Ensayo Sobre El Malestar en La Cultura

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ENSAYO SOBRE "EL MALESTAR EN LA CULTURA"

Metapsicologa del Pesimismo1


Oscar Espinosa Restrepo - Mdico Psicoanalista

El descubrimiento del inconsciente desemboca,


inevitablemente, en un examen psicoanaltico de la cultura, porque la cultura es el origen
del hombre; el hombre no surge de la mutacin gentica de un antropoide sino de una
serie de accidentes y condiciones que transformaron la naturaleza en cultura para permitir
la supervivencia de una especie que librada a sus meros recursos biolgicos habra
desaparecido rpidamente de la faz de la tierra.
Fruto de esa imposibilidad de existencia, el hombre es en s mismo una ilusin; es
un ser que lleg a saber de la posibilidad de su no existencia, porque en una serie infinita
de momentos el mundo dej de ser estmulo para convertirse en percepcin de
dificultad, percepcin de una carencia instintiva que lo obligaba a inventar la vida a partir
de la muerte entrevista. La conciencia es desde sus albores, en el individuo y en el
conjunto humano, una respuesta a una debilidad que hace la vida imposible si no se
transforma en ilusin, ms an, en verdadera alucinacin de posibilidad.
Habr visto la luz en toda la eternidad de la naturaleza otro ser que durante tan largo
tiempo no pueda convertir sus pulsiones en acciones sobre el mundo sino en
alucinaciones? Habr existido otro ser que durante tanto tiempo dependa de la accin
de sus progenitores para sobrevivir? Otro ser que durante tanto tiempo no tenga fuerzas
para atacar sino imaginacin para odiar?
Al contestar estas preguntas, Freud encontr que todo en el hombre es engaoso e
ilusorio, pero que eso es precisamente lo que lo constituye como tal hombre.
La Investigacin psicoanaltica denuncia como engaosa la consciencia misma de
nuestro propio yo; esta denuncia establece que la consciencia primaria, la consciencia
originaria, es un difcil trabajo de diferenciacin, de demarcacin frente a lo que no es yo;
tarea infinita y para siempre inconclusa; un "yo-todo" omnipresente tiene que volverse
"parte", en una dolorosa inversin que debe afrontar el sujeto humano para constituirse;
se tiene que percibir a s mismo como una minscula porcin, no solamente de la
naturaleza en general, sino tambin de su propia naturaleza individual; tiene que pasar
del "sentimiento ocenico descrito por Roman Rolland, al sentimiento de soledad y
1

Ponencia presentada en el Congreso sobre la Cultura organizado por el Movimiento Freudiano


