La Sombra de Las Espadas

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La sombra de las espadas

Sabed que el Paraso est bajo la sombra de las espadas.

Sahih Bukhari, 4:52:73


Al este de los Pases Bajos, entre interminables y chatas llanuras, yace un pequeo pueblo
habitado por un par de miles de personas. Una sola calle, rodeada por una antigua iglesia
catlica, dos bares y un supermercado, recorre toda su extensin, un poco ms de una milla.
El crimen es virtualmente inexistente y el ingreso promedio equivale al promedio nacional.
Casi todas las casas tienen un pequeo patio delantero y son pareadas, caractersticas de los
viejos pueblos rurales que hoy estn en su mayora habitados por la clase media. Los das
no tienen fin y transcurren idnticos, marcados por la lluvia y los columpios vacos en el
parque de la escuela.
En el verano de 2004, un nio comn y corriente con una predileccin por poleras de
Soulfly y de Nirvana acababa de terminar la enseanza escolar. En la cita de su anuario se
puede leer: Tengo 16 aos. No tengo idea de lo que har luego de que me grade, pero les
deseo a todos lo mejor en la vida. Despus de graduarse vive con sus padres y pasa sus
das repartiendo correos en el pueblo y tomando los fines de semana. En 2005, una entrada
al blog dice: Por la mierda que estoy aburrido! He mirado por la ventana durante das sin
que pase nadie. Tremenda porquera, quiero accin, que algo suceda.
Luego de ocho aos, el nio (que ya no es un nio) presenta una cabeza calva y una barba
larga y roja. Viste una djellaba y mira hacia la cmara con una intensidad vaca. Hola
pap, hola mam. Este es un mensaje personal para ustedes. Este mensaje significa que ya
no estoy en los Pases Bajos. He atendido el llamado de Allah, revelado en el Quran.
Entre las ruinas de Alepo, el nio, que probablemente nunca haba conocido a un musulmn
en toda su vida, explica cmo descubri el Quran en medio del frenes meditico sobre la
campaa del Partido de Libertad, de extrema derecha, contra la inmigracin y el Islam.
Recuerda una noche particular en una fiesta, donde se siente asqueado con todo lo que lo
rodea, deambulando borracho, vaco de todo propsito y direccin. Cmo la asfixia del
pueblo, la plcida seguridad que le ofreca, y el ciclo interminable de repeticin sin sentido
que lo corroa comenz a desvanecerse a la luz de la shahada. Pronto, un fuego comienza a
arder en su interior, llevndolo a establecer contacto con yihadistas radicales. Aislado en su
dormitorio, entre turnos laborales de repartidor de correos y el alcohol cada vez menos
frecuente, el internet le abre una puerta a un mundo cargado de significado y provisto de
una intensidad hasta entonces desconocida. Comienza a devorar obras de Sayyid Qutb y
corta todo contacto con sus viejas amistades. Finalmente, se sube a un vuelo a Turqua y
viaja clandestinamente a Siria para encontrarse con agentes ya sea de Jabha Al-Islamia o de
Jabhat Al-Nusra. En su ltimo video dice que no planea volver jams a casa. Si no se
convierte en un mrtir en Siria, si llega a ver la cada de Al-Assad y la instauracin del
Califato, viajar a Irak para continuar por el camino de la espada. No est claro si el nio

