El Día Que Gabo Entrevistó A Firmenich
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Por Gabriel Garca Mrquez | 31/05/2014 | 21:23
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Probablemente, tambin ellos piensen que ganaron, por qu no?. Firmenich admite esta
posibilidad, pero rebate muy rpidamente: Los militares, cierto, deben haber calculado que
entre marzo y diciembre de 1976 podran aniquilar cualquier fuerza organizada que les fuese
adversa, y poder dedicarse luego, en 1977, a cazar los ltimos desechos dispersos. Ms que
clculos concretos eran tambin hiptesis polticas: quiz ni siquiera ellos lo creyeron de veras.
Aunque si lo creyeron, peor para ellos; porque esto significa que no conocen la dialctica de un
treinteno peronista.
A pesar de tanta ostentacin de lucidez poltica, todava no logro escapar de la impresin de
estar hablando, sobre todo, con un hombre de guerra. Y, de hecho, Mario Firmenich tuvo en su
vida poco tiempo para dedicarse a otra cosa que no fuese la guerra desde que naci, en 1948,
en Buenos Aires. Es hijo de un agrimensor que se gradu en Ingeniera a edad adulta: tpico
producto de la clase media asalariada argentina. En 1955, cuando la cada de Pern, Mario
Firmenich tena apenas 7 aos, pero nunca olvid la impresin que le caus ver pasar un
camin cargado de obreros armados slo con palos para defenderse contra el golpe militar.
Hasta aquel momento Argentina haba tenido, en menos de 22 aos, 14 presidentes de la
Repblica, y ninguno haba terminado su mandato.
El general Aramburu, el hombre que haba echado a Pern de la presidencia, estuvo en el
poder por cuatro aos. Despus se retir a vida privada, y se encerr en un departamentito del
octavo piso del nmero 1053 de la calle Montevideo, Buenos Aires, mantenindose
aparentemente lejos de cualquier actividad poltica. El 29 de mayo de 1970, dos jovencitos
vestidos con uniforme militar lo levantaron de su casa, a las nueve de la maana, con el
pretexto de asegurar mejor su proteccin. Aramburu fue conducido hacia una vieja granja de la
periferia de Buenos Aires, juzgado, condenado y fusilado.
Alguien deba haberles dicho a los autores de aquella ejecucin capital que si hubiesen
enterrado el cadver bajo 50 kilos de cal viva, no hubiesen quedado siquiera los huesos. En
cambio, sucedi justo lo contrario: el cuerpo se conserv intacto y de all a poco tiempo aflor a
la superficie y fue descubierto.
El movimiento peronista que se atribuy la ejecucin de Aramburu era en aquel tiempo casi
desconocido; llevaba un nombre que peg, Montonero. Mario Firmenich, que entonces tena 22
aos, haba formado parte del comando que llev a cabo la operacin Aramburu. Pero no haba
entrado en la casa de Aramburu. Se haba quedado en la vereda de enfrente, vestido de
mariscal de polica, para vigilar que nadie viniese a mover el camioncito con el cual haba
proyectado transportar al general, y que no haban podido estacionar bien. Antes de aquella
empresa haba participado en otras 17 operaciones, pero su nombre no lo conoca nadie. El
movimiento estaba por entonces compuesto slo por diez personas, y Mario Firmenich estaba
tercero en el orden jerrquico. Es por esto que digo que tanto su formacin como su
experiencia han sido sobre todo guerreras; pero cuando le hago observar que, a mi entender,
lo que falta en Montoneros es la capacidad de operar decisiones polticas y que en la cabeza
no tienen otra cosa que el aspecto militar del problema, Firmenich reacciona con mucha
vivacidad. Yo insisto y le repito que, siempre segn mi entender, la solucin militar es la
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extrema, estrechsima alternativa que les queda a los montoneros. Pero no, no es cierto, es
todo lo contrario, me replica l de inmediato: Uno de los rasgos caractersticos de nuestra
guerra revolucionaria es que no fue el foco guerrillero el que gener el movimiento de masas:
es el movimiento de masas el que precedi a la guerrilla, y de un buen cuarto de siglo. El
movimiento de masas en Argentina comenz en 1945 y el movimiento armado recin en 1970.
En sntesis, su idea es que el movimiento de masas del peronismo avanza empujado por la
dinmica misma de la propia conciencia y algunas veces precede incluso a la vanguardia
poltica, cuando no hasta la suplanta. Dice que este movimiento tiene por objetivo la bsqueda
de la justicia social, de la independencia econmica y de la soberana poltica de la Argentina.
