Perspectivas Actuales en La Aplicacion Del Derecho
Perspectivas Actuales en La Aplicacion Del Derecho
Perspectivas Actuales en La Aplicacion Del Derecho
PERSPECTIVAS ACTUALES
EN LA APLICACIN DEL
DERECHO
PERSPECTIVAS ACTUALES
EN LA APLICACIN DEL
DERECHO
Coordinadores
Mara del Carmen Barranco Avils
scar Celador Angn
Flix Vacas Fernndez
978-84-9031-942-0
NDICE
2.
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NDICE
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SEGUNDA PARTE:
COMUNICACIONES
CANCHARI CANCHARI, Roco Yudith, La responsabilidad de proteger como
nuevo mecanismo de aplicacin coercitiva del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos ..................................................................................... 263
MANRQUEZ ROQUE, Mercedes, Pluralismo jurdico y derecho de las mujeres
indgenas: El caso de las mujeres Awajn de Per ...................................... 281
PREZ ESPINOSA, Rodrigo, El juez y la aplicacin del derecho en el pensamiento de Owen Fiss, interpretacin objetiva? Entre el Movimiento de Estudios
Jurdico-Crticos y el Anlisis Econmico del Derecho .............................. 307
ZAPATERO MIGUEL, Pablo, Antitrust Law and Policy on A2k Compulsory
Licensing: Early First Experiences of Judicial Activism ............................ 317
PRESENTACIN
El presente volumen recoge las intervenciones del Tercer Seminario Internacional Permanente del Departamento de Derecho Internacional, Eclesistico
y Filosofa del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid, celebrado a lo
largo del curso acadmico 2011-12.
Las Perspectivas actuales en la aplicacin del Derecho fue la temtica
elegida como objeto del seminario, al tratarse de un problemtica de gran
actualidad y expresin de los problemas que existen en la sociedad del siglo
XXI. Con este objetivo, se organizaron tres jornadas cientficas diferentes sobre tres asuntos clave para conocer adecuadamente cules son las perspectivas
y problemas actuales con los que se encuentra el jurista a la hora de aplicar o
interpretar el Derecho durante los meses de octubre y noviembre del 2012.
En primer lugar, en la sesin dedicada a la aplicacin del Derecho por los
tribunales de justicia, se analiz la represin de los crmenes ms graves de
transcendencia internacional, la eficacia civil de las decisiones de los tribunales cannicos y el papel del juez en la aplicacin del Derecho. La segunda
sesin de las jornadas se dedic al anlisis de la eficacia que tienen en nuestro
ordenamiento jurdico las normas provenientes de otros ordenamientos jurdicos, lo que permiti estudiar adecuadamente la problemtica inherente a la
aplicacin de los tratados internacionales en nuestro ordenamiento jurdico,
la eficacia civil de los derechos confesionales de las organizaciones religiosas
minoritarias, y los problemas de aplicacin del Derecho desde la perspectiva
de los principios de pluralismo y monismo. Y por ltimo, la sesin dedicada
a las cuestiones de aplicacin del derecho europeo sirvi para analizar cul es
la eficacia tanto del Derecho de la Unin Europea como de las decisiones del
TEDH en el terreno de la libertad de pensamiento en nuestro ordenamiento
jurdico, y cules son las futuras tendencias en la aplicacin del Derecho en el
marco del constitucionalismo europeo.
De esta manera, con el ttulo genrico de Perspectivas actuales en la
aplicacin del Derecho, el III volumen de la coleccin Gregorio Peces-Barba
presenta un estudio de carcter interdisciplinar sobre problemas de elevada
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PRESENTACIN
A media maana del 24 de julio de 2012, justo cuando un grupo de profesores de la Universidad Carlos III de Madrid nos disponamos salir hacia
Oviedo para ver a nuestro maestro Gregorio Peces-Barba, recibimos la noticia
de su fallecimiento. Fue un autntico mazazo. Aunque el profesor Peces-Barba
llevaba algo ms de un ao entrando y saliendo de los hospitales, y aunque en
los ltimos meses su salud haba empeorado sensiblemente, no esperbamos un
desenlace tan rpido y repentino. Desde ese da, todos los integrantes del grupo
de trabajo universitario que el profesor Peces-Barba encabezaba, notamos un
vaco que hoy, despus de ms de medio ao, no ha disminuido sino que, de
alguna manera, va aumentando da tras da, confirmndose as lo que recientemente apuntaba Maria Eugenia Rodrguez Palop en Droit et Societ (ser
en la Universidad donde, sin ninguna duda, su ausencia acabe por resultar tan
rotunda, como lo fue su presencia).
Todo aquel que haya conocido a Gregorio Peces-Barba sabr por qu ese
vaco por su ausencia aumenta. El profesor Peces-Barba viva con intensidad
el trabajo universitario y la vida poltica. Y esa intensidad la proyectaba en las
personas cercanas que, de alguna manera, se contagiaban de ella. Adems, y esta
era una caracterstica muy significativa de nuestro maestro, siempre estaba atento a los problemas personales, manteniendo una visin sencillamente humana
del trabajo. Todos aquellos que hemos compartido el da a da universitario con
Gregorio Peces-Barba, lo hemos tenido cerca no slo como director y como
jefe, sino como un verdadero amigo, capaz de ayudarnos y de aconsejarnos en
cualquier parcela de nuestra vida.
Gregorio Peces-Barba naci en Madrid en 1938. Licenciado en Derecho
por la Universidad Complutense de Madrid y en Derecho comparado por
la Universidad de Estrasburgo, obtuvo su doctorado con una tesis sobre el
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Convivencia de lo privado, en Estudios en homenaje al profesor Gregorio PecesBarba, vol. I, cit.). Este slo aparecer cuando una u otra pretendan salir del
marco en el que deben desenvolverse.
La propuesta de Peces-Barba sobre la tica pblica va as unida a una defensa de los derechos humanos y del patriotismo constitucional.
Como seala Antonio Prez-Luo al comienzo de su trabajo Los derechos
fundamentales en Gregorio Peces-Barba (en Estudios en homenaje al profesor
Gregorio Peces-Barba, vol. I, cit.), la concepcin de Gregorio Peces-Barba sobre
los derechos fundamentales resulta difcilmente inteligible si no se parte de
los presupuestos de la filosofa y la teora del Derecho en la que tal concepcin
se inscribe y de la dimana. Tradicionalmente suele entender la propuesta de
Peces-Barba sobre los derechos como dualista. Incluso suele considerarse a
Gregorio Peces-Barba como el principal exponente de este planteamiento.
Ahora bien, el dualismo es una propuesta metodolgica para el estudio de los
derechos que es as denominada por tomar en consideracin dos perspectivas
de los derechos a la hora de concebirlos y justificarlos: la tica y la jurdica.
En este sentido, caracterizar su planteamiento como dualista es decir ms
bien poco ya que puede afirmarse que buena parte de las concepciones contemporneas sobre los derechos aceptan esta idea. En este sentido, la propuesta
de Peces-Barba se caracteriza, adems, por integrar en la concepcin de los
derechos otras dimensiones como son la historia, el Poder poltico representado
por el Estado de Derecho, y la realidad social. En definitiva, el modelo dualista
en Peces-Barba se caracteriza por concebir a los derechos como instrumentos
ticos y jurdicos, por subrayar su dimensin histrica y, tambin, por presentarlos como forma de legitimacin del Poder y de defensa de una determinada
concepcin de los seres humanos.
Por su parte, la defensa del patriotismo constitucional deriva de su postura
sobre la tica pblica (Llano Alonso, F.H., La idea de patriotismo constitucional en el pensamiento jurdico poltico de Gregorio Peces-Barba Martnez, en
Estudios en homenaje al profesor Gregorio Peces-Barba, vol. I, cit.), y se concreta
en la defensa de lo que denomin como la Espaa Civil. Esta Espaa Civil, es
presentada por Gregorio Peces-Barba como una utopa basada en siete puntos
(Ramiro Avils, M.A., La Espaa civil. Una utopa para el siglo XXI): (i) la
defensa de la vida, el rechazo de la violencia y la lucha por la paz; (ii) la distincin entre tica pblica y tica privada; (iii) la igualdad y el reconocimiento
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slidos anclados en el pensamiento socialista democrtico e ilustrado, un universitario de vocacin y dedicacin, un filsofo del Derecho abierto, plural y
riguroso, una persona generosa, cordial, autntica y leal.
A lo largo de su vida, recibi mltiples reconocimientos por su trayectoria
poltica y acadmica. Se le han concedido, entre otras condecoraciones, la Gran
Cruz de la Orden de San Raimundo de Peafort (1986), la Medalla de Honor
con el grado de Gran Cruz de Per (1983), o la Legin de Honor francesa
(1987). En 2003 el Consejo de Ministros le concedi el Collar de la Orden del
Mrito Civil. El 8 de septiembre de 2006 se le otorg la Gran Cruz de la Real
y Muy Distinguida Orden Espaola de Carlos III. El 22 de junio de 2007 le
fue entregada la Gran Cruz del Mrito Naval, con distintivo blanco, y el 26
de enero de 2010 le fue impuesta la Gran Cruz del Mrito Militar. Adems, el
18 de noviembre de 2010 su majestad el Rey le entreg el Premio Pelayo para
juristas de reconocido prestigio. En diciembre de ese mismo ao, el Consejo
de Ministros le concedi la Medalla al Mrito del Trabajo. Recibi los doctorados honoris causa por las Universidades de Vigo, Universidad Nacional de
Educacin a Distancia, Len, Middlebury College de Madrid, Saint Louis
University, Jan, Toulouse, U. Amedeo Avogadro del Piamonte Orientale,
Pontificia Universidad Catlica de Per y Cdiz.
Su ltima obra fue la creacin de la Fundacin Gregorio Peces-Barba para
el estudio y la cooperacin en derechos humanos que naci con dos grandes
propsitos que de nuevo dan cuenta de su personalidad. Por un lado, servir de
apoyo al Instituto de Derechos Humanos Bartolom de las Casas y por otro, ser
una estructura que permitiera acoger a algunos de los miembros de su Escuela
que por razones econmicas se haban quedado o podran quedarse fuera de
la Universidad. Hoy la Fundacin es una realidad y sus fines fundacionales se
han incrementado aadiendo el de contribuir a que el legado intelectual de
Gregorio Peces-Barba se mantenga.
Fui alumno de Gregorio Peces-Barba a comienzos de los ochenta y ya, desde
ese momento y despus como su ayudante (labor que he seguido realizando
incluso ya como catedrtico), pude comprobar que se trataba de un profesor
fuera de lo comn.
Gracias a una capacidad y habilidad fuera de lo normal, ha configurado una
escuela de pensamiento, abierta, plural y crtica, compuesta por un nmero
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PRIMERA PARTE:
PONENCIAS DE EXPERTOS
1.
INTRODUCCIN
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Y tambin en su Artculo 1:
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Artculo 1. La Corte
Se instituye por el presente una Corte Penal Internacional (la Corte). La
Corte ser una institucin permanente, estar facultada para ejercer su jurisdiccin sobre personas respecto de los crmenes ms graves de trascendencia
internacional de conformidad con el presente Estatuto y tendr carcter complementario de las jurisdicciones penales nacionales. La competencia y el funcionamiento de la Corte se regirn por las disposiciones del presente Estatuto1.
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Estado deben conocer de cualquier delito cometido en su territorio, por cualquier persona, con independencia de la nacionalidad. Se han aadido otros: en
virtud del principio de personalidad, los tribunales de un Estado pueden conocer de delitos cometidos por un nacional con independencia del lugar donde
se cometan (personalidad activa), o de delitos cometidos contra un nacional,
igualmente con independencia del lugar donde se cometan (personalidad
pasiva); en virtud del principio real o de proteccin del Estado, los rganos
jurisdiccionales pueden conocer de ciertos delitos que afectan gravemente el
Estado, con independencia de la nacionalidad del autor y del lugar donde se
cometan. Al combinarse estos principios se pueden generar supuestos en los que
ms de un Estado se considere competente o de otros en que ninguno reclame
la competencia sobre un caso. Esto ltimo podra suceder para los delitos cometidos en territorios no sujetos a la soberana de ningn Estado. La prevencin de
que estos supuestos no tuvieran lugar, entre otros motivos, llev a los Estados
a adoptar en sus normas internas principios distintos del de territorialidad y,
en particular, fue una de las causas de la aparicin del llamado principio de
universalidad de la jurisdiccin o de jurisdiccin universal, un principio que
supone someter a las leyes propias del Estado unos hechos respecto de los que
carece de cualquier vnculo de conexin y de atribuir a sus tribunales la capacidad que puede estar sujeta o no a restricciones para juzgarlos7.
En el texto de los Principios de Princeton sobre la Jurisdiccin Universal, de
2001, se entiende por jurisdiccin universal:
una jurisdiccin penal sustentada exclusivamente en la naturaleza del delito,
prescindiendo del lugar en que este se haya cometido, la nacionalidad del autor
presunto o condenado, la nacionalidad de la vctima o cualquier otro nexo con
el Estado que ejerza esa jurisdiccin8.
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IDI, Krakow Session 2005. Seventeenth Commission, Universal criminal jurisdiction
with regard to the crime of genocide, crimes against humanity and war crimes; Rapporteur: M.
Christian Tomuschat.
14
The Attorney General of the Government of Israel v. Adolf Eichmann, District Court of Jerusalem
(1961), 36.
International Legal Reports 1968, p. 18; Attorney General of Israel v. Eichmann, Israel Supreme
Court (1962), 36 International Legal Reports, 1968, p. 277.
15
Filartiga v. Pena-Irala, 630 F.2d 876 (2d Cir. 1980), 30 June 1980.
16
Puede verse la traduccin inglesa de la decisin de 6 de noviembre de 1998, de Louise
Beschoor Plug, en 2 Yearbook of International Humanitarian Law 1999, pp. 475-485.
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Se han iniciado los primeros juicios y ya ha terminado, en primera instancia, el primero de ellos. Se trata del juicio contra Thomas Lubanga Dyilo,
fundador de la Unin de los Patriotas Congoleses (UPC) y de las Fuerzas
patriticas para la liberacin del Congo (FPLC). Contra el se imput el cargo
de reclutar o alistar nios menores de 15 aos en las fuerzas armadas o grupos
o utilizarlos para participar activamente en hostilidades. Haba sido detenido
el 17 marzo 2006; se inici el juicio en enero 2009. Y se dict sentencia el 14
de marzo 2012, en lo que constituy la primera sentencia de la CPI.
Adems de ello, a finales de 2011, la Fiscala haba recibido 9.332 comunicaciones de particulares o grupos. De ellas, 4.316 quedaban manifiestamente
al margen de la competencia de la Corte, segn la Fiscala. Otras situaciones
han sido objeto de anlisis detallado; algunas han dado paso a investigaciones,
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tres han sido rechazadas (Venezuela, Irak y Palestina, aunque este ltimo caso
debera ser revisado a la luz de la Resolucin 67/19 de la Asamblea General
de las Naciones Unidas de 29 noviembre de 2012 que reconoce a Palestina
como Estado observador de la ONU) y otras estn siendo objeto de un estudio
preliminar (Afganistn, Colombia, Corea, Georgia, Guinea, Honduras, Nigeria). Tambin est siendo investigado de manera preliminar el caso de Mal,
sometido por el propio Estado a la Fiscala de la Corte, en julio de 2012. Y sera
muy deseable que se abra una investigacin cuanto antes sobre el caso de Siria.
5.
La creacin de la Corte Penal Internacional ha supuesto un proceso espectacular de armonizacin legislativa en relacin con los crmenes de competencia
de la Corte, tanto desde el punto de vista de la incorporacin de los tipos penales del Estatuto de Roma en los ordenamientos jurdicos nacionales, como
de su imprescriptibilidad.
Desde el punto de vista material, algn estudio25 constata la coexistencia
de distintas metodologas para incorporar los crmenes de competencia de la
CPI a los ordenamientos jurdicos nacionales: la primera distincin est entre
los Estados que tratan de encajarlos en los tipos penales ya incluidos en el ordenamiento interno (lo que conlleva con frecuencia la escasa correspondencia
entre los tipos penales y la previsin de penas no apropiadas a la gravedad de los
crmenes contenidos en el Estatuto de Roma) y los que optan, la mayora, por
adoptar medidas legislativas especficas, ya sea mediante una remisin directa
al Estatuto de Roma, a las normas convencionales vigentes para el Estado o
al derecho internacional, en general; ya sea tipificando los crmenes previstos
en el Estatuto de Roma o en el derecho internacional pertinente. En este caso
tambin los Estados estn desarrollando distintas opciones: la transcripcin
literal de las definiciones contenidas en los tratados internacionales, aadiendo
las correspondientes penas (lo que asimila los tipos de manera esttica, a los que
en 1998 quedaron incluidos en el Estatuto de Roma) o los que deciden reescribir los tipos penales para hacerlos ms prximos a sus propias terminologas y
Stphane J. Hankins, Overview of Ways to Import Core International Crimes into National
Criminal Law, en PRIO, Importing Core International Crimes into National Criminal Law, Morten
Bergsmo, Mads Harlem and Nobuo Hayashi (editors); FICJC Publications nm. 1 (2007), pp.
15-16, disponible en www.prio.no/FICJC.
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Desde el punto de vista de la ampliacin de las competencias de los tribunales nacionales para perseguirlos y, ms en concreto, de la incorporacin de
la jurisdiccin universal se constatan distintas opciones.
Los Estados que no han adoptado leyes especiales en relacin con los crmenes de competencia de la CPI, se rigen por normas anteriores y no tratan todos
los crmenes por igual, por lo que existe la jurisdiccin universal para unos
crmenes y no para otros. Es habitual que exista cuando deriva de obligaciones
convencionales, especialmente en lo que se refiere a los crmenes de guerra y a
la tortura (Austria, Dinamarca, Grecia, Italia). Pero es menos frecuente en los
casos del genocidio y los crmenes contra la humanidad, aunque son perseguibles en modalidades concretas, como el asesinato, la tortura, la esclavitud o
las desapariciones forzadas (Grecia, Bulgaria, Dinamarca, Finlandia, Suecia).
Adems, en muchos pases existen normas especficas de cooperacin con los
tribunales penales internacionales para la antigua Yugoslavia y Ruanda.
Entre los Estados que han adoptado leyes especiales en relacin con los
crmenes de competencia de la CPI (Argentina, Canad, Croacia, Malta, Nger,
Nova Zelanda, Pases Bajos, Portugal, Reino Unido, Repblica del Congo,
Sudfrica, Trinidad y Tobago, Uruguay) o los Estados que han reformado los
cdigos penales (Alemania, Australia, Azerbaiyn, Blgica, Bosnia i Herzegovina, Costa Rica, Espaa, Panam, Senegal, Timor Leste, Suiza) se constata
una homologacin del tratamiento en cuanto a genocidio, crmenes de guerra,
crmenes contra la humanidad e incluso torturas, en el sentido de establecer la
jurisdiccin universal para todos ellos.
Una evolucin paralela ha sido la de la interaccin entre tribunales internacionales penales y de proteccin de los derechos humanos, tribunales nacionales
con componentes internacionales y tribunales nacionales, en un proceso que
conduce a clarificar conceptos y a debatir diversas opciones de interpretacin de
los tipos penales. En este sentido es innegable la influencia de la jurisprudencia
de los tribunales internacionales en las decisiones de los tribunales nacionales,
que ha llegado incluso al mbito de los tribunales civiles de Estados Unidos
(como es el caso del concepto de complicidad en la aplicacin de la Alien Tort
Claims Act).
La creacin de la CPI es, sin duda, un avance histrico de la Comunidad
internacional en la proteccin de la dignidad humana. Pero tambin es preciso
ser conscientes de que la Corte hace frente a un conjunto de desafos de gran
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Pero en dos operaciones sucesivas, el texto se ha visto deteriorado gravemente tanto desde el punto de vista tcnico-jurdico como sustantivo.
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g) Los relativos a la mutilacin genital femenina, siempre que los responsables se encuentren en Espaa.
h) Cualquier otro que, segn los tratados y convenios internacionales, en
particular los Convenios de derecho internacional humanitario y de
proteccin de los derechos humanos, deba ser perseguido en Espaa.
Sin perjuicio de lo que pudieran disponer los tratados y convenios internacionales suscritos por Espaa, para que puedan conocer los tribunales espaoles
de los anteriores delitos deber quedar acreditado que sus presuntos responsables se encuentran en Espaa o que existen vctimas de nacionalidad espaola,
o constatarse algn vnculo de conexin relevante con Espaa y, en todo caso,
que en otro pas competente o en el seno de un Tribunal internacional no se
ha iniciado procedimiento que suponga una investigacin y una persecucin
efectiva, en su caso, de tales hechos punibles.
El proceso penal iniciado ante la jurisdiccin espaola se sobreseer provisionalmente cuando quede constancia del comienzo de otro proceso sobre los
hechos denunciados en el pas o por el Tribunal a los que se refiere el prrafo
anterior.
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Vid. ASS ROIG, Rafael: Jueces y normas. La decisin judicial desde el ordenamiento, Marcial
Pons, Madrid, 1995, pg. 97.
5
GALIANA SAURA, ngeles: La legislacin en el Estado de Derecho, cit., pg. 15.
6
Ibdem, pg. 20 (citando a E. Garca de Enterra).
7
Ibdem, pg. 24.
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flictos entre principios debern resolverse recurriendo a la tcnica de la ponderacin tambin conocida como test alemn de proporcionalidad, para
cuya descripcin podemos recurrir a nuestro Tribunal Constitucional que en
los ltimos aos ha empezado a emplearlo asiduamente algo que desde hace
dcadas viene haciendo la jurisprudencia constitucional alemana y que en nuestros das estn haciendo prcticamente todos los Tribunales Constitucionales
europeos, as como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Tribunal de
Justicia de Luxemburgo, habindose plasmado dicho principio explcitamente,
asimismo, en algunas constituciones y en la Carta de Derechos Fundamentales
de la Unin Europea19. La primera sentencia en la que el alto tribunal alude
expresamente al principio de proporcionalidad y a los tres subprincipios que
lo integran: el de idoneidad, el de necesidad y el de proporcionalidad en sentido
estricto fue la 66/1995 de 8 de mayo; sin embargo, donde lo expone de forma
ms clara es en la Sentencia 207/1996 de 16 de diciembre:
En este sentido hemos destacado que para comprobar si una medida restrictiva de un derecho fundamental supera el juicio de proporcionalidad, es
necesario constatar si cumple los tres siguientes requisitos o condiciones: si tal
medida es susceptible de conseguir el objetivo propuesto (juicio de idoneidad);
si, adems es necesaria, en el sentido de que no exista otra medida ms moderada para la consecucin de tal propsito con igual eficacia (juicio de necesidad);
y, finalmente, si la misma es ponderada o equilibrada, por derivarse de ella ms
beneficios o ventajas para el inters general que perjuicios sobre otros bienes o
valores en conflicto (juicio de proporcionalidad en sentido estricto). As pues
para que una intervencin corporal en la persona del imputado en contra de su
voluntad satisfaga las exigencias del principio de proporcionalidad ser preciso:
a) que sea idnea (apta, adecuada) para alcanzar el fin constitucionalmente
legtimo perseguido con ella, esto es, que sirva objetivamente para determinar
los hechos que constituyen el objeto del proceso penal; b) que sea necesaria o
imprescindible para ello, esto es, que no existan otras medidas menos gravosas
que, sin imponer sacrificio alguno de los derechos fundamentales a la integridad
fsica y a la intimidad, o con menor grado de sacrificio, sean igualmente aptas
para conseguir dicho fin, y c) que, aun siendo idnea y necesaria, el sacrificio
que imponga de tales derechos no resulte desmedido en comparacin con la
gravedad de los hechos y de las sospechas existentes (F.J. 4).
19
ASS ROIG, Rafael de: El juez y la motivacin en el Derecho, Dykinson, Madrid, 2005,
pg. 110.
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En definitiva, aunque a la hora de resolver alguno de los frecuentes conflictos entre principios jurdicos no es posible una nica respuesta correcta, s
lo es un procedimiento de racionalizacin y justificacin de la decisin. Ahora
bien, como seala Cabra Apalategui20, no obstante, este sistema no conduce
a un resultado definitivo, nicamente dice qu es lo que hay que fundamentar para justificar el enunciado de preferencia condicionado que representa
el resultado de la ponderacin, pero sta deja todava margen a valoraciones
cuyo control racional escapa al propio procedimiento de ponderacin pues,
en efecto, hay espacio para la subjetividad en la graduacin de la afectacin
de los principios, en la determinacin de su peso abstracto y de la certeza de
las premisas empricas, y en la eleccin de la carga de la argumentacin que es
apropiada para el supuesto en cuestin21.
Tambin Prieto Sanchs sostiene que si bien la ponderacin no equivale
a irracionalidad, esto no significa que su resultado sea el fruto de la mera
aplicacin de normas, es decir, el que represente un ejercicio de racionalidad
no supone que sus conclusiones vengan impuestas por el Derecho; es una
operacin racional, pero una operacin que en lo esencial se efecta sin red
normativa, a partir de valoraciones en las que no tiene por qu producirse
un acuerdo intersubjetivo, pues decidir que el sacrificio circunstancial de un
principio merece la pena desde la perspectiva de la satisfaccin de otro entraa,
sin duda, una valoracin; valoracin en la que aunque no se quiera pesar la
importancia que cada individuo concede a los respectivos bienes en conflicto,
as como su propia cuantificacin de costes y beneficios en el caso concreto22.
En definitiva, se puede sostener, con Rafael de Ass, que la ponderacin es algo
enormemente valorativo, independientemente de que se lleve a cabo tomando
como referencia el texto constitucional, por lo que hay que ser conscientes
de que su uso expresa la opcin de una determinada posicin de ndole tico
y poltico23.
Por todo ello, la principal consecuencia que se deduce de la aplicacin
de los principios y de la tcnica de la ponderacin es el fortalecimiento de la
Vid. CABRA APALATEGUI, Jos Manuel: Racionalidad y argumentacin jurdica, en
Derechos y libertades, n 9, 2000, pg. 170.
21
Vid. GARRIDO GMEZ, M Isabel: La igualdad en el contenido y en la aplicacin de la
ley, Dykinson, Madrid, 2009, pg. 211.
22
PRIETO SANCHS, Luis: Tribunal Constitucional y positivismo jurdico, cit., pg. 181.
23
ASS ROIG, Rafael de: El juez y la motivacin en el Derecho, cit., pg. 112.
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posicin del juez, pues all donde aparece un conflicto entre principios, surge
una decisin que otorga preferencia a uno u otro y que va a tener como nico
lmite la racionalidad24. Y no olvidemos que su decisin va a tener una gran
trascendencia, pues no est de ms recordar que, como escribe Guastini, en
este contexto, ponderar no significa atemperar, conciliar o algo por el estilo;
es decir, no significa hallar un punto de equilibrio, una solucin intermedia,
que tenga en cuenta ambos principios en conflicto y que de algn modo
aplique o sacrifique parcialmente a ambos. La ponderacin consiste sobre todo
en sacrificar o descartar un principio aplicando el otro25.
Esta mucho mayor libertad del juez cuando aplica principios respecto de
cuando aplica reglas segn el modelo tradicional26, por su parte, viene dada
en gran medida por el hecho de que no es factible establecer lo que suele denominarse un orden fuerte de principios, esto es, un listado completo de los
principios de un sistema jurdico que incluya todas las relaciones de prioridad
abstractas y concretas entre ellos, determinndose, as, unvocamente, la decisin en cada uno de los casos. En esta lnea, Rafael de Ass27, refirindose a los
derechos fundamentales, opina que no se puede, en principio, llevar a cabo
una estructuracin jerrquica de los derechos en caso de colisin, sino que este
problema ha de resolverse en cada caso concreto, de modo que, por ejemplo,
no se puede argumentar que el derecho a la vida es el derecho ms fundamental
y, por lo tanto, el menos limitado, por ser el presupuesto de los restantes, dado
que todo depender del significado que se d a ese derecho y a sus posibles
colisiones con otros derechos o bienes constitucionales como, por ejemplo, la
libertad. Tambin Zagreblesky28 sostiene que, por lo general, los principios no
se estructuran segn una jerarqua de valores, pues si as fuese, se producira
una incompatibilidad con el carcter pluralista de la sociedad, algo inconcebible
en las condiciones constitucionales materiales de la actualidad. Ciertamente,
en caso de conflicto, el principio de ms rango se erigira en soberano entre
Vid. PRIETO SANCHS, Luis: Tribunal Constitucional y positivismo jurdico, cit., pg. 173.
GUASTINI, Riccardo: Principios de Derecho y discrecionalidad judicial, trad. de P. Andrs
Ibez, en Jueces para la democracia, n 34, 1999, pg. 44.
26
Vid. PRIETO SANCHS, Luis: Ley, principios, derechos, Cuadernos Bartolom de las Casas,
n 7, Dykinson, Madrid, 1998, pg. 61.
27
Vid. ASS ROIG, Rafael, Sobre los lmites de los derechos, en Derechos y libertades, n 3,
1994, pg. 123.
28
Vid. ZAGREBLESKY, Gustavo: El Derecho dctil. Ley, derechos, justicia, trad. de M. Gascn,
Trotta, Madrid, 1995, pgs. 124 y 125.
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por jueces? Y, en la misma lnea, con Linares, qu justifica que unos jueces
que no son elegidos por el pueblo y que por tanto no rinden cuentas ante l
tengan autoridad para invalidar las leyes del Congreso? qu razones tenemos
para pensar que los desacuerdos en la interpretacin del texto constitucional
deban ser resueltos con carcter final por un grupo de jueces que no representan
a nadie? O, expuesto a la inversa, qu justifica que existan asuntos como,
por ejemplo, los derechos contenidos en una Constitucin sobre los cuales
las mayoras no pueden decidir o, al menos, no tengan la ltima palabra?33.
Pues bien, para sostener que el papel de los altos tribunales se conforma con
la democracia es necesario negar que stos dispongan de un poder discrecional
y afirmar que se limitan a aplicar un Derecho preexistente, sin poder expresar
preferencias ideolgicas o axiolgicas. Pero para sostener tal postura habra que
asumir, a su vez, la posibilidad de un cognitivismo constitucional absoluto o, en
otros trminos, dar por sentado que el Tribunal es capaz de derivar de la Constitucin una nica decisin correcta, indudable y susceptible de ser reconocida
objetivamente para cada caso. Ahora bien, si pudiera reconocerse a priori una
nica decisin correcta para cada caso en el texto constitucional, esto es, si en
cada caso todo ser con uso de razn pudiese llegar a una misma respuesta, el
funcionamiento de la jurisdiccin constitucional sera tan indiscutiblemente
legtimo como innecesario, pues todos los participantes en la prctica jurdica
estaramos de acuerdo en cules son las pautas de conducta que resultaran
correctas desde el punto de vista de los derechos y no se originaran, por tanto,
disputas interpretativas que un tribunal tuviese que dilucidar. Esta certeza hara
desaparecer la tensin entre democracia y tribunales, puesto que toda decisin
parlamentaria sera legtima, a menos que vulnerara abiertamente alguna de
las prescripciones constitucionales conocidas de antemano a ciencia cierta.
