Helú Cuentos
Helú Cuentos
Helú Cuentos
OBLIGACION
de
ASESINAR
Prlogo
de Xavier Villaurrutia
Antonio Hel
~
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LECTURAS
MEXICANAS
Tercera
Serie
Con..o N-.:lonal
PI<~I.
Cultura y l Art
NDICE
Prlogo .........................................
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PRLOGO
Si yo fuera novelista o cuentista escribiria novelas o cuentos
policiacos. Las novelas y cuentos policiacos tienen,al menos,
un sector definido de lectores fieles a las emociones que les pro
duce un gnero tan bien definido como ellos. Lo malo, en mi ca
so particular, es que no he escrito an una novela ni siquiera
un cuento propiamente dichos. Cuando algn critico, ms ma
licioso que justo, alude a Dama de Corazones considerndola
como una novela, y ms an como una novela frus~rada, se
equivoca. El texto de Dama de Corazones no pretende ser el
de una novela ni alcanzar nada ms de lo que me propuse que
fuera: un monlogo interior en que segua la corriente de la
conciencia de un personaje durante un tiempo real preciso, y
durante un tiempo psquico condicionado por las reflexiones
conscientes, por las emociones y por los sueos reales o inven
tados del protagonista que, al pesar de expresarse en prime
ra persona, no es necesariamente yo mismo, del modo que
Hamlet o Segismundo -para citar dos ejemplos tan grandes
como conocidos- no son' necesariamente Shakespeare ni Calde
rn. Dama de Corazones pretendia, a la vez, ser un ejercicio
de prosa dinmica, erizada de metforas, gil y ligera, como la
que, como una imagen del tiempo en que fue escrita, cultiva
ban Giraudoux o, ms modestamente, Pierre Girard. La ver
dad es que, por la razn expuesta en las primeras lineas, si
algn da cedo a la tentacin de escribir una novela o una serie
de cuentos, pienso que sern novela o cuentos policiacos.
La novela poJi(!ia.c.a es~ U1.l~a.}.:~I!-gy._4<i~_Ia..novela de aven
turas. gnero tan definido como la legin de~sus VidoslecCO:
-res -de todas partes del mundo. 'pe ella ~od~:rno~ulecirl(L~
Remy de Gourmont decia de las novelas"pornogr-fiCs.:"..qmLti.&,
~~3a~~. :~~!~~~~~~::f},i~~~~~~:1~~%~~~~crii~ra~f!
a l"novela~ensy.o:--aT-iiOvela-biografia, a las biografias
novelas, las novelas policiacas tienen la ventaja de ser, al me
nos, policiacas, lo que equivale, de una vez por todas. a
asegurar un alimento ms o menos rico en las sustancias que
x. v.
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--------~._
.. _._ ... _-
.~---_._
..
_..__ .
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Una ligera llovizna empez a cae!. El suelo se fue humede
ciendo poco a poco, hasta quedar completamente cubierto de
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-No vi nada!
de nosotros?
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-S, sefior.
dn prosigui:
-Tengo el presentimiento de que sern ustedes ascendidos
y condecorados. Vamos a ver: aquel seor que se mueve en
forma tan extraa ha conseguido su propsito, que era el de
llamar la atencin de la polica para que lo siga. Y con ese
fin ha estado en un continuo movimiento que se ha traducido
en pasos laterales, y pasos hacia adelante. Avanzando siem
pre, ha logrado atraer la curiosidad de ustedes con los pasos
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-S, seor.
-Tenemos, pues, que si un paso equivale a un individuo
-de acuerdo con el procedimiento que emplea ese seor-,
los otros dos pasos equivaldrn a otros dos individuos que
van caminando por esta misma acera. Y, sustituyendo ms
an, los tres pasos que avanza cuando se coloca del lado de
recho equivalen a tres individuos ms que caminan por la
acera de la derecha. Luego ese seor que tan inteligentemente
nos ha hecho comprender lo que hace y lo que quiere, va en
persecucin de cinco individuos, o sea la acera por donde va
mos caminando, y tres del lado derecho, que es por donde l
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-S.
-'-Eh?
-y se habrn ganado el ascenso, porque, quin les dice
a ustedes que ese seor no es agente de las comisiones de segurid/id?
'
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para ver si alguien los persigue; es tan ntima la labor que van
seor.
Si los agentes entendieron o no lo que dijera Mximo
RoIdn, fue cosa que nunca confesaron. Pero su atencin a
lo que oan no decay ni un momento.
