Symbolon: Extracto Del Liber X

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«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [I] Log.·. Cap.·.

Estrella de Tucumán n° 71
La Masonería Especulativa, del término latino speculum, y desde la acepción heideggeriana,

speculare como: “acechar, avistar, apresar, captar”, propone la hierogámica re-ligión [re-ligare,

re-unión], y al mismo tiempo, identificación operativa entre lenguaje-discurso y representación

de las cosas, donde el νóος [noûs, intelecto esencial] se remite al espejo que refleja el objeto

per se, cual ejercicio escolástico para el Conocimiento. Y es que en la distinción entre

Masonería Operativa 1 de los constructores medievales, y el intento de prestigiarla desde las

escuelas del pensamiento de comienzos del Siglo XVIII con lo que daríamos en llamar
2
Masonería Especulativa, se re-únen el Secreto simbólico inexpresable con la lengua

occidental, y el ejercicio intelectual del “apresar” el significado de la cosa que se aprehende

desde el símbolo (σύμβολον) 3 silencioso (σιγηλóς) que nos remonta a los Misterios Pitagóricos.

Ésto es, la esencialidad del ser de la cosa.

En castellano sería un poco difícil de entenderlo, ya que no siendo como el griego clásico, o el

alemán de la Modernidad, debemos acudir a la clasificación filosófica de las cosas en cuanto

«ser»; allí aparece el sistema heideggeriano del das Seienden. Entonces la esencialidad –

podrá decirse– estará al alcance de una comprensión y clasificación del ser de la cosa en tanto

tal (ontología platónica). ¿Pero para quiénes o para qué es alcanzable? La mente práctica del

ser-humano profano de los Misterios de la Ciencia muchas veces se apresura a sacar

1
Algunas fuentes afirman que el origen de la Masonería es adámica, y que a lo largo de la historia de la Humanidad pasó por el
Arte de los constructores egipcios, artistas griegos, arquitectos hebreos de tiempos de Salomón, ghyldas o gremios albañiles
medievales europeos, artesanos inmobiliarios Templarios… hasta el Renacimiento, transmitiendo sus conocimientos mediante
símbolos, emblemas y alegorías hoy reunidos en la Doctrina Masónica.
2
Tras la decadencia del interés por el Arte Real hacia fines del S. XVI, el ingreso de miembros no pertenecientes al gremio
constructor permitió enriquecer a los Iniciados o Masones Libres en materia de filosofía, política, ciencias, etc. Se sumaron a la
Cofradía como Masones Aceptados. Intelectuales, militares, burgueses, etc. del XVII encontrarán en las Logias vacías de
demandas de obras civiles de construcción la oportunidad de un espacio para el librepensamiento. La historia cuenta que
cuatro logias londinenses se reunieron el 24 de junio de 1717 e.·. v.·. para conformar una sola Gran Logia. Al respecto, Peter
Gower (Masonería: Mito y Realidad; en: La Palabra de la Masonería; n° 1, Bs. As., Diciembre de 1982 e.·. v.·., p. 12), dice: “el
surgimiento de la Masonería especulativa […] no se efectuó para cortar con la tradición sino para asegurar la perpetuación de
la «cadena iniciática». Lejos de significar una ruptura con el pasado, fue un cambio de modalidad, un traslado del campo de
aplicación de los conocimientos iniciáticos, un cambio de la construcción real a la construcción ideal.”
3
También se traduce por: contrato, marca, distintivo, señal, signo, contraseña, emblema, símbolo, convención, tratado. Cfr. el
término συμβόλαιον: síntoma, convenio, contrato, signo, marca, señal. Grower (loc. cit), nos explica que “etimológicamente
significa «poner o arrojar junto». En este caso, se trata de juntar dos mundos, el humano y el trascendente y hacer que este
último se torne inteligible para el primero. […] La antípoda etimológica de Symbolon es Diabolon, lo que dispersa o separa […].”

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conclusiones fragmentando las cosas para clasificarlas. “Todo es Mente, el universo es

Mental”, reza el texto alejandrino. Y en cuanto ser –realidad divina [cielo, ouranós]: ámbito del

ser parmenídeo como totalidad, eternidad y unicidad–, aprehendido desde su esencia y

universalidad por el intelecto (adaequatio rei intellectus).

Nuestro primer contacto es con un conocimiento de la Naturaleza [phýsis] que se transmite

subyacente en la mitología [mýthos]; luego ésta da lugar a un lenguaje [lógos]; aparecen

oportunamente los sophoi que lo enseñan y, simultáneamente, la ignorancia [a-phrosýnē]

profana encuentra un nicho tras la incomprensión de los silenciosos y mudos signos [sêmai] 4

que solo conocen las comunidades iniciáticas reacias de competir con la paideia democrática

de la Ilustración griega.

Los símbolos [sýmbolai] heredan las conveniencias de las circunstancias sociales, las

enseñanzas místicas son resistidas y los iniciados acaban advirtiéndose bajo un “velo

oscurantista” que cubrirá la cultura occidental hasta la Era de las Revoluciones Modernas.

Condenados a cuestionar las leyes establecidas por convención [nómoi], intentan transgredirlas

imponiendo una impulsiva ley de la naturaleza [physei]; 5 la historia los proscribirá por

criminales, y el bohemio Pitágoras, la tríada mártir Anaxágoras, Protágoras, Sócrates, y los

rebeldes Cálicles, Trasímaco, Demócrito, Nietzsche… pagarán el precio del librepensamiento.

Arístocles y su “descontructivismo” paidético usará símbolos con sus mitos y alegorías para ir

más allá de la comprensión por esquemas convencionales y limitaciones del lógos. Recurre –

podría decirse– a un sistema iniciático-pedagógico del saber –el que, a la vista de todos, es

distinguido solo por pocos dentro de poemas como los del pitagórico disidente Parménides–,

cuyos principios [arjai] fundarán las Escuelas de los Misterios. 6

4
Platón, en su diálogo Fedro (250 c), hace un juego de palabras que ha permitido, por parte de los investigadores, diversas
especulaciones que tendieron a relacionar el sôma-sêma (“cárcel del cuerpo”) con la tradición órfica, ya que ésta consideraba
al cuerpo [sôma] la “tumba/prisión” [sêma] del alma [psykhé].
5
La Declaración de los Principios de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones “considera que la moral es
tanto un arte racional, como un fenómeno evolutivo propio de la vida colectiva, que obedece a leyes naturales.”
6
“[…] la Masonería es un hecho de la Naturaleza […], una repetición diaria, ocurrida y realizada en el hombre mismo. Sus leyes
son las mismas de toda religión; su objetivo es el descubrimiento del Verdadero Ser Interior del hombre y el conocimiento de

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A partir de allí, y con la evolución y re-volución de las Naciones occidentales, se consigue

sintetizar el fundamento de esta larga protección del Misterio Único con la simbolización de tres

(.·.) aspectos [eide] de un ser masónico: la “Libertad”, 7 la “Igualdad” 8 y la Fraternidad

(hermandad que otras escuelas llamarán “Amor”). 9 De esta tri-logía distingue la base

fundamental del Delta como una díada (. .), plataforma por la cual la anábasis permite la re-

unión al Uno ( · ), es decir, la ascensión dionisíaca-órfica desde las tinieblas de la ignorancia a

la Luz supraceleste de la gnôsis.

a] Libertad como sentido operativo.

