Un Viaje Fantástico
Un Viaje Fantástico
Un Viaje Fantástico
FANTÁSTICO
GERARDO AGUILAR
2007. All Rights Reserved
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Dedico este libro al amor de mi vida
Janeth Consuelo Morales Piedra
Por ser mi musa de inspiración y la mujer más linda que conozco.
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INTRODUCCIÓN
La fantasía es aquella imaginación que se caracteriza por una especial fuerza, por la
brillantez y lo extraordinario de las representaciones e imágenes creadas. Es la fantasía
lo que lleva al ser humano a liberarse de las ataduras y limitaciones de la realidad e
internarse en un mundo en el que todo es posible. Los niños son los más propensos a
caer en ese mundo, pues su mente está abierta a todo; y quizá la imaginación de
aquellos podría, en cierta forma, materializarse.
Esta es una obra llena de magia y aventura, donde los personajes se ven envueltos en
una serie de eventos extraños, nunca antes experimentados por ellos y en los cuales es
indispensable una rápida adaptación a las circunstancias. El modo de superar los
peligros despierta intensas emociones en ellos, con lo que van formando y fortaleciendo
su personalidad.
Nuestro personaje, John, tenía una afición por las cosas que le causaban asombro,
por aquello extraordinario que no podía explicar. Tal vez inconscientemente anhelaba
que una inolvidable aventura le sucediera. Ciertamente, si el ser humano no es capaz de
crear su destino, éste lo controlara a él. Los asares del destino son indomables.
Las personas sienten que tienen más valor cuando están rodeadas de gente de
confianza, adquieren coraje para realizar actos difíciles y tienen razones para no
decepcionarse a sí mismo y a los demás. Los amigos de John serán factores importantes
para ayudarlo a continuar sin desfallecer. De la misma manera él tendrá que tomar una
actitud de líder y cooperar con ellos.
El hecho de que una persona o ser puede cambiar es cierto, son importantes los
agentes positivos en su entorno que lo pueden encaminar hacia una visión diferente del
mundo. La transformación de Globet será algo inusual; pero aprenderá el valor de la
amistad y la estimación mutua.
Si los problemas nos impiden continuar tenemos que aprender a vencerlos, sin
rendirnos y ser constantes para alcanzar nuestro objetivo. Sólo así podremos estar
satisfechos con nosotros mismos y consecuentemente lograr un grado elevado de
autoestima.
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Un Viaje Fantástico
Era una tarde de lluvia, y John continuaba jugando a la pelota con sus amigos. Fue
entonces cuando su madre gritó:
- ¡John, entra a la casa!
- Déjame jugar un rato más con mis amigos, por favor, mamá.
- No te puedes quedar, ya es tarde.
- Está bien, ya voy mamá. ¡Adiós amigos!
- ¡Adiós John!- le respondieron a su vez sus amigos.
John pateó fuertemente el balón por última vez para que sus amigos continuaran
jugando. Corrió hacia su casa evitando las partes en las que había más lodo para que no
salpicase a su ropa. De pronto regresó la mirada hacia el lugar donde había estado
jugando y le daban ganas de seguir haciéndolo; pero sabía que su mamá lo estaba
esperando en casa así que apresuró el paso. Al fin llegó a su casa, se limpió los zapatos
en la alfombra y entró. Entonces su mamá le dijo:
- ¿Acaso no tienes noción del tiempo? ¡Mira la hora que es! ¡Estas no son horas de
llegar para un muchacho de 11 años!
- Perdón mamá, el juego estaba tan divertido que no me di cuenta de que el tiempo
pasó tan rápido. Cada vez se volvía más emocionante y no quería parar.
- ¡Pero mírate nada más, estás todo empapado! ¿No sabes el trabajo que me cuesta
lavar tu ropa? Ahora mismo te vas a tu cuarto y te cambias de ropa, no quiero que para
colmo te resfríes y tenga que gastar más dinero en tu curación.
- Sí mama.
John fue a su cuarto, abrió el cajón en el que guardaba la ropa y sacó aquella que se
iba a poner. Mientras se cambiaba de ropa se quedó mirando un momento el póster de
un barco, que tenía pegado en la pared. En ese momento se le venían cosas a la mente y
dejaba volar su imaginación; pero decidió hacer caso omiso de aquello y continuó
poniéndose la ropa seca.
Cuando terminó de cambiarse su mamá lo llamó al comedor y le sirvió una taza de
chocolate caliente para que se abrigara un poco. Su madre, mientras se servía chocolate
junto a su hijo, le aconsejaba que debería cuidar más su salud. No pasó un instante
después de que su madre habló, cuando llegó su padre.
- ¡Familia, ya llegué! –entró diciendo Eduardo, que era el padre.
- ¡Hola papá! – respondió el pequeño.
- ¡Hola Lucía!, ¿Cómo va todo en casa? – preguntó el padre.
- ¡Muy bien! ¿Cómo te va en el trabajo?
- Ahora que me lo preguntas les traigo buenas noticias. El jefe me dio la próxima
semana libre y podremos ir de paseo.
John saltó de alegría al oír la noticia. Expresó que se moría de ganas de que llegue el
día. Después John se despidió de sus padres y fue a su habitación a dormir. Esa noche
John durmió plácidamente y soñó con una aventura que ocurría en el día del paseo.
A la mañana siguiente John se levantó temprano y fue a despertar a su mamá.
Apenas ella abrió los ojos, John le preguntó si podía llevar a sus dos mejores amigos al
paseo. Su madre se opuso en un inicio porque se trataba de disfrutar el paseo
únicamente entre los miembros de la familia; pero él insistió tanto que al final Lucía
accedió.
Transcurrieron un par de horas y John corrió a contárselo a sus amigos. Michael y
Bryan, que eran sus mejores amigos, se emocionaron mucho al oír lo que les contaba.
En ese mismo momento los dos fueron a pedir permiso a sus respectivos padres y
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regresaron con una sonrisa en el rostro a reunirse con John. Por la expresión del rostro
de sus amigos él dedujo que ellos habían conseguido el consentimiento de sus padres.
Llegó la semana tan esperada. La familia de John y sus amigos irían de paseo a la
playa. Era para ellos una sorpresa porque jamás habían estado ahí. Eduardo empacó
todo lo necesario en las maletas, ya que él era un hombre muy precavido. Lucía por su
lado paso un buen tiempo arreglándose ante el espejo. Michael y Bryan esperaban
afuera acompañados de sus padres. John los vio y salió apresuradamente a saludarlos.
Luego salió Eduardo cargando las maletas y las colocó en la cajuela del auto. Saludó
a sus vecinos y a los pequeños, luego colocó allí también las maletas de los amigos de
John. Tuvieron que esperar diez minutos hasta que sala Lucía, mientras lo hacían los
padres de Michael y Bryan les daban las últimas recomendaciones.
Finalmente salió Lucía con su bolso, característico de ella, y se dirigió a saludar a los
invitados. Luego subieron al auto y los amigos de John se despidieron de sus padres.
John iba en el asiento trasero en medio de sus dos amigos. Durante el trayecto todos
iban cantando canciones y en ocasiones encendían la radio y escuchaban música. El
viaje no era corto y a la madre de John le empezó a dar sueño, no así a los pequeños que
tenían un entusiasmo incontenible.
Se notaba como el clima iba cambiando a medida que se acercaban a la playa. De la
misma manera el paisaje cambiaba, la vegetación era diferente y era algo asombroso
verlo por primera vez. Los pequeños miraban por las ventanas del auto y no se perdían
ni un detalle.
Llegaron a la playa y almorzaron en un lugar de comida rápida. Pasearon descalzos
por la cálida arena y contemplaron el mar. John y sus amigos hicieron algo que siempre
habían querido hacer: construir castillos de arena. Cada uno hizo el suyo y todos lucían
muy bien pero se destruyeron al rato, entonces decidieron construir uno mucho más
grande entre todos y lo consiguieron. John estaba dándole los últimos toques a su
creación de arena cuando su padre lo llamó a él y a sus amigos.
Eduardo alquiló un barco y los subió a todos a bordo. Fueron a contemplar el azul del
mar y a sentir la brisa del viento en sus rostros al acelerar el barco. Se sentaron un
momento a asolearse, pues nunca habían sentido el sol a una temperatura así.
John se paraba al borde del barco y miraba hacia abajo y lograba distinguir algunos
peces, eso le daba ganas de bucear bajo el agua y nadar junto a ellos. Continuó con ese
pensamiento y se le ocurrió alimentar a los peces, así que pidió a su papá que detuviera
el barco – que se encontraba ya muy alejado de la orilla – para poder hacerlo. Eduardo
cumplió lo solicitado por su hijo y él pudo alimentar a los peces como era su deseo.
John invitó a sus amigos a que también alimenten a los peces, por lo que cada uno
cogió un frasco de comida para pez e imitaba a John. Ellos se divertían haciéndolo; pero
no se imaginaban que la desgracia estaba a punto de llegar. A John se le resbaló el
frasco de comida y estiró su brazo fuera del barco en su intento por alcanzarlo antes de
que cayera al mar, mas perdió el equilibrio y empujó a sus dos amigos que cayeron
junto con él.
Lucía alcanzó a escuchar el grito desesperado de los tres pequeños y salió
rápidamente de la cabina para ver que sucedía. Miró a su alrededor y notó que ellos ya
no estaban. Lo primero que se le vino a la mente en ese momento, fue que cayeron del
barco, y se acercó al borde del barco; efectivamente eso fue lo que ocurrió y solo
alcanzó a ver la mano de uno de ellos, que luego se hundía.
Su esposo llegó una fracción de segundo después y también presenció la tragedia.
Tanto marido como mujer se quedaron fríos, sin respiración. Se quedaron inmóviles un
momento, con la esperanza de que tal vez salgan a flote, cada segundo que pasaba era
intrigante. Inmediatamente Eduardo envió a un buzo experimentado, que los acompañó
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en el barco, para que rescatara a los muchachos. Esperaron el tiempo necesario y nada
ocurrió, la preocupación se hacía más grande. Al cabo de un tiempo salió el buzo, Lucía
y Eduardo esperaban que saliera con los niños; pero para su decepción el buzo salió
solo. Los padres intuyeron de inmediato la mala noticia.
Llamaron a la policía local y a la guardia costera. Ellos gustosamente se ofrecieron a
ayudarlos. Se marcharon entonces con los padres al lugar que ellos les indicaron. Todo
un equipo experto estuvo buscándolos. El capitán les dijo que él se encargaría del caso,
y los envió en un bote, escoltados por un guardia, a la orilla.
La pareja decidió hospedarse en un hotel para estar al tanto de lo que pueda suceder.
Esa misma noche recibieron una llamada del capitán y les dijo que no hubieron
resultados ese día. Al momento la noticia estaba en todos los medios, los reporteros
quisieron entrevistar a los padres; pero ellos no hicieron comentario alguno.
Lucía pensó en que los padres de Bryan y Michael estarían preocupados así que
llamó a la casa de cada uno. Ellos ya se habían enterado lo sucedido. Y como era de
esperarse la reacción de ellos ante los padres de John no sería una actitud tranquila y
serena sino más bien una actitud de desesperación y enojo al mismo tiempo. Ellos
hicieron que Lucía y Eduardo sintieran que toda la culpa recaía sobre ellos y no era para
menos, ellos estaban presentes el momento en que todo ocurrió.
Lucía pidió disculpas e hizo todo lo posible por explicarles lo que pasó pero no logró
calmarlos. Colgó el teléfono y se quedó pensando…Ella estaba tan preocupada como
los padres de Michael y Bryan. Ver la noticia en la televisión la ponía tensa y cada vez
más preocupada, así que tomó el control remoto que se encontraba en el velador, la
apagó y lanzó el control a donde cayera.
Esa noche ninguno de los dos pudo dormir bien. Rondaba en sus cabezas aquel hecho
impactante y sus mentes imaginaban todo tipo de probabilidades. La esperanza es lo
último en morir y ellos lo sabían muy bien por lo que rezaron a Dios porque los niños se
encuentren bien, le pidieron también que los ampare y proteja estén donde estén y que
no se mueran de hambre, ya que la alimentación es una necesidad básica en todo ser
viviente. Esa misma esperanza es la que los mantenía dando vueltas junto a la ventana,
mirando hacia abajo, hacia la orilla; esperando que la guardia costera los trajera de
vuelta o que en otro caso, no muy probable, regresaran por su cuenta.
Mientras tanto los tres amigos se encontraban en tierra firme, era algo extraño,
puesto que habían caído al agua y nadie pudo rescatarlos. La lógica humana no lo
comprendería pero la razón de que ellos estuvieran ahí era la siguiente: un conjunto de
fuerzas cósmicas que actúan periódicamente sobre la Tierra, y que no son visibles para
el ser humano, crearon un portal en el agua, justo debajo del lugar donde se hundían los
tres niños. Dicho portal los transportó a una tierra desconocida y deshabitada, este lugar
no constaba en ningún mapa terrestre aunque se encontraba en el mismo planeta.
Amaneció el día siguiente, los niños continuaban inconscientes, pasaron unas horas y
Michael fue el primero en despertar. Vio a sus dos amigos junto a él y los despertó,
aunque ellos tardaron un poco en reaccionar. Los tres se pusieron de pie y miraron a su
alrededor, todo era callado y silencioso, al menos eso parecía.
- ¿Acaso estamos en el cielo? – preguntó Bryan.
- No lo creo. Podría asegurar que no hemos dejado la Tierra aún. Este escenario se
me hace familiar aunque no tengo idea de por qué. – dijo John.
- ¿Les parece si me acompañan a inspeccionar el lugar? – propuso Michael.
- ¡Está bien! – contestaron los otros dos al mismo tiempo
Por cualquier lado que iban encontraban plantas gigantes en el camino. El día
avanzaba y el sol calentaba de tal forma que se hacía insoportable. Siguieron caminando
por un largo tiempo y al fin uno de ellos dijo:
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- ¡Estamos caminando en círculo!
- ¡Es verdad! Ya había visto esta roca.
Eduardo le había enseñado a John algunos métodos para orientarse, así que se puso al
frente y guió a sus amigos. Se basó en la dirección del viento, el moviendo de las hojas,
el lado de las plantas en el que crecían los líquenes, la dirección de la sombra y por su
puesto la posición del sol.
Siguieron caminando con el fin de encontrar alguna pista que les diera una idea del
lugar donde estaban. El paisaje no cambiaba, seguía siendo el mismo a cada paso que
daban pero no se rendían, esperaban que más adelante encontrarían algo diferente.
Los niños perdidos fueron buscados durante toda la semana pero nadie los encontró
así que dieron por terminado el caso y suspendieron la búsqueda. Esta noticia no fue
nada complaciente para los padres de John; pero no les quedaba otra alternativa, tenían
que resignarse.
Así que Lucía y Eduardo abandonaron el hotel y se dirigieron a su hogar: Antes de
partir, Lucía miró por última vez la orilla de aquella playa como esperando que por
milagro apareciera su hijo amado. Su esposo la convenció de que ya no había nada que
hacer allí y se marcharon. Sin embargo el instinto de madre de Lucía le decía que John
estaba vivo en alguna parte. Dejó de pensarlo y subió al auto.
Toda esa preocupación agotó a Lucía y no pudo evitar dormir todo el tiempo que
duró el viaje de regreso. Al llegar a casa no recibió una bienvenida muy agradable, pues
su relación con sus vecinos se había arruinado, ya nada con ellos volvería a ser como
antes. Esto la entristeció aún más.
Preparó café, se recostó en el sofá que estaba junto al fuego de la chimenea, encendió
la radio y escuchó música relajante mientras se servía una taza de café. No quiso saber
de más cosas que puedan empeorar su situación y se quedó dormida. Eduardo trajo una
manta y se la colocó encima para abrigarla.
Allá, en aquella tierra extraña los niños por fin salieron de ese conjunto de plantas
gigantes y se encontraron con una montaña de rocas. Bryan propuso escalarla para tener
una vista general del lugar y los demás estuvieron de acuerdo.
Las rocas no eran muy consistentes, muchas se desmoronaban al contacto, por lo que
se necesitaba tener mucho cuidado al trepar por ellas. Michael tenía problemas
respiratorios, así que no podía apresurarse demasiado al escalar. Sus amigos tenían
conocimiento de su problema y lo esperaban.
Bryan, que era el más fuerte de los tres, se adelantaba y les daba la mano a los otros
para ayudarlos a subir en tramos difíciles. No habían escalado una parte considerable de
la montaña y ya estaban cansados, todos tenían sed, por suerte John tenía una botella de
jugo en su mochila y la compartió con sus amigos. No consumieron toda la botella por
que sabían que luego iban a volver a tener sed.
Descansaron en una superficie más o menos plana que había en parte de la montaña y
se pusieron a platicar, contaban chistes, historias graciosas y se hacían bromas. Hubo un
momento de risa pero de repente se tornó en nostalgia cuando Michael mencionó a su
madre y todas las cualidades que ella poseía, al igual que él, Bryan y John recordaron a
sus madres y sintieron una profunda tristeza en su interior.
No hubo comunicación entre ellos por un largo rato. Porque todos estaban
meditando, recordando a sus familias y esperando con ansias volver a encontrarse con
ellas. Todos tenían la mirada hacia el suelo y en ocasiones soltaban un suspiro.
