Los Trastornos de Personalidad Desde Una Perspectiva Fenom PDF

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LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD DESDE UNA PERSPECTIVA

FENOMENOLGICA
Otto Drr Zegers*
Introduccin

El gran problema de los actuales sistemas de clasificacin y diagnstico es que


son categoriales, vale decir, que un nmero determinado de sntomas o rasgos
afirma o no la existencia de un trastorno (disorder), sin tomar en cuenta las
transiciones hacia otros cuadros clnicos y menos an, hacia la normalidad. Ahora,
si el empleo de categoras absolutas ya es cuestionable en el mbito de lo que en
psiquiatra consideramos enfermedades, como la esquizofrenia o la enfermedad
bipolar (dada la ausencia de un sustrato que le d consistencia al diagnstico),
mucho ms lo es en el campo de los trastornos de la personalidad, por cuanto
aqu no es seguro que sea siquiera legtimo hablar de desorden o de trastorno.
Y esto porque esta designacin se emplea, en el caso de los cuadros endgenos,
como sinnimo de enfermedad y nadie ha podido afirmar que los trastornos de
personalidad correspondan en algn sentido al concepto mdico de enfermedad.
Ya Kurt Schneider (1962) insista en que los psicpatas no eran enfermos, sino
que representaban variaciones extremas con respecto a una personalidad
promedio ideal o, ms precisamente, variaciones extremas de algunos rasgos de
personalidad. Es decir, la personalidad psicoptica schneideriana se aproxima
ms al modelo dimensional que al categorial. Lo habitual ha sido, empero, el
empleo de modelos dimensionales para los rasgos de personalidad anormal y
categoriales para los trastornos de personalidad propiamente tales (Livesley,
1985), lo que ha contribuido an ms a la confusin

en el campo de la

clasificacin y el diagnstico de estas alteraciones conductuales que la psiquiatra


moderna insiste en tipificar del mismo modo que las enfermedades con la
designacin de trastorno o desorden (disorder).

Profesor Titular de Psiquiatra de la Universidad de Chile, Jefe de Servicio del Hospital Psiquitrico de
Santiago

Los diagnsticos categoriales seran apropiados si se pudiera establecer una clara


distincin entre la presencia o ausencia de un trastorno determinado. Pero ocurre
que no existe ningn estudio emprico que haya podido demostrar una lnea de
divisin clara y distinta entre la existencia o no de un trastorno de personalidad.
As, Frances y col. (1984) aplicaron tests de personalidad a un universo de
pacientes ambulatorios, encontrando en 76 de ellos elementos como para
diagnosticar un trastorno de personalidad, concluyendo que: los criterios del
DSM-III para trastornos de personalidad no pueden distinguir entidades
diagnsticas

categoriales

recprocamente

excluyentes...

la

frecuencia

de

diagnsticos mltiples apoya la utilizacin de un sistema de diagnsitco de


personalidad dimensional y no categorial (p. 1083). Zimmermann y Coryell (1990)
estudiaron la personalidad en 808 parientes de primer grado de pacientes
psiquitricos y de un nmero semejante de sujetos que no haban estado nunca
enfermos y concluyeron que los puntajes para trastorno de personalidad estaban
distribuidos en un continuum sin puntos de tenuidad que permitan hacer la
distincin entre normalidad y patologa (p. 690). Por su parte, Oldham y col.
(1992) aplicaron dos entrevistas semi-estructuradas para diagnosticar trastornos
de personalidad segn el DSM-III-R a 100 de los 106 pacientes hospitalizados en
una clnica para trastornos de personalidad severos, concluyendo que la
existencia de patrones consistentes de co-morbilidad entre trastorno de
personalidad narcisista, evitativo e histrinico sugieren que las distinciones
categoriales entre ellos y otras categoras diagnsticas de personalidad del DSMIII-R pueden ser ilusorias (p. 213). Por ltimo, Nurnberg y col. (1991) evaluaron
110 pacientes con trastorno de personalidad segn el DSM-III-R y que no tenan
patologa del eje I, concluyendo que los pacientes que cumplen con los criterios
del DSM-III-R para trastorno de personalidad limtrofe constituyen un grupo muy
heterogneo, con lmites poco claros y cuya superposicin con categoras vecinas
de trastornos de personalidad es muy extensa (p. 1376).

Otros autores, como Widiger y Sanderson (1995), han hecho incluso algunos
clculos aritmticos que ponen an ms de relieve la arbitrariedad de los
diagnsticos categoriales en el mbito de los trastornos de personalidad. As, ellos
sostienen que hay 93 formas posibles para cumplir con los criterios del DSM-III-R
para personalidad limtrofe y 149.495.616 formas diferentes de cumplir con los
criterios del DSM-III para la personalidad antisocial. Y sin embargo, hay una sola
categora diagnstica que rene a todos estos casos diferentes. Por cierto que no
se trata de crear una categora para cada una de las millones de combinaciones
posibles de personalidad antisocial, pero es evidente que no todos los individuos
con este tipo de conducta son semejantes en su sintomatologa y que muchas de
las diferencias pueden ser de importancia considerable en la prctica clnica.

La perspectiva dimensional propone, en cambio, un sistema para medir la


proporcin en que est presente un determinado trastorno de personalidad, con lo
cual est evitando los peligros ya mencionados de las definiciones categoriales, en
las cuales el clnico se ve obligado en cada caso a afirmar o no la existencia de un
determinado trastorno, prescindiendo de intensidades y matices. Thomas Widiger
y Cynthia Sanderson (1986), que han sido entusiastas precursores del uso de
sistemas dimensionales, proponen aplicar a cada tipo de trastorno de personalidad
una escala de 6 niveles, susceptibles incluso de ser cuantificados, cuales son:
ausente, rasgos, bajo el umbral, umbral, moderado y extremo. El primer nivel,
como su nombre lo indica, significa la ausencia de todo rasgo propio del trastorno
de personalidad en cuestin. El nivel rasgos significa la presencia de uno a tres
de los sntomas que se necesitan para hacer el diagnstico de ese tipo de
personalidad. El nivel bajo el umbral significa que a la persona le falta slo un
sntoma para pertenecer a la categora. El nivel umbral significa que el sujeto
cumple justo con los criterios para pertenecer a esa categora. El nivel moderado
significa que el sujeto cumple ampliamente con los criterios, y por ltimo, el nivel
extremo, que el sujeto tiene todas las manifestaciones descritas para esa
categora. Estos autores sostienen que este tipo de codificaciones no son
incompatibles con el sistema categorial de los DSM, pudiendo por el contrario