Elegir como posibilidad de acción –pero racional, científicamente– es la base de la libertad del

individuo “independiente” que puede eludir el destino en la comunidad. El filósofo de Estagiria

uno mismo. El Símbolo es como el arte verdadero: nunca debe hablar solamente a los sentidos, y ciertamente debe excitar la
imaginación […]. Entonces ya comprendemos que los símbolos, leyendas, fábulas y parábolas tienen por objeto redescubrir la
luz oculta por el denso velo de los sentidos, y son necesarios porque constituyen enseñanzas en el cuerpo físico […]. Tal como
dijimos, la Masonería es el estudio de las leyes que rigen y se repiten diariamente en el Universo mismo y en el hombre, según
la máxima de Hermes: «Lo que está arriba es como lo que está abajo […]».” Adoum, Jorge; El Maestro Perfecto y sus
Misterios, IV 24.
7
Eleuthería; recuérdese que el yo-verdadero de Sócrates es lo espiritual, y el principio moral socrático, el dominio interior del
hombre [enkatría]. Vid. Jaeger, Werner; La Herencia de Sócrates, en: Paideia III, México, 1957 e.·. v.·., pp. 433-444. “Libre”
[eleútheros] es lo opuesto a “esclavo” [doûlos], y se relaciona a un derecho político que libera tanto a hombres como a
ciudades en un sentido no-metafísico (al contrario de como se entiende en la actualidad). Cfr. Jenofonte; Memorabiblia I 5, 5-6,
IV 5, 2-5.
8
Tautón, el Ser-en-sí. Prefiero el término “identidad” al de “igualdad” [tò isón], que en la época helenística tenía un sentido
político-jurídico que puede ser relacionado con la Libertad post-revolución-francesa basada en el derecho natural. Además, la
identidad permite la «identificación» del sujeto a partir del objeto imaginario en el reflejo del espejo, analogía de la actividad del
Conocimiento gnóstico y filosófico a partir del re-conocimiento del sí-mismo, del lugar que éste ocupa en la Realidad, y de las
posibilidades de «Ser» en relación a todo lo que lo rodea, tanto en el aspecto «sensacional» como «eidético». Un texto
masónico que arriba a conclusiones similares, es el Manual del Aprendiz de Magíster –Aldo Lavagnini– (Kier, 24ª reimp.,
Buenos Aires, 2006 e.·. v.·., p. 117): “La igualdad iniciática […] descansa sobre la conciencia de la identidad fundamental de
todos los seres, de todas las manifestaciones del Espíritu o Suprema Realidad, por encima y por detrás de todas las
diferencias externas de dirección y grado de desarrollo.”
9
Eros, cuyo objeto será “la posesión constante de lo bueno” (Platón, Simposio 206 a). En la Masonería, el Testamento del
aspirante a la Iniciación pregunta de tres a cinco cuestiones de fundamental trascendencia para el Rito: “¿Cuál es vuestro
deber hacia Dios? ¿Cuál […] hacia vos mismo? ¿Cuál […] hacia la humanidad? La contestación a la primera es el
establecimiento por medio de la Fe –primera columna de la vida renovada– de una más perfecta relación con el Principio
Eterno de la vida individual; la contestación a la segunda es la Esperanza –segunda columna– que hace fecunda, efectiva y
productiva la primera, madurando el perfeccionamiento individual; la contestación a la tercera no puede ser sino Amor, principio
y base de la Fraternidad, o perfecta relación con nuestros semejantes, con la cual únicamente se llega al Magisterio.”
Lavagnini, Aldo; Manual del Maestro Secreto, Kier, 11ª edic., Buenos Aires, 2003 e.·. v.·., p. 11.

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nos advierte que el êthos –traducido como “carácter”, pero derivación de una variable del

vocablo que expresa “costumbre”, modo de ser– es el daímon del anthropón. 10 La felicidad [eu-

daimonía], el télos –fin y perfeccionamiento– con el que el noûs (aspecto divino del ser

racional) determina sus acciones en pos del bien, en la medida justa.

“Nada en demasía”, proclamaba el Oráculo délfico, del que por tres meses al año era su

responsable [aitías] el bello Dionisio(=Baco), hermano de Apolo, y lugar sagrado donde

acudían tanto sabios como ignorantes, monarcas y súbditos, para operar en sus asuntos de la

manera más correcta. Posteriormente, con “la filosofía de Epicuro, el hombre se convierte en el

constructor de su propia vida [siendo] responsable de su autonomía; ésta se muestra como una

constante conquista, como el fruto vivo de un diario ejercicio que aleja todo quietismo o

conformismo al mismo tiempo que inserta al individuo en el mundo de las relaciones. Mas la

mirada hacia el otro es también una mirada comprometedora, ya que busca […] su

enriquecimiento y felicidad. […] En el Protrépico de Aristóteles […] la necesidad de la filosofía

está contenida en la propia posibilidad de ser adquirida en cuanto constituye la finalidad de su

buen vivir, y –con más precisión– la causa de la vida propia del alma, ya que es superior al

cuerpo y su facultad es por naturaleza lo más elevado del hombre, de manera que su ejercicio

constituye el fin último […]. Además, lo que se cumple como fin tiene mayor valor que lo que se

cumple como medio y se distingue como «lo libre de lo no libre».” 11

Tenemos inculcado en la memoria cultural que cuando a Poseidón le correspondió poblar la


12
Atlántida, construyeron ostentosos templos y monumentos y legislaron la tierra

desmesuradamente a conveniencia hasta corromperse irreversiblemente, con lo que debilitaron

y olvidaron su naturaleza divina destruyendo “lo más bello entre lo más valioso”, consecuencia

que acabó dándole a Zeus incuestionables razones para castigarlos cruelmente. Desde

entonces la libertad quedó condicionada –en el imaginario popular– a la voluntad de Dios. Mas

10
Aristóteles, Ética Nicomáquea II 1, 1103 a 15-20.
11
Quiñones, Blanca A.; El sentido de la filosofía de Epicuro y su conexión con el Protréptico de Aristóteles, en: Revista Theoría,
n° 4, UNT, Tucumán, 2001 e.·. v.·., p. 145.
12
Platón, Critias 113 c.

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al cuestionar lo su-puesto, lo que está dado como Ley indiscutible (opresiva), nos aproximamos

al acto divino del pensamiento (eu-daimonía), y por ejercicio filosófico, al Bien [tò agathón]

como idea suprema platónica. De esa manera, reconocer lo divino [tó théion] nos permite: 1)

encontrar en-nosotros –dentro– la capacidad de actuar en consonancia con este “don”, o: 2)

explorar en-nosotros –dentro– esa ilimitada e infinita verdad oprimida por la materia pesada y

poner en marcha la búsqueda de la Luz de la psykhé en su patria original. Este sentido de

eleuthería estoica como condición personal, disposición de sí mismo, se contrapone a lo

exterior prescindiendo de ello y alcanzando, finalmente, el ser-uno-mismo: el verdadero y más

profundo sentido de Libertad.

b] Igualdad como sentido fundamental.