Cayó la tarde y decidieron pasar la noche en el lugar donde se encontraban sentados,
no sin antes hacer la oración acostumbrada. Se sentaron formando un círculo y rezaron a
Dios en conjunto, luego cada uno hizo una oración por su respectiva familia. Se
despidieron y cada uno se acostó donde más se acomodaba, intentando dormir. La
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ausencia de los padres se hacia notoria, pues cada uno extrañaba como su madre, aún la
edad que ellos tenían, les contaba un cuento, les aconsejaba, escuchaba sus problemas,
los consolaba en la cama, les daba su bendición los cobijaba y los despedía hasta el día
siguiente.
Finalmente todos pudieron dormir.
Volvió a ser de día, nadie se levantó temprano ya que, dejando a un lado las
preocupaciones, todos durmieron plácidamente. El cielo se despejaba y finalmente el sol
empezaba a mostrarse, sólo entonces despertaron. No había mucho entusiasmo en ellos,
fueron levantándose lentamente, respiraron profundamente el aire matutino y tomaron
fuerzas para seguir ascendiendo.
Iniciaron enérgicamente porque habían descansado bien. Ya llevaban escalada una
gran parte de la montaña. Habían; sin embargo rocas difíciles de sujetar. John, mirando
hacia abajo sujetó una roca filosa que le cortó la palma de la mano, rápidamente se
arrancó un pedazo de su camiseta y sus amigos le ayudaron a colocárselo en el lugar de
la herida. Fue, en todo caso, una lección valiosa que le enseñó a John a tener más
cuidado en las cosas que realice.
Michael empezó a cansarse, necesitaba respirar adecuadamente, así que sus amigos
hicieron una pausa en su ascenso hasta que él se repusiera. Esto causó preocupación,
pues no sabían si la situación podía agravarse más, en caso de que eso sucediese ellos
no tenían idea de cómo proceder. Pero afortunadamente no pasó de una ligera molestia.
Una vez que se repuso continuaron escalando la montaña.
Bryan no estaba muy animado ese día y se quedaba atrás en ocasiones. Él continuaba
tranquilamente su ascenso, cuando un ave muy grande le arrebató su gorra. Entonces
dio un salto, creyendo que iba a lograr recuperarla de inmediato, pero falló y al volver a
caer resbaló y estuvo cerca de caer desde esa gran altura. Michael reaccionó
rápidamente y logró sostenerlo de su muñeca, estaba a salvo por el momento, pero
Michael ya no resistía más y podía soltarlo en cualquier momento. John, que se
encontraba más arriba, vio lo que estaba pasando y bajó a ayudar a Bryan, se sostuvo
como pudo con su mano lastimada y con la otra sostuvo la mano de Bryan. Entre los
dos lo subieron y al fin él logró aferrarse a una roca. Como no habían superficies planas
tenían que sostenerse de las rocas para continuar escalando verticalmente.
El ascenso no fue nada fácil, pero al fin, muy agotados, llegaron a la cima. La
superficie era amplia y podían moverse con tranquilidad. Saciaron su sed con lo que
sobraba de jugo en la botella de John, pero eso no era todo, además tenían hambre.
- ¡Qué hambre tengo! – exclamó Bryan.
- Yo puedo solucionar eso por el momento – dijo Michael.
- ¿Quieres decir que tienes comida? – preguntaron los otros.
- Precisamente. Mientras caminábamos hacia acá me detuve a recoger estos frutos
que se encontraban en el piso.
- Jamás había visto algo como esto – dijo John.
- Lo sé, pero es lo único que hay por ahora.
Era verdad, en todo el planeta no se conocían frutos como aquellos. Se trataba de
frutos grandes que tenían una corteza muy dura y por dentro se asemejaban a las moras.
Naturalmente ellos dudaban de que fueran comestibles, ya que existía la posibilidad de
que fueran venenosos o nocivos. Pero en ese momento el hambre pudo más.
- No sé si comerlos – pronunció Bryan – pero como dice el dicho: “A buen
hambre…”
- Eres muy valiente como para atreverte a comerlos sin saber de qué se trata – dijo
John – Y… ¿A qué saben?
- No puedo definirlo, pero saben delicioso.
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- ¿Me das uno a mí también, Michael?
- ¡Claro!, aquí tienes.
- ¡Gracias! – dijo John agradecido.
John comió el fruto y constató que era delicioso. Lo saboreó lentamente para disfrutarlo
más. Mientras lo hacía se puso a pensar en que debería ponerles un nombre a los frutos,
así que pidió al resto que le sugiriera nombres, a todos se les ocurría una gran cantidad
de nombres y discutieron un momento a causa de ello. Por último Michael sugirió un
nombre y los otros estuvieron de acuerdo.
- Como yo fui el que los descubrió – dijo Michael – yo seré quien les ponga nombre
a estos frutos. Los llamaré ¡drápalos!
Ahora ya empezaban a llamar a los frutos por su nuevo nombre. Se sentaron a
comerlos; pero, como siempre, dejando unos de reserva. Hasta que al fin estuvieron
satisfechos se recostaron en la cima de la montaña y dejaron que la comida se digiera.
Pasado el tiempo de descanso se levantaron y contemplaron finalmente el panorama
en todo su esplendor. Para su sorpresa se encontraban en una inmensa isla, con esfuerzo
alcanzaban a distinguir la orilla y no había señales de tierra en millas. El asombro duró
mucho tiempo y los mantuvo con la boca abierta.
- No será fácil que nos encuentren aquí – se dijo John para sí.
Decidieron quedarse toda la tarde esperando que algún barco llegara, pero nada pasó,
todo siguió sereno y tranquilo. No se escuchaba nada más que el silbido del viento y el
sonido de las ramas de las plantas rozándose unas con otras. La noche empezaba a caer
y sentían frío, así que se abrigaron con lo primero que encontraron: las hojas de unas
plantas que crecían en aquella superficie rocosa.
Prendieron fuego en medio de ellos, reuniendo hojas secas que había cerca y
frotando piedras entre ellas para que produzcan chispa. Se reunieron alrededor de la
fogata y se pusieron a contar historias de terror para pasar el tiempo, mientras esperaban
que alguien pudiera ver el humo que despedía la fogata y los encontrase. Nos se dieron
cuenta del tiempo que pasó y ya todos tenían sueño, por lo que se dispusieron a dormir.
Como era costumbre oraron y se despidieron hasta el día siguiente. Se cobijaron con
esas hojas que tenían un tamaño más grande de lo común.
La noche transcurrió y luego fue la madrugada. Un brusco temblor los despertó.
Voltearon la mirada y vieron que se trataba de que el volcán más alto de la isla entraba
en actividad. El volcán se encontraba lejos pero el temblor que producía se sentía
fuertemente. Se notaba la lava saliendo y la expulsión de fuegos piroclásticos.
Los niños no lo pensaron dos veces y se pusieron a bajar por el otro lado de la
montaña de rocas. Para su suerte este lado de la montaña no era tan escabroso como el
otro; sin embargo se lastimaban a medida que bajaban. Eso no les preocupaba, pues
querían salvarse a toda costa. En el tramo final había una gran roca, parecía firme y
Michael la pisó, pero ésta cayó al contacto. Él quedó colgando y con sus manos arriba
se deslizó hacia su derecha buscando donde apoyar sus pies. Lo logró, pero sabía que no
debía tardar en bajar por lo que saltó sin saber donde caería. Sus amigos también
saltaron. No tuvieron mala suerte, pues cayeron en un conjunto de hierba que crecía en
el lugar.
Apenas cayeron se alejaron rápidamente de la montaña de roca porque presentían
que podía derrumbarse en cualquier momento. Se detuvieron a mirar la montaña a una
distancia prudente y vieron como caían las rocas una tras otra.
- ¡No quisiera estar ahí ahora! – expresó John en tono de alivio.
Los demás asintieron con la cabeza en señal de consenso.
El desastre terminó al fin y todo se serenó nuevamente. Las rocas dejaron de
derrumbarse y sospecharon que se trataba de una falsa alarma. No tenían total seguridad
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de aquello así que esperaron en una depresión que había en la tierra. Aún seguían
asustados por lo sucedido y les costaba trabajo calmarse, pero poco a poco volvieron a
la normalidad y cuando vieron que ya nada extraño volvió a pasar decidieron volver a la
montaña como esperando encontrar algo novedoso.
Se acercaron sigilosamente, cuando de pronto escucharon que algo se les cruzó por
atrás. De inmediato regresaron a ver los tres al mismo tiempo y no vieron nada más que
las hojas caídas levantándose del piso y volviendo a caer lentamente. Miraron, entonces,
a todos los lados; pero no vieron a nada ni nadie. Pensaron que sólo se trataba de su
imaginación o que simplemente fue el viento, por lo que no le dieron ninguna
importancia.
Continuaron acercándose y vieron un montículo de rocas, resultado de aquel temblor.
Lo rodearon y hallaron que había un espacio entre él y la montaña. No era muy estrecho
y se introdujeron en él, John iba al frente y de pronto se detuvo.
- ¡Amigos!, ¡vengan rápido! ¡Miren lo que encontré!
Sus amigos se apresuraron a seguirlo y vieron de qué se trataba. Era una pequeña
entrada. Eso les sugirió que había una cueva en el interior de la montaña. La entrada se
agrandaba a medida que penetraban en ella. Constataron que, efectivamente, era una
cueva.
Conforme avanzaban la cueva se hacia más oscura. John se acordó en ese momento
de que su padre le mandó una linterna en la mochila. La sacó de su estuche y buscó las
pilas para hacerla funcionar. Las encontró, pero se le resbalaron de las manos. Con la
ayuda de sus amigos se puso a buscarlas en el piso, por su puesto que tuvieron que
buscarlas tanteando el suelo, ya que estaba muy oscuro y no podían ver ni siquiera la
palma de su propia mano frente a su cara. Bryan encontró una y exclamó:
- ¡Tengo una!
- Muy bien hecho. Pásamela, por favor – dijo John – Continúen buscando, la otra
puede estar muy cerca.
Michael gateaba en el piso buscando la pila faltante.
- ¡La tengo! – dijo con satisfacción.
Le pasó la pila a John, y él las colocó en su linterna. Michael seguía gateando y al
colocar su mano derecha delante de la otra sintió que ésta no se apoyaba sobre nada y se
hundía rápidamente en el piso, pidió ayuda a sus amigos. John, que acababa de colocar
las pilas en la linterna, la encendió rápidamente e iluminó el lugar donde se encontraba
Michael. No era el suelo en donde la mano de Michael se hundía, ¡era agua!
- ¡Es agua! – gritaron todos a coro.
John ayudó a Michael a levantarse y enseguida todos se abalanzaron sobre aquel
charco de agua. El agua no estaba sucia, más bien era cristalina y no era salada, era
dulce. Los niños tomaron de esa agua hasta hartarse, se lavaron el rostro y se mojaron el
cabello. Tuvieron una sensación refrescante el momento. No se preocuparon por
guardar agua para la siguiente ocasión que tuvieran sed porque había gran cantidad de
ella.
John, ni corto ni perezoso, abrió su botella, la lavó y la llenó de agua, solamente por
precaución. Disfrutaron de la sombra que les proporcionaba la cueva, ya que afuera
hacía un calor intenso. El movimiento del agua se reflejaba en la pared superior de la
cueva. Se respiraba un ambiente de humedad en aquella. Empezaron a hablar en voz alta
y el eco les atrajo la atención, al darse cuenta de esto empezaron a jugar con él. Decían
frases graciosas para escuchar su repetición en el eco, esto les divirtió todo el tiempo
que necesitaron para descansar.
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Ellos estaban alegres de haber encontrado un lugar donde abastecerse de agua. Como
no habían comido nada durante todo el día Bryan salió de la cueva a recoger algunos
drápalos para comer. Michael y John le advirtieron que tuviera cuidado.
- Descuiden, lo tendré – les aseguró.
Bryan salió y la claridad cegó sus ojos por un momento. Se sorprendió de la tarde
aún no se hiciera notar. Siguió caminando, siempre mirando al piso, esperando que
algunos drápalos estuvieran caídos en él. Recordó que Michael encontró los drápalos al
otro lado de la montaña, pero él no podía darse el trabajo de ir a buscarlos allá, por lo
que se limitó a buscarlos en el área donde se encontraba.
Se preguntaba por qué no encontraba ninguno y ya perdía la esperanza de encontrar
algo que comer porque al parecer los drápalos eran lo único comestible en aquella isla.
Se abrió paso entre las hojas de unas plantas no muy altas y encontró abundante
cantidad de drápalos. Se agachó a recogerlos y de pronto oyó otra vez aquel sonido de
algo moviéndose rápidamente detrás de él, al mismo que sintió un frío momentáneo
corriendo por todo su cuerpo. Se volteó para ver qué o quién era, mas no vio nada. Esta
vez no lo ignoró por completo y se mantuvo alerta n caso de que algo inesperado
pudiera suceder.
Tratando de calmarse se agachó lentamente y recogió los frutos que pudo. Y corrió
de regreso a la cueva, siempre mirando a un lado y al otro con el miedo de ser tomado
por sorpresa. Debido a la prisa con la que iba se le cayeron unos pocos drápalos, pero
prefirió continuar en lugar de recogerlos, ya que retroceder le daba inseguridad.
Llegó a la cueva y sus amigos lo miraron con cara de sorprendidos.
- ¡Ya llegué…! ¿Qué les pasa? – Preguntó Bryan.
- Eso es precisamente lo que yo te pregunto a ti – dijo John.
- ¿De qué hablas?
- ¡Estás pálido!
- Es que hay algo allá afuera que no sé que es. Pero lo que si sé es que no es nada
bueno.
- ¿Lo viste? – intervino Michael.
- No pude, fue muy rápido para mí.
Sus amigos ya habían sentido aquella sensación anteriormente, así que dieron crédito
a sus palabras. Después de todo Bryan siempre había sido alguien de confianza, no
supusieron que lo dijo sólo para asustarlos. A pesar de la preocupación que les causó
escuchar aquello continuaron comiendo. Ellos no estaban tan asustados como Bryan.
Para matar el tiempo se pusieron a dibujar en el suelo de la cueva. Antes de que
anochezca salieron a recolectar hojas grandes, las cosieron con hebras extraídas del tallo
de las plantas que los rodeaban, formando una bolsa, luego las rellenaron con hojas más
pequeñas con el fin de fabricar una especie de colchón. Cada uno elaboró el suyo. No
volvieron a salir más porque ya oscureció, luego cada uno se durmió sobre su colchón
hecho de hojas.
Los niños se encontraban soñando, era la única forma de escapar de la dura realidad
en la que estaban. La cueva tenía cierta humedad y unas gotas de agua corrían por la
pared superior de la cueva y unas cuantas cayeron sobre la mejilla de John. El agua que
cayó sobre su rostro estaba fría así que se despertó en seguida. Sabía que tenían que
salir de la isla de cualquier modo así que despertó a sus amigos para que le ayudaran a
construir una señal de auxilio. Los otros dos creyeron que era buena idea.
Partieron a la orilla opuesta a aquella por donde habían llegado. Esta vez no habían
tantas plantas gigantes que dificulten la visibilidad por lo que el camino se les hizo más
fácil de seguir. El camino no los podía desorientar, así que no fue necesario que John
los guíe, sólo siguieron el sendero. Todo el camino parecía sencillo de seguir, pero más
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adelante se encontraron con un abismo. Michael pateó una piedra al vacío y pasó un
tiempo prolongado hasta que se escuchó su sonido al chocar con el fondo del abismo.
- ¿Qué haremos ahora? – preguntó Michael.
- No podemos dar marcha atrás, ya llegamos hasta aquí y debemos continuar. No sé
como pero encontraremos la manera de hacerlo – dijo John con un cierto tono de de
autoridad.
John alcanzó a ver unas lianas que se encontraban a unos pocos pasos de él. Las
cogió, las unió entre ellas y pidió a Bryan que las lanzara con todas sus fuerzas
intentando enrollarlas en unas altas plantas que crecían del otro lado.
Bryan hizo lo que John le pidió y afortunadamente lo logró al primer intento. Tensó
la liana para comprobar que estuviera bien sujeta y envió a Michael primero. Él tenía un
poco de inseguridad pero sus amigos le dieron confianza. Así que respiró profundo,
sujetó la liana lo más fuerte que pudo y sin mirar hacia abajo se lanzó. Cerró los ojos
para no ver lo que sucedería si se soltaba. Sintió que sus pies hacían contacto con algo y
cuando abrió los ojos se dio cuenta de que ya estaba al otro lado. Lanzó la liana de
vuelta para que pudieran pasar sus amigos.
- ¿Ves que no fue tan difícil? – Le gritó John desde el otro lado – Ahora es mi turno
De la misma manera, aunque con más valor que Michael, se lanzó y con un grito de
vértigo llegó al otro lado. Esa acción le resultó muy emocionante pero no se atrevería a
repetirla, al final de su salto suspiró y le lanzó la liana a Bryan, que era el único al que
le faltaba cruzar el abismo.
Bryan no logró sujetar la liana cuando venía hacia él, por poco pierde el equilibrio y
cae al abismo. John se la envió nuevamente y esta vez Bryan sí logró sujetarla.
- ¡Allá voy!
Todo hacía parecer que lo iba a lograr sin dificultad. Pero pasó lo inesperado… La
liana se rompió justo cuando Bryan estaba cerca de llegar al otro lado. John que estaba
parado al borde reaccionó como un felino y sostuvo el extremo roto de la liana que
sostenía Bryan. Él empezó a subir por la liana tan pronto como podía ya que
consideraba que John no soportaría mucho tiempo. Bryan se impulsaba ayudado de la
pared del abismo. Cuando estuvo cerca del borde Michael le dio la mano y lo ayudó a
subir, justo a tiempo para que John pudiera soltar la liana, su fuerza ya casi había
llegado a su límite.
