Radiomensaje La Solemnitá

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LA SOLENNIT

RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PO XII


EN EL 50 ANIVERSARIO DE LA RERUM NOVARUM
1 de junio de 1941

1. La solemnidad de Pentecosts, glorioso nacimiento de la Iglesia de Cristo, es


para nuestro nimo, amados hijos del universo entero, dulce y propicia
invitacin, fecunda en grandes enseanzas, para dirigiros, en medio de las
dificultades y debates de los tiempos actuales, un mensaje de amor, de aliento y
de consuelo. Os hablamos en un momento en que todas las energas y fuerzas
fsicas e intelectuales de una porcin de la humanidad, siempre creciente, estn,
en medida y ardor jams conocidos hasta ahora, tirantes baje la frrea e
inexorable ley de la guerra. De otras antenas parlantes vuelan acentos preados
de exasperacin, de acrimonia, de escisin y de lucha.
2. Mas las antenas de la Colina del Vaticano, de la tierra consagrada a centro
incontaminado de la Buena Nueva y de su benfica difusin en el mundo por el
martirio y el sepulcro del primer Pedro, no pueden transmitir sino palabras
informadas y animadas del espritu consolador de la predicacin, qua en el
primer da de Pentecosts a la voz de Pedro reson en Jerusaln conmovindola:
espritu de ardiente amor apostlico, espritu cuya ansia ms viva y gozo ms
santo es conducir a todos amigos y enemigos, a los pies del Crucificado del
Glgota, al sepulcro de Hijo de Dios glorificado y Redentor del gnero humano,
para convencer todos que slo en El, en la verdad por El enseada, en su amor,
que hace bien y cura a todos, demostrado y vivido hasta sacrificarse por dar la
vida al mundo, se puede encontrar verdadera salvacin y felicidad duradera tanto
para los individuos como para los pueblos.
3. En esta obra, preada de acontecimientos dependientes de los designios de
Dios, que rige la historia de las naciones y vela sobre la Iglesia, es para Nos gozo
y satisfaccin ntima haceros or, amados hijos, la voz del Padre comn, llamaros
a una especie de breve reunin catlica universal, para que podis probar
experimentalmente en el vnculo de la paz la dulzura del cor unum y delanima
una (cf. Hch 4,32) que cimentaba, bajo el impulso del Espritu divino, la
comunidad de Jerusaln el da de Pentecosts. Cuando las circunstancias
originadas por la guerra hacen en muchos casos ms difcil un contacto directo y
vivo entre el Sumo Pastor y su grey, con tanto mayor agradecimiento saludamos
el rapidsimo puente de unin que el genio inventor de nuestra poca lanza en un

