Las Columnas Morris
Las Columnas Morris
Las Columnas Morris
A quien me relea
PRLOGO
Decir que este libro representa un diez por ciento
de inspiracin y el resto de transpiracin no se corresponde con la realidad. Es cien por cien remocin de las
cenizas que quedaron.
Mientras escribo, siento vanamente que algo importante me est sucediendo y, a fuerza de repetir lo
que hubiera tenido que ser, me parece imposible que
no haya sido.
Las palabras fluyen y le van dando a mi relato ese
toque de mediocridad que tiene la realidad.
Tuvieron que pasar varios das para que comprendiera que aquellos trboles de cuatro hojas me haban
cambiado la vida.
La cuestin que se me planteaba era: Los encontr
por casualidad o me buscaron ellos a m?
Veamos.
En los jardines de la avenida Foch, donde hace esquina con Raymond Poincar, haba un banco verde
en el que tena la intencin de sentarme. Coloqu mi
cazadora de cuero en el respaldo que resbal hasta caer
al jardn que haba detrs. Cuando quise recogerla, sent que algo tiraba de ella hacia abajo. Fuerzas telricas?, me dije. Cualquier explicacin me hubiera valido
porque mi cerebro se haba atrofiado en aquel pattico
estado en que me encontraba. En realidad, se haba
enganchado una manga a uno de los aros metlicos que
conformaban la bordura del jardn. Nada de anormal
haba en el asunto, por tanto, pero a m todo lo que no
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fueran mis propios pensamientos me pareca extraordinario. El caso fue que, al liberarla, observ que los
trboles, que haba debajo, tenan todos cuatro hojas.
Reaccion como caba esperar de m: busqu uno de
tres para quitarle protagonismo a los otros. Me cost
encontrarlo. Uno. Solo haba uno en aquel rincn trebolado. Lo arranqu, agarr su peciolo entre el pulgar
y el corazn, chasque los dedos y sali dando vueltas
por el aire como un helicptero a la deriva. Fue a caer
encima de la mata donde creci. Con la savia escurrida. Y como era el nico que haba de tres, a los otros,
todos iguales, se les acab la magia. O fue lo que pens en aquel momento. A fin de cuentas, nunca cre en
sus poderes, y no me iba a meter uno en el zapato o en
el bolsillo para que cambiara mi suerte, aun siendo lo
perra que era en aquel momento.
Sin otras contemplaciones, me sent en aquel banco verde bajo un olmo siberiano. Un olmo siberiano?
Qu pintaba un olmo siberiano en aquel entorno? Tena su explicacin. Me lo contaron paseando romnticamente por all. Al parecer, en una poca lejana Napolen III tuvo que ver con ello, se plantaron en la
avenida hermosos rboles de todas partes para acompaar a las magnficas residencias. La zona se convirti
as en un verdadero arboreto.
El rbol no daba sombra porque no haba salido el
sol. El cielo estaba tan gris como lo estaba mi alma. Mi
presente era gris, tendra que decir. Mi alma que cada
cual piense de la suya lo que quiera es como el agua
limpia: incolora, inodora e inspida. Y pesa veintin
gramos. Aunque, cuando uno anda deprimido, llega a
pesar el doble que el cuerpo. Y entonces s que se puede
decir que es gris. Como el plomo. Y huele a recuerdos.
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LAS VESPASIENNES
Cuando sal de la estacin de Lyn, esperaba encontrarme con un mayor fulgor. Pero el cielo y los edificios
presentaban un velo gris, elegante y melanclico.
Llegu en tren desde Grenoble, donde estuve cursando electrnica. Haba cambiado mi matrcula a la
facultad de ciencias de Orsay porque los estudios no me
iban tan bien como hubiera deseado. Me dijeron que
me resultara mucho ms fcil en Pars. Y all estaba.
(Ms fcil o no, el caso fue que aquel cambio provoc que quisieran cortarme los vveres en casa. La capital
francesa era sinnimo de pecado. Me cost, pero les
convenc para que me dieran una ltima oportunidad.)
Haba alquilado una buhardilla en una agencia inmobiliaria de la capital alpina y hasta ella me dirig en
metro desde la estacin.
Se me cay el alma a los pies cuando la vi.
