El Mandato
El Mandato
El Mandato
PRESENTADA POR:
1995
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INTRODUCCION
El tema que hemos escogido como título de nuestra tesis, previa a la obtención
de nuestra Licenciatura en Ciencias Jurídicas o en Derecho, contiene una
modesta interpretación o exégesis sobre el mandato, tanto desde el punto de
vista sustantivo, como desde el punto de vista procesal, con énfasis en este
último, y copiando al insigne tratadista Eduardo J. Couture, “pido perdón por
hablar o expresarme en plural, pues no deseo dar un acento excesivamente
personal a esfuerzos que son más que todo, el fruto de experiencias colectivas
pertenecientes a muchos pensadores del campo del derecho procesal”, y yo
diría, respetuosamente, de mis maestros, compañeros y demás personas con
quienes he compartido la vivencia del Derecho, porque ahí es donde encuentra
su campo fecundo, la función del abogado activo o procurador, como lo
llamaba Carnelutti, a diferencia del abogado consultor o patrono, y además,
porque nuestro trabajo habrá de referirse más concreta y específicamente, al
mandatario judicial, a aquel que debidamente autorizado por la Corte Suprema
de Justicia, se “dedica a defender en juicio, por escrito o de palabra, los
intereses o causas de los litigantes”, supuesto que la palabra abogado deviene
de la latina “advocatus”, que significa llamado, porque los romanos
acostumbraban a llamar en los asuntos difíciles, a las personas que tenían un
conocimiento civil se encuentran las reglas generales y demás regulaciones del
mandato, tendremos que hacer referencia obligada a ellas, aunque lo
adelantamos, en una forma más resumida, siempre haciendo hincapié en la
letra o espíritu de la ley, con las indispensables citas doctrinarias, para la mejor
explicación o justificación de los puntos de vista que sostengamos.
INDICE
PRIMERA PARTE:
SEGUNDA PARTE:
TERCERA PARTE
CUARTA PARTE
1.1- LA SUSTITUCION
1.2- LA REVOCACION
2- EXPIRACION DEL PLAZO Y OTRAS CAUSAS DE TERMINACION DEL MANDATO
JUDICIAL
CONCLUSIONES
BIBLIOGRARIA
ANEXOS
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CAPITULO I
DEL MANDATO
PRIMERA PARTE
La costumbre en el tema que nos ocupa, tiene muy poca, por no decir ninguna
aplicación: tendríamos que buscar por ejemplo, casos de comisión en el campo
civil que tratamos, para que, si surge el pleito sobre la cuestión del honorario,
buscar el que costumbre determinar en el lugar para los comisionistas, en el
caso particular que sea objeto de discusión. Por último, en realidad el Juez no
tiene más facultades que las determinadas por el contrato de mandato y que el
tenga que aplicar a petición del mandatario o de la ley: Arancel Judicial, ya que
según el art. 1416 todo contrato legalmente celebrado es obligatorio para los
contratantes…, si los convenios son obligatorios para las partes, lo son para el
Juez, este está llamado a hacer ejecutar los contratos, no a modificarlos.
Habrá que tener presente lo dispuesto en los arts. Del 1892 al 1917, para estar
seguros, caso de recibir un mandato, de la forma en que debemos ejecutarlo,
de lo que nos está permitido, de lo que nos está prohibido, de cuando se
necesita de poder general o de poder general con cláusula especial o
simplemente de poder especial, pues por lo que dijimos en nuestra
introducción, no queremos alargar demasiado este capítulo, porque creemos
que en el resto de nuestro trabajo, tendremos espacio para cumplir hasta
donde podamos, la parte más importante del mismo, recalcando que el art.
1915 ordena que el mandatario es obligado a dar cuenta de su administración;
que las partidas importantes de su cuenta deberán estar documentadas, si el
mandante no le hubiere relevado de esta obligación y que la relevación de
rendir cuentas no exonera al mandatario de los cargos que contra el justifique
el mandante, sobre todo por lo preceptuado en el art. 1336, que establece que
el pacto de no pedir más en razón de una cuenta aprobada, no vale en cuanto
al dolo contenido en ella, si no se hubiere condonado expresamente y que la
condonación del dolo futuro no vale.
Las demás disposiciones del mandato en la parte puramente civil, por tener
estrecha relación con el resto del tema de nuestro modesto estudio, las
comentaremos por separado y en el lugar correspondiente.
SEGUNDA PARTE
a) Conservativos, que son aquellos que tienen por objeto que no se destruyan o
no desaparezcan las cosas del patrimonio, y
b) De administración, que son los que tienen por objeto, no solo conservar el
patrimonio sino hacerlo producir”, art. 1892 que no contiene una enumeración
taxativa”, y por último, es necesario dejar establecido que el mandatario con
poder general, no puede celebrar los actos de disposición, nuestro legislador
en el mismo artículo 1892, para los actos que se salgan de los límites que
ejemplifica, el mandatario necesitará de poder especial, recalcando, para evitar
dudas o malas interpretaciones, de acuerdo con el art. 1893, que cuando se da
al mandatario la facultad de obrar del modo que más conveniente le parezca o
se le concede la libre administración, no por eso se entenderá autorizado par
alterar la sustancia del mandato, ni para los actos que exigen poderes o
cláusulas especiales, explicando en los artículo 1895 a 1901, que el mandatario
puede delegar el encargo si no se le ha prohibido, con las responsabilidades
que esta disposición indica y la que agrega el art. 1896, que cuando, según el
art. 1897, la delegación a determinada persona ha sido autorizada
expresamente por el mandante, se constituye entre el mandante y el delegado
un nuevo mandato, que solo puede revocarse por el mandante y no se
extingue por la muerte u otro accidente que sobrevenga al anterior
mandatario, concluyendo los cuatro últimos artículos citados con explicaciones
propias respecto de las acciones a ejercerse contra el mandatario,
inhabilidades y sobre la aceptación misma del encargo; el art. 1901 finaliza
expresando que la facultad de transigir no comprende la de comprometer, ni
viceversa, artículo relacionado con los arts. 2192 y siguientes, en que nuestro
Código estatuye que la transacción es un contrato en que las partes terminan
extrajudicialmente un litigio pendiente o precaven un litigio eventual, y el art.
2194 que prescribe que todo mandatario necesita de poder o cláusula especial
par transigir, señalándonos el resto de estos artículos, las cuestiones propias
de la transacción.
El art. 1902 nos da ejemplo de cuando el mandato debe constituirse por medio
de poder especial o por medio de uno general con cláusula especial como son
los casos para vender, hipotecar o constituir cualquier derecho real sobre
inmuebles: art. 567 inciso segundo y tercero, o cualquier derecho personal
también sobre inmuebles, como el arrendamiento: art. 567 inciso último, que
es preciso tener presente, para evitar errores.
Fuera de los casos que la ley cita en forma taxativa –aquellos en que es
indispensable el mandato especial o el mandato general con cláusula especial-
es preciso tomar en consideración, por la libertad contractual, que aún no
siendo realmente necesario un poder especial para ejecutar o llevar a cabo
determinado acto, el mandante puede, sin que lo exija la ley otorgar poder
especial al mandatario, pues no existe ninguna prohibición ni limitación al
respecto y esto refiriéndose siempre al mandato puramente civil, supuesto que
no entramos al campo del mandato mercantil, ajeno del tema de nuestro
estudio, aparte de que nos alejaría de los lineamientos que nos hemos
propuesto en el desarrollo de nuestro trabajo.
Solo nos resta expresar, para concluir esta Segunda Parte del Capítulo I de
nuestro trabajo, que existen marcadas diferencias entre las formas de
constituir el mandato civil propiamente dicho y el mandato judicial, al que nos
referiremos en la tercera parte de este capítulo, el que, como manifestamos en
nuestra introducción, lo mismo que la procuración y el ejercicio de la abogacía
en general, tendrán destacada mención en estas páginas. En efecto, según lo
manda el art. 1883 el encargo que es objeto del mandato, puede hacerse por
escritura pública o privada, por cartas, verbalmente o de cualquier modo
inteligible, y aún por la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus
negocios por otra; pero no se admitirá en juicio la prueba testimonial sino en
conformidad a las reglas generales, ni la escritura privada, cuando las leyes
requieran instrumento auténtico.
Careciendo de prueba del mandato, creemos que en este caso quedaría como
la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus negocios por otra,
establecidos como se apunta en nuestra cita de autor, el hecho o hechos
materiales o la circunstancia de haberse efectuado este o estos, que obligarían
al mandante.