proporcionar una terminologa uniforme y un mtodo para describir el grado en


que un paciente pertenece o no a una categora determinada. Los inconvenientes
que ellos mismos le reconocen a la metodologa propuesta tienen que ver con la
improbabilidad de que los clnicos prcticos puedan aplicar este tipo de evaluacin
de los criterios para cada trastorno de personalidad en forma sistemtica.
Nosotros pensamos, en cambio, que este es un inconveniente menor frente al
hecho que el mtodo dimensional propuesto acepta tcitamente , en su aplicacin,
esas mismas categoras absolutas que critica, agregando slo un mtodo para
cuantificar los rasgos que el paciente presenta.

Todo lo anterior nos est mostrando una vez ms lo insuficiente que resulta la
aplicacin de criterios categoriales y cuantitativos a realidades complejas, como lo
es paradigmticamente la vida humana. Recordemos el viejo aforismo griego:
Slo lo igual conoce a su igual. En la bsqueda de un mtodo adecuado a la
complejidad de los objetos propios de las llamadas ciencias humanas o del
espritu (Geisteswissenschaften) es que Edmund Husserl (1901) cre la
fenomenologa, inspirado en su propio lema, segn el cual las ciencias humanas
no podrn ser exactas, como las matemticas, pero s pueden y deben ser
estrictas.

La perspectiva fenomenolgica

Lo primero que habra que decir al respecto es que la fenomenologa nada tiene
que ver con lo que la literatura psiquitrica anglosajona llama phenomenology
(DSM-IV-TRTM, 2000). Esta ltima se refiere a la simple descripcin de las
manifestaciones ms visibles de una enfermedad determinada. En rigor ellos
deberan hablar de sintomatologa y no de fenomenologa. El sntoma es el
elemento externo y visible de un contexto o proceso etiopatognico (la
enfermedad) que, en s-mismo, no se muestra. El fenmeno, en cambio, es lo que
se muestra en s (Heidegger, 1927, 1963) y comprende al mismo tiempo al
sntoma que lo anuncia como a la perturbacin que lo subyace. La fenomenologa

no se queda, entonces, en lo que est ah delante (lo ob-vio), sino que intenta, por
medio de la epoch o reduccin, llegar hasta la intimidad de su estructura, hasta
su esencia. Este procedimiento, desarrollado a cabalidad por Husserl, tiene sus
orgenes en la misma filosofa griega, que fundament su episteme en un ir ms
all de la doxa, esa opinin que se basa en el modo como espontneamente se
presentan las cosas al ser humano en su vida cotidiana. Es la aspiracin a
penetrar hasta la estructura interna de lo real lo que distingue al conocimiento
cientfico del conocimiento vulgar. En una primera aproximacin Husserl trat de
investigar el sujeto del conocer, vale decir, nuestro entendimiento mismo; pero
luego se dio cuenta que nada poda saber del sujeto cognoscente sin averiguar
tambin eso por conocer, sea este un objeto natural o un objeto cultural. As l
super en cierto modo los dualismos sujeto-objeto e inmanente-trascendente, al
proponerse investigar los procesos subjetivos del conocimiento junto con aquello
que se nos muestra como objeto en el acto de conocer, a saber, el fenmeno. Y a
este acto lo llam acto intencional. Pero la intencionalidad no es un mero modo
de relacin entre el sujeto y el objeto, sino un rasgo esencial de la conciencia.
Expresado con las palabras de Husserl: En los simples actos de percibir estamos
dirigidos a las cosas percibidas, en el recordar a las recordadas, en el pensar a los
pensamientos, en el evaluar a los valores, en el desear a los objetivos y
perspectivas, etc. (1962, p. 237). Y es debido justamente a esta caracterstica de
la conciencia que nosotros los humanos estamos desde el primer momento con
las cosas

y permanecemos siempre junto a ellas. Y es tambin el carcter

intencional

de

la

conciencia

el

que

le

permite

sta

comportarse

trascendentalmente con respecto a s misma. Sin el descubrimiento de la


intencionalidad habra sido imposible superar la ingenuidad que impera tanto en la
conciencia natural o pre-reflexiva como en la conciencia cientfica y lgica.

En la vida diaria nos encontramos siempre en una actitud natural e ingenuamente


orientados hacia el mundo de los objetos, pero esta actitud no nos conduce al
conocimiento, ni menos al conocimiento cientfico. Las ciencias empricas o de la
naturaleza han accedido a este ltimo a travs de la reduccin de los objetos que

se nos presentan en la experiencia natural a uno solo de sus aspectos. As, por
ejemplo, cuando el qumico se aproxima al agua, l reduce todos sus significados
a la mera composicin molecular: dos tomos de hidrgeno y uno de oxgeno. En
rigor, lo que hace el cientfico natural es proyectar la teora fsico-qumica de la
realidad sobre la totalidad del fenmeno, descartando el resto de los elementos
constitutivos del objeto real. De este modo el qumico no considera la capacidad
que tiene el agua de saciar la sed o de hacer que los campos produzcan frutos y
olvida por completo los simbolismos vinculados a la profundidad del mar o la
importancia de las nubes o la belleza de un lago. Por el contrario, cuando el
fenomenlogo, abandonando la actitud natural, adopta una actitud reflexiva, l
dirige su atencin a la totalidad de las muchas formas en que un objeto es
percibido en la conciencia. En otras palabras: en toda experiencia real
experimentamos ms de lo que la percepcin del mero objeto nos entrega. Esto
fue formulado en forma brillante cien aos antes de Husserl por Goethe (1966, p.
687) en uno de sus aforismos: La experiencia es siempre slo la mitad de la
experiencia. Siempre vivimos ms de lo que vivimos, experimentamos ms de lo
que experimentamos y explorar esta otra parte es la gran tarea de la
fenomenologa. El principio de Goethe, en s-mismo tan similar a los postulados de
Husserl, nos lleva directamente a la obra de Marcel Proust. El profundo significado
de su novela En busca del tiempo perdido (1976) est en el rescate de todo lo
que l experiment en el pasado y vivi en ese momento sin casi tomar conciencia
de ello. Las principales caractersticas de su obra son similares a las etapas
fundamentales del mtodo fenomenolgico: una apertura total a la realidad, una
actitud reflexiva que percibe la realidad como entregada a la conciencia y una
eliminacin progresiva de todos los presupuestos, prejuicios y elementos
accidentales como un instrumento para lograr una visin de la esencia de lo que
se tiene ah delante.

