Unam - Solo Cuento
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Unam - Solo Cuento
SLO CUENTO
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO
DIFUSIN CULTURAL / LITERATURA
PRLOGO
Por qu publicar una antologa de cuentos en lengua espaola.
De cuentos excepcionales de autores vivos, de distintas tendencias,
edades, intereses temticos y estilsticos cuya nica vinculacin es la
lengua en que escriben. Por qu idear un proyecto esttico, editorial
que rena a escritores, antlogos, crticos literarios, diseadores y
por qu concebir un espacio que albergue ao con ao a especmenes
diversos en ese laboratorio de formas que es una antologa de cuento.
Las razones para no hacerlo son muchas. Las de algunas editoriales
parten de la conviccin de que en un pas de no lectores la
sofisticacin de una forma literaria que requiere de cierta
competencia y de la rara disposicin a escuchar una voz distinta a la
homognea voz que promueve el mercado est destinada a la muerte
sbita. Los intentos de asfixiar un gnero que en nuestra lengua ha
gozado y goza de momentos privilegiados no son pocos. Las revistas
literarias tienden a desaparecer, lo mismo que los suplementos
culturales y mientras esto ocurre, la seccin cultural de los diarios,
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INTERVENCIONES
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SERGIO PITOL
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invitarme
VICENTE LEERO
para
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A LA MANERA DE O'HENRY
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Puta!
Aniceta gir en redondo y lo mir por fin. Valentn se mantena
de pie, balancendose como un mueco de cuerda y tratando de
conservar la vertical. Los ojos inyectados. Las babas, que en sus
arrebatos de beodo emplastaban los cachetes y el cuello de su vieja
cuando trataba de besarla, le escurran ahora por las comisuras de
sus belfos.
Te metiste con el Ojitos!
No es cierto, cabrn!
Y con el pendejo de Paco. No mientas, puta, me lo acaban de
contar!
En ese momento, Aniceta se dio cuenta de que ocurrira lo de
siempre, lo inevitable.
O'Henry sostiene que el escritor no debe adelantar nunca lo que va a
ocurrir en una historia. Y habra que hacerle caso. Lo mismo a su
recelo contra el abuso de las palabrotas, ya lo dije. Los cuentos que
hicieron famoso a O'Henry son pulcros, delicados. Aunque sus
personajes sean de condicin humilde, derrochan decencia, y si el
escritor se ve obligado a utilizar a un vago o a un miserable como
protagonista, lo har hablar correctamente, incluyendo si acaso, por
supuesto, un par de trminos coloquiales del argot popular.
Por buena conducta no haca ms que escribir, a O'Henry le
conmutaron la pena. Sali de la crcel despus de tres aos y se fue a
vivir a Nueva York, donde el New York World le encarg escribir un
cuento a la semana para la edicin dominical. Esos cuentos, que
redactaba puntualmente, con una botella de whisky al lado, le
hicieron ganar ms dinero, mucho ms, que el ganado por sus
antecesores: Poe, Mark Twain, Saroyan, Jack London. En calidad
literaria no est a la altura de ellos ni de los grandes que vinieron
despus Hemingway, Salinger, Carver, pero lo sorpresivo de sus
tramas, el factor azaroso, la habilidad para atornillar las vueltas de
tuerca, todo dentro de una narrativa muy apetecible al gran pblico
lector, le dieron una fama universal que comparti segn los crticos
con su contemporneo ingls: Somerset Maugham. Ambos, no en
balde, incluidos frecuentemente en Selecciones del Reader's Digest.
El primer trancazo fue lanzado con el revs de la mano izquierda,
pero Aniceta logr girar a tiempo la cabeza y el golpe de Valentn slo
alcanz a escocerle el maxilar. Luego vino el empelln.
Como un toro, Valentn embisti su cuerpo contra la mujer y ella
recibi el encontronazo frontalmente, sobre su vientre embarazado.
Cay hacia la derecha, encima del fogn, arrastrando consigo el
comal de los tlacoyos y derrumbndose luego en el piso de tierra.
All empezaron las patadas, una tras otra, una tras otra, con las
puntas de los tenis convertidas en punzones de un taladro que
magullaba sus pechos, su cuello, la cara que Aniceta trataba de
proteger con las manos. Jadeante, siempre frico, Valentn contuvo
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HOGUERA DE LAS
VANIDADES
ENRIQUE SERNA
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LA VANAGLORIA
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A Rosa Beltrn
Recib la mejor noticia de mi vida en un momento de ofuscacin y
rabia contra el mundo. Haba regresado a casa con mi gruesa mochila
al hombro, la camisa anegada en sudor, tan vapuleado por la dura
jornada en el instituto, que apenas tuve fuerzas para levantar en vilo
a mi hijita Natalia, y mientras le daba vueltas en el aire, con un jbilo
artificial de padre modelo, me sent un poco fuera de lugar en esa
escena de felicidad hogarea, como un actor suplente a quien le toca
representar un papel aprendido de odas. No soy un misntropo ni un
enemigo de la familia. Adoro a mi hija y por ella me parto el alma
dando seis horas diarias de clase. Tambin amo a Toa, mi mujer, que
estaba lavando trastes en la cocina y vino a besarme con las manos
chorreando jabn. Alegre, coqueta, apasionada, su calidez afectiva es
el contrapeso ideal para mi neurosis y en cinco aos de matrimonio,
jams hemos tenido un pleito que no pueda resolverse en la cama.
Pero qu le vamos a hacer: a veces el amor asfixia y no pude evitar
una sensacin de ahogo cuando mis dos tiranas se me colgaron del
cuello, como si quisieran apretarme el nudo corredizo del cautiverio.
Ms vueltas, papi, quiero ms, pidi Natalia y aunque nada me
costaba complacerla, esta vez le dije que papi vena muerto de
cansancio.
Echado en el sof con una cerveza en la mano, procur analizar
en fro mi pugna laboral con el padre Dvalos, el subdirector de
secundaria, un severo capataz de la enseanza que me haba cogido
tirria desde mi llegada al instituto, y ahora, por sus lindos huevos,
quera obligarme a fungir como prefecto en mis horas libres, el nico
momento de la jornada en que tengo un respiro para leer. Por haber
defendido mi tiempo libre, esa maana nos habamos enzarzado en
una discusin spera: ya te lo echaste de enemigo, pens, ojo con los
retardos, de aqu en adelante empieza la guerra de golpes bajos. Y si
te corre en mitad del ao escolar, dnde vas a conseguir chamba?
Pinches padres lasallistas, muy hermanos de la caridad, pero cmo le
chupaban la sangre a su personal. Mir con rencor la montaa de
exmenes pendientes de revisin apilados en la mesita central de la
sala. Qu humillante esclavitud, carajo. Yo no haba nacido para esto,
yo haba venido al mundo para escuchar el ulular del viento en los
acantilados ms altos. Hasta me dieron ganas de
salir
a
emborracharme solo en una cantina. Necesitaba fugarme de la
realidad, sacudirme la herrumbre de los hbitos inmutables, cualquier
cosa menos mirar de frente la mediocridad de mi vida.
Te lleg una carta de Mxico dijo Toa, secndose con el
mandil.
Carta de Mxico? me levant intrigado, pues tengo pocos
amigos en la capital y no recordaba haberle escrito a ninguno.
Sobre la mesita del telfono haba un pequeo sobre de color
sepia. Por poco me voy de espaldas al ver el nombre del remitente:
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la sala sirviendo tragos a las visitas, cre advertir que a pesar del
ruido, la gente cuchicheaba a mis espaldas. Advertan acaso que les
estaba escamoteando algo? Los primeros tequilas de la noche me
ayudaron a sobrellevar la situacin, pero mi aplomo se desvaneci
cuando llegaron los invitados ms temibles, Jaime Lastra y Mayra
Velarde, acompaados de sus respectivas parejas. Alta, huesuda, con
una cara equina de institutriz inglesa, Mayra llevaba un conjunto
negro de blusa y pantaln que realzaba la palidez de su rostro.
Reprob de un vistazo la pobre decoracin de mi hogar y frunci el
ceo cuando le ofrec de tomar ron y tequila. Nada de vino? No,
disclpame, aqu somos muy borrachotes. Entonces dame por favor
una agita mineral. Se comportaba como una intelectual del crculo
de Bloomsbury asistiendo a la fiesta de un camionero. Jaime, un
cuarentn re
choncho de pelo entrecano, con el bigote
amarillento de nicotina,
esquiv a los bailarines de salsa con un
mohn de disgusto. Qu esperaba el mamn? Msica clsica? No
era de buen gusto escuchar esos ritmos en una reunin de
intelectuales? Con su actitud deferente, ambos daban a entender que
esperaban de m una gratitud eterna por haberme conferido el honor
de su visita. Los atend con esmero, pues si bien los desprecio como
poetas, no quera darles la impresin de haberme ensoberbecido por
el reconocimiento de Paz. En el rincn de la sala ms apartado del
ruido, formamos un pequeo corrillo para hablar de literatura. Mayra
acababa de leer mi Disparo en la oscuridad (con un ao de retraso,
claro) y reconoci su vala:
Me atrap desde el comienzo la riqueza de tu lenguaje dijo
. Ahora dosificas mejor las imgenes en vez de lanzarlas a
borbotones y encuentras la palabra justa sin dar palos de ciego.
En opinin de Jaime Lastra, mi gran acierto era haber elegido
como forma el versculo bblico, justamente lo que Paz haba
considerado un defecto.
Lo mejor de tu libro es que no le pones diques al canto: al
contrario, dejas respirar al poema, como si pronunciaras un orculo
en duermevela.
Fing sentirme halagado por sus comentarios, pero quin poda
tomar en serio la opinin de ese par de ojetes, que meses atrs no
daban un quinto por m? Era un sapo convertido en prncipe por la
varita mgica de don Octavio? Engaado por su falso compaerismo,
no pude sospechar que ambos haban venido a mi casa en calidad de
inspectores. Lo descubr demasiado tarde, cuando Mayra aprovech
un silencio del tocadiscos para preguntarme en voz alta:
Se puede saber a qu ahora nos vas a ensear la carta?
S, queremos verla la secund Jaime.
De veras, ya ensea la carta, no te hagas rosca exigi mi
amigo Nstor desde la otra esquina de la sala.
Por contagio borreguil, media docena de invitados ebrios
clamaron a coro: Que la ensee, que la ensee!, golpeando sus
vasos con los tenedores, como si exigieran el pastel de una boda.
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escribirme una carta, para encima tener que venir a sacarme las
castaas del fuego. Pero llevaba tres das encerrado en casa por
temor al repudio social, y prefer abusar de su generosidad que seguir
en el ostracismo. Me contest la secretaria del maestro, una mujer de
voz pausada y fra, que me intimid con su elegante diccin.
Don Octavio no est en Mxico. Se fue a dar una conferencia
a Nueva York. Quin le llama?
Le di mi nombre y me apresur a aclarar que llamaba al
maestro para agradecerle una carta.
Quiere dejarle algn recado?
Contarle mis apuros a la secretaria me pareci una falta de
tacto y un riesgo innecesario, pues corra el peligro de que
tergiversara mi historia al referrsela a Paz.
No, gracias, yo lo buscar la prxima semana.
Harto de esconderme como un leproso, esa misma noche me
atrev a dar la cara en la tertulia del caf Leg-Mu. Quiz estuviera
viendo moros con tranchete, pero cuando entr me pareci escuchar
un murmullo reprobatorio y advert que algunos parroquianos se
tapaban la cara con el men para rerse a hurtadillas. Los ignor con
la frente en alto y me dirig a la mesa donde Nstor y Lauro jugaban
al ajedrez. Necesitaba su voto de confianza para capotear esa crisis,
pero estaban tan concentrados en el juego que slo pudimos hablar
de temas inocuos. O fingan estar embebidos en el tablero para no
tener que hablar de mi crucifixin periodstica? Cuando terminaron la
partida, Lauro se march de prisa, alegando que tena una cita con su
amante de turno, la burguesa del retrato. Nunca lo haba visto tan
serio y sospech que me haba cogido mala voluntad. Por fortuna,
Nstor no pudo encontrar una excusa para negarme su compaa, tal
vez porque los perdedores tienden a identificarse con el fracaso
ajeno.
Leste la nota de Enrique Dueas? me abr de capa en
busca de apoyo moral.
Nstor asinti con aire compungido.
Y qu te pareci?