Tó autó, el género supremo que junto con la medeontología atraviesa todo el “plexo relacional”

de lo inteligible [ekéi] marcando una clara distinción entre filosofía eleata y concepción
13
académica de las ideas [géne] múltiples, se vincula con la comunidad [koinonía]

fundamentando la existencia substancial [ousía] de la Realidad Mental (Kybalión, V) .

Este aspecto [démas] de la división del ente [ón, Ser; hén, Uno] se corona con la imitación

[mímetai] a los dioses como “creadores” en la ascensión iniciática del samadhi y la conclusión

de la Gran Obra; no tan solo expresando la re-ligión a la Ur, sino la conversión misma, la

transformación –acción de identidad e identificación con lo divino–, estadio sacro que afecta el

entorno dinámico de la materialidad [phýsis] con la enérgeia de las Formas alquímicas a través

del Noûs del iniciado en los Misterios.

c] Amor como sentido inteligible.

El éros es una sensación [aísthesis], que como bien lo ha descrito Aristóteles, posibilita un

primer acercamiento al Conocimiento que parte de la percepción sensible (en este caso, la

ópsis como sentido más sutil). En Platón se da con el primer contacto de la Belleza [kalós:

bello, noble] en sí [haplôs] desde un cuerpo individual, el cual comparte con todos la misma

13
Platón; Sofista 254 b ss.

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ιδεα, permitiéndole la anábasis desde las tinieblas al topós hyper ouranós, donde se es alma

[psykhé] por toda la eternidad.

Curiosamente en los Stobaei Hermetica (XVIII, 1-2) vemos una ascensión con rasgos de la

anábasis platónica y la epagogé aristotélica: serie aísthesis-dóxa-diánoia-nóema-lógos-

dianoetiké-ousía que culmina en la Inteligencia. En Aristóteles es aísthesis(-mnéme-

phántasma)-empeiría-téjne-epistēmē-sophía que culmina en el noûs, 14 y en Platón es (dóxa-

)eikasia-pístis-diánoia-nóesis(-epistēmē) culminando en el Bien. Ella es posible mediante el

impulso-de-conocer (éros), mecanismo que con la percepción sensible –desde un principio y en

la cosa– intuye el objeto de investigación. Por ello especulamos con que el fin último es sin

dudas la re-unión (re-ligión) al Todo parmenídeo que se percibe fragmentado con los sentidos,

pero indestructible con la mente (tras el ejercicio de la especulación, de la reflexión en el

espejo, el sujeto se advierte proyector del objeto imaginado con los ojos de la psikhé). Es

entonces cuando el principio de unidad asume que todo persigue un arquetipo geométrico

formado por la parte y el todo –e incluso ejercitamos en la definición del «ser masónico» la

diáiresis para arribar a la sýnopsis– permitiéndose una suerte de ejercicio perceptual para la

explicación de una existencia material; porque la razón actúa sobre la materia sin perder su

esencia eidética, infragmentable, 15 cuando participa de las cosas sensibles [phaínomenai],

copias de las Ideas, que al dividirse y reunirse por Amor, 16 activan una cierta re-volución

trascendente que nos devuelve re-ligiosamente al lugar celeste donde pertenece esa Mente,

que es el Todo [Pán-ta], sujeto original de los objetos de conocimiento.

14
“Los griegos llamaron nous a la sabiduría suprema en que lo verdadero está patente, es decir, en que se hace patente en el
pensamiento humano la disposición del ser con arreglo al logos. A este concepto de nous corresponde en el pensamiento
moderno el de la razón. Ella es la facultad de las ideas (Kant). Su exigencia principal es la exigencia de la unidad en que se
coordina lo disparejo de la experiencia.” Gadamer, Mito y Razón, 1954 e.·. v.·.
15
Platón; Parménides, 130 a ss.
16
Cfr. Empédocles; Frg. 17, 1-13 DK; 348 KRS; Simplicio, in Phys. 158, 1; donde la separación es “por acción del odio de la
Discordia [Neíkeos]” (v. 8) y “la unidad por efecto del Amor [Philóteti]” (v. 7).

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“Pánton khremáton métron ánthropos, ton men ónton os estin, ton de ouk ónton os ouk

estin.”, 17 la célebre sentencia que autocondenó al sabio de Abdera según los comentaristas

que llegaron a nosotros desde la Antigüedad hasta la aceptación de la «relatividad», nos

refuerza la idea [parádeigma] de hombre-sujeto que se advierte desde la imagen especular

(objeto): toda la mutabilidad del kósmos debe ser regulada por una Ley (Lógos, Noûs), pero no

es necesario que una arjé (poder, principio) la fundamente, aunque puede que haya un re-inicio

establecido por la apocalíptica ekpýrosis heraclítea-estoica en el ciclo eterno (permanente,

constante, fluyente). Este fuego “re-novador” que los ocultistas británicos celebraban como un

nuevo Eón, o la Sin hebraica que los románticos representaron como el elemento [stoicheîon]

quinto promotor de la “encarnación” del Tetragrámaton, o el éter peripatético, quizás el primer

motor [“éstin he nóesis noéseos nóesis”] 18 causante de la “eter-nidad”, nos indica el lugar

donde encontrar la antorcha prometéica-mesiánica que portaremos en la travesía del descenso

al Hades y reascensión a los cielos. Para ello la realidad debe ser comprendida por una

conciencia despierta. Y una re-visión de la realidad [ousía] de la phýsis demanda una

recomprensión de la verdad [alétheia] velada al vulgo, mezquinada al hombre esclavo (objeto

de Dios-causa-temible), que, tras el des-cubrimiento en la Iniciación, pretende una real

emancipación de la Humanidad; porque todos, absolutamente todos, somos materia [hýle] de

iniciados en potencia [dýnamis] esperando recibir la actualidad [enérgeia] de la forma [morphé]

eidética del divino Noûs, medida [métron] de todas las cosas, el imago Dei y Dios mismo, las

palabras y sus caracteres infinitamente combinables, los números como entidades racionales:

relatividad, entropía (tiempo) y demás expresiones de la Mente-Todo.

Ahora bien, si lo que llamamos «dios» puede ser encontrado en los términos clásicos arjé,

lógos, tò hén, tò ón, noûs, seguramente el cristiano theoû –la más popularizada nominación

17
Protágoras, Frg. 1 DK, 551 KRS; Sexto Empírico, Adv. math. VII, 60. Generalmente a “el hombre es la medida de todas las
cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son” se lo ha tratado a partir del término «hombre» y
definiendo tres tipos: como ser individual, como especie in genere y como homo socialis, el cual por naturaleza, vive integrado
a los círculos de cada pólis.
18
Aristóteles; Tôn Metà tà Physikà Λ 9, 1074 b 34-35.

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divina–arribará tras la re-ligión entre el Ser parmenídeo y la entidad impronunciable del Éxodo.

Estas argumentaciones hallarán en Heidegger su confluencia, ya que “ser”, “libertad”, “verdad”

son nombres del Uno, fundamento (interpretación) del en-contrarse-en el Dasein (existencia del

hombre), cuyo propósito simbólico es re-ligarse con lo divino, eterno e infragmentable.