Es antiimperialista y antioligrquico, y dado que por 25 aos pudo accionar sin la vanguardia
poltica, este mismo hecho lo ha transformado tambin en antiburocrtico, consecuencia de la
traicin de sus burcratas. Hemos llegado a la lucha armada slo cuando se agotaron y
perdieron sentido todas las otras posibilidades de lucha poltica, dice. A cierto punto no tuvo
ms sentido el voto, no tuvo ms sentido la creacin de coaliciones electorales en compaa de
candidatos no peronistas, no tuvieron ms sentido ni el voto en blanco, ni el proyecto de golpe
de Estado populista y ni siquiera los tres sucesivos y todos prematuros intentos de guerrilla
rural. No tuvo ya sentido siquiera el regreso pacfico de Pern. Lo que quiero decir: el proceso
no comenz con los montoneros; los montoneros fueron su inevitable conclusin. Pero incluso
la decisin de darse a la lucha armada ha sido, en s, una poltica de masas.
De toda la conversacin que tuvimos, el tema que quiz ms lo fascin fue el de las
modalidades absolutamente originales que tiene la guerra en la ciudad. Firmenich est
persuadido de que el no poder disponer de zonas liberadas, en lugar de obstaculizar, facilita al
revolucionario la gua poltica de las masas. Es decir, mientras el ejrcito est obligado a
permanecer encerrado en sus cuarteles, los montoneros estn por todos lados, y navegan en
las masas como peces en el agua. El de los montoneros es un ejrcito que tiene sus propias
fuerzas en el territorio enemigo; un ejrcito que se desarma cada noche cuando sus militantes
van a casa a dormir, pero que sigue estando intacto y viga incluso cuando sus soldados
duermen.
Sin que l se d cuenta, el anlisis poltico-militar de Firmenich asume de a poco tonos lricos.
Y yo trato de empujarlo por este camino: le pregunto, de una, si no piensa que tantos aos de
durezas, de peligros y de luchas hayan terminado por deshumanizarlo. El no se deja atrapar;
responde: Nadie se deshumaniza en una lucha humanista. S, es una bella frase de un poltico;
quiz hasta sea una frase verdadera, pero antes que nada es una frase que tiene un sonido
literario. Y sin embargo, a Mario Firmenich, que termin regularmente la escuela secundaria y
que curs por un par de aos la facultad de Ingeniera, la literatura no le gusta. Nunca ley una
novela. Lee slo libros polticos y casi nunca llega al final. Busca slo en el ndice las cosas que
ms le interesan, y va derecho.
Naturalmente, me mueve a suponer que este modo suyo de leer se debe a la vida tumultuosa
que lleva. Pero l sostiene que no. Una cosa es vivir escondido, dice; otra es vivir en la
clandestinidad. Firmenich est en la clandestinidad, y esto quiere decir que sus enemigos no
saben cmo encontrarlo, pero l igual conduce su rutina domstica, recibe visitas de amigos
ntimos, asiste a ciertas fiestas muy privadas e incluso dedica ciertas horas del da a mirar
televisin. El nico verdadero problema es andar por la calle: Firmenich puede hacerlo slo al
precio de seversimas medidas de seguridad. Y as, lo que ms le disgusta es no poder ir al
cine. En los ltimos siete aos vio apenas tres pelculas.
Es natural imaginarse que un hombre que no sale de casa si no es para cumplir acciones de
guerra haya estado muchas veces al borde la muerte. El, en cambio, tiene la impresin de
haber corrido peligro slo una vez, y por un operativo que, considerado a distancia de tiempo,
en el fondo ni siquiera vala tanto la pena. Fue en diciembre de 1970: l y un compaero
disfrazado de camarero trataron de desarmar a un polica que estaba de guardia nada menos
que en el portn de la residencia presidencial de Olivos. Le quitaron la metralla, pero no antes
de que el polica lograse disparar y herir a Mario Firmenich en un dedo: Fue un milagro,
cuenta l, con mucho buen humor, porque aquel dedo impidi que la bala me diera en el
corazn.
