Diaz Esther "La Ciencia y El Imaginario Social"

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La ciencia y el imaginario social

Esther Daz
(editora)

Editorial Biblos

1 ed., Buenos Aires, 1996

ISBN 950-786-104-1

Este material se utiliza con fines


exclusivamente didcticos

NDICE
Palabras previas ........................................................................................................................................ 9
1. El imaginario social y las caractersticas de la ciencia ......................................................................... 11
Qu es el imaginario social?, por Esther Daz ........................................................................................ 13
La diferencia entre el yo y el sujeto, 15. La incidencia de los discursos y de las prcticas
sociales, 17. Espacio y tiempo imaginarios, 18.
[Denis Wood: El imaginario y los mapas] ................................................................................................ 21
La ciencia y el imaginario social, por Esther Daz.................................................................................... 22
El imaginario posmoderno, 23. Administracin de la verdad, 24. La pantalla en lugar del
panptico, 25.
[Enmanuel Lizcano: Las matemticas y el imaginario social] ................................................................. 28
La clasificacin de las ciencias y su relacin con la tecnologa, por Eduardo Laso ................................ 29
Saber cotidiano y saber cientfico, 30. La ciencia, el arte y la religin, 32. Ciencia pura, ciencia
aplicada y tecnologa, 34. Clasificacin de las ciencias, 38.
[Jrgen Habermas: Legitimacin por medio del xito] ........................................................................... 40
[Nstor Restivo: La universidad de la hamburguesa] ............................................................................... 41
La historia de la ciencia: sus motores, sus frenos, sus cambios, su direccin, por Javier Flax ................ 43
Los obstculos epistemolgicos, 44. La insuficiencia de una historia interna de la ciencia, 47.
Del conocimiento prctico a la ciencia: una continuidad, 49. Externa e interna, la historia es una
sola, 51. El motor de la historia contempornea, 53.
II. El conocimiento: del sujeto trascendental a los sujetos histricos ....................................................... 57
Las prcticas sociales y el surgimiento de la ciencia moderna,
por Elba Coleclough, Claudia Mora y Juan Gabriel Wille ...................................................................... 59
Los fundamentos metafsicos de la ciencia moderna, 59. Un nuevo mundo, un nuevo hombre, 64.
La ciencia en la modernidad, 68.
El conocimiento en Kant, por Juan Jos Colella y Silvia Diana Maeso .................................................. 76
El sujeto de conocimiento, 76. Kant y el esquematismo, 83.
Sistemas caticos y azar: los lmites de la ciencia moderna, por Alejandro A. Cerletti ........................... 87
Introduccin, 87. Un mundo ordenado y reversible, 88. El orden a partir del caos, 90.
Nietzsche y los sujetos histricos de conocimiento, por Ana Mara Checchetto, Gabriel Genise y
Rubn H. Pardo ........................................................................................................................................ 93
Nietzsche, crtico del positivismo en el siglo XIX, 93. La problemtica del conocimiento en la
filosofa de Nietzsche, 96. Nietzsche y el nihilismo futuro: una filosofa de la finitud en la poca
de la tcnica. 101.
[Esther Daz: Enigmas del eterno retorno] ............................................................................................... 109
Un nuevo kantismo, Foucault, por Esther Daz......................................................................................... 111
El esquema kantiano-foucaultiano de conocimiento, 112. La militancia microfsica, 116.
III. El imaginario social y los mtodos cientficos .................................................................................... 117
Orden, progreso y objetividad cientfica, por Mara Cristina Campagna ................................................ 119
[Pierre Thuillier. La cuestin del cientificismo] ....................................................................................... 125
Verdad y validez, por Mara Cristina Campagna..................................................................................... 128
Las funciones del lenguaje, 129. Las proposiciones, 129. Los razonamientos, 133.
El empirismo y la induccin, por Mara Elena Garca, Eduardo Laso y Amalia Tocco .......................... 138
El pensamiento empirista, 138. El mtodo inductivo, 145.
2

El racionalismo y la deduccin, por Eduardo Laso................................................................................... 152