No queremos dar por terminada esta parte de nuestro tema, sin apuntar
alguna diferencia entre el mandato y otras figuras jurídicas, como son la
representación legal, la gestión de negocios ajenos y la prestación de servicios
materiales o de confección de una obra.
Los artículos 540 y 546 de ese mismo Código, prescriben que las personas
jurídicas son de dos especies:
2º) Asociaciones de Interés Particular, como son las Sociedades, y, que las
Corporaciones son representadas por las personas a quienes la ley o las
ordenanzas respectivas, han conferido este carácter, o, por aquellas a quienes
la Corporación confiera poder legal por falta o impedimento de dichas
personas, o porque juzgare conveniente, según los casos o circunstancias.
Los tutores según el art. 359 se nombran “a favor de aquellas que no pueden
dirigirse a si mismos, o administrar competentemente sus negocios y que no se
hallan bajo la potestad de padre o madre que puede darle la protección debida,
sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 365.
De acuerdo al art. 363 “están sujetos a curaduría los que por demencia han
sido puestos en entredicho de administrar sus bienes y los sordomudos que no
pueden darse a entender por escrito”.
“Las personas naturales que representan a las personas jurídicas ejercen una
representación legal semejante a la de los tutores o curadores. El Código lo ha
resuelto positivamente: “son representantes legales de una persona dice el
artículo 41, el padre o madre bajo cuya potestad vive, su tutor, o curador, y lo
son de las personas jurídicas las designadas en el art. 546”.
Tenemos que mencionar, por otra parte, los casos de representantes legales
que designa el juez, o más bien aclarar este punto, porque el juez hace el
nombramiento apoyándose siempre en la ley y so aquellos como los curadores
que se dan a los bienes del ausente, a la herencia yacente y a los derechos
eventuales del que está por nacer; los curadores adjuntos que se dan en
ciertos casos a las personas que están bajo la patria potestad de padre o
madre o de ambos, o bajo tutela o curaduría general, para que ejerzan una
administración separada y los curadores especiales que se nombran para un
negocio particular: Arts. 362 a 364 C.
Con esas breves reseñas sobre las figuras que tienen parecido con el mandato,
ponemos punto final a esta Segunda Parte de nuestro estudio.
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5/ Stitchkin Branover, Ob. Cit. Pág. 80
TERCERA PARTE
1. EL MANDATO JUDICIAL Y SU REGULACION ESPECIAL.
1.1 GENERALIDADES.
Y por último al juez ante quien se exhibe el contrato o escritura en que conste
el mandato, según expresa el artículo.
Circunstancia que también debe anotar el juez cuando el poder se otorgue ante
el, en su tribunal, apud acta.
El artículo 111 establece que el poder o mandato judicial, puede ser general o
especial: es general si se da para todos los negocios del poderdante o para
todos, con una o más excepciones determinadas, y es especial si se confiere
para uno o más negocios especialmente determinados; principio legal que
prácticamente es una repetición del Art. 1890 C. Los poderes generales que
tengan clausura especial para celebrar juicios conciliatorios, bastarán para que
el procurador pueda conciliar el derecho de su poderdante, sin que en este
caso sea necesaria la concurrencia de este último. Creemos, a propósito de lo
que ya hemos señalado respecto de la representatividad en el mandato, que lo
dicho en la última parte de este artículo resulta innecesaria, sobre todo que se
refiere a un poder general con cláusula especial para celebrar juicios
conciliatorios, que en realidad no son propiamente juicios, a pesar de que en
los artículos que hablan de la conciliación, se menciona el emplazamiento,
desde luego que ahí no se entabla la controversia o disputa legal a que se
refieren los Arts. 4 y 5, como se desprende de la simple lectura de los Arts. 164
a 189, la conciliación es un acto previo a la demanda.
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7/ Claro Solar Luis: Ob. Cit. Tomo II, Párrafo 2807
Nuestro Código menciona el recurso de súplica, que regulaban los Arts. 1049 a
1059 ya derogados, figurando la apelación o alzada en los Arts. 980 y
siguientes hasta el Art. 1048, con el agregado de los Arts. 1060 y 1061 y los
demás pertinentes del 1068 al 1075 y del 1080 al 1103, más los que pudieran
tener relación encerrados en las disposiciones generales, como son por
ejemplo los Arts. 1238 a 1240, 1250, 129 y 1301. El recurso de casación está
reglado por la Ley de Casación.
3º) PARA INTERPONER EL RECURSO DE NULIDAD.
“Recusación es el recurso que franquea la ley a los litigantes para que sean
removidos del conocimiento o intervención en sus negocios aquellos
funcionarios judiciales contra quienes conciben sospechas de que no
procederán justa o legalmente”.
Esto se explica porque quien desiste de alguna acción o recurso: Art. 464 y
siguientes ya no puede volver a intentarla o proponerla contra la misma
persona, ni contra las que legalmente la representan, ratificando el Art. 465 la
necesidad de que el procurador disponga de poder especial para el
desistimiento. En lo relativo a las excepciones, desistidas que sean, ya no
pueden volver a oponerse y nuestro Código en el numeral en comento y en el
Art. 465 recién citado, exige que el desistimiento tiene que ser, para que tenga
validez, aceptado por las contrapartes o por su procurador con poder especial,
por las consecuencias que tal acto trae aparejadas, en beneficio o en contra del
demandante o del demandado, con la única excepción que el desistimiento de
un recurso de casación no necesita de la aceptación de la contraparte,
bastando con la simple presentación del escrito para que la Sala tenga por
desistido el recurso: Art. 17 de la Ley de Casación.
El Art. 1452 C., establece que el poder conferido por el acreedor a una persona
para demandar en juicio al deudor, no le faculta por si solo para recibir el pago
de la deuda y aquí entra en juego el numeral en comento, es decir, que para
pretender recibir las cantidades, tendría que exhibir poder especial, o general
con cláusula especial.
“El testimonio humano, en general, esto es, tanto el que proviene de terceros
como de las partes en el proceso, pertenece a la clase de pruebas personales e
históricas. La confesión es una declaración de parte; debe ser declaración
personal, a menos que exista autorización legal o convencional para hacerla a
nombre de otro; debe tener por objeto hechos, no reconocimientos jurídicos
favorables a la parte contraria o desfavorables a quien los hace; los hechos
sobre que versa deben ser favorables a la parte contraria o perjudiciales al
confesante; debe versar sobre hechos personales del confesante o sobre su
conocimiento de hechos ajenos, aunque algunos autores limitan la confesión a
los hechos personales, pues en realidad en el segundo caso, lo confesado es el
conocimiento personal que se tiene del hecho ajeno o simplemente natural,
cuando no s obra del nombre, pero la aceptación que se esté hace la parte,
tiene el valor de confesión, siempre que sea desfavorable a dicha parte o
favorable a la contraria; la declaración debe tener siempre una significación
probatoria, debe ser consciente; debe ser expresa y terminante; el confesante
debe tener capacidad jurídica; la declaración no debe ser el resultado de
métodos violentos o artificiales que destruyan la voluntariedad del acto y debe
ser seria”.8
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8/ Gómez Lara Cipriano: Teoría General del Proceso, pág.
En caso de negativa, opera el Art. 385 que declara confeso al que debe
absolver las posiciones, cuando sin justa causa no comparece a la segunda
citación; cuando se niega a declarar o a prestar juramento y cuando sus
respuestas fueren evasivas y no categóricas y terminantes, confesión que, caso
de obtenerse, necesita de la aceptación de la parte contraria: Art. 391. Las
posiciones muchas veces deciden un juicio, cuando no ha sido posible aportar
ninguna otra prueba válida sobre el mismo, y por eso con frecuencia, se
recurre a ellas y es necesario agregar que cuando se exige que cualquiera de
las partes absuelva personalmente las posiciones así debe hacerse, aunque
tengan apoderado con poder especial: Art. 378, con la limitación que adelante
señala el Art. 381, que no permite que el abogado esté presente, cuando la
parte ha de absolver un interrogatorio de posiciones, ni se le da traslado, ni
copia de las mimas, ni término para que le aconseje, posiciones que se
presentan, como ya dijimos, en pliegos cerrados, que los litigantes cuidadosos,
acostumbran lacrar, que se guardan naturalmente bajo la responsabilidad del
juzgador, para abrirlos oportunamente o en el momento preciso en que se lleva
a cabo la diligencia, cuestión que también ya hicimos notar antes.
Ya indicamos en otra parte de nuestro estudio, que según lo prescriben los Arts.
