Solidaridad Catecismo
Solidaridad Catecismo
Solidaridad Catecismo
TEMA:
CURSO:
RELIGION
14
GRADO Y SECCION:
4TO A
ALUMNA:
PILCOMAYO - HUANCAYO
2015
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INDICE
CARATULA
01
DEDICATORIA
02
INDICE
03
CAPITULO I
LA SOLIDARIDAD HUMANA
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CAPITULO II
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05
CAPITULO III
CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD
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BIBLIOGRAFIA
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CAPITULO I
La solidaridad humana
1939 El principio de solidaridad, expresado tambin con el nombre de amistad o caridad social, es una
exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana (cf SRS 38-40; CA 10):
Un error capital, hoy ampliamente extendido y perniciosamente propalado, consiste en el olvido de la caridad y
de aquella necesidad que los hombres tienen unos de otros; tal caridad viene impuesta tanto por la comunidad de
origen y la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, cualquiera que sea el pueblo a que
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pertenezca, como por el sacrificio de redencin ofrecido por Jesucristo en el altar de la cruz a su Padre del cielo,
en favor de la humanidad pecadora (Po XII, Carta enc. Summi pontificatus).
1940 La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribucin de bienes y la remuneracin del trabajo.
Supone tambin el esfuerzo en favor de un orden social ms justo en el que las tensiones puedan ser mejor
resueltas, y donde los conflictos encuentren ms fcilmente su solucin negociada.
1941 Los problemas socioeconmicos slo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad:
solidaridad de los pobres entre s, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre s, de los empresarios y los
empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad internacional es una exigencia del
orden moral. En buena medida, la paz del mundo depende de ella.
1942 La virtud de la solidaridad va ms all de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espirituales de la fe,
la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vas
nuevas. As se han verificado a lo largo de los siglos las palabras del Seor: Buscad primero su Reino y su
justicia, y todas esas cosas se os darn por aadidura (Mt 6, 33):
Desde hace dos mil aos vive y persevera en el alma de la Iglesia el sentido de responsabilidad colectiva a favor
de todos, que ha impulsado e impulsa todava a las almas hasta el herosmo caritativo de los monjes agricultores,
de los libertadores de esclavos, de los que atienden enfermos, de los mensajeros de fe, de civilizacin, de ciencia,
a todas las generaciones y a todos los pueblos con el fin de crear condiciones sociales capaces de hacer posible a
todos una vida digna del hombre y del cristiano (Po XII, Mensaje radiofnico del 1 de junio de 1941).
Resumen
1948
La solidaridad es una virtud eminentemente cristiana. Es ejercicio de comunicacin de los bienes espirituales
an ms que comunicacin de bienes materiales.
CAPITULO II
de armamentos, por un esfuerzo comn para movilizar los recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural y
econmico redefiniendo las prioridades y las escalas de valores(CA 28).
2439 Las naciones ricas tienen una responsabilidad moral grave respecto a las que no pueden por s mismas
asegurar los medios de su desarrollo, o han sido impedidas de realizarlo por trgicos acontecimientos histricos.
Es un deber de solidaridad y de caridad; es tambin una obligacin de justicia si el bienestar de las naciones ricas
procede de recursos que no han sido pagados con justicia.
2440 La ayuda directa constituye una respuesta apropiada a necesidades inmediatas, extraordinarias, causadas
por ejemplo por catstrofes naturales, epidemias, etc. Pero no basta para reparar los graves daos que resultan de
situaciones de indigencia ni para remediar de forma duradera las necesidades. Es preciso tambin reformar las
instituciones econmicas y financieras internacionales para que promuevan y potencien relaciones equitativas con
los pases menos desarrollados (cf SRS 16). Es preciso sostener el esfuerzo de los pases pobres que trabajan por
su crecimiento y su liberacin (cf CA 26). Esta doctrina exige ser aplicada de manera muy particular en el mbito
del trabajo agrcola. Los campesinos, sobre todo en el Tercer Mundo, forman la masa mayoritaria de los pobres.