- La próxima vez me aseguraré de que las lianas no se rompan, si es que
regresamos… - dijo Bryan.
- Lamento lo que te sucedió – dijo John.
- No es tu culpa. Fue… algo del destino. Tú me salvaste. ¡Gracias!
12
Los tres miraban asombrados unas aves extrañas en el cielo. Su plumaje era muy
colorido y cambiaba de color constantemente. Y si eso no era suficiente para
sorprenderlos, las nubes también lo hacían, pues adoptaban una forma distinta
dependiendo de quien la mire. Así se ponían a discutir los tres.
- ¿Ves aquella nube?
- ¿A qué nube te refieres?
- Aquella, la más grande.
- Sí, la veo. ¿Qué hay con ella?
- Parece un caballo ¿verdad?
- No, a mí me parece más bien una flor.
- ¿De qué hablan ustedes dos? Cualquiera vería claramente que esa nube se asemeja
a un cisne.
Nadie se ponía de acuerdo y al fin se dieron cuenta de que las nubes reflejaban lo que
subconscientemente estaban pensando.
John estaba sudando bastante y se acercó al mar para lavar su rostro. Llegó se puso
de rodillas y miró su reflejo. Recogió agua con sus dos manos y se las llevó a la cara.
Mantuvo sus manos apegadas a su cara por un momento, luego las bajó lentamente y
aún teniendo cerrados los ojos se disponía a coger agua nuevamente. Tenía sus manos
separadas dentro del agua y abrió los ojos, lo que vio le dio una gran sorpresa…
Lo que vio en el agua no era su reflejo, sino el rostro de una chica. John se quedó
perplejo y enmudecido. No podía parpadear, tardó unos segundos en reaccionar y se
dejó caer sentado hacia atrás. Respiraba lento y despacio aún e inmediatamente vio
emerger del agua una hermosa chica, más alta que todos tres, tenía una rosa en su
cabello negro y perfumado, usaba un vestido blanco y reluciente de dos piezas: una
blusa sin mangas que cubría su abdomen hasta por encima del ombligo y una falda cuya
extensión la cubría hasta un poco encima de las rodillas; sus ojos eran de color café
claro y tenía ceñida a la cabeza una diadema hecha de pequeñas flores blancas.
- ¿Quién eres? – preguntó titubeante John, mientras sus amigos se quedaron
sorprendidos detrás de él.
- ¡Bienvenidos!, mi nombre es Natalia. Soy una ninfa de este lugar, aquí es donde
vivo. No necesitan presentarse, sé quienes son. Supe de ustedes apenas llegaron a este
lugar.
- ¡Gusto en conocerte! – dijeron todos al mismo tiempo.
A Bryan le entraron las sospechas de que ella era quien los había estado siguiendo
porque mencionó que ya estaba enterada de su llegada y sabía quienes eran ellos. La
miró a los ojos y sintió que ella era muy sincera y pura, lo que hizo que desechara sus
sospechas y se sintió mal por haber dudado de ella.
Era algo inexplicable el hecho de que Natalia haya emergido del agua y estuviera
totalmente seca. Además, ese atuendo no era adecuado para nadar en el agua pensaron
los amigos. Natalia no era una chica común y corriente, tenía poderes sobrenaturales y
se dedicaba a mantener la paz en el lugar.
Natalia vio la mano vendada de John y le pidió que se la muestre. Él lo hizo, aunque
muy nervioso. Entonces ella le quitó la venda.
- ¿Qué piensa hacer? – dijo John en sus adentros.
Ella levantó la mano de John, la sostuvo entre las suyas, sopló suavemente sobre su
herida e instantáneamente desapareció. Fue un milagro y John se quedó más atónito
aún. John quería agradecerle por haberlo curado; pero no podía articular palabra, así que
sólo lo expresó con una sonrisa. Natalia lo interpretó como una forma de
agradecimiento y también sonrió.
13
Hubo un momento de silencio hasta que al fin Bryan, tragando saliva por su
garganta, se atrevió a hablar.
- Si tú vives aquí, ¿puedes decirnos cómo salir de aquí?
- Hay varias maneras de llegar aquí pero la única manera de salir es la misma en la
que llegaron. Ustedes saben cómo llegaron… ¿Verdad?
- En realidad… no lo sabemos.
- Yo podría ayudarlos a salir si me llevan al punto donde estuvieron aquí por primera
vez.
- Te estaremos muy agradecidos si lo haces.
- Y en cuanto a la señal que hicieron… Lamento decirles que no les servirá de nada
porque ningún ser humano allá afuera es capaz de vernos.
- ¿Es decir que estamos completamente aislados del mundo real? – interrogó
Michael.
- Precisamente.
Natalia iba delante de los tres para evitar cualquier peligro que pudiera causarles
daño. Lo interesante era que ella no caminaba, sino que se flotaba, sus pies no topaban
el suelo, es decir, se movilizaba levitando.
Se internaban cada vez en medio de plantas extrañas y el oído agudo de Natalia
presintió algo, pero no lo hizo lo suficientemente rápido porque cuando se dio cuenta su
pie quedó atrapado por una planta rastrera. Ella intentó volar pero otras plantas
sujetaron su otro pie también. De igual manera sus brazos fueron sujetados.
John pensó rápido y recogió una piedra filosa del suelo y con ella cortó una de las
plantas que ataba el brazo derecho de Natalia. Michael y Bryan la ayudaron a liberar su
otro brazo. Una vez que tuvo sus brazos libres Natalia lanzó un conjuro que inmovilizó
a las plantas temporalmente, lo que le permitió escapar fácilmente.
- ¡Gracias!, les debo una – dijo Natalia.
- ¡No fue nada! – mencionó John.
- ¿Acaso piensas levarte todo el crédito? – le replicaron los otros.
- ¡Ya chicos!, no discutan – les reprendió Natalia.
- ¡Lo sentimos! – dijeron ellos.
No tuvieron mucho tiempo de tranquilidad, pues luego de caminar unos cuantos
metros salió de entre las ramas un animal extraño. Tenía el aspecto de un jabalí; pero
tenía solamente dos patas. Sin razón el jabalí estaba enojado y empezó a perseguirlos.
Instantáneamente todos empezaron a correr lo más rápido que podían.
- ¡Ustedes adelántense!, yo intentaré detenerlo – les dijo Natalia.
- Pero…
- No se preocupen por mí, estaré bien.
Los amigos no miraron atrás y continuaron corriendo. Llevan tanta velocidad que casi
no se percatan de que más adelante estaba el abismo que habían cruzado.
- ¡Deténganse! - gritó Michael.
- ¡Es cierto, había olvidado este abismo! – recordó John.
- ¿Cómo lo cruzaremos? – pensó Bryan.
Regresaron la mirada y vieron a Natalia que venía perseguida de aquel animal. Ellos
no sabían que hacer, pues les quedaba poco tiempo y no era suficiente como para lanzar
una liana y sujetarla a una roca que estaba del otro lado. Natalia se acercó velozmente
hacia ellos y sin decirles nada hizo rápidamente un puente de arco-iris e hizo que los
tres cruzaran a través de él. Natalia no tuvo ningún problema en cruzar el abismo ya que
lo hizo levitando.
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El animal también intentó seguirlos a través del puente, pero Natalia lo deshizo y éste
cayó al abismo. Esta vez ciertamente estaban más agotados que nunca, no creyeron que
tendrían que correr a tal velocidad, pero la necesidad los obligó.
Se tendieron en el piso, rendidos de cansancio y pensando aún en que aquel animal
podía volver a salir del abismo. Mientras tanto, Natalia se levantó hacia lo alto y se puso
a cantar a la par con los pájaros son su melodiosa voz. Escucharla los llenaba de paz
interior y los relajaba. En tanto que oían aquellos sonidos armoniosos, poco a poco se
quedaron dormidos soñando cosas buenas.
Natalia se quedó a vigilarlos mientras dormían. Esto les hacía sentir seguros de
dormir. Ella los dejó descansar sólo lo necesario, luego los despertó, pues el camino era
largo y debían seguir. Avanzaron una parte considerable y se encontraron con un
pequeño conejo herido. Al parecer se había internado en el bosque de las plantas
desraizadas, llamadas así porque tienen la facultad de moverse, y había sido alcanzado
por una de las espinas que estas plantas desprenden. Natalia lo examinó y colocó sus
manos sobre él para sanarlo. La curación terminó y el conejo volvió a saltar. El conejo
se fue apresurado dando saltos y al poco rato regresó con una zanahoria en su boca, se
paró sobre sus patas traseras y se la ofreció a Natalia. Ella lo miró con una sonrisa en su
rostro, se inclinó hacia el conejo, tomo la zanahoria y besó su nariz. El conejo saltó con
sus patas traseras hacia arriba y dio tres giros en el aire, luego se fue, perdiéndose en la
espesura del bosque.
- ¡Vaya!, sí que es bueno tenerte como amiga – dijo John.
Natalia no respondió nada, simplemente lo miró a los ojos por un momento.
Ya alcanzaban a divisar, no muy lejos, a la montaña que les servía de referencia.
Apresuraron el paso porque empezaba a oscurecer. Llegaron a la cueva e invitaron a
Natalia a ingresar. John se disponía a encender su linterna para iluminar el lugar; pero
en la oscuridad de la cueva notaron algo que les llamó la atención. Natalia estaba
rodeada de un brillo especial, el mismo que iluminó el oscuro lugar.
- ¿Por qué no había notado ese brillo antes? – le preguntó John.
- Siempre estoy rodeada de él, pero es sólo en la oscuridad de la noche cuando se lo
puede apreciar – respondió ella.
- ¿Nos cantarías una canción para dormir? – preguntó Michael.
- Desde luego.
Natalia les cantó una canción y poco a poco fueron durmiéndose. Cada uno, antes de
quedarse dormido, se despidió de Natalia. Ella atenuó su luz para que pudieran dormir y
cuando estuvieron completamente dormidos besó a cada uno en la frente.
Al día siguiente despertaron; pero no muy temprano y fueron a lavarse el rostro en
aquel charco de agua dulce. Salieron de la cueva y Natalia los estaba esperando. Ella
había salido muy en la mañana a recoger unas cuantas flores, los invitó entonces a
desayunar.
Se sentaron los cuatro en círculo; pero se preguntaban dónde estaba el desayuno que
les estaba ofreciendo. Entonces Natalia le entregó una flor y una pajilla a cada uno y les
pidió que bebieran de ellas.
- ¿Beber de las flores? ¿Cómo esperas que hagamos eso? – preguntó Bryan algo
confundido.
- Es sencillo, ¡sólo inténtalo!
- De acuerdo, está bien
Bryan y los demás sorbieron el líquido a través de la pajilla que ella les proporcionó y
abrieron los ojos de tal forma como si hubieran quedado fascinados con aquello. Sus
mejillas se ruborizaron y un calor moderado recorrió todo su cuerpo. Bryan fue el
primero en exclamar:
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- ¡Esto es… delicioso!
- ¡Es verdad! ¿Cómo llamas a esta bebida? – preguntó Michael.
- Aquí la llamamos el néctar de la alegría. – Contestó Natalia.
- Pues tienen toda la razón al llamarla así – intervino Bryan.
- Veo que les gustó – dijo ella.
- Sí, y mucho – pronunció John.
- Pues tengo más si desean repetirse.
En efecto, todos pidieron a Natalia que les brindará más de ese exquisito líquido.
Los tres le dijeron a ella que el lugar por donde llegaron estaba del otro lado de la
montaña. El derrumbe anterior obstruyó el camino y no era posible regresar por esa vía.
Natalia tampoco podía usar sus poderes para llevarlos al otro lado, así que sugirió
buscar una salida alterna en el interior de la cueva.
Volvieron a ingresar a la cueva, el extenso charco impedía que cruzaran
normalmente hacia el fondo de la cueva. El espacio que existía entre el charco y las
paredes de la cueva era muy angosto, no era suficiente como para que John y sus
amigos pudieran pasar con facilidad rodeándolo. Pero la solución estaba junto a ellos,
ya se imaginaran lo que sucedió, Natalia volvió a usar el mismo truco que usó
anteriormente para cruzar el abismo, volvió a crear un puente de arco-iris para que ellos
puedan pasar.
Michael lo cruzaba saltando y en un descuido perdió el equilibrio y cayó del puente,
Natalia lo vio y lo mantuvo levitando hasta poderlo trasladar al otro lado. Caminaron un
poco y sólo notaban el lugar en donde estaban, ya no podían distinguir la entrada de la
cueva a pesar de la luz que emanaba Natalia.
Parecía que la pared del fondo marcaba el final de la cueva, pero no era así, Natalia
intensificó su luz y notaron que a la izquierda había un callejón. Sólo podía pasar uno a
la vez, ya que era muy estrecho y además de eso tenían que pasarlo gateando. Bryan fue
el primero en cruzar por él. En cuanto a Natalia, se hizo invisible y atravesó por las
paredes sin problema.
Creyeron que el tramo sería corto, pero cada minuto que pasaba y no veían la salida
se desesperaban y pensaban en que no podrían salir de ahí, pasaba por sus mentes la
idea de regresar; pero John, que iba atrás les daba ánimo y los impulsaba a continuar.
De pronto hubo un derrumbe de pequeña magnitud que dejó atrapado el pie de John.
Él dio un fuerte grito cuando las rocas cayeron sobre su pie y pidió ayuda a sus amigos,
sintió que alguien o algo respiraba detrás de él y eso lo desesperaba más. Sus amigos no
podían darse la vuelta para ayudarlo porque el espacio no lo permitía, Natalia tampoco
podía ayudarlo, ya que no podía materializarse en aquel lugar, lo único que podía hacer
ella era darle aliento con su voz para que conservara la calma y pensara en que iba a
salir bien librado de aquel aprieto.
Bryan tuvo una idea, pidió a Michael – que estaba detrás de él – que sujetara sus pies
fuertemente y que comunicara a John que hiciera lo mismo con los pies de Michael.
Cuando todos hubieron sujetado los pies de quien tenían delante Bryan apegó su pecho
al sucio y húmedo suelo y empezó a reptar, usaba los codos para que le dieran mayor
fuerza para arrastrarlos. Michael también ayudaba imitando a Bryan, aunque sin soltarse
de los pies de él.
Bryan hacía todo su esfuerzo pero parecía que no conseguía mover en lo absoluto a
John. Todos empezaron a preocuparse.
- ¿Será que me quedaré aquí atrapado para siempre? – pensaba John.
- No te desesperes John, nosotros te sacaremos de aquí. ¡Lo prometo! ¿No es así
Michael?
- Así es, también me comprometo a sacarte de aquí.
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- ¡Gracias! ¡Ustedes sí que son buenos amigos! – dijo en respuesta John.
Bryan inhaló profundamente, contó hasta tres como una señal para que Michael también
hiciera lo mismo, y ambos empezaron a tirar con todas sus fuerzas.
- ¡Continúen así!, ¡está resultando! – Dijo John recuperando la esperanza.
La fricción que hacía Bryan con sus codos sobre el suelo era muy grande pero
necesaria para ayudar a John.
Al fin, y con mucho esfuerzo lograron sacar a John de aquel aprieto. John les
agradeció a los dos y enseguida escucharon la voz de Natalia felicitándolos por su
trabajo en equipo y perseverancia. Ese pequeño gesto las dio más entusiasmo para
continuar.
En ocasiones el cansancio físico vencía su voluntad y los dejaba recostados sobre el
piso. Estos contratiempos les habían quitado mucho tiempo, pero la idea de que
hallarían la salida y que no se quedarían tirados sobre el frío piso les daba fuerzas para
mover sus músculos poco a poco y continuar.
Su esfuerzo se vio recompensado, no vieron ninguna luz; pero al menos el callejón se
agrandaba unos metros más adelante. Las ansias de salir de ahí los apresuró y se
movieron con mayor rapidez para poder al fin dejar de gatear y relajarse. Salieron de
aquel incómodo callejón, se pusieron de pie y suspiraron en señal de alivio. Luego
vieron a su derecha y vieron a Natalia que los estaba esperando.
- ¡Supuse que eras tú porque vi la recámara iluminada!
- ¡Tienes una buena capacidad para deducir las cosas, John! – dijo Natalia.
- Pues… ¡gracias!
La recámara a la que llegaron luego de atravesar el callejón era muy amplia.
Apegaron sus cuerpos a las paredes del lugar y se dejaron caer sentados allí mismo, se
secaron el sudor de sus caras con la camiseta. John compartió el agua de su botella que
había vuelto a llenar.
- ¡Eres igual de precavido que tu padre! – le dijo Natalia a John, haciendo que se
sonrojara.
Natalia hizo, en ese momento, mariposas de colores con su magia y las dejó volar por
la recámara, al mismo tiempo que la iluminaba con luces de diferentes colores. Llenó la
recámara con las fragancias de las mejores flores que existían en la isla. Ella hacía que
esa fría y solitaria recámara pareciera un hermoso jardín, algo totalmente diferente y eso
les agradaba a los pequeños.
Las mariposas volaban alrededor de ellos y les hacían cosquillas en el rostro.
Michael dejó que una de ellas se posara sobre su dedo y la contempló bastante tiempo,
sentía que hablaba con la mariposa y que él y ella casi eran uno solo. Algunas mariposas
tenían las alas doradas y destellaban con fuerza.
Luego Natalia hizo aparecer burbujas de diferentes tamaños y formas. No eran
burbujas comunes, pues reflejaban los deseos más ocultos de aquellos que las miraran,
nadie pudo evitar sorprenderse al ver eso.