Como dialécticos, si partimos de una diaíresis que intente revelar el conocimiento del Lógos,

presenciaremos la liberación de la materia opuesta a la Forma de la psykhé iniciática: la

“materia” divina –êidos eterno e inmortal, aspecto [démas] de la realidad Universal que afecta

al kósmos–. Por eso el noûs no puede provenir de afuera, como pretendía el estagirita, sino

que resulta del despertar del Ser interior, real, ámbito de los dioses y la conciencia del Bien

olvidado por la encarnación: 19 “esta es la palabra de la virgen Láquesis, hija de la Necesidad

[Anánke]: almas efímeras, he aquí que comienza para vosotros una nueva carrera caduca en

condición mortal. No será el Hado [daímon] quien os elija, sino que vosotras elegiréis vuestro

hado [daímona]. Que el que salga por suerte el primero, escoja el primero su género de vida, al

que ha de quedar inexorablemente unido. La virtud [areté], empero, no admite dueño, cada uno

participará más o menos de ella, según la honra o el menosprecio en que la tenga. La

responsabilidad [aitía] es del que elige; no hay culpa alguna en la Divinidad.” 20 La capacidad de

«responder-por» implica Conocimiento, la ciencia socrática de la moral y el bien común. La

con-ciencia, 21 poseer esa ciencia (que es propia de los dioses), es tarea divina, y por lo tanto,

responsabilidad [aitías, causa] del hombre. De este modo, con el Conocimiento de los tres

19
Aristóteles; Frg. 60 Rose: “El castigo que sufrimos viviendo la vida presente es evidentemente la sanción de un crimen
cometido por nosotros en una vida anterior o con ella misma.” Cfr. el mito escatológico del Fedón platónico, donde se describe
cómo las almas antes de encarnar cruzan el río Leteo frente al Hades, y por ello olvidan lo que contemplaron en una vida
pasada, en la patria de los dioses (vid. Empédocles; Frg. 115 DK, 401 KRS, Hipólito, Ref. VII, 29, 14 (11, 1-2, 4-14) y Plutarco,
de exilio 17, 607 c (vv. 1, 3, 5, 6, 13): “vagabundo y prófugo del cielo”), el reino in-visible [a-idéin]. De allí que Heidegger
expresara que el término “verdad” en el símil de la Caverna platónica es la privación (“a”) del Leteo (“Lethes”; de la raíz Melete:
esfuerzo): acción de des-olvidar, des-ocultar, des-velar [a-létheia]. Vid. Heidegger, Martin; Doctrina de Platón acerca de la
Verdad; 1931-1932 e.·. v.·.
20
Platón; Politeía X, 617 d-e.
21
Mondolfo, Rodolfo; Moralistas Griegos, Buenos Aires, 1941 e.·. v.·., pp. 54-55: “La función de la conciencia es una educación
de la voluntad.” Cfr. al respecto lo que dice en su Sócrates (Eudeba, Buenos Aires, 1996 e.·. v.·., pp. 38) acerca del protréptico
pitagórico y el auto-examen de conciencia.

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aspectos del Ser (a: Libertad; b: Igualdad/Identidad; c: Fraternidad/Amor) definidos por diaíresis

dialéctica, reclamamos una sinopsis entre el bien divino que los hombres deben cultivar con la

excelencia [areté politiké] y la ascensión [anábasis] erótica que alcanza la idea suprema de la

Belleza-Bien, luz reinante en la ousía epistémica cual astro padre Helios sobre el Oriente en la

phýsis y el devenir. Porque todo lo que se percibe [aistheséo] en la Naturaleza es el génesis

cuya substare debe ser capturada –“apresada”– para su conocimiento.

La dialéctica divide (para analizar, distinguir) y re-une (para definir, determinar), como el

precepto alquímico “solve et coagula”. La vibración kybaliónica acaba en un orden [kósmos:

“reinado de Justicia, vida de la naturaleza”], 22 y con ello, insinúa una cierta existencia. La

eterna pregunta: ¿qué «es» esa existencia?

Analicemos que la tripartición de la esencia «aparece» íntimamente vinculada a los arjai que

fundaron el pensamiento Occidental. Esto nos da la pista para “bocetar” una interpretación más

acabada del Ser: “gnózi seautón” proclamaba el oráculo de Delfos… «Mirar-nos» un poco a

nosotros mismos nos posibilitará caer en reflexio (toma de conciencia), 23 y «re-visar» el estadío

especular de Lacan –que “ilustra la naturaleza conflictiva de la relación dual”– nos sugerirá que

el objeto, 24 la imagen [phántasma] del reflejo, coincide con el «yo» freudiano –destinado al

ámbito imaginario [phantasía]–, donde el sujeto no es des-cubierto salvo tras la liberación

(inadaptación) y toma real de conciencia. «Creemos» que es el objeto (como phainómena) el

capacitado de llevar a cabo situaciones que nosotros (sujetos) subestimamos poder realizar,

porque entramos en una tensión agonal que inadvertidamente nos rebasa. «Advertir-nos»

como sujeto deja a la vista la hiancia biológica que nos distancia de la Naturaleza, como el

22
Jaeger, Werner; La Teología de los Naturalistas Milesios; en: La Teología de los primeros filósofos griegos, FCE, México, 1952
e.·. v.·., p. 41.
23
“La inteligencia, en su aprehensión primera, antes de conocerse a sí misma, conoce el ser o lo que es algo, aunque lo conoce,
precisamente, como no yo; después, por reflexión se conoce a sí misma como relativa al ser, intencional; entonces juzga al ser
como distinto en sí mismo, como no yo. Esta es la primera división del ser en objeto y sujeto.” Aquino, Tomás de; De Veritate,
q. I, art. 1, 9.
24
“La metafísica idealista declara que añadir a esas percepciones una sustancia material (el objeto) y una sustancia espiritual (el
sujeto) es aventurado e inútil: yo afirmo que no menos ilógico es pensar que son términos de una serie cuyo principio es tan
inconcebible como su fin.” Borges, Jorge Franciso Isidoro Luis; Otras Inquisiciones, 1952 e.·. v.·.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [X] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
abismo del Daäth cabalístico que nos re-torna al tópos hyperouranós, patria de los dioses: la

Realidad [êidos] contrapuesta a la apariencia [phainómena]. Con ello, tanto como en

Aristóteles, que afirma que “por naturaleza deseamos saber [eidénai: ver, formar]”, como en

Platón y la relación objeto-del-deseo-como-catapulta-al-conocimiento, el deseo [órexis] y el

amor [éros] deben ser distinguidos con cuidado.

