Ideario Politico Mario Briceño Iragorry

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Ideario

poltico
Mario Briceo Iragorry

BIBLIOTECA AYACUCHO es una de las experien-

cias editoriales ms importantes de la cultura latinoamericana. Creada en 1974 como homenaje a la


batalla que en 1824 signific la emancipacin poltica de nuestra Amrica, ha estado desde su nacimiento promoviendo la necesidad de establecer una
relacin dinmica y constante entre lo contemporneo y el pasado americano, a fin de revalorarlo crticamente con la perspectiva de nuestros das.
Esta es la coleccin popular o de bolsillo de Biblioteca Ayacucho. Se dedica a editar versiones abreviadas o antolgicas de los autores publicados en la
Coleccin Clsica. Sigue el rastro del dinmico gnero de la crnica que narra las maravillas del mundo
americano, da cabida a la reflexin crtica y esttica, y complementa y redondea los asuntos abordados
por las otras colecciones de Biblioteca Ayacucho.
Los volmenes llevan presentaciones ensaysticas
con caractersticas que los hacen accesibles al pblico mayoritario.

Ideario
poltico
Coleccin Claves de Amrica

Ideario
poltico
Mario Briceo Iragorry
35
Presentacin

Tarcila Briceo

Fundacin Mario Briceo Iragorry


Fundacin Biblioteca Ayacucho, 2008
Coleccin Claves de Amrica, N 35
Hecho Depsito de Ley
Depsito legal lf 50120083704030
ISBN 978-980-276-467-9
Apartado Postal 14413
Caracas 1010 - Venezuela
www.bibliotecayacucho.gob.ve
Edicin: Gabriela Antequera
Correccin: Thamara Gutirrez, Nora Lpez y Federico Olioso
Diseo de coleccin: Pedro Mancilla
Diagramacin: Yessica L. Soto G.
Impreso en Venezuela / Printed in Venezuela

PRESENTACIN

LA VIDA de Mario Briceo Iragorry transcurre desde finales del


siglo XIX hasta mediados del siglo XX. poca particularmente crucial, considerada por algunos como de transicin entre las posturas decimonnicas y las contemporneas propiamente dichas, que
diera paso a la consolidacin de un nuevo orden poltico despus
de la Segunda Guerra Mundial, y a cambios sustanciales en los paradigmas ideolgicos que dominaron el mundo desde entonces. En
su pas, a Mario Briceo Iragorry le toc vivir el paso de una economa agraria y rural, con todo lo que esto implicaba, a una economa
dependiente de las exportaciones petroleras, que buscaba modernizarse sin tener an un rumbo definido. Un pas bajo un proceso poltico errtico que gir desde los gobiernos de los ltimos caudillos
de corte rural, pasando por los fallidos intentos de implantacin de
una democracia moderna, hasta llegar al gobierno militar y dictatorial de Marcos Prez Jimnez. Estas difciles circunstancias que
marcaron el espacio poltico en donde actu Briceo Iragorry, y la
realidad que viva Latinoamrica en aquellos aos, le dieron a su
obra escrita una carga de angustia permanente por la comprensin
de lo que l sabiamente, en su libro Mensaje sin destino, llam crisis de pueblo. Pueblo, como l mismo lo explica, entendido como
categora histrico-social y no como un sector de la comunidad.
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VII

Tpico constante e hilo conductor de su visin de pas desde Temas


inconclusos y El caballo de Ledesma en 1942.
Dos momentos fueron definidores en la vida pblica de Briceo Iragorry. El ao 1945, cuando fuera derrocado el gobierno del
general Isaas Medina Angarita por un golpe de Estado, el 18 de
octubre; y el ao 1952, cuando la Junta de Gobierno liderada por el
coronel Marcos Prez Jimnez burl de manera fraudulenta la voz
triunfante del pueblo que vot en las elecciones para la Asamblea
Constituyente, hecho que condujo a la postre a la implantacin de
la tirana militar y a su penoso exilio.
Hoy, cuando el mundo contemporneo se encuentra de nuevo inmensamente convulsionado, la Biblioteca Ayacucho publica
este libro Ideario poltico, de Mario Briceo Iragorry, que vio luz
por primera vez despus de su muerte. Esta obra est marcada por
el dolor que le producen los hechos que acontecen en su patria y por
la angustia e incertidumbre que padece ante el futuro del pas. Con
un discurso muy propio, se sale del ensayo riguroso para llegar a
establecer en forma pedaggica, casi un dilogo, una conversacin
con el lector.
Al leer este libro sentimos que se entrecruzan dos planos existenciales, el primero, subyacente, que slo se intuye, es el periplo
del exilio, cuya ruta se va marcando en las fechas y lugares de cada
uno de los ensayos. Todo este proceso comienza en Caracas, el 26
de noviembre de 1952, cuando junto con Jvito Villalba participa
en el mitin del Nuevo Circo con motivo de su candidatura a diputado, apoyada por el partido Unin Republicana Democrtica
(URD), para representar al Distrito Federal en la Asamblea Nacional Constituyente. All, con una profunda conviccin, presenta
la tesis de una Venezuela posible en la medida en que se rescate
nuestra verdadera soberana, no slo econmica sino cultural. Despus los textos se escribirn en distintas ciudades del extranjero.
VIII

IDEARIO POLTICO

En San Jos de Costa Rica, el mes de enero; luego en marzo pasa


por msterdam, donde por contraste se le reaviva el recuerdo de
la difcil hora que vive Venezuela, y finalmente se establecer en
Espaa. Para el mes de agosto, en Madrid, ciudad de su especial
afecto, vuelve a escribir sobre su posicin nacionalista. No es difcil imaginar a Briceo Iragorry, en ese primer ao, lejos del pas,
pensndolo, tratando de comprenderlo y escribiendo para explicar
a su pueblo lo que se est viviendo. Le preocupa la patria, la nacin,
la tierra.
El segundo plano discursivo es el analtico, didctico, ejemplarizante. Se mueve entre la angustia de la patria, que ha perdido su libertad, donde los valores tradicionales, los propios de la
venezolanidad, se han trastocado; y la preocupacin por Hispanoamrica y la hispanoamericanidad, que cada vez estaba ms
sometida a la gida voraz del imperialismo norteamericano. Pocos
venezolanos han vivido como l un drama existencial, canalizado
progresivamente en sabia escritura de Maestro dedicado a la difcil
tarea de orientar al pueblo para la praxis ciudadana.
La Historia es para l una leccin de vida. Mirarse en el pasado
y en el tiempo vivido es un proceso que implica, muchas veces, el
doloroso trauma de conocerse. Pero es el camino para tomar conciencia del ser como pueblo, como nacin. Al ahondar en nuestra
memoria, Mario Briceo Iragorry llega hasta el pasado colonial,
largo perodo, tiempo de ritmo lento que sirvi para madurar los
principios autonmicos del municipio, de las ciudades y de la regin, que luego fueron fundamento para la accin emancipadora. Cuando escribe Tapices de historia patria, libro publicado en
1934, ya define esta posicin que fue vista con mucho recelo en
el ambiente acadmico del momento, y la reafirma aos despus,
categricamente, en Mensaje sin destino y en Introduccin y defensa de nuestra historia.
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IX

Desde mediados del siglo XIX el discurso historiogrfico, si


bien tuvo un marcado carcter fundacional de la Repblica, con
una posicin muy unilateral y tendenciosa, hizo nfasis en la guerra de emancipacin como punto de partida y gestacin de nuestra
nacionalidad, y dej en las sombras los trescientos aos de vida colonial, como una poca que no mereca recordarse y mucho menos
evaluar. En algunos casos como el de Rafael Mara Baralt se hace
un recuento casi literario de la colonia. En ese afn de afirmar la
consolidacin del naciente Estado y de la Nacin como un proceso
monoltico, se ha dado relevancia y papel determinante a la gesta
heroica, de la cual se ha hecho ms que una coyuntura un tiempo
estructural. Desarticulando el pasado colonial del posterior republicano, como si se tratara de dos historias diferentes y sin relacin,
se construy una historia a partir de los sucesos de 1810. Nada ms
alejado de la realidad. Pues cuando ahondamos en el estudio de
los siglos XVI al XVIII, encontramos la vitalidad de las ciudades
coloniales en el ejercicio del gobierno local, en la gestacin de la
conciencia criolla y en el desarrollo de un autonomismo, que si
bien no siempre se enfrent al poder regio, sirvi para frenar los
privilegios de los funcionarios peninsulares, especialmente los de
los gobernadores. De esa manera, la figura del federalismo que se
adopt en la Constitucin de 1811 no es el resultado de una simple
imitacin de la de los Estados Unidos, sino una herencia de la vida
provincial que se impuso antes de la creacin de la Capitana General de Venezuela en 1777.
Pero no ser sino a fines del XIX y comienzos del siglo XX
cuando se despierte realmente el inters por el conocimiento y la
valoracin del pasado colonial y se plantee como tpico en nuestra
historiografa. Con Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya y ngel Csar Rivas, en una posicin de reconocimiento de
nuestro pasado hispano. En posteriores generaciones figuran Mario
X

IDEARIO POLTICO

Briceo Iragorry, Caracciolo Parra Len y Caracciolo Parra Prez,


frente a posiciones opuestas defendidas por Gonzalo Picn Febres,
Csar Zumeta y Alfredo Jahn, entre otros. Entonces se impuso un
enfrentamiento entre dos tendencias que parecan irreconciliables
y que respondieron a las llamadas leyenda negra y leyenda dorada.
La negacin de lo hispano arranca desde el mismo momento de la
poca de la emancipacin, cuando por razones polticas fue necesario reforzar el enfrentamiento con la metrpoli, no slo en el campo
de batalla sino en la mentalidad de los criollos. En esa oportunidad
se descalific rotundamente el pasado colonial, como una poca de
oprobio, de negacin y frustraciones, que era necesario olvidar.
Por ello, no es fortuito el hecho de que entre las primeras obras
que escribiera el entonces muy joven Briceo Iragorry, en 1929,
se encuentre la historia de la fundacin de dos ciudades muy importantes en la poca colonial, Maracaibo y Trujillo. Sobre esta
ltima girar el discurso de incorporacin a la Academia Nacional de la Historia en el ao siguiente. As como tampoco lo era la
publicacin de Mi infancia y mi pueblo en el ao 1952, ya en el
exilio, cuando tambin circulaban Mensaje sin destino, Alegra
de la tierra y En defensa de nuestra historia, cuatro obras ligadas
profundamente al sentido de venezolanidad que l tena.
Briceo Iragorry entenda la historia del pas en un estrecho
vnculo que comenzaba en su tierra de origen y lugar de sus antepasados, pasaba por la familia y se prolongaba en la nacin. Por eso
en Mi infancia y mi pueblo, deca: Al buscarme a m mismo en
funcin de venezolanidad tropiezo con Trujillo y con su historia.
Historia que estaba unida placentariamente a la madre, parte
sustancial de la historia de su vida. Ser del seno del ncleo familiar, de la enseanza que viene de antiguo solar, y del padre, de
donde se nutre la slida formacin de valores que lo caracteriz a
lo largo de la vida y de su obra.
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XI

***
Para Mario Briceo Iragorry, la venezolanidad, como elemento creador de nuestra identidad de pueblo, estaba hondamente enraizada, y en forma indisoluble, a la historia y la identidad de la
Amrica hispana. Dos escalas geohistricas que permiten ver el
problema en una amplia dimensin diacrnica y sincrnica, sustentadas por la lengua y la tradicin religiosa y cultural. De all
arranca para l la condicin de hispanoamericanidad que nos define y distingue del resto del continente. Defender esa tradicin
hispana es fundamental para la vigencia de los Estados nacionales.
En esa idea incluye tambin los conceptos de iberoamericanismo
y latinoamericanismo, espacios culturales fraguados al amparo
de las lenguas romnicas que recuerdan la vieja latinidad. Toda
su obra est vertebrada sobre este eje dual. En Ideario poltico de
nuevo y ex profeso, de manera reiterativa, trata este tpico especialmente en dos de sus artculos.
Con motivo de la X Conferencia Interamericana, que se deba
reunir en Caracas en marzo de 1954, Briceo Iragorry, a finales
del ao anterior, escribe Fariseismo bolivariano y la antiamrica.
Convencido defensor de nuestra autonoma como pueblo, critica
duramente la posicin de los gobiernos que en Amrica Latina se
han puesto, junto con una oligarqua servil, a seguir el coro de la
poltica de Washington para formar parte del llamado panamericanismo, alianza estratgica, iniciada desde 1889, que ms se
acercaba al espritu hegemnico de Monroe que al ideal integracionista de Bolvar.
La primera mitad del siglo XX, con la figura de Theodore Roosevelt y su poltica del Big Stick, corresponde al ascenso de los Estados Unidos de Norteamrica como potencia mundial, y al avance
brutal de su expansin por Centroamrica y el Caribe. El apoyo a
la independencia de Panam en 1903 y el control del Canal; la ocuXII

IDEARIO POLTICO

pacin a la Repblica Dominicana entre 1903 y 1905 y la invasin


a Cuba en 1906 fueron eslabones de esa avanzada. Esta poltica
se agudiz en la dcada de los cincuenta en el marco de la Guerra
Fra con el gobierno de Eisenhower; y llega a su punto ms lgido
en 1962 con el apoyo dado a la invasin de Baha de Cochinos, en
Cuba, cuando se implanta la Revolucin.
Afortunadamente la X Conferencia reunida en Caracas se convirti, a pesar de la feroz dictadura que se viva, en un smbolo de
defensa de la dignidad y la lucha por la autodeterminacin de los
pueblos, enarbolado por la palabra valiente del canciller guatemalteco, Guillermo Toriello, quien denunci los atropellos cometidos
contra el gobierno del presidente Jacobo Arbenz en su pas. En esta
oportunidad el Big Stick del viejo Roosevelt lo empu el secretario de Estado norteamericano, John Foster Dulles.
Muchas voces de protesta antiimperialista se haban sentido
en Amrica desde las primeras dcadas del siglo, entre ellas, es
emblemtica la obra de don Pedro Henrquez Urea con Utopa de
Amrica en 1925 y Seis ensayos en busca de nuestra expresin en
1928. En Venezuela, entre los escritores de aquellos aos, adems
de Briceo Iragorry figuran Rufino Blanco Fombona, Pedro Manuel Arcaya, Miguel Acosta Saignes y Enrique Bernardo Nez.
Gente de distintas posiciones ideolgicas, aunque la mayora haba sido formada en el paradigma positivista, con una visin un
tanto idealizada del progreso continuo como eje de la historia, que
conduca a sociedades utpicas movidas por la educacin.
***
El 2 de diciembre de 1952 marc en Venezuela el comienzo
de la instauracin definitiva del rgimen tirnico de Marcos Prez
Jimnez, cuando ste, por intermedio de su Ministro de Defensa y
en nombre de las Fuerzas Armadas, desconoce el triunfo del partiBIBLIOTECA AYACUCHO

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do URD en las elecciones para la Constituyente, y se convierte en


presidente provisional. En abril del siguiente ao se impone como
presidente constitucional. El significado que tienen estos dolorosos acontecimientos en la historia del pas es motivo de amplia
reflexin en la presente obra. Briceo Iragorry, como actor importante que fue, expone las circunstancias y explica la trascendencia
de estos hechos. Contextualizando el problema en el difcil proceso histrico que ha representado la construccin de la nacin,
cuestiona las tristes interpretaciones organicistas sobre nuestra
sociedad, que fundamentaron tericamente el establecimiento de
regmenes autoritarios justificados por lo que se ha denominado
eufemsticamente el gendarme necesario.
Remontndose a los das de ruptura del orden colonial, destaca la actitud cvica del capitn general Vicente Emparan cuando
acata conscientemente la voluntad de un pueblo que lo rechaza.
Mario Briceo Iragorry contina recorriendo el camino tortuoso
que en el orden jurdico y electoral implicaron las numerosas Cartas Constitucionales desde el siglo XIX hasta 1947. Destaca sus
imperfecciones por cuanto restaban igualdad de participacin a
hombres y mujeres de las distintas condiciones sociales. Con mucha hidalgua, y a pesar de sus profundas diferencias con el partido
Accin Democrtica, reconoce el avance de la Constitucin que,
despus del 18 de octubre, concedi el voto universal y directo
sin restricciones a todos los ciudadanos. Todo ese proceso se vio
de nuevo interrumpido el 24 de noviembre de 1948, y cercenado
definitivamente el 30 de noviembre de aquel ao 52.
En todo este balance, la idea civilista se impone como meta
por alcanzar en nuestra vida ciudadana. De nuevo Briceo Iragorry
vuelve su mirada a los momentos fundacionales de la Repblica en
1810, para destacar que sta no fue obra de ningn ejrcito, sino de
la voluntad de hombres civiles. Razn suficiente para rechazar
XIV

IDEARIO POLTICO

la disposicin de considerar el 5 de julio como Da del Ejrcito,


cuando realmente se trataba de una jornada eminentemente cvica.
Para l, en este pas es necesario levantar la bandera de los Andrea
de Ledesma, de los Vargas, Pealver y Fermn Toro para rechazar
la de los Carujos y Casa de Len.
En esos das cuando de nuevo se enfrentaron la conciencia
civilista y la irracionalidad armada, la figura de Mario Briceo Iragorry fue reconocida como un cono de la defensa de nuestros ms
legtimos derechos como pueblo. l mismo lo confiesa cuando nos
dice que en aquel momento, sin distingos polticos, l representaba una idea aglutinante de nacionalidad y de justicia para todos.
No solamente se le vea como el poltico luchador, sino como el
hombre que con su obra de ensayista, historiador y educador haba
logrado conmover la conciencia nacional y que con su firmeza de
convicciones haba trazado un modelo tico de gran venezolano.
Cuando el 23 de enero de 1958 es derrocado el gobierno del
general Marcos Prez Jimnez, Briceo Iragorry, con una salud
bastante resentida, regresa al pas, despus de pasar por Gnova
y Nueva York. Llega a Caracas, donde es recibido con todos los
honores por su pueblo. Hctor Mujica, lder del partido comunista,
manifiesta la admiracin que todos sienten por el escritor, cuando
en un acto pblico dice los malos hijos de la patria salen, mientras que los buenos regresan.
Cerrando el ciclo del exilio y buscando de nuevo las races de
su venezolanidad, en los das de mayo viaja a Trujillo, su ciudad
natal. Jvenes, adolescentes del liceo lo reciben amorosamente y
empiezan a leer en su vida una leccin de nuestra historia. Un mes
despus muere en Caracas.
Tarcila Briceo

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XV

NOTA A LA PRESENTE EDICIN

Este volumen reproduce la edicin incorporada en la obra de Mario


Briceo Iragorry, Mensaje sin destino y otros ensayos, de nuestro
sello editorial (Col. Clsica, N 126, 1988). Ideario poltico, obra
compilada por Briceo Iragorry, agrupa ensayos que haban sido
publicados de forma independiente en Espaa, por la Editorial Bitcora en 1953, y cuya circulacin fue muy limitada tanto por el
tiraje como por la censura de la poca. En ellos, el autor hace un
anlisis histrico y social de la realidad poltica de principios de
los aos cincuenta (siglo XX) venezolanos. La primera edicin de
Ideario poltico se imprimi despus de la muerte de su autor en
1958.
B.A.

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XVII

Ideario
poltico

Homenaje al bravo pueblo de mi Patria.


M.B.I.

AL LECTOR

LA LITERATURA que recojo en el presente volumen circul con

gran dificultad en Venezuela durante la sombra dictadura abatida en enero pasado. Como ella est desvestida del carcter de
libelo que suele asumir gran parte del material consagrado a la
crtica de los gobiernos, he querido darle cuerpo de libro, para
que as adquiera presencia nueva el sistema de ideas en que apoy
mis ataques al sistema derrocado. Principalsimo puesto ocupa
entre ellas el pensamiento, angustiosamente expuesto, de que la
liberacin del pas no podra ocurrir sino a travs de un proceso
de revisin de la vieja tctica de los partidos, por medio del cual
se llegase a crear una conciencia de unidad nacional. Sealaba,
tambin, por 1953, la urgencia de que los estudiantes elevaran su
voluntad sobre lo privativo de los partidos, para hacer un frente
que defendiera el civismo y la dignidad nacional. En noviembre de
1957, fueron justamente los estudiantes unidos quienes iniciaron
la lucha contra el vergonzoso plebiscito reeleccionista y fue el
pueblo unido, tambin, quien precipit el 23 de enero la fuga del
dspota. Como en los mejores momentos de la vida democrtica,
juventud, pueblo, partidos y Ejrcito conjugaron su accin para
salvar la vida de las instituciones y para hacer posible el retorno
del pas a un clima conveniente.
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En sucesivos volmenes reunir, adems, ensayos, artculos


y cartas enderezados todos a examinar el rgimen cado, a divulgar ideas de justicia y a mantener, a la vez, el fuego de la protesta
contra la peor de las dictaduras que ha sufrido Venezuela. Hecha
luz sobre los procedimientos de terror, de crueldad y de latrocinio
que sirvieron de apoyatura al grotesco rgimen tecno-fascista, en
hueras palabras llamado del nuevo ideal nacional, nadie osar
desmentir a quienes con riesgo de nuestras propias vidas lo acusamos y adversamos.
Para ganar momentosidad de liberales y demcratas, muchos
que ayer ante l se doblegaron, ya se ceban como hienas en la persona del abatido dictador. Yo, con el derecho de la veterana en la
lucha contra el rgimen cado, me limito a reproducir las palabras
con las cuales ataqu durante su mando infeliz al verdugo de las
libertades de mi Patria, y las reproduzco por cuanto en ellas, lejos
de abultarse las injurias, se junta un ideario modesto, que puede
prestar alguna ayuda a las jvenes generaciones del pas.
En la tarde de mis das sal a los campos de Montiel, para sumarme a la gente pujante que luchaba por la dignidad de la Patria.
Sin experiencias en lides revolucionarias, tuve la suerte, en cambio, de haber logrado que mis palabras ganasen timbre adecuado
a la necesidad del momento. La lucha me ha recompensado con
saciedad: viejo, enfermo, golpeado e irrespetado por mis enemigos, siento, sin embargo, la alegra de comprobar que mi sangre
arde y palpita con el tono y el fuego de una voluntad dispuesta a
nuevos sacrificios. Para Venezuela ha sonado la hora de la victoria de la luz sobre la espesa tiniebla antigua. Muchos, dndose por
satisfechos, han surgido sus naves en la rada apacible. Otros que
nada o poco hicieron, entran con paso de seores a aprovechar
la vendimia. Yo mantengo, en cambio, alzada el ancla y tendidas
las velas, para seguir sobre las aguas hasta tanto se disipe toda
6

IDEARIO POLTICO

nube anunciadora de peligros para la suerte del pueblo. Navegar antes que vivir, es la consigna del hombre vigilante. Vivire no
est necesse, navegare necesse esto (no precisa vivir, lo necesario
es navegar). Creo, adems, que la desaparicin de Marcos Prez
Jimnez y su inmediata camarilla no representa an el triunfo de
la revolucin voceada por quienes en una u otra forma asumimos
la responsabilidad de luchar contra la dictadura. Bien ha comenzado la jornada libertadora, pero, para felicitarnos en el orden
nacional, debemos esperar la hora en que un sereno inventario
nos diga que el pueblo no ha perdido esta vez el esfuerzo realizado
para abatir el terco despotismo.
M.B.I.
Gnova, febrero de 1958.

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AL SERVICIO DEL PUEBLO


(Discurso del 26 de noviembre)

EXPLICACIN
SE IMPRIME una vez ms el discurso que pronunci en Caracas la

noche del 26 de noviembre ltimo, en la extraordinaria concentracin popular con que el partido Unin Republicana Democrtica
puso trmino a la campaa electoral en la capital de la Repblica.
Hoy se reproduce en San Jos de Costa Rica, a donde me han
trado los acontecimientos funestos ocurridos en mi Patria con
ocasin de negarse la dictadura a reconocer el triunfo aplastante
logrado por el pueblo en un singular y heroico esfuerzo por recobrar su dignidad cvica.
En verdad, dicho triunfo no lo esperbamos los dirigentes de
la oposicin. Fue tal el aparato de represin usado por los agentes
gubernamentales, tan descarados fueron la distribucin de dinero y
los compromisos con los caducos representantes del gamonalismo
rural y del monopolismo urbano, a tal extremo llegaron las amenazas contra las personas dependientes, directa o indirectamente
de los organismos del Estado, que el ciudadano ms optimista no
poda esperar que fraguase en realidad la nobilsima resistencia
del pueblo frente a la opresin dictatorial. Tampoco el Gobierno,
con mejores elementos de juicio, advirti a tiempo su fatal deBIBLIOTECA AYACUCHO

rrota. Ocurrido el triunfo del pueblo, no qued a sus enemigos y


opresores otro camino que golpear burdamente la legitimidad y
realizar el fraude ms vergonzoso que registra nuestra historia
poltica. A un legtimo resultado de SESENTA Y SIETE escaos para
Unin Republicana Democrtica y DIECINUEVE para el Partido Socialcristiano, contra DIECISIETE ganados por los grupos
gubernamentales, la dictadura, por medio de una adulteracin
infame, dijo oficialmente que ramos VEINTISIETE los diputados
de Unin Republicana Democrtica y CATORCE los del Partido
Socialcristiano. El resto de los ciento cuatro votos se los adjudic alegre y cnicamente el Gobierno. Claro que tal amaamiento
lo obtuvo despus de haber presentado sus renuncias diez de los
catorce ciudadanos que integraban el Consejo Supremo Electoral, negados a respaldar con sus nombres la burda falsificacin
ordenada por el Ejecutivo, y la cual se logr mediante amenazas
y encarcelamientos de que fueron vctimas funcionarios y testigos
electorales, y despus, tambin, de haberse negado el Ministro
de la Defensa, en nombre de las Fuerzas Armadas, a reconocer el
triunfo electoral del pueblo, dizque por haber votado con nosotros
ciudadanos pertenecientes a los partidos puestos en inactividad
legal por las autoridades, y a los cuales el propio Gobierno haba
obligado a concurrir a las urnas. Dicho telegrama, despus calificado por Prez Jimnez, de precipitacin gubernamental, ser
publicado facsimilarmente en su oportunidad.
Reunida la Constituyente pirtica con que la dictadura pretende suplantar la legtima voluntad del pueblo, fue ratificado
el nombramiento que Marcos Prez Jimnez se hizo a s mismo
como jefe del Estado, el 2 de diciembre pasado, y se ha reafirmado
el clima de terror que silencia las voluntades de los venezolanos libres, inclusive las de numerosos oficiales del Ejrcito que repudian
la actual vergenza que acongoja a la patria de Bolvar.
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IDEARIO POLTICO

Mientras en el interior se hace cada vez ms recia la lucha


subterrnea, encaminada a hacer sentir a los detentadores del
poder el repudio del pueblo, en el exterior numerosos venezolanos
nos empeamos en hacer conocida la verdad de nuestra tragedia,
que en s no es sino parte de la gran tragedia que vive Amrica
Latina.
Se dice que este discurso, a pesar de no ser la doctrina del partido Unin Republicana Democrtica, sino mi personal e independiente manera de pensar poltico, fue invocado como testimonio de
la peligrosidad de las fuerzas victoriosas, por cuanto en l censuro acremente nuestra poltica entreguista hacia Estados Unidos y
defiendo los intereses de la Nacin, con el natural calor de quien
siente sobre s la responsabilidad de cuatrocientos aos de historia venezolana. Quien lea y medite mis palabras serenamente, ver
en ellas, como lo han visto amigos norteamericanos conocedores
de los problemas latinoamericanos, la correcta expresin de un
legtimo sentimiento encaminado a resguardar nuestra dignidad
poltica y nuestra riqueza territorial, y no un ataque sistemtico y
gratuito a la poltica del Departamento de Estado.
Ya en anterior oportunidad rebat un editorial de The New
York Times en el cual se habl del renaciente nacionalismo latinoamericano como la LACRA QUE CORROE el continente. Expliqu
entonces que nada se opone tanto a las buenas relaciones que deben
existir entre Estados Unidos y estos pases como el menosprecio
con que nos tratan los magnates del Norte. Ni grmenes nazistas ni
inclinaciones comunistas mueven, como errneamente acaba de
asentarlo el flamante secretario de Estado, Foster Dulles, la reaccin antiimperialista que se agita en el fondo de nuestros sufridos
pases latinoamericanos. Con un simplista y errneo concepto de
la seguridad, las grandes empresas que inspiran la poltica del
Departamento de Estado imaginan que la colaboracin de sisBIBLIOTECA AYACUCHO

11

temas policacos de gobierno es la va por donde han de lograr


mayor estabilidad sus negocios, sin pensar que en momentos de
conflicto slo gobiernos con arraigo popular pueden garantizar
los compromisos que los Estados lleguen a contraer con dichas
empresas. Justamente sobre gobiernos de tipo antidemocrtico y
de organizacin nazi-fascista, como el actual rgimen venezolano,
pretende el capitalismo internacional garantizar la explotacin
de la Amrica Latina y pretende la poltica del Norte tener aliados
para la defensa de las libertades humanas.
Lejos de confundir con movimientos nazistas, falangistas o comunistas los legtimos y democrticos movimientos nacionalistas
de nuestra Amrica Latina, el Departamento de Estado debiera
aplicar en sus relaciones con estos pases el consejo que en reciente charla en la Universidad de Harvard acaba de darle, respecto
a Europa, el antiguo Alto Comisario en Alemania, John McCloy.
Los diplomticos norteamericanos deben desarrollar, como dice
el texto poltico y financista, una nueva tcnica que les permita ver
un poco ms hacia el pueblo comn donde estn acreditados.
Tampoco debieran los diplomticos norteamericanos juzgar
como actitud enemiga para el pueblo de Estados Unidos las ideas
y la conducta de quienes solicitamos un tratamiento mejor en relacin de nuestros mutuos intereses culturales, econmicos y polticos. Claro que desgraciadamente abundan en nuestros pases
polticos, abogados y negociantes complacientes, siempre en trance de entregar al extranjero nuestras riquezas. A estos hombres, en
cambio, los dejarn desamparados en el momento de la crisis los
trabajadores que sirven de sostn y de impulso a las grandes industrias. La explotacin, digamos por caso del petrleo, la garantiza el obrero satisfecho de su relacin de trabajo con las empresas
y no el soldado a quien jefes vendidos a intereses antinacionales
obligan a disparar contra sus propios hermanos de clase.
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IDEARIO POLTICO

Quienes agitamos las consignas del nacionalismo en nuestra


sufrida Amrica mulata, no buscamos quebrantar la relacin entre estos pases y Estados Unidos. Solamente queremos que esa
relacin mejore, y que ella se base sobre los intereses permanentes del pueblo y no sobre los bastardos intereses de los hombres
que detentan los instrumentos del poder y que hablan de lo nacional con el tpico sarcasmo de los traidores. Esta es nuestra tesis.
No somos sembradores de odio entre pueblos, sino angustiados
portavoces de justicia. Lo mismo en Venezuela que en Chile, en
Bolivia, en Guatemala, en Mxico, en Costa Rica o en Panam.
Queremos un entendimiento y una colaboracin asentados sobre
pie de dignidad y no sobre compromisos humillantes. Buscamos
una cooperacin econmica fundada en la equidad como sustituto
del latrocinio de nuestra riqueza. Si los Estados Unidos pretenden
defender la democracia en el Nuevo Mundo, deben empezar por
respetar la dignidad de sus pueblos y no buscar para su beneficio
de nacin el apoyo ficticio que parecieran garantizarle regmenes
que, como el de Marcos Prez Jimnez, son la palmaria negacin
de la democracia. Con la colaboracin y el apoyo visible prestado
a sistemas despticos, jams podrn los Estados Unidos convencer a nadie de que luchan por la libertad y la dignidad del hombre.
Con esa poltica errada han venido sirviendo inconscientemente
a la causa de la desesperacin que empuja las grandes tormentas sociales. No somos enemigos de la poderosa nacin del Norte
quienes les decimos la verdad, sino quienes, con su humillante
complacencia, les abren los caminos por donde van al desastre en
su poltica frente a nuestro mundo latinoamericano.
M.B.I.
San Jos de Costa Rica, el 19 de enero de 1953.

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MI PRESENCIA ante el pueblo democrtico de Caracas obedece

a un imperativo de ciudadana y a un imperativo de lealtad con


mi propia persona. Si en verdad no es lcito a ciudadano alguno
negar su aportacin a la dura y difcil labor de ayudar hoy a la abatida Repblica, no me era, tampoco, permitido, en el campo de lo
personal, desechar el honor que me proporciona el partido Unin
Republicana Democrtica, cuando incluye mi nombre de modesto
servidor de la democracia en su lista de candidatos para diputados
a la prxima Asamblea Constituyente Nacional.
Presentarme a las arenas de la poltica en unin del ms constante, sufrido y esforzado defensor de los principios democrticos
durante el ltimo cuarto de siglo en nuestra Patria adolorida, es por
s solo un ttulo que da lustre a mi vida pblica. A m, hombre maduro, iniciado en la poltica bajo toldas no agitadas por los vientos
refrescantes de la revolucin, se me pide que ocupe hoy en las filas
de la democracia progresista el sitio desertado por quienes ayer se
mostraron adalides de la dignidad republicana. Por ello, venciendo
diversas maneras de dificultades, hube de aceptar la honrosa invitacin que a nombre de su gran partido me hizo mi ilustre amigo
e indiscutido campen de las libertades pblicas, Jvito Villalba.
Junto con la distincin, ello constituye tambin para m una obli14

IDEARIO POLTICO

gacin de indeclinable cumplimiento. Invocaba Unin Republicana Democrtica como razn para agregar mi nombre a su lista de
candidatos, el propsito de que en las planchas del partido figurasen personas independientes, que dieran testimonio de la idea de
unidad nacional que ha perseguido como frmula poltica, desde
la hora funesta en que fue roto el 18 de octubre de 1945 el clima de
paz, de seguridad y de respeto que sirvieron de sustentculo a la
convivencia que dio carcter ejemplar a la poltica del presidente
Medina Angarita. Miembro soy del disperso partido poltico que
busc la manera de asegurar continuidad en el orden de la Repblica a las normas democrticas que distinguieron la accin de gobernante del general Medina Angarita, y como dirigente de aquella
colectividad poltica, me cupo en suerte trabajar asiduamente con
Jvito Villalba en las valiosas reformas e iniciativas democrticas,
como el Habeas Corpus, la Ley de Enriquecimiento Ilcito de los
Funcionarios, la eleccin directa del Presidente de la Repblica,
que se agitaron en el seno del Congreso de 1945.

ABSTENCIN ELECTORAL
Como independiente hoy y como voz a un tiempo de aquella
corriente poltica, ha sido escogido, pues, mi nombre para figurar
entre los candidatos de URD a la Asamblea Constituyente, por el
Distrito Federal. Al reclamo de luchar por la integracin nacional
bajo el abrigo de tales principios, me he sentido comprometido
a hacer acto de presencia en la campaa electoral ya a punto de
concluirse. El amao con que se desenvuelve este proceso ha dado
margen para que se creara en el seno del electorado nacional una
justificada corriente abstencionista, que mir por ilegtimo llamar
al pueblo al voto cuando las crceles estn llenas de presos polticos y en el exterior abundan ciudadanos expulsados del pas,
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no slo por imputrseles peligrosidad para el orden pblico, sino


por defender, como Rafael Pizani, Focin Febres Cordero y Humberto Garca Arocha, los fueros de la vieja Universidad Central,
y cuando el proselitismo electoral se desarrolla sin las garantas
caractersticas de estos torneos cvicos. Pese al margen de razn
que pudieran tener los patrocinantes de la conducta abstencionista,
las asambleas de los dos grandes partidos legalizados Copei y
URD estuvieron coincidentes en la necesidad de hacer uso del filo
que sealan al civismo las espadas gobernantes, como oportunidad
de expresar la voluntad cohibida de las mayoras nacionales.
Para la hora de reelaborar los instrumentos destinados a regularizar la vida futura del Estado, es correcto pensar en la necesidad de que se oigan voces expresivas de las grandes masas de
pueblo, totalmente desvinculadas del actual rgimen de facto que
impera en el pas. Es preciso buscar que el pueblo tenga palabra
en el debate que tanto habr de juzgar del inmediato pasado de los
gobernantes, como habr de abocarse a dar nuevas lneas a la vida
institucional de la Repblica. Junto con la anunciada mayora que
habr de conformarse sin examen con la voluntad gubernamental,
es necesaria la presencia de hombres que sealen fallas y dejen
constancia del querer del pueblo soberano. Es justo pensar, tambin, que en la pregonada mayora victoriosa del Gobierno, figuren
representantes en quienes tenga mayor eco la voz de la Repblica
que el concupiscente inters del momento. En las listas de candidatos del partido oficialista, figuran, al efecto, algunos hombres
capaces de dar, en un momento preciso, preferencia patritica al
reclamo de la Nacin sobre el reclamo de la transitoria conveniencia del grupo de los poderosos.
Yo tengo fe en las reservas morales de Venezuela. Cuando he
hablado en los barrios con los hombres y con las mujeres que apoyan mi candidatura, he reafirmado la certidumbre de que est ma16

IDEARIO POLTICO

duro nuestro pueblo para discernir sobre poltica. Por ello, aunque
sea en extremo difcil el panorama del momento y as se diga que
con participar en las defectuosas elecciones en curso, los partidos
de oposicin hacen indirectamente el juego al oficialismo, creo que
esta justa electoral est indicando por s sola cmo hay un pueblo
que no teme y que, en cambio, camina azaroso, con reflexin y con
angustia, el estrecho sendero que los hombres del poder apenas
dejan para el ejercicio de sus legtimos anhelos cvicos. Al fruto
de escasas voces, el pueblo agrega la leccin elocuentsima de que
no pueden proseguir tranquilos en el goce de los instrumentos del
poder, quienes no se hacen, as sea a base de fraudes y de provechos ilcitos, del aparente respaldo de los votos del pueblo. Saben
ellos que slo sobre el basamento moral del voto se sostienen los
aparatos gubernamentales, a quienes no dan por s solas validez
institucional las medrosas y afiladas bayonetas.

LA LECCIN DEL PUEBLO


El pueblo, aunque no alcance la mayora de voces que le corresponden, est reafirmando la fe en s mismo, la fe de su valor
deliberante, la fe en la fuerza de su voluntad como nica fuente de
legitimidad visible de los poderes pblicos. Pasan los gobernantes
y los pueblos quedan. Pasan los mezquinos nubarrones, y el pueblo
permanece como testimonio de una voluntad dispuesta a prolongarse a travs de los tiempos futuros. Para ese pueblo que aprende
la leccin del maana, para ese pueblo que en persona de los nios
rodea en las concentraciones de barrio las mesas de los oradores
populares, ms que para el pueblo que hoy puede ayudarme con
su confianza y con sus votos, ha sido mi trabajo de escritor y de
poltico. No miro la Nacin como rea de beneficio y de conveniencias, sino como espacio donde se mueve una comunidad, a la
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cual se ha negado la continua asistencia de sus smbolos creadores.


Nada pierde el que trabaja de buena fe en la causa de la Nacin.
Aun los fracasos tienen mrito ejemplar, cuando se les juzga sobre
la perspectiva de los tiempos. El pueblo que goz el 18 de octubre
de 1945 la euforia primitiva de ver derrocado un Presidente, con
el subsiguiente regusto de aquella malsana alegra, aprendi que
nada se gana con los cuartelazos, as logren la pasajera y confiada
adhesin de quienes creen en fingidas promesas encaminadas al
posible restablecimiento del civismo. Aprendi tambin el pueblo
y lo aprendi a la vez el poderoso partido Accin Democrtica,
que los regmenes civiles necesitan, si no la colaboracin, en cambio s la respetuosa consideracin y el apoyo moral de las dems
colectividades polticas que canalizan la libre opinin del pueblo.
Duras ambas lecciones, sobre su spera letra han aprendido pueblo
y partidos que la aventura golpista no es apropiada para afianzar
gobiernos pacficos y que la intransigencia gubernamental slo
sirve para animar desesperadas soluciones de hecho en el proceso
histrico de la autoridad.
Aunque parezca dormido o engaado, el pueblo ha aprendido
su leccin. Como advierte que su hora est en oposicin con las
fuerzas abusivas que hacen nulo su querer, se vuelve sobre s mismo y medita su deber. Se hace a veces invisible la propia voluntad
del pueblo, que alimenta con dolor su conciencia poderosa. No se
la ve ni se la siente cuanto es deseado y es debido. En silencio labra
el instrumento de su triunfo, en espera de hora propicia para crear
una conciencia de unidad, que deje comprender al pueblo que viste
en los cuarteles el uniforme de soldado, que es el mismo pueblo que
viste en la fbrica el uniforme del obrero y el mismo pueblo que suda
en el campo para recoger menguado pan.
No se necesita que sea hoy mismo el triunfo del pueblo. l dura
ms que aquellos que lo explotan y lo oprimen. Educndose a s
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IDEARIO POLTICO

mismo sobre la experiencia de su propia agona, se va acercando a


la hora en que su parte invisible aflore en realidad y sea una con la
parte visible que ayer lo mantuvo a la escondida.

UNIDAD NACIONAL
Esa debe ser la meta de nuestra lucha cvica. A la poltica de gallinero, burdamente pintada por el viejo Monagas, debemos oponer
una amplia poltica de comprensin, de inteligencia y de armona,
que ponga cese al proceso doloroso de una Venezuela gozosa y
una Venezuela doliente, de una Venezuela que se mira alegre en
el provecho del negocio y del poder y otra Venezuela callada, que
llora la persecucin, el exilio y la crcel de sus hijos. Esa Venezuela
dividida en el campo de la lucha actual y dividida aun en el campo
de los conceptos fundamentales de su geografa y de su historia,
debemos sustituirla por un nuevo modo de obrar poltico, en cuyo
ejercicio alcance la indiscutida categora a que tiene derecho en
razn de su pasado y en razn de las reservas morales y materiales
que enriquecen su futuro.
Si en el orden del debate poltico, Unin Republicana Democrtica ha venido luchando tesoneramente desde 1946 por hallar
frmulas de integracin que faciliten el recobramiento de la familia venezolana, tambin yo en mis libros, en la tribuna y en el peridico he sostenido la necesidad de ir a la conquista de un clima de
comprensin que d tono de altura a las tareas republicanas. No
estoy, dije el ao 1949 en Bogot, al servicio de una Venezuela parcelada por odios y banderas, sino al servicio de la Venezuela adolorida y confiada, que aspira a ver en conjuncin creadora a todos
sus hijos, y de la cual son factores eminentes hombres colocados
en posiciones contrarias, como Rmulo Gallegos, Jvito Villalba,
Isaas Medina y Rafael Caldera. Al servicio impostergable de esa
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confiada y adolorida Venezuela me siento hoy ms que nunca vinculado; y dispuesto a darle en sacrificio el reposo que imperativamente me reclama la salud, he aceptado la invitacin que me hizo
el lder indiscutido de las mayoras liberales del pas. De estmulo
me sirve en el trance de medir mis escasas fuerzas con el fardo de
responsabilidad que representa la funcin a que avoco, el recuerdo
austero del gran presidente costarricense don Ricardo Jimnez,
quien al ser requerido para que aceptase a los ochenta aos una
cuarta postulacin presidencial, dijo a los ciudadanos solicitantes:
Si la causa de la Repblica necesita el pellejo y los huesos a que
est reducido mi antiguo vigor, tomad huesos y pellejo. Como el
egregio poltico centroamericano, tambin yo, con la salvedad de
la distancia que reclama el smil, ofrezco a la Repblica, si en algo
pudiera serle til la luz modesta de mi esfuerzo, el sacrificio de la
paz y del reposo que reclama mi salud.

NUEVA CONSTlTUCIN
Poco puedo agregar como normas positivas o como reservas
programticas a las lneas de la colectividad que me hace el honor
de postular mi nombre de candidato. Sin creer que en partido al guno est la solucin de la actual crisis del pas, considero que las
lneas de URD contienen un programa de trabajo poltico capaz de
dar salida a mltiples problemas venezolanos. Nada tendra que
agregar en orden a lo que el partido aspira como elementos constitutivos de la nueva Constitucin poltica del pas. Si se mantuviese
la realidad progresista de la Constitucin de 1947 y se borraran de
ella algunas contraindicaciones que hacen rritos principios tan
nobles, por ejemplo, como el Habeas Corpus y la autonoma municipal, si se diese carcter popular a la eleccin de los gobernadores
de los estados y se configurase un tono de mayor libertad y al mis20

IDEARIO POLTICO

mo tiempo de ms intenso carcter nacionalista para la educacin


pblica, tendramos una buena Carta Fundamental. Aunque la moderna tcnica constitucionalista aconseje para las cartas polticas
de los Estados mayor desvestimiento de todo aspecto de programa
poltico y mayor cercana a la realidad nacional, yo sigo pensando
que nuestra Carta debe conservar los principios fundamentales que
dan carcter a la Repblica y que desde 1863 configuran la nuestra
como una Carta de apariencia democrtica. Si furamos a conformarla con la inmediata posibilidad que, segn los agoreros de la
dictadura, ofrece nuestro medio social, acabara por convertirse
en manos de los enemigos del pueblo en instrumento sin vuelo
creador. Preferible es ver denegados por los hombres los principios
de la libertad y de la justicia, que declarar normas de vida a formas
subalternas de poltica. Sin descuidar lo realstico, es decir la certidumbre del medio en que obramos, (defectos, virtudes, taras sociales, aptitudes, ambiente cultural, situacin econmica), debemos
ir contra la realidad pasiva, que en lo poltico y lo social est representada por tipos y por formas cuya inmediata transformacin
se impone a travs de un rpido proceso de cultura intensiva. Si
aceptsemos al bulto que nuestra Constitucin debe adecuarse a
la pasiva realidad que presenta nuestra crisis de pueblo, a lo mejor
saltaran los interesados en la subalternidad de nuestro proceso
poltico y nos haran una carta para legalizar la figura sociolgica
que, en orden a explicar situaciones transitorias de los pueblos, ha
tomado entre nosotros el peligroso nombre de gendarme necesario. Todo lo contrario, es preferible que el hecho se halle desacoplado de la norma legal y no que la norma contradiga los principios
de la justicia universal. Cuando el individuo es rendido por el hecho, queda, tal como nos queda hoy a nosotros, la esperanza y la
confianza de que vendr una hora clara, en la cual el hecho pueda
coincidir con los principios de la libertad y de la justicia. Cuando
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las leyes son conculcadas por los opresores, el pueblo vive de su


resistencia y de su fe, en busca de ocasin para gritar a las autoridades ilegtimas su protesta y su condena. Cuando el conculcador
de la justicia se siente asistido por la letra amaada de la ley, en el
pueblo se embota hasta la misma esperanza.

EL EJRCITO
As parezca difcil, por las circunstancias del momento, es necesario volver en la Carta Fundamental a las viejas declaraciones,
principistas, que desde 1830 anularon el fuero personal de los militares y declararon la pasividad republicana de la noble misin del
Ejrcito. Quiz pocas cosas honren tanto la conducta del general
Pez como su conformidad con la abolicin del fuero castrense, de
que se creyeron en perpetua posesin los valientes guerreros que
se sentan padres de la Repblica. Pero la mayora de los nclitos
varones que lucharon en los campos de batalla por consolidar la
independencia de la Patria tenan puestos el inters y el corazn
ms en el porvenir de las instituciones que en el goce de privilegios contrarios a la igualdad republicana. Si no en explcitas normas
institucionales, a lo menos en habilidosos circunloquios legales se
mantiene hoy un sistema que sustrae la conducta general de los ciudadanos que visten uniforme, de la comn sancin de las leyes. Este
sistema, adems de ser contrario a la esencia del rgimen democrtico, hace que se vuelva la voluntad del pueblo contra los personeros
de un cuerpo que debe siempre ser visto con el respeto que deriva de
su noble, natural y exclusiva misin de garante de las instituciones
republicanas. Garante y no ejercitante, sostenedor de las leyes civiles, mas no ejecutor directo, en funcin de cuerpo, de los mandatos
de aquellas. Dirase que la violencia de la accin caracterstica de
los hombres del cuartel no puede pasar de la salvaguardia de los
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IDEARIO POLTICO

ejecutores civiles de la ley. En sus recias manos, los frgiles principios se quiebran fcilmente, y la simblica espada de la justicia
se convierte en recio machete de terror. Que aumente en dignidad
y disciplina nuestro Ejrcito, debe ser voto del pueblo. Testigos del
debate pblico, los militares han de mantenerse vigilantes desde
las almenas de los cuarteles. Ayer los ejrcitos libraron las batallas
sangrientas que nos dieron la libertad. Ahora ellos deben descansar,
mientras los hombres y las mujeres libramos en el campo del civismo la batalla de los principios y fijamos libremente las normas de la
administracin y la poltica.

GRATUIDAD EDUCACIONAL
A norma constitucional debe ser elevada una honrosa y dignificadora prctica que, junto con la igualdad social, son las ms
cabales conquistas democrticas de Venezuela. Me refiero a la gratuidad absoluta de la enseanza. Excepcin en el orden de todos
los pases, nuestra Repblica ha venido ofreciendo oportunidad
graciosa para que el pueblo, a travs de colegios y universidades
gratuitas, ascienda a las ms encumbradas jerarquas de la cultura. Es esta una conquista que no puede ser arrebatada sin que
se desfigure el rostro democrtico de la Nacin. Si por un proceso
involutivo hubisemos trocado nuestros ideales democrticos por
sistemas oligrquicos, se explicara fcilmente el carcter cerrado
que quiere darse hoy a la enseanza universitaria que suministra el
Estado. Los que no han podido mantener la disciplina docente y la
disciplina moral en nuestros centros universitarios intentan despoblar las universidades para hacer ms fcil su gobierno y convertir,
en consecuencia, la generosa amplitud antigua en rgimen de estudios reservados a las clases privilegiadas. Si en verdad se dificulta
ofrecer fsica oportunidad a todos los aspirantes, queda, en cambio,
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el recurso pedaggico de reducir las cuotas estudiantiles mediante


un severo proceso de expurgacin vocacional. Contra el criterio
oligrquico del actual Gobierno, el pueblo pide universidad abierta
y segura, donde la juventud prosiga el noble proceso que nivela a
travs de la cultura las diferencias artificiales engendradas por una
desapropiada estimativa de los valores humanos.
Problema anejo al de la vida de liceos y universidades es el
problema del maestro, subordinado al capricho discriminador de la
poltica. El maestro, a ms de todas las prestaciones y seguridades
que en justicia le corresponden, tiene derecho a la estabilidad que
asegure, tanto oportunidad a su trabajo profesional, como continuidad creadora a la enseanza.

PROBLEMA OBRERO
Sobre la base de la Constitucin de 1947 podra erigirse, adems, un ordenamiento que diese mayor seguridad al trabajador
urbano y garantas ms amplias al sufrido hombre de los campos.
Nuestro obrero est pidiendo un estatuto que asegure estabilidad a
sus condiciones de trabajo y resguarde su libertad y sus instrumentos de defensa dentro de los cuadros sindicales. La crisis del sindicalismo corresponde en realidad a la crisis general de la libertad
y de la seguridad que padece el hombre venezolano. En el juego
nuevo de las libertades pblicas, precisa robustecer las garantas
que al trabajador corresponden frente a los intereses absorbentes
del capital. Es justo pensar en un instrumento legal que no permita
hacer del obrero venezolano un mero alquilador de fuerza para el
enriquecimiento de los consorcios extranjeros. Como ciudadano
y como elemento que crea con su esfuerzo la riqueza de la Nacin,
tiene el obrero derecho a que se le garantice, junto con la permanente oportunidad de trabajo, oportunidad para el descanso y el
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IDEARIO POLTICO

retiro remunerados, oportunidad para levantar, por el esparcimiento y la cultura, el nivel de su espritu, oportunidad de salario y de
primas que le aseguren abundosa mesa, abrigo cmodo y prudente
ahorro. Sobre todo, los hijos de los obreros, que son los hombres
de maana, necesitan madre libre que los atienda, que los limpie,
que los vista y que los peine. De nada servirn las tericas medidas
de proteccin y de reeducacin de los menores, si no se provee a
estos de padres con suficiencia econmica. La Repblica, escrib
en meses pasados, no necesita de esas lujosas Carmanias donde se
experimenta con los nios abandonados. La Repblica quiere
en cada hogar una minscula Carmania, donde padres con generoso salario y seguro techo puedan dirigir por s mismos la vida de
los futuros venezolanos. Ms que asilos, refugios, reformatorios
y albergues de beneficencia, la Repblica quiere hogares libres,
seguros y dignos.
Quien aspire a ver consolidada la fbrica de la Nacin, ha de
pensar obligatoriamente en el valor fundamental del trabajador
como piedra sillar del gran edificio social. Mientras el obrero permanezca en minora que niegue voz al trabajo en el proceso formativo de la riqueza, la libertad y la justicia se vern continuamente
expuestas a la quiebra provocada por la ambicin de los poderosos.
Justicia pide el obrero y no palabras demaggicas. Ahora, en cercana de las elecciones, se le han ofrecido por el Gobierno unas contradictorias reformas a su estatuto que, lejos de satisfacer sentidas
aspiraciones gremiales, le cercenan derechos adquiridos. De pies
se han puesto los obreros para pedir que dichas reformas sean ampliamente debatidas en el seno de la prxima Asamblea Constituyente. Ya nuestro obrero tiene suficiente sensibilidad de clase para
saber cundo se trata de complacerle con halagos amaados o intrascendentes. Por qu me deca en das pasados un obrero petrolero en cesanta en lugar de levantar el Gobierno un monumento
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a la memoria del primer obrero muerto por accidente ordinario de


trabajo, no levant un monumento al primer obrero sacrificado por
la polica gubernamental al servicio de las compaas petroleras.

REFORMA AGRARIA
Junto con la suerte del empleado, que forma la numerosa y
desamparada clase media, y junto con la suerte del trabajador fabril, la Constitucin debe mirar con atencin preferente hacia la
suerte del trabajador del campo. En 1945 el Congreso Nacional
sancion una reforma agraria que yo, desde la Presidencia de aquel
cuerpo, califiqu como uno de los pasos ms largos y seguros que
daba la Repblica en orden a su efectiva consolidacin. Dije entonces que, despus de la declaracin de Independencia y de la
libertad de los esclavos, la liberacin del hombre del campo constitua un hecho definitivo en la historia de Venezuela. Sin embargo,
aquella reforma no se ha hecho an. Las novecientas familias que
colonizan a Turn son casi una burla ante la realidad campesina de
la Repblica. Se ha temido lesionar viejos derechos oligrquicos
en pugna con la justicia. Se ha olvidado que el problema campesino
ocupa sitio medular en la vertebracin de la Repblica. Sin la convivencia democrtica no se ha llegado jams a la estabilidad de las
instituciones. Bien pudieron mantenerse vigorosas en los tiempos
antiguos ciudades como Atenas y Roma, fundadas sobre el duro
sistema esclavista, pero el progreso de la personalidad del hombre
en el campo de lo social y lo poltico no admite la convivencia de
seores y de siervos. Pues bien, hasta hoy el hombre que trabaja
con sus duras manos la tierra generosa de nuestros campos no ha
superado realmente la antigua categora de esclavo. Hace quince
aos, al referirme a la reforma agraria, apunt, a guisa de ejemplo,
el caso de mi provincia trujillana, donde al hombre que trabaja la
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IDEARIO POLTICO

tierra para el propietario absentista se le llama arrendado. No es


ya el concepto de la tierra dada en arriendo para que otro la trabaje
en beneficio del titular, sino el desnudo, absorbente y feroz concepto del hombre arrendado para que otro lucre con el fruto de su
trabajo.
Este rgimen de propiedad de la tierra tiene relacin directa
con la productibilidad que hace la riqueza de la Nacin. La detencin de la tierra por grandes propietarios es hecho social jams
negado en Venezuela. Como una de las excepciones regionales se
suele citar el caso de Trujillo, donde la pervivencia del viejo rgimen de resguardos de indgenas provoc una aparente divisin del
suelo laborable. Pues bien, en Trujillo, segn datos del Censo de
1937, ya que no es posible consultar los de 1950 y menos an los
imperfectos resultados del reciente Censo agropecuario, 173.360
de los campesinos que formaban parte de la poblacin del estado
carecan de tierras en propiedad. La condensacin del suelo en escasas manos, adems de mantener la desigualdad que dificulta el
convivio democrtico, reduce la funcin productora de la misma
tierra. Mientras la gran industria petrolera crece y transforma, en
beneficio de los mercados imperialistas, nuestra economa nacional, el campo sufre un proceso de esterilidad que aumenta nuestra
dependencia de mercados extranjeros. La vieja agricultura que fue
regalo en la mesa del venezolano, ha sido sustituida por la agricultura enlatada que nos envan los industriales del Norte. La capacidad de abastecimiento de que gozamos ayer, hoy se ha trocado,
con una exhaustez dolorosa, que obliga al consumo de productos
importados. Hasta de Australia nos viene mantequilla. Nuestras
abaceras son una especie de Naciones Unidas, representadas por
frascos y enlatados. Aun en pueblos colindantes con las zonas rurales, las viejas pulperas expenden slo artculos provenientes de
los grandes mercados imperialistas. Si se juzgase la vida de los
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pueblos a travs de hechos unilaterales, esto bastara para decir


que lejos de ser nosotros una repblica soberana, somos, en cambio, una factora, explotada por extraas potencias.
El problema del reacomodo de la tierra campesina impone
como inmediato correlativo el problema de capacitar nuestro suelo rural para la racional funcin productiva. Da vergenza que en
Venezuela no haya caminos, as se cuenten grandes vas de penetracin. Para no ir muy lejos, la vuelta de El Valle a Los Teques se
hace a travs de una psima va que contradice la majestad de los
rascacielos y de las avenidas de Caracas. Para que nuestra riqueza
agrcola y pecuaria se recupere, reclama caminos transitables, que
unan entre s los diversos pueblos de la Repblica y acerquen la
civilizacin al hombre del campo; y con los caminos, riego seguro que modifique los valles desrticos, mecanizacin intensiva,
seleccin de semillas y de sementales, distribucin de crditos baratos. No es disculpa hoy el paludismo para tener en abandono la
tierra. Por el contrario, una revolucin demogrfica, segn certera
frase del ilustre venezolano Arnoldo Gabaldn, se est realizando
en Venezuela. Crecen los hombres por la derrota de las epidemias y
aumenta su nmero por las continuas ondas migratorias que llegan
a nuestros puertos. Acrecido por estas dos vas nuestro capital humano, debemos crear, tambin, los elementos idneos que hagan
til y placentera la vida del hombre venezolano.

SEGURIDAD SOCIAL
De primero, entre todos los medios que hacen bonancible la
existencia, est la seguridad social. Si a ver vamos, nada ha influido
tanto en la crisis de nuestra riqueza como la falta de seguridad en
que ha discurrido la vida del hombre venezolano. Donde la libertad
personal est expuesta al capricho de las autoridades, jams puede
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IDEARIO POLTICO

realizarse obra segura. Nuestro obrero urbano y nuestro obrero rural, el sufrido hombre medio y el laborioso profesional, el profesor
y el estudiante, las mujeres y los jvenes, los ancianos y los invlidos, piden instrumentos que les mantengan en la confianza de s
mismos, en la confianza de su vigilia creadora y en la confianza de
su sueo reparador.
Como resultado de una reunin celebrada en Caracas a fin de
allegar elementos y experiencias para el prximo Congreso Mundial de Seguridad Social, fueron subidamente alabados por los
cientficos que nos visitaron, nuestro rgimen penitenciario y el
sistema de nuestras crceles menores. Lstima grande que esos
alegres sabios no se hubieran detenido a pensar que a cambio de
la seguridad que gozan en los penales los presos comunes, en la
calle, en el hogar, en la fbrica no tiene seguridad alguna el hombre
venezolano. La seguridad social tambin ha sido recluida en los
establecimientos penitenciarios, y en la conciencia atormentada de
Venezuela se ha levantado el nombre de Guasina como dantesca
pesadilla.

PETRLEO
Mientras nuestro rgimen econmico mantiene la tierra vegetal en una dolorosa situacin de improductibilidad, la tierra mineral es explotada en forma desleal y antipatritica. A las voces que
dentro denuncian constantemente el irregular aprovechamiento de
nuestra riqueza petrolera por los trusts imperialistas, se ha agregado recientemente la propia voz del Senado americano, que denunci las operaciones fraudulentas realizadas en nuestro propio
pas por las compaas incursas en el cartel petrolero: la Creole, la
Shell y la Gulf. Tres personas distintas y un solo diablo verdadero.
No es ya solamente el presidente del Consejo de Economa NaBIBLIOTECA AYACUCHO

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cional, el ilustre economista Jos Joaqun Gonzlez Gorrondona,


quien asienta en su informe del 28 de marzo del presente ao que
los ingresos derivados del petrleo no proporcionan la suficiente
fuerza financiera a la Nacin para mantener un grado de desarrollo
satisfactorio, ya que slo parte del ingreso de la industria petrolera queda en el pas; ahora es la voz del propio pas que lucra
con nuestra riqueza quien denuncia el hecho escandaloso de los
manejos puestos en prctica para reducir los modestos provechos
del Estado venezolano. Ante esta dolorosa realidad, nuestro deber nacional obliga a buscar frmulas que mejoren y vigilen con
ms xito la participacin del pas en los beneficios petroleros. Si
nuestros medios por hoy dificultan una distribucin internacional
que permitiese la nacionalizacin del aceite, como ayer lo hizo
Mxico y hoy el Irn, y como con sus minas de estao acaba de
hacerlo Bolivia, debe entretanto el Estado venezolano reservarse la distribucin interna de todos los productos del petrleo, a
cuyo efecto ha de emprender a corto plazo la refinacin nacional
de parte del aceite que las compaas estn obligadas a entregar a
la Nacin. Petrleo, gasolina, querosene, gas, han de ser distribuidos en el pas por el Estado venezolano, mientras el desarrollo de
nuestra capacidad distributiva nos ponga en condiciones de asumir
la explotacin directa de esta nuestra inmensa riqueza. Hasta tanto
ello ocurra, corresponde al Estado promover las modificaciones
conducentes al mejor modo de aprovechar esta fuente de riqueza,
cuyo agotamiento, por medio de nuevas concesiones, pretenden
quienes aspiran a que se termine nuestro aceite en beneficio de las
reservas de Estados Unidos. Que se agote nuestro suelo para que
permanezca completa la riqueza subterrnea del To Sam. Que se
aniquile, piensan ellos, la fuerza del esclavo en beneficio de la
robustez del dueo insolente. En cambio, una poltica de previsin
ordena que se mantengan cerrados los yacimientos petrolferos
que han escapado de la zarpa del imperialismo.
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IDEARIO POLTICO

HIERRO
A la dolorosa peripecia del petrleo, se ha venido a sumar ltimamente la tragedia del hierro. Los grandes montes ferrferos de
nuestra opulenta Guayana han sido entregados en forma delictiva
al capital estadounidense, y sobre las aguas de nuestro majestuoso
Orinoco ya empiezan a deslizarse los barcos que transportan a las
costas de Norteamrica nuestro suelo despedazado. Aunque parezca mera figura literaria, es esta una dolorosa verdad que debiera estrujar la conciencia nacional. Nuestros montes de hierro son
trasladados en pedazos para beneficio de la industria y del capital
yanquis.
Desde 1883 la Nacin haba hecho a extranjeros concesiones
de hierro. En 1901 buques ingleses haban embarcado hacia Baltimore toneladas de nuestro rico mineral, mas, el proceso de la actual
explotacin arranca de las concesiones recientes otorgadas a la
Western Ore Company, a la Iron Mines of Venezuela (en actual
explotacin), y a la Swiss Iron Mines of Venezuela, que abarcan
un total de 21.650 hectreas, con un valor en hierro de 172.000.000
de toneladas. Pero la gravedad del caso, por muchos ignorada, la
constituye la amaada reforma que sufri en 1928 la Ley de Minas, encaminada a fijar una curiosa escala impositiva que libra de
todo impuesto al hierro cuyo precio en la boca-mina es menor de
Bs. 20 la tonelada. Justamente la ley fue reformada para favorecer
a la Bethlehem Steel Company, matriz de la Iron Mines. Una vez
en vigor el nuevo instrumento legal, se adecu a ella el ttulo que
da aparente legitimidad al despojo de que es vctima la Nacin.
El mineral de hierro que actualmente exporta la Iron Mines est
calculado a un valor de Bs. 13,50 en la boca-mina, lo cual lo exime
de toda imposicin fiscal. Al calcularse la monta de las concesiones que se benefician del rgimen de la Ley del 28, y al estableBIBLIOTECA AYACUCHO

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cerse que los 172.000.000 de toneladas de mineral se convierten


en 86.600.000 de toneladas de hierro fundido, vendible a $ 15 la
tonelada, podemos fijar en $ 1.290.000.000 la suma en que se torna
para el imperialismo yanqui el regalo que le est haciendo Venezuela. Bajo el imperio de una nueva ley fueron hechas las concesiones de que disfruta la United States Steel, en la cual, despus de
una caprichosa concesin otorgada para explotar y disponer libremente los primeros, 50.000.000 de toneladas mtricas dentro de las
parcelas que al efecto se elijan, se obliga la empresa a renunciar al
50% del material excedente que redujese, a cambio de la libertad de
explotacin del otro 50%. Esto significa que de primera intencin
estamos regalando a la United States Steel Company 125.000.000
de toneladas de mineral. Semejante el negocio al de quien prestase
la gallina de los huevos de oro, para que se la devuelvan cuando lo
que empiece a poner sean huevos de lata.
A una y otra empresas regala Venezuela su hierro. Nuestro suelo apenas sirve para las labores extractivas. Pala y Puerto Ordaz,
sobre el soberbio Orinoco, son apenas los terminales donde los
barcos toman los pedazos de nuestro suelo para llevarlo a los altos
hornos de Norteamrica. Alguien me dice que en Puerto Ordaz
la oficina de Aduanas se llama Custom House. No en balde en su
fundacin intervino, junto con nuestras autoridades, el Embajador americano. Se va el hierro al Norte, para que all aprovechen
nuestras riquezas. De all vendr convertido en cabilla, en rieles,
en maquinaria.
Aun ms que el petrleo, el caso del hierro pinta la realidad
colonialista de nuestra riqueza, y consiguientemente de nuestra Nacin. Somos un pueblo enmarcado en el esquema econmico de
las grandes potencias imperialistas. Estamos, en lo que a hierro dice, en la misma situacin en que estuvo Estados Unidos cuando
era colonia de Inglaterra. El imperialismo es opuesto al desarrollo
32

IDEARIO POLTICO

industrial de las colonias. De ellas quieren las materias primas y


el capital que absorben a base del comercio. El gobierno ingls,
como lo anota Adam Smith, prohibi a sus colonias de Amrica
toda tentativa de plantar hornos para la produccin de acero. Los
magnates de Wall Street impiden, a la vez, como si fueran nuestros
seores metropolitanos, que en nuestro pas se reduzca el hierro y
se piense en una industria del acero. Con esta empezara nuestra
verdadera liberacin nacional. Es necesario pensar que mientras
tengamos necesidad de derivar, en lo que a acero y maquinaria se
refiere, de la voluntad de otra nacin, seguiremos siendo pueblo de
minora colonialista. El dominio del hierro abri al hombre antiguo
una nueva etapa de cultura. La edad de oro es mero tema literario
para soadores del futuro o del pasado. La edad del hierro marca,
en cambio, en el orden de la Historia, el salto del perodo de la piedra pulida al estadio de la cultura donde empez a configurarse la
civilizacin. A nosotros se nos quiere mantener en puesto de pas
exportador de meras piedras. Se nos quiere, en realidad, dejar en
una edad de piedra, para la cual nuestra economa y nuestra cultura
en general necesitasen de la tutela y de la gracia de los imperios.

TRATADO COMERCIAL CON EE.UU.