Aquel fue un momento muy agradable, pero ocurrió algo que no provenía de la
magia de Natalia, la recámara empezó a llenarse de una espesa neblina negra. Las
burbujas se reventaron al instante y las mariposas cayeron muertas al piso. Natalia
sospechó qué era lo que estaba sucediendo pero no los niños no comprendían nada y no
tenían la menor idea de lo que era aquello.
- ¡Retrocedan! – les dijo Natalia.
- ¿Pero qué sucede? – preguntó Bryan.
- Estás a punto de averiguarlo.
- No comprendo.
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La neblina se juntó en una sola masa y empezó a tomar forma. La neblina se disipó
lentamente y se empezó a notar la figura detrás de ella. Era un animal de tamaño
descomunal, de pelaje negro, muy oscuro, el iris de sus ojos era rojo, tenía unas grandes
garras y bien afiladas, se paraba en cuatro patas, su cola era muy gruesa, su hocico era
largo y con una gran nariz negra, todos sus dientes eran unos filosos caninos y salía gran
cantidad de saliva por su boca.
- ¿Qué es esa cosa? – Preguntó Michael haciendo notar el miedo en su voz.
- ¡Es Globet! ¡Sabía que eras tú! – dijo Natalia en voz alta.
- ¿Lo conoces? – preguntó John.
- Eso no importa ahora. Debemos tener mucho cuidado con él.
- Así que eso es lo que nos ha estado siguiendo todo este tiempo – dijo Bryan con
toda seguridad.
Globet no podía hablar a través de su boca; pero se comunicaba mediante telepatía
por lo que al escuchar su voz sólo se notaba su hocico babeando sin señal de que
estuviera articulando alguna palabra.
Globet caminaba pisando fuerte y a paso lento, haciendo retroceder a todos cuatro. Si
alcanzaba a alguno de ellos podía devorarlo inmediatamente. La adrenalina de los niños
estaba al máximo nivel. A Natalia sólo se le pudo ocurrir una idea, pero no podía decirla
en voz alta, ya que Globet podía escucharla y adelantársele, así que les habló
telepáticamente a los tres de tal forma que Globet no pudiera escucharla. Les habló de la
siguiente manera:
- ¿Pueden ver las tres entradas que hay detrás de ustedes?
Ellos regresaron a ver de reojo y disimuladamente y lo constataron. Igualmente se
comunicaron con Natalia telepáticamente.
- Sí, las vemos.
- Escúchenme bien, quiero que cada uno de ustedes vaya por una de las entradas y
corra como pueda.
- ¿A dónde se dirigen? – indagó Bryan.
- No lo sé, pero es su única salida, no tienen otra alternativa.
- ¿Estás pidiendo que nos separemos?
- Sí, Globet no podrá buscarlos a los tres al mismo tiempo. Así tendrán mayor
oportunidad de salvarse.
- ¿Y qué pasará contigo? – preguntó John preocupado.
- Me quedaré a detener a Globet, no te preocupes por mí, yo sabré como salir de esto.
Lo importante es que ustedes salgan y lleguen a salvo a sus hogares.
- ¿No nos abandonarás, verdad? – preguntó Michael.
- Lo siento, tendrán que seguir ustedes solos, no puedo acompañarlos esta vez; pero
prometo que los estaré esperando del otro lado. Ahora más vale que se apresuren,
Globet se está acercando y si descubre nuestro plan todo estará arruinado. Les concedo
luz temporal a sus cuerpos para que iluminen su camino.
Ellos comprendieron y confiando en que Natalia estaría bien se marcharon sin
dudarlo. Vieron a Natalia por última vez antes de irse y luego se fueron. Michael tomó
el camino de la izquierda, Bryan tomó el de la derecha y John, el del centro. Corrieron
lo más rápido que pudieron sin sentir sus piernas, es como si ya las tuvieran
automatizadas.
Mientras tanto Natalia se quedó en la recámara frente a Globet. Ella le lanzó una red
mágica para ver si era suficiente para detenerlo; pero la bestia fue inmune a ella.
- ¡Sí que eres ingenua, Natalia! ¿Crees que podrás detenerme con un truco tan
simple?
- No contaba con que te hubieses vuelto más fuerte.
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- Pues, ya ves que sí.
- ¡Eres terrible!
- No me culpes, si fueras más lista sabrías que no caigo en el mismo truco dos veces.
Natalia intentó otro ataque diferente esta vez, rodeó a Globet con cintas holográficas
muy resistentes; pero la bestia fue más veloz y se deshizo de ellas fácilmente.
- ¿Es que acaso no lo entiendes? No representas rival para mí, no podrás vencerme.
- No estés tan confiado, puedes ser sorprendido cuando menos lo esperes.
- Mejor evita el sufrimiento que puedo causarte y déjame pasar.
- No será así.
Natalia hizo caer sobre la bestia una lluvia de espinas. Globet aulló de dolor y quedó
tendido en el piso. Mientras que él se encontraba en el piso Natalia regresó a ver al lugar
por donde los niños se habían marchado y esperaba que hubiesen avanzado gran parte
del camino.
Globet abrió rápidamente su ojo derecho y vio que Natalia estaba de espaldas hacia
él, así que se reincorporó rápidamente, se fijó que sus garras estuvieran perfectamente
fuera del lugar donde las podía retraer y sigilosamente se lanzó sobre ella. Natalia
escuchó el sonido del cuerpo de Globet acercándose rápidamente hacia ella y presintió
el peligro, sin voltear desmaterializó su cuerpo volviéndolo invisible.
Globet se dio cuenta de eso demasiado tarde, abrió mucho sus ojos, pues estaba
sorprendido, traspasó el cuerpo de Natalia y no pudo detener la inercia que llevaba su
cuerpo, por lo que se estrelló contra la pared. Sin embargo no quedó aturdido esta vez,
se levanto de inmediato, se sacudió, meneó la cabeza y la alzó y se volteó para ver a
Natalia.
- Así que juegas sucio conmigo. ¡No podrás vencerme con trucos infantiles! Te
arrepentirás de no haberme eliminado cuando tuviste la oportunidad – le dijo.
- Eres más terco que la última vez que nos encontramos.
- Aquí la que no entiende eres tú. Aún sigues empeñada en ayudar a esos mocosos.
Únete a mí y sentirás lo que es el verdadero poder.
- ¡Jamás!
- En ese caso…
Globet levantó su cola y la agitó violentamente, provocando una fuerte ráfaga de
viento que hizo volar a Natalia. Ella logró suspender su cuerpo en el aire antes de
impactar contra la pared. El impulso que le dio la dejó mareada un instante, cuando
volvió en sí vio algo que no esperaba. Globet ya no estaba, en lugar de él habían dos
más igual a él.
Globet había copiado su cuerpo dos veces con el fin de perseguir por separado a cada
uno de los niños. Era algo nuevo, ya que nunca se ha sabido que las bestias de su clase
pudieran hacer ese tipo de transformaciones.
- ¡No sabía que podías hacer eso! – dijo Natalia.
- Que no te sorprenda, pues como rey de los de mi especie se me ha concedido el
poder absoluto y puedo realizar magia y hechizos a mi antojo.
Esto preocupó a Natalia porque ella les había asegurado a los niños que Globet no
podía perseguirlos a todos a la vez. Natalia selló las tres entradas con barreras
lumínicas, pero no surtieron efecto. Las tres bestias se fueron disparadas como rayo y
atravesaron las barreras sin ningún inconveniente, cada una fue por una entrada
diferente.
Natalia se sintió muy decepcionada de no haber podido detener a Globet. Tuvo que
admitir que esta vez él fue más poderoso que ella y que ya no había nada que ella
pudiera hacer. Ella se quedó en la cueva ideando un plan.
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En tanto que eso sucedía los niños continuaban corriendo sin parar. Michael
empezaba a sentirse mal y tenía problemas para respirar. Se detuvo un momento,
estando muy alerta y a la vez con miedo, sacó del estuche el inhalador que estaba en su
bolsillo, se lo colocó en la boca y oprimió el botón que lo accionaba expulsando la
sustancia medicinal a manera de spray.
El camino por el que transitaba John era muy resbaloso y él caía frecuentemente a
causa de eso, hacía lo posible para correr sin resbalar, pero le resultaba difícil. Más
adelante encontró un profundo agujero no muy grande en longitud horizontal y lo saltó,
pero al caer sus pies empezaron a hundirse, significaba que el suelo no era firme, sino
movedizo. En ese momento recordó que era preferible no mover mucho su cuerpo para
evitar hundirse más rápidamente, conservó la calma y miró a su alrededor en busca de
algo que le pudiera servir de ayuda. Se fijó en las pequeñas plantas que crecían a lo
largo de las paredes del camino y se sujetó de aquellas. No podía sujetar una y subir ya
que volvería a hundirse, prefirió deslizarse horizontalmente sujetándolas una a una hasta
salir de ese complicado tramo.
En realidad John necesitó mucha fuerza en sus brazos para soportar con ellos el peso
de su propio cuerpo que se movilizaba lentamente en el espeso fango. A ratos sujetaba
una rama con ambas manos y volvía su cabeza hacia abajo, cerraba los ojos y suspiraba
con una actitud de ya no poder seguir. Se quedaba estático y sin ganas de moverse, pero
se le cruzaba por la mente esa voz que le decía que si estuviera con sus amigos ellos le
darían ánimos de seguir porque se apoyaban mutuamente. Pensó también en que Natalia
lo estaría esperando del otro lado y tenía muchas ganas de verla.
Por otro lado Bryan corría igualmente desesperado como sus amigos, el camino
parecía despejado; pero su pie quedó atrapado en un agujero. No le dio importancia y lo
sacó de ahí fácilmente, luego miró hacia delante y notó que había un montón de huecos
en el piso. Se preguntaba qué eran y porque estaban ahí. Es verdad que los caminos
eran oscuros pero vio unos pequeños puntos luminosos que fueron fáciles de distinguir.
Eran los ojos de unas criaturas que habitaban en el lugar. Bryan se detuvo al ver eso
y cuando menos se lo esperaba una de esas criaturas trepó por su pantalón y le saltó a la
cara. Él se lo quitó rápidamente, pero al hacerlo las uñas de la criatura rasgaron su
rostro. Cuando lo lanzó al piso se dio cuenta de que eran unos pequeños topos que
trabajaban en comunidad al mando del topo rey, que era de un tamaño mucho más
grande que los otros. Los topos cavaban sin cesar tanto por debajo como por las paredes
laterales de aquel camino y Bryan escuchó el sonido de agua corriendo, eso le dio un
mal presentimiento y poco después vio como empezaron salir gotas de agua de ambas
paredes. Se notaban fisuras en las paredes y no pasaron unos segundos hasta que el agua
empezara a salir descontroladamente de ellas. El agua empezó a inundar el lugar donde
Bryan estaba parado y muy pronto el agua llegó al nivel de sus rodillas.
Bryan pensó en seguir corriendo para escapar, pero más adelante vio que no había
salida. El camino estaba obstruido, pensó que moriría ahogado y si no, moriría en los
colmillos de Globet. De pronto se encontró cara a cara con el topo rey, era gigantesco en
realidad. El topo rey estaba dispuesto a salvar a toda su colonia a como de lugar así que
abrió un agujero con sus garras en la pared superior del camino. Le costó mucho trabajo
pero lo hizo rápidamente, pues se trataba de una emergencia. Los topos pequeños
prendían sus garras en las paredes de aquella cueva pero no lograban salir porque esas
paredes eran muy resbalosas.
A Bryan se le ocurrió una idea de inmediato, pidió al topo rey que ordenara a sus
súbditos que trajeran todos los pedazos de madera que utilizaban como soportes en sus
túneles subterráneos. Los topos lo hicieron sin demora y Bryan unió todos los pedazos y
armó una balsa con ellos, la puso sobre el agua y se subió el con toda la colonia de
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topos. Cuando el agua empezó a fluir con más fuerza los impulsó hacia arriba en
dirección del agujero que abrió el topo rey. Así lograron salir de ese percance.
En realidad no salieron a la superficie, bajo el cielo, sino a un nivel superior de la
misma cueva. Al menos estaban a salvo del agua, ya que dejó de fluir luego de un
momento. Bryan agradeció al topo rey y a su colonia por haberlo ayudado a salir de esa
situación. El topo rey le dijo que ellos no hicieron todo el trabajo porque su idea fue de
mucha ayuda para salir del lugar.
Bryan estaba muy agitado aún luego de haber pasado por eso y no se imaginó que
tendría que enfrentar un nuevo riesgo. Escuchó que algo se arrastraba en el suelo y hacía
un sonido muy peculiar. Lentamente y con inseguridad regresó a ver qué tenía detrás de
él. Miró al suelo en primer lugar pero aquello era mucho más grande de lo que imaginó.
Alzó su mirada temeroso y alcanzó a ver la cabeza del gran animal. Era una cobra
gigante, enseñando su lengua bífida y sus colmillos muy filosos. La respiración de
Bryan se interrumpía, los latidos de su corazón eran irregulares, la cobra podía sentir la
adrenalina y el temor de Bryan. Entonces la cobra hizo su cabeza hacia atrás, abrió su
capuchón en señal de ataque y con la viada tomada se inclinó con su boca bien abierta
en dirección a Bryan. Él se anticipó a su movimiento y con un oportuno salto logró
evadir el ataque de la cobra. Así mismo los pequeños topos se hicieron a un lado. Los
colmillos de la cobra quedaron incrustados en el piso y no podía sacarlos de ahí.
Bryan aprovechó la oportunidad y corrió rápidamente en busca de una salida por
donde escapar. Pero de repente se escuchó el agua agitarse y vio a Globet salir por el
agujero que había abierto el rey topo. La bestia estaba toda mojada y sucia, se sacudió y
abriendo su hocico y babeando se acercaba lentamente hacia Bryan.
Globet se disponía a atacar lanzándose sobre Bryan, en tanto que la cobra que estaba
detrás de él acababa de sacar sus colmillos del piso y sin mirar a quien, atacó. El ataque
de la cobra derribó a Globet, que luego se paró y miró a la cobra con desprecio.
- No puede ser. ¡Eres tú! – exclamó Globet.
Globet se lanzó hacia la cobra impulsado con toda la fuerza de sus patas traseras y
logró clavarle los colmillos. Se escuchó un gran ruido al caer las criaturas.
Bryan se preguntaba por qué Globet dejó de atacarlo y en lugar de eso parecía estar
defendiéndolo. No perdió tiempo intentando responder su pregunta y escapó por un
pasaje que se encontraba abierto en una de las paredes de ese nivel. Fue una gran
oportunidad porque dejó que as dos bestias se eliminen entre sí.
Mientras tanto John escuchaba unos pasos acelerados que seguían tras él, no podían
ser de nadie más que de Globet. En ese momento la desesperación se le subió a la
cabeza a John y esperaba que su vida no terminase trágicamente de esa forma. Corrió
más aún con la esperanza de que más adelante ocurriera un milagro que lo salvara.
Para Globet no fue difícil cruzar el piso movedizo porque lo cruzó corriendo
rápidamente sobre las paredes clavando sus garras en ellas para sujetarse y en el tramo
final sólo necesitó dar un gran salto que realizó fácilmente. John llevaba una cierta
ventaja en relación con Globet, pero la bestia era muy veloz y no tardó en aproximarse a
John.
Más adelante crecían espinas en las paredes de la cueva y había una curva muy
cerrada y peligrosa. John la tomó muy bien; pero Globet derrapó en el fango resbaloso y
debido a la velocidad que llevaba chocó de costado contra la pared. Las espinas se le
hundieron en el cuerpo y lo hirieron profundamente. Se escuchó un fuerte aullido de
dolor, John regresó a ver qué sucedía y vio que Globet estaba muriendo desangrado en
la pared. Aprovechó esa oportunidad para escapar y corrió sin mirar atrás.
John estaba seguro ahora porque Globet murió y ya no había nadie que lo persiga.
Llegó al final del camino y una gran cantidad de plantas con espinas obstaculizaba el
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camino. John no podría ponerse a quitarlas porque eran muy peligrosas. Sintió que se
quedó atrapado, pero miró hacia arriba y miró unos escalones en la pared, no tenía idea
de quien los construyó pero no le importó. El primer escalón estaba muy alto y no podía
alcanzarlo. Dio un salto; pero no logró sujetarse del escalón, lo intentó por segunda vez
y falló nuevamente. No se rindió, saltó una vez más, puso su pie en la pared y desde esa
posición se impulsó nuevamente para alcanzar el escalón y lo consiguió.
Quedó colgando del primer escalón pero desde allí no le fue complicado seguir
subiendo. Al llegar al último escalón se encontró en el mismo nivel al que Bryan había
llegado; pero en una recámara diferente.
La recámara a la que llegó John era mucho más grande que el pasaje por donde vino,
en ella crecían algunos árboles. John vio que habían ciertas inscripciones en la corteza
de los árboles. Eran unos raros símbolos que seguían una secuencia en cada árbol.
Como no había otras personas en la isla además de él, sus amigos y Natalia; supuso que
esos signos pertenecían a alguna civilización perdida. Por un momento creyó que podía
entenderlos, pero perdió la concentración y ya no pudo seguir tratando de descifrar qué
es lo que querían decir aquellos signos.
