PiaFigueroa-El Guia Interno

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EL GUA INTERNO

(testimonios)

Pa Figueroa E.

A t, que participas del Nuevo Humanismo


buscando un gua en tu propio corazn.

MI TESTIMONIO

Cuando era nia me gustaba jugar y me gustaba soar.


Y en mis juegos con otros nios seguamos a hroes imaginarios que nos
capitaneaban hacia mundos fantsticos, defendindonos de peligros y abrindonos paso
entre mil obstculos.
En mis juegos solitarios y en mis sueos surgan tambin infinidad de
personajes que llenaban de fascinacin y de color mis largas tardes. Dialogu con ellos
muchas veces, en voz alta o en mi mente, y se convirtieron en los compaeros ms reales de
mi infancia.
De entre ellos recuerdo especialmente a uno, que visit mi imaginacin una
noche de miedo, acudiendo para calmarme con dulzura entre mis pesadillas. Era un ser de
colores radiantes y de bondad casi maternal, pero valiente como guerrero y ms sabio que
todos mis profesores. Vigil mi sueo y desde entonces estuvo muchos aos a mi lado.
Vivi conmigo secretamente y cuando, con el tiempo, me hablaron los grandes
de religin, de ngeles y de dioses, de seres todopoderosos y perfectos, me pareci
indudable que aludan a mi compaero interno.
As, comenc a orarle y a establecer mis ritos de comunicacin con l. Su
presencia me result tan familiar que me acostumbr a invocarlo cuando necesitaba apoyo y
a agradecerle entre mi carcajeo alegre.
Esto reforz nuestra peculiar relacin, conmovindome profundamente cada
vez que su imagen luminosa vena a mi imaginacin.
Por su parte l tambin se hizo ms diestro y tuve la impresin de que no slo
acuda en mi ayuda, sino que adems me aconsejaba para poder dar una mano a otros que
lo necesitaran. Era mi modelo, mi ejemplo y muchas veces actuaba como intermediario
facilitando una reconciliacin.

Sigui la vida y ese ludismo ingenuo, lleno de maravilla y fantasa, se diluy con
el transformarse de mi cuerpo.
Mi adolescencia fue un oscuro cuestionamiento existencial, preguntas lanzadas
y un retumbar de ecos sin respuestas. Sombras, enigmas y encrucijadas que,
entremezclando el pasado con el futuro, me situaban en un presente confuso.
De sus pedestales se derrumbaron con alarmante estruendo mis creencias
ms slidas y los hroes infantiles perdieron su mgica influencia. No hubo padres, ni
maestros, ni autoridad alguna contra la cual no irrumpiera en rebelin mi disconforme
juventud.
A tientas, como una ciega, transit por ese pasillo estrecho que terminaba con
mi niez. Tnel de cambios fsicos que tambaleaban mi manera de ser y que, sin embargo,
me llevaba lentamente hacia el reencuentro conmigo misma.
Entre los pliegues de mi corazn (muy profundo dormido dentro de mi), un da
sorprend a mi amigo interno.
Y no teniendo otro bastn en que apoyar mi crecimiento, con fe y humildad
acept su orientacin, y entonces l actu como un verdadero Gua.
Y fue como un renacer y emprender el vuelo de nuevo, ya que desde el fracaso
me levant a abrazar la causa ms digna: la de la superacin del sufrimiento en m y en
otros. La causa solidaria que resuelve todo aquello que genera contradiccin y abre un futuro
unitivo y pleno para todo ser humano. (1)

A la causa que abrac en mi temprana juventud he dedicado mi vida.


Enarbolando la bandera que proclama un futuro sin sufrimiento para la humanidad, he
recorrido continentes enteros.
S, he llevado este mensaje de liberacin hasta los confines de nuestro planeta
y he visto unirse a la tarea de Humanizar la Tierra a gentes de las ms diversas razas y
culturas.
Y entre todos estos nobles voluntarios las diversidades han ido confluyendo
para enriquecer la construccin de una realidad social distinta.
Es esta causa solidaria la que ha permitido a cada uno dar direccin a su fe y,
se tratara de ateos o creyentes, todos llegamos a advertir la utilidad de un gua interno.
Es ms, simultneamente a la difusin de un nuevo punto de vista sobre la vida,
fuimos creando mbitos apropiados para el desarrollo personal y all cada cual busc en
silencio una comunicacin profunda consigo mismo, hasta dar con sus propios modelos y
llegar a configurar esa suerte de arquetipo orientador.
Fue as como pas del empirismo intuitivo al trabajo intencional y sostenido con
mi Gua, y fui fundamentando cada paso que di en la comprensin de los mecanismos
squicos, en el estudio detenido de las imgenes mentales y en la corroboracin de lo til que
resulta poderlas manejar.
Y mientras ms cuidadosamente me apliqu en las tcnicas de configuracin de
mi Gua interno, mayor fue la conmocin que su presencia me suscit y tambin mayor fue la
ayuda que me prest cada vez que sintindome en necesidad, invoqu su reconfortante
imagen.

