Fontaine Guillaume

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Panel Desarrollo Sustentable

I. Guillaume Fontaine1: Sobre conflictos socio-ambientales en la


Amazona. El estado y la gobernabilidad global
Resumen
El presente artculo trata de los conflictos socio-ambientales relacionados con el
petrleo en la Amazona ecuatoriana y colombiana. Nuestra tesis es que el tratamiento de
esos conflictos merece mayor implicacin por parte del Estado, que lo que plantean las
teoras de resolucin de conflictos, que han ido imponindose en Amrica Latina en el ltimo
decenio.
En la primera parte explicamos por qu los conflictos socio-ambientales se
multiplicaron en los aos noventas. Salimos del estudio comparativo de los impactos socioambientales de las actividades petroleras en ambos pases, para luego presentar dos
conflictos involucrando a grupos tnicos (los Uwa en Colombia y los Secoya en Ecuador) y
las filiales colombiana y ecuatoriana de Occidental Oil & Gaz Corporation. En la segunda
parte explicamos lo que est en juego detrs de los conflictos, y es la demanda de
participacin a la elaboracin de un nuevo modelo de desarrollo. Los analizamos en
trminos de lgicas racionales, alianzas y oposiciones, haciendo hincapi en el papel de la
sociedad civil y del Estado. En fin, exponemos el contexto y las modalidades en que las
polticas pblicas de desarrollo tienen que ser redefinidas para tomar en cuenta las
demandas expresadas en los conflictos socio-ambientales y elevarlas a nivel de la
gobernabilidad global.

Introduccin: resolucin o gobernabilidad de conflictos?


Tras la multiplicacin de los conflictos relacionados con las actividades extractivas en
los noventas, se ha vuelto un tropo comn hablar de los conflictos en trminos de manejo y
resolucin. Entre las principales iniciativas que se han tomado en este mbito, vale
mencionar los proyectos de la Organizacin para la Alimentacin y la Agricultura (FAO) 2 y
del Banco Mundial en la regin andina, ms una multitud de iniciativas locales como
aquellas de las Universidades de Harvard, Berkeley, Florida y la Cooperacin Tcnica
Alemana (GTZ). 3 Sin prejuzgar la buena fe de los actores al origen de esas iniciativas, cabe
preguntarse cun eficiente es la resolucin de conflictos y hasta dnde coincide con las

Socilogo. Doctor de la Universidad Sorbonne Nouvelle, Pars III. O BSERVATORIO S OCIO-AMBIENTAL de FLACSO
SEDE ECUADOR.
2
Entre 1993 y 1999, la FAO contrat un Grupo de resolucin de conflictos socio-ambientales, auspiciado por el
Programa Bosques, rboles y Poblacin (FTPP). (Varea et al., 1995; Ortiz et al., 1999). Desde 1998, el
Banco Mundial auspicia el Programa Energa Ambiente y Poblacin, ms conocido como el Dilogo
Tripartito entre la Organizacin Latinoamericana de Energa (OLADE), la Asociacin Regional de
Petrleo y Gas Latinoamericano (ARPEL) y la Coordinadora de Organizaciones Indgenas de la Cuenca
Amaznica (COICA).
3
Los programas auspiciados por esas organizaciones son: el Proyecto OEA-Harvard (PONSACS), el Centro
para la Investigacin en Diseo Ambiental (CEDR) el Instituto para la Ciencia y los Estudios
Interdisciplinarios (ISIS) de Amherst y el Programa de Manejo de Conflictos Socio-ambientales de la
GTZ .

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

pretensiones de validez de los discursos estatal, empresarial y sociales en torno al manejo


sustentable de los recursos naturales. Dicho en otras palabras: Es suficiente que una
tcnica sea eficiente para asegurar la sostenibilidad de las actividades extractivas? 4
Los esquemas propuestos por las teoras de resolucin de problemas (por ejemplo
Fisher et al., 1991; Axelrod, 1997) son de un inters limitado para nuestro tema, debido a la
complejidad de las modalidades de alianza y oposicin que caracterizan los conflictos socioambientales. Desde luego, sus mecanismos no pueden aplicarse a esos conflictos sin
reducirles a su dimensin econmica o identitaria. A lo mejor, reducen as el conflicto de
valores a una dimensin cultural y hasta esencialista. En otros casos, reducen el conflicto de
intereses a una lucha por el control del poder o el acceso a escasos recursos. Adems, no
encontramos en la realidad los principales postulados que fundamentan los anlisis en
trminos de dilema del prisionero o de eleccin racional: la similitud de objetivos
perseguidos, la igualdad de acceso a la informacin y los recursos movilizables.
La segunda crtica que va en contra de una aplicacin de las teoras de resolucin de
problemas a los conflictos socio-ambientales es que pretenden hacer tabula rasa de los
modelos clsicos de la sociologa. La sociologa de accin presupona dos niveles de
conflicto: el uno, con un fuerte nfasis funcionalista, los trataba como mal funcionamientos
de la sociedad, mientras que el otro, ms crtico, trataba los conflictos colectivos como
tensiones entre los actores y el sistema institucional. En cambio, las teoras de resolucin de
conflictos hacen caso omiso de esos antecedentes y pretenden abordar el conflicto en una
perspectiva particularista, a nombre de una eficiencia pragmtica. Por otra parte, el estrello
de los conflictos en una multitud de acciones directas pretende reducir el papel del Estado al
de un intendente y la ley a un recurso cuya funcin es amplificar si no crear el conflicto.
Opinamos como Bustamante (1999: 259) que este triunfo de la praxis sobre la teora
viene de un triple cambio en la realidad social: la desarticulacin de las condiciones de lucha
poltica, la destructuracin del marco legal nacional y la desaparicin de valores societales
comunes. Con la prdida de discurso poltico, que se refiere a una globalidad, los conflictos
adquieren una tendencia particularista y los discursos se vuelven retricos. El problema es
que tienen poca probabilidad de llevar a soluciones duraderas ya que, cualquiera sea la
solucin adoptada en la negociacin, puede ser cuestionada por una de las partes al rato de
entrar en aplicacin. Para salir de este callejn sin salida, es preciso el estudio los conflictos
socio-ambientales retome una dimensin crtica. Ello implica reconsiderar la naturaleza
poltica del objeto de estudio, para que ste se vuelva un proceso integrador de la
ciudadana, en el cual las partes en presencia tienen la misma legitimidad y, por lo tanto, los
mismos derechos y deberes.
Pensamos que lo que est en juego va ms all de una resolucin con arreglo hacia
fines prcticos y que la multiplicacin de esos conflictos no es para nada fortuita. Una
hiptesis es que resulta del doble proceso de incremento de las actividades extractivas y de

Perseguimos aqu una reflexin adelantada por el OBSERVATORIO SOCIO-AMBIENTAL de FLACSO SEDE ECUADOR.
Cf. en particular Bustamante (03/2002) y Fontaine (04/2002 y 08/2002 a).

