Las Columnas Morris

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Carlos Garca Rodrguez

Las columnas Morris

A quien me relea

PRLOGO
Decir que este libro representa un diez por ciento
de inspiracin y el resto de transpiracin no se corresponde con la realidad. Es cien por cien remocin de las
cenizas que quedaron.
Mientras escribo, siento vanamente que algo importante me est sucediendo y, a fuerza de repetir lo
que hubiera tenido que ser, me parece imposible que
no haya sido.
Las palabras fluyen y le van dando a mi relato ese
toque de mediocridad que tiene la realidad.

LOS TRBOLES DE CUATRO HOJAS

Tuvieron que pasar varios das para que comprendiera que aquellos trboles de cuatro hojas me haban
cambiado la vida.
La cuestin que se me planteaba era: Los encontr
por casualidad o me buscaron ellos a m?
Veamos.
En los jardines de la avenida Foch, donde hace esquina con Raymond Poincar, haba un banco verde
en el que tena la intencin de sentarme. Coloqu mi
cazadora de cuero en el respaldo que resbal hasta caer
al jardn que haba detrs. Cuando quise recogerla, sent que algo tiraba de ella hacia abajo. Fuerzas telricas?, me dije. Cualquier explicacin me hubiera valido
porque mi cerebro se haba atrofiado en aquel pattico
estado en que me encontraba. En realidad, se haba
enganchado una manga a uno de los aros metlicos que
conformaban la bordura del jardn. Nada de anormal
haba en el asunto, por tanto, pero a m todo lo que no
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fueran mis propios pensamientos me pareca extraordinario. El caso fue que, al liberarla, observ que los
trboles, que haba debajo, tenan todos cuatro hojas.
Reaccion como caba esperar de m: busqu uno de
tres para quitarle protagonismo a los otros. Me cost
encontrarlo. Uno. Solo haba uno en aquel rincn trebolado. Lo arranqu, agarr su peciolo entre el pulgar
y el corazn, chasque los dedos y sali dando vueltas
por el aire como un helicptero a la deriva. Fue a caer
encima de la mata donde creci. Con la savia escurrida. Y como era el nico que haba de tres, a los otros,
todos iguales, se les acab la magia. O fue lo que pens en aquel momento. A fin de cuentas, nunca cre en
sus poderes, y no me iba a meter uno en el zapato o en
el bolsillo para que cambiara mi suerte, aun siendo lo
perra que era en aquel momento.
Sin otras contemplaciones, me sent en aquel banco verde bajo un olmo siberiano. Un olmo siberiano?
Qu pintaba un olmo siberiano en aquel entorno? Tena su explicacin. Me lo contaron paseando romnticamente por all. Al parecer, en una poca lejana Napolen III tuvo que ver con ello, se plantaron en la
avenida hermosos rboles de todas partes para acompaar a las magnficas residencias. La zona se convirti
as en un verdadero arboreto.
El rbol no daba sombra porque no haba salido el
sol. El cielo estaba tan gris como lo estaba mi alma. Mi
presente era gris, tendra que decir. Mi alma que cada
cual piense de la suya lo que quiera es como el agua
limpia: incolora, inodora e inspida. Y pesa veintin
gramos. Aunque, cuando uno anda deprimido, llega a
pesar el doble que el cuerpo. Y entonces s que se puede
decir que es gris. Como el plomo. Y huele a recuerdos.
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Y sabe a bacalao con patatas. Al menos, la ma sabe a


bacalao con patatas que es lo que menos me gusta de
todo porque me dan arcadas con tan solo olerlo.
Me haba sentado en aquel banco verde para vigilar
la mansarda del tercer edificio por la izquierda de la
avenida Raymond Poincar. En ella viva un matrimonio con su hijo. Mi relacin con ellos haba sido estupenda hasta que se rompi. Hubo una historia de amor
y de cuernos viceversos que nos distanci para siempre.
A m me toc la peor parte del asunto.
Las ventanas estaban cerradas y no era lo usual. Les
gustaba tenerlas entornadas para que entrara el aire,
pero no me hubiera extraado que las tuvieran cerradas
para que no se escapara el gas.

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LAS VESPASIENNES

Cuando sal de la estacin de Lyn, esperaba encontrarme con un mayor fulgor. Pero el cielo y los edificios
presentaban un velo gris, elegante y melanclico.
Llegu en tren desde Grenoble, donde estuve cursando electrnica. Haba cambiado mi matrcula a la
facultad de ciencias de Orsay porque los estudios no me
iban tan bien como hubiera deseado. Me dijeron que
me resultara mucho ms fcil en Pars. Y all estaba.
(Ms fcil o no, el caso fue que aquel cambio provoc que quisieran cortarme los vveres en casa. La capital
francesa era sinnimo de pecado. Me cost, pero les
convenc para que me dieran una ltima oportunidad.)
Haba alquilado una buhardilla en una agencia inmobiliaria de la capital alpina y hasta ella me dirig en
metro desde la estacin.
Se me cay el alma a los pies cuando la vi.
Las dimensiones de la mansarda chambre de bonne, como se les llamaba no eran calculables en me13

tros cuadrados sino en fumigables pulgadas. As de mal


estaban las cosas. Una cama bajo un techo inclinado,
un lavabo, un armario de tela, una mesa, una silla y un
infernillo era todo lo que haba. Ah, una reproduccin
del Crepsculo en Venecia colgaba de una pared sin
saber muy bien qu pintaba all. Mi nica alegra fue
contemplar la punta de la torre Eiffel por la ventana.
No deshice la maleta y sal corriendo de all para
perderme por Pars. Llevaba apuntada la direccin:
6 rue Saint Ferdinand, Paris, XVe arrondissement.
Nunca se saba lo que poda pasar. Y la cartera la met
dentro del eslip. Por si las moscas.
Mi calle desembocaba en la Grande Arme, una de
las doce avenidas que salen del Arco de Triunfo. Llam
mi atencin una suerte de nave espacial que haba en la
acera de enfrente. Del mismo color que los tanques de
la segunda guerra mundial. A base de la pintura que sobr en alguna parte o que olvidaron las huestes Hitler.
Imagin bien de qu se trataba, aunque nunca pens
que pudiera dar tanto el cante. Se trataba de una de las
vespasiennes de que me habl Georges en Grenoble.
Georges era un mdico que me extirp un quiste
que me sali donde les sale a los violinistas. Por eso no
me import tanto. Me tomaban por msico que fue lo
que siempre quise ser pero que los curas donde estudi
no me permitieron porque era cosa de nias. Los muy
maricones. Es lo que ms les reprocho.
Georges, el cirujano, tambin era maricn. Ca en
sus garras sin caer del todo.
Me explico.
Georges era de eyaculacin tremendamente precoz.
Creo que se corra con solo pensar que se iba a correr.
Me tocaba por encima del pantaln. Nada ms. No le
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daba tiempo a otra cosa. Y lo de la tristeza postcoital


resultaba ser tan angustioso para l como el sentimiento de culpa que experimentaba. Cmo habra sido la
experiencia si le hubiera dado tiempo a ms? No lo
quiero ni pensar.
Con l aprend lo de las vespasiennes. Pero no me
dijo gran cosa sobre ellas respetando mi bajo grado
de homosexualidad. Bajo porque, en Grenoble, estuve
enamorado de Outi, una finlandesa preciosa a quien lo
mismo le daba yo que todos los dems. Me acost con
ella una vez y me pas como a Georges conmigo.
Estuve con otras mujeres, pero mayores que yo.
Esas s que me hicieron gozar. La madame Mariat,
como la llamaban, que trabajaba en el ayuntamiento,
me haca unas felaciones asombrosas, y no tena que
agacharse mucho porque era un peln jibosa.
(Tan verdad es lo que cuento como que lo estoy contando. Por qu iba a decirlo si no?)
Pero estbamos hablando de las vespasiennes.
El emperador Vespasiano las ide. Eran los urinarios que recogan la orina de los romanos sobre la que
se cargaba un impuesto a quienes hacan un uso comercial de ella. Adobar los cueros, aclarar las telas y
todas esas cosas.
Pecunia non olet era el lema del emperador.
Subiendo por la avenida, haba otra. Era tambin
circular. Pas por su lado y la estudi con detenimiento. Por debajo de la chapa perforada decorativa o
estratgicamente?, que ni llegaba al suelo ni tocaba
el tejadillo de cristal opaco, se podan ver los pies de
los tres meones que la ocupaban. Muy maricn tuvo
que ser quien las dise de tal manera para que quien
se metiera en el centro tuviera que pasar por detrs de
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los otros dos. Y ya se sabe lo que puede pasar.


Tuve que desmentir a Vespasiano porque apestaba.
Sala de ella un riachuelo de orina con varios afluentes.
Repugnante. Incomprensible.
Formaban parte del glamour parisino?
Bien que en ellas no se pudiera vaciar el vientre, la
cag de verdad quien las dispers por todas partes.
Y, sin embargo, aquellas vespasiennes, o pissotires
como se les llamaba tambin, formaban parte del encanto de Pars. Con el mismo derecho que las fuentes
Wallace que abastecan de agua potable a los viandantes, las bocas del metro de Hector Guimard o las
columnas Morris donde se colocaba la publicidad.
El Pars ms hedonista meaba en mitad de la calle.
Cuando lleg la noche, pude comprobar para mi desencanto que a la Ciudad de la Luz le vena grande su
sobrenombre. Que hubiera sido la primera en iluminar
sus calles no la haca la ms esplendorosa. No se referira a la Ilustracin quien la bautiz as?

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LA FAMILIA BARRIER

En el tren que me llevaba a Orsay, mi primer da de


clase, me coloqu al lado de la ventanilla. Frente a m,
se sentaba un muchacho que estaba a lo suyo. Tena
cara de muy buena persona. Pero cmo es la cara de
una persona muy buena? Porque algunos te dan gato
por liebre, me dije. Vete t a saber. Lo de ser bueno o
malo depende del cristal con que se mire. O de lo que
te pueda interesar el otro.
Sucede con frecuencia que la atraccin suele ser ms
intensa cuanto ms indigno es su receptor. Cuntas
veces le he dado yo mi alma al diablo! Un diablo con
una buena cola entre las piernas, y nada ms.
Tener cara de mala persona no es bice para poder
ligar. Ni de buena persona tampoco.
Me estoy haciendo un lo.
Lo que quiero decir es que no porque el muchacho
del tren tuviera cara de buena persona me lo quisiera
ligar. Nada ms lejos.
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No cruzamos una sola palabra. Me dijeron en Grenoble que desconfiara de los parisinos, pero no saba
hasta qu punto, de verdad que no. Solo cuando nos
dirigimos andando a la facultad, le pregunt que a qu
curso iba y, como iba al mismo que yo, hicimos el camino juntos. Me dijo que el ro que bordebamos lo llamaban lYvette y no s cuantas cosas ms del lugar. Ah, s.
Me cont que Irne Curie, hija de los nobelados Curie y
nobelada ella tambin, tuvo que ver con la construccin
de aquel centro de fsica nuclear que dispona de un
sincrociclotrn de 160 MeV megaelectronvoltios.
(A qu viene tanta nomenclatura tcnica?, me pregunto. Pues, ni ms ni menos, que a darle ostentacin
a mi historia, aunque no tenga sentido ni inters.)
La vuelta tambin la hicimos juntos.
(Omito lo que pas en la facultad porque no aade
inters tampoco a lo que estoy contando.)
Casualmente, mi compaero de clase, que se llamaba Daniel, viva en la avenida Raymond Poincar y
prefera apearse en Maillot como yo que en Victor
Hugo para no hacer transbordo.
Nos hicimos muy amigos en nuestro commuting
diario como dicen los ingleses. Solo tuvo que pasar
una semana para que me invitara a comer a su casa.
Quedamos un sbado en la plaza Victor Hugo. En la
esquina de Ted Lapidus, el famoso couturier.
Su familia viva tambin en una mansarda. Una mansarda muy especial y grande. Tuvieron que unir varias
para hacer la de ellos.
Su padre era cocinero y su madre, doncella, en ms
sentidos que uno como comprobara ms tarde.
El padre no estaba. Me recibi la madre que tena
unos ojos azules esplndidos. Me recordaron los de
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Michle Morgan. Pareca muy contenta por el hecho de


que su hijo tuviera, por fin, un amigo. No sale con nadie,
es muy solitario, me dijo. A m me pasaba lo mismo, y
no haba de qu preocuparse.
Comimos hachis parmantier.
Ya lo haba probado en Grenoble, pero aquel estaba muy bueno. Sabes por qu se llama as?, me pregunt Daniel. Hachis es la carne picada, no? Eso es.
Parmantier fue quien propuso el consumo de la patata
cuando se consideraba incomestible.
A los postres, lleg el padre. Joseph se llamaba. Joseph Barrier. La madre, Franoise. Muy agradable el
tro. l pareca ms alegre que su hijo. Se asombr de
lo bien que hablaba yo francs. Conozco muchos espaoles y no me he encontrado con ninguno que lo hable
tan bien como usted. Trteme de t. Ya sabe usted lo
que se cuenta, me dijo.
Yo haba aprendido francs de pequeo. A los catorce aos, estuve en la universidad de Pau. En verano. Fui
all un par de veces. Por eso lo hablaba tan bien. Ningn
mrito. El cerebro tiene unas cajas con sonidos. Cuando uno se hace mayor, las cajas se llenan y no queda
sitio para ninguno nuevo. Por eso resulta complicado
aprender idiomas.
Joseph propuso una partida de belote. Ya haba jugado a este juego en Grenoble tambin. De todas maneras, era muy fcil. Se pareca mucho a nuestra brisca.
Fui pareja de Joseph. Ganamos. Era muy listo. Nos
entendimos a la perfeccin.

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IN FRAGANTI

Aquella tarde, haba salido a darme una ducha en


los baos pblicos que haba en la vecindad.
En las buhardillas, solo tenamos un retrete comunal en el pasillo. Ni agua haba tan siquiera en algunas.
En la ma, por fortuna, s. Quienes no la tenan salan
a buscarla a un rellano de la escalera donde haba un
grifo. As de glamurosas eran las entraas de Pars.
Entr en la avenida de la Grande Arme para doblar
luego por la calle Denis Poisson. Me llev una sorpresa
enorme. Vi entrar en la vespasienne del otro lado a Joseph. Esper a que terminara para saludarle. A punto
estaba de cruzar la ancha calle, cuando le vi salir acompaado de un muchacho.
No se entra solo en un urinario y se sale acompaado porque s, verdad? Me di la vuelta para que no me
viera. Por pudor. Tan fcil es acostarse con el padre
de Daniel?, me pregunt.
Haba imaginado adoptarle como el padre que nun21

ca tuve, pero cambi de opinin enseguida. El padre que


hubiera querido para m tendra que haber tenido una
verga de verdad. Una verga til. Para hacer hijos y no
para meterla en cualquier sitio. De pequeo, siempre
quise vrsela a un padre para comprobar cmo tena
que ser para que fuera capaz de fabricar nios. Porque
la ma, por aquel entonces, solo serva para mear, y mal.
De pequeo, meaba la cama. No me duelen prendas decirlo. En casa, no era mucho problema porque
poda mudarme y me cambiaban las sbanas. Era en
el internado donde la cosa se complicaba. Dispona de
dos calzoncillos limpios a la semana. Cuando ocurra,
tena que pasarme el resto del da con ellos mojados.
Eran de algodn blanco y lo empapaban todo. La cama
la haca deprisa y corriendo para que nadie viera los
charcos de orina que no se secaban en varios das. Das
tormentosos aquellos. De los que guardo un recuerdo
ms bien horrible.
El caso fue que la imagen de Joseph saliendo del
urinario no se me iba de la cabeza. Me gustaba el buen
hombre? Ms que el Georges de Grenoble, s que s.
Pero no iba a estropear mi amistad con Daniel. Jams
de los jamases.
Pero, por ms que quise aparcar aquella visin, no
pude. Cuanto ms lo intentaba ms se revolva en mi
imaginacin. Qu clase de persona era Joseph para
hacer lo que haca? Estar casado y frecuentar las vespasiennes no dejaba de ser una perversin. Ligar de esa
manera no dejaba de ser una perversin a mi entender.
A raz de entonces, el mundo se dividi para m en
dos clases de personas: quienes meaban para aliviarse
y quienes se aliviaban meando.
Y si le hubieran visto su hijo o su mujer salir del
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urinario acompaado de alguien que ellos no conocan?


Tan lejos no vivan. Poda haberse dado el caso.
Deca Henry Miller lo supe tambin por el bueno
de Georges que deba de ser un placer orinar en las
vespasiennes contemplando a las hermosas mujeres
pasar. Inocente, el Miller. Poda ponerlo como excusa
Joseph si le cazaban? Sin duda alguna que no. Joseph
era un ser primitivo con la sola cultura que la vida le
dio, y dudo que hubiera ledo al escritor americano.
Pero, huelga decir que era un hombre de excusas crebles. De tonto no tena un pelo.

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LES HALLES

Me cans de estar sentado en aquel banco y me fui.


Pierre, un amigo de la facultad, trabajaba de conserje de noche en un hotel cercano al cementerio de Pierre
Lachaise para pagarse los estudios. Cuando me qued
sin casa, l me acogi all unos das. Como si fuera un
polizn. Los mos me han cortado los vveres, le dije.
Por qu no regresas?, me pregunt. Soy un desertor. Se me han terminado las prrrogas de estudiante.
Eres como el desertor de Boris Vian entonces. Seor
Presidente, no quiero ir a la guerra, no estoy en esta
tierra para matar a la pobre gente, me recit muy
seriamente.
Tena que abandonar el hotel porque peligraba su
puesto. As que me dirig hasta all para despedirme y
recoger mi maleta.
Me aconsej que fuera al centro de albergue de emergencia de la calle Baudricourt. No me pareci una buena idea. Ya me las arreglar, le dije.
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Dej la maleta en la consigna de la estacin de Austerlitz. La que va a Espaa. Y a otras muchas partes.
Se me hizo de noche camino de Les Halles. En la
plaza del Chtelet, los camiones hacan parada para
contratar a quienes iban a descargarlos. Quise hacerlo
yo tambin pero siempre se me adelantaba alguien.
Haba que saltar al estribo de la cabina para concretar
el precio con el conductor y no estaba yo en mi mejor
forma. Ni mucho menos.
Resignado, me adentr en el mercado.
Las alcachofas eran grandes como coliflores y los tomates lucan de un rojo intenso. Me apeteci comerme
uno. Ni corto ni perezoso, me acerqu a un montn de
cajas apiladas y, cuando quien pareca vigilarlas mir
hacia otra parte, cog uno enorme que sobresala en una
esquina. Me lo com en unos pocos bocados. Ms adelante haba melocotones. Eran espaoles como yo. Lo
pude leer en las cajas. Le ped uno al vigilante revelndole mi nacionalidad a la vez que sealaba lo escrito en
la madera. Me lo dio. Me dio dos. Otro para ms tarde.
Me adentr tanto, cuando ya el mercado bulla, que
me perd. Y me asust.
Busqu una salida al Sena. No la encontr en aquel
maremagno de frutas y verduras. Las calles estaban
atestadas de camiones y las mercancas tapaban las
aceras. El bulevar Sebastopol, que con toda seguridad
desembocaba en el ro, estaba completamente atascado.
Cuanto ms trataba de salir del mercado ms una riada
espantosa de puestos ambulantes me devolva a l.
Tir por una calle menos zarandeada donde unos
carniceros con delantales y gorros blancos descargaban
cuartos de vacas sangrantes, corderos esquilados, mitades de cerdos y toda una fauna muerta que pesaban
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antes de colgarla de unas barras muy altas. La salida


que por all encontr pareca llevarme a un infierno
peor. Y me di la vuelta.
El tomate y los melocotones, que haba comido casi
sin masticar, destemplaron mi estmago.
Sin saber muy bien cmo, llegu a la plaza del Chtelet. Beb agua en la fuente de la Victoria. Luego, aprovechando el desconcierto que haba en el Caf du Chtelet,
entr en el bao para hacer mis necesidades y lavarme
los dientes con el cepillo y la pasta que guardaba en un
bolsillo con cremallera de mi cazadora de cuero.
Tena pensado irme a dormir bajo un puente.
En una esquina de la plaza haba unos cartones que
me llev al ro. El Pont au Change estaba ocupado. Camin hasta el puente de Notre-Dame. Me enroll con
los cartones, y me qued dormido sin darme tiempo
tan siquiera a soar.
No estaba solo cuando me despert. Haba un pescador. Nos dimos los buenos das. Me desperec lo ms
educadamente que pude.
Qu tal la pesca? Nada, no he pescado nada. Qu
se puede pescar aqu? Se han llegado a pescar salmones, mire usted por dnde, me dijo.
El pescador pareca uno de esos paps con pene til.
Un tipo estupendo en la cuarentena. Mediana estatura.
Slido. Con una sonrisa limpia. Me habra sentido muy
a gusto bajo su proteccin. Ilusiones. Nadie en su sano
juicio querra estar con un vagabundo como yo.
Quieres venir a ayudarme?, me dijo. No contest
porque no saba por dnde iban los tiros. Estoy terminando de decorar un apartamento aqu al lado. Me
puedes echar una mano. Te lo voy a pagar.
Ms que el trabajo, me alegraba poder estar con l
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ms tiempo. As que acept. Por el camino, me invit


a desayunar. Caf con leche con media baguette untada de mantequilla. Y mermelada. De fresas. Un placer
despus de tanto tiempo.
Le cont mi infortunio a mi manera. Por qu no
vuelves a tu casa?, me dijo. Espero salir de esta. l no
pareca saber que, con penas de amor tan grandes como
la ma, la lgica dejaba de funcionar.
Le ayud a bajar escombros a la calle. Me sent muy
bien. El trabajo me dignificaba y, por un momento, olvid mi desventura.
Me invit a comer lo que traa en su fiambrera que
me supo a gloria. Patatas gratinadas y salchichn.
Te quieres duchar?
Era lo nico que me faltaba para sentirme como un
verdedero hombre.
Cuando estaba en la ducha, entr l en el bao con
dos toallas. Un bao majestuoso. Estaba desnudo. Yo
me voy a duchar tambin, me dijo. Puedo? Corr la
mampara y se meti dentro. Compartimos la ducha
como si fuera lo ms natural del mundo. Nos enjabonamos mutuamente. Su cuerpo sacaba mucha espuma
con su pelo rizado. Tienes hijos?, le pregunt. Dos,
me dijo. Su pene til me hizo soar. Lo cog con las
dos manos y lo enjabon profusamente. Sus testculos
tambin. No eran muy grandes. Ya se sabe: testculos grandes, polla pequea. Me agach para comrsela
en seal de agradecimiento? cuando el jabn ya
se haba ido. Pero l me levant, cogindome por las
axilas, para darme un beso en la boca. Con ms amor
que el que me cupo esperar. Me gustas mucho, me dijo.
Y t a m.
Salimos de la ducha y nos secamos el uno al otro. Sin
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dejar de besarnos. Luego, me cogi de la mano. Ven,


me dijo. Y fuimos a una habitacin donde haba una
cama enorme. La ms grande que haba visto nunca.
Nos metimos dentro de las sbanas. Como si furamos
amantes de toda la vida. Nos abrazamos. Luego hicimos
como que dormamos. Para sentir con ms fuerza lo
que no iba a durar ms que un suspiro.
Eres muy guapo, me dijo. Te llevara conmigo, pero
estoy casado. Vivo en las afueras. En Monfort lAmaury.
Yo, en Hiroshima, pens para m.

