El Cuerpo Fluido Desde La Antropología
El Cuerpo Fluido Desde La Antropología
El Cuerpo Fluido Desde La Antropología
12, No 2, 149-160
ISNN: 0211-3481
http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/772
Resumen
Clasificar a los seres humanos en dos categoras excluyentes: hombres y mujeres, y asignar
a cada una de estas categoras un conjunto de conductas tambin excluyentes, fijas e inmutables es una construccin social y no una descripcin de la realidad. Tanto en la vertiente
biolgica como en la socio-conductual existen situaciones intermedias, ambigedades y posibilidades de cambio a lo largo de la existencia. La diferencia entre sexo y gnero ha permitido cuestionar la necesidad e inmutabilidad de las conductas asignadas, pero en el transfondo se ha mantenido la idea de la irreductible dicotoma biolgica. En la actualidad tanto
sexo como gnero se leen como formando parte de continuos y sujetos a variacin. La desaprobacin social a su vez se va desplazando lentamente del rechazo a la homosexualidad
hacia el rechazo de la homofobia.
Palabras clave: Sexo; Gnero; Homosexualidad; Transexualidad; Homofobia.
Abstract
To classify human beings into two categories men and women while assigning each category a specific set of fixed and unchangeable types of behaviour is a social construction and
not a description of reality. Intermediate situations as well as ambiguity and possibilities
for change exist in the biological sense as well as in social behaviour. The difference between sex and gender has made possible the questioning of the necessity and inmutability
of assigned behaviours even though the biological dichotomy has continued to be assumed
in the background. At present, both sex and gender are viewed as being part of a continuum but subject to change while social rejection of homosexuality is gradually shifting into
a rejection of homophobia.
Keywords: Sex; Gender; Homosexuality; Transexuality; Homophobia.
Introduccin
Las normas gobiernan la inteligibilidad, permiten
que ciertos tipos de prcticas y acciones sean reconocibles. Definiendo lo que aparecer o no en
el dominio de lo social (Butler, 2001, p.21).
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so. El individuo adulto no es en este caso indivisible (como la palabra sugiere) si no que
al llegar a la madurez adecuada simplemente
se separa en dos nuevos individuos. Es esto
una muerte o un nacimiento? Muri la clula
originaria? Si no lo hizo Eso significa que su
extrema simplicidad la pone a salvo de la
muerte? Estamos ante una vida eterna o ante
muertes sucesivas? Nacer es renacer inmutablemente idnticos? Los seres humanos, bastante ms complejos, conseguimos la eternidad transmitiendo a la generacin siguiente
una sola clula, y la totalidad de nuestra cultura. Nuestra permanencia en el tiempo se
apoya en lo biolgico pero lo plasma y modifica, lo que permite la creatividad a partir de
la posibilidad de accin sobre el entorno y sobre nuestra propia corporalidad.
Para Hanna Arendt el nacimiento es el acto
bsico a partir del cual todas las posibilidades
estn abiertas:
El nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo slo porque el recin llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo,
es decir de actuar.... ya que la accin es la actividad poltica por excelencia, la natalidad y no la
mortalidad, puede ser la categora central del
pensamiento poltico (Arendt, 1993, p. 23).
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rsticas fsicas. Se multiplicaron las propuestas. As, el nmero de razas poda ir desde
cuatro (blanca, negra, amarilla y cobriza) a
veinticinco o treinta. Se clasificaron a partir
del color de la piel, pero tambin de las medidas del cerebro: mesocfalo, braquicfalo,
dolicocfalo; o de acuerdo a otras caractersticas fsicas como el largo de los huesos de las
piernas o a partir de los grupos sanguneos.
As se pretenda poder separar a los seres humanos en unidades que fueran coherentes.
Esta idea en s misma est hoy absolutamente
desmontada, de hecho ni siquiera se utiliza ya
cientficamente la palabra raza. Hoy se sabe
que cada persona es producto de mil mezclas
y puede tener caractersticas diversas; por
ejemplo puede ser braquicfalo y de grupo
sanguneo C y de color de piel amarillo o tener algunos rasgos y no otros, combinados de
todas las formas posibles.