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fortalecimiento de las organizaciones sociales en los noventas. Es lo que mostraremos en


un primer momento (I), con el estudio de dos casos Colombia y Ecuador. De all deriva una
segunda hiptesis, y es que la resolucin duradera de esos conflictos pasa por una
redefinicin del papel del Estado y de la sociedad civil en el diseo de un nuevo modelo de
desarrollo. Es lo que mostraremos en un segundo momento (II).

Las virtudes de los conflictos socio-ambientales


Los estudios de casos que se presentan a continuacin suelen dar una muestra de la
diversidad de situaciones conflictivas y de los elementos comunes que les caracterizan en la
regin amaznica. Veremos en un primer momento cules han sido los impactos socioambientales de las actividades petroleras en Colombia y Ecuador. Luego presentaremos dos
conflictos involucrando a comunidades indgenas (los Uwa en Colombia y los Secoya en
Ecuador) y a dos filiales de Occidental Oil and Gas Corp. (Occidental de Colombia y
Occidental Exploration Petroleum Company, respectivamente Oxy y OEPC).

Los efectos positivos de las denuncias de los impactos socio-ambientales


La denuncia de los impactos socio-ambientales de las actividades petroleras se
volvi un tema controvertido de poltica internacional en los noventas, mientras se
multiplicaban los conflictos socio-ambientales en la regin amaznica. En Ecuador, esos
impactos son principalmente la herencia de la era Txaco, que abarca los setentas y
ochentas; en Colombia proceden ante todo de la violencia generalizada que afecta este
pas.

Los impactos socio-ambientales en Ecuador


Los mayores impactos socio-ambientales provocados por las actividades petroleras
el Ecuador resultan de la era Txaco (1967-1992). Una primera investigacin sobre
aquellos impactos fue realizada por la abogada estadounidense Judith Kimerling, donde
aparece que los 30 derrames ms graves del sistema de oleoductos trans-ecuatoriano
ocasionaron la prdida de 403.200 barriles5, a los que se suman 456.000 barriles de crudo,
450 millones de barriles de aguas de formacin vertidos al medio ambiente y 6.667 millones
de metros cbicos de gas incinerados al aire libre6. Pese a la imprecisin de ciertas cifras y
su aspecto algo periodstico, en el 2002 esta investigacin segua siendo la principal fuente
de informacin pblica sobre los impactos socio-ambientales de las actividades petroleras
en el Ecuador. Adems, fue el punto de partida de un juicio muy mediatizado, tras una

A contrastar con los 259.200 barriles vertidos por el buque Exxon Valdez en Alaska (1 barril = 158,98 litros
medidos a 15,5 celsius al nivel del mar).
6
Calculado a partir de Kimerling (1992: 44, 50, 56).

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

demanda contra Txaco, presentada ante las cortes estadounidenses por una asociacin de
comunidades ecuatorianas en noviembre 1993.
Un segundo informe fue realizado por Centro de Derechos Econmicos y Sociales
(CDES). Se trata de un estudio realizado entre 1.465 personas, de los cuales 1.077 se
radicaban en las zonas contaminadas y 388 en reas sanas. Segn esta encuesta, las
poblaciones que viven en zonas contaminadas, donde operaba Txaco hasta 1992, se
exponen a concentraciones de hidrocarburos poli-cclicos aromticos y de componentes
orgnicos voltiles muy por encima de las normas sanitarias estadounidenses y europeas.
Esos productos pueden ser absorbidos por el organismo humano por va oral, tctil o por
inhalacin, generando as diversas enfermedades que van desde infecciones secundarias
de la piel, a cnceres, pasando por las neumonas y abortos espontneos. (Jochnick, 1994)
Un tercer informe fue realizado por Miguel San Sebastin, en el marco de una tesis
doctoral de medicina, y publicado por el Instituto de Epidemiologa y Salud Comunitaria
Manuel Amunrriz. Las conclusiones del estudio muestran que la tasa de mujeres
embarazadas entre los dos ltimos aos era mayor en zona no-contaminada (93,5 % contra
88,4 %) y que la tasa de abortos espontneos a menos de 28 semanas era superior en la
zona contaminada (9,8 % contra 4,4 %). En segundo lugar, este equipo se esforz
evidenciar la correlacin entre el riesgo de cncer y la contaminacin petrolera, al estudiar la
poblacin de San Carlos (Sucumbos), un municipio de 1.000 habitantes ubicado cerca de la
principal estacin de produccin de la regin (Sacha), donde 10 casos de cncer fueron
registrados entre 1989 y 1998. El tamao reducido de esta muestra prohbe generalizar las
conclusiones del Dr. San Sebastin pero sta es llamativa sobre dos puntos : la diversidad
de los tipos de cncer diagnosticados (estmago, vescula, laringe, hgado, sangre, etc.) y la
elevacin de la tasa de mortalidad entre las personas expuestas, que muestra una fuerte
agresividad de los cnceres o de un dramtico abandono. (San Sebastin et al., 2000)
Desde 1994, los problemas derivados de la era Txaco son en su mayor parte
tramitados por el Frente de Defensa de la Amazona, una ONG que agrupa unas veinte
organizaciones de las provincias de Sucumbos, Napo y Orellana. El estudio de esas
demandas permite establecer una tipologa de los conflictos socio-ambientales en el
Nororiente ecuatoriano. Resulta de este anlisis que la contaminacin vinculada con las
prcticas de las empresas origin el 49 % de las demandas, mientras la contaminacin
provocada por accidentes en el ciclo de produccin origin el 30 %. Las violaciones de
propiedades privadas son al origen del 9 % de las demandas y los reclamos de
indemnizaciones no pagadas o por acuerdos no cumplidos constituyen el 7 % de los casos.
Las dems demandas dirigidas al FDA abarcan la asistencia jurdica o el fortalecimiento de
las organizaciones de base. La mayora de las demandas implican a Petroecuador, debido
al hecho que sa es operadora del rea desde la salida de Txaco en 1992, pero tambin
por que sus prcticas originaron muchos accidentes de mantenimiento y postergaron la
renovacin de los equipos obsoletos. Entre las dems empresas incriminadas, los nombres

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que vuelven ms a menudo son aquellos de City Investing, Oryx y Santa Fe.7 Vemos
entonces que el final de la era Txaco no puso un trmino a los impactos socio-ambientales
de las actividades petroleras en lo que fue su rea de influencia directa. Es ms, en la
medida que el nmero de demandas tratadas por el FDA tiende a aumentar, todo nos deja
pensar que esos impactos se darn a conocer de manera cada vez ms precisa y
cuantificable. En efecto, entre 1994 y 1999, el FDA haba tratado unas 80 demandas ; entre
enero y septiembre 2000, este nmero haba llegado a 100. (Fontaine, 2000)
Cabe agregar que muy pocas de estas demandas haban encontrado una conclusin
definitiva en el 2000. Adems, el creciente reconocimiento de la organizacin entre las
poblaciones amaznicas ejerce cierto efecto demostrativo y de credibilidad, cuyas mayores
consecuencias son, por un lado, concentrar y sistematizar los procedimientos de demandas,
por el otro, dar a las poblaciones afectadas una mayor confianza en sus organizaciones e ir
en contra del fatalismo que reinaba hasta inicios de los noventas en cuanto a las
consecuencias y reparaciones de los daos provocados por la actividad petrolera. De tal
modo que podemos hablar de una verdadera toma de conciencia ambiental, impulsada por
el FDA y de un movimiento colectivo que interpela tanto el Estado cuanto las empresas
petroleras pblicas y privadas para obligarlos a asumir nuevas responsabilidades en la
prevencin y el tratamiento de la contaminacin industrial.