Internacional en la ciudad de Roma, enero 29-31 de 1982

pequeez, para que la instancia psquica que ha llegado a llamarse "el yo" pueda
agregarse al ser.
Una confusin seguida de un desgarramiento es el comienzo de toda tpica posible,
puesto que una gran parte del ser nunca ser "yo", sino ello", inconsciente y casi
enemigo, el cual no podr realizar su aspiracin al placer sin excluir al "yo", sin lograr
que ste se disuelva y renuncie a sus fronteras; no otra cosa se debe concluir de uno
de los ms importantes descubrimientos de la tpica freudiana: el ello, el yo y el superyo slo se diferencian cuando se oponen. Hay un principio trgico en la formacin del
psiquismo humano, el hombre para ser consciencia tiene que oponerse a s mismo, a su
propia naturaleza, y por consiguiente tambin a la naturaleza ajena a l.
Esta tragedia tpica est, adems, inscrita sobre una tragedia dinmica y econmica;
el "yo" en sus orgenes no cuenta con fuerzas propias; la libido fluye a l desde el "ellonaturaleza", del que pretende diferenciarse. Durante toda la fase de su formacin el "yo"
es incapaz de procurar la aparicin del placer, o de evitar el dolor, sin el concurso de
fuerzas ajenas, no siempre disponibles o no siempre en capacidad de actuar en su auxilio.
Se instala pues el hombre desde el comienzo en una situacin de desamparo, y de
falta de autonoma, en la cual la libido de la que llegue a disponer y la dinmica de sus
impulsos y defensas dependen de las relaciones iniciales que haya tenido con otros.
Precisamente, sus primeras vivencias de confusin con lo externo a l, dentro de un
sentimiento de omnipotencia narcisista, lo protegen de ser destruido por una
confrontacin inmediata y brutal con la realidad fsica y social que lo rodea; al nacer, no en
la naturaleza sino en la cultura, el nio encuentra a su disposicin un "yo" materno, ya
formado, que asume en su lugar el manejo econmico y dinmico de sus intercambios con
el mundo.
Estos patrones no son formas evolutivas pasajeras sino estilos de funcionamiento que
dejan huellas permanentes, como todos sabemos. Pasar del "yo" ampliado al "yo"
restringido no es dar un paso de una edad a otra edad, sino cambiar un modo de
relacin con el mundo inspirado en la relacin dual con la madre, a un modo de relacin
sobredeterminado por la familia y la sociedad; es conformar un destino de acuerdo con las
vicisitudes de cada uno desde la infancia hasta la muerte.
Pero en ningn momento de la vida se pueden considerar superadas las dificultades
iniciales. Si, rehuyendo toda temporalizacin vulgar, debemos considerar que lo primitivo
coexiste con todo lo que se conquista posteriormente, como lo demuestra el psicoanlisis,
entonces lo psquico es el lugar de donde nada puede desaparecer jams; en
consecuencia tambin en la cultura, una de las formas de existencia de lo psquico, todo
se conserva de alguna manera y puede resurgir en cualquier instante que le sea favorable.
No hay proceso secundario sin proceso primario; el proceso primario, segn Freud, no
es otra cosa que un tratamiento del mundo y sus objetos que est de acuerdo con los
patrones originales de funcionamiento deseante; funcionamiento que busca una identidad
de percepcin con los objetos que una vez significaron la anulacin momentnea de una
carencia; carencia de objeto para una pulsin, carencia de fuerzas para obtener un
objeto que no se entregue por s mismo, carencia de instinto para responderle al objeto con
algo que no sea una interrogacin.
La carencia se constituy en necesidad de elaboracin por repeticin de una
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experiencia frustrante, no por una falla del objeto sino por una falla del sujeto, que nunca
supo cual era su deseo.
Slo en la alucinacin, o en su forma atemperada de fantasa, se puede realizar la
repeticin anhelada, pues en la realidad no hay un slo objeto que pueda obturar una
carencia del hombre sin destapar otra.
Cuando un otro se propone l mismo como objeto, lo que produce en el sujeto es el
doloroso reconocimiento de su carencia de instinto para responder a esa entrega,
convirtindose as el objeto en problema; el hombre debe dar el largo rodeo del
pensamiento, debe producir un sistema secundario que en la interaccin con el primario,
responda por el sujeto ante el otro.
Si el deseo -por definicin inconsciente- se realiza mediante la alucinacin, agota las
cargas psquicas preconscientes, convirtiendo dicha realizacin directa del inconsciente
en lo consciente, en una amenaza para la supervivencia de lo psquico.
Pero si lo nico que nos puede dar la felicidad absoluta es la realizacin del deseo
inconsciente, entonces, por una deduccin rigurosa que Freud no se neg a extraer,
debemos afirmar que la felicidad plena, equivalente al logro de esa identidad
alucinatoria del objeto fantasma con el objeto percibido, es aniquiladora.
As lo experimentan los amantes que anhelan, como Tristn e Isolda, una noche
eterna de amor.
Desde el punto de vista del pensamiento, es decir, desde el punto de vista de la
cultura, tal felicidad no solamente no es posible, sino, ni siquiera deseable; desearla
equivaldra a desear no desear, por agotamiento del deseo en una regresin total.
Para que el deseo no se agote, en la descarga absoluta, el rodeo por lo
preconsciente, la representacin por el lenguaje de su objeto, es ineludible; por lo tanto
es ineludible la disminucin vivencial de la intensidad de realizacin en favor de la
perdurabilidad del deseo.
Por consiguiente la cultura no puede aspirar a otorgarle al hombre la felicidad, sin correr
el riesgo de destruirlo en su esencia.
No es casual que las tiranas pretendan autojustificarse como necesarias para la
felicidad que los hombres no saben darse a s mismos; todas las civilizaciones tirnicas
antiguas y modernas creen saber cules son los intereses del hombre, se sienten
intrpretes de sus necesidades.
La tirana del capital abstracto, estatal o privado, que se basa en un poder sobre el
trabajo (poder que se acrecienta con el mismo trabajo tiranizado, y con las necesidades
que crea), es precisamente la que ms ha difundido la ideologa de la felicidad como
meta humana por excelencia; contra ella hizo su radical desafo El hombre del
subsuelo" la inquietante novela en la que Dostoyevsky arrasa la filosofa del
pragmatismo ingls, quinta esencia de la ideologa capitalista, y de la cual Nietzsche
tambin se burlaba preguntndose qu enfermedad habr inspirado a este filsofo?.
Citamos:
"Pero cundo a travs de los siglos se dio por primera vez el caso de que el hombre
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obrase solamente consultando su inters? no tienen valor alguno los millones de hechos
que atestiguan que los hombres a sabiendas, es decir, conociendo sus verdaderos
intereses les dan de lado y se arrojan a la ventura por otros senderos donde, sin que nadie
les haga fuerza se exponen a riesgos y peligros, como si deliberadamente quisiesen
desviarse del buen camino para trazarse adrede otro ms difcil y absurdo, que han de
buscar a tientas?". El mismo Dostoyevsky en el mismo texto da la nica respuesta
posible a su desafo.
..."no existir cierto inters ms principal que los otros, uno de esos intereses que
nadie hace cuenta, segn he dicho, y por los que sin embargo, es capaz el hombre de
arremeter, si es preciso, contra la razn, el honor, el sosiego, el bienestar; en una
palabra: contra cunto ms hermoso y til existe, con tal de alcanzar esa primordial
ventaja, la ms principal y preciada de todos, a sus ojos? ...Sabed que esa ventaja
presenta precisamente la particularidad de dar al traste con todas las clasificaciones y
dislocar todos los sistemas ideados por los amigos del gnero humano para procurarle
la dicha... Nuestro propio deseo, voluntario y libre; nuestro propio capricho, an el ms
alocado; la fantasa desatada hasta rayar en lo extravagante: he ah en qu consiste la
ventaja pasada por alto, el inters ms principal, que en ninguna clasificacin se incluye
y que manda a paseo todos los sistemas y teoras...Solo una cosa necesita el hombre:
Querer con independencia custele lo que le cueste... Pero, despus de todo el diablo
sabr lo que el hombre desea".
Unas dcadas ms tarde "el diablo", encarnado en Sigmund Freud, supo lo que el
hombre desea: el hombre desea la repeticin de una experiencia de satisfaccin frustracin, que al revelarse imposible mantiene el deseo, genera el sueo, incuba la
fantasa, produce el pensamiento, el arte, y todo lo que llamamos cultura.
En otras palabras, la imposibilidad de la satisfaccin convierte la pulsin en deseo.
En deseo de qu? En deseo de saber sobre el deseo, responde una bella conclusin
de Piera Aulagnier; deseo inagotable de un conocimiento imposible; deseo organizador
del aparato psquico, origen de todos los dems aparatos estructurados como civilizacin y
cultura.
Tanta imposibilidad, tanto desamparo, tanta necesidad de proteccin, nos vinculan
inevitable- mente a figuras idealizadas de la autoridad; esa vinculacin se convierte
inmediatamente en fuente de nuevos problemas, puesto que surge el requerimiento de
una mediacin entre la autoridad y el deseo.
El "yo" al convertirse en sede de la mediacin queda convertido en sede de la angustia;
vivencia de la nueva imposibilidad, la de reconciliar lo inconciliable.
Tal mediacin "yoica" nos puede conducir a los ms altos logros de la ciencia y del
arte, e igual - mente al fanatismo, a la credulidad y a la supersticin.
Se justifica un razonable pesimismo al comprobar que el hombre puede construir un
gran edificio social para protegerse, y sin embargo, de si mismo nunca lograr protegerse
del todo.
Dentro del proceso de mediacin el "yo" crea, con una porcin de agresividad reprimida,
segn lo expuesto por Freud, el "super-yo"; esta nueva instancia, construida con fuerzas
prestadas al "ello", en cualquier momento dinmico puede aliarse con esas fuerzas,
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ponerse al servicio del proceso primario y conducir al ser a la autodestruccin.