Fue en aquellos grupos de trabajo organizado donde fui adquiriendo


conocimiento y pericia acerca del mundo interior.
Y cuando se trat de configurar al Gua, comprend la necesidad de distinguir
un sentimiento de otro y dejar que mi corazn se orientara hacia las imgenes que mayor
conmocin le producan.
Con mucha benevolencia hacia mi misma, dej que fluyera y que creciera un
agradecimiento en mi interior, mientras mi mente iba rozando distintas posibilidades.
Rondaba alrededor de los modelos de mi pasado, revisaba los ejemplos fuertemente
orientadores, acercndose y alejndose de la imagen que buscaba.
Pero era el sentimiento conmocionado y alegre el que, como un hilo conductor,
me llevaba a entregarme a la imagen de un Gua.
Y desendola, atendindola, cuidando mi actitud y acallando todo ruido, fue que
una vez mi corazn pudo darle un nombre.
Y entonces, al nombrar a mi Gua, como un imn este sonido atrajo su figura.
Rindi casi tangible su presencia, precis su rostro y defini sus manos. Devel ante m ese
modelo escondido ms all de mi conciencia y sent que s, que era aquella la imagen que
desde tanto buscaba y que profundamente desde siempre conoca.
Pero fueron necesarias la paciencia y la permanencia, fue necesario desechar
todo forzamiento y reiterar muchas veces el contacto establecido, apelar a su presencia para
poderlo visualizar y visualizarlo de nuevo para sentirlo mejor. Hasta que se configur bien
esa imagen protectora y pude contar con ella en la vida sencilla de todos los das. (2)

En momentos de gran soledad, cuando todas las personas en las que haba
confiado me falalron, cuando deambulaba sin afecto y sin comprensin, cuando en mi
encierro me senta prisionera de mis propios muros y me era imposible abrir un canal de
comunicacin con nadie, viniste t, Gua, y acompaaste con tu suave presencia esa oscura
soledad.
Con discresin y paciencia permaneciste a mi lado y da a da esa sensacin de
bondadoso apoyo me fue ayudando, me fue orientando y acrecentando mi fuerza, hasta abrir
las compuertas de mi mundo interno.
Entonces todo tu dinamismo me impuls hacia afuera y, siguiendo tu imagen,
me acerqu con disponibilidad hacia otro ser humano.
Y no slo logr contar, sino tambin or.
Tu bondad me ense a escuchar con atencin a los dems, a escuchar el
corazn de los dems, a entender lo que se dice por detrs de las palabras y a ser yo, con mi
presencia, tan reconfortante para otros como tu imagen para mi. (3)

Hay veces que sintindome tan feliz, he tenido la sensacin de que tanta
alegra no me cabe en el pecho; que la felicidad invade todo mi ser y lo que me rodea, hace
maravillosos los objetos ms insignificantes y parece contagiar a todas las personas que
encuentro; hasta los paisajes ms simples respiran entonces de una armona dichosa.
Casi sin poder contenerme he gritado desde el fondo de mi misma,
agradeciendo esa enorme felicidad.
Y al buscar a quien dirigir mi agradecimiento, hacia donde canalizar esa
incontenible y extraordinaria alegra, se ha presentado ante m la figura imponente e
increblemente energtica de mi Gua.
Personificando toda mi felicidad, lo he visto radiante y luminoso como una
imagen vibrtil, fuerte y vital, capaz de concentrar los mejores estados internos.
Cuando luego he vuelto a la opacidad del simple bienestar cotidiano, cuando sin
dolor ni placer me he encontrado desarrollando mis actividades habituales, he intentado
tomar contacto con mi Gua.
Y ese agradecimiento brindado en el momento de especial felicidad me ha sido
devuelto, permitindome gustar nuevamente el sabor de la alegra sin lmite, an inmersa en
la ms montona rutina. (4)

En las maanas, al despertar, acostumbro a quedarme en la cama unos


minutos y en esa tibieza semiadormecida suelo evocar a grandes rasgos los aconteceres que
irn a determinar mi da.
Entrecerrando los ojos nuevamente, intento verme en mi desplazamiento por la
ciudad, entre los vehculos y los semforos, como tantos transentes apurados acudiendo a
mi lugar de trabajo.
Trato de precisar las imgenes hasta organizar un esbozado plan de las tareas
por realizar, as como de mi relacin con mis compaeros de labor.
Y en esas secuencias mi imaginacin va elaborando escenarios de las diversas
actividades cotidianas, hasta completar el cuadro con mi regreso de cansancio satisfecho a
la nocturna tibieza de la cama.
Miro mi jornada entonces con una predisposicin distinta, pero vuelvo al
recogimiento por unos instantes para apelar a la presencia de mi Gua.
Le pido, cada maana, que positivice al mximo mis horas viglicas, que me de
fortaleza, que me de entusiasmo y que acompae con su luz mi quehacer.
Me alzo impulsada por la fe, con la decisin de hacer de mis horas lo mejor, y
enfrento el aire matutino con la disposicin con que se mira una nueva aventura.