2441 Acrecentar el sentido de Dios y el conocimiento de s mismo constituye la base de todo desarrollo completo
de la sociedad humana. Este multiplica los bienes materiales y los pone al servicio de la persona y de su libertad.
Disminuye la miseria y la explotacin econmicas. Hace crecer el respeto de las identidades culturales y la
apertura a la trascendencia (cf SRS32; CA 51).
2442 No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad poltica y en la
organizacin de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocacin de los fieles laicos, que actan por su propia
iniciativa con sus conciudadanos. La accin social puede implicar una pluralidad de vas concretas. Deber
atender siempre al bien comn y ajustarse al mensaje evanglico y a la enseanza de la Iglesia. Corresponde a los
fieles laicos animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser testigos y operadores de
paz y de justicia (SRS 47; cf 42).
CAPTULO III
CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD
"En esto conocern todos que sois discpulos mos:
si os tenis amor los unos a los otros"
(Jn 13, 35)
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De aqu deriva para las Iglesias particulares del Continente americano el deber de la recproca solidaridad y de
compartir sus dones espirituales y los bienes materiales con que Dios las ha bendecido, favoreciendo la
disponibilidad de las personas para trabajar donde sea necesario. Partiendo del Evangelio se ha de promover una
cultura de la solidaridad que incentive oportunas iniciativas de ayuda a los pobres y a los marginados, de modo
especial a los refugiados, los cuales se ven forzados a dejar sus pueblos y tierras para huir de la violencia. La
Iglesia en Amrica ha de alentar tambin a los organismos internacionales del Continente con el fin de establecer
un orden econmico en el que no domine slo el criterio del lucro, sino tambin el de la bsqueda del bien comn
nacional e internacional, la distribucin equitativa de los bienes y la promocin integral de los pueblos(196).
2.2.- La doctrina de la Iglesia, expresin de las exigencias de la conversin
53. Mientras el relativismo y el subjetivismo se difunden de modo preocupante en el campo de la doctrina moral,
la Iglesia en Amrica est llamada a anunciar con renovada fuerza que la conversin consiste en la adhesin a la
persona de Jesucristo, con todas las implicaciones teolgicas y morales ilustradas por el Magisterio eclesial. Hay
que reconocer, "el papel que realizan, en esta lnea, los telogos, los catequistas y los profesores de religin que,
exponiendo la doctrina de la Iglesia con fidelidad al Magisterio, cooperan directamente en la recta formacin de
la conciencia de los fieles"(197). Si creemos que Jess es la Verdad (cf. Jn 14, 6) desearemos ardientemente ser
sus testigos para acercar a nuestros hermanos a la verdad plena que est en el Hijo de Dios hecho hombre, muerto
y resucitado por la salvacin del gnero humano. "De este modo podremos ser, en este mundo, lmparas vivas de
fe, esperanza y caridad"(198).
2.3.- Doctrina social de la Iglesia
54. Ante los graves problemas de orden social que, con caractersticas diversas, existen en toda Amrica, el
catlico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar
soluciones concretas. Difundir esta doctrina constituye, pues, una verdadera prioridad pastoral. Para ello es
importante "que en Amrica los agentes de evangelizacin (Obispos, sacerdotes, profesores, animadores
pastorales, etc.) asimilen este tesoro que es la doctrina social de la Iglesia, e, iluminados por ella, se hagan
capaces de leer la realidad actual y de buscar vas para la accin"(199). A este respecto, hay que fomentar la
formacin de fieles laicos capaces de trabajar, en nombre de la fe en Cristo, para la transformacin de las
realidades terrenas. Adems, ser oportuno promover y apoyar el estudio de esta doctrina en todos los mbitos de
las Iglesias particulares de Amrica y, sobre todo, en el universitario, para que sea conocida con mayor
profundidad y aplicada en la sociedad americana.
Para alcanzar este objetivo sera muy til un compendio o sntesis autorizada de la doctrina social catlica,
incluso un "catecismo", que muestre la relacin existente entre ella y la nueva evangelizacin. La parte que el
Catecismo de la Iglesia Catlica dedica a esta materia, a propsito del sptimo mandamiento del Declogo,
podra ser el punto de partida de este "Catecismo de doctrina social catlica". Naturalmente, como ha sucedido
con el Catecismo de la Iglesia Catlica, se limitara a formular los principios generales, dejando a aplicaciones
posteriores el tratar sobre los problemas relacionados con las diversas situaciones locales (200).
