La Pereza y La Acedia
La Pereza y La Acedia
La Pereza y La Acedia
I. LA PEREZA
1. Descripcin de la pereza
La pereza es una "repugnancia voluntaria y culpable al trabajo, y, como
consecuencia, tendencia a la ociosidad, o al menos a la negligencia, a la
pusilanimidad, que se opone a la magnanimidad" (6). Tal como se la entiende
generalmente, se caracteriza por el miedo y la huida del esfuerzo. El perezoso resta
gustosamente ocioso; o si obra, elige su ocupacin no segn la razn (el deber que
le impone la regla o que l mismo ha proyectado) sino segn le sugiere el capricho
del momento; suele ponerse a la obra con lentitud, la contina sin vigor, y tiene
siempre prisa en terminarla (a veces le entra un apuro "irracional" por terminar
pronto lo que est haciendo, incluso realizndolo superficialmente; y esto sin que el
deber le urja comenzar otra cosa de importancia); se frena o demora ante la menor
dificultad; sigue la ley del menor esfuerzo (incluso puede ser compatible con una
gran actividad: es muy activo con cosas que le gustan y son fciles, las cuales suele
hacer cuando "debera" estar haciendo otras que le impone el deber); es incapaz de
un trabajo esmerado, metdico y profundo.
Esta tendencia puede manifestarse en todos los dominios: fsico, intelectual,
moral
y
religioso.
La Sagrada Escritura escarnece duramente el vicio de la pereza. Dice de ella que
conduce a la miseria (no slo material, sino principalmente espiritual):
He pasado junto al campo de un perezoso,
y junto a la via de un hombre insensato,
y estaba todo invadido de ortigas,
los cardos cubran el suelo,
la cerca de piedras estaba derruida.
Al verlo, medit en mi corazn,
al contemplarlo aprend la leccin:
1
Ante todo, con el temor; ya Cicern la defina como "el temor de la fatiga" (8);
San Juan Damasceno la enumera, con el nombre de segnities (lentitud, flojedad,
pereza, apata), entre las especies del temor (9); Santo Toms sigue en esto al
Damasceno, emparentando la pereza con una especie del temor (la segnities) y
definindola como "la fuga del obrar por el temor del mucho trabajo" (10).
En segundo lugar, con la sensualidad: porque el perezoso se deja llevar por un
amor exagerado a la comodidad y al reposo, es decir, por el placer (que l prefiere al
deber); desde este punto de vista la pereza es una forma de sensualidad.
Seala Garca Hoz que radica este vicio en el desorden del instinto
de conservacin, una de cuyas modalidades es apartarse y huir de todo lo que
signifique peligro de la vida o desgaste de sus energas (11). Este apartamiento
prudente es utilizado por la pereza para, exagerndolo y hacindole traspasar los
lmites razonables, apartar al hombre de ejecutar con perfeccin los trabajos y obras
necesarias en orden a su fin. Con expresivas palabras lo manifiesta Fray Luis de
Granada: "La pereza y flojedad dice: Si continuamente te das al estudio de la leccin
y oracin y lgrimas, perders la vista. Si extiendes mucho las vigilias de la noche,
perders el seso, y si te fatigas con trabajo demasiado, quedars inhbil para todo
ejercicio" (12). Concluye el pedagogo espaol: "En las anteriores frases se ve
claramente que estamos ante uno de los vicios que con capa de necesidad encubre
la superfluidad" (13).
3. Gravedad de este pecado
La gravedad moral de la pereza se mide por los deberes que hace omitir o
negligir; es grave cuando implica una negligencia en deberes graves, leve si los
deberes son leves. Sin embargo, incluso cuando los deberes que se abandonan son
leves, podra llegar a ser grave si se convierte en algo habitual y profundo, pues,
como dice el Seor: todo rbol que no produce buenos frutos ser arrojado al fuego
eterno (Mt 7,19). Tambin es grave cuando se omiten deberes leves por desprecio
formal de la ley.