sigue vivo. Luego de su ltimo video ha habido completo silencio. Cualquiera haya sido su
destino, parece saber qu es lo que ahora debe hacer.
Este nio est lejos de ser un caso excepcional. Los servicios de inteligencia estiman que
miles de combatientes extranjeros de Europa Occidental han emigrado a Siria e Iraq
atendiendo el llamado a las armas de distintas organizaciones yihadistas que operan all,
siendo la ms importante de ellas el Estado Islmico y su visin milenarista de un Califato
en constante expansin. A diferencia de las redes y clulas yihadistas pre-existentes que
acudieron a la zona, o de los militantes chechenos que crecieron en una tradicin de
insurgencia islamista que atravesaba generaciones, los hombres y (en menor medida) las
mujeres jvenes que abandonan sus familias en Occidente no calzan con ningn perfil
definido. Informes de distintas agencias europeas de inteligencia sealan que se trata tanto
de hombres como mujeres, tanto provenientes de familias educadas de clase media como
de nios de barrios marginales con un pasado delictivo, tanto de personas de ascendencia
europea como de inmigrantes de segunda o tercera generacin. La mayora parece conocer
slo superficialmente los principios fundamentales del Islam.
Qu es lo que estos jvenes, creciendo en la tranquila comodidad del corazn de este
supuesto mejor de los mundos posibles, esperan hallar entre las ruinas y los cadveres de
Alepo? Por qu miles abandonan el supuesto sueo suburbano para luchar y morir bajo la
bandera de una maquinacin brutal cuya apariencia e ideologa parecen una sombra atvica
ajena a nuestros tiempos?
Entre las diversas entrevistas, documentales y videos sobre - y hechos por- combatientes
extranjeros en Siria, hay un fragmento de dos yihadistas belgas discutiendo qu los motiva
a quedarse, a participar de una sangrienta guerra territorial en una ciudad bsicamente
desierta con la que no tienen ninguna conexin. La conversacin inicialmente se enfoca en
el deber teolgico, en un sentido de empata humanitaria con las vctimas del rgimen de
Al-Assad y en la frustracin respecto a la poltica internacional de Occidente: se trata de
temas recurrentes. Pero pronto se desva hacia la vida diaria de la militancia. Cmo aqu, en
la primera lnea de una guerra perdida, han hallado una comunidad de creyentes que comen
juntos, rezan juntos, se cuidan entre s sus heridas y cubren sus espaldas en la batalla. Como
lo plante un yihadista britnico: Somos como un slo cuerpo, si una parte sufre, el resto
reacciona. Lo que estas almas errantes esperan encontrar entre las ruinas y los muertos del
Levante es algo en lo que creer, algo que sature cada accin con un significado inagotable
que trascienda lo breve y lo pasajero, una comunidad por la cual valga vivir y morir, unida
por algo distinto al dominio del oro.
Mientras tanto, presentadores de noticias, "ciudadanos decentes" y polticos de izquierda a
derecha, chorrean espuma sobre el peligro inminente que presenta el "enemigo interno". Se
pretende que leyes anti-terroristas, campaas contra el radicalismo y un mayor
fortalecimiento del omnipresente aparato de vigilancia, reviertan la situacin, extirpen esa
podredumbre que ha infectado el corazn mismo del paraso. Pero lo que ellos nunca
entendern es que esta misma sociedad que buscan desesperadamente proteger, con su ciclo
ritualizado de trabaje-carretee-duerma-repita, su secuencia interminable de no-eventos
promocionados hasta el hasto y su imperativo casi totalitario a "disfrutar", es la que
produce sus propias pesadillas. Cuando jvenes de clase media de pueblos letrgicos en el

