La Sombra de Las Espadas
La Sombra de Las Espadas
La Sombra de Las Espadas
sigue vivo. Luego de su ltimo video ha habido completo silencio. Cualquiera haya sido su
destino, parece saber qu es lo que ahora debe hacer.
Este nio est lejos de ser un caso excepcional. Los servicios de inteligencia estiman que
miles de combatientes extranjeros de Europa Occidental han emigrado a Siria e Iraq
atendiendo el llamado a las armas de distintas organizaciones yihadistas que operan all,
siendo la ms importante de ellas el Estado Islmico y su visin milenarista de un Califato
en constante expansin. A diferencia de las redes y clulas yihadistas pre-existentes que
acudieron a la zona, o de los militantes chechenos que crecieron en una tradicin de
insurgencia islamista que atravesaba generaciones, los hombres y (en menor medida) las
mujeres jvenes que abandonan sus familias en Occidente no calzan con ningn perfil
definido. Informes de distintas agencias europeas de inteligencia sealan que se trata tanto
de hombres como mujeres, tanto provenientes de familias educadas de clase media como
de nios de barrios marginales con un pasado delictivo, tanto de personas de ascendencia
europea como de inmigrantes de segunda o tercera generacin. La mayora parece conocer
slo superficialmente los principios fundamentales del Islam.
Qu es lo que estos jvenes, creciendo en la tranquila comodidad del corazn de este
supuesto mejor de los mundos posibles, esperan hallar entre las ruinas y los cadveres de
Alepo? Por qu miles abandonan el supuesto sueo suburbano para luchar y morir bajo la
bandera de una maquinacin brutal cuya apariencia e ideologa parecen una sombra atvica
ajena a nuestros tiempos?
Entre las diversas entrevistas, documentales y videos sobre - y hechos por- combatientes
extranjeros en Siria, hay un fragmento de dos yihadistas belgas discutiendo qu los motiva
a quedarse, a participar de una sangrienta guerra territorial en una ciudad bsicamente
desierta con la que no tienen ninguna conexin. La conversacin inicialmente se enfoca en
el deber teolgico, en un sentido de empata humanitaria con las vctimas del rgimen de
Al-Assad y en la frustracin respecto a la poltica internacional de Occidente: se trata de
temas recurrentes. Pero pronto se desva hacia la vida diaria de la militancia. Cmo aqu, en
la primera lnea de una guerra perdida, han hallado una comunidad de creyentes que comen
juntos, rezan juntos, se cuidan entre s sus heridas y cubren sus espaldas en la batalla. Como
lo plante un yihadista britnico: Somos como un slo cuerpo, si una parte sufre, el resto
reacciona. Lo que estas almas errantes esperan encontrar entre las ruinas y los muertos del
Levante es algo en lo que creer, algo que sature cada accin con un significado inagotable
que trascienda lo breve y lo pasajero, una comunidad por la cual valga vivir y morir, unida
por algo distinto al dominio del oro.
Mientras tanto, presentadores de noticias, "ciudadanos decentes" y polticos de izquierda a
derecha, chorrean espuma sobre el peligro inminente que presenta el "enemigo interno". Se
pretende que leyes anti-terroristas, campaas contra el radicalismo y un mayor
fortalecimiento del omnipresente aparato de vigilancia, reviertan la situacin, extirpen esa
podredumbre que ha infectado el corazn mismo del paraso. Pero lo que ellos nunca
entendern es que esta misma sociedad que buscan desesperadamente proteger, con su ciclo
ritualizado de trabaje-carretee-duerma-repita, su secuencia interminable de no-eventos
promocionados hasta el hasto y su imperativo casi totalitario a "disfrutar", es la que
produce sus propias pesadillas. Cuando jvenes de clase media de pueblos letrgicos en el
centro de Europa deciden tomar las armas por una maquinacin brutal que no ofrece mucho
ms que un mar de decapitaciones y una muerte bajo el despiadado sol levantino, poco
queda que agregar sobre el supuesto "triunfo" del progreso, el capitalismo y la democracia
liberal. En las palabras de un imam canadiense cuyos estudiantes fueron a luchar por ISIS:
Cuando no encuentras un propsito y sentido en la vida, lo nico que anhelas es la
muerte.
