Ensayo Sobre El Malestar en La Cultura
Ensayo Sobre El Malestar en La Cultura
Ensayo Sobre El Malestar en La Cultura
pequeez, para que la instancia psquica que ha llegado a llamarse "el yo" pueda
agregarse al ser.
Una confusin seguida de un desgarramiento es el comienzo de toda tpica posible,
puesto que una gran parte del ser nunca ser "yo", sino ello", inconsciente y casi
enemigo, el cual no podr realizar su aspiracin al placer sin excluir al "yo", sin lograr
que ste se disuelva y renuncie a sus fronteras; no otra cosa se debe concluir de uno
de los ms importantes descubrimientos de la tpica freudiana: el ello, el yo y el superyo slo se diferencian cuando se oponen. Hay un principio trgico en la formacin del
psiquismo humano, el hombre para ser consciencia tiene que oponerse a s mismo, a su
propia naturaleza, y por consiguiente tambin a la naturaleza ajena a l.
Esta tragedia tpica est, adems, inscrita sobre una tragedia dinmica y econmica;
el "yo" en sus orgenes no cuenta con fuerzas propias; la libido fluye a l desde el "ellonaturaleza", del que pretende diferenciarse. Durante toda la fase de su formacin el "yo"
es incapaz de procurar la aparicin del placer, o de evitar el dolor, sin el concurso de
fuerzas ajenas, no siempre disponibles o no siempre en capacidad de actuar en su auxilio.
Se instala pues el hombre desde el comienzo en una situacin de desamparo, y de
falta de autonoma, en la cual la libido de la que llegue a disponer y la dinmica de sus
impulsos y defensas dependen de las relaciones iniciales que haya tenido con otros.
Precisamente, sus primeras vivencias de confusin con lo externo a l, dentro de un
sentimiento de omnipotencia narcisista, lo protegen de ser destruido por una
confrontacin inmediata y brutal con la realidad fsica y social que lo rodea; al nacer, no en
la naturaleza sino en la cultura, el nio encuentra a su disposicin un "yo" materno, ya
formado, que asume en su lugar el manejo econmico y dinmico de sus intercambios con
el mundo.
Estos patrones no son formas evolutivas pasajeras sino estilos de funcionamiento que
dejan huellas permanentes, como todos sabemos. Pasar del "yo" ampliado al "yo"
restringido no es dar un paso de una edad a otra edad, sino cambiar un modo de
relacin con el mundo inspirado en la relacin dual con la madre, a un modo de relacin
sobredeterminado por la familia y la sociedad; es conformar un destino de acuerdo con las
vicisitudes de cada uno desde la infancia hasta la muerte.
Pero en ningn momento de la vida se pueden considerar superadas las dificultades
iniciales. Si, rehuyendo toda temporalizacin vulgar, debemos considerar que lo primitivo
coexiste con todo lo que se conquista posteriormente, como lo demuestra el psicoanlisis,
entonces lo psquico es el lugar de donde nada puede desaparecer jams; en
consecuencia tambin en la cultura, una de las formas de existencia de lo psquico, todo
se conserva de alguna manera y puede resurgir en cualquier instante que le sea favorable.
No hay proceso secundario sin proceso primario; el proceso primario, segn Freud, no
es otra cosa que un tratamiento del mundo y sus objetos que est de acuerdo con los
patrones originales de funcionamiento deseante; funcionamiento que busca una identidad
de percepcin con los objetos que una vez significaron la anulacin momentnea de una
carencia; carencia de objeto para una pulsin, carencia de fuerzas para obtener un
objeto que no se entregue por s mismo, carencia de instinto para responderle al objeto con
algo que no sea una interrogacin.
La carencia se constituy en necesidad de elaboracin por repeticin de una
2
experiencia frustrante, no por una falla del objeto sino por una falla del sujeto, que nunca
supo cual era su deseo.
Slo en la alucinacin, o en su forma atemperada de fantasa, se puede realizar la
repeticin anhelada, pues en la realidad no hay un slo objeto que pueda obturar una
carencia del hombre sin destapar otra.