El primero que aplic el mtodo fenomenolgico a la psiquiatra fue el mdico y


filsofo alemn Karl Jaspers (1959, 1963). En la perspectiva de Jaspers la
fenomenologa es slo una psicologa descriptiva. Ella est firmemente

relacionada con hechos y entrega una descripcin imparcial de las experiencias de


los pacientes. Jaspers combin un llamado a la empata (Einfhlen) con la
inmediata comprensin (Verstehen) de la otra persona, pero se abstuvo de
emplear las tcnicas ms propiamente fenomenolgicas como son la reduccin, la
variacin libre y la intuicin de esencias. A pesar de ello, nosotros no compartimos
la opinin de Berros (1989), quien contrastara demasiado a Husserl con respecto
a Jaspers. Las diferencias entre ambos no son tan extremas, al menos en lo que
se refiere a la aplicacin de sus respectivas aproximaciones fenomenolgicas a la
psiquiatra. Algunas afirmaciones de Jaspers pueden ilustrar lo antedicho: La
fenomenologa se relaciona con lo que es experimentado como real; ella observa
la

mente

desde

dentro

travs

de

la

inmediata

representacin

(Vergegenwrtigung) (1963, p. 326); o: Quien no tiene ojos no puede practicar la


histologa; quien se repudia a s-mismo o es incapaz de imaginar la mente y
percibirla como una entidad viva nunca podr entender la fenomenologa" (1963,
p. 318). As, los puntos de partida de Jaspers fueron en realidad tambin los de
Husserl: el regreso a las cosas mismas, la intencionalidad de los fenmenos
psquicos y el cambio desde una actitud natural a una actitud fenomenolgica. Una
bsqueda escrupulosa en los escritos de Jaspers nos puede llevar incluso hasta la
misma intuicin de esencias de Husserl, como cuando apela a un orden que una
los fenmenos de la mente de acuerdo con su relacin fenomenolgica, en forma
similar a lo que ocurre con los colores infinitamente variados del arco iris (1963, p.
324). Importantes autores estadounidenses como Osborne Wiggins y Michael
Schwartz (1992, 1997) han expresado recientemente una opinin similar con
respecto a los nexos existentes entre Jaspers y Husserl.

El aporte de la fenomenologa al estudio de los trastornos de personalidad

Tres son los aportes ms fundamentales que, en mi opinin, ha hecho la


fenomenologa en el campo de los trastornos de personalidad. En primer lugar, el
concepto de tipo ideal incorporado por Jaspers (1913, 1959) y retomado en los
ltimos aos por Michael Schwartz y Osborne Wiggins (1987, 1991); en segundo

lugar, el concepto de tipo existencial originario de Binswanger (1932, 1955) e


introducido definitivamente en la psiquiatra por Alfred Kraus (1991); y, por ltimo,
la aplicacin de la perspectiva dialctica al estudio de los trastornos de
personalidad, iniciada por Wolfgang Blankenburg (1974, 1981) y continuada por
este autor (Drr, 1986, 1990, 1992, 1997).

1.- Jaspers y los tipos ideales

Karl Jaspers (1913, 1959), inspirndose en su maestro, el socilogo Max Weber,


fue el primero que introdujo el concepto de tipo ideal en la psicopatologa (p.
511). Jaspers pens que esta creacin de Weber poda representar un camino
para

categorizar

aquellos

trastornos

psiquitricos

que

no

podan

ser

conceptualizados como entidades nosolgicas propiamente tales. Recordemos


que l dividi las enfermedades mentales en tres grupos. En el primero, que
corresponde a todos los cuadros de origen somtico, cabe aplicar el tipo de
diagnstico propio de la medicina en general, desde el momento en que en todos
ellos existe un substrato antomo-patolgico. En el tercer grupo, que abarca las
reacciones vivenciales anormales, las neurosis y los trastornos de personalidad, el
diagnstico mdico es totalmente imposible y no cabe en ellos sino la aplicacin
de un diagnstico tipolgico. El grupo dos, en cambio, y que corresponde a las
enfermedades idiopticas o endgenas las que constituyen el objeto ms propio
de la psiquiatra - ocupa al respecto una posicin ambigua, por cuanto esos
cuadros los pensamos como enfermedades, pero como no conocemos el
substrato todava, estamos obligados a emplear el mtodo del tipo ideal.

Ahora, qu es el tipo ideal para Max Weber y luego para Karl Jaspers? Para
Weber (1958) los tipos ideales son constructos por medio de los cuales el hombre
intenta comprender la realidad, pero que no la representan necesariamente. La
construccin de estos tipos ideales la describe Weber con las siguientes palabras:
Un tipo ideal est formado por la acentuacin unilateral de uno o ms puntos de
vista y por la sntesis de una gran cantidad de fenmenos individuales difusos,

