Aron, Paz y Guerra
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Aron, Paz y Guerra
Raymond Aron
Raymond Aron.
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Paz y guerra entre las naciones.
Prlogo a la edicin espaola*
El libro que la Revista de Occidente me hace el honor de presentar al pblico espaol,
trata ampliamente de problemas actuales pero no es, o al menos no quiere ser, un libro
de actualidad. La intencin original ha permanecido, en el curso de esta larga
investigacin, esencialmente terica en el sentido que dan a este concepto tanto la
filosofa como las ciencias sociales. Me he preguntado s y cmo era posible pensar como
un dominio especfico de accin humana las relaciones entre las unidades polticas,
celosa cada una de su soberana, es decir, de su capacidad y de su derecho de eleccin
entre la paz y la guerra.
Aunque cada una de las cuatro partes de este libro lleva un ttulo diferente -teora,
sociologa, historia, praxeologa- todas ellas se integran en una encuesta de significacin
y alcance terico. La primera parte, terica en el sentido estrecho de este trmino,
establece a la vez la posibilidad de un sistema conceptual, propio de la conducta
estratgico-diplomtica, y la imposibilidad de una construccin sistemtica y abstracta del
conjunto diplomtico, comparable a la reconstruccin del conjunto econmico por Walras
o Keynes. El doble resultado, positivo y negativo, nos lleva a una segunda interrogacin:
el medio en el cual se desarrollan las conductas diplomtico-estratgicas, la potencia del
nmero y la fuerza de los intereses, los caracteres de los regmenes, de las civilizaciones
o de la psicologa humana permiten una explicacin global de las alternancias entre paz
y guerra? Si no hay teora de la diplomacia al estilo de Walras, no hay una teora al
estilo de Maquiavelo o de Marx? A esta interrogacin aporta la segunda parte del libro
una respuesta negativa que implica por aadidura enseanzas positivas. Porque los seis
captulos de la segunda parte consideran las seis causas que se han tenido aqu y all
como determinantes y, dejando a un lado las teoras, unilaterales y dogmticas, retienen
los elementos materiales y morales, geogrficos, demogrficos, econmicos, polticos y
psicolgicos, necesarios a la comprehensin de las coyunturas histricas. Adems,
ilustran la transformacin, en el curso de los siglos, del valor de las posiciones: la misma
postura toma o pierde su significacin estratgica. El espacio es necesario o, dentro de
ciertos lmites indiferente a la prosperidad de las naciones. La variabilidad de las
posiciones funda la necesidad de los estudios histricos que apunten hacia la deduccin
de los trazos propios a cada poca al mismo tiempo que recuerdan la constancia del
hecho mayor, constitutivo del orden (o del desorden) internacional, la existencia de
centros mltiples de decisiones, la negativa de los Estados a someterse a las decisiones
de un tribunal, la ausencia de una fuerza armada supranacional capaz de contener a las
fuerzas armadas nacionales.
El anlisis del sistema planetario en la edad termonuclear se esfuerza en resolver
dos problemas tericos: integrar la estrategia moderna de disuasin en la concepcin
clsica de la estrategia cuyo representante por excelencia sigue siendo Clausewitz,
aplicar las enseanzas adquiridas en las dos primeras partes a un caso singular y
favorable, el de un sistema extendido por vez primera a los lmites del planeta, en una
poca en la que dos Estados, y dos solamente, poseen los medios de exterminar en
algunos instantes a decenas de millones de hombres.
Como la historia llega a crear ese riesgo desmesurado, la investigacin se
prolonga recogiendo tanto los anlisis e inquietudes tradicionales como los anlisis e
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Texto tomado de: Raymond Aron. Paz y guerra entre las naciones. Traduc. Luis Cuervo. Ed. Revista de
Occidente, Madrid, 1963, pp. 9-39
Raymond Aron
Raymond Aron
sido Kruschef quien tomara, salvo retirada, la iniciativa de recurrir a las armas atmicas.
En otro lado, es Kennedy quien podra estar abocado al mismo dilema.
