Silverberg, Robert - Los Colmillos de Los Arboles
Silverberg, Robert - Los Colmillos de Los Arboles
Silverberg, Robert - Los Colmillos de Los Arboles
Robert Silverberg
The fangs of the trees, 1968 (The Magazine of Fantasy and Science Fiction, Octubre de
1968). Traducido por ? en La otra sombra de la Tierra, Super Ficcin 62, Ediciones Martnez
Roca S. A., 1981.
Holbrook. Tiraba la carne a lo alto, vigorosamente. Cuando sta iba por el aire,
salan tentculos de un rbol u otro para atraparla al vuelo y metrsela en la
garganta. Los rboles no necesitaban carne, pero les gustaba, y era una tradicin
muy corriente entre los cultivadores que los rboles bien alimentados producan
ms jugo. Holbrook daba carne a sus rboles tres veces a la semana, excepto al
Sector D, que tena racin diaria.
No te saltes a ninguno recomend.
Sabes que no lo har.
Ningn trozo volva a caer al suelo de la alameda. A veces, dos rboles trataban de
coger el mismo a la vez, lo que daba por resultado una ligera pelea. No se
mostraban precisamente amistosos entre ellos. Por ejemplo, haba mucha inquina
entre Csar y Enrique VIII y era indudable que Catn despreciaba tanto a Scrates
como a Alcibades, aunque por razones diferentes. De vez en cuando, por la
maana, Holbrook y su personal hallaban miembros arrancados, yaciendo en el
suelo. Sin embargo, y por lo general, incluso los rboles con personalidades
conflictivas se las arreglaban para tolerarse mutuamente. Tenan que hacerlo, ya
que estaban condenados a una proximidad constante. Holbrook haba intentado en
una ocasin separar dos rboles del Sector F enfrentados en una enemistad
constante, pero era imposible arrancar del suelo un rbol ya crecido sin matarlo y
estropear el sistema nervioso de los treinta vecinos ms prximos, segn aprendi
a su costa.
Mientras Naomi daba de comer a los rboles, les hablaba y acariciaba sus troncos
escamosos como podra hacerlo con un rinoceronte domesticado, Holbrook
desenroll en silencio una escalera telescpica e inspeccion de nuevo las hojas
buscando manchas de moho. En realidad, apenas serva de nada. El moho no se
haca visible en las hojas hasta que haba penetrado ya en las races del rbol.
Probablemente, las manchas de tono naranja que crea ver eran puro producto de
su imaginacin. Tendra el informe del laboratorio en una o dos horas, y l le dira
cuanto necesitaba saber, bueno o malo. Sin embargo, no poda dejar de mirar.
Cort un puado de hojas de una de las ramas bajas de Platn, disculpndose por
ello, y las volvi entre sus manos, frotando la superficie brillante. Qu eran estas
pequeas colonias de partculas rojizas? Su mente trat de rechazar la posibilidad
de la peste. Una plaga que saltara de un mundo a otro y que caa sobre l,
arruinndole? Haba creado su plantacin a base de crditos. Un poco de dinero
propio y mucho del banco. Pero el crdito es un arma de dos filos. Si la peste
atacaba la plantacin y mataba un nmero de rboles suficiente para que su parte
quedara por debajo del nivel que el banco consideraba necesario como garanta,
ste se apoderara de todo. Aunque podran contratarle para que trabajara como
administrador suyo. Ya haba odo hablar de cosas as.
Platn se agit inquieto.
Qu ocurre, viejo? murmur Holbrook. Lo has pillado, verdad? Sientes
algo por dentro... Lo s, lo s. Tambin yo lo siento en mi interior. Tenemos que
tomrnoslo con filosofa. Los dos. Dej caer las hojas al suelo y pas con la
escalerilla a Alcibades. Vamos, hermoso, vamos. Djame mirar. No te cortar
ninguna hoja. Le pareci que aquel rbol orgulloso grua irritado. Ests un
poco manchado aqu debajo, sabes? Tambin te has contagiado.
Las ramas exteriores del rbol se contrajeron, como si Alcibades las ciera contra
s angustiado. Holbrook sigui adelante por la fila. Las manchas de moho
resaltaban mucho ms que la vspera. No, no se dejaba llevar por la imaginacin.
El Sector C haba sido alcanzado. Ya no necesitaba recibir el informe del
laboratorio. Se sinti extraamente tranquilo ahora, aunque aquello le anunciaba
su ruina.
Zen?
