Cuento XLV
Cuento XLV
Cuento XLV
Una noche muy oscura, pues los que son amigos del delito actan siempre en la
oscuridad, aquel hombre se dirigi a casa de un comerciante. Cuando lleg a la puerta, el
diablo se la abri, as como el arca, con lo que consigui un buen botn.
Otro da cometi un hurto mayor, y despus otro, hasta que se hizo tan rico que ya no
se acordaba de la pobreza en que haba vivido. Pero, como aquel desdichado no se senta
contento por haber salido de la penuria, sigui robando cada vez ms; y tanto rob que
acab en la crcel.
Al verse prendido, llam a don Martn, para que le ayudase. Don Martn lleg en
seguida y lo sac de la prisin. Viendo el hombre que el diablo cumpla su palabra,
comenz a robar como al principio, haciendo muchos ms robos, hasta el extremo de que
lleg a ser muy rico.
Una vez, cuando estaba cometiendo un robo, fue sorprendido y lo llevaron a la crcel.
El hombre invoc a don Martn, pero este no vino tan rpidamente como la vez anterior,
sino cuando ya los jueces del lugar haban iniciado sus indagaciones sobre el delito.
Cuando don Martn lleg, le dijo el hombre:
-Ay, don Martn! Cunto miedo he pasado! Por qu habis tardado tanto?
Le contest don Martn que estaba resolviendo otros asuntos muy importantes y que
por eso haba tardado ms, pero en seguida lo sac de la prisin.
El hombre volvi a sus robos y, como robaba tanto, fue encarcelado -171- otra vez.
Practicadas las diligencias, los jueces lo sentenciaron. Esta vez don Martn lo sac del
peligro, pero cuando ya haba sido juzgado y condenado.
El hombre volvi a robar porque comprob que don Martn siempre vena en su
ayuda. Pero de nuevo lo cogieron y lo encarcelaron y, aunque llam a don Martn, este no
vino. Tanto se demor que el hombre fue juzgado y condenado a muerte, y slo entonces
lleg don Martn, que apel al rey, librndolo as de la prisin y devolvindole la libertad.
De nuevo volvi a robar y otra vez fue encarcelado. Llam a don Martn, que no vino
hasta que ya lo haban condenado a la horca. Cuando el hombre suba al cadalso, apareci
don Martn y el hombre le dijo:
-Ay, don Martn! Que esto no es una broma, pues he pasado mucho miedo!
Le contest don Martn que l traa consigo 500 maravedes en una bolsa, que se los
diera al juez y de este modo quedara libre. El juez ya haba ordenado que lo ahorcasen,
pero no encontraban la soga; mientras la buscaban, llam el hombre al juez y le entreg la
bolsita con el dinero. Pensando el juez que le entregaba 500 maravedes, dijo a las gentes
que all estaban:
-Amigos, se ha visto alguna vez que falte soga para ahorcar a un hombre?
Ciertamente, este hombre debe de ser inocente, pues Dios no quiere que muera y, por eso,
nos falta la soga. Dejmoslo para maana, y veremos su caso con ms calma; porque, si es
culpable, no nos faltar tiempo para ejecutar la sentencia.
El juez haca esto para liberarlo, por el dinero que crea que le haba entregado.
Cuando aplazaron su ejecucin, el juez se fue a un lugar retirado y abri la limosnera,
donde esperaba encontrar los 500 maravedes; pero slo encontr una soga, y no el dinero.
Apenas vio esto, lo mand ahorcar.
Cuando ya iban a colgarlo, vino don Martn y el hombre le pidi que le ayudase; pero
don Martn le contest que siempre socorra a sus amigos hasta verlos en aquel lugar.
As perdi su vida y su alma aquel desdichado, por confiar en el demonio y
obedecerlo. Pues debis tener por cierto que jams nadie, que haya credo en sus promesas
o confiado en l, ha tenido buen fin; mirad, si no, a todos los que hacen ageros, o echan
suertes, a los adivinos, a quienes invocan al demonio, a los que hacen encantamientos o
practican la magia, y veris que siempre acaban muy mal. Acordaos, si no me creis, de
lvar -172- Nez y de Garcilaso, que tanto confiaron en ageros y en encantamientos, y
de cmo terminaron para su desdicha.
Vos, seor Conde Lucanor, si queris llevar buena vida y salvar el alma, confiad en
Dios, depositad en l vuestra esperanza y esforzaos cuanto pudiereis, que l os ayudar.
Pero no creis ni confiis en ageros, ni en cosas parecidas, pues, de cuantos pecados
existen, este es el que ms ofende a Dios y el que ms aleja a los hombres de su Creador.
El conde vio que este era un buen consejo, obr segn l y le fue muy bien.
Como don Juan vio que este cuento era muy bueno, lo mand escribir en este libro e
hizo estos versos que dicen as:
Mala muerte le espera, mala vida le aguarda
al que en Dios no confa, ni goza en su esperanza.