Los Trastornos de Personalidad Desde Una Perspectiva Fenom PDF
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FENOMENOLGICA
Otto Drr Zegers*
Introduccin
en el campo de la
Profesor Titular de Psiquiatra de la Universidad de Chile, Jefe de Servicio del Hospital Psiquitrico de
Santiago
categoriales
recprocamente
excluyentes...
la
frecuencia
de
Otros autores, como Widiger y Sanderson (1995), han hecho incluso algunos
clculos aritmticos que ponen an ms de relieve la arbitrariedad de los
diagnsticos categoriales en el mbito de los trastornos de personalidad. As, ellos
sostienen que hay 93 formas posibles para cumplir con los criterios del DSM-III-R
para personalidad limtrofe y 149.495.616 formas diferentes de cumplir con los
criterios del DSM-III para la personalidad antisocial. Y sin embargo, hay una sola
categora diagnstica que rene a todos estos casos diferentes. Por cierto que no
se trata de crear una categora para cada una de las millones de combinaciones
posibles de personalidad antisocial, pero es evidente que no todos los individuos
con este tipo de conducta son semejantes en su sintomatologa y que muchas de
las diferencias pueden ser de importancia considerable en la prctica clnica.
Todo lo anterior nos est mostrando una vez ms lo insuficiente que resulta la
aplicacin de criterios categoriales y cuantitativos a realidades complejas, como lo
es paradigmticamente la vida humana. Recordemos el viejo aforismo griego:
Slo lo igual conoce a su igual. En la bsqueda de un mtodo adecuado a la
complejidad de los objetos propios de las llamadas ciencias humanas o del
espritu (Geisteswissenschaften) es que Edmund Husserl (1901) cre la
fenomenologa, inspirado en su propio lema, segn el cual las ciencias humanas
no podrn ser exactas, como las matemticas, pero s pueden y deben ser
estrictas.
La perspectiva fenomenolgica
Lo primero que habra que decir al respecto es que la fenomenologa nada tiene
que ver con lo que la literatura psiquitrica anglosajona llama phenomenology
(DSM-IV-TRTM, 2000). Esta ltima se refiere a la simple descripcin de las
manifestaciones ms visibles de una enfermedad determinada. En rigor ellos
deberan hablar de sintomatologa y no de fenomenologa. El sntoma es el
elemento externo y visible de un contexto o proceso etiopatognico (la
enfermedad) que, en s-mismo, no se muestra. El fenmeno, en cambio, es lo que
se muestra en s (Heidegger, 1927, 1963) y comprende al mismo tiempo al
sntoma que lo anuncia como a la perturbacin que lo subyace. La fenomenologa
no se queda, entonces, en lo que est ah delante (lo ob-vio), sino que intenta, por
medio de la epoch o reduccin, llegar hasta la intimidad de su estructura, hasta
su esencia. Este procedimiento, desarrollado a cabalidad por Husserl, tiene sus
orgenes en la misma filosofa griega, que fundament su episteme en un ir ms
all de la doxa, esa opinin que se basa en el modo como espontneamente se
presentan las cosas al ser humano en su vida cotidiana. Es la aspiracin a
penetrar hasta la estructura interna de lo real lo que distingue al conocimiento
cientfico del conocimiento vulgar. En una primera aproximacin Husserl trat de
investigar el sujeto del conocer, vale decir, nuestro entendimiento mismo; pero
luego se dio cuenta que nada poda saber del sujeto cognoscente sin averiguar
tambin eso por conocer, sea este un objeto natural o un objeto cultural. As l
super en cierto modo los dualismos sujeto-objeto e inmanente-trascendente, al
proponerse investigar los procesos subjetivos del conocimiento junto con aquello
que se nos muestra como objeto en el acto de conocer, a saber, el fenmeno. Y a
este acto lo llam acto intencional. Pero la intencionalidad no es un mero modo
de relacin entre el sujeto y el objeto, sino un rasgo esencial de la conciencia.