Baj la vista. Naomi estaba al pie de la escalera, sosteniendo un fruto casi maduro
en la mano. Haba algo grotesco en ellos. Los frutos parecan una broma de la
botnica. Presentaban una forma tan claramente flica que un rbol maduro con
cien o ms frutos pendientes de sus ramas resultaba el arquetipo del macho por
excelencia. Todos los visitantes lo encontraban muy gracioso. Pero la mano de una
chica de quince aos sosteniendo aquel objeto rozaba con la obscenidad. Naomi
jams haba hecho comentarios sobre la forma de los frutos, ni mostraba ahora el
menor sonrojo. Al principio, Holbrook lo haba tomado por inocencia o timidez. Al
conocerla mejor, empez a sospechar que simulaba deliberadamente ignorar
aquella coincidencia biolgica tan absurdamente cmica slo para no molestarle a
l. Puesto que la juzgaba una nia, se comportaba decorosamente como tal, se
dijo Holbrook. La fascinante complejidad de la interpretacin que daba a la actitud
de Naomi le haba mantenido ocupado durante das.
Dnde lo encontraste? pregunt.
Aqu mismo. Alcibades lo dej caer.
El asqueroso bromista, pens Holbrook.
Y qu? dijo.
Est maduro. Lleg el momento de la cosecha, no?
Apret el fruto. Holbrook sinti que el rostro le arda.
chale una mirada continu ella. Y se lo tir.
Tena razn. Iba a empezar la poca de la cosecha en el Sector C. Cinco das
antes de lo debido. No se alegraba. Supona otra prueba de la enfermedad, que,
como bien saba ahora, se haba extendido a estos rboles.
Qu hay de malo? pregunt ella.
Baj y le mostr el montn de hojas que cortara de Platn.
Ves estas manchas? Es moho. Una enfermedad que ataca a los rboles del
jugo.
No!
delegacin formada por dos hombres del Gremio de Cultivadores de rboles del
Jugo. Luego vino Mortensen, el hombrecillo rechoncho que diriga la planta de
transformacin, y Heemskerck, de la lnea de exportacin, y algunos empleados
del banco, junto con un representante de la compaa de seguros. Una par de
cultivadores vecinos se presentaron un poco ms tarde. Le sonrieron
compasivamente y, como buenos camaradas, le dieron unos golpecitos de nimo
en el hombro. Sin embargo, bajo esa conmiseracin lata una hostilidad en
potencia. No se lo diran claramente, pero Holbrook no necesitaba de la telepata
para saber lo que pensaban: Lbrate de esos rboles enfermos antes de que
infesten todo el maldito planeta.
En su caso, l habra opinado lo mismo. Aunque los vectores del moho hubiesen
llegado a su mundo, en realidad la enfermedad no era tan contagiosa. Quedara
confinada, las plantaciones vecinas se salvaran, incluso se salvaran las alamedas
an no daadas de su propia plantacin..., siempre que actuase con la rapidez
suficiente. Si fuera un vecino suyo el que tuviera el moho en los rboles, Holbrook
tendra tantos deseos como ellos de que los cortara inmediatamente de raz.
Fred Leitfried, un hombre alto, de rostro amable, ojos azules y sombros incluso en
una ocasin alegre, pareca ahora a punto de estallar en llanto.
Zen dijo, he ordenado la alerta en todo el planeta. Los bilogos estarn
preparados en treinta minutos para interrumpir la cadena de transmisin.
Empezaremos en tu propiedad y trabajaremos en un radio cada vez ms amplio
hasta haber aislado todo este sector. A partir de ese momento, confiaremos en la
suerte.
En qu vector de transmisin ests pensando? pregunt Mortensen,
mordindose nerviosamente el labio inferior.
En los saltadores respondi Leitfried. Son los ms grandes y ms fciles de
cazar y sabemos que son portadores potenciales del moho. Si todava no se les ha
contagiado el virus, tal vez interrumpamos ah la secuencia y nos libremos de ello.
Holbrook pregunt hoscamente:
Sabes que hablas de exterminar quizs un milln de animales?
Lo s, Zen.
Crees que podrs hacerlo?
Hay que hacerlo. Adems aadi Leitfried, los planes de contingencia fueron
redactados hace mucho tiempo y todo est dispuesto para llevarlos a cabo.
Haremos que un producto letal para los salteadores cubra como una neblina la
mitad del continente antes de la cada de la noche.
Una vergenza murmur uno de los hombres del banco. Unos animales tan
pacficos...
Pero ahora suponen una amenaza adujo uno de los cultivadores. Tienen
que desaparecer.
El sudor le caa helado por el pecho y senta el temblor de todos sus msculos. Ya
era bastante duro hacerlo, sin tenerla a su lado. Le habl con la mayor serenidad
posible:
Naomi, es preciso; y cuanto antes mejor. No existe alternativa. Amo a estos
rboles tanto como t, pero he de quemarlos de raz. Recuerda lo que ocurri con
aquel animalito peludo y con el aguijn en la cola. No poda mostrarme sentimental
hacia l slo porque te pareciera lindo. Supona una amenaza. Y ahora Platn,
Csar y los dems amenazan cuanto poseo. Son portadores de la plaga. Vulvete
a la casa y encirrate all, en donde quieras, hasta que haya terminado.