Una patada en los huevos frunci el ceo en sentido
condenatorio. Ese ojete slo estaba esperando un pretexto para
joderte. Pero t te pusiste de a pechito con el rollo de la carta.
Fue un accidente me defend. Cmo poda saber que mi
hija la iba a rayonear?
Mira, Juan Pablo, conmigo no tienes que hacerle al cuento
Nstor sonri con un aire cmplice. Soy tu amigo y puedes
hablarme al chile. Cmo se te ocurri inventar esa mamada?
Tampoco t me crees? di un puetazo en la mesa. Paz
me escribi de verdad, te lo juro por mi madre!
Mi tono de voz y la volcadura del cenicero provocaron
murmullos en las mesas vecinas. Lo que me faltaba: otro papeln en
pblico. Nstor aspir con serenidad el humo de su cigarro, como un
psiquiatra acostumbrado a lidiar con mitmanos.
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hienas. Pero esa misma noche, cuando volva a casa con Toa
despus de ir al cine, las noticias del radio troncharon mis ilusiones:
un incendio provocado por un cortocircuito haba causado graves
destrozos en el departamento de Octavio Paz, dijo el locutor, y
aunque el poeta y su esposa estaban ilesos, las llamas haban
consumido buena parte de su biblioteca. Mientras durara la
reparacin de los daos, la presidencia de la Repblica se encargara
de brindarle un digno alojamiento al poeta. En esas circunstancias
habra sido una falta de tacto empecinarme en buscarlo. Y aunque
tuviera esa cara dura, cmo localizarlo ahora, si haba perdido sus
seas? El hado malfico que haba movido la mano de mi hija segua
actuando desde las sombras. No tena ms remedio que resignarme a
la deshonra pblica por tiempo indefinido y aguantar las bofetadas
como un payaso impotente.
Antes de obtener el reconocimiento de Paz, cuando era un don
nadie con la dignidad intacta, haba pedido una de las becas para
jvenes poetas que otorga el Instituto Estatal de Cultura. Una semana
despus de haber escuchado la noticia del incendio, la lista de
ganadores sali publicada en todos los diarios de Torren. Yo no
figuraba en ella, por supuesto. Era un insulto previsible, y sin
embargo me sent como un hroe de guerra despojado de sus galones
por una corte marcial inicua. Para empezar, ninguno de los jurados
del instituto tena en su currculo un logro como el mo. En todo caso,
era yo quien deba calificarlos a ellos. Cmo se atrevan a poner en
duda mi calidad literaria, avalada nada menos que por un premio
Nobel? Pero claro, a los ojos del mundo yo era un vil estafador, un
arribista de la peor calaa. Despus de padecer tantas humillaciones,
ni un santo hubiera logrado mantener la ecuanimidad. Hurao,
susceptible, predispuesto al odio, imparta clases con un nimo
belicoso que se reverta en mi contra. Imponer la disciplina en clase
me costaba cada vez ms trabajo, y por recurrir en exceso a los
castigos severos, los alumnos me estaban perdiendo el respeto. No
ponga tantos reportes, me regaaba el padre Dvalos, tiene que
imponer su autoridad sin recurrir todo el tiempo a las medidas
represivas. Tena razn, pero despus de mi rpido ascenso y mi
estrepitosa cada, no poda volver a ser el profesor alivianado de
antao, porque ahora me senta un prncipe reducido a la
servidumbre.
No slo le cobr ojeriza a los nios del instituto, sino a mi
pequea pintora de brocha gorda. Es doloroso admitirlo, pero las
cabriolas, las carantoas y los dislates verbales de Natalia dejaron de
hacerme gracia. Responda con frialdad a sus arrumacos, el da de su
festival de danza hawaiana prefer quedarme a ver el futbol en casa,
olvid poner dinero bajo su almohada cuando se le cay un diente, y
Toa tuvo que decirle que el ratn estaba de viaje. No era tan ciego ni
tan idiota para creer que una nia de tres aos tuviera la maligna
intencin de arruinar mi carrera literaria. Ms culpa tena yo por haber
dejado la carta a su merced. Pero mi negligencia no era un hecho
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FERNANDO IWASAKI
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GERARDO SIFUENTES
GERARDO
SIFUENTES (Tampico,
Mxico, 1974).
Ingeniero industrial. Sus cuentos se encuentran
desperdigados en varias antologas de ciencia ficcin,
gnero que le ha valido premios como el Kalpa (1998),
Philip K. Dick (1998), y el Vid/MECyF (2001). Autor de
los libros de cuentos Perro de luz y Pilotos infernales.
Sobre este ltimo, Xavier Riesco Riquelme apunt: "Un
libro posmoderno y alucingeno. Una visin del mundo
a medio camino entre el ciberpunk y la demencia (no
sern lo mismo?). Cinco narraciones que son otras
tantas visiones al mundo de ahora mismo. Es un libro
de pequeas revelaciones, una detrs de otra. Sobre
nada importante pero s muy esclarecedor. De hecho,
sobre cosas que sabemos pero tendemos a olvidar
hasta que nos las presentan otra vez [...] Desdeando
la evolucin del subgnero hacia narrativas heroicas y
juegos de ordenador de consumo masivo, Sifuentes
hace un bonito corte de mangas lingstico y formal".
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HACIA LO IGNOTO
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CLARA OBLIGADO
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EXILIO
A Juan Ignacio Isaguirre
El 5 de diciembre de 1976 llegu a Madrid, procedente de Argentina.
Lo hice en un avin de Iberia, que tom en Montevideo, por el temor
que me producan las constantes desapariciones en la frontera. Sal
vestida de verano, como si fuera una turista que se dirige a las playas
del Uruguay y, dos o tres das ms tarde, me sub al avin que me
llevara a Espaa, donde era invierno. Me despi
dieron mi padre y
mi hermana. Tard seis aos los que dur la dictadura en poder
regresar al pas.
El 5 de diciembre de 1976 llegu a Madrid aterida de fro. Vena del
verano y la tristeza y la falta de sol fueron el primer impacto. Tena
una prima aqu, que haba venido haca unos meses con una beca. No
acudi a buscarme al aeropuerto, ms tarde dej de recibirme en su
casa porque me consideraba peligrosa. Yo pens que una persona que
teme slo por s misma aun a miles de kilmetros del peligro es
alguien con quien no vale la pena mantener ninguna relacin.
Llegu a Madrid y, como no conoca a nadie, el taxista me recomend
el hotel Mnaco, un hotel en el que descargaba probablemente a
todas las latinoamericanas con aspecto de despistadas como yo, y
que segn l lo nico que necesitaban era un hombre mayor que
las mantuviera. El hotel tena un Cupido de escayola en la entrada,
luces verdosas y una habitacin en suite, separada con cortinas de
raso. Madrid era una ciudad triste en la que los serenos controlaban la
entrada de las casas, donde los colores eran oscuros. A pesar de la
muerte de Franco, el franquismo estaba vivo; todava no se haban
celebrado las primeras elecciones generales. No recuerdo qu so
esa noche, al da siguiente conoc a un seor en el bar que me dio
trabajo en su empresa inmobiliaria. El seor vesta traje azul un poco
antiguo y tena unos bigotes finos que dejaban al descubierto unos
labios carnosos algo hmedos. Venda unos apartamentos que me
parecieron feos, con papeles saturados de colores y muebles de mal
gusto. Todo en Madrid me pareca detenido en el tiempo. A causa del
exilio, siempre he tenido miedo a cambiar de vida as que, como
profetizaba el taxista, me hice amante del seor de la inmobiliaria,
que result ser una buena persona y, muchos aos ms tarde, me
regal un piso. Y aqu estoy, trabajando en su oficina, a la espera de
jubilarme.
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pero que haba llegado aos antes. Como si aquello les diera
prestigio.
Cuando le di la noticia, mi amiga no llor sino que me dio la
espalda y se qued mirando largamente por la ventana. Luego me
ofreci su casa. Aqu, insisti, encontrars algo. Ella conoca a gente
importante, pero me daba igual. Yo acababa de terminar la
carrera y no estaba preocupada por mi futuro, mi nico futuro
posible se concentraba en la idea de volver. Volver. Y volv a
Madrid, sin ser consciente de que estaba retornando a ninguna parte.
Slo llevaba en la valija ropa de verano, nueve kilos de equipaje
apenas, para despistar si me revisaban en la frontera. El plan era
quedarme dos o tres das en un hotel en Uruguay y tomar luego el
avin de Iberia a Madrid. La primera noche la pas tranquila. Me
acost temprano, apunt las cosas que poda hacer en cuanto llegara
a Espaa, luego me dorm. La segunda noche, en cambio, estaba muy
nerviosa, as que baj al bar del hotel. Soy casi abstemia, pero la
ocasin peda a gritos una copa as que, a eso de las doce, estaba
bastante alegre. Pusieron msica y un hombre joven, ms o menos de
mi edad, me sac a bailar. Por qu no, me dije, no me va a pasar nada
peor de lo que me est pasando, y me dej abrazar por l. A eso de
las dos estbamos juntos en la cama. Yo no s si fue la mezcla del
miedo con el placer, pero nunca practiqu el sexo con tal
vehemencia. A mi amigo tambin le pas algo as, porque a la
maana me propuso que siguiera con l de viaje. Tambin se estaba
escapando de lo que pasaba en Argentina, me dijo, pero prefera
perderse por el continente. Pens que tena razn, as que le dije a mi
padre y a mi hermana que haba decidido cambiar de planes. Ellos se
pusieron furiosos, y con razn, porque semejante lo para salirme con
esto, con el pasaje comprado, pero a m el deseo y el miedo no me
dejan pensar, as que agarr mi valija con la ropa de verano y me sub
a un mnibus que nos llev a Brasil. Aunque menos que Buenos Aires,
Brasil y Uruguay eran, entonces, pases peligrosos. Hubo un plan
entre los militares de los pases vecinos que se llam el Plan Cndor y
que consista en ayudarse a atrapar o a asesinar lo que ellos llamaban
subversivos. As que en Brasil no estaba tranquila, y Alejandro l se
llamaba
Alejandro tampoco, porque en esos aos y en esos
pases ser joven y de izquierda poda costarte la cabeza. Alejandro era
de izquierda, igual que yo, estudiaba arqueologa y adems
portbamos la aventura en la sangre, por todo esto nos llevbamos
bien. Y claro, el sexo. As que seguimos juntos hacia el norte. Yo con
mi ropa de verano, porque nada ms pude comprar en esos meses,
apenas comida y una pensin donde baarnos cada tanto mientras
trabajbamos en lo que podamos y practicbamos el idioma.
En Tanzania pas dos aos, y no me arrepent. Lo de la radio me daba
poco trabajo, se viva con nada y la gente me gustaba mucho, era la
ms guapa que hubiese visto jams. Aprend a vivir de otra manera
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IGNACIO SOLARES
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LA INSTRUCCIN
Para Jos Emilio Pacheco
Si tenemos capitn, importan las prohibiciones?
JULIO CORTZAR, Los premios
En el puente de mando, atrs de la ventanilla de grueso cristal
violceo, el capitn contempla un mar repentinamente calmo, de un
azul metlico que parece casi negro en los bordes de las olas, los
mstiles de vanguardia, el compacto grupo de pasajeros en la
cubierta de proa, la curva tajante que abre las efmeras espumas.
"Mis pasajeros", piensa el capitn.
Apenas un instante antes algo as como en un parpadeo
dejaron atrs el puerto, que se les perdi de vista como un lejano
incendio.
El barco cabecea dos o tres veces, con suavidad.
Yo, la verdad, capitn, cada vez que salgo a alta mar siento la
misma emocin de la primera vez le comenta el contramaestre, un
hombre de pequea estatura, sonriente y de modales resbaladizos.
Cmo dice el poema de Baudelaire? "Hombre libre, t siempre
aorars el mar." Pues yo lo aoro hasta en sueos. El puro aire salino
y yodado me cambia la visin del mundo. Como si fuera una gaviota
suspendida en lo alto del mstil, y desde ah mirara el horizonte.
Temo que un da esta emocin se me agote, usted me entiende. El
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aparece
"rumbo
desconocido",
porque
entonces
toda
la
responsabilidad recaera sobre usted. Supe de un capitn que
malinterpret las instrucciones que se le daban... y una chispita de
irona brilla en los ojos del contramaestre. Bueno, no exactamente
que se le dieran las instrucciones, sino que l deba adivinarlas en un
papel como ste. Las malinterpret y zozobr a los pocos das de
haber zarpado. Otro ms se desesper tanto ante la confusin de las
instrucciones que lanz el trozo de papel por la borda. Lo nico que
consigui fue que pocas horas despus se pararan las mquinas del
barco y no pudiramos volverlas a echar a andar por ms intentos
que hicimos las aletas de la nariz se le dilatan y respira
profundamente. O, en fin, me contaron de un caso an ms grave,
porque la irresponsable y manifiesta desesperacin del capitn
provoc enseguida que una enfermedad infecciosa de lo ms rara se
declarara a bordo.