Ms que nuestros, petrleo y hierro son por hoy patrimonio de
naciones extranjeras, que juegan con nuestro destino y a cuya voluntad se acomodan nuestros intereses fundamentales. Cuando el
pueblo aspira la inmediata revisin de los convenios petroleros, de
las concesiones de hierro, unas clusulas complementarias al Tratado de Comercio con Estados Unidos, entregan an ms al Norte
nuestro destino econmico. Lejos de buscarse la modificacin de
los convenios que autorizan, contra la letra de la Ley de Hidrocarburos, otra deduccin que no sea la del transporte del Golfo a un
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puerto venezolano y de este al campo de produccin, cuando se trata de fijar el precio comercial de los crudos, el personero del Estado
venezolano se limit a aceptar como concesin una rebaja de 50%
en los impuestos que indirectamente pagan a Estados Unidos, no las
compaas, sino el propio Estado venezolano. En Bs. 25.000.000
al ao se calcula esta ventaja, compensada a la vez por la inclusin
en tratamiento de favor de 179 renglones arancelarios, en contra
de 90 a que ascenda la lista anterior. Se ha aumentado a slo seis
artculos el aforo, y se ha disminuido a 34. Se mantiene la rebaja
que favorece a los cigarrillos, cuando hubiera sido lgico buscar
que disminuyese su importacin, calculada durante junio ltimo
en Bs. 900.000. Se rebajaron los impuestos al wisky, a fin de hacer
ms accesible el consumo de bebidas alcohlicas, montante en el
mismo mes a la suma de Bs. 1.500.000. Bajo el absurdo concepto
de dar facilidad a la industria del ensamblaje, se estableci un
rgimen de favor, que los comerciantes yanquis calificaron de gran
ganga ganada a Venezuela. Cuando debi haberse negociado,
como es lgico, sobre la base de una clusula que fije cuotas mximas mensuales para la introduccin de automviles de paseo, se
ofrecen, en cambio, facilidades para que prospere la introduccin
de carros de todo gnero. Todo venezolano est conteste, salvo los
vendedores de automviles y los aspirantes a que el Gobierno les
regale uno, en que nuestro pas padece una sobresaturacin de vehculos. Slo en junio pasado se importaron automviles de paseo
por un valor de Bs. 6.379.353. Cualquiera piensa que en lugar de
proseguir en esta carrera de locura, debieran traerse tractores para
el campo y modestos carros para los hombres de trabajo.
Pero el imperialismo condiciona su poltica a la puerta abierta
para su comercio distribuidor. Es necesario quitar a Venezuela las
divisas que recibe por su petrleo. Y fcilmente lo consiguen los
capitalistas del Norte, porque ac se carece de un sentido naciona34

IDEARIO POLTICO

lista que defienda la riqueza y la dignidad de la Repblica y d empuje cierto a la industria nacional. Lejos de proteger lo nuestro, el
Tratado Comercial protege los intereses del imperialismo. An se
permite la elaboracin de un producto cuyo nombre ha adquirido
doble sentido en la jerga poltica venezolana. Me refiero a los jugos
Yukery, elaborados a base de agua venezolana y de concentrados
de frutas extranjeras, trados al amparo de la reforma del Tratado.
A este bebistrajo, tal vez por su funcin electoral, se le ha hecho
propaganda como producto de la industria nacional. Somos en realidad un pueblo sin lgica y sin sentido, que pareciera haber hecho
entrega en manos de los yanquis de su libertad y su decoro. Para
mantener la amistad del poderoso imperio del Norte, hemos llegado
a convertir en inmenso e incmodo garaje nuestra hermosa capital,
y junto con esto, hemos abandonado nuestra agricultura y nuestra
incipiente industria, para que puedan lucrar ms los granjeros del
norte y con ellos el inmenso capital financiero invertido por el imperialismo en nuestro pas, el cual, con su total de 9.000.000.000
de bolvares, duplica la riqueza nacional y reduce a la condicin de
pueblo dependiente a nuestra sufrida Repblica.

CRISIS DE LA NACIONALIDAD
No es por ello obra de resentidos ni ridcula labor de majaderos levantar la voz contra el peligro que nos viene de fuera y
contra el extremo peligro que representa en lo interior la conducta
antipatritica de los pitiyanquis. Necesario es vocearlo y repetirlo:
el nuevo invasor no penetra donde tropieza con voluntades recias
que le cierren las puertas de las ciudades. El imperialismo empieza
por corromper a los hombres de adentro. A unos, por unirlos a su
comparsa de beneficiados, a otros, por borrarles la imagen de la
propia nacionalidad. Para eso estn el cine, las revistas, los diarios,
BIBLIOTECA AYACUCHO

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los libros, las modas y aun las tiras cmicas. Adems de dar con
ello buena oportunidad a su absorbente capital, llevan al pblico
incauto al relajamiento de los valores espirituales.
Las llamadas puertas abiertas para los inversionistas extranjeros, promueven cada da mayor entrada del capital financiero,
con lo que aumenta a la vez nuestra dependencia econmica y poltica. Poltica de puertas abiertas se llam la que Inglaterra impuso
en 1842 a la sufrida China. Hoy esa poltica no tiene necesidad de
ser impuesta por medio de buques de guerra y de tratados de paz.
Actualmente las puertas se abren alegremente para que venga el
enemigo de la dignidad nacional a gozar de toda manera de garantas. En cambio, el dinero criollo se mantiene en forzada condicin
de timidez, que lo obliga al agio y la hipoteca. Pero ocurre que el
extranjero tiene privilegios y seguridad, garantizados por la ley
internacional, que en este caso es la ley del ms fuerte, mientras el
capital criollo sufre la misma inseguridad que padece el hombre
venezolano. Por ello, Venezuela ha resultado una esplndida Jauja
para los extranjeros, aun para los obreros, que trabajan en mejores
condiciones que el obrero criollo.
Frente a la realidad de este cuadro de dolor, yo he insistido en
la necesidad impostergable de hacer sentir al venezolano que su
misin es ms que la de vender petrleo y hierro, para absorber despus enlatados extranjeros. Le he recordado que ayer contrajimos
un serio compromiso con la Historia y con Amrica. Fuimos los
paladines de la libertad y de la autonoma del mundo hispanoamericano. Crimen sin nombre serva desertar aquella altiva posicin
y dar espaldas a la libertad, para gozarnos en el amao de la nueva
esclavitud.

36

IDEARIO POLTICO

LA X CONFERENCIA PANAMERICANA
Y cuando se debiera estar en trance de denunciar convenios y
de reformar contratos que someten nuestro desarrollo econmico
a la voluntad y al provecho del capital norteamericano, y cuando
debiera pensarse en el desarrollo de una poltica proteccionista que
defienda nuestra futura industria, nos preparamos confiados y alegres a albergar en nuestra capital la X Conferencia Panamericana,
en cuyos protocolos pretende el vicioso panamericanismo atar definitivamente los intereses de los pueblos latinoamericanos a la voraz poltica del imperialismo. Entre las grandes y superfluas cosas
que planea nuestro Gobierno para el xito de dicha Conferencia, el
Despacho de Comunicaciones organiz cuatro canales de radio
teletipo directos y permanentes con la ciudad de Nueva York, por
los cuales podr efectuarse la totalidad del trfico relacionado con
la conferencia y mensajes de prensa. En caso necesario, podr utilizarse uno de esos canales para el servicio directo entre el saln de
Conferencias y la Secretara de Estado de Washington. Por nada
se anuncia una rapidez de comunicaciones con los dems pases
de nuestra Amrica prieta. La poltica de la Conferencia se intuye desde ahora por nuestro propio Gobierno, como movimiento
telefnico cuyo centro de gravedad se halla en la trpode funesta
que componen Wall Street, la Casa Blanca y el Pentgono. No en
balde The New York Times del 16 de julio pasado escriba: Si los
Estados Unidos tienen responsabilidades hacia la Amrica Latina,
las naciones del Sur de Ro Grande que son tan independientes
y soberanas como nosotros tienen responsabilidades semejantes
hacia nosotros. La Organizacin de los Estados Americanos es un
sistema que TIENE que trabajar al igual de la Comunidad Britnica. Intentan, pues, nuestros buenos vecinos que los pueblos de
origen latino de este hemisferio entren a formar parte de un esqueBIBLIOTECA AYACUCHO

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ma poltico y econmico que configura y gobierna Washington,


para provecho de su imperio.
No har con palabras propias el comentario de esta riesgosa
situacin. Para decir que el peligro es evidente para la vida de
estos pueblos y para decir que en medio de nuestro desbarajuste
corren riesgo de extinguirse todas las energas de carcter nacional
y con ellas la independencia de estas repblicas, me afincar en la
palabra de uno de los ms autorizados representantes actuales de
las fuerzas conservadoras del pas. Me refiero al ilustre historiador
nacional Pedro Manuel Arcaya, quien en Coro, por 1899, denunci
el peligro que para nuestras repblicas representaba el imperialismo que se quitaba la mscara en el doloroso caso de Cuba. Desde
entonces se vio claramente el problema que una vez ms puse a
flor de meditacin en mi libro Mensaje sin destino. Advirtieron los
estadistas de aquella hora que ningn boleto era ms franco para la
penetracin del imperialismo como el desconocimiento y el menosprecio de las races hispnicas que dan sentido de unidad a la
Amrica morena. Sin embargo, hoy la prdica del panamericanismo a lo Blaine busca afincaderos en la propia palabra de Bolvar,
cuando, por el contrario, fue el Libertador quien mejor redonde
en expresiva frase el peligro que para nuestra libertad y nuestra soberana representa en el Nuevo Mundo la poltica de Washington.
Bolvar quera la formacin del gran bloque hispanoamericano
insinuado por los cabildantes de Caracas en 1810. Si en Panam
estuvieron representados en 1826 los Estados Unidos, fue en razn
de invitacin hecha por su cuenta por el vicepresidente Santander. Jams pens el Libertador que la obra anticolonialista en que
trabaj sin sosiego por veinte aos pudiera convertirse, y nada
menos que en nombre suyo y al amparo de palabras desfiguradas
por quienes se dicen defensores de su gloria, en instrumento que
fomentara un nuevo colonialismo, ms degradante por ponernos
bajo bota extraa.
38

IDEARIO POLTICO

NACIONALISMO LATINOAMERICANO
Precisa, pues, luchar por que la Conferencia Panamericana
reunida en Caracas, sea, por lo contrario, testimonio de la virilidad de nuestro creciente nacionalismo latinoamericano. Urge en
ella voces altivas que expresen nuestra voluntad de colaborar con
la poderosa nacin del Norte en todo aquello que se encamine a
mantener la paz de los pueblos y en todo aquello que represente
beneficio para la comunidad universal del hombre. Nuestro destino real es destino pacifista. A nuestros hombres los necesitamos
sobre nuestra propia tierra, vivos y enteros, trabajando los instrumentos de la abundancia y de la paz. Nuestra posicin moral nos
alinea con los pueblos que buscan la liberacin de su conciencia y
el aprovechamiento total de su riqueza. Nuestros sentimientos han
de manifestarse unidos en el orden de la esperanza con los sentimientos de los pases que sufren la coyunda colonial. Agrupados
con nuestros hermanos del Nuevo Mundo, podemos hacer frente a
quienes pretenden desviar aquel destino y alterar aquella posicin.
Unidos con los pueblos americanos que arrancan de la cepa peninsular, debemos mantenernos firmes en la defensa de la tradicin
que nos da fisonoma inconfundible frente a la tradicin que da
fuerza y carcter al pueblo angloamericano, del cual pretende separarnos la torpe poltica del capitalismo, que all se niega tambin
a reconocer los plenos derechos de la libertad.
Nuestro pueblo ha de hacer un voto solemne y salvador ante
los amenazantes momentos que se acercan. Debemos velar porque maana, cuando los miembros de la anunciada Conferencia
Panamericana vayan al Panten Nacional a colocar la consabida
corona diplomtica sobre las cenizas veneradas del Padre de la
Patria, aquellas flores no caigan tambin sobre el propio espritu de Bolvar, asesinado una vez ms por la voluntad entreguista
BIBLIOTECA AYACUCHO

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del mismo mundo que libert. Debemos esperar, por lo contrario,


que en Caracas surja una nueva conciencia de interamericanismo
vertical, que sustituya la entrega fcil por el pacto igualador y que
reemplace la suspicacia que ha sido ingrediente de la poltica internacional de nuestros pueblos hispanoamericanos, por una nueva
conciencia de liberacin que d actualidad a Bolvar, a San Martn,
a OHiggins, a Hidalgo, a Santander, a Artigas, a Abdn Caldern,
a Santamara, a Jos Mart, como voces poderosas unidas frente al
enemigo de la paz de nuestros pueblos.

LA CONCORDIA NACIONAL
Para que Venezuela pueda optar al sitio que le corresponde en
el orden defensivo y creador de la nueva americanidad, necesita
realizar previamente con sentido responsable la poltica de integracin nacional que el partido Unin Republicana Democrtica ha
venido pregonando desde la crisis funesta de 1945, y a la cual hoy
se suman los sectores ms responsables de la opinin venezolana.
Nuestro pas no puede seguir dividido entre ciudadanos perseguidos y agentes perseguidores. Tuvimos la experiencia de una gran
pausa en el proceso de nuestras disyuntivas domsticas. Cuando
gobernaba el pas el general Isaas Medina Angarita, nos sentbamos a los manteles de la alegre hermandad acciondemocratistas,
pedevistas, comunistas, independientes de izquierda. De entonces
ac, si en verdad el pueblo ha sufrido mucho, ha aprendido tambin
muchas cosas en orden a sus deberes y en orden a la nocin de la
libertad. El fracaso y el dolor han servido, adems, para que todos
hayamos meditado acerca de nuestro deber y de nuestra posicin
de ciudadanos. Grandes lderes, como el recientemente abatido
Leonardo Ruiz Pineda, han declarado con honrosa valenta errores
de ayer y errores de hoy. Las condiciones polticas han variado
40

IDEARIO POLTICO

enormemente desde 1945 hasta la fecha. Hoy el pueblo tiene una


conciencia ms clara de su propio destino y sabe por ello que la
unidad de las fuerzas democrticas es lo nico que puede garantizar la estabilidad de las instituciones. Identificado con la consigna integralista de Jvito Villalba, tambin he levantado yo la voz
para pedir frmulas que acerquen a los hombres de Venezuela. Es
absurdo y criminal mantener el estado de divisin que devora a
la Repblica, cuando los mismos hombres que se destrozan entre
s se ven continuamente forzados a la relacin comn en el curso
diario de la vida. Ms que una Venezuela visible en la accin de
los que ordenan a su arbitrio y una Venezuela invisible en el dolor
de los que sufren la arbitrariedad, estamos viviendo la duplicidad
criminosa de traicionar nuestros propios instintos de amistad en
aras de un provecho material o de un prestigio pasajero.
Por la unidad de esa Venezuela inmensa en la continuidad
de su suelo y enorme en la conjuncin creadora de la voluntad de
sus hijos, yo seguir luchando como hasta hoy lo he hecho. La
justicia que reclama el obrero de la fbrica y el obrero del agro,
el respeto que para su hogar y para su sueo pide el ciudadano, la
atencin que impetra la tierra para reventar en abundosa cosecha,
el celo que precisa poner para la defensa de la riqueza de la Patria, el cuido que solicitan los ancianos, los enfermos y los nios,
imponen una tregua en la carrera de artificiales odios que divide
la comunidad venezolana. Mandar con el meditado sacrificio de
la libertad y de la vida de los conciudadanos, no es habilidad poltica sino crimen nefando. Pueden los partidos perseguir las alturas
del poder con el fin de hacer prcticos sus programas y sus ideales
polticos. Pero no puede concebirse a esta altura de nuestra historia
nacional que grupo alguno, civil o castrense, tenga como norma
programtica sustituir el respeto a que tiene derecho de parte de la
colectividad contraria, por un sistema sombro, que amenace aun
con la muerte a quienes contradigan la voluntad de los poderosos.
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Esas ideas fundamentales de unidad y de defensa de la nacionalidad y de los principios que garanticen el libre desenvolvimiento de la personalidad del hombre y de la mujer venezolanos,
dentro del marco de una democracia progresista, donde lo individual se halle supeditado a la justicia social, habr de defender
tesoneramente en nombre del pueblo del Distrito Federal, si l me
concede el honor de sus votos en los prximos comicios. Al hacer
esta promesa confo en que Dios me dar fuerzas y luces suficientes
para que el pueblo que me atiende y me concede sus sufragios no
cambie para m los aplausos de hoy por el feo dictado de traidor a
las promesas. Este mi compromiso con el electorado es por dems
recio y grave. Al honor que constituye para m ir a la lucha cvica
embrazado con Jvito Villalba, se suman las obligaciones derivadas del espontneo movimiento surgido en torno a mi candidatura.
Nada para m ms encumbrado que ver la corriente de apoyo que
se mueve al lado de mi nombre. En ella se confunden voces de
distinguidos representantes de las altas capas influyentes con las
voces de modestos hombres del pueblo. Se parean el profesor y
el estudiante con el obrero cargado de sufrimientos. Coinciden el
hombre que conmigo comparte la vieja fe religiosa de los Padres
de la Repblica y el revolucionario negador de los valores del espritu. Se anan antiguos servidores que fueron mis compaeros
en pocas de opacamiento del civismo y exaltados dirigentes que
ayer condenaron sin examen a los hombres que, sin ir a la crcel y
al destierro, tambin, mientras rean, sufrieron en lo interior de la
conciencia. Esa convergencia de actitudes no obedece ni da lustre
de mi nombre ni da mrito de mi obra de escritor y de poltico.
Obedece al hecho circunstancial de haber tomado yo la voz antigua de la tierra. Suelta andaba esa voz, en busca de garganta
poderosa que dirale expresin. Cuando los mejores fallaron, la
voz lleg hasta mis labios y la idea descendi hasta los puntos ar42

IDEARIO POLTICO

dorosos de mi pluma. Yo la puse a andar con la responsabilidad que


representaba su mensaje. Al principio no supe a quines destinarlo.
Hoy comprendo que el pueblo vio en mis palabras las huellas de
su dolor y del dolor de Venezuela. Hoy nos unimos, pues, para la
lucha cvica, el hombre sin tamao que tom la palabra de la Patria
y el pueblo poderoso que se sinti la Patria misma.
VIVA EL GOBIERNO DE INTEGRACIN NACIONAL!
VIVA LA UNIDAD DEMOCRTICA DEL PUEBLO!
VIVA URD, por Pan, Tierra y Libertad!
Caracas, 26 de noviembre de 1952.

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LA TRAICIN DE LOS MEJORES


(Esquema interpretativo de la realidad
poltica venezolana)

RAZN
ESTAS PGINAS no constituyen acusacin directa contra persona

alguna, sino un examen fervoroso de nuestra conciencia nacional.


En ellas, hay apreciaciones cargadas de dureza, como tiene que
ser por fuerza toda exploracin de este tipo. No es la primera vez
que me aboco a esta clase de ensayo en torno a nuestra realidad de
pueblo. Desde El caballo de Ledesma, aparecido en 1942, he venido trabajando insistentemente sobre este mismo doloroso yunque.
Ni en aquel ni en estudio alguno del mismo orden, he intentado
presentarme en la actitud farisaica de quienes, cargados de culpas, se adelantan a arrojar piedras sobre cualquier vecino. Antes
de examinar la conducta colectiva he examinado la ma propia, y
con la luz que me deja el conocimiento de mis errores y deficiencias
personales, procuro iluminar los caminos de quienes me siguen en
el orden del tiempo. Debemos ensear a las nuevas generaciones, no el inventario de nuestros pocos aciertos, sino las cadas
que han hecho imperfecta nuestra obra personal, y, consiguientemente, han impedido que esta aflore con acento redondo en el
campo colectivo, escrib al abordar el tema de la deuda de las
generaciones.
44

IDEARIO POLTICO

Venezuela, ms que de acusaciones personales, est urgida


de un mea culpa colectivo. Hasta tanto no adoptemos una actitud
humilde y serena frente a los problemas de la Nacin, no alcanzaremos la claridad requerida para entender nuestra propia funcin
social. Se necesita abrir un proceso de sinceridad y de austeridad
capaz de llevarnos a la salvacin de nuestro destino histrico.
Volviendo sin cesar sobre los grandes y sobre los pequeos problemas de la sociedad y enfrentndonos a ellos con sencillez, con
reflexin, sin impaciencia, lograremos hacer de la propia evocacin de nuestra historia una manera de espejo donde podamos
ver con claridad, no ya los acontecimientos pasados, sino nuestro
desfigurado rostro presente. Del mismo modo como en el orden
teolgico de la salvacin recomiendan los ascetas un continuo
examen de conciencia para llegar al pecado que sirve de raz a
la angustia, tambin en el orden de los pueblos deben hacerse
constantes llamadas a la inquisicin, a veces desvergonzada, de
nuestra obra social. Nada importa que no se logre una inmediata
y exitosa correccin de hbitos y costumbres; empero, dicho examen tiene valor de advertencia para quienes confan en la palabra
de los mayores.
Estas lneas estn escritas con el corazn puesto en Venezuela.
En ellas rebosa la preocupacin de quien desea ser til al mejoramiento moral de un pas en crisis de valores. Si no puedo ofrecer acciones ejemplares, al menos puedo dar la leccin dolorosa
de mis errores y de mi angustia. Para hacerlo, por nada temo la
maledicencia y la calumnia de quienes, sintiendo placer en la destruccin ajena y queriendo reinar como tuertos, se empean en
vaciar los ojos de los dems. Fcil cosa es hacer caminos, tender
puentes, abrir tneles, levantar gigantescos edificios. Al lado de
los afortunados constructores de las obras materiales, por muchos
tomadas como testimonio del progreso nacional, precisa, tambin,
BIBLIOTECA AYACUCHO

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y aun con mayor urgencia, la labor sencilla de quienes procuran


que, junto con los grandes caminos materiales, se abran anchos
caminos por donde se vaya a la realizacin del humano destino de
libertad y de decoro que persigue la cultura universal. De nada
sirven vas y palacios por donde transitan y donde viven hombres
sometidos a la tortura del miedo y de la persecucin.
M.B.I.
San Jos de Costa Rica, febrero de 1953.

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IDEARIO POLTICO

Si enderezareis al bien vuestras acciones, si administrareis justicia entre hombre y hombre, si no hiciereis
agravio al forastero, y al hurfano, y a la viuda, ni derramareis sangre inocente, y no anduviereis en pos de
dioses ajenos para vuestra misma ruina, yo habitara
con vosotros en este lugar, en esta tierra que di a vuestros padres, por siglos y siglos, dice el Seor.
Jeremas, 7-5, 7

Yo vi lo ms notable de lo mo,
llevado del demonio, y Dios ausente.
Miguel Hernndez

TEMA POR DEMS trajinado resulta ya el de la formacin de una

conciencia de autonoma en los viejos Cabildos de Amrica, cuando apenas se iniciaba nuestra vida civil en el siglo XVI. Los hombres que se echaron a la conquista de este hemisferio traan en su
acervo concencial el tradicionismo rebelde de los viejos Cabildos
peninsulares y el mpetu individualista que caracteriza al espaol.
De todos conocida es la rebelda de los cabildantes de Coro, que,
a la muerte del gobernador y capitn general Alfnger, desconocieron la autoridad de su Teniente Gobernador y declararon que
el poder recaa, mientras proveyese el Rey, en los representantes
del comn.
Empez, pues, nuestra vida institucional por el repudio que dieron los personeros de la nueva comunidad a un gobernante que slo
tena de apoyo la fuerza prestada por una presunta sucesin en el
orden del mando. La insistencia de los Cabildos en la defensa de
esta prerrogativa culmin con la Cdula de 8 de diciembre de 1560,
por medio de la cual el Rey reconoci a nuestros Ayuntamientos
BIBLIOTECA AYACUCHO

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derecho de ejercer el gobierno de las ciudades a la muerte de los


gobernadores.
Al abrigo de los Cabildos se fue creando un sentimiento de
arrogancia en el criollo. Luego, la posesin de tierras labrantas
y de anchas sabanas donde engrosaban los rebaos, le sirvi de
punto de apoyo para desarrollar el heredado sentimiento de gana
que caracteriza la estirpe hispnica. Sobre el suelo vegetal, a falta
de ricas minas, como ocurri en otras porciones del mundo de las
Indias, se fundament la antigua riqueza que dio contornos de clase a nuestra oligarqua colonial.
Cuando comenz el siglo XVIII, ya las diversas regiones que
llegaran a formar en 1777 la Gran Capitana General de Provincias
Unidas de Venezuela1 contaban con una definida oligarqua, a cuyo
lado las otras clases, compuestas por los indios, los esclavos, los
pardos libres y los mestizos y criollos de oficios comunes, hacan
una vida de privaciones y de trabajos, abultados an ms por los
distingos derivados de los varios niveles econmicos y culturales.
Ocurrida en La Espaola la revolucin de los negros, fueron
enviados a Venezuela elementos peligrosos al orden monrquico.
Pronto los inmigrados se dieron a regar entre los de su clase las nuevas ideas de libertad y de igualdad. As se haya dicho que las ideas
liberales del siglo XVIII y las arengas de los convencionales de
Francia entraron en Venezuela bajo el siglo de los antiguos empleados de la Guipuzcoana y al amparo de las sotanas de algunos clrigos de ideas avanzadas, bueno es agregar el valioso elemento
divulgativo que llegaron a constituir negros y mulatos. Al pintar
1. Esta denominacin no tuvo carcter oficial durante la poca colonial. Yo la he
usado en mis trabajos de historia para distinguir la Venezuela de 1777, es decir,
nuestro actual territorio nacional, de la primitiva Venezuela compuesta por los
estados Trujillo, Lara, Falcn, Guanare, Yaracuy, Cojedes, Gurico, Carabobo,
Aragua, Miranda y el Distrito Federal.

48

IDEARIO POLTICO

en mi libro Casa Len y su tiempo el estado social de Venezuela


a fines de aquel siglo, hice especial referencia a una informacin
producida por el Obispo de Caracas, relativa al papel de agitador
que se atribua al mulato Juan Bautista Olivares, msico de capilla
del Oratorio de San Felipe Neri. Recientemente publiqu en Crnica de Caracas, y de l hice comentarios en mi columna del diario
caraqueo El Nacional, un Bando de Buen Gobierno, ordenado
por el presidente y gobernador don Manuel Guevara Vasconcelos,
el ao 1806, por el cual se prohiban las reuniones de negros, pues
estos andaban en propaganda sediciosa, y se impeda, a la vez, la
entrada de esclavos que no fueran bozales, pues los de las Antillas
se consideraban tomados ya por las ideas subversivas de la hora.
No fue un mero problema de alcabalas lo que movi la revolucin de Chirinos en la Sierra de Coro. Hasta los loangos de Tierra
Firme haba llegado el eco de las palabras tremendas que conmovan la conciencia del mundo. Si hubo, y en grado eminente, los
canales lgicos de la expansin a travs de libros impresos que llevaron las ideas del momento hasta la mente vigilante de los grandes
criollos2, es preciso revaluar para las clases desheredadas negros
y mulatos el mrito de haber sido tambin agentes divulgadores
de las enrgicas voces que hasta ellos llegaban a travs del tornavoz de La Espaola. Si no a fruto de discernimiento, empero, s, al
calor de la pasin que en ellos encenda la sentida injusticia, el discurso de la gente de color tuvo real eficacia en el pueblo colonial.
En la ltima dcada del siglo XVIII nuestro pueblo estaba,
pues, saturado de las ideas que el ao 1810 habran de explotar
en forma de revolucin separatista. Por ello se le vio asociado en
2 . Buen tema de estudio sera investigar las denuncias hechas a las autoridades de
Caracas a fines del siglo XVIII, en relacin con libros sediciosos que circulaban
en el pas. En la Seccin Gobernacin y Capitana General, del Archivo General
de la Nacin, hay al respecto una rica documentacin.
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1797 al movimiento de Jos Mara Espaa, Manuel Gual, Francisco Zinza y los Rico Montesinos; por ello, tambin, se agitaron los
negros libres y los esclavos contra las autoridades coloniales de
Maracaibo y de Giria.
Mientras las clases bajas buscaban la igualdad, las clases del
privilegio pugnaban por variar el sistema que las mantena fuera de
los cuadros gubernamentales dirigentes. Una visin mezquina de
la Corte de Madrid, ya tomada del autoritarismo y de la centralidad
de poder que fue distingo de la dinasta francesa de los Borbones,
busc disminuir el impulso autodeterminativo de los criollos. Para
restar fuerza al autonomismo de estos, la llamada Cdula de Alternativas dispuso que cada segundo ao entrase un peninsular en el
Cabildo con rango de Alcalde Ordinario. Mientras tanto, la Corte, acaso pensando que el pueblo bajo llegara a servirle de tercer
brazo para el equilibrio del poder, haca concesiones a los pardos,
como las contenidas en la Cdula de Gradas al Sacar, por la cual,
mediante ciertas sumas, las clases de color podan optar las franquicias de las clases blancas. Ya estas, desde el siglo XVII, venan
convirtindose en nobleza, merced a la adquisicin de ttulos pagados con cacao, de donde el nombre de grandes cacaos con que
las bautiz el comn del pueblo. An, de quienes presumen nfulas,
se dice que la echan de cacaos.
Coincidan ambos grupos criollos oligarcas y pardos y mulatos en buscar frmulas que los llevasen a una superacin de niveles. Los terratenientes que formaban la primera clase, con el gusto
de los ttulos de condes y marqueses, proseguan en el empeo de
acumular honores que no slo consistiesen en llevar cojn y alfombra a las ceremonias religiosas. Ellos queran dirigir la poltica de
la Capitana General.
A partir de la creacin de la Intendencia en 1776 y de la Audiencia en 1786, se pronunciaron banderas y partidos que lucha50

IDEARIO POLTICO

ban por ganar mayores influencias en el nimo de los altos funcionarios. Abolidos los privilegios monopolistas de la Compaa
Guipuzcoana, los empleados radicados en la Provincia pasaron
a formar grupos poderosos, que buscaban ejercer dominio sobre
Gobernador e Intendente, a quienes obstruan cuando no acertaban
en la influencia. Justamente en el movimiento revolucionario de
1797 errneamente atribuan su iniciativa a Picornell y a Campomanes figuraban numerosos vizcanos que alimentaban la idea
de formar una Repblica a la francesa. Ya enraizados en la tierra,
realizaban un movimiento semejante al que los agricultores canarios haban encabezado contra ellos en 1749. Eran entonces los
isleos la voz antigua de la tierra, que buscaba defenderse de la
explotacin forastera. Juan Francisco de Len se deca inspirado
y alentado por la voz del comn. Ahora, los guipuzcoanos residenciados en la Provincia, muchos vinculados por sangre con los
viejos criollos, o cabezas ya de hogares firmes, se sentan sumados
a las fuerzas indgenas, interesadas en un mayor delineamiento
autodeterminativo. Ya eran ellos voz del pueblo.
A los factores orgnicos y polticos que explican en criollos y
espaoles peninsulares arraigados en la Provincia el crecimiento
de un mpetu de prepotencia, se agrega el influjo que en las clases
pudientes e instruidas haba logrado el mejor conocimiento del estado de agitacin que viva el mundo europeo y que en las colonias
inglesas del norte de Amrica haba llegado a la forma revolucionaria de la repblica independiente.
Cuando ocurren en Caracas los clebres acontecimientos de
julio y noviembre de 1808 y de abril de 1810, haba una coincidencia de voluntades en las varias y pugnantes clases de la sociedad
colonial. Se ha presentado aquel movimiento como obra principal
del mantuano que buscaba mayor mbito para sus aspiraciones oligrquicas. Yo he defendido esta tesis frente a la tesis antitradicioBIBLIOTECA AYACUCHO

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nista, que sostuvo por mucho tiempo que la emancipacin fue un


movimiento imitativo, impulsado slo por las ideas afrancesadas,
regadas a todo lo ancho del mundo americano por la propaganda
del momento, a la vez carente de asidero en la tradicin colonial
anterior a la Revolucin Francesa. A ambas explicaciones es preciso agregar, en su debida dimensin, la aportacin valiosa de las
dems fuerzas que se conjugaron para crear la conciencia revolucionaria que hizo posible la unidad de donde surgi la Repblica.
Los que niegan el valor de las antiguas actitudes de la sociedad colonial para la formacin de la conciencia levantisca y rebelde que
culmin en la declaracin y proceso de la independencia nacional,
pareciera que desconociesen alegatos como el presentado por don
Pedro Garca de Segovia, cuando el ao 1733 se opuso, en nombre
del pueblo de Caracas, al cumplimiento de una Real Cdula que
autorizaba determinados arbitrios no justificados por la necesidad
del comn. Lleno est nuestro Archivo General de expedientes
contentivos de alegatos semejantes y en las actas de los Cabildos
coloniales se abultan huellas de idnticos procesos. En medio del
orden colonial haba crecido, como contradiccin al poder absorbente de los agentes de la metrpoli, una conciencia que pugnaba
por alcanzar mayor mbito en el plano de las posibilidades polticas y sociales.
Caminando diversos y aun opuestos caminos, las clases coloniales, con aguda percepcin finalista, llegaron a coincidir en un
momento de su evolucin. Buscaban los criollos de la oligarqua
Bolvares, Rodrguez del Toro, Tovares, Hernndez Sanabrias,
Fernndez de Len, Pales, Mijares de Solrzano, Ascanios, Llamozas, Hurtados de Mendoza, Salias Ribas, Briceos, Sosas, Pumares, Herreras, Ayalas mayor encumbramiento en cuanto al goce
de influencias y poder; perseguan los criollos llanos, los pardos y
los mulatos, mayores franquicias en orden al estilo de la sociedad
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IDEARIO POLTICO

colonial. Aquellos luchaban contra la autoridad metropolitana;


estos pugnaban contra la arrogancia y la explotacin de los mantuanos. Los propios representantes del Rey saban aprovechar en
beneficio del robustecimiento de la autoridad real las diferencias
existentes entre una y otra clase, y en el caso de la iniciativa tomada
en 1808 por los nobles y mantuanos con el fin de crear una junta
gubernativa autnoma, al igual de las de Espaa, el gobernador Casas y el regente Mosquera y Figueroa hicieron correr entre los pardos voz maliciosa de que era propsito del mantuanaje hacerse de
medios de autoridad que les permitiese la nueva esclavitud de los
pardos libres. En tal forma, los agentes de la monarqua llegaron
a tener a su favor a los componentes de las clases menospreciadas
por la nobleza criolla.
De 1808 a 1810 corre un perodo en nuestra historia que acusa extraordinaria habilidad, en nuestros primeros polticos. Comprendieron los dirigentes del movimiento autonomista que la ms
segura manera de conspirar es mentir al Gobierno palabras de
amistad, y que el medio ms cabal de dar eficacia al cambiamiento
propuesto era ganar una investidura institucional que metiese a
los revolucionarios dentro del cuadro de la misma legalidad que
se intentaba alterar. Sobre este ltimo hecho debieran meditar
quienes niegan la formacin de un tradicionismo institucional en
nuestro proceso histrico. Claro que existe dicha tradicin. Lo que
ha ocurrido es el menosprecio de aquel por parte de los sucesivos
dirigentes republicanos.
Uno de los pasos ms acertados que dieron los caudillos del
momento, fue haber comprendido que sin pueblo, o sea, sin la masa
oprimida de pardos, mulatos y mestizos, jams llegara a cuajar un
movimiento en realidad revolucionaria. Para hacer efectivos estos
medios, los ms altos representantes del mantuanaje se mostraron
por amigos de Emparan, mientras buscaban, con la confianza de la
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tropa, la adhesin del Cabildo caraqueo, cuyas palabras de lealtad


a Fernando VII habran de ser el mejor camino para llegar a la independencia. A la par de estas medidas, hombres del temperamento
fogoso de Jos Flix Ribas trabajaban en el nimo de las clases
populares. De uno a otro extremo de la ciudad de Caracas se movi
en la maana del 19 de abril el revolucionario audaz. Tan agitada
tena la conciencia de pardos y de mulatos, que cuando el cannigo Corts de Madariaga hizo seas al pueblo para que negase su
confianza a Emparan, entre la masa que llenaba la Plaza Mayor se
escucharon voces que gritaban el pueblo quiere, el pueblo pide, el
pueblo manda.
Al ao siguiente se reuni el Congreso que representaba tericamente la voluntad de las provincias, ya que las elecciones por
medio de las cuales se design a los diputados estuvieron confinadas, como era corriente en la poca, a las clases del privilegio.
El Congreso era la voz reposada de la vieja oligarqua colonial,
un tanto asustada del ascenso violento del pueblo. En l recaa la
representacin soberana de la antigua Gobernacin y Capitana
General, tornada en Confederacin de Provincias de Venezuela,
no como testimonio de un prurito imitativo de la frmula federal
configurada en la Constitucin de los Estados Unidos del Norte,
sino como lgica continuidad de la forma autonmica provincial
creada a travs de la Colonia. La idea federal tiene races hundidas
en la Historia3.
Cuando el Congreso declar el 5 de julio de 1811 la independencia absoluta de la nacin venezolana, por las calles discurrieron, entonando canciones patriticas primera entre ellas el Gloria al bravo pueblo alegres grupos de patriotas, compuestos por
3. Al corregir estas lneas se me dice que el actual rgimen venezolano ha abolido
la Federacin.

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IDEARIO POLTICO

jvenes mantuanos, embrazados con pardos y mulatos. Aquel da


glorioso tuvo clmax esplendente el silencioso, altivo y constante
movimiento que se haba formado en el seno de la vieja sociedad
colonial. Se juntaban, para un mismo esfuerzo creador, los oligarcas, que buscaban convertirse en los rganos del Estado y las clases
humildes, que pugnaban por una ventajosa posicin en el nuevo
orden de la sociedad.
Aunque se conservasen en la primera Constitucin republicana los distingos econmicos de la poca, y a pesar de que se mantuviese, como en Estados Unidos, el ignominioso rgimen esclavista,
las otras clases entraban a coincidir en el goce prctico de numerosos derechos. Con los altibajos de la guerra, hubo un proceso de
ascenso en el orden del pueblo, al cual ayud en su camino hacia la
igualdad, la misma tcnica de guerra usada por los jefes realistas.
Percatados estos de que el seuelo de la igualdad era lo que llevaba
a los desheredados a engrosar las filas patriotas, procedieron con
mayor violencia a ofrecer libertad a los esclavos y a incitar a los negros y mulatos a pasar a cuchillo a todos los blancos. Se ha intentado reivindicar para Boves el ttulo de caudillo de la democracia,
por cuanto alent en esta forma los sentimientos de las clases oprimidas. Aunque el feroz asturiano aprovechase como instrumento
destructivo los anhelos igualitarios de los pardos y de los negros,
no se puede, justamente en beneficio de la recta comprensin de
la democracia, adjudicarle ningn mrito en la formacin de la
conciencia de nuestro pueblo. Si algn papel reclama Boves en
este orden de valores, habra que imputarle su eficaz contribucin
a la deformacin del concepto democrtico. Su accin se limit a
aprovechar, para la destruccin de la clase dirigente de Venezuela, la nocin de igualdad que ya haba prendido en el nimo del
pueblo. Poco interesaba a Boves el pueblo como valor social. Se
sirvi de l como de mero instrumento devastador. La libertad y la
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igualdad reclamaban otros caminos que no fueran la anarqua y la


destruccin provocadas por la guerra a muerte.
En 1816 Bolvar prometa que no habra en Venezuela ms
esclavos que aquellos que quisieran serlo. La esclavitud se mantena como expresin de una modalidad jurdica que daba aparente
legitimidad al pretenso derecho de los propietarios sobre las piezas
humanas compradas en violacin al derecho natural del hombre
sobre su propia libertad. Cuando en 1821 el Congreso de Ccuta
consider el tema de la libertad ofrecida por Bolvar a los esclavos,
hubo voces robustas que se alzaron en nombre de los esclavistas
arrogantes. Los ricos propietarios del valle del Cauca y de los valles de Caracas se levantaron contra la injusticia del despojo que
consumara la Repblica. Aquellos honorables oligarcas, fieles a
las enseanzas del Digesto, miraban en el esclavo un ser muerto
para la vida civil, a quien no caba otro destino que trabajar para
sus dueos.
Lograda la victoria, reaparecan las apetencias invencibles de
la oligarqua, y la llamada Ley de Vientres Libres vino a constituir
una transaccin vergonzosa entre el viejo rgimen de explotacin
animal del hombre por el hombre y las aspiraciones igualitarias
que haban servido de mpetu a los soldados patriotas.
La coincidencia de las clases y, consiguientemente, la confusin de los ideales que empujaron la lucha extraordinaria por la
emancipacin, se quebrantaron con la ltima clarinada de Carabobo. En la llanura portentosa se asegur la vida de Colombia y
se reconquist a Caracas. Pero, con el aseguramiento republicano
comenz a pronunciarse el divorcio de voluntarios, que en seguida
condujo a la propia crisis de la libertad interior. Pez se desci
las armas homricas y busc los viejos instrumentos del labriego.
En un mundo sin vicios, hubiera repetido la leyenda de los hroes
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IDEARIO POLTICO

que, al concluir las batallas, tornaban a la ciudadana rural. En l, la


ambicin corra pareja con la necesidad que los antiguos oligarcas
y los aventureros de la poltica tenan de hallar una cabeza y un
socio nuevos. Al halago de los mantuanos oportunistas, el mitolgico guerrero se convirti de nuevo en Jos Antonio Pez y pas
a ser juguete de la camarilla goda. La honestsima doa Dominga
Ortiz fue sustituida por la alegre Barbarita de La Vieta, en quien
Caracas comenz a rendir el homenaje permanente que ha ofrecido
a quienquiera que sea capaz de influir en los mandatarios.
La Venezuela iluminada por los rayos portentosos de la victoria y por la palabra encendida de quienes, como Bolvar, saban
convertir en paladines a obscuros soldados, esa maravillosa Venezuela de la accin creadora, comenzaba a esfumarse, para ser
sustituida por la Venezuela de la poltica amaada de los campanarios y de la explotacin voraz de la riqueza pblica. Los viejos
patriotas empezaron, tambin a guardar en arcones olorosos las
casacas severas, que en lo futuro serviran de timbre de honor a
descendientes que no sabran mantener discreta consecuencia con
la austera conducta de los progenitores.
En pos de Patria libre e independiente y en pos de libertad y
de igualdad se haban movido a una seores y siervos, propietarios
y esclavos, blancos y negros, mestizos, indios, mulatos y pardos.
Haba una tesis central, de carcter mesinico, que reduca diferencias y acoplaba voluntades contradictorias. Sobre lo particular
se alzaba la varia conciencia de los hombres. Se buscaba una Patria
con atributos de soberana y de libertad. La Nacin tena un fin por
delante, a cuya realizacin convergan todas las clases sociales.
Cuando ocurri Carabobo, Venezuela se haba unido a Nueva Granada y Quito para formar la Repblica de Colombia, como
unidad que diera mayor reciedumbre a la estribera independiente.
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Colombia no era un mero ideal irrealizable, ni era apenas una circunstancia favorable para ganar la guerra a la metrpoli. Colombia
haba existido como realidad poltica, cuando se cre por primera
y segunda vez el Virreinato de Santa Fe durante el curso del siglo
XVIII. La nueva Repblica no era una utopa inventada por Bolvar. De Miranda vena el nombre de Colombia para la unidad
poltica que deba defender en el Nuevo Mundo las esencias indohispnicas.
Se acusa a los polticos de Santa Fe de haber tomado la iniciativa en el proceso disolutivo de Colombia. Con exacta responsabilidad de los hechos histricos, debe asentarse que no fue la decantada enemistad entre Santander y Pez la causa de la desaveniencia
que provoc la crisis de abril de 1826. Distintas fuerzas se conjugaron para incitar el estado de anarqua que ya haba hecho presa
en la conciencia nacional. Quiz la primera piedra la arrojaron los
hombres de Caracas en el Congreso de Ccuta. En los caraqueos
haba creado un ilgico complejo de inferioridad el hecho de que
la capital de la unin colombiana no estuviese en Caracas. A esto
precisa sumar la circunstancia desfavorable de la larga estada en
el sur del Libertador, cuya presencia en la capital colombiana habra evitado el debilitamiento de los nexos entre Caracas y Santa
Fe. Para el acentuado regionalismo caraqueo se haca duro ver
a Santander en el ejercicio del supremo mando de la Repblica,
y el mismo crculo que haba acusado a Pez ante el Senado de
Bogot por su sistema arbitrario de reclutar las milicias, se le uni,
despus, para apoyarlo a resistir la accin de una justicia invocada
por ellos mismos contra el caudillo llanero y cuyos rganos visibles residan en Bogot. Los ambiciosos, que primero intentaron
acabar con Pez, lo tomaron despus como instrumento poderoso
para acabar con Colombia y satisfacer a la vez ansias desmedidas
de lucro y prepotencia.
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IDEARIO POLTICO

En aquella grave controversia, los polticos de Santa Fe faltaron, tambin, a la prudencia, y lejos de mirar con ojos apropiados
los hilos que movan los personajes y detenerse en el problema
fundamental de la conservacin de la Repblica, dieron anchas a
recelos y pequeeces. No vieron los problemas de la defensa exterior, necesitada de una recia estructura que previniese cualquier
ataque procedente de Cuba y Puerto Rico y, juzgando tejas adentro
el problema de la poltica, slo miraron la casustica de la libertad
domstica del ciudadano colombiano. Olvidaron que en aquellos
momentos crticos la misma dictadura obraba como herramienta
democrtica. Los romnticos de la libertad se empearon, por el
contrario, en ver en ella un antifaz que ocultaba presuntas aspiraciones de mando por parte de Bolvar. Confundieron los poderes extraordinarios asumidos por el Libertador con la autoridad
abusiva, despus perseguida entre nosotros por los dspotas que
slo miran el mando como oportunidad de lucro para s y para su
grupo.
La necesaria ligazn entre la institucionalidad y la fuerza armada que deba realizarla se haba roto en Valencia el 30 de abril
de 1826. Bolvar busc ms tarde intilmente los medios de acallar la discordia interior y asumi la dictadura, en espera de que
el Congreso de 1830 resolviese el problema de la legalidad y de
la unin. Colombia, en verdad, ya estaba muerta. La ambicin y
el temperamento impulsivo de Pez fueron instrumento dcil en
manos de los hombres de la inteligencia y de las leyes. Sobre el terreno de los viejos disgustos entre Santander y Pez supo sembrar
la vara de su resentimiento el prfido Miguel Pea, a quien el Gobierno de Bogot acababa de hacer responsable de una irregular
operacin de cambio con fondos del Estado.
Nuestra Repblica se rehizo en sus tradicionales moldes geogrficos sobre la inconsecuencia personal de sus hombres mejores.
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Aun Soublette estuvo en aquellos momentos contra el Libertador.


El antibolivarianismo se tom por consigna de venezolanidad.
Hoy, un torcido bolivarianismo encubre cierta manera de antivenezolanidad. (Nadie como Bolvar ha sufrido en carne y gloria la
espantosa tragedia de Venezuela!). Sin hacer distingos realistas, se
lleg a confundir a Bolvar con Bogot. An ms: se dijo a Nueva
Granada que para poder negociar con ella, precisaba que Bolvar
abandonase el territorio neogranadino. No fueron capaces de comprender los separatistas caraqueos que el propio Bolvar haba escrito a Urdaneta por enero de 1830 acerca de la necesidad de que el
Congreso hiciese la divisin de Venezuela y Nueva Granada con
calma y justicia. Mientras as procedan contra el Libertador los
hombres de Venezuela, en Santa Fe los polticos antibolivarianos
azuzaban a la chusma bogotana para que injuriase al grande hombre, cuando este abandon el 30 de mayo la ciudad hostil, en cuyo
seno se haba fraguado el parricidio espantoso de 1828.
Fue Bolvar el nico que vio con claridad en aquellos aos funestos los problemas de la seguridad exterior y de la libertad domstica. Tambin fue el nico que se dispuso a sacrificar su propia
gloria de repblico en beneficio de la adecuada solucin del caso.
Si asumi la dictadura transitoria, lo hizo con la repugnancia de
quien toma una pcima amarga para ganar la quebrantada salud.
La suya no fue dictadura inspirada por un ansia enfermiza de mando. Su nocin del orden dista mucho de la que profesan los dspotas que han azotado a nuestra Amrica. Pero todava hoy, para
expiar, tardamente, su gloria, Bolvar est expuesto al elogio de
quienes miran como esencia de su doctrina poltica las medidas severas que tom en los aos de la quiebra de Colombia.
Si en el plano de la poltica interna se le deforma y acomoda
a la vil apetencia de quienes miran el poder como oportunidad de
medro, en el orden externo tambin se le calumnia y adultera. A
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IDEARIO POLTICO

fin de asegurar el edificio republicano e independiente de Amrica, persigui el Libertador la confederacin de los pueblos que
haban sido antiguas provincias espaolas. Cuando vio el fracaso
del Congreso de Panam, en el cual ya aflor la tctica disolvente
de Washington, quiso, al menos, mantener la unin de Colombia,
como promesa de una fuerza poderosa que se opusiera en el Caribe
a un regreso colonialista. De haberse mantenido aquella unin, la
Colombia de Bolvar sera hoy, a la cabeza de Sudamrica, una
poderosa resistencia contra los intentos actuales del imperialismo
norteamericano. Como contraste, a cien largos aos de su muerte
y de su gloria, nuestra poltica exterior ha llegado a negar la necesidad de los pactos regionales hispanoamericanos, que tanto
molestan al panamericanismo del Departamento de Estado. Justamente, robusteciendo los grupos latinoamericanos, podra llegarse al equilibrio que Bolvar busc en Panam como medio de
asegurar la independencia. Pero nuestra poltica exterior ha perdido su soberana y se halla hoy inclusa en una rbita de intereses
antinacionales, donde tienen voz decisoria los agentes secretos de
Washington incrustados an en las altas esferas gubernamentales
de nuestros pases.
Cuando Venezuela reapareci como unidad poltica en 1830,
ya no presentaba la armona de fuerza que se haba conjugado para
hacer la independencia. La vieja oligarqua territorial de 1810 tena
ahora nuevos matices. Los Tovares y los Toros, digamos por caso,
se haban mantenido fieles a los ideales progresistas de la Repblica, y de ellos Martn Tovar Ponte ayudara a Toms Lander a
insuflar aliento a los nuevos principios que dieron origen al Partido
Liberal histrico. A los que la Historia llamar conservadores, o
meramente oligarcas, se sumarn los godos retornados del destierro en que se mantuvieron durante la lucha separatista, y los manBIBLIOTECA AYACUCHO

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tuanos caraqueos que haban acrisolado su fe en el fernandismo


durante los aos aciagos corridos de 1814 a 1821. Como hecho
extraordinario que pinta al mismo tiempo el carcter oportunista
de nuestra invariable oligarqua capitalina, el mismo general Pez
haba pasado de jefe de las desnudas y saludables montoneras que
ganaron la libertad republicana, a jefe del viejo mantuanismo caraqueo. En la esencia y en el modo de este trnsito, radica la clave
de toda nuestra historia poltico-econmica.
Junto a los altos representantes de la nueva oligarqua republicana, que en s no es sino la oligarqua vieja, remozada por el
contingente de quienes se han hecho ricos a cuenta de los bienes
de los expatriados, comenzaron a formarse y a definirse los nuevos
cuadros de la oligarqua de las ciudades y de los campos, que buscaban de centro de gravedad a los caudillos surgidos de la guerra.
De fondo a este plano de grandes protagonistas, el pueblo
haba tornado a mirar a sus socios de la epopeya con la misma
desconfianza y el mismo recelo con que los miraba en los tiempos antiguos. Si en verdad las clases libres de pardos y mulatos
se sintieron satisfechas por haberse impuesto en el campo social
una concepcin ms justa de la igualdad, la esclavitud permaneca
como reato de la vieja injusticia y los soldados a quienes se haba
ofrecido tierras en propiedad se haban convertido en colonos de
los ricos propietarios.
En Venezuela desde los primeros aos de la Repblica se
hizo palpable el goce conceptual de la igualdad social. En mi ensayo La tragedia de Pealver record lo ocurrido al presidente
Soublette en sus democrticos paseos por Caracas. Sola este salir
en las tardes por las calles de la capital en unin del representante
diplomtico de la Gran Bretaa, coronel Belford Histon Wilson,
el leal edecn del Libertador, y coincidan en topar con un negro
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IDEARIO POLTICO

guapetn, que atinaba a preferirlos en la acera. Ante la insistente


actitud del irrespetuoso transente, Soublette, requerido por Wilson, reclam al negro si acaso ignoraba que l era Presidente de
la Repblica, a lo que el otro respondi: S lo s, pero aqu toitos
semos iguales. Desde los orgenes de la Repblica tienen, pues,
nuestras clases populares una abultada conciencia de igualdad, que
mal digerida, por falta de educacin capaz de hacerles entender los
valores adherentes a aquella, las ha conducido a situaciones anrquicas, de donde surgi en lo antiguo la posibilidad del caudillo
capaz de dar sosiego a la desarmona provocada por la indisciplina
de los pequeos caudillos igualitarios.
De todas las conquistas democrticas venezolanas conquistas que son bien pocas en el orden de la realidad la de la igualdad social ha sido siempre la ms vigorosa y notoria. La piel no
constituye entre nosotros elemento diferencial. De su propio linaje
llegan a olvidarse empingorotados seores que alardean hasta de
entronques familiares con el rey Pelayo. Sin embargo, a poco que
se escarbe en la raz de los rboles genealgicos, aparece el abono
de la gente de color. Entre nosotros las famosas investigaciones
sanguneas que tanto preocupan a los demcratas norteamericanos provocaran la desaparicin rpida de los ms altos cuadros
sociales. A la burla burlando se public en Caracas el ao 1949 el
Romance de Negr Pedr. A pesar de lo fragmentario de la exploracin genealgica, aquella burla lrica constituye un documento
social de valor extraordinario. En l se abulta el sentido festivo que
ha adquirido entre nosotros el problema de las diferencias raciales
y se recuerda, a la vez, a los fingidos nobles de la hora las peripecias
sanguneas de donde proceden.
En el orden de la igualdad resulta lamentable que nuestro pueblo se haya conformado con el mero goce conceptual de una superacin de complejos racistas. Entre nosotros el problema del
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color se ha resuelto en forma positiva y entusiasta, al considerarse


blanco por s y ante cualquier negro y al mirar en estos los blancos
un semejante favorecido con piel ms resistente que la suya. Pero
esta igualdad moral en el orden de la apariencia fsica no ha estado
acompaada en el campo de lo social por los otros argumentos
que conducen a absolver los abismos existentes entre las clases
antiguas. Falt durante mucho tiempo una verdadera preocupacin
por educar al pueblo, no en el simple concepto de darle a gustar
primeras letras, sino en el elevado y lgico de sealarle rumbo a sus
acciones. Menos se pens en levantarle su condicin econmica.
Las clases del privilegio se hicieron sordas a los legtimos reclamos de los desafortunados y buscaron en la legislacin figuras jurdicas que autorizaban la persecucin de los hombres de trabajo. La
prisin por deudas y el errneo concepto de la igualdad de los contratantes comunes, en cuya refutacin alcanz Fermn Toro altura
luminosa, fueron en su tiempo armas apropiadas de que se vali la
oligarqua para mantenerse en el goce de sus fueros caducos.
Al provocarse la dispora de los valores que sirvieron de eficaz
sustentculo a la obra de la Revolucin, los hombres se dedicaron a
satisfacer por diversos medios, dictados por el propio egosmo, la
personal apetencia de dominio, de lucro o lucimiento. La extroversin antigua se contrajo hasta reducirse a los estrechos lmites de lo
individual y lo que antes haba sido lucha heroica para acabalar el
edificio de la Repblica, se convirti en actitud recoleta que busc
apenas el beneficio de la propia casa.
En la divulgacin de las ideas que representaban en el mundo liberal de Europa un efectivo avance para la causa del pueblo,
nadie puede competir con Antonio Leocadio Guzmn el mrito
de la constancia y del fervor. Sumando al viejo grupo que ya en
tiempos de Colombia se preocupaba por defender el ideario liberal, Guzmn super a Martn Tovar Ponte y a Toms Lander en
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IDEARIO POLTICO

lo que dice al ardor de la prdica. Lamentablemente fue Antonio


Leocadio Guzmn una de las ms tpicas expresiones del poltico
que cuelga sus ideas en la guardarropa ministerial para obrar en
el Gabinete con las ideas viciadas que encuentra en el escritorio de
su antecesor. Estadista de amplio vuelo, en la Memoria que como
ministro de lo Interior present al Congreso en 1831 dej planteados problemas que aguardan soluciones oportunas. Entonces no se
haba adentrado de lleno en la poltica menuda, ruin, oportunista
que acabara con la Repblica, ni haba surgido en el inquieto poltico aquella ansia funesta de gobierno que lo llev de una a otra
posicin contradictoria. De Pez a Monagas, de Monagas a s mismo, la trayectoria de Guzmn magistralmente pintada por Ramn
Daz Snchez, es la expresin cabal de una existencia que todo lo
orienta hacia la conquista del poder.
Si en realidad cuando gobierna se aparta de las promesas anteriores, Guzmn tiene en el rea de las ideas polticas venezolanas el
mrito indiscutible de haber agitado desde las clebres columnas
de El Venezolano la dormilona conciencia del pueblo y de haber
preparado con su prdica los caminos que lo llevaron ms tarde
a los frustrados caminos de la revolucin federal. Pero Guzmn,
como nuestros polticos de ayer y de hoy, fue poltico de contratos
y de porcentajes. Cuando no consigui otra cosa que monopolizar,
se ingeni la exclusiva para una inmigracin de chinos.
El contrato ha sido una de las tpicas maneras de fugarse los
hombres hacia las planos negativos en el orden de la poltica. El
contrato, la participacin, el porcentaje son las tremendas tentaciones en que han cado nuestros polticos. El monopolio de pequeas
cosas, digamos por caso de la arena o del carbn, junto con los
jugosos sistemas actuales de las comisiones y los porcentajes y
junto con la participacin en las concesiones del suelo a los inteBIBLIOTECA AYACUCHO

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reses extranjeros, han constituido ayer y constituyen hoy las ms


seguras maneras de enriquecerse los polticos y sus socios, cuando
no han tenido la impudicia necesaria para traspasar a su cuenta de
banco parte de la cuenta del Tesoro Pblico.
Durante el siglo pasado, a la par de las concesiones extractivas
y monopolistas, sirvieron de pinge camino para el enriquecimiento, los bonos de la deuda pblica. La historia de Guzmn Blanco se
podra escribir tanto siguiendo el curso de sus brillantes acciones
de guerra como desmadejando el hilo de los negocios celebrados a
la sombra de las concesiones y al amparo de la compra oportuna de
cupones de la deuda del Estado. El ferrocarril de Santa Brbara a
El Viga forma parte del expediente matrimonial de una de sus hijas
con un noble de Francia. Se lleg a crear una especie de simbiosis
entre las arcas pblicas y las arcas privadas del mandatario. El paternalismo de la autoridad en el orden de las finanzas hizo que el
general Gmez redarguyese al Ministro que le haca ver cmo no
era posible que el Estado le facilitase cierta cantidad de millones
de bolvares para adquirir la famosa hacienda El Trompillo, que s
tena l derecho al prstamo, ya que a su celo se deba que Venezuela tuviese un erario boyante, habindole hallado con una enorme
deuda. La gabela, el provecho, el negociado estuvieron de atrs a
la orden del da, sin que levantasen sonrojo en sus practicantes.
Al dueo de una hermosa mansin caraquea o cuando deca a
un amigo suyo que la elogiaba encarecidamente, que no era, sin
embargo, tan cmoda como la del otro, a pesar de ser las dos hermanas. En esta forma aluda a que ambos haban ejercido el mismo
cargo pblico que los hizo ricos.
Cuando los hombres de la inteligencia se sentaron a la mesa
del autcrata ms fue para rendirle servilmente sus instrumentos
intelectuales que para ayudar a la causa de la Nacin. No fue Jos
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IDEARIO POLTICO

Tadeo Monagas quien dijo que la Constitucin sirve para todo. La


frase es de su ministro Diego Bautista Urbaneja, cuando se ama para reinstalar el Congreso de 1848. Gil Fortoul y Lisandro
Alvarado buscaron explicar aquel hecho bochornoso de nuestra
historia poltica y adujeron alegatos correctos. Pero, quiz la mejor interpretacin se desprende del ensayo que Enrique Bernardo
Nez public en la oportunidad del centenario del funesto acontecimiento. En aquel momento el Poder Ejecutivo era ms popular
que el Poder Legislativo. Este representaba la oligarqua paecista.
El Ejecutivo pareca caminar hacia soluciones populares. El 24 de
enero Monagas se cruz de brazos y dej que saltara la chispa del
incendio. Despus de ocurrido los acontecimientos, la autoridad
legtima se hizo sentir para impedir lo que ya estaba consumado.
Las vctimas de aquel da, entre ellas nada menos que don Santos
Michelena, son muertos de Monagas. Pero al da siguiente hubo un
muerto ms pesado. El Congreso se haba suicidado. Al reanudar,
por miedo y la persuasin falaz del ministro Urbaneja, las sesiones
parlamentarias, el Congreso se neg a s mismo y durante mucho
tiempo pas a ser en la historia de Venezuela cuerpo sin voto decisivo en la solucin de los grandes problemas del pas.
El da de la reanudacin de las sesiones del Congreso, Juan
Vicente Gonzlez apareci como secretario interino de la Cmara
de Diputados. Fue la ltima actuacin del gran escritor en los cuadros de la poltica activa. Aquel da le falt el valor cvico con que
saba suplir la carencia de arrojo personal. No pudo esconderse en
ningn rincn ni menos pudo formular una de las frases lapidarias
con que sola ocultar su debilidad orgnica ante los matachines.
De la Secretara de la Cmara pas a la direccin de El Salvador del Mundo. Comprendi que Venezuela necesitaba realizar
un intenso esfuerzo de cultura para que no se repitiese hecho tan
bochornoso como el producido el 24 de enero. El contradictorio
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escritor juzg preciso crear una sensibilidad nueva al pueblo, a fin


de que pudiera realizar su destino histrico. Haba, en realidad, urgencia de cambiar la conciencia y la tcnica de los hombres encargados de ejercer las funciones rectoras de la sociedad.
Hoy se abulta en la realidad de nuestra poltica un hecho que
ayer tambin tuvo aplastante evidencia. Si algo bueno y generoso
ha tenido siempre Venezuela ha sido y es su masa popular. Podr
faltarle pulimento y podr tomar muchas veces actitudes de censurable vulgaridad. Entre nosotros la vulgaridad y las malas maneras
son atributos de las clases llamadas altas. Si estas no buscan exhibir maneras urbanas, por qu pedir a las clases humildes que las
pongan en resalto?
Basta seguir el desarrollo de nuestra historia para darnos cuenta de que jams por s mismas nuestras clases populares han realizado actos demostrativos de una psiquis enfermiza. Cuando se leen
documentos anteriores a la poca de la Guerra Federal pareciera
que en los medios rurales hubiese un bandolerismo criminoso.
Juzgando el caso con un fro criterio socilogo, se cae fcilmente
en la cuenta de que aquellos hechos correspondan a una angustiosa realidad econmica, que las clases dirigentes no se abocaban a
resolver. El hambre ha sido mala consejera de los hombres y buena
acuciadora de sus instintos orgnicos. La situacin de los hombres
de los llanos era una situacin de semiparias, que conduca a la
violencia. Es necesario recordar que la libertad de los esclavos
dio sueltas a una masa de hombres famlicos, a quienes las leyes
no pensaron en dotar de un instrumento econmico que hiciera
prctica la independencia personal que readquiran. Donde la justicia est ostensiblemente quebrantada, prosperan toda clase de
reacciones sociales. Ms culpable que el hombre que se convierte
en criminal por verse forzado a arrebatar a otro hombre el pan y el
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IDEARIO POLTICO

abrigo que necesitan sus hijos, es aquel que se niega al desarrollo


de la capacidad econmica del otro.
Los que han querido acumular sobre presuntas deficiencias
orgnicas del pueblo venezolano las fallas de nuestra historia han
procedido con un interesado y desleal concepto, cuya finalidad,
por gravedad de clase, no ha sido otra sino desvestir a los dirigentes
intelectuales, econmicos y polticos de la sociedad la responsabilidad tremenda que sobre ellos pesa en razn del desamparo en
que histricamente han mantenido a nuestro pueblo. Sin sentido
de la carga a que se abocan, nuestros hombres han participado en
el ejercicio del poder como quien toma una jerarqua que distingue
y aprovecha y no como oportunidad de desarrollar un sistema de
ideas en beneficio de la comunidad. A un ministro de Educacin
escuch decir que nada poda esperarse de escuelas saturadas de
negritos. Mi desacuerdo con semejante lgica me llev a decirle
que si l no crea en la eficiencia de la labor encomendada al Despacho de que era titular deba por hombradez renunciarlo.
La desafortunada teora del gendarme necesario es la culminacin de un proceso ideolgico enderazado a irresponsabilizar a
la oligarqua directora y usufructuaria de la fortaleza de los gobiernos antidemocrticos. Tras ella se escudan todos los conformistas
que quieren dar justificacin a su carencia de actos creadores en el
orden de la Repblica. As es y as ha sido siempre la manera de
ser de nuestra sociedad, arguyen quienes sienten el fro cobarde
ante el reclamo de las instituciones quebrantadas.
La antigua oligarqua territorial que se haba unido al pueblo para crear la Repblica, rompi, como he dicho, la transitoria
unin y se entreg a cultivar por s y para s sola los instrumentos
del poder. Los mismos godos antiguos, que haban maldecido a
Pez y dems luchadores de la independencia, rodearon con reBIBLIOTECA AYACUCHO

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gocijo e inters al nuevo dispensador de los favores pblicos. La


rancia oligarqua que tuvo su mxima expresin en los Sanabrias,
en los Matos, en los Blancos, en los Palacios, en los Tovares, en los
Fernndez de Len, en los Sosas, en los Mijares, en los Ascanios,
en los Bolvares, en los Ribas, ha buscado cualquier manera de vas
para acrecentar su dominio a travs de todos los regmenes polticos. Lo movedizo de las condiciones sociales y el in promtu que
suelen hacer los beneficiados por el acceso a los negocios del Estado, explica que los cuadros tradicionales se abran fcilmente para
incorporar a los nuevos portadores del valor financiero. Si en sus
orgenes la oligarqua procur conservarse dentro de las lneas de
austeridad y distincin que caracteriz a la vieja burguesa, luego
tuvo necesidad de crearse una nueva moral. Ni rango familiar, ni
origen social, ni cultura personal, ni fe de bautismo alguna solicit
nuestra oligarqua para incorporarse nuevos valores. Legtimos
o bastardos, sobrios o disipados, ilustrados o analfabetos, finos o
burdos, no fueron ya valores para el desprecio o la estimacin de la
alta sociedad. Slo se tom en cuenta el significado de la transitoria posicin poltica o el permanente alcance de las posibilidades
econmicas. Comerciantes, banqueros, abogados y empresarios
llegaron a formar una fuerza ante la cual los mismos gobiernos
hubieron de rendirse como paga de su humillada adhesin.
Si algo funesto ha habido y contina habiendo en Venezuela,
es la distinguida clase de los privilegiados, que asumen por s y
ante s la funcin de dispensar honras y la creencia de ser los depositarios legtimos del destino de la Repblica. Toda recta intencin
que pueda acompaar a un nuevo mandatario ha de sufrir el filtro
maligno del sanedrn que maneja los secretos del poder financiero,
el cual, a la vez, valido de un falso prestigio pseudoaristocrtico,
logra para sus intereses la adhesin de los nuevos e improvisados
ejercitantes del poder.
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IDEARIO POLTICO