El "yo", que tena bastante dificultad con el ello, conquista una nueva dificultad; la
religin y otras prcticas culturales de masas son la expresin mxima de tal dificultad.
Al seguir la lnea trazada por Freud en Psicologa de las Masas y Anlisis del Yo,
concluimos que aquel deseo de saber, del que habla Piera Aulagner, se ver
principalmente afectado por esta nueva imposibilidad; se convertir en deseo de ser
consolado y este ltimo deseo a su turno engendrar religiones y partidos.
El hombre suele hacer de la necesidad virtud, se autoidealiza y proyecta esa
autoidealizacin en el cielo, en una ideologa o en un lder; en vez de correr el riesgo de
alucinar, fantasear, o pensar el objeto, se hace del "superyo un objeto perfecto
(omnisapiente, omnipresente, omnipotente) en relacin con el cual se agota todo deseo;
adems, una vez constituido podemos exporta tal "super- yo" hacia el lder o la
institucin, y el yo" se ve libre de tener que vrselas tanto con una autoridad propia
como con un deseo propio.
El arte y la ciencia son difciles; sus practicantes, en vez de promover magnas
porciones del narcisismo a la posicin de objetos divinizados - que asume nuestros
riesgos en nombre de la providencia o del programa o lnea de un partido - corren el
riesgo de crear verdaderos objetos sustitutivos de los originarios, pero no sustitutivos del
deseo y de sus complicaciones.
El artista vive en su creacin todas las peripecias del goce, pero tambin de la renuncia
y del sufrimiento que son el clima del deseo.
Con justa razn Freud coloca la religin, y nosotros agregaramos los partidos y los
gobiernos, entre el arte y la droga, a la cual define como anestsico de las dificultades que
suscita la relacin con un objeto.
El pesimismo freudiano no radica por consiguiente en el descubrimiento del malestar
en la cultura, sino en el descubrimiento de que el hombre necesita un remedio para ese
malestar; tal demanda de remedio alimenta la exigencia de encontrar una finalidad
trascendente para la vida, la cual enemista al hombre con la verdad y alimenta la ideologa
de un sujeto libre y autnomo; sujeto que al ignorar las causas que lo mueven a actuar
pierde toda posibilidad de modificarlas.
La idea de remedio corresponde a la idea de un programa de vida ordenado por el
principio del placer y bsqueda de la felicidad, que Freud, como Dostoyevsky, considera
no realizable; "pues todo el orden del universo se le opone y an estaramos por afirmar
que el plan de la creacin no incluye el propsito de que el hombre sea feliz.
Frente a esta aspiracin imposible del hombre a la felicidad y la consiguiente
intolerancia al sufrimiento, Freud, a veces, busca explicaciones no metapsicolgicas: nos
habla de factores constitucionales, de tensiones, necesidades y descargas; pero eso no
constituye su pensamiento de fondo.
La aspiracin a la felicidad es un fenmeno eminentemente cultural, vale decir
metapsicolgico; segn el mismo Freud, es la realizacin del deseo de repetir la identidad
de percepcin con el objeto perdido, identidad que no puede darse sino como alucinacin
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guiada por la reminiscencia; por lo tanto la felicidad no es descarga de una tensin que
hace cesar un estado de displacer, sino algo que involucra todas nuestras instancias
psquicas.
La felicidad es episdica porque corresponde a un momento de reconocimiento, en
el cual el pasado se realiza en un presente que absorbe lo vivido; es un tiempo
intensificado que reproduce simultneamente la percepcin del objeto perdido, la
inevitabilidad de la prdida y la irrecuperablidad del objeto originario; es el tiempo en que
sabemos, como el poeta, que slo "robamos de paso un placer clandestino/ que
exprimimos con fuerza como una vieja naranja"; tiempo, por consiguiente, abierto hacia el
hasto que "en un bostezo devorara el mundo", y que hace exclamar a Goethe, para
confirmar a Baudelaire, que "nada es ms difcil de soportar que una serie interminable de
das hermosos".
Al comentar esta paradoja de su poeta preferido Freud dice que tal vez Goethe
exagera, pero todos sabemos que no es una exageracin, es una imagen condensada de
la felicidad y el hasto en la metfora del da hermoso; lo hermoso tiene que ser
perecedero, pues la insistencia de la percepcin destruye la ilusin de identidad con el
objeto original.
En otras palabras: la belleza es una promesa de felicidad que no se cumple nunca;
en su cumplimiento se realizara la caducidad del objeto y del sujeto; en la continuidad
temporal la caducidad se inscribe en el preconsciente bajo la forma del hasto.
El artista al convertir la pasin originaria en un culto de la imagen y de la forma. es el
nico que logra fijar el objeto en su evanescencia, adquiriendo as un control sobre la
muerte que le da un poder sobre el destino; tal como lo afirma Freud al aprobar la tcnica
de vida intelectual y artstica como la nica posibilidad metapsicolgica de escapar a la
falsa oposicin placer- displacer.
Freud afirma que de las relaciones con otros seres humanos emana un sufrimiento
ms doloroso que cualquier otro. pero la verdad es que ese sufrimiento no slo es el
ms d oloroso sino el nico que puede tenerse en cuenta en un anlisis metapsicolgico
del pesimismo; el sufrimiento de la enfermedad y el producido por las catstrofes
naturales slo tiene sentido a la luz de las relaciones humanas.
La idea de la muerte es sufrimiento, pero no la muerte como un hecho fsico; ms an,
nos atrevemos a afirmar que el hombre es el nico ser que sobrevive largamente al
perodo necesario para la reproduccin de su especie, porque una vez se comprometi
con el objeto a hacerlo sobrevivir sobreviviendo; la supervivencia humana es tambin una
cuestin de deseo y es afectada por todo lo que concierne al deseo, nica fuente posible
de sufrimiento propiamente humano.
El hombre es el nico ser para quien no solamente su cuerpo es fuente de gozo y de
sufrimiento sino tambin el cuerpo del otro; el nico que vive la muerte del otro como su
propia muerte, aun- que lo reprima casi siempre; por eso la civilizacin instaura un manejo
colectivo de la muerte que sigue las mismas pautas que traza el obsesivo en la esfera
privada para hacer de la muerte no una amenaza de desintegracin sino una promesa de
eternidad.
El neurtico obsesivo, nos ensea el psicoanalista francs Serge Leclaire (La Muerte
en la Vida del Obsesivo), se quiere eternizar como objeto falo de la madre.
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En la civilizacin todos nos eternizamos en instituciones y edificaciones, petrificamos el