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EL CENTRO DE ACOGIDA

El centro de acogida tena el olor y el color de lo que


poda bien ser un hospicio.
Despus de rellenar un formulario en la recepcin,
me asignaron una cama en una sala enorme donde ya
haba varias personas durmiendo. Me dijeron que la
entrada era a las cinco de la tarde y la salida a las cinco
de la maana, y que a los quince das tena que abandonar el lugar.
Me tumb en la parte superior de una litera. Pens en el albail. Me dije que los dos, unidos por una
casualidad, no hubiramos podido fundirnos en uno
as como as. Hubiera hecho falta mucha paciencia,
buena voluntad y un divorcio, cuando menos. Era un
modo de consolarme porque me habra ido con l sin
pensrmelo. Y hubieran desaparecido mis desventuras.
Arreglando casas.
Sin haberme dado cuenta de su llegada, me encontr
con un hombre de rostro desapacible cuando me di la
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vuelta en el colchn. Una cicatriz. Fue lo primero que


vi. Una cicatriz enorme le surcaba el rostro. Tena pinta
de argelino. Me miraba con insistencia.
Eres muy guapo, sabes?, me dijo. No le contest.
A ver si ahora iban a tener razn los franceses cuando
dicen que, si se pierde un amor, se encuentran diez.
Aunque aquel ms que amor me daba miedo. Vienes?,
me pregunt. Se alej haciendo una seal con la cabeza
para que le siguiera. Me puse boca abajo. A dnde
me quera llevar? Me entr pnico. Se notaba que yo
era homosexual porque haba estado haciendo el amor
poco antes con un hombre? Sin lugar a dudas que no.
Seguramente, el supuesto argelino confunda atractivo
con homosexualidad. Y le daba la razn. No es lo que
todos pensamos?
Pareci olvidarme. Me alegr.
Dorm vestido porque las sbanas picaban que daba
gusto. Mis pantalones eran de tergal y no se arrugaban.
Seguramente no so. Tan triste era mi situacin que
ni los sueos me daban una tregua.
Por la maana, almorzamos achicoria con un mendrugo de pan. Era todo lo que haba. Luego, fui a asearme un poco. Escuch decir que si no te arreglabas bien
la polica te llevaba a la comisara para no daar la imagen de Pars. Qu imagen? Formaban parte los clochards de una coreografa orquestada?
Me tuve que afeitar con una maquinilla que me dej
un muchacho de mi edad, o as. Antoine me dijo que se
llamaba. Luego, cuando me estaba duchando, lleg el
que pareca argelino. Tambin se duch. No haca ms
que mostrarme su enorme verga erguida que se sacuda
con parsimonia. No le hice caso, aunque tuve que reconocer que me perd un buen regalo la noche anterior.
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O, no. Esas cosas del tamao solo vienen a demostrar


lo triste que puede ser el deseo humano. No soy yo de
aquellos que atan el amor al tamao de un pene. No.
Porque es peligroso dejarse llevar por las emociones
que puede proporcionar. Quienes poseen penes exuberantes suelen ser proclives a la infidelidad. No sea
ms que por pura exhibicin.
Que me deslumbr su pene? No lo niego, aunque
no fuera un pene til, porque sabe dios dnde tendra
la costumbre de meterlo. Y de sacarlo.
Antoine y yo salimos juntos. Fuimos andando hasta
la estacin de metro Tolbiac. Entramos por la puerta
de salida. Sin pagar. Metimos los dedos por la parte
inferior y la abrimos sin problemas.
Nos fuimos hasta el final de la lnea. Aprovechamos
para terminar el sueo. A la vuelta, Antoine me cont
que le haban echado de casa. No encontraba trabajo
porque tena antecedentes penales. Yo apenas si le cont algo de m. Un problema de amores, le dije.
Nos apeamos en Chtelet. El mercado haba terminado, aunque las calles rugan an con los desperdicios
desparramados por todas partes como ros encajonados
en la calzada. Los corazones blancos de las escarolas
latan an dentro del verde sucio de sus grandes hojas
pisoteadas. Los tomates parecan corazones aplastados.
Tanto como el mo.
Ven conmigo, me dijo Antoine. Ves aquel pichn?
Vamos a cogerlo.
Se vea que no era la primera vez que lo haca. Se
quit la cazadora y, con mucha destreza, la lanz encima del pajarito. Para qu lo quieres?, le pregunt. No
irs a comrtelo, verdad? A las ocho abren una tienda
de pjaros ah adelante y nos lo van a comprar. Con el
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dinero que nos den te invito a desayunar.


Caf con leche y media baguette untada de mantequilla en el Caf du Chtelet. Lo mismo que la maana
anterior. Luego, nos separamos y cog el metro hasta
Victor Hugo. Pagu mi billete con el dinero que me haba dado el albail.
Baj paseando por la avenida Raymond Poincar y
me sent en el banco verde de los jardines de la Foch.
Otra vez. Esperando un milagro.

MI DECEPCIN

Las ventanas seguan cerradas.


Cerr los ojos tambin. El sol que haba salido me
daba de pleno en la cara. El olmo siberiano no lograba
protegerme an. Los trboles de cuatro hojas seguan
all como si fueran enanitos que, de alguna manera,
velaban por m. Como de Blancanieves.
Record.
El sbado siguiente que Daniel me invit a comer,
estaba muy nervioso. Sabiendo lo que saba de su padre,
mi comportamiento iba a ser, cuando menos, singular.
Y lo fue.
Me abrieron la puerta Daniel y su madre. Me dieron dos besos cada uno. Joseph est en la cocina. Le
toca hoy a l, me dijo Franoise. Estaba canturreando
como si se alegrara de mi llegada. O me lo imagin?
De todas a todas, me lo imagin. Bueno, tanto daba.
Seguramente, muchachos como yo los encontraba en
las vespasiennes cuando quera. No faltaban en Pars.
35

Ni los muchachos ni las vespasiennes. Las haba por


todas partes. Como si los parisinos sufrieran de hiperplasia benigna de prstata. Yo no me haba atrevido
an a meterme en una, aunque ganas no me faltaron
tan solo fueran de orinar. Me daban miedo. Me daba
miedo verme a m mismo dentro con un caballero men
a cada lado. Me entraba una suerte de congoja en el
estmago solo de pensarlo.
Cuando entr en la cocina, Joseph esboz una sonrisa de oreja a oreja. Comprob que sus dientes eran muy
regulares y pequeos. No demasiado blancos. Como me
gustan a m. Los dientes muy blancos me descolocan.
Qu tal ests?, me dijo en un espaol muy gracioso.
Me plant tambin dos besos y uno fue en los labios.
Me dej sorprendido. l lo hizo con toda naturalidad.
El estmago, o no s muy bien qu parte de mi cuerpo,
me dio vueltas.
Beb ms de la cuenta con la comida. No suelo beber
y, cuando lo hago, me hace efecto en seguida. Con todo,
era consciente de que tena que actuar con cuidado para
que no se me notara lo mucho que me atraa Joseph.
Me hice el chistoso. Empec a contar lo primero que
me pasaba por la cabeza. Les habl de la confusin de
muchos espaoles con el gato y el gateau; con el catarro
y la constipation. Se rieron. Se rean con cada tontera
que deca. O, quiz, se rean de verme tan borracho. El
caso fue que, de tanto beber y de tanto hablar, empec a
sentirme muy mal. Me entraron unas ganas tremendas
de vomitar. Ahora s que el estmago me daba vueltas.
Joseph me llev al bao.
Iba a estar con l en una vespasienne domstica. Y
me puse muy nervioso.
Me cogi la frente y me inclin encima de la taza del
36

vter para echar el pato a la naranja que estaba buensimo. Nunca vomit tan a gusto. Y como yo soy muy
cuco, ech mi codo hacia atrs para tocar su pene que
estaba bien duro. El mo tambin lo estaba.
Aleluya!
Cuando empec a ponerme bien, quise irme. Yo le
llevo a casa, me dijo Joseph. No hace falta. Vivo cerca.
Tena que ir a trabajar y quiso llevarme en su coche.
Ya en la calle, me cogi por el hombro y me entraron
escalofros. Fuimos hasta su coche que estaba aparcado
en una calle cercana. Cuando cambi las marchas, me
roz la rodilla y me quise desmayar.
Te apetece ir a casa de los Rothschild?
Me apeteca estar con l. Ira al fin del mundo. Los
rboles me daban vueltas con la cabeza reclinada en el
asiento para asimilar lo que me estaba pasando.
Ins y Ramiro trabajaban con l. Ella le ayudaba en
la cocina y l serva las mesas. Estudia con mi hijo, les
dijo. No s por qu tuvo que darles explicaciones. Se
senta culpable ya? Orgulloso?
A mitad de la cena, Joseph me llev a un rincn
desde donde pude divisar la mesa de los comensales.
Al primero que vi fue a Marcel Achard con sus gafas de
culo de vaso. Le pude escuchar decir que no le gustaba
que Georges Chelon hubiera triunfado con una cancin
en la que hablaba mal de su progenitor. No est bien
triunfar hablando mal de tu padre, dijo Achard con su
voz de bartono. Frente a l y dndome la espalda estaba Ingrid Bergman. Lo supe cuando torci la cabeza
para pedirle algo a Ramiro.
A Georges Chelon le conozco de Grenoble. Coincida con l en el restaurante universitario. De hecho, le
ense algn que otro acorde con la guitarra, le dije
37

a Joseph. De verdad le conoces? T eres ms guapo.


Al final, me anim a ayudar a Ins a secar los platos.
Aquel tipo de vajilla haba que lavarla a mano.
Cuando termin la cena, Joseph me llev a casa.
Cuando detuvo el coche, nos revolvimos en los asientos para mirarnos de frente. Un rato. Muy poco rato.
Hubiera querido que subiera a mi buhardilla. Me dijo
que estaba cansado. Me dio un pico y se march. Me
qued desconcertado.
Si quera jugar, yo tambin saba hacerlo.

38

AQUELLA FIESTA

Me haban dejado una nota debajo de la puerta. Era


de la seora que me alquilaba la buhardilla. Es el cumpleaos de mi hija y quisiera invitarle. Maana a las
18:00, rezaba la escueta nota.
Ir a una fiesta me cohiba. Mucho. Tendra que llevarle un regalo a la hija y no saba muy bien qu.
Despus de mucho pensarlo, decid que iba a ir. Pura
intuicin. O era para mostrarle a Joseph que haba
vida despus de su casa? Porque todo lo que yo haca
por aquel tiempo rondaba alrededor de l. Como si fuera una verdadera obsesin.
Fui hasta el drugstore Publicis de los Campos Elseos para ver si encontraba algo original y barato que
regalar. En el drugstore haba de todo como en nuestras boticas, bien que estas nunca hubieran tenido aquellas minsculas radios japonesas que vi. No le iba a
regalar una, no. La compr para m. No fuera por ms
que animar mi triste buhardilla. A ella, con un libro bas39

taba. Alexis ou le Trait du vain combat de Maguerite


Yourcenar. Con todo mi cario inexistente. O para
airear mi homosexualidad?
Lleg el siguiente da y me vest lo mejor que supe.
Informal. Antes fui a los baos pblicos donde me duch y me perfum con lvarez Gmez que siempre tuvo
xito con quienes me olieron.
La recepcin. Ah, la recepcin.
Carmen trabajaba para ellos y me cont que la paella que estbamos comiendo la sac de unas cuantas
latas de conserva.
Todo muy aburrido. Hasta que se me ocurri una
idea feliz. La agasajada tena una hermana. No eran
feas. Posean ese encanto de la mujer parisina que hace
parecer que se hayan arreglado con lo primero que encontraron en el armario cuando, en realidad, se pasaron
horas y horas delante del espejo.
Qu idea se me ocurri? Ni ms ni menos que invitarlas a salir con Daniel y conmigo. Brillante. Me pareci brillante.
Y aceptaron. Su madre pareci encantada.
A partir de aquel momento, me convert en el chouchou de la reunin. Y cuando sacaron una guitarra, ya
fue el colmo del xito. Les cant Las palmeras de Alberto Cortez y quedaron maravillados. Tendra que hacerse
profesional, escuch decir por algn lado.
Lo de cantar era un arma que nunca haba utilizado
con Joseph, y quise hacerlo al sbado siguiente. Les
ped que me prestaran la guitarra unos das porque quera componer alguna cosa. Y fue verdad que lo hice. Par
un beau jour dt, titul mi cancin. Amores inciertos
al ms puro estilo Brassens. Mi dolo. A veces.
Lleg el sbado.
40

Se entusiasmaron al verme con una guitarra. Seguramente, descubrieron al cantaor que todo espaol
parece llevar dentro. Pero nada ms lejos. Le tengo mucha mana al flamenco. No le encuentro ningn sentido
del humor. Ni a la msica ni a la letra. Humor, cero.
Tristeza, cien. Ser porque no lo entiendo? Y para
qu quiero entenderlo?
Mientras comamos, queran saber con qu les iba
a deleitar. A Daniel le gustaba Brassens. A sus padres,
seguro que no.
Les cant mi nueva cancin y Las palmeras. Les
gust mucho. Y, aunque no hubiera sido as, tendra
que haberlo sido porque siempre tengo que gustar. Soy
un verdadero desastre. Mi ego me puede.
Despus del concierto, le dije a Daniel que haba
quedado con las dos hermanas. No se alegr mucho.
Era virgen an con toda seguridad. La madre, s se alegr. El padre puso cara de introito. (No s de dnde me
viene decir lo de introito, pero no voy a cambiarlo. Se
entiende, verdad? Es el principio de un texto.)
Tenis que estudiar.
Deja que se diviertan un poco, dijo su mujer.
Estaba celoso? Me relam de gusto. Iba a saber lo
que era bueno si no se daba un poco de prisa.
Joseph pareci leerme el pensamiento y decidi ir a
trabajar cuando, al parecer, no le tocaba. Tengo muchas
cosas atrasadas, dijo. Su mujer no puso impedimento
alguno, acostumbrada como deba de estar a las escapadas de su marido. Me fui con l. Y no fue a mi casa a
donde me llev. Fuimos a casa de los Rothschild.
Me cogi la mano en el coche. Ech la cabeza hacia
atrs y los rboles me dieron vueltas como la otra vez.
Con ms fuerza.
41

No hablamos en todo el trayecto.


Ins y Ramiro no estaban. Tenan el da libre.
La habitacin donde se cambiaba de ropa tena una
cama. Nos desnudamos como autmatas. Sin hablar.
Mirndonos a los ojos y sonriendo nerviosamente. Los
ojos te enamoran ms que nada.
Me olvid de las vespasiennes. Me olvid de todo.
El otro da no te propuse nada porque quera tomrmelo con calma. Contigo es distinto. Creo que me
estoy enamorando, me dijo.
Yo, tambin.
Hubo ms caricias que otra cosa. Mirndonos a los
ojos sin pestaear. O casi. Pestaeando solo para recoger las miradas.
Supe enseguida que aquello iba en serio. La intensidad de los abrazos lo deca. Como si no hubiera habido
nunca otros.
Haba encontrado un amante estupendo y un padre, al mismo tiempo, que se quiso convertir en madre
cuando nuestro calentn se pas de la raya.

42

EL AMOR

Llegu a sentirme como un vulgar robamaridos.


Me costaba ir con Daniel hasta la facultad. Se lo dije
a Joseph. Me siento avergonzado. No tienes por qu,
me dijo. Son cosas que pasan.
Pero yo saba que si todo segua as, nuestra relacin
no iba a durar mucho.
As: cada uno en su casa.
Te sigues acostando con tu mujer y no me hace ninguna gracia. Ten paciencia, me repeta una y otra vez.
El amor o lo que fuera me haca ms tonto de lo
que era. Para qu cambiar las cosas? Como estaban,
estaban bien. Tena un sexo estupendo con Joseph sin
tener que aguantarle. Para qu quera yo que dejara
a su mujer por m? Para tener que lavarle los calzoncillos o hacerle la comida?
Joseph comprenda mi situacin, pero estaba muy
bien como estaba. Era lo que yo pensaba. Por eso me
sorprendi mucho el da que me dijo que se vena a vivir
43

conmigo. No dije nada, no fuera a estropearlo.


Me sent muy confuso. No esperaba que lo hiciera
tan pronto. La verdad que no.
Tendr que dejar de estudiar. Tu sacrificas a tu familia por m, y yo tendr que sacrificar mis estudios.
No podra mirar a los ojos a Daniel, le dije.
Me entr verdadero pnico. Nunca haba vivido en
pareja. No sent ms maricn que nunca. Marucn.
Nos fuimos a vivir a una de las buhardillas que los
Rothschild tenan para sus empleados. Al lado de Ramiro e Ins. Estos supieron lo nuestro desde el primer
momento. A Ramiro tambin le gustaban los hombres,
que no es lo mismo que ser maricn, porque para serlo hay que acostarse con ellos. O eso dicen los curas.
Joseph me deca que era virgen. A l se le declar una
vez sin consecuencias. Nada ms hacerlo, se disculp.
Al final, se casar con Ins, me dijo Joseph.
A los pocos das de vivir juntos, me fui a buscar trabajo como traductor. Pensaba que poda traducir tan
bien como el mejor. Asuntos tcnicos, naturalmente.
Con la literatura no me atreva. Por puro respeto.
Encontr una agencia en la calle de la Botie, que
sale de los Campos Elseos. Me hicieron una prueba
y la pas sin problemas. Una prueba que consisti en
traducir en las dos direcciones: del francs al espaol,
y viceversa. Muy raro, pens. Por lo general, solo te
permiten traducir a tu lengua materna. Ya puestos, me
ofrec tambin para traducir del ingls. Al francs y al
espaol. Pan comido. En las traducciones tcnicas, no
hay que considerar el espritu de la lengua ni cosas parecidas. La terminologa suele ser lo ms importante.
Y para eso estaban los diccionarios, y el cliente. Para
consultarlos. As de fcil.
44

Cuando se lo dije a Joseph, se puso muy contento.


Hubiera querido que trabajara con l en la cocina, pero
yo intua que las parejas que estn todo el tiempo juntas, al final, acaban mal.
Me gustaba dormir con Joseph. Lo que ms.
Siempre so con tener un hijo como t, me dijo una
noche. Como yo?, le pregunt hacindome el despistado. Tena gracia. Los dos buscbamos lo mismo de
alguna manera.
Nuestro sexo era maravilloso. Aunque me costara
creerlo, yo le enseaba ms cosas a l que l a m. A
ver, Joseph tena ms experiencia. Pero malos hbitos.
Logr que se tomara las cosas con calma. Recuerdo haberle besado durante todo el Adagio de Albinoni.
Con las bocas bien abiertas. Como queriendo absorber
las entraas del otro. Cuando trataba de separarse, le
daba un golpecito en la espalda para que siguiera en el
asunto. As hasta el final. El final del Adagio.
Cuando soltbamos las bocas, estbamos ms cachondos que dos chimpancs pigmeos en celo.
Lo siguiente sola ser un sesenta y nueve bilateral
de un lado y de otro. Tan intenso que llegu a saber
cuntos pelos tena Joseph en el ano. Me encantaba
tirar de ellos hasta arrancarle unos cuantos. Cuntas
veces, la postura dur los minutos de su nombre. No
nos cansbamos de chuparnos. Descubriendo caminos
nuevos todo el rato. Aduendonos de lo ms ntimo.
Querindonos meter dentro del otro por los caminos
ms oscuros. Todo el cuerpo si hubiera habido lugar.
Hasta llegar al corazn.
Nos revertamos para respirar. Y nos besbamos con
el aliento del otro en la boca. Guarreras. Saliva. Sudor.
Dedos. Resbalando por las cuestas del alma.
45

Restregndonos los poros.


