Una Tordilla Como Regalo - Francisco Madariaga
Una Tordilla Como Regalo - Francisco Madariaga
Una Tordilla Como Regalo - Francisco Madariaga
3 (2007)
Movimiento y nominacin poticos
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Roxana Pez
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Referencia electrnica
Roxana Pez, Una tordilla como regalo: Francisco Madariaga, Cahiers de LI.RI.CO [En lnea], 3|2007, Puesto en
lnea el 01 julio 2012, consultado el 03 diciembre 2012. URL: http://lirico.revues.org/775
Editor : Rseau interuniversitaire d'tude des littratures contemporaines du Ro de la Plata
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obre Francisco Madariaga, salvo alguna excepcin, es escassima la produccin crtica, aunque existe cierta cantidad de
reseas y panegricos en peridicos regionales y provinciales.
Por eso hay que destacar la lectura lcida de Paco Urondo, el poeta y
crtico suicidado por la dictadura militar en los aos setenta, que en
su libro Veinte aos de poesa argentina lo menciona una y otra vez,
reconociendo hace casi cuarenta aos con sutileza su singularidad. La
filiacin, como muchas y entre muchas posibles, arbitraria, entre Ortiz
y Madariaga, sera uno de los modos de integrar a ste tambin a una
suerte de serie de raros, inafiliables, de la literatura argentina.
Recordamos las palabras de Hugo Gola en la Introduccin a En el
aura del sauce (1970), sobre lo extrao que resulta el caso de Juan L.
Ortiz en la literatura argentina:
No creemos que tenga antecedentes reconocibles en nuestra literatura,
ni que entronque en ninguna de las lneas de nuestra tradicin potica.
Tampoco sabemos qu suceder cuando realmente esta obra vasta e
inagotable empiece a nutrir las corrientes actuales de la poesa del
pas. Pues su sola presencia funda una tradicin, ineludible en adelante,
ya que la sustancia es el pas y su desdicha, el hombre argentino [...].
Sorprende que en un pas tan desvalido de grandes poetas su obra haya
permanecido casi ignorada por antlogos y entendidos y marginada
del cauce prestigioso de la alta cultura [...] algo debe andar muy mal
para que la obra de escritores como Macedonio Fernndez y Juan L.
Ortiz, no sean utilizadas, sino tardamente y con desgano, por el caudal
vivo de la cultura argentina.
H. Gola, Prlogo a En el aura del sauce, vol. 1, Rosario, Editorial Biblioteca Popular
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En otro ensayo, publicado por primera vez en 1983, Tamara Kamenszain habla del escritor como jinete de las palabras, palabras mestizas.
Incluso al pasar hace una comparacin con Ortiz, la nica que encontr
antes de comenzar a trabajar sobre esta filiacin:
Como Mastronardi o Juan L. Ortiz, Madariaga se reencuentra con
la naturaleza en el deseo de verbalizarla. Pero si Ortiz miraba a travs
de una lupa para ajustar su letra al trabajo de la araa o al zumbido de
un insecto, Madariaga otea, a travs del catalejo, la historia humana
que puebla el horizonte natural. Mientras Ortiz lee en lo microscpico
los caracteres de la fundacin, es a campo abierto donde Madariaga
encuentra el escenario para que se teatralice lo criollo.
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Y dos pginas despus otra cita proveniente seguramente de un dilogo: Juan L. Ortiz deca que tal vez slo quedaran gauchos verdaderos
en Corrientes, La Paz (Entre Ros) y en Salta.
Hay otro poema de Madariaga dedicado a Ortiz. Tiene el doble de
versos y es ms explcito que el que lemos primero. Pertenece al libro
En la tierra de nadie; un libro menor, considerado as por l mismo.
Cuando hablamos por ltima vez, en abril de 2000, hasta evit drmelo. Acot que era un libro de homenajes. Casi, diramos, lo que se
suele llamar un libro de circunstancias dedicado, en su mayor parte,
a poetas amigos. Lo que interesa de este libro, en primer lugar, es la
forma de estructurarlo: cada poema de homenaje va precedido de un
texto en prosa donde, en tercera persona, se cuenta en qu circunstancias se conocieron Madariaga y los homenajeados. En segundo lugar,
y quizs sea lo que da toda su singularidad a estos textos, Madariaga
no se alude a s mismo como tal, sino que aparece, en este caso del
encuentro con Ortiz, como tropero. Es decir, el homenajeador se
alude en tercera persona a s mismo, para referir el encuentro imaginario
con el homenajeado.
El tropero, envuelto en un suave poncho tricolor, regres un da a
sus palmares, y enlaz una delicadsima potranca tordilla. Despus, la
llevo de tiro, y se la regal a un poeta de ojos de gato onza, sombreados
F. Madariaga, A la sombra de otros amigos en flor, Slo contra Dios no hay veneno,
Buenos Aires, Ediciones Ultimo Reino, 1998, p. 113.
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por todas las lunas, y en especial por aquella que reina en el reino de
las cigarras.
El poeta la dej pastando a orillas del ro Paran, y se meti en su casa,
no sin antes correr a unos chiquillos que pateaban a un sapo.