Expresado con las palabras de Husserl: En los simples actos de percibir estamos
dirigidos a las cosas percibidas, en el recordar a las recordadas, en el pensar a los
pensamientos, en el evaluar a los valores, en el desear a los objetivos y
perspectivas, etc. (1962, p. 237). Y es debido justamente a esta caracterstica de
la conciencia que nosotros los humanos estamos desde el primer momento con
las cosas
intencional
de
la
conciencia
el
que
le
permite
sta
comportarse
se nos presentan en la experiencia natural a uno solo de sus aspectos. As, por
ejemplo, cuando el qumico se aproxima al agua, l reduce todos sus significados
a la mera composicin molecular: dos tomos de hidrgeno y uno de oxgeno. En
rigor, lo que hace el cientfico natural es proyectar la teora fsico-qumica de la
realidad sobre la totalidad del fenmeno, descartando el resto de los elementos
constitutivos del objeto real. De este modo el qumico no considera la capacidad
que tiene el agua de saciar la sed o de hacer que los campos produzcan frutos y
olvida por completo los simbolismos vinculados a la profundidad del mar o la
importancia de las nubes o la belleza de un lago. Por el contrario, cuando el
fenomenlogo, abandonando la actitud natural, adopta una actitud reflexiva, l
dirige su atencin a la totalidad de las muchas formas en que un objeto es
percibido en la conciencia. En otras palabras: en toda experiencia real
experimentamos ms de lo que la percepcin del mero objeto nos entrega. Esto
fue formulado en forma brillante cien aos antes de Husserl por Goethe (1966, p.
687) en uno de sus aforismos: La experiencia es siempre slo la mitad de la
experiencia. Siempre vivimos ms de lo que vivimos, experimentamos ms de lo
que experimentamos y explorar esta otra parte es la gran tarea de la
fenomenologa. El principio de Goethe, en s-mismo tan similar a los postulados de
Husserl, nos lleva directamente a la obra de Marcel Proust. El profundo significado
de su novela En busca del tiempo perdido (1976) est en el rescate de todo lo
que l experiment en el pasado y vivi en ese momento sin casi tomar conciencia
de ello. Las principales caractersticas de su obra son similares a las etapas
fundamentales del mtodo fenomenolgico: una apertura total a la realidad, una
actitud reflexiva que percibe la realidad como entregada a la conciencia y una
eliminacin progresiva de todos los presupuestos, prejuicios y elementos
accidentales como un instrumento para lograr una visin de la esencia de lo que
se tiene ah delante.
mente
desde
dentro
travs
de
la
inmediata
representacin
categorizar
aquellos
trastornos
psiquitricos
que
no
podan
ser
Ahora, qu es el tipo ideal para Max Weber y luego para Karl Jaspers? Para
Weber (1958) los tipos ideales son constructos por medio de los cuales el hombre
intenta comprender la realidad, pero que no la representan necesariamente. La
construccin de estos tipos ideales la describe Weber con las siguientes palabras:
Un tipo ideal est formado por la acentuacin unilateral de uno o ms puntos de
vista y por la sntesis de una gran cantidad de fenmenos individuales difusos,
respecto al tipo ideal, tiene una serie de ventajas prcticas en comparacin con la
arbitrariedad del diagnstico categorial, que est obligado a decir simplemente:
este trastorno existe o no existe. Y esto porque el clnico se ver obligado a
investigar por qu en ese caso concreto hay elementos del tipo ideal reconocido
que faltan y otros que sobran. Imaginemos un enfermo con un cuadro depresivo,
que en muchos aspectos se aproxima al tipo ideal depresin endgena o
melancola descrito por los clsicos (E. Kraepelin, 1916; E. Bleuler, 1916, 1975;
Tellenbach, 1961, 1983), pero que tiene elementos que no pertenecen a l, como
una extrema sequedad de la piel y un aumento del tamao cardaco, por ejemplo.
El psiquiatra se ver obligado a dar razn de esto que sobra, de lo que no
pertenece al tipo ideal depresin endgena, para lo cual tendr que hacer una
serie de exmenes que en definitiva le permitirn constatar la existencia de un
hipotiroidismo severo. En otros casos habr que buscar la explicacin de lo que
falta. Es el caso, por ejemplo, de un muchacho cuyo cuadro clnico se aproxima al
tipo ideal esquizofrenia de Bleuler (1911), pero que tiene un pensamiento mucho
ms ordenado que lo habitual en estos casos. Una investigacin sobre el estilo de
comunicacin intrafamiliar nos podra poner en evidencia eventualmente que en
esa familia no impera el clsico doble mensaje (double bind) descrito por
Bateson (1971), lo que habra protegido al paciente de la caracterstica
perturbacin de las asociaciones.