Ningn ejemplo ms elocuente presenta nuestra historia que


el de Cipriano Castro. Cuando este lleg al Capitolio Federal, despus de una brillante hazaa de guerra, vena rebosante de ideales
y de buenos propsitos. No era Castro, como suele ser pintado, un
brbaro caudillo, unido por ombligo de bejuco a la selva nutricia.
La Cmara de Diputados haba odo su voz chillona, cuando el propio Ejecutivo claudicaba en la Cuestin Guayana. Lleno de un
fogoso espritu nacionalista, Castro se mostr en el Parlamento por
dirigente de la fraccin que censuraba la timidez gubernamental.
No lleg tampoco, como caudillo, en el plan de imponer a rajatabla
una tribu de tachirenses. Hasta los antiguos presidentes Rojas Pal
y Andueza Palacio fueron invitados a formar parte de sus primeros
gabinetes presidenciales. Pero a poco Castro haba sido convertido por la camarilla caraquea en retablo de todos los vicios. Y si en
esta entrega al halago de los poderosos han cado quienes tenan
recia personalidad como Cipriano Castro, qu puede esperarse de
aquellos que sienten deslumbrada su debilidad por la pirotecnia
de la adulacin servil y por la humillada lisonja de los falsos seores de la aristocracia capitalina?...
Todo esto ha sido parte para que durante largos aos se haya
mantenido la poderosa influencia del viejo capitalismo en el nimo
de los hombres de gobierno, compensada, a la vez, por la sumisin que la gente del capital presta a los gobernantes, en razn de
garantizarles estos el goce permanente de sus privilegios. Tal es
la compenetracin que existe entre las clases gobernantes y las
clases capitalistas, que estas, en el orden de sus negocios privados,
obran de acuerdo con los intereses de los gobernantes. Como el
Gobierno es el gran regulador de beneficios y de granjeras, ha
llegado a imponer a los hombres de negocios el propio nombre de
sus gestores jurdicos. Un abogado mal visto por el Gobierno debe
ser sustituido por un abogado afecto al rgimen. De donde resulta
la espantosa paradoja venezolana de que los hombres ms humiBIBLIOTECA AYACUCHO

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llados, timoratos y cobardes sean aquellos que por poseer abundosos bienes de fortuna, pudieran considerarse en el disfrute de
una verdadera independencia econmica y moral. (En los ltimos
tiempos se ha venido creando, felizmente, un nuevo tipo de capital,
que pudiera llamarse progresista y democrtico, cuyos titulares ni
persiguen el falso aparato que distingue a los representantes de la
oligarqua, ni se consideran esclavos, para el xito de sus empresas, de la influencia del oficialismo).
Si se pregunta a los individuos que constituyen los cuadros
cerrados de la oligarqua la opinin que tengan sobre el porvenir
de las instituciones nacionales, dirn, como ayer lo dijeron ellos
mismos y como antier lo manifestaron sus predecesores, que nuestra organizacin social nos condena al fracaso de cualquier ensayo
democrtico. Como buenos oligarcas, tienen por fuerza que ser cesaristas. Cualquier forma de gobierno que amenace la permanencia
de su sistema de ventajas, en buena lgica ha de disgustarles. Por
poseer influencias y luces y por manejar hilos sutiles en la relacin social, sus buenos oficios podran reanudar en provecho de
la Repblica; pero ellos, lejos de ponerlos al servicio del pueblo
y del mejor destino de la Nacin, los aplican simplemente al sostenimiento de las prerrogativas de su clase. Esto explica que al
realizar algn elemento encuadrado en la oligarqua cualquier acto
que lo exhiba como poseedor de virtudes cvicas, su propia gente
se apresure a llamarle loco.
Se consideran a s mismos los mejores. Poseen, en realidad,
cualidades de mrito, pero estas apenas sirven para su propio y
egosta beneficio. Han sido en la vida de la Repblica la clara expresin del antipueblo. Sin embargo, cada vez que hacen alguna oportunista aparicin en los cuadros de la poltica, se llaman
pomposamente las fuerzas vivas de la Nacin. Mejor les dara
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IDEARIO POLTICO

llamarse la fuerza de los vivos de la Nacin. Son los ms cabales defensores del orden, entendiendo por este todo lo que lleve
provecho a la calderilla de sus negocios. El destino de la Nacin
no es para ellos sino una ponderacin mayesttica del destino de
sus negocios. En El Independiente informaba Pedro Jos Rojas,
conspicuo personero de los antiguos godos, de una insinuacin
hecha en 1862 a la reina Victoria por don Manuel Felipe de Tovar,
en orden a que los ingleses colonizaran la Guayana, a cambio de
armas para acabar con el rgimen de Pez. Documento similar,
pero sin firma, publica Jos Santiago Rodrguez en su estudio sobre la guerra larga.
El proceso de la juventud y el proceso del pueblo se han desarrollado a la buena de Dios, que frecuentemente resulta ser la mala
del Diablo. Al pueblo, en su reducida concepcin de clase humilde
y sin fortuna, se le han acumulado reatos insolubles. Fundados
los apstoles de la insuficiencia popular en extraos argumentos
raciolgicos y en desacreditadas teoras sobre la herencia, el suelo
y los climas, crearon una conciencia pesimista, contra la cual ya
haba alzado su voz admonitoria el austero Vargas, cuando inaugur en 1833 la Sociedad Econmica de Amigos del Pas. Se dijo
que eran tantos los defectos soportados por el pueblo venezolano,
que slo un Ejecutivo fundado en el poder carismtico del Caudillo
era el medio idneo de dar orden a la dispersin provocada por los
bajos instintos y por la resistente incapacidad de las masas. As sea
pobre y falaz dicha tesis, se ha hecho lamentablemente buen paso
entre diversas categoras de espritus. A unos place, porque sirve de
disculpa concupiscente para su carencia de esfuerzos cvicos; otros
la alaban, porque justifica su conducta y les permite lucrar a sus
anchas con los favores de un poder ilegtimo; otros la predican y repiten, porque es manera de alabar y de halagar al jefe transitorio.
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Bajo el peso de tal concepcin en la mente sombra de las clases directoras, el pueblo estuvo condenado a ser sumiso soporte de
los ambiciosos. Buen pueblo para recolectar las bellotas de caf y
las mazorcas de cacao, buen pueblo para cortar la caa y atizar el
fuego ardoroso del trapiche, buen pueblo para trabajar en los enrarecidos socavones de la mina y para agotar su fuerza en los campos
petroleros, buen pueblo para engrosar la tropa, que ha servido de
soporte a los verdugos y explotadores de sus propios hermanos.
Junto con esta pasividad provocada en la resistencia popular, los hombres a quienes corresponda la direccin intelectual de
las sucesivas generaciones sufrieron, tambin, un trauma conformista. Desprovistos por lo general los ejercitantes de las letras de
los medios econmicos que les asegurasen la libertad de accin, y
encerrados, adems, para la obra de pensamiento en la rbita restricta sealada a la palabra, cayeron fcilmente en la necesidad de
doblegarse ante el mezquino inters, que concluy por convertir a
muchos en fieles improntas del Mujiquita creado por Gallegos.
Alguien creo que Nez de Cceres escribi que a Venezuela han hecho ms dao sus doctores que sus generales. Si se
examina con sinceridad esta afirmacin, fatalmente hay necesidad
de adherir a la cruda verdad que contiene. El viejo guerrero fue, por
lo general, un hombre fresco y sencillo, que entendi el ejercicio de
las armas como modo natural de extraversin de la personalidad,
y manera segura, tambin, de crear privilegios sobre los medios
de aprovechar la riqueza. Ese guerrero valiente, generoso, alegre que se llama Jacinto Lara, Juan Bautista Araujo, Gregorio
Riera, Aquilino Jures, Jos Ignacio Pulido tuvo a su lado, cuando
gan los instrumentos del poder, una corte de doctores dciles,
que adecuaban las leyes a la voluntad del hombre fuerte o que le
aconsejaban alzarse para alterar el orden pblico.
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IDEARIO POLTICO

Cuando Diego Bautista Urbaneja dijo a Monagas que la Constitucin sirve para todo, cre la frase que define la filosofa de su
clase. El urbanejismo ha sido un sistema permanente de obrar el
intelectual frente al hombre de la fuerza que retiene los smbolos
del mando. Ministros y secretarios, en su mayora no han hecho a
travs de nuestra historia sino amoldarse a la voluntad del gobernante. El ejemplo antiguo ha servido para que las nuevas generaciones hayan tenido donde descargar la responsabilidad. Sobrado
conocido es el caso del gran escritor que para justificar la entrega
de sus ideas, acudi a una rebuscada y vana frase, inspirada en
angustiosa e innecesaria solicitud familiar. Es preferible dijo a
sus amigos que me prostituya yo, a que maana, por hambre, se
prostituyan mis hijas. Suficientemente recio es el decoro de su estirpe para pensar que alguna mujer de su apellido se prostituya bajo
el imperio del hambre. El escritor apenas quiso acuar una frase
humorstica, para hacerse perdonar de sus antiguos correligionarios el avenimiento tenido con Guzmn Blanco sobre la base de una
negociacin con bonos de la deuda pblica. Pero la frase infeliz
hizo escuela para justificar sucesivas cadas de otros, y aun para dar
aparente legitimidad a la conducta mercenaria de los escribidores
que creen factible prestar su pluma para el insulto o la lisonja vil.
A los hombres que hoy pasamos de la cincuentena se nos ofrecieron en nuestra infancia y juventud ejemplos llamados a empujarnos a la absoluta e irremediable irresponsabilidad cvica. En la
escuela de mi ciudad nativa, el bueno del maestro, con la mayor
ingenuidad, nos enseaba a vestir de flores el retrato del general
Castro, y cuando era abundante la cosecha del pequeo jardn, llevbamos ramilletes a la esposa del Presidente del estado. Aquella
educacin cvica se confunda con la propia enseanza de la Historia Patria. Junto con hacernos declamar los discursos incendiarios
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de Coto Pal en la Sociedad Patritica y grandes prrafos de la


Venezuela heroica, de don Eduardo Blanco, se nos enseaban los
caminos de la admiracin y del homenaje servil a los gobernantes
como trabajos prcticos de patriotismo y de civismo.
En 1913 algunos muchachos miramos con simpata y curiosidad la candidatura para la Presidencia de la Repblica del doctor
Flix Montes, lanzada por el valiente periodista Rafael Arvalo
Gonzlez, cuando conclua el primer perodo de gobierno del general Gmez. De inmediato personas mayores en quienes yo, por
fuerza de la edad y por motivos obvios, tena que ver la voz de la
verdad, me dijeron que Montes y Arvalo Gonzlez eran un par de
locos empeados en obstruir la obra de bien nacional que apenas
comenzaba el Caudillo de Diciembre. (Esa obra de bien nacional la han iniciado y la continuarn iniciando cuantos dictadores
han aflorado y continuarn, desgraciadamente, aflorando en la vida venezolana). Aos despus, cuando la inquietud de las letras
ya apuntaba en mi espritu, le la frase en que Gil Fortoul consagr a Gmez como el hombre fuerte y bueno. A los jvenes que
abramos por aquel tiempo nuestros ojos hacia los caminos de las
letras, se mostraban como las ms ilustres figuras del pensamiento
nacional, junto con Gil Fortoul, a Csar Zumeta, a Manuel Daz
Rodrguez, a Laureano Vallenilla Lanz, a Pedro Emilio Coll, a Jos
Austria, a Lisandro Alvarado, a Andrs Mata, a Felipe Guevara
Rojas, a ngel Csar Rivas, a Eloy Guillermo Gonzlez, a ngel
Carnevali Monreal, por slo nombrar indiscutibles figuras. Y luego supimos que Zumeta, cuando advers a Castro, haba escrito su
clebre panfleto La ley del cabestro, como requisitoria contra el reclutamiento forzoso practicado por los gobiernos para el relevo de
la tropa de lnea que ha servido de sostn a los dictadores. Supimos,
tambin, los jvenes de mi tiempo que llegado Zumeta al peligroso
Ministerio de Relaciones Interiores adob con su fino talento los
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IDEARIO POLTICO

argumentos conducentes a declarar roto el hilo de la constitucionalidad y prepar los instrumentos que vistieron de legalidad el
continuismo ad mortem del general Gmez. Justamente para dar
la impresin real de alteracin del orden pblico, se produjo en
aquella oportunidad una situacin de guerra que oblig a aplicar a
los peones rurales la ley del cabestro atacada por Zumeta opositor.
(Para la conducta de otros escritores vale como interpretacin el
examen por m hecho en mis estudios acerca de la personalidad de
Pedro Emilio Coll y de Luis Correa, finos espritus que crearon un
mundo de sueos para compensar la tragedia provocada por el desdoblamiento de planos en que tuvieron por fuerza que moverse).
Unos all, otros ac consagrados a exaltar y defender la dictadura, preparaban, como era lgico, la conciencia de los jvenes. A
estos nos fue fcil tomar por bueno el ejemplo de tan conspicuos
maestros. Se les vea salir de la ctedra universitaria, donde explicaban con todo rigor Derecho Pblico, para ir a torcer las lneas
de las leyes en los gabinetes ministeriales. Ayer alentaron a los
estudiantes en su actitud rebelde, y al da siguiente se sumaron en
los Consejos de Gobierno a la lista de los ladrones y opresores. Pregonaban la honradez cuando eran meros profesionales sin esperanzas, y al rozar con algn negocio donde pudieran granjear buenas
ganancias, abran la conciencia a toda suerte de halagos y, con la
conciencia, terminaban por entregar al Diablo el propio suelo de la
Patria. Cuando estuvieron de frente a los gobiernos o cuando fueron de ellos marginados por cualquier causa, no hubo figura ms
odiosa que la del dictador en turno, ni misin ms elevada que servir a la libertad. Luego, tomada una posicin directiva, los compromisos de ayer se convirtieron en tolerancia para toda manera de
vicios de los poderosos. De algunos polticos se dijo que deban
de estar siempre presos, pues en las crceles se comportaban como
magnficos patriotas, mientras al tomar de nuevo un mando se conBIBLIOTECA AYACUCHO

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vertan en feroces verdugos de sus amigos de ayer. Invirtiendo el


orden de las cartas, creyeron ganar para siempre con las buenas
bazas levantadas en las primeras manos de la partida. Llenos de
mritos y de alabanzas por su recta conducta, se les vio llegar con el
beneplcito pblico a encumbradas posiciones. El pueblo los mir
como seuelo de esperanza. En cambio, cuando tuvieron posibilidad de hacer, jugaron cartas a fraude, con que arruinaron el capital
logrado en la conciencia del pueblo. Olvidaron que en el orden de
la poltica, como en el orden teolgico de la salvacin, slo valen
los actos postreros. La conducta de los hombres pblicos vive ms
del maana que del remoto ayer. Nada valen los mritos ganados
en la llanura de la oposicin, ante los desaciertos y las villanas en
que se caiga a la hora precisa de poder hacer buenas las promesas
y las palabras antiguas.
Esa trayectoria funesta ofrecida a la juventud y al pueblo en
general por los hombres juzgados mejores en razn de su cultura y
por la ventaja de la propia ubicacin en los cuadros sociales, lleg
a adquirir aspectos de insospechada deformidad, cuando nuestra
vieja y apacible economa agrcola cedi el sitio a la vertiginosa
economa minera. El trnsito provoc, como suele ocurrir en estos
casos, la conciencia de aventura que caracteriza a las explotaciones
minerales: oro de California y del Callao, petrleo de Pensilvania y
de La Rosa, brillantes del Transvaal y de la Gran Sabana.
Si no se puede negar que en el orden directivo de la poltica se
haba evidenciado desde el siglo XIX el hecho cierto de la traicin
de los llamados mejores; si en verdad es premisa revestida de toda
gravedad a travs de nuestra historia, que el ejemplo sacrificado
de Jos Vargas, Juan de Dios Picn, Fermn Toro, Valentn Espinal, Cecilio Acosta, Manuel Mara Carrasquero, Eusebio Baptista, Luis Lpez Mndez, Agustn Aveledo, Luis Espelozn, Rafael
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IDEARIO POLTICO

Arvalo Gonzlez ha tenido menos seguidores que el ejemplo gozoso de quienes pusieron la inteligencia, de manera irrestricta, al
servicio de las ms bajas apetencias, bueno es, tambin, tomar en
cuenta el valor de aventura que alcanz en nuestro mundo poltico
y econmico la explotacin petrolera y la concesin de nuestros
montes de hierro. Si en verdad el proceder de los altos polticos sigui la pauta antigua, y cuando se hizo una ley ad hoc en 1928 para
complacer a la Bethlehem Steel Company haba el antecedente del
Congreso de Guzmn Blanco, que desmunicipaliz los ejidos de
la Nueva Provincia para entregar sus tierras a las compaas del
oro, un nuevo estilo de vida se produjo, no slo en lo que dice al
progreso material impulsado por el bienestar econmico, sino en
lo referente a la fcil riqueza lograda por medio de la participacin
en el beneficio de los concesionarios, por medio de la venta desvergonzada de los funcionarios y por medio de las altas participaciones otorgadas a los abogados que ayudaron a la entrega de la tierra
y de las regalas de la Nacin.
Se puso en resalto la fragilidad de muchos hombres tenidos
por paradigma de virtudes pblicas. Otros, en cambio, sin pactar
con el provecho ilcito, no tuvieron fuerza para reaccionar contra la
pesadumbre del momento. Entendieron el Estado como un sistema
de orden y disciplina, sin cuidar que el uno y la otra fueran producto de un equilibrio justo entre el poder y la voluntad general. Por
nada se cuidaron del distingo fundamental entre orden consentido
y orden impuesto. Es decir, entre Democracia y Tirana. Pudieron
iluminar la Repblica con sus luces cientficas y pudieron, tambin, erigir su honestidad privada en pblico ejemplo constructivo;
mas, tomados del conformismo y de la abulia, fueron elementos
negados a servir a la evolucin social. Su buena obra se limit a
difundir teoras en la ctedra, a disertar con brillo en las academias,
a rendir en altos cargos un eficiente fruto burocrtico. Traidores
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de la inaccin, pasaron por la vida cargados de valores, pero desprovistos de fe en s mismos y de fe en el porvenir de la Nacin.
La Historia, no pudiendo ofrecerles ni la gloria ni el infierno, los
coloca en el limbo de los irresponsables.
El hacerse una fortuna se convirti para muchos venezolanos
de la clase media y de la clase baja en la sola razn de la existencia y
en la mejor manera de llegar a alternar con la absorbente oligarqua
capitalina. Nada import ya la manera de enriquecerse el hombre.
Como la peripecia poltica ha pasado en Venezuela a ser la mejor
industria, se busc a todo trance una posicin de confianza cerca de
quienes pudieran facilitar al aspirante el goce transitorio de la milagrosa lmpara de Aladino. La aventura minera lleg a convertirse en manera de fiebre, como el amor descrito por Stefan Zweig.
Correr, correr, correr hacia donde apunte la posibilidad de un negocio, ha sido el plan de vida de muchos venezolanos responsables
de la hora presente. El negocio no ya minero, sino de toda orden
de concesiones: licencias, permisos, contratos, porcentajes ha
destruido la fibra moral de gran nmero de hombres, otrora tenidos por ejemplo de correccin. Muchos, tambin, acuciados por
el propsito de hacer o de rehacer una fortuna, han cado, sin advertirlo, en graves compromisos con intereses que contradicen la
propia nacionalidad. Cumplindose ms tarde en ellos la sentencia
evanglica, pusieron el corazn y la inteligencia a defender, como
algo natural, la propia entrega de la soberana nacional. Traidores
y ladrones se han sabido protegidos para el caso tras el apotegma
funesto de que en Venezuela nada quita ni nada da honra.
Como la vida se ha juzgado a travs de esta concepcin concupiscente y cmoda, en la cual han incurrido espritus de insospechada claudicacin, han resultado, en consecuencia, por dems beneficiosos los gobiernos personales e irresponsables. Las razones
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IDEARIO POLTICO

sofisticadas que se invocan para intentar en el rea de la historia y


de la sociologa una justificacin para el hecho de que permanezcan como forma constante de gobierno los regmenes de fuerza,
tienen, por ello, las races bien hundidas en el suelo del inters
personal.
Los regmenes discrecionales de gobierno poseen una razn
transitoria de ser. Montesquieu la explic muy claramente y Bolvar la defini con meridiana precisin. Hay momentos en que urge
echar un velo sobre la libertad poltica, al modo como se cubran
transitoriamente las estatuas de los dioses, pensaba el severo autor
de El espritu de las leyes. Pero en razn de esa lgica heroica
y pasajera no se puede aceptar que el manto llamado a evitar la
fugaz contradiccin entre las garantas del ciudadano y los intereses generales de la sociedad de que forma parte, se convierta en
pretexto para encubrir bastardas aspiraciones de explotadores y de
mandones.
Puede justificarse el fenmeno antiguo del gendarme como
necesidad provisional de que el ms fuerte tomase la misin de
aquietar el desasosiego provocado por el mpetu levantisco de un
pueblo que gust la igualdad y la libertad a boca de la Repblica,
sin haber conquistado los instrumentos prcticos de defenderlas:
cultura intelectual y suficiencia econmica. El caudillismo antiguo, tanto en Venezuela como en Argentina, de donde nos fue
importada su frmula cientfica, represent el estado natural de
una sociedad donde el gamonalismo cantonal, provocado por la
militarizacin de la guerra emancipadora, tom formas anrquicas. Unos y otros han sido eliminados hoy por el progreso cultural
de las clases trabajadoras y por las nuevas formas que ha adquirido el orden econmico, de donde resulta arbitrario y antihistrico
pretender eliminar los avances logrados desde 1936 por las ideas
democrticas, para regresar a la vieja concepcin del gobierno sin
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deliberacin del pueblo o con una deliberacin regimentada por el


fraude o la coaccin.
Ayer pudo explicarse el prestigio de los caudillos. Gmez exhiba, como timbre honorable, haber derrotado en accin de guerra
al propio vencedor del Len de Payara. Pese a todo lo disvalioso
que pueda imputarse al proceso de la dictadura gomecista, el Caudillo de Diciembre se presentaba en el panorama de la Historia
vinculado heroicamente con los valores orgnicos de la epopeya
antigua. Hoy los caudillos sin historia slo tienen de respaldo el
dominio material de las mquinas de guerra, asegurado por la disponibilidad de enormes presupuestos pblicos. Ayer se impuso la
plenitud salvaje y gozosa del hombre fuerte; a la hora presente
el neogendarmismo no es sino expresin en guarismos militares
del poder corruptor del capitalismo oligrquico del interior y del
exterior.
No se puede decir, tampoco, que los impulsos hacia la entronizacin ciega de la fuerza provengan de sectores donde se moviesen vigorosos mpetus orgnicos. Los ms definidos abanderados de esta peligrosa filosofa del hecho de fuerza como expresin
neta de la conciencia venezolana Alfredo Machado Hernndez,
en su tesis doctoral, y Laureano Vallenilla Lanz, en Cesarismo
democrtico figuran entre los ms distinguidos representantes
de las altas capas de la sociedad. El pueblo, en cambio, de donde
podra salir la fuerza bruta, piensa de diverso modo.
Menos pueden hallar justificacin los apologistas de la dictadura cuando dicen que los hombres viejos debemos fatalmente
mantenernos fieles al sistema en que crecimos, nos formamos y
empezamos a servir. Las tiempos tienen su ley, tanto en la vida
de los hombres como en la vida de los pueblos. Las sociedades
pasan por estadios de ascenso y de descenso, que recuerdan las
edades filosficas del hombre. El gomecismo fue una poca de
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IDEARIO POLTICO

minora cvica. Fue, adems, algo que nosotros hallamos hecho y


que despus fue superado en el orden de la libertad y la justicia. No
sera justificable que quienes gustaron la libertad y la seguridad del
rgimen de Medina Angarita regresasen a la apologa de Nereo Pacheco. Menos an que aquellos polticos que acompaaron a Lpez
Contreras en el camino democrtico que hizo posible la realidad
medinista se comprometiesen a llevar el pas a la irresponsabilidad
antigua. La lealtad de los polticos no consiste en mantenerse fieles
a sus errores, sino en reconocer estos y buscar su enmienda. Explicar la poltica de Gmez a la luz de la sociologa y de la historia es
deber de quienes se interesan por la verdad de nuestro pueblo y por
la memoria del Jefe de ayer; pero intentar la justificacin de nuestro
regreso a las formas subalternas de la dictadura, es error crassimo.
Por qu, en cambio, no se ensaya el altivo tono de voz con que el
general Gmez se opuso durante la Primera Guerra Mundial a la
poltica de guerra de los Estados Unidos y a las pretensiones de los
pases extranjeros que queran hacernos pagar injustas reclamaciones? Por qu no se defiende aquel intenso amor a la tierra nativa,
que hizo del Caudillo una especie de brujo rural?
En cambio, necesito pasar cmoda y tranquilamente mis ltimos aos es frase que repiten para explicar su adhesin a la
dictadura aun hombres que ayer alcanzaron fama de honestos,
combatiendo el gomecismo. Se parecen estos al burgals Zumel,
quien, despus de haberse exhibido en las Cortes de Valladolid
como portavoz de la resistencia de las ciudades a las pretensiones
de Carlos I, termin por vender su voto al oro palatino, para convertirse, por su conducta, en ejemplo histrico de quienes saben
prestigiarse para el provecho del negocio. Por ello, gendarmismo
y comodidad son valores que se acoplan en el proceso aniquilador de la Repblica. Comodidad e irresponsabilidad han sido, y
continan siendo, los solos fines perseguidos para s por las clases
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oligrquicas que han arruinado el destino cvico de Venezuela y


que con su torpe conducta estn provocando una reaccin popular
capaz de alcanzar dimensiones catastrficas.
Mientras la riqueza minera ha servido para relajamiento de las
capas privilegiadas, el obrero y el asalariado de la clase media han
aprovechado la oportunidad de mejor remuneracin para crearse
un nuevo estilo de vida y para formarse un mejor concepto de su
misin como factores sociales. La instruccin que hasta ellos ha
llegado en estos ltimos aos y la voz orientadora de quienes les
han explicado sus derechos y sus deberes, los han puesto en condiciones de discernimiento frente a los problemas del pas, que bien
indican su madurez para el ejercicio de las actividades cvicas.
Ello lo evidencia el buen sentido con que el pueblo, en medio de
su indefensin, sigue las consignas que le sealan los partidos democrticos, mientras las clases altas se afanan por crear artificiales
caudillos que les garanticen la irresponsabilidad de su conducta
pblica.
Al pueblo, para la plena realizacin de s mismo, slo ha faltado el buen ejemplo de los hombres que alcanzaron los sitios de
primaca. l, en cambio, ha presenciado absorto las continuas crisis sufridas por la Repblica, y en ellas ha visto el ejemplo doloroso de la facilidad con que se rompen los vrtices morales donde pareca que ganaba mxima altitud la sociedad. De la propia
generacin valiente y abnegada del 28, surgida, podra decirse,
casi espontneamente, en lo que se relaciona a la falta de rectores
extraos, cuntos se han desmoronado al ms leve contacto con los
instrumentos del poder y de la abundancia econmica, y cuntos,
al ejercer aquel, olvidaron sus anteriores compromisos democrticos. No radica el dao social en la sola prdida, para la eficacia de la
accin, de valiosos elementos. El problema deja de ser individual
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IDEARIO POLTICO

para convertirse en problema colectivo. Nada importara que esta


o aquella persona sucumbiese a la primera prueba positiva. Para lo
individual, el caso se resolvera, a la usanza romana, con la damnatio memoria. Pero en lo social es todo lo contrario. Su recuerdo
queda como ejemplo desalentador para las nuevas generaciones.
De los cadveres fsicos se deshace fcilmente la sociedad con
darles piadoso enterramiento en los camposantos. Los cadveres
morales mantienen al correr del tiempo el miasma putrefacto que
envenena la conciencia del pueblo joven.
Sobre quienes yerran o delinquen en el orden activo de la poltica recae visiblemente la sancin de la opinin pblica, pero a la
par suya se mueve el cuadro de los incoloros aprovechadores del
poder. As se autodeterminen fuerzas vivas del pas, jams asumen responsabilidad oficial por la cual puedan ms tarde ser puestos en evidencia. A su lado aparecen, llenos de faltas, los pequeos
funcionarios que soportaron el peso de visibles circunstancias, sin
haber, con su censurada conducta, realizado los perjuicios ni recibido los favores que los otros alcanzaron tras disimulados bastidores. De aquellos puede decirse que forman una variada fauna de
simuladores y de pacatos, a quienes los hombres bisoos del poder se consideraron obligados a rendir parias, ora por su prestigio
social o econmico, ora en razn de su habilidad en achaques de
leyes, ora en virtud de una falsa fama de rectitud o de sapiencia. A
la husma del favor de todos los gobiernos se les ha visto ataviados
de la casaca de Casa Len, en los jardines de Las Delicias, dedicados a la lisonja del Benemrito, cuya amistad y favores despus
negaron; en Las Quebraditas rindieron pleitesa engaosa a Lpez
Contreras, y en Miraflores llenaron de falsas palabras los odos
blandos de Isaas Medina; despus de haberse expuesto a la risa
sarcstica de Betancourt y a la fina irona del Maestro Gallegos, se
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partieron en tres y hasta en cuatro para agradar a los personeros de


la dictadura militar. Todos son amigos del orden. Todos motejan
hasta de terrorismo a los hombres que buscan un sentido humano
para la relacin de la poltica y que exponen la tranquilidad personal para dar ejemplo de inquietud creadora a un pueblo y a una
juventud que reclaman la enmienda de sus directores. Se llaman
ellos conservadores del decoro nacional, y slo saben guardar las
buenas monedas para sus placeres egostas, mientras, sin escrpulo alguno, destrozan las leyes y mercan con la riqueza y con
el decoro de la Nacin. Al mismo Bolvar, smbolo humano de la
nacionalidad, lo utilizan como instrumento adecuado para mentir una supuesta preocupacin por los problemas espirituales del
pas. Encerrados en una concepcin mezquina de la poltica, han
adulterado el propio espritu de aquel que fue todo accin para dar
libertad e independencia a la Patria venezolana. En funcin social
no han tenido otra conciencia que el imperativo de su transitoria
necesidad. Por ello, no han sabido ni han podido transferir a la
Nacin una continuidad que le sirviese de fuerza creadora. Se han
limitado a hacerla partcipe de su mens momentanea.
Se tienen ellos, y as los mir por mucho tiempo el comn del
pueblo, como los mejores representantes de la sociedad. Su clase
la componen los escritores, los legistas, los clrigos, los abogados,
los mdicos, los ingenieros que, segn el caso, han torcido o enderezado letras, leyes, saludes, caminos y conciencias para ganar sus
jugosas prebendas o sus ricas comisiones. Al grupo buscan de sumarse incautamente muchos individuos de modesto origen, que en
llegando a despuntar en orden de la economa o de la cultura, se
tornan traidores de sus propios estamentos y juguetes dciles de
los intereses oligrquicos. Cuando la juventud los esper fieles a
las buenas palabras enunciadas en la tribuna, escritas en el libro y
en el peridico, repetidas en el club, en la academia o en la ctedra,
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IDEARIO POLTICO

aparecieron, por lo contrario, en alegre comparsa con los censurados de ayer, a quienes para justificar su conducta actual, encuentran
notablemente superados en el orden del servicio. Triste espejismo
les hace creer que aquellos cuya conducta criticaron ayer han subido hasta su antiguo y roto nivel, sin darse cuenta, los pobres, de
que son ellos quienes han descendido hasta la humillada sima de
los otros!
Cul es, en realidad, la causa de la constante traicin de los
tenidos por mejores?... Al correr de nuestra accidentada y dolorosa
historia, hallamos, entre los tantos elementos que explican la deficiencia de nuestra vida pblica, la extraordinaria influencia que en
el orden de la economa general ha desempeado el poder, ora por el
apoyo ofrecido a los negociados y por la garanta prestada a quienes
se le rinden sumisos, ora por ser el presupuesto fuente de mantenimiento de una numerosa y sumisa burocracia. Tampoco, en el orden
de la funcin pblica, se sustituyeron uno por otros los partidos
polticos. Se sustituyeron simplemente hombres, a quienes de inmediato rodea el incondicionalismo de los servidores del rgimen
pretrito. Estar con el poderoso es un medio de vida puesto en ejecucin por los endebles y oportunistas felicitadores, que se muestran partidarios entusiastas del hombre combatido hasta la vspera.
Sin doctrina, sin principios, sin otros propsitos que servirse de las
fuerzas de la Nacin, los hombres se acostumbraron a moverse en
torno al gobernante como las moscas en torno a rico pastel. Se careci de rumbo que guiase la poltica de los grupos personalistas, por
cuanto hubo una permanente carencia de sistemas que dieran marco
a la verdad sobre la cual tomasen cuerpo y fuerza los principios.
Un pas sin sistema puede calificarse, dentro de la fenomenologa
social, como pas sin verdades. Casi un antipas. Entre nosotros,
las nobles causas fueron sustituidas por las apetencias vulgares, y
ser del gobierno lleg a constituir consigna con que se granjearon
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beneficios, ora en posiciones oficiales, ora en la privanza de quienes


ayudan a hacer buenos negocios. Ha llegado a tales extremos la
necesidad de tener figuracin en los cuadros del Gobierno, que aun
hombres que pudieran considerarse econmicamente independientes y libres, dieron y dan sus nombres y el nombre de sus hijos a las
listas serviles y medrosas de adherentes al oficialismo.
Qu no hemos hecho?... Largo proceso de hombres cados,
contra los cuales son pocos, tremendamente pocos, quienes puedan
arrojar la primera piedra, nuestra historia reclama una profunda y
centrada meditacin. Panten de estatuas mutiladas o descabezadas, el de nuestro pasado poltico ofrece temas de valor extraordinario. Sin embargo, queda en el recuento de personajes histricos
muchos nombres con fuerza y eficacia para hacernos ver cmo
no es ley obligada el conformismo pregonado por los agoreros de
la dictadura. Cierto que hombres llamados por su altitud moral,
por su cultura intelectual, por su posicin social, por su prestigio
universitario, han traicionado, por accin u omisin, a las generaciones que esperaron de ellos el ejemplo decoroso y altivo con cuya
repeticin y difusin se hubiera salvado la Repblica. Tambin la
Historia ofrece nombres que, probando la posibilidad de la conducta contraria, son testimonio de la perdurabilidad fecunda de los
ideales desamparados.
Contra los que escudan la entrega o la inaccin tras la frase pesimista y medio cnica de qu se le va a hacer a esto si as hemos
sido siempre!, erijamos el ejemplo antiguo de los nobles varones
que no traicionaron su conciencia ni sembraron cizaa en el trigal.
Los hombres son lo que quieren ser. No existe ley alguna que impida la ascensin de nuestra Nacin. Estamos justamente viendo el
esperanzado ejemplo de las masas populares. Todos los das afinan
su conciencia de clase y procuran mejorar sus instrumentos de de88

IDEARIO POLTICO

fensa. Slo en los altos cuadros, tenidos por portavoces de la cultura nacional y por expresin de la fuerza moral y econmica del pas
doctores, clrigos, periodistas, escritores, banqueros, industriales, comerciantes y terratenientes permanece inalterable la vieja
conciencia sensualista, que pone por delante el beneficio y la comodidad como regla de accin pblica. Sin embargo, a la minora
histrica de hombres que supieron cumplir con su deber hace par,
tambin, una minora cargada de sufrimientos, que se empea en
seguir mostrando, dentro y fuera de la Repblica, que la vida social
tiene a la mayora cobarde y placentera que a todo se conforma de
grado o por temor de comprometer la tranquilidad individual; existe una minora que sabe vencer el miedo y la prudencia culpables,
para decir la verdad sobre nuestra honda crisis, agrandada hasta
lmites de vergenza por el silencio pblico de quienes, sirviendo
a la opresin, hacen gala en el radio domstico de su disconformidad con los procedimientos de los gobernantes. Embajadores,
Senadores y aun Ministros que se dicen forzados por el rgimen a
asumir posiciones en que se sienten inconformes!
El peligro hace a los hombres y a los pueblos. Al generalizarse
la virtud heroica, los hombres encuentran un canon funcional que
da unidad a sus acciones. No se necesita para ello la inminencia de
un peligro blico en el orden positivo de la Nacin. Al mirar con
ojos claros hacia todos los vientos de la hora, en cualquier parte
asoman seales que prueban la quiebra de la Repblica. No es
suficiente saber que se conspira contra la dignidad de la Repblica
para ponernos todos a la obra de salvarla? Se necesita, acaso, que
una potencia extranjera llegue a hollar materialmente el decoro
nacional para que los ciudadanos salgan a una a defender la Patria
y resuelvan olvidar mutuamente los odios estriles que mantienen
en espantosa anarqua a la sociedad?...
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De nuestro pasado debemos tomar, no la leccin de pesimismo


aconsejada por los conformistas que slo ven lacras y defectos en
el pueblo, sino las lecciones magnficas que nos dan los hombres
ejemplares. Bolvar y los grandes varones de la nacionalidad reclaman algo ms que el culto de beatera que les ofrece el oficialismo.
No pide el Libertador para su tumba y sus estatuas homenajes de
coronas colocadas por quienes tienen las manos cargadas de pecados contra la Repblica. Al farisesmo de las honras palabreras e
hipcritas, rendidas por los mismos hombres que colocan dioses
extraos en los altares de la Patria y que traicionan la libertad y el
decoro del pueblo, es preciso oponer una realidad creadora, que
haga posible tanto la dignidad interna como la dignidad internacional del pas.
Falta, debemos decirlo una vez ms, una conciencia de fin que
d unidad a la accin colectiva. Carecemos de fe en nosotros mismos, por cuanto nos falta esa conciencia finalista. Jams, despus
de la emancipacin de Espaa, nos hemos preocupado por crear
valores que pudieran haber dado carcter de unidad al esfuerzo disperso de los hombres. Al recto y aglutinante sentido de lo nacional,
hemos preferido un patriotismo romntico y disperso que, satisfaciendo la sensibilidad con la mera evocacin de la epopeya, nos
ha llevado a erigir la desorientacin en categora permanente. Los
valores morales llamados a formar el canon social fueron reemplazados por posiciones egostas y opuestas, consiguientemente, a la
actitud alegre y extrovertida que sirve de manadero a la confianza.
Lejos de haber trabajado aunadamente por una Venezuela que garantice a todos el cumplimiento de su humano destino de plenitud
y de libertad, cada quien se hizo una Venezuela quebradiza en lo
moral y ubrrima en la ventaja del hartazgo individual.
Vivos, aunque soterrados, estn los hilos que unen nuestro presente con el pasado glorioso que dio a Venezuela puesto cimero
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IDEARIO POLTICO

en el orden institucional de Amrica. Es preciso insuflar de nuevo


ese viejo espritu de sacrificio y de dignidad en todas nuestras instituciones. Los hombres viejos ya no podremos tal vez hacerlo.
Llevamos tantos pecados a cuestas, que slo el reconocerlos nos
alivia de responsabilidad y sirve a los jvenes de avisos para no
caer en ellos.
Es necesario recordar a nuestros hombres civiles y a nuestros
disciplinados soldados que no existir ninguna Repblica mientras
cada quien no sienta sobre s la carga de la responsabilidad que le
compete como miembro de la comunidad. Iguales en esencia nacional los unos y los otros, quiz sea mayor la responsabilidad de quienes tienen la nobilsima misin de custodiar las armas destinadas a
defender las instituciones y a hacer efectiva la seguridad social, mayor an en el momento presente del pas, en razn del compromiso
que tienen de justificarse ante la Historia por la funesta irrupcin
deliberante que en 1945 hicieron como cuerpo en la poltica de la
Repblica. Si ayer el Ejrcito sirvi de sostn pasivo a la poltica de
los caudillos, hoy se ha avocado imprudentemente, por s propio, al
peligroso ejercicio de funciones privativas del mundo civil.
Tampoco existe razn para que prosiga el divorcio medroso
entre pueblo y Ejrcito. Este lo forman los mismos ciudadanos
que, junto con los paisanos, integran la gran masa del pueblo. Tal
vez ocurri que, despus de cumplida por el pueblo armado eso
fue nuestro glorioso Ejrcito Libertador la portentosa misin de
asegurar en los campos de batalla la Repblica planeada por los
idelogos del civilismo, el viejo Ejrcito de las grandes victorias
de la libertad fue tomado por el espritu de las montoneras que
soportaban la voluntad de los dispersos caciques. Ms tarde, al ser
anulada por el Caudillo nico la accin de los personeros del gamonalismo regional, qued el Ejrcito regular como sustentculo
del omnmodo poder de aquel.
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Durante los ltimos aos nuestros cuerpos castrenses han mejorado extraordinariamente en el orden tcnico y en lo que dice a
comodidades para la vida del oficial y del soldado. Sin embargo, el
Ejrcito prosigue divorciado del pueblo. En un afn de pronunciar
la distancia se ha intentado crear para los cuerpos armados un sentido mesinico, que los colocara sobre el propio orden institucional de la Repblica y que los aleja an ms de la realidad del pueblo
de donde salen sus componentes. Engaados oficiales y soldados
por medio de esta hbil y funesta falacia, han sido llevados incautamente a constituirse en adversarios de las fuerzas populares y en
dciles cmplices de los mercaderes que venden diariamente un
nuevo jirn de la dignidad nacional. Lejos de estar sirviendo al
pueblo, al orden y a la paz, el Ejrcito, sin advertirlo, est sirviendo
hoy al grupo de enemigos de la nacionalidad.
Pueblo y Ejrcito, clases dirigentes y clases que pugnan por
ascender en el orden lgico de la suficiencia, reclaman una nueva
accin conjugante que salve la dignidad democrtica y la dignidad nacional de la Repblica. A la hora presente de Amrica es requerido romper los viejos amaados moldes de la poltica y ganar
nuevos mtodos para alcanzar la plenitud creadora de Venezuela.
Cuando la economa pblica y la economa privada han logrado su
mayor desarrollo y el pas cuenta con posibilidades para grandes
creaciones en el orden material de la Nacin, slo urge que esa
accin de progreso tenga tambin su lgica expresin en el campo
de la poltica, de la moral y de la cultura. De nada valen magnficos
establecimientos penales, donde van a dar con sus huesos ciudadanos que resisten la dictadura.
El camino de la desesperacin que pintan los negadores de las
virtudes del pueblo ha de ser reemplazado por el ancho y seguro camino de la confianza en nuestras cualidades de excepcin. Pueblo
lleno de excelentes aptitudes, el nuestro slo reclama una generosa
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IDEARIO POLTICO

direccin. Tan maleable es a los ejemplos que le transmitan los


hombres dirigentes, que poltico de la experiencia del viejo Guillermo Tell Villegas Pulido refera en cierta ocasin cmo la gente
del tiempo de Guzmn Blanco cultiv barba al estilo de Napolen
III, cuando el Ilustre Americano la import de Europa; cmo en
la poca de Crespo se empearon los buscadores de la gracia del
Hroe del Deber Cumplido en mostrarse de tarde por las calles
de Caracas luciendo el garras y el liquiliqui de los llanos; cmo,
cuando gobernaba Rojas Pal, las iglesias se mantenan llenas de
fervorosos devotos; cmo en los alegres tiempos de Andueza Palacio era ttulo de altura frecuentar la amistad de las grandes artistas de la pera y producirse en grandilocuentes discursos; cmo,
cuando Castro era presidente, nada estuvo tan de moda como poner la Cuadrilla y los Lanceros en los frecuentes bailes con
que era festejado el Invicto; cmo en tiempos de Gmez era
obligado a quienes queran alcanzar prestigio dominguero en Maracay, convertirse en expertos galleros o en apostadores alegres a
las espuelas de los buenos gallos de los Muchachos. Y deca esto el
desenfadado poltico para advertir en 1939 a un grupo de ministros
que la flamante Contralora General de la Nacin no pasara de ser
un elefante blanco, destinado a aumentar el papeleo burocrtico,
si los hombres de arriba no resolveran dar ejemplo de pulcritud
administrativa.
Nuestro pueblo ha estado pendiente del ejemplo y de la palabra
de los mayores. Cuando se acercan a dialogar con l los hombres
que se dicen portadores de la verdad y de la esperanza, sabe distinguir la buena de la mala palabra. Ya no sigue al primer gritn de
esquina que lo invite a engrosar las malas causas, ni se deja llevar
ciegamente por el primer simulador que escale ctedras encumbradas. Fina es la antena suya para captar el sentido de las frases
y para distinguir la voz de quienes le pintan el buen camino, de
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la voz melosa e insinuante de quienes intentan engaarlo. Parece


dormido e indiferente, pero ha probado que a la hora de la verdad
sabe decir su palabra, no por medio de la algazara y del bochinche,
sino a travs de los instrumentos del civismo. No se le oye. No se
le atiende. No se obedece su querer soberano. Pero l sigue con la
misma fe en su destino. Callado. Paciente. Vigilante.
Por ello, ms que hablar al pueblo humilde, es necesario hablar
a las clases y cuerpos obligados a revisar su conducta histrica
frente a las masas. De esa revisin podra lograrse un sentido de
equilibrio, que deje comprender a los grupos dirigentes cmo, para
evitar que la vieja pirmide social sufra un vuelco de posicin y el
vrtice se vea aplastado por la pesadumbre de la base, es urgente
empezar a cambiar voluntariamente la configuracin geomtrica
de la sociedad y buscar un apropiado juego de lneas que haga fcil
la rotacin de las aristas, sin riesgo de que se quiebre la armona del
conjunto social. Para lograrlo, es preciso crear lealmente una unidad de fines en la conciencia nacional. Se necesita que frescos valores humanistas revitalicen, en un sentido de cooperacin, la obra
general de la comunidad. Sobre la realidad diferencial de nuestra
historia, como en tronco fecundo y vigoroso, injertar los conceptos
universalistas y creadores de la nueva justicia social.
Si, en cambio, las llamadas clases directoras y las Fuerzas Armadas que sostienen el aparente equilibrio del Estado, no procuran
en tiempo solucionar el hondo y crecedero problema creado por
los nuevos odios sociales y personales, no habr maana voces
capaces de calmar el vendaval de la venganza ni ceniza bastante
para apagar las llamas del incendio voraz
San Jos de Costa Rica, 19 de enero de 1953.

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IDEARIO POLTICO

AL LECTOR
Estas lneas, escritas en San Jos de Costa Rica, fueron meditadas en Caracas durante el curso angustioso del mes de diciembre de 1952. Carecen de erudicin, por cuanto al redactarlas no
tuve libros de historia patria que me hubieran ayudado a dar mejor
presentacin a las ideas que en ellas expongo. Mi sola intencin al
escribirlas ha sido corresponder por hoy a la voz de algunos jvenes que me pidieron, a la hora de abandonar el pas, unas nuevas
palabras sobre el problema de nuestra crisis de pueblo.
Como doloroso contraste con la realidad de mi Patria, me
ha tocado revisarlas y corregirlas en esta ciudad clsica de la
tolerancia, justamente despus de haber visitado en Aalsmer los
famosos mercados donde se ofrecen en venta, para Holanda y para
el mundo, las maravillosas flores cultivadas en sus fecundas praderas. En medio de los sencillos campesinos que llevaban su polcroma mercadera a los grandes distribuidores, sent mi espritu
estremecido por el dolor, lejano y vecino siempre, de una Patria
donde slo se cultivan las ortigas y los cardos espinosos de un odio
sin razn, el cual amenaza la propia estructura de la Repblica.
msterdam, 12 de marzo de 1953.

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DIMENSIN Y URGENCIA DE LA IDEA


NACIONALISTA
(Pequeo discurso sobre venezolanidad y americanidad)

MOTIVO
DURANTE el primer tercio del siglo XIX llegaban de Amrica al

Viejo Mundo ecos ardorosos an de la lucha portentosa que all


se realizaba en pos de la libertad y del derecho de los pueblos. Las
proezas de Aquiles y los consejos de Nstor revivan en el brazo
y en los labios de los valientes y austeros patriotas del hemisferio occidental. Entusiastas y audaces jvenes de Europa tomaban
apresurados e intrpidos las naves que los llevaban a sumar su
esfuerzo al de los heroicos adalides de la epopeya americana.
Metal de dilogo griego tienen las palabras con que el venerable irlands OConnor preguntaba a Bolvar si su hijo se conduca
de un modo digno de su nombre, de s mismo, de su familia, de su
desgraciada pobre patria y de la causa que estaba defendiendo.
Los odos de todos los hombres libres de la vieja Europa estaban,
pues, a la espera de nuevas sobre el curso seguido en Amrica
por los gloriosos ejrcitos de la Libertad. Viva el Viejo Mundo la
alegra parturienta de la Amrica nueva.
Comenzaba entonces en nuestro continente indohispano una
poca fresca de la historia universal, durante la cual se esperaba
ver realizado en un mundo de confluencia ecumnica, el nuevo
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IDEARIO POLTICO

humanismo de la libertad, de la igualdad y del decoro. El proceso


aglutinante de razas y de pueblos, cumplido con hondo sentido de
humanidad en la entraa liberal de las colonias hispnicas, ya
daba su fruto esperanzado. A la superficie de la poltica surgan
flamantes repblicas, llamadas a ser testimonio del progreso continuo del espritu.
Sin embargo, al lograr perfeccin la libertad exterior y tomar
carcter autnomo las nuevas unidades polticas, quedaron en
ellas, como precio de la victoria y en bulto de actualidad, elementos subalternos, destinados en buena lgica a tomar de nuevo su
composicin secundaria en el orden del poder. Largo proceso de
luchas entre esta parte disvaliosa, an no fundida del todo por
la cultura y la parte que vocea los derechos permanentes de la
libertad y del decoro cvico, ha llenado la historia de Amrica. La
hora helnica en que fue elaborada la gesta de la libertad ha sido
sustituida por la hora fenicia de la repblica rendida al soborno
de los mercaderes extraos. El mensaje que entonaron nuestros
padres con voz cargada de dignidad y altivez, fue trocado con el
silencio de bocas ocupadas en bajos menesteres. Al problema interior, se sum el problema de las fuerzas forneas que buscaban el
aprovechamiento de las grandes riquezas encerradas en nuestros
territorios. Unos y otros hicieron causa comn para el negocio.
Los herederos de los grandes patricios volvieron hacia la pared
la efigie comprometedora de los antepasados y sustituyeron el indumento del decoro antiguo por el disfraz del rendido pitiyanqui.
Estados Unidos comprendi que la irresponsabilidad poltica de
los pases latinoamericanos es su mejor aliado para que los nuevos ejrcitos de la ocupacin pacfica financistas, industriales,
comerciantes pudieran rendir sin alarde alguno la voluntad engaada de los pueblos. Suyo ha sido, en consecuencia, el empeo
de mantener la divisin exterior de nuestros pases y la divisin
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interna de sus pueblos. Suyo ha sido, tambin, el propsito de fomentar mtodos y corrientes de ideas que susciten el agotamiento
de las fuerzas que pudieran oponerse a la nueva conquista de la
libertad, principales entre ellas la desgana por el derecho y el
menosprecio ostensible de sus frutos.
Ya no se lucha por principios encaminados a fijar una posicin
cualquiera. Se lucha abiertamente por acabar la vieja repblica
democrtica y por erigir en lugar suyo un orden personal de fuerza, que facilite el aprovechamiento de los pases por los intereses
del imperialismo.
En Venezuela, como en Chile, como en Bolivia, como en Panam, como en Argentina, como en Guatemala, como en Brasil, como
en Costa Rica, se ha venido formando un denso sentimiento nacionalista, que tanto persigue el equilibrio en las fuerzas que dirigen
al pueblo, como la intervencin en los intereses que detentan la
riqueza nacional. El nacionalismo, como movimiento integrador,
sabe que solamente bajo un rgimen de unidad de voluntades puede realizarse la eficaz defensa de los contornos nacionales de la
Patria. Por ello, sus planes de lucha miran a la manera del estar
poltico del pas y a la manera de ser el pas en el orden de la poltica internacional. Las armas contra el enemigo de fuera no pueden
estar para tal evento en manos que diariamente corren el nudo a
la garganta de aquellos que claman por la efectividad interior de
la Repblica. Sus grandes instrumentos de lucha son la unidad y la
concordia del pueblo, como garanta de un frente democrtico que
asegure la libertad interior y el decoro exterior del pas.
En los ltimos aos yo he dedicado por entero mi trabajo de
escritor a la defensa de la idea nacionalista. Mi obra, ya larga de
historiador, est tambin consagrada al estudio del suelo histrico
donde arraiga el rbol poderoso de la Patria. En mi modesta labor
de servidor pblico, puse siempre de norte los intereses auton98

IDEARIO POLTICO

micos de la Repblica. Hoy, fuera del pas, comprendo que nada


me acerca tanto a su corazn dolorido como proseguir romnticamente segn dicen los compatriotas perdidos para las empresas
del espritu, la obra paciente y sin lustre actual de defender sus
signos esenciales.
Razones geogrficas avivan mi angustia en el momento presente. A la vieja Europa, donde hoy forzosamente vivo, no llega
nada que se parezca a las voces poderosas que venan de Amrica
en aquellos tiempos que parecen sueos, cuando Lord Byron bautizaba su yate con el nombre de Bolvar y en la propia Grecia,
renacida para la libertad, estaban pendientes los jvenes patriotas
de la suerte de los nuevos homridas de Amrica. Al viejo mundo
viene, en cambio, el eco doliente de la inmensa tragedia que sufre
nuestro continente mulato, presa, en la mayora de sus repblicas,
de burdos tiranos, y estrangulado, en su gran conciencia de pueblo, por la fuerza avasalladora del imperialismo norteamericano.
Ya no llega a Europa el mensaje que inici nuestro mundo el siglo
pasado. En sustitucin de aquellas voces claras, altivas, ejemplares, se oye el eco sordo del antiverbo que ha logrado derrotar, para
el brillo exterior, a la palabra orientadora del civismo. Corresponde, por ello, a los evadidos del silencio, mostrar que en el Nuevo
Mundo latino hay todava conciencias en cuyo fondo librrimo
vive la fe en el porvenir de la libertad.
M.B.I.
Madrid, 5 de julio de 1953.

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Sin embargo, Jerobon, rey de Israel, no creyendo con


nimo impo a Dios, a quien por experiencia haba
hallado propicio y verdadero en haberle prometido
y dado el reino, temi que, acudiendo sus vasallos al
templo de Dios, existente en Jerusaln (donde, conforme a la divina ley haba de presentarse toda aquella
nacin para ofrecer los sacrificios), se los sonsacasen
y volviesen a rendir vasallaje y obediencia a los hijos
de David como a descendencia real; para impedirlo
estableci la idolatra en su reino, regaando con impiedad nefanda al pueblo de Dios, y obligndole, como
lo estaba l, al culto y reverencia de los dolos. Mas,
no por eso dej Dios de reprender por sus profetas, no
slo a este rey, sino tambin a los que le sucedieron e
imitaron en su impiedad, y al mismo pueblo, porque entre ellos florecieron aquellos grandes y famosos profetas que obraron tan portentosas maravillas y milagros,
Eias y Eliseo, su discpulo. Y diciendo Elas: Seor,
han matado a tus profetas, han derribado tus altares;
yo he quedado solo y andan buscando ocasiones para
quitarme la vida, le respondi Dios que an haba
entre ellos siete mil personas que se haban arrodillado
delante de Baal.
San Agustn, La ciudad de Dios, Libro XVII,
captulo XXII.

CUANDO ESCRIB mi ensayo Mensaje sin destino, no haba ad-

vertido an la fuerza que tienen en la conciencia del pueblo las


consignas de la unidad en torno a los valores que concretan la razn
histrica y geogrfica del pas. Por la aceptacin que alcanz aquel
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IDEARIO POLTICO

estudio, me fue fcil comprender cmo nuestras masas estn maduras para la inteligencia del problema nacionalista.
Nuestro pueblo tiene ansia de sentirse y realizarse en venezolano. Rechaza nuestro pueblo todo ordenamiento enderezado
a aminorar la fuerza de su soberana y a disminuir el tono de su
independencia.
Si en realidad las clases altas estn comprometidas en una poltica entreguista, la mayora del pueblo piensa y siente de distinto
modo. Tambin las clases altas las minoras traidoras de mi
anterior ensayo1 estn empeadas en dar vigencia a conceptos
contrarios al destino republicano de la Nacin; las otras clases,
empero, piensan y sienten tambin de diversa manera.
Todo movimiento que aspire a ser mirado como expresin de
los intereses del pueblo ha de proclamar como tema irrenunciable
la defensa de la nacionalidad. Entre los votos ms ingenuos y vivos
de las masas estn, tanto la realizacin de una poltica popular en lo
que se refiere a la tcnica del poder, como la defensa de los valores
que integran el tutano de lo nacional. Ningn partido que pretenda
usar con legtimo derecho el cognomento de popular puede desechar estos dos puntos claves para su estructura programtica.
El tema del nacionalismo, sin embargo, es tomado por muchos
en un sentido contrario a sus propios valores de creacin en el orden
del pueblo. Arturo Uslar Pietri disinti en la prensa de Caracas de
las tesis tradicionalistas sobre las cuales Mariano Picn Salas, Miguel Acosta Saignes y yo hacamos gravitar irrenunciables valores
de la nacionalidad. Quiso mostrarse Uslar Pietri por avisado amigo
del progreso frente a un supuesto destino de gotoso tinajero, fomentado por nosotros como finalidad nacionalista. Provocado el deba1. La traicin de los mejores, Madrid, Edics. Bitcora, 1953, 84 p., (vase el
ensayo en este mismo volumen. Nota del editor).
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te, Uslar Pietri, volviendo sobre la responsabilidad de su autorizada


pluma, busc oportunidad de rectificar juicios precipitados. Igual
cosa hubieron de hacer otros compatriotas que haban confundido
el alcance de la campaa que varios escritores venamos realizando
en orden de exaltar los valores tradicionalistas del pas.
La problemtica del tradicionismo no se reduce a la simple
consideracin de un frreo mantenimiento de formas elaboradas
por el tiempo. El tradicionismo indica sobre todo bsqueda de
sustancia creadora y de realidad operante. Las formas son meros
aspectos que pueden coadyuvar a hacerlas ms respetables. A pesar del aparente modernismo, ms tradicionista, por ejemplo, es el
movimiento que persigue el retorno de la liturgia catlica a la lengua vulgar en que eran celebrados los oficios divinos en la Roma
primitiva, que la defensa de los sacramentos venerables que fijaron
normas latinas para nuestro rito occidental. Como funcin de comunidad, la liturgia usaba el idioma popular que, en la Roma imperial, ms era el griego que el mismo latn para la gente de Cristo. El
retorno del culto al carcter comunitario de la vieja Iglesia cristiana
pide que se celebre en los idiomas hoy heredados de la popularidad
funcional de las viejas lenguas, cuyo uso mantiene los misterios a
hiertica distancia del sentido del pueblo. Tampoco est la fuerza del tradicionismo ingls en pelucas, mazas y hopalandas que
recuerdan estilos medievales. Ms que signos exteriores, precisa
buscar en l la resistencia de altivas instituciones que han sabido
luchar contra la misma Corona en pos de fortaleza para los sistemas
defensivos de la personalidad humana. Por las mismas razones,
cuando se desarticulen procesos histricos ha de buscarse en el
orden civil, no la sucesin de los modos externos, sino el hilo de las
esencias que hayan podido quedar opacadas por el uso continuado
de estilos carentes de legitimidad. An ms, la convalidacin de
las races de una tradicin va hasta buscar ms espacio y nuevo
102

IDEARIO POLTICO

tiempo al grumo de ideas que potencialmente vivan en el ideario


de los Padres antiguos. Una revaluacin de Sucre no tendra que
detenerse en una amaada justificacin de las prcticas esclavistas,
que, al igual de los grandes repblicos del Norte y del Sur ejercitara el Mariscal; ni una revaluacin de Bolvar significara proceso
alguno para convalidar ideas por l tomadas del comn ambiente y
que el mismo pueblo ha superado en razn del progreso continuo
del espritu. El valor histrico y tradicional de los directores de
pueblos ha de considerarse tanto en la especificidad momentnea,
como en la fuerza germinativa ofrecida por sus ideas y sus anhelos
en el orden por venir. Eisenhower, pongamos por caso, podra hacer suyas las ideas de Lincoln, pero posiblemente Lincoln no se
adaptara hoy a la praxis poltica del risueo Presidente del Norte.
En nuestra Amrica mulata, estara Bolvar con los hombres que
hoy defienden el entreguismo traidor o con quienes lo miramos an
como patrn de la humana dignidad de nuestros pueblos sufridos?
A quin puede llamarse con ms propiedad representante del pensamiento de Bolvar en el mundo poltico de Amrica, a Paz Estensoro o a Laureano Gmez? Escogera Bolvar sus aliados para la
nueva revolucin por la libertad, entre los graves doctores y los
bachilleres inflados de las sociedades bolivarianas o entre la gente
de la calle, que ha expuesto vida, libertad y sosiego por la causa de
la Repblica...? Con meridiana certidumbre buscara Bolvar a quienes han sido fieles a la tradicin de autonoma y de decoro que sirvi
de basamento a la institucionalidad primitiva y no a los que trocaron
con la pecaminosa comodidad el riesgo que da signo de nobleza a
los esfuerzos desinteresados de los patriotas.
Para atacar nuestra posicin, hase invocado tambin el supuesto sentido excluyente que pareciera derivarse de los valores
nacionalistas. Dicen, al efecto, que el nacionalismo corresponde
a una actitud de desdn hacia el resto de la comunidad humana y
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de ignorancia crasa del propio fin histrico del hombre como ser
dotado de conciencia ecumnica. Nuestro nacionalismo no aspira
a tanto. Encuadrado en lneas por dems modestas, nuestro concepto de nacionalizacin no representa agresin ninguna contra lo
forastero, sino bsqueda de una actitud integradora del ayer y del
hoy, como valores aglutinantes y defensivos de la realidad presente. Perseguimos la exaltacin de lo nuestro, no en un afn delirante
de superioridad, sino como recurso que fortalezca nuestra propia
personalidad de pueblo. Por medio de una labor paciente de rebusca de viejos valores desechados por la moda, procuramos revivir
la fuerza de factores de aparente subalternidad, que, en cambio,
contienen vivencias capaces de despertar espritus en trance de
disipacin nacional.
Los pretensos defensores del universalismo no se abajan a considerar que el nacionalismo es trnsito fecundo hacia la posibilidad
de realizar lo universal. Para que los pueblos puedan conjugar su
fuerza y su conciencia, necesitan robustecer la una y definir la otra.
La fuerza y la conciencia de los pueblos no medran y crecen si no se
las defiende de lo espreo y corruptor que pueda venirles de otros
sitios. Para que adquieran vigor, es preciso hacerlas vivir de acuerdo con la propia gravedad que les seala su historia. La fisonoma,
el rostro, el carcter de los pueblos necesitan la permanente deglucin de los viejos valores forjados por el tiempo. No para gustarlos
en actitud fetichista que lleve al espasmo inhibitorio, sino para
acondicionarlos para el movimiento nuevo. Por eso he insistido en
presentar la tradicin en su justa y fecunda dimensin de entrega
del legado que formaron las generaciones anteriores, el cual, a su
vez, las nuevas generaciones estn en el deber de reelaborar conforme al aire de los tiempos actuales.
Una historia cuyo errneo cultivo llevase a ahogar el mpetu
nuevo de los pueblos, sera historia falsamente colocada en el orden
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IDEARIO POLTICO

de los valores populares. Contra esa supuesta historia de anquilosis


y de moho, s precisa ir con todo empeo. Contra esa historia de
apoteosis y coronas he quebrado ms de una lanza. Pero tal no es el
caso nuestro. Lejos de sufrir nosotros una sobresaturacin de Historia, que impida su propia y racional asimilacin, carecemos de un
exacto sentido histrico. Nos faltan vivencias colectivas capaces
de acondicionar nuestra marcha de Nacin. Se nos ha ofrecido por
historia una serie de cuentos heroicos y de fbulas divertidas. Se
nos ha dicho tambin que son historia, llamada a ocupar sitio ejemplar en el orden formativo de la sociedad, los traspis que bastardos
impulsos han provocado en el paso de las instituciones republicanas. Negados a ver la parte austera y ejemplar del pensamiento
y de la accin de Bolvar, hemos consagrado un culto ambiguo a
sus glorias de Libertador, hasta parar en hacer de l una manera de
piscina probtica, donde lavan sus manos cargadas de pecados los
propios traidores de la nacionalidad.
Defender la integridad de la casa, los muros de la ciudad, los
linderos de la Patria, no constituye negacin del valor ecumnico
del hombre. Con tal defensa se intenta apenas determinar distritos
precisos al derecho de los hombres, de las familias, de los pueblos,
de las repblicas. El problema de la universalidad entraa una paradoja. No se pueden sumar para la realidad unitiva de las naciones sino pueblos enteros. Sumar repblicas, colonias y factoras
es tanto como sumar gatos y ratones. Mientras ms igualmente
pujantes sean las voces de los socios, mayor equilibrio habr en
sus determinaciones. Mientras ms enteros sean los pueblos que
concurran a la anfictiona de las naciones, ms seguro ser el buen
xito de los acuerdos. Lo que quiebra la armona, son las diferencias engendradas por una mala distribucin de la justicia. Las naciones tienen, como las sociedades comunes, un orden de derecho.
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Jams se ha mirado por correcta la actitud del vecino poderoso que


se meta a juro en nuestro predio para lucrar con nuestras siembras.
Por dems insolente y vejatorio se considera aquel viejo derecho
de pernada de que se dijeron titulados los fieros seores feudales.
Entre los pueblos existe, aunque incumplido, un orden que indica a cada cual lo que es suyo. Eso es simplemente lo que se busca
en la relacin del pequeo con el grande. Si el ms alto quiere tener
bien cubiertos los pies, labre en el da la larga manta y no intente
desnudar en la noche al vecino indefenso. Nacionalista se llama
la actitud de quien defiende su manta y procura mantener en el
orden internacional la digna posicin que asegura su categora de
nacin independiente a la Patria de que es hijo. Ese nacionalismo
sin agresin ni chovinismo tiene comienzo en la casa, en el pueblo,
en la regin. Como eficaz para sus fines, reclama el mantenimiento
de un orden de suficiencia que asegure la paz y la abundancia de
la mesa, la fresca presencia de las rosas en la sencilla maceta, la
amplitud y el seguro constante en las bardas hogareas. Ese sano
nacionalismo, emparejado con la dignidad cvica del pueblo, quiere el racional provecho de la riqueza, el vigoroso mantenimiento
de la tradicin cultural, el adecuado abastecimiento de los graneros
y las fuentes. Ese nacionalismo fecundo y salvador pide un mejor
laboreo de la tierra, para que el pueblo produzca lo que necesita y
para que no dependan sus despensas de despensa ajena; pide que
la industria salte sobre su estado actual de dependencia y logre la
verdadera autarqua creadora; pide, tambin, que se defienda al
consumidor de las fauces insaciables del comercio internacional.
Vrtebra de lo nacional es la comunidad de los valores tradicionales que conyugan y configuran el alma del pueblo. Sin ella,
las naciones como la nuestra llegan a carecer de fuerza resistente.
Para podernos baar, como quiere Unamuno, en las aguas vivas
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IDEARIO POLTICO

de la humanidad eterna, necesitamos asegurar nuestra propia ensenada en el ocano de la historia universal. Para que fructifique el
buen sarmiento de la universalidad, debemos robustecer el tronco
particular donde aquel ha de injertarse. Defender lo caracterstico
de cada pueblo no representa una actitud negada a recibir el aire
creador de lo universal, sino una posicin encaminada a asegurar
los medios de retener las semillas fecundantes que la ventisca del
eterno progreso conduzca hasta nuestra rea nacional.
El nacionalismo no se opone a la pluralidad ecumnica, ni
menos an significa actitud pretenciosa de intervenir en el orden
de la Historia con presindencia de otros pueblos. El nacionalismo
agrupa y define valores e intereses que, reteniendo la comunidad
de diversas circunstancias, entran luego a jugar en el orden mayor
de otros valores similares. El nacionalismo, lejos de crear actitudes
disgregativas, acumula signos para el agrupamiento mximo. Para
que Venezuela gane la integridad de su fisonoma histrica y tenga
voz clara en la grande anfictiona de los pueblos, necesita reelaborar
continuamente en su crisol nacional los valores de cultura creados
por las sucesivas generaciones que integran su riqueza histrica y
adecuarlos para su perenne fecundidad al aire del progreso de los
tiempos. En ese mismo crisol, con marca nacional, deben tomar
forma nueva las ideas, los conceptos, los sistemas que produzca el
curso incesante de la cultura universal. Hay una grande diferencia
entre tener doctores o tcnicos nacionales formados integralmente
en universidades extranjeras, y contar con doctores y tcnicos formados en universidades nacionales, que hayan mejorado estudios
en otros centros culturales. Si en realidad el pas est urgido de la
buena tcnica que ofrecen entidades forasteras, la aplicacin de
sus lneas a nuestro progreso interior necesita la experiencia de
quienes estn en el secreto de las posibilidades nacionales. Hasta
las normas de la puericultura han de adecuarse al ambiente del luBIBLIOTECA AYACUCHO

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gar. Para que Latinoamrica robustezca su posicin de continente


libre, donde habr de desarrollarse plenamente el nuevo aspecto de
la cultura mediterrnea, tropicalizada e influida por la confluencia
de pueblos en primitivo frescor, tiene por fuerza que conocer en su
desnuda validez y defender en su plenitud de esencias creadoras,
los distintos grupos de hechos histricos y culturales que dieron
y dan continuidad a sus formas de existir, y tiene que proseguir el
proceso autnomo de su cultura.
Muy diverso resulta nuestro nacionalismo latinoamericano
del nacionalismo alemn de Hitler o del nacionalismo italiano de
Mussolini. El nuestro es una mera actitud de proteccin frente a
tendencias disgregativas provocadas, tanto por la falta de mdulos
internos, como por el propsito forneo de mantenernos incursos
en esquemas poltico-econmicos contrarios a nuestra propia realidad de pueblo. El nacionalismo de los dictadores que creyendo
hacer historia universal llegaron, por sus errores, a dar aspecto de
justicia a las banderas que los combatieron en la pasada guerra
mundial, arrancaba de una presuntuosa superioridad, que a juicio
suyo daba derecho a los respectivos Estados para aspirar a la direccin de la poltica universal. El nuestro, por lo contrario, configura
una modesta condicin defensiva, cuyo fin es lograr la plenitud
funcional de la sociedad nacional, como unidad integrante de la
propia historia universal.
En el orden de las letras, de la moral, de la poltica, de la geografa, de la historia y de la economa, nuestra misin es dar formas
permanentes a los valores de la venezolanidad. En cierta ocasin
dije que ser venezolano no es ser alegres vendedores de hierro y
de petrleo, ser venezolano implica un rango histrico de calidad
irrenunciable. Cuando hicimos nuestra aparicin como pueblo libre, tomamos de palladium las ideas de libertad, de igualdad y de
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IDEARIO POLTICO

independencia que sirvieron de numen a los Padres de la Patria.