No te dejar que los mates!
Hablaba llorosa, desafiante. Exasperado, la cogi por los hombros, la sacudi dos
o tres veces y la tir de la cabina del camin. Ella vacil pero cay en tierra sobre
sus pies. Saltando a su lado, Holbrook exclam:
Maldita sea, no me obligues a pegarte, Naomi! Esto no es asunto tuyo. Tengo
que quemar esos rboles, y si no dejas de interferir...
Tiene que haber otro modo. Permitiste que esos hombres te asustaran, no es
verdad, Zen? Ellos temen que la infeccin se extienda, de modo que te dijeron que
quemaras los rboles a toda prisa. Y ni siquiera te paraste a pensar, a pedir otra
opinin. Te viniste aqu con el arma y empezaste a matar a unos inteligentes, a
unos sensibles y encantadores...
...rboles termin l. Te ests pasando de la raya, Naomi. Por ltima vez...
Su respuesta fue saltar al camin y colocarse ante el can del arma de fusin,
con su pecho apoyado contra el metal.
Si disparas, tendrs que hacerlo a travs de m!
Nada que l dijera la obligara a bajar. Se haba entregado por completo a una
fantasa romntica, la Juana de Arco de los rboles del jugo, defendiendo la
alameda contra la barbarie. De nuevo trat de razonar con ella, y de nuevo neg
Naomi la necesidad de extirpar los rboles. Le explic con todo el mpetu de que
fue capaz la imposibilidad total de salvarlos. Con la misma falta de lgica anterior,
le contest que forzosamente exista otro medio. Holbrook solt maldiciones, la
llam estpida, adolescente histrica... Le suplic, le rog. Le orden. Naomi
segua aferrada al arma.
No puedo perder ms tiempo dijo l al fin. La faena ha de realizarse en
cuestin de horas o toda la plantacin desaparecer sac la pistola de su funda,
le quit el seguro y la apunt con ella. Baja de ah dijo heladamente.
La chica se ech a rer.
Tengo que creer acaso que vas a disparar contra m?
Por supuesto, tena razn. Se qued inmvil, vacilante, impotente, sudoroso y
desconcertado. La locura se contagiaba. Su amenaza haba sido completamente
senos contra su pecho. Una oleada poderosa que reconoci como deseo le
inund. Asqueroso se dijo. Esboz una mueca al recordar las imgenes de
aquella maana, que an danzaban ante sus ojos: Naomi desnuda, la piel brillante
por el bao, los senos como manzanas, los muslos firmes. Mi sobrina. De quince
aos. Que Dios me ayude! Consolndola, le pas las manos por los hombros,
por la espalda. Sus ropas eran livianas, el cuerpo de la chica se revelaba bajo
ellas.
La tir bruscamente al suelo.
Ella cay encogida, dio la vuelta y se llev la mano a la boca al lanzarse Holbrook
sobre ella. Solt un grito agudo y penetrante cuando el cuerpo del hombre cay
sobre el suyo. Sus ojos aterrados revelaban claramente el temor de que l la
violara, pero otra clase de ideas malvadas llenaban la mente de Holbrook.
Rpidamente; la volvi hacia el suelo, le cogi la mano derecha y le dobl el brazo
tras la espalda. Luego, la alz hasta sentarla.
Ponte de pie orden, forzndole el brazo para persuadirla.
Naomi obedeci.
Ahora camina. Sal de la alameda y regresa al camin. Te romper el brazo si es
preciso.
Qu pretendes? pregunt ella con voz apenas audible.
De vuelta al camin insisti.
Dio otro tirn del brazo. Naomi gimi de dolor. Pero se puso en marcha. Ya en el
camin, la mantuvo bien sujeta y llam a Leitfried, al centro de informacin.
Qu ocurre, Zen? Lo seguimos todo y...
Demasiado difcil de explicar. La chica les tena mucho cario a los rboles, eso
es todo. Enva unos robots aqu para que se la lleven, por favor.
Lo prometiste! grit Naomi.
Llegaron los robots a toda prisa. Eficientes, mantuvieron inmvil a Naomi con sus
dedos de acero hasta introducirla en un vehculo y llevrsela a la casa de la
plantacin. Una vez desaparecida, Holbrook se sent por un momento en tierra
para descansar, para que se le despejara la cabeza. Al fin, subi de nuevo a la
cabina.
Y apunt con el arma de fusin, a Alcibades en primer lugar.
Le llev poco ms de tres horas. Cuando termin, el Sector C era un campo de
cenizas, y un amplio cinturn de tierra despejada se extenda desde el lmite
exterior de la devastacin hasta el huerto ms prximo de rboles sanos. Hasta
pasado algn tiempo, no sabra si haba logrado salvar la plantacin. En fin, haba
hecho cuanto se hallaba en su mano.