En la doctrina social de la Iglesia ocupa un lugar importante el derecho a un trabajo digno. Por esto, ante las altas
tasas de desempleo que afectan a muchos pases americanos y ante las duras condiciones en que se encuentran no
pocos trabajadores en la industria y en el campo, "es necesario valorar el trabajo como dimensin de realizacin y
de dignidad de la persona humana. Es una responsabilidad tica de una sociedad organizada promover y apoyar
una cultura del trabajo"(201).
2.4.- Globalizacin de la solidaridad
55. El complejo fenmeno de la globalizacin, como he recordado ms arriba, es una de las caractersticas del
mundo actual, perceptible especialmente en Amrica. Dentro de esta realidad polifactica, tiene gran importancia
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el aspecto econmico. Con su doctrina social, la Iglesia ofrece una valiosa contribucin a la problemtica que
presenta la actual economa globalizada. Su visin moral en esta materia "se apoya en las tres piedras angulares
fundamentales de la dignidad humana, la solidaridad y la subsidiariedad"(202). La economa globalizada debe ser
analizada a la luz de los principios de la justicia social, respetando la opcin preferencial por los pobres, que han
de ser capacitados para protegerse en una economa globalizada, y ante las exigencias del bien comn
internacional. En realidad, "la doctrina social de la Iglesia es la visin moral que intenta asistir a los gobiernos, a
las instituciones y las organizaciones privadas para que configuren un futuro congruente con la dignidad de cada
persona. A travs de este prisma se pueden valorar las cuestiones que se refieren a la deuda externa de las
naciones, a la corrupcin poltica interna y a la discriminacin dentro [de la propia nacin] y entre las
naciones"(203).
La Iglesia en Amrica est llamada no slo a promover una mayor integracin entre las naciones, contribuyendo
de este modo a crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad(204), sino tambin a colaborar con los
medios legtimos en la reduccin de los efectos negativos de la globalizacin, como son el dominio de los ms
fuertes sobre los ms dbiles, especialmente en el campo econmico, y la prdida de los valores de las culturas
locales en favor de una mal entendida homogeneizacin.
vida publica en todos los niveles, promueva la educacin tica, la observancia de la ley y de los derechos
humanos y emplee un mayor esfuerzo en la formacin tica de la clase poltica"(210).
2.6.- El fundamento ltimo de los derechos humanos
57. Conviene recordar que el fundamento sobre el que se basan todos los derechos humanos es la dignidad de la
persona. En efecto, "la mayor obra divina, el hombre, es imagen y semejanza de Dios. Jess asumi nuestra
naturaleza menos el pecado; promovi y defendi la dignidad de toda persona humana sin excepcin alguna;
muri por la libertad de todos. El Evangelio nos muestra cmo Jesucristo subray la centralidad de la persona
humana en el orden natural (cf. Lc 12, 22-29), en el orden social y en el orden religioso, incluso respecto a la Ley
(cf. Mc 2, 27); defendiendo el hombre y tambin la mujer (cf. Jn 8, 11) y los nios (cf. Mt 19, 13-15), que en su
tiempo y en su cultura ocupaban un lugar secundario en la sociedad. De la dignidad del hombre en cuanto hijo de
Dios nacen los derechos humanos y las obligaciones"(211). Por esta razn, "todo atropello a la dignidad del
hombre es atropello al mismo Dios, de quien es imagen"(212). Esta dignidad es comn a todos los hombres sin
excepcin, ya que todos han sido creados a imagen de Dios (cf. Gn 1, 26). La respuesta de Jess a la pregunta
"Quin es mi prjimo?" (Lc 10, 29) exige de cada uno una actitud de respeto por la dignidad del otro y de
cuidado solcito hacia l, aunque se trate de un extranjero o un enemigo (cf. Lc 10, 30-37). En toda Amrica la
conciencia de la necesidad de respetar los derechos humanos ha ido creciendo en estos ltimos tiempos, sin
embargo todava queda mucho por hacer, si se consideran las violaciones de los derechos de personas y de grupos
sociales que an se dan en el Continente.