Las dimensiones de la mansarda chambre de bonne, como se les llamaba no eran calculables en me13
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LA FAMILIA BARRIER
No cruzamos una sola palabra. Me dijeron en Grenoble que desconfiara de los parisinos, pero no saba
hasta qu punto, de verdad que no. Solo cuando nos
dirigimos andando a la facultad, le pregunt que a qu
curso iba y, como iba al mismo que yo, hicimos el camino juntos. Me dijo que el ro que bordebamos lo llamaban lYvette y no s cuantas cosas ms del lugar. Ah, s.
Me cont que Irne Curie, hija de los nobelados Curie y
nobelada ella tambin, tuvo que ver con la construccin
de aquel centro de fsica nuclear que dispona de un
sincrociclotrn de 160 MeV megaelectronvoltios.
(A qu viene tanta nomenclatura tcnica?, me pregunto. Pues, ni ms ni menos, que a darle ostentacin
a mi historia, aunque no tenga sentido ni inters.)
La vuelta tambin la hicimos juntos.
(Omito lo que pas en la facultad porque no aade
inters tampoco a lo que estoy contando.)
Casualmente, mi compaero de clase, que se llamaba Daniel, viva en la avenida Raymond Poincar y
prefera apearse en Maillot como yo que en Victor
Hugo para no hacer transbordo.
Nos hicimos muy amigos en nuestro commuting
diario como dicen los ingleses. Solo tuvo que pasar
una semana para que me invitara a comer a su casa.
Quedamos un sbado en la plaza Victor Hugo. En la
esquina de Ted Lapidus, el famoso couturier.
Su familia viva tambin en una mansarda. Una mansarda muy especial y grande. Tuvieron que unir varias
para hacer la de ellos.
Su padre era cocinero y su madre, doncella, en ms
sentidos que uno como comprobara ms tarde.
El padre no estaba. Me recibi la madre que tena
unos ojos azules esplndidos. Me recordaron los de
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IN FRAGANTI
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LES HALLES
Dej la maleta en la consigna de la estacin de Austerlitz. La que va a Espaa. Y a otras muchas partes.
Se me hizo de noche camino de Les Halles. En la
plaza del Chtelet, los camiones hacan parada para
contratar a quienes iban a descargarlos. Quise hacerlo
yo tambin pero siempre se me adelantaba alguien.
Haba que saltar al estribo de la cabina para concretar
el precio con el conductor y no estaba yo en mi mejor
forma. Ni mucho menos.
Resignado, me adentr en el mercado.
Las alcachofas eran grandes como coliflores y los tomates lucan de un rojo intenso. Me apeteci comerme
uno. Ni corto ni perezoso, me acerqu a un montn de
cajas apiladas y, cuando quien pareca vigilarlas mir
hacia otra parte, cog uno enorme que sobresala en una
esquina. Me lo com en unos pocos bocados. Ms adelante haba melocotones. Eran espaoles como yo. Lo
pude leer en las cajas. Le ped uno al vigilante revelndole mi nacionalidad a la vez que sealaba lo escrito en
la madera. Me lo dio. Me dio dos. Otro para ms tarde.
Me adentr tanto, cuando ya el mercado bulla, que
me perd. Y me asust.
Busqu una salida al Sena. No la encontr en aquel
maremagno de frutas y verduras. Las calles estaban
atestadas de camiones y las mercancas tapaban las
aceras. El bulevar Sebastopol, que con toda seguridad
desembocaba en el ro, estaba completamente atascado.
Cuanto ms trataba de salir del mercado ms una riada
espantosa de puestos ambulantes me devolva a l.
Tir por una calle menos zarandeada donde unos
carniceros con delantales y gorros blancos descargaban
cuartos de vacas sangrantes, corderos esquilados, mitades de cerdos y toda una fauna muerta que pesaban
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EL CENTRO DE ACOGIDA
MI DECEPCIN
vter para echar el pato a la naranja que estaba buensimo. Nunca vomit tan a gusto. Y como yo soy muy
cuco, ech mi codo hacia atrs para tocar su pene que
estaba bien duro. El mo tambin lo estaba.
Aleluya!
Cuando empec a ponerme bien, quise irme. Yo le
llevo a casa, me dijo Joseph. No hace falta. Vivo cerca.
Tena que ir a trabajar y quiso llevarme en su coche.
Ya en la calle, me cogi por el hombro y me entraron
escalofros. Fuimos hasta su coche que estaba aparcado
en una calle cercana. Cuando cambi las marchas, me
roz la rodilla y me quise desmayar.