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es lo que ocurre con los trastornos de personalidad de los DSM. Justamente por el
hecho de pretender ser tipos reales y no tipos ideales es que adolecen de todos
los inconvenientes que veamos en la introduccin.
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Uno de los elementos que contiene el concepto griego de persona como mscara
es la dialctica entre ser en-s y ser como-s, entre identidad de s e identidad de
rol (Kraus, 1985), entre facticidad y trascendencia. El actor es l mismo y a la vez
el personaje representado. Y esta dualidad era sealada en el teatro griego a
travs de la mscara. Mientras ms se transforme el actor en el personaje
representado, menos ser l mismo, y a la inversa, si se le nota demasiado su smismo se nos perder el perfil del personaje representado. Esta situacin extrema
del actor de teatro se da permanentemente en la vida real, porque jams el
hombre podr tener una identidad absoluta al modo del ser de las cosas, que
reposan definitivamente en su total igualdad consigo mismas. El ser del hombre
est distendido entre un ser-para-s o facticidad (en otra terminologa identidad
del yo) y un ser-para-el-otro, un papel, un rol. Sartre ha caracterizado esta
situacin con una doble negacin: Se es lo que no se es y no se es lo que se es
(1943, 1966). Jams podremos retirarnos hacia un ser sustancializado con una
identidad csica, por cuanto una diferencia ontolgica fundamental nos impide ser
absolutamente idnticos con nuestro respectivo rol (y an), con nuestros valores y
sentimientos, afirma Kraus (1985). Ahora bien, existe una natural distancia entre
el ser-para-s y el ser-para-el-otro, entre el s-mismo y el rol, distancia que es
necesario preservar, porque tanto un acortamiento de ella en el sentido de abolir la
diferencia ontolgica, como un excesivo alejamiento de los dos polos de esta
tensin dialctica entre identidad y no-identidad, son fuentes de enajenacin e
insinceridad. Mantener la adecuada distancia, en cambio, es fuente de vida y de
crecimiento y no, como pudiera pensarse en un primer momento, una trgica
imposibilidad de ser idntico a s-mismo. Ambos elementos de la polaridad se
determinan recprocamente y as, mi facticidad, lo que yo soy como s-mismo, va a
otorgar un sello nico a ese rol colectivo y, a su vez, ese rol, por ejemplo, de
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Todos estos tipos existenciales resultan slo de tomar en cuenta una dimensin
antropolgica fundamental, cual es la llamada diferencia ontolgica entre s-mismo
y rol; pero cabe tambin estudiar el vivenciar y el comportarse de nuestros
pacientes en relacin con otras proporciones o desproporciones. As, en la misma
direccin significativa de la verticalidad se da la proporcin entre altura y
profundidad, tomada esta ltima no en el sentido de profundidad de pensamiento,
sino de arraigo, de enraizamiento. Cabra entonces dividir a las personas entre las
que tienen ms vuelo, ms libertad y aquellas ms apegadas al terruo, a las
tradiciones, al pasado, etc. En el mbito de la horizontalidad se podran distinguir
tambin dos direcciones significativas y considerar como lo normal y lo perfecto la
adecuada proporcin entre ambas. Me refiero aqu a la relacin entre el estar
orientado hacia el avanzar hacia delante, hacia una sola meta y el orientarse ms
bien hacia la diversidad, hacia la amplitud. Estas ltimas personas son ms
morosas y privilegian el gozar el instante, de algn modo enriquecido, que el
cumplir muchas etapas velozmente. En el mbito de la temporalidad tambin se
dan polaridades que requieren ser mantenidas en la adecuada proporcin para
evitar desviaciones y desproporciones. Estoy aludiendo aqu a la polaridad entre el
estar referido al futuro y el estar referido al pasado, entre progresin y regresin.
Conocemos muy bien los problemas que trae consigo la regresin en cualquiera
de sus formas. Pero una progresin excesiva, una tendencia permanente a
entregarse a proyectos sin fundamentos suficientes, puede ser tan negativo como
el quedar preso en conductas regresivas. Pensemos, por ejemplo, en el caso de
esos sujetos ilusos que viven tan lanzados en el futuro que lo que es un mero
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Con esta breve digresin acerca de las proporciones entre las distintas
polaridades en que se despliega la existencia humana y que es necesario
resguardar, pues sus desproporciones dan lugar a la gnesis de distintos tipos
existenciales de personalidad, conectamos con el ltimo captulo de este ensayo
que se refiere justamente a la aplicacin a la psicopatologa y en particular al
estudio de los trastornos de personalidad, de la perspectiva dialctica.