En 1810 y 1811 se defini la razn de ser de nuestro pueblo. A la
personalidad antigua, se sum la fresca actitud que nos diferenci
desde un principio de la propia metrpoli. El mestizo de Amrica
no estaba dotado de inferiores partes, como lo pregonan trasnochadas teoras sociolgicas con pretensa vigencia en el pas. En
sus Problemas y secretos maravillosos de las Indias, agudamente
escriba por 1590 el doctor Juan de Crdenas, que los nacidos en
nuestro continente eran a una mano de agudo transcendido y delicado ingenio. Lejos de sufrir, pues, por el trasplante, se mejoraba
en Indias el plasma peninsular y ganaban puntos de excelencia sus
cualidades caractersticas.
El tradicionismo espaol lengua, religin, costumbres que
sirve de sustrato uniforme a la hispanoamericanidad se vio aun
superado por valores que haban quedado postergados y menospreciados durante el rgimen de Austrias y Borbones. Algunas
maneras caractersticas del espaol, opacadas y deformadas durante el despotismo de los ltimos reyes, lograron en Amrica una
manera de metstasis funcional, con que medraron bulto para definir rasgos salientes de nuestra vieja historia. El sentimiento de
rebelda y de independencia, expresin del sentido de personalidad
tan desarrollado en el hombre espaol, tiene races fuertes y vivas
en la extraordinaria historia peninsular. Asturianos, castellanos y
aragoneses probaron de antiguo una excelente vocacin rebelde
con entronque en las gestas que hicieron clebres a Sagunto y a Numancia. La misma tolerancia religiosa tuvo actitudes de resalto aun
durante el orden de la antigua Espaa que batallaba por la unificacin cristiana de la Pennsula. Al catolicismo espaol repugnaba el
sometimiento al moro, mas no se desdeaba de aliarse con l ni con
l convivir a condicin de que el cristiano colocase la cruz sobre el
globo simblico de la autoridad. La unidad de Espaa se conceba
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ms como unidad de poder bajo el cetro de reyes entroncados con


los antiguos patriotas de la resistencia, que como abolicin de la
raza mora; subsiste en la Pennsula hasta la poca de Felipe II y
protegida, como ocurri en Aragn, aun por monjes de rancia fe
que aprovechaban sus brazos en el laboreo de las vastas tierras.
Una poltica mejor dirigida habra hecho posible la permanencia
en Espaa de minoras religiosas, que eran prenda de prosperidad
financiera para una corona, que luego vio cmo, por conducto de
los banqueros judeoespaoles, los tesoros venidos de Amrica pasaban a enriquecer a otros pases.
En Amrica, y de manera muy especial en Venezuela, las
opuestas tendencias del tradicionismo hispnico se conjugaron
fcilmente. Al provocarse la independencia, el mundo hispnico
de las Indias se sinti vigorosamente vinculado a la catolicidad romana. Una declaracin del Congreso de Venezuela de 1811 sobre
Patronato Eclesistico, implica una tcita abrogacin del regalismo, en beneficio de los intereses de la Iglesia. Al motivarse el ordenamiento patronal en 1824, reapareci en Bogot la tesis regalista,
pero ya como reaccin natural frente al molesto titubeo de la curia
romana, temerosa de desplacer el renacido absolutismo de Fernando VII. Espaa, a pesar de la funcin de tamiz que el Consejo de
Indias represent para la propia poltica religiosa de Roma, supo
crear en Amrica una conciencia de unidad, que vea en el Papado
el signo de la legitimidad en la sucesin del orden apostlico de la
Iglesia. La unidad y la reforma tridentina ganaron fciles las vas
del Nuevo Mundo hispnico, mientras en la Amrica del Norte
iban a buscar equilibrio para sus odios teolgicos las embravecidas
sectas engendradas por Lutero y por Calvino. El principio unitario evit posteriormente posibles escisiones en la jerarqua de las
Iglesias americanas, en parte abandonadas a su propia suerte, por
causa del temor que la curia pontificia abrigaba, como he dicho, en
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IDEARIO POLTICO

relacin con una posible reconquista de nuestros territorios por la


Corona de Espaa.
Junto con esta respetuosa sumisin a la centralidad representada por Roma, en nuestro mundo de Amrica ganaron carta las ideas
liberales que defendan la tolerancia religiosa. Quiz sea este uno
de los problemas ms sutiles y de ms delicada comprensin en el
proceso histrico de nuestras ideas. El voto del doctor Jos Vargas
en el caso de La serpiente de Moiss es a mi juicio uno de los
ms claros testimonios de cmo en los aos iniciales de la Repblica eran juzgados favorablemente los valores de la tolerancia por
catlicos de la calidad del albacea de Bolvar. Tan consustanciado
se hallaba nuestro pensamiento filosfico y poltico con el sagrado
derecho de disentir, que forma la base del orden republicano y la
propia esencia de la libertad humana, que escritor tan puro, tan
elevado, tan religioso como don Cecilio Acosta no se desde de
rendir parias a los principios de libertad, de igualdad, de tolerancia
que configuran el genuino espritu nacional.
Aun en el propio orden de la Colonia ya haba comenzado a
tomar forma esta actitud especialsima de pueblo y gobierno frente
a la posibilidad de que gente de cogulla pudiese interferir la cosa
pblica. Lo revelan as hechos como la disputa del obispo Bohrquez con el Gobernador de Caracas a principios del siglo XVII y
la actitud del Cabildo frente al obispo Escalona y Calatayud en el
siglo XVIII. Esa peculiaridad, an no explicada, de nuestra manera
de obrar en materias hondamente relacionadas con lo religioso,
permite decir que en el venezolano se pronunci desde muy atrs
un sentido sutil, indefinible en su propia esencia, que lo lleva a
desmadejar fcilmente la problemtica religiosa, para separar en
su oportunidad lo que es adventicio de lo que es fundamental como
doctrina. De la misma Espaa recibi esa facultad de desarticular
circunstancias para lograr el justo medio. Ya no le pareci incorrecBIBLIOTECA AYACUCHO

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to que las dicesis fuesen ganadas por mera gracia de quienes nada
saben de cosas de la Iglesia, cuando la tradicin espaola decale
que el celebrrimo don Gil de Albornoz lleg a la sede de Toledo
por favor de la concubina de Alfonso XI. Fciles desviaciones de
dicho criterio analtico han podido en algunas ocasiones provocar
hechos funestos; pero, sin embargo, perdura tan agradablemente la
conjuncin de autonoma personal y de devocin ortodoxa, hasta
habernos permitido recientemente conocer por la propia prensa
diaria reconditeces de la alta poltica eclesistica, sin que se hubiesen roto vidrios ningunos, ni hubiera alma alguna sufrido descarro.
En Venezuela, as parezca mentira, lo postizo es la opresin y
no el sentimiento de libertad. Postizo, s, aunque lo que se ponga
al bulto sean los frutos del despotismo. En la ecuacin de fuerza
y de razn que constituye el eterno problema del Estado, bien es
cierto que la primera ha tenido coeficiente de mayor apariencia. No
obstante ello, a todo lo largo de nuestra historia se ha mantenido
una voz permanente que pide la inversin del cuadro poltico. La
verdad no est en las plumas que escriben en la Gaceta Oficial. Esta debe verse apenas como la mscara, como la persona teatral en
el orden de la Repblica. A travs de todos los tiempos ha habido
una voz constante que clama por los derechos de la razn. Precisa
no olvidar que el esplendor de la fuerza no siempre coincide con
la realidad, as filsofos realistas hagan su apologa y enseen
que en el orden del mundo slo vale lo que tiene posibilidad prctica de realizarse de inmediato. Ms entera estaba Venezuela en
el invisible delirio de Miranda preso, que en la visible autoridad
desptica de Monteverde. Ese recado constantemente transmitido
por las generaciones leales al discurso de la razn es la tradicin
salvadora que no quieren ver ni escuchar los pseudoteorizantes
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IDEARIO POLTICO

sensualistas, que apenas juzgan a los pueblos por los hechos que
logran el transitorio ribete del xito ofuscante. Hay una filosofa,
en cambio, que persigue las voces no subidas hasta los planos de la
victoria, pero que, en cambio, representan una vigorosa condensacin de voluntad popular.
Hasta hoy los hechos visibles de nuestra historia republicana
corresponden en su mayora al triunfo funesto de la fuerza puesta al
servicio de intereses irracionales. Juzgar que su lamentable insistencia en el rea de la realidad le da categora ejemplar, para aceptar axiomticamente la primicia de los hechos disvaliosos con que
se ha intentado apagar la soterrada y legtima voz de la sociedad
venezolana, sera tanto como negar la parte mejor y ms sufrida de
nuestro pasado. Tanto como admitir que quienes permanecen fieles
a las ideas de Vargas, de Toro, de Acosta, de Lpez Mndez deben
dejar de ser lo que hoy son, para pedir lecciones a los trnsfugas
que venden el pas al inters extrao y conforman su conciencia al
xito de quienes pisotean la dignidad del hombre venezolano.
Justamente, Venezuela existe an como Repblica porque posee una potencia invencible que le ha permitido soportar las graves
crisis suscitadas por el predominio irracional de la fuerza. A la par
de quienes la han traicionado, han vivido permanentemente hombres sufridos que tomaron sobre s la responsabilidad de trasmitir
el mensaje de quienes confiaron en el triunfo final de los ideales
desamparados por los otros. Junto a los que imaginan que nuestro
pas es un mero campo de explotacin y de aventura, siempre han
mantenido el vigor de su fe otros hombres empeados en convalidar las viejas consignas de libertad y de decoro que dieron contorno
a nuestra gloriosa aventura republicana. Para ello nuestros Padres
firmaron un acta que constituye la raz de nuestros compromisos
con la Historia. En ella qued definida la razn de las nuevas formas asumidas por la sociedad venezolana. Independencia y LiBIBLIOTECA AYACUCHO

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bertad fueron las palabras grabadas en las nuevas tablas de la ley.


Independencia y Libertad son y sern nuestro destino.
En distintas ocasiones he intentado el examen de las desviaciones ocurridas en el proceso de la Repblica y he buscado poner en
resalto el hecho erradizo de que muchos hayan llegado a ver como
expresin de una tipicidad social el xito logrado por formas subalternas del quehacer poltico. Sin rapacidad de mirada, cualquiera
comprende por donde han corrido las aguas de la buena tradicin,
de la genuina tradicin donde est la esencia de la venezolanidad que supo ganar la independencia de un continente. Insisto en
decir que el xito no es la sola ley que acusa la existencia de los
valores del pueblo. En el dilogo permanente entre Vargas y Carujo
ya sabemos quines son los que siguen las palabras del prcer y
quines las palabras del enemigo de la virtud. Tambin el mensaje
que Jehov confi al pueblo de Israel adquiri legtima y tremenda
expresin en la voz perseguida de los profetas, cuando los reyes y
el pueblo se apartaron de su obligado cumplimiento y sacrificaron
en los altares sacrlegos de Baal. Si se busca la huella silenciosa
del genuino pensamiento nacional, cualquiera da con los espritus
severos que recogieron la tradicin mancillada por los dirigentes
visibles de la sociedad, rendidos ante los dioses extranjeros.
Esa tradicin, ese sentido de lo que fue el venezolano como valor de Historia, es lo que precisa levantar para la nueva pedagoga
cvica. Ms fcil en realidad ha resultado la presentacin de hechos
groseros que al bulto parecieran ser testimonios de la vocacin
de nuestro pueblo, y los cuales, para su peligrosa reelaboracin
en el orden de la sociologa y de la historia, han sido vaciados
arbitrariamente en los caprichosos moldes de fabricar pueblos,
adoptados, desde un viciado punto realista, por quienes ayer se
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IDEARIO POLTICO

empearon y por quienes hoy se empean en destruir el andamiaje


tico-filosfico donde se fraguaron los muros de la vieja Repblica
democrtica. De la ecuacin que constituye la esencia del Estado,
se ha intentado debilitar el trmino donde se juntan los valores que
dan primaca a la razn, para hacer aparecer como de dimensin
ms vigorosa los hechos de la fuerza. De ah que muchos sostengan como principio apriorstico que Venezuela ha de estar siempre
gobernada por sargentos.
Cuando se defiende la tradicin nacional no se invoca el hecho
subalterno que ha desfigurado nuestra propia razn histrica de
ser. Tradicin es entrega de los valores positivos que ha conservado y que ha elaborado cada generacin. Jams se conformaran
ningunos presuntos herederos que aspirasen a vivir decentemente,
con mantener como lugar de superior aprecio el pozo sptico que
sus antepasados ansmicos hubieran convertido en lujosa sala de
recibo. En sana lgica buscaran por mejor la abandonada alcoba
en que las abuelas discretas se mantuvieron fieles a la rueca de
donde derivaron el mantenimiento de la casa descuidada por los
locos sin olfato.
Entre nosotros, por el bulto propio del hecho de fuerza, se ha
pretendido tomar este como testimonio de la nica posibilidad
venezolana. Tenemos, en cambio, tradiciones que s representan
la parte valiosa de la sociedad. Junto con el gesto insolente del
verdugo, ha permanecido el gesto altivo y sufrido de la vctima.
Al recibir nuestra herencia social en el orden del poder, es decir,
al tener participacin real en la conduccin de la poltica nacional,
pareciera ms digno acomodarnos, como se acomod Isaas Medina Angarita, al sentido de la altivez que call y de la dignidad que
sufri el desgarro de los brbaros, y no a la vulgar insolencia de los
que lucraron con el sufrimiento de los ciudadanos rendidos.
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Sobre esos valores desamparados y constantes debemos levantar con paciencia el edificio de nuestra efectiva tradicin cvica.
Ellos nos ayudarn a definir las lneas defensivas de nuestro pueblo
y a fijar las bases seguras de la nacionalidad. Negar la eficacia de
dichos valores morales y filosficos ha sido, en cambio, la labor
permanente de quienes quieren mantener el carcter irresponsable
del poder, para que a su sombra sean hacederos los negocios y la
misma entrega del propio pas.
Nuestro nacionalismo ha de comenzar, pues, por el saneamiento de las races histricas del poder. Para mantener la parte
material y mecnica de la Repblica, precisa refrescar los mismos
conceptos formativos de la nacionalidad. Nuestra vieja tradicin
hispnica rebelda, individualidad, cultura catlico-romana, castellanidad literaria produjo durante el barroquismo colonial, como
fruto del trasplante y de la confluencia con otros signos, nuevos valores, como el de la igualdad, que al rejuntarse con los conceptos
de libertad, de independencia y de tolerancia, formaron el comn
denominador de nuestra razn de pueblo. La regencia y el fernandismo vieron en nuestro proceso de independencia una actitud
antiespaola, sin llegar a intuir que nuestra guerra separatista era
expresin viva de las ms puras, nobles, altivas voces de la Espaa
eterna. Contra la poltica de Corte y de expoliacin se levantaron,
en realidad, las nacientes nacionalidades de la Amrica espaola.
Se alzaron all, por las mismas razones que debieron de haberse
levantado ac, para echar fuera a los Borbones. Se rebelaron, en
verdad, las provincias americanas y con su rebelin defendieron
los nuevos moldes para la continuidad de la Espaa ultramarina.
Sin la obra de los patricios que planearon nuestra independencia
y dieron lneas de repblica al grumo hispnico de Amrica, ya
la tradicin espaola estara plenamente absorbida en el Nuevo
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IDEARIO POLTICO

Mundo por los signos de la Amrica inglesa. En Espaa ha habido


quien as lo entienda. Unamuno al ahondar a Bolvar, comprendi
lo que Castelar y Pi Margall no entendieron por completo en el
siglo pasado. Hoy, en cambio, hay jvenes espritus en la Pennsula que s saben estimar en su justa dimensin la obra de nuestros
libertadores y que se niegan a creer que sea Boves el espaol ms
patriota de todos los nacidos, a este y al otro lado del Pajares.
Rebelde, generoso, tolerante, igualitario, siempre ha sido, a
pesar de los contrarios avatares, el hombre de Venezuela. Con una
honrada direccin y sobre tales atributos, radicara desde antiguo
una gran nacin. Pero los encargados de dirigir la conciencia social
pactaron en su mayora con los intereses antipopulares de la oligarqua y regaron sobre la fresca conciencia de la sociedad una fina
y venenosa ceniza de pesimismo. A las nuevas generaciones toca
reavivar el entumecido tegumento social. Para ello, basta invocar
de buena fe las fuerzas poderosas que duermen bajo la capa de cenizas falazmente vertida por los traidores. Nada extrao necesitamos para llevar a cabo la obra revitalizadora de nuestra conciencia
de pueblo. Con volvernos sobre nosotros mismos y buscar en la
trama de nuestra propia historia los valores que ayer dieron fuerza
creadora a la Repblica, tenemos para topar con voces poderosas,
capaces de despertar las energas silentes.
Suelen algunos meterse en los ddalos del pasado en busca de
los signos de nuestra vieja gloria, y despus de alegre paseo por la
pradera de la Historia, regresan con un soldado de la mano. Estos
han invertido el valor del pasado y miran en el brazo heroico que
gan la batalla a los enemigos de la independencia, el smbolo
supremo y la razn de ser de nuestro pueblo. Olvidan estos castromanacos que si el soldado batall fue para que ganase mbito una
idea de civilidad meditada y planeada por los idelogos, y no para
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erigirse en casta beneficiada. Olvidan, tambin, que si ese soldado


pudo llegar a la meta del triunfo, en este tom parte muy activa el
agricultor que labr la tierra y extrajo de ella las cosechas que hicieron la riqueza pblica, y el paciente obrero que fabric caones
y visti con sus tejidos la tropa de valientes. Llevados de una lgica
unilateral y un tanto hedonista, se han dedicado estos exhumadores
de dolos a la nueva exaltacin del soldado, cuando la Nacin pide
que se haga programa de las magnficas palabras con que Joaqun
Costa deca al pueblo espaol:
El honor y la seguridad de la nacin no se hallan hoy en manos de los
soldados: estn en manos de los que aran la tierra, de los que cavan
la via, de los que plantan el naranjo, de los que pastorean la cabaa,
de los que arrancan el mineral, de los que forjan el hierro, de los que
equipan la nave, de los que tejen el algodn, de los que conducen el
tren, de los que represan la lluvia, de los que construyen los puentes,
de los que estampan los libros, de los que acaudalan la ciencia, de los
que hacen los hombres y los ciudadanos educando a la niez.

Yo he insistido hasta el fastidio sobre la necesidad de buscar


en nuestra tradicin y en nuestra historia los signos aglutinantes y
las cualidades de provecho que den uniformidad y ofrezcan fuerza
para la obra de realizar nuestra misin de pueblo. No he defendido
lo tradicional al amor de una pasin romntica por cosas pasadas.
He buscado la difusin del flujo y el reflujo que provoca en la vida
actual la constancia de los valores determinantes de cada pueblo.
Sin la guarda de los valores abstractos que definen nuestro genio
nacional, la accin difusa de los nuevos elementos puede llegar
hasta suscitar la disolucin del genio y del carcter que configuran
a las sociedades. Para defender nuestra geografa nacional, no en
el mero concepto poltico de horizontalidad esttica, sino en el
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pleno sentido potencial de su fuerza mineral y vegetal y de las


posibilidades funcionales de lo humano que en ella se enmarca, es
requerido defender los valores de Historia que definen la propia
posicin parcelaria de la tierra en el orden de la cultura universal.
All, ac, en todas partes, insurgen voces interesadas en presentar el movimiento nacionalista como una actitud negada al curso
creador de los valores universalistas. En distintas ocasiones he insistido, tambin, en decir que negar legitimidad a la accin de los
pueblos que buscan el robustecimiento de sus valores nacionales
es tanto como negar el derecho que los hombres tenemos para robustecer individualmente nuestra propia personalidad. Distinto es
el caso de los nacionalismos, que en nombre de mitos biolgicos,
econmicos o culturales pretenden dirigir el curso de la historia
universal. Frente a la desviada posicin asumida por los imperios
que quieren incluirnos en el esquema de sus intereses privativos, es
de legtima necesidad levantar los signos morales que coadyuven a
la defensa de nuestra integridad de pequeas naciones.
No basta decir que debemos defender nuestra economa de la
continua amenaza que para ella representan los intereses imperialistas de la gran nacin del Norte. Se requiere levantar conjuntamente el significado moral de los valores que se suman para hacer de
nosotros una comunidad nacional con derechos histricos que nos
alejan de la posicin colonialista a que se intenta reducir, junto
con la explotacin econmica, el propio orden poltico-cultural
del pas.
Yo tengo la profunda satisfaccin de comprobar cmo esta manera de ver lo venezolano es compartida por la inmensa mayora
nacional que se opone al entreguismo practicado por el pequeo
crculo que, apoyado en la ceguera y en la irreflexin de un Ejrcito engaado, dispone de la voluntad de la Repblica, en razn
de contar con el dominio del capital fiscal y del capital financiero
de la Nacin. Ello no empece para que sientan, tambin, el reclamo
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nacionalista muchos compatriotas que por miedo, por ofuscacin,


por urgencia de lucro inaplazable, prestan apoyo indirecto a las
fuerzas explotadoras. Cuando se enfocan los problemas desde el
ngulo de estas confusiones, nuestro pas resulta un verdadero galimatas, que obliga a la ms minuciosa reflexin. Juzgado el caso
con una sola lgica, nuestro discurso nos conduce con frecuencia
a callejones sin salida. Por ello, sea cual fuere el campo por donde
nos introduzcamos en busca de razones que expliquen determinados hechos, hemos de ir acompaados de instrumentos de juicio
que faciliten volver odos para recoger razonamientos que fueran
despreciados en un anterior proceso investigador. La simplicidad
de los esquemas interpretativos fcilmente conduce a errar, cuando se pone de lado el sentido dialctico de los hechos humanos y
cuando se olvida, en nuestro caso venezolano, la dificultad que ha
constituido para el desenvolvimiento de la personalidad la trama y
la poca diferenciacin de los cuadros econmicos.
Al explorar el alma venezolana, halla fcilmente el observador
como signo determinante de las llamadas clases altas, un espritu
propenso a la flaccidez, a la elasticidad, curioso de novedades frvolas, susceptible a las influencias y a los acomodos alegres, presa
fcil de la vanidad y del ensimismamiento. Les falta, en verdad, vocacin para la actitud meditativa y austera que lleva al expurgo de
los propios errores y, consiguientemente, a su condigna enmienda.
La reflexin y el aguante afloran en distintas partes. Vienen de otras
clases los hombres y las mujeres que dan pecho a la lucha y ponen
fuego en el horno de la resistencia. De aquellas, como pensaron
los dirigentes de la Repblica conservadora, era justo esperar que
adoptasen la actitud vigilante y directiva que les corresponda en
el orden de la civilidad. A mejor formarlas y a mejor educarlas se
encamin el sistema que vea en ellas el estamento que, por la educacin ganada en gracia a la sedimentacin de generaciones que
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disfrutaron de los mejores instrumentos de cultura, corresponda


en primer trmino la misin de guiar el proceso social. No poda
esperarse otra actitud entonces, por donde no resulta, tampoco, lgico inculpar en un plano histrico a quienes primero se preocuparon por el mejoramiento de las supuestas lites directoras, que por
distribuir una hambrienta racin de letras entre el pueblo antiguo.
El cuadro es hoy muy otro. Mientras las clases altas buscaron
para su solo provecho el goce, directo o indirecto, de los instrumentos del gobierno y de las finanzas, las clases no privilegiadas ganaron la batalla de la conciencia nacional. As no se le deje expresar
su legtimo querer, el pueblo soporta reflexivamente y aguarda sin
mayor impaciencia su hora cenital. A los odos aguzados de ese
pueblo vestido de silencio, suenan los valores de la nacionalidad
con claridad extraordinaria. Los otros, en cambio, los que forman
la minora del provecho y de la indiferencia, tienen sordo el espritu, en virtud de la capa viscosa con que lo ha empaado la grasa
del hartazgo.
Tal es la fuerza que los principios nacionalistas han cobrado en
esta hora crucial de nuestro proceso histrico, que los mismos que
entregan el pas se sienten obligados a construir sofismas que les
permitan exhibirse ante el pueblo como inspirados en programas
de finalidad patritica. No pasa da sin que se invoque la austera
memoria de Bolvar para esta vergonzosa comedia de ribetear de
pseudopatriotismo la vestimenta con que se pretende cubrir la entrega dolorosa del pas a intereses contrarios a la venezolanidad2.
2. En estos das que corren se realiza en Venezuela una tal Semana de la Patria,
durante la cual se producen grotescos desfiles y forzadas manifestaciones, de neto
tipo fascista, con los cuales se quiere dar sentido de adhesin patritica y multitudinaria al propio rgimen que, para mantenerse en el poder, no tiene escrpulos
en enfeudar a favor de intereses extranjeros el propio suelo venezolano. Valiente
semana de la Patria, cuando todo el ao es de bastarda antipatritica y de sacrificio continuo de la libertad y de la dignidad del hombre venezolano!...
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La funcin principal del movimiento nacionalista no consiste,


pues, en presentarse ante el pueblo como mero programa electoral
que satisfaga sentidas aspiraciones con raz en el tutano de lo
venezolano, sin mantener como atmsfera, para la revitalizacin
del organismo nacional, un grupo claro y preciso de ideas que lo
ayuden en la elaboracin de sus conceptos sobre economa, sobre
poltica y sobre moral. Ms que armazn para ganar proslitos,
los partidos han de ser instrumentos que canalicen aspectos prcticos para el desarrollo de los pueblos. De ah que en Venezuela
no pueda planearse hoy ningn organismo que aspire a tocar la
sensibilidad de las masas, sin que en su plataforma figuren las grandes ideas que expresan ese anhelo de ser en s mismo que alienta
nuestro pueblo.
Repito que ningn movimiento nacionalista integral puede limitarse a vocear consignas encaminadas a la mera recuperacin de
los intereses que detenta o interfiere el capital extranjero: hierro,
petrleo, electricidad, transporte, tabaco, telfonos, alto comercio.
Junto con los problemas fundamentales que representan la normalizacin de las actividades extractivas y distributivas de los renglones anotados, y junto con la rehabilitacin de los valores agrcolas
que puedan asegurar maana un autoabastecimiento nacional, es
necesario desarrollar una intensa campaa de afinamiento de nuestros valores privativos de Nacin.
Yo he hecho radicar la parte principal de nuestra crisis de pueblo en el hecho innegable de carecer el pas de vivencias defensivas que resguarden uniformemente su peculiar fisonoma. No
se trata, repito, de crear, segn pretenden unos, lneas erizadas
que nos aslen de la comunidad universal de los pueblos. Se trata,
como he declarado repetidas veces, de evitar la delicuescencia del
espritu llamado a configurar la propia personalidad de la Nacin.
Si existen las unidades nacionales como expresin de la vida so122

IDEARIO POLTICO

cial de los pueblos, ellas han de tener como base irrenunciable la


mayor intensidad y la mayor suficiencia en sus fines vitales. Independencia moral y capacidad productora son circunstancias inseparables en la vida autnoma de una colectividad. En los diversos
modos que se concentran en el valor independencia, se mueve la
infinita gama de atributos que dan fisonoma a los pueblos. No
se trata simplemente de hechos materiales, como el aprovechamiento de la riqueza, o de hechos con sustancia artstica, como las
manifestaciones folklricas, sino de valores ms sutiles e inaprehensibles, como el modo de cantar, de orar o de soar cada pueblo.
Junto con la autonoma de la riqueza, necesitamos, tambin, la
autonoma de nuestro propio modo de ser. Y como los pueblos
tienen conciencia de s mismos en cuanto posean la propiedad de
reconocerse en sus atributos esenciales y en las modificaciones
que en s mismos reciban, resulta una verdad como un templo que
la primera misin de toda pedagoga cvica es definir los modos
que constituyen la esencialidad colectiva de la Nacin, en orden a
que fcilmente sean captadas las posibles alteraciones que en ellos
pudieren ocurrir.
La doble naturaleza de aquellos factores conduce, pues, a la
necesidad de mirar a ambos campos con igual inters. El patrimonio moral de los pueblos es tan valioso como el patrimonio material donde desarrolla su vida de relacin la comunidad. Y es poco
decir que son por igual valiosos, cuando se da el caso de colectividades que han podido vivir sin territorio propio, mantenidas en
todo vigor por la comunidad de una extraordinaria conciencia de
s mismas. Por ello, la cultura del espritu es primordial frente a la
cultura general del suelo. Este mismo es definido muchas veces,
para el orden nacional, por la mera huella en l dejada por la accin
pasajera del hombre. Cmo, pues, sin funcin de Historia puede
adquirir un territorio valor trascendente para la nacionalidad?...
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Historia y geografa caminan juntas en este proceso de realizarse las naciones como cuerpo y como espritu. La geografa
sin el hombre slo puede ser imaginada en una edad preadnica.
El hombre sin arraigo geogrfico es apenas el salvaje de la horda
recolectora de alimentos. La cultura es un proceso callado de humanizacin de la geografa. De all la geografa funcional como
disciplina destinada al estudio de la tierra en relacin con el servicio del hombre. Los pueblos modernos tienen tanta mayor conciencia de s mismos cuanto ms sea el dominio que ejerzan sobre
el marco geogrfico donde se mueven. Ese dominio no es la mera
defensa militar de montes y litorales, sino el mayor provecho que
cada nacin recibe de las posibilidades de su suelo y de sus aguas.
En nuestro caso, Venezuela sufre una distorsin de su geografa.
No se trata ya de la ventaja que su celo y los buenos alegatos de sus
agentes dieron a Colombia, ni de la usurpacin que en la frontera
sudoriental realiz la rapacidad geogrfica de Gran Bretaa. Se
trata del proceso antinacional de nuestra riqueza. Hasta en el mero
orden de la didctica, son hoy las compaas mineras extranjeras
quienes mejor pueden ensearnos acerca de la realidad de nuestro
territorio. Un pas donde se ha intentado editar, al coste de un milln de bolvares, un lbum descriptivo de los lucidos uniformes
de su Ejrcito, carece, en cambio, de un instituto geogrfico donde
debieran estar recogidos todos los datos pertinentes a la realidad
de nuestro suelo. Sin embargo, se alegan, para robustecer el mito
castrense, fantsticas reivindicaciones territoriales.
Nos llamamos en frase altisonante nacin independiente; pero
en cambio, dentro del marco que define la realidad de la Repblica,
se mueve un orden econmico que ha llegado a escapar a la propia supremaca de las autoridades nacionales. De poderoso sustentculo a ese orden espreo ha servido el rgimen de explotacin
de nuestra riqueza minera. Tan poderoso es en s mismo, que los
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IDEARIO POLTICO

propios rganos del Poder Pblico se rinden con frecuencia a sus


caprichos e intereses. Apenas de vez en cuando un juez honesto, a
quien motejan luego de ignorancia o demagogia, se atreve a poner
sobre las conveniencias de las compaas extranjeras los intereses
permanentes de la nacin venezolana. Un alto, sin embargo, precisa hacer en homenaje a la reforma petrolera que inici el gobierno
democrtico de Isaas Medina Angarita, cuyos instrumentos legales fueron aprovechados posteriormente con xito por el gobierno
de Accin Democrtica para aumentar la rata de los beneficios del
Estado.
Nuestra campaa nacionalista no se encamina solamente a la
defensa de lo nuestro como patrimonio diferencial, sino a la pacfica recuperacin de los valores que una poltica desacertada entreg a la explotacin forastera. La agresividad antiecumnica que
invocan los entreguistas contra nuestra posicin de venezolanos
preocupados por la permanencia de la Patria, dista mil leguas de la
realidad sufrida y decorosa que representa luchar contra las fuerzas
funestas que hoy tuercen el destino de la Repblica.
A nosotros, Estados Unidos no nos ha mutilado el rea geogrfica. De lo contrario, en nuestras diferencias con naciones europeas hizo una aparente aplicacin de la terrible Doctrina Monroe.
En nuestro caso, si bien la poderosa nacin del Norte se mantiene
en presuntuoso respeto de las frmulas internacionales, hay posiblemente tanta gravedad como en el caso de Panam. Nuestra
invasin, en el orden de la tierra y en el orden del espritu, ha sido
pacfica y subterrnea. Los inversionistas del imperialismo se han
adueado de nuestros ricos yacimientos petroleros y de nuestros
fastuosos montes de hierro. Al mismo tiempo, el industrialismo
americano, con finas sutilezas, se ha venido apoderando de los
resortes concenciales de alguna parte del pueblo. Somos, de acuerdo con el discurso de la gente alegre, una repblica en apariencia
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completa. Pero, en la realidad, nos asemejamos a esas grandes casas de lucientes portales y hermosas ventanas, pero cuyo maderamen interno ha sido tomado por el comejn devorador.
Contra esa vaca realidad de comejn, que ningn venezolano responsable se atreve a negar, he levantado la voz, y uniendo
mi pluma a la pluma de otros escritores conscientes del deber del
momento, emprend en mi pas una tesonera campaa encaminada
a hacer ver cmo la ruina amenaza a nuestro pas y a toda nuestra
Amrica Latina. He puesto de presente la necesidad de conjugar
todos nuestros recursos morales y de dejar a un lado las diferencias
que distancian a hombres y a pueblos. En razn de ello escrib que
quienes actualmente se empean en mantener la lucha de prestigios
entre Bolvar y San Martn, ms pareciera que estuvieran al servicio
de los planes divisionistas de Washington que al servicio de la gloria irrecusable de los grandes constructores de la libertad de nuestro
mundo hispanoamericano.
Bolvar y San Martn deben mantenerse en su severa amistad
de padres de la independencia de nuestros pueblos. A la emulacin
antojadiza, que en la propia Argentina se toma como elemento enfervorizador de un nacionalismo anarquizante, debemos oponer el
sentido integralista que llev al ilustre diplomtico y noble amigo
de Venezuela, Antonio Parra Velasco, a promover el hermoso decreto que declar en su pas Da de la Fraternidad Hispanoamericana, aquel en que se abrazaron en Guayaquil el Hroe de Chacabuco y el Padre de Colombia. No slo en Ecuador, sino en toda
nuestra Amrica morena, debiera celebrarse esa fecha como memoria del encuentro de los caudillos que representaban la voluntad
autonomista de nuestro continente hispanoamericano. Voluntad de
autonoma que desgraciadamente hoy se intenta sustituir por una
servil sumisin al nuevo imperialismo norteamericano.

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IDEARIO POLTICO

En das pasados escriba a un compatriota residente en Europa


desde largos aos, y quien se me present como ignoradizo de lo
que ocurre hoy en nuestra Patria desafortunada. Djele, entre otras
cosas, que Esquilo no lleg jams a imaginar que Atenas pudiese
exaltar a Efialtes y execrar a Lenidas. En Venezuela, para dolor y
sonrojo nuestro, el efialtismo es partido que cuenta con adhesin
aun de gentes que se creen venezolanos rancios, por poseer una
sensibilidad patolgica por las ejecutorias de hidalgua colonial.
Abrir camino al enemigo que viene a alzarse con la dignidad y con
la riqueza de la Patria es ttulo de benemerencia entre los nuevos
privilegiados del orden y de la riqueza. Una lgica de despeadero
ha llevado a mirar como representantes del patriciado moral del
pas a hombres empeados en rendir el decoro de la Repblica.
No ya dolor, sino sonrojo moral me dio conocer los trminos
en que un alto personero de la Creole Petroleum Corporation se expresaba ltimamente en Pars acerca del curso y mviles actuales
de la poltica venezolana. Al escuchar el desagradable relato, imagin, y perdneseme el abuso de smiles histricos, que en 1595
Amyas Preston hubiera rendido a Caracas y a Venezuela para beneficio ingls, y que la descendencia de Alonso Andrea de Ledesma hubiese quedado bajo la servidumbre de las fuerzas vencedoras
de los piratas. Imagin, adems, que a quienes hubieran resistido
la coyunda inglesa, tal vez se les hubiese echado fuera de la antigua provincia hispnica, ora trocada en colonia de Inglaterra. Mi
imaginacin tuvo, sin embargo, un egosta claror de optimismo, y
llegu a creer que entre los desterrados habran salido mis abuelos
Briceos anticipndose a la hora en que descendientes suyos se
viesen privados de la dicha de gozar el abrigo de la Patria por el
imperdonable delito de no pactar con quienes hoy la entregan a los
nuevos corsarios del imperialismo internacional.
Segn fui informado, hablaba el magnate aceitero en la mentada conversacin parisina con dominio del tema nacional y de las
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razones de la nueva poltica, como si fuese titular de la venezolanidad, en la misma dimensin y con la misma pujanza con que
pudiramos hacerlo quienes sentimos los cuatrocientos aos de
historia venezolana como patrimonio forjado con el dolor y con la
angustia de nuestros antepasados. Por eso mismo hoy, desgraciadamente, quienes atestiguamos con nuestros pulsos ardorosos la
perennidad de nuestra tradicin de pueblo, estamos expuestos a
todo gnero de adversidades pblicas y a toda manera de calumnias ideolgicas. Todo ha de resultar turbio en la conciencia de jerigonza que ha sustituido la clara, altiva, severa conciencia que dio
forma a la vieja Repblica.
Al buscarse a s misma, Venezuela habr de encontrarse indefectiblemente con los otros pases de Amrica que sufren su mismo
destino. Al pulir los signos de su defensivo nacionalismo, hallar
que semejantes, por si no iguales, son los signos que han levantado
en alto otros pases de nuestra adolorida Amrica, en los cuales se
ha hecho sentir el mismo drama de la explotacin de la riqueza y
el mismo empeo por mantenerlos encerrados dentro del esquema
egosta de la poltica de Washington. Bolivia, Chile, Argentina,
Guatemala, Mxico y aun la dbil voz de la calumniada Panam,
han enunciado sus consignas de recuperacin nacional. Han dicho
estos pases a los hombres del Departamento de Estado que si en
verdad ellos miran al gran pas del Norte como avisada vanguardia
de la civilizacin y como hogar de uno de los pueblos de mejores condiciones humanas del mundo, quieren, como es natural,
que su relacin con el otro mundo de Amrica sea trasunto de los
principios de libertad y de justicia de que aquellos se dicen representantes.
Nuestros pases latinoamericanos estn no slo en posesin
del derecho, sino en la grave obligacin de impulsar las fuerzas de128

IDEARIO POLTICO

fensivas que los ponga a cubierto de ser absorbidos totalmente por


la poltica mercantilista del Norte. Por ello, nada es tan legtimo
como el crecimiento de ese sano, robusto, generoso movimiento
nacionalista que en nuestra Amrica prieta toma carcter cada vez
ms definido. Como lo canta el gran poeta Cabral.
Hoy, aquellos que fueron siempre mudos,
los que siempre llevaron en la sombra
la dignidad del loto que crece sobre el cieno,
se acercan a la tierra,
y echan voces por granos, como quien va regando
la conciencia.

Conciencia regada a todo lo ancho del mundo indolatino, es


justamente lo que se siente bullir en nuestros pueblos. Conciencia
que se busca a s misma, por los mismos viejos caminos que la
hicieron realizarse en repblica.
Duele, s, y mucho, tener que convenir en que ese noble movimiento concencial, tan pujante en nuestros pueblos, ha de tropezar fatalmente con el obstculo que constituyen para su desarrollo
los regmenes antidemocrticos que pesan sobre la mayora de las
naciones del hemisferio occidental, y sobre los cuales funda su
rgimen de provechos el capitalismo imperialista que inspira la
errnea poltica de Estados Unidos frente a la Amrica ibera.
No puede, por ello, concebirse ningn movimiento poltico
en Amrica, con pretensiones de encauzar la genuina opinin del
pueblo, que deje de tomar por tema central la defensa y el robustecimiento de los principios nacionalistas frente a las pretensiones
desmedidas del imperialismo. Esta es hoy la voz de Amrica. Esta
es, con diverso metal, la misma voz que inflam a fines del siglo
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XVIII la angustiada conciencia de Miranda, y que despus fue nu-

men del espritu de Bolvar, de San Martn, de OHiggins, de Artigas, de Hidalgo, de Morazn, de Jos Mart.
Si en el Departamento de Estado hubiese polticos con ojos
rapaces para medir el futuro de las relaciones internacionales, por
propia conveniencia ya estaran dando un giro a la tctica de sus
diplomticos cerca de los dems gobiernos americanos. Llegaran
tal vez a reconocer que sus peores amigos en Latinoamrica son los
polticos conformistas y vendepatrias, que les abren deshonestas
posibilidades de lucrar a sus anchas con nuestra riqueza y con nuestro apoyo, pero que al mismo tiempo les ayudan a labrar los caminos del repudio popular. Cuando un embajador de la Casa Blanca
en nuestras pequeas naciones logra que se tuerzan los caminos del
pueblo en beneficio de una dictadura que apoye irrestrictamente
los intereses mercantiles e industriales norteamericanos, logra escribir, tambin, una pgina sombra en el libro mayor de la nacin
burlada. No cancelar l personalmente la deuda, ni la cancelarn
de inmediato los hombres que reciben el vecino provecho, pero la
cancelar con inters compuesto la nacin de que se dice personero. Como lo dijo respecto a Europa el antiguo Alto Comisario en
Alemania, John J. McCloy, los diplomticos norteamericanos deben mirar un poco hacia el pueblo comn donde estn acreditados y
acomodar a los intereses permanentes de este las lneas de poltica
que aconsejen a su Gobierno.
Tarde lo har, pero lo har. Sin esta rectificacin en su poltica exterior, Estados Unidos camina a su espectacular fracaso en
una Amrica cansada de falacias. Nuestros pueblos terminarn por
rebelarse definitivamente del yugo colonialista que el Norte quiere lucrar a travs de su apoyo a regmenes de minoridad poltica.
Cuando la masa sufrida de Amrica comprenda uniformemente la
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IDEARIO POLTICO

realidad de su destino de opresin poltica, cuando el pueblo que


hoy se divide bajo los signos pugnaces de liberalismo, conservatismo, socialismo, socialcristianismo, populismo, etc., advierta a
una que su destino de opresin poltica no es sino un derivativo del
rgimen de soborno que sobre sus hombres ejerce por igual Estados
Unidos, ir asida y directamente contra estos, como en las cruentas
rebeliones coloniales. Cuando nuestros pueblos americanos sientan de un modo continuo que los fieros verdugos, en una y otra parte, sacrifican a los nacionales para mayor beneficio de los Braden,
de los Proudfit, de los Donnelly, irn directa y fatalmente, tambin,
contra los extranjeros hoy escudados tras arbitrarios privilegios
que les garantizan derechos mayores que los reconocidos por las
autoridades vendidas a los sufridos nacionales. Habr lucha total,
como en 1810 la hubo contra la pertinaz metrpoli que se neg a
reconocer a tiempo el tamao de las hijas, si el poderoso pas del
Norte, con falsas pretensiones de metrpoli nueva, no promueve un
humano sistema que rectifique la actual situacin del mundo latinoamericano y garantice el orden de la paz, de la justicia, de la igualdad que sirvan de piedras sillares al nuevo sistema americano.
Podr invocar el ms descastado entreguista carcter antiuniversal o tendencia anticristiana a un nacionalismo que slo busca borrar la desigualdad que hoy vienen aprovechando contra los
nacionales de nuestros varios pases los comerciantes forasteros,
pero que, de lo contrario, mantiene toda su frescura de humanidad
a favor de quienes busquen con nosotros la justa y cordial relacin
amistosa? Habrase visto algo tan desigual como el rgimen de
proteccin que en nuestros pases gozan extranjeros que se inmiscuyen aun con carcter conspirativo en nuestra querella domstica
y que avanzan hasta fijar lneas de conducta a nuestros gobernantes, pero que, llegado el caso de rendir cuentas, escapan bajo el
amparo de los privilegios acordados a la extranjera, mientras caen
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sanciones, ora ordinarias, ora extraordinarias, contra los criollos


que apoyaron sus negocios? Pueden ser motejadas de carencia de
humanidad las voces que hoy se empean en promover a tiempo
una vigorosa relacin pacfica que evite los duelos y las sangras
futuras?
No es justo ni lgico que se mantenga en nuestra Amrica un
sistema vergonzoso que termina por anular nuestra propia dignidad de repblicas. Contra los grandes pasos que hacia el definitivo
vasallaje dan los de fuera y sus cmplices de dentro, se requiere
una accin constante y vigorosa que llegue a modificar el sistema
interno donde afinca el provecho forastero y que obligue a los polticos del norte a reconsiderar su sistema poltico en relacin con la
Amrica mulata. De fuera, en realidad, viene el gran peligro; mas,
es dentro donde residen las causas fundamentales de la crisis. El
inversionista extranjero abusa de nuestro pueblo por cuanto hay un
sistema interior que apoya sus pretensiones y porque pululan hombres de mentalidad colonialista y de conciencia abierta al soborno,
que se sienten satisfechos con el hartazgo de lentejas ganadas por
medio de la renuncia de una actitud decorosa que les hubiera dado
derecho para ser vistos como primognitos de la Patria.
Ms que el extranjero que aprovecha circunstancias de favor,
nuestro azote nacional ha sido el pitiyanqui3 entreguista, el cagatinta farandulero que hizo el bufn en la fiesta de los intrusos, el
Andresote alquilado al inters de los contrabandistas de la dignidad
nacional. Contra ellos, en Venezuela y en toda Amrica debe ser
implacable la actitud de los patriotas que aspiran a ver recuperado
algn da el decoro de la gran Patria americana.
3. Nombre dado en el Caribe al criollo vendido a los yanquis. Andresote vale lo
mismo.

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IDEARIO POLTICO

En este orden de ideas he escrito a un egregio compatriota


que en Venezuela se preocupa por los problemas de la educacin
de la juventud, acerca de la necesidad de realizar un trueque en el
orden prctico de la educacin cvica. Ms que buscar acondicionamiento para la vocacin de poder que se ejercita en los partidos
polticos, precisa crear en las nuevas promociones una vocacin
de resistencia a la mandonera, desde cualquier modesta, sencilla y corriente posicin social que toque resistirla. En Venezuela
no se ha sabido contradecir al poder ni como amenaza ni como
tentacin. La historia de nuestras grandes quiebras morales no es
sino fruto de esa falta de capacidad resistente para el halago y la
amenaza. Todo se rinde ante la banal consideracin. Nada importa
el decoro personal si su manifestacin puede quebrantar la merced gozosa que transfiere la amistad del gobernante. En cambio,
cuando las naciones cuentan con un grupo de ciudadanos que no
temen desagradar a los hombres que gobiernan ni se afanan por la
gracia invlida que otorga el aprecio oportunista de los oligarcas,
aquellos y estos cambian indudablemente la tctica encaminada a
dirigir la cosa pblica y a defender sus pretensiones de dominio.
De afuera y de adentro viene el mal. De ayer y de hoy proceden las razones que lo mantienen en vigencia. Nuestro deber mira,
por ende, a los cuatro vientos cardinales de la geografa y de la
historia. Se impone una revisin expurgatoria de ciertos valores
presentados como expresin legtima e inmutable de nuestro tradicionismo. Urge agrupar y revitalizar en su lugar los elementos
valiosos que hemos de tomar como mdulos futuros de accin.
Sobre la tumba de Pedro Carujo, cerrada con ms de siete llaves,
debemos erigir la efigie permanente de Vargas. (Sin embargo, de
acuerdo con cierta figura proftica que en 1938 me pint en carta
el grande amigo y venezolano Caracciolo Parra, deberamos emBIBLIOTECA AYACUCHO

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pearnos ms bien en resucitar a Vargas y en dar cristiana sepultura


a los Carujos). Enterrar a Carujo y al carujismo y enterrar tambin
los cadveres putrefactos de Villalpando y de Andresote, a la continua resucitados para la fiesta de la entrega de la Repblica. En la
conciencia de los nuevos venezolanos debemos erigir, en cambio,
bases firmes para que estriben sobre ellas el mpetu de Andrea de
Ledesma y de Juan Francisco de Len, el impulso creador de Bolvar y de Sucre, el pensamiento sosegado de Vargas, de Toro, de
Michelena, de Gual, de Acosta, de Lpez Mndez, de Gil Borges.
En una correcta exploracin de valores, habr necesidad, tambin,
de descolgar de la galera nacional de prceres y de maestros a
aquellos que resulten comprometidos en la venta de la Repblica
y en el apequeamiento del pueblo.
Para ejemplaridad creadora, debemos avivar en el pueblo la
memoria de la virtud que supo vocear los ideales de la Patria. Al
puritanismo farisaico, que toma de pauta la teora tica, precisa
oponer un concepto realista de accin cvica. Las graves virtudes
de saln que distinguieron a don Manuel Felipe de Tovar, si bien
tienen alto precio para el lucimiento pblico, se desvanecen ante
la actitud de quien estuvo presto a mercar con el suelo de la Patria,
a trueque de seguridades para derrotar los ejrcitos de la dictadura paecista. La violencia primitiva y el desenfado de vida que
signaron a Rufino Blanco Fombona, si en realidad no se pueden
presentar como modelos para la relacin social, se compensan, en
cambio, para la estimativa del grande escritor, con la pasin de una
pluma siempre puesta al servicio de la integridad de la Repblica
y del porvenir de la Amrica Latina. En la carta de Tovar a la reina
de Inglaterra aprendern los jvenes el ejemplo funesto de una oligarqua capaz de pactar con el Diablo a condicin de mantenerse en
el goce del poder. En la obra de Blanco Fombona, deshumanizado
para la leccin del pueblo, las nuevas generaciones pueden recalentar el espritu para la lucha por la integridad de la Nacin.
134

IDEARIO POLTICO

Ms que taras, defectos, cadas y vicios debemos buscar en


nuestros hombres y en nuestro pueblo sin nombre el hilo oculto
del mejor pensamiento venezolano. Poderosos espritus existieron
siempre en actitud de resistencia contra tentaciones y amenazas.
Ese pensamiento con vida subterrnea en la conciencia de hombres
y mujeres que no pactaron con la injusticia y con la entrega, es
mejor alio para la obra futura de la Repblica que el grito ensoberbecido del tirano transitorio o la palabra oportunista de quien confunda la paz y el orden de la sociedad con la plcida siesta que sigue
a una oppara pitanza con lentejas traidoras. Con la humildad de
Ruth, bajmonos a recoger la pobre espiga abandonada, ciertos
de que nuestra diligencia nos llevar a formar gavilla generosa y a
gozar ms tarde la abundancia de los graneros de Booz. Junto con
esta fe en nuestra posibilidad de pueblo, debemos decir a quienes
se sientan comprometidos con el error antiguo, que no es lealtad
perseverar en la mala causa ni testimonio de carcter amarrarse al
error de ayer; lealtad, en cambio, es aprovechar el tiempo nuevo
para recomenzar, bajo signos de mayor acierto, la obra defectuosa
del pasado. De m s decir que nada me estimula tanto para ayudar
con mi modesta aportacin a la causa de la Repblica libre, como
saberme en deuda con ella por los posibles errores y por las muchas
deficiencias de mi modesta vida pblica. La Patria pide en estos
casos que cada quien haga suya la frase hamltica de Julio Laforge:
Adelante, sobre las tumbas. Adelante, s, pero que en las tumbas
duerma no el cadver de nuestros contrarios, sino el cadver del
propio egosmo que ayer conspir a hacer erradiza nuestra colaboracin en el servicio de la Patria.
Nuestro pueblo, nuestro altivo y sufrido pueblo, pide que se le
mantenga en la fe de s mismo, en la fe de su destino poderoso, en
la fe de que el dolor presente le pulir an ms la robusta conciencia
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135

sobre la cual afincar el vuelo para ganar la victoria final contra las
fuerzas diablicas que se oponen a la realizacin de su destino.
Para ello ha de dirigir tenazmente la voluntad hacia la defensa
de sus mejores valores y hacia la purga de los factores subalternos que han pretendido presentarle como expresin inmvil de
su propio destino. Por viva experiencia sabe que no es ya el mismo pueblo que en 1889 pint Luis Lpez Mndez como hordas
indisciplinadas y brutales, llevadas a las urnas por unos cuantos
intrigantes que comercian con sus votos. El de hoy es pueblo con
suficiente educacin y con propia luz para discernir su preciso camino. Ese pueblo siente la necesidad de vivir la convivencia y la
armona de la Repblica. Ese pueblo sabe que su destino es salvar
una vez ms la independencia econmica y la libertad poltica que
ayer ganaron los Padres de la Patria. Sabe, tambin, que el suyo no
es destino aislado, sino vocacin de mancomunidad con los pueblos que hablan nuestra misma lengua y trabajan sobre el mismo
yunque creador las formas de la nueva cultura.
El destino de Venezuela reclama que en el orden del espritu,
tanto como en el provecho de sus grandes riquezas, tenga primaca
la perennidad de sus signos, para que canten y fluyan libremente el rbol, el panal y el nido que, como ley de trabajo, seal a
su diligencia el pensamiento ardorosamente venezolano de Juan
Vicente Gonzlez. Sin llegar a chovinismos censurables y ridculos, debemos educar al pueblo y debemos formar sus instrumentos
directivos para que Venezuela sea dirigida y aprovechada por venezolanos, para honra, goce y gloria de los venezolanos, para una
gloria, un goce y una honra que no representen, tampoco, exclusin
alguna del hombre de otras patrias, que junte fraternalmente, y no
con miras de dominio, su pensamiento, su corazn y su brazo al
brazo, al corazn y al pensamiento de los venezolanos. Menos an
significara nuestra venezolanidad aislamiento alguno de los dems pases que luchan en nuestro continente por realizar los idea136

IDEARIO POLTICO

les de justicia, de paz y de plenitud que forman el fin universal de


la cultura. Si ellos son nuestros hermanos de sangre y con ellos
hemos luchado y sufrido por los mismos ideales de libertad y de
repblica!
Hacindonos y defendindonos a nosotros mismos; unindonos, despus, para esa misma defensa con los pueblos de Amrica
que se saben forjados en la misma fragua maternal y que, a la vez, se
ven amenazados por idnticos peligros, podemos llegar a sentirnos
dignos miembros de la unidad de naciones que agrupa, de acuerdo
con lo plural y con lo diferencial del carcter nacional, a hombres
sobre quienes gravita el mismo destino de seres portadores de espritu. Unidos y fuertes, podremos maana proseguir el mensaje que
de nuestros pueblos americanos espera la vieja Europa que nos dio,
para remozarla, la savia de su imperecedera cultura.

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ADDENDA
Las pginas que anteceden representan un esfuerzo por superar todo aquello que pudiera darles tono de polmica personal.
En ellas, como en otros ensayos de la misma ndole, se advierte el
propsito de desnudar en forma terica situaciones angustiosas
de nuestra vida nacional. S muy bien que suelen resultar extremadamente duras las apreciaciones lanzadas contra la conducta
de determinados grupos sociales o institucionales (oligarquas,
banca, Ejrcito); pero no representa, en cambio, tal dureza empeo alguno de zaherir individualidades. En mis escrituras slo
persigo exponer circunstancias ataederas a Venezuela, con la
pasin de quien se siente visceralmente unido a su destino y al
destino continental de Amrica.
A la tesis divisionista de quienes propugnan dar sueltas a los
odios demoledores, antepongo la tesis vigorosa de la rectificacin,
de la concordia y de la unidad. Ayer y hoy he estado de fajina en
servicio de la idea integradora de nuestras fuerzas de pueblo. Antes de que se produjese en 1945 la crisis que mantiene el pas en la
agobiada situacin presente, ya escriba acerca de la necesidad
de iluminar nuestros viejos caminos entenebrecidos. Busquemos
nuestro destino, deca en 1942 en Temas inconclusos. Unmonos
en nuestro deber. Rectifiquemos nuestros personales errores. Coloquemos la Moral y la Patria por encima del utilitarismo individualista. Salgamos de la falsa idea de que por nuestra nariz pasa
el eje del mundo. Vayamos a la interpretacin de nuestro deber en
un buscar de responsabilidad y de solidaridad colectivas. Nuestra
generacin no puede ser testigo de la cada de la Patria. Nuestros
hijos no deben sufrir la vergenza y el dolor de que maana un
filsofo a lo Maritain pueda escribir Las izquierdas perdieron la
democracia; las derechas perdieron a Venezuela.
138

IDEARIO POLTICO

Como en aquel tiempo de peligro, he seguido repitiendo en


todos los tonos nuestro deber de ser un pueblo y no una tierra
ancha y solitaria, horra de agua y de verdura por la indiferencia
de sus hijos, y cuyas recnditas riquezas sirven, en cambio, para
agravar nuestra inquietud. Bien pudieran ser utilizadas para levantar el nivel cultural de la Nacin; en cambio, han sido tomadas
como precio del soborno por donde se evade la responsabilidad de
quienes, debiendo salvar el destino de la Repblica, han cado en
espantosa apostasa, que los empuja hasta renegar de los valores
democrticos que despus de 1936 tuvieron en Venezuela momentos de claridad inolvidables y de los cuales muchos se dijeron fieles
servidores.
Sobre el mismo tema, variado por las nuevas circunstancias
histricas, he venido insistiendo tenazmente. Su absoluta despersonalizacin es problema en extremo difcil. La anonimia, en
cambio, es forzada cuando se trata de calibrar la angustia que
pesa sobre todos los espritus patriotas, que miran la necesidad de
salvar el destino de Venezuela y el destino general de Amrica.
Advierta, pues, el lector, que estas pginas han sido escritas
con el mero propsito de poner en resalto una vez ms la urgencia
de dar unidad a nuestro deber de ciudadanos. As luzcan vestido de
acritud algunas apreciaciones acerca de la problemtica del momento, sobre lo que pareciere acre se levanta, por el contrario, una
alegre idea perseguidora de la unidad del pueblo en su dimensin
nacional y de la unidad creadora de Amrica, en su sentido humanista de continente donde el hombre habr de cumplir una nueva
gran etapa de la historia universal.
Otros pueden contribuir con obra mejor y ms directa. Mientras los grandes seores de las letras logran ganar fciles proslitos para sus tesis, yo humildemente aporto mis palabras sin
pretensin ni autoridad. Aurelio Prudencio, cuando se sinti sin
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poder para ayudar la suerte de sus amigos, consagr a su memoria


ymbicos encendidos y troqueos veloces. Disimulada la distancia del smil, yo, sin el veloz y encendido acento del insigne poeta,
ofrezco mi palabra sin mbito, como arena modesta de recuerdo
para el gran edificio de la dignidad del mundo venezolano y del
mundo ms ancho de Amrica.
Madrid. Aniversario del viaje de Coln en 1953.
Laus Deo

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IDEARIO POLTICO

EL FARISESMO BOLIVARIANO
Y LA ANTI AMRICA
(Temas sobre hispanoamericanismo y panamericanismo)

INTENCIN
CUANDO el hispanoamericano recibe sobre el rostro los speros
vientos de la meseta castellana, puede decirse que siente reavivados los viejos nexos que lo unen con la fecunda matriz hispnica.
Este andar a travs de tierras de Espaa pareciera que, dando un
poco de contemporaneidad a los hechos antiguos, pusiera nuestra
mente en el brocal de la meditacin que conduce a ver la realidad
de nuestro destino de pueblos americanos como una gran comunidad, cuyo centro gravita sobre los viejos valores que dieron vida a
las universidades, a las catedrales, a los castillos, a los muros de
las ciudades espaolas.
Junto con el golpe de aire de fuera, yo he sentido tambin el
suave aire de lejana histrica que hasta mi espritu han trado monumentos y ruinas antiguos. En Salamanca, en vila, en Crdoba,
en Granada, en Valencia, en Alcal de Henares, en Toledo y en
Sevilla he sentido vibrar con mayor imperio el nimo de unidad de
nuestros pueblos hispanoamericanos, numen de mi pensamiento
de ciudadano y de escritor hispanoamericano.
El tono de ese pensamiento conjugante coincide, empero, con
voces sombras que de Amrica traen el anuncio de que la unin
de nuestros pueblos de solera hispnica, se subordina an ms a
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intereses contrarios a nuestros signos histricos. Con desenfado


extraordinario se hace camino una tendencia dirigida a obstruir
los pactos regionales, para slo mirar a la unidad organizada artificial y amaadamente por el Departamento de Estado norteamericano.
Todo en la sufrida Amrica mulata conspira a dividir los vnculos que pudieran hacer vigorosa nuestra unin de pases en pleno
goce de una comunidad de valores, para erigir sobre la anarqua
de lo hispanoamericano un falso sistema, cuyo centro de gravedad
lo constituiran los intereses imperialistas de Washington.
Aguzada an ms mi fe en los valores del hispanoamericanismo como fuerza que reclama una cuaja previa para la normal
y fecunda conversacin con la poderosa Unin del Norte, me he
credo doblemente obligado a exponer mi juicio en relacin con
la prxima X Asamblea Panamericana, que se intenta reunir en la
capital de mi afligida Patria. Un testimonio ms de la farsa panamericana sera ver a nuestros pueblos discutiendo los problemas
de la libertad y de la seguridad personal en la capital de un pas
cuyo Gobierno mantiene las crceles llenas de ciudadanos por
el delito de defender la libertad, mientras otros buscan abrigo y
seguridad en playas extranjeras.
En este momento crtico de nuestra vida de pueblos, los hombres del Nuevo Mundo debemos dejar constancia de nuestro mensaje adolorido. Que sepa la vieja Europa convulsa y sufrida que en
la Amrica Latina hay una gran voz, cuya opacidad de expresin
obedece al trmulo metal que le transfiere la honda angustia que
ha hecho presa de la conciencia de los pueblos
M.B.I.