distintos, ms o menos presentes y ocasionalmente ausentes, los cuales son


dispuestos de acuerdo a esos puntos de vista acentuados unilateralmente en un
constructo de pensamiento unificado (p. 90). Los tipos ideales son descripciones
idealizadas de las caractersticas concretas de las cosas, vistas stas desde un
determinado punto de vista. Lo habitual es que sea difcil distinguir entre la
multiplicidad de cosas, por cuanto los lmites entre sus identidades son borrosos,
fluidos, vagos. Por medio del tipo ideal dejamos de lado el carcter ambiguo de las
cosas e imaginamos algo as como un caso puro, en el cual las caractersticas
ms relevantes aparecen en forma distinta y unvoca. Ms an, en un caso
concreto las caractersticas pueden variar de tal modo que cada individuo parezca
nico e incomparable con respecto a los otros.
Jaspers (1913, 1959) distingue enfticamente entre clase y tipo: Un caso
pertenece o no a una clase (v. gr., la parlisis general), mientras que a un tipo (v.
gr., la personalidad histrica) un caso puede pertenecer ms o menos... Un tipo es
una construccin ficticia que corresponde a una realidad con lmites difusos y con
respecto al cual debe ser medido el caso particular. Es importante, por ende,
medir cada caso particular en relacin a muchos tipos, hasta en lo posible
agotarlo. (p. 469). Los tipos son producto de nuestra intuicin, que pretende
captar totalidades coherentes dentro de la multiplicidad de lo real. Jaspers
diferencia los tipos promedio de los tipos ideales. Los primeros resultan de la
determinacin de caractersticas mensurables en un grupo numeroso de casos
(altura, peso, inteligencia, etc. promedios). El tipo ideal, en cambio, puede surgir
de la experiencia de un solo caso.

Schwartz y Wiggins (1987), siguiendo a Weber y a Jaspers, definen los tipos


ideales con miras a su aplicacin en psiquiatra como definiciones idealizadas de
tipificaciones... El tipo describe el caso perfecto: el caso en el cual la mayora de
los rasgos caractersticos estn presentes. (p. 282). En los casos reales, en
cambio, muchos de estos rasgos pueden estar ausentes o presentes en forma
incompleta o atpica. Ser la labor del clnico el desarrollar la habilidad para

determinar en estos casos imperfectos su mayor o menor grado de proximidad al


tipo ideal. Y esto es lo que hacemos en la prctica clnica no slo con los
trastornos de personalidad, sino con todas las enfermedades que carecen de
substrato, como es el caso en los cuadros endgenos. La esquizofrenia es un tipo
ideal y tambin lo es la paranoia y la enfermedad bipolar y en cada paciente
concreto tendremos que reconocer de qu tipo se trata a travs de la
multiplicidad, variabilidad y el carcter difuso de los sntomas. Ahora bien, este
mtodo diagnstico, basado en el reconocimiento del tipo y la determinacin del
grado de aproximacin que muestra

el caso que tenemos ah delante con

respecto al tipo ideal, tiene una serie de ventajas prcticas en comparacin con la
arbitrariedad del diagnstico categorial, que est obligado a decir simplemente:
este trastorno existe o no existe. Y esto porque el clnico se ver obligado a
investigar por qu en ese caso concreto hay elementos del tipo ideal reconocido
que faltan y otros que sobran. Imaginemos un enfermo con un cuadro depresivo,
que en muchos aspectos se aproxima al tipo ideal depresin endgena o
melancola descrito por los clsicos (E. Kraepelin, 1916; E. Bleuler, 1916, 1975;
Tellenbach, 1961, 1983), pero que tiene elementos que no pertenecen a l, como
una extrema sequedad de la piel y un aumento del tamao cardaco, por ejemplo.
El psiquiatra se ver obligado a dar razn de esto que sobra, de lo que no
pertenece al tipo ideal depresin endgena, para lo cual tendr que hacer una
serie de exmenes que en definitiva le permitirn constatar la existencia de un
hipotiroidismo severo. En otros casos habr que buscar la explicacin de lo que
falta. Es el caso, por ejemplo, de un muchacho cuyo cuadro clnico se aproxima al
tipo ideal esquizofrenia de Bleuler (1911), pero que tiene un pensamiento mucho
ms ordenado que lo habitual en estos casos. Una investigacin sobre el estilo de
comunicacin intrafamiliar nos podra poner en evidencia eventualmente que en
esa familia no impera el clsico doble mensaje (double bind) descrito por
Bateson (1971), lo que habra protegido al paciente de la caracterstica
perturbacin de las asociaciones.

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En el campo de las personalidades y/o de sus trastornos se han hecho muchos


intentos de describir tipos ideales, empezando por la clsica tipologa griega de los
caracteres flemtico, sanguneo, colrico y melanclico. Recordemos tambin la
conocida tipologa de Kretschmer (1965), con sus tipos esquizoide, cicloide y
epileptoide.

Estn tambin las cuatro personalidades clsicas: esquizoide,

depresiva, obsesiva e histrica (que corresponden a lo que se consideraba


durante la primera mitad del siglo XX como las grandes formas de enfermar
psquico) y que nadie ha descrito con ms agudeza y propiedad que Fritz Riemann
(1965). Entre los tipos ideales ms novedosos de los ltimos aos estn el typus
melancholicus y el typus manicus, ambos descritos por Tellenbach en 1961 y 1983
respectivamente. Estos ltimos representan clsicas intuiciones fenomenolgicas
y han tenido una gran importancia en el proceso de intentar comprender la gnesis
tanto de la depresin monopolar como de la bipolar (Drr, 1994).

Porque en un punto disentimos de Karl Jaspers y de sus fieles seguidores Michael


Schwartz y Osborne Wiggins y es que ellos postulan que los tipos ideales son
meros constructos o ficciones que pueden servir ms o menos en la prctica
clnica del psiquiatra. Sin negar la arbitrariedad inherente al hecho mismo de
definir un tipo de una u otra manera, ellos, para tener validez, deben corresponder
a modos de configuracin de la realidad misma. sta se presenta, en todos sus
niveles, como formas, estructuras o sistemas regidos por determinadas leyes y
son estas formas o Gestalten las que el fenomenlogo intuye cuando logra
avanzar desde las manifestaciones externas hasta la intuicin de esencias en el
sentido de Husserl. Y mientras ms acertada sea la descripcin de un tipo ideal,
ms permanente ser su validez. Si no, carecera de explicacin el que
descripciones tan antiguas de la personalidad de los manacos y de los depresivos
como las respectivas de Platn y de Aristteles (Flashar, 1966), puedan
corresponder casi exactamente a las que hiciera Tellenbach (1961) 2500 aos
ms tarde y que mencionramos ms arriba. Se trata entonces de autnticas
intuiciones fenomenolgicas que han logrado captar estas formas esenciales de
manifestarse la naturaleza en el campo de los desrdenes mentales. Muy distinto

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es lo que ocurre con los trastornos de personalidad de los DSM. Justamente por el
hecho de pretender ser tipos reales y no tipos ideales es que adolecen de todos
los inconvenientes que veamos en la introduccin.

