Los 50 Libros Que Todo Peruano Debe Leer
Los 50 Libros Que Todo Peruano Debe Leer
Los 50 Libros Que Todo Peruano Debe Leer
ILUSTRACION PERUANA
Nota preliminar
a idea de preparar una seleccin de textos que todo peruano debera conocer
surgi desde el inicio de los trabajos de Agenda PER en 1993. Las primeras
consultas que realizamos en diversas partes del pas, muchas de ellas con jvenes y estudiantes, nos hicieron notar que exista una falta de informacin sobre
las contribuciones de intelectuales para comprender mejor al Per. La crisis de la
industria editorial, lo precario de las bibliotecas y el alto costo de los libros han puesto fuera del alcance de la gran mayora de peruanos los textos necesarios para entender de dnde venimos, interpretar lo que nos pasa y saber hacia dnde vamos.
La idea inicial fue seleccionar ensayos, libros y artculos sobre la realidad
nacional y publicar una serie de libros de bajo costo. Tenamos presente el gran
esfuerzo desplegado hace casi medio siglo a travs de las ediciones populares de Juan
Meja Baca, el primero en este esfuerzo y seguido ms tarde por los populibros de la Municipalidad de Lima con los cuales nuestra generacin tuvo acceso a muchos autores nacionales.
Pronto vimos que una empresa de esta naturaleza rebasaba los propsitos de Agenda PER y
decidimos explorar otras opciones. As, llegamos a la conclusin de que un conjunto de extractos, publicados en un solo volumen como suplemento periodstico, sera la mejor manera de
familiarizar a los lectores con las ideas que consideramos necesarias para entender al Per de
principios del siglo XXI.
Desde el primer momento, decidimos limitar la seleccin excluyendo autores de obras literarias. An as, escoger los textos ha sido una ardua tarea. La primera tentacin fue seleccionar a los autores que conocamos bien, bajo el narcisista supuesto de que todos deberan leer
lo que he ledo yo. Descartamos esto inmediatamente y decidimos realizar un trabajo ms sistemtico. La colaboracin de Augusto Alvarez Rodrich y Pilar Dvila, de APOYO Comunicaciones, nos permiti realizar una encuesta entre los lectores de la revista DEBATE, que ampli
la lista de autores a ms de doscientos y complic an ms la seleccin. Adems, esta encuesta nos hizo ver que en algunos casos era necesario partir de un tema para luego elegir autores, en vez de centrar el proceso de seleccin slo en ellos.
La incorporacin de Cristbal Aljovn al equipo de trabajo de Agenda PER y la colaboracin de Jorge Chvez Granadino dieron un gran impulso a este proyecto. La seleccin de autores y textos se hizo ms rigurosa, y las discusiones sobre a quin incluir o excluir se hicieron
ms difciles, sobre todo porque decidimos limitar el nmero de autores a unas pocas decenas.
El apoyo de la Fundacin Internacional para los Sistemas Electorales (IFES) a travs de su representante en el Per, Mariela Lpez, nos permiti asegurar que esta seleccin de textos saldra publicada.
Lo que era una idea de alcance limitado se convirti en un proyecto viable y de gran
amplitud gracias al inters y el compromiso de Enrique Zileri, director de CARETAS. Decidimos unir esfuerzos y publicar la seleccin limitndola a 50 autores para celebrar los 50
aos de la revista.
Por ms rigurosa y sistemtica que haya sido la seleccin, toda lista refleja, en ltima instancia, las preferencias e idiosincrasias de los compiladores. Por esta razn, como todos los trabajos de Agenda PER, esta seleccin debe ser vista como un pretexto en el doble sentido
de la palabra. Un pretexto para conversar, discutir y debatir sobre quines deben estar o no
en la lista de autores que todos los peruanos deberamos conocer y es tambin un pretexto, en
el sentido que esperamos se revise continuamente y que cada lector modifique la lista de acuerdo a su criterio. Esperamos que este pretexto cumpla su doble propsito.
Lima, octubre del 2000
Indice
Captulo I:
EL PER ACTUAL Y EL MUNDO PREHISPNICO....................................
Los dioses de Chavn, Luis Lumbreras ...................................................
El Tawantinsuyu, los Andes y su historia, Franklin Pease ...........................
Formaciones econmicas y polticas del mundo andino, John Murra ..........
Historia del Tahuantinsuyu, Mara Rostworowski de Diez Canseco..................
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Captulo II:
EL LEGADO COLONIAL: LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO .....................
Explicaciones sobre la cada del Imperio Inca, Waldemar Espinoza Soriano ...
El nombre del Per, Ral Porras Barrenechea ...........................................
La desestructuracin del mundo andino, Nathan Wachtel ........................
Vida intelectual del virreinato del Per, Felipe Barreda Laos .......................
La herencia colonial, Julio Cotler..........................................................
Virrey, corte y asedio criollo, Hugo Neira..............................................
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Captulo III:
QU ES LA REPBLICA?...................................................................
Para qu se fund la Repblica?, Jorge Basadre .....................................
Un pas monocrtico, Luis Alberto Snchez .............................................
Para qu la independencia?, Jos Agustn de La Puente Candamo .................
La primera Repblica, Pablo Macera .................................................
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57
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65
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Captulo IV:
LA JOVEN REPBLICA DE LA INDEPENDENCIA A LA GUERRA CON CHILE .
Discurso quinto: leyes fundamentales, que convienen al Per,
Manuel Lorenzo de Vidaurre ..................................................................
Siervo mo eres tu Israel: no te olvides de m, Bartolom Herrera ...............
Importancia y utilidad de las asociaciones, Francisco de Paula Gonzlez Vigil ...
El baile de La Victoria, Ricardo Palma ...................................................
Mensaje presidencial, Manuel Pardo y Lavalle .....................................................
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75
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Captulo V:
POR QU PERDIMOS LA GUERRA? A DNDE VAMOS?
DE LA GUERRA CON CHILE HASTA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL....... 95
Discurso del Politeama, Manuel Gonzlez Prada ...................................... 97
El porvenir, Francisco Garca Caldern..................................................... 99
Paisajes peruanos, Jos de la Riva Agero ................................................ 102
El problema primario del Per y el Problema del Indio, Jos Carlos Maritegui...... 106
Discurso de Acho 1931, Vctor Ral Haya de la Torre................................. 110
El absolutismo presidencial y sus remedios, Vctor Andrs Belaunde.............. 115
Captulo VI:
LA IMPRONTA INDGENA ................................................................. 119
Tempestad en los Andes, Luis E. Valcrcel............................................... 121
El nuevo indio, Uriel Garca............................................................... 126
No soy un indio aculturado, Jos Mara Arguedas .................................... 128
Captulo VII:
DEMOCRACIA Y RADICALISMO ......................................................... 131
Intelectuales y polticos en el Per del siglo XX, Sinesio Lpez ................... 133
Historia de las ideas en el Per contemporneo, Augusto Salazar Bondy................. 138
El problema de la Democracia, Jos Luis Bustamante y Rivero...................... 141
La conquista del Per por los peruanos, Fernando Belaunde Terry................. 144
Humanismo y revolucin, Francisco Mir Quesada ................................... 148
El ser humano, agente de su propio destino, Gustavo Gutirrez .................. 154
Discurso de la Reforma Agraria, Juan Velasco Alvarado ............................... 157
Captulo VIII:
INFORMALIDAD, VIOLENCIA Y GOBERNABILIDAD................................ 163
La Universidad, factor decisivo, Carlos Ivn Degregori............................... 165
Utopa Andina, Alberto Flores Galindo .................................................... 170
Desborde popular y crisis del Estado: un nuevo rostro del Per
en la dcada de 1980, Jos Matos Mar ................................................. 174
El otro sendero: la revolucin informal, Hernando de Soto ........................ 179
El rol constitucional de las Fuerzas Armadas hacia el siglo XXI,
Francisco Morales-Bermdez Cerrutti ........................................................ 183
Captulo IX:
QU SOMOS? CULTURA Y SOCIEDAD ............................................... 187
El concho telrico de acometividad, Hctor Velarde ................................. 189
Lima la horrible, Sebastin Salazar Bondy ............................................... 192
El arribismo en el Per, Carlos Delgado ................................................. 195
El cholo: cultura de transicin, Anbal Quijano ........................................ 198
Mestizaje, transculturacin, heterogeneidad, Antonio Cornejo Polar...................... 200
Captulo X:
VISIONES DE DESARROLLO: EL MERCADO Y LA RACIONALIDAD ANDINA . 203
Geografa del Per, Javier Pulgar Vidal .................................................... 205
Privatizacin de facto, Richard Webb .................................................... 209
Poltica cientfica y tecnolgica, Francisco Sagasti .................................... 213
Las reglas del juego en la reciprocidad andina, Enrique Mayer .................. 217
La racionalidad de la organizacin andina, Jrgen Golte........................... 220
Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristn ............................................. 222
Mujer, Educacin y Literatura, Mercedes Cabello de Carbonera ................... 226
Captulo I:
El Per actual
y el mundo
prehispnico
Luis Lumbreras
Los dioses de
Chavn
Luis Lumbreras
,
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CARETAS 2002
social; ms bien que cientficos en posesin de conocimientos derivados del estudio, ellos eran poseedores del don sobrenatural de controlar las lluvias y
los cursos del agua, por lo tanto estaban ligados a
los dioses; eran sacerdotes de los dioses.
Algunas aldeas devinieron, pues, centros ceremoniales, que para ser tales requirieron de nuevos
tipos de especialistas y otros servidores. En efecto,
los sacerdotes, ms bien tcnicos hidrulicos, formaron en torno a los templos que ellos mismos comenzaron a edificar, una lite de servidores a
tiempo completo deslizados del campo, principalmente constituida por artesanos. Los ceramistas
ms destacados de la comunidad, los mejores tejedores, los picapedreros fueron asimilados al servicio
de los templos, donde los sacerdotes adivinaban
los perodos de sequa, de lluvia, etc. Los artesanos
fabricaban los objetos litrgicos que acompaaban
las ceremonias de los sacerdotes.
Tres mil aos antes de nosotros...
Es as como se fue gestando un nuevo tipo de sociedad. Hacia el ao 1000 antes de nuestra era, es
decir hace unos tres mil aos, todo este proceso desembocaba en una revolucin social, que marc el
punto de partida de la nueva sociedad.
Los campesinos, a cambio de los servicios que
reciban de los sacerdotes, les entregaban una parte de su produccin, los excedentes, de modo tal
que todos aquellos que vivan en torno a los templos vivan de los servicios religiosos, sin intervenir directamente en la produccin de alimentos.
Pero, en la medida en que los habitantes de tales
centros religiosos aumentaban, la cantidad de excedentes requerida era tambin ascendente; el peligro de una sequa, de una plaga o cualquier eventual prdida en la produccin campesina afectaba
a los sacerdotes y sus allegados en forma igual o
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CARETAS 2002
Pero la Teocracia, que es el gobierno de los dioses a travs de sus representantes, no fue, naturalmente, establecida sin resistencia; ella es el inicio de la explotacin del hombre por el hombre, es
el origen de la sociedad de clases, es el origen del
Estado,... y todo esto surgi como producto de una
revolucin en la que las comunidades campesinas
fueron sometidas por los habitantes de los centros
ceremoniales emergentes.
Tal proceso fue desigual en los Andes; en unas
partes se produjo antes y en otras despus... quiz
tambin tuvo causas distintas en otras regiones.
Hacia el ao 1000, unos siglos antes quiz, antes de
nuestra era, los sacerdotes haban ganado y tenan
el control de la sociedad.
Los sacerdotes y artesanos de Chavn
Como toda revolucin social, tuvo sta una secuela explosiva de desarrollo econmico y tecnolgico. Los sacerdotes interesados en mantener su poder estimularon, al mximo, la produccin artesa-
Luis Lumbreras
nal y permitieron el descubrimiento de nuevos recursos tecnolgicos, tales como el trabajo de los metales (inicialmente el oro y ms tarde el cobre y la
plata). Al mismo tiempo, el intercambio de productos entre extensas zonas se intensific a tal grado
que el territorio de los Andes pudo entrar en contacto con Centro Amrica y con la selva amaznica; la
sierra y la costa se unieron por el intercambio de alimentos y productos manufacturados y los objetos
hechos por los artesanos de los centros ceremoniales
recorrieron longitudinalmente la costa y la sierra.
El intercambio provoc situaciones novedosas en
la economa y en la cultura; productos de origen serrano y selvtico fueron ambientados a la costa y en
la sierra se fundieron las tradiciones selvticas y
costeas; la agricultura se hizo, pues, entonces, diversificada y ampli sus posibilidades en todo sentido, gracias a la hidrulica, a la experimentacin, la
variedad de cultivos, etc. la poblacin aument junto con la bonanza y los centros ceremoniales, con sus
sacerdotes y artesanos, se hicieron ms poderosos y
fastuosos.
En algn lugar, quiz en varios, los dioses fueron
figurados como demonios represivos y esta imagen
de lo sobrenatural debi haber tenido el xito deseado; por eso, cuando un da entre los das en aquel lugar en medio de la sierra, que hoy llamamos Chavn,
se consolid la existencia de un centro ceremonial
imponente, y los sacerdotes reunieron a los dioses y
los grabaron en las piedras, ese lugar alcanz un renombre de primera magnitud.
Pero, en verdad, los dioses no fueron labrados en
Chavn simplemente por azar o por la buena disposicin de los sacerdotes; es que en Chavn se edific
algo ms que un simple centro ceremonial. No est
bien claro an el proceso, pero es del todo evidente
que en un momento dado del ascenso de todo el nuevo sistema, una regin al centro de la selva, la sierra y la costa, como es Chavn, se convirti en un nudo de caminos importantes, de modo tal que, probablemente, los costeos que requeran productos de
la selva podan encontrarlos en Chavn sin necesidad de ir hasta la selva misma y viceversa; y as, para los hombres de toda la tierra. Los sacerdotes y artesanos de Chavn se beneficiaron con esto; por eso,
en su templo se encuentra ofrendas de todas partes... se convirti en el centro ceremonial ms importante de los Andes y eso permiti exportar sus dio-
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Franklin Pease
El Tawantinsuyu,
los Andes y
su historia
Franklin Pease
(Lima, 1939-1999)
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ancestrales de colonizacin, generalizadas por los incas a travs de mittani o mitmaqkuna, nombres que
sindican dos modalidades de migracin poblacional
destinadas a obtener productos en zonas alejadas del
hbitat natural de la poblacin.
Despus de la poca de predominio Wari y Tiawuanacu (...) puede hablarse de a lo menos siete
reas diferenciables: a) la regin del Cuzco, b) el altiplano del lago Titicaca y sus regiones aledaas, c) la
Sierra central del Per actual, d) la Sierra norte, e)
las regiones del sur del altiplano del Titicaca, f) las
regiones perifricas ubicadas al Este de los Andes y a
lo largo de los mismos, g) las zonas al norte de la lnea ecuatorial (...). La investigacin de los ltimos
aos ha revaluado la vigencia de estas grandes regiones, aunque ms se ha incidido en la delimitacin de
las unidades tnicas organizadas en ellas.
La nocin de unidad tnica sigue siendo problemtica, sin embargo. En los inicios de la Colonia se
precis una confusin casi natural en un contexto
colonial. Los corregimientos, creados como unidades
administrativas en 1565, proporcionaron un elemento definidor que ha hecho que muchas veces se
identifique con ellos a las unidades previas al Tawantinsuyu y sobrevivientes a la invasin espaola.
Pero aun antes de la existencia de los corregimientos, los espaoles sentaron las bases de la confusin, puesto que en las cdulas reales que otorgaban
las encomiendas andinas se delimit o defini a la
poblacin con criterios discutibles.
Como los espaoles encomendaban a la gente a
travs de sus curacas, y suponan que estos tenan
una jurisdiccin no slo poblacional sino territorial
(en el sentido de un territorio estable), no pudieron
mantener las situaciones derivadas de los criterios
andinos de utilizacin del territorio, entre los cuales
sobresala la dispersin controlada de la poblacin
para producir en diferentes mbitos, gobernados por
las diferencias ecolgicas. Los mittani y los mitmaqkuna respondan a estas necesidades.
No pudieron comprender los espaoles del siglo
XVI que la dependencia de un curaca con respecto a
otro no significaba, automticamente, una situacin
similar a la existente entre dos seores feudales europeos de diferente categora, o entre aquellos que
haban establecido determinados tipos de dependencia. Supusieron, por ello, que el inicio de la colo-
Franklin Pease
nizacin cancelaba dichas dependencias, as entendidas, y devolva a los curacas andinos su condicin
natural de reconocer un nuevo tipo de seoro basado en el derecho hispnico de la conquista, que los
colocaba como sujetos de una encomienda.
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CARETAS 2002
y Norte de Chile, para obtener productos que complementaran la alimentacin de la poblacin de altura.
Ello bien pudo deberse a una experiencia ms antigua,
(...), originada en los momentos en que la transhumancia se alternaba con cultivos ocasionales. Entre Tiawanaku y el Tawantinsuyu parece entonces haberse desarrollado una utilizacin multiecolgica (...) claramente demostrada desde el siglo XV d.C.
Puede decirse, asimismo, que las regiones vinculadas con la puna albergaron poblaciones ms densas;
recientes clculos de Noble David Cook se refieren a
la poblacin de la Sierra central y sur, que en conjunto puede llegar a casi tres millones de habitantes, superando a otras regiones del mbito del Tawantinsuyu. Como el estudio de Cook se limita al rea actualmente peruana, la poblacin pudo ser mucho mayor si
se considera dentro del Sur peruano al territorio altoandino de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia.
Dentro de este contexto multiecolgico, histricamente experimentado y aprovechado, debe comprenderse a la sociedad andina antes, durante y
despus del Tawantinsuyu de los incas. Mucho
tiempo antes de que el Cuzco fuera el gran centro
expansivo que los cronistas del siglo XVI muestran
las poblaciones andinas aprendieron a utilizar y explotar en su favor un medioambiente (...) marcado
por la altura y la temperatura extremas de la Sierra, pero tambin por el desierto en la Costa y por
la aparente impenetrabilidad de la Selva amaznica. La presencia del desierto hizo florecer los oasis
costeos, pero no slo en ellos se instal la gente;
grupos humanos haban explotado desde tiempos
remotos los recursos marinos y siguieron hacindolo en una larga duracin.
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John Murra
Formaciones
econmicas y polticas
del mundo andino
John Murra
Ya en 1967 era evidente que el control simultneo de tales archipilagos verticales era un ideal andino compartido por etnas muy distantes geogrficamente entre s, y muy distintas
en cuanto a la complejidad de su organizacin econmica y poltica. Por ejemplo, lo compartan los yacha quechua hablantes de Chaupiwaranqa, que conformaban
menos de mil unidades domsticas, pero tambin los
lupaqa aymara hablantes del Titicaca, que segn un
khipu que presentaron a Garc Diez haban sido veinte
mil hogares antes de la invasin europea.
Compartir un ideal cuando se trata de sociedades tan contrastadas implica inevitablemente formas
institucionales igualmente contrastadas. Podemos
decir ya, por ejemplo, que en una sociedad de clases
como el reino lupaqa la llamada verticalidad tena
proyecciones y alcances que no se daban entre los
chupaychu. Mas, al ser aplicado el mismo patrn de
organizacin territorial por los tiwanaku, los wari o
los inka a etnias que sumaban millones de pobladores, las funciones de las islas verticales en el archipilago y el status de sus colonizadores deben haber
sufrido procesos de cambio poltico, econmico, social
que merecen un estudio detallado.
En este ensayo ofrezco cinco casos de control simultneo de pisos e islas ecolgicas bajo condiciones muy distintas entre s, en un esfuerzo por precisar los alcances, pero tambin los lmites, del modelo. No pretendo con los cinco agotar todas las formas
y variedades que hubo.
Primer caso: etnias pequeas que habitaban Chaupiwaranqa, en la zona ms alta del Maran y del
Huallaga.
A pesar de que los chupaychu o yacha no constituan sino unos cuantos miles de unidades domsticas,
controlaban a travs de colonias permanentes varios
recursos alejados de sus centros de mayor poblacin. El
carcter permanente de estos asentamientos nos ha sido revelado por la informacin contenida en las visitas:
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CARETAS 2002
no se trata ni de migraciones estacionales, ni de comercio, ni de transhumancia. La poblacin haca un esfuerzo continuo para asegurarse el acceso a islas de recursos, colonizndolas con su propia gente, a pesar de las
distancias que las separaban de sus ncleos principales
de asentamiento y poder.
Aunque no tenemos todava una lista completa de
los asentamientos perifricos de los yacha o chupaychu, sabemos que a tres das de camino hacia arriba,
saliendo de ncleos serranos como Ichu, Marcaguasi
o Paucar, pastaban sus rebaos y explotaban salinas. A dos, tres o cuatro das camino abajo de los
mismos centros de poder tenan sus cocales, bosques
o algodonales, todo esto sin ejercer mayor soberana
en los territorios intermedios:
Preguntado si los yndios que estn en la coca son
naturales de la tierra... y de donde son naturales
[Xulca Condor, seor de todos los quero] dijo que
los tres yndios que estan en la coca de Pichomachay son el uno del pueblo Pecta otro de Atcor y
otro de Guacar y que estan puestos all del tiempo del ynga y que estos se mudan cuando se muere la muger o cuando ellos se mueren ponen otro
en su lugar y que en la coca de Chinchao hay otros
dos yndios uno es del pueblo Rondo y otro de Chumicho... (Iigo Ortiz 1967: 43-44).
Pero ya 13 aos antes, en 1549, cuando con la captura de su lder Illa Tupa, siete aos antes, haba acabado
la resistencia en la zona y haba sido establecida la capital colonial de Len de Hunuco, los visitadores enviados por La Gasca y coordinados por Domingo de Santo
Toms informaban que:
Me he concentrado en estos datos de Rondo, no porque sean excepcionales o muy representativos, sino porque de la dicha zona de los quero tenemos la informacin
ms detallada, recopilada en tres ocasiones distintas:
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CARETAS 2002
John Murra
1) en 1549, durante la primera visita general; informante, el seor de los quero, Xulca Condor;
2) el 26 de enero 1562, testimonio del que ya era don
Cristbal Xulca Condor, siempre seor de los quero.
En aquella fecha se hizo presente en Len de Hunuco y contest las preguntas que le formul el visitador, contenidas en dos cuestionarios.
3) el 23 de febrero 1562, informacin recopilada en la
inspeccin ocular de Rondo, hecha por Ortiz.
A base de la informacin proporcionada en los dos tomos de la visita, ofrecemos aqu una sntesis de cmo
funcionaba en Hunuco el control vertical de los pisos
ecolgicos.
Este conjunto de nichos y pisos podra definirse como la variante local del modelo panandino de archipilagos verticales. El conocimiento que en 1972 tenemos
de esta variante es inadecuado, ya que la informacin
etnohistrica ofrecida por la visita no ha sido cotejada
suficientemente con mtodos arqueolgicos. No hay razn para suponer que la lista de pisos que sigue est
completa.
1. Ms all del deseo de abarcar un mximo de
islas en lo vertical, haba siempre un ncleo de densa
poblacin, sede del mando poltico. El patrn de asentamiento preferido para los ncleos de Chaupiwaranqa
los ubicaba generalmente de manera tal que sus habitantes podan regresar el mismo da de su maizal, debajo del pueblo, o del manay del ao en curso, situado arriba de la poblacin. Tal yuxtaposicin de los dos complejos agrcolas claves no es frecuente en la regin andina:
los manay rotativos, donde se cultivaban los tubrculos
base de la alimentacin, hasta hoy se encuentran con
frecuencia separados por grandes distancias de los maizales. En el caso de Paucar, una de las dos capitales
yacha, o el de Ichu, sede de los dos seores chupaychu,
el habitante del ncleo poda ir y regresar de sus faenas
en un solo da. No as el yacha residente en Cauri, la
otra capital yacha: sus maizales se encontraban a da
y medio de camino del pueblo.
2 y 3. Como ya indicamos, arriba del ncleo haba
por lo menos dos pisos donde funcionaban poblaciones
yacha o chupaychu: las salinas de Yanacachi y los pastos en los alrededores de la laguna de Chinchaycocha.
En el ensayo de 1967 he tratado de precisar la proporcin de la poblacin que se dedicaba a tales tareas. Aqu
no har sino reiterar una de las caractersticas imprevistas de tales colonias: tanto la sal como los pastos eran
compartidos con salineros, pastores y rebaos de otros
grupos tnicos, algunos procedentes de distancias mucho mayores de sus respectivos ncleos que los yacha o
los chupaychu.
Este carcter multi-tnico de las colonias marginales merece investigacin arqueolgica: una excavacin
cuidadosa en los alrededores de las salinas de Yanacachi nos permitira establecer el radio de accin del control vertical y sus variaciones a travs de los siglos, en
una zona donde no hubo grandes reinos sino pequeas
etnias de 5, 10 15 mil habitantes. Es tentador predecir que tal control vertical de un mximo de pisos ecolgicos no se refiere simplemente a una sola etnia, sino
a una red de contradictorios reclamos, ajustes temporales, tensiones, lucha y treguas entre varios ncleos regionales que compartan un mismo ideal en una etapa
preparatoria a los horizontes del arquelogo.
4. Debajo de los maizales, los yacha y los chupaychu
controlaban algodonales y chacras de uchu: la gente de
Achinga
tienen tierras abajo en el valle de Cayra y alli
tienen tierras para algodonales
Los de Atcor, tan serranos como Rondo o Achinga,
declararon que en Cayra
se dan algodn trigo y maz y aj y man y zapallos y camotes y cachcoa [sic] y frijoles y alli tienen muchas tierras.
Igual que las salinas o los cocales, las chacras de algodn o aj eran multi-tnicas y necesitaban gente residente para cuidar los intereses de cada grupo que comparta los recursos. Pero aparece una diferencia: donde
los rebaos o los bosques requieren de unidades domsticas completas y permanentes, los algodonales, quizs
por su proximidad a los ncleos de los quero, reciban el
cuidado de viudas. Las casas 315 y 316 del pueblo Oxpa estaban vacas el da que las inspeccion Iigo Ortiz.
Las viejas de quienes eran se encontraban en los algodonales: Violante Mallao Chumbi, casa 316, est en la
dicha Cayra guardando las chacras. Notemos que no
era una vieja cualquiera sino la madre del dicho principal [Yacolca, casa 292] y de otro su hermano.
5.
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ja de selva. La ocupacin de esta zona era la que mostraba mayor diversificacin tnica y social. En Pomaguaci, cultivaban representantes de tres de las cuatro
waranqa de los chupaychu:
estan cinco yndios los dos de Paucar Guamn y
los dos de Marca Pare y uno de Chinchao [Poma]....
En Uras
seis yndios los dos son de la parcialidad de Paucar Guamn y otros dos de Chinchao [Poma]...
son coca camayos....
Aparte de estos chupaychu y de los yacha enumerados arriba por Xulca Condor, haba en la zona cocales y
kuka kamayoq de otros grupos tnicos ms distantes,
como los yarush, cuyos ncleos quedaban en lo que hoy
es Pasco:
Pachancha que es de mitimaes yaros de don Antonio [de Garay] son coca camayos... tiene 16 casas y en
ellas 12 yndios de los yaros de don Antonio y unos mas
de [Rodrigo] Tinaco y otros de Garcia Sanchez yacha
que son tambin coca camayos y sirven a sus caciques
donde son naturales....
Anteriormente, en las salinas y pastos, ya habamos notado este carcter multi-tnico de las zonas perifricas, pero en los cocales del Huallaga tal organizacin territorial se refleja en casi todos los asentamientos. Su verificacin arqueolgica ser ms difcil
que en los pisos de altura. Pero aun en zona boscosa
no debemos descuidar las excavaciones, ya que muchas veces nos ofrecen datos inaccesibles a travs de
las fuentes escritas.
6. Los bosques. El control de las fuentes de madera y de otros productos de la selva, como la miel, puede
haber dependido de un rgimen semejante a los anteriores, aunque la escasa informacin de la visita de
1562 no lo permite afirmar. Los pocos detalles que tenemos provienen de la visita de 1549, en la cual los cocales y las explotaciones de madera parecen muy cercanas. Es probable que en la etno-ecologa de la poca,
mis categoras 5 y 6 no formaran sino una sola. Las he
separado, ya que en el presente estado de nuestro conocimiento me parece un error de menor cuanta establecer numerosas categoras que confundir lo que separaba la etno-taxonoma de los moradores.
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CARETAS 2002
os modelos econmicos
Cuando hablamos de modelos econmicos en el Per prehispnico
es necesario tomar en consideracin que se trata de economas que
desconocieron el uso del dinero y que
adems no estaban organizadas por la institucin del mercado.
El modelo econmico inca se ha
calificado de redistributivo debido a
las funciones que cumpla el propio gobierno. Esto
significa que gran parte de la produccin del pas
era acaparada por el Estado, el cual a su vez la distribua segn sus intereses.
Historia del Tahuantinsuyu (Lima, IEP, 1992),
pp. 259, 262-265, 267-269, 276-277.
Historia del
Tahuantinsuyu
Mara Rostworowski
de Diez Canseco
Por muchos aos se alab y consider la organizacin inca como la materializacin de una utopa
admirada por los europeos. Se crea que el almacenamiento de productos de toda ndole tena por ob25
CARETAS 2002
jetivo fines humanitarios, como socorrer a la poblacin en caso de desastres naturales. Esta apreciacin slo demuestra una incomprensin de los mecanismos econmicos de ese Estado.
Gran parte de la redistribucin era consumida
por el sistema de la reciprocidad, por el cual el Estado se vea obligado constantemente a renovar
grandes donativos a los diversos seores tnicos, a
los jefes militares, a las huacas, etc. Para cumplir
tales necesidades se cre, como se vio en el captulo
anterior, un gran nmero de depsitos estatales
porque el gobierno tena que disponer de cuantiosos
bienes acumulados pues los objetos almacenados representaban poder en el Tahuantinsuyu.
Murra ha investigado con sumo detalle la macroetnia de los lupacas, y se ha comprobado que lo
mismo suceda con los otros seoros de la meseta
del Collao, como los pacajes, los hatun collas, los
azngaros, que tambin gozaban de enclaves en zonas diferentes a las de su propio hbitat.
Esta distinta aplicacin del patrn de la verticalidad demuestra que no era un sistema rgido, sino
que se transformaba segn las circunstancias. Tal
informacin surge de las Visitas realizadas a Canta
en 1549 y en 1553; ambos testimonios tempranos,
anteriores a las reformas toledanas, dan una visin
de situaciones especiales para la zona.
Un problema surge en torno al inicio de los enclaves, es decir si se originaron con una conquista.
Existe informacin valiosa en un documento del Archivo Arzobispal de Lima que describe cmo el grupo serrano de los yauyos ech a los yunga de Calan-
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CARETAS 2002
taciones culturales se desarrollaron gracias a la explotacin de los recursos del mar, marcando as el
posterior desenvolvimiento costeo.
Desde tiempos tempranos se estableci en la
costa dos actividades diferentes, la pesca y la agricultura. Se formaron grupos separados con jefes
propios y se estableci entre ellos un intercambio
de productos. Sin embargo los pescadores, limitados a sus playas y caletas, permanecieron subordinados a los seores de las macroetnias de agricultores yungas.
La primera informacin sobre la presencia en
un curacazgo de estas divisiones nos la dio la Relacin de Chincha, nombrada por nosotros como Aviso. En efecto, una poblacin de treinta mil tributarios se divida en diez mil pescadores, doce mil
cultivadores y seis mil mercaderes. Estas cifras
indican una divisin laboral entre sus habitantes,
distinta a lo que hasta entonces se conoca en el
mundo andino.
La importancia del trabajo artesanal se vio confirmada en las mismas Ordenanzas, pues prohiban
a los curacas a obligar a los artfices a cumplir la
mita campesina o a servir en la casa de sus encomenderos.
De acuerdo con el sistema de la especializacin
muchos trabajos que no se consideran como artesanales figuraban como tales, y se prohiba el ejercicio
de cualquier otra labor aparte de la indicada.
Un ejemplo muy ilustrativo de las costumbres
yungas era la de los chicheros o fabricantes de bebidas, especialidad reservada a los hombres. En la
sierra las mujeres preparaban en sus hogares la bebida para la familia. Cuando se necesitaban grandes cantidades para el culto o para las ceremonias
del Inca, las mamacona eran las encargadas de prepararlas. En cambio, en la costa se trataba de un
oficio masculino a dedicacin exclusiva.
El intercambio costeo
En las sociedades arcaicas predominaba, segn
Polanyi (1957), el modelo redistributivo a pesar de
existir en algunos lugares el hbito del intercambio.
Este fue el proceso seguido en los curacazgos costeos y marc su diferencia con los seoros serranos.
,
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CARETAS 2002
La reciprocidad como una integracin tuvo mayor poder en la costa al emplearse tanto la redistribucin como el trueque, que se basaba en equivalencias establecidas y compensaba la falta de algn tipo de producto local. Un estudio emprico de la economa llamada primitiva comprende en sus principales cuadros la reciprocidad, la redistribucin y el
trueque.
Para entender el intercambio en las sociedades
costeas del antiguo Per tenemos que aclarar que
se realizaba a dos niveles muy distintos. El primero se efectuaba entre la gente del comn para conseguir lo necesario para la vida diaria y posiblemente las equivalencias eran establecidas y aceptadas
por todos. El segundo se llevaba a cabo entre las
clases altas de la sociedad.
Tenemos noticias de dos lugares distintos y separados que nos ofrecen una visin de la situacin imperante en las tierras yungas: En Chincha, como ya
lo mencionamos, el intercambio se realizaba a larga
distancia, siendo efectuado por mercaderes reconocidos como tales. En el norte slo tenemos pocas
noticias de seores en cuyas manos se desarrollaba
el trueque, tanto suntuario como de recursos alimenticios. A continuacin veremos ms ampliamente estas dos situaciones.
El trueque local
La especializacin del trabajo en la costa oblig
al establecimiento de un trueque local entre sus habitantes para obtener las subsistencias y los objetos
que cada cual no produca. En pginas anteriores
mencionamos la dedicacin exclusiva del trabajo,
que traa como consecuencia un intercambio constante, un ejemplo de esta situacin lo hallamos en
la Visita realizada por Juan de Hoces en 1574 a la
regin de Trujillo. El visitador se vio en la necesidad de reglamentar las equivalencias entre el maz
remitido por los cultivadores y los fabricantes de
chicha que preparaban las bebidas, adems seal
los montos de chaquira, lana y otros objetos que
otras personas pudiesen trocar.
huacas que se retaron para medir sus poderes, y orinaron en varios lugares dando lugar a que brotasen
manantiales. El mar, los lagos, las fuentes fueron
venerados por pacarina o lugares de origen de numerosos grupos tnicos. Las lagunas eran consideradas como manifestaciones del mar y origen del
agua en general.
Para la realizacin de una agricultura intensiva,
conocida y practicada en los Andes, era preciso tener conocimientos hidrulicos y proceder a irrigar
las tierras para aumentar los cultivos. En las tierras de secano se sembraban tubrculos, pero el
maz necesitaba de riego y quiz su introduccin en
el agro foment y dio lugar al desarrollo de los sistemas hidrulicos. No slo se practicaron en las diversas etapas del desarrollo andino complejas y sofisticadas redes hidrulicas para conducir el agua y
mejorar la produccin agraria, sino que los santuarios, como Pachacamac, gozaban de canales que
traan agua a los templos desde lugares alejados.
En el Cuzco, los dos pequeos ros, el Tulumayo y el
Huatanay discurran por sus lechos encauzados y
empedrados.
La arqueologa ha reconocido los sistemas y modelos empleados en la hidrulica andina, sobre todo en
la costa, donde el riego fue siempre una necesidad ineludible. El anlisis de la situacin hdrica de cada valle costeo ofrece interesante informacin acerca del
desarrollo de los centros de poder, que podan fluctuar
a travs del tiempo en sus interrelaciones costa-sierra. Las diversas circunstancias en las cuales se desenvolvieron los modelos hidrulicos en cada valle
yunga son expresin de su pasado y de sus relaciones
con sus inmediatos vecinos de las tierras altas.
La informacin que se obtenga para una determinada cuenca fluvial no permite aplicarla a otros
valles, a menos que las fuentes documentales lo
confirmen. De hecho, la experiencia demuestra la
existencia de distintas situaciones, fluctuaciones y
cambios en las relaciones costa-sierra en el tiempo,
no slo entre diversos lugares geogrficos, sino en
un mismo valle. Para ilustrar nuestro decir, basta
sealar y comparar el fuerte control ejercido por los
serranos del altiplano sobre la costa sur durante el
Intermedio Tardo con lo que suceda en el Chimor
en la misma poca.