Los impactos socio-ambientales en Colombia


Los

impactos

socio-ambientales

de

las

actividades

petroleras

en

Colombia

empezaron a ser denunciados tras el descubrimiento del hallazgo de Cao Limn (Arauca),
en 1984, por la frontera venezolana. Entre los pocos informes publicados al respeto, cabe
mencionar uno a cargo de la Unin Sindical Obrera (USO), que denuncia la aceleracin del
proceso de colonizacin tras la apertura de la va Arauca Arauquita, la cual al formar un
dique en lnea recta de 100 Km, origina sequas e inundaciones regulares. (USO, 05/1997 :
71-85) El segundo informe que nos interesa fue a cargo de Leonor Zubieta (1987) para
Ecopetrol. Evidencia que el descubrimiento del hallazgo de Cao Limn y el flujo de
recursos en proporciones excepcionales generaron un trastorno en la organizacin social y
las expectativas de la poblacin, que condicionaron desde luego las relaciones entre la
poblacin rural y la industria petrolera.
Otro efecto indirecto fue el aumento de la violencia armada. En esta zona, poco
controlada por el Estado, las guerrillas en particular el ELN aprovecharon la construccin
del oleoducto para presionar las empresas y conseguir recursos mediante la extorsin y el
chantaje a las voladuras. Segn C. Ortz (1998 a : 64) en los ochentas y noventas, el
departamento de Arauca se volvi uno de los ms violentos de Colombia. El fuerte aumento
de los secuestros en el pas es particularmente notorio all, donde la tasa de secuestros
lleg a un mximo de 30 por 100.000 en 1985 y 1995, acompaando el aumento de los
7

En el 2002, esas tres empresas haban dejado el Ecuador.

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

homicidios, con mximo de 500 por 100.000 en 1979 y 1987. (Cubides et al., 1998 : 285316) A los actos de violencia contra las personas, se aaden las voladuras y los saboteos
contra la infraestructura petrolera. De hecho, la red de oleoductos y poli-ductos colombianos
es un blanco fcil para los atentados, ya que es virtualmente imposible asegurar la vigilancia
de sus 5.000 Km de tubos. Entre 1985 (ao en que el oleoducto Cao Limn Coveas
entr a funcionar) y 1999, se registraron 975 atentados, que ocasionaron el derrame de 2
millones de barriles. Este oleoducto fue el ms afectado, con 630 atentados (el 65 % de los
casos). (Ecopetrol, 03/2000 : 6-8) En ciertos casos, los atentados se traducen directamente
en prdidas de vidas humana, como en el atentado de Segovia y Zaragoza (Antioquia), que
result en 70 muertos y 45 heridos, el 18 de octubre 1998. A las prdidas de cosechas, de
peces, de ganado y bienes races, se agregan impactos ambientales particularmente serios
en las cuencas del Arauca, del Catatumbo, del Magdalena y del Caribe, as como en las
regiones hmedas de los afluentes y los suelos de uso agrcola. (Defensor del Pueblo,
1997 : 36-38, 70)
Ante tales tragedias, el Defensor del Pueblo (1997: 53) pone explcitamente en
cuestin la eficiencia del sistema judicial para indemnizar a los afectados. Aunque mencione
cierta mejora en el tratamiento del problema tras la creacin del Ministerio del Ambiente,
este informe nos muestra que, a finales de los 1990, esta entidad no asuma todava una
postura clara en cuanto al problema de los atentados, al no ser que fuera para responder a
la demanda de las empresas petroleras. En particular, el Ministerio no haba realizado
ninguna gestin para recuperar los suelos y aguas contaminados y rescatar la fauna y la
flora afectadas.

El fortalecimiento de los actores sociales


De manera significativa, los conflictos socio-ambientales relacionados con el petrleo
en la Amazona surgieron en un contexto de globalizacin de los intercambios econmicos y
de las estrategias de los actores sociales. Eso traduce una creciente internacionalizacin de
los problemas socio-ambientales que afectan la Amazona, especialmente desde la Cumbre
de Ro en junio 1992. A travs de los ejemplos resumidos a continuacin queremos mostrar
cuan ha evolucionado el trato reservado a los conflictos socio-ambientales en los noventas,
al menos cuando implican a comunidades indgenas, protegidas por el Convenio 169 de la
OIT8.

Conflicto y territorio legal entre los Uwa

Organizacin Internacional del Trabajo.

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El origen del conflicto entre los Uwa y Oxy remite al ao 1992, cuando Ecopetrol
aprob la cesin parcial a Oxy de un contrato de asociacin para el bloque Samor9. Tras el
retiro de Shell, en febrero 1997, Oxy se qued como la nica operadora de este bloque. Al
inicio, se trataba de un rea de 185.688 hectreas, repartido entre los departamentos de
Arauca, Boyac y Norte Santander. En mayo 1992 se le adicion un rea de 23.246 hs.
Este bloque inclua 40.711 hs propiedad colectiva de los Uwa (un grupo tnico de menos
de 5.000 personas) y campesinos colonos, es decir el 40 % del territorio legal uwa. En
agosto 1999, stos ltimos consiguieron la creacin de un resguardo unificado y amplificado
en unos 220.275 hs, a exclusin del cerro Padilla, un rea de 730 ha ubicado en el lmite
norte del resguardo, donde Oxy haba decidido perforar el pozo exploratorio Gibraltar 1.
Para lograr este reconocimiento, los Uwa movilizaron todos los recursos legales y humanos
posibles. Sin embargo el conflicto no se acab sino a principios del 2001, cuando Oxy
anunci que el pozo resultaba seco. Entre tanto, cientos de artculos de prensa y varias
misiones de expertos internacionales en manejo de conflictos hicieron de este caso un
asunto de conocimiento internacional y estudios acadmicos.
Varios observadores hicieron hincapi en la dimensin intercultural del conflicto. Es
as como, para Serje (1999) y Eraso Jurado (1997), ese conflicto no era sino la continuacin
de una larga historia colonial, donde lo que estaba en juego era ante todo el poder. En todo
caso, la idea segn la cual presenciamos un conflicto tnico (Bermdez, 1997), no parece
fundamentada por los hechos. Por lo contrario parece que, por su amplitud y duracin, el
conflicto super la simple confrontacin entre un grupo tnico y una multinacional
estadounidense, no slo porque los Uwa manejaron a la opinin internacional a su favor,
sino tambin porque supieron articular su accin en el marco legal colombiano. Ello
demuestra que la disputa en torno a valores o n
i tereses no presenta un concepto explicativo
suficiente como para entender este conflicto. El conocido Informe de Harvard-OEA (1997)
fue lo suficiente claro en sus conclusiones, al destacar la falta de coherencia poltica por
parte del gobierno y la falta de voluntad por parte de las empresas al emprender una
consulta en buena forma.
Empecemos entonces por preguntarnos si el actor al que se enfrent Oxy era slo el
pueblo Uwa. Dicha pregunta parece haber sido olvidada en muchos anlisis, al menos que
sea para denunciar en la prensa la supuesta manipulacin de los Uwa por el ELN. No
obstante, la presencia de diversos grupos de activistas en el campo de batalla que
conformaba el bloque Samor incita a pensar que ellos, lejos de ser un protagonista aislado
del conflicto, tuvieron muchas relaciones de asesoramiento o de alianza estratgica con
actores exgenos. Entre aquellos movimientos, cabe sealar la RAN10, que encabez el
Proyecto de Defensa Uwa con una amplia red de defensores de derechos humanos,
universitarios
9

indigenistas

colombianos.

