Carlos Ernesto Noguera. Reflexiones Sobre La Desaparición de La Infancia
Carlos Ernesto Noguera. Reflexiones Sobre La Desaparición de La Infancia
Carlos Ernesto Noguera. Reflexiones Sobre La Desaparición de La Infancia
Resumen
Si la infancia ha desaparecido o est en vas de desaparecer, las reflexiones y prcticas pedaggicas tendran
que transformarse. El presente artculo retoma algunos estudios en los que la infancia es considerada como una
categora social, histrica, y por tanto, variable en el tiempo y en distintas culturas; de otro lado, seala algunos
trabajos que desde la dcada de los aos ochenta han venido planteando la desaparicin de la infancia y, a
propsito de ellos, esboza algunos reflexiones preliminares sobre las implicaciones que tal acontecimiento
tendr para el saber pedaggico, el maestro y la escuela.
Palabras clave: Infancia, desaparicin, medios de comunicacin, televisin, nio.
Abstract
If infancy has disappeared or is in roads of disappearing, the reflections and practical pedagogic would have to be
transformed. The present work recaptures some studies in those the childhood is considered as a social, historical
category, and therefore, variable in the time and in different cultures; the other side, it points out some works that
from the decade of years eighty have come outlining the disappearance of childhood and, about them, it
sketches some preliminary reflections on the implications that such event will have for the pedagogical knowledge
went, the teacher and the school.
Key words: Infancy, disappearance, mass media, television, infant.
75
Pedagoga y Saberes N 18 Universidad
2003
Pedaggica Nacional. Facultad de Educacin, 2003, pp. 75-82
Sin lugar a dudas, el lugar que ocup la infancia en las preocupaciones, reflexiones y acciones durante
el siglo pasado en Occidente, ratifica la nominacin que hiciese Key
de aquel como el siglo del nio,
pues ninguna otra sociedad en otro
momento ha hablado tanto de la infancia, ha escrito tanto sobre ella ni
ha erigido tantas instituciones cuyo
encargo es justamente el cuidado y
desarrollo infantil. Desde este punto de vista, podramos decir que la
infancia es un acontecimiento relativamente reciente en nuestra cultura. No tiene ms de tres siglos de
existencia y, sin embargo, nos parece como si la niez hubiese ocupado siempre el lugar privilegiado
que hoy le otorgamos o queremos
otorgarle en nuestras sociedades.
Por ello, quiz nos cueste mucho
trabajo imaginarnos que antes de
los siglos XVII y XVIII la presencia
de la infancia careca de importancia, o, por lo menos, era considerada tan slo como un momento, y
no precisamente el ms importante
de la vida humana.
Grandes intelectuales, como San
Agustn o Descartes, vieron a la infancia, o como la edad del pecado
o como la edad del error. San Agustn, siguiendo las doctrinas bblicas,
se avergonzaba de la niez, pues la
consideraba como la mxima expresin de la naturaleza animal del
hombre. Adems de ser el fruto del
pecado (producto de una relacin
carnal), la infancia, para este sabio
medieval, era la edad de las pasiones, de la exaltacin de los instintos animales. Siglos ms tarde, en
los umbrales de la era de la razn,
Descartes vea en la infancia el precio que deba pagar el hombre por
obtener el tan preciado entendimiento. La niez era para este filsofo,
lo opuesto a la razn, y por lo tanto,
la poca del error. En algunas de
sus reflexiones filosficas pensaba
cun feliz sera el hombre si desde
su nacimiento tuviese entendimiento, juicio, razn. Pero la naturaleza
humana era imperfecta y entonces
debamos pasar tantos aos en la
oscuridad, en el error, sujetos a los
Las siete metas trazadas en el plan de Accin propuesto por la Cumbre fueron: 1) Reducir, con respecto a 1990, la tasa de mortalidad de los nios menores de 5 aos en una
tercera parte o a un nivel de 70 por 1000
nacidos vivos, si ello representa una mayor
reduccin. 2) Reducir la tasa de mortalidad
materna en un 50% con respecto al nivel de
1990. 3) reducir la tasa de malnutricin grave
y moderada entre los nios menores de 5 aos
en un 50% con respecto al nivel de 1990. 4)
Dar acceso a todos al agua apta para el consumo y los servicios sanitarios de eliminacin
de excrementos. 5) Lograr que por lo menos
el 80% de los nios en edad de asistir a la
escuela primaria tenga acceso a la educacin
bsica y termine la enseanza primaria. 6)
Reducir la tasa de analfabetismo de los adultos a por lo menos la mitad del nivel registrado en 1990 (cada pas determina el grupo de
edades correspondientes), otorgando particular importancia a la alfabetizacin de las
mujeres. 7) Dar proteccin a los nios en circunstancias especialmente difciles, sobre todo
en situaciones de conflictos armados.