164 y siguientes, la conciliación es un acto preparatorio para el juicio contenido
en el Capítulo III, título III: De los actos previos a la demanda que tiene por
objeto evitar pleitos que alguno quiere entablar, procurando que las partes se
avengan o que transijan o comprometan en árbitros o arbitradores, el asunto
que da motivo a el y por lo tanto, aunque en los siguientes artículos se hable
de emplazamiento, realmente se trata de una citación, conforme lo señala el
Art. 204, lo que se desprende de la segunda parte del Art. 168, en que no se
exige que la diligencia se haga exclusivamente tonel demandado,
celebrándose la conciliación, caso de tener lugar, con base en las demás
disposiciones del Capítulo que se refiere a esta materia, debiendo tener
presente y no olvidar, que tal acto no cabe en los casos que exceptúa el Art.
165, contentándonos con lo que dejamos expuesto aquí y con lo que
expusimos al comentar el Art. 111
El Art. 1701 C., prescribe que se cede un derecho litigioso, cuando el objeto
directo de la cesión es el evento incierto de la litis, del que se hace responsable
el cedente y que se entiende litigioso un derecho desde que se notifica
judicialmente la demanda, s decir desde que se verifica el emplazamiento, y el
Art. 1702 del mismo Código agrega que es indiferente que la cesión haya sido
a título de venta o de permutación y que el cedente o el cesionario, sea el que
persigue el derecho.
Hay que agregar al Artículo 113 que comentamos, que también se necesita de
poder o cláusula especial, para intervenir en conciliaciones de tránsito,
conforme lo indica el Art. 40 inciso 2º de la Ley de Procedimientos Especiales
sobre Accidentes de Tránsito. Termina el artículo objeto de nuestro comentario
expresando que todas las facultades anteriormente enumeradas, con
excepción de la 10ª., podrán expresarse en globo en el poder, refiriéndose a
este artículo; pero el notario tendrá cuidado de explicarlas para cerciorarse de
que el otorgante las conoce, comprende y las concede, haciéndolo constar así
en el instrumento. Sin embargo, los poderes que se han de obrar en el
extranjero, deberán expresar directa y separadamente las facultades
especiales que se conceden y no serán autenticados si estuvieren en otra
forma. Sobre este punto haremos mención en la cuarta parte de este primer
Capítulo de nuestro trabajo, y hablaremos en los demás Capítulos conforme a
nuestro índice o temario, de quienes pueden ser o no procuradores, de sus
obligaciones, derechos, de las inhabilidades e incompatibilidades, etc.
CUARTA PARTE.
El artículo 109 ordena que el poder para constituir procurador debe hacerse en
forma ante funcionario que cartule, como toda escritura pública – funcionario
entre los que se debe incluir, según anotamos en otra parte de nuestro trabajo,
a los funcionarios consulares -; pero si el poder se diere para ventilar una
cantidad o valor que no excede de dos mil colones * en juicio verbal, podrán
extenderse en instrumento simple en papel de sello de treinta centavos foja y
firmado por el otorgante u otro a su nombre, y dos testigos que presencien su
otorgamiento, más en el acto de juicio podrá hablar por la parte otro a quien
ella autorice, o dar su poder a pud acta, con las cláusulas necesarias, para que
siga y fenezca el negocio, cuyo poder será firmado por la parte u otro en su
nombre, por el juez y por el Secretario. Basta que conste en instrumento
público, de conformidad con el artículo 17 C.
El Notario, deberá cumplir además, con todos los requisitos que exige la Ley de
Notariado, para que la escritura sea válida, pues cualquier omisión de su parte,
lo hace incurrir en responsabilidad. También como ya dejamos consignado en
otra parte de nuestro estudio, no se contendrá el juez con que simplemente le
adjunte el poder, para tener por tal al mandatario, sino que debe estudiarlo y
analizarlo detenidamente y si alguna duda tuviere, proveer la resolución que
indica el Art. 1273: “legitimándose la persona se proveerá”, siempre para
salvaguardar sus deberes y la sana administración de justicia.
Cuando en el acto del juicio puede hablar por la parte otro a quien ella
autorice, debe entenderse que ha de ser abogado y en nuestra legislación, el
único caso que encontramos, prácticamente en desuso, es el contemplado en
el Art. 1009 que habla del informe verbal de las partes, que es lo que
conocemos como alegar en estrados, que vuelve a mencionar el Art. 1747, al
cual habría que relacionarle el Art. 90 número 2º y el Art. 1244, puesto que en
primera instancia tal situación, hasta donde nosotros sabemos, no se admite,
ya que la parte litiga por medio de abogado o de director, tiene derecho a
hablar con el Juez, o magistrado, suplicarle que agilice el proceso o
señalamiento de la práctica de alguna diligencia, etc., pero eso no es el caso
que menciona el Art. 109 y hasta hoy, en el único lugar en que se ha permitido
que el interesado lleve su abogado sin que este tenga que mostrarse parte, ha
sido en la Procuraduría General de la República y en la Fiscalía General de la
República, en donde, apenas, la función del abogado se convierte en la de un
simple interlocutorio, con funciones ilustrativas, que aún cuando se consignen
en acta, pueden influir o no en las decisiones que tomen esas dependencias,
siendo relevantes únicamente el hecho de permitir que el citado pueda hacerse
acompañar de abogado, lo que ya es cierta garantía.
Cuando se da el poder a pud acta, con las cláusulas necesarias para seguir y
fenecer el negocio, habrá que tomar en cuenta si quien lo otorga, como hemos
expuesto antes, lo hace por si o en nombre y representación de otro, pues en
este caso el magistrado o el juez deberá exigir todos los atestados que estime
necesarios para dejar bien establecida la personería del mandatario, lo que se
realiza levantando un acta, consignando la comparecencia del que confiere el
mandato y demás cláusulas y datos indispensables, que firma la parte u otro
en su nombre, si no supiere o no pudiere, el juez y el secretario, siendo todo lo
exigido en este artículo, una solemnidad necesaria.
CAPITULO II
DE LA PROCURACION JUDICIAL
Podemos decir entonces, “que el mandato puede ser civil, comercial o judicial,
según la naturaleza del negocio que se encomienda. Así será comercial cuando
el negocio cometido sea un acto de comercio; judicial, cuando consista en la
comparecencia en juicio a nombre de otro en asuntos administrativos y civil,
cuando el negocio cometido sea un acto civil” 1
Como una protección para las personas entre las cuales puede suscitarse un
juicio o controversia de intereses, nuestra Carta Magna preceptúa en el art. 11
que “ninguna persona puede ser privada al derecho a la vida, a la libertad, a la
propiedad y posesión ni de cualquier otro de sus derechos, sin ser previamente
oída y vencida en juicio con arreglo a las leyes; ni puede ser enjuiciada dos
veces por la misma causa”.
Congruente con la norma antes citadas, el Art. 2 establece que toda persona
tiene derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a la
seguridad, al trabajo y a ser protegida en la conservación y defensa de los
mismos; que se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar
y a la propia imagen, y que se establece la indemnización conforme a la ley,
por daños de carácter moral.
Los sujetos que dan vida a la relación procesal son el actor y el reo, el juez y su
secretario, que en el Art. 11 se mencionan como las personas que intervienen
esencialmente en el juicio, puesto que según el mismo artículo, los que
intervienen secundariamente son: el abogado, el asesor y el procurador.
Por más que la rama procesal civil sea una parte del Derecho Público, ya que
regula la actividad del Estado y de las partes, así como sus obligaciones y
derechos, el derecho que invoca o reclama la parte en juicio, es de naturaleza
privada y siendo así, como únicamente mira a su interés individual, puede
renunciarse, toda vez que no haya ninguna prohibición al respecto: Art. 12 C.,
teniendo por finalidad el proceso, la realización del derecho sustantivo
contenido en el Código Civil, a través del ejercicio de la función jurisdiccional,
finalidad procesal eminentemente pública, pese al interés privado de las
partes, tesis por la que humildemente nos inclinamos, apartándonos de las
viejas teorías que consideraban al Derecho Procesal como un capítulo
destacado del Derecho Civil.