Otro

sector

es

el

propiamente

Un bloque petrolfero es una parcela, un lote o un rea que pertenece al territorio nacional y figura en el
catastro petrolero.
10
Red de Accin de Bosques Tropicales Hmedos.

indgena,

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA


11

encarnado por la ONIC , que tuvo un papel clave en la constitucin del resguardo unido
uwa. As mismo, la presencia de un sector campesino bien organizado en la regin del
Sarare ejerci una influencia determinante en las movilizaciones en defensa de la causa
uwa.
El identificar este conjunto de actores y su s relaciones en un marco estratgico indica
que la apuesta del conflicto no era tan homognea como para definir claramente un espacio
de negociacin en el cual los actores pudieran sentarse a una mesa e intercambiar puntos
de vista sobre la situacin. Serje (1999: 78) tiene razn al destacar que lo importante para
los Uwa era la prctica cotidiana, su experiencia concreta, mientras que para Oxy y el
gobierno colombiano se expresaba en trminos de un orden y una racionalidad ideales que
buscaban regular las actividades sociales para que coincidan con las lneas ssmicas. Pero
ms all de esa oposicin, lo ms llamativo del conflicto fue la constitucin de un
movimiento social alrededor de los Uwa, es decir, siguiendo a Touraine (1997: 118), un tipo
muy particular de accin colectiva, por el cual una categora social cuestiona una forma de
dominacin social y hace un llamado contra sta a valores, orientaciones generales de la
sociedad que comparte con su adversario, para privarle de legitimidad. Finalmente, las
denuncias de mal manejo del medio ambiente en el Arauca muestran que las condiciones de
la actividad petrolera no slo preocupan a los habitantes del rea involucrado, sino que
forman parte de los mayores retos que enfrenta el pas, para conciliar las necesidades
econmicas, el proyecto poltico de desarrollo sostenible y el deseo de participacin
ciudadana. En este sentido, el sujeto del conflicto del bloque Samor no es nadie ms que el
ciudadano colombiano, cuya voz ha sido la de los Uwa.
El conflicto del bloque Samor ilustra en parte la tesis de Brysk (1994: 30 y 43),
segn la cual las organizaciones indgenas en Amrica Latina aprovechan de la ola de
fuerzas transnacionales emergentes, que funcionan como un gobierno invisible. Es en este
contexto que ha podido emerger la figura de un lder carismtico como Roberto Cobara,
presidente del Cabildo Mayor hasta el 2000. Esta figura se aproxima a aquella de Rigoberta
Mench o de Davi Yanomami, en la que se impone como la garanta del poder de la palabra
para las comunidades en el campo del poder que constituye el sistema internacional. Esta
palabra, Roberto Cobara la llev ms all de las fronteras, conforme al principio
fundamental de la accin global segn el cual es ms fcil suscitar una toma de conciencia
al multiplicar los contactos directos con las elites internacionales y un pequeo nmero de
responsables carismticos, que por los miembros de los movimientos representativos o
delegados al azar.
Sin embargo, esa tesis est en parte menoscabada en el caso de la explotacin de
los recursos naturales. En efecto, haca falta otros elementos para garantizar el xito de un
movimiento del tipo que se cre alrededor de los Uwa. En el mbito nacional, la
Constitucin de 1991 constituy el marco indisp ensable para llevar a cabo estrategias
11

Organizacin Nacional Indgena de Colombia.

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transnacionales o globales, induciendo la puesta en relacin de los conocimientos y la


sinergia de competencias como para explotar cualquier recurso legal. En el mbito local, los
Uwa tuvieron que operar una reconstruccin identitaria, dando a sus autoridades
tradicionales una nueva legitimidad y a sus miembros una mayor solidaridad orgnica. Para
elaborar su estrategia etnicista, tuvieron entonces que superar la degradacin de las
relaciones endgenas, debido en parte a las divergencias entre las autoridades tradicionales
y el aislamiento de las comunidades, que denunciaban los estudios soco-econmicos
realizados al final de los ochentas. (Aguablanca et al., 1993 b)

Conflicto y organizacin poltica entre los Secoya


El conflicto entre la OEPC y los Secoya (un grupo tnico de menos de 300 personas)
gira en torno a la negociacin de indemnizaciones por la fase de exploracin del bloque 15
(ubicado en la actual provincia del Sucumbos, por la frontera colombiana), que fue atribuido
a la filial ecuatoriana de Occidental en enero 1985. En 1993, OEPC empez a producir
petrleo en dos sectores del bloque y por lo tanto decidi expandir la exploracin a su
conjunto. Segn los trminos del contrato, deba iniciar la exploracin de un rea de 20.000
ha entre los Secoya, es decir la mitad del territorio que les haba sido legalmente reconocido
bajo el mandato del Presidente Rodrigo Borja. Inicialmente, OEPC aplic una tctica de
negociacin clsica, que consista en firmar un acuerdo general con la comunidad indgena,
para tener el campo libre, en contra de indemnizaciones irrisorias. Este acuerdo
reglamentaba las actividades hidrocarburferas sin mayor precisin, a cambio de motores
fuera de borda, bombas de agua, tanques metlicos, cocinas y medicina, acompaados de
algunos empleos temporales para la poblacin local. Obviamente, fue criticado por Accin
Ecolgica y RAN, que lanzaron una campaa en contra de la OEPC, del mismo tipo que la
campaa en defensa de los Uwa. De esa forma empez un conflicto que haba de acabar
en marzo 2000, con la firma de un acuerdo entre la OISE12 y OEPC, que otorgaba a los
Secoya unos 700.000 dlares de indemnizaciones por las obras de exploracin. (OISE,
OEPC, 03/2000)
Para evitar actos de corrupc in y divisiones entre los miembros de la comunidad, la
OISE haba redactado un Cdigo de conducta de las negociaciones entre Occidental y la
OISE, editado en octubre 1999 en versin bilinge espaol / pa coca. El primer objetivo de
este Cdigo era asegurar la transparencia del proceso de dilogo con la empresa, tras
conferir a la OISE el papel de interlocutor exclusivo para los Secoya y obligar a la empresa a
entregar toda informacin respecto de sus operaciones en esta parte del bloque. (OISE,
1999 : 8-10) Por otra parte, instauraba una comisin de seguimiento, integrada por los
presidentes de cada comunidad secoya y dos delegados ms de Siecoya Remolino,
mientras previendo las modalidades de amparo en caso de desacuerdo entre las partes, en
particular a travs de una mesa de dilogo. En fin, este documento estipulaba que los
12

Organizacin Indgena de los Secoya del Ecuador.

