Don y Desarrollo, Bases de La Economía Gift and Development As Basis of Economy

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Don y desarrollo, bases de la economa


Gift and Development as Basis of Economy

RECIBIDO 2 6 DE NOVIEMBRE DE 2 0 0 9 / ACEPTADO 2 8 DE ENERO DE 2 0 1 0

Miguel Alfonso

MARTNEZ-ECHEVARRA Y ORTEGA

Facultad de Ciencias Econmicas y Empresariales


Universidad de Navarra Pamplona Espaa
mamecheva@unav es

Resumen: El autor presenta algunas reflexiones y Abstract: The author presents some reflections
conclusiones que se pueden extraer de la lectura de and conclusions that arise from the reading of CaCantas m ventate, desde la perspectiva de la filosofa ntas in ventate, from the perspective of the philode la economa En un primer momento se subra- sophy of economics Firstly, in the light of the Encyya, a la luz de la encclica, la importancia de consi- clical, he underlines the importance of considering
derar el hombre como un don en s mismo A partir the human person as a gift in him/herself From
de ah, se explica la concepcin adecuada del desa- this point onwards, it is explained the proper conrrollo, tambin desde la ptica del don Desde esas ception of development in the perspective of its
coordenadas, la teora econmica es interpelada being a gift In this view, the logic of the gift and of
para introducir la lgica del don y del amor en la love are introduced to our understanding of econocomprensin de la accin econmica, huyendo as mic action, thereby avoiding the dangers of a hardel peligro de una racionalidad mutilada En par- med rationality This suggests that there is a conticular se sugiere la conexin entre don y contrato nection between the gift and the contract which
will make authentic development possible
para hacer posible el autntico desarrollo
Palabras clave: Don, Desarrollo, Contrato, Economa

Keywords: Gift, Development, Contract, Economy

I. INTRODUCCIN

o es acertado pensar que a la hora de juzgar las llamadas encclicas


sociales los economistas lo pueden hacer desde el marco privilegiado
de un supuesto conocimiento objetivo y autnomo. Con ese prejuicio, quizs sin pretenderlo y sin mucha conciencia de la superficialidad de
esa postura, podra suceder que la llamada opinin de los economistas,

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que no siempre coincide con lo que piensan los que verdaderamente entienden la naturaleza de la economa, acabara por convertirse en juez ltimo de
la DSL
Enfrentarse con el problema econmico no es tarea sencilla, ni mucho menos est al alcance de todas las gentes. Se requiere un buen conocimiento de antropologa, etnografa, historia, poltica, derecho, etc. En cualquier caso, conviene no olvidar que debajo de toda teora econmica hay una determinada
concepcin del hombre, de la naturaleza y de Dios, de la que no siempre se tiene mucha conciencia. Por eso resulta un tanto desconcertante que se le solicite
a un economista que, mantenindose neutral frente a lafilosofay la teologa, lleve a cabo un supuesto juicio tcnico sobre el contenido de una encclica social. Adoptar esa postura no slo denotara un grave desconocimiento de
la naturaleza de la DSI, sino tambin de lo que de una manera amplia podramos llamar la historia del pensamiento econmico1.
Por eso constituye una honda y grata satisfaccin comprobar que uno de
los rasgos ms destacables de la Caritas in ventate CV (cfr. CV10,14 y 19)2
es adoptar una postura que contribuye a acabar con esa falsa y simplista imagen de la economa. Uno de los ms graves problemas con los que se enfrenta nuestra cultura es precisamente el cerramiento de las ciencias sociales a la
metafsica. Se puede decir que hoy da, salvo en contadas excepciones, resulta
casi imposible establecer un dilogo fructfero entre personas que se dediquen
a la economa o la sociologa y los que se dedican a la metafsica o la teologa.
Esto no slo es empobrecedor para las ciencias sociales sino tambin para estas ltimas.
Se puede decir que la encclica anima a superar ese autntico terror que
se ha extendido en algunos ambientes acadmicos a llevar adelante un dilogo
sereno y profundo acerca de las realidades humanas ms hondas. Un terror en
gran parte responsable de un estilo de pensamiento superficial que, de modo
1

En este sentido, y desde una perspectiva cultural mucho ms amplia, que va ms all de la mera
historia del pensamiento econmico, puede ser muy instructiva la lectura de GlLLESPIE, . .,
The Theological Origins of Modernity, Chicago-Londres: The University of Chicago Press, 2008,
sobre los orgenes teolgicos del pensamiento moderno, del cual la economa constituye su resultado ms representativo y vertebral.
Las referencias son sntesis de ideas que estn presentes en muchos puntos de la encclica, por lo
que los nmeros que se citan entre parntesis son a ttulo de orientacin; el lector puede encontrar muchos otros puntos donde se exponen las mismas ideas. No es propsito del autor hacer un
anlisis crtico del texto, sino sacar algunas conclusiones personales que pueden ayudar a quienes
se dedican al estudio del fenmeno econmico a mantener una lectura ms atenta de la CV.