Y al final, al final del todo, adoptbamos las posturas ms increbles para poder quedar bien trabados sin
perdernos de vista.
Reflexiones al canto. Vienen a cuento.
El pene de Joseph era grande. Ms que el mo. No
mucho ms, en realidad. A l le gustaba el mo. Me deca
que era muy sexy.
El suyo era particular: tena dos orificios en el glande, casi juntos. Ni lo afeaban ni parecan bifurcar la
meada. Ni el semen, para el caso. Nada que ver con el
hipospadias. Nada.
Pero seguramente por eso era bisexual.
Desde el primer da, adopt una actitud pasiva. Les
suele pasar a los casados. Al parecer, tambin a los camioneros y a los taxistas, y a todos a aquellos que martirizan sus nalgas contra algn asiento. Es de suponer.
Nunca me hice el estrecho. Qu va! Pero nunca lleg a sodomizarme porque deca que yo era muy guapo.
No sera que a l le gustaba el porculismo ms que a
un tonto una tiza?
Mi trabajo de preparacin con l era minucioso. Con
los culilingus, Joseph se volva loco. Se abran as las
puertas de su gloria.
Correrse era como morirse. Un poco. Por un instante. Los dos a la vez. Siempre.
Si no, no vala tanto la pena.

CASABLANCA

Nuestra relacin no poda basarse nicamente en el


sexo. Hubiera sido como quemar una vela por los dos
cabos. A toda prisa.
Se lo dije paseando por la avenida Foch contemplando los hermosos rboles all plantados. Ese es un
olmo siberiano, me coment. Hay otro cerca de donde
viva yo antes.
Todo era muy romntico. Cuando no nos vea nadie,
caminbamos cogidos de la mano por los jardines.
No sabes cunto te quiero, me dijo girando la cabeza
para mirarme a los ojos.
Torcimos a la avenida de la Grande Arme y nos
metimos en el cine Paramount Maillot. Ponan Le gendarme de Saint-Tropez. Nos remos mucho. Pas toda
la sesin con mi mano dentro de su bragueta.
Luego, nos fuimos a cenar a un restaurante argentino que haba cerca. Ni me lav las manos. El olor de los
genitales me pona. Mucho. La mesa estaba alumbrada
con velas como para una cena de enamorados.
47

Con el tiempo libre que tenamos quera yo que hiciramos una vida repleta de emociones. Sacarle el mayor
partido posible a Pars.
Visitar museos, monumentos, ir al teatro, al cine, al
ftbol, si me apuras
Para inaugurar nuestra andadura cultural, un sbado, nos fuimos a ver a Coccinelle. En Madame Arthur. Buen comienzo? No importaba cmo fuera el
espectculo. Importaba ver a un transexual cantando
y bailando. Comprobar que un hombre puede llegar a
ser tan bello como la ms bella de las mujeres. Esperar
a que se desnudara para comprobar si era verdad que
se haba operado en una clnica de Casablanca.
Te acostaras con ella? No, no, de ninguna manera.
Y menos tenindote a ti. Y si no estuvieras conmigo?
Tampoco. No entiendo esas transformaciones. Uno debera de conformarse con lo que le dieron al nacer.
Saba que lo iba a decir y no quise decirle lo que yo
pensaba. Otra cosa bien distinta.
Lo nico que no me cuadra es que un seor a quien
le gustan los seores no resulte lesbiana despus de su
transexualizacin (excepcin hecha de Marie-Pierre
Pruvot, alias Bambi).
Lo que ms nos gustaba era pasear. El cercano bosque de Bolonia era nuestro lugar preferido. Al atardecer. Con todas la prostitutas y travestis comenzando a
hacer la carrera.
Has estado alguna vez con una puta? Me dijo que
no. Nunca. Te voy a contar algo que no sabe nadie.
Todo lo que viniera de l, me interesaba. Aunque,
luego de saberlo, me hiciera dao.
Yo nac en Nevers, me dijo. Lo saba. Mi mujer, tambin. Eso no lo saba.
48

Nos sentamos en un banco de madera sin pintar. La


noche era realmente esplndida.
Trabajbamos juntos en la casa de unos ricachones.
Estabais casados? Todava, no. Un da, despus de
comer, Franoise entr en mi cuarto. Yo estaba tumbado en la cama. Era un da de mucho calor y me haba
quedado en calzoncillos. Se fue acercando y sin decir
nada se sent encima de m. Llevaba un vestido de flores muy suelto y no tena bragas. Ni la toqu. Me foll
ella a m. Y naci Daniel.
Me qued de piedra.
Cmo eran tus calzoncillos?, le pregunt. Por qu?
Porque me pone mucho tu historia. Eran blancos y largos. De algodn. Con una bragueta. Te la sac por ah
o te los quit? Me la sac por ah. Qu morbo!
Me empalm en medio del bosque de Bolonia. (Es
algo que tiene su aquel empalmarse en el parque de
Bolonia; o que un bobby te haga una felacin en Hyde
Park; o chuprsela a un negro en Central park, o hacerse sodomizar por un rabe en la plaza Jemaa el Fna.)
Luego, nos casamos. Siempre me follaba ella a m.
Qu me dices? Fue un matrimonio de conveniencia.
Qu conveniencia? Cuando me vine a Pars, ella se
vino conmigo.
Me dej sin palabras.
Hemos sido siempre como dos amigos. No niego
que llegu a quererla mucho. Casi ms que si lo nuestro
hubiera sido normal. Ahora lo entiendo todo, le dije.
Ah quedaron las cosas.
Bueno, le cog el paquete porque me haba puesto a
cien. Era una historia de pene til extraordinaria. Imagin lo mucho que tuvo que gozar la buena de Franoise. Como una perra. Y tuve celos. Unos celos tremen49

dos. Un hombre no puede conseguir lo que consigue


una mujer con sus artes. No creo que se den cuenta
las mujeres de lo mucho que un hombre puede llegar
a odiarlas. Visceralmente.
Comprend entonces la celeridad con que Joseph
haba dejado a su mujer. Solo tuvo que encontrar la
excusa perfecta para hacerlo. La excusa que estuvo buscando toda la vida.

50

LA TOUR DARGENT

Disfrutbamos juntos una barbaridad.


Joseph ganaba bastante dinero como cocinero. Yo
mucho menos de traductor. l segua pagndole los
estudios a su hijo e imaginaba yo que le daba tambin
para vivir con su madre. Nunca me lo dijo. Ni me habl
nunca ms de l.
No podas estudiar por libre?, me pregunt una
tarde. Alguna vez lo he pensado. Pero no electrnica.
Literatura. Y eso? Algn da me dedicar a escribir.
Es mi sueo, ya ves.
Cualquier motivo era suficiente para irnos a la cama.
Aquel tambin. Aunque no viniera a cuento.
Nos metimos debajo de las sbanas desnudos. Las
habamos cambiado por la maana y olan a lavanda.
Nos besamos el tiempo que dur la cancin de amor de
Les parapluies de Cherbourg, la pelcula que acababan
de estrenar.
Bien que mis traducciones fueran tcnicas, no pude
51

dejar de traducir la cancin en mi mente:


No, no podr nunca vivir sin ti
No podr, no te marches, me morir si te vas
Un instante sin ti y dejo de existir
No, no me dejes, mi amor.
As abrazados es cuando parece uno volar. Alto. Ligero. Flotando en una nube.
Nos quedamos dormidos abrazados. Y, de un tirn,
cruzamos la noche.
Como era domingo, no nos levantamos hasta acabar
hartos de piel. Joseph grab una amapola en mi cuello
con un beso apasionado Comme un ptit coqulicot,
mon me, comme un ptit coqulicot: un vulgar chupetn que pareca una pequea amapola, como cantaba
Marcel Mouloudji. Me puse mi jersey de cuello alto
para salir. No quise presumir de nada.
Nos fuimos a pasear por la orilla del Sena. Llegamos hasta la isla de San Luis. Nos encontramos con
un remanso de paz. En otros tiempos, aqu pastaba el
ganado, me dijo Joseph. Se la llamaba la isla de las vacas. Dnde pastaban? Esto era un prado. Ms tarde,
fue un almacn de madera hasta que llegaron los ricachones y se construyeron todas estas mansiones. Ese
restaurante que ves ah es uno de los mejores de Pars.
Un da vendremos a cenar, qu te parece?
La Tour dArgent tena como especialidad el pato.
El pato que vomit aquel da que com en su casa. Su
antigua casa. Trabaj un par de aos. De cocinero?
De ayudante. Aprend mucho. Antes, haba trabajado
en Fauchon. Vaya!
Me dej impresionado. La admiracin apareci como
por encanto para quererle an ms. Quin no poda
estar enamorado de Joseph? Pens en lo mucho que
52

deban de echarle en falta su mujer y su hijo. Qu cruel


era la vida! Para evitar pensamientos tristes, le agarr
el paquete con disimulo mientras caminaba yo delante.
Siempre pareca estar empalmado. Para mejor comprobarlo, met una mano en su bolsillo. La tela ms fina
reaviv el encanto.
Es una cosa muy curiosa esto de los penes: relajados, algunos que parecen pequeos se agrandan generosamente; mientras que otros que parecen ya grandes
en reposo, crecen poco ms de lo que estn.
Joseph era de los segundos. Y me agradaba que fuera as. Yo? De los primeros y, a veces, me avergonzaba
antes de empalmarme.
Nunca podra escribir versos tristes estando con
Joseph. Me llenaba de alegra. Supo lo que haca al venirse conmigo y no haba reproches. Me cambi. Me
hizo de jazmn y madreselva. Sin mariconadas. Quien
nos viera juntos, paseando por el bosque de Bolonia,
pensara que bamos de putas.
As con todo, me daba miedo que las cosas cambiaran. No lo podra soportar. Ni un instante.
Subimos hacia la torre Eiffel por la ribera del Sena.
Empec a cantar la cancin de amor de Les parapluies
de Cherbourg. Termin a medias y nos escondimos detrs de una caseta de madera. Nos dimos un beso de
verdadera pasin. Como los que se dan por all ciertos
amantes pagados, expuestos a las miradas de los turistas que viajan en los bateaux mouches. Nos enfoc un
coche de la polica. Nos quedamos quietos. No les da
vergenza? Vayan a su casa a hacer esas cosas.
Extraordinario.
Libert, galit, fraternit.

53

JACQUES BREL

Un buen da, fuimos a ver a Jacques Brel en concierto en el Olympia. Quise explicarle a Joseph lo enorme
que era el cantante, pero vino conmigo a regaadientes.
Le hubiera gustado ms ir al teatro.
La gente que va al teatro busca olvidarse de ella
misma; quienes van a un concierto tratan ms bien
de encontrarse. Lo dice Marguerite Yourcenar. Y esa
quin es? Ya me ests engaando? Una de vuestras
novelistas. Me gusta mucho.
Brel era un monstruo. En todos los sentidos: homfobo y enamorado de Jojo, su manager, amigo y chfer.
Misgino. Sus canciones eran como un pequea obra
de teatro que l representaba como nadie. Exagerado.
Dentn. Genial.
Te ha gustado? No. Es impresionante pero depresivo. Y es muy feo. Te juro que disfruto ms escuchndote a ti.
Lo entend.
55

Y tu Brassens se mofa de los mariquitas.


Lo saba.
Nos fuimos andando un buen rato, disfrutando de la
noche. Nos daban ganas de abrazarnos en cada esquina.
Empec a cantar: Cuando solo se tiene amor, como
nica razn, como nica cancin, como nica compaa. (En francs, claro est.)
Cantas mejor que Brel. Saba que lo diras. Infinitamente ms guapo. T tambin.
Cogimos un taxi para otro concierto. El nuestro.
Nos dimos un beso que dur lo que dura el tercer
movimiento de la sinfona nmero tres de Brahms. Aimez-vous Brahms?
Nada de Brel. Ni el lejano eco.
Y un pensamiento. Aunque no venga a cuento.
El decalaje eyaculatorio mide el grado de egosmo de
la pareja. (Me he quedado bien a gusto diciendo esto.)
El hecho de que nosotros alcanzramos el orgasmo al
mismo tiempo era una prueba irrefutable de nuestra
generosidad. Lo mismo era dar placer que recibirlo.
Se trataba de conocer el camino del otro. De sentir. De
escuchar. De subir juntos una montaa hasta la cima.
Pensabas que nos bamos a querer tanto? Yo, s.
Tanto? Y ms. Lo supe el da que te conoc. No quiero
que se acabe nunca. Por qu se iba a acabar? No s.
S que lo saba. Lo malo de ser feliz es pensar que
puedes dejar de serlo un da. Te llega a atormentar la
idea. An no. Pero poda pasar. De momento, rechazaba los malos pensamientos con todas mis fuerzas. Y
no resultaba fcil.
Joseph lo tena peor seguramente. No me caba la
menor duda de que, muchas noches, se dorma pensando en su hijo. Y en su mujer. En los dos a la vez.
56

No se vean. No se atrevan a verse. El dinero se lo


ingresaba en su cuenta religiosamente. Daniel no tena
culpa de nada. Ni Franoise. Ni nosotros. Nadie. La vida
es as. O no? Como si siguiramos todos un camino
marcado. Por el que es ms difcil caminar una vez que
no caminar jams.
Un camino ya hecho que hay que saber andar. Muchas veces, yendo de corazn a corazn por la vena cmica. O la artstica. O la sentimental.
Ay, Machado, qu poco te acuerdas de tu camino de
espera a Leonor. Hasta que se hizo mayor para poder
casarte. Por ese camino llegaste hasta ella. Un camino
que se hizo de lirios y rosas una tarde azul.
El camino no se hace al andar. Al andar se dejan
huellas. Que no son camino sino recuerdos.
El camino que nace al andar no es camino. A no ser
que se vuelva.

57

EL PERINEO

No hablbamos de amor. Ni falta que nos haca.


Cuando hablas de amor es que te falta.
Nos decamos cosas bonitas. Pero no hablbamos
de nuestro amor. Lo dbamos por hecho. No haba que
darle vueltas ni marear la perdiz.
La diversin del culo era lo ms interesante. Ms
interesante que las palabras de amor. El culo de los dos.
Como espejos invertidos. Cncavos o convexos, segn
nos viniera en gana. Huyendo del concepto grecorromano del ganador que sodomiza. Dos culos metidos el
uno dentro del otro. Como fundas de algodn. Culos
anales. Cabales. Como canales oscuros infecundables.
Engendrando alegras.
(Me he quedado a gusto. Es algo que siempre he
querido decir.)
Lo que ms gustaba de Joseph era su perineo. Creo
que era la parte ms atractiva de su cuerpo. Donde se
esconde la otra mitad del pene. Donde separas el escro59

to del ojo de bronce. Y los unes a la vez. Con un beso y


una caricia. Agarrando el pene por el perineo, el todo se
hace enorme. Y, echando los testculos a un lado, parece monumental. Dominar el perineo es como dominar
los Pirineos desde el pico de Aneto. De la mejor manera.
La punta, el pie, la rodilla, la pantorrilla y el perin,
me zumba en los odos.
Un apunte. De los que no vienen a cuento.
Quienes se obsesionan con prohibir el sexo anal suelen ser injustos con las mujeres. Son tantos!
Supe de un rabe que prefiri morir antes de aceptar
un supositorio sanador. Que Al le tenga en sus senos!
El mundo no se hace inmundo porque nos demos
por el culo unos a otros. Es una expresin de amor como
otra cualquiera.
La inmundicia sale del culo de todos, pero nunca
entra. Casi nunca.
No s a dnde me lleva todo esto. Ni me importa.
El caso es llenar pginas como sea.
Para eso escribo.
Me pongo una meta y no hay nada peor. Cien mil
palabras? Para qu?
A veces, con dos basta: te quiero.
O tres: no te quiero.
Las palabras que Joseph me regalaba todos los das.
Dndome todo el amor que tena dentro. Como si no
hubiera nadie ms que yo en el mundo.
Como si no hubiera nadie ms para m tampoco.
Bien era verdad que llevbamos muy poco tiempo
juntos. Y as era muy fcil. La qumica ayuda. Ms que
la fsica. El fsico.
Las reacciones qumicas son las causantes de nuestras propias reacciones. Y, cuando se acaban, solo que60

dan restos cidos y sales sulfurosas.


A eso tena miedo yo, pero era muy pronto an. Faltaban unos aos, quiz. The seven years itch. Como
Marilyn. Monroe.
Como todo era tan bonito, estbamos ya preparando
unas vacaciones. A Irn. Para que nos cuelguen del palo
ms alto, me dijo Joseph.
Tena gracia que se tomara as las cosas.
Gracia?
Qu cosas digo, verdad? Todo lo que me pasa por
la cabeza. Sin cribar. Sans gne.

61

LOULOU DE LA FADAISE

Me dolan los recuerdos sentado en aquel banco verde. Me dolan tanto...


Las ventanas seguan cerradas. Se habran ido de
viaje? A Nevers? Yo saba muy bien que no. Y para
confirmarlo, vi salir a Daniel por la puerta. Mir para
otro lado para que no me viera. No quera que fuera l
quien me descubriera.
Pero me descubri. Qu tonto soy! Me habra visto
por la ventana. Y vena directo hacia m.
Se fue acercando despacio. Mirando al cielo con
cada paso. No me salud. Se puso delante de m. No me
levant. Nos quieres dejar en paz?, me dijo. No quiero
ms que lo mo, le contest como si fuera yo la herona
de una novela de Corn Tellado. S que la culpa de todo
es de mi padre, pero djale en paz. Est muy mal. Y
cmo estoy yo? Por qu no me da una explicacin? Se
ha ido como un cobarde. Es que nadie piensa en m?
Haba venido a cantarme las cuarenta y todo lo que
63

yo dijera caa en saco roto. Se fue. Ya haba dicho lo que


vino a decir. Ech una mirada a las ventanas y pude
ver el rostro de Joseph detrs de los cristales. Como un
cobarde. Vala la pena sufrir por un cobarde?
Solo lo sabra cuando pasara todo. Con la perspectiva del desamor. (Qu cursi puedo ser!)
No me levant. Me qued en el banco rumiando mi
rabia. Desconcertado.
Con lo bien que estbamos, cmo me pudo abandonar de aquella manera? Sin darme ninguna explicacin. Mandando a su hijo porque l no tuvo valor para
decirme nada. Con todo lo que nos dijimos antes!
Enrabietado estaba cuando se detuvo delante de m
un cochazo. Un Rolls Royce. Nada ms y nada menos.
Era el primero que vea tan de cerca. Baj el chfer para
abrirle la puerta a una seora bien empiringotada. Vino
directa hacia m.
Buenos das, me dijo. Me levant. Me puedo sentar? Claro, le dije.
Me pareci ver cario en su mirada. O era que yo
lo soaba?
Mi difunto marido era como usted, me dijo. Clavado. Vaya, pues lo siento, le dije.
Sonri.
Me gustaba la mujer. Pareca tener mucha clase.
Le he visto un par de veces aqu sentado. Me enternec al verle. No piense mal. Solo vengo en busca de
trboles. Trboles de cuatro hojas. Me ha dicho una
amiga que hay muchos por aqu.
Yo escuchaba sin dar crdito a lo que oa.
Cuntos quiere?, le dije. Tantos hay?
Me levant y fui a aquel rincn trebolado. Cog uno.
Si cojo ms, no tendra poder alguno. No cree?,
64

le dije. Es verdad. Es usted estudiante? Lo era. Las


cosas no me han ido muy bien. Amores? Eso. Qu
estudia? Electrnica. Necesito un electricista que me
arregle una instalacin. Yo de eso no s. Ni importa.
Vngase conmigo.
Me mont en su coche sin pensrmelo dos veces.
Me habra visto Joseph desde su atalaya?
Qu ms daba.
Fue cuando aquellos trboles de cuatro hojas cambiaron mi vida. Por completo. Ciento ochenta grados
o ms. Muchos ms.
Tiene cara de estar pasndolo mal, me dijo la mujer
mientras nos dirigamos a su casa en su cochazo. No
supe qu responder.
No insisti.
Una verja automtica se abri para entrar en un
palacete de no supe muy bien qu parte de Pars. Cre
encontrarme en Montmatre. En la colina que est ms
cerca del cielo.
Se detuvo el coche delante de la puerta. El chfer
ayud a apearse a la buena mujer. Yo me baj por el
otro lado. Impresionante. El edificio me pareci impresionante. El interior an ms. Lmparas, cuadros,
mrmoles, una escalera majestuosa que se bifurcaba.
Venga conmigo. Le ofrezco una nueva vida. Si quiere
usted, vamos, me dijo la mujer.
Acept con mi silencio.
Me llev escalera arriba y torcimos a la izquierda.
Me mostr la que iba a ser mi habitacin. No me lo
poda creer. Era enorme. Con una cama como en la que
me acost con el albail en la calle Rivoli.
Tiene alguna maleta en alguna parte? En la estacin de Austerlitz. Algo importante en ella? No, le dije.
65

Mi ropa. No se preocupe. Deje que se pudra donde est.


