimentacin, vestimenta, habitacin, etc.) favorecera la prdida de tradiciones y patrones
culturales propios, empobreciendo sus manifestaciones.
Como sntesis de este primer apartado puedo sealar

mais, lindien est fier et arrogant, il se moque des blancs et


de leur opresin et misre. Quand le grenier est vide, il est
accabl et sombre." (1912:207). De esta forma un "granero
lleno" generaba un sentido de arrogancia y orgullo con respecto a la opresin y miseria de los blancos, actitud que
contrastaba con el abatimiento que provocaban los graneros
vacos, ya que su autonoma se encontraba cuestionada.
Ms all de esta valiosa observacin, la obra de
Nordenskiold incluye escasas referencias sobre la ocupacin de indgenas Chan en las actividades del blanco, limitndose mencionarlas en forma tangencial como parte de
las tareas especficamente masculinas. Sin embargo, casi
tres dcadas ms tarde el trabajo con los blancos haba dejado de constituir una actividad secundaria entre las poblaciones Chan, tal como seala Palavecino:
...la mayor parte de los medios de pago de los chan
provienen del usufructo de su salario, pero al margen
de los recursos obtenidos directamente por la prestacin de servicios, una fuente regular de ingresos est
constituida por la comercializacin de los productos de
las huertas () Adems de la venta de verduras, otra
fuente de ingresos para la india chan es la venta de
alfareras (1948:121).
Si bien reconoce que el salario derivado de la prestacin
de servicios aporta la mayor parte del dinero que manejan
los Chan, no profundiza en el tipo de actividades realizadas ni las condiciones en las cuales se realizan. En cambio,
describe otra va de ingresos monetarios entre los Chan, la
comercializacin de su produccin hortcola y artesanal,
ambas actividades realizadas por las mujeres de la comunidad. Para Palavecino la condicin agrcola de este pueblo
facilitaba el proceso de aculturacin en tanto presupona
una mayor correspondencia de valores respecto al trabajo,
pero tambin en cuanto a la comercializacin de sus productos; ambos aspectos que no formaban parte del repertorio cultural de los pueblos nmades cazadores-recolectores.
As este autor deca de los Chan: "Estos indios, viejos
agricultores, encuentran siempre su camino hacia nuestra
cultura ms fcilmente que los nmades, cazadores y pescadores, por lo menos en el orden material" (1948:126)
Si el desarrollo de la agricultura y la alfarera constituan puntales para integrarse en la sociedad de los blancos, es
necesario preguntarse en qu trminos se desarrollaba ese
proceso, vale decir podran hacerlo manteniendo los rasgos centrales que definan su especificidad cultural? La respuesta a este interrogante se devela al reconstruir la mirada
que estos primeros etngrafos y antroplogos tuvieron acerca de la produccin artesanal Chan.
"AUTENTICIDAD": PRIMEROS REGISCHAN
Aquellos objetos que actualmente consideramos como
artesanas Chan, principalmente piezas de alfarera y mscaras talladas en madera de yuchn, fueron motivo de precisas observaciones en las etnografas clsicas sobre los
indgenas del Chaco producidas durante la primera mitad
del siglo XX (Nordenskiold 1912; Mtraux 1930; posteriormente Palavecino 1948; Palavecino y Milln 1955). En

EL

ENCUENTRO CON LA

TROS SOBRE ARTESANAS

30

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 31

MIRADAS DE LA ETNOGRAFA Y LA ANTROPOLOGA SOBRE...


que en estos primeros trabajos la relacin entre trabajo asalariado, y labor artesanal aparece fuertemente mediada por
el concepto de aculturacin. Esto supone la existencia de un
corpus cultural relativamente estable e integrado, conformado por un stock de objetos materiales y un repertorio de
prcticas sociales, que aportan la especificidad a una determinada cultura. A partir de la presencia o ausencia de estos
rasgos es posible identificar y/o medir la autenticidad de sus
manifestaciones culturales o el grado de cohesin de dicho
corpus cultural. En forma inversa, la presencia de rasgos
pertenecientes a otra cultura se constituye como indicador
del grado de aculturacin.
En este sentido la mirada sobre la subsistencia de los
Chan y el proceso de aculturacin esboza una paradoja. En
tanto cultura agrcola seran menos dependientes del trabajo en la sociedad blanca, lo cual adems reafirmara un
"rasgo" fundamental de su cultura. Pero por otra parte la
comercializacin de su produccin agrcola y alfarera favorece su insercin en el circuito de transacciones monetarizadas, y por ende la esfera del consumo de la sociedad
"moderna", lo cual se traduce en una adopcin de pautas
culturales ajenas y en un debilitamiento de las propias. De
algn modo la cultura de los Chan aparece caracterizada a
partir de un conjunto de disposiciones compartidas con
aquella de los blancos vinculadas por ejemplo a la moral del
esfuerzo en relacin al trabajo o el desarrollo de habilidades
comerciales. Estas disposiciones son justamente las que
favorecen o aceleran el proceso de aculturacin, a diferencia de lo que ocurra con el resto de las etnias chaqueas en
donde el trabajo estacional en los ingenios se integraba al
ciclo estacional que caracterizaba la productividad de los
ecosistemas del "monte". De este modo a su regreso los trabajadores conchabados vuelven a integrarse al modo de
vida cazador-recolector y en tal sentido los rasgos originales de su cultura quedaban mejor resguardados.
He dedicado buena parte del anlisis a la literatura realizada durante este perodo en tanto traza una clara delimitacin que opone tradicin y modernidad. El resultado de la
conformacin de estos mundos hostiles es la cristalizacin
de un repertorio cultural asociado en este caso a la produccin artesanal que aparece anclado en un pasado remoto
que esencializa a los agentes y sus prcticas. Considera que
cualquier proceso de cambio o transformacin responde a
un modelo de aculturacin ms que a su reconfiguracin y
resignificacin en base a sus propios cdigos y miradas.
Como veremos a continuacin, este planteo ser retomado
en lneas generales en buena parte de los trabajos realizados
con posterioridad.

duccin artesanal, esta es contextualizada en el marco de


transformaciones ocurridas a nivel de la cultura de los pueblos indgenas. En este sentido recuperan buena parte de las
consideraciones respecto de la relacin entre las formas de
subsistencia de los pueblos indgenas y el proceso de aculturacin que haban sido formuladas previamente por autores como Palavecino.

SANAS CHAN Y ESTUDIOS DEL FOLKLORE

MISERIA Y ACULTURACIN
Los principales esfuerzos de los investigadores que desarrollaron este campo se destinaron a demostrar la urgente
necesidad de crear organismos estatales destinados a la proteccin y fomento de la produccin artesanal en base al
modelo mexicano. Consideraban que la total aculturacin
de los indgenas era un hecho casi consumado, cuyas escasas excepciones estaban representadas por comunidades
que vivan en el aislamiento (Bir de Stern 1962):
La proximidad de la ciudad degrad al indio a un proletariado indigente, que con su trabajo espordico de
"changas", apenas gana para su sustento. () En sus
mseras chozas de tipo "villa miseria" no puede existir
ya ningn vestigio de sus tradiciones () nada de diferencia de la vivienda de cualquier criollo pobre. () los
que viven en los montes no estn corrompidos todava
del todo; en cambio hay una hibridacin de culturas. La
base de su economa vendra a ser la tradicional vida de
nmades; es decir la caza y recoleccin, alternada con
trabajos ocasionales (Bir de Stern 1963:226-229).
Esta perspectiva reactualiza en varios sentidos las tesis
sobre la aculturacin que reseamos anteriormente, aunque
de forma ms gruesa ya que por ejemplo no diferencia la
situacin de los agricultores respecto de los cazadores-recolectores. Sin embargo, la relacin entre autenticidad y aislamiento geogrfico y cultural es reafirmada. Considera que
la proximidad de la ciudad y el modo de vida urbano provoca una corrupcin profunda de las culturas nativas, sealando que factores tales como el acceso al alcohol y el trabajo en changas ha degrado a los indgenas hasta su transformacin en un proletariado indigente. En cambio, aquellos que an viven en los montes subsistiendo de la tradicional caza y recoleccin en alternancia con trabajos ocasionales, pueden conservar algunos caracteres de su idiosincracia aunque en el marco de una cultura hibridizada.
Para Bir de Stern los Chiriguanos y Chan forman parte de
este ltimo grupo que ha asimilado una gran cantidad de
elementos culturales del blanco remarcando que "de guerreros belicosos se han convertido en pacficos agricultores
o trabajadores de la industria azucarera." (1963:229).
Tambin seala que todava conservaban ciertos rasgos culturales distintivos, en particular sus artesanas tradicionales
aunque ya se desarrollaban en un ambiente folk.

A partir de la dcada del sesenta una serie de estudios


abordan la produccin artesanal de los pueblos indgenas en
el marco de los estudios del folklore. Este renovado inters
por la temtica artesanal responda al inters por sealar el
aporte de estas manifestaciones culturales en la construccin de la "identidad nacional" (Cardini 2003). Si bien la
principal motivacin de estos estudios ser abordar la pro-

LA "AUTENTICIDAD" EN RIESGO
En el marco de los estudios folk las artesanas indgenas
eran consideradas manifestaciones culturales secundarias,
quedando relegadas al mbito de las producciones con
"valor etnogrfico", que se consideraba separado del ncleo
de lo folklrico. Su aporte a la "identidad nacional" era ms

MISERIA DE LA VIDA E HIBRIDIZACIN DE LA CULTURA: ARTE-

31

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 32

CUADERNOS 22
bien escaso y marginal. Como vimos en el apartado anterior, el escaso valor asignado a estas manifestaciones se
relacionaba con el alto nivel de aculturacin que presentaban estas poblaciones.
No obstante el trabajo de Bir de Stern (1963) reclama
por la necesidad de contar con polticas pblicas de proteccin y fomento de las manifestaciones culturales de aquellos pueblos que an pueden ser rescatadas. En tal sentido,
su esfuerzo estuvo volcado hacia el rescate del valor esttico de estas piezas y el reconocimiento de los artesanos indgenas como productores de piezas de alta calidad artstica y
no solo para la confeccin de objetos utilitarios. La demanda de estos ltimos haba crecido con la mercantilizacin de
artesanas destinadas al consumo masivo urbano, donde los
artesanos participaban en un intercambio desigual y "contaminaban" su arte. Para esta autora, la pauperizacin de sus
condiciones de vida especialmente en mbitos periurbanos,
conlleva a una degradacin y extincin de este arte indgena: "desgraciadamente esta artesana aborigen est condenada no solo a degenerar en su estilo y forma, sino a desaparecer completamente" (1963:228).
Los autores enrolados en esta lnea, reconocen la importancia de la venta de artesanas en las alicadas economas de
los hogares indgenas, sin embargo sealan que la ingerencia de intermediarios desvirta esta actividad en tanto estos
ltimos obtienen ganancias desmesuradas en comparacin
con las magras retribuciones que perciben los artesanos.
Este tipo de vnculo degrada la calidad de las piezas, ya que
promueve la modificacin de los patrones estticos "tradicionales" en funcin de ampliar sus mercados. La apuesta
por el fomento de la regulacin estatal en este campo, apunta tanto a equilibrar los trminos de intercambio, como a
preservar la "autenticidad" de estas producciones.
Como sntesis de este apartado quiero sealar que la
mayora de las tesis elaboradas previamente respecto de la
relacin entre trabajo asalariado, aculturacin y labor artesanal son recuperadas en tanto conocimiento de base que no
busca ser cuestionado ni problematizado. Por el contrario,
podra decir que la riqueza y matices presentes en los anlisis de Palavecino, quedan subsumidas en cierto esquematismo que vincula vida urbana-changas-miseria-aculturacin y lo contrapone con vida rural-producciones tradicionales-trabajos espordicos-hibridizacin cultural. En ambos
casos la erosin del patrimonio cultural es considerada un
hecho, en el primer caso directamente desaparece, mientras
que en el segundo se asimila con la "cultura rural del criollo". Sin embargo, en este ltimo caso an es posible encontrar manifestaciones que sobreviven y que representan a la
autntica "artesana indgena" (incluyendo aquella elaborada por los Chan).
Sus mayores aportes respecto de la relacin entre labor
artesanal y trabajo asalariado se relacionan con la mayor
profundidad en la cual se analizan los circuitos comerciales
de las artesanas. El contacto con el blanco comienza a
adquirir especificidad bajo la figura de los intermediarios a
quienes se les atribuye la principal responsabilidad en la
transformacin de los patrones estticos y de calidad "tradicionales". En este sentido la mercantilizacin aparece ya

como un proceso nocivo y peligroso en relacin a la preservacin de la "autenticidad" de las artesanas indgenas,
reclamando por ende la intervencin de polticas pblicas
destinadas a mitigar los efectos de este proceso. Los mundos hostiles de la tradicin y la modernidad adquieren
mayor especificidad, en tanto la erosin del patrimonio cultural indgena no solo se produce por el "contacto con el
blanco", sino por un tipo particular de relacin que involucra la participacin de los artesanos en prcticas mercantiles que operan a travs de mecanismos complejos que ellos
no alcanzan a comprender cabalmente y por tanto son fcilmente engaados y explotados. Por otra parte la mayor
dependencia de ingresos monetarios muchas veces favorece una: "bsqueda afanosa de agradar en las formas y
colores al cliente comprador" (op cit., 1963:229) que en
forma imperceptible para los artesanos los va alejando del
ncleo tradicional de su cultura, por ms que an conserven
la tcnica de produccin aborigen.
MIRADAS

DIVERGENTES ANTE GRANDES TRANSFORMACIONES:

LA ANTROPOLOGA CHAQUENSE EN LOS SETENTA

Ya en la dcada de los sesenta, trabajos como el de Bir


de Stern comenzaban a dar cuenta de las brutales transformaciones en las condiciones de vida de los grupos indgenas del Chaco. Quiz sin proponrselo sealaban que ms
all de los procesos de aculturacin que empobrecan sus
repertorios culturales "tradicionales", aquello que se haba
puesto en juego con la creciente "integracin" de estos pueblos a la "sociedad nacional", eran justamente las condiciones de reproduccin de la vida de estas poblaciones. Como
seala Gastn Gordillo esta dcada marca la institucionalizacin de la prctica antropolgica en nuestro pas en un
contexto signado por la creciente politizacin de los sectores populares en torno a proyectos polticos de liberacin
nacional, que confrontaban con sectores conservadores de
tradicin oligrquica. En este marco la etnografa del Chaco
tambin reflej este proceso a partir de la consolidacin de
dos perspectivas contrapuestas que Gordillo denomina
"socio-histrica" y "mtico-esencialista". En lneas generales la primera recupera la perspectiva de Alfredo Mtraux y
Enrique Palavecino, mientras que la segunda aparece asociada a la figura de Marcelo Brmida (Gordillo 2006).
LA (RE)INTRODUCCIN

CHAN EN LA HISTORIA CONROCCA Y MAGRASSI


A partir de la dcada del setenta los trabajos de
Guillermo Magrassi y Manuel Rocca evidencian un renovado inters por el pueblo Chan dentro del campo de estudios
de la antropologa chaquea, iniciando una serie de estudios
que si bien recuperan las miradas centradas en los procesos
de aculturacin, van a profundizar sobre las races sociopolticas y econmicas de este proceso.
Manuel Rocca publica en 1973 un artculo dedicado
enteramente a dar cuenta de los cambios producidos entre
las poblaciones Chan y "Chiriguano" asentadas en Salta y
Jujuy, como consecuencia de la "cada vez ms intensa
interaccin con las poblaciones de blancos y criollos que
estn instalados en su mismo ambiente" (p. 43). Para el
DE LOS

TEMPORNEA: LOS APORTES DE

32

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 33

MIRADAS DE LA ETNOGRAFA Y LA ANTROPOLOGA SOBRE...


autor la situacin socioeconmica que atravesaban estos
pueblos no poda ser entendida sin dar cuenta de su relacin
con la historia del poblamiento blanco y criollo del departamento Gral. San Martn de (Salta). Sus trabajos evidencian un esfuerzo por abandonar el empleo de categoras
neutras para nombrar los procesos de incorporacin de la
fuerza de trabajo indgena en los procesos de valorizacin
capitalistas, tales como "contacto" y/o "contaminacin" de
una cultura por otra, tan frecuentes en la literatura etnogrfica producida en las dcadas previas. Asumiendo una perspectiva materialista Rocca va a asociar la aculturacin evidenciada por esos pueblos con el proceso histrico de enajenacin de sus tierras por parte de la poblacin blanca y
criolla3. La violencia material y simblica contra las poblaciones Chan asociadas a este proceso, es identificada
como el principal motivo de su bsqueda de refugio en las
misiones que la orden franciscana haba fundado en el territorio chaqueo.
Sus observaciones detalladas caracterizan las profundas transformaciones en la vida cotidiana de los Chan
asociadas a su reubicacin en torno a las misiones franciscanas. Para Rocca la relocalizacin de las comunidades en
las misiones signific principalmente la prdida del control sobre extensiones de tierras en los frtiles valles del
piedemonte andino. Esto se tradujo en la destruccin de la
base econmica que garantizaba su subsistencia con relativa autonoma del blanco, ya que les aseguraba la realizacin de "varias cosechas al ao, que almacenaban en
grandes graneros". En cambio los chiriguano-chan de
misin contaban slo con pequeas huertas familiares
denominadas cercos, dispuestas a escasa distancia de las
casas, en donde producen apenas para garantizar el consumo familiar y la venta de los eventuales excedentes en los
pueblos cercanos. A su vez remarca que el esfuerzo productivo queda en manos de ancianos y mujeres ya que los
jvenes salen de la misin en procura de nuevas fuentes de
recursos que permitan afrontar la subsistencia en estas
nuevas condiciones.
En general estos jvenes trabajaban como cosecheros,
peones o tractoristas en ingenios azucareros, obrajes madereros y grandes fincas hortcolas. Pero tambin migraban
hacia centros urbanos para emplearse como albailes, carpinteros o maestranzas en la administracin pblica.
Tambin seala que en aquel entonces se realiz un dique
sobre el ro Itiyuro que emple a muchos jvenes de las
misiones aledaas, y que luego fueron recontratados por la
empresa adjudicataria y llevados a trabajar en obras civiles
localizadas en otras provincias. La migracin de varones
solos e incluso la familia completa era frecuente durante la
zafra en los ingenios, e incluso cuando termina el contrato

no es raro que continen migrando siguiendo la cosecha de


la uva en Cuyo y manzanas en Ro Negro. Adems seala
que los jornales obtenidos en estos empleos no se correspondan con los estipulados por la legislacin vigente, o
bien que la magra paga se terminaba gastando en los mismos sitios donde se consegua trabajo. Considerando este
cuadro Rocca afirma que "Los jvenes chiriguano y chan
estn casi en su mayora en proceso de proletarizacin."
(op cit. 1973:747).
Es posible dimensionar el alcance del proceso de "proletarizacin" que seala Rocca, teniendo en cuenta su asociacin con las transformaciones sucedidas en rdenes
muy diversos de la vida de estas personas, especialmente
de los jvenes. As por ejemplo menciona que los adolescentes que finalizan los estudios primarios en las escuelas
de la "misin", buscan proseguir los estudios en los pueblos cercanos tales como Aguaray y Tartagal donde "los
varones prefieren estudios tcnicos, tales como tornera,
electricidad, mecnica, etc." (op cit. 1973:749). Es decir
buscan formarse en oficios tcnicos que faciliten una pronta salida laboral, alejndose de las actividades tradicionales vinculadas a la agricultura, la "marisca" en el monte y
la elaboracin de artesanas. Otro ejemplo mencionado por
Rocca est dado por la unin de las parejas bajo el rgimen
matrimonial (civil y religioso), en tanto constituye una
prctica creciente que es fomentada por los sacerdotes que
estn encargados de ambas ceremonias. Sin embargo
muchos jvenes se resisten a abandonar las uniones de
hecho debido a que la legalizacin en el matrimonio:
no siempre es favorable para la pareja, pues las
empresas que reclutan mano de obra indgena o criolla
tratan de evitar tomar como obreros a los padres con
muchos hijos, para no pagar los salarios complementarios que establece la ley (op cit. 1973:752).
La perspectiva desarrollada por Manuel Rocca es recuperada posteriormente por Guillermo Magrassi en una obra
enteramente consagrada a sistematizar la labor artesanal de
Chans y Chiriguanos4. Si bien este texto ser revisado a
continuacin para dar cuenta de la vinculacin de este enfoque respecto de la produccin artesanal, es posible complementar algunas de las observaciones presentadas por
Rocca. As por ejemplo, Magrassi es categrico respecto de
la centralidad que tiene el trabajo asalariado como fuente de
ingresos para estas poblaciones:
El 90% de los Chiriguano-Chan trabaja en los ingenios, las fincas, los aserraderos, y las quintas y viven a
prstamo o por alquiler en terrenos privados de los propietarios de aquellos. Unos pocos trabajan para YPF
(Yacimientos Petrolferos Fiscales, que explota las
inmensas riquezas del subsuelo para beneficio nacional
sin ninguno para los nativos dueos originales de esas

Este proceso se inici en las primeras dcadas del 1800, cuando los
chans perdieron sus tierras como consecuencia de una serie de conflictos limtrofes entre Bolivia y Argentina (Slavutsky y Belli 1999).
Posteriormente la guerra del chaco paraguayo motiv migraciones
masivas de indgenas asentados en Bolivia que ingresan en territorio
argentino, buscando refugio nuevamente entre misioneros franciscanos (Magrassi 1981).

Este autor consideraba que debido al histrico proceso de vinculacin, los pueblos Chiriguano y Chan no constituan entidades culturales diferenciadas, sino por el contrario constituan un nico "complejo cultural". Un abordaje crtico de esta postura, que recupera la
identidad Chan como fenmeno especfico puede encontrarse en
Slavutsky y Belli (1999).
4

33

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 34

CUADERNOS 22
el pblico especializado del mundo del arte de las grandes
ciudades.
Tanto Newbery y Rocca (op.cit.) como Magrassi (op
cit.) sealan que la mercantilizacin de las artesanas Chan
se consolida, detallando que hay quienes se dedican todo el
ao a su fabricacin que comienza a ser comercializada en
el Mercado Artesanal de la ciudad de Salta y a travs de
ciertos intermediarios y comerciantes porteos que incorporan las artesanas Chan en un circuitos de consumo
artstico "distinguido" comienza a valorar este tipo de trabajos. Todos estos autores remarcan no obstante la supervivencia de los saberes vinculados a la produccin de artesanas realizando una descripcin pormenorizada de las tcnicas y diseos empleados para la fabricacin de cermicas y
mscaras, remarcando la destreza, habilidad y riqueza de
los artesanos y artesanas indgenas.
En contraposicin a los estudios del folklore que reseamos anteriormente, estos trabajos se caracterizan por realizar una minuciosa tarea de revalorizacin contempornea
de la cultura indgena, no ya en el marco de la identidad
nacional, sino en tanto patrimonio artstico-cultural con
peso propio. En este sentido recuperan la produccin de
alfarera y la festividad ritual del "arete" o "carnaval chiriguano-chan", en tanto desde su perspectiva representan
dos expresiones superlativas de la complejidad y riqueza
cultural de las poblaciones indgenas presentes en el territorio nacional. En particular Magrassi tuvo un activo rol en la
gestin pblica vinculada a la revalorizacin de las artesanas indgenas en general y de las Chan en particular.
Como sntesis del apartado puedo sealar la ruptura que
los aportes de estos autores con las miradas que se haban
desarrollado en forma previa sobre los Chan en el marco
de la produccin etnogrfica. La introduccin de una perspectiva procesual que daba cuenta de las transformaciones
histricas de la vida de este pueblo queda evidenciada en el
anlisis de las bases materiales que permiten asegurar la
reproduccin de estas poblaciones. As mismo la descripcin de las mltiples formas que adopta el trabajo asalariado entre los Chan permite sacar a estos hombres y mujeres
del "closet" etnogrfico que se fue construyendo en torno
un proyecto de construccin del conocimiento antropolgico que requera de la exotizacin de sus "objetos", donde
las profundas transformaciones sociales y culturales que
atravesaban no eran consideradas dimensiones relevantes
para el anlisis.
Por otra parte resulta importante remarcar que en su afn
por revalorizar la produccin artesanal del pueblo Chan, los
trabajos enrolados en esta lnea retoman y reactualizan la
dicotoma entre tradicin/modernidad sealada anteriormente, pero introduciendo un cambio interesante: vinculan
el consumo urbano caracterstico de la sociedad blanca al
polo de la tradicin y no solo al de la modernidad. De alguna forma sus trabajos acadmicos, pero tambin aquellos
destinados a la gestin (proyectos, exhibiciones, etc.), aportan una serie de lineamientos estticos sobre aquello que
constituye la buena artesana, es decir aquella que respeta las
formas y estilos tradicionales, en detrimento de la artesana
degradada y orientada a un pblico lego que denunciaban

tierras), distintas empresas viales, hidroelctricas, etc. o


como peones en los municipios5 (Magrassi 1981:17).
La referencia al porcentaje de poblacin ocupada permite dar cuenta de la creciente dependencia del trabajo asalariado, pero adems el texto seala la diversificacin de las
fuentes de empleo. La mano de obra indgena ya no se
empleaba para las zafras en explotaciones agroindustriales
y fincas, sino que adems comienza a vincularse con el trabajo industrial y de construccin, as como en empleos
pblicos dentro de las administraciones locales.
Como puede observarse los trabajos desarrollados por
Rocca y Magrassi recuperan las trayectorias socio-econmicas y polticas de las poblaciones Chan como aspectos
centrales para comprender su realidad presente. A travs de
su obra dan cuenta de la abrupta transformacin de sus condiciones de vida, que desde aquellos prolficos agricultores
y artesanos retratados por Nordenskiold y Mtraux, hasta
los jvenes proletarizados que caracteriza Rocca, haba
pasado casi desapercibida a los ojos de la etnografa chaquense. Entre un momento y otro pasaron solo sesenta aos,
y toda una vida de cambios. Es momento de preguntarse
entonces si para estos autores exista alguna relacin de este
proceso con la transformacin de aquellas prcticas y elementos que eran considerados como representaciones de la
"cultura nativa".
HACIA LA PUESTA EN VALOR DE LA PRODUCCIN ARTESANAL
CHAN
Tanto Magrassi como Rocca consideraban que los procesos socio-histricos que analizaban favorecieron el
empobrecimiento tcnico y esttico de las manifestaciones
"tradicionales" de las culturas indgenas. En particular, el
contacto con la vida urbana producto de su creciente "proletarizacin" favoreca esta dinmica en tanto la necesidad
de buscar nuevas y permanentes fuentes de trabajo "los
obliga a realizar constantes migraciones a zonas urbanas
de las que adoptan nuevas pautas culturales." (Newbery y
Rocca 1976:60).
Especficamente en lo que hace a la produccin artesanal Chan ambos sealaban que en las ltimas dcadas se
haba empobrecido estticamente debido a su creciente
comercializacin en mercados locales y regionales, en particular mencionaban la mercantilizacin de las mscaras
cuya simbologa asociada al ritual estaba dejando lugar a su
produccin masiva como "objeto decorativo". Sin embargo,
sostenan que an era posible revertir esta tendencia ya que
el saber hacer de los artesanos indgenas no estaba totalmente perdido, reafirmando el carcter singular de la cultura de este pueblo, as Magrassi sealaba que la "trascendencia cosmognica de un pueblo no puede quebrarse con
el sometimiento fsico" (1969:7). De all la importancia de
promover la revalorizacin de estas manifestaciones entre

5
Con base en los datos del primer CIN (Censo Indgena Nacional),
levantado entre 1966 y 1967, Magrassi establece que la poblacin de
Chan pas de 747 en los sesentas a 1422 en la dcada del ochenta;
mientras que los Chiriguanos pasaron de 14.742 a 21.152 en el mismo
perodo.

34

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 35

MIRADAS DE LA ETNOGRAFA Y LA ANTROPOLOGA SOBRE...


los trabajos precedentes. Esto se traduce entonces en un
buen consumo de estas artesanas, por parte de un pblico
distinguido que reconoce la originalidad de las piezas. Si el
proceso de mercantilizacin de estos objetos no haca sino
profundizarse, sus trabajos contribuyen a direccionar este
consumo valorizando aquella produccin "autntica", como
forma de contrarrestar la deformacin de estilos y formas
subsidiaria de un consumo no especializado.
A

tricas sobre el perodo colonial. Hacia el final del trabajo


dedica solamente un breve prrafo a caracterizar este proceso durante el siglo XIX:
Por ltimo, a fines del siglo pasado y comienzos del
actual, la inmigracin cada vez mayor de colonos, el
establecimiento de estancias, obrajes, etc., y una serie
de campaas militares llevadas a cabo por nuestro viejo
Ejrcito de Lnea, junto con la ereccin de un conjunto
de fortines, concluyeron definitivamente con el podero
de los antiguos Seores del Gran Chaco (op cit.
1978:18).
Tres observaciones pueden ser realizadas a partir de
este artculo que develan el posicionamiento poltico ideolgico de este grupo que se presentaba velado tras el
supuesto objetivismo cientfico. En primer lugar, es preciso
remarcar el dilogo existente entre esta etnografa y las
corrientes historiogrficas que durante la ltima dictadura
militar exaltaban las acciones militares llevadas a cabo en
dcadas anteriores, en especial las campaas militares de
extermino de la poblacin nativa realizadas tanto en el sur
como en el norte del pas. En segundo lugar presenta la
colonizacin y conquista del Chaco (y de los pueblos indgenas que all habitan) como un proceso situado bsicamente en el perodo colonial, cuya continuidad y profundizacin durante el perodo republicano y hasta la actualidad
es concientemente ocultada. Finalmente, el peso de los
hechos histricos es tal que la operacin de mistificacin no
puede ser completa, por lo cual debe dedicar aunque sea un
prrafo de seis lneas a nombrar los procesos ocurridos a
partir del siglo XIX. Es aqu cuando las profundas transformaciones en la vida de estos pueblos que involucraron nada
menos que su casi completo etnocidio por parte de "nuestro
viejo Ejrcito de Lnea", la enajenacin de sus tierras y
recursos naturales, para luego ser apropiados por el Estado
o capitales privados; son presentados por el autor como
hechos naturalizados y sin vinculacin entre s. El tratamiento anecdtico y superficial esconde concientemente su
estrecha vinculacin con la continuidad del proceso de
"colonizacin y conquista" en pocas contemporneas,
cuando colonos, funcionarios, militares y misioneros continuaron la labor iniciada por los "adelantados" espaoles.
En otro artculo referido a la "historia social de los chiriguano", Braunstein (1978) esboza la particular concepcin de las trayectorias histricas de las culturas que este
grupo se propona "comprender". Las culturas presentaban
perodos de florecimiento y apogeo y luego de decadencia
hasta su desaparicin definitiva, lo interesante es que para
el autor -al menos en el caso de los Chiriguanos- este proceso responde en realidad a la dinmica interna de cada cultura ms que a su relacin con procesos histricos de conquista y dominacin. No niega la existencia de estos ltimos, sin embargo sostiene que la velocidad y alcance del
proceso de aculturacin de los Chiriguanos puede explicarse por el debilitamiento y disfuncionalidad de "sus pautas
sociales tradicionales" en los nuevos contextos de relacionamiento inter-tnico. As por ejemplo, el ritual de la antropofagia que en el ambiente de origen amaznico de los guaranes (devenidos chiriguanos) representaba una prctica de
integracin a nivel "guara", es decir inter-aldeas, perdi
sentido su ritual cohesivo en momentos de la conquista de
los chan en tanto estos no posean prcticas similares. De

RESGUARDO DE LA HISTORIA: PERSPECTIVA MTICO-ESEN-

CHAN
En la misma poca que Rocca y Magrassi elaboran sus
estudios, otro grupo de antroplogos y antroplogas abordaban las culturas indgenas del chaco, aunque desde un
enfoque radicalmente diferente. Este grupo recuperaba la
tradicin difusionista iniciada por Jos Imbelloni, pero
principalmente la etnologa fenomenolgica de Marcelo
Brmida que tuvo un fuerte impulso a partir de 1973 cuando crea el CAEA (Centro Argentino de Etnologa
Sudamericana). El enfoque propuesto por esta escuela
supona expresamente hacer abstraccin de las condiciones
sociales e histricas que subyacen a la produccin de significados en una cultura determinada, ya que consideraban
que la comprensin de la cultura solo poda realizarse segn
la perspectiva de sus propios integrantes. De acuerdo con
Brmida esta propuesta se contrapona a la "etnografa tradicional" que intentaba analizar las culturas a partir de las
categoras de la "ciencia racional", tales como "economas
domsticas", "parentesco" o "hegemona"; cuyo empleo
provocaba una "distorsin" del dato etnogrfico (Gordillo
2006).
En particular los Chan no recibieron demasiada atencin por parte de este grupo que concentraba sus investigaciones en los "chaquenses tpicos" (en argentina: "matacos", tobas, pilags y chorotes)6, a excepcin de Celia
Mashnshek quien en 1978 public un trabajo sobre este
grupo arawak en los "Cuadernos Franciscanos". Su trabajo
es decididamente pobre por lo cual me he visto obligado a
trabajar con pasajes de textos de otros autores que analizan
aspectos generales de las etnias chaquenses o bien se refieren a comunidades "Chiriguanas". Otra aclaracin importante indica que las referencias a la vinculacin de los
Chan y otros grupos con los mercados de trabajo y de artesanas son tan escasas, por no decir inexistentes, que me
veo obligado a modificar el esquema de presentacin seguido hasta aqu, por lo cual para este apartado voy a realizar
un solo anlisis que permita caracterizar el enfoque y dar
cuenta de su posicionamiento ideolgico frente a la vinculacin entre pueblos indgenas y los denominados "procesos de integracin" en la sociedad nacional.
As por ejemplo Tomasini (1978) dedica un artculo al
estudio de la "colonizacin y conquista del Chaco", basado
en una coleccin de hechos extractados de fuentes etno-his-

CIALISTA SOBRE EL PUEBLO

6
Tal como planteaba Imbelloni (1959, citado en Tomasini 1978) los
chan se diferenciaban del resto de los "chaquenses" en tanto mixturaban elementos culturales del "estrato amaznico" con otros "andinos"
desarrollando una economa basada en la "cultura del suelo". En cambio los grupos chaquenses conformaban una "zona cultural uniformemente caracterizada por el tipo del cazador y pescador de cultura inferior y nmade".

35

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 36

CUADERNOS 22
esta forma el canibalismo se transform en un mero "sistema de amedrentamiento y terror" del pueblo sojuzgado, evidenciando para Braunstein una "derivacin inmediata y
lineal de la desfuncionalizacin social del ritual antropofgico" (1978:108) del cual los cronistas espaoles dieron
cuenta contabilizando los millares de "almas" Chan devoradas por los Chiriguanos. De este modo la sociedad "chiriguana" habra transformado "normas de carcter ritual en
otras de carcter puramente econmico" al esclavizar a los
Chan en lugar de sacrificarlos, e incluso venderlos a los
espaoles como mano de obra. Los Chan conformaron un
nivel social inferior iniciando un proceso de estratificacin
tnica inexistente en la cultura de los "guaranes". Para el
autor la estratificacin basada en la esclavizacin de los
Chan constituy el ltimo "proyecto social" de los
Chiriguanos, que fracas a medida que se increment su
interaccin con la sociedad occidental, ya que tanto la
antropofagia como la esclavitud "no podan sino ser figuras
a ser rechazadas por el blanco". Como vemos las causas
profundas del ocaso de la "cultura chiriguana" se encuentran en las transformaciones internas que vuelven "disfuncionales" ciertas prcticas que posean sentido en contextos
relacionales previos.
Este anlisis viene a relacin de la cuestin del trabajo
asalariado, en tanto para Braunstein los Chiriguanos contemporneos "han perdido la mayora de sus pautas sociales" y se encontraban atravesando la etapa "epigonal o
final" de su historia cultural, siendo casi imposible distinguirlos de otros grupos de "braceros chaqueos" ya sean
estos "mestizos" o "tnicos". En tal sentido, entiende que si
bien las migraciones han sido una constante en su trayectoria, las ltimas que realizaron (provenientes de Bolivia para
asentarse en los alrededores de los ingenios en Argentina)
marcan "un trmino en la vida social integrada de esta
etnia". Si las histricas migraciones de este pueblo tenan
un fundamento mstico-religioso e involucraban grandes
clanes, las ltimas son protagonizadas por pequeas unidades familiares y como "causas inmediatas" no tienen otra
explicacin que:
el atractivo econmico de las posibilidades laborales que se les ofreca en los ingenios azucareros del
norte argentino y, por otro lado, la secularizacin de
las misiones que haban sido probablemente en Bolivia
la ltima valla contra la desintegracin social de esta
etnia (op cit. 1978:113).
Como evidencia este pasaje, el complejo y violento proceso de reclutamiento de mano de obra para los ingenios,
queda reducido a una referencia motivacional encerrada en
la esfera domstica que ha perdido sus referenciales sociales y culturales que le otorgaban sentido y cohesin colectiva. Por ende no puede diferenciarse de cualquier otra
familia de "braceros" chaqueos y entonces migra para disfrutar de las "posibilidades laborales" ofrecidas en los ingenios. Tambin cabe notar que los encargados de resguardar
a estas comunidades contra la desintegracin social son justamente los franciscanos, que a partir de 1938 haban perdido el control sobre las misiones en el chaco boliviano ya
que estas fueron secularizadas.
Finalmente podemos ahora revisar brevemente el artculo de Celia Mashnshnek sobre los Chan. Digo brevemente porque en s mismo es poco lo que se puede decir,

ya que constituye una sntesis de datos y ejemplos retomados de los trabajos de Mtraux (op.cit.) y principalmente Nordenskiold (op cit.). Quiz justamente lo ms
significativo sea la forma en la que la autora construye su
relato tomando datos relevados casi 60 aos atrs. Su
texto describe esta "presencia arawak" en el chaco occidental narrando en tiempo presente los datos histricos, lo
cual genera una sensacin de inmanencia de los "rasgos
culturales" de esta etnia, configurada entonces como un
pueblo que vive en un eterno y sincrnico presente, es
decir un "pueblo sin historia" tomando la frase de Eric
Wolf. Solo bastan un par de ejemplos para confirmar esta
sensacin. En el acpite referido a "Economa",
Mashnshnek escribe en 1978:
La principal actividad de los Chan es la agricultura,
siguindoles en importancia la pesca y la recoleccin
de frutos y miel silvestres. La caza ha perdido prcticamente su vigencia. () son prospicuos agricultores ()
los campos de cultivos tienen grandes dimensiones ()
los trabajos agrcolas son realizados utilizando un sistema de prestacin denominado motiro segn el cual
() cada uno de los participantes va solicitando la
colaboracin de los restantes en los trabajos de su propia chacra y retribuye de igual forma la prestacin de
servicios (op.cit. 1978:153-154).
Como evidencia el pasaje citado, tanto la prctica de la
agricultura como las relaciones sociales que la sostienen,
son presentadas acentuando el sentido de su cabal vigencia
contempornea, presentando el presente como reflejo inmanente de su pasado histrico. El texto cierra con un apartado destinado a describir "los elementos forneos presentes
en la cultura Chan". Este otro ejemplo para dar cuenta del
enfoque de la autora es an ms irritante, ya que se limita a
describir extensamente el conjunto de "influencias culturales" de grupos andinos, amaznicos y chaquenses que haba
identificado Nordenskiold ms de medio siglo atrs. Solo el
ltimo prrafo del texto seala que "tambin la incidencia
de la cultura occidental se hizo sentir fuertemente en la cultura Chan", estas son atribuidas a la accin de los
"Misioneros" (con maysculas en el original) y el contacto
con "las fuentes de trabajo proporcionadas por el blanco".
El resultado del anlisis no deja de sorprender por su pobreza. Se limita a una enumeracin de objetos y bienes tomados a prstamo y que utilizan en su vida cotidiana: tales
como "sillas", "caa de azcar", "rifle", "flauta de seis agujeros", "el juego de taba y los dados", etc.
De este modo, tanto la frvola superficialidad dedicada
a describir los cambios en la actualidad, como la reactualizacin de registros histricos en tiempo presente no pueden
ser considerados como otra cosa que operaciones de engao intelectual destinadas a ocultar los procesos de cambio y
transformacin que evidenciaban sus condiciones de vida,
muchos de ellos traumticos, y a mistificar las relaciones de
dominacin configuradas histricamente en su relacin con
la poblacin blanca y criolla.
REFLEXIONES FINALES
El presente artculo aporta a la recuperacin y anlisis
de las distintas miradas que la etnografa y la antropologa
tuvieron sobre los procesos de vinculacin de la poblacin
Chan con los mercados de trabajo asalariado y artesanas.
36

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 37

MIRADAS DE LA ETNOGRAFA Y LA ANTROPOLOGA SOBRE...


Esta labor se enmarca en un proceso de investigacin ms
amplio a partir del cual comenc a problematizar la categora de "artesanos/as" con la cual funcionarios provinciales,
municipales, pobladores blancos y criollos de los centros
urbanos cercanos, as como tcnicos de ONGs, emplean
para referirse genricamente a la poblacin Chan de
Campo Durn. Bsicamente esta construccin de los Chan
como "artesanos" implicaba invisibilizar toda una serie de
prcticas constitutivas de sus vidas que transcurra en relacin con su empleo en las empresas de explotacin de
hidrocarburos en su territorio y que a mi modo de ver resultan centrales para comprender la vida social en la misin.
La centralidad que cobraba este mundo narrado acerca
de los "artesanos/as" de la misin en la orientacin de las
prcticas de estos agentes, reactualizaba una interpretacin
de su vida social a partir de la conformacin de lo que di en
llamar "mundos hostiles", caracterizados a partir de dicotomas que oponen tradicin a modernidad y por extensin
labor artesanal a trabajo asalariado. Si en la mirada de los
etngrafos que trabajaron sistemticamente en el "cambio
cultural" por el que atravesaban los pueblos del chaco la
preocupacin estaba centrada en la degradacin de un
repertorio cultural "autntico" (asociado por ejemplo, a las
artesanas), en la actualidad el eje aparece situado en la preservacin de la produccin artesanal en tanto prctica culturalmente "legtima".
Estos mundos hostiles refuerzan con distintos matices
un juego de oposiciones entre polos que otorgan sentido a
las prcticas, valores y sentidos movilizados en dichas
relaciones; estableciendo una serie de tensiones entre
categoras tales como: tradicin/modernidad; dominacin/resistencia; diversidad/homogeneidad. Tal como se
evidencia en el anlisis de la literatura relevada sobre el
pueblo Chan en Argentina, en aquellos casos referidos a
pueblos indgenas el debate aparece centrado en torno a la
dinmica de transformaciones de su cultura asociada a
estos procesos cuyo ritmo, eficacia y profundidad se
habra acrecentado como consecuencia de su entrada al
mundo moderno. Uno de los ejes centrales en este debate
refiere a la tensin entre homogeneizacin y heterogeneizacin cultural. De all que en algunos casos, la intensificacin en el flujo de estas transacciones es entendida en
asociacin con el desarrollo de procesos estructurales de
aculturacin e incluso de "erosin cultural" En cualquier
caso el anlisis que desarrollan estos abordajes contribuye
enormemente a comprender las consecuencias de estos
procesos complejos sobre la vida de los pueblos indgenas, sin embargo aquello en lo que an resta avanzar,
refiere a dar cuenta de los dispositivos especficos a travs
de los cuales estos procesos se desarrollan en el acontecer
cotidiano de estas personas.
Las artesanas Chan presentan una conexin innegable
con prcticas, valores y smbolos de los "antiguos", pero a
la vez han ido incorporando tcnicas de produccin y hasta
una esttica que los vincula a consumidores urbanos
"modernos", tan lejanos en trminos geogrficos como
sociales. Esto implica una compleja organizacin econmica y logstica en torno al consumo de sus artesanas en lugares tan dismiles como Salta, Buenos Aires o Roma, que se
sostiene a partir de un denso entramado de relaciones
comerciales que vincula a un conjunto heterogneo de

agentes. Sin embargo, por estos circuitos no solo circula


dinero y artesanas sino tambin un conjunto de construcciones morales acerca de aquello que ellos son o deberan
ser en tanto "artesanos indgenas": esto es personas que
mantienen y preservan su "cultura" y sus "tradiciones",
aspectos que se expresan tanto en la elaboracin de las piezas, como en su modo de organizacin social y de vinculacin con la naturaleza.
Sin embargo, aquello que se evidenciaba en el trabajo
de campo era la estrecha relacin de estas personas con el
irregular mercado laboral constituido en torno a las
empresas que operan la explotacin de las cuencas hidrocarburferas dentro de lo que constitua su antiguo territorio. La prctica de buscar trabajo en la empresa es una
actividad a la que los varones Chan en edad activa dedican buena parte del da y cuya suerte es seguida con inters y ansiedad por el resto de los miembros de la familia.
Si bien los perodos de empleo son temporales, los salarios obtenidos son proporcionalmente elevados respecto
de otras actividades asalariadas vinculadas a la produccin agropecuaria en las cuales podran emplearse. Como
ocurre con las artesanas, aqu tambin adems de dinero
y mercancas circulan clasificaciones morales. Por ejemplo aquellas que se vinculan al conocimiento inter-personal con el personal tcnico y jerrquico, en tanto el conocimiento de los empleadores blancos respecto de la apariencia, conducta, trayectoria y disposicin para el trabajo
de los cada uno de los "aborgenes" con quienes interactan resulta clave para obtener una vacante.
Las mayor parte de las economas domsticas Chan de
Campo Durn estn organizadas en torno a un incesante
transcurrir entre el mundo del artesano indgena y del obrero con escasa calificacin, entre la produccin artesanal de
mercancas culturales y el consumo de bienes industrializados. La vida cotidiana de estas personas evidencia un incesante trasvasamiento de discursos, objetos, tcnicas y rituales de un mundo al otro, conformando un sentido heterogneo y complejo acerca de la vida social en las "misin".
Esta aproximacin difiere sensiblemente de los abordajes
sistematizados en tanto se aparta de una perspectiva dicotmica que opone por ejemplo mercantilizacin de sus artesanas y/o fuerza de trabajo a cultura, tradicin e identidad,
suponiendo una relacin de mutua exclusin entre estos
mundos hostiles.
De all que en esta investigacin no he buscado resolver el problema de la definicin de sus identidades como
Chan, artesanos u obreros; ya que estas personas a veces
actan como artesanos y otras veces lo hacen como obreros. De lo contrario corremos el riesgo de esencializar
sujetos en estas categoras, y perder de vista que las prcticas, valores y sentidos asociados al trabajo artesanal y al
trabajo asalariado forman parte de una misma dinmica
social, ms que responder a mundos sociales contrapuestos e inconexos. Teniendo esto en cuenta resulta dificultoso hablar en trminos estrictos de prdida o recuperacin de la cultura Chan, como si fuera una magnitud
cosificada y susceptible de ser medida. Aquello que pude
observar y compartir en el trabajo de campo era una
imbricacin y reconfiguracin permanente de prcticas,
valores y sentidos que son vividos como parte de esta cultura, mientras otros pierden esa entidad, pudiendo o no
37

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 38

CUADERNOS 22
ser recuperados y/o resignificados en otro momento. Este
proceso aconteca ms all de su relacin de cercana o
lejana con la tradicin o la lengua materna, la vida
moderna o los artculos de importacin. En tal sentido, en
diversas charlas y situaciones donde se tocaba el tema de
la cultura Chan no solo registr discursos de reafirmacin de su etnicidad en referencia a su vinculacin con la
vida de los antiguos o a su destreza como cazadores, agricultores y artesanos (diferencindose de otros pueblos y
etnias); sino que tambin aparecan al valorizar la capacidad de trabajo que haban desarrollado para los oficios
vinculados a la industria petrolera y que por mucho tiempo haban estado reservados solo para los criollos y blancos.

Mtraux, A.
1930. Etudes sur la civilisation des indiens chiriguano.
Revista del Instituto de Etnologa de la Universidad
Nacional de Tucumn. Tomo I. (3): 295-494
1932. Mitos y cuentos de los Indios Chiriguanos. Revista
del Museo de La Plata 33:119-184.
1946. Ethnography of the Chaco. En: Handbook of South
American Indians 1 pgs. 197-370. Washington:
Smithsonian Institution.
Newbery, S. y M. Rocca
1976. El Carnaval Chiriguano-Chan. Cuadernos del
Instituto Nacional de Antropologa. 8: 34.
Nordenskiold, E.
1912. La vie des indiens dans le Chaco (Amerique du Sud).
Revue de Gographie VI (III): 4-130.
Palavecino, E.
1948. reas y capas culturales en el territorio argentino.
GAEA 8: 447-523.
1949. Algunas informaciones de introduccin a un estudio
sobre los Chan. Revista del Museo de La Plata
(IV): 117-131.
1962. Teora del cambio del cultural. Buenos Aires, Ed.
Claridad.
Palavecino, E. y M. Millan.
1955. Los indios chans del ro Itiyuro. Runa VII (1): 86106.
Rocca, M.
1973. Los chiriguano chan. Amrica Indgena, XXXIII.
(3): 743-756.
Schnirelman, V.
1992. Complex hunter-gatherers: exception for comnon
phenomenon. Dialectical Anthropology 17: 183-196.
Slavutsky, R. y E. Belli.
1999. El tigre sigue aqu. En: Estudios antropolgicos
sobre la cuestin indgena. Radovich J.C. y A.
Balazote (comps.). Buenos Aires, Editorial Minerva.
Tomasini, A.
1978. Sntesis etnogrfica del Chaco centro occidental.
Cuadernos Franciscanos 35: 96-100.
Trinchero, H.H.
1992. Privatizacin del suelo y reproduccin de la vida. Los
grupos aborgenes del Chaco Salteo. En: La problemtica Indgena: Estudios antropolgicos sobre
pueblos indgenas de la Argentina. Radovich J.C. y
A. Balazote (comps.). Buenos Aires, CEAL.
2000. Los Dominios del Demonio. Civilizacin y Barbarie
en las fronteras de la Nacin: El Chaco central.
Buenos Aires, EUDEBA.
Trinchero, H.H. y J.M. Leguizamn
2004. Hidrocarburos, dinmica del capital y cuestin social
en el Norte Argentino. En: La cuenca del Ro
Bermejo: Una formacin social de fronteras.
Buenos Aires, Ed. Reunir.

BIBLIOGRAFA
Bir de Stern, A.
1963. El estado actual de las artesanas de los indgenas del
Norte Argentino. Amrica Indgena XXIII : 225-232
Braunstein, J.
1978. Bosquejo de una historia social de los Chiriguano
(Tup- Guaran). Cuadernos Franciscanos 49: 23-41.
Cardini, L.
2003. El campo artesanal en la ciudad de Rosario.
Reflexiones acerca de una prctica escurridiza.
Tesis de licenciatura. Escuela de Antropologa.
Facultad de Humanidades y Artes. Universidad
Nacional de Rosario. MS.
Gordillo, G.
1992. Procesos de subsuncin del trabajo al capital en el
capitalismo perifrico. En: Antropologa Econmica
II - Conceptos Fundamentales, pgs. 45-67. Hugo H.
Trinchero (Comp). Buenos Aires, Centro Editor de
Amrica Latina.
1995. Despus de los ingenios: la mecanizacin de la zafra
salto jujea y sus efectos sobre los indgenas del
Chaco centro-occidental. Revista de Desarrollo
Econmico 35 (137):105 - 126.
2006. En el Gran Chaco: antropologas e historias. Buenos
Aires, Prometeo.
Kersten, L.
1968 (1905). Las tribus indgenas del Gran Chaco hasta
fines del siglo XVIII. Una contribucin a la etnografa histrica sudamericana. Resistencia, Universidad
Nacional del Nordeste.
Lee, R. y L. Devore, 1.
1968. Man the Hunter. Chicago, Aldine.
Magrassi, G.
1969. Los Chan. Catlogo de la Exposicin Artesana
Chan de Salta. Secretara de Cultura de la Nacin.
1981. Chiriguano-Chan. Buenos Aires, Ediciones
Bsqueda y Centro de Artesana Aborigen Yuchan.
Mashnshnek, C.
1978. Los chan: una presencia arawak en el Chaco occidental. Cuadernos Franciscanos 49: 149-168.
Manzanal, M.
1996. El desarrollo rural en el noroeste argentino. Salta,
Fundacin para el Desarrollo Agroforestal.

38

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 39

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

MAESTROS: TRAYECTORIAS DE VIDA Y EXPERIENCIAS FAMILIARES. APORTES DE UNA


INVESTIGACIN ETNOGRFICA SOBRE LA RELACIN ENTRE FAMILIAS Y ESCUELAS
Laura Cerletti*
RESUMEN
Partiendo de una investigacin etnogrfica sobre la relacin entre familias y escuelas, se analiza la heterogeneidad y diversidad de trayectorias y experiencias familiares de los maestros. El objetivo principal es complejizar y problematizar el estudio de dicha relacin, a partir del conocimiento en profundidad de los adultos directa y cotidianamente implicados en la
escolarizacin infantil.
PALABRAS CLAVE: Docentes, familias, experiencias, escolarizacin.
ABSTRACT
Regarding an ethnographic investigation on the relation between families and schools, it is analyzed the heterogeneity and the
diversity of trajectories and family experiences of teachers. The main objective is to expand the understanding of such relation, through the knowledge in depth about the adults implicated directly in the every-day process of children's schooling.
KEY WORDS: Teachers, families, experiences, schooling.

INTRODUCCIN
Este trabajo surge de una investigacin etnogrfica en
curso centrada en la relacin entre familias y escuelas en
contextos de desigualdad social, en la cual se presta especial atencin a las tensiones y disputas entre docentes y
familiares de los nios en torno a las experiencias formativas infantiles. El objetivo principal de dicha investigacin
consiste en analizar las prcticas y representaciones de
adultos que tienen a cargo nios en edad escolar y de docentes (y/u otros miembros de las instituciones escolares), y
sus relaciones, en torno al proceso de educacin infantil,
considerando tambin las propias experiencias y trayectorias de los adultos.
El enfoque etnogrfico desde el cual se aborda implica
el conocimiento en profundidad de los sujetos y su cotidianeidad social. Se parte de una concepcin de la vida cotidiana como historia acumulada, impregnada de contenidos
histricos (Ezpeleta y Rockwell 1985), cuyo anlisis permite reconstruir los sentidos que los sujetos construyen en
su accionar cotidiano, entendindolo como parte de tramas
de relaciones sociales, constituidas dentro de estructuras
sociohistricas -y que son a su vez producto de sus prcticas. Entender quines son los sujetos, cmo se definen/presentan a s mismos en determinados contextos, la significatividad de sus experiencias (Bruner 1986), qu prcticas se
construyen cotidianamente, son ejes centrales que orientan
la investigacin desde este enfoque terico-metodolgico.
El avance de la investigacin y la construccin de nuevos conocimientos se produce a partir de la retroalimentacin constante entre los avances en el trabajo de campo y la
lectura crtica de diversos materiales tericos (incluidos los
provenientes de otras investigaciones), con lo cual se van
reformulando y profundizando las preguntas de investiga-

cin y los argumentos que surgen del trabajo sobre las mismas. De esta manera, observ que diversos textos acadmicos y de divulgacin suelen presentar la relacin entre las
familias y las escuelas como dos bandos enfrentados,
homogneos entre s, uno representado por "los padres" de
los nios, otro por "los maestros" (y eventualmente directivos). Sin embargo, al acercarse a las prcticas cotidianas,
puede observarse que se trata de una multiplicidad de sujetos involucrados, y que ese recorte no slo homogeneiza
aquello que es sumamente heterogneo, sino que deja fuera
de consideracin cuestiones que pueden resultar de central
importancia, especialmente si lo que interesa es captar los
sentidos que la vida social tiene para los propios sujetos.
Uno de los aspectos sobre los que se ha prestado poca o
ninguna atencin desde el mbito investigativo tiene que ver
con las propias trayectorias de los docentes ms all de su
escolarizacin, es decir, no recortando a priori otros procesos de apropiacin, tambin constitutivos del trabajo de los
maestros (Ezpeleta y Rockwell 1985). Partiendo de la base
de que no se trata de sujetos escindidos, sino constituidos en
y por diversas experiencias, se puede visibilizar la centralidad que las mismas tienen para los maestros en su formacin, en sus trayectorias laborales, y en la propia definicin
de trabajo docente -lo cual resulta sumamente relevante para
entender las relaciones que se establecen con los nios y los
adultos a cargo de ellos en el mbito domstico-.
En esta indagacin sobre los docentes me orienta, como
teln de fondo, la pregunta quines son los sujetos? El
aporte que me propongo hacer tiene que ver con dos niveles de anlisis articulados: por un lado, con dar cuenta de la
heterogeneidad de trayectorias laborales y formativas por
las que han atravesado los docentes con los que trabaj, as
como la diversidad de formas de organizacin familiar de
las que forman parte (respecto de sus familias de origen y
de sus familias actuales); y por otro lado, con las apropia-

* U.B.A. - CONICET. [email protected]


39

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 40

CUADERNOS 22
ciones (Rockwell 1996) de sus propias experiencias, con
los usos de la propia biografa, en relacin a la construccin
de su lugar como docentes y sus configuraciones. Estas
apropiaciones de las propias experiencias no tienen una
relacin causal ni lineal con la construccin del lugar como
docentes, pero s se actualizan1 siempre desde el presente y
desde determinada situacin contextual. Esto habla de un
proceso de construccin activo, en el cual las expresiones
(Bruner 1986) de las propias experiencias se van articulando -de formas no lineales y en un sentido no deterministacon las caracterizaciones de sus alumnos y sus familias, y
centralmente, con las tramas de relaciones en las que estn
inmersos (lo cual incluye la relacin con la investigadora).
Entender este proceso de construccin es central a su vez
para comprender con mayor profundidad los conflictos,
tensiones y particularidades de las relaciones entre adultos
que tienen a cargo nios en edad escolar en el mbito
domstico y los docentes, y las prcticas y representaciones
desplegadas en torno a la escolarizacin infantil.
Este abordaje cobra relevancia en dos direcciones complementarias. Por un lado, incorpora dimensiones de las
vidas de los maestros -especialmente en relacin a las experiencias familiares- que no son contempladas usualmente en
los estudios que abordan la relacin "familias-escuelas".
Esta incorporacin contribuye a superar visiones dicotmicas sobre el tema y pone en tensin los lmites, alcances y
matices de lo que implica "familias" y "escuelas". Por el
otro lado, aporta conocimientos sobre los maestros (como
sujetos no escindidos), quienes a pesar de ser puestos frecuentemente en el foco de reformas y polticas educativas,
y de investigaciones de diverso corte, no suelen ser contemplados en profundidad. Una mirada en profundidad es
de central importancia si lo que interesa es indagar con
mayor amplitud sobre las diversas dimensiones constitutivas de la vida en las escuelas, ya que permite ahondar en el
conocimiento sobre una parte significativa de los sujetos
directamente implicados en su construccin cotidiana2. En
este sentido, el enfoque etnogrfico permite hacer un aporte importante de conocimientos en profundidad.
As, en este artculo especficamente me centro en la
descripcin y anlisis de aspectos significativos de las trayectorias y experiencias formativas y familiares de los
docentes, a partir de la interpretacin de entrevistas en profundidad y de lo relevado a travs del trabajo de campo realizado con observacin participante. Dada la complejidad y
multiplicidad de lo registrado, desarrollo el anlisis a partir
de la construccin del relato biogrfico de una maestra en
particular. La eleccin de construir el relato sobre esta
maestra no se basa en su representatividad, ni en la posibi-

lidad de su tipificacin; por el contrario, resulta sumamente significativo en cuanto al propsito de mostrar la complejidad de la construccin del lugar docente y de los usos
de las propias experiencias a los que me refer anteriormente, y es al mismo tiempo demostrativo de las heterogeneidades mencionadas.
Asimismo, la construccin del relato tiene que ver con
el recorte y abordaje de la investigacin, ya que ello determina tanto el tipo de preguntas realizadas en las entrevistas,
las situaciones observadas, el desarrollo en s del trabajo de
campo y los datos construidos a travs del mismo, como el
anlisis interpretativo de los materiales producidos. Y
simultneamente tiene que ver con la presentacin de "s
misma" hecha por ella tanto en las entrevistas mencionadas
como en otras situaciones relevadas durante el trabajo de
campo -lo cual refuerza la necesidad de incorporar el contexto como parte constitutiva de las prcticas sociales, y en
tanto tal, a ser considerado centralmente en la interpretacin de lo registrado. En este sentido, es importante sealar
que el uso metodolgico del relato autobiogrfico no se sustenta en la pregunta por
"el transcurrir efectivo de la vida de alguien (), sino
cmo ese alguien se representa -ante s y ante otros- el
transcurrir de su vida y lo relata. Cuando se cuenta la
vida, tenemos entre manos un "discurso interpretativo"
-retazos de hechos dibujados por una perspectiva peculiar, selecciones, montajes, omisiones, encadenamientos, atribuciones de causalidad, etc.- cuya particularidad es estar estructurado en torno a la construccin de
una versin del "s mismo"" (Pia 1989: 109).
Tambin la construccin final de este relato resulta de
mis decisiones de qu recortar, qu incluir (y qu no), cmo
narrarlo y cmo presentarlo. Mencionar esto no es un detalle menor, ya que en la construccin del relato se pone en
juego, interrelacionadamente, una doble bsqueda por
encontrar sentidos. Me refiero por un lado a los propsitos
argumentativos e investigativos segn los cuales se busca
darle un sentido al recorte, las inclusiones, y dems procedimientos mencionados, que resultan en esta construccin
final y exposicin del relato. Y por otro lado, a la idea de
que "la narracin autobiogrfica se inspira siempre, al
menos en parte, en el deseo de dar sentido, de hacer inteligible, de expresar una lgica a la vez retrospectiva y prospectiva" (Bourdieu 1986: 69).
A continuacin, comenzar por complejizar y problematizar la mirada sobre "los maestros", explicitando las
decisiones terico-metodolgicas, el recorte y la forma de
abordaje realizada sobre el tema. Luego, desarrollar el
relato biogrfico mencionado, a partir del cual se ir dando
cuenta de los ncleos centrales de este trabajo.
SOBRE "LOS

Son una construccin desde el presente, desde determinada "situacin


biogrfica" (Pia 1989).
2
Si bien en esta presentacin el foco de atencin est puesto en los
docentes, es importante sealar que se trata de procesos de construccin que se llevan adelante en un entramado de relaciones entre diversos sujetos (no slo "maestros/as"), contemplados en la investigacin
mayor dentro de la cual se desarrolla este eje.
1

MAESTROS": COMPLEJIZACIN Y PROBLEMATIZA-

CIN

El inters por ahondar en las trayectorias y experiencias


de los docentes surge de mltiples aristas de la investigacin que se articulan entre s -segn se ir desarrollando en
este apartado-, lo cual conlleva una complejizacin y problematizacin del tema.

40

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 41

MAESTROS: TRAYECTORIAS DE VIDA Y EXPERIENCIAS...


El enfoque terico-metodolgico mencionado me llev
a tematizar aquello que iba apareciendo fragmentariamente,
pero con recurrencia y significatividad, en el trabajo de
campo. Apelaciones de los maestros a sus propias familias
en contextos de charlas sobre las familias de sus alumnos,
relatos de ancdotas, menciones de diversas experiencias
laborales, junto con muchas otras cuestiones que registr a
partir de la permanencia en el mbito escolar, abrieron interrogantes en relacin a las experiencias y trayectorias de los
docentes, y a cmo se construyen desde su presente en relacin a los procesos de escolarizacin. Esto cobra relevancia
en interrelacin con el inters terico que mencion anteriormente por indagar sobre los sujetos, sus experiencias y
sus prcticas, los sentidos que se construyen, dimensiones
todas centrales de la vida social segn se entiende desde
este enfoque. En mi recorrido de investigacin, esto implic un reconocimiento de los maestros como sujetos no
"recortables" exclusivamente por su lugar docente en relacin al sistema educativo.
La indagacin en profundidad en torno a los adultos
directamente implicados en la escolarizacin de los chicos,
sea en el mbito domstico, escolar, u otro (difcilmente
definible a priori) me llev a entender que no se trata de dos
grupos homogneos, "familias" y "escuelas", segn se mencion en la introduccin. Durante el trabajo de campo realizado "por fuera de la escuela" (Cerletti 2005; Neufeld y
Thisted 2005) conoc a una "madre" que tambin era maestra y a un "padre" que era profesor, pero el rtulo "madre",
o "padre", en este contexto tiene que ver con una definicin
centrada en la escuela y el lugar que ocupan en relacin a la
escolarizacin de sus hijos3. sta fue otra de las cuestiones
que me llev a complejizar la mirada sobre los maestros, ya
que permiti visibilizar claramente que los maestros tambin tienen familias, diversas experiencias familiares, y as
como pasa con el de "madre" o "padre", el rtulo "maestros" tiene que ver con una definicin circunscripta a su trabajo en la escuela. Pero desde la propia concepcin de sujeto, stas no son escindibles a priori de otras dimensiones
subjetivas (y/u objetivas). Al poner esto en relacin con lo
mencionado en el prrafo anterior, avanzar sobre esta lnea
se fue configurando como uno de los aspectos centrales de
la investigacin.
Esta idea de no escindir a priori dimensiones de la vida
de los sujetos, de ahondar en la significacin que ellos mismos le dan y en el sentido histrico de las experiencias,
condujo a consultar una amplia variedad de bibliografa.
Por razones de espacio no es posible hacer aqu un estado
de la cuestin exhaustivo, pero s es relevante mencionar las
temticas que incluy esta bsqueda en relacin al eje del
trabajo, porque ello habla tambin de la forma de abordaje
y de la nocin de sujeto con la que se trabaja.
Esa variedad incluy textos provenientes de la antropologa sobre docentes (Batalln 2007; Achilli 2003; Pallma

2004), as como publicaciones producidas desde otros enfoques terico-metodolgicos sobre trabajo docente (Birgin
1999; Andrade Oliveira 2006; Alves Garcia y Barreto
Anadon 2006), y sobre polticas educativas (Feldfeber
2006; Barroso 2003; Birgin et al. 1998; Montesinos 2002).
Tambin es relevante mencionar trabajos que historizan la
formacin del magisterio en la Argentina y tradiciones en
relacin al mismo (Alliaud 2007 [1993]; Puiggrs 1990). Y
la lista contina con una multiplicidad de aportes en relacin a estudios sobre familia y parentesco, textos tericometodolgicos que sustentan el enfoque, textos que tematizan las relaciones entre familias y escuelas, entre otros. La
simple mencin de la variedad de trabajos que resultan significativos da cuenta de la amplitud de referencias necesarias para complejizar este eje temtico, con la intencin de
unir lo que muchas veces la especializacin disciplinar
escinde4.
En cuanto a la cuestin especfica de las experiencias y
trayectorias de los docentes en la Argentina, coincido con
Alliaud (2007) que existen trabajos en los cuales declarativamente se plantea la necesidad de conocer aspectos biogrficos de los maestros, pero se encuentran muy pocos en
los que esto se lleve adelante sistemticamente y en profundidad. Si bien esos trabajos son importantes en tanto instalan la preocupacin por el tema, no ahondan en la construccin de conocimientos sustantivos. Existen por su parte
trabajos de corte cuantitativo que exploran aspectos de las
familias de los docentes, de caractersticas sociodemogrficas, de formacin, etc., particularmente aquellos desarrollados en el marco del IIPE/UNESCO (publicados por ejemplo en Tenti 2006), pero desde un enfoque terico-metodolgico muy diferente, que no incluye los intereses de indagacin mencionados en la introduccin. Es relevante mencionar tambin la investigacin doctoral de Andrea Alliaud,
que se centra en las "biografas escolares" de los docentes
(Alliaud 2007).
A pesar del inters que revisten estos trabajos, y segn
lo planteado en la introduccin, a pesar de la centralidad
que han tenido (y tienen) los docentes tanto desde los planteos de reformas y polticas educativas, como desde distintos estudios acadmicos, considero que sus propias experiencias y trayectorias (que los constituyen como sujetos),
sin recortarlas exclusivamente al mbito escolar (aunque
considerndolo), es un tema poco indagado en profundidad,
lo cual tambin contribuy en la decisin de complejizar y
profundizar en esta direccin.
El abordaje de este eje especfico en el trabajo de campo
se llev a cabo dentro de una escuela5 desde agosto de 2005
a diciembre de 2006, en la cual realic observaciones participantes en diversas situaciones escolares (actos, recreos,
en las aulas durante las clases, horarios de entrada y de salida, desayunos y almuerzos en el comedor, etc.) y entrevisEste posicionamiento est ligado al Proyecto UBACyT (programacin 2008-2010) "Sujetos, instituciones y polticas, dentro y fuera de
la escuela: un estudio histrico-etnogrfico en torno a educacin y
vida cotidiana en contextos de desigualdad social", dirigido por la Lic.
Ma. Rosa Neufeld y co-dirigido por la Lic. Liliana Sinisi y el Lic. Jens
Ariel Thisted, del cual formo parte.

Con respecto a ellos, los contact por un circuito no-escolar, sin inters particular por buscar "maestros". Sin embargo, cuando por ejemplo
esa mujer hablaba de su hija, de cuestiones de la crianza y la escolarizacin, s apareca como dimensin importante que ella fuera maestra
(Cerletti, 2006b).
3

41

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 42

CUADERNOS 22
tas abiertas en profundidad con docentes. Las entrevistas
fueron realizadas cuando ya haba desarrollado durante
varios meses el trabajo de campo, de manera que haba una
relacin de confianza con los maestros, haba tenido la
oportunidad de tener mltiples conversaciones con ellos, y
muchas situaciones de observacin participante. A partir de
esos primeros meses de trabajo constru un temario/gua de
entrevista, que contemplaba cuatro ejes6 abiertos a lo que
surgiera como significativo. Las entrevistas se realizaron en
series de dos o tres encuentros, dentro del horario y del edificio escolar, en momentos y espacios elegidos por los
docentes.
Junto con el avance del trabajo de campo, observ -con
bastante sorpresa- que las trayectorias laborales y formativas
de los docentes eran sumamente heterogneas, y lo mismo
con respecto a sus experiencias familiares, dimensiones de
sus vidas que aparecan muchas veces articuladas en los
mismos relatos. Como parte del trabajo analtico, surgi la
pregunta sobre el por qu de esa sorpresa, lo cual me llev a
explicitar un supuesto previo, subyacente, cuya existencia se
hizo evidente al confrontarme con las "novedades" del trabajo de campo. El supuesto, segn interpreto desde el
momento actual de la investigacin, tena que ver con que
los docentes tendran recorridos "lineales" de formacin y de
insercin en la docencia, y que provendran principalmente
de familias nucleares (en el sentido de "familia nuclear occidental"). Dar cuenta de los supuestos es relevante para evitar que obturen el registro de la diversidad con la que nos
encontramos -y por lo tanto el avance del conocimiento
sobre la misma-, y adems resultan significativos para el
mismo avance de la investigacin, ya que como todo
supuesto, en alguna medida puede estar dando cuenta de
procesos de construccin social de sentidos. Con respecto a
los propios, me pregunto si tenan que ver con ideas fuertemente ancladas en nuestro contexto sociohistrico del
magisterio como "vocacin" y como "apostolado" (Alliaud
2007 [1993]; Achilli 1987; entre otros). En la construccin
particular del propio supuesto, interpreto, se pona en juego
esta construccin social en trminos de recorridos lineales.
Con respecto a los modos de organizacin familiar, leo este
supuesto a la luz de la realizacin de un trabajo de investigacin anterior, en el cual haba registrado con mucha fuerza y recurrencia apelaciones de los maestros a las familias de
sus alumnos, en trminos marcadamente normalizadores,

aludiendo muchas veces a la "mala constitucin familiar"


(Cerletti, 2006a). Desde ah entiendo la sorpresa de encontrar en los relatos de las experiencias familiares de los
docentes situaciones o formas de organizacin diversas, y en
principio similares a aqullas que muchas veces eran planteadas como "deficitarias", "anormales", "mal constituidas", y
en tanto tales, como causantes de lmites e imposibilidades
para las escuelas. De esta manera, el anlisis de los propios
supuestos signific tambin otra punta para complejizar este
eje de la investigacin.
Luego de considerar la multiplicidad de cuestiones que
me llevaron a problematizar la mirada sobre los maestros,
paso a desarrollar los argumentos centrales de este trabajo
sustantivamente y en profundidad en torno al relato sobre
Elsa7. Las apropiaciones de sus propias experiencias (y sus
expresiones), re-construidas a continuacin, se tornan
sumamente significativas al ponerlas en tensin con las
construcciones de sentido en torno a los nios/alumnos y
sus familias. Finalmente, al remitir dicho relato a los avances ms generales de la investigacin, se retoman los argumentos sobre la heterogeneidad de las trayectorias de los
maestros y la diversidad de experiencias familiares (incluyendo los modos en que se articulan con la construccin del
propio lugar docente), y su relacin con la escolarizacin
infantil actual y las apelaciones a las familias de los nios.
ELSA
Elsa es una mujer de ms de cincuenta aos8, con quien
mantuvimos una relacin muy fluida. Durante el 2005, primer ao de trabajo de campo en la escuela, casi no tuvimos
contacto, pero a partir del 2006 trabajamos juntas frecuentemente, presenci clases suyas, en su aula, nos encontrbamos regularmente, teniendo charlas e intercambios, y
realizamos entrevistas en profundidad de la forma que se
menciona en el apartado anterior. Durante el 2006 era la
maestra de tercer grado.
Al comenzar la serie de entrevistas, luego de explicarle
de qu se trataba y cmo era el temario (ver nota 6), empec con una pregunta abierta, diciendo que la primer parte de
la entrevista era para saber dnde haba estudiado y sus inicios en la docencia. A partir de ah el temario pas a un
lugar secundario, y las preguntas se fueron orientando a lo
que ella relataba. De todas formas, en otro orden y en otros
trminos, los intereses trabajados en esa gua fueron surgiendo de diversas formas, a veces a partir de mis preguntas, y muchas otras sin preguntar.
A continuacin se desarrollan los aspectos ms significativos de su relato, seleccionados y organizados en apartados temticos que tienen que ver con los objetivos y argumentos centrales de esta presentacin. En este sentido es
orientador el concepto de "trayectorias de vida", trabajado
por M. Grimberg y otros (1998), quienes lo utilizan para
"captar hitos significativos de la vida de un sujeto relacionados con reas estratgicas de la prctica social.

5
Esta escuela est situada en un barrio de la zona sur de la Ciudad de
Buenos Aires, en el cual realic trabajo de campo, entrevistando a
adultos con nios en edad escolar a su cargo, a miembros de otras instituciones (como un Centro de Salud), haciendo observacin participante en diversos momentos de la vida barrial (fiestas, ferias abiertas,
etc.). Parte de ese trabajo se llev a cabo junto con compaeros del
Proyecto mencionado en la nota anterior.
6
Estos cuatro ejes (orientados en relacin a dos grandes reas temticas) estaban compuestos por preguntas/intereses diversos en torno a
sus antecedentes de formacin y en la docencia, a su ingreso en esta
escuela, a sus familias de origen y a sus familias actuales. Aunque este
temario se construy sobre los avances del trabajo de campo, y dado
el enfoque terico-metodolgico mencionado en la introduccin, el
desarrollo mismo de las entrevistas llev a complejizar, abrir y complementar esas preguntas.

El nombre es ficticio, en pos de garantizar su anonimato.


Nunca me dijo la edad, tampoco se la pregunt, pero por otras fechas
de referencia tendra 57 aos en el 2006, ao en que se llevaron adelante las entrevistas en profundidad.
7
8

42

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 43

MAESTROS: TRAYECTORIAS DE VIDA Y EXPERIENCIAS...


Por su parte, para la madre -de la cual cuenta que no
haba tenido la posibilidad de estudiar- era importante que
ella y sus hermanas estudiaran. Sin embargo, aunque ella
quera estudiar ms de lo que la vida en el pueblo le permita, la madre no quera que se fuera. Esto pone en juego una
diferencia entre la madre y ella en torno a prioridades diferentes. Pero al mismo tiempo da cuenta de una cuestin significativa en comn: ambas comparten un sentido muy
fuerte asociado a la idea del maestro como algo muy importante, muy prestigiado por ellas en trminos valorativos.
Desde ah reconstruye un agradecimiento a su madre porque la exigencia de estudiar le permite "hoy estar ac".

Cabe aclarar primero, que son significativos desde la


perspectiva de esos sujetos; segundo, no es una "historia de vida" porque intenta contener-relacionar pasado
y presente desde la definicin del problema y los objetivos del estudio" (Grimberg et al. 1998: 226).
Los apartados que siguen reflejan tanto la significatividad dada por Elsa a su relato autobiogrfico, como a los
intereses y modos de abordaje de la investigacin, orientados a su vez por mis interpretaciones y los objetivos especficos de este artculo.
FAMILIA DE ORIGEN, INFANCIA Y ESCOLARIZACIN
Elsa naci en Carhu, una ciudad muy pequea (menos
de 10.000 habitantes en la actualidad) ubicada en el oeste de
la provincia de Buenos Aires. Hizo "salita de 5", y despus
empez primer grado en una escuela que quedaba en el centro del pueblo. Pero no le gustaba ir:
Elsa (en adelante, E.): no me gustaba, no s qu pasaba, extraaba porque yo no, no ya mi mam se
haba separado, yo estuve en manos de mi abuela, mi
abuelita muri, estaba con una ta que me cuidaba porque mi mam trabajaba y falleci mi ta tambin.
Entonces nos quedamos medias as, como que yo no
quera salir, desprenderme de la casa porque me pareca que me faltaban las personas viste, despus s empec a ir y me puse a full [en primero superior, equivalente al segundo grado actual].
La prdida de personas cercanas que la cuidaban aparece en un lugar importante para explicar por qu no le gustaba el inicio de su escolarizacin. Pero eso lo plantea como
una "etapa de cambio" (indicando similitudes con lo que le
sucedi al empezar primer ao de la escuela media).
Despus, a pesar de que la situacin familiar no se revirti
(siguieron siendo la madre, ella, y sus hermanas) s le
empez a gustar la escuela. Luego de la primaria, fue a una
"escuela de monjas", donde hizo el "Normal" y con ello se
recibi de maestra.
En la enunciacin de su historia familiar nunca nombra al padre, lo nico que dice es que la madre se separ.
No nombra de hecho a ningn hombre en relacin a sus
experiencias familiares tempranas. Esto permite poner en
tensin algunas de las representaciones mencionadas anteriormente sobre las formas de organizacin familiar y sus
efectos en la escolarizacin infantil. Una familia donde el
padre no tiene presencia, la madre trabaja y los nios quedan al cuidado de otros adultos, suele ser una configuracin que se representa como "deficitaria" o "desviada" (no
normal), causante de problemas escolares -en un sentido
determinista-. Ms all de lo que ella plantea como dificultades de las "etapas de cambio", el modo de organizacin familiar en el que se desarroll su infancia no es presentado como problemtico o causante de tales limitaciones para la escolarizacin. Esto es concordante con lo
relevado en el trabajo en profundidad con distintos maestros y maestras; es decir, se registra una diversidad importante de formas de organizacin familiar -cambiantes a su
vez a lo largo de los cursos de vida- que no han sido impedimento para la escolarizacin.

PRIMERAS EXPERIENCIAS DOCENTES COMO MAESTRA RURAL


Enseguida de completar los estudios en el Normal
empez a trabajar como maestra rural, a los 18 aos,
haciendo suplencias cortas. Entre cada suplencia volva a
Carhu, y luego vuelta a pueblos muy pequeos, cercanos.
En esas experiencias relata que sufra:
E: [la escuela donde trabajaba era lejos del pueblo,
en el] medio del campo, no volva a mi casa, yo lloraba
todas las noches porque paraba en una eh no se
dice pulpera, pero era donde ramos generales! En
medio del campo, donde todas las personas paraban
ah, todas las personas paraban ah y nosotras [ella y
otra maestra] llorbamos. Lo que pasa era que yo quera ir a la escuela y [] no poda quedarme a dormir
en la escuela porque [la Directora] viva ah
Una particularidad que marca mucho del trabajo de
maestra rural era dnde tena que vivir: si en la misma
escuela (en caso de que hubiera lugar, ya sea porque la
directora no necesitaba quedarse a dormir ah porque viva
cerca, o ya sea porque la escuela era un poco ms espaciosa), o en un hotel ("donde paraban todos"). Pero a pesar del
sufrimiento que indica, Elsa subraya el aprendizaje que
hizo en esas primeras experiencias laborales, diciendo "me
hice en el campo", en alusin a su formacin como maestra. De todas formas, los inicios en su vida laboral no estaban centrados nicamente en torno a la docencia, ya que
alternaba el trabajo en un negocio familiar (de la madre) en
Carhu y las suplencias (para las cuales tena que trasladarse a los pueblitos, volviendo los fines de semana, y no
todos).
VIDA FAMILIAR, MOVILIDAD Y TRABAJO
Las posibilidades, preferencias y oportunidades laborales, junto con los cambios y experiencias familiares, tanto
para Elsa como para los otros docentes con los que trabaj,
se van interrelacionando estrechamente, y de esa forma se
van configurando las distintas trayectorias.
Tras el tiempo de alternancia entre las suplencias cortas
en escuelas rurales y el trabajo en el negocio familiar, a los
21 aos Elsa se cas, y al casarse dej de trabajar.
E: en el '70 me cas [] yo ya no trabaj, cuando me
cas yo ya no trabaj, entonces mi mam me deca: 'y
el diploma?', 'lo tengo bajo el colchn' le digo, 'cuando lo necesite lo voy a sacar' no trabajaba
Investigadora (en adelante, I.): Trabajaba l?

43

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 44

CUADERNOS 22
emprendimiento econmico propio/grupal (el hotel) y el
trabajo en relacin de dependencia (en la sulfatera):
"Entonces perd todo y me qued sin nada".
Durante ese perodo crtico, entre el 80 y el 85, vive
intermitentemente en Carhu y en Buenos Aires, iba y
vena, incluso hizo un intento de radicarse en Neuqun con
la hermana:
E:[Sobre el proyecto de irse a Neuqun] con mi hermana, estaba mi hermana y lo que pas es que fallece
mi madre, el mismo da, el mismo da que yo tena que
irme (el lunes) a tomar una suplencia a [un pueblo de
Neuqun], ese domingo fallece mi madre, el da del
padre fallece mi mam. Recibimos un telegrama, porque
en ese entonces mandbamos telegrama en el 84, y me
vuelvo a Carhu a cuidar a mi sobrina que la cuidaba
mi mam, ella haba nacido en febrero e imaginate que
era en junio cuando muri mi mam, la nena era chiquita y me qued, ya me radiqu en Carhu y despus no
vea movimiento como para m y me volv a Buenos
Aires
El hecho de que su madre cuidara a la hija (beb pequea) de la hermana que viva en otra provincia, y ante la
muerte de la madre, el hecho de que ella misma quedara un
tiempo al cuidado de esa sobrina (y con la particularidad de
que era una nena adoptada), resulta paradjico en relacin
a situaciones complicadas que atribuye a sus alumnos por la
no-presencia de los padres. En un sentido similar al indicado con respecto a la ausencia de su padre en el relato de su
vida familiar, la paradoja es que quedan de alguna manera
escindidas sus propias experiencias familiares y las apreciaciones sobre las experiencias familiares de sus alumnos.
En su relato autobiogrfico, estas formas de organizacin
no son problematizadas, o enunciadas como problemticas
tampoco (s lo son las muertes y las prdidas), pero en relacin a sus alumnos esas configuraciones eventualmente van
a ser enunciadas como problemticas, lo cual ser retomado y complejizado en los apartados siguientes.
Luego, su sobrina pasa a estar al cuidado de su hermana, y Elsa finalmente se instala en Buenos Aires. Trabaj
hasta el 89 en una "escuela especial", un Instituto de
Educacin No Formal, para "chicos con problemas de lenguaje, en realidad eran chicos discapacitados, chicos
Down". Era una institucin privada, en Capital. Muchas
veces (fuera del contexto de entrevistas pautadas) puso
ejemplos de la "escuela especial". Es ms, en las charlas
informales durante los recreos, u otras situaciones de la
cotidianeidad escolar, sola valorar mucho su experiencia
en la "escuela especial" y en la "escuela rural", y todo lo que
aprendi en ambas.
Actualmente Elsa no vive sola, ya que volvi a formar
pareja. Tuve la impresin de que haber formado una nueva
pareja era algo sobre lo cual la incomodaba hablar, a pesar
de que ya se haba construido entre nosotras un vnculo ms
o menos estrecho, con bastante confianza:
E: yo en mi casa pensaba ayer, hablaba con mi marido, cuando yo le hablo de los chicos
I: Te volviste a casar despus?
E: Estoy en pareja

E: porque trabajaba l. Entonces este lamentablemente se enferm


Desde el presente, Elsa reconstruye que el ttulo de
maestra era como una herramienta a la que poda recurrir en
caso de necesidad, como algo "atesorado" (sobre esto volveremos ms adelante).
Al casarse se haba mudado con el marido a otro pueblo, a Epecun (tambin muy pequeo, sobre el lago del
mismo nombre, y cercano a Carhu), donde ambos trabajaban en el verano en un hotel que tenan "en sociedad" (con
ms personas), antes de las inundaciones que en los 80
borraron al pueblo del mapa. La enfermedad de su marido
aparece como determinante de su reingreso en el mercado
laboral. Despus, en un momento de mejora, el marido
empez a trabajar en una empresa, y se sum como administrativa ah tambin, ofrecindose para un puesto que
haba rechazado el marido:
E: [] era una [empresa] sulfatera s y fui a ver a
una de las dueas, que eran varias y me aceptaron, dice
'la primera vez que tomamos una mujer pero ya que el
capataz la recomend' []. Yo aprend cosas en la
administracin. Y ellos queran que yo enseara a la
gente que no saba leer, que firmaran donde tenan que
firmar y les ense a algunos [] y me encant, cuando uno aprendi a firmar me encant, fue una maravilla
A pesar de no tener una continuidad en el trabajo como
maestra, en el relato de sus experiencias laborales en otros
mbitos (en este caso como administrativa) marca como
significativo que realizaba tareas de "maestra", contando
que as se lo pidieron, y al mismo tiempo enfatizando la
gratificacin que significaba para ella que, por ejemplo, un
hombre que era analfabeto, "aprendiera a firmar". Esto fue
a partir del 78.
A principios de los 80 hay varios sucesos trgicos que
marcan el relato de su historia:
E: [] mi marido fallece en el 81 y yo sigo en la
empresa trabajando, yo sigo en el hotel hasta que se
inunda[]cuando se inund [] yo ya quera venirme para ac [a Buenos Aires], iba y vena, vena
mucho porque la empresa tena la central ac [... Y
tambin en Buenos Aires] haca encuestas de idiomas
[] Yo trabajaba en el hotel en el verano y en el
invierno estaba ac en Buenos Aires. En el primer
invierno que decido quedarme queda el hotel bajo el
agua, en el 85, as que te imaginas que del 81 al 85
perd a mi marido, perd a mi mam, perd el hotel bajo
el agua y perd tambin mi trabajo por el agua, porque
estaba en la empresa sulfatera, era secretaria.
Cuando enviud volvi a vivir con la madre (quien
fallece al tiempo tambin). En su trayectoria laboral se van
entramando sus experiencias relacionadas con la vida familiar -su casamiento, su viudez y la muerte de la madre principalmente-, y otros tipos de eventos donde se cruza lo econmico/laboral con determinantes externos, como la inundacin del hotel y de la sulfatera. Las dos primeras son prdidas muy fuertes para ella en el contexto de su vida familiar, y son enunciadas tambin junto con la prdida del

44

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 45

MAESTROS: TRAYECTORIAS DE VIDA Y EXPERIENCIAS...


No se cas, pero siempre se refiri a l como "su marido", mencionndolo frecuentemente en relacin a las conversaciones que mantiene con l sobre sus alumnos.

Esa discontinuidad caus para ella la "mala base" que


haban tenido sus alumnos en los aos anteriores. Ante eso,
a principios de ao los miembros de la direccin de la
escuela y del Equipo de Orientacin Escolar (E.O.E.) le
haban hecho "la promesa" de que la iban a acompaar.
Cosa que no sucedi, o sucedi muy fragmentariamente.
Recin en la segunda mitad del ao, algunas veces por
semana se sumaba el maestro de nivelacin al trabajo en el
aula con ella, especficamente con dos chicos; esta compaa para ella aliviaba un poco el sentimiento de soledad.
Especialmente durante los primeros meses del ao planteaba con mucha angustia lo sola que se senta en el trabajo
con los chicos, lo cual se magnificaba por lo problemtico
del grado, y era vivido por ella como un incumplimiento de
la promesa de acompaamiento que le haban hecho desde
la direccin y el E.O.E.
A pesar de las dificultades (sealadas por ella y por los
otros), remarcaba en distintas ocasiones algunas cuestiones
muy positivas, particularmente que todos los chicos ese ao
haban podido comprar el libro, con lo cual se siente "una
reina" (frase que usaba recurrentemente), y el modo en que
disfruta su trabajo en relacin a los chicos. Los aprendizajes que hacan, y especialmente las demostraciones de afecto, eran para ella motivos importantes de gratificacin.

EL TRABAJO EN LA ESCUELA Y SUS ALUMNOS


Una vez instalada en Buenos Aires, su vida laboral
qued estructurada en torno a la docencia. Despus de un
par de aos de trabajar en esa escuela privada "especial", se
le presenta como problemtica la cuestin de la estabilidad
laboral, que aparece asociada a una escuela estatal, ms que
la privada, ya que sta puede presentar ms vicisitudes, y
por lo tanto, la posibilidad de perder el trabajo. Como ya
tena cierto puntaje acumulado9, primero trabaj como preceptora en una "escuela laboral", y despus en el 90 titulariz en una "escuela de provincia" estatal, en la zona sur del
Gran Buenos Aires. Mientras trabajaba en esa escuela:
"E: me dice una compaera 'vamos a Capital', yo viva
en Capital y ella en provincia y le digo 'bueno, me voy
a anotar', me anot como maestra y me llamaron como
maestra recuperadora, entr como maestra recuperadora ac
I: En este Distrito?
E: En este Distrito X [nmero del distrito] y todo lo hice
en el X, estuve como maestra recuperadora, como
maestra niveladora, como maestra bibliotecaria, como
maestra de grados superiores, entr y como maestra
de aceleracin.
I: Y ahora es la primera vez?
E: Es la primera vez que tengo tercero para m, que
tengo un grado solo. [] Yo digo que estoy feliz
Para ella tener "un grado solo", de chicos ms chicos,
todo el ao, parece tener una significatividad especial, particularmente en cuanto a la afectividad en la relacin con
los nios. En varias ocasiones que hice observacin participante en sus clases, los chicos le daban cartitas con mensajes cariosos, o le escriban alguna frase linda en el pizarrn. Tambin me mostr con entusiasmo una caja en la que
guardaba toda una pila de cartitas, dibujos, notitas, que le
regalaban los chicos10.
Las formas en que caracteriza a sus alumnos son relevantes para entender tanto la construccin de su lugar
docente y sus vinculaciones con otros miembros de la
escuela, como las relaciones que establece con las familias
de los nios -cuestin que entra en juego tambin en sus
posicionamientos y prcticas como maestra. Es importante
decir que esas caracterizaciones no son siempre las mismas,
cambian y se matizan en diferentes situaciones, pero s se
registran algunas cuestiones con recurrencia. As, para ese
grupo, indicaba dos tipos de problemticas: la discontinuidad de maestros anteriores (en primer y segundo grado), y
"problemas sociales, externos a la escuela". Antes de que
empezara el ao, cuando le iba a tocar ese grado, cuenta que
todos le decan que era "el peor", que era "terrible", y que
le dijeran eso de sus alumnos "le duele".

SOBRE

LAS FAMILIAS DE LOS ALUMNOS: APELACIONES, RELA-

CIONES, MATICES Y PARADOJAS

Cuando los maestros caracterizan a sus alumnos, es frecuente que lo hagan en relacin a explicaciones o descripciones de diversas situaciones familiares de los nios. En
este sentido, tambin para Elsa la cuestin de las familias de
los alumnos es inescindible de cmo los caracteriza y de
cmo se posiciona como docente. Durante una de las entrevistas, luego de preguntarle por las caractersticas de sus
alumnos, se dio la siguiente secuencia:
I: Y para vos Qu es lo que hace que un chico sea
muy buen alumno? [retomando una frase de ella]
E: Muy buen alumno? Y, la ayuda de los padres, a
veces no lo tienen y son buenos alumnos igual te digo,
pero por lo general la presencia de un adulto en un nio
que est recin empezando es muy importante, es muy
importante la presencia de un adulto. Pero viste es
primordial creo, que el chico vaya y tenga la presencia
de alguien, que alguien est pensando en l tambin y
cuando no existe eso el chico es responsable solo, hay
chicos responsables y que los padres no pueden son
responsables y son excelentes
I: Que aprenden lo mismo?
E: Yo a veces digo s, la presencia del adulto cuando va
a la casa y le mira que que est contento, pero cuando no lo tiene y se hace cargo de sus hermanos Por
ah ac no es el caso en que se ve mucho que los chicos pero s que limpian. Sabs que hay una nena,
[menciona el nombre], que dice que limpia y que cuida
a los hermanitos, [nombra a otra nena] era una nena
que no hablaba, que ahora empez a leer A esa nena
no la acompaan mucho, vino el pap, la mam en una
oportunidad, la abuela sabe venir siempre esa nena

Sobre el sistema de puntaje y concursos docentes ver Batalln, 2007.


A m tambin me escribieron alguna cartita, despus de estar en el
grado con cierta frecuencia haciendo observaciones, hablando con
Elsa, en los recreos, etc.
9

10

45

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 46

CUADERNOS 22
no es muy acompaada ves por los padres pero la abuela s pero que no es lo mismo.
En relacin a la escolarizacin de sus alumnos, para
ella es importante que algn adulto acompae, pero establece una diferencia entre el hecho de que acompae la
abuela o de que los que acudan a la escuela sean los
padres: "no es lo mismo". Retomando la paradoja sealada anteriormente, esto tambin aparece escindido en relacin al relato de su propia historia, segn el cual tras la
separacin de los padres ella queda al cuidado de la abuela. Sin embargo, esto no aparece asociado en la reflexin
sobre sus alumnos, para quienes plantea que el acompaamiento cotidiano en la escolarizacin es mejor que sea de
los padres. A diferencia de otros relatos autobiogrficos
registrados en el trabajo de campo, en su caso la particularidad de las propias experiencias familiares queda escindida de las de sus alumnos, presentadas estas ltimas
como problemticas. En otras entrevistas realizadas con
maestros/as s hubo una instancia reflexiva sobre las similitudes y/o diferencias entre sus propias experiencias y lo
que indican sobre sus alumnos, ya sea a partir de mis preguntas, o incluso como parte del desarrollo del propio
relato. Pero con Elsa no, no hubo preguntas sobre esta
diferencia, y ella no puso en "uso" su propia experiencia
familiar y su escolarizacin en relacin a las caracterizaciones de las familias de sus alumnos.
En este punto es pertinente retomar lo mencionado anteriormente en torno a representaciones fuertemente ancladas
sobre las familias de los chicos: las dificultades o imposibilidades de la escuela frente a la "mala constitucin familiar", o ante la "falta de acompaamiento", y ste definido
en un sentido bastante especfico, segn se registra en el trabajo de campo. Ella, con respecto a esas representaciones,
tambin ve al acompaamiento familiar como fundamental:
que ayuden al chico con la tarea, que respondan a las citaciones de la escuela, entre otras cosas. Asimismo, ve a los
"problemas familiares" como dificultades para los chicos
en relacin a la escolarizacin, pero no como problemas
insalvables. Ella hace un gran esfuerzo, y marca su satisfaccin ante los logros, en conseguir ese acompaamiento
de los padres. Asociada a la importancia que le da a esto -lo
cual surge tanto de las entrevistas como de otras situaciones
del trabajo de campo- insista para que vayan a la escuela,
reiteraba invitaciones, llamaba por telfono (la vi una vez
en el grado llamando desde su telfono celular a la madre
de un alumno), hizo actividades con los padres, etc.; marcando que estaba muy contenta con que finalmente logr
que en algn momento, todos vayan.
E: Han venido todos o sea, no hay nadie que no haya
venido, tardando ms tiempo, no cuando yo lo cito, que
lo cito dos o tres veces, pero han venido, he conocido a
todos. Por suerte han venido, no es que los han dejadoPero no por ah como, como vienen no s un 50
por ciento ms bien de los chicos, entends, tens que
mandarle y reiterarle, reiterarle y vuelta a reiterarle,
pero as se consiguieron un montn de cosas. Mir este
nene que se port tan mal ahora viene la mam a la
tarde otra vez, viene a la maana, viene a la tarde, ya

vino la otra semana porque se estaba portando muy mal


y es un nene que repiti
De todas formas, a pesar de lo paradjico de la escisin
entre sus propias experiencias familiares y la interpretacin
de las problemticas que indica para sus alumnos, hay
momentos en los que matiza las caractersticas del trabajo
escolar de los chicos y lo que pasa en la casa. En este sentido, y a pesar de que no haya un uso explcito de su propia
biografa para interpretar ciertas situaciones familiares de
sus alumnos, es importante sealar algunos matices e interpretaciones alternativas en las que problematiza ms la relacin entre la vida familiar y el proceso de escolarizacin:
I: Y hay casos de que s los acompaen los padres y
que les cueste lo mismo, que tengan problemas?
E: S, hay chicos que tienen problemas, s que por
ende yo creo que hay un equipo que es idneo en el
caso y que tendra que hacer un diagnstico, porque
nosotros no hacemos diagnstico []. Hay casos, hay
casos, pero porque son de padres golpeadores, de
padres alcohlicos, comienzan a separarse los padres
viste y empiezan a tirar de los chicos para un lado y
para el otro viste, luchas por los chicos. S, a veces no
es fundamental que est el padre porque por ah est el
padre y le hace un mal, les pega, casos de chicos golpeados viste que reciben golpes en la casa. S, no es
solamente o sea, es importante la presencia de un
adulto pero en estos chicos no solamente el adulto es el
padre, sino que son los tos, o los abuelos los que vienen y estn, o un pap que est con los chicos o una
mam sola.
Esto da cuenta de que las prcticas y las representaciones no son homogneas, no estn libres de contradicciones,
y hay que entenderlas/interpretarlas en relacin al contexto
en que se producen. As, la falta de acompaamiento de los
padres como problemtica apareca resaltada con ms nfasis cuando estaba en situaciones de dilogo entre varios
maestros. Es significativa una situacin que registr en ocasin de una de las jornadas de debate entre los docentes
sobre la Ley de Educacin Nacional, en la cual se haban
generalizado entre los docentes, con mucha vehemencia,
una serie de reclamos contra las familias de los alumnos
(algo que se registra con frecuencia en las charlas entre
maestros). Elsa tambin se sumaba a las quejas con comentarios tales como el siguiente: "la escuela de jornada completa es un depsito. Estn solos los chicos porque los
paps no estn en todo el da". Luego, durante la misma
secuencia en esa jornada, ella tambin enfatiz una "falencia" de una madre, y muy significativamente en relacin a
este trabajo, desde una construccin particular de ella
misma como maestra, "explicndole" a la madre:
[De un registro de campo sobre esa jornada] (Los
docentes) hablaban superponindose, aunque por
momentos algn relato concentraba la atencin y era
ms escuchado. E. cont que ella 'tena un nene que no
vea bien. Yo [remarcndolo] tuve que explicarle a la
mam lo que tena que hacer' [lo planteaba como queja
a que los padres no saban qu tenan que hacer en
relacin a sus hijos].

46

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 47

MAESTROS: TRAYECTORIAS DE VIDA Y EXPERIENCIAS...


Tambin la cuestin del afecto en la relacin con los
nios remite para ella al tema de sus familias. Como se dijo
en el apartado anterior, una caracterstica importante de la
relacin con sus alumnos en distintas situaciones giraba en
torno al "cario"; tanto por el cario que ella les tiene a sus
alumnos, y que siente que ellos le retribuyen, como lo que
interpreta como faltas de "afecto" de los nios. Es interesante cmo surge en una de las entrevistas:
I: Cmo describiras al grupo, a los chicos?
E: Son muy carenciados de afecto, yo me di cuenta que
son contados con la mano las familias que tienen
mucho afecto, porque yo hice un trabajo sobre la familia y ellos te piden que la familia sea feliz, que no les
falte comida, que no les falte trabajo, que le den amor.
Vos sabs cuntos pusieron que le den amor y cuntos
me dicen que quieren que yo sea la mam, eso puede ser
muy comn porque siempre les dicen que la maestra
qu s yo tanto, es la segunda mam, porque viste les
inculcan desde la casa, pero vos ves que los chicos son
sinceros con lo que te dicen a veces. La falta de cario,
porque me pusieron que queran afecto, qu s yo
esas cosas que te pusieron, que las hile finito, la verdad
que es un grupo muy carenciado y muy castigado fue,
porque tuvo una serie cambiaron en dos aos diez
maestros, claro ellos ven ahora que yo no falto nunca a
la escuela entonces con ellos, el otro da cuando yo
tena que ir a agarrar el cargo, o bueno el traslado,
entonces les tuve que decir 'chicos, no vengo porque
voy al traslado', las mams me paraban afuera para ver
si era cierto que yo no iba a venir.
Elsa interpreta que ellos pidan "que la familia sea feliz,
que no les falte comida, que no les falte trabajo, que le den
amor" como la carencia de eso en sus casas. No es posible
en este caso identificar si eso es as o no para los chicos, lo
que resulta significativo es ver cmo va construyendo y
presentando su lugar como docente en relacin a esto. Y si
bien, como deca anteriormente, no hay un uso explcito de
su biografa en la reflexin sobre las familias de sus alumnos y sus procesos de escolarizacin, s introduce diversos
matices y consideraciones segn el contexto y las preocupaciones de las que se trate.

dejaba "salir a estudiar", en el sentido de trasladarse al contexto urbano. Ella de todas formas arma sus estrategias en
relacin a esta prohibicin de la madre: hace cursos, "capacitaciones". Asimismo, remarca que "la escuela estaba
siempre presente en m, siempre": ya sea cuando dice que
les enseaba a leer a los hombres que trabajaban en la sulfatera, ya sea en la realizacin de esos cursos y sus estudios.
Algo similar sucede con su relato tras el trgico perodo en
que muere el marido, la madre, se inunda el pueblo con su
hotel y la empresa sulfatera, eventos que constituyen 'hitos
significativos' de su vida (Grimberg et al. 1998). La reconstitucin de su vida luego de este perodo pasa para ella por
volver a estudiar. Despus de relatar esas prdidas agrega:
"pero bueno, vine ac y me fui haciendo, estudiando, volv
a estudiar". Esto es llamativo, ya que dice que en el pueblo tena la posibilidad de ser maestra, pero pareciera que
ante la muerte de la madre retoma lo que haba enunciado
como su deseo de estudiar -que articulara centralmente con
su "vocacin" docente-, y la 'ciudad grande' brindara
muchas ms posibilidades para ello.
En el relato de sus diferentes experiencias laborales
enuncia, desde su presente como maestra, una centralidad
de su inters, su preocupacin por la escuela, como una
especie de 'hilo conductor'. Resulta significativo relacionar
esto con los aportes de Bourdieu en torno a lo que l llama
"la ilusin biogrfica" (Bourdieu 1986), como una bsqueda de sentido, de unidad, de darle coherencia a la propia
existencia. As, en el relato autobiogrfico, desde el presente "el pasado abandona ese estatuto de simultaneidad desconcertadora y polismica que tuvo cuando an no era
pasado" (Pia 1989: 114).
Vale la pena notar una 'oscilacin' que hay por un lado
entre ese 'hilo conductor' que traza en su recorrido de vida
a partir de la construccin autobiogrfica -y que desemboca en su presente docente-, junto con el relato de ese recorrido marcado (y determinado en parte) por otros acontecimientos de la vida; y por el otro con la idea del ttulo docente como una herramienta que podra usar en caso de necesidad -caso que eventualmente se le present-. Esa 'oscilacin' se da entre un sentido de "gran valor" asociado a ser
maestra y un sentido "utilitario" del ttulo (como herramienta que permite una insercin laboral), y ambas cosas se
conjugan desde este presente suyo.
Para entender mejor esta construccin es relevante retomar lo mencionado al principio en relacin a la fuerte construccin social que se ha dado en nuestro pas del magisterio como "misin", como "vocacin", y como "apostolado"
(Achilli 2003; Alliaud 2007 [1993]; entre otros). Al centrar
la mirada en los relatos de vida de los maestros -y como
particularmente se ve en el de Elsa-, se observa que la decisin de trabajar de docente, cmo, dnde y cundo, depende de una gama de posibilidades y est siempre en articulacin con otras dimensiones de la vida: la pareja, la familia,
otros proyectos econmicos, etc. Es entonces despus, ya
en el trabajo docente, cuando se arma el discurso ms
"vocacional", y se reconstruye la historia personal desde
ah. Los usos y apropiaciones de las propias experiencias,
realizados desde la produccin presente del relato autobio-

LA ESCUELA COMO "HILO CONDUCTOR"


En este apartado se retoman y sistematizan algunos
aspectos que fueron surgiendo en relacin a los temas anteriores, que hacen a su relato autobiogrfico y a las apropiaciones de sus propias experiencias -a los usos de las mismas
en la construccin de su lugar docente-.
Por un lado, al hablar de lo que le hubiera gustado estudiar, pero que no pudo porque la madre "cuando era chica
no me dejaba salir a estudiar, que viniera sola para ac"
(en relacin a la ciudad), enuncia que le gustaba ser "asistente social". Con ello desliza una relacin con su trabajo
docente actual, que se desarrolla en uno de los distritos con
mayores Necesidades Bsicas Insatisfechas de la Ciudad de
Buenos Aires. Por otro lado, est la limitacin de posibilidades de cursos y carreras en el contexto del pueblo, que se
pona en tensin con el mismo hecho de que la madre no la

47

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 48

CUADERNOS 22
grfico, dan cuenta de la construccin de ese "hilo conductor" que le dara un sentido ms unificado a la existencia,
desde el cual cobrara sentido y relevancia el lugar actual
como docente.

alumnos y sus familias (en trminos de carentes, deficitarias,


causantes de limitaciones o dificultades para la escolarizacin), o bien aparecer paradjicamente escindidas de las mismas, o tambin matizadas en determinadas situaciones.
Pero tambin es relevante sealar que esto no sucede as
homogneamente. Trabaj con docentes que vinculaban sus
propias experiencias familiares 'problemticas' con la construccin de su lugar docente, haciendo un uso explcito de
las mismas. Es significativo en este sentido un fragmento
de registro de campo, realizado a partir de una entrevista
con otra docente:
I: [Le pregunt de qu origen eran los padres]
Romina11: 'Padre portugus, madre espaola. Padre
alcohlico. Yo trabajo desde los 14 aos, trabaj para
poder hacer el Normal. Por eso yo entiendo a estos chicos, s que se puede. Quiero darles algo para que puedan mejorarse, salir, no desde la lstima, sino desde el
que se puede'. [Hizo una breve pausa] 'Yo me siento un
testimonio vivo de que se puede' [con nfasis].
Como se dijo anteriormente, stos son aportes centrales
que pueden realizarse desde un enfoque etnogrfico: visibilizar la heterogeneidad y diversidad que caracteriza la vida
social, y los particulares procesos de construccin de sentidos que llevan a cabo los sujetos en su accionar cotidiano.
Para finalizar, es relevante relacionar lo desarrollado en
este trabajo con algunos avances ms generales de la investigacin. Segn se mencion, a travs de la indagacin
sobre las historias familiares de los mismos docentes registr una gran diversidad y heterogeneidad de situaciones:
padres separados, madres solas, crianza con adultos que no
son los padres biolgicos, etc., similares a aquellas que se
suelen ver como lmites para que la escuela pueda "hacer su
parte". Lo que interesa remarcar es que sin embargo, han
sido "exitosamente" escolarizados; es decir, su escolarizacin se llev adelante junto con diversas formas de organizacin familiar, sin que las formas que se alejan del 'modelo de familia nuclear occidental' resultaran necesariamente
una limitacin insalvable.
Esto es importante no slo en relacin a las representaciones de los mismos docentes sobre las familias de sus
alumnos, que incluyen posicionamientos diversos (como el
de Elsa y el de Romina), sino especialmente por determinados discursos sobre las familias que se construyen actualmente en distintos mbitos (acadmicos, de gestin de polticas, en los medios masivos de comunicacin, y desde ya,
tambin recurrentemente en las escuelas), con un sentido
fuertemente modelizado y que las autonomiza con respecto
al contexto sociohistrico y sus determinantes estructurales.
En esos discursos se apela a las familias, ya sea en sus
caractersticas y/o en su accionar, como condicin necesaria (o impedimento, en el caso de que "no cumplan") para
la escolarizacin "exitosa" de los nios. Esto incluye centralmente pedidos de "acompaamiento" y convocatorias a
su "participacin" en la esuela. Pero son apelaciones fuertemente prescriptivas, que no contemplan las posibilidades,
condiciones y sentidos que tiene la educacin y la escolari-

PALABRAS FINALES
El relato de Elsa, a la luz de los avances ms generales
de la investigacin, da cuenta de la heterogeneidad en las
trayectorias de vida de los docentes y de la diversidad de
formas de organizacin familiar que constituyen sus experiencias. Y, de acuerdo con lo que se dijo en la introduccin,
no porque sea representativo ni tipificable, sino porque
muestra lo que se ve si se mira de cerca, en profundidad:
complejidad, diversas construcciones de sentidos, representaciones y prcticas no libres de contradicciones, y principalmente, sujetos que son activos constructores de la vida
social, siempre inmersos en tramas de relaciones.
Asimismo, este relato habla de la complejidad que implica la construccin del lugar docente, a partir de la apropiacin y los usos de la propia biografa. En este relato se van
entramando diversas experiencias de vida, relacionadas a lo
familiar y a lo laboral (vinculado a la necesidad de generar
ingresos econmicos y a la bsqueda de estabilidad), entre
otras cuestiones, inescindibles para entender la manera en
que se construye e interpreta la propia historia. Se visualiza
tambin cmo en esa presentacin aparecen simultneamente cuestiones ligadas a una "tradicin vocacionista" (Birgin
1999), que ha tenido mucho peso en la conformacin histrica del magisterio en la Argentina. Interpreto que esto se articula con lo que Elsa presenta en el contexto de las entrevistas de investigacin como una especie de 'hilo conductor' de
su vida, segn el cual "la escuela" y su vocacin como docente (gratificaciones relacionadas a ensear, el deseo de seguir
estudiando y formarse, el "peso de la palabra maestra", etc.)
'siempre estuvieron presentes en ella'.
As, el desarrollo del relato de Elsa permite mostrar que
la posicin como docente se construye activamente, en procesos que pueden incluir contradicciones y paradojas, a travs de la conjugacin de diversas dimensiones de las experiencias vividas y de las posibilidades vinculadas a cada
contexto sociohistrico.
Profundizar en el conocimiento sobre los sujetos sociales
-que en esta investigacin remite centralmente a los adultos
vinculados cotidianamente a la escolarizacin infantil tanto
en el mbito domstico como en la escuela- es un aspecto
importante para entender las particularidades de sus interacciones, las prcticas y representaciones en torno a los nios,
los acuerdos, desacuerdos, tensiones, conflictos, y diversas
situaciones que se registran con suma frecuencia. El anlisis
de los relatos sobre las propias biografas, en las que entran
en juego la diversidad de experiencias familiares, laborales y
formativas, es una de las herramientas privilegiadas para
entender la realidad social en trminos de un 'presente historizado', tal como se aporta desde el enfoque etnogrfico.
Simultneamente, el trabajo sobre los relatos autobiogrficos da cuenta de determinadas particularidades en las
apropiaciones y usos de las propias experiencias: las mismas
pueden ser contrastantes con las caracterizaciones de los

11

48

El nombre tambin es ficticio para garantizar su anonimato.

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 49

MAESTROS: TRAYECTORIAS DE VIDA Y EXPERIENCIAS...


zacin para los sujetos implicados. Es decir, no parten de un
conocimiento sobre las prcticas cotidianas, y por lo tanto
se prescriben esas acciones sin considerar otras formas
posibles de involucramiento en la escolarizacin de los
nios, sin preguntarse qu sucede cuando se "acercan", ni
por qu o para qu sera necesario que lo hagan; es decir, sin
problematizar la construccin de la realidad sobre la que se
prescribe. Esos desconocimientos y descontextualizaciones
conllevan una naturalizacin de la necesariedad de la
"alianza" entre las familias y las escuelas, que as pensadas
aparecen entonces como 'dos bandos' entre los cuales la
"participacin" sera vista como automticamente positiva
(Menndez 2006).
Lo expuesto ac sobre los maestros aporta a la desnaturalizacin de esa visin, que apunta culpas y responsabilidades a las familias de los nios por el xito y/o el fracaso
escolar, en un contexto histrico de profunda desigualdad
social, en el que crecientemente se tienden a individualizar
las responsabilidades sociales. Es en este mismo contexto,
caracterizado por la transferencia de responsabilidades que
histricamente asumi el Estado en la Argentina, hacia planos individuales de accin, en el que se producen culpabilizaciones y responsabilizaciones mutuas entre los sujetos
directa y cotidianamente vinculados a la escolarizacin de
los nios: docentes y adultos a cargo de ellos en el mbito
domstico, quienes son a su vez los principales destinatarios de dicho proceso de transferencia de culpas y responsabilidades por la educacin y escolarizacin infantil.

Barroso, J.
2003. Regulao e desregulao nas polticas educativas:
tendncias emergentes em estudos de educao
comparada. En: A Escola Pblica: regulao, desregulao e privatizao. pag 19-48 Joo Barroso
(org.). Porto, Ed. ASA.
Batalln, G.
2007. Docentes de infancia. Antropologa del trabajo en la
escuela primaria. Buenos Aires, Paids.
Birgin, A., I. Dussel, y G. Tiramonti.
1998. Nuevas tecnologas de intervencin en las escuelas.
Programas y proyectos. Revista Propuesta
Educativa 18: 51-58.
Birgin, A.
1999. El trabajo de ensear. Entre la vocacin y el mercado: las nuevas reglas del juego. Buenos Aires,
Troquel.
Bourdieu, P.
1986. "L'illusion biographique". Actes de la recherche en
sciences sociales, 62, (1): 69-72.
Bruner, E. M.
1986. Experience and its Expressions. En: The
Anthropology of Experience, pgs. 3-30. Victor
Turner y Edward Bruner (eds.). Urbana, University
of Illinois Press.
Cerletti, L.
2005. Familias y educacin: prcticas y representaciones
en torno a la escolarizacin de los nios. Cuadernos
de Antropologa Social 22: 173-188.
2006a. Las familias, un problema escolar? Sobre la socializacin escolar infantil. Buenos Aires, Noveduc.
2006b. Las familias y su abordaje en el trabajo de campo,
una cuestin compleja. En Actas del VIII Congreso
Argentino de Antropologa Social, s/n, Salta.
Feldfeber, M.
2006. Reforma educativa y regulacin estatal. Los docentes y las paradojas de la autonoma impulsada "por
decreto". En: Polticas educativas y trabajo docente.
Nuevas regulaciones nuevos sujetos? pgs. 53-72.
Dalila Andrade Oliveira y Myriam Feldfeber
(comps.). Buenos Aires, Noveduc.
Ezpeleta, J. y E. Rockwell
1985. Escuela y clases subalternas. En: Educacin y clases
populares en Amrica Latina pgs. 195-215. Elsie
Rockwell y M. de Ibarrola (comps). Mxico, IPNDIE.
Grimberg, M., B. Carrozzi, L. Lahite, L. Mazzatelle, E.
Risech y C. Orlog.
1998. Modos y trayectorias de vida, una aproximacin a
las relaciones de gnero (estudio de dos casos). En:
Antropologa Social y Poltica. Hegemona y poder:
el mundo en movimiento. Pgs. 225-232. Mara Rosa
Neufeld, Mabel Grimberg, Sofa Tiscornia y
Santiago Wallace (comps.). Buenos Aires, Eudeba.
Menndez, E.
2006. Las mltiples trayectorias de la participacin social.
En: Participacin social para qu?, pgs. 51-80.
Eduardo Menndez y Hugo Spinelli (coords.).
Buenos Aires, Lugar Editorial.

BIBLIOGRAFA
Achilli, E.
1987. La prctica docente: una interpretacin desde los
saberes del maestro. Cuadernos de Formacin
Docente de la Universidad Nacional de Rosario N
1:1-15.
2003. Escuela, Familia y Etnicidades. Investigacin socioantropolgica en contextos de pobreza urbana. Tesis de
Doctorado en Antropologa Social. Facultad de
Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires, MS
Alliaud, A.
2007 (1993). Los maestros y su historia. Los orgenes del
magisterio argentino. Buenos Aires, Granica.
2007. La biografa escolar en el desempeo de los docentes.
Serie Documentos de Trabajo de la Escuela de
Educacin de la Universidad de San Andrs 22: 1-30.
Alves Garca, M. M. y Barreto Anadon. S.
2006. Reforma educacional, intensificacin del trabajo
docente, cuidado y gnero. En: Polticas educativas
y trabajo docente. Nuevas regulaciones nuevos
sujetos? pgs. 181-201. Dalila Andrade Oliveira y
Myriam Feldfeber (comps.). Buenos Aires,
Noveduc.
Andrade Oliveira, D.
2006. El trabajo docente y la nueva regulacin educativa
en Amrica Latina. En: Polticas educativas y trabajo docente. Nuevas regulaciones nuevos sujetos?,
pgs. 17-31. Dalila Andrade Oliveira y Myriam
Feldfeber (comps.). Buenos Aires, Noveduc.

49

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 50

CUADERNOS 22
Montesinos, M. P.
2002. Las polticas focalizadas en educacin y su relacin
con los procesos de diversidad cultural y desigualdad social. Tesis de Maestra en Polticas Sociales,
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires, MS
Neufeld, M. R. y J. A. Thisted.
2005. Mirando la escuela desde la vereda de enfrente. En:
Vivir en la ciudad. Espacios urbanos en disputa,
pgs. 193-199. Elena Achilli (com.). Rosario,
Laborde Editor.
Pallma, S.
2004. Una aproximacin antropolgica a la problemtica
de la capacitacin de los docentes que trabajan en
contextos de pobreza y discriminacin. En: Actas
del VII Congreso Argentino de Antropologa Social,
s/n, Crdoba.
Pia, C.
1989. Aproximaciones metodolgicas al relato autobiogrfico. Revista Opciones 16: 107-124.

Puiggrs, A.
1990. Sujetos, disciplina y currculum en los orgenes del
sistema educativos argentina. Buenos Aires,
Galerna.
Rockwell, E.
1996. Claves acerca de la "apropiacin": la escolarizacin
rural en Mxico. En: The cultural production of the
educated person. Critical ethnographies of schooling and local practice pgs. 301-324. Bradley
Levinson, Douglas Folley y Dorothy Holland
(comps.). Albany, State University of New York
Press.
Tenti Fanfani, E.
2006. El oficio del docente en Argentina y Brasil: caractersticas sociodemogrficas y posicin en la estructura social. En: Polticas educativas y trabajo docente. Nuevas regulaciones nuevos sujetos? pgs. 113142. Dalila Andrade Oliveira y Myriam Feldfeber
(comps.). Buenos Aires, Noveduc.

50

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 51

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 10570-8346
852-1002
ISSN

LA DISPORA REPUBLICANA:
ARTISTAS E INTELECTUALES EN BUENOS AIRES (1935-1950)
Mara Paula A. Cicogna*
RESUMEN
Los republicanos espaoles exiliados pudieron continuar con sus vidas en Argentina, a pesar de la poltica de los gobiernos de la dcada del treinta contraria a su presencia y sus ideas. Este artculo da a conocer su insercin social a travs de
los crculos intelectuales y artsticos.
PALABRAS CLAVE: exiliados, polticas migratorias, crculos artsticos e artsticos
ABSTRACT
The Republicans Spanish exiles could continue with their lives in Argentina, despite the policy of the governments of the
1930s contrary to their presence and ideas. This article gives to know their social integration through the intellectual and
artistic circles.
KEY WORDS: exiles, migration policies, artistic and intellectual circles

INTRODUCCIN

influencia en la vida cultural argentina, las asociaciones que


formaron o en las que se insertaron, dentro del particular
contexto poltico, social, econmico y cultural que viva
Argentina en la dcada del 30.

"Soy de Kashn
Pero Kashn no es mi ciudad.
Mi ciudad se ha perdido"
Sohrab Sepehr, Los pasos del agua

LA GUERRA CIVIL ESPAOLA


El 18 de julio de 1936 el ejrcito espaol de Canarias y
Marruecos se pronunciaba contra el gobierno del Frente
Popular que acababa de alcanzar el poder en las elecciones
del 16 de febrero de 1936. Los demcratas, socialistas,
comunistas y anarquistas defendieron el gobierno implantado. Este brutal choque entre hermanos derivaba del problema poltico planteado en 1930, cuando la dictadura de
Primo de Rivera fue abatida por la crisis econmica. Los
republicanos y socialistas ganaron las elecciones del 12 de
abril de 1931, celebradas bajo la consigna de monarqua o
repblica. Alfonso XIII no hall el apoyo que necesitaba en
los partidos conservador y liberal, ni en las fuerzas armadas. El 14 de abril abandon el pas y se instaur la
Repblica. La misma tuvo dos virajes: hacia la izquierda,
en las elecciones de mayo de 1931, y hacia la derecha, en
las de noviembre de 1933. Las primeras determinaron una
constitucin democrtica, laica y regionalista. El descontento social de 1931 y la inquietud mantenida por los sindicalistas prepararon el golpe de estado del 14 de abril, que no
fue concretado. El 10 de agosto se pronunci el General
Sanjurjo en Sevilla, sin xito. Los socialistas se levantaron
en armas el 6 de octubre de 1934 ante el anuncio de una
constitucin con elementos de derecha. stos fueron apoyados por el gobierno autnomo de Catalua. Ese mismo
mes, en Barcelona y en Madrid fueron sofocadas dos sublevaciones, pero en Asturias, en cambio, hubo un levantamiento armado de mineros, el cual fue reprimido violentamente por los militares. Este fuego sigui ardiendo a lo
largo del ao 35, alentado por la guerra de Abisinia, y a travs de las elecciones de febrero de 1936. Todo esto conflu-

Es interesante recurrir al pasado y observar las distintas


modalidades de recepcin de exiliados en nuestro pas.
Durante la Guerra Civil Espaola (de aqu en adelante
G.C.E.), los crculos intelectuales y artsticos argentinos
acogieron a notables escritores, filsofos y artistas que
huan del conflicto armado, y hallaron en estos espacios un
medio para lograr la inclusin en la nueva sociedad que los
albergara (Leiva, 2000). Figuras de la talla de Rafael
Alberti, Mara Teresa Len o Francisco Ayala encontraran
en este pas un lugar para volver a empezar, a pesar de la
preocupacin del gobierno por el posible ingreso de los exiliados espaoles, considerados "extranjeros no gratos".
Estos eran visualizados como una amenaza para la poblacin nacional, y el Estado argentino deba estar alerta para
no convertirse en "el receptculo de personas indeseables"
por el peligro ideolgico que representaban. Durante 1938
se incrementaron las trabas para los extranjeros que queran emigrar a la Argentina, en particular los refugiados espaoles republicanos (Schwarzstein, 1997:312).
Este artculo da muestra de la primera etapa de una
investigacin acerca de los exiliados y refugiados que provocaron la G.C.E. y la Segunda Guerra Mundial. El corpus
est delimitado a las obras de autores que han investigado
acerca del exilio de artistas e intelectuales a Argentina que
huyeron de la G.C.E. Por ese motivo, este avance de investigacin muestra las pistas que trazaron estos exiliados, en
su estada en Argentina, a partir de su produccin, la
* CONICET. [email protected]
51

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 52

CUADERNOS 22
y en el conflicto de julio de ese mismo ao, sumado al asesinato de Calvo Sotelo, lder de la derecha parlamentaria,
que sirvi como detonante. La muerte del general Sanjurjo
y del general Mola fueron aprovechados por el general
Francisco Franco, quien se constituy como lder de los
sublevados, y march sobre Madrid, dando comienzo a los
enfrentamientos armados. Estos hechos se sucedieron en un
contexto de una economa atrasada, incapaz de satisfacer
las necesidades del pueblo; una oligarqua terrateniente slo
preocupada por sus beneficios e incapaz de introducir los
cambios ms elementales; una estructura social con abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequea oligarqua poderosa, unas clases populares en continuo crecimiento, una clase media insuficiente para servir de elemento equilibrante; y una polarizacin de la sociedad en dos
bandos, la derecha y la izquierda entre las que exista una
fuerte tensin (Vives, 1979:498-499).

mente no les otorgara. El Canciller argentino Carlos


Saavedra Lamas daba instrucciones a los cnsules de nuestro pas de abstenerse de visar pasaportes de espaoles huidos desde su pas de origen, o cualquiera fuese el pas de
procedencia. El presidente Roberto M. Ortiz, quien gobern desde 1938 a 1940, extrem esta poltica. A partir de
1938 comenz a regir una nueva norma en materia migratoria, e incluso hubo casos de abuso de autoridad donde se
neg el ingreso a personas que tenan el permiso de desembarco. Con ese instrumento vigente, el Decreto N 8.972 de
julio de 1938, surgi el debate en torno a los conceptos de
refugiado e inmigrante. Ya los refugiados de la dcada del
'30 comenzaron a diferenciarse de los de fines de siglo XIX
por su heterogeneidad, antecedentes y motivaciones por las
que abandonaron sus pases. Mientras que la movilidad de
los refugiados de fines de siglo se daba en pequeos grupos
encabezados por un lder, los refugiados de los aos '30 formaban parte de movimientos masivos de poblacin forzada
a abandonar sus pases por motivos de raza, religin, nacionalidad, pertenencia a un grupo social o por sus opiniones
polticas. Por el contrario, entre 1940 y 1942 el Poder
Ejecutivo sancion dos decretos para permitir la entrada de
vascos. En esa dcada las arduas discusiones sobre la poltica migratoria se debatieron entre aquellos que abogaban
por la poltica de puertas abiertas y los que bregaban por la
de puertas cerradas, sin lograr, hasta hoy, un punto intermedio (Schwarzstein, 2001:250).
El gobierno argentino empezaba a ver con malos ojos a
este "nuevo tipo" de inmigrante, a los exiliados. Devoto
analiza, en el marco de la historia de la inmigracin en
Argentina, las acciones que toman los gobiernos de Justo
(1932-1938), Ortiz (1938-1942) y de Pern (1946-1955)
ante el nuevo "problema": los exiliados que queran ingresar al pas (Devoto, 2003:389).
Pero, por otra parte, est la importante gesta de los
buques "Tucumn", "25 de mayo" durante la G.C.E., analizada por Beatriz Figallo (1996). Argentina jug un papel
clave para poner a salvo a personas de muchas nacionalidades que residan en Europa mediante la figura del asilo
diplomtico y naval. La historia de este "rescate" comienza
en Zarautz, pueblo vecino a San Sebastin, con el
Embajador Daniel Garca Mansilla, quien fue asediado por
el Frente Popular de ese pueblo debido a que haba brindado asilo en su domicilio. El gobierno de Guipzcoa y el
canciller argentino Carlos Saavedra Lamas respaldaron la
accin cometida por Garca Mansilla enviando, en agosto
de 1936, un buque de guerra de la Marina argentina a
Espaa para atender la delicada situacin por la que estaba
atravesando Garca Mansilla y la representacin argentina
en Madrid donde se asilaron cerca de 8.000 personas. El
crucero "25 de mayo" fue el elegido y pas a "rescatar" asilados en muchas ciudades europeas, tales como Alicante,
Lisboa, Marsella, entre otras. Tambin trasladaron refugiados de otras nacionalidades cuyas vidas corran peligro. El
gobierno de Justo (1932-1938) resolvi enviar otro buque,
debido a las dimensiones que haba tomado la situacin.
Enva el torpedero "Tucumn", al mando del capitn de fragata Mario Casari, quien ya haba atravesado por una situa-

ARGENTINA Y SU(S) POLTICA(S) MIGRATORIA(S)


En septiembre de 1930, tras catorce aos de gobierno
radical, lleg al poder mediante un golpe militar Jos F.
Uriburu, en pleno desarrollo de la crisis econmica mundial
desatada el ao anterior. Fue el comienzo de una serie de
gobiernos cuya orientacin poltica conservadora llev a
cerrar el pas a la inmigracin. Al estallar la G.C.E., las opiniones en el pas se polarizaron y el apoyo a la causa republicana se convirti en una intencionada expresin de repudio hacia el autoritario gobierno argentino (Romero,
1996:149).
Un tema de agenda bilateral durante los primeros aos
de la guerra fue el de la investigacin de las actividades de
las agrupaciones franquistas en Buenos Aires y su posible
vinculacin con las potencias del Eje. Esta investigacin
fue encabezada por los miembros de la Comisin de
Actividades Antiargentinas de la Cmara de Diputados. En
aquella poca, fueron definidas como antiargentinas aquellas actividades de espionaje y subversin a favor del Eje
(Cisneros y Escud, 2000:72).
Los enfrentamientos entre franquistas y antifranquistas
en Argentina, entre los aos 1936 y 1949, marcaban dos
frentes ante la G.C.E. Cada parte implicada estaba a favor
de uno u otro bando: el gobierno, la comunidad espaola,
los partidos polticos y la Iglesia Catlica. Se estableci un
paralelismo entre el gobierno dictatorial de Franco y los
impuestos durante ese decenio en Argentina, "la dcada
infame". Asimismo, la (contradictoria) concesin de asilo
por parte de la Argentina era vista por el gobierno republicano espaol como una actitud de simpata. Los partidarios
que estaban en contra del gobierno argentino apoyaban a
los republicanos, recolectaban fondos y convocaban voluntarios para ir a pelear a Espaa a favor de la Repblica
(Rein, 1997:335).
Durante la G.C.E. el gobierno argentino mostr poca
predisposicin para acoger a exiliados republicanos, incluso reformando los mecanismos de control para evitar su
infiltracin. Se aconsejaba no otorgar el visado si no se contaba con la documentacin exigida, sobre todo el certificado de buena conducta que el gobierno de Espaa probable-

52

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 53

LA DISPORA REPUBLICANA ARTISTAS E INTELECTUALES...


cin de rescate aos antes. Este buque tambin asisti a los
asilados de distintas ciudades europeas, como las antes
nombradas. En un trabajo posterior, Figallo (1999) analiza
el conflicto, pero desde la figura de Casari, quien dej
documentos tales como listas de evacuados, correspondencia, recortes periodsticos, fotografas, lo que logra armar el
testimonio de la gesta de aquellos das. Estos hechos muestran que la tradicin humanitaria argentina prevaleci no
obstante la falta de inters del Estado por ratificar los acuerdos de La Habana de 1928 y de Montevideo de 1928 sobre
derecho de asilo. Por lo tanto, los funcionarios del Estado
slo contaban para legitimar sus acciones con el Tratado de
Derecho Internacional Penal de Montevideo de 1889.

los discursos de las personalidades de la poca da cuenta de


la situacin vivida en Buenos Aires por esos aos. Las
revistas y los diarios de la poca, de los partidos polticos,
el cine, el ftbol, las artes (plsticas, el teatro, la literatura),
se ocupan del conflicto, marcan una posicin, declaran su
parecer. El periodismo se ocupa del tema tomando una u
otra postura con exaltacin. Los argentinos conviven durante esos aos con las noticias de Espaa como si fueran de
alguna poblacin de la Argentina. Los cafs de la Avenida
de Mayo, "Iberia" y "Espaol", se convirtieron en frentes de
batalla porteos entre republicanos y franquistas, demostrando que en Buenos Aires tambin se combata por
Espaa. La comunidad republicana se manifest por primera vez en Buenos Aires, en 1903, cuando se reuna para apoyar a la I Repblica. Las batallas que se libraban en los diarios La Prensa, La Nacin, La Razn, La Fronda, Crtica y
La Vanguardia defendan uno u otro frente con tintes nada
objetivos, al igual que los Centros Gallego, Cataln y la
Federacin de Asociaciones Gallegas de la Repblica
Argentina. La revista Sur combata dentro de sus pginas
en frentes distintos, dejando entrever las contradicciones
que haba entre sus colaboradores y su directora. La intervencin de la Iglesia favoreci al bando nacionalista, y su
vocero estaba personificado en las figuras de Leonardo
Castellani, Gustavo Francheschi y Julio Meinvielle, miembros activos e intelectuales de la Iglesia. Hubieron tambin
importantes organizaciones sociales involucradas en la
ayuda a los combatientes, como la recoleccin de dinero,
envo de medicamentos y voluntarios, ropa, ayuda a los
hurfanos, etc. Para finalizar, se adentran en la cuestin de
los asilados que traslad Argentina, gracias a la tarea de los
buques "25 de mayo", "Tucumn" y "Massilia".
Segn Flix Luna (1999: 31-32), quien presenci (desde
Buenos Aires) y, tiempo despus, analiz estos hechos, la
G.C.E. se vivi como propia por los argentinos porque en
Argentina haca aos que se haban instalado no solo las
empresas espaolas (la luz, la explotacin del subterrneo,
las navieras), sino tambin sus costumbres, su teatro, los
comercios, la gastronoma, los escritores e intelectuales que
marcaban una presencia permanente en los diarios que se
lean cotidianamente (como Ortega y Gasset, Unamuno,
Azorn, entre otros), sumado a la importante presencia fsica de la comunidad espaola, de la que ya haba abuelos y
padres radicados1. Pero, al mismo tiempo, para los argentinos que no tenan ligazn con Espaa, la guerra los haba
despertado de un largo letargo que los haca ver que en la
pennsula ibrica se jugaban la vida por valores democrticos, por el sistema republicano, por la convivencia poltica,
temas que tocaban de cerca en Argentina porque tambin se
encontraban amenazados dichos valores.

LA COMUNIDAD DEL EXILIO REPUBLICANO


Schwarzstein (1991) analiz la comunidad del exilio
republicano en Buenos Aires. Este estudio describe la conformacin de esta comunidad, no desde las figuras preponderantes, sino desde los annimos, en sus primeros aos de
formacin (1945-1955). Compara la poltica exterior argentina con la mexicana, la cual fue mucho ms abierta, porque
el presidente Lzaro Crdenas apoy enfticamente al
bando republicano. Se podra decir que este fue un avance
de la investigacin que fuera publicada con el nombre
"Entre Franco y Pern" (2001). Esta obra est basada en
testimonios recogidos a lo largo de varios aos tanto de exiliados republicanos, como de sus hijos nacidos en Argentina
y de aquellos argentinos que presenciaron su llegada y establecimiento en el pas. El inters principal de esta investigacin, construida aplicando la metodologa de la historia
oral, versa sobre la reconstruccin de las experiencias del
conjunto de la comunidad de exiliados republicanos instalados en la Argentina, para conocer el proceso de trnsito
entre el fin de la G.C.E., los campos de concentracin en
Francia y el norte de frica y la llegada y vida en Argentina
hasta mediados de los aos '50. La G.C.E. conmocion y
dividi a la sociedad, tanto como a las instituciones de la
sociedad civil. Este trabajo se centra entre los aos 1939 y
1955, cuando comienza la primera oleada del exilio luego
de la cada del frente de Catalua. El nfasis de esta investigacin est puesto en descubrir la historia social de la
comunidad republicana espaola en Argentina, en lugar de
enfatizar los aportes de los exiliados a la sociedad de acogida. A su vez, analiza la incidencia de las polticas migratorias que fomentaron o cercenaron el ingreso de ciertos
grupos nacionales. El asociacionismo de la comunidad
espaola y su incidencia en la insercin social en Argentina
y su relacin con las instituciones de nuestro pas. Analiza
las redes y las estrategias de inversin, como por ejemplo,
la creacin de editoriales y la identidad de los espaoles
residentes en Argentina; todo esto analizado a partir de
documentos de Estado, testimonios y normativas.

Desde 1810 hasta comienzos del siglo XX ingresaron 2.100.000


espaoles, de los cules un 54% se estableci en Argentina definitivamente. En 1895 los espaoles representaban el 5% de la poblacin;
para 1914 ya eran 830.000 (10% de la poblacin nacional). Debido a
la Primera Guerra Mundial, la inmigracin empieza a decaer. A
mediados del siglo XIX haba en el pas casi 700 mil espaoles
(Rechinni de Lattes y Lattes, 1975:134).
1

VIDA CULTURAL EN BUENOS AIRES


Entre los aos 1936 y 1939 la vida cultural de Buenos
Aires fue muy influida por esta guerra. Trifone y Svarzman
(1993) abarcan las mltiples dimensiones de la vida social.
El anlisis de las noticias publicadas en medios grficos y

53

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 54

CUADERNOS 22
Goldar (1986) sostiene la hiptesis que las teoras
nacionalistas tenan un basamento en la realidad. Estas postulaban que las grandes potencias, como Reino Unido y
Francia, se empearon en que Argentina no desarrollara una
actividad solidaria con la Repblica Espaola, y llevaron a
los gobiernos de Justo (1932-1938) y Ortiz (1938-1942) a
sostener la posicin de neutralidad ante la comunidad internacional. Este autor no concuerda con la mayora en que la
guerra polariz a la opinin pblica, si no que descubri
que la mayora de los argentinos y de los espaoles residentes volc su apoyo a la Espaa legal, y eso provoc que
quienes no estaban de acuerdo con los gobiernos argentinos
de la dcada del '30, expresaran su disconformidad alinendose con la causa republicana. Compara la figura de
Uriburu (presidente durante el perodo 1930-1932) con la
de Franco y la estructura partidaria que rodeaba a Manuel
Fresco (gobernador de la provincia de Buenos Aires durante los aos 1936 y 1940) con la Falange. A travs del anlisis de las noticias de los medios grficos (La Razn,
Noticias Grficas, Crtica) y los discursos de las personalidades de la poca muestra las posiciones que toman los discursos de las derechas, las izquierdas y el centro en la sociedad civil, las asociaciones espaolas, intelectuales, artistas,
obreros, los argentinos que vivan en Europa, la Iglesia
catlica, los medios de comunicacin y los partidos polticos. Analiza cmo influy la muerte de Federico Garca
Lorca entre los intelectuales porteos y espaoles radicados
en Buenos Aires. Describe cmo reacciona la opinin
pblica ante esos sucesos, y cmo esta reaccionaba con
espanto ante los fusilamientos, los actos de barbarie y la
posicin irreductible de los bandos. De qu manera la guerra influy en la vida cultural argentina y mundial y se contagi a los bares, los espectculos de la Avenida de Mayo,
la radio, las revistas (como Sur), las producciones cinematogrficas. Tambin trata la cuestin de la evacuacin de los
asilados en la Embajada argentina en Madrid y el rol de la
contradictoria figura del canciller Saavedra Lamas.
Otro anlisis de los diarios de la poca muestra que
desde el primer da de la victoria del Frente Popular en
febrero de 1936, continuamente aparece en las primeras
planas la informacin con el desarrollo del conflicto. La
muerte de Calvo Sotelo, en julio de 1936, mostr una bisagra: todos los diarios muestran el hecho, pero su interpretacin dej, ms que nunca, a la vista la marca que caracterizaba a cada publicacin (Comellas Aguirrezabal, 1992).
En cuanto al crculo intelectual y artstico encarnado por
los miembros y colaboradores de la revista Sur, creada y dirigida por Victoria Ocampo, desde 1931 hasta 1992, se destacan los trabajos de Villordo (1993) y Macciuci (2004).
Villordo (1993:284-302) recorre la historia del grupo Sur
usando como eje principal la vida de su fundadora y alma
mater, Victoria Ocampo. Recorre todas las etapas de la revista, la posicin tomada durante la G.C.E., el recibimiento de
artistas e intelectuales para que pudieran instarse en Buenos
Aires y as poder huir de las atrocidades de la guerra.
Macciuci (2004) pone el acento en el anlisis de esta poca,
y compara las declaraciones de esta revista con las de la
publicacin "Claridad", revista dirigida por Antonio Zamora.

Este trabajo analiza las editoriales y colaboraciones de ambas


revistas para poder extraer el tipo que de enfoque que el editor le daba acorde a los hechos que se iban sucediendo en el
conflicto y en sus repercusiones en Buenos Aires. Ante un
mismo hecho prevaleca en los dos distintos imaginarios
sociales y concepciones utpicas sobre los regmenes polticos y sociales. En el discurso de Sur subyace la idea de que
la garanta de acceso al progreso, el orden y la justicia estn
en peligro debido a la amenaza de agentes externos, en este
caso, encarnados en el fascismo y los totalitarismos. Por el
contrario, en Claridad coexiste, junto a la defensa del tipo de
gobierno democrtico, la utopa del cambio, la posibilidad de
conquistar un modelo social donde lo injusto y lo imperfecto
queden eliminados. En Sur participaron muchos espaoles
exiliados, como Jos Ortega y Gasset (quien adems le dio su
nombre), Rafael Alberti, Mara Teresa Len, Francisco
Ayala, Guillermo de la Torre, Angel Osorio y Gallardo, Luis
Jimnez de Asa, Alfonso Castelao, Alejandro Casona,
Claudio Snchez Albornoz y Margarita Xirgu, entre otros.
Ortega y Gasset fue una de las figuras emblemticas del
exilio espaol, a pesar de que vivi en Argentina solamente tres aos (1939-1942). Haba visitado nuestro pas en dos
ocasiones (1916 y 1928), en las cuales haba hecho lazos
que le permitieron establecerse aos despus. Los aportes
de este pensador son vastos, entre ellos su creacin de la
Institucin Cultural Espaola (1912-1914), que sirvi de
modelo para otros proyectos culturales. Ortega fund este
instituto con la intencin de atraer hacia la produccin literaria, cientfica y artstica a los grupos ms cultivados de
Argentina. Uno de los objetivos del Instituto era el intercambio de profesores, mediante la creacin de una ctedra
espaola en la Universidad de Buenos Aires (Campomar,
1995).
Francisco Ayala, vivi en Argentina desde 1939 hasta
1976, se estableci en Argentina una vez que la Repblica
fue derrotada. Este hecho provoc la fragmentacin y la
dispersin del campo intelectual espaol. La actividad cultural, que durante la contienda haba tenido que adaptarse a
los condicionamientos impuestos por la situacin blica,
termin siendo cercenada debido a que los artistas era
encarcelados o perseguidos, y en algunos casos, asesinados.
Por otro lado, se produjo el exilio de cientos de escritores,
artistas e intelectuales. Macciuci (1997) indaga acerca de
las marcas que dejaron las nuevas circunstancias de creacin en los escritores de la "Espaa peregrina" a travs del
anlisis de las estrategias que Ayala despliega ante la fractura de su pblico lector y el desmembramiento literario
producido por la dispora de la inteligencia republicana.
Naharro-Caldern (1991) edit una serie de investigaciones sobre espaoles exiliados en Amrica que abarca testimonios de escritores exiliados en Argentina, Mxico y
Repblica Dominicana, y una seccin que se centra en la
figura de Luis Jimnez de Asa y Juan Ramn Jimnez.
Analiza los aportes de la industria cinematogrfica hacia
Amrica (Luis Buuel) y enfatiza su mirada en las diferencias entre las Espaas desterradas y entre sus generaciones.
Leiva (2000), a su vez, realiz una seleccin de las obras
ms importantes de los escritores que se exiliaron en

54

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 55

LA DISPORA REPUBLICANA ARTISTAS E INTELECTUALES...