Lacan analiza el Simposio académico concluyendo que el ágalma es el objeto del deseo desde

el origen: la identificación con el Bien; y asume que el amor tiene dos perspectivas: una

asfixiante de todo lo concreto en la ascensión (dialéctica), la oblatividad, “esa especie de amar-

en-Dios”, substare de toda relación amorosa; y otra que “gira en torno al privilegio, al punto

único constituido en alguna parte por aquello que solo encontramos en un ser cuando lo

amamos verdaderamente, el ágalma.” 25 Amar platónicamente es desear lo divino (el amado es

«entusiasmado», de én-theos: “divino”) apuntando como acto a su propia perfección: “el

erastés, el erón, el amante, es conducido hacia un lejano erómenos a través de todos los

erómenoi, todo lo que es amable, digno de ser amado […]. El Problema es, […] qué puede

seguir significando, más allá del franqueamiento, de este salto tan acentuado, lo que se

presentaba al principio de la dialéctica como ktêma, como finalidad de posesión. Sin duda […]

indica suficientemente que el término de la finalidad no está ya en el plano del tener, sino en el

plano del ser, y […] que […] en ese progreso, en esta ascesis, se trata de una transformación,

de un devenir del sujeto, de una identificación última con aquello supremamente amable. […]

Cuanto más lejos lleva el sujeto su finalidad, más derecho tiene a amarse […] en su yo ideal [el

yo deseante]. Cuanto más desea, más se convierte él mismo en deseable.” (op. cit,, IX 1).

En el diálogo Fedro, al definir qué es el Amor (una manía de inspiración divina), se presencia

una dialéctica que nace de la sensación erótica experimentada al momento de ver al amado

que el amante persigue; el primero se incomoda pero seguidamente re-conoce que es objeto-

de-deseo, lo que lo hace mirar-se, verse a sí mismo (e incluso idealizarse), exhortando la

transmutación del estado de erómenos en erastés. Este ejercicio dialéctico en el que se ve

25
Lacan, J.; La Transferencia 1960-61 e.·. v.·., Seminario 8, X.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XI ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
involucrado el deseo de la doctrina de Freud, se advierte “bifurcado”, puesto “que está

suspendido […] en forma de metonimia […] de una cadena significante, que es en cuanto tal

constituyente del sujeto, aquello por lo que éste es distinto de la individualidad tomada

simplemente hic et nunc.” (op. cit., VII 1). La ambivalencia freudiana del amor-agresividad

convierte al amor del yo en la «realización» en un plano imaginario (percepción que desea la

alétheia), como una ilusión de fusión entre amado-amante en busca de llenar un faltante,

posiblemente el re-conocimiento de la divinidad en uno mismo, dado que amar es amar-se.

Luego el deseo es una facultad del alma como entélecheia –acabamiento y perfección– de un

cuerpo vivo organizado. 26

Esto nos lleva a pensar que vivir en el espejo de Alicia se asemeja más a un refugio que a una

búsqueda intensa de Conocer. El resultado: como «objeto» proyectado desde el uno-

microcósmico alcanza infinitas sensaciones (apariencias) simuladas, pero a imagen y

semejanza del Todo (Macroprosopus), como «sujeto», re-vela también un objeto imaginado por

la mente del Gran Arquitecto [arjé-tektón] del Universo, principio [arjé, poder] constructor del

Arte [téjne, técnica] Perfecto Universal concebido simbólicamente a lo largo de la Iniciación

Masónica.

“La esencia y sentido del conocimiento reposa precisamente en el simbolismo […], todo sentido

es representativo-simbólico […], el ser humano, al meditar sobre un símbolo puede rescatar el

sentido recóndito que otro ser le asignara y que se halla latente en tal símbolo. A partir de esta

premisa [vemos] que la Tradición Esotérica no se prolonga tan solo a través de la enseñanza

oral directa sino a través de símbolos fundamentales a los que se asoció antaño un sentido

definido. Pero, además, el gran libro de la Ciencia Sagrada fue, es y seguirá siendo la

Naturaleza misma, el mundo visible, pues […] lo visible es símbolo y manifestación de lo

invisible. Nuestro universo fáctico y físico pasa así a ser representativo, el corolario diríamos,

de una realidad de orden más elevado o sea de un Principio en el orden metafísico que lo

trasciende y en el cual tiene su origen y causa […]. Lo invisible es cognoscible a través de lo

26
De Ánima II 1, 412 b 5-6. Cfr. del mismo autor: Parte de los Animales I, 641 a 15-27.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XII ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
visible y podremos así llegar al noúmeno conociendo el fenómeno. […] Desde luego que […]

solo será accesible a nosotros […] por medio de [una] forma de inferencia trascendental […].

Pero, una vez más, sería erróneo limitar esta Tradición a una serie de preceptos y

concepciones filosóficas, pues es esencialmente práctica y operativa. No importa en cual de

sus variantes auténticas la recorramos, ya sea de modalidad oriental u occidental, pues

siempre encontraremos una sensible uniformidad en medios y en fines. […] El objetivo final de

la Ciencia Esotérica puede ser designado de muchos modos: Reintegración, Liberación,

Mysterium Conjunctionis, Nacimiento Eterno, Piedra Filosofal, [correspondiéndose] a un solo

hecho concreto y ontológico de naturaleza trascendente y numinosa que rebasa en mucho la

mera esfera ético-moral. Este hecho es inefable pero su efecto visible e innegable es

transmutar al hombre en algo más completo y […] despertarlo para que perciba una Realidad

de orden trascendental, lo que se halla indisolublemente ligado al descubrimiento último de su

verdadera naturaleza. Tales palabras podrían hacer pensar que estamos frente a hechos de

naturaleza mística pero […] se trata pura y exclusivamente de la Realización Metafísica del

hombre por la Vía Activa.” 27

Para comprender que lo fenoménico parte de lo in-visible [“(h)a-des”: a-idéin, no-êidos], puesto

que la esencia es inmanente del objeto (la cosa), pero claro está, en dos planos diferentes de

realidad, debemos observar cómo los símbolos son configurados, comprendidos, a partir de la

interpretación y punto de vista. Entiéndase que la perspectiva la dará el recurso observador de

una determinada realidad: «vista» para la percepción sensible, física, natural; «entendimiento»

para la visión intelectual, real y ontológica. Es cuando aparece el emblema masónico como la

«plancha» más perfeccionada a la vista del Iniciado que busca comprender y, al mismo tiempo,

proteger el gran Secreto: en el centro de la Estrella Flamígera, en reemplazo del ojo de la

Conciencia (el Noûs divino simbolizado por el Ojo de Horus), aparece la letra «G» de la

Geodæsia. Este término peripatético, muchas veces utilizado como sinónimo de la

27
Palingenius, En torno al simbolismo; en: La Palabra de la Masonería; n° 2, Bs. As., Marzo de 1985 e.·. v.·., pp. 19-21.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XIII ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
Geometría, 28 se acuña al emblema masónico para representar las dos prácticas de igual inicial

(Γ) y así recordarle al testigo que todos somos parte de las medidas de la Ciencia. “[…] La

Geometría [γεωμετρία] sólo se diferencia de la Geodesia [γεωδαισίας] en que una trata de las

cosas que percibimos con los sentidos, y la otra, de las no sensibles […].” 29

Recordemos el adagio hermético V.·. I.·. T.·. R.·. I.·. O.·. L.·. U.·. M.·. (visita interiore teerrum

rectificando invenies occulctum lapidem universalem medicinam) que nos permite experimentar

la «visita» al interior de la Tierra –lo que está abajo, el microcosmos–, acto que nos remontará

a la memoria [ανάμνεσις, reminiscentia] platónica sugiriendo la tumba [sêma] como un primer

estado de la Obra, el de putrefacción alquímica. Advirtamos un solo objetivo en el Arte Real,

pero tres, siete, diez 30 y hasta doce 31 procedimientos para alcanzar el Uno-Todo que corona la