La mana taxonmica no result polticamente
inocente. De la idea de que se poda clasificar
a las personas en razas, unida a la idea tambin decimonnica de que todo conjunto de
rasgos poda escalonarse de lo inferior a lo
superior, se concluy la existencia de razas
inferiores y razas superiores y la necesidad de
salvaguardar la pureza racial. De ah derivaron los grandes crmenes de nuestra poca,
como los de limpieza tnica y la supresin de
los grupos raciales considerados inferiores. En
la actualidad, ya no se piensa que los seres
humanos estn catalogados, o pueden serlo,
en grupos raciales con fronteras rgidamente
delimitadas, Desde el punto de vista cientfico nadie puede sostener esas propuestas. Sin
embargo, algunas otras clasificaciones basadas tambin en caractersticas fsicas, siguen
presentndose como si fueran evidencias, con
consecuencias sociales importantes. Catalogar
a las personas como normales, anormales, patolgicas o desviantes, tiene enorme trascendencia en trminos de las posibilidades de
desarrollo, de supervivencia y de felicidad de
colectivos importantes, lo que hace que el
juego clasificatorio deje de ser un juego, como ya pas con el tema de las razas.
Como hemos visto, la simplificacin de la
realidad para hacerla coincidir con los modelos, se dio en todos los mbitos, pero en el
caso de las construcciones de gnero la mana
clasificatoria se llev a su apogeo. Jos Pablo
Pena Gonzlez, en un interesante estudio sobre la moda a mediados del siglo XIX, en los
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aos del desarrollo de la construccin moderna de los modelos de feminidad y masculinidad, seala que: Nunca como en el romanticismo el traje de l haba sido tan diferente
del de ella (Pena Gonzlez, 2006, p.6). Es un
detalle significativo. Haba que subrayar lo
que opona a los sexos, y no lo que tenan en
comn. No es de extraar que por la misma
poca desaparecieran de las clasificaciones
mdicas los hermafroditas, bien documentados hasta entonces, y que pasara a considerarse patologa todo lo que no fuera la sexualidad coital heterosexual.
Pero, como sucedi con las clasificaciones raciales, las evidencias de los indicadores cientficos de la diferencia/oposicin excluyente
entre hombres y de mujeres, distan de ser tan
claros como los pensamos. Todos y cada uno
de los indicadores biolgicos presentan importantes grados de ambigedad. Partamos de un
elemento que parece irrefutable, que es el de
la combinacin cromosmica que sirve para
determinar el sexo. Se trata de los cromosomas X y Y. Si tenemos dos cromosomas X, se
nos clasifica como mujeres, la combinacin
XY da un hombre. Pero esto ya es un poco
ms ambiguo de lo que parece, porque el
principio femenino X lo tenemos todos, ya
que los seres humanos necesitamos tener por
lo menos un cromosoma X, de lo contrario no
sobreviviramos, por lo que no resulta evidente que los dos grupos sean muy diferentes. El
problema es ms complicado porque existen
personas XXY (sndrome de Klinefelter) o XYY,
o puede faltar el otro cromosoma y ser slo X
(Sndrome de Turner). Tambin existen XXX y
combinaciones en mosaico en la misma persona. Es decir, se pueden dar distintas combinaciones cromosmicas, aunque a algunas de
ellas las consideremos patolgicas. Pero de
hecho existen y sobreviven, con lo que plantean problemas clasificatorios.
El problema subsiste si analizamos cualquier
otro de los indicadores, como el aspecto del
aparato genital. Tampoco aqu la divisin dual
abarca la totalidad de los casos, ya que existen personas con aparato genital masculino
interno o poco desarrollado y otros casos en
que el cltoris femenino es grande, y puede
prestarse a confusin. Hasta mediados del siglo XX los mdicos, cuando se encontraban
con una ambigedad en el aspecto de los genitales de los recin nacidos operaban para
normalizar su apariencia, con intervenciones
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geles. La polmica medieval sobre su pertenencia sexual se apoyaba en unas representaciones pictricas y escultricas ambiguas.
