1.2.3-DeL MOLINO-Historia y Memoria
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1.2.3-DeL MOLINO-Historia y Memoria
Doctor en Humanidades, Universidad Carlos III de Madrid, Espaa. Miembro Correspondiente Extranjero de la
Academia Colombiana de Historia. Correo electrnico: [email protected]. Fecha de recepcin:
21 de marzo de 2013; fecha de aceptacin: 24 de mayo de 2013.
BOLETN DE HISTORIA Y ANTIGEDADES - VOL. C NO. 856 - JUNIO, 2013, PP. 77-99
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Introduccin
En la sociedad actual del siglo XXI se dan las dos habituales posturas de cualquier grupo humano ante su pasado. Por un lado, una
parte de la ciudadana no tiene ningn inters hacia lo acontecido
en el tiempo anterior a su existencia y, por otro lado, el resto de la
sociedad s muestra algn tipo de sensibilidad. La novedad es que
en un tiempo privilegiado para el acceso al conocimiento histrico
como el actual, aquellos que poseen alguna inquietud hacia el pasado
prefieren aproximase a lo acontecido por medios ajenos a la disciplina
de la Historia Por qu se da esta situacin?
En cuanto al desinters de buena parte de la ciudadana por su
pretrito cabe exponer varias causas no concluyentes. Por un lado,
es una realidad que el sistema acadmico actual ha relegado a la
historia a los mrgenes de la formacin del ciudadano. Es un hecho
que la Historia en la formacin bsica de los colegios prcticamente
se ha eliminado y en la educacin superior est en verdadero retroceso. Estos son, en parte, los efectos prcticos ms inmediatos
de la crisis de las ciencias sociales y humanas que intelectuales
como Martha C. Nussbaum analizan, explican y combaten.1 Pero el
desinters y el desconocimiento de la historia por una parte de la
sociedad no slo pueden achacarse a una crisis cultural y educativa
sino que deben ser entendidos en el marco de la sociedad global
tecnolgica e hipervisual actual. En 1969, John H. Plumb adverta
en su obra La muerte del pasado que el mundo contemporneo se
perciba a s mismo sin relacin con el pretrito ya que los mtodos
nuevos, los nuevos procedimientos y las nuevas formas de vida de
la sociedad cientfica e industrial no tienen precedentes prestigiosos
ni echan racen en el pasado.2 Con estas palabras Plumb inauguraba
un diagnstico acertado que hoy contina con enunciaciones como
la de Ricardo Garca Crcel, cuando hace un par de aos en su libro
La herencia del pasado planteaba que el presente lo invade todo, lo
explica todo.3 Lo cierto es que los ciudadanos ya no perciben causas
profundas de media o larga duracin en su realidad presente, hoy
todo parece inmediato.
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3
Martha C. Nussbaum, El cultivo de la humanidad. Una defensa clsica de la reforma en la educacin liberal (Barcelona: Paids, 2005).
John H. Plumb, La muerte del pasado (Barcelona: Barral, 1974), 14.
Ricardo Garca Crcel, La herencia del Pasado. Las memorias histricas de Espaa (Madrid: Galaxia Gutenberg,
2011), 15.
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Luis Surez, Grandes interpretaciones de la Historia (Pamplona: Universidad de Navarra, 1985), 228.
Charles-Olivier Carbonell, La Historiografa (Madrid: Fondo de Cultura Econmica, 1993), 16.
David Lowenthal, El pasado es un pas extrao (Madrid: Ed. Akal, 1985), 271-375.
Es importante aclarar la habitual confusin en las aulas entre empirismo y positivismo. En trminos muy generales, el empirismo debe ser entendido como el trabajo con fuentes primarias tangibles, como ya enunci Droysen,
discpulo de Ranke, diferente al positivismo como corriente historiogrfica que trata de encontrar leyes generales
en el pasado para poder predecir el acontecer futuro.