El mtodo hipottico-deductivo, 158. Falsacionismo, 162.
[Leonardo Moledo: La computadora viviente del futuro] ......................................................................... 167
[Gina Kolata: Computadoras biolgicas].................................................................................................. 170
El pragmatismo y la abduccin, por Susana Calvo .................................................................................. 172
[D.F. Sarmiento: fragmento de Facundo] ................................................................................................. 187
IV. Las ciencias sociales contemporneas ................................................................................................ 189
Pierre Bourdieu: las prcticas sociales, por Susana de Luque .................................................................. 191
Introduccin, 191. Enfoque terico y propuesta metodolgica, 122. El momento objetivista:
construccin de los campos, 193. El momento subjetivista: el anlisis del habitus, 196. Espacio
social y clases sociales, 197. La relacin entre el campo y el habitus. El ejercicio del poder
simblico, 198. El rol de la ciencia social, 199. Ejemplo de construccin de un campo, 200.
Ejemplo de habitus, 201.
La influencia del giro lingstico en la problemtica de las ciencias sociales, por Silvia Rivera ............. 203
Ciencias naturales y ciencias sociales, 203. La filosofa y el giro lingstico, 205. La filosofa
analtica, 207. El positivismo lgico, 209. Ludwig Wittgenstein y las proposiciones de creencia,
212. Juegos de lenguaje y formas de vida, 214.
El giro hermenutico en las ciencias sociales, por Rubn H. Pardo ........................................................ 217
El paradigma de la objetividad cientfica: Ilustracin, romanticismo e historicismo, 219.
La hermenutica filosfica: pertenencia y funcin tica de las ciencias sociales, 222.
Experiencia y lenguaje en la hermenutica de Gadamer, por Enrique Moralejo ..................................... 225
Naturaleza dialctica de la experiencia, 226. El lenguaje, 229.
Las ciencias sociales en Habermas, por Mara Cristina Gracia .............................................................. 237
Conocimiento e inters, 237. La crtica al positivismo, 240. Las ciencias sociales, 241. La
construccin de una teora social, 244.
V. Anlisis de la constitucin de un imaginario social ............................................................................. 247
El dispositivo social y la constitucin del sujeto de sida, por Esther Daz ............................................... 249
[Pierre Thuillier. Es sexista la ciencia?] ................................................................................................. 252
Sida, arte y medios de comunicacin, por Mara Cristina Campagna y Adriana Lazzeretti.................... 258
Los supuestos del sida en la opinin pblica, 258. El sida segn la publicidad, 260. Sida y entorno
social, 260. Inteligencia o emocin?, 261. Sida, arte y entretenimiento, 263.
Sida y tica, por Adriana Lazzeretti ......................................................................................................... 267
El sida, una enfermedad contempornea, 267. Qu dir la tica sobre el sida?, 269.
Sida, tecnologa y segregacin, por Silvia Casini ..................................................................................... 272
Homosexualidad y poder mdico, 272. El sida en la Argentina, 274.
VI. La era de la posciencia ....................................................................................................................... 281
El concepto de lo efimero en Gilles Lipovetsky. El cambio y lo nuevo en el paradigma actual,
por Marina Bertonassi .............................................................................................................................. 283
El conocimiento cientfico: de amo de la verdad a auxiliar de los medios de comunicacin,
por Adriana Lazzeretti y Mirta Nallino .................................................................................................... 287
La dualidad realidad-apariencia 287. El abismo entre la imaginacin y el objeto, 289.
Nuevas tecnologas, 290. La digitalizacin de la imagen, 290. La sensacin: amo de la
investigacin cientfica, 291. Ciencia y realidades nuevas, 292. Verdad y ficcin en los medios
de comunicacin. La televisin, 293. Un nuevo objeto para la ciencia, 294.
Pragmatismo, liberalismo, ciencia y juegos de lenguaje, por Juan Jos Colella y Mnica Giardina ..... 296
3

Pragmatismo y liberalismo, 296. Ciencias y juegos de lenguaje, 301.


Lipovetsky: la eclosin de la tecnociencia y el posdeber, por Juan Jos Colella, Mara Gabriela
D'Odorico, Mnica Giardina y Silvia Diana Maeso ................................................................................ 308
El fenmeno de la tica del posdeber, 308. Posdeber y medios masivos de comunicacin, 310.
La nueva moral del trabajo y la empresa en relacin con la tecnociencia, 315. Posmoral y
sexualidad, 319.
La postsexualidad. El miedo al cuerpo del otro, por Esther Daz ............................................................ 322
Bibliografa ............................................................................................................................................... 329
ndice de autores........................................................................................................................................ 341