10

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

Secoya deban disponer de un plazo de reflexin para estudiar los documentos necesarios,
y hasta recibir una formacin antes que de tomar cualquiera decisin. (OISE, 1999 :18)
Se puede vislumbrar en ese documento un primer intento de conciliar las lgicas de
accin de los actores en una perspectiva tica. En febrero 1997, la casa matriz de OEPC
haba publicado su Cdigo de conducta de los negocios, en el cual vea la consagracin de
las normas ms elevadas de conducta tica. (Occidental Oil & Gaz, 1997 : 3) En mayo 1998,
su filial ecuatoriana recibi la certificacin ISO 14001, una norma de calidad atribuida a
empresas que obedecen a un estricto pliego de condiciones y un procedimiento de gestin
industrial, administrativa y comercial bastante riguroso, que queda sometido al control de
expertos internacionales y puede ser retirado en cualquier momento. Ello recompensaba de
hecho las prcticas de OEPC en el mbito de la gestin, la proteccin del medio ambiente y
las relaciones comunitarias en el bloque 15. En el mbito de las relaciones comunitarias, las
grandes lneas de accin de la empresa estn descritas en el Plan de Desarrollo
Comunitario, en el cual OEPC asume la misin de servir de vnculo entre el gobierno central
y las comunidades locales, por ejemplo a travs de proyectos educativos y productivos
autogestionados o an por la constitucin de un fondo de capital social. (OEPC & Walsh,
1999 : 110-111)
No cabe duda que estas medidas reflejan una imagen polticamente correcta de la
empresa. Sin embargo, uno no puede sino asombrarse de que el papel asumido por el
Estado aparezca totalmente secundario, a diferencia de aquel asumido por el Estado
colombiano a travs de Ecopetrol, en el conflicto Samor. Adems, el costo de esa poltica
de relaciones pblicas tiene evidentemente que ser soportado por el Estado ecuatoriano,
como fue el caso para el plan modelo elaborado por Maxus en relacin con los Huaorani y
el parque nacional Yasun. (Y. Narvez, 1996) No obstante, cabe destacar que la tctica
aplicada por OEPC en Ecuador difiere radicalmente de aquella que fue puesta en marcha
por su homologa colombiana.
Por supuesto, ello tiene que ver con la actitud fundamentalmente abierta de la OISE
hacia una actividad petrolera por la cual los Secoya hubieran sido afectados, sea lo que
fuere. Esta actitud fue abiertamente criticada por los ecologistas, que intentaron relacionar
ambas comunidades en su campaa contra el petrleo. Organizaron una visita de los Uwa
a los Secoya y publicaron un Mensaje de los Uwa a los Secoya, donde insinuaban que la
OISE haba cedido a la negociacin bajo presin y malos avisos de sus asesores (es decir,
el CDES, ISIS y la Universidad de Florida). (Aso Uwa et al., 08/1999) Pero en realidad la
gran diferencia entre los Secoya y los Uwa queda en la relacin que cada grupo tnico
estableci entre cultura tradicional y modernidad. Mientras que los Uwa se haban
relativamente protegido de la colonizacin y de la industria petrolera hasta la llegada de Oxy
en el Sarare , los Secoya haban entrado en un proceso acelerado de cambio social desde
dos dcadas. (Osborn, 1985; Vickers, 1989)

Panel Desarrollo Sustentable

Hemos visto que lo que estaba en juego en el conflicto entre la OISE y Oxy en
Ecuador, lo que estaba en juego era ms negociar a lo mejor los intereses de cada uno, en
trminos de indemnizaciones o compensaciones. En cambio, el conflicto entre los Uwa y
Oxy en Colombia tena como apuesta central la defensa de valores incompatibles con los
intereses de las empresas y del Estado. Los Uwa aprovecharon de un marco normativo que
les era favorable, para conseguir la delimitacin territorial que asegurara su proteccin fsica
y cultural. En cambio los Secoya trataron de controlar a lo mejor los impactos socioambientales que provocara en todos casos la actividad petrolera en su rea de hbitat. Los
primeros optaron por una estrategia de presin y lucha jurdica, mientras que los otros
optaron a favor de una estrategia de negociacin. Ambos grupos gozaron del apoyo de
numerosos actores exgenos, sin los cuales no hubiera sido posible presionar al Estado.

Las apuestas de los conflictos socio-ambientales


Los conflictos socio-ambientales cristalizan una multitud de fenmenos, que abarcan
tanto la globalizacin de la ecologa y la etnicidad, cuanto la necesidad para el Estado de
enfrentar la nueva dependencia frente al petrleo, pasando por la integracin de las polticas
de los pases amaznicos. Por esta razn su estudio no puede llevar a un modelo de
resolucin de conflictos mas tiene que ser reubicado en la perspectiva de la gobernabilidad
global. Se trata en particular de determinar las condiciones para un tratamiento democrtic o
y duradero, que implica in fine la elaboracin de un nuevo modelo de desarrollo sustentable
a partir de mecanismos de consulta y participacin.

Lgicas racionales, alianzas y oposiciones


El nuevo papel de la sociedad civil
Tanto en Colombia como en Ecuador, la actividad petrolera est controlada por lo
que, siguiendo a Paul Little (1992), se puede llamar un complejo petro-militar, conformado
por las empresas (multinacionales y nacionales) y las fuerzas armadas. En efecto, las
multinacionales fueron asociadas desde temprano con la actividad petrolera en Amrica
Latina, incluso tras la ola de nacionalizaciones de los sesentas y setentas. Incluso en el
Ecuador, fue un gobierno militar que nacionaliz la industria petrolera en 1972. Por lo
dems, la necesi dad de proteccin fsica de las infraestructuras y el hecho que la presencia
de reservas de hidrocarburos coincida a menudo con zonas estr atgicas o de seguridad
nacional para el Estado legitimaron, desde el origen, la presencia de los militares en los
sitios petrolferos.
Frente a este complejo, los actores sociales se caracterizan por una fuerte
heterogeneidad y una gran diversidad de estrategias de accin. Ello se explica
principalmente por la heterogeneidad de la poblacin amaznica desde la colonizacin
dirigida por el Estado en los sesentas. En aquella poca, las organizaciones campesinas