instante a travs del ter, uniendo ms all de los montes, mares y continentes,
todos los rincones de la tierra; y lo que para muchos es arma de lucha, se
transforma para Nos en instrumento providencial de apostolado activo y pacfico,
que acta y levanta a significacin nueva la palabra de la Escritura: In omnem
terram exivit sonus eorum; et in fines orbis terrae verba
eorum (Sal 18,5; Rom 10,18). De esta suerte parece que se renueva el estupendo
milagro de Pentecosts, cuando las diferentes gentes de regiones de lenguas
diversas reunidas en Jerusaln oan en su propia lengua la voz de Pedro y de los
apstoles. Con verdadera complacencia nos servimos el da de hoy de medio tan
maravilloso para llamar la atencin del mundo catlico sobre un acontecimiento
digno de esculpirse con caracteres de oro en los fastos de la Iglesia: el
quincuagsimo aniversario (queremos decir) de la publicacin de la encclica
social fundamentalRerum novarum, de Len XIII, de 15 de mayo de 1891.
4. Movido por la conviccin profunda de que la Iglesia tiene no slo el derecho,
sino el deber de pronunciar su autorizada palabra en las cuestiones sociales,
dirigi Len XIII al mundo su mensaje. No es que pretendiese l establecer
normas de carcter puramente prctico, casi diramos tcnico, de la constitucin
social; porque saba bien y era para l evidente y nuestro predecesor Po XI, de
santa memoria, lo declar hace un decenio en su encclica
conmemorativa Quadragesimo anno que la Iglesia no se atribuye tal misin.
En el marco general del trabajo, se abre campo de accin multiforme al
desarrollo sano y responsable de todas las energas fsicas y espirituales de los
individuos y a sus libres organizaciones, en el que el poder publico interviene con
accin integrante y ordenadora, en primer lugar por medio de las corporaciones
locales y profesionales, y despus, forzosamente, por medio del mismo Estado,
cuya autoridad social superior y moderadora tiene la importante incumbencia de
prevenir las perturbaciones del equilibrio econmico que provienen de la
pluralidad y de la oposicin de encontrados egosmos, individuales y colectivos.
5. Es, en cambio, a no dudarlo, competencia de la Iglesia, all donde el orden
social se aproxima y llega a tocar el campo moral, juzgar si las bases de un orden
social existente estn de acuerdo con el orden inmutable que Dios Creador y
Redentor ha promulgado por medio del derecho natural de la revelacin; doble
manifestacin a que se refiere Len XIII en su encclica. Y con razn; porque los
dictmenes del derecho natural y las verdades de la revelacin nacen, por diversa
va como dos arroyos de agua no contrarios, sino concordes, de la misma fuente
divina; y porque la Iglesia, guardiana del orden sobrenatural cristiano, a que
convergen naturaleza y gracia, tiene que formar las conciencias, aun las de
aquellos que estn llamados a buscar soluciones para los problemas y deberes
impuestos por la vida social. De la forma dada a la sociedad, conforme o no a las
leyes divinas, depende y se insina tambin el bien o el mal en las almas, es

decir, el que los hombres, llamados todos a ser vivificados por la gracia
de ,Jesucristo, en los trances del curso de la vida terrena respiren el sano y vital
aliento de la verdad y de la virtud moral o el bacilo morboso y muchas veces
mortal del error y de la depravacin. Ante tales consideraciones y previsiones,
cmo podra ser lcito a la Iglesia, Madre tan amorosa y solcita del bien de sus
hijos, permanecer indiferente espectadora de sus peligros, callar o fingir que no
ve condiciones sociales que, a sabiendas o no, hacen difcil o prcticamente
imposible una conducta de vida cristiana, guiada por los preceptos del Sumo
Legislador?
6. Consciente de tan gravsima responsabilidad, Len XIII, al dirigir su encclica
al mundo, sealaba a la conciencia cristiana los errores y los peligros de la
concepcin de un socialismo materialista, las fatales consecuencias de un
liberalismo econmico, inconsciente muchas veces u olvidado o despreciador de
los deberes sociales; y expona con claridad magistral y precisin admirable los
principios convenientes y aptos para mejorar gradual y pacficamente las
condiciones materiales y espirituales del obrero.
7. Y si hoy, amados hijos, despus de cincuenta aos de la publicacin de la
encclica, nos preguntis vosotros hasta qu punto y medida la eficacia de su
palabra correspondi a las nobles intenciones, a los pensamientos ricos de
verdad, a las benficas orientaciones pretendidas y sugeridas por su sabio autor,
nos vemos obligados a responderos que precisamente para dar humildemente,
desde el fondo de nuestra alma, gracias a Dios omnipotente por el don que hace
cincuenta aos ofrend a la Iglesia con aquella encclica de su vicario en la tierra
y para alabarle por el aliento del Espritu renovador que por ella, desde entonces
en manera siempre creciente, derram sobre la humanidad entera, Nos, en esta
solemnidad de Pentecosts, nos hemos propuesto dirigiros la palabra.
8. Ya nuestro predecesor Po XI exalt en la primera parte de su encclica
conmemorativa la esplndida mies que haba madurado la Rerum
novarum, germen fecundo, de donde se desenvolvi una doctrina social catlica
que ofreci a los hijos de la Iglesia, sacerdotes y seglares, prescripciones y
medios para una reconstruccin social exuberante de frutos, ya que a causa de
ella surgieron en el campo catlico numerosas y variadas instituciones benficas
y centros florecientes de socorros mutuos para bien propio y de los otros.Qu
prosperidad material y natural, qu frutos espirituales y sobrenaturales no han
redundado de las uniones catlicas a los obreros y a sus familias! Qu eficaz y
oportuna no se ha demostrado la cooperacin de los sindicatos y de las
asociaciones en pro del campo agrcola, para aliviar sus angustias, asegurar la
defensa de su justicia, y de ese modo, mitigando las pasiones, preservar de
perturbaciones la paz social!