Hay que sealar tambin la gravedad psicolgica de la pereza, que se considera
por los efectos que produce en el alma. A menudo empuja a la duplicidad y a la
3
II. LA ACEDIA
1. Naturaleza de la acedia
La pereza en el plano espiritual y religioso se denomina propiamente acidia o
acedia. La palabra griega avkhdi,a o avkhdei,a, aparece tres veces en la versin de
los LXX (Sl 118,28; Sr 29,5; Is 61,3), traducida en la Vulgata por taedium (tedio) y
maeror (tristeza profunda); no aparece en la versin griega del Nuevo Testamento.
Se la encuentra entre los autores paganos, como por ejemplo, en Empdocles,
Hipcrates, Luciano y Cicern. El trmino griego, con el sentido de tedio, tristeza,
pereza espiritual, se latiniz como acedia, acidia o accidia.
Los Santos Padres y los autores eclesisticos le dieron una gran importancia en
la lucha espiritual. Fue estudiada por Casiano, San Juan Clmaco, San Juan
Damasceno, Isidoro de Sevilla, Alcuino, etc. Casiano la define como: "taedium et
anxietas cordis, quae infestat anachoretas et vagos in solitudine monachos" (tedio y
ansiedad del corazn que afecta a los anacoretas y a los monjes que vagan en el
4
desierto). Los Padres del desierto la llamaron "terrible demonio del medioda,
torpor, modorra y aburrimiento". Guigues el Cartujo la describi de la siguiente
manera: "Cuando ests solo en tu celda, a menudo eres atrapado por una suerte de
inercia, de flojedad de espritu, de fastidio del corazn, y entonces sientes en ti un
disgusto pesado: llevas la carga de ti mismo; aquellas gracias interiores de las que
habitualmente usabas gozosamente, no tienen ya para ti ninguna suavidad; la
dulzura que ayer y antes de ayer sentas en ti, se ha cambiado ya en grande
amargura" (15).
Santo Toms de Aquino la define con precisin como tristitia de bono spirituali,
tristeza del bien espiritual; indicando que su efecto propio es el quitar el gusto de la
accin sobrenatural. Es una desazn de las cosas espirituales que prueban a veces
los fieles e incluso las personas adentradas en los caminos de la perfeccin; es una
flaccidez que los empuja a abandonar toda actividad de la vida espiritual, a causa de
la dificultad de esta vida. Garrigou-Lagrange la defina como "cierto disgusto de las
cosas espirituales, que hace que las cumplamos con negligencia, las abreviemos o
las omitamos por ftiles razones. La acidia es el principio de la tibieza" (16).
No menos importancia se le dio entre los autores del renacimiento espiritual
espaol. La Puente dice que es "una tristeza o tedio de todas las obras de la vida
espiritual, as de la vida activa como de la contemplativa, de donde procede que a
todo lo bueno resiste y para todo inhabilita, y es lastimoso el estrago que hace" (17).
Podemos encontrarla retratada en la "desolacin" ignaciana; deca Ignacio: "Llamo
desolacin... [a] oscuridad de alma, turbacin de ella, mocin a las cosas bajas y
terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin
esperanza, sin amor, hallndose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su
Criador y Seor" (18). La acidia voluntaria (ya sea buscada, ya sea no combatida) es
elemento culpable dispositivo de la desolacin (19).
La descripcin que nos han dejado los Santos Padres, es detallada y precisa.