Cuando un otro se propone l mismo como objeto, lo que produce en el sujeto es el
doloroso reconocimiento de su carencia de instinto para responder a esa entrega,
convirtindose as el objeto en problema; el hombre debe dar el largo rodeo del
pensamiento, debe producir un sistema secundario que en la interaccin con el primario,
responda por el sujeto ante el otro.
Si el deseo -por definicin inconsciente- se realiza mediante la alucinacin, agota las
cargas psquicas preconscientes, convirtiendo dicha realizacin directa del inconsciente
en lo consciente, en una amenaza para la supervivencia de lo psquico.
Pero si lo nico que nos puede dar la felicidad absoluta es la realizacin del deseo
inconsciente, entonces, por una deduccin rigurosa que Freud no se neg a extraer,
debemos afirmar que la felicidad plena, equivalente al logro de esa identidad
alucinatoria del objeto fantasma con el objeto percibido, es aniquiladora.
As lo experimentan los amantes que anhelan, como Tristn e Isolda, una noche
eterna de amor.
Desde el punto de vista del pensamiento, es decir, desde el punto de vista de la
cultura, tal felicidad no solamente no es posible, sino, ni siquiera deseable; desearla
equivaldra a desear no desear, por agotamiento del deseo en una regresin total.
Para que el deseo no se agote, en la descarga absoluta, el rodeo por lo
preconsciente, la representacin por el lenguaje de su objeto, es ineludible; por lo tanto
es ineludible la disminucin vivencial de la intensidad de realizacin en favor de la
perdurabilidad del deseo.
Por consiguiente la cultura no puede aspirar a otorgarle al hombre la felicidad, sin correr
el riesgo de destruirlo en su esencia.
No es casual que las tiranas pretendan autojustificarse como necesarias para la
felicidad que los hombres no saben darse a s mismos; todas las civilizaciones tirnicas
antiguas y modernas creen saber cules son los intereses del hombre, se sienten
intrpretes de sus necesidades.
La tirana del capital abstracto, estatal o privado, que se basa en un poder sobre el
trabajo (poder que se acrecienta con el mismo trabajo tiranizado, y con las necesidades
que crea), es precisamente la que ms ha difundido la ideologa de la felicidad como
meta humana por excelencia; contra ella hizo su radical desafo El hombre del
subsuelo" la inquietante novela en la que Dostoyevsky arrasa la filosofa del
pragmatismo ingls, quinta esencia de la ideologa capitalista, y de la cual Nietzsche
tambin se burlaba preguntndose qu enfermedad habr inspirado a este filsofo?.
Citamos:
"Pero cundo a travs de los siglos se dio por primera vez el caso de que el hombre
3
obrase solamente consultando su inters? no tienen valor alguno los millones de hechos
que atestiguan que los hombres a sabiendas, es decir, conociendo sus verdaderos
intereses les dan de lado y se arrojan a la ventura por otros senderos donde, sin que nadie
les haga fuerza se exponen a riesgos y peligros, como si deliberadamente quisiesen
desviarse del buen camino para trazarse adrede otro ms difcil y absurdo, que han de
buscar a tientas?". El mismo Dostoyevsky en el mismo texto da la nica respuesta
posible a su desafo.
..."no existir cierto inters ms principal que los otros, uno de esos intereses que
nadie hace cuenta, segn he dicho, y por los que sin embargo, es capaz el hombre de
arremeter, si es preciso, contra la razn, el honor, el sosiego, el bienestar; en una
palabra: contra cunto ms hermoso y til existe, con tal de alcanzar esa primordial
ventaja, la ms principal y preciada de todos, a sus ojos? ...Sabed que esa ventaja
presenta precisamente la particularidad de dar al traste con todas las clasificaciones y
dislocar todos los sistemas ideados por los amigos del gnero humano para procurarle
la dicha... Nuestro propio deseo, voluntario y libre; nuestro propio capricho, an el ms
alocado; la fantasa desatada hasta rayar en lo extravagante: he ah en qu consiste la
ventaja pasada por alto, el inters ms principal, que en ninguna clasificacin se incluye
y que manda a paseo todos los sistemas y teoras...Solo una cosa necesita el hombre:
Querer con independencia custele lo que le cueste... Pero, despus de todo el diablo
sabr lo que el hombre desea".