Esos o quiz esas? adolescentes de largas cabelleras y rostros redondeados e imberbes,
carentes de pechos, mostraban un ideal andrgino y desexualizado de la belleza, que se
corresponda bien con cierta imagen de lo sagrado como aquello que transgrede los lmites. Dios era imaginado, en muchas religiones, incluida la judeo cristiana, como un ser
perfecto en la medida en que abarcaba en s
todas las posibilidades. Esto inclua las capacidades y caractersticas de ambos sexos. La
Shekinah designaba las caractersticas femeninas de Dios. Seala la condicin andrgina, monoica de Dios, a su vez macho y
hembra (Kaydeda, 1992, p. 226). Por supuesto, esta imagen no es la desarrollada por el
culto institucional dominante desde la contrarreforma, coincidente con el surgimiento y
progresivo afianzamiento de las versiones racionalistas de la ciencia.
Las representaciones plsticas que haban
acogido el hermafroditismo como parte de la
variedad humana, se vieron complementadas
a comienzos del siglo XX por elaboraciones literarias como el Orlando de Virginia Wolf,
en que el personaje protagnico atraviesa los
siglos cambiando de sexo (Woolf, 2002). Pero
an ms frecuente que las representaciones
de cambios o indefiniciones fsicas, son las
representaciones de cambios en los roles de
gnero. Hombres que asumen conductas consideradas femeninas han sido frecuentes en la
literatura desde la historia de Aquiles, que se
visti de mujer para no ir a la guerra, hasta el
romance de La doncella guerrera en que se
da la situacin opuesta: una dama se hace pasar por hombre para poder guerrear. As una
conducta, una actividad socialmente determinada, como es la de guerrear, apareca tan
ligada a las definiciones de la masculinidad,
que hacerla significaba ser hombre y rechazarla equivala a adscribirse al campo de la
feminidad. Esta identificacin no corresponde
slo a nuestra cultura. Entre los indios Guayaqus del Chaco paraguayo, portar el arco
era sinnimo de ser hombre y cargar el cesto
implicaba ser identificado como mujer. El
cambio de adscripcin sexual se relacionaba
con el cambio de actividad de subsistencia
(Clastres, 1978, 1986). Entre los indgenas de
la llanura de EE UU, cultivar la huerta en vez
de guerrear era la opcin de los bardaches, y
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La lesbiana invisible
En el lento proceso de abrirse paso hacia el
reconocimiento, resulta interesante el camino
recorrido por la homosexualidad femenina.
Las interpretaciones del lesbianismo han variado entre dos polos: la consideracin como
desviacin sexual o patologa de cualquier
transgresin de los roles de gnero y la ocultacin-negacin de la existencia misma del
fenmeno.
Los higienistas y los criminlogos positivistas
de fines del XIX y principios del siglo XX, tendan a considerar desviaciones sexuales de las
mujeres y les daban nombres tales como tercer sexo, uranismo o inversin- a todas las
conductas que se apartaban de los roles establecidos de esposa y madre. Esta forma de
estigmatizacin se sumaba a la tradicional
que era la representacin de la mujer que
trabajaba por un salario y fuera de la casa,
en la calle, como prostituta (Salessi, 2000,
p.209). Es muy posible que esta forma de interpretar el lesbianismo como una conducta
negativa, relacionada con cualquier tipo de
infraccin social, estuviera muy generalizada
en la poca, pero de una manera ambigua,
ms relacionada con los roles de gnero que
con la sexualidad, ya que como seala el
mismo autor: En la mayora de estos textos
pseudo-cientficos, como en gran parte de la
obra de los escritores modernistas, los cuerpos o las prcticas sexuales entre mujeres
eran apenas representables (p.226). De todas maneras, la voluntad discriminadora y
sancionadora implicaba reconocer la existencia del fenmeno y esto llevaba a un riesgo
social mayor. En sociedades rgidamente apo-
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nes sexuales, las que determinaban el diagnstico de lesbianismo. Pero adherido a las
conductas estaba el aspecto fsico, que se
consideraba un indicador claro de las condiciones psquicas (y no slo para Lombroso).