LA HISTORIA DE LA CIENCIA: SUS MOTORES, SUS FRENOS, SUS


CAMBIOS, SU DIRECCIN
Javier Flax

En este trabajo trataremos de mostrar que la filosofa de la ciencia, metaciencia o epistemologa no puede
prescindir de la historia de la ciencia. Por supuesto, cuando hablemos de historia no nos referiremos a la
mera crnica de los descubrimientos cientficos, sino ms bien a las claves de su desarrollo y a los diferentes
obstculos que detuvieron su marcha. Como dice Gastn Bachelard (1884-1962), mientras el historiador de
las ciencias debe tomar las ideas como hechos, el epistemlogo, en cambio, debe tomar los hechos como
ideas. 1 Lo cual no significa otra cosa que la expresin de la necesidad de atender a la produccin histrica
de los conceptos cientficos, en tanto estos conceptos son la clave de interpretacin de los problemas y
fenmenos investigados.
La historia de la ciencia, por otra parte, seria incompleta si se limitara a estudiar la historia de las
diferentes disciplinas cientficas y la lgica de sus descubrimientos historia interna separndolas de las
condiciones culturales en las que emergieron y en las que se desarrollaron. Un ejercicio de la ciencia que no
tenga en cuenta las condiciones sociales y econmicas y los condicionamientos ideolgicos de su desarrollo
historia externa no slo seguir tropezando con obstculos innecesarios, sino que lo que es ms grave no
dispondr de la ms mnima autoconciencia de la propia prctica cientfica y de sus efectos y consecuencia,
debido a lo cual seguir incurriendo en un cientificismo que por omisin ser responsable de muchos de
los efectos indeseables, aunque previsibles de las implementaciones cientficas en la era tecnolgica.
LOS OBSTCULOS EPISTEMOLGICOS
No es necesario alcanzar el desarrollo de la realidad virtual para comprender que en muchos casos la
realidad supera la ficcin. Basta encender la televisin para observar cmo se hallan imbricadas ficcin y
realidad: Willie, Willie, grit Alf. Qu te pasa?, respondi Willie asustado. Willie, dijo Alf jadeante,
mientras llegaba corriendo, Willie, acabo de luchar en el jardn con una largusima serpiente que se sacuda
a uno y otro lado mientras echaba una especie de espuma por la boca. Pero no te preocupes porque la acabo
de matar a machetazos. Alf, de qu color era esa serpiente?, inquiri Willie. Era toda roja con la cabeza
dorada, respondi Alf.
Cayendo de espaldas suspir Willie: Mi manguera nueva...! Oye Willie, no hay problema!.
Si hay problema, pero esta vez Alf no tuvo la culpa. Su confusin la hubiera sufrido cualquier
extraterrestre o cualquier terrcola, incluidos los cientficos, quienes pueden superar holgadamente a este
personaje de ficcin.
Cualquiera podra pensar que sta es una ms de las fechoras que cometi el extravagante Alf. Pero
si en esta oportunidad de nada se lo puede culpar es porque las mangueras no se hallan en su campo de
significados. Es por ello que su percepcin asimil el objeto que tena enfrente a alguno de los objetos
conocidos. La pregunta es si hace finita ser un extraterrestre que desconoce los objetos de la cultura en la que
aterriza para producir esa operacin cognitiva de asimilacin. La respuesta, en trminos generales aunque
modificables, ya la dio Immanuel Kant: nuestra experiencia no se nutre pasivamente de los datos sensibles,
sino que estos datos son asimilados y ordenados por los conceptos y categoras que pone el sujeto. Si
ampliamos a Kant, sabremos que la percepcin depender en gran medida de la cosmovisin y los prejuicios
que se tengan y que no es posible dejar de tener. Ellos forman el campo significativo cdigo o lenguaje en
el cual caen los objetos para asumir su sentido. Este campo significativo por un lado nos permite reconocer
los objetos de nuestra cultura, y por el otro se constituye en un velo que impide o dificulta enormemente la
percepcin de todo aquello que le resulte extrao, a tal punto que frecuentemente se negar a ver hasta lo
ms evidente.
Bachelard halla en este mecanismo de asimilacin uno de los obstculos ms serios para el
conocimiento cientfico. Mientras la opinin tiende a manejarse con los que l denomina objetos designados,
el conocimiento requiere eludir ese mecanismo cotidiano de reconocer ese algo que tengo enfrente para
poder conocerlo sin prejuicios. A esta otra instancia de objetivacin la denomina objeto instructor. Mientras
el objeto designado es meramente reconocido y se le da la forma de lo ya sabido, el objeto en tanto instructor
1

Gastn Bachelard, Epistemologa, Barcelona, Anagrama, 1973, p. 190.

ya no se nos aparece con la obviedad de lo que nos resulta familiar, sino como algo con problemas, lo cual
posibilita modificar o ampliar nuestro conocimiento. 2
Ilustraciones las hay de todo tipo, y en la historia de los obstculos que suponen los hbitos
culturales, la realidad supera la ficcin. En otras palabras, cualquiera puede cometer peores desastres que los
de Alf. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, un avin de reconocimiento francs sac una serie
de fotos de las montaas. En esas fotos uno de los oficiales crea ver una hilera de tanques que avanzaban
sobre Francia. Sin embargo, se desestim su observacin porque exista la opinin arraigada de que era
imposible que pasaran vehculos por ah. Al da siguiente tenan encima a los tanques alemanes.
Como puede observarse, no slo a Galileo (1564-1642) le decan que las manchas solares eran
defectos del telescopio. Sin realizar un anlisis de los diferentes actores e intereses que interpretaron la
tragedia de Galileo, podemos afirmar que toda la historia de sus dificultades no es sino una tragedia
arquetpica para un destino inexorable como lo es el de la negacin de todo lo que resulte extrao por parte
de un common sense que no admite que le muevan el piso. Eppur si muove!
S conocer no es meramente reconocer, se conoce contra un conocimiento anterior destruyendo
conocimientos mal hechos. No se puede basar nada sobre la opinin: antes hay que destruirla. 3 Es por ello
que el conocimiento es en gran medida crtica. Pero Bachelard sabe que no es tan fcil borrar los
conocimientos habituales y las resistencias culturales en general. A su juicio, en pleno siglo XX resulta tan
difcil como siempre debido a la formacin estandarizada de los estudiantes mediante libros aprobados
oficialmente: Los libros de fsica, pacientemente copiados unos de otros; desde hace medio siglo,
proporcionan a nuestros hijos una ciencia socializada, muy inmovilizada y que, gracias a una curiosa
permanencia del programa de los exmenes universitarios, llega a pasar como natural; pero no lo es en
absoluto; ya no lo es. 4
Sin atenerse a los obstculos epistemolgicos que examina Bachelard, se analizar un excelente
ejemplo brindado por Jean Piaget (1896-1980) y nuestro compatriota Rolando Garca (1919) en Historia y
psicognesis de la ciencia. En ese texto donde reconocen a Bachelard como antecedente exhiben los
obstculos que establece una cosmovisin dominante y sealan las dificultades de su desarraigo. En otras
palabras, se ve cmo distintas concepciones del mundo conducen a explicaciones fsicas diferentes, aun
cuando parezca inadmisible suponer que la Ciencia con mayscula pueda sufrir tales interferencias y
distorsiones.
Antes de entrar en el texto mencionado liaremos una breve referencia al rgimen dominante en torno
a la verdad que se impone en la Grecia clsica. Cualquiera que conozca la filosofa antigua sabe que la
corriente que iniciara Parmnides (VI a.C.) y alcanzara su culminacin en Platn (c. 427-347 a.C.) se
constituy en la dominante del pensamiento griego. Es verdad que hubo pensadores como Herclito (c. 500
a.C.) quien en cierto modo halla una continuidad en filsofos-sofistas congo Protgoras (c. 480-410 a.C.) y
Gorgias (c. 487-380 a.C.) para quienes lo real no es sino que deviene, es decir, se halla en continuo
movimiento. Sin embargo, para el pensamiento griego dominante, lo natural era el reposo y el movimiento
una mera apariencia. Lo autnticamente real permanece inmvil porque es perfecto. Slo lo imperfecto y
aparente tiene movimiento. A tal punto esto era as que Zenn de Elea (490-430 a.C.) invent varios
argumentos llamados aporas para demostrar la imposibilidad del movimiento. Como ejemplo podemos
referir una. La aporta de la flecha dice algo as: todo lo que est en reposo ocupa un lugar igual a s mismo.
Entonces, cuando lanzamos una flecha, en cada momento de su trayecto la flecha ocupa un lugar igual a s
misma. Por lo tanto, durante todo su trayecto la flecha est en reposo. Y de una suma de reposos no deriva el
movimiento. Obviamente, lo que podemos observar en este ejemplo es precisamente la dificultad de la
racionalidad griega para concebir el movimiento.
Mientras para los griegos lo natural era el reposo, por el contrario afirman Piaget y Garca, para
los chinos de la misma poca (alrededor del siglo V a C.) lo natural era el movimiento. Estas cosmovisiones
opuestas los condujeron a desarrollar fsicas diferentes, al punto de que lo que era absurdo para los griegos
era evidente para los chinos, y viceversa. Mientras los chinos necesitarn explicar el reposo, los griegos
necesitarn explicar el movimiento. Y la primera explicacin relevante del movimiento la brinda Aristteles,
quien explica el movimiento cualitativamente en trminos de pasaje de lo que est en potencia a lo que est
en acto, es decir, entre lo que no es todava a lo que es plenamente.
Pero toda la mecnica occidental, desde Aristteles hasta Galileo, no llega a concebir el principio de
inercia, sino que considera absurdo aquello que es evidente para un chino del siglo V a. C.: La cesacin del
2