Pero, quin puede asumir unas instrucciones que no se le
dan con suficiente claridad? pregunta el capitn al tiempo que se le
marcan las comisuras de los labios, en un gesto casi de asco.
Creo que ste es el punto ms delicado que enfrentar usted,
por lo que me ha tocado ver. Hay capitanes que con muchas menos
palabras en su instructivo toman una actitud tan decidida que as se
lo hacen sentir a la tripulacin y a los pasajeros. La respuesta por lo
general es de lo ms positiva. En cambio he visto a otros que al
titubear provocan un verdadero motn a bordo y no ha faltado la
tripulacin que se subleva y toma el mando de una manera violenta,
con todas las implicaciones que ello significa para el resto del viaje.
Y los pasajeros?
Con los pasajeros ms le vale tener un cuidado supremo.
Porque si no estn de acuerdo con sus decisiones, una queja por
escrito a nuestras altas autoridades puede costarle a usted el puesto,
lo cual significara que ste fue su debut y despedida como capitn de
un barco. Pueden hasta fincarle responsabilidades y
demandarlo.
Supe de un capitn que tard aos en pagar la demanda que le
pusieron los pasajeros por daos y perjuicios.
Dios Santo.
Empezarn por cuestionarle el rumbo que tome. Si va usted al
Sur, le dirn que ellos pagaron su boleto por ir al Norte. Le van a
blandir frente a la cara sus boletos, preprese. Pero si decide cambiar
de rumbo e ir al Norte, ser peor porque no faltarn los que, en
efecto, prefieran ir al Sur, y lo mismo, van a amenazarlo con quin
sabe cuntas demandas. Otro tanto le suceder con las escalas que
realice. Nunca conseguir dejarlos satisfechos a todos, y ms le vale
tomar sus decisiones sin consultarlos demasiado. Simplemente
anncielas como un hecho dado, y punto. O sea, partir de que los
pasajeros nunca saben lo que en realidad quieren y tomar las
decisiones por encima de ellos, por decirlo as.
Y si definitivamente no estn de acuerdo con esas
decisiones?
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{viajes/encuentros y desencuentros}
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EL REHN
Me llam la atencin el anillo que llevaba en el dedo anular de la
mano derecha: una gruesa argolla de oro salpicada de pequeos
diamantes. Era ostentosa y femenina y, en la mano del hombre que
se sentaba en la fila de enfrente, no muy lejos de m, pareca fuera de
lugar. Los mocasines afables. La perfecta raya en el pantaln de lana.
El saco de corduroy. El cuello. El mentn bien rasurado. Slo desvi la
vista cuando me percat de que lloraba. El sobrecogimiento cuando
eso sucede: ver a un hombre llorar. Recargaba la frente sobre los
dedos de la mano izquierda, tratando sin duda de cubrirse el rostro,
pero eso no impeda que se notara la humedad alrededor de los ojos,
el recorrido vertical de las lgrimas. Fing ver hacia la gran ventana
con el hasto de quien espera un vuelo retrasado y, cuando eso no
funcion, abr un libro. Me pregunt muchas veces mientras intentaba
leer una de sus pginas sin conseguirlo si haba puesto el libro en la
maleta de mano para eso, para fingir que no vea a un hombre llorar
en un aeropuerto casi vaco al filo de la madrugada. En realidad no
poda ver otra cosa. Me incorpor con la intencin de caminar por los
pasillos alumbrados y solos y, por eso, me sorprend cuando, en lugar
de avanzar hacia la derecha, di un par de pasos a la izquierda y le
roc el hombro.
Necesita agua? le pregunt.
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que abra la boca para ofrecer una nueva explicacin, nos baaba con
el aliento viciado de alguien que no ha comido en das.
Parece que terminaremos pasando toda una vida aqu dijo el
hombre, ensayando un humor triste, a medias derrotado.
Es el clima repiti la encargada una vez ms, apenas
compungida. Causas fuera de nuestro control.
Desde el ltimo cuarto del que no poda salir, me pregunt si
existan otras causas. Otro tipo de causas. Si exista algo que en
realidad estaba o pudiera estar bajo nuestro control. El clima. Los
corazones que aparecen sobre el pavimento. El llanto. Una parvada
de pjaros que graznan, enloquecidos. Hnjko. Jsartv. El amor.
Toda una vida juntos aqu repiti el hombre cuando la
encargada hubo partido. Suspir. En ese momento el silencio en el
aeropuerto vaco fue total. La luz, esa luz. El reflejo. Abr la ventana.
La oscuridad. Luego regres el eco de la aspiradora, el rumor de
algunos pasos.
Llevamos toda una vida juntos susurr. Toda una vida
juntos, aqu se seal las venas en la parte posterior de las
muecas. Luego volvi a colocar las yemas de los dedos de la mano
izquierda sobre su frente y, una vez ms, fue incapaz de ocultar lo
que haca: algo ntimo e impostergable y vergonzoso. Algo roto a la
mitad.
Nunca le pregunt cmo haba llegado ah. Tampoco le pregunt su
nombre o su edad. Durante todo ese tiempo, me limit a hacer lo que
me peda: describirle mi cuarto, hablarle de la casa, contarle historias
que acontecan en lugares muy lejanos y raros. Un aeropuerto. Un ro.
Una playa. Cuando terminaba, cuando todo volva al silencio inicial,
regresaba a travs del pasillo al mundo real. Me colocaba bajo las
ramas del ciprs hasta que el graznido de los pjaros me obligaba a
correr. A veces corra alrededor de la cuadra, buscando su casa.
Tratando de identificarla. Todas me parecan igual: eran
construcciones slidas en cuyos jardines de buenas dimensiones
crecan rosales y geranios. Casi todas tenan un rbol de tronco
grueso en cuyas frondas vivan, pegadas las patas a sus ramas, los
mismos pjaros. A veces slo corra por correr. Corra para escapar sin
saber, en realidad, por qu querra hacer algo as. Corra hasta que el
aire explotaba dentro del cuerpo y los pies se volvan ligeros y, en
lugar de correr, levitaba. Eres real, quera decirle. Para eso lo
buscaba, para decirle que haba un mundo fuera del ltimo cuarto de
la casa. Que el ro y el aeropuerto y la playa eran reales. Que yo lo
era.
Hay un hombre que llora en un aeropuerto, le repeta. Trataba de
consolarlo mencionando que incluso alguien mayor, un hombre adulto
y de traje que, adems, se trasportaba en avin, poda hacer aquello
que l estaba haciendo: llorar. Pensaba que su debilidad o su terror,
as, podran adquirir dimensiones humanas. Algo conmensurable.
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pies hasta la columna, por los muslos, por los brazos. La pregunta
entre risas del no mames, wey, pa dnde est el coche. Y la risa que
sigui despus de que cada quien sealara una direccin diferente.
Atisbo de miedo. Pero la risa y la moda del consenso nos llevaron a
tomar la direccin que quedaba en medio de los vectores de las
manos.
No mames, wey, como que ya se me subi el pinche
whisquito.
Chingn, no? A ver si llegando pedo, ahora s me animo a
tirarle sus cantadas a la Alicia.
Seguimos andando pero de mi cochecito ni la sombra. Cada vez
era ms complicado distinguir los objetos a distancia. En el cielo iban
apareciendo las estrellas y se mudaba del azul al negro. Tampoco se
miraba luz alguna a la redonda, slo desierto.
Chale, ca'on, creo que ya estoy pedo. T noms aguado para
que en cuanto veas una mancha blanca, ah nos vamos tendidos.
Coche! 'On' 'ts, cabrn?
Pinche coche culero que no responde, ed?
Ei.
Y sigui sin responder mientras la luna era eructada por un
cerro y no te separes, wey, que ahora s no se ve casi ni madres.
Detrs del horizonte el reflejo de la olla de luz regiomontana. En lugar
de llegar a la brecha donde estaba estacionado el auto, nos
encontramos contra un lienzo de alambre de pas. Tomamos otra
direccin. Volver a caminar. Se obscureca. Se hizo obscuro. La luna a
un cuarto haca posible ver a dos metros de distancia. Ni una
veredita, nada. Pero con el alcohol la vida es ms sabrosa y nos
reamos. Cada quien contaba de alguna otra ocasin en que se
hubiera perdido, casi siempre era en ciudades, entre edificios, salvo
una vez en que Roberto se perdi en una milpa y otra en que yo me
perd por los bosques de Tapalpa y termin empachndome con
zarzamoras para matar el hambre.
Pas de la preocupacin por dejar plantada a Alicia a rerme
porque no me iba a creer que me haba perdido en el desierto y all
iba a terminar el pedo, adis a la posibilidad de cogrmela como
conejitos. El ensayo del racismo no me tena con pendiente pues an
faltaban muchas horas y el examen de electrnica me importaba
tanto como el consumo de protenas en Lituania. Luego encontramos
una vereda y nos fuimos por ella bajo el supuesto de que todos los
caminos llevan a Roma, a la brecha principal.
Se ven chidas las estrellas, no?
Simn, aunque se veran mejor si no hubiera luna.
Ei. Por qu crees que a la banda le da por pensar en Dios
cuando ve las estrellas?
Tal vez porque se sienten chiquitos y como siempre les han
enseado que lo pueden todo, al toparse con algo tan grande, tienen
que suponer que debe de haber alguien ms que pueda con ello, que
sea su autor.
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Qu cagado, no?
bamos tranquilos, confiados en que la vereda nos llevara a la
brecha. Pero la vereda noms lleg a un pramo peln donde no
continuaba a lugar alguno.
No mames, wey, ahora s que estamos bien perdidos. Ja ja ja
ja.
Je je je, a huevo. Ahora para dnde.
Pos pa' donde chingados sea. T tienes alguna idea de dnde
est el coche?
Nel. Je je je.
Ja ja ja. Ni yo tampoco, wey, ya valimos verga.
Y otra vez a caminar entre las gobernadoras, a decirnos de
cosas hasta que se nos acab la pltica y nada ms quedaba caminar,
darles vuelta a los asuntos propios del silencio. La euforia del whisky
se pasaba y nos iba cercando el vaco. Entonces escuchamos un
ladrido de perro y, como un perro siempre es seal de civilizacin
cercana, nos dirigimos al lugar de donde provena. Ladraba el perro,
caminbamos. Comenc a sentir sed pero no dije nada al respecto
para no empezar con la desesperacin. Ladraba el perro. En un
momento de entusiasmo repentino decidimos correr pero la poca
visibilidad y los araazos nos hicieron desistir. Lo malo del asunto es
que, no obstante los ladridos, no se vea bombilla elctrica alguna.
La sed sigui in crescendo y las piernas comenzaban a dar de
s. Cmo ser morir en el desierto, esperar entre desmayos a que
lleguen los zopilotes, las hormigas, las ratas. Dear Hemingway, I was
thinking about your snows of Kilimanjaro cuando me dieron ganas de
rascarme un huevo. En eso, oh s, una lucesita. Ah, derecho. Ha de
ser de una casa, ya la hicimos. A huevo. Y las platicas que llegaron
con la alegra de volver a Monterrey y cenar unos tacos de barbacoa,
decidir entre las taqueras posibles: cuntos vas a querer.
Conforme nos bamos acercando comenzamos a escuchar
voces. Mejor an, as no tendramos que despertar a nadie. Tal vez
hasta nos invitaban a cenar y acaricibamos al perro salvador. Pero
no nos invitaron ni un carajo. De hecho, cuando llegamos, las seoras
se metieron a la casa con los nios y un par de rancherotes muy
amables nos preguntaron que qu chingados queramos. Y ah
estuvimos de sumisos: buenas noches, cmo llegamos al camino.
Cul camino, pela'os.
Bueno, a Las Azufrosas.
Denle para all. Y rapidito, pela'os, porque se ve que ustedes
no son de por aqu y como que no me agrada verlos.
Es que andamos perdidos.
Eso dicen todos.
Gracias, con permiso.
Y mucho cuidado que si me entero que hacen alguna tontera,
aqu los ajusticiamos y los dejamos en pelotas amarrados de un
tronco.