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CARETAS 2002
5 Waldemar Espinoza. La destruccin del imperio de los incas (Lima: Amaru, 1990). Pgs. 13-22.
Captulo II:
El legado colonial:
la Conquista
y el Virreinato
Explicaciones
sobre la cada
del Imperio Inca
Waldemar Espinoza Soriano
CARETAS 2002
CARETAS 2002
fue en el XVIII y ms todava en el XIX cuando cobr verdadero valor. Morton, por ejemplo, en 1829
public un libro titulado Crania Americana (Filadelfia), donde sostiene que las cabezas de los indgenas comunes del Per acusan un claro ndice de
estupidez, salvo las testas de los incas (!). De stos
dice: los crneos de la raza de los incas presentan
una decidida superioridad en las facultades intelectuales con otras razas del pueblo comn del Per.
Y lo curioso es que su criterio an rega en 1870.
Como consecuencia de esa teora, otros explicaron
el fin del Imperio negando y desvirtuando el valor
del indgena. Los imaginaron como a guerreros pusilnimes y acomplejados frente al invasor armado
venido de Espaa. Pero el complejo de la superioridad racial qued desvanecido, ms tarde, con las investigaciones serias de la antropologa cientfica.
Qued demostrado que no pasa de ser sino una de
las muchas y ftiles vanaglorias de los conquistadores y de los europeos en general. Qued aclarado,
pues, que cualquier razonamiento invocando el fetichismo, la supersticin o la inferioridad racial y cultural del peruano es tan falso como las baladronadas de los espaoles, quienes crean en la ayuda celestial.
Uno de los abanderados de la tesis de la inferioridad racial y cultural de los peruanos, como factor
primordial para la ruina de su Imperio, es el norteamericano Ch. F. Lummis. Para este escritor, el
solo hecho de haber estado el Per poblado por indios es ya una prueba palmaria de su inferioridad
total. Los vio imposibles de crear un reino y peor
una repblica como la actual de Estados Unidos,
porque la vida andina dice fue sencillamente tribal. No vale la pena seguir comentando las atrabiliarias y prepotentes teoras de Lummis, propias de
su mentalidad segregacionista e imperialista, porque la arqueologa y la etnohistoria las han destruido. Sin embargo, hay que anotar que para Lummis
la poblacin andina fue de las ms inferiores y embrutecidas del mundo, por la sencilla razn segn
l de no ser ms que indios. Niega la existencia
de incas y de curacas, y despectivamente a todos los
habitantes no los vio sino como a una tribu de indios.
Otro de los argumentos, muy mentados y estudiados, para demostrar la fcil destruccin del Imperio, fue la divisin existente entre el ejrcito y la
clase dirigente en dos bandos: los de Huscar y los
de Atahualpa, que vale decir entre anan y urin cuzcos. Desunin que llev consigo una cruel y larga
guerra civil, de la que se aprovech Pizarro, ayudando al uno contra el otro, y viceversa, hasta hacer desaparecer a los dos y quedarse l como nico
gobernador de todo el territorio. No cabe duda que
de las teoras hasta ahora en boga, sta ha sido la
aceptada como la ms lgica y natural de todas.
Pero tambin hubo hombres que se preguntaron
cmo es que los araucanos, los chichimecas y otras
tribus de cultura marginal no pudieron ser conquistadas con la misma sencillez que el Per y Mxico?
Esto ya se interrogaron Cieza en 1553 y Acosta en
1590. Y, en realidad, su estudio es fundamental para comprender la cada del Imperio Andino. No hay
que olvidar que los araucanos recin fueron vencidos entre 1860 y 1870.
Autores tan antiguos como Cieza y Acosta, y otro
tan moderno como es Lipschutz, sostienen que los
araucanos no fueron subyugados fcilmente, no
fueron conquistados nunca por los espaoles, porque no haban formado seoros. No haban tenido
reyes a quienes obedecer, porque jams haban estado sometidos a dominio extranjero. Era una gente libre. Su rgimen socio-poltico-econmico de nomadismo les incit a combatir y esto les posibilit la
resistencia. Si hubieran estado estructurados en
seoros, como s lo estuvieron los de Mxico y el
Per, se habran derrumbado rpidamente; porque
entregado el rey absoluto estaba cedido todo. Entre
los araucanos no haban maceguales ni mitayos ni
yanaconas. All, los jefes no eran hereditarios sino
elegidos, segn la valenta y la fuerza. All, el jefe
no hablaba en forma personal sino que su palabra
era la expresin del pueblo, y su sentir el sentimiento de la masa.
Lipschutz sostiene, como lo sostuvo tambin
Cieza en 1553, que para entender y explicar el ocaso de los imperios americanos es imprescindible estudiar el estado social de los diversos seoros tnicos del mundo andino y el seorialismo feudal trado por los espaoles. Porque de las fuerzas que se
originan del encuentro de esos dos esquemas mentales, dependi la cada rpida del imperio. Del encuentro antagnico, y hasta cierto punto incomprensible, de esos dos esquemas mentales se origina la Conquista.
En tal sentido, nosotros debemos analizar cul
Fue... gran providencia del Seor, que cuando fueron los primeros espaoles, hallaron
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CARETAS 2002
ayuda en los mismos indios, por haber parcialidades y grandes divisiones... El ayuda de
los de la provincia de Tlacala, por la perpetua
enemistad que tenan con los mexicanos, dio
al marqus don Fernando Corts, y a los suyos, la victoria y seoro de Mxico y sin ellos
fuera imposible ganarla ni an sustentarse en
la tierra.
Quien estima en poco a los indios, y juzga que
con la ventaja que tienen los espaoles de sus
personas y caballos y armas ofensivas y defensivas, podran conquistar cualquier tierra y
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El nombre
del Per
Ral Porras Barrenechea
(Pisco 1897-Lima 1960)
Uno de los intelectuales ms brillantes del Per, especialista en el siglo XVI con sugestivas
aproximaciones a la historia de otros siglos.
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CARETAS 2002
Es sugestivo por esto, para el investigador histrico, acechar el instante en que el nombre del Per
salta al lenguaje hablado, de la jerga brutal de los
conquistadores, al papel sellado de los legistas y
funcionarios, a la letra muerta de los documentos
con que se nutre el proceso vivo de la historia. No
creo que ese instante sea el del contrato de 10 de
marzo de 1526, que es un documento revelado tardamente, porque est en contradiccin con todos
los dems documentos de ese mismo ao y con declaraciones de los mismos conquistadores. Desechado ese ficticio convenio, la primera huella del nombre del Per, se halla en algunas declaraciones
prestadas durante el ao de 1527, principalmente
por soldados y gente soez, en el proceso de la residencia del gobernador Pedro Pedrarias Dvila. La
ms antigua referencia que he hallado, en l, en
una revisin incompleta, es la correspondiente a la
declaracin del escribano Cristbal Muoz. Este declara el 21 de febrero de 1527, a propsito del contrato entre los tres socios y el Tesorero la Puente, y
dice que se encarg a ste para que negociase por
ellos con Su Magestad en la Corte algunas mercedes por el servicio que han hecho en el descubrimiento del Per. Esta frase y este nombre, que por
primera vez aparecen en un documento cierto, no se
refieren, sin embargo, al actual Per ni al antiguo
Imperio de los Incas. El Per de comienzos de 1527
era tan slo una regin de los manglares, comprenda entre Panam y el ro San Juan, o sea, parte de
lo que hoy son la provincia panamea del Darin y
la Intendencia colombiana del Choc. El concepto
geogrfico ir, a medida de los nuevos descubrimientos, derivando hacia el sur. En marzo de 1527,
un soldado burdo, Blas de Atienza, declara en la
misma residencia de Pedrarias, que l se fue a la
entrada del Per e dex su hacienda e poder a Pedro Bernal e desde dicho per este testigo enbi
cierto oro con lo de la compaa a esta cibdad de panam. Claramente, este Per de 1527 no es todava el Per de los Incas.
La oscilacin histrica de este momento, que puede ahogar en el olvido el fortuito y afortunado nombre del Per, es manifiesta. En la misma residencia
de Pedrarias y en otros documentos oficiales de entonces, se insiste en mantener el nombre neutro y
provisorio de Levante para toda la nueva costa descubierta en el Mar del Sur, pero no se acoge oficialmente el del Per. En la pgina 8 de dicha residencia, se dice de la empresa de Almagro y Pizarro: el
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Ral Porras
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n el Imperio de los Incas los principios de reciprocidad y de redistribucin eran los que normaban el funcionamiento de la economa. Despus de la Conquista, la comunidad subsiste y
propone nuevamente el modelo de la reciprocidad. En cambio, la redistribucin estatal se arruina con la muerte del Inca, se reemplaza a la antigua casta dirigente y se funda una economa
basada en la explotacin de los indios.
La economa colonial
Sociedad e ideologa: ensayos de historia y antropologa andinas. Lima: IEP, 1973. Extractos
seleccionados, pgs. 81-85, 120-128.
Nathan Wachtel
La desestructuracin
del mundo andino
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Nathan Wachtel
rras eriazas. Pero como tambin los espaoles buscan las mejores tierras, en definitiva su toma de posesin se traduce siempre en el despojo de los indios. Es as como, en la regin de Hunuco, en
1562, el curaca Cristbal Xulca Cndor se lamenta
porque las tierras de que disponen sus sbditos no
son ahora tan buenas como las que ellos estaban
acostumbrados a cultivar en otras pocas, porque
los espaoles se apropiaron de las mejores cuando
fundaron esta ciudad. En efecto, para los espaoles uno de los primeros medios de adquisicin consiste en hacer que la Municipalidad, de la que son
vecinos, les atribuya en forma oficial la propiedad
de las tierras. Pero generalmente se trata de extensiones cercanas a la ciudad en cuestin, y este procedimiento regular pronto resulta insuficiente: la
poblacin blanca aumentaba rpidamente y la posesin de vastos dominios suscitaba un inters cada vez mayor, a medida que creca el mercado para
los productos agrcolas con el desarrollo de la red
urbana y de la economa minera. En la mayora de
los casos, los espaoles se apropiaron de la tierra
ocupndola de hecho, por medio de la violencia.
Los encomenderos fueron los que estuvieron mejor situados para practicar este tipo de usurpacin.
Se sabe que la encomienda concede a su beneficiario la percepcin de un tributo, pero no el derecho
de propiedad sobre la tierra de los indios que le son
confiados. Sin embargo, al encomendero le es fcil
maniobrar el sistema del tributo para as despojar
a los indios.
Se impone una primera constatacin: la condicin de los indios parece mucho ms favorable bajo
la administracin real (Chucuito, Yucay), que bajo
el rgimen de encomienda (Hunuco, Huaura). Es
cierto que en Chucuito, a partir de 1559, el tributo
se torna cada da ms pesado, situacin que resulta del desarrollo de la produccin minera en Potos,
la regin desempeaba as el rol de un depsito de
mano de obra; hasta entonces el tributo haba sido
relativamente moderado en esa zona. Por el contrario, aunque el valle de Yucay, en 1558, sea nuevamente entregado a un encomendero ah las obligaciones siguen siendo muy ligeras hasta 1572, situacin que resulta de una circunstancia particular, a
saber la minora de la princesa Beatriz. Generalmente, el encomendero piensa sobre todo en sacar
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provecho de los indios que le son confiados, mientras que la Corona debe velar, tericamente, por la
suerte de todos sus sbditos.
Cronolgicamente, se manifiesta una evolucin
en las diferentes formas de tributo (aunque de manera confusa e irregular):
1.
2.
3.
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Aqu surge una pregunta fundamental: qu representa el tributo espaol con respecto al tributo
incaico? Cuantitativamente se nos escapan las medidas exactas. Sin embargo, hemos encontrado en
Hunuco, Chucuito o Huaura un hecho lleno de
consecuencias: los espaoles se apropiaron de las
tierras del Inca y del Sol, reservadas en otros tiempos para el tributo: el resultado es que el peso de ste se encuentra transferido a las tierras comunitarias de los indios. A menudo, las tasas mismas, tanto bajo La Gasca como bajo Toledo, confirman explcitamente que los contribuyentes deben cosechar
sus obligaciones de maz o trigo en sus propias tierras. Es cierto que luego de la cada demogrfica
los indios son menos numerosos y que, generalmente (a pesar del ejemplo de Huaura), no les faltan tierras (aunque hayan perdido las mejores); pero, por
el hecho de ser menos numerosos tienen ms trabajo. Por eso no sorprende que el tributo espaol parezca mucho ms pesado que el tributo incaico: las
indicaciones de que disponemos respecto al tiempo
consagrado al pago de obligaciones al encomendero
(en Hunuco o en Huaura) son testimonio de la explotacin intensiva sufrida por los indios. Por otra
parte, sera ingenuo creer que los beneficiarios de
las tasas las respetaban al pie de la letra: innumerables documentos ilustran los abusos, los cobros
ilcitos, la violencia que ejercan. Sabemos que en
Huaura reinaba un dspota inescrupuloso. Citemos nuevamente, volviendo a la regin de Hunuco, el caso de Sebastin Nez del Prado, que durante nueve aos exigi trescientas canastas de coca al ao, en vez de las ochenta prescritas y que, para cobrar el tributo textil, hizo encerrar a cierto nmero de indios en un corral donde trabajaban sin
tregua. En cuanto a su vecino, Garca Ortiz de Espinoza fue condenado a restituir mil pesos a sus
contribuyentes e incluso fue enviado a la crcel por
sus malos tratos. Pero rara vez se castigaba los
abusos de los encomenderos.
Es sobre todo cualitativamente que se ve arruinada la ideologa que justificaba el sistema incaico:
en el mundo dominado por los espaoles no tienen
sentido las nociones de reciprocidad y de redistribucin o, para ser ms exactos: el sistema espaol utiliza aspectos del antiguo sistema. La reciprocidad
desempea todava un papel en las relaciones entre
el ayllu y los curaca, y stos aseguran la relacin
con los nuevos amos; mientras que la reciprocidad
daba lugar a una rotacin de riquezas (ficticia o
NATHAN WACHTEL
desigual) entre el ayllu, el curaca y el Inca, la dominacin espaola provoca una transferencia de
los bienes en sentido nico, de los indios a los espaoles sin contraparte. Recordemos algunos hechos significativos: en Huaura, los contribuyentes
no reciben ni alimentacin ni herramientas para
el trabajo; en Hunuco, los chupachos se quejan
unnimemente por ser obligados a proporcionar el
algodn del tributo textil; en Chucuito, mientras
que el curaca todava les da a los indios la lana para que le tejan sus vestidos, el rey no da nada a
cambio de las mil piezas de ropa que percibe; y los
18,000 pesos que se pagan a Su Majestad en modo
alguno se redistribuye entre los indios. El espaol
ha tomado el lugar del Inca, ha heredado su funcin centralizadora sin mantener la redistribucin
de las riquezas en beneficio de todos. En definitiva, mientras que el tributo inca funcionaba segn
una estructura equilibrada y circular, el tributo
espaol se caracterizaba por su estructura desequilibrada y unilateral.
La moneda
La Conquista introduce la moneda en un pas
donde sta no exista en absoluto. Es cierto que durante el siglo XVI la economa del Per no se basa
totalmente en intercambios monetarios; por el contrario, la actividad indgena sigue orientada hacia
la autosubsistencia y los mismos espaoles a menudo recurren al trueque. Pero los indgenas se ven
frente a un sistema que les era desconocido, y pronto soportan todo el peso de la produccin de las minas de plata. Por eso nos vemos obligados a plantear dos cuestiones:
1. Qu representa la moneda en la mentalidad indgena?
2. Qu consecuencias acarrea el pago del tributo
en dinero?
En tiempos del Inca, el oro y la plata eran, sin
duda, objetos preciosos. Entraban en el sistema de
dones y contradones; por ejemplo, el curaca le ofreca joyas al Inca y reciba de ste vestidos con incrustaciones de oro, as como mujeres, yana o tierras. Pero tengamos en cuenta el significado del
don en el sistema de reciprocidad: es resultado de la
generosidad del donante, pero quien lo recibe se ve
obligado a corresponder con un don igual o superior.
El don aparece as como libre y obligatorio. Entran
en juego nociones tales como el prestigio, el poder,
la generosidad, la ley social; las relaciones econmi-
cas se impregnan de connotaciones morales y religiosas. Pero el metal precioso no desempea, como
en la economa monetaria europea, el papel abstracto y especfico de equivalente universal; no sirve para medir el valor de los productos, simplemente es una riqueza ms.
Esta representacin mental determina, despus
de la Conquista, la incomprensin de los indios ante el sistema espaol. Garci Diez nos da sobre esto
un ejemplo sorprendente: se trata de las ventas al
crdito a los indios. Los comerciantes espaoles recorren la provincia: ofrecen a los indgenas diversas
mercancas, tales como vino, coca o herramientas
de origen europeo. El precio de estas mercancas es
mucho ms alto que su valor real, pero los comerciantes no exigen nada al contado. Los indios aceptan todo lo que les ofrecen, aunque no lo necesiten,
como si se tratara de regalos generosos. Concluidas
estas ventas, los comerciantes esperan el vencimiento de la deuda y entonces apelan a la justicia
espaola para obligarlos a pagar. En la mayora de
los casos, stos estn imposibilitados de hacerlo:
entonces se les confisca sus pertenencias y se les
encarcela si es que no huyen.
En cuanto a los intercambios entre indios, casi
siempre revisten la forma de trueque. Como en
tiempos del Inca, los productos de la sierra los cambian por los de los valles clidos. En Chucuito, ciertos indios confan a sus vecinos la confeccin de sus
vestidos: por una manta le dan al trabajador,
aparte de la materia prima (la lana ya hilada), dos
vellones de lana, coca y productos comestibles. Sin
embargo, hay un hecho significativo: Garci Diez
precisa que en las ventas a crdito de que son vctimas los indios, stos adquieren productos espaoles
y no mercaderas locales. Existe pues una especie
de dicotoma. A nivel de las representaciones mentales, debemos distinguir dos sectores diferentes en
la economa peruana del siglo XVI; uno de productos indgenas, donde los intercambios se hacen directamente por trueque; y el otro de productos espaoles, en que los intercambios pasan por el intermediario abstracto de una evaluacin monetaria
(est o no presente la moneda).
Ahora bien, la difusin del tributo en plata obliga a los indios a salir del sector que les es familiar.
Esta difusin tiene lugar en la dcada de 1560 y sobre todo en la de 1570, bajo el gobierno de Toledo.
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buto, los indios se ven obligados a trabajar en las minas de mercurio de Huancavelica.
Al norte, en la regin de Cuenca, los indios se alquilan al servicio de los espaoles (para trabajos
domsticos, rurales o para tareas de transporte) y
tambin van a trabajar en las minas (las de oro de
Zamora). El tributo en dinero obliga a los indios a
adoptar actividades nuevas, en detrimento de las
tradicionales, puesto que quienes van a las minas o
a lugares lejanos abandonan el cultivo de sus tierras y a menudo no regresan. La difusin del tributo en plata agrava la desestructuracin del mundo
indgena. Segn Santilln se trata de la carga ms
penosa. La preocupacin por conseguir dinero se
hace general al sector indgena, pero se trata de
una necesidad impuesta desde el exterior, no de
una adopcin espontnea. Se busca la plata como
objeto precioso exigido por los espaoles, y no como
un instrumento de cambio. La introduccin de la
moneda no transforma la economa indgena en
economa monetaria: desempea solamente un papel destructor y negativo.
fectos de la vida colonial, sobre la vida republicana del Per. Influencia del rgimen colonial sobre el pueblo. - Influencia
del rgimen colonial sobre las clases superiores.
Los dos grandes objetivos de la educacin colonial fueron: conseguir la sumisin poltica a la
Monarqua y la sumisin religiosa a la Iglesia.
En la cultura domin la direccin teolgica y
el desprecio por la ciencia: y las reacciones contra estas tendencias, alcanzaron xitos efmeros.
En cuanto a la administracin colonial, prim la
conveniencia utilitaria de la Metrpoli en las relaciones entre el gobierno y los subordinados.
Vida intelectual del Virreinato del Per. Lima: UNMSM, 1937. Extractos seleccionados pgs. 273-277.
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irremediable separacin, cada vez mayor, del tiempo feliz que para siempre huy.
La influencia del rgimen colonial sobre los dems elementos populares no fue menos perjudicial.
Los virreyes se empearon en separar las castas,
creando entre ellas rivalidades y ociosidades, por temor a posibles levantamientos. Con tal sistema era
imposible la existencia de sentimiento alguno de solidaridad. Las castas vivan en el Per en la condicin indigna de clases inferiores despreciadas: en tal
situacin, mal podan sentir afecto por la patria, en
la que tanto se les humillaba. El rgimen colonial,
fue opuesto a la formacin del sentimiento nacional.
En cuanto a las clases sociales superiores, la
influencia de la vida colonial es de inmensa transcendencia.
El escolasticismo que domin durante tres siglos
desarroll entre nuestros intelectuales exagerado
amor a la teora, al principio dogmtico. El desprecio que porfiadamente se tuvo por las ciencias, ocasion la falta de espritu de observacin y del sentido
de la realidad. Estos defectos de espritu en las clases sociales superiores, aparecen notoriamente desde los primeros das de nuestra vida republicana.
Creyendo incompatible la forma monrquica con
los derechos del hombre, y repitiendo con Montesquieu que la repblica libre era la forma de gobierno ms perfecta de los pueblos civilizados, pasamos
rpidamente de la sumisin colonial al abuso de todas las libertades. Se argumentaba en favor del gobierno republicano, diciendo que el pueblo lo quera; y en los peridicos de la poca se leen frases como stas: somos hombres espontneamente unidos
en sociedad, y slo sujetos a los pactos que en ejercicio de nuestro albedro hemos formado. Se declamaba contra los gobiernos personales; contra la dictadura, esa dignidad espantosa de una espada cortante que amenaza al inocente y al culpable, al patriota y al traidor.
Se rene el Congreso de 1823 para dar al pas
una Constitucin liberal y, aunque nuestros legisladores profesaban los principios que hemos enunciado, sufri el Congreso una imposicin militar y, a fines de ese ao, aunque los demagogos repetan con
Benjamn Constant que un gobierno constitucional cesa de derecho de existir, inmediatamente
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La herencia colonial
La herencia
colonial
Julio Cotler
Estos modos de participacin de la poblacin indgena en la economa colonial se cumplieron paralelamente a la constitucin de
las haciendas y plantaciones basadas en el
trabajo esclavo. La Corona incorpor a su patrimonio las tierras del Inca que, en un primer momento, las audiencias y los
cabildos distribuyeron entre los conquistadores con sus correspondientes mitayos. Adems, los encomenderos, corregidores, cabildos y congregaciones religiosas, gracias a su relativa autonoma frente al Rey, estaban en condiciones de transgredir la ley y obtener tierras de las comunidades, englobando a sus pobladores como trabajadores enfeudados.
El abuso de la mita y la creciente mortalidad indgena produjo una fuerte acumulacin de tierras vacas y realengas en
las originalmente entregadas a las comunidades. A este fenmeno se asociaba el hecho de un creciente nmero de indgenas que al huir de las reducciones se convertan en forasteros,
condicin que les permita evadir el tributo y la mita, en razn
de no contar con tierras para su sustento. Esta situacin origin la composicin de tierras, de la que abusaron los espaoles. As, encomenderos, corregidores, curas doctrineros, se
transformaron en hacendados, pese a las expresas disposiciones reales.
Pero la posesin de tierras o minas slo adquira valor si
se acompaaba de una abundante y servil mano de obra. As,
el inters de la capa dominante por apropiarse de mayores extensiones de tierras se relacionaba con la posibilidad de absorber trabajadores indgenas.
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CARETAS
Octubre 2002
CARETAS 2002
Julio Cotler
...la hacienda era feudal por ser colonial. La feudalizacin del agro era un modo y condicin del colonialismo.
Lo decisivo a nuestro juicio es que el anlisis de la
comercializacin agropecuaria y de las relaciones
sociales de trabajo revela un doble juego de la hacienda: mientras al interior se estableca una economa no monetaria con los salarios pagados en servicios, concesin precaria de terrenos y especies supervaloradas; del otro lado, hacia afuera la hacienda se gestionaba como economa monetaria y venda su producto en el mercado a cambio de dinero.
La hacienda quedaba situada en la frontera de dos
economas, en la frontera de dos sectores sociales,
regulando la comunicacin entre ambos. Todo el
xito de la empresa resida en estas funciones de
trnsito, pontazgo, control (Macera 1977, 111: 142;
219-220).
De esta manera, mediante tributos, diezmos y primicias; reducciones, encomiendas y mitas; corregimientos y
repartimientos; los espaoles movilizaron legalmente a
la poblacin indgena a fin de obtener mano de obra y alimentos baratos en centros urbanos y asientos mineros y
tambin una demanda mercantil sobrevalorada, mecanismos que permitan apropiarse de los excedentes.
Dichas instituciones cumplan as la funcin econmica de incorporar a la poblacin indgena a la economa
mercantil, aunque en condiciones de explotacin colonial.
A su vez, los excedentes mercantiles que lograban acaparar los grupos dominantes eran reinvertidos en minas, tierras, esclavos y smbolos de prestigio tomados de la sociedad metropolitana, articulndose as la periferia con el
centro del naciente sistema capitalista.
A estos mecanismos de explotacin del trabajo indgena debe agregarse el estado de esclavitud de la mano de
obra de origen africano. Esta poblacin fue destinada a
trabajar principalmente en las plantaciones costeas, en
los obrajes y en la servidumbre domstica. La produccin
obtenida en los dos primeros sectores se trasladaba ntegramente a los circuitos monetarios interno e internacional, logrando as sus propietarios valorizar su inversin en
la mano de obra esclava.
Reiteradamente la Corona procur monopolizar el comercio y el transporte de mercancas a travs de la Casa
de Contratacin de Sevilla, en la que un privilegiado grupo de comerciantes peninsulares haba obtenido del Rey la
,
49
CARETAS 2002
La herencia colonial
As, la dominacin colonial no ofreci posibilidades polticas ni econmicas al desarrollo nacional. Econmicas,
por las relaciones sociales de naturaleza colonial entre los
estamentos sociales, y polticas por la fragmentacin corporativa en que se encontraban dichos estamentos, as como por las mltiples facciones oligrquicas resultantes de
dicha fragmentacin. Por otro lado, la precaria administracin de la Metrpoli, resultado de las tensiones entre la
administracin espaola y la colonial, asociada a la preservacin de los derechos corporativos, devino en una falta de universalizacin del Estado, impidiendo el desarrollo de valores y smbolos comunes a su poblacin.
La ausencia de la aristocracia en la direccin polticomilitar de la Independencia por su permanente ambivalencia y errtico comportamiento frente a los espaoles,
determin que fuera desplazada por los jefes militares y
que como grupo dirigente no figurara en la nueva escena
republicana.
Adems, la destruccin de haciendas, obrajes, minas y
el reclutamiento forzado de la mano de obra servil y esclava en forma indistinta por patriotas y realistas se sum a ese desplazamiento poltico de la aristocracia, determinando la quiebra de sus bases econmicas de poder.
Asimismo, la guerra de la Independencia provoc el exilio
en masa de los comerciantes peninsulares, de muchas familias aristcratas, de los funcionarios coloniales y de muchos signatarios eclesisticos.
La aristocracia limea, como afirmara Riva-Agero:
... se deshizo lentamente en la larga anarqua que
sigui y desapareci como clase social. Su indolencia, su peruana blandura, no le permitieron conservar importancia y poder, constituyendo una oligarqua republicana conservadora como en el antiguo
Chile. Mereci su cada, pues se arruin por carencia de prestigio, energa y habilidad (1965: 436).
En resumen, al romperse los lazos con la metrpoli, la
aristocracia criolla no pudo, como algunos lo hubiesen
querido, servir de equipo de reemplazo y de estabilidad.
Destruida la cabeza patrimonial metropolitana y la aristocracia colonial, que daban orden y concierto a la organizacin de la sociedad y la poltica, el cuerpo social se
fragment, descoyuntndose en parcelas gobernadas por
grupos seoriales que ostentaban una importante autonoma como para decidir la suerte de sus respectivas jurisdicciones. La permanente tensin patrimonial entre la
50
CARETAS 2002
Hugo Neira
Virrey, corte
y asedio criollo
Hugo Neira
CARETAS 2002
,
52
CARETAS 2002
a. La vida criolla atrajo tanto que el Estado de India tom medidas para proteger a sus virreyes y oidores. La criollidad invadi, sin embargo, el espacio
de Palacio, que sin llegar a ser el del Estambul
descrito por G. Goodfwin, con su estricto protocolo,
en medio de jardines paradisiacos y patios interminables, cont en la vida peruana. La Visita y el Juicio de Residencia no alcanzaron sino a morigerar el
infatigable complot del encanto local.
Palacio no es en este caso una metfora del poder sino una realidad fsica y sensual, aunque el espacio arquitectnicamente no fuera muy grande,
pues en el caso de Lima apenas ocupaba el emplazamiento inmediato a la Plaza Mayor, rodeado de
establecimientos comerciales o cajones, siendo el
ncleo de un poder cercado por el talento endgeno
de quienes siempre supieron rodear al poderoso,
para mejor comprometerlo y perderlo (como en los
tiempos actuales, a la emergencia de algn Dictador o Presidente). Una de las funciones virreinales,
acaso la ms profunda y perdurable, fue transformar Lima en Corte, hasta que los ltimos virreyes,
militares por necesidad, la transformaron en fuerte. El espacio de la cortesana no se limitaba slo a
la residencia oficial, sino al ancho de la ciudad por
entero: lujo de saraos ntimos y tertulias familiares.
No puede descuidarse, en materia de herencias coloniales, la injerencia del placer en el poder, la
trampa de los afectos, y para decirlo todo, la poca
distancia entre lecho y mesa, trono y alcoba. En
nuestros das, Norbert Elias se ha preguntado
cuando se civilizan los hombres, en qu momento
inventan el sistema palaciego. En el caso limeo,
acaso estaramos en las antpodas de Versalles. No
fue el Estado, es decir los virreyes, los que pacificaron a los nobles criollos sino lo contrario. La obra de
civilizacin, es decir de domesticacin, amansamiento y adelgazamiento del poder pblico por las
pasiones, como lo entiende Norbert Elias, fue emprendida por la sociedad colonial que sedujo y corrompi a sus autoridades.
Exageracin? Los acaudalados criollos vencieron a los virreyes, y mucho antes que en Junn. Los
intereses locales se inmiscuyeron (se metieron, se
entremetieron) en la maquinaria imperial hacindola girar, paradjicamente, en beneficio propio, o
sea, de las lites provinciales. Tal finalidad no es
censurable, s lo es en cambio el que aspirantes y
emprendedores criollos se condenaran a estrategias
49
Hugo Neira
de astucia. Carentes de representatividad, sin legitimidad, sus armas fueron forzosamente la maniobra y las injerencias en las instituciones con el fin
de acomodar la ley a las familias dominantes. La
incongruencia del estatus criollo, el de los ricos sin
poder, cost a Espaa su imperio.
En este preciso punto, me parece muy elocuente
el desacuerdo del historiador espaol Cspedes del
Castillo con los viajeros Jorge Juan Ulloa y don Antonio Ulloa, difusores de la equivocada versin de
una arrinconada criollidad. La cita es larga pero vale la pena. Las escandalizadas denuncias de viajeros extranjeros y visitantes peninsulares verbigracia, Jorge Juan y Antonio Ulloa, Noticias Secretas
de Amrica (1749) sobre corrupcin generalizada
y universal incumplimiento de las leyes, reflejan
sin duda hechos ms o menos ciertos, pero tambin
una total incomprensin y desconocimiento de su
significado; parten del principio de la observancia
de la ley, cuando el principio entonces vigente en In-
,
53
CARETAS 2002
Captulo III:
Qu es
la Repblica?
Jorge Basadre
l Per moderno (lo hemos dicho muchas veces) debe a la poca pre-hispnica la base territorial y parte de la poblacin; de la poca
hispnica provienen tambin la base territorial, otra parte de la poblacin y el contacto con
la cultura de Occidente; y la poca de la Emancipacin aporta el sentido de la independencia y
de la soberana. Mas en esta ltima etapa,
madura asimismo un elemento psicolgico
sutil que puede ser llamado la promesa.
La promesa de la vida peruana y otros ensayos. Lima: Editorial Juan Meja Baca, 1958.
Extractos seleccionados pgs. 15-20, 35-37,
43, 50-51.
Para qu se fund
la Repblica?
Jorge Basadre
(Tacna 1903-Lima 1980).
El sentido de la independencia y de la soberana no surge bruscamente. Dentro de una concepcin esttica de la historia el perodo de tiempo
comprendido entre 1532 y 1821 se llama la Colonia.
Para una concepcin dinmica de la historia, dicha
poca fue la de la formacin de una sociedad nueva
por un proceso de rpida transculturacin, proceso en el cual aparecieron como factores descollantes
la penetracin de los elementos occidentales en estos pases, la absorcin de elementos de origen americano hecha por Occidente, el mestizaje, el criollismo y la definicin de una conciencia autonomista.
Los americanos se lanzaron a la osada aventura de la Independencia no slo en nombre de reivindicaciones humanas menudas: obtencin de
puestos pblicos, ruptura del monopolio econmico, etc. Hubo en ellos tambin algo as como una
angustia metafsica que se resolvi en la esperanza de que viviendo libres cumpliran su destino colectivo. Nada ms lejos del elemento psicolgico
llamado la promesa que la barata retrica electoral peridica y comnmente usada. Se trata, de
algo colocado en un plano distinto de pasajeras
banderas. An en los primeros momentos de la independencia as qued evidenciado. Los llamados
separatistas o patriotas entraron en discordias intestinas demasiado pronto, antes de ganar esa
guerra, an antes de empezar a ganarla. Se dividieron en monrquicos y republicanos y los republicanos, a su vez, en conservadores y liberales, en
partidarios del presidente vitalicio y del presidente con un perodo corto de gobierno, en federales y
unitarios. Y sin embargo, a pesar de todo el fango
que con tal motivo mutuamente se lanzaron, y a
pesar de la sangre con frenes vertida entonces,
para todos ellos esa victoria en la guerra de la Independencia al fin lograda despus de catorce
aos, apenas si fue un amanecer. Bolvar y San
Martn, Vidaurre y Luna Pizarro, Monteagudo y
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CARETAS 2002
Snchez Carrin, por hondas que fuesen sus divergencias, en eso estuvieron de acuerdo.
Las nacionalidades hispano-americanas tienen,
pues, un signo dinmico en su ruta. Su antecedente inmediato fue una guerra dura y larga; su origen
lejano, un fenmeno de crecimiento espiritual dentro del proceso vertiginoso de la transculturacin
de la civilizacin occidental en este suelo simblicamente llamado el Nuevo Mundo. Y por eso se explica que en el instante de su nacimiento como Estados soberanos, alejaran su mirada del ayer para
volcarla con esperanza en el porvenir.
Esa esperanza, esa promesa, se concret dentro
de un ideal de superacin individual y colectiva que
deba ser obtenido por el desarrollo integral de cada pas, la explotacin de sus riquezas, la defensa y
acrecentamiento de su poblacin, la creacin de un
mnimun de bienestar para cada ciudadano y de
oportunidades adecuadas para ellos. En cada pas,
vino a ser en resumen, una visin de podero y de
xito, para cuyo cumplimiento podran buscarse los
medios o vehculos ms variados, de acuerdo con el
ambiente de cada generacin.
En el caso concreto del Per, sin saberlo, la promesa recogi algunos elementos ya conocidos en el
pasado trasformndolos. Los incas para sus conquistas inicialmente procuraron hacer ver a las tribus cuya agregacin al Imperio buscaban, las perspectivas de una vida ms ordenada y ms prspera.
Ms tarde, incorporado el Per a la cultura occidental, su nombre son universalmente como fascinador anuncio de riqueza y de bienestar. Al fundarse
la Independencia, surgi tambin, un anhelo de concierto y comunidad: Firme y feliz por la Unin, dijo, por eso, el lema impreso en la moneda peruana.
Y surgi igualmente en la Emancipacin un anuncio
de riqueza y de bienestar proveniente no slo de las
minas simbolizadas por la cornucopia grabada en el
escudo nacional sino tambin por todas las riquezas
que el Per alberga en los dems reinos de la naturaleza, que el mismo escudo simboliza en la vicua
y en el rbol de la quina. Un fermento adicional tuvo todava la promesa republicana que el quipu,
inca y el pergamino colonial no pudieron ostentar
porque ambos correspondan a un tipo de vida socialmente estratificada: el fermento igualitario, o
sea el profundo contenido de reivindicacin humana
que alienta en el ideal emancipador y que tiene su
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CARETAS 2002
Jorge Basadre
gica por el Estado y ms tarde la bsqueda exclusiva del desarrollo material del pas. En el primer caso, el objetivo por alcanzar fue el Estado eficiente;
en el segundo caso, fue el pas progresista. Mas en
la promesa alentaba otro elemento que ya no era
poltico ni econmico. Era un elemento de contenido espiritual, en relacin con las esencias mismas
de la afirmacin nacional. Comprendieron y desarrollaron ntegramente y de modo exhaustivo ese
otro matiz de la promesa los hombres del siglo XIX
que, por lo dems, no malograron ni la estabilidad
del Estado ni el integral progreso del pas? He aqu
lo que un peruano, tambin del mismo siglo escribi: Como individuo y como conjunto, finalmente,
el hombre necesita tener un ideal que perseguir,
una esperanza que realizar. Por ese ideal y conforme al que se trazan, se hacen los hombres y los pueblos. Cuando carecen de l se arrastran, como nosotros, perezosos, desalentados, perdidos en el desierto, sin luz en los ojos ni esperanza en el corazn.