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paradjico, precisamente por esa misma apariencia de neutralidad frente a los


temas de fondo, pretende presentarse como cientfico, o por lo menos, como
lo polticamente correcto.
Ha llegado el momento de enfrentarse con este estado de cosas e iniciar
ima profunda renovacin de las ideas, de acabar con temas tab, de admitir
preguntas incmodas sobre elfindel hombre, aunque muchas veces no sea fcil responderlas. No es posible seguir contentndose con un pudoroso silencio sobre esos temas cuando, por otro lado, todo el mundo sabe que, en el terreno de las llamadas ciencias del hombre, esas preguntas de algn modo han
sido pretendidamente resueltas, o ms bien escamoteadas, al incluirlas en lo
que se toma por axiomas; y que por eso mismo, no se sabe bien por qu motivo, deben quedar fuera de toda discusin. Estas posturas intelectuales vergonzantes son las responsables de que con facilidad se caiga en esa especie de
pereza mental que consiste en dejarse llevar por la pendiente de lo meramente procedimental o tcnico, sin querer reconocer que por s mismas son ciegas
y necesitan ser guiadas por conocimientos ms elevados.
Apuntando al corazn mismo de los problemas que sufre nuestra cultura, CV seala la urgente necesidad de acabar con esa falsa y artificiosa separacin entre razn y voluntad, entre inteligencia y el corazn (cfr. CV 27, 31 y
32). Ha llegado el momento en que los saberes no pueden permanecer por
ms tiempo cerrados sobre ellos mismos. Para que los saberes humanos sean
merecedores de ese nombre se hace imprescindible que estn relacionados entre s. Resulta cada vez ms urgente una nueva y ms honda visin de la interdisciplinariedad, que no puede ser otra cosa que una integracin ordenada de
los saberes humanos.
En medio de una grave crisis econmica de dimensiones universales, reflejo de una crisis cultural y social todava ms profunda, pero tambin de
grandes oportunidades para toda la humanidad, la CV no tiene miedo a plantar cara a todo tipo de prejuicios y proponer una nueva manera de enfocar no
slo la economa, sino la totalidad de la accin humana (cfr. CV 21 y 23). Precisamente porque se trata de una crisis honda y extensa, porque est en juego
no slo el bienestar de la mayora, sino la posibilidad de abrir a muchos el sentido de su propia vida, ha llegado el momento de proceder a ima renovacin
radical de los modos de pensar el hombre, a partir de los cuales se construyen
las ciencias sociales.
Mientras empieza a cundir el desnimo sobre las posibilidades de una slida teora social y econmica, cuando no son pocos los que comienzan a po-

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ner en duda la capacidad de los hombres para llevar adelante un orden internacional ms justo, la CV propone ahondar hasta la raz misma de los problemas, situar el misterio del hombre en primer plano, nica fuente de donde
puede brotar la solucin a los graves problemas y retos con los que se enfrenta la humanidad en los comienzos del siglo XXI, que de modo secundario y
sintomtico se reflejan en lo que podramos llamar problemas en el mbito
econmico y financiero (cfr. CV 22, 24 y 25).*
Como no poda ser de otro modo, la CV lleva a cabo, una vez ms, pero
con renovado bro, el anuncio gozoso de la grandeza de la misin que Dios ha
encargado al hombre realizar (cfr. CV 78). Quiere recordar a todos que los
planes de Dios de ningn modo se oponen a los del hombre, sino que son el
nico modo de que se lleven a cabo en la alegra de su plenitud. No habr posibilidad de llevar adelante un ms pleno y extenso desarrollo humano mientras no se reconozca que el impulso necesario para lograrlo proviene del insondable amor de Dios por los hombres. Se hace necesario esforzarse por
llevar a cabo este anuncio, especialmente entre los que se dedican al cultivo de
las ciencias del hombre, para que de ese modo sean muchos ms lo que puedan descubrir el camino que une lo humano y lo divino, que no es otro que la
persona de Cristo, donde alcanza su perfeccin la humanidad entera, la plenitud del don de Dios.
Con el optimismo propio e inseparable del mensaje cristiano, la encclica proclama que la presente situacin por la que atravesamos es una nueva llamada divina para descubrir y llevar a cabo el gran proyecto que Dios tiene respecto de la humanidad. El ardiente deseo de atraer todas las cosas hacia l, no
slo no impide, sino que impulsa a un renovado empeo para que todos los
pueblos puedan salir del hambre, la miseria, las enfermedades endmicas y el
analfabetismo. Todos los hombres somos nuevamente convocados a poner un
mayor esfuerzo en conseguir que la vida poltica de todos los pueblos se pueda desarrollar en libertad, paz y bienestar.
La evangelization de ningn modo frena o limita las posibilidades de
promocin humana, sino todo lo contrario, esas posibilidades quedarn frustradas mientras no se produzca la aceptacin sin reservas del misterio de Cristo. El mensaje cristiano de ningn modo se puede entender como una especie
de otromundismo, preocupado slo por la salvacin de las almas, ni tan siquiera como un moralismo, sino que se trata del nico y verdadero humanismo, conocedor de que la santidad exige la perfeccin de todo lo humano. Por
eso, aunque ciertamente la Iglesia no tiene soluciones tcnicas, ni sa consti-