barro deleznable que somos y lo convertimos en metal y duracin; pero el barro se resiste
a dejarse convertir en oro, el barro quisiera sobrevivir como barro, sufre de tener que ser
oro para poder sobrevivir; ese sufrimiento es tambin un excelente motivo para un sano
pesimismo que apruebe el deseo del barro de seguir siendo barro contra la tirana del
metal y su eternidad inhumana , que pretende representar los intereses humanos; para
poder ser oro el barro tendra que renunciar al deseo en beneficio del principio de la
realidad.
Sin embargo, al hombre as como no le es posible la realizacin total del deseo
tampoco le es posible la renuncia total a l; lo nico que le es posible como lo explica
pertinentemente Freud, es domear sus deseos porque la no realizacin de las pulsiones
inhibidas es menos dolorosa que la de las no inhibidas; mas el hombre no olvida nunca
que slo de una pulsin indmita podra obtener un placer absoluto an al precio de la
muerte.
Hay pues tambin una buena razn econmica para el pesimismo: el carcter
irresistible que alcanzan los impulsos perversos" y la seduccin que ejerce lo prohibido
en general".
Lo prohibido es seductor para el hombre porque su economa libidinal es de tal
naturaleza que slo puede llegar a tener pasiones indmitas como efectos de la
prohibicin; no habra deseo sin prohibicin y tampoco Inconsciente, ni proceso primario ni
secundario, es decir no habra cultura ni seres humanos.
Podramos dejar de ser pesimistas ante un ser que se establece sobre un tal juego
dinmico y econmico, que hace de la prohibicin, vale decir de la dificultad y de la
adversidad, su origen?
Un ser al que todo lo que se le prohbe lo vuelve deseo y lo eterniza?
La civilizacin prohbe el deseo de destruir y al hacerlo se convierte a si misma en
objeto de ese deseo.
Todo deseo exige un trabajo, genera un trabajo como el del sueo, una serie de
construcciones que lo hagan posible; el hombre no puede destruir sin construir y
viceversa.
Una civilizacin o una cultura no pueden ser destruidas sino por otra cultura, an el
anarquismo y el nihilismo no pueden pretender destruir la cultura oficial sin ofrecerse
ellos como propuesta cultural y solucin social; los anarquistas para lograr sus fines
tendran que hacer un gran trabajo y derivar de l sus grandes y pequeas
satisfacciones, adems del sufrimiento, sin el cual no se sentiran vivir.
Nunca la civilizacin por perfeccionada que llegase a ser, podra generar en nosotros
esos instintos cuya carencia suscita la duda sobre nuestra posibilidad de existencia; tal
duda es matriz del deseo y del trabajo necesario para buscar su realizacin, ella implica
de por s un nihilismo, una negacin, que tambin exige un trabajo de pensamiento.
La duda y la negacin al buscar su representacin en el preconsciente, contribuyen a
producir dicho preconsciente, quedan inscritas en la tpica y por consiguiente utilizadas
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como fuerzas dinmicas de la cultura.