La segunda interpretacin, en revancha, pone el acento sobre la superioridad del
aparato termonuclear de los Estados Unidos. Estos poseeran, segn ciertos expertos, la
capacidad de destruir completamente la estructura misma de la sociedad sovitica
mientras que las pocas decenas de proyectiles intercontinentales soviticos, mal
protegidos, habran sido en parte destruidos si el aparato americano se hubiera puesto en
accin el primero y no habran amortiguado sensiblemente la violencia de los golpes
americanos si se hubieran puesto ellos antes en accin. En esta ltima hiptesis, los
Estados Unidos habran sido heridos, pero no mortalmente, mientras que la Unin
Sovitica habra sido herida de muerte. Si se adopta esta segunda interpretacin, la
desigualdad de las fuerzas termonucleares, de las capacidades respectivas de estrategia
anti-aparato y anti-ciudades, habra sido uno de los determinantes, si no el principal, de la
victoria americana.
Tanto con la interpretacin de las circunstancias como con la interpretacin de la
relacin de fuerzas nucleares, ha aparecido otro hecho con plena claridad: el temor
comn a esa guerra monstruosa, el acuerdo implcito de los Hermanos enemigos contra
una eventualidad de la que no pueden no amenazarse recprocamente, pero que desean
apasionadamente que no se produzca jams. La lnea directa de telfono entre el Kremlin
y la Casa Blanca sera el smbolo de esta alianza entre enemigos, limitada a preservar la
paz (definida simplemente como no-guerra atmica).
Las operaciones militares en la frontera chino-india slo constituyen un episodio de
una rivalidad, inevitablemente duradera. No pueden establecerse con certidumbre las
razones de la sbita ofensiva en la frontera del Nordeste ni del parn tras la victoria.
Nadie puede medir exactamente la parte que conviene dar a los diversos mviles que se
est en derecho de suponer: demostrar ante el mundo la superioridad militar de la China
comunista frente a la India democrtica, sacudir la confianza de los indios en Nehru y su
gobierno, frenar el desarrollo econmico de la India obligando a sta a un incremento
masivo de su presupuesto de defensa, asegurarse en la frontera del Himalaya a unas
posiciones a partir de las cuales la infiltracin en los principados himalayos semiindependientes resultara ms fcil, embarazar a Kruschef que se obstina en declararse
amigo de los pases no alineados incluso cuando stos no se orientan hacia una
revolucin socialista, proclamar en fin, con actos, el estatuto de gran potencia de una
China que ha recuperado la conciencia de su vocacin en y por el marxismo-leninismo, y
reencontrado quiz tambin el orgullo del Imperio que se llamaba Imperio del Medio.
Cualesquiera que sean los motivos, una guerra, aunque se limitara a algunos das,
entre el ms importante de los Estados no comprometidos y el segundo Grande del
comunismo, ilustra la complejidad creciente del sistema planetario. El sistema permanece
bipolar en lo esencial, es decir, para la relacin de las fuerzas nucleares. Pero a la
sombra del equilibrio del terror, se dibujan mltiples sub-sistemas y Kruschef no puede ya
ordenar soberanamente la diplomacia-estrategia de China ni Kennedy la de Francia.