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tuya su misin, nunca ha cesado de impulsar a todos los hombres a llevar a cabo la plenitud de su vocacin, lo cual no sera posible si se pretendiera ignorar las potencialidades que el mismo Dios ha puesto en todos y cada uno de
los hombres. Forma parte del plan divino contar con lo que todos y cada uno
de los hombres puede llegar a dar de s.
En el presente trabajo no se pretende juzgar la CV desde algn tipo de
visin de la economa, ni mucho menos juzgar las teoras econmicas desde la
perspectiva de la CV, sino extraer de ella algunas conclusiones que puedan
ayudar a renovar y entender mejor el sentido y lafinalidadde lo que llamamos
actividad econmica. Un objetivo que pretende dar acogida y continuidad al
reto lanzado por la misma encclica de que el momento que atraviesa la humanidad constituye una ocasin inmejorable para discernir y proyectar de un
modo nuevo, lo que hasta ahora el hombre haba pensado sobre s mismo. Se
quiere por tanto ayudar a buscar nuevos enfoques y puntos de partida desde
los que se pueda contribuir a solucionar los cada vez ms complejos y acuciantes problemas econmicos. Casi no hace falta decir que, por supuesto, se
trata de una modesta contribucin a una tarea que slo podr ser llevada a cabo entre muchos, pero de modo especial entre los que nos dedicamos al estudio de los fundamentos filosficos de la economa. Slo con humildad y paciencia, con la ayuda del don maravilloso de la luz de ima slida doctrina, ser
posible abrir nuevos caminos hacia ima mejor comprensin unitaria de las
ciencias sociales.
La cuestin social se ha hecho global, no slo geogrfica, sino sobre todo antropolgicamente; afecta a todo el hombre y a todos los hombres. Para
poder sacar a los pueblos de la pobreza se hace necesario levantar ms la vista, para apuntar a objetivos mucho ms altos. En las actuales circunstancias no
podemos conformarnos con devolver a los hombres lo que es suyo, pues de ese
modo nos quedaramos cortos, sino que ha llegado el momento de hacer planteamientos ms ambiciosos, se requiere amarlos, servirlos en la caridad de la
verdad. Algo que tiene especial fuerza para los profesores universitarios, ya
que servir en la caridad de la verdad constituye la mejor manera de expresar
de modo resumido la esencia de su empeo diario.
El presente trabajo se articula de la siguiente manera. En el primer apartado exponemos los aspectos ms destacables de la visin del hombre que
plantea la CV Un punto esencial, pues sin el fundamento de una buena antropologa resulta imposible construir una buena economa. En el segundo
apartado se trata de poner de relieve los rasgos ms esenciales del concepto de

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desarrollo, que se siguen de esa visin del hombre. Finalmente, a partir de ese
concepto de desarrollo trataremos de perfilar lo que podran ser las lneas
maestras de una nueva y ms profunda reconstruccin del pensamiento econmico. Como es patente, dada la limitada extensin del trabajo, slo se recogen de manera muy resumida y esquemtica aquellos aspectos que, a juicio
del autor, seran los ms relevantes para abrir nuevos caminos para una renovacin del pensamiento econmico, algo que por otro lado afortunadamente
nunca ha dejado de estar presente en el empeo de todos los economistas.
Finalmente diremos que nos ha sido de gran provecho llevar a cabo nuestro estudio de la CV dentro del contexto ms amplio de las otras dos encclicas de Benedicto XVI, Deus caritas est (DCE) y Spe salvi (SS). A nuestro entender, en esas tres encclicas se encierra el desarrollo de un ambicioso
y muy bien fundamentado programa de cmo se entrelazan las tres grandes
virtudes cristianas, a partir del cual llevar a cabo una renovada evangelization
del mundo en que nos ha tocado vivir.
. EL HOMBRE COMO DON

A la hora de enfocar el hombre, la CV lo hace desde la ptica del don (cfr. CV


1, 3 y 5). Algo que se sigue de la visin de Dios planteada en la encclica Deus
caritas est. Hecho a imagen y semejanza de Dios, caridad en la verdad, el
hombre nicamente puede ser entendido en toda su profundidad como don.
Es decir, como alguien llamado a la existencia por el amor de Dios, que por
eso mismo se siente interpelado en lo ms hondo de l mismo, lo cual le impulsa a ser ms, para, de ese modo, andar el camino que le conduce a su plenitud de libertad y felicidad.
Que el hombre encuentra su sentido en darse a los dems, en amar y ser
amado, queda patente en el hecho de que sea precisamente la palabra, el don
mutuo por excelencia, cauce de expresin del amor y la verdad, la que hace posible la unidad y plenitud de la humanidad. En el mismo lenguaje diario, la expresin dar la palabra expresa el compromiso de la propia entrega en el
amor a la verdad. Nada resulta ms repugnante, para Dios y para los hombres,
que la mentira, la perversin de la palabra, introducida en el mundo por el padre de la mentira, que sembr el odio, la divisin y el homicidio.
Slo ante la presencia de Eva pudo Adn darse cuenta de la plenitud del
don recibido en l mismo, de que por fin no estaba solo, que su humanidad
haba sidofinalmentecompletada, que se haba abierto el dilogo que a lo lar126