-Supongamos ahora -sigui Mximo Roldn- que he
mos descartado la posibilidad de que se trata de una banda
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.. --"-=.'""'-.=....~.
se
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EL FISTOL DE CORBATA
Bien es cierto que fueron dos los detalles que en aquella oca
sin dieron la clave a Mximo Roldn: el fistol de corbata,
que no perteneca a nadie, y la liga de calcetn, que pertene
ca al sobrino .. Pero -y esta pregunta se la hizo en diversas
ocasiones, despus- de no ser por aquellos diez mil pesos en
alhajas, hubiera l parado mientes en la liga de calcetn y
en el fistol de corbata?
Si el lector ha ido alguna vez por la calle de los Millones,
de la colonia Roma, habr podido ver que la componen no
menos de veinte casas en un todo semejantes. Habr visto el
jardn que rodea cada una de ellas por sus cuatro costados.
y habr notado que slo una de aquellas residencias rompe
la uniformidad de los jardines y de las fachadas. Una que, en
vez de la verja que circunda a las otras, tiene alrededor un pa
redn altsimo, que la oculta casi totalmente, vista desde fue
ra. y le habr chocado, no que esta casa tenga un paredn
que la haga inaccesible, sino que no lo tengan las otras que,
perteneciendo a millonarios, slo estn rodeadas por una simple
verja que ofrece un escalo fcil. Y ms le chocara an saber
que la casa del paredn es quiz la nica que no est habitada
por personas millonarias.
Pero es seguro que el lector no conoce tal calle. Porque en
ella residen millonarios exclusivamente (excepcin hecha de los
de la casa del paredn) y no admiten relaciones sociales con
nadie que no est, pecuniariamente, a la altura de ellos. Yel
lector, que yo sepa. ni posee millones ni est en va de poseerlos.
As que, cuando se habl del crimen de la calle de los Mi
llones, muy pocos, si acaso hubo alguno, se dieron cuenta
exacta del sitio y de las circunstancias en que se cometiera.
y todos hubieron de conformarse con los detalles que, el mis
mo da deIsuceso, public la prensa de la tarde. Por lo de
ms, ni sta fue lo suficientemente explcita.
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-Una mujer?
-Ser, sin duda, una mujer que tena fcil acceso a las ha
bitaciones del sobrino y del chofer.
-Tal vez.
-O, claramente, el ama de llaves -que es quien hace el
aseo diario de las habitaciones- se apoder de los objetos
del sobrino y del chofer para abandonarlos en la habita~
cin del crimen y despistar a la polica.
-Es posible.
- --~_". __,.w._,.
-Aqu.
-Muchas gracias. Puede usted retirarse.
La vieja no se movi.
-No tema, seftora. Es en beneficio de ella. Se lo juro.
Con cierta desconfianza fue reculando el ama de llaves.
Cuando hubo desaparecido, Mximo Roldn llam a la puer
ta, y sin esperar contestacin hizo girar el picaporte y abri.
Isabel se hallaba de pie, con la vista fija en la puerta que aca
baba de abrirse.
-Qu desea' usted? -pregunt un tanto alarmada.
Mximo Roldn sac una tarjeta del bolsillo y dijo, ten
dindola a la muchacha:
-Esta es mi direccin. Si tiene usted confianza en m, pre
sntese en mi casa y entregue esta tarjeta. La dejarn pasar.
Escndase hasta que yo llegue.
La muchacha palideci. Mir a Mximo Roldn, tratando
de penetrar en las profundidades de su ser.
-Huya, huya usted. Aqu tiene un billete de cien pesos.
Elija: la tarjeta o el billete ... En cualquiera de las dos formas
podr usted ponerse a salvo ... Pero huya pronto; lo ms
pronto que le sea posible.
Isabel, sin contestar, volvi a clavar su mirada sobre la de
Mximo Roldn, que se sostuvo firme. Extendi el brazo y
cogi la tarjeta. Pronunci:
-Gracias. Tengo confianza en usted.
El joven se inclin y roz con sus labios los dedos de la ma
no de Isabel. Murmur:
-Por qu ... '? Por qu lo hizo?
La muchacha se aproxim lentamente a l, le sostuvo am
bas manos con una de las suyas, pequeftita, y le ayud a ce
rrarlas sobre un objeto que haba depositado en ellas.
-Una libreta... escrita por m ... Lala. Adis.
Mximo Roldn sali corriendo y penetr en la habitacin
del crimen. No haba nadie. Se aproxim a la mesita de no
che, abri el cajn y sac las alhajas. Las envolvi en un pa
ftuelo, que at por sus cuatro puntas. Guard el paquete en
su bolsllo trasero del pantaln y torn a salir. esta vez con
direccin al sitio donde se encontraba el jefe de las comisio
nes de seguridad.