Crearlo digno y levantado y mantenerlo siempre viviente para los individuos y para el conjunto es suprema necesidad de todo el pueblo y misin encomendada a los que lo guan.
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CARETAS 2002
Las singulares caractersticas que la Independencia present en el Per con la participacin argentina y colombiana determinaron dos hechos de
vastas proyecciones: 1 no surgi en esa guerra un
gran caudillo militar peruano; 2 la nobleza no presidi como grupo social orgnico el comienzo de la
Repblica. Empobrecida por la guerra, contempl
luego cmo eran abolidos los ttulos de nobleza y cmo eran abolidos los mayorazgos. El folleto Recla-
Jorge Basadre
macin de los vulnerados derechos de los hacendados de Lima pinta su decadente situacin hacia
1830. El poder poltico cay de inmediato en manos
de los idelogos y de los polticos profesionales. A los
primeros los hemos llamado progresistas abstractos, y a los segundos inmediatistas utilitarios.
En el vecino Chile, despus de 1830 precisamente, una oligarqua de grandes propietarios unida
por intereses familiares se erigi sobre una masa
pasiva. Pero si los pelucones construyeron un muro alrededor del Estado chileno contra el oleaje demaggico, no se limitaron a tener el espritu colonial. Hombres como el gramtico, jurista y poeta
Andrs Bello, el gegrafo y explorador Claudio Gay,
el naturalista Domeyko, dieron a Chile un estilo peculiar de cultura. Bello sobre todo contribuy, al
amparo de la paz pelucona, a crear el equipo conductor que luego pudo, sin derramamiento de sangre, presidir las reformas liberales objetadas al
principio y, ms tarde presidir la guerra que hizo de
Chile una potencia en el Pacfico Sur.
No fue esa la situacin en el Per. En nuestros
treintas y cuarentas tuvimos momentos en que pareci haberse llegado a una extrema simplificacin
de la faena de comandar y dirigir, por haberse roto
el equilibrio entre masa y lite. Fueron momentos
de a-historia, o sea de choques contradictorios, de
continuo empezar, en contraste con la historia que
es, en s, proceso y esencial continuidad. El ejrcito
y el caudillaje, tan vilipendiados, tan incomprendidos, pretendieron a veces sofrenar el frenes ideolgico y dar paz y cohesin al pas.
Los empiristas se han desgaitado hablando de
la necesidad de que el indio sea redimido. Les
preocupa que el campesino Pedro Mamani, por
ejemplo, no tenga piojos, que aprenda a leer y a escribir y que sea garantizado en la posesin de sus
ovejitas y su terrenito. Pero al mismo tiempo que
la higiene, la salud, el trabajo y la cultura de Pedro Mamani, importa que el territorio en el cual l
vive no disminuya sino acreciente su rendimiento
dentro del cuadro completo de la produccin nacional. Si eso no ocurre, aun cuando goce del pleno
dominio de su chacrita y de sus ovejitas y aunque
lea toda la coleccin del Fondo de Cultura Econmica, Pedro Mamani no tendr resueltos sus problemas bsicos.
,
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Un pas monocrtico
Un pas
monocrtico
Luis Alberto Snchez
(Lima 1900- Lima 1994)
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Un pas monocrtico
El conductor de la resistencia contra el invasor, general Cceres, tambin monopoliz el callado herosmo de
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CARETAS 2002
sus annimas mesnadas. De entre los mil gestos magnficos de entonces, se perpeta el correspondiente a un heroico hijo de pap grande: Leoncio Prado. Cceres pens,
como los generales de la Independencia, que l era el
dueo del destino peruano, y cobr en poder sus sacrificios patriticos. La patria estaba obligada a pagar sin reticencias a todos su esforzados hijos ... que supiesen demandar lo que crean deuda a su favor. De ah la dcada
militarista de 1885 a 1895, cancelada por un primer acto
de cordura cvica, la coalicin de partidos civil (el de Pardo) y demcrata (el de Pirola), los cuales, al juntarse,
restauraron los valores ciudadanos y derrotaron al militarismo batalla a batalla por todo el Per y al fin, en la
propia Lima.
Es entonces cuando se perfila un movimiento democrtico hasta, en 1908, la Presidencia de Legua, menudo
y aquilino hombre de negocios, aport junto con la audacia del arriesgador de futuros, una idea muy prctica, pero muy confusa y desvalorizadora de ciertos elementos
indispensables para mantener en alto los ideales de una
nacin. Legua, como todo materialista o financiero, cegado por la experiencia de los gerentes, restaur la monocracia. Para eso deshaciendo los partidos polticos tan
trabajosamente hilvanados. Aumentar la renta pblica
fue el slogan con que disfraz su autocracia. Era una
consigna indita. En realidad no descansaba sobre clculos muy complejos. Con las cuatro operaciones (y hasta
con slo dos de las cuatro) se tena suficiente para orientar la nueva poltica.
Tras el brevsimo interregno nada personalista por
cierto, pero, s, democrtico, que represent el Presidente
Billinghurts, resurge la monocracia con el coronel Benavides. Y, luego de otro intermezzo legalista, de Jos Pardo
en su segunda presidencia, renace con Legua la autocracia desembozada y reeleccionista. Lo que sigue es historia
contempornea. En treinta y siete aos, de 1919 ac
[1956], no conocimos sino nueve meses ms tres aos y
tres meses, en total cuatro aos de gobierno democrtico
con pleno disfrute de libertades pblicas, sin censura, sin
exilios, sin presos polticos, sin supresin de partidos. Duro balance; 4 en 37, es decir menos de 1/9 de vida constitucional absoluta. Extendida esa proporcin a nuestros
135 aos y medio, la regularidad durante dicho lapso, si
juzgamos con rigor, no da mucho ms. Para ser optimista
elevemos la cifra a un cuarto de siglo democrtico; la monocracia nos es deudora de ciento diez aos de retraso o
estancamiento, en que la nacin, moral y materialmente,
ha avanzado por su cuenta, a despecho del contraproducente freno que represent la amputacin de sus ms preciadas virtudes y posibilidades.
Para qu la
Independencia?
Jos Agustn de
la Puente Candamo
Que en la Repblica del Per hay mltiples expresiones de injusticias, lentitud administrativa,
retraso en educacin, salud, vivienda, son hechos
indudables. Es cierto igualmente que el Per no es
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CARETAS 2002
Para qu la Independencia?
,
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CARETAS 2002
La respuesta es compleja. No es solamente el triunfo militar, o la creacin de una nueva estructura jurdica, o la rectificacin de errores o injusticias. Todo lo anterior es vlido; no obstante, hay algo ms. Nuestros
abuelos de esos aos de tantas esperanzas reciben entre sus manos solamente entre manos peruanas la
inmensa tarea de perfeccionar e integrar mejor la sociedad peruana bajo un signo de justicia y en dilogo
con todos los pueblos de la Tierra. Este es el encargo
capital que la Repblica recibe de la Independencia en
la continuidad de los siglos, creadores del Per.
Al final de este libro, procede esta pregunta Para qu la Independencia?
De algn modo ya se ha adelantado la contestacin.
La Emancipacin afirma como objetivo central, como
objetivo ltimo, el perfeccionamiento de la comunidad
peruana. Este es el ideal de los precursores y de los
hombres que vencieron en la lucha por la afirmacin de
una singularidad espiritual, obra de la historia.
,
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La primera Repblica
Visin histrica del Per (Lima: Editorial Milla Batres, 1978). Extractos seleccionados,
pgs. 179-217.
La primera
Repblica
Pablo Macera
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CARETAS 2002
Pablo Macera
CARETAS 2002
La primera Repblica
que en el orden internacional. La aristocracia criolla no haba podido, como su homloga chilena, realizar la independencia. Sus principales representantes (Torre Tagle, Riva Agero) haban sido acusados de colaboracionismo. Casi todos haban preferido los castillos espaoles del Callao, en vez de
combatir en Ayacucho. Carecan, por consiguiente,
de la fuerza y el prestigio poltico necesarios para
asumir visiblemente el gobierno de una repblica
que no haban deseado. Los sectores profesionales
medios, entre tanto, eran demasiado dbiles como
para remplazarlos. En un pas multirregional como
el Per solamente existan tres sistemas organizados jerrquicamente a escala nacional: el Ejrcito,
la Iglesia y la burocracia civil; estas dos ltimas,
por su naturaleza, no podan pretender el poder supremo. El estado de guerra internacional, casi continuo desde 1810 hasta mediados del siglo XIX, fortaleci adems al Ejrcito. El militarismo resultaba por consiguiente el modelo poltico con mayores
probabilidades histricas. De hecho sin mencionar
interinatos muy breves salvo dos (Pardo, Pirola)
todos los dems presidentes peruanos del siglo XIX
fueron militares. Hasta el gobierno de Castilla, sin
embargo, ese propio militarismo fue incapaz de
construir un gobierno fuerte pese a los esfuerzos
de Gamarra y de Pando.
El desarrollo frustrado
A mediados del siglo XIX la comercializacin internacional del guano abri al Per la oportunidad
de cambios sociales y econmicos en condiciones
ms ventajosas que las de otros pases suramericanos. Pero al final del perodo, despus de 25 aos,
casi todo haba fracasado. Los peruanos se han venido preguntando, desde entonces, qu ocurri con
el guano? Consideremos primero sumariamente las
condiciones econmicas generales del pas. La deuda externa peruana superaba los 16.000.000 de pesos, su crdito internacional se haba arruinado
hasta el punto que los bonos peruanos se cotizaban
a no ms del 16% de su valor nominal. El sector privado, a ms de otros obstculos, haba debido afrontar desde 1830 el desorden monetario. El amonedamiento de la plata haba bajado en los primeros
aos republicanos hasta un 50% de lo producido en
el quinquenio 1790,1795. Para los aos 1830-40 se
calculaba que hasta 4-5 millones del valor de las importaciones eran pagados en plata pia. A partir de
1832 la situacin fue agravada por la introduccin
,
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CARETAS 2002
Pablo Macera
terior se importaban desde Pars. Signos exteriores de un optimismo que a nivel de mayor importancia estimul una orga de] crdito bancario que llev a la bancarrota de los
aos 70. Los propietarios criollos creyeron
llegada su hora, contrajeron enormes prstamos para reconstruir sus casas e invertir en
las viejas plantaciones de azcar.
El sector ms beneficiado con todos estos excesos fue el de la agricultura de exportacin. El
cotton Farnine de los aos 60 propici la extensin de los algodonales; el crdito bancario favoreci la modernizacin de las viejas plantaciones de
caa de azcar. Pero la inflacin interna de los precios, la coyuntura internacional de los aos 70, la
dbil e irracional estructura empresarial, frustraron incluso ese parcial desarrollo. De todo eso qued como saldo moral la inicua trata de los inmigrantes chinos, de los cuales llegaron al Per ms de
cien mil (100.000) en menos de 25 aos.
Ni el contrato Dreyffus (Pirola) ni la nueva poltica peruana sobre el salitre (Pardo) bastaron para
detener el desastre adonde conduca toda esta historia peruana entre 1840-1870. La guerra del Pacfico
(1879-1883) lo puso en evidencia. Fue una derrota solicitada ya que no merecida. O por lo menos una derrota merecida por una clase dirigente (presidentes,
ministros, comerciantes, obispos, doctores y generales) que solamente tuvo una habilidad: hacer que esa
derrota fuese pagada por el propio pueblo.
,
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CARETAS 2002
16 Bartolom Herrera.
Sermn de 1846,
segunda parte. En
Escritos y Discursos
(Lima. E Rosay, 1929).
Pgs. 79-85.
Captulo IV:
La joven Repblica
de la Independencia
a la Guerra con Chile
Discurso quinto:
leyes fundamentales
que convienen
al Per
Manuel Lorenzo de Vidaurre
(Lima 1773-1841)
,
75
CARETAS 2002
,
76
CARETAS 2002
pios. Montesquieu me ensea que el que ama la democracia ama la igualdad. Yo prescindo de teoras.
Yo recuerdo con Mirabeau a los pueblos, no lo que
se ha estudiado en los libros ni en las meditaciones
abstractas, sino lo que l mismo ha aprobado. La libertad no es tanto el fruto de una doctrina trabada
por deducciones filosficas, como la experiencia de
los das y raciocinios simples, y las consecuencias
necesarias que de all resultan. Es menester haber
perdido el entendimiento, carecer de reflexiones,
entregar la conciencia, romper los vnculos de la naturaleza, renunciar al pudor, endurecerse en el engao, y privarse para siempre de todos los sentimientos naturales para hacer el menor pacto, tregua o convenio con la antigua aristocracia. Si nosotros mantenemos sus formas en un gobierno democrtico, resultar lo que a un enfermo que ha sufrido una fuerte indigestin. Si su estmago no est
perfectamente purificado, cualquier alimento que
tome, por noble que sea, en el momento le altera y
corrompe: yo no hallo entre los gobiernos simples
otro peor que el aristocrtico: la Polonia garantiza
mi palabra. Pero el aristo-democrtico me presenta
mayores turbulencias, inquietudes, y anarquas.
Roma fue gloriosa mientras la alta clase todo lo gobernaba y rega. Los principios de decadencia yo no
los concibo como Montesquieu y Gibbon. Su plan
fue alterado; desde entonces comenz la guerra civil y la ruina. Es verdad que Csar y Pompeyo casi concluyen la conquista del gobierno conocido. Yo
confieso el hecho, pero en l veo aquellas luces que
al expirar parece que alumbran ms, que en su estado perfecto. El da de las glorias de esos grandes
hombres, es la vspera de la cada espantosa de la
Repblica. Si han de gobernar el pueblo los nobles,
stos siempre han de trabajar por la tirana.
Yo no quisiera en mis discursos nombrar jams
personas, pero hay algunos casos en que es necesario e imprescindible. Torre-Tagle y Riva-Agero, el
uno pretende entregar la patria, el otro la vende.
Berindoaga es el agente de la ms alta traicin. El
vicepresidente Aliaga es un desertor, tanto ms criminal, cuanto que con engaos detuvo a muchos patriotas y les impidi que en tiempo emigrasen.
Fuente Gonzlez admite el gobierno a nombre del
Rey, y publica el bando de que se habla en mi primer discurso, Yo no he visto emigrados sino a Soria,
y a don Manuel de Salazar y Baqujano. Todos los
dems ttulos han quedado haciendo la corte a Rodil, menos dignos de excusa, pues tenan abundan-
,
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CARETAS 2002
tes proporciones para emigrar, de que carecan infinitos que vimos en esos arenales, hambrientos y casi desnudos, huyendo de la servidumbre. Comparada la conducta de esos aristcratas, con la de cien y
cien notables por su virtud, por sus talentos, por su
decisin a nuestra causa, con justicia llamados a los
primeros empleos de la Repblica.
,
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CARETAS 2002
Bartolom Herrera
Siervo mo
eres t Israel:
no te olvides de m
Bartolom Herrera
(Lima 1808-1864)
Este discurso mismo habra sido entonces un discurso laborioso; porque se habra dicho que la religin no respetaba al estado. Como si los hombres
que se renen en nmero bastante para llamarse
estado, adquirieran el triste privilegio de no or la
verdad nunca: como si la religin santa de Jess pudiera hacer la apoteosis del crimen cuando no proviene de la perversidad de uno, sino de la enorme
perversidad de muchos: como si en fin el Seor no
fuera Dios tambin de los estados.
Gracias l, esos errores van pasando; y oh Providencia adorable! del seno de Alemania, donde brotaron el siglo XVI, los delirios que engendraron en
Francia el monstruo asesino de su rey, Francia misma ha sacado y derrama por todo el mundo una filosofa, que, si bien no tiene todo el vigor irresistible
que solo se halla en la religin revelada, persigue y
hiere en todas partes al enemigo que sali de su seno. La filosofa, lo sabis seores, vuelve de prisa
hacia el catolicismo y va abrazando de una en una
sus verdades. Qu impresin os haran vosotros,
que sois lo mas ilustrado del Per; y que vens manifestar al Seor en su templo, que conservis la fe
y la lealtad religiosa de vuestros padres, los extraos caprichos que un excelente corazn estragado
por la melancola de la soberbia, proclam el siglo
pasado, y de que la razn universal se avergenza
ahora? Quin de vosotros podra soportar al ciego,
que pretendiera destruir los principios de la ciencia
eterna inmutable, sin poseer siquiera la esencial
del da en que vive?
Pero cunto ha sufrido la nacin y cunto le resta
tal vez que sufrir, mientras se cura enteramente de la
enfermedad, con que se vio contagiada en la lozana
de su juventud! Separada de la monarqua de que era
parte; sin sujecin ninguna autoridad extraa, se
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llam, y bien soberana, segn el uso comn de la palabra. Habiendo, como hay, una oposicin necesaria
entre los efectos de la fuerza y los del derecho de mandar, no poda reconocer autoridad legtima, sino en
aquellos quienes se hubiese sujetado, por un acto de
libre sumisin, para cumplir la ley divina que lo dispone as: y tambin en este sentido aunque impropio,
pudo llamarse soberana. Esta especie de soberana la
revel Nuestro Seor Jesucristo: la difundi por medio de los Apstoles: y, con la pluma de Santo Tomas,
la present luminosa los hombres cuando pareca
que todos la haban olvidado.
Feliz el Per, si al declararse libre de la fuerza,
hubiera tenido presente la enseanza del Apstol:
libertados del pecado os habis hecho siervos de la
justicia (Rom. 6 18): pero se le hizo creer que la autoridad pblica era invencin suya; que poda desobedecerla y destruirla cuando le pluguiese; que su
voluntad era su ley; y, si no se le anunci en trminos formales que era independiente de Dios, se
arregl su conducta prctica este principio absurdo y espantoso.
Se autoriz de este modo la tirana en las leyes:
la rebelin en los particulares; y en los gobiernos la
violencia que han necesitado emplear, para vencer
la fuerza que sin cesar los empujaba. Y las revoluciones se han sucedido, bajo diferentes pretextos
unas otras, y con ellas las inquietudes, los delitos
y las desgracias: y los campos y todas las fuentes de
bienestar - la naturaleza entera se ha quejado del
hombre, como asombrada de que l solo la perturbase en este feliz clima, lejos de prestarle su ayuda.
Oye pueblo peruano una parbola. Un poderoso
se separ de sus tierras para ir recibir un reino.
Antes de separarse llam sus siervos y dio cada
uno una moneda; y les dijo; traficad mientras vuelvo, y parti. Y los que le aborrecan le enviaron esta embajada: no queremos que reines sobre nosotros. Y cuando volvi, despus de haber recibido el
reino, mand llamar los siervos para averiguar lo
que haba negociado cada uno. Al que con una moneda haba ganado diez monedas, le dio potestad
sobre diez ciudades y le llam siervo bueno y fiel. Y
al que haba ganado cinco monedas le dio potestad
sobre cinco ciudades. Mas cuando se le acerc uno
que nada haba ganado, dijo los que estaban all:
quitadle la moneda y ddsela al que tiene diez monedas. Y ellos le dijeron: Seor, tiene diez monedas.
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Bartolom Herrera
Se busc la libertad en el desorden de la revolucin, cuando Dios la ha establecido en la obediencia; y se cay en la esclavitud. Se quiso reconocer
soberana absoluta en la voluntad de los hombres,
cuando Dios haba dicho que l solo es el Seor, y
result un dolo vano. Todos los forjadores de dolos son nada, y las cosas que ms aman no les aprovecharn. Ellos mismos, para confusin suya son
testigos (Jerem. c. 44 v. 9).
Los dolos de que habla aqu Jeremas escapan
del fuego, porque son trabajados con la lea que sobra en el hogar: pero este otro dolo es adorado para arrojarlo al fuego, sin que su falsa divinidad pueda levantarlo de las llamas.
El pueblo no puede libertarse de las desventuras
en que lo precipitan sus ms crueles enemigos, sus
aduladores: no puede establecerse la paz y la armona social, sin una autoridad que obligue al ciudadano en lo ntimo de su conciencia, de la que se sienta realmente sbdito y de quien tenga una dependencia necesaria: y esta autoridad es solo la de
Dios, soberano del universo.
En el hombre slo se puede respetar pues la autoridad que emane de Dios, como emana sin duda la de
los jueces, la de los legisladores, la del jefe de cada
estado. Suponindola emanada del pueblo, cada enemigo de Dios, quiero decir, del sosiego pblico, ha podido invocar el nombre del pueblo para derrocar al
gobierno y el poder de las leyes; y para que la miseria, la ruina y la afrenta hayan cado sobre este desdichado pueblo. Acurdate de estas cosas Israel,
porque siervo mo eres t (Is. c. 44 v. 21).
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1. El espritu de asociacin es
caracterstico del hombre
Importancia y
utilidad de
las asociaciones
Francisco de Paula
Gonzlez Vigil
(Tacna 1792-Lima 1875).
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Pero cualesquiera que sean las ventajas de la sociedad civil, no bastan ellas a satisfacer todas las necesidades del hombre, ni contentarle enteramente. A
fuerza de ser generales, y multiplicadas sus atenciones, o de los que en ella estn encargados de hacer
sus veces y llenar sus fines, no se piensa en ste y
aqul y se escapan, por decirlo as, las individualidades. Recibe al que viene, pero no le busca cuando est necesitado. Ensea buena doctrina, procura su
cumplimiento; manda prestar auxilio o socorrer; y lo
hace; pero las ms veces con una sangre fra, que si
no mengua la obra, la priva de inters, y quiz de merecimiento. En nada de esto hay culpa; porque es un
defecto inherente a las generalidades: particularidades se han menester, o considerar los casos especiales, hacerse cargo del individuo, y no mirar slo a la
especie. Este es cabalmente el objeto de las asociaciones de que nos proponemos hablar.
Los que conozcan las malas tendencias de asociaciones corrompidas y corruptoras, o tienen que
iniciarse en ellas, o guardar profundo y criminal silencio o que formar otras asociaciones en sentido
contrario. Por grande que se crea, y en verdad sea,
el influjo de un hombre, nunca bastar por s solo a
impedir que tengan efecto los esfuerzos de una asociacin; como si dijramos penetrar una fortaleza
slidamente construida, y animosamente defendida. Se necesita una suma de esfuerzos reunidos para contrarrestar a los primeros, y sobreponrseles,
haciendo triunfar a la justicia, siempre bienhechora, y reprimiendo a la injusticia con su funesta comitiva de intereses privados, o de corporacin.
8. Las asociaciones particulares deben
auxiliar en la atencin de los
intereses generales
CARETAS 2002
CARETAS 2002
de cualquier aspecto, y en todos sentidos de asociaciones de que ni remotamente pueda recelarse mal
ninguno, sino servicios mutuos, cuyo buen resultado experimente la Nacin: de asociaciones en fin,
que no slo tengan por objeto el inters recproco de
los individuos que las componen, sino que sobreabunden en buena voluntad y beneficencia, y se hagan trascendentales. Estamos ntimamente convencidos de que estas asociaciones han de transformar el mundo, y mejorarlo, auxiliando a la autoridad cuando ella camine en buen sentido; supliendo
sus faltas, cuando est parada; y corrigiendo sus
errores, cuando se extrave o delinca.
11. No ha de aguardarse todo de los gobiernos
Es una desgracia de las sociedades, que todo
tengan que hacerlo los gobiernos, y todo se espere y
tema de ellos. En las sociedades nacientes, la accin
del Gobierno reconoce un campo vasto donde versarse; pero ha de considerarse, que sta es propiamente una necesidad, que hemos calificado de desgracia; y no debe hacerse empeo de conservar y
perpetuarla; oficio propio de los gobiernos absolutos. En los dems, nos parece que los gobiernos racionales y representativos deban reducir ellos mismos el campo de su accin inmediata, y no procurar
que aun asuntos municipales o de inters local, y a
veces de poca consideracin, dependan de ellos, como si quisieran tener en sus manos todos los hilos,
por insignificantes que fueran, o en otros trminos
las riendas de los pueblos. Rogamos a nuestros lectores, que lleven en paciencia la vergenza de la
comparacin, porque ella nos parece muy expresiva
de nuestro pensamiento, o de que tal oficio sera
propio y digno de gobiernos absolutos: porque como
deca el Rey D. Alfonso el Sabio "Vedaron siempre
en sus tierras los tiranos cofradas e ayuntamientos
de los hombres".
12. Es absurdo que un gobierno
republicano mire mal a las asociaciones
No es extrao que gobiernos de esta clase, necesariamente suspicaces, y que miran como acto de
insubordinacin toda empresa benfica que no parta originalmente de su soberana munificencia, miren mal las asociaciones. Lo extrao es, que gobiernos de otro nombre se espanten de ellas, en vez de
dejarlas en libertad, cuando no incurrieran en delitos vedados por las leyes, y que seran vituperables,
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Ricardo Palma
(REMINISCENCIAS)
El Baile de La
Victoria
Ricardo Palma
El gran escritor del siglo XIX en el Per e irnico observador de las costumbres de Lima. Autor de las clebres Tradiciones Peruanas.
Ciertamente que la aristocracia de los pergaminos, con las leves excepciones de toda regla, no descollaba por el talento o la ilustracin; pero s deslumbraba todava por su riqueza y boato, como que
haba entre ella acaudalados tan estpidos que almacenaban debajo de la cama talegos henchidos de
pesos. Yo he visto en mi niez, en el traspatio de una
casa, lo que se llamaba varear la plata, operacin
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El baile de La Victoria
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lonia, se engarzaban sobre plata, moda que en este siglo XX que vivimos parece que aspira a resucitar. El oro se empleaba nicamente en el engarce de anillos.
No faltar entre mis lectores algunos que conocieron y trataron a don Bernardo O.... el alhajero,
mercader alemn que, por los aos de 1852, trajo de
Francia por valor de quinientos mil francos en alhajas engarzadas sobre oro. Lleg, como se dice, en la
hora del buen pastor, esto es, cuando la Consolidacin estaba en su apogeo y se improvisaban fortunas
en menos tiempo del que gasta en persignarse un
cura loco. Las aristcratas, como una protesta contra la Consolidacin se obstinaron en mantener el
engarce sobre plata, comprobando as que en sus alhajas no haba un centavo del dinero fiscal. nicamente las seoras del cuerpo diplomtico y del consular, o las de acaudalados comerciantes extranjeros, haban ostentado hasta entonces prendas engarzadas en oro. La nueva aristocracia del dinero
opt por no imitar en el engarce a la aristocracia goda. Era aquello, como si dijramos, la lucha entre el
patrn de oro y el patrn de plata.
Alarmado el presidente, general Echenique, al
convencerse de que la Consolidacin llevaba al pas
a un abismo sin fondo, decidi, solicitar del Congreso una ley que pusiese trmino al derroche, y, en
efecto, la pidi en su mensaje a las Cmaras de
1853. Con ese motivo, desde los primeros das de
agosto no se hablaba en Lima sino de un gran baile
que, para halagar a los congresales, se propona dar
su excelencia, no en el vetusto palacio de los virreyes, sino en su preciosa quinta de La Victoria, sobre
cuyo terreno se edifica actualmente el nuevo barrio
de la ciudad.
Don Bernardo el alhajero supo explotar el filn,
y en 1860, viejo y achacoso, regres a Europa a disfrutar de los milloncejos de francos ganados en venta de alhajas modernas y adquisicin de alhajas antiguas.
Y pues ha venido a nuestra pluma citar el baile de La Victoria, de inolvidable recuerdo para los
que a l concurrimos, y que hizo olvidar el de los
dos bailes que diera en palacio Ramoncita, la hija
del virrey Abascal, y el del nico que ofreciera a la
sociedad limea doa Angela Zevallos, la esposa
del virrey Pezuela, consagrmosle prrafo aparte.
Ricardo Palma
II
No! No se ha dado en Lima, desde que la fundara don Francisco Pizarro, en 1535, baile superior en
magnificencia al que, en la noche del sbado 15 de
octubre de 1853, ofreciera al Congreso y al vecindario culto el presidente de la Repblica, general
Echenique. Las hojas sueltas o periodiquillos eventuales de oposicin al gobierno estimaban en sesenta mil pesos (de a cuarenta peniques, cambio corriente en ese ao) lo invertido en reparaciones del
edificio, alfombras de Flandes, aparatos de iluminacin, mobiliario y dems gasto
Y tal y tanta fue la resonancia de ese baile en todo el Per, que como consecuencia de l se envolvi
el pas en desastrosa guerra civil, iniciada a poqusimos meses ms tarde por unas cartas polticas que
di a luz don Domingo Elas, a propsito del derroche
financiero que permiti a descamisados de la vspera
ostentar en el baile un lujo deslumbrador e insultante. La revolucin, iniciada por Elas, fue vencida en
la batalla de Saraja; pero la chispa haba producido
una hoguera, y el mariscal Castilla, el 5 de enero de
1855, en el campo de La Palma, puso trmino a la
contienda civil. Pero como no es mi propsito hacer
historia poltica, pongo punto, para entrar de lleno
en la descripcin del baile, al que concurr con el comandante y oficiales del buque en que yo ejerca el
cargo de contador, o sea oficial de cuenta y razn, como se lee en las Ordenanzas navales. Llevaba poqusimos meses de ingreso en la carrera de empleado
pblico, y el medio siglo transcurrido casi no ha influido en la memoria del cronista.
A las diez de la noche los marinos, congregados
en casa del contra-almirante Forcelledo, ocupamos
un mnibus y cuatro coches particulares, encaminndonos hacia la quinta. Travesa de brevsimos
minutos.
A pesar de que aun carecamos del alumbrado
por gas, la iluminacin del gran patio y de los salones era abundante y armnicamente distribuida.
Justo es reconocer que el beneficio del gas lo debe
Lima exclusivamente al gobierno del general Echenique, si bien cupo al general Castilla la fortuna de
inaugurarlo el 7 de mayo de 1855, esto es cuatro meses despus de la batalla de la Palma. Algo de bueno haba de dejar la Consolidacin; no todo el naipe
haba de ser malillas.
La obra estuvo terminada desde diciembre; pero, ciertamente no eran esos das, con el ejrcito de
la revolucin a las puertas de la ciudad, apropiados para que el mandatario supremo pensase en
actos ceremoniosos.
En el centro del gran patio se alzaba un secular
y soberbio pino de Australia, bajo cuya sombra,
despus de bailada, en uno de los salones, antes de
las once, la cuadrilla oficial, vinieron a tomar
asiento muchas seoras, convirtiendo en saln el
muy pintoresco patio.
En l empez a reinar, despus de las doce, ms
animacin que en los salones, donde tambin se agitaban las parejas. Feliz fu esa iniciativa.
Segn una relacin que apareci por entonces
en periodiquito adverso, fueron doscientas treinta
y nueve las seoras y seoritas, excediendo de mil
los caballeros concurrentes. En ese baile no hubo
planchadora alguna, sea dicho sin alusin a saraos recientes.
En cuanto a la abundancia de flores ornamentando puertas, pilastras, paredes y corredores, dirase que se agotaron las de todos los jardines de
la ciudad.
En los costados del patio, y a dos pies de altura,
se haban construido galeras de madera bastante
espaciosas y bien adornadas, con balaustrada que
serva de antepecho. All se congregaron senadores,
prefectos, ex ministros y diplomticos en disponibilidad, vocales de las cortes de justicia y otras personalidades de campanillas, que a la vez que cmodamente gozaban del baile, discurran largo y menudo
sobre la manera de hacer la felicidad de esta patria,
a la que acaso todos ellos haban contribuido a desbarrancar. Como yo nunca he bailado, me instal
tambin en esa galera, en unin de ocho o diez amigos y ex-colegas de San Carlos que tampoco eran devotos de Terpscore. Tengo para mi la conviccin,
inspirada por palabritas sueltas que al vuelo alcanc a or de boca de algunos personajes, de que ah
mismo se conspiraba ya. Estn jugando con fuego y
pronto se quemarn, fue frase que muy sotto voce o
a un general que conversaba con dos altos magistrados. En otro grupo de menos fuste se pona de ladrones y de pcaros a los ministros que no haba por
donde cogerlos, lo que a m me escandaliz mucho
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Ricardo Palma
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Mensaje
Presidencial
Manuel Pardo y Lavalle
(Lima 1834-1878).
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21 Francisco Garca
Caldern. El Per
Contemporneo,
(Lima: Interbank,
1981). Pgs.
263-268, 361-362.
22 Jos de la Riva
Agero. Paisajes
Peruanos. En Obras Completas tomo
IX (Lima: IRA-PUCP 1969): pampa
de la Quinua.
Captulo V:
Por qu perdimos
la guerrra?
A dnde vamos?
De la Guerra con Chile
hasta la Segunda
Guerra Mundial
I
eores:
Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una leccin a los que se acercan a las puertas del
sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de irona; el nio quiere rescatar con el
oro lo que el hombre no supo defender con el hierro.
Los viejos deben temblar ante los nios, porque la generacin que se levanta es siempre acusadora y juez
de la generacin que desciende. De aqu, de estos grupos
alegres y bulliciosos, saldr el pensador austero y taciturno;
de aqu, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aqu, el historiador que marque la frente del culpable
con un sello de indeleble ignominia.
El discurso
del Politeama
Manuel Gonzlez Prada
(Lima 1848-1918)
II
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figuras sin consistencia de hombre, en ese continuo cambio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la ignorancia
vanidosa y vocinglera se sobrepuso siempre al saber humilde y silencioso!
Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas
de la Revolucin, Francia march a la victoria; con los
ejrcitos de indios disciplinados y sin libertad, el Per ir
siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo qu
patria defender? Como el siervo de la Edad media, slo
combatir por el seor feudal.
Y, aunque sea duro y hasta cruel repetirlo aqu, no
imaginis, seores, que el espritu de servidumbre sea
peculiar a slo el indio de la puna: tambin los mestizos
de la costa recordamos tener en nuestras venas sangre de
los sbditos de Felipe II mezclada con sangre de los sbditos de Huayna-Capac. Nuestra columna vertebral tiende a inclinarse.
La nobleza espaola dej su descendencia degenerada
y despilfarradora: el vencedor de la Independencia leg
su prole de militares y oficinistas. A sembrar el trigo y
extraer el metal, la juventud de la generacin pasada
prefiri atrofiar el cerebro en las cuadras de los cuarteles
y apergaminar la piel en las oficinas del Estado. Los
hombres aptos para las rudas labores del campo y de la
mina, buscaron el manjar cado del festn de los gobiernos, ejercieron una insaciable succin en los jugos del
erario nacional y sobrepusieron el caudillo que daba el
pan y los honores a la patria que exiga el oro y los sacrificios. Por eso, aunque siempre existieron en el Per liberales y conservadores, nunca hubo un verdadero partido liberal ni un verdadero partido conservador, sino tres
grandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores y
los indiferentes por egosmo, imbecilidad o desengao.
Por eso, en el momento supremo de la lucha, no fuimos
contra el enemigo un coloso de bronce, sino una agrupacin de limaduras de plomo; no una patria unida y fuerte, sino una serie de individuos atrados por el inters
particular y repelidos entre s por el espritu de bandera.
Por eso, cuando el ms oscuro soldado del ejrcito invasor
no tena en sus labios ms nombre que Chile, nosotros,
desde el primer general hasta el ltimo recluta, repetamos el nombre de un caudillo, ramos siervos de la Edad
media que invocbamos al seor feudal.
Indios de punas y serranas, mestizos de la costa,
todos fuimos ignorantes y siervos; y no vencimos ni
podamos vencer.
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III
Si la Ignorancia de los gobernantes y la servidumbre
de los gobernados fueron nuestros vencedores, acudamos
a la Ciencia, ese redentor que nos ensea a suavizar la tirana de la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madre
engendradora de hombres fuertes.
No hablo, seores, de la ciencia momificada que va reducindose a polvo en nuestras universidades retrgradas: hablo de la Ciencia robustecida con la sangre del siglo, de la Ciencia con ideas de radio gigantesco, de la
Ciencia que trasciende a juventud y sabe a miel de panales griegos, de la Ciencia positiva que en slo un siglo de
aplicaciones industriales produjo ms bienes a la Humanidad que milenios enteros de Teologa y Metafsica.
Hablo, seores, de la libertad para todos, y principalmente para los ms desvalidos. No forman el verdadero Per las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la
faja de tierra situada entre el Pacfico y los Andes; la nacin
est formada por las muchedumbres de indios, diseminadas
en la banda oriental de la cordillera. Trescientos aos ha
que el Indio rastrea en las capas inferiores de la civilizacin,
siendo un hbrido con los vicios del brbaro y sin las virtudes del europeo: enseadle siquiera a leer y escribir, y veris
si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad de hombre. A vosotros, maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tirana del juez de paz, del gobernador y del cura, esa trinidad embrutecedora del indio.