9. No pararon aqu las ventajas. La encclica Rerum novarum, acercndose al


pueblo, que abrazaba con estima y amor, penetr en los corazones y en las
inteligencias de la clase obrera y les infundi sentimiento cristiano y dignidad
civil, de tal manera que la potencia de su activo influjo, con el correr de los aos,
fue desarrollndose y difundindose tan eficazmente, que sus normas llegaron a
ser como patrimonio comn de la familia humana. Y mientras el Estado, ya
durante el siglo XIX, por exagerada exaltacin de libertad, consideraba como fin
exclusivo suyo tutelar la libertad con el derecho, Len XIII le advirti ser
igualmente deber suyo el aplicarse a la providencia social, procurando el
bienestar de todo el pueblo y de todos sus miembros, particularmente de los
dbiles y de los desheredados, con amplia poltica social y con la creacin de un
fuero del trabajo. A su voz respondi poderoso eco; y es sincero deber de justicia
reconocer los progresos que la solicitud de las autoridades civiles de muchas
naciones ha procurado para la condicin de los trabajadores. De donde con razn
se ha dicho que la Rerum novarum lleg a ser la carta magna de la laboriosidad
social cristiana.
10. En tanto, transcurra medio siglo que ha dejado surcos profundos y tristes
fermentos en el terreno de las naciones y de las sociedades. Las cuestiones que
con las mudanzas y trastornos sociales y sobre todo econmicos se ofrecan a un
examen moral despus de la Rerum novarum,las trat con penetrante agudeza
nuestro inmediato predecesor en la encclica Quadragesimo anno. El decenio
siguiente no ha sido menos rico que los aos anteriores por las sorpresas en la
vida social y econmica, y ha volcado sus inquietas y oscuras aguas en el pilago
de una guerra que puede levantar insospechables olas que batan la economa y la
sociedad.
11. Qu problemas y qu asuntos particulares, tal vez completamente nuevos,
presentar a la solicitud de la Iglesia la vida social despus del conflicto que pone
de frente tantos pueblos, la hora actual hace difcil sealarlos y preverlos. Sin
embargo, si el futuro tiene races en el pasado, si la experiencia de los ltimos
aos nos es maestra para lo por venir, pensamos aprovecharnos de la
conmemoracin del da de hoy para dar ulteriores principios directivos morales
sobre tres valores fundamentales de la vida social y econmica; y esto lo haremos
animados del mismo espritu de Len XIII y desarrollando sus puntos de vista,
verdaderamente ms que profticos, presagios del proceso social de los nuevos
tiempos. Estos tres valores fundamentales que se entrelazan, se aseguran y se
ayudan mutuamente son: el uso ele los bienes materiales, el trabajo, la familia.