142

IDEARIO POLTICO

Los tres ms grandes majaderos del mundo hemos


sido Jesucristo, Don Quijote y yo.
Bolvar

Prcticos y aventureros invocan la gloria de Bolvar aun para las ms rastreras combinaciones del
petardo... Ms grave que esta explotacin subalterna es la explotacin ideolgica la que falsea el
pensamiento de Bolvar mutilndolo o tergiversndolo para servir a puntos de vista personales.
S. Key Ayala,
Vida ejemplar de Simn Bolvar

POR RETAZOS DE PRENSA de Caracas llegados a mis manos, me

he impuesto de un pequeo escndalo historiogrfico suscitado en


torno a las Memorias de Boussingault. Parece que quien prendi
esta vez la mecha fue Mariano Picn Salas, al denunciar un hecho
que haba permanecido en culposo silencio.
Hace algunos aos Enrique Planchart, noble escritor amigo,
recientemente fallecido con gran prdida para nuestras buenas letras, puso en frase castellana las interesantes Memorias que el sabio naturalista francs escribi con motivo de su estancia en Sudamrica. La obra fue editada por el Ministerio de Educacin; mas,
una vez acabada la impresin, alguien advirti que Boussingault
haba escrito sin fines histricos, y menos con pasin bolivariana,
algunos juicios errados sobre Bolvar y, en especial, sobre su bella
amiga Manuelita Senz. Hubo concilibulo oficial y la obra fue
sometida al fuego devorador.
Al conocerse el hecho inquisitorial, realizado en homenaje al
Libertador, las posiciones se han dividido en torno al derecho a
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la luz que tenga en Venezuela la traduccin de las debatidas Memorias. Unos dicen que son un esperpento, en el cual se mancilla
hasta la reputacin de la querida del hroe; hay quienes opinan
que debe publicarse el libro, para que se pueda abrir un debate racional sobre las numerosos errores en l contenidos; otros aducen
que Bolvar est sobre las pequeeces de aquellos que pretenden
echarle sombras; algunos consideran que el auto de cumplido en
la edicin caraquea de Boussingault es algo ajustado a la ms
patritica correccin. La mayora se muestra de acuerdo con Picn
Salas y juzga que la tartufera histrica no debe insistir en que se
mantenga en degredo el trabajo del naturalista francs.
Yo estoy absolutamente de acuerdo con Picn Salas. Yo votara, si mi voto valiese algo, por la publicacin de la obra. Pero momentneamente quiero ponerme al lado de los que prohijan la idea
de que el silencio debe ser el mejor castigo para autor descomedido
que se atrevi a estampar conceptos que no mejoran la figura extraordinaria de Bolvar. S, seor. Provisionalmente me coloco en
la fila adusta de los celosos patriotas que defienden contra viento
y marea la memoria del Padre de la Patria. Todo lo que digan los
espritus de libertad humanista, debe en el presente caso ser sacrificado en aras del decoro moral y de la gloria esplendorosa de
nuestro Libertador. Con razn o sin ella, estamos en la obligacin
de impedir que se piense contra los fueros de Bolvar.
Bolvar es, en realidad, Venezuela. Bolvar es Amrica. Mancillar la memoria de Bolvar es tanto como mancillar nuestra patria
nacional y nuestra gran patria americana. Nuestra lealtad de patriotas ha de estar al servicio del pensamiento creador de Bolvar.
Nuestro esfuerzo como hombres de Amrica debe encaminarse a
todo lo que diga exaltacin de los valores bolivarianos.
En el precio de esta lgica nacionalista parece que no parasen mientes quienes defienden la libertad de expresin. A Bolvar
144

IDEARIO POLTICO

hay necesidad de cuidarlo, de preservarlo, de curarlo, de guardarlo


de cualquier ataque anterior o presente que pueda disminuir su
fuerza heroica. Bolvar ha de tener, dicen ellos, su interpretacin
ortodoxa como cualquier misterio teolgico. Quien se aparte de la
hermenutica indicada por el bolivarianismo es un verdadero reo
de lesa teologa. Bolvar necesita ser mantenido en un plano donde
no llegue la artera de los calumniadores y de los envidiosos. As
Bolvar ser siempre el mismo, el familiar, el ttem que defienda
permanentemente nuestra nacin.
Para cumplir esa misin sagrada han sido creadas las Sociedades Bolivarianas. Estos centros venerables tienen a travs de toda
nuestra Amrica la misin nobilsima de defender y exaltar la gloria
del Padre de la Patria. Para Venezuela la Sociedad Bolivariana es
una institucin oficial, incluida en su presupuesto de gastos pblicos. Sus funcionarios gozan de congrua, como futuros ordenados
in sacris. La misin de la Sociedad tiene en esto cierto parentesco
subterrneo con los secretos misterios eleusinos. Disentir de ella es
crimen semejante al que provoc la persecucin de Esquilo. El bolivarianismo societario constituye, junto con una lnea de conducta
cargada de inflamado patriotismo, una actitud respetable, severa,
que da distincin a sus adeptos.
Ese bolivarianismo oficial tiene que repudiar a Boussingault.
Nada ms lgico y concreto. Con el criterio del bolivarianismo caraqueo se ajustar seguramente el criterio desparramado de todas
las Sociedades Bolivarianas del Nuevo Mundo. As se defiende la
gloria del Libertador y el destino autonmico de Amrica.
Pero ocurre que la esclerosis histrica de ciertas tesis del bolivarianismo ha terminado por hacer de Bolvar un logos infecundo
y carente, en consecuencia, de toda posibilidad de concretarse, de
encarnarse en la realidad presente. Bolvar ha dejado de ser una
fuerza caminadora para convertirse en simple figura decorativa.
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Bolvar ha terminado por ser un gran muerto, cuya gloria las Sociedades Bolivarianas pueden administrar a su antojo, con el fin
de dar vestimenta de dignidad a las ms abarrancadas y desleales
ideas antibolivarianas.
Mi adhesin provisional a la tesis de los antiboussingaulistas
ya toca su fin. El despropsito no me ayuda ms, ni la intencin de
estas notas es quedarme en el problema histrico-biogrfico suscitado actualmente en Caracas. Necesito, en cambio, tomar la cosa en
serio, por cuanto estos escarceos, si bien principiaron comentando
el pequeo escndalo provocado por la divulgacin del auto de fe
cumplido por el Ministerio de Educacin en el cuerpo mismo de
las Memorias del clebre naturalista, apuntan a otra parte. Sobre
mi mesa de trabajo tengo un documento bolivariano en extremo
grave, serio y comprometedor, que pone en evidencia el farisesmo
de quienes se niegan en nombre de la gloria de Bolvar a que sea
publicada la traduccin castellana de las zarandeadas Memorias.
Por qu, pregunto ahora, ese celo de eneldo y de mostaza
por la gloria del Libertador, cuando las Sociedades Bolivarianas
pretenden tomar el nombre austero y semisagrado de Bolvar para
arruinar el decoro y la independencia de la Amrica espaola? Por
qu ese rigor funesto contra quien pudo caer sin voluntad malvola
en pecado venial, mientras se pacta con el pecador pblico y con
el criminal, cuyo nombre figura en las permanentes tablillas persecutorias? Por qu oponerse a la publicacin de un libro donde
se imputan arbitrariamente a Bolvar fallas de fcil explicacin,
cuando se deja torcer todo el cuerpo de las ideas de Bolvar, para
servir bastardos intereses contrarios a la Amrica por l libertada
del yugo colonial?
Todos estos despropsitos y todas estas interrogaciones han
venido a mi mente con motivo de leer una serie de curiosos documentos que me han sido enviados desde Chile por persona ami146

IDEARIO POLTICO

ga, que me pide guardarlos bajo la ms severa discrecin. Si yo


mantuviese en secreto que creo sea ya secreto a voces en Amrica el contenido de dichos papeles, me hara reo de complicidad
con quienes pretenden rendir la dignidad de nuestros pueblos nada
menos que amparados tras el nombre venerable de Bolvar.
Para juzgar la dimensin del propsito entreguista, basta leer
el acuerdo sancionado por la Sociedad Bolivariana de Santiago de
Chile, el 22 de junio ltimo, y el cual a la letra dice:
La Sociedad Bolivariana de Chile, considerando:
a) Que el ideal de Simn Bolvar de hermandad de las naciones
de Amrica, evidenciado por l en 1810, ms tarde en la Carta de
Jamaica, en los tratados que suscribi y en el Congreso de Panam
que convocara en 1824, anhelo de unin que realiz en parte al
formar la Gran Colombia, sentimiento que tambin fue de otros
libertadores de nuestras patrias;
b) Que el Derecho internacional americano, creado por Bolvar y que se fundamenta en la igualdad jurdica de las naciones, en
el arbitraje o mediacin para los conflictos, en colaboracin entre
los pueblos y que, sin admitir tutoras ni tampoco intervenciones
vecinas o extracontinentales, ha contribuido a la paz, al progreso y
a forjar una conciencia americana solidaria;
c) Que es de urgencia, captando el sentir de los pueblos de
Amrica, realizar una poltica mancomunada ante el avance de los
binomios Eurasia y Eurfrica, amenazas para la economa americana, y en especial el primero, que es tambin negacin de los
principios de la civilizacin occidental, fundamento de la vida del
hombre de Amrica, acuerda:
1 Propiciar ante las Sociedades Bolivarianas del continente y ante la opinin pblica de nuestros pases la formacin de
la Confederacin Americana de Naciones, entidad espiritual y
econmica encargada de realizar la unin de nuestras Patrias. La
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Confederacin Americana de Naciones establecer uniformidad


en las normas jurdicas, el reconocimiento de ttulos universitarios,
la adopcin de textos de historia comn, el aprovechamiento por
todas las naciones confederadas de la investigacin cientfica y del
progreso de cada uno. Establecer sistemas que complementen las
economas de las Patrias hermanas a travs de un Banco Internacional, del trueque, compensaciones y de la creacin del Zollverein
Americano.
2 Auspiciar el establecimiento de la Nacionalidad Americana,
en carcter de supranacionalidad y que, sin otorgar facultades al
ciudadano de Amrica para intervenir en la vida de un pas que
no sea el de su nacimiento, proclame el derecho preferente del
ciudadano de Amrica a una cultura comn, a los productos agropecuarios y extractivos del continente que contribuyan a su felicidad en cuanto esta depende de un mnimo de bienestar espiritual y
econmico compatible con la dignidad del ciudadano de Amrica,
amante de la libertad y de la democracia; y
3 Declarar que esta resolucin conjunta o de los pases de
origen indoibero deber ser el mayor homenaje a Bolvar en la
X Conferencia Panamericana, que se celebrar en Caracas, tierra
natal del Libertador.
Santiago de Chile, 22 de junio de 1953, CXXVII aniversario
del Congreso de Panam.
Sin mirada sagaz se ve el propsito de crear un superestado
americano bajo la silenciosa intervencin de Estados Unidos. Tal
es el carcter pro norteamericano del proyecto, que la misma Sociedad, durante su reciente visita a Chile, hizo entrega a la llamada
Misin Eisenhower de un memorndum encaminado a robustecer
los vnculos existentes entre Estados Unidos y nuestros pases latinoamericanos, y el cual, me dice mi informante chileno, ha sido
cursado entre las dems Sociedades Bolivarianas del continente.
148

IDEARIO POLTICO

De cundo ac esta intervencin en poltica internacional de las


Sociedades Bolivarianas? De dnde sopla el viento econmico
que mueve estas sus nuevas actividades?1.
El sometimiento de la Amrica espaola a la direccin del
norte es poltica que apunt en la gente de Washington apenas iniciado en 1810 el movimiento revolucionario de nuestros pases. En
1812 el secretario de Estado Monroe pensaba en lo que representara de favor para el Norte el desmembramiento del viejo imperio
espaol, y segn informes que supo recoger el hbil ministro de la
Corte Espaola cerca del gobierno de Washington, el delegado de
Venezuela, don Telsforo Orea, lleg a comunicar a personas de su
confianza que el seor Monroe le haba insinuado, lo mismo que
al delegado de Mxico, la conveniencia de que nuestros pases se
acomodasen a la constitucin de Filadelfia para que, una vez unidos a los del norte, pudiesen formar la potencia ms formidable
del mundo.
Esa idea de imperio jams ha estado ausente de la poltica
estadounidense. El panamericanismo no ha sido sino el rostro visible de dicho propsito de dominio. La unin de las repblicas
americanas se ha venido realizando a travs de un sistema que
constituye la estilizacin en el orden del derecho pblico del mismo propsito que ofendi a los delegados de Mxico y de Venezuela en 1812.
Bien claro lo pregonaron en Espaa Castelar y en Amrica
Mart cuando el secretario Blaine logr reunir, en 1889, la primera Asamblea Panamericana. Ambos hicieron ver a nuestro mundo
1. Es curioso que el bolivarianismo se haya relievado esta vez en Chile, cuando
ha sido el Congreso chileno quien ha puesto los ms serios reparos a la reunin
en Caracas de la X Conferencia Panamericana, en razn del carcter sombro del
rgimen que hoy sufre Venezuela.
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hispanoamericano que no era aquella la va de consolidar nuestro


destino, sino la senda por donde ira a un nuevo coloniaje.
Los argumentos de los bolivarianos chilenos no corresponden
a la realidad de Bolvar. Justamente el fracaso del Congreso de
Panam est vinculado con la poltica aleve del Norte. A Estados
Unidos no interesaba lo que Bolvar quera. El Libertador buscaba
robustecer, al amparo de los nuevos signos de la Repblica, la vieja
unidad de las antiguas colonias espaolas, y quera, bajo la gida
de esta unin, alcanzar la libertad de Cuba, de Puerto Rico y de
Santo Domingo. En la Asamblea panamea se pusieron cara a cara
las tendencias que dividan el mundo angloamericano del mundo
indoespaol. Arriba aparecan los regatones, como Bolvar llamaba a los norteamericanos; abajo se vea soar a los ahijados de
Alonso Quijano.
Dos mundos que no podan fundirse sin el rendimiento de las
fuerzas caractersticas de la hispanidad. Esos mundos, puestos en
pugna cuando Bolvar quiso rejuntar a los pueblos hispanoamericanos, los uni aparentemente la poltica de Blaine y los pretende
insacular en un bolso de tteres la prfida poltica entreguista que
siguen muchas Cancilleras de la Amrica espaola.
Nuestros pueblos dispersos s necesitan, de verdad, realizar
la unidad continental. El hispanoamericanismo, el iberoamericanismo, el latinoamericanismo, fraguados al amparo de las lenguas
romnicas que recuerdan la vieja latinidad y, sobre todo, el pie
unitivo que cre la tradicin religiosa y cultural, son la frmula que
reclama nuestra Amrica mulata.
Un error de los polticos espaoles del siglo pasado fue parte
para que los planes de Washington lograsen disgregar las viejas
porciones americanas que recibieron de Espaa su bautismo de
150

IDEARIO POLTICO

civilizacin. No comprendieron los vencidos en Ayacucho que


Bolvar, San Martn, OHiggins, Santander, Hidalgo, Morazn y
Artigas, al realizar en los campos de batalla la revolucin soada
y alentada por los hombres del civilismo, se constituyeron en los
verdaderos personeros de la hispanidad en el Nuevo Mundo. Cumplida su tarea maternal, Espaa ha debido sentir que ella creca
en sus hijas independientes de ultramar, a medida que estas fueran ms fuertes. Un examen de circunstancias ha debido hacerle
comprender que el destino hispnico del Nuevo Mundo fue salvado en razn de las nuevas formas polticas creadas como resultado
de la lucha emancipadora. En cambio, el resentimiento hispnico
se acopl fcilmente con el patriotismo tropical de quienes empezaron a mirar en la estimativa de las viejas races espaolas una
especie de renuncia a la libertad republicana. Confundidos por el
daltonismo histrico, que tanto dao ha hecho a nuestras jvenes
naciones, dieron nuestras pasadas generaciones en el pecado de
desertar de su propio origen social. An hace veinte aos, cuando
bajo el nombre de Tapices de historia patria publiqu un esquema
morfolgico de nuestra cultura colonial, no falt quien dijese que
era labor antipatritica exaltar nuestro pasado hispnico.
A raz de la guerra de Cuba nuestro ilustre historiador Pedro
Manuel Arcaya denunciaba la garra amenazadora del imperialismo yanqui en trminos tan elocuentes y objetivos que obligan su
insercin:
Pocas previsiones de estadista escribi entonces el decano de nuestros analistas han quedado confirmadas por los hechos tan esplndidamente como las que en Venezuela formul el doctor Ricardo Becerra con ocasin de la guerra hispano-americana. Cuando en muchos
cerebros desprovistos de slidas nociones histricas y slo saturados
de aejos y ya ridculos odios contra Espaa, hallaba fcil acogida
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la especie de que los Estados Unidos iban a arriesgar la vida de sus


marinos y soldados, y principalmente a gastar sus dineros, en una
guerra con Espaa para libertar a cubanos y tagalos, pueblos en toda
poca despreciados por los sajones, y cuando por admitir esa absurda especie se le daba absolucin a las ms flamantes violaciones de
todas las reglas constitutivas del moderno derecho de gentes, cometidas abiertamente por los yanquis al declarar aquella guerra, fue
entonces cuando la autorizada palabra del doctor Becerra se dej or,
denunciando los propsitos de los Estados Unidos como muy apartados de encaminarse a la independencia de las colonias espaolas
y dirigidos a sustituirse ellos en el dominio de estas tierras. Pocos
meses han transcurrido y la ocupacin militar de Cuba y Puerto Rico
y los fusilamientos en Filipinas, donde los indgenas combaten al
extranjero invasor e incendian las ciudades de su suelo para librarse
de ajeno yugo, como antao hicieron Sagunto y Numancia, todo esto
ha venido a demostrar cun en lo cierto estaba Becerra y cun lejos
de la verdad andaban los que suponan en MacKinley, el caballero
andante de estos tiempos, presto a pelear por la libertad de pueblos
extranjeros.
Y ahora, triunfantes de Espaa los Estados Unidos, fuertes por el
apoyo moral de Inglaterra y en la confianza que les inspira la potencia de sus mquinas de guerra y el oro de sus arcas, no hacen misterio
que sus miras de expansin habrn de efectuarse a costa de las nacionalidades latinas de este continente.

Cuando uno se adentra en su propia conciencia de americano, siente un angustioso dolor al contemplar cmo nuestros hombres mejores toman el nombre de Bolvar para dar facilidades al
coloniaje que Estados Unidos pretende ejercer sobre la Amrica
Latina. Bolvar luch por la autonoma de nuestros pases; jams
pens Bolvar que su homrica empresa pudiera desembocar en un
coloniaje bastardo. Tan distante de sus ideas estaba lo que hoy se
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IDEARIO POLTICO

llama panamericanismo, como distante de sus propsitos estuvo


imitar a Napolen y a Iturbide. Tal fue su pasin por la autonoma
de nuestros pases, que viendo el ao 1826 un peligro de guerra
civil en Venezuela, sacrific ante Pez el legalismo y se avino en
1829 a la idea de un prncipe extranjero para Colombia. La soberana y la integridad de la gran Repblica fueron la mxima pasin
de su vida; para defenderlas y para mantenerlas, acept, tambin,
el ejercicio repugnante de una nueva dictadura.
Clsica es la frase en que Bolvar declar cmo el destino
haba colocado a Norteamrica en el Nuevo Mundo para que, en
nombre de la libertad, sirviese de azote a los dems pueblos. Sin
embargo, hoy es invocado el nombre de Bolvar como alijo para
toda empresa encaminada a atar la autonoma de la Amrica prieta
al carro de victoria de Estados Unidos.
Para robustecer la falacia, se toma de pretexto su idea primigenia de aliar a las naciones salidas de la matriz hispnica en un nuevo
sistema que las ayudase a guardar la autonoma y a defender sus caractersticas de pueblo. En el istmo centroamericano vio, tambin,
el Libertador lugar apropiado para celebrar la anfictiona de todas
las naciones del mundo. Bolvar no era hombre de estrechos nacionalismos. Entendi los procesos de la poltica como verdaderos
procesos de cultura. No se ama a un nacionalismo agresivo y absorbente, es cierto; menos pens en un cosmopolitismo disgregador, que pudiera ser oportunidad para arrebaar nuestros pueblos
tras la voluntad de la potencia ms fuerte. l quera aumentar la
fuerza de los pequeos para el equilibrado dilogo con los grandes.
No pensaba, tampoco, que sus ideas de anfictiona ecumnica estuviesen destinadas a hacer que desapareciese la personalidad de los
pueblos nuevos. Hombre de avizora mirada poltica, estaba convencido de que la paz es norma vital que debe regir las relaciones
de los hombres y de los pueblos. Aunque fuera un genio guerrero,
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saba que los hombres armados no estn en acto propicio para la


justicia. l quera el desarme moral que pueda hacer prctica la paz.
De ah que pensase en la igualdad jurdica de las naciones y en el
arbitraje como sistema para dirimir los conflictos entre pueblos.
La igualdad terica de las naciones quiso hacerla prctica por medio de grupos que tuviesen como centro de gravedad un conjunto
realstico de valores de cultura. Pens que el Congreso de Panam
podra dar nueva gravitacin al mundo disperso de las Indias espaolas. Si en la Pennsula hubiera habido ojos ms despabilados, se
habra visto ya en el siglo pasado cmo fue Bolvar el verdadero
iniciador del hispanoamericanismo. El resentimiento de los colonialistas espaoles, junto con los resabios dejados en Amrica
por los odios blicos, permiti, en cambio, como ya he dicho, que
aquel fecundo germen de alianza de nuestros viejos pueblos de raz
hispnica, hubiera sido sembrado en extraa tierra, para que de l
brotase el bastardo panamericanismo que hoy sirve de monstruo
triturador de las legtimas esencias indoespaolas.
Camino de esfumarse como autnomos valores nacionales y
como centros de nueva y vigorosa cultura, han tomado nuestros
viejos, amados y sufridos pases hispanoamericanos. Parece que
estuviesen alcanzando fatdica respuesta las desesperadas preguntas de Rufino Blanco Fombona. Irn a desaparecer las Repblicas de Hispano Amrica? Irn a desaparecer sin que el mundo
les haya visto el alma?, preguntaba nuestro gran ensayista. Rusia
ha hablado; de los Estados Unidos ya sabemos lo que puede esperarse Todos los pueblos nuevos han dicho su palabra. No la
dir nuestra Amrica? El mundo empieza a preguntarse quines
somos, para qu servimos, si vale la pena de que vivamos.
Tan prcer espritu como el de Romain Rolland, ante la amenaza que nos agobia por una parte y nuestro mutismo por otra, exclama con arrebato de generosidad: Sera una desgracia enorme
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IDEARIO POLTICO

que los pueblos de la Amrica Latina desaparecieran antes de haber mostrado al mundo lo que son, antes de haber dicho el mensaje
que esas razas trajeron a la tierra. Es de una urgencia angustiosa
que la Amrica hable pronto, en todos los rdenes del pensamiento y la actividad.
Cuando ms espera el mundo nuestra voz libre de comunidades dobladas sobre los surcos de la cultura, aparecen en nuestro
propio organismo fuerzas satnicas empeadas en la distorsin de
nuestro destino. El natural e histrico proceso de agrupar los pases
latinoamericanos en bloques que den mayor volumen a su voz deliberante, es negado en las propias Cancilleras que por imperativo
de gentilicio pudieran considerarse fieles al ideario defensivo de
Bolvar. Los valores latinoamericanos, se ha dicho con lgica de despeadero, no pueden agruparse hoy por s solos, sino, en cambio,
unirse bajo la direccin del pensamiento forastero de Washington.
Bien podra pensarse, una vez logrados nuestros bloques regionales, en una futura y armoniosa unin de ambas Amricas, sin que
esta unin llegue a imponer la tabla rasa en el pensamiento privativo de nuestros pueblos mulatos. La armona de relaciones entre
el mundo ingls y el mundo latino de Amrica es algo verdaderamente deseable. Mas dicha armona slo puede sustantivarse sobre
un pie de respeto mutuo. El mundo unido, coherente, uniforme de
la Amrica inglesa, reclama, como contrapeso para el equilibrio
hemisfrico, un mundo tambin uniforme, coherente y unido en la
Amrica nuestra. De lo contrario sera hacer, como escrib en otra
ocasin, la alianza de un gato con indefensos ratones.
Nuestra fuerza reside en esa unidad que la poltica de Washington se ha empeado en destruir. El malogrado Carlos Lozano
y Lozano convers largamente conmigo en Bogot acerca de huellas documentales por l logradas para probar la intervencin del
Norte en el proceso disolutivo de Colombia. La historia reciente de
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Centroamrica muestra cmo Estados Unidos lucra con la divisin


del gran Estado que soaron Morazn y Barrios. Frescos estn los
comentarios producidos en todo nuestro mundo americano cuando
los intereses imperialistas desataron y mantuvieron la desastrosa
guerra del Chaco. Por nadie que conozca el fondo del problema es
negado el parpadeo de la vela al Diablo puesta por el Departamento
de Estado tras el calvario doloroso de la disputa peruano-ecuatoriana. Pasando por el desafuero panameo, por el insolente avance
esclavista de Walker en Centroamrica y por el destrozo del suelo
mexicano, y sin siquiera contar los desembarcos de marinera en
Santo Domingo y Nicaragua, fcil es hallar cabo al hilo que conduce a la madeja de intrigas empezada a tejer en 1812 por el secretario Monroe. Basta recordar que el propio caballo de Bolvar fue
detenido por las fuerzas del norte, cuando el hroe pens dar el gran
salto sobre el Caribe para ir a la libertad de las Antillas.
La poltica generosa del nuevo Roosevelt, con su empeo de
mostrar a Norteamrica comprometida en la defensa del mundo
libre, pudo transitoriamente hacer olvidar el big stick de Roosevelt el viejo. Cuando ocurri la Segunda Guerra Mundial, un riego
universal de conceptos de libertad, de justicia, de convivencia, de
igualdad jurdica, de comprensin humana, de sana democracia,
pareci hacer viables los principios invocados en la llamada Carta
del Atlntico.
Cargada de una hermosa tradicin de republicanismo, la comunidad norteamericana pareciera, contra el propio augurio de
Bolvar, destinada a ayudar al desarrollo de la libertad en el Nuevo
Mundo. Su mayorazgo poltico en el orden de las modernas democracias le da ttulo para decirse abanderada de las grandes ideas
que hacen posible la dignidad del hombre. Mas, el caso es muy
otro. Estados Unidos busca en nuestra Amrica prieta el mante156

IDEARIO POLTICO

nimiento de un poder interventor, que garantice para sus finanzas


y dems intereses el aprovechamiento de nuestros mercados y de
nuestras materias primas. Para tal fin nada le es tan propicio como
los regmenes que mantienen la paz de Varsovia sobre la inquieta
conciencia de nuestros pueblos anhelantes de libertad y de justicia.
A estas alturas ya no puede ser invadido el territorio de Mxico, ni
a Walker es posible desembarcar en Nicaragua, ni es factible intervenir descaradamente en Cuba y en Santo Domingo, ni siquiera se
puede mantener por ms tiempo la dolorosa sujecin de Panam
a un rgimen deprimente de explotacin y minora. El camino de
los hechos ha de ser amojonado con seales de aparente juricidad.
No bastan los tratados de pas a pas, ni los pactos secretos con los
Estados Mayores que sostienen las dictaduras. Se requiere un instrumento de mayor amplitud convencional, y sobre la llamada Organizacin de Estados Americanos, configurada en Bogot como
superacin de la vieja Unin Panamericana, se sopla, por boca de
una Sociedad Bolivariana, la idea de una Confederacin de Naciones Americanas, que habra de funcionar como una commonwealth
dirigida por la Casa Blanca.
Entre los utpicos y acomodaticios argumentos invocados por
los panamericanistas para justificar el mayor acercamiento y la
mayor sumisin de nuestros pases a la poltica del Norte, figura,
con atractivo disfraz, la llamada defensa del mundo libre, cuyo
mantenimiento prometi Estados Unidos cuando sangraban las
naciones durante la segunda gran guerra.
El caso, como lo estamos viendo todos, escriba yo en das pasados a un ilustre venezolano, ha resultado contrario a las engaadoras promesas. Estados Unidos, lejos de precipitar en el orden
econmico un cambio que pudiera anular los programas revolucionarios del socialismo ateo, se ha empeado en una carrera guerrerrista que le asegure los mercados del mundo, con el agravante
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funesto de que no se trata de colocar una superproduccin de harina, de leche, de tejidos, de maquinaria til, sino una inacabable
produccin de material de guerra. Basta leer la prensa americana
de estos das y sus comentarios referentes a la crisis que sufrira
la industria yanqui en el caso de que se produjese la anhelada paz
en Asia. El capital norteamericano teme la paz y fomenta, consiguientemente, la guerra. Al mismo tiempo, los polticos hacen profesin adltera de ideales pacifistas e invocan hasta los sagrados
intereses de la cristiandad como estmulo de alianza con nuestros
infelices pases latinoamericanos, cuyo recio catolicismo quieren
tomar los protestantes del Norte como elemento que incline la voluntad de nuestros pueblos hacia la nueva esclavitud, mientras,
por otra parte, los planes colonialistas utilizan las misiones protestantes como medio que desquicie la unidad de conciencia de
nuestros pueblos.
A m nada me resulta tan paradjico como ver a las viejas colonias hispnicas del Nuevo Mundo sumadas al carro de conquista de
Estados Unidos. Nosotros, que nos levantamos contra la autoridad
de una metrpoli lejana, que nos dio su espritu y su forma por medio de un proceso de trasplante cultural jams igualado en el orden
colonizador, hacemos coro sumiso a un sistema esclavista, que
realiza atrocidades jams imputables a la gran nacin espaola.
Nuestros pases latinoamericanos, despus de haber desfigurado
la propia misin histrica de libertad e independencia que les dio
fisonoma en el orden de las naciones, se agregan hoy a las tesis
guerreristas de nuestros nuevos opresores del Norte, hasta llegar,
como Colombia, dolorida y sangrante, a enviar sus pobres hijos al
sacrificio inhumano de Corea.
Nada tan incierto como la tesis norteamericana de una lucha
contra el comunismo como doctrina y sistema moral de vida. Estados Unidos no persigue sino el mantenimiento de un dominio
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IDEARIO POLTICO

imperialista sobre todos los pueblos de economa atrasada donde


puedan adquirir a bajos precios materias primas y donde puedan
colocar fcilmente los productos de su vasta industria. Esos pueblos se llaman China, Corea, Indonesia, Siam, Venezuela, Cuba,
Costa Rica, Guatemala. Un Embajador americano me dijo en 1950
que la salvacin de la paz interna de los pueblos latinoamericanos,
tan dados a fantasas revolucionarias, deca l, adelantara mucho si se lograse dar carcter nacional a los partidos comunistas
locales y segregarlos as de la influencia del Kremlin. Es decir, el
funcionario yanqui, por quien hablaba su propio Gobierno, pues
no suelen ellos expresar nada que se aparte del criterio del Departamento de Estado, solamente meda el peligro poltico de la URSS
como potencia competidora y no el riesgo que pueda constituir el
fondo ideolgico que sirve de fundamento al sistema sovitico. La
filosofa sustancial de los gobiernos en nada les arredra, como no
arredra el sistema de Tito a los polticos que acaban de agasajarlo
de modo vergonzante en su visita a Londres. Habrase visto algo
ms contradictorio que mientras las potencias de la NATO se afanan
en formar un cuerpo de ejrcito que defienda la Vieja Europa de la
expansin comunista, Gran Bretaa festeje al dictador yugoslavo,
tan comunista como Lenin, Stalin o Malenkof, pero, en cambio,
divorciado de la URSS?
Jams he credo en la sinceridad de una lucha doctrinaria anticomunista como poltica de Estados Unidos. Estos luchan por el
dominio material del mundo. A ellos slo interesa la explotacin
de los pueblos. El comunismo se adversa de otra manera. El comunismo, en su parte filosfica de negacin de los valores cristianos, se detiene haciendo triunfar estos valores, ya en s mismos,
por medio de la prctica de una cultura que eleve y ennoblezca la
conciencia de los pueblos, ya promoviendo caminos fciles para
que los conceptos de paz, de justicia, de concordia dejen su altura
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intangible en los discursos de los polticos y bajen a fecundar la


realidad operante2.
Por lo que dice a lo especfico de su propaganda, Estados Unidos no utiliza el tema cristiano en s tanto como el tema de la libertad, dicha en peligro por la forma poltica del rgimen sovitico.
Con la autoridad moral que les da la severa tradicin democrtica
de Washington, de Jefferson, de Lincoln y de Roosevelt, ellos se
dicen en la obligacin de defender al mundo libre contra todo
peligro totalitario.
2. Podran con justo ttulo decirse comprometidos en la defensa de los ideales
cristianos aquellos Estados y aquellas colectividades polticas que hayan asumido como programa y como fin inmediato de accin una actitud franca, resuelta y heroica ante las corrientes descristianizadoras y ateas del momento. De la
legitimidad de tal posesin carecen las vulgares dictaduras que en la Amrica
mulata slo se esfuerzan en ejercer el poder por lo que este representa de elemento concupiscente, es decir, por las meras esencias satnicas y anticristianas
que se esconden en la irracionalidad de la fuerza. Justamente el actual rgimen
venezolano, desconceptuado en forma absoluta ante la opinin democrtica del
Nuevo Mundo, busca aparecer apoyado por la colectividad poltica que en el
pas sostiene las ideas del socialcristianismo. Al amparo de la traicin de escasos
miembros de dicho partido poltico (Copei), el Gobierno ha venido creando unas
agrupaciones paralelas y parsitas que, dicindose socialcristianas, ofrecen su
adhesin al rgimen espreo de la dictadura. Mientras tanto, por medio de una
intenssima propaganda, el Gobierno pretende presentarse en el exterior como
apoyado por las fuerzas del orden cristiano. En la presente hora, el partido Copei,
a travs de sus organismos de difusin extranjera, se esfuerza por desenmascarar
esta burda y criminal maniobra, especialmente para que sea conocida en pases
donde, como en Espaa, en Francia, en Italia, en Alemania funcionan verdaderos
partidos socialcristianos. No hallando un pretexto para ilegalizar al partido Copei, lo mina, a fin de presentarlo como su aliado. Si, en cambio, le conviniese exhibirse apoyado por el comunismo, simulara tambin un nuevo partido marxista,
al cual podran dar aspecto de leninismo o de trotskismo los numerosos miembros
antiguos del Partido Comunista que hoy ocupan posicin destacada en el rgimen
y a cuyo consejo se realiza la persecucin de unos y otros ciudadanos libres. Con
este aparato de pseudoapoyo de partidos polticos pretende el Gobierno dictatorial ganar puntos con que contrarrestar la oposicin que algunos pases han hecho
a la reunin caraquea de la Conferencia Panamericana.

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IDEARIO POLTICO

No entrar a investigar el sistema interno de Estados Unidos,


donde hoy se practican, al amparo del Senado, formas inquisitoriales que dan la cangreja al propio Torquemada. Me referir apenas a
los aliados exteriores del presunto sistema defensivo de la libertad
mundial. Los fines democrticos dice el profesor Randall piden
mtodos democrticos para su realizacin. No se pueden aliar
para una cruzada de paz los pacifistas y los negociantes de armas,
a no ser que estos renuncien su negocio. No pueden colocarse en la
misma lnea de batalla los defensores y los verdugos de los pueblos.
Sern los dictadores que padece nuestra Amrica, pilares adecuados para soportar un orden dirigido a la defensa de la justicia,
de la equidad, de la paz, de la concordia y de la libertad, en el cual
pueda sentirse a sus anchas la dignidad humana? Esto sera tanto
como buscar refuerzo en los burdeles para una campaa a favor
de la virginidad. Por la calidad de los socios que Estados Unidos
utiliza en nuestra Amrica para defender el mundo libre, puede
juzgarse la sinceridad de sus propsitos democrticos de hoy. Con
tales aliados, los polticos y los plutcratas norteamericanos estn
diciendo, por el contrario, que les es grata la irresponsabilidad de
los regmenes de fuerza, por cuanto a su amparo juegan mejor con
el destino de los pueblos3. Polticos y plutcratas digo, ya que el
3. A la poltica de Estados Unidos frente a la Amrica Latina no interesa para
nada el problema interno de la libertad de nuestros pueblos. En su edicin del 21
del presente septiembre, la revista Time, de Nueva York, publica un comentario
donde un banquero estadounidense declara paladinamente que si bien es cierto
que en Venezuela no existen actualmente libertades polticas, en cambio el capital
financiero tiene toda clase de libertades para obtener pinges provechos. Para m,
esto vale toda la libertad poltica del mundo, asienta desvergonzadamente el banquero. Con mayor desenfado no hablan de sus pilleras los peores criminales.
Mientras en destierro vivimos numerosos venezolanos, sin otro delito que defender las libertades pblicas y el decoro de la Repblica, Venezuela se convierte
progresivamente en Jauja para los norteamericanos. Con candor digno de mejores
causas, el articulista de Time termina su nota en los trminos siguientes: Todo es
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pueblo norteamericano en s es algo distinto de como lo presentan


sus dirigentes al juicio del mundo. Tanto como nosotros, l sufre
la injusticia del rgimen capitalista y tanto como nosotros ama la
libertad y la convivencia.
Ese noble pueblo ya ha comprendido la funcin funesta asumida por sus Fuerzas Armadas y ha empezado a manifestarlo en
forma que oblig hace poco al almirante Carney a quejarse pblicamente del espritu antimilitarista del pueblo. El alto jefe concepta inmoral la actitud de quienes se apartan de la carrera belicista,
tan encantador [en Venezuela], que puede ser que se est creando un nuevo gnero
de expatriados norteamericanos. Me gustara volver a vivir en Estados Unidos, tal vez piense alguno al recordar con nostalgia los suaves cerros verdes de
la patria. Pero entonces probablemente se le endurezca el propsito y aade: No
podr vivir, en cambio, bajo el rgimen de impuestos americanos. En la nueva
Jauja todo le es, por el contrario, ms fcil, ms hacedero, ms grato. Ni a este ni a
su socio venezolano de pilleras podra negarse derecho alguno para alabar el sistema poltico que actualmente les garantizan tal gnero de vida. En cambio sonrojo de vergenza ocasiona mirar a altos representantes de la cultura y a cuerpos
que se dicen consagrados a la guarda de la dignidad nacional, comprometidos en
la farsa humillante; como angustia promueve, tambin la consigna de sajonizarnos, que muchos jvenes difunden con equvoco sentido de querer dar carcter
productivo y creador a nuestro esfuerzo. As hubieran podido pensarlo en el siglo
pasado Michelena, Toro, Acosta y todos los que vivieron la necesidad de racionalizar nuestro trabajo social. Entonces, como hoy, era preciso buscar un rumbo
prctico a nuestra accin colectiva. Con su empeo de que se creasen industrias,
Cecilio Acosta buscaba que ascendiese, tambin, el nivel moral del pueblo. Buen
ejemplo para lograrlo era el hombre sajn. Hoy, en cambio, sajonizar tiene diverso valor conceptual. Hoy no se persigue la actitud ejemplar del norteamericano
que logr la extraordinaria grandeza que hace a su pueblo temible. Sajonizar
constituye hoy una actitud de entrega de nuestros valores nacionales. Hoy sajonizan los pitiyanquis de la farndula entreguista; hoy sajonizan todos los que
sienten mayor preocupacin por la comodidad y por el hartazgo que por el decoro
de la Repblica. Los sajonizantes actuales han llegado por eso a hacer del propio Bolvar una entelequia al servicio de ideas y de propsitos contrarios a nuestra
independencia nacional. Hay, en consecuencia, un Bolvar sajonizado, en cuyo
nombre el nuevo farisesmo hace entrega del pas, de su dignidad y de su historia.
Como valor acuado, viene a ser el Bolvar chimbo de la anti Amrica.

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IDEARIO POLTICO

sin advertir que el pueblo es el mismo gran pueblo americano de


siempre y que quienes han cambiado de moral son sus hombres
dirigentes. Ese pueblo sano, sencillo, lleno hasta ayer de pensamientos pacifistas, siente rubor cuando oye en Pars, en Roma,
en Berln o en Tokio la frase deprimente de go home con que los
otros pueblos del mundo saludan a sus soldados. Ese pueblo, lleno
de fuerza y de fe en s mismo, quiere vivir la plenitud de aquella
ciudad de la cual dijo su gran poeta Walt Whitman que se hallaba
all donde no existe monumento alguno en honor de los hroes,
salvo en las palabras y hechos de la comunidad. Ciudad sin otros
hroes que los nios, a quienes se ensea a ser la ley de s mismos
y a defenderse nicamente por s mismos. Por eso se le llam con
razn pueblo de nios grandes.
En reciente oportunidad o explicar al eminente arzobispo de
Valencia, excelentsimo seor Olaechea y Loizaga, cmo el comunismo no se vence con bombas atmicas, sino con caridad cristiana,
y para hacer ms precisa su posicin, se refiri el egregio prelado
espaol al peligro que para el mundo cristiano representan tanto el
comunismo como el capitalismo. Yo escrib alguna vez acerca de la
traicin que constituye, no el hacer concesiones a la bandera de los
contrarios, sino entregar a los enemigos nuestras banderas de justicia. Los cristianos que se suman al anticomunismo de los rateros
hacen el juego a los contrarios y les rinden sus consignas de combate. El latifundista sin entraas, el agiotista inmoral, el comerciante
especulador, el monopolista avaro, el banquero succionador, son
anticomunistas porque temen las reformas sociales y creen hallar
apoyo para sus sistemas inhumanos en una falsa concepcin del
orden, que pretenden confundir con el ideal orden cristiano. Esos
anticomunistas de bolsa y olla rodean a todos los gobernantes que
les aseguren en cualquier forma la permanencia de la impunidad
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para sus negocios srdidos. Esos anticomunistas, cuando es del


caso, ayudan con sus monedas sucias al cura que les otorga una
simonaca absolucin social. Buscan los tales, como escrib en El
caballo de Ledesma, la sombra benfica de los campanarios y alquilan en sacristas fciles dolorosas imgenes del Crucificado,
para entronizarlas en sus lonjas sin moral; pero, en cambio, pactan
la conciencia con el Diablo, cuando se trata de ganar habilidades
para chupar la sangre de las vctimas.
Esa pseudoposicin anticomunista es invocada en el acuerdo
de la Sociedad Bolivariana chilena, para atacar en nombre de nuestra Amrica Latina el binomio Eurasia, en forma ms vigorosa de
como se ataca el binomio Eurfrica.
La solidaridad americana que se invoca contra los valores
euroasiticos y euroafricanos obliga a un examen sutil de las circunstancias que se anudan en su fondo.
Al hacer el desglosamiento de trminos, aparece Europa como
signo determinante de ambos valores. Justamente, la economa
de nuestros pases latinoamericanos se resiente del sistema monopolista que sobre l pretende ejercer el capital financiero norteamericano. Estados Unidos se empea a todo trance en defender
un derecho hegemnico sobre nuestros mercados. Si hubiera, en
cambio, como la hubo antes, una fcil competencia con los pases
europeos, mejores precios alcanzaran nuestros productos y mayor
desarrollo tendran nuestras industrias. En el orden de la cultura,
estaran sobranceras las palabras encaminadas a poner en resalto la
necesidad de defender nuestros vnculos directos con los ncleos
de donde recibimos ayer nuestro derecho a ser mirados como herederos de la fuerza creadora de la cultura mediterrnea.
El caso de frica y el caso de Asia se nos ofrecen como los de
pases que pudieran competir con nuestros mercados de materias
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IDEARIO POLTICO

primas. En realidad, Asia y frica realizan un esfuerzo por liberarse del yugo colonialista que sobre ellos pesa. Son, en el orden de la
paz y de la justicia, nuestros aliados naturales. Como ellos, fuimos
ayer provincias dependientes de una lejana metrpoli, y como ellos
seguimos hoy siendo vctimas de la explotacin capitalista.
Justamente la gran competencia que puede hacer a nuestro
orden econmico el sistema afroasitico derivara del mejor precio
para la mano de obra, que se empea en conservar bajo en dichas
regiones el capitalismo imperialista. Absurda, brutal y antihumana
resultara nuestra alianza con Estados Unidos para que prosiguiese
el sistema de esclavitud en que se intenta mantener la mano de obra
asitica. Una de las finalidades que llev al Medio Oriente la misin econmica venezolana destacada en 1950 fue hacer ver a los
iranes la necesidad de subir el salario petrolero. As habra, tambin, de subir el nuestro. Si nuestros pases de economa colonial
tuvieran conciencia de s mismos y nuestros gobernantes supeditaran el placer primitivo del mando a las necesidades esenciales de la
nacin, ya se habra formado una manera de cartel internacional
para fijar los pases productores el precio del petrleo, del hierro,
del estao, del cobre, de la lana, del azcar, del caf, del caucho, del
banano.
Quien sienta la realidad de su conciencia americana no ver
jams su aliado en el magnate que goza las delicias de la civilizacin en Washington, Chicago y Nueva York, sino en el infeliz
indonesio, en el hambreado chino, en el explotado hind, en el
perseguido rhodesiano, en el altivo trabajador rabe, que padecen
la servidumbre colonialista. Necesario es pensar que la conciencia de nuestra Amrica mulata fragu en una gran lucha contra
el colonialismo. Nuestra partida de nacimiento como repblicas
contiene una declaracin irrenunciable de soberana. Por donde los
criollos que sirven ciegamente los intereses del imperialismo son,
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en el orden de la realidad poltica, como desertores de s mismos.


Con su conducta, niegan nuestra historia; con sus actos, contradicen el decoro de la nacin.
La cooperacin que reclaman las naciones ha de erigirse sobre
un pie de dignidad y de igualdad que empieza por el respeto profundo al valor de las personas asociadas. En el orden de la vida, los
hombres se distinguen por el sello que les imprima su propia personalidad. Tambin los pueblos tienen la suya; tambin tienen los
pueblos caractersticas, atributos, modalidades que dan presencia
exterior al alma colectiva.
Si Jos Enrique Rod vio ayer slo el problema de la cultura,
nosotros miramos hoy el problema de la cultura, el problema de
la economa y el problema de la poltica, amenazados por un haz
funesto de donde salen los rayos destructores y vemos algo ms:
durante el siglo pasado y al principio del que cursa se levantaron en
nuestra Amrica hispnica voces enrgicas que buscaron la defensa de nuestra integridad de pueblos. Arcaya y Blanco Fombona no
son casos aislados en la historia venezolana de la lucha contra el
imperialismo norteamericano. Muchos otros levantaron las voces,
ora robustas, ora dbiles, para prevenir la asechanza. Desde Mxico hasta el sur, escritores de autorizada pluma y de rapaz mirada
han dicho dnde anda el peligro y cmo estamos expuestos a que
la geografa con historia de nuestra Amrica india se convierta en
mera geografa sin pueblos, en cuyas cartas, segn certero apunte
de Gabriela Mistral, sean sealados nuestros territorios no ya como
entidades, sino como sitios donde se produce hierro, petrleo, caf,
cobre, estao, bananos, plata, cacao, oro, lana, carne y cuero.
Contra la posibilidad de esa geografa colonialista es necesario
realizar profundos esfuerzos, sobre todo en estos difciles momentos, cuando nuestra Amrica, vctima de ambiciosos tiranos, hace
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IDEARIO POLTICO

fcil juego a los intereses del capitalismo americano y oye el consejo aleve de los criollos vendidos al inters forneo.
Bien conoce Estados Unidos la peligrosa realidad de la hora.
A Washington llega diariamente el murmullo de voces que pregonan la necesidad de un cambio de posicin en la poltica de la
Amrica inglesa frente a la Amrica Latina; voces que no slo van
de afuera, sino que salen con doblada autoridad de labios del propio pueblo norteamericano, ora en sus sectores obreros, ora en sus
altos centros universitarios.
En momentos en que se anuncia una nueva conferencia de los
pases americanos, ya el Departamento de Estado se hace de medios para domear la opinin de Amrica y del mundo. Donde fue
enterrada con mayor dolor la garra del guila imperial, all mismo
se anuncia un proceso que podra tomarse como rectificacin, pero
que en s puede tener opuestas finalidades. Washington parece dispuesto a transigir en algunas de las ms sentidas aspiraciones del
pueblo panameo. El pas que lleva cincuenta aos de ver roto
su territorio en beneficio extranjero y que durante cincuenta aos
siente en su vigoroso corazn el dolor de igual ruptura, pide hoy
que se mejore el rgimen canalero. Se dice que Estados Unidos
mira con simpata la solicitud de Panam. Conveniente es pensar,
tambin, que Estados Unidos sabe cmo al complacer las mnimas aspiraciones del istmo mrtir, ganara las simpatas de toda
Amrica.
Pero, como he dicho, el problema tiene tambin una fase peligrosa. Tras la rectificacin de la poltica canalera, no esconder su
cabeza la dormida idea de un nuevo canal a nivel, para cuya concesin est el Departamento de Estado preparando futuros caminos?
No significara, en el orden general del sistema americano, una
aparente concesin llamada a engaar la opinin de Amrica para
futuras maniobras entreguistas?
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Sea lo que fuere, el paso es bueno y hay necesidad de tomarlo


como de doble ejemplaridad: bueno, por lo que representa de altivez en el sufrido y noble pas stmico, y bueno por lo que representara como comprensin por parte de la gran potencia nortea. En
el camino de la dignidad americana, abre posibilidades objetivas
para los procesos revisionistas que aguardan las concesiones locamente hechas por nuestros pueblos al capital americano. Tras la
rectificacin panamea ha de venir una nueva actitud del Departamento de Estado frente a las limitaciones justsimas puestas en
Guatemala a las concesiones de la United Fruit Company. Y si en
Venezuela hubiera digno Gobierno que lo pidiese, habra de ocasionar una revisin en las concesiones del hierro y en los beneficios
del petrleo.
Para llegar a todos estos nobilsimos fines, necesitamos crear
una conciencia defensiva en nuestra Amrica. No se es nacionalista para vocear palabras en las concentraciones populares y ganar
votos del sufrido pueblo. Se es nacionalista porque se sienta en el
cascabullo de la personalidad el tono, el signo, la voz que nos da
valor existencial en el orden del mundo.
Tampoco se es nacionalista en actitud de menosprecio y de
querella, segn lo entienden los negociantes cosmopolitas; se es
nacionalista por la simple razn de que se es en el orden de las naciones. En este caso el nacionalismo no es sino mera valla defensiva de riesgos forneos. Pero como el nacionalismo de mexicanos,
de cubanos, de argentinos, de chilenos y de venezolanos coincide
en signos y en peligros con el nacionalismo de otros pases de Amrica, nada ms natural que reunirnos bajo la gida de los valores
culturales que nos son comunes. Nosotros mismos, en nuestra integridad hispanoamericana, debemos comenzar a hacer los grandes
cuadros que den posibilidad a la defensa y a la cooperacin. Al
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IDEARIO POLTICO

amparo de los valores comunes que nos transmiti la Espaa materna debemos comenzar nuestra mesa redonda. Antes que ensear
a nuestros pueblos la lengua inglesa para que entiendan mejor a sus
pretensos capataces, pulamos el gil instrumento que nos permita dar a nuestras asambleas el valor de una fraternal pentecosts.
Toda mundanza sustancial en los idiomas es una mundanza en las
conciencias, enseaba el gran don Ramn del Valle Incln. Con la
integridad de la lengua, defendamos la integridad del pensamiento,
no para que este se esterilice en la persecucin de un cerrado camino, sino para que se afine ms y capte mejor los grandes valores
unitarios de la cultura universal.
En las clases rudimentarias de aritmtica aprendimos que para
sumar quebrados se les reduce a un denominador comn. Nosotros, como pueblos indohispnicos, gozamos ya la comunidad de
un denominador que hace fcil la adicin. Para sumarnos con el poderoso entero del norte, tal como pudieran sumarse Francia y Gran
Bretaa en funcin de potencias histricas, necesitamos buscar la
integridad de nuestros valores diversos. Somos, en realidad, una
comunidad de naciones que intereses contrarios a nuestro destino
nacional se empean en dividir. Esa comunidad sin instrumentos
es ms cierta que la comunidad instrumental que se pretende formar como expresin simulada de la entrega poltica, cultural y econmica a Estados Unidos de la soberana de nuestros pueblos.
Tomada la voluntad por el placer concupiscente que proporcionan el hartazgo y el poder, nuestros cerebros, escribir con palabras patticas de Costa, son especie de racimos prensados que
no destilan una sola gota de espritu para proveer a la salvacin de
la Patria y a la salvacin propia. Hemos llegado a lmites peores;
sin advertir el precio de nuestros valores, los hemos entregado a
extraas manos para que los aprovechen, como aprovechan los de
fuera, nuestros fastuosos montes de hierro, graciosamente puestos
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al servicio de la industria extranjera. Tambin les hemos vendido


para la farsa nueva nuestros propios montes morales.
Con el pensamiento de Bolvar hemos dejado que se urda una
maraa pseudojurdica donde caen incautamente hasta honestas
voluntades de patriotas. De los grandes sueos del Libertador hemos hecho etiquetas para marcar de bolivarianismo bastardo actitudes contrarias a los grandes propsitos del Padre de la Patria.
Una farisaica hermenutica de los intereses histricos de Bolvar, tratados como si este fuese ciudadano de Caracas o de Venezuela, nos ha llevado a pensar en el Libertador como en figura
encuadrada en lmites aldeanos. Igual hacen con San Martn los
argentinos. Sobre la gloria local de los hroes y sobre el particularismo de su funcin nacional, no queremos contemplar la eternidad universal de su misin libertadora. A ms de un siglo de su
trnsito, seguimos viendo en Bolvar al general colombiano que
discuti en Guayaquil con el general argentino San Martn, al general venezolano que mir el problema de la poltica de Colombia
en forma distinta de como pensaba el general neogranadino Santander, y al general caraqueo que mir la independencia de Venezuela de diverso modo a como la miraba el general oriental Santiago Mario. Si en el campo pretrito de los hechos pudo Bolvar
diferir de Mario, de Santander y de San Martn, cuando respectiva
y conjuntamente encararon el mismo problema de la libertad de
Venezuela, de Colombia y de Amrica, hoy no hay tema particular
sobre el cual pudieran competir los Padres de la Patria americana.
Lograda la independencia, ni siquiera se mide su tamao con aquella vara divina que invoc el Quijote para decir que nadie es ms
que otro si no hace ms que otro. Menos hace falta medirles su
abolida estatura fsica. Todos son del mismo tamao, todos se igualaron al luchar por la libertad. La Amrica mulata en su realidad de
170

IDEARIO POLTICO

Repblica es obra comn de Bolvar, de San Martn, de Santander,


de Mario, de OHiggins, de Artigas, de Hidalgo, de Morelos, de
Morazn, de Mart. Intemporales y ubicuos, ellos luchan siempre y
en todas partes donde sean invocados sus espritus como estmulo
de civismo. La gloria los ha deshumanizado para que slo obren en
funcin de espritus tutelares del decoro americano. Su dimensin
individual se confunde con la dimensin de Amrica.
En razn de esto suena a contradiccin y a absurdo todo empeo de convertirlos en patronos de una regresin colonialista. Por el
valor aglutinante, pacifista y ecumnico de sus ideas se pretende
tomar hoy a Bolvar por iniciador del panamericanismo. En cuanto
este dice de suprema rectora estadounidense, bueno es recordar
que Bolvar excluy a Estados Unidos de su invitacin original a
Panam. El propsito del Libertador se concretaba a buscar nuevo
vigor a la deshecha unidad hispnica. Abolido el centro de gravedad que para las Indias espaolas representaba el gobierno de
Madrid, Bolvar vio la necesidad de mantener bajo signo republicano la comunidad antigua. As lo haba entendido el precursor
Miranda. Asimismo lo sintieron los hombres de Caracas, una vez
producido el movimiento autonomista de abril del ao 1810.
En su realidad esencial, el panamericanismo no corresponde a
los ideales que inspiraron la reunin panamea de 1826. El panamericanismo, pese a lo positivo que haya podido provocar en las
relaciones y en el progreso cultural de los pases latinoamericanos,
ha venido siendo fundamentalmente la cartula creciente de un
propsito de intervencin y hegemona del Norte en los problemas
de los dems pases americanos.
Sin embargo, pudieran entenderse las reservas y las crticas
al actual panamericanismo como una bandera de desunin entre
los pueblos del hemisferio americano. Para los que pensamos con
ideas humanistas nada es tan deseable como la justa armona enBIBLIOTECA AYACUCHO

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tre los hombres y los pueblos todos. La misin ecumnica de la


cultura obliga a que miremos con humana pasin los problemas
encaminados a conjugar naciones y espritus. Pero creemos, tambin, quienes as pensamos, que los hombres, para unirse en una
obra comunitaria, necesitan ajustar su colaboracin a una medida
de equidad, y que los pueblos, para hacer viables sus compromisos,
necesitan, tambin que estos se apoyen sobre la igualdad jurdica y
sobre el efectivo respeto de sus voces. A una unin de pueblos sin
fuerza con un pueblo vigoroso, preferibles son las uniones paulatinas de los pequeos pases a quienes cultura, lengua y costumbres
ofrecen un denominador comn. Logrados maana, los grandes
bloques de matriz histrica comn y unidos estos con el gran pas
cuyas races lusitanas lo hacen miembro poderoso de la comunidad
iberoamericana, queda apenas la tinta generosa y noble del haitiano, para que la latinidad se sienta fuerte y altiva ante el poderoso
caballero del Norte, a cuya voz tiemblan los pueblos dbiles y a
cuyo halago se rinden las conciencias frgiles.
En Panam se opusieron el ao 26 los ideales divergentes que
separan al Norte del resto de Amrica. Bolvar pensaba en unidad
de pueblos para asegurar el imperio de la justicia, de la libertad y de
la paz. En el Norte tomaba forma el pensamiento de Monroe como
mscara para la hegemona poltico-econmica sobre el continente. En 1889, pese al aviso de voces autorizadas y profticas, hubo
quienes honradamente creyeron que los vidrios rotos en Panam y
Tacubaya podan reunirse para la creacin de un sistema jurdico
en nuestra Amrica. De entonces datan las peridicas reuniones
con que se pretende dar audiencia internacional a los temas preparados, bajo la mirada de Washington, por la famosa Organizacin
de Estados Americanos. En la de ahora, para la cual ser obligado
estribillo, si es que se rene en Caracas, tanto la invocacin del
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IDEARIO POLTICO

espritu de Bolvar como la invocacin de sus vecinas reliquias,


se tratar de dar forma a un sistema que, si bien no es el mismo, al
menos se acerque al plan sugerido por las Bolivarianas a travs de
su filial de Chile, y con el cual alcanzar el Norte mayor injerencia
militar en el territorio de los dems pases del hemisferio.
Al considerar el numeral 3 del captulo primero de la proyectada agenda de dicha reunin, se buscar seguramente reformar
los instrumentos sobre asilo poltico suscritos en La Habana y en
Montevideo. No se pensar por nada en el magnfico proyecto elaborado por Saavedra Lamas para la reunin de Lima de 1938; menos se intentar crear medios que eviten la situacin hilarante del
asilo de Haya de la Torre. En cambio, se insinuar, para evitarlas
de raz, que ningn pas del Nuevo Mundo puede dar asilo a los
enemigos de los dems gobiernos. Para este fin nada resultara tan
fcil como motejar de comunismo o de filocomunismo a todo ciudadano libre que adverse los regmenes dictatoriales de Amrica.
No sucede ya esto en Venezuela, pongamos por caso? No se nota
de comunistas a genuinos representantes de la oligarqua conservadora que disienten del actual sistema poltico? No se intenta
despojar hasta del leo bautismal a quienes condenan el crimen de
los usurpadores?
Bajo la presuntuosa tutela de los Padres de la revolucin americana se firmaran tales compromisos y se haran semejantes declaraciones. Bolvar ser invocado como el numen mayor en la
pretensa reunin caraquea. En su nombre se intentar entregar
una vez ms el decoro de nuestra Amrica mulata. Bajo su amparo
ficticio, los valores afirmativos de Amrica se trocar con los antivalores de una Amrica a la cual hoy se ofrece billetes de retorno
al coloniaje.
Esta vez al nombre de Bolvar se dar excelsa compaa: se
le pondr al lado el santo nombre de Cristo. Para que se cumpla el
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gran smil del Libertador desencantado de su obra y lastimado por


la ingratitud de los hombres, sera preciso que apareciera tambin
en escena el Caballero de la Triste Figura. No faltarn seguramente
pequeos quijotes que quiebren sus dbiles lanzas por honrar a la
verdad. A Bolvar se le invocar como patente de legitimidad para
la vil entrega de nuestros pueblos; a Cristo se le invocar, aun con
fuerza mayor, para intentar que en su nombre gane lineamientos
de santidad una carrera de simples mercaderes. Pero ni Cristo ni
Bolvar concurrirn por s mismos. Estarn apenas presentes en
lugar suyo figuras postizas, tradas para la feria de los valores adlteros.
No es el de Bolvar espritu manuable, expuesto a la antojadiza opinin de los tartufos, como en Caracas estuvo durante los
das crticos de diciembre pasado, el espritu vaciado en bronce
por el genio de Victorio Macho. A la Asamblea Panamericana bien
podra ser llevada esa imagen fra, dolorosa e inmvil de Bolvar.
Tambin pudiera llevarse un disfraz correcto de Jess. Cuando el
Santo de los Santos fue crucificado por el odio de los poderosos
que disfrutaban con las leyes y con las armas, la soldadesca jug
a los dados sus cndidos vestidos. La tnica inconstil la gan
seguramente el ms habilidoso en trampas. Eternas como el dolor
de Cristo y como el dolor del hombre, las vestiduras obtenidas en
la tarde del Calvario han llegado a servir para que los fariseos y
los soldados del crimen permanente puedan exhibirse vestidos de
cristianos. Tan lejos est Jess de los que oportunistamente se llaman defensores de sus ultrajados principios, como distante estuvo
del torpe criminal que en la noche del Viernes Santo regres a la
guarida de sus pecados vistiendo la tnica y el manto del Hijo del
Hombre.
Valiente libertad y valiente justicia la del mundo que se sienta
defendido por los brbaros sicarios que siegan vidas, destruyen
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IDEARIO POLTICO

hogares, persiguen inocentes, y sacrifican hombres y mujeres sin


ms crimen que defender la libertad y el decoro a que tienen derecho como seres humanos! Del proceso encaminado a robustecer
ese pretenso orden de libertad y de justicia estarn por dems lejos
Cristo, Bolvar y el Quijote.

REVERSO ESPERANZADO
En la anunciada Conferencia Panamericana s podra estar el
gil, severo y creador espritu de Bolvar, y con el suyo, tambin,
el espritu de todos los Padres de la Patria americana. Podran estar
presentes si los hombres que se renan maana a hablar y a pactar en nombre de Amrica volvieran sobre su propia conciencia y
se sintiesen representantes de pueblos y no agentes de gobiernos
interesados en el mantenimiento de sistemas que aseguren a sus
ejercitantes y a sus cmplices el provecho y el hartazgo.
Si a esa Conferencia fuera la voz del pueblo de Amrica ya
sera fcil invitar al Departamento de Estado a que depusiera el
tono con que intenta hacer valer sus pretensiones sobre nuestros
invlidos pases y a que comprendiese el derecho que tienen nuestras naciones y nuestros hombres a ser y a sentirse todos seguros
y libres.
Si en lugar de concurrir a dicha Conferencia hombres comprometidos con los intereses srdidos que mueven la poltica de los
dictadores, fuesen hombres de cuya conciencia no hayan sido borrados an los viejos valores de la dignidad nacional, distinto sera
el dilogo y muy otros seran los resultados que de ella pudieran
alcanzarse.
No representan dichos organismos en s el genuino pensamiento unitivo de Bolvar, pero si los delegados de la Amrica dispersa
unieran sus voces para mejor discutir con la Amrica del Norte,
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podra al menos salir de ella la conviccin de que existe en el Nuevo Mundo otra fuerza que es necesario respetar.
Pero es difcil esperar frutos de libertad de rboles sin riego democrtico. Ms que conferencia, la prxima reunin de los pases
americanos habr de ser una nueva comedia montada para engaarse a s mismos los actores. Habr de sonar a sarcasmo toda declaracin que se diga encaminada a la defensa de la libertad poltica
de las naciones y de la humana dignidad de sus ciudadanos, cuando
son sustentadas y defendidas por representantes en cuyos pases se
persigue a los hombres por el mero delito de decirse amantes de
la libertad y se entregan las riquezas propias a cambio de jugosas
gabelas para los comprometidos en la venta de la Patria.
La gravedad de la hora de Amrica hace, sin embargo, esperar
que la discutida Conferencia pueda ser escenario donde vuelvan a
encontrarse consigo mismos pueblos que han venido viviendo en
una gemebunda soledad moral. Tal vez la voz perseguida de esos
pueblos logre romper vallas severas, y en labios de hombres audaces y honestos puedan, desde tan calificado sitio, decir al mundo
su trgica verdad.
All estara entonces Bolvar declarando cul es el verdadero
destino de Amrica. All tambin estara Cristo indicando cul es
el mundo de justicia y de amor, cuya libertad es preciso asegurar
contra el materialismo cuidadosamente enmascarado que espanta el genuino pensamiento cristiano. All el Quijote, empinado sobre el sarmentoso Rocinante, dira a los hijos de su fabla y de su
espritu, dnde estn los venteros y dnde los yangeses que han
hecho burla constante de sus sueos
Madrid, 25 de septiembre de 1953.

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IDEARIO POLTICO

AJUSTE DE RAZONES
La composicin de estas pginas ha sido hecha por paciente
tipgrafo durante los propios das en que Madrid y Salamanca
albergan la Asamblea de Universidades de raz hispnica, convocada con motivo del VII Centenario de la egregia Casa donde
brillaron el Maestro Francisco de Vitoria, Fray Luis de Len y
don Miguel de Unamuno. En dicha Asamblea se ha reencontrado
consigo mismo el pensamiento uniforme de los pueblos hispanoamericanos. Al amor del mbito universalista de la gran Casa de
Alfonso IX, bien ha podido declararse, como ha sido declarada,
la urgencia de mantener y defender la comunidad de valores que
dan continuidad unitiva a los pueblos indohispnicos. Al amparo
de las grandes ideas que germinan en las universidades, no podr
decirse que el nacionalismo defensivo sustentado por los hispanoamericanos constituya una efmera categora enfrentada, en actitud agresiva, con los grandes valores humanistas de la cultura.
Hasta donde me ha sido posible, he insistido en decir que nuestro nacionalismo hispanoamericano no abjura la fuerza y la primaca de los derechos del hombre como valor que sobrepesa y
domina las restrictas lneas de las diversas patrias. La nuestra es
apenas posicin preventiva frente a quienes se oponen, en nombre de intereses bastardos, a que realicemos, de conformidad con
nuestra caracterstica tradicional, el alto destino que nos compete
como seres portadores de espritus.
Para nuestra sufrida Amrica mulata queremos garantas de
libertad y de dignidad que nos libren del trance de vivir distantes
del suelo nativo o en l sometidos al vejamen de autoridades arbitrarias. Jams podr el Gobierno de la gran nacin del Norte
probar que lucha por la dignidad y la libertad del mundo, mientras
preste apoyo irrestricto a los dictadores que arrojan de su patria
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a hombres deseosos de mantenerse en ella libres y erguidos o que


los someten a vida torturada de prisin o a permanente miedo
callejero. Recobrar, en cambio, Estados Unidos su viejo ttulo de
solar de libertades, cuando rompa el compadrazgo con los tiranos
de Amrica y respete la integridad de pueblos y de hombres.
Madrid, 4 de octubre de 1953.

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IDEARIO POLTICO

PROBLEMAS DE LA JUVENTUD VENEZOLANA


(Temas acerca de la crisis universitaria)
A Juan el urredista, a Pedro el copeyano, a Jess el
accindemocratista, a Pancho el comunista, a Antonio
el independiente, estudiantes todos del mismo apellido Pueblo, todos hijos de la misma angustiada madre,
todos con igual derecho a la paz, a la seguridad y a
la abundancia, destruidas por fuerzas satnicas que
enseorearon en la vieja casa, cuando la madre comn
qued desamparada en razn de la lucha feroz de los
hermanos mayores; a ellos van dedicadas estas pginas, escritas bajo la angustia de ver cmo se intenta
cerrar camino a la inteligencia y a la comprensin de
los venezolanos.
M.B.I.

Cmo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en Amrica donde se
ensee lo rudimentario del arte del gobierno, que es
el anlisis de los elementos peculiares de los pueblos
de Amrica?
Jos Mart, Nuestra Amrica

A MANOS de un preocupado representante de nuestra juventud

universitaria caraquea lleg en das pasados una carta ma para un


amigo poltico que en Venezuela se interesa por la manera de hallar
salida a la angustiosa situacin que sufre el pas. En mi carta deca
yo que si bien es aventurado esperar gestos favorables de parte de
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una colectividad comprometida con el vicio poltico y con la decadencia social, si en realidad existe actualmente toda una red funesta
de intereses bastardos que yugulan la conciencia moral del pas,
bueno es pensar en Venezuela como en una realidad permanente,
a cuyo servicio futuro debemos poner todos nuestros recursos, sin
mirar a la inminencia del xito. Si nosotros, decale, no podemos
por el momento llevar a trmino la obra que salve los valores sociales, econmicos, polticos y culturales de la nacin, podemos, en
cambio, buscar que los jvenes que se levantan realicen maana
en la Repblica la obra que nosotros no pudimos cumplir. El joven
amigo que ley mis letras entusiastas y confiadas me ha escrito
para decirme que la juventud de quien yo espero la salvacin del
pas, vive an vida informe en el vientre de las futuras madres
venezolanas, por cuanto la mayora de los jvenes presentes estn
contaminados del letargo hipntico de que ha sido presa nuestro
ambiente social. Sombras tomadas del sopor del opio y de la marihuana parecen la mayora de los estudiantes que hoy acuden a los
tristes claustros universitarios, agrega mi escptico informante.
Lejos de tomar como mal sntoma el juicio exageradamente
pesimista de este honestsimo joven, lo he recibido como testimonio del aguzado sentido de angustia que caracteriza a las nuevas
generaciones. A los manicomios no van las personas que dudan de
s mismas, sino aquellas que esperan en demasa de su propio valer.
El rigor de la crtica y de la desesperanza que inspira el acre juicio
de mi amigo universitario ha levantado, por el contrario, la fe que
tengo en los muchachos y en las muchachas de mi pas.
En Caracas, en Panam, en Costa Rica, en La Habana, en Salamanca, en Madrid he hablado con numerosos estudiantes verdaderamente preocupados por la actual problemtica del pas, y en todos ellos he hallado un espritu de anlisis y un empeo de creacin
que supera en mucho la actitud de grupos anteriores que, si bien
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IDEARIO POLTICO

miraron la poltica y la Universidad con fresco calor romntico,


este apenas sirvi de compaa permanente a escasos privilegios
no cados en el pecado funesto de desertar las consignas con que
dieron prestancia a una vieja y renegada actitud rebelde. Estos jvenes de hoy se empean con firmeza en buscar la Venezuela cuya
ausencia no se grada por las millas que nos separan de sus playas
amadas, sino por el abismo que distancia la realidad apesadumbrada de su vida presente, de la inmensa Venezuela que soamos como
madre benvola y como ciudadela segura donde pudieran desarrollar su humano destino todos sus hijos. Hacia esa Venezuela,
ausente en la irrealidad del sueo donde toman fuerza las acciones
de los hombres deseosos de servirla, se mueve constantemente el
pensamiento de numerosos jvenes inconformes con la pesadumbre que agobia la conciencia de la Repblica.
Yo, particularmente, tengo fe en esa juventud y tengo fe, tambin, en la juventud que parece tomada de los estupefactivos, a
causa de faltarle centro de gravedad hacia donde graviten racionalmente sus voliciones y sus pensamientos. Bien s que no por causa
suya carecen los jvenes de puntos para la referencia creadora, sino
por culpa de las generaciones que los hemos precedido en el orden
del tiempo. La crisis actual les est sirviendo, en cambio, de mvil
fecundo para la bsqueda de su propio deber. Esa virtud tienen las
tormentas cuando se las sabe utilizar. Llaman a la reflexin y al
dilogo interior; obligan a la solicitud de razones que expliquen la
comn desgracia.
Para ganar posiciones en el ejercicio socrtico de buscarse a
s mismos, los jvenes han comenzado a dialogar sinceramente
con sus propios compaeros. El monlogo que ha ocupado permanentemente el tinglado de la accin venezolana ha sido nuestro
mayor enemigo en el camino de llegar a una lgica comprensin de
nuestro destino de pueblo. Entre nosotros los hombres han rehuido
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la conversacin de donde suelen surgir las conclusiones fecundas.