Mágnum Opus: sea como transmutador de los metales groseros en «oro-puro» –aspecto

terrestre o puramente material–: alquimia ocultista; o como significado simbólico –puramente

psíquico y espiritual–: alquimia cabalista. Enfocados en esta última variante de la al-Chemeia,

28
Vid. Cooke, Matthew; Hystory and Articles of Masonry, I, 1861 e.·. v.·. (Manuscrito Cooke del Museo Británico, Londres, ca.
1410 e.·. v.·.): “[…] comprenderás que de entre todas las Artes del Mundo, (la más importante) es el Arte del Hombre; el Arte de
la construcción tiene la mayor importancia y la mayor parte en la Ciencia de la Geometría, como está escrito y dicho en la
Storia, en la Biblia, en el Polycronicón, una crónica ilustrada, y en la Historia de Beda, en De Immagine Mundi y en el
Ethimologiarum de Isidoro, en Metodio, obispo y mártir, y en muchos otros; digo que la Masonería es el principal [Arte] de la
Geometría, como pienso que bien puede decirse, porque fue la primera en ser creada; como se dice en la Biblia, en el Libro I
del Génesis, capítulo IV.” Cfr. con el Manuscrito Regius (ca. 1390 e.·. v.·.) publicado por James O. Halliwell en 1840 e.·. v.·. en
The Early History of Freemasonry in England, I: Fundación de la Masonería en Egipto por Euclides, vv. 18-26: “Ya en aquellos
tiempos, por la buena geometría, / este honesto oficio que es la masonería / fue ordenado y creado de tal manera, / concebido
por todos estos clérigos; / gracias a sus oraciones ellos inventaron / la geometría. / Y le dieron el nombre de masonería / al más
honrado de todos los oficios.” Cfr. finalmente la Antigua Constitución de los Masones Libres y Aceptados (1607 e.·. v.·.): “V. La
Geometría, que enseña al hombre a mensurar la medida de la tierra y de todas las otras cosas, cuya ciencia es llamada
Masonería.”
29
Aristóteles, Tôn Metà tà Physikà B 2, 997 b 25. Cfr. Plotino, Enéadas V, 9 (5), 11: “Pero la geometría, perteneciendo a lo
inteligible, debe ordenarse allí igual que la sophía perteneciendo al más alto nivel del ser.”
30
Cfr. al respecto de la tetraktýs el excelente trabajo de: Lentino, José María; El secreto de los pitagóricos; en: Revista Símbolo,
n° 84, Bs. As., Marzo de 2007 e.·. v.·., pp. 18-27.
31
“El número 12 es […] muy apropiado para caracterizar al Maestro en la Perfecta Arquitectura: tanto el número como el nombre
que lleva lo harían especialmente apto para caracterizar el último y final grado masónico […]. Con el número 12 efectivamente
llegamos a un término o finalidad: al fin del Ciclo Zodiacal, representando un grado determinado de perfección en la Gran Obra
Individual y Cósmica, análoga al Ciclo Anual que se cumple con la revolución del Sol o de la Tierra.” Lavagnini, Aldo (Magíster);
Manual del Gran Elegido, Kier, 9ª edic., Buenos Aires, 2004 e.·. v.·., p. 16.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XIV ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
descomponemos los Cinco elementos del pentalfa que trazan la Estrella Flamígera con el fin de

encontrar en Kether (séfira I) al G.·. A.·. D.·. U.·., el punto final de nuestra Iniciación.

El clásico Empédocles propuso como composición de la Naturaleza cuatro elementos y

Aristóteles le sumó a éstos el cielo (o Éter) como quinto. Todos éstos resguardaron, desde

entonces, un aspecto fémino de la Deidad, configurando al pentagrama de la Sapiencia y la

Totalidad con la Pirámide Tetramórfica exaltada por un verbo dinámico («ire»: voluntad,

thélema). La plataforma: las columnas de «velle» (fuego), «audere» (agua), «scire» (aire) y

«tacere» (tierra), 32 cuaternario que sugerido en la Tábula Esmeraldina con las figuras del Sol

(fuego), Viento (aire), Luna (agua) y Nodriza (tierra), también nos inspira el significado del FIAT

bíblico: «F», fumus: vapor de agua; «I», ignis: fuego; «A», aer: aire y «T», terra: tierra. En

Kabbaláh se corresponden con el Libro de Thot, el Tetragrámaton y la Esfinge Tetramorfa:

Atziluh /varas /león /fuego (‫)י‬, Briah /copas /dragón /agua (‫)ח‬, Yetzirah /espadas /hombre /aire

(‫ )ו‬y Assiah /pentáculos /toro /tierra (‫)ח‬. 33

Sobre el cubo material se eleva la Voluntad (Azoth o Luz Astral para los ocultistas, Od para los

hebreos), 34 ley griega de la Necesidad (Anánke), principio de causalidad que influye sobre la

vida humana y cuya existencia tanto dioses como hombres están obligados a re-conocer. “Esa

32
Cfr. Lavagnini, A.; Manual del Maestro Secreto, pp. 144-155: “Desde un punto de vista analógico, el Saber puede parangonarse
con el Aire que constituye la esfera de la manifestación, el Querer con el Fuego que sube, como las aspiraciones y los deseos
de los hombres, de la tierra al cielo; el Atreverse con el Agua que desciende para fecundar y fertilizar la tierra, y Callar con la
Tierra en cuyo seno germina y brota silenciosa la semilla de la realización. […] Puede equipararse el saber a la cabeza humana
de la Esfinge, el querer a sus alas de águila, que se dirigen hacia arriba; el atreverse a sus patas y pecho de león, y el callar a
la parte posterior e inferior taurina del monstruo –palabra equivalente etimológicamente a mirabilia– simbólico. […] Hay una
igual correspondencia en entre el Saber y las copas o corazones de los naipes, el Querer y los bastones, cetros o flores, el
Atreverse y las espadas o picas y el Callar y los dineros, cuadros o pentaclos que completan el cuaternario. Y esto nos
demuestra cómo el simbolismo iniciático se encuentra muchas veces en donde menos lo sospecharíamos, y por ello debemos
cuidar de no despreciar o considerar indigno de nuestra consideración lo que todavía no comprendemos.”
33
La Yod de Kether es el ser oculto del G.·. A.·. D.·. U.·. llamado En Soph, el ∞, mientras que en los Naipes de Tarot representa
al Caballero; la He es el Palacio: la Reina; la Vav el aglutinante, el mundo de los ángeles y el substrato de las formas; en el
Libro de Thot es el Príncipe; y la He final el arquetipo del espíritu del mundo sensible [physis], al tiempo que la Princesa. Sin
embargo otros autores afirman que en el nombre de Dios la Yod (‫ )י‬se desprende de un «punto» superior que es el Adám
Kadmón y representa a Kether. Luego la Yod es la Emanación en Chokmáh, la He (‫ )ח‬la Creación en Bináh, la Vau (‫ )ו‬la
Formación en Tiphareth y la He (‫ )ח‬final la Acción en Malkuth. Cfr. al respecto Szalay, Ione; Kabaláh, Kier, Buenos Aires, 2003
e.·. v.·. pp. 49-54.
34
Sin hebraica (‫)ש‬. Es el espíritu como armonizador y regente del Tetragrámaton rígido.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XV ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
Quinta Esencia o el quinario representa la aspiración, el aliento que mantiene la vida en lo

creado; […] el medio que une al Espíritu Divino al cuerpo material, así como el hombre une a