Viva la muerte!
En este caso, la dinmica y trayectoria histrica del yihadismo contemporneo no son de
importancia. Mientras que un factor de primer orden en el surgimiento del Estado Islmico
es su rol como milicia sun en una regin atravesada por un caos sectario cada vez mayor,
fomentado por maniobras geopolticas locales e internacionales, esto no es lo que motiva a
la mayora de los combatientes extranjeros. Y ciertamente no motiva a quienes carecen de
lazos previos de tipo tnico, cultural o religioso con el conflicto. No es la identificacin
tribal con el sun promedio oprimido por los regmenes de Al-Assad o Al-Maliki lo que los
empuja, ni una antigua historia de compromiso con el salafismo radical. De hecho, este
ltimo ha sido considerado por centros de pensamiento y agencias de inteligencia como un
factor inhibitorio para la participacin en la yihad armada. Los radicales salafistas ultraconservadores estn demasiado preocupados con las diferencias teolgicas, el aislacionismo
social y la prdica, o simplemente prefieren participar a distancia mediante ayuda
financiera o humanitaria. No, lo que empuja a estos jvenes combatientes son los videos
impecables mostrando largas procesiones de camionetas Toyota ondeando la bandera
negra, mientras proclaman el advenimiento del Califato. Lo que los empuja es la imagen de
Abu-bakr Al Baghdadi, auto-proclamado califa, el sheikh invisible, vestido
completamente de negro, sobrio, mientras anuncia la llegada de un mundo resucitado de un
pasado distante. Lo que los empuja son las imgenes de combatientes luchando codo a codo
al son de nasheeds milenarios que hablan del advenimiento del Mahdi, cuya llegada sera
sealada por los estandartes negros avanzando desde Khorasan. Lo que los empuja es la
idea de abrazar la muerte como parte de una ummah renaciente y verdadera, morir con un
propsito y no entre desconocidos como un subproducto despreciable de la economa.
Borrachos de su propio vino ideolgico, los comentaristas polticos se preguntan, Pero
acaso no ofrecemos la ms amorosa de las comunidades? El abrazo clido y suave del
mundo moderno? La ilimitada libertad de hacer lo que uno quiera, de realizar todo el
sentido que hay en el mundo? Slo hazlo! Porque lo mereces!. Obviamente, los hechos
hablan por s mismos. Lo que todos los comerciales demogrficamente inclusivos y alegres
del mundo no pueden esconder es el profundo abismo que se halla al centro de todo, desde
el cual brota el vaco. No puede ser aceptado o visto, pues verlo es como observar
directamente al sol radiante.
El comunista francs Jacques Camatte dijo una vez que toda la historia humana es la
historia de la prdida de su comunidad. Describi las consecuencias de la destruccin de
ese comunismo primitivo y de la comunidad humana que caracteriz las primeras
sociedades humanas, junto a la subsecuente marcha de la sociedad de clases, como la
errancia de la humanidad. Esta errancia es la historia de la fragmentacin de las
comunidades humanas en formaciones estratificadas con sus correspondientes divisiones
sociales del trabajo y la alienacin cada vez mayor de las personas respecto a sus
actividades cotidianas, su ambiente y ellas mismas. De estas errancias, el capital es la
mayor fuerza social transformadora que la historia haya presenciado. Demuele todo lo que
obstaculiza su paso y transforma todo a su alcance, rehacindolo a su propia imagen. Es el
gran desarraigador, sin considerar a nada ni a nadie como algo sagrado, puesto que todo
lo slido se desvanece en el aire. Ms que nunca, toda la comunidad es subsumida bajo los
dictados de la lgica impersonal del capital a medida que su fuerza desarraigadora no slo
somete sociedades enteras, sino que tambin transforma cualitativamente su carcter
interno. Este proceso de transformacin cualitativa de las relaciones sociales humanas
tambin es conocido como subsuncin real o dominacin real. [1] Mientras bajo la as
llamada dominacin formal uno se relaciona en buena medida externamente con el capital,
a la manera, por ejemplo, de un campesino que produca para su propia subsistencia y que
ahora vende su produccin en el mercado, bajo la dominacin real es el conjunto del
proceso productivo mismo (y, como resultado, las relaciones sociales y la vida social que
produce) el que se transforma para satisfacer las demandas del capital. La vida y la
humanidad misma se integran al capital siendo digeridas por l.