Aún faltaba uno de los Globet por vencer, y éste se acercaba a toda velocidad hacia
Michael. Él tropezaba varias veces; pero eso no lo detenía y volvía a continuar. Michael
continuaba corriendo y vio que más adelante crecían plantas que despedían gases
venenosos, sacó su máscara que le permitía respirar y se la puso. Globet empezaba a
sentirse mal y ya no podía perseguir a Michael de la misma forma que antes, quedó algo
mareado. Michael pudo pasar en medio de las plantas venenosas sin ningún problema
gracias a su máscara.
Michael corrió como pudo tratando de respirar apropiadamente y en la pared final
encontró una plataforma con una polea y una cuerda, se subió en la plataforma, sujetó la
cuerda y empezó tirar de ella para subir a una abertura que había en la pared superior de
la cueva. Cuando terminó de subir se encontró en una recámara grande, el mismo nivel
en el que se encontraban John y Bryan.
Globet sobrevivió a los gases venenosos que expulsaban las plantas y trepó por la
pared para subir al lugar donde se encontraba Michael. Él, mientras tanto, encontró al
fondo de la recámara unos cristales, presintió que guardaban algún secreto. Movió los
cristales, los alineó y enseguida bajó una luz brillante del cielo, que atravesó la pared
superior de la recámara. La luz rebotó en los cristales y de ahí hacia los signos que se
encontraban inscritos en los troncos de los árboles que estaban en fila.
Globet acababa de subir a la recámara y vio las luces que se movían rebotando de
signo en signo. La bestia miró las luces sorprendido, y después de un rato las luces
formaron un extraño signo, semejante al que tenía Michael en el medallón que colgaba
de su cuello. Al ver ese signo formado por las luces Globet exclamó:
- ¡Ese signo!
En ese momento sus ojos dejaron de ser rojos y fueron como los de una bestia
normal, con las córneas blancas, el iris de color café y las pupilas de un negro intenso.
Luego cayó al piso y quedó quieto allí.
Michael pensó que Globet estaba muerto y lo dejó ahí. Corrió por una salida que
encontró, sin saber a donde le llevaría.
Todos tres corrían por las salidas que encontraron en sus respectivas recámaras y al
salir de ellas volvieron a encontrarse. Todos se alegraron al verse y cuando miraron a su
alrededor se dieron cuenta de que Natalia los estaba esperando.
- ¿Cómo llegaste antes que nosotros? – le preguntaron a Natalia.
- Les dije que los estaría esperando del otro lado. Llegar aquí fue sencillo, sólo me
teletransporté.
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Los tres saltaron de la emoción y chocaron las palmas de sus manos con las de los
otros. Le preguntaron a Natalia qué era esa bestia que los perseguía. Ella les contó que
Globet era un humano malvado, que recibió la maldición de la cobra por su mal
comportamiento. La cobra usó sus ojos mágicos para transformarlo en bestia. Las
demás bestias como Globet eran otros humanos malvados que cayeron en la maldición
de la cobra. Esas bestias sólo podían volver a ser humanos si hacían varias obras
buenas.
- Eso explica por qué Globet atacó a la cobra agresivamente y enfurecido, en lugar de
atacarme a mí – dijo Bryan.
Estaban a salvo finalmente, las bestias ya no lo perseguían. En ese momento la luz
que llevaban en su cuerpo se apagó porque ya estaban junto a Natalia y ya no la
necesitarían, ella iluminaría el camino. Tomaron un respiro y pensaron en continuar
despacio, sin correr, ya no había por qué hacerlo. Caminaron tranquilamente hacia
donde parecía haber una luz que indicaba la salida de aquella cueva.
Al caminar no tomaron ninguna precaución y no se fijaron en que en el piso había un
agujero camuflado con hojas, lo pisaron e inevitablemente cayeron dentro de él. La
caída duró un buen tiempo y el aterrizaje fue muy doloroso. Natalia no cayó dentro del
agujero porque se encontraba levitando y no pisó la trampa, pero tenía que ayudarlos,
así que descendió flotando en el aire hasta donde estaban ellos.
Natalia no podía construir un puente lo suficientemente fuerte para que ellos
volvieran a subir y les explicó que la única forma de salir del agujero era continuar por
el túnel subterráneo que tenían ante ellos. Ellos se mostraron algo decepcionados porque
allá arriba estaban a punto de salir de la cueva y lograr su libertad de esta isla llena de
peligros y riesgos.
El ambiente del lugar era como el de un pantano. Continuaron caminando, siempre
mirando hacia atrás esperando no encontrarse con ningún peligro nuevamente.
Avanzaron más y empezaron a oír ruidos alborotados, a medida que caminaban el ruido
se hacía más fuerte.
Descubrieron que había algo de agua en el piso, caminaron un poco más y un montón
de sapos y ranas saltaban hacia ellos y sobre sus cabezas. A Natalia no le pasaba esto,
pues ella vivía en comunidad con la naturaleza y los animales que la habitaban no le
hacían daño.
Bryan alcanzó a ver un destello de color rojo debajo de una piedra sobre la que
estaba parado un sapo. Él se acercó cuidadosamente y evitando provocar al sapo intentó
quitar la piedra de su sitio; pero al sapo no le agradó su presencia y escupió hacia la cara
de Bryan. La saliva del sapo llegó a los ojos de él.
Natalia se preocupó por eso porque sabía que la saliva de esa especie de sapos era
venenosa, pero ella usó su magia para sanar los ojos de Bryan. Él le agradeció por eso y
sin rendirse distrajo al sapo, rápidamente quitó la piedra del lugar donde estaba y lo que
vio lo sorprendió. Era un medallón con el mismo signo que tenía Michael en el suyo,
con la diferencia de que éste era de color rojo.
- El destino ha colocado ese medallón en tu camino y debe ser por alguna razón en
especial. Ahora te pertenece – le dijo Natalia a Bryan.
Instantáneamente las ranas y los sapos dejaron de hacer ruido, se quedaron quietos y
en silencio. A Bryan le sorprendió ver un cambio de actitud tan repentino, miró a su
alrededor y todos esos anfibios se encontraban rodeándolo. Salió de aquel círculo que
formaban en torno a él, con cuidado, y continuó avanzando.
Michael se adelantó un poco, a donde la luz de Natalia no alcanzaba a iluminar. No
tuvo cuidado y resbaló, cayó en un agujero no muy profundo, pero en el fondo del
mismo había una gran cantidad de púas. Con suerte Michael alcanzó a agarrarse de una
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rama que crecía horizontalmente; pero esa rama era frágil y no lo sostendría mucho
tiempo. Bryan le dio la mano y le ayudó a subir, justo antes de que las púas crecieran e
hicieran daño a Michael.
Michael estaba a salvo; pero las púas crecieron hasta el techo y taparon el único lugar
por donde podían salir. Entonces Natalia se concentró y formó una bola de energía entre
sus manos, la lanzó contra las púas y el camino quedó despejado. Los pequeños
aplaudieron la hazaña de Natalia. Ahora, para cruzar el agujero no era necesario que
Natalia creara un puente mágico, ya que encontraron detrás de ellos un tronco lo
suficientemente largo como para atravesarlo de lado a lado. Natalia fue hacia el otro
lado del agujero y vigiló que el tronco estuviera firme, luego los pequeños fueron
cruzando a través de él uno por uno.
Continuaron su camino y se encontraron con una curva que continuaba hacia la
derecha. La siguieron y vieron que la única forma de salir de ahí era por arriba, habían
ubicadas unas lianas para subir y treparon por ellas, Bryan levantó la tapa que cubría la
salida y por fin salieron a la luz.
Ya afuera se sentaron bajo los árboles y descansaron. Encendieron una fogata y cada
uno contó cómo le fue en el camino que escogió para escapar de Globet. Escuchar
aquellas historias era como escuchar cuentos de terror; pero al final terminaba siendo
sólo una anécdota graciosa de la cual podían reírse y hablar de ellas
despreocupadamente.
Luego de tanto hablar y hacer bromas entre ellos el sueño los empezaba a debilitar.
Entonces se despidieron de Natalia hasta el día siguiente y se durmieron sobre la hierba
seca que había en el piso. Por un momento extrañaron los colchones que fabricaron con
las hojas que recolectaron aquella vez, pero trataron de acomodarse como más
pudieron.
Despertaron al día siguiente y al abrir los ojos y ver a su alrededor se dieron cuenta
de que habían dormido junto a un árbol muy singular, que se diferenciaba de los
demás. Este árbol tenía el tronco de color amarillo y en él se encontraba inscrito en bajo
relieve el mismo signo que tenía Michael en su medallón, que era del mismo color, es
decir, amarillo.
Michael intuyó que ese árbol tenía alguna relación con su medallón, se acercó a él,
colocó su medallón sobre el signo que se encontraba en el árbol haciendo que las líneas
coincidieran y luego lo giró hacia la derecha.
Inmediatamente apareció un portal amarillo luminoso delante de él. Supuso que
debería atravesarlo junto con sus compañeros y Natalia; pero antes de hacerlo recogió
su medallón que estaba encajado en el árbol. Ellos lo siguieron y atravesaron el portal al
igual que él.
Apenas lo atravesaron sintieron anormalidades en sus cuerpos. Sus cuerpos se
deformaban continuamente, su sangre se sentía espesa y pesada, sus ojos se salían de
sus órbitas, su piel perdía color y textura, se volvía pálida. Natalia no sufrió ninguno de
estos trastornos porque tenía control total sobre su cuerpo y su mente. En ese túnel
tiempo-espacio sus cuerpos viajaban a una velocidad inimaginable.
Al llegar al otro lado del portal sus cuerpos volvieron a la normalidad y se sintieron
mejor. El lugar al que llegaron era uno más claro que el anterior y más caluroso. El
lugar parecía tranquilo y apacible, de pronto sintieron un temblor debajo de sus pies,
vieron como la tierra se agrietaba y las pequeñas piedras empezaban a saltar y las rocas
de un lado del camino caían.
Voltearon su mirada hacia atrás y vieron que detrás de ellos venían en estampida una
manada de animales similares a los rinocerontes, que tenían un gran caparazón con púas
duro y rígido, pero a la vez liviano. Esta especie se denominaba velmar.
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Los velmars se aproximaban a toda velocidad y no había mucho tiempo para
evadirlos. Si no se retiraban morirían aplastados bajo el peso de ellos. Esta vez Natalia
los elevó junto a ella realizando un gran esfuerzo, los mantuvo suspendidos en el aire
hasta que la manada terminó de pasar debajo de ellos.
Cuando el peligro terminó Natalia los hizo descender despacio y ella terminó muy
agotada por el gran esfuerzo mental que hizo por sostenerlos en el aire. Creyeron que
esa sorpresa sería lo único que les esperaba, pero no fue así porque detrás de los velmars
venía el verdadero peligro.
No muy lejos empezaron a asomar unos grandes cuernos negros, brillantes y filosos;
el monstruo, que en ese mundo era conocido como el gran y temible Estocopoleno,
avanzaba hacia ellos y el asombro y curiosidad simultánea les impedía mover sus
piernas y correr. El monstruo era bípedo, tenía piernas de gacela, brazos y cuerpo de
tigre, una larga cola como la de un cocodrilo, unos cuernos similares a los de un toro y
una cabeza de lobo.
Ese gran animal era la razón de la estampida de la manada de velmars. En verdad
aquel monstruo era muy veloz a pesar de su gran tamaño porque sus piernas similares a
las de una gacela le permitían alcanzar grandes velocidades. Este animal echaba ácido
por su boca y con mucha suerte John y los demás lograban esquivar sus ataques; pero
esa no era su única forma de atacar, pues derribaba rocas gigantes de la montaña que
tenía a su lado y las hacía caer en dirección a donde estaban los niños con la intención
de aplastarlos. El monstruo no tenía ningún motivo en especial para atacarlos, lo hacía
simplemente porque esa era su naturaleza agresiva.
A Natalia se le ocurrió usar un truco que ya le había resultado antes. Atrajo al
monstruo y se ubicó entre él y la pared de rocas que allí había, voló hasta la altura de su
cabeza, lo provocó para que la atacara y el monstruo – que era mucho más tonto que
Globet – cayó en el engaño y dirigió su hocico hacia ella con el fin de darle una
mordida. Natalia rápidamente se desmaterializó y dejó que el monstruo se estrellara
contra la pared luego de atravesarla mientras se volvió invisible.
El monstruo tomó mucho impulso en su intento por atacar a Natalia y esa misma
fuerza hizo que el golpe que se dio contra la pared lo dejara inconsciente de inmediato.
Su cuerpo cayó inevitablemente, el problema era que toda la gigantesca masa corporal
del monstruo caía hacia el lugar donde estaban los niños y podían morir aplastados si no
se retiraban pronto.
Afortunadamente Michael pensó rápido y calculó la dirección más corta por la cual
escapar de ser aplastados. Sus amigos confiaron en él y lo siguieron por allí mismo.
Ellos corrieron sin detenerse esperando salir a tiempo de la zona donde caería el
monstruo. Éste cayó a sólo unos centímetros de donde alcanzaron a llegar John y sus
amigos, el impacto que hizo el monstruo al caer no sólo que hizo un ruido estruendoso y
levantó mucho polvo, sino que abrió grandes grietas en el piso que lo partían en dos y
los tres corrían el riesgo de caer en un gran agujero si no lo evitaban, si eso ocurría no
habría forma de ser salvados. Como si fuera poco de la abertura que se agrandaba cada
vez más en el piso salían piedras incandescentes que carbonizaban todo aquello con lo
que hacían contacto.
John y sus amigos corrieron apresuradamente para que la grieta que se agrandaba
cada vez más no los alcanzara. Michael tropezó en el camino y sus amigos no podían
regresar a ayudarlo porque podían ser alcanzados por una gran parte de suelo que se
dividía, él se desesperó y sentía como su fin estaba cerca. Sus amigos sentían mucho no
poder ayudarlo, continuaban corriendo mientras miraban hacia atrás y Michael aún no
lograba ponerse de pie. Eso no era lo peor, porque vieron que más atrás venía Globet a
toda prisa, moviéndose más rápido que las grietas.
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- ¿Acaso no estaba muerto? – dijo Bryan.
Notaron que Globet se acercaba a Michael y supusieron que él moriría en sus colmillos;
pero sucedió algo que jamás hubieran imaginado, la bestia levantó a Michael, lo subió
en su lomo y corrió cargándolo para salvarlo del abismo que se formaba detrás de ellos
y de las rocas incandescentes que salían del interior del mismo.
Natalia, con un sutil movimiento de su mano, hizo que nevara en el lugar. La nieve
se encargó de detener a las rocas incandescentes que salían del abismo, a la vez que
rellenó el gran agujero que dejó el agrietamiento del piso. Terminado este percance
Michael agradeció a Globet por haberlo salvado y le pidió que los acompañara el resto
del camino.
Todos se preguntaban cómo llegó Globet a ese mundo. Él les explicó que encontró el
árbol de tronco amarillo y usó sus garras para abrir nuevamente el portal. Pudo hacerlo
porque no había perdido sus poderes y sus garras guardaban mucho poder.
A los pequeños les inquietaba también saber por qué Globet ayudó a Michael. La
bestia tomó la palabra y les dijo que al ver ese signo formado por las luces que emitían
los cristales que se encontraban en la recámara donde Michael lo enfrentó lo volvieron
bueno y la maldad que existía dentro de él desapareció. Pero debía hacer obras buenas
para volver a ser humano.
La nieve los salvó de esa emergencia, pero ocasionó una desventaja porque hizo más
difícil caminar sobre ella. Más adelante encontraron unas criaturas cuadrúpedas que se
adaptaban fácilmente al hielo y se paseaban tranquilamente en el sitio.
Ellos no sabían si acercárseles o tenerles miedo.
- No tengan miedo, son criaturas dóciles – les dijo Natalia.
Cada uno montó sobre un golfin, que era así como se llamaban las criaturas, y
continuaron su camino conduciéndolas. Los amigos de Michael lo ayudaron a subir en
un golfin y dejaron libre de carga a Globet. Natalia también subió en uno de ellos
porque movilizarse levitando también le restaba energías.
Siguieron su camino montados en los golfins y Globet caminaba por su cuenta. La
nieve caía más y más, empezaba a hacer frío y Natalia no podía detener la nieve. El frío
se volvía insoportable y sus cuerpos empezaron a congelarse, iniciando por sus manos.
Soportaron el frío hasta cuando su cuerpo les permitió y si no se les ocurría pronto
alguna forma de abrigarse morirían de frío.
Globet tuvo una idea, cavó con sus garras un agujero en el piso, lo suficientemente
grande como para que cupieran todos. Los pequeños también ayudaron a crear el
agujero. Todos se introdujeron dentro de aquel. Natalia selló la abertura del hueco con
una capa de energía que repelía a la nieve, permitía el paso de la luz y les dejaba
respirar sin problema.
Crearon una cueva subterránea y allí se refugiaron hasta que la nieve cesara de caer.
Natalia mantenía iluminado el lugar y creó una fuente de calor que los mantenía
abrigados. Pasaron un momento hablando y se juntaron muy cerca entre ellos para darse
calor. El frío no era su único problema porque pasadas unas horas empezaron a tener
hambre y nadie tenía nada para comer, ni siquiera a Michael le sobraban algunos
drápalos, tampoco había comida dentro de la cueva.
No les quedaba alternativa, si salían afuera morirían bajo la nieve y ese inclemente
clima; en cambio, si se quedaban dentro morirían de hambre. Eso los tenía preocupados
y no sabían qué hacer, entonces Globet se ofreció a salir a buscar comida.
