Economía y Cultura. Néstor García Canclini

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Economa y Cultura: Los Pases Latinos en la Esfera Pblica Transnacional

Nstor Garca Canclini(1)


El entrelazamiento de economa y cultura se ha vuelto un lugar comn del pensamiento
mundial. Las altas inversiones requeridas por la produccin de las industrias culturales (cine,
televisin, msica, informtica) y las ganancias espectaculares producidas en estos campos
volvieron a las empresas de la cultura parte significativa de la economa global. Si la industria
musical ya manejaba a mediados de la dcada de los noventa 40 mil millones de dlares cada
ao, 90% de los cuales se concentraban en cuatro grandes majors transnacionales, su
importancia econmica se acentu en el ltimo ao con megafusiones entre empresas
informticas y de entretenimiento, como America On Line y Time Warner. Las exportaciones de
la industria audiovisual constituyen el segundo rubro en los ingresos por exportaciones de los
Estados Unidos. En este pas el sector cultural, sobre todo por la produccin y exportacin
audiovisual, representa el 6% del Producto Interno Bruto y emplea a un milln 300 mil
personas. En Francia abarca ms del 2,5% del Producto Interno Bruto y slo los medios de
comunicacin dan trabajo a medio milln de habitantes (Warnier).
No slo en los pases ms desarrollados las industrias culturales se han vuelto clave para la
expansin econmica. Brasil, que ocupa el sexto lugar en el mercado mundial de discos,
factur 800 millones de dlares por venta de productos musicales, discos y videos durante el
ao 1998. En Colombia, se estima que el conjunto de las industrias culturales aporta 4,03 por
ciento del PIB, valor superior a sectores importantes, como restaurantes y hoteles, o al valor
agregado del principal producto agrcola del pas, el caf pergamino, que llega a 2,75 por ciento
(Convenio Andrs Bello, Ministerio de Cultura de Colombia).
Adems de ser un factor significativo en el crecimiento econmico, la cultura da trabajo, como
dice el ttulo de un libro publicado en Uruguay sobre las funciones econmicas de los bienes
culturales (Stolovich y otros), y favorece el desarrollo de otras reas - transporte, turismo,
inversiones - al cualificar ciertas zonas o ciudades. Por estas razones, y por haberse convertido
en principales actores de la comunicacin dentro de cada pas y entre las naciones, la radio, la
televisin y el cine, los discos, videos e Internet adquieren enorme importancia para la cohesin
social y poltica.
Este texto busca extraer algunas conclusiones de esta creciente interrelacin entre economa y
cultura con vistas a repensar el futuro posible de las regiones latinas dentro de la integracin
global. Para ello, es necesario distinguir en qu sentido la nueva articulacin entre economa y
cultura contribuye al desarrollo, de distinto modo en los pases centrales y perifricos.
Asimismo, debemos indagar en qu consiste lo especfico de las comunicaciones entre Europa
y Amrica Latina, que no es una simple continuacin de la histrica vinculacin cultural entre
los pases latinos. Una de las diferencias es que la interconexin entre sociedades
latinoamericanas y europeas se da en el marco de intensas relaciones con el mundo
angloparlante. Dada la brevedad de este trabajo, enunciar brevemente cinco puntos
estratgicos para avanzar en el tratamiento de estas cuestiones.
1. La expansin econmica y comunicacional propiciada por las industrias culturales no
beneficia equitativamente a todos los pases, ni regiones. Estados Unidos se queda con 55 por
ciento de las ganancias mundiales, la Unin Europea con 25 por ciento, Japn y Asia reciben
15 por ciento y los pases iberoamericanos slo 5 por ciento. La desventaja econmica ms
notoria, la de Amrica Latina, que resulta de la baja inversin de sus gobiernos en ciencia,
tecnologa y produccin industrial de cultura, condiciona la escasa competitividad global y la
difusin restringida, slo dentro de cada nacin, de la mayora de libros, pelculas, videos y
discos. Es interesante correlacionar la distribucin econmica de los beneficios
comunicacionales con la distribucin geolingstica: el espaol es la tercera lengua mundial por
nmero de hablantes, casi 450 millones si se incluyen los 30 millones de hispanohablantes en
Estados Unidos.
Hay que destacar que la asimetra en la globalizacin de las industrias culturales no genera
slo desigualdad en la distribucin de los beneficios econmicos. Tambin agrava los
desequilibrios histricos en los intercambios comunicacionales, en el acceso a la informacin y