El problema radica en que un cognitivismo de esta magnitud parece bastante inverosmil por las razones arriba apuntadas34. Pero es ms, apuntilla
Tropper, se puede incluso llegar a decir que aun si la teora de la respuesta
correcta fuera cierta, esto no cambiara nada al hecho de que la respuesta in-
Vid. LINARES, Sebastin: La (i)legitimidad democrtica del control judicial de las leyes,
Marcial Pons, Madrid, 2008, pg. 46.
34
Vid. BERNAL PULIDO, C.: El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales,
C.E.P.C., Madrid, 2007, pg. 209.
33
62
63
Una de las ms recurrentes respuestas a favor de la supremaca del juez constitucional sobre el poder legislativo procede del llamado originalismo, que se
configura como uno de los primeros mtodos interpretativos propuestos para
salvar los mritos democrticos de las decisiones judiciales que hacen uso de la
revisin judicial. De acuerdo con esta teora, la Constitucin debe interpretarse
a la luz de las intenciones originales de quienes la redactaron. Esta es dicen los
originalistas la nica manera de salvar el carcter democrtico de las decisiones
judiciales. La estrategia originalista sugiere, adems contina Linares37 que el
hecho de que existan preceptos constitucionales vagos o ambiguos, o conceptos
esencialmente controvertidos, no obliga sin ms a practicar una conducta de
deferencia con el legislativo, porque si sucede que los jueces pueden despejar
esas indeterminaciones jurdicas indagando las intenciones de los artfices de
la Constitucin, entonces pueden legtimamente vetar una ley que a primera
vista parece de dudosa constitucionalidad; los jueces no estaran, en tal caso,
creando Derecho o imponiendo sus convicciones morales sino simplemente
haciendo respetar la voluntad popular.
Esta doctrina es muy antigua, data de los inicios del constitucionalismo y
estuvo ya presente, por ejemplo, en los debates constitucionales norteamericanos previos a la adopcin del texto de 1787, cuando los llamados antifederalistas reprochaban al proyecto de Constitucin el tratamiento que en l se
haca del poder judicial, pues opinaban que, dado que las leyes federales iban
a ser jerrquicamente superiores a las de los distintos estados, y puesto que se
iba a establecer un Tribunal Supremo federal que velara por su cumplimiento,
se conceda un enorme poder sobre asuntos cotidianos vitales de los hombres
a un pequeo grupo de jueces no elegidos democrticamente, a una aristocracia irresponsable ante el pueblo, [...] que podra gradual e irresistiblemente
usurpar los poderes de las partes ms populares del gobierno. Situacin que
se agravaba, adems, con la institucin del control judicial de la Constitucin,
pues, como adverta Brutus seudnimo bajo el que escriba uno de los ms
destacados antifederalistas, si el legislativo aprueba alguna ley contradictoria
64
65
generaciones pasadas? Admitir que los preceptos vagos o ambiguos de la constitucin deban interpretarse segn las intenciones de una generacin precedente,
supondra negar a la generacin presente su derecho pleno a interpretar una
Constitucin que deja muchas preguntas abiertas; sera, en definitiva y dicho
de forma un tanto abrupta, admitir el gobierno de los muertos sobre los vivos41.
Por todo ello, y a pesar de estos argumentos, parece oportuno que se
establezcan algunos mecanismos de control de la discrecionalidad de las decisiones de un rgano que, como ya se ha mencionado, carece de legitimidad
democrtica directa y cuyas competencias son tan trascendentales, con el fin
de evitar, por un lado, la posibilidad de que se vulnere el principio de igualdad
y, por otro, que sus opciones ideolgicas, polticas o morales prevalezcan sobre
las de la sociedad. De lo que se trata, en definitiva, es de acercarnos lo mximo
posible al ideal del gobierno de las leyes, no de los hombres42.
Dos son las medidas que se podran aventurar y esbozar sucintamente en
estas pginas: la primera, el reforzamiento de la vinculacin al precedente de los
tribunales en general y del Tribunal Constitucional en particular; la segunda,
buscar frmulas para dotar de una mayor legitimidad democrtica y representatividad al alto tribunal.
As, en primer lugar, como seala Isabel Garrido43, la Ciencia del Derecho
muestra un inters cada vez mayor por el valor de los precedentes como consecuencia, seguramente, del acercamiento de los sistemas jurdicos continentales
y de common law y de la evolucin del modelo de razonamiento jurdico. Y es
que, sin duda, la prctica del precedente posee una relevancia mayor de la que
tradicionalmente se le ha dado en nuestro Ordenamiento.
En efecto, entre otras virtudes, el precedente materializa el principio de
igualdad porque hace necesario que se d un tratamiento normativo igual a los
Vid. LINARES, Sebastin: La (i)legitimidad democrtica del control judicial de las leyes, cit.,
pg. 102.
42
Seala en este sentido Endicott que ya Aristteles era consciente de que el imperio de la ley
poda ser imposible debido a la indeterminacin jurdica, y que, en efecto, con frecuencia parece
que no hay ninguna escapatoria al gobierno de los hombres. Indica tambin que para dar sentido
al ideal del imperio de la ley, tenemos que dar sentido necesariamente a la funcin creativa de los
jueces () esto significa que el gobierno de las leyes, no de los hombres es una figura retrica del
gobierno de las leyes, libres del abuso de los hombres (ENDICOTT, Timothy A.O.: La vaguedad
en el Derecho, cit., pg. 289).
43
Vid. GARRIDO GMEZ, M Isabel: La igualdad en el contenido y en la aplicacin de la
ley, cit., pg. 273.
41
66
supuestos que renen condiciones fcticas semejantes. Ciertamente, el principio de igualdad en la aplicacin judicial de las leyes precisa que no sea posible
modificar arbitrariamente el sentido de sus decisiones en casos sustancialmente
idnticos y, cuando los jueces estimen que debe haber un apartamiento de sus
precedentes, la fundamentacin habr de ser suficiente y razonable. De este
modo, los precedentes aportan una mayor fuerza fundamentadora, puesto que
conllevan unos criterios de interpretacin que han de estimarse por el juzgador
para asegurar la reflexividad de sus nuevos criterios discrepantes44.
Ms en concreto, el respeto al principio de igualdad debera implicar el
respeto a estos otros tres principios: el primero expresa la necesidad de no
otorgar la posibilidad (no motivada expresamente) a los tribunales de modificar decisiones ya consolidadas sin que se produzcan cambios en las normas;
el segundo se mueve en torno a la exigencia de previsibilidad que acompaa
al Derecho y que debe afectar tambin a los rganos judiciales; el tercero se
proyecta en la credibilidad de los tribunales, la cual aumenta sin duda cuando
las diferentes decisiones pueden estructurarse de una manera coherente sin que
se aprecien grandes oscilaciones45.
Y sin embargo, s existen reticencias desde distintos mbitos jurdicos a
conceder un excesivo valor vinculante al precedente, so pretexto de que, por
un lado, podra suponer un atentado a la independencia judicial y, por otro,
podra llevar a un anquilosamiento del Derecho, al impedir su necesaria evolucin interpretativa46.
67
No obstante, ambos argumentos pueden ser rebatidos. En el caso del primero, Rafael de Ass47 puntualiza que con la consideracin de que la independencia judicial se vera vulnerada en caso de exigir la vinculacin al precedente
(o, ms correctamente, en caso de exigir la motivacin expresa de los cambios
en los criterios decisorios), se est defendiendo la posibilidad de que exista
un poder pblico no vinculado a todos los principios constitucionales y que
adems pueda actuar sin una sujecin clara e incluso de forma arbitraria. Este
tipo de argumentos no tienen en cuenta que la independencia judicial no se
produce frente al Derecho. Un juez, como todo poder pblico, debe resolver
casos iguales de idntica forma, salvo que existan razones para no hacerlo, que
deber explicar.
Seala, en este sentido, Marina Gascn48 que aunque el Derecho no ofrezca
siempre una nica respuesta correcta descubrible de igual forma por cualquier
intrprete, hemos de suponer que dicha respuesta s existe para cada intrprete
individualmente considerado. En consecuencia, mantenindose constantes
las circunstancias de hecho y el marco normativo, cabe decir que es una exigencia de la argumentacin racional que el intrprete formule siempre una
nica respuesta en presencia de los mismos supuestos; y es una exigencia de la
argumentacin racional porque lo que est aqu en juego no es algn resultado
obtenido tras un debate intersubjetivo, sino una de las reglas fundamentales
que ha de observar todo participante en un discurso prctico general, a saber:
todo hablante que aplique un predicado F a un objeto A debe estar dispuesto
a aplicar F tambin a cualquier otro objeto igual a A en todos los aspectos
relevantes.
Respecto a la segunda objecin sealada, puede sostenerse que la vinculacin al precedente no promueve el inmovilismo, sino la garanta de igualdad
y seguridad. Las decisiones pueden variar y, de hecho, hay varios mecanismos
para ello, pero parece obligado justificar el porqu del cambio, sobre todo
cuando no han variado las normas y las circunstancias son parecidas. Es evidente que el intrprete debe adaptar las distintas situaciones al momento social
y a sus circunstancias pero, en este sentido, la defensa del valor del precedente
ASS ROIG, Rafael: Jueces y normas. La decisin judicial desde el ordenamiento, cit., pg. 297.
Vid. GASCN ABELLN, Marina: La tcnica del precedente y la argumentacin racional,
Tecnos, Madrid, 1993, pgs. 28 y 29.
47
48
68
69
LYONS, David: Aspectos morales de la Teora jurdica, Gedisa, Barcelona, 1998, pg. 265.
DERECHOCANNICOENESPAA:LAEFICA
1.
72
73
concreto a los matrimonios celebrados ante los ministros de culto de las Iglesias
pertenecientes a la Federacin de Entidades Religiosas Evanglicas de Espaa10,
segn la propia normativa formal israelita ante los ministros de culto de las
Comunidades pertenecientes a la Federacin de Comunidades Israelitas de
Espaa11 o segn la forma religiosa establecida en la Ley Islmica12.
En la medida que solo hay un tipo de matrimonio, el ordenamiento estatal
es el nico competente para determinar los requisitos de capacidad y efectos
del vnculo matrimonial, y sus tribunales los nicos competentes para pronunciarse al respecto13.
2.
Art. 7.1 del Acuerdo entre el Estado espaol y la Federacin de Entidades Religiosas Evanglicas de Espaa (Ley 24/1992, de 10 de noviembre, B.O.E. nm. 272, de 12 de noviembre).
11
Art. 7.1 del Acuerdo entre el Estado espaol y la Federacin de Comunidades Israelitas de
Espaa (Ley 25/1992, de 10 de noviembre, B.O.E. nm. 272, de 12 de noviembre).
12
Art. 7.1 del Acuerdo entre el Estado espaol y la Comisin Islmica de Espaa (Ley 26/1992,
de 10 de noviembre, B.O.E. nm. 272, de 12 de noviembre).
13
Sobre la aplicacin del principio de unidad jurisdiccional en materia matrimonial vid. CUBILLAS RECIO, L. M.: El sistema matrimonial espaol, op. cit., pp. 270 y ss. y MARTINELL,
J.M.: Eficacia civil de las resoluciones cannicas sobre nulidad o disolucin del matrimonio en el
ordenamiento espaol, en Anuario de Derecho Eclesistico del Estado, vol. I, 1985, pp. 239 y 240.
10
74
75
76
Que haya sido dictada a consecuencia del ejercicio de una accin personal,
cuestin que no plantea problemas prcticos, pues siempre se cumple
en las resoluciones eclesisticas de nulidad y disolucin matrimonial26;
77
78
No obstante, la labor del juez al a hora de llevar a cabo ese control material
vara sustancialmente en funcin del supuesto de nulidad o disolucin que da
lugar a la resolucin cannica:
a) Cuando se trata las resoluciones de nulidad por defecto de forma, dado
que en este caso si existe una remisin a las normas de Derecho cannico
que regulan las formalidades del matrimonio, el juez debe aceptar la
decisin de fondo pues, en la medida en que se trata de una remisin
material, estas normas cannicas sobre la forma de celebracin pasan
a formar parte del ordenamiento civil y el juez civil al hacer suya la
resolucin cannica est aplicando una norma civil. En este caso, por
tanto, debe comprobar que la resolucin eclesistica rene los requisitos
formales del art. 954 de la Ley de Enjuiciamiento Civil35.
b) Algo parecido sucede en el caso de los rescriptos pontificios sobre disolucin del matrimonio rato y no consumado. Dado que la legislacin
civil vigente posibilita la disolucin del matrimonio sin necesidad de
alegar y probar una causa concreta, con el nico requisito de que hayan
transcurrido 3 meses desde la celebracin (con excepcin de los supuestos de violencia), el juez civil debe verificar, junto al cumplimiento
de los requisitos procesales del art. 954 LEC, que efectivamente ha
transcurrido ese plazo mnimo desde la celebracin36.
c) Cuando se trata de una resolucin de nulidad basada en la existencia
de un impedimento, falta o defecto de capacidad o consentimiento, el
Vid LLAMAZARES FERNANDEZ, D.: El sistema matrimonial espaol, op. cit., p. 277.
Vid. PEREZ ALVAREZ, S.: Las sentencias matrimoniales de los tribunales eclesisticos, op.
cit., pp. 459 y 460.
La cuestin era distinta con anterioridad al ao 2005, cuando era necesaria una causa civil de
divorcio. Este dato era alegado por algunos autores como argumento en contra de la posibilidad
de revisin material de las resoluciones eclesisticas. En este sentido se afirmaba que, de admitirse
dicha revisin de fondo, no se podran homologar en ningn caso los rescriptos sobre disolucin
del matrimonio rato y no consumado, pues para el ordenamiento civil la falta de consumacin
no era una causa de disolucin.
Sin embargo, como afirma LLAMAZARES, en estos rescriptos la causa de disolucin no es la
inconsumacin en s misma, sino el fracaso matrimonial sin previsin de superacin de futuro.
De conformidad con el canon 1698.1 del vigente Cdigo de Derecho Cannico, para otorgar la
dispensa, la Sede Apostlico juzga sobre el hecho de la inconsumacin del matrimonio y la existencia
de justa causa. Esto supona una coincidencia con las causas civiles de divorcio, ya que todas pueden
reconducirse a esa categora general de fracaso matrimonial sin posible solucin (Derecho de la
libertad de conciencia II, op. cit., p. 433).
35
36
79
80
La segunda de las interpretaciones aludidas, la que equipara la clausula de ajuste al control de licitud de las resoluciones eclesisticas (no
contradiccin con el orden pblico), posibilita el reconocimiento de
efectos civiles a sentencias cannicas basadas en captulos de nulidad
que no tienen correlato en el orden civil43 . Vulnera as la igualdad
entre los individuos, en la medida que posibilita la existencia de un
privilegio para los catlicos, que podran obtener una declaracin de
nulidad o la disolucin de su matrimonio por causas que no daran
lugar al mismo pronunciamiento para el resto de ciudadanos, sometidos
a lo dispuesto por el ordenamiento civil44.
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82
83
84
85
Vid. CUBILLAS RECIO, L. M.: El sistema matrimonial espaol, op. cit., p. 240 y PARDO
PRIETO, P.C.: Laicidad y acuerdos del Estado con las confesiones religiosas, op. cit., pp. 173 y 174.
63
SSTC de 1/1981, de 26 de enero y 6/1997, de 13 de enero (FJ 5).
64
Vid. CUBILLAS RECIO, L.M.: Ibid., p. 246 y PARDO PRIETO, P.C.: Laicidad y acuerdos
del Estado con las confesiones religiosas, op. cit., pp. 172, 175 y 177.
62
86
2.2.3.
El principio de igualdad
87
La amplitud de esta cuestin nos impide abordarla con detenimiento en este estudio. Para
un anlisis pormenorizado vid. PEREZ ALVAREZ, S.: Las sentencias matrimoniales de los tribunales
eclesisticos, op. cit., pp. 163 a 192.
70
Vid. FERNNDEZ CORONADO, A.: Prlogo a PEREZ ALVAREZ, S.: Ibid., pp. 21 y
23, as como el propio autor en pp. 99 a 106.
69
88
pecto por parte de los judos, que desapareci posteriormente del proyecto71.
El hecho de que se trate de un aspecto que ni siquiera plantearon unos y abandonaron otros en el proceso de elaboracin de los acuerdos lleva a afirmar a la
mayora de la doctrina, acertadamente, que la diferencia de trato no implica
un trato discriminatorio.
3.
A MODO DE CONCLUSIN
Francesco Belvisi
Profesor de Filosofa del Derecho Universit degli Studi di Modena e Reggio Emilia
I.
Insegno sia Filosofia sia Sociologia del diritto e, quindi, sono portato a
trattare dellessere e del dover essere del diritto: la conseguenza che teoricamente sono un essere ibrido, che guarda in prospettiva sociologica le
questioni filosofiche, e in prospettiva normativa le questioni empiriche. Per
questo, ogni tanto penso al povero Hume, che si potrebbe rivoltare nella tomba
se assistesse ad una mia conferenza o se leggesse un mio articolo. Per me, per,
non si tratta di derivare dalla natura della cosa conseguenze normative, ma
di argomentare, rispettando la coerenza della cosa. Qualcuno potr pensare
con una certa ragione che in fondo tra i due modi di procedere non ci sia
una grossa differenza.
Per, poich, sono influenzato dalla teoria sistemica di Niklas Luhmann,
so che le conseguenze normative che traggo, pur prendendo sul serio la cosa,
sono conseguenze non necessarie, ma contingenti: io le traggo in un modo,
ma potrebbero anche essere tratte in modo diverso. Ad esempio, se per me la
societ pluralista e multiculturale non solo un fatto, ma anche un valore che
deve essere preservato, per qualcun altro, essa pu essere senzaltro un fatto, ma
Desidero ringraziare F.Javier Ansuategui Roig, per avermi invitato a partecipare al Seminario
e Stefano Bertea, Thomas Casadei, Orsetta Giolo, Baldo Pastore e Francesco Viola per aver letto
e commentato il paper.
92
FRANCESCO BELVISI
che deve essere contrastato e cambiato. Quindi, pur partendo da una posizione
normativa, quello che intendo fare cercare di produrre un buon argomento
su: pluralismo giuridico-normativo e problemi di applicazione del diritto.
A questo proposito, mi preme subito precisare che non tratter della
questione nellottica per altro assai rilevante dei c.d. delitti culturalmente
motivati, ovvero di quei comportamenti di stranieri, che trovano una loro
ragione in regole per lo pi consuetudinarie o tradizionali, ma che vengono
ritenuti illeciti secondo i criteri valori, princpi e norme dellordinamento
giuridico della societ in cui i soggetti agenti si sono trasferiti, migrando. Purtroppo, sono costretto a dichiarare la mia incompetenza rispetto a questordine
di problemi: posso solo rinviare alla concezione di Fabio Basile, il quale ritiene
che non sia opportuno pensare a strumenti normativi ad hoc per la cultural
defense1, poich nella legislazione [italiana] vigente sono gi presenti istituti e
norme in qualche modo permeabili al fattore culturale, attraverso cui si potrebbe conferire senza inutili clamori adeguata rilevanza alla motivazione
culturale, che ha spinto limmigrato alla commissione del reato2.
1
Per cultural defense si intende quella strategia processuale usata da imputati stranieri nel tentativo di giustificare il loro comportamento criminale, o di mitigare il grado della loro colpevolezza,
sulla base dellignorantia legis e dellassenza della mens rea, con il risultato che alle vittime nella
maggior parte dei casi donne viene negata la protezione del diritto penale, poich, in genere,
i loro assalitori sono lasciati liberi immediatamente, o in breve tempo: v. D. L. COLEMAN,
Individualizing Justice through Multiculturalism: The Liberals Dilemma, Columbia Law Review,
num. 5, 1996, pp. 1093-1167, pp. 1094-1095. Su ci v. anche B. PASTORE, Identit culturali,
conflitti normativi e processo penale, in B. Pastore, L. Lanza, Multiculturalismo e giurisdizione
penale, Giappichelli, Torino, 2008, pp. 5-61.
2
Vedi F. Basile, Il diritto penale nelle societ multiculturali: i reati culturalmente motivati,
di prossima pubblicazione su Ragion Pratica, num. 40, 2013, pp. 15 e 19-20. Per i reati a bassa
offensivit, si tratta di clausole di illiceit speciale, che prevedono lassenza della giusta causa o di
un giustificato motivo, per la commissione del reato; lesercizio di un diritto (religioso o culturale)
in funzione scriminante; ignoranza inevitabile della legge penale violata (art. 5 c.p. come riletto
dalla Corte cost. nella sentenza 364/1988); errore sul fatto, che esclude il dolo, ai sensi dellart.
47 c.p.; per i reati ad elevata offensivit si tratta, invece, della commisurazione giudiziale della
pena (art. 133 c.p.), in cui potrebbe rilevare la diversit culturale dellimputato; e delle circostanze
del reato (specifiche e generiche), che potrebbero essere prese in considerazione dai giudici ai fini
dellapplicazione di talune circostanze attenuanti o, per lo meno, ai fini della non-applicazione di
talune circostanze aggravanti. V. anche, C. DE MAGLIE, I reati culturalmente motivati: ideologie
e modelli penali, ETS, Pisa, 2010. Sui reati culturalmente orientati, in prospettiva comparativa, v.
la tesi dottorale di V.M. MACAS CARO, Cultura, Constitucon y Derecho penal, Dipartimento
di Giurisprudenza, Modena, 2013.
93
FRANCESCO BELVISI
94
95
anche il matrimonio tra coppie dello stesso sesso, o come in Francia e Germania le coppie di fatto. Inoltre, le regole del diritto internazionale privato
individuano sia le norme che possono essere applicate in caso di riconoscimento o di annullamento del matrimonio tra cittadini di nazionalit diversa,
sia i criteri per decidere dellefficacia delle sentenze straniere di annullamento.
Infine, allinterno di certe minoranze culturali, il matrimonio viene regolato da
norme religiose, com il caso della Sharia per il matrimonio islamico, e della
Torah per quello ebraico.
Francesco Viola, che pure riconosce il fatto che il pluralismo giuridico
una propriet dei contesti sociali, sostiene che una caratteristica necessaria del
pluralismo giuridico sia quella che ogni ordine giuridico [] non si ponga
come esclusivo e [] riconosca come legittima la pretesa di giuridicit degli
altri ordini in competizione con la propria7. A me sembra che, in questo modo,
egli riduca indebitamente lambito del pluralismo e cada in contraddizione.
Prima di tutto, non sono sicuro che sia necessario il reciproco riconoscimento
del carattere giuridico degli ordinamenti concorrenti8: la Sharia, ad esempio
almeno astrattamente pretende di valere universalmente, cio, per tutto il
genere umano, in quanto manifestazione del pensiero di Allah9. In secondo
7
F. VIOLA, Debolezza della volont e incertezza della ragione, in AA.VV., Lo stato costituzionale di diritto e le insidie del pluralismo, a cura di F.Viola, il Mulino, Bologna, 2012, pp. 9-25,
p. 21; v. anche IDEM, Il Rule of Law e il pluralismo giuridico contemporaneo, in Id., Rule of
Law. Il governo delle leggi ieri e oggi, Giappichelli, Torino, 2011, pp. 131-167, pp. 136-138.
8
Analogamente, F. v. BENDA-BECKMANN, Rechtspluralismus als Toleranzfrage, cit.
nota 3, p. 115. Il reciproco riconoscimento della giuridicit non necessario neppure secondo la
prospettiva di soft legal positivism, di J. EEKELAAR, Positivism and Plural Legal Systems, Ratio
Juris, num. 4, 2012, pp. 513-526, che recupera la validit della social thesis per cui il diritto di
una societ pu essere identificato mediante particolari convenzioni sociali per quanto riguarda la
legittima applicazione del diritto statale (v. pp. 514 e 525). Tale posizione permette di individuare
una situazione di pluralismo giuridico (plural legal systems) senza che lordinamento statale consideri
come giuridici gli ordinamenti consuetudinari o religiosi delle minoranze (v. pp. 523-525).
9
Ci sono autori che richiamano la nostra attenzione su un fatto: cos come assolutamente
improprio parlare della cultura occidentale o di qualsiasi altra cultura, anche religiosa, come
qualcosa di monolitico ed omogeneo, altrettanto frutto di superficiale stereotipizzazione quello di
considerare allo stesso modo non solo la cultura islamica nel suo complesso, ma anche il significato
della stessa Sharia. Pi correttamente si dovrebbe parlare delle sue diverse versioni, che dipendono
dalle interpretazioni fornite dalle differenti scuole giuridiche, dai diversi culti islamici e dalle loro
strumentalizzazioni politiche, che implicherebbe una nozione mitica de la Sharia. V., ad es.,
V. BADER, Legal Pluralism and Differentiated Morality: Sharia in Ontario?, in AA.VV., Legal
practice and cultural diversity, cit. nota 6, pp. 49-72, pp. 57-58. Pi in generale, v. O. GIOLO,
Giudici, giustizia e diritto nella tradizione arabo-musulmana, Giappichelli, Torino, 2005.
96
FRANCESCO BELVISI
97
F. VIOLA, Il rule of law e il pluralismo giuridico contemporaneo, cit. nota 7, pp. 140-142.
Di questo presupposto era gi pienamente consapevole P. RESCIGNO, Pluralit di culture
e unicit di ordinamento giuridico, cit. nota 5, pp. 225 e 226.
15
16
FRANCESCO BELVISI
98
Tutti i cittadini hanno pari dignit sociale e sono eguali davanti alla legge,
senza distinzione di sesso, di razza, di lingua, di religione, di opinioni politiche,
di condizioni personali e sociali.
Entrambi gli articoli trattano in termini analoghi del princpio di eguaglianza formale e del divieto di discriminazione.
Questultimo princpio legato allidentit e alla dignit della persona,
perch la non discriminazione laltra faccia delleguaglianza, per cui possiamo sostenere con Giuseppe Zaccaria, che essa consista nel permettere a tutti
i membri della societ di darsi unidentit culturale17. Siamo formalmente
uguali, nonostante le nostre differenze. In senso giuridico, il riconoscimento
dellidentit e dei diritti che pertengono alla persona costituiscono la dignit
umana18. Una persona viene discriminata, lesa nella sua dignit ed umiliata19,
se lordinamento giuridico non le permette di esperire una forma di vita da
lei scelta, magari in contrasto con determinati diritti, ma che rispecchia un
progetto esistenziale conforme ai propri valori religiosi, morali, tradizionali.
Di conseguenza, rispetto al fatto della diversit della persona, esiste un
vero e proprio diritto al pluralismo, in cui le differenze personali di sesso,
razza, lingua, religione, opinioni politiche, eccetera, vengano rispettate20. Per
questo, penso che sia giusto prendere sul serio le questioni identitarie multicul-
99
100
FRANCESCO BELVISI
Questi gruppi sono comunit culturali, le cui norme costituiscono istituzioni che si legittimano sui valori fondamentali delle collettivit, per cui
ottengono un largo consenso. Le forme di agire che ne derivano sono valuable,
cio fornite di valore per chi le pratica26, indipendentemente dal fatto che
esse corrispondano a istituzioni (come la gerarchia nei rapporti tra uomo e
donna, la poligamia, il vestire determinati costumi, eccetera) conciliabili con
i princpi e le norme dellordinamento giuridico ufficiale della societ ospitante27. Perci, dobbiamo sia prendere sul serio le regole istituzionali di queste
minoranze e non sottovalutare la loro forza normativa e la loro efficacia, sia
trattare con eguale considerazione e rispetto, cio secondo il principio di non
discriminazione, le persone che le osservano. Come sostiene Ronald Dworkin,
nessuna persona che abbia rispetto di s e ritenga che un particolare modo di
vivere abbia maggior valore per lei pu accettare che questo modo di vivere sia
indegno o degradante28.
Infatti, la cultura possiede un significato esistenziale per qualsiasi essere
umano, per cui diviene difficile da un punto di vista esterno, distaccato, oggettivo pretendere di criticare legittimamente e con successo le istituzioni
degli altri in quanto irragionevoli, prive di valore, sbagliate29. Di conseguenza,
se il diritto statale non riconosce e magari contrasta i valori fondamentali dei
nomoi ed i comportamenti ad essi conformi, finisce per minacciare non solo
lidentit, ma lesistenza stessa dei gruppi interessati. Per questo motivo, gruppi,
minoranze e comunit mettono in atto strategie reattive in difesa della propria
cultura (reactive culturalism30), di natura tradizionalista o fondamentalista, che
portano spesso i gruppi a condurre una vita parallela. Questo significa che i
26
J. RAZ, I valori fra attaccamento e rispetto (2001), a cura di F. Belvisi, Diabasis, Reggio Emilia,
2003, pp. 27-30; G. ZANETTI, Influenze aristoteliche nel dibattito contemporaneo: Joseph Raz
e i valori condivisi, in Id., Ragion pratica e diritto, Giuffr, Milano 2001, pp. 247-264; IDEM,
Le coppie di fatto tra diritto e morale, in AA.VV., Elementi di etica pratica, a cura di Id., Carocci,
Roma, 2003, pp. 147-160, pp. 151-154.
27
In riferimento alla situazione che vige negli stessi stati islamici, SH.A. JACKSON, Legal
Pluralism Between Islam and the Nation-State: Romantic Medievalism or Pragmatic Modernity?,
Fordham International Law Journal, num. 1, 2006, pp. 158-176, p. 172, sostiene che there is an
entire universe of legal rights and obligations that are authoritative and deeply felt in the hearts
and minds of people yet totally independent of the State.
28
R. DWORKIN, Perch leguaglianza dovrebbe essere importante per i liberali, in id.,
Questioni di principio (1985), il Saggiatore, Milano, 1990, pp. 250-260, p. 251.
29
Vedi A. Gehlen, Prospettive antropologiche (1961), il Mulino, Bologna, 1987, pp. 109.
30
A. SHACHAR, Multicultural Jurisdictions, Cambridge University Press, Cambridge, 2001,
pp. 35 ss., 43 s., 59-61.
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caso delle perdenti: se il giudice statale riconosce il loro buon diritto vengono
emarginate o espulse dal gruppo, se soccombono sono costrette a continuare
a subire maltrattamenti. In questi casi che si concretizzano, ad esempio, nella
tutela del diritto allintegrit fisica di contro al pericolo di subire una mutilazione genitale alcuni autori formulano lipotesi che sia pi favorevole una
soluzione di compromesso che salvaguardi sia norme ed usanze tradizionali,
sia i diritti delle donne, ma senza fare loro correre il rischio di non essere pi
accettate dal gruppo48.
Infine, la soluzione di questi casi difficili richiede che la ricostruzione del caso e lindividuazione e interpretazione delle norme avvengano in
modo weberianamente comprendente, a partire dai princpi di eguale
considerazione e rispetto e di pluralismo culturale49. Per cui, lagire guidato da
regole istituzionali deve essere inteso in base al senso intenzionato dallagente
secondo la presunzione del valore dellistituzione in questione, mentre il
comportamento viene giudicato compatibilmente ai princpi costituzionali.