Cuando tengamos pueblo sin espritu de servidumbre, y militares y polticos a la altura del siglo, recuperaremos Arica y Tacna, y entonces y slo entonces marcharemos sobre Iquique y Tarapac, daremos el golpe
decisivo, primero y ltimo.
Para ese gran da, que al fin llegar porque el porvenir
nos debe una victoria, fiemos slo en la luz de nuestro cerebro y en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiempos en que nicamente el valor decida de los combates:
hoy la guerra es un problema, la Ciencia resuelve la ecuacin. Abandonemos el romanticismo internacional y la fe
en los auxilios sobrehumanos: la Tierra escarnece a los
vendidos, y el Cielo no tiene rayos para el verdugo.
En esta obra de reconstitucin y venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos aosos y
carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletreo
y sus frutas de sabor amargo. Que vengan rboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! Los viejos a la
tumba, los jvenes a la obra!
sta encuesta sobre las formas sociales en el Per sobre su pasado durante un siglo de constitucin republicana, debe conducir a una opinin
sobre el futuro. Desde 1895, la vida nacional toma direcciones que parecen definitivas. Se logra
un ideal en la realidad y en la vida. Las tradiciones
del militarismo y de disolucin se pierden. Ya tenemos los elementos para esbozar el destino de
la nacionalidad peruana.
El porvenir
Francisco Garca Caldern
(Valparaso 1883-Lima 1953)
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El Porvenir
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de actividad autnoma y de esfuerzo. Por consiguiente, podemos establecer que en este momento
de transicin, la burocracia es benfica, ya que da
un objetivo a la actividad profesional y a los fabricantes de revoluciones, estos desarraigados de
nuestro ambiente.
As, el progreso econmico, estudiado en captulo anterior, no parece un hecho del azar. Adems
del poder adquirido, encontramos las condiciones y
medios para afirmarlo. El Per fue siempre el pas
tradicional de la riqueza. El Dorado de los hombres
de negocio. A pesar del fracaso de las finanzas,
nunca hemos olvidado la fuerza de la tierra y del
subsuelo y la virginidad de los prdigos bosques, ni
el futuro de las riberas recamadas de oro. Hoy, diversas causas anuncian un nuevo acrecentamiento
de bienestar y de produccin.
La moneda, debido al patrn de oro, es elemento de fuerza en el cambio y de crecimiento de los negocios. La Asociacin es una fuerza del futuro. Ya
no se trata como antao de la proliferacin de sociedades bancarias, sino la de compaas industriales
dedicadas a la conquista de la tierra, a los seguros
y al comercio. El capital extranjero, debido a la
cantidad e importancia de sus gestiones, est en
permanente progreso. Los bancos, las sociedades
crediticias y la accin industrial revisten gran importancia. Slo en nuestros das el capital nacional
extiende su influencia que a veces supera la del capital extranjero. La riqueza fiscal se acrecienta rpidamente, convirtindose en factor de progreso,
control y evolucin social. La coordinacin de estas
fecundas fuerzas preparan un gran futuro.
Hay que aadir a este esquema, el futuro papel
del caucho y del oro, que reemplazando al salitre,
son riquezas an ms seguras e importantes. El
oro, en minas y en ros, es un tesoro an desconocido. Ha permitido el establecimiento de un nuevo
patrn monetario, y por su abundancia, brinda mucha facilidad a las relaciones comerciales. Existe
todava desequilibrio entre la evolucin industrial
an primitiva, y la estabilidad del stock monetario.
El Sol, moneda de plata, conserva un valor de
cambio de 24 peniques con pequeas y efmeras oscilaciones. El estado actual del metal plata en el
mercado mundial, da real superioridad a los pases
con patrn de oro, como el nuestro.
El caucho, es la gran riqueza nacional, el secreto de los bosques y la fuerza de la montaa. Esta
regin tropical, ms all de la costa y la sierra, alrededor de los grandes tributarios del Amazonas y
en el centro de Amrica, es la base de todas las nuevas industrias, en un siglo como el nuestro, apasionado por el automovilismo. Brasil y Per, pueblos
fronterizos, tienen aqu grandes reservas para el
porvenir. La naturaleza todava no ha sido develada ya que la conquista de las tierras pantanosas es
difcil. Y el esfuerzo del gobierno tiende a unir estas provincias con el mar, el Atlntico y el Pacfico.
En 1906, la poltica peruana fue dominada por un
problema de comunicacin entre costa y montaa.
Queremos unir la regin del caucho con la del Pacfico en objetivo a la vez econmico y poltico. Por un
lado, hay que dar salida a los productos de la zona
central del Per, principalmente al caucho; por otro
lado, es necesario que el departamento de Loreto y
todo el oriente peruano se conviertan en centros polticos ms ligados a la costa, a sus ideales y progresos. Brasil tiene la llave econmica de este territorio gracias al Amazonas, la dependencia comercial
puede comportar tambin la poltica y este peligro
es sumamente alarmante en momentos de gran desarrollo financiero.
Despus del oro y del caucho, el cobre que se encuentra en abundancia y que se explota por nuevos
sindicatos, constituye otra de las riquezas del futuro. Antiguamente, Cerro de Pasco, despus de Potos, era el gran centro americano de produccin argentfera. Hoy da, su rico subsuelo lo convierte
tambin en centro cuprfero.
El desarrollo de estos yacimientos en el centro
del Per, brindar intensidad an desconocida a la
produccin minera y a la explotacin forestal. No
podemos sospechar lo que la tierra y el subsuelo,
sometidos a la explotacin cientfica, pueden aportar a un pas tan variado por sus climas y terrenos
geolgicos. El Per ya no es ms la tierra utpica
de los antiguos pero podra llegar a serlo. En un
territorio tres veces ms grande que Francia, su
poblacin es slo la de una metrpoli mundial, como Londres o Pars. Cuntos factores de estancamiento: densidad pobre, territorio desconocido y
aislado, costa rida y produccin an rutinaria!
Sin embargo, la evolucin actual que ya he descrito en el captulo sobre las formas econmicas, no
parece paralizarse.
Quisiramos, destacar a travs de este captulo y
de este libro una conclusin. Es fcil y simple. El Per es un pas de porvenir, cuyo pasado es interesante,
inquieto y a veces trgico y soberbio. Es una nueva
nacionalidad que se organiza en el orden y la paz.
En Amrica, continente despreciado por los que
no lo conocen, hay algunas grandes naciones cuya
marcha es segura y cuyo pasado de inestabilidad y
de anarqua, ya no perturba sus tranquilos y fecundos destinos: Mjico, al norte; el Brasil, Argentina,
Per y Chile, al sur. Ya no son repblicas de pronunciamiento, efmeras y lnguidas, sino pueblos
libres. Entre ellas, Argentina, Brasil y Per, estn
en progreso econmico, poltico y social. Mjico vive bajo una dictadura til y progresiva, pero no sabramos decir si despus de Porfirio Daz, la vida
colectiva tendr la misma continuidad y la misma
fuerza, en un pueblo que ha perdido el hbito del
self-government. Chile, a pesar de sus riquezas, adquiridas en la guerra y de sus fuerzas naturales,
est en perpetuo desequilibrio financiero. Los vicios lo arrastran lentamente a la debacle, si el patriotismo tradicional de sus hombres de Estado, no
refrena la corriente fatal. Brasil y Argentina, sobre todo esta ltima, tan rica y variada en sus
hombres y vida, son grandes pueblos, en los que
existen numerosas condiciones de estabilidad, progreso y equilibrio, as como fuentes inagotables de
riqueza y expansin intelectual y comercial. El Per les sigue de cerca, en la misma lnea y hacia
anlogo futuro. Ha conquistado el orden, que es la
mejor base para la libertad; y en este orden, la vida nacional se desarrolla, convirtindose en compleja y rica, marchando hacia destinos gloriosos
que no veremos jams. La nueva juventud, parece
la llamada, por su bro y accin, a completar y corregir la obra de sus ancestros. Sentimos que el
porvenir nos reserva, con la grandeza de un pueblo
llegado a la cima, aspectos nuevos y envidiables, en
los campos de la inteligencia, del arte y de la vida.
Todava quedan muchas auroras que an no han
nacido, dice DAnnunzio: Vi sono molte aurore che
ancora non nacquero.
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Paisajes Peruanos
Paisajes Peruanos. En Obras completas. Lima: PUCP, 1969. T. IX, Extracto seleccionado, pgs. 153-162.
Paisajes
Peruanos
Jos de la Riva Agero
(Lima: 1885-1944)
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sarcasmo; y yo, que cada da me siento ms viva y ardientemente peruano, me quedo fro con la fraternidad falaz de nuestros inmediatos enemigos, con la
hinchada retumbancia e irnica vaciedad del comn
espritu latinoamericano en esas vecinas repblicas
hermanas, que no han atendido ms que a injuriarnos y atacarnos. Por qu hemos de continuar derrochando los tesoros de nuestro entusiasmo ingenuo en
los mulos rabiosos que a diario nos denuestan y que
asechan el instante propicio para el asalto?
Gran necedad o inicua pasin arguye zaherir al
Per por haber una considerable porcin de l seguido hasta el fin la causa espaola en la contienda separatista. Entonces se oper en el alma peruana un
desgarramiento de indecible angustia. Mientras la
mitad, juvenil y briosa, se lanzaba anhelante, con los
dems americanos, en la ignota corriente de lo porvenir, ansiando vida nueva, la otra mitad, fiel a las tradiciones seculares, persever abrazada a la madre
anciana e invadida, con la pa y generosa adhesin a
la desgracia, que es nota inconfundible de nuestro carcter. Leal conflicto y doliente caso de la eterna y necesaria lucha entre el respeto a lo pasado y el impulso de la accin renovadora.
La Colonia es tambin nuestra historia y nuestro
patrimonio moral. Su recuerdo reclama simpata y
reconciliacin, y no anatema. Si queremos de veras
que el peruanismo sea una fuerza eficiente y poderosa, no rompamos la tradicional continuidad de afectos
que lo integran; no reneguemos, con ceguera impa,
de los progenitores; no cometamos la insana de proscribir y amputar de nuestro concepto de patria los
tres siglos civilizadores por excelencia; y no incurramos jams en el envejecido error liberal, digno de
mentes inferiores y primarias, de considerar el antiguo rgimen espaol como la anttesis y la negacin
del Per. Para animar y robustecer el nacionalismo,
hay sobrados y perdurables contrarios, rivalidades
profundas, positivas y esenciales. La dura experiencia nos lo ha enseado; y mi generacin, ms que las
anteriores, lo sabe y lo medita.
La Colonia, a pesar de sus abusos, tan poco remediados an no pudo reputarse en pases mestizos
como servidumbre extranjera. Para el Per fue especialmente una minoridad filial privilegiada, a cuyo
amparo, y reteniendo nuestra primaca histrica en
la Amrica del Sur, iban nuestras diversas razas entremezclndose y fundindose, y creando as da a da
la futura nacionalidad. Aleacin trabajosa y lenta, dificultada por la propia perfeccin relativa del sistema
incaico, que se resista, muda pero tenaz y organizadamente, a ser plasmado por una cultura superior.
Regiones de menor multiplicidad tnica o desprovistas de reales civilizaciones indgenas, se acercaron
ms rpidamente a la unidad moral, en tanto que el
Per se retrasaba por la arduidad de la tarea correspondiente a su excesiva complicacin. En medio de
ella nos sorprendi la guerra de la Independencia; y
no cabe negar que fue en momento singularmente
inoportuno para nuestros peculiares intereses. Ms
temprano, anticipndose cincuenta aos, sobreviniendo antes de la creacin del Virreinato de Buenos
Aires, las deficiencias mayores habran quedado compensadas por el beneficio inestimable de retener la
Audiencia de Charcas, de mantener la suprema unidad territorial y de la raza predominante, conservando las provincias del Alto Per, cuya segregacin
arranc tan hondas y profticas quejas al Virrey Guirior. Ms tarde, si la emancipacin sudamericana
hubiera ocurrido, por ejemplo, cursando el segundo
tercio del siglo XIX, habra encontrado bastante adelantada la interna fusin social de las castas y clases
del Per; menos ineptos y desapercibidos los ncleos
directores, que apenas iniciaron su modernizacin a
medias con el Mercurio Peruano, y tal vez completamente reparado el desacierto de la desmembracin
del Virreinato, como lgica consecuencia de aquel movimiento consciente de reintegracin administrativa
que en 1796 nos devolva la Intendencia de Puno, en
1802 las grandes comandancias de Quijos y Maynas,
y de modo imperfecto y transitorio luego, Guayaquil
y el mismo Alto Per.
Pero como de nuestro pas no dependi ejecutar en
el siglo XVIII el plan de los reinos autnomos propuesto por el Conde de Aranda, ni podamos precipitar o retardar a nuestro sabor la hora de la general
insurreccin americana, determinada inevitablemente por el ataque de Napolen a la Metrpoli, y como
era absurdo el empeo realista de guardar unido el
Per a Espaa cuando todo el continente haba ya roto sus vnculos de vasallaje, desde 1812 1814 los genuinos intereses peruanos demandaban, a cuantos
saban y queran entenderlos, nuestra emancipacin
inmediata y espontnea, para no quedarnos a la zaga
de los otros pueblos de Sud Amrica en la crisis ineludible, y para evitar o reducir grandemente la funesta inminencia de su intervencin. Por eso, mucho
ms que por cualesquiera otras razones, debemos
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CARETAS 2002
Paisajes Peruanos
proclamar heroicos servidores del Per a todos los patriotas nuestros que en abierta rebelin o conjuraciones subterrneas, desafiando fuerzas harto mayores
que en los pases vecinos, con sino adverso pero con
nimo invicto, lucharon contra los fanticos realistas
peruanos, obcecados en resistencia tan formidable como estril y petrificados en la aoranza de un pasado
irreversible. Y por ello tambin, dentro de la comprensiva equidad de la historia, si a stos va la cortesa reverente y melanclica que merecen siempre las
vctimas de la lealtad equivocada, a aqullos consagramos toda la efusin de nuestra gratitud. Desde Zela y Pumacahua hasta los conspiradores de Lima, fue
cimentndose, entre sacrificios y catstrofes, un partido peruano separatista, que asumi nuestra representacin al frente de los hermanos ya emancipados,
y colabor despus con San Martn. Enseguida los valerosos vencidos de la Legin Peruana en Torata y
Moquegua, los vencedores de Zepita y Pichincha, los
Hsares que decidieron la batalla de Junn, y la bizarra divisin de La Mar en este campo de Ayacucho,
demostraron el esfuerzo de los peruanos independientes y rubricaron con gloria en nombre de nuestra
patria el advenimiento de la nueva edad. La razn y
el verdadero espritu nacional estuvieron sin duda
con los patriotas y en oposicin a los pertinaces tradicionalistas; pero, tras el cruento y largo cisma, tuvo
que venir y vino la ntima compenetracin entre los
de ambos bandos, hijos de un mismo suelo, que combatieron obedeciendo a apreciaciones diversas sobre
las conveniencias del Per. Las posteriores guerras
civiles vieron militar indistintamente en las mismas
filas capitulados y libertadores.
Mas para que la definitiva nacionalidad ganada en
Ayacucho se adecuara a sus destinos y obtuviera su
completa verdad moral, no bastaba la mera conciliacin de las personas, fcil siempre en nuestra tierra.
Era y es an necesaria una concordia de distinta y
ms alta especie; la adunacin y armona de las dos
herencias mentales, y la viva sntesis del sentimiento
y la conciencia de las dos razas histricas, la espaola
y la incaica. Al cabo de noventa aos, hemos logrado
acaso, en su plenitud indispensable, esta condicin
esencialsima de nuestra personalidad adulta?
En los das siguientes a la Independencia, en el
iluminado rapto que da todo triunfo, hubo percepcin
clara de tan indispensable requisito. Entre las afectaciones e ingenuidades de la poca, se descubre el
grave y justo deseo de incorporar los ms insignes re-
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u nuevo planteamiento
El Problema
del indio
Jos Carlos Maritegui
(Moquegua 1894-Lima1930)
Figura mtica de la izquierda peruana. Fundador del Partido socialista. Fue autor, entre
otras obras de La Escena Contempornea.
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miento de reivindicacin indgena. La nueva generacin peruana siente y sabe que el progreso del
Per ser ficticio, o por lo menos no ser peruano,
mientras no constituya la obra y no signifique el
bienestar de la masa peruana que en sus cuatro
quintas partes es indgena y campesina. Este mismo movimiento se manifiesta en el arte y en la literatura nacionales en los cuales se nota una creciente revalorizacin de las formas y asuntos autctonos, antes depreciados por el predominio de
un espritu y una mentalidad coloniales espaolas. La literatura indigenista parece destinada a
cumplir la misma funcin que la literatura mujikista en el perodo pre-revolucionario ruso. Los
propios indios empiezan a dar seales de una nueva conciencia. Crece da a da la articulacin entre los diversos ncleos indgenas antes incomunicados por las enormes distancias. Inici esta vinculacin, la reunin peridica de congresos indgenas, patrocinada por el Gobierno, pero como el carcter de sus reivindicaciones se hizo pronto revolucionario, fue desnaturalizada luego con la exclusin de los elementos avanzados y a la leva de representaciones apcrifas. La corriente indigenista
presiona ya la accin oficial. Por primera vez el
Gobierno se ha visto obligado a aceptar y proclamar puntos de vista indigenistas, dictando algunas medidas que no tocan los intereses del gamonalismo y que resultan por esto ineficaces. Por
primera vez tambin el problema indgena, escamoteado antes por la retrica de las clases dirigentes, es planteado en sus trminos sociales y econmicos, identificndosela ante todo con el problema
de la tierra. Cada da se impone, con ms evidencia, la conviccin de que este problema no puede
encontrar su solucin en una frmula humanitaria. No puede ser la consecuencia de un movimiento filantrpico. Los patronatos de caciques y
de rbulas son una befa. Las ligas del tipo de la
extinguida Asociacin Pro-Indgena son una voz
que clama en el desierto. La Asociacin Pro-Indgena no lleg en su tiempo a convertirse en un movimiento. Su accin se redujo gradualmente a la
accin generosa, abnegada, nobilsima, personal
de Pedro S. Zulen y Dora Mayer. Como experimento, el de la Asociacin Pro-Indgena sirvi para contrastar, para medir, la insensibilidad moral
de una generacin y de una poca.
La solucin del problema del indio tiene que ser
una solucin social. Sus realizadores deben ser los
propios indios. Este concepto conduce a ver en la
reunin de los congresos indgenas un hecho histrico. Los congresos indgenas, desvirtuados en los
ltimos aos por el burocratismo, no representaban todava un programa; pero sus primeras reuniones sealaron una ruta comunicando a los indios de las diversas regiones. A los indios les falta
vinculacin nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte,
a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de
hombres, consciente de su nmero, no desespera
nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones
de hombres, mientras no son sino una masa orgnica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de
decidir su rumbo histrico.
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Discurso de Acho
1931
Vctor Ral Haya de la Torrre
(Trujillo 1895-Lima 1979)
El programa mximo del aprismo tiene un significado continental que no excluye el programa de aplicacin nacional. Nosotros consideramos que el Per no puede apartarse de los problemas de la
Amrica Latina, y que la Amrica Latina no puede
apartarse de los problemas del mundo. Si vivimos dentro de un sistema econmico internacional y la economa juega rol decisivo en la vida poltica de los pueblos,
sera absurdo pensar que el Per, que cuenta con una
economa en parte dependiente de ese organismo econmico internacional, pudiera vivir aislado contra todo precepto cientfico y contra toda corriente de relacin que es garanta de progreso.
Internacionalismo y bolivarismo
Nosotros no slo tenemos que prepararnos a ser
un pueblo perfectamente contexturado, sino tenemos que preparamos a incorporar a ese pueblo dentro del sistema de relaciones internacionales. El Per, repito, no puede apartarse de los problemas de
Amrica, ni Amrica puede apartarse de los problemas del mundo. Nuestro concepto continental no excluye nuestro concepto nacional; al contrario, nosotros, de acuerdo con el clsico autor de La Repblica vamos de las partes al todo. Nosotros tenemos
que contemplar previamente el problema nacional;
ser nacionalistas integrales para ser continentales
de veras, y, juntos as, poder incorporarnos a la marcha de la civilizacin mundial.
De otro lado, nuestro programa mximo continental, no es sino la cristalizacin modernizada del
viejo ideal bolivariano. Nosotros hemos sintetizado
en un programa de unidad econmica y poltica latinoamericana las frases inmortales de Bolvar:
Unin, Unin Amrica adorada, que si no la anarqua te va a devorar.
CARETAS 2002
Poltica y economa
Dentro del concepto estrictamente econmico, la
Amrica Latina constituye una zona; zona productora de materias primas; zona agrcola-minera, zona
de influencia extranjera, zona en formacin, cuyas
variantes nacionales no excluyen la inmensa unidad
del problema; zona, pues, que dentro de la geografa
econmica del mundo, est situada y limitada entre
las fronteras de Amrica Latina. El Per forma parte de esta zona; y, nosotros, tenemos que impulsar su
incorporacin como zona econmica, en el gran todo
de la zona econmica latinoamericana.
Por qu es fundamental en el aprismo la vinculacin del concepto poltico con el concepto econmico? En nuestro pas no ha prevalecido hasta hoy sino un concepto heroico, pasajero, emprico de la poltica. Pero no hemos tenido todava la
forma cientfica de la poltica que se basa en la
economa; que no inventa una realidad sino la
descubre en el propio medio donde acta el pueblo al cual se pretende organizar y gobernar. Es
fundamental en el aprismo la vinculacin del
concepto economa al concepto poltica como indispensable para el sabio dominio del Estado.
Todos sabemos que en este pas la ciencia econmica, sobre todo en el gobierno, no se ha incorporado sino en forma elemental. Se ha dicho y me
parece bien que la mayor parte de nuestros polticos han ignorado la Economa Poltica, aunque hayan sido sabios en Economa Domstica.
Que no ha habido concepto econmico en nuestra
poltica lo voy a demostrar despus. Pero quiero
s, hacer mencin de este hecho simple: en el Per se confunde con frecuencia Economa con Finanzas. Ms an, en el Per no se ha gobernado
econmicamente porque no ha habido nunca Estadstica; somos un pas donde no sabemos cuntos habitantes hay. No puede haber Economa sin
Estadstica y nosotros en el Per, si no sabemos
cuntos somos, no podemos determinar qu necesitamos, no podemos saber qu producimos con
exactitud. El nico censo del Per es de 1876;
hay un clculo de 1896 y una estimativa al ojo, de
1923. No ha habido pues, en nuestra poltica, nocin de economa y de all deriva, sin duda, la forma como hemos sido gobernados.
La revolucin de la Independencia
Pero quiero volver, por un instante, a mi punto
de partida y hacer una breve sntesis de nuestra interpretacin histrica de la realidad nacional.
Alberdi, ha dicho que la independencia sudamericana careci de concepto pero ha sido fecunda en
paradojas. Desde el punto de vista netamente econmico, la emancipacin de los pueblos sudamericanos estuvo dirigida, conducida, por la clase latifundista criolla que quiso emanciparse del control
econmico y poltico de la Corona de Espaa. Esta
clase fue la que nos dio nuestros grandes hroes;
esa clase, asumiendo su rol histrico, condujo a los
pueblos latinoamericanos a la independencia; pero
ese movimiento, desde el punto de vista estrictamente econmico, constituy la emancipacin del
latifundio sudamericano de la gran presin de la
Corona de Espaa. Ningn movimiento ms clsico, en ese sentido, que el de la independencia Argentina, cuando a raz del desconocimiento que hizo el Virrey del reclamo de los veinte mil propietarios o estancieros encabezados por Moreno, se produjo el movimiento de emancipacin.
Sin embargo, a este movimiento le falt ideologa propia. Fue un movimiento que form el concepto de la gran propiedad, dndole a la clase propietaria el control del Estado. No obstante, su
ideologa fue en gran parte la ideologa de la revolucin francesa que en el orden econmico significaba lo contrario: movimiento de destruccin de la
gran propiedad, de destruccin del feudalismo, movimiento de formacin de las clases burguesas y de
la pequea propiedad. Entonces tuvimos nosotros,
ante una realidad econmica y social enteramente
latifundista, un sistema poltico republicano y democrtico que nunca coincidi con nuestra realidad; inconexin entre el sistema y la realidad que
nos ha dado el vaivn de toda nuestra vida poltica, vaivn que no es sino la expresin clara de la
completa contradiccin entre el sistema y la realidad. Por eso tuvimos democracia en el nombre.
Por eso todo nuestro vaivn de polticos tuvo una
raz estatal. Siempre la alternativa entre la tirana y la anarqua ha constituido el proceso de nuestra vida poltica y econmica. De all que nuestra
concepcin de la organizacin poltica del Estado
haya tenido que ser elemental; haya tenido que ser
absolutamente primitiva. Cul fue nuestra organizacin econmica del Estado? Simplemente la
entrega progresiva de la riqueza nacional constituida por zonas productoras de materias primas.
Otros pueblos de Amrica encontraron su solucin econmica. En la Argentina, donde hubo esp111
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dica? Hemos dicho que la clase que emancip al Estado del control espaol fue la clase latifundista,
pero esa clase no puede representar ni siquiera la
mayora de la nacin; carece de fuerza propia para
controlar el Estado, no puede representar autnticamente la mayora de la nacin. Vemos, pues, que
el Estado, como entidad jurdica, no representa a
ninguna de las clases propiamente, porque la clase
que lo redimi careca de fuerza propia y entonces
nuestras instituciones han estado tambaleantes; el
Estado ha fluctuado representado por un hombre y
por una oligarqua.
En el Estado, representativo de una oligarqua,
han predominado a veces, personas que tienen algo
del canbal y del seor civilizado. El Estado, pues,
no responde a una realidad-econmica. El Estado,
como deca Aristteles, fue formado para hacer la
vida posible y slo puede existir para hacer la vida
buena; pero nuestro Estado no ha contribuido a
hacer la vida ni posible ni buena, porque ha carecido de fuerza; porque ha carecido de autenticidad
nacional; porque le ha faltado raz en el problema
mismo de la nacionalidad. Entonces aparece pues,
el Estado, no como instrumento representativo de
una entidad o clase nacional, sino como el instrumento de una oligarqua, y peligra cuando puede
ser el instrumento de intereses extraos al pas.
Por qu? Por una razn tambin econmica, conciudadanos. As como no tenemos homogeneidad
racial no tenemos homogeneidad econmica.
Las dos economas
La economa nacional tiene dos aspectos perfectamente definidos: el aspecto propiamente nacional y el
aspecto de nuestra economa vinculada a intereses
extranjeros. No podemos dejar de reconocer esta doble faz de nuestra economa. Hay en todos los pueblos como el nuestro, que no estn desarrollados econmicamente, la necesidad de que una parte de la
economa pertenezca o est controlada por sistemas
econmicos ms adelantados que el nuestro. Esto es
fatal. Est determinado por una ley de progreso. Pero de otro lado tenemos un aspecto de nuestra economa perfectamente nacional.
La economa nuestra que depende del extranjero,
economa principalmente agraria, es una economa
que depende de un sistema mucho ms organizado y
naturalmente ms sistematizado, mejor respaldado
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clase proletaria industrial de la clase no industrializada como tronco de una nueva clase ya suficientemente apta para la accin poltica. Antes de ese
perodo aparece como incapaz de gobernarse por s
misma. Tal es nuestro panorama social: industrialismo incipiente y, por consiguiente, clase proletaria
industrial, incipiente tambin.
El aprismo y las tres clases
Entonces, pues, conciudadanos, nos encontramos con este gran problema: clase proletaria industrial joven, como joven es nuestro industrialismo;
clase campesina numerosa, mayoritaria, pero que a
causa de deficiencia tcnica est atrasada en sus
mtodos y en cultura; y clase media, que formando
parte de lo que podramos llamar el sector nacional
de nuestra economa, carece tambin de garanta y
sufre las consecuencias del desequilibrio econmico
al que fatalmente est subordinada nuestra organizacin nacional.
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Frente a estas tres clases, la oligarqua o minora, de la clase o de los grupos nacionales que han
vinculado sus intereses a los intereses extranjeros y
que, sobre todo, domina hasta hoy y controla el Estado. Bien: la vinculacin de lo que hay de comn
en los problemas de estas tres clases, campesina,
proletaria y media, constituye la esencia econmica del aprismo.
Por eso es que estn dems las recetas extranjeras para los males nacionales. Por eso es que est
dems que ciertas gentes extranjerizantes quieran
buscarle parangn o patrn a las teoras del aprismo. El aprismo insurge absolutamente de una realidad econmica nacional. El aprismo es, como peda el gran Engels, el buscador, el descubridor de
nuestra realidad que no hemos tratado de inventarla fuera del pas sino de encontrarla aqu, en el mismo y sangrante problema de la nacionalidad.
Compaeros: Si somos democracia, la democracia debe amparar el anhelo y la necesidad de la mayora; y las clases proletaria, campesina y media
que integran nuestro Partido, constituyen la mayora de la nacin.
l sntoma tpico de nuestra crisis ha sido el absolutismo presidencial, que ha venido acentundose lentamente hasta culminar en el despotismo de Legua.
La realidad nacional. Lima: 1980. Extractos seleccionados pgs. 157-159, 161-163, 175-176.
El absolutismo
presidencial
y sus remedios
Vctor Andrs Belaunde
(Arequipa 1889-Nueva York 1966)
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tos, que son circunscripciones limitadas. Adems, el sufragio corporativo es un ensayo que debe aplicarse por ahora a las regiones. Mantendramos as un rgimen mixto, en justo equilibrio, de sufragio individual y corporativo.
La innovacin fundamental es la de los Consejos Regionales, siguiendo las lneas de las actividades econmicas. Al lado del Registro Municipal, se formar un Registro de Actividades Econmicas, bajo estos cinco rubros: minera e industrias extractivas, agricultura, industria manufacturera, comercio y transportes y profesiones liberales. Los cuatro primeros grupos estaran representados en el organismo regional en
proporcin al nmero de personas que comprende cada actividad, reflejando as la fisonoma econmica de cada regin. El grupo menor dar el
nmero mnimo de representantes, que sera el
coeficiente para calcular los de los otros grupos.
La representacin de cada grupo puede ser
doble o triple; doble, si se quiere diferenciar nicamente el capital y el trabajo, y triple, si se establece la ms ajustada divisin entre capital y
alta direccin, empleados y obreros. En el primer caso, los propietarios y altos directores de
las fuerzas econmicas tendran la misma representacin que el trabajo; en el segundo caso, el
trabajo representara las dos terceras partes.
Respecto del quinto grupo o las profesiones liberales, dara cinco representantes, uno elegido
por los abogados, otro por los mdicos y farmacuticos, otro por los ingenieros de todos los ramos, otro por los periodistas y maestros y un
quinto por los funcionarios. Si se tiene en cuenta que las profesiones liberales representan trabajo y preparacin cultural, cabe decir que en estos organismos tendra siempre mayora el trabajo.
El trmino del mandato sera de dos aos con
reeleccin indefinida. Sus funciones se extenderan a estas materias: presupuesto regional, cuyas entradas estaran constituidas por la contribucin predial e industrial; caminos regionales;
instruccin especializada segn las necesidades
de la regin; derecho de veto respecto del nombramiento de autoridades polticas (prefectos,
subprefectos, etc.) ; designacin de jueces y vocales dentro de las ternas preparadas por las Cor-
tes Superiores y los Colegios de Abogados; eleccin de los tres senadores de la regin (uno cada
dos aos). Los miembros del Consejo Regional
recibiran remuneracin de una o dos libras por
cada sesin a que asistieran, no pudiendo stas
ser ms de seis al mes; en el caso de ser elegidos
empleados u obreros que no residan en la capital, se les abonar adems su salario o su sueldo
por el presupuesto regional mientras dure su
mandato.
Los organismos regionales limitan las facultades del Poder Ejecutivo por lo que se refiere a los
funcionarios polticos con el derecho de veto, y lo
sustituyen enteramente en los nombramientos
judiciales, en la revisin de los arbitrios municipales y el control de la instruccin especializada.
Respecto de su presupuesto, son tambin absolutamente autnomos, sin otro contralor que el
del Tribunal Mayor de Cuentas y en ciertos casos
del Parlamento.
Independencia del Poder Judicial
Est perfectamente formada la opinin pblica en el Per acerca de la necesidad de independizar absolutamente el Poder judicial del Poder
Ejecutivo. Hoy, como hace ciento cuatro aos, tienen la misma aplicacin las hermosas palabras
de Bolvar: El Poder Judicial contiene la medida
del bien y del mal de los ciudadanos y si hay libertad y si hay justicia en la repblica, son distribuidas por este Poder. Poco importa a veces la
organizacin poltica, con tal que la civil sea perfecta; que las leyes se cumplan religiosamente y
se tengan por inexorables como el destino. Parecidos conceptos repiten hoy mismo los tratadistas ingleses sobre la materia y los constitucionalistas americanos cuando critican el sistema de
designacin por sufragio de los jueces y tribunales de los Estados de la Unin. La permanencia
es, segn experiencia universal, la garanta de
probidad y de honradez. La carrera exige, al menos, la proporcin de dos a uno en las designaciones para los puestos vacantes entre los jueces y
vocales antiguos y los abogados de experiencia.
Debe conservarse a las Cortes Superiores el nombramiento de los Jueces de Paz y la presentacin
de una de las ternas para Jueces de Primera Instancia, dando la otra al Colegio de Abogados.
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Captulo VI:
La
impronta
indgena
Luis Valcrcel
Secreto de piedra
uando el indio comprendi que el blanco no
era sino un insaciable explotador, se encerr
en s mismo.
Aislse espiritualmente, y el recinto de su alma en cinco siglos estuvo libre del contacto
corruptor de la nueva cultura. Mantvose silencioso, hiertico cual una esfinge.
Se hizo maestro en el arte de disimular, de
fingir, de ocultar la verdadera intencin. A
esta actitud defensiva, a esta estrategia del
dominado, a este mimetismo conservador de la vida, llamronle la hipocresa india.
Tempestad en los Andes. Lima. Populibros peruanos. Extractos seleccionados, pgs. 41-44,
91-93, 99-100, 107-108, 116-120.
Tempestad en
los Andes
Luis Valcrcel
(Ilo 1891- Lima 1987)
La raza, gracias a ella, protege su vitalidad, guarda intacto el tesoro de su espritu, preserva su YO.
Se oye de continuo censurar la reserva, el egosmo del indio: a nadie revela sus secretos. La virtud
medicinal de las yerbas, la curacin de enfermedades desconocidas, el derrotero de minas y riquezas
ocultas, los procedimientos misteriosos de la magia.
El indio se cuida muy bien de la inquisicin de sus
dominadores. No hablar. No responder cuando
se le pregunte. Evadir las investigaciones. Invencible en su reducto, para el blanco ser infranqueable su secreto de piedra.
En cambio, l se informar bien pronto de todos
nuestros secretos de hombres modernos. Breve
tiempo de aprendizaje bastar para que domine los
ms complejos mecanismos y maneje con la serenidad y precisin que le son caractersticas las maquinarias que requieren completa tcnica.
El indio es para las otras razas epignico. Slo da a
conocer su exterior inexpresivo. Bajo la mscara de indiferente, hallaremos algn da su verdadero rostro?
Su burlona sonrisa ser lo primero que descubramos.
CARETAS 2002
el plazn deambula con pies de plomo el sol del medioda. Se va despus, por detrs de las tapias, de
los galpones, de la iglesia a medio caer, del casern
destartalado que est junto a ella; trepa el cerro, y
lo traspone; voltea las espaldas definitivamente, y
la espesa sombra sumerge al pueblo. Se fue el da,
se acab la noche; son clepsidras invisibles los habitculos ruinosos; lentamente se desmoronan. Despus de veinte aos. el pueblo sigue a medio caer;
no se da prisa el tiempo destructor.
Gusanos perdidos en las galeras subcutneas
de este cuerpo en descomposicin que es el poblacho
mestizo, los hombres asoman a ratos a la superficie;
el sol los ahuyenta, tornan a sus madrigueras. Qu
hacen los trogloditas? Nada hacen. Son los parsitos, son la carcoma de este pudridero.
El seor del poblacho mestizo es el leguleyo. el
kelkere. Quin no caer en sus sucias redes de
arcnido de la ley? El indio toca a sus puertas. El
gamonal lo sienta a su mesa. El juez le estrecha la
mano. Le sonren el subprefecto y el cura.
El leguleyo es temido y odiado en secreto. Todas
las astucias, todos los ardides, para confundir al poderoso, para estrangular al dbil, son armas del tinterillo. Explota por igual a blancos y aborgenes.