A veces una neblina opaca se desliza dentro de m, silenciosa e


imperceptiblemente, hasta instalarse en mi corazn.
Es una vaga sensacin de tristeza que con disimulo gana mi alma y comienza a
succionar mi entusiasmo.
En esas ocasiones se climatizan mis pensamientos y argumentaciones y me
siento caer en una especie de abulia desganada en la que una y otra vez paso un largo
recuento de mis penas.
Y en ese sin-sentido, surge el recuerdo de mi Gua.
Despejando la niebla, acude en mi auxilio cuando lo llamo y me deja ver la
intensa luminosidad de su figura fuerte.
Se me acerca, coloca por unos instantes sus manos sobre mi frente y me
susurra una sola palabra: Paz!!, dice.
Y siento que esa palabra abre un sol en mi pecho, un sol que crece, se expande
y va transformando esa opaca materia de la tristeza en una tranquilidad profunda y benfica.
(5)

Estoy inquieta, dudo y me debato repetidamente entre los si y los no.


Mi cabeza multiplica las posibilidades y me voy confundiendo en el laberinto de
mil canales, entre los corredores tortuosos de mi dbil razn.
Y all estoy, petrificada ante la proyeccin de posibilidades entre las cuales no
logro elegir.
Cualquier opcin me parece ya determinada de antemano por tantos
condicionamientos y veo en mis intentos de respuesta, el reflejo ms que la libertad. Mi
propio punto de vista filtra, como la red de una trampa, la luz de cualquier salida... y lo que yo
quiero, no con mi torpe cabeza sino con mi corazn, es una resolucin nueva, un camino
abierto a la certeza.
Entonces llamo, con toda mi fe, a aquella presencia que me es de total
confianza y la visualizo recorriendo el gris laberinto con su antorcha de sabidura.
All va, caminando diligente ante m, iluminando de derecha e izquierda,
recomponiendo ese mosaico de contenidos confusos que voy viendo integrarse y formar
parte de una sola cosa, a medida en que lo sigo hasta los rincones ms perdidos de mi
propia confusin. Y desde esa lejana periferia, volvemos hacia el centro mismo de mi cabeza
en donde siento que su presencia, clida, amada presencia, me da por fin la certeza de una
salida nueva.
He conectado, a travs de l, con aquello inamovible que hay dentro de m, con
el sustento de mi vida y de mi mente y, ahora s, con claridad advierto un pensamiento que
es coherente con mi sentir y que adems me resulta fcil de llevar a la prctica. Una decisin
unitiva que es nueva para m y que me lanza, sin traicionar mi propia esencia, hacia el
mundo que me rodea.

He sentido mi cuerpo en algunos anocheceres blando y distenso. La cabeza


como de algodn y los ojos muy relajados.
He cerrado los prpados y me he dejado llevar por una agradable sensacin
que me ha recordado el flotar en medio de un lago, mientras tambin mis brazos y piernas se
contagiaban con una calidez pesada y liviana al mismo tiempo. Mis espaldas abandonaban el
peso que tan a menudo acarrean y mi estmago dejaba por unos momentos su ansiedad.
He comenzado a respirar fluidamente, mientras mi mente se ha despejado de la
sucesin de imgenes de mi cotidianidad y ha comenzado a interesarse por esa infinidad de
ruidos que an en el anochecer existen.
Y dejando que mi odo se agudice he ido a rescatar sonidos muy suaves o muy
lejanos, mientras mi cuerpo se ha ido aflojando cada vez ms.
Lejana la inquietud y con la mente en silencio, he podido or una voz distinta de
la ma y distinta sin duda de todos los ruidos que impregnaban la noche.
Ha sido un susurro que me ha hablado de la vida que habita en mi cuerpo,
llenndome de sorpresa al reconocer tal evidencia.
Me ha hecho sentirme viva y hablndome con dulzura, me ha explicado que mis
brazos y mis piernas, mi tronco y mi cabeza son transitorios y se modifican con el correr del
tiempo. Hasta que cansado de tantos espacios recorridos, mi cuerpo no ser ms lo que
llamo mi vida, sino que la vida ser sin cuerpo, sin tiempo, sin lmites, una expansin enorme
que trasciende la noche y salta por sobre la muerte.
Y, cobijada por estas palabras de mi Gua, me he abandonado al sueo con
confianza, as como lo har en el momento de mi muerte, dispuesta al alba de un nuevo da.