Ad esempio, da un lato, in considerazione del rispetto della cultura straniera
e del pluralismo, questo pu comportare il riconoscimento del matrimonio
poligamico celebrato allinterno della comunit, nonostante contrasti con il
principio delleguaglianza morale e giuridica dei coniugi (art. 29, c. 2 Cost.
it.); dallaltro, implica per rispettare la dignit personale la critica dellistituzione per via giurisdizionale, che, in caso di conflitto tra i coniugi, garantisce
alla parte pi debole la donna le tutele in materia di separazione e divorzio,
sostentamento, affidamento dei figli, ecc., attraverso lapplicazione degli artt.
3 e 29 Cost. it., e del diritto di famiglia italiano50.
48
Il principio quello dellaccomodation: v. A. SHACHAR, Multicultural Jurisdictions, cit.
nota 30, cap. 5.
49
Sulla difficolt di determinare i fatti e individuare la norma da applicare in situazioni pluraliste
v. F. BELVISI, Situando lanalisi: pluralismo normativo e tutela giuridica dei soggetti vulnerabili
nella societ multiculturale, in AA.VV., Differenza razziale, discriminazione e razzismo nelle societ
multiculturali, a cura di Th. Casadei e L. Re, vol. 1, Diabasis, Reggio Emilia, 2007, pp. 171-187;
per i casi penali v. B. PASTORE, Identit culturali, conflitti normativi e processo penale, cit.
nota 1, pp. 50-61.
50
Pi approfonditamente sul tema v. F. BELVISI, Una riflessione normativa per la societ
multiculturale. Lesempio del matrimonio islamico, Diritto, immigrazione e cittadinanza, num.
4, 2003, pp. 28-47, pp. 42-47. Per unargomentazione differente, v. B. PAREKH, Rethinking
Multiculturalism: Cultural Diversity and Political Theory, Palgrave, Basingstoke, 2000, pp. 282292. Il criterio che propongo nel testo pu trovare un certo riscontro nella prassi giudiziale del
diritto internazionale privato, che segue la teoria dei due stadi: v. E. JAYME, Diritto di famiglia: Societ multiculturale e nuovi sviluppi del diritto internazionale privato, Rivista di diritto
107
internazionale privato e processuale, num. 2, 1993, pp. 295-304, pp. 301-302; L. MELICA, Lo
straniero extracomunitario. Valori costituzionali e identit culturale, in AA.VV., La tutela giuridica
delle minoranze, a cura di S. Bartole, et al., Cedam, Padova, 1998, pp. 189-224, p. 205; N. COLAIANNI, Poligamia e principi del diritto europeo, Quaderni di diritto e politica ecclesiastica,
num. 1, 2002, pp. 226-261, p. 242-244.
GLOBALIZACIN Y JUSTICIA
(CINCO SUPUESTOS DE LA APLICACIN DE
LAS NORMAS DE DERECHO INTERNACIONAL
PBLICO Y DE DERECHO EUROPEO POR LOS
TRIBUNALES ESPAOLES)
Santiago Ripol Carulla
Catedrtico de Derecho Internacional Pblico. Universidad Pompeu Fabra
INTRODUCCIN
Es comn afirmar que la globalizacin ha tenido como consecuencia la degradacin de la soberana del Estado nacin. Este proceso, se aade, afecta tanto
al ejercicio de las competencias territoriales como personales del Estado e incide
sobre todo en el ejercicio de las funciones econmicas que anteriormente le eran
reservadas1. Tambin en los procesos de toma de decisiones polticas fundamentales y de elaboracin autnoma de las normas jurdicas correspondientes.
Ciertamente, el legislador estatal ya no es nico: convive, entre otros, con los
parlamentos y gobiernos de las entidades regionales y de los entes locales, las
administraciones independientes, dotadas a su vez de capacidad normativa o
para emitir informes y dictmenes, los comits de especialistas y expertos, cada
vez ms frecuentes tanto en el plano nacional como internacional, encargados
de la aprobacin de las normas de armonizacin tcnica. A lo anterior hay
que aadir el creciente imprescindible recurso al Derecho internacional y
la obligada aplicacin del Derecho de la Unin Europea.
1
Mas no por ello puede hablarse, como lo han hecho determinados autores, de la muerte
del Estado nacin. En este sentido ha de decirse que las funciones primarias del Estado, la ley y el
orden, permanecen bsicamente intactas, que las fronteras no han desaparecido, antes al contrario,
en lo que se refiere a la entrada y salida de bienes y personas. Por lo dems, las reas de prestacin
social siguen en muy buena medida bajo su control: educacin pblica, sanidad, planificacin
medioambiental, cultura, como tambin la poltica impositiva imprescindible para desarrollar
las polticas mencionadas. Una aproximacin muy interesante a la cuestin, en F. VALLESPN, El
Estado en la globalizacin, en I. CRESPO MARTNEZ (Ed.), El estudio de la poltica: problemas
y horizontes, Madrid: Thomson / Civitas, 2003, 159-186.
110
GLOBALIZACIN Y JUSTICIA
111
Internet y sus lmites3. Pero en la prctica judicial espaola hay asuntos que
permiten poner de manifiesto cmo el juez nacional ha seguido este proceder.
Tal es el caso del Tribunal Constitucional cuando se ha enfrentado a una realidad que es propia de la sociedad industrializada, la repercusin de los olores
o del ruido en la vida cotidiana de las personas4.
Para comprender la jurisprudencia del TC sobre este particular es preciso
tomar en cuenta que previamente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos
haba dictado dos sentencias referidas a Espaa sobre la cuestin (Sentencias
Lpez Ostra, de 23 de noviembre de 1994, y Moreno Gmez, de 16 de noviembre de 2004). En estas sentencias se condena a Espaa por violacin del derecho
a la vida privada de los recurrentes. Esta vulneracin del art. 8 CEDH obedece
a que el derecho espaol no garantiza la inviolabilidad del domicilio frente a
los daos medioambientales graves5. La cuestin de fondo es importante pues
ocurre que la Constitucin Espaola concibe el derecho a la inviolabilidad
del domicilio como expresin del derecho a la intimidad y circunscribe su
contenido a la defensa fundamentalmente frente a intromisiones fsicas en el
domicilio personal. Como ha indicado F. Velasco difcilmente puede conciliarse
esta concepcin con la Sentencia Lpez Ostra, por medio de la cual el TEDH
3
Se refiere, en concreto, a la importante Sentencia de 26 de junio de 1997 relativa a la inconstitucionalidad de la ley que impeda las comunicaciones indecentes aparecidas en Internet.
T.E. FROSINI, Nuevas tecnologas y constitucionalismo, Revista de Estudios Polticos, nm. 124,
abril-junio de 2004, pp. 129-147.
4
Ciertamente las consideraciones que a continuacin se realizan pueden extenderse a otros
mbitos del Derecho, todos aquellos surgidos y consolidados para dar respuesta a los potenciales
efectos negativos que el desarrollo cientfico y tcnico puede tener sobre la sociedad (por ejemplo: el
derecho de la proteccin de datos personales, las normas que procuran la ordenacin de las tcnicas
de manipulacin gentica o el derecho de la seguridad alimentaria).
5
Ya en su Sentencia Powell y Rainer c. Reino Unido, de 21 de febrero de 1990, el TEDH
consider que, en determinados casos de singular gravedad, la proteccin frente a los daos
medioambientales es parte integrante del derecho a la vida privada y familiar. Esta interpretacin
amplia del contenido del art. 8.1 CEDH responde al entendimiento del TEDH de que los Estados
deben garantizar los derechos y libertades reconocidos en la Convencin de Roma de forma efectiva,
tomando en consideracin las situaciones de hecho de cada momento. As, la Sentencia Powell y
Rainer concedi el amparo del Convenio a los demandantes en razn de la escasa diligencia mostrada por las autoridades britnicas para hacer frente a la contaminacin acstica provocada sobre
los seores Powell y Rainer por los movimientos de los aviones del aeropuerto de Heathrow. Ver,
L. MARTN-RETORTILLO BAQUER, El ruido de los grandes aeropuertos en la jurisprudencia
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Estudios jurdicos en homenaje al profesor Aurelio
Menndez, Madrid: Civitas, 1996, pp. 5389-5404.
112
ha creado (a partir del art. 8.1 CEDH) un derecho general de libertad sobre
un espacio determinado (el domicilio)6.
Como se ha dicho el TEDH ha declarado en dos asuntos que Espaa
ha vulnerado el art. 8 CEDH. El primero de estos asuntos tiene origen en
la demanda interpuesta por Gregoria Lpez Ostra ante el TEDH. Antes de
proceder al examen de la Sentencia resulta de inters conocer el iter procesal
habido en Espaa.
En los terrenos del Ayuntamiento de Lorca y con subvencin del Estado
se construye por parte de las empresas del polgono industrial SACURSA una
estacin de depuracin de aguas y desechos. Esta estacin est situada a 12
metros del domicilio de la Sra. Gregoria Lpez Ostra.
La estacin inicia su actividad en julio de 1988 sin haber obtenido la licencia previa del Ayuntamiento. Su puesta en marcha provoca emanaciones de gas,
olores pestilentes y contaminacin debido a fallos en su funcionamiento, que
provocan inmediatamente problemas de salud y ruidos a numerosos habitantes
de la localidad. El Ayuntamiento desaloja a los residentes del barrio principalmente afectado y los realoja gratuitamente en el centro de Lorca.
El 9 de septiembre de 1988, tras numerosas quejas y a la vista de los informes emitidos por la Agencia para el Medio Ambiente y la Naturaleza de Murcia
(AMAN), el Ayuntamiento ordena la parada de una de las actividades de la
estacin y la decantacin de residuos qumicos y orgnicos en vasijas de agua
6
A continuacin, expresando su posicin crtica con la Sentencia (que califica como exceso
interpretativo), expone el razonamiento seguido por el TEDH: El CEDH carece de una clusula
general de libertad o de un derecho general de libertad (...) El CEDH protege libertades concretas, no la libertad, sin ms. Y ello a diferencia de algunos textos constitucionales, como la Ley
Fundamental de Bonn (art. 2.1 GG) que proclama con carcter general el derecho fundamental
al libre desarrollo de la personalidad. La ausencia de ese derecho general de libertad en el CEDH
se ha resuelto mediante la interpretacin extensiva de los derechos del art. 8.1 CEDH (respeto a
la vida privada y familiar, domicilio y a la correspondencia). Sobre la base de un concepto amplio
de privacidad (privacy), ms anglosajn que continental, el TEDH ha formulado un verdadero
derecho al libre desarrollo del individuo. De esta forma, el derecho a la inviolabilidad del domicilio
(una especie, del gnero privacidad), del art. 8.1 CEDH, ha pasado a ser un derecho a la libertad
en el domicilio. El art. 8.1 protege al individuo en su domicilio contra cualquier injerencia exterior
que impida o dificulte su libertad de movimientos; sea la injerencia una entrada corporal, humos o
ruidos. F. VELASCO CABALLERO, Proteccin del Medio Ambiente en el constitucionalismo
europeo, Noticias de la Unin Europea, n. 190, noviembre de 2000, pp. 183-190 (en particular,
pp. 188-189).
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lacin de causalidad entre el ruido, los olores, los humos, etctera y los daos
que stos provocan sobre los recurrentes. En principio la carga de la prueba
de esta relacin y de su gravedad recae sobre los afectados. 3) Esta prueba ha
de demostrar tambin que las autoridades pblicas no han cumplido con los
deberes que les son exigibles de evitar o disminuir tales daos al medioambiente
y de proteger a los afectados8.
La incorporacin de esta doctrina en la jurisprudencia del TC se ha
producido a travs de dos sentencias, que han asumido sus contenidos progresivamente9. La primera de estas sentencias STC 199/1996, de 3 de diciembre tiene su origen en la querella interpuesta por un grupo de vecinos
de Sobrado-Meicende-Arteixo con motivo de las obras de ampliacin de la
refinera de Repsol Petrleo en la zona de Bens. En esta sentencia el TC no
entr a juzgar si haba habido vulneracin del derecho a la inviolabilidad del
domicilio o a la intimidad. En la demanda de amparo centrada en el archivo
de una denuncia por delito ecolgico slo se alegaba la vulneracin de los
arts. 24.1 y 24.2. CE10.
Sin embargo, la STC incluye un obiter dictum muy importante. En este
obiter el TC: seala que la importancia del derecho al medio ambiente ha sido
puesta de relieve por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la Sentencia Lpez Ostra (FJ 2); expone los avances legislativos habidos en Espaa en la
materia (FJ 3); recuerda que como tal, el derecho al medio ambiente se presenta
en Espaa como un principio rector, no como un derecho fundamental; indica
Para un examen de la misma, ver, A. CARRILLO DONAIRE, Hacia un derecho fundamental a un medio ambiente adecuado?, Revista Espaola de Derecho Administrativo, nm. 86,
1995, pp. 273-285; L. JIMENA QUESADA; B. S. TOMS MALLN, El derecho al medio
ambiente en el marco del Convenio Europeo de Derechos Humanos, RGD, nm. 618 (1996),
pp. 2135-2179; B. LOZANO CUTANDA, La ecologizacin de los derechos fundamentales : la
doctrina Lpez Ostra c. Espaa, Guerra y otros c. Italia y Hatton y otros c. Reino unido del TEDH
y su recepcin por nuestro TC, Civitas. Revista Espaola de Derecho Europeo, n. 1 (2002), pp.
175-205. Ver, especialmente, SANDS, Ph., Human Rights, Environment and the Lpez-Ostra
Case: Context and Consequences, European Human Rights Law Review, n. 6 1996, pp. 597-618.
9
Con anterioridad lo haba hecho la Seccin Tercera del TSJ de la Comunidad de Valencia
en su Sentencia 235/97, de 7 de marzo, con apoyo en el art. 10.2 CE. Ver, D.I. GARCA SAN
JOS, La dimensin medioambiental del Convenio Europeo de Derechos Humanos y sus
repercusiones en el ordenamiento jurdico espaol, UNED. Boletn de la Facultad de Derecho,
n. 12, 1997, pp. 549-562.
10
Fue en el escrito evacuando el traslado del art. 52 y en el escrito presentado en el trmite de
alegaciones del art. 50.3 LOTC cuando se introdujo, junto a otras alegaciones, la queja relativa a
la violacin del art. 18 CE.
8
116
que este principio rector exige la aprobacin de normas que establezcan medidas preventivas y correctoras de carcter administrativo; por ltimo, el TC
recuerda que en ninguna fase del procedimiento los demandantes han atacado
la inactividad de la Administracin (FJ 4).
En definitiva, la STC 199/1996 atiende la jurisprudencia del TEDH,
acepta su doctrina bsica (en determinados casos de especial gravedad los daos
ambientales pueden llegar a vulnerar el derecho de una persona a su vida personal y familiar del art. 8 CEDH), y la lnea argumental que llev al Tribunal
de Estrasburgo a entender que en aquella ocasin se produjo la vulneracin
del mencionado derecho11.
La recepcin de la doctrina de Estrasburgo, por fin, se ha producido a
travs de la STC 119/200112. El origen de esta sentencia fue la solicitud
formulada por la Sra. Moreno Gmez al Ayuntamiento de Valencia de que
le fuera abonada una determinada cantidad en concepto de indemnizacin
por vulneracin de los derechos fundamentales a la vida, salud, intimidad e
inviolabilidad del domicilio. La mencionada solicitud de indemnizacin se
fundamentaba en la elevada contaminacin acstica que vena padeciendo en
su domicilio, situado en una zona donde haba multitud de establecimientos
molestos.
Al examinar la STC 119/2001 conviene hacer notar, en primer lugar, la
posicin del Ministerio Fiscal. El Fiscal ante el TC abog por ampliar el concepto constitucional de domicilio. Sobre la base de la sentencia Lpez Ostra,
el Fiscal indic que la inviolabilidad del domicilio podra quedar afectada si el
medioambiente circundante hace imposible la vida en su interior.
En concordancia con lo anterior, F. Velasco Caballero (El Medio Ambiente en la Constitucin: Derecho pblico subjetivo y/o principio recto?, Administracin de Andaluca, n. 19,
1994. pp. 77-121)) que con anterioridad a la STEDH Lpez Ostra, la cuestin que se planteaba
en Espaa era si la proteccin del medioambiente constitua un principio rector de la CE o a lo
sumo un derecho subjetivo de configuracin legal; en ningn caso se conceba tal proteccin como
un derecho fundamental.
12
Un examen de la misma, en J. EGEA FERNNDEZ, Relevancia constitucional de las inmisiones por ruido ambiental procedente de una zona de ocio nocturno. Recepcin de la jurisprudencia
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Comentario a la STC 119/2001, de 24 de mayo),
Derecho privado y Constitucin, n. 15, 2001. pp. 69-105; J. PREZ MARTOS, La proteccin jurisdiccional frente al ruido: comentario a la Sentencia del Tribunal Constitucional 119/2001, de 24
de mayo, Revista de Estudios de la Administracin Local, n. 288, 2002, pp. 215-244.
11
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Esta posicin es aceptada por el TC, en cuya sentencia pueden seguirse los
5 pronunciamientos siguientes: 1) En el FJ 5 el TC recoge su doctrina sobre el
derecho a la intimidad personal y familiar, uno de cuyos elementos fundamentales es la nocin de domicilio inviolable, que desarrolla. 2) Todava en este FJ
5 reconoce que las nuevas realidades de la sociedad tecnolgica imponen una
revisin de esta doctrina para hacer que estos derechos resulten reales y efectivos. Y seala que el TEDH ya lo ha hecho as. 3) A continuacin en el FJ
6 remite al art. 10.2 CE y destaca que con base en el mismo el TC se ha hecho
eco de esta doctrina, con cita expresa de la STC 199/1996, a cuyo obiter se ha
hecho referencia previamente. 4) El Tribunal procede acto seguido a realizar
una interpretacin del art. 18 CE conforme con la jurisprudencia del TEDH.
En este sentido afirma que una exposicin prolongada a unos determinados
niveles de ruido, que puedan objetivamente calificarse como evitables e insoportables, ha de merecer la proteccin dispensada al derecho fundamental a la
intimidad personal y familiar, en el mbito domiciliario, en la medida en que
impidan o dificulten gravemente el libre desarrollo de la personalidad, siempre y cuando la lesin o menoscabo provenga de actos u omisiones de entes
pblicos a los que sea imputable la lesin producida (FJ 6). 5). Por ltimo, en
el FJ 7, el TC aplica la doctrina anterior al presente asunto. Al hacerlo razona
a partir de los parmetros en los que lo hizo el TEDH y deduce que, ante la
falta de pruebas, no procede otorgar el amparo13.
La Sra. Moreno Gmez recurri ante el Tribunal de Estrasburgo, lo que
dio origen a la STEDH de 16 de noviembre de 2004. Ante la alegacin del
Gobierno de que la demandante no haba probado la intensidad de los ruidos
en el interior de su domicilio, el TEDH responde: La exigencia de esta prueba, en este caso, resulta muy formalista dado que las autoridades municipales
haban ya calificado la zona donde vive la demandante como <Zona Acsticamente Saturada>, esto es, una zona que sufre un impacto sonoro elevado que
La Sentencia se acompaa de dos Votos Particulares concurrentes formulados por los
Magistrados Jimnez de Parga y Garrido Falla. El primero seala que las condiciones que se han
exigido para apreciar la violacin de los DF resultan excesivas. Segn su opinin, procede hablar
de una triple escala de proteccin constitucional: derecho a integridad fsica y moral (art. 15), a
un medioambiente adecuado (45.1), derecho a intimidad del domicilio (art. 18.2). El segundo
indica que el asunto esconde un problema previo que no se ha abordado suficientemente: saber
hasta qu punto la administracin est obligada a dar la proteccin solicitada. Esta obligacin era
la condicin necesaria para admitir o negar la existencia de una relacin de causalidad entre la
inactividad de la administracin y la violacin alegada. Segn su parecer, este poder de la administracin es obligatorio cuando la lesin de los DF alcanza un cierto nivel de gravedad.
13
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16
G.E. do NASCIMENTO e SILVA, The influence of science and technology on International
Law, GYBIL, 1984, pp. 196-211.
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121
comunicaciones17. Cuando, como consecuencia de la globalizacin, los conflictos sobre el rgimen jurdico de las comunicaciones se plantean tambin a
escala interna, el juez nacional debe afrontar la aplicacin de estas normas de
Derecho internacional funcional, pues estas normas modulan los regmenes
internos correspondientes. Esta influencia se puede considerar a partir de
las normas jurdico-internacionales relativas a las telecomunicaciones18. Esta
normativa internacional informa al derecho espaol en la materia. El carcter
marcadamente tcnico de las resoluciones de las Unin Internacional de Telecomunicaciones determina su obligatoriedad, segn especifican los tratados
constitutivos correspondientes. De este modo esta normativa informa los
aspectos esenciales del Derecho espaol de las telecomunicaciones y resulta
indisponible para Espaa.
De entrada, procede decir que la conformacin de un cuerpo de normas
jurdicas regulador de la transmisin internacional de las informaciones ha
Entendiendo este trmino en su ms amplia expresin, esto es, como forma de contacto entre
dos o ms personas y comprendiendo, por lo tanto, las siguientes actividades: comunicacin, relativa
al movimiento de informaciones e ideas; transporte, relacionada con los movimientos de los objetos
fsicos; viajes, relacionada con los movimientos de personas; y transacciones, relativa al movimiento de
capitales. E.W. PLOMAN, International Law Governing Communications and Information, London,
1982, pp. xiii-xiv (Introduction).
18
Tambin podra ilustrar este aspecto las normas internacionales relativas al uso pacfico de
la energa nuclear. Ciertamente la primera manifestacin del inters de los Estados por el establecimiento de un sistema de actuacin internacional en el mbito de la energa nuclear parti de los
tres primeros pases poseedores del conocimiento necesario para el uso de la energa atmica, a la
sazn Estados Unidos, el Reino Unido y Canad.
En una Declaracin conjunta firmada en Washington el 15 de noviembre de 1945, Truman,
Atlee y Mackenzieking sealaron que sus pases estaban preparados para, sobre bases recprocas,
compartir con otros Estados de las Naciones Unidas informacin detallada relativa a la aplicacin
industrial de la energa nuclear. Este intercambio de informacin quedaba condicionado al establecimiento de un sistema efectivo de garantas que preservara el uso de la energa nuclear con
fines destructivos (prrafo 6).
Los Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno de EE.UU., Reino Unido y Canad proponan
asimismo la creacin de una Comisin en el seno de las Naciones Unidas con competencia para
realizar propuestas sobre esta materia (prrafo 7).
Atendiendo a esta iniciativa, la Asamblea General de las Naciones Unidas adopt por unanimidad, el 24 de enero de 1946, su Resolucin 1 (I), constitutiva de la Comisin de las Naciones
Unidas para la Energa Atmica (United Nations Atomic Energy Commission). La Comisin,
dependiente nicamente del Consejo de Seguridad, se convirti en el ms importante foro de debate mundial sobre energa nuclear, pues en ella se plantearon y discutieron numerosas propuestas
sobre los usos que deba darse a esta energa, destacando la propuesta formulada en junio de 1946
por el Representante de los EE.UU., Bernard M. Baruch.
17
122
sido una de las constantes del Derecho internacional pblico. De hecho, tal
conjunto de reglas acompaa los diferentes avances que en este campo y en el
discurrir del tiempo se van sucediendo, siendo as, por ejemplo, que en 1.849,
apenas un lustro despus de que Morse inventara el telgrafo (1.844), Austria
y Prusia celebran un acuerdo para la comunicacin entre sus lneas telegrficas.
H.K. Jacobson indica al respecto que, en un principio, los Estados pudieron
confinar sus comunicaciones al interior de sus fronteras, mas por diversas
razones, especialmente el comercio, optaron por sobrepasar el marco de su
territorialidad 19.
Esta eleccin comporta el adoptar ciertas medidas que incluso en su mnima expresin tratarn de homogeneizar los equipos, distribuir el tendido de
una forma adecuada, garantizar la compatibilidad de la prestacin entre los
diversos servicios que se ofrecen, etctera. De hecho, la primera convencin
multilateral adoptada en relacin a esta cuestin, ligada a la sazn a las transmisiones telegrficas internacionales y encaminada a constituir una estructura
administrativa que facilitara un entendimiento interestatal de naturaleza permanente, data de 186520.
El derecho de las telecomunicaciones procura ordenar el uso equitativo de
los medios (areo, espacial, terrestre, martimo) a travs de los que circula la
seal electromagntica portadora del mensaje. En consecuencia, reglamenta
la utilizacin del espectro de frecuencias y los estndares y procedimientos
relacionados con las operaciones de las redes telegrficas y telefnicas.
En la actualidad la Unin Internacional de Telecomunicaciones (UIT) es
responsable de la regulacin internacional de las telecomunicaciones. La revisin constante de la Convencin Internacional de Telecomunicaciones por la
Conferencia de Plenipotenciarios es quizs la mxima expresin del quehacer
normativo de esta Organizacin21.
19
H.K. JACOBSON, International Institutions for Telecommunications: The ITUs Role,
en E. Mc WHINNEY, The International Law of Communications, Leyden, 1971, pp. 51-68.
20
Para una historia de los acuerdos internacionales y de las organizaciones internacionales vinculadas
al desarrollo de las telecomunicaciones, ver F. FERNANDEZ-SHAW, Organizacin Internacional de
las telecomunicaciones y de la radiodifusin, Madrid: Tecnos, 1978, pp. 32-44.
21
Una aproximacin doctrinal a estas reformas en F. ESTEVE, Rgimen jurdico de los servicios
de telecomunicaciones en la Comunidad Europea, Tesis doctoral indita, U.A.B. 1993, pp. 355-392.
Asimismo, D. ARCE JOFRE, Regulacin en el sector de las telecomunicaciones, en Las tcnicas de
regulacin para la competencia: una visin horizontal de los sectores regulados; Madrid: Iustel, 2011,
pp. 429-464.
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123
124
En consecuencia, la reglamentacin del espacio radioelctrico queda determinada por el Derecho internacional, cuya normativa resulta indisponible
24
Tambin, STC 74/1982, de 7 de diciembre, FJ 2. Ver, tambin, STEDH Autronic AG c.
Suiza, de 22 de mayo de 1990, en la que se plantea asimismo esta cuestin.
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126
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127
Magistrados. Los FFJJ 1 a 3) del Auto de 17 de abril de 2006, que fue reafirmado por el posterior Auto de 26 de junio, sealan los criterios jurdicos que
fundamentan su decisin.
Se parte de la consideracin de que el acto que dictamina la adopcin de
medidas cautelares (el Acuerdo del Consejo de Ministros) puede hacer perder la
finalidad del recurso. De esta forma se proceder al examen de si, en el presente
caso, se creara una situacin jurdica irreversible que hara ineficaz la futura
sentencia (periculum in mora).
En segundo lugar, se proceder asimismo a ponderar los intereses en conflicto, particularmente la concurrencia de un inters pblico muy relevante que
justificara la adopcin de una medida cautelar urgente. Al actuar de esta forma
se da cumplimiento al art. 130 LRJC. Pero el examen enunciado se realizar
para este caso en concreto, pues los criterios establecidos por la jurisprudencia representan un punto de partida pero no han de adoptarse de un modo
automtico. Ello es as porque cada operacin de concentracin de empresas
presenta importantes singularidades. La valoracin de la apariencia de buen derecho pasa a ser un factor coadyuvante a la adopcin de las medidas cautelares.
Entrando ya en el examen del asunto, el Auto seala la concurrencia de
intereses privados (mercantiles, de los accionistas) y de inters pblico (defensa
de la competencia). Seala que, de acuerdo con su jurisprudencia, es necesario
evaluar el peligro de una alteracin sustancial tanto en uno como en otro aspecto, hasta el extremo de que la finalidad legtima del recurso sea imposible
lograrla (FJ 4).
El FJ 5 del Auto describe los mercados energticos del gas y de la electricidad, indicando que tanto uno como otro se encuentran en una fase de
transicin de un rgimen de monopolio a un sistema liberalizado, altamente
regularizados, lo que les hace especialmente sensibles a las prcticas colusorias
y a los abusos de posicin dominante, en los que adquieren especial relevancia
operaciones de concentracin o control de unas empresas por otras, en cuanto
de ellas pueden derivar graves perjuicios a la competencia. Este mismo FJ 5
analiza la incidencia sobre los mercados de gas y electricidad de la operacin,
indicando que de la misma se derivarn efectos perjudiciales. Para sostener esta
afirmacin remite a los informes tcnicos elaborados por la Comisin Nacional
de la Energa y el Tribunal de Defensa de la Competencia, que reproduce in
extenso. A la vista de los anteriores informes concluye en su FJ 6 () la
128
consecuencia que hay que extraer con un alto grado de previsibilidad es el grave
perjuicio que la operacin de control supone para el mantenimiento de la competencia en la prctica totalidad de los mercados concernidos, en los diferentes
sectores que lo integran, perjuicios que comenzarn a producirse en la mayora
de ellos desde el momento mismo de la liquidacin de la OPA. Ni siquiera
mediante la imposicin de determinadas condiciones se evitaran estos efectos
perjudiciales, que, al ser substanciales e irreversibles caso de una sentencia
estimatoria determinan que se proceda a la suspensin. Los daos que podran
derivarse de la operacin de control son de dos tipos: a) substanciales porque
se produce un incremento no slo de la posicin de dominio de la empresa
resultante de la operacin sino tambin de las barreras de entrada en ambos
sectores; b) irreversibles porque la OPA provoca la huida de los competidores
y porque hasta dictarse la sentencia transcurrira una largo lapso de tiempo
(por breve que fuera este perodo, siempre sera importante en un mercado en
proceso de liberalizacin). Tambin quedara afectada la empresa recurrente.
Como puede advertirse, el Auto admite que se produce el periculum in
mora. Para alcanzar esta conclusin se basa en los informes de la Comisin
Nacional de la Energa y fundamentalmente del Tribunal de Defensa de la
Competencia que son informes tcnicos, no vinculantes para el Gobierno y
sin considerar que una futura sentencia podra establecer medidas para proceder a la desconcentracin empresarial condicionada que se realizara de no
decretarse la suspensin del Acuerdo del Consejo de Ministros. En ningn
caso, en efecto, se contempla esta posibilidad a la que, sin embargo, se refiere
el art. 17.2 LDC y que fue contemplada por la Sala en supuestos anteriores.
En definitiva, se concluye que la operacin de control supone un grave
perjuicio para el mantenimiento de la competencia en la totalidad de los
mercados concernidos, en los distintos sectores que lo integran y que tales
perjuicios comenzarn a producirse desde el momento mismo de la liquidacin de la OPA.
Al margen de si podra considerarse que esta conclusin supone un pronunciamiento sobre las cuestiones que corresponde resolver en el proceso principal
cuestin que surge a partir de la afirmacin contenida en el Auto de 26 de
junio de 2006, que da respuesta al recurso de splica interpuesto: en algn
momento se roz el mbito del derecho material, aunque sea tangencialmente,
a pesar de que acto seguido se indica que ello no est prohibido en absoluto
GLOBALIZACIN Y JUSTICIA
129
(FJ 2), este asunto plantea interesantes cuestiones sobre las dificultades ante las
que se encuentra el juez cuando ha de decidir sobre una operacin empresarial
de gran envergadura que afecta a un sector muy sensible de la economa: valoracin del examen del periculum in mora y de la ponderacin de los intereses
en conflicto, o desde otra perspectiva, el alcance de la jurisprudencia anterior
sobre el particular29. En relacin con todos estos elementos las divergencias
en las posiciones entre las partes y aun entre los Magistrados del Tribunal
Supremo son muy importantes.