centro de Europa deciden tomar las armas por una maquinacin brutal que no ofrece mucho
ms que un mar de decapitaciones y una muerte bajo el despiadado sol levantino, poco
queda que agregar sobre el supuesto "triunfo" del progreso, el capitalismo y la democracia
liberal. En las palabras de un imam canadiense cuyos estudiantes fueron a luchar por ISIS:
Cuando no encuentras un propsito y sentido en la vida, lo nico que anhelas es la
muerte.
Viva la muerte!
En este caso, la dinmica y trayectoria histrica del yihadismo contemporneo no son de
importancia. Mientras que un factor de primer orden en el surgimiento del Estado Islmico
es su rol como milicia sun en una regin atravesada por un caos sectario cada vez mayor,
fomentado por maniobras geopolticas locales e internacionales, esto no es lo que motiva a
la mayora de los combatientes extranjeros. Y ciertamente no motiva a quienes carecen de
lazos previos de tipo tnico, cultural o religioso con el conflicto. No es la identificacin
tribal con el sun promedio oprimido por los regmenes de Al-Assad o Al-Maliki lo que los
empuja, ni una antigua historia de compromiso con el salafismo radical. De hecho, este
ltimo ha sido considerado por centros de pensamiento y agencias de inteligencia como un
factor inhibitorio para la participacin en la yihad armada. Los radicales salafistas ultraconservadores estn demasiado preocupados con las diferencias teolgicas, el aislacionismo
social y la prdica, o simplemente prefieren participar a distancia mediante ayuda
financiera o humanitaria. No, lo que empuja a estos jvenes combatientes son los videos
impecables mostrando largas procesiones de camionetas Toyota ondeando la bandera
negra, mientras proclaman el advenimiento del Califato. Lo que los empuja es la imagen de
Abu-bakr Al Baghdadi, auto-proclamado califa, el sheikh invisible, vestido
completamente de negro, sobrio, mientras anuncia la llegada de un mundo resucitado de un
pasado distante. Lo que los empuja son las imgenes de combatientes luchando codo a codo
al son de nasheeds milenarios que hablan del advenimiento del Mahdi, cuya llegada sera
sealada por los estandartes negros avanzando desde Khorasan. Lo que los empuja es la
idea de abrazar la muerte como parte de una ummah renaciente y verdadera, morir con un
propsito y no entre desconocidos como un subproducto despreciable de la economa.
Borrachos de su propio vino ideolgico, los comentaristas polticos se preguntan, Pero
acaso no ofrecemos la ms amorosa de las comunidades? El abrazo clido y suave del
mundo moderno? La ilimitada libertad de hacer lo que uno quiera, de realizar todo el
sentido que hay en el mundo? Slo hazlo! Porque lo mereces!. Obviamente, los hechos
hablan por s mismos. Lo que todos los comerciales demogrficamente inclusivos y alegres
del mundo no pueden esconder es el profundo abismo que se halla al centro de todo, desde
el cual brota el vaco. No puede ser aceptado o visto, pues verlo es como observar
directamente al sol radiante.
El comunista francs Jacques Camatte dijo una vez que toda la historia humana es la
historia de la prdida de su comunidad. Describi las consecuencias de la destruccin de
ese comunismo primitivo y de la comunidad humana que caracteriz las primeras
sociedades humanas, junto a la subsecuente marcha de la sociedad de clases, como la
errancia de la humanidad. Esta errancia es la historia de la fragmentacin de las
comunidades humanas en formaciones estratificadas con sus correspondientes divisiones