Las polmicas entre las potencias occidentales, cuyo objetivo es, a fines de l962,
la organizacin militar, forman parte del trato corriente de la diplomacia entre pases
democrticos. No alcanzan la misma virulencia que las polmicas de l953-54 sobre la
comunidad europea de defensa. Las polmicas, ya pblicas, entre los dirigentes rusos y
los dirigentes chinos (bautizados stos a veces de albaneses) sorprenden la opinin
mundial que no ha olvidado el monolitismo estaliniano. Segn la doctrina marxistaleninista, slo los Estados capitalistas son sospechosos de imperialismo. Los Estados
socialistas son, por definicin, fraternos (y es curioso que los marxistas-leninistas parecen
olvidar la frecuencia en la historia de enemistad entre hermanos). Ni Kruschef ni Mao Tsetung presentan su conflicto en trminos simples de opiniones divergentes o de intereses
nacionales opuestos. Uno y otro hablan el lenguaje ideolgico-teolgico del marxismoAntologa Teora de Relaciones Internacionales I
Dra. Ileana Cid Capetillo
Raymond Aron
RAYMOND ARON
Pars, enero de 1963
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1 Same permitido dar aqu las gracias a aquellos que me han hecho posible terminar esta obra. La
Universidad de Harvard, al designarme como Profesor de Teora del Gobierno de la Ford Research, para un
semestre de l960-l961, me ha facilitado durante varios meses los ocios estudiosos del alumno. La seorita
Suzanne Moussouris ha transcrito y vuelto a transcribir infatigablemente manuscritos casi ilegibles para quien
no fuera ella. La seorita Isabelle Nicol ha puesto a punto el texto; los seores Pierre Hassner (que ha
traducido las citas inglesas), Stanley Hoffman y Pierre Bourdieu me han sugerido correcciones de
importancia.
Raymond Aron
Introduccin
LOS NIVELES CONCEPTUALES DE LA COMPRENSIN
Los tiempos de disturbios incitan a la meditacin. La crisis de la ciudad griega nos ha
legado la Repblica de Platn y la Poltica de Aristteles. Los conflictos religiosos que
destrozaban a la Europa del siglo XVII hicieron surgir con el Leviathan y el Tratado
Poltico, la teora del Estado neutral, necesariamente absoluto, segn Hobbes, y liberal,
por lo menos a los ojos de los filsofos, segn Spinoza. En el siglo de la Revolucin
inglesa, Locke defendi y aclar las libertades civiles. En el tiempo en que los franceses
preparaban, sin saberlo, la Revolucin, Montesquieu y Rousseau definieron la esencia de
los dos regmenes que deberan surgir de la descomposicin, sbita o progresiva, de las
monarquas tradicionales: gobiernos representativos y moderados, gracias al equilibrio de
poderes, y gobiernos supuestamente democrticos, que invocan la voluntad del pueblo,
pero que rechazan todo lmite a su autoridad.
Al terminar la segunda guerra del siglo, los Estados Unidos, cuyo sueo histrico
haba sido el de mantenerse al margen de los asuntos del Viejo Continente, se
encontraron responsables de la paz, de la prosperidad y de la misma existencia de la
mitad del planeta. Haba guarniciones americanas en Tokio y en Sel, al oeste, y en
Berln, al este. Occidente no haba conocido nada semejante desde los tiempos del
Imperio romano. Los Estados Unidos eran la primera potencia autnticamente mundial, ya
que la unificacin planetaria del escenario diplomtico no tena precedentes. El continente
americano ocupaba con relacin a la masa euro-asitica una posicin comparable a la de
las Islas Britnicas en relacin con Europa: los Estados Unidos recogan la tradicin del
Estado insular, esforzndose por levantar una barrera en el centro de Alemania y en
medio de Corea ante la expansin del estado terrestre dominante.
De esta coyuntura no ha surgido ninguna obra comparable a las que hemos
citado, que estuviera originada en la victoria conjunta de los Estados Unidos y de la Unin
Sovitica. Las relaciones internacionales se han convertido en objeto de una disciplina
universitaria. Las ctedras, cuyos titulares se consagran a la nueva disciplina, se han
multiplicado. El nmero de libros y manuales se ha visto incrementado en proporcin.
Han conseguido su objetivo estos esfuerzos? Antes de responder a esta pregunta,
habra falta precisar lo que los profesores americanos, a imitacin de los hombres de
Estado y de la misma opinin pblica, se proponan descubrir o elaborar.
Los historiadores no han esperado la accesin de los Estados Unidos al primer
plano para ponerse a estudiar las relaciones internacionales. Pero las han descrito o
contado, ms que analizado o explicado. Ahora bien, ninguna ciencia se limita a describir
o contar. Es ms, qu beneficio podran obtener los hombres de Estado o los
diplomticos del conocimiento histrico de los siglos pasados? Las armas de destruccin
masiva, las tcnicas de subversin, la ubicuidad de las fuerzas militares, gracias a la
aviacin y a la electrnica, introducen novedades, materiales y humanas, que hacen al
menos equvocas las lecciones de los siglos pasados. O, si no, ocurre que estas
lecciones no pueden ser retenidas si no son insertadas en una teora que incluya una y
otra, que deduzca una serie de constantes para poder elaborar, y no para eliminar, el
papel de lo indito.