Te apetece ir a casa de los Rothschild?
Me apeteca estar con l. Ira al fin del mundo. Los
rboles me daban vueltas con la cabeza reclinada en el
asiento para asimilar lo que me estaba pasando.
Ins y Ramiro trabajaban con l. Ella le ayudaba en
la cocina y l serva las mesas. Estudia con mi hijo, les
dijo. No s por qu tuvo que darles explicaciones. Se
senta culpable ya? Orgulloso?
A mitad de la cena, Joseph me llev a un rincn
desde donde pude divisar la mesa de los comensales.
Al primero que vi fue a Marcel Achard con sus gafas de
culo de vaso. Le pude escuchar decir que no le gustaba
que Georges Chelon hubiera triunfado con una cancin
en la que hablaba mal de su progenitor. No est bien
triunfar hablando mal de tu padre, dijo Achard con su
voz de bartono. Frente a l y dndome la espalda estaba Ingrid Bergman. Lo supe cuando torci la cabeza
para pedirle algo a Ramiro.
A Georges Chelon le conozco de Grenoble. Coincida con l en el restaurante universitario. De hecho, le
ense algn que otro acorde con la guitarra, le dije
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AQUELLA FIESTA
Se entusiasmaron al verme con una guitarra. Seguramente, descubrieron al cantaor que todo espaol
parece llevar dentro. Pero nada ms lejos. Le tengo mucha mana al flamenco. No le encuentro ningn sentido
del humor. Ni a la msica ni a la letra. Humor, cero.
Tristeza, cien. Ser porque no lo entiendo? Y para
qu quiero entenderlo?
Mientras comamos, queran saber con qu les iba
a deleitar. A Daniel le gustaba Brassens. A sus padres,
seguro que no.
Les cant mi nueva cancin y Las palmeras. Les
gust mucho. Y, aunque no hubiera sido as, tendra
que haberlo sido porque siempre tengo que gustar. Soy
un verdadero desastre. Mi ego me puede.
Despus del concierto, le dije a Daniel que haba
quedado con las dos hermanas. No se alegr mucho.
Era virgen an con toda seguridad. La madre, s se alegr. El padre puso cara de introito. (No s de dnde me
viene decir lo de introito, pero no voy a cambiarlo. Se
entiende, verdad? Es el principio de un texto.)
Tenis que estudiar.
Deja que se diviertan un poco, dijo su mujer.
Estaba celoso? Me relam de gusto. Iba a saber lo
que era bueno si no se daba un poco de prisa.
Joseph pareci leerme el pensamiento y decidi ir a
trabajar cuando, al parecer, no le tocaba. Tengo muchas
cosas atrasadas, dijo. Su mujer no puso impedimento
alguno, acostumbrada como deba de estar a las escapadas de su marido. Me fui con l. Y no fue a mi casa a
donde me llev. Fuimos a casa de los Rothschild.
Me cogi la mano en el coche. Ech la cabeza hacia
atrs y los rboles me dieron vueltas como la otra vez.
Con ms fuerza.
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EL AMOR
CASABLANCA
Con el tiempo libre que tenamos quera yo que hiciramos una vida repleta de emociones. Sacarle el mayor
partido posible a Pars.
Visitar museos, monumentos, ir al teatro, al cine, al
ftbol, si me apuras
Para inaugurar nuestra andadura cultural, un sbado, nos fuimos a ver a Coccinelle. En Madame Arthur. Buen comienzo? No importaba cmo fuera el
espectculo. Importaba ver a un transexual cantando
y bailando. Comprobar que un hombre puede llegar a
ser tan bello como la ms bella de las mujeres. Esperar
a que se desnudara para comprobar si era verdad que
se haba operado en una clnica de Casablanca.
Te acostaras con ella? No, no, de ninguna manera.
Y menos tenindote a ti. Y si no estuvieras conmigo?
Tampoco. No entiendo esas transformaciones. Uno debera de conformarse con lo que le dieron al nacer.
Saba que lo iba a decir y no quise decirle lo que yo
pensaba. Otra cosa bien distinta.
Lo nico que no me cuadra es que un seor a quien
le gustan los seores no resulte lesbiana despus de su
transexualizacin (excepcin hecha de Marie-Pierre
Pruvot, alias Bambi).