los entretenimientos, y en la participacin en la esfera pblica nacional e internacional. Puede


decirse que, si bien la falta de empleo es el principal detonador de las migraciones, la
decadencia del desarrollo educativo y cultural constituye tambin un factor expulsivo en
algunos procesos migratorios intranacionales e internacionales.
2. El predominio estadounidense en los mercados comunicacionales ha reducido el papel de
metrpolis culturales que Espaa y Portugal tuvieron desde el siglo XVII, y Francia desde el
XIX, hasta principios del XX en Amrica Latina. Sin embargo, el desplazamiento del eje
econmico y cultural hacia Estados Unidos no es uniforme en todos los campos. Dicho en
forma rotunda: en tiempos de globalizacin no hay simple americanizacin del mundo.
Hay que cuestionar un lugar comn de muchos anlisis de la globalizacin: no se trata slo de
una intensificacin de dependencias recprocas (Beck) entre todos los pases y todas las
regiones del planeta. Por razones de afinidad geogrfica e histrica, o de acceso diferencial a
los recursos econmicos y tecnolgicos, lo que llamamos globalizacin muchas veces se
concreta como agrupamiento regional o entre pases histricamente conectados: asiticos con
asiticos, latinoamericanos y europeos o estadounidenses, estadounidenses con aquellos
grupos que en otros pases hablan ingls y comparten su estilo de vida. Las afinidades y
divergencias culturales son importantes para que la globalizacin abarque o no todo el planeta,
para que sea circular o simplemente tangencial.
Tambin observamos que algunas reas de las industrias y del consumo son ms propicias que
otras para la globalizacin. La industria editorial acumula fuerzas e intercambios por regiones
lingsticas, en tanto el cine y la televisin, la msica y la informtica, hacen posible que sus
productos circulen mundialmente con ms facilidad. Las megalpolis y algunas ciudades
medianas (Miami, Berln, Barcelona), sedes de actividades altamente globalizadas y de
movimientos migratorios y tursticos intensos, se asocian mejor a redes mundiales, pero aun en
ellas existe una dualizacin que deja marginados a amplios sectores.
En cuanto a la supuesta americanizacin de todo el planeta, es innegable que un sector vasto
de la produccin, distribucin y exhibicin audiovisual es propiedad de corporaciones de
Estados Unidos o se dedica a difundir sus productos: pelculas de Hollywood y programas
televisivos estadounidenses son distribuidos por empresas de ese pas en cadenas de cines y
circuitos televisivos donde el capital predominante es norteamericano. Hay que prestar
atencin, asimismo, a la enrgica influencia de Estados Unidos en la ONU, la OEA, el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y en organismos de comunicacin transnacionales,
todo lo cual repercute a veces en beneficios para las empresas estadounidenses. El cabildeo
(lobbysmo) de las empresas y del gobierno estadounidenses viene influyendo para que en
pases europeos y latinoamericanos se paralicen iniciativas legales y econmicas (leyes de
proteccin al cine y el audiovisual) destinadas a impulsar su produccin cultural endgena. No
podemos olvidar el lugar protagnico de Nueva York en las artes plsticas, Miami en la msica
y Los Angeles en el cine. Pero sera simplificador sostener que la cultura del mundo se fabrica
desde Estados Unidos, o que este pas detenta el poder de orientar y legitimar todo lo que se
hace en todos los continentes.
Europa mantiene una fuerte produccin endgena, sostenida en algunos pases con polticas
proteccionistas y controla gran parte de los mercados latinos. Empresas espaolas, francesas e
italianas se han apropiado de redes de telecomunicaciones, editoriales y canales de televisin
en varios pases latinoamericanos. En Brasil, los espaoles ocuparon en 1999 el segundo lugar
de las inversiones extranjeras con el 28 por ciento; en Argentina pasaron al primer puesto,
desplazando a Estados Unidos.
Por otra parte, si bien corporaciones estadounidenses gestionan amplios sectores de la
comunicacin masiva, es interesante comparar el poder de esas empresas con lo que ocurre
en las audiencias. Los estudios sobre consumo musical revelan que en la casi totalidad de los
pases latinoamericanos no predomina la msica en ingls, ni lo que algunos llaman msica
internacional, como unificacin de lo anglo-americano y lo europeo. Slo en Venezuela la
msica internacional alcanza el 63 por ciento del pblico. En Per prevalece la chicha, en
Colombia el vallenato, en Puerto Rico la salsa, en Brasil el 65 por ciento de lo escuchado
proviene del conjunto de msicas nacionales, en tanto en Argentina, Chile y Mxico la