Argentina. Fragmentos de la obra de Rafael Alberti, Mara
Teresa Len, Claudio Snchez Albornoz, entre otros, dan
cuenta de la melancola del exilio a travs de sus pginas.
Tambin incluye a aquellos intelectuales que huyeron del
fascismo, como el italiano Gino Germani.
Pujol (1989) muestra la reaccin acerca del fin del conflicto blico y el avecinamiento de la Segunda Guerra
Mundial, en el ao 1939, a travs de la obra de artistas e
intelectuales, como Victoria Ocampo y Raquel Forner,
quien pint "La Victoria" (1939), que simboliza la muerte
de la II Repblica en la figura de una mujer descuartizada,
y, en el fondo, mujeres y hombres enfrentan el pelotn de
fusilamiento. Establece un paralelo entre lo expresado por
Victoria Ocampo, directora de "Sur", con las obras de
Raquel Forner, quien realiza una serie de cuadros, de la cual
"La Victoria" es uno de ellos. El movimiento editorial
publica obras que dan cuenta de la cuestin. Los corresponsales en los diarios La Nacin y Crtica narran lo visto
con sus propios ojos en las pginas de esas publicaciones.
Y cmo los mismos recin llegados, escapados de Espaa,
tambin dan cuenta del conflicto a partir de sus propias
vivencias.
La explosin en la industria editorial en el Ro de la
Plata se evidencia durante la llegada de los exiliados, quienes la reavivaron con la creacin de nuevas empresas.
Durante la dcada del '40 hubo un crecimiento muy elevado de publicaciones, pasando de 123 a 170 ejemplares,
entre 1940 y 1955. La contribucin de Rafael Vehils, lvaro de las Casas, Mariano Medina del Ro, Arturo Cuadrado,
Toms Vilar, Andrs Mara de Irujo, entre otros, signific el
comienzo de una serie de fundacin de editoriales tales
como Sudamericana, Emec, Alsina, Vasca Ekin SRI,
Poseidn, etc. Aunque Gonzalo Losada, fundador de la editorial que lleva su nombre, era simpatizante de la causa
republicana, haba llegado a Buenos Aires en 1928, antes
del estallido del conflicto (De Sagastizabal, 1991).
En cuanto a los artistas plsticos, Lpez Anaya
(2005:281-283) en su historia del arte argentino de los ltimos cuatro siglos narra las consecuencias que produjo la
G.C.E., como la llegada de artistas de la talla de Luis
Seoane, Laxeiro, Alfonso Rodrguez Castelao, Rafael
Alberti, Maruja Mallo, Manuel ngeles Ortiz y Manuel
Colmeiro. Cuenta brevemente la biografa de estos artistas,
poniendo el nfasis en sus contribuciones durante su estada
en Argentina.

vos del nacimiento de las asociaciones, era crear instituciones que se preocuparan y consiguieran solucionar los problemas que haba en sus pueblos de origen: crear escuelas,
hospitales, cementerios; enviar dinero a sus familiares;
estar presentes en la lucha por el regionalismo, el nacionalismo, contra el antiforalismo2. Y, a su vez, la presencia de
intelectuales, artistas, periodistas fue la razn para formar
una lite que luchaba por la constitucin de asociaciones
tnicas (Rodino Laln, 1991).
Los gallegos en la Argentina sellan su presencia con la
creacin, al mismo tiempo que en La Habana y en
Montevideo, de una asociacin mutualista que simbolizara la pujanza y envergadura de la emigracin hacia
Amrica, cuyo mximo volumen sera alcanzado en las
dos primeras dcadas del siglo XX. Pero lo que distingue
al asociacionismo gallego del de otras comunidades, es
que, tanto en Buenos Aires como en La Habana, proliferaron ms de medio millar de asociaciones, debido a que fue
adoptado para su creacin el mbito espacial de actuacin
(parroquia, comarca, municipio). Este trabajo de investigacin, llevado a cabo por Nez Seixas (1999) indaga en
las causas de este fenmeno que se dio en Buenos Aires
entre los aos 1890 y 1936. Hubo cuatro capas generacionales sucesivas de lderes poltico-intelectuales dentro de
la colectividad que formaron parte de la creacin de estos
mbitos. Los primeros fueron aquellos que abandonaron
Espaa luego del fracaso de la I Repblica (1873) y de la
implantacin del sistema poltico de la Restauracin
Borbnica en la dcada de 1890. A travs de su papel
como lderes de la comunidad, y mediante la distribucin
de revistas y peridicos dentro de la misma, difundan las
ideas polticas, sociales, culturales y econmicas para
regenerar a Espaa. La segunda oleada de republicanos
llega durante la ltima dcada del siglo XIX. Ms moderados que los anteriores, stos haban sido influidos por el
pensamiento regeneracionista espaol vigente desde
18983. La tercera generacin es una camada de lderes formados en el tejido societario gallego, alineados con el
movimiento obrero argentino y el agrarismo progresista.
Un cuarto grupo aparece durante los aos 20, pero se consolida en los aos 30. Ellos son los nacionalistas gallegos,
quienes se hallan influenciados por el credo nacionalista
posterior a 1916. Estas asociaciones mantienen un eje de
objetivos similares entre s: llevar a cabo una actividad de
proteccin mutualista; apoyo a la educacin de nivel primaria (construccin de escuelas), el fomento del progreso

ROL DE LAS INSTITUCIONES


La historia del asociacionismo gallego comienza a fines
del siglo XIX, fecha en la cual data la fundacin de las primeras instituciones de la comunidad. Cuenta la evolucin
de las mismas desde 1857, ao de la fundacin de la
Sociedad Espaola de Socorros Mutuos, hasta 1955, durante la conformacin de las asociaciones regionales y su posterior aglutinamiento en otras mayores, como la Federacin
de Asociaciones Gallegas de la Repblica Argentina. Entre
1880 y 1920, Buenos Aires se convirti en la ciudad del
mundo con mayor cantidad de poblacin gallega. La migracin no se vea como definitiva, por eso, uno de los moti-

2
El foralismo es una doctrina poltica basada en la reivindicacin de
competencias administrativas exaltando los antiguos fueros y leyes de
los distintos territorios de Espaa (Llamas, 2008: 37).
3
Manuel Castro Lpez (1860-1926), uno de los lderes de la primera
generacin de lderes poltico-intelectuales de la comunidad gallega en
Argentina, sostena que el regionalismo, basado en un proyecto reformista y apoltico, era el medio de regeneracin de Galicia y de Espaa.
Su estancia en Amrica se remita a la bsqueda de un nuevo ideal
interclasista y de progreso que tuviese una funcionalidad inmediata en
el seno de las colectividades de migrantes. Esto lo llev cada vez ms
a profesar un acercamiento a los postulados del regionalismo gallego
(Nez Seixas, 1999:219).

55

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 56

CUADERNOS 22
agrcola y ganadero (compra de fertilizantes y apoyo a la
introduccin de nuevas tcnicas) y la construccin de
obras pblicas y benficas (como hospitales y alumbrado
pblico) en sus lugares de origen; apoyo a las iniciativas
de tipo poltico en el nivel local, y ms tarde, territorial
gallego, para que se regenerara la vida poltica.
El Partido Comunista Argentino y la Federacin (argentina) de Organismos de Ayuda a la Repblica Espaola
(F.O.A.R.E.) coordinaron el envo de voluntarios provenientes de movimientos sindicales, partidos polticos, centros regionales espaoles y argentinos para combatir en la
G.C.E. Mediante entrevistas en profundidad a quienes participaron en los enfrentamientos, combatiendo o, en el caso
de algunas mujeres, como enfermeras, el grupo "Historia
desde abajo" (2006), conformado por cuatro profesores de
Historia la Universidad Nacional de Mar del Plata, realizaron un profundo trabajo de investigacin acerca de la historia no escrita de los miles de voluntarios que fueron a luchar
a Espaa. A su vez, conformaron un archivo fotogrfico y
sonoro de la poca. Uno de los objetivos que se propusieron fue rescatar estos testimonios que quedaron ausentes de
las historias oficiales de una u otra tendencia. El trabajo
recorre los sucesos histricos de la G.C.E., desde sus
comienzos hasta el fin de la contienda, intercalando los testimonios no slo de argentinos, sino tambin lituanos que
residan en el pas y que combatieron en el frente y de aquellas mujeres que adems de combatir en el frente, participaron del Socorro Rojo Internacional.

conseguir trabajo, establecerse, difundir sus ideas y obras y


establecer lazos permanentes que nunca pudieron ser
disueltos.
AGRADECIMIENTOS
Al Dr. Juan Carlos Radovich, que con su mirada y su
paciencia inmutables logra llevar a tierra los proyectos que
emprendo.
BIBLIOGRAFA
Campomar, M.
1997 (1995). Los viajes de Ortega a la Argentina y la
Institucin Cultural Espaola. En: Ortega y la
Argentina pgs. 119-149. Molinuelo, Jos Luis
(coord.). Madrid, F.C.E.
Cicogna, M. P. A.
2008. Refugiados en Argentina. La comunidad peruana en
Buenos Aires. Tesis de Doctorado. Facultad de
Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires,
MS.
Cisneros, Andrs y Escud, Carlos.
2000. Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas.
Buenos Aires, GEL.
Comellas Aguirrezabal, M. J.s.
1992. El estallido de la Guerra Civil Espaola en la prensa
argentina. Res Gesta 31: 33-47.
De Sagastizbal, L.
1991. Los editores espaoles en el Ro de la Plata. En:
Inmigracin espaola en la Argentina (Seminario
1990). Hebe Clementi (coord.). Buenos Aires,
Oficina de Cultura de la Embajada de Espaa.
Delgado, Josefina.
1991. Inmigrantes espaoles en la literatura argentina. En:
Inmigracin espaola en la Argentina (Seminario
1990). Hebe Clementi (coord.). Buenos Aires,
Oficina de Cultura de la Embajada de Espaa.
Devoto, F.
2003. Historia de la inmigracin en la Argentina. Buenos
Aires, Editorial Sudamericana.
Figallo, Beatriz J.
1999. Un marino argentino en la Guerra Civil Espaola.
Todo es Historia 379: 80-95.
1996. La Argentina ante la Guerra Civil Espaola; el asilo
diplomtico y el asilo naval. Rosario, Universidad
Catlica Argentina, Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales, Instituto de Historia.
Goldar, E.
1986. Los argentinos y la Guerra Civil Espaola.
Montevideo, Editorial Contrapunto.
Gonzlez, L., Boragina, J., Dorado, G. y Sommaro, E.
2008. Los voluntarios de Argentina en la Guerra Civil
Espaola. Buenos Aires, Ediciones CCC.
Leiva, M. L.
2000. Refugiados. Desde la gente. Buenos Aires, Ediciones
del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos C.L.
Lpez Anaya, J.
2005. Arte Argentino. Cuatro siglos de historia: 16002000. Buenos Aires, Emec.

CONCLUSIONES
Las personas que se exilian lo hacen por los mismos
motivos que las personas que solicitan refugio, pero la
diferencia radica en que el exilio no es una figura jurdica
convertida en norma, por lo tanto, la situacin de desproteccin legal es la que vuelve a esa persona ms vulnerable an (Cicogna, 2008:34). El exilio es un perodo en el
que una persona experimenta, casi siempre dolorosamente, un apego casi carnal al territorio (pas, nacin, suelo,
madre patria) y a sus grupos de pertenencia (familia,
parientes, comunidad, nacin). La nostalgia se alimenta de
la ilusin de la cura, que es volver a vivir en el lugar de
origen. La esencia del exilio es el pedido imposible de
estar aqu (en el lugar de acogida) y all (el terruo) al
mismo tiempo y todo el tiempo. Se vive en dos diferentes
planos: en la realidad y el deseo (Sayad, 1996). La mayora de los exiliados de la G.C.E. volvieron a Espaa, porque siempre qued latente el deseo de la vuelta triunfal a
su patria, como ocurri con los artistas plsticos Luis
Seoane y Laxeiro, entre otros, quienes al volver recibieron
el reconocimiento a su trayectoria.
A pesar de la actitud contradictoria del gobierno argentino, dictar normas que entorpezcan la entrada de los exiliados al pas pero ir al "rescate" de aquellos que haban
quedado varados en pases europeos, las redes de solidaridad tejidas en la sociedad civil permitieron el ingreso de los
republicanos. Las "llamadas" de los familiares y la recepcin en las asociaciones regionales y en los crculos artsticos e intelectuales permitieron que estos exiliados pudieran

56

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 57

LA DISPORA REPUBLICANA ARTISTAS E INTELECTUALES...


Luna, F.
1999. La Guerra Civil Espaola y la Argentina. Todo es
Historia 379: 31-32.
Llamas, M.
2008. La extensin del foralismo en Espaa. Artculos del
Instituto Juan de Mariana: 33-37.
Llera Esteban, Luis de.
1999. El ltimo exilio espaol en las Amricas: grandeza y
miseria de una formidable ausencia. Madrid, MAPFRE.
Macciuci, R.
2005 (2004). La Guerra Civil Espaola en la revista Sur.
Sociohistrica 15/16: 29-63.
1997. El escritor y su exilio: Construccin del lector y lugar
de las instituciones en Francisco Ayala. Orbius
Tertius. Revista de Teora y Crtica Literaria 5: 129139.
Marquiegui, D. N.
1999. Espaoles, gallegos o castellanos?. La nacionalidad:
una identidad inventada?. En: La inmigracin espaola a la Argentina. Moya, Jos C. y Fernndez,
Alejandro (comp.). Buenos Aires, Editorial Biblos.
Nez Sixas, X. M.
1999. Asociacionismo local y movilizacin sociopoltica:
notas sobre los gallegos en Buenos Aires (18901936). En: La inmigracin espaola a la Argentina.
Moya, Jos C. y Fernndez, Alejandro (comp.).
Buenos Aires, Editorial Biblos.
Pujol, Sergio A.
1989. 1939: Los intelectuales y la guerra. Todo es Historia
266: 30-45.
Rechinni de Lattes, Zulma y Lattes, Alfredo E.
1975. La poblacin de Argentina. Buenos Aires, INDEC.
Rein, R.
1997. Otro escenario de lucha: franquistas y antifranquistas
en la Argentina (1936-1949). En: Discriminacin y
racismo en Amrica Latina. Klich, Ignacio y
Rapoport, Mario (eds.). Buenos Aires, G.E.L.

Rodino Laln, H. J.
1991. Asociacionismo gallego en Buenos Aires (18791960). En: Inmigracin espaola en la Argentina
(Seminario 1990). Hebe Clementi (coord.). Buenos
Aires, Oficina de Cultura de la Embajada de Espaa.
Romero, J. L.
2006. Breve historia de la Argentina. Buenos Aires, Fondo
de Cultura Econmica.
Sayad, A.
1996. A land of no return. Exile. UNESCO Courier
October: 10-12.
Schwarzstein, D.
2001. a. Entre Franco y Pern. Barcelona, Editorial Crtica.
2001. b. Migracin, refugio y exilio: categoras, prcticas y
representaciones.
Estudios
Migratorios
Latinoamericanos 48: 249-269.
1997. La poltica hacia los refugiados en la Argentina y
Espaa. En: Discriminacin y racismo en Amrica
Latina. Klich, Ignacio y Rapoport, Mario (eds.).
Buenos Aires, G.E.L.
Schwarzstein, Dora.
1991. La conformacin de la comunidad del exilio republicano en la Argentina. En: Inmigracin espaola en
la Argentina (Seminario 1990). Hebe Clementi
(coord.). Buenos Aires, Oficina de Cultura de la
Embajada de Espaa.
Villordo, O. H.
1993. El grupo Sur. Una biografa colectiva. Buenos Aires,
Planeta.
Vives, J. V.
1979. Historia general moderna. Vol.2. Barcelona,
Montaner y Simn S.A.

57

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 58

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 59

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

CRISTIANISMO INDGENA EN EL NOA: RESIGNIFICACIONES Y RESIMBOLIZACIONES


EN RELATOS ORALES DEL SIGLO XX (1940-1998)
Julia Costilla*
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es analizar los procesos de resignificacin y resimbolizacin que pueden inferirse a partir del
horizonte simblico-religioso que despliega la narrativa oral del NOA recopilada en el siglo XX, estableciendo y analizando relaciones entre las expresiones simblicas cristianas y las entidades simblicas de la cosmovisin local.
PALABRAS CLAVE: noroeste argentino - simbologa religiosa - narrativa oral - cristianismo indgena
ABSTRACT
The purpose of this work is to analyze the resignification and resymbolization processes inferred from the symbolic-religious horizon spread by the Northwestern Argentinean's oral narrative compiled in the 20th century, establishing and
analyzing relationships between christian symbolic expressions and the symbolic entities of the local cosmovision.
KEY WORDS: Northwestern Argentina - religious symbology - oral narrative - indigenous Christianism

INTRODUCCIN Y CONSIDERACIONES PRELIMINARES


El presente trabajo, enmarcado en una investigacin
ms amplia, se propone indagar en el anlisis de la simbologa religiosa a partir del rico y extenso material que nos
ofrecen las distintas recopilaciones de cuentos y leyendas
que se han elaborado en nuestro pas durante el siglo XX.
Por un lado, se identificarn y describirn los procesos de
resignificacin y resimbolizacin (Gruzinski 1991, Segato
1991) que pueden inferirse a partir del horizonte simblicoreligioso que despliega la narrativa oral sealada. Y por el
otro, se analizarn, a la luz de los distintos conceptos tericos esgrimidos para el estudio de los procesos de mestizaje
y transformacin cultural, las relaciones simblicas inferidas.
Para obtener las referencias y datos que permitieron
desarrollar analticamente estos objetivos, se ha recurrido
fundamentalmente al trabajo con fuentes: en este caso,
recopilaciones de relatos orales realizadas en nuestro pas
desde principios del siglo pasado, todas ya editadas. Y para
delimitar un corpus abarcable, ha sido necesario efectuar
una seleccin1 siguiendo los siguientes criterios: confiabilidad de la fuente, inclusin de datos sobre el contexto espacio-temporal en que fueron recogidos los relatos y sobre la
persona que los narr y reproduccin de los trminos y
expresiones del narrador. De esta manera hemos elegido
cinco trabajos: 1) las dos compilaciones de cuentos de la
investigadora y folklorista Susana Chertrudi2, recopilados
por distintos investigadores del Instituto Nacional de
Antropologa entre 1944 y 1964 - Augusto Ral Cortazar,
Santiago Alberto Bilbao, Jorge Anbal Bracco y Miguel
Hngel Gonzlez- y otros tomados de la "Encuesta General
del Magisterio de 1921"; 2) la obra de la doctora Berta E.
Vidal de Battini3; que rene en diez tomos versiones de
cuentos y leyendas compiladas por la misma autora en dis-

tintas provincias argentinas; 3) el trabajo de la investigadora Margarita Fleming de Cornejo4 (en este caso utilizamos
los dos ltimos tomos) que transcribe diferentes tipos de
relatos recogidos por la autora en la provincia de Salta; 4)
la obra de las doctoras Silvia Garca y Diana Rolandi5, que
nos presenta distintos cuentos ligados a la vida cotidiana de
tres mujeres de la localidad catamarquea de Antofagasta
de la Sierra; y 5) el libro de la doctora Mara Gabriela
Morgante6, una compilacin de relatos orales recogidos por
ella misma a partir de una serie de entrevistas realizadas en
el ao 1982 en la localidad de Coranzul (provincia de
Jujuy). Recorriendo estas recopilaciones en el orden en que
han sido elaboradas y editadas se puede apreciar una progresiva aproximacin y apertura hacia el registro de la oralidad y de las variaciones contextuales. Estas caractersticas, a su vez, reflejan los cambios en el paradigma del
Otros trabajos que se han consultado de manera complementaria han
sido: Encuesta general del Magisterio (o Coleccin de Folklore) de
1921. INAPL; Carrizo, Juan Alfonso. 1933. Cancionero popular de
Salta. Buenos Aires, A. Baiocco; 1935. Cancionero popular de Jujuy.
Tucumn, M. Violetto; 1937. Cancionero popular de Tucumn.
Buenos Aires, Espasa-calpe; Franco, Alberto. 1944. Leyendas del
Tucumn. Buenos Aires, Huemul. Tambin debemos sealar que no
hemos incluido otras importantes compilaciones como la de Herminia
Terrn de Bellomo (1995. Continuidad de la memoria. Relatos orales
de Jujuy. S. S. de Jujuy, UNJu), entre otras.
2
Chertrudi, Susana 1960. Cuentos folklricos de la Argentina: primera serie. Buenos Aires, Instituto de Filologa y Folklore; 1964.
Cuentos folklricos de la Argentina: segunda serie. Buenos Aires,
Instituto Nacional de Antropologa.
3
Vidal de Battini, Berta. E. 1982-1995. Cuentos y leyendas populares
de la Argentina. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas,
Secretaria de Estado de Cultura. [Tomos I a X]
4
Fleming de Cornejo, Margarita 1998. Relatos folklricos salteos.
Salta, Imprenta Paratz. [Tomos III-IV]
5
Garca, S. y D. Rolandi 2000. Cuentos de las tres abuelas. Narrativas
de Antofagasta de la Sierra. Buenos Aires, UNESCO.
6
Morgante, Mara G. 2001. La Narrativa Punea. Los relatos orales
de Coranzul (provincia de Jujuy). Buenos Aires, CIAFIC ediciones.
1

* Seccin Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antropolgicas, Facultad


de Filosofa y Letras, UBA - CONICET. [email protected].

59

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 60

CUADERNOS 22
Folklore: una preocupacin cada vez mayor por las particularidades del contexto local donde esos relatos circulan y
menor por el ajuste de la narrativa a parmetros y clasificaciones internacionales (Palleiro 2005). En este sentido, es
notable que en dos de los ltimos trabajos algunos relatos
se vuelven ms dinmicos y dialgicos a partir de contener
intervenciones de la autora (cfr. Fleming de Cornejo 1998),
y de narrarse en situaciones donde participaban los presentes en una especie de contrapunto (cfr. Garca y Rolandi
2000).
Con respecto al manejo de las fuentes y al lugar desde
donde han sido abordadas, considero que mi enfoque se
ubica, en cuanto a lo metodolgico, entre dos campos disciplinares: el Folklore, por trabajar con narrativas orales
(en este caso, cuentos y leyendas), y la Antropologa
Histrica, por utilizar los relatos como fuentes para el anlisis -no como el objeto del mismo-. En relacin con la
teora, corresponde a una Antropologa Simblica de la
Religin, en la medida en que se intenta aplicar un marco
terico especfico (Vctor Turner, Clifford Geertz, Mircea
Eliade, Rudolf Otto, entre otros) al anlisis antropolgico
de los smbolos religiosos. En este sentido, los objetivos
apuntan ms a un anlisis interpretativo de los contenidos
simblicos presentes en la dimensin textual del relato,
ms all de las caractersticas contextuales de su produccin y enunciacin7. Por eso no se han seguido los lineamientos metodolgicos que propone el enfoque pragmtico de la narrativa desarrollado en las ltimas dcadas (cfr.
Blache y Magarios de Morentn 1987). Para poder apreciar, tal como plantea dicho enfoque, la actitud del grupo
frente a lo narrado y la relacin entre el comportamiento
folklrico en tanto mensaje y la realidad sociocultural
donde circula, es necesario que el relato est acompaado
de descripciones kinsicas, paralingusticas e interaccionales que no suelen encontrarse en las recopilaciones existentes (Chertrudi 1975), salvo algunas excepciones donde
opiniones e interpretaciones del narrador se cuelan sugerentemente dentro del relato. Por otra parte, teniendo en
cuenta la interesante diferenciacin entre texto folklrico inseparable de la oralidad y su contexto- y texto testimonialmente folklrico -autonomizado y reproducido en una
circulacin secundaria- (Longo 2001), circunscribirnos a
este ltimo tipo de textos nos ha planteado el problema de
la descontextualizacin, al menos en dos niveles. Una subyace en las propias fuentes, en la instancia de recopilacin
y compilacin de relatos orales que ya supone sacarlos de
contexto para cristalizarlos en un texto testimonialmente
folklrico; y la otra, deriva de la posterior instancia analtica, de la conformacin de un corpus con fuentes producidas en diferentes pocas y para distintos contextos espaciales. Contemplando esto, el anlisis tratar de abstraerse
de estas variaciones espacio-temporales en cuanto a la

procedencia de los relatos para profundizar en la dimensin narrativa, partiendo de la hiptesis de que el NOA
como regin8 envuelve creencias, smbolos y prcticas
rituales compartidas en razn de una historia sociocultural
comn, ligada a su integracin dentro del contexto mayor
del rea andina americana. Asimismo, en relacin con este
horizonte cosmovisional, se estar trabajando por encima
de las variaciones provinciales y locales, centrados sobre
todo en las poblaciones rurales e indgenas, ya que es
entre ellos donde ms circulan los relatos orales, aun siendo narrados tambin por criollos y habitantes de zonas
urbanas.
Hechas estas precisiones, antes de pasar al anlisis, es
necesario que introduzca dos definiciones clave: el concepto de smbolo que se ha utilizado y la distincin metodolgica entre cristianismo y cosmovisin local que subyace y
recorre a nuestros objetivos. Definiremos al smbolo en
tanto elemento que permite la representacin, condensacin
y unificacin de mltiples y hasta dispares significados manifiestos y ocultos- bajo un mismo significante material
(sea ste un objeto, una imagen, una prctica, un hecho, un
ser o una expresin) (cfr. Ricoeur 1976; Turner 1980;
Geertz 1987; Urbano 1993; Gruzinski 1991; Eliade 1983).
A su vez, las entidades simblicas que consideraremos se
relacionan entre s dentro de un sistema religioso (Geertz op
cit.) sumamente complejo y dinmico; y cuando trabajamos
con relatos, debemos tener en cuenta adems que tanto en
el interior de stos como en la intertextualidad los smbolos
se (sobre) cargan con significados ligados al contexto espacial y temporal de la narracin y a los personajes que intervienen. Por tanto, es solo en esta intertextualidad, en el conjunto de relatos, que un cuento o leyenda particular puede
ser comprendido e interpretado con mayor profundidad. El
anlisis de los smbolos religiosos, de esta forma, debe considerar las relaciones entre ellos no solo dentro del sistema
al cual pertenecen sino tambin en el contexto de los relatos en donde aparecen.
Respecto a la distincin entre cristianismo y cosmovisin local, si bien hablamos de dos matrices simblicas que
ya estn fusionadas en la cosmovisin de los actuales habitantes del NOA, pueden ser asociadas cada una a un corpus
de smbolos particular. Entiendo por cristianismo un horizonte simblico-religioso ligado a la figura, a la persona y
a la historia de Jesucristo9; y cuando hablo de cosmovisin
local estoy refirindome a aquellos seres, lugares, elementos y prcticas que arraigan en las formas de religiosidad
previas a la evangelizacin (aunque tambin defino como
8
Entendemos por noroeste argentino a la regin que comprende a las
provincias de Jujuy, Tucumn, Catamarca, centro y oeste de Salta y
parte de Santiago del Estero. La misma coincide prcticamente con el
espacio que abarcaba la intendencia de Salta del Tucumn creada en
1783 (ciudad de Salta y subdelegaciones de San Miguel de Tucumn,
Santiago del Estero, San Fernando del Valle de Catamarca, San
Salvador de Jujuy, San Ramn de la Nueva Orn y de la Puna), como
as tambin con la jurisdiccin del Obispado de Salta establecido en
1806.
9
Si bien es esta una definicin operativa muy general, creemos que
presenta los elementos nodales del concepto.

7
Por supuesto que no desconocemos la historicidad de la instancia de
produccin y recopilacin del relato, ni la variabilidad de las condiciones particulares bajo las cuales stos se obtuvieron: relaciones de
poder, intereses polticos, violencia simblica, etc.; pero problematizarlas y reflexionar sobre ellas excede al objetivo especfico de este
trabajo.

60

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 61

CRISTIANISMO INDGENA EN EL NOA: RESIGNIFICACIONES...


locales a aquellas entidades simblicas que aparecen en los
relatos y que no son identificables como cristianas)10.
RELACIONES

las poblaciones indgenas americanas12. En esta primera


seccin, entonces, nos abocaremos a inferir relaciones simblicas que subyacen en los niveles ms hondos de la
dimensin narrativa, dado que estos procesos estn ya sedimentados en el trasfondo ms profundo de las entidades
simblicas analizadas Y aunque no sea posible a partir de
los relatos dar cuenta del proceso histrico que dio lugar al
smbolo actual, el anlisis nos har pasar del plano narrativo al plano diacrnico de la dinmica histrica donde las
resignificaciones y resimbolizaciones se inscriben.
Para ordenar el anlisis y la exposicin, stas ltimas
han sido agrupadas en los siguientes ejes o unidades temticas: resignificacin de seres y personajes sagrados; resignificaciones etiolgicas; resimbolizacin de significados
locales; resignificacin de prcticas; resignificacin de elementos; resignificacin de lugares simblicos y sagrados;
resignificaciones y resimbolizaciones en la relacin humanos-deidades.

ENTRE EXPRESIONES SIMBLICAS CRISTIANAS Y

ENTIDADES SIMBLICAS DE LA COSMOVISIN LOCAL

Como acabamos de ver, esta primera parte se organiza


y desarrolla sobre un corte analtico que divide operativamente en local y cristiano al contenido simblico de un
nico universo religioso pasible de ser caracterizado en trminos de cristianismo indgena. Es por eso que se habla de
expresiones simblicas y no de smbolos cristianos: porque
se vuelve inapropiado, dadas las mltiples resignificaciones
que atravesaron, seguir tratando como smbolos cristianos
a las entidades simblicas ya resignificadas que aparecen de
manera cristalizada en los relatos. Solo la forma de expresin es cristiana, y solo en base a ella es posible identificar
esos smbolos como cristianos; pero en su contenido, en sus
significados, ya son algo distinto: son smbolos locales que
se presentan con una imagen o "cara" cristiana.
Son bsicamente dos los procesos que intervienen en el
intercambio entre matrices simblicas distintas, en relacin
con la adopcin de smbolos ajenos: la re-significacin, que
implica revestir al smbolo con nuevos contenidos; y la resimbolizacin, que conlleva un cambio en la representacin
de ciertos significados bajo nuevos significantes o formas
simblicas de expresin (Gruzinski 1991, Segato op cit.).
Dichos procesos, que pueden responder a estrategias de
adaptacin y resistencia, son de alguna manera el corolario
simblico de los entrecruzamientos que fueron producindose entre religiosidad cristiana y religiosidad local a partir
del accionar evangelizador11; es decir que hunden sus races
en un contexto particular y en procesos histricos concretos: la colonizacin, especialmente cultural y religiosa, de

RESIGNIFICACIN DE SERES Y PERSONAJES SAGRADOS


Una de las situaciones que pueden percibirse en los
relatos considerados son las identificaciones y asociaciones
entre personajes cristianos y locales. Por ejemplo, la imagen de la Virgen que se desprende de la narrativa presenta,
adems de cualidades maternales, caractersticas que la
acercan ms a la actitud castigadora y vengativa de la
Pachamama13. Particularmente, en algunas narraciones
referidas a momentos histricos de lugares concretos -Yavi
y San Salvador de Jujuy (cfr. Vidal de Battini 1982-1995
(VIII): 110, 123, 124)- su imagen como aparicin interviene en forma similar a ciertos seres locales -como Coquena
y Yastay14- en tanto infunde temor en quienes la ven ponindole fin a una situacin amenazante para los habitantes
locales15.
Tambin en ciertos puntos de los relatos se filtran elementos que acercan a la Pachamama al Dios cristiano.
Uno de ellos tiene que ver con los castigos de aquella que,
adems de estar fundados en transgresiones ecolgicas
sancionadas por regulaciones locales, en muchos casos
responden a otro tipo de normativas ms ligadas a la moral
cristiana: por ejemplo, cuando castiga conductas envidiosas al igual que lo hace Dios (cfr. Vidal de Battini op cit.
(VI): 147, 465, 469, 507, 512; Garca y Rolandi 2000:
110). Tambin es curioso que en un relato de Jujuy se
plantee un accidente como castigo suyo hacia quienes trabajaban el da domingo, consagrado por Dios como da de
descanso16.

Si bien no han sido objeto de anlisis en este trabajo, se han podido


apreciar las estrechas relaciones entre la narrativa folklrica europea
(ibrica especialmente) y los relatos orales del NOA (Cfr. Urbano
1993). Ver: Caro Baroja, Julio. 1941. Algunos mitos espaoles.
Ensayos de mitologa popular. Madrid, Editora Nacional; Carreras y
Candi, F. 1931. Folklore y costumbres de Espaa I-III. Barcelona,
Casa Editorial Alberto Martn; Morote Best, Efran. 1951. Gua para la
recoleccin de material folklrico. Revista Universitaria, ao XL, 101.
Cuzco, Universidad Nacional de Cuzco.
11
Para una contextualizacin del particular proceso evangelizador que
se llev a cabo en la regin del NOA se pueden ver los trabajos de:
Cayetano, Bruno. 1966-1981. Historia de la Iglesia en la Argentina
[Vols. I-XII]. Buenos Aires, Don Bosco; Di Stefano, Roberto y Loris
Zanatta. 2000. Historia de la Iglesia Argentina: desde la conquista
hasta fines del siglo XX. Buenos Aires, Mondadori; Estruch, Dolores.
2008. La accin de la Compaa de Jess en la jurisdiccin de San
Salvador de Jujuy (1593-1767). Tesis de Licenciatura en Ciencias
Antropolgicas. Buenos Aires, UBA, FFyL, MS; Gramajo, Amalia.
1991. Las devociones marianas en el antiguo Tucumn. Revista de la
Facultad de Teologa de la PUCA, 57: 33-48. Buenos Aires, PUCA.
12
Aunque los aspectos sociopolticos y socioeconmicos del proceso
colonizador no sern desarrollados aqu, entendemos que la situacin
general de las provincias del noroeste argentino al momento en que
comenzaron a recogerse los primeros relatos analizados, representaba
el resultado de un particular devenir histrico de dominacin, expropiacin y explotacin iniciado con la llegada de los primeros conquistadores y agravado con las posteriores polticas del Estado Nacional.
10

Para un anlisis ms profundo sobre las vinculaciones entre la Virgen


y la Pachamama, se puede ver: Gisbert, Teresa. 1980. Iconografa y
mitos indgenas en el arte. La Paz, Editorial Gisbert y Ca. S.A.
14
Personajes variables y ambiguos definidos principalmente como dueos y protectores de la fauna silvestre y del mbito de los cerros,
minas, minerales y tapados (tesoros ocultos).
15
No obstante esta comparacin, este tipo de apariciones milagrosas de
vrgenes y santos es bastante frecuente en la narrativa hispana ligada,
sobre todo, a enfrentamientos entre cristianos e infieles -tanto moros
como indgenas americanos-.
16
x. 20: 8-11.
13

61

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 62

CUADERNOS 22
Ahondando un poco ms en la figura del Diablo (con
sus distintas denominaciones: Zupay, To, Malo, Mandinga,
Familiar, entre otras), para ilustrar su vinculacin con los
elementos que conforman tanto el paisaje fsico y animal
como el contexto socioeconmico local, cabe hacer referencia a una leyenda de la provincia de Jujuy titulada "Las
vacas de las salinas de nio muerto" (Vidal de Battini op cit.
(VII): 143). En ella se describe cmo un hombre que descansaba en el "Ojo del Huncar" (un cerro), donde vive el
"To", es llevado con fuerza hacia adentro del Ojo, a una
ciudad "muy hermosa", por una vaca a la que haba intentado "pillar" luego de observarla con dificultades para comer
y pararse. Teniendo en cuenta los significados que evoca
esta historia, se puede pensar en una vinculacin entre el
tema de la tentacin, ntimamente asociado a la presencia y
a la imagen del Diablo, y los comportamientos de estos
espacios sagrados locales. De esta forma, al haber "cado"
este hombre en la tentacin de atrapar una vaca que no le
perteneca, result quedando atrapado en el Huncar, en la
residencia del To; situacin estrechamente ligada a los castigos que los cerros y lagunas aplican sobre quienes molestan a los seres que albergan (cfr. Vidal de Battini op cit.
(VII): 75, 76, 140, 144, 145; (VIII): 425; Morgante op cit.:
239).
Si atendemos a su vnculo con Dios, es observable que
en ciertos casos puede resultar un tanto ambiguo: algunas
veces se presenta al Diablo como una especie de aliado de
Dios y otras como su principal rival. En el primero de los
casos, cuando su accionar parece estar obedeciendo y reforzando el orden moral divino: por ejemplo, cuando en la
leyenda jujea "El to y los tapados" (cfr. Vidal de Battini
op cit. (VII): 333) castiga por avara a una mujer a quien le
haba ofrecido llevarla a ver unos tapados (tesoros ocultos).
Asimismo, como muestran las descripciones sobre el
Uturrunco, muchas veces el castigo divino al que obedece
la permanencia de las almas en el plano terrenal -sancin
que descansa a su vez en cuestiones normativas y morales,
puede conjugarse con la intervencin del Diablo y dar lugar
al nacimiento de seres temibles y devoradores, en la medida en que la condenacin de un alma implica el abandono
de estas por parte de Dios y la posibilidad de ser atradas
por el Diablo (cfr. Vidal de Battini op cit., (VIII): 465, 481,
485).
Siguiendo con el ejemplo del Uturrunco, podemos considerarlo tambin, junto a otros casos como el del duende,
en trminos de resignificaciones de personajes orientadas
particularmente hacia el orden de lo diablico. As, la capacidad que posee el Uturrunco para transformarse en tigre
suele ser reinterpretada de acuerdo a la nocin de "pacto"
con el Demonio (cfr. Vidal de Battini op cit. (VIII): 465,
481, 485. Ver apartado "El otorongo" en Bouysse-Cassagne
2005). Respecto al duende, en el noroeste argentino (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VIII): 363, 369, 372, 375, 377, 384,
392; Fleming de Cornejo op cit. (III): 59, 150, 155; Garca
y Rolandi op cit: 149; Morgante op cit: 116) ha recibido una
apariencia ms sombra y demonaca que aquella que caracteriza al duende hispano18, ms travieso y enamoradizo
(Santilln Gemes 2004). Dicha significacin, a su vez,

Tiene que ser Dios, quien va a castigar no? O quien


ser no se, no estamos al tanto, no estamos al tanto.
Ser porque seguramente el domingo, ser el domingo
no se puede trabajar, no se puede vender ni hacer ningn negocio. Claro. A lo mejor, a lo mejor puede ser eso
claro. Puede ser por el cerro. El cerro, la Pachamama,
digamos. Se ha, se habr ido enojar, lo que es domingo (Morgante 2001: 236).
Otro aspecto est ligado a su faceta ms totalizante, que
la define como un ser primordial, omnipresente y omnisciente, y que la ubica en un nivel similar al de Dios (cfr.
Vidal de Battini op. cit. (VI): 507; (VIII): 765, 772, 777,
779, 781; Fleming de Cornejo 1998 (III): 35; Garca y
Rolandi op cit.: 105; Morgante op cit.: 121, 122), como si
ambas deidades concentraran las mismas fuerzas o, incluso,
como si fueran dos manifestaciones distintas de la misma
potencia divina.
Con respecto a la resignificacin de la figura de Dios
por vinculacin con elementos del contexto local, es sugerente lo que narra una leyenda tucumana (Vidal de Battini
op cit. (VII): 147), en donde se describe que Dios enva al
"indio Inga" para que custodie la "laguna del tesoro" y los
tesoros que en ella sepultaron los indios para protegerlos de
los espaoles. Es notable el sentido que envuelve a la participacin de Dios, en tanto su accionar parece responder
directamente a motivaciones locales. Es un Dios que interviene y colabora en la custodia y preservacin de los tesoros y espacios sagrados locales, y que defiende los intereses
de los "indios".
El Yastay, por su parte, es un personaje local que resulta resignificado por su identificacin con el Diablo (cfr. Vidal
de Battini op cit. (VIII): 730, 731, 734, 735, 736 [en este relato se dice que puede aparecer montado en caballo blanco,
algo caracterstico del Diablo -cfr. Vidal de Battini op cit.
(VIII): 269-]); pero aunque esto le confiera un carcter ms
nefasto y siniestro, es posible que desde la propia cosmovisin local el Yastay haya sido concebido siempre como un ser
temible y peligroso, asociado a los dominios subterrneos en
tanto dueo de los cerros, minas, tapados y minerales.
Asimismo, puede ser entendido en trminos de resignificacin el hecho de que el Diablo y algunos santos reciban en
algunas situaciones un rol similar al de otros Dueos y
Madres del paisaje17 similares al Yastay. Los santos pueden
tener a cargo la proteccin de determinados animales y esferas de la vida, en cuya reproduccin y supervivencia intervienen. El Diablo, por su parte, es muchas veces concebido
como el dueo de los minerales subterrneos a la manera de
otros espritus protectores locales; por tanto, se considera que
su hbitat y sus dominios son los cerros y las minas (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VII): 19, 75, 84, 143; (VIII): 38, 107,
130, 141, 269, 280, 338, 339; (IX): 337; Fleming de Cornejo
op. cit. (IV): 4, 150).

Estos dueos o madres son seres protectores y defensores de los animales y otros elementos del paisaje (agua, montes, campos, bosques,
cerros) que intervienen frente a la depredacin humana (cfr. Vidal de
Battini op cit. (VIII): 887, 895, 897).

17

62

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 63

CRISTIANISMO INDGENA EN EL NOA: RESIGNIFICACIONES...


puede estar ligada al rol particular que asumi este personaje dentro del contexto local, como coadyuvante en el
establecimiento y reforzamiento de la moral y las prcticas
cristianas: el surgimiento de los duendes es consecuencia
del incumplimiento de una obligacin cristiana como es el
bautismo.
Otro tipo de vinculacin es la que se establece entre
santos cristianos y ciertos personajes locales cuando interactan en los relatos. En distintas oportunidades se describe cmo San Francisco Solano y San Isidro logran amansar
a dos seres bestiales y agresivos como el Uturrunco (hombre-tigre) y el toro astas de oro19, lo cual nos deja una idea
de superioridad del poder milagroso de los santos.
Particularmente, en uno de los casos el apaciguamiento se
logra a travs de la seal de bautismo, situacin que, si bien
aislada, puede leerse como una demostracin de la eficacia
de la simbologa cristiana por su capacidad para imponerse
sobre la fuerza y agresividad de estas figuras locales (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VIII): 98, 100; (IX): 339).
Atendiendo finalmente a las descripciones que ofrecen
los relatos sobre la imagen de las potencias sagradas, vemos
que ilustran aquello que plantea Serge Gruzinski (1995)
respecto de que la adopcin de las imgenes cristianas de
los santos implic, para la poblacin indgena americana en
general, no slo una antropomorfizacin y humanizacin de
la divinidad sino tambin una personalizacin de las relaciones con esta misma. Cuando Dios se hace presente en la
narrativa es caracterizado con el aspecto de una persona
dbil y humilde -generalmente un viejito-, que se comporta
como un ser humano corriente (cfr. Chertrudi 1960: 119,
138, 155; Vidal de Battini op cit. (V): 177, 186, 343, 587;
(VI): 221; (VII): 209, 215, 223, 234, 237, 241, 243, 245,
248, 250, 253; (IX): 331; Garca y Rolandi op cit: 150). De
la misma manera, la Pachamama resulta personificada y
antropomorfizada como mujer, posiblemente a partir de su
asociacin con la Virgen -dado que en general, y paradjicamente, suele ser definida como una potencia incorprea y
no individualizable- (cfr. Vidal de Battini op cit (VI): 507;
(VIII): 741, 775, 782; Garca y Rolandi op cit: 110, 143).
Incluso, en una leyenda jujea, se afirma que la razn por
la cual el cerro se enoja es porque "tiene alma" (Vidal de
Battini op cit. (VII): 83), evocando una animacin de ciertos elementos del paisaje.
Sin embargo, ms all de esta antropomorfizacin, existe un rasgo comn a muchos personajes que desborda lo
humano y les confiere el carcter de seres sagrados: la
metamorfosis. De esta manera, tanto el Diablo, como la

Pachamama, Coquena, Yastay y los ngeles, manifiestan


una morfologa variable a la hora de intervenir fsicamente
en los acontecimientos narrados, pudiendo presentarse bajo
diversas apariencias: no slo humana desde ya, sino tambin animal e incluso indefinida (cfr. Vidal de Battini op cit.
(V): 587; (VIII): 271, 335, 340, 395, 720, 722, 732; (IX):
393; Fleming de Cornejo op cit. (III): 102, 112; (IV): 83;
Morgante op cit.: 208, 220).
RESIGNIFICACIONES ETIOLGICAS
En varias oportunidades se observa que el origen de las
caractersticas actuales de diferentes animales y plantas,
como as tambin las de personajes locales como el Ucumar
(hombre-oso) y el Uturrunco, recibe connotaciones morales
asociadas a la intervencin de Dios y del Diablo, en la
medida en que dichas caractersticas son explicadas o justificadas a partir de castigos divinos: en el caso del Ucumar,
se dice que es el alma condenada de un hombre malo y mezquino (cfr. Vidal de Battini op cit. (VIII): 829).
De la misma forma, existen elementos y hasta animales
que resultan resignificados en funcin de su participacin
en la historia particular de personajes como la Virgen, Jess
y los santos. As, puede verse que la presencia de ciertos
santos en el NOA ha quedado simbolizada en determinados
elementos aun vigentes: como el nombre de una ciudad
(Ro Hondo) o una vertiente de agua. Tambin ciertos
momentos de la vida de Jess y su Madre permanecen simbolizados en una serie de elementos celestes como el
Lucero, la Va Lctea y las Tres Maras; e inclusive algunos
animales -como el gallo, la golondrina, el chancho y la
mula- reciben significados asociados a su intervencin en el
nacimiento de Jess (cfr. Chertrudi 1964: 106; Vidal de
Battini op cit., (V): 177; (VI): 331; (VII): 23, 515, 563, 811,
816; (VIII): 55, 56, 57, 95, 96; Morgante op cit.: 133).
El canto del gallo hace desaparecer los misterios
malignos y anuncia las cosas buenas. El gallo tiene ese
don porque l anunci con su canto el nacimiento de
Cristo. El canto dice: Cristo naci (Vidal de Battini op
cit. (VII): 23).
Por otra parte, la historia bblica del diluvio fue cargndose con una serie de elementos locales que modificaron el
significado del propio concepto de diluvio. En principio,
porque a partir del establecimiento de una conexin entre
historia local e historia cristiana (Segato 1991), la poblacin
anterior al diluvio pas a ser designada con el trmino local
"antiguos", utilizado tambin cuando se habla de aquellos
cuyos huesos son hallados en los yacimientos arqueolgicos
y de quienes estn enterrados en los cementerios prehispnicos ("antigales"). De esta manera la poblacin antediluviana
es caracterizada en trminos ms ligados al contexto local:
pueden "pillar" y enfermar a la gente al igual que la
Pachamama y otros seres de la cosmovisin indgena; quienes no pudieron ocultarse ni fueron enterrados quedaron
convertidos en cardones, y fueron castigados por Dios por
razones muy similares a aquellas que esgriman los evangelizadores para justificar su accionar sobre la poblacin local:
a saber, eran "borrachos" y "rebeldes", no conocan a Dios,
no estaban bautizados y vivan en la "oscuridad" (cfr. Vidal

Para una descripcin sobre el duende hispano, ver: Carreras y Candi,


F. 1931. Folklore y costumbres de Espaa I-III. Barcelona, Casa
Editorial Alberto Martn; Caro Baroja 19411941. Algunos mitos espaoles. Ensayos de mitologa popular. Madrid, Editora Nacional.
19
El toro astas de oro o toro illa (illa es relmpago en quechua) es
definido como el dueo y defensor de la hacienda, que castiga a quienes no saben cuidar sus animales ni ocuparse de sus estancias o la
gente con intenciones de robarse algn animal. Tambin es descripto
como un ser malo, de otro mundo, que asusta y agrede a la gente (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VII): 23; (VIII): 891, 893, 894; (IX): 339).
18

63

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 64

CUADERNOS 22
de Battini op cit. (VII): 76, 79; (VIII): 789, 791, 795, 796,
797, 798, 799; Fleming de Cornejo op cit. (III): 178; (IV):
29; Morgante op cit.: 124, 244, 245).
Eso fue en la providencia, claro, cuando haba, cuando all estaba la gente corrompida, no? Ah, entonces,
claro que Dios quiso eliminar toda esa gente. Todo,
todo, todo esa gente. Porque ya no haba cmo tratar a
la gente. Era rebelde, rebelde, borracha, rebelde, de
todo, en fin de todo (Morgante op cit.: 124).
La resignificacin en trminos cristianos de los antiguos
habitantes del NOA se refleja, entonces, en el hecho de ser
conceptualizados como pecadores en razn de sus "malas"
costumbres, un calificativo que slo cobra sentido desde
una perspectiva moral cristiana. Asimismo, ser caracterizados como gente sin religin y no bautizada es una manifestacin de la naturalizacin e interiorizacin de la religin
cristiana; algo que tambin se advierte en el simbolismo de
la oscuridad y la noche empleado para describir la ausencia
de autoridad divina, del cristianismo como luz, sobre la vida
de las poblaciones antiguas.

sugieren la constitucin de nuevos referentes simblicos a


partir de conceptos derivados del cristianismo: el hecho de
que el trmino cristiano sea utilizado como sinnimo de
humano20 y que la expresin "como bautizado" sirva para
dar cuenta del amansamiento de una fiera21.
RESIGNIFICACIN DE PRCTICAS
En relacin con el bautismo, hemos visto que su carcter obligatorio est ligado a una reinterpretacin de las consecuencias del no cumplimiento con el mismo: la transformacin en duende de las criaturas que mueren sin bautizar.
De todas formas, si se considera el contexto histrico local
resulta muy probable que esta creencia haya sido el resultado de un intento por afianzar los mandatos cristianos sobre
la poblacin indgena. Asimismo, es dable suponer una
cierta adaptacin del bautismo catlico a relaciones, valores
y necesidades locales: el parentesco "espiritual" o compadrazgo que instituye entre los individuos (cfr. Chertrudi
1960: 161; Morgante op cit.: 254), implica una serie de
obligaciones recprocas que suelen ser claves para el habitante local y que en general siempre tuvieron una fuerte presencia dentro de las comunidades andinas, especialmente a
nivel econmico22. En uno de los relatos citados (Morgante
op cit.: 254), recogido en la puna jujea, se describe una
situacin muy interesante respecto del compadrazgo: dos
amigos que desean hacerse compadres realizan un bautismo
con un mueco de masa y sin la presencia de un cura, pero
utilizando agua -bendita- y rezando "con todo respeto".
Esto nos est mostrando al menos dos cosas: por un lado, el
valor del compadrazgo, en tanto las personas pueden buscar
establecer una relacin de este tipo ms all de la existencia de un hijo a quien bautizar; por el otro, el respeto por y la eficacia simblica de- las formas del catolicismo ya
que, a pesar de la ausencia de un cura, se necesit reproducir este rito de la manera ms fiel posible, no pudiendo faltar ni la criatura, ni el agua, ni los rezos.
Un lugar especial reciben las prcticas ligadas al tratamiento mortuorio, en la medida en que responden a una particular concepcin acerca de la muerte que condensa significados tanto cristianos como de raigambre local. El "ritual del
lavatorio", por ejemplo, es una prctica local que exhibe

RESIMBOLIZACIN DE SIGNIFICADOS LOCALES


Uno de los sentidos principales que rodean a las fiestas patronales es el de integracin y pertenencia comunitaria (Morgante 2003), de un indudable valor para las
poblaciones indgenas. El sentido de comunidad -ligado a
otros valores como la reciprocidad y la cooperacin- constituye uno de los principios ms antiguos y perdurables
dentro del horizonte andino en general, y por lo que se
desprende de los relatos, la unin de los distintos grupos
sociales que integran una comunidad es actualmente
representada, en muchos lugares, bajo la imagen del Santo
o Virgen consagrado como patrono y protector oficial del
pueblo. Aunque las peregrinaciones, generalmente ligadas
a estas festividades, pueden abarcar a ms de una localidad y envolver mltiples y dismiles motivaciones personales, tambin constituyen un importante canal para la
expresin y reafirmacin de lo comunitario (cfr. Vidal de
Battini op cit. (VIII): 112, 120, 124, 126, 128, 130, 133,
135, 137, 142, 148).
Otro principio cuya presencia ha sido muy fuerte dentro del horizonte andino es el de la dualidad, que interviene en distintos rdenes de la vida y el cosmos. Respecto
de su resimbolizacin encontramos la oposicin cristiana
Dios/Diablo, en cuyos trminos se resignifica, por ejemplo, la divisin local entre animales domsticos y silvestres o dainos. A travs de esta categorizacin nativa,
entonces, se expresa una distincin csmica entre creacin
divina y creacin diablica, resignificndose as el origen
de los animales: los domsticos fueron creados por Dios,
y bendecidos con su mano derecha, y los silvestres por el
Diablo, bendecidos por Dios con su mano izquierda (cfr.
Morgante op cit.: 21-22). Esto tambin da cuenta de cmo
una situacin propia de la dimensin mtica, vinculada al
origen y bendicin de los animales, est de alguna manera explicando la percepcin social actual de la fauna del
lugar.
Por otra parte, existen enunciados narrativos que nos

20
Cfr. Chertrudi 1960: 89; Vidal de Battini op cit. (IV): 686; (VI): 395,
400; (VII): 680; (VIII): 475, 889; (X): 620; Fleming de Cornejo op cit.
(III): 140; Garca y Rolandi op cit.: 132.
21
Cfr. Vidal de Battini op cit. (VIII): 98.
22
En su trabajo sobre la religin quechua, Manuel Marzal (1992) sostiene que el bautismo cristiano fue reinterpretado en su significado: en
parte porque con l se busca, por ejemplo, evitar que si el nio muere
se convierta en duende, pero tambin porque a travs de l se obtiene
no tanto un padre espiritual que asegure la educacin cristiana del nio
cuanto el apoyo social y econmico de los compadres. Siguiendo a
Mercedes Costa (1994), en algunos lugares el compadrazgo establece
un parentesco casi real y est normado por la prohibicin del incesto entre compadres y entre padrinos y ahijados- . El parentesco ritual, por
su parte, ligado a ritos locales como la sealada por ejemplo, si bien
no constituye ni un vnculo legal ni un parentesco espiritual, est ligado al compadrazgo de palabra: un vnculo familiar y afectivo que
implica tabes, impedimentos y creencias sobre los castigos por la violacin de estas normas (Ibid.).

64

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 65

CRISTIANISMO INDGENA EN EL NOA: RESIGNIFICACIONES...


muchos smbolos ligados al velorio cristiano. Bsicamente
consiste en repetir esta ceremonia a los nueve das del entierro de una persona, con un "cuerpo" simulado hecho con la
ropa del difunto previamente lavada -segn Cristina
Bianchetti (1982), la prctica de lavar las pertenencias del
difunto se orienta a que ste no las reconozca y se aleje definitivamente del espacio terrenal, una intencin que parece
emanar directamente de la manera en que se concibe a la
muerte-. Cuando se procede a velar dicho "cuerpo" se lo
hace a la manera cristiana con velas y rezos, pero con el
agregado de una prctica bastante peculiar: se entierra junto
al difunto, "para que viaje el alma", a su perro -en el caso
que tuviese uno, y luego de sacrificarlo- con alforjas con
caramelos, fsforos, cigarrillos, coca, azcar, yerba, caf y
todo lo que el hombre tuvo en su vida (Fleming de Cornejo
op cit. (III): 31). Por su parte, las prcticas asociadas al Da
de Todos Santos y al Da de las Almas (1 y 2 de
Noviembre)23 obedecen en principio a concepciones acerca
de la muerte engendradas por la cosmovisin local y a un
tratamiento particular de los difuntos que se remonta incluso a tiempos prehispnicos: las primeras, ligadas a la creencia en la posibilidad de una permanencia activa de los difuntos en el plano terrenal, y el segundo, vinculado a la veneracin y especial atencin que se les dedica a estos seres consagrados. Por otra parte, el hecho de que en el Da de las
Almas los elementos ofrendados sean enterrados en el
cementerio parece indicar que la verdadera morada de los
muertos es la subterrnea, ms all de la aceptacin del
Cielo cristiano en tanto tal. No obstante, podra deberse tambin a una vinculacin de este rito de alimentar a los muertos con la prctica homnima de alimentar a la tierra, a la
Pachamama (cfr. Vidal de Battini op cit. (VI): 391; (VII):
54; Fleming de Cornejo op cit. (III): 185). En este sentido,
Eliade (1954) analiza las vinculaciones entre estos dos mundos, el de los muertos y el de la fertilidad de la tierra -que
pueden llegar incluso a compartir las mismas divinidades y
festividades-, sealando que los cultos funerarios pueden
influenciar a los cultos agrcolas apropindose de ritos a los
que convierte en ofrendas para las almas de los antepasados.

de las potencias cristianas materializadas en este elemento


sagrado, que actan de esta forma sobre las fuerzas locales
que esta ceremonia invoca (cfr. Fleming de Cornejo op cit.
(III): 185).
En el camino inverso, encontramos elementos devenidos smbolos al intervenir en el campo religioso cristiano.
Es el caso de las piedras, por ejemplo, que al tiempo que
manifiestan un alto valor simblico en relacin con rituales
y potencias sagradas locales -especialmente con la
Pachamama (apachetas)- pueden transformarse en smbolos de ciertos santos y almas milagrosas (por haberse vinculado a la historia y acciones de estos seres), adquiriendo
ellas mismas -en este mismo proceso- el carcter de piedras
sagradas y milagrosas (cfr. Vidal de Battini op cit. (VII): 54;
(VIII): 49, 50, 64, 74, 75, 779). Por su parte, algunas entidades simblicas que actan como ndices manifiestan su
resignificacin en relacin con aquello que indican (como
sucede con el viento) o con la etiologa de su carcter indicador (el canto del gallo, por ejemplo). El viento, asociado
a la ira de ciertas potencias locales como los cerros, es objeto de connotaciones ligadas al comportamiento de personajes cristianos: la presencia de vientos fuertes puede ser
entendida como seal de la liberacin y posible aparicin
de seres temibles como el Diablo y las "almamulas", y
como indicador de la voluntad e intenciones de ciertas deidades que, al igual que los cerros, se valen de estos fenmenos para comunicar sus emociones y opiniones respecto
del comportamiento humano hacia ellos (cfr. Vidal de
Battini op cit. (VII): 79, 85, 835; (VIII): 151,154, 843, 844).
El canto del gallo, entendido como smbolo del advenimiento de las "cosas buenas" y del alejamiento de lo peligroso y maligno, se carga con un especial significado cuando el origen de su virtud es atribuido a la intervencin del
mismo en el contexto histrico-mtico cristiano: anuncia lo
bueno por haber anunciado el nacimiento ms significativo
para el cristianismo (cfr. Vidal de Battini op cit. (VII): 17,
23; (VIII): 267; (IX): 398).
Finalmente, encontramos un elemento sonoro, las campanas, que resulta resignificado en relacin con su intervencin en determinados contextos espacio-temporales
que pueden resultar atemorizantes. Su sonido, entonces smbolo del llamado de Dios y entendido como una invitacin a su casa-, adquiere un sentido ms tenebroso cuando aparece durante la noche de San Juan o en la medianoche del sbado de carnaval, cuando proviene de ciertos
antigales, de iglesias que ya no estn, o cuando se las oye
en lugares encantados y misteriosos como ciertos cerros en el caso del cerro Limitayoc, a las 12 del da- (cfr. Vidal
de Battini op cit. (VII): 139, 329, 811; (VIII): 791, 795;
(IX): 257).
Yo hi odo veinticuatro campanas el sbado de carnaval, a medianoche. Es un sonido qui hace temblar,
qui hace estremecer. Muy poca gente puede or; no
resisten or esas campanas. Eso es misterio. Aqu en
Tilcara, han odo las campanas del Pucar varias personas, entre ellas, don Lucas, la noche de San Juan. Yo
me puse a temblar cuando o esas campanas (Vidal
de Battini op cit. (VII): 329).

RESIGNIFICACIN DE ELEMENTOS
Dentro de este campo puede apreciarse que algunos elementos propios del cristianismo han sido resignificados a
partir de extender su eficacia simblica sobre seres y fuerzas locales. Es este por ejemplo el caso de la cruz, cuyo
poder como amuleto se extiende para conjurar todo aquello
que resulte daino y peligroso, alcanzando no slo a lo diablico sino tambin a personajes locales como el Ucumar a quien se detiene haciendo tres cruces en el suelo- (cfr.
Vidal de Battini op cit. (VIII): 829). Tambin el agua bendita, adems de producir milagros y curaciones, es empleada por su capacidad para ahuyentar al demonio. Su utilizacin en la prctica de la corpachada (ofrenda a la
Pachamama) representa la participacin, en un rito local,
23
Como la preparacin de ofrendas y comidas para recibir a las almas
que bajan del cielo (Cfr. Vidal de Battini 1980-1995 (VI): 391; (VII):
54, 616, 617, 618; (X): 159, 576; Fleming de Cornejo 1998 (III): 185).

65

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 66

CUADERNOS 22
blecidos a travs de las oraciones, de las ofrendas y de la
interaccin directa. Reciprocidad, porque son los trminos
en que puede ser entendida la actitud de la mayora de los
personajes sagrados hacia los humanos: por eso los protagonistas de los relatos -incluso los propios narradores- suelen
concebir y racionalizar las desgracias en tanto seales o smbolos de la desaprobacin de Dios, de la misma manera que
lo hacen en relacin con las deidades locales como la
Pachamama (Fleming de Cornejo op cit. (III): 178, 192;
(IV): 4; Garca y Rolandi op cit.: 54, 100; Morgante 2001:
235). Por otra parte, la actitud demandante de las divinidades se trasluce en el sentido imperativo que reviste la mayora de las prcticas propiciatorias locales, como ofrendas y
promesas (cfr.: Vidal de Battini op cit. (VI): 391; (VII): 17,
142; (VIII): 135, 141, 150, 154, 224, 225, 227, 234, 240,
242, 247, 248, 250; Fleming de Cornejo op cit. (III): 185;
(IV): 83. Morgante op cit.: 222, 225, 227, 239; Garca y
Rolandi op cit.: 95). Otra forma de reciprocidad es la que
rodea a los contratos con el Diablo y con el Yastay, ligados
fundamentalmente al enriquecimiento de las personas y a los
contextos de explotacin minera, ingenios y estancias: a
cambio de beneficios econmicos exigen almas o vidas
humanas para alimentarse (cfr. Vidal de Battini op cit.
(VIII): 283, 338, 339, 730, 803, 805, 807, 809, 810; Garca
y Rolandi op cit.: 73; Morgante op cit.: 205, 220, 222, 225,
227, 233)26. Ambigedad, porque es un rasgo que manifiestan la mayora de los personajes sagrados que intervienen en
los relatos: la condensacin de caractersticas ambivalentes
y una actitud dispar frente a las personas. Un ejemplo de ello
es la figura del Diablo, que a pesar de su gran poder puede
tambin ser engaado y aventajado (cfr. Chertrudi 1964:
167, 168; Vidal de Battini op cit. (IV): 231; (VI): 327, 377;
(IX): 403, 406, 434, 437). Disciplinamiento, porque la reaccin de las deidades frente al comportamiento humano se
manifiesta bsicamente en trminos de castigos y recompensas. Por un lado, la respuesta de Dios frente al accionar
de las personas est determinada por valores y principios
morales (cfr. Chertrudi 1960: 80, 119, 161; Vidal de Battini
op cit. (V): 338, 343; (VI): 83, 147, 331, 465, 469, 512, 573;
(VII): 79, 217, 219, 221, 223, 231, 237, 241, 243, 248, 250,
253, 256, 257, 264, 563, 585, 593, 604, 615, 618, 621, 623,
680, 684, 744, 769, 771, 783; (VIII): 53, 791, 798, 799; (IX):
335, 342, 525; (X): 155, 156, 159; Fleming de Cornejo op
cit. (III): 85; Garca y Rolandi op cit.: 110, 119, 150;
Morgante op cit: 124, 130). Los seres y fuerzas sagradas
locales, por su parte, delinean con sus premios y sanciones
un orden normativo que obedece a una particular moralidad
ecolgica (cfr. ejemplos de la Pachamama y de Coquena:
Vidal de Battini op cit. (VI): 507, 512; (VII): 57, 144, 322;
(VIII): 700, 706, 712, 719, 738, 741, 766, 767, 771, 772,
775, 777, 779, 781, 782; Fleming de Cornejo op cit. (III):
126, 178, 192; Garca y Rolandi op cit.: 35, 54, 55, 110, 143,
144; Morgante op cit.: 235).

RESIGNIFICACIN DE LUGARES SIMBLICOS Y SAGRADOS


En algunos casos, esta resignificacin deriva de una
especial vinculacin entre un mbito de raigambre cristiana
como la salamanca24 y el espacio fsico de los cerros -en
particular los denominados huancares-, a travs de la figura del Diablo. Santilln Gemes (2004) nos indica que histricamente se asoci el trmino salamanca a la ciudad
espaola homnima en cuyas cercanas existan cuevas
donde determinados doctores enseaban magia bajo la
advocacin o con la presencia in situ del Demonio. En
Amrica Latina, y concretamente en el rea andina, este trmino fue siendo enriquecido por las comunidades indgenas
con nuevos significados: adems de recibir esta denominacin la casa del Diablo, lugar para establecer pactos con l,
decir "salamanca" tambin es designar un espacio cargado
de potencias ocultas y mgicas y un lugar donde se adquieren conocimientos (Santilln Gemes op cit.: 43). Respecto
de las potencias ocultas, es interesante considerar la vinculacin entre estos espacios diablicos y los cerros o huancares, lugares sacralizados desde la cosmovisin local que
se caracterizan tambin por sus significados y poderes misteriosos. La vinculacin de estos sitios con el Diablo, en
tanto son resignificados como morada y dominio de este
personaje cristiano, les confiere un carcter aun ms agresivo y temible, debido a la conjugacin de fuerzas telricas
locales con fuerzas malignas engendradas en la cosmovisin cristiana. Asimismo, es posible apreciar en los relatos
la ambivalencia que rodea tanto a las salamancas como a
los cerros en cuanto a las dismiles sensaciones que puede
generar en las personas, por ser al mismo tiempo atrayentes
y aterradores (cfr. Vidal de Battini op cit. (VII): 78, 83, 84,
85; (VIII): 265, 271, 278, 279, 280, 282, 284, 286, 288,
289, 290; Morgante op cit.: 233, 239)25. Este contraste
armnico entre atraccin y retraccin es lo que Otto (1925)
entiende como doble carcter de lo numinoso, en la medida en que al mismo tiempo que detiene y distancia, fascina
y atrae.
RESIGNIFICACIONES Y RESIMBOLIZACIONES EN LA RELACIN
HUMANOS-DEIDADES
Las caractersticas generales que manifiestan las relaciones entre los seres sagrados y los humanos pueden ser agrupadas en cuatro puntos principales: proximidad, reciprocidad, ambigedad y disciplinamiento. Proximidad, porque
las relaciones expresadas en la narrativa suelen ser estrechas: el contacto y la comunicacin son continuamente esta-

Aunque, en principio, no formen parte de la simbologa cristiana, las


salamancas suelen aparecer estrechamente ligadas a la figura del
Diablo; y, al igual que el personaje del duende, pertenecen a ese gran
universo de elementos populares/paganos europeos que ingresaron al
imaginario local con la colonizacin.
25
En el caso de las salamancas, mientras resultan atrayentes por su
msica, sus ruidos de baile y fiesta y por la posibilidad de aprender lo
que uno desea y recibir importantes beneficios -econmicos, amorosos, entre otros-, genera temor y rechazo en las personas debido a las
difciles pruebas que deben superarse, a la presencia del Diablo, de
brujas, espritus del mal y almas condenadas, y a la posibilidad de salir
daado, tanto fsica como mentalmente.
24

26
La figura del Familiar -denominacin utilizada para referirse al
Diablo en estas situaciones- en las plantaciones, minas e ingenios del
NOA, ha sido analizada por varios autores: entre otros, Jijena Snchez
1952, Chertrudi 1975, Colombres 1992, Trinchero 2000, Santilln
Gemes 2004.

66

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 67

CRISTIANISMO INDGENA EN EL NOA: RESIGNIFICACIONES...


CONCEPTUALIZACIN

DE LAS RELACIONES ENTRE EXPRESIO-

idea de fagocitacin (cfr. Kusch 1986; Santilln Gemes


2004) en tanto apropiacin de lo cristiano por lo indgena.
Por otro lado, el concepto de asimilacin -que alude justamente a la aprehensin de nuevos elementos simblicos y a
la interiorizacin de una nueva lgica cultural (Gruzinski
1991)- permite describir el proceso por el cual se integraron
dos maneras diferentes de concebir lo divino. La conformacin de una nueva conceptualizacin, mestiza y sinttica (cfr.
Marzal 1992; Bouysse-Cassagne 2005), de las deidades, personajes y fuerzas sagradas, y del vnculo entre stas y los
humanos.
Dentro del campo de los ritos y elementos simblicos es
posible encontrar situaciones donde stos se combinan de
manera tal que parece coexistir lo cristiano con lo indgena:
por ejemplo, la presencia de agua bendita en contextos
rituales locales y de un rito local como la "corpachada" en
una festividad cristiana (Fleming de Cornejo op cit. (III):
185). En este sentido, se ha postulado que la convivencia
entre dos registros religiosos ofrece la posibilidad de una
cierta duplicidad, de prcticas ambiguas no sincretizadas
(Bianchetti 1982; Bouysse-Cassagne 2005). Aunque esto se
aplique mejor a la situacin colonial, es posible pensar en
estos trminos algunas situaciones que los relatos nos plantean.
En cuanto al tema de las contradicciones y ambivalencias30 entre cristianismo y religin local, no es eso lo que
parece desprenderse de la narrativa sino otro tipo de ambigedades ms intrnsecas a las entidades simblicas. En el
caso de los personajes, ligadas principalmente a su actitud
hacia los humanos -a veces agresiva, vengativa y castigadora y a veces bondadosa y compasiva- y en menor medida
a ciertos aspectos de las relaciones entre ellos -por ejemplo,
la actitud del Diablo en relacin con Dios, a veces como
rival a veces como aliado-. De cualquier manera, teniendo
en cuenta la presencia recurrente de este tema de la ambigedad, es interesante preguntarse -y tener en cuenta siempre- con qu criterios, con qu autoridad y principalmente
desde qu lugar se est estableciendo que algo es ambiguo,
contradictorio o inconciliable. Adems, siguiendo a Otto
(1925), no debe olvidarse que lo numinoso presenta siempre un doble carcter, de ah la ambivalencia que suelen
manifestar las expresiones y fenmenos religiosos al generar un doble sentimiento de temor y fascinacin.
Queda claro, entonces, que no se trata de encontrar el
concepto explicativo ideal que sirva para todos los casos,
sino de ver cul es el ms apropiado en funcin de la situacin particular. Por ejemplo, se ha sealado que una tendencia frecuente en los estudios sobre dinmicas culturales
y transformaciones histricas ha sido la de situar los procesos de sincretismo y mestizaje como los escalones intermediarios de una escala lineal, utilizada para describir el itinerario histrico de las sociedades consideradas, que se

NES SIMBLICAS CRISTIANAS Y COSMOVISIN LOCAL

Es sabido que la nica manera en que las sociedades


pueden integrar una nueva simbologa en su cosmovisin
ancestral es a travs de la lgica cultural tradicional y en
funcin de la matriz simblica y marcos conceptuales locales. No obstante, muchos trminos se han acuado para describir e interpretar los procesos de resignificacin/resimbolizacin que envuelven estas situaciones relacionales y dialcticas de transformacin cultural, donde una cosmovisin
es reformulada en los trminos de otra y viceversa27. A lo
largo del anlisis de las resignificaciones y resimbolizaciones advertidas en el corpus de relatos considerado, se han
encontrado distintas y variadas situaciones pasibles de ser
entendidas desde distintas pticas y conceptos.
En primer trmino, las asociaciones e identificaciones
entre seres -y/o elementos- locales y cristianos, pueden ser
concebidas como sincretismos28, en la medida en que denotan una conciliacin entre entidades simblicas provenientes de cosmovisiones dismiles: por ejemplo, las identificaciones Santos-Dueos de animales, Virgen-Pachamama,
Diablo-Yastay y Ukako-Diablo. Tambin la interaccin de
Santos cristianos con personajes locales (como el
Uturrunco y el Toro astas de oro), y las siguientes asociaciones: Dios-Pachamama; viento-personajes cristianos;
Ucumar-Condenado y Ucumar-cruces; piedras-santos y
almas milagrosas; y del Diablo con distintas entidades -los
Dueos del paisaje, el Ucumar, el Uturrunco, los cerros, el
canto del gallo-.
Por otra parte, si definimos como aculturacin29 la
penetracin de conceptos y lgicas cristianas que se enrazan en una visin del mundo local (Silverblatt 1982), pueden ser entendidas en estos trminos los siguientes ejemplos: la explicacin y/o fundamentacin mtica cristianizada de elementos o situaciones actuales (como la percepcin
social de la fauna del lugar -domstica vs. silvestre- y el origen o las caractersticas y virtudes de diferentes animales y
plantas); la existencia de huellas materiales de la historia de
ciertos personajes cristianos -en ciertas piedras, por ejemplo-; y la interiorizacin de la simbologa cristiana que
revelan distintos tpicos subyacentes a la narrativa -como la
conexin entre historia local e historia cristiana, la conceptualizacin de los antiguos, la consideracin del Cielo como
morada de los muertos, y la mera utilizacin de ciertas
expresiones ligadas a conceptos cristianos-.
Asimismo, para ilustrar el arraigo local que manifiestan
la mayora de los smbolos cristianos adoptados -como la
figura del Diablo, acontecimientos bblicos como el diluvio,
ciertas prcticas como el bautismo o las fiestas patronales, y
las imgenes de santos y vrgenes- resulta ms adecuada la
Para examinar una definicin y revisin crtica de los conceptos ms
utilizados en la bibliografa relativa a la colonizacin cultural y religiosa de Amrica Latina, ver: Costilla (2007).
28
Para un anlisis ms exhaustivo de este concepto ver: Lupo (1996).
Otros autores que lo trabajan son: Gruzinski (1991, 1995), Marzal
(1992) y Bouysse-Cassagne (2005), entre otros.
29
Para una definicin ms completa de este concepto, ver: Colombres
1991: 56-57.
27

30
Planteadas en relacin al cuerpo de creencias -por estar constituido
indistintamente por divinidades y demonios- (Santander 1962) y al
carcter de la tradicin oral, ambigua y ambivalente -aunque reconociendo las posibles correspondencias entre sistemas simblicos antagnicos- (Vega Centeno 1992).

67

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 68

CUADERNOS 22
extiende desde la tradicin hacia la aculturacin. No obstante, otra manera de encarar estos estudios es concibiendo
la posibilidad de encontrar en un mismo espacio social mltiples recomposiciones y estrategias en funcin de las presiones recibidas y de las tcticas adoptadas (BouysseCassagne 2005). De esta forma, la variabilidad no slo es
inter-contextual sino tambin intra-contextual, dado que en
un mismo lugar -como acabamos de mostrar en relacin
con los relatos del NOA- pueden ocurrir distintas cosas
simultneamente: cambios, continuidades, apropiaciones,
reformulaciones sincrticas, mestizajes, aculturaciones,
convivencias, prcticas ambiguas no sincretizadas y confrontaciones. Adems, tampoco hay que olvidar la complejidad intrnseca a estos procesos, con contradicciones internas, marchas y contramarchas. Como se ha sostenido respecto del cambio cultural en sociedades andinas coloniales,
la abolicin forzada de un sistema religioso no implica la
supresin de todos sus referentes simblicos; estos pueden
permanecer, incluso reformulados sincrticamente, permitiendo el mantenimiento de viejas creencias31 (Gareis 1991).
Mientras que la adopcin de prcticas occidentalizadas
puede estar motivada por fines tradicionales -consideremos
por ejemplo el caso de las fiestas patronales-, es posible que
haya un proceso de aculturacin latente en la persistencia
de lo tradicional -como sucede por ejemplo con las creencias en torno a los antiguos- (cfr. Gareis op cit.; BouysseCassagne op cit.). As, aunque es un hilo muy dbil el que
vincula a la narrativa considerada con estos procesos histricos que dieron lugar a las entidades simblicas que en ella
aparecen, pudimos percibir ciertos ecos de estos cambios,
continuidades y reformulaciones a travs del anlisis del
panorama simblico-religioso que los relatos ofrecen.
En definitiva, la continuidad de una cosmovisin puede
estar implcita en su propia transformacin (Sahlins 1988),
e incluso ser promovida por los procesos de mestizaje cultural. De esta manera, para el contexto particular que nos
compete -el noroeste argentino durante el siglo XX- y ms
all de las variaciones indicadas, creo que la idea que mejor
integra las distintas relaciones contempladas es la de una

nueva32 y original cosmovisin. La de una nueva simbologa conformada a partir de una sntesis dialctica entre dos
sistemas religiosos, que una vez alcanzados por los efectos
del mestizaje cultural fueron perdiendo su sistematicidad al
tiempo que cargaban de significados y valores a la nueva
matriz simblica en gestacin. Hablar de sntesis dialctica
implica que los elementos provenientes de esos dos sistemas originales fueron sintetizndose en esa nueva matriz,
integrndose a travs de un proceso de permanente retroalimentacin. Es decir que desde el momento en que religin
catlica y religin nativa entraron en relacin durante los
primeros aos de la evangelizacin, comenz a gestarse -no
sin dificultades, confusiones y contradicciones- una nueva
formacin religiosa (quizs s en ese momento en trminos
sincrticos) a partir de elementos cristianos e indgenas.
Durante varios siglos, esa nueva cosmovisin cristianoindgena fue reformulndose, readaptndose y complejizndose hasta llegar a nuestros das; ms exactamente, en relacin con nuestras fuentes, hasta el momento en que sus smbolos comenzaron a materializarse en los relatos recopilados durante el siglo XX. Indudablemente, lejos de constituir
un sistema cerrado y esttico, esta cosmovisin es absolutamente abierta y dinmica en cuanto a sus contenidos simblicos y a las relaciones entre ellos. Como cualquier
matriz cultural, es un campo semntico en permanente tensin, donde el significado de los smbolos y prcticas es
usualmente disputado desde distintos lugares y sectores de
la sociedad; por eso, resulta importante atender al entramado de fuerzas y negociaciones sobre las que se sostiene una
sntesis religiosa (Lupo 1996). En este sentido, las resignificaciones y resimbolizaciones que dan vida a una cosmovisin pueden ser pensadas tambin como parte de procesos
y estrategias de adaptacin y de resistencia a la dominacin
cultural.
PALABRAS FINALES
En el ao 1991, una serie de autores vinculados a los
estudios sobre religiosidad popular afirmaban que en la
Argentina "...se han realizado recolecciones de cuentos
populares sin que llegaran a estimular el necesario correlato del anlisis antropolgico que permitiera identificar tales
tradiciones como fuentes o testimonios de creencias religiosas especficas" (Chapp op cit. 1991). Diecisiete aos despus, esperamos que nuestra investigacin represente un
avance en el tratamiento y anlisis de este tipo de fuentes.
En cuanto a nuestro planteo de una nueva cosmovisin
religiosa que sintetiza dialcticamente lo que en un principio fueron dos sistemas simblicos en pugna, creemos que
permite dejar de ver la relacin entre cristianismo y religiosidad local como interaccin, como si se tratara de dos conjuntos simblicos cerrados e independientes que se relacionan entre s. Hablar de asociacin, combinacin, mezcla,

Si consideramos la construccin colonial de muchos cultos cristianos-andinos, es claro que estas continuidades han sido muchas veces
impulsadas por los propios religiosos hispano-criollos (Ver, por ejemplo, el caso de la Virgen de Copacabana: Ramos Gaviln, Alonso.
[1621] 1976. Historia de Nuestra Seora de Copacabana. La Paz,
Empresa Editora "Universo"; Salles-Reese, Vernica. 1997. From
Viracocha to the Virgin of Copacabana. Austin, University of Texas
Press; Lpez Mndez, Pablo. 1998. La Aurora en Copacabana. Tesis
de Licenciatura en Ciencias Antropolgicas. Buenos Aires, UBA,
FFyL, MS). Asimismo, es importante tener en cuenta, al menos para
los primeros tiempos de la evangelizacin, la propia flexibilidad religiosa indgena (Gonzlez 2004). En trminos generales, la imagen que
los primeros cronistas del Per nos muestran sobre los cultos religiosos en el rea andina precolombina y colonial (Jos de Acosta, Pablo
Jos de Arriaga, Francisco de vila, Pedro Cieza de Len, Bernab
Cobo, Cristbal de Molina, Huamn Poma de Ayala, Garcilaso de la
Vega, -entre otros- en Gonzlez op cit.), da cuenta de esta flexibilidad
que permiti la continuidad de cultos locales y la convivencia religiosa entre "conquistadores" y "conquistados", tanto durante la expansin
incaica como con la llegada del cristianismo (Ibid.).

31

Esta idea de una nueva religiosidad, de un "nuevo equilibrio de valores religiosos", la hemos tomado de Ciro Lafn (1967: 284 y ss.),
quien planteaba para el caso particular de la poblacin de Tilcara
(Jujuy) la formacin de una religin nueva, con caracteres propios, a
partir de una puja entre religin europea y religin autctona.
32

68

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 69

CRISTIANISMO INDGENA EN EL NOA: RESIGNIFICACIONES...


etc., implica la existencia de dos esferas separadas, y no es
esto lo que encontramos en la cosmovisin cristiana-indgena analizada. Al mismo tiempo, hablar de una nueva simbologa nos lleva tambin a superar definitivamente viejas
discusiones sobre la "autenticidad" de las creencias y prcticas religiosas del NOA. Si entendemos que el cristianismo
indgena es un horizonte simblico-religioso original cuyos
contenidos se reelaboran y reacomodan permanentemente,
como los de cualquier cosmovisin religiosa, no podemos
pensar que las caractersticas del mismo -y las alteraciones
que en l se suscitan por influencias forneas- implican una
falta o prdida de autenticidad.
Por otra parte, observando la persistencia de muchos
elementos simblicos, creencias y prcticas de la religin
nativa anterior al cristianismo (como la permanencia activa
de los difuntos en el plano terrenal y el particular tratamiento de los mismos, la preparacin y colocacin de
ofrendas, la reproduccin en la dimensin csmica de relaciones humanas propias de la dimensin social -de parentesco y de reciprocidad-, la sacralizacin de la tierra y de
ciertos elementos del paisaje, por citar algunos ejemplos)
creo que es posible afirmar que existen significados profundos en el imaginario y en la religiosidad de las sociedades que, de acuerdo a las condiciones socioculturales,
socioeconmicas y sociopolticas, se van trasladando y
sedimentando en distintos elementos significantes. Es
entonces por la profundidad de su arraigo que, para el rea
que nos compete, principios y valores como el parentesco,
la reciprocidad y el sentido de comunidad, entre otros, fueron ms resistentes a las transformaciones culturales, siendo todava hoy valorizados desde el discurso indgena.
Retomando lo indicado en la introduccin, creo que este
trabajo ofrece un amplio panorama sobre el horizonte simblico religioso cristiano-indgena que puede desprenderse de
la narrativa oral que circul en las poblaciones del noroeste
argentino durante gran parte del siglo XX. Esta amplitud se
constituye a nuestro entender como una primera y necesaria
instancia en la tarea de aplicar un particular enfoque antropolgico al anlisis de la simbologa religiosa desplegada por
la narrativa sealada. Al mismo tiempo, dado que dicho horizonte simblico fue reconstruido en base a relatos orales
recogidos en diferentes localidades, en distintos aos, y por
distintos investigadores, el marco general que aqu se describe estimula la apertura de infinidad de caminos para profundizar en el tema ahondando en anlisis ms pormenorizados.
A partir de un enfoque ms limitado geogrficamente, de una
mirada ms orientada a un momento histrico particular, o de
la profundizacin en la investigacin de una determinada creencia o prctica simblica, se podrn formular conclusiones
ms acabadas sobre los procesos de resignificacin y resimbolizacin aqu presentados, en funcin de poder contemplar
de manera ms especifica su anclaje histrico social. En este
sentido, creo que el estudio de los smbolos, y de la simbologa religiosa en especial, realmente se completa cuando se
analiza la lucha hermenutica de la cual dependen sus significados; las disputas y negociaciones que subyacen al campo
semntico religioso y que derivan de su insercin en un particular contexto socio-histrico.

AGRADECIMIENTOS
A Carlos Zanolli, mi director de tesis, quien me gui en
el desarrollo de este trabajo.
BIBLIOGRAFA
Bianchetti, M. C.
1982. Antropologa del rea de la Puna. Programa de investigaciones sobre epidemiologa psiquitrica, ao 2,
29. Buenos Aires, CONICET.
Blache, M. y J. . Magarios de Morentn
1987. Lineamientos metodolgicos para el estudio de la
narrativa folklrica. Revista de Investigaciones
Folklricas 2:16-19.
Bouysse-Cassagne, T.
2005. Las minas, las divinidades prehispnicas y los santos
cristianos. En: Actas del VI Congreso Internacional
de Etnohistoria, Buenos Aires. Disponible en CD,
ISBN 950-29-0893-7.
Colombres, A.
1991. La colonizacin cultural de la Amrica indgena.
Buenos Aires, Ediciones del Sol, Serie
Antropolgica.
1992. Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina.
Buenos Aires, Ediciones del Sol, Biblioteca de
Cultura Popular 1.
Costa, M.
1994. Fronteras tnicas, fronteras polticasEl rol del
intercambio en la construccin de identidades. En:
Cultura e identidad en el noroeste argentino pag 7695. Karasik, Gabriela A. (comp.). Buenos Aires,
Centro Editor de Amrica Latina.
Costilla, Julia
2007. Expresiones simblicas cristianas en relatos de la
tradicin oral del noroeste argentino (siglo XX).
Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropolgicas.
Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad de Buenos Aires, MS.
Chapp, M.E., M. Iglecias, m. Pascual, v. Rodny D. J.
Santamara
1991. Religiosidad popular en la Argentina. Buenos Aires,
Centro Editor de Amrica Latina.
Chertrudi, S.
1975. La leyenda folklrica en la Argentina. Relaciones
9:69-75.
Eliade, M.
1954. Tratado de historia de las religiones. Madrid,
Instituto de Estudios Polticos.
1983. Imgenes y smbolos. Madrid, Taurus.
Gareis, I.
1991. La metamorfosis de los dioses: cambio cultural en las
sociedades andinas. Antropolgica, ao IX, 9: 247255.
Geertz, C.
1987. La interpretacin de las culturas. Mxico, Gedisa.
Gonzlez, R.
2004. Imgenes de dos mundos: la imaginera cristiana en
la Puna de Jujuy. Buenos Aires, Fundacin Espigas.
69

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 70

CUADERNOS 22
Palleiro, M. I.
2005. Archivos de Narrativa Tradicional: examen crtico y
propuestas. En: Narrativa: Identidades y Memorias
pag 29-70. Palleiro, M. I. (comp.) Buenos Aires,
Editorial Dunken.
Ricoeur, P.
1976. Introduccin a la Simblica del Mal. Buenos Aires,
Ediciones Megpolis.
Sahlins, M.
1988. Islas de Historia. Madrid, Gedisa.
Santander, Josefina Luisa
1962. Sacrificio y ofrendas en el culto a la Pachamama.
Folklore Americano, ao X, 10: 31-67. Lima,
Instituto Panamericano de Geografa e Historia.
Santilln Gemes, R.
2004. Imaginario del diablo. Buenos Aires, Ediciones del
Sol.
Segato, Rita Laura
1991. Cambio religioso y desetnificacin: la expansin
evanglica en los Andes Centrales de Argentina.
Religiones Latinoamericanas I: 137-173.
Silverblatt, I.
1982. Dioses y diablos: idolatras y evangelizacin.
Allpanchis 19: 31-47.
Trinchero, H.
2000. Los dominios del demonio. Civilizacin y barbarie en
las fronteras de la Nacin. El Chaco Central.
Buenos Aires, EUDEBA.
Turner, Vctor W.
1980. La selva de los smbolos. Madrid, Siglo XXI
Urbano, Enrique (Comp.)
1993. Mito y simbolismo en los andes. La figura y la palabra. Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos
"Bartolom de las Casas".
Vega-Centeno, I.
1993. Tradicin oral, extirpacin y represin. En: Mito y
simbolismo en los andes. La figura y la palabra. E.
Urbano, pag. 305-323. H. (comp.). Cuzco, Centro de
Estudios Regionales Andinos "Bartolom de las
Casas".

Gruzinski, S.
1991. La colonizacin de lo imaginario. Sociedades indgenas y occidentalizacin en el Mxico espaol. Siglos
XVI-XVIII. Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
1995. La guerra de las imgenes. De Cristbal Coln a
"Blade Runner" (1492-2019). Mxico, Fondo de
Cultura Econmica
Jijena Snchez, R.
1952. El Perro Negro en el Folklore. El Lobisn, el
Familiar y Otras Supersticiones. Buenos Aires,
Dolmen.
Kush, R.
1986. Amrica profunda. Buenos Aires, Editorial Bonum.
Lafn, C.
1967. Fiesta y religin en Punta Corral, provincia de Jujuy.
Primera parte. Runa 10: 256-289.
Longo, S.
2001. Enunciado narrativo del relato folklrico y pragmtica comunicativa. Ponencia presentada en las V
Jornadas de estudio de narrativa folklrica. Narrar
identidades y memorias sociales. Estructura, procesos y contextos de la narrativa folklrica. La Pampa,
Departamento de Investigaciones Culturales de la
Subsecretaria de Cultura, MS.
Lupo, A.
1996. Sntesis controvertidas. Consideraciones en torno a
los lmites del concepto de sincretismo. Revista de
Antropologa Social 5: 11-37.
Marzal, M. (Coord.)
1992. Rostros Indios de Dios. Cochabamba, CIPCA, HISBOL, UCB.
Morgante, M. G.
2003. Nuestra Seora de Beln: Una fiesta patronal en el
altiplano jujeo. En: El espacio cultural de los mitos,
ritos, leyendas, celebraciones y devociones. AA.VV.
Buenos Aires, Comisin para la preservacin del
Patrimonio Histrico Cultural de la Ciudad de
Buenos Aires, Secretaria de Cultura.
Otto, R.
1925. Lo Santo. Lo racional y lo irracional en la idea de
Dios. Madrid, Revista de Occidente.

70

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 71

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 10570-8346
852-1002
ISSN

KIRINGUE ATA.
NIOS RGIDOS
Noelia Enriz*
RESUMEN
El presente trabajo aborda la situacin particular de un ncleo de la comunidad mby guaran donde se han presentado dos
casos de nios con dificultades severas en su desarrollo. A partir de los relatos y prcticas que se proponen abordaremos
las concepciones de infancia, juego, habilidad, comunicacin y salud que se expresan en estas situaciones.
PALABRAS CLAVE: nios- mby guaran- comunicacin- juego
ABSTRACT
This paper undertakes the particular situation of a village of the mby guaran community in which two cases of kids with
severe troubles in their growth appeared. Based on the stories and practices from people, we take on the concepts of childhood game, ability, communication and health that are expressed by the informants in these situations.
KEY WORDS: children - mby guaran- communication- play

INTRODUCCIN

El juego ha sido abordado como estrategia didctica,


como mbito teraputico y como aspecto central del "tiempo libre". La deportizacin2 de los juegos ha convertido a
estas prcticas en un fenmeno donde el cuerpo insalvablemente debe ser educado y donde sus acciones se vuelven
medibles y estratgicas. El desarrollo de la racionalizacin
corporal, paralelo a las tcnicas de adiestramiento del cuerpo para el trabajo, se profundiz en las diversas etapas del
capitalismo (Coriat 1988).
Consideramos, con Gilles Brougre (1998) que el juego
puede ser abordado a partir de tres aspectos: el material, que
refiere al conjunto de objetos vinculados entre s para jugar;
el estructural, que referencia al sistema de reglas en que el
jugador enmarca su actividad y otorga sentido a la prctica;
y el contexto determinado que condiciona y es condicionado por stas.
Para el caso mby, coincidimos con Marcelo Larriq
(1993) en destacar la importancia del grupo de juego, lo
que Bartolome Meliau (1979) llamara "comunidad de
juego". El grupo de pares, de edades distintas que acompaa las exploraciones cotidianas de los nios en el marco
del ncleo3 de que forman parte. Por su parte, Larriq destaca que el juego es un mbito donde se "estimulan las
habilidades motoras, intelectivas y an lingsticas de los
que participan de ellos" (Larriq: 1993: 53).
Sostenemos que las dinmicas cotidianas de los nios
mby son un mbito propicio para dar cuenta de los diversos procesos de experimentacin donde se producen conocimientos4. En esta indagacin se constituye como un obs-

El cuerpo melanesio se halla arrastrado, ()


a los comportamientos respetuosos del mundo y de la disciplina social
Leenhardt. Do Kamo.
"Ory rugy, mba reteve"
Nuestro cuerpo es ms flaco (dbil) por fuera,
pero nuestra sangre es ms fuerte
Anciano TY
El trabajo de campo ha sido un aspecto central de la
definicin de la antropologa como ciencia. Refirindose al
autntico contacto Malinowski destaca que "Para el etngrafo significa su vida en el poblado -en principio una
aventura extraa, a veces enojosa, a veces cargada de intereses- toma pronto un curso natural mucho ms en armona
con la vida que lo rodea". (1973 [1922]: 10). Uno de los
signos caractersticos de este mtodo de investigacin lo
constituye la convivencia ms o menos prolongada, con
objeto de incluirse en la cotidianeidad de cierto grupo
social, abordando las actividades rutinarias de los sujetos
La disposicin corporal es un primer aspecto que el trabajo
de campo como tal demanda. En nuestro caso particular la
vinculacin con nios en el campo present ciertas particularidades. Los nios mby guaran de la provincia de
Misiones realizaban gran cantidad de experimentaciones
con su cuerpo, que acompa en mi trabajo de campo. La
permanente mezcla de actividades fsicas como persecuciones, bsquedas, encuentros, danzas, trepadas y corridas presenta gran centralidad en las actividades cotidianas de los
nios. Ms an, los juegos, son un mbito donde el dilogo
del cuerpo encuentra significativo valor.

2
Al hablar de procesos de deportizacin nos referimos a aquellas estrategias que convirtieron a diversas prcticas ldicas en fenmenos con
alto nivel de competencia, entrenamiento y ritualizacin.
3
Denominamos ncleo a los distintos asentamientos de poblacin
mby repartidos a lo largo de la provincia. Se corresponden con lo que
los indgenas denominan teko, como el sitio donde puede desarrollarse el propio modo de ser tekoa. (Noeli: 1993)
4
Tema de indagacin ms general, donde este trabajo se inserta.

* Consejo Superior de Investigaciones en Ciencia y Tecnologa.


U.B.A. F F y L. [email protected]
71

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 72

CUADERNOS 22
tculo abordar la cotidianeidad de los nios que no logran
estos niveles de expresin, los "nios duros"-kiringue ata-.
Para abordar esta particularidad, tomaremos por eje las
dinmicas, las expresiones, las tareas y los diversos conocimientos que circulan en torno de los nios que logran
expresarse ms escasamente.
En los ltimos aos, uno de los ncleos donde desarroll mi trabajo de campo se encuentra frente al desafo de
albergar a dos nios con lesiones cerebrales severas.
Lesiones que han sido generadas por diversas patologas
provocando daos que no les permiten el desarrollo intelectual. Se vuelve, entonces, imposible conocer sus reflexiones, dado que no logran expresarse oralmente -ni a travs de
otros medios-. Tampoco logran seguir la mirada, ni sentarse. Por tanto, el conocimiento que podemos obtener es el de
otros sujetos, que los circundan y reflexionan sobre ellos.
Nos valdremos, entonces de relatos, reflexiones y dems
manifestaciones de quienes acompaan su desarrollo5.
Metodolgicamente esto presenta particularidades. No
hay modo de registrar las perspectivas del propio sujeto,
centrales en las indagaciones de la antropologa (Krotz
1993) y con las que se ha nutrido mi trabajo de campo en
relacin al resto de la poblacin del ncleo. En tal sentido,
la indagacin encuentra grandes lmites a la hora de enfrentarse a sujetos que dependen indispensablemente de otros
para establecer vinculaciones con el mundo. Nios que permanecen donde son colocados, toman lo que les dan y producen muy pocos mensajes (por ejemplo: en ocasiones el
llanto).
Dado que nos ocuparemos de nios con dificultades en
su desarrollo, es importante destacar el modo en que la
infancia es considerada. Como lo abordramos anteriormente (Enriz y Garcia Palacios 2008) existe una serie de
definiciones lingsticas con que los mby instituyen sus
concepciones sobre la infancia. Entre los 0 y los 14 aos,
existen cuatro categoras diversas de sujetos, atravesadas en
algunas edades por categoras de gnero. Consideramos con
Wittgenstein (1988) que la vida social supone el uso de
determinados modos del lenguaje que expresan formas de
vida, lo lingstico, lo extralingstico y lo social puede
pensarse, entonces, como un espacio discursivo.
Los abordajes ms tradicionales de la antropologa
para el rea, han restado valor a la infancia por considerar a los nios como sujetos en proceso de ser adultos, y
en tal medida como inacabados. Como sealbamos en
un trabajo reciente, en nuestra perspectiva considerar a la

infancia como un tiempo de entrenamiento no slo no nos


permite profundizar nuestras indagaciones, sino que tambin conlleva otros riesgos. Entre ellos, mencionbamos
que las caractersticas asignadas a la edad adulta no son
vistas como en proceso de transformacin. Son los nios
los que quieren, o deben, ser como los otros, incorporando sus saberes. Esta perspectiva en cierta medida cosifica
a la infancia: los nios son considerados como estticos y
su nica funcin consiste en recibir pasivamente las pautas culturales. A su vez, tambin se cosifican estas pautas
culturales ya que se presentan como algo ya acabado que
se transmite a los nios sin sufrir mayores transformaciones en el proceso (Enriz, Garca Palacios, Hecht: 2007:
10).
Partimos, entonces, de considerar que la niez se presenta como un momento valioso del desarrollo, donde ciertos aspectos de la sociedad se hacen visibles de manera
particular (Szulc 2004, Cohn 2000). El desafo que presenta esta instancia es pensar el progreso de nios que no crecern del mismo modo que otros, o mejor dicho, que no se
desarrollarn fsicamente e intelectualmente de la misma
manera. Este inters en el desarrollo fsico, se hace presente de forma indeleble cuando se denomina a estos nios
como "cuerpos duros", es decir, nios que no logran aprendizajes a travs de la experiencia, que no logran dominar
sus cuerpos ni podrn hacerlo en un futuro.
Los mby-guaran son un pueblo trashumante, en permanente movimiento6. Su movilidad ha estado dispuesta
a merced de la bsqueda de la Tierra Sin Mal -yvy mara
ey-, por tanto no ha sido una movilidad estacional que
pueda describirse en trminos de circuito, sino un derrotero que enfrentaba permanentemente nuevos desafos.
Pierre Clastres sostiene que para alcanzar ahora el ywy
mara ey, es necesaria la comunicacin adems de la
migracin religiosa, "los indgenas ahora esperan que los
dioses les anuncien la venida del tiempo de las cosas que
no mueren, de la plenitud acabada, de ese estado de perfeccin en y por el cual los hombres trascienden su condicin" (Clastres: 1993:12).
Este transitar no permite llevar grandes pesos, por ejemplo de alimentos acumulados. Los pueblos guaranes han
desarrollado una economa basada en el consumo sin acumulacin. Tampoco permite acarrear demasiados cuerpos
improductivos, lo que se expresa a travs del mito de los
gemelos7.
En la actualidad, los mby guaran experimentan un
gran nivel de sedentarismo, que solo es mitigado con las
visitas permanentes de diversas familias entre los ncleos.
En Argentina, habitan en la provincia de Misiones, donde
suman unos 50006 distribuidos en unos 75 ncleos. Los

Si bien no se cuenta con diagnsticos mdicos, consideramos que se


trata de una discapacidad por deficiencia mental (como lo establece la
Organizacin Mundial de la Salud), entendida como un trastorno
donde se presenta un desarrollo mental incompleto, caracterizado por
el deterioro de las funciones concretas de cada etapa del desarrollo y
que afectan la inteligencia: las funciones cognitivas, del lenguaje,
motrices y la socializacin. Siguiendo esta misma definicin se trata
en ambos casos de condiciones adquiridas, ya que fueron ocasionadas
por algn accidente o enfermedad despus del nacimiento, provocando graves e irreparables daos en el cerebro y al sistema nervioso central. Del mismo modo se trata de casos de dao profundo.

Branislava Susnik sostiene que los tupi-guaranes (ncleo extenso de


los mby) han sido producto de migraciones sucesivas. En primer
lugar hace unos 5.000 aos, se dieron migraciones hacia el sur de
Arawaks y Caribes, que quisieron alojarse en tierras de los G, y otras
tribus chaqueas. Luego ciertos cambios climticos hacia el 4.000
A.P. los instaron a seguir ms hacia el sur. (Susnik: 1988).

72

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 73

KIRINGUE ATA. NIOS RGIDOS


mos o trilingsmo10, asociados a su longevo vnculo con
la iglesia catlica.

datos son sumamente imprecisos, pero se cree que un 60%


de la poblacin es menor de 16 aos. Estos ncleos presentan una gran variedad de situaciones, respecto de la cantidad
de poblacin que los habita, el acceso o no al sistema escolar, la religiosidad, el acceso al sistema de salud y los planes
sociales de alimentos o dinero, la posibilidad de trabajo o la
caza y recoleccin, etc.
En este trabajo utilizaremos materiales de registro de
campo, centralmente de un ncleo y lo atravesaremos,
circunstancialmente con otro. El ncleo central, al que
denominaremos TY, es pequeo, en cuanto a la cantidad
de poblacin que lo habita, con gran disponibilidad de
acceso al monte, y que subsiste centralmente de la caza,
recoleccin y cultivo de algunos alimentos. Su poblacin
es bsicamente monolinge, sin acceso a la escolarizacin ni al sistema de salud. Distan a unas 8 horas a pie del
camino ms cercano para llegar a un pueblo de Argentina.
Accesoriamente, utilizaremos materiales de otro ncleo
al que llamaremos P, y que expresa diametralmente otro
polo de la realidad mby actual. Tiene escuela hace 25
aos9, vive una gran cantidad de poblacin y no tienen
acceso a tierras que permitan la subsistencia, que entonces es asegurada a travs de trabajos en cultivos diversos
y a planes sociales alimentarios. Cuentan con acceso al
sistema de salud y tienen altsimos niveles de biblings-

HACIA UNA ETNOGRAFA DE LAS PRCTICAS


En los ltimos tiempos, la antropologa latinoamericana
ha vivido una gran apertura de los estudios de infancia.
Durante muchos aos, los estudios que incluan nios lo
hacan en el marco de otros problemas (para el caso argentino centralmente la escuela) y dejaban de lado las voces de
estos (Szulc 2006). La antropologa argentina durante la
ltima dcada aument considerablemente su inters por
los estudios antropolgicos referidos a la infancia, lo que se
ha expresado tanto en las reuniones cientficas, como en las
producciones de diferentes investigadores (Colangelo,
Sulk, Hecht, Remorini, Garca Palacios) . Los mtodos propios de la antropologa hacen aportes en la recuperacin de
prcticas infantiles referidas a diversas temticas.
Particularmente nuestro abordaje del juego infantil se
nutre de las metodologas ms tradicionales, ya que conlleva a una gran demanda de descripciones y de percepciones
que superan las palabras. Nuestro material de campo no se
compone de entrevistas, sino de registros de experiencias;
no de palabras, sino de descripciones de acciones o de relatos que expresan la relacin de ciertas palabras con acciones del cuerpo. En un trabajo referido a la educacin de los
nios A'uw? (Xavante), Aracy Lpez Da Silva destaca que
los nios involucrados no fueron entrevistados, sino observados por la investigadora "mis propios ojos miraban en
distintas direcciones, en la medida en que presenciaba,
registraba y reaccionaba frente a las situaciones aqu
recordadas" (2002: 39).
Desde nuestra perspectiva la categora de experiencia
revela un mbito de circulacin de conocimiento en la
infancia, donde se establece comunicacin y se ponen en
prctica saberes11. Respecto de la experiencia, la antropologa de la educacin ha recuperado el valor de las experiencias formativas (Rockwell: 1995) considerando a los nios
como personas activas, constructoras de sus propias experiencias, enmarcadas contextualmente. En este mismo sentido, nos interesa recuperar las experiencias infantiles a partir de las cuales se producen apropiaciones y se reconstruyen conocimientos, valores, modos de vida, etc. A travs de
la experiencia, pueden advertirse diferencias y transformaciones en la vida de los sujetos. Mediante diferentes prcticas -realizadas, esperadas e inducidas- se pueden advertir
diferencias internas del grupo. En este sentido, como ya
mencionamos, la categora de infancia de que nos valemos

7
Respecto de los gemelos, los mby guaran han mantenido como
prctica el abandono de ambos. Hay ncleos, actualmente que utilizan
como estrategia enviarlos a casa de los abuelos, ya sea juntos o separados, fundamentalmente aquellos vinculados a la iglesia catlica.
En tanto, la creacin de las personas para los mby est asociada a cantidad de semen que los hombres aportan durante la gestacin, la aparicin de dos nios estara asociada a la presencia de dos hombres
durante la gestacin.
Desde la perspectiva religiosa, los gemelos eran el futuro Sol y la futura Luna. En efecto los dos hermanos son engendrados en el vientre de
Nuestra Madre por dos padres diferentes. A ello hay que agregar que
los guaran reconocen una filiacin patrilineal, con lo cual, la filiacin
materna no es suficiente para acordar la condicin de gemelos. El
mayor, el futuro Sol, ser hijo de amand y la futura Luna de ande
Ru Mba'eku, Al enterarse amand por boca de su esposa del "adulterio", toma sus collares, su maraca, coloca la corona de plumas sobre
la cabeza y se marcha a su morada eterna. Luego se cuentan las mltiples peripecias de ambos hermanos -primero en el vientre de la madrepara alcanzar la tierra sin mal, la morada del Padre.
Si bien el relato religioso sobre la llegada de los gemelos expresa la
monogamia como regla, podramos considerar alguna razn econmica interviniendo.
8
Hay poblacin mby guaran que reside actualmente en los pases de
Brasil, Paraguay y Uruguay. Los dos primeros concentran gran cantidad
de poblacin. Las cifras en Argentina son dudosas, mientras el
Institucional Nacional de Estadisticas y Censo (INDEC) cuenta 4083 en
la encuesta complementaria de 2006, el organismo provincial encargado del tema afirma que hay 6000 habitantes en la provincia. Las cifras
de INDEC deben ser relativizadas en tanto no contemplan ncleos que
no tengan personera jurdica. Por su parte Asuntos Guaranes flucta
mucho en las cifras y sus datos no pueden ser contrastados, por tanto nos
inclinamos por una cifra intermedia como estimativa.
9
Para ampliar respecto de esta experiencia: Enriz, 2006. Una aproximacin a los procesos de modernizacin de los Mbya guaran de
Misiones. Ponencia presentada en la mesa Relaciones Intertnicas.
VIII Congreso Argentino de Antropologa Social, Salta.

Nos referimos al bilingismo cuando los nios utilizan mby y castellano. La tercera lengua que puede estar en juego es el guaran paraguayo o jopara. Este suele indicar interacciones, las ms de las veces
vehiculizadas por la iglesia catlica.
11
Esta definicin se nutre de la brindada por Rubn Dri "El ser humano es esencialmente praxis, totalidad de prctica y conciencia ()
Como practica que es, transforma continuamente la realidad natural,
crea productos como bienes de consumo, obras de arte, etc. en los que
se ve a s mismo, en los que expande su ser. Su ser e su hacer, su
obrar, su crear. La naturaleza va deviniendo mundo, mundo humano"
(Dri: 1998: 195)
10

73

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 74

CUADERNOS 22
en los usos tanto cotidianos como institucionales, difiere de
la concepcin de infancia en uso entre los mby guaran.
Para estos, la infancia se encuentra limitada por el ingreso
a la edad adulta, lo que sucede en el caso de las nias con
la llegada de la menarca y en el caso de los varones con el
engrosamiento de la voz12.
Luego, existe una serie de categoras internas, dentro de
los no adultos, no viejos, no bebs, que configuran un complejo sistema que se expresa en las prcticas concretas de los
sujetos. Es decir, tanto en el marco de los juegos, actividades
dentro de la ceremonia religiosa, tareas comunes y otras
experiencias, los sujetos tienen atribuciones y consideraciones especiales en relacin a su categora de gnero y etaria13.
Un elemento que se destaca entre los nios a la hora de
conocerse, es preguntarle por su nombre mby (rery). La
poblacin mby actual utiliza nombres castellanos o portugueses para sus denominaciones fiscalizadas por organismos
que usualmente no se utilizan en la vinculacin con el propio
grupo (documentos, partidas de nacimiento, etc.). Gorosito
(2003) sostiene que los nombres castellanos son elementos
de la dominacin sobre esta poblacin. A esta se agregan
otras denominaciones como el nombre mby y el marcante.
Este cambia con el correr del tiempo y es una asociacin de
algn aspecto del sujeto con algunos de la naturaleza, no es
necesario ser mby para tener marcante14. Estas dos caractersticas, no ser exclusivamente mby y la posibilidad de cambiar, se aplican al marcante y al nombre en castellano o portugus (Quadrelli 1998). El nombre mby (rery) se conoce en
el marco de una ceremonia comunitaria, donde el opygua, a
travs de su comunicacin con las divinidades, reconoce la
denominacin del nio en relacin a los seres celestiales15.
No obstante, no conocer el propio rery no es una limitacin
al desarrollo, dado que hay ncleos actualmente donde no
hay opy y por tanto los nios no conocen su nombre mby y
siguen autodefinindose como tales.
Por otro lado, podramos pensar que es mby quien
desarrolla su infancia dentro de un ncleo de la comuni-

dad. Esta categora puede ser variable, dado que hay


ncleos donde se realizan matrimonios mixtos y se desarrollan all nios que no se definen como mby, dependiendo de las caractersticas de cada ncleo en particular.
Podramos decir que "es" mby quien se autodefine y es
definido por los otros de tal modo. Pero, para nuestro trabajo en particular, ha sido central considerar esta definicin a travs de las actividades de los nios, de las tareas
que desarrollan en cierto contexto. Como hemos intentado
reflejar desde las primeras lneas de este trabajo, la cuestin de las experiencias se nos presenta como un signo que
es vivido como integrador al grupo de pares, un elemento
necesario de los procesos de vinculacin con el conocimiento, condicin de la participacin en ciertos mbitos y
signo de la voluntad de incorporacin. La experiencia16
aparece, ms all de otros aspectos, como un elemento que
define a los nios mby, pero este abordaje encontrara su
lmite en la presencia de nios que no lograban moverse.
La idea de infancia aglutina a una serie de sujetos en
diversos niveles de desarrollo y etapas de acercamiento a
saberes, pero que se presentan de modo unificado dentro de
esa idea. "Las relaciones cotidianas que comportan los
nios surgirn de la conformacin del hogar. Esa conformacin, fsica y humana plantear limitaciones y posibilidades a las experiencias del nio" (Larriq: 1993: 101). Los
nios al nacer son acompaados muy de cerca y se los estimula de diversas maneras. Es habitual ver a las madres con
nios de 5 o 6 meses de vida estimulando la excrecin en
ciertas zonas, en un proceso de establecimiento de hbitos
del cuerpo.
Ara juega con Mar (5 meses) a upa. Le da comida y
juega a hacerlo sentarse en un banco. Tomado de las
manos lo sienta y lo levanta repetidas veces haciendo
que el beb ejercite ese movimiento. Adems lo hace
rerse. Por momentos lo deja sentado. Ella est sentada
en el suelo frente a l. En un momento el beb se ve
cagado. Ella le dice que no. Lo toma en brazos, lo lleva
cerca del pasto y lo pone en posicin de cagar, lo limpia y lo mantiene as hasta que el beb caga de nuevo.
Recin ah lo trae hacia el lugar donde estaban y
siguen jugando. (16.11.06 TY)17
Hay familias que procuran los mejores xitos. Para
esto, unos padres jvenes haban colgado un caracolito al
cuello del nio (de unos 3 meses) con el convencimiento
de que as mejoraba su control de la orina. Los padres
jvenes se encuentran muy acompaados por sus padres y
hermanos. Las primeras experiencias, tanto de pareja
como de paternidad estn muy vinculadas a la comunidad
como un todo que acerca conocimientos. Vara considera
que "los padre se preocupan fundamentalmente por el
bienestar de los nios, apelando para ello a frecuentes
recursos mgicos. Por ejemplo cuelgan del cuello del nio
una bolsita con pequeos objetos protectores; tambin se

Como desarrollamos en "Deviniendo kua va'era" (Enriz, Garca


Palacios, 2008) un aspecto donde podemos observar claramente la
diferencia que se establece a partir de ser considerado adulto es el
juego. Las nias que han atravesado la menarca son instadas a dejar de
jugar y del mismo modo, los jvenes hombres deben comenzar a
encargarse de las tareas de produccin de recursos para alimentos.
13
Existen trminos diferenciales para los nios recin nacidos (Pyta'i
va'e), otros para los que llegan a los tres aos (Kiringue'i -Kiri'i-),
luego desde ah hasta los diez (Kiringue), aproximadamente. A partir
de entonces las categoras presentan diferencias entre nias (Ie'engue
ramo va'e, Kua va'era) y nios (e'e nguchuramota va'e, Mitan
ruchu) y se suceden dos denominaciones antes de ingresar en la edad
adulta.
14
Yo tuve un primer marcante y luego de cierta experiencia me lo cambiaron por otro. El primer animal al que me asociaron por "no saber
estar quieta". Luego, lo cambiaron cuando me asociaron al "miedo a
la tormenta" porque decid salir de regreso bajo la lluvia.
15
Bartolom considera que en la ceremonia de colocacin de los nombres el opygua intenta a travs de cantos y rezos saber de qu procedencia es la palabra alma con que debe desinar al nio. Los nombres
estn asociados a la naturaleza, ya sea a las deidades o a elementos
como el humo, el relmpago, las nubes etc.
12

16
En relacin a la experiencia, Elsie Rockwell (1996) destaca el valor
de el conjunto de prcticas cotidianas que expresan conocimientos,
valores formas de vivir y sobrevivir.
17
En todos los casos se trata de registros personales de la autora.

74

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 75

KIRINGUE ATA. NIOS RGIDOS


diferentes experiencias del cuerpo, que ya existan, se vuelven visibles. En este sentido, los rezos y las curaciones
comienzan cuando esta experiencia es vivida como enfermedad o deseo de muerte.
Teo est en un "camin" (cochecito de beb) para
comer lo toma su mam a upa y le da en la boca sopa
como hace con su beb de 5 meses. Del mismo modo
hacen con Hila'i. (16.11.06 TY).
As como esta experiencia cobra sentido en el relato de
Foucault, reorganizando la forma y el objetivo del espacio
hospitalario e incluso de la tarea mdica, la existencia concreta y duradera de estas infancias da lugar al surgimiento
de una serie de explicaciones respecto de los mismos. En tal
sentido, el padre de Teo expresaba su pena.
Los cuerpos de los nios se enfrentan a experiencias
grupales de gran nivel de riqueza en cuanto a los saberes
que las constituyen. Pero tambin en cuanto a que permiten
organizar lo diverso (Foucault: 1987:153). Como en el caso
de la destreza, los saberes que circulan en el juego infantil,
en el grupo de pares, son "a la vez la tcnica de poder y un
procedimiento de saber. Se trata de organizar lo mltiple,
de procurarse un instrumento para recorrerlo y dominarlo; se trata de imponerle un orden" (Foucault: 1987:152).
Las practicas ldicas facilitan la organizacin de lo mltiple, de lo diverso, forman grupos dispares en edad, habilidad, etc. Pero no logran incluir todo. Esa exclusin de sujetos, que luego, en otras edades puede asociarse a cuestiones
de gnero, en esta instancia se vinculan directamente con el
obstculo de participar activamente.
No incluyen a los nios duros, a los que no logran
moverse:
Lu (anciana) habla de Cla'i, su hijo. Y cuenta que l no
se fue definitivamente que en la casa donde dormamos
nosotras ahora estn sus cosas y que quiz vuelva. Frente
a la pregunta sobre el embarazo de Kere (la mujer de
Cla'i) Lu dice que la beb todava esta chiquita y que
adems Hila'i est duro (ata) igual que Teo. Ella los asocia. Pasa a hablar de Teo, que tiene dificultades para orinar. Dice que los han llevado 3 veces al hospital de
Itapiranga, pero los mdicos no saben qu tiene. Ellos lo
curan con sus remedios mientras tanto. (18.08.07 TY).
La rigidez y la imposibilidad de realizar con el cuerpo
otras acciones que superen la dureza es el signo que no permite a estos nios su integracin en el grupo de pares. La
imposibilidad de los nios en cuestin de superar esa instancia de dureza e inmovilidad con el correr del tiempo desconcierta a sus parientes. Los nios, por su parte, solo
logran vincularse con los otros nios a travs de las instancias de curaciones, las plegarias y los humos. Intentaremos
abundar al respecto ms adelante.
En esta instancia en que el nio no cambia y los parientes intentan estimularlo, el cuerpo se convierte en blanco
para nuevos mecanismos de poder, y por tanto se ofrece a
nuevas formas de saber (Foucault: 1987), el saber es asociado a las experiencias cotidianas generalizadas de la
infancia mby, es decir, el movimiento y la curiosidad. El
cuerpo duro reniega de los mecanismos de poder, el cuerpo
inmvil no es dcil, se resiste a esa "anatoma poltica del

apela a recursos mgicos para estimular cualidades"


(Vara: 1984: 73).
Casualmente, dos experiencias de padres jvenes (que
tenan por primera vez hijos) presentan nios con particularidades evolutivas muy notables. Estas particularidades
configuran nuevos horizontes para el propio grupo. En los
registros etnogrficos clsicos referidos a esta poblacin no
hay menciones a dificultades de estas caractersticas.
Respecto del origen de las enfermedades, funciona una concepcin animista, como para el caso de la colocacin de
nombres. La enfermedad es producto del conflicto entre lo
bueno y lo malo. Generalmente, se considera que el mal lo
realiza un extrao al grupo, por su parte el mal, puede ser
abordado a travs de varios aspectos: la cura por la succin,
el soplo y el rezo.
Schaden (1998) sostiene que los rezos pueden ser tanto
para la vida como para la muerte. Los rezos pueden ayudar
a los hombres a subir, a cambiar de tierra y lograr "la muerte () que une los destinos del hombre" (Vara: 1998: 160)
Las buenas plegarias, son enviadas por las deidades, pueden
decirlas quienes se acercan a Jakaira. Cadogan (1997) sostienen que en todos los fogones hay alguien que puede curar
y que quienes "pronuncian las buenas plegarias extraen las
hierbas nocivas, en virtud de conjurar de los de arriba, de
los Jakaira" (Cadogan: 1997: 147)
En el marco de una ceremonia religiosa se establece una
diferencia indeleble, mientras las nias de unos 11 y 12
aos comparten las danzas y los coros, las nias de 14 aos,
tienen por ejemplo al cuidado sus propios bebs y participan de los rezos adultos, compartiendo esta tarea con sus
tas y abuelas. Para el caso que analizamos, la joven Ara y
su marido viven con la familia de ella, con sus dos hijos,
uno de ellos tuvo ttanos al poco tiempo de nacer y, por
tanto, no se desarrolla como los otros.
Pero en ocasiones estos procesos de desarrollo se ven
condicionados por situaciones extraordinarias. Tal es el
caso de las que experimenta Teo, el primero de los hijos de
una pareja. El nio fue expresando signos de dao profundo desde los primeros meses de vida. Para sus padres, la
presencia de una diferencia en el desarrollo se hace visible
cuando el tiempo no alcanza para superarla.
Viene Pedro con su beb ms chiquito, cuenta que est
muy apenado porque Teo no camina, ni mira. Le preguntamos por qu es as su beb y dice que no sabe. Que
l esperaba poder recuperarlo rezando. Le preguntamos
si eso era posible y Artemio dice que es muy difcil, pero
que puede que lo logre. A Teo se lo ve bien cuidado, sin
heridas, ni nada, pero no logra ni siquiera sentarse. Los
dems nios no se relacionan con l (15.11.06 TY).
Siguiendo a Foucault -en su trabajo El nacimiento de la
clnica- esta situacin se vuelve visible en cierto momento
de la historia de una sociedad. La diferencia como tal ha
sido un tema presente para esta poblacin, pero que se instala como tema a tratar, a travs de las curaciones a partir de
cierto momento en que las diferencias del nio son vividas
como enfermedad. A partir de aqu, cuando Teo de 4 aos,
no logra mejorar su nivel intelectual, es decir, no logra sentarse, no sigue con la mirada, debe ser alimentado, etc., las

75

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 76

CUADERNOS 22
detalle" (Foucault: 1987143) que es la disciplina en sus
diversos niveles.
Esta anatoma poltica del detalle, fue percibida de
modos diversos a travs del tiempo. Cuando este nio tena
un ao y no lograba sentarse, no se lo perciba como una
dificultad mayor. El nivel de espera y tolerancia con el nio
fue alcanzando niveles cada vez mayores. De hecho, la
movilidad que se espera es la de poder incluirse en el
ncleo de pares. Hay nios con dificultades motrices dentro
del ncleo, pero que logran acompaar al grupo de pares,
insertarse en actividades de otros nios y de este modo la
diferencia es incluida dentro del espacio. Lo mismo sucede
con adultos que presentan diversas dificultades, pero que
logran incluirse en tareas junto con otros.
En este marco, la perspectiva diferencial de los nios
se fue haciendo manifiesta producto de la visibilizacin
social de la diferencia. Los nios en el marco de la ceremonia religiosa realizan diversas actividades, una de las
ms centrales son las danzas y los cantos pero adems de
esta tarea los nios suelen cuidar el humo, fumando y
manteniendo encendidas las pipas de los dems, cebar el
mate, etc. La infancia, entonces, no es un cmulo de
caractersticas o de estados a conquistar sino un proceso
complejo que adviene en cada sujeto de modo particular
pero en relacin a ciertos marcos de desarrollo. Por fuera
de sta consideracin quedan aquellos relacionados con
patologas como las indicadas. La participacin de los
nios en la ceremonia religiosa es importante en la medida que el conocimiento es dado por Dios, Schaden recoge
la siguiente frase de pobladores mby de Sao Paulo: "nosotros no necesitamos dinero, ni escuelas porque el saber
viene de Dios" (Schaden: 1998: 83). En estas experiencias
se manifiestan importantes diferencian dado que tanto Teo
como Hila'i son centros de inters de este espacio, donde
se practican curaciones:
Estaban todos presentes en la comunidad. ramos
unas treinta persona, de los cuales diez eran adultos,
todos los dems nios de distintas edades. Respecto del
humo, ya desde la tarde Ka (nio aprox. 10 aos) estaba con un cigarro y a la noche casi todos los nenes tenan su pipa de cermica con pico de Tacuara (entre ellos
Ku'i, la hermana menor de Teo, que tiene 2 aos). En
lugar de tabaco los nios fuman yerba mate. Al finalizar la ceremonia, donde todos fumaron, Artemio agradeci a los nios por haber logrado lindo humo (tatach?
pon).
El humo es usado para curar, Artemio sopl sobre An y
Yv. Pe cur de igual modo a Teo. Le sopl con mucha
fuerza sobre todo el cuerpo y pidi por l. Despus de
que soplara los chicos se acercaron a Teo a repetir la
operacin. Mientras Pe rezaba ellos soplaban de su
pipa cerca del cuerpo acostado de Teo. (14.11.06 T Y)

mente esta complejidad, sino que lo son fundamentalmente


las experiencias concretas de los nios. En particular aquellas donde se esperan ciertas acciones por parte de stos. Tal
es el caso de las ceremonias, donde se espera que dancen,
mientras sus cuerpos se mantienen en quietismo que los
deja de lado respecto de otros nios.
Antes que esto la guitarra la tocaba Ku (masculino 12
aos), pero ahora era necesario tocar sin cesar (yo creo
que por miedo a que se canse le dieron el violn).
Mientras se prepara el rezo no haba bailarines, aunque
Ku tocaba, as que Ara (femenino 18 aos) le pide a
Ku'i (nia 2 aos) que baile. La nena, con su pipa en
mano, se para y empieza a dar los pasitos tan rpido
que parece darlos en el aire, con ritmo y a hacer los
sonidos del canto de las mujeres (muy agudos como ei
sostenido). Cuando se detiene, se acerca a darnos la
mano a nosotras dos, tal como sucede cuando terminan
los rezos. (16.11.06 TY)
No son solo los conocimientos que se producen en torno
al cuerpo sino los conocimientos que el cuerpo expresa los
que producen sentidos dentro de cierto mbito. Respecto de
los conocimientos que se producen se trata, en este caso, de
los conocimientos iniciales de lo religioso. Un primer saber,
referido a la necesidad de percutir con los pies en la danza
para que desde la tierra de arriba y la de abajo se comuniquen. Bailar, para hacer vibrar la tierra. Cantar muy agudo
para que, desde la tierra de arriba, se sientan las voces de los
rezos, que los hombres realizarn en breve. Las prcticas
religiosas infantiles son un preludio necesario de la formacin que los mby sostienen.
Los cuerpos son una marca del saber y constituyen una
experiencia de conocimiento, en trminos de Bourdieu "El
cuerpo en tanto que forma perceptible que produce una
impresin () es de todas las manifestaciones de la persona
la que menos y mas difcilmente se deja modificar tanto de
modo provisional como sobre todo de forma definitiva, y la
que es, precisamente por eso, considerada socialmente como
la que expresa del modo ms adecuado el ser profundo o la
naturaleza de la persona al margen de toda intensin significante" (Bourdieu: 1986: 183).
En este mismo sentido, las dificultades del cuerpo, vividas como inmodificables, se expresan con fuerza y son la
denuncia concreta por parte del entorno de que los cuerpos
de los nios no estn permeables a la transformacin y en
tal sentido, constituyen un obstculo al proceso de produccin cultural.
Pedro comenz a caminar, cantar y rezar. Cur a Teo,
como la noche anterior, rezando y soplndole fuerte en
el vientre. Lo mismo hacen despus Ku (masculino 16
aos) y Ve (masculino 14 aos), con el humo de sus
pipas. Lu (anciana) se acerc a Pe y le dijo unas palabras que dan lugar al comienzo de la ceremonia religiosa. Cla'i tom la guitarra y comenz a tocar. Los chicos, mientras, se ocuparon de aumentar el fuego para
poder prender con comodidad sus pipas y las de los
dems. Ellos mantienen encendidas las pipas de los
adultos y se las acercan. (16.11.06 TY).
Frente a otras experiencias infantiles en relacin a la

LAS CURACIONES
Tal como lo expresbamos en el apartado anterior, la
pregunta respecto de qu tipo de sujeto es ste, qu nio o
bien qu clase de nio, contina siendo pertinente. No son
solo las categoras lingsticas las que expresan deficitaria-

76

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 77

KIRINGUE ATA. NIOS RGIDOS


diferencial produccin del cuerpo, el lmite lo establecen
estas circunstancias particulares donde no se logran niveles
mnimos de comunicacin. En este mismo ncleo hay otros
nios y adultos con ciertas particularidades. Un caso que
me parece revelador es el de un nio cuyo brazo derecho
encontraba motricidad disminuida. Su desenvolvimiento
dentro del grupo no prestaba ninguna dificultad. Realizaba
menos tareas, o las realizaba ms lentamente, pero no quedaba fuera de ninguna experiencia, aunque fuera, en casos,
un observador atento solamente. En este sentido, como
explica Silvia Citro "El cuerpo media todas nuestras relaciones con el mundo, es quien lo habita" (Citro: 2006:59).
El cuerpo es socialmente demandado como herramienta de
compresin, y su respuesta es buscada y parte del dilogo
en que se produce la cultura.
La observacin es un aspecto muy saliente de las modalidades de conocimiento mby. En ms de una ocasin,
frente a mi pedido de incorporarme en ciertos juegos, los
nios me han sugerido sentarme a mirar. Del mismo modo
se conocen las formas del urdido de los canastos e incluso
de tallado de la madera. A esta instancia de observacin la
sucede una necesaria puesta en funcionamiento de los saberes. Esta segunda instancia es de pruebas y ensayos sobre lo
observado. Y luego sobreviene la incorporacin plena a una
tarea que supone la investigacin y creacin con los elementos dados, lo que puede ser vivenciado en estos tres
mbitos sealados.
Esto convierte en muy distinguible a un sujeto que no
logra observar, ni tampoco experimentar actividades. Por
tanto, sostenemos con Susan Wendell (1997) que no se
puede distinguir claramente entre la realidad biolgica de
una discapacidad y la construccin social de la misma, ya
que lo biolgico y lo social interactan en la creacin de la
discapacidad. En tal sentido, la dificultad que se presenta
frente a estos sujetos es la de considerar en estos nios una
misma tensin, la de no poder comunicar ni instalarse en el
cdigo de los otros. Estos sujetos, expresan una incgnita de
hecho y representan una dificultad en su incorporacin a los
grupos. De este modo podemos considerar que fueron unificadas las dificultades de los nios de los que hablamos en
este trabajo.
Ella los asocia. Pasa a hablar de Teo, que tiene dificultades para orinar. Dice que los han llevado tres
veces al hospital de Itapiranga, pero los mdicos no
saben que tiene. Ellos lo curan con sus remedios mientras tanto. (18.08.07 TY).
La realizacin de las curaciones supone momentos
especiales y circunstancias que se controlan particularmente. Una vez logrado el marco, donde es necesario que se
encuentren ciertos sanadores especiales en el mismo
ncleo, se realizan ceremonias que pueden variar entre
cinco y diez das. En estas ceremonias se reza colocando
como eje central las curaciones; se hace hincapi en cada
aspecto, lo que se expresa en la ingesta de los alimentos y
las bebidas ms tradicionales.
Las curaciones se realizan sobre ciertos sujetos.
Aquellos que son indicados como prioridad. Es indistinta la
cuestin etaria y de gnero, lo que define es la valoracin

social sobre la dificultad que se presenta. Las dificultades


que se priorizan son las que suponen cierto desgobierno de
los sujetos sobre s mismos. Incluso aquellas momentneas,
donde el sujeto puede realizar tareas comunes y en cierto
momento pierde el gobierno sobre s18. Las ceremonias religiosas expresan la patriarcalidad guaran, particularmente
cuando es la mujer quien sostiene al nio mientras el hombre realiza los rezos, soplidos y succiones.
Despus llevan al medio del saln a Ja con Teo a upa.
Cuando comienzan a curarlo An (hombre adulto) escupe, hace arcadas de vmito y se cae como si se desmayara. Artemio toca los popygua. Antes de comenzar la
ceremonia tiraron al cielo piedras con una honda, entre
los rboles las piedras sonaban como tiros. An escupe,
vomita casi se cae sobre su vara...sopla y succiona del
vientre de Teo. Tiene en sus manos algo y va hacia el
fuego, lo muestra al opygua y a todos los que se acercan y finalmente lo quema. Los chicos se acercan
diciendo "ita'i", quemo piedritas. Este evento vuelve a
repetirse, al fin deja de curar al chico y vuelve en reposo. Sus rezos de curacin son acompaados permanentemente por saltos, al mismo tiempo como para sacudir
la tierra (son unos 8 que saltan juntos). Los rezos de
Artemio no son as. (18.08.07 TY)
Las curaciones se suceden durante varios das y en uno
de ellos sucede la situacin antes descripta. Luego de los
soplidos, uno de los sanadores muestra piedras pequeas
que ha extrado del cuerpo del nio. Esta explicacin se
ofrece a todos los dems como un elemento que prueba lo
efectiva de la curacin. Por otro lado, explica las razones
por las que el nio se ve tan rgido: tiene piedras en su cuerpo. Extraerle las piedras prueba las razones de su rigidez,
prueba la capacidad del sanador y prueba, como lo veremos
ms adelante, que la explicacin respecto de la salud y
enfermedad del nio est asociada a cuestiones de flexibilidad, rigidez, dureza y flaqueza.
La piedra expresa lo que Schaden denominara el quid
malignum, un cuerpo extrao que origina la enfermedad, y
que aparece como perjudicial. La forma de su ingreso al cuerpo es considerada como el producto de la hechicera, pero en
este medio no se ha referido ningn tipo de acusacin.
La rigidez del cuerpo es una situacin bastante compleja
de interpretar. Los nios no logran sentarse, pero justamente la sensacin que expresa su cuerpo es de distensin, de
falta de fuerza, no de dureza. Desde la perspectiva de los
padres y los abuelos, el cuerpo del nio es demasiado duro
y por tanto no logra ser flexible y gil. La flexibilidad es un
bien necesario para movilizarse dentro del monte. La agilidad es un signo de bienestar, est simbolizada en los movimientos de las danzas. Los nios duros no logran, siquiera
seguir con la mirada, pero este signo no es demasiado destacado, porque su verdadera significacin va asociada a
otros aspectos como la capacidad de vincularse con los
otros. Capacidad que sigue asociada a la posibilidad de sentarse y compartir con los dems experiencias. "Nuestra

18

77

Este caso lo expresaba un adulto que padeca un tipo de epilepsia.

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 78

CUADERNOS 22
pos del nio. Para el caso que mencionamos con anterioridad, respecto del nio que tena dificultades en la movilidad
de uno de sus brazos, la explicacin estaba vinculada a la
falta de atencin de sus padres en cierta noche. Del mismo
modo, algunas enfermedades de los nios se vinculan con
los buenos o malos tratos entre sus padres durante el embarazo. Tales son las preguntas con forma de cuestionamiento
que se le realizan a los padres de diversa manera en el
momento en que se percibe socialmente la diferencia. Por
tanto, el cuidado de los nios y la forma en que sus padres
deben tratarlos, estableciendo pautas comunitarias de cuidado de los nios. Aqu la historia que se plasma en el cuerpo del nio pone en tensin a sus padres, que son interpelados, porque "La historia de nuestro cuerpo es la historia de
nuestra educacin" (Manoni: 1985: 195).
Estas aproximaciones sobre la diferencia expresan
aspectos que pueden ser comprendidos a travs de los abordajes de la fenomenologa, en tanto no se centran en una
explicacin racionalista respecto del dficit, sino en la consideracin de aspectos socialmente valorados, es decir
"introduce la cuestin del otro y de cmo el sentido del
mundo se construye intersubjetivamente." (Citro: 2006: 58)
En cierto modo, estos nios no logran comunicarse
con los hombres ni con los dioses, y esto plantea un aspecto disfuncional social para la sociedad de acogida. Es el
hecho social, en trminos de Durkheim, el que convierte a
las diferencias de estos sujetos en una diferencia unificada. En esta misma lnea de anlisis Ramos (2001) propone "El concepto es inorganicidad sociocultural cuya definicin apunta a la presencia de una diferencia bio-orgnica socio-histricamente indicada, normada y valorada." (Ramos: 2001: 68) como una categora para atender a
estas diferencias. Postula, de este modo, que se tratan de
diferencias socialmente determinadas y reconocidas.
Diferencias que son normadas, valoradas y reconocidas
en ciertos contextos, en circunstancias particulares y con
denominadores que producen rupturas en sus mbitos particulares. Para acercase a estas particularidades es necesario considerar qu nivel de dificultad le plantean al grupo
en que se inscriben.
A diferencia de otros contextos donde "La pedagoga y
la medicina tienen el deber de preparar al cuerpo desde la
infancia para el futuro al que le destina la vida social"
(Manoni: 1985: 194), en este marco es el propio ncleo
familiar y la comunidad como un todo la que establece
estos parmetros. Esta razn vuelve ms palpable el proceso a travs del cual la diferencia es socialmente construida
como tal.
Este sujeto, frente a la pasividad que lo define, no
parece ser gestor de su presente, sino estar en manos de
los otros. Son estos otros los que definen la idea hecha
cuerpo de lo posible. Ser nio, nia, posee ciertas limitaciones, entre estas la flexibilidad puede ser mayor o
menor. Pero, las condiciones de desarrollo estn frente a
los sujetos, son establecidas como tales. Del mismo modo,
la sensibilidad de los cuerpos es una condicin fijada. Los
cuerpos deben seguir ciertos caminos.
Margaret Lock y Nancy Scheper-Huges plantean en

relacin prctica con el mundo no se da en trminos de un


'yo pienso' sino de un 'yo puedo'. En aquello que intentamos, nuestro cuerpo apunta hacia un cuerpo intentando
incorporarlo" Citro: 2006:59). Y en estos trminos, el cuerpo duro es el que no puede incorporar el mundo ni ser incorporado por este. El cuerpo del sujeto que no logra accin,
como decamos, ni a travs de la palabra, ni del gesto, ni del
acto.
Dijo sobre Teo que no sabe si lo van a poder curar,
que el problema es que cuando se enferm le pusieron
sangre jurua. Y lo que le pasa ahora es eso, que ellos
no lo pueden curar porque tiene sangre jurua y los
mdicos no lo pueden curar porque tiene sangre mby.
Dice, los jurua son ms duros por afuera, pero tienen
sangre ms dbil. Nosotros parecemos ms dbiles
("fraco") por afuera pero tenemos sangre ms fuerteOry rugy, mba reteve. (19.08.07)
Este sujeto aparece tan distinto que la explicacin sobre
la diferencia lo constituye en algo extrao, un sujeto mixto.
Qu es rgido, representa algo propio de otros, algo jurua
pero aplicado a lo mby de tal modo que constituye enfermedad. Este sujeto no logra dialogar con las prcticas
comunitarias. Su imposibilidad de dilogo es absoluta porque no logra comunicarse con palabras ni gestos. Tampoco
logra comunicarse con los no mby, por tanto se lo considera una mezcla. Este sujeto plantea dudas, no obstante su
existencia expresa una verdad mayscula "la experiencia
de la carne, la imbricacin existencial del cuerpo con el
mundo, se convierte en un rasgo existencial de la vida
humana." (Citro: 2006: 69) Imbricacin que puede llevar a
grandes reflexiones cuando se realiza de un modo nuevo, no
esperado, pero que es experiencia. Un aspecto fundamental
de la imbricacin de la persona entre los mby es la palabra, tal como qued expuesto a partir de la asignacin de
nombres, por tanto, no lograr la capacidad de hablar establece la diferencia ms central entre los sujetos y marca las
diferencias.
"En lo que refiere al uso de los distintos sentidos, es
importante recordar que stos median las relaciones con el
entorno y en esta mediacin, como sostena Merleau Ponty
(1993), constituyen 'significaciones vividas' que permiten
'adquirir' o 'poseer' un mundo." (Citro: 2006: 102).
En estos trminos un nio con limitaciones severas se
expresa por fuera de las expectativas grupales. Porque no
puede acercarse a la adquisicin que los otros establecen
como necesaria. Porque, como expresa Manoni "qu ser
del educador enfrentado a un cuerpo del que no sabe nada,
que escandaliza por su desorden, que no puede reconocer?
(Manoni: 1985: 194). Qu alternativa de transformacin
ofrece este nio, en qu medida puede ser incluido en las
dinmicas sociales del grupo que lo contiene?
La explicacin respecto de la dureza del otro de los
nios en cuestin en este grupo, y que tambin es definido
como "duro", no se corresponde con la intervencin mdica, como se expresa para el caso de Teo. Para el caso de
diferencias menores, donde son algunas cosas las que no se
logran, la explicacin suele ser en relacin a cosas que pueden haber sucedido en la casa familiar en los primeros tiem-

78

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 79

KIRINGUE ATA. NIOS RGIDOS


The mindful body: a prolegomenon to future work in medical anthropology un paso adelante en los estudios referidos al cuerpo. Mediante una relectura aguda de Mary
Douglas, se centran en los postulados respecto de que "El
cuerpo social modifica el modo en que percibimos el cuerpo fsico. La forma fsica del cuerpo, modificada siempre
por las categoras sociales a travs de las cuales conocemos, mantiene a su vez una determinada visin de la
sociedad" (Mary Douglas: 1988: 89). Esta premisa nos
permite considerar cmo las dificultades fisiolgicas de
ciertos sujetos implican cuestionamientos ms profundos
y por tanto cmo esos cuerpos son construidos socialmente. En el planteo de Douglas, la sociedad establece lmites
al uso del cuerpo en tanto, cosas que se admiten y estimulan y cosas que no. Las mujeres mby suelen llevar el
torso desnudo, mientras que los hombres no; el torso, ms
ninguna otra parte del cuerpo de las mujeres adultas. Los
nios pueden estar desnudos. Los nios que recin
comienzan a caminar suelen circular sin tener cubierta la
parte inferior del cuerpo.
Pero, quienes no logran los niveles mnimos de movilidad parecen establecer un lmite a lo que se espera de los
cuerpos, enfrentndose a lo mnimo requerido como algo
inaccesible. Este lmite se refleja en los deseos sociales de
transformar esa realidad, pensado como algo que puede ser
transformado, o, como expresin de lo imposible.
Anteriormente destacamos que mientras se realizan las
curaciones, el lmite de estos nios se expresa en la posibilidad de que su sangre se encuentre mezclada19.
Lock y Scheper-Huges dan un paso ms all de este
planteo. Para ellas el cuerpo puede ser abordado a travs de
tres niveles: el cuerpo individual, el cuerpo social y el cuerpo poltico. El cuerpo individual en el sentido fenomenolgico de abordaje del cuerpo, donde la gente tiene cierta
experiencia de su propio cuerpo, distinguindolo del cuerpo de otros y de sus relaciones con otros. En tanto que
social, los usos representativos del cuerpo como smbolo
natural, para pensar en torno a la naturaleza, la sociedad y
la cultura (como plantea Mary Douglas) y el cuerpo poltico en trminos de regulacin, control.

bajo de campo se inserte en la coyuntura en que excepcionalmente a travs curaciones este grupo intente que sujetos de estas caractersticas se desarrollen, dejando de lado
la idea de muerte.
Si bien el cuerpo socialmente producido ha sido el eje
de nuestro anlisis, tambin lo es el cuerpo poltico, el cuerpo que no puede ser regulado, que presenta una exigencia y
una dificultad a ser transformada a travs de sanaciones. El
cuerpo incorrecto, y que por lo tanto debe ser producto de
lo espurio. La dimensin poltica del cuerpo es aquella que
lo interpela en trminos de sujeto poltico, frente a acciones
que deben realizarse, por s y por los otros. Acciones que
los otros demandan u exigen en un mismo acto. En estos
trminos, los abordajes del cuerpo se han trasformado a lo
largo del tiempo. Tal como suceda con las restringidas
menciones a la infancia, el cuerpo es narrado donde es utilizado en ceremonias, pero no en la cotidianeidad. Por su
parte, no hay narraciones sobre la diferencia, lo que podemos atribuirle a la perspectiva del investigador, o a la posibilidad de que hubiera casos presentes (me inclino por esta
ltima).
Esta perspectiva es, adems, la que mayor margen permite a un abordaje como el nuestro, donde las fuentes de
reflexin han sido miradas de terceros. Es una condicin
necesaria para las ciencias sociales, tal como las entendemos, un abordaje mltiple, con multiplicidad de voces.
Por lo tanto, carecer de la voz de los sujetos protagonistas
de esta indagacin ha sido una gran dificultad a la hora de
enfrentarnos con esta situacin. Frente a esto, solo dos
caminos eran posibles, dejar de lado el tema y trabajar con
quienes s pueden expresarse, o bien, continuar la indagacin a partir de las perspectivas de aquellos que establecen
cotidianamente los lineamientos de trabajo. Entonces, la
indagacin deja de ser sobre unos sujetos, su dificultad y
sus alternativas, y pasa a referirse a las formas en que
socialmente una comunidad que funciona cohesionadamente, se aproxima, define y acompaa un proceso donde
estn en juego grandes diferencias. Considerando, a su vez
que, como destacbamos en el comienzo no se trata solo
de nios con dificultades fsicas, sino tambin mentales.
No obstante, las reflexiones sobre este tema, solo pudieron darse cuando el grupo concibi como tal el problema y
entonces, pasaron ms de cuatro aos, de idas y venidas de
trabajo de campo, donde cuestiones de tica pusieron en
gran tensin mi desempeo. Este no es el tema central de
este trabajo, pero es necesario para m mencionar que esta
experiencia ha cambiado por completo mi acercamiento a
este ncleo.
En otros ncleos, con realidades muy diversas, los abordajes sobre la diferencia siguen presentando enormes interrogantes:
Mientras yo entraba sala una familia. Entre los nios
iba una nena muy bajita y con las piernas arqueadas,
esa es Yoli (pude confirmarlo luego). Yoli vive en
Buenos Aires, en una casa con unas hermanas religiosas y viene a la aldea de vacaciones. Esta distancia
mantiene mucha tensin, as que solo saludo en ese
momento (01.08.07.P).

CONCLUSIONES
ste ncleo de la poblacin mby se enfrenta a una
instancia particular, la de proponerse la sanacin de sujetos que no estn preparados para dar respuesta a estos
cambios. Esto sucede por un lado, porque las lesiones se
presentan en ms de un sujeto (como veremos ms adelante, adems de Teo, otro nio sufre daos similares) y
por otro lado, porque estas experiencias en otros contextos
no eran perpetuadas. Es decir, estas comunidades no se
enfrentan por primera vez a esta situacin, pero dan una
respuesta distinta en esta ocasin. Posiblemente este tra-

En una conversacin informal respecto de este trabajo, Mariana


Garca Palacios y Ana Carolina Hecht, que realizan sus investigaciones con poblacin Toba urbana, me comentaron que una explicacin
analogable a sta es la que escucharon respecto de la presencia de travestis en la comunidad toba.

19

79

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 80

CUADERNOS 22
La nia haba comenzado a presentar dificultades y la
familia acompaaba el seguimiento mdico, unas hermanas
religiosas que los acompaaban en el tratamiento mdico le
ofrecieron a la familia llevarla con ellas, para que el tratamiento fuera ms intenso. La llevaron a 1200 kilmetros de
su casa, el proceso fsico de la nia no se revirti, sino que
sigui su desarrollo, tal como vena. La mirada social sobre
la diferencia se manifiesta con rigidez, en muy diversos
mbitos.
"Cmo podra el cuerpo del hombre, ese microcosmos,
escapar a la ley de polaridad que rige todas las cosas?
La sociedad, el universo entero, tienen un lado sagrado, noble, precioso, y otro profano y comn, un lado
macho, fuerte y activo y otro, hembra, dbil, pasivo, en
otras palabras, un lado derecho y un lado izquierdo.
Habr de ser el organismo humano lo nico simtrico? Si lo pensamos bien, es imposible, pues la excepcin no sera solamente una inexplicable anomala,
sino que arruinara toda la economa del mundo espiritual, pues al estar el hombre en el centro de la creacin,
le corresponde manipular, las terribles fuerzas que
hacen vivir o morir" (Hertz: 1990: 115).