De acuerdo con el Art. 124, acción es el medio legal de pedir en juicio lo que se
nos debe, la que encuentra contrapartida en la excepción, que es la
contradicción por medio de la cual el reo procura diferir o, extinguir en todo o
en parte, la acción intentada en su contra, y como el derecho que habrá que
invocarse al ejercitar la acción, es de carácter privado, la parte puede, por si
misma, iniciar el proceso hacer la reclamación de lo que crea que es suyo o
que se le debe, lo que antes, de conformidad al Art. 104, podía hacerlo
personalmente, sin que se le exigiera la firma de ningún abogado, director o
asesor, disposición que para fortuna del gremio de abogados, se cambió en el
año de mil novecientos sesenta y tres, estatuyéndose que en los juicios y
diligencias escritos, toda petición deberá llevar la firma del abogado director y
que en todo caso, el cesionario de derechos deberá comparecer por medio de
procurador, si el mismo no lo fuere, disposición legal que garantiza casi a
plenitud, que las peticiones o planteamientos se hagan con más técnicas, más
conforme a derecho; pero la intervención del procurador a que se refiere el Art.
98, esto, es cuando la parte confiere poder judicial, ya sea general o especial,
sigue siendo estrictamente potestativa o voluntaria para el actor y para el reo,
o sea que el juez no puede exigirla: Art. 2 y aquí cabe la cita que atrás hicimos
del art. 8 de nuestra Constitución Política, que expresa:
“Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni a privarse de lo que ella
no prohíbe”. Procurador que, caso de constituirse, habrá de acreditar su
mandato, conforme Escritura Pública, si es que no se le otorga apud acta.
“Todos los derechos concedidos en este Código a las partes los tienen sus
apoderados o procuradores, en todos aquellos casos para los que la ley no
requiere autorización o poder especial”.
De este punto nos ocuparemos con más detalle al desarrollo el Capítulo III de
nuestro trabajo, sin perjuicio de que también deben considerar o toman en
cuenta, a vía de ejemplo; que no es lo mismo la amplitud de un juicio ordinario,
que lo corto de los términos de un juicio sumario; lo relativo a los
emplazamientos, notificaciones y citaciones, para llevar cuenta de los términos
y saber cuando entra en juego la preclusión; lo estipulado respecto a las
nulidades procesales: Art. 1115 y siguientes y demás que se refieren a esta
cuestión importantísima en nuestro proceso civil y que muchos abogados ven
con indiferencia; como debe plantearse y ante que tribunal, una demanda y
como contestarse, y en este caso, como oponer y cuando, que excepciones,
etc., ello para el mejor cumplimiento del mandato que se les confiera, que
habrá de redundar, más temprano que tarde en el buen nombre y prestigio del
profesional, que constituye la mejor carta de recomendación para la demanda
o no de su servicio, dependiendo de la fama que tenga de honesto y capaz o
deshonesto e incompetente.
Por último convendría analizar si en nuestro proceso civil se establece la
procuración como obligatoria, tal como lo ha venido sosteniendo el ilustre
procesalista salvadoreño doctor Francisco Arrieta Gallegos, en las últimas
convenciones nacionales de abogados y en un trabajo inédito de el, del cual
tuvo la bondad de prestarnos algunas páginas, cuestión delicada por lo difícil
que resulta en la práctica regular la cuantía de los horarios del abogado,
porque no puede olvidarse que vivimos en un país con clases sociales que van
desde las más desamparadas hasta las más opulentas, lo que volvería forzosa
la reforma de nuestro Arancel Judicial, con mucha cautela, sobre todo si el
afectado es un menesteroso, ya que, no podríamos ubicar al abogado
independiente, como un competidor de la Procuraduría General de la
República, pretendiendo que en esos casos, el Estado tasara y liquidara sus
honorarios, por lo que, mientras no superemos el estado de atraso en que nos
encontramos sumergidos y obtengamos una positiva y real mejora para la vida
de nuestro pueblo, que nos permita contar, incluso, con seguro para atender
este tipo de contingencias, debemos contentarnos y conformarnos con que se
mantenga como obligatoria, la asistencia letrada o dirección para intervenir en
juicio.
Los derechos a la vida y a la libertad, en cambio, son tan sagrados, que aun
cuando la persona se muestre pasiva ante un ataque a tan elevados derechos,
el Estado procura salir en su auxilio, regulando la obligación de las personas
capacitadas y autorizadas para tal efecto, a fin de que ejerzan la defensoría de
oficio cuando se les llame; defensor, que habrá que luchar porque no se le
prive o restrinja la libertad, ni mucho menos s ele prive de la vida, ya que
todavía se conversa en nuestra Constitución Política la pena de muerte en los
casos previstos por las leyes militares, durante el estado de guerra
internacional: Art. 27, defensor que representa la esperanza de que la justicia
impere en nuestro proceso penal, aparte de la obligación que de hacerla
efectiva tienen los juzgadores, de allí la especial importancia que tienen los
artículos 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 20, 21, 24 y el citado 27 de nuestra
Carta Magna: ninguna persona puede ser privada al derecho a la vida, a la
libertad…, sin ser previamente oída y vencida en juicio, con arreglo a las leyes,
ni puede ser enjuiciada dos veces por la misma causa. Toda persona a quien se
impute un delito, se presumirá inocente mientras no se pruebe su culpabilidad
conforme a la ley y en juicio público, en el que se le aseguren todas las
garantías necesarias para su defensa… Ningún órgano gubernamental,
autoridad o funcionario, podrá dictar órdenes de detención o de prisión, sino es
de conformidad con la ley y estas órdenes deberán ser siempre escritas….
Corresponde únicamente al Organo Judicial la facultad de imponer penas….
Nadie puede ser juzgado conforme a leyes promulgadas con anterioridad al
hecho de que se trate y por los tribunales que previamente haya establecido la
ley. Un mismo juez no puede serlo en diversas instancias en una misma causa.
Ningún órgano gubernamental ni autoridad puede avocarse causas pendientes
ni abrir juicios fenecidos… Sólo podrá practicarse el registro o la pesquisa de la
persona para prevenir o averiguar delitos o faltas. La morada es inviolable…
Las leyes no pueden tener efecto retroactivo, salvo en materias de orden
público y en materia penal cuando la nueva ley sea favorable al delincuente. La
correspondencia de toda clase es inviolable… Sólo podrá imponerse la pena
(FALTA UNA PAGINA).
Encontramos al estudiar el art. 65, como atrás hemos dicho al hacer referencia
a esta disposición legal, que el cargo de defensor de oficio es de obligatoria
aceptación, salvo, la excusa que también apuntamos, de tipo razonable, a
juicio prudencial del juez, so pena de incurrir en la responsabilidad que señala
el inciso cuarto de este artículo: multa y separación del cargo, artículo que
además estatuye que la defensoría de oficio deberá desempeñarse
gratuitamente, lo que consideramos que no es una excepción al art. 1877 C.,
en que la regla es, que el mandatario sea remunerado, pues en lo penal y el
caso comentado, no media el convenio o acuerdo entre el imputado y su
defensor de oficio, por lo que, únicamente cuando la fortuna del reo lo permite,
la ley lo obliga al pago de honorarios, si hay acuerdo sobre este punto como
especifica la última parte de este artículo, según nuestra opinión, la defensoría
deja de ser de oficio, para convertirse en una defensoría común y corriente,
propia del campo del mandato judicial: cuestión de prueba será establecer el
acuerdo sobre el particular, para evitar recurrir a nuestro vetusto Arancel
Judicial, que todos los abogados con largos años de ejercicio profesional,
siempre critican y exponen que hace tiempo debió haberse sustituido por uno
más acorde con la época actual.
Así pues, por lo que dejamos reseñado y recalcamos para que se tenga bien
presente, en nuestro proceso penal, para denunciar o dar aviso de un delito,
que sea perseguible de oficio, no hace falta de mandatario judicial y de firma
de abogado. Para acusar, en cambio, es indispensable la intervención del
abogado, excepto, repetimos, en los delitos que ya mencionamos y que
consigna el art. 50 Pr., en que hasta la firma de este en el escrito, porque el
acusador tiene obligación de comprobar el delito, de mostrarse parte en el
proceso y aunque desista, este se continúa de oficio.
Así pues, por lo que dejamos reseñado y recalcamos para que se tenga bien
presente, en nuestro proceso penal, para denunciar o dar aviso de un delito,
que sea perseguible de oficio, no hace falta de mandatario judicial y de firma
de abogado. Para acusar, en cambio, es indispensable la intervención del
abogado, excepto, repetimos, en los delitos que ya mencionamos y que
consigna el Art. 50 Pr. Pn., en que basta la firma de este en el escrito, porque el
acusador tiene obligación de comprobar el delito, de mostrarse parte en el
proceso y aunque desista, este se continúa de oficio.
Nuestro actual Código de Trabajo, que data del 31 de julio de 1972, en su Art.