Nuestro anlisis obviar estas cuestiones, pues nuestro inters en este asunto
se centra en poner de manifiesto que la ordenacin de los mercados est hoy
en da profundamente regulada por el Derecho internacional y en Espaa por
el Derecho Comunitario Europeo, que tiene un desarrollo muy profundo en
la poltica de defensa de la competencia. Las resoluciones judiciales del Tribunal Supremo desconocen esta normativa que en este punto establece unos
principios procedimentales que deberan haber sido objeto de consideracin.
En particular, el examen realizado obvia considerar: 1) que el Derecho
Comunitario Europeo tanto originario como derivado (art. 10 TCE; artculo
9.8 del Reglamento 4064/89 que dispone que El Estado miembro de que se
trate solo podr tomar las medidas estrictamente necesarias para preservar o
29
Los Autos dictados por el TS en este asunto sealan que tales valoraciones deben hacerse caso
por caso, tomando en consideracin las particulares circunstancias que se presentan, teniendo en
cuenta los factores que concurren, que pueden o no ser coincidentes con recursos precedentes, pese
a que se desenvuelvan en los mismos sectores del ordenamiento jurdico. El TS considera necesario
poner de manifiesto este aspecto, habida cuenta de las constantes referencias que las partes, para
apoyar sus posiciones, hacen a los Autos de fechas 16 y 21 de mayo de 2003 dictados por esta Sala
en relacin con la concentracin VIA DIGITAL/SOGECABLE, pues sin perjuicio de admitir que
los criterios recogidos en los mismos pueden ser un importante punto de partida para la resolucin
de este incidente, ello no significa que en el caso presente deban adoptarse de manera automtica las
soluciones a las que all se lleg. Diferencias entre uno y otro asunto, tales como las de un mercado de
telecomunicaciones liberalizado, frente a unos mercados de gas y electricidad fuertemente regulados,
la existencia de cierta elasticidad en aqul con servicios sustitutivos, y la casi absoluta inelasticidad
en stos, el establecimiento por el Consejo de Ministros en aqulla ocasin slo de condiciones de
comportamiento y no estructurales como las del presente caso que son de ms difcil recomposicin,
y especialmente venir precedido el acuerdo de un informe del TDC favorable a la operacin con
subordinacin al cumplimiento de determinadas condiciones en el primer caso mientras que en ste el
acto recurrido se aparta de dicho informe absolutamente contrario a la operacin, llegando el acuerdo
a imponer unas condiciones distintas y, aparentemente, menos rigurosas (...) Todas estas circunstancias
permiten a la Sala tomar una decisin que no tiene que ser necesariamente del mismo sentido que
en aquella ocasin, dada la indudable influencia que esas diferencias producen en la apreciacin de
los presupuestos legales de la media cautelar (FJ 2).
130
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131
Esta opcin legislativa de no rechazo de las concentraciones empresariales haba de resultar determinante para valorar la postura mantenida por el
Acuerdo del Consejo de Ministros. Esta opcin de la normativa comunitaria y
espaola a favor del libre juego de los actores del mercado y, por consiguiente,
de una posicin de no rechazo de los proyectos de concentracin empresarial
propuestos por parte de stos, encuentra una expresin concreta en el hecho
de que tanto en el mbito comunitario como nacional la decisin sobre la autorizacin de estas operaciones se deja en manos del ejecutivo, que dispone al
efecto de un margen de discrecionalidad derivado de que en l recae la defensa
de los intereses econmicos generales.
En el Derecho comunitario europeo la defensa del inters general comunitario recae en manos de la Comisin Europea, de modo que, en el mbito
del derecho de la competencia corresponde a la Comisin la proteccin de la
competencia efectiva en los mercados. La Comisin, por lo tanto, tiene competencia para decidir entre prohibir o autorizar los proyectos de concentracin
empresarial que afecten al mercado interior comunitario, pudiendo en caso de
optar por la autorizacin someter tales proyectos a un conjunto de compromisos o condiciones. Las sentencias del Tribunal de Primera Instancia que han
examinado estas decisiones de la Comisin se refieren al margen de discrecionalidad del que dispone el ejecutivo comunitario; margen de discrecionalidad
que viene limitado en primer lugar, por una presuncin a favor del libre juego
del mercado que el TPI ha concretado en la doctrina de que la Comisin no
puede, en caso de duda, llegar a la conclusin de que est obligada a prohibir
la operacin, y, en segundo lugar, por la obligacin de motivar su decisin y
justificar, desde el principio de proporcionalidad, las condiciones que imponga
a la operacin empresarial en cuestin (STPI de 21 de septiembre de 2005 en
el asunto EDP/ENI/GDP).
De todo lo dicho se deduce que el DCE y el Derecho espaol comparten
unos mismos principios de actuacin de los correspondientes rganos ejecutivos en el mbito del derecho de la competencia y del control de concentracioejercicio de sta art. 38 , inciso segundo por parte de los poderes pblicos supone la necesidad
de una actuacin especficamente encaminada a defender tales objetivos constitucionales. Y una
de las actuaciones que pueden resultar necesarias es la consistente en evitar aquellas prcticas que
puedan afectar o daar seriamente a un elemento tan decisivo en la economa de mercado como es
la concurrencia entre empresas, apareciendo as la defensa de la competencia como una necesaria
defensa, y no como una restriccin, de la libertad de empresa y de la economa de mercado, que
se veran amenazadas por el juego incontrolado de las tendencia naturales de ste>>.
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firmado tanto por Espaa y los dems Estados de la Unin Europea como por
la propia Comunidad y es aplicable en Espaa desde el 1 de enero de 1996.
El artculo 27 del Acuerdo ADPIC determina el alcance de la materia
patentable del siguiente modo:
1. Sin perjuicio de lo dispuesto en los prrafos 2 y 3, las patentes podrn
obtenerse por todas las invenciones, sean de productos o de procedimientos,
en todos los campos de la tecnologa, siempre que sean nuevas, entraen una
actividad inventiva y sean susceptibles de aplicacin industrial. Sin perjuicio de
lo dispuesto en el prrafo 4 del artculo 65, en el prrafo 8 del artculo 70 y en
el prrafo 3 del presente artculo, las patentes se podrn obtener y los derechos
de patente se podrn gozar sin discriminacin por el lugar de la invencin, el
campo de la tecnologa o el hecho de que los productos sean importados o
producidos en el pas.
2. Los Miembros podrn excluir de la patentabilidad las invenciones cuya
explotacin comercial en su territorio deba impedirse necesariamente para
proteger el orden pblico o la moralidad, inclusive para proteger la salud o
la vida de las personas o de los animales o para preservar los vegetales, o para
evitar daos graves al medio ambiente, siempre que esa exclusin no se haga
meramente porque la explotacin est prohibida por su legislacin.
3. Los Miembros podrn excluir asimismo de la patentabilidad:
a) los mtodos de diagnstico, teraputicos y quirrgicos para el tratamiento
de personas o animales;
b) las plantas y los animales excepto los microorganismos, y los procedimientos esencialmente biolgicos para la produccin de plantas o animales,
que no sean procedimientos no biolgicos o microbiolgicos. Sin embargo,
los Miembros otorgarn proteccin a todas las obtenciones vegetales mediante
patentes, mediante un sistema eficaz sui generis o mediante una combinacin
de aqullas y ste. Las disposiciones del presente apartado sern objeto de examen cuatro aos despus de la entrada en vigor del Acuerdo sobre la OMC.
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137
deduciendo que este artculo extiende el rgimen ms favorable del Acuerdo a las patentes que se encuentren en vigor y a las solicitadas y pendientes de
concesin (FD 2).
En apoyo de su tesis se refiere a una Resolucin del OSD de la OMC
(EE.UU.-Canad, Plazo de proteccin de las patentes, 2000), en la que el panel
distingue entre actos (como la concesin o denegacin de una patente) y
derechos creados por esos actos (artculos 70.1 y 70.2 ADPIC). De lo
anterior se deriva, siempre en opinin de la Audiencia Provincial de Madrid,
que la materia existente y protegida (artculo 70.2) en la fecha de aplicacin
del Acuerdo para el Miembro se refiere a las invenciones existentes y aun protegidas por una patente el 1 de enero de 1996, que se benefician del rgimen
ms favorable previsto en el Acuerdo.
138
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al Informe del OSD de 2000 confirma este parecer. En primer lugar por el
propio contenido del Informe, centrado en la determinacin del contenido
de estos conceptos y las singularidades que se derivan de su aplicacin a un
asunto en concreto. En segundo lugar, porque su insercin en la Sentencia
de la Audiencia muestra las dificultades de la Sala para deducir el alcance y
contenido de este artculo. 3) Habra que aadir que el Informe del OSD de
2000 no se refiere al supuesto de hecho que se plantea en este asunto, por lo
que no procede la transposicin de sus conclusiones al presente caso, al menos
de la forma directa, automtica en que se ha hecho. El Informe dictado con
motivo del asunto EE.UU. c. Canad se refiere a las solicitudes de patentes que
estaban pendientes en la fecha de aplicacin del Acuerdo sobre los ADPIC.
No es este el caso que examina la Audiencia, cuyo elemento caractersticos es
precisamente que Warner-Lambert nunca hizo tal solicitud, que no estaba
contemplada en el derecho espaol. 4) El Informe de 2000, por otra parte,
deduce que esas solicitudes podrn modificarse para reivindicar la proteccin
mayor que se prevea en ese Acuerdo, pero no seala la obligatoriedad o automaticidad de esa modificacin; no puede ser de otra manera, pues el art. 70.7
se refiere a la sealada modificacin como una posibilidad En el caso de los
derechos de propiedad intelectual cuya proteccin est condicionada al registro,
se permitir que se modifiquen () ofrecida a los Estados miembros, que
son los destinatarios de las disposiciones de este artculo, no los particulares
como pretende la Sala. El prrafo primero del art. 70 seala que el Acuerdo no
genera obligaciones relativas a actos realizados antes de la fecha de aplicacin
del Acuerdo para el Miembro de que se trate.
En suma, no puede afirmarse que la norma examinada es precisa y clara en
cuanto al trato que ha de dispensarse a las solicitudes de patentes que no haban sido formalizadas en la fecha de aplicacin del Acuerdo sobre los ADPIC
(porque el rgimen aplicable en Espaa no contemplaba esta posibilidad) ni
puede tampoco indicarse que el ADPIC establece de forma precisa y clara que
esas solicitudes podrn modificarse para reivindicar la proteccin mayor que se
prevea en ese Acuerdo. El criterio que fundamenta la Sentencia vinculacin
directa de las normas del ADPIC; extensin del rgimen ms favorable del
Acuerdo como criterio esencial del mismo no es correcto38.
38
Ver, STS (Sala de lo Civil) 631/2012, de 26 de octubre, donde se ofrece una argumentacin
ms elaborada, que supera en cierto modo las crticas que hemos formulado.
140
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planteadas. Este asunto nos enfrenta ante un fenmeno cada vez ms frecuente, el secuestro internacional de menores (legal kidnapping) que tiene como
causas, entre otras, las siguientes: el nacionalismo judicial, el paso rpido
por las fronteras, la lentitud y dificultades de las vas jurdicas ofrecidas por los
derechos estatales, con el consiguiente paso de los aos y la asimilacin social
del menor en el Estado donde reside39.
En sntesis, los antecedentes del asunto Iglesias Gil son los siguientes: A.
es hijo de Alejandro Ucera lvarez y de doa Mara del Carmen Iglesias Gil,
divorciados desde junio de 1994. Por auto judicial se estableci que el menor
quedaba bajo la guarda y custodia de su madre y se le reconoca al progenitor
un rgimen determinado de visitas. En febrero de 1997 don Alejandro Ucera
lvarez sale de Espaa con su hijo y no regresa hasta abril de 2000. Como consecuencia de esta situacin el menor sufri graves trastornos psquicos segn
fue acreditado por dos instituciones de los Estados Unidos (donde se haba
trasladado el padre). Mediante Sentencia del Juzgado de Familia de Vigo de
12 de febrero de 1999 se priv al padre de la patria potestad sobre su hijo. Con
motivo del regreso a Espaa de Alejandro Ucera lvarez, se dicta providencia
(14 de julio de 2000) en la que se establece en su favor un rgimen de visitas
vigilado, que nunca se llev a la prctica por cuanto doa Carmen Iglesias Gil
haba decidido alejarse de su exmarido, quien se vio privado as de la relacin
con su hijo. La Sra. Iglesias Gil interpuso sendos recursos de amparo resueltos
por Providencias de inadmisin del TC de 2 y 17 de junio de 1999.
En su demanda ante la Comisin Europea de Derechos Humanos la Sra.
Iglesias Gil expona que las autoridades espaolas no haban adoptado las medidas adecuadas para asegurar la ejecucin rpida de las decisiones judiciales
A-L. CALVO CARAVACA; J. CARRASCOSA GONZLEZ, Derecho internacional privado.
Vol. II, Granada: Comares, 6 ed., 2007, pp. 301-303, en las que se describe el caso tpico: quiebra de un matrimonio mixto (entre personas de distinta nacionalidad). Por nacionalismo judicial
entienden que la jurisprudencia suele atribuir la custodia del menor al progenitor que ostenta la
nacionalidad del Estado al que pertenecen los tribunales que conocen del caso. El inters del menor
es utilizado arbitrariamente por los jueces para atribuir la guarda del menor al cnyuge nacional
y no al extranjero. Como explica E. Jayme, no es fcil convencer a un juez alemn de que el hijo
de una alemana nacido en Alemania de madre alemana y padre maghreb, que ha vivido siempre
en Alemania, donde ha crecido, y que habla alemn, estar mejor asistido y educado por su padre
maghreb, cuyo pas y familia slo ha visitado, a veces, en vacaciones, y cuya lengua no siempre
habla. Con mayor profundidad, JIMNEZ BLANCO, P., Litigios sobre la custodia y sustraccin
internacional del menores, Madrid, Marcial Pons, 2008, y Secuestro de menores en el mbito familiar:
un estudio interdisciplinar, Madrid, Iustel, 2008.
39
GLOBALIZACIN Y JUSTICIA
143
adoptadas y favorecer el regreso de su hijo con ella. Indicaba asimismo que las
autoridades judiciales espaolas no haban tratado con la debida diligencia la
queja que ella haba presentado por el rapto de su hijo y haban dejado de aplicar el derecho interno e internacional, incumpliendo con ello las obligaciones
que les eran inherentes en razn del art. 8 CEDH.
El Gobierno de Espaa entenda, por su parte, que en su conjunto los actos
de las autoridades judiciales espaolas haban buscado el regreso del padre a
Espaa y del nio con su madre. Sealaban asimismo que el proceso ante la
jurisdiccin penal an no haba acabado y que ni la Convencin de las Naciones Unidas sobre Derechos del nio (1989) ni el Convenio de La Haya sobre
los aspectos civiles de la sustraccin internacional de menores (1980) prevn la
obligacin de calificar la sustraccin de un menor por su padre como delito de
rapto. Por ltimo indicaron que las solicitudes de investigacin formuladas por
la demandante (huellas dactilares del automvil del padre,...) fueron rechazadas
por decisiones judiciales motivadas y confirmadas en apelacin. En suma, es
posicin del Gobierno espaol que en su conjunto las medidas adoptadas han
obligado al padre a volver a Espaa y han conseguido devolver el nio a su
madre. Y aade que hasta la fecha no se haba solicitado la detencin del Sr.
Ucera y que la demandante ha retirado las demandas que interpuso en la va
penal y civil.
El TEDH comienza su anlisis sealando que la relacin entre la demandante y su hijo es parte de la vida familiar consagrada en el art. 8 CEDH. Este
artculo, que tiene como objetivo esencial impedir injerencias arbitrarias de
los poderes pblicos, de un modo implcito impone a los poderes pblicos la
obligacin positiva de garantizar el disfrute del derecho a la vida familiar (con
cita en su Sentencia Ignaccolo-Zedine c. Rumania, de 25 de enero de 2000).
A continuacin, el Tribunal de Estrasburgo centra la cuestin en determinar
si las autoridades nacionales han adoptado todas las medidas que razonablemente se les poda exigir a los efectos de facilitar la ejecucin de las decisiones
judiciales que acordaron el derecho de la demandante a la guarda y custodia
exclusiva de su hijo.
El TEDH seala que los rganos judiciales espaoles han adoptado un cierto nmero de medidas conforme a la legislacin en vigor, pero que este asunto
se refiere al desplazamiento al extranjero de un nio por lo que resulta aplicable
el Convenio de La Haya de 1980, de modo que la pregunta formulada implica
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no podr dar la adecuada respuesta al asunto que est conociendo. En tal caso,
los tribunales superiores del Estado habrn de estar vigilantes a este respecto so
pena de que la respuesta judicial no se corresponda con el valor de los que es
justo, segn ha previsto el ordenamiento jurdico interno tras la incorporacin
de dicha norma internacional.
En determinadas ocasiones en el curso de su actividad judicial el juez
nacional habr de valorar los informes tcnicos o jurdicos elaborados por las
administraciones independientes que, como resultado de los procesos de desregulacin, se han creado. Estos informes le orientarn, por ejemplo, en el caso de
asuntos sobre el comportamiento de las industrias o actores que realizan alguna
actividad de riesgo. En estos asuntos, dada su naturaleza tcnica, la prctica
de la prueba tiene una especial importancia. Como se ha estudiado, cuando
se enfrenta a este tipo de asuntos el razonamiento judicial emplea estrategias
diversas para integrar la normativa tcnica y afirmar la unidad y completad de
su ordenamiento jurdico. En el mbito del Derecho internacional econmico
ocurre otro tanto de lo mismo: el juez no puede desconocer los preceptivos
informes de las autoridades encargadas de velar por la transparencia y competencia de los mercados.
En suma, el proceso jurdico se hace ms complejo. As es, en efecto, en
la fase de elaboracin y desarrollo de la norma, pero tambin en la fase de su
aplicacin judicial. La normativa internacional, creada en el seno de un ordenamiento jurdico menos institucionalizado que el Derecho interno, es por
este motivo de ms difcil seleccin e interpretacin, mxime si tenemos en
cuenta que el Derecho internacional, al igual que el Derecho interno, posee
mbitos materiales distintos, cada uno de los cuales presente sus peculiaridades
en funcin de los objetivos a alcanzar. Como se ha estudiado, las normas que
reglamentan el uso de determinados espacios o bienes (espectro radioelctrico)
tienen un carcter tcnico, siendo su objetivo regular dicho espacio y armonizar los bienes, equipamientos, cdigos de actuacin, personal, etctera. De no
existir tal armonizacin el espacio o servicio en cuestin no podra utilizarse
o prestarse, a escala internacional al menos. En cambio, las normas que reglamentan las relaciones comerciales internacionales son normas que establecen
unos principios fundamentales sobre el comportamiento de las autoridades
estatales sobre el acceso de los factores de produccin al mercado.
I.
LUGARES DE CULTO
150
DAVID GARCA-PARDO
151
apunta Ferrari, en el caso de las negociaciones que preceden a los acuerdos, la desproporcin de
fuerzas entre ambas partes es tal que los representantes del Estado pueden sacar partido de la regla
de las lentejas si quieres las tomas y si no las dejas, sin ni siquiera encontrar demasiada resistencia
por parte de los representantes de las confesiones religiosas, sabedores de que el verdadero valor de
los acuerdos es el simblico y el econmico. Prlogo a D. Garca-Pardo, El sistema de acuerdos
con las confesiones religiosas en Espaa e Italia, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales y
Boletn Oficial del Estado, Madrid, 1999, p. 14.
9
Ello, en s, no debera considerarse un motivo vlido pues, igual que ocurre con el resto de
confesiones en Espaa, la Iglesia catlica cuenta entre sus lugares de culto con establecimientos,
como apartamentos o pisos, que no tienen apariencia de tales.
10
Vid. Sentencia de 24 de junio de 1988 (RJ: 4724).
152
DAVID GARCA-PARDO
Por otra parte, debe tambin tenerse en cuenta que los acuerdos con judos
y musulmanes no as el Acuerdo con los protestantes prevn que los lugares
de culto podrn ser objeto de anotacin en el Registro de Entidades Religiosas
(Artculos 2.5 y 2.4, respectivamente de ambos textos). Se trata de una garanta
adicional de seguridad jurdica que, por eso mismo, debe entenderse extendida
a las iglesias de la FEREDE, como de hecho es el caso, incluso con anterioridad
a la aprobacin de los acuerdos con las federaciones confesionales. De hecho, el
propio Tribunal Supremo ha aclarado en su sentencia de 18 de junio de 1992
(RJ: 6004) que la precisin de si un local es o no lugar de culto corresponde a
la propia Entidad religiosa, que es titular del derecho a establecerlos con fines
religiosos y por consiguiente, del de manifestar cules son los que ostentan
dicho carcter y por la objetiva inscripcin del local como lugar de culto en
el Ministerio de Justicia (Fundamento de Derecho tercero)11.
Por otra parte, debe mencionarse que una comunidad autnoma espaola, en concreto Catalua, aprob el pasado 2009 una Ley de centros de culto
(Ley 16/2009, de 22 de julio), que se trata de la primera y, por el momento,
nica ley autonmica dedicada monogrficamente a regular una cuestin especfica de Derecho eclesistico12. La Ley, aprobada con amplia mayora por el
Parlamento cataln13, y que tuvo una acogida dispar entre los distintos sectores
de la sociedad catalana14, se propona remediar el vaco legal existente en la
materia que, segn se afirma en su prembulo, ha[ba] provocado disparidad
de criterios entre los ayuntamientos a la hora de conceder licencias.
En idnticos trminos y citando la sentencia de referencia, vid. Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana de 14 de octubre de 1996 (RJ: 995), Fundamento
de Derecho tercero. Tambin en el mismo sentido se pronuncia la sentencia del Tribunal Superior
de Justicia de Andaluca de 10 de febrero de 1997 (RJ: 147), Fundamento de Derecho segundo.
12
No puede ignorarse que, como pone de relieve Bajet i Royo, Catalua ha sido pionera en
el campo de la descentralizacin del Estado. Presentacin, en R. Garca Garca (dir.), La libertad religiosa en las Comunidades Autnomas. Veinticinco aos de su regulacin jurdica, Generalitat
de Catalunya. Departament dInterior, Relations Institucionals i Participaci. Institut dEstudis
Autonmics, Barcelona, 2008, p. 15.
13
De hecho solo obtuvo los votos en contra de los trece representantes del Partido Popular,
por los 119 votos a favor.
14
Una muestra de ello puede verse en el artculo de Santos Polmica Ley de centros de culto en Catalua, disponible en Internet en http://blogs.periodistadigital.com/carloscorral.php/2009/10/14/
polemica-ley-de-centros-de-culto-en-cata [Acceso de 9 de octubre de 2012].
11
153
Aunque no puede afirmarse que la ley est dirigida especficamente a desarrollar los acuerdos con las minoras confesionales de 199215 de hecho la
misma resulta de aplicacin a todas las confesiones religiosas inscritas en el Registro de Entidades Religiosas y, tambin, a la Iglesia catlica, lo cierto es que
sigue de cerca lo previsto en los respectivos artculos 2.1 de los mencionados
acuerdos, al disponer que se entiende por centro de culto el edificio o local de
concurrencia pblica, de titularidad pblica o privada, reconocido, declarado o
certificado por la respectiva iglesia, confesin o comunidad religiosa reconocida
legalmente de acuerdo con la Ley orgnica de libertad religiosa, y destinado
principalmente y de forma permanente al ejercicio colectivo de actividades de
culto (Artculo 3).
Con posterioridad a la ley, se ha aprobado el Decreto 94/2010, de 20 de
julio, de desarrollo de la Ley 16/2009, de 22 de julio, de los centros de culto.
II. MINISTROS DE CULTO
Al igual que ocurre con los lugares de culto, la Ley Orgnica de libertad
religiosa reconoce en el artculo 2.2 el derecho de las iglesias, confesiones y
comunidades religiosas a designar a sus ministros de culto, otorgando as relevancia a los ordenamientos confesionales. Pero una vez ms, y a diferencia
tambin de lo que ocurre con la Iglesia catlica, los acuerdos con las minoras
confesionales establecen una serie de requisitos a los efectos de poder considerar tales los ministros de culto de las iglesias y comunidades que las integran.
As, el Acuerdo con la FEREDE establece en su artculo 3.1 que a todos
los efectos legales, son ministros de culto de las Iglesias pertenecientes a la
FEREDE las personas fsicas que estn dedicadas, con carcter estable, a las
funciones de culto o asistencia religiosa y acrediten el cumplimiento de estos
requisitos, mediante certificacin expedida por la Iglesia respectiva, con la conformidad de la Comisin Permanente de la FEREDE. En el mismo sentido se
154
DAVID GARCA-PARDO
pronuncia el artculo 3.1 del Acuerdo con los judos16, con la salvedad de que
aade la exigencia de estar en posesin del ttulo de rabino.
En el caso de los musulmanes, a diferencia de los otros dos acuerdos con las
minoras confesionales17, en el Acuerdo con la CIE no se habla de ministros de
culto sino de imames, puesto que los musulmanes se negaron a la utilizacin
del referido trmino. As, en el artculo 3.1 del Acuerdo se establece que a los
efectos legales, son dirigentes islmicos e Imames de las Comunidades Islmicas
las personas fsicas dedicadas, con carcter estable, a la direccin de las Comunidades a que se refiere el artculo 1 del presente Acuerdo, a la direccin de la
oracin, formacin y asistencia religiosa islmica y acrediten el cumplimiento
de estos requisitos mediante certificacin expedida por la Comunidad a que
pertenezcan, con la conformidad de la Comisin Islmica de Espaa.
En cuanto a los requisitos para ser considerados ministros de culto, o
dirigentes islmicos e imanes de las comunidades islmicas en el caso de los
musulmanes, los respectivos acuerdos se refieren a dos: dedicarse con carcter
estable a las funciones propias de tales y acreditarlo mediante certificacin
expedida por la iglesia o comunidad a que pertenezcan con la conformidad de
la federacin en que se integran. Por lo tanto, y como parece lgico, es en esta
ltima en quien recae la responsabilidad de designar a los ministros de culto.
Por lo dems, y aunque nada se precise en ese sentido, cabe entender tambin
que tanto la comunidad de pertenencia del ministro de culto, dirigente o imn,
como la propia federacin, tienen la capacidad de revocar dichas certificaciones,
lo que conllevara su cese en la condicin de tales18.
A todos los efectos legales son ministros de culto de las Comunidades pertenecientes a la
Federacin de Comunidades Israelitas de Espaa las personas fsicas que, hallndose en posesin
de la titulacin de Rabino, desempeen sus funciones religiosas con carcter estable y permanente
y acrediten el cumplimiento de estos requisitos mediante certificacin expedida por la Comunidad
a que pertenezcan, con el visado de la Secretara General de la FCI. Esta certificacin de la FCI
podr ser incorporada al Registro de Entidades Religiosas.
17
Vid. artculo 3.1 de ambos.
Del contenido de dichos preceptos y, en general, del estatuto jurdico de los ministros de culto
en los acuerdos con las minoras religiosas en Espaa, me he ocupado en El contenido de los acuerdos
previstos en el artculo 7.1 de la Ley Orgnica de Libertad Religiosa, Anuario de Derecho Eclesistico
del Estado, XVI, 2000, pp. 268-275.
18
En este sentido, como sugiere Ramrez Navaln, sera deseable idear un mecanismo por el
que el cese de la condicin de ministro de culto fuera fcilmente constatable por la correspondiente
autoridad civil. Los ministros de culto, en AA. VV., Acuerdos del Estado Espaol con los judos, mu16
155
Por otra parte, de la lectura del artculo 3.1 del Acuerdo con los musulmanes en comparacin con sus correlativos de los acuerdos con evanglicos e
israelitas, se pueden extraer una serie de conclusiones nada desdeables, sobre
todo si se tiene en cuenta que siendo prcticamente idnticos los textos de los
tres pactos lo que deja patente su carcter acordado cualquier diferencia,
por mnima que sea, debe ser tomada en consideracin y analizada con suma
cautela; por lo dems, en este supuesto concreto las diferencias son evidentes.
En primer lugar, hay que notar que en el mismo se alude no slo a los
imanes, sino tambin a los dirigentes islmicos, a los que tambin se aplica
el rgimen jurdico que el Acuerdo prev para aqullos y que coincide con el
recogido en los otros dos acuerdos para los ministros evanglicos e israelitas.
El concepto de dirigentes islmicos comprende los cargos representativos por
ejemplo, los presidentes, vicepresidentes, secretarios o tesoreros tanto de la
CIE, como de las dos federaciones que la integran19, como de las comunidades integradas en cada una de esas dos federaciones, puesto que, como pone
de relieve Mantecn Sancho, el adjetivo de religiosos lo pedira el carcter
religioso de la comunidad, aunque se trate de personas laicas, en el sentido
vulgar y comn del trmino20.
Por otra parte, lo que sin duda tambin obedece al hecho de haber incluido
en el precepto a los dirigentes islmicos, en el referido precepto del Acuerdo con
la C.I.E., se sustituye la referencia a las funciones religiosas, del Acuerdo con
los judos, o a las funciones de culto o asistencia religiosa, del Acuerdo con
los evanglicos, por una ms genrica a la direccin de la oracin, formacin
y asistencia religiosa islmica21. De hecho, cabe decir que, con frecuencia, los
sulmanes y protestantes, Universidad Pontificia de Salamanca-Caja de Salamanca y Soria, Salamanca,
1994, p. 141.
19
Federacin Espaola de Entidades Religiosas Islmicas y Unin de Comunidades Islmicas
de Espaa.
20
El Islam en Espaa, en Conciencia y libertad, 13, 2001, p. 69.
Esta interpretacin contradice la que el propio autor haba realizado aos atrs de este precepto
cuando sealaba que la diccin del artculo tres puede ser una concesin si bien puramente
formal al concepto ms tradicional de la Comunidad musulmana. Sin embargo, para evitar que
la direccin de la Comunidad pueda ser interpretada de manera abusiva, es decir, en clave no
religiosa, sino poltica, el texto remacha el carcter exclusivamente religioso que han de tener estos
dirigentes. Los acuerdos del Estado con las confesiones acatlicas. Textos, comentarios y bibliografa,
Universidad de Jan, Jan, 1995, p. 42.
21
Por lo dems, en el artculo 6 de los tres acuerdos se establecen cules sern consideradas a
efectos legales las funciones de culto. En el Acuerdo con la CIE se prev en este sentido que a los
156
DAVID GARCA-PARDO
efectos legales, son funciones islmicas de culto, formacin y asistencia religiosa, las que lo sean
de acuerdo con la ley y la tradicin islmica, emanadas del Corn o de la Sunna y protegidas por
la Ley Orgnica de Libertad Religiosa. Disposiciones anlogas se encuentran en el artculo 6 de
los acuerdos con evanglicos e israelitas no as en los acuerdos con la Iglesia catlica, aunque no
hacen referencia a la Ley Orgnica. No se me ocurre cul pueda ser el sentido de estas disposiciones
en los acuerdos.
