Literatura Latina Medieval
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* Conservamos el carcter de exposicin oral de esta leccin. Una bibliografa comentada del latn medieval aparecer prximamente en la Rcvista de Arcbioos.
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medianamente prctico en latn saba que poda viajar por la Europa cristiana occidental con la misma tranquilidad de ser entendido
o probablemente mayor, que la que podra tener en el mundo de
antes de la guerra el que hablase francs. En este latn se pudo, segn frase de Traube, expresar casi todo; y el P. de Ghellinck alaba
su virtuosismo tcnico, que en ciertos momentos da la ilusin de
una vitalidad real. Incluso un humanista del siglo XVI, Marc Antoine Muret, defiende a Santo Toms de Aquino y a Duns Escoto,
por haber conseguido traducir el t8 6v de Aristteles, para el que
Sneca desesperaba de encontrar equivalente latino. El latn adquiere en la Edad Media una nueva vitalidad, y a pesar de su origen de escuela, se olvida cada vez ms de la mera imitacin de los
modelos antiguos, para crearse, dentro de las normas gramticales
clsicas y esencialmente con su vocabulario, un medio de expresin cada vez ms original y seguro de s mismo. En el siglo XII ha
obtenido resultados, que no sern superados, con San Bernardo,
quien escribe un lenguaje a la vez apasionado, elegante y de una
gran correccin gramatical. Ms tarde, si la correccin sufre, no sucede lo mismo con la claridad y limpidez con que vierte los conceptos filosficos en Santo Toms en su St~mmn.
Como hemos dicho, el latn medieval coincide en su morfologa,
en su sintaxis y en lo fundamental de su vocabulario, con el latn
clsico, y, cuando est manejado por un escritor hbil, no merece
en modo alguno el apelativo de Kchenlatein, latn de cocina, con
que se le design en la Alemania del Renacimiento. Sin embargo
hay algo que hace a las obras literarias escritas en latn medieval
radicalmente distintas de las clsicas: el abandono definitivo de la
cantidad voclica y la sustitucin del ritmo prosdico por el acentual, con sus dos consecuencias tcnicas: uso del cursus acentual en la prosa artstica y triunfo definitivo de la poesa rimada,
en la que la sucesin de los acentos, el nmero fijo de slabas, y la
rima han venido a sustituir a la armona ya iio apreciada, al perderse el sentido de la cantidad, de los antiguos metros clsicos.
El ctrrsusn, como es bien sabido, consiste en las cadencias regulares que sealan el fin de las frases (o miembros de frase) en la
prosa latina. En la poca clsica, la armona de estas cadencias fi-
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nales mediante las cuales se consegua el ritmo oratorio, tan caracterstico, por ejemplo, de los discursos d e Cicern, se obtena por
el uso de pis determinados, compuestos de slabas en las que alternaban regularmente las largas y las breves; se preferan unos
pis o combinaciones d e pis, determinados y se evitaban otros. Se
hua del dctilo y se recomendaba el dicoreo y las combinaciones
del crtico, el pen y el espondeo. Pero con la evolucin de la lengua latina sobrevino la prdida de la nocin de la cantidad silbical y con ella el convertirse la mtrica prosdica en un simple juego artificioso. Como consecuencia, el cursus se transforma y el
acento viene, cada vez ms, a llenar el papel representado antes
por la cantidad. Es una evolucin lenta, cuya historia detallada est
aun por hacer; pero que puede rastrearse en las oraciones litrgicas de los sacramentarios leonino, gregoriano ygelasiano. Al final, el nmero de cadencias admitidas queda fijado rigurosamente, reducidndose a cuatro tipos, que se distinguen por la posicin que ocupan las dos irltimas slabas acentuadas, la que es siempre contada a partir de la final: la 2.a y la 5.a en el cursus planus (tibi effci~ la
3.a y la 6.a en el curstrs tardus (tbi ejjcimus), la 2.a y la 7.a en el cursus velox ~tibinieteffecrunt), y, por ltimo, la 2.a y la 6.a, terminacin
empleada con mucha menos frecuencia, en el cursus dispondico (ibi
eflecru n t).
Hacia el siglo VI1 dej de usarse el cursus, sin que conozcamos
los detalles de su decadencia; pero a finales del siglo XI lo encontramos restaurado en la cancillera pontificia, y un texto del Liber
Ponfifjcalis atribuye esta restauracin al canciller de Urbano 11, Juan
Gaetani (despus papa Gelasio 11). A partir de entonces su uso se
extiende a los documentos de la cancillera imperial y a los eccritos hagiogrficos. Para dar una idea del aspecto especial de esta
prosa en que se hace un uso sistemtico del cursus, leeremos este
fragmento de una bula de Inocencio III, escogido al azar por Laurand:
Quia te, tanquam praecipuum sacrosantae Romanae Ecclesiae
menibrum etftrtrenz dilgimus, et totis in Christo viscribus amplexmur, tuis desideriis grato concurrrrtes assnsu, petitiones tuas ea qua
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decuit affeciine recgimus et earum tenore plenius considerato, quantum cum Do pofimos executini mandare ...m
Pero mucho ms interesante que el del cursus es el estudio d e
la poesa rtmica que produjo en la Edad Media verdaderas obr'as
maestras insuperadas en la poesa litrgica, en la que, por otra parte, parece que hay que buscar sus orgenes. Los himnos latinos
ms antiguos, los de San Hilario d e Poitiers y de San Ambrosio d e
Miln, son de una mtrica puramente prosdica, como antes lo haba sido la poesa cristiana de Prudencio y de Paulino de Nola.