1º, dispone que dicho Código tiene por objeto principal armonizar las relaciones
entre el Capital y el Trabajo y se funda en principios que tienen al
mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, especialmente en
los establecidos en el Capítulo II del Título XI de la Constitución Política,
estipulando en el Art. 2 que las disposiciones de ese Código regulan: a) las
relaciones, y b) las relaciones de trabajo entre el Estado, los Municipales, las
Instituciones Autónomas y Semiautónomas y sus trabajadores, explicándose en
que casos no se aplica dicho Código, para asegurar la correcta aplicación del
mismo, aclarando que el vocablo genérico “trabajador” comprende los de
“empleado” y “obrero”.
De acuerdo con el Código en comento, hay que entender que siempre que
exista disputa entre el trabajador y el patrono, no resuelta de manera
amistosa, que de lugar al planteamiento de una demanda judicial, nos
encontramos en presencia de este tipo de jurisdicción, en la que se presentan
dos fases o etapas: la conciliatoria y la contenciosa propiamente dicha y ambas
dependen en cuanto a su conocimiento, reiteramos, a los tribunales laborales y
el Código de Trabajo es prolijo en la regulación del derecho individual de
trabajo y del derecho colectivo y consecuentemente de los procedimientos
para la sustanciación y definición de uno y otro, que no detallamos, pues más
que todo nos interesa lo que dice o tiene relación concreta con el tema de
nuestro estudio, es decir con la procuración judicial en la materia laboral, de la
que hablaremos más adelante.
El Art. 377 prescribe que las partes o sus representantes podrán designar uno o
más apoderados por escritura pública o en acta que se levantará ante el Juez
de la causa, firmada por el, su secretario, el poderdante y otra persona a su
ruego, si no supiere o no pudiere firmar y el o los mandatarios nombrar, todo
pena de nulidad. También podrán nombrarse a sus mandatarios por escrito
presentado personalmente al juez o secretario del tribunal o por escrito
autenticado. En estos casos el nominado deberá aceptar el cargo ante el
funcionario respectivo y podrá sustituir el poder siempre que no se lo hubiere
prohibido el mandante, disposiciones que dejan en claro que en lo laboral, el
nombramiento de abogado o procurador y entendemos por esto a los que
pueden intervenir en esta clase de procesos, que la ley ha enumerado en el
Art. 375, transcrito atrás, es eminentemente potestativo para el demandante o
demandado, que se encuentra en presencia de una disputa judicial, puesto que
aún en el caso de los menores de dieciocho años y mayores de doce, pueden
comparecer por medio de su representante legal, que no necesita
obligatoriamente de procurador o abogado, y puede, si lo desea solicitar el
auxilio de abogado, estudiante autorizado o del Procurador General de la
República, con la sanción de nulidad que establece el Art. 376, que ya
mencionamos al comentar quienes no pueden procurar en materia laboral,
estimando que ahora que se está revisando toda nuestra legislación para
ponerla acorde con lo ordenado por nuestra Constitución Política y dado que no
hay ninguna prohibición sobre el particular, bien valdría la pena pensar en
establecer en el proceso civil, al igual que en lo laboral, como obligatoria, la
conciliación, pues de lograrse esta, al avenirse las partes, el conflicto
encuentra rápida solución, que redunda en evidente beneficio de la pronta y
eficaz administración de justicia.
En la Ley Orgánica del Ministerio Público, aún con vida para la Procuraduría
General de la República y en la nueva Ley que norma las atribuciones de la
Fiscalía General de la República, no se permite la gestión de abogado o
procurador: el único derecho que tiene la persona citada por el Ministerio
Público, es de hacerse acompañar de su apoderado o abogado, sin especificar
que función juega o desempeña este; se expresa que la de simple asesor o
consultor; pero ante un interrogatorio: Podrán el citado pedir que le dejen
platicar por aparte con su abogado o apoderado, para responder o el abogado
podrá intervenir objetando la pregunta? La Ley no dice nada y nos parece
penosa la intervención del profesional en semejantes circunstancias. A lo más,
el cliente no se siente solo y abandonado; pero eso no basta. Debería
clarificarse el punto y pensarse en una disposición parecida a la que contiene
el inciso segundo del Art. 12 de la Constitución, a pesar de que el caso no es
igual; pero ante una actuación de la Fiscalía General de la República, o como
consecuencia de ella, podría ordenarse la detención de una persona y pasar las
diligencias al tribunal judicial competente.
“Es evidente que toda persona tiene ciertos derechos, como el de transitar, de
casarse, de trabajar, pero no todos conocen con precisión cuales son estos
derechos, su verdadero alcance y limitaciones, como debe hacerse en ciertos
casos para ejercerlos, cual es la manera más eficaz defenderlos cuando son
violados, etc. y esta es precisamente la tarea de los abogados. Los mismos
cabría decir de los deberes de las personas en sociedad, tales por ejemplo, el
deber de educar y mantener a los hijos menores de edad, el deber de prestar
alimentos a ciertos parientes cuando lo necesitan, etc. Es el caso, que del
respeto de los derechos de las personas y del puntual cumplimiento de los
deberes, depende en gran parte la paz social y la justicia, todo lo cual permite
comprender la necesidad de los abogados y la gran importancia de su
misión”.1
___________
1/ Introducción al Derecho. Abelardo Torré. Séptima Edición, Página 12.
2. CONCEPTO DE ABOGADO.
3. CONCEPTO DE JURISTA.
Expresa el gran maestro, que la elección de una carrera rara vez define por una
vocación. El aspirante de abogado, según el, debe tener gran amor al estudio,
sentido de la justicia, inteligencia, facultad de abstracción, de generalización;
pero lo más necesario, agrega, es inteligencia y carácter y sobre todo una
verdadera y auténtica vocación, sin la cual prácticamente se va al fracaso, es
decir que el abogado empieza a formarse, el día que elige su carrera
conscientemente, cuando estudia para conocer, no solo para responder en sus
exámenes; cuando corona sus estudios con una tesis aceptable y digna, y así,
en forma sucesiva cuando ya coronada su carrera, en sus primeros pleitos,
examina el caso en todos sus aspectos, no olvidando que un traspiés inicial lo
desmoraliza más a el que a su propio cliente. Con todo, apunta, aún los errores
inevitables le harán ganar en experiencia y moderación.
Creemos conveniente destacar, tal como lo hace ver el maestro Bielsa, que el
abogado desempeña un sinnúmero de importantes funciones, como por
ejemplo la de conjuez, es decir del abogado juez eventual es suplencia del
magistrado titular, función que no debe verse como una carga, sino más bien
como una distinción y que es deber de todo abogado, como el señala,
mantener el secreto profesional, tanto en el aspecto público o de intervención
en los procesos propiamente dichos, como en lo privado en su bufete o estudio,
estimándose que el secreto es para el abogado, más deber que derecho, deber
cuya transgresión, es reprimida por el Código Penal y a la vez, garantizada o
protegida por este: Art. 236 Pn.
¿Cuál es el fundamento del secreto?
Sería interminable escribir sobre todos los aspectos de nuestra noble profesión
y apenas si hemos destacado los que creemos más relevantes, siguiendo de la
mano al expresado tratadista.
El maestro Bielsa nos señala que los derechos del abogado no son atributos
exclusivos ni prerrogativas, pues están equilibrados por deberes. Aún más,
para el y para nosotros los deberes están en primer término, no son solo sus
deberes de índole profesional, y de carácter ético, ya de carácter científico
relativamente, sino y sobre todo, aquellos deberes de carácter público. Aún no
reglamentada completamente como debiera estar la profesión de abogado, ella
es, a juicio del maestro, en algún modo, de interés público, puesto que actúa
en la administración de justicia y coopera al mantenimiento del orden jurídico.
Precisamente esa función le crea incompatibilidades morales y profesionales;
pero aún, expresa, las mismas reglas profesionales no han sido establecidas en
interés privado de los abogados, pues todo lo que constituye un deber de este,
su conducta y decoro profesional, las relaciones con el cliente, esto es las de
orden moral y precontractual, verbigracia la aceptación de causas o pleitos, el
ejercicio leal y elevado de la abogacía, su conducta en los tribunales, su
continuidad en el pleito, su criterio en cuanto a honorarios convencionales,
todo eso, afirma, deber formar un Código, que se puede llamar de la abogacía
o de la ética profesional.