Pensamos que este trabajo necesario al servicio de Eros y/o de Tnatos, explica
metapsicolgicamente por qu el trabajo productor de la cultura, incluido por Freud en el
concepto de sublimacin, llega a ser un fin en s mismo y el gran paliativo de los
sufrimientos provocados por la misma cultura.
Freud incluso nos hace la promesa de que si se sabe acrecentar el placer del trabajo
psquico e intelectual... el destino poco puede afectarnos... porque las satisfacciones de
esta clase, como la que el artista experimenta en la creacin, en la encarnacin de sus
fantasas, la del investigador en la solucin de sus problemas y en el descubrimiento de la
verdad, son de una calidad especial que seguramente podremos caracterizar algn da en
trminos metapsicolgicos".
El camino para esta metapsicologia lo haba abierto en verdad Dostoyevsky al escribir
las Memorias del subsuelo, y al plantear en ellas que el hombre slo ama la bsqueda,
no soporta el encuentro ni la culminacin, y prefiere la destruccin y el caos a vivir, en un
palacio de cristal.
As como el animal no podra vivir sin sus instintos, el hombre no podra vivir sin
deseo y el deseo solo se produce en el trabajo hacia su realizacin y no en la realizacin
misma; trabajo que no invent el hombre, ms bien el hombre fue inventado por tal trabajo,
por eso puede dar la vida por construir su casa, pero no habitar en ella, sino construir otra;
y no puede construir otra casa sin destruir la primera, se ve obligado a hacerlo.
El optimismo de los sistemas polticos, jurdicos o ticos, que quieren darle al hombre la
casa hecha, es pues antihumano.
El segundo paso decisivo lo haba dado ya el mismo Freud cuando descubri el trabajo
del sueo. Freud describe el trabajo sin sujeto que produce el sueo (La Interpretacin de
los Sueos 1900) y al hacerlo describe tambin el trabajo sin sujeto que produce al
hombre.
Veamos: "Esta parte de la elaboracin del sueo deja transparentarse mejor que
ninguna otra su motivacin, que es el intento de que el sueo resulte comprensible. El
descubrimiento de esta motivacin nos revela la procedencia de la actividad que a la
misma da origen, la cual se conduce con el contenido del sueo dado como nuestra
actividad psquica normal con cualquier contenido de una percepcin que se site ante
ella. Nuestra actividad psquica acoge dicho contenido empleando determinadas
representaciones previas y lo ordena ya, al percibirlo, entre hiptesis comprensibles. Ms
al hacerlo as, corre el peligro de falsearlo, y cae, efectivamente, en los ms singulares
errores, cuando no puede situarlo al lado de algo conocido"...
"Aquellos sueos que han experimentado esta elaboracin por parte de una actividad
psquica totalmente anloga al pensamiento despierto pueden denominarse bien
compuestos...
Para la construccin de la fachada del sueo se emplean con frecuencia fantasas
optativas que se hallan ya formadas en las ideas latentes y que son del mismo
gnero que las que conocemos por pertenecer a nuestra vida despierta".
Queda claro en el texto anterior el alcance del descubrimiento de Freud (el destacado
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es nuestro) y queda claro que la neurociencia contempornea no contradice a Freud,