Mi marido tena todo un armario de ropa sin estrenar.
Era de su misma talla. Estoy segura.
No me result muy agradable que me comparara
con un muerto, aunque ms muerto estaba yo sentado
en aquel banco verde.
Lo que quisiera es encontrar un trabajo, le dije para
no parecer un gigol de mala muerte. Conoce usted
la cadena de boutiques Loulou? Esa soy yo. Llmeme
Loulou, si quiere. Loulou de la Fadaise. Y usted? Me
llamo Jorge. Jorge Hermosa.
No era cuestin de hablar de trabajo ni de negocios.
An no. bamos a disfrutar de nuestro encuentro.
Me di un buen bao y me puse la ropa que Loulou
coloc sobre la cama. Un traje azul, camisa blanca, corbata roja, zapatos marrones.
Es usted ms guapo que mi marido, me dijo cuando
me vio. Mucho ms. Pero no se preocupe que no le voy
a pedir en matrimonio. Antes tengo que conocerle bien.
Tratar de no defraudarle, le dije.

66

AQUEL PALACETE

Avenida Junot. Al pie del Sagrado Corazn.


Tan sagrado como el mo.
Y tan sangrante. Aunque, despus de haber comido
caliente, se me haba pasado el dolor. Y en la cama tan
amplia donde dorm no cuaj ningn recuerdo.
Loulou de la Fadaise era esplendorosa. Guapa an.
Atractiva. Desayunamos juntos aquella maana soleada. Ella no tom ms que un caf con leche. Yo, todo
lo que me pusieron delante. Tiene que comer para ponerse an ms hermoso de lo que est. Hermosa es mi
apellido. No creo que lo sea. A ver, quin tiene esos
ojos tan esplndidos? Y ese pelo. Y esa boca. No conozco mucha gente tan guapa como usted. Por qu no me
tutea? Ya sabe usted
Me tena que acostar con ella para que me tuteara?
Podra responder en la cama?
Aquella maana, me llev a una de sus tiendas. Loulou del boulevard de las Capuchinas. Daba gusto ir en
67

aquel Rolls. Me vest con unos vaqueros desgastados


acertadsimos y una cazadora de ante carsima.
Est guapo con cualquier trapo. Podra trabajar de
modelo. Para usted? Ya es mi modelo de hombre.
Adnde ira a parar todo aquello? Tendra que dejar de masturbarme durante una larga temporada para
estar loco por meterla en cualquier sitio. Igual as le
coga gusto a Loulou.
Loulou de mis amores, vida ma, qu me hiciste que
no puedo consolarme sin poderte contemplar.
O tendra que cantarle otra cosa?
Esprame en el cielo corazn si es que te vas primero. Esprame que pronto yo me ir ah donde tu ests.
Qu barbaridad! Quien escribi esta ltima cancin
tena ganas de ligar en otra parte.
Como fuera, empezaba a encontrarme a gusto con
Loulou. Bien comido y vestido. Como un rey. Al diablo
mis inquietudes intelectuales.
Por el momento.
Qu edad tendra Loulou de la Fadaise? Indescriptible. Lo mismo cincuenta que ciento cincuenta. Operadsima? De todo? Me daba miedo pensar que lo que
no vea de ella no se correspondiera con lo que vea.
Podra pensar que era un transexual para alimentar
mi libido. As de claro. O meterla dentro de un saco
con un agujero inteligente?
La tienda era estupenda. Ya haba pasado yo por
delante alguna vez.
Tengo cinco en Pars. Veinte en Francia. Necesito un
hombre de confianza. Como mi marido. Yo? Le pondr
al corriente del negocio. Le creo a usted un hombre
educado e inteligente.
Para eso solo me quera? Pronto comprob que no.
68

Nos fuimos a comer nada menos que a la Tour dArgent, donde Joseph haba trabajado de pinche. No s
qu pensara la gente de m. Me importaba un rbano.
Me importaba un rbano? No tena ms que imaginarme sentado en aquel banco verde para que me contentara con la suerte que me trajeron los trboles. Mucho.
Era feliz comiendo pato con Loulou de la Fadaise. Ella
lo pareca tambin. Le encantaba lucirme.
Me gustas mucho, me dijo despus de limpiarse los
labios rojos con una servilleta salmn. Sonre. Quise
verme con ella en la cama y me costaba. Tanto carmn
me repugnaba. Cerr los ojos y no me vi yo tocndole
lo que le faltaba. Me haba pasado antes varias veces.
Si no llegaba a imaginarme con alguien abrazado en la
cama era muy difcil que pasara algo luego. Y si me la
imaginaba en la cama con Joseph en el medio? Cerr
lo ojos de nuevo e imagin lo que podra pasar. Sorprendentemente, llegu a empalmarme ligeramente.
Ya era algo.
Despus de tanta reflexin, no pas nada. Loulou
era ms lista que yo. O quera esperar para que fuera
yo quien diera el primer paso? O no quera quemar la
vela por los dos cabos?
El caso fue que, al no pedirme nada, me dieron ganas
de estar con ella. Me tuve que masturbar. A su salud.
Y me alegr.

69

UN CURSO ACELERADO

Cunto tiempo hace que muri su marido?, le pregunt a Loulou mientras desayunbamos. Apenas un
ao. Tan poco? An le lloro.
El luto pareca aparcar su sexo. Me alegr. No tena
por qu preocuparme. De momento. Al menos.
Despus de desayunar, nos fuimos hasta sus oficinas.
Al lado del Olympia. Olympia de mis amores.
Me acord de Joseph. Con l estara mejor follando
como follbamos, pero se me haba abierto una puerta a no saba muy bien dnde, y tena que aprovechar
mi suerte. Una puerta abierta siempre es una puerta
abierta. Tena que olvidarme de las sensibleras y de
los romanticismos. Loulou era, de ahora en adelante,
mi madre ediposa. Mi porvenir.
Y Loulou presuma de m estupendamente. Me presentaba a todo el mundo. Como si fuera yo ya el nuevo
jefe. Y lo era. Lo era?
Se lo dijo a quien pareca ser el director de todo su
tinglado. Un seor en la cincuentena, regordete y calvo.
71

Dominique te va a poner al corriente de todo.


As se llamaba el buen hombre. Dominique. Un nombre unisex. Tan ambiguo como pareca serlo l.
Simptico tambin. Adoraba a Loulou. Y, por estricta subordinacin, tendra que adorarme a m.
Que Loulou quisiera que comprendiera los entresijos de su negocio no supona que yo tuviera que trabajar. Era un modo de convertirme en un sosias perfecto
de su difunto marido. O eso me pareci que quera.
Y estaba en lo cierto.
Una maana, despus de muchos das juntos, Loulou se me declar.
Me estoy enamorando de usted, me dijo. Pero yo soy
muy chapada a la antigua. No tengo relaciones sexuales
fuera del matrimonio.
Se quera casar conmigo?
Me cogi fuera de juego. Si me casaba, tendra, por
supuesto, que acostarme con ella. Me pedira mucho?
Ah estaba la clave de todo. Podra responder de vez
en cuando pero asiduamente, no. Naranjas de la China. Eso iba a ser imposible. A no ser que ocurriera un
milagro o que se comportara como la madame Mariat
de Grenoble, que no tuvo que agacharse mucho para
chuprmela. El caso era que no poda negarme a tomarla en matrimonio. Tomarla en matrimonio? Como si
fuera una bebida? Cianuro?
Qu fuera de lugar sonaba lo del matrimonio!
Me lo dijo cuando estbamos sentados en el jardn
aquel hermoso da de primavera. Bajo la sombra rayada
de un sauce llorn.
Me haba salido un grano en el cuello que a ella le
pareci emocionante. Era el acn que delataba mi juventud. No hay chica guapa sin pecas ni muchacho her72

moso si granos, me dijo muy excitada.


Ella tena un cutis divino. Sin poros. No me explicaba por dnde poda respirar su piel.
La verdad era que aquella maana no se haba maquillado y estaba esplndida.
Pero el caso era que cuanto ms atractiva me pareca
una mujer, menos me atraa (excluyendo a mi finlandesa Outi). Eran los defectos lo que solicitaba mi libido.
A ver.
Pongamos como ejemplo la pelcula Amarcord de
Fellini. (Una pelcula que sali en los setenta y, aunque
mi historia es de los sesenta, me sirve para mostrar
fotogrficamente lo que quiero decir.)
La estanquera de Amarcord. Me pona. Pblicamente, nunca lo hubiera dicho. Pblicamente, siempre dira
que mi modelo de mujer era Brigitte Bardot. No una
gorda, gordsima como la estanquera.
No s qu hara con ella, pero me daba mucho morbo. Le pasara mi pene por su enorme cuerpo y lo metera entre sus enormes tetas. Le dara pellizcos en su
enorme culo. Todo tipo de guarreras. Me correra donde ella me lo pidiera. En su boca. Entre sus pechos.
Rocindola toda entera. Como habra hecho Fellini.
Seguramente.
Sin tener que hacernos novios. Ni casarnos. Un revolcn tremendo, y nada ms.
Hay mucha gente que me pone para un revolcn. Y
no precisamente gente guapa. Es ms, cuanto ms fea,
o menos guapa, sea la persona, ms me pone. Ya lo dije.
Qu pasaba con Joseph entonces?, me dice una
vocecita instalada en mi conciencia. No piensas que
Joseph es muy guapo?
Qu va! Joseph es todo defectos.
73

Para empezar, su edad. A su edad, la piel no tiene la


tersura de la juventud. Quera yo una piel tersa? No.
Me gustaba que no lo fuera. Vete t a saber por qu.
(A Loulou de la Fadaise le pasa otro tanto, me segua
dando la lata la vocecita. Ya, pero Loulou es una mujer,
le respondo. Y la cosa cambia. Mucho.)
Joseph tena mucho vello y, aunque me daba igual,
siempre me ponan ms quienes no tenan tanto. Mucho vello puede resultar guarro cuando te enfadas.
Joseph tena una uretra bfida, como ya dije. No me
importaba, pero no era lo ideal. Pareca que su glande te
echara mal de ojo cuando te acercabas para chuprsela.
Tena tambin una hendidura a un lado de la frente
de cuando se cay de la bicicleta en su Nevers natal. No
le quedaba ni bien ni mal. Pero no era la perfeccin.
Tena unas manos de cocinero que me gustaban,
pero que no eran para tirar cohetes. Manos speras de
hombre que se agarraban bien a las mas.
Y, ah, le olan los pies cuando se descuidaba. Poca
cosa, pero poda crecer el olor con el casual enfado.
Tampoco yo soy perfecto. Aunque Loulou lo creyera.
Eres ms atractivo que Alain Delon, sola decirme.
Y no me voy a describir porque no quiero pecar de
narciso. No es difcil imaginar a un espaol como yo.
Extico, tierras arriba de Europa. Al menos, por aquel
tiempo. En aquella juventud.
Volviendo a la propuesta de Loulou, no niego que
me dej de piedra. Me cogi de improviso.
Ya me quiere usted tutear? Tan pronto?
Se ri. Sus dientes tan blancos no estaban manchados de carmn, como otras veces. Sin pintar estaba ms
guapa. Y se lo dije. Pero no por ello me atraa ms.

74

LAS SEYCHELLES

Llegamos el da anterior. A las Seychelles llegamos


el mismo da que embarcamos en Pars. Y salimos tarde, por la noche. Est escrito en un poste de madera
de algn punto de la isla: Aqu se encuentra usted en
el da de ayer.
Lo vimos juntos, Loulou y yo. No supe cmo explicrselo para que lo entendiera.
Me gust que, cuando viajaba, se convirtiera en una
mujer ms natural. Apenas si se pintaba.
O lo haca porque se haba casado?
Tuve miedo a que llegara la noche de aquel da anterior en que estbamos. No podra esquivar mi obligacin de recin casado. Sud. Sud la gota gorda.
En el avin, se qued dormida sobre mi hombro. No
se haba perfumado. Solo, despus de cenar, se limpi
las manos con unos pauelos de Roger&Gallet.
Yo tambin.
Antes de quedarme dormido en el vuelo, pens en
75

todo lo que haba pasado en Pars con la boda.


Yo sal de casa antes que ella y la estuve esperando
en el ayuntamiento de Montmatre. Apareci en su flamante Rolls Royce. Tengo que decir que estaba guapa,
la condenada. Llevaba un traje de chaqueta de color lila
plido que le quedaba como un guante.
Nada de excentricidades.
Me gust.
Dominique fue el padrino. La madrina, una amiga
suya que me present despus de la ceremonia. Una
amiga de la infancia.
No s qu me pas por la cabeza cuando me estaba
casando. Que exista el divorcio? Volver a mi vida
anterior? Ni pensarlo!
Tendra que hacer de tripas corazn. Aunque bien
saba yo que los asuntos del pene no obedecen a ningn
compromiso. Ningn papel te lo levanta. Ms bien es
lo contrario lo que suele ocurrir. Por eso, pens en mi
boda como si hubiera sido una comedia musical.
La sangre solo rentabiliza el pene con los latidos
del morbo. Sin morbo, no hay pene que valga. Ni pena,
para el caso. Ni nada.
La cena en el hotel fue muy agradable mirando al
mar. En la templanza de la noche. No en la ma. Con la
excusa de querer comer los murcilagos que nos ofrecan, beb ms de la cuenta. Tanto que casi no me pude
levantar cuando terminamos de cenar.
A Loulou le hizo gracia. Tena toda la vida para follarme. Bien follado. Como ella quisiera. Como si fuera
yo un corderito. Su corderito de peluche.
Fui hasta la habitacin colgado de su hombro. Una
de esas cabaas exquisitas en las que te parece haber
desembarcado en algn paraso.
76

Me dej caer en la cama todo lo largo que era.


Y ocurri lo ms inesperado. Que Loulou de la Fadaise era un hombre en realidad? Ni por asomo. No
tuve esa suerte.
Lo que ocurri fue que empez a desnudarme. Yo no
estaba tan borracho como haca ver. Exager mi grado
de intoxicacin etlica por miedo. Miedo a la noche de
bodas. Miedo a ella.
Me dej hacer.
Curiosa y sorprendentemente, a medida que me desnudaba, me iba empalmando ms y ms. Y, cuando
estuve completamente desnudo, mi pene pareci explotar. Como un petardo.
Pude ver satisfaccin en su rostro. Contemplaba mis
genitales como si nunca hubiese visto otros. Como si
hubiera recibido un regalo de cumpleaos que no esperaba. Y los acariciaba con verdadero talento. Todo hay
que decirlo. Por algo era duea de un imperio. No fue
as como seguramente lo consigui?
No quise despertar de mi borrachera para no tener
que excusarme de nada.
Loulou empez a comerme el pene sin ms contemplaciones. Con los labios pintados, su boca pareca la
entrada de la mansin del terror de una feria.
Con todo, resultaba excitante.
Cada vez me empalmaba ms y, cada vez, Loulou
chupaba con ms alegra.
Tremendo. Era tremendo. Me olvid de pensar.
Pero no era el caso de desaprovechar mi gran estado
de excitacin. Me ech un poco hacia adelante para
palparle los senos. Ella lo dio por supuesto. Quiz no
quera ms. Pero tuve que reaccionar para que viera
que me haba casado con ella por algo ms que dinero.
77

No saba si quera que la desnudara o no. Y no lo


hice. La tumb en la cama. Le sub su preciosa vestimenta hasta la cintura. Le quit las bragas negras de
seda y encaje. Y me la foll como dios manda. Con vaivenes que nunca me cre capaz de hilvanar con tanto esmero. Controlando el orgasmo a mi antojo. Comprobando cmo mi pene erguido entraba y sala de su vagina
pelada. Morbosamente. Increblemente. Atrozmente.
Gimi. Y llor.
Aquella noche iba a valer por todas las que vinieran.

78

OTRA VEZ LAS VESPASIENNES

A pesar de lo bien instalado que me encontraba, o


precisamente por ello, Joseph empez a rondarme por
la cabeza ms de una vez.
No le poda olvidar.
Ni niego que, cuando haca el amor con Loulou, pensaba en l. Con todas mis fuerzas.
Tena necesidad de verle. Aunque tuviera que ser
en las vespasiennes.
Lo tena bien fcil. Dispona de un Mercedes y el
tiempo me sobraba.
Iba de una boutique Loulou en otra, y no estaba en
ninguna de ellas. Era la mejor coartada para mis fugas.
La idea me pareci descabellada, pero no me pude
resistir. Por mucho que lo intent.
Mi peregrinacin por las vespasiennes comenz un
da de lluvia. Esa lluvia que hace que Pars se refleje en
los charcos, como si fuera Narciso.
Me daba miedo. Mucho miedo. Y si me pescaban?
79

Comenc por la que mejor conoca. La que estaba al


otro lado de la calle Saint Ferdinand donde viv. Haba
irnicamente una farmacia detrs como si fuera el teln
de fondo de una comedia de enredos.
Aparqu en un lateral de la avenida. Pas un buen
rato sentado en mi coche contemplando la gente que
entraba y sala de la vespasienne. Ni rastro de Joseph
por ninguna parte. Lgicamente. No iba a venir expresamente para que yo le viera. Estara dentro?
S que haba unos pies en el centro que llevaban all
desde que llegu. O mucho antes, quiz. No iban a ser
los de Joseph con toda seguridad. Averigarlo fue la
excusa que me di para entrar en el meadero.
Me dio mucho corte. No me conoca nadie, por tanto. Pero me sent cohibido. Porque no iba a mear. Ni
nadie de los que vi entrar y salir iba a mear seguramente. Se intua por el modo de abordar la pissotire.
Entr.
Seguro que el que estaba dentro me vio por las perforaciones de la chapa. Me coloqu a la izquierda y fing
orinar. Fingiendo estaba, cuando tmidamente asom
el otro su cabeza por la esquina. Me tap como pude.
l me sonri.
Empec a temblar. Aquello no era para m. Pero no
sal por tanto. Me qued clavado como si me hubieran
hipnotizado.
El otro se fue acercando sigilosamente hacia mi lado
y, cuando estuvo muy cerca, me ense lo que se traa
entre manos. Enorme. Era enorme. Si la hubiera tenido
pequea no se habra expuesto tanto tiempo porque su
reclamo no hubiera sido apetecible. Mi tembleque se
convirti en angustia. No supe qu hacer.
Acerc una mano para agarrar mi pene. Empec a
80

empalmarme contra todo pronstico. Cuando me ofreci el suyo, se lo agarr temblando. Sent el placer de
lo prohibido. De lo robado. Vespasiano me acababa de
bautizar. Como se acercara demasiado, le empuj a su
sitio. Por los agujeros perforados en la chapa vi a una
mujer pasar. Me dio vergenza.
Me fui.
Me sent muy raro. Como si me hubiera corrido sin
correrme. Como si me hubieran visto y me sealaran
con el dedo. Estaba como inflado de vergenza.
A partir de entonces, me promet que solo vigilara
las vespasiennes sentado en mi Mercedes. No haca
falta entrar en ellas para toparme con Joseph.
Algn da tendra que ocurrir.
Me fui a la boutique Loulou que haba en la calle
del Faubourg Saint-Honor. Me sent sucio despus
de lo que haba hecho. Como si hubiera salido de un
pozo negro.
Pero el pene del otro no se me iba de la cabeza. Me
excit mucho. Hasta el punto de que pens en regresar.
De verdad que no iba a entrar ms en los meaderos?
Me durara la excitacin hasta la noche?, me pregunt. Me ayudara a cumplir con Loulou.
No sera yo el primero que calentara motores fuera
de casa. Ni el ltimo.
Iba a funcionar. Mataba as dos pjaros de un tiro:
buscar a Joseph y cubrir a Loulou. Cubrir? Cubrir
porque era lo que realmente haca. Ms bien, era yo
quien se cubra las espaldas.
Cuando lleg la noche, comprob para mi asombro
que el morbo adquirido en la vespasienne segua en
pie. Estupendo. Consegua as mantener viva la fe que
Loulou haba depositado en m.
81

SIN VUELTA ATRS

Comenz el va crucis de las vespasiennes.