22
En los acuerdos con la Iglesia catlica no se encuentra una previsin de estas caractersticas,
ni en el ordenamiento espaol existe una definicin de ministro de culto catlico, pero como
pone de relieve Ibn, la categora es tan evidente que cuando necesita acudir a ella la utiliza sin
mayores precisiones. Las confesiones religiosas, en I. C. Ibn, L. Prieto Sanchs y A. Motilla
de la Calle, Derecho Eclesistico, Mc-Graw-Hill, 1997, p. 190.
23
Ello ocurre con relativa frecuencia en Francia respecto a los musulmanes, donde el concepto
de imn y sus funciones no estn definidos con precisin. Vid. B. Basdevant-Gaudemet, Lo
statuto giuridico dellIslam in Francia, Quaderni di diritto e politica ecclesiastica, 1996/1, p. 90.
157
III. MATRIMONIO
El artculo 59 del Cdigo civil dispone que el consentimiento matrimonial podr prestarse en la forma prevista por una confesin religiosa inscrita
en los trminos acordados con el Estado o, en su defecto, autorizados por la
legislacin de ste. A continuacin, el artculo 60 del mismo establece que el
matrimonio celebrado segn las normas del Derecho cannico o en cualquiera
de las formas previstas en el artculo anterior produce efectos civiles.
Adems, como garanta adicional, el artculo 61 del Cdigo civil dispone
que, aunque el matrimonio produce efectos desde su celebracin, para el pleno
reconocimiento de los mismos se requiere su inscripcin en el Registro civil.
En el caso de los matrimonios celebrados en forma religiosa, segn el artculo
63, la inscripcin se practicar con la simple presentacin de la certificacin
de la Iglesia o confesin respectiva, que habr de expresar las circunstancias
exigidas por la legislacin del Registro Civil, aadindose que se denegar la
prctica del asiento cuando de los documentos presentados o de los asientos
del Registro conste que el matrimonio no rene los requisitos que para su validez se exigen en este ttulo. Respecto a la diferencia entre los meros civiles y
el pleno reconocimiento de los mismos, el propio Cdigo civil aclara que el
matrimonio no inscrito no perjudicar los derechos adquiridos de buena fe
por terceras personas (Artculo 61, in fine)24.
Por lo tanto, en principio, el nico requisito para que los matrimonios
celebrados en forma religiosa puedan tener efectos civiles es que las confesiones estn inscritas en el Registro de Entidades Religiosas. Sin embargo, por el
momento, esta posibilidad nicamente se ha hecho efectiva para las confesiones
con acuerdo y, precisamente, porque los acuerdos de 1992 as lo prevn, puesto
que el Estado no lo ha autorizado unilateralmente a ninguna otra confesin. En
contra de la opinin de algn autor25, no creo que el reconocimiento unilateral
por parte del Estado de efectos civiles a determinados matrimonios religiosos
24
En palabras de Molina Meli, aunque con la celebracin surge un vnculo entre las partes, con la
inscripcin el vnculo se hace pblico erga omnes la buena fe de las terceras personas no slo se tutela
con la inscripcin (si bien es la mejor prueba), sino siempre que tengan certeza de que el matrimonio
se ha celebrado. La regulacin del matrimonio, en Aa. Vv., Acuerdos del Estado espaol con los judos
musulmanes y protestantes, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1994, p. 185.
25
Segn Molina Meli, la autorizacin unilateral, aunque factible y legtima, parece menos
respetuosa con las respectivas confesiones que, por otra parte, podran no estar interesadas en que
sus ritos matrimoniales sean reconocidos por el Estado. Ibidem, p. 169.
158
DAVID GARCA-PARDO
conlleve merma alguna del derecho de las confesiones religiosas, puesto que,
en tal caso, el Estado no hara ms que ejercer su propia competencia, sin excluir la posibilidad de mantener contactos con las confesiones religiosas que
pretendieran tal reconocimiento.
Nos encontramos ante un supuesto de remisin formal, puesto que se
reconocen efectos civiles a una relacin jurdica (el matrimonio) nacida al
amparo de otro ordenamiento (el de las confesiones religiosas con acuerdo).
Sin embargo, las formalidades y condiciones establecidas para la eficacia civil
de los matrimonios celebrados en forma religiosa evanglica, juda e islmica
difieren de las previstas para el matrimonio cannico.
La eficacia de los matrimonios evanglico, judo e islmico en el Derecho
espaol se regula en los respectivos artculos 7 de los tres acuerdos de 1992. En
relacin con esta cuestin, una vez ms, debe resaltarse que la regulacin de los
acuerdos con evanglicos y judos difiere de la contenida en el Acuerdo con los
musulmanes, especialmente en lo que se refiere a la exigencia de la certificacin
de capacidad matrimonial.
Los tres primeros apartados del artculo 7 del Acuerdo con la FEREDE, y en
anlogos trminos los del Acuerdo con los judos, establecen que: 1. Se reconocen los efectos civiles del matrimonio celebrado ante los ministros de culto de
las Iglesias pertenecientes a la Federacin de Entidades Religiosas Evanglicas de
Espaa. Para el pleno reconocimiento de tales efectos, ser necesaria la inscripcin del matrimonio en el Registro Civil. 2. Las personas que deseen contraer
matrimonio en la forma prevista en el prrafo anterior promovern el expediente
previo al matrimonio, ante el encargado del Registro Civil correspondiente. 3.
Cumplido este trmite, el encargado del Registro Civil, expedir, por duplicado,
certificacin acreditativa de la capacidad matrimonial de los contrayentes, que
estos debern entregar al ministro de culto encargado de la celebracin del matrimonio. En el apartado 4 se aade que para la validez civil del matrimonio, el
consentimiento habr de prestarse ante el ministro de culto oficiante de la ceremonia y, al menos, dos testigos mayores de edad, antes de que hayan transcurrido
seis meses desde la expedicin de la certificacin de capacidad matrimonial.
As las cosas, la certificacin acreditativa de capacidad matrimonial deber
necesariamente obtenerse con carcter previo a la celebracin del matrimonio
y est sujeta al cumplimiento de los requisitos del Cdigo civil, segn aclara la
Instruccin de la Direccin General de Registros y del Notariado de 10 de febrero
159
160
DAVID GARCA-PARDO
161
acuerdo con la CIE, debe aclararse que habrn de considerarse tal nicamente
los que cumplan con los requisitos establecidos en los respectivos artculos 3.1
de los acuerdos.
Por lo dems, respecto a los requisitos formales establecidos por la normativa confesional, debe entenderse que su vigencia est sujeta a que no contravengan los principios constitucionales. En este sentido, en el caso del matrimonio
islmico, podran plantearse problemas puesto que la normativa islmica no
siempre requiere el consentimiento expreso de la mujer. Sea como fuere, los
acuerdos no prevn mecanismo alguno para controlar que, efectivamente, los
requisitos formales establecidos por la normativa acordada se cumplen y que
los principios constitucionales no son vulnerados.
Por ltimo, debe destacarse que, a diferencia de lo que ocurre con el matrimonio cannico, los acuerdos con las federaciones acatlicas no contemplan
la posibilidad de que las sentencias de nulidad matrimonial dictadas por los
tribunales confesionales puedan llegar a tener efectos civiles.
IV. DESCANSO SEMANAL Y FESTIVIDADES
El artculo 2.1 b) de la Ley Orgnica de libertad religiosa establece que el
derecho de toda persona a conmemorar las propias festividades forma parte
del derecho de libertad religiosa y de culto, reconocido en el artculo 16.1 de
la Constitucin. Precisamente, uno de los mayores problemas que plantea el
ejercicio del derecho de libertad religiosa de los fieles de las confesiones minoritarias en Espaa se refiere al cumplimiento de sus obligaciones religiosas y la
conmemoracin de sus propias festividades en la medida en que no coincidan
con las dispuestas por el calendario laboral espaol. En este sentido, el artculo
37.1 del Estatuto de los Trabajadores28 dispone que los trabajadores tendrn
derecho a un descanso mnimo o con semanal... de da y medio ininterrumpido que, como regla general, comprender la tarde del sbado o, en su caso, la
maana del lunes y el da completo del domingo29.
Cuyo texto refundido se aprueba por Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo.
Aunque resulta inevitable aludir a la tradicin catlica de nuestro pas como fundamento
de la institucin del domingo como da de descanso semanal no en vano as se recoge tambin
en el Acuerdo sobre asuntos jurdicos, cuyo artculo III establece que el Estado reconoce como
das festivos todos los domingos, el Tribunal Constitucional ha insistido en su carcter secular.
Segn sus propias palabras, que el descanso semanal corresponda en Espaa, como en los pueblos
28
29
162
DAVID GARCA-PARDO
de civilizacin cristiana, al domingo, obedece a que tal da es el que por mandato religioso y por
tradicin, se ha acogido en estos pueblos; esto no puede llevar a la creencia de que se trata del
mantenimiento de una institucin con origen causal nico religioso, pues, aunque la cuestin se
haya debatido y se haya destacado el origen o la motivacin religiosa del descanso semanal, recayente en un perodo que comprenda el domingo, es inequvoco en el Estatuto de los Trabajadores,
y en la precedente (Ley de Relaciones Laborales)... y las ms anteriores, con la excepcin de la Ley
de Descanso Dominical de 1940... que el descanso semanal es una institucin secular y laboral,
que si comprende el domingo como regla general de descanso semanal es porque este da de la
semana es el consagrado por la tradicin (Sentencia 19/1981, de 13 de febrero, FJ 3) .
30
Ao Nuevo (Rosh Hashan), 1 y 2 da; Da de Expiacin (Yon Kippur); Fiesta de las
Cabaas (Succoth), 1, 2, 7 y 8 da; Pascua (Pesaj), 1, 2, 7 y 8 da, y Pentecosts (Shavuot),
1, y 2 da.
31
Al Hiyra, correspondiente al 1 de Muharram, primer da del Ao Nuevo Islmico; Achura,
dcimo da de Muharram; Idu-Al-Maulid, corresponde al 12 de Rabiu al Awwal, nacimiento del
Profeta; Al Isra Wa Al Miray, corresponde al 27 de Rayab, fecha del Viaje Nocturno y la Ascensin
del Profeta; Idu Al-Fitr, corresponde a los das 1, 2 y 3 de Shawwal y celebra la culminacin
del Ayuno de Ramadn, e Idu Al-Adha, corresponde a los das 10, 11 y 12 de Du Al-Hyyah y
celebra el sacrificio protagonizado por el Profeta Abraham.
163
164
DAVID GARCA-PARDO
165
166
DAVID GARCA-PARDO
A diferencia de lo que ocurre en el mbito laboral, los acuerdos s dispensan a los alumnos adventistas, judos e islmicos de asistir a clase y de celebrar
exmenes en los das que coinciden con el descanso semanal o las festividades
de sus confesiones religiosas en el caso de los musulmanes, tambin entre las
13.30 y las 16.30 del viernes37. Los trminos de la cuestin difieren sustancialmente en estos casos, al no existir un conflicto de intereses entre el trabajador
y el empresario, lo que explica que la solucin del Acuerdo en esta materia sea
radicalmente distinta. Por lo dems, respecto al descanso semanal, los problemas generados en la prctica en el supuesto de los alumnos adventistas y judos
son mnimos puesto que el sbado es un da no lectivo.
Aunque se habla de dispensa, en este caso se trata de un autntico derecho
de los alumnos a no asistir a clase o a los exmenes, que pueden ejercer por s,
o bien a travs de sus padres o tutores, en el caso de que estn an sometidos a
la patria potestad o a la tutela. Este derecho de los alumnos no est sujeto a
condicin alguna, si bien podr nicamente ejercerse en los centros docentes
sostenidos con fondos pblicos, ya sean de titularidad pblica o privada.
El inconveniente que presenta esta regulacin es que no se prev la posibilidad de recuperar las horas perdidas, lo que es especialmente grave en el caso de
que la ausencia del alumno haya coincidido con la realizacin de un examen.
Aunque es de suponer que en este ltimo supuesto se d la oportunidad al
alumno de realizar el examen en fecha u horario alternativo, tal y como sucede
cuando la ausencia obedece a otros motivos por ejemplo, una enfermedad,
los acuerdos no lo garantizan. Ms difcil es que en la prctica se lleve a cabo la
recuperacin de las clases perdidas como consecuencia del ejercicio del derecho
reconocido en el artculo 12.3 del Acuerdo, con las consiguientes e inevitables
repercusiones que, en el rendimiento del alumno, puedan derivarse de tales
ausencias, lo que dara lugar a una vulneracin del principio de igualdad.
Por ltimo, el artculo 12.3 del Acuerdo con la FEREDE, y en trminos
anlogos el artculo 12.4 de los acuerdos con la FCJE y la CIE, prev que los
exmenes, oposiciones o pruebas selectivas convocadas para el ingreso en las
Administraciones Publicas, que hayan de celebrarse dentro del periodo de tiempo expresado en el nmero anterior, sern sealados en una fecha alternativa
para los fieles de las Iglesias a que se refiere el nmero 1 de este artculo, cuan37
CIE.
Vid. artculo 12.2 del Acuerdo con la FEREDE y 12.3 de los acuerdos con la FCJE y la
167
DAVID GARCA-PARDO
168
CONCLUSIN
I.
INTRODUCCIN
172
Sobre este punto, cfr. E. Garca de Enterra, El valor en el Derecho espaol de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Boletn del Ilustre Colegio de Abogados de
Madrid, n. 1, 1987, pp. 12 y ss.; L. Martn-Retortillo, La recepcin por el Tribunal Constitucional
de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Revista de Administracin
Pblica, 137, 1995, pp. 11 y ss.
8
Sobre este punto, cfr. A. Siz Arniz, La apertura constitucional al Derecho internacional y
europeo de los derechos humanos. El artculo 10.2 de la Constitucin espaola, cit., pp. 255 y ss., en las
que menciona diversas sentencias del Tribunal Constitucional. El autor, ob. cit., p. 241, califica en estos
casos a la jurisprudencia del TEDH como modelo de la del Tribunal Constitucional, para distinguirla
de aquellos otros supuestos en los que aquella jurisprudencia slo acta como ejemplo. Es decir, es
utilizada por el Tribunal Constitucional para reforzar sus argumentaciones, no para fundamentar sus
sentencias.
9
Cfr. A. Siz Arniz, La apertura constitucional al Derecho internacional y europeo de los derechos
humanos. El artculo 10.2 de la Constitucin espaola, cit., pp. 242 y ss., donde cita varias sentencias
del Tribunal Constitucional de este tipo.
10
En este sentido, cfr. C. Ruiz Miguel, La ejecucin de las sentencias del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, cit., p. 29.
11
Sentencia de 20 de noviembre de 1996.
7
174
Dimensin individual
una religin o conviccin por medio del culto, la enseanza, las prcticas y la
observancia de los ritos.
Estas distinciones han sido tenidas en cuenta por el Tribunal Constitucional, el cual se ha referido a dicho artculo del CEDH para definir el derecho
de libertad religiosa. As, ha afirmado que este derechos implica la libertad de
tener o adoptar la religin o las creencias de su eleccin, as como la de manifestarlas mediante el culto, la celebracin de los ritos, las prcticas y la enseanza,
segn declara el Convenio para la Proteccin de los Derechos Humanos y de
las Libertades Fundamentales (art. 9)15.
Posteriormente, el Tribunal Constitucional, refirindose a las sentencias
del TEDH en los casos Kokkinakis16 y Larissis17, perfilar el contenido del
derecho de libertad religiosa, declarando que en el agere licere protegido por
ste no slo se incluye el profesar unas creencias y comportarse de acuerdo con
ellas, sino tambin el poder hacer proselitismo de las mismas18.
Finalmente, el contenido de la libertad religiosa ser completado por el
Tribunal Constitucional, mediante una remisin a la sentencia del TEDH en
le caso Hoffmann, sealando que en el mismo se incluye el derecho a no ser
discriminado por razn de credo o religin, de modo que las diferentes creencias no pueden sustentar diferencias de trato jurdico19.
La titularidad del derecho a la libertad religiosa corresponde a todas las
personas, independientemente de su nacionalidad20. Cuestin distinta es la
de a qu edad puede la persona ejercitar por s misma este derecho.
De acuerdo con la opinin doctrinal mayoritaria, dicho ejercicio est
subordinado a la existencia en el menor de la discrecin de juicio suficiente,
ATC 180/1986, de 21 de febrero, FJ2.
Sentencia del TEDH, de 25 de mayo de 1993, en el caso Kokkinakis contra Grecia.
17
Sentencia del TEDH, de 24 de febrero de 1998, en el caso Larissis, Mandalarides y Sarandis
contra Grecia.
18
STC 141/2000, de 29 de mayo, FJ4.
19
STC 141/2000, de 29 de mayo, FJ4; el TEDH, en la sentencia 23 de junio de 1993, en
el caso Hoffmann contra Austria, al examinar un supuesto de disenso entre los padres sobre la
educacin religiosa de sus hijos, manifest que una diferencia de trato basada en la religin es
discriminatoria cuando carece de una justificacin objetiva y razonable, es decir, si no est basada en un fin legtimo y si no existe una relacin razonable de proporcionalidad entre los medios
empleados y el fin perseguido.
20
STC 107/1984, de 23 de noviembre, FJ3.
15
16
176
que deber ser comprobada en cada caso concreto, en ltimo trmino, judicialmente21.
Por su parte, la Ley Orgnica 1/1996, de 15 de enero, de proteccin jurdica del menor, establece que el menor tiene derecho a la libertad de ideologa,
conciencia y religin22. Asimismo, dispone que Los padres o tutores tienen el
derecho y el deber de cooperar para que el menor ejerza esta libertad de modo
que contribuya a su desarrollo integral23.
Esta normativa plantea la incidencia de los contrastes entre los titulares de
la patria potestad sobre la educacin religiosa de sus hijos menores de edad. Y,
asimismo, los posibles conflictos entre la libertad religiosa del menor y la de
los que ejercen sobre l la patria potestad.
Estas cuestiones han sido contempladas por el Tribunal Constitucional en
la sentencia 141/2000, de 29 de mayo. El supuesto objeto de la misma tuvo
su origen en una demanda de separacin matrimonial en la que la esposa pidi
una restriccin del rgimen de visitas, como consecuencia de la pertenencia
de su esposo al Movimiento Gnstico Cristiano Universal de Espaa, y del
proselitismo que de sus creencias haca respecto de ella y de los hijos comunes,
de doce y cinco aos de edad.
La esposa apel la sentencia del Juzgado de Primera Instancia, solicitando
una restriccin an mayor del rgimen de visitas acordado por este rgano
judicial. Esta peticin fue estimada por la Audiencia Provincial, por considerar
que la doctrina del Movimiento Gnstico Cristiano Universal, profesada por
el padre, poda afectar psquicamente a los menores.
El esposo recurri en amparo la sentencia de la Audiencia Provincial, alegando que la misma al restringir el rgimen de visitas por su mera pertenencia
al Movimiento Gnstico Cristiano Universal, sin que se hubiera probado la
existencia de circunstancias graves que pudieran entorpecer el desarrollo adecuado de la personalidad de los menores haba vulnerado su derecho a la libertad ideolgica y religiosa, garantizado en el artculo 16.1 de la Constitucin.
Sobre este punto, cfr. M. Moreno Antn, Minora de edad y libertad religiosa: estudio
jurisprudencial, en R. Navarro-Valls, J. Mantecn Sancho, J. Martnez-Torrn (Coordinadores),
La libertad religiosa y su regulacin legal. La Ley Orgnica de Libertad Religiosa, Madrid, 2009, pp.
241 y ss.
22
Art. 6.1.
23
Art. 6.3.
21
Dimensin colectiva
178
adoptar una actitud particularmente cautelosa en materia de inscripcin registral para evitar el fraude de ley y defender el orden pblico constitucional34.
La Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo confirmaron la decisin de
la Direccin General de Asuntos Religiosos por considerar que la entidad en
cuestin, aunque tena fines religiosos, atentaba contra el orden pblico35. La
Iglesia de Unificacin recurri en amparo, alegando la violacin, entre otros,
del derecho de libertad religiosa y solicitando la anulacin de la resolucin
denegatoria de la inscripcin, as como de las sentencias que la confirmaron36.
El Tribunal Constitucional, tras definir el contenido del derecho de libertad religiosa, manifest que ste presenta una dimensin externa, individual y
colectiva, que exige de los poderes pblicos una actitud positiva de prestacin,
segn lo dispuesto en el artculo 2,3 de la Ley Orgnica de Libertad Religiosa.
Como especial expresin de esta actitud respecto del ejercicio colectivo del
derecho de libertad religiosa, seal el Tribunal que el artculo 16.3 de la Constitucin considera el componente religioso perceptible en la sociedad espaola
y ordena a los poderes pblicos mantener <<las consiguientes relaciones de
cooperacin con la Iglesia Catlica y las dems confesiones>>, introduciendo
de este modo una idea de aconfesionalidad o laicidad positiva que <<veda
cualquier confusin entre fines religiosos y estatales>> (STC 177/1996)37.
Por otra parte, afirm que, en la determinacin del contenido del derecho
de libertad religiosa, es preciso tener en cuenta adems de la normativa y jurisprudencia espaolas los tratados internaciones a los que se refiere el artculo
10,2 de la Constitucin y de forma especial el CEDH y la jurisprudencia del
Tribunal de Estrasburgo38.
Teniendo esto presente, el Tribunal examin la funcin del Registro de
entidades Religiosas y el significado de la inscripcin en el mismo.
A juicio del Tribunal Constitucional, la inscripcin de una entidad en este
Registro no slo comporta para la misma el reconocimiento de su personalidad jurdica, sino adems el otorgamiento de un especfico status manifestado
en el reconocimiento de su plena autonoma y que se proyecta en el mbito
Antecedente 2, b).
Antecedente 2, c).
36
Antecedente 3.
37
FJ 4.
38
FJ 4.
34
35
180
penal y en otros sectores del ordenamiento. Por ello, puede apreciarse que el
legislador otorga a las confesiones o comunidades inscritas en el Registro una
especial proteccin jurdica de la que no pueden beneficiase aquellas otras que,
habiendo pretendido acceder a dicho status mediante la formal solicitud de la
inscripcin, han visto sta denegada39.
De acuerdo con lo expuesto, el Tribunal Constitucional manifest que el
Estado no tiene una habilitacin para llevar a cabo una actividad de control
de las creencias religiosas de las entidades o comunidades religiosas, o sobre las
distintas modalidades de expresin de las mismas, sino tan slo la de comprobar, emanando a tal efecto un acto de mera constatacin que no de calificacin,
de que la entidad solicitante no es alguna de las excluidas por el artculo 3.2
LOLR, y que las actividades o conductas que se desarrollan para su prctica
no atentan al derecho de los dems al ejercicio de sus libertades y derechos
fundamentales, ni son contrarias a la seguridad, salud o moralidad pblicas,
como elementos en que se concreta el orden pblico protegido por la ley en
una sociedad democrtica, al que se refiere el artculo 16.1 CE40.
La inscripcin en el Registro de Entidades Religiosas es para el Tribunal
Constitucional, la formal expresin de un reconocimiento jurdico dispensado a los grupos o comunidades religiosas, orientado a facilitar el ejercicio
colectivo de su derecho a la libertad religiosa. Por ello, a su juicio, la indebida
denegacin por la Administracin responsable del Registro de la inscripcin
solicitada, viene a constituirse en un injustificado obstculo que menoscaba el
ejercicio, en plenitud, del derecho fundamental de libertad religiosa del que
son titulares los sujetos colectivos41.
Una vez delimitada la funcin del Registro de Entidades Religiosas, el
Tribunal Constitucional consider que, en virtud de la prueba documental
practicada, la Administracin deneg la inscripcin sin contar con elementos de juicio ciertos acerca de eventuales actuaciones ilcitas de la Iglesia de
Unificacin, ni en Espaa ni en ninguno de los pases en los que aquella se
encuentra implantada. Por todo ello, concluy manifestando que la inadecuada aplicacin del lmite del orden pblico como elemento de justificacin
en el que fundamentar la denegacin de la inscripcin, determin tambin
39
40
41
FJ 7.
FJ 8.
FJ 9.
FJ 14.
FJ 3.
182
corresponde a las autoridades religiosas en virtud del derecho de libertad religiosa y del principio de neutralidad religiosa del Estado, o si, por el contrario,
se basa en otros motivos ajenos al derecho fundamental de libertad religiosa
y no amparados por el mismo. En fin, una vez garantizada la motivacin estrictamente religiosa de la decisin, el rgano judicial habr de ponderar los
eventuales derechos fundamentales en conflicto a fin de determinar cul sea
la modulacin que el derecho de libertad religiosa que se ejerce a travs de la
enseanza de la religin en los centros escolares pueda ocasionar en los propios
derechos fundamentales de los trabajadores en su relacin de trabajo44.
Examinando los derechos fundamentales en conflicto, el Tribunal Constitucional puso de relieve que el artculo 32,1 de la Constitucin proclama, en
coherencia con los tratados internacionales de derechos humanos entre ellos,
el CEDH que <<el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio
con plena igualdad jurdica>>, regla que supone una manifestacin especfica
del principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley (art. 14 CE)45.
Por su parte, el TEDH ha declarado que el ejercicio del derecho fundamental al matrimonio y a fundar una familia, garantizados por el artculo 12
CEDH, est sujeto a las legislaciones nacionales de los Estados contratantes,
pero las limitaciones en ellas introducidas no deben restringir o reducir el derecho de tal manera o hasta tal punto que perjudiquen la esencia del derecho
(vase Sentencia Rees contra el Reino Unido de 17 de octubre 1986, 32)46.
Asimismo, afirm el Tribunal Constitucional, debe recordarse que la
conexin entre el respeto a la vida privada y familiar garantizado por el art. 8
CEDH (que se corresponde con el derecho a la intimidad personal y familiar
proclamado por el art. 18.1 CE) y el derecho a contraer matrimonio reconocido
por el art. 12 CEDH (que se corresponde con el art. 32.1 CE) ha sido reconocida reiteradamente por el TEDH (entre otras, SS TEDH de 17 de octubre de
1986, asunto Rees contra Reino Unido; 11 de julio de 2002, asunto I. contra
Reino Unido; y 18 de abril de 2006, asunto Dickson contra Reino Unido);
que asimismo ha reconocido (por todas, STEDH de 18 de diciembre de 1986,
asunto Johnston contra Irlanda) la relacin existente entre los referidos dere-
44
45
46
FJ 4.
FJ 8.
FJ 8.
FJ 8.
FJ 8.
FJ 9.
FJ 12.
184
FJ 12.
FJ 12.
FJ 12.
186
los mtodos utilizados por diversas sectas para captar a sus adeptos, no puede
considerarse contraria a la Constitucin la excepcional utilizacin preventiva
de la citada clusula de orden pblicos, siempre que se oriente directamente a
la salvaguardia de la seguridad, de la salud y de la moralidad pblicas propias de
una sociedad democrtica, que queden debidamente acreditados los elementos
de riesgo y que, adems, la medida adoptada sea proporcionada y adecuada a
los fines perseguidos59.
Entre los elementos constitutivos del orden pblico, el artculo 3,1 de la
Ley Orgnica de Libertad Religiosa, de 5 de julio de 1980, menciona en primer
trmino la proteccin del derecho de los dems al ejercicio de sus libertades
pblicas y derechos fundamentales60.
Este lmite comporta, en primer lugar, que la libertad religiosa no puede
alegarse para justificar las acciones independientemente de quien sea el sujeto que las realice dirigidas a imponer a otras personas la adopcin de unas
creencias, el abandono de las que tengan o la sustitucin de stas por otras.
El Tribunal Constitucional ha examinado un supuesto relacionado con este
tipo de acciones. En la STC 41/1997, de 10 de marzo, contempl el caso de
unas personas que solicitaron la ayuda de un organismo de la Generalidad de
Catalua, porque algunos de sus familiares haban sido captados por el grupo
Ceis. Como consecuencia de esa solicitud, los recurrentes, tras varias incidencias, fueron trasladados en vehculos oficiales y acompaados por miembros de
la polica autonmica a un hotel en el que permanecieron diez das. Durante
su estancia en el hotel fueron sometidos a un proceso de desprogramacin e
interrogados por un funcionario de la Generalidad.
Los afectados interpusieron una querella criminal contra diversos funcionarios de la Generalidad, acusndoles entre otros delitos de detencin ilegal.
La Audiencia Provincial de Barcelona absolvi a los acusados de los delitos que
se les imputaban. Por su parte, el Tribunal Supremo desestim los recursos de
casacin interpuestos por los interesados y por el Ministerio Fiscal.
En su recurso de amparo, los recurrentes alegaron la vulneracin de sus
derechos a la libertad religiosa y a la igualdad, invocando la jurisprudencia del
STC 46/2001, de 15 de febrero, F 11.
El artculo 9,2 del CEDH menciona este derecho como lmite independiente de la proteccin del orden.
59
60
FJ 6.
FJ 8.
63
Sentencia del TEDH, de 14 de octubre de 1999, en el caso Riera Blume y otros contra
Espaa.
64
Sentencia de 25 de mayo de 1993, en el caso Kokkinakis contra Grecia; en el mismo sentido,
la sentencia de 24 de febrero de 1998, en el caso Larissis, Mandalarides y Sarandis contra Grecia.
61
62
188
65
Sobre este punto, cfr M.D. Evans, Religious Liberty and International Law in Europe, cit. pp.
332 y ss.
66
Sentencia de 25 de mayo de 1993, en el caso Kokkinakis contra Grecia.
67
Sentencia de 25 de mayo de 1993, en el caso Kokkinakis contra Grecia.
68
Sentencia de 24 de febrero de 1998, en el caso Larissis, Mandalarides y Sarandis contra
Grecia. En esta ltima sentencia, el TEDH declar que las sanciones impuestas por un tribunal
militar a tres oficiales del Ejrcito del Aire griego, como consecuencia de los actos de proselitismo
realizados sobre tres miembros de inferior graduacin del mismo Ejrcito, no violaban el artculo
9 del CEDH. En su argumentacin, el Tribunal manifest que las estructuras jerrquicas, que
son una caracterstica de las fuerzas armadas, pueden impregnar todos los aspectos de las relaciones
entre el personal militar, haciendo difcil para un subordinado rechazar las aproximaciones de una
persona de rango superior o dejar una conversacin iniciada por sta. Por ello, lo que en la vida
civil sera considerado como un inocuo intercambio de ideas que el receptos es libre de aceptar o
rechazar, puede ser visto, en el mbito de la vida militar, como una forma de acoso o de aplicacin
de presin indebida por abuso de poder.
69
STC 141/2000, de 29 de mayo, FJ 4.
190
FJ octavo.
Sobre este punto, cfr. I. Martn Snchez, El caso Lautsi ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Anuario de Derecho Eclesistico del Estado, XXVIII, 2012, pp. 215 y ss.
73
74
192
FJ 5.
FJ 6.
FD tercero.
81
82
83
84
FD cuarto.