Evagrio Pntico describa al acedioso diciendo: "La acedia es la debilidad del alma
que irrumpe cuando no se vive segn la naturaleza ni se enfrenta noblemente la
tentacin. En efecto, la tentacin es para un alma noble lo que el alimento es para
un cuerpo vigoroso. El viento del norte nutre los brotes y las tentaciones consolidan
5
la firmeza del alma. La nube pobre de agua es alejada por el viento como la mente
que no tiene perseverancia del espritu de la acedia. El roco primaveral incrementa
el fruto del campo y la palabra espiritual exalta la firmeza del alma. El flujo de la
acedia arroja al monje de su morada, mientras que aquel que es perseverante est
siempre tranquilo. El acedioso aduce como pretexto la visita a los enfermos, cosa
que garantiza su propio objetivo. El monje acedioso es rpido en terminar su oficio y
considera un precepto su propia satisfaccin; la planta dbil es doblada por una leve
brisa e imaginar la salida distrae al acedioso. Un rbol bien plantado no es sacudido
por la violencia de los vientos y la acedia no doblega al alma bien apuntalada. El
monje girvago, como seca brizna de la soledad, est poco tranquilo, y sin quererlo,
es suspendido ac y all cada cierto tiempo. Un rbol transplantado no fructifica y el
monje vagabundo no da fruto de virtud. El enfermo no se satisface con un solo
alimento y el monje acedioso no lo es de una sola ocupacin. No basta una sola
mujer para satisfacer al voluptuoso y no basta una sola celda para el acedioso. El ojo
del acedioso se fija en las ventanas continuamente y su mente imagina que llegan
visitas: la puerta gira y ste salta fuera, escucha una voz y se asoma por la ventana y
no se aleja de all hasta que, sentado, se entumece. Cuando lee, el acedioso bosteza
mucho, se deja llevar fcilmente por el sueo, se refriega los ojos, se estira y,
quitando la mirada del libro, la fija en la pared y, vuelto de nuevo a leer un poco,
repitiendo el final de la palabra se fatiga intilmente, cuenta las pginas, calcula los
prrafos, desprecia las letras y los ornamentos y finalmente, cerrando el libro, lo
pone debajo de la cabeza y cae en un sueo no muy profundo, y luego, poco
despus, el hambre le despierta el alma con sus preocupaciones. El monje acedioso
es flojo para la oracin y ciertamente jams pronunciar las palabras de la oracin;
como efectivamente el enfermo jams llega a cargar un peso excesivo as tambin el
acedioso seguramente no se ocupar con diligencia de los deberes hacia Dios: a uno
le falta, efectivamente, la fuerza fsica, el otro extraa el vigor del alma. La
paciencia, el hacer todo con mucha constancia y el temor de Dios curan la acedia.
Dispn para ti mismo una justa medida en cada actividad y no desistas antes de
haberla concluido, y reza prudentemente y con fuerza y el espritu de la acedia huir
de ti" (20).
comenzme a faltar el gusto y el regalo en las cosas de virtud. Vea yo muy claro,
Seor mo, que me faltaba esto a m por faltaros yo a Vos" (24).
La acedia, como la pereza, es muy grave en sus consecuencias, pues no slo
empuja a la ociosidad sino que conduce al relajamiento y a la tibieza, siendo as
preludio de la ruina espiritual.
Como seala San Juan de la Cruz, la acedia (aunque acose al hombre espiritual a lo
largo de toda su vida) es un defecto ms propio de los principiantes en el camino de
la perfeccin. Esto es as porque se relaciona con varios defectos de los incipientes:
el mendigar sabor o consuelo en las cosas espirituales, el buscar la propia voluntad
en lugar de la Voluntad divina, el huir de la cruz: "Tambin acerca de la acidia
espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son ms espirituales y huyen de ellas,
como son aquellas que contradicen al gusto sensible; porque, como ellos estn tan
saboreados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las fastidian.
Porque, si una vez no hallaron en la oracin la satisfaccin que peda su gusto
(porque en fin conviene que se le quite Dios para probarlos), no querran volver a
ella, o a veces, la dejan o van de mala gana. Y as, por esta acidia, posponen el
camino de perfeccin, que es el de la negacin de su voluntad y gusto por Dios, al
gusto y sabor de su voluntad, a la cual en esta manera andan ellos por satisfacer
ms que a la de Dios. Y muchos de stos querran que quisiese Dios lo que ellos
quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de
acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les nace que, muchas veces, en lo que
ellos no hallan su voluntad y gusto, piensen que no es voluntad de Dios; y que, por el
contrario, cuando ellos se satisfacen, crean que Dios se satisface, midiendo a Dios
consigo, y no a s mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que l mismo ense
en el Evangelio (Mt 16,25), diciendo que el que perdiese su voluntad por l, se la
ganara, el que la quisiese ganar, se la perdera. Estos tambin tienen tedio cuando
les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Estos, porque se andan al regalo y
sabor del espritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfeccin, hechos
semejantes a los que se cran en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa spera,
y ofndense de la cruz, en que estn los deleites del espritu; y en las cosas ms
espirituales ms tedio tienen, porque, como ellos pretenden andar en las cosas
espirituales a sus anchuras y gusto de su voluntad, hceles gran tristeza y
8
repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt 7,14), de la vida"
(25).