2.- Los tipos existenciales


La idea de los tipos existenciales se remonta a la obra de Binswanger, en
particular a sus estudios sobre la esquizofrenia (1957) y a su libro Drei Formen
missglckten Daseins (Tres formas de existencia frustrada) (1956). En estas
obras, as como en algunos artculos anteriores (1932, 1955), plantea Binswanger
su concepto de la proporcin antropolgica, como norma con respecto a la cual
el hombre concreto se puede desviar, constituyendo ste el fundamento ontolgico
tanto de determinadas conductas patolgicas como de eventuales tipologas. El
horizonte desde el cual Binswanger define estas proporciones es la ontologa de
Heidegger (1927, 1963), en la que el existente humano es definido como ser-ah
(Dasein) y como ser-en-el-mundo (In-der-Welt-sein). Ahora bien y a diferencia de
Heidegger, Binswanger no concibe el ser-en-el-mundo slo como una estructura
universal del hombre, sino como la unidad concreta de s-mismo y mundo
inherente a cada ser humano. Una tpica proporcin existencial es la que se da
entre altura y amplitud, o dicho en otros trminos, entre verticalidad y
horizontalidad. As, por ejemplo, en la personalidad esquizoide, con sus ideales
excntricos y su atemporalidad, existira una desproporcin a favor de la
verticalidad, mientras que en el typus melancholicus (Tellenbach, 1961), propio de
las personas proclives a la depresin, con su facilidad para moverse en el mundo
cotidiano, su escasa tendencia al vuelo metafsico y su dificultad para trascender
las situaciones sin salida de algn modo constitutivas del camino de la vida la desproporcin sera a favor de la horizontalidad y en desmedro de la altura.
Pero existen muchas otras proporciones en la existencia humana y ellas deben ser
conservadas para poder mantenerse en la normalidad. Es el caso de los
procesos de individuacin y socializacin, de continuidad e innovacin, de
identidad de s e identidad de rol, etc. Esta ltima dualidad ha sido particularmente

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fructfera en la generacin de tipos existenciales, labor realizada en gran medida


por Alfred Kraus (1977, 1991), sobre la base de categoras descritas por Jean Paul
Sartre en su obra capital El ser y la nada (1943, 1966). Nos detendremos en este
punto.

Uno de los elementos que contiene el concepto griego de persona como mscara
es la dialctica entre ser en-s y ser como-s, entre identidad de s e identidad de
rol (Kraus, 1985), entre facticidad y trascendencia. El actor es l mismo y a la vez
el personaje representado. Y esta dualidad era sealada en el teatro griego a
travs de la mscara. Mientras ms se transforme el actor en el personaje
representado, menos ser l mismo, y a la inversa, si se le nota demasiado su smismo se nos perder el perfil del personaje representado. Esta situacin extrema
del actor de teatro se da permanentemente en la vida real, porque jams el
hombre podr tener una identidad absoluta al modo del ser de las cosas, que
reposan definitivamente en su total igualdad consigo mismas. El ser del hombre
est distendido entre un ser-para-s o facticidad (en otra terminologa identidad
del yo) y un ser-para-el-otro, un papel, un rol. Sartre ha caracterizado esta
situacin con una doble negacin: Se es lo que no se es y no se es lo que se es
(1943, 1966). Jams podremos retirarnos hacia un ser sustancializado con una
identidad csica, por cuanto una diferencia ontolgica fundamental nos impide ser
absolutamente idnticos con nuestro respectivo rol (y an), con nuestros valores y
sentimientos, afirma Kraus (1985). Ahora bien, existe una natural distancia entre
el ser-para-s y el ser-para-el-otro, entre el s-mismo y el rol, distancia que es
necesario preservar, porque tanto un acortamiento de ella en el sentido de abolir la
diferencia ontolgica, como un excesivo alejamiento de los dos polos de esta
tensin dialctica entre identidad y no-identidad, son fuentes de enajenacin e
insinceridad. Mantener la adecuada distancia, en cambio, es fuente de vida y de
crecimiento y no, como pudiera pensarse en un primer momento, una trgica
imposibilidad de ser idntico a s-mismo. Ambos elementos de la polaridad se
determinan recprocamente y as, mi facticidad, lo que yo soy como s-mismo, va a
otorgar un sello nico a ese rol colectivo y, a su vez, ese rol, por ejemplo, de

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mdico, me va a ir haciendo a m. El problema surge si me sobre-identifico con


mi rol, porque ello implica una negacin del resto de mis posibilidades de ser, y si
bien gano con ello estabilidad, estoy perdiendo capacidad de cambio y de
adaptacin. El proceso inverso, el de una no-identificacin con los roles sociales,
conduce al aislamiento y a una estril detencin de un s-mismo desprovisto de
esa especie de capa protectora que es el rol. Porque el rol es tanto acceso como
lmite en relacin al otro y por eso al perderse, hace al otro inaccesible y al mismo
tiempo invasor. Es lo que ocurre en la esquizofrenia. Es de todos conocido que los
esquizofrnicos se casan con menor frecuencia, trabajan menos y mal,
descienden en la escala social, se aslan, etc. y al mismo tiempo, mientras ms
aislados y sin importancia social, ms perseguidos se sienten. Se han dado
muchas explicaciones para estos fenmenos, pero la ms consistente la ha dado,
a nuestro parecer, el mismo Kraus (1984) al postular que su falta de identidad
deriva de su incapacidad para asumir roles sociales, lo que explicara, entre otras
cosas, la tendencia a un curso espontneo negativo, puesto que pasado el
episodio agudo con ayuda de los diferentes tratamientos, el paciente no encuentra
roles en los cuales volver a refugiarse. En las llamadas depresiones endgenas o
melancolas, en cambio, ocurre exactamente lo contrario. Estos pacientes se
sobre-identifican con los roles sociales, o dicho con otras palabras, se produce en
ellos un desplazamiento de la relacin dialctica entre identidad del Yo (o smismo) e identidad de rol en el sentido de esta ltima, con lo cual, por una parte,
se pierde identidad propia y por otra, se cae en el peligro de un derrumbamiento
existencial sea por la imposibilidad de realizar ese su rol, a raz de una
enfermedad somtica, por ejemplo, sea porque el rol es sobre-exigido, como
ocurre en el caso de un ascenso en el trabajo.