Cohn, C.
2000. Crescendo como um Xikrin: uma anlise da infncia
e do desenvolvimento infantil entre os KayapXikrin do Bacaj. Revista de Antropologia, 43, (2).
San Pablo
Coriat, B.
1998. El taller y el cronmetro. Mxico, Siglo XXI.
Douglas, M.
1988 (1970). Smbolos naturales. Exploraciones en cosmologa. Madrid, Alianza Editorial.
Dri, R.
1998. Los modos del saber y su periodizacin. Buenos
Aires. Ediciones Letra Nueva.
Enriz, N. y Garcia Palacios, M.
2008. Deviniendo Kua va'era. En Muejres indgenas,
Silvia Hirsch comp. Buenos Aires. Biblos.
Enriz, N. Garca Palacios, M. y Hecht, A. C.
2007. El lugar de los nios qom y mby en las etnografas.
Ponencia presentada en la IIV RAM, Porto alegre.
Foucault, M.
1983 (1963) El nacimiento de la clnica. Madrid, siglo
XXI.
1987 (1975) Vigilar y castigar. Buenos Aires, silgo XXI.
Gorosito Kramer, A. M.
2003. Nombres indgenas: las dos formas de la dominacin
blanca. En: Revista Antropologa y Derecho, ao 1,
n 3; Septiembre de 2003. Pgs. 3-7.
Hertz, R.
1990. La muerte y la mano derecha. Madrid, Alianza.
Krotz, E.
1993 La produccin de la antropologa en el Sur: caractersticas, perspectivas, interrogantes. Alteridades, 3
(6): 5-11
Larriq, M.
1993. Ipytuma. La construccin de la persona entre los
mby guaran. Serie Tesistas. Posadas. Universidad
Nacional de Misiones. Posadas.
Leenhardt, M.
1961 (1947). Do Kamo. Buenos Aires, Eudeba.
Lock, M. y Scheper-Huges, N.
1987. The mindful body: a prolegomenon to future work in
medical anthropology. Medical Anthropological
Quarterly 1. (1): 6-41.
Lopez Da Silva, A.
2002. Pequeos xamas: crianas indgenas, corporalidade e
escolarizao. En: Lopez Da Silva, Aracy, Ana Vera
Da Silava ngela Nuves (com) Crianas indgenas:
ensaios antropolgicos pag: 37-63. So Paulo:
Global; MARI; FAPESP, 2002
Mannoni, M.
1985. La educacin imposible. Barcelona. Paids
Meliau, B.
1979. Educaao indgena e alfabetizaao. Sao Paulo.
Ediciones Loyola.

AGRADECIMIENTOS
A Mariana Garca Palacios y Ana Carolina Hecht por
acercarme prontas sugerencias, a Carolina Duek por su lectura final.
BIBLIOGRAFA
Barragn, R. (coord.)
2001. Formulacin de proyectos de investigacin. La Paz,
Fundacin P.I.E.B.
Bourdieu, P.
1986. Notas provisorias sobre la percepcin social del cuerpo. En: Materiales de sociologa crtica. Madrid, La
Piqueta. En: F. Alvarez Uria y J. Varela
Brougre, G.
1998. Jogo e educaao. Artes Mdicas. Porto Alegre.
Cadogan, Leon.
1997 (1959) Ayvu Raputa. Textos mticos de los Mby
Guaran del Guair Asunacin. Fundacin Len
Cadogan. CEADUC-CEPAG.
Carli, S.
2002 Niez, pedagoga y poltica: Transformaciones de los
discursos acerca de la infancia en la historia.
Buneos Aires, Mio y Dvila
Citro, S.
2004. La construccin de una antropologa del cuerpo:
propuestas para un abordaje dialctico. VII
Congreso Argentino de Antropologa Social. Edicin
en CD.
2006. Variaciones sobre el cuerpo. En: El cuerpo incierto,
Elina Matoso, (com). Buenos Aires. Editorial Letra
viva.
Clastres, P.
1993. La palabra luminosa. Mitos y cantos sagrados de los
guaranes. Buenos Aires, Ediciones del Sol.

80

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 81

KIRINGUE ATA. NIOS RGIDOS


Rockwell, E.
1995 De huellas, bardas y veredas: una historia cotidiana
en la escuela. En La escuela cotidiana. Mxico
Fondo de Cultura Econmica.
Schaden, E.
1998. Aspectos fundamentales de la cultura guaran.
Asuncin. Universidad Catlica.
Szulc, A.
2006. Antropologa y niez: de la omisin a las "culturas
infantiles". En: Wilde y Schamber (comp.) Culturas,
comunidades y procesos urbanos contemporneos.
Buenos Aires, Paradigma Indicial SB. Volumen 3
Vara, A. (h)
1984. La construccin Guaran de la realidad. Una interpretacin psicoanaltica. Asuncin. CEADUC.
Wendell, S.
1997. The Disability Studies Reader. Lennard Davis Ed.
Wittgenstein, L.
1988. Investigaciones Filosficas. Barcelona: Instituto de
Investigaciones Filosficas UNAM/Editorial Crtica.

Noeli, F.
1993. Sem Teko no h Tekoa (Em Busca de um Modelo
Etnoarqueolgico da Aldeia e da Subsistncia
Guarani e sua Aplicao a uma rea de Domnio no
Delta do Rio Jacu-RS). Tese do Mestre em Histria
Ibero-America. Universidade Federal de Porto
Alegre, MS.
Quadrelli, A.
1998. Ejapo letra para'i. Educacin, escuela y alfabetizacin en la poblacin indgena de la provincia de
Misiones. Tesis de maestra en antropologa social.
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de Misiones, MS.
Ramos, J. L.
2001. Discapacidad (diferencia bio-orgnica): una categora sociocultural. En: Memorias del primer coloquio
discapacidad, educacin y cultura. Instituto
Nacional de antropologa e Historia. Conaculta.
Mxico.

81

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 82

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 83

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

ENTRE LA ESCUELA CATLICA Y LAS IGLESIAS DEL EVANGELIO.


CMO ABORDAR LAS IDENTIFICACIONES RELIGIOSAS DE LOS NIOS
EN UN BARRIO INDGENA
Mariana Garca Palacios *
RESUMEN
En este artculo se introducen las primeras reflexiones surgidas de un trabajo de campo etnogrfico a partir del cual se intenta indagar las identificaciones religiosas de los nios que viven en un barrio toba (qom) urbano. En este sentido, se plantean algunos interrogantes acerca de las categoras de anlisis construidas para aprehender dichas identificaciones.
PALABRAS CLAVE: identificaciones religiosas, nios y nias, etnografa
ABSTRACT
In this article, I introduce the questions arisen from an ethnographic field work trough which I tried to investigate children's religious identifications in a qom urban setting. I present some considerations about the analytic categories constructed
to apprehend these identifications.
KEY WORDS: religious identifications, children, ethnography

INTRODUCCIN
En este artculo, intentar dar cuenta de las primeras
reflexiones en torno a mi investigacin doctoral en antropologa, en la que me propongo analizar, a travs de una
investigacin etnogrfica, las identificaciones religiosas de
los nios y su vinculacin con las prcticas sociales, tanto
familiares (y barriales) como escolares.
Esta investigacin se lleva a cabo en un barrio toba
(qom), asentado en los alrededores de la ciudad de Buenos
Aires, en el que habitan treinta y dos familias provenientes
originalmente de comunidades rurales y semiurbanas de las
provincias del Chaco y Formosa. Los nios, nias y jvenes
del barrio participan de diferentes actividades en las que se
relacionan de modos diversos con formas simblicas religiosas. Por un lado, en las prcticas sociales que se dan al
interior del barrio, se vinculan con las concepciones del
Evangelio, movimiento religioso al que adscriben las
comunidades qom, que articula ciertos "elementos nativos
tradicionales" con otros provenientes del evangelismo pentecostal (Ceriani y Citro 2005). En este sentido, los nios y
nias participan de experiencias de formacin religiosa en
las que se relacionan tanto con adultos y otros nios de sus
propias familias, como con los adultos responsables de las
dos iglesias del Evangelio en el barrio.
Por otro lado, la escuela a la que la mayora de ellos asiste pertenece a la Iglesia Catlica. Aqu, el proceso de socializacin religioso se enmarca en complejos procesos de relaciones interculturales, en los que los nios del barrio representan un porcentaje relativamente bajo de la matrcula
general. El proceso de evangelizacin catlico se entrecruza
con concepciones diversas acerca de la "identidad toba" y de
las identificaciones religiosas de los nios y sus familias.
El propsito de mi investigacin es, entonces, analizar
este complejo entramado de relaciones en las que los nios
se involucran activamente, desempeando diversos papeles

sociales, intentando vislumbrar sus puntos de vista tanto


acerca de estos procesos como de las formas simblicas con
las que en ellos interactan. As, intento analizar de qu
modos las prcticas sociales condicionan (en el sentido de
que posibilitan o restringen) la construccin de determinados puntos de vista e identificaciones (Castorina 2005;
Rockwell 1995; Achilli 1996).
Hasta ahora, el trabajo de campo realizado puede dividirse en dos momentos. En primer lugar, en el ao 2006 realic mi primer acercamiento al Colegio Catlico y al
barrio1. Luego, desde el ao 2007 concurr peridicamente
al barrio y realic, junto con mi colega Ana Carolina Hecht,
un taller en el que participaron muchos de los nios, nias
y jvenes. El objetivo del taller consisti en reconstruir con
los chicos la historia del barrio y las trayectorias migratorias y de vida de ellos y de sus familias.
En este artculo, me propongo analizar los primeros
registros de campo construidos para poder enunciar, a modo
de advertencias, algunas preguntas con que orientar nuevas
bsquedas. En este sentido, no aparecern respuestas a mis
interrogantes, sino que ms bien el anlisis me permitir
reformular mi gua de campo. Se har hincapi en la preocupacin por afinar los instrumentos metodolgicos,
haciendo explcitos ciertos prejuicios con los que comenc
mi trabajo de campo. Para dar cuenta de ello, he organizado el escrito en dos grandes apartados. En el primero, analizar el pasaje de la gua de campo al registro etnogrfico,
haciendo alusin a mis primeras interacciones en el campo
y al modo en que vea las prcticas all observadas. Aqu,
deber introducir cmo constru mi primera gua de campo,
y cmo y hasta qu punto me sirvi para registrar. En
segundo lugar, intentar dar cuenta de las reflexiones surgiEste proyecto se enmarca dentro del proyecto UBACyT "Cultura y
educacin. Representaciones sociales en contextos escolares interculturales", dirigido por la Dra. Gabriela Novaro. Debo a mis colegas Ana
Carolina Hecht y Aristbulo Borton, mi entrada en el barrio y en la
escuela, respectivamente.
1

* UBA- CONICET. [email protected]

83

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 84

CUADERNOS 22
das a partir del anlisis de los primeros registros de campo,
lo que me har reconstruir en parte la gua inicial de campo.
A su vez, a lo largo de todo el artculo, ir introduciendo distintas descripciones para dar cuenta de este entramado de relaciones del que participan los nios del barrio. Es
decir que no se presentarn las descripciones separadamente, sino que se irn desprendiendo de la reflexin sobre la
metodologa. La eleccin de este modo de presentacin
implica que no existe una manera de llegar a saber cmo
son las relaciones que establecen los nios, si no es a travs
de lo que de ellas den cuenta mis categoras de anlisis en
primer lugar. As, al presentarlas a colacin de mis reflexiones metodolgicas, se podr apreciar hasta qu punto
nuestras categoras condicionan los modos de ver el mundo.

rito y los que estn por hacerlo (los chicos en catequesis) o


an no lo han hecho, sino entre los primeros y los que nunca
lo harn. stos ltimos nunca comulgarn ni pertenecern a
la comunidad cristiana; nunca formarn parte de la Iglesia.
Segn el padre Juan, coordinador de la catequesis: "Y la
catequesis es eso: encontrarnos con Dios y con nosotros
mismos y crecer y se crece en comunidad, creemos nosotros. La experiencia de catequesis tambin es importante,
que haya un grupo de catequesis." Y "[La comunin] Es
eso, estar en comunin con Jess y con los dems."
Por lo tanto, lo que llegu a establecer con respecto a la
comunin es que, entendida de este modo, actualiza permanentemente la "comunidad catlica", naturalizando muchos
de sus atributos sociales, ya que los rituales, entendidos
como comportamientos que poseen ciertos cnones, son,
segn Turner (1980), mecanismos que convierten peridicamente lo obligatorio en deseable.
Cuando en la elaboracin del nuevo proyecto de investigacin, me propuse profundizar el anlisis acerca de qu
se entenda por "comunidad catlica", intent articular los
diferentes niveles en los que operaba, recurriendo a los
materiales recabados hasta el momento. As, llegu a establecer que las relaciones sociales al interior de una parroquia o congregacin circunscriben la comunidad catlica a
un nivel ms local. Sin embargo, estas prcticas no pueden
ser comprendidas completamente sin un anlisis que trascienda estas fronteras y nos ubique al nivel de lo nacional,
o incluso transnacional. Cabe aqu preguntarse acerca de
qu recorte puede hacerse para que el anlisis, sin dejar de
lado una necesaria intencin holstica, alcance a la vez suficiente profundidad en sus precisiones. Aqu consider que
si circunscriba las prcticas sociales a un espacio geogrfico determinado de antemano, como "la parroquia", y perda
de vista sus vnculos con un sistema de valores que excede
estas fronteras territoriales, estara limitando mi capacidad
de comprender muchos de los significados de las prcticas
que all se observan, ya que para comprender una interaccin social cualquiera es preciso atender a las concepciones, smbolos y valores que necesariamente le otorgan sentido (Geertz 1983). En este sentido, lo interesante es considerar el espacio en tanto expresin material de las relaciones sociales y no a priori como unidad por la cual recortar
nuestro objeto de estudio (Bourdieu 1999, Champagne
1975). Sin embargo, si tenemos en cuenta estas complejidades es posible considerar la existencia de una "comunidad" a nivel local, tambin entendindola como una totalidad compleja, en el sentido de que muchas de las prcticas
que all observemos condensarn las mismas normas, categoras y valores que justamente pudieron aprehenderse
habiendo llevado el anlisis ms all de sus fronteras
(Bailey 1971).
Otro aspecto que me pareci importante analizar para
conceptualizar una "comunidad" es la necesaria inclusin
en el estudio de las mltiples tensiones entre el consenso y
el conflicto. En referencia a este punto, es necesario tener
en cuenta que incluso la violencia ha formado parte de la
construccin de la comunidad religiosa a nivel nacional. Si
hoy en da, el culto sostenido por el gobierno federal en la
Argentina es el Catlico Apostlico Romano (art. 2,
Constitucin Nacional), podemos sostener que el hecho de
que se integre una "comunidad catlica" a nivel nacional, se

"RITOS DE INSTITUCIN": DE LA GUA DE CAMPO AL REGISTRO


ETNOGRFICO
Mi proyecto de doctorado se origin a partir de ciertos
interrogantes que comenc a construir en mi investigacin
de tesis de licenciatura (Garca Palacios 2006) en la que
intent vincular los puntos de vista de los nios sobre determinadas formas simblicas de la religin catlica con las
prcticas sociales que los involucraban en el proceso de
catequesis para la Primera Comunin. Aqu es necesario
tener en cuenta que en una nueva indagacin todo objeto a
ser conocido adquiere una determinada significacin percibido a la luz de las investigaciones anteriores (Velasco y
Daz de Rada 1997). En este sentido, muchas de las categoras de anlisis que conformaron mi primera gua de campo
son originariamente las que consider relevantes en mi primera experiencia de investigacin y, por ello, voy a referirme brevemente a ella con el fin de introducir luego, una
categora en particular, la de "ritos de institucin".
LA "COMUNIDAD CATLICA"
La investigacin de tesis de licenciatura se centr en
una parroquia catlica en la ciudad de Buenos Aires, en la
que durante los aos 2003 y 2004, realic dos perodos de
trabajo de campo. El ritual de la Primera Comunin constituye la culminacin de lo que en la literatura antropolgica
se ha denominado un rito de pasaje: rituales que establecen
transiciones entre estados distintos, acompaando cambios
en las personas de cualquier tipo (status social, edad, lugar)
(Turner 1980).
Bourdieu (1985) ha cuestionado esta teora iniciada por
van Gennep sobre los ritos de pasaje, sealando que el hincapi que se ha hecho en la transicin temporal de un status
a otro impide contemplar uno de los efectos principales del
rito: la separacin entre quienes hicieron el rito de quienes
nunca lo harn. Esta separacin realizada por el rito institucionaliza una diferencia fundamental entre aquellos que son
abarcados por el rito y aquellos que nunca lo sern. Por lo
tanto, la funcin principal de los ritos de institucin, nocin
con la que Bourdieu redefine los ritos de pasaje, es la de
establecer fronteras artificiales, naturalizando ciertos atributos sociales.
En este sentido, consider que la comunin en tanto rito
de institucin, tena una funcin fundamental que consista
en separar a los individuos pertenecientes a la comunidad
(abarcados por el rito) de aquellos que nunca pertenecern.
Es decir, establecer una frontera no entre los que hicieron el
84

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 85

ENTRE LA ESCUELA CATLICA Y LAS IGLESIAS DEL EVANGELIO.


debe justamente a la dominacin poltica constantemente
reproducida por distintas instituciones que han logrado
imponer el reconocimiento universal de la religin dominante (Bourdieu 1985). Es por ello que, no hay que olvidar
el modo en que la intencionalidad poltica de unificacin
contribuye al establecimiento de la religin oficial. A su
vez, en la prctica, su generalizacin y el reconocimiento
de su legitimidad no se deben exclusivamente a coerciones
directas, sino a disposiciones que se inculcan de manera
mucho ms imperceptible, bajo la forma de dominacin
simblica (Bourdieu 1985). En este sentido, la otra cara de
todo proceso unificador de evangelizacin es la devaluacin social de la que otras religiones son objeto.
Tambin fue necesario observar cmo diferentes niveles
de conflicto emergen incluso con respecto al sistema de valores, no slo porque cada consenso es negociado y por lo tanto
necesita ser actualizado, sino porque podemos encontrar
diferentes grados de consenso, desde una hiperafirmacin de
algunos valores y normas hasta una negacin de otros. Por
ltimo, pueden encontrarse lazos con la vida comunitaria de
intensidad variable (Shils 1961; Bailey 1971).
Teniendo en cuenta que, como he mencionado, los lmites de las relaciones sociales no necesariamente coinciden
con los lmites de las fronteras territoriales, puede afirmarse que "... toda delimitacin del objeto por el territorio y/o
por la poblacin est condenada a caer en cierto nmero
de antinomias" (Champagne 1975: 44, traduccin propia).
As, para evitar delimitar un grupo a partir del espacio fsico, Champagne propone retomar la nocin de "campo de
relaciones", de Bourdieu, con el fin de construir la localizacin espacial propia de la red de relaciones sociales creadas
por los miembros de una comunidad dada (tanto entre s
como con miembros de otras "comunidades") (1975: 61).
De este modo, habiendo procurado analizar distintas prcticas, consensos y disputas al interior de la "comunidad catlica", me interesaba dilucidar los modos en que sta se relacionaba con otras "comunidades". En la construccin de mi
proyecto de doctorado sostuve, por lo tanto, que una primera diferencia con mi investigacin anterior radicaba en que
aqu los chicos no slo participaban de la experiencias de
formacin en el catolicismo, sino que en el barrio se relacionaban con otra religin a la que se supone adscriben las
"comunidades tobas". Aqu la formacin catlica no consista en una actividad extraescolar, sino que era parte de la
currcula del Colegio, por lo que lo interesante era prestar
atencin a las posibles relaciones entre ciertos saberes tpicamente escolares y la formacin religiosa.

chicos del barrio se concentra en el jardn de infantes y los


grados inferiores. Luego, a medida que los grados ascienden, es cada vez menor la proporcin de chicos del barrio.
Si bien el mandato escolar aboga por "la integracin de
todos los chicos", lo hace a travs de un fuerte contenido
evangelizador catlico. De este modo, estampas, crucifijos
y afiches acompaan el "ideario" de la escuela, asociado a
la familia, el amor y el hogar (Novaro et al. 2006). Este ideario, que en trminos de una de las autoridades de la escuela, "no cambia, lo que pueden cambiar son las planificaciones" (Registro de Hecht, 6-12-2004), contempla, entre
otros, los siguientes objetivos: "formar cristianos comprometidos, (...) realizar la sntesis entre Fe-cultura y Vida, (...)
favorecer la integracin de la comunidad educativa con la
labor pastoral, parroquial y diocesana, promoviendo la
comunin eclesial".
En la ocasin en que me acerqu a la escuela para presentarme y contar mis intereses, lo primero que me dijo uno
de los directivos fue que "... a los nicos chicos que dejamos entrar que no sean catlicos son los tobas" (Diario de
campo 5-10-2006). Pero, si bien desde la institucin sostienen que al ser " de otra religin [con ellos] se hace otro
trabajo aparte, donde tambin hay valores, moral"
(Registro de Borton 12/05/2006), en la prctica, todos los
alumnos no slo asisten semanalmente a clases de catecismo de aprobacin obligatoria, sino que participan de todas
las actividades rituales que propone la escuela: oraciones en
las aulas y en la formacin al concluir cada da, misas, convivencias, etc. En estas situaciones se ha podido escuchar a
uno de los directivos diciendo "Chicos, ustedes ya saben,
hay otras escuelas si no les gusta rezar" (Registro de
Borton 02/09/2005). Tambin pueden observarse situaciones como la que transcribo de mi diario a continuacin:
Llego al Colegio y no veo a nadie en el patio delantero. Cuando me cruzo con uno de los directivos, que
caminaba rpidamente hacia la puerta, me comenta
que est comenzando la misa por el da de la Virgen y
me invita a pasar al patio trasero. Tambin se celebra
el fin del ciclo lectivo. Yo, que minutos atrs me preguntaba si vala la pena las dos horas de viaje para ir
al Colegio por tan poco tiempo, comienzo a alegrarme
de ver tal festejo, pues, hasta lo poco que hasta aqu s,
la figura de la Virgen es uno de los puntos centrales de
la diferenciacin entre catlicos y Evangelio. Saludo a
los chicos que me vieron llegar y me siento cerca de
ellos. Segn el padre que oficia la misa, estamos todos
por compartir una fiesta. Nos ha invitado Dios.
A la fiesta entran todos. Menos aquel al que le dijeron 'no hagas esto' y lo hizo, como por ejemplo mentir, decir malas palabras. Entran quienes le hayan
hecho caso a mam y pap, y no los que los hayan
desobedecido: los que no estudiaron cuando les dijeron que estudiaran. Esto en lneas generales se llaman pecados, o pecaditos. Nos impiden entrar en la
fiesta, pero Dios quiere que todos participemos. Lo
mismo pasa cuando uno prepara una fiesta. Dios
prepar todo para que podamos participar de la fiesta: envi a su hijo; l no hizo ningn pecado.
Tambin, Dios prepar el corazn de una persona
para que el hijo pudiese hacerse hombre entre nosotros: Mara. El corazn de Mara tampoco tiene

LA ESCUELA CATLICA
Aproximadamente dos tercios de los chicos escolarizados del barrio asisten a un colegio catlico que pertenece al
mismo obispado que don las tierras sobre las que se asienta el barrio. Considerando la matrcula total, ellos representan un bajo porcentaje, ya que la mayora de los alumnos
proviene de otros barrios cercanos, tambin con pocos
recursos econmicos.
El edificio de la escuela se encuentra frente al barrio y
muchas de sus actividades pueden verse desde la primera
hilera de casas. Es una institucin privada por lo que las
familias deben pagar matrcula y cuotas mensuales, muchas
veces financiadas por una fundacin. La mayor cantidad de
85

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 86

CUADERNOS 22
realizar distintas actividades, como encuentros con los
nios del barrio, bautismos, celebraciones, etc.
Recientemente, un grupo pequeo de personas ha comenzado a reunirse con el fin de institucionalizar en el barrio a
la Iglesia Unida, pero an no poseen un edificio propio, por
lo que celebran ocasionalmente el culto en el comedor
comunitario. A continuacin, transcribo uno de mis primeros encuentros con los pastores:
Estando en el barrio, decid pasar por la iglesia, ya
que haba quedado con los pastores que iba a ir un da
de la semana a conversar con ellos. El pastor anterior
del barrio perteneca a la Iglesia Unida, pero se termin yendo por ciertas diferencias y fund la de
Jesucristo Pentecosts hace 18 aos. Hace poco tiempo, l falleci, dejando la Iglesia a cargo de su mujer y
uno de sus hijos, ambos pastores. Yo me haba presentado a ellos unos das antes.
Cuando llegu a la iglesia, que se encuentra en el mismo
predio que su casa, me pidieron que pase y que me siente en el patio, en donde estaban ellos con otras personas.
Los dems entraron a la casa y yo me qued con la pastora y el pastor. Cuando les cont que me interesaba
saber cmo eran las actividades en la iglesia, quines
asistan, etc., comenzaron por contarme que viajan
mucho a otros lugares, al igual que el anterior pastor, ya
que hoy en da hay alrededor de 75 iglesias de Jesucristo
Pentecosts. Luego, me dijeron que no solo asisten al
culto personas del barrio, sino que tambin concurren
desde los barrios vecinos, lo cual no es del todo bien
visto por las personas del barrio. Hoy en da, segn ellos,
concurren ms chicos que adultos a la Iglesia.
En un momento, comenzaron a enumerar ciertas diferencias entre "la religin de ustedes" y "la nuestra",
categoras que mencionaron reiteradamente. Algunas
de ellas seran la adoracin de Jesucristo vivo y no a
travs de imgenes; la no adoracin de la Virgen
Mara; la no intermediacin de ningn santo en la
comunicacin con Jess. Durante toda la conversacin
iban intercalando determinados pasajes bblicos
(Diario de campo 21-06-07)
Habiendo conceptualizado previamente a "los catlicos" y a "los evangelio" como grupos con diferencias excluyentes, lo cual terminara no siendo ms que un prejuicio,
yo esperaba ver slo contraposiciones entre creyentes de
uno y otro lado. Aun as, mientras conversbamos, vea claramente que la dicotoma utilizada entre "la religin de
ustedes" y "la nuestra" era simplificadora en exceso, pues,
aun cuando entenda a qu se estaba refiriendo, yo no me
consideraba parte de esa religin con la que se me identificaba. Sin embargo, lo que no perciba era que yo misma
haca exactamente lo mismo con las personas del barrio. Me
encontraba atrapada en una "diferenciacin excluyente",
como intentar mostrar en el siguiente apartado.

pecado. Sus paps, San Jos y Santa Ana tambin


fueron preparados por Dios y Mara no tiene pecado
porque es madre de Jess. Por Jess nosotros podemos participar de esa fiesta. Esta fiesta que hoy celebramos nos hace acordar a la que Dios prepara para
cada uno de nosotros. Tenemos que pedirle a Jess y
a Mara. Jess nos toma de la mano y nos lleva a la
fiesta de Dios. Recemos los unos con los otros. Le
pedimos a Dios para que crezcamos cada vez ms
como amigos.
Todos los presentes rezan el Credo y el Gloria.
El padre contina: Chicos, ste es Jess, el cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo. Felices los invitados a la cena del Seor.
Luego de consagrar las hostias, el padre invita a todos
los chicos a comulgar. Ordenadamente, todos dejan sus
asientos y avanzan en una larga hilera hasta donde est
el altar. Los chicos de primero a quinto grado permanecen sentados, pues no han tomado la primera comunin. De los grados restantes, nadie ha permanecido en
sus asientos salvo los chicos del barrio. (Diario de
campo 7-12-2006).
Teniendo en cuenta mi recorrido anterior, la imagen era
visualmente poderosa; para m era la representacin ms
clara hasta el momento de lo que entenda por "ritos de institucin". La inclusin de los chicos del barrio en este tipo
de actividades no dejaba de sealar la actualizacin constante de su exclusin. As, en el mismo acto de inclusin en
la escuela, se los exclua por no pertenecer a la "comunidad
catlica". En este sentido mencionaba anteriormente que la
religin oficial no se impone exclusivamente gracias a coerciones directas, sino a disposiciones que en la prctica cotidiana se inculcan de modos mucho ms imperceptibles
(Bourdieu 1985).
LAS IGLESIAS DEL EVANGELIO
Evangelio es la categora nativa con la que se nombra
en los "asentamientos qom" al movimiento en el que se articulan dialcticamente el "bagaje sociorreligioso tradicional
toba" con elementos propios del evangelismo Pentecostal
(Ceriani y Citro 2005). Wright (1983) establece una periodizacin del avance de la accin misionera evanglica en el
Chaco argentino. Segn l, este avance se dio por etapas. La
primera, entre 1816 y 1916, se caracteriza por las iniciativas ms bien individuales. Durante la segunda, de 1916 a
1938, ya aparecen ciertas acciones ms organizadas y se
asientan las primeras iglesias pentecostales. A partir de
1938 y hasta 1945, el avance y la irrupcin se masifican,
hacindose hincapi en la educacin programtica (Wright
1983). As, si bien desde la segunda etapa de esta periodizacin, las iglesias pentecostales comenzaron a frecuentar
la zona de los asentamientos qom, es recin a fines de los
'50 que se obtiene el estatuto legal para la primera Iglesia
Indgena Autnoma de la Argentina, llamada Iglesia
Evanglica Unida. Hoy en da existen distintas iglesias
tobas representativas del Evangelio, como la de Jesucristo
Pentecosts, pero la Unida es la de mayor difusin (Ceriani
y Citro 2005; Wright 1983).
En el barrio en el que se lleva a cabo la investigacin
hay un edificio destinado al culto, perteneciente a la Iglesia
de Jesucristo Pentecosts. All, sus dos pastores invitan a

REPENSANDO LAS "IDENTIDADES RELIGIOSAS"


El proceso de una investigacin etnogrfica comprende
una constante reelaboracin analtica, una larga secuencia
de lecturas y escrituras (Rockwell 1989). De este modo, es
necesario revisar peridicamente las categoras que utilizamos con el fin de establecer hasta qu punto logran dar
cuenta de la complejidad de las situaciones que intentamos
86

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 87

ENTRE LA ESCUELA CATLICA Y LAS IGLESIAS DEL EVANGELIO.


analizar. En este sentido, una gua de campo puede verse
modificada si ciertos aspectos que resultaron significativos
a partir de la interaccin en el trabajo de campo no han sido
tenidos en cuenta inicialmente. Con este propsito, a continuacin presentar dos situaciones registradas que mostrarn algunos de los prejuicios que yo llevaba al campo.
Luego de haber charlado largamente con los pastores
del barrio, fui a la casa de Estrella y Roberto. Al llegar,
hicieron que me sentara en una silla en el patio delantero de la casa y comenzaron a hacerme muchas preguntas sobre lo que yo saba de religin.
Principalmente, queran saber exactamente cmo eran
los bautismos en ambas iglesias, la catlica y la del
evangelio, porque queran bautizar a su hijo menor.
Segn me contaban, la pastora del barrio les haba
dicho que lo bautizaran all y en la escuela le haban
explicado el sistema de turnos para poder hacerlo en la
parroquia. Para referirse a la religin catlica y la del
evangelio utilizaban las expresiones "la religin de
ustedes" y "la nuestra". (Diario de campo 21-06-07)
Si de lo registrado lo que hoy me resulta sorprendente
es que, ante la posibilidad de bautizar a su hijo, no consideraran evidente que la iglesia del Evangelio era el lugar elegido, en el momento de nuestra charla yo no poda ms que
percibir la confirmacin de mi esquema de grupos opuestos: atrapada en mis propias categorizaciones, lo nico a lo
que yo prestaba atencin era a que utilizaban, al igual que
los pastores, las expresiones "la religin de ustedes" y "la
nuestra". Obnubilada con estas distinciones, no llegaba a
darme cuenta de que ellos intentaban dilucidar "cul iglesia
consideraban ms conveniente para bautizar a su hijo". En
efecto, mi marco conceptual no me permita dar cuenta de
que el "ser evangelio" no era algo que imposibilitaba a las
personas a realizar prcticas que para m formaban nicamente parte del "ser catlico". De hecho, el "ser evangelio"
era algo mucho ms difuso de lo que crea.
A la hora de acercarme a los modos en que los nios
vean los diferentes procesos que se daban en el barrio, el
taller organizado junto con Ana Carolina Hecht result un
espacio fundamental en donde podan expresarse los distintos puntos de vista de los chicos. Inicialmente en el diseo
del taller nos propusimos trabajar con todos los nios, las
nias y los jvenes atrados por la propuesta de contar a las
dems personas -tanto al resto de los habitantes del barrio
como a otros de diferentes lugares- cmo es el barrio desde
la mirada de los chicos y las chicas. No obstante, las diferentes edades de los participantes, con sus horarios escolares diferenciados, nos obligaron a habilitar dos espacios en
dos horarios distintos, aunque manteniendo el mismo objetivo. El primer grupo lo compusieron nios de entre 3 y 10
aos y el segundo, de entre 11 y 15. Hubo ciertos cambios
en relacin con las actividades segn las propuestas e intereses de cada grupo, pero, en lneas generales se realizaron
dibujos y collages sobre el barrio y las actividades cotidianas; entrevistas entre nios, y entre nios y adultos; fotos y
filmaciones realizadas por los nios mismos sobre los sitios
importantes y/o significativos para ellos; diseo y armado
de historias de vida personales (dnde viven, de dnde vienen, qu hacen, qu hacen todos los das); autorretratos; y
mapas de recorridos y croquis con las actividades cotidianas (Garca Palacios y Hecht 2008).

En el marco de la construccin de historias de vida, llevamos a cabo una serie de entrevistas con Daniel, uno de
los chicos que concurra al taller de los ms grandes. l
asiste diariamente a la escuela catlica. La serie de entrevistas comenzaba preguntndole por dnde empezara a
contarle a alguien su vida. Luego de conversar acerca de los
lugares en donde haba vivido antes de venir al barrio, de
cmo se compone su familia, de la msica que escucha,
comenzamos a hablar sobre la escuela: los docentes, los
compaeros, qu materias tena:
Carolina: Che, y todas estas materias son todas obligatorias?
Daniel: Si (...)
Mariana: Tens que aprobar todas, digamos?
D: Ah, s, todas tens que aprobar
M: Te pods llevar catequesis? [ya se haba mencionado la materia]
C: Pods repetir de ao?
D: Hay una chica que est ah con nosotros que repiti
por catequesis
C: Mir
D: El ao pasado no era obligatorio, ahora s.
M: Y ahora esto qu de qu religin es esta catequesis?
D: Coso cmo se llama... de catequesis no s nada
() No, cmo se llama catlica.
(...)
M: Y vos te considers catlico o no? [La formulacin de mi pregunta responda mucho ms a una forzada "vigilancia epistemolgica", es decir al intento de
"no imponer mi marco categorial", ms que a esperar
realmente cualquier respuesta posible. Es decir, yo ya
"saba" lo que l iba a contestarme: segn mi categorizacin l perteneca al "grupo evangelio", opuesto al
"grupo catlico", por lo que su respuesta iba a ser
rotundamente negativa.]
D: S, creo que s, s. [Automticamente consider que
haba habido un malentendido, pero ante mi silencio
seguimos conversando] (...)
C: Tus paps alguna vez te hablaron algo de religin
o algo as?
D: En Chaco s, los de all s, son todos evanglicos
son
M: Hay alguna diferencia o es lo mismo?
D: Qu yo pienso que s, para m s, yo creo en dios
y todo eso, porque a m me explicaron todas esas
cosas y de chico ya tuve catequesis yo y despus le
pregunt a mi pap y l tambin me dijo que era catlico
C: Y el evangelio y el catlico son lo mismo o es diferente?
D: Son lo mismo (...) No no puedo tomar la hostia, los
que tomaron la comunin noms, viste yo me quedo
con un par de pibes ah (...)
M: Y qu penss de eso, de que se tengan que quedar
ah sentados?
D: No s, yo para m est mal, porque para m tienen
que ir igual porque ellos toman los que ya tomaron la
comunin y le dan eso entonces se quedan ah, como
sentados y te sents re mal igual, no s cmo son, yo
los respeto [Esto al momento era por fin algo "tran87

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 88

CUADERNOS 22
quilizador": coincida plenamente con lo que yo misma
haba establecido en mis reflexiones sobre este ritual]
(...) Mi pap me ense
C: Qu te decan?
D: Porque que era el dios de los tobas era (...) El sol,
el agua y la tierra () porque son los elementos que te
permiten vivir, as y pero despus yo escuch que esos
elementos ya los haba creado dios y me qued pensando al final... bueno, no... cada uno tiene su religin
pero no s yo no es que estoy diciendo que la ma es
nica, as
M: Y cul sera "la tuya"?
D: La cultura toba
M: Y antes que decas que te considerabas catlico?
D: Eso porque por la escuela y cuando yo lo fui
como que lo iba asumiendo, no s todo eso, cmo se
dice el evangelio ()
M: Vos pods creer en las dos cosas a la vez o no...?
Qu penss?
D: Yo creo as tambin creo en dios pero no pero en
la cultura toba yo tambin la creo
Afortunadamente, ya no puedo tranquilizarme porque
durante dos minutos de una entrevista de dos horas, mi universo categorial lograba dar cuenta de las apreciaciones de
Daniel. No se trata de que mis categorizaciones deberan
haber reflejado exactamente las establecidas por l, pues en
la etnografa, la interrelacin entre categoras sociales y
categoras analticas no implica asumir todas las primeras
en un intento de ver el mundo como lo ven los sujetos, pero
ciertamente tampoco implica ignorarlas por considerarlas
carentes de significacin (Rockwell 1989). La situacin
narrada en la casa de Estrella y Roberto nos muestra cmo
tampoco podramos esconder el problema sosteniendo,
como lo ha hecho la antropologa por largo tiempo, que ste
radica en que Daniel es un nio y por lo tanto no se puede
confiar en sus apreciaciones2. El problema no era Daniel,
ni Estrella y Roberto, ni la escuela y la iglesia del
Evangelio. Evidentemente, el problema era mi marco categorial; algo estaba quedando fuera de mi anlisis: si mis
categoras lograban explicar ciertas cuestiones, no daban
cuenta de otras que tambin resultan fundamentales para
una comprensin ms acabada.
Al respecto, una cuestin fundamental es que habiendo
visto la diversidad al interior de la "comunidad catlica", no
poda ver hasta qu punto, en las relaciones entre los grupos, los lmites pueden ser porosos y ambiguos. Como lo
establecen Brubaker y Cooper,
"El lenguaje tanto poltico como cotidiano es con segu-

ridad rigurosamente categorial, dividiendo a la poblacin en categoras (...) mutuamente excluyentes, e impidiendo formas mixtas o ambiguas. Pero este cdigo
categorial, importante en tanto elemento constituyente
de las relaciones sociales, no debe tomarse como una
descripcin fiel de ellas" (2001: 57, resaltado en el original).
Es decir que an cuando las personas muchas veces
pueden retomar, en la caracterizacin y comprensin de s
mismas, las categorizaciones instituidas oficialmente
(como "catlico" o "evangelio"), estas categorizaciones
excluyentes no explican de por s las relaciones que de
hecho pueden darse entre los grupos humanos.
Por supuesto, esto no significa que no existan mecanismos institucionalizados de exclusin. En este sentido, sigo
considerando que el ritual de la comunin ofrecido en cada
misa, actualiza permanentemente las fronteras entre catlicos y no catlicos3. Sin embargo, las lecturas que de ese
proceso hacen las personas no son homogneas y distan de
reproducir las distinciones instauradas por las instituciones.
Incluso, una misma persona, puede interpretarlas de diferentes maneras de acuerdo con distintas escalas de la prctica a las que se est refiriendo y, de este modo, "en la prctica, las cosas pueden ser blancas y negras a la vez" (Daz
de Rada 2007: 7). Tal es el caso de ambas situaciones analizadas en este apartado.
Entonces, no resulta sorprendente que para la escuela
catlica los chicos del barrio fueran primordialmente personas "no catlicas" si tenemos en cuenta que cada institucin
"recorta" a los sujetos a su medida. Sin embargo, "a diferencia de la reflexividad que ponen en prctica los agentes
de las burocracias (...), la reflexividad etnogrfica no
puede partir del supuesto de la dicotoma como nica
forma de comprender a los sujetos..." (Daz de Rada 2007:
3). Como puede verse en los registros, en la prctica la
cuestin no es simplemente "ser catlico" o "ser evangelio",
sino que en la vida cotidiana pueden convivir diversas prcticas y creencias que considerbamos como exclusivas de
los campos de accin de uno u otro lado. Pensar en grupos
dicotmicos no nos permite comprender las complejidades
de las prcticas e identificaciones que las personas ponen en
juego cotidianamente.
COMENTARIOS FINALES: CMO ABORDAR LAS IDENTIFICACIONES RELIGIOSAS DE LOS NIOS
He intentado mostrar a lo largo de este artculo que en
mis idas al campo llevaba conmigo no slo mi cuaderno de
notas, sino tambin ciertos prejuicios que no me permitan
dar cuenta de las relaciones sociales en su total complejidad.
Muchos de ellos derivan del pensamiento dicotmico, como
por ejemplo, el considerar a los grupos como unidades netamente diferenciadas y excluyentes, en oposicin categorial.
Tambin, la idea de que existe cierta isotopa en los ordenamientos sociales (si todas las personas del barrio son
"tobas", entonces todas son "evangelio" y, por ende, todas

Salvo algunas excepciones, slo recientemente la antropologa ha


comenzado a problematizar con mayor sistematicidad las nociones que
se encuentran naturalizadas detrs del modelo de niez entendida como
etapa esencialmente particular (en contraposicin al conjunto de los
adultos) caracterizada por la no agentividad (Szulc 2006). Existen en la
actualidad estudios que dan cuenta de esta escasa atencin prestada a
los nios y a problemticas que los involucren, en las investigaciones
antropolgicas (Achilli 1996; Nunes 1999; Enriz et al. 2007). Aun sin
desconocer la existencia de un desarrollo cognitivo, considero que los
nios son sujetos capaces de participar activamente en diversas prcticas sociales, construyendo, en relacin con ellas, diversos puntos de
vista, los cuales constituyen legtimos objetos de estudio para la antropologa.

3
Una de las categorizaciones oficiales ms contundentes en este sentido es la que instaura el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, del
Estado Nacional, que posee una seccin de "culto catlico" y solamente otra que regula a todos los dems cultos, llamados por oposicin,
"cultos no catlicos".

88

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 89

ENTRE LA ESCUELA CATLICA Y LAS IGLESIAS DEL EVANGELIO.


son "no catlicas") como si los grupos compartieran atributos comunes en todas las escalas de la prctica (Daz de
Rada 2007).
Sin embargo, como he establecido, aun cuando en el
colegio se pongan en juego ciertos mecanismos de exclusin, como el analizado en tanto "rito de institucin", para
las personas del barrio, estas diferencias referidas a las
identificaciones religiosas se viven de distintas maneras.
Mientras que para unas familias es algo que no puede ser
tolerado, llegando en algunos casos a sacar a los chicos de
la escuela, para otras no se vive como una distancia que
imposibilite el dilogo (Borton et al. e/p). Inclusive, recientemente, dos chicos del barrio han tomado la comunin
junto con los dems compaeros de su grado.
En el caso analizado de Estrella y Roberto, si bien
ellos consideraban como "su religin" al Evangelio, podan elegir dnde bautizar a sus hijos, incluyendo a la
Iglesia catlica en las posibilidades. Esto nos muestra,
que en la realidad cotidiana no existen grupos cerrados
posicionados uno frente al otro, sino que en diferentes
prcticas se ponen en juego diferentes estrategias e identificaciones. La cuestin central es analizar en qu dimensiones de la prctica se ponen en juego qu tipo de identificaciones y cmo. De hecho, al no tratarse la mayora
de las veces de "... una divisoria entre grupos alineados
consistentemente a uno y otro lado de un espacio social,
sino de una experiencia de complementariedad instalada
en el interior de cada persona de carne y hueso" (Daz de
Rada 2007), es posible observar experiencias que nuestras categorizaciones oposicionistas nos impediran ver
por considerarlas como contradictorias, como veamos en
el caso de Daniel. En este punto, cabe resaltar el potencial de reflexividad de la etnografa: las descripciones de
las perspectivas de un grupo social particular o de situaciones de interaccin dentro de un determinado lugar suelen ser muy valiosas porque logran cuestionar los supuestos y prejuicios que los cientficos sociales llevamos al
campo. En ese sentido, estas descripciones ponen a prueba las presuposiciones propias y crean teora (Hammerley
y Atkinson 1994).
Por lo tanto, es necesario estar atenta para no creer que
las categorizaciones formuladas y sostenidas desde distintas instituciones se corresponden plenamente con las que
los sujetos sienten y viven cotidianamente. Considero que
solo puede lograrse una comprensin efectiva de una forma
cultural con una metodologa que implique, como lo hace la
etnogrfica, un sustancial contacto social con los agentes
durante el proceso que, a travs del encuentro, registra y
representa, parcialmente en sus propios trminos, la irreducible experiencia humana (Willis y Trodman 2000).
Por ltimo, quisiera detenerme, en este apartado final,
en el objetivo central de mi investigacin. Mi intencin es
analizar las posibles vinculaciones entre las identificaciones de los nios del barrio y las prcticas sociales en las que
participan. Distintas experiencias formativas (Rockwell
1995), relaciones y prcticas cotidianas en las que los nios
se involucran activamente, condicionan el sentido de las
apropiaciones de los nios, ya que son las prcticas sociales las que sitan a los objetos a ser conocidos en sistemas
previos de significacin social (Castorina 2007, 2005). La
intervencin de diferentes condiciones sociales puestas en

juego en diversos contextos (escolares, barriales, familiares) resultan constitutivas de estas construcciones en el sentido de que inciden en ellas, ya sea posibilitndolas como
restringindolas.
Ahora bien, teniendo en cuenta el desarrollo de este trabajo, ser necesario tener una visin integrada y articulada
de los diversos contextos en juego. Interpretar el complejo
entramado de relaciones de la vida social como si fueran
simplemente "... 'factores' institucionales reduciendo los
diversos contextos a 'influencias independientes sobre la
experiencia de las personas'" sera mucho menos fructfero
(Daz de Rada 1995: 127). Por eso es necesario pensar qu
prcticas y apropiaciones se dan no solo en cada contexto,
sino tambin en la interaccin entre ellos.
En este sentido, a lo largo del escrito, he introducido
algunas descripciones para dar cuenta de este entramado de
relaciones del que participan los nios del barrio, las cuales
se iban desprendiendo de las reflexiones metodolgicas.
As, en distintas prcticas de los sujetos, se ponen en juego
identificaciones y categorizaciones que no reproducen automticamente las establecidas por las instituciones. Como
sostienen Brubaker y Cooper, las "denominaciones categricas de grupo -aunque profundamente institucionalizadasno pueden servir de indicadores de grupos 'reales' o 'identidades' fuertes" (2001: 56). De hecho, una pregunta que
contina abierta es de qu modos las categorizaciones y
nominaciones institucionales (como "catlico", "evangelio") intervienen sobre las autocomprensiones de las personas4. En mi caso, de qu modos los nios del barrio se apropian de las distintas apelaciones que estn en juego entre los
diferentes contextos (la escuela catlica, las iglesias del
Evangelio, las familias, etc.) a sentirse identificados con
determinados grupos y en qu escalas de la prctica se
ponen en accin estas identificaciones. En el espacio de
taller se han podido registrar algunos indicios de estas apropiaciones5. Sin embargo, ser necesario continuar la investigacin etnogrfica, prestando especial atencin a que
nuestro lenguaje analtico no interfiera en el estudio de la
complejidad de los vnculos cotidianos que intentamos
aprehender.
AGRADECIMIENTOS
Este artculo ha sido realizado en base al trabajo final
del seminario de doctorado dictado en Buenos Aires en
2006 por el profesor ngel Daz de Rada. Quisiera agradecerle tanto a l como a Gabriela Novaro, Ana Carolina
Hecht y Noelia Enriz su atenta lectura y comentarios.

4
Por supuesto que estas consideraciones tambin son vlidas para la
problematizacin de lo que se entiende por "toba", aunque no me he
dedicado a ello en este trabajo.
5
Slo por mencionar un ejemplo cabe resaltar la importancia otorgada
por las nietas de la pastora del barrio a la iglesia del evangelio en respuesta a la consigna "dibujen lo que les parece ms importante del
barrio". No obstante, esto no entra en contradiccin con la participacin
activa de las nias en las actividades propuestas por la escuela catlica (me refiero no slo a las clases, sino a los actos escolares, ferias,
misas, etc.). En este sentido tambin en el espacio del taller puede
verse que en distintas prcticas las personas ponen en juego diferentes
estrategias e identificaciones.

89

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 90

CUADERNOS 22
BIBLIOGRAFA
Achilli, E.
1996. Prctica docente y diversidad sociocultural. Rosario,
Homo Sapiens.
Bailey, F. G.
1971. Gifts and Poison. En: Gifts and Poison pgs. 1-25.
Oxford: Basil Blackwell.
Borton, L. Enriz, N. Garca Palacios, M.; Hecht, A. C.
2007-2008. Una aproximacin a las representaciones escolares sobre el nio indgena como sujeto de aprendizaje. En: La Educacin Intercultural Bilinge en
Argentina: Anlisis antropolgicos de experiencias
en comunidades indgenas. Hirsch, S. y Serrudo, A.
(comp.) Buenos Aires, Biblos. En prensa.
Bourdieu, P.
1985. Qu significa hablar. Madrid, Akal.
1999. Efectos de lugar. En: La miseria del mundo. Mxico,
Fondo de Cultura Econmica.
Brubaker, R. y F. Cooper.
2001. Ms all de la "identidad". Apuntes de Investigacin
del CECYP 7: 30-67.
Castorina, J. A. (comp.)
2005. Construccin Conceptual y representaciones sociales. El conocimiento de la sociedad. Buenos Aires,
Mio y Dvila
Castorina, J. A.
2007. Cultura y conocimientos sociales. Desafos a la psicologa del desarrollo. Buenos Aires, Aique.
Ceriani, C. y S. Citro
2005. El movimiento del evangelio entre los Toba del
Chaco argentino. Una revisin histrica y etnogrfica. En De Indio a Hermano. Pentecostalismo indgena en Amrica Latina pgs. 111-170. Guerrero, B.
y otros. Chile, Ediciones Campus.
Champagne, P.
1975. La restructuration de lspace villageois. Actes de la
Recherche 3: 43-67.
Daz de Rada, A.
2007. Dnde est la frontera? Prejuicios de campo y problemas de escala en la estructuracin de la etnicidad
en Spmi (Noruega). Revista de Dialectologa y
Tradiciones Populares LXIII, 1: 187-325.
1995. Nociones sobre el tiempo en dos instituciones escolares de Madrid. Revista de dialectologa y tradiciones populares 1: 125-145.
Enriz, N.; M. Garca Palacios y A. C. Hecht.
2007. El lugar de los nios qom y mby en las etnografas.
En: Actas de la Reunio de Antropologia Mercosul
VII. Puerto Alegre, (Edicin en CD).
Garca Palacios, M.
2006. La catequesis como experiencia formativa. Las
construcciones de los nios en catequesis sobre las
formas simblicas de la religin catlica. Tesis de
licenciatura en Ciencias Antropolgicas, Facultad de
Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires,
MS.

Garca Palacios, M. y A. C. Hecht


2008. Un espacio para las voces de los nios. Reflexiones
a partir de un taller de memorias. En: Actas del I
Congresso em Estudos da Criana. Portugal,
Universidade do Minho (Edicin en CD).
Geertz, C.
1994 (1983). Ensayos sobre la interpretacin de las culturas
Conocimiento local. Barcelona, Paids.
Hammersley, M. y Atkinson, P.
1994. En Etnografa metodos de integracin. Barcelona,
Paids.
Hecht, A. C
2006: Para m que esos chicos son qom pero doqshe laqtaq.
Reflexiones sobre la relacin lengua-identidad en
nios indgenas de un barrio toba urbano. En Actas
del XI Simposio Interamericano de Investigacin
Etnogrfica en Educacin, Buenos Aires.
Novaro, G.; A. Hecht; A. Borton y M. L. Diez.
2006. La situacin de nios indgenas y migrantes en escuelas de Buenos Aires. Lmites y alcances de la investigacin etnogrfica en contextos escolares interculturales. En Actas del VIII Congreso Argentino de
Antropologa Social, Salta.
Nunes, A.
1999. A sociedade das crianas a'uwe-xavante. Por uma
antropologia da criana. Lisboa, Instituto de
Inovao educacional, Ministerio da Educao.
Rockwell, E.
1995. De huellas, bardas y veredas: una historia cotidiana
en la escuela. Mxico, Fondo de Cultura Econmica.
1989. Notas sobre el proceso etnogrfico (1982-1985).
Mxico, DIE (mimeo)
Shils, E.
1996 (1961). Centro e Periferia. Lisboa, Difel.
Szulc, A.
2006. Antropologa y Niez: de la omisin a las "culturas
infantiles". En: Cultura, comunidades y procesos
contemporneos. Wilde, G. y P. Schamber (eds.).
Buenos Aires, Editorial SB.
Turner, V.
1980. La Selva de los Smbolos. Madrid, Siglo XXI.
Velasco, H. y A. Daz de Rada.
1997. La lgica de la investigacin etnogrfica. Madrid,
Trotta.
Willis, P. y Trodman, M.
2000: Manifesto for Ethnography. Ethnography 1, (1): 516.
Wright, P.
1983. Presencia protestante entre aborgenes del Chaco
argentino. Scripta Ethnolgica VII: 73-84.

90

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 91

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

CONTEXTOS Y PROCEDENCIA DE CUENTAS MINERALES DE LOS SITIOS DE ALAMITO


(CAMPO DE PUCAR, PROVINCIA DE CATAMARCA)
Gianfrancisco, Mara Soledad*, Dlugosz, Jos** y Vctor Nez Regueiro***
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es presentar los resultados del anlisis efectuado sobre un conjunto de cuentas minerales y sus
contextos asociados procedentes de sitios de Alamito (Dpto. Andalgal, Prov. de Catamarca, Argentina). Los estudios realizados nos permitieron comprobar la importancia de llevar a cabo anlisis qumicos para establecer de manera inequvoca la mineraloga de este tipo de objetos, ya que muchas veces son considerados como indicadores a la hora de establecer
interpretaciones sobre la dinmica de los grupos del pasado. De manera general abordaremos aspectos tericos vinculados
a la circulacin e intercambio de bienes.
PALABRAS CLAVES: cuentas minerales, intercambio, Alamito.
ABSTRACT
The fundamental objective of this work is to present the results of the analysis made on a group of beads minerals and its
associate contexts coming from places of Alamito (Dpto. Andalgal, Prov. of Catamarca, Argentina). The made studies allowed to be proven the importance of carrying out chemical analysis to settle down in an unequivocal way the mineralogy
of this type of objects, since many times they are considered as indicators when establishing interpretations on the dynamics of the groups of the past. In a general way we will approach theoretical aspects linked to the circulation and exchange of goods
KEYS WORDS: minerals beads, exchange, Alamito.

sidades individuales (Appadurai 1991: 50). Sin embargo,


todos los intercambios tienen una dimensin de intercambios de mercancas ya que el inters personal en el juego
poltico puede constituir el motor del mismo (Appadurai
1986). Esto demuestra que en cada sociedad el intercambio
estuvo regulado por polticas particulares que dieron sentido
a flujos especficos de mercancas (Ortiz 2007).
Cuando hablamos de mercancas nos referimos a cualquier cosa destinada al intercambio (Appadurai 1991). Las
mercancas son aquellos objetos que han sido construidos en
un proceso intersubjetivo y que, en un momento determinado,
culmina con el objeto externo al proceso que lo cre. Sin
embargo, sigue conteniendo su cualidad simblica, durante
todo su ciclo de vida. Es su transcurrir en el mundo lo que lo
mercantiliza. Se trata del otorgamiento de un valor social y
simblico que posee el objeto, derivado del proceso de su creacin. Simmel (1978) plantea que el valor nunca es una propiedad inherente de los objetos, sino un juicio acerca de ellos
emitido por los sujetos. Con todo, la clave para la comprensin del valor descansa en la regin donde la subjetividad es
slo provisional y no verdaderamente muy esencial. El valor
no es una medida universal, sino que se construye en relacin
a procesos de reproduccin social particulares (Lazzari
1999:373). En funcin de esto, los objetos son redefinidos y
resignificados culturalmente a travs del intercambio.
El valor est contenido en las mercancas que se intercambian. Centrndose en las cosas que se intercambian, y
no simplemente en las formas o funciones del intercambio,
es posible argir que lo que crea la conexin entre intercambio y valor es la poltica, entendida en sentido amplio
(Appadurai 1991:17).

INTRODUCCIN
El objetivo de este trabajo es presentar los resultados del
anlisis efectuado sobre un conjunto de cuentas minerales y
sus contextos asociados que fueron recuperadas en el yacimiento arqueolgico "Alamito" (Nez Regueiro, 1998),
ubicado en el Campo del Pucar, Dto. Andalgal, Prov. de
Catamarca, Argentina.
Proponemos la hiptesis de que las cuentas minerales no
fueron producidas localmente sino que fueron adquiridas
mediante mecanismos de intercambio, como otros de los
tantos productos que circularon en el flujo interregional de
bienes en un contexto macroregional como es el Noroeste
Argentino y el Norte de Chile.
Muchos autores han abordado el tema del intercambio y
han hecho notar que este concepto posee un fuerte contenido poltico (Appadurai 1991, Lazzari 1999, Nez y
Dillehay 1995). En este contexto podemos decir que toda
transaccin esta mediada por la oferta y la demanda siendo
ambos regulados por la necesidad social. La demanda no es
algo inmanente a la esencia humana es la expresin econmica de la lgica poltica del consumo y por lo tanto, su fundamento debe buscarse en este lgica (Appadurai 1991:48).
Por lo tanto, la demanda es un impulso socialmente regulado y generado y no un artefacto de los caprichos o las nece-

* CONICET- INTERDEA (Instituto Interdisciplinario de Estudios


Andinos, Fac. de Cs. Naturales e Instituto Universidad Nacional de
Tucumn. [email protected]
* * Universidad Nacional de Tucumn.
*** Universidad Nacional de Salta
91

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 92

CUADERNOS 22
da y posee una pendiente suave hacia el Norte, se halla bordeada a ambos lados por terrazas o "mesadas" bien desarrolladas de NO a NE, cortadas por ros limitados por barrancas verticales. (Gonzlez Bonorino, 1950). El yacimiento
arqueolgico se dispone sobre estas terrazas de ondulacin
variable lo cual le permite, en muchas oportunidades, obtener panormicas visuales excelentes de todo el valle.
La mayor parte de los sitios formativos de esa zona
(aproximadamente 50), corresponden a sitios caracterizados
por estar organizados siguiendo un patrn que ha sido dado
a conocer en la literatura como "patrn Alamito" (Nez
Regueiro 1971). El mismo se halla integrado por grandes
recintos alargados con un largo pasillo (recintos tipo B),
recintos de tendencia rectangular (recintos tipo A), reas de
cobertizos (recintos tipo C), dos plataformas rectangulares
de paredes de piedra, rellenas de tierra, y un gran montculo
(montculo mayor), dispuestos en torno a un patio central de
forma circular (Nez Regueiro 1998).
Adems, se han localizado otros tipos de sitios en la
misma zona, entre los que sobresalen grandes recintos de
paredes de piedra con una, o raramente dos, pequeas
estructuras anexas. Este tipo de recintos se ubican fuera del
"anillo" de los sitios "patrn Alamito", pero muy cercanos a
ellos, en general a una distancia que no supera los 300
metros. Funcionalmente se considera que se trata de unidades habitacionales, que fueron contemporneas a la ocupacin del asentamiento y que desempeaban funciones similares a la de algunos de los recintos ubicados dentro del
"anillo", es decir resguardo, procesamiento y consumo de
alimentos y descanso (Gianfrancisco 2002, 2005;
Gianfrancisco y Nez Regueiro, 2009).
Las cuentas analizadas en este trabajo provienen de los
sitios "patrn Alamito" S (1) y H (1). En el sitio H (0) se
recuperaron 44 cuentas. En el primero se recuperaron 30
cuentas (68,2 %) en el montculo mayor, 10 (22,7%) asociadas a un entierro doble del recinto 5 (recinto tipo "A"), 3
en el piso del recinto 2 (recinto tipo "A") y 1 en el exterior
de dicho recinto. En el sitio S (1) se encontraron 21 (100 %),
todas en el montculo mayor.
Un pequeo grupo de cuentas se recuperaron en uno de
los recintos con estructuras anexas correspondiente a la
estructura 13 (1). La muestra total de cuentas analizadas es
de 67 tems.
En relacin a la distribucin espacial del conjunto total
de materiales (81 cuentas) aqu analizados es posible observar que ms del 64% est concentrado en los montculos
mayores, el 25% asociadas a entierros y el 9,8% restante
vinculadas a espacios de uso domstico. Esto nos demuestra
que por su asociacin mayoritaria a los montculos mayores, considerados como depositarios de ofrendas, y a los
entierros, estimamos que las cuentas tenan un alto valor
ceremonial y suntuario, ya que parecen haber sido utilizadas
tanto para funciones clticas como de adorno personal.
En general, las cuentas analizadas poseen forma circular (90,8%). Sin embargo hemos registrado una forma hexagonal, una hexagonal con los ngulos redondeados, una prismtica rectangular, una rectangular con tendencia rectangular, una trapezoidal y una ovalada.
El tamao en general vara entre 3,0 a 7,9 mm. de dimetro, pero en un nico caso se registro un dimetro de 12,8

Estos objetos y bienes intercambiados se constituyen


como medios para visualizar el dominio sobre un espacio
concreto creando paisajes sociales a diferentes escalas. Eso
trae aparejado la materializacin de lugares y personas no
disponibles en la interaccin cotidiana expandiendo as sus
lmites espacios-temporales. De esta manera podemos ver al
espacio como algo intencionalmente manipulado que al
mismo tiempo construye a las sociedades y a los individuos
(Lazzari 1999). Al extender el espacio interpersonal pueden
participar activamente en estrategias de legitimacin de
poder o del afianzamiento de un prestigio creciente de ciertos grupos al interior de una sociedad, en funcin de las relaciones distantes que son simbolizadas por ellos. Como las
relaciones de intercambio son negociaciones tensas siempre
est presente el riesgo de que fallen (Lazzari 1999). El intercambio crea deudas y obligaciones, de all su carcter de
transaccin mediado por la violencia simblica (Bourdieu
1977), ya que debido a su naturaleza conflictiva reemplaza
a la visin tradicional de la reciprocidad como norma de
regulacin y equilibrio (Lpez Campeny y Escola 2007).
CONTEXTO DE PROCEDENCIA DE LAS CUENTAS MINERALES
El Campo del Pucar es una extensa depresin tectnica
de forma triangular, cuyo vrtice esta orientado hacia el Norte
y constituye un sector integrante de la unidad de Sierras
Pampeanas. Se encuentra rodeada de cordones montaosos de
elevacin uniforme limitando al Norte con el valle del Suncho
(1620 m.s.n.m.), al Sur con la Sierra de La Carreta (2780
m.s.n.m.), al Este con la sierra de Narvez (2500 m.s.n.m) y
al Oeste con la sierra de Las Lajas (2650 m.s.n.m).
La planicie del Campo del Pucar es levemente ondula-

Figura 1. rea de estudio


92

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 93

CONTEXTOS Y PROCEDENCIA DE CUENTAS MINERALES DE LOS SITIOS...


cpicas, mediante imgenes adquiridas en el microscopio
electrnico de barrido (MEB). Las muestras se colocaron en
una platina portadora, en nmero de dos o tres, dependiendo
de su tamao. Mediante una computadora se controla la
posicin x e y, y los movimientos en z, posibilitando el anlisis de un gran nmero de puntos. Cada punto analizado de
la muestra revela un grfico caracterstico que expresa la
composicin. Por cada muestra es recomendable tomar al
menos cuatro puntos de anlisis.
Con este mtodo decidimos analizar la muestra total de
cuentas, las secuencias de picos obtenidas en los diferentes
diagramas permitieron identificar la composicin qumica de
cada una. De esta manera pudimos comprobar que la primera
agrupacin por clases que efectuamos posea algunas falencias, debido a que algunas cuentas que clasificamos como
carbonato en realidad correspondan a la clase de fosfatos.
A partir de este anlisis la muestra se dividi de la
siguiente manera (a) Carbonatos (4), 3 de Aragonita y 1 de
calcita; (b) Fosfatos (8 cuentas): todas de turquesa; (c)
Silicatos (14 cuentas): 1 del grupo del SiO, 5 del grupo de la
serpentina (lizardita), 1 de calcedonia y 7 agregados microcristalinos de cuarzo azulado. Ante esta problemtica, decidimos profundizar nuestros anlisis y someter tres cuentas
de este conjunto a la difraccin de rayos X. A su vez, para
corroborar los resultados del MEB, tomamos dos cuentas de
cada clase y efectuamos el mismo anlisis.
Un estudio preliminar de este material se llev a cabo
entre 2003 y 2006. Este consisti solamente en un anlisis
macroscpico considerando ciertos atributos fsicos de las
cuentas que se exponen en este trabajo y en esa oportunidad
consideramos que la mayor parte del material recuperado
corresponda a minerales como la crisocola y la malaquita
(Gianfrancisco, 2003). Posteriormente Giusta et al. (2005)
llevaron a cabo un anlisis macroscpico de un conjunto de
cuentas obtenidas en espacios de cobertizos y concluyen que
las materias primas utilizadas corresponden posiblemente a
malaquita, turquesa y crisocola.

mm. El espesor se presenta en un rango que vara de 0,4 a


3,5 mm, con un tem que presentan 6,3 mm de espesor.
El agujero es de tendencia central, salvo un caso, que es
longitudinal; la medida del agujero propiamente dicho oscila entre 0,8 a 2,6 mm, y su prolongacin cnica (41,2 %) o
bicnica (58,8 %) vara entre 1,2 a 2,7 mm.
El registro en lo que hace a la tecnologa ltica vinculada a la manufactura de cuentas es exiguo solo hemos registrado un microperforador de cuarzo recuperado en el recinto 13(1)1, creemos que, en parte, esto se debe a las deficiencias en el registro y recuperacin del material ltico que
no se corresponde con las excelentes piezas de escultura ltica tan elaborada en el rea.
METODOLOGA DE ESTUDIO
Anlisis de la variedad de Materia Prima
Con la finalidad de resolver la problemtica referente a
la posible rea de procedencia de los minerales llevamos a
cabo una serie de anlisis con el fin de conocer su mineraloga. Dichos estudios incluyeron en primera medida (1)
Reconocimiento mineralgico macroscpico, (2) Anlisis
mediante microsonda y (3) Difraccin de rayos X de aquellas cuentas cuya mineraloga no pudo ser establecida con
seguridad a partir de la microsonda.
(1) Reconocimiento mineralgico macroscpico
Este se realiz con el propsito de efectuar una primera
divisin de la muestra que permitiera identificar las diferentes clases de minerales. Para ello se consideraron las propiedades fsicas como ser: dureza, color, hbito cristalino, presencia de inclusiones, y reaccin al cido clorhdrico. A partir de este anlisis la muestra qued conformada por tres grupos: (1) carbonatos, (2) fosfatos y (3) silicatos.
Con la finalidad de poder realizar un estudio en profundidad que nos permitiera conocer de manera inequvoca la
mineraloga de las mismas efectuamos un anlisis con
microscopio de barrido electrnico.
(2)Microscopa electrnica de barrido (MEB) acoplada a
microsonda electrnica
A partir del anlisis macroscpico fue posible diferenciar los grupos de minerales indicados, por lo tanto en el
anlisis de MEB slo se tomo un 40% de la muestra. En virtud de esto, se analizaron entonces, 26 cuentas de mineral
(40 %), y 4 cuentas de concha.
Para el anlisis utilizamos un microscopio electrnico de
barrido ambiental marca Philips que INTEMIN (SEGEMAR). Al poseer este equipo una microsonda electrnica
acoplada, es posible conseguir anlisis cuantitativos ms
precisos que con la microscopa electrnica de barrido con
un espectrmetro de rayos X. Los anlisis con energa dispersiva de rayos-X o microanlisis de rayos-X es una modalidad de anlisis que utiliza la sonda electrnica micro analizadora (EDX) y el sistema de anlisis EDAX, para identificar, cualificar y cuantificar la composicin qumica elemental de materiales slidos, incluidas las partculas micros-

(3) Difraccin de rayos X


Sobre la base de los grupos establecidos mediante el
MEB, y teniendo en cuenta la naturaleza destructiva del anlisis de difraccin de rayos x, para el anlisis se tom una
muestra de cada uno de ellos haciendo un total de 8 cuentas.
Se analizaron ocho muestras por medio de difractometra de rayos X, mediante el mtodo del polvo. Se irradiaron
con un antictodo de Co entre 3 22 y 130 22. La muestra
fue molida a polvo fino en mortero de gata y montada sobre
un portaobjetos de vidrio. Las secuencias de picos obtenidas
en los diferentes diagramas permitieron identificar distintas
sustancias minerales. Las mismas se presentan en la
siguiente tabla.
Como valoracin final de este apartado quisiramos sostener la importancia de llevar a cabo anlisis qumicos para
la determinacin de la mineraloga de ste y otro tipo de objetos. Fue posible comprobar que si bien a nivel macroscpico
hay minerales que a poseen caractersticas muy similares con
otros minerales, como ser color, dureza, brillo, reaccin al
cido etc., qumica y mineralgicamente son diferentes. Un
claro ejemplo lo constituyen la crisocola (SiO3 Cu nH2O,
clase silicato) y la turquesa (CuAl6(PO4)4(OH)85H2O)-clase

Sin embargo son necesarios microperforadores para perforar las cuentas; estudios realizados en Estados Unidos han demostrado la utilizacin de espinas de cactceas y arena con esa finalidad, obtenindose
excelentes resultados (Cooles, 1973).

93

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 94

CUADERNOS 22

Tabla 1. Unidad de procedencia y mineraloga cuentas.

sulfato), ambos son minerales que pueden tener caractersticas fsicas similares como por ejemplo el color verde azulado, y la nula reaccin al cido clorhdrico (la turquesa es
soluble en cido una vez calcinada), pero en realidad la dureza y el brillo de ambas son muy diferentes, y qumicamente
no poseen ninguna semejanza.
Otro ejemplo muy comn es lo que ocurre con la aragonita (CO3 Ca) y la malaquita (CO3 Cu2 (0H)2), son minerales que corresponden a la misma clase, carbonatos;
ambas pueden poseer el mismo color verde (en la aragonita no es tan comn), idntica dureza y reaccin al cido
clorhdrico, pero qumicamente poseen diferencias, por
ejemplo la presencia de cobre en la malaquita. Si bien el
color verde de la aragonita puede deberse a la presencia de
impurezas o a la presencia de un in cromforo que altere
su coloracin, es el porcentaje en peso del Cu presente en
cada mineral lo que va a determinar la mineraloga. A su
vez, la crisocola presenta un color y brillo similar al cuarzo azul verdoso, pero se diferencian qumicamente, si bien
ambos pertenecen a la clase silicatos, el cuarzo no posee
Cu en su composicin.
Por supuesto que hay una gran cantidad de ejemplos de
este tipo que podramos utilizar, pero nuestro fin es demostrar que, y de acuerdo a nuestra propia experiencia, la
nica manera de conocer realmente la mineraloga de los
artefactos es llevando a cabo anlisis qumicos que den
cuenta de su composicin. Es sta, y slo sta, la forma de
establecer de manera ms certera la mineraloga de esos
objetos.

Figura 2. Cuentas Lizardita

En relacin a su procedencia sabemos que es posible


encontrarlo en todo el basamento cristalino presente en
Campo de Pucar, que est formado por esquistos filticos y
micacticos, cuarzosos, en gran parte migmatizados, y por
granito (Gonzlez Bonorino, 1950).
Calcita
La calcita (CaCO3) usualmente presenta una coloracin
blanca a incolora, pero puede presentar tonalidades variadas
como gris, rojo, verde, azul, amarillo, y cuando es impura
puede ser marrn y hasta negra. Es uno de los minerales ms
ampliamente distribuido como formador de rocas. Se presenta en una extensa variedad de ambientes sedimentarios.
Es un mineral secundario en las rocas gneas; como producto de de descomposicin de silicatos clcicos, tambin se
hallan en rocas metamrficas. Es el mineral filoniano ms
comn y aparece como ganga con toda clase de menas metlicas. La calcita toma parte en la constitucin del travertino,
mrmol, nix y aragonita, como producto de la depositacin
de aguas termales bicarbonatadas, superficiales recientes,
acompaadas muchas veces por vertientes an en actividad
(Klein C. y C.S. Hlburt 2002) (Figura 3).
Se los conoce en distintos lugares, entre ellos, como
material muy poroso, blanco, verdoso, amarillento, a pardo
claro en La Calera (La Rioja) y Puesto Viejo (Jujuy).

LOS MINERALES. CARACTERSTICAS Y PROCEDENCIA


Cuarzo azul verdoso
Este tipo de agregado puede encontrarse en diferentes
zonas; debe quedar claro que no constituye un mineral, sino
que es una mezcla de dos minerales que pertenecen a dos
subclases diferentes (el cuarzo es un tectosilicato y la mica
un filosilicato) de la misma clase, silicatos. Ambos son
minerales formadores de roca, aunque el cuarzo es un mineral principal, que se usa al momento de la clasificacin, y la
mica es un accesorio. La coloracin gris verdosa que posee
se debe a la proporcin de cada una de las micas, en aquellos en los que falta por completo la moscovita, se obtiene
esta coloracin (Figura 2).
94

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 95

CONTEXTOS Y PROCEDENCIA DE CUENTAS MINERALES DE LOS SITIOS...


unos cuarenta kilmetros en lnea recta hacia el E-NE, existen una gran cantidad de minas cuprferas como Capillitas
(Dpto. Andalgal), Bajo de La Alumbrera (Dpto. Beln),
Bajo del Durazno, Bajo de San Lucas, Filo Colorado, Cerro
Blanco, Cerro Rico y Faralln Negro entre otras (Nez
Regueiro, 1998). Todas estas son minas cuprferas, en las
que es posible hallar minerales como la malaquita. Si bien la
turquesa no ha sido un mineral registrado hasta el momento
en el las mismas, es posible que est presente (vila, J. com.
pers.)2. (Figura 5).

Figura 3. Cuentas de Calcita

Aragonita
La aragonita es una forma polimorfa de la calcita a alta
temperatura y presin ordinaria. Se forma en condiciones
fisicoqumicas de bajas temperaturas, en depsitos superficiales. Las fuentes hidrotermales la depositan, tambin se
forma en depsitos lacustres de alta salinidad. Generalmente
es incolora a blanca, tambin gris, amarillo-pardo plido; la
coloracin verde que presenta puede deberse a la presencia
de impurezas o a la presencia de Cu en su composicin
(Figura 4).

Figura 5. Cuentas de Turquesa

Los hallazgos de cuentas asociadas a sitios residenciales


y contextos funerarios del Noroeste Argentino son muy
recurrentes por lo que slo mencionaremos aquellos sitios
en los que las cuentas poseen un carcter no-local. Se han
recuperado cuentas de turquesa en el Valle de Taf (perodo
Temprano o Formativo) (Domnguez Bella y Sampietro,
2005), y en el sitio "El Pichao" (perodo Tardo o de
Desarrollos Regionales) en la Provincia de Tucumn
(Gianfrancisco y Dlugosz, m.s.), en los sitios El Tallar y
Manuel Elordi I en el Norte de las Selvas Occidentales
Ventura (1994) se refiere al registro de cuentas de turquesa,
crisocola y sodalita.
Lizardita
Integrando parte de la muestra se analiz un conjunto de
cuentas que posee una coloracin verde muy oscura a negra.
A partir de la difraccin se pudo determinar que contena
lizardita. Es un mineral del grupo de la serpentina (subclase filosilicatos, clase silicatos). La lizardita es uno de los tres
polimorfos que tiene la serpentina. Es masiva o finamente
graneada; blanda y fibrosa, de fibras largas. Este rasgo no le
otorga propiedades aptas para ser usada con la finalidad de
realizar cuentas. Es un mineral ampliamente distribuido.
Generalmente es producto de alteracin de silicatos de magnesio como el olivino, los piroxenos y los anfboles (Figura
6).
Inicialmente, al registrar la composicin de las cuentas
pensamos que corresponda a una roca; su coloracin negra

Figura 4. Cuentas de Aragonita

De acuerdo a los que sabemos hasta ahora, se ha registrado la presencia de aragonita de coloracin verde y azulada, y cuarzo celeste en la microregin de Antofagasta de la
Sierra, en los sitios Punta de la Pea 9 I y III (PP9 I y III) y
Casa Chvez Montculos asociado a un complejo artefactual
vinculado con la produccin de cuentas minerales el sitio
(Lpez Campeny y Escola, 2007). Las autoras exponen que
la nica fuente posible de procedencia conocida corresponde al cerro peinado ubicado a 100 km. al SO de Antofagasta.
Turquesa
El rea de proveniencia ms cercana, registrada hasta el
momento, se localiza en minas de cobre que se encuentran
en la Puna de Atacama (Chile) y en distintos sectores de la
Puna Argentina. En los alrededores de Campo de Pucar, a

2
Ctedra de Geologa de Minas, Fac. de Ciencias Naturales e IML,
UNT.

95

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 96

CUADERNOS 22
minas donde es posible hallar minerales de cobre, no est
bien documentada la variedad de minerales de cobre que
pueden coexistir en un mismo lugar, como en el caso de la
malaquita. A su vez, los estudios geolgicos registran la presencia de minerales cuando estos son significativos a nivel
cualitativo, pero no consignan la existencia de minerales aislados en forma de cantos rodados o a pequeas vetas, que si
bien no tiene importancia desde el punto de vista econmico,
s pudieron haber sido utilizados en pocas prehispnicas
para confeccionar pequeos objetos de adorno.
La turquesa, la calcita y la aragonita, constituyen materias primas que, alejadas de sus fuentes de origen aparecen
en diferentes contextos constituyendo, sin lugar a dudas, un
bien extico.
A su vez, registramos, por primera vez, la presencia de
cuentas manufacturadas sobre la base de un preparado de
minerales y rocas.
Si bien los minerales son alctonos nos preguntamos
sobre la posibilidad de que estos artefactos hayan sido elaborados por la poblacin local, o si se obtuvieron ya manufacturadas. La evidencia con la que contamos, demuestra que
todas las cuentas recuperadas en todos los S(0), H(0) y 13(1)
se presentan terminadas, no habindose registrado cuentas
sin terminar de formatizar. Completan el conjunto 2 fragmentos de mineral de tamao pequeo, un fragmento considerado como "azurita" en el primer piso del recinto 2 (tipo
A), y un fragmento descrito como de "malaquita", en el piso
tercero del mismo recinto del sitio H(0) (Angiorama, 1995).
Por ltimo, en el recinto 13(1) se recuper un microperforador de cuarzo de tamao muy pequeo con una longitud
de 5,3 mm, ancho de 3,8 mm y espesor de 2 mm. Presenta
una morfologa similar a los microperforadores descriptos
por Lpez Campeny y Escola (2007) para la regin de
Antofagasta de la Sierra.
En base a la evidencia presentada consideramos que no
hay elementos substanciales para proponer la existencia de
una produccin local de cuentas. Si bien sabemos que los
artesanos del trabajo de piedra de los sitios de Alamito
alcanzaron un alto grado de desarrollo, expresado en las
fuentes, morteros tallados y suplicantes, la tarea de confeccionar cuentas parece no haber sido desarrollada. Los fragmentos de minerales recuperados son mnimos, teniendo en
cuenta el volumen de excavaciones efectuadas en el Campo
del Pucar, y no se trata de fragmentos que puedan ser considerados indudablemente restos de produccin de cuentas,
ni siquiera se ha encontrado una sola cuenta sin terminar o
en proceso de produccin. Tampoco entre las cuentas de
moluscos terrestres y de hueso se han hallado evidencias de
produccin local. Esto nos llama la atencin ya que su produccin suele ser habitual en contextos formativos del NOA
y de la puna chilena.
En virtud de esto, pensamos que es posible que las cuentas minerales registradas en Alamito se obtuvieran una vez
manufacturadas; y que el mecanismo de obtencin pudo
estar vinculado a una red de interaccin a larga distancia,
formando parte del flujo interregional de bienes en un contexto donde hay notables evidencias de interaccin a una
escala macroregional entre zonas de valle, selva y el pacfico durante el Formativo.
En este contexto, la presencia de las cuentas en estos

Figura 6. Cuentas de Lizardita

nos hizo pensar que era bsica. Sin embargo la presencia de


microclino (abundante en relacin a los dems) nos indicaba
una roca cida, que se corresponde con coloraciones claras.
A travs del anlisis se pudo determinar que la cuenta
consiste en un preparado que, adems de lizardita, contiene pequeos granos de cuarzo, microclino, plagioclasa, biotita, piroxenos, opacos y fragmentos de roca. La mezcla de
componentes y el tamao de ellos (limo fino-arcilla) muestra que el material es de origen artificial (Ibez Luca5
comunicacin personal 2008).
Adems, lo que ratifica el origen artificial, es la presencia de fragmentos de roca.
Consideramos que podra ser una roca sedimentaria,
pero al corroborar la granulometra que presentaban (tamao limo fino-arcilla) los componentes no seran los mencionados, sino que habra minerales de arcilla y posiblemente
ceolitas.
La presencia de lizardita nos sugera dos posibilidades,
(1) que haya sido empleada como ligante o (2) que su presencia de deba a la alteracin del piroxeno. Consideramos
que la primera opcin es la correcta, ya que el equipo slo
detect lizardita y ningn otro material. Eso se debe a que no
se detectan, por este medio, sustancias que estn en concentraciones menores al 5% en el preparado. De esta manera se
ve que lo ms abundante es la lizardita. Los granos estn
todos en menor concentracin, y si fuera alteracin estaran
en menor concentracin todava.
En relacin a la procedencia de este mineral no conocemos registros de cuentas artificiales con lizardita en el noroeste argentino, y por supuesto, tampoco de yacimientos con
ese tipo de material.
DISCUSIN Y CONSIDERACIONES FINALES
El anlisis efectuado demostr la importancia de llevar a
cabo estudios fsico-qumicos que den cuenta de la composicin de las cuentas minerales. A partir de ello, pudimos comprobar que la mayor parte de los minerales empleados en su
manufactura no provienen de la microrregin de Campo de
Pucar. Si bien en el noroeste argentino existe un registro de
Instituto de Estratigrafa de Sedimentologa Global (IESGLO) - Fac.
de Ciencias Naturales e IML. UNT

96

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 97

CONTEXTOS Y PROCEDENCIA DE CUENTAS MINERALES DE LOS SITIOS...


acontecimientos y/o personas intervinientes en el intercambio por medio de los cuales fueron obtenidos. Esto nos permite suponer que en cada uno de estos objetos se sum un
valor y un significado especial participando en la construccin de un espacio social particular.
Consideramos a las cuentas (y a otros tipos de bienes),
en tanto objetos que participan de procesos de intercambio,
como "mercancas" (Appadurai 1991) que poseen un fuerte
contenido social y simblico y que transportan consigo conjunto de "ideas y asociaciones", poseyendo un rol activo en
la conformacin de redes de circulacin. Se trata de circulaciones de bienes asociados a determinadas personas sociales
relacionadas con conocimientos y servicios ms que orientadas a la subsistencia, es decir transportando ideas y asociaciones. Podemos pensar al intercambio entonces de otra
forma, ya no como el objetivo para la adquisicin de bienes
y recursos, sino como la excusa para la creacin de relaciones que perduren, relaciones que son creadas a travs de los
objetos materiales intercambiados (Ortiz 2007).
En relacin a los mecanismos de adquisicin de estos
bienes no es posible postular con seguridad el modo en que
estos objetos fueron obtenidos. En relacin a los sitios
Alamito, Tartusi y Nez Regueiro (1993) plantean que
stos constituyen centros ceremoniales que mantenan
nucleadas y subordinadas a nivel religioso a otras comunidades de la regin. Gran parte de recursos estilsticos y tecnolgicos presentes en Alamito manifiestan una distribucin
tan amplia a nivel regional que se consider que estos centros desempearon un papel significativo en la distribucin
de bienes hacia otras regiones, especialmente aquellos relacionados con el culto. En este contexto, el intercambio de los
objetos se explica desde el trfico caravanero y el intercambio directo como un modo de adquisicin de los objetos.
A nuestro entender no hay elementos suficientes que
permitan sostener que las sociedades de Alamito centralizaron y manejaron el trfico caravanero, fue un mecanismo de
intercambio. Independientemente de los mecanismos y
medios que hayan intervenido en la circulacin de objetos,
sea mediante trfico caravanero o comercio a espaldas, y
teniendo en cuenta el nmero de objetos registrados consideramos que, este contexto de pequeo volumen, posiblemente, no haya requerido de una tecnologa de intercambio
que implique el uso de llamas cargueras. Existe una asociacin clara entre minerales de cobre y cuentas de collar con
contextos asociados al trfico de larga distancia agrupando
espacios geogrficos dispares, complementarios y lejanos en
el mbito del rea andina centro sur.
En realidad pensamos que los grupos del Formativo
generaron diversos lazos de contactos generndose mltiples
y variadas redes de interaccin materializadas a travs de la
circulacin de bienes. Los ltimos estudios efectuados en
contextos Formativos del NOA demuestran que ciertos
recursos alfareros o tecnolgicos aparecen en contextos considerados como parte de reas culturales distintas y contextos
de ocurrencia particulares (Gero y Scattoln 1994, Sacattoln
1990, Lazzari 1997). Esto nos demuestra que el patrn de circulacin era ms complejo que lo que considerbamos, con
una diversidad de redes que coexistan y planteaban sus
demandas sobre los procesos de trabajos locales. Demandas
que podran haber estado ligadas a distintos lazos sociales y

sitios apunta a establecer algn tipo de vnculo entre


Alamito y los sitios donde se estn produciendo. La presencia en los sitios Alamito de rocas alctonas a la regin como
son la obsidiana y basaltos y la presencia de artefactos de
metal y alfarera propia del rea en otras zonas nos permiten
pensar en la posibilidad de vnculos con otras regiones.
La existencia de una posible produccin local de cuentas
minerales es registrada por Scattoln y Williams (1992) en el
sector occidental de las Sierras del Aconquija en el sitio
Buey Muerto y en el sitio Loma Alta (Williams y Scattoln
1991) donde se registraron cuentas y trozos de malaquita en
bruto, entre otros objetos. En Antofagasta de la Sierra Lpez
Campeny y Escola (2007) recuperaron en los sitios Sector I
y Sector III de PP9 y Montculos Casa Chvez y cuentas
minerales de cobre, aragonita y cuarzo azulado como las que
hemos recuperado en los sitios Alamito. Junto a ellas registraron la presencia de todo un complejo artefactual vinculado con la produccin local de las mismas. En la Vega de Turi
en la regin del ro Salado al Norte de Chile (Rees Holland
1999) registr la presencia de todo un complejo artefactual
relacionado con distintas fases de la cadena productiva de
estos artefactos confeccionados en malaquita y crisocola; se
asocia a este complejo un conjunto de microperforadores de
cuarzo
Como ocurre en los sitios Alamito, se han registrado
otros contextos Formativos vinculados a la circulacin y
consumo de cuentas minerales. En el valle de Taf, sitio El
Tolar, Sampietro (2002) y Domnguez Bella y Sampietro
(2005) analizaron un grupo de cuentas minerales de turquesa y palo verde azulado recuperadas en contexto funerario
datado en el 340 d. C. Las autoras consideran que su procedencia es alctona ya que no se registraron estos minerales
en el rea. Ventura (1994) registr la presencia de cuentas
minerales de collar de turquesa, sodalita y crisocola en contexto funerario en los sitios El Talar y Manuel Elordi 1
(Norte de selvas occidentales). De acuerdo a los anlisis
composicionales efectuados la autora considera que la sodalita procede del cerro Sapo situado en el centro de Bolivia
(Depto. Cochabamba) e interpreta que este y otros hallazgos
que integran el contexto son producto de redes de intercambio entre poblaciones andinas.
Ya sea que se consideraron objetos de prestigio por su
naturaleza extica o como artefacto de uso cotidiano, las
cuentas minerales estn presentes en un sinfn de contextos
a grandes distancias desde su origen. El hecho de que las
cuentas minerales hayan estado ligadas a distintos contextos y acciones (teniendo en cuenta que proceden de lugares
lejanos y que han circulado y han sido utilizados de distinta
manera) sugiere que podra ser equivocado considerarlas
solo como un bien suntuario y/o de prestigio.
Como ya expusimos, en los sitios Alamito resulta sugerente que el contexto de hallazgo no es solamente de carcter funerario, como suele ocurrir en otros contextos del
NOA, sino que una parte importante de estos materiales han
sido encontrados al interior de unidades domsticas de habitacin, sectores de descarte, patios y estructuras vinculadas
con uso ceremonial. En funcin de esto es posible ver que
estos objetos participaron aparentemente en espacios de uso
cotidiano desempeadas por las unidades domsticas.
Interpretamos que se trata de objetos que se asocian con los
97

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 98

CUADERNOS 22
a distintas formas de autoridad, las cuales a travs de sus
demandas podran haber estado en conflicto (Lazzari 1999).

Gianfrancisco, M.S y J. C. Dlugosz.


2008. Anlisis de cuentas minerales del sitio "El Pichao".
Manuscrito en posesin del autor. MS.
Gianfrancisco, M. S. y V. A . Nez Regueiro
2008. Nuevos espacios. Anlisis preliminar de los recintos
con estructuras anexas de Campo de Pucar. Anales
del Museo de Amrica: 29-46.
Giusta, M.; Guevara, C. y D. Leiton
2005. Cuentas de collar y prcticas de intercambio en las
comunidades prehispnicas de Alamito, Campo del
Pucar, Provincia de Catamarca (ca. 200-500 DC).
Actas de VII Jornadas de Comunicaciones de la
Fac. de Ciencias Naturales e IML. Universidad
Nacional de Tucumn. Tucumn, Argentina.
Gonzlez Bonorino, F.
1950. Descripcin geolgica de la Hoja geolgica 13e,
Villa Alberdi, Provincia de Tucumn. Boletn 74.
Buenos Aires, Direccin de Minera.
Klein C. y C.S. Hurlburt
2002. Manual De Mineraloga De Dana, Cuarta Edicin
(vol 1). Barcelona, EE.UU. (Editorial Revert).
Lazzari, M.
1999. Objetos viajeros e imgenes espaciales: las relaciones de intercambio y la produccin del espacio
social. Revista do Museu de Arqueologia e
Etnologa. Suplemento 3: 371-385, Sao Paulo.
Lpez Campeny, M. S y P. Escola
2007. Un verde horizonte en el desierto: Produccin de
cuentas minerales en mbitos de sitios
Agropastoriles. Antofagasta de la Sierra (Puna
Meridional, Argentina). En: Produccin y circulacin prehispnicas de bienes en el sur andino.
Coleccin Historia Social Precolombina Tomo 2,
Pgs. 225-257. Nielsen, A; Rivolta, M. C.; Seldes,
V.; Vzquez, M.M. y P. Mercollli (Com) Editorial
Brujas. Crdoba.
Nielsen, A.
2003. Por las Rutas del Zenta: Evidencias Directas de
Trfico Prehispnico entre Humahuaca y Las
Yungas. En: La Mitad Verde del Mundo Andino.
Investigaciones Arqueolgicas en la Vertiente
Oriental de los Andes y las Tierras Bajas de Bolivia
y Argentina pgs. 261-284. G. Ortiz y B. Ventura
(Comp.). Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy.
Nez, L.; V. Saltar y P. Nez Henrquez.
1975. Relaciones Prehistricas Transandinas entre el N.W.
Argentino y Norte Chileno (Perodo Cermico).
Documentos de Trabajo 6 pgs. 1-24. Grupo de
Arqueologa y Museos. Antofagasta, Universidad de
Chile.
Nez A., L. y T. D. Dillehay
1979. Movilidad giratoria, armona social y desarrollo en
los Andes Meridionales: patrones de trfico e interaccin econmica (Ensayo). Direccin General de
Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas,
Antofagasta, Universidad del Norte.
1995. Movilidad giratoria, armona social y desarrollo en
los Andes Meridionales: patrones de trfico e interaccin econmica. Ensayo. Norprint. Universidad
Catlica del Norte, Chile.

BIBLIOGRAFA
Albeck, M. E.
1994. La Quebrada de Humahuaca en el Intercambio
Prehispnico. En: De Costa a Selva. Produccin e
intercambio en los pueblos agroalfereros de los
Andes Centro Sur, M. E. Albeck (Ed.), Tilcara,
Instituto Interdisciplinario de Tilcara pgs. 117-127.
Angiorama, C. I.
1995. La metalurgia del perodo Formativo en el Campo
del Pucar, Pcia. de Catamarca. Trabajo Final de
Carrera para optar al ttulo de Arquelogo. Facultad
de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, UNT.
S. M. de Tucumn.
Appadurai, A.
1991. Introduccin: Las Mercancas y la Poltica del Valor.
En: La Vida Social de las Cosas pgs. 17-87. A.
Appadurai (Ed.). Mxico Grijalbo.
Berenguer, J.
1994. Asentamientos, Caravanas y Trfico de Larga
Distancia en el Norte de Chile: el caso de Santa
Brbara. En: De Costa a Selva. Produccin e intercambio en los pueblos agroalfereros de los Andes
Centro Sur, M. E. Albeck (Ed.), Tilcara, Instituto
Interdisciplinario de Tilcara pgs. 17-46.
Bourdieu, P.
1977. Outline of Theory Practice Londres. Cambridge
University Press.
Cooles, J.
1973. Archaeology by experiment. New York Charles
Scribner's Sons.
Domnguez Bella, S. y M.M. Sampietro Vatuone.
2005. Collar Beads from the Taf Culture (First
Millennium AD), Tucumn, Argentina: Raw
Materials Characterization and Provenance. En:
Prodeedings Of The 33 International Symposium
on Archaeometry, Karts, H y e. Burke (Eds)
Geoarchaeological And Bioarchaeological Studies
Vol. 3: pgs. 75-78. Amsterdan
Fernndez Distel, A.
1998. Arqueologa del Formativo en la Puna Jujea (1800
a.C al 650 d.C) Buenos Aires, Centro Argentino de
Etnologa Americana.
Gero, J. M. y M. C. Scattoln
1994. Hacia la comprensin de la jerarquizacin: un estudio
desde Yutopian, Valle del Cajn. En: Actas del XI
Congreso Nacional de Arqueologa Argentina. San
Rafael. Mendoza.
Gianfrancisco, M. S.
2002. Anlisis de estructuras posiblemente destinadas a
corrales. Tesis presentada a la Facultad de Ciencias
Naturales para optar por el ttulo de Arqueloga.
Tucumn. MS.
2003. Anlisis preliminar de cuentas minerales de Campo
de Pucar. Manuscrito en posesin del autor. MS.

98

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 99

CONTEXTOS Y PROCEDENCIA DE CUENTAS MINERALES DE LOS SITIOS...


Nez Regueiro, V. A.
1971. La cultura Alamito de la sub-rea Valliserrana del
Noroeste Argentino. Journal de la Socit des
Amricanistes. 60: 7-64.
1998. Arqueologa, Historia y Antropologa de los sitios de
Alamito. Tucumn, Ediciones INTERDEA.
Nez Regueiro, V. A. y M. R. A. Tartusi
1997. Las sociedades formativas del Noroeste Argentino y
sus relaciones con el rea Andina. Ponencia presentada al 49 Congreso Internacional de
Americanistas, Simposio "Desarrollos PreTiwanaku en el rea Centro Sur Andina".
Quito.2000. Los orgenes de Aguada. Volumen dedicado a la II Mesa Redonda sobre "La cultura de la
Aguada y su dispersin" (1995). Shincal 6.
Catamarca.
Ortiz, G.
2007. El Paisaje macroregional. Uso del espacio social
expandido a travs de la circulacin de objetos. En:
Produccin y circulacin prehispnicas de bienes
en el sur andino. Coleccin Historia Social
Precolombina Tomo 2, pgs. 305-328. Nielsen, A;
Rivolta, M. C.; Seldes, V.; Vzquez, M.M. y P.
Mercollli (Comp.) Crdoba, Editorial Brujas.
Rees Holland, Ch.
1999. Elaboracin, distribucin y consumo de cuentas de
malaquita y crisocola durante el Perodo Formativo
en la Vega de Turi y sus inmediaciones, Subregin
del Ro Salado, Norte de Chile. En: Aschero, C.;
Korstanje, A. y P. Vuoto (eds.): "En los Tres Reinos:
Prcticas de Recoleccin en el Cono Sur de
Amrica": pgs. 83-93. Ediciones Tucuman, Magna
Publicaciones.
Sampietro, M. M.
2002. Contribucin al conocimiento geoarqueolgico del
Valle de Taf, Tucumn (Argentina). Tesis presentada
a la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto
Miguel Lillo para optar por el ttulo de Doctor. UNT,
Tucumn.

Scattoln, M.C.
1990. Dos asentamientos formativos al pie del Aconquija.
El sitio Loma Alta (Catamarca, Argentina). Gaceta
Arqueolgica Andina V(17). 85-100.
Scatolln, M. C. y V. Williams
1992. Actividades minero metalrgicas prehispnicas en el
Noroeste Argentino. Nuevas evidencias y su significacin, en: Bulletn Institute Francs Etudes
Andines 21(1): 59-87.
Simmel, G.
1978. The Philosophy of Money. Londres, Routledge.
Tarrag, M.
1989. Contribucin al conocimiento arqueolgico de las
poblaciones de los oasis de San Pedro de Atacama en
relacin con los otros pueblos puneos, en especial,
el sector septentrional del valle Calchaqu. Tesis
Doctoral. Facultad de Humanidades y Arte.
Nacional de Rosario. Ms.
Tartusi, M. R. A.
Arqueologa del Campo del Pucar: su significado para el
anlisis de procesos de cambio, relaciones e integracin regional, en el rea centro sur andina. Tesis doctoral (en preparacin). Ms.
Tartusi, M. R. A. y V. A. Nez Regueiro
1995. Relaciones entre el Noroeste Argentino y Chile
durante los perodos Formativo y Medio. Hombre y
Desierto 9: 147-157. Antofagasta, Chile.
Ventura, B.
1994. Un Verde Horizonte de Sucesos. En: De Costa a
Selva. Produccin e intercambio en los pueblos
agroalfereros de los Andes Centro Sur, M. E. Albeck
(Ed.), Tilcara, Instituto Interdisciplinario de Tilcara
pgs. 301-328.

99

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 100

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 101

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES Y LOS INICIOS


DE LA ANTROPOLOGA EN LA UNIVERSIDAD DE MAR DEL PLATA
Gastn Julin Gil *
RESUMEN
Este artculo gira en torno a la trayectoria y gestin institucional de Jos Antonio Gemes, una figura "menor" de la antropologa argentina que constituye todo un smbolo de la transformacin de una disciplina cientfica que todava segua firmemente ligada a la corriente histrico-cultural.
PALABRAS CLAVE: universidad - culturalismo - historia de la antropologa
ABSTRACT
This paper is about the background and the institutional labour developer by Jos Antonio Gemes, a "minor" figure in the
Argentinian anthropology who constitutes a symbol of the transformation of a scientific discipline which was at that
moment strongly linked to the historic-cultural tradition.
KEY WORDS: university - culturalism - history of anthropology

TRAZOS PRELIMINARES
En lneas generales, los trabajos referidos a la historia
de la antropologa argentina se han concentrado, en mayor
medida en los desarrollos institucionales (especialmente
universitarios) (Belli 1999; Lebedinsky 1999; Guber y
Visacovsky 1998; Garbulsky 2004; Gil 2007), trayectorias
individuales destacadas (Guber y Visacovsky, 2000, Guber,
2002 y 2006) o incluso en interpretaciones en clave poltica, testimonial, epistemolgica, terica o ideolgica (Ratier
y Ringuelet 1997; Bartolom 1980; Menndez 1999;
Hidalgo 1999; Neufeld y Wallace 1991; Ringuelet 2007).
Aunque parte de una especificidad institucional, este artculo gira en torno a la figura de un antroplogo casi desconocido que no dej una importante obra pero que ocup
funciones de gestin relevantes para el florecimiento de las
ciencias sociales en una universidad como la Mar del Plata
que fue escenario durante poco menos de una dcada de
varios de los principales debates y problemticas en el
campo de la antropologa en particular y de las ciencias
sociales en general (Gil, 2007; 2008; 2009). Se trata, en este
caso, de Jos Antonio Gemes, decano de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Provincial de Mar del Plata
entre 1968 y 1970 durante cuya gestin se crearon las carreras de Sociologa, Antropologa, Ciencias Polticas y
Ciencias de la Educacin. Nacido en Salta en 1910,
Gemes se haba afincado en Mar del Plata, donde fue nombrado decano de la Facultad de Psicologa el 22 de marzo
de 1968 por decreto del Poder Ejecutivo Provincial.
Durante su gestin de casi tres aos, la Facultad de
Psicologa adopt el nuevo nombre de Facultad de
Humanidades ante la aprobacin de nuevas carreras, como
antropologa y sociologa. Pese a que era el primero en la
lnea de sucesin del rector de la universidad, un nuevo

decreto del Poder Ejecutivo Provincial (N 5157) dio por


terminadas sus funciones el 30 de diciembre de 1970.
Aunque luego present un recurso de revocatoria ante el
ejecutivo bonaerense, un nuevo decreto, N 6542, del 16 de
noviembre de 1972 ratific la validez jurdica del cese.
Aunque no se trat de un personaje con una destacada labor
acadmica y su figura rpidamente qued olvidada luego de
que fuera destituido, mientas estuvo a cargo de la Facultad
de Humanidades (denominada Facultad de Psicologa hasta
1969 antes de la creacin de las nuevas carreras) result una
figura descollante en la vida institucional de esta universidad, despertando -segn los casos- importantes adhesiones
o fuertes rechazos pero poca indiferencia. Cuestionado o
admirado a veces por las mismas razones, la figura de Jos
Antonio Gemes permite dar cuenta de las complejidades
en el campo de las ciencias sociales hacia finales de los
aos sesenta, que se entrelazaran cada vez ms con posicionamientos crticos y radicalizados, en ocasiones fuertemente ligadas a las organizaciones poltico-militares
(Buchbinder 2005; Barletta y Lenci 2001, Barletta y Tortti
2002; Murmis 2005) que tendran plena actuacin en los
primeros aos de la dcada del setenta.
Este trabajo es producto del material emprico "residual"
de una investigacin sistemtica referida a la carrera de la
antropologa de la Universidad de Mar del Plata, habitualmente identificada con la figura mucho ms renombrada de
Eduardo Menndez, quien a partir de su llegada en 1971 le
dara un enfoque particular a la carrera (la primera en todo el
pas orientada hacia la antropologa social) que generara
importantes adhesiones y continuidades genealgicas tanto en
Mar del Plata como en su mbito original de la Universidad
de Buenos Aires (Gil 2007). En efecto, el sentido comn de la
historia disciplinar le asigna a Eduardo Menndez el papel
fundador de la carrera de antropologa. Sin embargo, cuando
este destacado graduado de la Universidad de Buenos Aires
lleg a Mar del Plata a principios de 1971 ya exista una carre-

* CONICET - Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP).


[email protected]

101

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 102

CUADERNOS 22
ra en funcionamiento que iba a ser dejada de lado completamente en su enfoque culturalista para pasar a incorporar la
pujante antropologa social que slo haba accedido a espacios marginales en los mbitos universitarios de mayor tradicin de Buenos Aires y La Plata.
Antes del inicio de las investigaciones, durante la etapa
exploratoria preliminar de la formulacin del proyecto de
investigacin, ya haban aparecido los datos acerca de la
existencia de una carrera de antropologa anterior a la dirigida por Menndez. En el comienzo de los primeros hallazgos empricos, los testimonios de algunos informantes y los
actos administrativos de la universidad confirmaban la existencia de esa carrera y el papel central que jug por esos
aos Jos Antonio Gemes. Debe destacarse que esta investigacin se sostiene en un trabajo de campo multidimensional que, al dirigir su mirada al pasado, necesita de diversas
herramientas de recoleccin de datos y estrategias metodolgicas. Adems del planteo de entrevistas etnogrficas (en
un nmero que se acrecienta paulatinamente y supera las
tres decenas de informantes), se ha apelado a un intenso trabajo de archivo, con actos administrativos en los distintos
mbitos de la Universidad de Mar del Plata (rectorado y
facultad especialmente), legajos de personal y los documentos periodsticos de la poca. Adems, distintos avatares de la vida profesional han llevado a compartir espacios
con colegas que han sido parte de la historia investigada,
por lo que se han obtenido muchos datos en trminos autoetnogrficos (Motzafi-Haller 1997). De hecho, la proliferacin de informantes se ha gestado en muchos casos como
fruto del trabajo cotidiano con profesionales (en algunos
casos integrantes de las mismas ctedras que el investigador) que se han ido incorporando como interlocutores en las
investigaciones, algunos de ellos en tan plena actitud colaborativa que se han transformado en verdaderos coautores
(Gil, 2010). En efecto, algunos testigos de poca se han
involucrado tanto en la investigacin que han participado
en el anlisis del material documental, ejercitando ellos
mismos la memoria sobre asuntos del pasado que haban
olvidado casi por completo y hasta cerrando -a partir de
esos datos crudos- episodios que desconocan total o parcialmente desde hace ms de 30 aos.

ta con capacidad de transformacin social, adems de la


incorporacin de las miradas analticas provenientes de la
antropologa social y la teora marxista, era todo aquello que
los estudiantes no haban podido encontrar hasta el momento.
En efecto, los dos aos anteriores de cursada (1969 y 1970)
fueron completamente menospreciados, quedando reducidos
en el discurso a un superficial aprendizaje de herldica y
numismtica, ms all de que las materias impartidas excedan esos mbitos. En el caso puntual de Gemes, estaba a cargo
de una asignatura troncal de primer ao para todas las carreras de la Facultad, Introduccin a las Ciencias de la Cultura,
pero tambin dictaba Antropologa Filosfica y tica en tercer ao, en general ante auditorios bastante numerosos.
El programa de Antropologa Filosfica constitua un
amplsimo abordaje de distintos campos de saber humansticos y problemticas filosficas y antropolgicas (en un sentido amplio). A travs de sus once "tpicos", Gemes planteaba un recorrido que se iniciaba en la "antropologa prefilosfica" para finalizar en "Historia y ciencia". En el medio, el
programa consideraba asuntos vinculados con la antropologa biolgica, la religin, la filosofa de los griegos, la filosofa moderna, filosofa de la ciencia, filosofa del lenguaje y
tambin la "antropologa cultural". Aunque en el planteo de
los contenidos son mencionados algunos autores, no se detalla la bibliografa de ctedra. En los primeros "tpicos" del
programa, Gemes desarrollaba una serie de problemticas
metafsicas vinculadas con "el hombre", luego de definir los
"diferentes tipos de antropologa". El recorrido continuaba
con el tratamiento de nociones tales como etnocentrismo,
mito y racismo para posicionarse de modo recurrente en problemticas de "antropologa religiosa". En esa seccin, pueden encontrarse referencias a la mitologa griega pero dominan los planteos teolgicos catlicos y el anlisis de la Biblia
y los autores de la escolstica. Sin embargo, hacia el final de
ese segundo tpico se analizaba la obra de filsofos como
Kant y Feuerbach y los aportes cientficos que rompieron con
el antropocentrismo (Galileo, Coprnico, Darwin).
Posteriormente, los tpicos IV y V consideraban la "antropologa racional" (llega a considerar a Marx, Nietzsche y
Schopenhauer), la "antropologa biolgica", para llegar luego
a la "antropologa cultural". En ese sexto tpico, los contenidos remitan a nociones tales como "imperfeccin y autoperfeccionamiento", "libertad de y libertad para", "decantacin y
consolidacin", el hombre como "ser histrico" y "ser tradicional", y "herencia y tradicin". Los siguientes tres tpicos
("Ciencias naturales y ciencias sociales", "Tiempo y espacio"
y "Signo y smbolo") giraban en torno a problemticas epistemolgicas (plantea incluso tcnicas de investigacin
social) y de filosofa antigua y medieval. Es quizs el tpico
IX el que planteaba mayor cantidad de contenidos acerca de
lo que se entiende por antropologa socio-cultural: "Magia,
mito y religin". En esa seccin, el programa refera a autores clsicos de la disciplina como Tylor y Durkheim y conceptos nodales del pensamiento evolucionista como el animismo y las formas de organizacin social, junto -por
supuesto- con la consideracin de problemticas religiosas
(monotesmo y politesmo, lo sagrado y lo profano, entre
otras). Finalmente, los dos tpicos restantes se referan a filo-

LOS INICIOS DE LA ANTROPOLOGA EN LA UNIVERSIDAD DE


MAR DEL PLATA
Las primeras referencias precisas sobre Jos Antonio
Gemes no eran las mejores. La carrera de antropologa que
en los hechos diriga (no exista el cargo formal de director de
carrera o departamento) haba sido profundamente estigmatizada con la llegada de Eduardo Menndez, quien elimin ese
plan de estudios. Adems, los pocos estudiantes que an quedaban de ese plan no optaron por continuarlo y se sumaron a
la atractiva propuesta que ofreca herramientas analticas y
posicionamientos ideolgicos ms afines. Segn los testimonios de quienes provenan del viejo plan, la propuesta de
Menndez les result sumamente atrapante, fascinante y
mucho ms adaptada a los tiempos de cambio social y militancia poltica. La antropologa "crtica" desarrollada por
Menndez que propona a la disciplina como una herramien-

102

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 103

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES...


hpicas muestran sus caractersticas especficas porque "en
el apego del hombre a su cabalgadura, es tambin determinante el medio geogrfico. Debiendo actuar el llanero en
un escenario en el que tiene campo de sobra para utilizar
cualquier aire, poca importancia presta a la educacin de
su caballo" (Ibd.: 361). Del mismo modo, enfatizaba que
"as como la topografa y el medio geogrfico formaron
escuelas de equitadores, las condiciones econmicas del
suelo producirn mejores jinetes" (Ibd.: 364). Por ello,
describa que, en las escuelas de equitacin argentinas, es el
medio geogrfico el que acondiciona sus elementos bsicos, por lo que "apostura del jinete, forma de la silla, manera de estribar, educacin del caballo, aires de marca, etc.son una resultante de la inteligente acomodacin del paisano al medio ambiente" (Ibd.: 369). Finalmente, Gemes
abogaba por "recoger lo poco que queda de la antigua fisonoma de nuestro clsico hipismo, antes de que sea demasiado tarde para empezar" (Ibd.: 370), ya que:
"nuestro folklore, tan cantado y tan manido en ciertos
crculos, y tan desconocido en ciertos aspectos esenciales, est esperando que se documenten, debidamente, los mil detalles diferenciales que existen entre regin
y regin -que los hay, y preciosos como manifestacin
de inteligencia- detalles que el tiempo y nuestra desidia, borrarn definitivamente al unsono con el avanzar del progreso de que tanto nos preciamos" (Ibd.:
370).

sofa del lenguaje (teoras del origen del lenguaje, "el lenguaje desde el punto de vista cultural") y filosofa de la historia ("conciencia histrica", "verdad histrica", "hechos y
actores en la historia", "juicios nomotticos e ideogrficos").
No se ha podido constatar en la trayectoria de Jos
Antonio Gemes una importante obra publicada. Ms all
de su amplia erudicin -admitida incluso por sus detractores-, no se han hallado muchos rastros suyos en publicaciones acadmicas. Pese a formar parte del Museo Etnogrfico
jams public en Runa y apenas pudo encontrarse un registro en una revista cientfica, concretamente en GAEA
Anales de la Sociedad Argentina de Estudios Geogrficos.
En "Influencia del medio geogrfico en la equitacin
argentina", Gemes bas su trabajo en "los distintos
ambientes hpicos militares en que nos tocara actuar"
(1945: 24). En este ejercicio de una subyacente etnografa
autobiogrfica, el autor se detena especialmente en las
"diferencias enormes entre los jinetes de las distintas regiones del pas" (Ibd.: 348), que configuran diversas escuelas
de equitacin argentinas. Consideraba all que para captar
estos datos, "no se necesita ser muy advertido" (Ibd.: 348),
para luego puntualizar en las determinaciones ambientales
y sus correlatos culturales, una problemtica central en el
pensamiento antropolgico. Retomando implcitamente
reflexiones sarmientinas1, sostena que:
"el progreso no es sino la lucha constante contra el
determinismo geogrfico. Tan ntima y perfecta es la
correlacin entre ambos, que puede decirse que uno
aumenta o se estaciona, segn consiga mayores o
menores ventajas en detrimento del otro. El determinismo, abultado por unos y combatido encarnizadamente
por otros, siendo producto del medio geogrfico sobre
el hombre, es natural que se haga presente y sea factor
coordinador de sus actividades todas" (Ibd.: 347).
En esa sintona, Gemes detallaba que los distintos
ambientes geogrficos ofrecen sus correlatos en aspectos
tales como actividades culturales y la fuerza fsica y psquica de los hombres, lo que redunda en el caso etnogrfico
que lo ocupaba en tres escuelas hpicas regionales: llanura,
montaa y terreno ondulado2. Al considerar que "en cuestiones etnogrficas no caben las hiptesis" (Ibd.: 352) aseguraba que en materia de monturas las distintas escuelas

PERFIL DE UN ARISTCRATA SALTEO


Como se mencionaba ms arriba, los primeros testimonios que fueron recabados sobre Jos Antonio
Gemes destacaban un perfil autoritario, catlico y
nacionalista, arrogante y clasista. El "Tata" Gemes,
como lo apodaban (algunos en tono despectivo) ejerca
desde el decanato de Facultad un estilo sumamente personalista que llegaba a ocuparse incluso de tareas como
regaar -tomndolos de las orejas- a los responsables de
una toma estudiantil, dndola por terminada para continuar con el normal desarrollo de las clases. De acuerdo
con los relatos encontrados, ese estilo recogi en efecto
fuertes rechazos pero tambin adhesiones, algunas algo
superficiales y otras ms consecuentes. Segn coinciden
los testimonios, Gemes ejerci ese liderazgo personalista que no dejaba demasiado margen para que se generaran otros espacios de poder dentro de una facultad,
cuyas decisiones se emitan bajo la figura de resoluciones de decanato (RD). Gemes tena un breve pasado
como militar en su juventud, ya que tempranamente
haba sido pasado a retiro efectivo con el grado de subteniente. Se haba graduado con ese cargo en el Colegio
Militar de la Nacin en 1929, y en su breve legajo personal en el ejrcito (pas a retiro en 1934 con un goce de
haberes del 27%) puede constatarse que cumpli funciones en los distritos de Diamante (Entre Ros), Neuqun y
Capital Federal, donde ejerci tareas pasivas. Aunque su
"clasificacin sinttica" en sus dos primeros aos como
subteniente es "muy buena", en sus ltimos aos recibi
sanciones por "hacer publicaciones en los diarios", por

En Facundo, Sarmiento cae reitedamante en postura coincidentes con


el determinismo geogrfico. Prrafos como el siguiente son elocuentes
de una mirada analtica que se repite: "los accidentes de la naturaleza
producen costumbres y usos peculiares a estos accidentes, haciendo
que donde estos accidentes se repiten, vuelven a encontrarse los mismos medios de parar a ellos, inventados por pueblos distintos"
(Sarmiento 1999: 58).
2
Como muestra Pogodorny (1999), las investigaciones en geografa y
arqueologa argentina abundaron en clasificaciones geogrficas que,
combinadas con la dimensin temporal, intentaron proponer modelos
de anlisis de las poblaciones originarias en las primeras dcadas del
siglo XX. Esas clasificaciones territoriales, desarrolladas por investigadores como Delachaux definieron como uno de los problemas centrales
a los vnculos entre los dos rasgos fsicos "fundamentales" de la geografa nacional: las llanuras y las cordilleras. Esas categoras espaciales
conformaban una geoetnografa que intentaba poner cierto orden en la
descripcin de los restos arqueolgicos.
1

103

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 104

CUADERNOS 22
"presentarse en actos servicio vestido de civil" y por
"haber utilizado pasajes indebidamente"3.
Tras cortarse su carrera militar obtuvo el ttulo de
Profesor de Enseanza Secundaria Normal y Especial en
Historia en la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad de Buenos Aires en 1946. Revistaba como antecedentes haber trabajado de docente en el Instituto Sagrado
Corazn de Jess de La Plata entre 1934 y 1938, en el
Colegio San Jos de la localidad bonaerense de Victoria
entre 1938 y 1944, en la Universidad Nacional de La Plata
entre 1952 y 1954 y en la Universidad de Buenos Aires entre
1953 y el 10 de octubre de 1955 (no especificaba qu tipo de
cargos docentes). En sus antecedentes declarados, antes de
hacerse cargo del decanato en Mar del Plata, tambin se
registran tareas docentes en la Universidad de Neuqun
entre 1965 y el 31 de marzo de 1968. Segn relata Ricardo4,
"despus de la segunda guerra mundial, Jos Antonio pas
un tiempo haciendo trabajo social/humanitario en Italia.
All se conect con crculos filosficos neoplatnicos relacionados con el Cristianismo Esotrico. Su sabidura y
nobleza espiritual fue notada, y fue nombrado Caballero de
la Orden de Malta"5. Gemes era, tal como l mismo se defina en sus clases, discpulo del "gran maestro Imbelloni", el
antroplogo italiano que adhiri fervientemente al peronismo y que dirigi entre 1947 y 1955 el Instituto de Ciencias
Antropolgicas de la UBA del que dependa el Museo
Etnogrfico de Buenos Aires. Imbelloni naci en 1885 en la
provincia italiana de Lucania y muri en Buenos Aires en
1967. Llegado a la Argentina a principios del siglo XX,
regres a Italia en donde obtuvo su doctorado en Ciencias
Naturales en la Universidad de Padua. Imbelloni fue una
figura descollante en la antropologa y se lo considera como
el introductor de la corriente histrico-cultural alemana6 que
dominara el espacio antropolgico porteo durante dcadas. Imbelloni despleg un proyecto intelectual en el que
postulaba una Etnologa que -para desarrollarse como sntesis de las culturas del mundo- necesitaba los materiales de
disciplinas como la Etnografa, la Lingstica, la

Arqueologa y la Musicologa, entre las ms importantes.


Dentro de esta concepcin global de la Etnologa, el autor
italiano desarroll el "neologismo" de Culturologa, para
referirse en castellano al mtodo histrico cultural, con particular referencia al mtodo histrico de Graebner. Ms precisamente, Imbelloni defina la Culturologa como "la ciencia que estudia la vida de las Culturas, como producto de
la actividad de las sociedades humanas" (1935: 182). A su
vez, conceba esa "vida" como el devenir de "todas las etapas de su proceso histrico" (Ibd.: 183) y como cultura a
"los elementos patrimoniales del hombre" (Ibd.: 183), adems de "una entidad provista de vida autnoma, suficiente
en relacin a las necesidades humanas, internamente organizada y original en cuanto a la solucin de los problemas
de la vida material, social y mental del hombre" (Ibd.:
150). Claramente identificado con el rgimen peronista que
fue derrocado por la autodenominada Revolucin
Libertadora, Imbelloni fue excluido de la Universidad de
Buenos Aires, de igual modo que algunos de sus discpulos,
como Jos Antonio Gemes. Dcadas ms tarde, Imbelloni
sera transformado en un smbolo del peronismo y de la cul-

El difusionismo fue una de las corrientes antropolgicas ms importantes en los primeros tiempos de la antropologa cientfica.
Desarrollada casi de forma contempornea con el evolucionismo decimonnico, dej algunos conceptos que se siguen utilizando en la moderna antropologa social, especialmente el de reas culturales. En su versin fuerte, el difusionismo concibe la humanidad como carente de
inventiva al considerar que los objetos culturales fueron inventados slo
una vez y trasmitidos a travs de la migracin y el contacto cultural. El
difusionismo descansa en la idea de que las culturas son conjuntos, o
ms bien remiendos, de rasgos culturales adoptados por contacto cultural y migraciones. Por ende, las diferentes culturas no seran ms que el
resultado de diversos orgenes e historias. Fue Leo Frobenius (18731938) quien expandi el mtodo y la teora de su maestro Ratzel, al buscar los paralelos en el desarrollo cultural de la humanidad, a partir de la
idea de los crculos culturales. Al cuestionar la concepcin de la sociedad como una simple yuxtaposicin de elementos, se volc a trabajar
sobre la morfologa cultural y puso especial nfasis en la interdependencia orgnica de las culturas, vistas como formas vivientes que constan de un alma inmanente. Su bsqueda estaba orientada al alma de las
culturas, a los principios psquicos que determinaron las configuraciones de los rasgos culturales. Una parte importante de los difusionistas
alemanes estaban sumamente influenciados por el romanticismo de
Herder y confiaban en la unicidad de las herencias culturales de todos y
cada uno de los pueblos. Rechazaban que la evolucin cultural se produjera a travs de un continuo unilineal y consideraban que los avances
tecnolgicos de una sociedad no necesariamente determinaban la complejidad en otros mbitos, como la cultura, ya que confiaban en la capacidad de una sociedad para, por ejemplo, desarrollar un complejo sistema religioso a la par de escasos avances tecnolgicos. Esa teora apuntaba a establecer una cronologa que permitiera identificar una historia
de las sociedades "inferiores" y a diferencia de la escuela angloamericana, los alemanes se volcaron ms al estudio de la historia de los grupos
tnicos, cuyos cambios fueron vinculados a los contactos culturales,
tomando prestadas ideas y reaccionado contra ellas. Wilhelm Schmidt
(1868-1954) fue quien elabor un difusionismo histrico-cultural con el
objeto de establecer una cronologa que involucre a todas las culturas.
As, trabaj sobre un nmero de rasgos que le permita acceder a la edad
etnolgica de las poblaciones contemporneas, que giran principalmente en torno a la concepcin monotesta de la religin (Eriksen & Nielsen
2001; Barnard 2000, Kuper 2001; Bonte & Izard 2004).

. Pese a que a fines del siglo XIX y principios del XX el Ejrcito no


contaba precisamente con un alto prestigio social, la situacin cambiara radicalmente en la dcada de 1920. A partir de su fuerte identificacin con la Iglesia Catlica y un discurso que giraba en torno a la
nocin nativa de honor, esta institucin se fue ubicando "en un lugar de
excepcionalidad social y moral particular" (Badar, 2006: 9) adems
de "reserva moral de la nacin" (Ibd.) y futuro rbitro de la poltica
nacional.
4
. Comunicacin personal, 1/6/2008.
5
. La Orden de Malta, conformada bajo el estatuto de "estado no territorial", tiene su sede en la ciudad de Roma y posee una magistratura
independiente con relaciones diplomticas bilaterales con 100 pases.
Est organizada en torno a seis Grandes Prioratos, seis Subprioratos, y
47 Asociaciones Nacionales de Caballeros con presencia en todos los
continentes. Tiene la capacidad de expedir sus propios pasaportes, emitir sellos, acuar monedas y conformar entidades pblicas con personera jurdica propia. Se rige por su Carta Constitucional y un Cdigo,
ambos en vigencia desde 1997. El nacimiento de esta Orden se suele
situar hacia el ao 1048 cuando los mercaderes de Amalfi consiguieron
el permiso por parte del Califa de Egipto para construir una iglesia, un
convento y un hospital en la ciudad de Jerusaln.
3

104

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 105

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES...


tura popular, y con el regreso de este movimiento poltico al
poder en 1973 el Museo Etnogrfico dej de llamarse Juan
Bautista Ambrosetti para ser rebautizado como "Centro de
Recuperacin de la Cultura Popular Jos Imbelloni".
Quizs nadie en Mar del Plata conoci a Jos Antonio
Gemes tan bien como Ricardo, quien se considera su discpulo y en la actualidad se desempea como docente de
Psicologa y Comunicacin en una universidad norteamericana. Contactado va correo electrnico, detall que:
"a fines del verano de 1969 hice una visita a Mar del
Plata. Estaba ya terminando mi servicio militar, y estudiaba Filosofa en la Universidad del Salvador. Al llegar a la playa le pido a una pareja mayor si me pueden
cuidar mi ropa. Al volver del mar me pongo a charlar
con ellos. Era Jos Antonio y su mujer. Despus de
hablar un poco de filosofa Gemes me dice: "Porque
no te vens a Mar del Plata a estudiar Antropologa? Te
pods quedar a vivir con nosotros por un tiempo". Volv
a Buenos Aires, arregl mis cosas y en unas semanas ya
estaba estudiando en la Provincial, y viviendo en lo de
Gemes"7.
Alicia, una arqueloga que curs el plan original define a la distancia a aquella carrera como "muy poco antropolgica. Aquello que daba el Tata Gemes era muy raro.
Nos enseaba mucho de numismtica y en el final haba
que ir armando un escudo. Era todo un esencialista y muy
religioso. Primero estaba siempre Tata Dios, de ah el
sobrenombre, y despus la Patria. Era muy nacionalista,
adems deca descender de Martn Miguel de Gemes"8.
Aunque lo recuerda como "una persona muy elegante" no
duda en calificarlo de "mal tipo. Era muy arbitrario, se
burlaba de los estudiantes por cualquier cosa. Una vez un
alumno llevo una Para t9 porque tocaba un tema vinculado a algo que vena explicando y no par de denigrarlo
y tomarle el pelo durante toda la clase"10. Ricardo, pese a
la admiracin que le profesa, admite que "tambin otros
que slo lo vieron o escucharon unas pocas veces no comprendieron su sentido del humor o sus comentarios tipo
"samurai", y reaccionaron negativamente"11. De acuerdo
con relatos de algunos de los estudiantes (psicologa,
sociologa) que cursaron sus materias, se trataba de una
figura muy extravagante y excntrico que, como recuerda
Omar, "se haca servir un whisky on the rocks a mitad de
sus clases"12. Incluso, por medio de uno de sus ayudantes
alumnos -luego profesor en la Universidad de Mar del
Plata durante ms de 30 aos- mandaba grabar las clases
de algunos de sus colegas, como las del socilogo Roberto
Carri. La ancdota se completa con el propio Carri envindole un saludo antes de comenzar la clase a su "gran
amigo el Doctor Gemes, que me est escuchando", que
fue retribuido pblicamente a los pocos das. Algunos

estudiantes lo recuerdan con respeto y en ciertos casos con


admiracin, "por lo culto que era y por su clase. Tena
mucha cancha, era un dandy, siempre de punta en blanco,
muy buena presencia y saba piropear a las mujeres sin
quedar desubicado". Es el caso de Omar, quien lo define
como "paternalista, con rasgos de autoritarismo pero
tambin con mucho carisma y, en cierta, medida un avanzado, un trasgresor. Creo que haba tenido varios matrimonios y tena amistades muy variadas, como Arturo
Jauretche, que fue varias veces a dar conferencias a la
Facultad"13.
Otro rasgo de su perfil extravagante era que
"tena un criado. Cuando viva en Neuqun encontr en
la ventana de su casa a un chico indio mapuche tiritando de fro y se lo termin "quedando". No lo adopt
pero lo hizo su criado y siempre se ocup de l".
Santos detalla adems que Gemes estaba sumamente
preocupado por el futuro del chico ya que tena problemas
para expresarse correctamente, pese a que bromeaba que
"ste tiene sangre real, desciende de Namuncur". Pocos
aos despus, ya en edad del secundario en la ciudad de
Buenos Aires, el joven "demostr tener un talento especial
para las matemticas", segn relata el mismo Santos14. Este
informante recuerda que Gemes "nunca tuvo hijos pero su
ltima esposa tena uno de un matrimonio anterior. Parece
que el muchacho, que no viva en Mar del Plata, trajo a su
novia para presentarla a la familia y le haba advertido que
cuidara bien lo que deca porque "mis paps son muy inteligentes". En esa cena habamos sido invitados varios del
grupo de estudio de Jos Antonio y la pobre chica apenas
se atreva a hablar con monoslabos".
Unos de sus auxiliares en Introduccin a las Ciencias de
la Cultura, Arturo15, lo recuerda como "un ser maravilloso,
un fuera de serie", adems de describirlo como "un .tipo
sper elegante, muy fino, todo un aristcrata". Ricardo
adems aclara que.
"Jos Antonio perteneca a la verdadera aristocracia,
en el sentido profundo de la palabra. Su nobleza de
espritu era evidente para los que lo conocieron ms
ntimamente"16.
Para Arturo, era "un erudito, una persona excepcional". Este mismo socilogo recuerda con mucho aprecio
su amistad con Gemes quien, segn sus palabras, le
pidi que sea su ayudante de ctedra luego de haberle
escuchado algunas intervenciones en las clases. Pudo
conocerlo en detalle ya que "iba a comer seguido a su
casa, y su mujer era encantadora, adems de muy fina".
Sin ofrecer demasiadas precisiones sobre sus campos de
saber (por ejemplo, no enseaba marxismo), este antiguo
colaborador recuerda que "era imposible discutir con l,
por todo lo que saba, pero tampoco dejaba mucho margen para contestarle. No admita que nadie se le plantara sin fundamentos". Arturo considera adems que la

Comunicacin personal, 15/6/2008.


Entrevista llevada a cabo el 28/7/2006.
9
Popular revista de actualidad femenina de la Editorial Atlntida.
10
Entrevista llevada a cabo el 28/7/2006.
11
Comunicacin personal, 15/6/2008.
12
Entrevista llevada a cabo el 15/11/2006.
7
8

Entrevista llevada a cabo el 15/11/2006.


Entrevista llevada a cabo el 11/5/2008.
15
Entrevista llevada a cabo el 6/2/2008
16
Comunicacin personal, 1/6/2008
13
14

105

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 106

CUADERNOS 22
Facultad cambi sustancialmente despus de su cese,
cuando "otros personajes adquirieron un protagonismo
que antes no podan alcanzar porque todo giraba en
torno a Gemes". Vicente, un antiguo compaero de
Arturo en la carrera de sociologa, no lo recuerda con la
misma devocin, pero lo retrata como
"un tipo pintoresco, interesante, divertido, bien formado,
pero un tanto extrao. Daba cosas que ya en ese momento no
tenan mucho sentido, como etimologas, muchas cultura
clsica, historia cultural, los fenicios, cada tanto me acuerdo de las cosas que enseaba o la citas que pronunciaba,
tales como: Imbelloni, Eptome de cultorologa!"17.
Jorge tambin lo define como "pintoresco" y jams
olvidar cuando "trajo a un gaucho a recitar Hamlet.
Gemes era espectacular, no poda pasar desapercibido,
ms all de la utilidad o seriedad de lo que enseaba"18.
Ricardo tiene mucho ms precisiones sobre la formacin
intelectual de Gemes y los autores que prefera su "mentor o maestro personal. No solo su erudicin era amplia y
profunda, sino que su intuicin, visin e inteligencia superaban los rgidos fanatismos y fundamentalismos de la
poca". Lo define adems como un verdadero erudito de
amplia formacin cuyas principales fuentes de inspiracin
eran Nikos Kazanzakis, Herman Hesse, Jiddu
Krishnamurti, Ren Gunon, Jean Gebser, Jos
Hernndez, Mercia Eliade, Dante, Pierre Teilhard de
Chardin, Eric Fromm, Antonio Porchia, entre muchos
otros. Segn el mismo informante, para Gemes.
"las palabras "Humanidades", "Cultura", e incluso
"Antropologa" tenan otra dimensin de significado,
una dimensin metafsica o "vertical"". En definitiva,
"era esencialmente un mstico, y todas sus "carreras",
actividades acadmicas, "clases magistrales" y expresiones personales, incluso su "humor Zen", fueron atentados re-evolucionarios para compartir su visin y
para despabilar a los jvenes hipnotizados con las doctrinas de los "istas" de todo tipo"19.
Tanto por su trayectoria personal como por algunas de
las fuentes intelectuales en las que abrevaba, Gemes
estaba ampliamente influenciado por el pensamiento esotrico. Carvalho (2006) coloca al esoterismo como un
contra-discurso de la modernidad, como un "conjunto de
movimientos de espiritualidad conectados con las llamadas religiones antiguas y con el cristianismo y unificadas
por la presencia de un protocolo de iniciacin" (Ibd.: 2).
Ese pensamiento esotrico se posiciona como una forma
de desenvolver las facultades superiores y favorecer el
crecimiento espiritual, en gran parte mediante ejercicios
de anlisis simblico que involucran la interpretacin de
los mitos y diversas narrativas con el objeto de descifrar
los:
"esquemas simblicos, haciendo elucubraciones de
carcter filolgico, descubriendo analogas entre trminos y conceptos, o buscando conexiones ocultas

entre procesos y eventos. Toda esa actividad incluye


tambin otra dimensin fundamental para comprender
la fascinacin de lo esotrico: la capacidad de hacer
con esas conexiones y exgesis simblicas se reflejen
directamente en la experiencia personal. Y esa experiencia personal es tambin vista en conexin con el
espritu de la poca y el lugar en el que se vive" (Ibd.:
11).
Autores como Ren Gunon han destacado la importancia que para el esoterismo tienen las tradiciones iniciticas, junto con el sentido oculto de, por ejemplo, los
textos. En lneas generales "esos significados diversos no
pueden en ningn caso excluirse u oponerse, sino que,
por el contrario, deben completarse y armonizarse como
las partes de un todo, como los elementos constitutivos de
una sntesis nica" (2006: 10). Como "unidad doctrinal
esencial que se oculta tras la diversidad aparente" (Ibd.:
12), el esoterismo se diferencia de la religin aunque
pueda estar conectada con ella, de la cual pueda tomar sus
modos de expresin simblica, como lo que ocurre con
las cruces. El esoterismo implica adems una tradicin
inicitica (opuesta al saber profano) desarrollada desde la
Edad Media por las diversas rdenes que se fundaron,
como los templarios. Esa tradicin define la funcin de
los smbolos como un soporte de aquellas "concepciones
cuyas posibilidades de extensin son verdaderamente ilimitadas, y toda expresin no es ms que un smbolo; es
necesario, pues, reservar la parte de lo inexpresable, que
en el orden de la metafsica pura es lo ms importante"
(Ibd.: 109). El punto de vista inicitico se vincula entonces con la bsqueda de una verdad profunda, para lo que
el ser:
"debe ante todo identificar el centro de su propia individualidad (representado por el corazn en el simbolismo tradicional) con el centro csmico del estado de
existencia al que dicha individualidad pertenece, y
deber tomar ese centro como base para elevarse a
estados superiores. En ese centro reside el equilibrio
perfecto, imagen de la inmutabilidad principal en el
mundo manifestado; es ah donde se proyecta el eje
que religa entre s todos los estados, el "rayo divino"
que, en un sentido ascendente, conduce directamente
a los estados superiores que se trata de alcanzar"
(Ibd.: 95-6).
Gemes gener profundas adhesiones entre algunos
estudiantes y otras personas ajenas a la facultad que lo frecuentaban con cierta asiduidad, en consonancia con esa
concepcin inicitica del esoterismo en la que resulta fundamental la transmisin del maestro al discpulo. Su casa
era un centro de reunin y discusin que estos jvenes disfrutaban intensamente. Santos, quien formaba parte de ese
crculo y que en aquel momento todava era un estudiante
de secundaria, recuerda con nostalgia las reuniones en "la
casa de Jos Antonio. Su mujer tambin era una persona
encantadora, les caamos a tomar mate, hablar de historia
y del pas. A algunos, como yo, nos interesaba mucho las
cosas que enseaba. A m me daba clases de herldica, nos
enseaba a interpretar en los escudos, los colores, las for-

Entrevista llevada a cabo el 8/2/2008.


Entrevista llevada a cabo el 21/10/2007.
19
Comunicacin personal, 15/6/2008.
17
18

106

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 107

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES...


mas en las diversas pocas"20. Con mayor o menor conocimiento personal, se nota una coincidencia generalizada en
los rasgos contradictorios de la personalidad de Gemes,
definido habitualmente como "elitista", "arrogante", "tajante" en sus apreciaciones, pero a la vez "muy querible" para
los que entraban en su crculo, "erudito" y "muy inteligente". El propio Santos, asegura que "era una persona encantadora, pero tambin difcil. Yo tuve la suerte de caerle bien
y ser su amigo y cuando se fue de Mar del Plata todo el
grupo lo extra mucho"21. Este mismo interlocutor no
recuerda demasiado cul era su afiliacin poltica, pero "era
muy nacionalista, de ah sus coincidencias con personajes
como Jauretche, con quien tena una relacin fluida". Para
unas ltimas aproximaciones descriptivas, es necesario apelar nuevamente a Ricardo, quizs su ms ferviente admirador, quien recuerda que "sus antenas psquicas y metafsicas eran largas o altas, lo que lo mantena en sintona con
"el espritu de los tiempos", mucho ms all de las polticas
parroquiales y nacionales. Su preocupacin era el cambio
o, mejor dicho, la transformacin de la conciencia "de
adentro para afuera", a nivel profundamente individual y
planetario". En esa lnea destaca el contenido de un libro de
Gemes al que no se ha tenido acceso, Mentes nuevas para
tiempos nuevos, en donde "enfatizaba el despertar a "lo que
realmente est pasando en el mundo (el universo adentro y
afuera) o "La evolucin de la humanidad hacia una conciencia csmica"". Para Gemes, las mentes "viejas" (cristalizadas en ismos) no pueden comprender el dinamismo y
flujo transformativo de los tiempos, es decir, lo incesantemente nuevo"22.
La carrera de antropologa que haba gestado, estaba
sostenida en su gran mayora por las materias de Psicologa
y por algunas nuevas asignaturas aprobadas en el plan de
estudios de sociologa. Gemes le haba dado forma a una
carrera a medida de sus inclinaciones tericas y que tena
como fundamentos a las ctedras que dictaba en la facultad.
De este modo, a partir de la Resolucin de Decanato N 65
del 7 de julio de 1968 se cre a la carrera de Antropologa.
En los fundamentos se dej constancia que slo se haca
necesaria la apertura de nueve ctedras nuevas para completar la estructura curricular, como complemento de otras
23 asignaturas que se dictaban en Psicologa y en
Sociologa. Aquel plan original inclua una monografa de
licenciatura, para la cual era obligatorio adscribirse al
Departamento de Humanidades. Incluso tena previsto un
doctorado, con una investigacin de un ao y la redaccin
de una tesis doctoral sobre un tema original y una extensin
no menor a 100 pginas. En el primer ao se cursaba
Introduccin a las Ciencias de la Cultura, Introduccin a la
Psicologa, Introduccin a la Sociologa, Introduccin a la
Filosofa, Economa Social y Biologa Humana. En el
segundo ao estaban programadas Antropologa Fsica,
Sociologa Sistemtica, Metodologa Estadstica,
Psicologa de la Personalidad, Folklore General y Ciencias
Polticas. En el tercer ao se cursaban Prehistoria del Viejo

Mundo, Teora y Metodologa de la Investigacin,


Antropogeografa, Historia Econmica y Social,
Antropologa Cultural y Psicologa Profunda. En cuarto ao
se contemplaban Tcnicas de Investigacin Social,
Prehistoria, Folklore Argentino, Psicologa Social,
Antropologa Filosfica y Sociologa Argentina y Regional.
El plan culminaba en el quinto con Antropologa Social,
Lingstica, Filosofa de la Historia, tica, un seminario
sobre Sociologa de la Religin y otro sobre Sociologa del
Arte.
UN PROYECTO DE DESARROLLO LOCAL?
Gemes presentaba una serie de caractersticas que son
importantes de mencionar. En principio, se haba afincado
en Mar del Plata y parece claro que estaba firmemente involucrado en el desarrollo de las ciencias sociales en Mar del
Plata. Fue sin dudas un institution-builder, aunque con un
perfil claramente distinto de un caso paradigmtico en las
ciencias sociales argentinas: Gino Germani (Blanco
2006b). Germani fue el actor clave en la completa institucionalizacin y modernizacin de la sociologa en la
Argentina, pero:
"su empresa de modernizacin de la sociologa fue
parte de un proceso ms vasto: el de una transformacin de la cultura intelectual y organizacional de las
ciencias sociales. Por su intermedio, la sociologa no
solamente alcanz el rango de una disciplina universitaria, sino que lleg a estar en el centro de la atencin
pblica e intelectual" (Ibd..: 10-1).
A partir de 1957, con la creacin del Departamento y la
Carrera de sociologa en el mbito de la Universidad de
Buenos Aires, Germani result clave para imponer la
"sociologa emprica" frente a la "sociologa de ctedra",
concretando adems una importante renovacin terica
que ya haba plasmado en su labor editorial en las dcadas precedentes. Segn Blanco (2006a), "la seleccin del
material que introduce Germani en la Argentina no parecera obedecer a un criterio disciplinario especfico y
menos todava a una tradicin cultural determinada"
(Ibd.: 88), configurando el carcter estratgico de una
trayectoria intelectual que de ningn modo puede reducirse al de mero reproductor del estructural-funcionalismo. Germani adems conect a la disciplina con los objetivos polticos de planificacin social, sin dejar de advertir por ello los riesgos de un excesivo pragmatismo, ya
que "una racionalizacin restringida al dominio exclusivo de los "medios" poda poner en peligro la permanencia de los valores ms caros a la vida moderna" (Ibd.:
121). Es decir, al abogar por una ciencia emprica e
inductiva, traz un claro lmite con la filosofa social y
estableci que una de las funciones de las ciencias sociales se vinculaba con las tareas de planificacin a partir de
la elaboracin de uniformidades y cadenas demostrables
de causalidad de los procesos sociales, ya sea en asuntos
tales como la sociedad de masas, el totalitarismo, el peronismo, el desarrollo, la modernizacin y la democracia.
Como "jefe moderno" (Ibd.), Germani construy una
alianza intelectual en la que adems de un "elenco huma-

Entrevista llevada a cabo el 11/5/2008.


Ibd.
22
Counicacin personal, 15/6/2008.
20
21

107

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 108

CUADERNOS 22
nista" conjug tradiciones liberales y socialistas, todo
dentro de un marco eclctico e interdisciplinario23. Como
italiano inmigrado, Germani encarna tambin en su poltica innovadora la figura del "hombre marginal", que
"habita entre dos sociedades, entre dos culturas, pero que
no pertenece del todo a ninguna de ellas. Es alguien completamente desgarrado por el antagonismo de distintas
fuerzas sociales que estn en su origen. Cosmopolita y
distanciado del mundo, el hombre marginal es el tipo del
migr, aquel que quiere, al mismo tiempo, permanecer y
partir" (Ibd.: 244).
Gemes no era precisamente un jefe moderno, pero
sin embargo ejerci una creativa labor institucional construyendo una estrategia de formacin de carreras en las
que se posicion como un lder carismtico y autoritario
pero abri el espacio para que se impusieran estilos disciplinares y personales completamente antagnicos a los
suyos. Por un lado, representante de profundas y rancias
tradiciones familiares y epistemolgicas, sus incumbencias tericas y empricas claramente pueden colocarse en
el campo de las humanidades, ms precisamente la filosofa y la historia cultural. En lo estrictamente disciplinar,
la presencia de Gemes implicaba la resistencia de un
paradigma terico en retirada, la corriente histrico-cultural, que ya estaba siendo incluso abandonada por el
principal discpulo de Imbelloni y figura central en la
carrera de Ciencias Antropolgicas en la Universidad de
Buenos Aires, Marcelo Brmida, volcado hacia la fenomenologa. Sin embargo, por otro lado, tambin oper
como un generador de espacios acadmicos novedosos y
propici un desarrollo regional nada comn en su poca.
En su labor institucional, Gemes fue un agente "modernizador", un actor clave que impuls una estrategia de
desarrollo de las ciencias sociales que exceda a sus propias incumbencias. Inclusive en la resolucin de creacin
de la carrera de antropologa mencion la necesidad de
cubrir las "inquietudes de los estudiantes de la regin" y
especific que "el antroplogo representa un papel primordial en las modernas organizaciones econmicosociales". De hecho, su proyecto personal e institucional
parece mostrar aristas definidas. Frente a la figura dominante del profesor viajero, Gemes se radic en la ciudad,
y en varios actos administrativos parece haberle dado
importancia a la radicacin de los profesores, como ocurri en efecto con la contratacin (y posterior concurso)
de Elas Santos Gimnez Vega, un historiador nacionalista, tambin especialista en folklore, que adquiri cierta
importancia en la carrera y que se alejara luego de la llegada de Eduardo Menndez como referente de la antro-

pologa. De todos modos, quizs el caso ms notorio fue


Juan Samaja, quien tambin se radic en la ciudad de Mar
del Plata y se convirti en su secretario acadmico. En
ese sentido, la influencia de Samaja en la formacin epistemolgica de muchos graduados en ciencias sociales
parece haber sido una de las ms slidas y persistentes,
ms all de la peridica presencia (interrumpida durante
el proceso militar) de este investigador en las aulas marplatenses, particularmente en la Facultad de Psicologa
hasta su muerte en febrero de 2007.
En el caso de Gimnez Vega, estuvo a cargo de la otra
materia antropolgica (Folklore y Etnografa) que pudo
llegar a dictarse del plan original. De este profesor, a
cargo de una ctedra de Historia, tampoco los estudiantes
de antropologa consultados guardan un grato recuerdo,
ni por la calidad de sus clases ni por sus caractersticas
personales. Alicia lo haba olvidado completamente pero
cuando se le mencion el nombre le vinieron a la mente
los reiterados problemas que tena con los alumnos por el
maltrato usual y su "obsesin" en destacar que "el verdadero enemigo de la Patria segua siendo Gran Bretaa y
no los Estados Unidos. Como Gemes, tambin era muy
nacionalista"24. Como destaca Navarro Gerassi, el ataque
que los nacionalistas dirigan a Gran Bretaa se justificaba "porque haba sido el aliado tradicional de la lite
liberal argentina. A su entender, dicha alianza transform a Gran Bretaa en la responsable parcial de los infortunios argentinos" (1968: 137). Luego de la renuncia de
Gemes el 19 de abril de 1971, Gimnez Vega pudo mantener formalmente sus cargos hasta mediados de 1972,
cuando interpuso un recurso para buscar la revocatoria de
la limitacin (figura burocrtica que implica el despido)25.
Gimnez Vega tena los ttulos de Profesor de Enseanza
Secundaria Normal y Especial en Letras en la Facultad de
Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires
(1944). Por la misma Facultad era licenciado en Letras
(1952) con especialidad en Literatura Argentina. Haba
sido profesor de griego, latn y literatura latina a fines de
la dcada del 40 en la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educacin de la Universidad de La Plata.
Fue auxiliar docente en la UBA y profesor de literatura
argentina en la Universidad del Litoral, hasta 1955.
Declaraba tambin entre sus antecedentes haber sido invitado a brindar conferencias en universidades alemanas.
Durante el peronismo haba ocupado cargos en el
Instituto Superior de Enseanza Radiofnica (ISER) y en
el servicio Internacional de Radio. Luego se afinc en
Rosario, en donde mantena asiduos contactos con gente
de la organizacin paraestatal de extrema derecha Triple

Como destaca Blanco (2006a), Germani convoc a un amplio grupo


de graduados jvenes de otras disciplinas que luego seran importantes
referentes de las ciencias sociales en el pas. Si bien algunos de ellos
provenan de reas afines, como la filosofa (Eliseo Vern, Miguel
Murmis o Ins Izaguirre), la economa (Jorge Graciarena y Ruth Sautu)
o las ciencias polticas (Jos Luis De Imaz), otros se haban formado en
disciplinas algo menos pertinentes, como ingeniera (Torcuato Di Tella
y Juan Carlos Marn) o arquitectura (Francis Korn y Catalina
Wainerman).