El ser humano bajo dominacin real es un ser humano modular, para siempre un apndice
de los procesos integrados de produccin y consumo, y sus configuraciones particulares.
Como un macabro Sr. Cara de Papa, el ser humano modular no tiene accesorios que no
puedan ser fcilmente dispensados tal como fueron adjuntados. No hay nada propio a l que
no pueda ser intercambiado por algo igualmente propio (esto es, igualmente
intercambiable). Los amigos se convierten en una red social, mientras que las convicciones
y los gustos estticos en una marca personal. Asimismo, el ser humano no pertenece a
ninguna parte, pero s pertenece al capital. Mientras ms fantico se convierte de
banalidades nacionalistas tales como el ocaso de Occidente o la destruccin de la cultura
tradicional europea twittendolo ni ms ni menos que desde un McDonalds-, ms revela
cun desesperadamente busca pertenecer. Un poco ms simptico, pero igualmente trgico
es el hippie del siglo XXI que ocupa su tiempo sentado en los puffs de una oficina
tecnolgica en Silicon Valley, as como en los crculos de tambores animados por cido en
el festival de Burning Man, preguntndose por qu ninguno logra experimentarlo como la
unida tribu que todos pretenden que sea. No es que el ser humano modular haya nacido
esencialmente de esta manera, sino que es azotado y amarrado hasta cobrar forma o, en su
defecto, es arrojado como escombro humano (en sus prisiones, instituciones mentales o
cunetas), un error de la produccin social. Bajo la dominacin real del capital no hay otra
comunidad que la del capital. Es tanto el cielo como el nico horizonte, y las fuerzas
mecnicas que simulan vida en su interior estril son la muerte organizada con toda la
apariencia de vida. No se trata de un problema de la muerte en cuanto extincin de la vida,
sino de la muerte en la vida, muerte con toda la sustancia y poder de la vida. El ser humano
est muerto y no es ms que un ritual del capital.[2]
Es esta interminable errancia, este sentido de absurdo desarraigo que parece saturar cada
fibra de la vida moderna, la que agita los corazones de esos nios -quienes nunca antes en
sus vidas haban disparado un arma- para embarcarse en la yihad internacional. Camatte vio
que incluso el fascismo (quiz, especialmente el fascismo) extraa su fuerza de sus
promesas de superar esta fractura esencial del mundo:
Hoy, a travs de las grietas y las suturas de la torre de Babel, ya podemos ver un
mundo glaciar: esta imagen hace temblar a los ms valientes espritus. Dentro de
poco, la era del progreso parecer tan extraa como los misterios de una dinasta
egipcia. En esa poca, sin embargo, el mundo celebraba uno de esos triunfos que
confiere la victoria, por un momento, con el aura de la eternidad. Ms amenazantes
que Anbal, con puos poderosos, ejrcitos sombros haban golpeado las puertas de
sus enormes ciudades y de sus canales fortificados.
En las profundidades del crter, la ltima guerra tuvo un significado que ningn
aritmtico puede dominar. El voluntario lo senta en su exultacin, la voz del
demonio alemn estallando poderosamente, el agotamiento de los viejos valores,
unidos a un anhelo inconsciente por una nueva vida Quin hubiera imaginado que
estos hijos de una generacin materialista podan recibir la muerte con tal ardor?
[...]
Esto es confirmado por la agitacin que nos rodea, la marca de la nueva raza: uno
no puede satisfacerse con ninguna de las ideas de este mundo ni con las imgenes
del pasado. Reina aqu una fructfera anarqua, que nace de los elementos de la tierra
y el fuego, y que encierra en s las semillas de una nueva forma de dominacin.