Cuando llev mi alegra al seno de aquella familia desmembrada y abr entre


ellos la posibilidad del dilogo sincero y confiado; cuando di mi apoyo al amigo humillado y lo
ayud a levantarse sin revancha ni venganza; cuando contribu a que en la mirada de esa
mujer desamparada brillara nuevamente una esperanza; cuando a aquel hombre posedo
por el temor y el clculo pude devolverle la fe y la confianza, sent que eras t, Gua, quien
les daba a travs mo.
Eras t quien actuaba en un dar desinteresado y realmente bondadoso. Te
hacas presente en mis acciones y, como si yo fuera un puente o ms bien un vehculo, una
intermediaria entre t y el mundo, manifestabas a travs de mis obras tu comprensiva actitud.
Y as, mediante esas acciones realizadas por mi intermedio, has ido de paso
desplazando tambin mi egosmo y poco a poco se ha ido ampliando el radio de ayuda a mi
prjimo.
Y dando, yo he aprendido. Dando, he crecido, he desarrollado capacidades
insospechadas y me he liberado de ese individualismo encerrado y defensivo. Dando yo he
comprendido que no hay va ms vlida para consolidar la unidad interna que esa que me
has indicado: la de la accin positiva que termina en los dems. (6)

Yo quera un hijo, mi cuerpo quera un hijo, mi amor quera un hijo. Quera


como quiere un rbol ponerme a hacer mis frutos.
Hubo mdicos, hubo exmenes, hubo ciencia y hubo tiempo. Frustradas
expectativas y otros nuevos tratamientos. Parece que a mi madera le costaba germinar.
Hasta que hubo un gran pedido, tal vez el ms profundo que he formulado a mi
Gua. Surgido desde la savia, desde la entraa, desde lo lmbico.
Lanzado como una piedra a la oscuridad del pozo, y en silencio la larga espera
atenta a la respuesta. Soplado suave a los vientos y la mirada oteando al horizonte. Un
pedido sostenido con mucha permanencia y con fe en la respuesta.
Hasta que se hizo primavera!
La vendimia puso en mis brazos uno y despus otro nio.
Seres maravillosos que crecen y que miran, que todo lo llenan con sus risas,
irradiando vitalidad y aprendiendo rpido a hacer sus preguntas. De dnde venimos?
Quines somos?
... desde un pedido escuchado, desde una gracia concedida....

Cuando los azarosos dados del destino me han colocado en situacin de dar
respuesta ante lo que se suele llamar el mundo pblico, cuando han recado en m
responsabilidades gubernamentales o roles polticos, cuando he tenido que enfrentar a la
prensa, cuando mi voz ha debido tomar la modulacin del discurso colectivo, cada vez que
ello ha ocurrido me he sentido tremendamente expuesta.
Blanco de los dardos de la contra, centro de maniobras malintencionadas,
alimento para la argumentacin de contrincantes, la figura a descalificar y el receptculo de
la crtica. Incluso entre los ms cercanos mi mirada detect al juez y reconoci al verdugo.
No es exactamente paranoia, sino el pnico que da el registro de estar
expuesta.
Pero algo me ha hecho bajar la guardia y abrir el corazn: ha sido descubrir en
el fondo de otros ojos la necesidad de creer. Confiar en que alguien sintonizar con el
mensaje. Sentir en mi destinatario la posibilidad del cambio.
No es que con las cmaras y los flashes encima yo me ponga a implorar a mi
gua. Ni que en un acto oficial evoque su presencia. Es diferente.
Es contar con que las respuestas surgirn desde mi centro, actuar desde una
coherencia con mi proyecto, hablar a quien en la multitud sabe ponerse a escuchar.
En ese estar expuesta he aprendido a dejarme ir, a sentir que no hay nada que
perder y a confiar en que tengo orientacin. Si slo estoy atenta a abrir el futuro a otro, mi
Gua sabe llevarme para hablar desde dentro. Si puedo conectar con otro ser humano,
entonces tocar con mis palabras sus ojos. Si puedo atender al corazn de mi destinatario,
me va indicando los gestos adecuados, perfilando el discurso, hilvanando las frases.
Por ltimo si hay errores he visto que no son graves. No saldr nunca de mi
boca un exhorto antihumanista. Tampoco un gesto violento o discriminatorio.
Los errores son nicamente de emplazamiento. Se producen por sentir tan
intensamente ese temor a estar expuesta, quedando atrapada en lo de uno, en ese yo que
se defiende. En general no hay errores cuando logro reconocer al otro.