FD quinto.
FD quinto.
FD quinto.
194
esta proteccin no es absoluta y, por ello, puede cesar en algn momento concreto, como es el de que suponga un grave peligro para la salud fsica o psquica
de la mujer embarazada90.
El Tribunal Constitucional se ha pronunciado sobre la objecin de conciencia
del personal sanitario al aborto en la polmica sentencia 53/1985, de 11 de abril.
En ella, el Tribunal Constitucional puso de relieve que, aunque la vida del
nasciturus es un bien jurdico protegido por el artculo 15 de la Constitucin,
ello no permite afirmar que sea titular del derecho fundamental reconocido
en este precepto91. Esta interpretacin es, a juicio del Tribunal Constitucional,
concorde con los tratados internacionales a los que se remite el artculo 10.2
de la Constitucin y, en concreto, con el artculo 2.1 del CEDH, el cual, al
garantizar el derecho a la vida, emplea el trmino persona.
El nasciturus no es por tanto, para el Tribunal Constitucional, titular de
un derecho fundamental a la vida. Sin embargo, su vida es un bien constitucionalmente protegido, aunque no de una manera absoluta. Respecto de este
punto, el Tribunal Constitucional afirm que como sucede en relacin con
todos los bienes y derechos constitucionalmente reconocidos, en determinados
supuestos puede y an debe estar sujeto a limitaciones92.
Respecto del derecho a la objecin de conciencia del personal sanitario a la
prctica del aborto, el Tribunal Constitucional afirm tajantemente que existe y
puede ser ejercido con independencia de que se haya dictado o no tal regulacin.
La objecin de conciencia forma parte del contenido del derecho fundamental
a la libertad ideolgica y religiosa reconocido en el artculo 16.1 de la Constitucin y, como ha indicado este Tribunal en diversas ocasiones, la Constitucin es
directamente aplicable, especialmente en materia de derechos fundamentales93.
2.
196
FJ 7.
FJ 9.
96
97
98
FJ 10.
FJ 1.
FJ 3.
198
100
Para este Tribunal, en la actividad educativa del Estado, es preciso diferenciar entre los valores que constituyen el sustrato moral del sistema constitucional contenidos en normas jurdicas vinculantes y representados sobre
todo por los derechos fundamentales y la explicacin del pluralismo existente
en la sociedad en sus diversas manifestaciones. En relacin con los primeros,
es constitucionalmente lcita su promocin para suscitar la adhesin a ellos,
por lo que no cabe hablar aqu de adoctrinamiento. Respecto del segundo, los
poderes pblicos deben exponerlo de una manera rigurosamente objetiva, pues
la neutralidad estatal permite en este punto informar pero no adoctrinar101.
En segundo lugar, el Tribunal Supremo consider que la Educacin para
la Ciudadana es ajustada a Derecho y el deber de los alumnos de cursarla es,
por tanto, jurdicamente vlido102.
En tercer trmino, el Tribunal Supremo se refiri a la cuestin de si existe
o no un derecho a la objecin de conciencia frente a la Educacin para la
Ciudadana.
Segn el criterio de este Tribunal, la Constitucin no proclama un derecho
a la objecin de conciencia con un alcance general. Asimismo, manifest que
la jurisprudencia espaola no ofrece una base suficiente para poder afirmar
la existencia de un derecho a la objecin de conciencia con carcter general.
Finalmente, en su opinin, tampoco es los instrumentos internacionales de
derechos humanos y en la jurisprudencia sobre ellos cabe hallar fundamentos
para un derecho a la objecin de conciencia con alcance general103.
Sin embargo, el Tribunal Supremo no excluye de raz que, en circunstancias verdaderamente excepcionales, no pueda entenderse que de la Constitucin
surge tcitamente un derecho a quedar eximido de algn deber jurdico vlido.
200
105
1.
INTRODUCCIN
202
TCE, [ex art. 145 TCE]), poda delegar las facultades de ejecucin en la Comisin (en el tambin desaparecido art. 211 TCE, [ex art. 155TCE]) y a partir
de 2006 el Parlamento europeo2 tambin gozaba de ciertas competencias de
control sobre la ejecucin. En el rgimen actualmente vigente, a la Comisin
se le reconoce en el Art. 17 del Tratado de la Unin Europea (en adelante
TUE) que .Ejercer asimismo funciones de coordinacin, ejecucin y gestin,
de conformidad con las condiciones establecidas en los Tratados., as como en
el art. 291 del Tratado de Funcionamiento de la Unin Europea (en adelante
TFUE), Cuando se requieran condiciones uniformes de ejecucin de los actos
jurdicamente vinculantes de la Unin, stos conferirn competencias de ejecucin
a la Comisin o, en casos especficos debidamente justificados y en los previstos en
los artculos 24 y 26 del Tratado de la Unin Europea, al Consejo. Es decir, la
competencia general de ejecucin, sobre todo normativa, corresponder a la
Comisin, salvo en la Poltica Exterior y de Seguridad Comn (en adelante
PESC) o en casos especficos que la mantendr el Consejo.
En cuanto a los Estados miembros su participacin en la ejecucin del
Derecho de la UE, estaba contemplada de manera indirecta desde los primeros
tiempos, y se estableca, desde el primer momento, la obligacin general de los
Estados miembros de cooperar con las Instituciones de la UE para la realizacin de los fines previstos en los Tratados comunitarios. Estas obligaciones se
mantienen hoy en el art. 4 TUE, apartado 3 (ex 10 TCE y ex 5 TCEE)3 como
Decisin 2006/512/CE del Consejo, de 17 de julio de 2006, que modifica la Decisin
1999/468/CE por la que se establecen los procedimientos para el ejercicio de las competencias de
ejecucin atribuidas a la Comisin, DOUE L 200, de 22 de julio de 2006, p. 11; Acuerdo entre
el Parlamento Europeo y la Comisin relativo a las modalidades de la aplicacin de la Decisin
1999/468/CE del Consejo por la que se establecen los procedimientos para el ejercicio de las
competencias de ejecucin atribuidas a la Comisin, modificada por la Decisin 2006/512/CE,
DOUE C 143. 10 de junio de 2008, p. 1.
3
El Tribunal de Justicia ha ido concretando los distintos aspectos de esta obligacin de cooperacin de los Estados miembros con las Instituciones de la UE. En su ms reciente jurisprudencia
cabe destacar en relacin con el antiguo art. 10 CE las siguientes, sentencia de 4 de marzo de 2010,
Comisin / Irlanda, C-221/08, Rec. 2010, p. I-1669; sentencia de 20 de abril de 2010, Comisin /
Suecia, C-246/07, Rec. 2010, p. I-3317; sentencia de 22 de diciembre de 2010, Comisin / Italia,
C-304/09, Rec. 2010, p. I-13903; sentencia de 6 de septiembre de 2012, Philips Electronics UK,
C-18/11, an no publicada en la Recopilacin, y en relacin con el ya Art. 4 par.3 TUE, sentencia
de 22 de diciembre de 2010, Comisin / Eslovaquia, C-507/08, Rec.2010, p. I-13489; sentencia
de 4 de octubre de 2012, Byankov, C-249/11, an no publicada en la Recopilacin; sentencia de
18 de octubre de 2012, Comisin / Reino Unido, C-301/10, an no publicada en la Recopilacin
2
203
204
art. 4 apartado 3 TUE), que los Estados miembros estn obligados a tomar
todas las medidas legislativas, reglamentarias y administrativas necesarias para
conseguir el pleno efecto de las normas comunitarias, hoy de las normas de la
UE. Y la inactividad de un Estado cuando debe adoptar medidas de aplicacin
del Derecho de la UE constituye un incumplimiento en el sentido del art. 258
TFUE, como tambin seal ya el Tribunal de Justicia en 19708.
El Tratado de Lisboa ha aadido el nuevo art. 197 TFUE9 que en su
primer apartado afirma La aplicacin efectiva del Derecho de la Unin por los
Estados miembros, que es esencial para el buen funcionamiento de la Unin, se
considerar asunto de inters comn, para continuar sealando que la Unin
podr respaldar los esfuerzos de los Estados miembros por mejorar su capacidad
administrativa para aplicar el Derecho de la Unin y concretando esta posibilidad en el intercambio de informacin y funcionarios, as como en el apoyo de
programas de formacin. De momento la aplicacin de este artculo se limita
a dos propuestas de reglamentos10, en proceso de elaboracin, que habr que
comprobar si finalmente, entre otras bases jurdicas, recogen tambin al art.
197 TFUE cuando sean definitivamente adoptados.
La aplicacin del Derecho de la UE en los Estados miembros se rige adems por otro principio importante, adems del de colaboracin de los Estados
miembros, que es el de autonoma institucional y procedimental. El Derecho
de la UE no determina qu instituciones de los Estados deben aplicarlo, ni
205
206
La aplicacin del Derecho de la UE17, desde el punto de vista de este Derecho, puede llevar a dos tipos de actuaciones diferentes en los ordenamientos
jurdicos nacionales: en algunos casos las disposiciones del Derecho de la UE
requieren la aportacin de complementos normativos, bien por las propias
Instituciones de la UE, bien por los Estados miembros, en otros casos, las disposiciones del Derecho de la UE slo requieren una ejecucin administrativa.
Evidentemente, segn el tipo de ejecucin que se requiera participarn distintos
poderes nacionales.
2.
A) La ejecucin normativa
Se analizar en primer lugar la ejecucin normativa del Derecho de la UE,
pero habr que tener distintos elementos en cuenta antes de proceder a la misma, ya que en el caso de Espaa se trata de un Estado autonmico.
En primer lugar habr que analizar la distribucin de competencias entre
los poderes centrales del Estado y los autonmicos, no slo desde el punto de
vista de las materias transferidas, sino tambin el grado o la intensidad de la
competencia transferida en cada caso18.
En segundo lugar habr que considerar las disposiciones de Derecho de la
UE que deben ser aplicadas, pues en funcin del tipo de disposicin que sea,
variarn las medidas nacionales requeridas
Unin Europea tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Sobre los riesgos de una reforma
del Estado Autonmico sin reforma de la Constitucin, Civit Revista espaola de derecho europeo,
n. 33, 2010, p. 48.
17
ORDOEZ SOLS, D., La ejecucin del derecho comunitario europeo en Espaa, Cvitas,
Madrid, 1994. Y los dos Informes del Consejo de Estado espaol, Informe sobre la insercin del
Derecho europeo en el ordenamiento espaol, de 14 de febrero de 2008, e Informe sobre las garantas
del cumplimiento del Derecho Comunitario, de 15 de diciembre de 2010, ambos disponibles en
http://www.consejo-estado.es/bases.htm
18
Sobre la aplicacin del Derecho de la UE por las Comunidades Autnomas, vid., MANGAS
MARTN, A. y LIN NOGUERAS, D.J.: Instituciones , Op. cit., p. 493 y ss. Tambin los
ya citados Informes del Consejo de Estado espaol, Informe sobre la insercin del Derecho europeo
en el ordenamiento espaol, de 14 de febrero de 2008, e Informe sobre las garantas del cumplimiento
del Derecho Comunitario, de 15 de diciembre de 2010, ambos disponibles en http://www.consejoestado.es/bases.htm
207
Y por ltimo, habr tambin que tener en cuenta la situacin de la legislacin nacional (y autonmica en este caso) en relacin con la disposicin
concreta de Derecho de la UE que se quiere aplicar: puede que no haya legislacin nacional en esa materia, que sea incompleta, o bien contradictoria total o
parcialmente con la de Derecho de la UE. Las obligaciones concretas del Estado
en cada caso dependen de la situacin en que se encuentre su derecho interno.
Antes de entrar a analizar cada uno de estos elementos hay que sealar que
la aplicacin interna del Derecho de la UE tiene su fundamento en el art. 93 de
la Constitucin espaola, que lo regula de manera incompleta y poco clara19,
pues no menciona ni al poder judicial ni a las Comunidades Autnomas20 en
el proceso de aplicacin del Derecho de la UE, y tanto uno como otras estn
llamados a hacerlo en sus respectivos mbitos competenciales.
Pero establecido que el art. 93 CE, constituye la base para la aplicacin del
Derecho de la UE en Espaa, habr que ver en qu medida afecta a la distribucin de competencias entre los poderes centrales y autonmicos. A primera
vista parece que no debe afectarlos, y que cada uno debe aplicar el Derecho de
la UE en sus respectivos mbitos competenciales. Pero esta percepcin es engaosa, pues si bien no afecta al reparto de competencias en cuanto a materias
se refiere, s puede hacerlo en cuanto al grado o la intensidad de intervencin
de cada uno, que puede ser sustituida por la competencia de la UE21.
a.1.
208
209
La reserva de ley establecida en el Estatuto no impedir la actividad reglamentaria posterior del Consejo de Gobierno para desarrollar, si fuera necesario,
la legislacin autonmica. Depender de las materias y de su atribucin a Andaluca, la participacin del Parlamento Andaluz, la colaboracin del Consejo
de Gobierno, o la actuacin nicamente de este ltimo.
Pero la actuacin de estas Instituciones depender tambin de la naturaleza
de la medida a adoptar, y en este caso es muchas veces determinante el tipo
de disposicin del derecho de la UE que se vaya a aplicar. Habr que ver por
tanto, los distintos tipos de disposiciones de Derecho de la UE que el Estado
miembro tiene que aplicar.
a.2.
25
210
En determinados casos, algunos de los artculos de los Tratados constitutivos, contenan ya desde el comienzo obligaciones concretas para los Estados
miembros, como era el art. 157 TFUE (principio de igualdad de retribucin
entre trabajadores y trabajadoras, ex 141 TCE y ex 119 TCEE) y en esos casos
los Estados miembros tenan la obligacin de aplicar esos artculos y adaptar
su derecho interno a las obligaciones derivadas de los Tratados, tanto de los
constitutivos como de los Tratados posteriores de reforma de los mismos.
Esas obligaciones no se agotaron en el momento de la adhesin espaola,
sino que muchas de ellas se mantienen y vinculan de manera permanente al
Estado, que debe aplicarlas de manera continuada. Por ejemplo, el principio de
no discriminacin por nacionalidad del art. 18 TFUE o el principio de igualdad
de trato del ciudadano de la Unin Europea con el nacional, que entre otros,
se contiene en el art. 49 TFUE referido a la libertad de establecimiento, son
principios que generan la obligacin permanente para el Estado miembro de
aplicarlos en todo momento en su ordenamiento interno, tanto a nivel nacional
como autonmico.
La legislacin nacional o autonmica deber, por tanto, en las materias de
sus respectivas competencias, respetar siempre estos principios y no establecer
en ningn mbito la discriminacin por nacionalidad, y de manera positiva,
establecer las mismas condiciones para los nacionales que para el resto de los
ciudadanos de la Unin Europea. De no respetarse estas obligaciones, aunque
fuera en una sola Comunidad Autnoma, Espaa estara incumpliendo el
Derecho de la UE y se estara generando su responsabilidad por ese incumplimiento26.
El reparto de competencias entre instituciones nacionales y autonmicas
depender en cada caso del Estatuto de Autonoma de cada Comunidad Autnoma. En el caso concreto de Andaluca, en todas las materias que son de
su competencia exclusiva, est obligada a aplicar en su normativa autonmica
todas las obligaciones derivadas de los Tratados de la UE, principios de no
discriminacin por sexo referido a determinadas materias, las libertades de
Sobre la falta de previsin en la Constitucin Espaola, de la posibilidad de repercutir la sancin
del Tribunal de Justicia de la UE en la Comunidad Autnoma, que con su incumplimiento genere
una sancin econmica para Espaa, vid. MARTN Y PREZ DE NANCLARES, J., Comunidades
Autnomas y Unin Europea ., Op. cit., p. 81. En este sentido tambin se manifiesta el Consejo
de Estado Espaol en su Informe sobre la insercin del Derecho europeo en el ordenamiento espaol, de
14 de febrero de 2008, disponible en,http://www.consejo-estado.es/bases.htm
26
211
la UE, etc. cada vez que elabore una norma, legal o reglamentaria, que tenga
relacin con estos principios.
Despus del Derecho de la UE originario conviene analizar las disposiciones del denominado Derecho derivado, fundamentalmente reglamentos,
directivas y decisiones, pues los otros actos tpicos definidos en el art. 288
TFUE (ex 249 TCE y ex art. 189 TCEE) no son obligatorios y no requerirn
ejecucin normativa.
Los reglamentos, por su definicin, como actos obligatorios, de alcance
general y directamente aplicables en cada Estado miembro, podra parecer que
no requieren ningn complemento normativo. Pero conviene no olvidar que
es el nico acto de estas caractersticas de que disponen las Instituciones de la
UE y que no siempre estn en disposicin, ni conviene, regular de manera detallada cada materia en un reglamento de la UE, a pesar de las novedades de los
reglamentos de ejecucin y delegados, introducidos por el Tratado de Lisboa.
En consecuencia, las Instituciones de la UE adoptaron desde los primeros
aos de creacin de las Comunidades una prctica que distingua dos tipos de
reglamentos: los denominados reglamentos de base, que slo contenan los
principios bsicos y muchas veces la organizacin de determinadas estructuras
en un sector, y que por ese mismo contenido necesitaban posteriores reglamentos (denominados reglamentos de ejecucin), u otros actos de derecho
derivado, que los completaran para poder ser aplicados. Esta prctica y esta
necesidad de distinguir los tipos de actos han sido finalmente reconocidas en
el Tratado de Lisboa27, que distingue entre actos legislativos art. 289 TFUE,
actos delegados art. 290 TFUE y actos de ejecucin art. 291 TFUE.
En relacin con los antiguos reglamentos de ejecucin, y con esta posibilidad de aportar complementos normativos a un determinado reglamento ya
Sobre el ordenamiento jurdico en el Tratado de Lisboa, los cambios experimentados y las
novedades aportadas, vid, GARZN CLARIANA, G., Los actos delegados en el sistema de fuentes
del Derecho de la Unin Europea Revista de Derecho Comunitario Europeo, vol. 37, 2010, p. 723
y ss; MANGAS MARTN, A., Algunos aspectos del Derecho derivado en el Tratado de Lisboa:
categorizacin de los actos, indeterminacin de los tipos de actos, bases jurdicas y jerarqua, Revista
General de Derecho Europeo, 18, 2009, p. 5 y ss, y MILLN MORO, L., El ordenamiento jurdico
comunitario: del Tratado Constitucional al Tratado de Lisboa, Revista de Derecho Comunitario
Europeo, vol. 36, 2010, p. 1 yss, y El ordenamiento jurdico en el Tratado de Lisboa, en Estudios
de Derecho Internacional y Derecho Europeo en Homenaje al Profesor Manuel Prez Gonzlez, Tirant
lo Blanch, Valencia 2012, p. 1671 y ss.
27
212
213
La tercera categora de disposiciones de Derecho de la UE que suele requerir complementos normativos es la de las directivas de la UE. A diferencia de
los reglamentos, por su propia definicin, las directivas de la UE si requerirn
normalmente complementos normativos por parte de los Estados miembros,
aunque claro est, dependiendo de la situacin concreta de la legislacin nacional en cada uno de ellos.
Las directivas se definen como actos que obligan a los Estados miembros
destinatarios en cuanto al resultado que deba conseguirse, dejando a las autoridades nacionales la eleccin de la forma y de los medios. En esta definicin
de las directivas hay que entender que el destinatario formal de las mismas es
el Estado34, y por consiguiente todas las instituciones del mismo, centrales o
autonmicas, estn igualmente obligadas, cada una en el marco de sus competencias, a conseguir el resultado fijado en la misma.
La colaboracin de las autoridades nacionales para su aplicacin, en el caso
de las directivas, nunca es excepcional sino, por el contrario, la regla general. El
Estado miembro deber adaptar su legislacin interna a los objetivos marcados
en la directiva, y por muy detallada que esta sea (como lo fueron durante muchos aos en los sectores tcnicos e industriales) requerir su transposicin al
derecho nacional, aunque excepcionalmente el Estado puede tener su Derecho
interno ya conforme con las obligaciones que fija la directiva.
Adems, a partir de la dcada de los noventa, las directivas de la UE suelen
incluir una clusula que establece la obligacin para los Estados miembros de
incluir una referencia expresa a la directiva de la UE en su legislacin nacional
de aplicacin, por lo que en todo caso, subsistira esa obligacin para los Estados, que supone una mayor seguridad y garanta para los particulares, que
conocen as el origen en el derecho de la UE de la legislacin nacional que se
les aplique.
La eleccin de la forma y de los medios, que segn la definicin que de la
directiva da el art. 288 TFUE, se deja a la eleccin de las autoridades nacionales, no supone una libertad total de las mismas, como en un principio pudiera
Sobre los distintos tipos de obligaciones que contienen las directivas y sus destinatarios,
vid. MILLN MORO, L., El principio del efecto directo: evolucin segn la jurisprudencia del
Tribunal de Justicia, en Tratado de Derecho y Polticas de la Unin Europea, Tomo IV Las fuentes
y principios del Derecho de la Unin Europea, CEU Instituto Universitario de Estudios Europeos,
Aranzadi Thomson Reuters, Madrid 2011, p. 487 y ss.
34
214
36
215
inobservancia de las obligaciones y plazos que resultan de las Directivas comunitarias (hoy de la UE)39, el Tribunal continuar explicando su jurisprudencia
en virtud de las exigencias de claridad y seguridad jurdica, para terminar
sealando que simples prcticas administrativas, modificables a voluntad de
la Administracin y desprovistas de la adecuada publicidad no constituyen
una aplicacin correcta de las directivas, y en consecuencia, de la obligacin
derivada del art. 189 TCE [actual art. 288 TFUE] para los Estados miembros
destinatarios de las directivas40.
En aplicacin de esta jurisprudencia los Estados miembros (instituciones
centrales y autonmicas) deben aplicar las directivas adoptado las medidas
ms adecuadas para conseguir el efecto til de las mismas, y adoptando una
legislacin al menos del mismo rango que la que pudiera existir en el mismo y
se viera afectada por la adopcin de la directiva.
Posicin similar a las directivas tienen las decisiones dirigidas a los Estados
miembros, imponindoles obligaciones que deben trasladar a su ordenamiento interno, por lo que no se har un examen diferenciado de stas, ya que la
2001/29 al final del plazo sealado en el dictamen motivado. El Tribunal no haca ms que reiterar la
jurisprudencia sentada ya en su sentencia de 12 de febrero de 1998, Comisin/Francia, C-144/97,
Rec. 1998 p. I-613, donde haba declarado el incumplimiento de Francia por disolucin anticipada
de la Asamblea Nacional francesa.
39
Jurisprudencia esta que el Tribunal de Justicia de la UE reitera en numerosas sentencias.
Entre otras vid. Sentencia de 15 de diciembre de 1982, 160/82, Comisin /Pases Bajos, Rec.
1982, p. 4637; sentencia de 15 de marzo de 1983, 145/82, Comisin /Italia, Rec. 1983, p. 711;
sentencia de 3 de marzo de 1988, 116/86, Comisin/Italia, Rec. 1988, p. 1323; sentencia de 8 de
marzo de 2001, Comisin/Portugal, C-276/98, Rec. p. I-1699; sentencia de 9 de septiembre de
2004, Comisin/Espaa, C-195/02, Rec. p. I-7857; sentencia de 28 de abril de 2005, C-31/04,
Comisin/Espaa, no publicada en la Recopilacin; sentencia de 13 de julio de 2006, Comisin/
Portugal, C-61/05, Rec. p. I-6779; sentencia de 18 de julio de 2006, Comisin/Italia, C-119/04,
Rec. p. I-6885; sentencia de 10 de mayo de 2007, Comisin/Austria, C-508/04, Rec. p. I-3787;
sentencia de 15 de noviembre de 2007, Comisin/Espaa, C-59/07, 2007, p. I-00161; sentencia
de 4 de octubre de 2012, C-403/11, Comisin/Espaa, aun no publicada en la jurisprudencia.
40
Jurisprudencia que el Tribunal de Justicia de la UE repite en numerosas sentencias. Entre
otras vid. Sentencia de 15 de diciembre de 1982, 160/82, Comisin /Pases Bajos, Rec. 1982, p.
4637; sentencia de 15 de marzo de 1983, 145/82, Comisin /Italia, Rec. 1983, p. 711; sentencia
de 15 de octubre de 1986, Comisin/Italia, 168/85, Rec. 1986, p. 2945; sentencia de 3 de marzo
de 1988, 116/86, Comisin/Italia, Rec. 1988, p. 1323; sentencia de 30 de mayo de 1991, Comisin/Alemania, C-361/88, Rec. 1991, p. I-2567; sentencia de 7 de noviembre de 1996, Comisin/
Luxemburgo, C-221/94, Rec. 1996, p. I-5669; sentencia de 18 de enero de 2001, Comisin/Italia,
C-162/99, Rec. 2001, p. I-541; sentencia de 10 de mayo de 2007, Comisin/Austria, C-508/04,
Rec. p. I-3787.
216
nica diferencia con las directivas consiste en que en el caso de las decisiones,
el Estado miembro destinatario no goza del margen discrecional de aplicacin
que tiene con las directivas.
Esto plantea la aplicacin de las disposiciones de Derecho de la UE y la
relacin con el derecho nacional existente, pues las obligaciones concretas de
los Estados varan en funcin de la situacin que se encuentre su ordenamiento
jurdico respecto a la disposicin de Derecho de la UE a aplicar.
a.3.
217
218
Puede ocurrir que un Estado miembro determinado tenga su legislacin nacional ya adaptada a las obligaciones que derivan del Tratado, de un reglamento
de la UE, o de una directiva (posiblemente porque su legislacin nacional haya
sido el modelo adoptado por las Instituciones de la UE en el acto de que se
trate), y el Tribunal de Justicia reconoci de manera expresa esta posibilidad en
198542, aunque lo ms frecuente en estos casos es que el Estado miembro que
cree tener su legislacin ya adaptada encuentre luego una laguna, y su inactividad redunde en un perjuicio para los particulares43 y en un incumplimiento
del propio Estado miembro.
Sin embargo, la prctica comunitaria iniciada en los aos noventa de incluir en las directivas una clusula estableciendo la obligacin de hacer una
referencia expresa a la directiva en la legislacin nacional de adaptacin de
la misma, parece ir reduciendo ese margen de los Estados miembros, que en
todo caso tendran que adoptar una disposicin sealando que su normativa
preexistente, se entenda que cumpla la directiva en cuestin, aunque el TJUE
parece entender esta obligacin, en su jurisprudencia posterior, de manera ms
estricta, y requerir para las directivas complementos normativos del Estado44.
En todo caso, si el Estado miembro cree tener su legislacin preexistente
adecuada al Derecho de la UE, lo que s est obligado es a examinar detenidamente la misma, para controlar que no existan lagunas o alguna contradiccin,
y en consecuencia, incumplimientos.
Pero pueden darse otras situaciones en relacin con la legislacin nacional,
que puede ser contraria o incompleta respecto a las obligaciones derivadas del
Derecho de la UE. Si la legislacin nacional no es conforme, o es incompleta,
las obligaciones difieren.
En caso de incompatibilidad de una norma nacional (central o autonmica)
con el Derecho de la UE, el Estado miembro tiene la obligacin de eliminar de
su ordenamiento todas las normas, cualquiera que sea su rango, incompatibles
con el Derecho de la UE, mediante normas del mismo valor jurdico que las
Sentencia de 13 de mayo de 1985, 29/84, Comisin/Alemania, Rec. 1985, p. 1661.
Ibdem, y especialmente referido a Espaa es significativa la sentencia de 16 de diciembre
de 1993, C-334/92, Wagner Miret, Rec. 1993, p. 6911.
44
En este sentido las sentencias de 2 de mayo de 1996, C-253/95, Comisin/ Alemania, Rec.
1996, p. 2425; de 27 de noviembre de 1997, C-137/96, Comisin/Alemania, Rec. 1997, p. 6749
y de 18 de diciembre de 1997, C-360/95, Comisin/Espaa, Rec. 1997, p. 7337.
42
43
219
220
relaciones con terceros, ajenos al mbito del Derecho de la UE, podran seguir
bajo la aplicacin de esa normativa nacional. En lo que respecta a esta posibilidad, el TJUE, en su jurisprudencia de 199850, ha precisado las obligaciones
del Estado miembro, que debe suprimir tal inseguridad jurdica (para los ciudadanos de la Unin y las relaciones y situaciones vinculadas al Derecho de la
UE) declarando formalmente la inaplicabilidad de la normativa nacional en
el contexto de la UE.
Si el Estado miembro tiene una legislacin que no sea contraria a la directiva, pero s incompleta, tendr desde luego la obligacin de completarla, y
aqu las soluciones son similares al supuesto de ausencia de normativa nacional, pues la competencia para completarla ser nacional o autonmica segn
la distribucin de competencias establecida en cada Estatuto de Autonoma.
E igualmente, corresponder al poder legislativo o ejecutivo, segn materias
y reparto competencial entre ambos, como ya se analiz al comienzo de este
apartado.
B)
La ejecucin administrativa
221
222
223
60
Artculo 218: En los supuestos previstos en el presente Ttulo, la Comunidad Autnoma de
Andaluca participar en las decisiones o instituciones del Estado y de la Unin Europea de acuerdo con
lo que establezcan en cada caso la Constitucin, la legislacin del Estado y la normativa de la Unin
Europea.
61
Sobre el incumplimiento de los Estados, especialmente de Espaa, y las posibles medidas
para garantizar el cumplimiento del Derecho de la UE por parte de Espaa, el Consejo de Estado
ha elaborado un interesante y completo informe, con propuestas de futuro. Vid. Informe sobre las
garantas del cumplimiento del Derecho Comunitario, de 15 de diciembre de 2010, disponible en
http://www.consejo-estado.es/bases.htm
224
A)
225
carcter netamente objetivo, por lo que el Tribunal no tiene en cuenta las circunstancias que pueden originar el incumplimiento65, ni la intencionalidad del
Estado66, ni tiene relevancia a estos efectos, qu rgano o subdivisin estatal
ha podido cometer el incumplimiento67. La nica circunstancia que tanto la
Comisin como el Tribunal de Justicia han tenido en cuenta para no demandar ni declarar el incumplimiento del Estado es la imposibilidad absoluta de
ejecucin del acto o disposicin del Derecho de la UE68. Por esta va judicial,
el incumplimiento de cualquiera de sus rganos, centrales o descentralizados,
es imputable al Estado69.
Hasta el Tratado de Maastricht las sentencias sobre incumplimiento de los
Estados miembros eran declarativas, pero a partir de 1993 entr en vigor el
mencionado Tratado que en el caso de inejecucin de una de estas sentencias,
establece un procedimiento sancionador, en el que la Comisin, tras el envo
de un dictamen motivado y la presentacin de observaciones por parte del
Estado, puede solicitar al Tribunal de Justicia que le imponga al Estado el pago
de una cantidad a tanto alzado o de una multa coercitiva, si el Estado no ha
adoptado las medidas de ejecucin necesarias70. La Comisin tambin indicar
En este sentido el Tribunal ha sealado reiteradamente que un Estado miembro no puede
alegar situaciones de su ordenamiento jurdico interno, incluso las que derivan de su organizacin
federal, para justificar el incumplimiento de las obligaciones y plazos establecidos por una Directiva,
entre otras vid., sentencia de 15 de octubre de 1998, Comisin/Blgica, C-326/97, Rec. 1998,
p. 6107; sentencia de 13 de abril de 2000, Comisin/Espaa, C-274/987, Rec. 2000, p. I-2823;
sentencia de 6 de julio de 2000, Comisin / Blgica, C-236/99, Rec. 2000 p. I-5657.