Las haba por todas partes y de diferentes formas.
La mayora eran redondas de tres plazas, y las haba de
dos. Otras eran rectangulares con tres o cuatro plazas
alineadas longitudinalmente. Existan rectangulares
de doble fila, encarndose unos meones con otros con
una pared de por medio que llegaba poco ms alto de la
cintura. A veces, te encontrabas con alguna de cemento
pegada a una pared. Era el caso de la que estaba al lado
de la Banque Nationale, donde habra guardado, sin
ninguna duda, Vespasiano su inodoro dinero. Inodoro? Como nuestros vteres ms cursis?
Las llamaban pissotires los franceses como los agujeros oblicuos horadados en el casco de un navo, en
medio de la tablazn de las portas y de los ojos de buey,
para dar salida a las aguas que pudieran introducirse
por las juntas de los postigos.
(Es solo una traduccin literal.)
83

Georges de Grenoble me cont alguna cosa sobre


ellas. No mucho, como ya dije.
En Grenoble, haba algunas pero muy diferentes.
La de la plaza Victor Hugo estaba hecha de cemento
acanalado, por decirlo de alguna manera.
Era el lugar donde los seores se eternizaban. Mirando. Tocando. Charlando como en un caf de chinitas. De todo, menos meando.
Fue el lugar de reunin de los miembros de la resistencia francesa y tambin un punto de ligue con las
coordenadas exactas de un mapa de mariconeo hitleriano (esta frase es del mismo Georges).
Me cont el grenoblois que el ministro de Informacin de la 4 Repblica fue trincado en una redada de la
polica. Preguntado por su presencia en aquel meadero
tan suspicaz, respondi que se estaba informando. Y el
asunto qued zanjado.
Por eso, pensaba yo que quienes entraban en las
vespasiennes con la finalidad de ligar deban de tener
preparado algn pretexto rpido y lgico por si eran
cazados. Hiperplasias de prstata benignas?
Haba quines entraban nicamente a mear?
Pocos. Lo digo porque me lo dijo Georges. Todo el
mundo saba lo que se coca dentro de las vespasiennes
a decir verdad, parecan viejas ollas a presin o enormes teteras y entrar en ellas supona ser observado o
bien rozado por detrs con quin sabe qu.
Aun no querindolo, quienes solo fueran a mear se
podan encontrar, algn da, con la horma de su zapato.
O de su culo, vete t a saber.
Para quienes las frecuentaban, cualquier persona
que las usara era una presa potencial. As de claro. Y de
descarado. Cree el ladrn que todos son de su misma
84

condicin, no es verdad? Y todos maricones, hala!


Dio por hecho quien me vio entrar en aquella de la
Grande Arme que yo era homosexual? Con toda seguridad y, cuando asom la cabeza con tanta desfachatez,
no lo hizo para cerciorarse sino para echar el anzuelo.
Mis incursiones en las pissotires iban a depender
del atractivo que tuvieran quienes viera entrar. Para
qu negarlo. Cuando no valan la pena, me quedaba
dentro del coche. Como una buscona reprimida.
Era muy excitante. Muy guarro seguramente para
los homosexuales ms catlicos. Menos activos. O no.
El caso era que, en aquellos sesenta, sola ser complicado ligar. El barrio latino era el lugar ms idneo,
pero tengo que confesar que a m el tipo de homosexual
que frecuentaba sus cafs y clubs de ambiente no eran
para nada mi tipo.
Como Joseph no se vean por all. Lo digo porque la
vez que me di una vuelta por aquellos lares no vi a nadie
que me gustara. Y digo muy bien nadie. Y no volv.
Para m, mi potencial ligue homosexual tendra que,
en primer lugar, no parecerlo. Ligar con la gente de una
oficina me resultaba ms excitante que hacerlo con las
pequeas de un bar.
A las vespasiennes iba todo tipo de presa. Especialmente antes de que anocheciera.
Esa gente casada que se desahoga antes de entrar
en casa despus del trabajo o al salir de ella; quienes
no se atrevan a ir a clubs de ambiente por miedo a ser
fichados; quienes no tenan, en realidad, los medios
para pagarse la entrada. Ligar en las vespasiennes resultaba gratis. Y el abanico de clientes era muy amplio.
Un abanico de lunares. Inevitablemente.
Estaban muy solicitadas. Solicitadsimas.
85

Algunos ni entraban. Rondaban por la cercana esperando la presa.


Todo un mundo aparte.
Pronto le cog el truco.
Enseguida supe que yo cotizaba al alza. No fuera
ms que por mi apariencia extica y normal.
Curiosamente, los muy afeminados no frecuentaban
demasiado las pissotires porque, a pesar de todo, haba que dar la apariencia de que se iba a mear. Si no,
hasta podas ser interpelado por quienes pasaran por
all e incluso insultado.
Sin tardar, llegu a conocer todas las vespasiennes
donde resultaba fcil aparcar. Y eran muchas.
La mejor?
Sin lugar a dudas, la que haba en el jardn de los
Campos Elseos. Era de doble fila con una mediana. No
solo podas ver al de al lado sino al de enfrente.
Todo un poema de vespasienne.
Rodeada de rboles y arbustos, y con una farola a
cada lado.
Sin puertas. De da y de noche.
Era un lugar idneo para ligar. Una belleza caribea.
Caa el agua constantemente por las paredes del meadero, que regaban unos tubos transversales con agujeros, como si fueran las cataratas del Nigara. Hasta te
podas lavar las manos despus de haber tocado algo
innecesariamente. O indebidamente.
No me habra importado haberme encontrado con
Joseph en aquel lugar para vivir una segunda luna de
miel. Pero no fue as.
Tantos caminos recorr, tantas vespasiennes visit
y solo a m mismo me encontr.
Lo digo porque lleg un da que las vespasiennes
86

llegaron a deprimirme. Era como una adiccin a alguna


droga. Y ms. Y ms. Pero mucho ms.
Me hice, en realidad, adicto a ellas?
No lo creo.
Era una buen aliciente para cumplir con Loulou.
Sin descanso.
El escenario de mis salidas de madre.
Sin vuelta atrs?

87

SERGE GAINSBOURG

Serge Gainsbourg era un maestro de las palabras.


Saba escoger las que mejor sonaban para sus canciones. Muchas veces con peligro de no entenderse nada.
O de pasarse de la raya. O de las dos cosas a la vez.
Para que las palabras rimaran y sonaran, todo le
vala. Y mira que me gustan algunas de sus canciones!
La chanson de Prvert y La javanaise son mis preferidas. En esta ltima se ve hasta dnde poda llegar su
imaginacin: se invent la palabra javanaise como si
fuera una danza. Magistral.
Pero como deca, a veces se pasaba de la raya. Todo
serva para que una palabra rimara o sonara como l
quera. Con todo, un maestro.
A cuento de qu viene hablar de Gainsbourg?
Me explico.
Una de sus canciones es extremadamente cruel, por
decirlo de alguna manera, con un homosexual. Y uno
vale por todos, no es as?
89

Voy a tratar de traducirla. Libremente. Para que se


entienda bien. No va a ser fcil. Y, si me paso yo tambin, que me perdone Serge. O si me equivoco.
Se titula: Tata teutonne (maricn alemn o mariquita teutona).
En ella hace mencin a las vespasiennes que l llamaba tasses, tazas. Meaderos a la postre.
Me ser del todo imposible tratar de reproducir la
sonoridad de sus palabras porque las mas van a ser distintas, obviamente. Lo voy a intentar de todas maneras.
Ah va:
Otto es maricn teutn
con tantos tics que ladillas
que se chupa las tetillas
relamindose el pezn.
Y su balano dispara
Ratatatata tata.
Siendo de mucho tragar
engulle a gog tartar
y luego expulsa ufano
un mocordo por el ano.
Con petardos se delata
Ratatatata tata.
No hay ms placer para esta
mariquita promiscuera
que ir a un meadero a tientas
sin ver qu polla le encuentra.
Una voz por detrs exclama
Ratatatata tata.
Uf!
Ratatatata tata?
Siendo tata mariquita en francs, fciles son las conclusiones, verdad?
90

Me choca que se mofe de Otto con tanto ratatatata


tata. Por mucho que odiara a los boches como buen
judo que era. O no? Y no lo escribi drogado porque
Serge Gainsbourg no se drogaba, aunque lo pareciera.
Por qu lo digo?
No voy a descubrir nada nuevo, quiz, pero voy a
contar lo que viv en primera persona.
Cuando Loulou jugaba al bridge con sus amigas, yo
aprovechaba para salir por la noche. Quienes frecuentaban las vespasiennes a la luz de las farolas eran mucho
ms jvenes que a la luz del da. No me encontraba yo
muy a gusto entre ellos, pero era lo que Joseph buscaba. Me resultaba emocionante porque era por la noche
quiz cuando podra dar con l en alguna parte.
Una de aquellas noches, haba olor a marihuana en
el aire. Y de perfumes pesados. Los que uno se pone
creyndose el rey del mambo. Pachul y vetiver, principalmente. Se podan comer.
Mi recorrido nocturno termin en la Banque Nationale. Con ganas de orinar, por fin, al final del trayecto.
Como ya dije anteriormente, la pissotire que haba
all estaba pegada a una pared y era de plan abierto.
Corrida. Unas seis plazas. Difcil recordarlo.
Curiosamente, cuando me estaba acercando a ella,
uno que sala me dijo que Serge Gainsbourg estaba dentro. Mi admiracin por el Serge msico era inversamente proporcional al Serge smbolo sexual. Smbolo sexual? Me dieron ganas de irme. Luego, lo pens
bien y entr. No fuera ms que por contar lo que estoy
contando. Para poder chismorrear, aunque esta sea la
primera vez que lo hago pblicamente. Y por escrito,
queda. Para siempre.
Si lo hago es porque l se mofaba de los tatas. Como
91

Brel. Como Brassens. Como tantos otros.


Sobre las vespasiennes ha escrito mucha gente. Posiblemente, hubo un Pars que fue lo que fue gracias a
ellas. No lo dudo. Eran las verdaderas putas de Pars.
Las que sacaban de apuros a muchos que no saban
cmo ligar en otra parte. Putas gratuitas.
Y no solo eso.
Estoy seguro de que fueron tambin las celestinas
ms amables. Verdaderos santuarios para muchos donde encontrar al verdadero dios. Y lo digo muy en serio.
Vamos a ver.
Por aquel entonces, no se sala del armario porque
no lo haba. O, al menos, estaba cerrado con doble llave.
Resultaba difcil ligar. Encima. Ya lo dije.
Aparte de los exclusivos clubs, haba cines. Sin ir
ms all, aquel Paramount Maillot, donde fui a ver Le
gendarme de Saint-Tropez con Joseph era uno de ellos.
Fui un da para recordar lo bien que lo pas.
Lo cuento para dar otro picante a aquel Pars.
Lo que me encontr no era de este mundo. Haba
maricones y parejas heterosexuales por todas partes.
Mezclados. Follando. Mirando. Ms Sodoma que Gomorra, empero.
Y lo digo porque al coito anal se le dice sodoma y
no gomorrea.
El acomodador me coloc detrs de dos de aquellas
parejas que andaban jugueteando como pude ver cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad.
Lo hacan para ser vistos.
Pronto, la mano de una de las mujeres, graciosamente acomodada en el respaldo, toc mi rodilla. No
me dej hacer. Cuando iba a cambiarme de sitio, lleg
el acomodador con otro espectador. En la cuarentena.
92

No muy alto y fornido como me suelen gustar a m.


La mujer de delante lo intent con l. Yo tambin
quise hacerlo pero no me atrev. Y lo que pas result
ser mucho ms interesante que la pelcula que estaban
dando. Sofa Loren ocupaba un primer plano. Muy guapa, tengo que decir.
Ni corto ni perezoso, el que haba llegado se baj
los pantalones y ofreci su pene a la mujer de delante.
Comenz a chuprselo. Yo no tena nada que hacer. No
puede uno mariconear entre heterosexuales. Te pueden
dar de hostias.
Los maridos impertrritos.
La otra mujer le invit para que se cambiara a la fila
donde ellos estaban.
Y lo hizo.
El espectculo que me ofrecieron fue dantesco. La
mujer excitada se tumb encima de las piernas de lo dos
hombres, que se juntaron para el caso, y el semental se
la foll sin remilgos. La otra mujer le chupaba los pechos a la follada. Todo un libreto para una pera bufa.
Y no el de Marim. Y no el de Marim.
El buen hombre mantuvo su cabeza prxima a la
ma, mirndome a los ojos, durante el coito y, cuando
se corri, me dio un beso prolongado en la boca.
Pero se fue. Y me dej con la miel en los labios.

93

LOS COCINEROS

El cocinero que tenamos se march. Se cas con


una italiana y se march. Cocinaba muy bien. Muy sano.
Mejor mucho con sus comidas.
Es una pena, me dijo Loulou. Era muy bueno, verdad? S que lo era, le dije.
Pusimos un anuncio en varios peridicos buscando
otro y pronto llegaron unos cuantos. Nos quedamos con
uno chino para variar.
A ver lo que nos dura. Te vas a orientalizar, Loulou.
Tengo los ojos un poco achinados, no te has fijado?,
me dijo. Como Sofa Loren, verdad?, pensando en las
guarreras del cine donde haba estado.
Ni Sofa Loren ni la madre que la pari. Me estaba
cansando de tanta vagina pelada. Menos mal que existan las vespasiennes.
Imposible ya vivir sin ellas.
El cocinero chino vena de Hong Kong. Con un currculum impresionante. Pero nada del otro mundo.
95

Nos cansamos en enseguida de tanto arroz.


Luego pasaron unos cuantos ms que no duraron
ms de un da. Echbamos de menos al que se march.
Hasta que lleg el mejor: Joseph.
Le vi entrar por el jardn. Josephine, nuestra ama
de llaves, le recibi.
No quise bajar a saludarle.
Me emocion. Estaba tan guapo como siempre.
Solo cuando Josephine le dej solo en la cocina con
el pato a la naranja de prueba, fui a verle.
Entr despacio. Me recost en la jamba de la puerta.
Salut!, le dije.
Volvi la cabeza hasta donde yo estaba y abri ojos
como platos.
No dijo nada.
Me fui acercando.
No me quieres saludar?, le dije. Menuda sorpresa! Qu haces t aqu? Vivo aqu. Soy el dueo de la
casa. Bueno, el marido de la duea. De Loulou de la
Fadaise? Eso. No tienes por qu preocuparte. Ests
contratado, si t quieres. Quiero, quiero, no sabes qu
mal estn las cosas.
Dejamos de hablar cuando entr Josephine en la
cocina. Le contratamos, le dije. Se llama como usted,
mire por dnde. Josephine?
Nos remos los tres.
Cenamos el pato a la naranja y Loulou qued encantada. Joseph tambin.
Pens que no aceptara el trabajo por mi culpa, pero
no fue as. Al contrario.
Despus de cenar, tuve que llevar a Loulou a casa
de una amiga que se acababa de divorciar. Gaston tena
el da libre.
96

Adnde va usted?, le pregunt Loulou a Joseph. Al


diecisis. Le llevamos, si quiere. Se lo agradezco. Hoy
no he trado mi coche. Y el metro es complicado. Podra aparcar aqu? Claro. Hay sitio de sobra en el garaje.
Dejamos a Loulou en casa de su amiga y llev a Joseph a la suya.
La situacin era muy peculiar. Peculiar? Tremenda. Inimaginable.
No te voy a preguntar nada. Nunca, le dije. Tus razones tendras para hacer lo que hiciste. Tiene una explicacin muy fcil, me dijo. Mi mujer se puso muy
enferma. Pudiste decrmelo. No lo ibas a aceptar. Te
conozco. Me escond. Fui muy cobarde, lo reconozco.
Silencio.
Deduca yo que su mujer no estaba ya enferma por
lo que me atrev a darle un beso en la mejilla cuando
nos despedimos. l me lo dio en la boca. Como antes.
Me dej desconcentrado. Pero me fui. Sin ms.
Loco de contento. Y embobado. A punto estuve de
drmela con el coche en el tremendo cruce de avenidas
del Arco de Triunfo. Y la culpa la tuve yo por no respetar
la prioridad a la derecha.

97

LA VIE EN ROSE

Una nueva vida empez para m. Ilusionante.


Joseph quera algo ms que el puesto de cocinero,
no me caba la menor duda. Si no, no lo habra aceptado. Yo me mantena algo distante como hacindole ver
lo en serio que me tomaba mi vida de casado. Conocindome como me conoca, saba que no era verdad.
Te vienes conmigo?, me dijo una tarde que tena
libre porque Loulou se haba ido a jugar al bridge. A
dnde?, le pregunt. Ya vers.
No hablamos por el camino. Esta vez, los dos bamos
a cometer adulterio.
Me llev a la buhardilla de Ramiro. Ins se haba
vuelto a Espaa.
Los recuerdos me dieron una bofetada. Joseph pareca extremadamente contento.
Cmo pude ser tan estpido para apartarme de ti?
No hablemos de eso, le dije. Ahora tambin estoy yo
casado. Qu te parece?
No dijo nada. Saba yo muy bien lo que pensaba.
99

No nos atrevamos a besarnos. Haba un respeto


ficticio dadas las circunstancias. Pero no habamos ido
hasta aquella buhardilla para tan solo mirarnos a los
ojos. Me mora de ganas de acostarme con l, pero no
quera hacerlo porque s. Un poco de suspense era lo
suyo. As que me ech hacia atrs en el silln donde me
haba sentado.
Me puse a cantar: Si esto no es amor, dios que se le
parece. Brel.
No has perdido tu voz, me dijo Joseph. Querrs creer
que desde que nos separamos no he cantado ni una sola
nota. Loulou no sabe cmo cantas? No. El da que te
escuche, se va a desmayar. Enamorar, no, porque ya
veo que lo est.
Ms silencio.
Te va a hacer famoso cantando. Peccata minuta para
ella con todo el dinero que debe de tener.
Me emocion el uso del latn que haca Joseph. Loulou me lanzara urbi et orbi, pens.
El beso estaba en el aire. Como si entre los labios
de Joseph y los mos se hubiera formado un reguero de
saliva elstica que los iba a juntar sin remedio.
Y, cuando ocurri, perd la vida por un instante.
No haba desaparecido nada de lo que hubo. Nada.
Incluso todo era ms intenso. Como si, esta vez s, fuera
todo de verdad.
Los pelos de su ano seguan estando en su sitio. Y
su perineo segua tan hermoso como siempre.
Desnudos, perdimos el miedo al tiempo. Y al mundo. Nadie nos iba a separar ya. Nunca.
Lo saba porque no hablbamos. Solo nos comamos
como locos. Nos corrimos a la vez. Como siempre. Porque si no, no vala la pena.
100

Cumples con Loulou?, me dijo Joseph una vez pasada la tormenta sexual. Hoy, no. Hoy, lo voy a tener
muy difcil. Estando contigo, ella va a desaparecer.
Hubo un silencio cmplice.
Bromuro?, pens en alto. Lo dan en el servicio militar que yo nunca hice. Para bajarle la libido a Loulou?
Eso. T puedes manipular lo que come, no? Has odo
hablar del rbol casto?, me pregunt Joseph. No, le
dije. Tambin se llama pimiento de los monjes para
ayudarles con la castidad.
Los dos. Quisimos echarle en la comida las dos cosas: bromuro de potasio y rbol casto.
Funcionara?

101

MES DEUX AMOURS

No funcion.
No del todo.
S era verdad que, entre la menopausia, el bromuro
y el rbol casto, a Loulou le interesaba cada vez menos
el sexo. Est sobrevalorado, me dijo una vez.
Mejor que mejor.
A veces, jugaba con mi pene, pero pronto lo desdeaba como si fuera un juguete roto.
A m me vena de perlas.
Joseph y yo nos lo hacamos en todas partes. En la
buhardilla de Ramiro, en el coche, y hasta en el tico
donde, con toda seguridad, no iba a subir Loulou porque estaba muy alto, ni Gaston o Josephine porque le
haba puesto yo una llave.
Qu verdadero placer follar con Joseph sin tener
que cumplir con Loulou! Sin que llegara la noche.
Bromurada. La tenamos bromurada.
Pero segua en medio de los dos. Y estorbaba. Vaya
103

si estorbaba. Como pasaba con Franoise, la mujer de


Joseph. Me lo dijo un da. Estoy de ella hasta el moo,
me dijo. Jen ai par-dessus la tte, debi de decirme,
confirmando que el moo suele estar en la cabeza. Aunque los hay en forma de recogido pbico o culero, pero
eso ya es harina de otro costal.
Nos dijimos todo sin decirnos nada.
Pero el dinero llama al dinero y el amor, al amor.
Un da, tuve una sorpresa memorable. Gaston, el
chfer y administrador de Loulou, haba contratado a
aquel albail, que estaba pescando en el Sena cuando
dorm bajo un puente, para arreglar una pared del palacete por donde se colaba el agua de lluvia.
Le reconoc enseguida. Le salud. Me reconoci l
tambin. Me alegr mucho. Era un to estupendo. Muy
sexy tambin.
No sabes lo que he pensado en ti todo este tiempo,
me dijo. Me diste de comer y cario cuando ms falta
me haca. No lo olvidar nunca, le dije.
No me hizo preguntas. Lo que menos le importaba
era saber qu haca yo all. Que nos encontrramos fue
lo que le emocion. De verdad.
Ven conmigo, le dije.
Subimos al tico que cerr con llave. Gaston y Josephine se haban ido al hospital con Loulou. Le haba
salido no s qu en no s dnde que no me quiso ensear. Por coquetera. Joseph? No saba dnde estaba.
En la casa solo haba un par de femmes de mnage
limpiando. Estbamos solos, a fin de cuentas.
Era verdad que el albail no me haba olvidado. Ni
yo a l. Su camisa abierta descubra el vello rizado del
pecho. Se lo acarici. l me cogi por la cabeza para
darme un beso intenso.
104

Alguna vez lo so.


Mi mujer muri, me dijo. Lo siento. Y tus hijos?.
Ya son mayores. Estn casados los dos.
Ms que sexo, queramos saborear el encuentro con
caricias. Con recuerdos.
Nunca olvidar que me ayudaste. Nunca. Sigues
viviendo en Monfort lAmaury? Te acuerdas? Claro que
me acuerdo. Pero nunca pude ponerle nombre a tu cara.
Te llamaba Pierre. Pues me llamo Gilles. Yo, Jorge.
Me senta como Josephine Baker:
Tengo dos amores
Mi pas y Pars.
Y por ellos siempre
me siento tan feliz.
Cuando bajamos a donde estaba trabajando, vi llegar
a Joseph por el jardn. La comparacin fue inevitable.
Quin ganaba?
Fsicamente, los dos me atraan mucho, pero uno
me ayud y el otro me las hizo pasar canutas.
Dejara que el tiempo resolviera mis dudas.