11

12

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

fueron asociadas con los proyectos de desarrollo impulsados por el Banco Mundial y la
CEPAL, a travs del Programa de las Naciones Unidas por el Desarrollo (PNUD). A pesar
de ello, no gozan del mismo grado de reconocimiento que las organizaciones indgenas ante
el Estado, los organismos multilaterales y las ONGs transnacionales, en particular desde
que el tema de la reforma agraria pas al segundo plano en la agenda de los organismos
internacionales, en beneficio de la defensa del medio ambiente.
Quiz por esta razn, la influencia de la sociedad civil en la proteccin del medio
ambiente sigue siendo limitada. Cierto es que consigui la ampliacin del debate sobre la
Amazona hacia los sectores diversos de la sociedad poltica, as como cierta reorientacin
de las polticas pblicas ambiental y petrolera. No obstante, la respuesta del Estado ha sido
en gran parte reforzar la burocracia, sin que las entidades administrativas creadas para la
Amazona dispusiesen del poder poltico ni tampoco de los recursos tcnicos y humanos
necesarios. As mismo, la presin de la sociedad civil incit a que el Estado resolviera
ciertos problemas, como la delimitacin de territorios indgenas o la reparacin de la
contaminacin en ciertas reas de actividad petrolera. Sin embargo, al parecer, la
legalizacin de territorios indgenas a favor de algunos grupos tnicos obedece ms a una
estrategia poltica que a una accin coherente para resolver los problemas relacionados con
la colonizacin agraria e industrial o a la precariedad de las condiciones de vida en la regin.
Otro factor limitativo ha sido el carcter fragmentado del debate. Pues bien, mientras
tanto la informacin sobre la Amazo na seguir siendo subjetiva e imprecisa, seguir siendo
parte de un discurso terico que moviliza referentes globales pero no ayuda a la
comprensin real de los problemas. Por lo tanto, el tema seguir siendo reservado a algunas
elites y no generar un inters suficiente como para entender lo que est pasando y
desembocar en propuestas por parte de los sectores interesados.
Pese a esos lmites, se puede vislumbrar en la accin de organizaciones como el
FDA, el CDES, la OISE o Aso Uwa el esfuerzo ms prometedor para ampliar el debate
irrupcionar al campo del poder, a travs de la sociedad poltica. Por un lado, el
fortalecimiento de las organizaciones sociales de base, permiten a las comunidades
indgenas y campesinas pasar de la resistencia a la participacin, evolucionando as hacia la
formacin de un verdadero movimiento social amaznico. Por el otro, esas organizaciones
obligan a que la sociedad poltica incluya el ecologismo y los derechos colectivos en la
agenda electoral. "En fin, un tercer tipo de actores asume un papel protagonico en este
nuevo escenario, y es la sociedad civil internacional, actor central de la "sociedad red"
identificada por Castells (2000). Se trata no slo de las ONGs transnacionales, sino tambin
de los organismos internacionales que dan el tono en el concierto regional, a travs de las
normas de derecho internacional y de las ayudas publicas al desarrollo. Pues bien, para
institucionalizarse, estos cambios tienen que ser asumidos por el Estado tambin.

El nuevo papel del Estado

Panel Desarrollo Sustentable

13

La gobernabilidad hace referencia a las necesidades para cualquier sistema de hacer


frente a los cambios externos, impedir que los conflictos entre sus miembros o partes
provoquen rupturas, proveer los recursos necesarios a su preservacin y su bienestar y fijar
los objetivos y disear las polticas para lograrlos (Rosenau, 1993 : 3). Traducido en
trminos neoliberales, la gobernabilidad evoca la capacidad de ver los eventos realizarse sin
tener la capacidad legal de decidir que se realicen, en un sistema donde los gobiernos
pueden distribuir los valores de manera autoritaria mientras que la gobernabilidad puede
distribuirlos de manera no autoritaria pero equitativa. En este sentido, la gobernabilidad
habra dejado de pertenecer al estricto dominio del Estado para dividirse entre los dominios
de las colectividades locales y del sistema internacional. Es as como, a partir de la
distincin entre el funcionamiento del Estado, que consiste en fijar las reglas, y aquel de la
gobernabilidad, que consiste en usar el poder, Czempiel (1993 : 250) pretende demostrar
que cualquier conflicto en el sistema internacional es un sistema de gobernabilidad ,
en el cual cada parte trata de inducir u obligar al otro a hacer algo que no hubiera hecho de
otra manera. De igual manera, segn Rosenau, la gobernabilidad escapa al dominio del
Estado bajo el efecto conjunto de dinmicas centralizadoras y descentralizadoras como la
globalizacin

de

la

economa,

la

multiplicacin

de

las

demandas

tnicas,

el

estrechamiento de las distancias polticas por el uso de las nuevas tecnologas de


informacin, etc.
No obstante, la idea que defendemos es precisamente que la gobernabilidad no
puede funcionar sino con la participacin del Estado, segn un modelo poltico impulsado y
administrado por los gobiernos de turno. En este sentido, coincidimos con Dabne (1997 :
311) al entender la gobernabilidad como un modo de gobierno, una manera de resolver
problemas, susceptible de ser aprehendida a varios niveles de anlisis : el marco
institucional en el que se ejerce el poder poltico, el marco estatal en el que se elaboran las
polticas pblicas, los actores del juego poltico, su manera de jugar y los problemas a los
que tienen que responder. Esta perspectiva coincide, por lo que atae al desarrollo
sustentable, con aquella del Grupo de Lisboa (1993 : 107), segn la cual la competitividad
no puede ser el nico principio que orienta la accin del Estado y hace referencia a una
gobernabilidad global que descansa en mecanismos de cooperac in para enfrentar los
problemas de la pobreza, el dualismo entre pases ricos y pobres y la degradacin del medio
ambiente. Eso nos lleva a considerar el papel del Estado desde una perspectiva mucho ms
intervencionista que la que suelen adoptar los tericos del rgimen internacional.
Desde los noventas, las actividades hidrocarburferas son encuadradas por una
legislacin ms estricta, en particular a travs de la obligacin para las empresas de
presentar estudios de impactos y planes de manejo ambientales para obtener las licencias
idneas. Sin embargo, esos cambios se topan todava con una contradiccin fundamental
entre los diferentes marcos legales, en la medida que el Estado considera las actividades
petroleras como actividades estratgicas, relegando en el segundo plano los derechos
colectivos que aseguran la proteccin de las poblaciones indgenas y del medio ambiente.

14

Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

Adems, las entidades estatales en cargo de la proteccin del medio ambiente y de las
poblaciones indgenas siguen siendo sometidas a la poderosa influencia de los Ministerios
de Energa y Minas y carecen cruelmente de recursos, experiencia y estabilidad institucional
como para llevar a cabo una verdadera poltica de desarrollo sustentable.
Sea lo que fuere, esos cambios muestran que el tema petrolero es de tal complejidad
que no puede ser disociado de las polticas pblicas ambiental e in digenista en particular
del problema territorial que sta plantea. Es all todo el problema de definir un modelo de
gobernabilidad al cual podran suscribirse los ciudadanos de Colombia y Ecuador. Ms all
de las divergencias polticas que separan el Estado y las empresas por un lado, las ONGs y
las organizaciones indgenas y campesinas por el otro, la explicacin remite a la vez a la
crisis de legitimidad del Estado y a la incapacidad de ste ltimo en definir un tema central,
alrededor del cual podran eventualmente desarrollarse las discusiones. Por otra parte, los
actores sociales y econmicos son incapaces sustituirse al Estado en esta gestin. En el
estado actual de las relaciones de fuerza, las disonancias entre los discursos (Rothman,
1997) los impiden escucharse, fuera de algunas excepciones.