3. El pecado de acedia
La acedia es pecado. San Juan Damasceno defini la acedia como "una especie
de tristeza deprimente"; Santo Toms la describe como "tristeza mundana" (tristitia
saeculi) (26). San Gregorio Magno la denomina como torpor circa praecepta, la
apata en torno a los preceptos (27). Santo Toms afirma que siempre es algo malo;
ya sea por s misma o por sus efectos. Es mala en s misma cuando la tristeza es
causada por un bien verdadero, pues el bien espiritual slo debera alegrar. Es mala
en sus efectos, cuando la tristeza es causada por algo que verdaderamente es un
mal (y por tanto, tendra razn de entristecer) pero entristece al punto de abatir el
nimo y alejar de toda obra buena. En este sentido San Pablo, hablando del
pecador, dice a los corintios: Perdonadlo y animadlo, no sea que se vea hundido en
una excesiva tristeza (2 Cor 2,7) (28).
La acedia es vicio especial cuando se opone al gozo que debera procurar el bien
espiritual en cuanto bien divino. Este gozo es un efecto propio de la caridad; por
eso, entristecerse del bien divino es un pecado contra la virtud teologal de la
caridad: "entristecerse del bien divino, del cual goza la caridad, pertenece al vicio
especial que es llamado acedia" (29). Este "entristecerse" ha de entenderse como:
descontentar, sentir hasto, pereza, aburrimiento, desgana, apata, displicencia.
Propiamente consiste en la repugnancia a la virtud cuando sta no va acompaada
de consuelo; antipata a la "virtud crucificada". En la cuestin De malo explica ms
en detalle que la acidia, en cuanto pecado especial, "produce tristeza del bien
interno y divino", as como "amar este bien lo hace la caridad como virtud
especfica". La acidia tiene su raz en el desorden de la carne y domina cuando
domina en el hombre el afecto carnal (30).
4. La acedia, pecado capital
La acedia no slo es un pecado sino un pecado capital (31). "Pecado capital"
significa etimolgicamente el pecado que es principio, cabeza o madre de otros
pecados. Los pecados capitales son origen de otros pecados en el gnero de la
9
causalidad final, pues ste es el nico modo de causalidad que entraa una
influencia especfica de ciertos pecados respecto de otros; las dems influencias
causales son muy genricas: "el pecado capital es aquel del que nacen otros vicios
en razn de causa final" (32). Esto quiere decir que el vicio capital tiene un fin
intrnseco para cuya consecucin engendra otros pecados; por ejemplo, la avaricia,
que tiene como fin la indefinida acumulacin de riquezas, engendra el fraude, el
dolo, el robo, la dureza del corazn, la inmisericordia (sin estas actitudes
difcilmente el avaro podra enriquecerse como apetece). Por eso dice Santo Toms
que "llamamos pecados capitales a aquellos cuyos fines poseen cierto predominio
sobre los otros pecados para mover el apetito" (33).
5. Pecados derivados de la acedia
Cules son los pecados que la acedia engendra como vicio capital? Si
consideramos, como el Anglico, que equivale a lo que San Gregorio llama tristeza,
debemos admitir con este ltimo seis pecados derivados ("las hijas de la tristeza"):
malicia, rencor, pusilanimidad, desesperacin, indolencia en lo tocante a los
mandamientos, divagacin de la mente por lo ilcito (34).