sociales del trabajo y la alienacin cada vez mayor de las personas respecto a sus
actividades cotidianas, su ambiente y ellas mismas. De estas errancias, el capital es la
mayor fuerza social transformadora que la historia haya presenciado. Demuele todo lo que
obstaculiza su paso y transforma todo a su alcance, rehacindolo a su propia imagen. Es el
gran desarraigador, sin considerar a nada ni a nadie como algo sagrado, puesto que todo
lo slido se desvanece en el aire. Ms que nunca, toda la comunidad es subsumida bajo los
dictados de la lgica impersonal del capital a medida que su fuerza desarraigadora no slo
somete sociedades enteras, sino que tambin transforma cualitativamente su carcter
interno. Este proceso de transformacin cualitativa de las relaciones sociales humanas
tambin es conocido como subsuncin real o dominacin real. [1] Mientras bajo la as
llamada dominacin formal uno se relaciona en buena medida externamente con el capital,
a la manera, por ejemplo, de un campesino que produca para su propia subsistencia y que
ahora vende su produccin en el mercado, bajo la dominacin real es el conjunto del
proceso productivo mismo (y, como resultado, las relaciones sociales y la vida social que
produce) el que se transforma para satisfacer las demandas del capital. La vida y la
humanidad misma se integran al capital siendo digeridas por l.
El ser humano bajo dominacin real es un ser humano modular, para siempre un apndice
de los procesos integrados de produccin y consumo, y sus configuraciones particulares.
Como un macabro Sr. Cara de Papa, el ser humano modular no tiene accesorios que no
puedan ser fcilmente dispensados tal como fueron adjuntados. No hay nada propio a l que
no pueda ser intercambiado por algo igualmente propio (esto es, igualmente
intercambiable). Los amigos se convierten en una red social, mientras que las convicciones
y los gustos estticos en una marca personal. Asimismo, el ser humano no pertenece a
ninguna parte, pero s pertenece al capital. Mientras ms fantico se convierte de
banalidades nacionalistas tales como el ocaso de Occidente o la destruccin de la cultura
tradicional europea twittendolo ni ms ni menos que desde un McDonalds-, ms revela
cun desesperadamente busca pertenecer. Un poco ms simptico, pero igualmente trgico
es el hippie del siglo XXI que ocupa su tiempo sentado en los puffs de una oficina
tecnolgica en Silicon Valley, as como en los crculos de tambores animados por cido en
el festival de Burning Man, preguntndose por qu ninguno logra experimentarlo como la
unida tribu que todos pretenden que sea. No es que el ser humano modular haya nacido
esencialmente de esta manera, sino que es azotado y amarrado hasta cobrar forma o, en su
defecto, es arrojado como escombro humano (en sus prisiones, instituciones mentales o
cunetas), un error de la produccin social. Bajo la dominacin real del capital no hay otra
comunidad que la del capital. Es tanto el cielo como el nico horizonte, y las fuerzas
mecnicas que simulan vida en su interior estril son la muerte organizada con toda la
apariencia de vida. No se trata de un problema de la muerte en cuanto extincin de la vida,
sino de la muerte en la vida, muerte con toda la sustancia y poder de la vida. El ser humano
est muerto y no es ms que un ritual del capital.[2]
Es esta interminable errancia, este sentido de absurdo desarraigo que parece saturar cada
fibra de la vida moderna, la que agita los corazones de esos nios -quienes nunca antes en
sus vidas haban disparado un arma- para embarcarse en la yihad internacional. Camatte vio
que incluso el fascismo (quiz, especialmente el fascismo) extraa su fuerza de sus
promesas de superar esta fractura esencial del mundo:

Toma diversas formas, pero tiene una base profundamente consistente y es


sorprendentemente uniforme donde sea que existan poblaciones humanas. As, al
intentar restaurar (e instalar) el Volksgemeinschaft, incluso los nazis constituyen un
intento de crear tal comunidad (cf. tambin su ideologa de Urmensch, el hombre
original). Creemos que el fenmeno del nazismo es ampliamente incomprendido:
es visto por muchas personas slo como una expresin demoniaca del totalitarismo.
Pero los nazis en Alemania han reintroducido una vieja temtica originalmente
teorizada por socilogos alemanes como Tnnies y Max Weber. Y en respuesta,
encontramos a la Escuela de Frankfurt, especialmente a Adorno, tratando con
conceptos estriles y vacos de democracia, debido a su incapacidad de entender
el fenmeno del nazismo. Han sido incapaces de comprender la idea perspicaz de
Marx, su planteamiento sobre la necesidad de reformar la comunidad, su
reconocimiento que esta reforma deba involucrar a toda la humanidad.[3]
Esta bsqueda de pertenecer y de reformar la comunidad, en la forma de una comunidad en
guerra, fue un tema particularmente importante entre los veteranos europeos de
entreguerras. Mientras que se opusieron por el vrtice en muchos aspectos, los escritores
alemanes del siglo XX Ernst Jnger y Erich Maria Remarque trataron sustantivamente
sobre la camaradera de los Frontsoldaten. En cartas, literatura y peridicos de soldados, la
nocin de grupos estrechamente unidos de Brder luchando en una guerra justa o absurda
(pero siempre juntos) reflota una y otra vez como un elemento de cohesin. En Tormentas
de Acero Jnger recuerda el siguiente episodio:
Pronto estuvimos completamente rodeados de humo y polvo, pero la mayora de los
bombardeos cayeron justo detrs o justo en frente de nuestra trinchera, si acaso uno
puede usar esa palabra para referir nuestra golpeada hendidura. Mientras la tormenta
se desataba alrededor nuestro, yo recorra de arriba a abajo mi sector. Los hombres
se encontraban a bayoneta calada. Se mantenan fros e inmviles, rifle en mano, en
el borde delantero de la trinchera, mirando hacia el campo. De vez en cuando, a la
luz de una bengala, vea un casco de acero junto a otro casco de acero, hoja junto a
hoja destellante, y fui sobrecogido por un sentimiento de invulnerabilidad. Puede
que resultramos aplastados, pero ciertamente no podamos ser conquistados. [4]
La obra de Jnger est permeada con este sentido de camaradera fra, endurecida que
deba servir como antdoto a la decadencia y futilidad de la sociedad burguesa y su tedio.
Mientras que supuestamente la guerra, una guerra justa, es emprendida por la gloria y
sobrevivencia de la nacin, es -de hecho- la misma comunidad Frontkmpfer la que
constituye el foco. Para Jnger, nadie haba muerto en vano en esas trincheras melanclicas
y llenas de barro que cubran el paisaje de Verdun y del Somme: All, donde tanta sangre
ha sido derramada, es donde una herencia es asumida y ciertos comienzos empiezan a ser
vistos. Se pierda o gane la guerra: aquello no ha pasado en vano. Las masas que se
arrojaron a su muerte entre nubes de gas venenoso haban muerto trabajando por un nuevo
modo de vida cuya esencia cristalizada se hallaba en los lazos formado por las comunidades
de guerra en la primera lnea. Para Jnger, estos hombres y el modo de vida que
encontraron en la guerra representaban nada menos que una nueva raza, tal como se
ejemplifica en esta cita en particular de La movilizacin total:

Hoy, a travs de las grietas y las suturas de la torre de Babel, ya podemos ver un
mundo glaciar: esta imagen hace temblar a los ms valientes espritus. Dentro de
poco, la era del progreso parecer tan extraa como los misterios de una dinasta
egipcia. En esa poca, sin embargo, el mundo celebraba uno de esos triunfos que
confiere la victoria, por un momento, con el aura de la eternidad. Ms amenazantes
que Anbal, con puos poderosos, ejrcitos sombros haban golpeado las puertas de
sus enormes ciudades y de sus canales fortificados.
En las profundidades del crter, la ltima guerra tuvo un significado que ningn
aritmtico puede dominar. El voluntario lo senta en su exultacin, la voz del
demonio alemn estallando poderosamente, el agotamiento de los viejos valores,
unidos a un anhelo inconsciente por una nueva vida Quin hubiera imaginado que
estos hijos de una generacin materialista podan recibir la muerte con tal ardor?
[...]
Esto es confirmado por la agitacin que nos rodea, la marca de la nueva raza: uno
no puede satisfacerse con ninguna de las ideas de este mundo ni con las imgenes
del pasado. Reina aqu una fructfera anarqua, que nace de los elementos de la tierra
y el fuego, y que encierra en s las semillas de una nueva forma de dominacin.
Aqu se revela una nueva forma de armamento, una que anhela forjar sus armas de
metales ms puros y duros, y que se muestran insensibles a toda resistencia. [5]
Aunque ambos eran archi-reaccionarios, ni Jnger ni los idelogos del yihadismo
contemporneo eran o son fascistas. El fascismo, como movimiento, es un fenmeno
histrico bastante especfico y que como ideologa orbita en torno la nocin de
ultranacionalismo palingensico, algo irreconciliable con las distintas variantes de
yihadismo o con la particular marca reaccionaria de Jnger. Pero lo que todos comparten
con el fascismo es la relacin central entre muerte y comunidad. El tema de la inmortalidad
del mrtir recorre las principales narrativas del fascismo, desde el soldado cado y el mito
de Langemarck al Host-Wessel-Lied y la Blutfahne. El culto a la muerte y el martirio las
permea, desde el fascismo italiano, donde las reliquias de militantes cados eran guardadas
en santuarios locales del partido y sus nombres gritados pasando revista, seguidos de un
grito colectivo de Presente!, hasta el Ehrentempel nazi en Knigsplatz albergando los
restos de los cados durante el putsch de la Cervecera. Como dijo una vez Goebbels, los
fascistas saban cmo morir. [6]
Bsicamente todas las religiones (incluyendo aquellas que se reclaman polticas) tratan
con la muerte integrando los cados en la comunidad, dndoles vida en el mundo de la
memoria colectiva. En el fascismo en particular, sus vidas cobran sentido antes o despus
de la muerte, incorporando sus muertes a la comunidad, al tiempo que la comunidad cobra
sentido y sustancia gracias a todos los sacrificios en su nombre. Un gran ejemplo es el
tratamiento nazi del legado de Albert Leo Schlageter, un veterano y ex voluntario del
Freikorps que fue capturado y ejecutado mientras saboteaba a las tropas de ocupacin
francesas en el rea de Ruhr. Schlageter no muri la muerte tradicional del hroe, pero en
las palabras elogiosas de Heidegger, l:

Muri la ms difcil de todas las muertes. No en la primera lnea como lder de su


batera de artillera, no en el tumulto de un ataque, ni en una lgubre accin
defensiva no, se mantuvo indefenso ante los rifles franceses. [...] En su hora ms
difcil, tambin tuvo que lograr lo ms grande de lo que un hombre es capaz. Slo,
recurriendo a su fuerza interior, tuvo que colocar ante su alma una imagen del futuro
despertar del Volk al honor y la grandeza, para as morir creyendo en el futuro. [7]
Todo el significado de la vida y muerte de Schlageter est condensada en esta sola imagen,
en la idea de morir sacrificndose para el futuro despertar del Volk. Esta trada de muertecomunidad-sentido vuelve una y otra vez en la imaginera tanto del (para-)fascismo como
del yihadismo, y va ms all de la conmemoracin y del lamento, convirtindose en la
esencia de la vida tal como se ejemplifica en la consigna falangista Viva la muerte!
Jahiliyyah
Mientras que el yihadismo contemporneo ofrece un escenario diverso con muchas disputas
teolgicas, su relacin a un concepto en particular emerge como un factor unificador: takfir.
Takfir, comparable grosso modo a la excomunin, es el acto de declarar a alguien un nocreyente. Hay muchas visiones distintas sobre esta prctica, pero en general un takfir sin
fundamentos es considerado un pecado mayor, especialmente por ser considerado como
fuente principal de conflicto intra-musulman. Sayyid Qutb, cuyas obras juegan un rol
central en la ideologa del yihadismo contemporneo, en particular el de Al-Qaeda, plante
que la ummah, la comunidad musulmana, ha estado extinta durante siglos, deviniendo en
jahiliyya, un trmino comnmente usado para referir al estado de ignorancia en que uno
vive antes de conocer el Islam. La nica excepcin a este takfir generalizado es la
vanguardia islmica que propone Qutb, la talia, modelada tras los acompaantes de
Mahoma como ejemplo de un nuevo mundo:
Tambin estamos rodeados por jahiliyya hoy, que es de la misma naturaleza que
durante el primer periodo del islam, quiz un poco ms profundo. Todo nuestro
ambiente, las creencias, ideas, hbitos, arte, reglas y leyes son jahiliyyah incluso
al punto de que consideramos que la cultura islmica, las fuentes islmicas, las
filosofa islmica y el pensamiento islmico son tambin construcciones de
jahiliyyah!
[]
Es necesario por lo tanto en el desarrollo del movimiento islmico- que en las
etapas tempranas de nuestro entrenamiento y educacin nos desembaracemos de
todas las influencias de jahiliyyah en que vivimos y de la cual derivamos beneficios.
Debemos regresar a la fuente pura de la cual esas personas extrajeron su gua, la
fuente libre de toda mezcla o contaminacin. Debemos regresar a ella para extraer
nuestros conceptos sobre la naturaleza del universo, la existencia humana y la
relacin de estas dos con el Ser Real, Perfecto, Dios Altsimo. De ella debemos
tambin extraer nuestros conceptos de vida, nuestros principios de gobierno, de
poltica, de economa y de todos los otros aspectos de la vida. [8]