Cambio de modelo para un desarrollo sustentable


Hasta inicios de los noventas, la ideologa del desarrollo basado en la industria
petrolera obviaba los impactos socio-ambientales negativos ocasionados por esta ltima. Sin
embargo, el grado de conciencia de aquellos impactos se increment a medida que se
multiplicaban las organizaciones ecologistas y los informes alarmistas en el mbito
internacional. En este contexto, la multiplicacin de los conflictos socio-ambientales puede
entenderse como cargadora de la voluntad de participacin a la elaboracin de un nuevo
modelo de desarrollo.

El contexto: globalizacin y dependencia


Al volverse productores medianos de petrleo, Ecuador y Colombia entraron a una
nueva forma de dependencia tecnolgica y ec onmica hacia los mercados internacionales.
Ello llev a una aceleracin de la liberalizacin y de la desregula cin del sector petrolero
para atraer las inversiones directas internacionales. Sin embargo, cabe subrayar que la
desregulacin de la industria petrolera fue en realidad posterior al despegue observado en
los setentas y ochentas, lo que significa que el Estado es tanto responsable como las
empresas multinacionales de los impactos socio-ambientales observados en el rea Txaco,
en Arauca o a lo largo del oleoducto de los oleoductos Cao Limn - Coveas y Lago Agrio
Esmeraldas. Cierto es que el descubrimiento de importantes hallazgos petrolferos
permiti a ambos pases reducir su dependencia energtica, pero fue para liberarse de
Caribdis y caer en Escila, en la medida que el uno y el otro perdieron poco a poco el control

Panel Desarrollo Sustentable

15

de su poltica energtica, para atraer a nuevos inversionistas, e hicieron el gasto del ajuste
petrolero (Campodnico, 1996).
En Ecuador, la crisis de gobernabilidad y la herencia del sistema poltico nacional
populista dieron lugar a un extraordinario despilfaro de las ganancias procedentes de la
bonanza petrolera, cuyos efectos se hicieron sentir con la baja de los precios del petrleo en
los ochentas. Los fantsticos ingresos del petrleo sirvieron ante todo para financiar a
crdito la modernizacin del pas, hasta tal punto de tornar la deuda externa a un nivel
inalcanzado durante la transicin democrtica. Colombia tan slo escap al crculo vicioso
bonanza petrolera / endeudamiento endmico por que los grandes descubrimientos
hidrocarburferos fueron posteriores a esta cada de precios. No obstante, la apertura del
oleoducto Cao Limn Coveas fue una oportunidad para que las guerrillas (en particular
el ELN) encontraran nuevas fuentes de financiamiento.
Simultneamente y al igual que otros pases de la regin, Ecuador y Colombia fueron
el teatro de la emergencia de poderosos movimientos indgenas, lo que llev a las reformas
constitucionales de 1991 y 1998 y el reconocimiento del carcter multicultural y pluri-tnico
de ambas naciones. Ms all de su dimensin identitaria, las organizaciones indgenas que
irrupcionaron as en el campo del poder traan consigo un deseo de movimiento social, (Le
Bot, 1994), que encontr naturalmente un relevo en las alianzas estratgicas con otros
sectores de la sociedad civil, en particular las organizaciones campesinas y ecologistas. A
finales de los ochentas, convergieron hacia la lgica del Estado, este ltimo en bsqueda de
interlocutores para restaurar su dominio en las regiones perifricas de territorio nacional
(Gros, 1996 y 2000). En fin, a medida que se institucionalizaron, se liberaron de la
mediacin de actores polticos y sociales exgenos, para hacer escuchar un discurso
indianista renovado, fundamentalmente tico (Fontaine, 08/2002 b).
Cierto es que el proceso social de reconocimiento de la identidad tnica fue
impulsado

por

un

movimiento

fragmentado,

que

agrupaba

elementos

disparatados

abarcando tanto la ideologa revolucionaria y la teologa de la liberacin cuanto el


fundamentalismo indianista. No obstante, el aprendizaje en lo poltico fue el hecho de un
movimiento estructurado en la base, por comunidades concientes de la necesidad de
relacionar las problemticas del territorio, de la identidad y de la cultura con aquella de la
participacin. De tal suerte que, ya al inicio de los nove ntas, los movimientos indgenas
ecuatoriano y colombiano haban adquirido una madurez suficiente como para obligar al
Estado (enfrentado con la necesidad de reforzar su legitimidad en las regiones perifricas) a
reconocerlos como interlocutores legtimos.

Las modalidades: convergencias sociales


En tercer lugar, observamos una convergencia de los movimientos indgenas
amaznicos

con

los

movimientos

ecologistas

transnacionales,

impulsados

por

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Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

organizaciones e instituciones de pases del Norte. En particular, la proteccin del medio


ambiente coincide cada vez ms con la delimitacin legal de territorios indgenas, deseada
por las organizaciones indgenas y ecologistas. Es as como, en los ochentas, la etnicidad y
la ecologa se impusieron como los nuevos paradigmas de la globalizacin, la cual, desde
luego, no suele ms limitarse a un fenmeno econmico. En efecto, frente a decisiones de
polticas pblicas cada vez ms sometidas a los efectos de la globalizacin de la economa,
esas organizaciones aprovechan de la globalizacin de los intercambios culturales y
polticos, como para ocupar un espacio creciente en el campo del poder. Su accin atestigua
que los nuevos movimientos sociales se niegan a subir pasivamente la presin externa y
pretenden devolver al Estado un papel activo en el dominio del cambio poltico y econmico,
lo que no excluye una instrumentalizacin por parte del mismo Estado.
Una de las grandes figuras de esta convergencia es encarnada por la COICA, creada
en 1984 y apoyada, desde su creacin, por las redes ecologistas, para interpelar los
organismos multilaterales respecto de la poltica de desarrollo sustentable en la regin
amaznica. Esta precoz institucionalizacin, junto con la globalizacin de la Amazona, tuvo
su caldern en la Cumbre de Ro, en junio 1992, que entabl un cambio radical en el
tratamiento de la cuestin ambiental y del desarrollo sustentable. As mismo, dio una nueva
resonancia a las reivindicaciones de las organizaciones indgenas amaznicas, cuya forma
ms acabado se encuentra en el Dilogo Tripartito asociando la OLADE, ARPEL y la COICA
en torno a los problemas relacionados con la explotacin petrolera en territorios indgenas.
Cierto es que este programa auspiciado por el Banco Mundial es, sin lugar a duda, parte de
la estrategia de armonizacin de las polticas pblicas, que se puede asimilar a una
dimensin poltica de la globalizacin. Pero es tambin la seal de una apertura de dicha
estrategia hacia la toma en cuenta de los intereses de las poblaciones indgenas afectadas
por la actividad petrolera. Queda que es ms un ejercicio de accin comunicativa que una
negociacin directa sobre las condiciones de la actividad petrolera en esos territorios. En
efecto, la COICA no pretende sustituirse a las organizaciones indgenas locales, sino ms
bien hacer escuchar su voz por los organismos multilaterales y los gobiernos a fin de obligar
las empresas petroleras a doblegarse a un acervo de reglas impuestas por el derecho
internacional, al primer rango de las cuales encontramos el derecho a la consulta previa,
inscrito en el Convenio 169 de la OIT.
En cuarto lugar, ms all del consenso pregonado en los foros internacionales como
la Cumbre de Ro o el Dilogo Tripartito, el estudio de las situaciones locales hace muestra
de una gran disparidad en el tratamiento reservado a los conflictos socio-ambientales en los
noventas. Las modalidades de esos conflictos se reparten en un abanico de relaciones que
van desde la confrontacin radical (caso Uwa versus Oxy) a la colaboracin entre las partes
(caso Secoya versus OEPC), pasando por la negociacin de las condiciones de la actividad
petrolera a largo plazo. Semejante diversidad depende tanto de la situacin particular de
cada comunidad cuanto del papel del Estado. Cuando este ltimo se ubica al lado de las