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Ledo en un paisaje
Muchos poemas autobiogrficos de Ortiz y Madariaga hablan de las
lecturas que contribuyeron a conformar sus poticas. Varias veces, los
autores que los marcaron van asociados al paisaje que iban a escribir,
que se iban a inventar con palabras, del mismo modo en que Ortiz es
situado en un espacio imaginario, con los elementos propios del espacio
potico creado por Madariaga. As, podemos mencionar ahora otros de
sus versos en los que Guimares Rosa aparece como un personaje al que
la voz del poema habla; Guimraes Rosa no se nombra como lectura
de un individuo aislado en un lugar cerrado, ntimo, indiferente, sino
precisamente en ese espacio creado:
T, y yo, y el hada sexual de la naturaleza,
los tres,
seres sencillos,
dormimos alguna vez, sobre el
apero
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Vemos esa operacin fusional que la escritura realiza. Los versos van
irrumpiendo ante el lector como las estrellas que se logran individualizar
en el cielo a medida que oscurece. Todo lo cual nos dice algo tambin
sobre cmo leer al mismo Ortiz cuando parece oscuro.
Tambin en el poema Gualeguay lo que la ciudad con su entorno
fluvial significan reenvan a lo que constituy la voz de Ortiz. En este
otro poema autobiogrfico la voz potica aparece como la resultante
de la summa de las lecturas que nombra, ledas y organizadas en su
paisaje:
Las calles de luz fugada y como propia hacia unas ramas tenues
10
J. L Ortiz, Versos ledos junto..., El alba sube (1937), Obra Completa (edicin de
Sergio Delgado), Santa Fe, Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del
Litoral, 1996, p. 208. Encontramos la relacin lectura y paisaje en un poema anterior;
pero resulta ambiguo, no es una certeza que la voz que habla en el poema est inmersa
en el paisaje. Se trata de Rumor de lluvia, publicado en la OC por primera vez en la
seccin que Sergio Delgado titul Protosauce (p. 70). Tambin existen, en Ortiz, las
lecturas junto al fuego, es decir, referencias a lo ledo en el interior, pero son mucho
ms escasas.
11
J. L. Ortiz, La casa de los pjaros, El lamo y el viento (1947), Obra Completa, op.
cit., p.307.
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El poema logra anticipar cul era la bsqueda esttica, antes de nombrar a los poetas que ayudaran en esa bsqueda: el silencio, el silencio
en el sentido de la sugerencia y la levedad, de la humildad de la voz
que habla en el poema para con las cosas, para no imponer una visin
taxativa que las encierre, sino que sugiera. Versos ms adelante, habr
un nombre propio para los poetas belgas: Maeterlinck. El poema habla
de la necesidad de esas mirada puras de nios que parecen tener los
simbolistas belgas, para poder hablar del propio espacio del poeta: esos
cercos de rosas pequeas y los lamos de las chacras cercanas.
Tolstoy, Tolstoy, en el sol del zagun, en una media tarde de invierno
[...] 15
12
J. L. Ortiz, Gualeguay, La brisa profunda (1954), Obra Completa, op. cit., p. 456.
13
14
J. L. Ortiz, Gualeguay, La brisa profunda (1954), Obra Completa, op. cit., p. 458.
15
Ibid.
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zagun. Ms adelante, el poema llega a los franceses, lecturas recordadas en asociacin a espacios exteriores e interiores tambin:
Y Pierre Louys a la vuelta del paseo por la calle que descenda
[hacia el ro
entre cercos con pequeas rosas tambin y veredas finas y altas,
bajo el cielo de esas mismas rosas, en una ilusin de Septiembre...
Pierre Louys con luz pequea, en la cama, y sus canciones griegas,
y France, el mago sutil, apurando sus respuestas hasta las primeras
[frases de la tijereta...16
17
Ibid., p. 467.
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20
21
Ibid., p. 178.
F. Madariaga, Trinos blancos o negros, Una acuarela mvil, Obra Reunida, op. cit.,
pp. 202-205.
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Es, sobre todo, con lo que representa Mallarm como poeta intelectual
que Juan L. Ortiz construir su afinidad, sin que se pueda comparar
el proceso total de su escritura con el intelectualismo mallarmeano.
Esto se pone en evidencia, adems, por un dato externo, la sucinta
produccin de Ortiz fuera del gnero potico. Pero en Ortiz, como
en Mallarm, hay una especie de consecuencia en un proyecto monumental en su complejidad, una obsesin por un sistema potico propio
que se persigue sin desvos.
Tambin la relacin entre naturaleza y escritura apoyan esa afinidad.
Tanto Mallarm como Ortiz supieron que no introduciran la naturaleza
como tal en lo escrito, sino que habra que captar, or, en el caso de
Ortiz, las relaciones para llegar a una pgina rural (Mallarm), fluvial
en Ortiz. De esas pginas, lo sugerido se escapara permanentemente.
Dado que sa es la negatividad del lenguaje, que nombra la ausencia
de lo que nombra.
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Es cierto que el utpico Livre de Mallarm aspiraba a cubrir todos los registros de
pensamiento y accin que atraviesan a un sujeto, sin excluir la historia objetiva. Pero se
mostr escptico y desapegado a la realidad socio-histrica, algo que en el libro imposible
iba a tener un carcter revulsivo, como de puesta en escena.
24
J. L. Ortiz. Gualeguay, La brisa profunda (1954), Obra Completa, op. cit., p. 473.
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26
F. Madariaga, Tembladerales del oro, Tembladerales del oro, Obra Reunida, op.
cit., p.135.
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