Unas dcadas ms tarde "el diablo", encarnado en Sigmund Freud, supo lo que el
hombre desea: el hombre desea la repeticin de una experiencia de satisfaccin frustracin, que al revelarse imposible mantiene el deseo, genera el sueo, incuba la
fantasa, produce el pensamiento, el arte, y todo lo que llamamos cultura.
En otras palabras, la imposibilidad de la satisfaccin convierte la pulsin en deseo.
En deseo de qu? En deseo de saber sobre el deseo, responde una bella conclusin
de Piera Aulagnier; deseo inagotable de un conocimiento imposible; deseo organizador
del aparato psquico, origen de todos los dems aparatos estructurados como civilizacin y
cultura.
Tanta imposibilidad, tanto desamparo, tanta necesidad de proteccin, nos vinculan
inevitable- mente a figuras idealizadas de la autoridad; esa vinculacin se convierte
inmediatamente en fuente de nuevos problemas, puesto que surge el requerimiento de
una mediacin entre la autoridad y el deseo.
El "yo" al convertirse en sede de la mediacin queda convertido en sede de la angustia;
vivencia de la nueva imposibilidad, la de reconciliar lo inconciliable.
Tal mediacin "yoica" nos puede conducir a los ms altos logros de la ciencia y del
arte, e igual - mente al fanatismo, a la credulidad y a la supersticin.
Se justifica un razonable pesimismo al comprobar que el hombre puede construir un
gran edificio social para protegerse, y sin embargo, de si mismo nunca lograr protegerse
del todo.
Dentro del proceso de mediacin el "yo" crea, con una porcin de agresividad reprimida,
segn lo expuesto por Freud, el "super-yo"; esta nueva instancia, construida con fuerzas
prestadas al "ello", en cualquier momento dinmico puede aliarse con esas fuerzas,
4
guiada por la reminiscencia; por lo tanto la felicidad no es descarga de una tensin que
hace cesar un estado de displacer, sino algo que involucra todas nuestras instancias
psquicas.
La felicidad es episdica porque corresponde a un momento de reconocimiento, en
el cual el pasado se realiza en un presente que absorbe lo vivido; es un tiempo
intensificado que reproduce simultneamente la percepcin del objeto perdido, la
inevitabilidad de la prdida y la irrecuperablidad del objeto originario; es el tiempo en que
sabemos, como el poeta, que slo "robamos de paso un placer clandestino/ que
exprimimos con fuerza como una vieja naranja"; tiempo, por consiguiente, abierto hacia el
hasto que "en un bostezo devorara el mundo", y que hace exclamar a Goethe, para
confirmar a Baudelaire, que "nada es ms difcil de soportar que una serie interminable de
das hermosos".
Al comentar esta paradoja de su poeta preferido Freud dice que tal vez Goethe
exagera, pero todos sabemos que no es una exageracin, es una imagen condensada de
la felicidad y el hasto en la metfora del da hermoso; lo hermoso tiene que ser
perecedero, pues la insistencia de la percepcin destruye la ilusin de identidad con el
objeto original.
En otras palabras: la belleza es una promesa de felicidad que no se cumple nunca;
en su cumplimiento se realizara la caducidad del objeto y del sujeto; en la continuidad
temporal la caducidad se inscribe en el preconsciente bajo la forma del hasto.
El artista al convertir la pasin originaria en un culto de la imagen y de la forma. es el
nico que logra fijar el objeto en su evanescencia, adquiriendo as un control sobre la
muerte que le da un poder sobre el destino; tal como lo afirma Freud al aprobar la tcnica
de vida intelectual y artstica como la nica posibilidad metapsicolgica de escapar a la
falsa oposicin placer- displacer.
Freud afirma que de las relaciones con otros seres humanos emana un sufrimiento
ms doloroso que cualquier otro. pero la verdad es que ese sufrimiento no slo es el
ms d oloroso sino el nico que puede tenerse en cuenta en un anlisis metapsicolgico
del pesimismo; el sufrimiento de la enfermedad y el producido por las catstrofes
naturales slo tiene sentido a la luz de las relaciones humanas.
La idea de la muerte es sufrimiento, pero no la muerte como un hecho fsico; ms an,
nos atrevemos a afirmar que el hombre es el nico ser que sobrevive largamente al
perodo necesario para la reproduccin de su especie, porque una vez se comprometi
con el objeto a hacerlo sobrevivir sobreviviendo; la supervivencia humana es tambin una
cuestin de deseo y es afectada por todo lo que concierne al deseo, nica fuente posible
de sufrimiento propiamente humano.