El Código que hemos citado, en su Art. 89 estatuye, que son deberes de los
abogados: 1) patrocinar únicamente las causas que a su juicio fueren justas o
por lo menos controvertibles, es decir que pueden defenderse sin menoscabo
del derecho; 2) no desatenderse de las causas de que se hubiesen hecho
cargo, sino ser por algún motivo justo superviniente; 3) imponerse de las
actuaciones de que se hagan cargo, oír detenidamente a sus clientes y
guardarles secretos y fidelidad y 4) defender gratis a los pobres de solemnidad,
a que se refiere el Art. 953 del mismo Código, que conforme nuestra galopante
inflación, prácticamente sería seres rayando en la desgracia, pues con
cuatrocientos colones anuales, ningún hombre puede vivir, ni modestamente,
ni siquiera los reclusos, a los que nuestros Ministros de Hacienda y de Justicia,
les asignan en el presupuesto, un colón y centavos para alimentación, pero con
casas gratis y parece que uniformes.
Tales deberes del abogado y procurador --- repetimos que entre nosotros
prácticamente son uno solo, con la diferencia que señala el Arancel Judicial o a
que da lugar, pensamos que no necesitan de ninguna explicación, pues
ninguno de ellos ofrece la mayor dificultad de interpretación o de doble
sentido, por lo que nos abstenemos de comentarlos.
Nos agrega este insigne maestro, que ya dentro del litigio, no se va al proceso
por el valor mezquino, quizá, del objeto, sino con una razón ideal, la de defensa
de la persona y de sus sentimientos del derecho, pues según el, no es el
interés material atacado el que pone al individuo que recibe tal lesión en
cambio de reclamar una satisfacción, sino el dolor moral que le causa la
injusticia de que ha sido víctima, de donde, concluye, el proceso más que una
cuestión de interés, es una cuestión de carácter. El que se ve acatado en su
derecho, debe resistir, porque el hombre sin derecho se rebaja al nivel de los
animales no nacionales, considerando el que desistir completamente de la
defensa, equivale a un suicidio moral y que toda injusticia, más que una acción
arbitraria, es un ataque contra la idea del derecho, por lo que siempre debe
combatirse. La fuerza del derecho descansa, nos dice con bellas palabras,
como la del amor, en el sentimiento; sentir el dolor y permanecer indiferente,
soportándolo con paciencia sin defenderse, constituye una negación del
sentimiento del derecho, por lo que la defensa de este es un acto de
conservación personal y por consiguiente, un deber del que llega a ser
lesionado, para consigo mismo, termina.
Dentro de nuestra ley, nos encontramos con el Art. 114 del Código de
Procedimientos Civiles, que nos indica que todo procurador debe estar
instruido y expensado, sin que en ningún caso, ni por pretexto alguno, le sirva
de excusa que no tienen instrucciones ni expensas, pues que sin esto no debe
hacerse cargo del poder y a más de la obligación del poderdante, la tiene
personal el apoderado en cuanto a lo prevenido en este artículo. Si el
poderdante, entablado ya el pleito, no le suministrare de nuevo las expensas
que aún sean necesarias, ocurrirá al juez o Cámara que conoce del negocio
para que le obligue a aprontarlas, fijando la cantidad que estime justa, según la
clase del asunto y el juez o Cámara lo hará así en electo y de su resolución no
habrá recurso, artículo íntimamente relacionado con el 1918 del Código Civil.
El art. 115 del Código que estudiamos, nos estatuye, que son obligaciones de
los procuradores:
1º) Presentar el poder que los constituya, el que puede ser, según hemos visto
en otra parte de nuestro trabajo, general o especial, pues de no hacerlo, el
Tribunal puede decretar que legitimándose la persona en proveerá: Art. 1273,
sin perjuicio que todo el que se presente en juicio como actor por un derecho
que no sea propio,…. Acompañará con su primer escrito o gestión los
documentos que acrediten su personalidad,--- debe ser personería --- sin lo
cual no se admitirá su representación, como queda dicho.
2º) Poner su firma entera en todas las peticiones que hagan, disposición esta
que antes figuraba en la derogada fracción cuarta del Art. 89, en donde se
exigía además, que se consignada: “N. abogado”, pues los Magistrados y
Jueces, al resolver o actuar, pueden poner firma entera, media firma y rúbrica,
en caso de los primeros.
5º) Poner todo el cuidado y diligencia que podrían las partes en el negocio, bajo
la pena de indemnizar los perjuicios. Esta obligación deriva del principio
general contenido en Art. 1416 C., de que todo contrato legalmente celebrado,
es obligatorio para los contratantes y solo cesan sus efectos entre las partes,
por el consentimiento mutuo de estas o por causas legales y una consecuencia
de lo prescrito en el Art. 1889 C., de que el mandatario responde hasta de la
culpa leve en el cumplimiento de su encargo y que esta responsabilidad recae
más estrictamente sobre el mandatario remunerado, como lo es en la mayoría
de los casos el procurador.
10º) Cumplir las demás obligaciones de los mandatarios, según el Código Civil,
que son las comprendidas en el Art. 1891 al Art. 1917 de este Código.
2º) Usar expresiones injuriosas o indecorosas, puesto que si lo hacen, tal como
lo ordena el Art. 1244, los jueces y tribunales mandarán borrar o tachar las que
se hayan escrito y podrán si el caso lo exigiere, devolver aún de oficio los
escritos, proveyendo: que la parte use de su derecho con la moderación
debida.
3º) Abogar por las dos partes contendientes en el mismo negocio. El que ha
sido abobado de una de las partes en una instancia, no puede serlo de la
contraria en las otras. Este principio encuentra en el Código Penal, en el Art.
478, en caso de llegar a violarse, su debida sanción, pues en el se establece
que el abogado, procurador defensor o mandatario judicial que defendiere o
representare partes contrarias en el mismo asunto, simultánea o
sucesivamente, será sancionado con diez a noventa días multa, sin perjuicio de
la agravante que esta misma disposición legal señala.
CAPITULO IV
1. CONVENCIONES AMERICANAS
1.1 CONVENCIONES INTERNACIONALES SOBRE REGIMEN LEGAL DE PODERES
El Protocolo sobre Uniformidad del Régimen legal de los Poderes fue suscrito en
Washington, D.C., Estados Unidos de América, el diecisiete del febrero de mil
novecientos cuarenta y se ratificó por El Salvador, según Decreto número
treinta de la Asamblea Nacional Legislativa el día veintitrés de ese año
promulgado por el Poder Ejecutivo, el veinticinco de Junio del mismo año,
Protocolo ratificado además por Brasil, Colombia, Estados Unidos de América,
México y Venezuela.
En el artículo I del mencionado cuerpo legal se estatuye que “en los poderes
que se otorgan en los países que forman la Unión Panamericana, destinados a
obrar en el extranjero, se observarán las reglas siguientes”:
ARTICULO IV
“En los poderes especiales para ejercer actos de dominio que se otorguen en
cualquiera de los países de la Unión Panamericana, para obrar en otro de ellos,
será preciso que se determine concretamente el mandato, a fin de que el
apoderado tenga todas las facultades necesarias para el hábil cumplimiento
del mismo, (**tanto en lo relativo a los bienes como a toda clase, a fin de
defenderlos**). En los poderes generales para administrar bienes, bastará
expresar que se confieren con ese carácter, para que el apoderado tenga toda
clase de facultades administrativas, inclusive las necesarias para pleitos y
procedimientos administrativos judiciales a la administración”. Respecto de la
primera parte de este artículo, que dejamos transcrita, debemos tener
presente, concretamente lo dispuesto en los Arts. 1890 y 1892 C., más lo que
estipulan los Arts. 1902, 1903 y 1904 también del C., o sea que los actos de
dominio contemplados en la disposición en comento, en principio, si no se
cumple con lo que manda nuestro Art. 1902 C., han de entenderse restringidos
a los bienes muebles y en general a los actos de administración que regula el
Art. 1892 C., en relación con el Art. 111, 112 y 113 Pr.
“En cada uno de los países que componen la Unión Panamericana serán válidos
legalmente los poderes otorgados en cualquier otro de ellos que se ajusten a
las reglas formuladas en este Protocolo, siempre que estuviesen además
legalizados de conformidad con las reglas especiales sobre legislación”. Debe
entenderse que el poder ha de estar autorizado por funcionario competente del
país en donde ha de surtir efecto, recordando lo que ya dijimos, que el
Protocolo que estamos comentando, únicamente tiene validez en El Salvador,
Brasil, Colombia, Estados Unidos de América, México y Venezuela, no así desde
luego, en los demás países de la citada Unión, pues no tenemos conocimiento
de posteriores ratificaciones.