como sostienen algunos cientficos que no lo han ledo, sino que lo confirma, como
sostienen otros neurocientficos que s lo han ledo.
Es tal la situacin del hombre en el mundo que todo objeto que se ofrezca a sus
sentidos, le plantea un interrogante sobre su ser y sobre su existencia que slo se
puede resolver por un intenso trabajo, el cual, adems, la mayora de las veces lo
engaa; es un trabajo que no puede detenerse ni cuando el cuerpo se entrega al reposo,
pues sin elaborar todo lo que el da le aport como estmulo e interrogacin el hombre casi
no podra dormir; y si no lo hiciera despierto, ya no podra ni vivir; trabajo de las
pulsiones y con las pulsiones, imposibles de satisfacer porque ni siquiera conocen su
objeto, que las convierte en deseos optativos que tienen, estos s, la posibilidad de
reinventar objetos para sus fines.
El psiquismo humano no es otra cosa que un trabajo de elaboracin y de conversin de
los instintos en deseos; trabajo siempre orientado hacia la coincidencia de un futuro
deseado con un pasado imaginado; cuando futuro y pasado logran encontrarse en el
presente, se realiza el deseo; al mismo tiempo quedamos oscura y profundamente
insatisfechos. Sera bueno recordar a este propsito la extraordinaria pelcula de Luis
Buuel: Ese Oscuro Objeto del deseo.
Declararnos satisfechos sera casi lo mismo que declararnos muertos, pero para esa
declaracin tambin necesitamos un otro, pues el saber sobre la muerte es otra
imposibilidad que nos asalta, segn la citada, ya varias veces, Piera Aulagnier.
No estamos hechos slo de imposibilidad, tambin de inutilidad; todo lo realizado se
torna intil para seguir viviendo, que es la ltima pretensin del deseo.
El arte y la ciencia asumen orgullosamente tanto su imposibilidad como su inutilidad; la
moral social, por el contrario, quiere rebajar nuestras metas hacindolas posibles, pero ella
misma quiere lo imposible, pues quiere convertirnos en animales tiles.
Sin embargo cmo sacar un animal til de un animal cuyo nico objeto heredado y
verdaderamente instintivo es el seno de la madre, que slo vive en funcin de la huella
mnmica de ese objeto original y de las huellas o marcas que dicho objeto imprimi en su
propio cuerpo, con el plan de re-encontrarlo siempre en un futuro que se le deshace entre
las manos?
Verdaderamente, la nica posibilidad de un ser soador de nacimiento y condenado
por destino a la repeticin de la carencia originaria, es el arte, y su nico trabajo
realizador es el trabajo crea dor, o mejor, re-creador del objeto.
Freud no da simplemente un remedio al aconsejar el trabajo creador; nos seala una
tcnica de la vida humana que realiza su misma esencia.
Freud propone que aquella misma verdad que fundamenta su pesimismo puede ser un
"remedio"; porque la nica verdadera desgracia es que el hombre no pueda asumir la
verdad, ni, mucho menos, producirla, porque entonces la cultura en vez de ser filosofa y
arte se plasma en la forma religiosa, en la forma de ideales sociales que terminan siempre
siendo opresores.
Pero hay una forma artstica que toma directamente de la vida humana su tcnica de
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tratar la verdad: es la Tragedia Griega; en la Tragedia se cristaliza el dolor del drama


humano y queda expuesto como msica y poesa, haciendo intervenir la esttica como
una mediadora entre la verdad y el espectador, que se ve as protegido de los efectos
destructores del sufrimiento del hombre; es una especie de destilacin mtica del
sufrimiento que permite aceptarlo como un destino consubstancial a la vida misma.
Este remedio enrgico que nos proporcionaron los griegos al inventar la tragedia como
gnero literario, y despus de ellos Shakespeare, Racine, Goethe -tambin Schopenhauer
desde el punto de vista filosfico - y algunos pintores romnticos desde la perspectiva de
las artes plsticas, es un remedio que opera, segn Aristteles, como una catarsis y
no solamente como un consuelo, porque a travs de la identificacin con el hroe que
lucha con el destino, magnifica en vez de anestesiar nuestra capacidad para sufrir y
aprobar el dolor y la muerte; es una droga para almas fuertes.
Pero la novela es un remedio ms universal porque en su estructura no se concentra y
cristaliza una verdad destacada sobre un fondo mtico sino que da libre curso a todos los
matices de la verdad, incluyendo lo ridculo y lo tonto que hay en la vida, adems de lo
heroico y pasional; su lgica es ms acorde con la gramtica de los sueos y con el
trabajo de elaboracin de los mismos, pues su meta no es entusiasmar y acrecentar las
potencias humanas sino, como la del trabajo preconsciente, hacerse comprender y hacer
admitir el deseo y el fantasma en la vida cotidiana.
La novela nos convence y nos consuela - como un sueo "bien compuesto"- de un
deseo que agota sus posibilidades de realizacin en la mera representabilidad escnica;
tambin nos consuela de la muerte, que no se agota en la representacin (su obra
culminara slo con el radical dejar de ser para si, pues para otros seguiremos siendo an
despus de muertos).
No es la novela droga enrgica, pero si de efecto ms seguro y prolongado; a ella
se suman como formas de administrar la verdad otros ejercicios artsticos y filosficos
claramente concordantes con su estructura, tales como la msica que se ha compuesto
desde Bach hasta nuestros das; pero sobre todo la pintura de los impresionistas, en la
que se da una tendencia, tan fuerte- mente desarrollada como en la novela, a decirlo todo,
a no privilegiar ningn tema, a no desechar nada de lo humano y su entorno; es
verdaderamente una pintura reconciliadora con la verdad y por ello fuertemente
consoladora de la imposibilidad de lograr la identidad de percepcin con el objeto perdido.
En filosofa la verdad se reviste, desde los griegos hasta los pensadores
contemporneos, con una concepcin estoica del hombre y la civilizacin, esta filosofa es
un sistema de acceder a la verdad por medio de la desidealizacin, quitndole su poder
destructor con la belleza del rigor lgico; cuando no por la irona y el reconocimiento de su
imposibilidad.
Estos ltimos y grandes remedios han sido transformados, por obra y gracia de la
dialctica histrica, en motivos de un mximo pesimismo sobre el destino humano; es el
pesimismo que destila una civilizacin que convirti toda produccin en produccin de
poder; la produccin de un arte popular, no en el sentido de producido por el pueblo sino
para el pueblo, como un artculo de consumo y de gran mercado, ha sido explotada en
todas sus posibilidades comerciales e ideolgicas; el arte y la filosofa se usan como
instrumentos para convencer a las grandes masas de que la trivialidad y tontera de sus
vidas es la verdad misma y que no se debe buscar otra. Fue oportunsimo remedio cuando
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la religin comenzaba a fallar como gran potencia tranquilizadora y amortiguadora del