Ibdem, pp.147-152.
Ibdem, p. 188.
4
Ibdem, p. 194.
3

movimiento se debe a una fuerza opuesta. Si no hay fuerza opuesta, el movimiento nunca se detendr. Esto
ser aceptado en Occidente dos mil aos ms tarde. Pero dentro de la concepcin aristotlica del mundo, para
la cual lo natural es el reposo, el principio de inercia resultaba sencillamente inconcebible. Para los chinos el
estado natural de las cosas era el flujo continuo. Por lo tanto no se necesita explicar el movimiento sino el
reposo y, en todo caso, el cambio de movimiento. Al respecto dice el texto de Piaget y Garca:
Difcilmente pueda encontrarse un ejemplo ms claro de cmo dos concepciones del mundo diferentes
conducen a explicaciones fsicas diferentes. La diferencia entre un sistema explicativo y otro no era
metodolgica ni de concepcin de la ciencia. Era una diferencia ideolgica que se traduce por un marco
epistmico diferente. De aqu surge tambin, claramente, que lo absurdo y lo evidente es siempre relativo a
un cierto marco epistmico y est en buena parte determinado por la ideologa dominante. No puede explicarse
de otra manera el destino del principio de inercia en el mundo occidental: absurdo para los griegos;
descubrimiento de una verdad inherente al mundo fsico para el siglo XVII; evidente y casi trivial para el siglo
XIX; ni absurdo, ni obvio, ni verdadero, ni falso para el siglo XX, cuando es aceptado solamente en virtud de
la funcin que cumple en la teora fsica.
El estatismo de los griegos fue uno de los mayores obstculos para el desarrollo de la ciencia
occidental. Fue un obstculo ideolgico, no cientfico. La ruptura definitiva con el pensamiento aristotlico en
los siglos XVI y XVII ser, pues, una ruptura ideolgica, que conducir a la introduccin de un mareo
epistmico diferente, y finalmente a la imposicin de un nuevo paradigma epistmico. 5

Es por ello que, en la misma lrica de pensamiento abierta por Bachelard, Louis Althusser (19181990) considera en la tesis 20 de su Curso de filosofa para cientficos que la filosofa tiene como funcin
primordial trazar una lnea de demarcacin entre lo ideolgico de las ideologas, y lo cientfico de las
ciencias. 6 Lo cual, si ya tiene sentido por lo que se ha expuesto, cobrar mayor importancia en la ltima
seccin de este trabajo.