23

Entrevista llevada a cabo el 28/7/2006.


El 14 de agosto de 1972, por informe del fiscal de Estado, se resolvi
rechazar la revocatoria de la limitacin de sus cargos dado que el concurso careci de validez porque Jos Antonio Gemes, el tercero de los
jurados, envi por carta y fuera de tiempo el dictamen. Los otros dos
jurados haban sido Marcelo Brmida y Ciro Lafn, en cuyos dictmenes "no se reconoce la especialidad del recurrente en la ctedra concursada".
24
25

108

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 109

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES...


A, segn asegura un profesor que lo conoci en aquella
ciudad. Carlos Bozzi (2006) lo coloca como un asiduo
participante de charlas debates en eventos culturales de
Mar del Plata y lo clasifica como "historiador nacionalista".
Gimnez Vega posea una obra mucho ms profusa
que Gemes y en su currculum constan varias obras
publicadas, como gramticas griegas y de latn, traducciones del francs y del italiano, y anlisis de obras como
el Martn Fierro, la literatura de la etapa rosista, y tratados sobre el revisionismo histrico. Uno de esos libros,
Cartas a un joven rosista, est dedicado a los integrantes
del Operativo Cndor26, "quienes pusieron pie argentino
y plantaron la bandera nacional en el archipilago irredento. Un gobierno militar los conden a crcel y mazmorras en calabozos cerrados para los criminales del
pas" (Gimnez Vega 1970: 7). Ms curioso an es que su
hijo Guillermo Daniel tambin particip del mismo operativo pero se lamenta, en otra dedicatoria del mencionado libro, de que su "frustrado descenso en las Islas
Malvinas fuera castigado en la mal disimulada crcel de
la Base Aeronaval Ro Grande (Tierra del Fuego)" (Ibd.:
8). En ese mismo libro, en el que escribe cartas a un imaginario "joven rosista", cuestiona -como es de esperar- a
la "historia tradicional argentina", pero tambin se despega de ejercicios revisionistas a los que califica de "demaggicos". As, pronuncia duros ataques contra las posturas revisionistas que, descubriendo "la gran veta del guitarreo demaggico" (Ibd.: 10), protagonizan una "exaltacin alucinante, traspasando todos los lmites de la verdad, y la denigracin hasta la abominacin, han invertido los polos en la predicacin folklrica y es fuente de
beneficios a costillas de eterna crucificada: la verdad
histrica" (Ibd.: 10). Por ello propone enfrentar el revisionismo dentro del propio revisionismo, resaltando que
el objetivo de esta corriente no consiste en:
"sustituir el olimpo del procerazgo nacional ni fabular caprichosamente para satisfaccin de la vanidad
nacional. El revisionismo parte del principio elemental y visible del fracaso de ms de ciento cincuenta
aos de historia que nos han hecho perder casi la
mitad del territorio y la totalidad de nuestra capacidad de reaccin" (Ibd.: 10).
En un claro ejemplo de la visin decadentista de la historia nacional (Halpern Donghi 2005), el autor seala que
frente a una dependencia histrica de los intereses britni-

cos se hace necesario romper "las barreras que toda publicidad imperialista levanta en las fronteras de nuestras
naciones" (Gimnez Vega 1970: 15). Pero se encarga de
alertar acerca de los ejercicios revisionistas que especulan
con "falsos paralelos" y "patrocinan imgenes forzadas.
Escritas, parladas, musicadas, gritadas, bombeadas, se
esparcen por el pas docencias que imponen una obligacin
a quienes dimos nuestro nombre a una corriente que ha
dejado de ser cientfica, para convertirse en comercial"
(Ibd.: 11). Al cuestionar la dimensin comercial de algunas
vertientes del revisionismo histrico, opone la figura del
investigador riguroso al "panfletista fogoso, elocuente,
acreedor al aplauso muchas veces, pero en definitiva, panfletista y no historiador" (Ibd.: 12). Otro de los puntos que
denota es la tendencia de muchas obras revisionistas a
"trasladar al pasado la aceptacin del hombre del presente, es un fundamento puramente demaggico, el que solamente se justifica en la aventura comercial de la historia"
(Ibd.: 19). Resume esa lnea de trabajos en el intento de
"simplificar la historia asegurndole a cada peronista que
debe ver bajo su piel a un rosista, por cuanto el rosista no
era, ni ms ni menos, que el peronista de hoy. As: con criterio elemental, se aumenta la grey de lectores, aunque cientficamente todo esto no sea ms que una estafa" (Ibd.: 20-1).
Gimnez Vega haba desarrollado un proyecto de insercin laboral plena en Mar del Plata. En una situacin muy
poco frecuente por aquellos aos en la universidad local,
formul un proyecto de investigacin en el marco de la
materia Folklore General, que fue aprobado el 24 de marzo
de 1971 mediante una resolucin del decano normalizador
interino, Virginio Eliseo Alsinet, y que se titulaba "Estudio
Antropolgico: El Hombre Portuario". En los considerandos del acto administrativo de aprobacin, se destaca "la
extraordinaria importancia que tal investigacin reviste
para la ciudad portuaria y pesquera de Mar del Plata". En
ese proyecto de investigacin, Gimnez Vega planteaba un
estudio del hombre portuario en su "mbito domstico",
"social", "empresario", "sus manifestaciones culturales",
"lingsticas", "religiosas", "deportivas", "histricas",
"ergolgicas" y "tcnicas". En concreto, se propona "dar
una visin total de los problemas pesqueros a travs del
hombre y su sociedad, para establecer bases que interesen:
a) a la nacin que ha invertido sumas varias veces millonarias (); b) a la poblacin () ; c) a la industria () y
d) al trabajador ()". Junto con el desarrollo de algunos
datos estadsticos, referidos a variables econmicas, sociales y sanitarias, se refera a "cierto vrtigo de inmoralidad
se ha adueado de la zona y es perceptible en hechos tales
como: vaciamiento en el Banco Nacin (), maniobras
comerciales en la cooperativa pesquera que a su vez supone una estafa a los productores (), monopolio en el trasporte, alza negra en el precio del pescado (), desvo de
pescado". Tampoco se priva de analizar las condiciones
laborales de los trabajadores pesqueros, denunciando la
cantidad de horas de trabajo. Consideraba al sector apresado en un "sistema arcaico" que "lo embrutece. El exceso de
horas lo postra de tal manera, que a su retorno debe confiar en terceros el control, precios y el fruto de sus traba-

26
El "Operativo Cndor" se produjo el 28 de octubre de 1966 cuando
un grupo compuesto por 18 jvenes (slo una mujer entre ellos) consiguieron desviar un avin DC-4 de la la areolnea estatal argentina hacia
la capital de las Islas Malvinas, Port Stanley. El grupo, compuesto por
"simpatizantes del nacionalismo de derecha y del peronismo, forz al
comandante de la nave a aterrizar en la pista de carreras ecuestres de
Stanley (no exista an el aeropuerto), a la que los comandos bautizaron "aeropuerto Antonio Rivero"; luego distribuyeron panfletos explicando la operacin, rebautizaron a Puerto Stanley como "Puerto
Rivero", y fueron rodeados por curiosos e infantes de marina" (Guber,
2001: 91). Los responsables fueron encarcelados entre nueve y quince
meses a su regreso al pas.

109

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 110

CUADERNOS 22
jos". La investigacin pensaba incorporar tambin estudiantes de sociologa y economa en una concepcin interdisciplinar tendiente a resolver problemas concretos, como
dficit alimenticios y mejores sistemas que permitan una
mayor captura, para as lograr que la universidad reintegre
algo de lo que la sociedad invierte en la institucin.
La problemtica de los profesores viajeros se encuentra
plenamente vigente en muchas universidades del interior
del pas y constituye toda una metfora de la organizacin
sociopoltica de la Argentina. Aunque en la Universidad de
Mar del Plata ya es un fenmeno marginal, durante mucho
tiempo las distintas carreras se apoyaron en el aporte de
profesores de otras casas de estudios (principalmente la
Universidad de Buenos Aires y la Universidad de La Plata)
que con sus viajes peridicos cubran las ctedras ante la
inexistencia de recursos locales. En muchos casos, la lgica que sostiene la poltica de armar las carreras con esta
clase de profesores gira en torno a la confianza de que
estos profesores "formarn gente" en el mediano plazo
para que luego esos recursos locales ocupen los cargos. Es
decir, se trata en principio de una estrategia temporal hasta
tanto el medio local est en condiciones de proporcionar
profesionales bien formados por esos mismos profesores
viajeros. As se fueron moldeando -en lneas generales- las
prcticas efectivas que caracterizaron los distintos proyectos disciplinares en ciencias sociales en la Universidad de
Mar del Plata27. En ocasiones, la puesta en prctica del sistema de profesores viajeros redunda en carreras en las que
los estudiantes disponen apenas de un contacto escaso y
superficial con profesores que no pasan ni siquiera un da
entero en el lugar de destino. Ms all de esos impedimentos estructurales, la situacin se hace aun ms endeble
cuando esos profesores viajeros asumen como una tarea
menor su trabajo en esas universidades del interior, o incluso como una plataforma para incrementar el currculum
con cargos que no podran obtener en sus lugares de origen
ante una mayor competencia28.
Como se mencionaba anteriormente, la salida de

Gemes constituy un punto de inflexin en una Facultad


de Humanidades cuya fisonoma se modific sustancialmente por la salida de su principal referente. Pero el estilo
de gestin de Gemes, sostenido en su carcter personalista, sus extravagancias y su carisma perteneca a otra poca
y no tena posibilidad de sostenerse en el tiempo. Los focos
de militancia estudiantil, todava incipientes, no haban
alcanzado a impactar directamente en la vida institucional
de carreras que contaban con profesores provenientes de las
ciencias duras abocados a sus tareas profesionales y de
investigacin (los casos del bilogo Justo Zanier y del
mdico psiquiatra Hugo Guangirolli son los ms notorios),
docentes formados originalmente en los organismos de
seguridad (el capitn del Ejrcito Virgilio Beltrn y el comisario Ernesto H. Hiplito, ambos socilogos, y hasta el propio Gemes), especialistas en reas especficas de investigacin que estaban iniciando sus carreras acadmicas (Julio
Aurelio en metodologa, el propio Juan Samaja) y por
supuesto los representantes de las ctedras nacionales que
conceban la universidad como un espacio de lucha poltica
y de formacin de militantes para la revolucin (Roberto
Carri, Jorge Carpio, Enrique Pecoraro, Juan Pablo Franco,
Gunnar Olson, Norberto Wilner, Nstor Momeo, entre
muchos otros). En torno a las ctedras nacionales se conform la sociologa nacional, caracterizada por su rechazo
a los principales fundamentos de la sociologa acadmica
dominante de la poca, encarnada en la figura de Gino
Germani. Al rechazar las formas convencionales de entender la prctica cientfica (la utilizacin de la ciencia, sus
objetivos ocultos, el destino de los resultados, las reglas de
juego del campo cientfico, el financiamiento), bajo la acusacin de cientificismo, esta sociologa busc elaborar nuevas categoras de anlisis que permitieran adems transformar una realidad nacional caracterizada, entre otros aspectos, por la opresin del imperialismo. En efecto, luego de su
salida y de un perodo de transicin en el que se destacaron
en los espacios de gestin figuras como Julio Aurelio y
Ernesto Hiplito (ambos militantes peronistas pero con una
concepcin distinta de la prctica disciplinar que la de los
referentes de las ctedras nacionales), el empuje incontenible de la radicalizacin poltica de la juventud llevaran al
intento de construir desde 1973, con el regreso del peronismo al poder del Estado Nacional, la "universidad nacional
y popular". La salida de Gemes sera necesaria para que la
antropologa social encontrara espacio en las aulas de la
Facultad de Humanidades y generara una adhesin mayoritaria en tiempos que requeran, para la conciencia de un
estudiantado en proceso de radicalizacin poltica, una
reflexin crtica de los tiempos presentes.

Quien se hizo cargo de la carrera de antropologa luego de la destitucin de Gemes, Eduardo Menndez, jams se afinc en Mar del Plata.
Si bien su compromiso con la formacin de los estudiantes se asume de
forma unnime como plena, ni l ni inguno de los profesores de la
carrera eligi asentarse en la ciudad para desarrollar sus tareas de forma
exclusiva. Slo Leopoldo Bartolom solicit una dedicacin exclusiva
(no exista esa figura administrativa sino una cantidad de horas de
docencia e investigacin fijas) pero el rectorado se la neg a principios
de 1975. Como contrapartida, Bartolom se radic en Posadas, en
donde s pudo establecerse y crear una carrera de antropologa social
que lograra sobrevivir incluso en el Proceso militar (Bartolom 2006)
y que establecera una firme tradicin en formacin de grado, investigacin de campo, antropologa aplicada a las problemticas reginales y,
ya en la dcada del noventa, la creacin de los primeros postgrados en
el pas en antropologa social.
28
Claramente, la eficacia en la implementacin de este sistema depende de mltiples factores y un estudio sistemtico de su aplicacin en
diversas casas de estudio podra arrojar conclusiones ms ilustrativas.
En el caso de la carrera de antropologa de Mar del Plata, la imposibilidad de contar con profesores radicados en la ciudad fue uno de los factores claves para el desarrollo de la disciplina y la planificacin sistemtica de investigacin de campo (Gil, 2007).
27

A MODO DE CONCLUSIN
Esta figura "menor" de la antropologa argentina ha sido
analizada de modo tal que pudiera utilizarse como una posible va de acceso a problemticas propias del campo antropolgico argentino, pero tambin de los avatares sociopolticos del pas. Jos Antonio Gemes encarna una poca
muy particular de la universidad y de un pas que se encaminaba a la mayor tragedia colectiva de su historia. De una

110

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 111

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES...


manera bastante clara, encarna tambin las ambigedades
del onganiato, es decir, la convivencia contradictoria de
figuras en apariencia antagnicas pero que tras el golpe de
Estado que depuso a Arturo Illia inici un proceso de profundo cambio. En este caso en las ciencias sociales, la
Noche de los Bastones Largos abri espacios que fueron
ocupados por profesores identificados con el peronismo
que haba sido expulsados de la universidad luego de la
Revolucin Libertadora (como el caso de Gemes) y por
docentes jvenes que abrazaron al peronismo y que en gran
parte de los casos fueron radicalizando cada vez ms sus
opciones polticas y epistemolgicas. En ese sentido, el
fenmeno de las ctedras nacionales resume gran parte de
esa problemtica que impact directamente en el campo de
las ciencias sociales argentinas de los sesenta y setenta.
Referente de la teora histrico-cultural y del legado de
Imbelloni, y ampliamente influenciado por el cristianismo
esotrico, Gemes se constituy en un actor clave en el
desarrollo de un proyecto universitario plural y contradictorio que abri puertas que fueron luego cerradas por la
represin paraestatal peronista y por el terrorismo de
Estado del nuevo golpe militar de 1976 (Gil 2008). Ms
all de la ideologa y el nivel acadmico, el proyecto de
facultad de Gemes se asentaba (e incluso apareca explcitamente mencionado en actos administrativos de creacin de carreras) en el desarrollo local y la actividad eminentemente acadmica que de ningn modo renunciaba a
la afiliacin poltica pero que no supeditaba -como en s
ocurrira parcialmente ms adelante- lo acadmico a lo
poltico. Dueo de un estilo de gestin tradicional, carismtico, paternalista y autoritario, pudo erigir un liderazgo
que se cort abruptamente por una decisin de la esfera
poltica provincial. Por eso, a partir de 1971 se instaurara
otro proyecto pedaggico disciplinar de relevancia en la
historia de la antropologa social en la Argentina, que
marca la emergencia de las ciencias sociales frente a un
viejo patrn dominado por las humanidades (Suasnbar
2004). De aquellas figuras de gran peso en el campo intelectual como el sabio humanista, el especialista (tpico de
la etapa modernizadora de fines de los aos cincuenta),
surgira dominante en el campo de las ciencias sociales la
concepcin de "intelectual comprometido", en este caso el
antroplogo militante que entenda su disciplina como una
forma de transformar la sociedad. Pero antes de eso, el Tata
Gemes se constituy en, segn palabras de Ricardo, una
"inspiracin en el corazn de aquellos que lo conocieron
de alma, y como una invitacin, tal cual nos deca siempre,
a "superar el macaneo universal"29. Aquel aristcrata salteo que poda acabar con una toma estudiantil amparado
en su autoridad, comprobara -poco antes de su muerte- la
profundidad de los cambios en la vida universitaria de los
setenta en otro espacio geogrfico en donde volvi a ocupar puestos de gestin. Segn relata Echenique (2005) su
actuacin en el rectorado de la Universidad Nacional del
Comahue desat el 12 de septiembre de 1973 una manifes-

29

tacin con disturbios y barricadas que culmin en una


represin policial con gases lacrimgenos que dej el saldo
de una docena de estudiantes heridos30. Como profetizando
los nuevos tiempos venir, el decreto de su cese le ahorr
chocar en la Universidad de Mar del Plata contra los nuevos vientos de gestin universitaria y de radicalizacin
poltica de los estudiantes y cientistas sociales.
Mar del Plata, septiembre de 2009
AGRADECIMIENTOS
Agradezco los valiosos comentarios de quien evalu el
artculo y, en particular, de las concretas sugerencias de
Rolando Silla. La investigacin en la que se enmarca este
trabajo cont con financiamiento de la Agencia Nacional de
Promocin Cientfica y Tecnolgica (ANPCyT), Proyecto
PICT 2006/1728.
BIBLIOGRAFA
Badar, M.
2006. La construccin simblica de la identidad del
Ejrcito argentino: un anlisis histrico a partir de la
imagen del Colegio Militar de la Nacin.
Entrepasados. Revista de Historia, XV (30): 7-28.
Barletta, A. y Lenci, M.
2001. Politizacin de las Ciencias Sociales en la Argentina.
Sociohistrica. Cuadernos del CISH, 8: 177-199.
Barletta, A. y Tortti, M.
2002. Desperonizacin y peronizacin en la universidad en
los comienzos de la partidizacin de la vida universitaria. La Universidad cautiva, pgs 107-123.
Pedro Krotsch (org.) La Plata, Al Margen.
Barnard, A.
2000. History and Theory in Anthropology. Cambridge,
Cambridge University Press.
Bartolom, L.
1980. La antropologa en Argentina: problemas y perspectivas, Amrica Indgena, XL (2): 207-215.
2006. Estructura y Eventos: "Serendipity" y los procesos
histricos. Ponencia presentada ante el VIII
Congreso de Antropologa Social, Salta,
Universidad Nacional de Salta.
Belli, E.
1999. Los orgenes de la situacin actual: la antropologa
social en Buenos Aires. En: Antropologa del presente, pags. 105-117. Grard Althabe y Flix
Gustavo Schuster (eds.) Buenos Aires Edicial.
Blanco, A.
2006a. Razn y modernidad. Gino Germani y la sociologa
en la Argentina. Siglo XXI, Buenos Aires.

Echenique (2005) seala que durante 1973 las luchas facciosas dentro del peronismo impactaron violentamente en la Universidad
Nacional del Comahue, en especial a partir de las designaciones de los
rectores interventores. Asimismo detalla que en ese ao se sucedieron
seis gestiones distintas, llegndose incluso a conformar dos rectorados
en forma paralela. Uno de ellos involucr precisamente a Jos Antonio
Gemes.

30

Comunicacin personal, 1/6/2008.

111

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 112

CUADERNOS 22
2006b. Estudio preliminar. En: Gino Germani: la renovacin intelectual de la sociologa, pgs. 9-51. Bernal:
Universidad Nacional de Quilmes.
Bonte, P. & Izard, M.
2004. Dictionnaire de lethnologie et de lanthropologie.
Paris, Puf.
Bozzi, C.
2006. Luna roja. Desaparecidos de las playas marplatenses. Mar del Plata, Surez.
Buchbinder, P.
2005. Historia de las universidades argentinas. Buenos
Aires, Sudamericana.
Carvalho, J. J. de
2006. Uma viso antropolgica do esoterismo e uma viso
esotrica da antropologa. En Universidade de
Braslia, Serie Antropologa, 406.
Echenique, J.
2005. El movimiento estudiantil universitario del
Comahue (1969-1976). En: Sujetos sociales y polticos: historia reciente de la norpatagonia argentina. Orietta Favaro (coord.) Buenos Aires, La
Colmena.
Eriksen, T y Nielsen, F.
2001. A History of Anthropology. London, Pluto.
Garbulsky, E.
2004. La Produccin del Conocimiento AntropolgicoSocial en la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad Nacional del Litoral, entre 1955-1966.
Vnculos y relaciones nacionales. Cuadernos de
Antropologa Social, Universidad de Buenos Aires,
20: 41-60.
Gil, G.
2007. Ideologa, represin e investigacin de campo. La
carrera de antropologa de Mar del Plata. Anuario de
Estudios en Antropologa Social, 3: 53-73.
2008. Una experiencia universitaria "frustrada".
Persecucin y represin antes del golpe en la
Universidad de Mar del Plata. Sociohistrica.
Cuadernos del CISH, 21/22: 91-119.
2009. La facultad que no fue. Las ciencias sociales en la
Universidad de Mar del Plata (1968-1977).
Propuesta Educativa, 31: 81-89.
2010. Ethnography among 'experts': Notes on collaboration and sabotage in the field". Qualitative
Research, 10 En prensa.
Gimnez Vega, E.
1970. Cartas a un joven rosista. Buenos Aires, Luis
Lasserre.
Guber, R.
2001. Por qu Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda. Buenos Aires, Fondo de Cultura
Econmica.
2002. "El Cabecita Negra" o las categoras de la investigacin etnogrfica en la Argentina. En: Historia y estilos de trabajo de campo en la Argentina, pgs. 347374. Sergio Visacovsky y Rosana Guber (comps.)
Buenos Aires, Antropofagia.

2003. "Antropologa Social: una categora nativa de la


dispora antropolgica argentina". Anuario
Antropo-lgico 2000/2001: 169-190.
2006. Linajes ocultos en los orgenes de la antropologa
Av, 8: 26-56.
Guber, R. y Visacovsky, S.
1998. Controversias filiales: la imposibilidad genealgica
de la antropologa social de Buenos Aires.En:
Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa, XXII-XXIII: 25-53.
2000. Nacin, marginalidad crtica y el Otro interno en la
antropologa social argentina de los 1960s-70s.
Desarrollo Econmico. Revista de Ciencias
Sociales, 40 (158): 289-316.
Gemes, J.
1945. Influencia del medio geogrfico en la equitacin
argentina. GAEA. Anales de la Sociedad Argentina
de Estudios Geogrficos 7 (2): 347-370.
Gunon, R.
2006. El esoterismo de Dante. Buenos Aires, Paids.
Halpern Donghi, T.
2005. El revisionismo histrico argentino como visin
decadentista de la historia nacional. Buenos Aires,
Siglo XXI.
Hidalgo, C.
1999. Comunidades cientficas: los antroplogos enfocan
la ciencia. En: Antropologa del presente. Pgs. 4359. Grard Althabe y Flix Gustavo Schuster (eds.)
Buenos Aires, Edicial.
Imbelloni, J.
1935. Eptome de Culturologa. Buenos Aires, Humanior.
Kuper, A.
2001. Cultura. La versin de los antroplogos. Barcelona,
Paids.
Lebedinsky, V.
1999. Descifrando una comunidad. El caso de los antroplogos sociales en la Argentina". En: Antropologa
del presente, pgs. 119-153. Grard Althabe y Flix
Gustavo Schuster (eds.) Buenos Aires, Edicial.
Menndez, E.
1999 Continuidad/discontinuidad en el uso de conceptos
en antropologa social. En: Antropologa social y
poltica. Hegemona y poder: el mundo en movimiento, pgs. 15-36. Mara Rosa Neufeld y otros
(comps.) Buenos Aires, Eudeba.
Motzafi-Haller, P.
1997. Writing Birthright: On Native Anthropologist and
the Politics of Representation. En: Auto/ethnography. Rewriting the Self and the Social, pgs. 195222. Deborah E. Reed-Danahay (ed.) Oxford, Berg.
Murmis, M.
2005. "Sociology, political science and anthropology: institutionalization, professionalization and internationalization in Argentina. Social Science Information
44 (2-3): 227-282.

112

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 113

TRADICIN Y CULTURALISMO. JOS ANTONIO GEMES...


Neufeld, M. y Wallace, S.
1999. Antropologa y ciencias sociales. De elaboraciones
histricas, herencias no queridas y propuestas abiertas. En: Antropologa social y poltica. Hegemona y
poder: el mundo en movimiento, pgs. 37-56. Mara
Rosa Neufeld y otros (comps.) Buenos Aires,
Eudeba.
Navarro Gerassi, M.
1968. Los nacionalistas. Buenos Aires, Jorge lvarez.
Pogodorny, I.
1999. De la antigedad del hombre en el Plata a la distribucin de las antigedades en el mapa: los criterios
de organizacin de las colecciones antropolgicas
del Museo de La Plata entre 1897 y 1930. Histria,
Cincias, Sade-Manguinhos, 6 (1): 81-101.

Ratier, H. y Ringuelet, R.
1997. La Antropologa Social en la Argentina: un producto
de la democracia. Horizontes Antropolgicos 3 (7):
10-23.
Ringuelet, R.
2007. "Une perspective contemporaine de l'anthropologie
sociale argentine. Journal des anthropologues, 110111.
Sarmiento, D.
1999 Facundo. O civilizacin y barbarie en las pampas
argentinas. Buenos Aires, Emec.
Suasnbar, C.
2004. Universidad e intelectuales. Educacin y poltica en
la Argentina (1955-1976). Buenos Aires, FLACSOManantial.

113

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 114

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 115

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 10570-8346
852-1002
ISSN

LAS ORGANIZACIONES INDGENAS DEL CHACO Y SUS ESTRATEGIAS DE LUCHA


Graciela Beatriz Guarino *
RESUMEN
La resistencia tnica de las Organizaciones Indgenas en la provincia del Chaco se est desarrollando bajo nuevas modalidades de concertacin con sectores sociales excluidos. En esta direccin se analizan dichas estrategias, en un momento
clave para los movimientos indgenas, como la Marcha Histrica de las comunidades en el ao 2006.
PALABRAS CLAVES: Movimientos tnicos-luchas sociales-alianzas
ABSTRACT
The ethnic resistance of the Indigenous Organizations in the province of the Chaco is being developed under new modalities of agreement with excluded social sectors. In this direction these strategies are analyzed, in a key moment for the indigenous movements, such as the Historical March of the communities in 2006
KEY WORDS: Ethnic movements- social conflict-alliances

INTRODUCCIN
En los ltimos aos del siglo XX los escenarios pblicos de Amrica Latina registraron una gran efervescencia
colectiva proveniente de los movimientos sociales de organizaciones comunitarias, decididas a expresar sus reivindicaciones con nuevas estrategias. Se trataba de sectores
emergentes, portadores de identidades sociales de las clases
media y baja, desestructuradas por las polticas de ajuste y
la globalizacin, que reclamaban ser reconocidos en su
especificidad como mujeres, jvenes, jubilados, campesinos, desocupados, o ex-combatientes.
Aunque con diversidad de intereses compartan la
modalidad de protesta colectiva y la visin de una sociedad
flexible en sus estructuras e inclusiva en sus prcticas. Para
convocar la atencin de las autoridades y ciudadanos en
general, irrumpan en el espacio pblico urbano con marchas, piquetes, campamentos, ollas populares, abrazos simblicos, escraches, es decir activaban formas no convencionales de lucha social.
A ellos se integraron los movimientos indgenas, que si
bien cuentan con trayectoria en los cinco siglos de dominio
colonial, se adhirieron a esas estrategias de accin y buscaron alianzas con otros sectores sociales. La resistencia tnica que histricamente representaron contra el etnocidio de
la conquista y colonizacin, fue asumiendo entidad poltica
y social al demandar participacin en diferentes esferas de
gestin pblica, ejecucin de programas de educacin bilinge, sanitarios y promocin econmica, legitimacin de sus
organizaciones, inclusin de dirigentes indgenas en candidaturas electorales, concertacin de alianzas estratgicas
con instituciones civiles. Las movilizaciones indgenas en
Ecuador contra el Plan de Ajuste econmico o los
Movimientos 19 de de Abril y 11 de junio creados como
organizaciones polticas indgenas en Paraguay, son claros
ejemplos del cambio iniciado en el contenido y las prcti-

cas de las reivindicaciones de pueblos originarios.


Con sus propias caractersticas, en Argentina tambin
las organizaciones indgenas estn multiplicando sus apariciones pblicas de protesta con diferentes expresiones y
modalidades, siendo la del pueblo mapuche una de las
mejor conocidas.
El territorio de la provincia del Chaco tardamente
incorporado a la nacin a fines del siglo XIX, tambin
registr acontecimientos de resistencia tnica de sus pueblos originarios, tales como la sublevacin en Napalp de
1924, Pampa del Indio y el Zapallar en 1933 (hoy General
San Martn). Estos movimientos indgenas surgieron, en ese
momento, como respuesta a la tensin social y desajuste
cultural que provocaba en los grupos tnicos chaquenses la
incorporacin a una economa de produccin agro-exportadora que destruy la autonoma de su sistema social transformndolo en trabajador asalariado en ingenios o pequeo
productor de algodn1.
Ms cercanas a nuestro tiempo sucedieron otras participaciones colectivas con actitudes reivindicatorias, por
ejemplo, en el marco de la redaccin de la Ley provincial
del Aborigen (1987) y la constitucin de la Asociacin
Megexogoch para las comunidades de Colonia Pastoril
Teuco (1989) con su emblemtica lucha por las 150.000
has. de tierras aborgenes. En esencia los reclamos de estas
nuevas movilizaciones legitimaban aquellos de principios
del siglo XX al exigir respeto por sus derechos sobre la tierra, recursos naturales y costumbres ancestrales.
Un instrumento importante para la exposicin pblica de
estos reclamos fueron las organizaciones comunitarias, que
si bien ya existan en los asentamientos rurales como agrupamiento social y tnico, ahora se multiplicaron bajo la
forma de Asociaciones Civiles agregando a su existencia la
dimensin legal. Otra estrategia fue el disciplinamiento en
1
Hermitte, Esther y equipo. Estudio sobre la situacin de los aborgenes de la Provincia del Chaco. Misiones, Universidad Nacional de
Misiones. 1995, pp 52-55.

* Instituto de Historia. Facultad de Humanidades. UNNE.


[email protected].

115

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 116

CUADERNOS 22
las prcticas electorales para el funcionamiento del IDACH,
Instituto del Aborigen Chaqueo, organismo autrquico creado por la Ley del Aborigen, con la misin de apoyar la promocin social y defensa de los derechos de los indgenas.
En el Chaco se estn produciendo modificaciones estructurales de la economa que tradicionalmente se desarroll
como agrcola-ganadera y forestal, donde el Estado ejerca la
regulacin de la tenencia de la tierra y los precios de la produccin. Estos cambios originados en la privatizacin de
campos y la expansin sojera afectaron la rentabilidad de
pequeos productores rurales, e incluso provocaron la prdida de sus propiedades. La vulnerabilidad social y econmica
involucr tanto a campesinos criollos como aborgenes,
movilizndolos hacia la protesta pblica y la institucionalizacin de sus reclamos.
As como en la dcada del 90 la Asociacin
Meguexogoch encabez la mayor organizacin de resistencia tnica por la defensa de la tierra, en el nuevo milenio
el acontecimiento que marca un cambio en la estrategia de
movilizacin ser la Marcha histrica hacia la ciudad de
Resistencia en mayo de 2006.
Segn Hctor Vzquez, la variable tnica de las organizaciones comunitarias nativas no admite el mismo tratamiento de anlisis de los nuevos movimientos sociales porque se estaran extrapolando situaciones diferentes y grupos
cualitativamente diversos. (Vzquez, Hctor, 2000:132133). Los movimientos sociales nuclean a sectores excluidos de sus categoras sociales por fenmenos econmicos
coyunturales, reversibles o con capacidad de reinsertarlos,
pero los movimientos de resistencia tnica se fundan en
procesos histricos de dominacin-sometimiento. Los grupos indgenas reaccionan consciente e inconscientemente a
las manipulaciones y excesos de la sociedad dominante desplegando multiplicidad de estrategias, en los campos de
interaccin sociotnica en los que viven las comunidades.
No obstante, es en esos campos de interaccin donde los
indgenas asumen que sus luchas tnicas, autoafirmativas y
contra la discriminacin, comparten reivindicaciones con
sectores sociales tan empobrecidos, desarraigados y excluidos como ellos. Por esto es pertinente incorporar en el anlisis de las resistencias tnicas la variable social, "a partir
de la idea de sobreexplotacin de las minoras tnicas que
sufriran una explotacin de clase y una discriminacin
tnica" (Ringuelet, Roberto,1992:132). Y esto no solo
desde la mirada terica de los cientistas sociales que proponen articular los conceptos de etnia y clases sociales en
movimientos tnicos, sino desde las prcticas y la percepcin de los protagonistas que as lo revelan.
La toma de conciencia de la posicin que como sujeto
colectivo tienen las etnias en la estructura social del Chaco
es un proceso complejo, no siempre homogneo en su devenir porque est atravesado por conflictos intertnicos, o
con las organizaciones polticas (partidos polticos,
IDACH, Unin Campesina, Corriente Clasista y
Combativa), religiosas (diversas Iglesias protestantes) y no
gubernamentales. Por esta razn proponemos en esta investigacin abordar ese proceso como un campo de lucha,
donde los aborgenes deben superar las diferencias inte-

rtnicas y percibirse en el espacio social como miembros de


un grupo social ms inclusivo. La categorizacin como productor, asalariado o desocupado resultan del aspecto que
ellos hagan prevalecer en las relaciones de explotacin en
las que se hallan sumidos. El objetivo est dirigido a analizar las estrategias desarrolladas para articular la defensa de
la propiedad de la tierra, un reclamo tnico planteado siempre como "de reparacin histrica", con la lucha por mejores condiciones de vida, una lucha de carcter social, poltica y multisectorial. En la Marcha Histrica de las comunidades del ao 2006 se manifiesta ese momento clave de
convergencia tnica y social, en tanto movimiento de resistencia indgena bajo la gida del campesinado chaqueo.
LA CUESTIN ABORIGEN EN EL CHACO DEL SIGLO XX
Los conflictos por la tierra, considerada como objeto de
apropiacin y medio de produccin, son centrales e histricos entre poblaciones originarias y las estructuras de poder
en el Chaco. A fines del siglo XIX el Estado Nacional reconoca que los principales ejes del denominado "problema
aborigen " en el Norte eran el nomadismo y la agresividad
de los indios del Chaco. Por ello despleg como estrategia
oficial para pacificarlos su radicacin definitiva en reducciones o colonias. Esa era una condicin bsica para la ocupacin, poblamiento y desarrollo de los frentes extractivos
de una economa capitalista en expansin, vida de recursos
naturales y mano de obra barata.
En las primeras dcadas del siglo XX los informes de
funcionarios pblicos sobre la situacin de los indios del
Chaco contenan diagnsticos y propuestas para mejorar su
integracin social recomendando siempre la proteccin y
tutela del Estado. Aunque la letra de la Constitucin
Nacional los inclua como ciudadanos, en la prctica para el
ejercicio de sus derechos, los aborgenes dependan de instituciones estatales como la Comisin Honoraria de
Reducciones (creada en 1916), el Consejo Agrario Nacional
(1940) o la Direccin de Proteccin del Aborigen (1946)2.
Desde el Estado se perciba que el problema del aborigen
en el Chaco tena como condicin necesaria el marco cultural, porque se trataba de poblaciones atrasadas debido a sus
costumbres diferentes y limitadas capacidades para desempearse en las funciones demandantes de la modernidad.
En tanto sociedades dominadas, los indgenas nunca
participaron de las decisiones polticas sobre asuntos que
comprometan su existencia ni en lo referente a las relaciones internas de los grupos (relaciones intratnicas), ni entre
los grupos (intertnicas). Frente al objetivo superior de los
sectores hegemnicos de "integrarlos" y sus compulsivas
acciones por conseguirlo, los nativos fueron adoptando tecnologas, costumbres, idioma, creencias, y aceptaron las
formas institucionales creadas para los indios pero sin los
indios, proteccin sin participacin.
Toda la poltica indigenista de los aos sesenta en adelante se desarroll sobre la base de esta concepcin dual y
La situacin de los aborgenes y evolucin del rgimen legal hasta
1945 se puede consultar en: El Problema Indgena en la Argetina.
Secretara de Trabajo y previsin. Consejo Agrario Nacional. Bs. As.,
1945.

116

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 117

LAS ORGANIZACIONES INDIGENAS DEL CHACO Y SUS...


evolucionista de la realidad social del Chaco, que desvi la
reflexin profunda acerca del proceso histrico-poltico
generador de los factores de la marginacin social de los
indios. S en cambio promovi las condiciones materiales
para que subsistieran como pequeos productores rurales,
asalariados o trabajadores independientes.
Ya en esta poca la "cuestin aborigen" no estaba slo
en la rbita de decisiones nacionales, porque el Territorio
Nacional del Chaco desde 1951 haba sido provincializado
asumiendo sus autoridades la responsabilidad poltica de
asistir a las comunidades nativas. La Constitucin
Provincial de 1957, en el artculo 34 dispona "la proteccin
del aborigen y supresin de los sistemas de misiones,
reducciones y cualquier otro que entrae la diferenciacin
y aislamiento social del indgena". Esta intencionalidad de
integrarlo bajo la tutela estatal se aplicaba con medidas
asistencialistas dirigidas a sostener la colonizacin agraria
con la entrega de herramientas, semillas, mercaderas,
maquinarias.
El retorno al sistema democrtico en 1983 tuvo para la
vieja cuestin aborigen un valor agregado que se expres
en el orden legislativo con la sancin de la ley N 3.258
tambin conocida como Ley del Aborigen Chaqueo
(1987), y en las prcticas institucionales con las convocatorias a dirigentes de las tres etnias (toba, mocov y wich)
para participar en encuentros y mesas de discusin sobre
sus reclamos e intereses. As entre 1985 y 1986 las reuniones entre las comunidades y las ONG como el Equipo
Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA), el Instituto de
Cultura Popular (INCUPO) , el Instituto de Desarrollo del
Chaco (INDES), la Junta Unida Misiones (JUM) y la
Asociacin Amigos del Aborigen de Quitilipi dieron como
resultado la Primer Asamblea de Comunidades Indgenas
llevada a cabo en la ciudad de Roque Senz Pea
(julio/agosto 1986). El documento elaborado en esa oportunidad expona la necesidad de resolver el ordenamiento
jurdico y el derecho a 1.080.000 has de tierras, segn un
relevamiento censal elaborado por la Direccin del
Aborigen en 1986, que estim en 50 has la medida bsica
para cada unidad econmica familiar. (Carrasco y Briones
1.996:99)
La impronta privatista del Estado en la dcada de los
noventa avanz sobre la tierra pblica argumentando que su
venta atraera la inversin y el pleno empleo de los sectores
marginales. Violando la Constitucin Provincial de 1994 (artculos N 42 y 43) y la ley de Tierras Pblicas N 2.913 (1984),
el Estado provincial vendi miles de hectreas en Presidencia
Roca y Pampa del Indio a los grupos empresariales Bunge &
Born y Eurnekian. Pero las condiciones haban cambiado porque estas medidas afectaban a familias campesinas criollas y
aborgenes, pobladores, en muchos casos vecinos, que haban compartido los avatares climticos y polticos. Adems las
diversas reuniones y espacios de discusin que fueron construyendo desde los primeros aos de la dcada del 90 generaron la experiencia suficiente para percibir colectivamente al
enemigo comn, un capitalismo globalizado y neoliberal
ambicioso de la tierra pblica y sus recursos.
LA RESISTENCIA TNICA EN EL NUEVO MILENIO

Uno de los reclamos ms emblemticos de la dcada del


90 fue el realizado por la Asociacin Comunitaria
Meguexogoch sobre la propiedad de 150.000 has de la
reserva indgena, otorgada por el presidente Marcelo T. de
Alvear y reconocida por el gobierno provincial en el decreto N 116/91. Esta Asociacin, que lleva el nombre de un
cacique histrico, se constituy en 1989 con representantes
de las comunidades que habitan la Colonia Pastoril Teuco,
entre los ros Teuco y Bermejito. El objetivo que los moviliz fue la mensura y escrituracin de los territorios de la
reserva, la tala indiscriminada de bosques y la venta irregular de tierras por parte del Instituto de Colonizacin. El centro neurlgico de la controversia fue la irregularidad jurdica de los pobladores criollos que se hallaban asentados en
el rea y deban ser relocalizados, lo que demandaba negociaciones an no concretadas3.
Las estrategias desarrolladas por la Asociacin
Meguexogoch en esta lucha por la tierra fueron primero,
enmarcarla en el concepto de "reparacin histrica" y peticionar a las autoridades el reconocimiento y ejecucin de
los ttulos de propiedad. Luego como la otra parte involucrada eran los pobladores criollos comenzaron a buscar
soluciones conjuntas y alternativas para el relevamiento,
determinacin parcelaria e incluso un plan de desarrollo
sustentable. (Documento de la Asociacin Meguexogoch,
Castelli agosto 1995).
En esta etapa la resistencia de las comunidades indgenas adopta la forma de acciones colectivas, que Ral
Zibechi explica como " luchas autoafirmativas porque parten de sectores que hasta ese momento tenan una baja consideracin social, vivan oprimidos o marginados... Esta
invisibilidad los lleva a utilizar formas de accin que ponen
en primer lugar la afirmacin de su existencia, negada
desde el poder." (Zibechi 2003:32-33). La exposicin pblica se fundamenta en la identidad cultural, es su etnicidad
quien les reclama y al mismo tiempo apoya la reparacin
histrica de su dignidad, con el derecho a la tierra, a sus
costumbres y lengua pero con la modalidad organizativa de
la sociedad hegemnica.
El devenir de la economa agraria chaquea es un factor
ligado a aquellas nuevas formas de accin social que involucran a las comunidades indgenas, volvindolas visibles a
la opinin pblica. Al comenzar el nuevo milenio la tradicional produccin algodonera sufri una profunda crisis
provocada por la cada de los precios internacionales sobre
la fibra y las inundaciones de 1997/1998. El panorama fue
propicio, en cambio para la expansin del monocultivo
sojero que modific las modalidades de produccin, rentabilidad y comercializacin. Aparecieron los inversores de
las provincias de Santa Fe y Crdoba atrados por el bajo
precio de la tierra y las generosas extensiones que podan
arrendar o comprar. Las zonas del sudoeste y oeste chaqueos fueron sometidas al desmonte indiscriminado provocando el aumento del rea de produccin provincial en
400.000 has., segn el censo agropecuario nacional del ao
Para conocer el proceso de reclamo de la Asociacin Meguexogoch
leer en: Carrasco, Morita y Briones, Claudia. Op cit., pp.101-136.

117

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 118

CUADERNOS 22
La Unin Campesina asisti con semillas a las organizaciones rurales de Formosa y Corrientes.
El 19 de Abril de 2004: la UNIN CAMPESINA y
la CCC de Pampa del Indio realizaron un piquete sobre
la ruta N3, en conmemoracin del da del Indio
Americano y por la entrega de alimentos, pensiones a la
vejez, trabajo y propiedad de las tierras. Por este hecho
sus dirigentes fueron denunciados judicialmente.
El 6 de Octubre de 2004, se realiz una marcha hacia
la ciudad de Castelli en apoyo a los pobladores del
Teuco-Bermejito.
Marzo de 2005: cortes de ruta coordinados con la
Asociacin de Productores Chaqueos (APROCHA)
por mejores precios para la fibra de algodn.
8 de junio de 2005: durante 34 das mantuvieron el
acampe en la Plaza 25 de Mayo de la ciudad de
Resistencia compartiendo las vicisitudes, La Unin
Campesina con dirigentes de APROCHA, Asociacin de
Pequeos Productores del Chaco, Comisin Zonal de
Tierras de Pampa del indio, Movimiento de Mujeres en
Lucha del Chaco, Movimiento Campesino de
Corrientes, Movimiento Campesino de Formosa.
Contaron con la adhesin de los gremios docentes
SITECH, UTRE, ATECH y de empleados pblicos
UPCP, con los que decidieron conformar una
Multisectorial para refrendar los reclamos por mejores
condiciones de vida, subsidio algodonero, precio sostn.
Los logros fueron, en el orden material $1.000 por familia y 600 kg de alimentos que seran entregados por el
Ministerio de Desarrollo Social de la Nacin; y en el
orden corporativo las organizaciones campesinas constituyeron el Foro Regional Algodonero.
Agosto de 2005: en la Universidad Tecnolgica
Nacional de Resistencia se reuni el Foro "Grito
Algodonero" donde los dirigentes aborgenes compartieron las reflexiones con Federacin Agraria Argentina,
Unin de Pequeos Productores del Chaco y organizaciones algodoneras de Entre Ros, Santa Fe, Formosa,
Corrientes y Misiones.
Mayo de 2006: la Marcha Histrica hacia Resistencia
de las comunidades aborgenes del Chaco desde mayo
del 2006 tuvo su epicentro entre los meses siguientes, de
junio a agosto. Con esta movilizacin aspiraban a comprometer al gobierno en acciones concretas que reivindicaran sus derechos a la tierra y a una mejor calidad de
vida.
Este listado contina con nuevos cortes de ruta y las presentaciones judiciales por el desmonte, la venta ilegal de tierras, el desalojo de pobladores, (Expte. N 1754/04), la falta
del Registro de Comunidades y Organizaciones (Expte. N
8696/04, Sentencia Jueza Dra. Grillo); contra la discriminacin del Intendente de Villa Ro Bermejito (Expte. N 210/06
Juzgado Federal de la ciudad de Resistencia).
Del conjunto y diversidad de modalidades para la
accin colectiva de las organizaciones campesinas aborgenes lo que sobresale es la creciente exposicin pblica, cada

2.002. Pero esta expansin granaria tuvo consecuencias crticas para el sector ms vulnerable de la estructura rural, los
pequeos productores que endeudados por las prdidas de
las campaas algodoneras no pudieron recuperar su capacidad productiva. Si sumamos esto al grave impacto ambiental del desmonte, la venta ilegal de tierras y la percepcin
de operar en desventaja frente a los inversores extraos tendremos los fundamentos de la protesta social de aquel sector que incluye tambin a los indgenas.
Respecto de las modalidades de estas acciones colectivas de resistencia de los pequeos productores rurales se
pueden identificar dos:
"La protesta social se centraliz en cortes de ruta y
manifestaciones de distinta magnitud y trascendencia,
en las cuales los productores -movilizados por lo terminal de su situacin financiera-, efectuaron piquetes en
la principal ruta que conecta el este y el oeste del
Chaco, y cortes del puente interprovincial que une
Chaco y Corrientes, reclamando medidas al Poder
Ejecutivo provincial, bsicamente subsidios para afrontar nuevas campaas de siembra. En estas movilizaciones, que se sucedieron todos los aos desde 2001, los
productores expresaron a los medios periodsticos su
determinacin de encabezar los reclamos, sin intermediarios de ninguna asociacin, ni organizacin . (...)
La segunda modalidad de accionar y de expresin de
los pequeos productores se presenta ms recientemente, y se concreta a travs del reclamo judicial (promoviendo acciones de amparo) por parte de asociaciones
comunitarias, con el asesoramiento jurdico de organizaciones no gubernamentales denunciando la enajenacin de tierras fiscales, la deforestacin ilegal y el deterioro del ambiente" (Valenzuela 2005).
Los reclamos de los pequeos productores aborgenes
se iniciaron en el interior provincial, en las localidades de
Pampa del Indio, General San Martn y Castelli. Eran manifestaciones locales de las diferentes Asociaciones
Comunitarias, con el apoyo de la CCC aborigen (Corriente
Clasista y Combativa), peticionando asistencia de semillas
y combustible a las autoridades municipales, hasta que en
octubre del 2002 organizaron una marcha a pie hacia
Resistencia. A partir de entonces se sucedieron acontecimientos destacables para el devenir de las organizaciones
aborgenes:
Abril 2003: Marcha Nacional de los Pueblos originarios a Plaza de Mayo, Buenos Aires, donde expusieron
la realidad de marginacin, pobreza y degradacin de
sus tierras.
Agosto 2003: constitucin de la Unin Campesina
del Chaco. Sus principales dirigentes comenzaron a
encabezar las movilizaciones pblicas y periodsticas:
Rafael Nez (fallecido en el abril del 2005), Mrtires
Lpez, Liliana Delgado y Esteban Medina.
Tambin qued constituida la Asociacin Amas de Casa
de Pampa del Indio, convocando a mujeres tobas y campesinas de la localidad. El resultado de sus gestiones fueron los costureros, tambos, panaderas y planes sociales
que se adjudicaron a las familias carenciadas.
118

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 119

LAS ORGANIZACIONES INDIGENAS DEL CHACO Y SUS...


vez ms cercana a los centros del poder, y la bsqueda para
conformar cuerpos multisectoriales, unidos por demandas
fundacionales de la existencia y dignidad humana. Cada
organizacin mantiene la especificidad de sus objetivos y
misiones pero acuerdan principios, apoyos estratgicos o
espacios de reflexin como los Foros.
El resurgimiento de las organizaciones aborgenes tiene
una base fundamental en las comunidades, de all surgen
sus lderes y son ellas las que definen las estrategias, pero
hay una tendencia cada vez ms acentuada a identificarse
por la localidad y no por la pertenencia tnica. Las asociaciones wichs que presentaron las acciones de amparo por
la explotacin de los bosques lo hicieron con la denominacin de sus respectivos territorios a saber, la Asociacin
Comunitaria de Nueva Pompeya, la de Comandancia Fas y
Nueva Poblacin. Casos semejantes son los de las
Comisiones Zonales de Tierras de Pampa del Indio, o las
delegaciones de la Unin Campesina del Chaco de Villa
Ro Bermejito o Castelli. En la opinin de sus lderes esto
manifiesta el espritu convocante de las organizaciones
hacia otros sectores sociales que atraviesan los mismos problemas. La pobreza, injusticias, marginacin, destruccin
de recursos, contaminacin, no avanzan solo sobre familias
indgenas, los criollos, campesinos, obreros, docentes,
comerciantes, estudiantes son todos sus vctimas.
La identidad tnica es importante para el desarrollo de
estos movimientos especialmente en la etapa que reconocimos como "lucha autoafirmativas", pero no "quiere decir
que esas seas de identidad los convierta, necesariamente
y para siempre, en portadores de una identidad nica,
excluyente e inalterable, de carcter esencialista." (Zibechi
2003:33).
La Marcha Histrica que iniciaron en mayo del ao
2006 hacia la capital provincial fue un momento clave para
esa convergencia tnica y social, los volvi visibles a la opinin pblica, recuper el sentido de las alianzas entre grupos, sectores e instituciones que se apropiaron de un espacio pblico para reclamar, negociar, y finalmente proponer
soluciones.

tad colectiva de permanecer en la plaza como expresin de


la lucha por los derechos aborgenes.
El hecho que desencaden este movimiento se origin
en Villa Ro Bermejito4, cuando el intendente Lorenzo
Heffner neg asistencia alimentaria a los tobas de la localidad, afectados por las inundaciones, reiterando as, como
en otras ocasiones, su rechazo y discriminacin a esta
poblacin nativa. La reaccin de los aborgenes de acampar
frente al municipio exigiendo la renuncia del intendente
expuso la miseria y exclusin que enfrentan las comunidades nativas en el devenir de sus emergencias cotidianas. La
solidaridad de los otros grupos no se hizo esperar porque el
conflicto local tuvo el impacto de una onda expansiva
cuando las asociaciones aborgenes del interior (Machagai,
San Bernardo, Margarita Beln, Castelli) pasaron a la
accin cortando rutas nacionales estratgicas de acceso. Se
provincializ la protesta de apoyo a la comunidad toba de
Bermejito, incluyendo reclamos sobre la propiedad de las
tierras, mayor presupuesto para el IDACH, educacin bilinge, titularizacin de docentes aborgenes, atencin sanitaria, apoyo para la produccin agrcola, construccin de
viviendas, planes sociales, jubilaciones y pensiones.
Esta generalizacin del conflicto se canaliz a travs
de las organizaciones populares de resistencia, no todas de
carcter singularmente tnico, por ejemplo la Corriente
Clasista y Combativa, la Unin Campesina del Chaco, la
Coordinadora provincial de Desocupados. Para terminar
de conformar este apoyo multisectorial se sum la participacin de artistas, y la intervencin de autoridades nacionales polticamente enfrentadas a las provinciales de color
radical.
Todas las acciones de esta protesta eran decididas
democrticamente en reunin de delegados de las comunidades con autoridades del IDACH, esta institucin recuper su liderazgo en la "cuestin aborigen" tanto porque llev
adelante las negociaciones con las autoridades polticas
como por la direccin que ejerci sobre los conflictos intertnicos. Por ejemplo la etnia mocov de las localidades de
San Bernardo y Colonia El Pastoril no apoy todas las
medidas adoptadas ni las gestiones del presidente del
IDACH, Orlando Charole (de origen toba).
El conflicto concluy con la firma de un Acuerdo que
responda a las expectativas de las comunidades pero que an
no se ha terminado de cumplir por parte del gobierno. Este
arreglo legitim las denuncias por discriminacin que iniciaron el conflicto, y tambin el derecho a la propiedad de la tierra ancestral, reclamos que se encuadran en el concepto de
"reparacin histrica". Pero avanz, con la conformidad de
las comunidades indgenas, en el disciplinamiento institucional de las demandas presentadas porque dispuso que tanto la
titularizacin de maestros bilinges, la construccin de
viviendas y hasta las asistencia econmica-tcnica a los productores sera mediada por los respectivos Ministerios y conforme a la legislacin vigente para cada caso.

LA MARCHA HISTRICA DE LAS COMUNIDADES HACIA


RESISTENCIA
Desde distintas localidades del interior grupos de tobas,
mocoves y wichs se encaminaron hacia Resistencia, y se
instalaron desde el 6 de junio en la Plaza central 25 de
Mayo, con el objetivo de presentar al gobierno un petitorio
comn elaborado por las asambleas de cada comunidad.
Este acampe de las delegaciones aborgenes no era un acontecimiento nuevo para los habitantes de la capital chaquea,
pareca repetir el modelo de protesta de los aos 2002 y
2005. En el espacio de la plaza aparecan carpas y toldos, la
olla comn, pancartas, algunos discursos oportunistas de
dirigentes polticos, y la prensa local expresando la opinin
pblica ambivalente entre el asistencialismo y la indignacin por "la destruccin del espacio pblico y la arrogancia de los indios que pretenden tener todo servido". Pero el
transcurso de los meses demostr que una organizacin
diferente y una actitud tambin diferente sostena la volun-

Localidad ubicada al norte de la provincia del Chaco, pertenece al


Departamento General Gemes y dista 350 km. de la ciudad de
Resistencia, capital provincial.

119

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 120

CUADERNOS 22
CONCLUSIONES
Cuando se defini como objeto de investigacin la
Marcha Histrica, el foco inicial de observacin sobre lo
que estaba sucediendo alumbraba hacia el anlisis cultural.
Eran aborgenes, de asentamientos rurales, reclamando por
la propiedad de las tierras y la asistencia econmica y
social. Avanzando sobre esta perspectiva, la identidad cultural se posicionaba como el marco terico ms propicio de
donde obtener las herramientas para explicar las causas y
modalidades del movimiento. Desde la variable tnica se
poda incorporar el proceso histrico que los haba convertido en "productores", los cambios operados en su organizacin tradicional y la poltica indigenista que desde la
dcada de 1960 aspir a lograr su desarrollo econmicosocial integrndolos a la vida nacional.
Pero al ordenar el registro de los hechos, los discursos y
los actores, se plantearon dudas sobre las representaciones
que los aborgenes exponan al percibirse como parte de
una situacin general de empobrecimiento del campesinado
chaqueo. Eran los reclamos de las comunidades pero con
una visin inclusiva de la problemtica, desbordando la
"reparacin histrica" que merecan por ser pueblos originarios hacia la conciencia de clase explotada y despojada de
sus recursos existenciales.
La pobreza extrema de su vida cotidiana apareca asumida como resultante del sistema econmico capitalista que
crea frentes extractivos sobre los bienes, insumos y la
misma gente, para mantenerlos en renovada dominacin.
La identidad cultural circunscribe el anlisis al mundo de
la etnicidad, donde las dimensiones del "nosotros" se construyen sobre las regularidades culturales y las diferencias con
"los otros". Dimensiones que terminan siendo irreductibles y
apoyan la visin de una sociedad dual con sectores modernos
y primitivos. Por eso integramos la variable social al marco
cultural para enriquecer esta investigacin con la perspectiva de la resistencia tnica, en tanto proceso donde los aborgenes del Chaco "actan en situaciones que perciben y
caracterizan o conceptualizan de determinada forma para
poder actuar sobre ellas" (Iigo Carrera 2000:18).
Como modelo explicativo nos permite avanzar en dos
sentidos: 1) la comprensin de que la situacin de pobreza
no es exclusiva del grupo aborigen y tiene su razn de ser
"en el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas de
la provincia, en la estructura ocupacional resultante y en el
sistema de clases que le corresponde". (Hermitte 1995:36);
2) la identificacin de las fases y grados de concientizacin
que van asumiendo las comunidades indgenas en ese proceso de lucha.
Esto moviliz la curiosidad por ver cmo fueron construyendo la resistencia y cules las estrategias que adoptaron para conseguir la visibilidad pblica que sus reclamos
histricos demandaban. La respuesta se fue armando a
medida que se identificaron las organizaciones emergentes,
sus lderes, el recorrido que hacan exponiendo sus reclamos y sus participaciones pblicas. Cada vez se haca ms
notorio que las Asociaciones Comunitarias buscaban abrir
el campo de su resistencia a las demandas de otros sectores
con los que compartan sus territorios y situacin social.

Otro aspecto a considerar es que las prcticas de exposicin pblica de estas organizaciones se emulan a las de
los nuevos movimientos sociales, porque desarrollan dos
aspectos bsicos de stos: son autoafirmativos de la identidad tnica pero inclusivos de otras posibles identidades
sociales; y adems porque se apropian del espacio pblico
para exponerse. "En este punto vale la pena destacar que la
llamada disrupcin (ocupacin de un espacio, de un edificio pblico, cortar una ruta o hacer un escrache) es ms
til para el movimiento que la violencia directa, y es la
principal fuente de innovacin de las luchas sociales."
(Zibechi 2003:35).
El conflicto iniciado en Villa Ro Bermejito con la
gestin municipal arrastr hasta el espacio pblico provincial la discriminacin racial y cultural que viven los
indios, pero tambin la corrupcin del Instituto de
Colonizacin por la venta de las tierras pblicas en el
interior, la falta de acciones concretas para el arraigo de
los pequeos productores aborgenes, y el insuficiente
presupuesto para las campaas agrcolas, prevenciones
sanitarias, viviendas y educacin. El conjunto de los
reclamos y la fuerza de las organizaciones estaban reflejando una situacin de resistencia diferente a la iniciada
en la dcada del 90 cuando grupos de Pampa del Indio,
General San Martn y Castelli se movilizaron hacia la
capital provincial e incluso hacia Plaza de Mayo (Buenos
Aires) en el 2003. Fue en esos aos cuando el movimiento aborigen campesino iniciaba las experiencias de lucha
por la produccin, obteniendo como resultado 80 toneladas de semillas de algodn para esa campaa anual, un
logro coyuntural que no aport soluciones de fondo pero
que los enfrent con la necesidad de organizarse colectivamente y abrir la convocatoria.
La Marcha Histrica hacia la capital provincial para
lograr una entrevista de los delegados aborgenes con el
gobernador fue un movimiento de resistencia total, en el
sentido del valor de representacin colectiva que adquiri.
Las diferencias intertnicas entre tobas, mocoves y wichs
entraron en una dinmica de alternancia sujeta a la tensin
de las relaciones con los representantes polticos. Las diferencias no se disolvieron pero en los discursos de los lderes del movimiento cobr fuerza la voluntad de las asociaciones comunitarias por incluir todas las demandas y consolidar una representacin unificada.
BIBLIOGRAFA
Beck, H.
1992. El rgimen de tenencia de la tierra en las provincias
de Chaco y Formosa entre 1960 y 1990. El proceso
de su adjudicacin y su estado actual. En: Actas XII
Encuentro de Geohistoria Regional. IIGHI-CONICET. Resistencia
Bengoa, J.
2007. La emergencia indgena en Amrica Latina, Chile,
Fondo de Cultura Econmica. 2.
Carrasco, M. y Briones, C.
1996. La Tierra que nos quitaron. Documento IWGIA N
18, Buenos Aires.

120

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 121

LAS ORGANIZACIONES INDIGENAS DEL CHACO Y SUS...


De Pompert, M. C.
2003. Poltica Indigenista en el Chaco. Corrientes, Moglia.
1945. El problema indgena en la Argentina. Buenos Aires.
Secretara de Trabajo y Previsin. Consejo Agrario
Nacional.
Gordillo, G.
2006. En el Gran Chaco. Antropologa e historias. Buenos
Aires, Prometeo.
Hermitte, E.
1995. Estudio sobre la situacin de los aborgenes de la
Provincia del Chaco y polticas para su integracin
a la sociedad nacional. Misiones, Editorial
Universitaria-UNAM. Vol.1
Iigo Carrera, N.
2000. La estrategia de la clase obrera. 1936. Buenos Aires,
Pimsa-La Rosa Blindada.
Offe, Claus
1992. Partidos Polticos y nuevos movimientos sociales.
Madrid, Sistema.
Ringuelet, R.
1992. Etnicidad y clases sociales. En: Etnicidad e identidad, pgs.121-142.Cecilia Hidalgo y Liliana
Tamagno (comp.) Buenos Aires, Centro Editor de
Amrica Latina.

Trinchero, H. H.
2000. Los dominios del demonio. Buenos Aires, Eudeba.
Valenzuela, C.
2005. Transformaciones y conflictos en el agro chaqueo
durante los 90. Mundo Agrario, vol. 5 N10, La Plata
2005.
Valverde, S.
2004. La articulacin de movimientos indgenas con sectores populares en organizaciones multitnicas. Etnia
46-47:315-330.
Vzquez, H.
2000. Procesos identitarios y exclusin sociocultural. La
cuestin indgena en la Argentina. Buenos Aires,
Biblos.
Villalbla, S. M.
2007. Organizaciones polticas indgenas en Paraguay.
Suplemento Antropolgico. XLII: 155-270.
Zibechi, Ral
2003. Genealoga de la Revuelta. Argentina: la sociedad en
movimiento. La Plata, Letra Libre.

121

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 122

122

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 123

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

NARRATIVAS, HISTORIA, PODER. INVISIBILIDAD/VISIBILIDAD PBLICA DE LOS HUARPES


EN LA PROVINCIA DE MENDOZA
Leticia Katzer *
RESUMEN
El objetivo general de este artculo es revisar crticamente los presupuestos polticos y los modelos cognitivos que han conducido a categorizar a los Huarpes como extintos y que entendemos an estn presentes cuando se interpreta la reciente
revisibilizacin pblica de pueblos indgenas considerados "desaparecidos" como "resurgimiento tnico".
PALABRAS CLAVES: indgenas - narrativa -nominacin-poder
ABSTRACT
The most general objective of this article is to critically review the political budgets and the cognitive models that lead to
the Huarpes to be considered extinct and we believe are still present when interpreting the recent public revisibilization of
these missing peoples as "ethnic resurgence".
KEY WORDS: indigenous people- narrative- nomination- power.

INTRODUCCIN
En las interpretaciones etnolgicas e historiogrficas
elaboradas durante el siglo XX, los Huarpes no han sido un
grupo privilegiado de estudio y han aparecido en la literatura etnogrfica como un grupo indgena definitivamente
extinto a fines del siglo XVIII (Vignati, 1931, 1940;
Canals Frau, 1953; Rusconi, 1940, 1961-1962). Sin embargo, las identificaciones Huarpe en la contemporaneidad
documentadas por Escolar (1999, 2007) han confirmado lo
contrario y han abierto mltiples interrogantes, posibles de
ser ledos de diversas maneras. El objetivo general de este
artculo es revisar crticamente los presupuestos polticos y
los modelos cognitivos que han actuado a la hora de categorizar a los Huarpes como extintos y que entendemos an
estn presentes cuando se interpreta la reciente revisibilizacin pblica de pueblos indgenas considerados "desaparecidos" como "resurgimiento tnico".
Entendemos que no es acertado inferir del "mestizaje",
de las escasas expresiones identificatorias en el espacio
pblico y de la escasa y "distorsionada" documentacin
etnolgica e historiogrfica existente, la conclusin sobre
la desidentificacin/des-concientizacin tnica o la extincin de los Huarpes, asombrndonos y desconfiando del
"resurgimiento" repentino y abrupto en la actualidad1.
Basadas en el exotismo y la distancia con el objeto, y apoyadas en las teoras de la aculturacin, las investigaciones
etnogrficas han privilegiado determinadas reas y grupos
indgenas de estudio, desobjetivando as como sujeto de
anlisis, aquellos pueblos y culturas, que como los
Huarpes, evidenciaban "mestizacin" y "prdida de los
elementos tradicionales". Dichas investigaciones se limi-

taban entonces slo a describirlas como colectividades del


pasado, como lo que se supone han sido, sin aludir a lo
que son en el presente.
Proponemos al contrario, como hiptesis vertebradoras, que: 1) el anuncio de la extincin de los indios en
Mendoza se articula con las estrategias de anlisis y la
retrica que acompa el registro de poblaciones indgenas, basadas en un exotismo realista y en una representacin genrica del indio como primitivo; 2) esta narrativa
etnolgica, actu simultneamente como dispositivo ideolgico-poltico de la definitiva ciudadanizacin/disciplinamiento de los indgenas, de su "integracin nacional",
bajo la forma de su negacin en la "mestizacin"; proceso
que denominamos de desnominalizacin pblica Huarpe;
y 3) el proceso de "revisibilizacin" pblica Huarpe en las
ltimas dcadas representa no tanto un proceso de "resurgimiento tnico", de aparicin de una "nueva identidad",
sino ms bien el proceso de su renominalizacin pblica.
Este estudio enfrenta entonces dos desafos, uno poltico y el otro, terico: de un lado, se integra a un movimiento social ms amplio de crtica a las prcticas gubernamentales de "integracin social", remitiendo al conjunto de mecanismos polticos por los cuales la poblacin
Huarpe fue incorporada al proceso de construccin de lo
que se ha imaginado como "nacin argentina"; del otro, se
encamina a revisar crticamente los presupuestos analticos y la forma de construccin de las etnografas por las
cuales han sido y son estudiadas poblaciones indgenas
que como los Huarpes, se pensaron en tanto "mestizas"
como extintas, o como "renacidas" en la actualidad, con
un esfuerzo por desubstancializar el "objeto tnico".
Adoptando una perspectiva procesual y situacional, intentamos conducir un estudio localizado sin perder de vista
las polticas gubernamentales y los procesos sociales ms
amplios, histricamente situados -en el marco entonces de

* UNLP-CONICET. [email protected]
1
Garca (2002) sostiene que los Huarpes constituyen un grupo de inters que pretende acceder a tierras mediante su adscripcin tnica.
123

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 124

CUADERNOS 22
una etnografa multi-situada (Marcus, 1995)-, procediendo a problematizar y describir los eventos y situaciones
actuales pero a partir de su gnesis, es decir, desde una
lectura genealgica.

millcayac3 y de la obtencin de la titularidad de la propiedad comunal de la tierra, mostrndose interesados a su vez


en saber cmo se dio este proceso en los Tobas y en que
contexto poltico, por lo cual se gener una intensa discusin. Fue entonces que les comuniqu mi propsito de
documentar y de acompaarlos en estos procesos a lo que
respondieron positivamente.

GNESIS DE LA INVESTIGACIN: EL ENCUENTRO ETNOGRFICO


CON LOS HUARPES.

Entendiendo que la produccin de conocimiento es a la


vez objetiva y subjetiva (Schaff, 1992) no puedo menos que
reconocer que el inters antropolgico por las identificaciones Huarpes, no es ajeno a mi condicin de ser mendocina.
Entre los aos 1991 hasta 1993, resid en un barrio del
conurbano mendocino denominado "Huarpes III", que se
caracterizaba por abrigar personas de procedencia indgena
de nacionalidad argentina, boliviana, paraguaya y peruana.
Mucha de la gente que resida all evitaba usar pblicamente el nombre del barrio, es decir, el nombre "Huarpes",
dando incluso otro domicilio. Decir "vivo en el barrio
Huarpe" se tornaba vergonzoso, pues en el imaginario
social era un barrio de "negros", de "delincuentes", de
"indios", donde "se mataban a palos y a tiros". Es decir, el
nombre Huarpe apareca como un significante que traduca
salvajismo, negritud, indianidad. Entonces, para evitar la
humillacin y vergenza que la identidad residencial generaba, se trataba de mantener en lo posible, el anonimato
domiciliario. As, pensar el proceso de invisibilizacin
pblica Huarpe como anonimato, como desnominacin,
adems de confirmarse en relatos Huarpes actuales se
refuerza en la memoria de esta situacin vivida.
Los primeros dilogos con familias Huarpes fueron
efectuados en el ao 1994, en un viaje de estudio a
Lagunas del Rosario2 organizado por el colegio secundario "Liceo agrcola y enolgico" de la Universidad
Nacional de Cuyo, al cual yo asista. Luego se sumara mi
participacin como pasante en el trabajo arqueolgico llevado a cabo por el Centro de Investigaciones Ruinas de
San Francisco (CIRSF), uno de cuyos objetivos era obtener evidencias materiales del proceso de instalacin colonial, as como del acceso diferencial a los recursos entre
indgenas y espaoles.
En el ao 2005 como integrante del proyecto de extensin universitaria "Produccin de materiales para el tratamiento de la interculturalidad en antropologa" dirigido por
la Dra. Liliana Tamagno, organic junto con la directora de
la Escuela-Albergue de Lagunas, la Sra. Elsa Lpez, un
encuentro que consisti en presentar a los alumnos y padres
un video elaborado por un grupo de adolescentes Tobas de
La Plata. El video actu como disparador de diversos cuestionamientos y se abri un espacio en el que comenzaron a
aparecer problemticas diversas, como por ejemplo, la
necesidad de la recuperacin de la gramtica de la lengua

CONTEXTUALIZACIN
El registro del etnnimo Huarpe se remonta a fines del
siglo XVI/principios del XVII. Aparece en las narraciones
de los misioneros P. Luis de Valdivia, P. Reginaldo de
Lizrraga y P. Alonso de Ovalle de la Compaa de Jess,
que actuaron en la provincia de Mendoza (rea denominada en ese entonces como provincia de Cuyo)4, y en las propias alusiones indgenas en los autos5.
El rea de nucleamiento de la poblacin Huarpe a la llegada de los espaoles queda comprendida entre el ro
Diamante en la provincia de Mendoza, por el sur, y la cuenca del ro Jchal-Sanjn (San Juan), por el norte; y entre el
valle de Conlara al este, y la Cordillera de Los Andes al
oeste. Con la fundacin de la ciudad de Mendoza en el Valle
de Guentata/Guentota y el establecimiento de encomiendas,
4
La primera divisin tnica publicada se basa en el idioma y corresponde al ao 1607. Se trata de las obras del Padre Luis de Valdivia,
tales como "Arte, vocabulario, y confesionario traducido en las dos
lenguas Millcayac y Allentiac" y "Arte, vocabulario, y confesionario
breve en la lengua Millcayac de la Provincia de Cuyo provechoso para
confesar los indios de Cuyo". El padre Alonso de Ovalle, tambin de la
Compaa de Jess, denomina la "nacin" correspondiente a las
"Provincias de Cuyo" como "guarpes". Lizrraga, que lleg al territorio
de Cuyo a fines del siglo XVI, alude a que en Mendoza "los indios
comnmente se llaman Guarpes", a quienes describe como "grandes
ladrones y no menos borrachos", y cuyas "indias que se cran entre
nosotros, hilan el hilo tan delgado como el muy delgado de Vizcaya",
como tambin se refiere a su vnculo con los Incas y a su moviliadad
hacia Chile, afirmando que
"de ambos estos dos pueblos [provincia de Mendoza y san Joan
de la Frontera, de cada uno por su camino, salen indios todos los
aos para ir trabajar Chile; los de San Joan a Coquimbo y los
de Mendoza Santiago, del cual trabajo pagan sus amos parte
del tributo, y ellos se les da el cuarto; en su tierra no tienen de
qu tributar. Es gente poca, subjecta a sus curacas, y brbara;
tvolos el Inga subjectos, y algunos hablan la lengua del Per"
(Descripcin Colonial, por Fr Reginaldo de Lizrraga. Libro
segundo, Biblioteca argentina, Bs. As., 1916, pp. 256-7).
Por su parte, el P. Enrinch (1891), alude a que el P. Diosdado, que en
el ao 1611 recorri Junto con el P. Juan Pastor, los Valles de Uco y de
la Barranca para dar misiones , "saba ya el quichua, el huarpe, y otro
idioma de los indios que vivan en el distrito de Mendoza" y que en su
prctica misionera, el P. Andrs Feldmann, en el ao 1616, haba aprendido los idiomas de la Provincia de Cuyo, sobre todo, el Huarpe. En los
relatos de estos misioneros, frecuentemente se alude a las "lenguas de
la tierra", lenguas de la "tierra de adentro", tal vez para distinguirlas del
quichua y de la "lengua de Chile" que se hablaban tambin en la regin.
Fuentes: Descripcin Colonial, por Fr Reginaldo de Lizrraga. Libro
segundo, Biblioteca argentina, Bs. As., 1916, pp.256-7.; Cabrera
(1929); Vignati, 1940, pp.74-75, 81; Mrquez Miranda (1941-1946).
5
En un auto del ao 1658, elaborado por el Capitn General de la
Provincia de Cuyo, se transcribe la confesin del cacique Don Bartolo
(puelche) en la cual dicho cacique sostiene que "l haba sido guiado
por un guarpe". Fuente: autos transcriptos por Cabrera (1929: 166).

2
Lagunas del Rosario es un distrito del departamento de Lavalle de la
provincia de Mendoza, donde han residido y residen actualmente indgenas Huarpes.
3
Segn mis informantes el ltimo huarpe-parlante (de apellido
Guaquinchay) muri hace unos aos. Las alusiones de los misioneros
de la Compaa de Jess, refieren a que los Huarpes hablaban las "lenguas" millcayac y allentiac.

124

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 125

NARRATIVAS, HISTORIA, PODER. INVISIBILIDAD/VISIBILIDAD...


desde esta zona hacia el sur, los Huarpes, junto con otras
etnias- como Pehuenches y Puelches6-, sern arrinconados
en el Noreste de la provincia, en lo que hoy es el departamento de Lavalle, particularmente en la zona de las
Lagunas de Guanacache, que por la inaccesibilidad del
lugar -debido a que en ese entonces el rea estaba cubierta
por espesos bosques de algarrobo y extensas lagunas -, fue
tardamente colonizada. Es en relacin a esta rea que a
mediados del siglo XVIII, emerge su nominacin como
laguneros7, categora que es reapropiada por los indgenas
del lugar y utilizada hasta el da de hoy.
Por otra parte, las narraciones de Lizrraga8 y los relatos de Garca Hurtado de Mendoza9, confirman a su vez
las relaciones entre los Huarpes y los Incas, a quienes, al
parecer, estaban sujetos. Dato que se confirma con las
referencias del P. Enrich (1861), quien observa en las
misiones por l dadas en el ao 1843, la utilizacin del
quipus, donde "muchos de los que venan a confesarse
traan su examen anotado con hilos, palitos, granos o piedrecitas"10.
Diversos documentos de fines del siglo XVIII confirman la continuidad de la presencia indgena en la regin,
en los cuales se alude a la necesidad de "reducir" a varias
"familias viciosas" e "Indios Infieles" que haba por las
Lagunas de Guanacache y otras partes, o aludiendo a la
presencia de "Indios enemigos" que participan en "robos,
incendios, adulterando oficios de Santos e imgenes en
las capillas"11. En el Nomenclador general indiano de
Cuyo (Cabrera, 1929), apellidos como Allalme, Asaguate,
Chapanay, Sayanca y Guallama - todos ellos registrados
en la contemporaneidad - aparecen documentados entre
los siglos XVI y XIX (Cabrera, 1929: 225-354). Otra evidencia la otorga Rusconi (1940), quien afirma que, Diego
Sayanca, cacique de Huanacache, recibe en 1713 en merced, tierras que corresponden a gran parte del Norte de
Mendoza, sur de San Juan y Oeste de San Luis. Por otra
parte, el rea de las Lagunas de Guanacache, si bien sealada como un rea de asentamiento mayoritariamente de
los Huarpes, tambin se representa como una zona de
actuacin de "naciones" indgenas diversas, tales como
Huilliches, Pehuenches, Pampas, Ranqueles; por cuanto

no se haba incorporado an a la territorialidad de la


Colonia, funcion como un rea de refugio de estas mltiples etnicidades indgenas12 hasta mediados y fines del
siglo XVIII, que es cuando en los documentos se seala la
intervencin ms efectiva en el lugar, reduciendo a cantidades significativas de indgenas. As, a mediados del
siglo XVIII, se pretende reunir a los indgenas de las
Lagunas en los pueblos de San Miguel y Asuncin, procediendo a "repartir solares y tierras, y chacras y estancias
a los naturales de las Laguna, a () todos los indios que
comprenden los dos pueblos de la Asuncin y San
Miguel", y a fines del mismo siglo, en la llamada villa de
Corocorto (hoy La Paz)13
Durante el siglo XIX la visibilidad indgena tambin aparece documentada, como puede leerse en un decreto gubernativo en el ao 1838, en el cual debido a la "inaccin en que
se hallan los naturales" en el rea de las Lagunas, se les otorga todo el campo correspondiente al "Departamento de
Lagunas"; como en otro decreto del ao 1850, en el cual se
crea la Villa de la Paz, con el objeto de hacer de "este punto
de frontera, fuerte y capaz de resistir los indios ladrones"
14
. Finalmente, podramos citar a las alusiones de Martn de
Moussy15, quien al describir la regin, afirmaba: "los habitantes, la mayor parte antiguos indios huarpes, confundidos con el resto de la poblacin, son esencialmente pescadores".
La historia oral Huarpe, que se extiende hasta fines del
siglo XIX, hace referencia a actividades que los Huarpes
adultos adscriben como "indias" y recuerdan hoy como
practicadas por sus abuelos, es decir, practicadas durante la
primera mitad del siglo XX, tales como la prctica del caciAs describa esta regin el P. Francisco Enrich:
(..)los ros Tunuyn, Mendoza, San Juan y Bermejo, con sus
afluentes, se desparraman por unos extensos llanos, sitios en los
confines de las tres provincias de Mendoza, San Juan y la Punta
[hoy San Luis], casi en el centro de la que entonces era provincia
de Cuyo, formando la cantidad inmensa de sus aguas una multitud
de lagunas, que, unindose entre s en el verano, cuando bajan las
copiosas nieves derretidas de Los andes, parecen un pequeo mar,
dentro del cual se levantan como Islas los albardones de tierra que
la llanura tena, o que se han ido formando en torno de los matorrales. stas eran las guaridas de una parte de los indios, que
nunca cayeron en poder de los espaoles, y de otros muchos que
se haban fugado de sus encomiendas () muchos de aquellos
terrenos estaban aun por reconocer, y sus moradores por conquistar() siendo aquellas gentes un conjunto de diversas tribus,
muchos no entendan ni el quichua ni el huarpe. Duea esta
gente de su voluntad, no fue posible convocarlos a determinados
puntos () (Notas citadas por el P. Enrich [1891], en: Vignati A.
(1953: 106) "Aportes al conocimiento antropolgico de la provincia de Mendoza". Notas del Museo de La Plata. Tomo XVI.
Antropologa. N 58).
13
Fuentes: Acta de Fundacin del Pueblo de San Miguel de las
Lagunas. 1756. Citado en Prieto (1999); Archivo Histrico de
Mendoza, poca colonial, seccin militar, ao 1798, documento n 44,
carpeta n 30).
14
Cdigo de las leyes, decretos y acuerdos que sobre administracin de
justicia se ha dictado la provincia de Mendoza. Por Manuel de
Ahumada. 1860. Imprenta de "El Constitucional". Mendoza.
15
Moussy (1860: 468), citado en Prieto (1999: 10)
12

Ha sido sealada tambin la presencia de negros.


Al comentar el hecho de que el P. Rector, en 1611, vio algunas misiones en las Lagunas de Guanacache, Lozano afirmaba que "aunque la
lengua de estos laguneros era diferente de la que hablaban los Indios
de Mendoza [Valle de Guentata, ciudad de Mendoza], saban muchos
la general del Per, en que los predicaba el P. Pastor, y a los dems
por intrprete" (Lozano, 1754, citado en Cabrera, 1929: 39).
8
Descripcin Colonial, por Fr. Reginaldo de Lizrraga. Libro segundo,
Biblioteca argentina, Bs. As., 1916.
9
citado en Cabrera (1929: 6).
10
Enrich, Francisco (1861) Las Lagunas y sus habitantes indgenas.
Fragmento de la obra Historia de la Compaa de Jess en Chile transcripto por Vignati (1953: 105-109).
11
Fuentes: Archivo histrico de Mendoza. poca colonial. Seccin
militar, ao 1798, documento n 44, carpeta n 30; Archivo histrico de
la Nacin. 5.9-24- 1-2; Diario de Viaje por las Lagunas de
Guanacache en el ao 1789. Transcripto por Vignati (1953: 55-71).
6
7

125

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 126

CUADERNOS 22
cazgo y la alusin a figuras indgenas rebeldes como "la
india Martina Chapanay", "Paula Guaquinchay " -bisnieta
del cacique Sayanca- o "Guayama"; el hilado en telar; el
cultivo de maz, zapallo, calabaza; la elaboracin de "cigarros" con la chala del maz; la pesca y caza de patos y otras
aves acuticas en las lagunas en canoas confeccionadas con
junquillo.
En el ao 1940, Rusconi documenta la presencia de
"algunos descendientes de aborgenes de Cuyo", a quienes
fotografa y quienes sostiene, "superviven an a travs de
algunos de sus olvidados [?] descendientes" (pp. 259). As,
son fotografiados por l en el ao 1939, Tomasa Julup, de
95 aos y su hijo Daz Julup (Rodeo del Medio); Felipa
Talquenca de 50 aos (Los Arboles); Doa Rosa
Guaquinchay, de 70 aos (Los Sauces) y Lucila Gonzlez,
de 70 aos (Algarrobo Grande), esta ltima hilando en el
telar. El autor llama la atencin por el hecho de que los apellidos indgenas por l registrados, han sido reconocidos en
los siglos XVII, XVIII y XIX como apellidos de caciques,
tales como Culup o Julup, en el sur mendocino16; los
Goicos (Puelches), en San Rafael; los Guaquinchay,
Talquenca, Sayanca en Lagunas de Huanacache y Rosario.
Lo cual documenta a su vez la organizacin poltica bajo la
forma de cacicazgo durante el siglo XIX. Algunos de estos
apellidos siguen vigentes en el presente (Azaguate,
Guaquinchay, Peleitai, Allaime, Guallama); otros como
Talquenca o Sayanca, aunque no en uso, se actualizan en las
memorias de los Huarpes. As, Sayanca es recordado hoy en
algunos relatos como "un cacique a quien se le apareci la
virgen", o en otros, como "un cacique que la trajo de Chile
a lomo de burro", y a quien "don las tierras"; es recordado
como "ese [que] est sepultado en la iglesia del Rosario" y
quien construy la Capilla de Lagunas del Rosario17.
Las identificaciones huarpes en la provincia de
Mendoza se documentan en la actualidad en la zona del
monte del noreste de la provincia (Lavalle) y en el Gran
Mendoza. Si tomamos en cuenta las referencias de Rusconi
y las memorias de los actuales Huarpes, la migracin de
algunos individuos al conurbano mendocino se habra efectuado en las primeras dcadas del siglo XX18 que coincide
con la desecacin de las lagunas- acentundose en la dcada del 90, con la bsqueda de trabajo en la ciudad19.
En la regin del "Secano" del departamento de Lavalle20
-cuna de las genealogas Huarpe- son mltiples las prcticas

que los relatos Huarpes adscriben como "indias" y como


"Huarpes" y que simultneamente aparecen documentadas
por la arqueologa y la historiografa: prcticas culinarias como la elaboracin del charqui; la forma de confeccin de
las viviendas con troncos de algarrobo y caas de carrizo,
paja y cuero- la "toldera" o "rancho"; el hilado y tejido; la
recoleccin de junquillo y totora, para elaboracin de canastos y venta a los fabricantes de escoba, como de la algarroba,
con la cual se elabora el patay y la aloja; la elaboracin de
cermica; el trabajo en cuero; la concepcin sacro-ritual
etnocatlica21; ciertas prcticas funerarias, como la de depositar los cadveres con la cabecera hacia el Oeste, para "que
los muertos imploren agua para los que quedan", es decir, la
sacralizacin de la montaa22; los rituales propiciatorios,
como el de San Vicente, que consiste en una ceremonia alrededor del Santo ubicado, segn la gente indgena, en algn
"punto energtico" en el monte -como la "medanada"- a
quien "se le ruega lluvia para todo el ao"; la caza de liebres,
perdices y quirquinchos, actividad realizada desde la niez,
fundamentalmente durante la siesta, que "es cuando duermen
los animales". Estas prcticas culturales, adscriptas por los
Huarpes como "indias" y como "huarpes", operan as como
diacrticos tnicos. En este sentido, uno de mis interlocutores
aluda: "nosotros somos Huarpes no slo por las creencias
sino tambin por las vivencias () yo he vivido y vivo como
han vivido los Huarpes" (HG, fragmento de entrevista.
Febrero 2006).
El modo de subsistencia bsico es la produccin ganadera, particularmente caprina, y la recoleccin de algarroba
y junquillo, actividades que se complementan con la extraccin de lea y guano de cabra, y que en conjunto son
comercializadas. Actualmente, al rellenarse nuevamente de
agua las lagunas, algunos practican la pesca. Muchos de los
hombres, sobre todo los jvenes, se trasladan estacionalmente, entre febrero y abril, a la "zona irrigada" donde se
practica la agricultura intensiva, para trabajar como mano
de obra en las cosechas de vid y otros productos agrcolas.
Finalmente, algunos, mayormente mujeres, poseen planes
asistenciales del gobierno nacional.
Podemos sostener que en esta regin, la continuidad
espacial ha actuado como instancia de cohesin grupal,
configurando un sistema de uso comn de las tierras (que
tienen su origen en las mercedes otorgadas en el siglo
XVIII) y un sistema de semantizacin/ritualizacin de ese

Tomasa Julup, a quien Rusconi en el ao 1939 entrevista, recuerda a


su padre como cacique del sur de Mendoza (Rusconi, 1940).
17
Fragmentos extrados de conversaciones con dos informantes de los
distritos de Lagunas del Rosario y de Asuncin, departamento de
Lavalle.
18
Aunque tambin aparecen documentados casos de movilizacin compulsatoria a fines del siglo XIX, durante las campaas por el sur (ver
Rusconi, 1940).
19
Testimonios de informantes residentes en la zona urbana dan cuenta
del vnculo permanente con el campo, ya sea por la visita frecuente a
los parientes, ya sea en ocasin de las fiestas religiosas o por la propia
posesin de campos.
20
El "secano" del departamento de Lavalle constituye rea no irrigada,
extremadamente rida, en la cual la obtencin del agua se realiza
mediante el sistema "pozo-balde".

21
Diversos testimonios constatan que los "laguneros" conciben los
fenmenos naturales y los seres que moran en el monte como sujetos
humanizados, con voluntad e intenciones, seres que se manifiestan al
modo de "apariciones". En relacin a estas apariciones, proliferan con
frecuencia concepciones negativas que se vinculan a la demonizacin
del monte y de esas "entidades" que lo habitan, demonizacin que tiene
su fundamento, siguiendo a Barabas (1995) en la desacreditacin por
parte de los misioneros de la concepcin sacro-ritual precolonial.
Sobre la concepcin sacro-ritual de los Huarpes ver Katzer (2008).
22
A la llegada de los espaoles, los Huarpes adoraban a una divinidad
que llamaban Hunuc Huar; suponan que moraba en la cordillera. De
ah que los muertos se enterrasen con la cabeza dirigida hacia el oeste.
Actualmente, si bien no se adora a dicha divinidad, se adora a San
Vicente, figura religiosa que posiblemente constituya la proyeccin
catlica de la divinidad Hunuc Huar (Prieto, 1999).

16

126

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 127

NARRATIVAS, HISTORIA, PODER. INVISIBILIDAD/VISIBILIDAD...


en el sentido de representar un "Otro ausente", y por producir
"objetos coloniales" (Fabian, 1991). En este punto, se inscribe la concepcin potica del conocimiento etnogrfico, como
una creacin imaginaria del otro.
Tal patrn narrativo es el que ha funcionado en la construccin de las etnografas y en la construccin del "objeto
tnico" como una substancialidad cartografiable (Amselle,
1999; Bazin, 1999). La etnologa, en su necesidad de abstraccin, ha construido un espacio metasocial dentro del
cual los sujetos, provistos de una identidad absoluta, coexisten sin estar en relacin, entendiendo as por "etnia" un
conjunto objetivamente determinable, cerrado sobre s
mismo. Al interior de este espacio, la categora de "indio",
invencin colonial, figura literaria creada en la relacin
colonial, ha operado como significante de salvajismo, tradicionalidad, primitivismo e inferioridad.
Esta manera de objetivar y describir al "otro" tiene su
fundamento en el inters poltico de gobernarlo, de colonizarlo. Las categorizaciones etnolgicas son edificadas en el
contexto del control estatal del espacio que figura sobre los
mapas y de las fronteras; forman parte de la preocupacin
del pensamiento colonial de distinguir, clasificar, ordenar,
jerarquizar: "la dominacin, comienza por el poder de nombrar, de imponer y legitimar los apelativos" (Derrida, 1997
[1996]). Emergen de la necesidad colonial de mapear los
diversos espacios y los grupos que los atraviesan para su
control. As es como el mapa tnico-geogrfico se constituye, utilizando un trmino de Foucault, (1998 [1979]), en un
instrumento de saber-poder, un instrumento de medida, de
examen, de control. Los cronistas y funcionarios de la colonia y los etnlogos de la primera mitad del siglo XX, han
funcionado en verdad como agentes en este proceso, recolectando y cartografiando la informacin, para ser luego
directamente explorada por las autoridades. As, muchos de
los etnnimos recortados no proceden ms que de la accin
del colonizador, que en su voluntad de territorializar, de
reagrupar las poblaciones y designarlas por categoras
comunes a fin de controlarlas mejor, termin por recortar
"entidades tnicas" como totalidades puras y homogneas
en s mismas.
Por ello, el problema de la "nominacin tnica" no es
ontolgico. Ms bien se trata de analizar cules son las condiciones de su aparicin, de su enunciacin. As, entendidas
las monografas etnogrficas como narrativas, es que procuro explorar en ellas qu acontecimientos, qu circunstancias polticas y qu formas de concepcin del Otro y de la
realidad indgena se manifiestan y cules han sido sus
implicancias polticas. En este sentido, esta investigacin
se halla encaminada a problematizar las condiciones polticas de enunciacin de la identificacin Huarpe, las condiciones de nominacin/desnominacin/renominacin y los
efectos de poder nominales23.

mismo espacio -a travs de mitos y particulares prcticas


religiosas-, que ha sido actualizado histricamente y mantenido hasta ahora.
Como hemos podido constatar de manera resumida, las
identificaciones indgenas huarpes en la provincia de
Mendoza se despliegan en diversas coyunturas socio-histricas. Al reconstruir de manera breve su trayectoria, a travs de los documentos histricos, de las etnografas e historiografas y de las memorias Huarpes, y constatar una
continuidad en las identificaciones tnicas entre principios
del siglo XVII y el presente: podemos interpretar su
reciente revisibilizacin pblica como resurgimiento o
renacimiento tnico? Alguna vez dejaron de emerger? Esta
paradoja, puede explicarse en parte por las lagunas etnogrficas y los silencios de la narrativa historiogrfica en
sus efectos de poder (Troulliot, 1995), por lo cual resulta
ineludible discutir acerca de los modelos analticos utilizados en la construccin de estas etnografas y en la conceptualizacin de la etnicidad.
MODO

DE ABORDAJE: ALGUNAS CONSIDERACIONES TERICO-

METODOLGICAS.

Entender que los Huarpes no desaparecieron y que el


resurgimiento est lejos de poder considerarse una aparicin abrupta implica un trabajo de anlisis de la propia
bibliografa etnogrfica y de fuentes histricas, acompaado por la bsqueda de conceptualizaciones que permitan
comprender su trayectoria como pueblo indgena. El abordaje desde la textualidad permite as, analizar los discursos
de la etnografa sobre los Huarpes y a travs de ellos, explorar el modo de representacin de la otredad que operacomo los discursos de los Huarpes sobre s mismos. En este
sentido, concebimos las monografas etnogrficas y los
relatos Huarpes como textos.
En el abordaje desde la textualidad tomamos como referencia los planteos de Foucault (2002 [1966]), Derrida,
2001[1978], 1997 [1996]), Said (2004 [1983]), Darnton (1987
[1984]), quienes la definen y problematizan en sus relaciones
con el poder. Desde esta mirada, los textos, son actos de
poder: en tanto formas de clasificacin del mundo, se definen
como parte constitutiva del proceso social de diferenciacin,
exclusin, incorporacin y gobierno (Said, 2004 [1983]). El
texto es un soporte y lugar entre otros soportes (como el cuerpo) donde se llevan a cabo las estrategias de control de la
sociedad, donde se manifiesta la historicidad. De este modo,
la atencin est dirigida a textualidad de las circunstancias, a
cmo los acontecimientos y circunstancias conllevan y se
manifiestan en los textos, problematizando as, la relacin
existente entre los textos y las realidades de poder. Estas conceptualizaciones son las que han guiado la redefinicin de las
etnografas como una forma de escritura, como narrativas
(Thomas, 1991; Fabian, 1991; Rapport & Overing, 2000).
Parte de ese patrn narrativo lo constituy la retrica del exotismo y del realismo. Como forma literaria, el realismo, ha
sido un estilo de escritura antropolgica que ha terminado por
absolutizar y naturalizar la diferencia (Rapport & Overing,
2000). En este sentido es que la creacin de la diferencia,
basada en el exotismo y la distancia, aparece como producto
de un proceso de exclusin (Said, 1990[1978], 2004[1983]),

Acerca de la problematizacin del "nombre" como locus de identificacin/comunicacin son mltiples y controvertidas las discusiones y
teorizaciones existentes, fundamentalmente en los campos de la filosofa del lenguaje y el psicoanlisis, que exceden los lmites de este trabajo. Son sugerentes los planteos de Benjamn (2007[1927-1940]) y
Derrida (1997 [1996]).

23

127

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 128

CUADERNOS 22
LA RETRICA DE LA PUREZA Y LA FIGURA DEL SALVAJE: NARRA-

"alguna vez fue Huarpe", es contemporneamente desnominada y slo representada como poblacin superviviente
del pasado indgena. "Lo Huarpe" e "indio" slo es remitido al pasado. Esta poblacin, en tanto campesina, mestiza,
desapropiada de "elementos tradicionales", desprovista de
contrastatividad cultural, pierde el inters como sujeto de
estudio contemporneo.
Proponemos que este modo de describir y calificar a los
Huarpes como extintos responde a un modo de representacin singular del Otro -el moderno, colonizante- y de "lo
indgena", en tanto Otro; un modo de representacin colonial que, dentro de una lgica binaria desplegada en la oposicin barbarie/civilizacin, instala como ley y norma de
subjetividad, el territorio de lo homogneo y disciplinado,
inscribiendo a la otredad dentro del espacio de la barbarie,
de la anormalidad, de la indisciplina. Esta territorialidad
colonial, que aparece entonces como la nica legtima, se
asienta, como discurso y como prctica. Siguiendo a Skliar
(2004), se trata de un aparato de poder que se sostiene a partir de un doble mecanismo diferenciador: por un lado, reconoce la diversidad como dato, pero a la vez, la desactiva, la
disimula, al convertirla en puro exotismo, en pura alteridad.
Un modo de representacin que ha reducido la territorialidad del "otro", a una pura diferencia. La alteridad es colocada entonces en un espacio fijo y negativo: lo que no queremos ser. Esa imagen acerca del otro se construye a partir
de un conjunto de mitologas acerca del otro, entre los cuales el primitivismo, es decir, la subjetivacin del otro como
salvaje, como arcaico, es el que ha operado con mayor frecuencia, y que ha terminado por fijar al otro en una posicin
de inferioridad, de subalternidad.
Como espacialidad brbara, indisciplinada, anormal, la
figura del indio ocup el lugar del Otro, el lugar de la contra-utopa moderna, cuya relacin con el "Uno NormalNormalizado"-el europeo, el blanco, la nacin, la ciudadana- ha permitido la destruccin de todo "otro indeterminado" y ambiguo. As, en las etnografas, el salvaje, aparece
como una figura discursiva constitutiva de la construccin
del objeto. El mestizaje, como espacialidad impura, ambigua, indeterminada, termin por ser excluido de la territorialidad de la otredad, y por ende de la objetivacin etnogrfica. Los Huarpes, en tanto mestizos, contradiciendo el
mito de la originalidad y de la consistencia interna de la
cultura, opuestos a la imagen del "indio puro del pasado"24,
aparecen entonces como desprovistos de una identidad
absoluta, dejan de ser una "etnia viva", objetivamente determinable, dejan de ser una substancialidad cartografiable,
todo por lo cual, suscitan el desinters como "otro", como
"objeto etnogrfico". Dentro de esta narrativa, los Huarpes,
mestizos, trabajadores rurales, son opuestos al indio puro,
salvaje, hostil del pasado; en tanto haban perdido seales
de alteridad, es decir, de primitivismo, de salvajismo, de
indisciplinamiento, de anormalidad, los Huarpes dejan de

TIVAS SOBRE LA EXTINCIN DE LOS HUARPES

Los Huarpes, o, si se prefiere, la presencia indgena


en la regin de Cuyo, no ha sido objeto de especial inters para los etnlogos argentinos. Desde la obra de Carlos
Rusconi en el ao 1960 hasta fines de la dcada del 90 que es cuando aparecen las producciones de Diego
Escolar en relacin a la visibilidad Huarpe- este pueblo
indgena aparece completamente ausente en la literatura
antropolgica. Las producciones durante ese lapso de
tiempo han constado particularmente de trabajos historiogrficos y/o arqueolgicos, en los cuales solo son utilizados fuentes histricas, relatos de cronistas de los siglos
XVI, XVII Y XVIII y material arqueolgico. En esta
direccin, se han centralizado en la bsqueda de "vestigios" del pasado en el presente, eludiendo, salvo algunas
excepciones, la descripcin y anlisis del propio presente. Es decir, los Huarpes, en tanto sujeto tnico, pasa a ser
descrito por lo que pudo haber sido, siendo contemporneamente caracterizado, como "mestizos", como un mero
"puado de descendientes", en trminos de "restos del
pasado".
As, en Contribucin al conocimiento de la etnografa
moderna, Alejo Vignati (1931) sealaba que,
() entre los actuales pobladores [de Huanacache]
() perduran con tenaz supervivencia muchas de las
modalidades de los antiguos habitantes (pp.227)subsisten an las construcciones ms primitivas que utilizan los mestizos y no pocos blancos ms pobres o ms
holgazanes (pp. 230) () Los tipos predominantes son
la casa de "adobes" entre la gente ms acomodada y las
chozas pajizas de los mestizos" (pp. 233) () Los graneros construidos sobre pilares son los ms antiguos,
tanto, que opino, a la par de Metraux, que representan
une survivance du pass prcolombien (pp. 233)
(resaltado mo).
Carlos Rusconi (1940) haca referencia a "las extinguidas naciones aborgenes como la de los Huarpes" (pp. 259)
aunque simultneamente titulaba su artculo como
"Supervivencia de algunos descendientes de aborgenes de
Mendoza", aludiendo a que "se advierten rasgos inequvocos del tipo indio puro" (pp. 261). Finalmente, en el trabajo de clasificacin de las poblaciones y reas culturales
indgenas existentes en el pas, Canals Frau (1953) sealaba:
"() hace ya tiempo que desaparecieron los Huarpes
(pp. 373) () su tipo es tan particular, que an puede
observarse en parte de la poblacin actual, especialmente en algunos apartados lugares como las Lagunas
de Guanacache, donde sus restos vivos, aunque mestizados, han podido llegar hasta nuestros das (pp. 375-6)
la extincin definitiva de estos indios ha de estar relacionada con la fundacin de pueblos de indios en Cuyo
a mediados del siglo XVIII, en los que se reunieron los
restos de la poblacin indgena que an quedaban (pp.
393)" (resaltado mo).
En los relatos de esta etnologa de las prdidas
(Pacheco de Oliveira, 1999), la poblacin descrita, que

En las teoras de la aculturacin, la identificacin biolgica y etnolgica del "indio", asociada a una idea de "pureza", significaba desde el
punto vista biolgico, no tener cruzamientos con le blanco, con los noindios; desde el punto de vista cultural, no haber sufrido influencia de
la civilizacin (Cardoso de Oliveira, 1978).

24

128

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 129

NARRATIVAS, HISTORIA, PODER. INVISIBILIDAD/VISIBILIDAD...


ser categorizados como indios, y por ende, dejan de ocupar
el espacio del otro. Como mestizos ya civilizados se incorporaron a la territorialidad normalizada.
De esta manera, al sostener la extincin definitiva de los
Huarpes durante el perodo colonial temprano, negando la
marca indgena en el "mestizaje", esta narrativa aparece
entonces operando como parte de los dispositivos ideolgicos que han argumentado a favor de una territorialidad provincial "libre de indios", homognea, normalizada, disciplinada, en una coyuntura poltica en que la imagen de unidad nacional y de "un pas blanco, sin indios" (Tamango,
1991) se consolidaba, y en que las elites locales buscaban
representar la provincia como una comunidad moderna,
civilizada, y argentina, para lo cual, la identidad indgena
Huarpe se consideraba por tanto un estigma que podra proyectarse amenazador (Escolar, 2007).
Esta territorialidad colonial normalizadora, que es la
que se ha asentado en la objetivacin del estado-nacin, se
sostiene en el control y disciplinamiento de la poblacin,
que en relacin a las poblaciones indgenas, en tanto poblaciones "mviles", exigi en primer lugar su fijacin, su
sedentarizacin, su adherencia a un territorio. La disciplinarizacin ciudadana como proyecto nacional moderno ha
ido encaminada entonces a la pacificacin-civilizacinsedentarizacin-mestizacin del indio salvaje y hostil y a
su desnominacin, para su integracin como ciudadano y
como trabajador nacional. En este proceso, las elites redefinen a los indgenas como parte de un Estado que se imagina como nacional, que se imagina como una comunidad
poltica. Este proyecto es entonces tambin, siguiendo los
planteos de Souza Lima (1995), una empresa cognitiva,
orientada por procedimientos semiticos, a una produccin
imaginaria y un desconocimiento del otro, necesarios para
su sujecin. Las formulaciones etnogrficas e historiogrficas, se convirtieron as en operadores fundamentales de esta
empresa: los Huarpes, ya sedentarios, ya mestizos, dejan de
ser nominados como "indios", refirindose a esta categora
slo para nominar a los pobladores que habitaban en el
pasado, fortaleciendo la idea de su integracin definitiva a
la comunidad poltica nacional.

su modelo civilizatorio-modernizante y sus procesos de


transformacin, la idea de la desaparicin o desidentificacin tnica de los Huarpes parece insostenible.
En la medida en que en el proyecto moderno/civilizatorio, el espacio geometrizado constituye el nico espacio
admitido dentro de la ley, y por ende, se convierte en el
nico espacio pblico autorizado (Tellez, 2004), la figura
del indio, en tanto figura del Otro, como territorialidad
exterior a la ley, a la norma, significante de barbarie, peligrosidad, amenaza, aparece desprovista de una forma autorizada de aparicin en el espacio pblico; es demonizada,
hostigada y perseguida; como figura del Otro, su presencia
se deslegitima, no puede hablar en nombre propio; queda
deslegitimada su aparicin corporativa en el espacio pblico autorizado. Es decir, la identificacin indgena pasa a ser
pblicamente ilegtima, y obligadamente, privada; debe
hacerse annima. El nico rostro autorizado en el territorio
pblico ser el "rostro mestizo". En esta desnominacin y
pretendida mestizacin, los Huarpes fueron clasificados
como "integrados", como ciudadanos. Quedando as disfrazada su modalidad diferenciada de sociacin25 en el modo
de ciudadana comn, la diferencial adscripcin tnica, quedara arrinconada y obscurecida en el mbito de lo privado,
como identificacin no pblica:
"La historia se ocult para afuera, no para adentro ()
en la escuela estbamos desaparecidos, en casa ramos
Huarpes (MA, hombre Huarpe adulto. Marzo 2007)
Yo creo que el tema que nosotros hallamos perdido, no
perdido, no es que la hallamos perdido sino que nos
hano como que han puesto pantallas delante nuestro,
y son esas pantallas lo que la gente est viendo y en
realidad nosotros hemos quedado sin la posibilidad de
dar una opinin pblica que a veces es tan necesaria
(M.A hombre Huarpe adulto. Marzo 2007).
() mis padres, mis abuelos vivieron aqu, y ellos
siempre han hablado de los indios, y cuentanpero
nadie escribi nada (MV, hombre Huarpe adulto.
Marzo 2006)
() yo he vivido como han vivido los Huarpes, no es
que nadie te lo dijo (HG, hombre Huarpe adulto.
Agosto 2006).
() Mis padres, mis abuelos vivieron aqu, y ellos siempre han hablado de los indios, antes nadie quera decir
que era lagunerotodos estaban escondidos, nadie
quera ser lagunero, decamos que ramos del campo,
para no decir de Lagunas, tenamos rechazo de la ciudaddecir Huarpe o lagunero equivala a decir borracho y ocioso.tens toda una historia que est guardada y que se sabe por los padres, que han nacido y se
han criado aqu la gente ac es muy cerrada, no
quiere hablar.mi ta me deca que antes se movan de
un lado a otro, porque los corran" (SD, mujer
Huarpe adulta. Marzo 2006).

DECONSTRUYENDO LA NARRATIVA DE LA "DESAPARICIN" DE


LOS HUARPES: LA DESNOMINALIZACIN PBLICA
en qu lengua escribir memorias, cuando no hubo
lengua materna autorizada? y es por eso, que en cierto modo esta amnesia sigue activa, dinmica, potente,
otra cosa que un
simple olvido. (Derrida, 1997
[1996], pp. 49).
Lo hasta aqu planteado implica suponer que luego de
siglos de persecucin, inferiorizacin y arrinconamiento de
los Huarpes, adems de ciertas prcticas culturales que
podran denominarse como "propias", se hallan muchas
otras que se fueron modelando a lo largo de procesos complejos de aceptacin-rechazo (Tamagno, 1991). Si entendemos que la etnicidad supone una trayectoria (Pacheco de
Oliveira, 1999), dentro de la cual las prcticas y marcos de
interpretacin indgena se van reconfigurando como expresin de las articulaciones con la sociedad total, la presin de

26
El trmino sociacin es utilizado por Jean-Luc Nancy (2003 [1998])
para distinguirlo de "asociacin" (contrato, agrupamiento conjunto de
individuos unidos por una "propiedad comn") y definirla como la condicin de coexistencia, como la condicin de ser-en-comn.

129

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 130

CUADERNOS 22
Hemos podido constatar que el proceso de desnominalizacin de los Huarpes, y su estrategia, el mestizaje, se
inician en el contexto colonial con la realizacin de bautismos y los casamientos intertnicos. En los bautismos se
proceda al reemplazo del nombre indgena por el espaol.
Estas acciones son iniciadas por los jesuitas en el siglo
XVII con la edificacin de varias capillas26. Las misiones,
en tanto unidades bsicas de ocupacin territorial y de
produccin econmica (Pacheco de Oliveira, 1999) materializaban una intencin explcita de homologacin entre
los diferentes grupos tnicos -Huarpes, Pehuenches,
Puelches-, parcialmente "homogeneizados" por el proceso
de catequesis y por el disciplinamiento del trabajo, constituyendo as un primer contingente "hbrido de indios pacficos" que podan ser "integrados" al Estado colonial.
Finalmente, se estimulaban los casamientos intertnicos y
la fijacin de misioneros dentro de los lmites de los antiguos nucleamientos27.
La constitucin de reas de refugio, como las Lagunas
de Guanacache, podra interpretarse tambin como una
forma de anonimato de parte de los indgenas, escapando a
las polticas de exterminio o de integracin forzosa en las
encomiendas y a la expatriacin hacia Chile. Por cuanto no
fue territorializado por la Colonia hasta mediados del siglo
XVIII, este territorio tnico que representaban las Lagunas,
como territorio an no colonizado, es decir, an no pblico,
se mantuvo como espacio annimo.
Otra forma se registra en el despojo del apellido indgena y su reemplazo por el espaol, procedimiento que es
revivido hoy en las memorias Huarpes como efecto de las
persecuciones de fines del siglo XIX. No son pocas las
alusiones de mis informantes acerca de que muchos,
"para evitar ser perseguidos", se cambiaron los apellidos.
Se sabe entre la gente Huarpe que por ejemplo el apellido
"Guallama" -que, como sealbamos, an se registra en el
presente- fue reemplazado por "Gonzlez" y "Molina":
"() mi abuelito s me saba contarellos se cambiaron el apellido porque los perseguan. Mi abuelito era
Guallama y se cambi el apellido a Gonzlez, as me
contaba l
-cmo se llamaba l?
-l se llamaba Jos Ignacio Gonzlez, pero antes se llamaba Guallamay cuando los perseguan en los malones..dice que los queran matar o los queran llevar
para otro lado" (Fragmento de entrevista a F.N.,
anciana Huarpe. Agosto 2007).
Finalmente, otra desnominacin tuvo lugar en relacin
a las figuras sagradas: por ejemplo "San Roque" refiere a
"Santos Guayama", San Vicente refiere a la divinidad
Hunuc Huar.
De esta manera, en la medida en que todo significante
connotativo de "indianidad" era hostigado, el anonimato
ejercido simultneamente por los propios Huarpes, aparece
vigorizado en sus relatos como una estrategia de supervivencia, como una tcnica de proteccin de su identidad:
26
27

"( ) entonces algunos le preguntbamos y nos decan"


"mi abuela era Huarpe, mi abuelo era Huarpe", pero
nosotros ya no, y como, si tu abuelo es entonces vos
tambin sos Huarpe, pero bueno era esta parte de tratar de sobrevivir en este sistema que te va marginando,
son como las estrategias que se armaron, entonces
bueno no eran Huarpes" (M.A, hombre Huarpe adulto. Agosto 2007).
Interpretamos entonces el proceso de invisibilizacin
pblica de los Huarpes como el proceso de su desnominacin, como nominacin/identificacin/adscripcin tnica
privada, que, desde los indgenas, es entendida a su vez
como una estrategia poltica de supervivencia sociativa,
como una forma de sociabilidad desplegada desde fines del
siglo XIX: la nacionalizacin exigira que "la historia se
guarde". Si su nominacin indgena "Huarpe", "lagunero",
"indio" marcaba una territorialidad ilegtima, anormal, peligrosa, en tanto denotativa de "salvajismo", "delincuencia",
"ociocidad", "borrachera"; si la sola autoascripcin pblica
implicaba persecucin, la desnominacin aparece como una
forma de discurso poltico estratgico. No podemos confundir el hecho de que no hayan sido "nombrados por la
Ley", de que no hayan sido "nombrados por la academia"
y de que no se hayan identificado como forma de sociacin
singular en el espacio pblico, con una prdida de conciencia tnica; ello no quiere decir que no hayan significado
como propias su nominacin y prcticas indgenas en el
espacio domstico/privado. Ms an, el hecho del ocultamiento, tantas veces sealado por nuestros interlocutores28 y
en documentacin histrica, pone de manifiesto la existencia de una precisa conciencia tnica: en ese "esconderse",
queda implcitamente traducida.
INDIOS EMERGENTES? ETNOGNESIS HUARPE
"()yo nunca le preguntaba a mi viejo porque nosotros
tenamos bien en claro que nosotros ramos indios, pero
claro, el tema era que nosotros estbamos desparecidos En el caso nuestro, de nuestra familia nosotros
nunca negamos que ramos Huarpes, yo te cont a vos,
que nosotros bamos a la escuela y nos decan que estbamos desaparecidos y en la casa nosotros no estbamos desparecidos, eso era muy fuerte para nosotros que
ramos chicos, y eso no lo he vivido solamente yo, tambin lo habr vivido mi viejoA nosotros siempre nos
decan los indios, incluso en familias amigas, haban
fiestas y llegbamos nosotros y nos decan "ah vienen
los indios", pero bien...y a m me encantaba, cuando yo
era chico, me encantaba..y mis viejos siempre hablaban,
mi abuela tambin, entonces la historia nuestra, digamos que no arranca en el 84" 29 (M.A, hombre Huarpe
adulto. Agosto 2007).
Estos relatos extrados de mis notas de campo, confir-

Un testimonio es muy sugerente: "mi ta se esconda para hilar y


tejer, no quera que las nietas la vieran, porque, claro esas eran cosas
que hacan las indias.. yo no, yo les enseo a mis hijas..lo que s, no
hago ciertas comidas cuando viene gente de afuera ()" (TL, mujer
Huarpe adulta. Febrero 2008).

28

Notas del P. Enrich en: Vignati (1953: 107).


Idem; Archivo Histrico de Mendoza. Documento citado.
130

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 131

NARRATIVAS, HISTORIA, PODER. INVISIBILIDAD/VISIBILIDAD...


man una vez ms que la identificacin indgena nunca dej
de sentirse como "propia" y que por tanto, su historia no se
inicia en la coyuntura en que comienzan a hacer pblicos
sus discursos y reivindicaciones. Apoyndonos en estos
relatos, en la documentacin histrica, y en las memorias
Huarpes, la lectura que interpreta la revisibilidad de pueblos indgenas considerados "extintos" como "resurgimiento tnico" nos resulta ambigua. Como podramos sostener
la "emergencia actual" de los Huarpes, si en los documentos histricos su registro se remonta al siglo XVI y en sus
memorias estn presentes, si las identificaciones indgenas
se hacen presentes en las memorias, si se pueden observar
formas de sociabilidad, trabajo y residencia histricamente
adscriptas como "indias"? Las expresiones de algunos de
nuestros interlocutores y las halladas en documentos histricos expuestas a lo largo de este trabajo, ponen de relieve
que la asociacin entre visibilizacin indgena con conciencia tnica o, simultneamente, la negacin de una conciencia tnica durante el perodo de invisibilidad pblica, resulta insostenible. Creemos que en estos anlisis es necesario
diferenciar el espacio de lo pblico y de lo privado y dentro
de esta diferenciacin, el tipo de destinatario, ya que es el
destinatario el que condiciona en gran medida el contenido
del discurso y la cualidad de las identificaciones. Nuestro
anlisis de campo nos lleva a interpretar que los Huarpes
han sido invisibles slo ante los ojos de las elites y academia mendocina y nacional, que son quienes han tenido la
autoridad para situar pblicamente sus discursos y sistemas
de clasificacin social, para definir lo pblicamente autorizado.
En una lectura genealgica, nuestra propuesta avanza a
analizar los procesos de territorializacin protagonizados
por los Huarpes como condicionantes de sus identificaciones y reconfiguraciones identitarias. Hemos podido observar que en distintas coyunturas de la trayectoria de su etnognesis, las identificaciones indgenas Huarpes se hacen
presentes, y que, lo que ha sido sealado como su extincin
o muerte en el mestizaje, constituye ms bien su transformacin, su reconfiguracin tnica resultante de procesos de
articulacin social. Los Huarpes, "indios laguneros", han
manifestado ser una forma de sociacin, que en silencio
pblico, ha permanecido consolidada por una gnesis y
memoria histrica comn. Denominamos entonces al contemporneo proceso de revisibilizacin protagonizado por
los Huarpes su renominalizacin pblica.
En la instancia coyuntural que se inicia a mediados de
la dcada del 80, con la democratizacin del pas, cuando la
pluralidad tnica indgena comenz a ser reconocida legalmente, cuando comenz a ser "nombrada" por la Ley, y
cuando fue provista de formas autorizadas y valoradas de
aparicin en el espacio pblico, es decir, cuando comenz a
ser admitida como territorialidad pblica legtima, el anonimato de la identificacin indgena Huarpe/lagunera comenz a quebrarse. Uno de los testimonios Huarpes que alude
al respecto, es el que se aprecia en la afirmacin de que

"antes nadie quera ser lagunero, pero despus cuando


empez todo con las comunidades, que empez a salir en
los medios, en los diarios, la gente empez a valorarse
ms" (MV, hombre Huarpe adulto. Setiembre 2006).
En esta singular coyuntura, los Huarpes comienzan a
protagonizar un proceso de de renominacin como indgenas y como Huarpes en el espacio social, haciendo llegar
a conocimiento pblico sus reivindicaciones. A partir de
este momento, las identificaciones indgenas pblicas se
van haciendo cada vez ms numerosas, y no slo y particularmente por los intereses creados en la disputa por los
recursos, como enfatizan las versiones instrumentalistas,
sino ms bien, porque la identificacin indgena, comienza a aparecer como una forma de subjetividad cada vez
ms valorada y reconocida pblicamente como respaldada
jurdicamente, tanto a nivel nacional como a nivel internacional.
En este sentido, concordamos con la afirmacin de
Escolar (2007) acerca de la correspondencia de la articulacin entre la visibilidad pblica de las identificaciones indgenas Huarpes y la crisis del Estado de Bienestar en
Argentina, en cuanto este se haba encargado de sepultar la
diferencia tnica en la categora de "trabajador". Nos referimos entonces a las condiciones de la renominacin pblica Huarpe vinculadas al asentamiento del neoliberalismo
poltico como proyecto nacional democrtico. En este proyecto, el modelo del ciudadano comn, del ciudadano indiferenciado en la forma de trabajador, como nico marco
legtimo de integracin nacional, se desestabiliza y es reemplazado progresivamente por un modelo en el que la filiacin tnica y cultural vertebra los sistemas de clasificacin
social y la legalidad. En esta coyuntura singular, la figura
del indgena comienza a ser valorada y diferenciada como
forma de subjetividad sociativa, por cuanto a su vez, la crtica pos-colonial, problematizando las implicancias polticas de las narrativas sobre la otredad, comienza a deconstruir la figura del indio como primitivo. As, quienes se asumen como indgenas, encuentran en esta nueva normativa,
un marco de legitimacin de sus posturas y reclamos, que
posibilita que sus identificaciones, discursos y aspiraciones
se instalen por fuera de la subalternidad, es decir, se visibilicen pblicamente.
CONSIDERACIONES FINALES
Teniendo en cuenta los relatos Huarpes y la documentacin histrica, la nocin de "resurgimiento tnico" nos
resulta ambigua. Pensar la "emergencia tnica" Huarpe
como un fenmeno actual, constituira en definitiva otra
forma de traer al presente la retrica de la "pureza". Por un
lado, la dicotoma emergente/originario representa el esencialismo con ms fuerza, en tanto da la impresin de que lo
que se considera como movimiento emergente constituye
un retorno, una "apropiacin" de esa esencia pura primigenia; por otro, obscurece y desestima las configuraciones
identitarias pasadas. Por ltimo, la movilizacin indgena
que se imagina como actualmente emergente no es ni nueva
ni de aparicin imprevista, sino que se ha dado a lo largo de
toda la historia, variando, segn la situacin, la forma y

Este es el ao en que la familia Huarpe Azaguate reinicia la pelea por


sus tierras y que comienzan a hacerse pblicas sus reivindicaciones.

29

131

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 132

CUADERNOS 22
estrategia organizativa; lo que es nuevo y actual -pero de
ninguna manera gestado sorpresivamente sino a partir de la
situacin histrica precedente- es la incorporacin de pautas de organizacin y representacin poltica modernas, lo
cual no debe obscurecer la diversidad de acciones colectivas indgenas gestadas con anterioridad, durante y despus
de la Colonia. Contrariamente a pensar que los Huarpes
"estuvieron desaparecidos" y a entender su visibilidad contempornea como "resurgimiento tnico", estamos tratando
de problematizar cmo determinadas coyunturas histricas
y determinadas narrativas, han incido en su pblica visibilizacin/invisibilizacin y han condicionado en parte la
configuracin de sus identificaciones, sus instituciones y
sus aspiraciones pblicas. Por ello, preferimos hablar de
"etnognesis" Huarpe y no en el sentido de dar cuenta de un
"fenmeno actual" o de un "producto final", ocurrido desde
que este pueblo indgena se revisibiliza en el espacio pblico, sino en el sentido de dar cuenta de la gnesis30 de su
identificacin tnica, en la cual diversos movimientos de
territorializacin, como procesos de reorganizacin social a
nivel estatal y tnica, y diversas estructuraciones de la dinmica intertnica, han condicionado polticamente la enunciacin de la nominacin indgena.

Derrida, J.
2001[1978]. La verdad en pintura. Bs As. Paids.
1997 [1996]. El monolingismo del otro. Bs As. Manantial.
Escolar, D.
1999. Paisajes etnogrficos de Guanacache: La problemtica huarpe en la actualidad. III Congreso Argentino
de Americanistas. Buenos Aires.
2007. Los dones tnicos de la nacin: identidades huarpe y
modos de produccin de soberana en Argentina. Bs.
As. Prometeo.
Fabian, J.
1991. Presence and Representation. En: Time and the work
of anthropology: The Key Concepts. Pgs. 236-45.
Londres y Nova Iroque. Routlege.
Foucault, M.
2002[1966]. Las palabras y las cosas. Bs As. Siglo XXI.
1998[1979]. Microfsica do poder. Rio de Janeiro. GRAAL.
Garca, A.
2002. Una mirada a los reclamos modernos de identidad
huarpe. Scripta Nova Revista Electrnica de
Geografa y Ciencias Sociales. Universidad de
Barcelona. ISSN: 11389788. 109.Vol VI.
Katzer, L.
2008. Etnoterritorialidad Huarpe: semantizaciones y politizaciones del espacio en el proceso de etnognesis".
VII Jornadas de jvenes investigadores en Ciencias
antropolgicas. En: Bourlot, Tirso, Damin Bozzuto,
Carolina Crespo, Ana Carolina Hecht y Nora
Kuperzmit (edts) Entre Pasados y Presentes II.
Estudios
contemporneos
en
Ciencias
Antropolgicas. Buenos Aires. Fundacin Flix de
Azara, Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano y Vazquez Mazzini.
Marcus, G. E.
1995. Ethnography in/of the World System: The Emergence
of Multi-Sited Ethnography. Annual Review of
Antrophology, 24: 95-117.
Mrquez Miranda, F.
1941-1946. Los textos Millcayac del Padre Luis de
Valdivia. Revista del Museo de La Plata, 12: 65-223,
tomo II.
Nancy, J-L.
2003 [1998]. Conloquium. En: Espsito, Roberto
Comunitas. Origen y destino de la comunidad. pgs.
9-19. Bs. As. Amorrortu.
Pacheco de Oliveira, J. (org.).
1999. A viagem da volta. Etnicidade politica e reelaboracao cualtural no nordeste indgena. Rio de Janeiro.
Contracapa.
Prieto, M.R.
1999. "Antecedentes huarpes de los pobladores del Noreste
de la Provincia de Mendoza". Instituto de Ciencias
Humanas, Sociales y Ambientales- CRICYTMendoza.
Rapport, N. & Overing, J.
2000. Social and Cultural Anthropology: The Key
Concepts. Londres y New York. Routledge.

BIBLIOGRAFA
Amselle, J-L.
1999. Prefacio y Ethnies et espaces: pour une anthropologie
topologique. En: Amselle, J.-L. & M Bokolo, E.
(eds.) Au coeur de lethnie. Pgs. I-IX, 7-45. Pars.
La Dcouverte.
Barabas, A. et al.
1995. La identidad: imaginacin, recuerdos y olvidos.
Mxico.
Instituto
de
Investigaciones
Antropolgicas. UNAM.
Bazin, J.
1999. A chacun son Bambara. En: Amselle, J.-L. & M
Bokolo, E. (eds) Op. Cit. pp. 87-127.
Benjamn, W.
2007 [1927-1940]. Sobre el lenguaje en general y sobre el
lenguaje de los hombres. En: Benjamn, W. 2007
[1913-1940] Conceptos de filosofa de la historia.
Pgs 91-109. La Plata. Terramar.
Cabrera, P.
1929. Los aborgenes del pas de Cuyo. Crdoba.
Universidad Nacional de Crdoba.
Canals Frau, S.
1953. Las poblaciones indgenas de la Argentina. Su origen, su pasado, su presente. Bs. As. Sudamericana.
Cardoso de Oliveira, R.
1978. A sociologia do Brasil Indgena. Ro de Janeiro.
Universidade de Brasilia.
Darnton, R.
1987[1984]. La gran matanza de gatos y otros episodios de
la historia de la cultura francesa. Mxico. Fondo de
Cultura Econmica.

30

En el sentido nietzscheano del trmino. Ver Foucault ([1979] 1998).


132

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 133

NARRATIVAS, HISTORIA, PODER. INVISIBILIDAD/VISIBILIDAD...


Rusconi, C.
1940. Supervivencia de algunos descendientes de aborgenes de Mendoza. Revista geogrfica americana.
VIII, XIV, 85: 259-264.
1961-1962. Poblaciones pre y poshispnicas de Mendoza.
Vol. I a IV. Mendoza. Imprenta Oficial Mendoza.
Said, E. W.
1990[1978]. Introduo. En: Orientalismo. O Oriente como
invencao do ocidente. So Paulo. Schawarez.
2004 [1983]. El mundo, el texto y el crtico. Bs. As. Debate.
Schaff, A.
1992. Historia y verdad. Mexico. Enlace-Grijalbo.
Scalvini, J.
1965. Historia de Mendoza. Mendoza. Spadoni.
Skliar, C.
2004. Las espacialidades del Otro. Entre el sujeto colonial,
el sujeto multicultural y la falta de sujeto". Revista
latinoamericana de Estudios Avanzados. CIPOST.
Universidad Central de Venezuela. 19: 91-127.
Souza Lima, A. C.
1995. Um grande cerco de paz. Ro de Janeiro. Vozes.
Tamagno, L.
1991. La cuestin indgena en Argentina y los censores de
la indianidad. Amrica Indgena, tomo I, 123-149.
Tellez, M.
2004. La inscripcin poltica de la vida: razones para pensar la ciudadana ms all de la soberana". En:
Revista latinoamericana de Estudios Avanzados. Op.
cit., pgs. 129-163.
Thomas, N.
1991. Against ethnography. Cultural Anthropology [6]3:
306-322.

Trouillot, M-R.
1995. Silencing the past. Power and production of History.
Boston. Beacon Press.
2003. Anthropology and the Savage Slot: The Poetics and
Politics of Otherness. En: Global Transformations:
Anthropology and The Modern World. Pgs. 7-28.
New York. Palgrave Macmillan.
Vignati, A.
1931. Contribucin al conocimiento de la etnografa
moderna de las Lagunas de Huanacache. Notas preliminares del Museo de la Plata. Tomo I, pgs. 225240.
1940. Los aborgenes de Cuyo. Notas del Museo de La
Plata. Tomo V, Antropologa 19: 69-93.
1953. Aportes al conocimiento antropolgico de la provincia de Mendoza". Notas del Museo de La Plata.
Tomo XVI. Antropologa 55-58: 27-103.
DOCUMENTOS HISTRICOS CONSULTADOS
Archivo Histrico de Mendoza. poca colonial. Seccin
militar, ao 1798, documento n 44, carpeta n 30.
Archivo histrico de la Nacin. 5.9-24- 1-2.
Cdigo de las leyes, decretos y acuerdos que sobre administracin de justicia se ha dictado la provincia de
Mendoza. Por Manuel de Ahumada. 1860. Imprenta
de "El Constitucional". Mendoza.
Diario de Sesiones. Cmara de Senadores de la Nacin.
Agosto de 1984.
Descripcin Colonial, por Fr Reginaldo de Lizrraga. Libro
segundo, Biblioteca argentina, Bs. As., 1916.

133

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 134

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 135

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

LA CONSTRUCCIN DE UN LUGAR DE MEMORIA:


EL CASO DEL EX CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIN "OLIMPO"

Luciana Messina *
RESUMEN
En el siguiente trabajo nos proponemos reconstruir y analizar el proceso progresivo de institucionalizacin tanto del proyecto como del grupo de trabajo que participa en la concrecin de la poltica de memoria tendiente a convertir el ex centro clandestino de detencin conocido como "Olimpo" en un lugar de memoria.
PALABRAS CLAVE: Lugar de memoria, polticas de memoria, centros clandestinos de detencin, terrorismo de Estado.
ABSTRACT
The aim of this work is to analyze the progressive process of institutionalization of the project and the work of the group
that participates in the carrying out of a memory policy that tends to turn the ex clandestine detention center known as
"Olimpo" into a place of memory.
KEY WORDS: places of memory, policies of memory, clandestine detention centers, State terrorism.

INTRODUCCIN
En el siguiente trabajo nos proponemos reconstruir y
analizar un proceso particular que contribuye a la construccin de memoria social y poltica sobre el pasado reciente
de terrorismo de Estado en Argentina (1976-1983): el proceso llevado adelante por un grupo de actores heterogneo
que trabaja desde hace ms de tres aos en la constitucin
de un lugar de memoria1 en el predio donde funcion el
centro clandestino de detencin conocido como "Olimpo".
El foco de nuestro anlisis estar puesto en interpelar un
proceso de marcacin de lugar -an inconcluso- que tiene
como fin ltimo constituir, en un sitio que fue terreno de
desaparicin, tortura y exterminio, un lugar en el que se
rememoren y denuncien las violaciones a los derechos
humanos del pasado y del presente; proceso que involucra
actores sociales, discusiones, rupturas, decisiones y acciones. Nos interesa dar cuenta de algunos aspectos de la transformacin material y simblica que involucra la marcacin

de lugar, atendiendo, especialmente, a los aspectos conflictivos de una poltica de memoria atravesada por las disputas de sentido propias de las "memorias de la poltica"
(Rabotnikof, 2007:260)2. A su vez, quisiramos dar cuenta
de algunas de las condiciones polticas e institucionales que
hicieron posible la emergencia y el desarrollo de un "programa institucional de memoria" en el ex "Olimpo" as
como de algunos de sus aspectos especficos.
La reconstruccin del proceso que describimos y analizamos se realiz, fundamentalmente, sobre la base de
"notas de campo" de reuniones en las que diversos actores
sociales y polticos, gubernamentales y no gubernamentales, debaten sobre el destino y el uso del ex "Olimpo"; reuniones en las que participamos en calidad de investigadores-observadores3. El caso en el que se centra nuestro anlisis, si bien muy local y singular, puede iluminar aspectos
ms generales en torno a cmo se construye memoria social
a partir de lugares que condensan significados sobre el
pasado reciente de terrorismo de Estado en Argentina y que
habilitan la objetivacin de una narracin sobre l.

* CONICET / Departamento e Instituto de Geografa, Facultad de


Filosofa y Letras, UBA. [email protected].
1
El proyecto de Les lieux de mmoire, segn cuenta P. Nora (1998),
consisti en analizar aquellos productos sociales que de una manera u
otra condensaran significados asociados a lo nacional, a partir de una
perspectiva que enfatizaba en el aspecto simblico. Se trataba, entonces, de un anlisis que parta del "objeto histrico" e intentaba reconstruir su representacin y formacin en el tiempo. Un abordaje deconstructivo de un objeto naturalizado que representaba un "punto de cristalizacin" de la herencia nacional. El lugar de memoria que se est
constituyendo en el ex "Olimpo" difcilmente pueda considerarse un
lieu de mmorie en estos trminos. Si bien el trabajo de muchos actores sociales y polticos se direcciona hacia esa meta, no podramos afirmar -al menos no por ahora- que el ex "Olimpo" constituya actualmente un lugar donde "se cristaliza y se refugia la memoria" nacional sobre
el terrorismo de Estado.

Segn N. Rabotnikof, las "memorias de la poltica" no se restringiran solo al recuerdo de un pasado poltico por sus contemporneos sino
que tambin abarcaran las imgenes de la poltica de aquellos que no
fueron contemporneos a los hechos recordados, es decir, de aquellos
que han construido ese pasado "a partir de testimonios, recuerdos,
documentos. O sea, a las memorias de las otras memorias" (2007:261).
3
La prctica de observacin participante se ha llevado adelante desde
abril de 2005 hasta diciembre de 2007. Adems hemos realizado entrevistas en profundidad a algunos de los integrantes de la Comisin y trabajo de archivo (especialmente relevamiento de leyes y artculos de
prensa) con el fin de reconstruir las condiciones polticas e institucionales que hicieron posible la emergencia y el desarrollo de un programa institucional de memoria en el ex "Olimpo".
2

135

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 136

CUADERNOS 22
LA CIUDAD Y LAS MARCAS DE LUGAR
El terrorismo de Estado produjo acontecimientos que
irrumpieron en la vida cotidiana de los argentinos: secuestros
en la va pblica, en domicilios particulares, en lugares de
trabajo; asesinatos a la luz del da; robo de bebs; aparicin
de cuerpos no identificados en descampados, en las costas de
la provincia de Buenos Aires; allanamientos violentos y
saqueos a domicilios particulares; entre otros. Entre 1976 y
1983 funcionaron alrededor de 340 centros clandestinos de
detencin distribuidos en el todo el territorio argentino,
muchos de los cuales tuvieron como sede dependencias de
las fuerzas armadas y de las fuerzas de seguridad provinciales y nacionales4. Estos centros clandestinos constituyeron el
presupuesto material de una sistemtica metodologa represiva consistente en el secuestro seguido de la tortura y, en la
mayora de los casos, de la desaparicin definitiva. Todos
ellos estuvieron supeditados a autoridades militares y fueron
concebidos con el fin de deshumanizar a las vctimas. La
supresin de todo nexo con el exterior, la ausencia de referencias temporo-espaciales, la asignacin de letras y nmeros
y el hacinamiento de los detenidos fueron, entre otras, caractersticas comunes a todos ellos5.
Ahora bien, cmo se inscribi este dispositivo represivo basado en el secuestro, la tortura y la desaparicin de
personas en el entramado de la Ciudad de Buenos Aires? La
misma forma represiva que caracteriz al terrorismo del
Estado tuvo como efecto no dejar huellas en la ciudad (o, al
menos, invisibilizarlas). Desaparecieron personas y, con
ellas, los rastros mismos del mecanismo represivo. En palabras de E. Schindel (2002:27), "como la picana elctrica,
que empleada con pericia no deja marcas en la vctima, la
desaparicin no deba producir huellas en la piel de la ciudad". Por ello, consideramos que el estudio de los procesos
tendientes a inscribir, mediante una marcacin de lugar,
aquel dispositivo represivo es una perspectiva frtil para
abordar la construccin de memoria social sobre este perodo trgico de la historia argentina.
Hablamos de marcas de lugar para referimos a las inscripciones de sentido producidas por sujetos sociales sobre
aquellos espacios materiales que resultan significativos
para ellos. Entendemos que lo real no se significa a s
mismo sino que son los sujetos sociales -individuales o
colectivos- quienes, mediante sus propias prcticas, lo significan (Escolar 2000, Besse 2005). La accin de dichos
sujetos inicia procesos de lugarizacin, es decir, procesos
tendientes a constituir lugares en los que se condensan sentidos sobre el pasado e identidades polticas y sociales. En
este sentido, un emplazamiento cualquiera es pasible de ser

convertido en un lugar a travs de un proceso de lugarizacin. Dichos procesos suponen debates, conflictos y pugnas
entre diversos sujetos sociales con distintos intereses en
juego -por ejemplo entre actores de la sociedad poltica
(como pueden ser el gobierno nacional, el gobierno municipal, la legislatura, entre otros) y actores de la sociedad
civil (grupos vecinales, organismos de derechos humanos,
entre otros); y, por ello, es posible suponer que entre el inicio del proceso y su culminacin (es decir, en la constitucin de un lugar de memoria) medien perodos variables de
tiempo que pueden contarse en meses o hasta en aos.
Consideramos que la prctica de marcacin, al desencadenar dichos procesos, forma parte de la construccin de una
memoria urbana sobre el terrorismo de Estado.
Dado que las marcas de lugar son pblicas -en tanto
intervienen en el espacio pblico-, su inscripcin significa
la puesta en publicidad de aquello que haba sido restringido al fuero ntimo. Existen distintas formas de marcacin
de lugares asociados con el pasado reciente: placas que
recuerdan a personas desaparecidas y que ponen en evidencia la necesidad de recuperacin de su identidad; creacin o
intervencin de espacios abiertos (desde la plantacin de
rboles hasta la realizacin de parques y plazas); cambio de
nombre de calles, plazas y otros espacios pblicos; construccin de monumentos, generalmente acompaados por
placas con informacin adicional; marcas en lugares donde
funcionaron centros clandestinos de detencin; muros con
graffitis y pintadas con nombres de desaparecidos; entre
otras. La construccin de estas marcas -que no slo recuerdan a las vctimas sino que tambin denuncian y manifiestan la continuidad de la lucha por justicia-, ha sido una
constante en las polticas de memoria como forma de abordar e interpretar el pasado reciente (Daz 2002). El caso de
estudio que presentamos en este trabajo constituye una de
estas formas de marcacin de lugares.
ALGUNOS ANTECEDENTES DEL PROCESO DE MARCACIN DEL
"OLIMPO" COMO LUGAR DE MEMORIA
El "Olimpo" -denominado as por los represores por ser
considerado "el lugar de los dioses"- funcion como centro
clandestino entre agosto de 1978 y enero de 1979 en una
dependencia de la Polica Federal argentina situada en el
corazn de un barrio de la Ciudad de Buenos Aires6. Se calcula que durante aquellos 5 meses estuvieron recluidos alrededor de 500 detenidos-desaparecidos, de los cuales alrededor de 100 fueron liberados7. El personal represivo (Polica
Federal, Servicio Penitenciario Federal, Gendarmera
Nacional y Ejrcito) actuaba bajo la supervisin de la

EX

4
Nos basamos en el informe Nunca ms elaborado por la Comisin
Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP 1984).
5
Para ahondar en una descripcin de las caractersticas de los centros
clandestinos de detencin en Argentina vase el informe Nunca Ms de
la CONADEP (1984) y Pilar Calveiro (1998), quien realiza un riguroso anlisis sobre la complejidad de dichos centros y reflexiona en torno
a la relacin con la sociedad que les dio lugar. Asimismo, en otro trabajo, hemos problematizado el concepto de centro clandestino de
detencin a fin de repensar su uso para el caso del ex "Olimpo"
(Messina 2009).

El predio donde funcion el "Olimpo" se halla emplazado en el barrio


de Floresta de la Ciudad de Buenos Aires; ms precisamente, en la
manzana delimitada entre las calles Ramn Falcn, Lacarra,
Fernndez, Rafaela y la Avenida Olivera. Durante las primeras dcadas
del siglo XX dicho predio funcion como terminal de lneas de tranvas pertenecientes a la Compaa Tramways Anglo Argentina y hacia la
dcada del 60 se convirti en terminal de la lnea 5 de mnibus. Durante
la ltima dictadura militar, cuando ya era sede de la Divisin
Automotores de la Polica Federal, el rea del garaje fue "acondicionada" para que funcione como centro clandestino de detencin.
6

136

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 137

LA CONSTRUCCIN DE UN LUGAR DE MEMORIA. EL CASO...


Jefatura del Primer Cuerpo de Ejrcito, comandado en ese
entonces por Surez Mason. Con motivo de la visita al pas
de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos de la
Organizacin de los Estados Americanos, el "Olimpo" fue
desmantelado y la mayora de los detenidos-desaparecidos
fueron "trasladados" -eufemismo utilizado por las fuerzas
represivas para referirse al exterminio masivo de detenidosdesaparecidos que consista, principalmente, en ejecutarlos
y enterrarlos en fosas comunes o en arrojarlos vivos desde
aviones al Ro de la Plata.
Antes de centrarnos en el anlisis del proceso que inicia
y desarrolla la plasmacin institucional de una poltica de
memoria en el ex "Olimpo", quisiramos mencionar algunos antecedentes que fungieron como condiciones de posibilidad para que dicho ex centro pueda ser pensado, visibilizado, proyectado y marcado como lugar de memoria:
1. En 1984, la Comisin Nacional sobre la
Desaparicin de Personas (CONADEP), como parte de la
labor llevada adelante para investigar los hechos relacionados con la desaparicin de personas durante el terrorismo de Estado, visit junto a sobrevivientes los sitios que
fueron denunciados como centros clandestinos de detencin con el fin de constatar su existencia. El ex "Olimpo"
fue, junto a la Escuela de Mecnica de la Armada y a la
Superintendencia de Seguridad Federal, uno de los tres
centros clandestinos de la Ciudad de Buenos Aires visitados por dicha Comisin8.
2. A partir del ao 1995 y durante los aos subsiguientes,
vecinos, sobrevivientes y familiares del ex "Olimpo" impulsaron, guiados por una iniciativa polticamente activa y militante, la organizacin frente al predio de actos, festivales,
movilizaciones y diversas actividades con el fin tanto de
denunciar las violaciones a los derechos humanos all cometidas como de protestar por la permanencia de la Polica
Federal. En marzo de 2002, las masivas movilizaciones, la
conformacin de asambleas barriales y el aumento de participacin poltica como correlato de la crisis econmica, poltica y social de diciembre de 2001 dieron a la organizacin por
la "recuperacin"9 del ex "Olimpo" un nuevo impulso10.