Ah reside la cuestin decisiva. Los especialistas de las relaciones internacionales
no queran simplemente seguir el camino de los historiadores: queran, como todos los
sabios, alcanzar una serie de proposiciones generales, crear un cuerpo de doctrina.
nicamente la geopoltica se haba interesado en las relaciones internacionales, con esa
preocupacin de abstraccin y de explicacin. Sin embargo, la geopoltica alemana haba
dejado una serie de malos recuerdos y, de todas formas, la referencia a un marco
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Kenneth W: THOMPSON. Toward a theory of international politics. American political science review.
Vol. XLIX, nm. 3, septiembre, l955.
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Estas lneas las he tomado de un informe del seor H. J. Morgenthau, titulado: La importancia terica y
prctica de una teora de las relaciones internacionales (p. 5).
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B. H. M. VLEKKE. On the study of international political science. The David Davies Memorial Institute of
International Studies. Londres (sin fecha).
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Las relaciones internacionales son, por definicin, segn parece, relaciones entre
naciones. Pero, en este caso, el trmino nacin no est tomado en el sentido histrico
que ha adquirido desde la Revolucin Francesa y no designa una especie particular de
comunidad poltica, en la que los individuos tengan, en gran nmero, una conciencia de
ciudadana y en la que el Estado parezca la expresin de una nacionalidad preexistente.
En la frmula relaciones internacionales, la nacin equivale a un tipo cualquiera de
colectividad poltica, territorialmente organizada. Digamos, provisionalmente, que las
relaciones internacionales son relaciones entre unidades polticas, concepto este ltimo
que designa a las ciudades griegas, al imperio romano o al egipcio, al igual que a las
monarquas europeas, a las repblicas burguesas o a las democracias populares. Esta
definicin lleva consigo una doble dificultad. Habr que incluir en las relaciones entre
unidades polticas las relaciones entre individuos pertenecientes a cada una de estas
unidades? Dnde comienzan y dnde terminan las unidades polticas, es decir, las
colectividades territorialmente organizadas?.
Cuando los jvenes europeos van a pasar sus vacaciones ms all de las
fronteras de sus patrias respectivas, se trata de un fenmeno que interesa al
especialista de las relaciones internacionales? Cuando yo compro en una tienda francesa
una mercanca alemana o cuando un importador francs trata con un fabricante del otro
lado del Rhin, estos intercambios econmicos pertenecen o no, a las relaciones
internacionales?
Parece igualmente difcil responder afirmativa como negativamente. Las
relaciones entre los Estados, es decir, las relaciones verdaderamente interestatales,
constituyen el tipo de relaciones internacionales por excelencia: as, los tratados
representan un ejemplo indiscutible de relaciones interestatales. Supongamos que los
intercambios econmicos de pas a pas vengan regulados integralmente por un acuerdo
entre Estados; en esta hiptesis, pertenecern sin duda al campo de estudio de las
relaciones internacionales. Supongamos, por el contrario, que los intercambios
econmicos a uno y otro lado de las fronteras se vean sustrados a una reglamentacin
estricta y supongamos tambin que el libre-cambio reine; desde ese momento, las
compras en Francia de mercancas alemanas y las ventas en Alemania de mercancas
francesas sern actos individuales que no prestarn las caractersticas propias de las
relaciones interestatales.
Esta dificultad es real, pero cometeramos un error, al parecer, si exagersemos
su importancia. Ninguna disciplina cientfica lleva consigo un trazado neto de fronteras.