(Para no hablar, los ejercitantes del mando se escudan hoy en las
fiestas sociales tras el silencio de reducidas mesas de juego, donde
el domin y las cartas ocupan sitio que debiera ocupar la temtica
social).
Tanto las colectividades polticas como cualquiera otra manera de grupos sociales se han credo en posesin de sistemas mgicos dentro de los cuales pudiera considerarse esquematizada la
solucin de los problemas del pas. En el camino de romper esta
tctica funesta, la juventud empieza a ubicar sus juicios ms all
de los intereses privativos de clases, de grupos, de regiones, para
mirar slo al contenido humano y nacional de los problemas de la
Patria. Contra el regionalismo agresivo y disolvente, se levanta
una concepcin de la nacionalidad como suma de valores donde lo
particular debe subordinarse a los signos que den mayor reciedumbre al sentido creador de la comunidad. Por qu me deca en
das pasados un joven del Tchira ese empeo cerril de presentar
a nuestra regin como reducto de fuerzas empeadas en negar los
valores integrales de la venezolanidad, cuando justamente la parte
valiosa de los dictadores tachirenses consisti en haber abierto la
posibilidad de que desapareciese la pugna antigua entre los viejos
regionalismos? Por qu se nos acumula como regin los vicios
de una poltica dirigida y mejor aprovechada por la oligarqua caraquea?.
Sola, pues, sin voz alguna que no sea la de su propia intuicin,
la juventud actual ha empezado a caminar el nico camino que pueda conducirla a la conquista de una robusta conciencia cvica. La
comunidad de una angustia le ha empujado a buscarse a s misma
en la fuerza multnime de sus individuos. Los estudiantes universitarios, pongamos por caso, que ayer disentan de manera funesta
dentro de los claustros de la venerable Alma Mater, han tenido
182

IDEARIO POLTICO

forzosamente que deponer rivalidades sin fundamento, cuando se


vieron echados a la fuerza de la vieja casona y cuando miraron con
igual sorpresa la trgica agona interior del instituto. La comunidad
del dolor vino a hacer que el acratismo antiguo fuera reemplazado
por una fecunda voluntad de dilogo.
Expresin abreviada del pas y de su angustia, la Universidad
en crisis ha sabido ensear con su clausura la leccin que no pudieron explicar los profesores circunscritos a la enseanza de frmulas, de sentencias, de teoras y de sistemas. Tampoco se redujo
la paradjica didctica de la negacin al mbito de los institutos
mayores, sino que baj a los liceos y colegios, para mostrar a lo
vivo la propia muerte de los principios donde tiene fundamento la
formacin integral del ciudadano.
Para el joven presente, la crisis ha sido un drama de dentro y
de fuera. En los sitios sealados para abrevar los conocimientos
y recibir las normas conducentes a su formacin integral, ha hallado lo mismo que contempl en la calle. El crimen que siega vidas
materiales para hacer fuerte al despotismo, ha tenido su correlativo
en el crimen de quienes se empean en cerrar el claustro al ejercicio
libre de la inteligencia.
Jams nuestros jvenes se haban enfrentado con una situacin
ms catica. De las propias aulas han salido, en la voz de profesores de autoridad, las nuevas consignas antiuniversitarias. La
Universidad no ha sabido cumplir en el orden civil se ha dicho
con sorpresa extraordinaria misin semejante a la que ha venido
realizando la Escuela Militar. Doctores que ayer tuvieron responsabilidad directiva en el proceso de las Facultades, han declarado
que nuestros institutos superiores no han podido formar personalidades civiles capaces de equipararse con los actuales jefes de las
armas. Nada mejor y ms provechoso resulta, en consecuencia,
que la Universidad reduzca su mbito y que en lugar de proseguir
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su excepcional misin de Universidad democrtica, se convierta


en restricta Universidad de clase. De ella no se saldr ya para ocupar los altos sitios en la nica jerarqua que acepta la Repblica;
a ella ser posible entrar nicamente cuando se tenga el respaldo
garantizado por el hecho de pertenecer el aspirante a los cuadros
de beneficiados en el orden de la economa.
Quiz uno de los pasos ms desacertados que pueda haberse
dado en el orden de la poltica del pas, es el nuevo rgimen de
inscripcin en las universidades nacionales. Sin hablar siquiera
de lo que representa como descenso en la categora universitaria, el
rgimen de escuela primaria o de club de pueblo a que ha quedado
sometida la vida de los institutos superiores, el hecho de subordinar el ingreso en ellas al pago de una matrcula, rompe una fecunda
tradicin venezolana. Eran las nuestras las solas universidades de
Amrica donde el pueblo tena seguro y amplio acceso. Decoro
de nuestras ciencias son hoy mdicos, abogados, ingenieros que
llegaron a coronar carrera, pese a una supina pobreza, porque el
Estado les franque las puertas de la Universidad.
Lo nico realmente democrtico que ha habido en Venezuela,
fuera de la igualdad racial, es la formacin de la juventud. En Venezuela no se ha llegado a lucir letras y ciencias porque los hombres
hayan originariamente tenido para ello posibilidades materiales.
Sin embargo, hoy se cierran al pueblo las puertas de los institutos superiores, sin que ninguna razn lgica milite a favor de tan
absurda reduccin. Si se tratase de dar frente a una crisis fiscal
que impusiera restricciones, las ltimas ramas de la administracin expuestas a la poda habran de ser Sanidad y Educacin. En
cambio, la prosperidad del erario es cada vez mayor y la disipacin
consiguiente de los caudales del Estado va en ascenso. No existe,
tampoco, un proletariado profesional que pudiera invocarse como
184

IDEARIO POLTICO

mvil para reducir el nmero de graduandos; de lo contrario, profesionales extranjeros colaboran en el desempeo de cargos sanitarios, educativos y tcnicos. Y aun para el caso de fijar cuotas a
las Facultades, en orden a lograr una mejor seleccin profesional,
ningn sistema ms lgico e idneo que el tamiz de los exmenes
de admisin y el rigor de las pruebas de fines de curso. Eso, en buena lgica, lo ha venido pidiendo la Universidad desde el rectorado
de Guevara Rojas, en 1912. Mejorar los sistemas de seleccin,
mas dejar abiertas las puertas de los institutos a la aspiracin general. Quede para las universidades privadas la seleccin natural que
provoca el hecho de la matrcula paga. A ellas no ir el bajo pueblo,
sino los hijos de clase media y clase alta que puedan satisfacer gastos de estudios. Bien est que estos voluntariamente dejen libre el
campo a los hijos de los pobres.
En la reciente Ley de Universidades aparecen normas encaminadas a hacer de nuestros institutos mayores una manera de escuela
primaria de alta categora, o una extensin civil de la Escuela Militar. No lo dice claramente su articulado, pero deja pie a la figura que
en el reglamento interno o en las instrucciones ministeriales habr
de definir la materia. En su artculo primero, el nuevo instrumento
normativo establece una categora funcional que anteriormente no
se contempl, ni se pens jams contemplar para nuestras universidades. Hoy se les da carcter de institutos destinados a preparar
bsicamente profesionales civiles. Los otros profesionales se
forman en los institutos militares. Dirase que tal definicin envuelve un trasunto de lo que ser la cultura venezolana segn el
criterio de los actuales directores de la cosa pblica, y expresa, a
la vez, la divisin abismtica que se pretende establecer entre los
mundos sociales: el profesional de las armas y el profesional civil.
Los hombres a quienes correspondera, en una lgica de fuerza, el
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derecho de gobernar y los hombres a quienes tocara obedecer y


dar forma a la voluntad de los otros.
Justamente este tcito distingo hace intuir hasta dnde alcanza la intencin de los artculos 29 y 33. Cuando en ellos se
habla de la exclusiva preocupacin del estudiantado por las
actividades culturales, docentes y de investigacin; cuando se
menciona el irrespeto de palabra o de hecho a las autoridades y
personal docente; cuando se sanciona a los profesores que hagan
manifestacin o propaganda poltica dentro de los institutos y
sus anexos; cuando se niega al estudiantado medios idneos para
que su voz sea escuchada en los centros directivos del instituto,
se leen ya por anticipado las declaraciones de los reglamentos en
que quedar fijado con mayor claridad el carcter sombro que
tendr la nueva enseanza.
Todo parece claramente encaminado a fomentar el eunuquismo poltico en la juventud. Sobre la inquietud y la rebelda caracterstica del adolescente se echar en los planteles educacionales
la misma ceniza de silencio que la poltica gubernamental ha intentado arrojar sobre el comn del pueblo. Espas a granel cohben
hoy en esquinas, bares, cafs, clubes y salones elegantes la expresin del pensamiento poltico. En las universidades el espionaje
adquirir ahora carcter de institucin. Ni los profesores, ni los
estudiantes podrn hablar ms de poltica. Los estudiantes sern
mudos polticos.
Si hubiera deseos de hacer una repblica encuadrada dentro
de los severos lineamientos del orden y de la libertad, se crearan
en las universidades una, dos, tres ctedras destinadas a hablar y
a discutir de Poltica. A discutir y a hablar de Poltica con mayscula. Justamente lo que la juventud ha necesitado y contina necesitando es que se le hable magistralmente de sus deberes y de sus
derechos polticos. El silencio nada le ensea, en cambio. Hubo
186

IDEARIO POLTICO

tambin pocas en que la tuberculosis y la sfilis no podan ser


nombradas en las casas de los respectivos pacientes. Sus nombres
eran palabras que asustaban y que avergonzaban. Pero, al amparo
del silencio se dificultaban los sistemas profilcticos encaminados
a su destruccin. La sfilis vino, en cambio, a desaparecer como
flagelo social cuando en todas partes se habl de ella libremente.
Su mejor aliado haba sido el secreto en que se la mantuvo. Del
mismo modo son el silencio y la persecucin los mejores aliados
para hacer prosperar los elementos subalternos que tanto temen
los pretensos defensores de la paz social. El odio no es engendrado
por los principios de libertad, de igualdad, de justicia y de respeto
que pregonan los dirigentes polticos. El odio se incuba y toma
fuerza destructora en razn del ataque inconsulto que se hace a
los hombres que pregonan las ideas de libertad, de igualdad, de
justicia y de respeto. Las reacciones que hacen temblar los pilares
de la sociedad no las provocan los llamados anarquistas de la calle,
sino los anarquistas enguantados que se pavonean en palacios y
grandes salones.
La juventud reclama palabras cargadas de grmenes creadores que le ayuden a buscar su camino unitario dentro del orden
de la Repblica. Hasta hoy se la ha venido invitando a engrosar
las diversas colectividades polticas en que se divide la opinin
nacional, sin que nadie le ponga de presente la necesidad de buscar
para su debido desenvolvimiento un centro de gravedad comn,
colocado ms all de la lgica y honesta ubicacin parcelaria que
seale el ideario de los partidos polticos.
All y ac se le ofrece como objetivo de trabajo la conquista del
poder. Es decir, la disciplina de las colectividades est encaminada
a lograr el comando de la opinin pblica, en pos de victoria para las
tesis privativas de los grupos polticos. Se ha venido, consiguienBIBLIOTECA AYACUCHO

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temente, exaltando en la juventud la llamada vocacin del poder.


La Universidad, el liceo, la escuela primaria deberan, en cambio,
fomentar la vocacin de resistir al mal poder. Es necesario que el
venezolano nuevo, ms que preparado para mandar, sea preparado
para oponerse al mandatario malo. Claro que no se trata de problema capaz de ser resuelto en un da o en un ao. Es problema de
raz muy honda en el subsuelo concencial de la sociedad y el cual
reclama un viraje muy firme en el timn de la poltica. Es necesario
hacer ver a las nuevas generaciones que su principal objetivo cvico
es aprender a defenderse de los riesgos del mandonismo, y que su
empeo fundamental es competir, por medio del pulimento de sus
herramientas de trabajo, con los profesionales no civiles que pretenden sistematizar para s el comando de la Repblica. Mientras en
los institutos militares se ejercita y halaga, no la voluntad de servir
y defender las instituciones de la Patria, sino la voluntad de mando,
en los centros civiles ha de fomentarse la capacidad de resistir y han
de aguzarse los sistemas que obligan a las armas a rendirse ante la
suficiencia de las togas. Lamentablemente muchos doctores, lejos
de consagrarse a dar lustre y dignidad a los signos del civilismo,
se han confabulado para acabar con la universidades en beneficio
de los cuarteles y, olvidados de la solidaridad de clase, han hecho
fiesta, para halagar a los oficiales, con el desprestigio de rectores y
de profesores que defendieron la digna autonoma universitaria.
Venezuela viene viviendo una etapa de su historia que coincide con las mismas condiciones cataclsmicas que Maritain denunci en Francia cuando la cada de la Tercera Repblica. Nos
hallamos frente a frente con las formas ms desvergonzadas del
maquiavelismo poltico. En Venezuela no existe otra lgica que
el lucro. Ya no se busca como arquetipo del venezolano al hombre capaz de crear cultura y de fijar lneas de moralidad pblica.
188

IDEARIO POLTICO

Jos Vargas, Santos Michelena, Fermn Toro, Cecilio Acosta, Luis


Lpez Mndez, Rafael Arvalo Gonzlez son entelequias sin funcin ejemplar en nuestro mundo. Por nuevos arquetipos se busca
al afortunado negociante o al habilidoso poltico que aumenta en
riqueza a costa del decoro personal o al amparo de turbias complacencias con los poderosos. La levita severa de los antiguos patricios ha sido reemplazada por el frac impecable de los gnsteres
de empinado coturno. Sobre un cementerio de buenos principios,
cultivados hasta la vspera de poner mano a una situacin jugosa,
se levantan las bases de la nueva conciencia de mercaderes, fomentada por nuestros hombres mejores, con desvergenza y con
desparpajo que desconocieron las generaciones pasadas.
La ley del dinero y de la influencia, hecha visible en la participacin, el porcentaje, la comisin o el regalo, rige toda manifestacin
de conducta de las clases dirigentes. Influir para lucrar con buenos
negocios, para tomar una buena utilidad, para ganar amistades de
provecho, es la sola norma de conducta que rige a nuestro presente
mundo poltico. Se siente por todas partes la honda sacudida que
sufren las races de la nacin, y por todas partes aflora el elemento
demonaco que ha hecho presa en las mejores voluntades.
En mi ensayo Mensaje sin destino intent pintar las causas particulares de nuestra crisis de pueblo, y en mi estudio La traicin de
los mejores abord los motivos que han quebrantado permanentemente la lnea ascensional de las instituciones. Unas y otras apenas
obran dentro de nuestro orden de ubicacin nacional. Mas, en radio
mayor, que incluye, consiguientemente, nuestra rea de Nacin,
somos vctimas de la gran crisis de inseguridad y de contradiccin
que padece una vez ms el hombre universal.
En el campo de la problemtica del mundo se cierne una angustia semejante a la que llev a Virgilio a intuir una nueva edad de
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oro para la Roma agitada por la guerra civil, y que a Horacio, movido por la misma musa potica, puso en bsqueda de puertas de fuga
por donde pudiese ganar la paz, el orden y la pureza en fantsticas
islas espirituales. La gran crisis que estremece de un rumbo a otro
la conciencia del hombre, en nosotros se agrava dolorosamente
por la carencia de defensas en el campo de los valores ms simples
de la nacionalidad y por la presencia en nuestro suelo fecundo de
elementos extremadamente peligrosos.
El petrleo y el hierro son agentes eficaces que, lejos de asegurarnos la prosperidad general, se utilizan eficazmente para el
soborno que arruina a nuestros hombres mejores. La enorme riqueza de nuestro pas, administrada por extranjeros en alianza con la
oligarqua succionadora e inmoral, y apoyada irreflexivamente por
los altos mandos del Ejrcito, ha sido vehculo determinante para
borrar todo escrpulo en el nimo de quienes desfilan agobiados
por el miedo o empujados por el espritu utilitario donde entierran
su garra los dictadores.
A poco examen, pareciera necesario buscar un tono de altura
para el espritu de los hombres sobre quien se realiza la magia negra
de los dlares. Precisa pensar, tambin, en que nuestros problemas
no los arreglan las guarniciones insurrectas. Nuestros problemas son de calle y de conciencia nueva. Problemas de pueblo y
problemas de mentes directoras.
No se ve, desgraciadamente, la voz poderosa que pueda encauzar el gran movimiento que reclama el pas. Pero esa voz hay
necesidad de buscarla o de hacerla. No se trata, tampoco, de la
palabra montona de un pseudomoralista victoriano, as precise
una fuerte dosis de moralidad activa en los hombres nuevos que
habrn de cumplir la tremenda misin de salvar a nuestro pueblo.
Menos an necesitamos que Marat o Robespierre resuciten con
sus hachas y sus teas. Los cadveres colgados en los faroles de
190

IDEARIO POLTICO

la Plaza Bolvar nada iluminan en el camino de la moralidad y la


justicia. A lo ms serviran para justificar retrospectivamente el
crimen presente. Futuros hombres con rectitud de postes es lo que
reclama la Repblica. Hombres que no extravasen la justicia para
darle forma de venganza, sino que, en cambio, hagan vado a las
pasiones. Hombres verdaderamente convencidos de la infecundidad del odio como sistema de poltica. Bueno es pensar que la
conducta de los dirigentes sirve, especialmente entre nosotros, de
molde para la conducta general. Nadie pedira para el futuro del
pas un gobierno de hombres anglicos. Los ngeles tienen misin
distinta a la de administrar y gobernar la tierra. En cambio, el gobierno de los pueblos debe ser ejercido por individuos con pasin
y bro que, sabiendo gobernar sus propias fallas, no se expongan
a que otros hombres terminen por convertirles en caricaturas de
s mismos o en peleles que contrahagan los vicios de que antes se
dijeron enemigos.
La duplicidad diablica de la moral maquiavlica ha terminado
por hacer de nuestro pas lo que hoy desgraciadamente es. A la juventud, cuando se trata de ejemplificarle la virtud, se le han propuesto como figuras paradigmticas a ciertos hombres de arreglado
vivir, de costumbres visiblemente morigeradas, de apreciaciones
severas sobre el comn de las criaturas; hombres discretos, dogmticos, pulcros, capaces de ser exhibidos en un escaparate como
modelos de gente seria. Pero esos hombres discretos y pulcros,
cuidadosos y austeros en la apariencia de la vida pblica y en el
orden de la vida privada, han sabido aprovechar los vicios y las debilidades ajenas en beneficio propio. Esos graves hombres con cara
de Viernes Santo han vendido austeramente la dignidad y el suelo
de la Patria y han soplado al odo de los gobernantes el aplauso
oportuno para todo aquello que conspira contra la libertad del pueBIBLIOTECA AYACUCHO

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blo; esos hombres impecables y graves felicitan a los policas que


cazan hombres, cuando es derramada en la va pblica la sangre de
compatriotas perseguidos por la saa gubernamental.
Esos ngeles de almas sucias son tan perniciosos como los festivos gobernantes que lo pasan a la viva la Pepa. Es decir, los dos
hacen la coyunda funesta que ha provocado la espantosa delicuescencia moral que estrangula el espritu de la Repblica. Contra
ambos hay necesidad de luchar en forma activa. En obsequio al
mejoramiento de las nuevas generaciones, los hombres viejos estamos obligados a desnudar la espantosa realidad que se conjur
para nuestro propio fracaso.
La juventud presente viene pidiendo a las generaciones que la
antecedimos la explicacin de la deficiencia de nuestra obra en el
orden de la poltica. Nosotros, tal vez por debilidad o por vergenza,
no se la hemos dado en la medida deseada. Nuestra generacin se ha
negado, consiguientemente, a cancelar la deuda que tiene contrada
con las promociones nuevas. En mi libro El caballo de Ledesma
apunt la necesidad de presentar a los jvenes, no el balance de
nuestros escasos aciertos, sino el resumen de las cadas que hicieron difcil nuestra marcha en el campo colectivo. Con indicarles los
sitios donde, por experiencia, sabemos que abundan las saltanejas,
su viaje venidero habr de deslizarse con mayores facilidades.
Al comentar la obra de Bunge sobre educacin, Unamuno dej
estampadas frases que bien cuadran a nuestra situacin presente.
Difcil es que los que pasamos de veinte aos nos corrijamos ya
dice el egregio catedrtico de Salamanca, ni espero cambio alguno radical en nuestro modo de gobernarnos; harto beneficioso sera
que eduquemos a nuestros hijos para que maana se gobiernen
mejor. Y en esta educacin compete un capital papel al Estado.
Esa pedagoga que de nosotros reclaman las nuevas generaciones
nos est reclamando testimonios de sinceridad que, a la vez, sirvan
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IDEARIO POLTICO

de alijo a nuestras culpas. Para pedir a los jvenes que sacrifiquen


lo particular en aras de las ideas que miran al beneficio general,
nosotros debemos empezar por hacer el holocausto de nuestra
vanidad, de nuestra soberbia, de nuestra falsa suficiencia. Por lo
que a m dice, es lo nico que puedo ensear a una juventud que
levanta el vuelo bajo auspicio sombro y que, en estos momentos
de carencia de directores idneos, ha pedido consejo a mis canas.
Para servirla, me he credo obligado a predicarIe, como predico a
mis propios hijos, las virtudes que oportunamente no ejerc. Como
los cangrejos viejos de la fbula de Lizardi, he credo necesario
pintar a los cangrejos jvenes la lnea del paso recto, as a m se me
dificulte tomar parte con ellos en la nueva marcha salvadora de la
Repblica. A todos los hombres maduros tcales asumir posicin
semejante, cueste lo que costare. El pas est pidiendo una copia
de esfuerzos, que llegan al sacrificio de nuestra propia personalidad. No intentar realizarlos es tanto como colocarnos en la ribera
ocupada por los contrabandistas que esperan la facilidad oportuna
y cmoda, o como agregarnos a la marcha alegre y despreocupada
de los claudicantes.
Contra todos los juicios fatalistas, yo mantengo una fe profunda en las nuevas promociones. Su inquietud general y el sacrificio
de muchos son seguro de buen xito. Para acelerar este tal vez les
falte un pequeo esfuerzo ordenado a buscar coincidencia en los
valores que son comunes al ideario de las diversas parcialidades
polticas y de las distintas confesiones filosficas y sociales que
pudieran distanciarlas. En el presente caso venezolano es necesario reconocer la existencia de un grupo de consignas sencillas, en
torno a las cuales se puede realizar el proceso de la unidad de las
fuerzas que luchan contra la dictadura, y aun la propia adhesin de
sectores que errneamente se han colocado en terrenos de indifeBIBLIOTECA AYACUCHO

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rencia, tal vez por falta de esos mismos mdulos unitivos. Precisa
saber que los jvenes que hoy luchan dentro y fuera del pas por
el recobramiento de las libertades pblicas o que sufren dentro
y fuera de l las fatales consecuencias de la desacertada poltica
educacional, coinciden en una serie de principios con vigor suficiente para hacer radicar en ellos las bases que sostengan la unin
fecunda de la juventud. Todos por igual persiguen hoy para el pas
la paz, la seguridad, la libertad y la dignidad pblica. Todos estn
conformes en la necesidad de unificar las voces que habrn de dirigir la perseverancia en el trabajo que conduce al abastecimiento
de nuestra pobreza interior.
Sin conocerse en sus posibilidades y en sus deficiencias, el
hombre llega a ignorar lo mismo que debe desear. Por carecer
nuestro sistema formativo de frmulas sencillas e integrales que
abran caminos del racional conocimiento, hemos transitado sendas
presuntuosas, que nos llevaron a espantosos fracasos. En cambio,
si una centrada vigilia nos condujese a buscar en nosotros mismos
nuestra justa dimensin, concluiramos por lucir mejores prendas.
Abastadas de su propia fuerza y bien ciertas de las lneas a las
cuales han de ajustar la economa de sus propios espritus, corresponde a las nuevas generaciones mirar el mundo de la Venezuela
interior con ojos sin prpados, como de la inquietud de William
Cobbett se expres el paradjico Chesterton. Simbitico proceso
este de dar y de recibir, precisa enriquecer paciente y humildemente la voluntad y la inteligencia que han de crear los actos nuevos,
para recibir a la vez el beneficio con que la comunidad corresponda
a nuestro esfuerzo.
Venezuela clama por voluntades que la sientan en su dolorosa
integridad materna. No slo para quienes sufrimos destierro est
ausente Venezuela. En el orden de las coordenadas geogrficas podemos estar distantes de su dulce suelo, mas el ardor de la angustia
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IDEARIO POLTICO

nos hace sentirla en nosotros mismos con inmenso vigor. Aunque


se nos niegue la posibilidad de escuchar su prolongado lamento,
su voz llega a nosotros como una vibracin cargada de mandatos.
Otros, en cambio, que transitan sus caminos, que respiran sus suaves aires, que se hunden en sus tibias aguas, que se iluminan con su
permanente luz, viven como si vivieran en ausencia total de su realidad. Se mueven como forasteros sobre su ancho y generoso suelo,
lucran con sus inmensas riquezas, se decoran con el prestigio de su
gentilicio, pero estn distantes de Venezuela como si se tratara de
hombres que hubiesen perdido su propia sombra.
Esa ausencia de Venezuela como concepto de nacin, en la
cual han vivido muchos de sus hombres, explica el momento presente de nuestra vida histrica. Generaciones tras generaciones los
hombres se han sucedido hablando, escribiendo, discurriendo de
una Venezuela viviente apenas en los planos de la Historia, y a la
cual se dieron fciles espaldas, para mejor lucrar con sus valores
materiales, mientras mentan servirla por medio de la evocacin
intil e interesada de su gloria. S, all est en realidad de territorio,
donde viven hombres divididos entre gozosos y pacientes; s, all
perdura su suelo, despoblado de verdura til y erizado de torres
donde salta el petrleo y perforado de caminos subterrneos por
donde se extrae el hierro que debieran hacer la felicidad comn; s,
all est como ubre inexhausta donde los aprovechadores chupan
la leche de las grandes riquezas; s, all est, como Eva dolorida,
que mira a Can gozoso despus del asesinato del hermano. Pero
en esas maneras de estar, apenas se la mira completa en las lgrimas de la madre que sufre la muerte de ambos hijos; el uno, para
la vida de la sangre; el otro, para la vida del espritu.
Sin que su gran angustia sea parte para hacerla sentir de quienes eficazmente pudieran ayudarla, Venezuela existe como valor
ausente para muchos venezolanos irresponsables y alegres, que medran a la sombra del poder y de la riqueza. Los hombres de la miraBIBLIOTECA AYACUCHO

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da soolienta slo se esfuerzan por gozarla en funcin de utilidad


y de provecho. Miran apenas la vecina materialidad de la ventaja
concupiscente y la oportunidad de satisfacer contenidas vanidades
o callados rencores. Mantienen la quebrantada conciencia a flor de
una pecaminosa realidad exterior, que toma por expresin de vida
y de progreso nacional el desarrollo de suntuosas vas, por donde
transitan hombres asustados o por donde hacen camino hacia el
exilio ciudadanos inconformes con la tirnica poltica del momento. En esa Venezuela exterior se levantan edificios que parecen
torres y se desparraman las ciudades en construcciones baratas.
Pareciera que hubiese un plan racional para mejorar el estilo de la
vida. As lo proclama el oficialismo. En cambio, en el interior de
esas casas y de esas torres acurrucan su espritu hombres y mujeres
atrozmente perseguidos por el delito de amar la libertad. En los suburbios, convertidos en vistosas residencias, el pueblo ha de comer
la agricultura importada con que el extranjero trueca, para llevrselo de nuevo, el dinero que nos paga por nuestra riqueza mineral.
La realidad nacional quiere otra cosa. Urge que la Venezuela lejana
y escondida tenga presencia de realidad creadora tanto en el orden
de la poltica interna como en el orden de la poltica internacional. Urge, tambin, recordar que para mantenerla en la postracin
presente, han sido factores de funesta eficacia la divisin de sus
fuerzas democrticas y la propia anarqua de una juventud cuyas
manos bien pudieran tomar hoy la bandera de la unidad llamada a
salvar el destino de la Repblica.
En el orden a la conquista de instrumentos idneos para la gran
labor recuperadora, fcil es a la juventud hacer a un lado el particularismo de ciertas posiciones llamadas maana a ser debatidas en
el rea cvica, para concentrar toda la reciedumbre de su voluntad
en torno a las consignas uniformes que puedan acelerar el recobra196

IDEARIO POLTICO

miento de la vida institucional. Unida en un frente, donde, si bien


pudieran no coincidir los intereses adjetivos de los partidos, coincidan, en cambio, los intereses fundamentales que por igual han de
preocupar a los jvenes que pudieran militar en grupos polticos.
El restablecimiento de la legalidad que garantice el desarrollo de
las actividades cvicas ha de preocuparles uniformemente, tanto
como robustecer la conciencia de nacionalidad que pueda defendernos de la falaz poltica imperialista, donde los dictadores tienen
su mejor apoyo.
Crisis de dentro, tanto en el orden del individuo como en el
orden de la sociedad, padece nuestro pueblo. Pareciera dems continuar insistiendo acerca de la urgencia de tomar como elemento
de unidad para la gran obra nueva la formacin de una mstica
en torno a los valores nacionalistas. Sin embargo, no sobran las
palabras cuando se trata, como he procurado en el ensayo Dimensin y urgencia de la idea nacionalista, de hacer comprender que
el nacionalismo no se opone al crecimiento de ningn valor universal de cultura. Quede ello para el nacionalismo restricto de los
dictadores. El que yo he intentado defender de las asechanzas del
imperialismo etapa mercantil del nacionalismo totalitario es nacionalismo que se corresponde con la clara enseanza de espritu
tan avisado como Santayana. El hombre escribe este debe tener
los pies en su tierra, pero sus ojos deben otear el mundo entero. Una
buena finalidad para la accin del estadista ser la de orientar los
sentimientos y dones especiales de sus conciudadanos de modo
que, continuando sus tradiciones vitales, encontrarn en lo humano cada vez menos cosas ajenas a su temple espiritual.
He insistido yo en decir que ese tener los pies en la tierra,
aconsejado por Santayana, es, en realidad, una posicin fecunda
en el orden de las actividades creadoras del venezolano. No me
he limitado a defender normas pasajeras y aspecto de mero vaBIBLIOTECA AYACUCHO

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lor emocional en el rea de nuestra tradicin. He buscado que se


tome como tradicin vital el grupo antiguo de ideas, inclinaciones
y prcticas que fueron aparentemente sustituidas por los antivalores. En palabras vistas con mera vida subterrnea en el curso
de nuestra historia, he procurado que se mire la fuerza creadora
de la verdadera tradicin nacional. He buscado hacer sentir cmo
Venezuela existe an como Repblica en razn del apoyo callado,
contradicho, perseguido que ha dado a su vida superior de nacin
el pensamiento que no pudo hacerse realidad en el hecho visible de
la triunfadora poltica. Jams pedira que se impusiese el liquiliqui
como vestido universitario. El liquiliqui que corresponda a una
recia actitud venezolana, lo pido como ornamento interior del ciudadano interesado en la defensa de los valores de la nacionalidad.
No sera capaz de proscribir el idioma de los enemigos como tema
fecundo de enseanza. Lo que pido a nuestros hombres es que no
piensen en ingls. Una cosa es la facilidad de lenguas, don divino
por medio del cual hizo su presencia en la comunidad cristiana
el Espritu Santo. Otra cosa es tener conciencia bilinge. Contra el
papiamento moral en que viven nuestros hombres ms representativos, proseguir quebrando lanzas. De esa actitud entreguista
y pecaminosa, de esa flaccidez en que discurre la vida de muchos
compatriotas que miran la existencia como mera oportunidad concupiscente, he sealado la necesidad de huir.
Pero no es fcil optar por una actitud que rompa con una prctica inveterada, cuando no se tiene una idea superior a la cual referir
el proceso general de la existencia. Es preciso en la vida, estimar
algo ms que la vida, ha escrito con luminosa certeza Bertrand
Russell. Cuando a la existencia se da por nica finalidad la satisfaccin de pequeas metas incursas en la mera temporalidad y en la
sola sensualidad de s misma riqueza, comodidad, fama, poder,
se produce justamente ese estado de maquiavelismo que configura
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IDEARIO POLTICO

el sistema presente de la sociedad venezolana. Para luchar contra el constante peligro de ver subordinada la poltica al orden de
intereses encarnados en los nuevos arquetipos sociales, es preciso
crear valores colocados ms all de la sensualidad primitiva: religin, moral, gloria, patriotismo, filantropa. Ms all del inters
presente, ellos son puntos a los cuales puede referir su obra futura
la juventud.
Cuando los jvenes saludan carrera con el simple propsito
de ganar un instrumento profesional que les abra la puerta del lucro, ya estn dando el primer paso hacia la renuncia de su misin
intelectual. Suele ocurrir que la buena intencin del joven se vea
quebrantada por el ejemplo recibido de quienes tienen la encomienda de dirigir su conducta. En el caso presente, qu puede esperarse en el orden creador de la personalidad, de una Universidad
que veda en sus claustros el dilogo poltico? El Estado tuerce su
misin formativa de ciudadanos y se constituye en cultivador de
hombres hipcritas y asustados. Con puerilidad visible, el legislador ha abierto la posibilidad de que el estudiante universitario
distorsione su propia hombrada. El estudiante seguir, por inclinacin natural, hablando de poltica, pero ahora lo har con sigilo.
Algunos callarn y se dedicarn a cultivar el miedo; mientras, por
desgracia, no faltar quienes se esfuercen por or a los otros para la
delacin provechosa.
Cuando la crisis profunda que atraviesa el hombre venezolano indica la necesidad de perfeccionar los instrumentos encaminados a la educacin integral del ciudadano, surge un sistema
encaminado al achicamiento de la dignidad de los jvenes. Cuando
ms se necesita discutir el problema de la poltica, llamada a ser
en la Universidad como la etapa superior de la educacin cvica
suministrada en la escuela primaria, entonces se erige el silencio
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como mtodo didctico. La Universidad y el liceo estn obligados,


por lo contrario, a propender a que los jvenes aprendan a hablar
de poltica. En el orden de la Cultura, la Poltica es el puente por
donde la Sociologa pasa a ser Historia. En general, los gobiernos
deberan crear un clima de confianza y de seguridad que diese a
los debates estudiantiles un mero aspecto circunstancial en la vida
de la sociedad. Antes de llegar a los sistemas de silencio y de la
amenaza, bien podran las autoridades darse cuenta de que no son
los estudiantes por s quienes provocan las posibles alteraciones
del orden, sino el sistema que oprime la conciencia general de los
hombres. A ellos, en buena lgica, lejos de buscar mtodos que les
aminoren el mpetu rebelde, debiera ofrecrseles palestras donde
eficaz y metdicamente lo ejercitasen. Juventud sin rebelda es
juventud carente de su atributo principal. Al buen burgus escribe Maran suele erizrsele el escaso cabello, ya que una de
las caractersticas de la morfologa burguesa es la calva, cuando
oye hablar de rebelda. Rebelda suena en sus odos como algo
personificado en un ser frentico, con la cara torva y las armas en la
mano, que se agita contra la paz social. Pero rebelda es otra cosa.
Rebelda es fortaleza y tenacidad. Yo agrego sigue el eminente
profesor matritense que el joven debe ser indcil, duro, fuerte y
tenaz. Debe serlo, y si no lo es, ser indigno de su partida de bautismo. Contra esas virtudes que definen la integridad del joven,
atenta abiertamente el nuevo orden educacional venezolano. El
hombre del mpetu gozoso, se intenta suplantarlo por el hipcrita
que simule conformidad con las ideas del rgimen.
En un sistema que exhibe como una de sus mejores conquistas el perfeccionamiento de las crceles donde son encerrados los
ciudadanos que se oponen a los brutales abusos de la fuerza, bien
est que se busquen medios para confinar tambin a la palabra. Ol200

IDEARIO POLTICO

vidan, en cambio, los artfices del nuevo ordenamiento, que nada


como la saa con que se la persiga transfiere mayor poder a la palabra. Nunca los grandes ideales hablaron con voz ms elocuente
como cuando fueron acallados con la muerte de los labios que los
pregonaban. Entonces, cmo grita el silencio! El rgimen de mutismo de nuestras universidades ser buen caldo para el cultivo de
los grmenes creadores que se intenta destruir. El peligro est en
que la fuerza germinativa, por carecer de mtodo visible que dirija
y encauce su desarrollo, pueda hacer maana acto de presencia en
forma anrquica, que haga contraria su eficacia.
La Universidad sin palabra para protestar siquiera de un mal
profesor, impone a los jvenes el tremendo deber de dar mayor volumen a la voz que se intenta silenciar. Sobre el inters de la mera
docencia que forma a los profesionales, est el inters de crear las
grandes ideas de donde deriva la vida un sentido que rebase su mero
fin material. La vieja Universidad universitas se fundamenta sobre la comunidad de una idea humanista que una a maestros y
alumnos. Estudio es ayuntamiento de Maestros e de Escolares que
es fecho en algn lugar, con voluntad e intendimiento de aprender
los saberes, escribe el Rey Sabio. Ayuntamiento que persigui,
dentro de las frmulas en uso, no la mera transmisin de conocimientos tiles, sino, adems, la formacin espiritual de los escolares. Compendio de la comunidad social, la Universidad fue expresin de un anhelo de bsqueda del hombre por el hombre. En ella
se persigui mbito para que tuviese debido desarrollo la idea de
los metafsicos griegos que consideraron al hombre como unidad
de conciencia. Para conocimientos, en cambio, de simple tcnica
o de mecnica repeticin mnemnica, bastara con establecer un
sistema de enseanza por correspondencia. Ms econmico, ms
directo, ms silencioso y, sobre todo, sin el peligro del debate que
provoca el ayuntamiento alfonsino de maestros y escolares.
BIBLIOTECA AYACUCHO

201

En la Universidad nueva que funcionar en Venezuela no podrn los profesores plantear libremente a sus alumnos los grandes
temas de la cultura y de la historia que rocen con la problemtica de
la poltica. Discutir hoy en ella las razones antisociolgicas que se
invocan para justificar la dictadura, sera ganar el camino del exilio
que transitan los profesores que tomaron la voz de la autonoma
universitaria. Llevar al debate los grandes problemas que inquietan
la conciencia de nuestra Amrica mulata, sera ganar atribucin de
peligroso agitador y de enemigo del orden. Ensear las normas del
buen gobierno, constituira un riesgo semejante al de fabricar explosivos. En ella se podr hablar libremente de universales, como
en las universidades del Medioevo y se podrn ensear tambin,
con entusiasmo, las letras griegas y la antigedad romana, al modo
como Napolen busc distraer de los problemas de la historia contempornea la vigilante atencin de los institutos educativos de
Francia, para slo mirar al mundo de los siglos muertos. Los principios del Derecho se enunciarn en tercera persona y la ctedra del
Derecho Constitucional regresar al terreno mitolgico en que se
la mantuvo mucho tiempo. Hablar de Habeas Corpus y de libertad
eleccionaria, sera algo semejante a comentar los amores de Leda
y el Cisne. Quiz los nuevos pensa contemplen una ctedra de
Derecho Militar. En ella podra configurarse la teora mesinica
que bulle en la mente alucinada de algunos oficiales que sostienen
ser el Ejrcito institucin colocada sobre los propios intereses de
las dems instituciones del Estado. Bien podra funcionar tambin
una nueva ctedra sobre petrleo, no para estudiarlo desde el punto
de vista geolgico e industrial, ni en el orden del Derecho Minero,
menos an en su funcin de peligroso, fecundo y mal administrado
resorte de la economa nacional, sino en la forma serfica como ya
se explica hoy en las escuelas primarias de la Repblica, que Venezuela debe lo que es a la generosidad y diligencia de los consor202

IDEARIO POLTICO

cios imperialistas que explotan su suelo, por donde los verdaderos


patriotas son aquellos que trabajan porque cada da se den nuevas
concesiones extractivas a los magnates extranjeros que tan diligentemente dirigen los secretos de nuestra grande riqueza minera.
Posiblemente este nuevo catecismo aceitero termine por sustituir
la vieja cartilla de Educacin Cvica, sobre la cual se ha venido
explicando a los nios su deber frente a la Nacin. Se borrarn los
dibujos que representan el Escudo, la Bandera, a Bolvar, a Sucre,
a los patricios del 5 de julio, y en lugar de ellos se pintarn torres,
tanques y oleoductos y se reproducirn, tambin, los retratos del
boticario Kier, del Coronel Drake y de la familia Rockefeller y,
sin duda alguna, la efigie severa de los patriotas venezolanos que
han dirigido la entrega del pas a las fuerzas extranjeras.
Contra la sombra amenaza que se cierne sobre ella, la juventud
necesita encontrar puntos de conjuncin donde halle fundamento
un programa mnimo de trabajo uniforme. Poderosa entre todas las
otras fuerzas, ha de estar ella toda entera en el frente democrtico
que se empea en derrotar la dictadura. La juventud, como valor
nacional no contaminado por ninguna manera de peripecias, habr
de ser en el futuro la voz que seale al pueblo el camino de la unidad
y la voz que diga, tambin a los recios soldados y a los engaados
oficiales del Ejrcito que conservan fe en el porvenir de Venezuela,
dnde est el verdadero destino del pas y cmo es criminal mantener el divorcio entre pueblo y la institucin llamada a servirlo por
medio de la defensa de las leyes y de la seguridad de los paisanos.
Para guardar el prestigio y la autoridad que maana les permita
dirigir la opinin de las masas, deben los jvenes romper con el
amaado convencionalismo que ha sido sepultura de las mejores
intenciones de ayer y frenar, adems, el impulso presuntuoso que
a muchos ha llevado a fracasos espectaculares. Debe la juventud
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detenerse a considerar lo que en la historia del pas ha significado


el afn de ganar albricias que dio impulso a la obra de muchos
polticos de ayer y de hoy. No import saber cmo se llegaba ni
por dnde se entraba. La finalidad era el llegar, bien a travs de la
puerta de los seores, bien por la puerta excusada de los criados.
No hubo afn, tampoco, en llegar con equipaje, cuando el fin que
se persegua era el lucro y el hartazgo que llenara las alforjas vacas. An ms. Se dio el caso de hombres abastecidos de buenas
prendas que, apenas alcanzados los sitios rectores, se desvistieron
el indumento de la virtud antigua, para vestir prendas iguales a las
que lucieran los ms aventajados en el provecho y la pitanza. La
idea de servicio estuvo supeditada a un propsito de lucimiento y
de provecho, que vio como acto natural el sacrificio de los amigos
y el propio sacrificio de los hermanos de sangre. Para la Repblica
no vieron otro fin demogrfico sino la formacin de hombres que
sirviesen de apoyo a sus propsitos de lucro o de mando. Venezuela no se mir ya en su misin de comunidad creadora, donde el sol
ha de alumbrar para todos, sino como campo de provecho, donde
puede privarse de alimento, de suelo y de luz a una parte numerosa
y sufrida de sus hombres. El valor vertical de los ciudadanos fue
suplantado por el precio horizontal del rebao.
Contra el riesgo que representa la precipitacin de quienes no
persiguen fines nobles en la carrera pblica, urge la espera fecunda,
paciente y humilde en el campo llano, donde se ejerce la ciudadana con altivez y con decoro y en el cual se recogen los frutos ms
ricos, para llegar con alforjas repletas a la hora de servir. Entre
todos los males que han fatigado a nuestra historia de Nacin, yo
miro como principales la precipitacin y la falsa suficiencia. Bueno es madrugar al trabajo de abastecernos nosotros mismos, bueno
es vivir vigilantes de oportunidad propicia para acrecentar nuestras
fuerzas; psimo, en cambio, es adelantarse a recoger cosechas in204

IDEARIO POLTICO

grvidas, y funesto, sobre todo, pretender que nuestra opinin sea


recibida como norma infalible y como expresin de pureza, a la
cual obligadamente han de ceirse los dems.
Convencidos del derecho ajeno a disentir de nuestra verdad,
hemos de crear un clima tolerante que permita la humana convivencia. Pese a que mi verdad sea para m la Verdad, mi vecino tiene
derecho a que yo respete el discurso, erradizo a mi juicio, segn el
cual ha llegado a erigir su verdad, contraria a la ma, en la Verdad.
Sin que yo acepte que la Verdad sean dos, y haciendo reserva del
derecho permanente de defender y propagar las ideas propias, estoy obligado humanamente a respetar el razonamiento contrario y
a convivir con quienes as piensan, mientras dicha convivencia no
se trueque en circunstancia visible y en pugna infeliz que aminoren
mis derechos. En el propio campo de la ortodoxia cristiana, el valor
filosfico de la tolerancia tiene mbito dilatado. Justamente desde
Brujas, donde acerca de los caminos de la verdad discuten hoy los
filsofos, Muoz Alonso escribe que acaso el aviso de que en la
casa del Seor hay muchas moradas, puede aplicarse, sin alterar su
sentido, para la casa de la verdad. Difcil ser, en cambio, convivir
con quienes consideren que tienen derecho a imponer a juro sus
creencias o a impedir que se exterioricen las ideas contrarias. La
propia dignidad humana seala el trmino en que la tolerancia se
convierte en abuso que relaja el mismo concepto de la libertad. La
propia humana dignidad pide que los jvenes superen sus reacciones temperamentales en servicio de la tolerancia convivente.
Saber esperar y saber tolerar constituyen dos actitudes de que
est urgida la gente venezolana. No un esperar a la buena de Dios,
sino un esperar como actitud despabilada frente a los grandes problemas del hombre en s y del hombre en relacin social. Esperar,
no a que llegue a despertarnos un hada benvola, sino la hora del
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robustecimiento de los propios remos que han de asegurar el buen


xito de la carrera. Tolerar, a la vez, como expresin del humano
sentido que debe guiar nuestra obra frente a la sociedad; y en medio
de la alegre espera convivente, afinar los quilates del instrumento
que har de dar eficacia a la obra futura en el orden de la Repblica.
Cul ser mi rango en la ciudad?, preguntarn algunos.
Epicteto les responder alegre y dignamente: El que pudieres obtener mantenindote leal y respetuoso. Porque si perdiendo estas
cualidades quieres servir a la Patria, qu podrs hacer por ella
siendo impdico y desleal?. Contra la impudicia y la traicin
en que muchos se empean en perseverar, tal como si se tratase
de normas placentarias que nutriesen fatalmente la esencia de la
venezolanidad, debemos librar nuestra mxima batalla. La Repblica fue planeada para que en ella conviviesen hombres y mujeres
dignos de hacer honor a las consignas de libertad y de independencia que motivaron la gesta emancipadora acabada gloriosamente
por nuestros Padres. Libre en s misma, por la suficiencia de su
economa y por la libertad de sus propios hijos; independiente en
el orden de la comunidad internacional, por la misma suficiencia
de sus recursos y por las decisiones autnomas de su poltica. Libre e independiente en s misma y unida, no por sombros pactos
de guerra ni por compromisos policiacos dirigidos a coartar la libertad de los hombres, sino por la libre voz de la cultura, con los
dems pueblos que en Amrica buscan la gravedad de sus signos
caractersticos, y persiguen una mejor unin de los instrumentos
que los lleven a sentir y hacer triunfar el valor ecumnico del destino del hombre

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IDEARIO POLTICO

POST SCRIPTUM
El planteamiento hecho en las pginas que anteceden no pretende abarcar, siquiera en forma esquemtica, la plenitud de los
problemas atingentes a la juventud venezolana. Me he limitado de
modo principal a los contornos que definen la posicin de las nuevas generaciones frente al orden satnico dirigido por los hombres
que se han apoderado de los instrumentos del poder.
Por experiencia de estudiante y por experiencia de funcionario conozco de cerca la realidad de la vieja Universidad venezolana, no quitada jams de participacin en el rea de la poltica
militante. Cuando la gran crisis de la libertad anunciaba en 1814
el retorno al monteverdismo, que hoy defienden entusisticamente
los nuevos Casa Leones y los ilustrados Palomos, fue el propio
Jos Flix Ribas, quien, en nombre de los ideales de la Repblica,
sac de la Universidad de Santa Rosa la flor y nata de la juventud
para llevarla a los campos sagrados de La Victoria y Vigirima. De
entonces ac y hay que ver lo que vale una buena tradicin! los
estudiantes se han considerado con derecho propio a terciar en
los grandes momentos de nuestra historia.
Problemas de disciplina universitaria y problemas de poltica
de calle movieron los hechos antiguos donde se hizo presente la
participacin del estudiantado. De los ms recientes, deben recordarse los acontecimientos de 1928. Duros fueron, en realidad,
los mtodos policiacos usados para dominar a la muchachera.
Cuando aquellos sucesos ocurrieron, fui llevado a la Secretara
del Instituto. Hoy me place recordar lo que pude hacer en beneficio de los estudiantes perseguidos. Hasta sobre un memorndum
mo, llevado al general Gmez por el gobernador Jos Mara Garca, se logr la apertura en 1929 de cursos extraordinarios para
los estudiantes que haban sido reducidos a prisin en octubre de
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1928. Otros, en cambio, que exhibieron entonces mpetus rebeldes


o mostraron a tierna edad actitudes de republicano puritanismo,
no han tenido enfado en sumarse hoy a los opresores del pueblo y
han llegado hasta asumir la responsabilidad de las prisiones y de
las torturas a que son sometidos los estudiantes que luchan por la
libertad y por la dignidad del pas.
Los viciosos antecedentes de entonces no justificaran por
nada lo que hoy ocurre. Las cadas pesadas se superan y tmanse, en cambio, por elementos de experiencia benfica. En 1936 comenz en nuestra Alma Mater una poca nueva de libertad, de
comprensin, de autonoma, acorde con el rumbo democrtico
seguido por las instituciones todas, y del cual hoy reniegan los
mismos que entonces se empearon en lucir, como librea de provecho ante la opinin del pueblo, una fingida devocin por la democracia. La Universidad, pese a fallas no engendradas en ella
sino a ella llevadas como expresin de la vida despreocupada del
venezolano y como producto de una irresponsabilidad que nada
tiene que hacer con los muchachos venidos de las clases bajas, en
cambio, s, y mucho, con los nios bien, formados en los crculos festivos de la funesta oligarqua caraquea, la Universidad,
digo, lleg a ganar lneas de subido decoro cvico e intelectual.
Rectores como Rafael Pizani, Elas Toro, Juan Oropeza, Julio de
Armas, supieron insuflarle una aura de dignidad que se aora con
respeto y con nostalgia. Mas, esa Universidad alegre y libre, a la
cual habamos aspirado en nuestro tiempo todos los graduados
que hoy lucimos canas, lleg a desentonar de manera flagrante
con el rgimen presente y lleg a provocar desazn hasta en los
mismos que ayer buscaron para ella tono de libertad y quienes,
por anquilosis de la sensibilidad, han parado en creer que los jvenes deben hacer coro al silencio en que hoy se mueven sus nuevos
intereses. Para unos y para otros result necesario retrogradar la
208

IDEARIO POLTICO

hora de la Universidad y poner las manecillas del reloj al tiempo


de la antigua intervencin que hizo del Instituto una mera dependencia gubernamental.
En razn de representar esa crisis el problema fundamental
del joven venezolano y por cuanto lo ms grave de ella se relaciona
con el sistema de mutismo a que se intenta retornar el Instituto, he
dado mayor bulto en la problemtica universitaria a los hechos
que tienen relacin con la libertad, pues si bien otros temas de
notoria urgencia afloran como principalsimos en el momento presente del pas, en cambio caen en la misma inmediata insolucin
en que se hallan otros, justamente por las propias tendencias y por
los notorios intereses que mueven a las clases directoras hacia los
sistemas de negacin de la libertad.
Sera necesario insistir siempre en la necesidad de que el estudiante universitario, encauzando su rebelda, se esfuerce por
superar al otro profesional que intenta ganarle definitivamente
la partida dentro de los cuadros sociales. En frase retorcida, que
pareciera la propia defensa de la juventud universitaria, el excelentsimo seor embajador de Chile, don Alberto Serrano Pell,
dijo en la Universidad de Los Andes, a donde ambos fuimos invitados en abril de 1952 para tomar parte en los festejos ofrecidos a
la memoria de Andrs Bello:
la juventud militar en su severa disciplina, se educa hoy despus de
exigente seleccin, en estudios elevados y capacitados del espritu,
en la qumica, en los logaritmos, en la geometra, en las ciencias puras y aplicadas, mientras que sus antepasados necesitaron poco ms
que salud y coraje. El estudiante civil, sin imponerse disciplina, sin
austeridad y sin mtodo, no lograr ocupar en la vida profesional,
y como consecuencia en la vida social, el puesto que le corresponde, y se ver descontrolado y postergado, porque nada creador ha
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nacido nunca en el mundo del desorden espiritual y del abandono


de s mismo.

Supo medir a cortos lances el diplomtico chileno las intenciones


que animaban a las autoridades de educacin, y creyendo ganar
buenos puntos para su carrera, se adelant a formular la peregrina teora que pretende erigir la superioridad de la Escuela Militar
sobre la Universidad venezolana.
Sin postergar por nada las disciplinas liberales, primera entre ellas la Filosofa, de cuyo escaso cultivo tanto se resiente el
pensamiento nacional, necesario es que las nuevas generaciones
piensen, tambin, en la urgencia de pulir los instrumentos que habrn de ayudarlas en la obra impostergable de liberar la economa
de la Nacin. Si hasta Inglaterra, como acabo de leer en The Times, se lamenta de la deficiencia de su preparacin tcnica, qu
no diremos nosotros! Bueno es pensar que nada se alcanza con
hablar de nacionalismo y de reivindicacin de nuestros hipotecados recursos, si no preparamos los elementos que hagan posible
maana el rescate de los valores abandonados. Para llegar algn
da a nacionalizar el petrleo y el hierro, necesitamos previamente
ingenieros y tcnicos que sean capaces de tomar la direccin de las
grandes empresas; para poner nuestra abandonada tierra en pie
de produccin, necesitamos ingenieros, muchos ingenieros, que
desven ros y embalsen aguas, que estudien los suelos, detengan
la erosin, abran caminos, levanten puentes y dirijan los cultivos
tiles; para que nuestra industria logre un desarrollo productivo necesitamos, tambin, muchos ingenieros, muchos qumicos,
muchos mecnicos que monten maquinarias, tiendan lneas elctricas, ensayen productos y mantengan el ritmo provechoso de la
produccin. Todo lo que Jovellanos peda para Espaa y todo lo
que Cecilio Acosta, tambin en estilo literario, pidi para Vene210

IDEARIO POLTICO

zuela, necesita ser puesto de nuevo en las voces robustas y en el


pensamiento creador de los jvenes.
A todos estos temas de urgencia capital ha podido extenderse el presente ensayo. En l he querido, en cambio, limitarme al
primordial problema que hoy encara la juventud. Para pensar en
riquezas y en industrias socialmente tiles, es necesario pensar
primero en defender y en robustecer la personalidad de los hombres y de los pueblos que habrn de gozarlas. Nada se aprovecha
con abundosas fortunas puestas en manos de hombres vendidos o
destinadas slo al provecho de gnsteres de pechera dura. Poco
beneficia una sociedad con arcas hinchadas de dinero para el soborno cuotidiano. Nada, en fin, vale un pas integrado por hombres
viciosos, cobardes, humillados y ricos. La poltica es disciplina
encaminada a hacer cada vez mayor el radio de la seguridad, de
la libertad y del decoro de los pueblos y de los hombres. Disciplina, no en el sentido de ltigo para vapular a los hombres, segn lo
entiende el criterio policiaco imperante en Venezuela, sino como
a discendo, como aprendiendo, conforme la define en sus Etimologas San Isidoro de Sevilla.
No aconsej Scrates a sus oyentes que cultivasen praderas
de higos; menos an les dijo que una vez puestos al servicio de la
administracin pblica se convirtiesen en sicofantes. Sobre todo
otro ejercicio indic el filsofo la conveniencia de que el hombre
se conociese a s mismo, para que ajustase la vida a la ley de su
humano destino. Conocerse a s mismo en su realidad universal
de hombres y en su realidad particular de venezolanos es, pues, el
deber fundamental de nuestros jvenes. Vivir en la plenitud de las
virtudes humanas y vivir en el cabal cumplimiento de sus deberes
frente a la colectividad de que inmediatamente forman parte.
Yo he apuntado como el ms simple, como el ms modesto,
como el de apariencia ms intrascendente entre todos los deberes,
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aquel que mira a hacer respetar ante todo y sobre todo la propia
dignidad humana que da figura a la persona. En el dintel de la Repblica, cuando se debata la conveniencia de nuestra separacin
de Espaa, Manuel Palacio Fajardo grab la consigna que debieran hacer suyas las nuevas generaciones: Las fuerzas del hombre libre slo son comparables a su dignidad. Volviendo sobre
nuestra desamparada tradicin civilista, toca, pues, a los jvenes
decir lo mismo con palabras y con hechos nuevos. Buscando en s
propios su mejor fuerza individual y buscando en nuestra propia
historia el sentido creador que duerme, como en viejo trigo, en los
valores desechados por el espritu vicioso de quienes, con la Repblica, hicieron feria de provechos, hallar la juventud caminos
por donde a todo seguro puede ganar alturas que la distancien de
los bajos vergonzosos en que han encallado los ureos bajeles de
tantas esperanzas
Madrid, agosto de 1953.

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IDEARIO POLTICO

SENTIDO Y VIGENCIA DEL 30 DE NOVIEMBRE


(Examen esquemtico del drama electoral venezolano)

RAZN
Lo que usted y Jvito Villalba y Arcaya, y los de Copei
y cuantos se enfrentaron al militarismo venezolano
hicieron, fue simplemente maravilloso. El despertar
del pueblo venezolano; su presencia, que casi nadie
esperaba, en las urnas; su fallo inequvoco y resonante
contra la dictadura, son cosas que no se olvidarn, y
que recuerdan las mejores horas de Amrica. La tarde
de las elecciones, Venezuela se puso a la vanguardia
de las luchas por la libertad en Amrica, como en los
das de Boyac, Carabobo y Pichincha.
Eduardo Santos, ex presidente de Colombia,
carta de Pars el 13 de febrero de 1953.

MI ILUSTRE y querido amigo Jvito Villalba, lder mximo del

partido Unin Republicana Democrtica, me ha pedido que escriba el presente trabajo expositivo del proceso electoral cumplido en
Venezuela durante el ao pasado de 1952.

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Ms que el propsito de exaltar la labor formidable realizada


por todos los hombres y por todas las mujeres de dicho partido y
tambin por los hombres y las mujeres del Partido Socialcristiano
(Copei), en la conduccin del pueblo a las urnas comiciales, la
idea de Villalba y el propsito del presente ensayo se contraen a
poner una vez ms en resalto la actitud admirable de las mayoras
venezolanas frente a la tremenda opresin gubernamental.
Este trabajo, pues, no est destinado a hacer la apologa de
los esforzados dirigentes de URD de Caracas y de toda la Repblica. Por igual habra que hacer la de los dirigentes de Copei, cuyos
hombres, con Rafael Caldera a la cabeza, cumplieron una estupenda labor proselitista en el campo del civismo. Mi intencin es
dejar un documento que seale el 30 de noviembre de 1952 como
egregia piedra miliar en el proceso de la Repblica. El pueblo que
se congreg el 19 de abril de 1810 en la Plaza Mayor de Caracas
estuvo de nuevo presente en las plazas de todas las ciudades y de
todas las aldeas de Venezuela para decir aquel da a sus opresores
la razonada palabra de su protesta. Fuerzas satnicas, producidas por el contubernio del oro y los fusiles, negaron eficacia a la
voz del pueblo. La tirana ha podido proseguir, como prosigue,
en el goce de sus instrumentos de opresin pero en aquella fecha
el pueblo dio un rotundo ments a quienes propalaron con voces
untadas de pseudociencia que l era menor de edad, necesitado, en
consecuencia, de la tutora de los rgulos de dormn.
Estas pginas, junto con la alabanza al bravo pueblo que derrot por medio de las armas austeras del voto el prestigio funesto de
la fuerza, contienen tambin una permanente requisitoria contra
los sectores encumbrados que se mantienen en dolorosa actitud de
traidores frente al destino del pas.
Distante de Venezuela, procuro templar con sereno juicio la
acritud provocada por la impuesta lejana. En estas lneas, sobre
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IDEARIO POLTICO

la pasin del poltico, se empina el nimo de quien ha pasado las


mejores horas de la vida en la grata labor de desenredar la madeja
de los hechos pasados. Como el gran David a Wellington, puedo
decir que yo slo pinto Historia. Historia viva, dolorosa, sangrante y coetnea, en que por la gracia de Dios me toca buena parte.
En razn de ese nexo obligado a hablar de m mismo en funcin de
participante directo en algunos hechos y circunstancias.
Los falsos cronistas del rgimen podrn decir que he mojado
la pluma en el tintero del inters y de la pasin; en cambio, me
alienta la certeza de que la voz del perseguido, si sabe tener la
razn que la persecucin da hasta al que no la tiene, esa voz es, a la
larga segn escribe Maran la que ms alto suena. Fuera del
pas, el corazn me sangra cuando me veo precisado a estampar
juicios adversos a un denso sector de mis hermanos de Venezuela.
En la misma forma en que muchos me acusan de lenidad cuando
hago juicios literarios, deseara tambin que se me acusase de
prodigar elogios en el orden cvico. Pero no es posible hacerlo, y
el servicio del pas pide descubrir lacras que a todos nos duelen,
porque, ms que sobre los individuos, ellas pesan corrosivamente
sobre el cuerpo de la Patria, y ms que obra ajena, son producto
de hechos en que a todos nos toca buena parte.
Repito que ms que para ponderar el mrito singular que toca
a URD en el extraordinario y riesgoso proceso de haber encauzado la opinin popular hacia la gran batalla cvica del 30 de
noviembre, este ensayo est dirigido a exaltar las virtudes extraordinarias del sufrido pueblo venezolano. Aquella fue victoria del
pueblo frente a sus opresores, no triunfo de un partido sobre las
tesis programticas de otros partidos. Fue el pueblo entero quien
expres su repudio cvico a un aparato desptico. Fue la fuerza
histrica de la Nacin enfrentada a quienes para lucrar con el
poder no tienen escrpulo alguno en traicionar hasta el propio
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ideario de Bolvar y en tomarlo de pretexto para fingir vilmente la


adhesin de las masas. Fue la mayora angustiada y sufrida del
pas que buscaba la unidad de sus hombres para realizar la Repblica. Aquel da magnfico los hombres desvistironse sus colores
partidistas para vestir los colores unitivos de la gran familia venezolana. Los ciudadanos libres que concurrieron a las urnas no
llevaban ni verde ni amarillo en la conciencia. Sobre su pecho de
obreros del civismo lucan terciada la bandera nacional. Con esa
bandera sobre el pecho siguen luchando en silencio, asidamente,
como si todos fueran los brazos y la conciencia de un solo hombre.
El despotismo no lo ve, porque escucha slo la palabra forzada o el
ditirambo pagado en las mil formas con que corrompe la dictadura
a los oportunistas. Pero las dimensiones de ese hombre mltiple
todos los das crecen, crecen, crecen. Maana, a su lado, resultarn enanos insignificantes sus actuales opresores.
M.B.I.
Madrid, 18 de octubre de 1953.