2.7.- Amor preferencial por los pobres y marginados
58. "La Iglesia en Amrica debe encarnar en sus iniciativas pastorales la solidaridad de la Iglesia universal hacia
los pobres y marginados de todo gnero. Su actitud debe incluir la asistencia, promocin, liberacin y aceptacin
fraterna. La Iglesia pretende que no haya en absoluto marginados"(213). El recuerdo de los captulos oscuros de
la historia de Amrica relativos a la existencia de la esclavitud y de otras situaciones de discriminacin social, ha
de suscitar un sincero deseo de conversin que lleve a la reconciliacin y a la comunin.
La atencin a los ms necesitados surge de la opcin de amar de manera preferencial a los pobres. Se trata de un
amor que no es exclusivo y no puede ser pues interpretado como signo de particularismo o de sectarismo(214);
amando a los pobres el cristiano imita las actitudes del Seor, que en su vida terrena se dedic con sentimientos
de compasin a las necesidades de las personas espiritual y materialmente indigentes.
La actividad de la Iglesia en favor de los pobres en todas las partes del Continente es importante; no obstante hay
que seguir trabajando para que esta lnea de accin pastoral sea cada vez ms un camino para el encuentro con
Cristo, el cual, siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9). Se
debe intensificar y ampliar cuanto se hace ya en este campo, intentando llegar al mayor nmero posible de
pobres. La Sagrada Escritura nos recuerda que Dios escucha el clamor de los pobres (cf. Sal 34 [33],7) y la
Iglesia ha de estar atenta al clamor de los ms necesitados. Escuchando su voz, "la Iglesia debe vivir con los
pobres y participar de sus dolores. [...] Debe finalmente testificar por su estilo de vida que sus prioridades, sus
palabras y sus acciones, y ella misma est en comunin y solidaridad con ellos"(215).
2.8.- La deuda externa
59. La existencia de una deuda externa que asfixia a muchos pueblos del Continente americano es un problema
complejo. Aun sin entrar en sus numerosos aspectos, la Iglesia en su solicitud pastoral no puede ignorar este
problema, ya que afecta a la vida de tantas personas. Por eso, diversas Conferencias Episcopales de Amrica,
conscientes de su gravedad, han organizado estudios sobre el mismo y publicado documentos para buscar
soluciones eficaces(216). Yo he expresado tambin varias veces mi preocupacin por esta situacin, que en
algunos casos se ha hecho insostenible. En la perspectiva del ya prximo Gran Jubileo del ao 2000 y recordando
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el sentido social que los Jubileos tenan en el Antiguo Testamento, escrib: "As, en el espritu del Libro del
Levtico (25, 8-12), los cristianos debern hacerse voz de todos los pobres del mundo, proponiendo el Jubileo
como un tiempo oportuno para pensar entre otras cosas en una notable reduccin, si no en una total condonacin,
de la deuda internacional que grava sobre el destino de muchas naciones"(217).
Reitero mi deseo, hecho propio por los Padres sinodales, de que el Pontificio Consejo "Justicia y Paz", junto con
otros organismos competentes, como es la seccin para las Relaciones con los Estados de la Secretara de Estado,
"busque, en el estudio y el dilogo con representantes del Primer Mundo y con responsables del Banco Mundial y
del Fondo Monetario Internacional, vas de solucin para el problema de la deuda externa y normas que impidan
la repeticin de tales situaciones con ocasin de futuros prstamos"(218). Al nivel ms amplio posible, sera
oportuno que "expertos en economa y cuestiones monetarias, de fama internacional, procedieran a un anlisis
crtico del orden econmico mundial, en sus aspectos positivos y negativos, de modo que se corrija el orden
actual, y propongan un sistema y mecanismos capaces de promover el desarrollo integral y solidario de las
personas y los pueblos"(219).