3. En 1995, se registr el primer proyecto de ley presentado ante el Congreso Nacional en el que se solicitaba la
cesin del predio a la Ciudad de Buenos Aires con el fin de
construir el "Museo de la Memoria Nunca Ms"11. Tres aos
ms tarde, se present en la Legislatura de la Ciudad de
Buenos Aires un proyecto de resolucin que impulsaba la
colocacin de una placa en homenaje a las vctimas del
terrorismo de Estado y el emplazamiento de una escultura
alusiva al funcionamiento en el lugar de un centro clandestino de detencin en la plazoleta ubicada frente al predio
donde funcion el "Olimpo"12. Si bien ninguno de estos dos
proyectos prosper, constituyeron los primeros antecedentes institucionales de una poltica de memoria que se vera
plasmada ms adelante en otros proyectos que s lo hicieron. En el 2001, se presentaron en la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires otros dos proyectos vinculados al
predio del ex "Olimpo": uno propona declararlo como Sitio
Histrico de la ciudad y otro solicitaba su proteccin edilicia13. En el 2002, la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires sancion la ley N 961 de creacin del Instituto
Espacio para la Memoria (IEM)14, organismo que tiene dentro de sus atribuciones "Recuperar los predios o lugares en
la Ciudad donde hubieran funcionado Centros Clandestinos
de Detencin o hubieran ocurrido otros acontecimientos
emblemticos de la poca, promoviendo su integracin a la
memoria urbana"15.
4. En 1999, se estren el film Garage Olimpo, dirigido
por Marco Bechis, sobreviviente l mismo del centro clandestino conocido como "Club Atltico". Dicha narrativa
cinematogrfica inaugur una visibilidad social del ex
"Olimpo" que trascendi las fronteras de los mbitos polticamente ms comprometidos con la lucha por la justicia y
Nos basamos aqu en una entrevista en profundidad realizada en
diciembre de 2006 a un integrante de la agrupacin "Vecinos por la
Memoria-Floresta-Parque Avellaneda", y en el Anteproyecto Olimpo
(2004) elaborado por dicha agrupacin.
11
El proyecto de ley (Exp-dip: 4075-D-95) fue presentado por los
entonces diputados nacionales Bravo (Unidad Socialista), Meijide y
lvarez (Frente Grande). Sin embargo, de acuerdo a la Base de
Proyectos 1990-1998 de la Direccin de Informacin Parlamentaria
(http://www.diputados.gov.ar/), el proyecto no aparece vinculado a ninguna de las seis opciones que se dan como resultado de un proyecto:
aprobado, sancionado, rechazado, retirado, archivado, media sancin.
12
El proyecto de resolucin (n 02017) fue presentado por el legislador
Groiso (FREPASO) el 23 de abril de 1998. Si bien dicho proyecto fue
sancionado el 5 de agosto del 2000, la escultura nunca fue emplazada.
13
Respectivamente: Ley N 1.197 sancionada el 27 de noviembre de
2003 y publicada el Boletn Oficial de la Ciudad de Buenos Aires N
1.848 del 30 de diciembre de dicho ao; y Ley N 1.793 sancionada el
22 de septiembre de 2005 y publicada en el Boletn Oficial de la Ciudad
de Buenos Aires N 2316 del 11 de noviembre de dicho ao.
14
El Instituto Espacio para la Memoria (IEM) es un ente con autonoma
funcional y autarqua en lo econmico financiero perteneciente a la
administracin del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Est conformado por organismos de derechos humanos, personalidades reconocidas por su compromiso en la defensa de los derechos humanos, un
representante del Poder Ejecutivo y representantes de los distintos bloques partidarios de la Legislatura.
15
Artculo 3 inciso c) de la Ley N 961 sancionada el 5 de diciembre
de 2002 y publicada en el Boletn Oficial de la Ciudad de Buenos Aires
el 6 de enero de 2003.
10

Tanto la cantidad de detenidos-desparecidos como la de sobrevivientes


son provisorias y resultan de los constantes esfuerzos reconstructivos de
los sobrevivientes que prestaron testimonio. Nos basamos aqu en las
cifras que se proporcionan en la pgina web del Instituto Espacio para la
Memoria (http://www.institutomemoria.org.ar), organismo del cual
depende actualmente el programa de memoria del ex "Olimpo". Como
sabemos, no hay registros pblicos que permitan corroborar dichos
nmeros. Los perpetradores del terror en Argentina, como en otros regmenes dictatoriales en el mundo, han intentado borrar, ocultar y destruir
toda prueba material -desde archivos hasta bienes inmuebles- que los
inculpe en los crmenes por ellos cometidos. P. Levi (1986) denomin a
este fenmeno "guerra contra la memoria". Por ello, uno de los objetivos
de muchos de los grupos que trabajan en la "recuperacin" de los centros
clandestinos consiste en reconstruir la nmina de desaparecidos y sobrevivientes, as como sus itinerarios militantes.
8
CONADEP (1984:457)
9
Utilizamos las comillas porque se trata de una categora que, en la
jerga antropolgica, suele ser denominada como nativa. Si bien excede
los propsitos de este trabajo, consideramos que resultara interesante
una indagacin en torno a las asociaciones y las consecuencias que
arrastra su uso.
7

137

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 138

CUADERNOS 22
dad, el Gobierno de la Ciudad se hizo cargo de impulsar el
proceso de conversin del predio en un lugar destinado a la
rememoracin de acontecimientos violatorios a los derechos humanos durante el terrorismo de Estado. Con el objetivo primordial de debatir un proyecto general e integral
para el uso del predio, hacia fines de 2004 comenz a reunirse quincenalmente en el Gobierno de la Ciudad una
Comisin en la que participan representantes gubernamentales, representantes de organizaciones sociales20 y de derechos humanos21, familiares de detenidos-desparecidos y
sobrevivientes del ex "Olimpo". Los organismos de derechos humanos que hoy se conocen como "histricos" (como
Madres de plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo) participan del espacio de manera formal pero no activa -casi,
podramos decir, a "ttulo honorario". En este sentido, si
bien la poltica de memoria como "curso o recorrido concreto" que comienza a desplegarse desde el inicio de estas
reuniones no podra haberse siquiera pensado -y mucho
menos implementado- sin la experiencia social de lucha por
la memoria, la verdad y la justicia que durante 30 aos sostuvieron estos organismos -experiencia que sin duda constituye una poltica de memoria entendida como proceso-,
estos no tienen una participacin directa en las discusiones
y decisiones que se toman en dicho espacio22.
A pesar de algunos cambios en la composicin como
producto del retiro o la fractura interna de algunas agrupaciones, la mayora de los actores sociales que participaron
de las primeras reuniones lo sigue haciendo en la actualidad. Consideramos que una de las particularidades del ex
"Olimpo" se vincula, justamente, con esta composicin de
actores intervinientes: una fuerte participacin de organizaciones barriales de base con una historia de al menos 10

la memoria. As, comenz a inscribirse en trminos sociales


la intercambiabilidad del nombre "Olimpo" con el de "centro clandestino de detencin"16.
5. En octubre de 2004, el Presidente de la Nacin y el
entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
firmaron un acuerdo a partir del cual el predio del ex
"Olimpo" fue cedido gratuitamente a la ciudad con el imperativo de que se lo destine a la "recuperacin de la memoria histrica de los crmenes cometidos por el terrorismo de
Estado y de promocin de los derechos humanos y los valores democrticos"17. De esta forma, el ex centro "Olimpo"
pasa a formar parte de las agendas de ambos gobiernos.
Estos antecedentes, sumados al proceso que presentamos a continuacin -que se inici con la firma del mencionado acuerdo-, contribuyeron a que el nombre "Olimpo" se
constituyera progresivamente en sinnimo de "centro clandestino de detencin"; esto es, que su existencia singular se
hiciera visible a partir del universal que lo atraviesa y constituye. Consideramos que, en tanto discursos y prcticas
que coadyuvaron a la visibilizacin social del ex "Olimpo"
(y, junto con l, del sistema concentracionario en su conjunto), los fenmenos recin mencionados funcionaron
como condiciones de posibilidad de la plasmacin institucional de una poltica de memoria en dicho ex centro clandestino de detencin.
LOS INICIOS: LA CONFORMACIN DEL GRUPO DE ACTORES
Las polticas de memoria resultan de la negociacin
entre diversos actores de la sociedad civil y la sociedad
poltica. As como la memoria social es terreno de disputa
entre distintas narraciones acerca de lo ocurrido y de su sentido, los espacios fsicos que sirvieron de escenario a la violencia estatal -hoy reconocidos por diferentes gobiernos a
travs del despliegue de polticas pblicas- tambin son
espacios de conflicto y confrontacin. Partiendo de la premisa de que la memoria sobre el pasado resulta de un "trabajo de encuadramiento" (Pollak 1989:25)18 y de que los
discursos organizados y objetos materiales producidos por
l ofician de puntos de referencia e involucran un entretejido de actores sociales provenientes de distintos campos y
con diversos intereses, un objetivo de este trabajo consiste
en indagar la hiptesis en torno a un progresivo proceso de
institucionalizacin tanto del proyecto como del grupo de
trabajo que participa en la concrecin de una poltica de
memoria en torno al ex "Olimpo"19.
Como recin mencionamos, el comienzo del proceso
estuvo ligado a un acontecimiento poltico de carcter
nacional: la firma del acuerdo a partir del cual el Ejecutivo
Nacional le cedi el predio al Ejecutivo de la Ciudad de
Buenos Aires. A partir de ese momento y hasta la actuali-

M. Pollak (1989) retoma el concepto de "memoria encuadrada" de H.


Rousso y sostiene que si se puede hablar de "memoria encuadrada" es
porque hubo un "trabajo de encuadramiento" que la produjo. Segn
Pollak, el trabajo de encuadramiento de la memoria sirve a los fines de
"mantener la cohesin interna y defender las fronteras de aquello que
un grupo tiene en comn (); he aqu las dos funciones esenciales de
la memoria comn. Eso significa proporcionar un marco de referencias y de puntos de referencia" (1989:25). Dicho trabajo se nutre del
material proporcionado por la historia, "reinterpreta incesantemente el
pasado en funcin de los combates del presente y del futuro" y es llevado adelante por "actores profesionalizados, profesionales de la historia de tal o cual organizacin de la que son miembros" (1989:26). Si
bien Pollak orienta su trabajo al relevamiento de las memorias individuales que puedan poner en evidencia "los lmites de ese trabajo de
encuadramiento", sostiene que "el anlisis del trabajo de encuadramiento, de sus agentes y sus rasgos materiales es una clave para estudiar, desde arriba hacia abajo, cmo las memorias son construidas,
deconstruidas y reconstruidas" (1989:29).
19
Hablamos de institucionalizacin en tanto "paso de las tensiones y los
enfrentamientos a la constitucin de nuevas formas organizativas institucionales" (Escolar 2000:34).
20
Vecinos por la Memoria Floresta-Parque Avellaneda, Buscando un
Destino de Uso Pblico para el Olimpo y red Gestin Asociada del
Oeste (GAO).
21
Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo-lnea
Fundadora, Familiares de detenidos-desaparecidos, H.I.J.O.S.,
Asociacin de ex Detenidos-Desaparecidos, Herman@s, Comisin de
Derechos Humanos Uruguayos en Argentina.
18

Para un anlisis en torno a la manera en que el cine de ficcin ha creado, a partir de los testimonios de sobrevivientes, los "fotogramas
inexistentes del mundo concentracionario" que sirven a la representacin de la vida en los centros clandestinos de detencin, vase Raggio
(2009:49). Especficamente, para un anlisis de la pelcula Garage
Olimpo, vase Manzano (2009).
17
Proyecto de Ley elevado por el Presidente de la Nacin Nstor
Kirchner al Congreso Nacional, con fecha 26 de septiembre de 2005.
16

138

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 139

LA CONSTRUCCIN DE UN LUGAR DE MEMORIA. EL CASO...


aos de movilizacin en torno a la "recuperacin" del predio, de organismos de derechos humanos con posiciones
crticas respecto de las polticas del gobierno nacional, y de
sobrevivientes y familiares de desaparecidos del ex
"Olimpo". Participacin "difcil" para muchos de ellos por
las resistencias en torno a aceptar la implicacin del Estado
tanto en la "recuperacin" como en la gestin del predio. En
este sentido, podramos decir que dicho espacio se caracteriza si no por la intervencin de nuevos actores comprometidos con la plasmacin institucional de un programa de
memoria concreto -"emprendedores de la memoria" en trminos de E. Jelin (2002)- al menos por una nueva combinacin de ellos.

Un primer momento se extiende desde el inicio de las


mencionadas reuniones a fines de 2004 hasta el desalojo
efectivo de la Polica Federal en el mes de junio de 2005.
Se trata de una etapa de conocimiento mutuo y de evaluacin de las posibilidades de trabajar conjuntamente en la
que, si bien primaba un trato distante, ya que no se haba
consolidado todava entre ellos una relacin de confianza
poltica -distancia ms aguda an con los representantes
gubernamentales-, s se adverta una apuesta comn a no
"embarrar" el proceso recientemente iniciado. Lo que dio
unidad a este perodo se vincula a que las potenciales diferencias polticas entre los actores intervinientes quedaron
en un segundo plano frente al objetivo comn de "echar a la
polica". En las reuniones previas al desalojo de la polica,
todos los integrantes de la Comisin reforzaban dicho objetivo en sus intervenciones: "tenemos que centrarnos en el
"Olimpo", en cmo desde ac [la Comisin] peleamos por
el desalojo de la Polica", "tenemos que centrar las reuniones en desalojar el predio, buscar todas las instancias de
presin"23. En este sentido, el eje de discusin que sin duda
domin en esta primera etapa fue la evaluacin de posibles
estrategias para ejercer presin sobre el gobierno nacional
en pos de agilizar el desalojo de la polica24. Pero adems,
hay dos cuestiones de importancia que se definieron en esta
etapa y que se mantuvieron como acuerdos en las etapas
posteriores: 1) considerar a todo el predio como centro
clandestino de detencin y no slo el sector que funcion
como "pozo"25; 2) no reconstruir el sector del "pozo" sino
sealizarlo con el fin de indicar la disposicin espacial y
funcional de los diferentes sectores que lo constituan.
Si bien no se consigui definir qu hacer en la totalidad
del predio ni cmo hacerlo (ya que la discusin en torno a
los proyectos integrales que cada agrupacin haba presentado fue quedando sistemticamente postergada reunin
tras reunin), consideramos que estas dos decisiones -parciales y acotadas- fueron delineando algo del orden de un
proyecto ms general en torno a cmo y qu transmitir del
pasado reciente. La opcin por no reconstruir el "pozo"
puede sugerir una apuesta por producir una memoria que no
se agote y reduzca a la reproduccin literal de la "mquina
de concentracin-exterminio" que fueron los centros clandestinos de detencin (Calveiro 1998). Est en juego aqu
cmo transmitir la experiencia concentracionaria, cmo
representar las ausencias sin recrear los espacios de represin. Pero a su vez, en esta decisin tambin se manifiestan,
por un lado, la importancia concedida a mostrar el trabajo

PERODOS DEL PROCESO Y EJES DE DISCUSIN


A continuacin, nos proponemos reconocer y analizar
los principales ejes de discusin que estructuraron los debates y contribuyeron a tomar posiciones en torno a qu y
cmo trasmitir el pasado reciente de terrorismo de Estado
en Argentina. Este recorrido tiene por fin identificar las preocupaciones, los problemas, los argumentos y los acuerdos
que sirvieron de marco al funcionamiento del grupo y guiaron el desarrollo del proceso de constitucin de un lugar de
memoria. Una hiptesis de trabajo que acompaa este objetivo sostiene que son las pequeas y cotidianas decisiones y
acciones las que van constituyendo y demarcando progresivamente el tipo de lugar de memoria que constituir el ex
"Olimpo". Por eso, lejos de buscar un momento cannico
en el que se decida el destino ltimo de dicho predio, nos
proponemos abordar cmo se manifiestan, en aquellas decisiones y acciones, concepciones ms generales en torno al
sentido del pasado y a sus usos; esto es, cmo se ponen en
juego en el accionar de un grupo particular las interpretaciones del pasado y las perspectivas desde las cuales se lo
interpela para actuar en el presente.
Para reconstruir este proceso social y poltico, hemos diferenciado tres momentos en los que, consideramos, se manifiestan caractersticas particulares del grupo de trabajo y giros
en los ejes de discusin. Para establecer esta periodizacin
hemos tenido en cuenta la incidencia en el grupo de actores
tanto de factores "externos" a el (tales como cambios de
coyunturas poltico-institucionales) como de factores "internos" (especialmente, los cambios en su dinmica grupal).
UN ENEMIGO COMN

22
Seguimos aqu una diferenciacin establecida por J. Besse (2007:293)
entre las diferentes acepciones del concepto polticas de memoria.
Mientras que abordar las polticas de memoria como "procesos" nos
conduce a indagar la experiencia histrica de debates y conflictos entre
diferentes actores sociales en torno a cmo procesar el pasado represivo, abordarlas como "curso o recorrido concreto" nos lleva a examinar
los proyectos y programas institucionales referidos a ese pasado. Entre
ambos niveles hay una "relacin de subordinacin lgica" ya que los
programas o proyectos institucionales se inscriben -emergen y se concretizan- en escenarios de debates polticos y sociales, que operan como
sus condiciones de posibilidad. Las polticas de memoria as concebidas, entonces, no se circunscriben a las polticas oficiales sino que abarcan el conjunto de polticas desplegadas en el mbito pblico por diferentes actores sociales.

Notas de campo de la reunin del 6 de mayo de 2005.


Si bien el plazo para el desalojo del predio se cumpli en abril de
2005, para esa fecha la Polica Federal an permaneca en el predio.
Desde la Comisin se organizaron diversas actividades para denunciar
y revertir este incumplimiento (carta documento al Ministro del
Interior, conferencia de prensa, "abrazo" al ex "Olimpo", entre otras).
En respuesta a estos reclamos, el 17 de mayo se hizo presente en el ex
"Olimpo" el entonces Ministro del Interior, Anbal Fernndez, y ratific el desalojo de la polica para los das subsiguientes. Finalmente, el
desalojo se hizo efectivo el 8 de junio de 2005.
25
"Pozo" es un eufemismo de la jerga represiva que refiere al lugar en
el que se mantena secuestrados a los detenidos-desaparecidos.
23
24

139

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 140

CUADERNOS 22
de ocultamiento que llevaron a cabo las fuerzas represivas
y, por el otro, la intencin de visibilizar cmo las huellas de
la existencia efectiva del centro clandestino aparecen entremezcladas con la impunidad que posibilit el intento -hoy
podemos decir, fracasado- de borrarlas. Una sobreviviente
lo expresaba de la siguiente manera: "hay que mostrar las
marcas del pozo pero tambin que se vean las huellas de lo
que hicieron, de las modificaciones, para ocultarlo"26. Por
otro lado, el acuerdo por considerar a todo el predio como
centro clandestino expresa algo del orden del qu narrar
sobre el terrorismo de Estado. Lejos de avalar la idea de que
solamente un grupo al interior de las Fuerzas Armadas y de
Seguridad particip en el sistema represivo concentracionario, este acuerdo parecera reafirmar, ms bien, la idea contraria: la existencia de los centros no slo no era un secreto
al interior de las fuerzas represivas sino que todos sus
miembros de una u otra forma participaron y alimentaron el
sistema concentracionario. En este sentido, la frontera entre
aquellos que efectivamente saban lo que all ocurra (responsables por accin u omisin) y aquellos que podan no
saberlo aparecera trazada por los lmites del predio mismo.

se. Un segundo tema que tom protagonismo en esta etapa


fue la elaboracin del presupuesto para el ao siguiente29.
Esta necesidad de definir presupuesto puso de manifiesto la
distancia existente entre los tiempos de la Comisin y los
demandados por el Estado. La mayora de los actores intervinientes manifest resistencias en torno a tener que precisar un presupuesto sin antes haber definido concepciones
generales que estaran en la base de un proyecto integral
para el uso del predio (cuestiones tales como qu fue la
dictadura?, qu es la memoria?
Otro de los asuntos que ocup el temario de las reuniones en esta etapa fue la preparacin de la actividad en la que
se iba a exhibir la muestra grfica del ex "Club Atltico". Si
bien la actividad estaba a cargo de la Mesa de Trabajo y
Consenso del ex "Club Atltico", la Comisin del ex
"Olimpo" consider pertinente que, al tratarse de la primera actividad dentro del predio, se la acompaara con materiales y contenidos propios de ste. Esto condujo, nuevamente, a reflexionar en torno al relato y a los soportes que
se utilizaran para transmitirlo. Se decidi hacer hincapi en
la continuidad del circuito represivo entre los centros clandestinos "Atltico-Banco-Olimpo" a travs de la exposicin
de un listado nico de represores y de detenidos-desparecidos. A su vez, se expuso una planta del sitio con indicaciones del funcionamiento como centro clandestino y se exhibieron fotos e informacin sobre la historia de la "recuperacin" del predio y sobre otros trabajos realizados por la
Comisin (tales como el relevamiento de marcas tanto del
funcionamiento del centro clandestino como de su posterior
ocultamiento).
Tambin en esta etapa comenzaron a manifestarse tensiones entre distintas posiciones en torno a cuestiones que,
en ltima instancia, intensificaban el vnculo con el
Gobierno de la Ciudad y tendan a profundizar la institucionalizacin del funcionamiento de la Comisin y del trabajo que se vena realizando. Siguiendo la experiencia del
ex "Club Atltico", se comenz a hablar de convertir a la
Comisin en una Mesa de Trabajo y Consenso, de crear una
Unidad Ejecutora y un Programa Presupuestario. Esto fue
resistido por algunas agrupaciones por considerar que, por
un lado, se estaba atentando contra la inclusin de ms actores en el espacio de decisin y, por el otro, se tenda a jerarquizar la participacin de algunos actores por sobre otros30.
Estas disputas, sumadas a las mencionadas resistencias en
torno a cogestionar con el Estado, contribuyeron a agudizar
un malestar que se expresara meses ms tarde en el alejamiento de una de las agrupaciones barriales. En un balance
escrito, dicha agrupacin barrial sostuvo:
"Hoy en el "Olimpo" ya no est la Polica Federal. Pero
tampoco fue recuperado plenamente () Tratamos,
tambin en ese mbito [la Comisin], de plasmar las

CONTROVERSIAS EN TORNO A CMO GESTIONAR


El segundo momento que identificamos se extiende
desde la "recuperacin" efectiva del predio hasta la realizacin dentro del mismo, a fines de noviembre de 2005, de
una muestra grfica sobre el proceso de "recuperacin" de
otro centro clandestino que funcion en la ciudad conocido
como "Club Atltico". Si bien luego de esta actividad el
predio permaneci cerrado unos meses al pblico en general27, aquella actividad tuvo carcter de inauguracin simblica. En tanto constituy la primera vez que el ex
"Olimpo" abri sus puertas al barrio y a la sociedad en su
conjunto, consideramos que dicha actividad marc el fin de
este segundo perodo.
El estado calamitoso y de arrasamiento en que la polica
entreg el predio condujo a que uno de los temas dominantes de este perodo fuera la coordinacin de acciones necesarias para gestionar, casi sin recursos, la proteccin y conservacin edilicia. Un representante de la Subsecretara de
Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires inform,
en una de las primeras reuniones posteriores al desalojo de
la polica, que en el predio del ex "Olimpo" "haba animales muertos, vidrios rotos, se llevaron [la polica] puertas,
no hay electricidad, dejaron los cables pelados y el tinglado est en muy mal estado"28. Esto llev a que la Comisin
se ocupase de cuestiones que, aunque no se relacionaban
directamente con la definicin poltica del uso del predio,
constituan, en definitiva, sus condiciones de posibilidad.
Asuntos tan bsicos y burocrticos como la iluminacin y
la seguridad del predio remitieron a controversias ms conceptuales vinculadas a qu es necesario preservar y qu no,
qu puede ser suprimido en el relato y qu debe conservar-

29
Este tema pasa a formar parte de la agenda de discusin de aqu en
adelante.
30
Por ejemplo, se propuso que la Unidad Ejecutora est conformada
por: dos sobrevivientes y dos familiares de detenidos-desaparecidos y/o
asesinados del ex "Olimpo", dos representantes de organizaciones
barriales y cuatro representantes de organismos de derechos humanos.

Notas de campo de la reunin del 7 de octubre de 2005.


Aunque s se realizaban visitas programadas, especialmente con
escuelas y estudiantes de niveles superiores.
28
Notas de campo de la reunin del 17 de junio de 2005.
26
27

140

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 141

LA CONSTRUCCIN DE UN LUGAR DE MEMORIA. EL CASO...


vez, este afianzamiento en las relaciones entre los distintos
actores tambin se reflej en algunas intervenciones en las
que el otro apareca ya como "compaero" y no como rival.
Los principales ejes de discusin que caracterizaron
esta etapa estuvieron atravesados por problemticas ligadas
a la identidad y la especificidad de la Comisin -ya constituida en Mesa de Trabajo y Consenso-, y a la necesidad de
garantizar la autonoma en la toma de decisiones.
Un acuerdo tcito que se profundiz en este tercer
momento y en el que se entrelazan el qu y el cmo narrar
la significacin del lugar se origin en la actividad de guiar
a los visitantes del predio. Dicho acuerdo consisti en interpelar la relacin sociedad/centros clandestinos de detencin
a partir de la problematizacin de la frontera entre el adentro y el afuera del predio. Situar el predio no slo en un
contexto histrico sino tambin en uno geogrfico. En ese
sentido, las visitas comienzan con una caminata que recorre
desde afuera el permetro del predio y que pretende destacar la insercin del centro clandestino en el corazn de un
barrio de la Capital Federal. Se busca, as, interpelar desde
el afuera la posibilidad misma de existencia de los centros.
Sin embargo, podemos decir que hay un segundo nivel en
el que se puso en juego esta relacin; un nivel no ya vinculado al pasado sino al presente: el adentro y el afuera de la
Comisin. Nos referimos a las maneras en que sta se plantea sus relaciones con el barrio y la sociedad en su conjunto. Y, especialmente, a las discusiones en torno a los criterios de inclusin de ms actores sociales en su seno. Es
decir, aqu se plantean tensiones vinculadas a cmo garantizar que la Comisin sea efectivamente un espacio abierto,
sin que esta apertura represente una amenaza potencial
hacia los acuerdos polticos ya alcanzados. El proceso de
construccin identitario (en este caso, de una identidad
poltica) implica el establecimiento de fronteras que permitan delimitar el nosotros del otro. En este sentido, la frontera entre el adentro y el afuera de la Comisin es una frontera difcil de establecer, pero al mismo tiempo necesaria.
Difcil porque implica, de hecho, la exclusin de un otro
que potencialmente pueda cuestionar los acuerdos alcanzados en un espacio que se pretende y proyecta como amplio
y participativo; necesaria porque es condicin de posibilidad de la afirmacin de un nosotros que pueda, llegado el
caso, defender el proyecto poltico que intenta desarrollar.
La cuestin de la identidad de la Comisin tambin se
puso de manifiesto en las discusiones en torno a la construccin de un reglamento interno, documento considerado
por algunos integrantes como la "base fundamental de
cmo tenemos que funcionar nosotros". Algunos puntos del
reglamento condujeron a problematizar la propia especificidad del espacio: "es un espacio de articulacin de agrupaciones?", "amplificador de denuncias?", "una organizacin en s misma?". El hecho de que estuviese conformada por representantes gubernamentales complejiz an ms
esta discusin y visibiliz los lmites de su intervencin en
el espacio pblico. En este sentido, uno de sus integrantes
se preguntaba: "cmo una Mesa en la que participa el
Gobierno de la Ciudad le va a exigir algo a ese mismo
gobierno? No podemos perder la especificidad de la

propuestas contenidas en nuestro Anteproyecto. Pero


ante la imposibilidad de impulsar desde all dos de los
ejes fundamentales del Anteproyecto, como son la gestin del predio en forma independiente del Estado, y la
participacin real de los vecinos y organizaciones en la
planificacin de su destino, decidimos en marzo de este
ao dejar de participar de dichas reuniones."31
Estas disputas se inscriban, a su vez, en un contexto
socio-poltico de crisis institucional en la Ciudad de Buenos
Aires: a partir de noviembre de 2005, se abri un perodo de
transicin caracterizado por una creciente inestabilidad en
el escenario poltico porteo32 que se tradujo en una progresiva incertidumbre en torno a la continuidad de los programas de memoria en curso. Si bien las reuniones de los diferentes proyectos continuaron realizndose, la preocupacin
y la desconfianza de los participantes de la Comisin del ex
"Olimpo" se retroalimentaban con la situacin de "descabezamiento de la Subsecretara de Derechos Humanos". Eran
incgnitas tanto el rea del cual dependeran en el futuro los
proyectos de memoria como quin los dirigira.
AUTONOMA E IDENTIDAD DE LA COMISIN
El tercer y ltimo momento que hemos identificado se
inicia a fines de marzo de 2006 con la creacin, mediante
un decreto del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, del
Programa Recuperacin de la Memoria del Centro
Clandestino de Detencin, Tortura y Exterminio "El
Olimpo"33 y se extiende hasta las elecciones porteas de
junio de 2007; punto de inflexin que, al abrir un nuevo -y
presumiblemente hostil- escenario poltico, exigi a la
Comisin resoluciones postergadas de discusiones de larga
duracin. Un aspecto importante de este momento es que
las reuniones comenzaron a realizarse en el predio mismo.
En esta etapa, el grupo se encontraba ya consolidado en
tanto colectivo de trabajo. Esto se expres, por ejemplo, en
que -a diferencia de los momentos anteriores- ya no se planteaba que el delineamiento del proyecto general referido al
uso de predio, los contenidos y las actividades fuera producto del ensamblaje de propuestas elaboradas previamente por cada agrupacin sino de la realizacin de jornadas
internas que habilitaran una construccin conjunta. A su
31
El fragmento citado corresponde a un documento que los integrantes
de "Vecinos por la Memoria Floresta-Parque Avellaneda" enviaron por
e-mail al resto de los integrantes de la Comisin el 1 de mayo de 2006.
Si bien la decisin de dejar de integrar la Comisin se formaliz
mediante una carta fechada el 25 de marzo de 2006, el alejamiento de
esta agrupacin se vena dando de hecho desde octubre de 2005, mes
en el que dejaron de participar de las reuniones.
32
El entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Anbal
Ibarra fue destituido el 7 de marzo de 2006 por la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires por considerarse que incurri en "mal desempeo" de sus funciones en la tragedia que tuvo lugar en el local
Repblica Croman durante un recital de rock, en el que murieron
asfixiadas y quemadas 194 personas, en su mayora jvenes.
33
Decreto CABA N 305 / 2006 publicado en el Boletn Oficial de la
Ciudad de Buenos Aires N 2414 el 6 de abril de 2006. Este decreto no
solo crea el Programa sino tambin la Mesa de Trabajo y Consenso, la
Unidad Ejecutora y el Programa Presupuestario y estipula que el mismo
funcionar en el predio del ex "Olimpo".

141

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 142

CUADERNOS 22
Mesa"34. Este tema ya haba surgido meses antes, cuando se
especulaba con hacer una conferencia de prensa para
denunciar la permanencia de la Polica Federal en el predio.
En aquella oportunidad, una sobreviviente se preguntaba:
"La conferencia de prensa es de vecinos y sobrevivientes
pero la Subsecretara queda afuera Si el da de maana
tenemos que hacer una conferencia de prensa contra ellos
[la Subsecretara] qu hacemos?"35.
La apertura para plantear estas discusiones en presencia de quienes participaban en calidad de representantes
gubernamentales habilita la pregunta de si stos son o no
investidos en tanto tales. Cabe una reflexin en torno a
este punto. Los representantes gubernamentales que participaban en la Comisin lo hacan, fundamentalemte, en
calidad de coordinadores/ordenadores de las discusiones y
de gestores/implementadores de las decisiones que aqulla toma. No eran percibidos como un otro al cual cabra
plantear demandas sino que, por el contrario, parecan forman parte del nosotros. Si bien esto no fue as desde el
comienzo -y aunque s sigui siendo as con los funcionarios del Gobierno de la Ciudad-, el hecho de trabajar conjuntamente durante un perodo prolongado de tiempo propici las condiciones -si no suficientes, al menos necesarias- para la construccin de una relacin de mutua confianza poltica.
Como ya mencionamos, otra de las problemticas que
se manifest en las discusiones se vinculaba a cmo
garantizar la autonoma de la Comisin en las decisiones
en torno a la definicin de un proyecto integral para el uso
del predio. Si bien este tema fue objeto de debate desde la
constitucin misma de la Comisin, el "fantasma" del
cambio de los "tiempos polticos" que cobr "figura
humana" en las ltimas elecciones de la Ciudad de Buenos
Aires36 produjo un cimbronazo que activ estas preocupaciones postergadas, arrojando al centro del debate las
estrategias posibles para resguardar el programa de
memoria del ex "Olimpo" de los avatares propios del
campo poltico-institucional.
Finalmente, hay un tema fundamental que result
transversal a todos los momentos sealados. Nos referimos a la importancia concedida al consenso para realizar
intervenciones (del tipo que sean) en el predio. Desde las
primeras reuniones se seal: "tenemos claro que todo
debe ser consensuado en esta Comisin"37. El consenso no
se reducira a una simple forma de decidir sino que constituira toda una metodologa de trabajo que implica constantes esfuerzos de los actores intervinientes por arribar a
decisiones comunes. Uno de los participantes lo defini de
la siguiente manera: "el consenso es una apuesta amplia,
grande, difcil, pero que permite mayor solidez en las
decisiones"38.

A MODO DE CONCLUSIN
En el presente trabajo hemos presentado una descripcin y un primer anlisis del proceso de constitucin de un
lugar de memoria en el sitio donde funcion el centro clandestino de detencin conocido como "Olimpo". Hemos partido, en primer lugar, del supuesto de que las polticas de
memoria vinculadas a los crmenes del terrorismo de
Estado reconocen como antecedente general y comn a las
experiencias de movilizacin social llevadas adelante, fundamentalmente, por los organismos de derechos humanos
para obtener verdad y justicia. Ahora bien, cmo se explica que el "Olimpo" se haya constituido en uno de los pocos
ex centros clandestinos en los que actualmente se despliega
una poltica de memoria? Una primera reflexin que surge
del anlisis presentado sugiere que el hecho de que el ex
"Olimpo" haya podido ser pensado como un lugar de
memoria no es azaroso sino que se asienta sobre una serie
de fenmenos que lo singularizan, tales como: la movilizacin barrial y la participacin activa de los sobrevivientes
en torno a la "recuperacin" del predio, los proyectos de ley
presentados tanto ante el Congreso Nacional como ante la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, e incluso un film
que lleva su nombre; fenmenos que, adems, han contribuido a incrementar su visibilidad social. Consideramos
que estos antecedentes constituyen una base slida para
comprender no slo por qu el ex "Olimpo" pudo ser proyectado como un lugar de memoria sino tambin por qu
esta poltica de memoria se sostuvo (y sostiene) desde fines
del 2004 hasta la actualidad, a pesar de las dificultades que
su implementacin conllev (y conlleva).
En segundo lugar, hemos propuesto que la poltica de
memoria desplegada en el ex "Olimpo" se ha ido institucionalizando de manera progresiva a lo largo de los tres perodos sealados. Algunos de los elementos que nos han permitido sostener esta hiptesis son: la Comisin de trabajo se
dio a s misma un nombre (Mesa de Trabajo y Consenso);
apoy la creacin de un decreto que la reconoce como el
espacio legtimo de toma de decisiones en torno a las intervenciones sobre el predio y que la lig a un programa institucional dentro del rea de la Subsecretara de Derechos
Humanos dependiente del Ministerio de Derechos
Humanos y Sociales del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires39; trabaj en la redaccin de un reglamento interno
que regula y legitima su funcionamiento y las decisiones
que all se toman; su conformacin actual es resultante de
un proceso que dej actores polticos en el camino y produjo la fractura interna de otros. Consideramos que estas decisiones y acciones de la Comisin expresaron una tendencia
hacia el fortalecimiento de la ligazn que, ya desde el principio del proceso pero de manera muy frgil, la una con el
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Si durante las primeras reuniones del 2005, cuando recin se estaba conformando la Comisin, haba lugar para que algunas agrupaciones de la sociedad civil explicitaran cuestionamientos en
torno a la intervencin y al rol del Estado, e incluso, para

Notas de campo reunin 28 de octubre de 2006.


Notas de campo de la reunin del 20 de mayo de 2005.
36
Hacemos referencia aqu a las elecciones de Jefe de Gobierno de
junio de 2007 en las que se impuso como ganador Mauricio Macri.
37
Notas de campo de la reunin del 17 de junio de 2005.
38
Notas de campo de la reunin del 9 de diciembre de 2006
34
35

39
Actualmente, el programa del ex "Olimpo" depende del IEM, ver nota
al pie 14.

142

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 143

LA CONSTRUCCIN DE UN LUGAR DE MEMORIA. EL CASO...


que se promovieran acciones que tendan a disputar el lugar
de ste en tanto gestor de la poltica de memoria en el ex
"Olimpo" (como por ejemplo, la conformacin de una
sociedad civil que se hiciera cargo de la administracin del
predio), hacia mediados del 2007, estas tensiones ya haban
dejado de manifestarse. Con esto no queremos afirmar que
estas tensiones se hayan disipado por completo; por el contrario, podramos suponer que comenzaron a expresarse
mediante otras demandas: ya no desde la disputa directa por
la gestin y administracin del predio sino, por ejemplo, a
travs de acciones tendientes a presionar al Estado para que
aumente el presupuesto del programa o, al menos, para que
cumpla con su ejecucin.
En tercer lugar, la descripcin de los tres perodos no
slo nos permiti ordenar los ejes de discusin, los acuerdos, y los cambios en los posicionamientos en relacin a las
distintas coyunturas poltico-institucionales y a los cambios
en la dinmica propia de la Comisin. Tambin, la delimitacin en perodos nos ha permitido indagar la hiptesis que
sostiene que la definicin del tipo de lugar de memoria
construido en el ex "Olimpo" no constituye el resultado de
una decisin cannica, tomada en un momento preciso, de
una vez y para siempre, sino que, en todo caso, es el producto de las decisiones consensuadas, reunin tras reunin,
por los actores intervinientes en la Comisin, con la prolongacin de definiciones y las marchas y contramarchas
que implica la dinmica de trabajo por consenso. En este
sentido, consideramos que es la propia dinmica de funcionamiento de la Comisin, basada en la importancia concedida al arribo de consensos, aquello que permite explicar, al
menos en parte, que la discusin en torno al proyecto general e integral haya sido sistemticamente postergada largos
meses y que, en cambio, las acciones e intervenciones se
hayan realizado sobre acuerdos parciales y puntuales.
Nos preguntbamos al comienzo de este trabajo si el
terrorismo de Estado haba dejado huellas en el entramado
urbano de la Ciudad de Buenos Aires, si era posible leer en
l los vestigios de la maquinaria represiva que extermin a
miles de personas, si era posible narrar a partir del paisaje
urbano esas prdidas, ese "pasado que no pasa".
Consideramos que la experiencia de marcacin de lugar del
caso analizado, en tanto prctica de inscripcin de sentidos
que pone en relacin la materialidad de un espacio que fue
escenario de represin con un relato que pretende dar cuenta de ese pasado, constituye una apuesta por construir una
memoria urbana sobre el terrorismo de Estado.
Por ltimo, consideramos que el anlisis presentado
habilita la formulacin de una serie de interrogantes que se
prestan a futuras indagaciones: Por qu se erigen lugares
de memoria sobre la violacin a los derechos humanos por
parte del Estado en los emplazamientos mismos que fueron
terrenos de muerte clandestina? Hay algo en ellos que facilite el trabajo en pos de la construccin de una memoria y
una conciencia crticas sobre el pasado represivo? Habra,
entonces, que recuperar todos los sitios que funcionaron
como centros clandestinos de detencin? O slo los ms
emblemticos del accionar represivo? Los sitios que guardan en s tanto las huellas represivas como las de los ocul-

tamientos posteriores permiten iluminar mejor el horror


represivo que aquellos otros especialmente construidos
para tal fin? Quizs las preguntas que debamos hacernos
son: qu expresa la posibilidad de "recuperacin" de estos
sitios y qu se puede potencialmente transmitir a partir de
ella. Como respuesta muy provisoria, diramos que la posibilidad de construir museos, memoriales o lugares de
memoria en los sitios mismos en los que se consum la
represin puede constituirse, en alguna medida, en un indicador de la profundizacin del proceso de democratizacin
de la sociedad argentina.
BIBLIOGRAFA
Besse, J.
2005. Memoria urbana y lugares patrimoniales. Elementos
tericos para el abordaje de las marcas territoriales
asociadas a acontecimientos polticos. En: Anales del
Taller Internacional Desplazamientos, Contactos,
Lugares. La experiencia de la movilidad y la construccin de 'otras geografas'. Buenos Aires, 11, 12 y
13 de Mayo.
2007. Posfacio. Polticas de memoria: usos y desusos. En:
Grafas del 55. Otros repartos entre recuerdos y
olvido Besse, pgs. 281-300. Juan Besse y Alejandro
Kawabata (comp.). Lans, Ediciones de la UNLa.
Calveiro, P.
1998. Poder y desaparicin. Los campos de concentracin
en Argentina. Buenos Aires, Colihue.
CONADEP
1984. Nunca Ms. Informe de la Comisin Nacional sobre
la desaparicin de personas. Buenos Aires, Eudeba.
Daz, D.
2002. El mapa de la memoria. Puentes 7: 34-39.
Escolar, C.
2000. La recuperacin del anlisis institucional como perspectiva terica metodolgica. En: Topografas de la
investigacin. Mtodos, espacios y prcticas profesionales, pgs. 29-47. Cora Escolar (comp.). Buenos
Aires, Eudeba.
Jelin, E.
2002. Los trabajos de la memoria. Madrid y Buenos Aires,
Siglo XXI.
Levi, P.
2000 (1986.) Los hundidos y los salvados, Barcelona,
Muchnik Editores SA.
Manzano, V.
2009. Garage Olimpo o cmo proyectar el pasado sobre el
presente (y viceversa). En: El pasado que miramos.
Memoria e imagen ante la historia reciente, pgs.
155-180. Claudia Feld y Jessica Suites Mor (comps.).
Buenos Aires, Paids.
Messina, L.
2009. Les frontires des centres clandestins de dtention en
Argentine. En: Qualifier des lieux de dtention et de
massacre (2). Territorialisation, dterritorialisation.
Batrice Fleury y Jacques Walter (dirs.). Nancy,
Presses universitaires de Nancy.

143

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 144

CUADERNOS 22
Nora, P.
1998. La aventura de Les lieux de mmoire. En: Memoria e
Historia, pgs. 17-34. Josefina Cuesta Bustillo (ed.).
Madrid, Marcial Pons.
Pollak, M.
2006 (1989). Memoria, olvido, silencio. En: Memoria, olvido, silencio. La produccin social de identidades
frente a situaciones lmite, pgs. 17-31. Ludmila da
Silva Catela, Luzmila (comp.). La Plata, Ediciones Al
Margen.
Schindel, E.
2002. Las ciudades y el olvido. Puentes 7: 26-33.

Rabotnikof, N.
2007. Memoria y poltica a treinta aos del golpe. En:
Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe de
Estado, pgs. 259-284. Clara E. Lida, Horacio
Crespo y Pablo Yankelevich (comp.). Mxico DF, El
Colegio de Mxico, Centro de Estudios Histricos.
Raggio, S.
2009. La noche de los lpices: del relato judicial al relato
cinematogrfico. En: El pasado que miramos.
Memoria e imagen ante la historia reciente, pgs. 4576. Claudia Feld y Jessica Suites Mor (comps.).
Buenos Aires, Paids.

144

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 145

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

IMAGINTELO EN VIVO: PATRIMONIO EN ACCIN Y ARQUEOLOGA


"TODO TERRENO" EN CUEVA DE LAS MANOS, SANTA CRUZ
Mara Onetto*, Gisela Cassiodoro*, Mariano Colombo**, Virginia Salerno***, Alejandra Elas**** y Anala Castro*
RESUMEN
En las obras de proteccin y seguridad realizadas en Cueva de las Manos se vieron involucrados distintos grupos de inters. La existencia de valoraciones diferentes del patrimonio origin choques de intereses y ocasion focos de conflicto entre
ellos. Nos interesa transmitir esta parte prctica de nuestro trabajo de monitoreo y asesoramiento arqueolgico.
PALABRAS CLAVE: patrimonio - impacto - conflictos - mediacin
ABSTRACT
Various groups with self-interests became involved while carrying on protection and security works in Cueva de las Manos.
The fact of having different values concerning patrimony produced clashes which became the center of conflicts between
them. We are interested in showing the practical side of our work of supervision and archaeological advise.
KEY WORDS: patrimony - impact -conflicts - mediation

INTRODUCCIN
El presente trabajo es una continuacin y ampliacin de
algunas ideas desarrolladas en otro artculo escrito por uno
de nosotros (Onetto 2006). En el mencionado trabajo se
plantearon situaciones y problemas surgidos durante la
puesta en prctica del plan de manejo (Onetto 2001) relacionados con la construccin de la infraestructura necesaria
para Cueva de las Manos, Santa Cruz, Argentina.
Aqu profundizaremos estos aspectos, incorporando
problemticas surgidas a lo largo del ltimo perodo de trabajo -2006/2007- de control de impacto en dichas obras por
parte de un equipo de arquelogos coordinados por el
Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento
Latinoamericano (INAPL). Principalmente, pondremos el
nfasis en su contexto efectivo: un escenario dinmico de
negociacin entre distintos grupos. En la interaccin de los
diversos agentes involucrados, entre ellos los arquelogos,
se pusieron en juego distintos significados y valoraciones
sobre el patrimonio arqueolgico que afectaron el modo en
que nuestra tarea se realiz.
Esta consisti en la supervisin de los trabajos de obra y
en la resolucin de imprevistos que pudieran afectar al patrimonio arqueolgico durante estas actividades. Sin embargo,
el trabajo traspas los lmites de la prctica arqueolgica, ya
que nuestro papel se fue redefiniendo y terminamos actuando
en diversas esferas de accin relacionadas con otros aspectos
del manejo del sitio, por ejemplo el turismo.

Es as que a partir de estas experiencias de supervisin


arqueolgica, reflexionamos sobre la complejidad de poner
en prctica las acciones planteadas inicialmente en el plan
de manejo. Por lo tanto, esperamos que nuestro trabajo
represente un aporte til para otros arquelogos relacionados con la planificacin y el desarrollo de obras de esta
envergadura en otras reas del pas.
BREVE HISTORIA DEL TRABAJO EN CUEVA DE LAS MANOS
El sitio arqueolgico Cueva de las Manos se ubica en el
caadn del Ro Pinturas, en el noroeste de Santa Cruz, a
180 km de la localidad de Perito Moreno. A partir de las
investigaciones sistemticas en el sitio, iniciadas en 1972,
el rea del Ro Pinturas adquiri valor cientfico, principalmente por la presencia de las ms antiguas manifestaciones
de arte rupestre de los grupos humanos que poblaron el sur
de nuestro pas hace aproximadamente diez milenios. En el
caso de Cueva de las Manos se evidencia una ocupacin
humana continua durante 8000 aos. La secuencia artstica
est respaldada por los resultados de las investigaciones
arqueolgicas, con fechados radiocarbnicos y con niveles
de ocupacin relacionados con el arte (Gradin et al. 1976,
Gradin et al. 1979, Gradin 1985, Gradin y Aguerre 1994).
En el ao 1993 el sitio fue designado Monumento
Histrico Nacional por su valor histrico cultural (Onetto
2001). A partir de 1995 y en el marco del Programa de
Documentacin y Preservacin del Arte Rupestre Argentino
del INAPL, se iniciaron acciones de documentacin flmica y fotogrfica, registro de daos naturales y antrpicos,
monitoreo permanente de su estado de conservacin y tareas de difusin, entre otras (Podest 1997, Podest et al.
2000, Onetto 1998, Rolandi et al. 1998).
De la informacin obtenida, surgi la necesidad de llevar a cabo un plan de manejo y administracin del sitio, el
cual fue elevado a la Secretara de Cultura de la Nacin en
mayo de 1998 (Onetto 2001). Esto constituy un punto de

* CONICET/UBA/INAPL. [email protected]
[email protected] // [email protected]
** CONICET/rea Arqueologa y Antropologa, Municipalidad de
Necochea. [email protected]
*** CONICET/Instituto de Arqueologa. FFyl, UBA.
[email protected]
**** CONICET/ INAPL. [email protected]

145

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 146

CUADERNOS 22
inflexin en la historia de los trabajos realizados en Cueva
de las Manos, ya que comenzaron a involucrarse tanto organismos nacionales y provinciales como agentes privados en
tareas de conservacin y proteccin y en el manejo turstico. Es as que en junio de 1998 el sitio fue presentado a la
UNESCO para su inclusin en la Lista del Patrimonio
Mundial como "rea Arqueolgica y Natural Alto Ro
Pinturas", siendo declarada en diciembre de 1999 como
bien cultural bajo la designacin de "Cueva de las Manos,
Ro Pinturas". En diciembre del mismo ao la Direccin
Nacional de Arquitectura (DNA) reformul el proyecto de
infraestructura del plan de manejo mencionado y agreg un
sistema de seguridad para el sitio. Esta fue la primera intervencin del Estado nacional en un sitio arqueolgico con
arte rupestre declarado Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Onetto destaca la conexin entre estas acciones con la creciente toma de conciencia por parte de la
comunidad de Perito Moreno de la importancia de Cueva de
las Manos, principalmente como recurso econmico a travs de la explotacin turstica (Podest y Onetto 2003,
Onetto 2006).
Con respecto al plan de manejo propuesto, se desarrollaron distintas estrategias que incluyeron el mantenimiento, la preservacin y la adaptacin1 del bien patrimonial, as
como la administracin y proteccin del sitio y, por ltimo
la educacin del pblico acerca de sus valores e importancia (Carta Burra 1979 y Stanley Price 1991). En otros trabajos se ha discutido el resultado de las acciones llevadas a
cabo en la primera, segunda y tercera etapa del plan de gestin elaborado para Cueva de las Manos (Onetto 2001,
2006).
Nos interesa centrarnos en esta ltima, que consisti en
la concrecin de las obras de infraestructura previstas por
parte de la empresa constructora en el marco del contrato de
licitacin "Obras de Proteccin y Seguridad para el
Monumento Histrico Nacional Cueva de las Manos". Las
mismas se iniciaron en noviembre del 2004 y se extendieron hasta marzo del 2007. La envergadura de las tareas
necesarias para el manejo pblico y proteccin del sitio
implic la existencia de diferentes frentes de trabajo. As, se
llev a cabo el acondicionamiento y ampliacin del rea de
estacionamiento, del centro de recepcin y de las instalaciones necesarias para guas y guardias; se construyeron
pasarelas y decks en los sectores con pinturas, barandas en
la senda peatonal, barandas y escaleras en la ladera de bajada al ro; se instalaron molinos para energa elica y una
toma de agua en el ro (Onetto 2006).
Durante esta etapa fue necesaria la presencia constante
de un arquelogo en el sitio para monitorear las acciones
llevadas a cabo y participar en la toma de decisiones cotidiana. Para los arquelogos que participamos constituy
una oportunidad excepcional de acompaar, desde nuestro
rol subjetivo, el proceso de resignificacin del sitio por
parte de los distintos grupos de agentes involucrados. En
este sentido, todo este proceso implic un movimiento de

institucionalizacin y construccin (sensu Ballart 2002) de


Cueva de las Manos como bien patrimonial. Se modific la
situacin inicial de tal manera que en el ao 2006 se cre
una Comisin de Sitio con la participacin de todos los
organismos gubernamentales con ingerencia en el mismo2.
Su principal objetivo es la administracin, incluyendo la
formulacin de un nuevo plan de gestin que contemple las
problemticas actuales, especialmente el manejo de la creciente afluencia del turismo (Onetto 2006).
OBJETIVOS DE ESTE TRABAJO
Nos proponemos desarrollar, a travs de la exposicin
de nuestra prctica durante los dos aos y medio de trabajo
de control de impacto, los problemas y situaciones que surgieron con los distintos grupos de inters. Exponemos algunas consideraciones generadas a partir de estas experiencias, mostrando de qu manera fuimos resolviendo situaciones en los distintos procesos de confrontacin y negociacin con estos diferentes actores.
Para esto presentamos a los grupos de agentes involucrados: empresa constructora, operadores de turismo privado, arquelogos, funcionarios de la Direcccion Nacional de
Arquitectura (DNA) y empleados de la municipalidad que
trabajaban en el sitio, considerando sus intereses y valoraciones. Posteriormente, mencionamos los conflictos que
surgieron durante nuestra presencia all. En primer lugar,
nos centramos en la relacin entre los arquelogos y la
empresa constructora, luego entre los arquelogos y los
operadores tursticos, finalmente entre la DNA y la empresa constructora.
Cabe destacar que dentro de lo que se puede incluir en
lo que comnmente se denomina "trabajo de impacto" o
"manejo de recursos culturales" (Molinari et al. 2001, entre
otros), las actividades llevadas a cabo en el sitio se caracterizaron por una serie de particularidades. Por un lado, la
envergadura de la obra implic que el tiempo de duracin
de la misma fuera mayor que el estipulado en un principio.
Esto trajo aparejado por lgica una mayor interaccin cotidiana entre los diferentes grupos. Los distintos valores e
intereses fueron surgiendo en la cotidianeidad, traducindose muchas veces en conflictos que a menudo nos involucraban directamente como arquelogos, o en los cuales terminbamos actuando como mediadores. Por otro lado, es el
nico sitio arqueolgico del pas reconocido a nivel internacional como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
CONSIDERACIONES TERICAS
El concepto de patrimonio cultural hace referencia a un
conjunto de bienes y conocimientos, tangibles e intangibles,
que son reconocidos como propios por un grupo humano y
Integran la Comisin de Sitio los siguientes organismos: La
Comisin de Museos, Monumentos y Lugares Histricos y el Instituto
Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano, ambos de
la Secretara de Cultura de la Nacin; las Subsecretaras de Cultura y
Turismo de la Provincia de Santa Cruz; la Municipalidad y las
Direcciones de Cultura y Turismo de Perito Moreno, la Asociacin
Identidad Pro-Museo de Perito Moreno y la propietaria del campo en
donde se encuentra el sitio, Dra. Alicia Sosa de Molina.

1
La "adaptacin" refiere a la realizacin de las obras de modificacin
del sitio a conservar sensu. Pearson y Sullivan 1995

146

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 147

IMAGNATELO EN VIVO: PATRIMONIO EN ACCIN Y ARQUEOLOGA...


posibilitan a este grupo establecer pautas y comunicar ideas
acerca de su identidad. Dentro de este marco, las referencias a un pasado compartido representan un pilar fundamental para el sentido de pertenencia a una determinada
identidad. El patrimonio cultural es una construccin social,
es decir, no es un universal en las sociedades humanas, y
tiene un origen asociado a especificidades histrico polticas y culturales concretas (Prats 1997).
Acordamos con Daz de Rada (2007) en que el valor
patrimonial es relativo y relacional. Su reconocimiento
depende del modo en que los sujetos posicionados en el
espacio social (entendiendo este concepto en el sentido de
Bordieu 1997) establecen relaciones entre s (asignando
valores). Es as que cuando un bien es percibido con atributos "patrimoniales" no es por caractersticas propias sino
como consecuencia de un proceso relacional concreto, en el
que los agentes participan con distintos intereses.
Nos resulta til para el anlisis de los conflictos y negociaciones que ocurrieron en el sitio, la triple distincin que
hace Ballart para considerar las valoraciones que se establecen sobre los bienes reconocidos como parte del patrimonio histrico: un valor formal, un valor simblico significativo y un valor de uso. El valor formal, relacionado con
las atracciones que el bien puede despertar a los sentidos, en
este caso sobresalen la singularidad, el exotismo y la antigedad. El valor simblico significativo hace referencia al
objeto patrimonial como vehculo de conocimiento y comunicacin entre pasado y presente. De aqu puede surgir, por
ejemplo, tanto una investigacin cientfica como una inspiracin potica. Por ltimo, el valor de uso se vincula con la
utilizacin posible que se hace del bien. Dentro de los valores de uso posibles, nos interesa distinguir el econmico: el
bien material es considerado como un medio para obtener
un beneficio redituable. En Cueva de las Manos encontramos dos dimensiones asociadas a esto. Por una parte, los
beneficios que puede obtener la empresa constructora de las
obras y por otra la explotacin turstica.
Podramos decir que, en cierta medida, hemos participado como arquelogos, en una compleja negociacin para
legitimar ciertos valores y usos sobre el sitio en el marco de
un proceso de activacin y afirmacin del patrimonio de
Cueva de las Manos.

GRUPOS DE INTERS, INTERACCIN Y CONFLICTO


Durante el perodo de duracin de las obras las actividades que desarrollamos en el sitio comprendieron una
amplia gama de posibilidades. En primer lugar, se encuentran las tareas directamente relacionadas con la supervisin
de obra y la reduccin del impacto en lugares de alto inters arqueolgico. En segundo trmino, tambin se realizaron tareas en zonas de bajo impacto arqueolgico: construccin de la casa para guas y centro de interpretacin,
colocacin de barandas de madera en la bajada al ro e instalacin de una bomba de agua sobre el cauce del mismo.
En estos casos nuestro trabajo estuvo relacionado con
aspectos estticos y de reduccin del impacto ambiental.
Hubo una tercera serie de actividades sin conexin con la
obra, como por ejemplo colaborar con las visitas guiadas.
En una jornada de trabajo era probable que se reunieran
empleados municipales -encargados del cuidado del sitio,
guas oficiales municipales-; trabajadores de la obra; ingenieros de la empresa constructora; arquelogos; operadores
tursticos privados; visitantes locales, nacionales y extranjeros. En la Figura N 2 presentamos a los distintos grupos
de inters que tuvieron ingerencia en el sitio. En el presente trabajo nos centramos en los que han interactuado en la
ejecucin de las obras: los arquelogos, la empresa constructora, la DNA y los operadores tursticos. Cada uno de
ellos le asign valores particulares al bien en cuestin,
como ya expresamos, y en base a estas diferencias se generaron constantes conflictos que influyeron en el modo en
que cada uno intervino en el sitio.
En primer lugar, el valor patrimonial fue el puntapi inicial para que adquiriera importancia como recurso econmico. Este valor se ve reflejado en los objetivos de investigacin, conservacin y conocimiento de los valores forma-

Interacciones y puntos de conflicto entre los distintos grupos


de agentes involucrados en el sitio Cueva de las Manos

Vista del caadn del ro Pinturas


147

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 148

CUADERNOS 22
les y simblicos que buscan los arquelogos del INAPL, los
organismos provinciales y municipales de Cultura.
En segundo lugar, el grupo de inters que le otorg un
valor exclusivamente econmico fue la empresa constructora. Esta empresa estaba trabajando simultneamente en
varias obras de la zona (viviendas, hospitales, etc.), por lo
cual el trabajo en Cueva de las Manos era considerado
como uno ms entre tantos otros. Luego, frente a las caractersticas de la obra que distaban mucho de una construccin comn, tanto los directivos como los operarios de la
empresa cambiaron su apreciacin acerca del trabajo en el
sitio.
Por ltimo, Cueva de las Manos representa un recurso
importante de desarrollo econmico a travs de la explota-

cin turstica. Tanto los organismos de turismo nacional,


provincial y municipal, como los propietarios rurales y los
operadores privados, responden a este tipo de inters.
En suma, encontramos que entre los distintos grupos
involucrados en el sitio existen intereses diversos, que
incluyen: la explotacin del lugar en trminos de usufructo,
la preservacin, la investigacin y la posterior divulgacin
de los resultados, la gestin cultural y la promocin turstica. En la Figura N 3 esquematizamos las relaciones entre
los grupos de agentes involucrados.
Creemos que es en la interaccin de los diferentes grupos de agentes, con intereses y valores dispares donde
podemos ubicar los puntos de origen de las distintas dificultades y conflictos que desarrollaremos a continuacin.

Grupos de inters, su ingerencia, intereses y valoracin del sitio


148

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 149

IMAGNATELO EN VIVO: PATRIMONIO EN ACCIN Y ARQUEOLOGA...


1) CONFLICTOS

Por otro lado, fueron surgiendo problemas diarios producto de la falta de planificacin y/o previsin de las consecuencias especficas en el terreno de algunos elementos
constructivos o prcticos del plan de manejo. Esto gener
situaciones que debieron resolverse sobre la marcha, en este
sentido nuestro trabajo de monitoreo iba paralelo al trabajo
de la obra. Algunos ejemplos de esto son:
La especificacin de un espacio para el acopio y depsito de los desperdicios: para la empresa significaba un
costo extra trasladar estos materiales a otro lugar y cuando alguno de nosotros planteaba el problema se generaba una extensa negociacin (Informes Morales, Salerno,
Elas, Colombo, entre otros). Es necesario destacar que
muchos de los operarios con los que convivamos da a
da, con el tiempo contribuyeron a la limpieza y preservacin del sitio y sus alrededores.
La instalacin de cmaras de video en el circuito de pinturas: est incluida en el proyecto de Obras de Deteccin
Inteligente agregado al plan de manejo por la DNA
(Onetto 2006). Este proyecto implic la instalacin de
un bitubo y de "cajas" a lo largo de todo el sendero generando movimiento de sedimentos y produciendo impacto visual (Informes Bozzutto, Buc). No obstante, la instalacin de dichas cmaras nunca se concret.
Los tamaos de los decks debieron ser modificados
sobre la marcha en funcin del impacto visual que generaban en el sendero, las particularidades del terreno, etc.
(Informes Cassiodoro y Garca Guraieb).
Cabe destacar que a su vez, varios de estos conflictos
tambin surgieron como consecuencia del incumplimiento
de las rdenes de servicio de la DNA por parte de la empresa. As por ejemplo:

ENTRE ARQUELOGOS Y PERSONAL DE LA

EMPRESA CONSTRUCTORA.

Los diferentes conflictos que surgieron entre el grupo


de arquelogos y el personal de la empresa giraron principalmente en torno al desconocimiento por parte de la
misma de lo que deba hacer el arquelogo en el contexto
de la obra; cul era su lugar, jerarqua, poder de decisin y
principales funciones. Esta situacin, se debi principalmente a la ausencia, desde el inicio de las actividades, de
una instancia de informacin clara y precisa acerca de lo
que implicaban las tareas de impacto y control que debamos realizar.
Por otra parte, consideramos que la empresa constructora no tena claramente identificadas cules eran sus responsabilidades al emprender una obra en un sitio de tal
envergadura. Entendemos que este es un punto vital al
momento de llevar adelante una obra en relacin a un bien
patrimonial, en tanto las empresas constructoras, normalmente acostumbradas a proyectar y edificar barrios, complejos tursticos, deportivos, etc., no suelen tener en cuenta
aspectos de reduccin del impacto ambiental. Esto se observa claramente en la utilizacin de equipos que producen
vibraciones y ruidos, la acumulacin de residuos y en el
desconocimiento de la importancia de construir estructuras
acordes al paisaje.
Este ltimo fue uno de los aspectos que muchas veces
dificult nuestro desempeo. Debamos determinar, con los
obreros y capataces, si una actividad era factible y luego
especificar cul era la razn de tal decisin. Al reformular
algunos aspectos de la obra, se retrasaba el tiempo estipulado para el cumplimiento de los plazos acordados con la
DNA, generando un costo extra en tiempo y dinero. Esto
deriv en que en la prctica muchas veces las exigencias y
decisiones operativas de los arquelogos fueran "accidentalmente" desatendidas por la empresa.
De esta forma, se generaron muchos puntos de conflicto. Por un lado, desde el comienzo existi una reticencia
constante por parte de la empresa para con nuestro trabajo.
Esto se manifest en distintas actitudes:
No nos comunicaban de motus propio cundo se iniciaban o reiniciaban las actividades en el sitio.
Mientras estbamos en la obra no nos informaban claramente cules eran las tareas a llevar a cabo cada da.
Muchas de las recomendaciones elevadas en los diferentes informes no fueron tomadas en cuenta.
En las visitas al sitio, de arquitectos, ingenieros y tcnicos que deban tomar decisiones sobre la obra no era
solicitada nuestra presencia e incluso se buscaba evitarla. Incluso en aspectos que implicaban medidas referidas especficamente a cuestiones arqueolgicas no se
consultaba al arquelogo que se encontraba en el sitio.
Al respecto slo se reconoca, parcialmente, la opinin
de Onetto, coordinadora del grupo de arquelogos.
Existieron dificultades operativas a lo largo de toda la
obra que, en algunas ocasiones, llevaron a obstaculizar
o suspender nuestras actividades: no se sacaban los
pasajes en las fechas solicitadas, el pago de los honorarios nunca se hizo a trmino, etc.

Acumulacin de basura en el circuito de visitantes


149

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 150

CUADERNOS 22
de los turistas, malestar entre los obreros y una mayor duracin de la obra, dado que las tareas deban suspenderse
mientras se realizaban las visitas guiadas. En este caso
nuestro papel fue el de mediar entre los distintos grupos de
inters (Onetto 2006, Informe Garca Guraieb).
Por otro lado, en momentos previos al comienzo de la
obra el manejo turstico estaba en estrecha relacin con las
decisiones tomadas por la municipalidad de Perito Moreno
y los operadores privados. En este sentido, no exista un
horario especfico de visitas, un cupo estipulado de personas que podan acceder a la visita guiada y fundamentalmente, durante la misma se permita el ingreso al interior de
la cueva abriendo las rejas de proteccin. As, se observ
que el ingreso masivo a la misma expona las representaciones rupestres al dao producido por diferentes agentes,
como por ejemplo el polvo, el contacto fsico de la gente y
los permanentes flashes3. Tambin se registr un paulatino
deterioro por pisoteo del rea excavada as como tambin la
potencial extraccin de materiales de superficie (Informes
Cassiodoro, Garca Guraieb, Bourlot). Como medida para
evitar esto, se busc prohibir el ingreso de todos los visitantes al sector de la cueva, por lo tanto las rejas deban permanecer cerradas. De este modo, surgieron una serie de
conflictos entre los arquelogos y los operadores tursticos
(Informes Gordn, Bourlot, Musali, Buc, etc.), que ignorando la medida atraan a sus clientes con folletera bilinge
que promocionaba el acceso al interior de la cueva4.

Se haba establecido que no se tocaran los materiales


arqueolgicos. Esto se cumpli slo para los materiales
involucrados directamente con el sitio pero no con los
que se encontraban en las inmediaciones (Informes).
Se especific el cuidado de la prolijidad del sitio y su
entorno y que no se dejaran desperdicios de ningn tipo.
No obstante, el descarte de basura fue un problema
constante a lo largo de toda la obra (Informes Morales,
Cassiodoro, Garca Guraieb, Bozzuto, Gordn, Bourlot,
Musali, Buc, Salerno, Castro, Elas y Colombo).
Se aconsej que las rocas grandes, matas o arbustos y
desniveles importantes que se localizaban en el sendero
no deban ser removidos para la construccin de los
decks y barandas. A pesar de que esto figuraba por escrito, dicha recomendacin slo fue cumplida luego del
llamado de atencin del arquelogo que se encontrara en
ese momento (Informes). Incluso hubo casos en que ms
all de la recomendacin del arquelogo, igualmente se
desmontaron matas de calafate, afectando la contencin
del desnivel del talud.

Visitantes con cascos de proteccin

2) CONFLICTOS ENTRE ARQUELOGOS Y OPERARIOS DE TURISMO


Aunque nuestro rol como arquelogos en la obra no estaba directamente vinculado con el manejo turstico del sitio, la
permanencia continua en el mismo nos permiti observar su
funcionamiento. Intencionalmente o no, esto nos llev a participar en una serie de conflictos que se generaron.
Por un lado, durante el perodo de obra, las dificultades
surgieron cuando las actividades estaban centradas en los
sectores del sendero de acceso a la cueva, lo cual obstaculizaba las visitas guiadas, generando ruidos molestos y
situaciones incomodas para los visitantes y operadores.
Estas situaciones ocurrieron a pesar de la reglamentacin
establecida por la DNA, de comn acuerdo con la empresa
constructora, la municipalidad y el INAPL. Se fij una veda
estival con horarios especficos para las visitas guiadas a los
efectos de disminuir estas dificultades, pero estas normas
provisorias no fueron respetadas por los distintos operadores tursticos. De esta manera se generaron quejas por parte

Turistas dentro de la cueva

3) CONFLICTOS ENTRE DNA Y EMPRESA CONSTRUCTORA


En primer lugar, en los pliegos de licitacin figuraba la
necesidad de contar con un gelogo antes del comienzo de
la obra para realizar un estudio de la ladera y del entorno del
sitio, con el fin de evitar potenciales riesgos durante la
misma. No obstante, su presencia fue postergada por la
empresa siendo convocado cuando parte de las barandas y
Durante la temporada 2006-2007 visitaron la Cueva de las Manos
aproximadamente 10.700 turistas, llegando a partidas diarias de un
promedio en el mes de enero de 120 personas, con grupos de hasta 40
visitantes por turno.
4
Cabe aclarar que en la ciudad de Perito Moreno existen propagandas
de un agente de turismo que promociona ser "el nico" que posee acceso a la cueva.
3

150

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 151

IMAGNATELO EN VIVO: PATRIMONIO EN ACCIN Y ARQUEOLOGA...


la base del deck ya estaban colocadas. En consecuencia,
muchas de sus recomendaciones no se cumplieron lo cual
trajo aparejado algunos problemas serios. Tal es el caso de
la actual cada de rocas desde las bardas altas hasta el deck
por donde circulan los visitantes. Esto ha obligado al uso
obligatorio de cascos.
Al mismo tiempo, cabe mencionar que los arquelogos
hemos actuado en reiteradas oportunidades como nexo entre
la empresa constructora y la DNA. Un ejemplo concreto es
que en dos oportunidades, la certificacin de obra de la DNA
para la empresa constructora se bas en fotografas e informacin proporcionadas por los arquelogos. Esto se llev a
cabo por expreso pedido de la empresa a los arquelogos, ya
que dicha accin facilitaba el trabajo a la misma evitndole
el viaje hasta el sitio. En un caso se trat del cierre de obra
por la veda invernal, lo cual implic que el arquelogo tuviera que permanecer durante quince das adicionales (Informe
Colombo). En el otro caso fue el amojonamiento del rea
mensurada por peritos topgrafos. El registro fotogrfico de
la arqueloga que supervis esta tarea fue utilizado para la
certificacin ante la DNA, evitando de esta manera el envo
de un representante de la misma empresa. Se trat de un trabajo difcil y hasta peligroso para la arqueloga en cuestin,
ya que algunos de los mojones estaban ubicados en reas de
muy difcil acceso, sobre las mesetas altas que bordean el
caadn del ro Pinturas (Informe Castro).

tura inicial acerca de lo que considerbamos un trabajo de


control de impacto, ya que en lo concreto nos encontramos
con una situacin de permanente mediacin y negociacin
entre las partes.
Por otro lado, es muy importante que los arquelogos
que van a estar en el campo haciendo la supervisin conozcan no slo los pliegos de licitacin de la obra sino que tambin exijan que se les informe de las actividades especficas
a llevarse a cabo da a da con la antelacin necesaria como
para definir las estrategias de relevamiento y/o rescate pertinentes. Vimos que frecuentemente se llevaban a cabo tareas sin nuestro previo conocimiento, lo que condujo a situaciones de conflicto (Informes Bozzuto; Cassiodoro; Elas;
Salerno). Asimismo, es conveniente que se establezcan de
antemano y por escrito, las pautas y propuestas relacionadas con las consecuencias del trabajo cotidiano de los obreros en el sitio. En nuestra prctica notamos que haba
aspectos esenciales no contemplados, como por ejemplo el
tratamiento de los desechos. Los pliegos de licitacin de la
obra son una herramienta de argumentacin y control peridica que puede ser utilizada constantemente en este sentido.
Onetto pudo comprobar que en varios casos no hubo coincidencia entre lo que figuraba en los pliegos de licitacin y
lo que efectivamente se construy. Como ejemplo podemos
citar dos casos concretos: la dimensin, forma y diseo de
los decks y el tamao de la casa para guas.
Consideramos que uno de los problemas bsicos fue
que la empresa constructora no repar en la dimensin cultural de la obra (Informe Colombo) y no tom algunos
recaudos previos que sostenemos necesarios en una obra de
proteccin del patrimonio. La desinformacin de los obreros acerca del sitio arqueolgico y del ambiente natural,
gener muy poco cuidado del lugar (precipitacin intencional de escombros por el talud, descarte no controlado de
residuos, etc.). Pensamos que un sitio se cuida mejor si se
conoce su historia e importancia en la actualidad. Por todo
esto creemos que parte de los problemas se podran solucionar, o por lo menos disminuir, si antes de comenzar las
obras se implementaran cursos de entrenamiento en los cuales los trabajadores pudieran obtener una instruccin conjunta, que rena de forma horizontal a arquitectos, capataces y operarios a fin de conocer la arqueologa del rea y
el rol especfico del arquelogo. El sentido es que todos los
trabajadores se sientan comprometidos en alguna medida
con el patrimonio arqueolgico en el que van a intervenir
antes de empezar la obra. Este tipo de capacitacin, aunque
orientada en general a la proteccin del ambiente natural, es
llevada a cabo en la actualidad por parte de empresas petroleras y mineras. Consideramos viable y de gran importancia
que el aspecto arqueolgico sea incorporado en estos
emprendimientos como un requisito fundamental y al
mismo nivel que el de la problemtica ecolgica.
Por ltimo, queremos aclarar que en ningn momento el
equipo de arquelogos que trabaj en Cueva de las Manos
desconoci el valor econmico que un sitio de tales caractersticas posee. Sin embargo, las tensiones surgidas por la
mercantilizacin del sitio sin considerar un uso sustentable
del mismo (como por ejemplo la obstinacin por parte de

Almuerzo de la arqueloga con los operarios de la empresa

REFLEXIONES

FINALES Y RECOMENDACIONES PARA FUTUROS

TRABAJOS

Uno de los propsitos primordiales del presente trabajo


es reflexionar sobre nuestras experiencias para as elaborar
algunas recomendaciones para los arquelogos que deban
enfrentarse con situaciones similares a la aqu expuesta.
En primer trmino queremos subrayar nuevamente la
importancia de que el plan de manejo sea flexible (Onetto
2001). Desde la prctica se hace evidente que todo plan de
manejo rgido estar destinado al fracaso o por lo menos a
graves situaciones de conflicto. El hecho de haber sido testigos de la diferencia entre la teora y la prctica en el manejo del patrimonio nos llev a reformular nuestro propio concepto acerca del impacto. Fuimos modificando nuestra pos-

151

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 152

CUADERNOS 22
los operadores tursticos privados por traspasar las rejas de
proteccin a pesar de las recomendaciones de los arquelogos), nos llaman la atencin sobre la necesidad de revertir
esta situacin a travs de diversos trabajos orientados a la
participacin de agentes locales en el sitio. Por ejemplo con
programas de: formacin docente y charlas pblicas que
tiendan relaciones histricas e identitarias entre el sitio y los
pobladores (por ejemplo exposicin de historias locales en
relacin al sitio); participacin de las escuelas en las tareas
de exposicin e investigacin; formacin de guas, etc.
Estas actividades de capacitacin -para los trabajadores
de la obra y las comunidades locales- permitirn a su vez
reducir prejuicios sobre qu es la arqueologa y nuestro
modo de trabajar. Varios de los que estuvimos trabajando en
Cueva de las Manos pudimos identificar en el imaginario
comn una visin simplificada del trabajo del arquelogo,
quien juntara materiales al igual que cualquier coleccionista, y cuyo conocimiento generado no sera muy certero
pues no sabe nada de la vida en el campo. Adems, creemos
que este prejuicio est ntimamente ligado a conflictos de
gnero, grupo social y edad.
Confiamos plenamente en la utilidad de las actividades
de capacitacin ya que hemos sido testigos de cmo el imaginario comn mencionado fue modificndose como resultado de la interaccin cotidiana de los trabajadores de la
empresa con los arquelogos presentes en el sitio. Este contacto permanente y sostenido a partir de la convivencia, permiti dar a conocer nuestras valoraciones patrimoniales y
nuestra metodologa de trabajo. Notamos as un cambio en
la valoracin sobre el patrimonio por parte de la gente de la
obra y, consecuentemente, una evolucin positiva en el
inters y en la preocupacin por el cuidado del sitio.
Otro aspecto que nos parece importante mencionar concierne al rescate de materiales arqueolgicos durante la
supervisin de tareas relacionadas con el movimiento de
suelos. Nos parece fundamental llevar adelante tareas de
anlisis del material extrado y exposiciones locales tanto
de las piezas como de las tareas realizadas. La construccin
de estas actividades en conjunto con la comunidad local y
los trabajadores de la obra permitir no solo completar el
trabajo de cuidado y acompaamiento que se realiz durante toda la obra, sino tambin promover el cuidado y mantenimiento del sitio por parte de quienes conviven con l. Esta
es una manera interactiva de poner en marcha las relaciones
con los obreros y pobladores locales, as como tambin de
reducir la ignorancia acerca del modo de conocer y reconocer la metodologa arqueolgica. La inclusin de diferentes
facciones de la comunidad en las algunas etapas del trabajo
arqueolgico, generara mayor inters y preocupacin por
el patrimonio, facilitando las tareas de resignificacin y
apropiacin del mismo.
Consideramos que, a pesar de que nuestra tarea no fue
fcil, esta experiencia nos enriqueci no slo a nivel profesional sino tambin personal. Debido a que, contrariamente
a lo que sucede en un trabajo de campo arqueolgico convencional, en donde la mayora de los que participan en un
equipo son colegas, en el caso de los trabajos de impacto, la
mayora de las personas son ajenas a la especialidad. En

este contexto estuvimos haciendo arqueologa con gente


muy diversa, es decir, compartiendo, comentando y debatiendo nuestros puntos de vista sobre el patrimonio con
todos aquellos que convivan con nosotros.
AGRADECIMIENTOS

Mensaje de despedida escrito por el carpintero y firmado por


varios obreros. El texto dice:
"Las Cuevas de las Manos. 22-02-07.
Para todas las amigas. Arquelogos y arquelogas que
pasaron por este paraje inhspito y lejano de la mano de
Dios.
Aqu va nuestro Saludo y Abrazo fraternal y no los
vamos a olvidar. Los das
que pasamos juntos.
Esperamos que algn da nos encontremos y rememorar
las distintas vivencias.
Un beso a todas y todos.
El Grupo de la Cueva".

A todos los dems arquelogos que participaron en la


obra: Marcelo Morales, Solana Garca Guraieb, Damin
Bozzuto, Florencia Gordn, Tirso Bourlot, Javier Musali y
Natacha Buc.
A la comunidad de Perito Moreno, especialmente a
aquellos amigos que siempre nos acompaan. A Munir
Mattar por su apoyo logstico. A la Asociacin Identidad
por su colaboracin.
A los guas y cuidares del sitio. A los operarios de la
empresa constructora por su colaboracin y buena predisposicin con nuestras tareas.
A los propietarios de la Estancia Los Toldos por su
apoyo logstico y hospitalidad.

152

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 153

IMAGNATELO EN VIVO: PATRIMONIO EN ACCIN Y ARQUEOLOGA...


BIBLIOGRAFA
Ballart Hernndez, J.
2002. El patrimonio histrico y paleontolgico, valor y
uso. Barcelona. Ariel Patrimonio.
Bourdieu, P.
997. Razones Prcticas. Sobre la Teora de la Accin.
Barcelona. Editorial Anagrama
Bourlot, T.
005. Informe Cueva de las Manos. Informe a la Empresa
Constructora Torraca Hnos SRL, MS.
Bozzutto, D.
2005. Obras de Proteccin del sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz. Informe de
Monitoreo y Asesoramiento Arqueolgico. Informe
a la Empresa Constructora Torraca Hnos. SRL, MS.
Buc, N.
2006. Sitio arqueolgico Cueva de las Manos (ARP1) en la
Provincia de Santa Cruz. Informe a la Empresa
Constructora Torraca Hnos SRL, MS.
Carta de Burra
1979. Carta del ICOMOS Australia para Sitios de
Significacin Cultural
Cassiodoro, G.
2005. Obras de Proteccin del sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz. Informe de
Asesoramiento Arqueolgico. Informe a la Empresa
Constructora Torraca Hnos SRL, MS.
Castro, A.
2006. Obras de proteccin en el sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz, Argentina.
UNESCO, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Informe a la Empresa Constructora Torraca Hnos
SRL, MS.
Colombo, M.
2006. Obras de proteccin en el sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz, Argentina.
Informe a la Empresa Constructora Torraca Hnos
SRL, MS
Daz de Rada, A.
2007. Valer y valor. Una exhumacin de la teora del valor
para reflexionar sobre la desigualdad y la diferencia
en relacin con la escuela Revista de Antropologa
Social 16: 117-158. Universidad Complutense.
Elas, A.
2006. Obras de Proteccin del Sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz. Informe de
Monitoreo y Asesoramiento Arqueolgico. Informe
a la Empresa Constructora Torraca Hnos SRL, MS.
Garca Gurieb, S.
2005. Obras de Proteccin del sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz. Informe de
Monitoreo y Asesoramiento Arqueolgico. Informe
a la Empresa Constructora Torraca Hnos SRL, MS.
Gordn, F.
2005. Obras de Proteccin del sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz. Informe de
Monitoreo y Asesoramiento Arqueolgico. Informe
a la Empresa Constructora Torraca Hnos SRL, MS.

Gradin, C.
1985. El arte Rupestre de la Cuenca del Ro Pinturas,
Provincia de Santa Cruz, Repblica Argentina. Ars
Praheistorica 2:97-149.
Gradin C. y A. Aguerre
1994. Contribucin a la Arqueologa del Ro Pinturas.
Provincia de Santa Cruz. Bsqueda de Ayllu,
Concepcin del Uruguay, Argentina.
Gradin, C., C. Aschero y A. Aguerre
1976. Investigaciones arqueolgicas en la Cueva de las
Manos, Estancia Alto Ro Pinturas, Pcia. de Santa
Cruz. Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa X: 201-270.
1979. Arqueologa del rea Ro Pinturas (Pcia, Santa
Cruz). Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa XIII: 183-221.
Molinari R, L. Ferraro, H. Paradela, A. Castao y S.
Caracotche
2001. Odisea del manejo: conservacin del patrimonio
arqueolgico y perspectiva holstica. 2do. Congreso
Virtual de Antropologa y Arqueologa.
www.naya.org.ar
Morales, M.
2005. Supervisin de impacto arqueolgico de las Obras
de Reacondicionamiento del Sitio Cueva de las
Manos, Provincia de Santa Cruz, Argentina.
Informe a la Empresa Constructora Torraca Hnos.
SRL, MS.
Musali, J.
2006. Obras de Proteccin del M.H.N. Cueva de las
Manos, Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz.
Informe de Monitoreo y Asesoramiento
Arqueolgico. Informe a la Empresa Constructora
Torraca Hnos SRL, MS.
Onetto, M.
1998. Proyecto "Documentacin y administracin del sitio
Cueva de las Manos, provincia de Santa Cruz".
Informe presentado a la Secretara de Cultura de la
Nacin. Buenos Aires. MS.
2001. Conservacin y manejo de un sitio del Patrimonio
Mundial: Cueva de las Manos, Ro Pinturas,
Argentina. Arqueologa 11: 203-244.
2006. Experiencias de la gestin de un sito del patrimonio
mundial en argentina: mitos y realidades. Cueva de
las Manos, Ro Pinturas. En: Tramas en la piedra:
252-263. Fiore y M. Podest (Ed.). Sociedad
Argentina de Antropologa, World Archaeological
Congreso, Asociacin Amigos del Instituto
Nacional de Antropologa y Pensamiento
Latinoamericano.
Podest, M.
1997. Arte rupestre argentino: su documentacin y preservacin. Buenos Aires. Instituto Nacional de
Antropologa y Pensamiento Latinoamericano.
Podest M., D. Rolandi y M. Onetto
2000. Cueva de las Manos del Ro Pinturas (Argentina):
Patrimonio Cultural de la Humanidad (UNESCO).
Boletn SIARB 14:29-42. La Paz. Bolivia.

153

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 154

CUADERNOS 22
Prats i Canals, Ll.
1997. Antropologa y patrimonio. Barcelona. Ariel.
Stanley Price, N.P
1991. Training for rock art conservation: recent initiatives
of the Getty Conservation Institute. Rock Art and
Posterity. Conserving, managing and recording rock
art. Pearson & Swartz (Ed): 100-103. AURA 4.
Rolandi D., C. Gradin, C. Aschero, M. Podest, M. Onetto,
M. Snchez Proao, I. Wainwright y K. Helwig

1998. Documentacin y preservacin del arte rupestre


argentino. Primeros resultados obtenidos en la
Patagonia centro-meridional. Chungara 28 (1-2):731, Chile.
Salerno, V.
2006. Obras de proteccin en el sitio Cueva de las Manos,
Ro Pinturas, Provincia de Santa Cruz, Argentina.
Informe a la Empresa Constructora Torraca Hnos.
SRL, MS.

154

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 155

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

EL EMBODIMENT DE LOS MUERTOS:


HACIA UNA ETNOGRAFA DE LA MUERTE
Laura Marina Panizo *
RESUMEN
En este trabajo integrar las disciplinas de la antropologa de la muerte y la del cuerpo, para entender al cuerpo muerto en
el contexto ritual como la materia donde se ejercen los cambios que se producen tanto en la condicin del muerto, como
en la actitud mental de la comunidad.
PALABRAS CLAVES: muerte-cuerpo-performance.
ABSTRACT
I will integrate the disciplines of the anthropology of the death and of the body, in order to understand the death body in
the ritual context, as the matter where the changes are exerted, which are produced in the death condition and in the community's mental attitude as well.
KEY WORDS: death-body-performance.

INTRODUCCIN
En los ltimos aos ha habido una preocupacin acentuada por parte de los intelectuales por los estudios acerca
del cuerpo y la corporeidad, en cuanto al ser humano vivo.
En este trabajo sin embargo, llevar la atencin sobre el
cuerpo muerto e intentar analizar los rituales mortuorios y
la importancia ritual del cuerpo muerto, desde una perspectiva que involucre a los estudios sobre la corporalidad y la
performance. De esta manera, analizar la ubicacin ritual
del cuerpo desde un enfoque que junto con los aportes de la
antropologa simblica y la antropologa de la muerte, nos
pueda dar cuenta de la inmediatez de la experiencia corporal atravesada por sus significados culturales. Para ello he
realizado trabajo de campo con observacin participante en
una serie de velatorios, tanto de la provincia de Buenos
Aires como en Capital Federal. Como el objetivo fue entrar
en escena como una empleada ms de las empresas funerarias, trabaj asistiendo a las azafatas con los servicios habituales que ofrecen. Las azafatas son mujeres encargadas de
atender a los familiares y quienes participen del velatorio.
Se ocupan entre otras cosas de la limpieza de las salas velatorias, del servicio de cafetera, y de proporcionar ayuda e
informacin a quienes lo necesiten. En este sentido, he participado del ritual vestida de azafata y sirviendo caf de
modo de no alterar la conducta de los presentes.
Mis conclusiones sobre la performance del velatorio, se
han basado en la observacin sobre las prcticas y sentimientos expresados en el ritual, pero no he incluido lo que
los participantes del mismo "dicen" acerca de sus experiencias ya que no realic entrevistas post velatorios. Sin
embargo considero que es una tarea que se debera realizar
en trabajos futuros, para integrar a los resultados obtenidos.
Por otro lado, he hecho entrevistas a profesionales de las
empresas encargados de la organizacin de los eventos

(azafatas, asesores, etc.). En este sentido la primer entrada


al campo fue gracias a Carlos Pitrau, quien me permiti
hacer observacin en las salas de su empresa fnebre en
San Martn, provincia de Buenos Aires. Por otro lado
Ricardo Pculo1 ha sido un informante clave para la entrada al campo en las casas velatorios de Capital Federal.
Como veremos, el trabajo de campo junto con el material terico analizado sobre el tema, me han permitido
entender al cuerpo muerto como un smbolo de accin
ritual, revelador de experiencia por lo que intentaremos ver
su accin y eficacia, as como tambin las referencias sociales que encarnan y las dimensiones que poseen.
LA ANTROPOLOGA DEL CUERPO
Si bien desde Mauss hasta la actualidad diferentes autores han abordado el tema del cuerpo, las prcticas corporales y la corporeidad, me focalizar sobre los aportes de
Thomas Csordas (1999) y Silvia Citro (2004, 2006).
Retomando las propuestas fenomenolgicas desarrolladas por Merleau-Ponty de conocer el mundo a travs del
cuerpo, Thomas Csordas (1999) propone el concepto de
embodiment como el anlisis de las experiencias que se dan
a travs del cuerpo. Esto implica el estudio acerca de la cultura y la experiencia desde una perspectiva fenomenolgica
cultural, es decir, desde el punto de vista de la corporalidad
del ser -en el mundo, que refiere a una sntesis entre la
inmediatez de la experiencia corporal con la multiplicidad
de significados culturales (ibd.:143). Segn el autor, el trabajo de Merleau y Ponty sugiere que la cultura no reside
solamente en los objetos y representaciones, sino tambin

Ricardo Pculo es Tanatlogo (Matrcula otorgada por el Instituto


Internacional de Ciencias Tanatolgicas en diciembre de 1991) especializado en Ritos Funerales, Ceremonial y Pompas Fnebres. Es reconocido como Idneo Director Funeral por la F.I.A.T. - I.F.T.A.
(Federacin Internacional de Tanatlogos Asociados). Fundador y
Director del Instituto Argentino de Tanatologa exequial y asesor de
distintas cooperativas y empresas de servicios fnebres.

* CONICET-UBA/ Escuela de Humanidades, UNSAM,


[email protected]

155

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 156

CUADERNOS 22
en los procesos corporales de percepcin, a travs de los
cuales se manifiestan, por lo que plantea la experiencia de
percepcin corporal como un medio de conocimiento prereflexivo basado en este vnculo inseparable del sujeto con
el mundo. Entonces, Csordas (ibd.) haciendo crtica a las
posturas tericas metodolgicas que proponen considerar a
las culturas como textos y reducen la experiencia al lenguaje, el discurso y la representacin, propone una distincin
metodolgica entre cuerpo y embodiment. El cuerpo, una
entidad biolgica y material, estara claramente diferenciado del embodiment, al cual denomina como un campo
metodolgicamente indeterminado definido por la experiencia perceptiva y por un modo de presencia y agencia en
el mundo. De esta manera, propone al embodiment desde
una aproximacin fenomenolgica en la que el cuerpo vivido es un punto de partida metodolgico y focaliza sobre la
importancia de considerar la corporalidad para entender el
ser-en-el-mundo, el cual debera considerarse como un
compaero dialgico de la representacin.
Los trabajos de Silvia Citro (2004) consideran la importancia de los aportes de Csordas acerca de la fenomenologa cultural, pero inspirados en la perspectiva de Ricoeur,
contribuye con un abordaje dialctico del cuerpo planteando la necesidad de describir la experiencia prctica del
cuerpo en la vida social, la materialidad del cuerpo y su
materialidad pre-reflexiva de vincularse con el mundo a travs de percepciones, sensaciones, gestos y movimientos
socialmente constituyentes. Citro considera que la materialidad del cuerpo y su experiencia prctica estn atravesadas
por significados culturales, y a partir del reconocimiento de
esta constitucin material-simblica de la corporeidad, propone el concepto de cuerpos significantes. En este sentido,
propongo entender las prcticas mortuorias desde el punto
de vista del embodiment, para poder entender al cuerpo
como un smbolo dominante que gua la accin ritual, su
modo de presencia y agencia en el mundo, y la percepcin
de la muerte como producto de las relaciones recprocas
que se dan entre el cuerpo en tanto materialidad y las significaciones y experiencias vividas por los dolientes y otros
participantes en el contexto ritual. Por ello, la obra de Citro
nos ayuda a entender a los "cuerpos muertos" como cuerpos
significantes, y nos preguntamos en qu sentido el cuerpo
muerto en el escenario ritual puede tener un carcter activo
y transformador en la prctica social que reacomoda las
categoras dentro de la estructura de las relaciones sociales.
De esta manera tomar las propuestas terico-metodolgicas que plantea Citro (ibd) acerca del abordaje de los
cuerpos significantes vivos, para trabajar con los cuerpos
significantes muertos en nuestra sociedad argentina actual.
Har entonces, un abordaje de la corporalidad que pretenda
abarcar tanto la materialidad de los cuerpos como los significantes culturales.
De aqu en ms utilizar la distincin analtica que propone Csordas entre cuerpo y embodiment y hablar de
embodiment para referirme al cuerpo muerto en el contexto
ritual, destacando de esta manera, adems de su entidad
biolgica y material, su modo de presencia y agencia en el
mundo. Entonces, hablar de cadver para referirme al

cuerpo muerto siempre y cuando se considere ajeno a un


contexto ritual, y utilizar la palabra cuerpo para referirme
al cuerpo humano vivo. Esta triple distincin permite considerar al cadver como un dis-embodiment, una desencarnacin del sujeto que en el contexto ritual, en tanto embodiment, lo sigue encarnando. En este sentido, como veremos, sera el contexto ritual lo que vuelve a corporizar al
cadver y su materialidad, lo que genera las percepciones.
LA ANTROPOLOGA DE LA MUERTE
La antropologa, preocupada por dar cuenta de las
representaciones acerca de la relacin entre vida-muerte, se
ha movido desde diferentes perspectivas a lo largo del tiempo. La inevitabilidad de la muerte biolgica ha consistido
siempre en una preocupacin extrema del hombre, y esta
constante en todas las sociedades ha hecho que los estudios
antropolgicos de la muerte, hayan tenido en sus inicios un
marcado inters comparativo prestando atencin sobre los
rasgos universales a travs de las variables culturales.
Como lo resea Antonius Robben en su libro Death,
Mourning, and Burial, A Cross-Cultural Reader (2004:1),
el inters fundacional en el estudio antropolgico de la
muerte es de James Frazer con su obra La Rama Dorada
(1974 [1890]). Este inters antropolgico fue igualado por
un inters similar en sociologa por Emile Durkheim (1966
[1897]), y llevado adelante en la siguiente generacin de
discpulos, en particular Robert Hertz (1990 [1917]), Van
Gennep (1960 [1909]) Marcel Mauss (1979 [1924], y
Bronislaw Malinowski (1994 [1948]).
Argumenta Robben que la antropologa de la muerte
llev una existencia bastante inactiva despus de este
comienzo, y ha solamente revivido desde 1970 con la publicacin de sofisticadas etnografas ms que con ambiciosos
esfuerzos comparativos que caracterizaron a los eruditos
ms tempranos (ibd.).
En la dcada del 70, dentro de los esfuerzos comparativos, se encuentran los trabajos de Louis-Vincent Thomas
(1993 [1975]) y Philippe Aries (1999 [1977], 2007 [1975])
que tienen el objetivo de repensar la actitud frente a la
muerte de la "sociedad occidental"2. Thomas confronta
sociedades africanas con la moderna sociedad industrial,
para poner de relieve sus divergencias en cuanto a las creencias y actitudes respecto de la muerte. Por ser la antropologa la ciencia del hombre por excelencia que busca las
leyes universales del pensamiento, dice Thomas, la antropologa tanatolgica debe ser necesariamente comparativa,
debe buscar la unidad del hombre en la diversidad o, mejor
dicho, construir la universalidad a partir de las diferencias
(1993:12). De esta manera afirma que el "frica tradicional" nos ofrece un ejemplo de cmo resolver los problemas
de la muerte propios del mundo occidental. Con la misma
Dentro de estos esfuerzos comparativos Robben cita como los ms
prominentes a los de Rosenblatt, Walsh y Jackson, sobre el pesar y el
duelo, Huntington y Metcalf, sobre los rituales mortuorios, Bloch y
Parry, sobre la regeneracin, Palgi y Abramovich sobre los enfoques
tericos y asuntos temticos, Counts y Counts sobre la pena, Hallan y
Hockey sobre la cultura material y el recuerdo, y Barley con un estudio sobre la cultura de la muerte.

156

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 157

EL EMBODIMENT DE LOS MUERTOS: HACIA...


actitud comparativa encontramos los trabajos de Aris, sin
embargo, este autor no intenta aislar ningn universal de la
muerte, sino, desde una perspectiva histrica analiza el pensamiento en torno a la muerte en occidente y marca sus
cambios a lo largo del curso de la historia. Pese a los trabajos comparativos citados, con la nueva generacin de antroplogos nos vemos enriquecidos por sofisticadas etnografas ms que con ambiciosos esfuerzos comparativos
(Robben 2004).
Este trabajo, si bien retoma a Thomas y Aris, se concentra en los aportes comparativos hechos por dos de los
autores que segn Robben han formado parte la primera
generacin de estudiosos sobre la muerte. Por un lado, se
encuentra Hertz, quien debe su formacin antropolgica a
la escuela sociolgica de E. Durkheim y aborda sus trabajos en el mbito de las representaciones colectivas, por lo
que intenta poner de manifiesto los valores que fundan la
moral en aspectos de la experiencia social. A travs de etnografas sobre Indonesia, hace un estudio detallado describiendo las nociones generales sobre la muerte y las prcticas funerarias que le dan lugar, prestando una especial atencin al caso de las dobles exequias. Su trabajo pretende
demostrar, comparando con otros ejemplos etnogrficos, de
qu manera la significacin que tiene la muerte para la conciencia social constituye un objeto de representacin colectiva. Al representar la muerte un cambio de estado del individuo implica, a la vez, una modificacin profunda de la
actitud mental de la sociedad, por lo que requiere de un proceso lento, una transicin que necesita tiempo y rituales
especficos (Hertz 1990). Este autor pone nfasis en las
relaciones entre el muerto y los deudos, y en lo necesario
del ritual mortuorio para que el deudo pueda reinsertarse
adecuadamente en la sociedad. De esta manera pone a la
funcin del cuerpo en primer plano, siendo ste la materia
sobre la que se ejerce la actividad colectiva despus de la
muerte. Por otro lado y siguiendo la misma orientacin, se
encuentran los trabajos de Van Gennep (1960), quien
haciendo referencia a los procesos sociales por los cuales
un individuo pasa cuando atraviesa un cambio de status o
posicin social, propone el modelo de los ritos de paso, los
cuales divide en ritos de separacin, de transicin y de agregacin. Este modelo nos ser de suma importancia para
entender las caractersticas propias de los velatorios.

rechazo. Hoy en da, como dicen Philippe Aris (2007),


Norbert Elias (1987) y Nigel Barley (2000), pese a la aparente continuidad de los ritos, la muerte se volvi problemtica. Un alto grado de individualizacin, y la tendencia
del hombre al aislamiento y la soledad, son algunos de los
factores que segn estos autores han hecho que la forma de
enfrentar la muerte haya cambiado a lo largo de la historia
y con ello las actitudes frente al cadver y el moribundo. En
este trabajo se intentar demostrar que pese a los cambios
que se fueron produciendo frente al fenmeno de la muerte
y los rituales mortuorios en general, el embodiment del
cuerpo en el escenario ritual, sigue cumpliendo un rol fundamental, y se presenta como metonimia del individuo, al
igual que lo es el cuerpo en la vida social (Le Breton 1995).
Dice Elias (1987) que en las sociedades ms desarrolladas, un mayor grado de pacificacin interna y el avance de
la medicina que genera prevencin y tratamiento de la
enfermedad, hacen que la muerte no sea imaginable ni esperada. A diferencia de la poca medieval, por ejemplo, la
vida ya no es tan breve y los peligros son ms controlables.
Esto hace que el individuo aleje la muerte de su vida cotidiana, lo que explica el aislamiento de los seniles y los
moribundos de la comunidad de los vivos. El individuo, al
no estar identificado con la muerte, no se identifica por lo
tanto con los moribundos, ya que la muerte del otro se presentara como un smbolo premonitorio de nuestra propia
muerte (ibd.:17). De aqu que, frente a pocas anteriores,
la muerte se ha vuelto algo menos familiar y ms oculto.
Sostiene Aris al respecto, que la vergenza y prohibicin
que provoca la muerte, la vuelve invisible, como si esta no
existiese (1999:509).
La fotografa mortuoria es un claro ejemplo de cmo,
en pocas anteriores, la muerte formaba parte de lo cotidiano y lo familiar. Esta prctica se empez a usar en la
Argentina desde mediados del XIX, y hasta por lo menos
1970 todas las funerarias tenan un fotgrafo para cubrir los
sepelios (Pramo, 2002). El fotgrafo, segn lo quisiese el
familiar, poda fotografiar al difunto (un recordatorio de la
muerte en el sentido estricto) o solamente el cortejo y la
sepultura (recordatorio del acontecimiento social). Se supone que esta ltima fue suplantando a la foto del difunto.
Con el retrato del difunto, lo que el deudo elige para conservar como recuerdo a su ser querido es la imagen de su
rostro. Pero hoy en da la foto del cortejo y sepultura tambin se abandonaron, y la sola idea de pensar que se puede
fotografiar el cortejo o al difunto nos resulta morbosa y
aberrante (ibd.)3. Por el contrario, dado que la sociedad en
el siglo XIX consideraba al momento de la muerte como
dulce y pacfico, una fotografa al momento de la muerte
poda capturar una entrada triunfal al cielo (Cuarterolo,
2002)4. En pocas donde, como habamos dicho, la muerte

EL EMBODIMENT DE LOS MUERTOS


Desde que el hombre es hombre, el cuerpo del difunto
fue objeto de una atencin particular interviniendo de
manera directa en el rito. Las vastas etnografas acerca de la
problemtica de la muerte y los rituales mortuorios, que
atraviesan las diversas culturas en tiempo y espacio (Van
Gennep 1960; Ruth Benedict, 1971; Margaret Mead, 1985;
Hertz, 1990; Thomas 1993 y Malinowski, 1994; entre
otros) resaltan la presencia del cuerpo en la accin ritual,
tanto as como su funcin primordial. Sin embargo en lo
que comnmente llamamos la cultura occidental, la manera
en que el pensamiento cristiano ha llevado a realizar las
prcticas mortuorias fue variando al paso del tiempo,
pasando por sentimientos de indiferencia, aceptacin, y

A pesar de que se haya dejado la prctica de la fotografa mortuoria,


como veremos ms adelante, otras prcticas como la tanatopraxia,
demuestran la importancia que se le da al cuerpo como metonimia del
individuo.
4
Las pinturas mortuorias tambin fueron prcticas bastante populares
durante la primera mitad del siglo XIX donde la gran mayora de ellas
se hacan usando como modelo al muerto (Cuaterolo Andrea 2002).
3

157

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 158

CUADERNOS 22
formaba parte de lo cotidiano, personificarla a travs de la
fotografa mortuoria era una prctica habitual.
Siguiendo el curso de la historia se observan tambin
cambios en las costumbres del luto, especficamente en lo
relativo a las honras fnebres, la ropa, los colores y la duracin. Las honras fnebres fueron modificndose con el
cambio de actitud frente a la muerte, y de las solemnes exequias se pas al actual luto privado y silencioso (Alarcn,
2002). Nos cuenta Omar Lpez Mato (2002) que a principios del siglo XIX, las familias competan en mostrar desmedido dolor y respeto por su ser querido, y alquilaban
carros en proporciones exageradas. En este sentido, nos
dice el tanatlogo Ricardo Pculo que el culto a los muertos se ha dejado de usar:
"Antiguamente las pompas fnebres eran a caballo, y
se distingua tanto socialmente como afectivamente,
por si tenan dos caballos, tres caballos, cuatro caballos. Vos vas a una empresa de servicios fnebres, y, te
toman los datos, te van a buscar al fallecido, te lo
ponen en el velatorio y te lo llevan al cementerio. Y ese
no es el trabajo" (Pculo 8/10/2007).
Entonces, los profundos cambios que se han dado dentro de las sociedades industrializadas, han generado una
importante fractura entre el individuo y la sociedad, por lo
que hay una menor participacin de la comunidad en el
duelo de un fallecido, donde este, se consume aisladamente. Las crisis de duelo se viven en el anonimato, se resuelven en general sin recurrir a las etiquetas de luto, y no cuentan con la participacin colectiva (Di Nola 2007).
Sin bien Aris ha atribuido a la categora de muerte
domesticada a esa actitud frente a la muerte dnde esta es
aceptada y esperada, familiar, cercana y anunciada sin
miedo ni desconsuelo, creemos, como dice Jack Goody, que
"toda ceremonia funeraria es una manera de domesticar la
muerte, de ayudar a los seres humanos a mirar la muerte
cara a cara" (1998:112)5. En tanto los procesos de duelo
son objetos de regularizaciones y semantizaciones culturales, cuyo propsito consiste en resguardar al deudo de los
peligros de la experiencia de la prdida (Cordeu, et al.
1994: 139) y en tanto en nuestra sociedad la comunidad
participa cada vez menos en los procesos de duelo, la persistencia de la prctica del velatorio acenta la necesidad de
este nico espacio social, que permite la solidaridad, la percepcin de la muerte, y la preparacin para la separacin
definitiva entre el muerto y los vivos.
Si bien podemos asumir que en la sociedad occidental

la muerte se volvi problemtica, y ha dejado de formar


parte de la vida cotidiana, cuando nos sorprende la muerte
de un ser querido, las frmulas y ritos convencionales
(adaptados a los cambios actuales) nos siguen proporcionando herramientas para atravesar la prdida dolorosa. De
esta manera, los rituales mortuorios siguen ocupando un rol
importante para los individuos, y el cuerpo del difunto
sigue siendo el centro de atencin.
Por lo tanto, el embodiment del muerto como smbolo
ritual ser mi objeto de anlisis e intentar delinear propuestas terico metodolgicas desde la antropologa del
cuerpo y la antropologa simblica para la descripcin y
anlisis de su estructura, propiedades, funciones y capacidad de accin.
EL APORTE DE LA ANTROPOLOGA SIMBLICA6
En el marco de la antropologa simblica tomar los
aportes de dos etapas diferentes de la obra de Turner que se
refieren al ritual y la performance, para entender el embodiment del muerto en la performance ritual.
Si bien en sus inicios Turner se ha desarrollado bajo el
estructural-funcionalismo, reacciona frente a esta escuela
hacia la dcada del 60, ya que manifiesta que este marco terico no le permite prestar atencin a los componentes estticos y dinmicos de los materiales que se le presentan
(Reynoso 1998:232). Cuando tuvo que desarrollar conceptos
para describir los procesos observados en la vida cultural,
advirti que muchos de estos procesos sociales tenan una
forma consistentemente dramtica y que la fase dramtica
comenzaba cuando surgan las crisis en el transcurso diario
de la interaccin social (Turner 2002:108). Con sus estudios
de los dramas sociales, Turner funda una modalidad de anlisis que se denomina procesual, que implica convertir al
espacio en un proceso, temporalizarlo, y que a diferencia de
lo "estructurado", da lugar a las imperfecciones, vacilaciones,
y a los factores contextuales y situacionales. A diferencia del
anlisis estructural-funcional, Turner pone la dinmica en
primer plano (Reynoso, ibd.). El drama social consiste
entonces, en una experiencia o consecuencias de experiencias que significativamente ejercen su influencia en la forma
y la funcin de los gneros de la performance cultural. Se
entiende por performance cultural, a las actuaciones que
poseen un tiempo limitado, un comienzo y un final, un programa organizado de actividades, en un lugar determinado,
para una audiencia determinada, en la que se expresan y
comunican los componentes elementales o bsicos de una
cultura (Singer, en Citro 2006).
Entonces, por un lado, tomar al primer Turner (1997)
que se dedica los aspectos del sistema ritual (y sus acciones

Es importante aclarar, que Aris explica a modo excepcional el caso de


Norteamrica, que conserva la necesidad de enfrentar la muerte a travs
de ritos de solemnidad, con prcticas que van desde el aseo funerario a
la exposicin del muerto en la sala velatoria, visitado por parientes y
amigos, y rodeado de flores y msica. Con esto, dice Aris, los norteamericanos encontraron depositar el cuerpo en un lugar neutro: ni en un
lugar excesivamente annimo como el hospital, ni en un lugar excesivamente familiar, como en la casa (2007:233). De esta manera con los
funeral home, al igual que los funerales propios de nuestra sociedad que
describiremos a continuacin, los norteamericanos encontraron "un trmino medio entre la desritualizacion de la Europa del Norte y las ceremonias arcaicas del duelo tradicional" (ibd.).

Tomamos a la antropologa simblica como un conjunto de propuestas difusas que surgen en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, en oposicin a un positivismo dominante y otorgan una importancia fundamental a los smbolos, y a los significados culturalmente compartidos
(Reynoso 1998:211). En este trabajo tomaremos los aportes del antroplogo ingls Victor Turner, quien inicia sus trabajos bajo los auspicios del estructural-funcionalismo, en su modalidad manchesteriana
(ibd.).

158

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 159

EL EMBODIMENT DE LOS MUERTOS: HACIA...


simblicas) del pueblo ndembu del noroeste de Zambia, y
consideraremos a las celebraciones rituales como fases
especficas de los procesos sociales donde los individuos
llegan a ajustarse a sus cambios internos. Por otro lado,
tomar al segundo Turner, para entender tambin al ritual,
como una performance, una secuencia compleja de actos
simblicos, de carcter transformador, que revela las principales clasificaciones, categoras y contradicciones de los
procesos culturales. En este sentido los ltimos trabajos de
Turner se diferencian de los primeros, por el papel que
juega la reflexividad en la performance. El ltimo modelo,
frente al anterior ms centrado en los significados que el
smbolo condensa, se centra ms en la reflexiones de los
actores que se movilizaran en la performance.
Turner toma el modelo de Van Gennep acerca de los
rituales de paso para explicar el proceso ritual. Los rituales
de paso, dice este ltimo, son los procesos a travs de los
cuales pasa un individuo cuando atraviesa un cambio de
status o rol social. Estos ritos posen tres fases especficas
que se suceden: de separacin, de transicin (liminalidad) y
agregacin. En la primera fase, se producen las conductas
simblicas que separan por primera vez al individuo del
grupo al cual pertenece. En la segunda, la de transicin, el
individuo todava no dej el grupo anterior, pero tampoco
pertenece al nuevo: est al lmite de lo que podra ser, pero
no es, el individuo pasa por un estado de ambigedad y
paradoja. Recin en la tercera fase, la de agregacin, aquel
se agrega al nuevo grupo de pertenencia. Turner se centra
en la fase liminal, de este proceso ritual, y en su texto "La
selva de los smbolos" (1997) hace un exhaustivo estudio
acerca de las propiedades de las caractersticas rituales de
los nefitos ndembu, cuando atraviesan la fase liminal del
ritual de circuncisin. En este estado, los muchachos que no
tienen nombres ni propiedades sociales, estn vivos y muertos o, no-vivos, no-muertos a la vez.
En los rituales mortuorios tradicionales de la sociedad
argentina actual, podemos entender al velatorio como la
fase transicional del ritual del paso. Aqu el muerto que ya
no pertenece al grupo de los vivos, todava no parti al
mundo de los muertos, y convive con los vivos por ltima
vez. Veremos a continuacin, de qu manera, en la performance del velatorio, se presentan las caractersticas liminales de los procesos sociales, y cmo el embodiment del
muerto, permite que se produzcan las fases sucesivas del
ritual de paso planteado por Van Gennep, remodelando la
estructura del grupo social.
En primer lugar, siguiendo a Turner (ibd.) asociar a
los smbolos rituales con los intereses, propsitos, fines y
medios ya sea a travs de su formulacin explcita o a travs de la inferencia a partir de la conducta observada. En
este sentido debemos atender a diferentes clases de datos,
que segn Turner pueden deducirse de la estructura de los
smbolos, como ser la forma externa y caractersticas observables, las interpretaciones ofrecidas por los participantes
de la performance ritual, y los contextos significativos elaborados por el antroplogo.
Las investigaciones antropolgicas realizadas sobre los
rituales mortuorios en diversas sociedades junto con nues-

tra propia etnografa hecha en velatorios nos sugieren identificar el embodiment del muerto como un smbolo dominante, que como smbolo ritual se convierte en un factor de
accin social (Turner 1997:22).
Ya sea que la muerte represente la separacin entre
cuerpo y alma, o para los no creyentes, un sinnimo de anulacin total de toda la persona, la muerte habita en el cuerpo, y como habamos dicho, gracias a l y alrededor de l
se ejercen las prcticas rituales.
Por un lado, las caractersticas observables del cuerpo
son las que nos enfrentan a la muerte en persona. De esta
manera, la performance ritual, donde la exposicin del
cuerpo muerto juega un rol fundamental, obliga a los familiares a preparar el cadver para que conviva con los vivos
hasta la reparacin definitiva. Mientras los cuidados frente
al cadver en pocas anteriores estaban a cargo de los familiares, hoy son los profesionales (mdicos, enfermeros o
tanatlogos) quienes se ocupan de su preparacin. Si bien
los significados implcitos en las ceremonias del arreglo
pueden variar segn los casos, la finalidad principal, dice
Di Nola, es "atenuar por un breve lapso de tiempo el horror
del rostro y del cuerpo, para presentar de nuevo al difunto
como una persona todava dotada de rasgos humanos"
(2007:286). En este sentido, no solo el lavado del cuerpo y
la cosmetologa sino tambin la tanatopraxia7: la tcnica
para demorar la descomposicin final de un cuerpo, juegan
un rol fundamental, para que la materialidad del cadver del
difunto concuerde lo ms posible con la persona en vida:
" La funcin ms importante de la tcnica de la tanatopraxia es que el fallecido queda como si estuviera
durmiendo, queda con el color natural que tenemos en
vida, porque se le aplican qumicos donde tienen conservantes, colorantes, etc., al margen de la conservacin que es para que no haya olores, no se derramen
lquidos si un fallecido est mal preparado, cuando
hablo preparado hablo "mal presentado" demacrado,
flaco, sin afeitar y dems, la imagen que queda grabada es esa. La gente no quiere velar porque los amigos
no quieren que lo vean demacrados, perdiendo lquidos. entonces cul fue la conclusin? que la gente
quiere que los vele pero en buenas condiciones"
(Pculo 8/10/2007)
En nuestra sociedad donde el cuerpo es el soporte del
individuo y la frontera de su relacin con el mundo (Le
Breton, 1995:27), la apariencia que tiene el cuerpo muerto,
es fundamental para un acercamiento a la muerte que concuerde con las caractersticas de la persona.
A la vez, la presencia del cuerpo es tan importante para
que el deudo se pueda descargar que cuando est el cajn
cerrado, dice Pculo, los familiares actan como queriendo
traspasar la madera:
"Cuando el atad est cerradohay algo que me lla-

La tanatopraxia deja en el cuerpo una apariencia semejante a la existencia en vida, borrando cualquier efecto de enfermedad o sufrimiento. Se realiza mediante la inyeccin vascular y de cavidad de soluciones acuosas y qumicos germicidas solubles
(ver http://www.funarg.com.ar/ServicioTanatopraxia.htm).
7

159

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 160

CUADERNOS 22
Hemos observado en los velatorios, que son los familiares
ms cercanos quienes permanecen cerca del familiar muerto,
mientras que en general las otras personas presentes permanecen en salas contiguas conversando entre ellos o dando contencin a otros familiares afectados8. En este sentido estaramos
hablando de una categora general de muerto y una categora
personal, la del familiar, que provocara este sentimiento de
amor y compasin hacia el fallecido.
Di Nola, al igual que Malinowski, nos habla tambin de
la doble carga psicolgica que propone actitudes opuestas y
contradictorias (2007:280). Por un lado, dice el autor, surge
la exigencia de alejar lo antes posible al muerto, por los sentimientos de miedo y temor que provoca el cadver9. Por
otro lado, nos encontramos con la carga afectiva, donde los
sujetos de luto desean retener al difunto junto a ellos: "en la
polivalente dinmica de la muerte, los sentimientos de
rechazo de la inhumacin y de negacin del hecho concreto se transfieren sobre el propio cadver" (ibd.). Se ha
observado en los velatorios, que esta actitud de adhesin al
cuerpo, se acenta en el momento en que se cierra el cajn
para el posterior entierro o cremacin.
Vemos entonces, en estas actitudes frente al embodiment del cuerpo, las particularidades del estado de liminalidad donde el muerto, que an convive con los vivos, y
todava no pas a su nuevo estado (el de muerto), tiene
caractersticas ambiguas y contradictorias:
"Como que quieren despertarlo, le hablan, le dicen,
"despertate, no puede ser, no seas malo", le echan la
culpa al muerto porque todo esto que hacen, de quererlo despertar, de decir "bueno todava no est con los
muertos, todava est conmigo" hace que pueda desahogarse" (Pculo 8/10/2007).
En el velatorio, un espacio social donde "se vive la
muerte y se muere la vida" (Van Gennep 1960) se le da
lugar al muerto de tener una ltima permanencia con los
vivos y a los vivos una ltima permanencia con el muerto.
Al muerto se le habla, se lo contempla, se lo llora y se lo
acaricia, y empieza la despedida en un espectculo triste y
lastimoso.
Reflexiona Ricardo Lesser (2007) acerca de los rituales
mortuorios del Buenos Aires del siglo XVII y XVIII, que en
tanto la doctrina de la resurreccin asimilaba la muerte al
sueo, y velar significa estar sin dormir en el tiempo que
uno ordinariamente duerme, el que vela al difunto se diferencia ntidamente del muerto porque est despierto y el

maba la atencin, el atad est cerrado y la gente le


hablaba al atad, como queriendo traspasar la madera
los sentimientos La presencia del cuerpo hace que la
gente pueda desahogarse cuando no est, o est el
atad cerrado, yo creo que la bronca es doble, digamos,
yo tengo a mi pariente, lo toco, le hablo, pero si yo no
lo tengo, no lo puedo ver, es como que empujo para que
me escuche" (Pculo 8/10/2007).
Entonces, el cuerpo es lo que expresa a la muerte fsica,
el deceso, y lo que provoca sentimientos asociados a ello.
De esta manera, el cadver puede ser objeto de horror y
frente a l los individuos se ven enfrentados a un estado
inevitable al cual todos vamos a llegar. Para el tanatlogo
Pculo, ver al familiar en el velatorio enfrenta a la realidad,
y alivia as como provoca dolor:
"Yo creo que es fundamental para la familia o para la
gente poder verlo es como que alivia, yo a veces
escucho a la gente que en los velatorios dice "bueno
est bien, no llores", estas cosas es lo mismo que
vayas a un cumpleaos y digan "no te ras" es una locura. Pero sale de adentro, yo creo que la gente cuando
ve al fallecido es cuando llora y se alivia, no cuando
llora y sufre" (Pculo 8/10/2007).
Dice Thomas que el horror que inspira el cadver se
emparenta con los sentimientos que experimentamos ante
las deyecciones de origen humano (1993:298). En este caso
el vnculo inseparable que hay entre el cuerpo muerto y la
posibilidad/realidad de la muerte tiene como referente, en
primer lugar, un acto biolgico. El cadver por definicin
est all, y lo que los vivos sienten en los rituales mortuorios es, a la vez, una preparacin para su propia muerte
(Malinowski 1993). Y donde el muerto y los vivos conviven
por ltima vez, el ritual expresa las diferencias fundamentales que los separan:
"el cadver, este cuerpo objeto cosificador por excelencia expresa adecuadamente esta ambivalencia, en
tanto el est all yo sigo ligado extraamente a l, y sin
embargo el otro amado es/ha desaparecido. Su cuerpo
inerte, fro, sin sonrisa ni palabra, me lo recuerda a
cada instante y sin embargo me invade con su presencia" (Aris en Thomas 1993: 298).
Sin embargo, Malinowski, habla de una doble actitud de
horror y veneracin que produce el cadver. Lo que domina en la muerte, dice, no es el horror y el asco al cadver
sino una combinacin de esto con el amor al difunto y el
afecto apasionado a la persona que permanece en el cuerpo
(1994:46). El hecho de que el familiar se acerque al difunto, lo toque, lo acaricie, y hasta incluso le hable, expresa
esta actitud de adhesin y amor al muerto, aunque provoque
sentimientos inversos. En este sentido dice Pculo, que en
general, los familiares del difunto, no tienen aprensin al
cuerpo:
"Los ntimos no tienen aprensin a los fallecidos, y los
no tan ntimos algunos tienen aprensin cuando es tu
pariente no te acords que es un muerto cuando es mi
pap me olvido que es un muerto, y la otra cosa que yo
veo, es esta cosa de quererlo despertar, de no asumir
que se muri" (Pculo 8/10/2007).

Los servicios fnebres en general cuentan con distintas salas separadas del lugar donde se encuentra el embodiment del cuerpo.
9
Si bien, dice Di Nola, en las sociedades de tradicin "occidental"
(europeas o judeocristianas) esta ambivalencia es un elemento constante de la psicologa del luto, existen mbitos culturales en los cuales
segn el autor la ambivalencia se supera. Es el caso, por ejemplo de los
cazadores recolectores en los que predomina la reaccin de terror y
este es alejado del hogar lo antes posible, o el caso de los pueblos
ganaderos, donde el muerto se presenta como una realidad benfica y
protectora que hay que tutelar (2007:281). Por otro lado Hertz (1990),
en su meticuloso trabajo acerca de las dobles exequias nos muestra el
grado de responsabilidad que se tiene sobre el cuerpo muerto, donde
rigurosos rituales de cuidado y contencin tratan de evitar el peligro.
8

160

antropologia.qxp

10/11/2010

01:37 p.m.

Pgina 161

EL EMBODIMENT DE LOS MUERTOS: HACIA...


muerto no (ibd.:121). De esta manera el rito de los velatorios traza una frontera precisa entre la vigilia y la muerte, es
decir, entre los vivos y los muertos. La presencia del cuerpo en un encuentro social como el velatorio remite entonces a las normas y valores que guan a los individuos dentro de la sociedad ya que especifica claramente la categora
de doliente en la que se encuentra el familiar, persona allegada al muerto que est pasando por una situacin especial,
y que a partir de entonces tiene que seguir conductas determinadas.
As, el velatorio rene a parientes y amigos en un acto
de solidaridad. Se crea entonces un espacio social donde los
dolientes se sienten acompaados, "entendidos" y atendidos. Su dolor ante la prdida es reconocida por parte de la
sociedad ya que la muerte se hace pblica y es habitada y
compartida socialmente. El vnculo entre el cuerpo y la
muerte tiene tambin y en este sentido, un referente social
y resalta tanto los aspectos inestables y disgregantes (la
prdida de un individuo dentro de la estructura de la relaciones sociales) como armnicos y cohesivos (el apoyo y
contencin de parientes y allegados). Las azafatas participan tambin activamente de este escenario de solidaridad,
generando un espacio de escucha y contencin para los
familiares ms cercanos:
"A m me gusta contener a la gente. Hay que usar palabras que tienen que salir de adentro, y hay que saberlas decir en el momento adecuado. Tens que saber
usar el tono especial. Si veo que la persona est muy
mal, me la llevo, le doy un caramelito, y dejo que me
cuente. Porque a muchas personas les gusta hablar del
fallecido, reivindicar su pasado, y lo hace con la azafata, porque para otro familiar, ya es historia contada"
(Cristina 07/11/07).
"Yo me fui a otro trabajo porque yo quera tener algo
fijo. Y despus de un ao y medio a pesar de que yo
estaba all, trabajaba lunes a viernes, ocho horas,
tena todos los francos pero volv, porque yo extraaba esto ayudar a las personas yo me siento bien,
me hace bien ayudar" (Bety, 23/05/08).
En este sentido, varias prcticas propias en los velatorios expresan la obligacin de reciprocidad. La comida en
los funerales, seala Van Gennep (en Di Nola 2007: 197) es
el smbolo de la unin de los supervivientes, un rito de
unin. Hoy en da la comida en los velatorios es una prctica usual, en los funerales no falta el caf y segn lo prefieran los familiares, el servicio puede incluir equipo de
mate, jarras con jugo, platos con masitas, sandwich de
miga, y caramelos10. Este ritual de la comida, una vez ms
excluye a los muertos y restaura las relaciones entre los
vivos. En este marco, el aspecto operacional del smbolo
distingue a los muertos de los vivos y marca la solidaridad
entre estos ltimos, as como tambin discrimina a los
dolientes de los dems participantes del ritual, al simbolizar
su nueva personalidad social.

Los smbolos dominantes, dice Turner, por un lado son


los medios para el cumplimiento de los fines del ritual y,
por el otro, son fines en s mismos en la medida en que se
refieren a principios y valores de la organizacin social. En
este sentido dice el autor, unas de las caractersticas propias
de los smbolos rituales es que poseen tanto un polo ideolgico como un polo sensorial. En el polo ideolgico se
encuentran normas y valores que guan a las personas como
miembros de los grupos y categoras sociales. El polo sensorial est asociado a fenmenos y procesos naturales y
fisiolgicos que provocan deseos, sentimientos etc. Como
vimos, el embodiment del muerto en la performance ritual
refleja las caractersticas de ambos polos, ya sea haciendo
referencia a las sensaciones y sentimientos provocados por
la presencia del cuerpo en tanto "muerto" como por las conductas y condiciones que explicita en relacin a los dolientes y dems participantes del ritual. En este aspecto, como
dice Turner, el smbolo ritual es referencial (multireferencial) y de condensacin al mismo tiempo ya que "su cualidad esencial consiste en su yuxtaposicin de lo groseramente fsico con lo estructuralmente normativo, de lo orgnico con lo social" (1997:33).
Adems de permitir que se generen espacios donde uno
se enfrenta a la muerte "en persona", el velatorio permite
que el familiar pueda honrar a su fallecido.
"Yo iba a los velatorios a hablar con la gente, tal cual
hace un piloto, que junta horas de vuelo, yo juntaba
horas de velorio, entonces me sentaba y hablaba con la
gente y me di cuenta que la gente tiene una necesidad
incorporada de hacer un homenaje a su ser querido.
He comprobado que las honras fnebres alivian el
dolor, si yo tengo un fallecido, y le hago honras fnebres, resalto lo que hizo en su vida, a la familia le duele
menos la prdida, o sea, no s si le duele menos o acepta ms la separacin" (Pculo 08/10/2007).
Las ofrendas de flores reflejan algunos aspectos fundamentales del luto, como el de honrar al muerto y expresar la
presencia de los vivos (Di Nola 2007). El atad es tambin
un elemento importante para presentar al cuerpo en buenas
condiciones y honrar al ser querido:
"Para qu la gente compra un atad? Hay un montn de modelos, no se si vos conocs pero hay un montn de modelos La gente compra un atad bueno o
malo dependiendo de su economa para honrar a una
persona La gente compra un atad para honrar a
sus seres queridos, como la novia compra un vestido
de novia por una noche. Hay gente a veces, va a cremacin por ejemplo, "no, deme un atad barato que lo
voy a cremar" pero cuando yo le digo, cul es la funcin del atad, cambia la historia, porque el atad no
es porque lo van a cremar, porque cul es la diferencia entre cremarlo y ponerlo bajo tierra? Es lo mismo,
por eso digo, si vamos a ver el final, vamos a envolverlo, pero tambin, si la novia va a ver el final, se
compra un jean porque lo va a usar en la noche.
Entonces el concepto est equivocado, porque la
mayora, compra un atad con sentimientos, dependiendo de su economa, uno compra lo mejor que

Los servicios requeridos por los familiares, en las casas velatorias


observadas fueron conforme a las posibilidades econmicas de personas pertenecientes a una clase media: servicio de mate y caf, y un
pequeo refrigerio de gaseosas y sndwich de miga.

10

161

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 162

CUADERNOS 22
tivo, que enaltece al individuo como parte de una comunidad.

puede, porque quiere honrar a su ser querido"


(Peculo 08/10/2007).
Las funerarias ofrecen tambin servicios ceremoniales
organizando la salida del cortejo hasta el cementerio, ordenando el trayecto y coordinando los homenajes que se le
deseen realizar al fallecido. Finalmente, con el entierro o la
cremacin, se produce la ltima fase de los que Van Gennep
ha llamado el ritual de paso. En esta instancia el sujeto
social se separa definitivamente del grupo al cual perteneca y se agrega a su nuevo grupo, o estatus social.
Esta experiencia directa con la muerte, percibida en
todas las fases del proceso ritual, donde se vivencia la prdida del ser amado, permite la autorreflexividad:
"Esta forma, entonces se convierte en una pieza del
saber comunicable que ayuda a los otros comprenderse
mejor, no solo a s mismos sino tambin a los tiempos y
las condiciones culturales que determinan su experiencia de realidad" (Turner 2002: 87).
Ahora s, atravesada la experiencia transformadora del
ritual del paso, concluidas todas sus etapas, el deudo se instala como deudo y el muerto es claramente un muerto dentro de la topologa social. Como dice Turner, estos rituales
pueden llamarse "profilcticos" (2002:98) ya que ayudan a
una reinsercin adecuada en la vida social, cuando las relaciones sociales cambiaron drsticamente, despus de que se
produjo una brecha en el orden habitual del grupo. El ritual
permite que las estructuras de la vivencia social sean expresadas, replicadas, desmembradas, remodeladas y convertidas en significativas (ibd.). La muerte, a travs del reajuste ritual, es "atendida"11 (con todo lo que implica la palabra
atender: aguardar, acoger, albergar, admitir, prestar atencin, cuidar de) y con ello, los cambios relacionales que
se producen. La muerte es as, socialmente reconocida, esto
implica que el fenmeno de la muerte es articulado en una
diversidad discursiva de la sociedad12.
Podramos concluir que, a pesar de que estamos pasando por una etapa que Aris ha denominado la de la muerte
"invisible" y "prohibida" (1999, 2007) el trabajo de campo
en velatorios actuales, nos recuerda que en estos espacios
sociales, gracias al embodiment del muerto, la muerte se
hace visible, se expresa, se llora, y se atiende en un espacio de reciprocidad, entre familiares y presentes. En este
sentido, la muerte no es solo un acto individual, sino colec-

LA PERFORMANCE INMVIL
Entonces, el embodiment del muerto, en un velatorio,
une en una comunidad de solidaridad a los individuos presentes y se inserta en un proceso dramtico que conmueve
a todos los participantes, y donde los actores, perciben,
expresan e interpretan la muerte. Con todos los gestos y
actitudes rituales que acompaan a su preparacin, permite
que se expresen todos los sentimientos antes mencionados
de rechazo y adhesin, de horror y afecto, y propone a los
familiares y amigos presenciar, experimentar y vivir, tanto
la muerte, la prdida, como la despedida de su ser querido.
De esta manera, la performance ritual ayuda a los familiares a enfrentarse a esta dolorosa realidad y a atravesar todos
los cambios en las relaciones sociales que ello implica.
Por un lado, la muerte tiene presencia a travs del cuerpo
muerto y puede ser dicha, hablada, representada, experimentada y compartida socialmente. Por otro lado, habita en un
espacio social de gestos, actitudes y prcticas tradicionales
que lo invade, lo penetra, y le dan el elemento dinmico de
sentido. El embodiment del muerto y su relacin con el
mundo se establece a travs de su materialidad y los significados culturales. De esta manera, la carga afectiva y emocional que tiene el cuerpo como smbolo de la muerte es transformador en la prctica ritual, generador de percepciones,
actitudes a propsito del embodiment del cuerpo, del ser del
difunto y de los dolientes. Donde el cuerpo y el ritual proponen, el contexto social da el elemento dinmico de sentido. El
ritual comunica a la vez que transforma y constituye un lugar
de representacin donde se encarnan los valores y normas
que regulan los comportamientos de las personas.
Entonces, teniendo en cuenta que la performance del
ritual mortuorio tiene tanto aspectos simblicos (enfatizando sobre aquello que se quiere comunicar, expresar) como
instrumentales, que contribuyen a consolidar determinadas
creencias, valores y normas fundamentales para el grupo,
he concluido que quienes participan en la performance
ritual, habitan una experiencia transformadora, provocada
por el embodiment del muerto: "las performances son constitutivas de la experiencia social de los actores, no son
meramente representativas de la identidad de un grupo
social sino que tambin contribuyen a construirlas" (Citro
2003:26). De esta manera, sera su condicin de personificador de la muerte (y todos los valores, sensaciones, acciones y experiencias asociados a ello) junto al contexto ritual,
lo que significa y reestructura las relaciones sociales.
Por ello, el cuerpo muerto en el contexto ritual puede
ser entendido como una performance inmvil, en tanto
posibilita "experimentar la muerte" en el escenario ritual, y
es polo de experiencia y accin al estar atravesado por significados culturales. Ya que su materialidad es interceptada
socialmente por las personas presentes en el escenario
ritual, solo una perspectiva de estudio que comprenda el
embodiment de los muertos, nos puede permitir entender
cmo a travs del contexto ritual, es ste quien da el elemento dinmico de sentido. Dentro de este marco y siguien-

11
La Hemos llamado muerte desatendida (Panizo 2003, 2005) a aquella que por no darse en condiciones normales (por ejemplo el caso de
los desaparecidos de la ltima dictadura militar en Argentina, y la particularidad de la falta del cuerpo) no se enfrenta de una manera clara y
no permite la realizacin de los rituales mortuorios socialmente establecidos.
12
Todos los agentes que participan directa o indirectamente de estas
prcticas mortuorias (azafatas, mdicos, enfermeros, tanatlogos, etc.)
contribuyen a un reconocimiento social de la muerte. Dice Thomas al
respecto que hay muerte verdadera recin cuando socialmente se la
reconoce (1993:62). En este sentido, se refiere no solo a los signos o
pruebas de la muerte sino a la autoridad que est habilitada para autentificarla. El certificado de defuncin y el permiso para inhumar consagran oficialmente lo que Thomas llama la "muerte socialmente reconocida" (ibd.).

162

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 163

EL EMBODIMENT DE LOS MUERTOS: HACIA...


do las consideraciones de Turner, creemos relevante entenderlo como agentes constituyentes del mundo externo y su
perspectiva temporal ya que son los que nos ubican en la
sociedad en un estado determinado y los que nos hacen
poseedores de una identidad reconocida. De esta manera,
reconociendo su dimensin constituyente del ser-en-el
mundo, considerando que su materialidad es atravesada y
productora de significados culturales, y unindonos a los
estudios que reconocen en la corporalidad un elemento
constitutivo de los sujetos, pretendemos entender al embodiment del muerto como una dimensin analtica que se
integra al estudio de las prcticas socioculturales.
Como habamos dicho, estas observaciones sobre la
performance del velatorio, son desde el punto de vista del
etngrafo, ya que no aparece a lo largo del trabajo la voz de
los familiares, a pesar de considerar pertinente integrarlos
en futuras investigaciones. Sin embargo, en el presente
estudio se legitima, a partir de nuestras reflexiones sobre el
trabajo de campo, la importancia de la presencia del cuerpo
muerto en el ritual mortuorio. Por otro lado, si bien no
intento realizar generalizaciones a partir un acotado trabajo
de campo, dichas observaciones nos pueden servir para
entender, de qu manera pudieron desarticularse las nociones y prcticas nativas de muerte de familiares que han
sufrido prdidas dramticas y extraordinarias como el caso
de los familiares de los desaparecidos de la ltima dictadura militar en Argentina, o el de los familiares de los cados
en la Guerra de Malvinas, que se enfrentan a la problemtica de la falta del cuerpo y la imposibilidad de la realizacin
de los rituales mortuorios socialmente establecidos. De esta
manera proponemos herramientas analticas que integrando
las disciplinas de la antropologa de la muerte y la antropologa del cuerpo, nos permiten entender mejor los procesos
rituales de la muerte como fenmenos sociales, objetos de
representaciones colectivas, donde, parafraseando a Hertz
(1990) el cuerpo se constituye como la materia donde se
ejerce la actividad colectiva y los cambios que se producen
no solo en la condicin del sujeto ritual, sino tambin en la
actitud mental de la sociedad.

Citro, S.
2004. La construccin de una antropologa del cuerpo: propuestas para un abordaje dialctico. Ponencia presentada en el VII Congreso Argentino de Antropologa
Social. Crdoba.
2006. El anlisis de las Performances: el caso de los cantosdanzas de los toba orientales. En: Simblismo, Ritual
y Performance pgs. 83-119. Guillermo Wilde y
Pablo Shamber (comp.) Buenos Aires, SB.
Cordeu, E.; E. Illia, y B. Montevechio.
1994. El duelo y el luto. Etnologa de los idearios de la
muerte. Runa. Archivo para las ciencias del hombre.
XXI:131-155.
Csordas, T.
1999. Embodiment and Cultural Phenomenology.
Perspectives on Embodiment pgs 143-162. Gail
Weiss and Honi Fern Haber (ed). New York,
Routledge.
Di Nola, A. M.
2007. La muerte derrotada. Antropologa de la muerte y el
duelo. Barcelona, Belacqva.
Durkheim, E.
1966 (1987). Suicide: A study in Sociology. New York, The
Free Press.
Elias, N.
1987. La soledad de los moribundos. Mxico, Fondo de
Cultura Econmica.
Frazer, J-G.
1974 (1890). La rama Dorada. Magia y Religin. Mxico,
Fondo de Cultura Econmica.
Goody, J.
1998. El hombre, la escritura y la muerte. Conversacin
con Pierre-Emmanuel Dauzat. Barcelona, Ediciones
Pennsula.
Hertz, R.
1990 [1917] La muerte. La mano derecha. Mxico,
Alianza.
Le Breton, D.
1995. Antropologa del cuerpo y Modernidad. Buenos
Aires, Nueva Visin.
Lesser, R.
2007. Vivir la muerte. Historias de vida y de muerte entre
1610 y 1810. Buenos Aires, Longseller.
Lopez Mato, O.
2002. Entierros, velatorios y cementerios en la vieja
Ciudad. Todo es Historia (Muertes velatorios y entierros). 424:6-16.
Malinowski, B.
1994 (1948). Magia, Ciencia y Religin. Buenos Aires,
Planeta.
Mauss, M.
1979 (1924). Sociology and Psychology: Essays. London,
Routledge & Kegan Paul.
Mead, M.
1985. Educacin y cultura en Nueva Guinea. Espaa,
Paids.

BIBLIOGRAFA
Aris, P.
2007 (1975). Morir en Occidente. Barcelona, ArgosVergara.
1999 (1977). El hombre ante la muerte. Madrid, Grupo
Santillana.
Alarcn, M.
2002. Los Pioneros. Todo es Historia (Muertes velatorios y
entierros) 424:50-53.
Barley, N.
2000. Bailando sobre la tumba. Barcelona, Anagrama.
Benedict. R
1971. El hombre y la cultura. Buenos Aires, Centro editor
de Amrica Latina.
Cuarterolo, A. l.
2002. Fotografiar la muerte. Todo es Historia (Muertes
velatorios y entierros). 424:24-34.

163

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 164

CUADERNOS 22
Panizo, L.
2003. Muerte cuerpo y ritual: la experiencia de algunos
familiares de desaparecidos de la ltima dictadura
militar en argentina. Tesis de Licenciatura en antropologa Social. Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad de Buenos Aires.
2005. La construccin ritual de la muerte en el contexto de
desaparicin de personas: el anlisis de un caso.
Antropologa y derecho. 5:21-25.
Priamo, L.
2002. La fotografa de Cortejo y Sepultura en Buenos
Aires. Todo es Historia (Muertes velatorios y entierros). 424:14.
Reynoso, C.
1998. Corrientes en antropologa contempornea. Buenos
Aires, Biblos.

Robben, A. C. G. M.
2004. Death and Anthropology: An Introduction. En:
Death, Mourning, and Burial. A Cross-cultural
Reader pgs 1-16. Antonius C.G.M. Robben
(Comp.). Australia, Blackwell Publishing Ltd. Editor.
1993. Antropologa de la Muerte. Barcelona, Paids.
Turner, V.
1997. La selva de los smbolos. Madrid, Siglo XXI.
2002. La antropologa de la Performance. En Antropologa
del Ritual. Ingrid Geist (Comp.) Mxico, Escuela
Nacional de Antropologa e Historia.
Van Gennep, A.
1960 (1909). The rites of Passage. Londres, The University
of Chicago Press.

164

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 165

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES


(TAF DEL VALLE, TUCUMN). MEDIO SIGLO DESPUS
Claudio Javier Patan Aroz *
RESUMEN
Se presentan estudios realizados en el Pukara de las Lomas Verdes desde 2001. Anlisis del asentamiento y de materiales
recuperados permiten evaluar la significancia de materiales inkaicos como la vigencia de prcticas sociales locales. Los
datos generados permiten ofrecer reflexiones relacionadas a reorganizacin social bajo una situacin de dominio imperial.
PALABRAS CLAVE: Taf, Inkas, Santamariano, arqueologa
ABSTRACT
Our research conducted on a site know as "Pukara de las Lomas Verdes" since 2001 allow us to evaluate and discuss some
remarkable inka materials recovered at the site as well as the persistence of local social practices. We offer reflections about
social reorganization under a broader imperial situation.
KEY WORDS: Taf, Inkas, Santamariano, archaeology

INTRODUCCIN
La cuenca de Taf es un atractivo valle intermontano
localizado hacia el centro-oeste de la actual provincia de
Tucumn, Repblica Argentina, a unos 110 km de la ciudad
capital de San Miguel de Tucumn.
Este valle ha sido un centro constante de inters en las
investigaciones arqueolgicas del Noroeste Argentino
(NOA) desde finales del siglo XIX (Ambrosetti 1897,
Bruch 1911, Lafone Quevedo 1902). A travs de todo este
tiempo, numerosas investigaciones contribuyeron hacia un
incremento notable de nuestro conocimiento sobre un segmento especfico del proceso cultural prehispnico local, el
Formativo (Berberin et al. 1988, Nez Regueiro y Garca
Azcarate 1996, Sampietro Vattuone 2000/2, entre otros).
Estudios de momentos posteriores permanecieron como
un campo de anlisis con remarcada insuficiencia hasta
tiempos bastante recientes. Tareas de prospecciones, recolecciones superficiales, relevamientos y excavaciones en
diversas reas del valle ampliaron el rango de evidencias
disponibles, generando un valioso cmulo de datos concerniente a los Desarrollos Regionales (o Tardo) y, en menor
medida, Inkas (Gonzlez y Nez Regueiro 1960, Lpez
2000, Manasse 2002, 2003, 2006, 2007, Manasse y Pez
2006, Pez 2005, Pez y Patan Aroz 2007, Patan Aroz
et al. 2002). Estas investigaciones nos proveen de interesantes perspectivas de amplio alcance que necesariamente
requieren ser profundizadas.
En este trabajo dar a conocer resultados obtenidos
desde 2001 en un sitio localizado a unos 2.410 msnm, en el
extremo terminal de una de las estribaciones orientales del
Filo de las Micunas, (Los Cuartos, NE de Taf del Valle).
Este asentamiento, conocido como "Pukar de las Lomas
Verdes", fue descripto a mediados del siglo pasado

(Santilln de Andrs 1951). Los materiales recuperados en


superficie, principalmente fragmentos cermicos, fueron
atribuidos a Beln y Santamariano (Santilln de Andrs
1951:23). Sin embargo, luego de ese trabajo, no fueron realizadas investigaciones.
Mi objetivo es realizar un esperado replanteo sobre este
sitio. Se pondr nfasis en una caracterizacin del asentamiento y de los materiales recuperados en recolecciones
superficiales y excavaciones. Los resultados alcanzados
hasta el momento son significativos en cuanto lo ubican
temporalmente en momentos de dominio inka en el NOA.
De igual modo, es mi intencin ofrecer reflexiones derivadas de estudios tecnolgicos sobre muestras cermicas,
como tambin sobre la organizacin intrasitio, que me permiten discutir aspectos afines a las respuestas de poblaciones locales que enfrentaran el reto de una conquista imperial prehispnica.
REVISANDO LO INKA Y LO LOCAL EN EL NOA
Existe un acuerdo general en que la irrupcin inkaica en
el NOA, a mediados del siglo XV, fue consecuencia de un
rpido proceso a escala pan-regional (Raffino 1991, L.
Gonzlez 2000, entre otros). Se enfatiza que esta expansin
produjo profundas transformaciones en su heterogneo paisaje social, generando profundos cambios a nivel regional
dentro de un marco de reestructuracin general y flexibilidad organizacional (Williams y D'Altroy 1998).
Trabajos de sntesis sugirieron que la modalidad de esta
ocupacin podra caracterizarse a travs de marcos generales de explicacin, y otras tantas en base a particularidades.
Por ejemplo, la correspondencia de presencia/ausencia de
elementos inkas en determinados lugares puede ser homologada proporcionalmente al grado de conquista (Raffino
1991). El despliegue estratgico de infraestructura, reasentamiento de poblaciones e intensificacin econmica fueron sinnimos de una poltica efectiva y flexible de ocupacin (L. Gonzlez 2000, Williams y D'Altroy 1998). Dentro

* Escuela de Arqueologa, Universidad Nacional de Catamarca.