En primer lugar, no tiene casi importancia el saber dnde terminan las relaciones
internacionales, y tampoco en precisar a partir de qu momento las relaciones
interindividuales cesan de ser relaciones internacionales. Tenemos que determinar el
centro de inters, el significado propio del fenmeno o de las conductas que constituyen
el eje de este campo especfico. Ahora bien, el centro de las relaciones internacionales
viene constituido por las relaciones que hemos llamado interestatales, aquellas que
ponen en relacin las unidades como tales.
Las relaciones interestatales se expresan en y por medio de conductas
especficas, las de aquellos personajes que yo llamara simblicos: el diplomtico y el
soldado. Dos hombres, y tan slo dos, actan plenamente no ya como miembros
cualesquiera, sino en el papel de representantes de las colectividades a que pertenecen.
El embajador en el ejercicio de sus funciones es la unidad poltica en nombre de la cual
habla; el soldado en el campo de batalla es la unidad poltica, en nombre de la cual da
muerte a su prjimo. Fue precisamente porque alcanz a un embajador por lo que el
golpe de abanico del bey de Argel ha adquirido un valor de suceso histrico. Y porque
lleva un uniforme y porque acta en cumplimiento de su deber, por lo que el ciudadano de
los estados civilizados mata sin problemas de conciencia.
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No hay ni que decir que, en este significado abstracto, el hombre de Estado, el ministro de Asuntos
Exteriores, el Primer Ministro, el Jefe del Estado son tambin en algunas de sus aptitudes, embajadores.
Representan la unidad poltica en cuanto tal.
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Karl von CLAUSEWITZ. De la Guerre, libro II, captulo IV, pgina 45. Las referencias son a la edicin
publicada por las Editions de Minuit, Pars, l950.
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arte poltico ensea a los hombres a vivir en paz en el interior de las colectividades, y
ensea a las colectividades a vivir tanto en paz como en guerra. Los Estados no han
salido an, en sus relaciones mutuas, del estado de naturaleza. Si lo hubieran
conseguido, no habra ya teora de las relaciones internacionales.
Se nos objetar que esta posicin, clara al nivel de las ideas, no lo es tanto al nivel
de los hechos. Ello supone, en efecto, que las unidades polticas estn representadas por
diplomticos y por soldados uniformados, o de otro modo, cuando ellas ejercen
efectivamente el monopolio de la violencia legtima, reconocindose recprocamente. En
ausencia de naciones, conscientes de ellas mismas y de Estados jurdicamente
organizados, la poltica interior y la poltica exterior tienden a confundirse, ya que aqulla
no es esencialmente pacfica y esta ltima tampoco es radicalmente belicosa.
Bajo qu rbrica conviene encasillar a las relaciones entre soberano y vasallos,
en la Edad Media, cuando el rey o el emperador no posean casi fuerzas armadas que les
obedecieran incondicionalmente, y cuando los barones les prestaban juramento de
fidelidad, pero no de disciplina? Por definicin, las fases de soberana difusa y
armamentos dispersos parecen rebeldes a su caracterizacin conceptual, mientras que
esta ltima conviene a las unidades polticas, delimitadas en el espacio y separadas unas
de otras por la conciencia de los hombres y el rigor de las ideas.
La incertidumbre de la distincin entre conflictos que opongan a diferentes
unidades polticas y conflictos que tengan lugar en el interior de una misma unidad
poltica, hace a veces su aparicin, an en perodos de soberana concentrada y
legalmente reconocida. Es suficiente con que, en una provincia, parte integrante del
territorio de un Estado, una fraccin de la poblacin se niegue a someterse al poder
central e inicie una lucha armada, para que el combate, guerra civil bajo la ley
internacional, sea considerado como una guerra extranjera por aquellos que juzgan a los
rebeldes como intrpretes de una nacin existente o a punto de nacer. Si la
Confederacin hubiese triunfado, los Estados Unidos se hubieran dividido en dos Estados
y la guerra de Secesin, que haba comenzado como una guerra civil, hubiera terminado
como una guerra extranjera.
Imaginemos, en el futuro, un Estado universal que englobe a la humanidad entera.