2.9.- Lucha contra la corrupcin
60. En Amrica el fenmeno de la corrupcin est tambin ampliamente extendido. La Iglesia puede contribuir
eficazmente a erradicar este mal de la sociedad civil con "una mayor presencia de cristianos laicos cualificados
que, por su origen familiar, escolar y parroquial, promuevan la prctica de valores como la verdad, la honradez, la
laboriosidad y el servicio del bien comn"(220). Para lograr este objetivo y tambin para iluminar a todos los
hombres de buena voluntad, deseosos de poner fin a los males derivados de la corrupcin, hay que ensear y
difundir lo ms posible la parte que corresponde a este tema en el Catecismo de la Iglesia Catlica, promoviendo
al mismo tiempo entre los catlicos de cada Nacin el conocimiento de los documentos publicados al respecto
por las Conferencias Episcopales de las otras Naciones(221). Los cristianos as formados contribuirn
significativamente a la solucin de este problema, esforzndose en llevar a la prctica la doctrina social de la
Iglesia en todos los aspectos que afecten a sus vidas y en aquellos otros a los que pueda llegar su influjo.
2.10.- El problema de las drogas
61. En relacin con el grave problema del comercio de drogas, la Iglesia en Amrica puede colaborar eficazmente
con los responsables de las Naciones, los directivos de empresas privadas, las organizaciones no gubernamentales
y las instancias internacionales para desarrollar proyectos que eliminen este comercio que amenaza la integridad
de los pueblos en Amrica(222). Esta colaboracin debe extenderse a los rganos legislativos, apoyando las
iniciativas que impidan el "blanqueo de dinero", favorezcan el control de los bienes de quienes estn implicados
en este trfico y vigilen que la produccin y comercio de las sustancias qumicas para la elaboracin de drogas se
realicen segn las normas legales. La urgencia y gravedad del problema hacen apremiante un llamado a los
diversos ambientes y grupos de la sociedad civil para luchar unidos contra el comercio de la droga(223). Por lo
que respecta especficamente a los Obispos, es necesario segn una sugerencia de los Padres sinodales que
ellos mismos, como Pastores del pueblo de Dios, denuncien con valenta y con fuerza el hedonismo, el
materialismo y los estilos de vida que llevan fcilmente a la droga(224).
Hay que tener tambin presente que se debe ayudar a los agricultores pobres para que no caigan en la tentacin
del dinero fcil obtenible con el cultivo de las plantas de las que se extraen las drogas. A este respecto, las
Organizaciones internacionales pueden prestar una colaboracin preciosa a los Gobiernos nacionales
favoreciendo, con incentivos diversos, las producciones agrcolas alternativas. Se ha de alentar tambin la accin
de quienes se esfuerzan en sacar de la droga a los que la usan, dedicando una atencin pastoral a las vctimas de
la txicodependencia. Tiene una importancia fundamental ofrecer el verdadero "sentido de la vida" a las nuevas
generaciones, que por carencia del mismo acaban por caer frecuentemente en la espiral perversa de los
estupefacientes. Este trabajo de recuperacin y rehabilitacin social puede ser tambin una verdadera y propia
tarea de evangelizacin(225).
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formada segn la doctrina catlica. Los Obispos y los presbteros tienen, en este sentido, la especial
responsabilidad de dar testimonio incansable en favor del Evangelio de la vida y de exhortar a los fieles para que
acten en consecuencia"(233). Al mismo tiempo, es preciso que la Iglesia en Amrica ilumine con oportunas
intervenciones la toma de decisiones de los cuerpos legislativos, animando a los ciudadanos, tanto a los catlicos
como a los dems hombres de buena voluntad, a crear organizaciones para promover buenos proyectos de ley y
as se impidan aquellos otros que amenazan a la familia y la vida, que son dos realidades inseparables. En
nuestros das hay que tener especialmente presente todo lo que se refiere a la investigacin embrionaria, para que
de ningn modo se vulnere la dignidad humana.