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El agente se retir.
El jefe de las comisiones de seguridad se acerc a Mximo
Roldn. Lo contempl breves instantes. Luego, extendiendo
los brazos y las manos hasta tocar los hombros de su interlo
cutor:
-Sigue usted obstinado en no querer.darme su nombre?
-pregunt.
-Es intil, jefe; no ganara usted nada ... por lo pronto.
-Y despus?
-Despus... Ya 10 sabr usted algn da.
-Como guste. Pero me hubiera agradado que fuese ahora
mismo.
Callaron un momento. Mximo Roldn dijo, de pronto:
-No le parece extrao, jefe, el hecho de que la hija Isabel
sea la autora del crimen? Tienen ustedes alguna idea de cul
pudo haber sido el mvil?
El jefe se qued un momento pensativo.
-Tiene usted razn -dijo, algo asombrado-o Es te
rrible!
Luego, despus de recapacitar breves instantes:
-Y es imposible!
Mximo Roldn sonri:
-Cre que mi razonamiento le haba parecido lgico.
-S; pero ...
-Pero ahora no lo ve usted muy claro, no es eso?
El jefe de las comisiones de seguridad pregunt brus
camente:
-Puede usted explicar el mvil del crimen?
-Si usted me lo permite, creo que s.
-Veamos -dijo el otro.
Mximo Roldn sac del bolsillo la libreta que le haba da
do la muchacha.
-Siempre, en todos los momentos, por todos lados, en la
nota de los peridicos, en las declaraciones del ama de llaves
Y'en las de la hermana de la vctima, habr usted odo nom
brar a la muchacha como la hija Isabel, hasta el punto de ha
berse acostumbrado usted mismo a llamarla as; ni una sola
vez habr odo que la mencionen como la hija del asesinado,
o simplemente su hija. Todos, sin excepcin, y los peridicos
-El mvil?
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-S, seilor.
-Cmo s?
PIROPOS A MEDIANOCHE
-AdiS, monada!
Mximo Roldn se volvi, asombrado.
Un piropo en plena prohibicin? Habra que ser exce
sivamente tonto para exponerse en esa forma a ser encarce
lado. Mximo Roldn volvi la cabeza a uno y otro lado, sin
distinguir a nadie. Sin embargo, haba odo bien. El piropo
fue pronunciado con toda claridad, a unos cuantos pasos de
distancia. Y el ms cercano a donde l se hallaba era el polica
de punto en su esquina.
Continu avanzando. A los dos pasos:
-Qu chulos ojos!
Esa vez el piropo fue dicho en tono ms alto y con toda la
intencin que requera la frase. Ni al polica pudo habrsele
escapado. Y no se le escap. Mximo RoldAn se dio cuenta
de que coga su linterna y se aproximaba a l, con pasos
lentos.
Se oy decir:
- i Vaya un salero!
El policia se lleg hasta Mximo RoldAn, y levant su lin
terna a la altura de los ojos.
- A quin le dice usted eso?
-Yo... ? A nadie.
Mir el polica a uno y otro lado. Prolong las miradas a
todo lo largo de la calle, la pase de una acera a otra, y slo
all, a veinte o treinta metros, distingui a algunas gentes.
Se oy otra vez:
-Por una mirada de tus lindos ojos ...
-Oiga... ! -exclam, indignado, el polica. Pero se per
Un decreto del departamento de gobierno ae la ciudad de Mxico prohiba que
se lanzaran piropos en la calle, bajo pena de multa o de crcel.
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-""---,,,,~
..
-S.
-Dmelo.
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ra ellos ... En fin; como usted quiera ... ; o, espere, mire ...
-Mande.
-S.
-S.
milagros?
-Y usted, jefe?
;-Yo, no.
-Pues ni yo tampoco.
., .....,.:;::;;;.=--;;;., ..";;;.;;.~.""
-No, jefe.
-No recuerda sobre qu cosa descans usted la linterna?
-La linterna? .
-S. Sobre qu cosa puso usted la linterna?
-Pues, jefe, sobre ... sobre ... sobre el bote de la basura.
-y dentro del bote de la basura, vecino, cabe perfecta
mente una persona. De all sali la voz. Un agujero practica
do en el bote permiti que se oyera la voz con toda claridad.
-Caramba, jefe! Y cmo no se nos ocurri buscar all?