combinacin de repertorios domsticos y de otros en espaol supera la mitad de las


preferencias. Segn explica George Ydice, el sistema de comercializacin y consumo no
puede ser explicado en trminos de homogeneizacin ni tampoco de localizacin. La
consolidacin del sistema se logra articulando ambos aspectos (Ydice, 1999: 233).
3. Las industrias comunicacionales se han convertido en una de las zonas de mayor
competitividad y conflictividad entre intereses pblicos y privados, entre pases desarrollados y
perifricos, y aun entre modalidades diversas de desarrollo cultural, por ejemplo entre lo anglo
y lo latino. A medida que las grandes empresas privadas se apropiaron de la mayor parte de la
vida pblica, sta ha experimentado un proceso de privatizacin, transnacionalizacin unilateral
y desresponzabilizacin respecto de los intereses colectivos en la vida social. Cmo elaborar
polticas culturales que vinculen creativamente a las industrias culturales con la esfera pblica
de acuerdo con la lgica de la actual etapa de globalizacin e integraciones regionales? No nos
sirven los esquemas conceptuales empleados en la poca en que las relaciones
internacionales se entendan en trminos de imperialismo, dependencia y culturas nacionales
con relativa autonoma.
En otra etapa del desarrollo de los mercados y de los Estados, a mediados del siglo XX, la
importancia adquirida por la radiodifusin como servicio social llev a pensar este tipo de
comunicacin como modelo de una esfera pblica de ciudadanos que deliberan con
independencia del poder estatal y del lucro de las empresas (Garnham). En esos circuitos
comunicacionales crecieron la informacin independiente y la conciencia ciudadana, se
legitimaron las demandas de la gente comn y se limit el poder de los grupos hegemnicos en
la poltica y los negocios (Keane).
Desde hace dos dcadas, el reordenamiento neoliberal de los vnculos entre Estado, empresas
privadas y sociedad civil reduce cada vez ms la esfera pblica a la bsqueda del lucro
privado. La deliberacin ciudadana se disuelve, o enmascara, en programas que simulan la
participacin social, ya sea mediante el telfono abierto o los talk shows. Es difcil que los
empresarios privados, entregados a la simple lgica del mercado, asuman las tareas pblicas
de la comunicacin y el desarrollo cultural. Adems, la desresponsabilizacin respecto de las
cuestiones pblicas se agrava porque las polticas culturales de los Estados se ocupan de la
cultura alta o clsica, y no han desarrollado nuevas acciones respecto de la etapa de
industrializacin y transnacionalizacin comunicacional. Ni siquiera como agentes reguladores.
En muy pocos casos los Estados y los organismos supranacionales se interesan por
representar los intereses pblicos en estos campos. Su accin es indispensable para situar las
interacciones comerciales en relacin con otras interacciones sociales donde se gestiona la
calidad de vida y que no son reductibles al mercado, como los derechos humanos, la
innovacin cientfica y esttica, la preservacin de contextos naturales y sociales. Slo algunos
documentos que ubican estos campos como capital social comienzan a imaginar qu podran
hacer los rganos estatales y supranacionales (UNESCO, BID, Convenio Andrs Bello) a partir
del reconocimiento de que el mercado es insuficiente para garantizar los derechos sociales y
culturales, las reinvindicaciones polticas de mayoras y de minoras (Kliksberg - Tomassini). A
diferencia de la oposicin realizada en otro tiempo entre Estado y organismos
intergubernamentales, y por otro lado las empresas, hoy debemos concebir al Estado como
lugar de articulacin de los gobiernos con las iniciativas empresariales y con las de otros
sectores de la sociedad civil. Una de las tareas de regulacin y arbitraje que corresponde
ejercer al Estado es no permitir que la vida social se reduzca a los intereses empresariales, y
menos an que los intereses empresariales se reduzcan a los de los inversores.
Hacer polticas culturales y de integracin en medio de las nuevas formas de privatizacin
transnacional exige repensar tanto al Estado como al mercado, y la relacin de ambos con la
creatividad cultural. As como hace tiempo se rechaza la pretensin de algunos Estados de
controlar la creatividad cultural, tambin debemos cuestionar la afirmacin de que el libre
mercado favorece la libertad de los creadores y el acceso de las mayoras. Esa disyuncin
entre Estado y mercado se muestra insostenible no slo en relacin con los productores de arte
y comunicacin, sino tambin con la manera en que hoy se concibe la creatividad sociocultural
de los receptores.