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go de la historia llevara a la perfeccin y unidad de la humanidad. La aparicin de Eva abre no slo la posibilidad de la fecundidad biolgica, sino que,
sobre todo, hace posible la fecundidad de la palabra, la comunicacin y la
unin entre todos los hombres, por encima del espacio y del tiempo, que es lo
propiamente humano. Es en este relato bblico donde se hace patente que el
amor de Dios al hombre se expresa en el amor entre los hombres, que de modo natural y primario brota y se apoya en la constitucin misma de la familia.
Este modo de enfocar la naturaleza del hombre viene a ser respaldado
por los logros ms recientes de la antropologa. Como ha puesto de manifiesto Marcel Henaff en un libro publicado no hace mucho3, se ha venido a confirmar la intuicin de Marcel Mauss segn la cual la fuente y origen de todos
los procesos de socializacin residen en el don y no en el intercambio, como
se haba pensado hasta hace bien poco. En el estudio de los rastros ms primitivos de todas las culturas, se ha hecho patente que el vnculo social surge y
se alimenta de la prctica del don ceremonial. Una prctica que nicamente
tiene sentido entre los que se tienen por iguales, entre los que de algn modo
son conscientes que se necesitan mutuamente para llegar a ser ms plenamente, para afianzarse en su propia identidad. Una prctica encaminada al establecimiento y renovacin de esa alianza que todos los hombres desean y que
toma el nombre de paz.
Asombrosamente, a algo muy parecido a esa prctica del don ceremonial
recurre la Biblia cuando quiere expresar la relacin de Dios con su pueblo.
Sonfrecuenteslos relatos donde Dios comparece como el que toma la iniciativa del don, el que ha creado y dado vida a su pueblo, lo ha alimentado y fortalecido con bienes incesantes. Un modo de expresar que Dios nunca ha dejado de solicitar a su pueblo una respuesta que renueve la alianza perpetua e
inquebrantable que con l haba establecido.
En todas las culturas el don es algo as como una amable provocacin a
la amistad y la alianza, razn por la que la prctica del don requiere envolverse en la delicadeza de las formas ceremoniales, un modo respetuoso, pero grave, de interpelar, de ofrecer y reclamar amor. Algo que, por otro lado, resulta
patente en todas las formas de cortejar conocidas y en multitud de formas de
llevar adelante la relacin social, que nada tienen que ver con lo utilitario. Una
idea que vuelve aparecer de muchos modos en los evangelios a la hora de plan-

Cfr. HENAFF, M., Le Prix de la vent, le don, l'argent, la philosophie, Paris: Seuil, 2002.

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tear la relacin de Dios con los hombres. Basta, por ejemplo, recordar las parbolas de la invitacin a las bodas, o del hijo prdigo, para tomar inmediata
constancia de que el don, llamada y respuesta, es la nica manera de expresar
la especial relacin de don-llamada que hace Dios al hombre; que constituye
la razn constitutiva de su ser.
Conviene sealar que el requerimiento de respuesta que conlleva todo
don, pero de modo radical el don divino, es clave para entender la libertad humana, constituye parte esencial del mismo don. Por eso, la libertad humana
est toda ella orientada a ese requerimiento de respuesta. El bien del hombre
reside por tanto en ese doble movimiento de aceptacin y respuesta al don divino, que le permite encaminarse al logro de la plenitud de su libertad, hacia
la fuente misma del don. Por el contrario, la terrible posibilidad de rechazo a
responder supondra el fracaso mismo del hombre, el cerramiento destructor
sobre s mismo, que le llevara a la angustiosa soledad del mal.
Desde la ptica del don, la esencia del hombre es haber sido invitado a
participar en la plenitud de la caridad en la verdad. Algo que comienza por la
acogida gozosa del don de la realidad de las cosas creadas y, de modo especial,
por la acogida del prjimo. Es patente que en la vida de los hombres un enfriamiento en la caridad conlleva un oscurecimiento de la verdad; lo cual hace
patente que el entrelazamiento de la verdad y la caridad constituye la esencia
misma del desenvolverse de la vida humana. El camino hacia la sabidura se
inicia con el alegre asombro del descubrimiento de la insondable hondura de
la experiencia del don, algo que continuamente envuelve la vida humana. Todo intento de negar la realidad de las cosas, que implica rechazar su condicin
de don, lleva a un alejamiento de Dios, de la naturaleza y de los hombres.
Basta consultar la historia de la filosofa para comprobar lo trgicos que
han resultado todos los intentos de establecer algo as como una verdad separada de la caridad, de pretender una oposicin entre la razn y el don. Unos
intentos que estn detrs de las ideologas, simplificaciones artificiosas y empobrecedoras de la realidad, negacin del don que la mantiene en el ser.
Dicho de otra manera, la posibilidad de acceso a la verdad a travs del
amor es la esencia misma del don recibido por el hombre, manifestacin de un
amor que lo atrae e impulsa a ahondar en la verdad apenas entrevista en la realidad que nos rodea. Esa es la dinmica profunda de la accin humana, la que
lleva a la unidad armoniosa entre la inteligencia y voluntad, que se manifiesta
en el crecimiento en humanidad de todo aquel que se esfuerza por andar en la
verdad. Una dinmica que ya haba entrevisto San Agustn al sealar la unidad