Prevaricar es su funcin. Como el gentleman es el
mejor producto de la cultura blanca, el leguleyo es
lo mejor que ha creado nuestro mestizaje.
Hrrida quietud la de los pueblos mestizos, apenas interrumpida por los gritos inarticulados de los
borrachos. La embriaguez alcohlica es la ms alta
institucin de los pueblos mestizos. Desde el magistrado hasta el ltimo curial, desde el propietario
al msero jornalero, la ebriedad es el nivel comn,
el rasero para todos. Iguales ante el alcohol, antes
que iguales ante la ley.
Todas las aspiraciones del mestizo se reducen a
procurarse dinero para pagar su dipsomana. El
hombre de la ciudad que se va a vivir al poblacho es
un condenado irremisible al alcoholismo.
Cuntas truncadas vocaciones por el confinamiento en el poblacho. Los jvenes de esperanzas
que estudiaron en la ciudad y hubieron de retornar
a su pueblo se sepultan en el pantano. Cadveres
ambulantes, alguna vez abandonan sus habitculos
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por breves das; reaparecen en la capital. Se les reconoce en conjunto: son los poblanos. Tardos, como entumidos, pasan por las calles, de frente a los
bebederos. Tambaleantes, con los ojos turbios, abotagados, enrojecidos, miran las cosas de la ciudad
con estpida expresin. Gastan el producto de la
venta de ganado o cereales hasta el ltimo cntimo.
La decencia consiste en su prdigo consumo de cerveza y licores, con los amigos a quienes tutea desde
la infancia. Este mozo de traje descuidado, anacrnico, de presencia lamentable, fue un condiscpulo en el Colegio Nacional. Ahora es el temible leguleyo del poblacho, el agente para las elecciones,
el enganchador para las empresas, el vecino principal, cuya industria ms saneada es el vivir a expensas de los obsequios del indio, del soborno del propietario, de los gajes de la funcin concejil, fondos
de municipalidades, recursos del Estado.
La atmsfera de los poblachos mestizos es idntica; alcohol, mala fe, parasitismo, ocio, brutalidad
primitiva. La pesadez plmbea de sus das todos
iguales se interrumpe a veces con la rfaga sangrienta de un crimen. Rencillas lugareas, choques
de minsculos bandos, odio mezquino que estalla
en la primera bacanal, en la fiesta del Patrn del
pueblo, en la lidia de gallos, en la disputa poltica.
El garrotazo o la cuchillada.
Todos los poblachos mestizos presentan el mismo paisaje: miseria, ruina; las casas que no se derrumban de golpe, sino que como atacadas de lepra
se desconchan, se deshacen lentamente, son el smbolo ms fiel de esta vida enferma, miserable, de las
agrupaciones de hbrido mestizaje.
La nueva amistad
No tuvieron amigos; eran esclavos, y la amistad
fue tab para ellos. Sus amos, cuando les trataban
mejor, saban que les estaba prohibido aproximarse
amistosamente a quienes, por ley y costumbre, tenan que ver como inferiores. El indio se pas quinientos aos con la sola amistad del borriquillo. El
buen asno, tardo, le ayud a portar la carga que sobre sus espaldas le echaba el blanco. El buey, otro
amigo, colabor con l en las faenas de la tierra,
ahorrndole esfuerzo. Pudo reservar el tirapi (la
chakitajlla) para los barrancos. La pareja de bovi-
Luis Valcrcel
La rebelda ortografa
Basta ya de sujecin al yugo de la gramtica espaola se han dicho los idiomas vernculos.
S, guerra a las letras opresoras: a la b y a la v a
la d y a la z, que no se usaron jams; afuera la c bastarda y la x extica y la g decadente y femenina, y
la q equvoca, ambigua.
Vengan la K varonil y la W de las selvas germnicas y los desiertos egipcios y las llanuras trtaras.
123
CARETAS 2002
,
124
CARETAS 2002
empeo de afirmar su ser, sin doblegarse a la fatalidad del sino. Quiere el conquistador, en su loca
presuncin, borrar todo el pasado de diez mil aos
de cultura indgena. Bajo la piqueta del destructor
van cayendo, una a una, las instituciones del viejo
Imperio. Los suntuosos palacios, las estupendas
fortalezas, los magnficos templos levantados por el
Inka, en un glorioso afn de eternidad, son derribados por el brbaro vencedor. Con los ltimos seores de Vilcabamba concluye la estirpe solar de los
emperadores. Rueda del patbulo la inocente cabeza del postrero prncipe del Tawantinsuyu. Mas, es
en vano, del alma india no puede ser arrancada la
esencia de su cultura!
En la torpe desviacin republicana, incapaces de
comprender la realidad histrica, hemos ido ms
all del opresor espaol. Las ltimas vislumbres de
autonoma, el simulacro de las autoridades indias,
la conservacin de la propiedad comunitaria, el refugio en lo ornamental de las fiestas en que reaparecan an las insignias del Inka vistiendo a algunos de sus descendientes como un recordatorio de
su grandeza, todo, todo ha desaparecido en nombre
de una burlesca, sombramente irnica igualdad.
Ms ciegos, ms ignorantes que los colonizadores,
borramos de una plumada las sabias leyes protectoras del regncola, que en aquellos lejanos tiempos
se dieron con un gran conocimiento de la virtualidad jurdica. No ha habido emancipacin para la
raza americana.
El divorcio nacional en que vivimos, que acenta
de da en da la incomprensin de la sede del gobierno, impide afrontar la solucin de los gran problemas vitales como es el problema de la raza indiana.
Los Andes constituyen una muralla infranqueable
para el legislador y el gobernante de la Capital. De
otro lado, son tan diversas las modalidades de serranos y costeos que stos no podrn darse cuenta
nunca de lo que es la vida en las serranas y de lo
que significan los ideales de cuantos de ella participamos. Esta disparidad sociolgica viene desde
muy atrs. El Cuzco y Lima son, por la naturaleza
de las cosas, dos focos opuestos de la nacionalidad.
El Cuzco representa la cultura madre, la heredada
de los inkas milenarios. Lima es el anhelo de adaptacin a la cultura europea. Y es que el Cuzco preexista cuando lleg el Conquistador y Lima fue
creada por l, ex nihilo.
Luis Valcrcel
Podra vivir en el mestizaje de otras razas exticas el gran amor que slo nutre y mantiene la sangre da los hijos del sol?
El Hombre Blanco construy la Ciudad a la espaola, unas veces sobre las ruinas de la urbe inkaica, como el Cuzco, otras veces no: la ciudad sali
de la nada, aunque la mano de obra fuera siempre
india. Lima, Arequipa, Trujillo, Piura fueron surgiendo por mandato del espaol dominador, pero
por esfuerzo del regncola.
Mas, el Per esencial, el Per invariable no fue ni
pudo ser nunca sino indio. De un cabo a otro del territorio, erizado est el mapa de toponimias keswas, aymaras, mochikas, pukinas. Ciudades, aldeas, ventorros, haciendas, heredades, simples parcelas, montaas, ros, valles, lagunas, todo est
bautizado por la Raza. En vano el esfuerzo de llamar Grau a Cotabambas o Espinar a los distritos
altos de Kanas o Melgar a Ayaviri. En vano suavizar la ruda fontica de los speros apellidos, o absurdo descastamiento traducirlos algunas veces al
espaol. Los Kispes y los Waman, los Kondori y los
Changanaki, los Chekas y los Chokewanka estn
denunciando la verdad inmarcesible: el Per es indio y lo ser mientras haya cuatro millones de hombres que as lo sientan, y mientras haya una brizna
de ambiente andino, saturado de las leyendas de
cien siglos.
El Per es indio!
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CARETAS 2002
El nuevo Indio
El nuevo
indio
Uriel Garca
(1884-Lima 1965)
CARETAS 2002
Ms que un acontecimiento polticoeconmico, que ensancha los dominios espaoles, acrecienta los tesoros reales
y ampla el escenario geogrfico donde se desenvuelve un
episodio de su historia, o todava ms que ese criterio tan estrecho que considera la conquista como la redencin de la
barbarie por la civilizacin desde el punto de vista europeo,
que es la perspectiva corriente en que se colocan nuestros
crticos, viene a ser una tragedia espiritual que conmueve
as a los invasores como a los conquistados si nos colocamos en un punto de vista esencialmente americano y ms
certero. Porque de ese brusco encuentro de dos culturas diametralmente opuestas, nuestra historia se desliz por otros
rumbos y adquiri una nueva personalidad. Sin que esto
confirme la opinin contrapuesta de que el coloniaje es el
inkario sin el inka.
La conquista es una catstrofe psicolgica, como toda
Uriel Garca
tragedia que nutre la historia de la humanidad. Para el espritu indiano autctono fue un cambio de derrotero, fatal,
imprevisto forzoso; todo un momento de prueba. Pero del
mismo modo para la cultura invasora. Del percance sali el
invasor con su integridad moral mermada por el influjo de
dos elementos de capital importancia: la tierra y la tradicin andinas; valores histricos ya constituidos en siglos de
dilogo creador, de beligerancia mutua y, a la vez, de cordial simbiosis.
La indianidad (no el incanato) estremecida vira su destino por otras rutas sin darse por vencida. Halla otras ideas o
formas de expresin en qu proseguir esa su juvenil y poderosa voluntad de genio andino. Por su parte, la vieja civilizacin espaola sntesis de elementos heterogneos recibe
otra inyeccin ms de la savia verncula y pierde, al mismo
tiempo, su integridad histrica; inmersa en un medio que no
era el suyo se produce de manera distinta a su cultura originaria, por lo menos en los aspectos ms elevados.
De ese modo, la conquista y su vstago, el coloniaje.
son episodios de una sola historia la nuestra, americana- y
de una historia de conciencia ms acrecentada; son trnsitos de la misma vida por horizontes ms vastos y distintos,
diversos, sin duda, a los que se hubiera creado por su propio
impulso el alma indiana al conservar su simplicidad autctona y su libertad de accin. Pero el coloniaje, a pesar de sus
tiranas, le dio medios de buscarse una nueva libertad, que
la iba encontrando. Aquel episodio de la intromisin espaola es nuestra propia vida, fracasada en una direccin,
orientada hacia otra.
Nada ms falso entonces que llamar cultura espaola
o tomar como prolongacin espaola a los trescientos
aos de dominio poltico de Espaa en Amrica.
Dnde est Espaa en el ciclo neoindiano o colonial?
Est en el gobierno, en la mera administracin poltica; est en los virreyes, en los corregidores, en los recaudadores
de tributos, en esa falange de mandones y negociantes que,
todos, cumplido su mandato, se vuelven a la metrpoli con
las bolsas llenas. Espaa, son todos aquellos mal llamados
indianos, que pasan el mar a pan y agua y lo repasan con
los arcones llenos de barras y lingotes de metales preciosos extrados por los mitayos del subsuelo andino. Espaa,
son los verdugos, como los victimarios de Antequera, como
Areche y Matalinares, diablicos arquetipos de la ferocidad, ajusticiadores de Tpak Amaru, o como el mismo brigadier Pumakahua en cuanto enemigo implacable de ste. Espaa son los condes y marqueses que organizan sus
expedientes de servicios a la Corona con la historia de sus
maldades y consiguen, a falta de otras mercedes de mayor
lucro un abrazo de Felipes y Carlos y una patente de impunidad para explotar al indio.
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cepto con regocijo el premio Inca Garcilaso de la Vega, porque siento que representa el reconocimiento a una obra
que pretendi difundir y contagiar en el
espritu de los lectores el arte de un individuo quechua moderno que, gracias a la
conciencia que tena del valor de su
cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilacin
del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios ms vastos para expresarse.
No soy un indio aculturado En Obras
completas. Lima: Editorial Horizonte,
1983. t.V, Extracto seleccionado, pgs. 1314.
No soy un indio
aculturado
Jos Mara Arguedas
(Andahuaylas1911- Lima 1969)
,
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CARETAS 2002
La ilusin de juventud del autor parece haber sido realizada. No tuvo ms ambicin que la de
volcar en la corriente de la sabidura y el arte del
Per criollo el caudal del arte y la sabidura de un
pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o extrao e impenetrable pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo,
oprimido por el desprecio social, la dominacin poltica y la explotacin econmica en el propio suelo
donde realiz hazaas por las que la historia lo consider como gran pueblo: se haba convertido en
una nacin acorralada, aislada para ser mejor y
ms fcilmente administrada y sobre la cual slo
los acorraladores hablaban mirndola a distancia y
con repugnancia o curiosidad. Pero los muros aislantes y opresores no apagan la luz de la razn humana y mucho menos si ella ha tenido siglos de
ejercicio; ni apagan, por tanto, las fuentes del amor
de donde brota el arte. Dentro del muro aislante y
opresor, el pueblo quechua, bastante arcaizado y
defendindose con el disimulo, segua concibiendo
ideas, creando cantos y mitos. Y bien sabemos que
los muros aislantes de las naciones no son nunca
completamente aislantes. A m me echaron por encima de ese muro, un tiempo, cuando era nio; me
lanzaron en esa morada donde la ternura es ms
intensa que el odio y donde, por eso mismo, el odio
no es perturbador sino fuego que impulsa.
Contagiado para siempre de los cantos y los mitos, llevado por la fortuna hasta la Universidad de
San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intent convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un
vnculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la
gran nacin cercada y la parte generosa, humana,
de los opresores. El vnculo poda universalizarse,
extenderse; se mostraba un ejemplo concreto, actuante. El cerco poda y deba ser destruido; el caudal de las dos naciones se poda y deba unir. Y el
camino no tena por qu ser, ni era posible que fuera nicamente el que se exiga con imperio de vencedores expoliadores, o sea: que la nacin vencida
renuncie a su alma, aunque no sea sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los vencedores,
es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado;
yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en espaol
y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en
lenguaje artstico y tal parece, segn cierto consenso ms o menos general, que lo he conseguido. Por
eso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega con
regocijo.
Pero este discurso no estara completo si no explicara que el ideal que intent realizar, y que tal parece que alcanc hasta donde es posible, no lo habra logrado si no fuera por dos principios que alentaron mi trabajo desde el comienzo. En la primera
juventud estaba cargado de una gran rebelda y de
una gran impaciencia por luchar, por hacer algo.
Las dos naciones de las que provena estaban en
conflicto: el universo se me mostraba encrespado de
confusin, de promesas, de belleza ms que deslumbrante, exigente. Fue leyendo a Maritegui y despus a Lenin que encontr un orden permanente en
las cosas; la teora socialista no slo dio un cauce a
todo el porvenir sino a lo que haba en m de energa, le dio un destino y lo carg an ms de fuerza
por el mismo hecho de encauzarlo. Hasta dnde
entend el socialismo? No lo s bien. Pero no mat
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CARETAS 2002
Captulo VII:
Democracia
y radicalismo
Sinesio Lpez
Intelectuales y
polticos en el Per
del siglo XX
Sinesio Lpez
La racionalidad poltica del 30 recoge la racionalidad de las masas, pero la racionalidad propia de
las masas no aparece entonces con propiedad, porque las masas no demandan autonoma frente a los
partidos ni frente al Estado.
CARETAS 2002
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CARETAS 2002
Sinesio Lpez
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CARETAS 2002
lante, se puede percibir una diferenciacin creciente en las actividades intelectuales, una divisin del
trabajo intelectual cada vez ms significativa.
Frente a los intelectuales ms tradicionales (curas,
abogados, mdicos, filsofos) aparecen las carreras
tcnicas relativamente diversificadas, se desarrollan las ciencias, especialmente las ciencias sociales, y aumentan los artistas y los literatos como profesionales, ya no como aficionados. El Anuario Bibliogrfico que publicaba el doctor Tauro muestra
un incremento creciente de la publicacin de obras
en general, pero especialmente de obras de ciencias
sociales y de diversas especialidades tcnicas.
Los intelectuales se especializan y los polticos
mantienen su exigencia de globalidad. Se produce
entonces una contradiccin entre una tendencia a
la especializacin de los intelectuales y una exigencia de globalidad de los polticos. Los intelectuales
tienden al anlisis, los polticos a la sntesis, porque
slo a partir de una visin global del pas es posible
elaborar un proyecto social y poltico.
Desde 1960 tenemos una gran produccin de
anlisis e investigaciones en diversos campos de las
ciencias, especialmente de las ciencias sociales.
Sin embargo, faltan visiones globales. No hay
una visin global del Per durante los aos 60 en
adelante, a diferencia de lo que se produjo en los
aos 30. Maritegui en sus Siete ensayos, Haya de
la Torre en El antiimperialiamo y el Apra, y Vctor
Andrs Belaunde en Realidad nacional, nos ofrecieron una vision global del Per. No sucede lo
mismo de los aos 60 en adelante, donde hay algunas propuestas que no alcanzan la rotundidad
de las visiones globales del 30. Sealamos las visiones de Bourricaud. Julio Cotler, Anbal Quijano y Pablo Macera. En general, predomina el anlisis sobre la sntesis. La tarea de sntesis an est pendiente en el campo de las ciencias sociales.
Es ms bien en el campo de la literatura donde vemos ciertas propuestas de visiones globales del
pas con ms riqueza. Algunos narradores aventuran hasta dos visiones globales del pas. Pienso en
Arguedas, donde es distinta la visin ms bien andina de Los ros profundos de la visin ms urbana, ms cambiante y rica, de Todas las sangres; o
pienso en la diferencia entre la visin crtica y escptica de Conversacin en la catedral de Vargas
Llosa y su visin apocalptica de La historia de
Sinesio Lpez
Yo pienso que esto obedece sobre todo a una crisis de la racionalidad clsica. La relacin entre la
ciencia y la poltica entra en tensin; la poltica ya
no se piensa como mera deduccin ni prolongacin
de la ciencia. Los mismos intelectuales cuestionan
las explicaciones globales; no solamente en el marxismo sino en todas las corrientes tericas hay una
reivindicacin de la subjetividad y de los temas de
la cultura, y hay una valoracin de las escenas y los
actores no polticos.
Creo que la emergencia de las masas en el 76, en
demanda de autonoma y de protagonismo, pone en
cuestin el modelo liberal y el modelo tecnocrtico de
la poltica, sin lograr establecer, sin embargo, una
nueva relacin productiva y democrtica. Creo que
eso es un poco la tarea de hoy: cmo establecer una relacin horizontal entre intelectuales, polticos y masas, reconociendo la especificidad de cada uno de ellos.
Con la emergencia de la racionalidad popular, la
poltica no es una actividad especializada sino una
actividad de todos. La emergencia de la racionalidad popular supone nuevas concepciones de la poltica y del poder, de los sujetos polticos, de las vanguardias y su relacin con las masas, as como una
redefinicin de la tica.
El poder no es solamente una forma de dominio
sino tambin una forma de servicio y supone que el
Estado no es solamente un aparato institucional
para defender intereses nacionales y realizar intereses generales, sino tambin una institucin para
resolver problemas concretos.
Dentro de esta crisis del esquema liberal y el
esquema tecnocrtico de la poltica, se desarrolla
lo que hoy podemos llamar una crisis orgnica de
los partidos que no tienen capacidad de propuesta
para resolver los problemas del pas y de las masas: la crisis econmica y la violencia poltica principalmente.
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CARETAS 2002
Historia de las ideas en el Per contemporneo. Lima: Moncloa Editores, 1967, Extracto
seleccionado, pgs. 458-462.
Historia de las
ideas en el Per
contemporneo
Augusto Salazar Bondy
(Lima 1925-1974)
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CARETAS 2002
colectiva en la reflexin. Desorientada y sin autenticidad, aprisionada por estructuras de dominacin, la comunidad nacional no ha podido hacer
surgir un pensamiento filosfico original y vigoroso. No ha habido ese coronamiento de la cultura
por la meditacin universal que es propio de las sociedades libres y de las culturas bien desarrolladas
y, consecuentemente, han faltado tambin todos
aquellos fenmenos de asimilacin y levantamiento de motivos, valores y problemas, de accin
orientadora de la cima y de reaccin fecunda de la
base cultural, de impulsos espontneos y conduccin reflexiva que dan su fuerza y su sello histricos a cada etapa de la filosofa.
Quiero insistir sobre esta tesis: la frustracin del
sujeto histrico en la vida peruana ha sido especialmente grave para la filosofa hasta nuestros das.
La filosofa no es autntica y fecunda sino en cuanto es reflexin de la realidad, en el doble sentido de
la preposicin, esto es, como pensamiento emanado
del ser propio y originario y como toma de conciencia de ese ser, de su proceso y su lugar en el mundo.
Por eso ella es esencialmente una meditacin centrada en el hombre. Ahora bien, una existencia
alienada no puede superar la mistificacin de la filosofa; una comunidad dividida y precaria, no puede generar una reflexin genuina y productiva. La
filosofa peruana no ha podido hasta hoy hablar a
todos y ser oda por cada uno en su propio lenguaje,
porque le ha faltado la unidad de una misma esencia cultural; y no ha podido recibir de todos el impulso vigorizador del pensamiento, no ha podido hacer que todos, convergiendo cada uno desde su propia situacin y perspectiva vital, la impulsen y
alienten, porque la existencia social nacional no ha
encontrado todava el camino comn de todas las
existencias personales.
Se hace claro as que los obstculos con los cuales ha tropezado y tropieza an nuestra filosofa no
pueden atribuirse a una actitud personal equivocada de quienes han conducido el movimiento filosfico. Entenderlo de este modo como se ha hecho
aqu y en otros pases de fisonoma histrica semejante a la nuestra es confundir la psicologa con la
historia de la cultura. Para probar que ste no es el
planteo correcto bastara, por lo dems, recordar
que la actitud ms frecuente de los pensadores peruanos no ha sido la de la teorizacin pura, sino ms
bien la contraria, la del pensamiento aplicado. Que
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CARETAS 2002
abemos que en buena parte de Amrica Latina el rgimen democrtico es ms bien un patrn poltico al cual nos mandan ceir nuestras constituciones, que una realidad lograda
en el ejercicio del gobierno. Las nuestras suelen
ser, a menudo, democracias de etiqueta cuyo desenvolvimiento real perturban la ignorancia de
las masas, el individualismo exagerado, la demagogia de los polticos, o la ambicin de los
dictadores. Pero hay, sin ninguna duda,
un fondo democrtico en el alma de nuestros
pueblos: el aprecio de la libertad, la ilusin orgullosa del voto, el arraigo de la institucin parlamentaria como expresin del sentir provinciano.
La repulsa popular contra los privilegios.
El problema de la
democracia
Jos Luis
Bustamante y Rivero
(Arequipa 1894-Lima 1989)
Gran demcrata y jurista peruano, Presidente Constitucional de la Repblica en 19451948. Es reconocido por su defensa a la tesis
de las 200 millas martimas.
Porque a mi juicio y sta es una interpretacin que jams se han cuidado de descubrir mis
compatriotas, funciona en casos como ste un
principio superior de solidaridad nacional, y por
cuyo mrito los electores peruanos que van a las
nforas a depositar su voto lo hacen, no slo a ttulo personal, sino como personeros natos de toda
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CARETAS 2002
El problema de la democracia
esa otra masa iletrada de hombres adultos que tienen sobre s todos los atributos y las cargas del ciudadano, que poseen propiedades o trabajan, que pagan impuestos, que sostienen una familia, que hacen el servicio militar, que sobrellevan responsabilidades y son pasibles de castigos impuestos por los cdigos, que incluso son capaces en la mayor parte de
los casos, de intuir lo que les conviene y de percibir
en qu clase de hombres pueden poner su confianza,
pero cuyo analfabetismo les priva por precepto constitucional del derecho de elegir y de ser elegidos, pese a
que constituyen parte integrante e inseparable de la
nacin. Y esta interpretacin, que me parece inobjetable, trae consigo un corolario importantsimo.
En cuanto representantes de sus compatriotas
afectados por esa capitis diminutio, los ciudadanos
electores estn moral y jurdicamente obligados a
traducir en el acto del sufragio, el reclamo de las necesidades, y la voz de las aspiraciones de sus representados o pupilos, que forman mayora en el pas;
y a votar en favor de personas que desde el gobierno o el parlamento sepan velar por los intereses y la
significacin humana, de estos ltimos. Dentro de
tal concepcin, la responsabilidad cvica del elector
se agranda; sus actos arrastran consigo la suerte de
otros hombres; y se radica en l una especie de tutela grandiosa en la cual est, en buena cuenta, cifrado el destino unitario o ecumnico de la nacionalidad. He aqu hecha la sntesis de nuestra peculiar
estructura democrtica, ms avanzada si se quiere en este respecto que la de los pases donde por
no existir gente iletrada ni problema racial, el voto
es simple y nicamente una expresin individual de
voluntad. Y he aqu tambin justificada la orientacin socializante que antes he sugerido como la nica posible y justa para nuestra organizacin estatal.
Slo a base de una amplia socializacin del Derecho,
los beneficios de la Administracin elegida por las
minoras pueden llegar con eficacia hasta los sectores que no participan en el sufragio. Es sta la razn por la cual me dirijo hoy con tanto empeo a los
electores de mi pas para emplazarlos a una cita con
sus responsabilidades y moverlos a elegir personas
compenetradas con la causa de la redencin nacional. S que estoy hablando a los menores a ese
cuerpo electoral minoritario; y lo que es ms arduo, a quienes por razn de clases o de intereses
pueden sentirse ms reacios a esta transposicin de
conceptos que desbarata y vuelca la consuetudinaria armazn de nuestra oligarqua econmica. Pero
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s tambin que un sentimiento elevado de la peruanidad puede obrar el milagro de tales renunciamientos, los que a la larga redundarn en bien de la
nacin. Y si as no sucediera, que quede, por lo menos, la constancia de que hubo quien, a su tiempo,
formulara esta apelacin pblica a la conciencia y a
la sensatez.
El Per, puede. pues, llegar a poseer una democracia de fisonoma propia. Pero una vez establecidos los Poderes Pblicos por esas pautas democrticas, debe cuidarse de dotar al Ejecutivo de una ancha base de autoridad, de una inequvoca potestad
de imperio. Precisamente por ser jvenes, aquellos
pueblos en que an no han llegado a plasmarse slidamente las instituciones acusan instintos de insurgencia, de individualismo arbitrario, de reacciones primitivas. El hervor de la sangre rebosa el rgido contenido de las normas. La disciplina cvica
no se aviene con el librrimo laberinto del bosque. Y
en ese medio rstico, todava un poco informe, suelen campear por otro lado el egosmo y la prepotencia de las lites sociales que sienten el pas como enfundado a sus caprichos. Ambos extremos
abusivos ha de sofrenar el gobierno para que la obra
de estructuracin nacional no se frustre, pues si la
subversin y el privilegio la perturban o desnaturalizan, ningn programa de progreso democrtico
puede cumplirse en el pas. Legtima es, entonces,
la intervencin reguladora y firme del poder. Tenemos, pues, que afirmar entre nosotros el rgimen
presidencial; y ms si se considera que en todos los
Estados, sean viejos o nuevos, las complejidades de
la organizacin poltica moderna, el formidable empuje de la industria, la tensin entre las fuerzas del
trabajo, la pugna de ideologas son otras tantas
amenazas suspendidas sobre la estabilidad y la
tranquilidad sociales, y exigen, por lo mismo, legtimos recursos de aquietamento y de equilibrio.
La entereza en el mando ha de ser, pues, atributo obligado de las democracias modernas. El respeto a las libertades pblicas no quiere decir debilidad
o laxitud ante la infraccin, porque as degenera y
se desprestigia la potestad de gobierno. Pero, dnde buscar el Poder Pblico el vigor de su autoridad? En el respaldo de la ley. Son las leyes las que
han de orientar sus actitudes y demarcar sus facultades. Dicho se est que me refiero a las leyes dignas de este nombre, y que sean expresin de la Justicia y el Derecho; no kases legislativos que consagren la fuerza como instrumento gubernativo. No
ces sobreviene la dictadura. Acaso est aqu la clave del atraso de nuestra formacin democrtica;
porque en el Per se ha hecho demagogia de derecha y de izquierda: la una para suscitar terrores
contra el peligro de las masas, la otra para encender
el odio contra las clases reaccionarias y pudientes.
El resultado ha sido siempre el mismo: El golpe militar dado en nombre del orden pblico. La fuerza
usufructuando la ceguera de los miedosos y de los
fanticos. Tcanos, por eso, proscribir la demagogia
de nuestros hbitos polticos si queremos alcanzar
una verdadera democracia La demagogia es recurso
ya gastado y anacrnico en nuestros tiempos en que
la conciencia cvica de ms en ms madura, no acepta tretas ni cae fcilmente en engaos, y en que la
funcin de gobernar se ha hecho tarea tcnica y no
concurso de ambiciones o plebiscitos de exaltados
pareceres. Ha pasado la poca en que el gobierno se
vesta con el lirismo de las barricadas o arengaba
desde las tribunas de las plazas pblicas. Hoy se
gobierna consultando estadsticas, haciendo clculos de produccin y consumo, comparando niveles
de vida, tratando de preservar la posicin del Estado en el complicadsimo ajedrez internacional.
Frente a la seriedad de estos problemas, la demagogia no se concibe. Resulta despreciable. Atenta
contra la normalidad del Estado. Ella slo procura
halagar a una masa electoral; pero la verdadera democracia sabe que su misin es responder por el
destino del pas. Por eso se comprende que el demagogo, sea gobernante o poltico, se deba ante todo a
sus electores, a cuya sombra medra; pero el gobernante demcrata se debe slo a la ley. De ella extrae su prestigio. Y su fuerza.
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La conquista del Per por los peruanos. Lima: Editorial Minerva, 1994. Extractos seleccionados, pgs. 23, 26-40, 42-43.
La conquista del
Per por los
peruanos
Fernando Belaunde Terry
(Lima 1912)
Arquitecto, presidente y fundador del Partido Accin Popular y dos veces elegido
Presidente de la Repblica 1963-1968 y
1980-1985.
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CARETAS 2002
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estaran aisladas unas treinta capitales de provincias, lo que da una idea de las dificultades del abastecimiento y del atraso en que se encuentran dichas
ciudades y sus distritos vecinos. Siendo la red vial
incaica lo ms admirable que, en materia de ingeniera, nos ha legado el pasado, es til revisar la
historia para ver cmo se logr su construccin y para comprobar que en la difcil topografa andina el
camino es un factor inseparable de la agricultura.
La enseanza luminosa para la
cooperacin popular
Si las naciones pudieran acudir a los mdicos en
busca del diagnstico de sus males, el Per confirmara su grave dolencia crnica que, afortunadamente, no es incurable: la decadencia agnica de
sus villorrios. Porque, como todo enfermo, el pas
tiene en s mismo la defensa orgnica para combatir el mal que le aqueja: el hbito ancestral de la
cooperacin popular, la vieja minka que hizo grande
al Imperio y cuyas caractersticas perduran en las
comunidades.
Alguien ha dicho que las verdaderas leyes carecen de texto y se expresan a travs de las tradiciones imperecederas de los pueblos. La ley no escrita
del Per bien podra llamarse de cooperacin popular. Pero los tiempos modernos hacen necesario
que se estructure los organismos, que se precise, en
blanco y negro, los recursos y las orientaciones tcnicas. De all la necesidad de redactar un breve texto que encauce en nuestros das la realidad milenaria del esfuerzo colectivo.
Un rpido clculo mental, estimando estas obras
a grosso modo, en su valor aproximado y multiplicndolo por mil cuatrocientas capitales de Distrito
sin considerar infinidad de caseros de menor rango nos hizo ver lo complejo de una solucin para satisfacer tan justificadas y conmovedoras demandas
de accin estatal. Sentimos la angustia, la impotencia econmica para hacer justicia a nuestros compatriotas. Puedo decir sin falsa modestia que el temor
de no alcanzar esa reparacin, en caso de triunfo, es
el nico miedo que he tenido en la campaa.
El fisco debe atender ante todo a los gastos generales de la administracin y de la educacin pblica, financiar las grandes obras de carcter nacional
o regional, mantener la eficiencia de los institutos
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revolucin
Francisco Mir Quesada
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nes orientales, cuya importancia no negamos, buscan la liberacin del hombre a travs de la disolucin de la conciencia individual. El hombre se salva
mediante un proceso negativo, mediante una fusin
desindividualizadora con el gran todo. En cambio el
cristianismo concibe la liberacin del hombre como
hombre, del hombre individual de carne y hueso.
Para el cristiano la salvacin no es la disolucin de
la personalidad sino, al contrario, la perduracin
eterna de su yo consciente. El destino del hombre es
trascendente: es la salvacin mediante el acceso al
mbito de la divinidad. Por eso, frente a los dems
hombres, todo hombre adquiere un valor incondicionado. Ningn hombre tiene el derecho de disponer
del destino de los dems. El primero de todos los deberes cristianos es amar y servir a nuestros semejantes. Frente a las concepciones paganas de la vida que colocaban el valor del hombre en el poder y
en la gloria, el Cristianismo coloca el valor supremo
en la capacidad de servir a los dems y en la humildad. El Sermn de la Montaa es la expresin ms
sublime y definitiva del reconocimiento humano, de
la revelacin del valor universal del hombre. Porque all se dice, por primera vez en la historia, que
el mayor valor no est en los poderosos sino en los
humildes. A los hombres y mujeres del pueblo, despreciado por los soberbios, Cristo dice: vosotros sois
la sal de la tierra y la luz del mundo.
ro lo que slo puede ser fin en s mismo y nunca medio, no tiene precio porque no es cosa sino persona, y
tiene, por eso dignidad. Llamamos a este principio,
formulado de manera definitiva por Kant, principio
de la autotelia.
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poder y en el prestigio personal. Por eso en una sociedad con clases las jerarquas son arbitrarias, es decir,
se fundan en la pertenencia de clase y no en cualidades intrnsecas.
Es cierto que en muchas sociedades clasistas, los
mecanismos democrticos de la participacin en el
gobierno limitan el poder de la clase supraordinada.
En muchas de ellas las clases han adquirido gran porosidad y numerosos elementos de las clases inferiores ascienden a las clases superiores. Pero esto no
significa sino que dichas sociedades estn en alguna
etapa de la evolucin hacia la sociedad humanista
justa. Porque mientras existan clases siempre habr
hombres que, por el solo hecho de su nacimiento, tendrn mayores oportunidades de realizar sus posibilidades humanas. Y para realizarlas utilizarn, querindolo o sin querer, el trabajo de las clases subordinadas que se convierten as, en instrumento para aumentar las ventajas que los miembros de la clase superior tienen en el punto de partida.
Por eso para que una sociedad sea verdaderamente justa, para que todos los hombres puedan realizar
en ella plenamente sus posibilidades, las jerarquas
no deben fundarse en condiciones de clase, es decir,
de familia, de posicin social, de situacin econmica,
etc. No deben basarse en condiciones extrnsecas a la
persona humana sino en condiciones intrnsecas.
Las jerarquas deben fundarse nica y exclusivamente en la capacidad de servir y la capacidad de servir
se determina por la capacidad intelectual y la prestancia moral de las personas. Por eso el humanismo
conduce de todas maneras a la sociedad sin clases. Y
siempre ha sido as. Desde sus primeros comienzos,
la ideologa enciclopedista plantea claramente la sociedad sin clases al sostener que el poder emana del
pueblo. El ideal democrtico moderno, expresado en
constituciones como la de Francia, de los Estados
Unidos, de los pases latinoamericanos y ahora, de
casi todos los pases del orbe, que se inspiran, en ltima instancia, en los principios de la ideologa enciclopedista, plantea de manera directa la sociedad sin
clases. No otra cosa significa la igualdad de los hombres ante la ley y la eliminacin de los privilegios.
Que este ideal no haya podido realizarse es cuestin
aparte. Pero el hecho es que existe y que ha sido
planteado desde el comienzo. El marxismo, al plantearlo tambin, no hace sino seguir la corriente del
pensamiento humanista occidental.
Las consideraciones que anteceden, nos muestran adems, que la enunciacin del principio supremo del humanismo y naturalmente la enunciacin
de sus posibles consecuencias no necesita utilizar
en ningn momento tesis filosficas de carcter terico, Los principios humanistas formulados de manera directa, tal como lo acabamos de hacer, son normas, son prescripciones que indican cmo deben relacionarse los hombres entre s y cmo debe constituirse la sociedad para que pueda cumplirse el tipo
de relacin exigido... No son tesis tericas que necesitan ser probadas, sino pautas de conducta que se
aceptan o se rechazan mediante actos de voluntad.
Esta es la nica manera de fundar una praxis poltica segura, sin correr el peligro de utilizar tesis que,
con el transcurso del tiempo, debido a la evolucin
del propio pensamiento filosfico y el progreso de la
ciencia resultan con frecuencia falsas. Tal es el caso
de las ideologas tradicionales.
El Humanismo como exigencia de transformacin
y los caracteres generales de los procesos revolucionarios.