Pero en lugar de ver las personalidades entre los polos de sobre-identificacin e


incapacidad de identificarse con el rol, interpretando ambas formas como severas
alteraciones de la identidad, podemos tambin limitarnos a evaluar la distancia
existente entre la identidad de s y la identidad de rol, distancia que va a
determinar la configuracin de otros tipos existenciales. As por ejemplo, en la

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personalidad anancstica la distancia entre s-mismo y rol es muy escasa casi


tanto como en la personalidad depresiva lo que hara comprensible su falta de
elasticidad en todo sentido, mientras que en las personalidades histricas la
distancia entre un tipo de identidad y el otro es muy grande. Esto vendra a
explicar la falta de lealtad con los roles que observamos en los histricos: con
qu facilidad cambian de pareja, de trabajo, de ideologa, de gustos, de
costumbres, etc.

Todos estos tipos existenciales resultan slo de tomar en cuenta una dimensin
antropolgica fundamental, cual es la llamada diferencia ontolgica entre s-mismo
y rol; pero cabe tambin estudiar el vivenciar y el comportarse de nuestros
pacientes en relacin con otras proporciones o desproporciones. As, en la misma
direccin significativa de la verticalidad se da la proporcin entre altura y
profundidad, tomada esta ltima no en el sentido de profundidad de pensamiento,
sino de arraigo, de enraizamiento. Cabra entonces dividir a las personas entre las
que tienen ms vuelo, ms libertad y aquellas ms apegadas al terruo, a las
tradiciones, al pasado, etc. En el mbito de la horizontalidad se podran distinguir
tambin dos direcciones significativas y considerar como lo normal y lo perfecto la
adecuada proporcin entre ambas. Me refiero aqu a la relacin entre el estar
orientado hacia el avanzar hacia delante, hacia una sola meta y el orientarse ms
bien hacia la diversidad, hacia la amplitud. Estas ltimas personas son ms
morosas y privilegian el gozar el instante, de algn modo enriquecido, que el
cumplir muchas etapas velozmente. En el mbito de la temporalidad tambin se
dan polaridades que requieren ser mantenidas en la adecuada proporcin para
evitar desviaciones y desproporciones. Estoy aludiendo aqu a la polaridad entre el
estar referido al futuro y el estar referido al pasado, entre progresin y regresin.
Conocemos muy bien los problemas que trae consigo la regresin en cualquiera
de sus formas. Pero una progresin excesiva, una tendencia permanente a
entregarse a proyectos sin fundamentos suficientes, puede ser tan negativo como
el quedar preso en conductas regresivas. Pensemos, por ejemplo, en el caso de
esos sujetos ilusos que viven tan lanzados en el futuro que lo que es un mero

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proyecto lo consideran como ya logrado, algo que se transforma en fuente de


sistemticos fracasos, particularmente en el campo de la actividad econmica.

Con esta breve digresin acerca de las proporciones entre las distintas
polaridades en que se despliega la existencia humana y que es necesario
resguardar, pues sus desproporciones dan lugar a la gnesis de distintos tipos
existenciales de personalidad, conectamos con el ltimo captulo de este ensayo
que se refiere justamente a la aplicacin a la psicopatologa y en particular al
estudio de los trastornos de personalidad, de la perspectiva dialctica.

3.- Tipologas y polaridades: la concepcin dialctica de los trastornos de


personalidad:
Pero si la normalidad es una medida, una proporcin perfecta entre dos
extremos imperfectos (el sentido aristotlico de medida), cabra la posibilidad de
ver estos extremos dialcticamente, vale decir, como polos que se repelen y se
atraen, vale decir, que se necesitan mutuamente. Algo patolgico en uno de los
extremos, la euforia de un manaco por ejemplo, podra ser concebido no como
una desviacin negativa del nimo trmino medio, sino ms bien como el otro
lado de la depresin, como una defensa contra esa inmovilidad, esa angustia
congelada, esa detencin del tiempo. Y a la inversa, lo depresivo podra ser visto
como un desplazamiento de esa tensin dialctica hacia el lado sombro, por
cierto, pero tambin como un salvarse de la ligereza, la irrespetuosidad, el
atropello, de esa incapacidad de mantener pensamiento y conducta dentro de los
cauces habituales del manaco. Con otras palabras, se tratara de ver la
positividad de lo negativo, lo que nos permitira una comprensin ms profunda de
la realidad, dominada, como sabemos desde Herclito, por el principio dialctico.

Despus de Herclito fue sin duda Hegel (1958) quien introdujo definitivamente en
la filosofa el pensamiento dialctico y con l la pregunta que nos ocupa, cual es la
de la positividad de lo negativo. Hegel lleg a decir que la negatividad es el

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principio universal de toda vida natural y espiritual (ob. cit., p. 54). Pero tambin
Goethe es un hombre con sensibilidad para percibir las polaridades en su
complementariedad.
Lo ms importante sera comprender que todo lo fctico es ya una
teora (Aforismos, p. 723).

Lo que complementa con otro aforismo (p. 703) que dice:


Naturaleza e idea no son separables y si intentamos hacerlo no slo
se destruye el arte, sino tambin la vida.