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entre el conocimiento por autoridad, como es sobre todo el don de la fe, con
el apetito natural de la inteligencia por adentrarse en la profundidad de ese
don insondable.
Entender al hombre como don divino es reconocerle como alguien llamado a ser ms, a crecer en esa espiral formada por el estrecho entrelazamiento del amor y la verdad que para el hombre se manifiesta en la realidad
ms inmediata que le envuelve. Significa que el encuentro con Dios, ese dar y
recibir que constituye la vida diaria del hombre, se lleva a cabo, como deca
San Josemara en la famosa homila del campus de la universidad de Navarra,
all donde estn vuestros hermanos los hombres, all donde estn vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores...4. Afirmaba as que el camino
que conduce a la plenitud de la verdad y el amor se encuentra en aceptar el
don de la realidad ms material e inmediata, que es donde est el Seor.
Dios desea que el hombre lo sea plenamente, que pueda darse libremente, para lo cual es indispensable que comience por amar la verdad que se esconde en las cosas y en las personas. Una actitud que resulta clave para organizar la convivencia sobre el principio de libertad, lo cual no es posible si no
se acepta y se acoge el don de la presencia del otro, con sus propias opiniones
y maneras distintas de ver las cosas. El camino de cada hombre hacia su perfeccin y plenitud pasa por el servicio a los otros hombres en el trabajo de cada da. La caridad es la clave para entender la accin humana. Sin ella no se
puede explicar ese impulso que reside en lo ms hondo de cada hombre de
amar y ser amado de una manera autntica y definitiva, ese deseo de unirse con
la divinidad. Como sealaba san Josemara, guiado por una intuicin divina,
el trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor. Reconocemos a Dios no slo en el espectculo de la naturaleza, sino tambin en la experiencia de nuestra labor, de nuestro esfuerzo5.
Consciente del desgaste sufrido por la palabra amor, la CV no cesa de insistir en que el amor es el otro nombre de la sabidura (cfr. CV 2, 3 y 5). Se
necesita por tanto superar el viejo prejuicio de que la inteligencia y el amor
pueden vivir por separado. nicamente desde la perspectiva del don es posible abrir una nueva va que lleve a ensanchar y ahondar en el concepto de razn. Slo entonces ser posible una nueva mirada al hombre y al mundo pu-

ESCRIV DE BALAGUER, J., Conversaciones con Mons. Escrivdde Bakguer, Madrid: Rialp, 1968,172173.
ESCRIV DE BALAGUER, J., ES Cristo que pasa, Madrid: Rialp, 1974, n 48.

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rificada por la caridad. Sin olvidar, por otro lado, que es la esperanza la que
sostiene la razn y le da fuerza para orientar la voluntad.
Ciertamente que el camino que seala la CV (cfr. CV 8, 9 y 34) no es fcil, ya que requiere recuperar el sentido del don, es decir, recuperar para la vida intelectual el insondable misterio de la caridad. Se hace necesario un renovado empeo para librarlo de las deformaciones que ha sufrido, que lo han
hecho irreconocible o incomprensible, para volver a situarlo en la fuente misma del conocimiento humano. Mientras tanto, la verdad no podr brillar en
todo su esplendor, quedar necesariamente relativizada, y el conocimiento
permanecer dbil y fracturado.
La adhesin a los valores del cristianismo no slo es algo til, sino fundamento imprescindible para la construccin de una buena sociedad, para un
verdadero y pleno desarrollo humano. Desvinculado de este modo de entender la profunda y misteriosa unidad de la verdad con la caridad, el cristianismo podra quedar reducido a buenos sentimientos, que indudablemente contribuiran a facilitar la convivencia, pero nunca dejaran de ser marginales.
. EL SENTIDO HUMANO DEL DESARROLLO

Trataremos ahora de exponer las lneas bsicas del concepto de desarrollo que
se puede alcanzar a partir del enfoque del hombre desde la experiencia del
don. Como un indicio de por dnde quiere transcurrir esta exposicin, adelantaremos que resulta clave la afirmacin que se hace en la CV de que la causa del subdesarrollo reside en la persistencia de una imagen deformada del
hombre (cfr. CV 43, 53 y 55).
Si el hombre es entendido como don, el desarrollo humano slo puede
ser entendido como vocacin, como llamada de Dios a la plenitud del amor,
que se inicia en la caridad en la verdad a los dems y a las cosas, en las circunstancias ms inmediatas de la vida. El desarrollo tiene su origen, por tanto, en el mismo corazn de cada hombre y se manifiesta en la ayuda mutua entre los que estn ms prximos, en el empeo por compartir los bienes de que
se disponen.
No es posible el desarrollo a partir de un modelo de hombre como individuo cerrado sobre s mismo, que nicamente se preocupa de su inters. De
nada vale el argumento de que es cada uno el que tiene que ayudarse a s mismo. Sin la apertura al otro no hay posibilidad de llegar a ser ms, que es la vocacin radical humana, con lo que muy pronto se agosta la posibilidad de te130

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ner. El habitar, lo mismo que el ser, slo es posible con otros y para otros. El
que no ama nunca llegar a poseer, pues no cabe poseer para uno mismo, se
dara una inversin y el presunto poseedor resultara posedo. La verdadera
posesin es fecunda y abierta a los dems, se entiende como don, como algo
que slo adquiere sentido si se pone al servicio del bien comn. Es muy significativo que las cosas, los frutos de la naturaleza, se convierten en bienes cuando pueden entrar a formar parte de un patrimonio, manifestacin sensible del
don mutuo que constituye una familia. Slo entonces, a travs del regalo o del
intercambio, esos bienes son puestos a disposicin de todas las dems familias.
Si se prescinde del don, puede que haya incremento o evolucin, como
sucede con las poblaciones de amebas o cangrejos, pero no cabe el desarrollo,
pues no es posible sin el hecho moral bsico de la apertura al otro. Los animales son incapaces de desarrollo porque no aman, estn cerrados sobre ellos
mismos y no pueden darse, carecen del don de la palabra; en consecuencia, ni
habitan, ni poseen, ni comparten, que son las fuentes de donde manan las riquezas depositadas en el corazn del hombre.
Las patentes tendencias a la globalizacin son una ocasin providencial
para vivir con mayor intensidad la unidad y creciente dependencia mutua de
todos los hombres, de tomar conciencia de que ya no es posible un desarrollo
de una parte de la humanidad, que no cabe la bipolaridad Norte Sur, desarrollo subdesarrollo, sino que ahora todos estamos embarcados en la misma tarea, lograr el desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres.
La dimensin mundial de la reciente crisis financiera ha puesto de manifiesto que no cabe el desarrollo para unos pocos y mucho menos limitado a
lo que se podra llamar la dimensin externa del desarrollo. El propio desarrollo de los llamados pases del primer mundo ser cada vez ms inviable si
no se comprende que el desarrollo de los pases ms pobres es parte del suyo
propio. Incluso se debe cambiar el modo de enfocar la ayuda al desarrollo, tomar conciencia de que esa ayuda se ha convertido en el nervio del propio desarrollo.
Se han demostrado falsas las actitudes desarrollistas de los aos cincuenta del siglo pasado, cuando se sostena que, una vez logrado un cierto nivel de vida material, de modo casi inevitable se seguira una elevacin en el
nivel de vida cultural, social y poltica. No es cierto que una verdadera democracia, un rgimen de libertades polticas, no sea posible mientras no se haya
alcanzado un cierto nivel de renta per capita. Eso sera declarar incompatible
la libertad con la pobreza o, lo que es peor, sostener que la tirana sera la va