[email protected]

165

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 166

CUADERNOS 22
de esta lnea, algunos autores evaluaron factores econmicos presentes en determinadas regiones que pudieron despertar inters para el imperio (por ejemplo en el Sur del
valle de Yocavil y en Antofagasta de la Sierra Prov. de
Catamarca inversin en el desarrollo de actividades mineras [L. Gonzlez y Tarrag 2005, Olivera 1991, ver tambin
A. Gonzlez 1980]; Valle de Lerma [Prov. de Salta] control
de prestaciones rotativas y redes de intercambio de productos [Mulvany 2003]; inters en la obtencin de mano de
obra especializada [Lorandi 1980], entre otros).
El anlisis integral de este "encuentro" entre "lo inka" y
"lo local" en el NOA presenta, al menos desde mi perspectiva, dos particularidades. En primer lugar, que no comenzara a examinarse como tal sino hasta aos recientes. Los
estudios sobre "unos" y "otros" permanecen prcticamente
como campos separados de anlisis, tantas veces privilegiando el estudio casi exclusivo de "lo inka" en una regin
y muchas veces descuidando o relegando el anlisis de las
acciones-reacciones de las poblaciones locales.
Estrechamente relacionado a esto es que aquellas regiones
que no presentan cierta "monumentalidad" y/o rasgos imperiales puros han sido por lo general ignoradas.
Desde una perspectiva alternativa, se argumenta que
esta interaccin estuvo estructurada dentro de una compleja y multidimensional esfera de tensiones y negociaciones
(Gifford 2003). En este esquema se reconoce a las poblaciones nativas como parte activa en este proceso de
"encuentro multi-tnico". Captando las experiencias y
vivencias locales dentro de una nueva situacin, remarcando a sus expresiones materializadas como situacionales y
estratgicas. Promoviendo as un abordaje desde lo
"mutuo", no polarizado entre extremos estticos de una
misma situacin. (Gifford 2003, Gonzlez y Tarrag 2005,
Mulvany 2003, Nielsen 1997).
Esta posicin fue sostenida tambin por D'Altroy, acentuando que en el examen de tales situaciones se debe alcanzar necesariamente un equilibrio entre intereses y acciones
de ambos lados del encuentro (D'Altroy 2002, D'Altroy y
Schreiber 2004). En este mismo sentido es que D'Altroy
centr sus crticas a los modelos ms utilizados en arqueologa para entender los procesos imperiales. Este investigador sostiene que existe un marcado nfasis hacia, (a) el
estudio de las intenciones y acciones de la elite dominante,
(b) la creencia general en centro complejo y periferias no
desarrolladas, (c) el nfasis en un poder exclusivo de la
sociedad dominante (D'Altroy 2002).
Desde luego que estas ltimas observaciones no niegan o
descartan la importancia de analizar procesos globales como
el imperialismo-colonialismo y sus consecuencias. El caso de
la expansin inkaica contina siendo naturalmente un tema
de mucho inters y debate, pero ha sido continuamente encarado desde una perspectiva a "macroescala" y, fundamentalmente, desde la representacin del colonizador. Lo que se
viene a subrayar es que en este proceso imperial la relacin
entre lo global, lo regional y lo local se articula primero a
nivel local, debindose prestar renovada atencin a la forma
en que las vivencias y experiencias pudieron haber mantenido vigencia en una nueva situacin sociopoltica. Es que la
capacidad de los actores locales de influir en su realidad no

ha recibido la suficiente atencin, ni en trabajos de campo o


en lo terico-metodolgico (Cornell y Galle 2004:216).
LO INKA Y LO LOCAL EN EL VALLE DE TAF
Encontramos probable que al menos sean dos las razones
por las que las evidencias sobre el Tardo y lo Inkaico en el
valle fueran estudiadas de forma ciertamente restringida. En
primer lugar, la falta de monumentalidad, variabilidad-complejidad arquitectnica, como tambin la riqueza y diversidad en los bienes muebles que poseen sitios de otras regiones
vecinas (por ejemplo Valle de Santa Mara, Calchaqu,
Quebrada de Humahuaca). O an ms, la aparente falta de
indicadores que sealen su participacin dentro de un contexto de interaccin regional. Otorgndole a esta regin, tal
vez involuntariamente, cierto "aroma" de marginalidad.
Segundo, no contamos con fuentes histricas que refieran a
momentos de ocupaciones tardas o inkas. Por lo tanto, la
reconstruccin de este segmento prehispnico depende fuertemente en los esfuerzos que aporte la arqueologa. Carencia
que, necesariamente, nos remite al punto anterior.
No obstante los problemas mencionados, el valle de
Taf fue incluido en la propuesta de modelos explicativos
sobre la dinmica sociopoltica de tiempos prehispnicos
tardos del NOA. Segn Tarrag (1974:211, 2000), las
sociedades del valle de Yocavil (Santamarianas) en pleno
proceso expansivo hacia las yungas tucumanas se apropiaron del espacio tafinisto, estableciendo colonias en demanda de diferentes pisos ecolgicos productivos y complementarios. Las evidencias que sustentaran esta propuesta
se remiten a, ".... Las sociedades de Yocavil posean puestos de altura en Tafi del Valle (papa y pastoreo) ... hacia el
este, en el valle de Tafi, San Pedro de Colalao y Sal, existen restos de habitaciones y cementerios de urnas santamarianas que sugieren un control de estos espacios productivos desde el eje vallisto". (Tarrag, 2000:265-276).
Por otra parte, en su propuesta de un origen oriental
pedemontano de la tradicin Santamariana, (Nez
Regueiro y Tartusi (1990, ver tambin Esparrica 2004),
dejan entrever que resultado de un proceso migratorio hacia
el oeste, grupos Santamarianos habran traspasado al valle
de Taf como un espacio natural y necesario en su camino
hacia las zonas serranas del valle de Yocavil.
Semp, en su caracterizacin de la cultura Beln, seala que la relativa ausencia de materiales de esta cultura en
ambientes tucumanos en tiempos pre-inkaicos, sera consecuencia de una fuerte oposicin Santamariana local.
Posteriormente, para el caso de Taf en tiempos de dominio
inka en el NOA, se encontraran asentadas all poblaciones
originarias del valle de Hualfn en el contexto de traslados
poblacionales caractersticos de las polticas inkaicas
(Semp 1999:255, 2006:377).
Notamos un aspecto recurrente en este tratamiento, esta
regin ha sido un espacio (social-natural) receptor y/o contenedor (pasivo) de estmulos externos. En ninguno de los
tres casos sealados encontramos mencin o consideracin
alguna sobre la situacin previa, o an coetnea, que
encuentran los grupos santamarianos o inkas en su "paso"
y/o "uso" de este espacio.
Investigaciones recientes nos ofrecen una perspectiva
166

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 167

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES...


distinta. Resultados obtenidos en el rea por Manasse
durante los ltimos 15 aos insisten en que estas interpretaciones deben ser revisadas. De acuerdo a esta investigadora, se propone para el Tardo el registro de una abundante
proporcin de elementos cermicos Santamarianos (en sus
fases tempranas y tardas) esparcidos prcticamente por
todo el valle. De igual manera, se reconocieron numerosos
asentamientos compuestos por estructuras de morfologa
variada (cuadrangulares, rectangulares, circulares, tambin
las conocidas "depresiones"1). Sitios que en su disposicin
y articulacin espacial conforman ncleos poblacionales
aglutinados, aunque de configuracin general no muy
extensa. Se destaca que estos asentamientos fueran localizados haciendo uso de una diversidad de espacios, sobre
terrenos fcilmente accesibles y en cercana a fuentes permanentes de agua o bien sobre reas montaosas.
Ofreciendo una perspectiva de ordenamiento espacial que
se articula en funcin, o en relacin con, espacios destinados a la agricultura o con otros vinculados al control estratgico (Manasse 2007:145-153).
Sobre la base de lo expuesto, Manasse (op. cit.) sostiene para el segundo milenio de la era cristiana una ocupacin
humana exhibiendo dinmica propia. Argumentando una
ocupacin estable y permanente, aunque mantenindose en
relativa autonoma con respecto a centros de mayor poder
de regiones aledaas (por ejemplo valle de Santa Mara)2.
La presencia inka, de igual manera, es una problemtica de indudable relevancia local, pero aun mayor si se pretende una articulacin a nivel regional. Hasta tiempos
recientes esta temtica solo fue abordada tcitamente. Este
valle fue incluido por algunos investigadores como parte
del Kollasuyu sin demasiadas referencias (ver mapas en
Prssinen 2003:128, Hyslop 1988:39).
A. Gonzlez propuso en diversas oportunidades la posibilidad de que esta regin integrara efectivamente el
Tawantinsuyu, incluyndolo como parte de la provincia de
Quire-Quire, sugiriendo que un tramo del camino inka llegaba hasta all (Gonzlez 1982:332-3)3. Finalmente, Nez
Regueiro y Tartusi sostienen la ocupacin del valle por
poblaciones inkaicas luego de suplantar a grupos
Santamarianos (Nez Regueiro y Tartusi 1990:134).

No obstante estas propuestas, las evidencias sobre "lo


inka" permanecen, de alguna manera, elusivas. Pese a la
realizacin de prospecciones intensivas y sistemticas en
diversas reas, los registros sobre asentamientos "puros"
inka o del camino inka fueron prcticamente nulos. Pero,
por otra parte, recientemente se registr cierta cantidad de
bienes muebles, principalmente cermica y en menor medida metalurgia, que pueden ser asignados con certeza a
momentos de dominio inka. Aunque estas evidencias se dan
en casos concretos y localizados.

Figura 1. Sitios con evidencia material Inkaica (1) LCZVIIIS1


(2) LCZX (1), (3) LCZVII D3, (4) B Malvinas.
Ver referencias en Tabla 1.

Especficamente, la alfarera corresponde al estilo Inka


provincial en sus formas caractersticas y estandarizadas
(aribaloides, platos pato y ollitas con pie), como a los de
Fase Inka (Famabalasto Ns/R, Beln III y Santamariano de
sus fases ms tardas) (ver Manasse 2007:150-155). En
cuanto a la cermica cuzquea o imperial, solo fue registrada en un sitio y en una proporcin menor.

Las "depresiones cuadrangulares" son un tipo de estructura en superficie muy caracterstica de esta regin, varios son los investigadores
que han trabajado en ellas, obteniendo valiosos resultados referidos a
la problemtica del Tardo e Inkas (ver Esparrica 2004, Gonzlez y
Nez Regueiro 1960, Lpez 2000, Lpez y Manasse 2001).
2
Estudios tecnolgicos en cermica de estos tiempos son sugerentes en
cuanto a que el valle de Taf estuvo vinculado dentro de un contexto
geopoltico amplio, manteniendo sus propias particularidades
(Manasse 2007, Manasse y Pez 2006, Pez 2005).
3
Como parte de sus propuestas, Gonzlez sugiri que, "En Taf por
ejemplo, sitios Incas han sido hallados con cermica Beln junto a
Santamariano Estas disconformidades probablemente reflejen la
presencia de mitimaes" (Gonzlez 1963:115). Posteriormente seal,
"En un lugar de Taf del Valle (Tucumn) la cermica encontrada era
del tipo Beln, la que no corresponde a los habitantes de la zona sino
a los de los valles del suroeste; evidentemente estamos en presencia
de mitimaes trados desde el sur" (Gonzlez y Prez 1987:112; ver
tambin Semp [1999:255, 2006:377] y Nez Regueiro 1974:183 ).
1

Figura 2

De esta manera, en la arqueologa del valle de Taf, "lo


inka" comenz lentamente a construir su propio espacio.
Las evidencias que se recuperaron son sugerentes e inspiradoras. Hallazgos de este tipo se incrementan en medida proporcional a la intensificacin de las investigaciones, al igual
que las nuevas preguntas que de ello se derivan4.
Esta investigacin toma como caso de estudio un sitio
que nos brind muchos de los datos que hasta ahora expuse.

167

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 168

CUADERNOS 22

Tabla 1

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES, ANTECEDENTES


Fue a principios de la segunda mitad del siglo pasado
que una publicacin de Santilln de Andrs (1951) brind
una breve caracterizacin sobre la arqueologa del valle de
Taf. En aquella oportunidad se dio a conocer un sitio, localizado en un rea montaosa, que la autora consider de
especial inters. Su gran tamao, la asignacin funcional
del asentamiento (un poblado fortificado o "pukar") y su
aparente asociacin con un poblado "pacfico" ubicado en
la parte ms llana, por debajo del pukar, fueron considerados de importancia local. Los hallazgos realizados por ella
fueron principalmente fragmentos cermicos de tiempos
tardos, Beln y Santamarianos (Santilln de Andrs
1951:23).
Desafortunadamente, no fueron efectuadas investigaciones por ms de medio siglo. A pesar de ello, otros investigadores insertaron posteriormente al sitio dentro de la
dinmica sociocultural del valle o an dentro de un contexto macroregional basndose en aquel primer (y nico) trabajo.
Pasadas dos dcadas, el primer autor en ocuparse de
forma directa de este sitio fue V. Nez Regueiro. Si bien l
no trabaj en este asentamiento, le asign una funcionalidad netamente defensiva, en el contexto de expansiones
territoriales de los seoros del perodo de Desarrollos
Regionales. Este asentamiento fortificado habra sido construido para frenar ocasionales presiones de las etnias nma-

des o seminmadas provenientes del este. Dejando entrever


que este pukar pudo haber estado ocupado por mitimaes
movilizados por los Inkas desde el valle de Hualfn (Nez
Regueiro 1974:183). Posteriormente, y ya acentundose
esta cadena de datos compartidos, Nez y Dillehay
(1995:115) valindose de los datos de Nez Regueiro (op.
cit.) sugieren que en el marco de las disputas territoriales
caractersticas del perodo de Desarrollos Regionales del
NOA, los centros aldeanos expandan su accionar para formalizar ejes perifricos coloniales en donde los giros caravaneros de cada seoro podan complementarse con los de
otros seoros en espacios diferenciados. Dentro de ese
ambiente de tensin social y de acciones desplegadas por
cada seoro (giros caravaneros de complementacin) los
autores incluyen a este pukar5.
La otra mitad de esta "historia" comienza a escribirse
entre finales del siglo pasado y principios del actual.
Producto de tareas de prospeccin y evaluacin de impacto
arqueolgico que estamos realizando en el noreste del valle
(Localidad de Los Cuartos, ver Manasse 2002, 2003, 2006,
2007), pudimos individualizar un sitio en particular, que
denominamos LCZVIIIS1 (abreviatura de "Los Cuartos,
4
Por motivos de espacio disponible, remito al lector a Manasse (2007)
para una exposicin ms amplia relacionada a las evidencias arqueolgicas registradas en Valle sobre el Tardo e Inka y de la zona de Los
Cuartos en particular a Manasse (2002 y 2003).

168

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 169

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES...


Zona de Intervencin Arqueolgica VIII, Sitio N1",
Manasse 2002). A partir de sucesivos anlisis sistemticos en
el sitio que dieran inicio en 2001, comienza a "redescubrirse"
al Pukar de las Lomas Verdes (Patan Aroz et al. 2002)6.

(cuchillas delgadas y quebradas) y mesadas relativamente


amplias. Tareas de prospeccin por encima de los 23.000
msnm permitieron registrar y examinar 72 sitios, la mayora emplazados sobre el Filo de las Micunas (48/72)
(Lanzelotti 2002, Manasse 2003).
El sitio que nos ocupa aqu, LCZVIIIS1 (o S1), se
encuentra localizado sobre un pequeo morro, a unos 2.410
msnm, en un extremo terminal de las estribaciones orientales del Filo de las Micunas8. Tiene una longitud aproximada, en direccin N-S, de 135 m por 49 m en su parte ms
ancha, en direccin E-O. La topografa del asentamiento se
caracteriza por estar conformada a modo de dos "pisos"
naturales. Una parte alta y central, de relieve llano y espacioso en gran parte de su extensin, conectada con un piso
inferior, hacia el este, oeste y sur, a travs de pendientes de
gradiente variable.
La morfologa general del sitio se distingue por la presencia de un muro perimetral, en mal estado de conservacin,
que en gran parte de su extensin delimita una distribucin
particular de los recintos internos que prioriz el uso de la
porcin superior del terreno. La visibilidad de las estructuras
es buena en trminos generales, pudindose apreciar las paredes que las conforman-delimitan. Aunque pudimos constatar
en determinados casos, particularmente hacia el norte, que
algunas estructuras fueron parcialmente destruidas por
accin antrpica reciente (Patan Aroz 2007).
En el sitio se encuentran estructuras cerradas de morfologa heterognea, (circular, subcircular, cuadrangular) y
otras abiertas (hileras de piedra simple). Las paredes de los
recintos fueron levantadas segn las tcnicas conocidas
para los asentamientos locales tardos de la regin, es decir
utilizando bloques granticos de diverso tamao, con o sin
relleno interior de pequeas piedras, conformando muros
dobles. En algunos casos se utilizaron tambin rocas del
afloramiento natural.
La ocupacin de un terreno elevado, de topografa restringida y difcil acceso, con pendientes muy pronunciadas
especialmente hacia el este y oeste, le brindan al conjunto
arquitectnico un carcter defensivo y estratgico. Desde
aqu se tiene, no solo una panormica muy amplia del valle,
sino de todos aquellos sectores inmediatos que lo rodean.
Actualmente se accede al sitio por un nico sendero que se
localiza hacia en el flanco oriental. Este sera su sector ms
vulnerable, aunque no presenta mayor "defensa" que el
muro perimetral en la parte "baja" del sitio. Este muro fue
registrado en detalle, en algunos tramos fue construido en
doble hilera de piedras, mientras que en otros sectores es
simple. En promedio este muro alcanza los 0,50 - 0,60 m de
altura con respecto a la superficie actual del terreno (Patan
Aroz et al. 2002).
Tomando en cuenta la articulacin-relacin entre factores topogrficos (localizacin, altitud, distancias) y la localizacin de estructuras (contigidad o aislamiento), se
esquematiz la configuracin general del sitio en seis

LCZVIIIS1, UN SITIO NUEVO QUE ES UNO VIEJO


El rea en la que se inserta esta investigacin se restringe a una porcin de la actual localidad de Los Cuartos (NE
del valle de Taf, Prov. de Tucumn)7. Es un rea de aproximadamente 1.000 hectreas, que comprende tanto a zonas
bajas (parte media y alta del paleocono sobre la que se localiza la localidad de Los Cuartos), como zonas altas (faldeo
meridional de las Cumbres Calchaques). Esta extensa rea,
fue subdividida en once "Zonas de Intervencin
Arqueolgica" por Manasse (2002), delimitacin realizada
en base a elementos relacionados al paisaje natural y humano (arroyos, quebradas, caminos, reas urbanizadas, etc.).
La zona baja se sita entre los 1.940 y 2.150 msnm. Es
la zona que ms fuera afectada en los ltimos aos por
intensos procesos antrpicos (loteos, construccin de casas
de veraneo, pastoreo, etc.). Un tipo de estructura prehispnica visible en superficie, muy caractersticas de esta zona,
son las "depresiones cuadrangulares". Excavaciones efectuadas en una de estas depresiones permitieron identificarla como una unidad domstica de mediados a finales del
siglo XV (Lpez 2000, Lpez y Manasse 2001). Los materiales hallados fueron principalmente Santamarianos (bicolor y tricolor), Famabalasto Negro Grabado (FNG), Beln y
Famabalasto Negro sobre Rojo (FNs/R). Trabajos recientes
en este mismo sector del paleocono, vinculados a estudios
de impacto arqueolgico, dieron cuenta tambin de materiales cermicos de tiempos muy tardos, principalmente
Santamariano, FNG y en menor medida materiales Quilmes
Ns/R, FNs/R e Inka (Manasse 2006).
La zona alta es un rea montaosa accidentada que baja
desde las partes cumbrales hacia el valle desde los 3.000
msnm. Su topografa incluye superficies muy restringidas
5
Finalmente, podemos mencionar unas Notas Inditas del Dr. Alberto
Rex Gonzlez que gentilmente nos proporcionara la Dra. Beatriz
Cremonte. En la dcada del 80 del siglo pasado, Gonzlez realiz
recolecciones superficiales y unos "rpidos" sondeos en un sitio localizado en la zona montaosa de Taf, al que identific como Pukar de
las Lomas Verdes. Obtuvo all material cermico (Beln,
Santamariano, tosco), una "hachita", un cuchillo agujereado, manos de
canana, etc. Sin embargo, segn se desprende de este texto mecanografiado, habra un error de localizacin, al ubicar al sitio en la
"Cuchilla La Delgada". Esta Cuchilla se encuentra al Este del Morro
de Don Valentn, lugar en donde se localiza el Pukar de las Lomas
Verdes.
6
Un factor de gran inters en el estudio de LCZVIIIS1 estuvo dado por
la coincidencia de varios elementos, que nos permita suponer que se
trataba del pukar con paradero "desconocido". Su localizacin, altura, relacin con sitios aledaos y el material arqueolgico hallado, fueron algunos de los factores que nos alertaron sobre su asignacin.
Remito al lector a un trabajo anterior (Patan Aroz et al. 2002) para
referencias sobre un anlisis comparativo entre nuestros primeros
resultados en el sitio y lo brindado por Santilln de Andrs (op. cit.).
7
Las investigaciones arqueolgicas en desarrollo en esta zona corresponden a los proyectos dirigidos por la Lic. Brbara Manasse desde
1994 hasta la fecha.

8
Mediciones efectuadas con navegador satelital permitieron obtener
los puntos 26 50' 00" de Latitud Sur y 65 41' 30,9" de Longitud
Oeste, a la altura de un mortero ubicado en una de las estructuras del
sitio, conocido localmente como "Pie del Indio".

169

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 170

CUADERNOS 22

Figura 3. a. Vista desde el N de LCZVIIIS1, b. Vista desde el SO de E14, c. Hilera simple de piedras conformando una subdivsin interna en E18, d. Paredes O y S de E9

"Sectores de anlisis" (Ss-1 a Ss-6). Nuestro anlisis identific dentro de cada Sector cada estructura existente, siendo
estas designadas por siglas y su correspondiente nmero
identificatorio (E1 a E33). Los Sectores que corresponden
al piso superior fueron denominados Ss-1 a Ss-4, definidos
en base a la distribucin de las estructuras. Los Sectores que
corresponden al piso inferior (Ss-5, al Oeste y Ss-6 al Este),
fueron individualizados por su localizacin relativa (Patan
Aroz et al. 2002).

cuarcita roja y verde (lascas externas, extradas de ndulos


no muy grandes). Importante de destacar es la presencia de
material alctono, me refiero a distintas variantes de obsidiana, traslcida y negra9.
Los elementos metlicos hallados en el sitio han sido
escasos. La muestra est compuesta por dos elementos, uno
de ellos de tamao pequeo, fragmentado y en mal estado
de conservacin. El restante corresponde a una pieza entera, en buen estado de conservacin, se trata de un tumi (ver
Figura 5[a]). Este tipo de pieza habra sido incorporada al
repertorio local del NOA junto a la expansin inkaica
(Gonzlez et al. 1998-9).
Los materiales cermicos conforman una proporcin
muy superior al resto. Sobre estos se efectuaron una serie de
anlisis, ya sea a nivel macro y microscpicos. Destacamos,
en primer lugar, una primera aproximacin orientada a una
caracterizacin tipolgica.

LOS MATERIALES REGISTRADOS EN EL SITIO


Nuestras primeras tareas realizadas en el sitio tuvieron
como uno de sus objetivos efectuar recolecciones y registros sistemticos de materiales culturales en superficie,
atendiendo a la zonificacin propuesta. Los materiales
recuperados en esas tareas conformaron un conjunto particularmente significativo, pero fundamentalmente complejo
en su diversidad.
Se tratan principalmente de fragmentos cermicos y, en
menor medida, elementos lticos, seos y metales. En cuanto a los materiales lticos, registramos 13 morteros, ya sea
sobre rocas ssiles o porttiles, adems de algunas moledoras. La materia prima reconocida ha sido variada, entre ellas
la local, como el cuarzo blanco (lascas y desechos), tambin

De acuerdo a estudios preliminares, la Dra. Patricia Escola sugiere


una proveniencia de al menos tres fuentes diferentes: Ona (Salar de
Antofalla, Antofagasta de la Sierra, Prov. de Catamarca), Cueros de
Purulla (Antofagasta de la Sierra, Prov. de Catamarca) y Valle Ancho
(Tinogasta, Prov. de Catamarca). Agradezco tambin a la Dra. Escola
su gentil colaboracin en el anlisis de la punta de proyectil hallada en
excavacin, ver ms adelante.
9

170

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 171

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES...

Figura 4. Plano del sitio LCZVIIIS1 (Los Cuartos, Taf del Valle, Prov. de Tucumn). Modificado
de Patan Aroz et al. 2002 d. Paredes O y S de E9

La alfarera decorada que present una mayor representacin correspondi a fragmentos de tipos Santamarianos.
Pudimos determinar formas correspondientes a urnas funerarias y pucos o escudillas, siendo estos mayoritariamente
bicolores (Ns/B y en menor medida Ns/R), con escaso
registro de fragmentos tricolores (N y Rs/B). Los diseos
reconocidos fueron diversos, principalmente ofidios bicfalos adems de figuras geomtricas. Recuperamos tambin

algunos apliques (rostros antropomorfos) y asas de urnas


que conservan su pintura original. La cermica
Famabalasto Negro Grabado (FNG), interpretada como
parte del conjunto cermico de lo Santamariano
(Palamarzuk y Manasiewicz, 2001)10, apareci en proporciones relativamente bajas. Este tipo de material fue registrado en mayores densidades en otros sitios de la parte baja
del rea -Los Cuartos y Barrio Malvinas- (Manasse 2007).
171

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 172

CUADERNOS 22

Tabla 2.

Siguiendo la propuesta de Calderari y Williams (1991),


clasificamos la cermica inkaica en inka cuzqueo, inka
provincial, inka mixto y de la fase inka. Una de las formas
alfareras inkas con mayor representacin en el sitio son los
platos o cuencos poco profundos, de formas abiertas y
extendidas, con apliques de cabezas zoomorfas (Pez y
Patan Aroz 2007) (ver Figura 5[b]). En cuanto a los arbalos, se recuperaron numerosos fragmentos (cuerpo, asas
y bordes). La mayora present pintura negra sobre engobe
o bao rojo. Recuperamos un solo fragmento que responde
a los clsicos diseos imperiales. Se trata de un fragmento
de plato pato, de tamao medio, que en su superficie interna presenta diseos en negro y rojo sobre un fondo crema
(ver Figura 5[c]). De destacar tambin es el hallazgo de un
fragmento, probablemente de un plato pato, que presenta en
su superficie interna las clsicas "llamitas" estilizadas, pintadas en negro sobre fondo rojizo (Inka Pakajes).
De los tipos cermicos que corresponden a tradiciones
estilsticas del NOA que persistieron sin sufrir demasiadas
transformaciones bajo el dominio inka (Fase Inka) -usualmente asociados a poblaciones mitimaes- se registr el
Famabalasto Negro sobre Rojo, en una proporcin relativamente abundante. Otro conjunto importante en esta muestra

correspondi a cermica de coccin oxidante con pintura


negra sobre fondo rojo, con rasgos diagnsticos del tardo
de los valles meridionales (Beln, Valle de Hualfn). Los
diseos correspondieron a serpientes bicfalas, como tambin motivos geomtricos diseados en lneas negras finas
o gruesas (ver discusin en Manasse y Pez 2006).
Estudios tecnolgicos realizados en esta muestra aportaron datos que deben ser considerados. En primer lugar,
anlisis a nivel microscpico (cortes delgados) en fragmentos atribuidos a una forma clsica del conjunto alfarero
inkaico, los "platos pato", identificaron la presencia de
microtiestos en la composicin de las pastas (Pez y Patan
Aroz 2007). Este rasgo tecnolgico est presente en la
alfarera Santamariana de momentos tardos en valle de Taf
(Pez 2005, Pez et al. 2005). Otro dato relevante obtenido
en esos trabajos fue que la presencia de microtiestos en la
pasta no se present junto a inclusiones blanquecinas.
La presencia de estas inclusiones blanquecinas en la
pasta de algunos fragmentos cermicos del sitio se presenta como un segundo elemento de consideracin. Fueron
identificadas en alfarera Santamariana (bi y tricolor),
Beln e Inka, aunque no en fragmentos cermicos de estilos
del rea santiaguea (FNs/R y Yocavil)11. En ninguno de los
casos analizados su presencia se circunscribe a una morfologa especfica. Estudios microscpicos sugieren que se
tratara de rocas piroclsticas. La ausencia de esta materia
prima en la geologa local nos plantea interrogantes acerca
de la circulacin de bienes alfareros, poblaciones o materias
primas durante estos momentos del desarrollo histrico del
Valle (Pez et al. 2007).

Segn estudios realizados por el equipo de Tarrag en el Sur del valle


de Yocavil, el estilo alfarero Famabalasto Negro Grabado se desarrolla a
partir del siglo X de nuestra era, siendo registrado en sitios de ese valle
en proporciones minoritarias en relacin al Santamariano.
Posteriormente, habra trascendido su espacio originario como resultado
de concretos intereses cuzqueos, siendo reconocido a partir de esta
movilizacin en algunas de las instalaciones estatales (por ejemplo,
Potrero de Payogasta [Valle Calchaqu Norte], Potrero Chaquiago
[Depto. Andalgal], Shinkal [Valle de Hualfn]) (ver Gonzlez y Tarrag
2004, Palmarzuk y Manasiewicz 2001). En nuestros estudios pudimos
determinar la asociacin de elementos SMB y FNG junto a otros estilos
relacionados a la expansin inkaica (Beln, FNs/R) en las excavaciones
realizadas en una de las "depresiones cuadrangulares" localizadas en la
Parte Baja. Resultados de excavaciones realizadas en estas estructuras
permitieron definirlas como unidades domsticas Santamarianas de tiempos inkaicos (Lpez 2000, Lpez y Manasse 2001).

10

11
Pastas con este tipo de apariencia fueron referidas para alfarera de
sitios inkaicos como Potrero Chaquiago e Ingenio del Arenal
Mdanos, ambos sitios localizados en la Prov. de Catamarca
(Cremonte 1991) y otros del Norte del Valle Calchaqu (Williams
2003). Esto es de sumo inters para nuestros estudios, ya que este
rasgo tecnolgico fue atribuido al producto de manufactura por parte
de mitmaqkunas altiplnicos (Cremonte 1994).

172

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 173

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES...


a

Figura 5. a. Tumi, b. Apndices zoomorfos de plato pato, c. Inka Cuzqueo

DESCRIPCIN DE LAS EXCAVACIONES Y DISCUSIN


A fin de profundizar nuestros estudios decidimos realizar sondeos estratigrficos en el sitio. Fueron nuestros objetivos, (a) determinar la potencia arqueolgica, registrar evidencias arqueolgicas diagnsticas y obtener informacin
sedimentolgica, (b) realizar las excavaciones preferentemente contra las paredes de los recintos de modo de efectuar estudios arquitectnicos, (c) obtener informacin sobre
la funcin de las estructuras, (d) establecer posibles secuencias ocupacionales.
Las excavaciones fueron realizadas en diferentes localizaciones intrasitio de la parte alta. Cuatro de ellos fueron de
1,20 x 1,20 mts. (E15, E10, E9 y E5) y uno de 1,50 x 1,50
mts (E18) (ver Figura 4). En cada una de las excavaciones
se respetaron las unidades estratigrficas naturales, trabajando hasta alcanzar un nivel estril.
El anlisis conjunto de los resultados obtenidos por excavacin nos ofreci la posibilidad de rescatar algunos aspectos sobresalientes para los objetivos de estudio planteados.
En primer lugar, en solo una de las excavaciones pudimos detectar un piso ntido y bien consolidado (E5). En el
resto de los sondeos debimos recurrir a anlisis sobre densidad, distribucin y posicin de los hallazgos, correlacionndolos con anlisis arquitectnicos, a fin de establecer
secuencias de uso del espacio. Nuestros estudios no registraron hiatos ocupacionales o cambios sustanciales en la
composicin de los materiales (por ejemplo ausencia de
otros tipos cermicos con implicancias cronolgicas
[Formativo/ Hispano - Indgena]). En este contexto, el comportamiento de los hallazgos en la matriz sedimentaria, en
trminos de densidades, present una remarcable homogeneidad. En cada una de las excavaciones se registraron
mayores proporciones entre los 0,20 a 0,40 m de profundidad. En trminos cuantitativos, all se recuperaron 314
hallazgos sobre un total de 406 (77,34%,).
Estudios efectuados sobre la arquitectura manifestaron
coherencia con esos resultados. Nuestros anlisis sobre tcnicas de construccin detectaron marcadas regularidades,
sin algn tipo de evidencias de remodelaciones o reorganizacin. Reconocimos paredes edificadas con piedras de
gran tamao colocadas de forma vertical con sus caras planas hacia el interior de los recintos. Otras veces, paredes
construidas con piedras ms pequeas (redondeadas o rectangulares) colocadas unas por encima de otras. Nuestros
resultados sealan concretamente que los recintos fueron
edificados como parte de un mismo y nico acto construc-

tivo (ver Figura 3[c] y 3[d]). Estos anlisis no dieron cuenta de estructuras que reflejaran un patrn arquitectnico que
denote un mayor esmero o prolijidad por sobre el resto.
Nuestras tareas contemplaron tambin el cotejo de la
composicin artefactual de los sondeos realizados. Los elementos culturales recuperados en estas excavaciones fueron, 367 fragmentos cermicos (90,17%); 22 restos seos
(5,40%), por lo general fragmentados y en avanzado grado
de meteorizacin [bajo anlisis]; 17 elementos lticos
(4,18%), principalmente pequeos desechos de talla de
cuarzo y obsidiana y una punta de proyectil apedunculada
de base escotada, limbo triangular y dentada, tallada en una
lasca de obsidiana; 1 pequeo fragmento metlico (0,25%)
[bajo anlisis].
Asimismo, sobre el conjunto cermico se analizaron
variables de manufactura (forma, decoracin, tratamiento
de superficie) y uso (presencia o ausencia de holln, marcas
de atricin mecnica y no mecnica) a fin de elaborar una
tipologa funcional. Sobre esta base efectuamos anlisis
relacionados a la distribucin y asociacin de estos tipos,
con la intencin de poder inferir actividades desarrolladas
en cada una de las estructuras intervenidas.
La muestra cermica fue numerosa (367=90,17%),
siendo la media por sondeo de 73 fragmentos cermicos. En
una gran proporcin fueron registradas en las superficies
que determinamos de ocupacin. Los fragmentos toscos
tuvieron una mayor representatividad, mantenindose en
cada sondeo valores porcentuales por lo general muy superiores a los decorados. Del total de la muestra este tipo
constituy un 67,58%. Los fragmentos decorados dieron
cuenta de asociaciones mayormente recurrentes en todos
los sondeos, manifestando una alta diversidad de tipos presentes (ver Tabla 2).
Nuestras tareas de remontaje dieron cuenta de casos
concretos de reconstruccin parcial de un plato pato, un
puco FNs/R y una olla tosca. La determinacin de formas
presentes basadas en fragmentos diagnsticos seal la presencia de platos pato, arbalos y pie de compotera, formas
inkaicas tpicas utilizadas en las provincias del imperio
(Bray 2003). Del tipo Santamariano fueron reconocidos
pucos y ollas. Resultados similares a estos ltimos fueron
registrados para los fragmentos del tipo FNs/R. Vasijas de
tipo toscas fueron identificadas en formas diversas, algunas
de ellas conservaban restos de holln.
Estos resultados presentaron, en trminos generales,
una estrecha relacin con los registros de las recolecciones
173

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 174

CUADERNOS 22

Figura 6. a. Plato pato, b. Puco Famabalasto Negro sobre Rojo, c. Vasija Santamariana Negro sobre Rojo

superficiales. Aunque considero importante detenerme en


datos que merecen particular atencin. En primer lugar, la
alta frecuencia de materiales asignados al tardo local
(Santamariano en sus variantes) en un sitio que consideramos de momentos inkaicos. Segn resultados de estudios
en curso, esta alfarera no manifiesta cambios estilsticos y
morfolgicos de relevancia. Por otra parte, si bien en recolecciones superficiales los fragmentos asignables a Beln
fueron representativos, solo aparecieron en uno de nuestros
sondeos (E18) y en nfima proporcin. En relacin inversa
a la anterior, los fragmentos asignados al FNG son representativos en excavacin, pero relativamente escasos en las
recolecciones efectuadas en superficie12. En estratigrafa se
recuper un fragmento Yocavil-Averas (E10), el nico
registrado hasta ahora en el sitio (y en el valle).
Finalmente, nos resulta intrigante la alta proporcin del
estilo FNs/R registrado en las excavaciones. Fragmentos de
este tipo fueron reconocidos en cada uno de los sondeos.
Si bien an no contamos con fechados radiocarbnicos,
todos los elementos analizados nos sealan, en primer
lugar, que el sitio tuvo un solo momento de construccinuso, tal vez por un lapso relativamente corto. Muestra de
ello sera la ausencia de hiatos ocupacionales en estratigrafa, la armona de la arquitectura y la homogeneidad registrada en la muestra cermica. Vinculamos este momento de
ocupacin, basados en el anlisis de presencia y asociacin
en estratigrafa de los estilos cermicos, a tiempos de dominio inkaico.
Las superficies excavadas en cada estructura no nos
habilitan a realizar generalizaciones sobre la distribucin de
actividades y la totalidad de los eventos sociales ocurridos
en cada una de ellas. Aunque pudimos determinar, basados
en el registro de tipos funcionales cermicos y su distribucin, la realizacin de actividades vinculadas a la vida
domstica. Me refiero a la preparacin, almacenamiento,
servido y consumo de alimentos. De igual modo, de acuerdo a dems evidencias, se constataron tareas tales como,
talla ltica, hilado y tejido.

Por otra parte, nuestros registros no dieron cuenta de la


posibilidad de un abandono violento del sitio, en excavacin
no se hallaron restos de techos quemados o evidencias de
intencin humana en el desmoronamiento de las paredes. Por
el contrario, estas se conservan en buen estado siendo que las
piedras registradas dentro de las estructuras seran el resultado natural del decaimiento constructivo post-abandono.
CONCLUSIONES. UNOS

DOMINARN Y OTROS POSEERN LO

QUE POSEAN

Al comenzar a delinear esta investigacin consider


que el estudio sobre el "encuentro entre lo inka y lo local"
en el valle de Taf me remita a un cuestionamiento formulado anteriormente por Gifford en relacin a la necesidad
de revertir una pregunta recurrente, a qu se debe el bajoescaso registro de materiales inkaicos en una regin determinada?, pregunta que considero desmotiv todo inters
por esta temtica en el valle, hacia un inters ms instructivo que sera por qu persiste en una gran proporcin el
registro de lo local bajo esa misma situacin? (Gifford
2003:342-3).
Posicionado desde esa perspectiva, sostengo la necesidad de un enfoque que considere que el anlisis sobre el
proceso de dominio-colonizacin inkaica en esta regin no
puede ser entendido acabadamente sin tener en cuenta su
historia previa. De igual manera, que el anlisis sobre reorganizacin y estructuracin social a nivel local no puede
ser abordado sin tener en cuenta el proceso de imperialismo de la que fuera parte.
Desde un marco general de anlisis, los datos registrados y analizados hasta el momento nos sugieren la posibilidad que esta situacin de integracin y control imperial
no habra alterado significativamente el modo de vida
local. Todos los datos sealados nos permiten pensar en
una integracin y articulacin pacfica o, de algn modo,
negociada. En esta misma lnea, considero importante
sealar, (a) la falta de evidencias relacionadas a una anexin conflictiva al imperio (por ejemplo proliferacin de
sitios defensivos, armas, restos esqueletales con evidencia
de traumas), (b) la prcticamente nula inversin imperial
en infraestructura en este valle, (c) la distribucin diferencial de materiales de tipos inkaicos se presenta recurrentemente en asentamientos locales (Lpez 2000, Manasse

12
En particular podemos destacar el hallazgo en estas excavaciones de
un tortero de tamao pequeo, negro pulido y con forma cnica de tipo
FNG. En su superficie se represent, por incisin, los clsicos motivos
de este tipo cermico.

174

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 175

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES...


2007, Patan Aroz et al. 2002), (d) que las propuestas vertidas anteriormente sobre la posibilidad de mitimaes reasentados en el Valle permanecen an como tema que merece investigaciones ms exhaustivas.
En este contexto, nuestros estudios en el sitio nos brindaron datos valiosos y de amplio alcance. Dada la marcada relevancia de algunos hallazgos, considero conveniente
avanzar en algunas consideraciones al respecto.
La presencia de cermica fornea (Inka Cuzqueo,
Inka Pakajes) sera, en primera instancia, una expresin de
relaciones mantenidas entre este territorio y otros sectores
provinciales y centrales del imperio. Este es un dato relevante, en tanto el registro de ambos estilos es poco frecuente en sitios inka, o bajo su influencia, en el NOA.
Siendo reconocidos concretamente en sitios de importancia en el engranaje implementado en sus provincias. De
igual manera, los hallazgos de tumi en otros sitios del NOA
no son particularmente frecuentes. Sobre estos materiales
se propuso una complejidad tcnica en su manufactura y su
utilizacin relacionada a connotaciones especficas, como
marcador de status o soporte material para la ideologa
dominante (Gonzlez et al. 1998-9). La circulacin en las
provincias de este tipo de elemento pudo ser operado a travs de canales restringidos y especficos, ingresando dentro del sistema redistributivo del imperio como elementos
especiales destinados a establecer y/o reforzar lazos de
alianzas y lealtades con lderes locales a fin de legitimar y
reproducir condiciones de dominacin (ibd.). De acuerdo
a esto ltimo, podemos pensar entonces que estos materiales cermicos y metlicos ("especiales") adquirieran aqu
un rol de activos elementos empleados en actividades de
orden exclusivo, concretos (simblicos-prestigio). Tal vez
de acuerdo a prcticas estatales de carcter ceremonial o
poltico, empleadas como generadoras de nexos con el
Tawantinsuyu.
Siguiendo dentro de esta lnea de anlisis, fue mi inters atender tambin el examen del rol de la historia local
como configuradora en el modelado de este encuentro.
Ciertamente, un anlisis profundo de estas caractersticas
requiere de un acabado conocimiento de la historia local
previa. Hemos mencionado anteriormente que los datos
disponibles sobre el Tardo en el Valle conforman un cuerpo en constante construccin, considerando as que estos
me permiten avanzar en algunas reflexiones sobre las prcticas locales, especficamente las registradas en este sitio,
bajo esta situacin de dominio.
En primera instancia, nuestros estudios en el sitio nos
inducen a considerar "persistencias-continuidades" de
prcticas locales en tiempos de dominio-colonizacin. Si
bien este tipo escenario no debe sorprendernos, necesariamente debe ser considerado y, fundamentalmente, analizado. Pensando que este tipo de interaccin incluye intereses
y negociaciones permanentes entre todos los actores participantes.
Estudios realizados sobre los conjuntos cermicos
pusieron de manifiesto una alta proporcin de materiales
asignados al tardo local en estos momentos de dominio
inkaico (ver Tabla 2). Esta particularidad fue registrada, de

forma insinuante, en todos aquellos sitios en los que se


reconoci cermica de tipo inkaica en el valle.
Consideremos tambin otro dato, me refiero a que piezas
de una forma caracterstica de la alfarera inkaica (platos
pato) sean manufacturadas segn ciertos estndares locales
(utilizacin en la pasta de microtiestos). De igual manera,
si el patrn arquitectnico local manifestado en el sitio
fuera mantenido durante momentos de profundos cambios
sociopolticos, no es este un dato menor. En nuestros anlisis de la arquitectura del sitio, tanto en excavacin como
en relevamientos efectuados en restos visibles en superficie, no se detect alguno de los cnones tan propios y particulares del inka.
Por otra parte, determinar si este sitio fue "hogar" de
mitimaes o de poblaciones realizando su turno de labor
(mit'a) no es sencillo de establecer a priori. En primera
instancia, todos los datos analizados sealan que este sitio
fue construido-utilizado por poblaciones locales. Sostengo
esta posicin basado en tres aspectos ya revisados, (a) la
tcnica constructiva como el patrn de asentamiento responden a tipos registrados en el valle para momentos previos, (b) se reconoci en la muestra cermica (tanto de
recolecciones superficiales como de excavacin) una proporcin superior de tipos cermicos Santamarianos (en sus
variantes) y (c) evidencias concretas de continuidad en las
prcticas tecnolgicas en la cermica. De igual modo, el
sitio no presenta caractersticas de un establecimiento estatal con poblaciones movilizadas destinadas a cumplir funciones especficas como, por caso, se observa en Potrero
Chaquiago (Williams 1991)13.
Para finalizar, si bien lo expuesto hasta aqu ha servido
para develar parte de la "historia" de este sitio, proyectamos ahondar en nuestros estudios. Actualmente estamos
efectuando anlisis especficos que nos permitan relacionar los resultados obtenidos aqu con los alcanzados en
sitios de momentos inkaicos localizados en la parte baja
(Lpez y Manasse 2001, Manasse 2006), como as tambin
nuevos estudios en sitios localizados en sectores montaosos aledaos al Pukar (Lanzelotti 2002, Manasse 2003).
No escapan a nuestros intereses de anlisis preguntas
relacionadas a, es este sitio un "pukar", un sitio "defensivo"?, en defensa de quin(es)?, ha sido el valle de Taf
una zona fronteriza del imperio? Nos resulta un indicativo
interesante que las evidencias inkaicas hacia el oriente de
este valle, se desvanecen casi por completo.
En suma, a travs de estos estudios buscamos avanzar
en la comprensin de la insercin del Pukar de las Lomas
Verdes dentro de un contexto local de desarrollo histrico
particular. De esta manera, es nuestro objetivo conformar

Sin embargo, no descuido algunos resultados en este sitio que merecen particular atencin, (a) la relativa abundancia del estilo cermico
Famabalasto Negro s/Rojo, (b) el caso de las inclusiones blanquecinas
registradas en las pastas. Nuevos estudios estn siendo realizados atenientes a caracterizar petrogrficamente los materiales FNs/R y
Yocavil (provenientes de excavaciones y recolecciones superficiales)
con el objetivo de determinar si estos fueron manufacturadas localmente o importados.
13

175

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 176

CUADERNOS 22
un cuerpo mayor de datos en el valle que, en definitiva, nos
acerque al conocimiento de los matices que pudieron alcanzarse en la articulacin de las estrategias empleadas por el
imperio Inkaico con las respuestas locales. En este sentido,
el hoy de la "arqueologa de los encuentros" entre lo inka y
lo local se constituye en un campo de anlisis que adquiere
valiosas connotaciones. Confiamos en que lo que sigue a
continuacin profundizar en gran medida nuestra visin de
este segmento poco conocido de la historia vallista.

Cremonte, B.
1991. Caracterizaciones composicionales de pastas cermicas de los sitios Potrero-Chaquiago e Ingenio del
Arenal Mdanos. Shincal 3 I:33-47.
1994. Las pastas cermicas de Potrero Chaquiago
(Catamarca). Produccin y movilidad social.
Arqueologa 4:133-163.
D'Altroy, T.
2002. Los Incas. Madrid, Editorial Ariel.
D' Altroy, T. y K. Schreiber
2004. Andean Empires. En: Andean Archaeology, pgs. 255279. Helaine Silverman (ed.). Blackwell Publishing.
Esparrica, M.
2004. Estado actual de las investigaciones arqueolgicas en
el rea de la comuna de San Pedro de Colalao,
Tucumn, Argentina. En: Local, Regional, Global:
Prehistoria, Protohistoria e Historia de los Valles
Calchaques, pgs.241-272. Per Cornell y Per
Stemborg (eds.). Suecia.
Gifford, Ch.
2003. Local Matters: Encountering the Imperial Inkas in the
South Andes. Tesis Doctoral, Columbia University,
MS.
Gonzlez, A. R.
1963. Cultural Development in Northwestrn Argentina. En:
Aboriginal Cultural Development in Latin America. A
Interpretative Review, Betty Meggers y Cliford Evans
(eds.). Smithsonian Micellaneous Collections, Vol.
146 N1.
1980. Patrones de asentamiento incaico en una provincia
marginal del Imperio. Relaciones de la Sociedad
Argentina de Antropologa, XIV(1):63-82.
1982. Las provincias incas del antiguo Tucumn. Revista del
Museo Nacional, XLVI:317-380.
Gonzlez, A. y V. Nez Regueiro
1960. Preliminary report on archaeological research in Taf
del Valle N.W. Argentina. En: Actas del 34 Congreso
Internacional de Americanistas, pgs.485-496. Wien,
Alemania.
Gonzlez, A. R. y J. Prez
1987. Argentina Indgena. Vsperas de la conquista. Buenos
Aires, Editorial Paidos.
Gonzlez, L.
2000. La dominacin Inca. Tambos, caminos y santuarios.
En: Nueva Historia Argentina, pgs.301-341. Myriam
Tarrag (ed.). Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
Gonzlez, L., E. Cabanillas y T. Palacios
1998-9. El Pozo y el Tumi: Arqueometalurgia del sur del
valle de Yocavil. Cuadernos del Instituto Nacional de
Antropologa y Pensamiento Latinoamericano
18:207-222.
Gonzlez, L. y M. Tarrag
2004. Dominacin, resistencia y tecnologa: La ocupacin
incaica en el Noroeste Argentino. Chungara
36(2):391-404
2005. Vientos del Sur: El Valle de Yocavil (NO Argentino)
bajo la dominacin incaica. Estudios Atacameos
29:67-95.

AGRADECIMIENTOS
Este trabajo es una versin resumida y revisada de mi
Tesis de Licenciatura. Mi profundo y sincero agradecimiento a muchas personas que hicieran esto posible.
Principalmente a mi familia, por su permanente apoyo y
compaa. A Brbara, por su apoyo en todos estos aos de
trabajo en Taf. A mis compaeros de proyecto por su amistad y muy buena predisposicin durante las campaas realizadas en el sitio. A los Dres. Flix Acuto, Elizabeth
Arkush, Elizabeth DeMarrais, Chad Gifford y Martti
Prssinen por su generosa colaboracin con bibliografa.
Los comentarios efectuados por el Dr. Martn Orgaz a este
trabajo han contribuido en gran manera para agudizar mis
ejercicios reflexivos. Todo lo expuesto aqu es de mi exclusiva responsabilidad.
BIBLIOGRAFA
Ambrosetti, J.
1897. Los monumentos megalticos del Valle de Taf
(Tucumn). Boletn del Instituto Geogrfico
Argentino, Tomo XVIII.
Berberin, E., A. Nielsen, E. Argello, B. Bixio, L.
Spalletti, J. Salazar y E. Pillado
l988. Sistemas de asentamiento prehispnicos en el Valle de
Taf. Crdoba, Editorial Comechingonia.
Bray, T.
2003. To dine splendidly. Imperial pottery, comensal politics, and the Inca State. En: The archaeology and
politics of food and feasting in early states and empires, pgs.93-142. Tamara Bray (ed.). Kluwer,
Academic/Plenum Publishers.
Bruch, C.
1991. Exploracin arqueolgica en las provincias de
Tucumn y Catamarca. Biblioteca Centenaria. Tomo
V. Universidad Nacional de La Plata.
Burke, R., J. Campelo, J. Fernandez, E. Gilardenghi.
2007. Tempranos y Tardos: Posibles relaciones espaciales
y cronolgicas dentro del sitio Barrio Malvinas
Argentinas, Taf del Valle - Tucumn. MS.
Calderari, M. y V. W.
1991. Re-evaluacin de los estilos cermicos incaicos en el
noroeste argentino. Comechingonia 9:73-95.
Cornell, P. y H. G.
2004. El fenmeno Inka y su articulacin local. Reflexiones
desde el sitio de El Pichao, Valle de Santa Mara
(Tucumn). En: Local, Regional, Global:
Prehistoria, Protohistoria e Historia de los Valles
Calchaques, pgs.211-218. Per Cornell y Per
Stemborg (eds.). Suecia.
176

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 177

EL PUKAR DE LAS LOMAS VERDES...


Hyslop, J.
1988. Las fronteras estatales extremas del Tawantinsuyu.
En: La Frontera del Estado Inca, pgs. 35-37. Tom
Dillehay y Patricia Netherly (eds.). BAR International
Series 442, British Archaeological Reports, Oxford.
Lafone Quevedo, S.
1902. Viaje a los menhires e intihuatana de Taf del Valle y
Santa Mara en Octubre de 1989. Revista del Museo
de La Plata 11:121-128.
Lanzelotti, S.
2002. La utilizacin de GIS para el procesamiento de los
datos obtenidos en la prospeccin arqueolgica del
Filo de Las Micunas (Taf Del Valle, Tucumn).
Ponencia presentada en el VII Congreso Nacional de
Estudiantes de Arqueologa, San Pedro de Colalao,
Tucumn.
Lpez, M.
2000. Estrategias de estudios e investigacin arqueolgica de
las depresiones cuadrangulares de la localidad de Los
Cuartos, Taf del Valle, Tucumn. Tesis de Licenciatura
en Arqueologa. Escuela de Arqueologa, Universidad
Nacional de Catamarca, MS.
Lpez, M. y B. Manasse
2001. Estudio de la relevancia arqueolgica de las depresiones cuadrangulares de la localidad de Los Cuartos, Taf
del Valle, Tucumn. Ponencia presentada en el XIV
Congreso de Arqueologa Argentina, Rosario, MS.
Lorandi, M.
1980. La frontera oriental del Tawantinsuyu.: El Umasuyu
y el Tucumn. Una hiptesis de trabajo. Relaciones
de la Sociedad Argentina de Antropologa XIV:147164.
Manasse, B.
2002. Caracterizacin arqueolgica del norte de la Estancia
de Los Cuartos, Taf del Valle, Provincia de Tucumn.
En: Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueologa
Argentina, Tomo 2, pgs 397-411. Crdoba.
2003. Arqueologa en los faldeos suroccidentales de las
Cumbres Calchaques. Aportes Cientficos desde
Humanidades 3:393-409.
2006. Estudio de Relevancia e Impacto Arqueolgico,
Loteo "La Quesera". Informe presentado a la
Direccin de Patrimonio Histrico y Antropolgico
de la Provincia de Tucumn. MS.
2007. Tiempo antes de la conquista en el Valle de Taf. En:
Paisajes y procesos sociales en Taf. Una mirada
desde el valle, pgs.141-159. Patricia Arenas, Brbara
Manasse y Estela Noli (comp.). Universidad Nacional
de Tucumn.
Manasse, B. y M. Pez
2006. La alfarera Beln: sentidos de la evidencia. Ponencia
presentada en el III Congreso de Historia de
Catamarca, San Fernando del Valle de Catamarca, MS.
Nez Atencio, L. y T. Dillehay
1995. Movilidad giratoria, armona social y desarrollo en
los Andes Meridionales patrones de trfico e interaccin econmica. Antofagasta, Universidad Catlica
de Chile, Segunda Edicin.

Nez Regueiro, V.
1974. Conceptos instrumentales y marco terico en relacin
al desarrollo cultural del Noroeste Argentino. Revista
del Instituto de Antropologa 5:169-190.
Nez Regueiro, V. y J. Garca Azcarate
1996. Investigaciones arqueologas en El Mollar, Depto.
Taf, Pcia. de Tucumn. En: Actas y Memorias del XI
Congreso Nacional de Arqueologa Argentina, Tomo
XXV (1/4), pgs.87-98, Museo de Historia Natural de
San Rafael, Mendoza.
Nez Regueiro, V. y M. Tartusi
1990. Aproximacin al estudio del rea pedemontana de
Sudamrica. Cuadernos del Instituto Nacional de
Antropologa y Pensamiento Latinoamericano
12:125-160.
Olivera, D.
1991. La ocupacin Inka en la Puna Meridional Argentina.
Departamento Antofagasta de la Sierra, Catamarca.
Comechingonia 4:63-71.
Pez, M.
2005. El tardo en el valle de Taf, Provincia de Tucumn:
Estudio de material alfarero Santamariano. Tesis de
Licenciatura en Arqueologa, Escuela de Arqueologa,
Universidad Nacional de Catamarca, MS.
Pez, M., B. Manasse y G. Toselli
2007. Alfarera tarda con inclusiones blancas en el valle de
Taf, Prov. de Tucumn. Aportes desde Humanidades
7:272-282.
Pez, M. y C. J. Patan Aroz
2007. Anlisis tecnolgico de alfarera incaica: Los platos
pato del Pukara de Las Lomas Verdes (Taf del Valle,
Tucumn). Aportes Cientficos desde Humanidades
7:283-296.
Palamarzuk, V. y M. Manasiewicz
2001. Tiempos antiguos: centralizacin y estandarizacin
en la produccin de la cermica FNG. Ponencia presentada en el XIV Congreso Nacional de Arqueologa
Argentina, Rosario, MS.
Prssinen, M.
2003. Tawantinsuyu. El estado Inca y su organizacin poltica. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Catlica del Per.
Patan Aroz, C. J., C. Melin y D. Alvarez Candal
2002. Investigacin y rescate arqueolgico en Los
Cuartos,
Taf
del
Valle,
Tucumn:
Redescubriendo el Pucar de Las Lomas
Verdes?. Ponencia presentada en el VII Congreso
Nacional de Estudiantes de Arqueologa. San
Pedro de Colalao, Tucumn, MS.
Patan Aroz, C. J.
2007. Evaluando causas y consecuencias: Un estudio sobre
procesos naturales y culturales de formacin de sitio.
El caso de LCZVIIIS1 (Taf del Valle, Tucumn).
Aportes desde Humanidades 7:1856-1867.
Raffino, R.
1991. Poblaciones indgenas en Argentina. Urbanismo y
Proceso social precolombino. Buenos Aires, TEA.

177

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 178

CUADERNOS 22
Sampietro Vattuone, M.
2000/2. Geoambientes y sitios arqueolgicos Formativos en
el Valle de Taf (Noroeste-Repblica Argentina).
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano 19:599-611.
Santilln de Andrs, S.
1951. Poblaciones indgenas en el Valle de Taf. Geographia
una et varia. Universidad Nacional de Tucumn.
Semp, M. C.
1999. La cultura Beln. En: Actas del XII Congreso
Nacional de Arqueologa Argentina, Vol. II, pgs 250258, La Plata.
2006. El perodo tardo en Azampay: El seoro Beln y su
modelo geopoltico. En: Presente y pasado de un pueblito catamarqueo, pgs.365-380. M. Semp, S.
Salceda y M. Mafia (eds.). Editorial Al Margen.
Tarrag, M.
1974. Aspectos ecolgicos y poblamientos prehispnicos en
el Valle Calchaqu, Provincia de Salta. Revista del
Instituto de Antropologa V:195-216.

2000. Chacras y Pukara. Desarrollos sociales tardos. En:


Los pueblos originarios y la conquista. Nueva
Historia Argentina, pgs. 257-300. Myriam Tarrag
(ed.). Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
Williams, V.
1991. Control estatal incaico en el noroeste argentino. Un
caso de estudio. Potrero Chaquiago (Pcia. de
Catamarca). Arqueologa 1:75-104.
2003. Poder y cultura material bajo el dominio inka.
Ponencia presentada en el Primer Congreso de
Historia Sudamericana. Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia. MS.
Williams, V. y T. D'Altroy
1998. El sur del Tawantinsuyu: Un dominio selectivamente
intensivo. Tawantinsuyu 5:170-178.

178

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 179

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

IDENTIFICACIN FUNCIONAL DEL YACIMIENTO ARQUEOLGICO DE DONCELLAS:


UN APORTE DESDE EL ANLISIS DEL MATERIAL CERMICO
Martina Ins Prez *
RESUMEN
El rea arqueolgica de Doncellas ha sido considerada y continua siendo una de las ms relevantes para el estudio de las
interrelaciones ocurridas entre el sector de la Puna y regiones aledaas es por eso que muchos investigadores han generado diferentes hiptesis acerca de su posible funcionalidad. En este trabajo se presentan los resultados del anlisis tecnotipolgico y formal del material cermico de la Coleccin Doncellas del INAPL con el objetivo de aportar datos que permitan contrastar las hiptesis postuladas por dos importantes investigadoras del yacimiento relacionadas con la posible funcionalidad de esta importante localidad arqueolgica.
PALABRAS CLAVES: cermica, tipologa, tecnologa, forma, funcin.
ABSTRACT
The Doncellas archaeological area has been and it is now considered one of the most relevant to study the interrelated occurrences between the Puna and the bordering regions. For that reason, many researchers have generated different hypothesis about its possible functionality. This research work presents the results of the analysis techno-typological and formal of
the ceramic material of the Doncellas Collection of the INAPL, which aims to add data to contrast the postulated hypothesis by two important researchers of the area, related to the possible functionality of this important archaeological site.
KEY WORDS: ceramics, tipology, technology, form, function

En la parte central del valle y a ambos lados del curso


de agua efmero se desarrollan terrazas aluviales. Las mismas se encuentran a +1/+3 m de altura con respecto al
cauce efmero. Estn integradas por gravas y conglomerados acumulados por el curso de agua. Estas geoformas tienen una topografa plana y en su superficie se distinguen
antiguos cauces de 0,5 y 1 m de profundidad. Sobre las
terrazas aluviales se ubica parte del yacimiento del ro
Doncellas donde se distingue una gran cantidad de estructuras arqueolgicas (Figura 1).
Los procesos geomrficos actuantes en la zona son: erosin fluvial a lo largo del cauce efmero que origina profundizacin y erosion en las riveras y acumulacin de sedimentos arenosos provenientes desde los farallones
(Tchilinguirian, com. pers.)
Los fechados radiocarbnicos disponibles para la cuenca fueron realizados por Alfaro de Lanzone (1988) con un
rango temporal que abarca entre el 1.210 aos DC y 1.540
aos DC (fecha corregida) y posteriormente por Prez de
Micou (1996) situando al yacimiento en el 1.205 y 1.400
aos cal. AP.

EL REA DE ESTUDIO
El yacimiento se encuentra ubicado en el borde oriental
de la Puna Norte (departamento de Cochinoca, Provincia de
Jujuy) en las primeras estribaciones de la Sierra de
Quichagua o Quichaura que si bien aqu se presenta con
poca altura llega a alcanzar los 5.000 msnm en la parte occidental. Hacia el sureste se encuentra la Sierra de Incahuasi
y hacia el noreste la Sierra de Cochinoca que es drenada por
el ro Doncellas.
El mismo se ubica en el tramo de la cuenca inferior de
un curso afluente del ro Rachaite-Doncellas. El curso de
agua es de rgimen efmero, es decir que el agua de escorrentia es producto de las precipitaciones de verano. La
cuenca de drenaje tiene 3,5 km de largo y las cabeceras de
la misma se ubican a 3.800 msmn, mientras que el sitio se
ubica a 3.500-3.550 msnm.
Desde el punto de vista geomorfolgico, se encuentra
asentado en un valle de origen fluvial el cual posee una
orientacin este-oeste y tiene un ancho de 200 a 250 m. Las
laderas del valle son escarpas desarrolladas en ignimbritas
dando lugar a elevados escarpes de erosin con pendientes
verticales. Estas escarpas tienen entre 30 a 50 m de altura y
estn afectadas por procesos de remocin en masa donde se
distinguen cadas de rocas y taludes de bloques al pie de las
mismas. Numerosos sitios se ubican en los bloques como
en los aleros u oquedades desarrolladas en el frente rocoso
de la escarpa.

INTERPRETACIONES FUNCIONALES DEL YACIMIENTO


La gran cantidad de materiales que se extrajeron en las
diferentes excavaciones ha aportado datos que confirman la
idea ya mencionada anteriormente de un conjunto complejo de sitios pluricomponentes en trminos cronolgicos y
culturales (Prez y Kergarabat, 2005).
En el yacimiento se pueden identificar diferentes sitios
que incluyen desde estructuras habitacionales hasta zonas

* UBA-INAPL [email protected]
179

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 180

CUADERNOS 22

Figura N 1: Geomorfologa en la zona de estudio. 1: meseta de ignimbritas, 2: talud de bloques de ignimbritas, 3: Terraza aluvial con antiguos cauces, 4: cauce efmero.

esta autora la que realiza la primera tipologa cermica


del poblado, tema que ser desarrollado en otro captulo
de esta tesis.
Posteriormente, y en base a las campaas realizadas en
1973, 1974 y 1975, Alfaro de Lanzone (1988) describe el
yacimiento como "uno de los ms ricos de la puna jujea",
compuesto por recintos habitacionales divididos por un
corte geolgico, andenes y acequias de cultivo, enterratorios, arquitectura religiosa y cuevas con arte rupestre.
Con respecto a los enterratorios distingue varios tipos:
casas tumbas, que son construcciones adosadas a los farallones, grutas tapiadas, donde se aprovechan las cavidades
naturales de los farallones, sepulcros de planta semi-circular y sepulcros de planta circular o redonda.
La autora realiza diferentes estudios sobre los materiales recogidos en la excavacin que abarcan anlisis
lticos, de material seo, textil, mates pirograbados, de
fibra vegetal, madera, orfebrera y cermico (este ltimo
ser desarrollado con posterioridad) y a partir de los mismos interpreta que las influencias culturales ms notorias
en el yacimiento seran: Tiwanaku Expansivo, Inca,
Cultura Humahuaca y relaciones con el Norte de Chile
(1988:137,143).
Adems, en este trabajo ella argumenta que Doncellas
habra sido un centro cltico de atraccin religiosa con
habitacin estacional y repetida en forma cclica, utilizado
durante la ltima mitad del Perodo Tardo. De este modo
Doncellas sera el polo religioso de una serie de sitios prehispnicos como Rinconada, Queta, Tinate, Agua Caliente,
Sayate y Sorcuyo, cada uno de ellos con una funcionalidad
diferencial. La autora sustenta esta hiptesis debido a la
presencia de menhires, enterratorios, utilizacin de cuevas
para celebraciones religiosas y de una estructura escalonada con influencias de Tiwanaku que segn ella cumpla funciones religiosas.

de cultivo, sepulcros y estructuras con posible funcionalidad ritual. Estas caractersticas han hecho que esta localidad arqueolgica sea considerada desde su descubrimiento como una de las ms relevantes para el estudio de las
interrelaciones ocurridas entre el sector de la puna y regiones aledaas (Krapovickas, 56:1958-59; Ottonello de
Garca Reynoso, 57: 1973; Alfaro de Lanzone, 137:1988).
Por un lado, Ottonello de Garca Reynoso (1973) define la instalacin de Agua Caliente de Rachaite como un
poblado agrcola estable de tipo conglomerado utilizado
durante las postrimetras del perodo Tardo y compuesto
por unidades habitacionales, recintos asociados desiguales
y un tipo simple de recinto perimetral compuesto. En el
poblado tambin se encuentran menhires de seccin cilndrica y de seccin subrectangular y gran cantidad de enterratorios que se dividen en dos tipos: aquellos realizados en
huecos naturales cercados por muros de piedra y barro de
los cuales la autora contabiliza 800 y llama cuevas tapiadas
y las llamadas chulpas, que estn construidas sobre las
paredes de los farallones que limitan al poblado con tres o
cuatro paredes de piedra revocada y techadas con paja sobre
vigas de madera empotradas en la roca. De estas ltimas se
contabilizaron noventa y seis y solo una se encontr en
forma prstina y se procedi a su excavacin.
Ottonello considera esta instalacin como un poblado
agrcola apoyada en la gran cantidad de terrazas y andenes de cultivo que se encuentran contiguos al mismo,
sobre todo en el valle denominado valle del Cerro de la
Cruz que segn ella debi ser un verdadero centro de la
actividad agrcola del pasado. Relacionado con lo anterior es interesante la asociacin de silos tanto de escala
domstica como comunitaria. Por otro lado considera que
la divisin bipartita del poblado en mitades obedece a una
organizacin social del grupo que era comn en las
comunidades bolivianas. Es importante destacar que es
180

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 181

IDENTIFICACIN FUNCIONAL DEL YACIMIENTO ARQUEOLGICO ...


tienen las vasijas es posible inferir para que estaban destinadas. Con respecto a la forma, diversos autores consideran, sin llegar a ser concluyentes, que existe una estrecha
relacin entra sta y la funcin potencial de un recipiente,
es por eso que "the intented use of a vessel affects the final
form the vessel will take in a number of ways" (Sinopoli
1991:83).
Rice (1990) define que la funcin se refiere a los roles,
actividades o capacidades generales de los objetos de cermica, por ejemplo su papel de contenedores ya sea para
almacenamiento, transporte, procesamiento, etc., como as
tambin de materiales estructurales como por ejemplo ladrillos; mientras que el uso se refiere a las formas especficas
en las que se utiliza una vasija para un propsito en particular.
Orientndonos en el tema y sin querer asignar una pesada carga deductiva a las vasijas cermicas como para inferir redes comerciales, estratificacin social, tamao de la
unidad domstica, dieta prehistrica, etc. en este trabajo se
apunt a comprender como se utiliz la cermica en la vida
diaria de esta comunidad (Skibo, 1992) y ver las propiedades particulares de esta produccin alfarera para as acercarnos a un conocimiento general del pasado prehistrico.
Para ello, y sin desestimar los trabajos anteriores y discusiones al respecto se utiliz el enfoque de Rice que propone que es posible conocer la funcin a la cual estuvo destinado un recipiente sin llegar a identificar el uso real, debido a que una vasija pudo haber sido fabricada como recipiente de cocina pero posteriormente, y por causas aleatorias, fue usada como contenedor de transporte.
Para conocer la funcin potencial de una vasija se
tuvieron en cuenta adems de la forma, las propiedades
fsicas, las caractersticas tecnolgicas y los llamados
estudios de caracterizacin que, como se mencion anteriormente, tienen por objetivo inferir cmo podra haber
sido usado un objeto, en este caso la cermica, en el pasado y de determinar el espacio y las tcnicas involucradas
en su manufactura. Con este fin se utiliz un modelo de
comparacin basado en tipos funcionales ideales o tecnofuncionales (sensu Rice), tomando en cuenta "los supuestos de correlacin arqueolgica" propuestos por Rice,
(op. cit.) en su cuadro 7.2 p.238 tomado de Howard, 1981.
Es all donde la autora define cinco categoras funcionales: almacenamiento, coccin, preparacin de la comida
sin calor, servicio y transporte para las cuales se utilizan
recipientes con caractersticas tecnolgicas, decorativas y
formales bien puntuales. Si bien estas categoras fueron
construidas por la autora para la cermica utilitaria, aqu
se tomarn como validas para las decoradas ya que en este
grupo tambin se analizar la muestra desde un punto de
vista tcnico-morfolgico.
Por otro lado, se correlacionaron determinadas formas a
actividades funcionales especficas sin que esto signifique
que las relaciones de forma y funcin sean arbitrarias e
inamovibles. Para esto se utiliz la aproximacin de
Sinpoli (1991) en la cual ciertos tipos formales se pueden
adscribir a tecnofunciones potenciales.

OBJETIVOS E HIPTESIS
El objetivo principal de este trabajo es aportar datos que
permitan inferir la funcionalidad del yacimiento arqueolgico de Doncellas a partir del anlisis de los conjuntos cermicos buscando parmetros para identificar la funcionalidad potencial de los recipientes tomando en cuenta las
caractersticas tipolgicas, tecnolgicas y formales de la
produccin alfarera.
Para alcanzar el propsito planteado anteriormente, a
continuacin se delinean una serie de objetivos secundarios:
1. Definir e identificar grupos tecno-tipolgicos a partir de
sus caractersticas diagnsticas como ser pasta, decoracin, tamao y forma.
2. Determinar grupos funcionales a partir de las variables
antes mencionadas.
3. Aportar datos para avanzar en la contrastacin de las
hiptesis funcionales del yacimiento postuladas por las
principales investigadoras que trabajaron en el mismo.
Hiptesis
La primera de ellas es la de Ottonello quien postula que
Doncellas
"Fue un poblado agrcola estable de tipo conglomerado compuesto por unidades habitacionales, recintos asociados desiguales y un tipo simple de recinto perimetral
compuesto".
Por otro lado para Alfaro de Lanzone Doncellas
"Fue un centro cltico de atraccin religiosa con habitacin estacional y repetida en forma cclica, siendo de
este modo el polo religioso de una serie de sitios de la
regin".
FUNCIN Y USO
El estudio de la variabilidad de la muestra cermica fue
abordado dando por supuesto que existen correlaciones
entre distintos conjuntos cermicos y la funcin que ellos
cumplen dentro de una comunidad.
En los ltimos aos se ha establecido la diferencia fundamental que existe entre la funcionalidad asignada a un
recipiente cermico arqueolgico y el uso especfico al que
halla sido destinado despus. A partir de entonces son
numerosos los estudios que se han hecho en esta direccin
(Rye, 1976; Braun, 1983; Bronitski, 1986; Rice, 1990
Skibo, 1992; Kaplan, 1994; entre otros) y no es aqu donde
se desarrollar tan floreciente bibliografa aunque si es
importante destacar la orientacin terica que se seguir al
respecto.
Debido a sus capacidades nicas la cermica fue uno de
los bienes ms diversificados de las comunidades pasadas.
Poda ser utilizada para preparar alimentos ya sea cocerlos
o procesarlos, guardar lquidos por tiempos variables, transportar determinados alimentos o lo que fuera necesario,
almacenar granos o algn otro elemento, participar en los
rituales, etc. Todos estos tipos de utilidades implicaban una
enorme variabilidad en las caractersticas materiales del
producto final. Esto significa que a travs de determinados
atributos como ser las propiedades fsicas o la forma que

181

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 182

CUADERNOS 22
ANLISIS TECNO-TIPOLGICO
Descripcin y anlisis tipolgico
En primera instancia se dividi a la muestra en dos grandes conjuntos que representaron por un lado, los fragmentos
con decoracin y por el otro aquellos que carecan de la
misma. No se utiliz aqu la clasificacin tradicional de cermica fina - cermica ordinaria por considerar que esta ltima
denominacin no se corresponde con las caractersticas propias de este conjunto en particular, que de por s presenta una
gran mayora de especmenes sin decoracin con una notable calidad en su manufactura.
Adems no se utiliz tampoco la divisin funcionalista
tan en boga en los estudios ceramolgicos de cermica decorada-cermica utilitaria porque se considera que ambos grupos tipolgicos pudieron cumplir las funciones domsticas y
de uso cotidiano.
En esta primera gran clasificacin se ha podido comprobar que no existe una diferencia significativa en la cantidad
de fragmentos correspondientes a una y otra categora lo cual
resulta llamativo ya que generalmente en los sitios habitacionales suele haber mayor representacin de los grupos
cermicos sin decoracin con respecto a los decorados.
Igualmente, es necesario destacar que esta muestra solo
representa una porcin de la realidad de la poblacin pero
que an as se considera representativa como para poder realizar inferencias acerca de esa realidad poblacional (Sinpoli
1991).

Por ltimo se tuvieron en cuenta las huellas de uso que


puedan haber permanecido en los recipientes luego de un
uso especfico como ser el holln, propio de vasijas que se
expusieron al fuego directo; el piqueteado, el descascarado
y abrasin, en el fondo interno de las bases, producto de la
preparacin de ciertas comidas y las adherencias en la
superficie interna que puedan haber quedado luego de cocinar determinados alimentos.
PROCEDENCIA DE LA MUESTRA
El material cermico que se ha utilizado para esta
investigacin proviene de la excavacin llevada a cabo
por Alfaro de Lanzone y Suetta durante las campaas realizadas en 1973, 1974 y 1975.
Parte de este material se encuentra en el museo del
INAPL y el resto, sobre todo los fragmentos y algunas
piezas enteras, ha sido depositado en el stano de dicha
institucin de donde se realizaron las tareas de rescate,
que incluyeron limpieza, reparacin de rtulos en mal
estado y cambio de contenedores para su mantenimiento
de acuerdo a cada tipo de material. Posteriormente se
llev a cabo una nueva clasificacin y hoy son parte del
inventario del INAPL dependiente de la Secretara de
Cultura de la Presidencia de la Nacin.
Para el anlisis de los fragmentos cermicos y la definicin de grupos tecno-tipolgicos se ha utilizado el examen macroscpico en cortes frescos con lupa binocular
de bajos aumentos (mximo 30X). El anlisis se dividi
en tres niveles: anlisis de los tratamientos decorativos,
anlisis
tecnolgico
y
anlisis
morfolgico.
Posteriormente se realiz un cruce de la distinta informacin obtenida y en base a la combinacin reiterada de
distintos atributos diagnsticos se definieron los diferentes grupos.
Para la seleccin de la muestra de fragmentos clasificables se consideraron, en primer lugar las zonas de procedencia. Desde esta perspectiva, se descartaron todos los
materiales que no fueran representativos de la aldea de
Doncellas como por ejemplo los de Queta, Sayate,
Sorcuyo-Hornito, etc., que si bien son materiales que forman parte de la coleccin Doncellas del INAPL no son de
la aldea propiamente dicha.
A su vez, luego de definido el universo de anlisis,
cabe aclarar que se consider la aldea en su conjunto sin
discriminar los sectores individualmente debido a que en
muchos casos los rtulos no son sumamente precisos y a
los efectos de esta investigacin esto no modificara los
resultados de la misma.
Luego de una clasificacin previa, en la cual se descartaron aquellos fragmentos sumamente meteorizados,
se seleccionaron para el anlisis 944 fragmentos los cuales conformaron el total de la muestra.
Como tcnica de anlisis para el abordaje de los objetivos propuestos, en base a este recorte y a los niveles de
anlisis requeridos se construyeron distintos grupos de
referencia (Zagorodny, et al. 1999) los cuales posibilitaron la aproximacin a la problemtica de estudio.

Cermica no decorada
Para la identificacin de los fragmentos que conformaron este grupo se consider bsicamente el aspecto decorativo en todas sus instancias. Es decir que se incluyeron solo
aquellos especmenes que no presentaban ningn tipo de tratamiento decorativo ya sea en el acabado de superficie como
ser pulido, bruido o engobe ni la presencia de tcnicas
decorativas como el pintado o la extraccin o agregado de
materia (incisin, pastillaje, etc.).
En este grupo las pastas son de textura mediana a gruesa
con antiplsticos finos, medianos y gruesos; compuestos por
mica, cuarzo, material orgnico, plagioclasas y tiesto molido. La atmsfera de coccin predominante es la tipo oxidante, en algunos casos incompleta, con presencia de algunas reductoras. Muchos fragmentos presentan posibles depsitos de lpidos y solo un bajo porcentaje presenta restos de
holln.
Es importante destacar que este tipo de cermica no
decorada en la mayora de los casos es de muy buena terminacin, presentando una muy buena calidad de alisado tanto
en la cara externa como en la interna. Es por ese motivo que
la subdivisin de este primer conjunto se realiz teniendo en
cuenta el tipo de alisado que presentaban los fragmentos y
para ello se consideraron las siguientes variables:
tipo de alisado interno
tipo de alisado externo
tipo de alisado en ambas superficies
A partir de esta segunda subdivisin, se hace notable que
existe un gran porcentaje, aunque sin ser mayoritario, de

182

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 183

IDENTIFICACIN FUNCIONAL DEL YACIMIENTO ARQUEOLGICO ...


cermica con una buena calidad de alisado sobre todo en la
parte interna de la vasija. Si se suman el grupo de los bien
alisado interno-externo al de los bien alisado interno, la
muestra de la cermica sin decoracin est compuesta por un
43% de ejemplares que presentan un buen alisado en su interior.

siguiendo la clasificacin propuesta por Rye (1996) As


se dividi la muestra en cermica con atmsfera oxidante, cermica con atmsfera reductora y cermica
con atmsfera de tipo mixta o incompleta.
Tipo de pasta: a partir de la observacin en fractura fresca se identificaron las siguientes categoras:
-Laminar: es aquella pasta que presenta diferentes
capas en su estructura interna, generalmente resultante
de la utilizacin de abundante mica como antiplstico.
Es muy friable al corte.
-Porosa: con alta presencia de espacios entre las paredes, lo que permite que los lquidos atraviesen o penetren la superficie.
-Disgregable: esta pasta contiene, generalmente, una
gran cantidad de antiplsticos de tamao medianos y
medios lo que la hace sumamente quebradiza al realizar el corte.
-Compacta: pasta con alta densidad que presenta una
porosidad muy baja relacionada con la utilizacin de
antiplsticos muy finos. Generalmente es de gran dureza y de superficies muy impermeables.
Tipo de inclusiones: Luego de la identificacin de los
materiales y donde fue posible mineralgica, se midieron los porcentajes de distintos tipos de antiplsticos
utilizados en cada uno de los grupos. Posteriormente y
partir de las variables mencionadas, se realiz una
cuantificacin para de esta manera proceder al anlisis
comparativo.
A partir del anlisis tecnolgico es posible observar que
la variable grosor es muy significativa en la muestra ya que
en cada uno de los grupos tipolgicos existen diferencias en
los tipos de grosores que presentan cada uno de ellos.
Igualmente la tendencia general es que la cermica fina es
mayoritaria en casi todos los grupos tipolgicos, seguida de
la de grosor medio y con escasa representacin de la cermica gruesa que en muchos de los grupos es inexistente.

Cermica decorada
Integran este segundo grupo todos aquellos fragmentos
que, a diferencia de los primeros, presentan algn tipo de
decoracin ya sea en el acabado de superficie o la aplicacin
de alguna tcnica decorativa como las que se mencionaron
anteriormente.
Con respecto a la subdivisin del conjunto de fragmentos decorados se parte de la base que el yacimiento arqueolgico de Doncellas ha aportado desde su descubrimiento
informacin que sostiene la existencia de diferentes grupos
tipolgicos dentro de los conjuntos cermicos, utilizando
para ello principalmente variables de tipo decorativas. En
este caso para la construccin de los diferentes grupos tipolgicos se consideraron los siguientes atributos diagnsticos:
tcnicas decorativas
tratamiento de superficie
A partir de la consideracin de cada variable se pudieron
distinguir los siguientes grupos tipolgicos, ya presentados
en un trabajo anterior (Prez y Vidal 2004 en prensa).
1- Negro sobre rojo
2- Puna Tricolor
3- Negro reticulado sobre rojo
4- Naranja
5- Negro
6- Rojo
7- Incisa
Descripcin y anlisis tecnolgico
El anlisis tecnolgico, el cual es independiente de otras
categorizaciones cermicas utilizadas en arqueologa, permite identificar las propiedades de la alfarera al facilitar las
comparaciones y resulta importante a la hora de investigar la
produccin de ciertos bienes ya que tiene gran potencial para
el estudio del proceso de produccin como as tambin para
el conocimiento del medio y de los recursos de la comunidad
autora de esos productos.
Este tipo de anlisis se realiz en cada uno de los grupos
tipolgicos definidos anteriormente ya que la idea fue ver
como se comportaba cada uno de ellos y de esa manera
poder determinar posibles capacidades funcionales. Las
variables elegidas para analizar la tecnologa de los ceramistas de Doncellas fueron:
Grosor: se incluyeron todos aquellos fragmentos de
6mm o menos en la categora de finos, entre 7 mm y
9mm los medianos y todos los que tuvieran un grosor
mayor a 9mm en la categora de gruesos. Si bien esta
delimitacin es arbitraria se utiliz porque permite, de
alguna manera, establecer categoras de anlisis para la
agrupacin y el procesamiento de los datos.
Atmsfera de coccin: se observ sobre la cara de fractura del fragmento, a lupa binocular (mx. 30X)

Anlisis morfolgico
Debido a que la cermica es el producto del modelado
con una materia prima plstica, la misma puede adoptar una
amplia variedad de formas. Para el anlisis formal de la cermica de Doncellas se utilizaron los fragmentos de bordes por
considerar que estos pueden aportar informacin acerca del
tamao y la forma de la pieza completa, es por eso que se
cuantificaron los mismos (Figura 3) en cada uno de los grupos tipolgicos definidos anteriormente, se realizaron mediciones y estimaciones del dimetro de boca y posteriormente se clasificaron de acuerdo a las distintas categoras morfolgicas.
Para la determinacin de las distintas variedades formales se utiliz el sistema clasificatorio de Shepard (1956) y en
base al mismo se reconocieron los siguientes tipos:
1. Vasijas no restringidas: son aquellas que tienen un orificio abierto marcado por una tangente de punto extremo que es vertical o inclinada hacia fuera y carecen de
estrangulamiento marcado ya sea por un ngulo o
punto de inflexin.
183

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 184

CUADERNOS 22

Figura N 2: Porcentaje de Grosores por Grupo Tipolgico

grandes a aquellas en el que el dimetro de boca supera los


15 cm, (ver Rivolta y Salazar 2006). Dentro del grupo de
vasijas no restringidas de contornos simples esto fue ms
evidente sobre todo en las fuentes, mientras que en el grupo
de vasijas restringidas simples y dependientes fueron las
ollas las que presentaban grandes tamaos.

2.

Vasijas restringidas simples dependientes: su boca es


cerrada y marcada por la tangente de borde inclinada
hacia adentro y su perfil no posee estrangulamientos
marcados por un ngulo o punto de inflexin.
3. Vasijas restringidas simples independientes: presentan
un punto de angular o punto de inflexin sobre un
punto mayor.
En la muestra cermica de Doncellas fue posible identificar muchas de las formas correspondientes a fragmentos
gracias a la presencia de un buen porcentaje de bordes
(16%), de algunos fragmentos diagnsticos y de vasijas
enteras. En la figura 4 se presentan los porcentajes de cada
una de las distintas variedades formales. De este anlisis
formal, tambin fue posible determinar el tamao de alguna de las formas identificadas, siendo bastante notoria la
alta presencia de vasijas de grandes tamaos, considerando

ANLISIS FUNCIONAL
Para la definicin de las categoras funcionales presentes
en el conjunto cermico se llevaron a cabo distintos tipos de
anlisis y se combinaron los datos de los mismos para de esta
manera conformar grupos con una estructura interna homognea en sus propiedades tecno-tipolgicas y morfolgicas
utilizando como criterio la aparicin recurrente de combinaciones de atributos visibles al ojo desnudo.
Siguiendo a Rice (1987), a las vasijas cermicas es
posible asignarles cinco categoras funcionales diferentes:
almacenaje (lquido o seco), procesamiento (sin calor),
cocina, servicio de comida y transporte y cada una de ellas
requiere de capacidades tecnolgicas y formales diferentes.
Del anlisis morfolgico y en base a la clasificacin
propuesta por Sinpoli (1991), fue posible determinar
algunas funciones potenciales de los recipientes ya que en
este trabajo se considera que la funcin que se le asignar a
un recipiente cermico determinar algunos aspectos de su
forma.
Por otro lado en el anlisis tecnolgico, los datos de
grosor, tipo de pasta, tipo de inclusiones y tratamiento de
superficie permiten identificar otras variables condicionantes para diferentes funcionalidades de los recipientes.
Para la determinacin funcional de los diferentes conjuntos se consider como variable tecnolgica prioritaria el

Figura 3
184

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 185

IDENTIFICACIN FUNCIONAL DEL YACIMIENTO ARQUEOLGICO ...

Figura 4

ces, poco aptas para cocinar. En este caso la mayora son


decoradas, no registran manchas de holln y en excavacin
siempre se las ha encontrado asociadas a contextos funerarios, ya sea como urnas para contener prvulos (como es el
caso de dos especmenes de la muestra) o como ofrenda en
enterratorios de adultos.
Los alimentos adems de ser preparados son servidos y
consumidos, por lo cual esta actividad requiere de ciertas
caractersticas distintas a la primera. Estas deben ser, por lo
general, de paredes delgadas lo cual las hace ms livianas y
por ende de fcil manipulacin; a su vez, las pastas ms
propicias son las compactas debido a que las hacen poco
permeables y fciles de lavar. Por ltimo, sus formas deben
ser abiertas o poco restringidas para permitir el acceso a los
alimentos que contienen y como son exhibidas socialmente
es comn que estn decoradas, tanto en las superficies internas como en las externas.
Los recipientes que renen la mayor parte de estas
caractersticas son las escudillas y los platos que adems
presentan en un porcentaje importante adherencias en las
superficies internas relacionadas con sustancias grasas. Por
otro lado, los vasos tambin renen estas caractersticas
pero aqu se asocian con el servicio de lquidos ya sea por
su forma y por la alta impermeabilidad de sus paredes como
tambin es el caso de las jarras o cntaros que permiten
contenerlo y servirlo. El alto porcentaje de este tipo de formas condice con la idea de un reemplazo frecuente de estos
recipientes debido a las constantes roturas por su exposicin.
Tambin estn las fuentes, que son importantes en torno
a la idea del servicio de comida pero en este caso dado sus
grandes dimensiones se relacionan ms que con el consumo
individual de alimentos con el consumo compartido (De
Boer y Lathrap, 1979). A pesar de ello es importante mencionar que en este caso algunas son piezas de paredes muy
gruesas y muy pesadas lo cual afectara su transporte de un
sector a otro y si bien eso no impedira que su funcin sea
la de servicio de comida, no se descarta la posibilidad que
hayan servido para el procesamiento de alimentos secos,
para lo cual resultan muy aptas y fuertes.
Las vasijas utilizadas para las distintas manifestaciones

grosor (thickness) por ser esta una de las variables ms sensitivas en la variabilidad tecnofuncional (Rice, 1996).
En la muestra analizada se evidenciaron ciertos atributos tecnolgicos asociados a algunas de las variedades formales representadas que permitieron inferir posibles funciones de cada una de ellas teniendo en cuenta que muchas
actividades requieren de condiciones especficas para ser
llevadas a cabo.
En actividades de coccin existen ciertas condiciones
de la cermica que resultan favorables, sobre todo para la
exposicin al calor. Una de ellas es la porosidad que reduce el estrs trmico, por lo que el aumento de sta resulta
una estrategia favorable para contrarrestar los cambios
bruscos de temperatura como as tambin las paredes delgadas. Por otro lado, generalmente se asume que las vasijas
para cocinar y procesar alimentos tienen dimetros de boca
grandes que permiten manipular su contenido y superficies,
sobre todo las internas, con buena terminacin lo cual resulta beneficioso para la conductividad trmica, el contenido
de productos lquidos y su lavado posterior.
En el caso de la muestra analizada las formas con este
tipo de caractersticas son bsicamente las ollas, que adems son las que presentan el mayor porcentaje de marcas de
holln, a su vez, la abundante presencia de las mismas permite inferir que la preparacin de alimentos ha ocupado un
importante lugar en el yacimiento de Doncellas y a partir
sus grandes dimensiones se podra establecer que el alimento era preparado en abundantes cantidades.
Es importante aclarar que en este tipo de recipientes no se
pueden descartar las funciones de almacenaje a pequea
escala ya que sus tamaos, sobre todo los ms grandes, son
aptos para cumplir esta funcin. Igualmente, el grosor de sus
paredes que siempre tiende a ser mediano o fino no sugiere
piezas demasiado fuertes y estables aunque la abundante presencia de cuarzo le otorgara este requisito. Por otro lado, el
alto porcentaje de bocas restringidas aunque suficientemente
ancha como para manipular su contenido concuerda con la
posible funcin de almacenar productos secos.
Otro es el caso de las ollas restringidas independientes
que presentan ngulos que interrumpen la conductividad
del calor y concentran la fuerza en esas zonas, siendo enton-

185

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 186

CUADERNOS 22
tas formas de los recipientes cermicos con la representatividad de los diferentes grupos tipolgicos a los cuales se les
ha asignado una posible funcin potencial, insistiendo en
que a pesar de presentar estas caractersticas solo son funciones ideales por lo cual nada indica que no se hayan utilizado para cumplir otras funciones.

rituales no requieren caractersticas demasiado especficas


aunque existe una relacin muy estrecha entre el tipo de
decoracin y estas actividades. Muchas veces las ofrendas
funerarias estn relacionadas con bienes de prestigio de origen local o alctono y en Doncellas se han registrado gran
cantidad de sectores de enterratorios con ajuar asociado
compuesto tanto por cermica decorada como sin decoracin. Los pucos de cermica fina y decorada podran relacionarse con este tipo de actividades y en el caso de las
urnitas de prvulos, las mismas no presentan decoracin.
Es notorio como en esta muestra no se han hallado
aquellas formas tpicas relacionadas con la funcin de
almacenaje en gran escala, que de por s requiere de aptitudes especficas para este tipo de actividades como ser el
tamao grande con paredes gruesas, una buena estabilidad
y alta densidad y dureza de ambas superficies. En contraposicin a ello es evidente que la actividad agrcola de
Doncellas fue muy importante ya que el yacimiento est
rodeado por numerosas hectreas con terrazas de cultivo y
adems los instrumentos lticos ms representados son las
palas y manos de mortero. Esto lleva a pensar que el almacenaje se realizaba en algn tipo de estructura presente en
el sitio y no en contenedores cermicos.
En la siguiente tabla (Figura 5), se presentan las distin-

DISCUSIN
A pesar de no provenir de un contexto primario de excavacin, de haber sido trasladados ms de una vez desde su
lugar de origen, de haber sufrido avatares de todo tipo como
prdida, rotura y descontextualizacin; la cermica de
Doncellas se ha transformado en informacin ms que relevante para poder interpretar el modo de vida pasado. En
este caso en particular la meta final fue conocer la funcionalidad potencial de los recipientes cermicos partiendo de
la premisa bsica que como tales, cada tipo de actividad
requera de un tipo particular de recipiente y de esta forma
poder relacionar esta variable con la posible funcionalidad
del yacimiento arqueolgico de Doncellas.
Por todo esto es que validamos aqu el trabajo con materiales de colecciones considerando que con el uso de una
metodologa apropiada y delimitando el alcance de los
objetivos son una fuente de informacin realmente valiosa

Figura 5

186

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 187

IDENTIFICACIN FUNCIONAL DEL YACIMIENTO ARQUEOLGICO ...


funcionalidad. En la cermica de cocina (ollas), ambas categoras se encuentran representadas bastante uniformemente; en la que era destinada al servicio de alimentos existe un
mayor porcentaje de cermica decorada con la excepcin de
los cntaros y las jarras lo cual tambin sugiere que podran estar relacionados con el almacenaje de lquidos. Con
respecto al grupo vinculado con las funciones rituales, tambin hay un alto porcentaje de la cermica decorada sobre
la no decorada (Figura N 6).
Esto ltimo podra vincularse con la mayor exposicin
social de estos recipientes en una sociedad en la cual, como
se sugiere ms adelante, los mecanismos de cohesin social
y de integracin poltica seran primordiales para el mantenimiento y legitimacin del orden establecido.
Desde otra perspectiva, el anlisis macroscpico realizado a los fragmentos y a las formas completas evidencia la
presencia de sustancias grasas adheridas tanto para el primer grupo como para el segundo apoyando la idea de preparacin y servicio de comida.
El anlisis formal tambin proporcion informacin
relacionada con el tamao de los recipientes y llama la atencin una alta frecuencia de ollas y fuentes de tamaos grandes lo cual hace posible discutir algunas cuestiones referidas a su funcionalidad.
Segn Blitz (1993) los recipientes utilizados para la preparacin y el consumo de alimentos en grandes cantidades
genera una pequea variabilidad en los tamaos de las distintas formas cermicas y existe una tendencia a que predominen los tamaos grandes. Este tipo de variables permiten
postular que estos recipientes (ollas y fuentes), eran sobre
todo recipientes utilizados para la preparacin y servicio de
comidas a una escala grupal.

y a veces nica del pasado. De tal manera "...Entender que


las colecciones arqueolgicas depositadas en museos....
proporcionan una fuente de informacin til a la investigacin es el paso previo necesario para una tica del registro
arqueolgico en la cual es el investigador quien conjuga
los materiales transformndolos en datos vlidos" (Prez
de Micou, 1998:231).
Desde esta perspectiva es que se realiz este anlisis de
los distintos conjuntos cermicos provenientes de la Cuenca
del Ro Doncellas y se contribuy tambin a la puesta en valor
del abundante material de la Coleccin Doncellas del INAPL.
La funcionalidad de los recipientes
El anlisis de los datos permiti asignar determinadas
funciones potenciales a muchos de los recipientes de la
muestra utilizando para ello tanto la combinacin de atributos tecnolgicos, tipolgicos y formales propuestos por
Rice (1987) para distintas categoras funcionales como as
tambin la clasificacin formal de Sinpoli (1991).
Para realizar inferencias sobre la funcin que pudieron
cumplir las vasijas de Doncellas se han tomado en cuenta
tanto los aspectos tecnolgicos como los formales considerando este ltimo como una variable fundamental ya que
esta posibilita relacionar ciertas actividades con determinadas actividades y no con otras.
Segn Arnold (1985) la forma de la vasija es el elemento que funciona como la unidad conductual primaria de produccin cermica, adems podemos agregar que la misma
est condicionada por la futura funcionalidad del recipiente. Siguiendo esta lnea y a partir de los diferentes anlisis
fue posible establecer que las formas predominantes de la
muestra son las fuentes grandes, las ollas grandes, las escudillas de tamaos medianos y los pequeos vasitos puneos. La presencia de todas estas variedades formales puede
indicar que este tipo de vajilla estaba destinada al consumo
y preparacin de alimentos.
Por otro lado las caractersticas tecnolgicas de los recipientes denotan la presencia potencial de tres grupos funcionales distintos: el primero de ellos es el ms representado numricamente y es el de recipientes aptos para cumplir
funciones de almacenaje en pequea escala y/o cocina,
sobre todo de coccin de alimentos (muchos presentan
manchas de holln en la superficie externa) y esta representado bsicamente por las ollas con un alto porcentaje de
tamaos mediano-grandes. El segundo grupo es el que conforman los recipientes de servicio de alimentos representado por escudillas, quizs de consumo individual y fuentes
para servir que siempre son de grandes tamaos. Por ltimo, el tercer grupo es al que se relaciona con funciones
rituales, siendo mayoritarias las urnas funerarias o de ofrendas. Este ltimo grupo es el menos representado pero es
posible que esto sea la consecuencia de la eleccin planificada de excavacin de contextos funerarios en las primeras
excavaciones del sitio a gran escala (ver Casanova, 1943).
Dentro de estas variedades formales es posible observar
que se encuentran presentes tanto las categoras de cermica decorada como aquellas no decoradas pero con una
representacin numrica diferente de acuerdo a su distinta

CONCLUSIONES
A partir del anlisis del registro cermico, teniendo en
cuenta tanto la variabilidad tecnolgica, la morfolgica y la
tipolgica fue posible llegar a establecer los siguientes postulados:
1. En Doncellas existe variedad con respecto a los grupos
tipolgicos representados.
2. En Doncellas se identific la presencia de grupos tecnolgicos diferenciales.
3. En Doncellas existen recipientes cermicos con distintas
variedades morfolgicas.
A su vez estos postulados permitieron:
A. Establecer diferencias de funcionalidad en los distintos tipos de recipientes y
B. Aportar datos relevantes para contrastar las distintas
hiptesis funcionales del yacimiento postuladas por Alfaro
de Lanzone y por Ottonello de Garca Reynoso.
Los distintos tipos de materiales, construcciones y
fechados del yacimiento de Doncellas permiten ubicar a
este poblado en el Perodo Tardo o de Desarrollos
Regionales. Segn distintos autores (Nielsen 1996; Palma
2000, entre otros) este perodo se caracteriz por cambios
en el patrn de asentamiento con una consecuente redistribucin espacial, por la presencia de estados conflictivos y
187

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 188

CUADERNOS 22

Figura 6

cual no significa, como mencionamos anteriormente, que


esa actividad no se realizara de alguna otra manera.
En este sentido los resultados de esta investigacin
aportan datos que permiten apoyar la hiptesis que sugiri
Alfaro de Lanzone (1988) en la que postula al yacimiento
de Doncellas como un centro cltico que oficiara de polo
religioso de una serie de sitios prehispnicos aledaos. A
partir del anlisis de los recipientes cermicos es posible
inferir que los mismos podran estar vinculados con el consumo colectivo de comidas posiblemente asociado a celebraciones rituales. A su vez, la gran cantidad de enterratorios, la presencia de construcciones con posible funcionalidad religiosa, los menhires y las celebraciones rituales postuladas a partir de esta investigacin apoyan, aunque de
forma preliminar, la idea de esta investigadora.

una intensificacin agrcola que propuls el desarrollo de la


arquitectura hidrulica. Tambin, dentro de este marco se
gener el espacio para el aumento del trfico comercial.
Todos estos cambios econmicos y polticos sumados a
la concentracin demogrfica implicaron el desarrollo de
formaciones polticas de una escala sin precedentes para
este territorio que utilizaron mecanismos de integracin
poltica como as tambin intensificacin de las interacciones sociales En este sentido las celebraciones pblicas
debieron haber jugado un importante papel a la hora de
reforzar los lazos de pertenencia y adhesin al orden poltico establecido utilizando mecanismos simblicos fuertes
capaces de movilizar a la poblacin (Nielsen, 2005).
En toda el rea del noroeste, el culto a los muertos fue
caracterstico de este perodo y est documentado en numerosos sitios del Perodo Tardo. Doncellas no es la excepcin, es
ms, llama la atencin la gran cantidad de sepulcros que se
encontraron en el poblado ubicados contra las paredes de los
farallones que flanquean por ambos costados al ncleo habitacional, los sepulcros sobre elevados, las chulpas, las cuevas
tapiadas, las casas tumba y los enterratorios en los recintos.
Siguiendo a Nielsen (op. cit.) es posible que este culto
ocupara un papel central en la reproduccin del orden poltico y es muy probable que estas celebraciones estuvieran
acompaadas del consumo colectivo de comidas con
amplia participacin de la comunidad como se ha registrado en muchos casos etnogrficos.
Con respecto a la hiptesis de Ottonello la cermica no
est aportando datos que posibiliten contrastar su hiptesis
positivamente ya que no se han podido vincular recipientes
asociados al almacenamiento de granos a gran escala lo

CONSIDERACIONES FINALES Y EXPECTATIVAS


Lejos de cerrar las lneas de investigacin este trabajo
abre muchos nuevos interrogantes y genera la bsqueda de
nuevas respuestas. En primer lugar se hace necesario un
nuevo anlisis formal que abarque todas las lneas posibles
de evidencia incluyendo as la mayor parte de los fragmentos posibles. Adems es importante comparar estos datos
con los de distintas colecciones que contienen abundantes
piezas completas del yacimiento de Doncellas. De hecho en
una primera observacin de las piezas del Museo
Arqueolgico de Tilcara se han presentado notables diferencias en las caractersticas de la cermica con respecto a
la muestra aqu trabajada. Estas discrepancias que ya se han
presentado en otras investigaciones y con otro tipo de materiales (ver Prez de Micou, 1997) pueden obedecer a dife-

188

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 189

IDENTIFICACIN FUNCIONAL DEL YACIMIENTO ARQUEOLGICO ...


rencias cronolgicas o de utilizacin diferencial de los
espacios. La coincidencia con respecto a estos datos propicia el desarrollo de nuevos estudios en esta direccin.
En segundo lugar es importante conocer la dieta alimentaria preponderante en los habitantes de Doncellas para
as relacionar los datos obtenidos con otro tipo de estudios
como ser de istopos en huesos humanos o anlisis de residuos hallados en el interior de los recipientes. Esto contribuira a determinar si evidentemente hubo consumo de alimentos especficos o "valiosos" como ser carne o maz e
intentar relacionar esto con las actividades religioso-festivas de la comunidad (sensu Nielsen op. cit.).
Tambin las comparaciones de los datos con distintos
tipos de anlisis mortuorios, algunos en proceso en los
materiales de Doncellas, son importantes para indagar en
las caractersticas de estas prcticas.
Como se ha expresado anteriormente no se ha intentado
ser concluyente con este trabajo y muchas lneas de investigacin quedan abiertas a partir de aqu. Este es entonces
quizs, el mayor logro del mismo.

Reflexiones tericas actuales sobre complejidad


social, C. Langebaek y C. Gnecco (Eds.),
Universidad de los Andes, Bogot.
Nuez Regueiro, V.
1974. Conceptos Instrumentales y Marco Terico en
Relacin al Anlisis del Desarrollo Cultural del
Noroeste Argentino. Revista del Instituto de
Antropologa. T. V: 169-190.
Orton, C., P. Tyers y A. Vince
1997. La cermica en arqueologa. Crtica Barcelona.
Ottonello de Garcia Reinoso, M.
1973. Instalacin econmica y cambio cultural en el sitio
tardo de Agua Caliente de Rachaite. Publicaciones
Direccin de Antropologa e Historia, Jujuy
Ottonello de Garcia Reinoso, M.; Krapovickas, P.
1973. Ecologa y arqueologa de cuencas en el sector oriental de la Puna. Publicaciones Direccin de
Antropologa e Historia, Jujuy.
Palma, J.
2000. Urbanismo y complejidad social en la regin
Humahuaca. Estudios Sociales del NOA. Ao 4, n
2. Tilcara: Instituto Interdisciplinario Tilcara/F.F.
yL./UBA.
Prez de Micou, C.
1997. Los artefactos sobre materias primas vegetales de la
Coleccin Doncellas, Museo Etnogrfico (Buenos
Aires) y Museo del Pucar (Tilcara). Tesis para optar
al grado de Doctor de la Universidad de Buenos
Aires. Marzo 1997. Ms.
1998. Las colecciones arqueolgicas y la investigacin.
Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia. San
Pablo, Brasil.
Prez, M. C.
2008. Nueva aproximacin al estudio del material cermico del yacimiento arqueolgico del ro Doncellas
(Depto. de Cochinota, Prov. de Jujuy). Tesis de
licenciatura, Universidad de Buenos Aires.
Prez, M. y Vidal, A.
2004. Anlisis preliminar del material cermico de un sitio
del yacimiento del Ro Doncellas: Cueva Tajuera.
Actas del XV Congreso Nacional de Arqueologa
Argentina. En prensa.
Prez, M. y Kergaravat, M.
2005. Anlisis cuantitativo de conjuntos cermicos de la
Coleccin Doncellas. Actas del I Congreso
Argentino de Arqueometra. Rosario. Argentina
Rice, P.
1987. Pottery Analysis. University of Chicago Press.
Chicago.
1996. Recent Ceramic Analysis. Function, Style and
Origins. Journal of Archaeological Research
4(2):133-161. Plenum. Nueva York.
Rivolta, G. y Salazar J.
2006. La cermica como indicador de la utilizacin del
espacio. Un estudio en el sitio "Los Cardones" (Pcia.
de Tucumn). Comechingonia. Revista de
Arqueologa 9: 91-102, Cordoba.

BIBLIOGRAFA
Alfaro de Lanzone, L.
1983. Investigacin Arqueolgica en la Cuenca del Ro
Doncellas (Prov. De Jujuy). Integracin de la Puna
Jujea a los Centros Clticos Andinos. Relaciones de
la sociedad Argentina de Antropologa. T XV, Bs. As.
1988. Investigacin en la Cuenca del Rio Doncellas. Dpto.
de Cochinoca pcia. de Jujuy. Reconstruccin de una
cultura olvidada en la puna jujea. Imprenta del
Estado de la pcia. de Jujuy.
Arnold, D.
1985. Ceramic Theory and Cultural Process. Cambridge
University Press, Cambridge
Blitz, J.
1993. Big Pots for Big Shots: feasting and storage.
Missisipian Community. American Antiquity.
58(1):80-96.
Braun, D.
1982. Pots as Tools. Archaeological Hammers and
Theories:107-134, A. Keene y J. Moore (eds.).
Academic Press. Nueva York.
Casanova, E
1943. Comunicacin acerca del Yacimiento de Doncellas.
Boletn de la Sociedad Argentina de Antropologa,
Resmenes de actividades N 5-6, Buenos Aires.
De Boer y Lathrap,
1979. The Making and Breaking of Shipibo-Conibo
Ceramics. Kramer, C. (Ed.). Ethnoarchaeology:
Implications of Ethnography for Archaeology. New
York: Columbia University Press, p. 102-138.
Nielsen, A.
1996. Demografa y cambio social en Quebrada de
Humahuaca (Jujuy, Argentina) 700- 1535 D.C.
Relaciones de la SAA 21: 307-385. Buenos Aires.
2005. Pobres jefes: Aspectos corporativos en las formaciones sociales preincaicas de los Andes circumpuneos. En Contra el pensamiento tipolgico:
189

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 190

CUADERNOS 22
Skibo, J.
1992. Pottery Function: A Use-alteration Perspective.
Plenum Press. Nueva York.
Zagorodny, N. y Balesta Brbara
1999. La construccin de grupos de referencia como herramienta en la investigacin ceramolgica. Actas del
XII Congreso Nacional de Arqueologa
Argentina.Tomo II, p. 55-61.

Rye, O
1981. Pottery Technology. Taraxacum. Washington.
Shepard, A.
1956. Ceramics for the Archaeologists. Carneghie.
Washington.
Sinopoli, C.
1988. The organization of craft production at Vijayanagara,
South Indian. American Anthropologist N 90: 581597.
1991. Approaches to Archaeological Ceramics. Plenum
Press. Nueva York.

190

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 191

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

EL MUNDO DE LA MILONGA Y LAS ESTRATEGIAS ACTUALES


DE LEGITIMACIN DEL TANGO
Alejandra Ramos*
RESUMEN
Describimos el desarrollo histrico de la danza del tango desde sus primeras manifestaciones a fines del siglo XIX hasta
la actualidad, atendiendo tanto a las propuestas coreogrficas como al contexto social. Luego analizamos la variedad de
performances actuales a la luz de este recorrido histrico focalizando en las estrategias de legitimacin.
PALABRAS CLAVES: tango - danza - legitimacin
ABSTRACT
We described the historical development of the tango dance from their beginning at the end of the 19th century up to now,
considering the choreographic proposals as well as the social context. After this, we analyzed the variety of the current performance thought this historic ride, focusing on the strategies of legitimation.
KEY WORDS: tango - dance - legitimation

INTRODUCCIN
En los ltimos aos han sucedido una serie de cambios
vinculados a la magnitud del inters por el tango y los grupos sociales que manifiestan dicho inters. Exaltado como
parte de la identidad nacional, el tango es promovido desde
organismos estatales como objeto turstico a la vez que
como herencia cultural. Asimismo, abundan los espectculos de tango en todas las dimensiones, desde muestras callejeras hasta las presentaciones en grandes teatros y giras
internacionales. Proliferan los profesores de tango tanto en
las academias como en los salones destinados al baile, llamados milongas, que incorporan -cada vez ms- asistentes
de todas las edades. Todos estos cambios condujeron al surgimiento de nuevos estilos, a la creacin de milongas y a la
modificacin de las ya existentes. Estas transformaciones
han involucrado tanto a los asistentes y su forma de interactuar entre s, como a los tangos que se eligen para musicalizar las milongas y la incorporacin de nuevos gneros
musicales. El presente trabajo tiene por objetivo analizar el
estilo de tango surgido en este nuevo contexto, el tango
Queer, y examinar algunas caractersticas de las actuales
milongas de la Ciudad de Buenos Aires1. Para ello consideraremos cmo se presentan a s mismas, quines son sus
asistentes, cmo es el tango que tiene lugar en ellas y qu
estrategias se adoptan para legitimarlo sobre otras opciones.
Para realizar este anlisis se har necesario previamente
examinar las consideraciones existentes al respecto de las
prcticas pasadas, y tras describirlas, proponer una periodizacin de ellas, porque es en relacin a los estilos previos
del tango que se caracterizan a las manifestaciones actuales.
Al preguntarnos acerca de la historia de la danza del

tango notamos que las cronologas y periodizaciones que se


han realizado hasta el momento se apoyan principalmente
en la msica y, en el mejor de los casos, incluyen la potica del tango2. Por su parte las transformaciones del baile
han sido analizadas en momentos especficos3 o se las ha
incorporado a etapas ya establecidas, basadas en el estudio
de otras manifestaciones del tango. Son corrientes, tanto
entre los adeptos al tango como entre los investigadores las
referencias al "tango tradicional", consideramos que el uso
de este trmino es un tanto incierto ya que parecen englobarse en el prcticas ciertamente diversas (desde los estilos
de principio de siglo XX como el Milonguero y el Liso,
pasando por el Saln hasta las distintas vertientes de tango
para escenario). Por estas razones sentimos la necesidad de
realizar una periodizacin de los estilos de baile -que convivieron y se combinaron- dando cuenta de la heterogeneidad que ha caracterizado a la danza del tango a lo largo de
ms de un siglo, diversidad que se expresa tanto en las prcticas de la danza como en los discursos que les sirven de
fundamento. Explorar a qu hace referencia el trmino
"tango tradicional" nos permitir abordar nuevas lneas de
anlisis para las manifestaciones actuales, ya que como
mencionamos estas suelen describirse por contraste con el
pasado.
Nuestro apartado inicial est entonces destinado a un
recorrido por la historia del tango en el que trataremos su
baile, realizando algunas referencias obligadas a la msica
y dejando de lado sus desarrollos en la poesa. Analizar la
historia del tango en tanto baile implica atender por una
parte a las diferentes propuestas coreogrficas que han surgido y por otra al contexto social en que esas manifestaciones han tenido lugar. En cuanto a las propuestas coreogrficas comentaremos el surgimiento y desarrollo de los estilos,

* U.B.A. [email protected]
1
Este recorte espacial es arbitrario, el fenmeno de las milongas ha
superado los lmites de la Ciudad de Buenos Aires. Se puede consultar en esta lnea una completa compilacin de testimonios de bailarines de Olavarra realizada por Azzi (1991).

Una de las periodizaciones ms completa en este sentido es la de


Ferre, H. y O. Del Priore (1999).
3
Por ejemplo a principios de siglo en Francia (Humbert 2000) o en
Italia (Cmara de Landa 2000).
2

191

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 192

CUADERNOS 22
destacando sus rasgos principales y las caractersticas
comunes a otros estilos. Describiremos aquellos elementos
que fueron novedad, distinguiendo los que han permanecido a lo largo del tiempo y se han establecido como constitutivos del tango. En lo referente al contexto social en el
que se insertan las diferentes manifestaciones del tango vincularemos el surgimiento, apoyo o rechazo a determinado
estilo a las relaciones que han establecido entre s distintos
sectores sociales y a las pautas morales instauradas en cada
poca. Cerramos esta seccin con un balance de las rupturas y continuidades que han tenido lugar en el desarrollo del
baile de tango, que expresa la heterogeneidad de prcticas a
las que hacemos referencia desde nuestros das como
"tango tradicional".
En el segundo apartado nos ocuparemos de las manifestaciones contemporneas del tango, tomaremos por una
parte el estilo Queer y por otra la dinmica actual de las clases y milongas. El tango Queer ha atrado recientemente la
atencin de los investigadores, principalmente por las posibilidades que brinda para ser abordado desde las problemticas vinculadas al gnero. La caracterizacin de este estilo
se ha realizado por oposicin al "tango tradicional", es por
ello que el recorrido histrico que llevamos a cabo previamente nos permitir desentraar el uso del trmino "tradicional" en la construccin del discurso de legitimacin del
tango Queer y reconsiderar las novedades coreogrficas
que trae aparejadas este estilo a partir de una comparacin
con aquellos que lo preceden y conviven con l. Sumando
nuestras consideraciones sobre el tango Queer a la historizacin realizada en el primer apartado contaremos con una
descripcin de los principales estilos del tango, imprescindible para analizar las distintas formas de legitimacin de
los estilos que coexisten actualmente en los espacios destinados al baile. Para ello, consideraremos tanto las milongas
como las clases que en ellas se dictan y revisaremos la clasificacin de las primeras en Tradicionales, Jvenes y
Queer.

gener profundos cambios en el orden social. Si bien a partir del crecimiento econmico estos aos fueron considerados como una "edad de oro", la incorporacin de las distintas regiones, sectores y clases sociales fue desigual. El proceso de modernizacin y urbanizacin fue acompaado de
numerosos conflictos a partir de la constitucin de nuevos
actores sociales y de la creacin y competencia entre los
smbolos de identidad (Lobato 2000, Rocchi 2000).
Si bien existe cierto acuerdo sobre el significado que
adquiri la palabra "tango" en las colonias hispanas, su etimologa no se conoce en forma precisa. Al parecer en un
primer momento designaba el lugar donde los esclavos africanos se reunan para bailar y posteriormente fue utilizada
para nombrar a las danzas africanas en general. La msica
del tango se gest en la convivencia y en el interjuego entre
estas danzas africanas -el candombe principalmente-, la
habanera cubana, el tango andaluz y la milonga rioplatense
(Collier 1997). El espacio del tango fue el suburbio, zona
marginal del centro urbano y cuyo lugar emblemtico fue
el conventillo. Este era un ambiente de pluralidad cultural y
tnica generado por la concentracin en la Ciudad de
Buenos Aires de migrantes tanto europeos como provenientes del interior del pas. El tango en su constitucin hbrida
expres conflictos de clase, nacionalidades, cultura y gnero surgidos de este espacio (Ferrer 1960, Savigliano 19931994, Pellarolo 1997). Sus primeras manifestaciones estuvieron entramadas con el carnaval y el sainete, ya que estas
expresiones se complementaron para representar desde un
registro popular los momentos de transicin social (Ferrer
1960, Savigliano 1993-1994, Pellarolo 1997, Martn s./d.).
El tango fue conocido en sus inicios como baile de cortes y quebradas, ya que sus principales innovaciones respecto de las danzas que le precedieron consistieron en la
interrupcin del desplazamiento de la pareja por la pista y
el desarrollo de figuras en un espacio coreogrfico interno
a la pareja (Zanada 1995). A lo largo de las dos ltimas
dcadas del siglo XIX el tango tuvo su espacio en prostbulos, en algunos casos enmascarados como cafs o academias, pero tambin en festividades populares realizadas al
aire libre. Ya en la primera dcada del siglo XX el tango
extenda su presencia a los conventillos, al tiempo que se
abran salones de baile y academias que no estaban necesariamente asociados a los prostbulos. En cuanto a la msica, no existan temas preestablecidos sino que se improvisaban en el momento y los instrumentos que se utilizaban
eran flauta, violn, arpa y en algunos casos clarinete y acorden; posteriormente la guitarra desplaz al arpa4. Entre los
tangos y compositores ms conocidos de la primera dcada
del siglo XX se encuentran: ngel Villoldo autor de El
Choclo en 1903 y Enrique Saborido que compuso La
Morocha en 1905 (Collier 1997). Se cree que stos fueron
los dos primeros tangos conocidos en Pars gracias al viaje
que realizaron en 1907 Villoldo y Gobbi en busca de mejores condiciones de grabacin.
En este perodo, que va desde fines del siglo XIX a

ESTILOS QUE HICIERON HISTORIA


Desde sus inicios, y a lo largo de toda su historia, el
baile del tango expres una convivencia y combinacin de
estilos. Los primeros conocidos fueron el Canyengue y el
Orillero que se ubicaron temporalmente en las ltimas dos
dcadas del siglo XIX. Durante la primera mitad del siglo
XX se desarrollaron el tango Liso, el Saln y el
Milonguero. En tanto que el tango Fantasa, el For Export y
el Nuevo aparecieron en la segunda mitad del siglo XX y
desde mediados de la dcada de 1990 y con mayor fuerza
desde el 2000 en adelante surgi el tango Queer.
LOS PRIMEROS PASOS
Nuestro recorrido se inicia con el perodo que trascurri
desde 1880 hasta 1916. En el marco de un rgimen poltico conservador tuvo lugar una etapa caracterizada en el
plano econmico por el modelo agroexportador, la conformacin de un mercado nacional y un incremento en el consumo. Este perodo ha quedado marcado por la masiva
inmigracin, sobretodo proveniente de Italia y Espaa que

4
Aunque no contamos con demasiados registros de la poca ha llegado a nuestros das el nombre de un violinista de aquellos tiempos, el
Negro Casimiro (Collier 1997).

192

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 193

EL MUNDO DE LA MILONGA Y LAS ESTRATEGIAS ACTUALES...


principios del siglo XX, pueden identificarse dos estilos5,
el Canyengue y el Orillero. La coexistencia de estos estilos abarca casi treinta aos y aunque el Canyengue es el
primero reconocido precediendo en unos pocos aos al
Orillero, este ltimo extender su influencia una dcada
ms hasta convivir en 1930 con el estilo Liso6. El estilo
Canyengue se caracteriz por la improvisacin y los
movimientos cortados, marcados y rpidos. Los cuerpos
se disponan en 45 quedando los torsos juntos y las piernas separadas, acentundose la flexin de rodillas. En
cuanto a las caractersticas del abrazo, el varn tomaba a
la mujer por la cintura con su mano derecha y esta apoyaba su mano izquierda en el hombro de l. Aunque no hay
acuerdo sobre la disposicin que adquiere la unin de la
mano izquierda del hombre con la derecha de la mujer, se
cree que haba tres posiciones posibles: las manos entrelazadas sobre la cadera del varn; los dedos de la mujer
sobre la palma del varn y el brazo bien extendido hacia
arriba; la mujer tomando la mueca del varn, quin coloca el pulgar en el bolsillo del pantaln (Benzecry Sab
2004). El segundo estilo que se ha definido para esta
poca es el Orillero, se distingui por pasos cortos y rpidos con pequeos saltitos y el torso quedaba dispuesto de
manera similar al estilo Canyengue. En este estilo se destac la incorporacin del cruce de la mujer7 y surgieron
giros en los que la mujer mova el torso y la cadera en
forma unificada, para permitir mayor libertad en este
movimiento se gener ms espacio modificando la posicin del brazo derecho del hombre y del izquierdo de la
mujer.

cia portea8 (Humbert 2000). En la dcada iniciada en 1910


se consolid tambin la presencia del bandonen, de la
mano de Juan Maglio, Eduardo Arolas y Vicente Grecco,
este ltimo dio un importante paso hacia la constitucin de
la llamada "orquesta tpica" al incorporar el contrabajo. En
1922 Julio De Caro y Osvaldo Fresedo, cada uno con su
sexteto, impusieron la forma conocida como orquesta tpica: dos bandoneones, dos violines, un piano y un contrabajo. En esos aos comenzaron a cobrar mayor importancia
las letras y en consecuencia los cantores, ya que hasta
entonces la mayor parte de los tangos eran instrumentales o
incorporaban unos pocos versos de carcter generalmente
cmico9 (Ferrer 1960, Collier 1997).
A principios del siglo XX surgi un nuevo estilo, el
Liso, que respondi tanto a los cambios en la msica como
a la diversificacin de los sectores sociales interesados en el
tango y que se consolid en las dcadas de 1920 y 1930. En
el tango Liso no encontramos cortes ni quebradas, los pasos
cortos quedaron atrs y sus movimientos caractersticos
pasaron a ser caminadas y ochos. Los cuerpos de los bailarines se dispusieron verticalmente, por lo tanto cada uno
conservaba su propio eje. Durante la dcada de 1930 el
tango bailado segn el estilo Orillero fue rechazado en los
salones de baile, en los que prim el tango Liso (Benzecry
Sab 2004). Con la aceptacin del tango por las ms diversas clases sociales se incrementaron y diversificaron los
espacios para su manifestacin, abundaron los cafs, cines,
teatros, confiteras, salas de baile y clubes donde el tango
fue tanto una diversin como un espectculo (Ferrer 1960).
Por ello, aunque no existen estudios precisos sobre el origen y constitucin de las milongas, se considera que surgieron y se expandieron en los aos que transcurren entre
1920 y 193010.
La dcada de 1930 estuvo ligada a la profesionalizacin
de las orquestas, entre las que se destacaron la de Osvaldo
Pugliese, Juan D'Arienzo y Pedro Laurenz, en 1940 se
sum la orquesta de Anbal Troilo y dos aos despus la de
Alfredo Gobbi. La radio se constituy en un elemento de

DE LA ORILLA AL SALN
A partir de 1910 comenz un proceso que se denomin
"adecentamiento del tango". El tango fue desligndose
poco a poco del ambiente prostibulario, gracias al lugar
cada vez mayor que ocupaba en las fiestas populares, a su
incorporacin al repertorio de los organillos, a la incursin
del piano en la formacin ya clsica del tro flauta-violnguitarra, y a la trascripcin de sus partituras que le abrieron
las puertas de la clases media. La aceptacin del tango fue
impulsada tambin por su expansin internacional ya que
su acceso a las clases altas estuvo garantizado por su vigorosa aceptacin en Pars, referente cultural de la aristocra-

Un hito de la historia del tango en Pars fue, en 1910, la presencia del


poeta Ricardo Giraldes y la demostracin de la danza del tango que
realiz en una de las tertulias llevadas a cabo en la casa de Madame de
Resk. Entre 1912 y 1913 se produjo el boom del tango en Pars, se
instal la "moda tango" e incluso causaba preocupacin la dependencia que el tango pareca provocar en sus adeptos. En 1912 el barn
Antonio de Marchi organiz una fiesta en el Palais de Glace de Buenos
Aires para mostrar cmo se bailaba el tango en Pars con la intencin
de lograr que el tango fuese admitido por la sociedad portea. Lleg
incluso a ser comparado con una droga y sus detractores y defensores
se embarcaron en una polmica que involucr al Papa (Cmara de
Landa 2000, Humbert 2000).
9
Pascual Contursi desempe un rol fundamental en la versificacin
de los tangos y en el tinte dramtico de los versos, entre 1916 y 1917
escribi la letra de Mi noche triste que luego fue interpretado por
Carlos Gardel en el teatro Esmeralda -hoy Maipo- (Ferrer 1960).
10
El Cachafaz fue conocido principalmente por su desempeo desde
que form pareja con Carmencita Caldern en 1933 y la imagen de
estos bailarines qued inmortalizada en el cine en la pelcula Tango
filmada en ese mismo ao. Otro bailarn, quizs no tan famoso, pero
que acostumbraba a dar exhibiciones en las milongas era Carlos
Alberto Estvez, apodado como "Petrleo".
8

Utilizo el trmino estilo como conjunto de caractersticas propias de


cada perodo del tango que definen una esttica. La definicin de un
estilo es producto de la generalizacin y abstraccin de lo observado
en diferentes bailarines, por lo tanto no se espera que al considerar una
pareja en particular sta posea todas las caractersticas de un estilo
determinado o que no manifieste elementos de otros estilos (Benzecry
Sab 2004).
6
Uno de los bailarines ms representativos de esta poca es Casimiro
Ain, que comenz a brindar exhibiciones en 1904 y ese mismo ao
actu en el teatro pera junto con su esposa Marta. Ovidio Jos
Bianquet, mejor conocido como el Cachafaz, daba sus primeros pasos
en estos aos, en 1911 viaja a Estados Unidos para realizar una presentacin y dos aos ms tarde instal en Buenos Aires una academia
de baile.
7
Tanto para este trmino como para otros similares y propios de la
danza del tango remitimos al lector al Glosario.
5

193

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 194

CUADERNOS 22
manera los musicalizadores de tango13. Desde fines de los
aos cincuenta y durante la dcada de 1960 las milongas se
redujeron considerablemente. Los cambios en la produccin de msica, en los espacios destinados al baile y en la
difusin del tango en el cine y la radio, hicieron notar en
este perodo cierta decadencia del tango.
Paralelo a este proceso de disminucin del tango en los
espacios cotidianos, se inici un movimiento que resultar
en un tango destinado al escenario14. Desde mediados de la
dcada de 1950 se hizo presente el estilo Fantasa, cuya ejecucin planificada se opone a la ya clsica improvisacin.
Al estar pensado para ser representado frente a un pblico
se interrumpe la dinmica presente hasta el momento que
posibilitaba a los sujetos alternar su rol como espectadores
o ejecutantes. El tango Fantasa se caracteriz por innovaciones coreogrficas destinadas a impresionar al pblico,
aparecieron as ganchos, boleos, sacadas, saltos y la suspensin momentnea del abrazo. Continuando la lnea de
crear coreografas destinadas al pblico, en este caso principalmente extranjero, surgi en la dcada de 1970 el tango
For Export15. Este estilo se caracteriz por exagerar los
movimientos alargando los pasos, incrementar la destreza
de los bailarines aumentando la velocidad en secuencias
complejas y por una puesta en escena que combina de
manera indistinta estilos de baile, msica y vestimenta de
diferentes pocas (Benzecry Sab 2004).
En 1973, en momentos que no eran precisamente los de
mayor auge del tango, se cre el Sexteto Mayor. Este grupo
retom la modalidad instalada en 1922 por Julio de Caro, la
orquesta conformada por dos bandoneones, dos violines,
piano y contrabajo. El Sexteto Mayor particip diez aos
ms tarde en el espectculo Tango Argentino y contina en
actividad actualmente. A pesar de que en los aos que transcurrieron entre fines de la dcada de 1950 y 1980 el tango
transit un perodo en el que decay su popularidad esto no
signific su desaparicin por completo. Como vemos, en
medio del ocaso surgen nuevas orquestas y durante esta
etapa algunos bailarines continan asistiendo a las milongas
-aunque escasas- y otros tendern un puente con el tango
para escenario y sern parte, aos despus, del resurgimiento del tango.
Tras el fuerte desarrollo del tango para escenario, destinado a un pblico extranjero, se generaron nuevos espacios
en el mbito internacional y los bailarines emprendieron
viajes al exterior tanto para realizar espectculos como para
dar clases. Esto estuvo acompaado de la creciente comercializacin del tango vinculada sobre todo al turismo, el
tango se ofreci como elemento caracterstico de la ciudad
y como expresin de su esencia. En 1983 inici su gira
mundial el espectculo Tango Argentino16, al que se lo ha

suma importancia para la difusin del tango porque transmita la presentacin de las orquestas en vivo y las personas
podan ir a presenciar la ejecucin ya que las radios posean auditorios para tal fin. Esto condujo a un incremento del
acceso del pblico general al tango, que tuvo su auge en la
dcada de 1940. La radio fue un espacio de transmisin y
de produccin del tango, tal como afirma Pujol (1995) la
reproduccin mecnica del tango fue tanto un hecho artstico como un hecho moral, ya que la alianza entre el tango y
las industrias culturales (sistema discogrfico, radio y cine)
hizo posible tal modificacin del contexto de produccin y
recepcin.
Estas transformaciones se vieron plasmadas en la danza
con el surgimiento en la dcada de 1940 del tango Saln,
caracterizado por secuencias compuestas de variadas combinaciones de pasos. Este estilo se distingue por pasos suaves, torsos enfrentados y la posicin del rostro de la mujer
que se sita por encima del hombro derecho del varn.
Entre sus rasgos caractersticos se encuentran, adems, el
menor movimiento de la cadera y el torso. En la dcada
siguiente se increment el uso del pvot lo que permiti un
mayor manejo del espacio de la pista. En esos mismos aos
se desarroll el estilo Milonguero, que se distingui por la
primaca de la improvisacin y por instaurar el desplazamiento en la pista en sentido inverso a las agujas del reloj.
El estilo Milonguero resalt la caminata y mantuvo los torsos enfrentados con una leve inclinacin hacia adelante. En
los salones de baile "decentes" este estilo fue visto con
recelo y se privilegi el tango Saln11.
LOS GRANDES ESPECTCULOS
A partir de la dcada de 1950 la relacin entre el tango
y las industrias culturales se modific drsticamente.
Disminuy la presencia del tango en la radio, principalmente en cuanto a la presentacin de orquestas en vivo y se
redujo el mercado del cine argentino, que al igual que la
radio haba desempeado un papel central en la historia del
tango al ampliar su pblico. Paralelamente, se dio un auge
de la televisin en la cual el tango no logr una insercin
exitosa. Posteriormente el tango recuper parcialmente un
espacio en la radio pero slo se transmitieron grabaciones
correspondientes a dcadas anteriores12 (Del Priore 1995,
Zanada 1995). Una situacin similar se present en la dcada de 1960 cuando se enfrentaron los dueos de las milongas y el sindicato de msicos. Este conflicto llev al reemplazo de las orquestas por grabaciones y surgieron de esta
11
Entre los bailarines de esta poca que han cobrado fama se encuentran Pepito Avellaneda y Virulazo.
12
La produccin musical que se destaca en estos aos es la de Astor
Piazzolla quien en 1955 forma el "Octeto Buenos Aires", que cinco
aos ms tarde reorganizar en el quinteto "Nuevo Tango". Sin embargo pasaran dcadas hasta que la msica de Piazzolla fuera aceptada en
el ambiente de tango, an hoy sus composiciones slo son bailadas en
espectculos y no en la milonga.
13
En estos aos pareca no haber lugar para orquestas tales como la
conformada en 1952 por Horacio Salgn, que contaba con cuatro bandoneones, cinco violines, una viola, un cello, un piano, un bajo y dos
vocalistas. Las grandes orquestas dejaron de ser econmicamente viables y surgieron como alternativas los tros y quintetos.

Entre las parejas ms conocidas de estos aos se encuentran Copes


y Mara Nieves, quienes realizaron un tango para espectculo que en
rasgos generales fue aceptado por el ambiente.
15
El trmino For Export fue empleado en un primer momento para
calificarlo como un tango de primera calidad pero finalmente se utiliz en sentido negativo para describir el desempeo de los bailarines
cuando la intencin era resaltar su falta de autenticidad y el estar destinado a un pblico desconocedor y acrtico.
14

194

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 195

EL MUNDO DE LA MILONGA Y LAS ESTRATEGIAS ACTUALES...


considerado como acontecimiento clave y punto de partida
del renovado inters por el tango (Del Priore 1995). Este
espectculo buscaba producir un tango para escenario diferente del For Export en criterio y calidad, con la finalidad
de difundir mundialmente el "autntico" tango.

Tango. Entre las razones para la creacin de la Academia se


encuentran que el tango "es expresin autntica y profunda
del pueblo argentino" y que ha representado al pas en todo
el mundo. Mientras que entre los fines de la Academia se
establece tanto recopilar y estudiar este patrimonio como
estimular la docencia, el inters de nuevas generaciones y
preservar el tango nacional e internacionalmente (Decreto
del Poder Ejecutivo Nacional N 1235/1990).
La conformacin de estilos destinados al pblico y el
renovado inters por el tango quedaron insertos en el proceso de comercializacin y en el mayor impulso dado al
turismo desde los aos noventa. Esto ltimo ampli el
campo para los bailarines profesionales, que incrementaron
su nmero, pero tambin tuvo como resultado un aumento
en la convocatoria de las milongas, algunas se inauguraron
o reabrieron mientras que aquellas que haban permanecido
vieron modificada su dinmica21. En lo referente a la msica se crearon fusiones del tango con otros gneros, entre
ellos el rock, de la mano de Melingo, la murga con los trabajos de Cceres, y el tango electrnico cuyos principales
representantes son Bajo Fondo Tango Club y Gotan
Proyect.
Hacia fines de la dcada de 1990 surgi el tango
Queer22, que entendemos como un nuevo estilo en gestacin
y que justamente por encontrarse en pleno proceso de constitucin no puede ser caracterizado por completo. El surgimiento de este estilo se encuentra atravesado por procesos
sociales ms generales, tales como la visibilizacin de las
minoras sexuales y las polticas pblicas de la ltima dcada que, en un marco general de impulso al turismo, intentan
captar un sector especfico posicionando la Ciudad de
Buenos Aires como "gay-friendly" (Cecconi 2007). Queer
designa tanto un estilo como un tipo de milonga, que los
asistentes y organizadores denominan de esta manera con el
fin de hacer saber a los potenciales asistentes que all
encontrarn parejas de baile conformadas por personas del
mismo sexo, aunque no de manera exclusiva.
La innovacin ms conocida del tango Queer es que la
pareja de baile, adems de la manera ya establecida un
hombre y una mujer, puede estar constituida por dos hombres, por dos mujeres o nuevamente un hombre y una
mujer pero con los roles de conductor y conducido invertidos. Una vez establecido el rol como algo negociable y
no predeterminado, se abre tambin la posibilidad de que
las personas alternen los roles incluso en un mismo tango.
En las prximas pginas, analizaremos en mayor detalle
este estilo, pero es necesario realizar previamente un
balance de las transformaciones histricas del tango ya
que el tango Queer ha sido caracterizado como una ruptura con el "tango tradicional".

NUEVAS GENERACIONES, NUEVOS DESAFOS


El redescubrimiento del tango lo llev a una nueva consagracin en el mbito internacional y a la reapropiacin a
nivel nacional. Si entre 1970 y la primera mitad de la dcada siguiente la presentacin del tango como parte fundamental de la identidad nacional fue "hacia afuera" destinada al mbito internacional y al pblico extranjero, desde
mediados de la dcada de 1980 y durante la de 1990, se
busc intensificar la identificacin "hacia adentro" definiendo al tango como una expresin autntica del ser argentino y apelando a las generaciones ms jvenes.
A mediados de la dcada de 1980, proliferaron las grandes compaas que realizaron espectculos en el exterior y
en el pas17. En estos mismos aos, de la mano de las nuevas generaciones interesadas en el tango, cobr vigor un
movimiento que constituy el tango Nuevo18 y que se
encuentra asociado, aunque no exclusivamente, a las milongas Jvenes19. En algunos casos, este estilo se ha situado al
margen de la fuerte impronta del tango Escenario y en otros
como una nueva opcin para un pblico tanto nacional
como internacional pensado como exigente, conocedor y
crtico. Este estilo se caracteriz por analizar en detalle la
estructura del tango para la construccin de nuevos pasos y
figuras, en la bsqueda de herramientas para potenciar el
perfeccionamiento tcnico y artstico, interesndose adems en desarrollar nuevas tcnicas de enseanza.
Desde el Estado se tomaron medidas para fomentar la
concepcin del tango como representativo de la identidad
nacional20. Las resoluciones principales fueron la aparicin
de La 2x4, radio que dedica su entera programacin al
tango y la fundacin en 1990 de la Academia Nacional del
16
En sus sucesivas temporadas confluyeron tres generaciones distintas,
la primera representada por Virulazo y Elvira Santamara; la segunda
por Carlos Copes y Mara Nieves, Elsa Mara y Hctor Mayoral,
Gloria y Eduardo y la tercera por Juan Carlos y Mara Rivarola,
Miguel ngel Zotto y Milena Plebs, Roberto Herrera y Osvaldo Zotto.
Formaron parte de Tango Argentino los bailarines de mayor reconocimiento, que tuvieron -y tienen- sus propias academias de baile.
17
Entre estas compaas se destaca "Tango x 2", fundada en 1988 por
Miguel ngel Zotto y Milena Plebs, que contina hasta nuestros das.
18
Entre sus principales representantes se encuentra la pareja conformada por Gustavo Naveira y Giselle Anne.
19
Las milongas contemporneas han sido calificadas como
Tradicionales, Jvenes y Queer. Una descripcin y revisin de esta
tipologa se encontrar en el apartado Clases y milongas.
20
Los Torneos Bonaerenses, creados durante la primera gobernacin
de Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires, fueron otra de
las medidas tomadas con el fin de estimular el acercamiento de las
nuevas generaciones al tango, al incluirlo entre las disciplinas contempladas en la competencia. A lo que se sum el espacio otorgado
para su enseanza en las escuelas. En lo que se refiere a la msica, la
orquesta Color Tango creada en 1989 por Roberto lvarez, quien
fuera el primer bandoneonista de Osvaldo Pugliese, se desempe al
ao siguiente como orquesta estable del canal nacional de televisin.

Nos referiremos en detalle a estos cambios en las milongas en el


apartado Clases y milongas.
22
El trmino Queer significa en ingls raro o desviado. Fue utilizado
en un primer momento como calificativo negativo para designar a
quienes eran identificados o se identificaban a s mismos como homosexuales. Sin embargo, el trmino fue reapropiado e inserto en reivindicaciones socio-polticas englobando distintos grupos sociales en un
movimiento antihomofbico (Lucio 2007).
21

195

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 196

CUADERNOS 22
BALANCE DE CONTINUIDADES Y RUPTURAS
Las transformaciones que el tango ha atravesado durante ms de un siglo han sido pensadas por Del Priore (1995)
como muertes y renacimientos; si bien la imagen que proporciona el autor resulta frtil a la hora de pensar los cambios nosotros consideramos la necesidad de reflexionar
sobre sus continuidades. Valindonos de la historizacin
realizada, llevaremos a cabo un balance de las transformaciones que tuvieron lugar en el desarrollo de la danza del
tango. En primer trmino, consideraremos las grandes rupturas y luego examinaremos los elementos coreogrficos
que han logrado permanecer atravesando distintos estilos.
Intentaremos de esta manera un aporte al examen de la categora "tango tradicional", explicitando la heterogeneidad de
propuestas que parece designar, esto nos posibilitar discutir algunas descripciones de las manifestaciones contemporneas del tango como el tango Queer o las milongas actuales, y sugerir caminos alternativos de anlisis.
Los cambios ocurridos a lo largo del desarrollo del
tango han sido considerados por sus adeptos de forma
selectiva y segn el momento en el que los distintos discursos fueron elaborados. A pesar de la complejidad de estas
transformaciones, tanto la msica como la danza han sido
clasificadas mediante polarizaciones. Con el paso del tiempo algunas oposiciones se desvanecen frente a un "otro"
nuevo, solo por mencionar un caso, el enfrentamiento entre
la Guardia Vieja y Guardia Nueva23 se desdibuj frente al
surgimiento de una innovacin de la mano de Piazzolla. Al
parecer uno de los polos en cuestin lo constituye la novedad contempornea a la discusin mientras que el otro contiene un pasado cada vez ms homogeneizado.
Sostenemos que en la historia de la danza del tango
hubo tres grandes rupturas: a) el adecentamiento del tango;
b) la ejecucin planificada frente al pblico; c) el auge de
su comercializacin como smbolo de identidad. El adecentamiento del tango tuvo lugar a principios del siglo XX, el
baile fue depurado segn los criterios de la moral de poca
y surgi el estilo Liso. No se trat slo de su extraccin del
prostbulo y las orillas de la ciudad, implic adems remplazar el desplazamiento en base a pequeos y rpidos
pasos, saltitos y cortes por un caminar calmo y pausado.
Los cuerpos de los bailarines se encontraron erguidos, cada
uno en su propio eje, dejando atrs los cuerpos altamente
inclinados y los notorios movimientos de las caderas de las
mujeres. Entre las dcadas de 1920 y 1950, a pesar de los
diferentes estilos, encontramos una complejizacin de la
coreografa en la lnea que triunf en los primeros aos del
siglo. Nuestro segundo hito llega en la dcada de 1950 de la
mano del cisma que ocasiona romper con la improvisacin
caracterstica del tango y ejecutar coreografas planificadas

frente a un pblico masivo. Se abre paso con el tango


Fantasa a una vertiente an vigente que ha entablado distintas relaciones con el tango de las milongas, desde la fuerte oposicin hasta la presentacin de espectculos en la
milonga24. Finalmente encontramos la tercera ruptura a
principios de la dcada de 1990, cuando el tango entra en un
pico de comercializacin y difusin tanto a nivel nacional
como internacional. Los grandes espectculos, la mayor
profesionalizacin de la enseanza, la insercin de las nuevas generaciones y la consideracin del tango como elemento identitario a la vez que de inters turstico fueron
promovidos desde el Estado.
As como encontramos propuestas coreogrficas que
marcaron momentos de transicin, existen elementos del
tango que se caracterizan por su continuidad a lo largo del
tiempo y por su capacidad de ser recontextualizados en el
marco de distintos estilos. Elementos que se han instaurado
como indispensables para el tango en general y que por
tanto forman parte de cualquiera de los estilos presentes en
la actualidad, estos son: el abrazo, el cruce, los giros, el
pivot, la improvisacin, la calidad del movimiento, el desplazamiento por la pista y el caminar (Dinzelbacher y
Dinzelbacher 1997). A continuacin describiremos cada
uno de ellos, comenzando por la forma de tomarse en la
pareja, que como hemos sealado no siempre fue nica. El
abrazo en el tango comenz a unificarse en el estilo Orillero
con los brazos a un lado y las manos entrelazadas. Luego
esta toma fue modificando su inclinacin y ya en los bailarines del estilo Liso encontramos las conocida posicin que
ubica los brazos semi extendidos, quedando las manos a la
misma altura de los hombros.
Aunque para los bailarines de hoy en da el tango parecera impensable sin el cruce de la mujer, lo cierto es que
recin surgi en el marco del estilo Orillero y se expandi
en el Saln. Algo similar ocurri con el pivot, que se incorpor en la dcada de 1950 y hoy es un elemento tcnico
fundamental. Sin embargo, no fue necesario hasta que la
combinacin de giros (1910/1920), pasos largos (1940) y la
leve inclinacin de los torsos (1940) ocasion dificultades a
la hora de la ejecucin. Esto trajo aparejada tambin la disociacin torso/cadera-piernas, otra herramienta tcnica que
hizo posible junto con el pivot, incorporar secuencias complejas manteniendo la disposicin ya establecida del abrazo
y el torso. Por su parte, el espacio coreogrfico al interior
de la pareja, la alternancia entre figuras y quietudes y la versatilidad de velocidades se encuentran presentes desde los
primeros momentos del tango, pero se han complejizado a
medida que se incorporaron secuencias de mayores componentes. La improvisacin ha jugado un rol similar, presente
desde las primeras manifestaciones del tango ha acompaado al desarrollo de cada estilo, aunque con mayor o menor
nfasis -exceptuando el tango de escenario-.
El caminar, hoy lugar central del tango, no cobr impor-

Se ha caracterizado a la Guardia Vieja por su espritu alegre, ritmo


vivaz, improvisacin interpretativa, primaca de la danza, ausencia del
cantor, pervivencia de conjuntos reducidos y amateurismo. Mientras
que a la Guardia Nueva se la ha pensado a partir la profesionalizacin
de los msicos y la comercializacin de la msica popular. El ritmo
pausado, la primaca de la letra, el advenimiento del cantor y resolucin estructural de la orquesta tpica con tendencias a aumentar el
nmero de instrumentos (Stilman 1983). No usamos estn distincin
en nuestro trabajo porque no nos resulta operativa.

23

24
El desarrollo coreogrfico de esta vertiente del tango, pensado para
ser ejecutado frente a un pblico, no es analizado en profundidad en
este trabajo. Para ello se deberan tener en cuenta, en principio, los vnculos que se han establecido con el teatro y la danza clsica y contempornea.