Muchos hombres han creado, pensado, formulado, pintado, construido,


legislado, operado, investigado, navegado, gobernado, esculpido, rimado, manejado,
inventado, explorado, compuesto y liderado todo - o casi todo - lo que el ser humano ha
generado en el mundo.
Nosotras las mujeres hemos estado mas bien sumergidas en la historia. Hemos
estado por siglos pariendo, criando, enseando, cuidando. Hemos estado haciendo la
especie. Pero a la hora de volar lejos nos han hecho falta los modelos.
Palabras de una, gestos de otra, el coraje de una tercera, la serenidad de la de
ms all... trozos desestructurados e insuficientes para una real inspiracin.
Nosotras las mujeres hemos buscado fuerza en musas y guas configurados en
el espacio interior. Hemos sido devotas, piadosas y creyentes. Nos hemos expertizado en la
oracin. Y cuando alguna se ha aventurado en los terrenos de vanguardia, ha pasado a ser
mito, leyenda o santa.
Si queremos Humanizar la Tierra, las mujeres tendremos que aprender a
construir modelos cercanos y accesibles, capaces de potenciar todas nuestras virtudes y de
movilizarnos para poder superar las resistencias que conlleva nuestra salida al medio.
No basta con nuestras redes solidarias ni con toda la sabidura que solemos
acumular. Tampoco nos ayuda la distancia del pedestal. Hacen falta referencias mucho ms
cotidianas, imgenes disponibles que puedan ayudarnos a trazar lneas de conducta, lneas
de accin.
Si queremos Humanizar la Tierra, la especie entera tendr que aprender a
conjugar todos los verbos. Hacer mundo y hacer especie. Que la especie humanice al
mundo, y el mundo acoja a toda esta especie.

En mi camino interno he encontrado afinidades extraordinarias con otros que


como yo avanzan superndose y desplegando lo mejor de ellos mismos en el enjambre de
vida que los rodea.
Amistades indisolubles, forjadas con materiales mucho ms resistentes que la
similitud de condicionamientos culturales, sociales o raciales.
Amistades que estn sustentadas no solamente en la bsqueda de crecimiento
personal, en la experiencia que cada cual desde su silencio pudo haber tenido.
Es verdad que entre esas manos constructivas con las que he entrado en
contacto, he descubierto siempre la mirada puesta en un sentido que abarca la existencia
completa, y no se detiene en la provisoriedad de las pequeas soluciones placenteras ni de
las metas parciales.
Pero sobre todo he advertido que en los corazones de estos hroes de nuestro
tiempo palpita el anhelo por una sociedad ms justa, que otorgue a todos la oportunidad de
vivir en condiciones adecuadas, de crecer y desarrollarse, de morir con sabidura y en paz.
He visto el empeo puesto en irle abriendo paso a ese futuro en el que no tenga lugar la
violencia ni la discriminacin. He visto en todos los humanistas el ir, con alegra, perfilando
esta nueva realidad que ya se acerca.

OTROS TESTIMONIOS

Al intentar visualizar a mi Gua, tuve muchas dificultades, sin embargo sent su


presencia de manera inequvoca, con un registro similar al de la Fuerza.
Mi Gua no tiene caractersticas ni femeninas ni masculinas, o al menos no soy
capaz de distinguirlas. La invoco de noche antes de dormir, desde un punto profundo en mi
interior, y soy capaz de reconocer la extraa sensacin que acompaa siempre su presencia.
Entonces le pregunto sobre aquello que ms necesito. Si se trata del
esclarecimiento de una situacin difcil, suelo ubicarla en medio de ella y la respuesta
aparece como imgenes. O bien formulo mi pregunta y espero en tranquilidad su respuesta.
Cuando la pregunta es para m importante y verdadera, la respuesta no tarda en llegar.
Una vez estaba muy desesperada y le pregunt cmo hacer para ser feliz... la
respuesta fue inmediata: Respira!, me dijo.
En otra ocasin, luego de meses de darle vueltas a una determinada
circunstancia, llam una noche a mi Gua y le lanc la pregunta. La respuesta fue una sonora
carcajada... Volv a formular mi interrogante y sent que nuevamente me devolva esta
risotada profunda... Era una carcajada amable y comprensiva, que no tena la ms mnima
intensin de responder a mi pregunta o, mejor dicho, era la mejor manera de responderla.
Desde ese da, cada vez que mecnicamente dramatizo una situacin surge esa risotada
interna y todo vuelve a su lugar.
Al comienzo, utilic mucho el trabajo con mi Gua para esclarecer y resolver
situaciones personales, pero ltimamente he venido cayendo en cuenta de cun interesante
es esto al orientar a otros, al trabajar con ms gente, al intentar llegar a grandes conjuntos
humanos.