Dios con la Naturaleza.” 35 Cual herramienta masónica permite reconocer de la materia su

esencia: mediante la transmutación del cuaternario inferior en la Tríada Superior (Isis-Osiris-

Horus), compuesta por el andrógino divino y el Uno-Todo: emanación [apórroia] y acción del

Cero en el mito órfico (Huevo Cósmico, metáfora del Ouróboros…).

Los resultados de nuestras operaciones mágico-alquímicas se manifiestan en los planos

espirituales, mentales, psíquicos y físicos de la existencia microcósmica, y en analogía con el

cuaternario de la Naturaleza, susceptibles de una triple constitución: «fija», «variable» y

«volátil». El “3” está relacionado al triángulo (Lógos), a la multiplicación de los seres vivos y

también al hijo Kresthos que es Rey-Sacerdote-Profeta nacido del Principio manifestado (el

número “1”, el lingam) y la duplicidad universal (el número “2”, yoni, las columnas masónicas

del Templo de Salomón: ‫יכין‬ y ‫)בצז‬. El triángulo se asocia a los planos del

pensamiento/neshamáj-sentimiento/ruáj-acción/nefésh y nos permite arribar al axioma

hermético fundamental que dice que “no existe más que un solo elemento en el universo”: el

Amor. Así com-prendemos que el Mundo como un kósmos afirma la Unidad del Todo

(presencia universal e inmanente de la Inteligencia y del Espíritu; la inteligibilidad de la

realidad). Se conquista la Gran Obra. Para la Kabbaláh este lugar [tópos] es el Reino de la

Tríada Superna (madre-padre-hijo) que aprehendemos espiritualmente una vez depuramos los

metales innobles del cuerpo microcósmico: porque la unidad del Creador y la Criatura es la re-

ligión entre el Hombre Superior y el Gran Arquitecto del Universo. Finalmente, la creación como

manifestación de lo inmanifestado nos advierte en la búsqueda de la Verdad [alétheia]. La

materia como continente pasivo y la Luz inteligible –pleroma de arquetipos– como agente

activo de la manifestación, ambos des-velados y re-conocidos tras la observación de la

evolución de la Naturaleza, que parece permanecer siempre igual, y a la vez, siempre

renovada en el proceso continuo de Vida.

35
Adoum, J., El Compañero y sus Misterios, III 62.

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De esta observación: la Libertad, la Necesidad-destino (voluntad-resultado, causa-efecto) y la

realidad trinómica del Ser: mente-razón-sentido, espíritu-alma-cuerpo, “Ciencia-Justicia-

Trabajo”, revelamos los conceptos de substancia (subtare, estar debajo) y energía (energós, lo

que actúa desde adentro y por sí mismo) a partir del matrimonio dual entre el lenguaje del

espíritu y lógos de la inteligencia, más allá del continum espacio-tiempo, en el instante eterno e

incomprensible del entender, del caer en la cuenta y del tomar con-ciencia.

“Ninguna de las varias eternidades que plantearon los hombres –la del nominalismo, la de

Ireneo, la de Platón– es una agregación mecánica del pasado, del presente y del porvenir. Es

una cosa más sencilla y más mágica: es la simultaneidad de esos tiempos. El idioma común y

aquel diccionario asombroso dont chaque édition fait regretter la précédente, parecen ignorarlo,

pero así la pensaron los metafísicos. «Los objetos del alma son sucesivos, ahora Sócrates y

después un caballo –leo en el quinto libro de las Enéadas–, siempre una cosa aislada que se

concibe y miles que se pierden; pero la Inteligencia Divina abarca juntamente todas las cosas.

El pasado está en su presente, así como también el porvenir. Nada transcurre en ese mundo,

en el que persisten todas las cosas, quietas en la felicidad de su condición.» […] Paso a

considerar esa eternidad, de la que derivaron las subsiguientes. Es verdad que Platón no la

inaugura –en un libro especial, habla de los «antiguos y sagrados filósofos» que lo

precedieron– pero amplía y resume con esplendor cuanto imaginaron los anteriores. Deussen

lo compara con el ocaso: luz apasionada y final. Todas las concepciones griegas de eternidad

convergen en sus libros, ya rechazadas, ya exornadas trágicamente. […] Se trata de una

imaginación personal de la que puede prescindir el lector; de lo que no conviene que prescinda

es de alguna noticia general de esos arquetipos platónicos, o causas primordiales o ideas, que

pueblan y componen la eternidad. […] Para nosotros, la última y firme realidad de las cosas es

la materia –los electrones giratorios que recorren distancias estelares en la soledad de los

átomos–; para los capaces de platonizar, la especie, la forma. En el libro tercero de las

Enéadas, leemos que la materia es irreal: es una mera y hueca pasividad que recibe las formas

universales como las recibiría un espejo; éstas la agitan y la pueblan sin alterarla. Su plenitud

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XVII ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
es precisamente la de un espejo, que ni siquiera desaparece, porque no tiene ni la capacidad

de cesar. Lo fundamental son las formas.” 36

¿De-qué-forma-hablamos? ¿La que con-forma los objetos de conocimiento y las cosas a

conocer?, ¿o acaso la que permite fotocopiar las ideas que nos sugiere la pseudo-realidad que

nos es dada? Aristóteles nos dirá que el ser es aquello que resulta de haber captado en una

mirada de conjunto la totalidad de las opiniones plausibles, por lo que resulta que pensar es

pensar el ente [phainómena] como una totalidad. Lo cognoscible tiene materia [hylé] y forma

[êidos]; es un compuesto [sýnolon]; y mientras la filosofía estudia el ente en cuanto ente (tò ón

hê ón) en su composición total (la unidad y la multiplicidad) nos valemos de la vista [ópsis] para

determinar sus primeros principios desmenuzados desde el phainómena: buscamos la causa

primera y sus determinaciones esenciales. “Saber” se traduce de la palabra que usamos para

“ver” y “formar” [eidénai]. Este lenguaje erótico que describe el deseo [oregonthai] de la

inteligencia, explica el porqué la verdad la atrae revelando una situación aporética del noûs que

persigue la problemáta en la cosa evidente, aplicando el methodos del discurrir [dia-poréin]

recorriendo y despejando toda dificultad [a-poría] dentro del sujeto, examinado dialécticamente

hasta alcanzar la eu-poría (buena salida), decisión de la ciencia técnica que deviene en la

verdad (tò tì hên eînai: lo que la cosa ha de ser 37 ), aquella que se alcanza cultivando la filosofía