Lo que ms nos gustaba era pasear. El cercano bosque de Bolonia era nuestro lugar preferido. Al atardecer. Con todas la prostitutas y travestis comenzando a
hacer la carrera.
Has estado alguna vez con una puta? Me dijo que
no. Nunca. Te voy a contar algo que no sabe nadie.
Todo lo que viniera de l, me interesaba. Aunque,
luego de saberlo, me hiciera dao.
Yo nac en Nevers, me dijo. Lo saba. Mi mujer, tambin. Eso no lo saba.
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LA TOUR DARGENT
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JACQUES BREL
Un buen da, fuimos a ver a Jacques Brel en concierto en el Olympia. Quise explicarle a Joseph lo enorme
que era el cantante, pero vino conmigo a regaadientes.
Le hubiera gustado ms ir al teatro.
La gente que va al teatro busca olvidarse de ella
misma; quienes van a un concierto tratan ms bien
de encontrarse. Lo dice Marguerite Yourcenar. Y esa
quin es? Ya me ests engaando? Una de vuestras
novelistas. Me gusta mucho.
Brel era un monstruo. En todos los sentidos: homfobo y enamorado de Jojo, su manager, amigo y chfer.
Misgino. Sus canciones eran como un pequea obra
de teatro que l representaba como nadie. Exagerado.
Dentn. Genial.
Te ha gustado? No. Es impresionante pero depresivo. Y es muy feo. Te juro que disfruto ms escuchndote a ti.
Lo entend.
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EL PERINEO
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LOULOU DE LA FADAISE
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AQUEL PALACETE
Nos fuimos a comer nada menos que a la Tour dArgent, donde Joseph haba trabajado de pinche. No s
qu pensara la gente de m. Me importaba un rbano.
Me importaba un rbano? No tena ms que imaginarme sentado en aquel banco verde para que me contentara con la suerte que me trajeron los trboles. Mucho.
Era feliz comiendo pato con Loulou de la Fadaise. Ella
lo pareca tambin. Le encantaba lucirme.
Me gustas mucho, me dijo despus de limpiarse los
labios rojos con una servilleta salmn. Sonre. Quise
verme con ella en la cama y me costaba. Tanto carmn
me repugnaba. Cerr los ojos y no me vi yo tocndole
lo que le faltaba. Me haba pasado antes varias veces.
Si no llegaba a imaginarme con alguien abrazado en la
cama era muy difcil que pasara algo luego. Y si me la
imaginaba en la cama con Joseph en el medio? Cerr
lo ojos de nuevo e imagin lo que podra pasar. Sorprendentemente, llegu a empalmarme ligeramente.
Ya era algo.
Despus de tanta reflexin, no pas nada. Loulou
era ms lista que yo. O quera esperar para que fuera
yo quien diera el primer paso? O no quera quemar la
vela por los dos cabos?
El caso fue que, al no pedirme nada, me dieron ganas
de estar con ella. Me tuve que masturbar. A su salud.
Y me alegr.
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UN CURSO ACELERADO
Cunto tiempo hace que muri su marido?, le pregunt a Loulou mientras desayunbamos. Apenas un
ao. Tan poco? An le lloro.
El luto pareca aparcar su sexo. Me alegr. No tena
por qu preocuparme. De momento. Al menos.
Despus de desayunar, nos fuimos hasta sus oficinas.
Al lado del Olympia. Olympia de mis amores.
Me acord de Joseph. Con l estara mejor follando
como follbamos, pero se me haba abierto una puerta a no saba muy bien dnde, y tena que aprovechar
mi suerte. Una puerta abierta siempre es una puerta
abierta. Tena que olvidarme de las sensibleras y de
los romanticismos. Loulou era, de ahora en adelante,
mi madre ediposa. Mi porvenir.
Y Loulou presuma de m estupendamente. Me presentaba a todo el mundo. Como si fuera yo ya el nuevo
jefe. Y lo era. Lo era?
Se lo dijo a quien pareca ser el director de todo su
tinglado. Un seor en la cincuentena, regordete y calvo.
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LAS SEYCHELLES
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empalmarme contra todo pronstico. Cuando me ofreci el suyo, se lo agarr temblando. Sent el placer de
lo prohibido. De lo robado. Vespasiano me acababa de
bautizar. Como se acercara demasiado, le empuj a su
sitio. Por los agujeros perforados en la chapa vi a una
mujer pasar. Me dio vergenza.