105

LA CUADRATURA DEL TRINGULO

ramos cuatro dibujando un desconcertante enredo


triangular. Y tres giraban a mi alrededor.
Gilles, el albail, tena para rato con la pared humedecida por la lluvia. Me fui un da con l hasta Monfort
lAmaury. Sin que nadie se enterara. Viva solo y quiso
que me quedara con l. Le expliqu mi situacin con
pelos y seales. Solo entendi lo que quiso.
Me gustara que dejaras todo y te vinieras a vivir
conmigo. Trabajaramos juntos, me dijo. Fue lo que
quise cuando te conoc, le dije yo. Ya. Estaba casado. Y
yo, ahora tambin.
Me dieron ganas de dejarlo todo por l. No tena ms
que evocar mi despertar bajo aquel puente del Sena
para sentir la mayor de las ternuras.
Luego tena a Loulou. El sexo estaba decayendo y
lo reemplazaba por las grandes fiestas en sociedad. Me
exhiba como un trofeo de caza. Y me gustaba que lo
hiciera. Era mi seguro de vida.
107

Joseph era mi punto ms delicado. Si regres con


su mujer la primera vez que nos liamos, no sucedera
as siempre que intentara dejarla? Mi adicin a l era
muy fuerte. Nunca dejamos de tener sexo, salvo cuando me doli la cabeza por mis hermosos tropiezos con
Gilles. Adems, no iba yo muy descaminado pensando
que estaba conmigo por si un da heredaba de Loulou.
Estupenda situacin la ma, pero muy incmoda.
Lo mejor sera tomarme un tiempo de descanso, y
se lo dije a Loulou. Nos fuimos a pasar una temporada
a un hermoso chalet que tena en San Juan de Luz.
Siempre le gust mucho el Pas Vasco francs. Con
sus contraventanas iguales, sus verdes prados iguales
y sus doradas playas iguales.
Nos llev Gaston en el Rolls Royce. Vino con nosotros Josephine. Joseph se qued porque Loulou conoca
a un cocinero vasco que le encantaba.
Adems, no se trataba de comer. Se trataba de descansar y de ver la vida con la perspectiva que perdas
en Pars.
Leamos Loulou y yo los mismos libros, y luego los
comentbamos en vivas discusiones. Sentados en la
terraza acristalada o en largos paseos por la playa.
Llegu a enamorarme de ella. Me dio tanto todo
aquel tiempo que llegu a quererla de verdad.
La abrazaba en la cama toda la noche para que no
me dejara nunca.
Un atardecer, cuando estaba oliendo una flor en el
jardn, cay desvanecida. No me dio tiempo a cogerla
en mis brazos.
Se fue. Sin decir nada.
Como una rosa.

108

EL TESTAMENTO

Me dej todo. Y, cuando digo todo, todo.


Cuando el notario me ley lo que haba heredado
no me lo pude creer.
Un verdadero imperio.
Durante unos das, me encerr en casa y no quise
ver a nadie. Solo Gaston y Josephine se quedaron conmigo. No supe qu hacer. Se lo coment a Dominique,
el da que sal de casa.
Vende todo, me dijo. Sera tu mejor opcin. Yo te
busco un comprador.
As fue.
Fueron tantos los millones que me costaba hacerme
a la idea. Indemnic a Josephine y Gaston, y hasta vend la casa de Montmatre. Y todas las dems. A Joseph
le dio Gaston lo que le corresponda.
Nada de recuerdos.
Me compr un dplex estupendo en Passy con una
vista completa de la torre Eiffel.
109

Y quise empezar una vida nueva. De cero.


Podra olvidarme de Joseph y de Gilles? Estaba
por ver. Por lo pronto, no saban dnde me encontraba.
Mejor as.
Mientras tanto, no quise perder el tiempo.
Contrat a un msico para que me diera clases de
canto y me ayudara con los arreglos de mis composiciones. Quise hacer canciones para otros.
El msico se llamaba Claude y tena el encanto del
poeta. Era muy culto para cambiar. Me pasaba largas
horas charlando con l de lo que yo no saba.
Me costaba saber si era hetero u homosexual. As
de normal era Claude. Tena los ojos del azul grisceo
de Jean Gabin. Lo que ms me emocionaba eran sus
manos. S tocaban as de bien el piano, imaginaba cmo
las usara para otras cosas. Caricias, sobre todo.
Estaba yo falto de caricias.
Alguna tarde sal de vespasiennes. Y regres peor
que me fui. No eran ya para m las cosas rpidas y sin
alma. Necesitaba amor. Amor con letras maysculas.
El de Claude?
No me atreva a decirle nada. Me daba mucho respeto. Comprendera que yo quisiera irme a la cama con l
si se lo dijera. No se asustara, claro que no. Pero podra
espantarle y estaba yo muy a gusto con l.
Le contrat para darme clases cada da.
Algunos domingos le invitaba a comer.
Le llev uno de ellos a la Tour dArgent.
Aqu vena yo con Loulou de la Fadaise. La conoca
usted? Fue mi mujer.
No se lo pudo creer.
Una gran mujer, verdad?, me dijo. Era extraordinaria. Me dej todo lo que tena. Por eso vivo tan bien.
110

Se me humedecieron los ojos. A l, tambin.


Era el momento de declararle mi amor?
No pude.
Casi se me declara l. Pero le cort la palabra, tonto
de m. Tonto de m.
Es usted una persona muy atractiva, me dijo. Ms
atrayente que atractiva, le dije. Qu quiere usted decir? Pues que existen quienes compartiran sus vidas
conmigo por lo bien que me van las cosas.
No dijo nada. Quiso decirme algo, pero se contuvo
ante mi malvada declaracin de nuevo rico.
Por una suerte de tcito acuerdo, me pareci que
estbamos retrasando el momento en que nos perteneciramos el uno al otro. (Otra cursilada. Qu le voy
a hacer! Soy as.)
Despus de comer, Claude se fue a su casa y yo a la
esquina de la avenida Foch con Raymond Poincar. Fui
a sentarme en aquel banco verde. Aquella vez, s que
necesitaba la suerte de los trboles.

111

MIS PENSAMIENTOS MS CLSICOS

All sentado en aquel banco verde, empec a reflexionar. Sobre mi vida. Sobre mi oscuro interior.
La primera consecuencia de mis inclinaciones homosexuales fue la de encerrarme dentro de m mismo.
Con todo lo que ello conlleva de temor y de desorientacin. Y, cuando perd la inocencia, navegu entre el
sufrimiento y el placer. Llegaron a dominarme tanto
que los pude olvidar. Me sorprendi que regresaran en
aquel momento mo cuando todo me pareca sonrer.
Y es que, para comprender de nuevo la inocencia
de la alegra, tendra que volverme puro. Como lo fui
alguna vez.
Cuando me supe pobre, experiment un goce difcil
de explicar. Las pequeas cosas, lo detalles, cobraban
una importancia especial. Una sana alegra.
Y, cuando lo tena todo, me faltaba. Y, si me esforzaba por ofrecer la alegra, no bastaba para recibirla a
cambio.
113

Quera recuperar esa pureza para sentirme mejor.


Encontrar algo distinto con qu vivir, porque nada me
empujaba ms a los disparates del instinto como la vida
irregular que llevaba.
Algo distinto. Como qu?
Escribir. Escribir? Eso.
Abr los ojos y me fui a casa volando.
Empec a anotar ideas en una hoja en blanco.
Me salan las palabras como si hubieran estado condenadas en una crcel. A vuelapluma, logr escribir
aquella noche todo lo que llevo escrito aqu hasta ahora.
El lunes, cuando lleg Claude para darme las clases
de canto, se lo dije.
Qu interesante! He llegado hasta ti. Hasta m?
Cmo es eso? Hasta este momento. Y voy a tratar de
descifrar lo que me pasa contigo.
Claude no dijo nada.
Lo que escriba a partir de ahora, suceder en el presente de indicativo. Le digo adis al pasado y le cierro
la puerta al futuro, qu te parece?
Claude no dice nada.
Me acerco a l y me miro en sus ojos azules. O grises.
Da lo mismo. Me atrae. Mucho.
Tengo miedo de que no le guste mi insolencia y salga
corriendo. Pero me aguanta la mirada como si fuera lo
que siempre quiso hacer. Se atreve a cogerme la cabeza
con sus estupendas manos.
Cierro los ojos y siento cerca su aliento. Sus labios
me resultan carnosos cuando se posan en los mos.
(Corn Tellado debe de estar mirando la escena escondida en alguna parte. Sonriendo.)
Me estremezco. No s cmo se estremece uno, pero
s que me estremezco. Lo digo porque me tiemblan las
114

piernas y mi corazn bombea la sangre que necesita mi


pene. Como un maremoto.
Nos damos un abrazo hermoso.
Luego, aprieto el botn de la radio que est encima
del piano de cola nunca ms oportuno y nos ponemos a bailar tranquilamente. Se trata de una meloda
clsica, pero no importa. Podemos bailar cualquier cosa
con las alas del amor llevndonos por los aires.
(La Tellado est escondida detrs de una cortina.
Saca la cabeza y me guia un ojo.)
Es la Pavane en fa sostenido menor, opus 50, de
Faur, dice Claude.
No digo nada para no parecer ms inculto de lo que
soy. Musicalmente hablando. Y sin msicas. Tambin.
Ah est el quid de la cuestin, me digo. Claude me
atrae mucho, muchsimo y nadie como l para llenar
mis lagunas. O lo que sea. Todo hay que decirlo. Llenar
mi vida de esa alegra sana que me falta. Siendo tan
puro como cuando lo fui. O no. Est por ver.
Tengo ganas de meterme ya dentro de ti en ms de
una manera, le digo. Tu entrada tendr que ser metafsica, me dice. Es lo que quera decir y no saba cmo.
No se trata de quemar la vela por los dos cabos.
Esta vez, no.
Entendindolo tambin as, seguramente, Claude se
sienta al piano y comienza a tocar una de mis canciones
que ha arreglado sublimemente. Se trata de la famosa
Par un jour dt que cant en casa de Joseph.
Para darle ms colorido a las notas, giro el taburete para que quede perpendicular al piano y me siento
detrs de l. A caballo. Le abrazo mientras toca. Toca
que te toca, llego a meter mi mano, sacrlegamente, en
su bragueta.
115

Por una razn que desconozco, no me equivoco casi


nunca con mis ligues. Todos han tenido hasta ahora un
pene exquisito. El de Claude es realmente grande. No
lo veo, pero lo siento hermoso. Y carnoso.
(Parezco sudamericano escribiendo as. Me pregunto si Coln no era amerindio y fue l quien descubri
Europa. Y puso el mundo al revs.)
Despacio, enlazados por la cintura, nos vamos a la
cama. Le cojo en brazos para entrar en la habitacin.
Claude es ms bien menudo y tiene uno de esos culitos
prietos que hay que saber aprovechar.
Ronda la cuarentena. Tiene ya muchas canas que
le quedan muy bien. Me encantan. Compruebo, por
contra, que su vello pbico es bien negro. Como en la
cancin. Que qu cancin? Una que cantan los franceses fraudulentamente. Se trata del tango A media
luz. Dicen ellos, los franceses, en la cancin adaptada
a sus gustos ms banales, que no son curiosos pero que
quieren saber por qu las rubias tienen el pelo del culo
negro. Ellos llaman culo al chocho. No veo la razn. A
no ser que todos los franceses sean maricones. Que lo
son. De una u otra manera, quiz. Pero lo son.
Claude no tiene mucho vello en el cuerpo. S en el
culo. Est unido al pbico tambin abundante por un
perineo poblado. Entraable. Desentraable, ms bien.
Como el amazonas ms recndito.
Enseguida me doy cuenta de que Claude es muy primitivo en la cama. Me gusta que lo sea. Ya me voy a
encargar yo de refinar sus maneras.
Y lo hago sin tardar.
Para que, alguna vez, haga lo que yo hago, he de
ensearle el camino. Le pido que no se mueva. Que me
deje a m llevar la iniciativa. Y empiezo a lamerle por
116

los pies. Con verdadero placer. Como los tiene muy apetecibles, me suben el morbo. Escaleras arriba voy sin
quitar la vista de su perineo.
Le pongo las piernas sobre mis hombros y doy rienda suelta a mis clsicos.
Adivino que Claude se debate entre el gusto y el disgusto. Me ests volviendo loco, me dice. Yo no s de
estas cosas. Todo esto es nuevo para m. Y siento un
poco de vergenza.
Tiene Claude la pureza que me falta a m?
Serpenteo por la cama para ponerme a su altura.
Nos abrazamos con fuerza. Esto es lo mo, me dice.
Los abrazos De dnde sales?, le pregunto. Quieres,
de verdad, saberlo? Claro. Quiero saber todo lo tuyo.
No hace un ao que dej el convento.
Me quedo paralizado. No s qu decir.
(Es lo que se dice siempre.)
Has odo hablar de La Chartreuse? Estudi en Grenoble. No me digas! Pues all estuve muchos aos. No
s qu decirte. No digas nada. Ya hablaremos.
Me gusta que Claude sea as.
Por una vez, distinto.
Lo es?
Est por ver. Existe todo un mundo por descubrir.
Emocionante.
Por una vez, el sufrimiento y el placer no coexisten.

117

CONTIGO EN LA DISTANCIA

Te vienes a vivir conmigo? Si es lo que quieres, s,


me dice Claude.
Nadie mejor que l para compartir mi vida.
Estamos los dos hartos de soledad. Yo ms que l.
Por la maana, cuando se va a dar clase de msica
al lyce Arago, yo me voy a la estacin Austerlitz. A por
mi maleta. Para no olvidar nunca lo que fui. Para no
olvidar nunca lo que no tengo que ser.
Cuando abro la taquilla y la veo, me echo a llorar. A
lgrima viva. Me trae tantos recuerdos!
Cuando regreso a casa, la guardo en un armario y
luego me siento al piano a tocar lo que no s.
En ello estoy, cuando abre Claude la puerta con sus
llaves. Me hace una ilusin tremenda que las tenga.
Qu tal las clases?, le pregunto. Muy bien. Me gusta
dar clases. Siempre me ha gustado.
No le cuento nada de la maleta. No tengo por qu
demostrar a nadie lo estupendo que puedo ser.
119

Cmo vas con la novela? Ya ves. Solo cuento lo que


me est pasando ahora. En este momento. Lo que ocurre es lo que escribo. Y si no llega a ocurrir nada? Tienes razn. Pero no hay nada que no resulte interesante
si se sabe contar. No es que yo lo sepa hacer, pero el
mero hecho de intentarlo, vale la pena, verdad?
La emocin est en no saber qu va a pasar. Que ni
yo mismo lo sepa. Si escribiera sobre el pasado, no sabra decir si lo que escribo fue realidad o me lo invento.
Porque la memoria te puede jugar malas pasadas.
La memoria te engaa con sus pies de algodn.
Por eso me decido a escribir sin recordar.
Vivir para contarla que dira alguien.
Y viviendo estoy y de qu manera cuando le
doy un abrazo a Claude. Y un beso. En la boca. Y, esta
vez, en lugar de irnos a la cama nos vamos a comer al
restaurante de abajo.
Tienen como plato del da endivias gratinadas. Claude prefiere un steak tartare.
Me estoy desquitando a comer la carne que no com
en el convento. Y cruda, le digo. Me encanta. Yo, como
buen espaol, esas cosas no las como. Deberas de probarlas. Toma un poco.
Me da carne cruda pinchada en su tenedor que ya
haba estado en su boca. Por eso me la como.
Sabe a ti, le digo por decir algo. Qu parte de m?
Todo t. Ya, ya. Ests pensando lo mismo que yo.
Ya que ha mencionado su convento, me muero de
ganas por saber cmo eran las cosas all. Las cosas?
No estoy pensando ms que en una.
Despus de todo lo que me ha ocurrido ltimamente, estoy muy contento de haberme salido. No te vale
mi respuesta, verdad que no?
120

No le digo nada. No le pregunto nada. S que l me


va a contar sus secretos sin necesidad de animarle.
Todo se acab cuando tir los hbitos el amigo que
tena dentro, sigue diciendo. Y como viera mi cara de
sorpresa, me dice que era un amigo como yo. Que, de
vez en cuando, dorman juntos, con miedo a que les
pescaran. Pero que no haba mucho sexo en la relacin.
Lo ms serio que ocurri fue la vez que se hicieron una
mutua felacin. Pensaron luego que era tan profunda
la ofensa que no volvieron a hacerlo nunca ms.
Era ms bien un amor platnico. Apurado te vieras.
Nos enamoramos por necesidad. Luego l se march y
no pude aguantar solo all dentro. No hay mucho ms.
Te puedes imaginar el resto, acaba diciendo. Le has
buscado? No, no, no quiero saber nada de l. No quiero
nada ni nadie que me recuerde el convento.
No s qu decir. No comprendo que nadie se quiera
meter dentro aorando el amor de fuera. Y menos un
francs. Por eso, me doy cuenta de que lo que ms me
intriga es saber por qu hizo lo que hizo. Lo de que los
curas tengan tantas penas como penes en la cabeza ya lo
saba yo despus de haber pasado tantos aos interno .
Pero lo de Claude es otra cosa.
No me entra en la cabeza que hubiera sido poseedor
de una fe tan irracional. Especialmente con un pene tan
grande como el suyo.
Y lo digo muy en serio.
Entiendo que un convento sea el sitio ideal para
personajes asexuales. O gente mayor. Andropusica.
Porque, cuando te vas haciendo viejo, te tienes que
ir despojando de lo que tienes para que el viaje a ninguna parte sea ms ligero.
La privacin del sexo me pareci siempre desmora121

lizador. Quien est desmoralizado no vive su vida, y por


ello no crea, ni fecunda, ni hincha su destino.
De dnde saco esto?
Era yo muy joven. Me comieron el coco. S cmo son
esas cosas, le digo. Yo tambin tuve un pie en el seminario. Basta que te lo proponga un cura con encanto para
que caigas en sus redes, verdad? Me hubiera gustado
compartir celda contigo, termina diciendo.
Qu puede salir de una relacin como la nuestra?,
me pregunto cuando estamos en los postres, babeando
como idiotas.
Una ltima pregunta me ronda la cabeza.
La suelto.
Has estado con alguna mujer? En la cama quieres
decir? No. S que conoc a una chica no hace mucho,
pero nada ms. Te voy a contar algo que te va a sorprender. Y mucho. Solo he mantenido relaciones contigo y
con mi amigo del convento.
Es bueno o malo?
No es esta la pureza que ando buscando?
Se me contagiar?

122

PARIS, REINE DU MONDE

Ahora entiendo por qu Claude es tan parco en la


cama. Y por qu me atrae tanto convertirle a mi cochina
y asquerosa fe.
Qu pensar de m?
Se lo pregunto. Despus de haberle bebido hasta
las entraas.
Eres un to estupendo, me dice. Fogoso. Muy normal. Quien no es normal en esta historia soy yo. De
verdad que piensas eso? Claro. Los cuerpos estn para
usarlos. Si no, para qu sirven? T dame tiempo y vers de lo que soy capaz.
Cuando se le pone alma al cuerpo es cuando surgen
los problemas con el sexo. Lo tienen los monos? Nos
corremos mejor que ellos? Seguramente que no.
Pero dejemos esta fiesta en paz.
Hoy vamos a una editorial de msica para mostrar nuestras canciones. Las mas y las suyas. l hace
tambin sus pinitos gregorianos. Los dos juntos hemos
123

conseguido una modalidad de cancin estupenda: musicando las letras con los tintes gregorianos que Claude
tanto domina. Convirtiendo los movimientos rsicos
y tticos del canto en verdaderas pulsaciones de rock.
Alguien entiende lo que digo?
Qu lstima que mis versos no tengan msica!
Como los de Len de Greiff:
Silencio en los ojos
que ya estn sin lgrimas!
Silencio en las bocas que no gimen lnguidas

melodas dolientes, amargas...!
Silencio en los labios, silencio...!
Silencio en las almas...!
Mis palabras he de adornarlas con msica porque
no soy poeta para hacerlas cantar. Ni soy msico tampoco, por otra parte, para que las notas cuenten historias sin necesidad de palabras. Todo lo que hago es
menor. Como es menor lo que hacen Brel, Brassens o
Aznavour. Tanto ellos como yo unimos letra y msica
para que se complementen. Porque con las dos por su
cuenta no haramos carrera.
Vamos a vender nuestras canciones. Nada de cantarlas. Alguien tan hermoso como t no alcanzara la
gloria porque no la necesita, me dice Claude. De dnde sacas eso? Pero tienes razn. La fama para quien la
quiera, verdad? La verdad que s. Estamos muy bien
como estamos. Aunque creo que t podras llegar muy
lejos. Tienes una voz estupenda.
Y es verdad que no necesito la fama. Lo que s necesito siempre es complacer a lo ms promiscuo de m.
Lo malo de gustarle a uno los culos bonitos es que te
gustan todos los culos bonitos. Y el seor que nos recibe
en la editorial lo tiene. Vaya que si lo tiene.
124

Con Claude me basta? S. Lo s. No tengo ms que


mirarle para darme cuenta de lo bien que estoy con l.
Pero la jodienda no tiene enmienda, verdad?
Al seor de la editorial le gusta mucho lo que hacemos. Nos propone cantar en Lchelle de Jacob, donde
lo han hecho Brel, Aznavour, Gainsbourg, Greco, Ferr,
y tantos otros.
Nuestra respuesta es negativa. Una lstima!, nos
dice. De todas maneras, sus canciones las querrn muchos, pero no las van a cantar igual.
Te ves t cantando conmigo en un cabaret?, le digo
a Claude cuando salimos de all. Yo a ti s que te veo.
A m mismo, no. Podras cantar con la guitarra y, en
algunas cosas, te acompaara con el piano. No tienes
ms que hacerlo como lo haces en casa. Me dara mucho corte, le digo. Cantar delante de un pblico puede
llegar a ser traumtico, no crees? Solo la primera vez,
supongo. Cuando veas que gustas, la cosa cambiar.
Meditamos mucho la cuestin y no sacamos nada en
claro. Mostrar a los dems lo que hacemos nos supone
un reto difcil. Sera como desnudarnos el alma.
Pero no cerramos las puertas y no vamos a Lchelle
de Jacob para comprobar lo se cuece all dentro. Ver
cmo quedaramos nosotros en escena.
Por el camino, Claude me propone un nombre artstico: Georges Martin. Como yo me apellido as, pues
mira qu bien. Suena muy bien. Cmo eres!, le digo.
Ests empeado en hacerme famoso. Lo lograras. Vaya
que s. Y si no, nos grabamos un disco nosotros mismos.
Eso, nunca. Si alguien me propone grabar un disco, me
lo pensara. Pero pagrmelo yo, ni pensarlo. No me valdra de nada.