malestar cultural.
El arte prefabricado es droga pura, de carcter estupefaciente; uno de sus efectos ms
aterradores es que los artistas, despojados de un pblico propicio a la verdad, han
introyectado toda la hostilidad del ambiente y la han vuelto contra sus propios
sentimientos, llegando a los lmites de la antimsica, la antipintura, la antiliteratura;
recurso nihilista para luchar contra el poder que se a - propi de dichos instrumentos;
convierten su propio horror y su propia abyeccin en el objeto ltimo del arte. Nos
preguntamos hasta dnde habra llegado el pesimismo de Freud, si hubiera contemplado
a qu grado de reasimilacin por la ilusin podran caer los que l consider grandes
remedios, incluyendo el psicoanlisis mismo? El problema radica en que la verdad nunca
puede dejar de ser un modificador de nuestros mdulos existenciales y la sociedad actual
no slo quiere la conservacin de esos mdulos sino la multiplicacin ampliada al mismo
ritmo de la del capital gobernante.
La verdad de su imposibilidad transform la pulsin en deseo, el sexo en Eros, la
agresividad en Tnatos; todo en bsqueda de una repeticin, igualmente imposible; se
convirti lo cotidiano, a travs del arte, en una elaboracin del fantasma y en una
expresin de lo episdico de la felicidad posible.
Si se promueve como se hace actualmente, la necesidad y la satisfaccin por va del
consumo acelerado, la estructura misma de la cultura es la que se derrumbar y algn da
el hombre tendr que volver a conquistar el fuego.
El motivo fundamental del pesimismo de Freud surge as a plena luz: es muy triste
que el hombre hubiese necesitado religin teniendo arte.
Nosotros tenemos la obligacin de ser ms pesimistas pues teniendo psicoanlisis no
slo inventa nuevas religiones sino que hace de la ignorancia un culto; con lcida razn
Aldous Huxley habla de una "voluptuosidad de la ignorancia y de una relacin
inversamente proporcional entre la intensidad de la vida mental y la intensidad del
consumo. El hombre del consumo es definido como un ser que careciendo de
pensamientos con los que distraerse, necesita adquirir aquellas cosas que pueden
ocupar su puesto; incapaz de viajar mentalmente, necesita ir de un lado a otro por la
realidad. En una palabra constituye el consumidor ideal, el consumidor en gran escala de
los productos y de los transportes".
Todo hombre que no se ajuste a este modelo no slo es improductivo para la
civilizacin capitalista sino inmoral y perverso; est contaminado por el deseo de sacarle
la lengua a los edificios de cristal", de afirmarse en su capricho contra sus intereses
determinados socialmente, como el hombre del subsuelo dostoyevskyano.
La civilizacin que en busca de una ms grande concentracin del poder, vuelve a
poner en vigencia el principio del placer se tropieza con el hasto, ante la imposibilidad de
crear nuevos placeres; el hasto es una reversin del dominio de Eros sobre el afecto en
beneficio de Tnatos; abre la puerta a la violencia y a la destruccin.
Freud ya en el estudio de la psicologa de los procesos onricos, en los albores del
psicoanlisis, sealaba el peligro de que el impulso regresivo del deseo sobrepase los
lmites de la huella mnmica; aunque en ese entonces todava no haba elaborado la
teora del instinto de muerte, es evidente que ese peligro radicaba para l en el hecho de
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que la descarga masiva de la libido, producida por una satisfaccin absoluta de las
pulsiones, destruira el aparato psquico.
Antes de tener el nombre Freud habra descrito el proceso; el triunfo de la muerte en el
psiquismo cuando la compulsin de repeticin se impone, logrando una regresin total al
placer originario; triunfo del hasto, rey y seor del mundo moderno, con su corte de
violencia, estupefacientes y perversiones.
No es posible rehuir la verdad de que toda psicologa es psicologa social; el aparato
psquico del ente colectivo es la cultura; est dotado de las mismas fuerzas, instancias y
defensas que el del psiquismo individual.
Nos atreveramos incluso a rectificar, no el pensamiento de Freud sino cierta manera de
expresarlo, diciendo que la cultura no surge de la represin de instintos poderosos en el
hombre, sino que es la sustitucin obligada de instintos muy dbiles e inespecficos, los
cuales a travs de ella logran una potenciacin verdaderamente inaudita tanto en el
campo ertico como en el campo tantico.
El abrazo universal al que aspira la sinfona coral de Beethoven, y en la vertiente
tantica la destruccin universal de la bomba de neutrones de la Superpotencia, no
pueden ser resultado de una represin, sino de una multiplicacin de los instintos bsicos.
El orden y el sistema de la ciencia para el bien y para el mal, para curar y para
matar, para producir y para destruir, para sembrar y para exterminar, no es acaso la
reinvencin, no por la cultura sino en la cultura, de aquello que les permite a los
animales tener una respuesta preparada para cada situacin que enfrentan en relacin
con su supervivencia y su reproduccin? Nos da todo esto la impresin de un gigantismo
de las pulsiones logrado por su transformacin en cultura.
Precisamente Freud dedica los dos ltimos captulos del "Malestar en la Cultura al
examen del problema de la agresividad y del sentimiento de culpa, porque es ah donde el
gigantismo y deformacin de lo instintivo en lo cultural ms seriamente nos amenaza como
especie y como comunidad, e incluso como mundo y naturaleza.
Dicho texto sustenta la tesis de que el superyo es generado por la renuncia a la
agresividad contra el padre; como el superyo no est disociado del yo, no puede ignorar
que se trata de una renuncia a la accin mortal, no de la intencin mortal; de tal ignorancia
imposible brota el sentimiento de culpabilidad y la necesidad de castigo, manifestada por
el yo frente al superyo; a su turno, esta necesidad de castigo provoca toda suerte de
actos que puedan conducir al castigo real que alivie el sentimiento de culpabilidad.
Es una tesis brillante y correcta, lgica y psicolgicamente hablando, pero tiene el
inconveniente de ser presentada como el resultado de un anlisis que parte del supuesto
de una agresividad natural muy intensa, que tuvo que ser domeada por las primitivas
formas culturales para lograr la convivencia entre los hombres hasta un grado que hiciera
posible el utpico precepto de ama tu prjimo como a ti mismo.
Decimos que es inconveniente esa presentacin, porque nos crea arduos problemas
para explicar por qu en el reino animal la agresividad ms feroz nunca es dirigida contra
los congneres, sino en casos muy especficamente determinados por el comportamiento
instintivo, (por ejemplo en la rivalidad por las hembras y, mucho ms ocasionalmente por
la reparticin de la presa o por jefatura de la manada); en cambio en los seres humanos,
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despus de milenios de cultura, la ferocidad casi es un privilegio de las relaciones entre s.