Me fui.
Me sent muy raro. Como si me hubiera corrido sin
correrme. Como si me hubieran visto y me sealaran
con el dedo. Estaba como inflado de vergenza.
A partir de entonces, me promet que solo vigilara
las vespasiennes sentado en mi Mercedes. No haca
falta entrar en ellas para toparme con Joseph.
Algn da tendra que ocurrir.
Me fui a la boutique Loulou que haba en la calle
del Faubourg Saint-Honor. Me sent sucio despus
de lo que haba hecho. Como si hubiera salido de un
pozo negro.
Pero el pene del otro no se me iba de la cabeza. Me
excit mucho. Hasta el punto de que pens en regresar.
De verdad que no iba a entrar ms en los meaderos?
Me durara la excitacin hasta la noche?, me pregunt. Me ayudara a cumplir con Loulou.
No sera yo el primero que calentara motores fuera
de casa. Ni el ltimo.
Iba a funcionar. Mataba as dos pjaros de un tiro:
buscar a Joseph y cubrir a Loulou. Cubrir? Cubrir
porque era lo que realmente haca. Ms bien, era yo
quien se cubra las espaldas.
Cuando lleg la noche, comprob para mi asombro
que el morbo adquirido en la vespasienne segua en
pie. Estupendo. Consegua as mantener viva la fe que
Loulou haba depositado en m.
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SERGE GAINSBOURG
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LOS COCINEROS
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LA VIE EN ROSE
Cumples con Loulou?, me dijo Joseph una vez pasada la tormenta sexual. Hoy, no. Hoy, lo voy a tener
muy difcil. Estando contigo, ella va a desaparecer.
Hubo un silencio cmplice.
Bromuro?, pens en alto. Lo dan en el servicio militar que yo nunca hice. Para bajarle la libido a Loulou?
Eso. T puedes manipular lo que come, no? Has odo
hablar del rbol casto?, me pregunt Joseph. No, le
dije. Tambin se llama pimiento de los monjes para
ayudarles con la castidad.
Los dos. Quisimos echarle en la comida las dos cosas: bromuro de potasio y rbol casto.
Funcionara?
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No funcion.
No del todo.
S era verdad que, entre la menopausia, el bromuro
y el rbol casto, a Loulou le interesaba cada vez menos
el sexo. Est sobrevalorado, me dijo una vez.
Mejor que mejor.
A veces, jugaba con mi pene, pero pronto lo desdeaba como si fuera un juguete roto.
A m me vena de perlas.
Joseph y yo nos lo hacamos en todas partes. En la
buhardilla de Ramiro, en el coche, y hasta en el tico
donde, con toda seguridad, no iba a subir Loulou porque estaba muy alto, ni Gaston o Josephine porque le
haba puesto yo una llave.
Qu verdadero placer follar con Joseph sin tener
que cumplir con Loulou! Sin que llegara la noche.
Bromurada. La tenamos bromurada.
Pero segua en medio de los dos. Y estorbaba. Vaya
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EL TESTAMENTO
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All sentado en aquel banco verde, empec a reflexionar. Sobre mi vida. Sobre mi oscuro interior.
La primera consecuencia de mis inclinaciones homosexuales fue la de encerrarme dentro de m mismo.
Con todo lo que ello conlleva de temor y de desorientacin. Y, cuando perd la inocencia, navegu entre el
sufrimiento y el placer. Llegaron a dominarme tanto
que los pude olvidar. Me sorprendi que regresaran en
aquel momento mo cuando todo me pareca sonrer.
Y es que, para comprender de nuevo la inocencia
de la alegra, tendra que volverme puro. Como lo fui
alguna vez.
Cuando me supe pobre, experiment un goce difcil
de explicar. Las pequeas cosas, lo detalles, cobraban
una importancia especial. Una sana alegra.
Y, cuando lo tena todo, me faltaba. Y, si me esforzaba por ofrecer la alegra, no bastaba para recibirla a
cambio.
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los pies. Con verdadero placer. Como los tiene muy apetecibles, me suben el morbo. Escaleras arriba voy sin
quitar la vista de su perineo.
Le pongo las piernas sobre mis hombros y doy rienda suelta a mis clsicos.
Adivino que Claude se debate entre el gusto y el disgusto. Me ests volviendo loco, me dice. Yo no s de
estas cosas. Todo esto es nuevo para m. Y siento un
poco de vergenza.