Las teoras culturales y artsticas (Bourdieu, Eco) demostraron largamente que la creacin
cultural se forma tambin en la circulacin y recepcin de los productos simblicos. Es
necesario, entonces, dar importancia en las polticas culturales a esos momentos posteriores a
la generacin de bienes y mensajes, o sea al consumo y apropiacin de las artes y los medios
masivos. El Estado puede contrarrestar la segregacin comercial producida en el acceso a los
bienes y mensajes entre quienes tienen y quienes no tienen recursos econmicos y educativos
para obtenerlos y disfrutarlos. En una poca en que la privatizacin creciente de la produccin
y difusin de bienes simblicos est ensanchando la grieta entre los consumos de las lites y
de las masas, no son suficientes las tecnologas avanzadas para facilitar la circulacin
transnacional y el consumo popular. El abandono de los Estados de su responsabilidad por el
destino pblico, y la accesibilidad de los productos culturales, sobre todo de las innovaciones
tecnolgicas y artsticas, est agravando la brecha. La reestructuracin desregulada y
transnacional de la produccin y difusin de la cultura neutraliza el sentido pblico de la
creatividad cultural, as como el intercambio entre los pases europeos y latinoamericanos. El
volumen que histricamente tuvo este intercambio entre los pases latinos se empobreci al
ceder el manejo de los mercados audiovisuales a empresas de origen estadounidense. Las
preferencias an visibles en los pblicos por la msica latina, que en otro tiempo se notaban
tambin en el eco del cine europeo en Amrica Latina, encuentran escasa oferta en las
pantallas cinematogrficas y televisivas actuales.
4. Cmo puede situarse la integracin econmica y cultural de los pases latinos en esta
recomposicin de los mercados globales? Qu se puede entender hoy por latinidad? No es
posible restringirla al uso y enseanza de lenguas latinas. Tampoco a un conjunto de hbitos de
pensamiento y de vida ligados a un grupo de pases europeos diversos entre s (Espaa,
Portugal, Italia, Francia) y de naciones de Amrica que absorbieron con nfasis distintos esas
influencias (religin catlica, liberalismo modernizador, etctera). Ms que una identidad comn
o una historia cohesionada, existe un espacio cultural latino euroamericano muy heterogneo.
En ese espacio o red las lenguas latinas van asociadas a circuitos editoriales y acadmicos,
gastronmicos, tursticos y comunicacionales, todos los cuales movilizan altas inversiones
econmicas. Lo latino se manifiesta hoy significativamente, como veremos, en modos
distintivos de entender temas claves de la relacin economa-cultura como son la valoracin del
patrimonio y la definicin de la propiedad intelectual.
Por otra parte, la latinidad no puede ser un territorio aislado despus de que cayeron las
retricas defensivas de los Estados nacionales. La latinidad siempre fue una construccin
hbrida, en la que confluyeron las contribuciones de los pases mediterrneos de Europa, lo
indgena americano y las migraciones africanas. Actualmente, esas fusiones constitutivas se
amplan en interaccin con lo anglo por la voluminosa presencia de migrantes y productos
culturales latinos en Estados Unidos, y tambin por el injerto de anglicismos en los lenguajes
electrnicos. Ms all, lo latino interacta y se remodela tambin en dilogo con culturas de
Europa y aun de Asia.
Adems de considerar la diseminacin de lo latino fuera de las fronteras de Amrica Latina y de
los pases latinos de Europa - lo cual tiene gran inters como ampliacin de los mercados -, es
necesario tener en cuenta las condiciones histricas desiguales de desarrollo dentro del
espacio sociocultural euroamericano.
Por ejemplo, la comparacin entre Amrica Latina y el proceso de integracin europeo sirve
para comprender las muy diferentes condiciones en que se coproducen filmes franco-italoespaoles, o el canal franco-alemn ARTE de televisin, en relacin con sus mercados,
nmero de espectadores y capacidad de recuperacin de las inversiones. En Amrica Latina
existen unas pocas experiencias en aos recientes que confirman el valor de esta cooperacin
internacional. Pero no es lo mismo si el programa Media o Eurimages es aprovechado por
Claude Chabrol, Pedro Almodvar o los canales Plus europeos que por un director de cine
uruguayo, un editor mexicano o un productor de televisin costarricense que deben batallar con
legislaciones premediticas en las aduanas de sus pases, con burocracias para las cuales las
pelculas y los libros no merecen en el correo trato distinto que los objetos suntuarios. Pese a
los acuerdos firmados para liberalizar la circulacin de bienes y servicios culturales en 1988
(ALADI, el artculo XIII del Protocolo del Mercosur) las prcticas aduanales de los gobiernos