Panel Desarrollo Sustentable

empresas multinacionales, hasta oponerse (como en el caso FDA versus Txaco) a las
demandas de las poblaciones afectadas, se olvida de su papel de garante de la democracia
y su deber de proteccin hacia los ciudadanos, inscrito en la Constitucin.
En este contexto, las ONGs ecologistas asumen crecientes responsabilidades hacia
las comunidades afectadas, aunque no gozan de la legitimidad necesaria al tratamiento
democrtico de los conflictos socio-ambientales. Algunas se dedican a un trabajo de
informacin y asistencia, mientras que otras siguen buscando transformar los conflictos en
crisis, aprovechndose de la confusin normativa, de la dificultad de acceso a la informacin
y hasta de la crisis de gobernabilidad, para incrementar su influencia respecto de las
organizaciones indgenas. Nosotros pensamos que las primeras vctimas de esa pedagoga
de las catstrofes son las poblaciones amaznicas, las cuales necesitan ms que se
aclaren las reglas del juego que se polaricen las respectivas posturas.
Las empresas petroleras no fueron las ltimas en innovar en el mbito de las
relaciones comunitarias, para paliar los vacos jurdicos y limitar en la medida de lo posible
las fuentes de friccin que traban la marcha de los negocios. Aquellas que solan
tradicionalmente utilizar tcticas de divisin, acentuando los mecanismos clientelares de
redistribucin de la riqueza con afn de limitar los costos de gestin de esos conflictos, se
vieron obligadas a negociar acuerdos cada vez ms precisos con las organizaciones del
segundo o tercer grado (que representan las comunidades en el mbito provincial o
regional). No obstante, esa tendencia a la privatizacin del indigenismo estatal y de la
proteccin ambiental trae consigo un riesgo de degradacin de las condiciones de la
gobernabilidad de los conflictos socio-ambientales, sobre todo por que las relaciones
clientelares siguen siendo particularmente frecuentes en la regin amaznica.
La multiplicacin de los conflictos socio-ambientales ha sido un factor determinante
en el cambio de las polticas pblicas relacionadas con el petrleo, los derechos colectivos y
el manejo del medio ambiente. Ello fue posible gracias al esfuerzo de los movimientos
sociales amaznicos para interpelar el Estado, recordndole que la democracia no se
reduce a un funcionamiento mecnico del sistema institucional, y que el desarrollo tampoco
se reduce a un funcionamiento instrumental de la economa. Ahora, ms all de los
conflictos socio-ambientales, lo que est en juego para aquellos movimientos es llegar a
convocar la sociedad civil alrededor de un proyecto de desarrollo sustentable y crear las
condiciones de un dilogo con la sociedad poltica, lo que no suele confundirse con una
voluntad de generar consenso.

Conclusin: el criterio de racionalidad como herramienta de anlisis


Para superar los lmites que separan la resolucin de conflictos y la gobernabilidad,
cabe definir un criterio que sea lo suficiente general como para poder aplicarse a cualquier
situacin y lo suficiente preciso como para constituir una eficiente herramienta de anlisis. El

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Primer Encuentro de Ecuatorianistas de LASA

mejor criterio es aquel de la racionalidad, que permite identificar las lgicas de accin y
ubicarlas en los campos poltico, social, econmico y tico. A diferencia de los criterios de
necesidades, intereses, apuestas, motivaciones o relaciones de fuerzas, el criterio de
racionalidad permite articular los elementos estructurales estructurantes (valores, cultura,
discursos, prcticas y organizacin) con los procesos sociales como la articulacin entre
solidaridad mecnica y orgnica, o la formacin y defensa de las identidades. As es posible
identificar objetivos simples que corresponden al cambio de lgica racional de cada uno.
Este cambio marca el paso de la movilizacin y la oposicin a la participacin para los
movimientos sociales; de la intervencin o de la invasin a la consulta previa para las
empresas; de la legislacin por decretos a la gobernabilidad democrtica para el Estado; de
la lgica de lobbying o de presin a la lgica de control y de asesora para las ONGs; y,
finalmente, de la integracin a la armonizacin y la facilitacin para los organismos
multilaterales.
El Estado sigue una lgica de institucionalizacin, en la cual la administracin
requiere la valorizacin de los recursos naturales y la ocupacin del espacio fsico, tanto al
nivel local o regional como al nivel nacional o transnacional. Las empresas petroleras siguen
una lgica de negociacin a corto o mediano plazo, que tiende a generalizarse al nivel
transnacional, en particular en el marco de la integracin regional y la liberalizacin de los
intercambios, y puede entonces ser asimilada al tipo ideal de la globalizacin. Las
comunidades afectadas siguen una lgica de resistencia y negociacin a corto plazo,
mientras que las organizaciones de apoyo y las que salen del proceso organizativo siguen
una lgica de movilizacin y de negociacin a mediano y largo plazo.
Pues bien, el proceso de conflicto pone a esos actores en relacin segn dos tipos
de modalidad : alianzas estratgicas y oposiciones. El Estado y las empresas siempre estn
asociados en la explotacin petrolera en la regin amaznica. Ello se debe principalmente a
dos tipos de obligaciones, que se desprenden de la racionalidad de estos actores : por un
lado el Estado debe valorizar el territorio nacional y sacar provecho de sus recursos, por otro
lado las empresas deben realizar ganancias y, por eso, ampliar su rea de influencia. Un
segundo tipo de alianzas estratgicas une las organizaciones indgenas y ambientalistas, a
las que se suman cada vez ms las organizaciones campesinas. Ello se desprende de dos
obligaciones relacionadas con la racionalidad de estos actores : por un lado las
organizaciones ambientales deben movilizar la sociedad civil para defender el medio
ambiente y justificar sus recursos, por otro lado las comunidades indgenas y campesinas
deben interpelar la sociedad civil y el Estado para ser reconocidas y ampliar su espacio de
participacin en el campo del poder. Para superar la polarizacin de esos dos tipos de
alianzas estratgicas es entonces necesario, por un lado, armonizar la poltica petrolera y
las polticas indigenista y ambiental, por el otro, institucionalizar los conflictos socioambientales.

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