216

IDEARIO POLTICO

Implora, adula, adora siempre al que manda. En cuanto a m nada se me da de Zeus y an menos que nada.
Que obre y reine a su gusto mientras dure esta corta
tregua, que no tardar en dejar de ser el dueo de los
dioses.
Esquilo, Prometeo encadenado

PRODUCIDO EL MOVIMIENTO revolucionario del 19 de abril de

1810, vieron los Padres de la Repblica la necesidad de consultar el


voto del pueblo, a fin de que este escogiese las personas que por su
probidad, luces y patriotismo fueran dignas de recibir en depsito
la confianza de la Nacin.
Ya en las Leyes de Partidas el Rey Sabio haba definido al
pueblo como ayuntamiento de todos los hombres, mas en el orden de la realidad poltico-social se haba dado en designar como
pueblo nicamente a la gente sin privilegios. En el movimiento de
abril, tal como lo apunt en mi ensayo La traicin de los mejores,
hubo una coincidencia de clases que buscaban superarse a s mismas en el orden de la poltica. El pueblo bajo habl, grit, luch
al lado del mantuano, con una conciencia nueva que le llevaba a
mirar en el sistema por venir la solucin del gran problema de la
desigualdad que sobre s pesaba. Con los patricios que tomaron
la voz autonmica de la Capitana General, parearon sus voces las
clases populares. Presentes estuvieron ellas en el alba de la revolucin de Amrica. De su informe conjunto sali la palabra mgica
que expres la naciente voluntad venezolana de no seguir bajo la
dependencia de la lejana metrpoli espaola.
En el orden del civismo fue Vicente Emparan quien dio la
primera gran leccin a nuestro pueblo. Asomado al balcn de las
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Casas Capitulares el tambaleante magistrado consult la voluntad


del pueblo agolpado en la Plaza Mayor, respecto a su continuacin
en el ejercicio del mando. El pueblo le respondi a una voz: No
lo queremos, no lo queremos, y el hbil gobernador y presidente
redarguy con la mal juzgada frase de yo tampoco quiero mando, por muchos mirada como mera cartula de la debilidad del
magistrado.
Emparan, frente a la masa callejera, constituye el ms antiguo
smbolo de lo que es la autonoma deliberante del pueblo. Hasta
aquel momento el pueblo haba sido un simple soporte de la voluntad de las autoridades. Ahora el personero del poder real le interroga sobre si es deseo suyo que l contine al frente del Gobierno.
El pueblo, ante tal pregunta, siente que se descorre el velo sobre l
echado desde antiguo por quienes pretendieron ensearle que entre
l y Dios estaba la autoridad del Rey y de sus vecinos representantes. Ese da el pueblo supo que entre l y Dios slo existe el corto y
fcil camino de la justicia y de la verdad.
Para conformar a esa nueva realidad el orden del poder, la
Junta Suprema, que sustituy la depuesta autoridad de Emparan,
llam a sufragio a los venezolanos, con excepcin de
las mujeres, los menores de veinticinco aos a menos que estuviesen
casados y velados, los dementes, los sordomudos, los que tuviesen
causa criminal abierta, los fallidos, los deudores a caudales pblicos,
los extranjeros (es decir, los no hispanoamericanos), los transentes,
los vagos pblicos y notorios, los que hubiesen sufrido pena corporal aflictiva o infamatoria, y todos los que no tuviesen casa abierta
o poblada; esto es, que viviesen en la de otro vecino particular a su
salario y a expensas o en actual servicio suyo a menos que, segn la
opinin comn del vecindario, fuesen propietarios por lo menos, de
dos mil pesos en bienes, muebles o races libres.
218

IDEARIO POLTICO

Con profundo sentido de que el pueblo se avocaba a un acto


solemnsimo, la Junta dispuso que fuera celebrada el da de las
elecciones misa solemne al Espritu Santo y que se diese en las
iglesias la seal acostumbrada para las rogativas. Era, en realidad
la Pentecosts de la nueva ley del pueblo. Fue aquella la manera
como los patricios de 1810 entendieron servir mejor a la nacin.
Las limitaciones que aparecen en este primer estatuto eran
congruentes con un sistema social universal, que mantena en vigor la esclavitud y las diferencias econmicas como elementos
para definir la ciudadana. El derecho pblico, al desligarse de las
teoras y de los mtodos feudales que sobrenadaban en el viejo
ordenamiento monrquico, haba cado un poco, o un mucho, en
el orden del derecho civil. Con la revolucin del siglo XVIII triunfaba, en realidad, ms que el principismo de los filsofos, la pujante burguesa, y en los nuevos instrumentos legales que definen
la posicin del hombre en el rea del flamante derecho, haba de
aparecer, por gravedad indiscutida, el metro que fijara las categoras econmicas antes que la norma sealadora de los derechos de
conformidad con la sola y absoluta dimensin que unifica a los
hombres como seres igualmente portadores de espritu.
Con aquel instrumento imperfecto vot el pueblo hbil en
1810. De dicho sufragio salieron los patricios que, reunidos en
Congreso el 2 de marzo de 1811, dieron comienzo a la nueva institucionalidad. De aquel Congreso surgi la Repblica independiente.
Obra civil, creacin del pensamiento de hombres crecidos en
el trabajo de las apacibles letras y en lucha austera sobre los surcos
de la tierra, nuestra Repblica rural en 1811 expresa por s sola el
valor y los idearios del pueblo pacfico. Miranda, Lino de Clemente, Sata y Bussy y el Marqus del Toro pudieron haber vestido la
guerrera militar, pero ellos no asistan al Parlamento como homBIBLIOTECA AYACUCHO

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bres de sable, sino como obreros civiles. Sus galones no dan derecho alguno para que hoy se pretenda confundir la jornada cvica
del 5 de julio con una mera empresa militar. Si el pueblo pele lo
hizo despus, cuando fue necesario defender la independencia y la
libertad proclamada por los doctores, por los clrigos, por los hacendados que formaban la mayora del Congreso de 1811. Nuestra
Repblica no apareci como obra de ningn ejrcito, sino como
producto de la voluntad de hombres civiles. Nuestra Repblica
la delinearon en 1811 patriotas que por medio del sufragio haban
recibido el respaldo del pueblo.
Cuando en Venezuela todo se cambia y se adultera, nada raro
tiene que se haya creado, como hoy vemos, una teora histrica
enderezada a presentar el 5 de julio como una gran jornada ganada
por los militares. Antes se le llamaba el da de la Libertad y de la
Independencia; hoy se llama da del Ejrcito. Ayer se consagraba el 5 de julio a exaltar la memoria de los grandes patricios que
soaron la Repblica como comunidad holgada, donde todos los
ciudadanos pudieran gozar el derecho de ser hombres; ahora, en
dicha fecha, se exalta, no la virtud severa de los viejos guerreros
que sacrificaron descanso y vida por asegurar las instituciones,
sino la vocacin de poder, concretada en quienes hacen profesin
de la violencia.
Cuando la Repblica, convertida en campamento por las necesidades de la lucha, necesit encuadrarse de nuevo dentro del
institucionalismo, que le diera autoridad para contradecir el mote
de bandolerismo con que Espaa calificaba a los patriotas ante la
opinin universal, Bolvar busc el modo de reunir en Angostura
una asamblea, cuyos integrantes mostrasen un ttulo electivo. Imperfectas fueron elecciones de donde surgi en 1819 la Segunda
Repblica de Venezuela. Tambin fueron imperfectas las eleccio220

IDEARIO POLTICO

nes practicadas para el Congreso Constituyente de Colombia, reunido en el Rosario de Ccuta el 6 de mayo de 1821. No estaban,
en realidad, los pueblos en el goce de una benfica paz ni de una
debida cultura para hacer del voto el instrumento racional de su
soberana, pero en todo momento se le llam a las urnas comiciales
o se le invit a los pacficos pronunciamientos de donde surgi el
gobierno de los pueblos.
Al estabilizarse nuevamente dentro de sus primitivas fronteras la Repblica de Venezuela, la Constitucin de 1830 procedi
a organizar el poder electoral. Como en 1810 estatuy el sistema de dos grados. A las asambleas parroquiales, de donde salan
los colegios electorales, concurran los ciudadanos que hubiesen
cumplido veinticinco aos y supiesen leer y escribir, que fueran
dueos de una propiedad raz con renta anual de doscientos pesos
o que tuviesen profesin, oficio o industria que produjera hasta
cuatrocientos pesos anuales, o bien gozaran de un sueldo anual de
cuatrocientos pesos.
El sistema electoral prosegua an incurso en el concepto burgus de calidad cvica fundada en la riqueza o en la capacidad
intelectual. Consiguientemente, los procesos eleccionarios se reducan a un mbito escaso de la poblacin, pero haba discusin
libre que permita el juego de candidatos. Vargas, Soublette, Pez
y Monagas fueron elegidos como consecuencia de activas campaas que llegaron a tener un clmax sangriento y fatal, como en el
caso de la candidatura de Antonio Leocadio Guzmn.
En la reforma de 1857 se concedi el voto primario a los mayores de dieciocho aos, se suprimi la necesidad de renta y se aplaz
hasta 1880 la condicin de saber leer y escribir; mas, para poder
ser elector de segundo grado era necesaria la mayora de veinticinco aos, el saber leer y escribir, y la tenencia de una propiedad
raz de diez mil pesos o el goce de renta o sueldo de cuatrocientos
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pesos anuales. La Convencin de Valencia, al sancionar una nueva


ley electoral, mantuvo la reforma del 57, pero fijando veinte aos
como edad electoral. Apenas dej el argumento econmico como
requisito para ser Senador. Se mantena as el recuerdo del viejo
origen oligrquico de la Cmara Alta.
Olorosa a sudor de pueblo, la Constitucin de 1864 acept el
sufragio universal y borr todo distingo de procedencia econmica. Si bien tena legitimidad histrica la consigna de federacin
contra centralismo, en el fondo de aquel gran movimiento se pona
en resalto el deseo del pueblo de realizar la revolucin social detenida por los oligarcas de uno y otro color.
Como la de 1864, las Constituyentes de 1874 y 1881 mantuvieron en toda su amplitud el voto del pueblo. A este se le llamaba a las urnas para ratificar arrebaadamente los desiderata de la
guerra. Pero, tambin, con el voto del pueblo pudo contradecirse
la autoridad de los rgulos y pudieron provocarse conmociones
profundas en el orden del poder. Era, en realidad, un tanto anmala
aquella forma de nuestros actos polticos. La autocracia entronizada con Guzmn Blanco pactaba con los caudillos rurales y estos
hacan sus proslitos en las clases populares.
Nadie podr negar la imperfeccin de este sistema electoral,
aprovechado por los dspotas para vestir de legalidad la usurpacin. La falta de espritu pblico en las llamadas clases dirigentes
permiti cuadros como el pintado con palabras desesperadas por
Luis Lpez Mndez en 1889:
Las turbas indisciplinadas y brutales escribe nuestro grande ensayista son llevadas a las urnas por unos cuantos intrigantes que
comercian con sus votos, y el lugar de la eleccin se convierte en un
teatro de rias sangrientas, en que los puos y el cuchillo se mueve a
impulso del aguardiente. De aquel lugar se alejan los hombres inteli222

IDEARIO POLTICO

gentes, los que tienen alguna nocin de sus deberes polticos, los que
poseen algn inters que defender, porque no quieren malponerse
con el Gobierno, de cuyas promesas dudan, ni con los caciques de
las localidades, rbitros de la multitud inconsciente.

En esta encendida pincelada de nuestro malogrado escritor


est recogida la dura, espantosa, trgica realidad venezolana. En
mi ensayo La traicin de los mejores, yo les he dado el ttulo que merecen, y he acumulado sobre su conciencia los cargos
que les guarda la Historia. Los hombres inteligentes estuvieron
alejados, como dice Lpez Mndez, del lugar donde era citado el
pueblo para dar su respaldo a los caciques. Los hombres inteligentes prefirieron la antesala de los gamonales al campo donde
pudieron ayudar al pueblo en la legtima y noble labor de expresar
su voluntad poderosa. Cuando los caciques hicieron feria de la
conciencia del pueblo, apenas aprovechaban el fruto de su cercana a las clases abandonadas por los hombres inteligentes; bien
entendida esta clase que pint Lpez Mndez como formada por
los inteligentes que hicieron profesin del oportunismo y del
provecho, y sin que llegue jams a incluir a las previsores varones
que supieron en todo momento levantar la voz admonitoria para
indicar los caminos errados que seguan los polticos. Los hombres
de la actitud reservada y negativa fueron y son los hombres que
miran y continan mirando con criminal indiferencia la suerte de
las instituciones.
En la edad rural de la Repblica aquello fue, sin embargo, una
manera primitiva y orgnica de expresarse el poder del pueblo.
Este vea en el cacique a su verdadero director, a su legtimo representante en el orden del poder. Cuando a Caracas iban a pactar
con Guzmn Blanco, con Rojas Pal, con Crespo o con Castro, los
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caciques de oriente, de Lara, de Coro, de la cordillera y de los llanos se sentan respaldados por una masa de pueblo. El caudillismo
antiguo fue mirado por esta causa como expresin rudimentaria de
una fuerza popular. La autocracia del Ilustre Americano era resultado de un equilibrio de fuerzas rurales. Cuando Gmez resolvi
acabar con el viejo caudillismo tom como frmula la divisa de
Jefe nico. El uniquismo vino a representar, en consecuencia,
la abolicin de los caudillos rurales y de la fuerza del pueblo en
beneficio de una autoridad suprema e indiscutible.
Junto con su malicia campesina, Juan Vicente Gmez reuna
ttulos efectivos de hombre de mando. Cuando en 1909 empez
la obra amaada de acabar con los viejos partidos y con sus jefes,
Gmez era ya un caudillo con historia. En su hoja de servicios no
figuraba haber sido cadete o catedrtico de Aritmtica o de Historia
de Guerra en escuela militar alguna. Figuraba en su lugar El Guapo,
Carpano, Ciudad Bolvar y La Puerta. Cuando Gmez hablaba a
los amigos en los grandes das de la Causa, evocaba la derrota que
infligi al general Luciano Mendoza, justamente el jefe militar a
quien, por haber vencido a Pez, el montas taciturno anhelaba
conocer, con el mismo inters telrico con que deseaba visitar el Samn de Gere y el histrico montculo donde Ricaurte hizo volar el
parque de los realistas. Hasta Gmez se prolonga una etapa de nuestra historia durante la cual las instituciones sufrieron la amenaza
continua representada por el prestigio mgico de los hombres que
se haban levantado sobre el nivel comn en virtud de singulares
hechos de guerra y demarcados relieves de hombrada personal.
La ley de estos hombres valientes se impuso sobre la realidad
del derecho. Exista la armazn constitucional de la Repblica,
ms que como rgido sistema que determinase el derecho de autoridades y de pueblo, como fcil instrumento para formalizar situaciones de hecho. Hombres del prestigio y de la cultura jurdica del
224

IDEARIO POLTICO

ministro Diego Bautista Urbaneja haban dicho desde antiguo que


la Constitucin sirve para todo.
Durante las dictaduras caudillistas de Crespo y de Castro los
procesos eleccionarios fueron en una progresiva decapitacin.
Haba, sin embargo, propaganda y lucha que siempre favoreca al
gran escrutador. Cada revolucin o cada trnsito incruento de
gobierno era legalizado por medio de una jornada comicial, en la
cual la autoridad ganaba la mayora de los votos. Hasta la poca de
Gmez se hicieron elecciones ms o menos amaadas. Durante la
dictadura gomecista el sufragio se practic apenas formalmente.
Nada importaba al efecto el rgimen que estableca la universalidad del voto. Para el pueblo aquellos principios eran simple msica
celestial que no llegaba a sus odos. Gmez en esto no enga a nadie. Las elecciones de su tiempo fueron un mero proceso de avisos
oficiales y de papeleo sin trascendencia en las oficinas pblicas. A
la casa de los designados para los cargos electorales eran llevadas
a la firma las actas que haban levantado los escrutadores de votos.
No hubo candidatos, ni oposicin, ni propaganda. Se saba que al
Congreso, a las legislaturas, al municipio, no se iba a tratar sobre
temas polticos, sino a discutir meras materias administrativas.
Los Congresos del rgimen silenciaron desde el ao 1913, cuando
Jos Eustaquio Machado, Trino Baptista, Pedro Mara Parra y el
coronel Ramn Ayala manifestaron su voto contrario a la aprobacin del Protocolo francs. Despus, slo se controverti en materias eruditas y tcnicas. La poltica no era funcin del Congreso.
Ya no haba, en realidad, otra poltica que seguir si no la voluntad
del Jefe. Los que a ella no se conformaban, eran calificados de enemigos. Cuando estos enemigos tomaron parte cierta en conspiraciones, fueron hechos presos o expulsados del pas. Pero a los que
limitaban su actitud a slo diferir sin accin visible, se les respet
su integridad personal. Gmez, en todo momento, procur aniquiBIBLIOTECA AYACUCHO

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lar a sus enemigos como fuerzas hostiles, pero jams sistematiz la


intil vejacin de quienes no estuvieran con su rgimen.
A la muerte del caudillo, Venezuela tom otro camino. Se abri
entonces oportunidad a la lucha cvica. El general Eleazar Lpez
Contreras gan con derecho el ttulo de Partero de la muerte.
Cuando Amrica esperaba que Venezuela se convertira en un mar
de sangre, se dio, en cambio, comienzo a una poca de verdadero
progreso institucional. En 1936 fue sancionada una nueva Constitucin.
Dictada escribe el gran lder Jvito Villalba en una hora de tremenda conmocin nacional, la carta de 1936 reflej los caracteres
del rgimen de transicin que ella estaba llamada a regir: al lado de
valiosas conquistas sociales y reformas administrativas de evidente
sentido progresista, concret un pensamiento poltico contradictorio
y vacilante, que presiente, pero desconoce, la formidable transformacin, ya para esa fecha, adelantada si no cumplida en la vida de la
repblica, gracias al auge de la industria petrolera.

Aflor en los reformistas la idea de considerar el voto ms


como ejercicio de una funcin que peda idoneidad en el elector,
que como expresin de un derecho universal, por donde limitaron
su ejercicio a los ciudadanos que saban leer y escribir. Encararon
tambin el problema del sufragio femenino, por muchos considerado tcitamente concedido en los enunciados constitucionales
anteriores, puesto que no se haca en ellos referencia alguna a sexo.
La nueva Constitucin redujo a los hombres mayores de veintin
aos el derecho de votar.
Qued, en realidad, restringido el concepto terico de la universalidad del voto; pero, en cambio, al amparo de esa Consti226

IDEARIO POLTICO

tucin comenz el pueblo la prctica eleccionaria. Difcil fue el


juego de la opinin pblica, por cuanto hasta 1941 no hubo partidos polticos organizados; pero en medio de estas irregularidades,
los grupos antigubernamentales lograron ganar al oficialismo las
elecciones municipales de Caracas en 1937, y de distintos Estados
fueron al Congreso representantes de la oposicin. Como diputados del pueblo hicieron or sus voces en la Cmara, Rmulo Gallegos, Andrs Eloy Blanco, Rafael Rodrguez Mndez, Luis Lander,
Ricardo Mantilla, Germn Surez Flamerich, Rafael Caldera, y
otros distinguidos polticos de oposicin. Como senador independiente, los Congresos de 1944 y 1945 oyeron el verbo encendido y
la palabra orientadora de Jvito Villaba.
La etapa de 1936 a 1945 constituye un franco proceso superativo en orden al sistema y a la prctica electoral. En 1941 fue legalizado el partido Accin Democrtica, cuyos mximos dirigentes
fueron y siguen siendo Rmulo Gallegos y Rmulo Betancourt. El
actual Partido Socialcristiano comenz a funcionar con el nombre
de Accin Nacional, y los grupos comunistas obtuvieron una legalidad precaria hasta 1945, cuando ya abiertamente empezaron a
actuar con nombre propio.
La posicin de las fuerzas gubernamentales era bastante difcil, pues las llamadas Agrupaciones Cvicas Bolivarianas, que
haban tomado la responsabilidad electoral como instrumentos del
Gobierno, haban cado en un deplorable descrdito y no eran, en
realidad, nada que remendase un partido poltico. Fue entonces
cuando el presidente Medina Angarita pens en la formacin de un
partido que reuniera a los seguidores de su poltica.
La historia del Partido Democrtico Venezolano (PDV) est
por escribirse, y quiz sea yo quien tenga los mejores documentos
para hacer maana un anlisis de lo que fueron sus orgenes, de lo
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que fue su estructura, de lo que fue su funcionamiento, de lo que


fue su escisin y su agona an presente.
Cuando apareci el PDV, el medinismo ya era un rgimen con
teora. En 1942, Isaas Medina Angarita haba probado que era el
ms humano de los presidentes que haba tenido Venezuela. Haba
probado, tambin, ser presidente con nimo abierto para recibir y
atender las grandes voces del pueblo. Pero Medina no era un caso
simplista. A su alrededor se movan fuerzas contradictorias que
buscaban utilizar su influencia extraordinaria para beneficio personal. En 1944, el partido plante la enmienda de la Constitucin
en lo que dice a sistema electoral. Se estatuy que los diputados a
la Cmara y a las legislaturas estatales fueran electos por el pueblo
directamente y se acord el voto a la mujer para los cuerpos edilicios. En el partido y en torno al Presidente, que era su gran lder, se
hicieron escuchar voces progresistas que insistentemente pedan
la consagracin en la Carta Fundamental de la eleccin directa del
Presidente de la Repblica; al mismo tiempo se movan reservas
interesadas en mantener la eleccin por el Congreso, so pretexto
de que el pueblo careca de madurez para elegir. Los mviles eran
otros. Si la designacin presidencial se la reservaban las Cmaras,
en estas poda influir poderosamente el presidente Medina, para
hacer con cualquiera de sus amigos lo que con l haba hecho en
1941 el presidente Lpez Contreras.
Desde un punto de vista de historia orgnica del institucionalismo venezolano, la recomendacin de candidato hecha por el Presidente saliente era en realidad un progreso relativo, pues el fardo
que haba venido pesando sobre el pas era el continuismo ms que
la ausencia de eleccin directa. Con la entrega del poder que hizo
el presidente Lpez Contreras y con el modo autnomo de gobernar como procedi Medina Angarita, el pueblo haba satisfecho su
gran ideal anticontinuista.
228

IDEARIO POLTICO

Pero el proceso de la autoridad tropieza para su explicacin


con factores cuyo anlisis reclama perspectiva de tiempo y de pasin. Como he dicho, a Medina Angarita correspondi poner a andar con mayor vigor los signos democrticos fecundados durante
la poltica humanizada de Lpez Contreras. Invoc Medina los
viejos genios que haban inspirado a los padres de la Repblica.
Los invoc desgraciadamente, a medias. Los genios vinieron, sin
embargo; mas l result vctima, como el aprendiz de brujo, de
su propio ensayo. La extraordinaria bondad de Medina fue aprovechada por muchos para planes contrarios al propio inters del
movimiento que l quiso encauzar. A un hombre como Medina, en
trance tan sincero de despojarse de los resabios de la dictadura residual que gravitaba todava sobre la suprema autoridad venezolana,
tan sincero, repito, como para hacer que la mayor falla invocada
por los militares alzados el 18 de octubre sea su distanciamiento
fsico del cuartel, confundido alevemente con un presunto abandono del Ejrcito como institucin; a un hombre, repito de nuevo,
dispuesto sinceramente a superarse en el camino de la verdadera
poltica popular, muchos de sus amigos se empearon en convertirlo pro domo sua, en remedo de rbitro indiscutido que pudiera dar
el pase mgico a dormidas aspiraciones personales.
La noble e ingenua contradiccin que forma el sustrato anmico de quien quiso hermanar una extraordinaria bondad constitucional con la postiza reciedumbre que le daba su adventicio
carcter militar, no permiti a Medina Angarita mirar dnde estaba la razn, cuando en 1944 un sector de pedevistas prohijaba
la eleccin directa del Presidente de la Repblica, y otro sector,
quiz de mayor peso, le haca ver la inconveniencia de que fuera
reconocido al pueblo aquel derecho. En la maana del 14 de julio
de 1945, al da siguiente de la ltima crisis ministerial ocurrida en
su gobierno, Medina Angarita discuti conmigo, a la sazn presiBIBLIOTECA AYACUCHO

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dente del Congreso, acerca de un acuerdo presentado al Congreso


por Jvito Villalba, Andrs Eloy Blanco, Rafael Pizani y por m,
en orden de acelerar la reforma constitucional que permitiese la
eleccin directa del Presidente. Entonces, puesto de pies cuan alto
era y golpeando fuertemente el escritorio presidencial, me hizo la
siguiente declaracin: Te juro que no tendr en mi vida das y horas suficientes para arrepentirme de no haber estado el ao pasado
con quienes recomendaban la reforma constitucional en el sentido
de hacer popular la eleccin del Presidente. No estara en este horrible brete. La palabra de Medina Angarita la escuch en aquel
momento de manera impresionante. Ni l ni yo sabamos que en
su voz vibraba el metal oculto de una dolorosa profeca.
La suerte haba sido echada con dados falsos. En medio de la
gran crisis ocurrida en el movimiento pedevista, al surgir las aspiraciones del grupo que quera el regreso al lopecismo, considerado por muchos como un disimulado continuismo, Medina hubo de
luchar con un mundo de pasiones que no pudo equilibrar. Como
si se hubiese tratado de una herencia, los aspirantes menudearon y
mantuvieron la tesis del gran elector, en espera de recibir el leo
de la recomendacin. Aun fuerzas familiares se movieron en torno
a quien ms que tachirense era visto como venezolano integral,
para hacer que la voluntad del Presidente se inclinase a favor de un
nativo del Tchira.
En esta situacin, se produjo el 18 de octubre. La conjura militar vena formndose haca algn tiempo. Algunos dicen que se
inici cuando Medina Angarita quiso que la suya fuese poltica de
partidos. En principio el Presidente se neg a creer la conspiracin,
porque la extremada fe en s mismo y en la bondad de los dems
le haca dudar que lo traicionaran sus discpulos amados. A m me
haba dicho en septiembre que los militares jvenes eran como
sus hijos. Felices las madres horras de semejantes hijos! Una vez
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IDEARIO POLTICO

producido el golpe, quiso que no se ensangrentase el pas, por donde dej que el cuartel se desbordara. Aun traicionado, crey que
en sus discpulos perviviese el patriotismo. Evit la poca sangre
inmediata, mas facilit el imperio tardo del crimen.
Ni el examen de la poltica de Medina Angarita ni menos el
examen del tambin contradictorio proceso de gobierno de Accin Democrtica, me propongo hacer en estas lneas. Quizs me
haya detenido un poco ms en fijar algunos temas de juicio por lo
que dice al proceso de la reforma electoral del 44-45, en razn de
haber firmado yo, como presidente del Congreso, el acuerdo que
la sancion en 1945 y porque la reciente muerte de Isaas Medina
Angarita ha servido de testimonio elocuente para decir lo que la poltica noble, generosa, abierta del gran Presidente represent para
el pueblo de Venezuela.
El 19 de octubre de 1945, Venezuela supo que el golpe militar de la vspera gozaba de los auspicios de un partido civilista y
popular como Accin Democrtica. El mismo pueblo que quera a
Medina vio con beneplcito el ascenso al poder de un partido cuyos
lderes venan luchando tesoneramente desde 1928 por las libertades pblicas y por hacer del pas una Venezuela libre y grande
para todos los venezolanos. En la conciencia de la mayora venezolana haba un anhelo de progreso institucional.
Yo mismo, que formaba en los cuadros responsables del rgimen
derrocado escrib en carta a Andrs Iduarte, cre en el primer momento que los hombres de Accin Democrtica, muchos de ellos
mis amigos personales y por quienes mostr marcadas simpatas
desde las toldas contrarias donde estaba polticamente ubicado, seran capaces de cumplir las promesas que haban formulado desde la
oposicin. Crea yo que en Venezuela era necesaria una revolucin
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que barriese mucho vicio antiguo, y desde mi posicin de dirigente


pedevista procur que esa revolucin partiese desde las propias alturas del poder.

Los militares se dijeron preocupados por acelerar la marcha


de las instituciones republicanas, y ahora, con el asocio de Accin
Democrtica, lograron convalidar el desagradable expediente golpista. Compenetrado el gobierno revolucionario de que el ambiente que hizo posible la cuartelada del 18 de octubre estaba lleno de
reclamos por una lgica y popular amplitud electoral, design por
el Decreto 52 la junta que deba elaborar el nuevo Estatuto electoral. Ella estuvo compuesta por Andrs Eloy Blanco, Jess Enrique
Lossada, Nicomedes Zuloaga, Lorenzo Fernndez, Luis Eduardo
Moncada, Martn Prez Guevara, Luis Hernndez Sols, Ambrosio Oropeza y Germn Surez Flamerich, quien por sarcasmo del
destino apareci despus comprometido en el fraude electoral de
mayores proporciones en la historia de la democracia universal.
En el Estatuto elaborado por esta comisin, y luego dictado
por el gobierno revolucionario, se consagr el voto universal y
secreto, y luego la Constitucin sancionada por la Constituyente
que se dio el pueblo estableci la eleccin directa para Presidente,
senadores y diputados, Cmaras legislativas y Concejos.
El resultado de estas elecciones tena que favorecer a Accin
Democrtica. Era este un partido popular que haba propugnado sentidas reivindicaciones y que gozaba, adems, de la gracia
del poder, ya ejercido por sus hombres. Las elecciones de 1946
y 1947 fueron recios torneos populares en que debatieron cuatro
grandes colectividades que representaban la opinin nacional. Accin Democrtica, el Partido Socialcristiano (Copei), el Partido
Comunista y el partido Unin Republicana Democrtica. Accin
Democrtica lleg a ser, en realidad, un partido mayoritario, tanto
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IDEARIO POLTICO

por sus antecedentes de lucha como por las circunstancias de poder dispensar cargos y favores; el partido Copei, que en s era el
antiguo movimiento socialcristiano de Accin Nacional, a quien
se agreg el sector reaccionario del pedevismo, del lopecismo, del
latifundismo, del gamonalismo, que se sintieron perseguidos por
Accin Democrtica; y, por ltimo Unin Republicana Democrtica, partido formado por elementos liberales y progresistas que
fueron golpeados por Accin Democrtica, como Jvito Villalba,
Isaac Pardo, Elas Toro, Inocente Palacios, Jorge Figarella, a quienes entraron a acompaar, ora inscritos, ora como meros simpatizantes, los elementos progresistas del antiguo Partido Democrtico Venezolano y la masa liberal no afecta a Accin Democrtica.
Con esta alineacin de fuerzas se hicieron las campaas electorales que llevaron a Rmulo Gallegos a la Presidencia de la Repblica. Aunque el origen del poder de Accin Democrtica hubiera
estado en el golpe de octubre, las elecciones servan para alentar la
institucionalidad. Con la consulta del pueblo convalidaba el indoctrinarismo en que haba cado el partido.
El examen de las causas que provocaron la cada de Gallegos
es materia delicada, sutil, compleja, en las cuales juegan visibles
contradicciones, donde se ponen a flor de realidad las pasiones
de los hombres. El movimiento de octubre hubo de ocasionar un
profundo estremecimiento en las races de la sociedad nacional, y
como toda revolucin, afect sentimientos e intereses mltiples.
La justicia que se intent hacer por medio de tribunales especiales
careci de la universalidad que da fuerza a la justicia revolucionaria y la desviste de todo aspecto de venganza. No dej de hacerse
sentir la voz de la retaliacin y del resentimiento que toma cuerpo
en estos grandes trnsitos sociales. Muchas medidas defensivas
del Gobierno estuvieron revestidas de carcter arbitrario, que las
puso en contraste con la tranquilidad, con la paz, con la libertad y
con la seguridad garantizadas durante el Gobierno anterior.
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Cuando Jos Ramn Ayala inaugur el 26 de diciembre de


1935 las sesiones extraordinarias de la Cmara, empez su discurso ms o menos en los siguientes trminos: Nueve das hace que
fue sepultado el Dictador y la Repblica siente que han corrido
nueve aos de fresca libertad. Si aquella frescura la senta el pueblo cuando apenas comenzaba a pisar el nuevo camino de las libertades pblicas, qu no sentira cuando durante el rgimen de Medina Angarita haba visto definitivamente asegurados sus hogares,
garantizada su libertad, firme la tranquilidad de todos y cada uno de
los venezolanos? De Accin Democrtica tena sobradas razones
para esperar la ampliacin y el perfeccionamiento de los derechos
que vena gozando, y aunque en realidad viera crecido el radio del
voto y viera ms robustos los derechos de los trabajadores, sinti
angustia al mirar cmo se tomaban algunas medidas respecto a la
libertad de las personas y a la expresin de la palabra que caan en
el rea de lo arbitrario. Cuando el pblico entendi que no se haca
efectiva la concordia ofrecida por Gallegos empez a desconfiar
del rgimen y tom cuerpo en la opinin el espritu conspirativo
que venan insuflando las personas desplazadas y perjudicadas en
el orden de los intereses personales.
La inseguridad relativa y la confusin reinantes en 1948 se miraban entonces ponindoles de trasfondo la seguridad y la armona
del reciente gobierno de Medina. Nadie era capaz de imaginar que
corridos los aos, los errores y las fallas de Accin Democrtica se
desdibujaran al ser juzgados nuevamente ponindoles de trasfondo la sombra dictadura que hoy aflige a Venezuela. Ni los peores
opositores del partido podan imaginar que la serie de atropellos
y de crmenes sufridos heroicamente por Accin Democrtica daran a esta colectividad ttulos para merecer el ms profundo y
patritico respeto de parte del pueblo en general y aun de parte de
adversarios no cegados por el vil inters que asegura la adhesin
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IDEARIO POLTICO

a los dspotas. En el orden de la santidad, la sangre derramada por


confesar a Cristo es como bautismo eficaz que lava toda especie
de pecado. As, tambin, en el rea del error poltico los partidos
limpian cualquier reato con la sangre de sus propias vctimas. La
despiadada persecucin desatada contra Accin Democrtica por
quienes creyeran en esa forma aniquilar al partido slo ha servido
para darle ms vigor y mritos mayores.
Producido el golpe de noviembre, hubo, en cambio, quienes
cremos que todos los errores del Gobierno gravitaban sobre los
hombres de Accin Democrtica y que tena solvencia la palabra
de los militares cuando insistan en declarar que el 18 de octubre se
haba producido para promover un avance en el institucionalismo
y que dicho propsito se haba frustrado por la poltica sectaria de
Accin Democrtica.
El primero en creer la palabra mendaz de los militares fue el
propio general Medina Angarita, quien desde el austero y digno
destierro que sobrellevaba en Nueva York aconsej a sus amigos
que colaborsemos con el orden nuevo. Slo l se consideraba personalmente al margen de todo trato con quienes lo haban traicionado en 1945.
Yo no fui golpista ni acud a Miraflores a ofrecer mis servicios
a los comandantes victoriosos. Estos me pidieron, algunos das
despus, que aceptase la Embajada en Colombia. Cre, como lo
creyeron Jvito Villalba, Rafael Caldera, Enrique Prez Dupuy,
Carlos Sosa Rodrguez, Julio de Armas, Antonio Martn Araujo,
Rangel Lamus, Santiago Ochoa Briceo y numerosos polticos
honestos que era deber cvico ayudar en aquellos momentos a la
abatida Repblica, y fui en su servicio a Bogot, donde me fue grato exhibirme como el representante de un pas sin solucin de continuidad en el orden de la poltica exterior, a quien era igualmente
grato y honroso entregar al presidente Ospina Prez una condecoBIBLIOTECA AYACUCHO

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racin concedida por Gallegos y entregar al ex presidente Lpez


otra condecoracin conferida por Medina Angarita. Un incidente
de protocolo me sirvi en julio de 1950 de ocasin propicia para
prestar por cuarta vez, y ya con carcter irrevocable, mi renuncia
del cargo de embajador. Yo haba entrado a servir lealmente al rgimen que se llam provisional, convencido de que eran sinceras
las promesas hechas al pueblo en orden a abrir luego un perodo
electoral donde pudiesen tener un punto de retorno la institucionalidad y la concordia. En mayo de 1950 el comandante Delgado
Chalbaud y el comandante Llovera Pez me dijeron que el nuevo Estatuto electoral sera promulgado el 24 de julio siguiente.
Cuando en Curazao, donde el 25 de julio me hallaba de regreso de
Estados Unidos, fui informado de que no haba recibido sancin
alguna el esperado instrumento electoral, hice propsito de hacer
mutis silenciosamente del escenario poltico y de concretarme de
nuevo a la vida privada.
El Estatuto vino a ser promulgado apenas en abril de 1951,
despus de haber ocurrido el tenebroso asesinato del presidente
Delgado Chalbaud. Junto con su promulgacin, se dict un decreto
que hara rrito el proceso proselitista.
El nuevo instrumento haba sido redactado por una comisin
que integraban los doctores Jvito Villalba, Rafael Caldera, Ignacio
Luis Arcaya, Lorenzo Fernndez, Luis Gernimo Pietri, Manuel
Gimn Itriago, R. Lepervanche Parpacn, Horacio Guerrero Gori,
Carlos Jos Ramrez Torres, Gustavo Manrique Pacanins, Alejandro Urbaneja Achelpohl, Rubn Corredor y Ramn Carmona. No
fue ntegramente acogido por el Ejecutivo el proyecto presentado
por la Comisin. Le fueron cercenados en Miraflores, entre otras
normas progresistas, los artculos en que se reconoca derecho de
voto a los mayores de dieciocho aos y a los menores de esta edad
que tuviesen ttulo de bachiller, maestro o profesor, y los que dis236

IDEARIO POLTICO

ponan hacer conjuntamente la eleccin de diputados y Concejos.


Sin embargo, en el Estatuto qued el adelantado y contradictorio
principio que consagraba el voto como funcin obligatoria del
ciudadano. En la exposicin de motivos con que fue presentado
a la Junta Militar el nuevo proyecto, la cual entiendo fue redactada por Jvito Villalba, se dice certeramente: Sobre todo ha sido
la idea de estimular el espritu pblico del pueblo venezolano, de
suscitar en l la conciencia de su deber cvico, de hacer por atraer a
las urnas comiciales aun a los sectores que hasta hoy se mostraron
indiferentes al ejercicio demogrfico, lo que inspira la importante
y avanzada reforma que en este punto propugna el proyecto.
Quedaban consagradas, pues, en el nuevo ordenamiento para
las elecciones las grandes normas que se haban abierto camino
feliz con la reforma electoral sancionada por Accin Democrtica,
y a ellas agregada ahora la obligatoriedad del sufragio, con que se
balanceaba favorablemente la negativa de voto a la juventud.
Recia lucha de intereses se haba agitado en torno al proceso
de elaboracin del nuevo Estatuto, en el seno de cuya Comisin
redactora libraron una brillante batalla doctrinaria Jvito Villalba
y Rafael Caldera, ilustres profesores universitarios y lderes a la
vez de los partidos legalizados que haban sido invitados a su redaccin. Las fuerzas reaccionarias queran el retorno a los viejos
sistemas de voto restringido. Una vez ms las clases populares fueron objeto de los denuestos y de los ataques de quienes prefieren
la irresponsabilidad garantizada por el gendarme necesario a la
dialctica constructiva de la Repblica. La reaccin contra la poltica de Accin Democrtica llev a muchos resentidos a querer que
se aboliese hasta los ms saludables principios que el partido hizo
valer en el pasado Estatuto electoral, y entre aquellos resultaba ser
el ms temido el reconocimiento a los analfabetos del derecho de
votar. Al respecto, Jvito Villalba escriba:
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El general Lpez Contreras es cierto les neg su derecho poltico


en la Constitucin de 1936; pero lo hizo despus de treinta aos de
tirana, durante los cuales ni letrados ni ignorantes ejercieron el sufragio. Entre 1936 y nuestros das han transcurrido la experiencia del
gobierno amplio y liberal de Medina y de tres elecciones sucesivas.
Lo que ahora pretenden ciertos oficiosos amigos del gobierno y las
Fuerzas Armadas es que estos arrebaten al pueblo su aptitud legal
para votar, despus de que tal experiencia sembr en el corazn del
pueblo la conciencia y el orgullo de su derecho a intervenir en la
poltica nacional.

A pesar del impacto que representa el decreto mellizo del nuevo Estatuto, hubo quienes tuvieron fe en posibilidades favorables
al sufragio. Yo he de confesar que no tuve confianza en el porvenir
del voto. Compart en un principio la tesis abstencionista de Accin Democrtica. Cuando un delegado de Leonardo Ruiz Pineda
y Alberto Carnevali, cuyo nombre silencio para evitarle persecucin1, se acerc a pedirnos a algunos polticos independientes que
intervinisemos en el esfuerzo que se haca cerca de URD y de
Copei para que estos partidos se abstuviesen de ir a las urnas, yo
estuve con la posicin acciondemocratista, adelantada a mirar en
la presencia de la oposicin en las urnas un culposo respaldo moral
a la farsa que el gobierno militar preparaba en orden a ganar una
convalidacin popular para el poder arbitrariamente ejercido. En
aquel momento yo coincida con Rmulo Betancourt en las explicables reservas que hasta las vsperas del histrico 30 de noviembre mantuvo el lder mximo de Accin Democrtica. Era justo
esperar, como escriba Betancourt a Roberto Garca Pea, director
de El Tiempo, de Bogot, el 24 de noviembre, que, sin jugar a la
adivinacin, los candidatos del aparato electoral policaco creado
1. Doctor Eduardo Arcila Faras. (Nota de 1958).

238

IDEARIO POLTICO

por la Junta (iban) a obtener en los comicios del 30 de noviembre un volumen de sufragios mayor al millar y varios centenares
de votos con los cuales el pueblo dominicano eligi presidente a
don Hctor Bienvenido Trujillo. Accin Democrtica haba ya
dispuesto en septiembre abstenerse de votar por ningn partido o
agrupacin electoral.
Las asambleas de los partidos legalizados desoyeron las voces
abstencionistas y resolvieron participar en la lucha eleccionaria.
Tambin intent participar en la contienda un grupo independiente formado por hombres de solvencia democrtica, como Carlos
Morales, Eduardo Arroyo Lameda, Juan Liscano, Martn Prez
Guevara, Jos Antonio Mayobre, Jos Nucete Sardi, Jos Enrique
Machado, Pablo Ruggieri Parra, al cual el Gobierno neg la debida
personera para terciar en el debate. El proceso de inscripcin y la
prrroga de los plazos indicaban las pocas ganas que tena el Gobierno de ir al terreno pblico. Mientras tanto, se formaban diversas agrupaciones gubernamentales que con nombres de FEI, PUN,
PIO alineaban en el Distrito Federal y en los estados a los posibles
votantes de la burocracia, del caciquismo, del latifundismo y de
todas las fuerzas que representaban la regresin antidemocrtica.
El Gobierno, a pesar de que se crey seguro del triunfo, y pese
a la restriccin de la propaganda permitida a la oposicin, fue postergando la hora de las concentraciones de los partidos. Hasta el 4
de mayo de 1952 se tard la presentacin de Jvito Villalba en el
Nuevo Circo de Caracas. Sin respeto a los temores, el pblico colm las gradas del Circo. En verdad fue extraordinaria la impresin
de orden en aquel mitin, primero que se realizaba desde el derrocamiento del presidente Gallegos. Nadie interrumpi la palabra
de los oradores, como ocurra en los antiguos mtines del PDV, de
AD, de URD, de Copei, del PC. La razn era muy simple. Aquellos
torneos se realizaron al amparo de regmenes que garantizaban
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239

la lucha de los partidos, y al reunirse el pueblo, en l se juntaban


miembros de partidos en actitud de oposicin frente al partido que
haca uso de la palabra. El 4 de mayo el Nuevo Circo estaba lleno de
urredistas, de copeyanos, de acciondemocratistas, de independientes, de comunistas, quienes formaban una sola conciencia antigubernamental que aplauda la palabra de Jvito Villalba, de Humberto Brtoli, de Jos Herrera Oropeza, de Andrs Agelvis Prato,
de Amlcar Gmez, cuando pedan justicia, libertad y seguridad
para el pueblo y cuando clamaban porque no siguiese el proceso de
la entrega del pas a los intereses extranjeros. Cuando a nombre
de Copei hablaron en su turno Rafael Caldera, Pedro del Corral,
Lorenzo Fernndez, Jos Antonio Prez Daz, Eduardo Tamayo,
el mismo pueblo de comunistas, de acciondemocratistas, de pedevistas, de urredistas, de copeyanos y de independientes aplauda a
oradores que ms que buscar mbito para posiciones diferenciales,
coincidan con las mayoras nacionales en pedir cese a las persecuciones, a las crceles y al terror que sufre la Repblica, y que al
igual de los nacionalistas ms atacados por la casta entreguista,
pedan, tambin, que la Repblica fuera detenida en el proceso de
su hipoteca total a los intereses estadounidenses. El Gobierno no
tena partido. El aparato electorero armado para ir a la lucha estaba
integrado por hombres forzados, que miraban a otros signos polticos. Sin poder constituir una verdadera colectividad poltica, se
mantena en la actitud de caricatura desequilibrada de un partido.
Al ponerse en contacto con el pueblo, los propios agentes de la
polica recobraban su conciencia cvica y se avergonzaban de ser
instrumentos de opresin.
El Gobierno miraba sin temor alguno la campaa de la oposicin. Consider que con encarcelar al da siguiente a los oradores,
ya haba conjurado el peligro de su palabra. Contradictorio, difcil,
heroico, el esfuerzo de ambos partidos legalizados fue una verda240

IDEARIO POLTICO

dera obra de audaz resistencia a travs de toda la Repblica. Ni


los dirigentes ni los militantes esperaban otra cosa sino cumplir
el deber de hablar al pueblo, as fuese en la forma restricta que lo
permita la dictadura. Ninguno de los partidos buscaba ni esperaba
llegar al poder. Convencidos de la poderosa eficacia de la palabra
hablada, aprovechaban Copei y URD la oportunidad de hacer presente la voz de la justicia en medio del terror imperante y buscaban
ser en el futuro cuerpo deliberante voces que dejaran constancia
histrica de que el pueblo de Venezuela, pese a su tremenda crisis,
no estaba muerto.
Paralela a la ardua labor de los partidos de oposicin, los mamotretos electoreros que mont el Gobierno realizaban una labor
fcil y domstica en el orden del proselitismo. Por las poblaciones
del interior fueron lanzadas verdaderas jauras vestidas de piel de
oveja. Su misin era enrolar al pueblo trabajador, a la clase media,
a los empleados pblicos en las listas de futuros votantes gubernamentales. Las autoridades estatales, bajo la direccin del Ministro del Interior, suministraban dinero, divisas y carnets. Entre los
clebres telegramas cuyas copias fueron publicadas de furto por
AD, figura el de un gobernador que solicitaba cien mil bolvares
para poder intensificar las inscripciones. A las clases pobres se dio
dinero, abrigos, leche en polvo, planchas de cinc para el techo de
sus casas, y el pueblo cazurramente aceptaba la ddiva y ofreca
su voto. Los gamonales reciban mejores compensaciones. Los
crditos agrcolas jugaron un papel extraordinario. La poltica de
los centrales azucareros fue seuelo para convencer a incautos. Las
construcciones baratas para la clase media se entregaron sobre el
daca y toma de la papeleta electoral. Grandes porcentajes pedidos
por los gobernantes a los contratistas de obras pblicas se dijo que
estaban destinados a la propaganda del partido oficial. A antiguos
condenados en los juicios de peculado, se les pidi dejar una parte
de lo que reciban para ayudar a la campaa electoral.
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241

Para facilitar el fraude, el Consejo Supremo Electoral mejor


el Diccionario de la Lengua Castellana y admiti que un cartn
circular puede ser llamado tarjeta. As era ms fcil convencer al
pueblo de que votara por la tarjeta redonda, nica de esa forma
entre todos los cartones electorales. Un cura de pueblo, vendido a
los gamonales merideos, lleg al sacrlego argumento de decir
a sus feligreses que en el momento de votar tuviesen presente que
redonda es tambin la hostia del Santsimo Sacramento. El pueblo
escuch con asco y sorpresa la palabra del sacerdote satnico y vot
por la oposicin en forma abrumadora. El milagro buscado por los
enemigos del pueblo se resolva a favor de este. La consigna electoral fue votar contra la tarjeta redonda del Gobierno. La oposicin
no haca ya diferencia de color alguno. La oposicin quera un solo
objetivo: derrotar el aparato opresor de la dictadura.
En 14 y 27 de septiembre, respectivamente, Copei y URD lanzaron a la nacin manifiestos contentivos de su plataforma electoral y de sus puntos de vista respecto a la concurrencia a las urnas
comiciales. El manifiesto urredista debi circular en una nueva
concentracin anunciada para los primeros das de octubre. Sin
embargo, no pudo realizarse en razn de haber sido descubierto
un movimiento subversivo en Maracay, que acarre una serie de
detenciones y de citaciones, entre estas las de Jvito Villalba y de
Rafael Caldera.
En medio de este ambiente caldeado de nuevas persecuciones,
un hecho nuevo apunt como elemento llamado a desencadenar
nuevos odios contra el Gobierno y a poner en resalto la crueldad
de sus procedimientos. En la noche del martes, 21 de octubre, fue
asesinado alevosamente por las autoridades de Seguridad, en plena
calle de Caracas, el dirigente acciondemocratista Leonardo Ruiz
Pineda. Al da siguiente, el mismo cuerpo policaco haca publicar
en la prensa diaria la noticia del crimen como si se hubiera tratado
de informar la cacera final de un gnster calificado.
242

IDEARIO POLTICO

Durante la lucha clandestina Ruiz Pineda haba mostrado al


pueblo una constancia y un valor personal que lo hacan respetable
en grado eminente; haba mostrado, tambin, el doctor Ruiz Pineda un amplio sentido humano, que lo llev a superar exclusivismos
personalistas y que puso en su mano la pluma que, con el valor digno de los grandes espritus, le sirvi para reconocer pblicamente
errores anteriores de la lucha partidista.
La ferocidad del asesinato de Ruiz Pineda y el peor an de
Germn Gonzlez, perpetrado, como el anterior de Cstor Nieves
Ros, en el propio recinto de la Seguridad Nacional, concit la opinin del pueblo de un modo tremendo contra el Gobierno. Este, en
cambio, enceguecido por la soberbia, recurri a dos expedientes
irrazonables. Sin saberse an el tipo de gobierno que establecera la
venidera Constituyente, y sin siquiera estar elegidos los diputados
a quienes corresponda decir si habra gobierno plural o individual,
y sin que el pueblo estuviese eligiendo Presidente, se lanz la candidatura del coronel Marcos Prez Jimnez para la presidencia
provisional. Al mismo tiempo apareca un Libro de Oro de respaldo popular al Ejrcito en la persona del Ministro de Defensa.
En forma compulsiva se recogieron firmas en toda la Repblica.
El miedo y el oportunismo hicieron que en breve hubiera ms de
un milln de nombres, autnticos o apcrifos, en el famoso libro.
Los retratos del candidato revistieron luego hasta los rboles de
los parques. A las casas llegaban tambin en vasos, reglas, paos,
platos, carteras, escarapelas y cuanto adminculo pudiera ayudar a
que se grabase ms en la mente del pueblo la efigie del candidato.
Todo gnero de halagos se prodigaron, junto con amenazas a los
posibles firmantes del famoso libro. Cuando el 24 de noviembre
los hombres de la pro candidatura hicieron un desfile menguado
ante el coronel Prez Jimnez, este no intuy la falta de respaldo
del pueblo. Crey ingenuamente en la sinceridad de las palabras
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243

de sus supuestos adherentes y en la lealtad de quienes con halagos


buscaban ganar su benevolencia. Semejante cosa, pero con signo
contrario, ocurri a los dirigentes polticos de oposicin. En las
grandes multitudes que acudan a or la voz de los oradores populares, apenas miraron una adhesin condenada a fracasar ante el
aparato electoral del Gobierno. En el sur, en oriente, en occidente,
en el centro, el pueblo acuda en forma inusitada a escuchar la
palabra de la oposicin. Pero los dirigentes de los partidos, si bien
sentan la ingenuidad, el fervor y la angustia del pueblo, crean desapoderadamente en la fuerza del fraude y en la eficacia del terror y
del soborno que inspiraba la tcnica gubernamental.
Al sealar sus candidatos, Unin Republicana Democrtica
me pidi que encabezara, junto con su gran lder Jvito Villalba, la
plancha de candidatos a diputados por el Distrito Federal. Despus
de un severo examen de lo que aquello significaba, acept la honrosa designacin que me haca el partido. Me cre obligado a tomar
parte en el sacrificio que realizaban los grupos de oposicin. No
fui, como he escrito en otra parte, en busca del poder. Acept la carga de la candidatura porque quise dar prueba de que mi actitud no
era la actitud pantuflista de quienes animan a otros desde muelles
sitios al sacrificio para gozar los beneficios del triunfo alcanzado
por terceros. Expuse mi salud, mi libertad, mi tranquilidad y la
tranquilidad de mi familia para probar con mis actos la sinceridad
de mis ideas. La lucha, pese al grande entusiasmo de las masas, se
miraba como algo perdido desde el punto de vista del poder. Convine, tambin, en participar en la campaa para tener durante ella
oportunidad propicia de hablar al pueblo acerca de la necesidad de
defender nuestro destino histrico, amenazado por el entreguismo
de la hora, y acerca del deber imperioso de buscar una frmula
eficaz que pusiera fin a la persecucin y al crimen convertidos en
signos del rgimen militar.
244

IDEARIO POLTICO

Mi nombre tuvo un apoyo que rebas los lmites de la regin


para la cual se me postulaba. Del Zulia, de Lara, de Falcn, de
Gurico, de Trujillo, de Monagas, de Miranda, de Aragua se me
llamaba para intervenir en las concentraciones del pueblo. Maestros, obreros, escritores, artistas, estudiantes formaron comits de
apoyo a mi candidatura. A muchos sorprendi que siendo yo catlico prctico cooperasen en dichos comits elementos comunistas.
No alcanzaban a mirar los celosos miopes que en aquel momento
yo representaba una idea aglutinante de nacionalidad y de justicia
ms que un concepto religioso. Se me haba visto en la prensa diaria luchar tenazmente por la defensa de los valores de Venezuela.
Se me saba interesado en una gran campaa encaminada a la rehabilitacin de los viejos signos y de las viejas fuentes de nuestra
propia historia. Se me vea empeado en la guarda de todo lo que
representase valor moral, econmico y cultural de la Patria. El pueblo, con su adhesin a mi candidatura, estaba probando que no andaba lejos del sentido aglutinante de cuya deficiencia me quejaba
en Mensaje sin destino2.
A un catlico, a un ateo, a un liberal, a un conservador, a un
ultramontano, a un comunista han de sonar con igual inters las
2. Algunos lectores no han entendido o no han querido entender el sentido y el
alcance de la expresin crisis de pueblo usada por m en Mensaje sin destino.
Olvidados de los mltiples valores de la palabra pueblo, han juzgado, tal como
pudieran entenderlo los mantuanos caraqueos, que me refiero al pueblo en el
sentido de gente comn y humilde, todava no ensombrecida por el oscurantismo de la instruccin acadmica ni degenerada por la molicie de las riquezas,
segn en audaz paradoja se expresa de los humildes el eminente telogo Joseph
Holzner. En mi ensayo yo hablo de crisis de pueblo en concepto de nacin. Me
refiero, pues, al pueblo como categora histrico-social y no como sector de la
comunidad nacional. Si se pusieran en paralelo las clases llamadas populares con
las denominadas clases altas en stas afloraran realmente deficiencias y vicios
de que carecen aqullas. Mas la expresin por m usada no hace referencia a
parcelas sociales, sino a la plenitud pueblo, cuya crisis hago radicar en otro tipo
de factores.
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palabras encaminadas a resguardar la integridad de la Nacin. Por


tal razn, mi modesto nombre de trabajador de la cultura alcanz
un apoyo que excit la calumnia y el denuesto de quienes estaban
comprometidos con la causa de la entrega de la Patria y de quienes
persiguen y niegan la eficacia de las consignas de la tolerancia y de
la convivencia humanista.
Para la noche del 26 de noviembre estaba anunciada en el Nuevo Circo la clausura en Caracas de la campaa electoral de URD.
El Gobierno prepar para esa misma noche ms de quince concentraciones del FEI en teatros de parroquia. En esa forma quiso
boicotear el mitin urredista. Los vehculos oficiales se encargaron
de transportar gente pagada para colmar los recintos donde discurra el oficialismo. En uno de estos teatros se cantaron canciones
picantes y alegres, que el escaso pblico reclam fueran continuadas cuando lleg la hora de los oradores. Sin embargo, los locales
gubernamentales quedaron vacos, mientras en el Nuevo Circo y
sus alrededores se reuna la mayor concentracin popular que recuerda Venezuela. Alrededor de sesenta mil almas haban acudido
a escucharnos a Jvito Villalba y a m.
El gran lder estuvo aquella noche al nivel de sus mejores intervenciones. El Nacional del da siguiente comentaba su discurso
como la mejor intervencin de Villalba desde el ao 1936. La extraordinaria personalidad del gran dirigente poltico se super en
oportunidad en que el pueblo se reuna para escuchar con atencin
ejemplar la palabra de quienes le llamaban a la unidad para ganar
en las urnas la batalla a los opresores. Jvito Villalba debi sentir
sobre las sienes el ardor que acompaa a quienes se tornan en voces
del pueblo. Yo jams podr olvidar la profunda emocin con que
al terminar mi discurso dije a la multitud que me haba escuchado
durante dos horas, que nada era para m ms encumbrado como ver
la corriente de apoyo que se mova al lado de mi nombre.
246

IDEARIO POLTICO

En ella se confunden dije voces de distinguidos representantes de


las altas capas influyentes con las voces de modestos hombres del
pueblo. Se parean el profesor y el estudiante con el obrero cargado de
sufrimientos. Coinciden el hombre que conmigo comparte la vieja fe
religiosa de los Padres de la Repblica y el revolucionario negador
de los valores del espritu. Se anan antiguos servidores que fueron
mis compaeros en poca de opacamiento del civismo y exaltados
dirigentes que ayer condenaron sin examen a los hombres que, sin
ir a la crcel y al destierro, tambin, mientras rean, sufrieron en lo
interior de la conciencia.

Esa convergencia de actitudes no obedece ni a lustre de mi


nombre ni a mrito de mi obra de escritor y de poltico. Obedece al hecho circunstancial de haber tomado yo la voz antigua de
la tierra. Suelta andaba esa voz en busca de garganta poderosa
que dirasele expresin. Cuando los mejores fallaron, la voz lleg
hasta mis labios y la idea descendi hasta los puntos ardorosos de
mi pluma. Yo la puse a andar con la responsabilidad que representaba su mensaje. Al principio no supe a quines destinarlo. Hoy
comprendo que el pueblo vio en mis palabras las huellas de su dolor y del dolor de Venezuela. Hoy nos unimos, pues, para la lucha
cvica, el hombre sin tamao que tom la palabra de la Patria y el
pueblo poderoso que se sinti la Patria misma3.
3. En el prlogo a la edicin costarriquea de mi discurso en el Nuevo Circo,
asum el peso pleno de la posicin antiimperialista que distingue a dicha pieza.
Al hacer recaer sobre mis solos hombros la responsabilidad de aquellos planteamientos, quise enfrentarme a ciertos comentarios, insistentemente dirigidos a
decir que el fruto positivo de las pasadas elecciones venezolanas se haba perdido, en parte, por mi imprudencia al atacar severamente la poltica absorbente
de Estados Unidos en mi pas.
Este juicio simplista y arbitrario reclama para su repudio un doble anlisis. En
primer trmino, el partido Unin Republicana Democrtica no fue a la lucha
electoral, como tampoco fue el Partido Socialcristiano, a ganar poder alguno.
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Quienes hubieran juzgado anticipadamente el resultado de


la eleccin arrancando de lo que significaban la multitudinaria
concentracin de aquella noche y las semejantes manifestaciones
ocurridas en toda la Repblica en torno a los oradores de URD y de

Ambas colectividades polticas entendieron cumplir un mero deber cvico, y al


aprovechar el filo que dejaban al civismo las espadas de los gobernantes, slo
procuraron avivar la dormilona conciencia pblica. Por mucha que fuese nuestra
fe y nuestra esperanza en el pueblo, no era tanta en aquel momento como para
esperar el triunfo aplastante que confundi a la dictadura y la llev inconsultamente a destruir en la forma ms vergonzosa que registran los anales polticos de
Amrica, el resultado de una votacin cuyo democrtico xito conocieron desde
el primer momento la conciencia vigilante del pueblo venezolano y la conciencia
atenta del continente americano, y cuyo recuerdo quedar en la historia nacional
como un hondo y vasto movimiento de luz, segn apropiado decir del ilustre
ex embajador Manuel Pulido Mndez.
A m no se me invit a ir a la conquista de ningn poder. Se me pidi acompaar al
partido con mi voz modesta de reconocido defensor de los valores nacionalistas,
y de representante a la vez del grupo del antiguo pedevismo. Numa Quevedo,
Rodolfo Rojas, Juan Jos Palacios, Manuel Silveira, Enrique Tejera, Pastor Oropeza, Julio Diez y Hctor Cuenca conocieron de previo la invitacin con que
me honraba Unin Republicana Democrtica. Pens que si logrbamos algunos
escaos en la Asamblea Constituyente, tendra desde ah oportunidad propicia
para proseguir mi campaa en pro de los intereses privativos y esenciales de la
Nacin, bien sabido, adems, de que en mi posible labor parlamentaria habra de
encarar diariamente con los denuestos y las infamias de los voceros de la presunta
mayora gubernamental. Llevado del ms sano optimismo, cre que el Gobierno
militar, paradjicamente presidido por jurista que goz de elevado concepto en
el pas, guardara un mnimum de respeto para sus propias palabras, y que en la
venidera Asamblea mi voz defensora de la nacionalidad no quedara expuesta
a que fuese silenciada, como se haba tratado de silenciarla en mayo, al hacer
reparos el Gobierno al movimiento del grupo Araguaney y al amenazrseme a
m con el destierro; cre que la inmunidad que ganara con mi acta de diputado
me evitara ser nuevamente arrestado y vejado, como lo haba sido en enero de
aquel mismo ao, a causa de mi eleccin como presidente del Comit de Defensa
de la Economa Nacional. Deba confiar en un residuo de buena fe en quienes, de
manera compulsiva haban llamado al pueblo a elecciones. Era correcto que pensramos as quienes an no habamos visto ni presumamos la befa insolente del
2 de diciembre ni la felona sin nombre del 15 de aquel mes.

248

IDEARIO POLTICO

Copei, tenan para anunciar el triunfo aplastante de la oposicin.


Mas era necesario tomar en cuenta la presin de las autoridades y
el fraude que venan preparando sus agentes.

Se me honr con la inclusin de mi nombre en la papeleta electoral del Distrito


Federal, en razn, pues, de mi conocida labor como defensor de los valores nacionalistas. Ello me llev a imprimir, previamente, el discurso de mi campaa poltica. Quise en tal forma dar a mis palabras y planteamientos mbito constante de
programa de accin nacionalista. Callarme aquellas ideas y soslayar soluciones
hubiera sido una traicin a m mismo y a quienes tenan fe en los principios por
m enunciados.
De otra parte, se ha dicho que mi discurso es excelente como pieza de agitacin,
pero psimo como instrumento de un poltico en busca de poder. Sin necesidad
de rechazar una atribucin peyorativa que contradice el sentido humano de integracin y de conveniencia que forma la mdula de dicho discurso, en el cual
slo extranjeros, o a los ms extranjerizantes, podran hallar elementos agitativos
contra quienes indebidamente lucran con nuestra riqueza y pisotean nuestra dignidad, he de insistir en decir que ni el partido ni yo pensbamos conquistar algo
que no fuese una exigua minora en la Asamblea, donde para servir al pas, estaramos expuestos a infames ataques de la mayora. Mas en el supuesto negado de
que hubisemos barruntado el triunfo del pueblo, no habra sido razn suficiente
callar legtimos sentimientos nacionalistas para asegurar la sonrisa aprobatoria
del Departamento de Estado. Eso habra sido tanto como llegar al poder a travs
de la puerta de servicio o con un billete adulterado. Engao al pueblo y sumisin
vergonzosa a Washington. La soberana interna de un pas no puede pedir permiso a nadie para realizar el escogimiento de su Gobierno, y los polticos que honestamente pretenden servirle deben rechazar tales humillantes suposiciones.
Sin embargo, y aun bien recordado de los planteamientos de Jvito Villalba en
sus mtines de mayo y de septiembre, cre prudente asumir, como digo, la plena
responsabilidad de las ideas que expuse como candidato independiente, a fin de
que Unin Republicana Democrtica no cargase con el peso de la imprudencia
que algunos imputaban a su invitado de honor. (Aos hace que aspiro a que se me
excluya de la lista de los prudentes del pas. En 1942 llam virtud culpable a
la prudencia con que entre nosotros se ha pretendido dignificar el amaamiento
con las posiciones cmodas y concupiscentes. Venezuela ha sido vctima propiciatoria de hombres prudentes y cobardes. A m, por dicha o por pena, me ha
tocado reaccionar ya en la vejez inclinadora a la cmoda claudicacin contra la
prudencia culpable en que discurri mi juventud).
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El 30 de noviembre el pueblo acudi ordenadamente a las urnas. Seguro de su triunfo, en la misma medida en que los partidos
opositores juzgaban la eficacia de las amenazas y del soborno que
pesaban sobre el pueblo, el Gobierno dio al acto material del voto
la seriedad requerida para despus jactarse de su buen xito. Pero el
pueblo amaneci aquel da resuelto a manifestar su soberano querer. Se le obligaba a votar, y vot contra sus opresores. Como era
lgico, la mayora de los votos favorecieron a Unin Republicana
Democrtica. El Partido Socialcristiano estaba ahora reducido a
una minora en relacin con los votos alcanzados en 1946 y 47,
cuando tambin votaron con la tarjeta verde los grupos reaccionarios que se sintieron golpeados por la poltica liberal de Accin
Democrtica y que ahora rodeaban al rgimen militar. La esencia
revolucionaria y justiciera del movimiento socialcristiano la ha
confundido el pueblo por aquella circunstancia con la posicin de
los gamonales y caciques naturales que anteriormente acompaaron a Copei. El pueblo venezolano, de conciencia ampliamente
liberal, sigui al partido que haba hecho suya la vieja divisa populista.
No eran, en realidad, de ningn partido exclusivamente el milln y doscientos mil votos que favorecieron en la Repblica a los
colores urredistas; eran los votos masivos del pueblo sin partido
que segua a los hombres que interpretaban su voluntad de justicia,
de paz, de libertad. Variando la actitud tomada en septiembre por
su rgano directivo, la misma militancia de Accin Democrtica
Corridos los das, he tenido la profunda satisfaccin de que el lder mximo de
Unin Republicana Democrtica, mi ilustre amigo Jvito Villalba, no slo haya
objetado el descargo que hago al partido de la responsabilidad de mis planteamientos, sino que, adems, haya puesto nfasis patritico para decirme que dicha
posicin la comparte el partido plenamente conmigo, por ser la nica a la cual no
renunciar ni de la cual se desviar jams.

250

IDEARIO POLTICO

vot con URD, cuando reconsider que su abstencin podra llevar


agua a los molinos del Gobierno. Votaron, tambin, los comunistas
por las planchas de URD all donde no tuvieron candidatos propios. Vot adems con URD el pedevismo ortodoxo, que miraba
en las consignas del partido, las mismas consignas democrticas
que haban inspirado su poltica, y votaron tambin por URD los
independientes de mentalidad liberal. Tal fue la unin del pueblo
en la lucha contra el Gobierno, que los testigos urredistas de las
mesas se ausentaban de estas confiados en que quedaban debidamente representados por los testigos copeyanos. La lucha era de
pueblo contra Gobierno. Y gan el pueblo de una manera ejemplar.
Armado del voto, como en una repblica de estilo suizo, el pueblo
derrot en las urnas a los hombres armados de la cimitarra tirnica.
Jams en la historia del pas haba tenido lugar un hecho semejante.
El pueblo luch esta vez solo contra el dinero de las arcas pblicas
y contra la fuerza opresora de un rgimen policaco. En anteriores
ocasiones haba podido la oposicin ganar plazas comiciales al
Gobierno, pero jams el triunfo se haba logrado en lucha contra un
aparato opresor de tamaas dimensiones y contra una persecucin
ms espantosa que la del rgimen militar. Tampoco fue nunca tan
universal y tan aplastante el triunfo del pueblo inerme contra la
voluntad de sus opresores.
En el pueblo se haba creado en realidad una conciencia de
unidad como estmulo de lucha contra una dictadura que haba
llegado a ensangrentar la va pblica con el asesinato perpetrado
por las autoridades y que haba llegado a ultrajar la dignidad de la
mujer como slo se haba hecho en los tiempos sombros de Boves
y Mox. La oposicin urredista se haba empeado, adems, en
predicar la unin de todos los hombres libres para as poder llegar
a un gobierno de integracin nacional, en el cual se sintiesen amparados todos los partidos y bajo cuya direccin se lograse un retorno
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a la vieja concordia nacional. El gobierno de opresores y oprimidos se buscaba sustituido por un nuevo sistema donde no hubiese
vencedores ni vencidos y en cuyo seno la justicia se abriera paso
sin acudir a recursos extraordinarios y sin escuchar la voz de la
venganza. Quera la oposicin, ya que en ello coincida Copei con
URD, que sobre la atrocidad reinante se erigiese un sistema que calmase los nimos y llevase a la conciencia nacional la certidumbre
de su seguridad y su reposo. En este camino acciondemocratistas,
independientes y comunistas tenan que formar una alianza tcita
y sin compromisos con los partidos legalizados.
La campaa electoral tambin haba servido para crear una clara conciencia de rebelin civil. Todas las fuerzas del pas se sintieron vinculadas a esa actitud rebelde. Obreros fabriles, obreros del
campo, maestros de escuela, funcionarios pblicos, industriales y
comerciantes progresistas, profesionales, estudiantes, mujeres que
sentan el desgarro de las heridas del pas, sacerdotes honestos,
hombres no corrompidos de los cuadros conservadores, formaron
un silencioso frente cvico, encaminado a expresar de modo rotundo su repudio a la dictadura. En especial se puso de resalto cmo
el campesino, siempre votante del Gobierno, en esta oportunidad
mostr conciencia de oposicin democrtica. A un pueblo desarmado y perseguido le dieron sus opresores oportunidad de ejercitar
los instrumentos cvicos, y armado del voto fue a las urnas a decir
no a sus verdugos y explotadores, del mismo modo como el pueblo
en 1810 haba dicho no al representante del imperio espaol.
Antes de la medianoche del 30 ya se conoca el resultado de
las elecciones. El sistema de escrutinio era fcil y la poblacin
haba acudido a numerosas salas. A las meras 6 p.m. ya las mesas
electorales estaban contando votos y levantando actas. El 1 de diciembre Venezuela amaneca como el hombre de pueblo que viste
ropa limpia para la alegra dominguera. URD haba triunfado en 17
252

IDEARIO POLTICO

estados, en el Distrito Federal y en un territorio. Con 67 escaos en


la Asamblea Constituyente, superaba los votos de la mayora. Pero
al mismo tiempo se rumoreaba que las Fuerzas Armadas apoyaran al Gobierno en su intento de no reconocer el triunfo del pueblo. Se supo que la tesis de los nuevos golpistas se afincaba sobre
los votos emitidos por los miembros de Accin Democrtica y del
Partido Comunista.
Los militantes de uno y otro partido no votaron como tales
puesto que no se les permiti la concurrencia a la lucha con candidatos propios; mas los ciudadanos inscritos en dichas colectividades polticas, lejos de haber sido despojados de la ciudadana, fueron obligados con apremios a emitir su voto. Por cul agrupacin
iban a votar? Sencillamente, por los candidatos que tenan el apoyo
masivo del pueblo liberal de Venezuela, a quien URD por medio
de sus esforzados dirigentes, Jvito Villalba e Ignacio Luis Arcaya
a la cabeza, haba sabido exponer las tesis poderosas de la unidad
y de la concordia y haba sabido presentar la tremenda crisis de
nuestra economa y de nuestra libertad. No poda esperarse que los
hombres de izquierda, forzados al sufragio, dieran su voto al Partido Socialista Venezolano, que en actitud de minora haba inscrito
candidatos, ni que votasen por el Partido Socialcristiano, menos
an por los aparatos electoreros del Gobierno. Aquellos saban, en
cambio, como lo entendi la militancia acciondemocratista, que
el voto en blanco era refuerzo al oficialismo. Sin pacto alguno,
sin compromiso de ninguna especie, los partidos condenados al
degredo poltico por la dictadura saban que los diputados vencedores de URD defenderan en la Constituyente las grandes tesis de
la libertad y de la convivencia nacional.
En la noche del 1 de diciembre la directiva de URD dirigi
un mensaje a las Fuerzas Armadas en la persona del Ministro de
Defensa, relacionado con el triunfo del pueblo. Era, en realidad, el
pueblo y no un partido quien haba triunfado.
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Al conocerse el triunfo, la propia noche del histrico 30 de


noviembre, la directiva de URD declar enfticamente que el resultado de las elecciones no era un triunfo del partido, sino testimonio
veraz de que en el seno de la opinin popular no exista ninguna
corriente poltica exclusivamente mayoritaria o hegemnica. A
URD correspondi, en cambio, el mrito extraordinario de haber
sabido dirigir la conciencia de la Nacin en un difcil momento
de su historia. Como partido poltico, dicha organizacin no buscaba tampoco soluciones exclusivistas. Sostuvo siempre a todo
lo ancho del pas su vieja tesis de un gobierno de integracin que
pudiera hacer posible el equilibrio de las distintas fuerzas polticas.
Ms tarde, Jvito Villalba repetira en el destierro cmo el triunfo
logrado por su partido no era triunfo de URD, sino triunfo de un
pueblo que anhela libertad y busca la justicia. Con un extraordinario sentido para la medicin de los hechos polticos, URD haba tomado por consigna la idea de que la solucin de nuestro problema
poltico no estaba en su triunfo como partido, sino en el logro de un
gobierno de unidad y de equilibrio que realizara la imparcialidad
de sus rganos. Artfice de esa poderosa corriente, Jvito Villaba
debe sentir el orgullo de haber sabido orientar la conciencia del
pueblo en uno de los ms graves momentos de su historia.
Los absurdos argumentos esgrimidos por el Ministro de Defensa en nombre de las Fuerzas Armadas sirven de testimonio irrecusable del triunfo aplastante del pueblo. Con slo leer su texto ya
se mide la torpeza de quienes lo redactaron. Sobre la contradiccin
legal del alegato acerca de la fuente de los votos, se levanta el reconocimiento expreso del triunfo de la oposicin.
El famoso documento dice as:
Caracas, 2 de diciembre de 1953, DEP. 00.05 hora. 3 a.m.
Doctores Ignacio Luis Arcaya y Jvito Villalba.
Caracas.
254

IDEARIO POLTICO

No basta el desmentido categrico del grave hecho del acuerdo con


partidos en la clandestinidad y antinacionales que a ustedes se les imputa, para probar la buena fe de las aseveraciones que ustedes hacen.
Las ideas expuestas por oradores de URD en diferentes mtines y la
votacin de los comunistas y de los acciondemocratistas por la tarjeta amarilla, ha venido a corroborar el hecho sealado. La Institucin
Armada, tan escarnecida por ustedes, no est dispuesta a admitir que
por acuerdos torvos se vaya a lesionar el prestigio y el progreso de la
nacin, seriamente comprometido por el triunfo electoral [las cursivas son mas, B.I.] de Accin Democrtica y el Partido Comunista,
que URD ha propiciado. Atentamente.
Marcos Prez Jimnez.