2.13.- Los pueblos indgenas y los americanos de origen africano
64. Si la Iglesia en Amrica, fiel al Evangelio de Cristo, desea recorre el camino de la solidaridad, debe dedicar
una especial atencin a aquellas etnias que todava hoy son objeto de discriminaciones injustas. En efecto, hay
que erradicar todo intento de marginacin contra las poblaciones indgenas. Ello implica, en primer lugar, que se
deben respetar sus tierras y los pactos contrados con ellos; igualmente, hay que atender a sus legtimas
necesidades sociales, sanitarias y culturales. Habr que recordar la necesidad de reconciliacin entre los pueblos
indgenas y las sociedades en las que viven.
Quiero recordar ahora que los americanos de origen africano siguen sufriendo tambin, en algunas partes,
prejuicios tnicos, que son un obstculo importante para su encuentro con Cristo. Ya que todas las personas, de
cualquier raza y condicin, han sido creadas por Dios a su imagen, conviene promover programas concretos, en
los que no debe faltar la oracin en comn, los cuales favorezcan la comprensin y reconciliacin entre pueblos
diversos, tendiendo puentes de amor cristiano, de paz y de justicia entre todos los hombres(234).
Para lograr estos objetivos es indispensable formar agentes pastorales competentes, capaces de usar mtodos ya
"inculturados" legtimamente en la catequesis y en la liturgia. As tambin, se conseguir mejor un nmero
adecuado de pastores que desarrollen sus actividades entre los indgenas, si se promueven las vocaciones al
sacerdocio y a la vida consagrada entre dichos pueblos(235).
2.14.- La problemtica de los inmigrados
65. El Continente americano ha conocido en su historia muchos movimientos de inmigracin, que llevaron
multitud de hombres y mujeres a las diversas regiones con la esperanza de un futuro mejor. El fenmeno contina
tambin hoy y afecta concretamente a numerosas personas y familias procedentes de Naciones latinoamericanas
del Continente, que se han instalado en las regiones del Norte, constituyendo en algunos casos una parte
considerable de la poblacin. A menudo llevan consigo un patrimonio cultural y religioso, rico de significativos
elementos cristianos. La Iglesia es consciente de los problemas provocados por esta situacin y se esfuerza en
desarrollar una verdadera atencin pastoral entre dichos inmigrados, para favorecer su asentamiento en el
territorio y para suscitar, al mismo tiempo, una actitud de acogida por parte de las poblaciones locales,
convencida de que la mutua apertura ser un enriquecimiento para todos.
Las comunidades eclesiales procurarn ver en este fenmeno un llamado especfico a vivir el valor evanglico de
la fraternidad y a la vez una invitacin a dar un renovado impulso a la propia religiosidad para una accin
evangelizadora ms incisiva. En este sentido, los Padres sinodales consideran que " la Iglesia en Amrica debe ser
abogada vigilante que proteja, contra todas las restricciones injustas, el derecho natural de cada persona a
moverse libremente dentro de su propia nacin y de una nacin a otra. Hay que estar atentos a los derechos de los
emigrantes y de sus familias, y al respeto de su dignidad humana, tambin en los casos de inmigraciones no
legales"(236).
Con respecto a los inmigrantes, es necesaria una actitud hospitalaria y acogedora, que los aliente a integrarse en
la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y su peculiar identidad cultural. A este fin es muy importante
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la colaboracin entre las dicesis de las que proceden y aquellas en las que son acogidos, tambin mediante las
especficas estructuras pastorales previstas en la legislacin y en la praxis de la Iglesia(237). Se puede asegurar
as la atencin pastoral ms adecuada posible e integral. La Iglesia en Amrica debe estar impulsada por la
constante solicitud de que no falte una eficaz evangelizacin a los que han llegado recientemente y no conocen
todava a Cristo(238).
BIBLIOGRAFIA
TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
SEGUNDA SECCIN: LOS DIEZ MANDAMIENTOS
CAPTULO SEGUNDO: AMARS A TU PRJIMO COMO A TI MISMO
ARTCULO 7: EL SPTIMO MANDAMIENTO
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"ECCLESIA IN AMERICA"
CAPTULO V
CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD
"En esto conocern todos que sois discpulos mos:
si os tenis amor los unos a los otros"
(Jn 13, 35)
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