En teora, no habra ya ejrcito (el soldado no es ni un polica ni un verdugo, y pone en
riesgo su vida frente a otro soldado), sino solamente una polica. Si una provincia o un
partido se alzaran en armas, el Estado nico y planetario los declarara rebeldes y los
tratara como tales. Sin embargo, esta guerra civil, episodio de poltica interior, parecera
retrospectivamente una vuelta a la poltica extranjera, en el caso de que la victoria de los
rebeldes trajera consigo la desintegracin del Estado universal.
Este equvoco, que viene implicado en el objeto de las relaciones
internacionales, no es imputable a la insuficiencia de nuestros conceptos: est inscrito en
la misma realidad de las cosas. Nos recuerda una vez ms, por si hiciera falta, que el
curso de las relaciones entre unidades polticas se ve influido, de mltiples maneras, por
los sucesos que tienen lugar en el interior de esas mismas unidades. Nos recuerda
tambin que lo que las guerras ponen en juego es la existencia, la creacin o la
eliminacin de los Estados. A fuerza de estudiar el comercio entre Estados organizados,
los especialistas terminan por olvidar a menudo que el exceso de debilidad no es menos
temible para la paz que el exceso de fuerza. Las zonas, con motivos de las cuales
estallan los conflictos armados, son a menudo aqullas donde las unidades polticas
comienzan a descomponerse. Los Estados que se saben, o se creen, condenados
despiertan los apetitos rivales o, en una tentativa desesperada de salvacin, provocan la
explosin que los consumir.
Pierde toda originalidad, todo lmite neto, el estudio de las relaciones
internacionales por extenderse al nacimiento y a la muerte de los Estados? Aquellos que
imaginaban, por adelantado, que las relaciones internacionales son diferenciables
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concretamente, se vern decepcionados por este anlisis, pero esta decepcin no est
justificada. Teniendo como tema central las relaciones interestatales en su significado
especfico, es decir, en su caracterstica de alternativa y de alternancia de la paz y de la
guerra, la disciplina destinada al estudio de las relaciones internacionales no puede hacer
abstraccin, ni de las diversas modalidades de comercio entre las naciones e imperios, ni
de los determinantes mltiples que actan en la diplomacia mundial, ni de las
circunstancias en las cuales los Estados aparecen y desaparecen. Una ciencia o filosofa
total de la poltica englobara a las relaciones internacionales como uno de sus captulos,
pero este captulo guardara su originalidad, ya que tratara de las relaciones entre
unidades polticas, cada una de las cuales reivindica el derecho de hacerse justicia a s
misma y de ser la nica duea de la decisin de combatir o de no hacerlo.
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Intentaremos captar las relaciones internacionales en tres niveles distintos de
conceptuacin, examinando a continuacin, los problemas, ticos y pragmticos, que se
plantean ante el hombre de accin. Sin embargo, antes de caracterizar estos tres niveles,
querramos mostrar que existen otros dos sectores de actividad humana un deporte y la
economa- que se prestan a una distincin semejante de modos de conceptuacin.
Consideremos el deporte que en Francia es llamado foot-ball association. La
teora, aqulla que se dirige a los profanos, consiste en precisar la naturaleza del juego y
las reglas a las que est sometido. Qu nmero de jugadores se enfrentan a uno y otro
lado de la lnea divisoria? Cules son los medios que los jugadores tienen, o no, el
derecho de emplear (delanteros, medios y defensa)? De qu manera combinan sus
esfuerzos e impiden los de sus adversarios? Esta teora abstracta es conocida por los
practicantes y por los aficionados. El entrenador no tiene ninguna necesidad de
recordrsela a loa jugadores. Por el contrario, dentro del marco trazado por las reglas,
pueden surgir situaciones mltiples, bien sea sin intencin deliberada por parte de nadie,
bien por la intencin, concebida por adelantado, de los actores. En cada partido, el
entrenador traza por adelantado un plan, precisa la misin de cada uno (un medio
determinado se acomodar a los movimientos de un delantero adverso), fija las
obligaciones y las responsabilidades de unos y otros en determinadas coyunturas tpicas
o previsibles. En esta segunda etapa de la teora, sta se descompone en discursos
mltiples, dirigidos a los diferentes actores: hay una teora sobre la conducta eficaz del
extremo, del delantero centro o del defensa, al mismo tiempo que de la conducta eficaz
de la totalidad o de parte del equipo en circunstancias definidas.