Uso de los bienes materiales


12.La encclica Rerum novarum expone sobre la propiedad y el sustento del
hombre principios que no han perdido con el tiempo nada de su vigor nativo y
que hoy, despus de cincuenta aos, conservan todava y ahondan vivificadora su
ntima fecundidad. Sobre su punto fundamental, Nos mismo llamamos la
atencin de todos en nuestra encclica Sertum laelitiae, dirigida a los obispos de
los Estados Unidos de Norteamrica; punto fundamental que consiste, como
dijimos, en el afianzamiento de la indestructible exigencia que los bienes
creados por Dios para todos los hombres lleguen con equidad a todos, segn los
principios de la justicia y de la caridad.
13. Todo hombre, por ser viviente dotado de razn, tiene efectivamente el
derecho natural y fundamental de usar de los bienes materiales de la tierra,
quedando, eso s, a la voluntad humana y a las formas jurdicas de los pueblos el
regular ms particularmente la actuacin prctica. Este derecho individual no
puede suprimirse en modo alguno, ni aun por otros derechos ciertos y pacficos
sobre los bienes materiales. Sin duda el orden natural, que deriva de Dios,
requiere tambin la propiedad privada y el libre comercio mutuo de bienes con
cambios y donativos, e igualmente la funcin reguladora del poder pblico en
estas dos instituciones. Sin embargo todo esto queda subordinado al fin natural
de los bienes materiales, y no podra hacerse independiente del derecho primero
y fundamental que a todos concede el uso, sino ms bien debe ayudar a hacer
posible la actuacin en conformidad con su fin. Slo as se podr y deber
obtener que propiedad y uso de los bienes materiales traigan a la sociedad paz
fecunda y consistencia vital y no engendren condiciones precarias, generadoras
de luchas y celos y abandonadas a merced del despiadado capricho de la fuerza y
de la debilidad.
14. El derecho originario sobre el uso de los bienes materiales, por estar en
ntima unin con la dignidad y con los dems derechos de la persona humana,
ofrece a sta, con las formas indicadas anteriormente, base material segura y de
suma importancia para elevarse al cumplimiento de sus deberes morales. La
tutela de este derecho asegurar la dignidad personal del hombre y le aliviar el
atender y satisfacer con justa libertad a aquel conjunto de obligaciones y
decisiones estables de que directamente es responsable para con el Criador.
Ciertamente es deber absolutamente personal del hombre conservar y enderezar a
la perfeccin su vida material y espiritual, para conseguir el fin religioso y moral
que Dios ha sealado a todos los hombres y dndoles como norma suprema,
siempre y en todo caso obligatoria, con preferencia a todo otro deber.

15. Tutelar el campo intangible de los derechos de la persona humana y hacerle


llevadero el cumplimiento de sus deberes, debe ser oficio esencial de todo poder
pblico. Acaso no lleva esto consigo el significado genuino del bien comn, que
el Estado est llamado a promover? De aqu nace que el cuidado de este bien
comn no lleva consigo un poder tan extenso sobre los miembros de la
comunidad que en virtud de l sea permitido a la autoridad pblica disminuir el
desenvolvimiento de la accin individual arriba mencionada, decidir
directamente sobre el principio o (excluso el caso de legtima pena) sobre el
trmino de la vida humana, determinar de propia iniciativa el modo de su
movimiento fsico, espiritual, religioso y moral en oposicin con los deberes y
derechos personales del hombre, y con tal intento abolir o quitar su eficacia al
derecho natural de bienes materiales. Deducir extensin tan grande de poder del
cuidado del bien comn significara atropellar el sentido mismo del bien comn y
caer en el error de afirmar que el fin propio del hombre en la tierra es la sociedad;
que la sociedad es fin de s misma; que el hombre no tiene que esperar otra vida
fuera de la que se termina aqu abajo.
16. Igualmente, la economa nacional, como es fruto de la actividad de los
hombres que trabajan unidos en la comunidad del Estado, slo atiende a asegurar
sin interrupcin las condiciones materiales en que se pueda desarrollar
plenamente la vida individual de los ciudadanos. Donde esto se consiga de
manera durable, con verdad se dir que es pueblo econmicamente rico, porque
el bienestar general y, por consiguiente, el derecho personal de todos al uso de
los bienes terrenos se acta de esta manera en conformidad con los designios del
Creador.
17. De aqu podris inferir fcilmente, amados hijos, que la riqueza econmica de
un pueblo no consiste propiamente en la abundancia de bienes, medida segn un
cmputo pura y estrictamente material de su valor, sino en que esta abundancia
represente y constituya real y eficazmente la base material suficiente para el
debido desarrollo personal de sus miembros. Si semejante distribucin justa de
bienes no se hiciese o se procurase slo imperfectamente, no se conseguira el
verdadero fin de la economa nacional, puesto que, aun existiendo afortunada
abundancia de bienes disponibles, el pueblo, no admitido a su participacin, no
sera econmicamente rico, sino pobre. Haced, en cambio, que esta justa
distribucin se efecte realmente y de manera durable, y veris a un pueblo, aun
disponiendo de menores bienes, hacerse y ser econmicamente sano.
18. Estos conceptos fundamentales que se refieren a la riqueza y pobreza de los
pueblos, creernos particularmente oportuno presentarlos a vuestra consideracin
ahora que se tiende a medir y juzgar esta riqueza y pobreza con la balanza y con
criterios escuetamente cuantitativos, bien sea del espacio o de la redundancia de