En otro texto hace una verdadera lista de los opuestos, entre cuyos polos se
mueve la vida y que l llama la dualidad de los fenmenos:
Nosotros y los objetos,
la luz y las tinieblas,
el cuerpo y el alma,
el espritu y la materia,
Dios y el universo,
la idea y la extensin,
lo ideal y lo real,
la sensorialidad y la razn,
la fantasa y el entendimiento,
el ser y la nostalgia (p. 707).

Pero a quien le debemos la introduccin sistemtica del pensamiento dialctico en


la psiquiatra es al fenomenlogo alemn Wolfgang Blankenburg (1974, 1981). Lo
ms importante de su aporte es el cambio que esta perspectiva podra producir en
la relacin mdico-paciente. Es muy distinto aproximarse a un paciente desde la
idea o prejuicio de que se trata de un ser en algn sentido deformado, deficitario,

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que llegar a l sin prejuicio alguno sobre salud o enfermedad y abierto a la


posibilidad de ver lo positivo de su negatividad o, en otro momento, lo negativo de
su positividad. Cito a Blankenburg (1981): El acceso al esquizofrnico es muy
difcil si no nos identificamos, aunque slo sea parcialmente, con lo que le pasa,
sin que nos preguntemos el contra qu se est dirigiendo esa conducta o esa
vivencia que nosotros experimentamos, en un primer momento del contacto con el
paciente, como una nueva forma de estar en el mundo; en suma, si no nos
preguntamos por la positividad de lo negativo, no encontraremos el adecuado
acceso a l... (p. 57). Junto con rescatar lo positivo, por ejemplo, en el
esquizofrnico su sensibilidad, su capacidad de percibir aspectos de la realidad
que escapan al vulgo, su extrema autenticidad, etc., el punto de partida dialctico
permite estimar en su verdadera dimensin el otro elemento que configura
cualquier cambio psictico o descompensacin neurtica o psicoptica, cual es la
situacin desencadenante, o dicho en trminos hegelianos: Das Aufheben en su
triple significado de terminar con algo, conservar lo mejor de ello y asumir la tarea
de superar el cambio. Y as aparece como un error el expresar ciertas
caractersticas psicopatolgicas en dimensiones ms o menos absolutas, v. gr.,
debilidad del Yo, de tal o cual intensidad, o detencin en el desarrollo psicosexual
ms o menos profundo. En cada caso habr que determinar en qu medida la
crisis tiene que ver con el grado de debilidad del Yo o con la capacidad explosiva
de la tarea asumida, lo que puede tener importancia para la profilaxis de nuevas
crisis en el sentido de evitarle al paciente tareas que pudieran romper la fragilidad
de su estructura.

En resumen, desde la fenomenologa nos permitimos sugerir urgentes cambios en


los conceptos de normalidad y anormalidad, los que van a permitir no slo ser ms
fieles a la realidad, sino tambin una comprensin ms profunda de los complejos
fenmenos psicopatolgicos y no en ltimo trmino un cambio radical en la
capacidad teraputica del psiquiatra al hacrsele mucho ms fcil establecer la
alianza con el paciente, si se siente ste no slo comprendido, sino estimulado a

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un desarrollo de positividades, que la sociedad ha visto hasta ahora slo como


negativas. Los puntos a tomar en cuenta son los siguientes:

1. Los fenmenos psicopatolgicos no debern ser vistos como meras


deficiencias, con respecto a una normalidad trmino medio. Ms fecundo parece el
punto de partida de buscar la positividad de lo negativo (Blankenburg, 1981).

2. El caso de los genios (Kierkegaard, Rilke) nos demuestra que en la perspectiva


histrica global, lo que en un momento dado se pudo haber considerado sntoma
y por ello anormal puede significar la base de un desarrollo hacia las formas
superiores del espritu y, por ende, hacia la normalidad en el sentido ms propio
del trmino (Drr, 2001).

3. La existencia no slo de la positividad de lo negativo, sino tambin de la


negatividad de lo positivo (caso de las normopatas) sugiere fuertemente la
conveniencia de aplicar el mtodo dialctico en la psicopatologa. Al margen de
unidades nosolgicas y de distinciones tajantes como sano-enfermo, normalanormal, las manifestaciones psicopatolgicas se presentan ante la mirada
dialctica como grados de condensacin de una estructura polar ms o menos
alejados de una norma, la que conservando su sentido griego original sera la
medida perfecta entre dos extremos imperfectos. Lo importante de esta
perspectiva es que la desviacin hacia un lado de la alternativa no necesita ser
vista como una carencia, sino, por el contrario, como un desplazamiento dinmico
de la existencia en contra del otro polo de la alternativa. Paradigmtico ejemplo de
ello es la polaridad mana-depresin y el hecho de que la principal causa
desencadenante de mana sean dolores intolerables o situaciones de presin que
slo podran conducir al suicidio. Dicho con otras palabras, el manaco hace su
euforia en contra de la depresin, y a la inversa, el depresivo hace su distimia en
contra de la euforia. No deja de llamar la atencin el que la mayor parte de las
situaciones desencadenantes de melancolas seran causa de alegra y no de
tristeza para una persona corriente: cambio a una casa mejor, nacimiento de un

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hijo esperado, matrimonio feliz de una hija, ascenso en el trabajo, viaje al


extranjero, etc. El por qu el depresivo no se permite la alegra y ante situaciones
que lo pudieran empujar a ello, reacciona con una depresin, es un tema de la
mayor importancia, pero sobre el cual no nos podremos extender ahora. Slo
diremos, a modo de frmula, que ello tiene que ver con su particular estructura de
la conciencia moral.