Aqu se revela una nueva forma de armamento, una que anhela forjar sus armas de
metales ms puros y duros, y que se muestran insensibles a toda resistencia. [5]
Aunque ambos eran archi-reaccionarios, ni Jnger ni los idelogos del yihadismo
contemporneo eran o son fascistas. El fascismo, como movimiento, es un fenmeno
histrico bastante especfico y que como ideologa orbita en torno la nocin de
ultranacionalismo palingensico, algo irreconciliable con las distintas variantes de
yihadismo o con la particular marca reaccionaria de Jnger. Pero lo que todos comparten
con el fascismo es la relacin central entre muerte y comunidad. El tema de la inmortalidad
del mrtir recorre las principales narrativas del fascismo, desde el soldado cado y el mito
de Langemarck al Host-Wessel-Lied y la Blutfahne. El culto a la muerte y el martirio las
permea, desde el fascismo italiano, donde las reliquias de militantes cados eran guardadas
en santuarios locales del partido y sus nombres gritados pasando revista, seguidos de un
grito colectivo de Presente!, hasta el Ehrentempel nazi en Knigsplatz albergando los
restos de los cados durante el putsch de la Cervecera. Como dijo una vez Goebbels, los
fascistas saban cmo morir. [6]
Bsicamente todas las religiones (incluyendo aquellas que se reclaman polticas) tratan
con la muerte integrando los cados en la comunidad, dndoles vida en el mundo de la
memoria colectiva. En el fascismo en particular, sus vidas cobran sentido antes o despus
de la muerte, incorporando sus muertes a la comunidad, al tiempo que la comunidad cobra
sentido y sustancia gracias a todos los sacrificios en su nombre. Un gran ejemplo es el
tratamiento nazi del legado de Albert Leo Schlageter, un veterano y ex voluntario del
Freikorps que fue capturado y ejecutado mientras saboteaba a las tropas de ocupacin
francesas en el rea de Ruhr. Schlageter no muri la muerte tradicional del hroe, pero en
las palabras elogiosas de Heidegger, l:
Aunque los escritos de Qutb han sido criticados por fundamentalistas ms ortodoxos de la
variante salaf y wahab, y a veces estn en conflicto directo con las ideas y prcticas de
distintos grupos yihadistas (Qutb, por ejemplo, sostuvo que la esclavitud era ahora ilegal
bajo el Islam, algo que clrigos tradicionalistas saudes han criticado y que directamente
contradice tanto las prcticas como las posiciones del Estado Islmico), lo cierto es que
mantiene su centralidad en el panten ideolgico del yihadismo, as como lo hace su
relacin con la prctica del takfir. Despus de todo, las particularidades de las disputas
teolgicas entre el qutbismo y la ortodoxia wahab no tienen inters alguno o simplemente
se diluyen en el tipo de combatiente extranjero que literalmente llega a Alepo con una copia
de Islam para Principiantes en su mochila. Lo que los consternados padres, clrigos
fundamentalistas no-violentos y trabajadores sociales, no entienden cuando proclaman
incrdulos Pero por qu pelear? Por qu no participar de la ayuda humanitaria si los
desposedos de la ummah te acongojan tanto?, es que no es la ummah misma por la cual
estos combatientes extranjeros van a morir. Es el espejismo distante del Califato venidero,
el establecimiento de la verdadera ummah. Es el sueo febril de morir como mrtir al
servicio de una comunidad perfecta (porque todava es una comunidad inexistente, aunque
una ya cargada del sentido conferido a ella precisamente por esta montaa de sacrificio) la
cual en este mundo uno slo puede entrever mediante el prisma de la camaradera entre
hermanos yihadistas y ese paraso que se halla a la sombra de las espadas.
Pero estas comunidades tan desesperadamente anheladas por los yihadistas extranjeros y
tan alabadas por personas como Jnger no son ms que humo, un engao, algo parecido a
lo que la revista filosfica francesa Tiqqun ha denominado comunidades terribles:
Se entra en la comunidad terrible porque, en el desierto, quien busca no encuentra
nada ms. Se atraviesa esta arquitectura humana vacilante y provisional. Al
comienzo, se cae enamorado. Se siente, entrando en ella, que ha sido construida con
las lgrimas y el sufrimiento, y que exige an ms de stos para continuar
existiendo; pero esto importa poco. La comunidad terrible es primero que nada el
espacio de la abnegacin, y esto conmueve, esto despierta el reflejo de la
preocupacin.