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El repliegue (o la introspeccin)
El primer aspecto del repliegue es el ms polmico en tanto que
apuesta por reabrir el debate acerca del ideal utpico de la aproximacin histrica a lo realmente acontecido,16 a partir de la reflexin
en torno a si podemos seguir construyendo conocimiento histrico
desde la desilusin de saber que nuestro trabajo no posee intencin
de verdad. En contestacin a esta pregunta, y aun sabiendo que la
certidumbre en la historia es un imposible categrico, propongo el
regreso a la senda utpica del conocimiento histrico porque la intencin de verdad es constitutiva del propio discurso histrico, como
Chartier nos recuerda.17 En consecuencia debemos reflexionar en
torno a cmo podemos construir conocimiento histrico en la senda
de la intencin de verdad caracterstica que nos alejara radicalmente
de la memoria- aun sabiendo que el concepto de objetivismo es una
falacia superada, el mito de un historiador objetivo se ha desvanecido, la historia objetiva ya no existe,18 y que el noble sueo de la
objetividad est superado.19
En mi opinin, Edward H. Carr tuvo la respuesta en 1950 cuando
a la vez que sentenci que la historia objetiva ya no exista inmedia
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Argumento que nos hara regresar a la querella barroca entre antiguos y modernos durante la Edad Moderna.
Permtanme adems aadir que criticar a los historiadores pasados bajo el argumento de estar superados (muchas
veces sin haberlos ledo) es creer en el progreso superador y no acumulativo de la ciencia histrica. Paradjicamente,
muchos de aquellos que consideran que es innecesario un repliegue historiogrfico hacia el propio pretrito son
historiadores que no creen en la idea occidental de progreso Paradoja? Contradiccin?
Pierre Vilar, Pensar la Historia (Mxico: instituto Mora, 1992), 21.
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ligazn de la Historia con Ciencias Sociales y Humanas como la antropologa. En los aos 80, el auge de la historia
cultural llev a una eclosin temtica, bajo la etiqueta del multiculturalismo, que se populariz hasta los albores
del nuevo milenio.
Fred Spier, El lugar del hombre en el Cosmos (Madrid: Crtica, 2011), 9.
Segn Fred Spier la acuacin del trmino se debe al historiador David Christian en los 80, sin embargo podemos
ver esta sensibilidad desde Alexander von Humboldt. Vase Spier, op. cit.
Vase los exitosos libros de John Robert McNeill y William Hardy McNeill, Redes humanas: una historia global del
mundo (Barcelona: Crtica, 2004) y David Christian, Los mapas del tiempo: introduccin a la Gran Historia (Madrid:
Crtica, 2005).
Plumb, op. cit., 123.
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Desde el respeto absoluto a todas estas tendencias, permtanme decir que no puedo resistir la tentacin de identificarlas como los nuevos prusianos decimonnicos historicistas. Recordemos que la escuela historicista germana
se opona al positivismo en tanto que se negaba a aceptar la existencia de leyes histricas generales por encima
de las realidades nacionales (Fontana, op. cit., 172). Hoy algunos historiadores eurocentristas y poscoloniales
se oponen a las explicaciones histricas supranacionales reemplazndolas, como hacan los historicistas con el
positivismo, por una visin en la que cada regin es considerada como una totalidad orgnica con sus propias leyes
de evolucin. Ni siquiera, Ranke, el padre del historicismo, se sinti tan constreido en unos lmites nacionales o
regionales, prueba de ello es su obra sobre la Historia de Espaa titulada La Monarqua espaola del siglo XVI y
XVII.
Chartier, op. cit., 31.
A este respecto, De Certeau afirma que la institucin histrica se inscribe en un completo que le permite solamente un tipo de producciones y le prohbe otras, vuelve posibles algunas investigaciones, gracias a coyunturas y
problemas comunes, a otras las vuelve imposibles. Vase Michel de Certeau, La escritura de la historia (Mxico:
Universidad Iberoamericana, 1993), 81.