Mas, los razonamientos resultaban forzados desde el punto de


vista de las promesas hechas por los comandantes en noviembre
de 1948. El farisesmo internacional peda otra cosa. Ya puesto a la
firma del nuevo dictador el decreto por el cual asuma el poder en
vista del peligro que constitua para el mundo libre el triunfo
del pueblo, alguien, nacional o extranjero, no lo s a ciencia cierta, aconsej que era mejor optar un procedimiento semejante al
usado cuando ocurri el asesinato del comandante Delgado Chalbaud. Renunciaron al efecto los otros dos miembros de la Junta
Militar, y el Estado Mayor, convertido en Asamblea deliberante,
deposit el poder en manos del coronel Marcos Prez Jimnez con
carcter de Presidente provisional4. Voces corrieron en Caracas el
propio 2 de diciembre de que la Embajada americana haba hecho
4. El pas ignora la verdadera actitud de Surez Flamerich. Se dijo que el 1 o de
diciembre prohij el reconocimiento del triunfo del pueblo y neg su aprobacin
al fraude encaminado a variar el resultado de los escrutinios. Sin embargo, venido
a Europa, no ha hecho ninguna declaracin de lo ocurrido y se pasea, favorecido
por los homenajes de las misiones diplomticas del rgimen, sin buscar medio
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saber a nuestra Cancillera que Estados Unidos no reconocera el


Gobierno que se daba el pueblo5. La especie es por dems burda,
pero as lo hizo conocer entre los oficiales, para justificar la usurpacin, el propio coronel Prez Jimnez6.
alguno de ganar un juicio favorable a su ignorada conducta. Despus del derrocamiento de Prez Jimnez, el doctor Surez Flamerich dio una explicacin de su
conducta, que habra tenido grande audiencia si hubiese sido hecha a la hora de
abandonar el pas en 1952. Hoy no explica nada. (Addenda de 1958).
5. La versin oficial sobre la pretendida intervencin de la Embajada Americana. En los momentos de la lamentable confusin que precipit en Prez Jimnez
el resultado de las elecciones, el Ministro de la Defensa hizo del conocimiento
de sus amigos polticos y luego de la alta oficialidad una versin que ms tarde se
hizo del formal conocimiento de la oficialidad toda: La Embajada Americana le
haba comunicado a Prez Jimnez que su gobierno no reconocera un gobierno
controlado por Unin Republicana Democrtica. URD considera inverosmil
esta versin, por cuanto el Gobierno americano est evidentemente basado en el
libre juego de partidos y afirma mantener una poltica internacional fundada en
el principio democrtico de que su amistad es con los pueblos que son lo permanente y no simplemente con los gobiernos que son transitorios: y que conoce
muy bien, por razones de filosofa poltica y propia experiencia, que el gobierno
apoyado en el respaldo popular y en el sufragio efectivo es el nico idneo y
verdaderamente estable, en contraste con los sistemas mantenidos por la fuerza.
Pero lo ms grave de todo esto, independientemente de que la versin sea falsa o
verdadera, es que quien ostenta la calidad de Jefe del pas, quien se siente el ms
calificado representante de las Fuerzas Armadas, quien debiera ser presentado
como celoso guardin de la independencia nacional, acuda a este expediente para
condicionar resoluciones que slo a Venezuela ataen y lo haga circular en el seno
de la Institucin Armada para oponerlo a la voluntad nacional. Manifiesto de
URD al Ejrcito Nacional, firmado por el secretario general interino, Juan Manuel Domnguez Chacn, y distribuido en Caracas el 30 de enero de 1953.
6. Se ha hablado de un grupo de damas optimistas de la oligarqua caraquea que
postraron splicas ante el Ministro de la Defensa para que no dejara que la buena
sociedad se perdiese bajo el gobierno rojo que surgira con nuestro triunfo. Esta
infame propaganda se ha encargado de deshacerla el mismo rgimen al perseguir
atrozmente al Partido Socialcristiano (Copei) y al reducir a prisin en el antro
llamado Crcel del Obispo, al ilustre doctor Rafael Caldera y al directorio del
partido, por el mero delito de denunciar el fraude pirtico con que el Gobierno
ha minado a dicho partido, valindose de la complicidad de unos cuantos trnsfugas y de algunos correligionarios expulsados anteriormente. Tambin Hitler se

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IDEARIO POLTICO

Pero cuando esto pasaba en Venezuela, la opinin del mundo


ya saba el triunfo logrado por el civilismo sobre el tenebroso rgimen dictatorial ejercido a nombre del Ejrcito venezolano. En su
edicin del 4 de diciembre ABC, de Madrid, deca: El efecto moral
pertenece a Unin Republicana Democrtica, es decir, que se repite
lo ocurrido en Bolivia en las elecciones generales y tambin se repite el golpe de fuerza militar realizado en el altiplano por el general
Hugo Bellivian y en Venezuela por el coronel Prez Jimnez. Existe
el temor de que el paralelo contine con todas sus consecuencias7.
En Londres, The Economist del 11 de diciembre escriba:
Las perspectivas son muy graves. El coronel Prez Jimnez ha probado ser un politiquero torpe y sus lugartenientes actuales son o brllam en un principio defensor de los principios cristianos; mas cuando logr su
objetivo, ech a un lado la careta. Para suerte del cristianismo, la dictadura venezolana ha cado en sus propias redes y empieza a mostrarse enemiga de quienes
honestamente regimentan en un partido poltico los ideales del cristianismo social que, en forma individual e independiente, inspiran la obra de otros hombres
que nos hemos ocupado en la problemtica social del pas. As, tambin, vern
los ilusos que al atacar el triunfo aplastante logrado por los candidatos de URD
el 30 de noviembre pasado, los oficiales lo hicieron por la simple razn de dar
sueltas a su apetencia de mando y no con el fin de precaver peligro alguno que
amenazase la conformacin esencialmente cristiana de la comunidad venezolana. De lo contrario, la mayora de los diputados electos somos hombres de ideas
y de prcticas catlicas. Los que s peligraban, ciertamente, con la organizacin
que hubiera surgido del reconocimiento de las elecciones, son los hombres irresponsables que han venido haciendo feria de los intereses nacionales y los impos
verdugos tomados del empeo de mantener en alto el grito de angustia que reseca
los labios de hombres y mujeres de Venezuela. Si el catolicismo llegase a declarar
ajustados a la moral de Cristo los asesinatos y los latrocinios que sirven de soporte
al actual sistema venezolano yo me hara musulmn, con mejores razones que las
invocadas por Alfonso XIII cuando se manifest dispuesto a ampararse bajo la
luz mortecina de la Media Luna.
7. Pese a este reconocimiento, ABC termin por publicar en sitio editorial columnas redactadas por agentes del perezjimenismo, en las cuales se elogi la obra del
dictador, en trminos ofensivos para la patria venezolana.
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baros o dbiles. Lo ms probable es que su nico mtodo de enfrentarse a los estallidos opositores que ya se anuncian sea la represin
bestial frente a un pueblo que se siente ms enfurecido y exaltado que
nunca. Aunque lograsen mantener el orden, esos no son los hombres
para dirigir los programas indispensables en medio de una economa
tan avanzada como es hoy la venezolana.

En Estados Unidos, The New York Times, peridico que haba


mostrado en comentarios anteriores poca simpata por los lderes
de URD, comentaba en editorial del 4 de diciembre, cmo el coronel Prez Jimnez habra de sufrir la condenacin general de
quienes consideran la superioridad del sufragio sobre la ley del
orden que forma la esencia de los regmenes militares8.
Una vez ms, en realidad, triunfaban en Venezuela los antivalores del orden sobre los valores de la libertad. La filosofa del
orden, que representa equilibrio y armona, necesita detenerse a
mirar que en el campo social lo positivo y primario son los valores
del ente libre. Ms que de la compulsin externa, el orden surge de

8. De un informe aprobado unnimemente por la American Federation of Labor


reunida en St. Louis Mo. el pasado 25 de septiembre, transcribo textualmente
la referencia que en l se hace a las pasadas elecciones venezolanas: After four
years of dictatorial rule, the Venezuelan clique thought that it would be safe to
risk an election; so they called one last November, taking, however, the precaution of banning the majority party. When the votes were counted it became clear
that the government had been defeated by a majority of more than two to one. So
at 3 oclock in the morning, all the polling places were seized, the ballot boxes
impounded, a strict censorship imposed, and the leading members of the opposition party arrested. The count continued in secrecy, and two days later the
government announced that it had gained the majority. The farce was so crude
that no responsible observer could be deceived. Yet, this illegitimate government
has been rewarded with the task of organizing the Tenth Conference of American
States, which is scheduled to be held in Caracas, Venezuela. Brutal dictatorial
governments should not be asked to play host to a conference, allegedly called to
strengthen the cause of democracy and freedom.

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IDEARIO POLTICO

la propia voluntad interior. Para que obre racionalmente, es necesario que en la economa de lo social y de lo popular se produzca
una equilibrada retraccin del mbito individual en provecho del
inters vecino. Lo justo en s no mira a un imperio indiferenciado
del orden, aparentemente sostenible a base de compulsin y de temor. Lo positivo del orden es la posibilidad de que se realice la
libertad. Cuando, en cambio, el orden es impuesto por medio de
la negacin de los derechos de la igualdad y de la dignidad humana,
se convierte en antivalor con que medran cuerpo los mpetus de la
bestia llamada a ser domeada por la cultura. No falta quienes alaben ese supuesto orden, por algunos llamado paz social, en cuanto
la injusticia que pesa sobre los otros se convierte para ellos en bandeja de beneficios. Se tratara en este caso de ese admirable orden
del cual dice don Jacinto Benavente, en De sobremesa, que es tomado muy a gusto por la pequea parte de la sociedad que tiene el
buen dinero. Ese orden y esa paz son exaltados hoy en todos
los tonos por quienes en Venezuela reciben el beneficio material
de las participaciones, las gabelas, las comisiones, los porcentajes,
los contratos, las prebendas, los viticos y los honores con que son
premiados los cmplices de la dictadura. Ciegos y sordos por la
irreflexin y el hartazgo, los tiranos y sus beneficiados no escuchan
los truenos ni ven los refuciles de la tempestad amenazadora de su
propia vida.
Mientras tanto, las fuerzas oscuras que dirigen el pas comenzaron su propaganda en el exterior para legitimar en Washington,
en Londres, en Pars, en Madrid, en Roma, en el Nuevo Mundo el
zarpazo dado a la institucin del voto. Sutilmente se dijo que con
URD triunfaba el comunismo. Al Departamento de Estado acudieron polticos venezolanos a dar prenda del comunismo de Jvito
Villalba. Yo, pese mi conocido catolicismo, resultaba comunista
tambin, porque haba tomado la bandera del antiimperialismo. A
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Ignacio Luis Arcaya se le bautiz provisionalmente de comunista


porque en una ocasin presenci el desarrollo de un film sovitico.
Nada valan nuestras ideas, nuestra conducta, nuestra posicin poltica. ramos un grupo de hombres dispuestos a defender el pas
del entreguismo y esto bastaba para concitar contra nosotros la animadversin de los otros grupos que han hecho granjera con la
venta de la riqueza territorial y con el despilfarro del patrimonio
moral del pas.
El procedimiento no era nuevo tampoco ni se ensayaba por
vez primera en Venezuela. La tctica de comunizar a hombres que
defienden la dignidad y la integridad de sus patrias tiene solera y
espacio en el mundo actual. Cuando esto escribo me es grato leer
en La Prensa, de Barcelona, del 7 de octubre, un comentario sobre
los recientes sucesos de la Guayana inglesa.
Lo que ocurre es que all ha habido elecciones con arreglo a la ms
pura doctrina democrtica y han resultado triunfantes los partidarios
de la independencia que a la par constituyen el partido socialmente
avanzado, y como el gobierno ingls no puede aplastar ese movimiento por el mero hecho de haber ganado unas elecciones pues
ello sera demasiado descarado ni est dispuesto a respetar esas
elecciones en cuanto suponen de peligro para el rgimen colonial all
impuesto, se ha recurrido al comodn del comunismo.9
9. Tambin el diario Pueblo, de Madrid, con este mismo motivo ha escrito en
la edicin del 8 de diciembre, lo siguiente: Cada vez resulta ms difcil definir
el significado de la palabra comunista; la prensa inglesa, sobre todo, ha puesto
su granito de arena en el esfuerzo universal por hacer ms y ms confuso el significado de la condenada palabreja. Cuando Pern regateaba el precio de la carne,
hubo quien sugiri que quiz Pern fuese comunista; a Naguib ya le han colgado
el sambenito en ms de una ocasin; de Mossadeq se saba, como quien dice,
que era comunista perdido, y lo mismo como Jomo Kenyatta y sus seguidores.
Aun la propia prensa de Caracas ha hecho referencia a este mismo tema, y peridicos como La Religin rechazan para los patriotas nacionalistas de la Guayana

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IDEARIO POLTICO

Esto lo dicen los peridicos de Espaa, donde en realidad se luch contra el comunismo. No dice esto ningn rgano periodstico
sospechoso de veleidades izquierdistas. Pues bien, lo que acaba de
la atribucin de comunismo de que ha sido motejada su actitud. Sera el mejor
elogio al comunismo y a los comunistas decir que ellos son los abanderados de la
libertad en las colonias europeas en Amrica. Y por qu el decano de la prensa
venezolana se reserv tan buen argumento para defender a los patriotas angloguayaneses del sambenito de comunistas, cuando hizo la vista gorda a las razones
invocadas por los colonialistas venezolanos contra los patriotas que ganamos
unas elecciones llamadas a promover la independencia del hierro y del petrleo,
donde hoy se afinca nuestro potencial econmico? Ignora acaso tan avisado
rgano de prensa que el nacionalismo que dio fuerza y carcter a nuestra propaganda electoral fue tambin calificado de comunismo en los crculos de Washington? Por qu olvida en este caso que la historia del imperialismo tiene hoy, ms
que el nombre de Inglaterra, el nombre de Estados Unidos? Ser mayor acaso
la falta de Inglaterra al pretender conservarse en el goce de una vieja colonia
que le falta de Estados Unidos al buscar que pueblos con dignidad de repblica
le rindan sumiso vasallaje? La universalidad de la justicia pide condenar a todos
los que atenten contra la libre determinacin de los pueblos. Lo contrario es hacer
un juego incorrecto, que puede tornarse contra nosotros. Buscar en Venezuela
reavivar sentimientos antiingleses y poner de nuevo en el orden de la discusin
el viejo caso del despojo que sufrimos en nuestra frontera sudoriental, es tender
una manera de cortina de humo pseudopatritica sobre la tragedia de nuestro
entreguismo a la poltica de Washington. No se ha de luchar slo contra el imperialismo ingls. Se debe luchar contra el imperialismo policfalo que amenaza la
integridad y el decoro de nuestros pases latinoamericanos y que arrolla en uno y
otro mundo la dignidad y la paz del hombre libre.
Pero an se ha llegado a ms en la va de la desconcertante paradoja. Mientras el
rgimen presente pisotea la voluntad del pueblo que se dio en heroica lucha cvica un gobierno desconocido por la fuerza imperante, la Cancillera venezolana
ofrece su apoyo moral a los nacionalistas anglo-guayaneses y declara que el
Gobierno venezolano respeta y sostiene el principio de libre determinacin de
los pueblos. En la medida con que el rgimen pone sus influencias y recursos al
servicio de la poltica absorbente de Estados Unidos, sus voceros condenan el imperialismo de Gran Bretaa. Mientras en Caracas se niega libertad a los partidos
polticos que unnimemente adversan el rgimen dictatorial, la censura oficial
permite que se publiquen declaraciones en que la seora Jagen dice cmo tropas
inglesas pisotearon los derechos constitucionales de la colonia y los reemplazaron por la fuerza, y cmo las autoridades imperiales lo que no consiguieron con
elecciones libres, lo estn buscando ahora con la fuerza. De esta seora podra
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ocurrir en la Guyana inglesa sucedi el ao pasado en Venezuela,


realizado por autoridades espreas que se empean en mantener
a la Repblica dentro del esquema arbitrario de otro orden colonialista.
Producido el 2 de diciembre el nuevo golpe de Estado de las
Fuerzas Armadas ahora no contra el Ejecutivo, sino directamente
contra el pueblo, Vicente Grisanti y nueve ms de los miembros
que integraban el Consejo Supremo Electoral, se negaron, en acto
de alta dignidad cvica, a respaldar con su presencia el monstruoso
decirse que acaso ignora el viejo refrn que aconseja no nombrar la soga en la casa
del ahorcado; pero es el caso que los responsables del ahorcamiento son quienes
tienen obcecacin de alabar las sogas, como para despistar el crimen que el mundo
entero sabe que fue por ellos cometido.
Por medio de esta farsa desenfadada y pueril, el Gobierno cree engaar al propio
pueblo escarnecido y sacrificado, y cree, a la vez hacer una demagogia liberalizante en el orden de la poltica americana. Empeoso el rgimen en mostrarse asistido de alguna luz de decoro para ganar la concurrencia a Caracas de las
delegaciones que formarn la prxima X Conferencia Panamericana, recurre a
infantiles expedientes que recuerdan el empeo de las mujeres cadas por tocarse con velos virginales. Se necesita una soberana dosis de pueril audacia para
proclamarse respetuoso del principio de autodeterminacin de los pueblos, un
Gobierno que acaba de desconocer ante los ojos atnitos de la opinin universal el gesto ms hermoso, ms altivo y ms honorable cumplido por el pueblo
de Venezuela en su empeo de civismo. Estas teoras de exportacin estn, sin
embargo, en congruencia perfecta con la tcnica de quienes sacrifican los valores
internos de la Repblica para lucrar un aparente crdito exterior. Quienes miran
zagun afuera la suerte del pas, no tienen por qu sentir rubor ante la mentira que
olvida la dolorosa realidad de adentro. No hay, en realidad, paz, decoro, seguridad y libertad en el pas donde se montar la nueva farsa panamericana: pero se
van a tratar efectivamente problemas y temas atingentes con la libertad, con la
seguridad, con el decoro, y con la paz activa de los pueblos de Amrica? Para
la comedia en puerta no son suficiente garanta de xito la autopista Caracas-La
Guaira, el Hotel Tamanaco y el Palacio de la Escuela Militar? Acaso en Venezuela se cometer el descuido en que cayeron las autoridades bogotanas cuando
se reuni la IX Conferencia? Ignora alguien que el terror policaco de Caracas
habr de mantener una seguridad varsoviana durante los felices y alegres das de
las cuchipandas panamericanas?...

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IDEARIO POLTICO

atentado10. Las elecciones fueron directamente intervenidas por el


Ministro de Relaciones Interiores. A todos los estados se enviaron
agentes que cambiasen las actas. Se trataba de realizar una cesrea
post mortem para dar vida a un feto ya difunto. No en vano se llev
al nuevo Gabinete un gran toclogo. Algunos hombres dbiles se
prestaron a ello; otros, en cambio, resistieron y fueron perseguidos
y encarcelados. Encarcelados y perseguidos fueron tambin los
diputados electos. A poco, sin firma que lo respaldase, se public
el resultado oficial de las elecciones. Segn el Gobierno haban
concurrido a las urnas 1.787.209 sufragantes. De estos votos el
oficialismo se atribuy cnicamente 788.013, reconoci a URD
633.336 y a Copei 300.359; los restantes los distribuy entre los
grupos minoritarios.
El 15 de diciembre la directiva de URD fue invitada a celebrar
una conferencia con el Ministro de Relaciones Interiores del rgimen. Despus de haber conversado sin llegar a la deseada aceptacin del fraude, Jvito Villalba, Humberto Brtoli, Luis Hernndez Sols, Ral Daz Legrburu, Ramn Tenorio Sifontes, Vctor
Rafalli y J.A. Medina Snchez fueron secuestrados en las propias
puertas del Gabinete ministerial por oficiales de la Guardia Nacional y embarcados esa misma noche rumbo a Panam, sin equipaje,
sin dinero, sin papeles, sin aviso alguno a sus amigos y deudos. As
pona fin el Gobierno al proceso electoral abierto para restablecer
10. Tambin presentaron renuncia de sus altos cargos los doctores Manuel Pulido
Mndez y Carlos Sosa Rodrguez, embajadores, respectivamente, cerca del Romano Pontfice y de la Corte de Inglaterra. As estos ilustres compatriotas pusieron en alto sus nombres y probaron, adems, que su colaboracin con el Gobierno
de facto surgido el 24 de noviembre no obedeca a otros mviles sino el de ayudar
a la aflicta Repblica durante un proceso que se dijo encaminado a restablecer las
instituciones civiles. Con el decoro de quienes han cumplido un alto deber, estos
honestos ciudadanos sufren hoy el destierro impo a que son condenados los que
contradicen la dictadura.
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el orden, la concordia y la institucionalidad. El monteverdismo haca su nueva aparicin en el panorama venezolano. Como en 1812,
la Patria prosegua buscando los caminos del mar.
A puertas cerradas se celebr el 9 de enero de 1953 la instalacin de la Asamblea Constituyente. Cuando arreglaron el fraude,
los hombres del Gobierno no advirtieron que para iniciar funciones
la Asamblea necesitaba reunirse con las dos terceras partes de sus
miembros.
Al da siguiente se juramentaba ante ella como Presidente
provisional el coronel Marcos Prez Jimnez. El magistrado autoelecto concurra a la Asamblea con la misma satisfaccin con que
el confiado Polcrates recibi el anillo que le devolvieron los dioses
marinos. Ciertamente, aquella Asamblea esprea reuna peces en
cuyos entresijos caban las ms extravagantes prendas. El primer
da las curules haban estado vacas, porque los diputados no hacan quorum; a causa de esto no se permiti la entrada a los periodistas ni a los fotgrafos. A la comedia de la jura era forzoso invitar
al Cuerpo Diplomtico. Para dar bulto a los sitios vacos, se orden
que un grupo de espas tomaran asiento al lado de los llamados
representantes del pueblo. Ante una Asamblea completada por
diputados falsos y por policas vestidos de diputados, no sonaban
mal las palabras del perjurio.
Jams en la Historia de Venezuela se haban producido un
fraude y un atropello ms insolentes. Ningn dictador tuvo el atrevimiento de burlarse en forma tan cnica de toda una nacin. Pero
mientras la fuerza militar, aliada inconscientemente con las clases
oligrquicas, realizaba este monstruoso atentado, el pueblo dejaba
constancia de su capacidad de discernimiento. El 30 de noviembre
de 1952 marca en la historia del pas la hora meridiana de la con264

IDEARIO POLTICO

ciencia del pueblo. Nunca Venezuela se haba puesto cvicamente


en pie de modo ms enrgico para repudiar a sus verdugos. Aquel
da fue en nuestro proceso de nacin como un nuevo 19 de abril.
En el divorcio de las aguas se supo quines representaban los intereses genuinos de la libertad, de la justicia y del decoro, y quines
se empeaban en mantener a la Repblica en minora, cuya tutela
beneficie a los verdugos y a los explotadores del pas.
El pueblo dio su leccin y prosigue el camino de la digna resistencia. Dinero y miedo tienen rendidas muchas voluntades que pudieran ayudarlo. Mientras los doctores y los mantuanos entregan
la conciencia al halago de los poderosos, los obreros resisten promesas torvas y asechanzas crueles. Mientras muchos hombres se
entregan a la amenaza ms tenue, mujeres de extraordinaria varona encabezan brigadas de resistencia. Como lo probaron durante
el proceso electoral, tambin muchos funcionarios que derivan del
Estado su sustento y el sustento de sus hijos luchan silenciosamente por la buena causa, as aparezcan forzadamente alistados en los
cuadros del oficialismo. No tienen ellos la libertad econmica que,
en cambio, hipotecan otros hombres por slo el enfermizo empeo
de figurar en altas posiciones pblicas.
Cuando se trat de simular, so pretexto de intencin patritica, un homenaje al dictador, el pueblo hizo burla del propsito y
acompa con entristecida sonrisa a los personajes forzados que
participaron en homenajes y desfiles; en seguida, cuando rendido
bajo el peso de cruel enfermedad, agravada por la perversidad de
sus verdugos, muri Isaas Medina Angarita, el pueblo en masa
llev sobre sus hombros a su muerto. En impresionante desfile de
ocho horas, el cadver de Medina viaj desde su casa al cementerio
sobre los hombros del pueblo de Caracas. Medina era ya, ms que
un poltico cado, un smbolo angustioso del pueblo mismo. Muerto, estaba ms vivo en su presencia permanente de magistrado que
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supo respetar al pueblo. Aquel da Caracas replicaba a la dictadura con una marcha nueva. Al desfile impulsado por el miedo y la
amenaza, se opona el desfile de los hombres enteros y sufridos,
tras un cadver que representaba el propio cadver de la libertad,
de la seguridad y de la paz social. Animando el fnebre cortejo, el
espritu adolorido y enrgico del pueblo cantaba, con voz asordada
por las lgrimas las notas severas del Gloria al bravo pueblo.
Honrando a sus muertos Medina Angarita, Ruiz Pineda, Carnevali, muertos que al ser simados en el polvo junto a sus banderas
partidistas se han convertido en banderas sin colores de partido,
el pueblo se encuentra consigo mismo y consigo mismo reafirma el
pacto de mantenerse firme en la defensa del decoro de la Patria.
Contra los que no creen en l, contra sus eternos calumniadores y explotadores, el pueblo ha levantado su gran voz. Nada importa que los detentadores de la autoridad no escuchen su mandato.
l vale ms de lo que piensan los que tienen el inters inmediato de
triunfar. Ms all de nuestro fracaso personal, estn sus consignas
permanentes. Como Prometeo, l resiste altivo el castigo que le
imponen el Poder y la Fuerza, por el delito de haberse acercado a
los manaderos generosos de la luz. En cambio, esa luz es y ser por
siempre suya y el claror de la antorcha que sus enemigos poderosos
le impiden levantar, iluminar maana su ancho camino. A la cara
de ese hombre sufrido y discreto, que el 30 de noviembre de 1952
derrot con un modesto papel la soberbia de sus opresores, debieran mirar aquellos que, para resolverse a tomar una actitud frente al
pueblo o para justificar tras intiles alardes literarios su actual inhibicin, afanosamente preguntan, como si viniesen de otro mundo
donde hubieran olvidado las viejas virtudes de los Padres, qu cosa
significa ser venezolano.

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IDEARIO POLTICO

EL CAMINO DE LA VICTORIA
El 2 de diciembre de 1952 representa en el proceso histrico
de Venezuela un retorno funesto que contradice la luminosidad
salvadora del 30 de noviembre. Si las Fuerzas Armadas no se hubiesen negado a reconocer el triunfo del pueblo, habra ocurrido
una manera de saneamiento en la raz de los propsitos por ellas
enunciados cuando asumieron violentamente el poder el 24 de noviembre de 1948. La nacin reclamaba paz, concordia, comprensin y unidad. Tales valores se habran puesto a flor de evidencia si
la legtima Asamblea Constituyente elegida por el pueblo hubiera
asumido la soberana y hubiera marcado nuevo paso al institucionalismo. Ausente la palabra patritica en las esferas del Gobierno, el nuevo golpe fue inspirado y dirigido por quienes, olvidados
de los altos intereses de la Repblica, slo deseaban mantener y
agrandar las posibilidades de mando y de provecho. Ese da las
Fuerzas Armadas, en asocio con los hombres civiles que, ora como
colaboradores oficiales, ora como visibles privados, rodeaban a
los gobernantes, levantaron un muro infranqueable en el callejn
donde qued encerrada la Repblica.
Hacia dnde camina Venezuela? En los ltimos aos del rgimen gomecista el pas saba que sobre el timn antiguo no era
posible hacer virar la nave. Lo mismo ocurre en el momento actual.
El imperio de la institucionalidad y el retorno a un sistema de garantas que haga posible la convivencia de la familia venezolana
slo pueden surgir de la absoluta negacin del rgimen presente.
Ni la dictadura misma ha logrado fortalecerse, pese a todas sus
maniobras y a lo favorable de la situacin econmica. Las nicas
fuerzas internas que sirven de apoyo al Gobierno son la burocracia
militar enriquecida y el capital financiero que lucra con la irresponsabilidad del rgimen. La opinin pblica, tanto interior como
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internacional, le es completamente adversa. Ya se halla desasistido


hasta del rebuscado pretexto de llamarse defensor de los intereses
cristianos. Ayer pretendi erigirse en sustentculo del orden de la
Fe. Hoy est probando descaradamente que el sistema no es sino
la expresin evidente del ms calificado atesmo prctico. Tienen,
en verdad, un Dios a quien rinden homenaje los artfices del rgimen. Es el gran Dios de los idlatras, pintado por Maritain como
centro de fe de los negadores de la Divinidad. El Dios de los poderosos arrellanados en sus asientos y de los ricos en su gloria terrena;
el Dios del xito carente de ley y del hecho erigido en ley.
El ataque uniforme e indiscriminado a todos los partidos est
diciendo con claridad meridiana que el enemigo no es el urredismo, ni el comunismo, ni el acciondemocratismo, ni el socialcristianismo, sino todo el orden del civilismo y del nacionalismo que
mueve la conciencia de la oposicin. El dilema planteado hoy es el
de la fuerza contra la ley; el del terror contra la justicia. Por donde la
traicin, la violencia y la impiedad han adquirido rango de valores
heroicos. Un ilustre amigo venezolano escribe que hemos llegado
al momento de lo absoluto en el mal.
Pero Venezuela tiene que seguir su camino sobre las tumbas
donde descansan las vctimas materiales del terror y sobre las tumbas donde se oculta el cadver moral de los cados al soplo diablico de las fuerzas imperantes. Venezuela ha de ir adelante en busca
de s misma; en busca de la realidad de su gran fuerza de pueblo. La
angustia que padece debe aprovecharla para el mejor encuentro de
la va. Como el acero, el pueblo se est purificando en la fragua del
dolor y se est templando sobre el yunque de la reflexin. En esta
hora terrible de su agona con el satanismo, el pueblo, anheloso de
libertad y de dignidad, ha de meditar que su camino para el buen
xito no es slo la mera lucha subterrnea frente a las autoridades
que lo oprimen, menos an el cultivo de un odio que suea terribles
castigos para los verdugos; su camino mejor es la lucha continua,
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IDEARIO POLTICO

callada y heroica contra los antivalores que le niegan categora.


Ms que exponer vida y libertad en la campaa positiva contra
la dictadura, el pueblo ha de cubrir todos los flancos por donde le
mina el enemigo. Ms que el terror armado lo est aniquilando ese
entregarse fcil a la disposicin que embota y divierte el sentido de
responsabilidad. El hipdromo, el club, el garito, el bar, la lotera,
el circo, el cine, el estadio, el vitico, el porcentaje, la comisin,
hacen ms dao a su libertad que los peores agentes de la Seguridad Nacional. Son el soborno alegre con que el terror gana sus ms
eficaces batallas. Pan y circo fue la consigna de los embrutecidos
plebeyos romanos. Circo y pan es tambin la consigna de la nueva
dictadura venezolana en su empeo de mantener encadenada la
razn del pueblo. Pan y circo acondicionados a las jerarquas, a
los gustos, a las apetencias de los diversos grupos sociales y de los
diversos individuos que se pretende corromper. Ninguna palestra
mejor para rendir al enemigo como el festn insano o el azaroso
tapete donde se adquieren inconfesables compromisos. Jeremas
llamaba a penitencia a los judos para conjurar los riesgos de la
invasin enemiga. Ms all del significado religioso del mtodo,
sobrenadaba el valor de terapia moral representada por la vigilia de
los sentidos. Las grandes conspiraciones para derrocar tiranos no
se han fraguado entre msicas festivas ni en medio de voluptuosas
danzas. La reflexin de quienes quieran dirigir la victoria final de la
democracia reclama cmara discreta y pasin sosegada con que el
ejemplo luzca. Ms que doctores que enseen a entablillar canillas
rotas en institutos sin decoro, necestanse profesores que por medio del austero silencio enseen a caminar dignos caminos.
La gran vigilia del pueblo impone, pues, sacrificios de orden
moral y disciplina centrada que lo alejen de esa alegra postiza donde se diluye la voluntad de crear. La verdadera risa del pueblo debe
reservarse para la hora prxima en que su tremenda luminosidad
haga temblar a los traidores que lo oprimen.
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CODA
No est de ms insistir acerca de la finalidad ms histrica
que polmica de esta publicacin. Llegado el aniversario del 30
de noviembre de 1952, era preciso dejar constancia del significado
trascendental de la fecha en el orden de la Repblica. Haciendo a
un lado circunstancias personales, he mirado a la absoluta dimensin nacional de los hechos. Hasta donde me ha sido posible, he
evitado nombres propios, sobre los cuales pudiera hacerse gravitar la responsabilidad directa de los hechos funestos provocados
con motivo del desconocimiento por las autoridades del triunfo
limpio y extraordinario del pueblo.
No ha sido jams propsito mo destruir ni atacar personas.
Cuando he enjuiciado hechos polticos he procurado nicamente
abultar los efectos, los errores, las faltas de los sistemas. Nunca he
buscado zaherir individualmente. No me he credo, tampoco, en el
goce de virtudes olmpicas que me autorizaran para erigirme en
juez inapelable de la conducta de mis compatriotas. Tengo buenos
ojos para ver primero a los espejos donde se ponen de bulto mis
defectos; por donde jams he llegado a desconocer ni a ocultar
mis errores polticos, distintos y distantes, sin embargo, de las calumnias con que mis enemigos, sin hacer examen de s mismos,
procuran difamarme.
En cambio, me creo asistido del derecho de hablar cuando
otros que pudieran hacerlo mejor que yo no abren la boca, en
razn de tenerla llena de pecaminosos manjares, y cuando para
bien ganarme dicho derecho he sacrificado, en edad crecida, paz,
salud y bienestar. Ni empujado por compromisos de partido ni
animado de espritu de figuracin o de aventura, me expuse conscientemente al sacrificio que hoy representa para m el destierro
a que me somete un rgimen sin posibilidades de regreso al orden
de las garantas constitucionales.
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IDEARIO POLTICO

Lejos de la Patria, cultivo para ella mis mejores pensamientos.


Volviendo siempre la memoria hacia la consigna viviana de sine
querela, que tom como lema de mi ex libris, procuro derramar fra
ceniza sobre la lumbre de las pasiones personales. Sin embargo,
mal hacen quienes dan valorizacin de reclamo individual al horno de pasiones que arden al soplo de los intereses mayores de la
Patria. Aqu s resulta pecado grave arrojar ceniza apaciguadora.
Para que ese horno se mantenga en tono digno, precisa atizar toda
manera de fuego y urge arrojar en l toda especie de combustible.
Justamente para que ese fuego creador no decaiga, es requerido
el sacrificio de nuestras pasiones subalternas. Para que la Patria
logre su dimensin de deber y de sacrificio, es de imperio que la
llama de su altar consuma y purifique los resabios de egosmo que
herrumbran el metal de nuestra voluntad personal.
Inspirado por slo el alto inters de Venezuela, he dado sueltas
a la pluma. Lo que en torno a sus problemas he escrito no tendr
brillo ejemplar, pero s calor donde resalta la pasin que me hace
buscar para mi oscuro nombre de ciudadano sitio entre los nombres de los ciudadanos que han sacrificado en sus altares y no en la
lista de quienes de sus altares tomaron para beneficio personal los
mejores y los ms ricos cabritos, ofrendados por el pueblo sufrido
que sirve de soporte a la gula de los falsos dioses.
En esta actitud de sacrificio tiene algn precio el egosmo. El
mo se limita modestamente a que se me vea a la zaga de quienes
aspiran ms a impulsar a defender lo permanente de Venezuela
que a gozar lo transitorio de un prestigio pblico. Ms que yo han
sufrido y estn sufriendo quienes soportan crceles horrendas o
padecen atroces privaciones en playas extranjeras, pero siento, en
cambio, tnica fruicin al saberme en el lado del ro donde esperan su barca estos atormentados compatriotas. La expectativa del
viaje contrario me tendra en un hilo la conciencia.
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Sirvan, pues, estas lneas finales de lima que absuelva toda


idea de que odio personal alguno pudiera formar la madre del
tintero donde mojo mi tosca pluma. Menos el inters de buscar mritos, que en nada me inquietan para llevar dignamente mi nueva
vida de ciudadano al amparo de las leyes pblicas y de la paz domstica. Al odio que cultivan los opresores del pueblo, yo opongo
slo la sana pasin de libertad y de decoro que debe inspirar los
actos de los hombres justos. Para que se mantenga el recuerdo de
la pasin de libertad y de decoro que anima al pueblo de mi Patria,
he compuesto, pues, estas lneas.
Madrid, 12 de noviembre de 1953.

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IDEARIO POLTICO

VENEZUELA SIN LUZ


(A propsito del carcter fraudulento
de las instituciones polticas venezolanas)

CUANDO EL PBLICO poltico de Amrica comenzaba a leer en

diciembre ltimo mi ensayo Sentido y vigencia del 30 de noviembre, el joven dictador de Venezuela se encargaba de formular con
sus propios labios la prueba ms elocuente y audaz de las conclusiones que en aquel trabajo yo procur probar. En somero examen
de la realidad electoral venezolana quise mostrar en dicho ensayo
lo burdo de la farsa montada ante el mundo por quienes, despus de
haber llamado al pueblo a elecciones, desconocieron de la manera
ms brutal el resultado de los escrutinios y asumieron por s y ante
s el ejercicio del poder pblico.
Frente a la necesidad de entregar legalmente los instrumentos
de la autoridad a la mayora democrtica favorecida por los votos
del pueblo venezolano, Marcos Prez Jimnez, hacindose voz de
intereses srdidos que han venido trabajando contra la libertad y la
dignidad del pueblo, desconoci el resultado de las elecciones y
orden una revisin fraudulenta que variase a posteriori el resultado del recuento electoral. Mientras se realizaba la farsa adulterante, el 2 de diciembre se declar l mismo en ejercicio de la primera
magistratura de la Repblica. Al mes siguiente, una Asamblea esprea ratificaba, as, con la desvergenza del verbo, lo hecho por
el crculo militar que en diciembre haba revestido de omnmodos
poderes al nuevo dictador.
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Sin embargo, empujado por esas fuerzas invisibles que en la


Historia se presentan con frecuencia en funcin de vindicta que
obliga a los culpables a acusarse a s mismos, Marcos Prez Jimnez, en el discurso pronunciado el 2 de diciembre de 1953, ante
militares y paisanos que festejaban la dictadura, declar que aquel
da se remataba un ao de (su) ascensin a la presidencia de la
Repblica por decisin de las Fuerzas Armadas.
Con tan enftico decir, Prez Jimnez demostr una vez ms
su menosprecio por la voluntad popular y dijo ante propios y extraos cmo el origen de su poder radica exclusivamente en un acto
violento de las Fuerzas Armadas.
Muchos, seguramente, habrn ledo esta pieza singular, a cuyo
contenido habr de volver en el curso de estas lneas, sin caer en la
cuenta de que en ella el dictador ha fijado lo que pudiera llamarse
la teora de su autoridad gubernamental.
Cuatro siglos de vida histrica lleva Venezuela. Hasta 1810
las autoridades se sucedieron en virtud de real disposicin de los
soberanos espaoles, a quienes, de acuerdo con las teoras de la
poca y apoyados en el argumento contrincado de filsofos y de
telogos, corresponda, por el descubrimiento de Coln, el ejercicio del poder. No a humos de mera fuerza enseoreaban en nuestras
latitudes los fieros guerreros hispnicos. Necesario fue que la voluntad de dominio de la Corona estuviese respaldada por la fuerza
de principios colocados ms all de la simple zona de los hechos.
Vitoria mismo hubo de hilar finas sentencias en orden a configurar
el derecho que los espaoles tenan para recorrer nuestras provincias y para permanecer all. Dems de eso, la realeza y el imperio
eran viejas instituciones con races enredadas en textos sagrados; y
filsofos, desde el viejo Aristteles, se haban encargado de dar lineamiento a las instituciones del poder pblico, en pos de frmulas
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IDEARIO POLTICO

que las separasen de la hora en que los ms fuertes se imponan en


la horda salvaje. El mismo Padre Vitoria, citado en todos los problemas atinentes a la legitimidad del dominio espaol en las Indias,
haba escrito lo siguiente en su releccin De potestad civil:
Habiendo por derecho natural y divino un poder de gobernar la repblica, como quitado el derecho positivo y humano, no haya razn
especial para que aquel poder est ms en uno que en otro, es menester que la misma sociedad se baste a s misma y tenga poder de
gobernarse. Si antes de que se convengan los hombres en formar una
ciudad, ninguno es superior a los dems, no hay ninguna razn para
que en el mismo acto o convenio civil alguien quiera constituirse en
autoridad sobre los otros, mxime teniendo en cuenta que cualquier
hombre tiene derecho natural de defenderse, y nada ms natural que
rechazar la fuerza por la fuerza.

Esta concepcin democrtica vitoriana anunciaba en el propio


siglo XVI, con claras y legtimas luces cristianas, la legitimidad del
derecho autodeterminativo de los pueblos; y an ms, avanzaba el
extraordinario telogo de Salamanca a configurar el natural derecho de rebelda de los pueblos oprimidos.
Sobre la base, pues, del derecho de autoridad que radicaba en
el viejo poder real y en las propias concesiones que el Pontfice,
como Pastor universal, tena hechas a los reyes espaoles para la
evangelizacin de los aborgenes de Amrica, descans el aparataje del viejo poder prerrepublicano que pes sobre la sociedad venezolana. La revolucin de las colonias americanas del Norte y la
inmediata ocurrida en Francia a fines del siglo XVIII regaron en el
mundo ideas de libertad y de igualdad que chocaban con el secular
prestigio de los reyes y de las clases oligrquicas. De la misma Espaa, cuyas instituciones absolutistas no estaban bien defendidas
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de los aires renovadores venidos de allende los Pirineos, partieron


hacia Amrica voces cargadas de sentido revolucionario, que se
juntaron con los nimos exaltados de los indianos, deseosos de
crecer en dignidad social.
Hasta una Comisin de Investigadores se ocupa hoy en el continente americano, y justamente en Caracas, en acumular todas las
causas, cercanas y remotas, que produjeron la explosin rebelde
de 1810. Aun espritus espaoles, genuinamente saturados de lo
que representa como exponente de rebelda y de dignidad la propia historia de Espaa, buscan sumar al brasero que produjo aquel
incendio buena lea talada en el bosque de las viejas libertades
castellanas. La historia toda del institucionalismo americano ha
girado en torno al esfuerzo que realizan hombres empeados en
dar expansin en el rea de los derechos a los principios y a las
consignas que alimentaron la mente de los grandes patricios de la
independencia republicana.
As hayan ocurrido eclipses en el ejercicio de la libertad y haya
sido as negada por medio de prcticas funestas la realidad fecunda
de la Repblica, todos, aun los propios enemigos del principismo,
han tenido buen cuidado de mantener en el frontn de los capitolios
republicanos los signos que indican el carcter popular y democrtico de la Repblica.
Cuando los rudos caudillos, empujados por ansias orgnicas
de poder, fueron a los campos de batalla para conquistarse cuerpo a cuerpo el privilegio de gobernar la Repblica, ocurrieron de
inmediato a la convocatoria de la poblacin civil, para que esta
ratificase por medio del instrumento del voto lo que la poblacin
armada haba decidido en lucha cruenta. Mirando los hechos con
ojos realistas, podra hasta llegar a decirse que los fieros soldados
cumplan en campo abierto una funcin brutal de seleccin de po276

IDEARIO POLTICO

deres. Eran expresin del pueblo valiente, pujante y lleno de brbara frescura, que segua a los caudillos rurales en la lucha armada, en
un nivel en realidad de muy inferior calidad, pero siempre en grado
voluntario y sincero, que lo pareaba al pueblo que, inerme y slo
con la reflexin y la voluntad, acompaa a los dirigentes civiles en
las grandes luchas libradas en el terreno del sufragio. Los viejos
caudillos, aun aquellos que llegaron entre nosotros a convertirse en
dspotas soberbios, como Guzmn Blanco, Cipriano Castro y Juan
Vicente Gmez, hablaron desde el pinculo del poder dicindose
respaldados por la voluntad del pueblo y se exhibieron ante las naciones civilizadas del mundo como mantenidos en el mando por la
voluntad de cuerpos deliberantes, as fuese amaada la estructura
de estos mismos.
En mi ensayo citado, hago referencia a la crisis de 1945. El
pueblo, en realidad, quera elegir directamente al primer magistrado de la Repblica. A Medina Angarita falt buen odo cuando
escuch consejos que indicaban la conveniencia de retardar por
un perodo ms la consulta popular. La colectividad nacional vea
mientras tanto con atencin lo que ocurra en los altos crculos de la
poltica; y esa misma colectividad, que supo ver en Medina Angarita al presidente que ms se acercaba a los valores populares, termin por mirar con simpata el golpe militar que se dijo fraguado
para dar al pueblo el legtimo derecho de intervenir en la eleccin
directa de sus gobernantes.
En realidad, maltrecha, con las vestes rotas, caminando coja
y con mirada tuerta, la Repblica ha venido siendo el ideal irrevocable de nuestro pueblo. Todos los valores de igualdad, de libertad, de seguridad que forman el meollo conceptual de su figura,
han servido a los venezolanos, tanto como a los dems pueblos de
Amrica, de nube reconfortable que ha guiado sus pasos a travs
del largo siglo de conflictos entre la legitimidad y la usurpacin.
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Hoy, en cambio, en Venezuela se ha abierto un nuevo captulo


en lo que dice a la teora y a la tcnica del poder. Paladinamente,
como quien confiesa un dogma teolgico, Marcos Prez Jimnez
se ha dirigido al pueblo para declararlo en la oportunidad de conmemorar su presencia absoluta en la primera magistratura nacional
por decisin de las Fuerzas Armadas, ya no apoyadas en gesto
heroico alguno, sino en el nuevo privilegio de disponer de los instrumentos de la violencia con que anulan la voluntad del pueblo.
Ningn paliativo verbal, ninguna palabra que pudiera tomarse
como homenaje indirecto al cuerpo espreo que dio apariencia de
legalidad a su autoridad. Nada de eso. Slo la declaracin seca
de que l es Presidente de la Repblica porque as lo acordaron las
Fuerzas Armadas. Lo dems ya nada importa. El institucionalismo
queda a un lado, como mera frmula para que los jurisconsultos al
servicio del rgimen enhebren sofsticos discursos donde se proclame sarcsticamente como dogma de fe de la verdadera repblica la necesidad de la justicia que haga prosperar la paz y la convivencia. A los ejercitantes del mando slo interesa el mando por s
mismo. A ellos slo preocupa el mantenimiento de un aparataje de
terror donde la discusin no levante voz y donde quienes piensen
con libertad se muerdan la lengua y la conciencia. Mientras tanto,
los intelectuales que ribetean de falsos adornos de cultura universitaria la feria concupiscente de los aprovechadores, se encargan
de cumplir la fcil tarea de engaar la opinin de los menores de
edad, y la cmplice misin de decir a los otros pueblos que en Venezuela hay empeo por mantener un orden donde tengan seguro
los ideales cristianos.
Los nuevos profesores de Derecho Constitucional no podrn
exponer a sus alumnos, sin riesgo de infidencia al rgimen, las viejas teoras del derecho de los hombres a gobernarse por s mismos.
Todo lo que el pensamiento poltico-filosfico gan durante los
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IDEARIO POLTICO

siglos XVII, XVIII y XIX es materia obsoleta en la pedagoga del


nuevo institucionalismo venezolano. Para explicar el poder ni siquiera se invocar la vieja gracia de los caudillos que acumulaban
la fuerza primitiva de los pueblos. No se dir, como se dijo para
justificar el extraordinario poder de Julio Csar, que el talento, la
audacia y el prestigio personal puestos al servicio de la repblica
romana terminaron por convertir a aquel en figura de singulares
y peligrosas dimensiones. Tampoco se invocar como estribo de
fuerza el mpetu de conquistas que llevaron, como en el caso de Alejandro el Macedonio, a trasladar de Atenas a Alejandra el eje de
la cultura del mundo. Menos habr necesidad de estudiar la fuerza
extraordinaria que convirtiendo a Bonaparte en freno de la propia
revolucin, meti en sus moldes burgueses la poltica de Francia
y liberaliz, en cambio, la conciencia oprimida de Europa. Los
antecedentes del nuevo sistema venezolano no estaran tampoco
en Mussolini ni en Hitler. Estos comenzaron su carrera pblica al
frente de masas que defendan una manera de obrar poltica. Los
antecedentes del sistema venezolano habra que buscarlos en las
guardias pretorianas que jugaban con la suerte de Roma a la muerte
de los emperadores.
Decir que se ejerce la primera magistratura de una nacin, hasta hoy llamada repblica representativa y democrtica, en razn de
que as lo dispusieron las Fuerzas Armadas, es asentar una tesis
nueva como fundamento de la autoridad. Hasta ayer se enseaba
que era el pueblo quien depositaba en sus gobernantes la autoridad
de dirigirlo. Sobre dicha declaracin estuvo organizada la estructura de la democracia. En cambio, en Venezuela, con el mayor
descaro y con una audacia digna de otras causas, se ha dicho que
la primera magistratura es materia reservada al organismo que en
verdadera prctica republicana se tuvo como cuerpo no deliberante
y cuya voz en el orden institucional es, segn palabras de Bolvar,
anuncio de desgracias cvicas.
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Sin embargo, a todo lo ancho de Amrica se hace propaganda


entusiasta a favor de que en Caracas se rena la prxima conferencia de los pases americanos, encargada de fijar pautas jurdicas
para la defensa del mundo libre. A ms de todas las reservas que
puedan derivarse de la propia estructura de las conferencias, de
los intereses que tras ellas se mueven, de la imposibilidad de equilibrar fuerzas supeditadas a los intereses de una potencia mayor,
ya bastara para decir hasta dnde pueden llegar las conclusiones
de dicha asamblea el hecho de que su presidencia recaiga en un
gobernante que, negando la tradicin democrtica de los pueblos
del Nuevo Mundo, dice que su poder es expresin de la voluntad
de las Fuerzas Armadas y no expresin de la voluntad del pueblo.
Ni siquiera invoca que su autoridad sea producto de un equilibrio
transitorio en medio de un desbordamiento de partidos, por jams,
tampoco, testimonio de una fuerza impuesta en la conciencia del
pueblo a travs de una lucha dirigida por ideales colocados ms all
de los intereses personales de los grupos polticos.
Tan sin ideales, tan sin fuerzas que motoricen la conciencia del
pueblo se halla la poltica hoy vigente en Venezuela, que el propio
Prez Jimnez ha tenido que recurrir a la frase sin sentido de un
ideal de bien nacional como razn de su sistema. En su citado
discurso define este famoso bien nacional como ordenamiento
cuya finalidad prctica es hacer caminos, levantar edificios, engordar a la poblacin y mantener un sistema de seguridad a costa
de las libertades pblicas. Para quienes estn en el secreto de lo
que representa el actual rgimen de enriquecimiento de los hombres pblicos; a quienes conocemos la voraz impudicia con que
se entregan al extranjero los recursos fundamentales del pas; a
quienes sabemos cmo se distribuyen las gabelas, los beneficios y
los porcentajes; a quienes conocemos cmo se premia la incapacidad puesta al servicio del servilismo, suena a baja comedia toda
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IDEARIO POLTICO

esta farsa de palabras con que se pretende dar marco de altura a un


sistema que representa el mximo ultraje a la Repblica.
Sin embargo, este sistema tiene sus apoyaturas en la lgica. En
un pas donde diariamente enflaquece la salud moral de los hombres que forman su clase dirigente y donde diariamente se apaga
la luz del decoro que ayer protest contra la injusticia, es natural
y cuerdo que se promueva el engorde fsico de la poblacin. Las
autoridades necesitan obreros que trabajen para otros, y estos obreros deben estar bien cebados; las autoridades necesitan soldados
que las sirvan para amedrentar al pueblo, y estos soldados deben
estar bien musculados; la administracin necesita peones que hagan caminos y levanten edificios que simulen el nuevo progreso, y
estos peones deben estar sanos y bien alimentados. A la finalidad
espiritual de levantar la conciencia, la tcnica del bien nacional
opone el rgimen del ladrillo y del cemento y el rgimen del enriquecimiento ilcito que transforma en potentados a los encargados
de vejar a la Repblica. Para que Venezuela sea, segn palabras
del propio Prez Jimnez, una nacin digna, prspera y fuerte, l
habr de impedir que se formen partidos polticos 1. Al nico que
acta, lo ha venido minando por medio de organizaciones clandestinas y paralelas, que en nombre del socialcristianismo publican
fraudulentas adhesiones a un rgimen que es la mayor negacin
de los ideales cristianos2. Bien est, pues, que en medio de tamaa
1. Reportaje a Visin, Nueva York, 11 de diciembre de 1953.
2. Los propagandistas del actual rgimen venezolano han dejado correr maliciosamente la voz de que en los crculos de la Secretara de Estado del Vaticano
es censurada la actitud del doctor Rafael Caldera y del Partido Socialcristiano,
dizque por no apoyar al gobierno perezjimenista, ya que este tiene la audacia de
llamarse defensor del orden cristiano. Con tan infame falacia, los agentes del sistema venezolano pretenden ganar la simpata de los gobiernos y de las colectividades polticas que propugnan tesis anticomunistas. Con esta tctica creen evitar
el justo examen de la realidad venezolana, y consiguientemente evadir el juicio
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obscuridad, mientras los hombres que an sienten la angustia de la


Patria se retuercen en s mismos para vivir vida torturada de conciencia, el sistema poltico haga alardes de una prosperidad material que permite el soborno, no slo de ciudadanos de poco tamao,
sino de intelectuales extranjeros de fcil mercado. La tcnica del
engorde fsico a costa de la flaqueza del espritu es, pues, la norma
de los actuales asaltantes del poder venezolano.
Quiz, de ser lgica la presente poltica entreguista y de resistir
un examen de provecho la conciencia encementada de los hombres del gobierno, mejores frutos se lograran en orden al bienestar
propugnado por Prez Jimnez, si se contratase la administracin
pblica con una o varias firmas extranjeras. Habra posiblemente
ms rendimiento en las obras pblicas y mayor responsabilidad en
las edificaciones. Seguramente disminuiran, tambin, los porcentajes que enriquecen a los favoritos del gobierno y habra mejores
caminos y mejores parques donde pudieran pasear los hombres
gordos del nuevo sistema venezolano3.
adverso que se deriva de una correcta apreciativa de hechos por completo distanciados de la ms elemental posicin socialcristiana. No basta, para ganar respeto
y consideracin en el mundo cristiano, decirse pura y simplemente anticomunista.
Se necesita poner en evidencia hechos que testimonien una actitud de equidad, de
respeto, de libertad, de convivencia, de paz, de igualdad, de dignidad, acordes con
una justa valuacin de la persona humana. No puede hablarse de reino cristiano
all donde la curul magistraticia la comparten Pilatos y Herodes.
3. En vano intento de cohonestar opinin que disimule las razones opuestas por
algunos pases de Amrica para la celebracin en Caracas de la prxima X Conferencia Panamericana, el Ministro de Relaciones Interiores del rgimen hizo pblico un propsito de libertad de presos y de amnista general, que slo ha servido
para poner en mayor resalto la farsa donde se asienta el sistema venezolano. Ningn cnsul ha recibido instrucciones de visar pasaportes, y las mismas condiciones sealadas por el Ministro son un vejamen a la dignidad de los desterrados. De
las crceles, donde se hallan secuestrados miles de ciudadanos, slo han salido,
y eso para ser expulsados, escasas decenas de detenidos, de ellos la mayor parte
militares requeridos por sus propios compaeros, algunos de los cuales, segn se
dice, han sido apresados de nuevo.

282

IDEARIO POLTICO

A esa Venezuela sin luz, donde hoy, en cambio, se exhiben los


ltimos adelantos de la tcnica y las ms arbitrarias innovaciones
de los bulevares de Pars y Nueva York, habrn de concurrir en breve los delegados de Amrica para discutir, en medio de suculentas
cuchipandas, los medios de defender la libertad y la democracia en
el Nuevo Mundo. Lo mismo que reunir una Academia de Ciencias
Morales en un barrio de gnsteres.
En la capital de la Repblica que mayores sacrificios hizo por
la independencia del nuevo continente, apenas queda una sola libertad pblica que no haya sido violada por los hombres que dirigen los destinos del pas. En la avenida de El Paraso, y sobre altiva
columna, se mantiene an, como smbolo doloroso de la Repblica,
la Libertad que fragu en bronce el pensamiento creador de Eloy
Palacios4. Desnuda y pura, aquella mujer que simboliza la Venezuela libre, aguarda su hora para bajar a ras de tierra. A pesar de la
concupiscente sociedad de que se ha visto rodeada, a la estatua no
ha llegado an ninguna mano de oro o plata que ultraje la dignidad
de su pudor. Es la nica libertad escapada de la furia corruptora de
los tiranos. Es el nico valor libre que dura en medio de la funesta
destruccin que hoy reina en el orden espiritual venezolano. Lo
dems es la farsa impdica de un bien nacional donde no existe
ni bondad ni nacin.
Todo en la Patria infeliz es tragedia de llanto, tragedia de dolor,
tragedia de silencio, tragedia de mentira. En medio del imperio
absoluto del mal que hoy reina en Venezuela, lo nico cierto es

4. No falta desenfado para hacer el elogio de la libertad periodstica que hoy


reina en el pas. Prez Jimnez ha declarado en su citado reportaje a Visin, que
se siente orgulloso como venezolano de que el pas cuente con una prensa digna
de respeto por su responsabilidad. Esto no empece para que agentes de la Seguridad, disfrazados de desconocidos, hayan secuestrado y apaleado a periodistas
de la categora de Jos Gonzlez y Julio Ramos.
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que no existe la Repblica. Marcos Prez Jimnez ha tenido el


impudor, por no decir el carcter, de confesarlo ante el pueblo de
Venezuela y ante las dems naciones de Amrica. La historia nacional y la arqueologa jurdica americana tendrn que agradecerle
la sinceridad con que ha manifestado que no es Presidente por voto
del pueblo, sino por imposicin de las Fuerzas Armadas. Con sus
palabras desmedidas confirm el fraude funesto eregido contra la
realidad de un escrutinio que repudi absolutamente a los tiranos
de Venezuela. Sus palabras son como fino escolio a la tesis de mi
ensayo sobre el 30 de noviembre. Con sus impremeditadas frases ha justificado tambin, una vez ms, la actitud de los pases
americanos negados a asistir a una reunin internacional que tiene
por sede la capital, ensangrentada por el asesinato poltico, de un
pas que mantiene en las crceles a millares de ciudadanos contra
quienes no cursa el ms leve denuncio de delito y que obliga a
vivir en destierro a millares de ciudadanos empeados en salvar la
dignidad de las instituciones cvicas5.
Madrid, 24 de enero de 1954.
5. Como haciendo cuenta de que la nacin careciera de sensibilidad y de memoria, Marcos Prez Jimnez en su reciente saludo de ao nuevo ha llegado
al extremo de asentar impdicamente ante los ms altos representantes de las
distintas jerarquas venezolanas, que en 1953 la zozobra no haba acechado a
las puertas de los hogares ni la intranquilidad haba coartado las iniciativas de los
ciudadanos. No temi que salieran a espantarle la sombra de los venezolanos
asesinados por las autoridades, ni que interrumpieran su sueo orgistico los
lamentos de quienes han visto destrozados hogares, libertad y sosiego. Confi,
en cambio, en la complicidad silenciosa de los graves oyentes que llenaban los
salones del Palacio de Miraflores; confi, tambin, en que los jerarcas de la plutocracia venezolana, hijos putativos del petrleo, del hierro, del porcentaje, del
soborno, del peculado, del monopolio, de la comisin, del cupo, al escuchar por
la radio, en sus cmodas mansiones, las palabras entusiastas y mendaces, reiran
agradecidos del aparato policaco que les asegura el goce de su comodidad a costa
de las desgracias de la Repblica.

284

IDEARIO POLTICO

PUNTO Y APARTE
Hoy comienza para Venezuela un nuevo captulo de su dolorosa vida pblica. A cinco aos de distancia, el pueblo ha cobrado
al dictador ensoberbecido el crimen de lesa soberana cometido el
2 de diciembre de 1952. Para legitimar su ambicin y desconocer
los derechos del pueblo, Marcos Prez Jimnez invoc el querer
de las Fuerzas Armadas; hoy, el grupo responsable de estas Fuerzas ha escuchado las voces del pueblo, empeado en echar fuera
al dspota y a sus cmplices. Se han cambiado los trminos de la
ecuacin del poder y el gobierno provisional comienza su gestin
sobre supuestos ajustados a la lgica de los pueblos libres. Se han
restablecido las libertades pblicas y en breve las instituciones
cambiarn el origen forzado por la violencia, por el ttulo mejor
que otorgan los votos pacficos de las urnas electorales. Venezuela
ya no es la Venezuela sin luz de la dictadura perezjimenista, sino
la Venezuela alegre, que el 5 de julio de 1811 cant con bros juveniles el Gloria al bravo pueblo. Sobre la agresividad divisionista de
ayer se alza hoy una estupenda conciencia de unidad, dispuesta a
poner de lado lo privativo y transitorio de las luchas partidistas,
para servir integralmente los permanentes intereses del hombre
venezolano. Mirando hacia el doloroso y cercano ayer, los hombres responsables de la poltica han comprendido la necesidad de
buscar algo ms que la inmediata concupiscencia del poder. Dejaron el instante fascinador, para mirar hacia futuras posibilidades
enraizadas en la provechosa reflexin del pasado, por donde los
partidos reaparecen portando todos las mismas frescas y fecundas
consignas de tregua, de concordia y de unidad.
Gnova, 23 de enero de 1958.
Laus Deo
BIBLIOTECA AYACUCHO

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NDICE

Presentacin, por Tarcila Briceo ..................................................................................... VII


Nota a la presente edicin .......................................................................................................XVII

IDEARIO POLTICO
Al lector ........................................................................................................................................................................ 5
Al servicio del pueblo. (Discurso del 26 de noviembre)........................... 9
La traicin de los mejores. (Esquema interpretativo
de la realidad poltica venezolana). .................................................................................... 44
Dimensin y urgencia de la idea nacionalista. (Pequeo
discurso sobre venezolanidad y americanidad). ............................................... 96
El farisesmo bolivariano y la anti Amrica. (Temas sobre
hispanoamericanismo y panamericanismo). ......................................................141
Problemas de la juventud venezolana. (Temas acerca
de la crisis universitaria)................................................................................................................179
Sentido y vigencia del 30 de noviembre. (Examen
esquemtico del drama electoral venezolano).................................................213
Venezuela sin luz. (A propsito del carcter fraudulento
de las instituciones polticas venezolanas)...........................................................273

BIBLIOTECA AYACUCHO

287

Este volumen de la Fundacin Biblioteca Ayacucho,


se termin de imprimir el mes de diciembre de 2008,
en los talleres de Fundacin Imprenta Cultural, Guarenas, Venezuela.
En su diseo se utilizaron caracteres roman, negra y cursiva
de la familia tipogrfica Times, en cuerpos 8, 9, 10, 11 y 12 puntos.
La edicin consta de 3.000 ejemplares.

LTIMOS TTULOS PUBLICADOS


Luis Beltrn Prieto Figueroa
El magisterio americano de Bolvar (vol. 31)
Darcy Ribeiro
La universidad nueva: un proyecto (vol. 32)
Jos Carlos Maritegui
Literatura y esttica (vol. 33)
Roberto Fernndez Retamar
Con las mismas manos. Ensayo y poesa (vol. 34)

Portada: Detalle de Batalla de Carabobo (1888)


de Martn Tovar y Tovar (Venezuela, 1827-1902).
leo sobre tela, tcnica marouflage.
Saln Elptico del Palacio Federal Legislativo.
Asamblea Nacional de la Repblica Bolivariana de Venezuela.
Caracas, Venezuela.

Mario Briceo Iragorry (1897-1958) es uno de los


escritores del siglo XX venezolano de pensamiento
profundo y civilista. Historiador, ensayista y novelista, su obra se encuentra entrelazada por el desarrollo de conceptos como Historia, Nacin, Patria,
Tradicin e Identidad, que penetraron en la conciencia colectiva y develaron lo que Briceo Iragorry
denomin crisis de pueblo. Este volumen Ideario
poltico contiene ocho ensayos escritos durante su
exilio en Espaa en 1953; en ellos analiza y describe
la realidad poltica y social de ese perodo de Venezuela, as como tambin la actitud econmica, poltica y cultural asumida por Estados Unidos ante las
naciones latinoamericanas.

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