desconocen esas facilidades (Saravia). Esto nos lleva a dos desafos estratgicos: la
integracin multimedia y las legislaciones de proteccin a la cultura.
Hay una diferencia fundamental entre el cine europeo y el cine hablado en espaol ( el
latinoamericano y tambin el que produce Espaa). En varios pases de Europa - Francia,
Italia, Alemania - la reactivacin parcial de la industria cinematogrfica es encarada como un
movimiento multimedia que da a la televisin un papel clave como generador de recursos y
aliada en la difusin de los filmes. En tanto, las empresas televisoras espaola y
latinoamericanas trabajan de espaldas al cine y nadie las obliga a pagar siquiera derechos
dignos para la proyeccin de las pelculas del propio pas. La euforia que algunos funcionarios
y productores exhiben por el pequeo aumento de las filmaciones en Argentina, Mxico y
Espaa en los dos ltimos aos, la obtencin de premios internacionales, casi todos de
segunda importancia, y un relativo incremento de pblico se ven como fenmenos frgiles por
la desconexin entre la industria cinematogrfica y la televisiva que debilita a ambas ramas y
desalienta las sinergas entre ambas clases de ficcin (Bustamante - lvarez Monzoncillo).
Qu cine y qu televisin queremos? Para qu clase de integracin entre pases latinos, y
con qu otras regiones? Si estamos convencidos de que las industrias culturales son un
instrumento clave para fomentar el conocimiento recproco y masivo entre las sociedades, la
renovacin de la legislacin, la profesionalizacin de la gestin cultural y la participacin de
creadores y receptores en estas decisiones deben ser partes prioritarias de las polticas
culturales. Esta participacin social, a travs de organizaciones de artistas y consumidores
culturales, puede lograr que las diferencias culturales sean reconocidas, que aun los sectores
menos equipados para intervenir en la industrializacin de la cultura, como los pases
perifricos, los indgenas y los pobres urbanos, comuniquen sus voces y sus imgenes. Tal vez
as contribuyamos a que en las polticas culturales haya lugar no slo para lo que al mercado le
conviene, sino tambin para la diferencia y la disidencia, para la innovacin y el riesgo, para
elaborar imaginarios colectivos multinacionales y ms democrticos.
Puede la creatividad ser objeto de polticas? En parte s, pensando que los creadores no son,
como suponan las estticas idealistas, dioses que emergen de la nada, sino de escuelas de
cine y facultades de humanidades, que necesitan editoriales, museos, canales de televisin y
salas cinematogrficas para exponer sus obras. Pero tambin porque la creatividad
sociocultural, como dijimos, implica a los pblicos. Afirmar que los lectores y espectadores
tienen la ltima palabra en la decisin de lo que merece circular y ser alentado es una verdad a
medias de los discursos mercadotcnicos; pero resulta una afirmacin engaosa en
sociedades donde los Estados cada vez hacen menos por formar pblicos culturales, con
bibliotecas entendidas como depsitos de libros y casi nunca como clubes de lectura, con
sistemas educativos que aun no advierten - como recientemente ocurri en Francia - que
aprender a valorar los medios audiovisuales es parte de la educacin contempornea.
5. Por ltimo, quiero destacar la importancia de que la integracin econmica y cultural de los
pases latinos sea sostenida con leyes y acuerdos legales transnacionales que protejan el
sentido cultural de su produccin. Un ejemplo que hace visible la importancia de esta cuestin
es la polmica que est desarrollndose en los ltimos aos entre la concepcin latina y la
anglo sobre la propiedad intelectual.
La disputa ocurre por la intencin de globalizar el sistema que en algunos pases
angloparlantes privilegia la apropiacin empresarial de los derechos de autora en pelculas y
televisin, por lo cual los canales de TV y los productores de cine remuneran una primera vez a
los directores, guionistas y actores con la posibilidad de repetir la obra, copiarla y modificarla
todas las veces que quieran sin pagar derechos ni consultar a los creadores. Se trata de la
disputa entre el sistema de origen francs, extensivo a gran parte de Europa y Amrica Latina,
que reconoce la autora al creador intelectual, y la legislacin estadounidense que atribuye
esos derechos al productor empresarial, o simplemente al inversionista.
Esta transferencia de la propiedad intelectual a los que financian los bienes culturales,
separndolos de los creadores o las comunidades tradicionalmente conocidos como autores,
ha motivado esta reflexin del francs Jack Ralite: Despus de los sin-documentos, de los sintrabajo, ahora llegar el tiempo de los sin-autor. Al oponerse a esta modificacin comercial de