bienes. Si, por el contrario, se pesa como se debe el fin de la economa nacional,
entonces ste se convertir en luz para los hombres de Estado y de los pueblos y
les iluminar para orientarse espontneamente por un camino que no exigir
continuos gravmenes en bienes y en sangre, sino que dar frutos de paz y de
bienestar general.
El trabajo
19. Vosotros mismos, amados hijos, comprendis cmo se junta el trabajo con el
uso de los bienes materiales. La Rerum novarum ensea que dos son la
propiedades del trabajo humano, que es personal y es necesario. Es personal
porque se lleva a cabo con el ejercicio de las fuerzas particulares del hombre
necesario, porque sin l no se puede conseguir lo indispensable para la vida cuyo
mantenimiento es deber natural grave e individual. Al deber personal del trabajo
impuesto por la naturaleza corresponde y sigue el derecho natural de cada
individuo a hacer del trabajo el medio para proveer a la vida propia y de los hijos:
tan excelsamente seor llena a la conservacin del hombre e imperio de la
naturaleza.
20. Pero notad que este deber y su correspondiente derecho al trabajo lo impone
y lo concede al individuo en primera instancia la naturaleza y no la sociedad,
como si el hombre no fuese otra cosa que simple siervo o funcionario de la
comunidad. De donde se sigue que el deber y el derecho de organizar el trabajo
del pueblo pertenecen ante todo a los inmediatos interesados: patronos y obreros.
Si stos no cumplen con su deber o no pueden hacerlo por circunstancias
especiales y extraordinarias, es deber del Estado intervenir en el campo del
trabajo y en su divisin y distribucin, segn la forma y medida que requiere el
bien comn debidamente entendido.
21. De todos modos, toda legtima y benfica intervencin del Estado en el
campo del trabajo debe ser tal que salve y respete su carcter personal, en
principio, y dentro de los lmites de lo posible, en lo que se refiere a la ejecucin.
Y esto suceder si las normas dadas por l no destruyen ni hacen irrealizable el
ejercicio de otros derechos o deberes igualmente personales, cuales son el
derecho al verdadero culto de Dios; al matrimonio; el derecho de los cnyuges,
del padre y de la madre, a la vida conyugal y domstica; el derecho a una
razonable libertad en la eleccin de estado y en seguir una verdadera vocacin;
derecho este ltimo personal, si alguno lo es, del espritu del hombre, y excelso
cuando a l se juntan los derechos superiores e imprescindibles de Dios y de la
Iglesia, como en la eleccin y el ejercicio de las vocaciones sacerdotales y
religiosas.