Con permiso, gracias.
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A RONCHAMP
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Para Constanze en su
cumpleaos 21
Con su mochila al hombro Paloma desciende del tren en el pequeo
pueblo de Ronchamp, que ni siquiera tiene una estacin propiamente
dicha sino simplemente un andn, imaginando que tan pronto pise la
calle la capilla se le revelar como una aparicin. Dispone de muy
poco tiempo y se siente tan tensa que no se explica por qu no la
alcanza a ver.
Sali desde Pars, en un arranque de decepcin y rabia,
aprovechando que su rail pass le permita viajar sin costo.
A las seis de la maana ya se encontraba en Dijon. De acuerdo
con sus horarios el tren a Belfort no saldra sino hasta las nueve as
que an dispona de tiempo para vagar por ah. En la estacin se
compr una botellita de jugo de naranja y un sndwich, bueno lo que
los franceses llaman un sndwich: una baguette, una pelcula de
mantequilla y una rebanada casi transparente de jamn que apenas y
se siente entre las dos gruesas tapas de pan y sali a recorrer la
ciudad. Qu trabajo abrir tan desmesuradamente la boca para
comerse un triste sndwich. A cada mordida se vea en la necesidad
de beber un poco de jugo para poderse tragar el bocado seco y
pastoso. Era domingo y a esas horas haba poqusima gente en la
calle. Tres horas son mucho tiempo para perderlo en una ciudad en
donde todo est cerrado. As que con muchsima calma se dedic a
mirar las vitrinas de las epiceries donde vendan la famosa mostaza
del lugar y las pequeas libreras y papeleras su perdicin as
como las tiendas de ropa, las vinateras, las tiendas de antigedades
y las de regalos y curiosidades. Mientras haca su recorrido se
acordaba constantemente de que su viaje haba obedecido a dos
cometidos principales: el primero huir de lo odioso que pueden
resultar los domingos en Pars cuando se est deprimida; el segundo
conocer aquella capilla de la que mucho le haban hablado y que
tanta ilusin le causaba. Se entretuvo propositivamente durante ms
de dos horas hasta que se meti a la catedral donde estaban
oficiando misa, matando literalmente el tiempo para no tener que
esperar en la estacin y quedarse pensando en lo que le haba
ocurrido. Trat de seguir la misa recordando sus viejas oraciones pero
a menudo se distraa y volva a pensar en l, as l, porque no quera
pronunciar ni mentalmente su nombre. Tan pronto termin la misa
decidi regresar. Volvi a la estacin del tren de Dijon, se quit la
mochila para descansar y sac su libro, El manantial, para leer
mientras esperaba. Cmo pesaba su mochila! Y es que claro, como
haba salido en un arranque de desesperacin sin saber muy bien ni a
dnde ira ni cunto tiempo tardara all meti todo cuanto se le
ocurri: desde sus mudas de ropa y camisetas hasta la secadora de
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JUAN VILLORO
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COYOTE
El amigo de Hilda haba tomado el tren bala pero habl maravillas de
la lentitud: atravesaran el desierto poco a poco, al cabo de las horas
el horizonte ya no estara en las ventanas sino en sus rostros,
enrojecidos reflejos de la tierra donde creca el peyote. A Pedro le
pareci un cretino; por desgracia, slo se convenci despus de
hacerle caso.
Cambiaron de tren en una aldea donde los rieles se perdan
hasta el fin del mundo. Un vagn de madera con demasiados pjaros
vivos. Predomin el olor a inmundicias animales hasta que alguien se
orin all al fondo. Las bancas iban llenas de mujeres de una juventud
castigada por el polvo, ojos neutros que ya no esperaban nada. Se
dira que haban recogido a una generacin del desierto para llevarla
a un impreciso exterminio. Un soldado dormitaba sobre su carabina.
Julieta quiso rescatar algo de esa miseria y habl de realismo mgico.
Pedro se pregunt en qu momento aquella imbcil se haba
convertido en una gran amiga.
La verdad, el viaje empez a oler raro desde que Hilda present
a Alfredo. Las personas que se visten enteramente de negro suelen
retraerse al borde de la monomana o exhibirse sin recato. Alfredo
contradeca ambos extremos. Todo en l escapaba a las definiciones
rpidas: usaba cola de caballo, era abogado asuntos
internacionales: narcotrfico, consuma drogas naturales.
Con l se complet el grupo de seis: Clara y Pedro, Julieta y
Sergio, Hilda y Alfredo. Cenaron en un lugar donde las crepas
parecan hechas de tela. Sergio critic mucho la harina; era capaz de
hablar con pericia de esas cosas. Avis que no tomara peyote;
despus de una dcada de psicotrpicos que inclua a un amigo
arrojndose de la pirmide de Tepoztln y cuatro meses en un
hospital de San Diego, estaba curado de parasos provisionales:
Los acompao pero no me meto nada. Nadie mejor que l
para vigilarlos. Sergio era de quienes le encuentran utilidad hasta a
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Sergio se detuvo a unos metros, tal vez para que Clara fuera la
primera en abrazarlo. Pedro cerr los ojos, anticipando las manos que
lo rodearan. Cuando los abri, Clara segua ah, a tres pasos
lejansimos.
Qu hiciste? pregunt ella, en un tono de asombro ya
cansado, muy parecido al asco.
Pedro trag una saliva densa.
Qu mierda es esa? Clara seal la piel en su espalda.
Record el combate nocturno y trat de comunicar su oscura
victoria: se haba salvado, traa un trofeo! Sin embargo, slo logr
hacer un ademn confuso.
Dnde estuviste? Sergio se acerc un paso.
Dnde? Dnde? Dnde? La pregunta rebot en su cabeza.
Dnde estaban los dems, en qu rinconada alucinaban esa escena?
Pedro cay de rodillas.
Puta, qu asquerosidad! Por qu? la voz de Clara adquira
un timbre corrosivo.
Dame la cantimplora orden Sergio.
Recibi un fro chisguetazo y bebi el lquido que le escurra por
la cara, un regusto cido, en el que se mezclaban su sangre y la del
animal.
Vamos a quitarle esa chingadera propuso una voz obsesiva,
capaz de decir "chingadera" con una calma infinita.
Sinti que le desprendan una costra. La piel cay junto a sus
rodillas.
Qu peste, carajo!
Se hizo un silencio lento. Clara se arrodill junto a l, sin tocarlo;
lo vio desde una distancia indefinible.
Sergio regres al poco rato, con una pala:
Entirralo, mano y le palme la nuca, el primer contacto
despus de la lucha con el coyote, un roce de una suavidad
electrizante. Hay que dejarlo solo.
Se alejaron.
Oscureca. Palp el pellejo con el que haba recorrido el desierto.
Sonri y un dolor agudo le cruz los pmulos, cualquier gesto intil se
converta en una forma de derrochar su vida. Alz la vista. El cielo
volva a llenarse de estrellas desconocidas. Empez a cavar.
Tir el amasijo en el agujero y aplan la tierra con cuidado,
formando una capa muelle con sus manos llagadas. Apoy la nuca en
la arena. Un poco antes de entrar al sueo escuch un gemido pero
ya no quiso abrir los ojos. Haba regresado. Poda dormir. Aqu. Ahora.
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URBES FANTSTICAS
GONZALO SOLTERO
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MADURO
Melquades slo iba por salsa de soya. No es que fuera mucho mejor
ni ms barata de la que poda comprar en cualquier supermercado,
pero adentrarse en el Barrio Chino, sobre todo en la tienda de Zong,
que siempre tena algo nuevo, le entusiasmaba. Cuando agotaba su
provisin dedicaba una tarde de sbado a remplazarla.
Los dependientes se haban acostumbrado a sus visitas espa
ciadas pero idnticas. El volumen de Melquades lo haca
inconfundible; cada vez que entraba lo vean con resignacin,
sabiendo que pasara por lo menos un par de horas obstaculizando los
pasillos estrechos con su obesidad sudorosa. Revisaba cada anaquel y
las etiquetas llenas de smbolos diminutos e indescifrables, antes de
salir con la botella ms pequea de soya.
Siempre haba alguna cosa nueva que lo haca detenerse varios
minutos a observarla con sus ojillos oscuros, tratando de reconocer,
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EN CASA
Se dice que el estado de sitio ha terminado, pero nadie est seguro.
El toque de queda sigue cumplindose. De vez en cuando suena la
alarma, aunque no he vuelto a escuchar ninguna explosin desde
hace casi un ao.
En el trabajo nadie comenta nada. Yo no pregunto. No s por
qu me levanto tan temprano. El trabajo escasea, el dinero escasea y
no hay nada en qu gastar. Para qu quiero un televisor si cortan
la luz a las ocho, apenas unas horas despus de salir de la
fbrica? Para qu quiero comprar alimentos si el gas se termina
pronto y no lo surten sino hasta haber realizado varios trmites?
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FERNANDO DE LEN
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HOSPITAL
ANTONIO ORTUO
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PSEUDOEFEDRINA
La primera en enfermar fue Miranda, la mayor. Nos contrariamos
porque significaba no ir al cine el viernes, nico da que mi suegro
poda cuidar a las nias. Pese a los estornudos Dina, mi mujer, insisti
en que asistiramos a la posada del kinder. "Es el ltimo da de
clases. Le cuidamos la gripa el fin de semana y el lunes nos vamos al
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Tuvo que volver Mam de Mar del Plata para que la operacin se
decidiera. Primero lo vio un traumatlogo, despus un neurlogo. "Si
no se opera, pierde el pie", le dijeron. Porque Pap y Mam no
queran. "Est pinzado el nervio citico. Le gustara arrastrar el pie
muerto?", le dijeron. Porque saban que no le gustara. "No hay
alternativa", le dijeron. "Hay que operarse." Porque queran ver lo que
tena adentro.
Dos veces hubo pique en Miramar. Una vez fue el da del cardumen.
Era un da de lluvia y estbamos aprovechando para arreglar las
lneas. Me gustaban los nuditos de nailon en los anzuelos. De repente
tocan el timbre y era el Flaco. "Un cardumen en el muelle", dice, y se
va corriendo.
El muelle estaba lleno de gente, erizado de caas. Haba olas
altas. Pap tena miedo de que me pegaran con una plomada en la
cabeza y no me dejaba que me separara de al lado de l. No
tenamos la caa. Estaban los de siempre y muchos ms. Era un
cardumen de pescadilla seguido por un cardumen de anchoas. Ibarra
haba sacado cincuenta y un pescadillas y media: la otra mitad se la
haba comido una anchoa cuando la estaba trayendo. Las anchoas
tenan los dientes filosos y parecan bravas. Las pescadillas eran ms
tranquilas. El cardumen ya casi haba pasado y no vala la pena ir a
buscar la caa.
La otra vez que hubo pique tampoco pudimos sacar nada.
Fue en el concurso de pesca del tiburn en el Pozo Universal. El
Pozo Universal es una playa inmensa, a la entrada de Miramar. Pap
no haba llevado la caa, pero en cambio tena la cmara filmadora y
filmaba lo que pescaban los dems. En la pelcula yo ya no soy tan
chica. Tengo un pulver azul que me queda grande pero que no
alcanza a disimular lo que me est pasando. Tengo un flequillo que
me queda muy feo. Se ven muchos tiburones, casi todos hembras,
preadas. En una escena un chico morocho pisa la panza de una
tiburona y salen seis o siete tiburoncitos todava movindose. l no
aparece en ninguna toma, pero uno sabe todo el tiempo que est ah
noms, del otro lado de la cmara. Y sin embargo, mi pap se muri.
No es increble?
El da anterior, en el sanatorio, nos pidi que lo filmramos. Haban
pasado tres das desde la operacin. A Pap le gustaba llevar el
registro filmado de todos los acontecimientos importantes: el coche
volcado, el asalto a la fbrica, mi varicela. Yo no tena muchas ganas
de filmarlo. Estaba acostado boca arriba, sin poder moverse. Tena
una aguja clavada en el brazo. La aguja estaba conectada a un caito
de nailon que sala de una bolsa llena de lquido, sostenida por un
soporte alto y vertical. Pero Pap se senta mejor y me pidi que le
trajera mazapn.