Pero las relaciones, en el seno de la comunidad terrible, estn gastadas; ya no son
jvenes ay! cuando nosotros llegamos. Como los guijarros del lecho de un ro muy
rpido, las miradas, los gestos y la atencin estn gastadas. Algo falta trgicamente
a la vida en la comunidad terrible, porque la indulgencia ya no encuentra en ella su
lugar, y la amistad, tantas veces traicionada, se da con una parsimonia agobiante.
Se lo quiera o no, los que pasan por una, los que llegan a una, pagan las fechoras de
los dems. Las personas a las que querran amar estn ya demasiado daadas, de
manera clara, como para prestar atencin a sus buenas intenciones. Con el tiempo
pasar Ser preciso, por tanto, vencer la desconfianza de los dems, o ms
exactamente, aprender a ser desconfiados como los dems, para que la comunidad
terrible pueda todava abrir sus brazos descarnados. Es por la capacidad de ser duro
con los nuevos que llegan, finalmente, que uno demostrar su solidaridad con la
comunidad terrible. [9]
En sus errancias por el desierto literal, los yihadistas extranjeros ven en el Califato
embrionario la promesa de una comunidad que puede darles sentido, incluso si es slo
como sacrificio en su altar. Aquellos que no tienen nada que perder ofrecen esta nada a la
comunidad terrible. Y el sentido a travs de la muerte es lo nico que todas estas
comunidades de guerra, estos grandiosos cultos al suicidio, tienen para ofrecer, pues slo
existen durante la guerra. Los lazos que unen su vida social son el producto de la
administracin de una economa de guerra. No hay camaradera mtica de hermanos
yihadistas sin la existencia perpetua de Dar Al-harb, la casa de guerra, ese enemigo externo
que instiga la batalla.
Incluso si la comunidad terrible es para sus habitantes como una catedral en el
desierto, es dentro de la comunidad que uno sufre el exilio ms amargo. Porque
como una mquina de guerra unilateral que debe mantener con el exterior un
equilibrio homeosttico vital, la comunidad terrible no puede tolerar dentro de sus
filas la circulacin de cualquier discurso que la ponga en peligro. Para perpetrase, la
comunidad terrible necesita relegar el peligro fuera de s misma: ser el extranjero,
la competencia, el enemigo, la polica. [10]
Esta verdad se filtr, subconscientemente, en la ltima declaracin del yihadista holands.
Recin haba referido a la cada de Al-Assad y la instauracin del Califato cuando ya
prometa dirigirse a otra guerra.
Para Remarque, que retrat las luchas de la generacin perdida de 1914 por reintegrarse a
una sociedad que no tena lugar para ella ni era capaz de recuperarse del trauma de la
guerra, la comunidad de camaradas en el frente no era tanto algo que alabar en s mismo,
como un ltimo vestigio de humanidad y de pertenencia que los devastados y abatidos
tenan para aferrarse. La naturaleza de estas comunidades se ilustra con la irona de que
Jnger mismo nunca pareci tener ninguna relacin cercana o significativa con ningn
soldado en particular, slo con la idea abstracta de su comunidad e ideologa. Durante la
guerra, la alta rotacin de soldados y de bajas en el frente haca tanto fsica como
psicolgicamente imposible desarrollar conexiones significativas, profundas, ms all de
aquellas impulsadas por la necesidad. Los peridicos de soldados, una de las principales
fuentes de la nocin de Frontsoldaten Brudershaft, fueron en su mayora producidos por
soldados ms viejos asignados a sectores relativamente pacficos. Luego de la guerra, las
experiencias del frente slo dejaron una oscura desgracia en Alemania, y pronto la
camaradera mantenida por el fuego y el acero de las trincheras estallara bajo la agitacin
de la Repblica de Weimar, enfrentando a veteranos contra veteranos, desde los consejos
de soldados, hasta el freikorps. Tanto en la guerra como fuera de ella, la comunidad de
soldados era, como el espejismo del Califato, nada ms que un Notgemeinschaft que no
poda existir fuera de la guerra y que slo ofreca guerra y el consuelo de un significado
producido por su despiadado motor sacrificial.
En El Obelisco Negro, Remarque concluye sombramente que:
Pienso que quiz realmente no hay nada ms cuando todo se cae a pedazos, excepto
este poco de compaa, e incluso eso es un dulce engao, pues cuando alguien
realmente te necesita, t no puedes seguirlo o acompaarlo. He notado eso a