En la etapa siguiente, el terico ya no es ni instructor ni entrenador, sino socilogo.
Cmo se desarrollan los partidos, no en la pizarra, sino en el terreno de juego? Cules
son las caractersticas de los mtodos adoptados por los jugadores de ste o aquel pas?
Existe un football latino, ingls o americano? Cul es el papel del virtuosismo tcnico y
de la cualidad moral en el xito de los equipos? Es imposible dar una respuesta a estas
cuestiones, sin hacer un estudio histrico. Hace falta observar el desarrollo de los
partidos, la evolucin de los mtodos, la diversidad de las tcnicas y de los
temperamentos. El socilogo del deporte podra buscar las causas que determinan, en
una cierta poca o constantemente, las victorias de una nacin (condiciones
excepcionales, nmero de los participantes, apoyo del Estado, etctera)
El socilogo es tributario a la vez del terico y del historiador. Si no comprende la
lgica del juego, seguir en vano las evoluciones de los jugadores. No llegar a descubrir
el sentido de las diversas tcticas adoptadas, del marcaje individual o del marcaje por
zonas. Sin embargo, las proposiciones generales relativas a los factores de la potencia o
a las causas de la victoria, no son suficientes para explicar la derrota del equipo hngaro
en una final de la Copa de Mundo, ni para satisfacer plenamente nuestra curiosidad. El
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conductas, es decir, sobre las elecciones para el empleo de recursos limitados, cada uno
de los cuales implica una multiplicidad de utilizaciones. Toda teora cualquiera que sea su
inspiracin, sustituye a los hombres concretos por sujetos econmicos, cuya conducta
est simplificada y como racionalizada. Reduce a un pequeo nmero de determinantes
las circunstancias mltiples que influyen sobre la actividad econmica. Considera como
exgenas a ciertas causas, sin que la distincin entre los factores exgenos y los actores
endgenos sea constante, de una poca a otra, o de un autor a otro. La sociologa es un
intermediario indispensable entre la teora y acontecimiento, pero la superacin de la
teora hacia la sociologa puede realizarse de distintas maneras.
La conducta de los sujetos econmicos, empresarios, obreros o consumidores, no
est nunca determinada unvocamente por la nocin de un mximo: la eleccin a favor de
un incremento de los ingresos, o de una disminucin del esfuerzo, depende de los datos
psicolgicos, irreductibles a una formulacin general. De una manera ms amplia, la
conducta efectiva de los empresarios o de los consumidores viene influida por los modos
de vida, las concepciones morales o metafsicas, la ideologa o los valores de una
determinada colectividad. Existe por lo tanto una sociologa, o una psicologa econmica,
cuya finalidad es la de comprender la conducta de los sujetos econmicos a travs de su
comparacin con los esquemas de la teora, o por medio de la determinacin de las
elecciones efectivamente realizadas entre las diferentes clases de maximacin
elaboradas por la teora.
La sociologa puede darse tambin como objetivo la reintroduccin de un sistema
econmico en el conjunto social, o la continuacin de la accin recproca que las distintas
esferas de actividad ejercen unas sobre otras.
Por ltimo, la sociologa puede tener como objeto una tipologa histrica de las
economas. La teora determina las funciones que deben cumplirse en cualquier
economa. Medida de valores, conservacin de estos ltimos, distribucin de los recursos
colectivos entre los distintos e empleos adecuacin de los productos a los deseos de los
consumidores, todas estas funciones son siempre realizadas de hecho, mejor o peor.