los criterios que la modernidad haba establecido para identificar la generacin de obras
culturales, Ralite afirma: El papa Julio II no pint la capilla Sixtina. La Fox no realiz Titanic. Bill
Gates y la Compaa General de Agua no son autores. Ese experto francs reclama, por tanto,
que los organismos nacionales y supranacionales reconozcan la autora intelectual y protejan la
creatividad e innovacin esttica para que no sean sometidas a las reglas del lucro (Ralite,
1998: 11).
Estas discrepancias se estn debatiendo desde hace dos aos en la Organizacin Mundial de
Comercio. Cmo articular la propiedad empresarial y los derechos intelectuales en una
economa que tiende a desregular las inversiones? Varios pases miembros de ese organismo
quieren fijar sanciones a los gobiernos que favorezcan la produccin nacional, aunque la
oposicin de algunos gobiernos europeos y de Canad ha postergado hasta ahora la decisin.
Si se aprueba este proyecto, afectar la concepcin del patrimonio cultural que se concibe en
los pases latinos como expresin de pueblos y/o individuos. Ser particularmente problemtico
en relacin con el patrimonio intangible (lenguas, msica, conocimiento), cuya comercializacin
crece al poderse difundir estos bienes internacionalmente mediante tecnologas avanzadas de
fcil reproduccin (videos, Internet).
Hay que reconocer que no es sencillo proteger, ni delimitar la autora de productos de las
culturas comunitarias tradicionales (diseos artesanales y msicas tnicas convertidos en
prsperos negocios mediticos). Pero estas acciones se vuelven ms complejas al
incorporarse bienes creados en las comunidades electrnicas, sobre todo el patrimonio
musical, econmicamente an ms rentable que el patrimonio monumental. Las ganancias
obtenidas en sitios arqueolgicos y centros histricos asociados al turismo siguen creciendo en
muchos pases, pero an ms rpido aumenta la comercializacin en medios masivos e
Internet de msicas populares y clsicas, sin que existan regulaciones pblicas adecuadas a
esta nueva etapa. En varias naciones latinoamericanas y europeas, y en los foros de la
UNESCO (Throsby), se debatieron recientemente las condiciones en que la expansin
comercial del turismo utiliza el patrimonio histrico, pero no existen polticas pblicas, ni
suficiente movilizacin social, para preservar y promover el patrimonio intangible en los nuevos
contextos transnacionales.
Qu hacer, por ejemplo, ante los conflictos entre empresas productoras de discos y servidores
de Internet respecto de las facilidades dadas por el sistema Napster para pasar msicas de
computadora a computadora sin pagar derechos? Una posibilidad es lo que estuvo ocurriendo
en los ltimos meses: que negocien las empresas discogrficas y las empresas de informtica.
Napster acord ceder una parte de sus ganancias a las productoras de discos. As, se cre un
modelo para otros conflictos que ya irrumpen por la circulacin en internet de pelculas y libros.
La integracin multimedia facilitada por los nuevos soportes digitales vuelve an ms imperiosa
la legislacin en estos campos.
Pero qu pasa con los artistas y consumidores? No estamos postulando oponerse en general
a la liberalizacin de mercados, a la apertura de las economas y culturas nacionales, porque
junto a la globalizacin tecnolgica contribuyen a que conozcamos y comprendamos ms de
otras culturas. Tambin ayudan a que telenovelas, msicas y libros de unos pocos autores
latinoamericanos, africanos y asiticos se difundan en el mundo. Pero esta expansin y estas
interconexiones necesitan ser situadas en polticas culturales que reconozcan los intereses
plurales del conjunto de artistas, consumidores y de cada sociedad. En parte, esta tarea debe
ser encarada por los ministerios de cultura y organismos internacionales. En parte, depende de
la movilizacin de asociaciones de artistas, comunicadores y consumidores culturales. Y
tambin sera til establecer una figura jurdica que represente a los consumidores-ciudadanos:
un ombudsman de las industrias culturales.
Las desigualdades entre regiones angloparlantes y latinas, y entre pases europeos y
latinoamericanos, son an mayores en el campo de las tecnologas ms avanzadas, o sea con
el pasaje del registro analgico al digital, y el acoplamiento de recursos telecomunicacionales e
informticos. Es un territorio de disputa entre norteamericanos, europeos y japoneses por el
control del mundo entero con consecuencias a largo plazo en la acumulacin de informacin
estratgica y de servicios, que abarca todos los campos de la cultura, desde la documentacin
del patrimonio histrico y la experimentacin artstica hasta la comercializacin de los bienes