LA INSUFICIENCIA DE UNA HISTORIA INTERNA DE LA CIENCIA


La historia interna puede ser concebida como un avance gradual y acumulativo hacia la solucin de
los problemas tericos internos a cada disciplina, como an sostienen algunas posturas positivistas. Puede
tambin concebirse como una historia en la que acontecen giros o revoluciones que producen rupturas con la
ciencia anterior, como piensa Thomas Kuhn (1922) en coincidencia con la lnea francesa que comenzara con
Bachelard. Al producirse estas rupturas nos hallamos en otro mundo. Examinemos algo tan simple como el
primer viaje de Coln. Qu descubri Coln en su primer viaje? Que haba llegado a las Indias. Eso era lo
que esperaba encontrar y eso fue lo que vio. Recin tiempo despus se tom conciencia de la existencia de
un nuevo continente, el Nuevo Mundo. Pero el Nuevo Mundo no era solamente aquel que se llamara
Amrica, sino que en rigor de verdad todo el mundo pas a ser un nuevo mundo en la medida en que se
produjo un reacomodamiento con el descubrimiento. Esto significa que un descubrimiento no es algo
inmediato y puntual. Por ello, dice Kuhn, la frase el oxigeno fue descubierto induce a error, debido a que
sugiere que el descubrir algo es mi acto nico y simple, asimilable a nuestro concepto habitual de visin. 7
Para descubrir algo, para captar un fenmeno nuevo, las categoras conceptuales deben estar preparadas de
antemano, de lo contrario se lo asimilar a lo ya conocido o se lo desconocer. Por ello es errneo pensar,
como lo hacen los positivistas, que algo primero se descubre y luego se justifica. Al respecto resulta ya un
lugar comn la separacin ya criticada por Karl Popper (1902-1994) que realiza Hans Reichenbach (18911953) en Experiencia y prediccin entre contexto de descubrimiento y contexto de justificacin. sta no es
sino tina ingenuidad que desconoce que en el descubrimiento ya se halla incorporada la justificacin. Incluso
descubrimientos sbitos y accidentales como los rayos x no se comprenden inmediatamente ni mucho
menos. A lo sumo se registra que sucedi algo raro, pero de all al descubrimiento efectivo hay un trecho.
En ciertas ocasiones, el descubrimiento de nuevos fenmenos produce un sacudn terico de la
ciencia, de manera tal que las nuevas categoras y conceptos no slo producen una innovacin que se
acumula a los conocimientos previos, sino una revolucin cientfica que requiere reacomodar toda la
estantera. Esto es lo que Kuhn denomina un cambio de paradigma. Si se produce este giro, se debe a la
acumulacin de anormalidades en la ciencia normal. La ciencia normal es aquella que tiene poder
explicativo y no se halla cuestionada. Esta ciencia suele contener algunas anomalas, pero en la medida en
5

Jean Piaget y Rolando Garca, Historia y psicognesis de la ciencia, Mxico. Siglo XXI, 1994, p. 233.
Louis Althusser, Curso de filosofa para cientficos, Barcelona. Planeta-Agostini, 1985, p. 26.
7
Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones cientficas, Mxico, FCE, 1991, p. 97.
6

que no obstaculizan el desarrollo cientfico son tolerables y se las asimila. El inconveniente surge cuando son
tantas las anomalas que las explicaciones se vuelven cada vez ms complejas y se multiplican las hiptesis
ad hoc, es decir, las ficciones fabricadas al efecto de hipar los agujeros de la teora para que sta no se hunda.
Un claro ejemplo de ello fue la astronoma ptolomeica. Cuando llega un punto en el cual conservar esa teora
resulta insostenible y paralizante para el desarrollo cientfico, las dificultades se transforman en una crisis de
la ciencia normal, por cuanto ya carece de valor explicativo. Sin embargo, el nuevo sistema explicativo que
se construya no ser una mera correccin del viejo sistema conceptual, sino su reemplazo. De manera tal
que, si se mantienen algunos conceptos, objetos y palabras del viejo sistema conceptual, cobrarn nuevo
sentido en el actual contexto del nuevo paradigma. Al mirar la Luna, donde Ptolomeo (100-170) vea un
planeta, desde Nicols Coprnico (1473-1543) se ver un satlite.
Por qu se demora tanto en reemplazar el sistema geocntrico por el heliocntrico? No fue porque
hasta Coprnico nadie pudiera imaginar mejores soluciones. Entre otras explicaciones resulta relevante
aquella que muestra cmo todas las caractersticas de los investigadores que resultan virtudes en tiempos de
ciencia normal, en tanto posibilitan el desarrollo de la ciencia, pueden convertirse en defectos
obstaculizadores en tiempos de cambio. Ocurre que los miembros de una comunidad cientfica constituyen
una suerte de escuela que comparte una misma matriz disciplinaria (creencias, concepciones, mtodos) y los
mismos ejemplares o soluciones tpicas de los problemas que el grupo cientfico acepta como propios de la
teora. Por supuesto, esa matriz y esos modelos ejemplares posibilitan y facilitan enormemente el trabajo
colectivo en tiempos de ciencia normal, que son la mayora. Pero se convierten en obstculos prcticamente
insuperables para los miembros de esa comunidad en tiempos de ruptura. Por eso, los que producen los
cambios suelen ser sujetos que provienen de otras formaciones. 8