Este conjunto amplio de documentos rubricados a nivel mundial, permiten observar la mirada que desde
el concepto de derechos de la infancia se ha venido construyendo
en la ltima dcada. Dentro de esta
mirada vale la pena sealar la aparicin de la nia en el mbito de la
poltica internacional, pues aunque
haba sido objeto de anlisis desde
los aos setenta en relacin con la
idea de equidad y acceso a servicios, durante los ltimos diez aos
se multiplican los estudios en los
cuales se analiza la situacin de la
nia en diferentes mbitos.
Sin embargo, el auge de los nuevos
discursos y la nueva perspectiva de
los derechos del nio y la nia, no
ha significado el abandono de la
concepcin asistencialista. sta se
mantiene a pesar de los intentos de
los distintos pases iberoamericanos
por fortalecer programas integrales
de atencin, promovidos para su ejecucin conjunta con la familia y la
comunidad. De otra parte, y siguiendo algunos anlisis recientes, la concepcin de la infancia como sujeto
de derechos ha venido contribuyendo, paradjicamente, a su desaparicin. Como dira Corea, hoy ya
no se trata de tutelar a la infancia
sino de velar por que sus derechos
se respeten (COREA, 1999: 127),
o dicho de otra manera, del enunciado moderno la infancia debe ser
protegida en tanto es frgil, vulnerable, en proceso de ser, se pasa
al nuevo enunciado los derechos del
nio deben ser protegidos y los
derechos infantiles (en particular la
posibilidad de eleccin y decisin
sobre aspectos le ataen) llevan a
concebir un sujeto muy distinto del
promovido por la modernidad.
indicadores simblicos de la infancia se difuminan con l. Varios ejemplos ilustran esta situacin: ya no existe hoy un traje
particular que diferencie a la infancia; las prcticas alimenticias
han venido borrando las diferencias entre los hbitos de nios y
adultos (pizza, hamburguesa,
emparedados, bebidas gaseosas, etc., forman parte de la dieta normal de millones de nios y
adultos en el mundo).
Si bien Postman nos habla de la sociedad norteamericana de la dcada de los aos ochenta, ms recientemente Mariano Narodowski (1999)
investigador Argentino considera
que la sociedad del siglo XXI ha entrado, definitivamente, en un proceso de desinfantilizacin, para lo
cual seala dos rasgos particulares:
la infancia hiperrealizada y la infancia desrealizada. En el primer caso,
se trata de la infancia de la realidad
virtual, de los chicos que realizan
su infancia con Internet, computadoras, sesenta y cinco canales de
cable, vdeo, family games, y que
hace ya mucho tiempo dejaron de
ocupar el lugar del no saber. Suelen
ser considerados como 'pequeos
monstruos' por sus padres y sus
maestros y parecen no generar
cario o ternura o, al menos, no ese
cario o esa ternura que guardbamos tradicionalmente para la infancia moderna. No suscitan en sus
adultos 'protectores' demasiada necesidad de proteccin (NARODOWSKI, 1999: 47).
En el segundo caso, se trata de la
infancia de la calle, de la infancia
abandonada, de aquella infancia que
es independiente, que es autnoma
porque vive en la calle, porque trabaja desde muy temprana edad.
Son tambin los chicos y las chicas de la noche, que pudieron reconstruir una serie de cdigos que
les brindan cierta autonoma econmica y cultural y les permiten realizarse, mejor dicho, des-realizarse,
sa es la palabra correcta, como
infancia. Son nios hacia los cuales difcilmente tendremos un sentimiento moderno de infancia, ternura y proteccin. Hay una niez que
no est infantilizada, una niez que
no es obediente porque no precisa
obedecer, en muchos casos, una
niez que no es dependiente es independiente en la negociacin cotidiana para lograr su sustento y, por
tanto, una niez que es autnoma
y que en la calle construye sus propias categoras morales. Una niez que, al verla sola o en grupo,
difcilmente nos causa ternura (NARODOWSKI, 1999: 51).