San Isidoro de Sevilla indica, en cambio cuatro derivadas de la tristeza: el
rencor, la pusilanimidad, la amargura, la desesperacin; y seis de la acidia
propiamente dicha: la ociosidad, la somnolencia, la indiscrecin de la mente, el
desasosiego del cuerpo, la inestabilidad, la verbosidad, la curiosidad (35).
Alcuino asigna cinco vicios a la tristeza: malicia, rencor, pusilanimidad de nimo,
amargura y desesperacin; y ocho a la acedia: somnolencia, pereza para las buenas
obras, inestabilidad de lugar, vagabundeo de lugar en lugar, tibieza para trabajar,
tedio del corazn, murmuracin y verbosidad (inaniloquia) (36).
Santo Toms conoce las dos primeras enumeraciones y se esfuerza por darles
un sentido lgico y armonizarlas tomando como base la de San Gregorio. Parte de lo
que dice Aristteles: "nadie por largo tiempo puede permanecer con tristeza y sin
placer" (37), por lo que, de la tristeza nace necesariamente un doble movimiento:
huida de lo que entristece y bsqueda de lo que da placer. De este doble
10
13
appresso;
pos;
El "anhelo de las buenas obras" cicatriza las llagas que la pereza abri en la
voluntad del bien. Y ms adelante les dice el Poeta:
"O gente in cui fervore aguto "Oh almas en quienes un
adesso
fervor ardiente
Y ellos le contestan:
"Noi siam di voglia a
muoverci s pieni,
que detenernos no
podemos...
Notas
(1)
(2)
(3)
Inferno,
Inferno,
Inferno,
III,
III,
35-41.
III,
64.
46-50.
62-63.
16
(21) "Uno de los ramos que nacen de la locuacidad y mucho hablar, es la acidia o
pereza, como arriba dijimos. Y por esto convenientemente se le da este lugar en
esta cadena espiritual. Acidia es relajacin del animo, muerte del espritu,
menosprecio de la vida monstica, odio de la propia profesin. Esta hace
[considerar] a los seglares bienaventurados, y a Dios spero y riguroso. Para el
cantar de los salmos est flaca, para la oracin enferma, para el servicio de casa
como de hierro, para la obra de manos diligente, y para la obediencia pesada. El
varn sujeto y obediente est lejos de la pereza, y con el ejercicio de las cosas
sensibles aprovecha en las inteligibles. La vida monstica resiste a la pereza: lo cual
por otra parte es tan perpetua compaera del monje solitario, que hasta la muerte
no le dejar, y todos los das que viviere le combatir. Pasando la acidia par de la
celda del solitario se sonri y llegndose a las puertas de ella determin hacer ah su
morada. Por la maana en amaneciendo visita el medico los enfermos; mas la
pereza visita los monjes al medio da. Esta nos encomienda el recibimiento de los
huspedes, y nos incita a que hagamos limosna del trabajo de nuestras manos.
Amonstanos tambin visitar los enfermos alegremente, alegndonos para esto
aquel dicho del Evangelio: Enfermo estaba y vinisteis a m. Dcenos que vamos a
consolar los tristes y pusilnimes: y siendo ella pusilnime, nos aconseja que vamos
a esforzar los que lo son. Estando en la oracin nos trae a la memoria alguna cosa
que nos conviene hacer; y careciendo ella de toda razn, no hay cosa que no haga
por tirarnos de all con cuerdas de razn. Todas estas obras nos aconseja, no con
espritu de caridad ni de virtud, sino para que bajo color de bien nos aparte de los
espirituales ejercicios, por el gran trabajo y desabrimiento que recibe en ellos. Tres
horas al da acarrea este espritu de acidia calentura y dolor de cabeza, y otros
semejantes accidentes; mas cuando se llega la hora de nona, puesta ya la mesa,
resucita un poco, y salta de su lugar: y cuando vuelve el tiempo de la oracin, torna
a enflaquecerse y sentir pesadumbre. A los que estn en la oracin fatiga con sueo,
y con importunos bostezos les quita el verso de la boca. Los otros vicios y