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de acceso a una plena humanidad. Como la experiencia se ha encargado de


demostrar y como la CV afirma, ha sido precisamente la promocin de los valores humanos ms altos, como la religin y la cultura, lo que ha estado detrs
de los verdaderos procesos de desarrollo (cfr. CV 29, 75, 77 y 79).
Precisamente porque toda accin humana es radicalmente moral, porque
no cabe separar el ser del tener, conviene ser muy cuidadoso a la hora de diagnosticar las causas del verdadero y pleno desarrollo. Basta con muy poco crecimiento en el ser, como puede ser una simple mejora tcnica u organizativa,
para salir del atraso econmico; pero si el desarrollo se redujera a eso, se producira un cierto engao. El verdadero desarrollo exige persistir sin desnimo
en la promocin del hombre en todas sus dimensiones; pero de modo ordenado, dando primaca a lo moral sobre lo tcnico y organizativo. En las causas profundas del estancamiento en el subdesarrollo persiste una falta de sabidura, el mantenimiento de una visin parcial y muy limitada del hombre.
No hay que olvidar que la mejora tcnica es la manera ms bsica de incrementar el ser del hombre. En consecuencia, cualquier mejora de conocimientos tcnicos conlleva un impulso al desarrollo, algo patente en todo hombre y en todos los pueblos, pero ese impulso se agosta enseguida si olvida que
la tcnica necesita siempre de una orientacin moral. No es posible un desarrollo pleno, del hombre y de todos los hombres, si se plantea como una cuestin meramente tcnica, si se prescinde de la sabidura, de la fuerza moral que
reside en lo ms hondo de lo humano. Puede que las aportaciones meramente tcnicas al desarrollo de momento se traduzcan en una mejora en las condiciones de vida, pero si el desarrollo no va acompaado de un crecimiento en
lo moral, con sus manifestaciones en lo cultural e institucional, o se estanca, o
entra en un proceso de corrupcin.
Con frecuencia se tiende a olvidar que el problema de la escasez no reside en lo material, sino en el desprecio a la dignidad moral de la persona humana. Por eso, a la hora de promover un verdadero desarrollo, lo primero que
hay que hacer es contribuir a despejar todos los obstculos que impiden al
hombre expresarse libremente como sujeto moral, otorgarles cuanto antes el
uso de la palabra, abrir los cauces de la ayuda mutua, que son esencialmente
morales y polticos.
Dentro de ese objetivo orientado a lograr que el hombre pueda manifestarse como sujeto moral, resulta imprescindible el reconocimiento de la libertad religiosa. Condicin sin la que no es posible algo tan bsico para la dignidad humana como la libertad poltica, a partir de la cual se puede iniciar un

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verdadero desarrollo6. Resulta asombroso que todava persistan actitudes de lo


que se podra llamar fundamentalismo tecnocrtico que pretenden llegar a
la libertad poltica a travs de la tcnica, mediante la difusin de una especie
de indiferentismo o escepticismo religioso generalizado.
Conviene, por ltimo, no olvidar que el desarrollo es reversible, puede
caminar hacia delante o hacia atrs, en paralelo con lo que puede acontecer
con la condicin moral de cada pueblo. Sera una insensatez por parte de los
pueblos desarrollados considerar su situacin presente como definitivamente consolidada e irreversible. En este sentido constituye una muy grave amenaza al desarrollo la difusin de una mentalidad antinatalista, expresin
directa de la mentira y la muerte, del odio a Dios y al hombre. Sin la disposicin a acoger la vida en su manifestacin ms dbil, cuando se encuentra en
el seno materno, bajo el corazn de su madre, el desarrollo humano resultara inviable.
IV. CLAVES PARA UNA VISIN MS PLENA DE LA ECONOMA