Durante el franquismo, este tipo de interpretacin an era explcito, mezclando las caractersticas fsicas con las conductas, y los delitos con los pecados. El tema del lesbianismo
no era visibilizado en este caso como una opcin sexual, sino como un determinismo biolgico que haca que algunas mujeres tuvieran
aspecto y conductas masculinas, las ms relevantes de las cuales se relacionaban con la
agresividad y la voluntad de mando. Para las
que no tenan estas caractersticas fsicas, las
prcticas homosexuales no se consideraban
una posibilidad4. La desvalorizacin/negacin
de las prcticas lsbicas se constituye as en
un aspecto significativo de la vigencia dominante del modelo vigente de heterosexualidad reproductiva.
Transgresin y cuestionamiento
Las lesbianas no han sido el nico colectivo
cuya existencia misma se haya cuestionado.
La transexualidad sufre an una situacin parecida. La posibilidad de intervenciones quirrgicas normalizadoras de realidades ambiguas que se concreta a mediados del siglo
XX por primera vez en la historia, hizo a este
colectivo visible, pero en el proceso mismo de
negacin de su especificidad. El xito de la
ciruga de re asignacin sexual ha consistido
en un esfuerzo por encuadrar dentro de los
moldes de gnero tradicionales identidades
mucho ms complejas. Afortunadamente, cada vez ms, las y los transexuales estn escribiendo sus propias historias y develando la
fluidez de sus opciones. Textos como el de
Norma Mejas o Beatriz Espejo y estudios como el de Josefina Fernndez son la punta de
un iceberg de los nuevos anlisis (Abbate,
1998; Aler Gay, 1994; Aylln, 2004; Despentes, 2007; Espejo, 2009; Fernndez, 2004; Garaizabal, 2004; Maffa, 2003; Meja, 2006;
Nieto Pieroba, 2008; Planelles, 2008; Shaw y
Ardener, 2005; Wayar, 2007). Tambin co4 durante la transicin, las organizaciones de mujeres
constataban que la influencia de cuarenta aos de franquismo, unida a la consideracin de que el lesbianismo
era una enfermedad, generaban en las lesbianas diferentes problemas psicolgicos y las haca pasar por tratamientos que las atiborraban de medicamentos (Arnal,
2009, p.317).
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Referencias
Abbate, Florencia (1998). El, Ella, Ella? Apuntes
sobre transexualidad masculina. Buenos Aires:
Libros Perfil S. A.
Aler Gay, Isabel (1994). El transexualismo como
sndrome cultural. Claves de la Razn Prctica.
41, 35-43.
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DOLORES JULIANO
Dolores Juliano estudi Antropologa en Argentina y se doctor en la Universidad de Barcelona donde
ha sido profesora titular hasta su jubilacin. Trabaja desde hace muchos aos en temas de gnero,
inmigracin y discriminacin.
Forma parte de diversos equipos de investigacin y ha dictado cursos en varias universidades espaolas
y de Amrica Latina. Ha recibido el premio Creu de Sant Jordi en 2010 por su trayectoria acadmica
y cientfica.
Entre sus publicaciones ms recientes estn: Las que saben... subculturas de mujeres. (1998) Las prostitucin: El espejo oscuro (2002) Excluidas y marginales. Una aproximacin antropolgica (2004) Marita y las mujeres en la calle. (2004) Les altres dones. La construcci de la exclusi social (2006). Actualmente est preparando un libro sobre mujeres y delito.
DIRECCIN DE CONTACTO
[email protected]
FORMATO DE CITACIN
Juliano, Dolores (2010). El cuerpo fluido. Una visin desde la antropologa. Quaderns de Psicologia, 12
(2),
149-160.
Extrado
el
[da]
de
[mes]
del
[ao],
de
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HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 15/06/2010
Aceptado: 17/09/2010
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