196

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 197

EL MUNDO DE LA MILONGA Y LAS ESTRATEGIAS ACTUALES...


tancia hasta el desarrollo del tango Liso que se encontraba
inserto en el proceso de adecentamiento del tango y lo
depuraba de sus cortes. Esta lnea fue continuada por el
tango Saln y luego el caminar pas a ser no solo un elemento indiscutido sino uno de los ms relevantes entre
ellos, junto con el abrazo. Actualmente entre bailarines es
famosa la frase 'para bailar bien el tango solo hay que
saber caminar', 'solo' se utiliza aqu para enfatizar la complejidad de algo que podra parecer muy simple. No es nada
fcil caminar bien en el tango, cuanto menos implica una
leve flexin de rodillas, su roce junto con el de los tobillos
en cada desplazamiento y la descarga del peso corporal
sobre una pierna a la vez que significa no dividir el peso
durante el traslado. Finalmente, la circulacin en la pista en
sentido contrario a las agujas del reloj es otro de los elementos que hoy se encuentra naturalizado en las milongas,
sin embargo no fue hasta la dcada de 1940 que los bailarines del tango Milonguero lo impusieron.

estas interpretaciones se encuentra la propuesta de que los


hombres bailaban entre s en los burdeles o que lo hacan
como parte de una contienda en el plano simblico
(Cecconi 2007). Ante la construccin de este discurso,
entendemos que no se trata de establecer o discutir su veracidad sino que debemos considerar qu elementos se estn
recuperando o adjudicando al pasado y qu lectura de ellos
se realiza desde este presente particular. Es el armado
mismo del discurso lo que interesa analizar, y que en este
caso busca dar legitimidad a un nuevo estilo apoyndose en
los orgenes del tango.
El tango Queer se presenta a s mismo como un quiebre
con el tango tradicional, que en este contexto parece englobar todas las manifestaciones que se dieron durante el siglo
XX adjudicndole los rasgos que caracterizaron la dcada
de 1940. Pero el tango Queer, al mismo tiempo que manifiesta romper con el tango tal y como lo conocamos hasta
el momento, encuentra un lazo con la "esencia" del tango
apelando a los orgenes. Esta estrategia no slo se orienta a
la bsqueda de reconocimiento, sino que al anclar su autenticidad en "los orgenes del tango" implcitamente pasara a
ser la manifestacin actual "ms legtima". Esta construccin selectiva que realizan los sujetos en algunos casos no
ha sido examinada en detalle por los investigadores y ha
conducido a la descripcin del tango Queer a partir de la
comparacin con esta entidad un tanto incierta que sera el
"tango tradicional".
Los componentes coreogrficos del estilo Queer se
encuentran entrelazados con ciertas novedades musicales.
Asociada al tango electrnico25 aparece una incipiente innovacin coreogrfica que se ha expandido en estos crculos
pero que no podemos saber an si es una moda pasajera o
se instalar como un nuevo elemento caracterstico del
tango. Se trata de una modificacin en el traslado del peso
corporal entre un paso y otro que admite una suerte de
"rebotes" o "vaivenes" hasta el momento desconocidos. En
principio pueden asemejarse a los ya conocidos "amagues",
sin embargo su frecuencia en el baile es mucho mayor,
admite combinarse con otros pasos en formas ms variadas
y su expansin en la prctica lo ha ido complejizando hasta
dotarlo de una dinmica corporal bien particular.
En lo referente a la modificacin del rol, existen situaciones de ste tipo por fuera del marco de las milongas
Queer, consideraremos casos que se presentan tanto en las
milongas como en las clases que en ellas se dictan. Estas
son circunstancias en las que se ponen en juego posiciones
de poder negociadas a travs de la posesin de conocimiento y combinadas a contextos situacionales particulares
que permiten llevar a cabo exitosamente prcticas que
generalmente se consideran inadecuadas. Situaciones de

AS SE BAILA HOY EL TANGO


A partir de la descripcin del desarrollo histrico y la
periodizacin que hemos propuesto para la danza del tango
podemos extraer dos premisas que nos servirn de gua a la
hora de considerar las manifestaciones actuales del tango:
1) los diversos estilos conviven y se articulan; 2) los elementos coreogrficos del tango tal como los conocemos
hoy no estuvieron dados de una vez y para siempre sino que
son parte de un proceso de construccin que lleva ms de
un siglo y que contina en el presente.
A continuacin emprenderemos una revisin de las
caracterizaciones del tango Queer que se han elaborado y,
una vez que contemos con un examen del tango Queer para
sumar a la descripcin de los estilos ya realizada, analizaremos las prcticas actuales en las milongas y en las clases
de tango que en ellas se dictan. Los dos casos que abordaremos implican efectuar una revisin de la categora de
"tango tradicional".
REPENSADO EL TANGO QUEER
Tal como mencionamos previamente, el estilo Queer es
de reciente aparicin. Sus primeras manifestaciones datan
de fines de la dcada de 1990 y recin en 2002 se abrieron
las puertas de La Marshall, la primera milonga de este tipo.
El tango Queer tuvo un rpido impacto tanto en el ambiente del tango como entre periodistas e investigadores, quienes se han interesado mayormente por el cambio de rol en
la pareja desde una perspectiva de las relaciones de gnero
(Cecconi 2007, Lucio 2007). Consideramos a esta lnea de
investigacin de sumo inters, sin embargo desarrollaremos
otros acercamientos posibles. Analizaremos los discursos
que vinculan al estilo Queer con los orgenes del tango, las
innovaciones en el plano coreogrfico que van ms all del
cambio de rol y las situaciones en las que el tango ha admitido esto ltimo y que no involucran solo cuestiones de
gnero sino tambin de poder a travs del conocimiento.
Las representaciones que se han generado en torno del
tango Queer por parte de sus adeptos, recuperaron versiones ya existentes de los momentos iniciales del tango. Entre

Somos conscientes de que podra objetarse que el tango electrnico


tiene tambin su lugar en las milongas Jvenes, sin embargo hasta el
momento su presencia es mayor en las milongas Queer y slo en sus
clases tiene un espacio el tango electrnico. Por otra parte las milongas Jvenes mantienen lazos con las corrientes de murga y rock en el
tango, es decir que su vnculo con el tango electrnico se inserta en
una dinmica ms amplia de exploracin de nuevas propuestas musicales.

24

197

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 198

CUADERNOS 22
actuales considerando los estilos vigentes, sus articulaciones, y la transmisin y ejecucin en el marco de las milongas, que se han constituido en el espacio caracterstico del
tango. Contemplar en nuestro anlisis las clases que all se
dictan nos brinda la oportunidad de captar los discursos que
se elaboran para dar cuenta de la prctica corporal y los
argumentos que se esgrimen para fundamentar ese conocimiento. Por su parte, las milongas actuales reflejan la diversidad de estilos que caracterizaron histricamente al tango,
examinaremos la calificacin que de ellas se realiza en
Tradicionales, Jvenes y Queer a la luz de los cambios que
han atravesado las milongas en los ltimos 20 aos y
expondremos la diversidad de opciones que encierra la
categora de milongas Tradicionales.

este tipo pueden darse en las clases, ya que los profesores26


al momento de ensear suelen alternar entre uno u otro rol.
Pongamos por caso, si un profesor varn se dispone a
corregir un paso realiza la figura con los dos integrantes de
la pareja. Al tomar el rol de conducido para realizar el paso
con el varn de la pareja esto no solo no est mal visto y
en todo caso amparado por la situacin de correccin, sino
que -adems- se considera una demostracin de destreza y
conocimientos destacables. En estas circunstancias es la
posesin de un conocimiento lo que permite realizar acciones vetadas para otros sujetos y no lo hace solo posible
sino elogiable y admirable por parte de los espectadoresbailarines.
A partir de una ampliacin del ejemplo anterior podemos observar un interjuego entre relaciones de poder que
involucran el gnero y el conocimiento. Si pensamos en una
profesora que en la situacin de enseanza alterne los roles,
notaremos que, al igual que al profesor, le est permitido
pero que eso no lleva a la admiracin de su destreza como
bailarina. Esto ocurre porque los asistentes a la clase suelen
considerar que el profesor sabe ms que la profesora, el
conocimiento en la enseanza del tango tiene como depositario privilegiado al varn. Por ello, tanto mujeres como
varones prefieren ser corregidos por el profesor y casi carece de sentido que la profesora adopte el rol de conductora
durante una clase. No debemos pensar, sin embargo, que no
existen situaciones en que las mujeres encuentren la posibilidad de alternar su rol. En las milongas puede verse a dos
mujeres bailando juntas y aqu lo interesante es en qu
momento y quines son estas mujeres. Situaciones de este
tipo suelen ocurrir en horas avanzadas de la milonga, y la
mujer que conduce debe ser muy respetada como bailarina.
La especificidad de la innovacin del tango Queer consiste en extender el campo en el que la alternancia de roles
puede tener lugar, de situaciones especficas y sujetos reconocidos como poseedores de saber, a cualquier momento de
la milonga y a todas las personas. Por otra parte el cuestionamiento de esta tcnica a las construcciones de gnero es,
cuanto menos, limitado. No slo porque la gran mayora
todava utiliza los trminos "hacer de mujer/varn" sino
principalmente porque entre aquellos que propugnan desligar los roles del gnero es todava poco usual ver una pareja conformada por una mujer conductora y un hombre conducido, el carcter negociable del rol es ms claro cuando
los integrantes de la pareja son del mismo sexo.

DEFINICIONES Y CONSIDERACIONES GENERALES


El trmino milonga designa a los salones en los que se
baila tango27, aunque pueden adems incluirse otros ritmos.
Milonga puede referirse slo al espacio fsico, ya que el
saln puede utilizarse para otras actividades, como pueden
ser clases de tango o de otro tipo de danza y que varan
segn las particularidades de cada caso. La milonga sera en
este sentido el lugar en el que se llevan a cabo estas actividades. Pero tambin puede designar a la actividad misma en
la que se funden el espacio, la accin de bailar tango y el
encuentro con otros bailarines. Por su parte, las clases dictadas en la ante sala de la milonga implican una puesta en
palabras mediante la construccin de un discurso que d
cuenta de gran parte de los fenmenos que observamos en
la milonga. Por supuesto, las clases tienen una dinmica
que les es propia y que en varios aspectos las distinguen de
las milongas.
Si se le pregunta a los bailarines qu hacen cuando bailan surgen referencias al sentimiento particular que el tango
les provoca, con comentarios tales como 'slo me dejo llevar por la msica' o 'lo siento as'. Pero al momento de
ensear deben explicar los procesos que llevan a cabo al
bailar. En la clase se busca transmitir conocimientos, para
ello se debe construir un discurso que d cuenta de una
prctica eminentemente corporal y dotarlo de credibilidad.
En la misma conformacin del discurso se encuentran involucrados aquellos elementos que le darn legitimidad.
Ahora bien, qu elementos sern seleccionados para fundamentar una postura dependern, en parte de los criterios de
autoridad involucrados, los que no son uniformes.
Consideramos las clases que se dictan en las horas previas a la milonga, en el mismo espacio, como un lugar
intersticial en la distincin academia-milonga que, a grandes rasgos, concibe a la milonga como un espacio de mayor
"autenticidad" con respecto a la academia, aunque la relacin entre estos dos sectores se ha matizado en las ltimas
dcadas. Si bien la enseanza del tango por fuera del espacio de la milonga no es en absoluto reciente, de hecho se
puede remontar hasta las primeras dcadas del siglo XX, las
academias eran vistas como carentes de autenticidad y se

CLASES Y MILONGAS
Realizado ya nuestro recorrido histrico estamos en
condiciones de ocuparnos del anlisis de las prcticas
Generalmente las clases son dadas por un hombre y una mujer o un
hombre solo o una mujer sola, aunque esto ltimo es menos frecuente.
Cuando se trata de un solo profesor este suele recurrir al alumno ms
preparado para que lo asista en sus demostraciones de los pasos.
Cuando se trata de milongas Queer ocurren en cuanto a la pareja de
profesores las mismas transformaciones que en la pareja de baile, sin
embargo se mantiene la necesidad de recurrir a un alumno cuando falta
un integrante de la pareja. Y en el caso de que se trate de un solo profesor son ms frecuentes las de clases dictadas por quienes manejan
con mayor destreza el rol de conductor.

26

27
En las ltimas dcadas surgi la denominacin de tanguera, pero lo
cierto es que su aceptacin fue escasa sino nula.

198

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 199

EL MUNDO DE LA MILONGA Y LAS ESTRATEGIAS ACTUALES...


las asociaba fuertemente al tango para espectculo. Incluso
hasta principios de los aos noventa los milongueros consideraban que el verdadero tango slo se aprenda en las
milongas y las clases que en sus salones se dictan fueron
alcanzadas por ese urea de legitimidad. A partir de la dcada de 1990 y en la actualidad gran parte de los milongueros
toman clases tanto en las milongas como en las academias.
Obviamente no todas las clases responden a los mismos criterios y sigue vigente la distincin entre academia y milonga, la que contina siendo el espacio del tango por excelencia. Sin embargo la academia ya no est indefectiblemente
ligada al tango para pblico y comenz a ser legtimo para
los mismos milongueros bailar y aprender tango fuera de la
milonga.
El tango que observamos actualmente en las milongas
es producto de la combinacin en distintas proporciones de
los estilos Liso, Milonguero, Saln, Nuevo y, ms recientemente del Queer. La variacin que se puede hallar comparando milongas, parejas y profesores se encuentra dentro de
este espectro de posibilidades. Se ha instalado en la prctica cotidiana la clasificacin de las milongas en
Tradicionales, Jvenes y Queer. Las Tradicionales seran
aquellas que mantienen los cdigos establecidos en la dcada de 1940, y los presentan como la esencia misma del
tango. Las milongas Jvenes surgieron en los aos noventa
y en ellas se ven modificados aspectos como la interaccin
entre los bailarines o la vestimenta. Las milongas Queer,
posteriores al ao 2000, se caracterizan por el ya mencionado cambio en la constitucin de las parejas.
Consideramos que esta clasificacin es til para un acercamiento inicial, pero a medida que nos adentramos en las
manifestaciones actuales y examinamos las distintas performances se evidencian sus lmites, sobretodo en lo que
respecta a las milongas designadas como tradicionales.

parejas circulan de derecha a izquierda y no se ubican dentro de ella personas que no estn bailando. En contraposicin, en el transcurso de la clase la pista puede ser dividida
en dos sectores uno para los asistentes que recin comienzan a bailar, y otro para los experimentados. Solo estos ltimos mantendrn en su sector la forma de circulacin caracterstica de la milonga. Adems podrn encontrarse numerosos sujetos parados en cualquier lugar de la pista observando a distintas parejas.
A pesar de estas diferencias en la significacin y el
comportamiento en el espacio, encontramos una constante
tanto en las clases como en las milongas: no se baila fuera
de la pista. Esto, que podra parece un dato menor, evidencia su importancia cuando observamos que los bailarines
hacen uso de sus habilidades para evitar pisar tan slo unos
centmetros fuera de ella. La destreza de los bailarines no se
mide slo por la dificultad de los pasos que ejecutan sino
tambin por la elegancia con la que los realicen y por su
capacidad de desempearse exitosamente a pesar de las restricciones espaciales que impongan las caractersticas de la
pista y las dems parejas que en ella se encuentran.
Tanto en las milongas como en las clases previas se trabaja con las grabaciones de orquestas clsicas como Di
Sarli, DArienzo, Pugliese, Troilo. En las milongas Jvenes
y Queer se destina un espacio para el tango electrnico,
pero slo las Queer lo utilizan en algunas de sus clases.
Mientras que a lo largo de las clases los temas se suceden
uno tras otro, durante la milonga la msica se presenta en
segmentos llamados "tandas". Las tandas estn constituidas
por un conjunto de temas continuados de la misma orquesta (generalmente cuatro, pero esto puede variar de una
milonga a otra) que luego es interrumpido por alrededor de
treinta segundos de msica no-bailable. Qu se considera
msica no bailable, pero que al mismo tiempo sea coherente con lo que se presenta en las tandas, vara de una milonga a otra. El intervalo entre tandas es utilizado por las parejas para retornar a las mesas y prepararse (buscar compaero/a) para la siguiente tanda. Adems de tango, las tandas
pueden ser de milonga, vals, folklore, salsa y/o cumbia, en
este caso no se mantiene el principio "una tanda, una
orquesta" sino que es reemplazado por "una tanda, un
gnero". Dichas danzas pueden contar al igual que el tango
con un espacio para el dictado de clases durante la semana.

Utilizacin del espacio y seleccin de la msica


Tanto las clases previas como las milongas son, en trminos de Schechner (2001), conductas restauradas. La performance involucra una temporalidad ya que la noche es el
momento por excelencia de la milonga. Entre los elementos
constitutivos de la puesta se encuentran la forma de la pista
y la disposicin de las mesas, la msica y la vestimenta de
los sujetos. Aunque esta ltima se ha modificado notablemente en algunas milongas no han dejado de existir ciertos
cdigos, se han creado pautas distintas pero que tambin
condicionan a los asistentes (Bauman 1992).
Al ingresar al saln nos encontramos con una pista rectangular -generalmente de piso de madera- alrededor de la
cual se disponen las mesas. Durante la milonga, estar ubicado en una mesa cercana a la pista implica acceder a un
lugar privilegiado, ya que no solo permite observar mejor a
los bailarines sino que da un rpido acceso a la pista y posibilita un mayor contacto visual con potenciales compaeros/as de baile. En cambio durante el momento destinado a
las clases, las mesas carecen de semejante importancia,
dado que todas las personas se encuentran en la pista. Un
cambio similar en la concepcin del espacio ocurre al interior de la pista, durante la milonga forma una unidad, las

Clases: conocimiento y autoridad


La enseanza est estructurada en la forma profesores28
-asistentes, con un claro establecimiento de los roles y diferenciacin al interior del grupo. Como veremos, entre los
asistentes a la clase hay quienes se encuentran en la posicin de dar indicaciones a sus compaeros al tiempo que
son consultados por ellos. Al inicio de la clase los asistentes forman un grupo nico que emprende la tarea de caminar bajo la direccin de los profesores. A diferencia de las
secuencias, el aprendizaje y la prctica de caminar no tienen fin, es un lugar al que se vuelve constantemente y
homogeiniza a los asistentes. Esta tarea ocupa unos 20
28

199

Ver nota n25.

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 200

CUADERNOS 22
minutos de la clase, que dura generalmente una hora y
media. Luego el grupo es dividido entre los que ya saben
"la base" y los que no. La base es la primera secuencia que
se ensea y se constituye en la puerta de acceso al tango. De
esta manera queda constituido un grupo por aquellos asistentes que tienen su primer contacto con el tango (en tanto
baile) y un segundo grupo, mucho ms heterogneo, con
aquellos sujetos que cuentan con algn conocimiento.
La dinmica de la actuacin29 o performance es variable, modificndose de acuerdo a la continuidad de los asistentes pero tambin a causa de las caractersticas de los profesores. Ante una escasa continuidad de los asistentes, que
generalmente va acompaado de una mayor cantidad de
principiantes, el grupo puede variar en dos tercios de una
clase a otra. Esto suele coincidir con grupos altamente
numerosos, de treinta o cuarenta personas en los que posteriormente a la separacin entre quienes saben la base y
quienes no, hacen notar su presencia unos pocos sujetos
(cuatro o cinco) de concurrencia cotidiana. Dichos asistentes regulares dentro de su grupo dan indicaciones a sus
compaeros (que tambin los consultan) y sacan a bailar a
las mujeres nuevas emitiendo posteriormente signos de
aprobacin o desaprobacin. Cuando quienes toman la
clase recurren peridicamente el profesor pasa a tener
mayor exclusividad con respecto al conocimiento autorizado y las indicaciones entre compaeros pueden considerarse una falta de respeto al profesor y al compaero. Este tipo
de clase posibilita trabajar cuestiones tcnicas ligadas al
caminar y recuperar lo tratado en encuentros anteriores permitiendo proyectos a largo plazo, mientras que cuando la
mayor parte de la concurrencia se modifica peridicamente
la enseanza gira en torno a la transmisin de una secuencia determinada y el trabajo sobre ella se dar por finalizado al concluir la clase.
Hemos dicho ya que los profesores deben organizar su
conocimiento en un discurso coherente de tal manera que
les permita comunicarlo. Si tenemos en cuenta la variedad
de estilos disponibles en el presente y la diversidad de las
manifestaciones individuales, es de esperarse que los profesores incluyan en su explicacin argumentos y razones
que den cuenta de la validez del conocimiento que trasmiten, justificando por ende su aprendizaje. Uno de los criterios segn los que se sostiene la autoridad es el tipo de formacin que han tenido los mismos profesores. Aqu encontramos dos tipos de argumentos -que no son excluyentes-,
uno que alude a los que podemos llamar formacin de
barrio y otro a los considerados "grandes maestros".
Podemos obtener una imagen del primero a partir de la
siguiente frase: -yo aprend a hacer los ochos con el marco
de la puerta-, en otros casos, se resaltan las primeras incursiones en el tango situadas en la milonga.
El segundo argumento se apoya en la formacin con los
"grandes maestros" y en este caso las frases comienzan con
la frmula -yo aprend con- o -yo tome clases con-. Aunque
parezcan similares la primera frase suele hacer referencia a
una sola persona y se entiende entonces que se contina su
29

lnea. Por ejemplo, si alguien dice -yo aprend con Copesse espera que como docente transmita una forma de bailar
similar. En cambio -yo tom clase con- es de uso ms
reciente, en general es seguido de una lista de grandes nombres y no se espera que el profesor transmita una prctica
similar. En las ltimas dcadas tambin se ha incorporado
la formacin clsica o contempornea como proveedora de
legitimidad, sobre todo para las bailarinas.
La autoridad puede depender adems del desenvolvimiento que los bailarines han tenido en el exterior del pas.
Mientras algunos profesores hacen referencias a los distintos pases donde han enseado, otros hacen notar los espectculos internacionales en los que han participado. En las
ltimas dcadas ha aumentado la posibilidad de que los bailarines realicen viajes al exterior para desempearse en los
dos campos. Para los profesionales ms jvenes realizar
espectculos en el exterior implica un prestigio mayor que
el dictar clases.
Milongas: diferentes criterios para organizar la performance
Actualmente existen ms de 40 milongas en la Ciudad de
Buenos Aires, todas las noches y algunas tardes hay varias
opciones entre las que elegir. En las milongas, cada da de la
semana est a cargo de organizadores y musicalizadores distintos, que pueden desempear sus funciones en ms de una
de ellas. Tras el renovado auge de las milongas en las ltimas
dcadas, las mismas han atravesado un proceso que puede
entenderse en los trminos de diversificacin y especializacin, pensando siempre en distintos gradientes dentro del
espectro posible y no en polos opuestos y dicotmicos. Si bien
en todos los casos se han incorporado otros ritmos adems del
tango (o de los que ya eran parte de la variedad establecida
como milonga y vals) entre ellos cumbia y salsa, mientras
algunas milongas mantienen una referencia a su estilo propio
o al del barrio conservando una menor diferenciacin entre las
propuestas de los distintos das de la semana, otras han optado por una mayor diversificacin.
En estos ltimos casos los organizadores de cada da
tienen propuestas bastante heterogneas que apuntan a captar mercados diferenciales, esto resulta ms atractivo para
las nuevas generaciones y los turistas, menos reacios a circular de milonga en milonga sin identificarse con una en
particular. Los bailarines ms jvenes, suelen referirse a los
organizadores o a das en particular ms que a la milonga en
s, mientras que los turistas que disponen de un tiempo limitado organizan recorridas en las que priman las milongas
ms diversificadas que resultan ser las ms conocidas para
quien busca informacin en internet o en folletos.
El hecho de que muchos bailarines ya no se identifiquen
con una milonga en particular da cuenta no de una ausencia
de identificacin, sino de una modificacin en el objeto de la
misma, que podran ser ahora los grupos de organizadores.
Diversificacin y especializacin son estrategias que con sus
matices han implementado las milongas para darse continuidad, unas ampliando el pblico al que se dirigen las otras proponindose como reducto de la tradicin o de un estilo, factor que tambin atrae muchos asistentes.

Utilizo este concepto en los trminos trabajados por Bauman (1992)

200

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 201

EL MUNDO DE LA MILONGA Y LAS ESTRATEGIAS ACTUALES...


A la luz de los conceptos de diferenciacin y especializacin podemos revisar la mencionada caracterizacin de
las milongas en Tradicionales, Jvenes y Queer.
Consideremos que las milongas Jvenes y Queer -como La
Viruta y La Marshall respectivamente- representan una
forma de especializacin, apuntan a un sector especfico
dentro del conjunto general de potenciales asistentes y mantienen la oferta relativamente constante durante la semana.
Pero a su vez son casos de mayor diversificacin si se las
compara con aquellas milongas Tradicionales en las que
apenas se distingue el cambio de un organizador a otro,
ejemplo de este caso sera el Club Espaol. Los casos de
mayor diversificacin son las milongas Tradicionales ms
famosas y concurridas del momento, como La Ideal o el
Saln Canning, en las que es notoria la heterogeneidad de
propuestas y se distinguen claramente los organizadores de
cada da. Estas milongas iniciaron su expansin incluyendo
la salsa tanto en las milongas como en las clases y su ms
reciente incorporacin son las orquestas en vivo y la presentacin de parejas de baile. Tal situacin poco tiempo
atrs era de escasa frecuencia y hoy en da hay organizadores que se caracterizan por tener fijas una orquesta y una
pareja en su da de la milonga semana tras semana.

rar en el anlisis, adems de las relaciones de gnero,


aquellas que se establecen a partir de la posesin de conocimiento.
Por su parte, una mirada a las milongas actuales y en
particular a las clases. pone de manifiesto que el conocimiento se recrea constantemente en cada nueva interaccin
mediante el interjuego entre tradicin e innovacin y que
los criterios de legitimidad y las formas de intervencin se
modifican de un contexto a otro. En las clases existen sujetos con autoridad diferencial y distintas formas de legitimacin de la informacin que se comunica vinculadas a la formacin de los profesores, a la frecuencia con que concurren
los asistentes y en estrecha relacin con las transformaciones que las milongas atravesaron en las ltimas dcadas. En
la prctica del tango entran en juego los distintos grupos de
bailarines, la msica que plantea nuevas propuestas y la
cambiante relacin con los medios y la industria cultural.
Pero recordemos tambin que las distintas articulaciones y
los procesos de significacin no se generan solo a causa de
las innovaciones, sino porque el pasado mismo es dotado de
sentido desde el presente y aparecen all las distintas estrategias para otorgar legitimidad a los discursos-prcticas y
autoridad a sus voceros-practicantes.

CONSIDERACIONES FINALES
Sealamos la utilidad de un enfoque que atienda a la
diversidad que caracteriza el desarrollo del tango. El anlisis de las manifestaciones histricas del tango es tanto de
inters en s mismo como indispensable para ahondar en las
prcticas que nos son contemporneas. En este sentido,
repensar el "tango tradicional" nos permiti sugerir nuevas
lneas de anlisis para el tango Queer y revisar la tipologa
de las milongas contemporneas, principalmente resaltando
la diversidad al interior de las consideradas Tradicionales.
En cuanto al tango Queer, que se ha planteado como
una ruptura total con las expresiones precedentes (englobadas en la categora de "tango tradicional"), ha mantenido sin embargo la milonga como lugar del tango por excelencia ya que se crearon nuevas milongas pero no nuevos
espacios por fuera de ellas. En cuanto a "los cdigos" de
la milonga es cierto que se ha modificado la interaccin
entre potenciales bailarines, sin embargo este no es elemento exclusivo de las milongas Queer ya que tiene su
precedente en las milongas Jvenes. Ms significativo
an, se han mantenido cdigos como la importancia de la
pista y su circulacin en ella, las tandas musicales y la disposicin de las mesas, detalle que no es menor ya que
favorece la prctica de alternar entre ser ejecutante y
espectador. La innovacin indiscutible del tango Queer, el
cambio de rol o mejor dicho su expansin a nuevos sujetos y contextos, plantea nuevos interrogantes. Se abren
nuevas posibilidades factibles tcnicamente en lo referente a la calidad del movimiento y al abrazo, sin embargo,
los futuros desarrollos del baile no dependen solo de cuestiones coreogrficas o tcnicas, como qued indicado en
nuestro recorrido histrico. Sern privilegiadas ciertas
formas de acuerdo a cmo sean significadas desde la preferencias de la poca, y en este punto sugerimos conside-

AGRADECIMIENTOS
Quisiera agradecer en primer lugar a la Dra. Alicia
Martn porque acompa el primer esbozo de este trabajo,
que comenz en el marco de uno de sus seminarios. A la
Dra. Silvia Citro, cuyos comentarios sobre una versin previa estimularon nuevos interrogantes. Finalmente al Dr.
Carlos Zanolli quien incentiv la redaccin del presente
artculo y lo enriqueci con sus observaciones.
GLOSARIO
Amague: iniciar la ejecucin de un paso sin completar
el traslado del peso corporal y a continuacin retornar a la
posicin inicial.
Cruce de la mujer (o del conducido): tras haber realizado un paso hacia atrs con la pierna derecha lleva la pierna
izquierda tambin hacia atrs de manera que la cara externa del pie izquierdo se site al lado de la cara externa del
derecho.
Gancho: interrupcin en el caminar por la cual el conductor con cualquiera de las dos piernas y pudiendo utilizar
tanto la cara interna como la externa toma contacto con la
pierna de su compaero/a y no le permite continuar el paso,
este por la inercia del movimiento "engancha" su pierna con
la del conductor elevando pie y pantorrilla.
La Base: Rol del conductor: realiza una salida lateral
desplazando su pie izquierdo, avanza dos pasos primero
con la pierna derecha, luego con izquierda y lleva su pie
derecho a juntar al tiempo que le marca el cruce al conducido. Inicia el cierre de la secuencia avanzando con el pie
izquierdo, seguido de una apertura con el derecho (generalmente se utilizan estos dos pasos para realizar un giro de
noventa grados) y finaliza llevando el pie izquierdo a jun-

201

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 202

CUADERNOS 22
tar. Rol del conducido: realiza una salida lateral desplazando su pie derecho, retrocede dos pasos primero con la pierna izquierda, luego con derecha y lleva su pie izquierdo al
cruce. Inicia el cierre de la secuencia retrocediendo con el
pie derecho, seguido de una apertura con el izquierdo y
finaliza llevando el pie derecho a juntar.
Ochos: nombre que se le da al traslado avanzando (o
retrocediendo: ocho atrs) de una pierna en direccin a la
contraria. Dicho movimiento puede realizarse en 180 de lo
que resulta un movimiento lateral pero cruzando delante de
la pierna de base o en una amplitud de hasta 50.
Pvot: Movimiento que puede realizarse entre cada paso
mientras las piernas permanecen juntas, siempre con el
peso del cuerpo en una sola de ellas, y que mediante una
rotacin posibilita el cambio de direccin.
Sacadas: interrupcin en el caminar por la cual el conductor con cualquiera de las dos piernas y pudiendo utilizar
tanto la cara interna como la externa toma contacto con la
pierna del conducido y acompaa su traslado hasta finalizar
el caminar. Con un mayor impulso puede lograrse la elevacin de pierna del conducido.
Saltos: elevaciones del conducido en las que siendo sostenido por su compaero/a ninguno de sus pies esta en contacto con el piso.

Dinzelbacher, R. y G. Dinzelbacher
1997. El tango una danza. Sistema de notacin coreogrfica. Buenos Aires, Corregidor.
Ferrer, H.
1960 El tango en la realidad nacional. Tribuna universitaria, Montevideo 9:74-122
Ferrer, H. y O. Del Priore
1999. Inventario del tango. Buenos Aires, Fondo Nacional
de las Artes
Humbert, B.
2000. El tango en Pars de 1907 a 1920. En: El tango
nmade, pgs. 99-162. Ramn Pelinski
(Comp.)Buenos Aires, Corregidor.
Lobato, M. Z.
2000. Introduccin. En: Nueva Historia Argentina, tomo V,
pgs. 11-13. Mirta Zaida Lobato (direccin) Buenos
Aires, Editorial Sudamericana
Lucio, M. J.
2007. Los espacios del poder: cuerpos que danzan, identidad de gnero en el tango. En: IX Jornadas
Rosarinas de Antropologa Sociocultural.
Disponible en CD ISSN 16679989
Martn, A.
s./d. Carnaval y Tango. Vidas paralelas y falsas divisiones
en la cultura popular de Buenos Aires. El faro 3:2021
Pellarolo, S.
1997. Sainete criollo: La carnavalizacin del proceso
democratizador. En Sainete criollo. Democracia /
Representacin. El caso de Nemesio Trejo, pgs.2970. Buenos Aires, Corregidor.
Pujol, A. S.
1995. Entre el prostbulo y la victrola: recepcin del tango
en los aos 20. En Tango tuyo, mo y nuestro, pgs.
141-147. Ercilia Moreno Ch (comp.) Buenos Aires,
Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento
Latinoamericano.
Savigliano, M. E.
1993-1994. Malevos llorones y percantas retobadas: el
tango como espectculo de razas, clases e imperialismo. Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa XIX: 79-104.
Schechner, R.
2000. Performance. Teora y prcticas interculturales.
Secretara de Extensin Universitaria y Bienestar
Estudiantil. Universidad de Buenos Aires
Stilman, E.
1983. Historia del tango. Buenos Aires, Brjula.
Zanada, J.
1995. Impronta del tango en el cine. En Tango tuyo, mo y
nuestro, pgs. 187-198. Ercilia Moreno Ch (comp.)
Buenos Aires, Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano.

BIBLIOGRAFA
Azzi, M. S.
1991 Antropologa del tango. Buenos Aires, Ediciones
Olavarra.
Bauman, R.
1992. Performance. En Folklore, cultural performance,
and popular entertainments. A Communications
centered Handbook. Richard Bauman editor, New
York - Oxford. Oxford University Press. Traduccin
del grupo de investigacin del proyecto UBACYT
"Folclore en las grandes ciudades", Buenos Aires,
2004
Benzecry Sab, G.
2004. Glosario tango danza. Buenos Aires, Abrazos.
Cmara de Landa, E.
2000. Escndalos y condenas: el tango llega a Italia. En: El
tango nmade. Ensayos sobre la dispora del tango,
pgs. 163-250. Ramn Pelinski (comp.) Buenos
Aires, Corregidor.
Cecconi, S.
2007. Tango Queer: entre cuerpos disidentes y gneros
alternativos. En: IX Jornadas Rosarinas de
Antropologa Sociocultural. Disponible en CD ISSN
16679989
Collier, S.
1997. Ha nacido el tango. En: Tango. El baile, el canto, la
historia, pgs. 40-61. Buenos Aires, Paids.
Del Priore, O.
1995. El eterno sobreviviente. En Tango tuyo, mo y nuestro, pgs. 179-182. Ercilia Moreno Ch (comp.)
Buenos Aires, Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano.

202

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 203

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO BIOARQUEOLGICO:


LOS AMARILLOS (QUEBRADA DE HUAMHUACA, JUJUY)
Vernica Seldes *
RESUMEN
A partir del anlisis de tres conjuntos de restos seos humanos de distintos sectores del sitio Los Amarillos (Quebrada de
Humahuaca, Jujuy), se discuten las posibles interpretaciones sobre las diferencias que se registran en los indiadores de
estrs y las prcticas culturales (deformaciones craneanas).
PALABRAS CLAVES: Quebrada de Humahuaca, restos humanos, diferenciacin social.
ABSTRACT
From the analysis of three sets of human skeletal remains from different sectors of the site Los Amarillos (Quebrada of
Humahuaca, Jujuy) we discuss the possible interpretations to the differences registered in the stress indicators and cultural
practices (cranial deformation).
KEY WORDS: Quebrada de Humahuaca, human remains, social differentiation.

INTRODUCCIN
La Quebrada de Humahuaca, especialmente en el
Perodo de Desarrollos Regionales Tardo (900-1.250 DC),
fue una regin intensamente investigada por la arqueologa
desde principios del siglo pasado, focalizando en distintos
aspectos de la organizacin social de sus habitantes
(Bennett et al. 1948; Boman 1991 [1908]; Casanova 1936;
Debenedetti 1918). En parte acompaando los cambios tericos de la disciplina, se fueron generando distintas formas
de caracterizar su prehistoria. Aun existiendo grandes discrepancias en torno al tipo de organizacin socio-econmica de los pueblos que la habitaron, hay cierto acuerdo referido a los cambios que se sucedieron hacia el 1.250 DC, en
momentos de la MAC (anomala climtica medieval)
(Nielsen y Boschi 2007; Thompson et al. 1985). Estos cambios implicaron profundas modificaciones en la distribucin espacial de la poblacin, en la intensificacin de la
explotacin agroganadera y en la integracin econmica y
poltica a nivel regional (Nielsen 2001).
Entre las lneas de evidencias trabajadas, un punto central lo constituyeron las diferencias registradas a nivel inter
e intrasitio, las primeras desde la arquitectura y la presencia
de espacios centrales o plazas (Nielsen 1995), las ltimas
infiriendo patrones de diferenciacin social a travs de la
cantidad y tipo de acompaamiento mortuorio (Palma
1997/98) as como de la energa invertida en los entierros
(Palma 2003).
A partir de las recientes propuestas del afianzamiento en
los Andes Circumpuneos (incluyendo la Quebrada de
Humahuaca) de sociedades de tipo corporativas, se asume
que no hay una correlacin directa entre poder poltico y
acumulacin econmica; esto es, la presencia de un grupo
con ciertos privilegios dados por su posicin social, no
implica necesariamente un aumento de la desigualdad
social en trminos de elites con acceso diferencial a recursos o con la capacidad de acumular excedente en beneficio

propio (modelo de jefaturas o seoros); en este sentido, la


evidencia arqueolgica estara expresando que, si bien
haba algn tipo de acumulacin por parte de ciertos actores sociales, se trataba de capital de tipo simblico (Nielsen
2006a y 2006b).
La bioarqueologa por su parte, viene trabajando en los
ltimos veinte aos en la caracterizacin de las poblaciones
de la Quebrada de Humahuaca a travs del anlisis de indicadores bioarqueolgicos, centrndose en la caracterizacin
del estilo de vida (Bordach et al. 1999; Mendonca et al.
1991, 1992 y 2002; Seldes 2006 y 2007), aspectos vinculados a la persona social (Gheggi 2005) y estudios de distancia poblacional (Cocilovo et al. 1999 y 2001; Varela et al.
1999).
Este trabajo se propone analizar el estilo de vida de tres
conjuntos de individuos provenientes de diferentes sectores
de Los Amarillos, a travs de diversos indicadores bioarqueolgicos, a efectos de realizar aportes al conocimiento
de las sociedades prehispnicas de la Quebrada de
Humahuaca.
LA QUEBRADA

DE

HUMAHUACA,

ASPECTOS GEOGRFICOS Y

SOCIALES

Ubicada en el sector central de la provincia de Jujuy, la


Quebrada de Humahuaca constituye un estrecho valle rido
surcado por el Ro Grande de Humahuaca; tiene un recorrido N-S de casi 100 km. Con ocupaciones desde momentos
tempranos, hacia el 1.250 DC (Perodo de Desarrollos
Regionales Tardo) surgen sociedades capaces de movilizar
y coordinar gran cantidad de fuerza de trabajo (Nielsen
2001) coincidiendo con un momento de conflictos interregionales o "guerra endmica" (Nielsen 2003). Las porciones altas y medias de las quebradas tributarias se abandonan
como reas de residencia permanente y la poblacin se
habra concentrado en la quebrada troncal, nuclendose en
conglomerados ubicados generalmente en lugares de gran
visibilidad y difcil acceso, lo que le otorgara propiedades
defensivas. La concentracin poblacional habra resultado

* CONICET - INAPL. [email protected]


203

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 204

CUADERNOS 22

Figura 1: Ubicacin de la Quebrada de Humahuaca

en un giro hacia una estrategia de explotacin econmica


intensiva. La produccin agrcola, ncleo de la economa,
se localiza en espacios alejados de los sitios de residencia
permanente, con desarrollo de una importante infraestructura hidrulica (Nielsen 1995 y 2003). A su vez se produce
una intensificacin de la explotacin pastoril con el desplazamiento estacional de rebaos de llamas hacia pisos ecolgicos con mejores pasturas y un incremento en la extraccin de productos secundarios (fibra y transporte) (Mercolli
2005; Nielsen 2003).
Las sociedades tendran una marcada orientacin corporativa, dotadas de mltiples mecanismos institucionales

que regulaban el ejercicio del poder poltico y restringan la


acumulacin econmica por parte de individuos o linajes
particulares. El carcter corporativo del poder detentado
por las casas o ayllus principales, se sostena por un sistema de redes sociales que limitaban la acumulacin de poder
a travs de la negociacin constante de los representantes
de las casas principales de su posicin con los dems miembros del grupo, supeditando la legitimidad del poder poltico al cumplimiento de ciertas obligaciones. Por lo tanto, la
acumulacin econmica estaba limitada por las obligaciones redistributivas y de generosidad asociadas a las posiciones de autoridad y al carcter descentralizado de la
204

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 205

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO...


estructura productiva. Las principales formas de acumulacin estaban basadas en capitales sociales y simblicos. Los
ayllus poseeran el control colectivo sobre los recursos econmicos claves, accesibles de esta manera para la poblacin. Se habra generado una divisin de tareas entre distintas unidades sociales, o entre algunos miembros de distintas unidades sociales dentro de cada comunidad, tanto
para lo referido a las actividades de produccin de recursos
de subsistencia como para actividades especializadas
(Nielsen 2001 y 2006a).

domsticos procedentes de diferentes sectores del asentamiento1 (Complejo E, Recinto 320 y Unidad 400 [Figura
2]). Estos espacios domsticos corresponden al Perodo de
Desarrollos Regionales Tardo (Berardi 2004).
Complejo E
Se trata de un conjunto de estructuras ubicadas dentro
de un rea densamente edificada que cubre por completo
una elevacin en el Sector Noreste del asentamiento. En el
tope de la misma se excavaron tres estructuras y se sonde
una cuarta. Los restos seos provienen del recinto 301 y las
estructuras 302 y 303 (valos 2002). Las mismas habran
tenido dos momentos de ocupacin con un lapso intermedio
utilizado para el descarte de desechos. Una vez abandonados, se realizaron una serie de enterratorios acompaados
de algunas piezas cermicas (Nielsen com. pers.).
Recinto 301: entierro mltiple y secundario dentro de
una vasija ordinaria de gran tamao y realizado en el relleno acumulado dentro de la estructura (Rasgo 6); de este
enterratorio se recuperaron restos seos de, al menos, dos
individuos adultos y cinco subadultos. Por otra parte se

LOS AMARILLOS
Los Amarillos, ubicado sobre una meseta elevada de la
margen izquierda del Ro Yakoraite, tiene una extensin de
10 hectreas aproximadamente. Su estructura interna es
compleja siendo posible reconocer espacios pblicos, residenciales, redes de circulacin interna, zonas de abastecimiento y descarte (basurales) (Berardi 2004; Nielsen 1995).
Los trabajos realizados desde 1992 registraron algunas
diferencias cronolgicas y funcionales de los diversos sectores del sitio (Nielsen 2001). El resultado de estos anlisis

Figura 2: Los Amarillos

permiten inferir que si bien el sitio tuvo una ocupacin inicial a fines del Perodo de Desarrollos Regionales
Temprano (900 - 1.250 DC), fue mayormente ocupado
hacia el Perodo de Desarrollos Regionales Tardo (1.2501.430 DC). A su vez pareciera que el Sector Central
(Complejo A) funcion como centro de las actividades
pblicas tanto durante este ltimo perodo como durante la
ocupacin inkaica (1.430-1.536 DC).
Los restos seos analizados provienen de espacios

recuper un individuo subadulto inhumado dentro de una


vasija (Rasgo 1) y otros tres subadultos (Rasgo 4). Estos
entierros fueron realizados luego del abandono del recinto
1
Los restos seos del Complejo A no se toman en consideracin en
este trabajo debido, principalmente a que en la mayora de los casos no
pudo evaluarse el estrs nutricional (ausencia de crneos en los entierros del Recinto 14) y funcional (restos quemados en los recintos 5, 15
y 16). Los mismos se consideran en un trabajo especfico (Seldes
2007).

205

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 206

CUADERNOS 22
como vivienda, proceso durante el cual la puerta que comunicaba con la estructura 302 fue sellada con barro batido
(valos 2002).
Estructura 302: patio que se comunica con el recinto
301 en su lado Este. En este espacio se recuperaron, en el
interior de una estructura semicircular construida en el
ngulo noroeste, al menos dos individuos adultos en un
entierro secundario. Por la forma de esta estructura, podra
decirse que se trataba de una cista o de otro tipo de estructura reutilizada. Junto a esta estructura, pero en su lado
externo, se identific otro entierro, esta vez directo, de un
subadulto (valos 2002).
Estructura 303: patio en el cual se recuperaron, debajo
del piso de ocupacin, restos humanos inhumados en dos
eventos diferentes, en forma directa y sin preparacin previa. El primer evento (entierro 2) contiene dos individuos,
un adulto y un subadulto, mientras que el segundo (entierro
1) contiene cuatro individuos subadultos. Este ltimo estaba asociado a piezas cermicas de caractersticas tardas.

cista se recuperaron al menos seis subadultos y doce adultos. Junto a los restos humanos se encontraron gran cantidad y variedad de materiales: piezas cermicas completas,
astiles con las puntas de proyectil adheridas, restos de cestera, cordelera, artefactos de madera y elementos de
metal entre los que se puede sealar un pendiente de cobre
en forma de tumi. Entre los distintos tipos de materiales
recuperados, se hallaron dos recipientes de calabaza colocadas en un cesto; una de las calabazas contena un fragmento de malaquita y polvo de mineral de cobre (atacamita), mientras que en el otro se hallaron dos fragmentos
de toba volcnica y polvo del mismo mineral. Siendo que
la atacamita no es local y que el tumi posee una aleacin
no elaborada en la Quebrada, se postul que, al menos,
una de las personas enterradas, habra estado vinculada al
trfico de minerales, tal vez "un caravanero" (Angiorama
2003).
Recinto 402, cista 3: se trata de una estructura subterrnea contempornea a la ocupacin del recinto como lugar
de residencia, un pozo de forma aproximadamente circular
excavado por debajo del nivel del piso del recinto sin revestimiento ni preparacin especial. En esta cista se hallaron
dos individuos adultos. Por otra parte, se recuperaron restos
de dos individuos subadultos en el interior de una urna.

Recinto 320
Ubicado en el sector este del sitio, las lluvias estivales
dejaron expuesto este enterratorio. Se trata de un pozo realizado con posterioridad a la ocupacin del recinto; el
mismo no tiene preparacin previa ni ningn tipo de acompaamiento mortuorio. El entierro es de tipo mltiple y los
restos que corresponden al menos a diez individuos adultos
y seis subadultos, no presentaban conexin anatmica; por
consiguiente, se tratarn como osario.

MATERIALES Y MTODOS
Debido a la presencia de entierros mltiples en muchos
de los conjuntos recuperados, la falta de conexin anatmica deriva en que, para el caso de algunos indicadores donde
se trabaja con restos postcraneales en los cuales no es posible determinar el sexo, los restos seos se consideran pertenecientes a individuos de sexo indeterminado. A su vez, se
trabaja con categoras amplias de edad (adulto, subadultos)
a efectos de realizar comparaciones a nivel general, de los
diferentes conjuntos residenciales del sitio, contemplando
la posibilidad de recuperar mayor grado de detalle en futuros trabajos.
Estimacin de edad: se utilizaron procedimientos morfoscpicos y morfomtricos, considerando las propuestas
de Fazekas y Kosa (1978) para perinatos, Scheuer y Black
(2000) para infantiles y juveniles y Suchey y Brooks
(Brooks y Suchey, 1990) y Bass (1995) para adultos y
maduros. Se determinaron cinco grupos de edad: Perinato:
hasta 3 meses de edad, Infantil: de 4 meses a 10 aos,
Juvenil: de 11 a 17 aos, Adulto: desde 18 a 30 aos;
Maduro: ms de 30 aos.
Determinacin de sexo: en este caso se tomaron los
estndares de Buikstra y Ubelaker (1994) y Bass (1995) utilizando tanto mtodos morfoscpicos como morfomtricos.
En lo referido al estado de salud, se tom un conjunto
de indicadores de estrs nutricional-metablico, dieta y
estrs funcional. Intensamente utilizados pero tambin discutidos, los indicadores bioarqueolgicos continan constituyendo una importante va de anlisis para la realizacin
de inferencias sobre la organizacin social, el estilo de vida
y el estado de salud de las poblaciones (Cohen y Armelagos
1984; Goodman et al. 1984; Larsen 1987; Neves 1984). En
este sentido se promueve la utilizacin de mltiples indica-

Unidad 400
Se trata de un conjunto de recintos excavados por
Angiorama y Taboada entre los aos 1999 y 2001. A partir
de estos trabajos se defini que se tratara de un sector
domstico acompaado de la realizacin de actividades
ligadas a la produccin metalrgica (Taboada y Angiorama
2003a y 2003b).
En el recinto 402 se recuperaron diferentes conjuntos de
restos seos humanos. En el mismo se identificaron dos
momentos de ocupacin, el primero como lugar de residencia y de entierro (Cistas 1 y 3) y el segundo exclusivamente como lugar de entierro a partir de la construccin de una
gran cista (Cista 2).
Recinto 402, cista 1: se trata de una estructura de carcter semisubterrneo contempornea a la ocupacin de la
unidad como lugar de residencia; consiste en un pozo semicircular adosado al muro norte, fue realizado cavando por
debajo del nivel del piso del recinto y revestido con piedras
en su interior. La cista se elevaba por encima del nivel del
piso alrededor de unos 20 cm de altura. En su interior se
coloc una urna funeraria con un puco oficiando de tapa; en
sta se inhumaron dos individuos subadultos.
Recinto 402, cista 2: se trata de un entierro mltiple
con ms de un evento de inhumacin construido una vez
abandonada la unidad como lugar de habitacin. Consiste
en un espacio semioval delimitado por un muro de piedra
de forma curva, construido para tal fin con el aprovechamiento de los muros perimetral norte y el de tierra. De esta

206

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 207

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO...


dores como soporte para la interpretacin sobre salud,
nutricin, exposicin a eventos estresores y capacidades
laborales (Goodman et al. 1984).
En la actualidad la presencia de estrs nutricional-metablico (ENM) se explica por una combinacin de factores
que incluyen constricciones medioambientales, biolgicos
(parsitos en el organismo, diarrea, infecciones) (Stini
1969), culturales (deficientes condiciones higinicas) y
sociales (desigual distribucin de los recursos, agregacin
poblacional) (Martn et al. 1985). Entre los indicadores de
estrs nutricional se utilizan:
(ENM) Hiperostosis Portica y Criba Orbitalia: asociados a la presencia de anemia, entre los factores que la producen se mencionan deficiencias nutricionales, parasitosis,
condiciones higinicas deficientes y la agregacin poblacional, ya que pueden producir enfermedades infecciosas y
fuertes diarreas que facilitan la aparicin de deficiencias de
hierro. Se trata de alteraciones en parietales, occipital y
frontal del crneo (hiperostosis portica) y en las rbitas
(para el caso de la criba orbitalia), producto del ensanchamiento y extensin del diploe que penetra en la tabla externa del crneo dndole una apariencia porosa (Angel 1967;
Huss-Ashmore et al. 1982; Martin et al. 1985; Stuart
Macadam 1985).
(ENM) Lneas de Harris: se trata de lneas horizontales
de condensacin sea que se producen entre los seis meses y
primeros cinco aos de edad; estn situadas en la difisis de
los huesos largos prximas a las metfisis, ms frecuentemente registradas en la porcin distal de las tibias. Se observan nicamente a nivel radiogrfico y se asocian a carencias
nutricionales de corta duracin aunque tambin a factores
fisiolgicos y psicolgicos; debido al proceso de remodelacin interna de los huesos que pueden "borrar" las lneas,
actualmente se lo considera como indicador de episodios de
estrs inespecfico; sin embargo combinado con el anlisis de
otros indicadores puede dar cuenta del estado nutricional y de
salud del individuo (Campillo 2001; Huss-Ashmore et al.
1982; Larsen 1987 y 1997; Martin et al. 1985).
(ENM) Lneas de Hipoplasia del Esmalte: vinculadas a
trastornos metablicos, el trmino hipoplasia se aplica a
aquellos defectos en forma de lneas horizontales extendidas alrededor del diente, producto de disrupciones episdicas en el proceso de formacin de la estructura del esmalte
dental. La mayora de las lneas de hipoplasia se producen
principalmente desde el sexto mes de vida intrauterina hasta
los 9 aos, el perodo de mayor actividad de amelognesis.
Se trata de un defecto irreparable que deja marcas observables a simple vista principalmente en los dientes incisivos y
caninos (Aufderheide y Rodrguez Martin 1998; Campillo
2001; Hillson 1996).
Respecto a la dieta (D), se ha planteado que la morbilidad de una poblacin est directamente relacionada con el
grado de salud bucal de los individuos; la misma a su vez
depende, en parte, del tipo de dieta que se consume a lo
largo de la vida (Powell 1985). De esta manera, la dieta
puede inferirse parcialmente a partir del anlisis de la salud
bucal de esa persona (Hillson 1996; Molnar 1971; Powell
1985). Como indicadores de dieta se consideran:

(D) Patologas orales: incluyendo caries, infecciones y


prdida dental antemortem. Las infecciones dentales, caries
y abscesos son consideradas patologas producto tanto de
factores exgenos (minerales en suelo y agua, materiales
abrasivos que contaminan la comida, composicin qumica,
textura, mtodos de preparacin y forma de consumo de los
alimentos, higiene oral) como endgenos (agentes patgenos o bacterias, morfologa de las coronas dentales, integridad del esmalte, composicin qumica de la saliva y desgaste dental). Las reabsorciones alveolares resultan del proceso de prdida de la pieza dental y generan la progresiva
reabsorcin del alvolo; este tipo de prdida antemortem
est ntimamente relacionada con las actividades cariognicas aunque tambin la periodontitis y la atricin dental
actan como factores de incremento de la prdida de piezas
dentales. En general presentan una tendencia de covariacin positiva con una alimentacin rica en carbohidratos y
por esto se utilizan como indicadores generales de dieta
(Hillson 1996; Larsen 1997; Powell 1985).
(D) Desgaste del esmalte dental: El Desgaste Dental o
Atricin es considerado como un proceso erosivo natural
del esmalte resultado del proceso masticatorio. El grado y
tipo de desgaste est fuertemente correlacionado con una
serie de factores como la clase y textura de los alimentos
que componen la dieta, los mtodos de preparacin de los
mismos y el uso que se haga de los dientes como herramientas. Es decir, el desgaste depender de diversas circunstancias que pueden acelerar el proceso y remover las
reas del diente propensas a actividad cariognica (Hillson
1996; Larsen 1987 y 1997; Molnar 1971; Powell 1985).
Utilizando la metodologa de observacin y clasificacin
propuesta por Molnar (1971), se agruparon posteriormente
las categoras en tres grandes grupos: leve (categoras 1, 2
y 3), medio (4, 5 y 6) e intenso (7 y 8).
Los indicadores de estrs funcional (EF) por su parte
permiten inferir los patrones de actividades rutinarias
desarrolladas por los individuos a lo largo de su vida. En
tal sentido, proveen interesantes herramientas para la realizacin de inferencias sobre la organizacin social y econmica de los pueblos prehistricos (Larsen 1987). Entre
los distintos indicadores se utilizan:
(EF) Osteoartritis o enfermedades degenerativas: producidas por la combinacin de factores -endocrinos, metablicos, hereditarios, infecciosos, as como la edad y sexo
del individuo-; entre ellos el estrs mecnico y la actividad fsica constituyen los principales. Se trata de un proceso caracterizado por la destruccin del cartlago articular; esto ocasiona que progresivamente los huesos de las
superficies articulares tomen contacto entre s y que por
consiguiente los mismos se vayan erosionando o destruyendo. En lneas generales se produce durante la cuarta
dcada de vida aunque se ve acelerado por el tipo de trabajo recurrente que desarrolla el individuo, as como por
la tensin y el soporte de pesos (Aufderheide y Rodrguez
Martin 1998; Bourke 1967; Campillo 2001; Jurmain 1977
y 1980; Larsen 1987 y 1997). A efectos de evaluar la presencia de enfermedades degenerativas se consideraron las
zonas articulares del cuerpo y se agruparon luego por

207

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 208

CUADERNOS 22
blico se detallan en primer lugar por recinto y clasificados
por edad y sexo (Tabla 2).
Para realizar comparaciones entre las distintas frecuencias entre hombres y mujeres se aplic la prueba de X, con
un valor de referencia de 3,84 y un nivel de significacin de
0,05, resultando no significativas desde el punto de vista
estadstico para las lneas de hipoplasia del esmalte (1,33
complejo E y recinto 320, 1,14 unidad 400 y la hiperostosis
portica (0 complejo E, 0,49 recinto 320 y unidad 400), no
siendo posible aplicar test estadstico para el caso de la
criba orbitalia y las lneas de Harris por la ausencia o baja
cantidad de casos disponibles.
Avanzando en el anlisis se realizaron comparaciones
generales entre hombres y mujeres, sin distincin del recinto de origen para cada uno de los indicadores de estrs
nutricional/metablico, utilizando a tal efecto la prueba de
X, con un valor de referencia de 3,84 y un nivel de significacin de 0,05, resultando no significativas desde el punto
de vista estadstico para las lneas de hipoplasia del esmalte (1,87), hiperostosis (0,20), no registrndose casos para la
criba y sin datos de individuos del sexo masculino para las
lneas de Harris.
A efectos de realizar comparaciones generales entre los
resultados obtenidos en los distintos conjuntos, se confeccion una tabla sin los datos de edad y sexo (Tabla 3).
En general, las mayores frecuencias de estrs nutricional se registran en la hiperostosis portica y las lneas de
Harris. Se analizan las diferencias entre complejos aplicando la prueba de X para un valor de referencia de 5,99 y un
nivel de significacin de 0,05 no resultaron estadsticamente significativas (X: 1.904). Sin embargo, se pueden sealar algunas particularidades en la muestra, en este sentido
los indicadores muestran una misma tendencia hacia mayores frecuencias en el recinto 320 y en la unidad 400 y menor
en el complejo E.

grandes regiones corporales: tronco (clavcula, omplato,


esternn, costillas, pelvis y vrtebras), extremidades superiores (hmero, cbito, radio, carpos, metacarpos) y extremidades inferiores (fmur, rtula, tibia, peron, tarsos y
metatarsos). Para el anlisis se consideraron las lesiones
proliferativas clasificando la osteoartritis en grupos
siguiendo los criterios de Jurmain (1980): sin oseoartritis,
leve (articulaciones con rebordes incipientes), moderada
(rebordes ms pronunciados), intensa e intensa con presencia de lippings marginales (lesiones proliferativas marcadas con bordes sobresalientes de las superficies articulares).
Por otro lado se considera el desarrollo de MSM (muskuloskeletal stress marker) en tanto remodelaciones de las
inserciones seas producto del desarrollo de actividades
cotidianas; las respuestas del hueso a las MSM incluyen el
incremento en su rugosidad y robusticidad as como la
generacin de osteofitos (Larsen 1997; Steen y Lane 1998).
Se consideraron todas las regiones de inserciones musculares del esqueleto en las cuales fue posible realizar observaciones macroscpicas. Para dar cuenta del grado de esfuerzo fsico realizado se registr la ausencia o presencia en el
caso de marcadas inserciones musculares.
Un aspecto importante considerado en este trabajo, lo
constituyen las prcticas deformatorias vinculadas a los sistemas de identificacin, sealizacin y comunicacin de la
identidad de un grupo o sociedad. En este caso se trabaja
con la deformacin intencional del crneo, la cual provoca
una transformacin en la estructura craneana que a nivel
osteolgico es visible desde un anlisis morfolgico. Se trabaj a partir del relevamiento morfolgico partiendo de la
clasificacin entre deformaciones craneanas tabulares erectos y oblicuos y circulares erectos y oblicuos propuesta originalmente por Imbelloni (Baffi 1994; Bloom 2005a y
2005b; Hoshower et al. 1995; Imbelloni 1924/25).
Se analizaron un total de 60 individuos de diferentes
grupos de edad y sexo; debido al dispar estado de conservacin de los restos seos y dentales, los mismos presentan
gran heterogeneidad en la frecuencia de representatividad
de partes del cuerpo (Tabla 1).

Dieta
Dentro del anlisis de los indicadores de dieta, la presencia o ausencia de caries, reabsorciones alveolares e
infecciones (patologas orales), se vuelcan en la siguiente
tabla, agrupando los individuos de cada unidad analizada,
por grupo de edad y sexo (Tabla 4).
En el caso del anlisis del desgaste del esmalte dental,
los resultados se clasifican para cada uno de los complejos,
por edad y sexo excluyendo del mismo a los individuos de

RESULTADOS
Estrs Nutricional
Los resultados del anlisis del estrs nutricional/meta-

Tabla 1: Estructura de la muestra


208

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 209

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO...

Tabla 2: Indicadores de estrs nutricional/metablico por edad y sexo


N: el numerador indica la cantidad de individuos con patologas mientras que el denominador representa la totalidad de individuos analizados.

Tabla 3: Indicadores de estrs nutricional/ metablicos general


N: el numerador indica la cantidad de individuos con patologas mientras que el denominador representa la totalidad de individuos analizados.

Tabla 4: Patologas orales por edad y sexo


N: el numerador indica la cantidad de individuos afectados, mientras que el denominador representa la totalidad de individuos analizados.

209

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 210

CUADERNOS 22
edad infantil y evaluando el grado de deterioro del esmalte
por ausencia de desgaste, grado leve, medio e intenso
(Tabla 5).
De acuerdo a lo observado en la tabla 5, las frecuencias
e intensidad del desgaste del esmalte dental se mantienen
similares para los individuos de ambos sexos, en todos los
casos con grados intensos de deterioro del esmalte. A efectos de poder observar los indicadores de dieta en su conjunto, se agrupan los resultados por conjuntos sin diferencias entre edad y sexo (Tabla 6). Analizando los indicadores de dieta se observa que los individuos presentan altas
frecuencias de patologas orales independientemente del
sexo y la edad; estas frecuencias concuerdan con el tipo de
dieta registrada en poblaciones agropastoriles con fuertes
componentes de carbohidratos.
En lo referido a las diferencias entre los conjuntos, es en
el recinto 320 donde se registran las mayores frecuencias de
individuos con caries, infecciones y prdidas dentales antemortem mientras que el desgaste se presenta en valores
intensos principalmente en el Complejo E. Ninguna de
estas diferencias resultan estadsticamente significativas
aplicando la prueba de la prueba de X para un valor de
referencia de 5,99 y un nivel de significacin de 0,05 (X:

1,83 para patologas orales y 4,33 para el desgaste del


esmalte). El recinto con mayor frecuencia de individuos
con caries, infecciones y prdida dental antemortem (recinto 320) es el que mayor homogeneidad presenta en lo referido al grado de desgaste del esmalte.
Estrs funcional
Siguiendo la evaluacin de las diferencias entre los
individuos de los complejos de Los Amarillos, se elaboraron cuadros que dieran cuenta de la presencia de Estrs
Funcional. El mismo se dividi en extremidades superiores,
extremidades inferiores y tronco para facilitar su lectura
(Tablas 7, 8 y 9).
En general se registraron altas frecuencias de enfermedades degenerativas, lo cual podra estar indicando la exposicin de los individuos a grandes sobreexigencias fsicas.
La osteoartritis se presenta en forma leve y en una frecuencia media en las extremidades superiores e inferiores, mientras que para el tronco se presenta en altas proporciones,
registrndose en la mayora de los casos, en forma intensa
y hasta con casos de fusin de vrtebras lumbares. Esto
podra referir a que la principal carga fsica estaba puesta en
la columna siendo la parte del cuerpo que mayores sobree-

Tabla 5: Desgaste del esmalte dental por edad y sexo


N: el numerador indica la cantidad de individuos afectados, mientras que el denominador representa la totalidad de individuos analizados.

Tabla 6: Indicadores de dieta


N: el numerador indica la cantidad de individuos afectados, mientras que el denominador representa la totalidad de individuos analizados.

210

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 211

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO...


xigencias soport, probablemente relacionado con la carga
de pesos (Bourke 1967); esto a su vez explicara la baja frecuencia de MSM, estas ltimas localizadas generalmente en
las extremidades o en las articulaciones vinculadas a ellas
(Steen y Lane 1998).
Al evaluar las diferencias entre recintos se observa que
en el complejo E, las extremidades superiores presentan en
su mayora osteoartritis leve mientras que en la unidad 400,
esta patologa se presenta en forma moderada y en el recinto 320 de carcter intenso. En el caso de las extremidades
inferiores la mayor presencia de osteoartritis est dada en el
Complejo E por casos de tipo leves y moderados, casos
leves en el recinto 320 resultando que los individuos de la
unidad 400 fueron los ms afectados por enfermedades
degenerativas en esta parte del cuerpo con casos leves y
moderados. Finalmente respecto del tronco en todos los
conjuntos la osteoartritis se presenta de forma intensa.
Las diferencias entre los recintos resultan significativas
aplicando la prueba de X (para un valor de referencia de
5,99 y un nivel de significacin de 0,05) en el caso del
MSM en extremidades superiores (X: 7,90) y osteoartritis
en extremidades inferiores (X: 14,47) y tronco (X: 6,23).
El resto de los valores de X no resultaron significativos
(3,79 para osteoartritis en extemidades superiores, 5,25
para MSM en extremidades inferiores y 2,06 para MSM en
tronco).

Tabla 7: Estrs funcional: extremidades superiores


N: cantidad de individuos analizados por Complejo. T: total de individuos con patologas.

Las prcticas deformatorias


Las prcticas deformatorias del crneo presentan una
particularidad en los conjuntos analizados. Si bien uno de
los individuos no tiene deformacin craneana, el resto presenta la modalidad tabular en sus dos variantes: erecta y
oblicua. La deformacin tabular oblicua tiene mayor presencia en el Recinto 320, mientras que la tabular erecta en
la unidad 400; lo interesante reside en que su distribucin
por complejos resulta estadsticamente significativa aplicando la prueba de X (para un valor de referencia de 5,99
y un nivel de significacin de 0,05) con un resultado de X
de 12,561. (Tabla 10).

Tabla 8: Estrs funcional: extremidades inferiores


N: cantidad de individuos analizados por Complejo. T: total de individuos con patologas.

DISCUSIN
En lo que respecta al anlisis de las diferencias a nivel
intrasitio se registran variaciones entre los individuos de los
diferentes complejos que solo constituyen diferencias estadsticamente significativas en el caso del estrs funcional;
sin embargo, en el resto de los indicadores analizados se

Tabla 9: Estrs funcional: tronco


N: cantidad de individuos analizados por Complejo. T: total de individuos con patologas

Tabla 10: Deformacin craneana


211

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 212

CUADERNOS 22
observa una tendencia en la cual los individuos del complejo E resultaron los menos afectados por hiperostosis portica, criba orbitalia y lneas de hipoplasia del esmalte aumentando la presencia de estos indicadores en los individuos de
la unidad 400 y en mayor medida los del 320 (Tabla 3). Esto
podra estar sealando tentativamente que no todos los grupos habran tenido las mismas posibilidades de acceso a los
recursos alimenticios siendo que probablemente algunos
estuvieron ms expuestos que otros a eventos de estrs
nutricional.
En este sentido resultan interesantes las reflexiones de
Angiorama y Taboada sobre la posibilidad de que los individuos de la Unidad 400 estuvieran asociados a actividades metalrgicas (Angiorama 2003; Taboada y Angiorama
2003a y 2003b). Dicha asociacin los convertira en un
grupo diferente al resto, al menos en el desarrollo de algunas prcticas cotidianas que podrn reflejarse en su estilo
de vida.
Si bien los individuos del Recinto 320 son los que presentan mayores evidencias de estrs nutricional y de patologas orales (Tablas 3 y 6), son los del 400 los que presentan mayor frecuencia de estrs funcional (Tablas 7, 8 y
9). Por su parte, los del complejo E resultan los menos
afectados por estrs nutricional pero se ubican entre los
individuos del recinto 320 y de la unidad 400 en lo referido a estrs funcional. A su vez, se registran diferencias
significativas en las prcticas deformatorias (Tabla 10).
En sntesis, si bien no todas las diferencias son significativas, se estaran registrando ciertas tendencias particulares para el estilo de vida de los individuos que vivieron en
los distintos complejos. En efecto, algunos habran estado
mejor alimentados que otros pero a la vez son los que
mayores sobreexigencias fsicas habran soportado. Este
tipo de relacin contrastara con la regla establecida por la
economa poltica, y utilizada por la arqueologa (Earle
1987) de las sociedades tipo "jefaturas o seorios", tal cual
se defini a las sociedades de la Quebrada de Humahuaca
del Perodo Tardo (Gonzalez y Prez 1966; Palma 2003:
Prez 1968 y 1973), segn la cual aquellos individuos "que
tienen mayor status social, presentarn una dieta ms completa y realizarn menos trabajo fsico". Esta relacin isomrfica entre status social y estado de salud no se estara
registrando en este caso en las sociedades corporativas de la
Quebrada de Humahauca (Nielsen 2006a, Seldes 2007).
De acuerdo a las recientes propuestas (Nielsen 2006a
y 2006b), ciertas tareas productivas (pastoreo en zonas
altas, trabajo en centros agrcolas como Coctaca, el trfico de bienes o la extraccin de recursos silvestres) probablemente estuvieron a cargo de unidades sociales diferentes lo cual podra implicar ciertos niveles de especializacin entre distintas unidades domsticas. Esto puede estar
indicando que lo que se est registrando en Los Amarillos,
est denotando cierta heterogeneidad, en el sentido de una
diferencia entre grupos sociales.
Ahora bien, en el Perodo de Desarrollos Regionales
Tardo es donde se registran mayores niveles de homogeneidad estilstica y de la morfologa cermica y, a la vez,
cuando se propone que hay un reforzamiento simblico de

los aspectos corporativos de las sociedades, con una regionalizacin de las materialidades (arquitectura, cermica,
textil y funebria) que implica una homogeneidad de las
mismas al interior de las comunidades, as como cierta
sublimacin de aspectos que hacen a la individualidad o a
la visibilidad de grupos domsticos (Nielsen 2006a y
2006b; Nielsen y Boschi 2007).
Sin embargo, esta homogeneidad no se refleja en las
prcticas deformatorias ya que, a diferencia de perodos
anteriores, donde solo se registran deformaciones tabulares erectas (Seldes 2007), es en este momento cuando se
registra la aparicin de la deformacin tabular oblicua, y
cuando es significativa su distribucin entre distintas unidades sociales, tal vez pensado en tanto "jerarqua de
marcos de referencia a identificacin, con connotaciones
regionales pero con distintos grados de inclusividad, que
las personas manejaran flexiblemente en distintos contextos de interaccin" (Nielsen y Boschi 2007: 36).
La variedad de prcticas deformatorias, esto es, las
diferencias expresadas a nivel corporal, refieren a "marcas" que permanecen de por vida y convierten al cuerpo
biolgico en "cuerpo cultural" creando y recreando sentidos o smbolos de pertenencia, estableciendo diferencias
corporalmente significadas y expresadas, distinguiendo un
grupo de otro (Bloom 2005b). La distribucin de prcticas
deformatorias entre los distintos conjuntos quizs est
sealando que los individuos adoptaron las prcticas deformatorias como smbolo de diferenciacin, probablemente
vinculado a la adscripcin a determinado grupo, prefirindolo por sobre otro tipo de emblemas distintivos, la cermica por ejemplo. Esto podra estar sealando que las
prcticas deformatorias pudieron haber funcionado, en el
Perodo de Desarrollos Regionales Tardo, como el mayor
indicador de identidad y pertenencia a algn tipo de grupo.
Tal vez la aparicin de la deformacin Tabular Oblicua
est asociada al surgimiento de nuevos tipos de intercambios o a la intensificacin de los mismos, registrado a partir de distintas evidencias arqueolgicas (por ejemplo
caravaneo, jaras, circulacin del cobre); recurdese que
esta es la poca de mayor auge del trfico de caravanas
circumpuneo (Nielsen 2001). Aun mas, histricamente
las relaciones de intercambios generaron a la vez algn
tipo de flujo, de smbolos o poblacionales por ejemplo, lo
cual se debe haber sentido con mayor intensidad en este
perodo.
En este sentido resultan fundamentales los aportes de los
anlisis de distancias poblacionales o relaciones de parentesco biolgico, como los realizados por Cocilovo y Varela
(Cocilovo et al. 2001; Varela et al. 2004), quienes a partir de
anlisis multivariados sobre crneos de diferentes sitios de
la Quebrada de Humahuaca sealan la probable "intervencin de grupos con distintas procedencia, principalmente de
la Puna, Bolivia, Selvas Occidentales y de las subrea
Valliserrana" (Varela et al. 2004: 320). Este tipo de trabajos
permiten reflexionar en torno al ingreso, en algn momento
que no es posible establecer actualmente con la informacin
disponible, de poblaciones forneas a la Quebrada de
Humahuaca para instalarse en forma permanente.

212

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 213

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO...


En sntesis, el registro bioarqueolgico analizado indicara que hacia el Perodo de Desarrollos Regionales
Tardo, se generaron en la Quebrada de Humahuaca mayores niveles de heterogeneidad, en el sentido de mayor
diversidad o diferenciacin que en los momentos anteriores (Seldes 2007), sin que esto implique necesariamente
diferencias de orden jerrquico. Posiblemente se habra
generado algn tipo de especializacin por grupos que
inclua el desarrollo de actividades laborales diferentes a
otros grupos con otro tipo de actividades cotidianas y el
consumo de diferentes proporciones de carbohidratos y
protenas animales. Sumado a esto, las diferencias entre
estos grupos se demarcaran a travs de seales corporales
como las prcticas deformatorias.
Sin negar que haya habido cierta desigualdad social y
a pesar que la arquitectura de espacios pblicos refiere a
algn tipo de jerarquizacin (la plaza de Los Amarillos
por ejemplo) visibles en restricciones a la libre circulacin
o a asimetras visuales; la jerarquizacin de ciertos sepulcros, la participacin diferencial en las prcticas desarrolladas en dichos espacios (Nielsen 2003, 2006a y 2006b)
y la presencia de espacios jerarquizados no necesariamente remite a una desigualdad econmica con la figura
de un Jefe o Seor a la manera de los seoros. Bien podran estar significando "emblemas" de tipo corporativos,
"referentes de identidades colectivas" o "corporativas",
con un poder descentralizado en los distintos ayllus agrupados a su vez "formando niveles de gestin crecientemente inclusivos (ayllus menores, mayores, mitades, grupos tnicos, confederaciones)" (Nielsen 2006a: 67).
Por su parte la bioarqueologa estara sealando que
las diferencias observadas en los restos seos humanos
con posterioridad al 1.250 DC, no significa precisamente
diferencias de poder o de prestigio. En este sentido, mayor
diversidad no necesariamente implica mayor jerarquizacin sino cierta diferenciacin social interna ajustada a los
aspectos corporativos y segmentarios de las sociedad de la
Quebrada de Humahuaca.
Este trabajo no pretende sacar conclusiones acabadas
sino que se plantea como fuente de la cual surgen numerosos interrogantes y lneas de investigacin que requieren
de futuras investigaciones donde se incorporen nuevas
herramientas de anlisis as como la ampliacin del tamao de las muestras con el objetivo de robustecer la base
emprica que sostiene las conclusiones de este trabajo.

Angiorama, C.
2003. Produccin y circulacin de objetos de metal en la
Quebrada de Humahuaca en momentos prehispnicos tardos (900 - 1535 d.C.). Tesis Doctoral,
Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel
Lillo, Universidad Nacional de Tucumn. San
Miguel de Tucumn. MS.
Aufderheide, A. y C. Rodrguez Martin.
1998. The Cambridge Enciclopedia of Human
Paleopathology. Cambridge University press,
Cambridge
valos, J.
2002. Sistema de produccin ltica de una comunidad tarda en la Quebrada de Humahuaca. Tesis de licenciatura, Facultad de Humnanidades y Ciencias
Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. MS.
Baffi, E.I.
1994. La bsqueda de la identidad social a travs del registro bioarqueolgico. En: Actas y Memorias del XI
Congreso Nacional de Arqueologa Argentina.
Revista del Museo de Historia Natural: tomo XIII
(1/4): 120 - 123. San Rafael, Mendoza.
Bass, W.
1995. Human Osteology. Missouri Archaeological Society
Special Publication. Fourth edition. Columbia,
Missouri.
Bennet, W., E. Bleiler y F. Sommer
1948. Northwest Argentine Archaeology. Yale University
Publications in Anthropology, 38. New Haven.
Berardi, M.
2004. Historia ocupacional de Los Amarillos (Quebrada de
Yacoraite, Jujuy). Anlisis del material arqueolgico
de superficie mediante SIG. Tesis de licenciatura.
Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de
Buenos Aires. MS.
Bloom, D.
2005a. Dinmica de Grupos en Tiwanaku: Un Aporte Bio Arqueolgico. Textos Antropolgicos, 15 (2): 61 75. Univ. Mayor de San Andrs. La Paz, Bolivia.
2005b. Embodying borders: human body modification and
diversity in Tiwanaku society. Journal of
Anthropological Archaeology, 24: 1-24.
Boman, E.
1991 (1908). Antigedades de la regin andina de la
Repblica Argentina y del Desierto de Atacama,
tomo I. Universidad Nacional de Jujuy. San Salvador
de Jujuy.
Bordach, M. A., L. Dalerba L. Y O. Mendona
1999. Vida y Muerte en Quebrada de Humahuaca.
Universidad Nacional de Ro Cuarto. Crdoba.
Bourke, J.B.
1967. A review of the Paleopathology of the Arthritic.
Diseases in Antiquity pags. 352 - 370. Editado por D.
Brothwell y A. Sandison. Charles Thomas publisher.
Springfield. Illinois.
Brooks, S y J. Suchey
1990. Skeletal age determination based on the os pubis: a
comparison of the Acsadi - Nemeskeri and Suchey y
Brooks method. Human Evolution, 3 (3): 227 - 238.

AGRADECIMIENTOS
A Julio valos y Malena Vzquez por sus sugerencias y
comentarios. A los evaluadores que con sus comentarios
han permitido enriquecer y mejorar este trabajo.
BIBLIOGRAFA
Angel, J.
1967. Porotic Hyperostosis or Osteoporosis Simtrica.
Diseases in Antiquity: pp. 378 - 389. Editado por
Brothwell y Sandison. Charles Thomas Publisher.
Sprinfield, Illinois.

213

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 214

CUADERNOS 22
Buikstra, J. Y D. Ubelaker
1994. Standars for Data Collection from Human Skeletal
Remains. Arkansas Archaeological Survey Research
Series, 44. Arkansas.
Campillo, D.
2001. "Introduccin a la paleopatologa". Editorial
Bellaterra. Barcelona, Espaa.
Casanova, E.
1936. La Quebrada de Humahuaca. Historia de la Nacin
Argentina, tomo 1: 207 - 249. Junta de Historia y
Numismtica Americana. Buenos Aires.
Cocilovo, J., H. Varela, E. I. Baffi, S. Valdano y M. F. Torres
1999. Estructura y composicin de la poblacin antigua de
la Quebrada de Humahuaca. Anlisis exploratorio.
Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa, 24: 59 - 80. Buenos Aires.
Cocilovo, J., H. Varela y S. Valdano
2001. Estructura de la poblacin antigua de la Quebrada de
Humahuaca. Historia Argentina Prehispnica, tomo I,
pags. 265 - 287. Ed. Nielsen A. y Berberian E.
Editorial Brujas. Crdoba.
Cohen, M. y G. Armelagos
1984.(eds). Paleopathology at the origins of agriculture.
Academic Press. Orlando.
Debenedetti, S.
1918. La XIV Expedicin arqueolgica de la Facultad de
Filosofa y Letras. Nota preliminar sobre los yacimientos de Perchel, Campo Morado y La Huerta.
Publicaciones de la Seccin Antropologa, 17.
Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de
Buenos Aires. Buenos Aires.
Earle, T.
1987. Chiefdoms in archaeological and ethnohistorical perspective. Annual Review Anthropology 16: 279 - 308.
Fazekas, G. y M. Kosa
1978. Forensic Fetal Osteology. Akademiai Kiad.
Budapest.
Gheggi, M.S.
2005. Anlisis bioarqueolgico y contextual en enterratorios arqueologicos. Un caso de estudio en Esquina de
Huajra (Quebrada de Humahuaca - Jujuy, Argentina).
Tesis de Licenciaturia. Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad de Buenos Aires. MS.
Gonzlez, A. R . y J. Prez
1966. El rea Andina Meridional. Actas y Memorias del
XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, 1:
241 - 265. Sevilla, Espaa.
Goodman, M., D. Martin, G. Armelagos y G. Clark
1984. Indicators of stress from bone and teeth.
Paleopathology at the origins of agriculture, pags. 13
- 49. Ed. Cohen M. y G. Armelagos. Academic Press,
New York.
Hillson, S.
1996. Dental anthropology. Cambridge University press.
Cambridge.
Hoshower, I., J. Buikstra, P. Goldstein y A. Webster
1995. Artificial cranial deformation at the OMO M10 site: A
Tiwanaku complex from the Moquegua valley, Per.

Latin American Antiquity, 6 (2): 145 - 164.


Huss-Ashmore, R., A. Goodman y G. Armelagos
1982. Nutritional Inference from Paleopathology. Advances
in Archaeological Method and Theory, 5: 395 - 473.
Ed. M.Schiffer. Academic Press. New York.
Imbelloni, J.
1924/25. Deformaciones intencionales del crneo en Sud
Amrica. Polgonos craneanos aberrantes. Revista
Museo La Plata, 28: 329 - 407. Universidad Nacional
de La Plata. La Plata.
Jurmain, R.
1977. Stress and the Etiology of Osteoarthritis. American
Journal of Physical Anthropology, 46: 353 - 366.
1980. The pattern of involvement of appendicular degenerative joint disease. American Journal of Physical
Anthropology, 53: 143 - 150.
Larsen, C.
1987. Bioarcheological Interpretations of Subsistence
Economy and Behavior from Human Skeletal
Remains. Advances Archaeological Method and
Theory, 10: 339 - 445. Ed. Schiffer. Academic press.
San Diego.
1997. Bioarcheology: Interpretating behavior from the
human skeleton. Cambridge Studies in Biological
Anthropology, 21. Cambridge University Press.
Cambridge.
Martin, D., A. Goodman y G. Armelagos
1985. Skeletal pathologies as indicators of quality an quantity of diet. The Analysis of Prehistoric Diet, pags.
227 - 279. Ed. Gilbert R. y Mielke J., Academic press.
Orlando.
Mendona, O., M. A. Bordach, M. Grosso y L. Dalerba
2002. Ambiente, comunidad y comportamiento biosocial en
el Formativo de Tilcara, Quebrada de Humahuaca,
Jujuy. Pacarina 2 (2): 135 - 147. Universidad
Nacional de Jujuy. San Salvador de Jujuy.
Mendona, O., M. A. Bordach, M. Ruiz y B. Cremonte
1991. Nuevas evidencias del perodo agroalfarero temprano
en Quebrada de Humahuaca. Los hallazgos del sitio
Til 20 (Tilcara, Jujuy). Comechingonia, 7: 31 - 45.
Crdoba.
Mendonca, O., M.A. Bordach y S.Valdano
1992. Reconstruccin del comportamiento biosocial en el
Pukar de Tilcara (Jujuy). Una propuesta heurstica.
Cuadernos, 3: 144 - 151. Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy.
San Salvador de Jujuy.
Mercolli, P.
2005. Tendencias en las estrategias de caza durante el
Perodo de Desarrollos Regionales en la Quebrada de
Humahuaca. Estudios Sociales del NOA, 8 (8): 188 218. Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de
Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Buenos Aires.
Molnar, S.
1971. Human Tooth Wear, Tooth Function and Cultural
Variability. American Journal of Physical
Anthropology, 34: 175 - 189.

214

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 215

LAS SOCIEDADES CORPORATIVAS DESDE EL REGISTRO...


Neves, W.
1984. Estilo de Vida e osteobiografia: A reconstitusao de
comportamento pelos ossos humanos. Revista prehistoria, 6: 287 - 291. Sao Paulo.
Nielsen, A.
1995. Architectural Perfomance and the Reproduction of
Social Power. Expanding Archaeology, pags. 47 - 66.
Ed. J. Skybo, W. Walker y A. Nielsen. University of
Utah Press. Salt Lake city.
2001. Evolucin social en Quebrada de Humahuaca (AD
700-1536). Historia Argentina prehispnica, tomo 1,
pags. 171-264. Ed. A. Nielsen y E. Berberian
Editorial Brujas. Crdoba.
2003. La edad de los Auca Runa en la Quebrada de
Humahuaca (Jujuy, Argentina). Memoria Americana,
11: 74 - 107. Cuadernos de Etnohistoria. ICA.
Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de
Buenos Aires. Buenos Aires.
2006a. Pobres Jefes: aspectos corporativos en las formaciones sociales pre-inkaicas de los Andes
Circumpuneos. Contra la tirana tipolgica en
arqueologa: Una visin desde sudamrica, pags.
120-150. Editado por Carl Langebaek y Cristobal
Gnecco. Universidad de los Andes, Bogot.
2006b. Plazas para los antepasados: descentralizacin y
poder corporativo en las formaciones polticas preincaicas de los Andes circumpuneos. Estudios
Atacameos, 31: 63 - 89. San Pedro de Atacama,
Chile.
Nielsen, A. y L. Boschi
2007. Celebrando con los antepasados. Arqueologa del
espacio pblico en Los Amarillos, Quebrada de
Huamahuaca, Jujuy, Argentina. Mallku Ediciones
Palma, J.
1997/98. Ceremonialismo mortuorio y registro arqueolgico: apuntes sobre complejidad social. Relaciones de
la Sociedad Argentina de Antropologa, 22/23: 179 202. Buenos Aires.
2003. La funebria de Campo Morado, Quebrada de
Humahuaca (Depto. de Tilcara, Pcia. de Jujuy).
Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa, 28: 61 - 74. Buenos Aires.
Prez, J. A.
1968. Subrea de Humahuaca. Actas y Memorias del
XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, 2:
273 - 293. Buenos Aires.
1973. Arqueologa de culturas agroalfareras de la Quebrada
de Humahuaca (Provincia de Jujuy, Repblica
Argentina). Amrica Indgena, XXXIII (3): 667 678. Instituto Indigenista Interamericano. Mxico.
Powell, M.
1985. The Analysis of Dental Wear Caries for Dietary
Reconstruction. The Analysis of Prehistoric Diet,
pags. 307-358. Ed. Gilbert y Mielke. Academic Press.
Orlando.

Seldes, V.
2006. Bioarqueologa de poblaciones prehistricas de la
Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina). Estudios
Atacameos, 31: 47 - 61. San Pedro de Atacama,
Chile.
2007. Aportes de la bioarqueologa al estudio de la complejidad y la desigualdad social en la Quebrada de
Humahuaca (Jujuy, Argentina). Tesis doctoral.
Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de
Buenos Aires. MS.
Scheuer, L y S. Black
2000. Development Juvenil Osteology. Academic Press. San
Diego, California.
Steen, S. y R. Lane
1998. Evaluation of Habitual Activities among Two Alaskan
Eskimo Populations Based on Muskoskeletal Stress
Markers. International Journal of Osteoarchaeology,
8: 341 - 353.
Stini, W.
1969. Nutritional Stress and Growth: sex difference in adaptive response. American Journal of Physical
Anthropology, 31: 417 - 426.
Stuart Macadam, P.
1985. Porotic Hyperostosis: representative of a chilhood
condition. American Journal of Physical
Anthropology, 66: 391 - 398.
Taboada, C. y C. Angiorama
2003a. Buscando los indicadores arqueolgicos de la unidad
domstica. Cuadernos, 20: 393 - 407. Facultad de
Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de Jujuy. San Salvador de Jujuy.
2003b. Posibilidades de un enfoque dinmico para el estudio
de la arquitectura domstica prehispnica. Un caso de
aplicacin en Los Amarillos (Jujuy). Relaciones de la
Sociedad Argentina de Antropologa, 28: 101 - 115.
Buenos Aires.
Thompson, L.G., E. Moseley-Thompson, J.E. Bolzan y B.R.
Koci
1985. A 1500 year record of tropical precipitation in ice
cores from the Quelccaya ice cap, Per. Science, 229:
971 - 973.
Varela, H., J. Cocilovo, E. I . Baffi Y S. Valdano
1999. La poblacin antigua de la Quebrada de Humahuaca y
sus relaciones biolgicas con reas aledaas. Revista
Espaola de Antropologa Biolgica, 20: 7-24.
Espaa.
Varela, H., C. Paschetta y J. Cocilovo
2004. Anlisis de las relaciones biolgicas entre poblaciones
del N.O.Argentino por medio de caracteres mtricos.
Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropologa, XXIX: 317 - 330. Buenos Aires

215

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 216

216

antropologia.qxp

10/11/2010

01:38 p.m.

Pgina 217

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

ISTOPOS ESTABLES DEL CARBONO EN EL CENTRO-NOROESTE DE SANTA CRUZ


(PATAGONIA, REPBLICA ARGENTINA):
HACIA UNA RECONSTRUCCIN DE LA ECOLOGA ISOTPICA
Augusto Tessone y Hctor Panarello*
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es la reconstruccin de la ecologa isotpica del centro-noroeste de la actual provincia de Santa
Cruz que permita establecer los parmetros a partir de los cuales se puedan realizar interpretaciones sobre los valores isotpicos de restos seos humanos recuperados en Sierra Colorada.
PALABRAS CLAVES: 13C, Paleodieta, Patagonia, Cazadores-Recolectores
ABSTRACT
The aim of this work is restoring the isotope ecology of the center-northwest of the present province of Santa Cruz to establish the parameters in order to make interpretations on the isotopic values of human skeletal remains recovered in Sierra
Colorada.
KEY WORDS: 13C, Palaeodiet, Patagonia, Hunter-Gatherers

INTRODUCCIN
Esta investigacin se desarrolla en el marco de proyectos que estudian la dinmica de la interrelacin de la poblaciones humanas y sus sistemas organizativos con los cambios climticos que se sucedieron en el Holoceno tardo en
el centro-noroeste de Santa Cruz, Patagonia, Repblica
Argentina (Goi et al. 2007, Belardi et al. 2009).
Especficamente est vinculado con el estudio paleodietario
a travs de los istopos estables del carbono y nitrgeno de
las muestras seas humanas recuperadas en Sierra Colorada
(SAC), en las inmediaciones del lago Salitroso como un
sector de alta concentracin de entierros humanos (Goi et
al. 2007). En un trabajo previo se haba planteado que estos
restos seos humanos reflejaban una dieta basada en recursos terrestres perteneciente a la va fotosinttica C3. Sin
embargo, el subsiguiente desarrollo de esta lnea de investigacin requera del conocimiento de las variaciones espaciales y temporales de los recursos que conformaron la
dieta de las poblaciones humanas durante el Holoceno tardo (Tessone et al. 2005).
Por tal razn, el objetivo de este trabajo es el estudio de
la distribucin natural de los istopos estables del carbono
en distintas especies animales y vegetales para la conformacin de una ecologa isotpica del centro-noroeste de
Santa Cruz. Los resultados permitiran generar un marco de
referencia (sensu Binford 2001) para la interpretacin de las
paleodietas de los cazadores-recolectores que ocuparon esta
regin en el Holoceno tardo. De esta manera, se presentan
valores de istopos estables del carbono de diversos recursos vegetales y animales pertenecientes a ambientes terrestres del interior de Patagonia. Los objetivos particulares que

se persiguen son, en primer trmino, establecer la lnea de


base de la cadena alimenticia a partir del anlisis isotpico
del 13C en plantas. En segundo trmino, establecer los fraccionamientos producidos en cada uno de los niveles trficos
y, a su vez, analizar la variabilidad intra e interespecfica de
los recursos analizados. Por ltimo, se discuten las implicanciones de este estudio en las interpretaciones paleodietarias de los restos seos humanos del centro-noroeste de
Santa Cruz. Asimismo, al ser los istopos estables una
herramienta de amplio desarrollo en la arqueologa patagnica para el estudio de las paleodietas humanas, el corpus
de datos aqu generados permitir establecer parmetros de
referencias para realizar comparaciones a distintas escalas
espaciales.
MATERIALES Y MTODOS
El rea de investigacin es el centro-noroeste de Santa
Cruz, comprendiendo diversos sectores con caractersticas
ecolgicas dismiles: 1) lagos Peyrredn, Posadas y
Salitroso; 2) Parque Nacional Perito Moreno (PNPM); 3)
meseta de Pampa del Asador; 4) meseta del Strobel; 5) lago
Cardiel; 6) lagos San Martn y Tar (Figura 1). En trminos
generales, las caractersticas ms relevantes que definen el
rea considerada en la investigacin son, por un lado, las
diferencias altitudinales, con bajos entre 100-400 m.s.n.m.
y mesetas con alturas superiores a los 1000 m.s.n.m. Por
otro lado, diferencias pluviomtricas entre 150 mm. y 900
mm. anuales en sentido este-oeste que establecen cambios
vegetacionales en funcin de este gradiente: estepa arbustiva, estepa graminosa y el bosque subantrtico (Oliva et al.
2001). Siguiendo la caracterizacin realizada por Oliva y
coautores (2001) las reas ecolgicas consideradas en el
muestreo actualstico y arqueolgico son la Meseta Central,
el Pastizal Subandino y el Complejo Andino.

* Instituto de Geocronologa y Geologa Isotpica (CONICET-UBA),


[email protected], [email protected]
217

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 218

CUADERNOS 22

Figura 1: Centro-noroeste de Santa Cruz indicando los lugares de muestreo: 1) lagos Pueyrredn, Posadas y
Salitroso; 2) Parque Nacional Perito Moreno (PNPM);
3) meseta de Pampa del Asador; 4) meseta del Strobel; 5) lago Cardiel;
6) lagos San Martn y Tar

218

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 219

ISTOPOS ESTABLES DEL CARBONO EN EL CENTRO-NOROESTE...


En este trabajo, se presentan 64 nuevos valores sobre
animales y vegetales recolectados en el rea de estudio. De
stos, 15 provienen de sitios arqueolgicos y 49 son especmenes actuales. Para que estas muestras sean comparables, en trminos metodolgicos, hay que considerar el
Efecto Suess; debido a que desde la revolucin industrial la
quema de combustibles fsiles ha disminuido el 13C de la
atmsfera a partir del cual las plantas fijan el carbono, de
6,5 a 8 (Friedli et al. 1986, Marino y McElroy 1991).
De esta manera, al valor 13C de las muestras actuales se les
ha adicionado 1,5.
Las tcnicas y procedimientos de muestreo y laboratorio que se utilizaron son las convencionales y varan en funcin de cada tipo de materia orgnica procesada:

3) Msculo y Grasas
Para la extraccin de estos dos tejidos se utilizaron
aquellos especmenes a los cuales se accedi en momentos
cercanos a su muerte. Las especies que se pudieron conseguir son un guanaco y un choique. En el caso de las grasas
se extrajo por un lado, grasa subcutnea y, por otro, medular. Esta ltima se obtuvo a partir de la rotura de un hueso
largo de guanaco. Todos estos tejidos se introdujeron en un
desecador bajo vaco con slica gel para deshidratarlos.
4) Huevo
Los huevos que se seleccionaron son de choique
(Pterocnemia pennata) y de cauqun comn (Chloephaga
picta). En su anlisis se consider por separado la clara y la
yema debido a que estas dos fracciones son de composicin
diferente. La primera compuesta principalmente por una
protena, la albmina y, la segunda, por lpidos, mayormente colesterol.
Una vez realizado el pretratamiento y seleccionadas las
muestras son introducidas en una ampolla con oxido cprico, selladas al vaco y colocadas en una mufla a 550 C
durante 8 hs. Posteriormente el CO2 formado se purifica
criognicamente en una lnea de vaco. El gas obtenido es
medido en un espectrmetro de masas de triple colector
Finnigan Delta-S.
En el anlisis posterior de los resultados se le adicionan
a los obtenidos aqu los valores de guanacos ya publicados
y los aquellos disponibles en restos seos humanos de la
cuenca del lago Salitroso (Tessone et al. 2005).

1) Plantas
Se muestrearon 19 especmenes de plantas de la regin,
plausibles de ser incluidas en las dietas de herbvoros locales (Pelliza et al. 1997). Las mismas son representativas de
las distintas formas de vida, entre las que podemos nombrar: Nothofagus spp. entre los arboles; calafate (Berberis
spp.), neneo (Mulinum spinosum), duraznillo (Colliguaja
integerrima), molle (Schinus Polygamus) y cola de piche
(Nassauvia spp.) entre los arbustos y, por ltimo, gramneas como coirones (Stipa spp. y Festuca spp.). Los lugares
del muestreo, por el momento, son los extremos del rea de
investigacin: lago Salitroso y lago San Martn y Tar. En el
campo, de cada espcimen se extrajo una pequea fraccin
de la planta. Posteriormente, en el laboratorio se realiz el
secado de las hojas o de los tallos no leosos que seran
ensayados.

RESULTADOS Y DISCUSIN
En la Tabla 1 se presenta la estadstica descriptiva de los
valores obtenidos en los recursos (media desvo estndar,
valores mximos y mnimos) segn el material muestreado.
Esta informacin ser discutida en diferentes tpicos que
ataen a problemticas generales de la aplicacin de los istopos estables del carbono en arqueologa, como as tambin consideraciones particulares propias del estudio de las
poblaciones humanas e istopos estables del centro-noroeste de Santa Cruz y Patagonia meridional.

2) seo
El material seo fue seleccionado para la extraccin de
colgeno, el total de muestras procesadas fue de 37. En el
campo se seleccion un fragmento o elemento seo de las
carcasas disponibles. Las especies analizadas son guanaco
(Lama guanicoe), choique o and petiso (Pterocnemia
pennata), zorro colorado (Pseudalopex culpaeus) y puma
(Felis concolor).
La tcnica de extraccin de colgeno que se utiliz es
diferente a la realizada en los trabajos previos en el
Instituto de Geocronologa y Geologa Isotpica INGEIS- que era la de Longin (1971) (Zangrando et al.
2004, Tessone et al. 2005, Panarello et al. 2006). Lo
importante de esta tcnica (Tykot 2004) que fue confrontada con la anterior sin encontrar diferencias significativas
reside en la posibilidad de procesar un mayor nmero de
muestras. En primera instancia se realiza una limpieza
mecnica del hueso y se la somete a baos de ultrasonido
en agua destilada. Posteriormente se la deja 24 hs. en
NaOH 0,1M; se la enjuaga y deja 72 hs. en HCl 2%, renovando el reactivo cada 24 hs. Se vuelve a enjuagar la
muestra en agua destilada y se deja por 24 hs. en NaOH
0,1M. La inclusin de este ltimo reactivo es para la eliminacin de los cidos hmicos, mientras que el HCl se
utiliza para desmineralizar la muestra. Por ltimo, se seca
la muestra en una estufa a 60 C.

Plantas
La importancia del conocimiento de la distribucin de
los valores 13C de plantas en los estudios ecolgicos o
paleodietarios est dada porque representan los parmetros
de base a partir de los cuales se establecen las cadenas trficas en una regin (Tieszen 1991, Post 2002, Codrn et al.
2005). Las plantas fijan el carbono de la atmsfera a partir
de 2 vas fotosintticas principales con seales isotpicas
dismiles. Ests son las denominadas plantas C3 y C4
(Tieszen 1991). Existe una tercera va fotosinttica, las
CAM, con seales isotpicas intermedias (Pate 1994). En
su gran mayora, en Patagonia meridional las plantas tienen
una va fotosinttica C3 (Paruelo et al. 1998). El valor promedio obtenido en este trabajo fue de -25,76 1,17, a
partir del muestreo de hojas y tallos no leosos de gramneas, arbustos y rboles.
Asimismo en uno de los sectores del rea de estudio, el

219

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 220

CUADERNOS 22

Tabla 1: Estadstica descriptiva de los recursos segn el material y la especie muestreada

Figura 2: 13C de las plantas, especies animales y muestras seas humanas de SAC
220

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 221

ISTOPOS ESTABLES DEL CARBONO EN EL CENTRO-NOROESTE...


bajo del lago Salitroso, se ha encontrado una especie perteneciente al gnero Distichlis de va fotosinttica C4 con un
valor de -13. Segn estudios especficos del tema, a este
gnero en Santa Cruz se la encuentra asociada a ambientes
salinos (Mazzoni y Vzquez 2004), lo cual est de acuerdo
con la localizacin en el lago Salitroso. A partir de la experiencia lograda en el trabajo de campo, hay que destacar que
la misma presenta una distribucin geogrfica restringida a
esta cuenca lo que hara suponer una baja incidencia de esta
especie en la dieta de los herbvoros.

consumo de C4 se reducen significativamente, con 18 de 29


muestras con un 100% de consumo de C3 y las restantes <
del 10% de consumo de plantas C4. Esta discusin es relevante en la medida que permita establecer las causas que
diferencian a nivel de los istopos estables del carbono a los
guanacos del centro-noroeste de Santa Cruz del resto de los
guanacos de Patagonia meridional (Borrero et al. 2001,
Barberena 2002, Barberena et al. 2008). Esta evaluacin
debera analizarse en un futuro con informacin proveniente de estudios de distribucin y presencia de plantas C4 en
la regin y de seleccin de dieta por parte de los herbvoros.
Por el momento, estos estudios sealaran que las mismas
no seran dominantes en la regin (Paruelo et al. 1998) y,
tampoco, se registra a Distichlis spp. como un gnero relevante en la dieta de los herbvoros de Santa Cruz (Pelliza et
al. 1997).
En segunda instancia, es posible evaluar el fraccionamiento registrado entre herbvoros y carnvoros. De estos
ltimos se analizaron dos especies, el puma y el zorro colorado. El n disponible por ahora es muy bajo (N=5). No obstante esto, por el momento, se ha obtenido un enriquecimiento en las medias de 0,6 con el guanaco y de 1,56
con el choique. Para el norte argentino Fernndez y
Panarello (1999-2001) obtuvieron una diferencia entre
camlidos y carnvoros de 2. Estos valores son coherentes con los logrados por otros estudios, donde se plantea que
el fraccionamiento de los consumidores secundarios y terciarios es entre 0-2 (Coltrain et al. 2004). Esto plantea
dificultades para establecer niveles trficos en ambientes
terrestres con este marcador isotpico, pero, como contrapartida, posibilita determinar la fuente de carbono en la
cadena alimenticia (Kelly 2000); en este caso plantas con
va fotosinttica C3.

Fraccionamiento
Uno de los aspectos importantes en la utilizacin de los
istopos estables es la estimacin del fraccionamiento entre
los distintos tejidos muestreados y la dieta ingerida por los
organismos (Gannes et al. 1997, Post 2002, McCutchan et
al. 2003). A partir de los datos aqu presentados, se evalan
los fraccionamientos ocurridos en las cadenas trficas del
centro-noroeste de Santa Cruz (Figura 2). En primera instancia, se estudia el que se da en los herbvoros a partir del
consumo de plantas. Para esta caracterizacin contamos
con dos especies, el guanaco y el choique. Este ltimo, si
bien se trata de una especie omnvora, presenta un alto
grado de herbivora (Martella y Navarro 2006). En el caso
de la primera especie la diferencia entre dieta-colgeno
considerando slo las plantas con vas fotosintticas C3, es
de 6. Mientras que en el caso del choique el fraccionamiento entre dieta-colgeno es de 5,06. Estos valores se
encuentran incluidos en el rango propuesto para el fraccionamiento planta-colgeno herbvoro, que es entre 4-61
(Ambrose 1993; Kelly 2000).
En Tessone et al. (2005) se haba planteado la posibilidad de que los guanacos de esta regin presentaran valores
13C ms enriquecidos en relacin a los restantes valores de
la misma especie en Patagonia debido a la posibilidad de la
presencia de plantas C4. Si bien se encontraron plantas con
esta va fotosinttica en la regin, el fraccionamiento recin
mencionado permite defender que el valor obtenido en el
colgeno de los guanacos se debe al el consumo mayoritario de especies con vas fotosintticas 13C. Una va de anlisis al problema es la aplicacin de un modelo de mezcla.
En este enfoque, como primer medida, se establecen valores 13C esperados para guanacos con dietas 100% C3 y C4.
Un punto importante es que valores de =(5 o 6) se
elige para este clculo. En funcin de esta distancia, se ubican entre estos puntos extremos los 13C de las muestras de
guanacos y, de esta manera, se establecen los porcentajes
estimados de consumo de las plantas con vas fotosintticas
C3 o C4. A partir de este anlisis, con un fraccionamiento de
5, las muestras de guanacos presentaran un consumo
entre un 0% a un 20% de plantas C4; mientras que si consideraramos un fraccionamiento de 6 los porcentajes de

Variabilidad inter-especfica
En cuanto a la variabilidad inter-especfica, es interesante analizarla en funcin del nivel trfico en el que se
encuentran las especies. En las especies carnvoras el tamao de las muestras disponible es muy pequeo como para
estudiar diferencias entre las dos especies utilizadas en este
trabajo. En el caso de los herbvoros, las dos especies ms
importante en el registro zooarqueolgico de la regin, el
guanaco y el choique (Goi et al. 2007), presentan una diferencia en sus medias de 1 (Tabla 1). Hay dos explicaciones alternativas -aunque no excluyentes-, la primera, es
posible pensar en preferencias alimenticias dismiles entre
estas especies; en particular de arbustos y subarbustos por
parte del choique, mientras que por el lado del guanaco un
consumo generalista (Pelliza et al. 2004). Sin embargo, por
el momento, entre estas formas de vida no se han hallado
diferencias isotpicas que permitan entender la distancia
encontrada en el colgeno de estos herbvoros (Gramneas
13C= -25,92 vs. Arbustos 13C= -25,56). La segunda
explicacin, son los sistemas digestivos de estas especies y
los procesos de asimilacin de la dieta en funcin de estos,
que en el caso del guanaco es un rumiante, mientras que el
choique no. Se encontraron patrones similares en herbvoros de otras partes del mundo; por ejemplo, Coltrain et al.

Pate (1994:175) hace una distincin entre herbvoros consumidores


de plantas C3 y C4. Para los primeros la diferencia dieta-colgeno sera
de 5 y para los segundos de 6 ; aunque menciona mucha variabilidad si los anlisis son de estudios de laboratorio o silvestre y si son
animales pequeos o grandes.
1

221

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 222

CUADERNOS 22
(2004) encontr una diferencia de 1 considerando 5 especies (3 rumiantes y 2 no rumiantes). Es importante aclarar
que la composicin de la muestra del guanaco es en su gran
mayora de sitios arqueolgicos mientras que la de choique
es de especmenes actuales. Est en desarrollo un trabajo
experimental en el que se evala si la preservacin de lpidos en muestras provenientes de carcasas recientes est
influyendo en las diferencias en el 13C que se encuentran
entre muestras actuales y las arqueolgicas. Por tal razn,
en un futuro, se evaluar ms profundamente esta diferencia y sus causas cuando tengamos un mayor nmero de
muestras analizadas de guanacos actuales y de choique de
sitios arqueolgicos, que se encuentran en preparacin.

hay una diferencia muy grande entre los dos valores medidos. En funcin del conocimiento previo sobre las diferencias existentes entre el colgeno y msculo en 13C se puede
decir que la diferencia obtenida en guanaco de aproximadamente 2, es la esperada y la considerada cuando se extrapola el valor de la carne del valor obtenido en colgeno
(Figura 3 y 4). En suma, los valores obtenidos en 13C en las
grasas y en el huevo, de guanaco y choique respectivamente, se presentan empobrecidos en relacin a los disponibles
en colgeno.
IMPLICANCIAS

PARA ESTUDIOS PALEODIETARIOS EN RESTOS

SEOS HUMANOS

En este trabajo se presentan nuevos valores de istopos


estables del carbono de distintas especies animales y vegetales del ecosistema del centro-noroeste de Santa Cruz. Es
elevado el nmero de muestras aqu analizadas, con un N
hasta ahora no disponible para los estudios isotpicos de
Patagonia. Como ya fue planteado en la introduccin, este
estudio tiene como fin generar una base de datos de valores
isotpicos de distintos organismos del ecosistema del centro-noroeste de la provincia de Santa Cruz que permita realizar interpretaciones paleodietarias en restos seos humanos recuperadas en la regin.
Respecto a la variabilidad inter-especfica se encontraron diferencias entre el guanaco y choique, la primera y
segunda especie en importancia en el registro zooarqueolgico de la regin respectivamente (Goi et al. 2007). Esta,
no obstante, es de 1 lo que no resulta substancial al
momento de realizar las interpretaciones paleodietarias en
restos seos humanos. Incluso si consideramos la distribucin de las seales isotpicas, la mayora de los valores del
choique se encuentran comprendidos en el rango del guanaco.
Por otra parte, s se considera relevante la variabilidad
hallada en ambas especies en los distintos componentes
orgnicos analizados, como los huevos y las grasas. Estos
seguramente formaron parte de la dieta de los cazadores
recolectores (Schmid 1964, Bourlot 2007), y presentan una
13
C muy empobrecida en relacin a los recursos dietarios
hasta ahora utilizados para realizar las interpretaciones en
restos seos humanos. No obstante, la importancia final de
estos alimentos en las seales isotpicas analizadas va a
estar mediada por los procesos de asimilacin de los macronutrientes en las dos fracciones seas -colgeno y apatitaen las cuales se puede medir el 13C (Ambrose y Norr 1993,
Kellner y Schoeninger 2007). En funcin del conocimiento
disponible, se espera que los lpidos -ya sea de la explotacin de las carcasas o de la yema de los huevos-, se fijen en
la fraccin inorgnica del hueso del consumidor, la apatita.
Mientras que este macronutriente en una dieta altamente
proteica, como la de las poblaciones cazadoras recolectoras
de Patagonia meridional, no debera tener gran relevancia
en la conformacin del colgeno (Ambrose y Norr 1993).
Por ltimo, se resalta la obtencin de valores de carnvoros. Si bien estas especies no habran sido relevantes en
trminos dietarios para las poblaciones humanas por lo que
se conoce en el registro zooarqueolgico (Goi et al. 2007);

Variabilidad intra-especfica
En este acpite nos queremos referir a las variaciones
isotpicas de una misma especie a partir de la consideracin
de los subproductos posibles de ser aprovechados como
recursos alimenticios por parte de las poblaciones humanas,
que en los estudios isotpicos de Patagonia no han sido
todava incorporados a los anlisis con frecuencia. En el
caso del guanaco se procedi al anlisis isotpico de colgeno, msculo y grasa, tanto subcutnea como medular. De
estos, se destacan los valores muy empobrecidos de 13C de
-28,65 para la grasa medular y de -30,80 en el caso de
la subcutnea. Esto refleja, si se lo compara con el valor
promedio para esta especie en colgeno (13C -19,73),
una importante variabilidad en los posibles consumos por
parte de poblaciones cazadoras-recolectoras2 (Figura 3).
Este empobrecimiento en el 13C en lpidos ha sido destacado como un patrn general en los distintos estudios isotpicos de diversas especies de aves y mamferos (Kelly 2000).
Esto adquiere relevancia teniendo en cuenta que estudios
zooarqueolgicos del proyecto plantearon que las caractersticas de la muestra (marcas y fragmentacin) en sitios del
Lago Cardiel pueden ser explicadas a partir del procesamiento y explotacin de las presas para la extraccin de
grasa sea y medular (Bourlot 2007); destacando la importancia de estas en el aporte de caloras en dietas bajas en
carbohidratos (Cordain et al. 2000, Bourlot 2007).
Por su parte, en el caso del choique el mayor contraste
se registr entre los 13C de los componentes del huevo y el
colgeno. Respecto al primero, en promedio ambos componentes tienen un valor de -27,26. En los dos casos analizados, la yema se encuentra empobrecida respecto de la
clara. Esto es debido a que esta es un lpido y, como vimos,
las protenas se encuentran enriquecidas respecto a los lpidos. S lo comparamos con los 13C del colgeno la diferencia obtenida es de 6 (Figura 4). Si bien todava no
contamos con valores del colgeno de cauqun comn, probablemente las diferencias obtenidas sern similares a las
del choique.
El restante tejido medido en estas dos especies es el
msculo. En relacin a este, lo primero que surge es que
2
No estamos considerando al colgeno como una protena posible de
ser consumida por las poblaciones cazadoras-recolectoras, sino como
valor de referencia para estimar el consumo de carne.

222

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 223

ISTOPOS ESTABLES DEL CARBONO EN EL CENTRO-NOROESTE...

Figura 3: Comparacin de valores de los distintos subproductos medidos en el Guanaco

Figura 4: Comparacin de valores de los distintos subproductos medidos en el Choique

223

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 224

CUADERNOS 22
los mismos nos permiten establecer la distancia existente
entre herbvoros y carnvoros segn este marcador isotpico de la regin. Como vimos, al igual que en otros ecosistemas la capacidad de este marcador para diferenciar entre
consumidores secundarios y terciarios es limitada debido a
que el fraccionamiento es pequeo (Kelly 2000). No obstante, en estudios paleodietarios, permite establecer un
parmetro para las dietas carnvoras terrestres en el centronoroeste de Santa Cruz. Si los comparamos con los valores
sobre restos seos humanos de SAC -Tabla 1- se destaca
que las medias son casi idnticas y, a su vez, los valores
mximos y mnimos son bastante similares, siendo un poco
ms enriquecidos los valores de los carnvoros. De esta
manera, para el 13C podemos descartar planteos previos
realizados (Tessone et al. 2005) donde se esbozaba la posibilidad de que los valores ms enriquecidos de los restos
seos humanos de SAC estn mostrando el consumo en
pequeas proporciones de recursos marinos.
A futuro se plantea la necesidad de continuar estos anlisis complementndolos con otros marcadores isotpicos,
como el 15N o 13C en su fraccin mineral, para la interpretacin de paleodietas humanas en el centro y noroeste de
Santa Cruz.

Barberena, R.
2002. Los lmites del mar: Istopos estables en Patagonia
meridional. Sociedad Argentina de Antropologa,
Coleccin Tesis de Licenciatura. Buenos Aires,
Argentina.
Barberena, R., A. Gil, G. Neme, F. Zangrando, G. Politis, L.
Borrero, G. Martinez y L. Prates
2008. Ecologa isotpica de guanaco (Lama guanicoe) en
el sur de Sudamrica: tendencias espaciales, temporales e implicaciones arqueolgicas. Ponencia presentada en el I Congreso Nacional de
Zooarqueologa Argentina, Malarge, Mendoza.
Belardi, J.B., S. Espinosa, F. Carballo Marina, G.
Barrientos, R. Goi, A. Snico, T. Bourlot, C. Pallo,
A. Tessone, S. Garca Guraieb, A. Re y P. Campan
2009. Integracin de las cuencas de los lagos Tar y San
Martn (Provincia fe Santa Cruz) A La dinmica del
doblamiento humano del sur de Patagonia:
Primeros Resultados. Ms.
Binford, L.
2001. Constructing frames of reference. An analytical
method for archaeological theory building using
hunter-gatherer and environmental data sets.
Berkeley, University of California Press.
Borrero, L.A., R. Guichn, R. Tykot, J. Kelly, A. Prieto y P.
Crdenas
2001. Dieta a partir de istopos estables en restos seos
humanos de Patagonia austral. Estado actual y perspectivas. Anales Instituto de la Patagonia 29:119127.
Bourlot, T.
2007. Nuevas excavaciones en sitios estratificados a cielo
abierto en la cuenca del Lago Cardiel (Santa Cruz,
Argentina). En: Arqueologa de Fuego-Patagonia.
Levantando piedras, desenterrando huesos.
Develando arcanos, pgs. 637-648. F. Morello, A.
Prieto, M. Martinic y G. Bahamondes (eds.). Centro
de Estudios del Cuaternario Antrtico (CEQUA),
Punta Arenas, Chile.
Cordain, L., J.B. Miller, S.B. Eaton, N. Mann, S.H. Holt y
J.D. Speth
2000. Plant-animal subsistence ratios and macronutrient
energy estimations in worldwide hunter-gatherers
diets. American Journal of Clinical Nutrition 71(3):
682-692.
Codron, J., D.M. Codron, J.A. Lee-Thorp, M. Sponheimer,
W.J. Bond, D.J. DeRuiter y R. Grant
2005. Taxonomic, anatomical, and spatio-temporal variations in the stable carbon and nitrogen isotopic compositions of plants from an African savanna. Journal
of Archaeological Science 32: 1757-1772.
Coltrain, J. B., J.M. Harris, T.E. Cerling, J.R. Ehleringer,
M. Dearing, J. Ward y J. Allend
2004. Rancho La Brea stable isotope biogeochemistry and
its implications for the palaeoecology of late
Pleistocene,
coastal
southern
California.
P a l a e o g e o g r a p h y, P a l a e o c l i m a t o l o g y,
Palaeoecology 205: 199-219.

AGRADECIMIENTOS
Nuestro agradecimiento a los compaeros y amigos que
han ayudado a la recoleccin de las muestras en los trabajos de campo de los ltimos 3 aos. A Rosa y Lito Garca
de la estancia Sierra Colorada por la ayuda brindada en
todos estos aos. A la comisin de fomento de Hiplito
Yrigoyen por el apoyo en la logstica de las campaas. A
Celeste Samec y Violeta Killian por la ayuda brindada en el
proceso de extraccin de colgeno. Al personal del INGEIS
y muy especialmente a los integrantes del laboratorio de
Istopos Estables por la dedicacin en el procesamiento de
las muestras. A Rafael Goi por las sugerencias y comentarios realizados a este manuscrito. Al evaluador Luis Borrero
por las sugerencias y comentarios realizados. Este trabajo
fue financiado con fondos del INGEIS y los siguientes proyectos de investigacin: UBACYT F065, Agencia PICT'04
26295 dirigidos por Rafael Agustn Goi y UNPA A/183/2
y CONICET PIP 06405 dirigidos por Juan Bautista Belardi.
BIBLIOGRAFA
Ambrose, S.
1993. Isotopic analysis of paleodiets: methodological and
interpretative considerations. En: Investigations of
ancient human tissue: Chemical analyses in anthropology, pgs. 59-130. M.
Sandford (ed.),
Langhorne, PA: Gordon and Breach.
Ambrose, S. H. y L. Norr
1993. Experimental Evidence for the Relationship of the
Carbon Isotope Ratios of Whole Diet and Dietary
Protein to Those of Bone Collagen and Carbonate.
En: Molecular Archaeology of Prehistoric Human
Bone, pgs. 1-37. J. Lambert y G. Grupe (eds.),
Springer-Verlag, Berlin.

224

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 225

ISTOPOS ESTABLES DEL CARBONO EN EL CENTRO-NOROESTE...


Fernndez, J. y H. Panarello
1999-2001. Istopos del carbono en la dieta de herbvoros
y carnvoros de los Andes Jujeos. Xama: 12-14: 7185.
Friedli, H., H. Ltscher, H. Oeschger, U. Siegenthaler y B.
Stauffer
1986. Ice core record of 13C/12C ratio of atmospheric CO2
in the past two centuries. Nature 324:237-238.
DOI:10.1038/324237a0.
Gannes, L.Z., D.M. O'Brien y C.M. del Rio
1997. Stable isotopes in animal ecology: assumptions,
caveats, and a call for more laboratory experiments.
Ecology 78: 1271-1276.
Goi, R., G. Cassiodoro, D. Rindel, T.J. Bourlot, S. Garca
Guraieb, A. Re, A. Tessone, A. Aragone, A. Nuevo
Delaunay y J. Flores Coni
2007. Distribucin del registro arqueolgico en cuencas
lacustres del noroeste de la provincia de Santa Cruz.
En: Actas del XVI Congreso Nacional de
Arqueologa Argentina, pgs. 377-383. Jujuy,
Argentina.
Kellner, C.M y M. Schoeninger
2007. A simple carbon model for reconstructing prehistoric human diet. American Journal of Physical
Anthropology 133: 1112-1127.
Kelly, J.F.
2000. Stable isotopes of carbon and nitrogen in the study
of avian and mammalian trophic ecology.
Cananadian Journal of Zoology 78: 1 - 27.
Longin, R.
1971. New method of collagen extraction for radiocarbon
dating. Nature 230: 241-242.
Marino, B.D. y M.B. McElroy
1991. Isotopic composition of atmospheric CO2 inferred
from carbon in C4 plant cellulose. Nature 349: 127 131. DOI:10.1038/349127a0
Martella, M.B. y J.L. Navarro
2006. Proyecto and. Manejo de Rhea americana y R.
pennata en la Argentina. En: Manejo de Fauna
Silvestre en la Argentina. Programas de uso sustentable. Bolkovic, M. L. y D. Ramadori (eds.),
Direccin de Fauna Silvestre, Secretara de
Ambiente y Desarrollo Sustentable, Buenos Aires.
Mazzoni, E. y M. Vzquez
2004. Ecosistemas de mallines y paisajes de la Patagonia
Austral (Provincia de Santa Cruz). Instituto
Nacional de Tecnologa Agropecuaria, 63 pp.
McCutchan, JH, W.M. Lewis, C. Kendall y C.C. McGrath
2003. Variation in trophic shift for stable isotope ratios of
carbon, nitrogen, and sulfur. Oikos 102: 378-390
Oliva, G., L. Gonzlez, P. Rial y E. Livraghi.
2001. El ambiente en la Patagonia Austral. En: Ganadera
Ovina sustentable en la Patagonia austral.
Tecnologa de Manejo Extensivo, pgs. 19-83.
Borrelli, P. y G. Oliva (eds.), PRODESAR, INTA GTZ, Buenos Aires.

Panarello, H.O, A.F. Zangrando, A. Tessone, L. Kozameh y


N. Testa
2006. Anlisis Comparativo de Paleodietas Humanas entre
la regin del Canal Beagle y Pennsula Mitre:
Perspectivas desde los istopos estables. Magallania
34 (2): 37-46. Issn 0718-2244.
Paruelo, J.M., E.G. Jobbgy, O.E. Sala, W.K. Lauenroth y
I.C. Burke
1998. Functional and structural convergence of temperate
grassland and shrubland ecosystems. Ecological
Applications 8 (1): 194-206.
Pate, F.D.
1994. Bone chemistry and paleodiet. Journal of
Archaeological Method and Theory 1:161-209.
Pelliza, A., P. Willems, V. Nakamatsu y A Manero
1997. Atlas dietario de herbvoros patagnicos. ProdesarINTA-GTZ, pgs. 90. Bariloche, Argentina.
Pelliza, A, L. Borrelli y L. Seplveda
2004. Qu comen los herbvoros? En: Desde la Patagonia
difundiendo saberes, pgs 2-7. UNC-CRUB, San
Carlos de Bariloche.
Post, D.
2002. Using stable isotopes to estimate trophic position:
models, methods, and assumptions. Ecology 83:703718.
Schmid, T.
1964. Misionando por Patagonia Austral, 1858-1865. Usos
y costumbres de los indios patagones. En: Cronistas
y Viajeros del Ro de la Plata 10. Academia
Nacional de la Historia, Buenos Aires.
Tessone, A., A. F. Zangrando, G. Barrientos, S. Valencio, H.
Panarello y R. A. Goi
2005. Istopos estables del carbono en Patagonia meridional: datos de la cuenca del lago Salitroso (provincia
de Santa Cruz, Repblica Argentina). Magallania 33
(2): 21-28. ISSN 0718-2244.
Tieszen, L.L.
1991. Natural variations in the carbon isotope values of
plants: implications for archaeology, ecology, and
paleoecology. Journal of Archaeological Science 18:
227-248.
Tykot, R.
2004. Stable Isotopes and diet: you are what you eat. En:
Physics Methods in Archaeometry. Proceedings of
the International School of Physics "Enrico Fermi"
Course 154: 433-444. Martini, M., M. Milazzo y M.
Piacentini (eds.), Societ Italiana di Fisica, Bologna,
Italia.
Zangrando, A. F., A. Tessone, S. Valencio, H. Panarello, M.
E. Mansur y M. Salemme
2004. Istopos estables y dietas humanas en ambientes
costeros. En Avances en Arqueometra 2003, pgs.
91-97. Universidad de Cdiz, Espaa.

225

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 226

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 227

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO: DISEO DE INVESTIGACIN


Marcelo Weissel *
RESUMEN
La variabilidad artefactual del puerto urbano de La Boca del Riachuelo es estudiada a travs de un despliegue de paisajes
arqueolgicos tericos. Este trabajo propone un modelo distribucional para medir los cambios y continuidades ocurridos
en la sociedad entre los siglos XVIII y XX en Buenos Aires, Argentina.
PALABRAS CLAVES: puerto urbano, paisajes arqueolgicos, variabilidad artefactual
ABSTRACT
La Boca del Riachuelo urban port artifactual variability is studied through a theoretical layout of archaeological landscapes. This paper proposes a distributional model in order to measure changes and continuities in society betweeen the XVIII
and XX centuries in Buenos Aires, Argentina.
KEY WORDS: urban port, archaeological landscapes, artifact variability

DESEMBARCO
Cuntas veces estudiamos la importancia de los diseos de investigacin para la historia de nuestra disciplina?
Este trabajo expone el diseo terico metodolgico utilizado para estudiar La Boca del Riachuelo en trminos arqueolgicos1. A continuacin se presenta el problema de estudio
dentro de condiciones ambientales, de poblamiento y de
urbanizacin. Luego se discuten y evalan los componentes
de la cadena de inferencia: cuestiones de escala, marco terico, interdisciplina, implicancias arqueolgicas y modelos
distribucionales. El trabajo se completa con la presentacin
de los mtodos y tcnicas empleados en la investigacin sin
discutir los resultados de la misma.

En la cuenca del Ro de la Plata, La Boca del Riachuelo


puede concebirse como un puerto urbano (Figura 1); una
organizacin social de prcticas de intercambio de modos
de transporte ubicada en el centro de la ciudad (Surez Bosa
y Trujillo Bolio 2002). Sin embargo, hoy, puerto y ciudad
se encuentran separados. La actividad del puerto de La
Boca ces casi por completo y sus otrora reas activas se
han convertido en lugares de acceso restringido, tal como
sucede en otros emplazamientos portuarios por ejemplo
astilleros, terminales portuarias de contenedores, estaciones
navales militares y de cruceros tursticos. En consiguiente,
los lugares que an contienen informacin sobre la poca
de convivencia puerto-ciudad constituyen sitios arqueolgicos con informacin acerca del pasado (Orser 1999).
A fin de describir los usos del espacio identificamos dos
factores principales de variabilidad artefactual (Figura 2).
Uno es el factor portuario, que estructur la funcionalidad
del espacio entre 1536 y 1850. Produjo la valoracin de la
ribera y desarroll infraestructura institucional, aduanera,
gremial y patronal, propia de los puertos. El segundo factor
es el urbano, pues organiz el ambiente como lugar de residencia y actividad permanente, generando nuevas necesidades. A la par de estos dos factores, se desarroll un mercado local de productos de subsistencia y comercio. La suma
de factores fue conformando dos usos espaciales: una ribera y un interior. Estos usos desarrollaron actividades que
seleccionaron bienes particulares y los manejaron en diferentes cantidades y diversidades. Con los usos histricos
del espacio se gest una organizacin tecnolgica, lo que
para algunos autores define a la ciudad como un ambiente
socialmente construido. Este desarrollo asegur a travs del
tiempo, la conformacin, consolidacin y mantenimiento
de un sistema de ocupacin tecnolgico del espacio, sustentado en las conductas humanas que produjeron matrices
sedimentarias multifuncionales, tambin llamados suelos
urbanos (Hiller 2000, Stroganova y Prokofieva 2005). En el
diseo de investigacin discutimos las propiedades que
estructuran el registro arqueolgico y conforman la variabi-

DEFINICIONES
Desde la conquista europea de Amrica, los puertos son
imprescindibles para la vida en las ciudades litorales. Hacia
finales del siglo XVIII, aparecen usos culturales del espacio, que producen, importan y descartan tecnologas aplicadas a paisajes ocupacionales portuarios; y por lo tanto
arqueolgicos histricos (Orser 1999). En este sentido, los
puertos son centros econmicos y sus poblaciones desarrollan dinmicas culturales propias (Lawton y Lee 2002).
Diferentes autores han estudiado procesos portuarios (Allen
1997, Briggs 2003, Burger 2000, De la Puerta Rueda 1994,
Fehler 2002, Linebaugh 1994, entre otros) de manera coincidente con el estudio de la explotacin humana de ambientes litorales fluviales, marinos, esturicos y de humedales.
An as, el estudio del puerto urbano en Sudamrica ha sido
poco abordado (Austral et al. 1998, Ceruti 1997, Elkin
2003, Fournier 1999).
* Universidad Maimnides - Programa Historia Bajo las Baldosas,
Comisin para la Preservacin del Patrimonio Histrico Cultural de la
Ciudad de Buenos Aires. [email protected]
1
Este trabajo es una sntesis de los primeros captulos de la tesis de
doctorado "Arqueologa de La Boca del Riachuelo. Puerto Urbano de
Buenos Aires, Argentina", F. F. y L. UBA. 2008.

227

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 228

CUADERNOS 22
lidad del asentamiento. Su estudio a travs de la distribucin artefactual contribuye al conocimiento de las tecnologas del puerto urbano, permitiendo modelar las estrategias
que organizaron el intercambio, las formas de asentamiento, sociabilidad y edificacin, y las actividades socio-econmicas desplegadas en la regin -en un sentido amplio- de
manera cambiante a travs del tiempo. De esta manera, el
tema central es el estudio, a travs del registro arqueolgico, de la diversidad y distribucin artefactual en el barrio de
La Boca, Ciudad Autnoma de Buenos Aires.

CONDICIONES AMBIENTALES, POBLAMIENTO Y URBANIZACIN


Las condiciones ambientales influyen sobre el registro
arqueolgico al sentar la configuracin regional de los
depsitos. El barrio de La Boca2 de Buenos Aires se ubica
en la interseccin de dos sistemas naturales: la regin
Pampeana y la cuenca del Ro de la Plata. Si bien ofrecen
condiciones estratgicas para el enlace del transporte
naval con el terrestre; presentan, sin embargo, caractersticas particulares desde el punto de vista del asentamiento
humano. Es una zona de alta dinmica hidrolgica que

Figura 1: Ubicacin del rea de estudio

228

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 229

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO....

Figura 2: Sistema de Ocupacin Tecnolgica del Espacio Portuario Urbano

incide en la resistencia portante de la geomorfologa. Para


hacer frente al comportamiento de la naturaleza, se hizo
necesaria infraestructura tecnolgica adecuada. Los artefactos adquirieron protagonismo en la construccin de un
nuevo espacio fsico, y hoy, los artefactos utilizados en el
pasado nos informan acerca de aspectos diversos, como la
subsistencia, la disponibilidad de energa, vestido y el trabajo en las diferentes ramas de organizacin cotidiana de
la sociedad.
El arribo y despacho de embarcaciones encontr, en el
abrigo natural del Riachuelo, condiciones favorables. Esto
facilit el embarque y desembarque de personas y mercadera, y la reparacin y la construccin de embarcaciones.
El incremento del volumen mercantil desde la mitad de
siglo XIX junto al desarrollo de las fuerzas productivas,
impuls el equipamiento creciente. De esta forma, observamos la construccin de infraestructura laboral y domstica en distintos perodos. Se trata de perodos que resultan fundamentales en la conformacin del puerto - ciudad,
pues representan fases de acumulacin de artefactos en el
espacio.
En consiguiente, el ambiente natural fue enterrado y
suplantado hasta constituir un nuevo hbitat dominado por
el accionar humano. Hoy en da el grado de contaminacin
que lo afecta lo postula como uno de los ambientes ms

antropizados de la Argentina, donde se destaca la contaminacin y el carcter artificial de la costa (ver Holocwan
1995). En este sentido, entendemos que los procesos de
portuarizacin y urbanizacin del espacio producen la tecnificacin de un nuevo ambiente: la tecnsfera3. Por lo
tanto, para entender la escala y visibilidad arqueolgica de
este fenmeno, observamos en detalle el poblamiento y la
urbanizacin.
El trmino "poblamiento" se refiere al proceso de asentamiento en un rea determinada, por parte de personas o
grupos de personas con el fin de crear un pueblo. En
arqueologa, se ha discutido su aplicacin a procesos caracterizados por resoluciones temporales y espaciales amplias,
como la dispersin humana en el mundo. Sin embargo, los
poblamientos histricos se restringen en el tiempo a perodos y sucesos que se hallan documentados de manera particularizada (Hardesty 1994). Esto quiere decir que el registro arqueolgico nos permite discutir las relaciones que
caracterizan a la expansin de la tecnsfera, como resultado del poblamiento.
La historia sudamericana de los ltimos 450 aos da
cuenta de fundaciones y abandonos de ciudades, de asentamientos que se inician con el propsito de poblar, pero que
no llegan a producir la urbanizacin del ambiente. En este

3
Nos referimos a un ambiente compuesto de fragmentos de ecosistemas terrestres transformados, los cuales no pueden ser entendidos a la
luz de procesos ecosistmicos sino en relacin a dispositivos y procesos tecnolgicos que la cultura humana ha creado para producir materiales y energa (Geo Argentina 2004: 45).

34 38' 12,26'' S y 58 21' 33,74'' W, marcado en el sitio donde funcion el Juzgado de Paz desde el 23 de agosto de 1870, institucin de
la autonoma jurisdiccional, Iglesia San Juan Evangelista, calle
Olavarra 486.
2

229

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 230

CUADERNOS 22
sentido, la continuidad del puerto-ciudad implica una serie
diacrnica que comienza con el poblamiento y contina con
la urbanizacin. Entendemos que el poblamiento est vinculado al arribo y la urbanizacin al asiento estable. Esto
plantea la necesidad de concebir escalas portuario-urbanas
en el diseo de investigacin arqueolgico.
MARCO

manera de aproximarse al diseo de investigacin. La


arqueologa histrica urbana dispone de fuentes de informacin documentales contemporneas al fenmeno de
estudio, lo que genera un conflicto en los razonamientos
analgicos de la investigacin cientfica. En definitiva
implica compartir intereses acadmicos de disciplinas diferentes, para colaborar y discutir el manejo de fuentes entre
disciplinas. Esta situacin se destaca como dificultad epistemolgica ya que obliga a los arquelogos histricos a
contextualizar el problema en una descripcin histrica y a
su vez a discutir problemas de varias disciplinas. En ciencias sociales el trabajo interdisciplinario (Gianella 1995)
combina preocupaciones comunes. An as, cada disciplina
discute y legitimiza la validez de una temtica (aprobando
o desaprobando paradigmas metafsicos, teoras explicativas, bases ontolgicas, epistemolgicas y metodolgicas).
Este trabajo parte de una visin ontolgica ligada a la metafsica del realismo crtico (Garca Gonzlez 1998) para afirmar que el artefacto es la principal escala de definicin del
objeto de estudio. Esto no solamente implica la interrelacin con diferentes perspectivas disciplinarias, sino que
propone hacer evidente las decisiones que se realizan al
seleccionar un objeto de estudio y disear un problema.
Dado el tratamiento disciplinario convergente, es
importante conocer la data y la escala en que son percibidos
los fenmenos. Llegados a este punto, observamos a vuelo
de pjaro los antecedentes en arqueologa histrica y en historia urbana.

TERICO, INTERDISCIPLINA E IMPLICANCIAS ARQUEO-

LGICAS

El puerto-ciudad se considera como una regin arqueolgica influida por la tecnificacin del ambiente por parte
del capitalismo y de la sociedad moderna. Ante tal consideracin, observamos la confluencia de conceptos tericos
como el paisaje arqueolgico y los suelos producidos por la
tecnificacin del ambiente4 (Courty, Goldberg y Macphail
1989, Zedeo 2000). El concepto de espacio es una de las
principales herramientas terico-metodolgicas utilizadas
por los arquelogos contemporneos. Es una variable dinmica donde agentes de raz cultural y natural conforman
estructuras de paisaje heterogneas. Esto significa que las
relaciones entre los procesos que forman el registro arqueolgico, varan tanto en la escala como en el modo en que se
produce la agregacin de los diferentes agentes, razn por
la cual conforman patrones particulares de registro
(Morales et al. 2003). El espacio es abordado por el concepto de paisaje arqueolgico (Rossignol 1992, Stafford
1995). Paisajes y escalas implican el reconocimiento de la
integridad del dato arqueolgico, basado en la visibilidad
del soporte contextual y en el foco de la informacin.
Cardillo, Morales y Weissel (2001) destacan la potencia
del espacio urbano por la produccin constante de nuevas
superficies antrpicas. El suelo urbano posee propiedades
que por sus caractersticas de utilizacin y de composicin
fsica, se define como un tipo especial de depsito antrpico. Los suelos urbanos se conforman a partir de un importante aporte de material alctono o no parental. As, el conjunto de caractersticas fsicas aplicadas al desarrollo del
asentamiento gira en torno de los artefactos. El espacio se
organiza a travs de procesos generales y particulares de formacin y transformacin, lo cual resulta en una variabilidad
de conjuntos de artefactos, estructuras y depsitos arqueolgicos. Estos conjuntos poseen atributos mensurables; as
buscamos conocer la variabilidad artefactual y para ello analizamos las propiedades relacionales del registro arqueolgico: distribucin, diversidad y densidad. De esta forma, nos
centramos en los enfoques tericos que ponen especial nfasis en la variabilidad, ya que ofrecen un marco explicativo
para los mecanismos de cambio en la cultura a partir del rol
del artefacto como unidad de anlisis (Lanata 1998).
Existe una situacin adicional que impacta sobre la

ARQUEOLOGA HISTRICA URBANA


Desde la dcada de 1960 la perspectiva sobre los artefactos y su registro arqueolgico histrico ha ido cambiando. En nuestro pas, luego de la recuperacin de la democracia, se impuso la necesidad de constituir una especialidad. Esto sucedi con la restauracin de la Manzana de las
Luces y el rescate del patio de maniobras de la antigua
Aduana Taylor en la Plaza Coln, en el centro de la ciudad
de Buenos Aires. Una visin retrospectiva nos muestra
caminos particulares de valoracin del objeto de estudio
(Funari 1996). Hacia inicios de la dcada de 1990 se propuso una definicin de arqueologa histrica basada en las
formas de la cultura material portea (Schvelzon 1991). A
partir de sta surgieron enfoques que discutieron la centralidad de la informacin histrica (Zarankin 1994), el uso de
tipologas (Goi y Senatore 2000) y la importancia de utilizar teora arqueolgica (Senatore y Lanata 2001). De esta
manera se destacan los trabajos de tesis de licenciatura
(Chichkoyan 2007, Guillermo 2002, Senatore 1995,
Weissel 1997, Zarankin 1995), de doctorado (Silveira
2005), de arqueologa de rescate (Weissel y Novello 2004,
Weissel et al. 2001), de arqueologa de la arquitectura
(Carminatti y Pez 2006, Zarankin 1999), de las formas del
comer y del beber (Schvelzon 2001) y de los grupos tnicos (Schvelzon 2003). A su vez, se han estudiado procesos
de constitucin del paisaje de Buenos Aires (Bianchi
Villelli et al. 2000, Cardillo, Lemaire y Weissel 1999).
Estas perspectivas coinciden en sostener que el arribo del
siglo XXI trajo producciones asociadas a la globalidad de

4
Eidt (1977) distingue entre suelos antropognicos y antrosoles, los
primeros son aquellos modificados incidentalmente por la actividad
humana mientras que los segundos son modificados adrede, por ejemplo, los campos de cultivo a travs de la remocin y fertilizacin del
substrato. Strogonova y Prokofieva (2005) definen el concepto de
urbanozem, suelo genticamente individual, que combina las propiedades de los suelos naturales de reas circundantes con propiedades
especficas desarrolladas en el ambiente urbano.

230

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 231

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO...


las ciencias sociales y a la necesidad de ser explcitos, originales y tiles en la creacin de investigaciones (Funari y
Brittez 2006, Weissel y Zamudio 2006, Schvelzon e
Igareta 2007). Sin embargo, y an considerando estos antecedentes, hasta el momento, la arqueologa de la cuenca del
Riachuelo ha sido poco investigada.

fenmenos constituyentes de una nacin plural tanto fsica


como imaginaria.
IMPLICANCIAS ARQUEOLGICAS
De lo anterior se desprenden implicancias arqueolgicas a incluir en el diseo de investigacin:
Los problemas de historiadores y socilogos comprenden escalas y objetos de estudio diferentes pero no
incompatibles con los marcos de referencia tericos de
la arqueologa.
Los enfoques metodolgico-comparativos entre el
presente y el pasado sealan la deuda con el registro
artefactual y, por lo tanto, la importancia de que ste
sea tomado en cuenta.
La utilizacin de perspectivas historiogrficas son
tiles para el anlisis de la variabilidad y de la continuidad de la vida urbana.
Los modelos tericos sociales utilizados para conocer los grupos de emigrantes, acentan el carcter procesal cuantitativo y cualitativo de la informacin.
Habiendo revisado el estado de situacin y el rol epistemolgico de la informacin, presentamos y discutimos el
peso terico del problema arqueolgico distribucional.