Aunque los escritos de Qutb han sido criticados por fundamentalistas ms ortodoxos de la
variante salaf y wahab, y a veces estn en conflicto directo con las ideas y prcticas de
distintos grupos yihadistas (Qutb, por ejemplo, sostuvo que la esclavitud era ahora ilegal
bajo el Islam, algo que clrigos tradicionalistas saudes han criticado y que directamente
contradice tanto las prcticas como las posiciones del Estado Islmico), lo cierto es que
mantiene su centralidad en el panten ideolgico del yihadismo, as como lo hace su
relacin con la prctica del takfir. Despus de todo, las particularidades de las disputas
teolgicas entre el qutbismo y la ortodoxia wahab no tienen inters alguno o simplemente
se diluyen en el tipo de combatiente extranjero que literalmente llega a Alepo con una copia
de Islam para Principiantes en su mochila. Lo que los consternados padres, clrigos
fundamentalistas no-violentos y trabajadores sociales, no entienden cuando proclaman
incrdulos Pero por qu pelear? Por qu no participar de la ayuda humanitaria si los
desposedos de la ummah te acongojan tanto?, es que no es la ummah misma por la cual
estos combatientes extranjeros van a morir. Es el espejismo distante del Califato venidero,
el establecimiento de la verdadera ummah. Es el sueo febril de morir como mrtir al
servicio de una comunidad perfecta (porque todava es una comunidad inexistente, aunque
una ya cargada del sentido conferido a ella precisamente por esta montaa de sacrificio) la
cual en este mundo uno slo puede entrever mediante el prisma de la camaradera entre
hermanos yihadistas y ese paraso que se halla a la sombra de las espadas.
Pero estas comunidades tan desesperadamente anheladas por los yihadistas extranjeros y
tan alabadas por personas como Jnger no son ms que humo, un engao, algo parecido a
lo que la revista filosfica francesa Tiqqun ha denominado comunidades terribles:
Se entra en la comunidad terrible porque, en el desierto, quien busca no encuentra
nada ms. Se atraviesa esta arquitectura humana vacilante y provisional. Al
comienzo, se cae enamorado. Se siente, entrando en ella, que ha sido construida con
las lgrimas y el sufrimiento, y que exige an ms de stos para continuar
existiendo; pero esto importa poco. La comunidad terrible es primero que nada el
espacio de la abnegacin, y esto conmueve, esto despierta el reflejo de la
preocupacin.
Pero las relaciones, en el seno de la comunidad terrible, estn gastadas; ya no son
jvenes ay! cuando nosotros llegamos. Como los guijarros del lecho de un ro muy
rpido, las miradas, los gestos y la atencin estn gastadas. Algo falta trgicamente
a la vida en la comunidad terrible, porque la indulgencia ya no encuentra en ella su
lugar, y la amistad, tantas veces traicionada, se da con una parsimonia agobiante.
Se lo quiera o no, los que pasan por una, los que llegan a una, pagan las fechoras de
los dems. Las personas a las que querran amar estn ya demasiado daadas, de
manera clara, como para prestar atencin a sus buenas intenciones. Con el tiempo
pasar Ser preciso, por tanto, vencer la desconfianza de los dems, o ms
exactamente, aprender a ser desconfiados como los dems, para que la comunidad
terrible pueda todava abrir sus brazos descarnados. Es por la capacidad de ser duro
con los nuevos que llegan, finalmente, que uno demostrar su solidaridad con la
comunidad terrible. [9]