Nosotros queremos aventurar la hiptesis de que as como la pulsin sexual
reproductora es convertida, gracias al rodeo cultural e intelectual del deseo, en el
poderoso Eros, capaz de procrear un mundo, as tambin, gracias al mismo rodeo cultural
e intelectual, la agresividad simplemente competitiva por la vida y por la hembra fue
convertida en una divinidad no menos poderosa que Eros, capaz de destruir al mundo.
El inconsciente desea la muerte del padre; la prohibicin de realizar esa muerte es la
gnesis del superyo y del sentimiento de culpa; pero eso se da en la cultura y no
contra la cultura; la agresividad y el deseo que el padre prohbe, son suscitados por la
misma prohibicin, es decir, por la cultura; la inspiracin y la represin se dan en un
mismo acto, acto cultural por excelencia, acto originario de la cultura: la prohibicin, que
convierte a la naturaleza en intelecto.
Freud dice que el hombre conquist el fuego cuando resisti el deseo de orinarse en l,
y tiene toda la razn; pero nos atrevemos a preguntarle, podra el hombre haber sabido
de su deseo de orinarse en el fuego antes de prohibrselo a si mismo?; adems, el
saber sobre el fuego no slo permite dominar el fuego, tambin convierte al hombre en
incendiario.
Las pulsiones, imprecisas, carentes de instrumentos eficaces para lograr sus fines,
carentes incluso de objetos definidos genticamente por su mismo polimorfismo y
deficiencia adaptativa, debieron ser prohibidas en beneficio de la supervivencia de unos
seres especialmente mal dotados para la existencia; esa prohibicin, que obliga a dar un
rodeo por la representacin, por la institucin, por la palabra, cre el psiquismo; es decir,
el deseo de vivir y el deseo de morir, el deseo de amar y el deseo de matar, deseo de
construir y deseo de destruir; la cultura no es ms que ese mismo psiquismo en su
dimensin colectiva, lo cual equivale a decir: en su dimensin gigantesca.
La represin no aniquil, ni inhibi, ni empequeeci el instinto, lo transform en otra
cosa mucho ms terrible, mucho ms gozosa, representada por los griegos en sus dioses,
verdaderas encarnaciones mticas de los deseos de un pueblo veraz; el yo represor
tampoco queda indemne en el proceso, puede transformarse en el gran proveedor de las
normas, de las formas y de las leyes de la esttica, como el no menos griego Apolo, o en
el vengativo Dios judaico-cristiano del pacto, de la alianza, de los mandamientos, que
intercambia proteccin absoluta contra sumisin absoluta, Dios que inspira la culpa y la
expiacin y las representa en la figura del hijo enviado al sacrificio.
Podemos confiar en nosotros mismos, seres necesitados de semejantes rodeos y
deificaciones o demonificaciones para poder existir? Indudablemente no; es posible que
sobrevivamos, pero el malestar que expresa nuestra dificultad para lograrlo, sobrevivir
con nosotros. Ese malestar nos es consubstancial, porque se deriva de la consciencia o
mejor de la preconsciencia de que si alguna vez llegamos a amar al prjimo como a
nosotros mismos es porque tambin lo podemos odiar y matar como a nosotros mismos.
El malestar es la consciencia hipertrofiada de que somos el prjimo, el semejante, sin el
cual nuestra dotacin instintiva no nos producira la existencia.
Toda cultura expresa una determinada manera de amar al semejante y de odiar al
semejante como a nosotros mismos; una determinada manera de proyectar una instancia
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imaginaria dotada de nuestros deseos magnificados y de nuestra agresividad omnipotente


para poblar con ella la tierra, el cielo y el universo entero.
Pesimismo y optimismo se derrumban como pareja contradictoria en nuestro anlisis
metapsicolgico, porque ni econmicamente, ni dinmicamente, ni tpicamente el
hombre podr dejar de ser lo que es: una lucha perpetua contra la dificultad de existir
tanto en la naturaleza como en la cultura.

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