Manejo de La Resistencia Al Cambio
Manejo de La Resistencia Al Cambio
Manejo de La Resistencia Al Cambio
Alguien dijo en cierta ocasión que "el único cambio que el ser humano disfruta es el
del pañal". Tanto en nuestra vida personal, como a nivel organizacional, cambiar no es
fácil. Pero si no cambiamos, no crecemos. ¿Cómo podemos enfrentar de mejor manera,
entonces, los cambios? Responderé a esta pregunta en los planos personal y
organizacional, aunque no hay que perder de vista que en los procesos reales, ambos
planos se entrelazan.
Transferiré el modelo que Elizabeth Kübler Ross da para las etapas del duelo -con
base en pacientes terminales- al ámbito organizacional, de acuerdo con mi experiencia
en este terreno.
Dado que los seres humanos somos capaces de anticipar el futuro, cuando la vida
nos plantea un cambio, es muy probable que nuestra primera percepción ante éste sea
preocupación por la probable pérdida que dicho cambio puede representar (sobre todo
si el cambio no ha sido escogido por nosotros).
Así, la persona que se va a casar -por ejemplo- aunque quizás anhela este cambio
en su vida, a veces pensará que está perdiendo libertad. O, si hay un cambio en la
manera de hacer las cosas en nuestro trabajo, es probable que nos preocupe si vamos
a poder hacerlo bien con el nuevo sistema. Tememos perder imagen o prestigio, o
autoestima. No nos resistimos al cambio propiamente dicho, sino a la posibilidad de
pérdida (ya sea que esta pérdida sea real o imaginada).
Por ello, las etapas que una persona o una organización atraviesan, cuando algo
cambia en su vida personal o profesional, muchas veces se parecen a las etapas de un
proceso de duelo (por supuesto la intensidad varía) y conocerlas nos da un "mapa" útil
para transitar con una mayor relativa serenidad el camino del cambio.
1. La Negación: Asumimos que no es cierto que las cosas hayan cambiado o que
vayan a cambiar (esto se da lo mismo en un proceso psicoterapéutico ante un insight
que se asocia con la pérdida de autoestima por ejemplo, que en un proceso de cambio
organizacional, cuando se menciona a un grupo que se trabajará de manera distinta
por ejemplo). Negamos que "la ola" (el cambio) está ocurriendo o que va a ocurrir.
2. La cólera: Nos enojamos (con el jefe, con el terapeuta, con Dios), como una
manera de lidiar con la realidad, en el momento en que ésta ya no puede seguir siendo
negada. Culpamos a otros de lo que está ocurriendo y sentimos que hay cierta
injusticia ("¿Por qué yo.?!!")
(Acá, al hablar de vender la "relativa serenidad del cambio" como una opción más
realista que la de negar la necesidad del cambio y garantizar una falsa seguridad, me
refiero a organizaciones que verdaderamente necesitan el cambio, no a aquellas con
Directores voraces y deshumanizados que por un centavo más recortan cualquier
cantidad de personal -lo que por cierto suele ser un búmerang, como lo demostró la
famosa "reingeniería" cuando se aplicó en sus inicios con una mentalidad cortoplacista
y voraz)
Hay al menos 5 elementos que, en mi experiencia, que son claves para que este
VDT se haga menos largo y menos profundo y con frecuencia son éstos los que
determinarán la diferencia entre el éxito o el fracaso del proyecto de cambio. Muy
brevemente, diré que es necesario que haya:
b. Una visión razonablemente clara de cómo lucirá el futuro. Sin una visión
coherente, compartida y sentida, las personas no encuentran un sentido de
propósito para el cambio. La visión es la regla-criterio que inspira y ayuda en los
momentos difíciles. Si no, que lo digan -en otro contexto- aquellos que han pasado
por procesos fuertes de psicoterapia y que descubren sus propios vacíos y se
sienten vulnerables y en cierto sentido "desnudos" ante sí mismos. La visión
organizacional del cambio, no se formula en este momento, pero es en esta fase
en la que se torna vital para sostener el momentum del proceso de cambio.
Por supuesto hay otros factores. Me he limitado a mencionar los que me parecen
cruciales. No hay manera de evitar el VDT. Pero hay una diferencia del cielo a la tierra,
entre cruzarlo sin ninguno de los cinco elementos mencionados y el poder disponer de
éstos. La diferencia puede llegar a ser el éxito o el fracaso del proyecto de cambio.
Acá llega la fase en la que hemos incorporado el nuevo sistema. Queda ahora
pendiente el institucionalizarlo, para que ese haga duradero. Cuando ya nadie nota que
hemos cambiado en la organización (como lo han demostrado algunas líneas aéreas
que han realizado cambios culturales importantes como Continental Airlines,
Southwest, o los cambios reconocidos de Sears o General Electric), este es el mejor
síntoma de que el cambio se ha institucionalizado. ¿Y ahora?. Bueno, ahora, hay que
revisar de nuevo, qué otras opciones de cambio tenemos.