perturbaciones cada uno se vence con su virtud contraria: mas la acidia es muerte
perpetua de toda la vida religiosa. El anima varonil y robusta levanta y resucita el
espritu muerto y cado: mas la acidia y la flojedad todas las riquezas de las virtudes
destruye en un punto; pues a todos los buenos ejercicios cierra la puerta... Cuando
no se llega la hora de cantar los salmos, no parece la acidia; mas al tiempo del oficio
18
divino luego abre los ojos y resucita. En el tiempo que nos combate la acidia,
entonces se descubre cules sean aquellos caballeros esforzados que arrebatan el
Reino de los cielos; y apenas hay cosa que tanta materia de coronas d al monje. Si
consideras atentamente, hallars que este vicio cansa a los que estn en pie
cantando los salmos; y a los que estn asentados hace que se recuesten sobre la
pared, porque estn ms a su placer. Nos convida a salir de la celda, y hacer ruido o
estruendo con los pies, por no poder tener el cuerpo quieto. El principal remedio
contra este mal es el llanto; porque el que llora a s mismo, no sabe qu cosa es
acidia. Atemos tambin este tirano con la memoria de los pecados, y azotmoslo
con el trabajo de las manos, y llevmoslo arrastrando con el deseo y consideracin
de los bienes eternos; y estando en pie, sea por orden de juicio preguntando: Dinos,
oh remiso y disoluto tirano, quin es el padre que tan mal hijo engendr? quin
son tus hijos? quin los que te combaten? y quin, finalmente el que te corta la
cabeza? El entonces a estas preguntas responder: Yo entre los verdaderos
obedientes no tengo sobre qu reclinar mi cabeza: mas moro en compaa de los
que buscan la quietud de la soledad, sino viene con gran recato. Los padres que me
engendraron y me dieron nombre son muchos: porque muchas veces la
insensibilidad, y otras el olvido de las cosas celestiales, y otras tambin la demasa
de los trabajos que me engendran. Mis hijos legtimos son la mudanza de los lugares
que por m se hace, la desobediencia del Padre espiritual, el olvido del juicio
advenidero, y a veces tambin el desamparo de mi propia profesin. Mis contrarios
que ahora me tienen presa son el oficio del cantar los Salmos, y el trabajo de manos,
y la memoria de la muerte; mas quien me corta la cabeza es la oracin, acompaada
con esperanza firmsima de los bienes advenideros" (San Juan Clmaco, La escala
espiritual,
escaln
XIII).
(22)
De
malo,
11,3
ad
1.
(23)
San
Juan
de
la
Cruz,
Noche
oscura,
I,
c.
9,1.
(24)
Santa
Teresa
de
Jess,
Vida,
7,1.
(25)
San
Juan
de
la
Cruz,
Noche
oscura,
I,
c.
7,
2-4.
(26)
Cf.
De
malo,
11,3
sed
contra
1.
(27)
San
Gregorio
Magno,
Moralia,
XXXI,
c.
45,88.
(28) En la cuestin disputada De malo, el Anglico explica: "Hay un doble bien, uno
el bien verdadero, y otro el bien aparente, es decir, aquel que es bien slo bajo
19
por el mal aparente que puede estarle unido. La inclinacin desordenada hacia el
bien da lugar a la vanagloria (cuando se est dominado por la bsqueda del bien
espiritual de la propia excelencia), la gula (cuando el bien perseguido es el de la
conservacin individual), la lujuria (cuando es el bien de la conservacin especfica) y
la avaricia (cuando se trata de los bienes exteriores). En cambio, cuando el apetito
huye del bien por las dificultades adjuntas tenemos tres vicios: la acedia o pereza (si
se huye del bien espiritual, por el esfuerzo que supone alcanzarlo), la envidia (si se
rechaza el bien ajeno considerado como obstculo para nuestra propia excelencia,
pero sin rebelarse contra l), y la ira (cuando se rechaza el bien ajeno considerado
como obstculo para nuestra propia excelencia, con deseo de venganza y violencia)
(Cf. I-II,84,4).