ARTICULO VI
“Cualquier persona que de acuerdo con la Ley pueda intervenir o hacerse parte
en un procedimiento judicial o administrativo para la defensa de sus intereses,
podrá ser representada por un gestor, a condición de que dicho gestor
presente por escrito el poder legal necesario o de que, mientras no se acredite
debidamente la personería, el gestor preste fianza o caución a discreción del
tribunal o de la autoridad administrativa que conozca del negocio, para
responder de las costas o de los perjuicios que pueda causar la gestión”. Entre
nosotros, el mandato conferido para intervenir o mostrarse parte en
procedimientos judiciales o administrativos, debe conferirse respetando el Art.
98 Pr., esto es que el mandatario debe ser procurador o abogado de la
República, pues de otra manera sus gestiones son rechazadas, procurador o
abogado que encuentra limitación a su actuación oficiosa, en el Art. 116,
también del Pr., que expresa que por regla general nadie puede tomarse por si
el oficio de procurador para demanda o contestación, excepto el padre por el
hijo emancipado y viceversa, el suegro por el yerno y viceversa y el hermano
por el hermano, siempre que no requiera poder especial; pero bajo la protestad
e que el principal dará por bien hecho lo que se gestionare en su nombre y
dando fianza que entre nosotros se califica “de arraigo”, de estar a la resultas
del juicio, aunque la parte contraria no lo pida. De tal manera que cualquier
persona que no sea abogado de El Salvador, aunque tenga poder emanado del
extranjero, no puede litigar en la república, con la aclaración de que tampoco
puede hacerlo el abogado no nacional, a menos que se haya incorporado y
obtenga autorización en comento, a este artículo se le hizo la reserva “de que
en El Salvador no podrá ser admitida la gestión oficiosa del gestor, como actor
o reo, en los asuntos judiciales o administrativos, para los cuales las leyes
salvadoreñas requieren que la representación se acredite con poder especial”,
reserva que no modifica lo que hemos dicho, de que tal mandato debe recaer
en persona facultada o autorizada para el ejercicio de la procuración o
abogacía en general.
ARTICULO XI
“Artículo 5- Los efectos y el ejercicio del poder se sujetan a la ley del Estado
donde este se ejerza”. Esta es una disposición lógica, supuesto que
únicamente la ley salvadoreña, para el caso, rige en El Salvador, pues podría
darse validez a documentos que contengan órdenes o mandatos que se
pretenda realizarlos de conformidad con leyes extranjeras. Así, la compraventa,
ha de sujetarse a lo que dispone nuestro Código Civil, etc.
“Artículo 6- En todos los poderes el funcionario que los legaliza deberá certificar
o dar fe, si tuviere facultades para ello, sobre lo siguiente: a) La identidad del
otorgante, así como la declaración del mismo acerca de su nacionalidad, edad,
domicilio y estado civil; b) El derecho que el otorgante tuviese para conferir
poder en representación de otra persona física o natural; c) La existencia legal
de la persona moral o jurídica en cuyo nombre se otorgare el poder, y d) La
representación de la persona moral o jurídica así como el derecho que tuviere
el otorgante para conferir el poder”. En principio, el funcionario que cartula,
por lo menos de conformidad con nuestra ley de Notariado, tiene facultades
para dar fe de los actos, contratos y declaraciones que ante sus oficios se
otorguen y el literal a), de este artículo, confirma el artículo I, numeral 1 del
Protocolo expresado, con la salvedad de que se debe hacer constar la
nacionalidad y estado civil del compareciente, ya que los otros requisitos,
estaban contenidos en dicho Protocolo, o sea pues, que ahora, según las
convenciones o tratados que comentamos, ha de darse fe de la identidad del
otorgante, de que se conoce al compareciente, si es que ello así fuere, de que
tiene capacidad legal para el otorgamiento, así como de la declaración del
mismo acerca de su nacionalidad, edad, domicilio y estado civil. El literal b) del
artículo en comento, ratifica el artículo I, numeral 2 del Protocolo sobre
uniformidad del Régimen Legal de los Poderes y los literales c) y d) ratifican el
numeral 3 del mismo artículo, del aludido Protocolo y en cuanto a su
comentario nos remitimos a lo que expresamos sobre dicho Protocolo.
“Artículo 8- Los poderes deberán ser legalizados cuando así lo exigiere la ley
del lugar de su ejercicio”. Esta disposición ratifica el artículo V del susodicho
Protocolo y ha de entenderse por legalización a nuestro juicio, estar
autenticados por funcionarios competente.
“El legislador ha creído necesario señalar las causas de terminación que son
propias de este contrato, sin perjuicio de que pueda extinguirse también,
según las reglas generales, en cuanto le sean aplicables atendidas su
naturaleza. En consecuencia, el mandato puede terminar por una convención
en que las partes interesadas consientan en ponerle fin: Art. 1438, inciso 1º C.
La resciliación que pierde gran parte de su importancia tratándose del
mandato, pues basta la voluntad de cualquiera de las partes para ponerle
término, tiene cabida en el y puede ser útil para los contratantes, ya que tanto
la renuncia como la revocación puede generar o dejar subsistentes
responsabilidades que la resciliación evitaría. La ejecución completa del
negocio encomendado pone término al mandato. No es otra cosa que el pago
efectivo de la obligación del mandatario. También puede terminar por
novación, por cambio de mandatario, sea por cambio de mandante, si el
mandatario acepta asumir la obligación por cuenta de este. También existe en
caso de sustitución, siempre que el mandante autorice al mandatario para
delegar el encargo y el mandatario delega. También termina el mandato por la
transacción acordada entre mandante y mandatario, la cual puede referirse a
todas o algunas de las obligaciones derivadas del contrato. Además, por la
confusión en una misma persona de las calidades de mandante y mandatario,
como cuando el socio mandatario se hace cargo del activo y pasivo de la
sociedad. Como los demás contratos, cesa por el caso fortuito o la fuerza
mayor que hace imposible su ejecución o cumplimiento: destrucción de la
fábrica o tienda cuya administración se había confiado al mandatario, etc.
Termina igualmente, por la declaración de nulidad. Por aplicación de las reglas
generales, el mandante no podrá pedir la nulidad si confirió el mandato
sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba. En el mismo supuesto,
tampoco podrá pedir la de los actos ejecutados por el mandatario en
cumplimiento del mandato nulo. Esta última conclusión en el entendido que los
actos ejecutados por el mandatario, en tales condiciones, serían válidos,
aunque inoponibles al mandante.” 1
_________________
1/ El Mandato Civil: David Stitchkin Branover. Editorial Jurídica de Chile. Tercera
Edición, Págs. 389 y 390.