Rita Rombolotti

Me has estado acompaando. Esta semana te sent tan profundamente que


dej de percibir hasta los dolores. Esta enfermedad es muy larga, pero es diferente cuando
ests conmigo.
Tenas razn, la muerte tambin es una opcin. Y est aqu, muy cerca, a la
mano. Te agradezco que estuvieras aqu todo este tiempo. Es cierto, yo tengo que seguir
adelante, no es an el momento de morir.
En este estado interno en que me encuentro, con tantos remedios y tanto sopor,
a veces creo que me he muerto. Sin embargo no me da susto ni me compulsiono, los
registros y recuerdos son tan distintos, estoy tan tranquilo.
En los sueos, cuando aparecen imgenes y me puedo acordar de ellas,
apareces ayudndome a comprender mi vida.
El dolor se me hace ms soportable.
Quisiera haber podido cambiar tantas cosas, haber comprendido antes lo que
he comprendido aqu.
Es fcil caer y tan difcil ascender.
La muerte existe para quien cree en ella, pero no es lo que yo pensaba que era.
La fe es lo que ayuda a transformarse. Y tu me das fe.
Lo que importa es desde dnde uno mira lo que ve. La propia mirada, y no el
paisaje. Agradezco a quienes me han ido enseando a mirar.
A veces creo que todo esto es slo una pesadilla larga. La vida, mi vida, la
gente, los que me vienen a ver como despidindose para siempre, mi hijo... Es una pesadilla
en la que he aprendido tanto, he descubierto el temor, el dolor, la fe, la conviccin.
Sin fe uno va por un camino oscuro y la muerte te espera al final.
Tu eres quien me acompaa en este camino y me llevas. Creo en ti.
Acompame en mi sueo y ojal en mi despertar de algn da.

Cristian Tello

Por diferentes motivos siempre viaj entre Santiago y Rancagua, a veces a


diario, por razones de estudio, y siempre en tren.
Eran viajes tan rutinarios y aburridos que hasta soaba de noche con el vaivn
de esos carros. Yo iba sentado junto a la ventanilla, mirando hacia la eterna cordillera y
apurando al tiempo para llegar antes.
De pronto observo -soando- que paralelo al tren, como a unos cientos de
metros, por encima de los potreros y de los rboles, a mitad de camino entre las montaas y
los carros, un hombre enorme corre parsimoniosamente mientras me mira con gran
serenidad y, ante mi asombro, re. Corre a la misma velocidad del tren, incluso se nos
adelanta, pero sin aceleramiento alguno.
Se comunica sin palabras, hacindome saber que siempre estuvo conmigo, que
ahora partira y por ello vena a despedirse, pero que an partiendo siempre estaramos
juntos. Y yo reciba todo esto con mucha tranquilidad.
Le ped entonces que se acercara ms. Detuvo el tren, nos bajamos todos y le
saludamos. Luego nos anim a subir para continuar. Corri acompandonos por un tiempo
ms al lado del tren y poco a poco se fue volviendo transparente, confundindose con los
azules de la cordillera hasta difuminarse completamente.
En todo momento no dej de despedirse, mientras yo registr con mucha
intensidad que iba a seguir conmigo. Me llen de alegra, de tranquilidad y de una sensacin
de potencia que an logro disfrutar.

Hernn Reyes

Una noche, en un barrio popular de Barrancabermeja, en la zona donde ya se


ha perdido el derecho al asombro porque hasta la crueldad mayor parece normal, all donde
se elimina a tiros una vida humana cada da, en esa pesadilla del horror nosotros
regresbamos de nuestras actividades.
Volvamos con el corazn alegre por haber sembrado la esperanza de un
mundo mejor, por haber dado la seal.
Siempre que iniciamos nuestro trabajo en el local del barrio nos conectamos
con nuestro gua interno y le pedimos que nos fortalezca en medio del miedo, que nos de el
coraje de asumir que es mejor morir habiendo hecho algo, que morir sin haber hecho nada.
Esa fuerza siempre nos lleva, nos acompaa.
Esa noche los vecinos nos haban advertido: vyanse ms temprano, y an
habiendo captado su mensaje quisimos terminar bien lo nuestro.
Justo cuando estabamos cerrando el local, fuimos interceptados por un grupo
de guerrilleros con los rostros cubiertos con pauelos. Slo se vean sus ojos. En tono fuerte
nos pidieron que entrramos al local y nos sentramos. De ellos pasaron veintisiete, con las
manos armadas y varios apuntndonos.
En ese momento a mi amigo y a m nos ocurri lo mismo: una extraa
sensacin por todo el cuerpo y nos conectamos con el Gua. Fue como si nos hubisemos
ido de viaje, porque nos conectamos en un tiempo que nunca antes haba experimentado. En
un tiempo diferente, en el que pudimos ver la fuerza de todos los humanistas conectarse en
un segundo con nosotros. Y entonces volvimos a la escena, fortalecidos y dispuestos a
esperar lo que fuera.
Los tipos nos entrevistaron por tres horas, de los vecinos del barrio no se supo
ms porque se encerraron en sus casas. Nos preguntaron de todo, del Movimiento, de
nuestras intenciones en el lugar, de cmo se financia el humanismo, dnde se ha ido
organizando, y por supuesto que no estaban de acuerdo con la no-violencia.
Nosotros con calma fuimos respondiendo a cada pregunta y, tomando ms
confianza, respondindoles ampliamente hasta que comenzaron a escucharnos y fuimos
capaces de proponerles todo nuestro proyecto con el mayor registro de certeza.
Antes de irse, nos abrazaron.