(32) De malo, 11,4. Hablando en sentido general, todo pecado puede ser causa de
otro pecado; ya haba afirmado San Gregorio que el pecado que no se borra pronto
por la penitencia, es pecado y causa de pecado. Esto puede ocurrir de varios modos:
a) Ante todo, un pecado puede ser causa eficiente de otros pecados y esto dos
modos. Primero de modo indirecto en cuanto un pecado quita los obstculos para
caer en otros pecados (causa removens prohibens); ya que por un pecado se pierde
la gracia en el orden sobrenatural, o la vergenza en el natural, que hacan de
barreras para no incurrir en otros pecados. En segundo lugar, de modo directo,
cuando la repeticin de un pecado crea un hbito vicioso, es decir, un hbito
desordenado que inclina a la ejecucin de actos cualitativamente semejantes a s.
b) En segundo lugar, puede ocurrir que ciertos pecados sean causa material de
otros, es decir, que preparen el terreno y la materia para otros; como, por ejemplo,
la
gula
prepara
los
pecados
de
lujuria.
c) En tercer lugar, algunos pecados pueden actuar sobre otros pecados al modo
de una causa final, es decir, por el dinamismo interno de ciertos vicios que, por su
propia naturaleza, engendran otros pecados para alcanzar sus propios fines. Desde
este punto de vista, la influencia es tambin formal, ya que en el orden moral el fin
da
la
forma
a
los
actos.
(33)
Cf.
I-II,
84,
4.
(34) Cf. San Gregorio Magno, Moralia, 31,1; Santo Toms, II-II, 35, 4 obj.2.
21
(35) Cf. San Isidoro, Quaest. in Vet. Test., PL 83,366; Santo Toms, II-II, 35, 4, obj. 3.
(36) Cf. Alcuino, De virt. et vitiis, c. XXXII-XXXIII; PL 101,635; cit. por Vanteenberghe,
loc.
cit.,
col.
2029.
(37)
Aristteles,
VIII
Etica,
5,2.
(38) Podemos dividirlos con el Anglico, de la siguiente manera (cf. II-II, 35, 4 ad 2 y
3):
A.
En
la
huida
del
bien
que
entristece:
a)
Produce
la
huida
de
lo
contrista
a) Se huye del fin que contrista: tal es la desesperacin
b) Se huye de los bienes (medios) que llevan al fin que contrista:
a) si se trata de los consejos tenemos la pusilanimidad
b) si de los mandamientos en general: la indolencia de los
preceptos; de esto procede la "ociosidad" (cuando no los cumple de ninguna
manera) y la "soolencia" (cuando los cumple a medias) que indica Isidoro.
b) Ms an, se termina por impugnar lo que causa la tristeza
a) Cuando cristaliza contra los hombres que encaminan a estos bienes: el
rencor; efecto de este rencor es la "amargura" que seala Isidoro.
b) Cuando se detestan los mismos bienes: la malicia rigurosa
B. En la bsqueda del placer que impulsa la tristeza: se da la divagacin de la mente
por las cosas prohibidas. De esta divagacin se derivan cinco de los defectos que
indica
Isidoro:
a) cuando esta divagacin del alma lleva a derramarse sin concierto por lo ms
diverso
se
llama
"inestabilidad
del
alma";
b)
si
afecta
al
conocer,
tenemos
la
"curiosidad";
c)
si
en
el
hablar,
la
"verbosidad";
d) si zarandea el cuerpo impidindole estar fijo, es la "inquietud corporal";
e) si no lo deja estar en lugar alguno, tenemos la "inestabilidad de lugar".
(39)
San
Juan
de
la
Cruz,
Noche
oscura,
I,VII,4.
(40) Garca Hoz, op.cit., p. 183; la cita de Fray Juan de los ngeles es de Conquista,
dilogo
VII,
XV.
(41)
La
Puente,
Gua
espiritual,
trat.
IV,
c.
XVII.
(42) Deca San Gregorio Magno en su Regla pastoral: "Al perezoso se le ha de hacer
saber que muchas veces, cuando no queremos hacer oportunamente las cosas que
22
23