DEL CONOCIMIENTO PRCTICO A LA CIENCIA: UNA CONTINUIDAD


Sea continua y acumulativa o suponga rupturas, toda concepcin de la historia de la ciencia que no
vea ms que la historia interna de las disciplinas cientficas es incompleta e insatisfactoria, no slo porque
los investigadores no arribarn a una autoconciencia sobre la propia praxis cientfica, en tanto carecern de la
amplitud de perspectiva que brinda la historia social, sino porque adems como hemos visto- existen
obstculos externos que dificultan el desarrollo interno de una ciencia.
Es evidente que cada disciplina cientfica debe recurrir a su propia historia interna, es decir, a aquella
historia que se recorta del resto de la historia cuando una disciplina cobra autonoma al definir su objeto de
estudio, sus mtodos y sus reglas. Sin ir ms lejos, diferentes cientficos suelen estar trabajando sin saberlo
sobre la misma problemtica. Sucedi muchas veces en la historia de la ciencia que se lleg al mismo tiempo
a los mismos descubrimientos; por esta razn surgieron discusiones sobre la prioridad. Los discpulos de
Leibniz y Newton acusaban a uno y a otro de plagio sobre la innovacin que signific el clculo
infinitesimal, cuando en realidad ambos llegaron a los mismos resultados simultneamente por compartir una
problemtica comn dada por la historia interna de ciencia compartida. Actualmente esas situaciones se
presentan cotidianamente.
A muchos podra parecerles un exceso plantear la importancia que la historia externa tuvo en la
historia de la geometra. Puede establecerse convencionalmente que la geometra cobra autonoma desde el
momento en que es sistematizada por Euclides (siglo III a.C.), aun cuando sea muy anterior a l. En el caso
de la geometra, a los matemticos puede resultarles irrelevante, una vez que fue constituida como ciencia,
que su gnesis se vincule a la medicin de los terrenos en el marco de una reforma agraria en la poca de
Dracn y Soln. O que se hayan aprovechado los recursos lgicos descubiertos en las nuevas prcticas
judiciales a que dieron lugar las reformas polticas de entonces para superar la mera practognosis y proceder
a la solucin terica de los problemas y a su axiomatizacin. Lo cierto es que la geometra comenz en el
mbito de la accin. Las mediciones de los lotes dieron lugar a problemas prcticos que se tradujeron en
problemas tericos cuya solucin requiri la construccin de conceptos y mtodos que cobraron autonoma y
empezaron a funcionar sin necesidad de ninguna referencia a la realidad sensible de un terreno o un plano.
Los axiomas, postulados y reglas de transformacin permiten saber que la suma de los ngulos internos de
un tringulo es igual a 180 grados, y el teorema de Pitgoras conocido por cualquier estudiante secundario
no requiere ver un tringulo y mucho menos un terreno. La geometra se constituy como una disciplina
autnoma constructiva que se maneja slo con entes ideales. Tanto es as que no es la percepcin sino la
concepcin la que nos permite distinguir un quiligono o figura de mil lados de una figura de 999 lados,
8

Cf. T.S. Khun, Posdata: 1969, en La estructura..., cit.

por ejemplo. Sin embargo, todo esto, aunque parezca evidente, no lo es. La idealidad de la geometra
euclideana no era completa, sino que tena un componente emprico "externo" tan difcil de percatar como el
agua para los peces. Efectivamente, la mayor parte de su historia interna transcurri bajo el supuesto del
espacio plano, es decir, el espacio natural a nuestra percepcin. Este supuesto del sentido comn fue tambin
un obstculo "externo" a la geometra que impidi, hasta el siglo pasado, concebir las geometras no
euclideanas. Si stas fueron imaginadas y construidas, fue posible por la superacin del lmite del supuesto
del sentido comn de concebir al espacio tal cual se lo percibe, es decir, como un espacio plano, cuando en
rigor los espacios cncavo y convexo no slo son posibles como objetos ideales sino que se adecuan en
muchos casos ms a los objetos que el espacio plano.
Si atendemos al ejemplo de la geometra, vemos que existe una doble influencia, a saber, la de la
gnesis de la disciplina a partir de las exigencias de la realidad socioeconmica del siglo VI a.C. en Grecia.
Pero, como contrapartida, existe una influencia obstaculizadora brindada por el sentido comn o
cosmovisin dominante. El ejemplo brindado no corresponde a aquellos procesos histricos mediante los
cuales Piaget y Garca exponen en su epistemologa gentica las relaciones entre la psicognesis y la historia
de la ciencia. Sin embargo, ilustra perfectamente su concepcin, segn la cual existe una continuidad entre el
desarrollo cognitivo precientfico mediante la accin cotidiana construido por un sujeto que compara y
relaciona y un conocimiento cientfico que presupone unos estadios anteriores de constitucin de la
subjetividad:
Si nuestra posicin es correcta debemos convenir en que el conocimiento cientfico no es una categora
nueva, fundamentalmente diferente y heterognea con respecto a las normas del pensamiento precientfico
y a los mecanismos inherentes a las conductas instrumentales propias de la inteligencia prctica. Las
normas cientficas se sitan en la prolongacin de las normas de pensamiento y de prcticas anteriores,
pero incorporando dos exigencias nuevas: la coherencia interna (del sistema total) y la verificacin
experimental (para las ciencias no deductivas). 9