En el caso especfico de las universidades debemos debatir las palabras enunciadas por John M. Ellis, el ms
incorrecto de los polticamente incorrectos cuando en 1997 afirm que las universidades no pueden servir a dos
seores: el conocimiento y las causas polticas y sociales. Vase John M. Ellis, Literature Lost. Social agendas
and the corruption of the humanities (New Haven: Yale University Press, 1997), 229.
Vilar, op. cit., 23.
Ibd.
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La apertura docente
Todos aquellos que cada da se enfrentan con los alumnos universitarios de pregrado saben cun difcil es llegar a ellos en buena
parte por la memoria colectiva que han adquirido. No voy a tratar aqu
los nuevos mtodos didcticos tecnolgicos y visuales necesarios
para empatar con la juventud global, tecnolgica e hipervisual, ya
ampliamente aceptados por la mayora de los profesores de historia
en esta nueva era grfica. Lo que me interesa en esta disertacin es
plantear la posibilidad de hacer pensar histricamente de una forma
activa, crtica y profunda a los alumnos frente a la propuesta ahistrica,
pasiva e inmediata que les ofrece la memoria Cmo conseguirlo?
Mi experiencia me indica que es posible a travs de la recuperacin
en clase de la imaginacin histrica y de la historia no pragmtica.
Vayamos por partes.
Cuando hablo de la imaginacin histrica no me refiero de ningn
modo a ucronas o historia contrafactual y mucho menos a memoria
Qu debemos entender por imaginacin histrica en la docencia?
A ese respecto permtanme mostrar mi adhesin pblica a algunos
postulados neoidealistas de Heinrich Rickert y de R.G. Collingwood.
El primero de ellos, en 1924, desde el neokantismo ya defendi que
ante la mltiple realidad emprica la historia es una construccin
mental. Dos dcadas ms tarde, en 1946, R.G. Collingwood defendi
la imaginacin histrica como un acto de pensamiento por el que el
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Recordemos cuando los hispanistas ingleses y franceses del siglo XX se acercaron a la Historia de Espaa lo primero
que tuvieron que hacer fue superar los prejuicios dados por su memorias colectivas, entre las que se encontraba
la popular Leyenda negra.
Hans-Joachim Knig, En el camino hacia la nacin. Nacionalismo en el proceso de formacin del Estado y de la
Nacin de la Nueva Granada, 1750 a 1856 (Bogot: Banco de la Repblica, 1994).
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R. G. Collingwood, La idea de la Historia (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1952), 249-254, 278.
Fontana, op. cit., 187.
Un ejemplo perfecto es la visualizacin de la pelcula la Cinta Blanca dirigida por Michael Haneke en 2009. Esta
pelcula posibilita adems de imaginar un pueblo centroeuropeo alemn antes de la I Guerra Mundial tambin
permite al alumno entender la Alemania de los aos 20 y 30 sin estar vindola. La clave est en que el alumno se
da cuenta que est visualizando la infancia de muchos alemanes futuros votantes de Hitler. Una buena pelcula,
por tanto, nos permite imaginar el pasado mientras recordamos el futuro Acaso no es pensamiento histrico?
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La apertura divulgativa
No podemos afirmar con Lukacs que el conjunto de la sociedad
tiene hambre de historia pero s decir que una buena parte.62 Sin
embargo, como dije al principio de esta disertacin, la mayora de los
ciudadanos con inquietudes hacia el pasado sacian su hambre con
aproximaciones propias de la Memoria. En palabras del citado autor
la gente sabe menos historia que sus antepasados, pero probablemente hay ms gente interesada en saber historia de la que hubo
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Conclusin
Todo cuanto se ha defendido en esta disertacin no es ms que la
conocida reflexin en torno a la naturaleza de la historia. Dije en el inicio
que otros con anterioridad ya haban tratado el tema expuesto, entre
ellos Germn Arciniegas cuando en su discurso de recepcin como
acadmico de nmero el 11 de junio de 1946 disert en este mismo
espacio sobre la novela y la historia. Estoy seguro que 67 aos despus de su discurso, con el conocimiento del giro lingstico, Germn
Arciniegas tal vez hubiera coincidido con algunos de los repliegues y
ciertas aperturas o hubiera polemizado con ellos, pero fuese la que
fuese su opcin lo cierto es que hubiera tomado posicin ante el auge
del conocimiento del pasado no emprico, no inferencial y sin intencin
de verdad actual que he venido denominando como memoria.66
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Es por ello que hoy el relato construido desde esa memoria rodea
al conocimiento histrico, auxiliado por ciertas polticas pblicas as
como por algunos productos mediticos televisivos y radiofnicos, y
se erige desafiante ante las puertas de la comunidad acadmica como
el caballo de los aqueos ante Troya. Ante esta situacin no debemos
conformarnos con alertar a la sociedad, como Laocoonte, sino debemos
actuar ante la penetracin progresiva de procesos cognitivos que hemos
englobado bajo el trmino memoria (dados, inmediatos, indudables,
producto de los recuerdos individuales o colectivos, sin crtica ni de
prueba) en la labor investigativa, docente y divulgadora de la historia.