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ALEJANDRO TOLEDO
Slo cuento
Y DE PRONTO ANOCHECE
Haca ya varios meses que fantaseaba con la idea de asesinar a su
mujer. No era un impulso del todo sombro, ms bien tena curiosidad
por saber qu ocurrira despus del crimen con la casa que habitaban,
a dnde iran a parar los muebles y los objetos reunidos en tantos
aos de convivencia, qu pasara con sus gatos, con sus colecciones
de pelculas, con sus videojuegos, con su ropa, con los cuadros, con el
jardn, con el automvil, en caso de que... En su imaginacin se
saltaba el homicidio en s, que no deba ser estrepitoso ni sangriento.
Acaso slo la ahogara con la almohada o la estrangulara. La sangre
le provocaba nuseas por lo que desde un principio desech usar
cuchillo o pistola.
En tal caso, el cmo hacerlo no importaba. Lo substancial era el
resto, lo que seguira: el silencio posterior, la espera... l, claro,
aguardara en casa. No pensaba huir. Esperara, s. Qu o a quin?
Esto segn las circunstancias en que el asesinato se hubiera dado. Al
amanecer, por ejemplo. Despertaba temprano, antes que ella.
Aprovechara esos momentos de calma. Luego se dara un bao,
escogera no lo mejor de su guardarropa sino lo ms comn, lo de
todos los das. La dejara encerrada en la recmara y se dedicara a
cambiar compulsivamente de canal de televisin hasta hallar algo de
su inters o quedar un poco adormecido.
Aqu se detena, dejaba congelada la imagen. No acertaba a
saber cul sera exactamente su reaccin, cmo se sentira entonces,
luego de haber asesinado a su mujer. Tampoco poda precisar si tema
a la muerte, a la presencia de la muerte, pues sus experiencias al
respecto no eran muchas. Nadie haba agonizado entre sus brazos y
nunca haba tenido que identificar el cuerpo de un pariente o un
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Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
MAYRA SANTOS-FEBRES
Slo cuento
del Caribe, ese pegote de infraestructura primermundista, visin alterada por los sueos 'civilizados' de
las naciones que nos colonizaron, y la experiencia de un
sol, una temperatura emocional, cultural y fsica
diferentes. Tambin me interesa desarrollar un lenguaje
musical que intenta reproducir el tono, la cadencia
conceptual y sonora que se planta frente a lo caribeo
como experiencia profunda (es decir, no vista desde la
ptica de lo 'extico' o lo 'turstico', sino desde una
experiencia compleja e integrada)", declar a Barcelona
Review.
Slo cuento
Slo cuento
lender be", con sus amigos de colegio. El padre del escriba era un
amigo, abogado respetado, tomaba whisky. Aspiraba. Yo le abr la
puerta a l, a su familia, pero todos nos fueron dejando solos, hasta
que lo invit a la biblioteca de la abuela. Le puse los dedos sobre el
lomo.
Horacio me mir y quiso que yo hiciera ms. Abri un libro, me
lo ense. Yo le.
Claudius: "How is it that the clouds still hang on you?"
Hamlet: "Not so my lord; I am too much in the sun".
CUADRO 4
No debi hacerlo. Abrir el libro aquel entre mis manos. Yo era
Gertrudis. Yo era Laertes y Ofelia. Yo era el prncipe vengador.
Hasta ese entonces a m me bastaba con tocar los lomos de esos
libros. Me bastaba con tocarlo (al escriba) sobre los hombros. Hasta
que llamara el Seor Presidente. Siempre (Oh Claudius!) al otro lo
trat de Seor.
CUADRO 5
ste por las palabras. El otro por el poder de su mirada blanca. Mi
carne, nvea, pero impura, se distenda sobre los manteles de la
patria, sobre las mesas presidenciales, en los cocteles de la sociedad
industrial. Mi carne, sonriente, posaba para los sociales de "La
Razn", de "Vanidades", de "Los Tiempos". Yo sonrea pero dudaba.
Qu ruta deban seguir mis aspiraciones? Cul era el camino que
elegiran mis pies? Podra ser otra cosa que los canjes.
"Nymph, in thy orisons/Be all my sins remembered."
Un 14 de febrero, Da de San Valentn, el escriba me dijo que estaba
enamorndose de m. El amor es una aspiracin. Tendra que ver
cunto aire aguantaba ste que se deca ser el amado. Cunto me
podan aspirar sus pulmones.
CUADRO 6
Bajo sus narices:
Con el Seor Presidente
Con su amigo la esperanza del Club Wilsterman
(El escriba acept estudiar en Estados Unidos pues al fin se
haba "ganado" una beca presidencial.)
Con el del Club Universitario
Con su primo. Con mi primo.
(Me instalaron unos pmulos perfectos. Otra llamada del Seor
Presidente.)
Con un amigo del apoderado de los Tigres
Con el ingeniero de Bobinas Indistriales
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Slo cuento
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NEGROS
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Slo cuento
Slo cuento
LA FLORACIN
Mayo 8
9:05
(El capullo est por abrir. Hace diez das que comenz todo, diez u
once segn el director del jardn botnico. A partir de maana, la
planta ser llevada a un pabelln descubierto. Ah podr ser vista por
el pblico. El ciclo ser de veinte das aproximadamente, desde que el
espdice sea visible y hasta que la inflorescencia decaiga.)
Altura (H): 47.8 cm
Dimetro mximo (D): 18.1 cm
Temperatura ambiental (T): 21.2 C (media). Mxima: 29.2 C
Humedad (M): no disponible (posterior consulta con el meteorolgico).
Observaciones: Ninguna.
Al margen:
El peor vuelo de mi vida, sobre todo la ltima hora. Mucha turbulencia
y un capitn nervioso, me parece. Baj del avin mareada y con dolor
de odos. La reservacin que me haba hecho el Instituto no era
vlida. Alguien se confundi. Por fortuna haba una habitacin en el
hotel.
Apenas acomod mis cosas fui en taxi al jardn botnico. Error,
no era demasiado lejos ni tanta la urgencia; la Amorphophallus
titanum an es un tallo parecido a un elote gigante. Saba que tanta
premura era exagerada. Slo prdida de tiempo. Si hubiese llegado
dentro de diez das, en nada habra cambiado el estudio mismo que,
sigo pensando, es irrelevante. Slo cumplo despropsitos, como buen
aprendiz de posgrado...
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Slo cuento
Mayo 9
9:03
(El capullo ha abierto. Son visibles dos centmetros de espdice. La
planta ha sido colocada en el centro de una rotonda, en torno a la
cual ya se despliega cierta actividad. Permiso para el estudio
entregado hoy por el fitlogo jefe del jardn.)
H: 49.9 cm
D: 18.5 cm
T: 21.2 C (media). Mx.: 29.2 C
M: no disponible (posterior consulta con el meteorolgico).
Observaciones: El color del espdice es parduzco, semejante a
madera reseca.
Al margen:
El sujeto encargado de la investigacin en el jardn es pesadsimo.
Cuando me present dijo con cierta tonadilla: "Ah, la chica
entomloga", como si yo le pareciera poca cosa por ser entomloga.
Pero sobre todo me disgust lo de "chica", seguro piensa que soy
inexperta del todo, una aficionada. No me cae bien; creo que ya se
dio cuenta.
Lo que era un mero trmite recoger el permiso para el estudio
entomolgico de polinizacin, se convirti en algo as como un
interrogatorio con este sujeto. Empez por preguntarme nombre y
experiencia pareca que hubiese ido a pedirle trabajo y termin
por cuestionar seriamente el valor del estudio. En eso estaba de
acuerdo, y se lo habra dicho pero no quise darle la razn: me he
empecinado en llevarle la contraria. Tom el documento con una
sonrisa, y sal de su despacho prcticamente silbando.
Acabo de cancelar mis planes para salir esta noche. Llueve a
cntaros. Bajar al bar del hotel a tomar algo. Aunque no parece muy
animado.
Mayo 10
9:06
(El crecimiento se ha acentuado. Al parecer tambin la temperatura
de la Amorphophallus. Han instalado un censor en su base, el exterior
de lo que ser la espata una vez que el espdice est por completo
expuesto.)
H: 55.0 cm
D: 19.1 cm
T: 22.6 C (promedio). Mx.: 30.8 C
T A. titanum: 38 C !!!
M: no disponible (posterior consulta con el meteorolgico).
Observaciones: La temperatura de la planta parece excesiva, quiz
sea una medicin errnea del termopar. A medida que T aumente, se
esperan tazas de crecimiento mayores. En floraciones previas se han
visto velocidades de hasta 20 cm/da.
Al margen:
Le lleg la calentura a la Amorphophallus... algo as habra dicho A. Se
viene la parte obscena del asunto: cuando el falo deforme crece
alocadamente, como cualquier miembro masculino en vas de
187
Slo cuento
Slo cuento
Mayo 12
9:05
(Fase intensa de crecimiento tentativamente establecida. A. titanum
desarrolla 1 cm/90 minutos. Estimacin del equipo de estudio: 1
cm/70 min en el clmax de fase intensa.)
H: 77.9 cm
D: 21.5 cm
T: 23.2 C (promedio). Mx.: 33.0 C
T A. titanum: 38.7 C
M: no disponible (posterior consulta con el meteorolgico).
Observaciones: aspecto sin mayores cambios salvo los dimensionales.
Al margen:
Estoy resfriada. Dolores en hombros y articulaciones; tambin la
cabeza. Debe ser la desvelada de anteanoche. Slo estuve una hora
en el jardn. No me senta bien. A. tiene un remedio para los
resfriados: dormir 12 horas consecutivas a como d lugar, previa
ingesta de aspirina y t. Pero sobre todo el descanso de 12 horas. Son
las cuatro de la tarde, espero poder dormir de corrido hasta que
amanezca. No usar somnferos. A. les tiene desconfianza.
Mayo 13
8:30
(Lecturas de humedad descartadas.)
H: 90.0 cm
D: 22.0 cm
T: 23.6 C (promedio). Mx.: 33.2 C
T A. titanum: 38.7 oC
Observaciones:
Aspecto
sin
mayores
cambios
salvo
los
dimensionales.
Al margen:
Ninguna mejora; an me duele el cuerpo. El remedio de A. fue
interrumpido por la misma A. quien llam ayer alrededor de las 22:00.
Se disculp muy preocupada gran ayuda! y me dio el nombre de
algunos antihistamnicos. Conversamos unos cinco minutos. Antes de
189
Slo cuento
colgar dijo que llamara en una semana. Me gusta hablar por telfono
con A., sobre todo cuando hay mucha distancia de por medio. No s,
me tranquiliza.
No pude reconciliar el sueo. Luego de pensar un poco en A., en
lo que estara haciendo a esas horas, recapacit en lo tedioso que
resultaba el estudio, prdida de tiempo y presupuesto. Ello me llev a
confrontar con disgusto los encuentros con el fitlogo jefe. Si hubiese
determinado echarme, no me habra opuesto, seguro despus el
Instituto conseguira los datos. As pasaron un par de horas; hacia la
medianoche me dorm. No lo suficiente, a las seis ya estaba
despierta, con un ligero dolor de cabeza.
Llegu al jardn muy temprano. Problemas en la entrada. Mostr
el permiso. A esa hora la fenomenal planta era toda ma, casi nadie
haba llegado. Ir ms temprano a partir de maana, as evitar ver
caras desagradables.
Ped en recepcin que no me pasen llamadas, as podr dormir
bien.
Mayo 14
8:15
(Crecimiento constante en el orden de los 10 2 cm/da. Proyeccin
final de 2.6 m aprox.)
H: 102.0 cm
D: 23.3 cm
T: 23.8 C (media). Mx.: 33.6 C
T A. titanum: 38.6 oC
Observaciones:
Aspecto
sin
mayores
cambios
salvo
los
dimensionales.
Al margen:
Bastante recuperada aunque an hay molestias, sobre todo muscu
lares. Definitivamente, llegar temprano al jardn representa un
mejor da en todos los aspectos. La temprana fase en la que est la
planta me deja espacio para trabajar en la redaccin de informes para
el trabajo pendiente sobre Bombus terrestris, por ejemplo, y tambin
para escribir esta bitcora; aunque hoy prefiero descansar.
Mayo 15
8:20
H: 112.5 cm
D: 25.0 cm
T: 23.1 C (media). Mx.: 33.0 C
T A. titanum: 38.2 C
Observaciones: Ninguna.
Al margen:
Como nueva gracias al mtodo de A. Las horas de sueo me han
sentado bien. Saldra a festejar esta noche pero me he propuesto no
hacerlo, en parte por A., en parte porque temo una recada. An as,
ganas no me faltan.