Tiene Claude la pureza que me falta a m?
Serpenteo por la cama para ponerme a su altura.
Nos abrazamos con fuerza. Esto es lo mo, me dice.
Los abrazos De dnde sales?, le pregunto. Quieres,
de verdad, saberlo? Claro. Quiero saber todo lo tuyo.
No hace un ao que dej el convento.
Me quedo paralizado. No s qu decir.
(Es lo que se dice siempre.)
Has odo hablar de La Chartreuse? Estudi en Grenoble. No me digas! Pues all estuve muchos aos. No
s qu decirte. No digas nada. Ya hablaremos.
Me gusta que Claude sea as.
Por una vez, distinto.
Lo es?
Est por ver. Existe todo un mundo por descubrir.
Emocionante.
Por una vez, el sufrimiento y el placer no coexisten.
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CONTIGO EN LA DISTANCIA
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conseguido una modalidad de cancin estupenda: musicando las letras con los tintes gregorianos que Claude
tanto domina. Convirtiendo los movimientos rsicos
y tticos del canto en verdaderas pulsaciones de rock.
Alguien entiende lo que digo?
Qu lstima que mis versos no tengan msica!
Como los de Len de Greiff:
Silencio en los ojos
que ya estn sin lgrimas!
Silencio en las bocas que no gimen lnguidas
melodas dolientes, amargas...!
Silencio en los labios, silencio...!
Silencio en las almas...!
Mis palabras he de adornarlas con msica porque
no soy poeta para hacerlas cantar. Ni soy msico tampoco, por otra parte, para que las notas cuenten historias sin necesidad de palabras. Todo lo que hago es
menor. Como es menor lo que hacen Brel, Brassens o
Aznavour. Tanto ellos como yo unimos letra y msica
para que se complementen. Porque con las dos por su
cuenta no haramos carrera.
Vamos a vender nuestras canciones. Nada de cantarlas. Alguien tan hermoso como t no alcanzara la
gloria porque no la necesita, me dice Claude. De dnde sacas eso? Pero tienes razn. La fama para quien la
quiera, verdad? La verdad que s. Estamos muy bien
como estamos. Aunque creo que t podras llegar muy
lejos. Tienes una voz estupenda.
Y es verdad que no necesito la fama. Lo que s necesito siempre es complacer a lo ms promiscuo de m.
Lo malo de gustarle a uno los culos bonitos es que te
gustan todos los culos bonitos. Y el seor que nos recibe
en la editorial lo tiene. Vaya que si lo tiene.
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LCHELLE DE JACOB
de sus canciones me han dado muchas ideas. Si trabajamos bien, puede ser una labor muy gratificante.
La verdad que s. Qued convencido de que valdra
la pena hacer algo tan potico. Entre Claude y yo saldran cosas estupendas. Estaba seguro de ello.
Tu piano, mi guitarra, un violonchelo y una flauta travesera, digo pensando en alto. Y tu voz, aade
Claude. Me estoy ya poniendo nervioso. Te ensear a
no estarlo. Trabajando las canciones hasta el mnimo
detalle. Estando seguro de que, aunque algo salga mal,
no importa. Hacer las cosas como si estuviramos en
casa, no es eso? As es.
Dicho y hecho.
Hacemos pruebas a violonchelistas y flautistas. Uno
de estos ltimos me deja embobado. Y por qu no?
No porque alguien te guste, te vas a ir con l a la cama.
Bueno, con este flautista no me importara nada. Nada.
Mis lazos con Claude son ya lo suficientemente fuertes y enriquecedores como para no peligrar nuestra
amistad. Lo digo muy en serio.
Claude es hasta ahora el hombre ms completo que
he tenido nunca. La vida seguira sin l, claro est, pero
le echara mucho de menos. Tremendamente.
Creo que es lo suficientemente inteligente para darse
cuenta de que el sexo no tiene nada que ver con el amor.
Si no fuera as, el mundo estara plagado de Yocastas.
Cuando el amor y el sexo se juntan, uno de los dos
pierde, verdad?, le digo a Claude mientras desayunamos. De dnde sacas eso? Lo digo porque, muchas
veces, hay que elegir, no crees?
No me responde.
Le pregunto si seguira conmigo si le fuera infiel.
Como de tonto no tiene un pelo, no me responde.