125

LCHELLE DE JACOB

El cabaret se encuentra en el Barrio Latino. Hoy la


estrella es Marc Ogeret.
Cantaba canciones de Flix Lecrec y de Lo Ferr en
las terrazas de los cafs, me dice Claude. Tengo ganas
de escucharle. Tiene una pinta estupenda en esa foto.
Comienza cantando a Aragon y me entusiasmo cuando escucho el Il ny a pas damour heureux.
Nada le es debido nunca al hombre: ni su fuerza,
ni su fragilidad, ni su corazn. Y cuando logra
abrir sus brazos, su sombra es la de una cruz;
y cuando se abraza a su felicidad, la destruye:
su vida es un extrao y doloroso divorcio.
Aplaudo como un loco. Me gusta este Marc Ogeret.
No hay amor feliz es un poema fantstico que l hace
suyo como nadie.
As se dicen las cosas que llegan al corazn, verdad?, le digo a Claude cuando salimos a la calle. No es
muy distinto de lo que hacemos nosotros. Los arreglos
127

de sus canciones me han dado muchas ideas. Si trabajamos bien, puede ser una labor muy gratificante.
La verdad que s. Qued convencido de que valdra
la pena hacer algo tan potico. Entre Claude y yo saldran cosas estupendas. Estaba seguro de ello.
Tu piano, mi guitarra, un violonchelo y una flauta travesera, digo pensando en alto. Y tu voz, aade
Claude. Me estoy ya poniendo nervioso. Te ensear a
no estarlo. Trabajando las canciones hasta el mnimo
detalle. Estando seguro de que, aunque algo salga mal,
no importa. Hacer las cosas como si estuviramos en
casa, no es eso? As es.
Dicho y hecho.
Hacemos pruebas a violonchelistas y flautistas. Uno
de estos ltimos me deja embobado. Y por qu no?
No porque alguien te guste, te vas a ir con l a la cama.
Bueno, con este flautista no me importara nada. Nada.
Mis lazos con Claude son ya lo suficientemente fuertes y enriquecedores como para no peligrar nuestra
amistad. Lo digo muy en serio.
Claude es hasta ahora el hombre ms completo que
he tenido nunca. La vida seguira sin l, claro est, pero
le echara mucho de menos. Tremendamente.
Creo que es lo suficientemente inteligente para darse
cuenta de que el sexo no tiene nada que ver con el amor.
Si no fuera as, el mundo estara plagado de Yocastas.
Cuando el amor y el sexo se juntan, uno de los dos
pierde, verdad?, le digo a Claude mientras desayunamos. De dnde sacas eso? Lo digo porque, muchas
veces, hay que elegir, no crees?
No me responde.
Le pregunto si seguira conmigo si le fuera infiel.
Como de tonto no tiene un pelo, no me responde.
128

Piensa que siendo yo tan fogoso promiscuo, tendra que decir ms bien le puedo engaar con el flautista? Lo piensa?
Para que te quedes tranquilo, te voy a responder,
me dice despus de un rato. Creo, sigue diciendo, que
los homosexuales deberamos de tener alguna ventaja.
Ventaja?, le pregunto. S. Vers. La de saber aprovechar la vida. Un heterosexual se casa, tiene hijos, y hace
de su vida un cacao mental. La infidelidad en el matrimonio es un caos. Ah tiene que estar nuestra ventaja.
Ser infiel?, le pregunto. Algo as. Lo importante no es
ser fiel sino leal. Dejar que el otro tenga unos minutos
de placer, no es ms que un acto de generosidad.
Me deja para el arrastre. Para el arrastre porque si
Claude piensa as lo mismo que me puede dar libertad
a m se la puede dar a s mismo. Y eso, no. De ninguna
manera. Yo puedo acostarme con el flautista, pero l no
puede hacerlo con el violonchelista. De qu va?
Qu listo es este Claude!
Y como no quiero que lo que dice valga, me acerco
a l para decirle lo bien que estuvo el sexo la noche
pasada. Se re. Sabe muy bien qu est pasando por
mi cabeza. Qu tonto eres!, me dice. Dnde iba yo a
encontrar alguien como t? Lo que s, lo aprend de ti.
T me acostumbraste a todas esas cosas y t me
ensaaste que son maravillosas. Por eso me pregunto,
por si una vez me olvidas por qu ya no me enseas
cmo se vive sin ti?

129

EL DEBUT

Mientras canto, siento el soplo de la flauta en mi


cogote. Como una brisa marina.
Hemos insonorizado una sala de mi estupendo dplex de Passy para ensayar. El ltimo piso del edificio.
Para no molestar. Para grabar. Y todo lo que necesitemos. Faltara menos.
Para eso est el dinero.
Nos lo pasamos muy bien, aunque trabajamos mucho. Mucho, mucho, mucho. Tanto que a veces nos da
la madrugada.
Somos cinco: Claude, como pianista; Roger, como
flautista; Ren, como violonchelista; Marcel, para la
puesta en escena; y yo.
Marcel me hace perder el miedo escnico con su
savoir faire. Es un hombre mayor con mucha experiencia. Nada que ver con el otro Marcel, el Marceau, pero
parece ser que tuvo algo que ver con el movimiento de
manos de la Greco. Maravilloso!
131

Nos llevamos todos muy bien. Espero que siga as.


Es muy bonito.
Yo quiero darle a mi actuacin algo distinto, sin olvidar la prestancia de Brel, ni la gentileza de Brassens,
ni las manos de Juliette. Mezclarlo todo para que salga
algo nuevo. Un cctel nuevo. Con unos ingredientes
estupendos. Hecho con mucho amor. Para que quien
nos vea, lo sienta; y, sintindonos, no nos quite los ojos
de encima.
Curiosamente, cuando llega el da del debut, no estoy nervioso. Hemos ensayado tanto que todo va a ir de
perlas. Lchelle de Jacob es familiar e ntimo.
Han puesto mi foto a la entrada. Georges Martin.
Junto a la de otros muy famosos ya. Brel es quien ms
me impresiona, no sea ms que por recordar el da que
fui a su concierto con Joseph.
Hay varias columnas de publicidad con tu foto, me
dice Roger, el flautista.
En las columnas Morris. Por las calles de Pars.
Andan quitando las vespasiennes y, en su lugar,
estn colocando las dichosas columnas de publicidad.
Habrn colocado mi foto sobre alguno de mis recuerdos? Me enternezco. Y me estremezco.
Tenemos un camerino para los cinco. No muy grande. Cuando Roger se cambia de ropa, le veo el culo.
Bueno, no. Le veo en calzoncillos que me resulta an
ms sexy. Mucho ms. Tiene, como Claude, uno de esos
culitos que me vuelven loco.
Tanto morbo inhibe mi nerviosismo. Estoy como un
flan, s; pero un flan que alguien se va a comer un da
de estos. Pierre. Pierre de Bassompiere.
La asistencia no es muy numerosa. No me extraa.
Nadie me conoce. Mejor as. Ms ntimo.
132

Incluso as, tengo un respeto enorme por quienes


vienen a verme. A vernos, tendra que decir. Si bien el
pblico suele considerar el arte como una expresin de
su vanidad. Y tienen delante un espejo donde mirarse.
Cuando salgo a escena, parece que llevo en la frente
un letrero luminoso: Georges Martin. Sin acento. Como
se escribe en francs.
Me dice Marcel, antes de salir, que me fije en una
persona de la sala y que cante para ella. No me hace
falta. Lo que ms aplomo me da es tener a Claude y
Pierre detrs de m. Les siento tanto que parece que
est yo sobre una nube sobrevolando por encima de los
espectadores. Cagado de miedo, todo hay que decirlo,
cuando suenan las primeras notas del piano.
Mi guitarra est apoyada en un soporte en el suelo. Para ms tarde. La cancin que canto es una loa al
gregoriano. Para empezar. Para que vean de qu va la
cosa. Para relajar el ambiente.
En la esquina de Foch con Poincar
bajo un olmo siberiano
detrs de un banco verde
hay trboles de cuatro hojas.
Uno de ellos me ha trado hasta aqu.
Para representar el trbol de cuatro hojas, giro mis
manos unidas por el monte de Venus. Como la Greco.
Muy mariquita. Para decirles quin soy. Y qu soy. Aunque no lo sea. Para hacerme cercano. Aunque no lo est.
Cuando acabo la cancin, se hace un silencio sepulcral durante un par de segundos. Me quedo extraado.
Luego, se produce una explosin de aplausos que me
hacen saltar el alma.
A partir de aqu, todo resulta ms fcil. Fcil no es
la palabra. No s expresar lo que siento. Se han ido mis
133

temores y quiero cantar y cantar hasta que todos caigan rendidos a mis pies. Las miradas y los aplausos me
emborrachan la piel.
No me importa que no hayan venido todos a llenar
la sala. Una sola persona me habra bastado.
Terminada la funcin, Marcel y Roger se van a casa.
Estn casados. Lo que hacen es su costumbre.
Claude, Pierre y yo nos vamos a cenar a Passy. Mathilde, nuestra ama de llaves, nos ha dejado un buen
buf fro. Con el steak tartare que ya me gusta tanto.
La voz se va a correr, ya veris, dice Claude. Has
estado muy bien, Jorge.
La imagen de Pierre en calzoncillos no se me va de
la cabeza as como as. La vida me ha hecho prisionero
de unos instintos que no escog a los que siempre sucumbo. Sin remedio.
Cuando acabamos de cenar, nos sentamos en dos
sofs: Claude y yo en un tresillo; Pierre, en una butaca.
Me enternece verle tan solo.
Cuando Claude se levanta a preparar unas bebidas,
le pido a Pierre que se siente a mi lado. En medio de
los dos cuando seamos tres. Accede gustoso. Sabe lo
que le espera. Lo que no s muy bien es lo que piensa
quien regresa con las bebidas.
Te mereces un regalo, me dice. Hoy voy a dormir
solo. Se bebe lo que trajo y se va a la cama. Buenas noches, nos dice. Disfrutad.
Me deja desubicado. No s qu hacer.
Le sigo hasta el que va a ser su dormitorio esta noche. No puedo, le digo. Me gusta mucho, pero t me
gustas ms. A ti, te quiero. A l, no. Si no te acuestas
t con l, lo hago yo. Lo dices de verdad? Claro. Estas
son las ventajas de ser homosexual de que te habl. No
134

voy a dejar de quererte por acostarme con l.


No me da tiempo a pensar. Solo cuando entra en
el cuarto, se me ocurre una idea. Acostmonos los dos
con l, le digo.
Sonre. Acepta. Me vuelvo loco de alegra y le doy
un abrazo muy fuerte.
Cmo eres! Consigues todo lo que quieres.
Regresamos hasta donde est Pierre. Nos sentamos
uno a cada lado. l permanece quieto. Se mira los pies
que le quedan lejos con sus piernas extendidas. Le damos un beso en la mejilla de cada lado. Se torna hacia
m y me lo da en la boca. Apasionado. (Corn Tellado
est a punto de vomitar. Ha asomado la cabeza por detrs de la cortina verde.) Claude le acaricia el paquete
con cario. Yo sigo besndole, pero miro al otro con el
rabillo del ojo. Le cojo la mano que acaricia la bragueta. Se la aparto y desabrocho la correa. Entre los dos
le bajamos los pantalones y los famosos calzoncillos
para dejar al aire su coquetuelo pene. No importa que
no sea grande.
Mi diana ertica es su culito.
El de los dos. Van a ser mi regalo. El regalo que me
ofreca Claude embalado por m.
No s cmo apuntar a Cuenca desde Pars, pero logro que mis dos hombrecillos se arrodillen en el tresillo
con la cabeza apoyada en el respaldo.
Me doy un festn de culo. Ahora aqu, ahora all.
Increble. Cuando meto la lengua en uno, acaricio con
un dedo el otro. Memorable. De esas cosas que nunca
cre que me fueran a ocurrir. De esas cosas que la vida
te priva. Por ser uno tan tonto. De esas cosas que el
dinero no paga nunca. Por mucho que tengas.

135

EL JUICIO FINAL

Con el cartel de mi foto pegado en las columnas Morris, parece como si la gente se fijara en m por las calles. En Pars? Qu presuncin! En Pars, nadie se fija
en nadie. Con todo, creo que a m s me miran y ando
ms tieso que un palo. Con la cabeza bien alta.
Una mala noticia.
Estn quitando las vespasiennes. Una detrs de otra.
Todas. Con nocturnidad y alevosa. Y las llevan al Juicio
Final. Nos juzgarn con ellas a quienes las pisamos un
da. Nos llevarn a la chatarra con ellas. Al fuego eterno
para fundirlas y confundirnos. Para servir de chapa a
los citron dos caballos. Chapa meada.
Las quitan y tendremos que ir a mear bajo tierra.
En meaderos clnicos de pago. Y tendremos a una de
las tataranietas de Vespasiano, sentada en una silla,
vigilando nuestras pollas. Ninguna otra mujer pasar por nuestro lado mientras meamos. Perderemos el
contrapunto a nuestra desvergenza.
137

De qu se alimentarn ahora los Henry Miller?


Tanto maricn suelto molesta. Molesta sobre todo
a quienes tambin lo son. Y lo niegan. Lo niegan como
bellacos. Como si llamando maricones a los dems, ellos
escaparan de su engao. Infelices!
Ojal se les infle la prstata a los del ayuntamiento!
Qu harn ahora los que tienen problemas para
ligar? Quedarn los fantasmas de las vespasiennes
como puntos de encuentro?
Reflexiono.
La esencia de la homosexualidad es la promiscuidad. (Lo dijo Blas, punto redondo.) La incomprensin
y la soledad te empujan a ella. Y el morbo. Necesitamos a los dems para revelarnos a nosotros mismos. El
otro es la definicin de uno mismo. Y tratas de poseerlo
para que no se te escape la vida. Porque poseyndolo
eliminas tus fantasmas. Poseyndolo te ves reflejado
en lo que te falta.
Quieres poseer a todo aqul que se cruza en tu camino. Quien te gusta y, a veces, quien no. Poseerlo para
dejar de ser t mismo. Y para serlo an ms. Porque con
la vida del otro haces de la tuya un frenes, una ilusin,
una sombra, una ficcin.
No son estas reflexiones las que me ahogan sino
la falta de morbo con Claude y con Pierre. La falta de
morbo me ahoga. La falta de aventura. Porque el morbo
lo alimenta quien an no est contigo.
Cuando canto en lchelle de Jacob, he tomado la
costumbre de seguir el consejo que me dio Marcel. Me
fijo en alguien que me gusta y no quito los ojos de l.
Trato de seducirle con mis canciones. Y con mi cuerpo.
Estoy aprendiendo a utilizarlo. Como un actor. O una
quitarropas de mala muerte.
138

Me refuerza el hecho de que Claude piense que soy


muy atractivo en escena. Cuando no toca el piano, se
va a una esquina de la sala para contemplarme.
S que Claude me quiere mucho, y que su amor me
bastara si yo fuera distinto. Como l, quizs. Pero necesito siempre cambiar. Siempre. Quiero que la persona que me escucha cantar, me idolatre. As de estpido
soy. Que se muera por pasar una noche conmigo. Porque eso es lo que quiero yo.
Pero me lo guardo para m. En ese rincn de mi alma
que no descubro a nadie. Ni a Claude. No lo entendera. Aunque estoy seguro de que algo se imagina. O no.
Vete t a saber qu se cuece en la mente de alguien que
estuvo tanto tiempo enclaustrado.
Un da, cuando recorro la sala con la vista, descubro
a Joseph en ella. Habr visto mi foto en la columnas
de publicidad que, otra vez, fueron sus vespasiennes.
Menudo subidn le habr dado con la sustitucin.
Reacciono mal en un primer momento. No llega a
ponerme porque ya no es lo que quiero. Le guio un ojo
cuando hablo de la esquina de su calle con los trboles.
No puedo ver si se emociona. Pero, cuando aplaude,
agacha la cabeza.
Me viene a ver al camerino. Est muy orgulloso de
m. Se cree an el ms importante de mi vida despus
de todo lo que me hizo pasar.
Despus de haberle dado bromuro a Loulou. Y rbol
casto. De este rbol tendra que tomar yo la sombra.
Para calmar un poco mi promiscuidad.
Le doy mi direccin.
Ven a verme cuando quieras, le digo. No vivo muy
lejos de tu casa.

139

EL QUE FALTABA

Muchas veces, lo que cuento parece no ajustarse a


la realidad. Pero no voy a cambiar mi historia para que
parezca ms real. Faltara menos!
Lo digo porque, despus de Joseph, viene a verme
Gilles, el albail. Se sienta en la parte de atrs. En una
esquina. Se esconde.
Cuando nombro el puente de Notre Dame en una
de mis canciones, le veo sonrer.
Cuando acaba la funcin, espero que venga a verme.
Me detengo en la entrada de los camerinos y veo que se
va. No quiere molestarme seguramente. Yo soy medio
famoso y l solo un albail.
Voy detrs de l.
Comprendo ahora que todos mis amantes son ms
de lo mismo. Y lo son porque los he creado yo.
Le llamo cuando est a punto de salir a la calle. Se
da la vuelta y no sabe qu decir. Le doy un abrazo para
romper el hielo.
141

Me has emocionado con tus canciones, me dice. Qu


lejos queda aquel piso de Rivoli, verdad? No te creas,
le digo. Eres para m el auverns de Brassens. (Para ti
es esta cancin, auverns, que sin pensrtelo me diste
pan cuando tena hambre.)
No dice nada. Est muy cohibido. Le doy mi direccin. Ven a verme cuando quieras, le digo. Nos abrazamos otra vez. Y se va. Tendr que digerir sus emociones.
Por muy taurina que sea la expresin, cambio de tercio. Poda haber dicho: a otra cosa mariposn. Ya ves.
Hoy toca ir a cenar a alguna parte. Claude y yo. Nadie ms. Hay un restaurante en la calle Grgoire de
Tours que tiene un steak tartare estupendo.
Nos queda cerca y podemos ir andando.
Por qu algunas cosas tienen que ser tan complicadas?, le digo. Quisiera estar contigo toda la vida. Solo
contigo. No tengo ningn inconveniente en que lo hagas.
Yo s que tengo suficiente contigo. De verdad. Ni Pierre
ni nadie. Solo t.
No digo ms. Porque s muy bien que mis propsitos de enmienda no se cumplen nunca. De siempre.
De cuando me confesaba.
Un camarero del restaurante me reconoce. Me dice
que ha estado en Lchelle la noche anterior.
Me firma un autgrafo? Va a ser el primero que
doy, le digo. Lo enmarcar entonces.
Honni soit qui mal y pense siempre ha sido para m
el aforismo-amuleto de mis ligues. O de mis ligas, qu
ms da. Mis jarreteras de domingo. Quiero decir con
ello que, cuando creo que algo es lo que pienso, no suelo
fallar. S que no es lo que quiere decir el aforismo pero
siempre lo he interpretado as. Y me vale.
Por eso pienso que el camarero quiere ms que un
142

autgrafo. Parece griego. Hay muchos griegos en esta


calle de restaurantes, me dice Claude. Te come con los
ojos, vaya que s.
Nada mejor dicho en un restaurante, verdad?
Pero no quiero sucumbir a sus encantos. Que los
tiene. Voy a tratar de ser elegante con Claude.
Vuelvo al cabaret. Al da siguiente.
Esta noche, estamos teniendo ms xito que nunca.
Siento que algo ha ocurrido y que en Pars se empieza
a hablar de m. Algunos rostros me son conocidos. He
credo ver a Jean Yanne. A Jean Claude Brialy. Y a la
sublime Jeanne Moreau.
Pero quien ms llama mi atencin es Charles Aznavour. Sentado en primera fila. Me hace sentir muy sexy.
Experimento un orgasmo en escena. Dicen que la tiene
muy grande. Le rodea una aureola bien cochina. Hecha
de semen y de sombras.
Llego a sentarme al borde del escenario para estar
ms cerca de l. Y me sonre. Me lo imagino en mi cama
cantndole la cancin.
Me lo imagino cachondo, pero no puede ms que
estarlo en mi mente. Si lo estuviera, alcanzara el escenario con su pene majestuoso.
La cancin que le canto es de un amor extrao. Entre
dos hombres para quien sepa leer entre lneas.
Me inspiras
y me transpiras.
Respiro solo
por los poros de tu piel.
La piel de tu voz
y la voz de mi piel.
Como dos gotas en una
y una gota en dos.
143

Hasta me atrevo a imitar uno de sus gestos escnicos. Cruzando un brazo por el pecho y el otro hasta el
hombro. Imaginando abrazar a alguien.
Me sonre. Sabe que soy muy puta.
Cuando acaba la funcin, me viene a ver al camerino.
Jeanne Moreau tambin. Y Jean Claude Brialy con
un abrigo de pieles que me deja patidifuso.
Me siento la persona ms importante de Pars.
Me da, Aznavour, la tarjeta de una casa de discos
que, me pareci entender, es de su cuado.
Me hubiera acostado con l si me lo hubiera propuesto. Para convertirme en un pequeo ruiseor.
Su cuado le hace los arreglos, me dice Claude. No
quiero grabar nada, le digo.
Lo entiende. Vaya si lo entiende.
Me conoce muy bien este Claude. Mejor que nadie.
Que no quiero grabar? No quiero grabar.
No me hace falta. Me divierte ms cantar en petit
comit. Como en Lchelle.
Es lo que me excita: cantar ante un pblico. Cada vez
ms. Me imagino ligando con todos los hombres que
me escuchan. Y alguna mujer que otra. Pocas. Jeanne
Moreau, por ejemplo. En mi cabeza, claro est. Y es
apasionante. Irremplazable.
No quiero ser un cantante que graba discos, sale en
la televisin y hace giras por todas partes. Qu va! Un
trabajo fro poco gratificante. Lo mo es poca cosa y as
quiero que contine.
Brel se niega a cantar en playback en la televisin.
Lo entiendo. Vaya si lo entiendo.
Seguir en Lchelle de Jacob hasta que me echen.
Luego, Bruno Coquatrix dir.