Natalia deshizo su sello por un instante para que Globet pudiera salir de la cueva,
antes de salir todos le desearon suerte en su búsqueda, él salió e inmediatamente el sello
que había creado Natalia volvió a cerrarse. Globet estaba afuera, la nieve caía muy
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fuerte hacia el suelo, él movió su cabeza en todas direcciones pero no había señales de
vida en todo su alrededor.
Globet escogió una dirección, de las muchas que podía escoger, y fue hacia ella
presintiendo que al ir hacia allá encontraría algo de comida. Mientras avanzaba la
neblina se hacía más espesa y eso le impedía ver lo que había más adelante.
El viento chocaba fuertemente contra el cuerpo y movía se pelaje. Globet corría sin
fijarse en el terreno que pisaba y ese descuido hizo que no se diera cuenta de que estaba
corriendo sobre nieve resbalosa. Él no pudo frenar a tiempo y cayó en un gran agujero,
en ese mismo instante Natalia presintió que algo estaba mal. El peso de su cuerpo hacía
que cayera a una gran velocidad, al aterrizar no pudo colocar sus patas en una posición
adecuada para caer bien y cayó de costado. Su cuerpo rodó dando algunas vueltas y no
pudo evitar caer en una pendiente de hielo liso, resbaló sobre ella como si fuera un
tobogán.
Al final de esta caída estaba un gran lago cuya superficie se había convertido en hielo
y Globet terminó por caer ahí. La fuerza de su caída provocó que rompiera la superficie
de hielo y se hundiera en la helada agua del lago. No flotó en un inicio porque bajó a
través de la pendiente con gran rapidez y se hundió varios metros hacia el fondo. Intentó
salir nadando pero cuando estuvo cerca de salir por el mismo agujero que hizo al caer;
pero el hielo se reconstruyó en ese lugar.
Entonces estaba nadando patas arriba mientras rasgaba la superficie de hielo con sus
garras intentando abrir un agujero para salir por él, pero no daba resultado y no podía
seguir sosteniendo la respiración. De pronto vio que unos metros más allá la capa de
hielo era frágil, así que nado apresuradamente hacia allá y volvió a usar sus garras para
rasgar el hielo, esta vez dio resultado y salió del agua, aunque muy agotado y ya casi sin
poder respirar.
Como sucedió antes el agujero por donde salió volvió a reconstruirse. Su cuerpo
estaba totalmente mojado y él estaba temblando de frío. Tenía deseos de caer sobre el
hielo y descansar hasta reponerse, pero sabía que lo estaban esperando, así que no se
rindió. Como no encontró alimento en el lugar de donde vino siguió avanzando sobre el
lago sólido. Caminó cuidadosamente, en dirección a la orilla del lago, para evitar
romper el hielo que cubría el agua, sin embargo el hielo de esa zona era demasiado
frágil y empezó a abrirse debajo de él, así que dejó de lado su paso lento y corrió.
El hielo se abría a la misma velocidad con la que corría Globet y podía caer de nuevo
y esta vez ahogarse en verdad, la respiración de la bestia estaba muy agitada y con un
gran esfuerzo logró sobrepasar la rapidez con la que el hielo se abría y llegar a salvo a la
orilla. Cuan vio detrás de él todo ese gran pedazo de hielo se había quebrado y caído al
agua, se alegró de haber salido a tiempo de allí.
Globet iba a un paso moderado, ni muy lento ni muy rápido, luego el camino ya no
era sólo la nieve cubriendo el suelo porque ya había gigantescos árboles cubiertos de
nieve. Eso obstaculizaba el camino por el que se dirigía, así que si no quería regresar
tarde tenía que aumentar su velocidad, al mismo tiempo que los esquivaba, puesto que
ya no podía continuar en línea recta.
En ocasiones caían con fuerza grandes acumulaciones de nieve desde las ramas de
los árboles; pero él las evitaba oportunamente. Cuando se había adentrado más en el
bosque empezaron a salir pequeños pájaros desde los árboles cubiertos de nieve, estos
pájaros se llamaban terpos. Ellos eran carnívoros y no perdían la oportunidad de devorar
a cualquier animal que pasara por ahí, mucho más si se trataba de un animal muy grande
como lo era Globet.
Los terpos comenzaron a descender en picada hacia Globet, quien por más que
corriese no podía evitar el sinnúmero de ellos. Los terpos comenzaron a picotear el
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cuerpo de Globet y no lo dejaban en paz. Entonces él aceleró y chocaba su cuerpo
contra los troncos de los árboles para aplastarlos entre su cuerpo y aquellos; pero eso no
funcionaba porque ellos eran muy resistentes, ágiles y lo picoteaban sin parar.
Así que no le quedaba otra alternativa que hacer uso de sus poderes, concentró una
considerable cantidad de energía en todo su cuerpo y luego la expulsó hacia el exterior
en todas las direcciones, esto eliminó a los terpos que estaban a su alrededor, y aquellos
que se encontraban lejos se ocultaron en los árboles y ya no intentaron atacarlo más
porque tenían miedo de correr la misma suerte que sus compañeros. Globet pudo haber
llevado unos terpos como alimento, pero consideró que eran poco nutritivos y pequeños
como para comerlos, además no eran agradables a su paladar.
Después de un largo tramo pudo salir del bosque y nuevamente el camino era pura
nieve y nada más que eso. Ahora podía correr más ágil y tranquilamente, avanzó
confiado en que ya no habría nada más que le impidiese continuar luego de haber
vencido a los terpos; pero estaba equivocado y pronto averiguaría por qué.
Escuchó un fuerte ruido que venía en dirección a él, vio a su izquierda y no había
nada en movimiento, miró entonces a su derecha y alcanzó a distinguir una manada
conformada por arezfos y noitas que estaban migrando hacia un lugar muy apartado de
ahí. Globet movió velozmente sus patas intentando retirarse del sitio por donde pasaría
la manada, que no se detendría por nada y si él no se retiraba sería aplastado por las
patas de aquellos animales y posiblemente moriría.
No perdió tiempo y se apresuró a ponerse a salvo, pero no pudo hacerlo porque su
pata trasera quedó atorada en una rara sustancia que había bajo la nieve. Le quedaban
pocos segundos para desatorar su pata y salir corriendo, pero en los varios intentos que
hizo no lo logró. El fin de Globet parecía cerca, mas no fue así porque a pesar de haber
usado sus poderes para defenderse de los terpos todavía le quedaban energías con las
que formó alrededor de él un campo de fuerza que lo protegió del aplastamiento.
Tanto arezfos como noitas pasaban por encima de él, pero no le causaron ningún
daño porque estaba protegido por su escudo de energía. Luego volvió a hacer uso de sus
poderes para sacar de esa sustancia su pata que se encontraba atorada.
Globet no se imaginó que salir a buscar comida le resultaría tan difícil; pero recuperó
la confianza en seguir y continuó. Vio después que unas extrañas y pequeñas criaturas
de seis patas desfilaban a su lado, pero no les dio importancia y corrió aún más rápido
en la dirección que se había señalado.
Globet dio un paso como cualquier otro y junto a su pie hubo una explosión. Esa no
iba a ser la única explosión porque él había desatado una reacción en cadena que
seguiría provocando explosiones. Si Globet se quedaba parado en el lugar donde estaba
seguramente moriría en medio de las explosiones, por lo que corrió hacia delante,
siempre intuyendo donde era seguro asentar sus patas, puesto que no sabía donde
estaban las minas que activaban las explosiones.
Eso era como una ruleta rusa porque no sabía cuando sería la ocasión en que por
alguna desgracia sus patas pisaran una mina. Fue un milagro que Globet hubiera
cruzado a lo largo de ese campo minado sano y salvo. Al menos al regreso ya no habría
peligro de cruzar por ahí, ya que todas las minas ya habían explosionado y no podían
volver a hacerlo. Aquellas minas tan bien elaboradas eran hechas por aquellas criaturas
de seis patas que Globet vio antes de las explosiones, lo hacían para proteger su
territorio. Seguramente ahora estaban enfurecidas porque Globet destruyó su trampa y
además logró pasar a salvo.
Más adelante Globet logró divisar entre la espesa niebla las siluetas de un grupo de
redips que pastaban allí. Los redips eran animales similares a los venados con la
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diferencia de que sus cuernos son más largos y tienen dos colas, sus cuernos aunque
grandes son livianos y no les estorban al movilizarse.
Globet se escondió detrás de unas hierbas silvestres y acechó a los redips, cuando vio
la oportunidad los acorraló y los atacó. Logró morder a uno y lo dejó herido, los demás
lograron escapar. Globet sabía que uno no era suficiente y persiguió al grupo de redips
para conseguir cazar a otro. Él usó su poder para duplicarse e hizo que su copia lo
ayudase a acorralar a alguno de los redips, entre los dos lo consiguieron y lo hirieron,
allí mismo lo mataron. Aunque Globet sabía que cazar esos animales era cruel y Natalia
podía reprocharlo por eso pensó que ella entendería que la situación lo ameritaba.
Globet hizo que su copia volviese a unirse a su cuerpo y luego arrastró el redip
muerto hasta el lugar donde estaba el redip herido, al cual también mató. Esos dos
redips serían suficientes para alimentar a todos pensó. Hizo un conjuro con sus ojos para
que los dos redips siempre se mantuvieran flotando detrás de él hasta llegar a la cueva,
eso sería más fácil que arrastrarlos.
El regreso se le hizo mucho más fácil ya que había vencido todos los peligros. Pasó
por aquel campo lleno de las criaturas de seis patas, pasó también por aquel bosque sin
ningún inconveniente. Sin embargo había un problema aún, toda la superficie de hielo
que cubría el lago se deshizo cuando Globet lo cruzó. En ese caso él tuvo que utilizar su
desarrollado olfato para encontrar un camino alterno que lo llevara de vuelta. Ya no
necesitó subir hacia la montaña de la que cayó porque la ruta que encontró lo llevaba
directamente al lugar donde lo estaban esperando. En el camino de regreso recogió algo
de leña para prender fuego y coser el alimento, porque sabía que los seres humanos no
comen carne cruda.
Mientras que John y los demás esperaban a Globet en la cueva empezaron a notar
como caía algo de nieve de las paredes que los protegían. Luego salieron de las paredes
y del suelo una especie de grandes gusanos que tenían la facultad de ver excelentemente
en la oscuridad, tenían una especie de pinzas en la boca que se abrían y cerraban
constantemente, poseían dos pares de antenas y podían volver su cuerpo rígido cuando
lo deseaban. Estos gusanos se denominaban cormones y aunque parecieran inofensivos
por su apariencia, en realidad eran una especie muy destructora.
Como era la naturaleza de estos animales empezaron a chocar sus cuerpos y a dar
cabezazos contra las paredes con el fin de destruir la cueva en la que estaban los cuatro.
Eran muchos de ellos, se los podía ver en todas partes y no sólo atacaban las paredes de
la cueva, sino a los niños también. Natalia era lo suficientemente hábil para evitarlos,
pero no podía vencerlos. Ellos no podían abandonar su refugio puesto que afuera el frío
era muy intenso, así que intentaban deshacerse de ellos como podían.
Entonces llegó Globet con un paso acelerado y no muy a lo lejos escuchó unos ruidos
que provenían de la cueva donde estaban alojados Natalia y los demás. Corrió más a
prisa porque presintió que estaban en una emergencia y podían necesitarlo. Cuando
llegó a la cueva dejó el alimento y la leña en el suelo, rasgó el escudo que cubría la
entrada con sus garras, entró a la cueva antes de que el escudo volviera a regenerarse.
Cuando estuvo adentro vio el caos que causaban los cormones y los ahuyentó con sus
aullidos y mostrándoles sus afilados colmillos. El aullido de Globet no era un aullido
común y corriente, porque emitía ondas ultrasónicas que no podían ser detectadas por
los seres humanos, pero que aterraban a cualquier animal y lo hacían retroceder
instantáneamente.
Los cormones se fueron pero el problema no terminaba ahí, pues sus golpes
ocasionaron que la cueva se derrumbe poco a poco; podían morir dentro si no lo
evitaban. Globet tuvo una idea, y sin perder tiempo salió de la cueva y regresó con la
leña que había traído. Él y los demás ubicaron la madera en forma vertical, entre el piso
29
y el techo, para sostener la pared superior de la cueva. Sólo bastó un poco de leña para
completar este proceso. Ahora su refugio era seguro y no tendrían que salir a soportar el
aterrador frío que se sentía afuera.
Globet metió tranquilamente a los redips dentro de la cueva para comerlos. Con la
leña que sobró encendieron una fogata, cuando el calor ya era lo suficientemente intenso
cocieron a los redips en él. Mientras la carne se cocía le preguntaron a Globet cómo le
fue en su búsqueda y escucharon todo lo que él les tenía que contar, cada vez se notaba
más asombro en sus expresiones ya que las experiencias por las que pasó Globet eran
muy interesantes a la vez que impresionantes.
Cuando la carne ya estuvo cocida todos la compartieron, cada uno cogió una presa y la.
La carne de redip alcanzó para que todos pudieran repetir su porción.
- ¡Esta carne está deliciosa! – dijo John con una expresión de agrado.
- Nunca había probado algo así – dijo Michael.
- Yo tampoco – intervino Natalia.
Esto último asombró a los niños, porque creyeron que aquí ellos eran los únicos
extraños y que Natalia ya estaba acostumbrada a ver este tipo de criaturas que a ellos les
resultaban raros; pero ella, de la misma manera que Globet, también era una extraña,
porque nunca había sido transportada a otro mundo desde su isla, era la primera vez que
le sucedía algo como esto. Y hay otro asunto más, Natalia no quiso decir que nunca
había probado la carne de un animal como el redip, sino que lo dijo en un sentido más
amplio, jamás había comido carne; ella se alimentaba solamente de frutas y otros
vegetales porque cree en el respeto a la vida animal. No necesitaba a la carne en su dieta
ya que las frutas de esa isla contienen los nutrientes necesarios para mantenerla
saludable, incluso contienen los mismos nutrientes que poseen las carnes. Por ejemplo,
los drápalos son un alimento completo.
Por su parte Globet llevó su presa a un lugar un poco apartado dentro de la misma
cueva para no incomodar a los demás, puesto que tenía que comer tal y como lo hacen
las bestias; sin embargo cuidaba sus modales al hacerlo. Todos se sintieron satisfechos
luego de haber comido.
Pasó la tarde sin que ellos se dieran cuenta y enseguida anocheció. Todos se
acomodaron en el espacio del que disponían, se despidieron hasta el día siguiente y
durmieron. No se preocuparon por si alguien entraba por la noche a atacarlos, porque el
escudo creado por Natalia que se encontraba en la entrada los protegía. Globet se quedó
durmiendo bajo el escudo por si acaso alguien lograra penetrarlo, pero confiaba en que
Natalia había hecho un buen trabajo en su creación.
La noche pasó sin ningún peligro y la sola presencia de Natalia abrigaba el lugar,
nadie sintió frío. Llegó el día siguiente y todos despertaron temprano, no tenían sueño
aún, ni pereza porque durmieron bien. Salieron de la cueva y los primeros rayos de sol
comenzaban a iluminar el día, se sentía un viento cálido y ya no hacía mucho frío, la
nieve dejó de caer por el momento.
Como no había manera de regresar por el mismo camino a la isla de donde vinieron,
ya que el portal que los trajo se cerró inmediatamente después de que los transportó,
decidieron viajar en busca de alguien que les indicara la forma de regresar a la isla.
Globet ya experimentó el recorrido por una dirección, así que viajaron en dirección
opuesta a la que había tomado él anteriormente.
Las horas pasaban y el sol calentaba más la superficie, no era un calor intenso; pero
era lo suficiente para mantenerlos sin frío. Más adelante había un géiser del que salía
agua caliente, todos se divirtieron con aquel, - no estaba por demás relajarse y eliminar
el estrés un poco antes de continuar – pensaron ellos. El tiempo pasó y cuando ya se
habían divertido lo suficiente hasta quedar satisfechos continuaron su ruta.
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Todos estaban con mucha energía y corrían tranquila y despreocupadamente, pero
luego el paisaje se tornaba muy nublado y sintieron que debían caminar
cuidadosamente. Con mucha suerte Natalia pudo darse cuenta, justo antes de caer, que
delante de ellos había una gran depresión por la que circulaba un caudaloso río. En ese
mismo momento ella se volvió hacia sus amigos y les hizo una señal para que se
detuvieran, ellos lo entendieron y se quedaron quietos en el lugar donde estaban.
Miraron en todas direcciones en busca de algo que les fuera útil para pasar al otro
lado. Era tanta la niebla que Natalia no podía crear un punte mágico para cruzar, ella no
podía calcular donde se encontraba el inicio del otro lado, se vieron obligados a seguir
buscando otra forma de cruzar. El desarrollado sentido de la vista que poseía Globet le
permitió ver entre la niebla y distinguir que a pocos pasos de ellos, a su derecha, había
un puente que conectaba el lugar donde estaban con el otro extremo. Él los guió con
cuidado hacia donde estaba el puente. John haló la cuerda que sujetaba el puente
colgante para asegurarse de que estuviera bien firme, cuando constató que así era le
pidió a Natalia que fuera la primera en cruzarlo, ella le dijo que los pequeños deberían ir
primero; pero John insistió. Ella agradeció su cortesía y lo cruzó.
Natalia no corría ningún riesgo al cruzarlo ya que al levitar no ejercía ningún peso
sobre los troncos que conformaban el puente. Mientras ella lo cruzaba desaparecía entre
la niebla y los demás la perdían de vista, aún sabiendo que no podía caer ellos deseaban
con todas sus fuerzas que cruzase el puente a salvo.