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Piensa que siendo yo tan fogoso promiscuo, tendra que decir ms bien le puedo engaar con el flautista? Lo piensa?
Para que te quedes tranquilo, te voy a responder,
me dice despus de un rato. Creo, sigue diciendo, que
los homosexuales deberamos de tener alguna ventaja.
Ventaja?, le pregunto. S. Vers. La de saber aprovechar la vida. Un heterosexual se casa, tiene hijos, y hace
de su vida un cacao mental. La infidelidad en el matrimonio es un caos. Ah tiene que estar nuestra ventaja.
Ser infiel?, le pregunto. Algo as. Lo importante no es
ser fiel sino leal. Dejar que el otro tenga unos minutos
de placer, no es ms que un acto de generosidad.
Me deja para el arrastre. Para el arrastre porque si
Claude piensa as lo mismo que me puede dar libertad
a m se la puede dar a s mismo. Y eso, no. De ninguna
manera. Yo puedo acostarme con el flautista, pero l no
puede hacerlo con el violonchelista. De qu va?
Qu listo es este Claude!
Y como no quiero que lo que dice valga, me acerco
a l para decirle lo bien que estuvo el sexo la noche
pasada. Se re. Sabe muy bien qu est pasando por
mi cabeza. Qu tonto eres!, me dice. Dnde iba yo a
encontrar alguien como t? Lo que s, lo aprend de ti.
T me acostumbraste a todas esas cosas y t me
ensaaste que son maravillosas. Por eso me pregunto,
por si una vez me olvidas por qu ya no me enseas
cmo se vive sin ti?
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EL DEBUT
temores y quiero cantar y cantar hasta que todos caigan rendidos a mis pies. Las miradas y los aplausos me
emborrachan la piel.
No me importa que no hayan venido todos a llenar
la sala. Una sola persona me habra bastado.
Terminada la funcin, Marcel y Roger se van a casa.
Estn casados. Lo que hacen es su costumbre.
Claude, Pierre y yo nos vamos a cenar a Passy. Mathilde, nuestra ama de llaves, nos ha dejado un buen
buf fro. Con el steak tartare que ya me gusta tanto.
La voz se va a correr, ya veris, dice Claude. Has
estado muy bien, Jorge.
La imagen de Pierre en calzoncillos no se me va de
la cabeza as como as. La vida me ha hecho prisionero
de unos instintos que no escog a los que siempre sucumbo. Sin remedio.
Cuando acabamos de cenar, nos sentamos en dos
sofs: Claude y yo en un tresillo; Pierre, en una butaca.
Me enternece verle tan solo.
Cuando Claude se levanta a preparar unas bebidas,
le pido a Pierre que se siente a mi lado. En medio de
los dos cuando seamos tres. Accede gustoso. Sabe lo
que le espera. Lo que no s muy bien es lo que piensa
quien regresa con las bebidas.
Te mereces un regalo, me dice. Hoy voy a dormir
solo. Se bebe lo que trajo y se va a la cama. Buenas noches, nos dice. Disfrutad.
Me deja desubicado. No s qu hacer.
Le sigo hasta el que va a ser su dormitorio esta noche. No puedo, le digo. Me gusta mucho, pero t me
gustas ms. A ti, te quiero. A l, no. Si no te acuestas
t con l, lo hago yo. Lo dices de verdad? Claro. Estas
son las ventajas de ser homosexual de que te habl. No
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EL JUICIO FINAL
Con el cartel de mi foto pegado en las columnas Morris, parece como si la gente se fijara en m por las calles. En Pars? Qu presuncin! En Pars, nadie se fija
en nadie. Con todo, creo que a m s me miran y ando
ms tieso que un palo. Con la cabeza bien alta.
Una mala noticia.
Estn quitando las vespasiennes. Una detrs de otra.
Todas. Con nocturnidad y alevosa. Y las llevan al Juicio
Final. Nos juzgarn con ellas a quienes las pisamos un
da. Nos llevarn a la chatarra con ellas. Al fuego eterno
para fundirlas y confundirnos. Para servir de chapa a
los citron dos caballos. Chapa meada.
Las quitan y tendremos que ir a mear bajo tierra.
En meaderos clnicos de pago. Y tendremos a una de
las tataranietas de Vespasiano, sentada en una silla,
vigilando nuestras pollas. Ninguna otra mujer pasar por nuestro lado mientras meamos. Perderemos el
contrapunto a nuestra desvergenza.