66
Sentencia de 4 de marzo de 2010, Comisin/Italia, C-297/08, Rec. 2010 p. I-1749.
67
A estos efectos el Tribunal ha reiterado que el reparto constitucional de las competencias
entre autoridades centrales y descentralizadas no tiene ninguna incidencia en la apreciacin del
incumplimiento. Corresponde a los Estados miembros procurar que el cumplimiento de sus obligaciones comunitarias por las autoridades competentes centrales y descentralizadas sea efectivo.
Entre otras vid., sentencia de 24 de noviembre de 1992, Comisin/Alemania, C-237/90, Rec.
1992, p. I-5973, sentencia de 13 de junio de 2002 Comisin/Espaa, C-474/99, Rec. 2002, p.
I-5293.
68
Sentencia de 13 de noviembre de 2008, Comisin/Francia, C-214/07, Rec. 2008, p. I-8357.
69
As, en la sentencia de 4 de marzo de 2010, Comisin/Italia, C-297/08, Rec. 2010 p. I-1749,
se declara el incumplimiento de Italia por un incumplimiento de la regin de Campania.
70
De las doce sentencias dictadas hasta la fecha, cinco han sido condenando a Grecia, tres a
Francia, dos a Espaa, y una a Portugal y a Italia. Es decir las doce han sido para pases del Sur
de Europa. Sentencia de 4 de julio de 2000, Comisin/Grecia, C-387/97, Rec. 2000 p. I-5047;
sentencia de 25 de noviembre de 2003, Comisin/Espaa, C-278/01, Rec. 2003 p. I-14141;
sentencia de 12 de julio de 2005, C-304/02, Comisin/Francia, Rec. 2005 p. I-6263; sentencia
de 14 de marzo de 2006, Comisin/Francia, C-177/04, Rec. 2006 p. I-2461; sentencia de 10 de
enero de 2008, Comisin/Portugal, C-70/06, Rec. 2008 p. I-1; sentencia de 9 de diciembre de
65
226
la cantidad que en ambos casos resulte adecuada, y segn sea la gravedad de las
infracciones, podr solicitar que se imponga una multa coercitiva71 cosa que ha
hecho y se le ha reconocido por el Tribunal en cinco ocasiones, el pago de una
suma a tanto alzado72 que la Comisin ha ganado en tres ocasiones, o ambas
sanciones a la vez73, que ha ocurrido en otras cuatro ocasiones.
Slo en una ocasin el Tribunal de Justicia ha desestimado la peticin de
la Comisin, porque sta no haba podido demostrar la inejecucin de la sentencia de incumplimiento por parte del Estado miembro demandado74. Y en
otros dos asuntos, el Tribunal estim que no proceda imponerle una multa
coercitiva al Estado miembro demandado, porque no existan elementos que
permitiesen concluir que dicha inejecucin continuaba cuando el Tribunal de
Justicia examin los hechos75.
Adems, el Tratado de Lisboa ha aadido un tercer apartado al art. 260
TFUE, referido al incumplimiento de directivas por parte de los Estados miembros, que permite a la Comisin solicitar directamente la imposicin de una
2008, Comisin/Francia, C-121/07, Rec. 2008 p. I-9159 Sentencia de 7 de julo de 2009, Comisin/Grecia, C-369/07, Rec. 2009 p. I-5703; sentencia de 4 de junio de 2009, Comisin/Grecia,
C-568/07, Rec. 2009 p. I-4505; sentencia de 4 de junio de 2009, Comisin/Grecia, C-109/08,
Rec. 2009 p. I-4657; sentencia de 31 de marzo de 2011, Comisin/Grecia, C-407/09, Rec. 2011,
p. I-2467; sentencia de 17 de noviembre de 2011, Comisin/Italia, C-496/09, an no publicada
en la Recopilacin; sentencia de 11 de diciembre de 2012, Comisin / Espaa, C-610/10, an
no publicada en la Recopilacin.
71
Lo ha hecho en cinco ocasiones: sentencia de 4 de julio de 2000, Comisin/Grecia, C-387/97,
Rec. 2000 p. I-5047; sentencia de 25 de noviembre de 2003, Comisin/Espaa, C-278/01, Rec.
2003 p. I-14141; sentencia de 14 de marzo de 2006, Comisin/Francia, C-177/04, Rec. 2006 p.
I-2461; sentencia de 10 de enero de 2008, Comisin/Portugal, C-70/06, Rec. 2008 p. I-1; sentencia
de 17 de noviembre de 2011, Comisin/Italia, C-496/09, an no publicada en la Recopilacin.
72
Lo ha solicitado en tres ocasiones: sentencia de 9 de diciembre de 2008, Comisin/Francia,
C-121/07, Rec. 2008 p. I-9159; sentencia de 4 de junio de 2009, Comisin/Grecia, C-568/07,
Rec. 2009 p. I-4505; sentencia de 31 de marzo de 2011, Comisin/Grecia, C-407/09, Rec. 2011,
p. I-2467.
73
Lo ha pedido en cuatro ocasiones: sentencia de 12 de julio de 2005, C-304/02, Comisin/
Francia, Rec. 2005 p. I-6263; sentencia de 7 de julo de 2009, Comisin/Grecia, C-369/07, Rec.
2009 p. I-5703; sentencia de 4 de junio de 2009, Comisin/Grecia, C-109/08, Rec. 2009 p.
I-4657; Sentencia de 11 de diciembre de 2012, Comisin / Espaa, C-610/10, an no publicada
en la Recopilacin.
74
Sentencia de 10 de septiembre de 2009, Comisin/Repblica Portuguesa, C-457/07, Rec.
2009 p. I-8091.
75
Sentencia de 18 de julio de 2006, Comisin/Italia, C-119/04, Rec. 2006 p. I-6885; sentencia
de 18 de julio de 2007, Comisin/Alemania, C-503/04, Rec. 2007 p. I-6153.
227
228
B)
En caso de incumplimiento por parte del Estado de las obligaciones derivadas del Derecho de la UE, si la disposicin incumplida goza de eficacia directa,
el particular puede, en virtud de los principios combinados de efecto directo y
primaca, conseguir que se le reconozcan y apliquen los derechos que le otorga
el Derecho de la UE, en la gran mayora de los casos, mediante la aplicacin
del Derecho de la UE por el juez nacional83.
La primaca del Derecho de la UE sobre el Derecho nacional se refiere a la
recepcin e integracin en el ordenamiento jurdico espaol de un ordenamiento jurdico diferenciado, proveniente de unas organizaciones internacionales,
y cmo se articulan las relaciones entre las normas espaolas y comunitarias
en caso de contradiccin de las mismas. El principio de la primaca fue establecido por el TJUE en 1964, en la clebre sentencia Costa /ENEL84, y ha
seguido desarrollndose en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia hasta la
actualidad85. Supone que en caso de contradiccin entre las normas del De83
Sobre la aplicacin del Derecho de la UE por el juez nacional, vid., DEZ-HOCHLEITNER
RODRGUEZ, J., La aplicacin judicial del Derecho de la Unin Europea en Espaa Anales
de la Academia Matritense del Notariado, Tomo 50, 2010 p. 33 y ss.
84
Sentencia de 15 de julio 1964, Costa/ENEL, 6/64, Rec. 1964, p. 1141.
85
Entre otras muchas, sentencia de 13 de febrero de 1969, W. Wilhem/Bundeskartellamt,
14/68, Rec. p. 1; sentencia de 17 de diciembre de 1970, Internationale Handelgesellschaft, 11/70,
Rec. 1970, p. 1125; sentencia de 17 mayo 1972, Leonesio, 93/71, Rec. 1972, p. 287; sentencia de 13 julio 1972, Comisin / Italia, 48-71, Rec. 1972, p.529; sentencia de 9 marzo 1978,
Simmenthal, 106/77, Rec. 1978, p. 629; sentencia de 21 mayo 1987, Albako / BALM, 249/85,
Rec. 1987, p. 02345; sentencia de 24 de marzo de 1988, Comisin /Italia, 104/86, Rec. 1988, p.
1799; sentencia de 19 de junio de 1990, The Queen / Secretary of State for Transport, ex parte
Factortame, C-213/89, Rec. 1990, p. 2433; sentencia de 4 de junio de 1992, Debus, C-13/91 y
C-113/91, Rec. 1992 p. I-3617; sentencia de 19 de enero de 1993, Comisin/Italia, C-101/91.
Rec. 1993 p. I-191; sentencia de 2 de agosto de 1993, Ministre Public y Direction du Travail et
de lemploi/Jean-Claude Levy, C-158/91, Rec. 1993 p. I-4287; sentencia de 5 de marzo de 1998.
Solred SA/Administracin General del Estado, C-347/96, Rec. 1998 p. I-937; sentencia de 22 de
octubre de 1998, Ministero delle Finanze/IN.CO.GE.90 e.a., C-10/97 a C-22/97, Rec. 1998,
p. 6307; sentencia de 11 enero 2000, Kreil, C-285/98, Rec. p. I-69; sentencia de 8 junio 2000,
Carra e.a., C-258/98, Rec. 2000, p. I-4217; sentencia de 28 junio 2001, Larsy, C-118/00, Rec.
2001, p. I-5063; sentencia de 11 enero 2007; ITC, C-208/05, Rec. 2007, p. I-181; sentencia de
18 julio 2007, Lucchini, C-119/05, Rec. 2007, p. I-6199; sentencia del Tribunal de Justicia de 5
de junio de 2008, James Wood/ Fonds de garantie des victimes des actes de terrorisme et dautres
infractions, C164/07, Rec. 2008, p. I-4143 ; sentencia de 27 de octubre de 2009, CEZ, C-115/08,
229
Rec. 2009 p. I-10265; sentencia de 19 de noviembre de 2009, Filipiak, C-314/08, Rec. 2009 p.
I-11049; sentencia de 8 de septiembre de 2010, Winner Wetten, C-409/06, Rec.2010, p. I-8015;
sentencia de 5 de octubre de 2010, Elchinov , C-173/09, Rec. 2010, p. I-8889; sentencia de 20
de octubre de 2011, Interedil C-396/09, an no publicada en la Recopilacin; sentencia de 6
de septiembre de 2012, Philips Electronics UK, C-18/11, an no publicada en la Recopilacin.
86
Sobre la aplicacin del principio de la primaca en Espaa y las distintas vas para eliminar
las leyes espaolas contrarias al Derecho de la UE, vid. el Informe sobre la insercin del Derecho
europeo en el ordenamiento espaol, de 14 de febrero de 2008 del Consejo de Estado, http://www.
consejo-estado.es/bases.htm, p. 222 y ss.
87
Sentencia de 9 marzo 1978, Simmenthal, 106/77, Rec. 1978, p. 629; sentencia de 22 de
octubre de 1998, Ministero delle Finanze / IN.CO.GE.90 e.a., C-10/9, Rec.1998, p.I-6307;
sentencia de 20 de octubre de 2011, Interedil C-396/09, an no publicada en la Recopilacin;
sentencia de 6 de septiembre de 2012, Philips Electronics UK, C-18/11, an no publicada en la
Recopilacin.
88
Ya sea la norma nacional contraria anterior o posterior, el rgano judicial nacional no debe
esperar a que sea derogada ni plantear una cuestin de constitucionalidad, sino que debe dejarla
inaplicada por su propia autoridad, y aplicar en su lugar la norma comunitaria. Esta obligacin
de aplicar la norma comunitaria en vez de la nacional, no slo se dirige al juez, sino a todas las
Instituciones del Estado, con sus Administraciones central y autonmicas, sentencia 22 junio 1989,
103/88, Fratelli Costanzo, Rec. 1989, p. 1839, y a los particulares. Pero esa norma nacional contraria, que el Estado tiene la obligacin de adecuar al Derecho Comunitario, seguir aplicndose y
produciendo efectos en relaciones no comunitarias, sino, por ejemplo, con ciudadanos de Estados
terceros.
230
231
Esta jurisprudencia, adems de impedir que el Estado aplique a los particulares su legislacin nacional incorrecta, va a ir ms all, y a partir de 1987100
va a impedir tambin que el Estado intente aplicar a los particulares la directiva
que l ha incumplido, que es lo que se conoce como el efecto directo vertical
inverso.
Al ser la eficacia directa una creacin jurisprudencial, y jugar slo en caso
de incumplimiento del Estado, quiere decir que los particulares han debido
recurrir a procedimientos judiciales para que se les aplique el Derecho de la UE,
y durante muchos aos pareca que tanto la eficacia directa como la primaca
eran principios que slo el juez nacional deba aplicar.
Pero en 1989 el TJUE va a afirmar que las obligaciones derivadas del
Derecho de la UE vinculan a todas las instituciones del Estado, no slo al
poder judicial, a todas las administraciones pblicas, estatales, autonmicas,
provinciales, locales, y que todas, por tanto, debern aplicar a los particulares
las disposiciones de Derecho de la UE que puedan producir efecto directo101.
Esta jurisprudencia del Tribunal de Justicia, coherente ciertamente, con su
concepcin combinada de los principios de eficacia directa y primaca y la
proteccin de los derechos de los particulares, plantea sin embargo, en su aplicacin prctica, muchos interrogantes e inconvenientes102, que no existen en
su versin judicial, ya que las administraciones nacionales no son competentes
para plantear cuestiones prejudiciales al Tribunal de Justicia y poder pedirle
por esa va su interpretacin de las normas de la UE a aplicar, o cuestionar la
validez de las mismas.
La negativa por el TJUE a reconocerle efecto directo horizontal a las directivas iba a crear ms problemas que resolva, pues frente a la pretendida
proteccin de los particulares respecto a las obligaciones que les impondra la
directiva (en opinin del Tribunal slo las impone a los Estados miembros, lo
que es cierto desde un punto de vista estrictamente formal, pero en este tema
100
Sentencias de 11 de junio de 1987, 14/86, Pretore di Sal, Rec. 1987, p. 2545 y de 8 de
octubre de 1987, 80/86, Kolpinghuis Nijmegen, Rec. 1987, p. 3969.
101
Sentencia de 22 de junio de 1989, 103/88, Fratelli Constanzo, Rec. 1989, p. 1839; sentencia
de 29 de abril de 1999, Cila, C-224/97, Rec. p. I-2517 y sentencia de 4 de octubre de 2001,
C-438/99, Jimnez Melgar/Ayuntamiento de Los Barrios, Rec.2001, p. I-6915.
102
Sobre las dificultades para aplicar esta jurisprudencia en la Administracin en Espaa, vid.
el Informe sobre la insercin del Derecho europeo en el ordenamiento espaolde 14 de febrero de 2008
del Consejo de Estado, http://www.consejo-estado.es/bases.htm, p. 225 y ss.
232
233
234
C)
235
236
237
238
239
240
sera posible recurrir a una armonizacin legislativa interna, en virtud del art.
150.3 CE.
Por ltimo queda el art. 155 CE con el cumplimiento forzoso, pero requiere
condiciones tan estrictas para su aplicacin que lo hacen poco probable.
Como consideracin final cabe sealar que ya que la Constitucin de 1978
tuvo en cuenta la futura adhesin de Espaa a las Comunidades Europeas, e
incluy el art. 93 CE, y dado que ya se diseaba la estructura del Estado de las
Autonomas, no habra estado de ms alguna disposicin que contemplara de
manera especfica, las controversias entre el Estado y las Comunidades Autnomas, en ambos sentidos, en la aplicacin del Derecho de la UE133.
A falta de solucin expresamente recogida en el texto Constitucional, en
2010 el Consejo de Estado ha sugerido la aprobacin de una ley, por el procedimiento de ley ordinaria, para la garanta del cumplimiento del Derecho
de la Unin Europea en la que, de modo unitario, se regulen tanto los medios
de prevencin y reaccin frente al incumplimiento del ordenamiento europeo
como los mecanismos de repercusin de la responsabilidad del Estado en los
entes incumplidores, estimando que el artculo 149.1.3a de la Constitucin,
puesto en relacin con su previo artculo 93, ofrece fundamento constitucional
suficiente para la aprobacin de una ley de las caractersticas indicadas134. Esta
sugerencia, que facilitara el cumplimiento del Derecho de la UE por el Estado espaol, no ha sido an asumida por ninguno de los gobiernos que desde
entonces han ejercido el poder en Espaa.
Instituto de Derechos Humanos Bartolom de las Casas. Departamento de Derecho Internacional Pblico, Eclesistico y Filosofa del Derecho. Universidad Carlos III de Madrid.
242
243
244
5
Vid. ANSUATEGUI ROIG, F. J., La dimensin expansiva del constitucionalismo. Retos
y exigencias en VVAA, Teora y Metodologa del Derecho. Estudios en Homenaje al Profesor Gregorio
Peces-Barba, Vol. II, Universidad Carlos III de Madrid-Dykinson, Madrid, 2008, pp. 73-104.
245
246
sino slo aplican un derecho ya creado. Esta teora lleva a sostener que slo
hay normas generales; aquella, que slo hay normas individuales. La verdad se
encuentra a mitad de camino. Los tribunales producen derecho y, por cierto,
como regla, derecho individual; pero al hacerlo dentro de un orden jurdico
que ha establecido un rgano legislativo, o que reconoce en la costumbre un
hecho productor de derecho, aplican un derecho general creado previamente
por va legislativa o consuetudinaria. La sentencia judicial es la continuacin,
no el comienzo, del proceso de produccin del Derecho10.
***
Ms all de la discusin sobre la existencia de un constitucionalismo europeo, lo cierto es que, en su caso, cualquier consideracin del mismo debe
atender a la centralidad de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unin
Europea a la que, tras un largo y azaroso proceso, se le ha reconocido el mismo
valor jurdico que los Tratados11. El contenido de la Carta nos ofrece algunos
datos que pueden ser interesantes desde el punto de vista de la Teora del Derecho. En realidad, el desarrollo jurdico del proceso de integracin europea
ofrece perfiles muy interesantes al respecto, ya que incide de manera central
en algunos aspectos bsicos, como son los que tienen que ver con la teora de
la produccin normativa, con la dinmica interna del Ordenamiento, con la
distincin entre reglas y principios, o con la posicin que ocupan los jueces
en el sistema. Como es sabido, en relacin con los derechos y con su reconocimiento la accin del Tribunal de Justicia ha sido esencial.
Pues bien, en lo sucesivo me voy a centrar en algunas dimensiones de la
Carta que son de especial inters para una teora de la aplicacin del Derecho
(que, como seal anteriormente, es difcilmente distinguible con nitidez de
una teora de la produccin normativa). Me refiero al papel que juega la alusin
a las tradiciones constitucionales comunes a los Estados miembros. Ciertamente,
esta no es la nica cuestin relevante desde el punto de vista de la teora del
Derecho o, si se prefiere, ms en particular, de la teora de los derechos.
247
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252
253
elementos compartidos en un contexto cultural caracterizado por el universalismo y el pluralismo. Ms all de los rasgos que hoy presenta la sociedad europea
(o las sociedades europeas), caracterizados por el pluralismo y la multiculturalidad progresiva, y que deberan tender a reflejarse en los ordenamientos jurdicos
(precisamente debido al carcter democrtico de stos)25, y de las diferentes
comprensiones de lo jurdico que tienen que ver con las tradiciones del Civil
Law y del Common Law26, Barberis ha sealado que, en realidad existen
diversas Europas y que, ms bien, lo tpicamente europeo es el escepticismo
sobre su propia identidad27. Es evidente que estas circunstancias dificultaran
la bsqueda de elementos compartidos que permitieran hablar de una tradicin jurdica occidental/europea. No obstante, en la doctrina existe alguna
referencia que merece ser tenida en cuenta. Me estoy refiriendo a la propuesta
de Harold Berman contenida en su libro Law and Revolution. The Formation
of Western Legal Tradition28. En este libro, Berman caracteriza la tradicin
jurdica occidental a partir de determinados rasgos, algunos de los cuales son
ms fcilmente predicables de la tradicin del civil law, mientras que otros
lo son de la de common law29: 1) distincin entre las instituciones jurdicas
y otro tipo de instituciones. Supone la distincin analtica entre el Derecho
y la moral, la religin o la poltica; 2) la administracin de las instituciones
jurdicas se atribuye a un grupo de profesionales, los juristas, especializados;
3) la formacin de los juristas se lleva a cabo en centros especializados, a partir
de un cuerpo doctrinal y un acervo bibliogrfico especfico y especializado; 4)
la enseanza del Derecho est relacionada con la formacin de una doctrina,
que lleva a cabo una labor de anlisis y sistematizacin del Derecho; 5) el Derecho se concibe como un sistema integrado y coherente, como un corpus
que se desarrolla a lo largo del tiempo; 6) ese corpus incluye mecanismos encaminados a su desarrollo y transformacin; 7) el desarrollo del Derecho no
obedece al azar, sino que tiene una lgica interna; 8) se afirma la supremaca
Vid. BELVISI, F., The Common Constitutional Traditions and the Integration of the
EU, Diritto&Questioni Pubbliche, 6, 2006, pp. 21-37.
26
Vid. GLENN, H. P., Tradizioni giuridiche nel mondo. La sostenibilit della differenza, cit.,
capt. V: La tradizione giuridica di civil law. La centralit della persona (pp. 221-292) y capt.
VII: La tradizione di common law. Letica del giudizio (pp. 377-454).
27
Vid. BARBERIS, M., Europa del Diritto, Il Mulino, Bologna, 2008, p. 37.
28
Harvard University Press, 1983. Existe trad. al castellano, por la que se cita: La formacin
de la tradicin jurdica de Occidente, trad. de M. Utrilla de Neira, Fondo de Cultura Econmica,
Mxico, 1996.
29
Vid. BERMAN, H., La formacin de la tradicin jurdica de Occidente, cit., pp. 17-19.
25
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257
258
a aquellas teoras segn las cuales los derechos no son explicables aludiendo a
esquemas ordenados y unidireccionales, sino ms bien haciendo referencia a
un conjunto de argumentos normativos, que no ocupan posiciones jerrquicas
definitivas. Barberis seala que mientras que la teora de la interpretacin constitucional es monotesta en este sentido, pues asume la unidad y la coherencia
interna del sistema de derechos, la prctica de los tribunales (constitucionales
e internacionales) se identificara con el politesmo.
Como ya he sealado, el valor de estas dicotomas, tal y como las presenta
Barberis, reside en que nos ayudan a comprender la conflictividad interna de
una tradicin jurdica en la que los derechos ocupan un lugar importante. Es
cierto que sin ellas no es comprensible la progresiva conformacin del discurso
de los derechos y su sentido actual. Pero al mismo tiempo ponen de relieve que
ese discurso tiene poco de unidireccional y unvoco.
***
En definitiva, las reflexiones anteriores pueden ser demostrativas de las
dificultades conceptuales e interpretativas que derivan de la introduccin
de la alusin a las tradiciones constitucionales comunes en el discurso de los
derechos. Estas ocupan un lugar importante a la hora de sealar el origen del
reconocimiento y proteccin de los derechos, de la misma manera que constituyen un marco interpretativo, Pero, como hemos visto, la afirmacin del
carcter comn de determinadas tradiciones no es materia fcil e indiscutida.
Estamos, adems, ante una nocin que, construida por los jueces, contribuye a disear un sistema en el que stos desempean un papel importante a
la hora de definir los derechos de los ciudadanos europeos. El activismo de los
jueces a la hora de construir un sistema de derechos en Europa nos revela los
rasgos de una comprensin del Derecho que es relevante desde la perspectiva
de la Teora del Derecho: a) El protagonismo de los jueces en la produccin
del Derecho. Ese protagonismo puede depender de un determinado diseo
institucional (est previsto en l) o pude depender de las insuficiencias o carencias del mismo. Este sera el caso europeo; b) La transformacin del sistema
de fuentes del Derecho como consecuencia de la introduccin en el mismo del
discurso sobre las tradiciones constitucionales comunes; c) La introduccin del
concepto de tradicin constitucional comn entre los criterios de reconocimiento del sistema de derechos obliga a llevar a cabo una labor de integracin
de la pluralidad para identificar lo comn en las diferentes tradiciones cons-
259
Vid. RUGGERI, A., Struttura e dinmica delle tradizioni costituzionali nella prospettiva
dellintegrazione europea, cit. p. 226.
41
Un ejemplo referido a cmo las tradiciones nacionales (en este caso la alemana) pueden ser
tomadas como referencia en la interpretacin del Derecho europeo, puede encontrarse en el trabajo
de JONES, J. Common Constitutional Traditions: Can the Meaning of Human Dignity under
German Law Guide the European Court of Justice?, Public Law, 2004, Spring, pp. 167-187.
40
SEGUNDA PARTE:
COMUNICACIONES
I.
INTRODUCCIN
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265
266
267
de los derechos humanos en los nuevos conflictos armados acorde a los paradigmas del DIDH14.
II. EL CONCEPTO DE LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER
EN EL CONTEXTO ACTUAL A LA LUZ DEL DERECHO
INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Los postrimeros aos del siglo XX se caracterizaron por la proliferacin de
situaciones de nuevos conflictos armados. En esa realidad podemos visibilizar
las violaciones masivas y sistemticas de derechos humanos ms extendidas
e impunes, que han alcanzado proporciones epidmicas y que afectan principalmente a la poblacin civil15. Como bien enfatiza E. Hobsbawn, la gran
diferencia entre el S. XX y S. XXI es que: La guerra ya no transcurre en un
mundo dividido en reas territoriales bajo la autoridad de gobiernos legtimos que
estn en posesin del monopolio de los mecanismos del poder pblico y coercin16,
sino han sido mucho ms frecuentes en conflictos armados internos.
Los nuevos conflictos armados se expandieron rpidamente, como podemos
evidenciar en Libia, Siria, la Repblica Democrtica de Congo, Guinea, Kenia,
Kirguistn, Myanmar, Nigeria, Sri Lanka, Sudn y Zimbabue; cada vez ms
sistemticas, con masivas y generalizadas violaciones de derechos humanos y
con una devaluacin de la proteccin de las vctimas de los nuevos conflictos armados. De tal forma que, no slo son normativas las causas de esta devaluacin
sino, tambin, responden a dificultades en la aplicacin y eficacia de las normas
del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y del DIDH en el terreno17.
Cuestin que, a pesar de la existencia del principio fundamental que prohbe
la amenaza y el uso de la fuerza en las relaciones internacionales y una gama de
normas que regulan el comportamiento de las partes en contexto de conflictos
armados y que protegen a las vctimas, como podemos constatar al da de hoy,
14
Cfr. DAZ BARRADO, C., La responsabilidad de proteger en el Derecho Internacional
contemporneo: Entre lo conceptual y la prctica internacional,, cit., pp. 2-5.
15
Cfr. AMNISTA INTERNACIONAL. La violencia contra las mujeres en los conflictos armados.
Editado por Amnista Internacional (EDAI). Madrid, 2005, pp. 13-15.
16
HOBSBAWN, E. Guerra y Paz en el Siglo XXI, trad., por B. Equibar, F. Esteve, T. Fernndez
y J. Madariaga, Crtica, Barcelona, 2007, p. 11.
17
Cfr. MORGADES, S., La proteccin de las vctimas de los conflictos armados en C. Garca
y A. J. Rodrigo (eds). La seguridad comprometida. Nuevos desafos, amenazas y conflictos armados,
Tecnos. Madrid, 2008, pp. 140-141.
268
269
pliega la RdP concretamente las disposiciones de los prrafos 138 y 139 del
Documento Final de la Cumbre Mundial 2005, respecto de la responsabilidad
de proteger a las poblaciones del genocidio, los crmenes de guerra, la depuracin
tnica y los crmenes de lesa humanidad. Ms an, en el caso de Darfur en
Sudn, la Resolucin 1706, de 31 de agosto de 2006, se sita en el marco
normativo que define la RdP, sobre todo en lo que se dispone en los prrafos
138 y 139 del Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 y, con especial
nfasis en consonancia a la materia, por la Resolucin 1820, de 19 de junio de
2008, sobre Las mujeres, la paz y la seguridad, las Resoluciones 1888 y 1889,
30 de septiembre y 5 de octubre de 2009, o por la Resolucin 1894, de 11 de
noviembre de 2009, sobre Proteccin de Civiles en Conflictos Armados y; por
otro, en el Informe del Secretario General de NU, de 12 enero de 2009, Hacer
efectiva la responsabilidad de proteger24 y en el Informe del Secretario General
sobre La Proteccin de los Civiles en los Conflictos Armados25; en ambos documentos los esfuerzos se centran en su implementacin y eficacia.
En esa perspectiva, en el caso de Libia en 2011 y en Siria en 2012 podemos
evidenciar el comportamiento de los Estados orientados a dotar de contenido
jurdico a la RdP, con independencia de que se llegue a ejercer o no efectivamente. En el asunto libio qued claro: la autorizacin del Consejo de Seguridad
(CS) que permiti acciones en el marco del conflicto libio se sustentaba en las
obligaciones que dimanaban de la RdP y, a la vez, representa la aplicacin prctica de la RdP por parte de los Estados y de la comunidad internacional en su
conjunto, precisada en el prrafo 3 de la Resolucin 1973, de 17 de marzo de
2011, que autoriza la intervencin militar en Libia con un objetivo la proteccin
de civiles establecida en el prrafo 8 de la referida resolucin y, en el punto 3 del
texto, exige tomar medidas en el marco del DIDH, DIH y del ordenamiento jurdico internacional para proteger a los civiles, incluyendo satisfacer sus necesidades
bsicas y asegurar el trnsito rpido y sin trabas de la asistencia humanitaria. Es
altamente relevante porque explcitamente en la citada resolucin estn configurados los dos componentes fundamentales de la RdP: una nocin renovada
de la soberana de los Estados que supondra la asuncin de obligaciones respecto
a su poblacin y la posibilidad de que la comunidad internacional pusiera fin
a situaciones que violan los derechos humanos, incluso adoptando el uso de la
fuerza armada como nuevo mecanismo de aplicacin coercitiva del DIDH; lo
24
25
270
271
nueva norma con obligaciones legales29 plasmada en instrumentos internacionales, cuya cristalizacin depender en buena medida de que el comportamiento
de los Estados la asiente definitivamente en la prctica internacional30. No
obstante, el problema del tema en cuestin es que no existe un marco jurdico,
o unas reglas o directrices acordadas por los Estados, que guen la respuesta de
la comunidad internacional al momento de invocar el uso de la fuerza como
ltima medida para detener violaciones graves en los nuevos conflictos armados
y frenar grandes crisis humanitarias, o para determinar la legalidad o legitimidad en caso de que una intervencin deba llevarse a cabo31.
En el contexto actual es relevante en el tema que nos ocupa superar la
tensin que existe entre los intereses de los Estados y la proteccin de las
vctimas de los nuevos conflictos, es el mximo reto para que la RdP se pueda
afianzar como una norma consuetudinaria en el marco del DIDH; ms an en
un escenario internacional renovado, sin las continuas disputas Este-Oeste e
integrado por una sociedad en el que la RdP exige una respuesta global, pues
no en vano es la comunidad internacional en su conjunto es titular de la RdP.