EXTERNA E INTERNA. LA HISTORIA ES UNA SOLA


Imre Lakatos (1922-1974), uno de los epistemlogos contemporneos ms eminentes quien con su
concepcin de los programas de investigacin supera varias de las dificultades del falsacionismo, incurre
tambin en la negacin de la historia externa de la ciencia al desestimar la influencia que factores
psicolgicos e ideolgicos puedan tener en las revoluciones cientficas. Su objetivo es mantener con buen
criterio la posibilidad de establecer la progresividad o la regresividad de la ciencia en el marco de los
programas de investigacin, lo cual a su juicio se vera imposibilitado si se deja el cambio histrico de la
ciencia librado a factores tan aparentemente fortuitos. Es por ello que pone el mote de "conversiones
religiosas" a las revoluciones cientficas tal cual interpreta que las concibe Kuhn. "Segn Khun las
revoluciones cientficas son irracionales, objeto de estudio de la psicologa de masas. Lo que debemos
estudiar no es la mente del cientfico individual, sino la mente de la Comunidad Cientfica. Ahora se
sustituye la psicologa individual por la psicologa social." 10 Lakatos se queda entonces con una historia
interna prescriptiva que realimenta la lgica de la investigacin cientfica, y una historia externa, social,
psicolgica, que a su juicio resulta irracional y no aporta nada relevante a la metodologa de la investigacin.
En el fondo, la preocupacin de Lakatos es por los efectos ticos de la tesis kuhniana de la
inconmensurabilidad entre paradigmas. Sin entrar en ese problema, por cuanto excede el marco de este
trabajo, queremos sealar que con la admisin ya realizada por Popper de una tica subyacente a la
investigacin cientfica y a la epistemologa correspondiente se est excediendo el marco de una historia
interna.
Enrique Mar (1927-), en un pormenorizado anlisis que realiza de la problemtica de la historia de
la ciencia, pone de manifiesto los lmites que la posicin de Lakatos tiene al respecto: para Lakatos, la
historia externa resulta irrelevante para la comprensin de la ciencia, y su crtica se orienta contra una
vulgarizacin de la concepcin marxista segn la cual los descubrimientos surgen como reflejos de
necesidades sociales vagamente definidas. A lo cual Mar responde que la vulgarizacin simplificada de una
tesis no invalida la tesis ni la hace irrelevante. En todo caso, lo criticable es la vaguedad en la referencia a las
necesidades sociales, las cuales no son claramente definidas en una reduccin mecnica de la teora del

J. Piaget y R. Garca, ob. cit., 31 y cf. 244 y ss.


Imre Lakatos, La metodologa de los programas de investigacin. Madrid, Alianza, 1983, pp. 120-121.

10

reflejo." 11 Inmediatamente viene a nuestra mente una serie de contraejemplos a la crtica visin de Lakatos:
sin ir ms lejos, la importancia que muestra Kuhn que tuvo el hecho de que a Coprnico le encargaran un
nuevo calendario ms preciso en funcin de fijar con exactitud las fechas de los contratos comerciales. Ello
no explica la teora copernicana pero sin duda es el desencadenante de su revolucin. El propio Kuhn, que en
sus trabajos tuvo en cuenta fundamentalmente la historia interna de la ciencia, no deja de referirse y de
afirmar la enorme importancia de la historia externa. 12 Lakatos, en cambio, incorpora a la historia interna
todo aquello que puede convertirse prescriptivamente en metodologa, y deja afuera todo aquello que no se
amolde a esa racionalidad. Pero, como lo seala Mar, si bien le cierra la puerta a la historia externa, la deja
entrar por la ventana en sus abundantes notas al pie de pgina. Creemos interpretar correctamente a Enrique
Mari si afirmamos que la membrana que separa lo interno de lo externo no es otra que la que establece un
criterio prescriptivo previo dado por el propio Lakatos, debido al cual lo que queda afuera aparece como
irracional en tanto no se amolda al criterio de Lakatos. A pesar de lo cual, el propio Lakatos sostiene la
necesidad de complementar la metodologa de sus programas de investigacin con una historia emprica
externa. 13
Si tradujramos esta cuestin a los trminos que le adjudican Piaget y Garca, deberamos decir que la
ciencia se produce en el contexto de un marco epistmico, que incluye tanto al paradigma epistmico cuanto
al paradigma social:
Una vez constituido un cierto marco epistmico, resulta indiscernible la contribucin que proviene del
componente social o del componente intrnseco al sistema cognitivo. 14

EL MOTOR DE LA HISTORIA CONTEMPORNEA


Actualmente parece difcil sostener que las metodologas de la investigacin cientfica puedan
ignorar la historia de la ciencia, por cuanto la propia historia de las diferentes disciplinas cientficas presenta
problemas y obstculos cuya solucin ha significado la elaboracin de instrumentos conceptuales, mtodos y
cambios de perspectiva que exceden el marco de los problemas que les dieron lugar. Mucho ms cuando la
historia de la ciencia no se vea reducida a la historia interna de un rea de investigacin que es desligada
artificialmente de otras problemticas. En tal caso la historia de la ciencia se limita a tener en cuenta el
mbito lgico que brinda el marco terico de un rea de investigacin y el marco institucional de la propia
comunidad cientfica, lo cual veremos le permite superar algunos inconvenientes. Pero, como afirma
Kuhn, entre los elementos que constituyen la matriz disciplinaria de una comunidad cientfica se hallan los
valores compartidos, uno de los cuales supone definirse sobre si la ciencia debe ser (o no tiene que serlo)
algo til para la sociedad. 15 Esto supone asomar la cabeza y mirar el "mundo exterior", es decir, la
interaccin con otros grupos sociales, las limitaciones ideolgicas y psicolgicas, las condiciones sociales y
econmicas en las que se desenvuelve el ejercicio de la ciencia, lo cual posibilita alcanzar la autoconciencia
de la propia prctica cientfica, y de muchos de los efectos y consecuencias de su produccin cientfica.
Por supuesto, existen cientficos y epistemlogos que sostienen la autonoma absoluta de las ciencias
en relacin con su entorno social, sin percatarse de que esa autonoma no es absoluta sino meramente relativa
como dira Althusser. Para ellos slo existe la historia interna de la ciencia, cuyo motor es la curiosidad
cientfica de los investigadores en funcin de los problemas que la teora les provee. Sobre esta cuestin no
vamos a abundar. Sencillamente sealaremos que en este caso se est confundiendo la motivacin subjetiva
de los investigadores con las condiciones de produccin de la ciencia, las cuales son perfectamente
compatibles. Resulta evidente que uno puede estar realizando una investigacin por la investigacin misma
sin ver ms all de la misma en cuanto a sus aplicaciones posibles. Pero a su vez esta investigacin se realiza
en el marco de una institucin que la promueve y sostiene porque le resulta de inters, pero este inters no se
limita al inters terico, sino que depende de una poltica de investigacin explcita o implcita que no puede
ignorar la realidad del mercado. La investigacin siempre se halla orientada. Su direccin no puede apartarse
del marco epistmico, y dentro de ste existen factores de poder institucional acadmico, estatal o
empresarial que afinan la orientacin. En los tiempos del fundamentalismo de mercado, desentenderse de
11