La familia
22. Segn la doctrina de la Rerum novarum, la misma naturaleza ha unido
ntimamente la propiedad privada con la existencia de la sociedad humana y con
su verdadera civilizacin, y en grado eminente con la existencia y el desarrollo de
la familia. Este vnculo es ms que manifiesto. Acaso no debe la propiedad
privada asegurar al padre de familia la sana libertad que necesita para poder
cumplir los deberes que le ha impuesto el Creador referentes al bienestar fsico,
espiritual y religioso de la familia?
23. En la familia encuentra la nacin la raz natural y fecunda de su grandeza y
potencia. Si la propiedad privada ha de llevar al bien de la familia, todas las
normas pblicas, ms an, todas las del Estado que regulan su posesin, no
solamente deben hacer posible y conservar tal funcin superior en el orden
natural bajo ciertos aspectos a cualquiera otra, sino que deben todava
perfeccionarla cada vez ms. Efectivamente, sera antinatural hacer alarde de un
poder civil que o por la sobreabundancia de cargas o por excesivas injerencias
inmediatas hiciese vana de sentido la propiedad privada, quitando
prcticamente a la familia y a su jefe la libertad de procurar el fin que Dios ha
sealado al perfeccionamiento de la vida familiar.
24. Entre todos los bienes que pueden ser objeto de propiedad privada, ninguno
es ms conforme a la naturaleza, segn las enseanzas de la Rerum novarum, que
el terreno, la posesin en que habita la familia, y de cuyos frutos saca en todo o
en parte de qu vivir. Y espritu de la Rerum novarum es afirmar que, por regla
general, slo la estabilidad que radica en un terreno propio hace de la familia la
clula vital ms perfecta y fecunda de la sociedad, pues rene admirablemente
con su progresiva cohesin las generaciones presentes y futuras. Si hoy da el
concepto y la creacin de espacios vitales constituye el centro de las metas
sociales y polticas, no se debera, ante todo, pensar en el espacio vital de la
familia y librarla de las ataduras de condiciones que ni siquiera permiten la idea
de la formacin del propio hogar?
25. Nuestro planeta, con tan extensos ocanos, mares y lagos, con sus montes y
llanuras cubiertos de nieve y de hielos perpetuos, con sus vastos desiertos y
tierras inhospitalarias y estriles, no escasea en regiones y espacios vitales
abandonados al capricho vegetativo de la naturaleza y aptos al cultivo del
hombre, a sus necesidades y a sus obligaciones civiles; y ms de una vez resulta
inevitable que algunas familias, emigrando de ac y all, se busquen en otra
regin nueva patria. Entonces, segn la enseanza de la Rerum novarum, se
respeta el derecho de la familia a un espacio vital. Donde esto suceda, la
emigracin alcanzar su objeto natural, confirmado frecuentemente por la

experiencia, la distribucin ms favorable de los hombres en la superficie


terrestre, apta para colonias de agricultores; superficie que Dios cre y prepar
para uso de todos. Si las dos partes, la que permite dejar la tierra natal y la que
admite a los advenedizos, continan lealmente solcitas en eliminar cuanto podra
impedir el nacimiento y el desarrollo de una verdadera confianza entre los pases
de emigracin e inmigracin, todos los que participan en este cambio de lugares
y de personas saldrn favorecidos: las familias recibirn un terreno que ser para
ellas tierra patria en el verdadero sentido de la palabra; las tierras densas de
habitantes se aligerarn y sus pueblos conquistarn nuevos amigos en territorio
extranjero, y los Estados que acogen a los emigrados ganarn ciudadanos
laboriosos. De esta suerte, las naciones que dan y los Estados que reciben
contribuirn a la par al incremento del bienestar humano y al progreso de la
cultura humana.
26. Son stos, amados hijos, los principios, los conceptos y las normas con las
cuales Nos quisiramos cooperar desde ahora a la futura organizacin de aquel
orden nuevo que se espera y se desea que nazca del enorme fermento de la
presente guerra y d a los pueblos tranquilidad en la paz y en la justicia. Qu
nos queda a Nos sino, con el mismo espritu de Len XIII y con las mismas
intenciones y anhelos de sus nobles enseanzas, exhortaros a proseguir y
fomentar la obra que la precedente generacin de hermanos vuestros y hermanas
vuestras fundaron con tanto nimo y valenta? Que no se apague o se debilite
entre vosotros la voz insistente de los dos Pontfices de las encclicas sociales,
que magistralmente ensean a los que crece en la regeneracin sobrenatural de la
humanidad el deber moral de cooperar al ordenamiento de la sociedad, y en
modo especial de la vida econmica, impulsando la actividad de aquellos que
participan de tal vida no menos que el Estado mismo.No es ste un sagrado
deber de todo cristiano? No os espanten, amados hijos, las dificultades
extrnsecas, ni os desanimis por los obstculos provenientes del creciente
paganismo de la vida pblica. No os dejis engaar por los fabricantes de errores
y de teoras malsanas, tristes corrientes enderezadas no a intensificar, sino ms
bien a desvirtuar y corromper la vida religiosa; corrientes que pretenden que,
pues la redencin pertenece al orden de la gracia sobrenatural, y es, por
consiguiente, obra exclusiva de Dios, no necesita de nuestra cooperacin sobre la
tierra. Oh ignorancia supina de la obra de Dios! Pues diciendo de s mismos
que son sabios, se han vuelto necios (Rom 1,22). Como si la principal eficacia
de la gracia no consistiera en corroborar nuestros esfuerzos sinceros de cumplir
cada da los mandamientos de Dios, como individuos y como miembros de la
sociedad; como si desde hace dos mil aos no viviera perennemente en el alma
de la Iglesia el sentimiento de la responsabilidad colectiva de todos por todos,
que ha sido y sigue siendo la causa motriz que ha impulsado a los hombres hasta

el herosmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de esclavos,


de los ministros de los enfermos, de los portaestandartes de fe, de civilizacin y
de ciencia en todas las edades y en todos los pueblos, a fin de crear condiciones
sociales nicamente encaminadas a hacer posible y fcil una vida digna del
hombre y del cristiano. Pero vosotros, conscientes y convencidos de esta sagrada
responsabilidad, no os contentis en el fondo de vuestra alma con aquella general
mediocridad pblica, dentro de la cual la generalidad de los hombres no puedan
observar los preceptos divinos, siempre y en todo caso inviolables, sino con actos
heroicos de virtud.
27. Si entre el propsito y su actuacin hubo tal vez evidente desproporcin; si
hubo errores, comunes, por lo dems, a toda humana actividad; si hubo
diversidad de pareceres en el camino seguido o por seguir, todo esto no ha de
desalentarnos ni ha de retardar vuestros pasos o suscitar lamentos y excusas, ni
puede haceros olvidar el hecho consolador de que del inspirado mensaje del
Pontfice de la Rerum novarum brot vivificante y puro un manantial de espritu
social fuerte, sincero, desinteresado; manantial que, si hoy puede quedar en parte
cegado por una avalancha de acontecimientos diversos ms potentes, maana,
removidas las ruinas de este huracn mundial, al iniciarse el trabajo de
reconstruccin del nuevo orden social, aspiracin digna de Dios y del hombre,
infundir un nuevo y poderoso impulso y una nueva oleada de vida y desarrollo
en todo el florecimiento de la cultura humana. Guardad la noble llama del
espritu social fraterno, que hace medio siglo reaviv en el corazn de vuestros
padres la antorcha luminosa e iluminadora de la palabra de Len XIII; no dejis
ni permitis que le falte el pbulo y que, en medio de los destellos de vuestros
obsequios conmemorativos, muera, o consumida por una cobarde, desdeosa y
cicatera indiferencia ante las necesidades de los ms pobres de nuestros
hermanos, o arrebatada entre el polvo y el fango por el huracanado torbellino del
espritu anticristiano o no cristiano. Alimentad esta llama, avivadla, levantadla,
difundidla; llevadla adondequiera que oigis un gemido de preocupacin, un
lamento de miseria, un grito de dolor; avivadla siempre con renovado fervor y
amor dimanado del Corazn del Redentor, a quien est consagrado el mes que
hoy comienza. Acudid a aquel Corazn divino, manso y humilde, frente al
consuelo en todas las tribulaciones y trabajos de la vida; es el Corazn de Aquel
que a toda buena obra hecha en su nombre y por su amor en favor de los que
sufren, de los que padecen, de los abandonados del mundo y desheredados de
toda clase de bienes, ha prometido en recompensa la eterna bienaventuranza:
Vosotros, benditos de mi Padre! Lo que habis hecho al ms pequeo de mis
hermanos, me lo habis hecho a m!

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