Despus de Herclito fue sin duda Hegel (1958) quien introdujo definitivamente en
la filosofa el pensamiento dialctico y con l la pregunta que nos ocupa, cual es la
de la positividad de lo negativo. Hegel lleg a decir que la negatividad es el
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principio universal de toda vida natural y espiritual (ob. cit., p. 54). Pero tambin
Goethe es un hombre con sensibilidad para percibir las polaridades en su
complementariedad.
Lo ms importante sera comprender que todo lo fctico es ya una
teora (Aforismos, p. 723).
En otro texto hace una verdadera lista de los opuestos, entre cuyos polos se
mueve la vida y que l llama la dualidad de los fenmenos:
Nosotros y los objetos,
la luz y las tinieblas,
el cuerpo y el alma,
el espritu y la materia,
Dios y el universo,
la idea y la extensin,
lo ideal y lo real,
la sensorialidad y la razn,
la fantasa y el entendimiento,
el ser y la nostalgia (p. 707).
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Siempre se ha visto lo negativo de la histeria, hasta el punto de que hoy por hoy el
vocablo es casi un insulto. Si nos acercamos a estos seres sin prejuicios y desde
la perspectiva dialctica antes expuesta, resulta que los rasgos histricos se nos
aparecen en toda su positividad (Blankenburg, 1974). Ya no es la desviacin con
respecto a una presunta norma, ni siquiera el resultado de determinados
mecanismos de defensa neurticos, sino la bsqueda de un modo de ser que
evite la congelacin del proyecto vital en patrones rgidos de conducta, en sobreidentificaciones con muy escasos roles, cuya sola imposibilidad de realizarlos, por
circunstancias ajenas a la voluntad, puede sumir al sujeto en el abismo, como
ocurre con los depresivos, que conforman en cuanto a modo de ser, como vimos,
una polaridad con respecto a la histeria. Esta bsqueda de libertad en relacin con
la asuncin de roles, propia del histrico en su huda de la cosificacin que tiene
lugar en la melancola, es slo una de las positividades que se pueden encontrar
en l. Otra sera la que se nos muestra al contemplar desprejuiciadamente la otra
polaridad: histeria-obsesividad. Mientras el obsesivo vive hacia adentro,
atormentado por sus pulsiones sexuales y agresivas, preocupado de cada uno de
los movimientos internos de su cuerpo, afanoso de establecer en su entorno
inmediato ese orden del que carece su interioridad catica, el histrico se vuelca
hacia el mundo y hacia los otros. No siente su cuerpo interno ni es atormentado
por los instintos, por lo dems dbiles, su vida acontece en el ser-mirado o admirado, dejndose mirar, vale decir, en la superficie; vive en la espontaneidad,
rompe todos los rdenes, maneja a su amao las relaciones interpersonales, y
cmo son amados por sus parejas! Nunca he visto amores ms incondicionales
que los de las parejas de personalidades histricas. Ser esto masoquismo
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mismo y rol slo termina con la muerte, cuando ambos vuelven a ser uno, como
ocurre con los objetos inanimados. Y por psicoptica que sea la personalidad,
siempre hay posibilidades de algn cambio, ya sea por golpes de fortuna, por
amores que remecen profundamente, por conversiones religiosas o por violentos
encuentros con Dios, como le ocurriera al fantico (psicpata?) de Pablo de
Tarso, camino de Damasco. Y estos cambios deben ocurrir en el sentido de la
polaridad contraria. En el caso de la histeria hacia la depresin o hacia la
obsesin, en el caso de la esquizofrenia, emparentada en cierto modo con la
histeria (Drr, 1972), tambin hacia el mismo lado. Lo depresivo le puede dar su
excelente manejo del sentido comn, mientras lo obsesivo le puede regalar
fortaleza del Yo y capacidad de imponerse en la vida cotidiana. Y a la
personalidad melanclica, con su irritante virtuosidad, con esa rigidez en el
cumplimiento de los deberes, con ese casi inhumano olvidarse de s-mismo, no
le hara bien un poco de vuelo metafsico al modo del esquizoide o de frivolidad y
libertad ante normas y valores, como el histrico?
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