-Para qu? Lo importante era saber con qu propsito
hablaba el de la voz. Se oa demasiado clara, demasiado so
nora, demasiado firme y segura, para que hubiese perteneci
do a un hombre en estado de embriaguez. Ahora bien: en el
momento de orse, yo era el nico que transitaba por ese lu
gar. Me resista a suponer que los piropos me los dirigieran
a m. Y la otra nica persona que estaba en posibilidades de
orlos era usted. Luego, no siendo por m, los piropos eran
por usted.
-Por m? -pregunt el polica un tanto alarmado.
-No se asuste, vecino. Eran por usted, pero no porque
realmente tuviera lindos ojos ni por su salero al andar. Se tra
taba simplemente de llamarle la atencin, de distraerlo, de
hacerlo abandonar la esquina. Cuando se suscita una ria en
la calle, usted tiene el deber de intervenir; y el mismo deber
tiene usted cuando escUcha que alguien pronuncia un piropo.
La intencin, pues, empez a parecerme clara: era cuestin
de atraerlo a un sitio desde el cual no pudiera dominar el mis
mo radio que abarcaba colocado en su punto. Situado cerca
del bote de la basura, poda usted distinguir perfectamente
toda la calle que segua en lnea recta; en cambio, quedaba
enteramente oculta a sus miradas la que segua perpendicu-.
lar, a la derecha. Era razonable suponer que por all se prepa
raba la cosa.
-Cul cosa, jefe?
-El robo, hombre! Es que no me entiende lo que estoy
diciendo?
-S, cmo no; siga usted.
-Cuando usted trat por un momento de regresar a su lu
gar, la voz dijo: "Oiga, tcnico."
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CUENTAS CLARAS
-Trescientos setenta y cinco, y veinticinco ... cien .. Setecien
tos cuarenta y sesenta ... doscientos. .
Mximo Roldan se detuvo sorprendido. A travs de los ba
rrotes de la ventana abierta se escuchaba la voz que pronun
ciaba tales blasfemias contra la aritmtica ms elemental.
Continu escuchando:
-Mil ciento cincuenta, y cincuenta... trescientos. Quinicm
tos ochenta, y veinte... ciento cincuenta.
Otro transente se haba detenido. La pieza inmediata esta~
ba a oscuras. La voz deba de venir desde la siguiente, cuya
puerta se hallaba ligeramente entornada.
La voz continu:
-Cuatro por nueve, treinta y seis.
Los que estaban fuera sintieron un alivio.
- Tres mil seiscientos, entre cuatro, toca a novecientos.
-Vaya! -dijo eltransente a Mximo Roldn-. Al fin
estn acertando.
Pero de pronto:
- Trece por ocho, veinte.
Y los dos que estaban fuera se miraron nuevamente, sor
prendidos.
.
-Once por doce, veintiuno ... Siete por nueve, veintitrs.
Uno por siete, veinticuatro. -Mximo Roldn se ech a rer.
El otro lo mir un momento y sigui su ejemplo.
-Carambal -exclam-o Por fuerza debe de estar loco
quien hace tales cuentas. No le parece a usted?
-Hombre, no tanto; quiz est cuerdo como usted o co
moyo.
-Pero, no ha odo usted? La voz pertenece a un hombre;
de modo que no podta suponerse que se trata de un chiquillo
que est aprendiendo a sumar y a multiplicar.
-Claro; la voz es de un homb.re. Crea usted que un chi
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dos.
Call un momento para pasear su mirada sobre todos los
presentes. Luego prosigui:
-Slo nosotros dos estbamos jugando. No habla mds
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lejos.
masiado cerca.. .
-Eh?
-Nada. Que el mozo estaba demasiado lejos. Y, en conse
cuencia, no es l...
-El mozo no fue el asesino -exclam, aparecindose en
la puerta, uno de los que haban salido poco antes. Mximo
Roldn se volvi de un salto hacia el que hablaba.
-Cmo sabe usted eso?
-Porque tambin el mozo ha sido asesinado ... Tiene rota
la cabeza!
gre...
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era de las tres que habla en la mesa de billar. Era una de esas
que se guardaban en la administraci6n. El mozo es quien las
saca de ah, verdad? Pero el mozo estaba demasiado lejos ...
Estaba en la puerta de entrada al saln... y la mesa de caram
bola est frente a la puerta de la administracin::: ~Uesde all
arrojaron la bola contra la cabeza de don Pascual... Hayal
guien ms, aparte del administrador, dentro de la administra
cin ... ? Nadie, nadie .. .! Qu hacen, pues. que no cogen al
administrador?
-Y el dinero?
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-Excepto?
- y el asesino?
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LA OBLIGACIN DE ASESINAR
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