Frente a estos himnos demasiado literarios para los fieles iletrados,
los arrianos y los donatistas compusieron canciones catequsticas
que se cantaban sobre aires profanos populares. Para combatir est e proselitismo, San Agustn no tuvo inconveniente en echar por
la borda el bagaje retrico d e su antigua profesin y componer el
extrao saImo abecedario Abundantia peccatorum en cuyos 284
versos se repite un nmero fijo de slabas con dos acentos fijos y
usa la rima o asonancia:
Abundantia peccatorum solet fratres con'turbare.
Propter hoc dominus noster voluit nos praemonere
comparans regnum caelorum reticulo misso in mare
congreganti multus ,pisces, omne genus hinc et inde.
Quos cum traxissent ad litus, tunc coeperunt separare,
bonos in vaca miserunt, reliquos malos in mare.
En el mismo siglo V, Sedulio hace uso en sus himnos de la nueva poesa rtmica:
Beatus uctor sacul
Servile crpus ndut,
U t crne crnem lberns
Ne prdert quos cndidt.
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mo tiempo que las literaturas nacionales en lengua verncula empiezan a dar sus primeros frutos sazonados, el latn medieval, adems de producir algunas obras maestras, sirve de preceptor a los
recien llegados. Por intermedio suyo se incorporan al acervo cultural del Occidente obras del Oriente griego, como la leyenda de
Alejandro, y cuentos orientales, como los recogidos por el judo
espaol Pedro Alfonso en su Disciplina clericalis, que tuvo una enorme difusin por toda Europa. En este papel d e intermediario entre la cultura antigua transmitida por los rabes y la nueva cultura escolstica, cristiana e internacional, tuvo Espaa el papel destacado que le reservaba su especial condicin. En la Toledo reconquistada actan, en colaboracin con judos, grupos de traductores, que no parece que se hayan agrupado en escuela, como ha
venido dicindose, pero cuyo papel no ha sido por eso menos importante.
Al iniciarse este momento culminante de la literatura latina medieval, parece llegado el de tratar de dirigir una mirada de conjunt o a los gneros que ha cultivado con ms xito y hacia aquellas
obras que son una aportacin realmente importante para la historia de la literatura.
En primer lugar debemos tratar de la poesa. Una de las figuras
ms destacadas de la Filologa clsica: Ulrico de Wilamowitz-Moellendorf, dijo que la poesa latina no haba alcanzado su cima, hasta adquirir, con las nuevas formas rtmicas una riqueza que los
romanos no haban posedo. Esta poesa es ante todo poesa sagrada y especialmente litrgica, pero a s u lado y mezclada con ella
en las antologas contemporneas e incluso parodindola, como
veremos, se da tambin una poesa profana de una inspiracin carnal a veces cruda y atrevida.
La poesa litrgica tiene un doble desenvolvimiento, como poesa lrica en himnos y secuencias y como poesa dramtica nacida
de los tropos, letra aadida a una meloda antigua. Las secuencias
parecen haber nacido en Francia, donde se tuvo la idea por primera vez de poner letra a las melodas sin palabras del gradual d e
la misa que se enlazaban con el aleluya. La idea fu recogida por
Notkerio Blbulo en Saint-Gall, y as se form la falsa tradicin
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...................,.
s.
O juvamen
Oppressoruin
O solamen
Miserorum,
Pauperum refugium,
Da contemptum terrenorum;
Ad amorem supernorum
Trahe desiderium!
Consolator
Et fundator,
Habitator
Et amator
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L . . . . . , .
O juvamen
Oppressorum
O solamen
Miserorum,
Pauperum refugium,
Da contemptum terrenorum;
Ad amorem supernorum
Trahe desiderium!
Consolator
Et fundator,
Habitator
Et amator
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Cordium humilium,
Pelle mala, terge sordes,
Et discordes
Fac concordes,
Et affer praesidium.
T u qr~iquondam visitasti,
Docuisti, confortasti
Timentes discipulos,
Visitare nos digneris;
Nos, si placet, consoleris
Et credentes populos.
(Tu que procedes de uno y otro, del Engendrador y del Engendrado a la vez, Parclito, vuelve elocuentes las lenguas, haz fervientes en t las mentes con tu rica llama.
Amor del Padre y del Hijo, par de ambos, y de uno y otro compar y cosemejante, todo lo llenas, todo lo favoreces, riges los astros, mueves el cielo, permaneciendo inmvil.
. . . . . S
..
s.....
. . . . . . . e . . . . . . . . . . .
iOh auxilio de los oprimidos, oh solaz de los desgraciados, refugio de los pobres. Dnos el desprecio de las cosas terrenas y
arrastra nuestro deseo al amor de las celestiales!
Consolador y fundador, habitador y amador de los corazones
humildes. Rechaza lo malo, limpia la mcula, haz concordes a los
discordes y danos tu proteccin.
T u que un da visitaste, enseaste y confortaste a los discpulos temerosos, dgnate visitarnos y, si te place, consulanos con los
pueblos creyentes.)
La inspiracin potica no muere en la poesa litrgica con Adam
de Saint Vctor y con el siglo XII. Santo Toms de Aquino, en el
siguiente, es autor de bellsimos himnos: Adoro fe dwote, Sacris soIlernniis, Lauda Sion y Pange lingua, en los que siguiendo las huellas
del monje francs, llega a superar a su maestro. No podemos detenernos en otros autores como Juan Pekham y el canciller de la
Universidad de Pars Felipe de Greves, aunque s hemos de nombrar al bigrafo de San Francisco de Ass, Toms de Celano, a quien
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