Partiendo del principio segn el cual todos los
hombres deben ser fines en s, hemos llegado a una
serie de conclusiones sobre la manera cmo debe
ser la sociedad. Como acabamos de mostrar, los
principios del humanismo son normas, prescripciones, es decir, exigencias de realizacin. Por eso, el
mero planteamiento de los principios, impone una
comparacin entre el tipo de sociedad exigido por
ellos y la sociedad real existente dentro de la cual
acta la ideologa. La comparacin nos muestra
que entre ambas existe una dramtica distancia.
La exigencia de realizacin se constituye, entonces, en exigencia de transformacin. De acuerdo
con la comparacin, la transformacin debe ser
profunda y radical. Porque el planteamiento humanista conduce a un modelo de sociedad en que
las cosas suceden al contrario de lo que han sucedido en las sociedades histricas. En estas sociedades las jerarquas, el valor, el poder, se han fundado en notas extrnsecas y contingentes como la
sangre, la raza, el dinero, etc.
En la sociedad humanista se funda en lo que conduce a la plenitud de la condicin humana, es decir
en la capacidad de servir. En las sociedades histricas el poder se funda en la capacidad de ser servido,
o sea en la capacidad de tomar a los dems como me-
dio. En la sociedad humanista los que ejercen la jerarqua o lo que es equivalente, la capacidad de decidir, (que es el poder) sirven a la mayora, se constituyen voluntariamente en medio para que los dems
sean fines. Se trata por eso de algo profundamente
revolucionario, porque cambia no slo la estructura
social, econmica, poltica y cultural de la sociedad,
sino cambia la manera de ser de los hombres, les exige un cambio en la manera de sentirse a s mismos,
de apreciarse y de tratarse.
Si la violencia debe ser evitada o reducida al mnimo, es necesario comenzar la transformacin desde el propio sistema social que constituye el punto
de partida. En nuestro pas, y en todos los pases en
las mismas condiciones histricas, sociales y polticas que el nuestro, la transformacin debe comenzar
a hacerse dentro del sistema capitalista. Esto, por la
nica razn de que pasar bruscamente del sistema
capitalista a otro completamente distinto, como por
ejemplo, el socialista, obligara a transformar la violencia implcita en explcita y a intensificarla hasta
lmites imprevisibles. Pero el punto de partida dentro del capitalismo no significa ninguna predileccin especial por este sistema frente a otro u otros.
Se trata nicamente de cumplir la exigencia de consistencia, es decir de evitar la aplicacin de mtodos
antihumanistas. Si la sociedad en el punto de partida fuera socialista, de tipo totalitario, se tendra
que partir de ella, porque todo cambio brusco producira los mismos efectos. En efecto, pasar de una sociedad en la cual no hay libertad de ninguna especie a una sociedad libre, supone romper un gigantesco mecanismo de opresin. La nica manera de
lograr este cambio, dentro del esquema humanista,
es por eso, partir del propio sistema e irlo modificando progresivamente.
Como es lgico pensar la sociedad futura ser muy
diferente de la nuestra. Pero quedar algo del sistema capitalista como tal? Para responder a esta pregunta es necesario enunciar las notas principales del
sistema capitalista. Este sistema tiene cinco notas bsicas: la propiedad de los medios de produccin debe
ser, en su mayor parte privada, la jerarqua en las empresas depende de la cantidad de capital invertido, lo
que significa que los mayores accionistas tienen el poder de decisin sobre la marcha de la empresa y pueden colocar y remover al personal, la empresa capita-
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econmica en relacin a algn pas extranjero a varios. Y esto constituye un problema en relacin a las
inversiones del capital extranjero. Porque, como hemos visto, en la etapa inicial, es necesario aumentar
la productividad y para ello debe ampliarse a ritmo
acelerado el sistema industrial. Para hacer esto hay
que ofrecer incentivos al capital, incluyendo el extranjero y el aumento del capital forneo puede intensificar la dependencia econmica del pas frente a
las grandes potencias.
Estas potencias tendrn una tendencia natural a
oponerse a las reformas estructurales que afecten los
intereses de sus inversiones y se valdrn de diversos
medios para evitarlos. Pueden utilizar la presin poltica directa y sobre todo la presin econmica, retirando capitales y dejando de hacer prstamos con fines de desarrollo.
Contra esta doble incidencia nacional e internacional de los grupos de presin hay que luchar a la
vez con energa y con habilidad. En el mbito nacional pueden fomentarse ciertas industrias de manera
decidida, pero tomando precauciones legales para
que no puedan formarse monopolios. Deber hacerse,
adems, una transformacin adecuada del sistema
crediticio (revolucin del crdito) y coordinar el aumento de la productividad con una mejora creciente
del sistema de distribucin de lo producido. Habr
que transformar el sistema legal para impedir que
los miembros del viejo grupo de poder sigan manejando las corporaciones estatales y para-estatales.
En el mbito internacional habr que luchar tambin
contra los monopolios y se tendr que presionar de
manera enrgica para que los contratos de explotacin de los recursos naturales sean mejorados y dejen
una utilidad adecuada a la economa nacional. Es difcil prever el curso de este proceso. Es evidente que
la necesidad de capital extranjero impone una determinada dimensin de prudencia. Un rechazo de la
ayuda extranjera basada en el fanatismo doctrinario
o en un nacionalismo mal entendido puede tener fatales consecuencias para el movimiento de transformacin. Pero tambin es evidente que si no se cambia el estado inicial, en el que determinadas empresas extranjeras tienen ventajas excesivas e incluso
humillantes para la colectividad, el proceso puede
frustrarse y perder su carcter revolucionario.
Esta contraposicin entre la necesidad de capital
extranjero y la necesidad de un mejor aprovecha-
un horizonte de asombrosas posibilidades. Las sociedades ms desarrolladas podrn disminuir las horas de trabajo, gracias a los mtodos de la ciberntica, hasta extremos difciles de imaginar. Esto liberar en tal forma a las mayoras trabajadoras que se
crear el problema de ofrecerles actividades de los
ms diversos tipos para que no pierdan sus energas
creadoras. En cuanto a los pases subdesarrollados,
no puede an calcularse hasta dnde la tcnica puede adelantar el ritmo de transformacin. Es muy posible que su impacto sea tan grande que la productividad pueda ser aumentada sin que sea necesario
aplicar el esquema de desarrollo dentro de la libre
empresa encauzada por una metodologa planificadora que, en las actuales circunstancias, es el ms
conveniente cuando se parte desde el sistema capitalista.
Las consideraciones que anteceden permiten formarse una idea general de las etapas en la marcha
hacia la sociedad justa (siempre y cuando los adelantos fabulosos de la tcnica no obliguen a cambiar
todo el esquema). Primero: se parte del sistema
existente en la sociedad injusta, en nuestro caso, el
capitalismo. Segundo: se comienzan a realizar
transformaciones profundas con la mayor velocidad
posible. Estas transformaciones deben armonizarse
con las exigencias del desarrollo econmico que exige un aumento de la productividad a travs de la industrializacin. La planificacin es la metodologa
que permite lograr esta coordinacin. Tercero: la colectividad alcanza la etapa del desarrollo y las
transformaciones se hacen cada vez ms sistemticas y profundas. Las clases se van desdibujando
progresivamente. El grupo que maneja el capital va
teniendo cada vez menos fuerza y tiene menos capacidad para imponer sus decisiones a las mayoras.
El sistema social se va transformando rpidamente
y no puede reconocerse ya como capitalista en el
sentido en que lo hemos definido. Las jerarquas se
tornan en alta proporcin, funcionales. Cuarto: se
alcanza la etapa de la sociedad justa. Ya no hay
grupo de dominio. Las jerarquas de todo tipo, sociales, econmicas, polticas son funcionales, quienes las ocupan son elegidos por su capacidad de servir (preparacin intelectual y condicin moral). La
colectividad ingresa en una etapa no capitalista. El
Estado ya no puede ser utilizado por ningn grupo
para conservar sus privilegios y perpetuarse en el
poder, ya no es un rgano de clase, sino un rgano de
servicio colectivo.
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aracterizar la situacin de los pases pobres como dominados y oprimidos, lleva a hablar de
una liberacin econmica, social, poltica. Pero
est, adems, en juego una visin mucho ms
integral y honda de la existencia humana y de
su devenir histrico.
El ser humano,
agente de su
propio destino
Gustavo Gutirrez
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Gustavo Gutirrez
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son controlables si se toma conciencia de esas motivaciones, a travs de una lectura apropiada del
nuevo lenguaje de significaciones creado por el inconsciente. Hemos encontrado ya anteriormente,
desde Hegel, el conflicto como categora explicativa
germinal, y la toma de conciencia como un jaln en
la conquista de la libertad, pero aqu aparecen en
un proceso psicolgico que debe, l tambin, conducir a una ms plena liberacin humana.
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Adems la alienacin y el despojo, as como la lucha misma por la liberacin de esa situacin, tiene
incidencias en el plano personal y psicolgico que sera grave descuidar en un proceso por la construccin
de una sociedad y una humanidad nueva. Estos aspectos personales, en una perspectiva no intimista
sino abarcando todas las dimensiones del ser humano, estn, tambin, en causa en el debate actual sobre la mayor participacin de todos en la gestin poltica, incluso en el seno de una sociedad socialista.
ompatriotas:
Este es un da histrico. Y bien vale que todos seamos plenamente conscientes de su significado ms
profundo. Hoy da el Gobierno Revolucionario ha
promulgado la Ley de la Reforma Agraria, y al hacerlo ha entregado al pas el ms vital instrumento de su
transformacin y desarrollo. La historia marcar este
24 de Junio como el comienzo de un proceso irreversible
que sentar las bases de una grandeza nacional autntica,
es decir, de una grandeza cimentada en la justicia social y en la participacin real del pueblo en la riqueza y en el destino de la patria.
Discurso de la
Reforma Agraria
Juan Velasco Alvarado
(Piura 1909-Lima 1977)
Ms an, nosotros declaramos que realizar la transformacin de este pas, constituye la justificacin histrica del
Gobierno de la Fuerza Armada. Vale decir, para la Fuerza
Armada del Per la tarea de gobernar no fue entendida
nunca como banal ejercicio del poder, sin rumbo ni propsito; ni tampoco fue entendida jams bajo este rgimen como
accin continuista encaminada a mantener un ordenamiento social bsicamente injusto, dentro del cual la mayora de nuestro pueblo siempre fue mayora explotada, ma-
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yora en miseria, mayora desposeda. Nosotros no asumimos el poder poltico para hacer de l botn y negociado, ni
instrumento perpetuador de la injusticia.
Todo lo contrario. Nosotros asumimos el poder poltico
para hacer de l herramienta fecunda de la transformacin
de nuestra patria. No nos movi otro propsito. Quisimos
darle al Per un gobierno capaz de emprender con resolucin y con coraje la tarea salvadora de su autntico desarrollo nacional. Fuimos desde el primer momento conscientes
de que una empresa as demandara de todos los peruanos
sacrificios y esfuerzo; porque sabamos que en un pas como
el Per, caracterizado por abismales desequilibrios sociales
y econmicos, la tarea del desarrollo tena necesariamente
que ser una tarea de transformacin. Superar el subdesarrollo nacional significa, por eso, lograr un reordenamiento
de la sociedad peruana por tanto, alterar las estructuras de
poder, econmico, poltico y social en nuestro pas.
Por comprenderlo as, insurgimos como Gobierno Revolucionario; es decir, como rgimen fundamentalmente
orientado al logro de la transformacin integral de nuestra
patria. Slo as el Per podr superar su estancamiento y
su retraso, que son ambos responsabilidad histrica de
quienes hasta hace diez meses detentaron el poder poltico
en nuestro pas. Fue por su inepcia y su complicidad que
nuestro pueblo no pudo en el pasado encontrar el camino de
su justicia, ni el Estado pudo emprender una accin vigorosa destinada a elevar al pas del subdesarrollo en que lo sumieron sus malos gobernantes, sus polticos fariseos, sus
grandes claudicantes.
Hoy todo eso ha quedado atrs para siempre. Hoy el Per tiene un Gobierno decidido a conquistar el desarrollo del
pas, mediante la cancelacin definitiva de viejas estructuras econmicas y sociales que no pueden ya tener validez en
nuestra poca. Las reformas profundas por las que tantos
compatriotas han luchado, estn ya en marcha. Y dentro
de ellas, la ms alta prioridad corresponde, sin duda alguna, a la reforma de las estructuras agrarias. Por eso, fiel a
la razn misma de su existencia, fiel a los compromisos asumidos ante el pas y ante la historia, fiel a los postulados explcitos de la revolucin, el Gobierno de la Fuerza Armada
le entrega hoy a la Nacin peruana una avanzada Ley de
Reforma Agraria que marcar el comienzo de la verdadera
liberacin del campesinado nacional.
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nin de Punta del Este, y desde entonces las oficinas especializadas de las Naciones Unidas han hecho hincapi en
la necesidad de modificar radicalmente las estructuras
agrarias de los pases latinoamericanos. Y aqu en el Per todos tambin han hablado de la necesidad de emprender una autntica reforma agraria. Este fue el seuelo con
el cual se lograron adhesiones y votos. Pero nada realmente profundo se hizo jams para implantar una reforma que de veras atacara la raz del problema y que de veras diera la tierra a quien la trabaja. Esto hace la nueva
Ley. Y por venir de un Gobierno Revolucionario, es en todo sentido un instrumento de desarrollo, una herramienta de transformacin; vale decir una ley autnticamente
revolucionaria. Y como en el caso de la poltica nacionalista del petrleo ahora tambin la fuente final de nuestra
inspiracin, ha sido el pueblo; este pueblo al que nos debemos por entero; este pueblo tantas veces engaado; este
pueblo que tanto ha sufrido y ha luchado en espera de una
justicia que sus gobernantes nunca supieron darle; este
pueblo que ahora recibe, no como una ddiva, sino como
un derecho, una Ley de Reforma Agraria que abre y garantiza, al fin, el camino de la justicia social en el Per.
En consecuencia, la ley se orienta a la cancelacin de los
sistemas de latifundio y minifundio en el agro peruano,
planteando su sustitucin un rgimen justo de tenencia de
la tierra que haga posible la difusin de la pequea y mediana propiedad en todo el pas. De otro lado, por ser una ley
nacional que contempla todos los problemas del agro y que
tiende a servir a quien trabaja la tierra, la Ley de Reforma
Agraria se aplicar en todo el territorio del pas, sin reconocer privilegios ni casos de excepcin que favorezcan a determinados grupos o intereses. La ley, por tanto, comprende a
todo el sistema agrario en su conjunto porque slo de esta
manera, ser posible desarrollar una poltica agraria coherente y puesta al servicio del desarrollo nacional.
Al plantear la sustitucin del minifundio y del latifundio y al estimular la difusin de la pequea y mediana propiedad, la ley establece medidas que aseguran la no fragmentacin de la gran propiedad como unidad de produccin. Es el rgimen de tenencia lo que la ley afecta, mas no
el concepto de unidad de produccin agrcola o pecuaria.
Por eso, para el caso de las empresas agro-industriales, la
ley contempla la cooperativizacin en favor de sus servidores, pero garantiza el funcionamiento de la nueva empresa
como una sola unidad. En este sentido, la ley considera a la
tierra y a las instalaciones como un todo indivisible de produccin sujeto a la reforma agraria. La planta industrial de
procesamiento primario de productos del campo est indisolublemente ligada a la tierra. Por tanto, es imposible afec-
cado y tambin, del apoyo constructivo del Estado, consciente del inevitable destino industrial de nuestra patria.
Desde este punto de vista, es muy importante que el
capital nacional comprenda cabalmente la significacin
de la Ley de Reforma Agraria, como instrumento estimulador del proceso de industrializacin en nuestro pas. La
ley, en efecto, abre muy grandes perspectivas a la inversin industrial a travs del incentivo que significan nuevas empresas forjadoras de riqueza y creadoras de trabajo. Estas nuevas y amplias perspectivas de desarrollo
econmico, plantean un reto a la capacidad empresarial y
al dinamismo de la joven industria peruana, cuyo futuro
ser, en gran parte, el resultado del esfuerzo tesonero de
quienes a ella dediquen toda su energa y su talento. La
industrializacin es un aspecto central del proceso de desarrollo econmico de nuestro pas, y el esfuerzo industrial puede formar parte de la tarea de transformacin de
las estructuras tradicionales del Per, Luchar por la industrializacin es, por eso, luchar por el porvenir de la
nacin. Y por ello, el impulso a la industria constituye
uno de los principales objetivos de la poltica de transformacin del Gobierno Revolucionario. A este fin coadyuva
la Ley de Reforma Agraria, al estimular el dinamismo del
sector industrial mediante la reorientacin de los recursos hacia fines de promocin de la industria nacional.
No se trata, pues, de destruir, sino de racionalizar el empleo de los recursos nacionales en funcin de las necesidades principales de toda la sociedad peruana. El Gobierno
hace una invocacin para que, al margen de posibles temores infundados, se aprecie con claridad las enormes posibilidades que la ley abre al desarrollo econmico del Per. Los
empresarios nacionales deben tener la certeza de que el Gobierno Revolucionario no tiene otro propsito que el de
afianzar una poltica industrial que no puede tener xito
sin la ampliacin de un mercado interno de consumo, como
el que crear la aplicacin de la reforma agraria. La convertibilidad de los bonos de la deuda agraria en acciones de
empresas industriales necesarias para el desarrollo del
pas, representa un enorme paso en el proceso de industrializacin al cual el Gobierno Revolucionario brindar todas
las garantas que l requiera.
La nueva Ley de Reforma Agraria, por otra parte, limita el derecho a la propiedad de la tierra para garantizar que
sta cumpla su funcin social dentro de un ordenamiento
de justicia. En este sentido, la ley contempla lmites de inafectabilidad que salvaguardan el principio normativo de
que la tierra debe ser para quien la trabaja, y no para quien
derive de ella renta sin labrarla. La tierra debe ser para el
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tados por la Ley de Reforma Agraria comprendan, por encima de sus, acaso explicables egosmos, la profunda justicia
que reinvidica y hace realidad. Nosotros actuaremos con
equidad al aplicar la ley, y seremos respetuosos de los derechos legtimos de aquellos a quienes la ley se aplique. Pero
seremos tambin inflexibles en exigir la absoluta aplicacin
de la reforma agraria, parte esencial de la poltica transformadora del gobierno de la revolucin y aspecto fundamental de una responsabilidad que hemos jurado cumplir, sin
desviaciones ni temores, por el bien sagrado de la patria.
Por eso, por responder al clamor de justicia y al derecho
de los ms necesitados, es que la Ley de Reforma Agraria
ha dado su respaldo a esa gran masa de campesinos que
forman las comunidades indgenas que, a partir de hoy
abandonando un calificativo de resabios racistas y de prejuicio inaceptable se llamarn Comunidades Campesinas.
Los cientos de miles de hombres del campo que las forman,
tendrn desde ahora el respaldo efectivo del Estado para lograr los crditos la ayuda tcnica que indispensablemente
se requiere a fin de convertirlas en dinmicas unidades de
produccin cooperativa. Creemos cumplir as un verdadero deber de reparacin para todos aquellos campesinos olvidados del Per, hombres que centenariamente han sufrido
el castigo de todas expoliaciones y de todas las injusticias.
Con esta ley se inicia el camino de su verdadera redencin
social. Ya nunca ms sern las vctimas indefensas del flagelo gamonalista. A partir de hoy, con el respaldo del Estado, sern partcipes en la responsabilidad de su propio desarrollo. As, verdaderamente al cabo de los siglos, las comunidades campesinas, el ayllu antiguo, smbolo de un milenario ideal de justicia que nunca fue totalmente abatido,
vern renacidos su fuerza y su vigor para ser, otra vez, dinmicos elementos de progreso como fueron antao en la
antigua y grandiosa civilizacin de nuestros antepasados.
Estas son las caractersticas centrales de la Ley de Reforma Agraria que pronto todos conocern a lo largo y ancho del territorio de nuestra patria. Los hombres del gobierno tenemos lcida conciencia de que con ella comienza
la verdadera revolucin social y econmica del Per. Como
en todo proceso de veras trascendente, habr vicisitudes y
habr tropiezos. Tambin de ello somos conscientes. No
nos arredran las inevitables dificultades del proceso revolucionario que hoy comienza en nuestro pas. Con el apoyo
del pueblo sabremos sortear todos los peligros y todos los escollos. Ms nos pesara no tener la decisin de cumplir un
compromiso que sabemos salvador para la patria. El Gobierno tiene fe en nuestra patria, confianza en nuestro pueblo. La lucha nos hermanar a todos los peruanos que, por
encima de distingos secundarios, hemos unido nuestra
hombre y del mundo, los bienes de la tierra se ordenan a todos los hombres, para permitirles la realizacin de su vocacin y destino. No estamos solos. En la obra de la reforma
agraria tendremos a nuestro lado a los campesinos, a los
obreros, a los estudiantes, a la inmensa mayora de los intelectuales, sacerdotes, industriales y profesionales del Per. Y esto es lo que cuenta, porque ellos son el pueblo autntico de nuestra patria, al lado del cual est la Fuerza Armada que surge de ese pueblo, y que a su causa brinda el
respaldo de su decisin inquebrantable.
Quiero, por eso, hacer una sincera invocacin a la juventud del Per para la que queremos forjar una patria mejor.
Quienes vivimos hoy los aos de la adultez, recibimos un
mundo lleno de imperfecciones y de injusticias. Para quienes vengan despus de nosotros queremos el legado de una
sociedad libre y justa, la herencia de una nacin donde no
tengan cabida las clamorosas desigualdades y el oprobio del
mundo que nos toc vivir. Este es nuestro ms grande anhelo: Labrar para nuestro pueblo y para su juventud un ordenamiento social donde el hombre viva con dignidad, sabiendo que vive en una tierra que es suya y en una nacin
que es duea de su destino.
As, mediante una poltica revolucionaria de inspiracin
verdaderamente peruana, profundamente nacionalista y,
por tanto, exenta de influencias forneas de cualquier ndole, el gobierno del pueblo y de la Fuerza Armada pone hoy
en movimiento un vigoroso e irreversible proceso de transformacin nacional, evitando el catico surgimiento de violencia social y dando autnoma solucin a los seculares problemas del Per. Esta es la mejor garanta de una verdadera y justa paz social en el futuro de nuestra Patria.
Compatriotas:
Pero la Ley de Reforma Agraria tambin tendr sus defensores y sus amigos. Ellos sern los que comprendan patriticamente la decisiva importancia que esta ley tiene para el desarrollo nacional: sern los hombres del pueblo, los
campesinos, los obreros, los estudiantes, es decir, todos los
que siempre han luchado por hacer prevalecer la justicia social en el Per. Ellos comprendern que al fin empiezan a
realizarse sus ideales. Nada importa que unos seamos militares y otros civiles. La patria es una sola y es de todos. Lo
que importa es que se cumpla la transformacin social y
econmica de nuestro pas para hacer de l una nacin libre, justa y soberana. Desde este punto de vista, se debe recordar la posicin de los hombres de la Iglesia. En una reciente declaracin de los Sacerdotes de ONIS, se seala la
imperativa urgencia de una genuina reforma agraria en el
Per y se sostiene que en una concepcin cristiana del
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Captulo VIII:
Informalidad
violencia y
gobernabilidad
La Universidad,
factor decisivo
Carlos Ivn Degregori
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de vida. Entablan mayores lazos con la poblacin local y en muchos casos establecen familias.
Con la reapertura de la universidad, en la dcada
de 1960 el crecimiento de la poblacin con educacin
universitaria en Ayacucho se acelera hasta casi duplicar el promedio nacional: 501,6% vs. 256,3%. Es que
el crecimiento de la Universidad de Huamanga es explosivo. Los 228 matriculados de 1959 se quintuplican para 1966, ao de su primera crisis, en la cual
valdr la pena detenerse. Para entonces, la UNSCH
haba trascendido largamente los marcos acadmicos
y se haba convertido en foco dinamizador regional
que podramos denominar integral: cultural, poltico,
econmico. Era, por un lado, centro difusor de ideas
progresistas. Pero, adems, era una institucin de
gravitacin econmica decisiva, al menos en la ciudad. Profesores y empleados gastaban all sus sueldos y salarios, relativamente elevados para los estndares regionales; centenares y luego miles de jvenes
estudiantes copaban albergues y pensiones, exigan
avituallamiento, materiales de estudio y, modestamente, centros de recreacin. En los aos 60 o incluso 70, cuando la universidad entraba en vacaciones,
la ciudad volva a su habitual quietud colonial, apenas interrumpida por algn vehculo que asomaba de
all en cuando por la Plaza de Armas.
Es necesario recalcar que el surgimiento de una
universidad de perfil tan modernizante en la regin
ms pobre y con una de las estructuras ms arcaicas del pas, produjo un verdadero terremoto social.
Su impacto global no fue slo decisivo sino inesperado, tanto para los grupos dominantes regionales
como para el Estado, aunque ste tardara mucho
ms en advertirlo. Tngase en cuenta que, de
acuerdo a Lumbreras, la lucha por la reapertura
fue liderada por los sectores ms conservadores,
que pensaban que en la universidad encontraran
una tribuna. Segn l, fueron los seores hacendados, la gente con poder econmico, la que se las juega por esos aos para reabrir la universidad. Tal
vez no fueran estrictamente los ms conservadores,
pero s las capas altas y medias regionales, cuyos
miembros ms innovadores se identificaban en el
mejor de los casos con las nuevas opciones reformistas que surgan por entonces en el escenario poltico: Accin Popular o la Democracia Cristiana.
CARETAS 2002
mente los catedrticos, venan a reforzar el contingente decente de la ciudad. Si a fines del S.XIX
y principios del S.XX llegaron comerciantes italianos, rabes, judos, chinos y japoneses, que se integraron mal que bien a los viejos estratos seoriales, esta vez llegaban los doctores, cargados de
prestigio intelectual:
Entonces las casonas ayacuchanas arreglaban
un cuartito, bonito no?, para el profesor. Y le llevaban desayuno, no le cobraban el desayuno porque era el profesor NN. Les gustaba que vinieran
los alumnos: ac vive el profesor NN? S, pero l
viene a partir de las 5. Era la seora de la casa la
que tramitaba la relacin... porque senta que eso le
daba prestigio (Vctor).
Pero rpidamente la universidad rompi las viejas prcticas seoriales y los hbitos aldeanos de la villa. Vctor, que en 1969 era estudiante universitario
en San Cristbal, recuerda esa ruptura:
Empieza a ser de prestigio ser profesor universitario. El hijo del gamonal que viene de la hacienda Moyobamba ya no puede competir, pues. Va al
Club 9 de Diciembre pero el profesor tambin va y
el profesor tiene ms prestigio ante todos, porque era
lo novedoso.
Es que:
Con la universidad Ayacucho se democratiza
ms, y al democratizarse ms la sociedad ayacuchana las instituciones tienen que abrirse. El Club 9 de
Diciembre era lo ms aristocrtico, pero hasta yo entraba a comer chita y a tomar. (Vctor).
La coexistencia temporal entre familias tradicionales y catedrticos no poda en esas condiciones durar mucho: despus, cuando la universidad se politiza demasiado ya no les gusta ya, darles alojamiento,
los ven como comunistas (Vctor). Adems, desde la
reapertura de la universidad Ayacucho se vio inundada de jvenes provenientes de la regin, ajenos al
quien es quin de la localidad ... hijos de los sectores
sociales en decadencia, que pugnaban por ascender
socialmente.
CARETAS 2002
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CARETAS 2002
Utopa andina
Utopa andina
Alberto Flores Galindo
(Lima 1949-1990)
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zas, el estancamiento y hasta repliegue de la frontera agrcola: pocas tierras y deficientemente utilizadas. En el Per, desarrollo del capitalismo,
aunque no necesariamente significa proletarizacin, s equivale, como ha ocurrido en tantos otros
sitios, a desarraigo y desestructuracin de las sociedades campesinas. La modernidad y el progreso a costa del mundo tradicional. El mercado exige uniformar hbitos y costumbres para que se
puedan entender obreros y patrones y para poder
realizar la produccin fabril. El nmero de quechuahablantes disminuye. Igualmente retrocede
el uso de la bayeta, las tejas, los alimentos tradicionales, sustituidos por las fibras sintticas, el
aluminio y los fideos. Llegan atibiticos, retroceden las epidemias y la medicina tradicional se
convierte en un rezago folklrico. Es evidente que
no se trata de imaginar que lo pasado es siempre
hermoso. Slo quienes no han tenido el riesgo de
soportar el tifus pueden lamentar la llegada de
una carretera y la implantacin de una posta mdica en un pueblo. Sorteando cualquier simplismo, podemos preguntarnos qu nos pueden decir
para el presente y el futuro del pas las concepciones que se resumen en la tradicin de la utopa
andina. Esas ideas obedecen al mundo de la arqueloga de lo que ya est muerto, superado y
convertido en cosas?
La utopa andina fue una respuesta al problema
de la identidad planteado en los Andes despus de
la derrota de Cajamarca y el cataclismo de la invasin europea. Los mitos no funcionaron. Necesitaron entender la historia. Este problema fue vivido
por los indios y los campesinos que protagonizaron
las rebeliones nativistas pero tambin, a su manera, lo vivieron esos sectores de la poblacin que fueron rechazados por espaoles e indios: los mestizos,
los verdaderos hijos de la conquista, producto de
esa orga colectiva que fueron las marchas de las
huestes peruleras. Hijos naturales, personas ilegtimas. A su condicin tnica sumaron una difcil insercin en el mercado de trabajo: vagos, desocupados, marginales. El estereotipo los identific con
gente pendeciera, dispuesta a cualquier revuelta.
En el siglo XVI eran una minora. En el siglo XVIII
sern ms del 20% de la poblacin. En el siglo XX,
en el ltimo censo (1940) en el que se usaron categoras raciales, los mestizos aparecen confundidos
con los blancos, siendo ambas categoras ms del
53% de la poblacin nacional. Es de suponer que ya
eran ms numerosos que los indios y que conformaban, por lo tanto, la vertiente principal de la poblacin peruana. Urbanizacin y migraciones han significado en el Per incremento del mestizaje. Proceso de cholificacin, como dira Varallanos.
El predominio mestizo aparece asociado tambin con la mayoritaria poblacin juvenil del pas.
Pero eso no significa que del siglo XVI a la fecha los
problemas de identidad colectiva hayan sido resueltos. Ms bien, lo contrario. La crisis har que los
desocupados y desempleados sean reclutados principalmente entre los mestizos, igual que antes; casi
podramos decir igual que siempre. Mestizaje y juventud es casi la referencia redundante a la cuestin de la identidad.
Para las gentes sin esperanza, la utopa andina
es el cuestionamiento de esa historia que los ha
condenado a la marginacin. La utopa niega la modernidad y el progreso, la ilusin del desarrollo entendida como la occidentalizacin del pas. Hasta
ahora, el resultado ha sido la destruccin del mundo tradicional sin llegar a producir una sociedad desarrollada. No funcion el modelo de una economa
exportadora de materias primas. Parece demasiado
tarde para ensayar el camino de Taiwn. Entonces,
tal vez, slo queda volver a mirar hacia el interior,
en direccin al agro y los pueblos andinos. El desafo consiste en imaginar un modelo de desarrollo
que no implique la postergacin del campo y la ruina de los campesinos y que, por el contrario, permita conservar la pluralidad cultural del pas. Recoger las tcnicas tradicionales, los conocimientos astronmicos, el uso del agua.... Populismo? Romanticismo? No se trata de transponer las organizaciones del pasado al presente. Sin negar las carreteras, los antibiticos y los tractores, se trata de
pensar un modelo de desarrollo diseado desde
nuestros requerimientos y en el que no se sacrifique
intilmente a las generaciones. El mito que reclamaba Maritegui.
Mito, como cualquier palabra, no tiene necesariamente connotacin positiva; puede significar
tambin autoritarismo y violencia. Aunque la historia de la utopa est llena de sueos, no faltan
pesadillas. En los movimientos mesinicos, la salvacin no depende tanto de los hombres y del ejercicio que hagan de su libertad, cuanto de la verdad
revelada: en nombre de ella se puede sobrellevar
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CARETAS 2002
La Tradicin Autoritaria
cualquier sacrificio y se justifican todas las atrocidades. La conquista del milenio reclama un apocalipsis. Estas tradiciones se vinculan a un mundo
que no ha producido el capitalismo, con su miseria
y su obsesin por el progreso; pero un mundo en el
que tampoco se ha generado la categora de democracia. Reconocer un pasado no significa admitirlo.
Buscar sus lecciones y tratar de interrogar desde
all al futuro, no quiere decir prolongarlo. Un proyecto socialista utiliza cimientos, columnas y ladrillos de la antigua sociedad, junto con armazones
nuevos. El verdadero problema es saber combinar
precisamente a lo ms viejo con lo que todava ni
siquiera existe. Solo as el socialismo ser una palabra realmente indita. Entonces, hay que pensar
en una utopa distinta donde el pasado no cierre el
horizonte y que nos permita entender nuestra historia, edificar una identidad colectiva pero, sobre
todo, poder cambiar a esta sociedad.
Queda claro, entonces, que no estamos proponiendo
la necesidad de prolongar la utopa andina. La historia debe servir para liberarnos del pasado y no
para permanecer como dira Anbal Quijano encerrados en esas crceles de larga duracin que
son las ideas. Las creaciones del imaginario colectivo son instrumentos sobre los cuales los hombres
nunca deberan perder su control. Dominados por
fantasmas, es imposible enfrentar a cualquier futuro. El desafo consiste en crear nuevas ideas y nuevos mitos. Pero es evidente que tampoco se trata
de tirar todo por la borda y prescindir del pasado.
Si el tema de la utopa andina interesa hoy en da
es porque hay ms de una similitud entre las circunstancias actuales y aquellas otras que generaron esa idea. El Per de fines de los aos ochenta
vive en medio de un nuevo enfrentamiento entre el
mundo andino y occidente que, en este caso, equivale a modernidad, capitalismo, progreso. Un encuentro similar se produjo en los aos 20. Antes,
retrocediendo en tiempo, estas encrucijadas histricas se dieron, primero en el siglo XVI y despus
en el siglo XVIII, que precisamente junto con el siglo XX han sido coyunturas intensas en la produccin de utopas en el espacio andino. Pero, a fines
del presente siglo es, adems de un encuentro reiterado, un momento en el que la cultura andina parece ubicada finalmente a la defensiva, en una situacin precaria, amenazada por la tendencia a la
uniformizacin que el mercado interno y el capitalismo buscan siempre imponer. Lo andino, sin
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firmar los temores indicados lneas atrs. En efecto, la relacin entre el gamonal y el pongo, basada
en la explotacin total y en la humillacin cotidiana, puede cambiar, pero mediante la intervencin
de un factor externo a los mismos personajes, encarnado en nuestro gran Padre San Francisco
que, al final de ese relato, ordenar al patrn que
lama al siervo cubierto de excrementos. La realidad invertida. El explotador abajo y el dominado
arriba. Cambian los personajes pero no desaparece
la humillacin. Las estructuras siguen siendo las
mismas.
El sueo del pongo resulta compatible con la
concepcin andina del pachacuti. Pero el socialismo no slo busca el cambio. Persigue algo que
no estaba presente en la cosmovisin prehispnica: la edificacin de un nuevo orden. Es sa la nica manera de abolir no slo a los explotadores, sino a la explotacin.
Las pasiones aunque necesarias a veces no
permiten llegar tan lejos. En la historia de los movimientos milenaristas y mesinicos hay un episo-
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Desborde popular y
crisis del Estado: un
nuevo rostro del Per
en la dcada de 1980
Jos Matos Mar
Antroplogo, fundador del Instituto de Estudios Peruanos. Fue el pionero de los estudios de migrantes a Lima y de la formacin de las barriadas en dicha ciudad. Es
conocido por el libro Desborde Popular.
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CARETAS 2002
Del 80% de la poblacin considerada como sectores populares, casi el 37% radica en barriadas (encuesta IEP), un 23% en urbanizaciones populares
(Censo 1981) y un 20% en tugurios, callejones y corralones (Plandemet 1980). Esto significa que la barriada en lo urbano, constituye el asentamiento mayoritario de los sectores populares.
En los ltimos 28 aos, perodo que va de 1956 a
1984 su crecimiento ha sido sorprendente. As en
1956, en que realizamos el primer censo general, con
los alumnos de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, se registr un total de 56 que concentraba
119.886 habitantes, 9,5% del total de la poblacin de
Lima Metropolitana, estimada en ese entonces en
1260.729 habitantes. Prcticamente se duplic a
316.829 habitantes en 1961 (17,29%). En 1972 lograron concentrar 805.117 habitantes (24,4%). El ltimo
censo de 1981 dio un total de 408 que albergaban a
1460.471 habitantes (32,5%). A fines de 1983, cuando
aplicamos, con un equipo del Instituto de Estudios Peruanos, una encuesta a dirigentes y pobladores antiguos de las barriadas de Lima, revel que el nmero
de pueblos jvenes haba llegado a 598, con 2184.000
habitantes que constituan el 36,4% de la poblacin total de Lima Metropolitana. En menos de treinta aos
la barriada, antes inexistente, se ha convertido en el
personaje principal de una Lima transformada.