En sus errancias por el desierto literal, los yihadistas extranjeros ven en el Califato
embrionario la promesa de una comunidad que puede darles sentido, incluso si es slo
como sacrificio en su altar. Aquellos que no tienen nada que perder ofrecen esta nada a la
comunidad terrible. Y el sentido a travs de la muerte es lo nico que todas estas
comunidades de guerra, estos grandiosos cultos al suicidio, tienen para ofrecer, pues slo
existen durante la guerra. Los lazos que unen su vida social son el producto de la
administracin de una economa de guerra. No hay camaradera mtica de hermanos
yihadistas sin la existencia perpetua de Dar Al-harb, la casa de guerra, ese enemigo externo
que instiga la batalla.
Incluso si la comunidad terrible es para sus habitantes como una catedral en el
desierto, es dentro de la comunidad que uno sufre el exilio ms amargo. Porque
como una mquina de guerra unilateral que debe mantener con el exterior un
equilibrio homeosttico vital, la comunidad terrible no puede tolerar dentro de sus
filas la circulacin de cualquier discurso que la ponga en peligro. Para perpetrase, la
comunidad terrible necesita relegar el peligro fuera de s misma: ser el extranjero,
la competencia, el enemigo, la polica. [10]
Esta verdad se filtr, subconscientemente, en la ltima declaracin del yihadista holands.
Recin haba referido a la cada de Al-Assad y la instauracin del Califato cuando ya
prometa dirigirse a otra guerra.
Para Remarque, que retrat las luchas de la generacin perdida de 1914 por reintegrarse a
una sociedad que no tena lugar para ella ni era capaz de recuperarse del trauma de la
guerra, la comunidad de camaradas en el frente no era tanto algo que alabar en s mismo,
como un ltimo vestigio de humanidad y de pertenencia que los devastados y abatidos
tenan para aferrarse. La naturaleza de estas comunidades se ilustra con la irona de que
Jnger mismo nunca pareci tener ninguna relacin cercana o significativa con ningn
soldado en particular, slo con la idea abstracta de su comunidad e ideologa. Durante la
guerra, la alta rotacin de soldados y de bajas en el frente haca tanto fsica como
psicolgicamente imposible desarrollar conexiones significativas, profundas, ms all de
aquellas impulsadas por la necesidad. Los peridicos de soldados, una de las principales
fuentes de la nocin de Frontsoldaten Brudershaft, fueron en su mayora producidos por
soldados ms viejos asignados a sectores relativamente pacficos. Luego de la guerra, las
experiencias del frente slo dejaron una oscura desgracia en Alemania, y pronto la
camaradera mantenida por el fuego y el acero de las trincheras estallara bajo la agitacin
de la Repblica de Weimar, enfrentando a veteranos contra veteranos, desde los consejos
de soldados, hasta el freikorps. Tanto en la guerra como fuera de ella, la comunidad de
soldados era, como el espejismo del Califato, nada ms que un Notgemeinschaft que no
poda existir fuera de la guerra y que slo ofreca guerra y el consuelo de un significado
producido por su despiadado motor sacrificial.
En El Obelisco Negro, Remarque concluye sombramente que:
Pienso que quiz realmente no hay nada ms cuando todo se cae a pedazos, excepto
este poco de compaa, e incluso eso es un dulce engao, pues cuando alguien
realmente te necesita, t no puedes seguirlo o acompaarlo. He notado eso a

menudo en la guerra, al mirar el rostro de un camarada muerto. Cada uno de


nosotros tiene su propia muerte y debe sufrirla solo; nadie puede ayudarlo entonces.
[11]
Notas a pie de pgina
[1] Ver The History of Subsumption, Endnotes 2 (2010): 130-52. Online:
http://endnotes.org.uk/en/endnotes-the-history-of-subsumption
[2] Jacques Camatte, Against Domestication, en This World We Must Leave and Other
Essays (New York: Autonomedia, 1995), 109.
[3] Ibid., 95-96.
[4] Ernst Jnger, Storm of Steel, trad. Michael Hofmann (London: Penguin, 1961), 99.
[5] Ernst Jnger, Total Mobilization, trad. Joel Golb y Richard Wolin, en Richard Wolin,
ed., The Heidegger Controversy: A Critical Reader (Cambridge, MA: The MIT Press,
1992). 119-39.
[6] Ver Mark Neocleus, Long Live Death! Fascism, Resurrection, Immortality, Journal
of Political Ideologies 10:1 (Feb. 2005): 39.
[7] Martin Heidegger, Schlageter, en The Heidegger Controversy, 40-41.
[8] Ver http://unisetca.ipower.com/qutb/
[9] Tiqqun, Theses on the Terrible Community (pamphlet), disponible en
http://petroleusepress.com/post/654927992/everyone-knows-the-terrible-communitieshaving
[10] Ibid.
[11] Erich Maria Remarque, The Black Obelisk, trad. Denver Lindley (New York: Random
House, 1998), 95.

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