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EL QUE FALTABA
Hasta me atrevo a imitar uno de sus gestos escnicos. Cruzando un brazo por el pecho y el otro hasta el
hombro. Imaginando abrazar a alguien.
Me sonre. Sabe que soy muy puta.
Cuando acaba la funcin, me viene a ver al camerino.
Jeanne Moreau tambin. Y Jean Claude Brialy con
un abrigo de pieles que me deja patidifuso.
Me siento la persona ms importante de Pars.
Me da, Aznavour, la tarjeta de una casa de discos
que, me pareci entender, es de su cuado.
Me hubiera acostado con l si me lo hubiera propuesto. Para convertirme en un pequeo ruiseor.
Su cuado le hace los arreglos, me dice Claude. No
quiero grabar nada, le digo.
Lo entiende. Vaya si lo entiende.
Me conoce muy bien este Claude. Mejor que nadie.
Que no quiero grabar? No quiero grabar.
No me hace falta. Me divierte ms cantar en petit
comit. Como en Lchelle.
Es lo que me excita: cantar ante un pblico. Cada vez
ms. Me imagino ligando con todos los hombres que
me escuchan. Y alguna mujer que otra. Pocas. Jeanne
Moreau, por ejemplo. En mi cabeza, claro est. Y es
apasionante. Irremplazable.
No quiero ser un cantante que graba discos, sale en
la televisin y hace giras por todas partes. Qu va! Un
trabajo fro poco gratificante. Lo mo es poca cosa y as
quiero que contine.
Brel se niega a cantar en playback en la televisin.
Lo entiendo. Vaya si lo entiendo.
Seguir en Lchelle de Jacob hasta que me echen.
Luego, Bruno Coquatrix dir.
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SUEOS DE BACANAL
A veces
dices que me quieres
a voces
pero el ltimo eco
desmiente tu voz.
Qu bonito, Jorge!
El ltimo verso se repite como un eco. Desmiente tu
voz, desmiente tu voz... Entiendo. Como el Ne me quitte
pas de Brel, verdad? Qu listo eres, Claude!
Supona todo un reto escribir canciones con Claude. Cuntas veces nos fuimos a la cama despus de un
hallazgo feliz! Ni me acuerdo. Como ahora. Feliz o no
mi estrofa, tengo ganas de estar con l.
Para recordar su piel.
Cuando terminamos de querernos, suena el timbre
de la calle. Tengo que ir a ver quin es porque estamos
solos en casa.
Es Joseph. Ha aceptado mi invitacin.
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ADIS A LCHELLE
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Soy consciente de que las orgas ms libidinosas deben de ser entre desconocidos. Bueno, entre ellos lo son
casi todos. No me importara invitar a Aznavour. Y, si
el griego se trae a alguien, mejor que mejor. Aunque
con l, me basta.
Cuando llega el da, encargo un buffet fro al restaurante que tengo debajo de casa. Saben hacer las cosas
muy bien. Me preparan uno como para un rey. Con todo
tipo de bebidas. Lujoso. Sabroso.
Cuido mucho la iluminacin. Velas ante todo. Con
formas flicas. Las encuentro en una sex shop de la calle
Saint Martin. Las hay negras. Tambin.
Llegan las ocho.
Estamos en casa Claude, Pierre y yo. Me han ayudado con la puesta en escena.
El primero en llegar es Gilles. Tmido. Como siempre. Muy carioso. Como siempre tambin.
Hacemos las presentaciones.
Se sienta con nosotros. Cabremos todos en los tres
tresillos que he colocado en el saln. Seremos seis o
siete. Depende de si el griego viene solo o acompaado.
El griego es quien realmente ms me interesa porque
es el nico con quien no me he acostado.
A Pierre le gusta Gilles. No le quita ojo.
Detrs de Gilles, llega Joseph. Muy elegante. Parece
dispuesto a impresionarme. Se sienta al lado de Pierre
que parece muy contento con la situacin.
El ltimo en llegar es el griego. Se llama Kriton y
viene acompaado del muchacho ms sexy que he visto
en mucho tiempo. En mi vida, tendra que decir. No
sabra cmo describirle porque ms que por los ojos
me entra por el alma.
Ya estamos todos. Mirndonos unos a otros sin sa154
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