(actividad contemplativa [theoretiké] que genera la mayor felicidad). Por esta razón el estagirita

no considera a las sensaciones como sophía, pues éstas dan cuenta del hecho (el «cómo») y

no el «qué» son las cosas, alcanzando solamente lo verosímil y quedando en el mero ámbito

empírico (no teórico). De esta manera no pueden desvelar ni principios ni causas, ya que por

su condición no permitirán elaborar ningún juicio universal que requiera de la inmutabilidad y

eternidad del ser. “Además, de las sensaciones, no consideramos que ninguna sea sabiduría,

aunque éstas son las cogniciones más autorizadas de los objetos singulares; pero no dicen el

porqué de nada; por ejemplo, por qué [dià tí] es caliente el fuego, sino tan solo que [óti] es

36
Borges, J. L.; Historia de la eternidad, I. Bs. As., 1936 e.·. v.·.
37
Aristóteles; Tópicos I, 1, 101 b 20.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XVIII ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
caliente.” 38 Como el conocimiento es lo que complace, y con ello entran al juego nuestros

sentidos, estos últimos no satisfacen el placer por el objeto determinado que persigue la

sabiduría. El objeto de la Sabiduría es lo divino, por lo tanto, la Ciencia (totalmente libre y

perseguida tò eidénai tò epístasthai) es divina; y ya que “mienten mucho los poetas” al creer

acerca de que la divinidad es por naturaleza envidiosa (Ib., 982 b 32 - 983 a 5), al ser esta

ciencia la más digna de aprecio, no “puede ser el motivo de los celos de Dios”, pues sería la

mejor, y le corresponderá a los hombres perteneciéndole al G.·. A.·. D.·. U.·., pues es éste para

todos “una de las causas [aitíon] y cierto principio [arjé]”: la naturaleza que deseamos alcanzar

está en él y nos «entusiasma» re-conocerla. Si éste es nuestro objeto, entonces la Sabiduría

«es», y la ciencia (comprensión de las causas y primeros principios), una actividad

cualitativamente divina.

Seguramente no será tan fácil evadir [dia-poréin] el problema derrideano. 39 El objeto es un

sustituto pseudo-ontológico como toda construcción mental, y por lo tanto, no-real. Sentimos y

explicamos a partir de la estética, pero ello no indica que «sea» verdad. Si el sufrimiento

precede o antecede al placer, seguramente no será más que un suceso en el devenir, y así,

una ilusión imaginaria [phantasía] de la cual y por la cual creemos y creamos las sensacionales

explicaciones que acuden a la percepción antes que a la inteligencia. El primer contacto que

tiene el hombre con la naturaleza es por medio de la vista (evidencia que nos posibilita la

epagogé), que trasciende el mundo sensible y empírico (lo particular), cuando éste aprehende

la téjne (Arte) que versa sobre lo universal por medio de esa mirada de conjunto que captura el

sujeto [hypokeímenon] y lo co(g)no(s)ce a partir de su análisis. Lo que conoce –decimos–, sea

como la cosa en tanto tal, o re-conociendo al objeto como “proyección” del sujeto, igualmente

sirve a los propósitos de distanciamiento y “protección” que provoca la definición de las cosas

38
Aristóteles; Tôn Metà tà Physikà A, 1, 981 b 10 y ss.
39
“Elijo deliberadamente la palabra […] para insistir un poco más en el griego y en la experiencia de la traducción: problema
puede significar […] proyección o protección, lo que ponemos o lanzamos delante de nosotros […], pero también la protección
de un sustituto, de una prótesis que ponemos por delante para que nos represente, nos reemplace, nos cobije, nos disimule u
oculte algo inconfesable, a la manera de un escudo […] tras el cual resguardamos en secreto o al abrigo en caso de peligro.”
Derrida, Jacques; Finis, en: Aporías –esperarse (en) «los límites de la verdad», I, Paidós, Barcelona, 1998 e.·. v.·., pp. 29-30.

«Sýmbolon», por: Marco ALbornoz, DNI 25.212.376, A.·. M.·. [ XIX ] Log.·. Cap.·. Estrella de Tucumán n° 71
comprensibles, puesto que para “apresarlas” debemos de alguna manera sentirlas, y por lo

tanto, materializarlas sensiblemente. Este problemáta clásico tanto en nomenclatura como en

acto, se presenta para nosotros, ya no solo sujetos, sino que también objetos-sujetos-a-

conocer, en el instante de la intuición [noémata] e inspiración divina que nos posibilita

comunicar-nos.

El lenguaje es ámbito de manifestación, lo cual nos permite, además de re-conocer que éste

nos distancia (protege) de aquello que está in-visible [a-dicto], criticar [kategoréo] los distintos

empleos que tienen los términos o sus múltiples significados, siempre a la Luz de la realidad

que se quiera expresar con los logoi. Para ello necesitamos clasificar la realidad significada por

la combinación [simploké] de términos. Finalmente la verdad [τò όν] será mostrable en la

realidad [τò όν] a través del lenguaje, e identificada por el σοφός, tras su cuidadosa distinción

de lo que existe [τò όν] simbólica –y además– concientemente.

El símbolo (objetivo) será a la conciencia (subjetiva) lo que la Masonería especulativa a la

operativa. Y trabajar en el Templo Salomónico de nuestro interior, no solo exaltará mejor

[aristós] una vida particular, sino que por el re-conocimiento, el re-cuerdo y la “re-ligio” de que

ser infragmentable no nos valida una partición posible, al construir el perfeccionamiento

esotérico, lo haremos en el contexto natural por emanación. La phýsis tomará la forma de la

ousía, el microcosmos del macrocosmos, la imagen del modelo original… configurados en la

aprehensión 40 de los sentidos, pero siempre Uno y lo mismo en Todo, en la Realidad eidética,

incomenzada y divina del Ser.

40
“Entendemos más cuanto más definición posea la percepción disponible para aplicar a la aprehensión del símbolo; es una
ecuación personal, es dimensión innata, como en lo físico es la agudeza visual. Pero profundizaremos más en su sentido
cuanto mayor agudeza desarrollemos para concebir y abstraer el concepto con exclusión del objeto; y esto es producto de
reflexión y cultivo… es territorio a disposición de nuestra voluntad de ser mejores, de ser más; es simpleza a desbastar… entre
otras. […] Y cuando el entendimiento está así clasificado por la capacidad de abstraer, descubrimos que la dirección de las
acciones relacionadas con el símbolo son centrífugas; el símbolo emite, proceso inverso al encontrado para los casos de
aprendizaje y convencionalismos. […] Los símbolos contienen conceptos difíciles de sustituir por explicaciones, cuando no
imposibilidad o por lo menos inconveniencia en los casos en que la frescura de su significado deba estar presente y completar
el sentido de ceremonias o rituales. […] Los símbolos, la mayoría de ellos pasivos en su presentación, cobran dinamismo
cuando son interpretados o cuando, captados de modo conciente, se internan en quien los recibe.” Williams, José María; Una
valoración del símbolo; en: Revista Símbolo, n° 70; Julio-Agosto de 2000 e.·. v.·.; pp. 14-15.

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