En los ltimos 44 aos, que van entre 1940 y 1984, la
capital del Per aument su poblacin en casi diez veces.
En efecto, segn el censo de 1940 Lima albergaba
645.172 habitantes; 21 aos despus (Censo 1961) la cifra se haba triplicado con 1652.000 habitantes; segn el
censo, en 1972 lleg a quintuplicarse con 3302.523, para luego alcanzar, en 1981 (Censo), un volumen siete veces mayor, 4492.260 y avanzar en 1984 hacia los seis millones, igualando casi la poblacin que tuvo el Per todo
en 1940. Este tremendo salto demogrfico constituye
uno de los mayores cambios en el proceso peruano. La
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CARETAS 2002
rivan de modelos ms serranos que europeos, como el techo a dos aguas y la teja, se practica en forma creciente
sistemas de reciprocidad como la minka. Ceremonias
asociadas a la construccin andina de viviendas, se difunden y adoptan forma urbana: el techado de casas y
edificios se celebra agasajando a los que participaron del
trabajo. La nueva vivienda es bautizada con la tinka andina y la cruz de flores corona la parte ms elevada de
la construccin. Talismanes y amuletos, especialmente
vegetales, para proteger la casa del mal y los ladrones
han pasado a formar parte corriente de la religiosidad
popular urbana.
La vida social de la ciudad acepta hoy y difunde,
como parte de sus estrategias de supervivencia, la
organizacin colectiva en base a vnculos familiares
extendidos, y la pone en uso sobre todo en la actividad artesanal y ambulatoria o para el reclutamiento
laboral y la busca de trabajo.
Particularmente importantes, entre las formas
nuevas de organizacin social urbana que surgen del
aporte serrano, son las asociaciones de migrantes, que
combinan formas de organizacin gremial con sistemas andinos comunales de reciprocidad y agrupacin.
El migrante, en Lima, participa intensamente y despliega gran actividad en torno a estas asociaciones.
Semana a semana, sus locales son centros de atraccin
familiar. Se festejan bautizos y bodas, cumpleaos y
aniversarios. Los jvenes juegan al ftbol o encuentran, en la intimidad de ese segundo ambiente natural,
una paisana casadera que les permite formar un hogar
sin romper ni debilitar los vnculos de parentesco e
identidad con el pueblo de origen. Los mayores conciertan negocios, consiguen trabajo y obtienen favores
de los paisanos en mejor condicin econmica.
Como en el pueblo de origen, la vida de la asociacin provinciana gira en torno a la fiesta folklrica. La
conmemoracin del santo patrono del pueblo da lugar
a la urbanizacin del viejo sistema de cargos con sus
alferazgos y mayordomas que ofrecen una referencia
continua de prestigio y estatus. Innumerables migrantes en Lima, siguen usando la fiesta como eje importante de organizacin e identidad. An ms, la fiesta,
en el mbito urbano, adquiere ms vida, se transforma
y explora nuevas posibilidades dinmicas, ya que absorbe funciones integradoras que otras actividades colectivas del pueblo de origen han dejado vacantes en el
mundo industrial. Y si bien la vida de la capital, presiona y disuelve muchos de los vnculos y acciones que
dotaban de cohesin al grupo social en el pequeo pueblo; la asociacin y la fiesta, instituyen y encauzan los
lazos sociales en el nuevo medio, hacindose centros de
las nuevas formas de la solidaridad.
Muy buena parte de todos estos fenmenos constituyen aspectos variados de una masiva respuesta
del sector popular a la presin e insuficiencia del medio. Desborde de masas, informalidad y andinizacin son todos parte de la misma respuesta. En ellos
se deja notar la continuidad de un proceso que nace
como migracin, toma su forma en las invasiones de
terrenos y predios, encuentra sus modos en las tradiciones de adaptabilidad ecolgica y ayuda mutua
andina y termina irrumpiendo a travs de la costra
formal de la sociedad tradicional criolla. Desde la
extensin de la faena serrana al enfrentamiento comn de problemas de asfalto, alumbrado o agua y
desage en barriadas; hasta el empleo de estrategias
de relacin familiar en la economa contestataria.
Desde la organizacin de clubes provincianos y asociaciones de vecinos; hasta las rondas vecinales, los
juicios populares y los linchamientos que llenan los
vacos dejados por la polica y el poder judicial. En
todos los rasgos que asume el nuevo rostro de Lima,
observamos la huella del estilo migrante.
Esta presencia andina en el medio urbano constituye parte del nuevo rostro no slo de la metrpoli limea sino tambin del pas en conjunto. La inorganicidad en que se expande, la espontaneidad, creatividad, y acomodo de lo serrano, se imponen como los
signos dominantes de un intento masivo de los sectores populares por conquistar un espacio social, ms
acorde con autnticos valores que hasta ahora no pudieron imprimir una tnica de identidad peruana.
La consolidacin y avance de la nueva cultura
panperuana en formacin en los sectores populares
de la capital, ofrece el contexto para un proceso de
alcance mayor. Las masas migrantes de las dcadas
de 1950 y 1960 conservaban an la pasividad campesina. Quisieron seguir dependiendo de la benevolencia asistencial y paterna. Animados por la euforia del crecimiento econmico, el Estado y el establecimiento poltico asumieron un rol protector, mostrando inters a veces sincero, a veces meramente
manipulatorio, por el bienestar y promocin de la poblacin de barriadas. La ideologa participacionista
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tes en la otra sociedad. El programa implcito de asimilacin por el Desarrollo, ha resultado imprevisiblemente sometido a alteracin por el desarrollo espontneo de
los sectores populares, que intenta con fuerza de masas
imponer sus propias condiciones.
El Per contemporneo ya no se presenta como un
archipilago territorial de enclaves urbanos de la oficialidad, ms o menos aislados en un inmenso hinterland de marginalidad rural. Lima ya no es exclusivamente la capital reducto de lo criollo y lo mestizo monopolizando el poder y la identidad. Hoy da ha venido a
convertirse en un microcosmos del macrocosmos nacional. En un espacio mayoritariamente dominado por la
presencia migrante de representantes de toda la pluralidad y multiplicidad de situaciones que configura el
pas; donde los reductos de la vieja dominancia se retraen, ocupando un espacio cada vez ms disminuido.
El nuevo espacio se expresa en la turbulenta confluencia de esa multiplicidad hacia una nueva cultura y sociedad unitarias en formacin; as como tambin en el
rebalse e invasin de los estilos populares dentro de la
Capital. La fuerza creciente manifestada por los modos contestatarios de la economa, la poltica y el gobierno, la religin y la cultura, se encuentra todava balanceada por el poder que conservan los estilos del Per Oficial que retiene las riendas del Estado y que controla an la economa nacional. Los dos peres se interpenetran en Lima, exhibiendo en primer plano y a
escala magnificada los encuentros, antagonismos e interpretaciones que se producen a escala nacional.
Los espacios fsico y social de la Capital se presentan
en la nueva Lima, por primera vez en la historia del pas
colonial y republicano, como verdicas imgenes de los
espacios fsico y social de la totalidad peruana. En una
extensin dominada por las barriadas en constante expansin, los tugurios, barrios decadentes y urbanizaciones populares; se presentan islotes residenciales que
contrastan, por su lujo y bienestar, con la casi total carencia de servicios y la precariedad del hbitat popular
urbano. En un espacio social dominado por masas que
confluyen de todas las provincias aportando y combinando toda la multiplicidad de las tradiciones culturales del
Per provinciano; afloran los islotes culturales de la elite, que antes representaron la continuidad de las tradiciones criollas y mestizas coloniales, pero ahora, se rinden a patrones europeos o norteamericanos de la sociedad posindustrial. Tambin las relaciones y dinmicas
de la nueva Lima son, por vez primera, fiel reflejo de las
relaciones y dinmicas de la totalidad peruana.
Hernando de Soto
n el perodo que media entre la Segunda Guerra Mundial y nuestros das, el Per ha experimentado el cambio ms profundo de su historia
republicana.
Ese cambio no se ha producido como un hecho
nico ni deliberado, sino como la sucesin de millones de actos que iban transmutando paulatinamente un orden que pareca inconmovible.
La ciudad peruana ha dejado de ser el pequeo
lugar familiar que todos conocan para transformarse en una populosa metrpoli impersonal, de
barrios nuevos y desconocidos.
El otro sendero: la
revolucin informal
Hernando de Soto
Es uno de los grandes defensores del liberalismo econmico en las ltimas dcadas.
Propugna la reduccin de los controles del
Estado para el desarrollo de la economa privada, en lo que ve la clave del desarrollo.
En los ltimos cuarenta aos, la migracin indgena ha hecho que la poblacin urbana se quintuplique y que necesariamente la ciudad se reorganice. Han aparecido, as, nuevas actividades que
poco a poco vienen reemplazando a las tradicionales. Viviendas modestas apiadas en torno a la
ciudad, una multitud de talleres instalados en stas, ejrcitos de ambulantes vendiendo en las calles e incontables lneas de microbuses surcndolas parecen haber brotado de la nada, ensanchando y densificando el espacio urbano. Todos los das,
humos y olores diversos de las frituras que se cocinan en las calles nos llegan mezclados con tonaditas andinas que no se sabe de dnde provienen.
Una legin de maestritos arriba incesantemente
con sus herramientas bajo el brazo y provoca un
incremento considerable de las actividades que
pueden desarrollarse en la ciudad. Adaptaciones
criollas ingeniosas han beneficiado la produccin o
prestacin de bienes o servicios indispensables, llegando a transformar radicalmente ciertas reas de
la manufactura, la distribucin minorista, la construccin y el transporte. El desierto y los cerros
que rodean las ciudades han dejado de ser un paisaje pasivo para incorporarse a ellas. El estilo europesta que las caracteriz ha dado paso a una
personalidad cobriza y tumultuosa.
Pero al mismo tiempo la ciudad ha individualizado a sus habitantes. Ha comenzado a predominar el esfuerzo personal sobre el colectivo. Han
surgido nuevos empresarios que, a diferencia de
los tradicionales, son de origen popular. Ha aumentado la movilidad vertical de las personas. Se
han alterado los patrones de consumo y los gustos
selectos y suntuarios de la vieja sociedad urbana
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El otro sendero
Las clases altas han descubierto que, de un tiempo a esta parte, en restaurantes, playas, aviones, di180
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Las migraciones
Todos estos cambios empezaron cuando la gente
que viva en comunidades autosuficientes en el
agro comenz a trasladarse hacia las ciudades, alterando por completo la larga tendencia histrica
que la haba mantenido aislada. Como ya hemos
visto, en el periodo que media entre 1940 y 1981 la
poblacin urbana casi se quintuplica (de 2,4 millones pasa a 11,6), en tanto que la rural apenas aumenta en un tercio (de 4,7 a 6,2 millones). As,
mientras que en 1940 la rural constitua el 65% de
la poblacin total y la urbana el 35%, en 1981 estos
porcentajes se invierten. Esto significa, sencillamente, que en 1940 dos de cada tres peruanos vivan en el campo y que, en cambio, en 1981 dos de
cada tres viven en las ciudades.
Si se toma en consideracin, adicionalmente,
que en 1700 la poblacin rural era el 85% del total
y la urbana nicamente el 15% y que hacia 1876 la
poblacin campesina segua siendo el 80% frente
al 20% que estaba en las ciudades, resaltar an
ms la radicalidad del cambio ocurrido en los ltimos 40 aos. Se ha invertido el histrico predominio rural de la poblacin en favor de los centros poblados, se ha modificado sustancialmente las condiciones del habitat de los peruanos y se ha pasado de una civilizacin agrcola a una civilizacin
urbana.
En trminos generales, el proceso de urbanizacin peruano se desencaden con las grandes migraciones del campo a la ciudad que, si bien comenzaron un poco antes, estn registradas por las estadsticas nacionales desde 1940. As, en el caso de
Lima, entre ese ao y 1981 los migrantes han aumentado 6,3 veces, de 300.000 a 1900.000.
Hernando de Soto
Sin embargo, el aporte de la migracin al crecimiento de la capital es superior al nmero de los migrantes mismos, porque sus mujeres tienen una fecundidad mayor que las nativas y sus hijos tienen en
Lima una tasa de mortalidad menor que en el campo.
Ello puede ilustrarse con un ejemplo. En 1981
Lima slo habra tenido 1445.000 personas, en lugar de los 4000.000 que fueron censadas, si desde
1940 no hubiera habido migraciones. Dicho de otra
manera, en 1981 las dos terceras partes de la poblacin limea eran migrantes o hijos de migrantes,
mientras que la tercera parte restante era propiamente nativa. Queda, pues, en evidencia que la migracin es un factor imprescindible para explicar
los cambios ocurridos.
La recepcin hostil
Sin embargo, al llegar a las ciudades los migrantes encontraron un mundo hostil. Se dieron cuenta
de que, si bien la sociedad formal tena una visin
buclica del Per profundo y le reconoca el derecho a la felicidad, nadie quera que ese Per profundo bajase a las ciudades. Los programas de
asistencia y desarrollo para tales reas estaban dirigidos a que los campesinos progresaran ah donde
se encontraban; es decir, lejos de las ciudades. Se
esperaba que la civilizacin llegase al campo, no
que los campesinos vinieran a buscarla.
La hostilidad lleg a extremos. En los aos 30
se prohibi la construccin de departamentos baratos en Lima. Testigos de la poca afirman que
el Presidente Manuel Prado tom alguna consideracin, a principios de los aos 40, a una curiosa
iniciativa para mejorar la raza, consistente en
estimular la migracin de escandinavos hacia las
ciudades del pas. En la legislatura correspondiente a 1946, el senador por Junn Manuel Faura present un proyecto de ley para prohibir el ingreso de los provincianos, especialmente los de la
sierra, a Lima. En la legislatura subsiguiente, el
diputado Salomn Snchez Burga formul un pedido con Acuerdo de Cmara para crear un pasaporte de ingreso como obligacin de los provincianos que quisiesen entrar a la capital. Todos estos
proyectos fracasaron o fueron desestimados, pero
indican que ya desde entonces exista una clara
Ello no obstante, la mayor hostilidad que encontraron los migrantes fue la institucionalidad legal
vigente. Hasta ese momento el sistema se haba
habituado a absorber o ignorar a reducidos grupos
de migrantes, operacin perfectamente posible porque el pequeo grupo involucrado difcilmente podra hacer tambalear al status quo. Al crecer el nmero de migrantes, sin embargo, el sistema no pudo continuar dentro de tal inercia. Llegados stos a
la ciudad, se percataron de que no les era posible
incorporarse a las actividades sociales y econmicas
establecidas legalmente y les era sumamente difcil
acceder formalmente a la vivienda, la educacin y,
sobre todo, a la empresa y al trabajo.
Suceda, sencillamente, que las instituciones legales haban sido creadas a travs del tiempo para
satisfacer las necesidades y apoyar las prerrogativas de ciertos grupos dominantes de las urbes y para aislar geogrficamente a los campesinos en el
mbito rural. Gracias a esto, no se haca patente la
discriminacin legal. Empero, establecidos los
campesinos en la ciudad, la ley comenz a ser desafiada y a perder vigencia social.
Los migrantes descubrieron que eran numerosos, que el sistema no estaba dispuesto a admitirlos, que las barreras se multiplicaban, que haba
que arrancar cada derecho a un renuente status
quo, que estaban al margen de las facilidades y beneficios de la ley, y que la nica garanta para su
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El otro sendero
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Morales Bermdez
El rol
constitucional de
las Fuerzas Armadas
hacia el siglo XXI
Francisco Morales
Bermdez Cerrutti
Muchas veces, cuando se tratan temas de fondo como el presente, conviene acudir primero a los pensamientos
clsicos, a la antigedad. Por ello quiero referirme a Platn. Platn, en La
Repblica, al sintetizar lo que l propone como ideal del Estado, del estado perfecto, seala el riesgo que se corre con uno
de los grupos sociales al servicio de la colectividad, el grupo de los guerreros, cuya misin consista en la defensa de la
Repblica contra sus enemigos externos. Platn se pregunta, cmo impedir que
ese grupo social, al que la sociedad confa sus armas, para su defensa externa, haga uso indebido de
esa fuerza que se le otorga, utilizndola para la conquista del poder poltico.
Platn responde que la forma de impedirlo es
manteniendo a este grupo, el grupo de los guerreros, al margen del poder poltico y directamente subordinado a dicho poder. En. esta forma quedaba
sentado, desde la antigedad, el principio del apoliticismo castrense, lo que en un nivel, por lo menos
terico, resolva este aspecto importante de la estructura del Estado, as como la apropiada insercin
de las Fuerzas Armadas en la Sociedad Civil.
Pienso que estos conceptos que se ilustran en
Platn son los que a travs del tiempo sealan la
misin originaria y tradicional de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, diversas circunstancias coyunturales las han hecho incursionar en el campo
interno, lo que signific inmiscuira en problemas
del quehacer poltico. No quiero referirme a hechos
concretos de la historia de nuestro pas, harto conocidos y que no es de] caso tratar en este desarrollo...
La Constitucin de 1979 enmienda radicalmente
este rol y ubica principalmente a las Fuerzas Armadas en su rol de la defensa externa, estableciendo
como su finalidad primordial, garantizar la independencia, soberana e integridad territorial de la
Repblica. A continuacin establece que 11 asumen el control del orden interno en el rgimen de
excepcin (estado de emergencia), si as lo dispone
el Presidente de la Repblica. Luego, en artculo separado: participan en el desarrollo econmico y social del pas, y en la defensa civil de acuerdo a ley.
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Se menciona en otro artculo que Las Fuerzas Armadas no son deliberantes. Estn subordinadas al
poder constitucional...
rol tradicional. Siguen siendo el brazo armado al servicio del poder poltico constitucional, como ltima garanta de la supervivencia del Estado y de la Nacin.
Muchos se preguntan para qu queremos tener Fuerzas Armadas, si ya no existen amenazas ni agresiones visibles a nivel continental, si ya no hay Guerra Fra, si se
estn resolviendo pacficamente los problemas fronterizos. Porque con Ecuador hemos firmado los tratados de
Brasilia y con Chile nos encaminamos pacficamente hacia el cumplimiento final del Tratado de 1929 y su Protocolo Complementario. Y ojal se resuelvan tambin pacficamente nuestros lmites con dicho pas en el Mar Territorial. Entonces, pregunto de nuevo, para qu tenemos Fuerzas Armadas?
Una constante, en relacin con lo anteriormente expresado, es que las Fuerzas Armadas prevalecen en su
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Captulo IX:
Qu somos?
Cultura y sociedad
Hctor Velarde
ste contraste absoluto en el mismo medio geogrfico, entre lo suave y delicioso del clima y lo terrible
de la topografa que fija y detiene, fue elocuentemente expresado por los tejedores peruanos quienes, en materia de lgica aristotlica y aguja, tejan
los tejidos de contradicciones ms bellos y perfectos del
mundo (todos de Paracas).
Ambos aspectos opuestos producen consecuencias
directas y complementarias, el aspecto de fusin y
armona con el clima, que es, lo repetimos, la Providencia misma, y el aspecto de imposibilidad de
conquista de un suelo superior a la escala humana. La
naturaleza en el Per es un cuco invencible con aire acondicionado.
.El concho telrico de acometividad,
Obras Completas. Lima: Francisco Moncloa editores, 1966.Extracto seleccionado,
pgs. 344-351.
El concho telrico
de acometividad
Hctor Velarde
(Lima 1898-1989)
Primer aspecto.
Este aspecto establece e inculca lo grato, la confianza en
el existir, lo generoso, la paciencia, lo orgnico-biolgico, lo
que se arregla solo, lo que dura sin cuidarlo y las buenas
maneras. La conservacin del individuo y de la especie no
es un drama como en Hamburgo o Chicago sino una simple funcin pasiva de defensa (puestos); se desarrolla sin
brusquedades bajo un cielo benvolo y sobre una tierra que
produce de todo, siempre y cuando no se metan con los cerros y los arenales. Entonces, para qu la precisin, el rigor y llegar a la hora? Lo indefinido, la despreocupacin,
cierto abandono de las cosas (dejadez), la discontinuidad en
los procesos, un pacto latente con Dios, determina el estilo
depurado y encantador del peruano, sobre todo, del limeo.
Nada fuerza, pues a los ilustres descendientes de los
tejedores peruanos a formas y actitudes duras, concluyentes y, en el fondo, absurdas. Al contrario, y lo repetimos,
la invitacin del clima ideal, del lugarcito cmodo y de la
papa abundante en ese lugarcito, los obliga ms bien al
menor esfuerzo, por ejemplo, a dejar las puertas juntas,
los cajones entreabiertos y los caos goteando...
Una cosa puede servir para otra: el Country Club
puede terminar en clnica como la casa de la Perricholi ha terminado en cuartel.
Les encanta formar comisiones con muchos miembros en las que nadie se entiende con precisin. La
precisin, como se comprender, no interesa; molesta.
Arquitecto y profesor en la Escuela Nacional de Ingenieros y en la Universidad Catlica. Fue un agudo observador de la sociedad peruana.
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Todos saben de todo porque nada exige que se penetre mucho. La gracia, muy moderna por cierto, es
ser genio sin estudiar nada. El muy estudioso es irremediablemente sonso.
Corolario:
Como la ambicin y las ganas no sufren mayores resistencias del medio ambiente, stas se revelan a las claras y surgen los frescos conocidos, los importantes y solemnes a solas y que todos saludan, las lobas insaciables
y sin disimulo, especialistas y tcnicos en cosas raras, los
que se sienten dueos del pas y los que orinan en la calle a la vista de todo el mundo.
Segundo aspecto.
Si el clima no exige mayores esfuerzos ni prdidas
de energa esto no quiere decir que no haya capacidad
de lucha, al contrario, la hay y a veces muy grande,
pero esta capacidad queda en parte retenida por lo
intil que sera gastarla totalmente ante una naturaleza de suelo que la aniquilara por completo. Queda
entonces una reserva contenida, generalmente dormida, de acometividad, un concho profundo de agresividad no empleado que, no pudiendo manifestarse contra la naturaleza de ese suelo, se vale simple y llanamente de la gente y de las cosas como vlvula de escape. Esto es lo que definimos como el concho telrico de acometividad y que funciona automticamente
bajo las siguientes formas:
Forma general.
En lugar de hacerse algo a favor de algo se hace en
contra de algo. Ejemplos:
En cuanto tenga ese puesto en el Ministerio lo friego a Prez.
Me caso con la Chacha y lo reviento al suegro.
Me hago socio de Machorena y arruino a Pelayo.
Total: hay que gastar energas...
Forma particular N 1.
Se siente que todos tienen su concho telrico de acometividad retenido y que ste puede revelarse en cualquier momento y forma: lo malo que se acumula en ese
concho se espera con la mayor naturalidad y hasta con
verdadero inters. Estn en su derecho.
Por ejemplo, si el Dr. Tornella, tan honorable, ha robado una fuerte suma y se ha escondido, los comentarios
sern los siguientes:
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Cunto?
Pobre Filomena!
Qu barbaridad!
Y llamaron a la polica?
Y yo que estuve en el colegio con l.
Su pap tambin? ...
Nadie dice: No puede ser, se volvera loco, se han
equivocado, etc. Pero esto no es lo importante, eso se olvida fcilmente, lo esencial y profundo es que se alivie el
concho telrico de acometividad.
Forma particular N 2.
Si a una persona le pasa algo, si le dan una medalla
o adquiere una fortuna, el concho telrico de acometividad de los dems no tiene motivo alguno de desgaste;
ms bien de freno. De ah la poca atencin y hasta el silencio en estos casos de xito. Luego, como lo prudente
es dudar de lo que no provoca la reaccin del concho se
oyen cosas como stas:
El Dr. Tieppo ha escrito un magnfico tratado de Psicologa.
Desde cundo Tieppo es inteligente?
Se lo habr escrito otro.
Pero si yo conozco a Tieppo!
Forma particular N 3.
El concho telrico de acometividad no tiene salida,
queda todo adentro, se lo traga el individuo. Esto es
corriente y explica el mal humor, el pesimismo, la cavilacin y la cantidad de amargados que se encuentran sin razn alguna.
Nota: como todos tienen su concho adentro son suficientemente perspicaces, agudos y ocurrentes.
Aspectos Combinados bienestar y concho.
Ejemplos:
Si una persona emprende un trabajo o negocio y le va
mal, muy mal, el comentario tpico es el siguiente:
Y quin le mand meterse?
Naturalmente, si nada ni nadie lo obliga a meterse...
El acomodo es una actitud caracterstica y natural
ante la tremenda topografa del pas Y lo delicioso del clima en el lugar escogidito.
Si hay cuatro gatos, por separado y sin conocerse, se
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Lima la horrible
Lima
la horrible
Sebastin Salazar Bondy
(Lima 1924-1965)
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Lima la horrible
Arcadia Colonial. Arcadia perdida, s, pero que, segn la receta, puede ser rescatada y revivida por la
invocacin soolienta y pardica.
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Carlos Delgado
El arribismo
en el Per
Carlos Delgado
(1927- 1980)
N el Per el sistema social sigue caracterizndose por una marcada rigidez que en gran medida dificulta e impide formas fluidas de movilidad social. La rgida estrechez del sistema
en cuanto red de desplazamientos sociales determina que el xito social slo puede alcanzar a grupos
relativamente pequeos de individuos. En una
sociedad as, donde la virtualidad operativa de
los mecanismos de movilidad social sufre el
impacto decisivo de las influencias personales,
el poder de patronazgo de ciertos individuos
dentro de la sociedad es, en realidad, considerable y, por ende, la posibilidad de manipular tal poder en beneficio propio gravita con fuerza irresistible para estimular determinados tipos de comportamiento de
gran eficacia dentro del contexto de un ordenamiento
patrimonial de la sociedad. En una sociedad de tales caractersticas las posibilidades de xito social son extremadamente reducidas y es muy alta la competencia por
el acceso a posiciones de prestigio, riqueza y poder concebidos como bienes supremos. Como tales bienes se
juzgan inalcanzables para tantos competidores, como la
competencia es muy acentuada, y como las posibilidades
de xito se consideran mnimas, la lucha por el triunfo
social alcanza a veces niveles de verdadera ferocidad.
En tales circunstancias no hay armas vedadas: todo medio es lcito para conseguir la finalidad perseguida. Como todos quieren subir y hay pocas posibilidades de lograrlo, el ascenso de un individuo entraa el descenso de otro: slo se puede subir cuando otro baja. Pero como dentro de condiciones sociales de alta competencia tal descenso no puede ser resultado del deseo espontneo de nadie, surge la necesidad de ascender derribando. En sntesis, dentro de tal contexto social, para tener xito es preciso traerse abajo a otros individuos.
A este deseo desenfrenado por subir se le denomina en el Per arribismo. Donde como en este pas, la naturaleza misma de las vas de desplazamiento social genera numerosas reas de intenso estrechamiento sujetas, en gran medida, al control de quienes manipulan
resortes de poder dentro de un complejo mecanismo de
interacciones e interdependencias inherentes al funcionamiento de diversos feudos e imperios personales,
la emergencia del arribismo como forma de conducta social para triunfar en la vida, no es, en puridad, sorprendente. En realidad, lo sorprendente sera que tal tipo de
comportamiento no se registrara en la interaccin competitiva de quienes integran una sociedad como la nuestra. Desde este punto de vista, la significacin del estu-
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El arribismo en el Per
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la diatriba se conciben como ventajas recprocamente afianzadoras de las expectativas de xito social.
De ser as esto seguramente confirmara el comn
origen psicolgico de ambas formas de conducta arribista en la concepcin del bien como categora de extremada limitacin de uso y acceso. En este sentido,
cabe sealar que las expectativas de ventaja personal que el arribista cifra en la diatriba se refuerzan
con el halago dirigido hacia quienes se considera situados en una real o supuesta relacin de conflicto
con respecto a los individuos a quienes el arribista
estima contendores en su lucha por el xito social.
As, halago y adulacin tienden a reforzar la virtualidad destructora del ataque y la diatriba.
De este modo, la competencia social del arribista
tiende a conformar una relacin de tipo triangular; de
un lado, los individuos a quienes l define como contendores reales o potenciales en su reclamo al reconocimiento social; de otro, aquellos a quienes el arribista define como virtuales aliados en su accin competitiva; y
de otro lado, el propio arribista que, empleando virulencia verbal con los primeros y ditirambo con los segundos, intenta usar a ambos para lograr sus fines de beneficio personal. Por esta razn, generalmente ni el halago ni la diatriba utilizados para unos y otros pueden tener unicidad formal de propsito: el primero se otorga
dentro del contexto dual de una declaracin que, al mismo tiempo, elogia a la persona a quien va dirigido y zahiere, implcita o explcitamente, a otro u otros individuos; y la segunda suele, asimismo, formularse dentro
de un contexto tambin dual de ataque a quien va dirigida, por un lado, y de enaltecimiento a terceros, por
otro. En esta forma, tanto la crtica como el elogio sirven para definir la esencial ambidextra operativa del
arribismo, es decir, su utilizacin de valores antitticos
de apreciacin dirigidos hacia individuos a quienes el
arribista operacionalmente define y presenta como antagonistas recprocos dentro de una ecuacin social, que
si bien es simtrica en trminos de la autoubicacin
funcional del arribista vis-a-vis sus expectativas de un
beneficio personal derivado del presunto conflicto de
terceros que l construye, es claramente asimtrica
desde el punto de vista de la autoubicacin sentimental,
valorativa e intelectual que el arribista, asimismo, define: l se sita lo ms cerca posible de quien elogia y lo
ms lejos posible de quien ataca.
Esta segunda modalidad de arribismo se ha dado
tradicionalmente en las esferas intelectuales y polticas y, acaso en menor grado, en las esferas artsticas
Carlos Delgado
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El Cholo: cultura
de transicin
Anbal Quijano
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Este proceso de cambio cultural afecta, principalmente, a las poblaciones indgenas expuestas a la influencia de la cultura urbana, ya sea a travs del transporte, de la migracin o de la vecindad a ncleos urbanos o industriales. En relacin con estos factores, los lmites y los niveles de este proceso de cambio cultural varan de una regin a otra, siendo mayor en las zonas ms expuestas a la
influencia de la cultura urbana y menos pronunciada en las
localidades ms aisladas de este contacto. Adems, ocurre
en cierta forma dentro del proceso de modernizacin de la
cultura occidental criolla de la sociedad global peruana, y
paralelamente a l. Probablemente, en gran parte es una de
las consecuencias de esta modernizacin.
El enfoque de este proceso de cambio cultural que afecta
a la poblacin indgena, como proceso de aculturacin,
puede ser probablemente apropiado para una parte de la poblacin afectada por el cambio. Sin embargo, si se examina
con cuidado el material ofrecido por la literatura antropolgica, y se observa sobre el terreno las caractersticas de algunas de las capas que se sealan como sujetas al cambio,
puede llegarse a la conclusin de que el problema es mucho
ms complejo que el implicado en un proceso actual de
aculturacin, y que hay un amplio sector para el cual el
cambio cultural significa un fenmeno distinto. Algunos antroplogos, aunque de manera no muy clara, parecen haber
previsto lo mismo, no solamente por la sustitucin de la tradicional denominacin de mestizaje cultural por el de cholificacin para describir el proceso, sino tambin sealando
la resistencia de algunos grupos de cholos a integrarse en los
grupos de mestizos occidentales o aculturados.
Es decir, el proceso de cambio cultural que afecta a la sociedad peruana puede ser visto en trminos de tres procesos
particulares: a) la modernizacin que afecta a la sociedad
global y particularmente a la poblacin que participa en la
cultura occidental criolla; b) la aculturacin, que afecta a
una parte de la poblacin indgena, y chola; c) la cholificacin que afecta a parte de la poblacin indgena. Los grupos
que se sealan en los cambios antropolgicos como protago-
Anbal Quijano
su institucionalizacin global como conjunto, siendo probable la existencia de sectores de elementos ya institucionalizados.
Es este proceso particular que, estrictamente, puede
ser denominado como cholificacin. Implica, en consecuencia, el surgimiento de una nueva vertiente cultural
en nuestra sociedad, que crece como tendencia en los ltimos aos y prefigura un destino peruano, distinto que
la mera aculturacin total de la poblacin indgena en el
marco de la cultura occidental criolla, que ha sido hasta
aqu el tono dominante de todos los esfuerzos por integrar al indgena en el seno de la sociedad peruana...
La modificacin del contenido del cancionero popular
peruano, con sus insistencia en el tema del cholo, en la
orgullosa autoidentificacin del cholo como tal, frente a
los dems grupos, en la crtica social y poltica cuyo contenido se aparta de la que proviene de la clase media urbana, en la ridiculizacin de la cultura criolla de las ciudades de la costa y del afn imitativo de los aculturados, tan contrario de la anterior actitud admirativa de
los campesinos serranos, y sobre todo, con el nfasis en
el valor de las peculiaridades culturales del Per y de la
defensa del valor vital de los elementos de la cultura indgena, en contra de la concepcin de las clases medias y
dominantes de la cultura occidental criolla, para las cuales todo ello es folklore y es extico.
Todo ello no es propio de la personalidad indgena
contempornea ni de la occidental criolla, as como
tampoco puede ser el resultado del proceso de aculturacin. Y, desde esta perspectiva, slo puede ser el resultado de la emergencia de una nueva personalidad
socio-cultural en la sociedad peruana.
Puede, pues, concluirse sin arriesgar mucho, que el
cholo no es solamente un nuevo grupo social de emergencia, sino que fundamentalmente es portador de una
cultura de formacin, integrndose con elementos que
proceden de nuestras dos culturas originales y con otros
que son producto de la elaboracin del propio grupo. En
tanto que esta cultura est an en proceso de emergencia y formacin, no puede esperarse que ella muestre ya
una institucionalizacin, estructurada a nivel global.
Eso no obstante, es legtimo enfocarla como una cultura
en proceso de formacin, es decir una cultura de transicin, con las mismas connotaciones incorporadas a la
nocin de sociedad de transicin.
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Mestizaje,
transculturacin,
heterogeneidad
Antonio Cornejo Polar
(Lima 1936-1997)
CARETAS 2002
odra decirse que la categora de mestizaje es el ms poderoso y extendido recurso conceptual con que la Amrica Latina se interpreta a s misma, aunque
tal vez hoy su capacidad de ofrecer
imgenes autoidentificatorias sea
menos incisiva que hace algunas dcadas y aunque de otro lado no puede olvidarse que a lo largo de nuestra
historia no dej de suscitar cuestionamientos distintos pero casi siempre radicales y hasta apocalpticos (desde Guamn
Poma hasta algunos positivistas). Me parece
claro, sin embargo, que prevaleci y prevalece una
ideologa salvfica del mestizo y el mestizaje como sntesis conciliante de muchas mezclas que constituyen
el cuerpo socio-cultural latinoamericano. Despus de
todo, no es casual que aqu se pudiera concebir con xito una imagen mtica, como la de la raza csmica,
que es la exacerbacin hmnica de la algo as como un
sper mestizaje que sera, adems, la razn legitimadora de la condicin latinoamericana.
Es intil enlistar los innumerables usos de la categora mestizo (y sus derivaciones) para dar razn de la
literatura latinoamericana; intil porque son de todos
conocidos y tambin (espero no ser injusto u olvidadizo)
porque en ningn caso hubo un esfuerzo consciente por
definir con una cierta solvencia terica lo que implica
una literatura mestiza. Me temo que en gran parte reproducira una cierta ansiedad por encontrar algo as
como un locus amoenus en el que se (re)conciliaban armoniosamente al menos dos de las grandes fuentes de
la Amrica moderna : la hispana y la india, aunque en
ciertas zonas, como el Caribe, se incluyera por razones
obvias la vertiente de origen africano. Naturalmente,
este deseo no era ni es gratuito, ni tampoco se enclaustra en el espacio literario: su verdadero mbito es el de
los fatigosos e interminables procesos de formacin de
naciones internamente quebradas desde la conquista.
Asumir que hay un punto de encuentro no conflictivo
parece ser la condicin necesaria para pensar-imaginar
la nacin como un todo ms o menos armnico y coherente punto que sigue siendo un curioso a priori para
concebir (incluso contra la cruda evidencia de profundas desintegraciones) la posibilidad misma de una verdadera nacionalidad. La literatura mestiza no es necesario decirlo est inextricablemente ligada al asunto
de la identidad regional y/o nacional. La construccin
social de la persona y obra del Inca Garcilaso es un
ejemplo contundente a este respecto.
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CARETAS 2002
Captulo X:
Visiones de desarrollo:
el mercado y la
racionalidad andina
1. Generalidades
onsideramos que Regin Natural es un rea
continua o discontinua, en la cual son comunes o similares el mayor nmero de factores
del medio ambiente natural; y que, dentro de
dichos factores, el hombre juega papel principalsimo como el ms activo agente modificador de la naturaleza. En el Per, casi todos los
paisajes conllevan la obra humana, ostensible u
ocultamente; y no existe una sola regin, salvo en
los cortos sectores vacos del ecmene, en la
que no haya intervenido significativamente el
hombre durante el largo proceso, varias veces milenario, de ocupacin del territorio.