Trtese de la desaparicin de la infancia, de la desinfantilizacin o de
la adultificacin de la infancia, de
cualquier manera las prcticas culturales contemporneas estn dibujando (o desdibujando) un nuevo rostro para aquello que llambamos la
infancia o la niez. Como en el Antiguo Rgimen, en la sociedad contempornea viviremos adultos infantilizados y nios adultificados; la oferta
cultural de los mass media, en particular de la televisin, y las tecnologas de la informacin y la comunicacin, en particular Internet, nos
obligan a preguntarnos hoy: A quines pretendemos educar? Desde
qu instituciones y procesos pretendemos hacerlo? Desde qu principios y con cules herramientas pretendemos hacerlo? Las anteriores
lneas son una primera aproximacin a un tema de investigacin que
recin comienza. Por lo pronto, como resulta evidente, seguimos empeados en una concepcin de infancia que se estrella cada vez de
manera ms fuerte con esas nuevas subjetividades que habitan nuestros jardines, escuelas y colegios.
ALGUNAS REFLEXIONES
FINALES
La juventud en la mira
La desaparicin de la infancia implicar grandes transformaciones dentro del saber pedaggico, de ah la
necesidad de abordar a fondo el problema de los sujetos y los procesos de subjetivacin en la modernidad. Ahora bien, si la infancia parece estar desapareciendo, la juventud aparece hoy en el centro de las
preocupaciones; podramos decir
que si el siglo XX fue el siglo del nio,
el siglo XXI ser el siglo de la juventud. Desde hace algunos aos hemos venido escuchando un rumor
de voces que desde distintos ngulos vienen planteando su preocupacin por los jvenes y adolescentes. De la misma manera, acciones
oficiales y privadas, programas sociales, agendas educativas de instituciones internacionales y polticas
estatales han venido interviniendo
sobre este importante sector de la
sociedad.
Paralelamente a este conjunto de
discursos y prcticas, una forma particular de representarnos la juventud
ha venido ganando terreno en el imaginario social: las imgenes construidas en torno a los jvenes de los
barrios perifricos de las grandes
ciudades, nos muestran una sociedad que sospecha de las actitudes,
sentimientos y capacidades de sus
jvenes, una sociedad en donde la
juventud es vista como delincuencia potencial y como sinnimo de
descomposicin social.
Por otro lado, los nuevos procesos
econmicos que vive la sociedad
contempornea han generado un
inters inusitado por los jvenes
identificndolos como una masa significativa de consumidores y por tanto gran parte de las estrategias comerciales se dirigen hoy hacia la
captura de ese mercado. De esta
forma, paralelamente a la venta de
una amplsima gama de objetos
materiales para el consumo, ha venido consolidndose la industria
igualmente lucrativa de la venta de
imgenes, smbolos y valores.
El consumo simblico, caracterstica de las sociedades contemporneas, ha encontrado en la juventud
(y en la infancia) un espacio sui
generis para ampliar su mercado, y
en los medios de comunicacin sus
mejores aliados3. As, mientras para
un sector considerable de la socie-
Al respecto ver: STEINBERG, Shirley R. Cultura infantil y multinacionales . Madrid: Ediciones Morata, 2000.
dad la juventud representa una amenaza latente, para otro significa una
posibilidad sin igual de aumentar
ganancias expresadas no slo en
trminos econmicos sino adems
ideolgicos.
Frente a estos hechos es necesario replantear la concepcin de juventud, y con ello, la mirada perversa hacia las actitudes de los jvenes de hoy. Pero antes que una
caracterizacin o esquematizacin
psicologista, es necesario un anlisis en una perspectiva ms social y
cultural. La juventud no es slo una
etapa psicolgica sino un hecho social, cultural e histrico de amplias
potencialidades creativas y transformadoras. (Recordemos cmo el
movimiento juvenil de los 60 plante la posibilidad de generar diversos estilos de vida, nuevas prcticas a la vez que incidi en la creacin de nuevas formas de pensar
cuyos ecos llegaron incluso a tocar
las reflexiones filosficas del momento). Como se aprecia, es este
un problema central que deber asumir la reflexin pedaggica y que
toca directamente con el quehacer
de los nuevos educadores.
Maestro o pedagogo?
El panorama contemporneo ha
puesto de presente la crisis de la
figura social y profesional del maestro. Para Tedesco, la prdida de capacidad socializadora de la escuela a causa de la masificacin de la
educacin, la prdida de prestigio
de los maestros, la rigidez de la institucin educativa y de los sistemas
educativos, el auge de los medios
de comunicacin, expresan el significativo deterioro del maestro como
agente socializador. Y as como la
televisin ha llevado a la desaparicin entre la niez y la adultez, en
la escuela se produjo un proceso de
desaparicin de las distinciones
entre maestro y alumno, hecho que
tiene que ver, principalmente, con la
crisis de la autoridad en la sociedad contempornea. Segn Tedesco
estaramos ante la desaparicin del