ms heterogneos a domicilio, la creacin de redes cientficas y de entretenimiento. Salvo la


colocacin de unos pocos satlites y escasas investigaciones secundarias y subordinadas en
algunas naciones, Amrica Latina slo es consumidora de estas novedades.
Ni siquiera los nicos dos pases latinoamericanos con fuertes industrias audiovisuales
productoras y exportadoras, Brasil y Mxico, han encarado programas competitivos de
desarrollo informtico. Aun en el consumo de tecnologas avanzadas la comparacin revela
muy desiguales puntos de partida para acceder a la informacin y las innovaciones. Mientras
en Estados Unidos de cada 10.000 personas 539 poseen fax y en Japn 480, en Uruguay son
34 y en Chile 11. En cuanto a televisores: Estados Unidos cuenta con 805 cada 1.000
habitantes y Francia 589, en tanto pases perifricos con alta produccin televisiva, como
Mxico y Brasil, tienen 219 y 220, respectivamente (UNESCO, World Culture Report, 1998: 46
y 107). Suele esperarse de Internet una democratizacin del acceso a la esfera pblica
nacional e internacional, pero menos del 2 por ciento de los latinoamericanos tiene acceso a la
red de redes contra 23,3 por ciento en Estados Unidos y 6,9 en los dems pases de la OCDE
(Trejo Delarbre, 1999: 262; Informe del PNUD, 1999). El 20 por ciento ms rico de la poblacin
acapara el 93,3 por ciento de accesos a Internet y dispone, si lee ingls, del 70 por ciento de
los hosts, sitios desde los cuales se difunde la informacin, que en espaol no llegan a 2 por
ciento.
Desde el punto de vista de la sofisticacin de la oferta y la ampliacin del consumo cultural las
dos ltimas dcadas muestran avances vertiginosos en muchas sociedades perifricas. En la
mayora de los pases latinoamericanos la radio y la televisin llegan a comunicarse con ms
del 90 por ciento de los hogares, se tiene acceso mediante el cable, Internet y la proliferacin
de tiendas y servicios transnacionales a una riqueza de informacin y entretenimientos antes
desconocida. Pero esta manera de conectarse a la globalizacin acarrea la prdida de muchos
recursos culturales y desalienta la capacidad de produccin endgena.
Dada la dimensin de las acciones necesarias para reformular el papel de las industrias
culturales en el espacio cultural pblico transnacional, se requieren programas regionales en
los que se coordinen actores nacionales en el interior de cada pas para reconocer su
diversidad, y con organismos internacionales (OEA, CEPAL, SELA, Convenio Andrs Bello,
etc.). Una primera tarea es lograr que las industrias culturales sean incluidas en la agenda
pblica de los acuerdos de integracin, intercambio y libre comercio.