Geografa del Per; las ocho regiones naturales. Lima, S.I., 1981. Extractos seleccionados, pgs. 11-25, 201-208
Geografa
del Per
Javier Pulgar Vidal
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CARETAS 2002
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mar territorial con sus doscientas millas de amplitud, comprendan todas las regiones naturales, pisos ecolgicos y geosistemas andinos, hasta terminar en el semillano surcado por el ro Amazonas y
sus grandes afluentes.
El propsito de la regionalizacin transversal
del territorio peruano es asegurar a cada futura regin la posibilidad de disponer de toda clase de riquezas y recursos naturales que le permitan alcanzar un desarrollo sostenido y lograr la consiguiente
abundancia y holgura.
El Fundamento ecolgico
El minucioso anlisis de la ecologa peruana demuestra que desde la orilla del mar territorial hasta el semillano amaznico se extienden, emplazadas longitudinalmente, ocho regiones naturales, pisos ecolgicos o geosistemas que presentan peculiaridades muy precisas en la zona central del territorio patrio y ligeras variantes en el norte y sur.
Chala o Costa. Geosistema que se eleva desde
el nivel del Ocano Pacfico; incorpora al mar territorial con sus doscientas millas de ancho y a las islas marinas; y sube los 500 metros sobre el nivel del
mar, altitud hasta la cual se ejerce permanentemente la influencia del manto de nubes o estrato
costanero que cubre el territorio de la Chala o Costa durante la mayor parte del ao, con la excepcin
del extremo norte del pas.
Yunga o Valle Interandino Clido. Geosistema que se eleva desde los 500 hasta los 2.300 metros sobre el nivel del mar en la vertiente occidental de los Andes: y slo desde los 1.000 hasta los
2.300 metros sobre el nivel del mar, en la vertiente
oriental de los Andes. Se caracteriza por tener aire
hmedo y suelo en la vertiente oriental y sol radiante en ambas.
Quechua o Regin Templada. Geosistema
que se eleva desde los 2.300 hasta los 3.500 metros
sobre el nivel del mar en todas las vertientes de los
Andes. Se singulariza por un clima templado, excelente para la vida del hombre, con bajas de temperatura que producen escarchas en los meses sin labor agrcola.
Suni o Jalca. Geosistema que se eleva desde
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CARETAS 2002
es ardiente en el da y fresco en la noche. Esta regin est cubierta de bosques y de hierbas siempre
verdes, con excepcin del extremo norte del pas, en
donde se presenta la Selva Alta Seca.
Omagua o Selva Baja. Geosistema que cubre todo el semillano amaznico. Se eleva desde los 80 metros (en los lmites con el Brasil) hasta los 400 metros
sobre el nivel del mar, en la base de los Andes, altitud
que generalmente coincide con los pongos. Se caracteriza por un clima tropical hmedo, con vientos suaves... y una ubrrima vegetacin arbrea que se nutre a s misma en ciclo cerrado, entre el humus cargado de nutrientes y los vegetales que de l se alimentan, a la par que lo engendran y conservan.
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Richard Webb
Privatizacin
de facto
Richard Webb
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Privatizacin de facto
El grado de privatizacin.
El tamao del Estado puede ser evaluado desde
distintas perspectivas. Para comenzar, el Estado
participa directamente en la economa cobrando
impuestos y realizando gastos, por un lado, y produciendo bienes y servicios, por otro. Una tercera
dimensin es la intensidad con que un Gobierno regula, controla y dirige la economa privada. Por ltimo, el Estado tiene un tamao previo, no econmico, que se mide por el mbito y la fuerza poltica.
Cada una de las dimensiones del Estado peruano experiment un crecimiento acelerado durante
tres dcadas (1945-1975) y cada una de ellas ha sufrido recientemente una reduccin significativa,
con una correspondiente ampliacin del mbito de
las decisiones individuales y privadas.
La dimensin ms visible y la ms fcil de medir est dada por los ndices de tributacin y gasto pblico, las finanzas pblicas en sentido estricto. Ambos han cado de manera dramtica durante
la crisis, especialmente desde 1988. Si los niveles
actuales de gasto del Gobierno en trminos per capita son comparados con los niveles ms altos alcanzados en 1975, justo antes del comienzo de la casi continua crisis fiscal y la alta inflacin, la cada
llega a 83 por ciento: desde US$ 1059 por encima en
1975 a US$178 por persona en 1990 (ambas cifras
expresadas en dlares de 1990). Esto incluye tanto
el gasto total del Gobierno central como el gasto para cubrir de las empresas pblicas. No toma en
cuenta, en cambio, el gasto que las empresas estatales financiaron con ingresos propios. En ese mismo lapso, la recaudacin tributaria cay 78%: de
US$ 710 a US$ 159 por persona.
La crisis afect con ms fuerza la cartera pblica que la de la familia promedio. El ingreso de las
familias se redujo 24% entre 1975 y 1990. Al Estado le fue peor: la participacin del gasto del sector
pblico en el producto bruto interno (PBI) cay de
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El drama de empobrecimiento oficial se magnific por su naturaleza repentina. Durante doce aos
de creciente debilidad de la economa, entre 1975 y
1987, el sector pblico logr eludir el ajuste fiscal
recurriendo a una serie de fuentes de financiamiento transitorias e insostenibles. Aunque el gasto pblico fluctu a lo largo de esos aos, el nivel se mantuvo alto la mayor parte del perodo y lleg a
US$858 por persona en 1987, cifra cercana al promedio de los primeros aos de la dcada de los setenta. Esto significa que durante doce aos el sector pblico logr aislarse de la cada experimentada
por el sector privado y mantuvo casi sin modificacin alguna su estilo de vida.
En 1988 se acab el dinero. Desde entonces y
hasta 1990, el gasto pblico descendi 70%: de
US$858 a US$178 por persona. La causa directa de
esto fue el colapso simultneo de las fuentes de financiamiento normales y extraordinarias: la recaudacin tributaria disminuy 73%, el crdito interno
y externo desaparecieron, las reservas internacionales del Banco Central se agotaron y el impuesto
inflacin se autodestruy por la hiperinflacin.
La magnitud y la rapidez de la cada son, pese a
todo, sorprendentes, porque los dos componentes
del gasto pblico ms fcilmente postergables, la
compra de armamento y la inversin pblica, haban experimentado ya cortes dramticos antes de
1987, cuando cayeron de 11% del PBI en 1982 (su
ao pico) a 5% en 1987. En su lugar, sin embargo,
haban proliferado subsidios masivos cambiarios,
crediticios, a la mayora de los servicios pblicos y
algunos alimentos que en 1987 representaron alrededor del 25% del gasto total.
Gran parte de la facilidad con que se recort el
gasto gubernamental entre 1987 y 1990 se explica
por estos subsidios: desaparecieron tan fcilmente
como vinieron, sin revisin ni aprobacin parlamentaria, sin ser registrados en las estadsticas ofi-
Richard Webb
ciales y como efecto de simples directivas administrativas sobre precios. Ms sorprendente fue la extraordinaria flexibilidad a la baja de los salarios en
el sector pblico. La planilla de dicho sector amputada en 75% en tres aos, casi totalmente, mediante recortes en los salarios reales en lugar de despidos, aunque un pequeo nmero de empleados temporales no fue contratado. Podra argumentarse
que haba espacio para este descenso en las escalas
de pago gubernamentales, porque hasta 1987 stas
haban sido protegidas del colapso generalizado de
los ingresos. Pero una explicacin ms pertinente
es que nadie tena que ordenar los recortes: slo se
necesitaba darle largas al asunto de los ajustes peridicos por costo de vida, y la hiperinflacin.
La participacin directa del gobierno en la produccin tambin se ha reducido drsticamente. El
valor de las ventas de las empresas pblicas cayo
de 27,5% del PBI en 1975 a 9,5% en 1990. Como en
el caso de los impuestos, la mayor parte de la contraccin tuvo lugar hacia fines de los ochenta; las
ventas de las empresas pblicas promediaron
25,2% del PBI entre 1980 y 1985.
Aparentemente, la actividad empresarial del
Estado sigue siendo tan grande como en el pasado;
ni una sola empresa ha sido vendida o cerrada legalmente. De hecho, sin embargo, las compaas estatales estn cerrando unidades de produccin por
falta de fondos de reparaciones, estn subcontratando a firmas privadas con costos menores de produccin o, simplemente, pierden clientes que son
captados por la competencia privada. La reduccin
en dos tercios de la participacin gubernamental en
la produccin es en gran parte efecto de precios subsidiados y, en un sentido estricto, podra afirmarse
que estos subsidios representan un gasto continuo
que no est siendo registrado. No obstante, un alto
porcentaje de la cada de las ventas es tambin el
efecto acumulado de la falta de inversin y de la
ineficiencia administrativa.
Los bancos estatales son un caso especialmente
dramtico de privatizacin desapercibida. En julio
de 1987 el Presidente Garca anunci la estatizacin de varios bancos privados. Su objetivo explcito era socializar el crdito. Sin embargo, hacia fines
de 1990 la participacin de los bancos estatales en
el crdito total haba disminuido de 68% en 1985 a
48%. Esto ocurri en parte porque la reaccin pbli-
ca bloque la toma de bancos privados por el Estado. Pero, en mayor medida, esta privatizacin fue
resultado de los crditos regalados que otorgaron
los bancos estatales, especialmente la banca de fomento. Estos regalos, que incluyeron malos prstamos realizados como favores polticos a empresas
estatales , y las tasas de inters fuertemente subsidiadas tuvieron el efecto de contraer severamente
los flujos monetarios reales. En 1990, por ejemplo,
el crdito proporcionado por el Banco Agrario, de
propiedad del Estado, no lleg siquiera a 9% de la
suma proporcionada en 1986.
La tercera dimensin en la cual se puede evaluar el tamao del Gobierno, su capacidad reguladora y de control indirecto sobre la economa, se ha
debilitado sostenidamente a lo largo de los ltimos
quince aos. Una razn es que las actividades de
pequea escala, no reguladas e informales, se han
expandido vigorosamente, al igual que el contrabando, la corrupcin, el trfico de drogas y otros negocios ilegales. Otra razn es que las instituciones
y oficinas encargadas de la supervisin, regulacin,
control y recaudacin tributaria se han deteriorado
debido a nombramientos polticos, a salarios decrecientes, a regulaciones excesivas y a la corrupcin.
La inestabilidad macroeconmica ha contribuido a minar el control: los gabinetes ministeriales
han tenido corta vida y los altos funcionarios se han
preocupado ms por la supervivencia diaria que por
la mejora del desempeo administrativo; el Instituto Nacional de Planificacin es una reliquia histrica; los oscilantes instrumentos de poltica han
perdido su capacidad de dirigir la economa; y la inversin pblica, alguna vez herramienta poderosa
para orientar la actividad privada, se ha secado.
El gobierno de Fujimori ha renunciado al control
detallado de los mercados de crdito y de moneda
extranjera, luego de los desastrosos esfuerzos intervencionistas de Alan Garca. Nuevos actores del
mercado, como las instituciones financieras no bancarias y los vendedores ambulantes de moneda extranjera; nuevos instrumentos como el leasing, la
Mesa de Negociacin de la Bolsa de Valores y, sobre
todo, el dlar (hoy en da una moneda paralela); y
nuevas actitudes (el alegre desentendimiento, inclusive por parte de la banca estatal, de las regulaciones crediticias) han contribuido, todos, a socavar
el control estatal. Viejas instituciones que jugaban
211
CARETAS 2002
Privatizacin de Facto
un papel clave en la intervencin en el mercado crediticio, tales como la banca de fomento, han sido reducidas a su mnima expresin. Ahora las tasas de
inters son determinadas da a da por un mercado
monetario amplio e institucionalmente diversificado, con apenas una distante influencia del Banco
Central. En el mercado de moneda extranjera el
Gobierno ha retrocedido a una flotacin sucia y a
controles muy reducidos de transacciones de capital
y servicios.
El debilitamiento del control sobre los mercados
de crditos y de moneda extranjera tiene una repercusin que va ms all del funcionamiento mismo
de estos mercados, pues el poder de asignar crditos y moneda extranjera se haba convertido en un
instrumento bsico de control indirecto sobre la
economa en su conjunto. De hecho, el abuso de este poder, en la medida en que el Gobierno increment las diferenciales en las tasas de inters y en los
tipos de cambio y recurri cada vez ms a restricciones cuantitativas, provoc reacciones institucionales y de mercado que finalmente llevaron a la casi
total prdida de control sobre esos mercados.
La retirada del Gobierno del frente econmico
ha sido paralela a una prdida de control poltico, la
cuarta dimensin del Estado. Una gran prdida del
territorio peruano est ahora gobernada por las autoridades de facto de grupos terroristas, principalmente Sendero Luminoso y el Movimiento Tpac
Amaru, y por los traficantes de drogas. Muchas
otras zonas conservan un aparato administrativo
oficial, pero la intimidacin de infiltracin de uno u
otro de esos grupos ha erosionado su real capacidad
de control. Inclusive en lo que queda del Per oficial
se percibe un debilitamiento generalizado de la autoridad tradicional.
Cierto que ningn gobierno desde el Imperio de
los Incas ha ejercido un comando efectivo de la sociedad peruana: la autoridad siempre diluida por la
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Francisco Sagasti
La historia
Poltica
cientfica y
tecnolgica
Francisco Sagasti
Fundador y presidente de Agenda Per. Investigador acucioso. Ha escrito sobre muchos temas de actualidad: tecnologa, reformas del Estado, democracia, entre otros.
a historia de la poltica cientfica y tecnolgica en el Per no es muy antigua. Hacia mediados de los aos sesenta, por sugerencia
de algunas personalidades acadmicas, entre ellos el destacado geofsico Alberto Giesecke, que estaban en contacto con la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, se realizaron tres reuniones con cientficos
acadmicos norteamericanos que tuvieron lugar en
El Bosque, Ancn y Paracas. De all surgieron los lineamientos de lo que sera el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa. Esta
propuesta le fue presentada al entonces Presidente Fernando Belaunde, pero parece que no lleg
a despertar inters. Sin embargo, en noviembre de
1968, tan slo mes y medio despus del golpe militar
del 3 de octubre de 1968, el General Angel Valdivia,
quien haba participado en estas tres reuniones, plante la creacin del Consejo Nacional de Investigacin .
As se cre la primera organizacin del gobierno peruano dedicada a promover la ciencia y la tecnologa.
A fines de los aos sesenta y principios de los setenta, la concepcin que se tena del papel del Estado era
muy clara. El Estado tena que hacer casi todo porque
se consideraba que los empresarios peruanos no slo
eran incompetentes, sino que estaban interesados en
sacar sus utilidades fuera del pas y no iban a hacer nada por el desarrollo cientfico y tecnolgico.
Se tena una concepcin intervencionista del papel
del Estado en la ciencia y la tecnologa, con un Consejo
de Investigacin que definira prioridades de investigacin, con un Fondo Nacional de Investigacin que las financiara y con un Sistema Nacional de Ciencia y Tecnologa que tendra a su cargo todos los laboratorios
estatales, desde el IMARPE hasta los laboratorios del
Ministerio de Agricultura, pasando por los Institutos
Nacionales de Nutricin y Salud. El Sistema Nacional
de Ciencia y Tecnologa asegurara que se diera, como
se deca en esa poca, un salto cualitativo en el desarrollo cientfico y tecnolgico del Per.
Queda claro que esto no sucedi. En primer lugar, el
Sistema Nacional de Ciencia y Tecnologa nunca se lleg a poner en prctica. Las resistencias de los diferentes laboratorios e institutos sectoriales no permitieron
que se creara y slo se lleg a establecer el Consejo Nacional de Investigacin. A esto se debe sumar el episo-
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CARETAS 2002
dio protagonizado por el General Juan Velasco Alvarado y el General Angel Valdivia, quien se supona estaba
en lnea para suceder al General Juan Velasco Alvarado como Comandante General del Ejrcito y Presidente de la Repblica, lo cual deba producirse el 1 de enero de 1969. Pero, de acuerdo a versiones no confirmadas, se produjo una escena algo novelesca al confrontarse el General Velasco y el General Valdivia. Aparentemente, el General Velasco puso una pistola sobre la mesa y dijo: Bueno, a ver si eres valiente y me sacas de
aqu. El resultado fue que el General Valdivia sali
junto con todos sus allegados. Y el apoyo al Consejo Nacional de Investigacin desapareci.
Durante el decenio de los ochenta, el Estado mantuvo su papel de principal articulador y ejecutor de investigacin y desarrollo, con el sector privado y la sociedad
civil en segundo plano. En el segundo gobierno del Presidente Fernando Belaunde, el Consejo Nacional de Investigacin se transform en el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnologa (CONCYTEC). Se le dieron recursos y se aument su presupuesto ocho veces, pese a lo
cual slo lleg a representar el 2% del presupuesto del
Estado en ciencia y tecnologa.
Durante los aos setenta, si bien no se lleg a conformar ese gran sistema de ciencia y tecnologa, se
cont al menos con un Consejo de Investigacin . Este
era bastante dbil, sin recursos y sobreviva bsicamente debido a la cooperacin internacional y a la
ayuda extranjera. Paralelamente, se fortalecieron los
institutos sectoriales en pesquera, minera, industria, agricultura y telecomunicaciones, que bsicamente se dedicaron, durante la mayor parte de los
aos setenta y parte de los ochenta, a ejecutar o financiar investigaciones aplicadas.
Paralelamente, los institutos sectoriales que se haban creado en los aos setenta fueron vistos por los
empresarios y por el Gobierno del Presidente Belaunde
como rezagos del militarismo. As, se inici un proceso
de desmantelamiento de estos institutos.
Fuera de contribuir con un porcentaje de sus utilidades brutas en algunos sectores, el sector privado
prcticamente no contaba para nada en el campo de
ciencia y tecnologa. Se sospechaba de la actitud de
los empresarios, quienes a su vez estaban tratando
de manejar los problemas creados por la Ley General de Industrias, la comunidad industrial y todo lo
relacionado a un conjunto excesivo de polticas, instrumentos y normas que prcticamente obligaban al
empresario a buscar alternativas ilegales para sobrevivir. En un contexto de incertidumbre, aquellos
que lograban algo de utilidades trataban de sacarlas
fuera del pas. Esto se poda comprobar a travs de
la revisin de los contratos de licencia en el sector
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Francisco Sagasti
ducido resultados interesantes, ya que hizo que cientos de jvenes pudieran publicar sus tesis; propici, y
sa es una de las cosas positivas, que mucha gente
en provincias hiciera investigacin. En la prctica, un
fondo de casi 2 millones d1ares fue aumentado a 10
millones de dlares por ao para repartirlo en montos
pequeos, sin ninguna concepcin de prioridades y sin
ninguna orientacin de estrategia. Al mismo tiempo,
seguan vinindose abajo los institutos sectoriales. En
este perodo no se pudo avanzar notablemente en materia de ciencia y tecnologa.
Se estima, a ojo de buen cubero, ya que hace tiempo que el CONCYTEC dej de publicar estadsticas
que entre 1985 y 1990, el exiguo presupuesto nacional
para ciencia y tecnologa se redujo por lo menos en un
50% o 60%, sin contar con que la hiperinflacin de
1989-1990 licu las asignaciones del Estado para la
investigacin y desarrollo. El dinero que reciban las
instituciones serva simple y llanamente para el sueldo de los funcionarios, principalmente de carcter administrativo. En 1989 el gasto en sueldos representaba ms del 90% del presupuesto de los institutos de
investigacin del sector pblico.
Si analizamos lo que pas con las universidades, la
historia es muy parecida. La proliferacin de universidades y la reduccin del gasto pblico en apoyo a las estatales hizo que prcticamente desapareciera la investigacin en muchas de ellas.
Las consecuencias
Mientras que todo esto estaba sucediendo en el Per, que estaba sucediendo fuera? En el mbito internacional se produjo una especie de revolucin cientfica
y tecnolgica, con los grandes avances en microelectrnica y en biotecnologa. Fue el perodo en el cual, por
ejemplo, Chile dio el salto para convertirse ahora en el
segundo exportador mundial de salmn, pese a no haberlo producido anteriormente: ste fue el resultado de
las investigaciones y de la extensin tecnolgica que
realiz la Fundacin Chile, entidad mixta con participacin del Estado y del sector privado.
Mientras en el resto del mundo el desarrollo cientfico y tecnolgico avanzaba a pasos agigantados, nosotros retrocedamos cada da un poco ms Para el
ao 1989 la recaudacin total de impuestos en el Per
fue alrededor del 4,8% del PBI: slo superbamos a
Zaire y: a Uganda; es decir que el Estado no contaba
Afortunadamente, en el Per de los noventa esto esta empezando a suceder. Al mismo tiempo, estn surgiendo nuevas formas de vinculacin entre el Estado,
el sector privado, la sociedad civil y las organizaciones
no gubernamentales de todo orden, que van desde sindicatos hasta organizaciones de base.
Nueva concepcin de una poltica
cientfica y tecnolgica
Para enfocar los lineamientos de una nueva poltica cientfica y tecnolgica es necesario destacar que el
mercado por s solo no trae nada para desarrollar la capacidad tecnolgica nacional. Cuando existe la competencia pero no hay capacidad tecnolgica interna, la
competitividad se gana importando tecnologa, muchas
veces a un alto costo y como la tecnologa cambia tan rpido, frecuentemente es necesario reemplazarla antes
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de aprender a utilizarla bien. El proceso de aprendizaje al interior de las empresas y de otras instituciones no
se da si uno se rige exclusivamente por la lgica del
mercado a ultranza y menosprecia el papel que debe jugar el Estado.
La nica forma de desarrollar una capacidad tecnolgica propia es a travs de la articulacin de iniciativas entre el Estado, el sector privado y la sociedad civil.
Dentro de este nuevo esquema, las funciones que le
corresponden al Estado en poltica cientfica y tecnolgica son:
1.- Desarrollar y mantener una capacidad de regulacin del mercado.
Dejado a su libre funcionamiento, el mercado no llega automticamente a una situacin de equilibrio.
Al contrario, si hay diferencias en las capacidades
iniciales entre las empresas, se generan situaciones
de carcter monop1ico que es preciso evitar para
promover la competencia que estimula la innovacin tecnolgica.
2.- Promover el desarrollo tecnolgico.
Esto se lleva a cabo a travs del financiamiento de
la innovacin , de la provisin de asistencia tcnica,
de la formulacin de reglas de juego estables, de incentivos y de la provisin de infraestructura.
Pero tambin es importante recordar que hay formas adecuadas e inadecuadas de promover el desarrollo de la ciencia y la tecnologa. Pero si puede
darse asistencia tcnica, crear instituciones, establecer incentivos para la investigacin y desarrollo,
y brindar servicios colectivos que apoyen la innovacin a nivel local y regional.
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Enrique Mayer
a reciprocidad es una relacin social que vincula tanto a una persona con otras, con grupos
sociales y con la comunidad, como a grupos con
grupos, comunidades con comunidades, productores con productores y a productores con
consumidores, mediante el flujo de bienes y servicios entre las partes interrelacionadas.
El contenido y la forma de los flujos de bienes y servicios son productos de una actividad creativa mantenida a travs de siglos por los miembros de
estas sociedades. Con el correr de los tiempos
los habitantes andinos han ido determinando lo
que se ha de intercambiar, el monto apropiado, el insuficiente y las variantes satisfactorias.
A lo largo de la historia se han venido modificando, mejorando y adaptando las formas de intercambios ms factibles; ello a medida que las propias necesidades o aun presiones externas forzaron a los habitantes de la zona andina
a defender, restringir y disminuir la escala de sus operaciones. Adems hubo necesidad de adaptar y compatibilizar
las nuevas instituciones econmicas, impuestas por los conquistadores espaoles, con las antiguas usanzas de reciprocidad y redistribucin que formaban la base de la organizacin econmica nativa. El intercambio comercial tuvo que
ser compatibilizado con la organizacin econmica antigua;
nuevos productos reemplazaron las antiguas preferencias,
y las formas tradicionales de obtener bienes y servicios tuvieron que ser abandonadas y sustituidas por otras. Reconocemos que las relaciones de reciprocidad tienen una larga trayectoria histrica, pero en este ensayo no es posible
describir y documentar sus cambios; nos limitamos, por el
momento, a discutir la situacin presente.
Podemos discernir los diferentes grupos que componen
una sociedad y la manera cmo estn relacionados entre s
estudiando la forma, cantidad, calidad y direccin de los intercambios.
En la sociedad andina existe una marcada diferenciacin entre el intercambio de servicios personales, por medio
de formas recprocas, y el canje de bienes realizados en
trueque o por pagos monetarios. En todas las situaciones
de intercambio recproco que pudimos observar se encontraba presente la donacin de servicios personales, ya sea
en la forma de ayuda en la chacra, en la de preparacin de
fiestas y hasta en la de servicios de tipo ceremonial como
bailar en alguna fiesta. En general todo servicio recibido
ha de devolverse con el mismo servicio personal. Y es as
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te, y ambas partes se sienten satisfechas con el intercambio. Si la devolucin no se otorga con los mismos servicios
personales y una de las partes obtiene ms que la otra, el
intercambio ya no es equivalente sino ms bien asimtrico. Cuando esto ocurre debemos buscar los factores que
entran en consideracin para compensar la falta de equivalencia, tales como los beneficios subjetivos de amistad y
confianza y las consideraciones de diferentes estatus y poder entre los intercambiantes.
Enrique Mayer
Con estas seis formas de intercambio recproco las familias tangorinas organizan una extensa red de relaciones
sociales, que utilizan para obtener mano de obra adicional
a fin de completar sus propios recursos domsticos. Esta
red incluye parientes, vecinos en el barrio y fuera de l, comuneros en otras comunidades, personajes importantes
en las ciudades, paisanos en Lima y amigos en la montaa. Mediante estos intercambios se tiene acceso a recursos humanos que ayudan al campesino a proveerse de los
medios para vivir.
Debemos recordar que esta red de relaciones es efmera en el sentido que sus integrantes pueden cambiar de
ao en ao, al forjarse nuevas amistades con quienes se
establecen nuevos circuitos de intercambio, mientras se
dejan las relaciones anteriores. Algunas de stas se mantienen en latencia y pueden ser activadas mediante el inicio de nuevos circuitos de intercambio.
Segn el caso, el intercambio apropiado entre dos personas es el de waje-waje, mientras que en otro la misma
persona debe contribuir de voluntad, o tener obligaciones
de manay o para la provisin de algn servicio especial.
Las formas aqu descritas son especficas para personas slo en determinados contextos, que pueden no ser los mismos en otras circunstancias. Veamos algunos ejemplos.
En la poca del chacmeo (roturacin de la tierra) preguntamos a Antonio, joven recin casado de 20 aos, cmo
reclut la mano de obra adicional para tal faena. En un
ambiente cordial y alegre trabajan nueve personas, seis
son del mismo barrio que Antonio y los tres son sus parientes (un primo fraterno, un hermano de su cuado y un sobrino distante). Aquel da se sirve un buen almuerzo preparado por la mujer de Antonio, ayudada por las esposas de
algunos de los que trabajan con l. El plato tradicional que
se sirve en el chacmeo es el llocro de papas. Antonio distribuye aguardiente, coca y cigarrillos durante los descansos.
Ocho de los hombres estn trabajando en waje-waje, mientras que el primo est ayudando. Cuatro de los waje-waje
eran waje-waje iniciales; Antonio en ese momento contraa
con cada uno una deuda de un da de trabajo que devolvera cuando ellos, a su vez, tengan que trabajar sus propias
chacras. Dos de los waje-waje eran devoluciones que Antonio estaba cobrando por su trabajo realizado para ellos en
una fecha anterior. Cuatro semanas despus, cuando terminamos la encuesta, Antonio todava deba los cuatro das
de waje-waje, pero anteriormente ya haba ayudado a su
primo, a pesar de que ambos, Antonio y su primo, insistan
en que no llevaban la cuenta de los das de trabajo mutuamente prestados . Este ejemplo demuestra la diferencia entre waje-waje y ayuda.
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CARETAS 2002
La Racionalidad de la Organizacin Andina. Lima: IEP, 1980. Extractos seleccionados, pgs. 75-80.
La racionalidad de
la organizacin
andina
Jrgen Golte
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CARETAS 2002
Jrgen Golte
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CARETAS 2002
Peruanos:
Peregrinaciones
de una Paria
Flora Tristn
(Pars 1807-Burdeos1844)
Escritora y poltica. Su obra contiene una fuerte crtica social de la sociedad peruana as como de la francesa. Es reconocida como una de las mujeres pioneras
del socialismo europeo.
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CARETAS 2002
Flora Tristn
que las limeas absorben, ellas solas, la dbil porcin de energa que esta temperatura clida y
embriagadora deja a los felices habitantes. En
Lima las mujeres son por lo general ms altas y de
constitucin ms vigorosa que los hombres. A los
once o doce aos estn ya plenamente formadas.
Casi todas se casan a esa edad y son muy fecundas,
a menudo tienen seis o siete hijos. Tienen embarazos felices, dan a luz con facilidad y se restablecen
pronto. Casi todas amamantan a sus hijos, pero
siempre con ayuda de una nodriza, quien suple a la
madre y alimenta tambin al nio. Esta es una costumbre proveniente de Espaa, en donde las familias acomodadas tienen para sus hijos dos nodrizas.
Las limeas no son hermosas por lo regular, pero su
graciosa fisonoma tienen un ascendiente irresistible. No hay hombre a quien la vista de una
limea no haga latir el corazn de placer. No tienen
la piel curtida como se cree en Europa. La mayora
son, al contrario muy blancas. Las otras, segn su
diverso origen, son trigueas, pero de una piel lisa
y aterciopelada y de una tez clida y llena de vida.
Las limeas tienen todas buen color, los labios de
un rojo vivo, hermosos cabellos ondulantes naturalmente, ojos negros de forma admirable, con un brillo y una expresin indefinible de espritu, de orgullo y de languidez. Es en esta expresin en donde
reside todo el encanto de su persona. Hablan con
mucha facilidad y sus gestos no son menos expresivos que las palabras con que los acompaan.
Su vestido es nico. Lima es la nica ciudad del
mundo en donde ha aparecido. En vano se ha buscado hasta en las crnicas ms antiguas, de donde
poda traer su origen. No se ha podido descubrirlo.
No se parece en nada a los diferentes vestidos
espaoles y lo que hay de cierto es no fue trado de
Espaa. Se encontr en aquellos lugares a raz del
descubrimiento del Per, aunque es notorio al
mismo tiempo que nunca existi en otra ciudad de
Amrica. Ese vestido, llamado, saya, se compone de
una falda y de una especie de saco que envuelve los
hombros, los brazos y la cabeza y se
llama manto.... Slo en Lima se puede confeccionar un vestido de esta especie. Las limeas pretenden que haber nacido en Lima para poder hacer
una saya y que un chileno, un arequipeo o un
cusqueo jams podran llegar a plisar la saya.
Esta afirmacin, cuya exactitud no me he inquietado en verificar, prueba cun fuera de las costumbres conocidas se halla este vestido. Tratar de dar
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ntjaseme hoy discurrir y reflexionar acerca de la cuestin femenina, o la ilustracin de la mujer, tema asaz controvertido y ya harto
empalagoso y vulgar, dado ese zarandeo que plumas desautorizadas y cursis le dieron desde largos
aos ac.
No importa. Los problemas sociales encierran y encarnan mi eterna vitalidad para los que consideran en ellos, no la superficie pasajera sino el fondo acta y permanece, dando sus funestos resultados.
Mercedes Cabello de Carbonera, Una cuestin
sociolgica, en Mujer, educacin y literatura,
Carlos Cornejo Quesada (editor), Lima: Instituto
Nacional de Cultura , 2000, pp. 16-23.
Y la cuestin femenina es hoy pertinaz o impertrrita postulante que se presenta y se impone, pidiendo su solucin al estadista, al filosofo y al socilogo.
Mujer, Educacin y
Literatura
Mercedes Cabello
de Carbonera
Sugireme volver a esta controversia aeja y porfiada, un libro que por ser del ilustre y sabio filsofo
Ernesto Renn , precisa comentar y dilucidar aquello
que a la cuestin femenina le atae. Memorias ntimas, se titula el libro de Renn y de all copio los prrafos siguientes:
Se engaa el que crea que tenemos deseos de traer a las mujeres a nuestras opiniones filosficas; al contrario, nos gusta que no
nos escuchen. Amamos su propsito de no or
lo que debilitara su resolucin heroica. Basta que podamos suponer que, por una pequea disimulacin, estn de acuerdo con nosotros.
Y en otro lugar dice: la debilidad, los falsos razonamientos, las ideas estrechas, la ignorancia, la supersticin, nos chocan en el hombre y nos hacen sonrer en la mujer. Amamos la seal de la cruz hecha
con un gracioso gesto femenino. No nos desagrada
ver injuriadas y desconocidas por mujeres, las obras
viriles nuestras, porque vemos el sentimiento delicado de donde procede su desprecio; y esto nos turba poco, puesto que por la ciencia estamos seguros de tener razn. Amamos lo absurdo femenino al mismo
demasiado su ley.
Cmo!... y la mujer formando los sentimientos
del hijo, e imbuyndole sus ideas, y la esposa o la
amada, predominando en el corazn del hombre e
imponindole su voluntad y desquiciando sus convicciones, no son sus fuerzas potentes que gobiernan el mundo e imprimen el rumbo al movimiento
sociolgico? ...
Hay acaso en la vida humana, fuerza moral tan
incontrastable como aquella que se deriva de los
sentimientos y las ideas que, junto con el beso maternal, se han inoculado y germina en nuestra sangre?... No, no la hay.
Y he aqu el punto de donde surgen en la vida social e ntima las luchas, las desavenencias y desequilibrios. El hogar resulta, pues, como barco gobernado por dos pilotos que miran haca opuestos en el
horizonte; el hombre ha estudiado, [en contraste
con] las creencias de su esposa, de esa mujer que,
como la generalidad, contina adscrita a la tradicin, al dogma de creencias nacida en los primeros
albores de nuestra civilizacin.
Preciso decirlo: la mujer hoy, en nuestra sociedad, vive en plena Edad Media, en tanto que el otro
sexo se aleja moralmente de ella por esa colosal barrera que la Ciencia ha levantado entre ella y los
viejos dogmas del catolicismo.
Un mundo interpuesto entre dos seres dispuestos a identificarse, a unificarse gloriosamente para
formar la base fundamental de la Familia, la Patria
y la Humanidad.
Cmo ser factible la unin ntima de dos existencias, de dos corazones, con el divorcio completo
de los espritus separados por convicciones antagnicas y de todo en todo contrapuestas las unas a las
otras?
La mujer no ha cambiado sino aparentemente en
sus creencias religiosas; las guarda en el nfora cerrada de su fe; all germinan sus errores, sus supersticiones y fantasas de las pocas medioevales
de fanatismo e ignorancia. Y en tanto que la mayora del bello sexo se halla sumido en ese mstico estacionario y paciente, la generalidad del sexo fuerte
se halla contagiado del escepticismo de engolfados y
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En nuestras sociedades, pocos no muchos son algo instruidos, saben de Astronoma, de geologa, de
Antropologa, aunque no sea ms lo que han llegado a beber en las hojas periodsticas, en el folleto y
el libro ledo de prestado, pues bien, esa mnima
versacin cientfica, tanto como las ms amplias
que en las Universidades adquieren, es suficiente
para revelarle que los libros revelados por Dios mismo, no son ms que creaciones fabulosas e imaginativas, propia de la infancia de los pueblos.
Y no se crea que estas deducciones son antojadizas y escasas de lgica y verdad, que en tal caso tendramos derecho a preguntar: Cul es la causa de
que la moral religiosa de la mujer, no se traduzca
jams en hechos prcticos de la vida del hombre, es
decir, del esposo, del amante o del hijo?
En nombre de qu moral, de qu doctrina puede habar ella, invocar, pedir, si su fe infantil e inconsciente es mirada con desprecio, o compasin,
por carecer de esa fuerza avasalladora que es inherente a toda verdad?.... Y la mujer a su vez, considera con horror e indignacin las ideas libre-pensadoras del otro sexo.
Y as vemos que, al mayor misticismo de la esposa responde la mayor relajacin del sentimiento moral del esposo, manchado por culpas gravsimas de
su vida pblica.
Si, cierto, porque este mutuo desprecio, esta disparidad, se realiza en el seno mismo del hogar, entre los cnyuges que en apariencia viven marital y
amorosamente: pero en verdad, hyanse moralmente divorciados, y tan alejados de su conjuncin espiritual, como si infranqueable montaa los separa.
Este desequilibrio y de semejanza en la fe y las
creencias de ambos sexos, parcenos, a primera vista, uno de aquellos inmensos males de la vida so-
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