144

SUEOS DE BACANAL

A veces
dices que me quieres
a voces
pero el ltimo eco
desmiente tu voz.
Qu bonito, Jorge!
El ltimo verso se repite como un eco. Desmiente tu
voz, desmiente tu voz... Entiendo. Como el Ne me quitte
pas de Brel, verdad? Qu listo eres, Claude!
Supona todo un reto escribir canciones con Claude. Cuntas veces nos fuimos a la cama despus de un
hallazgo feliz! Ni me acuerdo. Como ahora. Feliz o no
mi estrofa, tengo ganas de estar con l.
Para recordar su piel.
Cuando terminamos de querernos, suena el timbre
de la calle. Tengo que ir a ver quin es porque estamos
solos en casa.
Es Joseph. Ha aceptado mi invitacin.
145

Cmo se lo tomar Claude?


Me voy a arreglar tu cancin, me dice. Y nos deja
solos a los dos. Nos sentamos en el sof.
Qu tal te va?, le pregunto. Como siempre, me dice.
S es verdad que est como siempre. A pesar de haber estado follando, tengo ganas de meterle mano. No
s por qu. Me acerco a l y lo hago. Le abro la bragueta
y le saco lo que fue causa de mi gran tormento. Y de mi
placer. Su uretra bifurcada me mira con alegra. O eso
creo. S que es verdad porque se empalma sin pudor.
Quin era ese? Arregla mis canciones, le digo. Y mi
cuerpo, le iba a decir, pero no lo hago.
Nos besamos.
Me empalmo otra vez como si no hubiera maana.
Pero no quiero ir ms all.
Estamos siendo muy imprudentes. Dame tu telfono
y yo te doy una copa. Qu quieres beber? Mi telfono
es el mismo de siempre. No lo tengo, le digo. Te puedo
llamar? Es ms fcil que te llame yo para quedar en
algn sitio. Dentro de un rato llegan los msicos para
ensayar, le digo mientras apunto el nmero.
Saba que cantabas muy bien, pero no tanto. Eres
muy bueno. Mejor que Brel. Eso ya me lo dijiste alguna
vez, no te acuerdas? Cmo lo iba a olvidar!
Subo a ver a Claude cuando Joseph ya se ha ido.
Era un antiguo amante mo, le digo. Est muy bien,
verdad? Ya lo creo. No tienes celos? De tu pasado?
Qu va! Bueno, quiz, los tendra si te acostaras ahora
con l. Porque me gusta. Solo podra tener celos de la
gente que me guste tambin a m. Si no, no. Qu quieres que te diga!
Tiene razn Claude. Si l se fuera a la cama con alguien que no me gustara, me dara igual. No sera el
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caso si la persona me gustara Qu tontos somos! Eso


no son celos; es envidia. O no?
Dice Jeanne Moreau que le gustara vivir en un castillo con muchas habitaciones para meter un amante en
cada una de ellas.
La Moreau me da ideas. Claude, Pierre, Joseph, Gilles... Me gustara hacer una orga con todos ellos.
Aadiendo a alguien ms. El camarero griego del
restaurante de Grgoire de Tours, por ejemplo. Para
darle ms picante. Aceptara Aznavour? Qu tontera!
Poda ir a verle y proponrselo.
A quien s quiero ir a ver es a Gilles. El bueno de Gilles. A Monfort lAmaury. Tengo ganas de estar con l.
Para contarle los pelos del ano. Ah, no! El de los pelos
era Joseph. Qu fcil resulta confundirse. A la postre,
son todos iguales, verdad?
Tienes uno y los tienes todos.
Por eso, lo que cuenta es el morbo. La imaginacin.
Aznavour no estara mal entre nosotros. De hecho, es
muy poquita cosa. Cualquiera de mis amantes vale ms
que l. Pero l tiene a su alrededor un halo del sexo
cochino que vislumbr desde el escenario. Y si, adems,
tiene un pene colosal, mejor que mejor. Le pondramos
un altar en medio del saln donde celebraramos la orga. Como una misa pagana. Y todo lo marrana posible.
Sueos. Estas cosas no se cumplen nunca.
Me voy hasta Monfort lAmaury al da siguiente.
Hace un sol esplndido. Claude poda haber venido
conmigo. No, no. Hubiera estropeado todo.
Me abre la puerta con el torso desnudo. Su vello rizado me gusta mucho. Diferente. Es diferente.
Te agradezco la visita, me dice. Pens que me habas
olvidado. Es para ti esta cancin, auverns.
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Nos vamos directamente a la cama. Gilles entiende


que si he hecho el camino no es para hablar.
Abrazado a m, se echa a llorar. Gilles, eso no, le
digo. Es que te quiero tanto, me dice. Y yo a ti.
Se calla cuando le ofrezco mi pene. Qu remedio!
Con cada persona uno se corre de manera diferente.
Se siente de manera distinta y eso hace que se eyacule
con el corazn del otro.
Qu bonito me ha quedado!

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ADIS A LCHELLE

Las cosas buenas se acaban pronto. Claude est en


tratos con Bruno Coquatrix, el director del Olympia. No
creo que consiga nada porque no tengo nombre todava.
Ni lo quiero. La nica esperanza que tiene Claude se
basa en el hecho de que el tal Bruno es tan mariquita
como nosotros.
Pero me niego. Solo quiero que me contraten por lo
que digo, no por lo que hago o pueda hacer.
Adis a Lchelle de Jacob.
La Tte de lart es el sitio elegido. Jean Mjean, el director, ya ha estado en Lchelle, al parecer. Espiando.
En la sala solo caben de sesenta a cien personas. Es
lo que quiero. El pblico, me dice Claude, son banqueros, cabezas coronadas, periodistas famosos, intelectuales, polticos.
Contra toda prediccin, quiero empezar mi recital
con una cancin que he escrito a Loulou de la Fadaise. Complicado. Pero me atrevo. Contra la opinin de
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Claude. No te van a comprender, me dice. Lo s, pero si


estoy aqu es por ella. Es una manera de agradecrselo.
Con todo, no te comprendern. Al diablo el pblico. Yo
canto para ti, para Pierre, para m, para Loulou.
Mi reputacin deambula
a la sombra de un secreto
a voces.
Es como comienzo. Saben de qu hablo. Me importa
poco lo que piensen.
Poco me importa
mi reputacin.
Y tarareo Loulou y chouchou como si fueran un lalal. Como un susurro. ntimo. Y dejo que la flauta travesera de Pierre se lleve mi voz con un soplo.
Aplausos.
Tengo la sala en el bote. Claude se haba equivocado.
Veo a Charles Aznavour sentado en primera fila. Me
hace un guio cuando le dedico mi segunda cancin.
Soy como la flor del cardo
que arrastra el viento perdida
de la soledad del tiempo
a la orilla de otra vida.
Y el viento se lleva el tiempo
y el tiempo arrastra a la vida
de un recuerdo a otro recuerdo
de una orilla a otra orilla.
Con ritmo de samba o as. La fleur du chardon que
le vent emporte es como la canto en francs. Un idioma
perfecto para este tipo de cancin realista. Como perfecto es el ingls para el jazz o el espaol para la copla.
Se parece, de alguna manera, al Je tattends que acaba
de sacar l.
Luego, viene al camerino, otra vez, a verme. Me da
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dos besos. Muy cariosos. Est zalamero conmigo.


Me gusta mucho lo que haces, me dice. Gracias. No
quieres grabar? No. Me gusta cantar en petit comit. Te
entiendo, me dice. Te apetece comer conmigo maana? Claro, le digo. Es un verdadero honor. Sabes cmo
ir a Monfort lAmaury? Monfort LAmaury? Claro.
Paso la noche pensando en Aznavour. Metido en la
orga que quiero preparar.
Cuando llamo a la verja, aparece un perro negro muy
grande ladrndome. Por una esquina de la casa aparece
Charles. No es l. Es alguien que se le parece mucho.
Un doble para protegerse? Puede que s. De lejos, son
como dos gotas de agua.
Te agradezco mucho que hayas venido, me dice el
verdadero Charles dentro de la casa. Me gusta mucho
lo que haces. Tienes un talento enorme.
Enorme? Me suena.
Me halaga que me lo diga, pero no me va a convencer
para que grabe un disco. Lo tengo bien claro.
Si estoy en su casa es porque me da mucho morbo.
Se enfadara si le invito a la orga?
Le hablo y le miro de la manera que s para que se
d cuenta de que me gusta. Se da cuenta. No me cabe
la menor duda.
Si ha escogido que hablemos a solas, pienso que es
una continuacin de lo que nos traemos entre los dos
cuando canto en escena. Una complicidad maravillosa.
Hablamos de canciones y comemos pato a la naranja. Pero de amor, nanay.
Poda haber conseguido hacerme grabar un disco
si me hubiera acostado con l? Tampoco.
Entre mis defectos no cabe la deshonestidad.

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GRECIA DE MIS AMORES

Grgoire de Tours. Pido steak tartare. Es medioda.


A Claude le digo que voy de tiendas. Es algo que le irrita.
Ir de tiendas. No que vaya yo. Aunque tambin, seguramente. Lo suelo hacer cuando quiero estar solo.
El camarero se acerca en cuanto me ve. Mi dolo, me
dice. No exageres.
Le tuteo para que vea mi cercana. l me trata de
usted y me pone. Me ponen tambin su enorme bigote
y su pandero. Tiene pinta de ser estupendo en la cama.
No me voy a andar con rodeos. Le doy mi direccin y
le invito a una fiesta que voy a dar en mi casa. Si se trae
a algn amigo, mejor que mejor. Me invento la fecha
sobre la marcha. El prximo lunes a las ocho. Los lunes
es el da que cierra la Tte de lart. Y el restaurante, me
dice. Perfecto.
Ahora tengo que llamar a Joseph y a Gilles para decrselo. Y luego, a preparar la fiesta. Quiero que sea impresionante. Una verdadera bacanal.
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Soy consciente de que las orgas ms libidinosas deben de ser entre desconocidos. Bueno, entre ellos lo son
casi todos. No me importara invitar a Aznavour. Y, si
el griego se trae a alguien, mejor que mejor. Aunque
con l, me basta.
Cuando llega el da, encargo un buffet fro al restaurante que tengo debajo de casa. Saben hacer las cosas
muy bien. Me preparan uno como para un rey. Con todo
tipo de bebidas. Lujoso. Sabroso.
Cuido mucho la iluminacin. Velas ante todo. Con
formas flicas. Las encuentro en una sex shop de la calle
Saint Martin. Las hay negras. Tambin.
Llegan las ocho.
Estamos en casa Claude, Pierre y yo. Me han ayudado con la puesta en escena.
El primero en llegar es Gilles. Tmido. Como siempre. Muy carioso. Como siempre tambin.
Hacemos las presentaciones.
Se sienta con nosotros. Cabremos todos en los tres
tresillos que he colocado en el saln. Seremos seis o
siete. Depende de si el griego viene solo o acompaado.
El griego es quien realmente ms me interesa porque
es el nico con quien no me he acostado.
A Pierre le gusta Gilles. No le quita ojo.
Detrs de Gilles, llega Joseph. Muy elegante. Parece
dispuesto a impresionarme. Se sienta al lado de Pierre
que parece muy contento con la situacin.
El ltimo en llegar es el griego. Se llama Kriton y
viene acompaado del muchacho ms sexy que he visto
en mucho tiempo. En mi vida, tendra que decir. No
sabra cmo describirle porque ms que por los ojos
me entra por el alma.
Ya estamos todos. Mirndonos unos a otros sin sa154

ber muy bien qu hacer. Pongo msica brasilea. Suave.


Melodiosa. Saco unas cervezas bien fras. Para ir entonndonos. Es lo que quieren todos.
Luego paso una bandeja de amuse-bouches, entretienebocas como llaman los franceses a los canaps. De
caviar espectaculares. De pat trufados. Y ostras. Hay
ostras para subir la libido. Y no s cuntas cosas ms.
Yo mismo me sorprendo de la gran variedad.
Con el whisky, el coac y los gin-tonics pongo msica de estriptis. Sin pensrmelo dos veces, me coloco
en medio de todos y comienzo a moverme como una
quitarropas. Poco a poco, me quedo en calzoncillos que
tienen unos genitales de trapo pegados delante.
Me acerco a Claude. Despreciando mi pene de trapo,
me baja los gayumbos hasta el suelo, me los saca y los
tira al aire. Le caen a Gilles que los besa.
Claude acaricia mi verga erguida y la chupa como si
fuera el pito de un rbitro que va a dar comienzo a un
partido de ftbol. (Ftbol entre mariquitas?)
Me acerco a Joseph. Hago que se levante. Le quito
la camisa y le bajo los pantalones. l mismo se baja los
calzoncillos para mostrar su hermoso pene. Se escuchan
exclamaciones. Le agarro el pene y se lo meto en la boca
a Pierre. Luego, me acerco a Gilles y deslizo la cremallera de su bragueta que est a punto de estallar. Llamo a
Claude para que se acerque. Se arrodilla ante l como si
fuera un santo y le chupa el cipote con devocin.
Me quedan los dos griegos. Kriton y Alexis como que
me dijeron que se llamaban. Los dos se abrazan a m. Los
dos son estupendos, pero es Alexis quien me enamora.
Me enamora. Y no se puede uno enamorar en una orga.
Es la primera regla. Y si no hay reglas, las pongo yo.
Sin excusarme, acerco a Kriton hasta donde est Pie155

rre chupndosela a Joseph. Y se mete las dos pollas en


la boca. Como si fueran dos flautas.
Cambio la msica y me abrazo a Alexis para bailar
el foxtrot que suena.
Echo una mirada a mi alrededor y veo que todos
estn con todos. Sin un pelo de ropa. Chupndose todo
como no est escrito.
Me separo un momento de Alexis para lanzarles Hyalomiel una crema de manos estupenda y toallitas
perfumadas como si fueran los caramelos de un bautizo.
Hago mutis por el foro y me voy a mi cama con mi
bello Alexis. Siento una debilidad tremenda por l.
Tampoco parece que yo le sea indiferente.
Cuando se queda desnudo, es como si se me hubiera
abierto una puerta a la eternidad.
Entretanto, espero que mis amantes se estn follando unos a otros. Esplndido!
Pero no me quieren dejar en paz.
Entran todos en mi habitacin y se tumban en la
cama que se convierte en La balsa de la Medusa.
Todo son manos, todo son pollas, todo son culos.
Encima de nosotros dos. Como una manta crnica. El
joven griego se abraza con fuerza a m porque se asusta.
Yo, sin embargo, no me privo de nada. Toco todo lo que
alcanzo. Para eso organic la bacanal.
Es un modo de despedirme de todos mis amantes.
Me estar enamorando?
Nos dejan solos. Se han dado cuenta de nuestra felicidad. Nunca me podr despedir mejor. Para siempre?
Me cabe esperar que s.

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ALEXIS O EL COMBATE TIL

Alexis ya forma parte de nuestro clan. Cuando canto


en la Tte de lart, se coloca en una esquina de la sala
para verme. Me dice que es un privilegio escucharme
cantar y acostarse conmigo.
El privilegio es mo. Tener a una persona tan dulce
como l a mi lado s que es un privilegio.
Quienes me conocen entienden que me haya enamorado de l. Representa la pureza que yo perd y que
trato de recuperar.
Hasta Claude me ha dado su beneplcito. En realidad, descubro que este es ms promiscuo de lo que me
pareci en una primera instancia. Y parece querer volar
por su cuenta.
Sigue viviendo con nosotros. Le quiero mucho. Y el
piso es lo suficientemente grande para estar juntos sin
estar revueltos. A Alexis no le importa.
Pierre, el flautista, es quien peor se lo ha tomado.
Creo que le habra gustado ocupar el puesto de Alexis.
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Lo siento mucho. Es un muchacho excelente.


Alexis est estudiando electrnica en la facultad de
Orsay. Lo mismo que haca yo. Qu bendita casualidad!
Conocer a Daniel, el hijo de Joseph?
No me he parado nunca a preguntarle a Joseph por
su hijo. Seguramente, ya habr terminado la carrera.
Le deseo lo mejor del mundo.
Qu lejos queda todo aquello!
Seguirn los trboles all? Y el banco verde? Le
habrn pintado de otro color como han hecho en muchas partes de Pars?
No quiero entristecerme. Pienso en otra cosa.
Me ha dicho Jean Mjean, el director de la Tte de
lart que Charles Aznavour ha reservado mesa esta noche. Tanto insistir, al final tendr que claudicar y grabar
un disco con l. No me apetece mucho. Soy muy feliz
como estoy.
Grabar un disco genera unas obligaciones que no
quiero tener. No me hacen falta.
Cuando canto, no quito los ojos de Alexis. Charles
me dijo que le llamara as cuando estuve en su casa
se da cuenta y vuelve la cabeza hacia donde yo miro.
Esboza una sonrisa. Me mira y me guia un ojo. Qu
pensar de m?
Cuando me viene a ver al camerino, me dice que si
yo estuviera libre se podra enamorar de m. Lo dice
con la boca pequea. Cosas de artistas. Para hacerse
ms cercano. Me hago libre para ti, le digo. Ya, ya, me
contesta. Sabes mucho t.
Haber tenido un amago de flirteo con Aznavour me
infla el ego. Cuando menos. Me convierte en pavo real.
Siento como si me hubiera acostado con l. l todo
pene. Yo todo plumas. Me llego a sentir como Ava Gard158

ner cuando dice de Sinatra que su pene pesa casi tanto


como su cuerpo. Ser que tanto a Aznavour como a
Sinatra la polla les funciona como una gaita?
Vamos a cenar? Os invito a los dos, me dice.
No me puedo negar. Su compaa me atrae mucho.
Para hablar de letras y melodas. Para que me cuente
como lo vivi todo con la Piaf. Para que me diga si vale
la pena ser famoso.
Sera una lstima que no grabaras un disco, me dice
Charles. Aunque solo fuera uno. A m me gustara tenerlo. Y a m, tambin, dice Alexis.
Quizs algn da lo haga, pienso.
Me gustara que me escribieras una cancin. Me encantara poder cantar una de tus canciones. Hecho, le
digo. Eso est hecho. Es lo que voy a hacer de aqu en
adelante. Canciones para otros. Yo no quiero cantar.
Quiero estudiar. Alexis estudia lo que yo estudiaba antes de dedicarme a la cancin. Voy a ir a la facultad de
Orsay con l. Quiero estar con l a todas horas. Viajar
en el tren con l. Estudiar con l. Terminar la carrera juntos. Qu envidia me das!, me dice Charles. Te
aplaudo, pero no te olvides de mi cancin.
Cuando llegamos a casa, le contamos a Claude mi
decisin. Mira por dnde, me dice. Yo tambin tengo
en mente un cambio de vida radical. No me irs a dejar
tirado con la msica, verdad? No, no. Mi cambio de vida
es sentimental. Me caso.
Alexis y yo abrimos ojos como platos.
Con una mujer? Con quin si no?
Me alegro por Claude. Mucho.
Siempre pens que tena un pene til.

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