Como consecuencia de lo expuesto en los dos apartados anteriores, trataremos ahora de exponer algunas conclusiones que pueden ser importantes a la
hora de elaborar las bases de una comprensin mejor y ms plena de la economa.
La primera de esas conclusiones es que, para entender en toda su hondura el problema econmico que, no se puede olvidar, es una dimensin de la
accin humana, no basta con una lgica fra, separada del corazn, incapaz de
comprender lo que Pascal llamaba las razones del corazn. Si se quiere llegar
a entender mejor el sentido de la accin humana, hace falta hacer un esfuerzo
por superar el enfoque que podramos llamar formalista de sus motivaciones.
Creo que en esa direccin apunta lo que afirma la CV de que la sabidura, el
saber que orienta el hacer, es el otro nombre del amor (cfr. CV 3, 4 y 5). En
un plano ms inmediato y operativo se trata de dar entrada en la teora econmica a esa innegable realidad humana que es el amor.
No es que el amor haya estado hasta ahora totalmente ausente del pensamiento econmico y social, sino que se le ha tenido por un sentimiento irra-

En relacin al tema del fundamento de la libertad poltica en la libertad religiosa se puede consultar RHONHEIMER, M., Cristianismo y laicidad. Historia y actualidad de una relacin compleja, Madrid: Rialp, 2009.

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cional7, que, como tal, slo poda permanecer oculto en el submundo de la


mecnica de las pasiones, que, por supuesto, ha sido considerado opaco a la luz
de la razn. Se pensaba que slo de ese modo sera posible disponer de una especie de inteligencia pura, separada del amor, con la que analizar algo as
como una lgica disecada de la accin humana. Eso es lo que comparece en
muchos de los llamados modelos del agente econmico, donde no se tarda
en comprobar que, bajo la apariencia de un supuesto clculo objetivo o neutral de las consecuencias de la accin, se esconde un amor deforme, surgido de una visin estrecha de la verdad del hombre 8 .
En este sentido, dentro de lo sugerido por la lectura de la CV (cfr. CV 6,
35 y 36) creo que una importante lnea de investigacin que permitira llegar
a un modelo ms completo del sujeto econmico sera estudiar la relacin entre don y contrato, que constituye un binomio clave para ahondar en el funcionamiento del vnculo social. Una investigacin a partir de la cual se podra
alcanzar una mejor comprensin de cmo en el plano de lo econmico se articulan la alianza y la organizacin, lo cual, en ltimo trmino, reflejara la
unin de la caridad con la justicia.
Ha sido precisamente el estudio del nuevo y prometedor campo de la
economa de la organizacin9 el que ha puesto de manifiesto la incapacidad
del contrato por s solo para explicar la dinmica de la creacin de riquezas.
Los contratos no pueden ser plenamente eficaces sin el apoyo de ese denso entramado de alianzas implcitas que brotan y se alimentan de la disposicin de
entrega generosa de los que se relacionan por medio de ellos en las organizaciones y mercados. Un entramado que hasta ahora haba pasado oculto, pero
que se empieza a reconocer bajo el nombre de capital social, y con el que se
pretende designar el conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto
mutuo que son indispensables para el mantenimiento y desarrollo de la convivencia civil.

A. Comte quiso dar entrada al amor, como nico modo de dar unidad a la visin objetiva que las
ciencias tienen de las cosas, pero como haba rechazado la posibilidad de la metafsica y no vea
el modo de reconocer la verdad en el amor, acab por confundir el amor con un sentimentalismo, con un falseamiento del amor, justamente criticado y rechazado por J. S. Mili, entre otras cosas, porque implicaba la misma objetividad de las ciencias.
Una interesante revisin de los ms recientes modelos del sujeto econmico se puede ver en
DAVIS, J. B., The Theory of the Individual in Economics: Identity and Value, Londres: Routledge,
2003.
Para este tema ver MARTNEZ-ECHEVARRA Y ORTEGA, . ., Dirigir empresas: de la teora a h reaUfad, Madrid: Ediciones Internacionales Universitarias, 2005.

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De hecho, se ha podido comprobar que los mercados y las organizaciones no pueden mantenerse por s mismos, que necesitan apoyarse por lo menos en una ideologa. En este sentido, no slo son incompatibles con la gratuidad, ni slo comparece en un mbito ajeno y posterior, sino que est
implcita en sus propios fundamentos, viene exigida por la propia dinmica
econmica. Por desgracia no son raras las veces que esa imprescindible gratuidad es arrancada de modo falaz, sorprendiendo la buena voluntad de la mayora de los que participan en la creacin solidaria de las riquezas. En cualquier caso es cada vez ms patente que el intercambio y el contrato no seran
posibles sin esas expresiones de fraternidad, de gracia, de ayuda mutua, que
envuelven las relaciones humanas. Se hace por tanto importantsimo llevar a
cabo un estudio de cmo se articula el don y el contrato, de modo especial en
el caso gravsimo de los contratos laborales, en los cuales, si se prescindiera de
la dimensin de gratuidad, entrara en quiebra la razn econmica misma.
Ha sido precisamente ahora, a comienzos del siglo XXI, cuando se ha cado en la cuenta de la necesidad del don como fundamento de la ciudad, algo
que ya haba sealado Aristteles, quien se haba dado cuenta de que la ciudad
haba surgido de la superacin de pactos y alianzas entre familias, alimentados
por la continua prctica del don ceremonial. Una superacin que trajo consigo la aparicin del contrato y el intercambio, que pasaran a ser la relacin tpica de las ciudades. Todo pareca indicar que la prctica pblica del don haba quedado sustituida por el intercambio privado de bienes. Esto haba sido
as porque la unidad de la ciudad quedaba asegurada por la ley, por la constitucin de la autoridad poltica. Se hizo entonces posible el paso desde la justicia vindicativa a la justicia arbitral, bajo la ley, que hace posible la realizacin
de los intercambios y los contratos. Pero, hasta hace bien poco, se haba pasado por alto que Aristteles haba sealado que la ciudad misma era un don
mutuo, surgida de esa especie de institucionalizacin de la prctica del don ceremonial que es la ley. En un comentario muy breve, afirma que en el centro
de la ciudad tena que estar el altar de las Gracias, para que haya retribucin,
porque esto es propio de la gratitud: devolver un servicio al que nos ha favorecido, y, a su vez, tomar la iniciativa para favorecerle10.
El espritu del don ha estado oculto, pero de ningn modo ausente de la
economa, pues en tal caso la sociedad habra colapsado. Se oculta en el res-

ARISTTELES, EN 1133a.