Hoy empezaron a llegar ms investigadores extranjeros para
estudiar la planta. Un grupo de Holanda con bastante y sofisticado
190
Slo cuento
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Slo cuento
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Slo cuento
Slo cuento
del cuerpo que yaca contra mi pecho, sinti el dulce soplo afrutado
de su boca. Galia... musa paradisaca...
Lo del libro era verdad, alguien se lo haba recomendado, el
individuo por el cual sufra. Era La vida de las abejas, de Maurice
Maeterlinck.
Mayo 25
10:13
H: 2.41 m
D: 50 cm
T: 23.5 C (media). Mx.: 34.3 C 0
Observaciones: A. titanum ha expuesto el espdice. Indicios de
emanaciones ftidas. Fase de polinizacin prxima. En espera de
mediciones de temperatura con termopar. Observacin de
polinizadores programada.
Al margen:
Sin haber sido expulsada, el paraso termin para m.
Luego de pasar una noche ms con Galia, ella me ha dicho que
pronto partir. A la pregunta de cundo lo hara respondi
simplemente que maana. Agreg que le haba encantado conocerme
y empez a hablar a la manera de la musa del italiano, con ligereza,
como si nada tuviese importancia, como si nada hubiese ocurrido.
Todo fue un juego para ella, una diversin, un paliativo temporal.
A., que fue modelo, mencion alguna vez lo neutrales que
pueden ser estas criaturas. Ahora lo compruebo. Pese a todo, fing
estar feliz por aquellos das con ella, y me desped prometiendo pasar
a verla esta tarde. Por supuesto, no fui; estuve en el jardn
observando y capturando polinizadores bajo el aura pestilente de la
flor cadver.
Mayo 26
11:14
H: 2.55 m
D: 50 cm
T: 23.0 C (media). Mx.: 33.9 C
T A. titanum: 40.0 C
Observaciones: Clmax del crecimiento. Espdice expuesto por
completo. Inflorescencias femeninas listas para polinizacin, misma
que ser manual. Capturados algunos ejemplares de colepteros
carroeros
e
himenpteros.
Incompatibilidades
con
otros
experimentos han impedido un mejor trabajo.
Al margen:
Amorphophallus titanum en todo su esplendor. La Titn arum ha
atrado a miles de personas al jardn. 56 000 el da de hoy, segn el
fitlogo jefe que parece muy feliz. Este da incluso me salud y me
pregunt cmo iba eso. Le dije que bien. A pesar de su cambio de
actitud, sigue sin simpatizarme. Pero tanto revuelo en el entorno me
ha emocionado a fin de cuentas. Nunca haba visto a la flor cadver,
el espdice parece una estalagmita, o un carmbano de hielo. Aunque
vena estudindola por ms de dos semanas, esto es distinto. El olor a
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Slo cuento
199
Slo cuento
MARIO MENDOZA
Slo cuento
LA REVOLUCIN
Jos divis la casa en el costado izquierdo de la carretera y aminor la
marcha del automvil. Cuando ya haba cruzado la entrada, vir el
timn de nuevo a la izquierda y fren el auto debajo de una garita con
techo de zinc que cumpla las funciones de parqueadero. Esper unos
minutos para estar seguro de que no lo haban seguido, revis el
revlver calibre 38 de can corto y lo escondi entre el pantaln,
descendi del carro sin quitar sus ojos de la carretera
por si vea
algn movimiento sospechoso, y, con cierta naturalidad y desenfado,
se acerc a la puerta principal de la casa con una mochila en la mano.
Toc el timbre y esper. La puerta se entreabri y unos ojos lo
escrutaron desde el fondo.
Soy yo, Jos.
Una voz respondi con firmeza:
Ya s, no estoy ciego.
Gabriel quit el cerrojo y abri definitivamente la puerta.
Pregunt de inmediato:
No te siguieron?
Todo est en orden.
Se estrecharon las manos. Gabriel agarr un maletn de mano
que estaba en un costado del vestbulo.
Ser mejor que me marche enseguida.
Por qu tanta prisa?
Hay cosas pendientes en Bogot. Le echaste gasolina al
carro?
Jos asinti y le entreg las llaves.
Cundo llega mi relevo?
201
Slo cuento
Slo cuento
Me pasa igual.
El viejo se sent en un butaco. Jos abri la nevera y sac un
pimentn, una cebolla, una zanahoria, una berenjena y una libra de
carne. Lav las verduras y dej la carne bajo el chorro de agua para
descongelarla un poco. Cort los vegetales en pequeos trozos y
luego hizo lo mismo con los filetes de carne. Separ los pedazos de
berenjena y los introdujo en una vasija con agua y sal.
Carne con verduras.
Sabes cocinar bien?
Jos se detuvo y guard silencio por unos segundos. Al fin dijo:
Amo la vida de una forma delirante. Las mujeres, el deporte,
los libros, el cine, los amigos, mis ideales de cambiar el mundo, el
arte... Pero por encima de todo amo la comida, el placer de combinar
y mezclar sabores, olores y texturas.
Por encima de tus ideales polticos? pregunt el viejo
escandalizado.
Jos prendi uno de los fogones y puso encima una sartn de
hierro colado. Roci un hilo de aceite e introdujo primero la zanahoria,
unos minutos despus el pimentn y la cebolla, luego la berenjena
recin pasada por un colador, y finalmente los trozos de carne.
Condiment con pimienta, cominos, sal, albahaca y yerbabuena.
Busc unos dientes de ajo, los macer, y revolvi todo con una
cuchara de palo. El olor se extendi a lo largo de la casa.
Si no comes no puedes trabajar, ni estudiar, ni amar, ni nada.
Tampoco puedes hacer ninguna revolucin. O comes bien o te jodes.
Recuerda el refrn: "Dime qu comes y te dir quin eres".
Segn eso la gente pobre no es gran cosa.
Una campesina se alimenta mejor que cualquier anorxica
histrica de clase alta.
Puso el botn de la estufa en bajo y tap la sartn cuidando de
que no quedara ninguna abertura por donde escapara el vapor. Se
sent cerca de Antonio y dijo en voz baja, como si alguien pudiera
escuchar:
Nos falta una cerveza.
Est prohibido.
Ya s, las reglas estrictas de la Organizacin...
Puedo hacerte una pregunta?
Dale.
T si crees en lo que hacemos?
Te ests poniendo serio.
S, hablo en serio.
Y qu es lo que hacemos?
Una revolucin poltica en busca de justicia social.
Jos se recost en la pared, sopes bien las palabras que iba a
pronunciar, y dijo:
Creo en una revolucin sexual, gastronmica, amorosa,
econmica, ldica, intelectual... total. Quiero que el mundo sea
distinto.
203
Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
Esta vez Jos describi en detalle round por round. Los golpes,
los amagos, el estado fsico de los contrincantes. Defraudando todos
los pronsticos, De la Hoya perda la pelea contra el retador J. J.
Molina, quien mantena al campen a distancia a punta de directos de
izquierda al mentn. En el sexto round Molina estaba a punto de
alcanzar el knock-out y De la Hoya se defenda como poda desde las
cuerdas. En el sptimo round, de pronto, De la Hoya contraatac y
logr meter dos ganchos de derecha que dejaron a Molina
tambaleante y semiaturdido.
El tipo est groggy explic Jos.
Increble, iba ganando la pelea.
De la Hoya tom un segundo aire. Lo va a hacer pedazos.
Lo rompi?
Le abri la ceja derecha, s. Espera, comenz el octavo
round...
Jos narr la forma como De la Hoya se haba ido encima,
tirando golpes de izquierda y de derecha, y esquivando con facilidad
los tmidos rectos de izquierda de Molina. Finalmente De la Hoya
meti un uppercut de derecha y dej a Molina sobre la lona con
conteo de proteccin. Molina haba intentado levantarse, pero
trastabill, se agarr de las cuerdas y el rbitro decidi terminar la
pelea para proteger la integridad del pugilista.
Te lo dije coment Jos.
Apagaron el televisor y el viejo se despidi.
Yo puedo subir solo, no te preocupes aclar.
Si necesitas algo, avsame.
Gracias.
Jos revis la puerta, apag las luces y se recost en el sof.
Puso el revlver en el piso, muy cerca de su mano que colgaba
desprevenidamente en el aire, y relaj su cuerpo para descansar.
El domingo lo despert un sol radiante que entraba a travs de
la delgada cortina de la sala. Practic sus ejercicios de costumbre y
luego dispuso un desayuno abundante y generoso: jugo de naranja,
tortilla de cebolla, caf con leche y tostadas con mantequilla y
mermelada. El viejo hizo su aparicin en la cocina hacia las ocho de la
maana.
Buenos das dijo Antonio buscando a tientas un asiento para
sentarse.
Hola Antonio, qu tal.
Dorm como un tronco. Huele delicioso.
Jos le acerc una silla hasta rozarle los dedos de las manos.
Gracias dijo el viejo.
Comieron con apetito voraz. Jos orden la cocina y subi al
bao para ducharse y arreglarse. No se despeg de su revlver.
Me gritas si sientes algo raro le pidi a Antonio.
No te preocupes.
207
Slo cuento
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212
Slo cuento
SANTIAGO RONCAGLIOLO
Slo cuento
ASUNTOS INTERNOS
El fin de semana record a mi viejo amigo el Chino Pajares, el que
tiene un revlver y un da casi me dispara en la cabeza.
Me acord de l porque fui a Albacete con otro amigo, Borja.
Borja es cmico. Presenta el monlogo de un superhroe fracasado
que se llama Guarromn. Sale al escenario con un calzoncillo rojo y
cuenta chistes durante una hora. Yo siempre lo acompao en sus
giras y digo que soy su road manager argentino (porque un road
manager peruano suena ms falso de lo que ya es). Pero en realidad
no trabajo. Me limito a beber gratis en los bares en que acta Borja y
a rerme de sus chistes, aunque ya me los s de memoria.
El caso es que el domingo, despus de almorzar, cuando ya
bamos a regresar a Madrid, descubrimos que la gra se haba llevado
el coche de Borja. Una calcomana en el suelo donde haba estado el
vehculo nos informaba de que ah estaba prohibido estacionar, pero
Borja se puso furioso. Dijo que no haba ninguna seal. Dijo hasta
"chuchasumadre", en perfecto peruano (Borja es sevillano, pero un
da de estos, de tanto andar conmigo, le van a pedir visa para entrar
en su pas). Y no par de insultar a la autoridad en todo el camino
hacia la comisara. Deca:
Vas a ver cmo le grito a este polica fascista. Esto es abuso
de autoridad, joder!
Y lo deca en serio. Es una cuestin de temperamento. Cuando
dos espaoles chocan entre s, bajan de sus autos, discuten, se gritan
durante media hora, se echan la culpa mutuamente y luego se toman
los datos y se van a sus casas. En cambio, cuando dos peruanos
chocan, bajan de sus autos, se fijan si el otro est bien, se disculpan
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para tomar una ducha, vio que tena la espalda llena de sangre. De
puro milagro, la bala le haba atravesado el cuello sin tocar ningn
rgano vital. Y el Flaco Cacho contaba esto con la cicatriz del cuello y
todo el colegio por testigo, o sea que era verdad. As y todo, si pongo
en la balanza todas las veces en que el Chino me puso el can en el
cuello, no suman tanto miedo como el que sent ese da, cuando me
apunt a la cabeza con el gesto de quien realmente te va a
descerrajar un tiro slo para desahogarse.
Pero no me dispar.
Slo dijo mierda. Vieja de mierda. Y baj el arma.
Un da, colabor con el Chino Pajares y con mi pas para reducir
la corrupcin policial. Me lo pidi l en persona, como parte de un
plan que tena y que, milagrosamente, el ministro haba aprobado. Es
que la corrupcin policial de verdad, la ms gorda, ocurre en los
contratos de venta de uniformes, comida, equipos, armas a cargo de
los altos rangos. Pero la corrupcin ms visible para los civiles es la
de los policas de trnsito que no llevan grandes contratos, as que se
consuelan pidindoles lapiceros y gaseosas a los conductores o, por lo
menos, vendindoles rifas para que la cosa resulte una transaccin
legal.
Por eso, el Chino Pajares convenci al ministro de que, si
mejoraban la imagen de la polica de a pie, habra menos presin para
investigar los grandes contratos. Luego me llam por telfono y, dos
das despus, yo estaba en una sala de espera del Ministerio del
Interior esperando por una cita con el Asesor Chino Pajares. A mi lado
haba un seor calvito, gordito y con un anillo de oro. Como
estbamos aburridos, nos pusimos a conversar.