Cada rgimen est caracterizado por la modalidad en que se cumplen las funciones
indispensables. En particular, para referirnos a nuestra poca, cada rgimen concede una
parte, de mayor o menor amplitud, a la planificacin central o a los mecanismos de
mercado: aqulla representa la accin cooperativa sometida a una autoridad superior,
stos son una forma de accin competitiva (la competencia, en conformidad a unas
reglas, asegura la funcin de repartir los ingresos entre los individuos y da unos
resultados que no han sido ni concebidos ni decididos o queridos por nadie).
El historiador de la economa es deudor del terico, que le facilita los instrumentos
de comprensin (conceptos, funciones y modelos), como lo es del socilogo, que le indica
el marco en que se desenvuelven los sucesos y que ayuda a captar la diferencia entre los
distintos tipos sociales. En cuanto al experto, al ministro o al filosfico, es decir, a
aquellos que aconsejan, deciden o actan, hay que tener en cuenta que todos ellos
tienen necesidad de conocer los esquemas racionales, las determinantes del sistema y
las regularidades de la coyuntura. Es ms, para tomar partido a favor o en contra de un
rgimen, y no de una medida tomada en el interior de ese mismo rgimen, hace falta
conocer, en primer lugar, los mritos y demritos probables de cada rgimen y luego
aquello que se exige de la economa: cul es la sociedad perfecta y que accin ejercen
determinadas instituciones de orden econmico sobre la existencia? La praxeologa, que
sucede necesariamente a la teora, a la sociologa y a la historia, vuelve a poner en duda
las premisas de esta comprensin progresiva: cul es el sentido humano de la
dimensin econmica?.
El objetivo de la accin econmica no es tan simple como el de la accin
deportiva, pero, aunque haya numerosas nociones de mximo, las teoras pueden
reconstruir las conductas de los sujetos econmicos al definir de una cierta manera el
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La sociologa busca las circunstancias que influyen sobre las consecuencias de los
conflictos entre los Estados, sobre los objetivos que se asignan sus actores y sobre la
fortuna de las naciones y de los imperios. La teora saca a la luz la textura inteligible de
un conjunto social. La sociologa muestra cmo varan las determinantes (espacio,
nmero, recursos) y los sujetos (naciones, regmenes, civilizaciones) de las relaciones
internacionales.
La tercera parte de este libro, consagrada a la coyuntura actual, intenta poner a
prueba, en primer lugar, el tipo de anlisis que se deduce de las dos primeras partes.
Pero, en ciertos aspectos, y debido a la extensin planetaria de la esfera diplomtica y a
la puesta a punto de armas termonucleares, la coyuntura presente es nica, sin
precedentes. Lleva consigo una serie de situaciones que se prestan al anlisis con
"modelo". En este sentido, la tercera parte, a un nivel menos elevado de abstraccin,
contiene a la vez una teora racionalizadora y otra sociolgica de la diplomacia en la edad
planetaria y termonuclear.
Al mismo tiempo, constituye una introduccin necesaria para la ltima parte,
normativa y filosfica, y en la que se ponen en duda de nuevo las hiptesis iniciales.
La economa desaparece con la rareza. La abundancia dejara subsistir problemas
de organizacin, pero no clculos econmicos. Igualmente, la guerra dejara de ser un
instrumento de la poltica el da en que supusiera el suicidio comn de los beligerantes.
La capacidad de produccin industrial da una cierta actualidad a la utopa de la
abundancia y la capacidad destructora de las armas vuelve a suscitar los sueos de paz
eterna.
Todas las sociedades han vivido el "problema de las relaciones internacionales",
muchas culturas han cado en ruinas porque no han sabido limitar sus guerras. En
nuestra poca, no es ya slo una cultura, sino la Humanidad entera la que se vera
amenazada por una guerra hiperblica. La prevencin de una guerra de este carcter se
convierte para todos los actores de un juego diplomtico en un objetivo tan evidente como
la defensa de los intereses exclusivamente nacionales.
De acuerdo son la visin, profunda y quiz proftica, de Kant, la Humanidad debe
recorrer el camino sangriento de las guerras para llegar a alcanzar, un da, la paz. Es a
travs de la historia como se lleva a cabo la represin de la violencia natural y la
educacin del hombre para el uso de la razn.