Los organismos internacionales podran contribuir estratgicamente en esta etapa a crear
estructuras institucionalizadas giles, no burocrticas, de coproduccin y difusin transnacional,
apoyar diagnsticos de potencialidad regional y coordinar programas de cooperacin entre
pases, de stos con las empresas nacionales y transnacionales, y con organismos de la
sociedad civil. Una nueva relacin cultural de las industrias comunicacionales con las escuelas,
y la formacin de actores societales (organismos de televidentes, de pblicos de cine,
ombudsman de los medios) son de primera importancia para modificar la funcin social de
estas industrias y hacerles trascender su unidimensionalidad mercantil.
En las regiones con menos desarrollo socioeconmico y baja institucionalizacin de las
actividades culturales, se deberan efectuar o auspiciar diagnsticos de la potencialidad
exportadora de esos pases en la cultura, contribuir a elaborar legislaciones que protejan los
derechos de los productores, los intermediarios y los consumidores. Una atencin especial
deber prestarse a las etnias y otros grupos dbiles ante la lgica globalizada de la televisin,
el cine y la comunicacin informtica. La solidaridad internacional puede fortalecerlos y ayudar
a renovar peridicamente la infraestructura tecnolgica y la capacitacin tcnica del personal,
sobre todo en los pases con poca tradicin en la produccin y exportacin de bienes
culturales. Cursos, asesoras y transmisin de experiencias de regiones ms integradas y con
mayor potencia en la industrializacin de mensajes culturales, serviran para expandir el
mercado nacional y comprender, ms all de los hbitos y estructuras nacionales, los sistemas
de intermediacin artstica, cultural y comercial globalizados.
Las acciones futuras deberan trascender el carcter preventivo (proteger la propiedad
intelectual y evitar el trfico ilegal de pelculas y videos), y propiciar la produccin y distribucin
fluida de bienes y mensajes entre las regiones poco conectadas. Experiencias como la de

Ibermedia, nutrida en los avances de la poltica audiovisual europea, muestra que los
organismos supranacionales pueden expandir su eficacia si se dirigen no slo a las
instituciones estatales, cuya incidencia en los mercados transnacionalizados es cada vez
menor, sino tambin a productores y distribuidores independientes, redes de artistas y
comunicadores, que encaran los nuevos desafos de la globalizacin y las integraciones
regionales.
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Notas

Profesor investigador de la Universidad Autnoma Metropolitana, de Mxico.

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