El hombre es el nico ser para quien no solamente su cuerpo es fuente de gozo y de
sufrimiento sino tambin el cuerpo del otro; el nico que vive la muerte del otro como su
propia muerte, aun- que lo reprima casi siempre; por eso la civilizacin instaura un manejo
colectivo de la muerte que sigue las mismas pautas que traza el obsesivo en la esfera
privada para hacer de la muerte no una amenaza de desintegracin sino una promesa de
eternidad.
El neurtico obsesivo, nos ensea el psicoanalista francs Serge Leclaire (La Muerte
en la Vida del Obsesivo), se quiere eternizar como objeto falo de la madre.
6
que la descarga masiva de la libido, producida por una satisfaccin absoluta de las
pulsiones, destruira el aparato psquico.
Antes de tener el nombre Freud habra descrito el proceso; el triunfo de la muerte en el
psiquismo cuando la compulsin de repeticin se impone, logrando una regresin total al
placer originario; triunfo del hasto, rey y seor del mundo moderno, con su corte de
violencia, estupefacientes y perversiones.
No es posible rehuir la verdad de que toda psicologa es psicologa social; el aparato
psquico del ente colectivo es la cultura; est dotado de las mismas fuerzas, instancias y
defensas que el del psiquismo individual.
Nos atreveramos incluso a rectificar, no el pensamiento de Freud sino cierta manera de
expresarlo, diciendo que la cultura no surge de la represin de instintos poderosos en el
hombre, sino que es la sustitucin obligada de instintos muy dbiles e inespecficos, los
cuales a travs de ella logran una potenciacin verdaderamente inaudita tanto en el
campo ertico como en el campo tantico.
El abrazo universal al que aspira la sinfona coral de Beethoven, y en la vertiente
tantica la destruccin universal de la bomba de neutrones de la Superpotencia, no
pueden ser resultado de una represin, sino de una multiplicacin de los instintos bsicos.
El orden y el sistema de la ciencia para el bien y para el mal, para curar y para
matar, para producir y para destruir, para sembrar y para exterminar, no es acaso la
reinvencin, no por la cultura sino en la cultura, de aquello que les permite a los
animales tener una respuesta preparada para cada situacin que enfrentan en relacin
con su supervivencia y su reproduccin? Nos da todo esto la impresin de un gigantismo
de las pulsiones logrado por su transformacin en cultura.
Precisamente Freud dedica los dos ltimos captulos del "Malestar en la Cultura al
examen del problema de la agresividad y del sentimiento de culpa, porque es ah donde el
gigantismo y deformacin de lo instintivo en lo cultural ms seriamente nos amenaza como
especie y como comunidad, e incluso como mundo y naturaleza.
Dicho texto sustenta la tesis de que el superyo es generado por la renuncia a la
agresividad contra el padre; como el superyo no est disociado del yo, no puede ignorar
que se trata de una renuncia a la accin mortal, no de la intencin mortal; de tal ignorancia
imposible brota el sentimiento de culpabilidad y la necesidad de castigo, manifestada por
el yo frente al superyo; a su turno, esta necesidad de castigo provoca toda suerte de
actos que puedan conducir al castigo real que alivie el sentimiento de culpabilidad.
Es una tesis brillante y correcta, lgica y psicolgicamente hablando, pero tiene el
inconveniente de ser presentada como el resultado de un anlisis que parte del supuesto
de una agresividad natural muy intensa, que tuvo que ser domeada por las primitivas
formas culturales para lograr la convivencia entre los hombres hasta un grado que hiciera
posible el utpico precepto de ama tu prjimo como a ti mismo.
Decimos que es inconveniente esa presentacin, porque nos crea arduos problemas
para explicar por qu en el reino animal la agresividad ms feroz nunca es dirigida contra
los congneres, sino en casos muy especficamente determinados por el comportamiento
instintivo, (por ejemplo en la rivalidad por las hembras y, mucho ms ocasionalmente por
la reparticin de la presa o por jefatura de la manada); en cambio en los seres humanos,
12
14