Ante ese panorama, y desde el respeto y reconocimiento de
la memoria como aliada (por ejemplo, la Nmemohistoria de John
Assmann)67 o auxiliar en ocasiones, me opongo a aquellos que accediendo al pretrito a travs de procesos no empricos ni inferenciales,
as como carentes de intencin de verdad, otorgan validez histrica a
sus relatos (pseudohistricos). S, memoria e historia son narraciones
que nos aproximan al pretrito pero cada una est construida a partir
de un proceso cognitivo radicalmente diferente, como vimos al inicio
de esta disertacin. Por tanto, no solo me uno a Laocoonte y denuncio el riesgo de la memoria, sino que arengo a la Troya acadmica
para que mantenga cerradas sus puertas, se asle por un momento,
se repliegue en s misma para, inmediatamente, abrir sus puertas,
verse cara a cara con el caballo de la memoria y convertirse contra
todo pronstico en un Hctor victorioso.
He defendido ante ustedes la especificidad de la Historia frente al
cerco actual de diferentes accesos al pasado en la investigacin, la
docencia y la divulgacin del conocimiento histrico comprendidos
bajo el trmino de Memoria. No he defendido ms paradigma ni ms
postura metodolgica que la del quehacer histrico como un proceso
cognitivo emprico, inferencial, con intencin de verdad. Los debates
en torno a paradigmas y metodologas se los dejo a las grandes discusiones acadmicas, yo simplemente he explicitado y socializado mi
sencillo quehacer opuesto al crecimiento y solidificacin de constructos
pseudo-histricos, construidos en y desde la memoria, como historiador
profesional universitario en la Universidad Externado de Colombia.68
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han igualado la historia a una narracin literaria dinamitando el conocimiento acumulado y la intencin de verdad.
Jan Assmann, Moiss el egipcio (Madrid: Oberon, 2003).
Como expuse al inicio de esta disertacin, decid dirigirme a ustedes desde mi quehacer profesional que exiga la
exposicin pblica ante ustedes de mi posicin como investigador y docente universitario de historia ante el asedio
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Todo lo dicho hasta este momento no es nada nuevo. La introspeccin que he defendido no es ms que la revaloracin de la Historia
como ciencia (palabra que no pronunciado hasta el momento) y la
apertura no es ms que la reivindicacin de la historia como arte
(palabra que tampoco he pronunciado hasta este instante). Por tanto,
replegumonos como cientficos y mostrmonos como artistas para
combatir el auge de aquellos accesos al pasado actuales no empricos,
no inferenciales y carentes de intencin de verdad, englobados bajo la
etiqueta de la memoria, convertida en el refugio de un conocimiento
epidrmico, amnsico, vago, confuso, convertido en una tierra frtil
para la manipulacin. Cerrmonos y abrmonos para poder pronunciar,
con la mirada puesta en el futuro, las palabras de Vernica Wedwood
cuando afirmaba que la Historia es un arte, como las dems Ciencias.
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Bibliografa
Documentos y seriados
El pas, 11 de septiembre de 1997
Artculos y libros
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