Pasaron alrededor de tres minutos y unos segundos más, y no sabían qué estaba
pasando hasta que al fin escucharon la voz de Natalia diciendo:
- ¡Ya lo cruce, estoy del otro lado!, ¡ahora es su turno de cruzar!
Los niños tragaron saliva en ese momento, como queriendo mostrar que estaban
inseguros de cruzar.
- Tenemos que cruzar uno por uno, el puente podría no resistir el peso de todos
nosotros al mismo tiempo – dijo John.
- ¡Bien pensado! – le respondieron Bryan y Michael casi al mismo tiempo.
Todos estuvieron de acuerdo en que John fuera el siguiente en cruzar el puente. Él se
sujetaba fuertemente de las cuerdas que habían a ambos lados del puente, y con un paso
lento y precavido avanzaba sobre el puente. Finalmente John logró llegar sano y salvo al
lado de Natalia.
Luego fue el turno de cruzar para Michael, el caminaba mucho más despacio que
John y en ocasiones contenía su respiración, necesitaba de su inhalador para poder
respirar bien, lo usaba y continuaba caminando. No tuvo mayor problema e igualmente
llegó al otro extremo.
Ahora Bryan era quien cruzaría el puente, él estaba muy confiado y a paso aligerado
cruzó el puente sin mirar hacia abajo y sin dar lugar a que en su mente se originaran
ideas de inseguridad. Mientras caminaba escuchó el sonido de un tronco que se rompió
detrás de él luego de haberlo pisado, respiró profundamente y prefirió ignorar lo
acontecido. No sucedió nada que lo pusiera en peligro y pudo cruzar el puente como los
demás.
Al fin era el turno de Globet para pasar a través del puente. Debido a que caminaba
en cuatro patas conservaba más fácilmente el equilibrio y eso le permitía avanzar más
rápido. De pronto escuchó que las dos cuerdas que sujetaban el puente se rompían poco
a poco, él sabía que eso sólo podía significar que el puente se vendría abajo y era
necesario que se apresure. Las cuerdas se rompieron y Globet, sin mirar atrás, corrió tan
rápido como le permitían sus patas. Estaba muy cerca de llegar al otro lado; pero sentía
cómo el puente se venía abajo detrás de él, entonces tomó impulso y se lanzó hacia el
lugar donde estaban parados Natalia y los niños. Lo hizo justo a tiempo ya que tan solo
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un segundo después de que aterrizó a salvo al otro extremo el puente se derrumbó y
quedó colgando únicamente del lado donde ellos se encontraban.
Contemplaron por un momento cómo colgaba el puente y cómo se extendía hacia
abajo. Se dieron vuelta para continuar y olvidar ese suceso que les pudo haber quitado a
un amigo. Pero notaron que delante de ellos había una fisura muy profunda.
- Esto no está bien – dijo Bryan con un tono de preocupación.
- ¿Por qué lo dices? – interrogó John.
- Fíjate bien que estamos parados sobre una saliente de esta elevación, si esa fisura
llega a profundizarse más el lugar donde estamos parados caerá hasta el fondo.
Bryan no había acabado de contestar a la pregunta de John cuando lo que mencionó
se hizo realidad, tal vez fue la fuerza con que impactó Globet al aterrizar luego de su
salto o simplemente fue casualidad, pero toda la saliente sobre la que estaban parados se
desprendió y, sin darles tiempo de saltar a la parte firme, todos cayeron.
Incluso Natalia cayó, porque en el río había una extraña fuerza que la atraía. Ella no
pudo vencer a aquella fuerza y cayó junto con los otros. La corriente del río era muy
poderosa y no les permitía nadar. El agua circulaba a una gran velocidad y en todo el
trayecto habían rocas filosas que podían herirlos y desafortunadamente fue exactamente
lo que le sucedió a uno de ellos. Fue John quien sufrió un golpe en su costado izquierdo
y empezó a desangrar gravemente, nadie podía ayudarlo en ese momento y el tampoco
expresaba su dolor porque la desesperación de ahogarse le tenía muy tenso.
La corriente los arrastraba con mucha fuerza y su infortunio no terminaba aún porque
el río no desembocaba en un almacenamiento de agua más grande, sino que los
conducía a una gigantesca cascada que se encontraba muy alto con relación al piso. Los
niños apenas podían mantener su cabeza fuera del agua para respirar, pero cada vez sus
fuerzas se reducían y no lograban luchar contra a corriente.
Llegaron al final de la corriente y respirando profundamente y confiando en que
saldrían bien librados del asunto se dejaron caer desde lo alto de la cascada. Se escuchó
un estruendoso grito, producido por todos a la vez. Abajo el agua hacía espuma al
momento en que chocaban el agua que caía de la cascada y el agua que se encontraba
circulando horizontalmente. Es verdad que el impacto de un cuerpo que va a gran
velocidad con otro es muy fuerte y si es experimentado por un ser humano puede ser
muy grave; pero la suerte les favoreció y cayeron sin ningún resultado desfavorable.
Con el corazón muy agitado salieron nadando del agua. En la orilla no había nieve,
sino césped y todos se tendieron sobre él hasta reponerse. Luego de un momento John
empezó a sentir el dolor insoportable de su herida. Natalia lo vio sufriendo por aquello e
hizo uso de sus poderes para sanarlo. Como la herida era grande la curación tardó un
poco pero se realizó con mucho éxito. John abrazó a Natalia y le dio las gracias por
haberlo curado, en realidad él se daba cuenta de que empezaba a sentir algo por ella.
Ya no podían continuar por la ruta propuesta porque caer de la cascada los desvió
totalmente del camino, por lo que tuvieron que tomar uno alterno que los llevara hacia
el mismo destino. A medida que caminaban el espesor de la nieve acumulada sobre el
suelo se incrementaba y dificultaba su avance.
Alrededor de ellos no había señales de viviendas humanas ni de animales superiores.
Lo único que distinguían era el gran nevado que se encontraba frente a ellos, Bryan
sugirió dirigirse hacia ella para buscar si tal vez alguien habitaba en ella. Los demás
estuvieron de acuerdo y continuaron caminando en dirección al nevado.
Aunque el nevado parecía estar cerca de ellos, les daba la impresión de que no
habían avanzado nada y que no podrían llegar. Sin embargo, luego de tanto caminar,
llegaron al pie del inmenso nevado. Decidieron escalarlo y comprobar si había alguien
que les pudiera ayudar a salir de ese mundo.
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Empezaron el ascenso y Natalia iba al último en caso de que alguien resbalara para
así poder sostenerlo y evitar que cayera. Ella no se aferraba a las rocas porque le
resultaba muy fácil ascender levitando.
Hubo ocasiones en las que los tres niños ya no tenían fuerzas para seguir subiendo;
pero siempre se dieron ánimo entre ellos. Más arriba encontraron una pequeña planicie
en donde se sentaron a descansar. Conversaron de cosas que les hacían olvidar sus
preocupaciones y el por qué estaban ahí. Mas entre risas y gritos hicieron que poco a
poco grandes pedazos de nieve empezaran a derrumbarse.
Ninguno perdió tiempo, todos corrieron ante el peligro inminente. El presentimiento
que tenían era cierto, pues ese desprendimiento de nieve se convirtió muy pronto en una
terrible avalancha. Globet hacía lo posible para proteger al grupo, desintegrando los
grandes bloques de nieve con sus poderosos aullidos que tenían un gran impacto; pero
no producían ningún sonido, por lo que no incentivaba a que la avalancha se
incremente.
A Globet le resultaba difícil continuar usando su poder consecutivamente, y además
de eso su estrategia no era suficiente para protegerlos. Entonces Natalia los reunió a
todos alrededor de ella y formó una esfera de energía que los cubría por completo. De
esa manera ellos estaban a salvo, la nieve caía con fuerza y Natalia hacía lo posible para
mantener su concentración y no permitir que el escudo se desvanezca.
Pronto el lugar donde estaban resguardados se tornó oscuro debido a que la nieve
cubrió toda la esfera. Cuando Natalia presintió que la avalancha había terminado hizo
que la esfera emanase un moderado calor que derritió la nieve en unos instantes. Una
vez que ya no hubo nieve cubriéndolos ella pudo deshacer la esfera de energía. En
realidad mantener activa dicha esfera la dejó muy agotada, o que ocasionó que en ese
mismo instante cayera desmayada al piso.
Este suceso inesperado preocupó a todos. Rápidamente Globet creó una gruta en la
pared del nevado con unos rasguños certeros de sus garras. Cargaron a Natalia y la
introdujeron ahí, la recostaron en un lugar seguro y sobre un conjunto de hojas que
recogieron de unas plantas que crecían al filo del camino.
- ¿Crees que ella estará bien? – Le preguntó John a Globet.
- Eso no lo sé, ni te lo puedo asegurar.
- ¿Me tratas de decir que…?
- Sin embargo – interrumpió Globet antes de que John terminara de formular su
pregunta - conozco una forma de curarla.
- ¡Dímela! – Dijo John con desesperación – Haré lo que sea para que sea para que se
ponga bien.
- Existen plantas que crecen en las paredes de montañas y nevados. Éstas son capaces
de volver consciente a cualquier persona de la misma manera que son capaces de curar
muchas enfermedades. Pero déjame advertirte que estas plantas son muy escasas y por
lo tanto no las encontrarás con facilidad.
- No me importa, ¡yo iré! Encontraré esas plantas sin importar cómo.
Globet describió aquellas plantas para que John tuviera idea de cómo eran. Luego
John se quitó el saco, que se había puesto cuando empezó a nevar en este mundo, y lo
colocó sobre Natalia para que estuviera abrigada.
- Amigos, cuídenla bien. Prometo que regresaré con la cura.
- No te preocupes John – le dijo Bryan – La cuidaremos muy bien.
Después John sacó una cuerda de su mochila y la sujetó a una roca que se encontraba
bien asentada al filo del camino, bajó por ella en busca de las plantas mencionadas.
John no tenía mucho tiempo para conseguirlas porque ya era tarde y muy pronto
caería la noche. Esta vez no había camino, por lo que John tenía que deslizarse
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aferrándose a las rocas. Para su buena suerte alcanzó a ver un conjunto de aquellas
plantas que crecían a cierta distancia de él, pero había un problema, no habían rocas a
las cuales sujetarse para alcanzarlas, tampoco tenía ningún instrumento de determinada
longitud para alcanzarlas. No tuvo otra opción que arriesgarse a saltar, sin pensarlo dos
veces saltó; pero la piedra que sujetaba su mano izquierda se desmoronó y provocó que
John cayera. Él gritaba mientras caía, pero su caída no duró mucho tiempo ya que
enseguida logró sostenerse de una rama.
John recuperó la calma y siguió subiendo, esta vez teniendo más precaución para no
volver a caer. Finalmente alcanzó llegar al lugar donde se encontraban las plantas y
recogió todas las que le fueron posible. Subió un poco más y después se deslizó para
alcanzar la cuerda que se encontraba colgando de una roca. Allá arriba Globet
aprisionaba el extremo de la cuerda entre el suelo y sus patas para asegurarse de John
ascendiera con tranquilidad y seguridad. John pudo subir sin ningún inconveniente y
cuando llegó a la gruta corrió hacia Natalia y vio que aún respiraba, pero seguía en mal
estado.
Él le pidió a Globet que le indicara cómo preparar el remedio. Cuando recibió la
explicación puso manos a la obra. Con la ayuda de sus amigos molió las hojas de las
plantas, luego hizo una especie de jugo con esa masa, lo puso dentro de su botella y
luego la acercó a los labios de Natalia para verter el líquido poco a poco en su boca.
A continuación prendió fuego y lanzó las raíces de las plantas sobre él porque Globet
le dijo que el humo de las raíces de las plantas al fuego tiene un poder curativo. Natalia
lo respiró, empezó a reaccionar y lentamente abrió los ojos. Esto puso felices a todos, en
especial a John. Enseguida Natalia se recuperó y se encontró levitando en el aire, ella
agradeció a todos por ayudarla, de manera especial a John por tener el valor de hacerlo.
Ella lo abrazó por haber realizado esa acción, obviamente eso hizo sentir muy bien a
John.
- ¡Vaya, no creí que esas plantas fuesen tan efectivas!
- Pero ya ves que sí lo son – le dijo Globet a John.
Ya era muy de noche, era tanto el sueño que tenían que no tenían ánimos de charlar
si quiera un poco, todos se despidieron, luego durmieron dentro de la gruta. Nadie tuvo
sueños malos y todos durmieron bien. Al día siguiente ninguno de ellos despertó
temprano, toda la caminata del día anterior los había dejado rendidos, era evidente que
necesitaban recuperar energías. Todos ya habían despertado; sin embargo Michael aún
seguía dormido, sin duda él estaba más cansado que los demás. Bryan salió afuera y
recogió cierta cantidad de gotas de rocío que se encontraban sobre las hojas de las
plantas que crecían afuera, después echó el líquido en el rostro de Michael, quien
reaccionó inmediatamente y despertó sobresaltado, después miró a Bryan y comprendió
que se trataba de una broma por lo que lo miró con algo de enfado; pero enseguida río y
se levantó. Bryan le dio la mano para ayudarlo a levantarse.
El día estuvo más soleado esta vez. Se propusieron continuar por el camino que
rodeaba el nevado y así lo hicieron. En la siguiente curva se fijaron que en lo alto del
nevado había un templo. Eso llamó la atención a todos y como si compartieran sus
mentes todos pensaron en ir hacia allá.
- ¿Será lo que estamos buscando? – Dijo Bryan.
- Espero que sí – respondió Michael.
El hecho de ver ese templo los animó a ascender más rápidamente y con más
entusiasmo. En realidad no se desesperaron y sin darse cuenta ya estaban frente al
templo.
- ¡El tiempo sí que pasa rápido! – pensó John.
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Era una gran puerta la que permitía el acceso al templo, tenía adornos de bronce en el
contorno. La apariencia de la puerta les sugería que el ambiente del interior del templo
era algo tétrico. Ese pensamiento hizo que tuvieran un poco de miedo y dudaran de
entrar. Globet, por su parte, ya estaba acostumbrado a los desafíos y sorpresas, por lo
que les dijo:
- Entremos, no conseguiremos nada si nos quedamos parados aquí afuera.
Los demás asintieron con la cabeza como queriendo dar a entender que estaban de
acuerdo con él, pero en el fondo aún tenían temor de entrar en ese lugar. Hicieron como
si ignoraran su miedo y siguieron a Globet, que iba al frente.
La gran puerta estaba asegurada, entonces Globet retrocedió unos pasos para tomar
viada y luego derribar la puerta de un par de zarpazos.
- ¡Atrás todos! – Gritó.
Antes de que empezara a correr la puerta se abrió por sí sola, se cortó la viada de
Globet, al mismo tiempo que todos quedaron asombrados. Al abrirse la puerta un fuerte
destello que los cegó por un momento salió del interior del templo. Todos se sentían
atraídos por esa luz y cuando volvieron a tener conciencia de lo que hacían se dieron
cuenta de que ya estaban adentro del templo. Miraron detrás de ellos y la puerta se cerró
sola.
Se encontraban dentro de un gran salón y sobre una larga alfombra roja. El interior
del templo tenía un calor muy especial, no hacía frío a pesar de que afuera la nieve lo
cubría todo. En las paredes estaban colocados unos candelabros que iluminaban el
lugar, de la misma manera había un candelabro mucho más grande colgado del techo, el
cual desprendía bastante luz. Alrededor de ellos habían unas altas columnas cilíndricas
adornadas con mucho detalle. No había nadie en todo el lugar y todo era silencioso, no
existía el menor ruido, se podía escuchar incluso la respiración de todos. Si no había
nadie en aquel lugar parecía no tener sentido permanecer sentido. Uno a uno se iban
resignando a seguir buscando la manera de salir de ese mundo cuando de pronto
Michael gritó con emoción:
- ¡Miren allá!
Todos se voltearon hacia donde apuntaba Michael y vieron que en el otro extremo de
la alfombra roja se encontraban unas gradas que conducían hacia otra puerta. Como no
tenían otra opción caminaron sobre la alfombra, subieron por las gradas y se pararon
ante la puerta. Sin que nadie dijera nada Bryan se atrevió a golpear la puerta; mas nadie
salió y no hubo contestación tampoco.
- Esta puerta está hecha de un material muy resistente, ni siquiera yo podría destruirla
con mis garras – les mencionó Globet.
- No me importa si esta puerta no puede ser destruida, haré todo lo posible para
lograr que se abra, pues puede ser que la solución a nuestro problema se encuentre allí
dentro – dijo Bryan.
Dicho esto el medallón rojo de Bryan empezó a brillar cada vez más fuerte. Se
preguntaba qué estaba sucediendo, por qué de repente su medallón brillaba de esa
manera. Levantó su mirada y notó que un poco más arriba en la puerta se encontraba
una especie de hendidura que tenía la misma forma de su medallón y que
coincidencialmente o no también era de color rojo. Bryan captó la idea al instante y
supo lo que debía hacer.
Colocó su medallón en la hendidura tratando en lo posible de que las líneas de ambas
parte coincidieran, luego giró el medallón en la dirección que indicaba la flecha, es
decir, hacia la derecha. Transcurrieron unos segundos, todos quedaron en suspenso y
después, inmediatamente la puerta se abrió. Entraron todos, aunque temerosos porque
en el interior todo estaba oscuro, la única luz que había era la que emanaba Natalia; pero
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debido a que ella también tenía algo de miedo su luz era débil. Luego se escuchó el
sonido de un par de aplausos y al instante todo el lugar se iluminó.