La legitimidad moral tico-jurdica de la propuesta de imponer la RdP a todos los Estados est fuera de duda, a pesar que su aplicacin en la prctica se
presenta cada vez ms como un autntico problema 32. Son diversas las formas
de desplegarla sobre el terreno, pero las particularidades del conflicto al que se
quiera aplicar y el contexto de la poltica actual sern los dos factores que definirn su xito o fracaso y qu opciones resultan ms o menos factibles, para
que el concepto de la RdP termine de consolidarse como norma jurdica y de
ese modo irradiar todos sus efectos como herramienta til para responder a las
necesidades de las vctimas en los nuevos conflictos armados y frenar grandes
crisis internacionales33.
Cfr. BELLAMY, A. y REIKE, R., The Responsibility to Protect and International Law en
Global Responsibility to Protect, Vol. 2, No. 3, Junio 2010.
30
Cfr. DAZ BARRADO, C., La responsabilidad de proteger en el Derecho Internacional
contemporneo: Entre lo conceptual y la prctica internacional,, cit., p. 15.
31
Cfr. ABBOTT, C., Rights and Responsibilities: Resolving the dilemma of Humanitarian
Intervention. Oxford, Oxford Research Group, September of 2005, p. 2.
32
Cfr. CERVELL HORTAL, M. J., La responsabilidad de proteger cuando el sistema falla,
en Blanc A., (ed.). El proceso de reforma de las Naciones Unidas, Tecnos, Madrid, 2009, pp. 336-337.
33
Cfr. CERVELL HORTAL, M. J., Naciones Unidas, Derecho Internacional y Darfur en
Calvo A. y Carrascosa J., (Directores). Coleccin Ciencia Jurdica y Derecho internacional, Comares,
Granada 2010, p. 137.
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279
1.
INTRODUCCIN
282
de Naciones Unidas se seala que las mujeres indgenas tropiezan con importantes obstculos al pleno goce de sus derechos humanos. Experimentan
mltiples formas de discriminacin, generalmente carecen de acceso a la educacin, la atencin de la salud y las tierras ancestrales, sufren de pobreza en
una medida desproporcionadamente alta y son vctimas de actos de violencia,
como la violencia en el hogar y los abusos sexuales, incluso en los contextos
de la trata y los conflictos armados. Tambin, se indica que la globalizacin
presenta nuevos desafos en muchas partes del mundo. Las funciones de
las mujeres indgenas se han menoscabado debido al efecto combinado de
la prdida de los recursos naturales y el agotamiento de los ecosistemas, su
transformacin en economas monetarias, la modificacin de las estructuras
locales, sociales y de adopcin de decisiones, y la carencia de reconocimiento
poltico en el contexto del Estado2.
En este marco el objetivo del presente trabajo es analizar el desencuentro
entre el Derecho Estatal y el Sistema de Justicia Indgena con una mirada
especial a la situacin de los derechos de las mujeres indgenas. Para tal efecto
en primer lugar, se estudia cmo est reconocido el pluralismo jurdico en el
marco normativo nacional e internacional y la forma cmo se han positivado
los derechos de las mujeres indgenas. En segundo lugar, se examina los compromisos contra la no-violencia hacia la mujer asumidos por el Estado peruano.
En tercer lugar, se realiza una aproximacin a las relaciones de gnero entre los/
las Awajn y sus instituciones organizativas. En cuarto lugar, se analiza aspectos
claves del sistema de justicia Awajn, la violencia de gnero y la interlegalidad.
Por ltimo, se reflexiona sobre el desafo cultural hacia la equidad de gnero y
la justicia; en otras palabras se afirma el valor del dilogo intercultural para la
coordinacin entre los sistemas de administracin de justicia y la construccin
de relaciones de gnero ms equitativas y justas.
El estudio de caso de las mujeres Awajn se basa en la informacin recogida en el trabajo de campo desarrollado en setiembre del 2003 entre los/las
Awajn de la Regin Amazonas3; y la observacin de los comportamientos e
E/C.19/2009/8. 4 de Marzo de 2009. Foro Permanente para las Cuestiones Indgenas de
Naciones Unidas. Octavo perodo de sesiones. Aplicacin de las Recomendaciones del Foro Permanente: Las Mujeres Indgenas. prr.1.
3
CARE-PERU, Implementacin de la estrategia de intervencin para el empoderamiento de la
mujer Aguaruna, 2003. Proyecto Frontera Selva Per-Ecuador Border Region Development Activity
RFA N PERU 527-00-A-015. 2000.
2
283
La Constitucin peruana de 1993 en su Artculo 55 dispone que los tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del derecho nacional.
El sistema constitucional opta por la aplicabilidad inmediata de los tratados
en el Derecho interno. Esto significa que el Estado no requiere emitir acto
adicional alguno de incorporacin, sino que basta con que el Per haya, de
un lado, celebrado el tratado y que ste, de otro, se encuentre en vigor de
acuerdo a sus propias disposiciones4. Asimismo, los tratados que versan sobre
derechos humanos por su contenido material tienen una jerarqua de carcter
constitucional5.
Asimismo, de acuerdo con la Disposicin Final Transitoria Cuarta
de la Constitucin y el Artculo V sobre interpretacin de los derechos
constitucionales del Ttulo Preliminar del Cdigo Procesal Constitucional,
Ley 28237, las normas relativas a los derechos y a las libertades consagrados
en la Constitucin y protegidos por los procesos regulados en el Cdigo en
mencin, deben interpretarse de conformidad con la Declaracin Universal
de Derechos Humanos, los tratados sobre derechos humanos, as como de
las decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos
humanos constituidos segn tratados de los que el Per es parte6. Tambin, de
4
NOVAK, F. y SALMN E., Las obligaciones internacionales del Per en materia de derechos
humanos, PUCP, Lima, 2000, p. 108.
5
LANDA, C., La aplicacin de los tratados internacionales en el derecho interno y las decisiones de las cortes internacionales, especialmente en materia de derechos humanos. Lima, 12
de Diciembre del 2001, en www.amag.edu.pe. En el mismo sentido, NOVAK F., y SALMN
E., op, cit, p. 123. En efecto, en virtud de los artculos 2 y 3 de la actual Constitucin peruana
podemos lograr establecer sin mayor dificultad que las normas sobre derechos humanos contenidas
en tratados, siguen teniendo rango constitucional.
6
Entre los instrumentos internacionales de derechos humanos claves para los pueblos indgenas
estn, la Carta Internacional de Derechos Humanos de la Organizacin de Naciones Unidas-ONU;
la Declaracin Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Convencin Americana sobre
Derechos Humanos; el Convenio 169 de la Organizacin Internacional del Trabjo sobre Pueblos
Indgenas y Tribales en Pases Independientes-Convenio 169/OIT; la Declaracin Universal sobre
la Diversidad Cultural; la Convencin sobre la Proteccin y Promocin de la Diversidad de las
284
Expresiones Culturales; y la Declaracin de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indgenas-DNUDPI.
7
Los pases que han ratificado el Convenio 169/OIT son: Noruega, Mxico, Colombia, Estado
Plurinacional de Bolivia, Costa Rica, Paraguay, Per, Honduras, Dinamarca, Guatemala, Pases
Bajos, Fiji, Ecuador, Argentina, Repblica Bolivariana de Venezuela, Dominica, Brasil, Espaa,
Nepal, Nicaragua, Chile, Centro Africana Repblica.
8
STC N 0022-2009-PI/TC, prr. 9.
285
Tambin, la STC N 05427-2009-PC/TC, enfatiza la existencia de importantes instrumentos internacionales, algunos vinculantes y otros ilustrativos,
de cuya interpretacin se puede colegir que el Estado peruano se encuentra
obligado a adoptar medidas de derecho interno (entre ellas, normas legales e
infralegales) con la finalidad de dar eficacia a los derechos reconocidos en los
pactos internacionales. Entre los instrumentos, de carcter ilustrativo se menciona a la DNUDPI, y se destaca el Artculo 38 de la misma, [l]os Estados,
en consulta y cooperacin con los pueblos indgenas, adoptarn las medidas
apropiadas, incluidas las medidas legislativas, para alcanzar los fines de la presente Declaracin11.
En esta lnea, sobre la relacin entre el Convenio 169/OIT y la DNUDPI,
la STC N 05427-2009-PC/TC, el Tribunal resalta la complementariedad
entre el Convenio 169/OIT y la DNUDPI cuando seala que el Artculo 12
del Convenio 169/OIT sobre proteccin contra la violacin de los derechos
de los pueblos indgenas debe ser concordado con lo establecido en el Artculo
37 de la DNUDPI, Los pueblos indgenas tienen derecho a que los tratados,
acuerdos y otros arreglos constructivos concertados con los Estados o sus sucesores sean reconocidos, observados y aplicados y a que los Estados acaten y
respeten esos tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos12.
10
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287
288
289
indgenas tienen derecho a promover, desarrollar y mantener sus estructuras institucionales y sus propias costumbres, espiritualidad, tradiciones, procedimientos,
prcticas y, cuando existan, costumbres o sistemas jurdicos, de conformidad con
las normas internacionales de derechos humanos (artculo 34). De esta manera,
la DNUDPI al igual que el Convenio 169/OIT, protege los derechos humanos
de las mujeres indgenas y fija como lmite a los sistemas jurdicos indgenas, las
normas de derechos humanos internacionalmente reconocidos.
Al tratar de determinar qu se entiende por derecho consuetudinario,
encontramos que no existe una definicin consensual entre los especialistas,
de all que algunos optan por utilizar el trmino, costumbre jurdica o legal,
derecho propio o sistema jurdico alternativo. As, Almoguera, define la costumbre como un centro normativo emprico cuyo reconocimiento est ligado
a la tradicin que representa y en la que descansa18. Un elemento caracterstico
de la costumbre segn Almoguera y Daz, es la repeticin de actos que se remonta a un tiempo anterior, y que se espera que se prolongue igualmente en
el futuro19. Mientras que para Yagez, la costumbre jurdica es un modo de
proceder arraigado en la comunidad por su habitual observancia y que tiene
contenido jurdico. Es decir que las reglas que integran la costumbre (derecho
consuetudinario) recaen sobre sectores de la realidad social que, de acuerdo a las
circunstancias de la comunidad en cada tiempo y lugar, exigen o merecen una
reglamentacin jurdica. Esto imprime a las reglas jurdicas de un carcter que
por ejemplo no tienen los usos convencionales de cortesa, por grande que sea
su arraigo social. Es por esto que Yagez seala que, cuando una persona acta
de conformidad con una costumbre jurdica, de alguna manera lo hace con la
conviccin de que no deba haber actuado de otra forma y de que, s lo hubiera
hecho, habra incurrido en violacin de una verdadera regla de derecho20.
Stavenhagen, da una definicin ms completa cuando seala que el concepto de derecho consuetudinario se refiere a un conjunto de normas legales
de tipo tradicional, no escritas ni codificadas, distinto del derecho positivo vigente en un pas determinado. De esta manera, indica que este concepto puede
implicar que el derecho consuetudinario es anterior en trminos histricos al
ALMOGUERA, J., Lecciones de Teora del Derecho, Reus, Madrid, 1995, p. 263.
Ibid., p. 263. En el mismo sentido DAZ, E., Sociologa y Filosofa del Derecho, Taurus, Madrid,
1988, p. 32.
20
YAGEZ, R., Una Teora del Derecho: Introduccin al Estudio del Derecho, Civitas, Madrid,
1993, p.269-270.
18
19
290
derecho codificado; pero tambin que puede coexistir con el derecho estatal.
Coexistencia que puede significar una adaptacin mutua o bien puede representar un conflicto entre sistemas legales o jurdicos21. Tambin indica, que a
diferencia de las sociedades complejas con Estado, el derecho consuetudinario
en las socieades tribales o menos complejas reviste una especial especificidad en
la medida que no constituye una esfera diferente y autnoma de la sociedad;
por el contrario lo jurdico se encuentra inmerso en la estructura social22.
Dicho esto, hay que sealar que muchos pueblos indgenas en el mundo a
pesar del grave impacto de las polticas de asimilacin e integracin homogeneizantes de los Estados han logrado preservar sus valores sociales, culturales,
espirituales, religiosos, instituciones y prcticas consuetudinarias o derecho
consuetudinario. No obstante, el derecho consuetudinario indgena no es
esttico ni inmutable, pues si bien puede contener elementos cuyo origen
puede trazarse desde la poca precolonial, tambin contiene otros de origen
colonial, y otros ms que han surgido en la poca contempornea23. Por lo que
Stavengahen dice:
En todo caso, todos estos elementos constitutivos del derecho consuetudinario conforman un complejo interrelacionado que refleja la cambiante
situacin histrica de los Pueblos Indgenas, las transformaciones de su ecologa, demografa, economa, y situacin poltica frente al Estado y sus aparatos
jurdicos-administrativos24.
En suma, la concepcin posmoderna del pluralismo jurdico y el derecho
contribuyen a estudiar los sistemas jurdicos indgenas en un contexto de cambio, continuidades y discontinuidades. A propsito del caso de los derechos de
las mujeres Awajn se busca develar cmo el Derecho Indgena y el Derecho
Estatal se interrelacionan, interactuan, mezclan y superponen; y la apuesta por
el dilogo intercultural, como el mecanismo para abordar las situaciones lmite
entre sistemas jurdicos.
3.
291
292
293
que cause dao fsico o psicolgico, maltrato sin lesin, inclusive la amenaza
o coaccin graves y/o reiteradas, as como la violencia sexual (artculo 2).
La crtica sustantiva que se formula a esta normativa es que estas conductas no
han sido tipificadas como delitos; por tanto, la sancin efectiva opera cuando
la violencia deriva en un delito de lesiones. Circunstancia que constituye una
barrera para el acceso a la justica y ubica a las mujeres en una situacin de
grave indefensin. Con la nueva Ley 29819, Ley de Feminicidio que modifica
el artculo 107 del Cdigo Penal, si bien el feminicidio deja de ser un hecho
de violencia intrafamiliar normado por la Ley 26260, se incorpora dentro del
Cdigo Penal dentro del delito de parricido, no como un delito autnomo. Por
otra parte, queda circunscrito al mbito familiar y de las relaciones de pareja,
cuando el feminicidio es el homicidio de las mujeres por razones de gnero29.
La Ley 26260 establece que es poltica pblica permanente del Estado la
lucha contra toda forma de violencia familiar. Entre otras acciones que deben
desarrollarse se encuentra la implementacin de acciones de prevencin y
atencin de la violencia familiar en las zonas rurales del pas (artculo 3.h). Un
vaco normativo tiene que ver con la falta de definicin de los mecanismos de
coordinacin entre la Justicia Nacional y la Justicia Indgena para efecto de la
proteccin de las mujeres indgenas frente a la violencia familiar.
Por otra parte, la Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres, Ley 28983, aprobada el 2007, establece el marco normativo, institucional
y de polticas pblicas en los mbitos nacional, regional y local, para garantizar
a mujeres y hombres el ejercicio de sus derechos a la igualdad, dignidad, libre
desarrollo, bienestar y autonoma, impidiendo la discriminacin en todas las
esferas de su vida, pblica y privada, propendiendo a la plena igualdad (artculo1).
De conformidad con la Convencin Para la Eliminacin de Toda Forma
de Discriminacin Hacia la Mujer-Convencin CEDAW, ratificada por el
Estado peruano mediante Resolucin Legislativa N 23432 y la Constitu29
Vid. Ley 29819 Modifica el Artculo 107 del Cdigo Penal. Parricidio/Feminicidio, El
que a sabiendas, mata a su ascendiente, descendiente, natural o adoptivo, o a quien es o ha sido
su cnyuge, su conviviente, o con quien est sosteniendo o haya sostenido una relacin anloga
ser reprimido con pena privativa de libertad no menor de quince aos.
La pena privativa de libertad ser no menor de veinticinco aos, cuando concurran cualquiera
de las circunstancias agravantes previstas en los numerales 1, 2, 3 y 4 del artculo108.
Si la vctima del delito descrito es o ha sido la cnyuge o la conviviente del autor, o estuvo ligada
a l por una relacin anloga el delito tendr el nombre de feminicidio.
294
30
31
MIMDES, Sistematizacin Foro, La Mujer Rural en las Polticas Pblicas, Octubre 2009, p. 8-9.
Ibid., p. 9.
4.
295
296
297
298
36
299
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301
302
303
Ibid., p. 6.
Ibid.
Ibid.
304
305
tiempo, y por parte de las autoridades judiciales no hay una comprensin sobre
la realidad cultural Awajn y sus derechos.
6.
A MANERA DE CONCLUSIN
306
Ibid., p. 7.
1
Respecto del tratamiento de las peculiaridades en la interpretacin constitucional, cfr. Prez Luo, Antonio Enrique, Derechos humanos, Estado de derecho y Constitucin, Tecnos, 10 ed.,
Madrid, 2010, p. 256 y ss.
2
Principalmente en FISS, O., The law as it could be, New York University Press, New YorkLondon, 2003 y la traduccin al espaol utilizada en este trabajo, Fiss, Owen, El derecho como
razn pblica, trad. de E. Restrepo, Marcial Pons, Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 2007; Fiss,
Owen, Objectivity and interpretation, Stanford Law Review, no. 4, vol. 34, 1982, p. 739-763.
3
Ibidem, p. 15-20 passim.
308
309
310
autoridad, misma que es conferida por una comunidad20 para obtener una
objetividad limitada entendida como intersubjetividad21.
La mencionada comunidad interpretativa integrada por los jueces es una
realidad derivada del oficio que les corresponde desempear a determinados
sujetos, dentro del aparato judicial de una determinada comunidad poltica,
que les permite expresarse con la autoridad del derecho22. En la citada comunidad se busca el consenso en una situacin no limitada de comunicacin y libre
de dominacin23, donde la magistratura no utiliza dichas reglas en beneficio
propio24, ya que su autoridad deriva de la Constitucin y se integran bajo el
supuesto de que respetarn el rule of law como sus presupuestos bsicos.
Bajo los presupuestos bsicos de la comunidad interpretativa, Owen Fiss,
distingue entre la objetividad y la correcin de la interpretacin. La primera
responde a la legitimidad de la interpretacin en su conversin en legalidad25,
mientras que la segunda responde a la adecuacin de los elementos del caso y a
la comprensin de los datos relevantes. A pesar de que ambas calidades surgen
de las mismas reglas, puesto que la objetividad se refiere a la fuerza limitativa
de las reglas interpretativas y a la limitacin del juicio, mientras que la correccin responde al contenido de las reglas pero desde la perspectiva interna, la
legitimidad depende de la objetividad ms que de la correcin26. Llegados
a este punto es preciso preguntarnos, cul es el alcance de las dicotomas
objetividad-subjetividad y correcin-error en el contexto de la legitimidad,
dado que dicha precisin no es tratada en profundidad en la obra y, por tanto,
queda en entredicho respecto de las consecuencias gnoseolgicas al respecto27.
En ese sentido, es parecido a la propuesta de P.Ricoeur, es decir, acudir a la comunidad de
interpretes mediante el dilogo para evitar la deriva infinita de la interpretacin; cfr. BEUCHOT,
M., op. cit., nota 15, p. 33.
21
FISS, O., op. cit., nota 2, p. 213.
22
En ese sentido se entiende que la jurisprudencia obliga a toda la comunidad judicial, prctica
generalizada en la mayora de los sistemas jurdicos; cfr. Ibidem, p. 208.
23
PREZ LUO, A. E., op. cit., nota 1, p. 271.
24
Al respecto, cfr. Ibidem, p. 273.
25
Cfr. DAZ, E., Estado de derecho y sociedad democrtica, Ed. Cuadernos para el dilogo, 4
ed., Madrid, 1972.
26
Fiss, Owen, op. cit., nota 2, p. 211 y 212.
27
Respecto de los mtodos de interpretacin constitucional, se busca un equilibrio entre la
prioridad del dato normativo, mtodos formal y sistemtico, y sus presupuestos fcticos, la interpretacin material y evolutiva; cfr. PREZ LUO, op. cit., nota 1, p. 282.
20
311
312
313
314
FINNIS, J., Natural law & natural rights, Oxford University Press, 2 ed., Oxford, , 2011,
p. 17. En ese sentido, la referencia a la inferencia ilcita de derivar una proposicin prescriptiva o
de deber ser de una preposicin descriptiva o de ser, cfr. Ibidem, p. 33-47.
46
Idem.
47
La regla lgica de que la conclusin sigue la parte dbil de las premisas; adems cfr. Massini
CORREAS, C. I., Constructivismo tico y justicia procedimental en John Rawls, UNAM-Instituto
de Investigaciones Jurdicas, Mxico, 2004, 59-64.
45
315
48
Da el ejemplo del caso Scott vs. Sandford, 60 US 393, respecto de la esclavitud y la condena
que se hizo a esta decisin judicial evaluada desde criterios ticos para 1857; cfr. Finkelman, Paul,
Scott vs. Sandford, en Boyer, Paul (ed.), The Oxford companion to United States history, Oxford
University Press ,Oxford, 2001, p. 693-694.
49
De ah el esfuerzo de algunos filsofos de reconstruir la ontologa considerando sus lmites
hermenuticos, al respecto, cfr. Beuchot, Mauricio, op. cit., nota 15.
50
FISS, O., op. cit., nota 2, p. 216.
51
Al respecto cfr. MASSINI CORREAS, C. I., La falacia de la falacia naturalista, EDIUM,
Mendoza, 1995.
316
En este particular partimos de la cuestin metatica de que s existen hechos morales, es decir,
de una teora moral sustantiva a partir de la reconstruccin de la ontologa que se desarrolla en la
filosofa contempornea, entre otros, cfr. Moreso, Juan Jos, La constitucin: modelo para armar,
Marcial Pons, Madrid, 2007, p. 69-92 y Beuchot, Mauricio, Interculturalidad y derechos humanos,
Editorial siglo XXI, Mxico, 2005.
52
1.
JUDICIAL ACTIVISM
318
319
ANTITRUST ADJUDICATION
320
Section 2 of the Competition Act states that its purpose is to promote and
maintain competition to promote the efficiency, adaptability and development
of the economy, to provide consumers with competitive prices and product
choices and to advance the social and economic welfare of South Africans.
Section 8, in turn, determines that it is prohibited for a dominant firm to
charge an excessive price to the detriment of consumers [and to] refuse to give
a competitor access to an essential facility when it is economically feasible to
do so.
Among the most successful uses of competition law regarding generics
in South Africa was a complaint brought before its competition commission
against GlaxoSmithKline and Boehringer Ingelheim in 2002, as well as an
agreement obtained from Bristol-Myers Squibb by an NGO, under the threat
of an antitrust complaint in 2005. Both cases are based on abuse of dominance,
and focus extensively on excessive pricing with regard to pharmaceutical
products for the treatment of HIV infection and AIDS-related diseases.
Both cases provide extremely interesting insights on non-conventional (or
alternative) policy uses of competition law and policy in the pharmaceutical
area6.
In Hazel Tau and Others v GlaxoSmithKline and Boehringer Ingelheim, the
complainants bluntly alleged that the prices that GSK and BI were charging
for their products were responsible for the premature, predictable and
avoidable loss of human lives. The Commission found GSK and BI guilty of
anti-competitive behaviour by engaging in restrictive practices that violated
the Competition Act of 1998s prohibitions against excessive pricing (section
8(a)), denying a competitor access to essential facilities (section 8(b)) and
exclusionary acts with an anticompetitive effect outweighing technological,
efficiency or other pro-competitive gains (section 8(c).
The Competition Commission also referred their refusal to license generic
manufacturers to the competition tribunal for a ruling, and requested that
the tribunal make an order authorising any person to exploit the patents
to market generic versions of the respondents patented medicines or fixed
dose combinations that require these patents, in return for the payment of a
6
BERGER, J., Advancing public health by other means: using competition policy to increase access to essential medicines. Bellagio Series on Development and Intellectual Property Policy: Policy
Options for Assuring Affordable Access to Essential Medicines, ICTSD, 2004.
321
322
February 2006, against GSK for its refusal to negotiate with Fabbrica Italiana
Sintetici SpA a voluntary license for the manufacture of an active ingredient
(Sumatriptan Succinate) to produce a migraine drug. Also, on 21 March
2007, the Italian Competition Authority issued a compulsory license for the
active ingredient (Finasteride) of a product used to treat prostatic hypertrophy,
prostate cancer and baldness. The three of these compulsory licences involved
exports (trade in generics) to other European countries9.
In consequence, it is reasonable to suggest that judicial and administrative
authorities in developing countries should seriously benchmark these prohealth readings on the competition laws and policies of technology-exporting
countries, in order to obtain extra negotiating leverage in relation to their own
policies. This is particularly the case with regard to the major export-oriented
generic producers from the developing world such as India, Brazil and China,
among others.
It is also important not to underestimate the empowering legal language
of competition in promoting pro-health public policies in the developing
world. In this sense, competition rules and policies allow not only judicial
and regulatory authorities but also health ministers to take a more vigilant and
proactive role (vis a vis other domestic agencies) with regard to health-related
economic law and policymaking.
3 INTER-STATE BENCHMARKING
Limitations and exceptions to patent rights are essential to development,
and domestic judicial authorities have much to say in this regard. The
issue is in fact already part of the implementation measures on the WIPO
Development Agenda. The WIPO Standing Committee on the Law of Patents
(SCP) has been considering Exceptions and Limitations to Patent Rights
as an agenda item. In June 2008, the SCP asked the WIPO Secretariat to
establish preliminary studies on exceptions from patentable subject matter
and limitations to the rights, inter alia research exemption and compulsory
licenses. Interestingly, in 2010, Brazil proposed setting up a working program
9
See IP/C/61 Annual Review of the Decision on the Implementation of Paragraph 6 of the Doha
Declaration on the TRIPs Agreement and Public Health, Report to the General Council (18 November
2011), paragraphs 51-54.
323
on this issue for the purpose of drawing up a WIPO public policy manual on
exceptions and limitations10.
However, tensions are enormous. For example, Delegates at the 18th session
of the WIPO Standing Committee of the Law of Patents (SCP) between 21
and 25 of May 2012 were not able to reach agreement on its own future work
program, as a result of the strong differences that arose when working on
agenda items such as patents and health, exceptions and limitations to patent
rights, quality of patents and technology transfer. Positions between Group B
(industrialized countries) particularly United States and EU and developing
countries were irreconcilable as a result of a joint proposal on this future program
tabled by the African Group and the Development Agenda Group11.
In addition, recent US judicial practices regarding CL permanent
injunctions (TRIPs article 44) are already being considered by developing
countries as potential new alternatives to widen policy space with regard
to export-oriented pharmaceutical CL. In this regard, compulsory licenses
granted under Part III of the TRIPS (enforcement) and thus those based on
article 44 (injunctions) are under a different regime than the compulsory
licenses granted under the procedures of Part II (standards): the former are not
subject to the restrictions existing for Article 30 and 31.
In the chessboard politics of global IP standards, the African Group/DAG
thus made a strategic move in 2011, by requesting that the International
Bureau of WIPO organize a technical workshop on state practice involving
the compulsory licensing of medical technologies, including the application
of TRIPS Articles 30, 31 and 4412.
The balance between exclusivity (patent monopoly rights) and public
interest is generally considered to be provided by the subtle interplay of articles
30 and 31. Therefore, it is as part of this interplay that TRIPs-consistent policy
options are conventionally defined nowadays: article 30 details substantive
criteria for exceptions to exclusivity and article 31 details a list of procedural
requirements to limit exclusivity. However, article 44 also potentially provides
for further flexibility with regard to permanent injunctions.
See SCP/14/7, Proposal from Brazil, Standing Committee on the Law of Patents, Fourteenth
Session, Geneva, (January 20, 2010).
11
See in particular SCP/16/7 Joint proposal of the African Group and the Development Agenda
Group (may 18, 2011).
12
See SCP/16/7.
10
324
CORPORATE CAPTURES
Modern patent systems have created high returns on revenues, assets and
shareholders equity for decades, resulting in the pharmaceutical industry being
annually ranked among the most profitable industries in the world. The figure
See eBay Inc. v. MercExchange, LLC, 547 U.S. 388, 391 (2006).
See MACE, A., TRIPS, EBay, and denials of Injunctive Relief: is article 31 compliance
everything?, Columbia Science and Technology Law Review, Vol.X (2009): 233-266 and COTROPIA, Ch. A., Compulsory Licensing Under TRIPS and the Supreme Court of the United States
Decision in eBay v. MercExchange, Comparative Patent Law: A Handbook of Contemporary Research,
Edward Elgar 2008, pp.557-583.
15
See Edwards Lifesciences v. CoreValve, Inc. and Medtronic CoreValve, LLC, No. 2011-1215,
-1257, Fed. Cir. (2011).
16
See Doc IP/C/M/67, Council for Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights-Minutes
of meeting, 24-25 October and 17 November 2011), (15 February 2012), paragraphs 221-223.
13
14
325
provided by PhRMA itself in its 2011 industry profile reached $ 67.4 billion
on Global R&D by all private companies in 201017. For that same year, the
estimate on Global Sales by industry-friendly IMS Health Market Prognosis
reached $ 856 billion18.
These revenues are highly concentrated in the markets of developed
countries but global IP standards and enforcement have fuelled CEOs
and shareholders expectations on high future returns on investments in
pharmaceutical R&D and marketing.
In practice, this phenomenon has produced a global money illusion
on exponential increases of corporate profits. As a result, brand-name
pharmaceutical companies are involved in aggressive strategies to secure
worldwide monopoly rents, and not open to other profitable but also wealthenhancing strategies.
For example, brand-name pharmaceutical companies could easily obtain
profits at least comparable to those of generic producers (profiting from offpatent medicines in developing countries) by simply selling their brand-name
products to larger numbers of poor people at very low prices19. That was in
fact the rationale of the government of Thailand, when it officially suggested
shifting pricing strategies based on low-volume, high margin returns to highvolume, low margin returns20.
However, brand-name companies are less focused on price-based
competition with generic companies than on derailing them from global
pharmaceutical markets through aggressive lobbying and litigation. In
this regard, it is reasonable to argue that their business model should be
reconsidered.
The recommendations of the WHO Commission on Intellectual Property
Rights, Innovation and Public Health (CIPIH) to companies are clear:
companies should adopt patent and enforcement policies that facilitate greater
See 2011 PhRMA industry profile, page 2.
See Total Unaudited and Audited Global Pharmaceutical Market: 2003-2010, IMS Health
Market Prognosis (March 2011).
19
REICHMAN, J., Compulsory Licensing of Patented Pharmaceutical Inventions: Evaluating
the Options, 37 Journal of Law, Medicine and Ethics (2009): 247-263.
20
See Facts and Evidence on the 10 Burning Issues Related to the Government Use of Patents
on Three Patented Essential Drugs in Thailand, Ministry of Public Health and National Health
Security Office, Thailand, February 2007.
17
18
326
21
See Public Health, Innovation and Intellectual Property Rights, CIPIH Final Report, WHO,
2006, paragraph 4.16, page 181.
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