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peto a la ley, en ese mbito de distribucin de bienes que se practica en la familia y con los amigos, pero tambin en la empresa y en las relaciones laborales. Es lgico que no sea tan directamente visible en el mercado ya que por su
propia naturaleza est ms orientado al contrato, al intercambio, cuyo fundamento es la equivalencia. Pero conviene no olvidar que la misma ley es un don
mutuo. Por eso la gratuidad no puede surgir de la ley, ni se puede imponer por
ley. El don, el reconocimiento, respeto y admiracin hacia el otro es la base
que sustenta al intercambio y el contrato. Aunque la ciudad sea primera en el
orden de los fines, conviene no olvidar que es el don mutuo de las familias el
que hace posible la ciudad. Podra decirse, por tanto, que el mercado necesita
moverse entre la familia y la ciudad, entre el don y el contrato.
Otra conclusin muy importante del enfoque del hombre como don es
que ha permitido un cambio profundo en el modo de entender la empresa.
Han sido precisamente las dificultades para explicar la naturaleza de la empresa desde la muy estrecha perspectiva del contrato las que han abierto ima
nueva y fructfera va de entender la empresa desde la perspectiva del don y la
alianza. Un planteamiento al que han contribuido en no poca medida los trabajos de O. E. Williamson, premio Nobel de Economa del ao 2009, sobre
las posibilidades y limitaciones de las teoras contractualistas de la empresa11.
De este modo se ha abierto un camino muy fructfero para entender la economa desde la empresa, como compromiso mutuo en el desarrollo de un bien
comn.
Ha sido precisamente en el mbito de la teora de la empresa, donde ms
encaja el concepto de desarrollo que hemos expuesto en el apartado anterior,
donde se hace ms evidente que la gnesis de la riqueza o valor econmico es
inseparable de un enfoque donde prime la experiencia del don. Cada vez son
ms numerosos los enfoques de la empresa donde se reconoce abiertamente
que la empresa slo es posible si se tiene en cuenta el desarrollo pleno de todas las personas que la integran. No es posible llevar adelante el proceso de
creacin y reparto de riqueza si en el fundamento mismo de la empresa no
existe una disposicin de donacin mutua de los que participan en el mismo
proyecto.
Resulta cada vez ms insostenible la postura de quienes, de modo abierto, insisten en mantener la idea de la economa como conocimiento autno11

Sobre este tema ver MARTNEZ-ECHEVARRA Y ORTEGA, . ., Dirigir empresas: de la teora a la


realidad.

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mo, situado ms all de lo que consideran ingerencias de carcter moral. No


basta con el enfoque reduccionista de los que pretenden verlo todo desde la
estrechez de lo meramente econmico y tecnolgico. Para entender la economa en toda su hondura humana se hace cada vez ms necesaria una apertura
al fin al que el hombre ha sido llamado. Lo cual slo es posible si se admite
que existe un apuntamiento a un fin que desde el principio est destinado a ser
trascendido. Si por el contrario se decide imponer un cerramiento a esa cadena de fines, la economa se deshumaniza y acaba por hacerse operativamente
imposible.

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Bibliografia
1. ARISTTELES, tica Nicomaquea; tica Eudemia, Madrid: Gredos, 1988.
2. BENEDICTO XVI, Dios es amor. Carta encclica Deus caritas est, Madrid:
BAC, 2006.
3. BENEDICTO XVI, Carta encclica Spe Salvi. Sobre la esperanza cristiana,
Madrid: Palabra, 2007.
4. BENEDICTO XVI, Carta Encclica Caritas in ventate. Sobre el desarrollo
humano integral en h caridad y la verdad, Madrid: Palabra, 2009.
5. DAVIS, J. B., The Theory of the Individual in Economics: Identity and Value,
Londres: Routledge, 2003.
6. ESCRIV DE BALAGUER, J., Conversaciones con Mons. Escriv de Balaguer,
Madrid: Rialp, 1968.
7. ESCRIV DE BALAGUER, J., Es Cristo que pasa, Madrid: Rialp, 1974.
8. GILLESPIE, . ., The Theological Origins ofModernity, Chicago-Londres:
The University of Chicago Press, 2008.
9. HENAFF, M., Le Prix de h vrit, le dm, Vargent, h philosophie, Paris: Seuil,
2002.
10. MARTNEZ-ECHEVARRA Y ORTEGA, M. ., Dirigir empresas: de la teora a
la realidad, Madrid: Ediciones Internacionales Universitarias, 2005.
11. RHONHEIMER, M., Cristianismo y laicidad. Historia y actualidad de una relacin compleja, Madrid: Rialp, 2009.

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