Rechazamos la seguridad que nos queran brindar y les ofrecimos llevar el


humanismo a sus bases. Despidindonos, con mucha fuerza les dijimos: el da que nos
encuentren untados con alguna deslealtad hacia el ser humano, aqu mismo nos pueden
matar.
Se esfumaron en segundos. Nosotros nos quedamos con un registro de
libertad, cerramos el local, y en la calle una brisa fresca y reconfortante nos acarici. Nos
fuimos con los ojos chispeantes y la sensacin de que en todo momento nuestros guas
hablaron por nosotros, que nunca nos abandonaron, que nunca estamos solos.

Gerardo Fajaro y Anthony Villar

CONSIDERACIN FINAL

Todo ser humano, creo yo, en el fondo de si mismo tiene un Gua.


Y seguramente tu tambin dialogas con l en secreto y obtienes respuestas a
tus preguntas ms ntimas.
Ms de una vez te habrs sentido acompaado internamente y habrs
compartido con esa presencia tus momentos de mayor felicidad.
De alguna manera habrs sido consolado en tu llanto y protegido en tu
desamparo.
S, cada uno conoce en su fuero interno esa fuente de inagotable bondad y ese
modelo al que apela cuando requiere de fortaleza.
T y yo sabemos bien que seguimos determinados ejemplos, an cuando stos
a veces nos parezcan confusos y hasta en ocasiones nos resulten negativos.
Por qu entonces no emprendes tu tambin la tarea de reconocer las
imgenes que te orientan?
Por qu no tratas de configurar un verdadero Gua, un modelo positivo, fuerte,
sabio y bondadoso que de direccin a tu vida?
Si es que no sabes cmo hacerlo, puedes consultar a otros que habiendo ya
dado los primeros pasos te sabrn indicar el camino.
O bien, si es que no los encontraras, recogerte en silencio e imaginarte como el
personaje central de la escena que aqu transcribo.
Esto seguramente te ayudar a descubrir a tu Gua o a reforzar la relacin con
aquel al que de todas maneras ya est referido.
Estoy en un paisaje luminoso en el que alguna vez sent una gran felicidad.
Alcanzo a ver el sol que se agranda. Lo observo sin molestia. Curiosamente,
dos rayos se desprenden de l posndose en mi cabeza y en mi corazn.
Comienzo a sentirme muy liviano y a experimentar que soy atrado por el astro.
De ese modo, siguiendo los trazos luminosos, me dirijo hacia l.

Desde el disco enorme que se convierte en una esfera gigantesca, recibo esa
calidez suave y benfica.
Ya en el interior del sol, aspiro y expiro amplia y profundamente. La luz que me
rodea, se introduce en mi cuerpo al ritmo de la respiracin, dndome cada vez ms energa.
Me siento sereno y radiante. Entonces, pido con mis mejores sentimientos que
se presente ante m el gua interno y que lo haga del modo ms propicio.
El me dice que representa a mi fuerza interna, a mi energa y que si s como
usarlo tendr direccin en la vida, tendr inspiracin y tendr proteccin. Pero que debo
hacer el esfuerzo por verlo bien o por sentir su presencia con intensidad.
Pido al gua que pose sus manos en mi frente y las mantenga as unos
instantes. Empiezo a sentir que desde el centro de mi pecho crece una esfera transparente
que termina abarcndonos a ambos.
Digo al gua que haga renacer en m un profundo amor por todo lo existente y
que me acompae en la vida dndome alegra y paz.
Le pido que est siempre a mi lado en los momentos de duda y zozobra, pero
que tambin me acompae en la alegra.
El gua se separa de m a medida que comienzo a alejarme del sol, pleno de
vida y fortaleza.
Y por dos rayos luminosos, desciendo al hermoso paisaje, reconociendo en mi
interior una gran bondad que busca expresarse en el mundo de la gente.