HISTORIA DEL PUERTO URBANO


Para muchos antroplogos, historiadores sociales y de
la arquitectura, los estudios de Buenos Aires como puerto
son un tema clsico. Por razones de espacio, slo mencionamos a los estudiosos destacados y los temas tratados.
Adrin Gorelik, Antonio Brailovsky, Arnaldo Cunietti
Ferrando, Beatriz Cuenya, Celia Guevara, Edgardo Bilsky,
Enrique de Ganda, Ernesto Pastrana, Fernando Devoto,
Francis Korn, Francisco Liernur, Francisco Surez, Gino
Germani, Graciela Silvestri, Hebe Clementi, Horacio
Torres, Jorge Schvarzer, Jos Panettieri, Juan Suriano,
Leandro Gutirrez, Mirta Lobato, Mnica Lacarrieu, Nstor
Auza, Olga Bordi de Raguchi, Osvaldo Yugnovsky,
Roberto Cortes Conde, Rubn Gazzoli y Tulio Halperin
Donghi abordaron este gran campo temtico desde diferentes perspectivas, constituyendo diferentes objetos de estudio.
La historia de la primera Buenos Aires (1536-1541) fue
objeto de una particular discusin, al punto que sirvi para
el surgimiento de historiadores barriales como Antonio
Bucich y Enrique Horacio Puccia. Desde mediados de siglo
XX, se desarrollaron temticas como la historia colonial, la
historia del puerto, la sociologa inmigratoria y la antropologa urbana. Encontramos as temas historiogrficos clsicos
como la ubicacin del puerto y el estudio de la inmigracin.
Por caso, para Gino Germani (1976) la inmigracin produjo
movilidad social ascendente de la mano del crecimiento de
la economa y el mejoramiento de la calidad de vida material. El famoso "crisol de razas" fue observado como un producto positivo y cohesionante de la sociedad. A partir de la
dcada de 1980 se desarroll la historia tnica social, con
casos como la inclusin de la comuna de marinos y comerciantes portuarios al resto de la ciudad, o el accionar brindado por las diferentes olas inmigratorias como preparacin
para situaciones institucionales y econmico-empresariales
posteriores. De esta forma las migraciones europeas, y especialmente la inmigracin italiana en la Argentina, ganaron
en inters por parte de historiadores que buscaron explicar la
conformacin sociocultural del pas.
Al estudiar la inmigracin muchos historiadores sostuvieron la perspectiva de la asimilacin a una sociedad local
que implic la transformacin del ambiente y la constitucin de sectores populares urbanos. Los trabajos a este respecto son numerosos con estudios situados en el barrio de
La Boca. Estos trabajos terminaron consolidando la percepcin de que la suma de grupos sociales tanto continentales
como extra continentales, caracteriz a los puertos como
puntos clave para la sociabilizacin argentina. La Boca fue
caracterizada como el barrio de inmigrantes por excelencia.
En los ltimos tiempos, poblamiento, urbanizacin, migraciones y fragmentacin social, fueron estudiados como

PAISAJES ARQUEOLGICOS Y PERSPECTIVA DISTRIBUCIONAL


Los sitios arqueolgicos histricos son espacios complejos que por su naturaleza antrpica, sus dinmicas de utilizacin, intensidad de ocupacin y escala de intervenciones, conllevan la materializacin de modificaciones topogrficas y ambientales, presentando historias de formacin
con evidencias de uso de facto, in situ o ex situ. Esto comprende historias de flujos artefactuales en paisajes que
influyen sobre la escala de relevancia analtica y la integridad del dato arqueolgico.
El sentido comn concibe al puerto como un lugar de
ingreso y egreso de productos. Su escala de captacin es
global y los productos importados se convierten en elementos constituyentes de paisajes especficos por ejemplo del
transporte, del trabajo, de la vivienda. Los artefactos representan estrategias de ocupacin del espacio enlazadas con
redes ms amplias (Orser 1999). A fin de conocerlas, desarrollamos una perspectiva distribucional para el anlisis de
las propiedades relacionales del registro arqueolgico: distribucin, diversidad y densidad. La distribucin se refiere
a la expresin areal de contextos, estructuras y artefactos,
dentro de ciclos diferenciales de descarte y depositacin, en
tanto acciones integradas a la economa de mercado y a las
estrategias de subsistencia y consolidacin espacial a nivel
regional. La diversidad refiere a la abundancia de elementos y conjuntos de elementos distintos; la densidad al nmero de elementos y conjuntos de elementos de una misma
especie por unidad de superficie, volumen y/o segmento
temporal. La densidad tiene una razn espacial, y se refiere
a patrones particulares del registro.
Podemos decir que el puerto es uno de los lugares del
pas ms transformados por el impacto de los productos instalados en el paisaje. Desde la perspectiva de la transfor-

231

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 232

CUADERNOS 22
macin, el registro arqueolgico urbano es equiparable con
un promedio de ocupacin (Zarankin et al. 1996-1998:192).
An as, desmenuzando el registro podemos identificar la
sumatoria de acciones y agentes de formacin que deben
ser explicados para validar la construccin del dato artefactual. El registro promediado presenta un problema de integridad de la informacin arqueolgica. Sin embargo, la
sumatoria de conductas y agentes que afectan la definicin
del dato, son inferibles en la estructura del registro. A travs
del anlisis de las propiedades del registro arqueolgico
urbano evaluamos las posibilidades para construir datos
sobre la historia del asentamiento (Cardillo, Morales y
Weissel 2001, Lanata y Aguerre 2004). En este sentido, la

generar expectativas para cada momento. Este procedimiento sirve de base para la medicin de la distribucin,
diversidad y densidad de artefactos, los cuales indican el
desempeo de los contextos sociales y funcionales del asentamiento -desarrollo de actividades laborales y domsticas
a travs del tiempo-. El anlisis de estas propiedades permite sistematizar las diferencias y similitudes del registro
arqueolgico para contrastar la hiptesis en un diseo metodolgico.
El modelo describe un primer perodo de arribo de grupos sociales que ocupan un paisaje natural con rellenos,
terraplenes y edificaciones-muelles, casas y depsitos,
entre finales del siglo XVIII y 1867. Las fechas se selec-

Tabla 1: Modelo de secuencia de formacin del paisaje arqueolgico de La Boca

integridad de la informacin arqueolgica se basa en aspectos distribucionales: a escala de todo el asentamiento, es el


puerto urbano el que consume, produce y desecha artefactos en el paisaje; a escala de una vivienda los protagonistas
son sus constructores y habitantes a travs del tiempo. Si
tenemos en cuenta la historia de formacin del depsito, la
asignacin cronolgico-funcional de artefactos y estructuras, y la evaluacin de su residualidad y redepositacin,
podemos identificar el accionar localizado de agentes individuales y grupales. Es decir que con un diseo de investigacin adecuado, es posible distinguir agentes especficos
en los procesos de formacin del espacio arqueolgico.

cionaron a partir de momentos tecnolgicamente crticos en


la ocupacin del espacio. Hacia finales del siglo XVIII se
consolidan las instalaciones portuarias bsicas. Hacia el ao
1867 el Ferrocarril Buenos Ayres a la Ensenada funciona
plenamente. El momento del arribo se efectiviza con una
concentracin de la actividad en la ribera en los ejes de
acceso y circulacin. Se trata de una agregacin cultural
nutrida de relaciones de procedencia y desempeo socio
profesional interdependientes. La Boca del Riachuelo se
puebla de vascos-franceses, empresarios espaoles e ingleses, e inmigrantes lgures que arriban a partir de 1820-1830.
Nuestra expectativa para sitios arqueolgicos de este
momento es encontrar similitudes tecnolgicas en los contextos socio-profesionales, que impliquen un grado elevado
de homogeneidad en los conjuntos artefactuales.
Entre 1867-1920, se desarrollan prcticas culturales
marcadas por el aumento de la poblacin, la ampliacin y el
cambio de la actividad socio-profesional -que pas de
manual a no manual, de productora a comercial-. Entre
1867 y 1920 se produce la llegada ms importante de inmigrantes, 1920 fue elegido como un marcador cronolgico
relativo al progreso socioeconmico de la sociedad local. El
aumento de la poblacin y las oportunidades de empleo en
el negocio del puerto urbano produjeron diferencias socioeconmicas acentuadas, lo cual llevara a la formacin de un
nuevo paisaje, con el asentamiento en la primera periferia.
Dicho fenmeno es el reflejo de la estratificacin habitacional/laboral del espacio, basada en una ampliacin de la
variedad de oficios y en la construccin de infraestructura

MODELOS DISTRIBUCIONALES
A fin de observar el registro arqueolgico, planteamos
comparaciones al nivel espacial y taxonmico. En este sentido, las distribuciones artefactuales se identifican a partir
de grupos taxonmicos funcionales que se analizan a la luz
de indicadores de variabilidad y continuidad. El modelo
que comprende los conceptos recin discutidos, se basa en
una secuencia de formacin del paisaje entre el siglo XVIII
y el siglo XX (Tabla 1). Representa una clasificacin de
eventos dentro de una tendencia general: el incremento del
mercado de bienes de consumo, la densidad de ocupacin
del espacio y la fragmentacin social. Debido a este macro
proceso, se espera el incremento de la riqueza artefactual
sustentada por la heterogeneidad de los conjuntos y la estratificacin econmica de la poblacin. El modelo secuencia
las diferentes actividades socio-profesionales con el fin de

232

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 233

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO...


urbana y portuaria. Se consolida, entonces, la estructura
general del asentamiento, con la continuidad en los usos del
espacio.
Durante el perodo 1920-1970, se estandarizan las
prcticas socio-profesionales. La burguesa y la clase
media crecen y se ampla el mercado de trabajo profesional. La fecha de finalizacin del perodo (1970) se considera como el inicio de una dcada de cambio de modelo
econmico para el pas. Es el momento en que se producen
decisiones polticas que impactan sobre la utilidad y la
renta de la infraestructura portuaria urbana de la Argentina.
Se desarrolla, entonces, un tercer paisaje con rellenos a
gran escala y redepositacin de suelos extrados de excavaciones producto de nuevas obras -especialmente viviendas y desages. Paradjicamente la ocupacin del espacio
se vuelve ms densa, consolidando un tejido urbano residencial central y otro perifrico, o de bordes, asociado al
trabajo. Se logra un mximo nivel de actividad y se consolida un mercado de consumidores de bienes muebles e
inmuebles que termina de integrar el barrio a la ciudad con
normas de zonificacin espacial.
Finalmente, entre 1970 y 1999 la poblacin barrial se
reduce drsticamente acompaando el descenso de la actividad laboral portuaria. An ante esta situacin, arriban
grupos de menores recursos que intervienen en la cuarta
etapa de formacin del paisaje, en un marco de deterioro de
la infraestructura habitacional y laboral. Esta situacin conlleva una degradacin del mantenimiento de los mecanismos de gestin de viviendas y residuos locales, dominados
por la movilidad de habitantes, lo cual produce la depositacin de materiales en asentamientos precarios e intersticios
urbanos.
A partir de este modelo, generamos expectativas de paisajes diferenciales de la diversidad artefactual
portuaria/urbana con implicancias domsticas-laborales.
Para el primer momento, esperamos una diversidad
artefactual baja con alta homogeneidad. Este registro implica una mayora de actividades manuales -en pocos oficios
especializados como la pesca y la navegacin-. Durante el
segundo momento esperamos un incremento de la diversidad artefactual con una disminucin de la homogeneidad
influida por la presencia de obras de envergadura, la apertura en el acceso a la propiedad (ms propietarios, ms
viviendas) y la lenta igualacin entre oficios manuales y no
manuales. Durante el tercer momento, el registro esperable
determina una diversidad artefactual alta y grados medios
de homogeneidad, que acompaan a las nuevas reas de
depositacin, junto al aumento de oficios no manuales.
Durante el cuarto momento, se espera una diversidad artefactual media con una homogeneidad baja, producto del
cese de la inversin en el barrio.
De esta manera, las expectativas generales para nuestras
hiptesis indican que, en el espacio, la diversidad y la
homogeneidad artefactual tendrn un comportamiento inicial divergente para terminar en uno paralelo a travs del
tiempo. Esto quiere decir que, a partir de una diversidad
artefactual baja en el momento de arribo, se pasar por un
marcado crecimiento durante el desarrollo y consolidacin

del asentamiento, para despus desembocar en una diversidad media hacia el perodo de fragmentacin social de finales de siglo XX.
Dado que las diferentes actividades socio-profesionales
proveen relaciones diferenciales para formar el puerto-ciudad, necesitamos una cadena de inferencia que nos brinde
apoyo en la contrastacin de las hiptesis. La misma
requiere, como punto de partida, que se proceda al diseo
de una tipologa y un modelo para la asignacin funcional
de los depsitos y conjuntos arqueolgicos, a fin de identificar los diferentes sistemas tcnicos del que formaron
parte. La premisa es que los equipos tcnicos proveen diferentes prestaciones para la interrelacin social formadora
del puerto-ciudad. Nos referimos a los sistemas tcnicos
domsticos y laborales y a las conductas asociadas. Por
ejemplo los elementos necesarios para asegurar la subsistencia en mbitos laborales como un astillero o una fonda y
a todos los enseres/artefactos y materiales zooarqueolgicos, botnicos y minerales que los componen.
MTODOS Y TCNICAS EMPLEADAS
La medicin del tiempo en la ciudad posibilita trabajar
con escalas de cuenta macro, mini y micro (Dincauze
2000). Esto permite precisar la construccin de estructuras
y artefactos al nivel del ao y da de produccin. En consiguiente, cada espacio del asentamiento conforma una
estructura temporal, a la manera de un escenario en el cual
se analizan distribuciones artefactuales. Para ello, se utilizan los perodos del modelo de investigacin, defendibles
por medio de la estimacin temporal de materiales y depsitos.
En cuanto a la escala espacial del trabajo, se propone
una perspectiva regional en funcin de la cual cada sitio
provee informacin localizada. El rea de estudio comprende una muestra del sector costero de la ciudad de Buenos
Aires donde se ubican los barrios de La Boca, Barracas y
Puerto Madero. En suma, la escala espacial funciona como
modelo inclusivo de mayor o menor grano que da sentido a
la observacin.
En el diseo de investigacin distribucional los artefactos son la unidad de anlisis a partir de la cual medimos las
actividades humanas a travs del tiempo (Ebert 1992). Los
mismos tambin se emplean como indicadores de cualidades estructurales del registro arqueolgico por ejemplo
forma, composicin, variabilidad (Lanata 1995). En el
asentamiento histrico, los artefactos pasan a conformar la
mayor parte del paisaje al integrarse en estructuras y mbitos fsicos densamente construidos con cultura material. De
esta forma, planteamos como unidad de anlisis a los artefactos identificables como mnimo nmero de objetos muebles (MNO). La variable directriz es el tipo artefactual,
siguiendo los lineamientos propuestos.
El manejo de datos comienza con la seleccin de la
informacin relevante. Por una parte, se busca generar un
registro de la composicin y formacin de los depsitos
arqueolgicos en el campo. Por otra, se delinea una estrategia de aproximacin en la caracterizacin de los conjuntos,
medida primero en trminos del nmero identificado de

233

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 234

CUADERNOS 22
fragmentos (NIF) por grupos de materias primas que brinda una idea general de la distribucin y fragmentacin de la
muestra. Como siguiente paso se procesa el material recolectado aplicando una clasificacin tipolgica al nmero
mnimo de objetos (MNO); es decir, el mnimo nmero de
instrumentos presentes en la muestra en base a una clasificacin tipolgica de grupos funcionales. La tipologa diferencia categoras domsticas y no domsticas de artefactos.
La categora domstica comprende el ajuar de manutencin
diaria (alimentacin, higiene y esttica, comunicacin, ldica, medicinal). La no domstica comprende al instrumental
laboral. Cada categora contiene grupos funcionales que
presentamos en la Tabla 2.
La pregunta que organiza la clasificacin tipolgica es
la determinacin de la asignacin funcional de los instrumentos. Es decir, para qu se usaron los artefactos? De

donde se sabe de la presencia de informacin para conformar la base de datos. En este sentido, las obras de saneamiento habitacional son una buena oportunidad para recuperar informacin. La intervencin en estas dos clases de
obras puede tener carcter de preservacin por registro. Los
materiales as registrados se posicionan con respecto a la
lnea de prospeccin ms cercana.
Durante los trabajos de campo y de gabinete, se evalan los procesos de formacin del registro arqueolgico. Se
considera la integridad del dato arqueolgico en relacin
con la historia de uso del suelo a registrar en cada punto de
observacin. La integridad del dato arqueolgico se define
por su visibilidad y su foco (Hardesty 1994). Visibilidad es
la prominencia o abundancia de los rasgos fsicos sobrevivientes de una propiedad, mientras que foco es el lmite
hasta el cual puede interpretarse claramente un dato. Dada

Tabla 2: Tipologa Artefactual


esta manera se propone cuantificar los usos, asignando funcionalidad a artefactos y depsitos. As, la ergologa de
cada actividad se relaciona con los factores constitutivos
del paisaje. Grupos tipolgicos funcionales e interpretacin
de los depsitos permiten generar la base de datos para la
discusin de la investigacin.
TCNICAS

la perspectiva distribucional empleada, la integridad del


dato se define al nivel de la unidad de anlisis elegida, es
decir, la visibilidad del nmero mnimo de objetos (artefactos cuya asignacin funcional se corresponde con las categoras primarias de este trabajo - Tabla 2). El nmero mnimo de objetos se define frente a su anttesis: productos a
granel o commodities, por ejemplo carbn, maderas, cereales, etc. Los procesos de formacin pueden afectar la visibilidad del dato de manera directa, impidiendo registrar e
identificar el nmero mnimo. Por su parte, el foco del dato
arqueolgico se refiere a la relacin entre artefacto y procesos de formacin. A mayor claridad en la interpretacin del
proceso de formacin de los depsitos, mayor foco en la
informacin y, por consiguiente, mejor conceptualizacin
del grado de integridad del registro que analizamos.
De esta manera, el foco se concentra en la identificacin
e interpretacin del proceso de formacin, de la secuencia
estratigrfica, y de la asignacin cronolgico-funcional del
depsito y del artefacto. Los procesos actuantes sobre el

DE RELEVAMIENTO, INTEGRIDAD Y PROCESOS DE

FORMACIN DEL REGISTRO

Siguiendo las propuestas para sitios urbanos (Roskams


2003), los artefactos pueden ser recuperados mediante
series de prospecciones, con recolecciones de materiales,
excavaciones sistemticas en puntos sensibles del espacio y
clasificacin de materiales excavados por terceros. El objetivo es lograr una cobertura de la mayor gama posible de
variabilidad de localizaciones de depositacin artefactual.
Las prospecciones pueden implementarse mediante muestreos lineales ribereos. Las excavaciones sistemticas pueden ser realizadas en puntos seleccionados del espacio, en

234

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 235

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO...


registro arqueolgico forman y transforman el paisaje
(Staski 1990, Wilk y Schiffer 1979). En las ciudades, estos
procesos son llevados a cabo casi exclusivamente a travs
del empleo de la energa humana que se invierte continua y
a veces reiteradamente en un mismo lugar (Deagan 1984).
De esta forma, el proceso de urbanizacin y uso de la ciudad produce sedimentos, suelos y estructuras de variada
antigedad. La cronologa y los procesos de formacin son
puntos centrales en todo estudio de la ciudad (Staski 1982).
A medida que avanza la edad urbana (Strickland 1995), son
usuales las demoliciones, desmantelamientos, abandonos,
colapsos, deterioro y/o destruccin de estructuras y edificios, depositacin de residuos de construccin, industriales
y domsticos, el truncamiento de estructuras por construcciones de terrazas, nivelaciones y cambios en el uso del
espacio (Slowikowski 1995). El registro arqueolgico urbano presenta la posibilidad de desarrollar un control cronolgico de esta dinmica. Este control se basa en la identificacin de los procesos de formacin y en el fechado de los
materiales arqueolgicos histricos. Este control se ve facilitado por la baja incidencia de transformaciones en los procesos de depositacin (Vince 1995).
En nuestro caso, la pregunta que debemos responder es:
de qu manera el artefacto pasa a ser componente del paisaje? Como dijimos, el artefacto compone un ambiente histrico dominado por la produccin en serie, la distribucin
en el mercado y la presin urbanizadora. Los artefactos fueron utilizados como elementos fsicos de alteracin del
medio natural a gran escala para conformar un medio cultural (Guillermo 2002). Artefactos singulares fueron utilizados a lo largo de ciclos de vida til y luego descartados
como tales, o incluidos dentro de compuestos sedimentarios
de mayor volumen. Es decir que la sumatoria de artefactos
en el paisaje estuvo guiada por el uso y descarte de una
asignacin funcional especfica y/o el uso del volumen fsico de los artefactos como componente de matrices sedimentarias multifuncionales. Estas dos formas de inclusin
de artefactos en el paisaje se realizan dentro de secuencias
productivas del asentamiento, tanto en sus aspectos de subsistencia (alimentacin y produccin de residuos) como de
infraestructura (dentro de sus diferentes categoras: laboral,
habitacional, urbana). Muchas veces los insumos de actividades constructivas son el descarte de actividades domsticas. por ejemplo la utilizacin de residuos slidos como
vajilla y restos seos como contrapiso de nivelacin de un
embaldosado, entre muchos ejemplos. En este sentido, el
registro de los procesos de formacin debe dar cuenta de la
residualidad y la redepositacin del registro (Brown 1995).
Dentro del concepto de residualidad quedan comprendidos
los artefactos que son descartados de su funcin primaria,
tanto por accin directa en un lugar, como por olvido o
abandono. En cambio, a travs del concepto de redepositacin observamos la reutilizacin del bien, con el cambio en
la asignacin funcional. El empleo del volumen fsico de
los artefactos para rellenos o nivelaciones del terreno, comporta un carcter secundario. Esto es, la reutilizacin como
insumo constructivo del paisaje. Los modos secundarios se
desplegaron en el cegado sanitario de pozos, pantanos y

centros de manzanas, la construccin de infraestructura y


nivelaciones de espacios con material de dragado y descarte primario.
De esta forma, la integridad arqueolgica adquiere precisin al considerar la historia de formacin del depsito, la
asignacin cronolgico-funcional de artefactos y estructuras, y la evaluacin de la residualidad y reutilizacin artefactual con el cambio de asignacin funcional. A partir de
este esquema analtico, el diseo de investigacin propone
evaluar los distintos espacios donde registrar la informacin
distribucional. De esta manera, el modelo de integridad
arqueolgica sirve para discutir las distribuciones artefactuales en el diseo de investigacin.
CONCLUSIN: PAISAJES ARQUEOLGICOS, INFORMACIN RECUPERADA Y COMPARACIONES

Los paisajes arqueolgicos se delinean con artefactos


registrados en prospecciones y excavaciones, a partir del
anlisis de representaciones porcentuales de fragmentos o
nmero identificado de fragmentos (NIF), frecuencias y
densidades de artefactos, tasas de depositacin, riqueza y
distribuciones. La informacin provista por estos anlisis se
acota al nivel del artefacto y de la categora funcional. La
relacin establecida entre los anlisis permite aplicar un
procedimiento de evaluacin de los paisajes arqueolgicos.
Con este diseo de investigacin, las inferencias sobre la
organizacin tecnolgica del puerto urbano, pueden ser
comparadas, lo que conlleva a contrastar los modelos distribucionales propuestos.
Las frecuencias de artefactos indican la importancia
relativa de una actividad. Su anlisis permite discutir la
intensidad de uso del espacio. Tradicionalmente, uno de los
objetivos primarios de la arqueologa fue identificar la complejidad funcional de un sitio, para determinar el rango cronolgico y la distribucin espacial de "reas de actividad".
En este diseo de investigacin se busca identificar el comportamiento de categoras funcionales en espacio y tiempo
a travs de la medicin de frecuencias artefactuales. En este
sentido, la cuantificacin ms general propuesta es lo que
denominamos ms arriba NIF, nmero identificado de fragmentos. Funciona como un dato de proximidad para reconocer patrones del registro, conocer la forma y composicin
de los depsitos y comparar la data a ese nivel de anlisis.
Por su parte, las densidades se miden en nmero mnimo de
objetos (MNO) y son calculadas sobre la base de la superficie relevada. Las densidades indican distribuciones de
categoras artefactuales, lo que implica una aproximacin
directa a las hiptesis.
La tasa de depositacin en el espacio urbano sirve para
observar la continuidad y ritmo de uso de un lugar por parte
de diferentes actividades. En nuestro caso la tasa de depositacin nos interesa para medir la intensidad de depositacin artefactual, ya que permite manejar con mayor precisin la integridad del dato arqueolgico, controlando la
residualidad y la redepositacin. La tasa de depositacin se
calcula con la frecuencia de depositacin de artefactos por
unidad espacio/temporal. Asimismo, las tasas de depositacin son un instrumento idneo para evaluar, continui-

235

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 236

CUADERNOS 22
dad/discontinuidad en las ocupaciones, intensidad en el uso
del espacio y funcionalidad "promediada" de espacios.
El diseo de investigacin propone trabajar con ndices
estadsticos de riqueza y homogeneidad basados en caracteres cualitativos seleccionados previamente y que organizan
las clases artefactuales. Riqueza representa la cantidad de
clases o categoras en un determinado conjunto. El anlisis
de la riqueza de las muestras es la cantidad de clases que
posee un conjunto artefactual (Leonard y Jones 1989). La
ventaja de utilizar el ndice de riqueza radica en considerar
los problemas que lo influencian -por ejemplo, tamao de la
muestra, diseo de muestreo, diseo tipolgico- para evaluar tendencias o desviaciones. Este ndice tiene en cuenta
tanto el nmero de individuos como el nmero de categoras, y vara entre 0, para conjuntos donde hay un solo taxn
y baja riqueza, a valores altos, para conjuntos con muchos
taxones, cada uno con algunos individuos.
En forma complementaria al anlisis de riqueza acta el
de homogeneidad (Lanata 1995). En este caso, lo que se
evala es si todas las clases son igualmente abundantes o si
algunas lo son ms que otras; es decir, intentamos ver la
abundancia relativa de clases o categoras. La homogeneidad en el conjunto, se mide de 0 a 1. El tamao de la muestra tambin es un factor de distorsin a observar y manejar.
A partir de cada tipo artefactual, se construyen las distribuciones artefactuales, las cuales son comparadas directamente entre distintos espacios y a la vez permiten comparar
sitios aislados.
La informacin distribucional se presenta con la informacin cronolgica existente. Todas las lneas de investigacin prestan los elementos para la contrastacin de las hiptesis. Las comparaciones entre los mbitos se establecen en
base a los valores y caractersticas asumidas por las variables de los distintos anlisis distribucionales, enmarcados
en la organizacin tecnolgica del espacio de La Boca del
Riachuelo. El planteo de un diseo de investigacin para un
paisaje como el descripto implica el desarrollo de herramientas y la aplicacin de mtodos y propuestas tericas
arqueolgicas nuevas. El balance final permite reconocer
un diseo metodolgico para identificar y cuestionar comportamientos sociales modernos cuya sumatoria comprende
un gran impacto ambiental.

Austral, A., J. Garca Cano y J. Luqui Lagleyze


1998 Arqueologa Portuaria: la ciudad de Buenos Aires a
travs de sus restos bajo el agua. Ponencia presentada a las Primeras Jornadas de Arqueologa
Histrica de la Provincia y Ciudad Buenos Aires,
Universidad Nacional de Quilmes, Municipalidad
de Quilmes, MS.
Bianchi Villelli, M., M. Cardillo, L. Gamarnik, S.
Guillermo, M. Morales y H. Paradela
2000 Diagnstico del potencial arqueolgico del rea La
Boca - Barracas. Informe Convenio de Pasantas.
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Comisin
para la Preservacin del Patrimonio Histrico
Cultural de la Ciudad de Buenos Aires - Facultad de
Filosofa y Letras Universidad de Buenos Aires,
MS.
Burger, G.
2000 Pfahlbausiedlungen in Sdwest Deutschland.
Azerbaijan Archaeology. Supplement to the Journal
of Azerbaijani Studies 2: 1-2. http://www.geocities.com/giselaburger/pfahl.htm
Briggs, S.
2003 Urban Archaeology Of Port Adelaide: The Port
Adelaide Historical Archaeology Project,
South Australia. En: The Fifth World Archaeology
Congress, Washington D.C.
http://godot.unisa.edu.au/wac/paper.php?paper=112
7
Brown, D.
1995 Contexts, Their Contents and Residuality, pgs. 1-8.
En: Interpreting Stratigraphy 5 - 1994 Norwich.
Elizabeth Shepherd (Ed.). Norwich, University of
York.
Cardillo, M., D. Lemaire y M. Weissel
1999 Herramientas arqueolgicas para el conocimiento y
saneamiento ambiental de la Cuenca RiachueloMatanzas. Ponencia presentada al Primer Encuentro
de Adaptacin de la Ciudad de Buenos Aires y rea
Metropolitana al Cambio Climtico, Defensora del
Pueblo de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires,
MS.
Cardillo, M., M. Morales y M. Weissel
2001 Integridad y distribucin en el registro urbano. Un
avance en el anlisis qumico y tafonmico del sitio
Obra Nueva Banco Galicia, Buenos Aires. Ponencia
presentada al X Congreso Nacional de Arqueologa
Uruguaya, Montevideo. MS.
Carminatti, M. y Pez, G.
2006 Proyecto "Arquitectura Colonial de la Ciudad de
Buenos Aires". Ponencia presentada al III Congreso
Nacional de Arqueologa Histrica Rosario. MS.
Ceruti, C.
1997 Arqueologa urbana en Entre Ros: barrio del Puerto,
Ciudad de La Paz. En: Libro de Resmenes XII
Congreso Nacional de Arqueologa Argentina,
Pg.61. Facultad de Ciencias Naturales y Museo,
Universidad Nacional de La Plata.

AGRADECIMIENTOS
A las instituciones que con su apoyo hicieron posible
esta investigacin. Al doctor Jos Luis Lanata por la direccin de tesis afianzada en la lectura de complejos borradores y a todos los que han colaborado en las tareas de campo
y gabinete.
BIBLIOGRAFA
Allen, J. R. L.
1997 The geoarchaeology of land claim in coastal
wetlands: a sketch from Britain and the north-west
European Atlantic - North Sea coast. Archaeological
Journal 154:1-54.

236

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 237

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO...


Chichkoyan, K.
2007 La Comida en La Boca. Un modelo alimentario.
Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropolgicas
Facultad de Filosofa y Letras Universidad de
Buenos Aires. MS.
Courty, M. A., P. Goldberg y R. Macphail
1989 Soils and micromorphology in archaeology.
Cambridge Manuals in Archaeology, Cambridge
University Press.
Deagan, K. A.
1984 Archaeology of Urban America: The Search for
Pattern and Process by Roy S. Dickens, Jr. Review
American Antiquity, Vol. 49, No. 3: 662-664
Dincauze, D.
2000 Environmental archaeology. Principles and practice. Cambridge University Press, Cambridge.
De la Puerta Rueda, N.
1994 El Puerto de Bilbao como reflejo de desarrollo industrial de Vizcaya, 1857-1913. Bilbao, Junta del
Puerto.
Ebert, J. I.
1992 Distributional Archaeology. University of New
Mexico Press, New Mexico.
Eidt, R. C.
1977 Detection and Examination of Anthrosols by
Phosphate Analysis. Science 197: 1327-1333.
Elkin, D.
2003 Maritime Archaeology and Underwater Cultural
Heritage in Argentina: Ongoing work at the Instituto
Nacional de Antropologia y Pensamiento
Latinoamericano. En: The Fifth World Archaeology
Congress,
Washington
D.C.
http://godot.unisa.edu.au/wac/paper.php?paper=225
Fehler, T.
2002 Merchant wealth and urban charity in sixteenth century Emden, Germany. En: CD resmenes Sesin
26. Trade, merchant capital and welfare: port cities
and public health, XVIth-XXth centuries. XIII
Economic History Congreso, Buenos Aires, MS.
Fournier, P.
1999 La
Arqueologa
Social
Latinoamericana:
Caracterizacin de una posicin terica marxista.
En: Sed Non Satiata. Teora Social en la
Arqueologa Latinoamericana Contempornea,
Pgs. 17-32. Andrs Zarankin y Flix Acuto
(comp.)Buenos Aires, Del Tridente.
Funari, P. P. A.
1996 Historical Archaeology in South America.
International Handbook of Historical Archaeology.
T. Majewski y Ch. Orser (Eds.). Nueva York,
Plenum Press.
Funari, P. P. A. y F. Brittez
2006 Arqueologa histrica en Amrica Latina: temas y
discusiones recientes. Universidade Estadual de
Campinas, Museo de la Vida Rural de General
Alvarado, Sociedad Colombiana de Arqueologa.
Mar del Plata, Ediciones Surez.

Garca Gonzlez, J. A.
1998 Teora del conocimiento humano. Pamplona, Eunsa.
Gianella, A.
1995 Introduccin a la Epistemologa y Metodologa de
las Ciencias. La Plata, Universidad Nacional de La
Plata.
Geo Argentina
2004 Perspectivas del Medio Ambiente de la Argentina.
Ministerio de Salud y Ambiente de la Nacin,
PNUMA. Buenos Aires, Secretara de Ambiente y
Desarrollo Sustentable.
Germani, G.
1976 Urbanizacin, desarrollo y modernizacin: un enfoque histrico y comparativo. Buenos Aires, Paids.
Goi, R y M. X. Senatore
2000 Simposio: el registro arqueolgico de la expansin
europea y el cambio poscontacto en Patagonia,
Tomo I pgs. 221- 222. En: Desde el pas de los
gigantes. Perspectivas arqueolgicas en Patagonia.
UNPA.
Guillermo, S.
2002 Procesos de descarte y manejo de basura en Buenos
Aires: una perspectiva arqueolgica. Tesis de licenciatura en Ciencias Antropolgicas, Facultad de
Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.
MS.
Hardesty, D.
1994 Archaeological
Perspectives
on
Settler
Communities In the West. En: Settler Communities
in the West; Historic Contexts for Cultural Resource
Managers of Department of Defense Lands. Robert
Lyon (Ed.). National Park Service, Rocky Mountain
Region.
h t t p s : / / w w w. d e n i x . o s d . m i l / d e n i x / P u b l i c / E S Programs/Conservation/Legacy/Settler/sett9.html#1
Hennington, H. (Ed.).
1972 Ships and Shipyards, Sailors and Fishermen.
Copenhagen, Copenhagen University Press.
Hiller, D.A.
2000 Properties of urbic anthrosols from an abandoned
shunting yard in the Ruhr area, Germany. Catena 41:
249-259.
Holocwan, P. T.
1995 Evolucin y accin antrpica en el sector costero de
la ciudad de Buenos Aires y sectores aledaos.
Trabajo de Licenciatura. Departamento de Geologa.
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales,
Universidad de Buenos Aires. MS.
Jackson, G.
1983 History and Archaeology of Ports. Tadsworth,
World's Work.
Lanata, J. L.
1995 Paisajes arqueolgicos y propiedades del registro
en el sudeste fueguino. Tesis para optar al grado de
doctor. Facultad de Filosofa y Letras UBA. MS.
1998 Los componentes del paisaje arqueolgico. Revista de
Arqueologa Americana 13: 151-165.

237

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 238

CUADERNOS 22
Lanata, J. L. y Aguerre, A. M.
2004 La naturaleza del dato arqueolgico, pgs. 85-96.
En: Explorando algunos temas de arqueologa. Ana
M. Aguerre y Jos Luis Lanata (Comps.). Barcelona,
Editorial Gedisa.
Lawton, R. y Lee, R.
2001 Population and Society in Western European Port Cities c. 1650 - 1939. Liverpool, Liverpool
University Press.
Leonard, R. D. y Jones, G. T.
1989 Quantifying Diversity in Archaeology. Cambridge,
Cambridge University Press.
Linebaugh, D. W.
1994 Settelment patterning in the Grand River Valley,
Ottawa County, Michigan: An ecological Approach,
pgs. 139-175. En: Spatial Patterning in Historical
Archaeology: Selected Studies of Settelment. D. W.
Linebaugh, G.G. Robinson (Eds.). Williamsburg,
King & Queen Press.
Morales, M. Paradela, H. Bianchi Villelli, M. Cardillo, M.
Guillermo, S.
2003 Fundamentos terico - metodolgicos para la evaluacin de potencial arqueolgico en reas urbanas,
pgs. 219 - 242. En: Anlisis. Interpretacin y gestin en la Arqueologa de Sudamrica. R.P Curtoni
y M. L. Endere (Eds.) INCUAPA UNCPBA.
Orser Jr., Ch.
1999 A teoria da rede e a Arqueologia da Historia moderna. En: Anais da I Reuniao Internacional de Teoria
Arqueolgica na Amrica do Sul. Revista do Museu
de Arqueologia e Etnologia Universidade de Sao
Paulo, pgs. 87 - 102, San Pablo.
Roskams, S.
2003 Teora y prctica de la excavacin. Barcelona, Crtica
Arqueologa.
Rossignol, J.
1992 Concepts, Methods, and Theory Building. A
Landscape Approach, pgs. 3-16. En: Space, Time
and Archaeological Landscapes. J. Rossignol y L.
Wandsnider (Eds.). Nueva York, Plenum Press.
Schvelzon, D.
1991 Arqueologa Histrica de Buenos Aires. La cultura
material portea de los siglos XVIII y XIX. Buenos
Aires, Corregidor.
2001 Historias del comer y del beber. Buenos Aires,
Emec.
2003 Buenos Aires Negra. Arqueologa Histrica de una
ciudad silenciada. Buenos Aires, Emec.
Schvelzon, D. y A. Igareta
2007 Viejos son los trapos. De arqueologa, ciudades y
cosas que hay debajo de los pisos. Bernal, Siglo
XXI Editores.
Senatore, M. X.
1995 Tecnologas nativas y estrategias de ocupacin espaola de la regin del Ro de la Plata. Edicin
Especial Historical Archaeology in Latin America
No. 11. Editada por Stanley South. Columbia,
University of South Carolina.

Senatore, M. X. y Lanata, J. L.
2001 Arqueologa Histrica y Teora Arqueolgica: Una
necesaria unin, pgs. 125-134. En: Arqueologa
Uruguaya Hacia el Fin del Milenio, Carmen Curbelo
(Ed.), Colonia del Sacramento, Uruguay.
Silveira, M.
2005 Cocina y Comidas en el Ro de la Plata. Neuqun,
Universidad Nacional del Comahue.
Slowikowski, A.
1995 The Greatest Depository of Archaeological
Material: the role of pottery in ploughzone archaeology, pgs. 15-20. En: Interpreting Stratigraphy 5 1994 Norwich. Elizabeth Shepherd (Ed.). Norwich,
University of York.
Stafford, C.R.
1995 Geoarchaeological perspectives on paleolandscapes
and regional surface archaeology. Journal of
Archaeological Method and Theory 2: 69-104.
Staski, E.
1982 Advances in Urban Archaeology, pgs. 97-151. En:
Advances in Archaeological Theory and Method (5.
Michael Brian Schiffer (Ed.). Nueva York,
Academic Press.
1990 Site Formation Processes at Fort Fillmore, New
Mexico:
First
Interpretations.
Historical
Archaeology 24(3):79 90.
Strickland, T.
1995 Some Observations on the Old Age, Dereliction and
Ruination of Classical Buildings and Structures,
pgs. 38-42. En: Interpreting Stratigraphy 5 - 1994
Norwich. Elizabeth Shepherd (Ed.). Norwich,
University of York.
Stroganova, M. y Prokofieva, T.
2005 Clasificacin de suelos urbanos para ciudades rusas
de la zona del Taiga. European Soil Bureau
Research Report 7:153-156.
http://eusoils.jrc.it/events/SoilClassification_2001/PDF/40
6Strogonova.pdf
Surez Bosa, M. y Trujillo Bolio, M.
2002 Port enterprises. Ponencia presentada al XIII
Congreso Internacional de Historia Econmica.
Buenos Aires..
http://eh.net/XIIICongress/cd/papers/83GonzlezSurezBo
sa260.pdf
Vince, A.
1995 Approaches to Residuality in Urban Archaeology,
pgs. 9-14. En: Interpreting Stratigraphy 5 - 1994
Norwich. Elizabeth Shepherd (Ed.). Norwich,
University of York.
Weissel, M.
1997 Arqueologa en La Boca y Barracas. El mantenimiento del relleno de las oquedades de las tapas de
bocas de registro de servicios urbanos del Radio
Antiguo de provisin de agua de la Capital de la
Repblica Argentina. Tesis de Licenciatura en
Ciencias Antropolgicas Facultad de Filosofa y
Letras, Universidad de Buenos Aires. MS.
2007 Arqueologa de La Boca del Riachuelo. Puerto

238

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 239

ARQUEOLOGA DE LA BOCA DEL RIACHUELO...


Urbano de Buenos Aires. Tesis para optar al grado
de doctor Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad de Buenos Aires. MS.
Weissel, M. y Novello, J.
2004 Nadie lo hubiera hecho: Rescate de la arqueologa
ferroportuaria en la ribera norte del Riachuelo.
Tramo La Boca - Barracas. Capital Federal, pgs.
233-244. En: Mosaico, Trabajos de Antropologa
Social y Arqueologa Mariana Carballido Calatayud
(Ed.). Instituto Nacional de Antropologa y
Pensamiento Latinoamericano - FHN "Flix de
Azara" Universidad CAECE.
Weissel, M. y Zamudio, L.
2006 Races con identidad. Contenedores y contenido en
el Programa Historias Bajo las Baldosas, pgs. 431446. En: Patrimonio Cultural y Diversidad Creativa
en el Sistema Educativo. Temas de Patrimonio
Cultural 17. Ministerio de Cultura, Gobierno de la
Ciudad.
Weissel, M. Zarankin, Z. Paradela, H. Cardillo, M. Bianchi,
Villelli M. Morales, M. Guillermo, S. Gmez, M.
2001 Arqueologa de rescate en el Banco Central de
la Repblica Argentina. Buenos Aires, Secretaria de
Cultura, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Wilk, R. y Schiffer, M.B.
1979. The Archaeology of Vacant Lots in Tucson, Arizona.
American Antiquity, Vol. 44, No. 3:530-536.
Zarankin, A.; Senatore, X.; Guillermo, S.; Casanueva, L.
Tancredi, M. y Funes, M.
1996-1998 Arqueologa de la ciudad de Buenos Aires.
Informe de los trabajos realizados en el proyecto
"Casa Mnima". Barrio de San Telmo. Palimpsesto
Revista de Arqueologa 5: 189-202.

Zarankin, A.
1994 Arqueologa Urbana: Hacia el Desarrollo de una
Nueva Especialidad. Historical Archaeology in
Latin America. Vol. 2: 31-40. Editada por Stanley
South, Columbia, University of South Carolina.
1995 Arqueologa histrica urbana en Santa Fe la Vieja: el
final del principio. Edicin Especial Historical
Archaeology in Latin America. Vol. 10. Editada por
Stanley South, Columbia, University of South
Carolina.
1999 Casa Tomada, sistema, poder y vivienda domstica.
En: Sed Non Satiata, Teora Social en la Arqueologa
Latinoamericana Contempornea pgs. 239-272.
Andrs Zarankin y Flix Acuto (Eds.) Buenos Aires,
Del Tridente.
Zedeo, M. N.
2000 On What People Make of Places. A Behavioral
Cartography. En: Social Theory in Archaeology
pgs. 97-111. Michael Brian Schiffer (Ed.) Salt Lake
City, The University of Utah Press.1999 Casa
Tomada, sistema, poder y vivienda domstica. En:
Sed Non Satiata, Teora Social en la Arqueologa
Latinoamericana Contempornea pgs. 239-272.
Andrs Zarankin y Flix Acuto (Eds.) Buenos Aires,
Del Tridente.

239

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 240

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 241

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

DISCURSO ARQUEOLGICO Y DISCURSO POLTICO:


REFLEXIONES SOBRE LA DEFINICIN DE TERRITORIOS Y FRONTERAS EN

(1910-1950)

ARGENTINA

Mara Amalia Zaburln y Karina Alejandra Menacho*


RESUMEN
En este trabajo se reflexiona sobre la prctica cientfica arqueolgica entre 1910 y 1950, realizando un anlisis comparativo entre los discursos geogrficos (arqueolgico y poltico) de la Quebrada de Humahuaca y sus transformaciones en el
tiempo. Se ponen nfasis en aquellos autores que fueron incorporados en la historiografa oficial.
PALABRAS CLAVE: fronteras, culturas arqueolgicas NOA, lmites polticos Argentina.
ABSTRACT
This work consists of thinking about the scientific archaeological practice between 1910 and 1950. There appears a comparative analysis among the geographical speeches (archaeological and political) on the region of the Quebrada de
Humahuaca, putting emphasis in those authors who were incorporated in the official historiography.
KEY WORDS: borders, archaeological cultures NOA, political limits Argentina.

INTRODUCCIN
"La arqueologa, como otras ciencias del pasado, permite hablar y valorar el presente con un discurso que parece hablar solamente del pasado" (Karasik 1994:49- 50).
El tema acerca de los objetivos polticos relacionados a
las prcticas cientficas y el rol de los intelectuales en diferentes mbitos de la sociedad fue ampliamente desarrollado
a partir de los planteos clsicos del marxismo. En base a
escritos como los de Gramsci (1959) se cuestion la idea de
imparcialidad de los discursos cientficos situndolos en
contextos polticos e histricos especficos. Paralelamente,
se enfatizaba en la idea del conocimiento y el desarrollo
terico como herramientas para la liberacin de las clases
oprimidas (Marx y Engels 2000, primera ed. 1848).
Los aportes del marxismo tuvieron fuertes crticas en el
mbito acadmico, por sus explcitas vinculaciones con la
militancia poltica. Mientras que, el reconocimiento de la
incidencia de las coyunturas histricas en las prcticas cientficas, comienza a discutirse solo luego de propuestas
generadas desde marcos fuertemente academicistas como la
epistemologa (uno de los ejemplos ms conocidos es el trabajo de Kuhn 1962). En las ltimas dcadas del siglo XX,
la temtica tuvo un impulso renovador abordando nuevos
problemas o desarrollando nuevos enfoques para temas clsicos, entre los principales responsables de este proceso
figuran Pierre Bourdieu y Michel Foucault.
Desde la perspectiva de Bourdieu "la tradicin marxista privilegi las funciones polticas de los sistemas simblicos2, en detrimento de su estructura lgica y su funcin
gnoseolgica" (1999:70). Esto implica reconocer que tales

producciones estn determinadas no solo por las condiciones histricas en las que se generan, sino que media la lgica interna del sistema social que las produce. A pesar de
reconocer esta doble determinacin, Bourdieu centr sus
estudios en la lgica interna del campo cientfico; desde su
perspectiva debemos "entender las condiciones y mecanismos genricos que determinan la aparicin de esos productos sociales, relativamente independientes de sus condiciones sociales de produccin, que son las verdades cientficas" (Bourdieu 1999: 75).
Foucault (1985 primera ed. 1968) aborda el tema desde el
anlisis de los discursos, tanto cientficos como polticos. El
eje de su propuesta es la "arqueologa del saber", cuyo principal objetivo es definir en qu medida, o a qu nivel los discursos (principalmente cientficos) pueden ser objetos de una
prctica poltica y en qu sistema de dependencia pueden
encontrarse respecto a ella (Foucault 1985:69-70).
Estas perspectivas permitieron retomar una problemtica largamente postergada y significaron importantes
aportes tericos y metodolgicos al tema. Sin embargo,
llama la atencin el hecho que las coyunturas histricas
y el compromiso poltico de los intelectuales continan
siendo temas desatendidos en las discusiones acadmicas.
Este trabajo constituye un ejercicio de reflexin crtica que enfatiza reconocer las implicancias polticas del
trabajo de los arquelogos de la primera mitad del Siglo
XX. Tambin puede ser tomado como una contribucin a
la tarea de cristalizar nuestras prenociones sobre el problema de territorios en arqueologa. Actualmente la mayora de los proyectos de investigacin arqueolgica se
enmarcan en las fronteras de los estados nacionales y

Una primera versin de este trabajo fue presentada por Zaburln


(2004) en el XV Congreso de Arqueologa Argentina. Ro Cuarto.
* CREA. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de Jujuy. [email protected]
1

Los sistemas simblicos involucran campos como el intelectual, religioso, artstico, de la alta costura, etc. (Bourdieu 1999:75).

241

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 242

CUADERNOS 22
varias de las categoras puestas bajo la lupa en este escrito todava forman parte de nuestras prcticas profesionales.
Cabe destacar que en los ltimos aos se han desarrollando estudios arqueolgico que tratan problemticas
semejantes a las desarrolladas aqu. Hemos tomado como
marco algunos trabajos sobre arqueologa y nacionalismo
(Angelo 2003, Mamani Condori 1996), la creacin y definicin de la arqueologa como campo cientfico en la
Argentina (Martnez, Taboada y Auat 2003) y las representaciones del indgena y el pasado a partir de los textos de
viajeros de fines del siglo XIX (Haber 2003).

a anlisis crtico. De aqu que, mapas de distribucin de culturas, clasificaciones estilsticas y modelos de ocupacin de
territorios eran considerados datos objetivos. Mientras que,
los resultados de investigacin eran tomados como si describieran la percepcin propia de los antiguos habitantes de
las diferentes regiones bajo estudio.
A partir de la dcada de 1930 se aceler el proceso de
conformacin del campo arqueolgico, separndose de las
Ciencias Naturales y definiendo su espacio dentro de las
Ciencias Humanas; en ello tuvo una fuerte influencia terica la Escuela de Viena. Este proceso produjo cierta consolidacin institucional, se abrieron ctedras en diferentes
universidades del pas y se constituy la Sociedad
Argentina de Antropologa que funcion a partir de 1936
(Martnez, Taboada y Auat 2003:219).
El trabajo se centra en el perodo de 1910 a 1950, enfatizamos las investigaciones arqueolgicas desarrolladas en
la Quebrada de Humahuaca y reas aledaas del Noroeste
Argentino (en adelante NOA). Nuestro anlisis toma como
eje publicaciones enmarcadas en el proceso de conformacin del campo arqueolgico. En la seleccin de los textos
pusimos especial nfasis en publicaciones de arquelogos
que obtuvieron mucho reconocimiento acadmico (J. B.
Ambrosetti y S. Debenedetti entre 1908 y 1930) y en investigaciones que fueron incorporadas en la historiografa oficial (E. Casanova y F. Mrquez Miranda entre 1930 y
1960).
Nos centramos en la Quebrada de Humahuaca porque
consideramos que presenta caractersticas geopolticas y
arqueolgicas ideales para analizar esta problemtica. Esto
es 1) su cercana a las fronteras internacionales con Bolivia
y Chile; 2) la abundancia de investigaciones arqueolgicas
generadas en la regin desde principios de siglo XX; 3) El
registro arqueolgico de la quebrada presenta condiciones
ptimas para el estudio de interaccin con otras reas,
donde destaca la abundancia de restos alctonos y las condiciones ambientales favorables para la preservacin de restos arqueolgicos.
Para analizar el papel que jug el discurso arqueolgico
en la justificacin de fronteras nacionales y regionales
tomamos como eje algunos procedimientos bsicos de la
disciplina en la poca: los mtodos para definir filiacin
cultural de restos arqueolgicos; los modelos de territorio
propuestos para los pueblos prehispnicos y sus lmites
espaciales; y la clasificacin de "local"o "no local" que se
le asignaba a las diferentes culturas. Estos procedimientos
partan de supuestos implcitos fundados en el sentido
comn y no sujetos a reflexin crtica, caractersticos de la
Escuela Normativa vigente en la poca (Binford 1968).

ASPECTOS METODOLGICOS
Consideramos necesario en este apartado repasar algunas caractersticas de la organizacin geopoltica de
Argentina entre fines del XIX y 1950; posteriormente se
revisan tambin algunos aspectos de la coyuntura acadmica de la arqueologa argentina en el mismo perodo.
A fines del siglo XIX el territorio argentino estaba formado por catorce provincias y diez unidades poltico administrativas denominadas gobernaciones o territorios nacionales. Estas ltimas constituan fronteras donde la expansin territorial se realiz mayoritariamente mediante el
exterminio y sometimiento de las sociedades indgenas que
todava las habitaban. El estatus jurdico de las gobernaciones era inferior al de las provincias, sus habitantes no eran
considerados ciudadanos de pleno derecho a pesar de estar
integrados a un proceso de estatalidad, construido sobre las
doctrinas del estado nacin modernas (Trinchero 2000: 3435; Karasik 2003:244).
En este trabajo nos interesan las gobernaciones de Los
Andes y del Chaco. La primera integraba la Puna de
Atacama y fue incorporada al territorio argentino en 1899,
luego de largas negociaciones con Chile y Bolivia. En 1943
fue disuelta y su territorio se anex a las provincias de
Jujuy, Salta y Catamarca. Por otra parte la Gobernacin del
Chaco perdur hasta entrado el siglo veinte pasando a categora de provincia recin en 1951 (Karasik 2003: 244).
La arqueologa argentina tiene sus inicios entre fines del
siglo XIX y principios del siglo XX, perodo en el que se
desarrollaron las investigaciones de la primera y la segunda
generacin de arquelogos. En aquel entonces eran pocos
los cientficos con formacin especfica y varios se moldearon a partir de la prctica. La arqueologa era entonces "un
espacio heterogneo reducido en nmero de agentes y con
lmites an mal demarcados entre las diversas competencias" (Martnez, Tabeada, Auat 2003:181-182). Los principales objetivos eran identificar las culturas prehispnicas
que habitaron el territorio nacional, ubicarlas en el espacio
y el tiempo y determinar el tipo de relacin establecida
entre las culturas identificadas.
La influencia del modelo positivista caracterstico de las
ciencias humanas de ese perodo implicaba un enfoque
inductivo y fuertemente empirista, segn el cual se "garantizaba" la objetividad y veracidad de las interpretaciones
sobre el pasado. Desde esta perspectiva los aspectos metodolgicos y conceptuales de la disciplina no eran sometidos

A) Filiacin cultural de sitios arqueolgicos de la


Quebrada de Humahuaca
En este marco, dominaba el concepto de la cultura concebida como un conjunto de normas compartidas, en la que
cada miembro repeta lo aprendido y heredaba sus conocimientos a las generaciones venideras.
La idea de normas compartidas fue operativizada como
"conjunto de rasgos y estilos compartidos" y la caracteriza-

242

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 243

DISCURSO ARQUEOLGICO Y DISCURSO POLTICO. REFLEXIONES...


cin de una entidad cultural se estableca a partir de clasificaciones de los materiales basadas en similitudes morfolgicas y decorativas3.
En el caso de la arqueologa argentina, los resultados de
las sucesivas investigaciones tuvieron la forma de reportes
y sntesis regionales que comparaban "nuevos hallazgos"
con materiales publicados en trabajos anteriores. Dicho de
otro modo, la definicin de adscripcin cultural de los sitios
arqueolgicos y las modificaciones que se proponan, no
contemplaban la revisin de los criterios clasificatorios
empleados sino que se justificaban empricamente. En funcin de ello nuestro anlisis, rastrea las modificaciones que
sufrieron las clasificaciones de culturas arqueolgicas a la
vez que se discuten los supuestos implcitos en ellas.

en los discursos nos muestran un panorama interesante que


permite vincularlo con el proceso poltico de la poca.
D) Criterios para definir culturas locales y no locales
La distincin entre "lo local" y "lo alctono" segua el criterio de presencia o ausencia de los rasgos y estilos que
caracterizaban cada cultura. Esta oposicin binaria planteada
en los textos parecera obvia pensando el territorio con eje en
la Quebrada de Humahuaca. Sin embargo los detalles sobre
las fronteras y la caracterizacin de las interrelaciones con los
pueblos "no locales" nos permiten plantear que esta clasificacin est expresando una diferenciacin del territorio poltico de la nacin Argentina a principios del siglo XX.
En sntesis la metodologa de este trabajo consiste en
realizar un anlisis comparativo entre los discursos cartogrficos provenientes de la geografa poltica y la disciplina arqueolgica; considerando las transformaciones de
ambos discursos en el tiempo desde fines del siglo XIX
hasta mediados del siglo XX. Obviamente ponemos mayor
intensidad en profundizar sobre los elementos que estn en
juego en la construccin del discurso geogrfico en la disciplina arqueolgica.

B) Territorios asignados a entidades culturales de la


Quebrada y reas aledaas
El concepto de territorio, implcito en los trabajos
arqueolgicos de principios del siglo XX, asume que el
espacio geogrfico siempre se ocupa de manera continua y
homognea. As mismo, slo un grupo cultural especfico,
puede ejercer el control efectivo sobre dicho territorio.
Este concepto reproduce el tipo de ocupacin territorial
propio de las formaciones polticas modernas de estadonacin. El territorio en las organizaciones polticas premodernas nunca tuvo la importancia que reviste en la actualidad para los estados nacionales. En la concepcin moderna
es la base material del Estado y es lo que lo diferencia sin
ambigedades de las naciones vecinas (Parekh 2000:93).
Las teoras arqueolgicas de la primera mitad del siglo XX
consideraron esta modalidad de territorio como la forma
natural de ocupacin geogrfica por cualquier sociedad
sedentaria.
La metodologa empleada por la escuela normativa
identificaba el territorio en base a la distribucin geogrfica de restos considerados como tpicos de una cultura. Los
sitios arqueolgicos se ubicaban como puntos en reas geogrficas que se lean como continuas, as se demarcaba una
regin que perteneca a una cultura especfica.

PUEBLOS ARQUEOLGICOS Y TERRITORIO NACIONAL


El problema de la frontera Calchaqu (1910 a 1917)
Entre 1908 y 1910 se realizan las expediciones arqueolgicas del Museo Etnogrfico dirigidas por Juan Bautista
Ambrosetti y con la participacin de su discpulo Salvador
Debenedetti. Los trabajos de campo consistieron en excavaciones en el Pucar de Tilcara y La Isla, ambos sitios ubicados en el tramo medio de la Quebrada de Humahuaca. En
base al anlisis de los materiales exhumados estos sitios
fueron considerados como pertenecientes a dos tradiciones
culturales diferentes.
Ambrosetti (1912) clasificaba los materiales del Pucar
de Tilcara como pertenecientes a la cultura Calchaqu. Si
bien el autor menciona que no registra los rasgos tpicos de
esta tradicin cultural, evidentemente en su valoracin de
similitudes y diferencias puso mayor peso en los rasgos
compartidos.
Debenedetti, por su parte, propuso que La Isla representaba una tradicin distinta a las conocidas hasta el
momento, decidiendo denominarla cultura Humahuaca.
Esto gener problemas para la definicin de los territorios
arqueolgicos debido a que no coincida con los documentos de archivos. En base a la documentacin colonial4 se
esperaba que la tradicin Calchaqu cubriera el noroeste
argentino hasta la frontera con Bolivia, donde se iniciara el
territorio Chicha. Debenedetti (1912) trat explcitamente
el tema, argumentando que la informacin de los documentos no coincida con la distribucin geogrfica de los datos
arqueolgicos, ya que no haba mencin de grupos
Humahuaca.
Otro dato importante es la caracterizacin de las fronte-

C) Caracterizacin de los lmites territoriales y de las relaciones entre entidades culturales


La delimitacin de una regin es un ejercicio clasificatorio donde atributos distintivos de un rea la diferencian de
otra. Es decir, se definen en oposicin a sus vecinas, delimitando simultneamente su frontera, la que "tampoco es
algo dado sino que tanto como la propia regin que circunscribe, es objeto de representaciones" (Alasia 1999:
96).
Al mismo tiempo la caracterizacin de las relaciones
entre culturas arqueolgicas (intercambio, guerra, etc.)
dependa de las clasificaciones funcionales de diversos materiales o de la valoracin de ciertos rasgos arquitectnicos en
los sitios. Al igual que en el primer punto al no existir discusin sobre las metodologas de clasificacin las variaciones

La documentacin histrica que consultaron no est citada en los trabajos, as que por el momento no fue identificada.

3
Para un anlisis ms profundo de las limitaciones de estos razonamientos ver Binford 1968.

243

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 244

CUADERNOS 22
ras y la interaccin entre sitios y zonas vecinas. Ambrosetti
observ que los restos arqueolgicos exhumados en el
Pucar de Tilcara presentaban similitudes con La Poma,
Cachi y Tastil. Los materiales provenientes de otras regiones
(no locales) fueron identificados como peruanos y chilenos
(Ambrosetti 1912:497-98). Luego Debenedetti (1912:507),
en base a rasgos decorativos en la alfarera de La Isla, propuso que exista alguna relacin con dos tradiciones no locales:
Tiwanaku (Bolivia) y las poblaciones actuales del Chaco.
Con la primera registraba vinculaciones genealgicas y con
la segunda simplemente observaba similitudes.
Es notorio que las relaciones de intercambio que se
planteaban para el Pucar de Tilcara y La Isla, implicaban
contactos con regiones muy distantes, en tanto no se consideraban articulaciones con reas cercanas a la Quebrada de
Humahuaca, como los Valles Orientales o la regin de
Atacama. Paralelamente, la relacin con el Chaco se analiz a partir de comparaciones con pueblos etnogrficos
vivientes. Como se ver ms adelante, este tipo de argumento se mantiene hasta mediados del siglo XX.
Las relaciones de intercambio registradas con Chile,
Per, Tiwanaku y los Valles Calchaques, nos llevan a pensar que ambos autores partan de un modelo implcito sobre
las interrelaciones entre los pueblos prehispnicos, ya que
reproducan el nfasis del circuito mercantil norte-sur, propio de la colonia espaola.
En esta interpretacin destaca la idea de que ninguno de
los autores se pregunta por la falta de relacin entre ambos
sitios, pareciera que exista un lmite taxativo entre el
Pucar de Tilcara y La Isla ya que no se registraban contactos. Esto es notorio, ya que ambos sitios estn separados
solamente por cinco kilmetros5.
En cuanto a la clasificacin de las diferentes culturas
como locales/no locales en los textos de esta poca
(Ambrosetti 1912; Debenedetti 1912), registramos que las
culturas Atacama, Chiriguana, Tiwanaku (Bolivia), y culturas de Per y Chile son consideradas como "no locales". En
tanto los materiales considerados "locales" son los de la
cultura Calchaqu y deslizan tmidamente a los materiales
provenientes de La Isla, dentro de esta ltima categora.
Al comparar los mapas polticos y arqueolgicos se
puede observar que se clasifica como "no locales" a aquellas culturas prehispnicas cuya distribucin geogrfica
coincide con el territorio de los pases vecinos y con los
Territorios Nacionales (Gobernacin de los Andes y la
Gobernacin del Chaco).
El discurso arqueolgico de principios del siglo XX en
tanto pretenda describir la percepcin territorial de los pueblos prehispnicos, en realidad legitimaba una percepcin
contempornea del territorio nacional: las provincias formaban plenamente parte del territorio nacional, en tanto las
gobernaciones o territorios nacionales estaban en proceso

de incorporacin al mismo, eran percibidas como territorios


de alteridad (Trinchero 2000:35; Karasik 2003: 245-246).
CALCHAQU Y EL PRO(1917 A 1930)
Luego del fallecimiento de J.B. Ambrosetti en 1917, los
trabajos fueron continuados por S. Debenedetti, quien
ampli las exploraciones incluyendo nuevos sitios del
tramo norte de la Quebrada de Humahuaca. El principal
objetivo era profundizar el conocimiento sobre la cultura
Humahuaquea, colindante con la Calchaqu.
Con nuevos datos el autor se replante el modelo territorial revisando el factor cronolgico. Las semejanzas de
los hallazgos del Alfarcito con los materiales de La Isla, le
permitieron afirmar que correspondan a una cultura ms
antigua, denominada Humahuaca. Mientras que, los grandes sitios como el Pucar de Tilcara, La Huerta, Campo
Morado, etc., correspondan a desarrollos posteriores, cuya
cultura fue denominada Pucarea. Paralelamente los materiales registrados en todos los sitios de la Quebrada de
Humahuaca le indicaban que no pertenecan a la cultura
Diaguito-Calchaqu (Debenedetti 1918 a y b).
Como puede observarse, las clasificaciones utilizadas
en la identificacin de tradiciones culturales fueron cambiando sin que medien reflexiones o discusiones sobre los
criterios clasificatorios o la valoracin de similitudes y diferencias. En 1912, a pesar de que se reconocan las diferencias estilsticas entre los conjuntos, se otorg mayor relevancia a los rasgos compartidos sosteniendo la adscripcin
Calchaqu para los materiales del Pucar de Tilcara. A partir de 1918 cobran relevancia las diferencias o rasgos no
compartidos, separando las tradiciones culturales de la
Quebrada de Humahuaca de aquellas que habitaron los
Valles Calchaques.
Otro trabajo que ayud a definir los territorios arqueolgicos fueron las exploraciones realizadas por Debenedetti
en 1921 en el lmite norte de la Repblica Argentina
(Debenedetti 1930). En esta campaa el autor recorri el
Ro Grande de San Juan, el que constitua (y constituye)
uno de los hitos geogrficos del lmite entre Argentina y
Bolivia. Las evidencias empricas le permitieron afirmar
que los restos arqueolgicos de esa regin, se vinculaban
con las culturas arqueolgicas bolivianas y peruanas.
Debenedetti solucion el problema planteado en 1910,
es decir el vaco de la Quebrada de Humahuaca y la definicin del lmite con Bolivia. Segn este modelo los dominios arqueolgicos quedaron ordenados en la siguiente
manera: el territorio Calchaqu se ubicaba en los valles salteos y catamarqueos; la cultura Humahuaca ocupaba las
quebradas jujeas. Paralelamente el lmite internacional
con Bolivia, coincida con los lmites de las culturas
arqueolgicas.
A partir de 1917 las culturas clasificadas como locales
comprenden a los Calchaqu y Humahuaca. En cuanto a las
culturas no locales continan mencionndose a "Tiwanaku
y Nasca (aimaras), pueblos de estirpe Guaran (chiriguanos),
Atacameos (uros), centro y norte de Chile (changos), Inca
(quichuas)" (Debenedetti 1918a). Esto muestra que
EL NUEVO

TRAZADO DE LA FRONTERA

BLEMA DE LA PROFUNDIDAD TEMPORAL

5
Investigaciones posteriores mostraron que las diferencias observadas
respondan a factores cronolgicos, ya que no se trata de sitios contemporneos. No queremos desconocer el grado de conocimiento
emprico que se tena en las investigaciones de 1910, slo queremos
resaltar las interpretaciones que se dieron a estas distribuciones de
materiales.

244

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 245

DISCURSO ARQUEOLGICO Y DISCURSO POLTICO. REFLEXIONES...


Debenedetti continu marcando como alctonos territorios
que coincidan con las Gobernaciones de los Andes
(Atacama) y del Chaco (Chiriguanos).
Entre los textos producidos en este perodo se encuentra tambin la tesis de O. Bregante6 (1924), donde present
una clasificacin morfolgica decorativa de las colecciones
cermicas del NOA depositadas en el Museo Etnogrfico.
Siguiendo las hiptesis de su director, S. Debenedetti, identific las siguientes tradiciones o razas: Calchaqu, Yavi,
Humahuaquea (La Isla), Pucarea (Pucar de Tilcara) y
Atacama. En base a los estilos decorativos ubic a estas tradiciones en distintos niveles evolutivos, donde los
Calchaques tenan el nivel ms alto de evolucin cultural.
"...Debenedetti estima que esta ineptitud para la representacin de figuras zoomorfas en los pueblos del
Norte, es debida a la diferencia de estirpe entre las gentes del Norte (Pucareos) y las del Sur
(Calchaques)...si alguna vez copiaron formas animales, sus producciones no pudieron tener nunca la seguridad y esbeltez del arte de los pueblos del Sur."
(Bregante 1924:153-154).
Hay dos elementos que queremos remarcar en los escritos de Bregante. Primero la cultura Diaguito-Calchaqu y la
Humahuaquea son consideradas locales. Queda claro que
la primera es considerada como la ms "tpica" del
Noroeste Argentino y constituye la expresin cultural ms
evolucionada. Segundo, se menciona por primera vez a los
pueblos Atacama y Yavi, como culturas locales.
En el perodo de 1917 a 1930 cambian los modelos
interpretativos sobre las relaciones entre culturas prehispnicas. Esto se debi a la introduccin de nuevas problemticas en el campo acadmico: la profundidad temporal de
las culturas prehispnicas en el NOA y la clasificacin evolutiva de las mismas. Estos fueron temas de investigacin
para varios arquelogos contemporneos, pero consideramos que tienen su expresin mxima en la discusin entre
Debenedetti y Eric Boman.
Debenedetti (1928) planteaba que los Calchaques
influyeron en los Atacamas, Pucareos y Humahuacas
mediante intercambio comercial. A la vez que los
Humahuacas recibieron influencia Tiwanaku y presentaban
similitudes con el Chaco actual. Boman (1926) discuti esta
interpretacin planteando que inicialmente hubo una cultura Tup-Guaran, luego una Diaguita que ocupaba Salta,
Catamarca, Tucumn, San Juan y Jujuy; finalmente todos
estos territorios fueron conquistados por los Incas. Esta cultura Diaguita descenda de Tiwanaku y por lo tanto, era posterior a esta.
En ambos modelos destaca que exista un relevamiento
de restos arqueolgicos de las tierras bajas occidentales
(Boman 1926, Nordenskild 1903), pero las comparaciones
continuaban realizndose con pueblos chaqueos contemporneos. A esto se agrega que los pueblos indgenas vivos
eran vinculados genealgicamente con los grupos arqueolgicos ms primitivos de la Quebrada de Humahuaca, segn

la escala de Debenedetti y Bregante.


Los trabajos arqueolgicos poco a poco fueron delineando fronteras tanto hacia el exterior del pas, como hacia
el interior. A medida que aumentaba el conocimiento emprico de las distintas regiones variaban los lmites territoriales, con la nica excepcin de la frontera del Chaco, la cual
se mantuvo intacta, a pesar de que se incrementara el conocimiento emprico sobre la arqueologa de la regin.
Finalmente, es notorio el inters de los arquelogos por
estudiar territorios cercanos a los lmites nacionales. Esta
eleccin del rea de estudio muestra algunos paralelos con
los trabajos de investigacin en Historia. A principios del
siglo XX, los conflictos asociados a la delimitacin de fronteras entre las naciones americanas configuraron una historiografa centrada en la revisin del perodo hispnico. En
ello se buscaba justificar los lmites nacionales, basndose
en los lmites heredados de la estructura administrativa
colonial (Molina 1955:75).
LA CONSOLIDACIN DE LOS LMITES NACIONALES (1930-1950)
Luego de la muerte de Debenedetti los trabajos ms
representativos en la Quebrada de Humahuaca fueron los de
Fernando Mrquez Miranda y Eduardo Casanova. Estos
arquelogos escribieron la sntesis sobre arqueologa del
NOA publicadas por primera vez en 1936 como parte de la
Historia de la Nacin Argentina7. Una caracterstica de los
trabajos arqueolgicos de este perodo fue el abandono de
las posturas evolucionistas, prevaleciendo la escuela histrico-cultural austraca, como consecuencia de la influencia
del pensamiento de Jos Imbelloni. Todas las culturas prehispnicas fueron consideradas sincrnicas, equiparando
las identidades culturales con aquellas mencionadas en las
crnicas (Gonzlez 1985: 509-510).
Si bien se mantuvieron las metodologas de anlisis de
la poca anterior, las nuevas tipologas planteaban que
todos los sitios quebradeos pertenecieron a una nica cultura Humahuaca preincaica (Casanova 1936). Este cambio
de criterio tampoco fue acompaado por una discusin. Los
trabajos se presentaban como una continuacin de aquellos
iniciados por Ambrosetti y Debenedetti, sin embargo consideramos que la ruptura entre ambas formas de interpretar el
pasado, fue rotunda.
Casanova (1938) continu expandiendo el rea de
investigacin hacia el oeste, incorporando los territorios
puneos de la regin de Casabindo. Los resultados de
estas expediciones modificaron la frontera con los pueblos Atacamas. Las evidencias registradas por Casanova
en los sitios de Sorcuyo y Sayate le indicaban que los
materiales de la Puna eran iguales a los de la Quebrada de
Humahuaca, mientras que las similitudes se registraban
indistintamente con los materiales del Pucar de Tilcara o
con los de La Isla.
El autor conoca crnicas que mencionan que estos
territorios haban sido habitados por diferentes pueblos
4
Un modelo interpretativo diferente se encuentra en el trabajo de
Benett et al. (1948), pero esta perspectiva tuvo consenso a partir de la
dcada del 60 (Gonzlez 1985: 509).

En esta tesis se reproduce parcialmente las notas de campo de


S.Debenedetti que no fueron publicadas por el autor.
6

245

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 246

CUADERNOS 22
(Casabindos y Cochinocas en la Puna y Fiscaras,
Omaguacas etc. en la Quebrada), sin embargo clasific
todos los sitios arqueolgicos dentro de una misma cultura
homognea compuesta por distintas tribus que se unificaban en tiempos de guerra (Casanova 1946).
Paralelamente se desarrollaron los trabajos de Mrquez
Miranda (1937 a y b) quien ampli el rea de investigacin
hacia los valles ubicados al este de la Quebrada de
Humahuaca. Con estos trabajos confirm las hiptesis de
Debenedetti planteando que el sitio de Titiconte (Iruya)
constitua el lmite oriental entre Humahuacas y
Chaqueos.
Las investigaciones de ambos arquelogos definieron
claramente los lmites del territorio Humahuaca. El lmite
sur estaba vigilado por el Pucar de Alto de Quintana (valle
de Jujuy), el cual colindaba con los territorios de tribus chaqueas; hacia el noreste los sitios de Titiconte (Iruya) y el
Pucar de La Cueva limitaban con territorios Chichas y tribus chaqueas; el lmite septentrional coincida con el lmite actual entre Argentina y Bolivia (Casanova 1936: 208).
Estos modelos agregaron un nuevo elemento, la clasificacin de algunos sitios como poblados defensivos o "pucaras". La presencia de estos sitios fue interpretada como
indicio de relaciones blicas con otras poblaciones. Se identificaron especficamente como enemigos a los grupos
Chaqueos y pueblos Altiplnicos (Casanova 1936: 221).
Es necesario aclarar que la designacin de enemigos no
estuvo justificada con otra evidencia emprica.
Las publicaciones de esta poca incorporaron dentro del
conjunto de culturas locales al territorio Atacameo, simultneamente con la disolucin del Territorio Nacional de los
Andes en el ao 1943. De este modo las culturas puneas,
que hasta 1917 eran clasificadas como no locales (formando parte de la tradicin Atacamea), fueron asimiladas a la
Quebrada de Humahuaca. Nuevamente llama la atencin
este cambio en la valoracin de similitudes y diferencias, ya
que anteriormente los mismos datos sirvieron para sostener
la presencia de grupos culturales diferentes.
Por ltimo, cabe destacar que en este momento slo
quedaron dos fronteras ntidas: los chaqueos y los altiplnicos; a esto se suma que se les agrega el calificativo de
"fronteras belicosas".

La historia de la clasificacin de culturas arqueolgicas


de NOA y la definicin de sus territorios muestra claramente que, en el ejercicio de la arqueologa acadmica, subyaca una clasificacin territorial directamente vinculada
con el proyecto poltico de organizacin de la Nacin
Argentina. Ya que, a pesar de las pretensiones cientificistas
sustentadas en el empirismo positivista, los modelos apuntaban a justificar el proyecto poltico de la clase dirigente.
El compromiso poltico implcito en el discurso arqueolgico se evidencia principalmente en la bsqueda y justificacin del origen prehispnico de los lmites nacionales. A
partir de ello, se otorgaba legitimidad a la idea de que el
territorio constituido por el Estado funcionaba como unidad
mucho antes de la llegada de los invasores europeos.
Paralelamente, la justificacin cientfica de polticas territoriales no fue un ejercicio aislado, ya que simultneamente
se realizaban trabajos desde la disciplina histrica contando
con financiamiento estatal8.
Los estudios arqueolgicos financiados por instituciones estatales comenzaron en 1904, con la fundacin del
Museo Etnogrfico dependiente de la Universidad Nacional
de Buenos Aires, cuyo primer director fue J. B. Ambrosetti.
Antes de esta fecha las expediciones fueron costeadas por
particulares o sociedades (Arenas 1989-90:150; Politis
1995:199; Babot 1998:165-67). A diferencia de las investigaciones histricas, los estudios arqueolgicos no planteaban como objetivo explcito el trabajo sobre fronteras. Sin
embargo la inversin monetaria, el esfuerzo fsico y los
resultados son coincidentes.
Por otro lado, este paralelo entre los discursos cientfico y poltico no es casual, ya que los arquelogos de principios del siglo XX tenan una intensa actividad poltica,
formando parte de la clase que impuso su proyecto de pas
desde el poder poltico (Arenas 1989-90:149). A continuacin revisaremos los principios de esta clasificacin territorial, la que presenta dos niveles diferenciados pero articulados: la definicin de los lmites nacionales y la diferenciacin interna en regiones.
LA DEFINICIN DE LMITES NACIONALES
El nfasis en definir el lmite con Bolivia se observa en
las sucesivas investigaciones destinadas a encontrar la frontera norte de la cultura Calchaqu. En 1912 se esperaba que
el lmite se ubicara cerca de La Quiaca, pero los nuevos
hallazgos desplazaban su ubicacin al tramo medio de la
Quebrada de Humahuaca. Luego, este lmite nuevamente se
retrae hacia el sur en los valles Calchaques, dejando un espacio vaco. El problema se solucion al definir la Cultura
Humahuaca como "local" ubicndola entre el territorio
Calchaqu y la frontera con Bolivia. Finalmente, se refuerza
esta idea, desde las tierras altas de la Puna, con los trabajos
de Debenedetti (1930) en el Ro Grande de San Juan.

DISCUSIN: DISCURSO CIENTFICO Y OBJETIVOS POLTICOS


El proceso de consolidacin del Estado-Nacin politiza
la necesidad de definir lmites territoriales, considerando
necesarias fronteras externas que abarquen a todas las personas en una unidad poltica determinada. La poblacin
contenida en este espacio se plantea en el imaginario como
compartiendo una unidad histrica y un destino comn.
Este proceso de homogeneizacin en la entidad nacional le
otorga legitimidad al poder poltico (Anderson 1993[1983];
Bechis 1992). La formacin de las naciones americanas
otorg gran importancia al concepto de soberana y a la
doctrina de integridad territorial, como elemento constitutivo del Estado, por tales razones la demarcacin de fronteras obtuvo un peso excesivo como fundamento de una
nacionalidad definida (Trinchero 2000:38-39).

8
Estos estudios histricos tuvieron el objetivo especfico y explcito
de localizar documentacin sobre lmites heredados de la administracin colonial. De este modo, entre 1892 y 1927 viajaron numerosos
investigadores a distintos archivos americanos y europeos con subsidios del Gobierno de la provincia de Buenos Aires y del Ministerio de
Relaciones Exteriores (Molina 1955: 37,87).

246

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 247

DISCURSO ARQUEOLGICO Y DISCURSO POLTICO. REFLEXIONES...


La definicin arqueolgica del lmite con Chile puede
homologarse con la clasificacin de "local/no local" de la
cultura Atacama. Esta, primero era considerada "alctona",
ubicada en un territorio indefinido cercano a Chile. En 1924
se define como "local" y a partir de 1936 fue directamente
homologada con la cultura Humahuaca. As la frontera
arqueolgica con Chile fue corrindose hacia el oeste hasta
tener su ubicacin en el lmite poltico actual. Destaca la
arbitrariedad del modelo arqueolgico, ya que no se realizaron investigaciones en el rea, si no que se extrapolaron
conclusiones a partir de yacimientos ubicados en la regin
de Casabindo (ver Casanova 1938; Serrano 2000: 67-74
primera ed. 1947; Salas 1945 a y b).
Es notorio que la dinmica de la adscripcin cultural de
estos territorios, pasando de "no local a local", fue correlativa con el proceso poltico. La Puna de Atacama fue incorporada al territorio nacional en 1899 mediante un tratado en
el cual la Argentina reconoca como perteneciente a Bolivia
la confluencia entre los ros Bermejo y Grande de Tarija; en
tanto Bolivia ceda sus derechos sobre la Puna de Atacama
como compensacin por la entrega de la provincia de Tarija
(Benedetti 2003:55-57). Desde entonces esta regin fue
considerada Territorio Nacional (Gobernacin de los
Andes) hasta 1943 cuando se incorpor a las provincias con
las que limitaba: Catamarca, Salta y Jujuy (Benedetti op.
cit.; Delgado y Gbel 2003:96; Karasik 2003:244).
En este proceso es claro el compromiso nacionalista del
discurso arqueolgico, legitimando la unidad histrica del
territorio nacional y provincial. As las tierras que cincuenta aos antes no formaban parte de la Argentina fueron vinculadas a la provincia de Jujuy desde tiempos prehispnicos. Este modelo territorial unificaba regiones heredadas de
la administracin colonial con reas incorporadas mediante
negociaciones diplomticas.
De este modo el poder imaginativo del nacionalismo
construye un territorio unificado percibido como predestinado a constituir una unidad. La prctica arqueolgica provee los mapas histricos que demuestran, en un discurso
cartogrfico, la antigedad de esta unidad territorial.
Colaborando de esta manera en la construccin de lo que
Anderson denomina una narrativa poltica biogrfica de la
nacin (1993:222 y 244).

mos entre el discurso arqueolgico y la definicin interna


de regiones econmicas del territorio nacional. Esto ltimo
implic diversos procesos de incorporacin que van desde
la expansin violenta hacia la Gobernacin del Chaco y la
incorporacin diplomtica de la Gobernacin de los Andes.
A fines del siglo XIX y principios del XX, el programa
poltico de la Argentina responda a un proyecto econmico
agroexportador, con la finalidad de insertar al pas en el sistema capitalista en desarrollo. Los objetivos econmicos de
este modelo pretendan incorporar territorios -hasta el
momento habitados slo por indgenas- a un mercado
nacional en construccin (Teruel 2003:80).
La expansin territorial y control efectivo de los nuevos
territorios era un medio necesario para alcanzar estos objetivos. En este marco, a partir de 1884 se puso en marcha un
proceso de expansin territorial mediante conquistas militares hacia tierras ocupadas por poblaciones indgenas en la
Gobernacin del Chaco, significando el sometimiento y
aniquilacin de los pueblos Wich, Toba y Guaran, poblaciones que el dominio colonial no pudo incorporar plenamente. Por ello que sus pueblos y territorios fueron dominados mediante expediciones militares.
A fines del siglo XIX en las provincias de Salta y Jujuy
se reactivaron viejos circuitos comerciales con los pases
limtrofes, debido a la coyuntura generada por la Guerra
del Pacfico y el auge de las salitreras chilenas. Al mismo
tiempo la inversin estatal en infraestructura destinada a
fortalecer el mercado interno, incentiv a los terratenientes de las tierras bajas a invertir en la modernizacin de
instalaciones azucareras (Campi 2000; Conti 2001; Teruel
2003: 86). Estos factores llevaron a la expansin del mercado de las provincias norteas. Los terratenientes locales,
beneficiados con las conquistas militares, aumentaron las
extensiones de tierras para el ganado y se sirvieron de la
presencia de mano de obra indgena para la industria azucarera.
A principios del siglo XX la oligarqua nortea tuvo una
fuerte influencia en la administracin y diseo de polticas
estatales. Esto obr a favor de inversiones del Estado en
estas provincias (principalmente el ferrocarril) y en diversas
medidas para promover la manutencin de la industria azucarera en el mercado interno. A su vez, el desarrollo de la
industria azucarera implic la definicin de reas centrales
y las reas perifricas al desarrollo industrial. Las zonas
centrales se ubicaron en el piedemonte tucumano y el valle
del ro San Francisco (Prov. de Salta y Jujuy). En tanto que
las zonas marginales proporcionaban mano de obra estacional, principalmente las llanuras Chaqueas, algunos departamentos de Santiago del Estero, Catamarca, el valle
Calchaqu, la puna y el sur boliviano (Campi 2000:79-80).
La representacin imaginara del Chaco en el discurso poltico (instaurada desde fines de siglo XIX) dibujaba a la
regin como un espacio fuera de la civilizacin (Teruel
2003:77).
La incorporacin de la Gobernacin de los Andes recorri un proceso diferente ya que se realiz por la va diplomtica. Esto se debe a las caractersticas de la poblacin
indgena local, "pacificada" desde tiempos coloniales; es

LOS LMITES INTERNOS: LA DEFINICIN DE REGIONES


El concepto clsico de "regin" en geografa, implicaba
un territorio fsico definido por tener cierta homogeneidad
en sus caractersticas geomorfolgicas o fitogeogrficas.
Luego, fue modificndose para incorporar elementos humanos en su definicin (Alasia 1999:85). El concepto de
regin es compartido por diferentes disciplinas aunque no
siempre es aplicado con criterios equivalentes. La formulacin y uso este concepto frecuentemente es tomado como
"propiedad comn" de la ciencia y en muchos casos se considera una definicin "natural". Es por ello que corre el riesgo de generar formas naturales de ver, de observar la realidad y puede legitimar determinadas maneras de pensar y
clasificar (Alasia 1999:83).
A este nivel de anlisis tambin identificamos paralelis-

247

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 248

CUADERNOS 22
decir, hablaban espaol, profesaban la religin catlica y
haban incorporado el uso de moneda como medio de intercambio (Benedetti 2003:58).
La anexin atacamea inclua fines estratgicos de control de la frontera chilena, organizacin de aduana y fines
econmicos como la produccin minera de borato (Delgado
y Gbel 2003:97-98). Este proyecto fracas debido a factores como la inaccesibilidad de la regin, la adversidad de
las condiciones ecolgicas y la distancia con los centros de
poder; determinando la subdivisin e incorporacin en las
mencionadas provincias.
Este proceso ignor la estructura econmica tradicional del rea, dnde la produccin pastoril se articulaba con
redes de intercambio con el norte chileno. Al mismo tiempo el proyecto de frontera entre Chile y Argentina fraccion una unidad preexistente ya que "estas fronteras polticas no se correspondieron con un espacio tnico, cultural
o econmico, sino que lo fracturaron" (Delgado y Gbel
2003: 99).
En el discurso arqueolgico el lmite occidental de las
culturas "locales" fue modificndose hasta incluir la
Gobernacin de los Andes dentro de las tradiciones arqueolgicas conocidas para la Argentina, vinculando la regin
no solo con las tradiciones nacionales, si no aferrndola
fuertemente a la historia provincial. Por otra parte, el lmite entre la Quebrada de Humahuaca y el Chaco siempre se
mantuvo fijo, no present la "movilidad" de las fronteras
Calchaqu y Atacamea. A medida que avanzaron los estudios arqueolgicos, entre 1910 y 1946, el lmite chaqueo
fue adquiriendo "mayor densidad". Es decir primero se clasificaba dentro de la categora de culturas no locales, luego
se agreg una calificacin de pueblos blicos "enemigos".
La frontera arqueolgica con el Chaco marcaba tambin
una distancia cultural, ya que materiales arqueolgicos de
la quebrada se comparaban con las manufacturas de poblaciones chaqueas vivas. Es claro que a este ejercicio metodolgico, subyacan calificativos de salvajes y primitivos
para los grupos chaqueos.
En sntesis, el discurso arqueolgico de la primera
mitad de siglo XX aparece vinculado a los procesos polticos de divisin territorial de las provincias argentinas y
legitima las versiones ideolgicas que se instauran en la
sociedad valorando estos territorios y a sus habitantes. La
Gobernacin de los Andes, espacio sin mayor inters econmico, fue incorporada en los modelos arqueolgicos
homologndola con las reas ya conocidas. En cambio la
regin del Chaco que presentaba mayor inters para los proyectos econmicos de la nacin, en el discurso arqueolgico mantiene sus lmites de manera taxativa y la valoracin
de la poblacin indgena subraya su condicin de culturalmente inferiores.
De esta forma el discurso arqueolgico oper remarcando el bajo nivel cultural de la poblacin aborigen del
Chaco, lo cual justificaba en ltima instancia el despojo de
tierras del que haban sido objeto las poblaciones indgenas
desde fines del siglo XIX y el sometimiento a condiciones
laborales coercitivas en la industria azucarera durante la
primera mitad del siglo XX.

REFLEXIONES FINALES
A lo largo de este estudio se muestra cmo el discurso
arqueolgico de principios del siglo XX oper negando las
culturas indgenas, en un juego complicado y contradictorio, donde estas culturas "muertas" tenan que engrandecer
el pasado nacional pero desvincularse de la poblacin
autctona. Paralelamente cuando la poblacin indgena no
estuviera plenamente sometida, la arqueologa legitim histricamente su naturaleza primitiva, blica y enemiga.
De esta forma, los restos arqueolgicos fueron expropiados de la historia de los habitantes puneos y quebradeos y sutilmente se fueron convirtiendo en emblemas de la
historia de la Nacin Argentina. El nacionalismo en arqueologa se reflej en la bsqueda de las tradiciones indgenas
nacionales, pero no valorndolas sino mostrando sus producciones culturales con una representacin del "otro como
brbaro" (Babot 1998:166).
As el pasado indgena adquiere importancia en tanto
forma parte del pasado del territorio nacional pero nunca es
pensado como la historia de las poblaciones aborgenes.
Esto conforma un proceso perverso en el cual simultneamente se le otorga profundidad histrica a la nacin en tanto
se expropia a las comunidades originarias de su historia
(Bonfil Batalla 1990:23).
Finalmente, al realizar este trabajo no podemos dejar de
interrogarnos sobre nuestras propias prcticas profesionales. Es decir, hasta qu punto hemos dejado de considerar
los problemas de investigacin como aislados de las coyunturas polticas y sociales en las que se desarrollan?;
Podemos afirmar que no justificamos nuestras elecciones
y prcticas profesionales con argumentos cientificistas?
Estamos dispuestos a asumir el compromiso poltico de
estudiar el pasado prehispnico incorporando las visiones y
objetivos de las poblaciones indgenas? Reconocemos que
estas preguntas no son nuevas y en el fondo nos recuerdan
antiguos desafos de la ciencia.
BIBLIOGRAFA
Alasia de Heredia, B.
1999. Acerca del concepto de regin. Estudios No11-12:
83-97. Centro de Estudios Avanzados -UNC.
Crdoba.
Ambrosetti, J.B.
1912. Resultado de las exploraciones arqueolgicas en el
Pukar de Tilcara (Prov. de Jujuy). Actas y
Memorias del XVII Congreso Nacional de
Americanistas: 497-498. Bs.As.
Anderson, B.
1993 (1983). Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre
el origen y la difusin del nacionalismo. Fondo de
Cultura Econmica. Mxico.
Angelo, D.
2003. "Bolivian Archaeology: Looking Towards Diversity
and Postcolonialism". Ponencia presentada en el V
Congreso Mundial de Arqueologa (World
Archaeological Congress, WAC5 realizado en
Washington DC, EEUU. MS.

248

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 249

DISCURSO ARQUEOLGICO Y DISCURSO POLTICO. REFLEXIONES...


Arenas, P.
1989-90. La antropologa de fines del XIX y principios del
XX en la Argentina. Runa Vol. XIX: 147-161.
Babot, M.
1998. La arqueologa Argentina de fines del siglo XIX y
principios del XX a travs de J.B. Ambrosetti.
Mundo de Antes No1:165-195. Instituto de
Arqueologa y Museo. UNT.
Bechis, M.
1992. Instrumentos metodolgicos para el estudio de las
relaciones intertnicas en el perodo formativo y de
consolidacin de estados nacionales. En Etnicidad e
Identidad. pags.82-108 comp. C.Hidalgo y
L.Tamagno. CEAL. Bs.As.
Bennett, W.; Bleiler E.C. y Sommer F.H.
1948. Northwest Argentine Archaeology. Yale University.
Publications in Anthropology No 38, New Haven.
Benedetti, A.
2003. Territorio Nacional de Los Andes: entre el xito
diplomtico y el fracaso econmico. En Puna de
Atacama. Sociedad Economa y Frontera. pgs. 5380. Comp. A. Benedetti. Alcin Editora. Bs.As.
Binford, L.
1968. Archaeological Perspectives. En New Perspectives in
Archaeology. pgs. 5-31 Edit. Binford L. y Binford
S. Aldine. Chicago.
Boman, E.
1926. Los ensayos para establecer una cronologa prehispnica en la regin diaguita (Repblica Argentina).
Boletn de la Academia Nacional de Historia, T. VI.
Quito.
Bonfil Batalla, G.
1990. Mxico Profundo. Ed. Grijalbo.
Bourdieu, P.
1999. Intelectuales Poltica y Poder. Ed. Eudeba. Bs. As.
Argentina.
Bregante, O.
1924. Ensayo de Clasificacin de la Cermica del Noroeste
Argentino. Bs.As.
Campi, D.
2000. Economa y sociedad en las provincias del Norte. En
Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernizacin y sus lmites (1880-1916). Cap.II. pgs. 71118. Ed.Sudamericana.
Casanova, E.
1936. La Quebrada de Humahuaca. En Historia de la
Nacin Argentina, Vol. I. . pgs. 207-249. Editada
por la Junta de Historia y Numismtica Americana.
Bs.As.
1938. Investigaciones arqueolgicas en Sorcuyo, Puna de
Jujuy. Anales del Museo Argentino de Ciencias
Naturales. T XXXIX :423-456. BsAs.
1946. The cultures of the Puna and the Quebrada of
Humahuaca. En Handbook of South American
Indians. Vol.2. . pgs. 619-631. Washington.
Conti, V.
2001. Salta entre el Atlntico y el Pacfico. Vinculaciones
mercantiles y producciones durante el siglo XIX. En

Cruzando la Cordillera. La Frontera ArgentinoChilena Como Espacio Social. Comp. S. Bandieri.


CEHIR. Universidad Nacional del Comahue.
Debenedetti, S.
1912. Los cementerios prehistricos de la isla de Tilcara
(Provincia de Jujuy). Actas del XVII Congreso
Internacional de Americanistas: 502-508.Bs.As.
1918 (a). La XVI Expedicin Arqueolgica de la Facultad
de Filosofa y Letras. Nota preliminar sobre los yacimientos de Perchel, Campo Morado y la Huerta en
la Provincia de Jujuy. Physis T.IV.:196- 207. Bs. As.
1918 (b). Las ruinas prehispnicas de El Alfarcito
(Departamento de Tilcara, Provincia de Jujuy).
Publicaciones de la Seccin Antropolgica 18: 3-34.
Facultad de Filosofa y Letras, UBA.
1928. Relaciones culturales prehispnicas en el Noroeste
Argentino. Physis T. IX : 113-117. Bs.As.
1930. Chullpas en las cavernas del Ro San Juan Mayo.
Notas del Museo Etnogrfico 1.: 5-50. UBA.
Delgado, F. y Gbel, B.
2003. Departamento de Susques: la historia olvidada de la
Puna de Atacama. En Puna de Atacama. Sociedad
Economa y Frontera. pgs. 81-104. Comp.
A.Benedetti. Alcin Editora. Bs.As.
Foucault, M.
1985 (1968). La funcin poltica del intelectual. En Saber y
Verdad: 47-74. Ediciones de la Piqueta. Madrid.
Gramsci, A.
1959. Los Intelectuales y la Organizacin de la Cultura.
Ed. Nueva Visin, Bs.As.
Gonzlez, R.
1985. Cincuenta aos de arqueologa del Noroeste
Argentino (1930-1980): apuntes de un Casi Testigo
y algo de protagonista. pgs 505-517. American
Antiquity. Vol 50. No.3.
Haber A.
2003. Cmo, Cuando y Porqu la Puna se convirti en
texto?.pags 169-178 Pacarina Ao 3 N 3. Unju.
Karasik, G.
1994. Plaza Grande y Plaza Chica: etnicidad y poder en la
Quebrada de Humahuaca. En Cultura e Identidad en
el Noroeste Argentino. pgs. 35 - 76. Centro Editor
de Amrica Latina.
2003. Franja fronteriza y frontera nacional: Susques y la
formacin de la frontera septentrional argentino-chilena. En Puna de Atacama. Sociedad, Economa y
Frontera. pgs. 243-268.Comp. A. Benedetti. Alcin
Editora.
Kuhn, T.
1962. The structure of Scientific Revolutions. University of
Chicago Press. Chicago
Mamani, C.
1996. History and Prehistory in Bolivia. What about the
Indians?. En Contemporary Archaeology in Theory.
pgs. 632-645. Edit. R. W. Preucel y I. Hodder.
Oxford: Blackwell.
Martnez, A.T.; Taboada C.; Auat L.A.
2003. Los Hermanos Wagner: entre ciencia, mito y poesa.

249

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 250

CUADERNOS 22
Salas, A. M.
1945 (a). Excavaciones arqueolgicas en Cinaga Grande.
Anales del Instituto de Etnografa Americana 3:281287. Mendoza.
1945 (b). El antigal de Cinaga Grande (Quebrada de
Purmamarca, Provincia de Jujuy). Publicaciones del
Museo Etnogrfico. Serie A Vol. V. Facultad de
Filosofa y Letras, Universidad Nacional de Buenos
Aires.
Serrano, A.
2000 (1947). Los Aborgenes Argentinos. Sntesis
Etnogrfica. Ed. Librera Paideia. Crdoba.
Teruel, A.
2003. Tierras de fronteras, el chaco occidental en el siglo
XIX. Estudios Sociales del NOA No6: 77-110. IIT.
Tilcara.
Trinchero, H.
2000. Los Dominios del Demonio. Civilizacin y Barbarie
en las fronteras de la nacin. El Chaco Central.
Eudeba.
Zaburln, M.
2004. Estigmas territoriales y discurso arqueolgico. Los
conceptos de territorio y adscripcin cultural en la
arqueologa Argentina de principios de Siglo XX.
En Actas del XV Congreso Nacional de Arqueologa
Argentina. pgs. 210. Ro Cuarto.

Arqueologa, campo arqueolgico nacional y construccin de identidad en Santiago del Estero 19201940. Ediciones Universidad Catlica de Santiago
del Estero. Argentina.
Mrquez Miranda, F.
1937 (a). Breve inventario de las culturas del Noroeste
Argentino. Publicaciones de la UNLP- Intercambio
Universitario. T XXI No9.
1937 (b). Zonas arqueolgicas desconocidas en el Noroeste
Argentino. Publicaciones de la UNLP- Intercambio
Universitario. T XXI No9.
Marx, C. y Engels, F.
2000. Manifiesto Comunista. Ed. El Aleph.com
Molina, R.
1955. Misiones Argentinas en los Archivos Europeos.
Instituto Panamericano de Geografa e Historia.
Comisin de Historia, Mxico.
Nordenskild, E.
1993 (1903). Lugares Precolombinos de Asentamiento y
Entierro en la Frontera Sudoeste del Chaco. Edicin
en Espaol UNju. (Traduccin A. Fernndez Distel).
Parekh, B.
2000. El etnocentrismo del discurso nacionalista. En La
Invencin de la Nacin. En Lecturas de la identidad
de Herder a Homi Bhabha. pgs. 91-122. Comp.
A.Fernndez Bravo. Manantial. Bs.As.
Politis, G.
1995. The socio-politics of the development of archaeology
in Hispanic South America. En Theory in
Archaeology A World Perspective. pgs. 197-228.
Comp. Peter J. Ucko. Routledge London and New
York.

250

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 251

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

NOTAS
LA BIO-POLTICA DE LOS TRASPLANTES O
QU EST DETRS DE LA "SALVACIN DE VIDAS"?
Rafael Wainer *
INTRODUCCIN
Han pasado ya cincuenta aos del primer trasplante exitoso de rin y desde esa fecha hasta el presente la evolucin de la medicina, y la bioteconologa asociada, no se ha
detenido en la creacin de condiciones para la prolongacin
de la vida a travs de biopolticas de separacin/emisinimplante/recepcin de rganos o tejidos de personas vivas
o fallecidas. La donacin altruista de partes del cuerpo y la
oportunidad de salvacin gracias al mercado de rganos y
tejidos aparecen como los extremos de un abanico cruzado
por esperanzas, miedos, deseos, expectativas, frustraciones;
pero si todo se da y negocia no todos estn en las mismas
condiciones para recibir y negociar. A pesar de (o tal vez
debido a) los avances biomdicos y tecnolgicos en la trasplantacin de rganos y tejidos el nmero de
emisores/dadores es nfimo, en relacin al de los pacientes
en las lista de espera, y al de las personas que efectivamente reciben un rgano o tejido. En EEUU en 1999 ms de
60.000 personas estaban registradas en las listas de espera
para trasplantes de rganos. Sin embargo, aunque el nmero de donaciones efectivas de rganos aument de 5.904 en
1987 a 9.280 en 1997, ms de 4.000 personas mueren por
ao en EE UU antes de poder recibir el trasplante (United
Network for Organ Sharing Scientific Registry 1999 [citado en Dundes y Streiff 1999]).
Dejando de lado los impedimentos de orden tcnico y
estrictamente biomdicos1, las razones que obstaculizan el
incremento de los donantes y, por ende, de la mejora de la
vida en las personas que esperan un rgano (o tejido) vital
son varias. Algunos autores citan como causa principal el
rechazo de los trabajadores de la salud a involucrase en el
proceso de duelo de los familiares con el fin de solicitar el
consentimiento para la donacin, en este sentido el consentimiento familiar es visualizado como el principal impedimento (TRC 1996 [citado en Dundes y Streiff 1999]). Para
otra autora los lazos de parentesco y la religin son los elementos centrales que motivan a las personas a donar (o no)
rganos entre las mujeres afro-americanas en EEUU, con la
salvedad de que stas reciben menos de la mitad de rganos
que las no-afro-americanas (Wittig, 2001). Segn Kim et
al. (2004) existen diversas barreras socioculturales para la
donacin de rganos en Corea, como ser: religiosas
(Confucionismo), simblicas (malentendidos y mitos; por

ejemplo, los rganos van a quedar en reserva para su posterior venta), legales (falta de claridad en la definicin jurdica de muerte) y mdicas (limitada cobertura de los seguros
mdicos), adems de experienciales, culturales y educativas. Coexisten complejas causas sociales que condicionan
el proceso emisin-donacin-recepcin de rganos, citar
dos claros ejemplos: las leyes creadas recientemente en
diversos pases que otorgan el status de consentimiento presunto de toda persona que fallece a ser donante -salvo que
sus familiares se nieguen-, y la remuneracin econmica a
los familiares del donante (Dundes y Streiff 1999:355). En
Austria, Blgica, Brasil, Francia, Italia, Letonia, Espaa,
Suecia, Suiza y en otros pases han sido promulgadas leyes
sobre el consentimiento presunto con muy diversos resultados2. En la investigacin llevada a cabo por Dundes y
Streiff (1999) los encuestados alegaban que el consentimiento presunto es una violacin de los derechos individuales, y la compensacin monetaria a los familiares era
vista como anti-tica, adems que contaminaba la naturaleza altruista inherente al proceso de donar rganos.
LA DONACIN NO ES SOLO "DAR VIDA"
Scheper-Hughes alega que el problema de la donacin
de rganos est atravesado por la exclusin social de las
mayoras, en el contexto de la economa global que produce las miserias y los incentivos que preceden, y a veces
fuerzan, las ventas de rganos y el "turismo de trasplantes"
(Scheper-Hughes 2001). En este sentido, las leyendas y los
rumores populares, los "mitos urbanos" asociados a la venta
de sangre y dems fluidos o de partes del cuerpo son producto del miedo y el terror a que se ven enfrentados todos
los que viven en los mrgenes (los grupos vulnerables) de
las sociedades que valoran ms sus cuerpos muertos (como
reserva de rganos y tejidos frescos) que vivos. Para esta
autora existe un sub-mundo oculto a la discusin pblica
(hegemonizada por la visin altruista de "dar vida") sobre la
donacin de rganos y una delgada lnea que separa los
trasplantes ticos de los que son realizados bajo la explotacin y corrupcin de los "donantes". La autora seala:
"... estamos tratando de atravesar el secreto que rodea
los trasplantes de rganos y de 'hacer pblicas' todas
las prcticas relacionadas con la recoleccin, venta y
distribucin de tejidos y rganos humanos. Estas
transacciones han sido protegidas por la invisibilidad
y la exclusin de la poblacin de los dadores de rga-

* U.B.A. [email protected]
1
Slo algunas de las condiciones especficas que permiten la donacin
de personas fallecidas son: los rganos del donante deben estar en
buen estado, sin dao y disponibles desde una persona con muerte
cerebral, deben poder ser conservados fuera del cuerpo y rpidamente
ser llevados para el trasplante.

2
En la Argentina se ha reglamentado la Ley del Donante Presunto bajo
la Ley 26.066 que le otorga el Ministerio de Salud y al INCUCAI el
poder de polica sanitaria sobre la apropiacin, manejo e implantacin
de rganos y tejidos humanos (ver: http://www.incucai.gov.ar).

251

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 252

CUADERNOS 22
relacin a la tica de la asignacin de los recursos pblicos
respecto a los trasplantes o a la prevencin de enfermedades crnicas evitables pero menos redituables.

nos, vivos y con muerte cerebral, muchos de ellos


pobres y socialmente marginados, y por la aceptacin
inequvoca de la incuestionable moral y el 'bien' social
y mdico de los trasplantes. Nuestra tarea requiere
construir un lenguaje divergente de la retrica mdica
de sacrificios, donaciones, altruismo y salvacin de
vidas, para recorrer caminos nuevos y no transitados
que nos permitan pensar a los cuerpos como aquellos
presuntamente muertos, o presuntamente 'no identificados' cadveres pblicos 'abandonados', o que presuntamente han dado el consentimiento, o ser presuntamente
'donantes' presuntamente involucrados en presuntos
actos de altruismo. En otras palabras, estamos llamando por un tardo y saludable escepticismo." (ScheperHughes 2001:34-5; traduccin propia).
SOBRE

HACIA UNA TICA DE LA ASIGNACIN DE RECURSOS


Aqu sera relevante introducir una comparacin como
para comprender mejor el peso relativo de la bio-poltica
de los trasplantes. Por ejemplo: cunto dinero destina el
Estado Argentino para promover los trasplantes de rganos
y tejidos y cunto para prevenir y tratar el Mal de Chagas
? Segn una investigacin del diario Pgina 12 sobre el
Mal de Chagas3 (una enfermedad que al mediano y largo
plazo acarrea la muerte si no es tratada adecuadamente) del
ao 2000:
"Actualmente se calcula que son 18 millones las personas infectadas en todo el mundo, de las cuales 2.300.000
corresponden a la Argentina. Se estima que el 25 por
ciento de la poblacin de Amrica latina est en peligro
de contraer la infeccin" (Biasotti 2000).
En cuanto a la inversin el Dr. Ruben Storino en "La
cara oculta de la enfermedad del Chagas" (1999: 2) sostiene:
"... se puede tomar en cuenta la inversin de 300 millones de dlares que 6 de los pases del Cono Sur han
realizado, desde 1991, para combatir a la vinchuca.
Suponiendo que este monto se haya destinado en forma
regular durante estos nueve aos, asciende a una suma
de 33 millones por ao que, dividida por la cantidad de
posibles infectados chagsicos (estimada en 24 millones), resulta en una inversin de 1,30 dlares por individuo chagsico y por ao. Si esto involucra slo la
lucha contra el vector y queda todo lo referente a los
problemas que trae la enfermedad, la diferencia entre
lo necesario para los individuos chagsicos y lo destinado para ellos no slo es abismal sino que se convierte en irrisoria. De nuestra experiencia diaria surge
que poco o nada es lo que le llega al afectado, sea portador o enfermo, por lo que consideramos que se necesita un cambio radical en la poltica asumida hasta el
momento en este tema."
En cambio, el Ministerio de Salud de la Nacin
Argentina a travs del INCUCAI ha implementado en
2007 un Programa Nacional de Seguimiento Postrasplante
[PNSP]4 al cual ha destinado $25.000.000 (aproximadamente 8 millones de dlares) para la provisin gratuita y de
por vida de los medicamentos inmunosupresores a todos
los trasplantados sin obra social (a los cuales sino les costara entre 400 y 500 dlares por mes). La cantidad de
beneficiarios por este programa en el 2007 eran 1.108 personas de escasos recursos. Es sumamente interesante comparar la cantidad de beneficiarios y el dinero per capita que

TRASPLANTES, TICA Y LA VENTA DE PARTES DEL

CUERPO

Evidentemente existe un problema (para Dundes y


Streiff [1999] es una crisis) en la donacin de rganos: el
proceso social de donacin de rganos se ve afectado por
las actitudes sociales de las poblaciones a favor y en contra del mismo. Cmo resolverlo es el punto clave. Para
Dundes y Streiff adems de "desarrollar nuevas estrategias para maximizar la eficacia en cada paso del proceso
de donacin de rganos" (Miranda, Lucas y Matesanz,
1997 [citado en Dundes y Streiff 1999:355]), se deben desarrollar mejores campaas de educacin para concientizar
a las poblaciones del valor que conlleva la donacin. De
todos modos, el problema debe verse desde distintos ngulos para alcanzar una perspectiva ms realista. Es verdad
que cada vez existen ms personas esperando recibir un
rgano y cada vez menos (en proporcin) que pueden o
desean o consienten donarlo. Segn Lock "el mundo de los
trasplantes ha expandido su tamao creando un sostenido
aumento de 'necesidad' de rganos en momentos que existen cada vez menos potenciales dadores" (Lock 2002:
1407). Siendo esto as porque (en los pases centrales) la
poblacin envejeci, los pacientes definidos como viables
para donacin han crecido exponencialmente (cada vez
hay ms trasplantes a bebes, nios pequeos, ancianos de
ms de 80 aos y personas que son retransplantadas por
segunda o tercera vez), existen menos accidentes de autos
(en el primer mundo, en Argentina es una de las causas
principales de mortalidad), las unidades de trauma son ms
eficientes, entre otros motivos. Con lo cual, as como los
potenciales receptores aumentaron considerablemente, los
potenciales dadores decrecieron ampliamente. Todos estos
factores son causales de la crisis. En pocas palabras puede
decirse que existe un desfasaje entre los dadores y los
receptores. Sin embargo, este "mercado de rganos y tejidos" est directamente influenciado y manipulado por los
Estados, las multinacionales de la salud y los medios masivos de comunicacin que destinan cuantiosas sumas de
dinero para promover la investigacin, el desarrollo y el
fomento de la economa de los trasplantes. En este sentido,
debemos reflexionar colectivamente sobre la justicia distributiva de los Estados y las jerarquas de necesidades con

La OMS calcula que el Mal de Chagas afecta a 15 millones de personas en 21 pases del mundo donde actualmente es endmica. Cada
ao 41.000 son infectadas y unas 12.500 personas mueren debido a la
enfermedad. Adems ms de 100 millones de personas (el 25% de la
poblacin) en Latinoamrica se estima que estn en riesgo de contraer
la enfermedad (OMS, 2005).
4
http://www.incucai.gov.ar/NoticiasBusPorId.do?id=1323.
3

252

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 253

NOTAS
se invierte sea para trasplantes o para el Mal de Chagas. En
la cita anterior se puede apreciar que en relacin al Chagas
el clculo era de 1.30 dlares por persona por ao. Si calculamos que el PNSP pretende cubrir los 500 dlares mensuales necesarios para cubrir las drogas inmunosupresoras
estamos hablando de 6.000 dlares por persona por ao. En
resumen, se invierten 1.30 dlares por persona por ao en
6 pases del Cono Sur con relacin al Mal de Chagas y
6.000 dlares por persona por ao en Argentina solamente
para cubrir las necesidades de medicamentos de los trasplantados5. Deseo ser claro aqu. No es que un problema
es ms tico que el otro, ambos deberan recibir el apoyo
estatal y de la sociedad civil en su conjunto, pero es sabido que las polticas estatales, en este contexto social del
siglo XXI se guan por la rentabilidad poltica y econmica y no por las necesidades sociales. Es en este sentido que
deberamos preguntarnos o exigir que los gobiernos respondan cules son las prioridades y cmo son dictadas,
siguiendo qu parmetros.

Antes deca que los receptores son silenciados, sin


embargo, los dadores tambin desaparecen de la visibilidad social (independientemente del derecho a la privacidad
que legalmente les corresponde). Parecera que los cuerpos
son envases desechables (los donantes no son representados como un haz de relaciones y una fuente de simbolizacin para los sobrevivientes). Me arriesgo a pensar que
muchas veces no se conoce cules fueron los deseos exactos de los donantes, las fantasas y expectativas, las esperanzas y nociones propias de sobrevivencia. Por esto sera
saludable, como deca Scheper-Hughes, dudar sistemticamente de la voluntad altruista en todas las personas que no
dejan claramente expresado su deseo de donar sus rganos
o tejidos. De esta forma se podra contrarrestar la (frecuentemente) nociva labor de los medios masivos de
comunicacin en el tratamiento de los trasplantes. Y no
solo son los medios de comunicacin los que pueden
influir intensamente en las decisiones y la subjetividad de
los potenciales dadores y receptores. Kaufman et al. (2006)
muestran en el contexto de Estados Unidos como en el
caso de transplantes de riones cuando el potencial receptor es una persona mayor de 70 aos surgen poderosos conflictos intergeneracionales dentro del grupo de parentesco
que crea cierta obligacin moral hacia la donacin de personas vivas al interior del sistema familiar.

CUANDO LA PARTE ES TODO O CMO ENTRA EN JUEGO LA SUBJETIVIDAD

Lock (2002) hace alusin a un punto escasamente considerado: las transformaciones de la subjetividad de los
pacientes receptores debido al efecto que les causa la
recepcin de un rgano o tejido de una persona que desconocen cul ha sido su genero, etnicidad, color de piel, personalidad, status social. En cierta forma podra juzgarse
que la parte modifica al todo en su completa subjetividad.
Lock realiz en 1996 entrevistas a 30 personas trasplantadas hallando que ms de la mitad se sentan profunda y
emotivamente relacionadas con los dadores luego de la
operacin. Lock apunta hacia algo que generalmente est
silenciado: el receptor, pues siempre se habla de la "donacin de rganos". Poco se sabe de las dificultades que
deben experimentar los trasplantados, personas que vivirn
el resto de sus vidas como enfermos crnicos. Ellos necesitarn de la asistencia estatal para recibir de los bancos de
drogas la qumica necesaria para que sus cuerpos no rechacen esos rganos o tejidos, para mantener esos inestables
equilibrios biolgicos-psicolgicos-espirituales-sociales
en los que las bio-polticas de los trasplantes transformaron
a los trasplantados. La paradoja de la economa de los trasplantes es que las polticas del Estado han ayudado a que
las personas dependientes de un rgano o tejido vital para
su supervivencia, luego del trasplante (si es que consiguen
mover cielo y tierra para hacerlo), se transforman en
dependientes de las drogas que el Estado les provee para
continuar con vida6.

PALABRAS FINALES: LOS TRASPLANTES Y LA FINITUD


Antes de finalizar, quiero detenerme en un elemento
que es escasamente considerado: la aceptacin de lo inevitable. La bsqueda constante de medios para prolongar la
vida produce simultneamente una negacin del morir, y
como dira Philippe Aris (1999), una prohibicin del
morir: la muerte es desterrada de la vida. Es absolutamente lgica y humana la lucha por la prolongacin de la vida
de las personas (y sus redes sociales) que necesitan un
rgano vital para continuar con vida, pero cundo se
comenzar a aceptar la finitud? Cundo ya no haya ms
tiempo ni fuerza ni conciencia? Partiendo de aceptar que
nuestro tiempo en este mundo es limitado, podramos
jerarquizar la produccin, distribucin y uso de nuestros
limitados recursos materiales y simblicos con el fin de
cuidar y curar de una manera ms eficiente los sufrimientos y padecimientos humanos? De qu maneras podramos quebrar la injusta distribucin de poder de la economa de la salud-enfermedad que prioriza millonarios trasplantes para pocas personas e invisibiliza el padecimiento
de millones de personas? Es claro que si dejamos a la salud
pblica bajo las fuerzas de la economa de mercado y el
influjo de los grupos econmicos de presin, las prioridades seguirn siendo dirigidas ms a lo econmicamente
rentable y menos a la inversin social en salud de acuerdo
a las necesidades de las personas sufrientes en sus mltiples y vastas mayoras (entendiendo que es muy complejo
definir lo que "realmente" es prioritario para los distintos
grupos sociales). Pero el esfuerzo de pensar prioridades y
deconstruir mitologas y retricas es necesario si queremos
entender las formas en que las personas enferman, curan,
mueren y prolongan su vida.

Obviamente el presupuesto es mucho mayor si consideramos todo el


campo de la bio-poltica de los trasplantes.
6
Los trasplantados siguen siendo enfermos crnicos de por vida, de
hecho el trasplante muchas veces es la ltima opcin de la medicina
heroica para salvar a un enfermo crnico grave. En los primeros meses
del 2002, luego de la devaluacin, muchsimos trasplantados debieron
salir a las calles a pedirle al Estado que les provea de las drogas que
no le daban en los bancos de drogas porque sino sus vidas se iban a ver
severamente afectadas.
5

253

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 254

CUADERNOS 22
BIBLIOGRAFA
Aris, P.
1999. El hombre ante la muerte. Madrid, Taurus.
Biasotti, A.
2000. "Informe sobre Chagas." Recuperado el 21 de abril
de 2006, de

OMS
2005. Reporte sobre la enfermedad de Chagas. Grupo de
trabajo cientfico, 17-20 de abril de 2005, Buenos
Aires, Argentina.
Richey Wittig, D.
2001. Organ Donation Beliefs of African American
Women Residing in a Small Southern Community.
Journal of Transcultural Nursing 12 (3): 203-210.
Scheper-Hughes, N.
2001. Commodity Fetishism in Organs Trafficking. Body &
Society 7 (2-3): 31-62.
Storino, R.
1999. "La cara oculta del Chagas." Disertacin pronunciada en el XVIII Congreso Nacional de Cardiologa,
Buenos Aires, 25/05/1999. Recuperado el 21 de
abril de 2007, de
http://www.fac.org.ar/revista/00v29n1/storino/storino.htm.

http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/Futuro/00-0617/nota_a.htm.

Dundes, L y Streiff, M.
1999 [October]. Crisis in Organ Donation: A Survey of
Public Attitudes on Organ Donation and
Suggestions for Improvement in the Donation
Process. Illness, Crisis & Loss 7 (4): 346-359.
Kaufman, Sh.; Russ, A. y Shi, J.
2006. Aged bodies and kinship matters: The ethical field of
kidney transplant. American Ethnologist 33 (1): 8199.
Kim, JR; Elliott, D y Hyde, Ch.
2004 [April]. The influence of Sociocultural Factors on
Organs Donation and Transplantation in Korea:
Findings From Key Informants Interviews. Journal
of Transcultural Nursing 15 (2): 147-154.
Lock, M.
2002 [December]. Human Body Parts as Therapeutic
Tools: Contradictory Discourses and Transformed
Subjectivities. Qualitative Health Research 12 (10):
1406-1418.

254

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 255

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

OBITUARIO
SILVIO COELHO DOS SANTOS (1938-2008)
Juan Carlos Radovich* y Alejandro O. Balazote **
El 26 de octubre de 2008 en Florianpolis falleci el
antroplogo Silvio Coelho dos Santos, a los 70 aos de edad.
Nacido el 7 de julio de 1938 en Florianpolis, Silvio
Coelho fue considerado uno de los intelectuales ms importantes de Santa Catarina. Era miembro de la Academia
Catarinense de Letras, Profesor Emrito de la Universidad
Federal de Santa Catarina (UFSC) e Investigador Senior del
Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientfico e
Tecnolgico (CNPQ).
Autor de 20 libros, Silvio Coelho era graduado en
Histria en la UFSC, Magster en Antropologa por la
Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) con la direccin de Roberto Cardoso de Oliveira y Doctor en Ciencias
Humanas en la Universidade de So Paulo (USP) dirigido
por Egon Schaden. Fue Presidente de la Asociacin
Brasilea de Antropologa (ABA) jugando un papel fundamental en su reorganizacin a partir de la IX Reunin realizada en Florianpolis en 1974. Tambin se desempe
como Secretario Regional de la Sociedad Brasilea para el
Progreso de la Ciencia (SBPC) y fue uno de los fundadores
del Instituto de Antropologa de la UFSC y Director del
Museo Universitario Oswaldo Rodrigues Cabral entre 1970
y 1975.
Conjuntamente con un grupo de antroplogos de diversos pases particip en la I Declaracin de Barbados, reunin que se efectu en Bridgetown en 1971 y en la que se
delinearon una serie de cuestiones innovadoras en el pensamiento antropolgico relacionadas con la situacin del indgena en Amrica Latina.
Defensor de los derechos de los pueblos originarios,
Coelho dos Santos organiz en 1980, en la UFSC, la pri-

mera reunin de abogados y antroplogos para discutir la


situacin del indgena frente al derecho. Asimismo inaugur una serie de discusiones sobre la cuestin de la educacin escolar indgena en la antropologa brasilea, que permanecen vigentes en la actualidad.
Dedic gran parte de su dilatada carrera profesional a la
investigacin de las relaciones intertnicas, la Antropologa
del Derecho, la dominacin del Estado y la Historia regional. Particular atencin le dedic al estudio de los pueblos
originarios del sur de Brasil (Xoklng, Kaingang y
Guaran) y al derecho de las minoras, en especial investigando los efectos sociales de los grandes proyectos hidroelctricos. En tal sentido coordin el Ncleo de Estudios de
Pueblos Indgenas (Nepi/UFSC) y desarroll entre otros, el
Proyecto "Hidroelctricas, Privatizaciones y Pueblos
Indgenas en el mbito del Mercosur" (CNPq).
A partir de mediados de la dcada de 1990 jug un
papel preponderante en la articulacin y coordinacin de
equipos de investigadores de los pases del Mercosur
(Argentina, Brasil y Paraguay), especializados en los estudios de impacto social de grandes proyectos, plasmando sus
resultados en diversos encuentros acadmicos internacionales y en la organizacin de publicaciones colectivas. Su
incansable labor profesional constituy un avance importantsimo para el desarrollo de las ciencias sociales en el
mbito del Mercosur.
Aquellos quienes tuvimos la suerte de conocerlo y tratarlo, podemos transmitir con certeza, la experiencia de
haber compartido con el Profesor Silvio Coelho espacios
cordiales y amistosos de discusin y aprendizaje.

* INAPL-CONICET, UBA
** UBA
255

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 256

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 257

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

RESEAS
Migracin uruguaya: un enfoque antropolgico. Beatriz Diconca y Gabriela Campodonico compiladoras.
Organizacin Internacional para las Migraciones, OIM. Universidad de la Repblica. Montevideo, 2007, 189 pginas.
Los desplazamientos de poblacin, en todas sus variedades, han constituido uno de los aspectos fundamentales
de la dinmica social uruguaya. Si bien generalmente, ha
predominado la imagen de pas de inmigracin a partir del
aporte de las corrientes europeas en el crecimiento poblacional, diversas investigaciones desde la dcada de 1970
han remarcado el carcter estructural que posee la emigracin como fenmeno histricamente arraigado en la poblacin.
Muchos autores desde las perspectivas histricas, sociolgicas y econmicas coinciden en considerar a Uruguay
como un pas de emigracin, cuyo sistema productivo genera peridicamente excedentes de poblacin a partir de los
cuales se desarrolla cierta propensin migratoria, particularmente efectiva en perodos de crisis o transformaciones
polticas y econmicas. Por su parte, los flujos migratorios
as originados, continan y se mantienen en el tiempo a travs de las distintas redes de relaciones sociales constituidas
entre las sociedades de recepcin y de origen.
En este contexto, la aparicin de Migracin uruguaya:
un enfoque antropolgico constituye un abordaje novedoso
que incorpora un anlisis desde la perspectiva de los emigrados y de quienes planean emigrar a partir de sus potencialidades en la construccin de distintas formas de identificacin y diferenciacin teniendo en cuenta ciertos ejes
problemticos como los proyectos migratorios y la propensin a emigrar, los procesos de integracin a las sociedades
de destino y las transformaciones que van configurando una
identidad migrante.
La publicacin es el fruto de las distintas investigaciones desarrolladas por el Departamento de Antropologa
Social de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educacin en Montevideo, en particular de los trabajos realizados en el marco del Taller de Migracin Uruguaya coordinado por las Licenciadas Beatriz Diconca y Gabriela
Campodonico. En lneas generales, el proyecto se fundamenta en el estudio de problemticas sociales de inters
general para su comprensin y su aporte en la elaboracin
de polticas pblicas, particularmente en vas de constituir
un cuerpo de conocimiento para la elaboracin de polticas
migratorias en un pas demogrficamente vulnerable.
La iniciativa basada en el trabajo etnogrfico acierta en
indagar los procesos identitarios desplegados en distintos
contextos de recepcin como Australia, Mxico, Suiza, y
Espaa en relacin con las distintas representaciones sociales sobre el Uruguay que estos generan. De esta forma, los

trabajos de Mabel Luz Zeballos Videla, Laura Pastorini,


Cecilia Speranza, Karina Boggio y Patricia Artia analizan
diversas modalidades de expresin y reformulacin de la
nacionalidad de origen, segn las perspectivas transnacionalistas de las migraciones desde las cuales se propone que
los migrantes mientras forman parte de la fuerza laboral y
se involucran en las actividades sociales y polticas propias
del pas de recepcin, a su vez construyen nuevos campos
sociales que trascienden el anclaje territorial de las fronteras polticas de los estados/nacin.
Asimismo, la obra logra avanzar ms all de los contextos migratorios internacionales al incorporar el contexto
de origen en tanto dimensin que permite analizar la multiplicidad de motivaciones que promueven las decisiones
migratorias. En esta lnea, Julieta Bengochea, se propone
investigar sobre las motivaciones subjetivas que predisponen la emigracin en jvenes uruguayos, teniendo en cuenta la elaboracin del proyecto migratorio como momento
previo y necesario para su concrecin. Por su parte,
Mariana Viera se centra en el grupo de personas que estn
atravesando la experiencia migratoria a partir de su conceptualizacin como comunidad de riesgo para explorar los
significados que adquiere el ser emigrante para quienes han
tomado la decisin de emigrar y se encuentran en el
momento de su concrecin. A su vez, la autora Lydia de
Souza demuestra en su trabajo la existencia de una cultura
de la emigracin fuertemente arraigada en el imaginario
social donde el afuera se constituye en un elemento configurador de la identidad social uruguaya. Finalmente, Diego
Hernndez Nilson, incorpora los factores vinculados a la
distincin social a travs del consumo como determinantes
de la decisin migratoria en grupos de jvenes, discutiendo
as la monocausalidad econmica como explicacin de la
migracin.
Para concluir, esta obra constituye un valioso aporte al
conocimiento sobre las migraciones y los migrantes uruguayos, pionera en el estudio antropolgico sobre las formas de ser migrante desde los propios protagonistas, favoreciendo simultneamente un abordaje comparativo entre
ciudades, pases y regiones, cuyas lneas de investigacin
continan actualmente en estudios de postgrado realizados
en pases europeos y constituyen una fuente de consulta
insoslayable.
Zuleika Crosa *

* UBA. [email protected]
257

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 258

CUADERNOS 22
Tiempo y espacio en las celebraciones y rituales del Noroeste Argentino. Mara Azucena Colatarci, AAEA
(Asociacin Amigos de la Educacin Artstica), Buenos Aires, 2008. 143 pginas.

Este libro, verdadera "necesidad" para el momento, instrumento esperado por lugareos, docentes, investigadores,
viajeros, surge marcando un hito en el Jujuy de los comienzos del siglo XXI. Fue prologado por la Doctora Olga
Latour de Botas, fundadora de la Asociacin Amigos de la
Educacin Artstica, foro del cual es miembro la autora del
libro, M. A. Colatarci. Compartiendo tambin ambas folklorlogas, actividades docentes en el IUNA (Instituto
Universitario Nacional del Arte). "Tiempo y espacio en las
celebraciones y rituales del Noroeste Argentino" fue presentado en San Salvador de Jujuy en el marco de las celebraciones a la Madre Tierra del 1 de agosto de 2008, con
particular efusividad del pblico
Es porque el libro se dedica a explorar un campo poco
explotado: el de las celebraciones y rituales folklricos del
Jujuy altiplnico. La escasa o evanescente literatura sobre
el tema raramente anclaba en tantos materiales originales,
como los que usa Colatarci, recogidos con su propio esfuerzo en recorridas por el interior provincial.
Ese difuso tratamiento del tema, hasta ahora, estaba
teido de apriorismos y preconceptos, se dejaba interferir
por el dogma catlico delegando en la iglesia la explicacin
de ciertos fenmenos, acuda a comparaciones de larga distancia desenfocando las particularidades regionales, abusaba de esquematizaciones instrumentales de la antropologa,
reiteraba citas bibliogrficas, algunas ya "envejecidas"
observaciones sin vigencia actual.
Era necesaria una visin de sntesis, actualizada, consciente de la vital "mitopoyesis" en la que estos pueblos
andinos estn inmersos. Una visin de sntesis que no mutilara el fenmeno simblico que es global y que no encasillara la salud por lado, la religin oficial por otro, lo ntimo
y familiar por otro.
Los dos ejes elegidos: tiempo y espacio, son ideales
para reordenar como lo hace M. A. Colatarci un cmulo
grande de elementos. Tan enorme acumulacin de observaciones es registrable durante el ao redondo, pues no hay
lapsos exentos de ritualidad. Esto solo es posible de entender si se acepta que el hombre de puna y quebrada de
Humahuaca tiene una acentuada religiosidad. Si se calcula
que en la puna de Jujuy hay 0,5 hab/km2 (menos que una
persona por kilmetro), la densidad de "celebraciones y
rituales" (como lo enuncia el ttulo) es mayscula.
Tal propensin, evidentemente viene legada desde pocas prehispnicas. En este marco, el misionero encontr en
Jujuy un campo bien abonado para "sembrar" nociones del
dogma cristiano. Y no digo "catlico" (aunque la mayora
de los registros hacen al catolicismo) porque en la segunda
mitad del siglo XX la entrada de las iglesias protestantes,
tambin misioneras, fue exitosa.
La tctica andina, inconsciente, no reinvindicativa, asumida sin pretensiones y con naturalidad, es la de mantener
vivas varias tradiciones a la vez: las del culto telrico y
meteorolgico prehispnico, las de la iglesia misionera

catlica (que inmediatamente se trasladan a "santos" y a la


proteccin de bienes introducidos como el ganado), las
bblicas de las "iglesias separadas": esto da como resultado
una extrema complejidad al momento de tener que realizar
trabajos de campo en el rea antropologa y folklore.
La prdica en torno a la necesidad de conservar el patrimonio intangible heredado, ha trado aun mayor complejidad al problema, pues hoy se observan en Jujuy, cultos con
sus respectivos oficiantes, impensado para la mitad del
siglo XX.
Un avance notable lo da este libro al marcar que tiempo
y espacio profanos y sagrados no son oposiciones, que coexisten, que son marcaciones pasajeras, que pueden tener
carcter "macro" o "micro", que hay decisiones de ltimo
momento de los propios "dueos" o "esclavos" de una celebracin, que pueden traer cambios drsticos en el perfil de
un culto.
Los "espacios de ilusin" son muy caros al hombre
andino y casi no hay celebracin que no recurra a ellos: las
miniaturas, las actuaciones y recreaciones en pequeo, la
estipulacin de rdenes ficticios para la fiesta. Es la magia
y la materializacin, refundidas en una religin superior y
espiritual como lo es el cristianismo.
Una construccin laboriosa y pautada del tiempo y el
espacio, es lo que muestra la puna jujea. Cada mes del ao
de este cada semana, estn teidos de hechos consagrados,
que de no recrearse pueden revertirse en perniciosas consecuencias para los involucrados (los esclavos, los "promesados", los deudos).
Es conocido que las generaciones jvenes son expulsadas de tan inhspita regin y que el oratorio, sus "santitos"
y sus "retablos" quedan como librados a la soledad de un
mayor o de una madre soltera que permanece en el "puesto" con el ganado. Pero, al llegar el tiempo de la "fiesta"
algn pariente "sube" siempre a la puna para ayudar en las
celebraciones y cuando los jvenes se hacen grandes asumen todos los roles de los ancianos y aportan monetariamente con el cuidado del espacio consagrado.
El captulo VIII del libro "El espacio en las celebraciones rituales del NOA" informa y redondea perfectamente,
ya no tan sintticamente, varios rituales puneos. El captulo siguiente "Dos temas: la virgen de Iruya, la Pachamama"
es directamente minucioso. Se erige en consulta obligada
para estudiantes de los niveles medio y terciario que tienen
en su currcula el abordaje de asuntos regionales.
Como incentivo para el lector, para que inicie de propia
decisin la bsqueda en torno a la religiosidad popular, la
autora toma con brevedad el tema de la reciente manifestacin saltea llamada "Virgen de Tres cerritos" o "Virgen del
Cerro".
Una completa bibliografa al final del libro, muestra
todo cuanto est disponible sobre el asunto, y tambin
resalta cunto ha escrito Mara Azucena Colatarci sobre
cada manifestacin en particular. Tambin se ofrecen foto258

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 259

RESEAS
grafas, del propio archivo de la autora. Es de agradecer a
los Amigos de la Educacin Artstica de Buenos Aires, el
haber iniciado esta serie de libros breves e instructivos, que

en realidad estn dirigidos al pblico no especializado.


Alicia A. Fernndez Distel *

* Universidad Nacional de Jujuy. [email protected]

Patrimonio en el Noroeste argentino. Otras historias. Belli, Elena y Slavutsky, Ricardo (editores). Instituto
Interdisciplinario de Tilcara, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires. Jujuy. 2005.
La obra se inscribe en el marco de investigacin del
proyecto "Hegemona y resistencia. Territorios y culturas
como campos de disputas en las provincias de Salta y
Jujuy", financiado por la Universidad de Buenos Aires y el
Instituto Interdisciplinario de Tilcara (Facultad de Filosofa
y Letras). Confluyen en el libro las producciones de varios
autores provenientes de las ciencias sociales, abocados al
estudio crtico del Patrimonio en los territorios de frontera
del Noroeste argentino.
Segn palabras introductorias de los autores-editores, la
confluencia de los artculos responde al objetivo comn de
cuestionar, desde sus investigaciones particulares, la tendenciosa labilidad con la que se concibe y legitima la imagen de un mundo moderno universal y prspero. Imagen en
la que organizaciones nacionales e internacionales neutrales
definen y habilitan, en pos del bien comn, un campo de
bienes y territorios "patrimonializables", pretendiendo invisibilizar tanto las modalidades locales y regionales de configurar la existencia como las desigualdades socio-econmicas y polticas, que histricamente se perpetan con
renovadas apariencias.
A travs de los ocho captulos de esta obra, se emplean
y complejizan nociones centrales adoptadas por los autores.
Uno de ellas, la de Patrimonio, resulta vertebral y se enriquece con los aportes de las diversas exposiciones. En trminos generales, el Patrimonio es entendido como concepto relacional, histrico y polismico en detrimento de visiones esencialistas, ahistricas y desvinculadas de las relaciones sociales y las redes de poder que le dan existencia.
La genealoga del trmino -esbozada por distintos autores de la obra- expone su estrecha vinculacin con el surgimiento de la modernidad y la conformacin de los Estados
nacionales (con sus respectivas configuraciones polticas,
econmicas, jurdicas, territoriales e identitarias). En este
devenir histrico, la produccin patrimonial se ha ampliado, afectando variados aspectos tangibles e intangibles de
lo real -desde edificios, obras de arte y espacios hasta relatos, rituales, imgenes y "lo natural". En la actualidad, con
la hegemona del sistema capitalista mundial, el Patrimonio
es considerado una nueva forma de mercantilizacin de
bienes y de exclusin de grupos subordinados, dado que
son los sectores dominantes (esto es, agentes gubernamentales, organismos internacionales, grupos econmicos, etc.)
quienes dictan normas y prescriben formas de conserva-

cin, control y usufructo sobre aquello susceptible de patrimonializacin1.


En diversos pasajes de la obra se hace referencia al
concepto de "activacin de repertorios patrimoniales"
desarrollado por Pratz (2000) como operacin que implica la seleccin dentro de una gama de elementos y la apropiacin simblica de ellos; "() en el plano de la realidad social () no activa quien quiere sino quien puede.
Es decir, en primer lugar, los poderes constituidos. El
poder poltico fundamentalmente ()". (223)
Como contrapartida, los pueblos originarios -en tanto
sujetos activos en la reconstruccin y valorizacin de su
identidad especfica como en la reivindicacin de sus derechos polticos, territoriales, culturales y patrimonialesreclaman la legtima participacin en los procesos que les
conciernen, procurando debilitar la expropiacin de sus
representaciones simblicas y sus prcticas cotidianas.
En base al sustrato conceptual arriba esbozado, resultan
provechosas las distintas exposiciones por presentar articulaciones especficas entre la cuestin patrimonial y otras
dimensiones de anlisis, poniendo de manifiesto las variadas problemticas abordables desde la perspectiva del
Patrimonio.
Un caso es el artculo de Elena Belli, Ricardo Slavutsky
y Cristina Argaaraz que versa sobre la historia de dominacin occidental y los mecanismos de control territorial
sobre poblaciones locales, habituadas a formas de posesin/usufructo comunitario de la tierra y a mecanismos
redistributivos basados en intercambios tradicionales. En su
recorrido hacen inteligible el actual estado de contradiccin
y disputa entre sectores hegemnicos y sectores oprimidos
en la regin bajo estudio, donde nuevos mecanismos de
valorizacin y expropiacin del capital continan amena-

El caso paradigmtico que mencionan los autores del libro en este


sentido remite a la declaratoria de la Quebrada de Humahuaca (Jujuy)
como Patrimonio de la Humanidad con carcter de Paisaje Cultural
por la UNESCO en octubre de 2003. Este acontecimiento que, segn
los discursos oficiales, deba proporcionar beneficios de diversa naturaleza a toda la poblacin y, sobretodo, un desarrollo econmico regional con efectos redistributivos (principalmente a travs de la actividad
turstica y la prestacin de servicios) ha redundado en nuevas formas
de marginacin, expoliacin y estigmatizacin de los grupos histricamente desfavorecidos del Noroeste argentino.
5

259

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 260

CUADERNOS 22
zando la capacidad de reproduccin social y el ejercicio de
derechos de las poblaciones locales.
Por su parte, el trabajo de Emilio Lombardo vincula la
idea de Patrimonio con los conceptos de conservacionismo
y desarrollo sustentable dentro del corpus jurdico nacional.
Como lo expone el autor, tal vinculacin responde a la presencia de estrategias equivalentes y de una operatoria
comn: el intervencionismo. Luego del anlisis de leyes y
convenios surgidos en sucesivas etapas histricas de nuestro pas, Lombardo concluye, acertadamente, que la combinacin de discursos oficiales patrimonialistas, premisas de
desarrollo sustentable y perspectivas conservacionistasmaterializada en enunciados jurdicos regulatorios- afecta
irreversiblemente los espacios valorizados (como ser las
zonas de "reserva") y a las correspondientes poblaciones
locales, que pasar a ser medidas y controladas en funcin de
lgicas e intereses ajenos a ellas.
En su respectivo abordaje, Pablo Cruz y Vernica
Seldes relacionan analticamente el concepto de Patrimonio
con la construccin identitaria y la prctica de la arqueologa, tomando como base de su exposicin una experiencia
de rescate de restos arqueolgicos en la localidad de
Humahuaca. Los autores se interesan en destacar la coexistencia conflictiva de diferentes discursos -de pobladores
locales, investigadores y representantes estatales, principalmente- en los que se entremezclan cuestiones patrimoniales, identitarias y territoriales en contradiccin.
Por su parte, la argumentacin de Florencia Boasso
aborda la disputa legal mantenida entre la comunidad Ava
Guaran y los empresarios del ingenio San Martn del
Tabacal por el derecho sobre tierras cercanas a la planta
fabril de esta firma. Segn la autora, ambas posiciones en
lucha son sostenidas desde perspectivas patrimonialistas.
Esto es, mientras el ingenio esgrime un discurso protector
sobre el medio ambiente y los recursos naturales; los miembros de la comunidad establecen una contienda abierta por
recuperar derechos sobre el territorio donde sus antepasados vivieron, enterraron a sus muertos y reprodujeron su
modo de vida comunal -al tiempo que se empleaban como
mano de obra explotada en la zafra-. En este enfrentamiento desigual, el Estado adopta, segn Boasso, una gama de

comportamientos esquivos que oscilan entre avalar con elementos jurdicos los intereses econmicos de sectores
dominantes; demorar las resoluciones mediante inoperantes
manejos burocrtico y declamar derechos humanos y constitucionales, postulando un significado del Patrimonio que
refleja ms la manera de mirarse a s mismo que la interpretacin sostenida por los grupos tnicos despojados.
Por ltimo, el captulo que recorre la conformacin de
la disciplina antropolgica, sus apropiaciones etnogrficas
y la patrimonializacin de manera interconectada es el
escrito por Miguel Martnez. En su desarrollo, el autor
cuestiona el papel de los cientistas sociales en la definicin
y legitimacin de identidades asignadas. En especial, debate de qu manera la prescripcin de la "argentinidad" constituy una bsqueda mancomunada entre sectores polticos
y acadmicos de elementos culturales representativos, dentro de un espacio sumamente heterogneo y multitnico.
El caso de las comunidades indgenas revela las actuaciones y los cambios de criterio operados por los especialistas-antroplogos al ritmo de las polticas pblicas hacia
estas poblaciones y de proyectos polticos e institucionales.
El punto central consiste en poner de manifiesto la construccin de diferentes imgenes sobre los indgenas por
parte de los investigadores, legitimando la patrimonializacin de sus elementos culturales "autnticos" -considerados
en vas de desaparicin por la poltica hegemnica en nombre del cambio, la aculturacin, el desarrollo y la integracin nacional- como la intervencin estatal sobre su organizacin social y su espacio.
Para finalizar, interesa destacar que Patrimonio en el
Noroeste argentino. Otras historias, constituye una obra
vigorosa, exponente de un exhaustivo conocimiento sobre
la realidad local/regional y de una sostenida conexin con
las problemticas de reas perifricas diezmadas por la
lgica del sistema econmico mundial. Resulta, entonces,
una referencia obligada para aquellos interesados en la
comprensin histrica de los procesos sociales; en la capacidad transformadora de la movilizacin y la lucha de las
poblaciones oprimidas y en el poder contestatario del anlisis cientfico comprometido.
Julieta Magallanes *

* UBA. [email protected]

El encuentro de la gente y los insensatos. La sedentarizacin de los cazadores Ayoreo en el Paraguay. Miguel Alberto
Bartolom. Instituto Indigenista Interamericano. CEADUC, Mxico.2000. 340 pginas.

Este libro es el producto de un minucioso trabajo de


campo programado por el autor con el fin de recorrer e
indagar entre el pueblo ayoreo o ayoreode ("las personas" o
"la gente" en la lengua materna), una multiplicidad de cuestiones referidas a su historia y su presente. A travs de 340
pginas el autor, antroplogo argentino egresado de la UBA

y radicado en Mxico desde 1972, revisa toda una serie de


cuestiones relativas a este pueblo indgena que habita en la
regin chaquea del Paraguay.
Dividido en siete captulos, con una bibliografa profusa y diversa, y con informacin obtenida mediante textos
orales o escritos, transmitidos por indgenas, misioneros y

260

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 261

RESEAS
antroplogos, Bartolom describe y analiza segn sus palabras "() el dramtico proceso cultural y existencial padecido por el pueblo ayoreo ()" (p.9), quienes durante la
dcada de 1960 se vieron enfrentados a la compulsin asimilacionista de misioneros catlicos y protestantes, quienes
los obligaron a abandonar el monte, su medio habitual de
reproduccin sociocultural, sufriendo consecuentemente la
"conquista espiritual", postergada durante mucho tiempo.
Comenzando con "La Vida de la Gente", el autor describe las caractersticas principales de la vida ayoreo hasta
la llegada de los "insensatos" ("cohone" en lengua ayoreo). En el captulo siguiente, caracteriza la situacin durante los primeros contactos, para luego analizar los "Cuatro
siglos de desencuentros" hasta que se produce la sedentarizacin siempre resistida: "Viviendo con los insensatos". En
este captulo Bartolom analiza crticamente el rol jugado
por las distintas religiones como es el caso de los protestantes: las New Tribes y los Mennonitas y tambin la Iglesia
Catlica. El libro trata tambin acerca del proceso de semiproletarizacin de los ayoreo al convertirse en "cazadores
de jornales" con sus consecuentes efectos sobre la vida
domstica y comunitaria. Una mencin especial merece el
acpite denominado "Elogio de la barbarie" donde el autor
analiza crticamente algunas apreciaciones discutibles elaboradas sobre los ayoreo por parte del grupo etnolgico de
Marcelo Brmida, Mario Califano y sus discpulos.
Al respecto afirma Bartolom: "En los ayoreode se han
depositado muchas de las fantasas genricas referidas a
los 'salvajes' y a un supuesto ethos de la barbarie ()
(Brmida y sus discpulos del CAEA) tratan de dar cuenta
del carcter innato de la violencia, en una sociedad cuyo
arcasmo avalara su 'barbarie' (dado que) para ellos los
ayoreode representaban una muy antigua condicin humana definida por el predominio de un atribuido 'pensamiento mtico" (pp. 238-239). Bartolom contina con la crtica
a este equipo acadmico, cuando cita textualmente algunas
de sus afirmaciones ms llamativas, de las cuales solo
extraeremos algunas, como por ejemplo cuando el lder del
grupo sealaba que "() la conciencia ayoreo carece de
una verdadera idea de mundo, pues se halla imposibilitada
de pensar lo existente como totalidad en sentido ontolgico" (Brmida 1984:17). Este mismo autor junto con su discpulo y heredero acadmico Mario Califano indicaban
taxativamente que "No pecaramos de retrica definiendo a
la cultura ayoreo como una cultura de temor y de muerte"
(Brmida y Califano 1978:31); pues "() el temor constituye la esencia del mundo Ayoreo () (en el cual) le es
negado al hombre la autonoma de modificarlo, pues el
Ayoreo no tiene la conciencia de ser creador de sus propios
instrumentos" (Brmida 1984:64).
Finalmente Bartolom al evaluar el trabajo de este
grupo seala: "La propuesta desarrollada por Marcelo
Brmida y defendida como artculo de fe por sus discpulos
se basaba (y se basa) en una perspectiva irracionalista a la
que adjudican el carcter de ser una hermenutica fenome-

nolgica. En la prctica ello se tradujo en un enfoque descriptivo precario que renuncia al anlisis y a la interpretacin, ya que lo que no apareca como un 'contenido de conciencia' explcito careca de inters etnolgico. Por otra
parte, resulta extraa la pretensin fenomenolgica de un
grupo de investigadores que no aprendieron el idioma ni
convivieron con los ayoreode, limitndose a entrevistar a
un reducido grupo de informantes pagados" (p.239).
Asimismo, a travs del anlisis que hace Miguel Bartolom
de la obra de estos etnlogos en sus trabajos entre los ayoreo sirve como material ilustrativo el comentario de Jos A.
Braunstein relacionado con la institucin ayoreo sobre la
guerra: "() prcticas ms enconadamente reidas con
nuestra forma de ver el mundo (occidental y cristiano) ()
fenmeno tan absolutamente ajeno a nosotros y con un
objeto tan terrible a nuestros ojos como la bsqueda de
matanza ()" (Braunstein 1976/77:36). En relacin con
estas afirmaciones nos dice M. Bartolom: "La trgica irona es que ste, en aquel momento joven antroplogo,
publicaba sus comentarios sobre la institucin ayoreo de la
guerra, en un pas cuyas fuerzas militares se dedicaban en
ese mismo tiempo a asesinar y torturar a decenas de miles
de sus conciudadanos (y a varios de sus colegas). Sin
embargo, el 'brbaro' mundo indgena era 'ajeno a nosotros
y nuestros valores'; la realidad contempornea del antroplogo, ciudadano de una Argentina a la que la llamada
'guerra sucia' de 1976-1983 impona un rgimen de terror
y muerte, no formaba parte de sus criterios referenciales de
anlisis" (p.245).
En los captulos finales, el autor detalla el proceso de
"transfiguracin cultural" que vive en la actualidad el pueblo ayoreo, a travs del desarrollo de diversas estrategias de
vida, la redefinicin de la vida colectiva, la antigua y la
emergente lgica poltica y el proceso de organizacin etnopoltico en ciernes. La reflexin final sobre posibilidades
autnomicas a futuro, plantea cuestiones trabajadas por el
autor durante mucho tiempo y nos conduce a los lectores,
especialistas o no, a adentrarnos en el conocimiento respetuoso, igualitario y recproco, frecuentemente ausente en las
relaciones intertnicas, incluso en aquellas que establecen
algunos antroplogos.
Juan Carlos Radovich*
BIBLIOGRAFA
Brmida, M. (1984) Cmo una cultura arcaica concibe su
propio mundo. Scripta Ethnologica, VIII: 13-161.
CAEA, Buenos Aires.
Braunstein, J. (1977) Cigabi va a la matanza: historia de
guerra de los Ayoreo. Scripta Ethnologica, 4 (2): 3251. CAEA, Buenos Aires.

* INAPL-CONICET- UBA
261

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 262

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 263

Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano 22. 2008/2010


I S S N 0570-8346
1852-1002
ISSN

MEMORIAS DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO


Disponibles en: www.inapl.gov.ar

CONVOCATORIA PARA LA PUBLICACIN DE TRABAJOS


PARA CUADERNOS DEL INSTITUTO NACIONAL DE
ANTROPOLOGA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO N

23

Recepcin de trabajos entre el 1 de noviembre de 2010 y el 28 de febrero de 2011


Cuadernos es una reconocida publicacin del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento
Latinoamericano, que se edita desde 1960. Los artculos y reseas aparecidos desde entonces se han ocupado de diferentes aspectos de las ciencias antropolgicas.
El actual es un llamado abierto a la presentacin para su publicacin de artculos originales en todos los
campos de la antropologa que sean un aporte significativo a la disciplina. En tal sentido, se sugiere que en los trabajos se incluyan o prioricen discusiones de ndole terico-metodolgica, a fin de enmarcar, en contextos de inters
general, la informacin de base o casos de anlisis. Asimismo, y a los efectos de ampliar las oportunidades de publicacin, se buscar equilibrar los espacios destinados a las diferentes disciplinas de la antropologa.

NORMAS EDITORIALES
Solicitar o Consultar en:
Comit Editorial de Cuadernos del INAPL
3 de Febrero 1378. (1426) Buenos Aires
Tel (00 54 11) 4782 7251/ 4783 6554
Correo electrnico: [email protected]
Pgina web: www.inapl.gov.ar

263

antropologia.qxp

10/11/2010

01:39 p.m.

Pgina 264

También podría gustarte