Enrique E. Mar, Elementos de epistemologa comparada, Buenos Aires, Puntosur, 1991, cf. pp. 71-73.
T.S. Khan, ob. cit., cf. p. 16.
13
13. E.E. Mar, ob, cit., cf. p. 85.
14
J. Piaget y R. Garca, ob. cit., p. 234.
15
T.S. Khun, ob. cit., p. 284.
12

10

las polticas de investigacin y de sus efectos al modo cientificista supone avalar por omisin y acrticamente
una ideologa que envuelve a nuestra sociedad de una manera cada vez ms frrea.
Las afirmaciones anteriores apuntan a sealar ya no la importancia de la historia de la ciencia para su mejor
desenvolvimiento, sino que pretenden exceder el marco metodolgico de los aportes de una historia interna
de la ciencia para una lgica del descubrimiento cientfico. Nuestro objetivo, adems, es sealar la necesidad
de integrar a la denominada historia externa de la ciencia para alcanzar ese mismo objetivo, y,
prioritariamente, para alcanzar un objetivo complementario y seguramente ms valioso: el de un ejercicio
responsable de la investigacin cientfica.
Actualmente resulta ilusorio pretender desligar la investigacin cientfica de sus externalidades, en
la medida en que hasta la investigacin ms bsica se ve condicionada por las necesidades sociales y el
mercado. Hasta parece ridculo tener que seguir discutiendo esas cuestiones. Las lneas de investigacin que
se desarrollan se hallan en gran medida condicionadas por actores y factores que no constituyen la propia
comunidad cientfica. Y aunque la comunidad cientfica dictamine qu problemas son relevantes y hasta
"cientficos", lo hace atendiendo a esos condicionamientos. Al respecto existen evidencias que eximen de
mayores comentarios. Est claro que la investigacin aplicada se halla condicionada por ciertas urgencias y
por las necesidades del mercado. Pero lo mismo ocurre con la investigacin bsica, la cual es hoy
difcilmente escindible de la tecnologa, la industria y el mercado. 16 Incluso muchos de los desarrollos
cientficos tienen como impulsora a la industria militar. Tal es el caso de gran parte de la mecnica, la cual se
desarroll en funcin de los requerimientos de la artillera, tal es el caso de la mecnica de Euler. Otro tanto
ocurre posteriormente con la energa nuclear, cuya investigacin comienza, es cierto, impulsada por los
problemas tericos de la propia fsica. Pero jams hubiera llegado donde lleg sin el apoyo de varios
gobiernos. Al respecto dicen Piaget y Garca:
Es fcilmente concebible que si los estmulos hubieran sido diferentes, otros campos de la ciencia
pudieron haber recibido mayor atencin por parte de un gran nmero de los mejores cerebros de nuestro
tiempo; otros descubrimientos hubieran tenido lugar, otras teoras cientficas hubieran surgido para dar
cuenta de ellos. Que se haya decidido invertir tanto esfuerzo en la energa nuclear y no se haya hecho lo
mismo con el problema de la conversin de la energa solar es una decisin en favor de ciertos temas en
virtud de sus aplicaciones prcticas, y no por razones epistemolgicas. 17

Es por ello que Lorenz Krger (1941-) sostiene que la investigacin cientfica reviste inters econmico y
estratgico y requiere de una poltica cientfica explcita o implcita en un doble sentido. En primer lugar, en
tanto es un medio para solucionar problemas econmicos y militares. En segundo lugar, porque es necesaria
su planificacin por las inversiones que supone y porque de ella depende la supervivencia de la humanidad.
Enrique Mar sintetiza y saca las consecuencias de estas ideas de Krger de la siguiente manera: Se trata de
un claro problema poltico que pone en nexo la sociedad global con la historia de la ciencia. Cuando la
investigacin cientfica tiene por objeto prctico la planificacin o la poltica de la ciencia, entonces deber
fundamentarse y proyectar representaciones tericas del mecanismo del desarrollo cientfico. 18 Es por
ello que hoy por hoy es ms necesario que nunca hallar los vnculos entre la investigacin cientfica y sus
externalidades, por cuanto el motor de la historia contempornea de la ciencia no se halla meramente en
las motivaciones tericas de los sujetos que hacen ciencia, sino que estas motivaciones genuinas slo pueden
realizarse en el marco de las polticas cientficas que no queden libradas al mercado. Si la guerra es algo
demasiado serio como para dejarla en manos de los militares, y si la poltica es algo demasiado importante
como para dejarla en manos de los polticos, la ciencia nos involucra demasiado como para dejarla en manos
de los cientficos.

16

Al respecto nos referimos con mayor extensin en Ciencia, poder y utopa, en Esther Daz y Mario Heller (comps.),
Hacia una visin crtica de la ciencia, Buenos Aires, Biblos, 1992.
17
J. Piaget y R. Garca, ob. cit., p. 320.
18
E.E. Mar, Elementos, cit., p. 91.

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