Siempre se ha visto lo negativo de la histeria, hasta el punto de que hoy por hoy el
vocablo es casi un insulto. Si nos acercamos a estos seres sin prejuicios y desde
la perspectiva dialctica antes expuesta, resulta que los rasgos histricos se nos
aparecen en toda su positividad (Blankenburg, 1974). Ya no es la desviacin con
respecto a una presunta norma, ni siquiera el resultado de determinados
mecanismos de defensa neurticos, sino la bsqueda de un modo de ser que
evite la congelacin del proyecto vital en patrones rgidos de conducta, en sobreidentificaciones con muy escasos roles, cuya sola imposibilidad de realizarlos, por
circunstancias ajenas a la voluntad, puede sumir al sujeto en el abismo, como
ocurre con los depresivos, que conforman en cuanto a modo de ser, como vimos,
una polaridad con respecto a la histeria. Esta bsqueda de libertad en relacin con
la asuncin de roles, propia del histrico en su huda de la cosificacin que tiene
lugar en la melancola, es slo una de las positividades que se pueden encontrar
en l. Otra sera la que se nos muestra al contemplar desprejuiciadamente la otra
polaridad: histeria-obsesividad. Mientras el obsesivo vive hacia adentro,
atormentado por sus pulsiones sexuales y agresivas, preocupado de cada uno de
los movimientos internos de su cuerpo, afanoso de establecer en su entorno
inmediato ese orden del que carece su interioridad catica, el histrico se vuelca
hacia el mundo y hacia los otros. No siente su cuerpo interno ni es atormentado
por los instintos, por lo dems dbiles, su vida acontece en el ser-mirado o admirado, dejndose mirar, vale decir, en la superficie; vive en la espontaneidad,
rompe todos los rdenes, maneja a su amao las relaciones interpersonales, y
cmo son amados por sus parejas! Nunca he visto amores ms incondicionales
que los de las parejas de personalidades histricas. Ser esto masoquismo

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solamente? O no se tratar ms bien de que el histrico sabe entre-tener


(tenerse y tener al otro en el entre) como ninguno, que su teatro permanente que
tanto le reprochara Jaspers (1959, p. 370) es slo una versin algo ms
acentuada de ese juego de roles que es la vida, el mismo juego que hiciera dudar
a Caldern de si la vida es sueo? Resulta, entonces, que la histeria es la
vertiente positiva de la obsesividad y, a la inversa, el obsesivo lo es tambin con
respecto a la histeria. Porque podr ser todo lo anal que se quiera el obsesivo,
pero qu capacidad de trabajo, de perseverancia, qu fuerza instintiva. Cuntos
conductores del gnero humano han sido grandes obsesivos, llenos de
contradicciones s, pero qu creadores! Recordemos el caso del filsofo Soeren
Kierkegaard, cmo se atormentaba l con las estrictas normas morales que le
infundiera su rgido padre en la infancia, cmo cada decisin lo haca sudar, cmo
la sola posibilidad remota de un pecado lo haca echar pie atrs en su noviazgo
con la dulce Regina, aunque era el nico ser a quien fuera capaz de amar. Y sin
embargo, en sus ltimos aos, se fue soltando y viaj y busc la fama, se pele
con sus editores y no quiso dejar ni un pensamiento sin darlo a conocer al mundo.
Es como si la maduracin de su genialidad hubiera sido posible a travs de un
cierto grado de histerizacin de su persona (Drr, 1998). Ergo: el remedio para la
histeria sera un poco de obsesividad y para los obsesivos una dosis de histeria.
Santa Teresa fue una gran histrica e Ignacio de Loyola un gran obsesivo. En los
xtasis de la primera y en las obras (en particular los Ejercicios) del segundo
encontramos las huellas inconfundibles de estas dos estructuras psicopatolgicas.
Y los llamaramos personalidades anormales o limtrofes o psicpatas?

Pero nosotros debemos enfrentar a muchos pacientes con los ms diversos


rasgos anormales, que a veces configuran algunas de estas conocidas estructuras
de personalidad, por las que sufren o hacen sufrir, como deca K. Schneider
(1962). Y sera muy importante que aprendiramos a desprendernos de los
prejuicios o de los juicios de valor y pusiramos ms atencin hacia el lado
positivo que hacia el negativo, porque la personalidad es histrica y mantiene, por
cierto, la identidad, pero a travs del cambio y este permanente juego entre s-

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mismo y rol slo termina con la muerte, cuando ambos vuelven a ser uno, como
ocurre con los objetos inanimados. Y por psicoptica que sea la personalidad,
siempre hay posibilidades de algn cambio, ya sea por golpes de fortuna, por
amores que remecen profundamente, por conversiones religiosas o por violentos
encuentros con Dios, como le ocurriera al fantico (psicpata?) de Pablo de
Tarso, camino de Damasco. Y estos cambios deben ocurrir en el sentido de la
polaridad contraria. En el caso de la histeria hacia la depresin o hacia la
obsesin, en el caso de la esquizofrenia, emparentada en cierto modo con la
histeria (Drr, 1972), tambin hacia el mismo lado. Lo depresivo le puede dar su
excelente manejo del sentido comn, mientras lo obsesivo le puede regalar
fortaleza del Yo y capacidad de imponerse en la vida cotidiana. Y a la
personalidad melanclica, con su irritante virtuosidad, con esa rigidez en el
cumplimiento de los deberes, con ese casi inhumano olvidarse de s-mismo, no
le hara bien un poco de vuelo metafsico al modo del esquizoide o de frivolidad y
libertad ante normas y valores, como el histrico?

En las personalidades anormales y/o trastornos de personalidad, y a diferencia de


las psicosis declaradas, sean stas orgnicas o endgenas, el grado de forzosidad
de sus manifestaciones nunca es total, o, dicho en otras palabras, ellos conservan
siempre un grado importante de libertad, a la cual deber recurrir el psiquiatra en
sus afanes modificadores. Pero ser siempre un error el orientar al paciente a una
mera adaptacin a ese inexistente trmino medio. Por el contrario, deber
resaltrsele toda la positividad de sus rasgos pretendidamente anormales, pero de
tal manera que se le haga claro el camino a recorrer en la direccin contraria,
hacia su polo opuesto, que no le es tan ajeno, porque de algn modo arranc
antes de l; de algn modo est todava en l. Y entonces esperar que los pasos
madurativos lo vayan acercando ms y ms al centro de la polaridad, a la medida,
al metron o norma griega, sin jams perder la esperanza, porque como dice la
vieja sabidura de Herclito:

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(A la larga) lo fro se calienta, lo caliente se enfra,


lo hmedo se seca y lo seco se humedece (Frag. N 126).

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