Todos centraron su mirada en un trono dorado que estaba al fondo de la habitación.
Quien estuviera sentado ahí les estaba dando las espaldas. Sin embargo querían ver de
quién se trataba, así que se acercaron poco a poco. De pronto aquel trono giró
violentamente y finalmente pudieron ver el rostro de quien estaba sentado ahí.
Era un anciano con una larga barba blanca, inclinó su cabeza hacia delante para
poder verlos de frente. En su mirada se notaba una profunda seriedad; todo quedó en
silencio por unos minutos. En la mente de John y sus amigos rondaba la pregunta de
quién era ese hombre.
Aquel hombre, interrumpió el silencio diciendo:
- ¡Bienvenidos!, los estaba esperando.
- ¿Cómo sabías que vendríamos? – preguntó John
- La razón de que yo lo sepa sería incomprensible para la mente humana.
- ¿Quién eres tú? – volvió a preguntar John.
- Mi nombre es Ricardo, soy el sabio de este lugar. Tengo que advertirles que no
pueden quedarse más tiempo en este mundo. El portal que los puede llevar de regreso
al lugar de donde vinieron no permanecerá activo por mucho tiempo, si no llegan a él
lo más pronto posible no habrá otra oportunidad de salir de aquí.
- ¿Sabes acaso la manera de salir de aquí? – interrogó Michael.
- Afortunadamente para ustedes la sé. Tienen que encontrar el desierto donde se
encuentra la única cascada en la que el agua asciende en lugar de caer.
- ¿Podremos confiar en él? – dijo Bryan entre sí.
Ricardo sabía lo que estaba pensando Bryan, pero no le replicó porque no quería
tener ninguna discusión. De la misma manera Natalia supo cuál era la actitud de Bryan
ante lo expresado por el anciano; pero se limitó a decir:
- Muchas gracias por la información. Intentaremos encontrar la cascada mencionada
para poder salir de aquí.
En aquella tierra no se practicaba el saludo mediante un apretón de manos, así que
simplemente le agradecieron, dieron la vuelta para salir del templo; pero al instante
Ricardo dijo:
- ¡John, espera!
John se volteó y pensó:
- Ahora no me sorprende que sepa mi nombre.
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- Encontrar el portal no es todo, cuando ya regresen a la isla van a necesitar esto.
Ricardo chasqueó los dedos e instantáneamente apareció en sus manos un medallón.
Aquel era similar a los medallones que tenían Michael y Bryan, excepto que era de
color azul y las líneas que contenía eran diferentes. Se lo dio a John y él lo miró
detenidamente.
- ¿Qué significa esto? – le preguntó John al anciano.
- Cuando llegues allá lo sabrás.
John le agradeció a Ricardo y salió del templo junto con los demás. Todos salieron
con más esperanzas que antes. Como un impulso que compartieron al mismo momento
regresaron la mirada para volver a ver el templo en el que habían estado; pero su
sorpresa fue grande cuando observaron que éste ya no estaba, había desaparecido.
Prefirieron no pensar en eso aunque en su interior les invadía la curiosidad de por
qué sucedió eso, en especial a John y sus dos amigos, quienes no estaban
acostumbrados a observar hechos fuera de lo común. Por un momento John pensó que
todo aquello fue una ilusión, así que enseguida levantó sus manos para constatarlo. Al
ver el medallón en ellas se sintió tranquilo.
Ahora su próximo reto era bajar del nevado sin demora. Esto fue más fácil que el
ascenso y no hubo ningún obstáculo que les impidiera bajar. Debían encontrar un
desierto pero no tenían idea de donde se encontraba. Esta vez el olfato de Globet y la
intuición de Natalia fueron muy importantes para señalar un camino por el cual
dirigirse.
Siguieron, entonces, la ruta establecida por los dos. Los pequeños confiaban en que
ese camino era el correcto. Mientras avanzaban el calor se hacía más intenso; pero el
hecho de que estaban cerca de salir los animaba y les daba fuerzas para soportarlo y
continuar.
Un terrible viento soplaba y levantaba bastante arena de las dunas en contra de ellos.
Era algo serio, pues era tanta la cantidad de arena que se les acercaba que podrían
quedar enterrados bajo ella. Entonces Globet creó con su cola una fuerte ráfaga de
viento para contrarrestar la corriente que venía en sentido contrario. Las dos corrientes
chocaron y el viento cesó.
Cuando el polvo se disipó Globet advirtió:
- ¡Silencio!, ¡Escuchen!
- ¿Qué sucede?
- No hagas el menor ruido Bryan. ¡Por allá! ¡Síganme!
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El resto siguió a Globet sin saber a dónde los llevaba.
- ¿A dónde vamos? – indagó Michael mientras corría junto a los demás.
- Escucho el sonido de agua circulando en esa dirección.
- ¿Será posible que sea lo que estamos buscando? – pensó John.
El sonido se hacía más fuerte cada vez y eso era lo que los apresuraba a llegar a ese
lugar. Después de haber corrido una distancia considerable empezaron a notar una
elevación que se hacía más visible a medida que se acercaban. Ya casi podían ver por
completo de qué se trataba y se alegraron al saber que era una cascada.
- ¡Es grandioso, ya la puedo ver! - dijo Natalia emocionada.
Finalmente estuvieron en frente de la inmensa cascada y quedaron maravillados al
ver cómo el agua ascendía.
- Esto es maravilloso; pero ¿dónde está el portal que nos mencionó Ricardo? – les
hizo caer en cuenta Bryan.
- Lo que existe no es sólo lo que puedes ver. Debes mirar más allá de lo que puedes
ver – le dijo Natalia a Bryan.
- ¿A qué te refieres con eso?
Natalia supo que el portal estaba detrás de la cortina de agua, por lo que debían
atravesarla. Ella respondería la pregunta de Bryan con acciones.
- Reúnanse todos a mi alrededor – dijo ella.
La presencia de Natalia fue muy oportuna porque gracias a sus habilidades podían
cruzar la cortina de agua sin problemas; aunque ellos aún no sabían de qué se trataba y
cuál era la finalidad de estar agrupados cerca de Natalia. Una vez que todos se juntaron
alrededor suyo se concentró y formó una cápsula especial que los cubría por completo.
No se desplazaban en el suelo, sino en el aire, a pocos centímetros del suelo. La cortina
de agua era muy gruesa por lo que tardaron un poco en atravesarla por completo; pero
se sentían seguros en la cápsula que formó Natalia.
Ya estuvieron del otro lado y aterrizaron. Natalia deshizo su cápsula y los dejó salir.
Ellos estaban entre la cortina de agua y una enorme pared. Michael alzó la mirada y
notó que en lo alto de la pared había una hendidura de piedra amarillenta, muy diferente
al color del resto de las rocas de la pared, que parecía tener la forma de su medallón. A
su derecha había una escalera que conducía hacia aquel sitio, subió por ella y ubicó su
medallón en la hendidura.
En ese momento se abrió un agujero sin fondo en la pared y la poca luz que había
dentro de él giraba en forma de torbellino. Todos comprendieron que ese era el portal
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que los llevaría de regreso a la isla. En realidad sí se les pasó por la mente que ese portal
podría llevarlos a otro mundo desconocido y terminarían perdiéndose aún más; pero no
había tiempo para suposiciones porque el agujero empezaba a cerrarse, así que con
mucha decisión subieron por la escalera y se dispusieron a introducirse en el agujero.
Michael fue el primero en atravesarlo, luego sus dos amigos, a continuación lo hizo
Natalia y finalmente Globet, quien lo atravesó cuando el agujero ya casi se había
cerrado.
Cuando llegaron al otro lado del agujero estuvieron aliviados.
- Reconozco este lugar – dijo Natalia.
- Lo sé, es el lugar de donde partimos hacia ese mundo. Me doy cuenta por aquel
árbol que tiene la marca del medallón de Michael – dijo John.
- Hemos regresado a la isla pero no hemos encontrado la forma de regresar a nuestro
mundo. No es suficiente con quedarnos aquí – se pronunció Michael.
- Al menos esta isla no es tan desastrosa como aquel mundo – le replicó John.
Michael aceptó lo que dijo John y se tranquilizó porque no quería tener una discusión
con su amigo. La única opción que tenían por el momento era la de volver al lugar en el
que estuvieron por primera vez en la isla para encontrar la forma de abrir el portal que
los trajo hasta aquí.
Recordaron que cuando despertaron en esta isla estaban en su orilla, entonces se
dirigieron hacia ella. Pasaron por la cueva que descubrieron para tomar agua, pues
estaban sedientos. Natalia prefirió beber unas cuantas flores de las que acostumbraba, su
sabor era muy agradable.
Se dirigieron a orilla de la isla sin problema. Una vez que estuvieron allí miraron el
agua del mar en busca de alguna pista; pero no notaron nada extraño, ninguna señal. Al
menos eso parecía hasta que John se acercó muy cerca de la orilla y una fuerza de
atracción no muy fuerte lo sumergió en el mar. Todo el cuerpo de John estaba dentro del
agua, él contenía la respiración con mucho esfuerzo. En ese instante su medallón azul
empezó a brillar, su cuerpo se levantó en el aire y se mantuvo flotando en él. Debajo de
él se abrió un portal a manera de remolino. John fue expulsado a la orilla nuevamente.
- Supongo que este es el fin, ahora podremos regresar a nuestros hogares – dijo John.
- ¡Por fin! – expresaron Bryan y Michael a la vez.
En verdad John estaba feliz; pero no del todo, él había desarrollado mucho afecto
hacia Natalia y le daba tristeza separarse de ella. John se acercó a ella y le preguntó:
- ¿Podré volver a verte?
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- Eso no te lo puedo asegurar, será el destino quien lo decida; pero mientras me
tengas en tu corazón siempre estaré contigo.
John suspiró y asintió con la cabeza. Natalia, como si hubiera leído la mente de John,
lo abrazó y le dio un beso en la mejilla. Esto lo hizo sonrojar y al mismo tiempo lo puso
feliz.
- ¡Muévanse muchachos, el portal no estará abierto para siempre! – interrumpió
Globet.
Los tres amigos se despidieron de Natalia y de Globet e inmediatamente se
introdujeron en el mar hasta llegar al portal.
- ¡Nunca los olvidaremos! – dijeron los tres.
- ¡Nosotros tampoco, cuídense! – respondieron Globet y Natalia.
Sin más demora se metieron en el portal. Mientras atravesaban el portal se sentían
despojados de todo lo material, incluidos sus cuerpos; únicamente sentían su alma y
espíritu. Era algo fantástico y especial a la vez.
Cuando salieron por el otro lado del portal se encontraban en su barrio, en la cancha
de tierra donde acostumbraban jugar. La alegría que sintieron al estar nuevamente en su
mundo fue inmensa. Se dieron la mano para despedirse y cada uno corrió a su casa.
Ya era tarde y Lucía estaba sentada en el sillón leyendo un libro. De pronto escuchó
que alguien tocaba la puerta. Ella puso el libro en la mesita, junto a la lámpara. Abrió la
puerta y su rostro se iluminó por la alegría de ver quien estaba frente a ella, su querido
hijo John. Ella lo abrazó fuertemente y lo hizo pasar adentro, ahí Eduardo también lo
recibió con un fuerte abrazo.
- ¡Gracias al cielo que estás aquí, sano y salvo! Me tenías muy preocupada ¿Dónde
has estado? – le interrogó su madre.
- Me alegra estar de vuelta. Después de que caímos del barco despertamos en una
tierra extraña y…
John le contó a su mamá, con detalle, toda la aventura por la que pasaron él y sus
amigos. Mientras hablaban Lucía le sirvió la merienda. Ella no podía creer lo que John
le estaba contando; sin embargo, confiaba en su hijo porque siempre le decía la verdad.
Luego de terminar de cenar Lucía lo mandó a tomar una ducha. John se bañó, se puso el
pijama, se despidió de sus padres y se acostó. Antes de dormir guardó su medallón en el
cajón superior del velador.
Lucía lo acompañó a su habitación y lo cobijó bien. John rezó junto a su madre y
luego ella le cantó una canción.
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- ¡Extrañaba que mi mamá hiciera esto! – pensó John y poco a poco se fue
durmiendo. Esa noche John soñó con Natalia.
Aquella tarde los encuentros de Bryan y Michael con sus respectivas familias
también fueron muy emotivos.
Los pequeños explicaron a sus padres lo que había sucedido y a la mañana siguiente
los conflictos entre esas familias se solucionaron. Una vez más los tres jugaban fútbol
con sus amigos en la cancha del barrio. Todo había vuelto a la normalidad.
Pasaron nueve años y John no podía olvidar a Natalia, ella siempre estaba en su
mente. Cada vez se tornaba más ansioso de volverla a ver hasta que se le vino a la
mente:
- ¿Podré volver a la isla con mi medallón? Si fue la llave para salir de ahí también
puede ser la llave para entrar. Apresuradamente llegó a su casa, saludó a su madre y se
dirigió a la que fue su habitación cuando era pequeño, abrió el cajón del velador y sacó
todas las cosas que allí habían, debajo de todo eso estaba el medallón azul que buscaba.
Fue al mar donde por casualidad se abrió la entrada a aquella isla. Alquiló un barco y
pidió al capitán que lo detuviera en aquel punto. Se colgó el medallón al cuello y se
dispuso a saltar al mar.
- Sé que parece una locura; pero espero que funcione.
Sin dudarlo se lanzó y antes de que hiciera contacto con el agua se abrió bajo él el
portal de entrada y lo atravesó. Ese viaje le restó energía y salió inconsciente del portal.
Unos minutos después, aún estando cerrados sus ojos, sintió una suave brisa en su cara.
Lentamente abrió los ojos y vio un rostro conocido.
- Eres… ¡Sí, eres tú!
Efectivamente, era Natalia. Ella le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. John la
abrazó con mucha fuerza y besó dulcemente sus labios.
- Te extrañé, no quisiera dejarte ir jamás.
Natalia guardó silencio y sonrió.
- ¡Vaya! Ahora estás más alto que mí. ¡Has cambiado! – le dijo ella.
- Y tú no has cambiado nada, te ves tan hermosa y pura como siempre.
El hecho de que Natalia no haya cambiado se debía a que ella era una ninfa y en esa
isla ninguna de ellas envejece. Los dos se miraron fijamente por unos instantes y John
continuó
– Estaba pensando en que siento algo muy profundo por ti, te necesito a mi lado y…
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John le expresó sus más profundos sentimientos a Natalia y le propuso ir a su mundo
con él.
- Si voy contigo me volveré humana.
- El hecho de ser humanos es un orgullo que todos tenemos. Es parte de ser hombre y
mujer.
No fue fácil; pero finalmente John logró convencer a Natalia de ir con él. Ella le
otorgó su cargo a una ninfa más joven y luego se despidió de todos sus amigos en la
isla. Antes de irse hizo un espectáculo con luces y colores que inundaron de alegría toda
la isla, todos los que habitaban la isla fueron muy cordiales al despedirla.
John la llevó a la orilla, la tomó en sus brazos y se sumergieron en el agua,
nuevamente el portal se abrió y lo atravesaron. Ella cuidó a John durante el viaje para
que pudiera llegar consciente al otro lado. Cuando salieron del portal John le mostró las
maravillas de la Tierra; sabiendo que ahora el tendría que demostrar que es capaz de
protegerla y defenderla en este entorno incierto e impredecible.
Cada día ambos se enamoraban más. Tiempo después se casaron y tuvieron una
inolvidable luna de miel. Formaron una familia y todo fue paz y armonía en su hogar.
Ahora John tendría una nueva aventura, la vida en familia.
FIN
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RESUMEN
John y su familia planearon un viaje a la playa. Sus dos mejores amigos, Bryan y
Michael, también fueron con él. Una vez allá alquilaron un barco y navegaron mar
adentro, todo transcurría con normalidad; pero los tres amigos cayeron del barco
accidentalmente.
Lucía y Eduardo, que eran los padres de John, llegaron tarde al accidente y no
pudieron salvarlos. Ellos estaban muy preocupados, mandaron a buscarlos, pero no
recibieron buenas noticias. Después de lo sucedido las relaciones entre los padres de
cada pequeño ya no eran las mismas.
John se lavaba el rostro en el mar y de pronto vio emerger a una hermosa chica. Su
nombre era Natalia y era una ninfa del lugar. Ella les ofreció ayudarlos a regresar a su
mundo; pero su plan se arruinó debido a la persecución de Globet, una criatura
cuadrúpeda terrible. La bestia se copió a sí misma para perseguirlos por separado. Los
pequeños lograron vencer a las bestias, excepto a una que cambió su actitud malvada
por bondad. Luego de escapar descansaron en la recámara superior de una cueva y
cayeron, sin darse cuenta, en un agujero. Allí Bryan encontró un medallón rojo.
El medallón de Michael abrió un portal que los llevó a otro mundo. Estaban
perdidos, un gran monstruo los perseguía; pero Globet, renovado, los salvó, el los había
seguido y continuó el camino con ellos. Enfrentaron bastantes obstáculos, Natalia los
salvó varias ocasiones. No sabían como salir de ahí hasta que el sabio del lugar,
Ricardo, le dio un medallón azul a John para salir de la isla.
Tuvieron que atravesar un portal que se encontraba detrás de una cascada ascendente
para volver a la isla. John se sumergió en el mar que rodeaba la isla y se abrió un nuevo
portal, este sí los conduciría al mundo real. Antes de atravesar el portal John se
despidió de Natalia con un abrazo, luego se despidió de Globet; los demás también se
despidieron de ella y de Globet.
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