NOTAS

Nota 1
1. Quin es tan admirado por ti, que quisieras haber sido l?
2. Preguntar ms suavemente: quin te es ejemplar, de tal manera que desees
incorporar en ti algunas de sus particulares virtudes?
3. Acaso alguna vez en tu pesar o confusin, has apelado al recuerdo de alguien
que, existente o no, acudi como reconfortante imagen?
4. Estoy hablando de particulares modelos a los que podemos llamar guas
internos, que a veces coinciden con personas externas.
5. Estos modelos que quisiste seguir desde pequeo, fueron cambiando solamente
en la capa ms externa de tu diario sentir.
6. He visto como los nios juegan y hablan con sus imaginarios compaeros y sus
guas. Tambin he visto a las gentes de distintas edades, conectar con ellos en
oraciones hechas con sincera uncin.
7. Cuanto ms fuertemente se hicieron las llamadas, desde ms lejos acudieron
estos guas que trajeron la mejor seal. Por ello supe que los guas ms profundos,
son los ms poderosos. Sin embargo, solamente una gran necesidad puede
despertarlos de su letargo milenario.
8. Un modelo de este tipo posee tres importantes atributos: fuerza, sabidura y
bondad.
9. Si quieres saber ms de ti mismo observa qu caractersticas tienen aquellos
hombres o mujeres que admiras. Y repara en que las cualidades que ms aprecias
de ellos obran en la configuracin de tus guas internos. Considera que, aunque tu
referencia inicial haya desaparecido con el tiempo,en tu interior quedar una
huella que seguir motivndote hacia el paisaje externo.
10. Y si quieres saber cmo se interpenetran las culturas estudia adems del modo
de produccin de objetos, el modo de difusin de los modelos.
11. Importa pues que dirijas tu atencin a las mejores cualidades de las dems
personas porque impulsars hacia el mundo lo que hayas terminado de configurar
en
ti.
Del libro Humanizar la Tierra, Silo. El Paisaje Interno, Captulo XVII - El Gua
Interno.

Nota 2
....Volviendo al problema del gua interno, diremos que no tiene mayor importancia
qu tipo de imagen se escoja para representarlo. En cualquier caso, tendr que cumplir un
verdadero encaje con climas de proteccin (fuerza, sabidura, rectitud, etc...). Cualquier
imagen (no slo la visual) puede dar registro de su presencia. Con ello ser suficiente, ya
que el gua servir para dar direccin a los movimientos mentales hacia otros temas que
necesariamente debern ser visualizados...

Del libro Autoliberacin, L.A. Ammann - Prcticas de Autotransferencia - Leccin 1 Elementos autotrasferenciales - El gua interno.

Nota 3
... Otras personas se encuentran a veces en un especie de dilogo interno con sus
padres ya fallecidos, o con personas queridas o respetadas. A esos guas les suelen pedir
consejo en situaciones particularmente difciles. A veces, simplemente les exponen
problemas, como una forma de ordenar mejor ideas y sentimientos. Hay quienes reciben
respuestas o indicios durante el dilogo con su gua; otros, al dormir, mediante alegoras.
No faltan quienes reciben los mensajes al despertar o en momentos inesperados.
Tambin se suele invocar a guas-protectores en momentos de desorientacin,
soledad o peligro.
Del libro Autoliberacin, L.A. Ammann. Prcticas de Autotransferencia - Leccin 1 Elementos autotransferenciales - El gua interno.

Nota 4
... Cuando encuentres una gran fuerza, alegra y bondad en tu corazn, o cuando te
sientas libre y sin contradicciones, inmediatamente agradece en tu interior. Cuando te suceda
lo contrario pide con fe y aquel agradecimiento que acumulaste volver convertido y
ampliado en beneficio.
Del libro Humanizar la Tierra, Silo. La Mirada Interna, Captulo XIII - Los Principios.

Nota 5
1. Relaja plenamente tu cuerpo y aquieta la mente. Entonces imagina una esfera
transparente y luminosa que, bajando hacia ti, termina por alojarse en tu corazn.
Reconocers al momento que la esfera deja de aparecerse como imagen para transformarse
en sensacin dentro del pecho.
2. Observa cmo la sensacin de la esfera se expande lentamente desde tu corazn
hacia fuera del cuerpo al tiempo que tu respiracin se hace ms amplia y profunda. Al llegar
la sensacin a los lmites del cuerpo puedes detener all toda operacin y registrar la
experiencia de paz interior. En ella puedes permanecer el tiempo que te parezca adecuado.
Entonces haz retroceder esa expansin anterior (llegando, como al comienzo, al corazn)
para desprenderte de tu esfera y concluir el ejercicio calmo y reconfortado. A este trabajo se
le llama experiencia de paz.

Del libro Humanizar la Tierra, Silo. La Mirada Interna, Captulo XV - La experiencia


de paz y el pasaje de la Fuerza.

Nota 6
...7. Recuerda los mejores momentos de tu vida y comprenders que siempre
estuvieron relacionados con un dar desprendido. Esta sola reflexin debera ser suficiente
para cambiar la direccin de tu existencia...
Del libro Humanizar la Tierra, Silo. El Paisaje Interno, Captulo XV. Dar y recibir.

INDICE

MI TESTIMONIO...........................PGINA
OTROS TESTIMONIOS................PGINA
CONSIDERACIN FINAL.............PGINA
NOTAS..........................................PGINA

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