Y usted qu hace por aqu? me pregunt.
Aqu pues, vengo a ver a un asesor.
Ah, carajo, a un asesor me dijo con inters.
Y usted?
Yo tengo un negocio en el aeropuerto internacional. Soy el
que le pone forros plsticos al equipaje.
Ah, s, pues. S he visto sus mquinas y sus forros.
Claro, pues, doctor dijo l. Es que yo iba con corbata, eso te
convierte en doctor. Estoy tratando de que la direccin general de
aduanas apruebe que el forro plstico sea obligatorio.
Me mir como esperando una felicitacin o un sello preescolar
de sonrisita.
Y por qu tendra que ser obligatorio? pregunt.
Porque nos llenamos de plata, pues, doctor! Ms bien, si
usted puede mover sus influencias con el asesor, ya nos repartimos
las ganancias.
Me dio su tarjeta. Pero antes de seguir negociando, el Chino
Pajares me hizo pasar a su oficina y me ofreci un whisky. Nos
sentamos y le cont la historia del empresario de los forros. Se rio:
se no va a lograr nada. Si los forros se hacen obligatorios, los
pondremos nosotros. Mejor que ruegue por que no le hagan caso.
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Slo cuento
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Slo cuento
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Pajares respir hondo y cerr los ojos para disfrutar los primeros rayos
solares de la maana.
Espaa suspir. A m me habra gustado vivir en la Guerra
Civil Espaola. No s en cul de los dos bandos. En cualquiera. Habra
sido de la puta madre.
Al da siguiente volvimos a Lima.
Nunca ms lo volv a ver.
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Slo cuento
SUCIOS
JORGE FRANCO
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Slo cuento
EVA, LA SUCIA
No me voy a baar, no me voy lavar el pelo ni a cortar las uas, ni a
cepillar los dientes hasta que vuelvas le dijo Eva a mi foto.
Lo haba jurado y lo estaba cumpliendo, y todas las tardes pona
a prueba su protesta, a la misma hora, sentada frente a la ventana,
mirando las bombillas que empezaban a alumbrar.
Cuando la noche est limpia se juntan las estrellas con las
luces y todo parece un solo cielo, abajo con los vivos y arriba con los
muertos me dice y se dice ella, mirndome en la foto.
231
Slo cuento
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234
Slo cuento
YO, EL MS INFIEL
Lo grandioso de la crcel es que aprendes a estar tranquilo, solo
contigo mismo, en un pequeo espacio, y no necesitas ms. Al mismo
tiempo despliegas toda tu astucia de lobo solitario para que los otros
hambrientos no te canibaleen e invadan tu espacio. Aprendes a
235
Slo cuento
quedarte quieto, sin hacer nada, sin esperar nada, y te olvidas del
tiempo y de todo lo que sucede all afuera. Eso mismo hacen muchos
animales. Entrar en letargo. Invernar.
De ese modo, inconscientemente, construyes un caparazn que
te protege. Un duro cascarn protector que aprendes a usar con
mucha eficacia. De repente, un da te llaman a una oficina, te hacen
preguntas estpidas para rellenar un papel, y entonces te dicen: "Su
condena queda reducida en cinco aos y seis meses. Prepare sus
pertenencias. Esta tarde ser puesto en libertad".
No lo hacen por buenos y nobles. Estn obligados a escarbar
entre lo mejorcito que tienen aqu y soltar un poco porque ya esta
crcel tiene el doble de reclusos de los que admite. Adems, no
tienen comida, ropa, zapatos, ni trabajo para tanta gente.
Bueno, me liberan esa tarde. Salgo a la calle. Voy al mismo
cuartucho donde viv siempre. Llevo dos aos y medio ausente. Llego
silencioso, me paro en la puerta y miro en la oscuridad interior. Las
cosas han cambiado un poco. Isabel tiene otro hombre y estn
ocupando los dos cuartos: el de ella y el mo. No perdi tiempo. Se
asustan. Parece que he salido de la crcel con la expresin
amenazadora, sombra y calculadora que forma parte de aquel
cascarn. Dicen cosas incoherentes. No les entiendo. Isabel dej de ir
a verme a la prisin a los tres meses. Es decir, hace dos aos y tres
meses que no nos vemos ni sabemos nada uno del otro. Ni recordaba
bien su cara. Ahora no sabe qu hacer y pide disculpas. No me
interesa nada. Slo estuvimos juntos unos meses. Tal vez un ao, no
recuerdo. Me agarraron atrs de aquel hotel, ensendole la pinga a
una turista vieja, anhelante de sexo duro, y me jod. No tengo nada
que ver con Isabel, slo que a ella le encanta hacerse la esposa.
Cuando me visitaba en la crcel me deca cosas como "cuando
hacamos el amor", "te voy a esperar siempre". Yo me rea en su cara
y le deca: "En qu t andas que hablas tan fino? Pareces una seora
elegante. T ests empatada con algn tipo educado que te habla as
y lo repites como una cotorra de mierda." Ella se pona colorada,
bajaba la vista, y negaba. Pero al poco tiempo se perdi. Hasta hoy.
Se deshace en explicaciones.
Ya Isabel. No tienes que explicarme nada. No te he
preguntado ni cojones. Desocupa esto. Voy a dar una vuelta y regreso
dentro de una hora.
No te vayas, Pedro Juan. Enseguida desocupamos.
Me voy. Te voy a dar tiempo para que limpies bien y quites
esta peste a perfume de maricn que hay aqu.
El tipo ni se dio por enterado. Me gusta andar belicoso, como
buen hijo de Oggn. Cuando me vean tranquilo ya estoy apestando.
Baj la escalera y me sent en el muro del Malecn. Estoy
demasiado silencioso y solitario para quedarme en la azotea del
edificio, con el barullo de los vecinos en cuanto me descubran: "Ah,
Pedro Juan, al fin regresaste". Enseguida aparecen las botellas de ron
y las tumbadoras y se arma la fiesta. No. No estoy para fiesta ni para
236
Slo cuento
ron. Para ser exacto: llevo dos aos y medio sin probar el ron, sin
tocar los tambores bat, sin probar mariguana ni caf. Y sin templar
mujeres. Cogerle el culo a un maricn o rayarme una paja no es igual.
En fin, estoy amargado. Lo mejor es quedarme solo porque si me
pinchan salto. Y no me conviene tener ni el ms mnimo problema.
Ya es casi de noche y es el ltimo da de agosto. Un calor y una
humedad sofocantes. De repente el tiempo comienza a cambiar. El
cielo se cubre de nubes negras, macizas y pesadas. Un viento norte
repentino refresca y trae un olor ligero. Una extraa luz plateada se
apodera del mar y de los edificios. Jams haba visto esto desde que
nac aqu mismo hace cuarenta aos. Arriba todo negro, brutal, como
chorros de plomo. Abajo todo luminoso, plateado y leve. Es un saludo
bello para Oggn. Y siento un escalofro. Me pide ron y tabaco. Ya se
lo puedo dar. De algn lugar tengo que sacar un vaso de aguardiente
y un buen puro para compartirlo con l en mi cuarto. Espero que
Isabel no haya tocado el caldero y los hierros de Oggn porque la
mato.
De repente empieza a llover. Con mucho viento. Un diluvio. Me
empapo en un segundo. El agua me refresca y me quedo sentado en
el Malecn. El mar est tranquilo como un plato y la luz plateada va
desapareciendo poco a poco. La lluvia arrecia mucho ms. Cierro los
ojos y slo siento y oigo el agua cayendo. Y la libertad. En este
momento me doy cuenta de que estoy libre otra vez y que puedo
hacer lo que quiera. Puedo moverme, salir corriendo. Puedo decirle
algo seductor a una mujer, seguirla, enamorarla y acostarme con ella
esta misma noche.
Me siento libre y feliz y me invade la alegra. Y sigue llo-viendo
a cntaros sobre m. La lluvia y la oscuridad de la noche avanzan.
Al rato amaina un poco. Ya es de noche. Voy al edificio. Subo los
ocho pisos, hasta la azotea. Ya el cuarto est libre. Isabel me da la
llave y trata de conversar de nuevo conmigo. Me tiene miedo:
Por qu te mojaste as?
A ti qu te importa!
Djame buscarte una toalla.
No. Vete.
Bueno...
Entro al cuarto. No hay nada. Slo el mismo colchn destripado
que dej sobre un camastro. En un rincn, dentro de una caja de
madera, estn los hierros de Oggn. Voy hasta all, golpeo tres veces
la madera, saludo, le pido perdn por no salir a buscarle ron y tabaco.
Le digo que espere hasta maana. Apago la bombilla. Me tiro sobre el
colchn. Cierro los ojos y ah est Isabel otra vez, llamndome y
tocando en la puerta. Le abro. Me alcanza un vaso de aguardiente y
un tabaco. No se atreve a entrar y se queda en la puerta:
Y esto?
A m no se me olvidan tus costumbres.
Intento rechazarlo, pero ya ella regres a su cuarto. Cmo sabe
esta cabrona. Tanteo en medio de la oscuridad y enciendo de nuevo la
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Slo cuento
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RAFA SAAVEDRA
ULTRAPOP
Ultrapop registra con su cmara nuestro furor en carrusel. Cada vez
que nos mira, habla el demoledor deseo de imprimirse como big star,
en decenas repetidas, colores primarios y ampliaciones bancarias. Es
un hroe de ocaso y sentimiento, uniforme 501 y grandes agujeros
que se reconforta en el desliz de una chica: mi chica cuya sonrisa,
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Slo cuento
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243
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VIDA DOMSTICA
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FABIO MORBITO
Slo cuento
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Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
Iba a detenerme, pero segu nadando, pues pens que tal vez
slo haba ido por un vaso de agua y unas aspirinas. Nadaba para que
no perdiera el feto, hacindole recuperar el tiempo perdido con
Grard, y habra nadado para ella todos los das si me lo hubiera
pedido, rechazando la oferta de la gente de Guadalajara. O que se
abra la puerta del vestidor y cuando me di la vuelta de campana, vi a
la mujer junto a la tumbona, que me miraba. Traa puesto un traje de
bao negro. Me la haba imaginado ms rubia. Me detuve llegando a
la orilla y ella dijo:
Me dijo la seora que viniera a darle un masaje.
Tena un acento menos marcado que el de Grard.
Eres rsula, verdad?
Asinti tmidamente y sonri, como si la halagara que supiera
su nombre. No era guapa, pero tena un cuerpo macizo y bien
proporcionado. Cuando sal del agua, los gin tonics haban hecho su
efecto. Apenas pude mantenerme parado en la orilla de la alberca,
pero ella ya estaba junto a m dndome el brazo y sent la fuerza que
emanaba de su cuerpo pequeo y compacto.
Tiene que acostarse me dijo, y me condujo con mano firme
hasta la tumbona. Pngase boca abajo.
Obedec. Empez a secarme con la toalla con movimientos
vigorosos. No s en qu momento dej de secarme y empez el
masaje propiamente dicho.
Hay que quitar esto, puede resfriarse dijo y, ponindome
una toalla encima de los glteos, me desliz el traje de bao con un
gesto veloz y delicado. Desnudo, me sent desvalido, pero
placenteramente seco. Sus manos iban de mi espalda a mis piernas,
alternando compases enrgicos con otros ms suaves. Al llegar a la
cintura, se brincaba las nalgas cubiertas por la toalla para proseguir el
frotamiento en los muslos.
Sin embargo, en uno de aquellos descensos, sus manos no
quisieron u olvidaron dar el brinco, se siguieron de frente,
detenindose unos segundos en el culo y, tan pronto como bajaron a
los muslos, me volvi a cubrir con la toalla. Repiti lo mismo varias
veces, detenindose cada vez ms en las nalgas.
En el momento en que se abri el vestidor, tena las manos ah,
y las retir de inmediato. Era Fidencio. Traa un maletn en la mano,
que deposit en la mesita junto a la tumbona.
Ella lo abri y sac unos frascos. Empez a untarme aceite en la
espalda y a dar rdenes a Fidencio, que iba sacando unas ampolletas
del maletn y se las pasaba. Los gin tonics, el masaje, el murmullo del
agua de la piscina, el sentirme desnudo y el ruido de la pelota que
vena de la cancha, todo me tena felizmente narcotizado. Le o decir
a ella, dirigindose a Fidencio en voz baja:
En un nadador de larga distancia hay que cuidar sobre todo
los msculos del cuello, deben conservarse flojos. Mira, toca aqu...