1.1 LA SUSTITUCION
El Art. 110 Pr. especifica que la sustitución de todo poder se extenderá al pie o
a continuación de el, excepto cuando estuviere agregado a los autos, en cuyo
caso podrá hacerse la sustitución en otro lugar, citando el folio en que aquel se
encuentra. En ambos casos ha de usarse la fórmula del acta notarial. Un
modelo que se adapta a nuestro gusto, es el siguiente: “NUMERO DOSCIENTOS
CATORCE. En la ciudad de San Salvador, a las nueve horas del día veintisiete
de enero de mil novecientos ochenta y nueve. Ante mí, Bonifacio Argueta,
Notario, de este domicilio, comparece doña Yolanda Castro de González, de
cincuenta años de edad, de las atenciones del hogar, del domicilio de Jiquilisco,
a quien conozco, con cédula de identidad persona número cinco-dos-cero cero
siete mil setecientos cuarenta y cuatro y DICE: Que confiere PODER GENERAL
JUDICIAL, al doctor o licenciado Pedro Campos, mayor de edad, abogado, de
este domicilio, para que en su nombre inicie, siga y concluya, toda clase de
juicios o simples diligencias, de naturaleza civil, penal, laboral, administrativa o
de cualquier otra naturaleza, como actor o como reo, por todos los trámites e
instancias de derecho y ante toda clase de tribunales, autoridades u oficinas,
facultándole especialmente, para que acuse o denuncie criminalmente a
cualquier persona que delinca contra la integridad física o moral y bienes de la
otorgante, la represente en conciliaciones civiles, laborales o de tránsito;
interponga el recurso de casación en los casos que fuere procedente y
promueva o tome parte en los procesos constitucionales en que la otorgante
tenga interés. Que para todo lo anterior, le confiere las facultades generales
del mandato, la de transigir y las demás especiales que enumera el artículo
ciento trece del Código de Procedimientos Civiles, todas las cuales expliqué a la
otorgante, cerciorándome de que las conoce, comprende y concede a su
mandatario, al que faculta además, para sustituir este poder en todo o en
parte, teniendo el sustituto o sustitutos, las mimas facultades, inclusive la de
sustitución, revocar sustituciones- y hacer otras. Expliqué a la compareciente
los efectos legales de esta escritura y leído que se la hube, íntegramente, en
un solo acto, la ratifica y firmamos, de todo lo cual DOY FE.- YOLANDA DE
GONZALEZ.- BONIFACIO ARGUETA.- RUBRICADAS.- PASO ANTE MI, del folio
doscientos noventa y ocho frente y vuelto del LIBRO SETENTA de mi
PROTOCOLO que caduca el día dieciocho de agosto del corriente año y para ser
entregado este testimonio al doctor o licenciado PEDRO CAMPOS, lo extiendo,
firmo y sello en San Salvador, a veintisiete de enero de mil novecientos
ochenta y nueve”. Siguen la firma y sello del Notario.- A continuación: “En la
ciudad de San Salvador, a las diez horas del día veintiocho de enero de mil
novecientos ochenta y nueve. Ante mi y por mi, PEDRO CAMPOS, Notario, de
este domicilio, OTORGO: Que el anterior PODER GENERAL JUDICIAL conferido a
mi favor, en esta ciudad, a las nueve horas del día de ayer, ante el Notario
Bonifacio Argueta, por doña YOLANDA CASTRO DE GONZALEZ, de cincuenta
años de edad, de las atenciones del hogar, del domicilio de Jiquilisco, con
expresas instrucciones de mi poderdante, lo sustituyo en todas sus partes a
favor del mencionado doctor o licenciado Bonifacio Argueta, o del mandatario
que se indique--- quien es mayor de edad, abogado, de este domicilio, para
que lo ejerza conforme a derecho y sin limitación alguna. Leo esta acta notarial
que consta de dos hojas, en un solo acto e íntegramente, la ratifico, firmo y
sello, de todo lo cual DOY FE. La firma y sello del Notario. Se omite la
explicación de los efectos legales del acta notarial, por ser notario quien la
suscribe. La sustitución puede ser total o reservarse quien sustituye, la facultad
de obrar o actuar conjunta o separadamente con el sustituto, según convenga
o se le haya instruido sobre el particular. En la práctica, como los notarios no
pueden autorizar poderes a su favor, lo autorizan a nombre de un colega amigo
y luego redactan el acta de sustitución total a favor de ellos, para hacer uso del
poder, que es el que concede la representación y no contiene, como es lo
usual, los términos específicos del mandato, que generalmente se hacen
constar en instrumentos que se firma por separado, por más que en la mayoría
de los casos, según nos exponen abogados de experiencia, la mayoría de los
profesionales trabaja basado exclusivamente en la confianza que tiene en sus
clientes y recíprocamente. He aquí la diferencia con el mandato civil general
administrativo con o sin cláusula especial o especial propiamente dicho, en que
el instrumento que lo contiene detalla todos los términos del mandato, excepto
casi siempre el relativo a la remuneración del mandatario, lo que ocasiona
muchos problemas en la práctica, pues se sostiene por muchos que rige el
principio del Art. 1580 C., aunque que otros piensan que como lo que se va a
demostrar es el hecho del mandato, no cabe la limitación que contiene ese
artículo. Esta última postura nos parece más aceptable.
1.2 LA REVOCACION
también termina el mandato judicial por la revocación del poder, lo cual queda
sujeta al arbitrio o capricho del mandante—por eso tiene su contrapartida en la
renuncia del mandatario, y puede tener lugar, es evidente, en cualquier
momento o época, sin que el mandatario quede ligado con ninguna
responsabilidad con el mandante, excepto las que señala el Art. 118 Pr., sin
perjuicio de lo estipulado en los Arts. 1925 y 1926 C., este último para exigirle
el mandante al mandatario, la devolución de documentos que le hubiere
confiado, que, si están agregados a los autos, así seguirán a la orden del nuevo
mandatario que se apersone, si es que no lo hace personalmente el mandante:
Art. 120 Pr.: que no debe olvidarse. Es, como expresamos, una consecuencia de
lo que dispone el Art. 1925 C.
6) Por la quiebra o insolvencia del uno o del otro. Esto es natural porque se
pierde la confianza mutua que debe existir entre el mandante y el mandatario.
7) Por la interdicción del uno o del otro. Como en ambos casos se pierde la libre
administración de bienes y se cae en el campo de la curaduría, es lógico que
termine el mandato.
Por ello, somos del sentir con la doctrina que afirma, que la representación y el
mandato son instituciones autónomas y diferentes, aunque ello no implica que
no puedan coexistir, como ocurre generalmente en la vida diaria, en que lo
corriente es otorgar un mandato o encargo, y a la vez, investir al mandatario
del Poder de representación.
Las figuras en comento, presentan notas características y distintivas, y la idea
de que el mandato engendra representación ha sido superada en el Derecho
Moderno. La representación puede tener su fuente en la voluntad del
representado, mediante el acto jurídico que se conoce como APODERAMIENTO,
acto unilateral, mediante el cual el Poderdante expresa su voluntad de conferir
facultades de representación, con los formalismos que la ley prescribe, en todo
lo que no esté previsto en la misma, regido por las correspondientes normas
del Código de Procedimientos Civiles, como cuando se confiere para la
comparecencia judicial.
Por otro lado la ley no dice cuando puede tener lugar la renuncia y en su
silencio, ha de concluirse que en cualquier época, con la limitación que le
impone al mandatario el art. 1927 C. a menos que se le haya impuesto un
plazo, con apego a la libertad contractual.
Por último y como definitivo elemento esclarecedor cabe añadir que, la facultad
de sustituir ha de expresarse en el poder o por lo menos, no prohibirla, el
Poderdante, quedando el mandatario que sustituye con autorización de su
mandante, exento de toda obligación o responsabilidad para con este, la que
pasa a cargo del sustituto.
Es tal que el mandato judicial termina también por la revocación del poder, la
cual está sujeta a la voluntad del mandante – por eso tiene su contrapartida en
la renuncia del mandatario-, y puede tener lugar, es evidente, en cualquier
momento o época, sin que el mandatario quede ligado con ninguna
responsabilidad con el mandante.
De las básicas premisas adoptadas podemos concluir que si la parte
comparece por si en juicio por eso se entiende que revoca el poder conferido,
sino es que así lo manifiesta expresamente, tal como lo estatuye el art. 120,
por razones obvias puesto que el apersonarse indica más celo en la atención
de su propio asunto y puede seguir confiando en su mandatario.
1- Código Civil: arts. 804, 819, 822, 839, 1013, 1105, 1184, 1875 a 1913.
2- Código de Comercio: arts. 1 a 5, 17, 18, 126 a 128, 362, 456, 458, #”2, 469,
1083 a 1097.
3- Código de Procedimientos Civiles: arts. 4, 5, 11 a 17, 20, 21, 41, 80, a 97, 98
a 123, 131, 141, 190, 208, 211 a 218, 220 a 234, 224, 437 a 439, 455, 464, y
siguientes, 115 con sus obligaciones relaciones: arts. 1152, 1182, 1009, 1239 y
siguientes, 1242 a 1245, 1250 a 1252, 1272 a 1273, a 1276, 1284, 1289, 1293,
1296, 1299.
4- Ley relativa a la Procuraduría (Procuraduría en particular): pendiente de
investigación, pues hasta ahora no hemos podido encontrar quien nos de
información de ella.
5- Disposiciones legales especiales sobre juicios mercantiles, del sistema
financiero propiamente dicho y otras:
a) Constitución Política: arts. 2, 8, 11, 12, 14, 15, 18, 23, 101, 102, # 12, 100,
109, 193, 194, 246.
b) Ley del Registro de Comercio: arts. 14, 64 literal a) y 134.
c) Reglamento de la Ley del Registro de Comercio: arts. 4,7, 8, 22 a 25.
d) Ley de Procedimientos Mercantiles: art. 5
e) Ley de Casación: arts. 10 y 23
f) Ley de Notariado: arts. 32, 33, 34, 35, 43, 44
g) Ley Orgánica Judicial: arts. 51, 4, 69 # 1, 85 #1, 140 y siguientes.
h) Ley del Banco de Fomento Agropecuario: arts. 9, 10, 21, 52, 54, 56, 58, 62,
65.
i) Ley del Fondo Social de la Vivienda: arts. 8, 27, 30, 63.