Una cultura fuerte, es como un barco que ha de tener sólidas las 4 dimensiones
siguientes:
1. Visión: Esta es la gran meta que inspira a todos, que define "lo que se vale y lo
que no se vale" en la organización, y que dicta hacia dónde vamos. La Visión es por así
decir- el puerto al que se dirige el barco-organización. ¿Saben todos en la organización
hacia dónde se dirige la misma? ¿Se sabe en detalle qué clientes quedan comprendidos
en esta visión y quiénes no? O,. ¿Se quiere ser todo para todos? (Esto no funciona, por
cierto)
Hay que tener cuidado, no obstante, con no "engolosinarse" con este asunto de las
normas, porque si la consistencia se exagera, este conjunto de normas ya no agrega
valor, sino papeleo y costo. Se convierte en burocracia.
¿Se sigue pidiendo en la organización, una firma, tan sólo por costumbre, de tal
manera que la firma siempre se suscribe, sin importar mucho la situación?. Eso es
burocracia, no consistencia. Porque no agrega valor a la organización (Jack Welch
transformó GE en los 90's con esta simple norma: "Elimine todos los procesos que no
agreguen valor")
Como ejemplo harto conocido -y que mencioné brevemente antes- , basta recordar
a IBM en 1,991, antes de que la tomara Lou Gerstner. IBM había caído en "el
síndrome del Titanic", y entonces, cual señorona apoltronada, y acomodada, olvidó
que el cliente era su razón de ser. (Hoy -9 años después- gracias a Gerstner y a la
brillante estrategia de éste , IBM está de nuevo en grandes ligas, pero no sin haber
pagado altos precios )
Las otras dos dimensiones de la cultura son complementarias a las dos vistas y en
cierta forma antagónicas al síndrome del Titanic. Más bien perfilan a una especie de
velero. Veamos.
Obviamente una organización no puede implementar todas las ideas que dan sus
miembros. La cuestión es si existe el ambiente que provoca que a uno le den ganas
de aportarlas, o no. Tampoco conviene tener reuniones todo el tiempo. Y, de nuevo, la
cuestión es si se percibe en la organización la libertad suficiente para que éstas sean
entusiasmantes, creativas y eficientes.
Cuando una organización tiene una alta participación y una alta adaptabilidad, decimos
que tiene una cultura flexible y con disposición al cambio.
Apple, cuando nació, con Steve Jobs (ahora de vuelta con su "Think Different"), no
tenía divisiones físicas en su sede y Jobs afirmaba en aquella época que escogía a
gente que tuviera "brillo en los ojos". Apple era ágil, veloz y flexible y esto le
permitió ganar mercado con rapidez. Apple no era un Titanic. Era un velero que
sorteaba las olas con gracia y facilidad.
La conclusión resulta obvia. Es tan riesgoso ser un Titanic burocrático (IBM), como
lo es, el ser un
velero falto de peso y dirección (Apple).
Tener fuertes las 4 dimensiones descritas no es fácil, porque a medida que una
organización incrementa su peso, dirección y estabilidad (Visión y consistencia) casi
automáticamente empiezan a disminuir su flexibilidad y disposición al cambio
(Participación y Adaptabilidad). El híbrido ópitmo entre Titanic y Velero no es fácil de
lograr.
Quisiera dejar en claro, que las 2 perspectivas que he planteado no son, por
supuesto, las únicas. Muchos autores han planteado el cambio desde otras
aproximaciones: Administrativa, Económica, etc. Sin embargo, en mi experiencia,
muchos dirigentes organizacionales, desconocen, o no quieren saber, lo que sucede a
nivel emotivo en la mente y el corazón de las personas que reciben el cambio, y me he
quedado asombrado de ver cuan poco material hay al respecto, desde estas 2
perspectiva: La psicológica-emotiva y la cultural. De allí que espero que esta ponecia
pueda incentivar otros aportes en línea humanista.
De allí que, las estrategias para el cambio que propongamos o analicemos como
profesionales de Recursos Humanos en nuestras organizaciones, han de orientarse a
lograr el mejor balance "Titanic-Velero" que sea factible , apuntalando de estas 4
dimensiones, las que en nuestra organización luzcan débiles. Además habremos de
tomar en cuenta, que, desde la perspectiva del ser humano que labora en nuestras
organizaciones las personas estarán muy probablemente atravesando por las etapas
descritas en la primera parte de esta ponencia.
Sugiero, entonces, que la próxima vez que alguien plantee una estrategia de
cambio para su organización usted piense primero -como profesional responsable de la
Psicología Organizacional, - si el viraje brusco no le dará vuelta al barco (viraje
imposible si se trata de un Titanic), o si la falta de peso y dirección no nos harán perder
el rumbo (cambios de "moda organizacional" cada año y que considere además, que
las personas no se resisten al cambio por molestar a nadie, sino que como un proceso
natural de reacción ante lo que perciben como una amenaza de probable pérdida. Es
parte de nuestra tarea como Psicólgos Organizacionales el ayudar a las personas en
este transitar por el emocionante camino del cambio en la forma más humana que nos
sea posible.