Fidencio me toc el cuello y le dijo algo a rsula que no
escuch. De repente, abriendo los ojos, vi que haba anochecido.
254
Slo cuento
Slo cuento
maana tan asoleada y hermosa, que decid dejar lo del reloj para
ms tarde.
Les pregunt quin iba ganando. Arraiza me dijo que era puro
calentamiento, que me esperaban a m para empezar el partido.
Supuse que se refera a que jugaramos otro minitorneo de tres.
Empiecen ustedes mientras voy por mi raqueta, dije. Arraiza me mir:
Tu raqueta?
S.
Grard volte la cara hacia otro lado, con esa sonrisita suya que
ya le conoca.
No necesitas tu raqueta para recogernos las pelotas dijo
Arraiza. Era la primera vez que me hablaba de t.
Lo mir, luego mir a Grard que, dndome la espalda, fue a
colocarse en la lnea de fondo y empez a dar unos brinquitos de
calentamiento, listo para iniciar el partido.
Volv a mirar a Arraiza, que dio un paso hacia m y, bajando la
voz para que Grard no oyera, me dijo:
rsula ya habl con l y lo convenci de que t nadas mejor.
Debes entenderlo. Le daremos el bungalow del jardn, para
que
no los moleste. Es mejor muchacho de lo que crees y agreg,
bajando an ms la voz: Sabes? Lisa est encantada con el
cambio. Anoche me dijo que siente que esta vez lo vamos a lograr.
Trae puesto mi reloj dije.
Cul es el problema? No lo vas a necesitar aqu. No te va a
faltar nada. O vas a armar un escndalo por un reloj? Yo te compro
otro.
Se dio la vuelta y fue a colocarse l tambin en la lnea de
fondo. Le hizo una seal a Grard de que estaba listo y enseguida
lanz su primer saque. La pelota sali desviada, yendo a estrellarse
contra el alambrado, a espaldas de Grard, y Arraiza me mir:
Qu haces ah como un palo? Muvete.
Fui a recoger la pelota desganadamente, mientras l volva a
sacar.
Con las siguientes pelotas me mov ms rpido.
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Slo cuento
JORGE F. HERNNDEZ
257
Slo cuento
TRUE FRIENDSHIP
Para D.G.E.
You may still think true friendship is a lie. But then, you've never met
Bill Burton repeta con frecuencia Samuel Weinstein. De hecho, la
frase podra considerarse su rbrica. La soltaba al justificarse ante su
esposa por algn olvido y ante los compaeros de oficina la utiliz
ms de una vez como excusa ante cualquier descuido. De hecho,
Weinstein empez a glorificar su amistad incondicional con Burton
desde los tiempos en que an viva con sus padres, cuando era
soltero y apenas cursaba el High School. Su hermana Rachel siempre
dud de la sinceridad de su declaracin y consta que fue la nica que
lleg a cuestionar la existencia misma de Burton; para ella, la
supuesta fidelidad de su hermano Sam al desconocido Bill Burton no
era ms que una ingenua y rpidamente trillada artimaa para
evadir cualquier responsabilidad. Que si Samuel llegaba tarde a la
mesa para cenar, que si decida faltar a la sinagoga, que si no estaba
libre algn sbado por la maana, todo se explicaba por va de Bill:
que lo haba invitado a un juego de bisbol y no calcularon el tiempo,
que siendo sbado haban decidido estudiar para un examen
concentrados en todo menos en recordar que Sam se haba
comprometido a lavar el coche o pasar por un mandado o tambin
que fue Bill Burton quien le pidi aun a costa de faltar a la sinagoga
que lo acompaase a New Jersey para cobrar un dinero que le
deban a su madre.
En realidad, la vida de Sam Weinstein no tiene ningn viso de
anormalidad y su biografa plain and simple transcurre
estrictamente dentro de lo convencional, salvo las muchas y
repetidas ocasiones en que aluda a Bill Burton y las veces en que se
enredaba justificando la muy notable ausencia constante de su
entraable amigo, siempre apelando a su rbrica de que "podrs
pensar que la amistad verdadera es una mentira, pero bueno, es que
no conoces a Bill Burton". Samuel Weinstein naci en Nueva York, en
octubre de 1926, en el seno de una familia juda, segunda generacin
de emigrados lituanos y albaneses, cuya pequea fortuna se deba
ms al esfuerzo tenaz y compartido de sus padres que a la cmoda
herencia o el abuso fiduciario que tanta seguridad econmica le
brind a muchos conocidos de la familia. Sam era el primognito de
Baruj Weinstein y Sarah Elbasan, ambos sobrevivientes del paso de
entrada por Ellis Island por donde llegaron sus respectivas familias
casi al mismo tiempo, aunque segn unas viejas fotografas en sepia,
Sarah vena en brazos de su madre, mientras que Baruj baj andando
del barco.
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Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
Slo cuento
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Slo cuento
LOS CONSERVADORES
Cuando muri Pablo en el hospital, la seora Marta no dud un
instante en conservarlo. Tuvo la suerte de que su sobrino Ignacio se lo
ofreciera, pues era embalsamador, uno de los mejores del pas.
Trabajaba para los cazadores, para zoolgicos, y tambin, a veces,
para algunas agencias funerarias que ofrecan el embalsamamiento
como un servicio para guardar posteriormente al difunto en un atad,
ya fuera con una ventana para mirarle la cara en una cripta, o bien
cerrado al alto vaco y enterrado, pero ya con la tranquilidad de que
as no se lo comeran los gusanos. Ignacio insisti en que con toda
confianza ella poda pedirle que le conservara a Pablo para luego
disponer qu hacan con l. El precio que le dio resultaba de lo ms
mdico, pues slo le cobraba los materiales. La seora Marta se
encontraba un poco triste y confundida en ese momento, pero acept
el ofrecimiento de buena voluntad. Ignacio le avis que se iba a
tardar un poco, pues tenan que escurrirle bien unos lquidos, y ella le
respondi que no importaba, que se tomara el tiempo que quisiera. A
fin de cuentas, Pablo no se le iba a volver a morir. Mientras Ignacio
trabajaba con el cadver en una funeraria donde le prestaban las
planchas y el lugar donde se hacan esos trabajos, la seora Marta
pas toda la semana buscndole a su esposo el mejor traje que pudo
conseguir, de talla ligeramente menor que la habitual, pues Ignacio le
haba avisado que el to Pablo encogera, y que esa sera su tendencia
a lo largo del tiempo.
El da que se lo present en la plancha de la funeraria, ya
conservado, arreglado y con el traje puesto, a la seora Marta le
pareci que Pablo se vea esplendoroso: llenaba el traje por completo;
hasta se le haban alisado algunas arrugas del rostro. Ignacio le
pregunt en qu cripta lo querra guardar o si lo pensaba enterrar, y
despus de muchas cavilaciones, la seora Marta decidi que mejor
lo sentara en su cuarto de costura: tan bien que se vea, tan guapo,
propio y arreglado, cmo era posible que terminara encerrado en
una caja, como si fuera un bombn o una galleta? Primero le coment
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Slo cuento
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Slo cuento
TRPTICO DE ALCOBA
I. CELEBRACIONES
Recuerdo exactamente el da, el mes, el ao. Fue la tercera noche de
agosto y nuestro dcimo aniversario de bodas. Habamos cenado
fuera, alzado copas, renovado votos eternos. Por fin, tirados en la
cama, con la luna mirona asomada a la ventana, toc la hora de la
intimidad.
Mi marido, que no es hombre de prlogos, se volte hacia m.
Su pierna derecha cruz por encima de mis muslos, su brazo
izquierdo prepar el impulso y su cuerpo, todava esbelto y musculoso
a los cuarenta, qued eficazmente tendido sobre el mo. Con la
destreza que da la costumbre, busc y encontr. Yo, como siempre,
resist justo lo suficiente antes de abrirle paso.
De repente, sin previo aviso ni razn evidente, una presin
insoportable me aplan sobre la sbana. Se hundi el colchn.
Chillaron los resortes. Flaquearon las patas de la cama. Para
contrarrestar aquella fuerza incontenible venida de arriba, contraje el
vientre y trat en vano de arquear la cintura. Mis costillas crujieron.
Una punzada aguda me atraves la espalda.
Quise hablar, gritar, aullar, pero la voz no responda. Atento slo
al gusto, l segua empujando. Apenas alcanc a araarle el cuello
con la poca energa que me quedaba. El contacto de mis uas
aument su excitacin, y su peso se volvi an ms aplastante. Mis
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Slo cuento
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PALIMPSESTOS
JORGE VOLPI
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ARS POETICA
PARA LOS OTROS
Voy a iniciar este relato con una declaracin de principios: yo soy un
personaje y me dispongo a hablar (mal) del autor de los libros en que
aparezco. S muy bien que el procedimiento es poco novedoso a
diferencia suya, no utilizo gafas con montura de carey o chalecos de
lino para drmelas de genio, pero no es
mi culpa haber sido
imaginado por un mequetrefe de menos de treinta y cinco aos que,
tras haber conseguido quin sabe con qu oficios el premio Esfinge
de Novela Corta (de entendimiento, supongo), piensa que puede
echar mano de los recursos de Cervantes o Unamuno slo porque
figuran en el ltimo film de Woody Allen.
Para saber a que clase de individuo me refiero, basta echarle un
rpido vistazo a su curriculum (retocado por l cada maana, antes
de baarse):
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Slo cuento
Esta heroica decisin slo significa dos cosas: a) Santiago estudi dos carreras y
en ninguna de ellas pas del segundo ao (el curso de antropologa slo dur un
mes); y b) con el pretexto de su amor al arte, confa en que lo mantengan sus
padres hasta que lo puedan mantener sus hijos, es decir, sus libros. (N. del P.)
2
El Ciudad de Alcorcn es uno de los 527 certmenes censados en la Gua de
concursos y premios literarios en Espaa (Fuentetaja, Madrid, 1996). Se conceda
por primera vez. En cuanto al otro, en Mxico existen tantos premios que utilizan el
nombre del autor de Pedro Pramo como continuadores del realismo mgico. En
esta ocasin, valga aclarar que se trataba del premio Juan Rulfo de Relatos sobre
Aviones, patrocinado por Mexicana de Aviacin y la cervecera Corona. (N. del P.)
3
Seis libros antes de los treinta y cinco aos! Y dos etapas narrativas! Los
comentarios salen sobrando. Sin embargo, tengo una pregunta qu hacer: cuando
dice se le considera el novelista..., etctera, podra alguien informarme quin
pronunci estas palabras? (N. del P.)
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sta es una transcripcin precisa del habla de la escritora, idntica a las que ella
realiza, con abrumadora fidelidad lingstica, con los dilogos de sus personajes (N.
del P.)
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Slo cuento
Es que ni siquiera en el ltimo momento poda ser original? (N. del P.)
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INTERVENCIONES
Sergio Pitol
De cuando Enrique conquist Asjabad y cmo la perdi (10)
Vicente Leero
A la manera de O'Henry (26)
Slo cuento
Enrique Serna
La vanagloria (34)
Jos Joaqun Blanco
El reportero del diablo (52)
Fernando Iwasaki
El Derby de los penltimos (59)
Gerardo Cifuentes
Miki nos odia (72)
HACIA LO IGNOTO
Clara Obligado
Exilio (78)
Ignacio Solares
La instruccin (88)
URBES FANTSTICAS
Gonzalo Soltero
Maduro (141)
Daniel Rodriguez Barrn
En casa (147)
Fernando de Len
Manual del comportamiento fantstico
(151)
HOSPITAL
Antonio Ortuo
Pseudoefedrina (157)
Ana Mara Shua
Los das de pesca (165)
Alejandro Toledo
Y de pronto anochece (171)
Mayra Santos Febres
Goodbye, Miss Mundo, Farewell
(175)
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Slo cuento
NEGROS
Jos Abdn Flores
La floracin(182)
Mario Mendoza
La Revolucin (197)
Santiago Roncagliolo
Asuntos Internos (210)
Jorge Franco
Eva, la sucia (227)
Pedro Juan Gutirrez
Yo, el ms infiel (231)
Rafa Saavedra
Ultrapop (236)
VIDA DOMSTICA
Fabio Morbito
El tenis de los viernes (241)
Jorge F. Hernndez
True friendship (253)
Ana Garca Bergua
Los conservadores (259)
Ana Lydia Vega
Trptico de alcoba (266)
PALIMPSESTOS
Jorge Volpi
Art poetica (271)
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