http://www.perfil.com/elobservador/El-dia-que-Gabo-entrevisto-a-Firmenich-20140531-0038.html
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De un pincelazo, como por error, me cuenta que uno de los placeres ms grandes de su vida
es jugar con sus hijos. La noticia no me sorprende. La novedad ms sorprendente que, en
efecto, encontr en los militantes montoneros es que incluso cuando van por el mundo en
misiones difciles se llevan a los hijos. En sus refugios clandestinos los he visto cambiar
paales, dar el bibern a los nios, mecerlos entre los brazos y, mientras tanto, participar en
una reunin poltica. Es natural, comenta Firmenich, rindose con gusto: Terminaron los
tiempos en que se pensaba que fuese justo prohibirnos tener hijos. Y agrega que si treinta
aos atrs los vietnamitas hubiesen pensado de ese modo, no habran tenido a nadie ms
para ganar la guerra. Los hijos son nuestra retaguardia, dice.
El tema de los hijos lo trae otra vez a la situacin de la Argentina: el pas tiene el ndice de
desarrollo demogrfico ms bajo del continente. Es un pas casi desierto, que debera duplicar
su poblacin si quiere lograr consolidar su propia independencia y enfrentarse al futuro. Una
familia tipo, en Argentina, hoy tiene tres hijos, dice Firmenich, es necesario que en el futuro
tenga cinco. Dos para mantener en el mismo nivel el ndice demogrfico; tres para duplicarlo.
Pero sus consideraciones no son slo de orden tcnico: por experiencia de militante sabe que
quien tiene hijos milita de otra manera en comparacin con quien no los tiene. Entre otras
cosas, porque est ms atento a s mismo y a su propia conservacin.
No parece interesarle demasiado la pregunta que le hago, y que en estos tiempos es ritual en
conversaciones de este tipo: Qu espera que haga (Jimmy) Carter respecto de Amrica
Latina? Se limita a responder (creo que sin equivocarse) que la libertad no puede venir de
afuera. En cambio, se vuelve todo radiante cuando le pregunto si se arriesga a hacer un
pronstico sobre el futuro inmediato de su pas. Por supuesto, dice. Este ao terminar la
ofensiva de la dictadura y, finalmente, se presentarn las condiciones favorables para
nuestra contraofensiva final.
Y, al mismo tiempo, se ver que la nica alternativa concreta a la dictadura es el movimiento
peronista y montonero, que llevar a la creacin del partido montonero.
Luego se pasar a la constitucin de un frente de liberacin nacional con objetivos
antidictatoriales, antioligrquicos, antiimperialistas. Firmenich est convencido de que la
burguesa nacional, gravemente golpeada en sus intereses por las multinacionales,
descapitalizada por las empresas del Estado, entrar tambin ella a formar parte de la
coalicin. Piensa que en el frente de la coalicin confluirn incluso los partidos radical,
intransigente y comunista, que aceptarn una transicin al socialismo sobre la base de un
programa aceptable para todos: expropiacin de los monopolios extranjeros y expropiacin de
los monopolios nacionales. En definitiva, se encontrarn todos de acuerdo sobre un programa
que respetar la propiedad privada de la pequea empresa y de la cooperativa, pero que
tendr como objetivo la disolucin tanto de las grandes empresas extranjeras como de la
industria monoplica de Estado. Firmenich est tan convencido de esto que atribuye la derrota
de los intentos revolucionarios de los aos 60, en Amrica Latina, al error de no haber
entendido el rol que tienen las burguesas nacionales como empuje decisivo hacia la sntesis
entre lo militar y lo poltico. La revolucin argentina, concluye con un gran suspiro, ser la
revolucin de Amrica Latina.
Quiz tenga razn, pero no quiero darle la satisfaccin de cerrar el coloquio con un tono tan
triunfalista. Y entonces le arrojo una provocacin algo dura de digerir para alguien nacido en el
Ro de la Plata: Antes del Che Guevara, los argentinos no se sentan latinoamericanos. Ahora,
en cambio, creen ser ellos los nicos latinoamericanos. El irrumpe con una esplndida
risotada que desarticula completamente su inmensa cautela de gato. A punto de cerrarse la
puerta a mis espaldas, trato de precisar un ltimo particular: Desde dnde fechamos esta
entrevista?. Y l, hacindome un cordial gesto de saludo, me responde: Desde donde te
parezca. Que es como decir: desde ningn lugar. Ms tarde, en el auto, mientras me voy,
repasando mentalmente aquella conversacin de casi dos horas, de un trazo me doy cuenta de
cul es la verdad: Mario Firmenich es el hombre ms extrao que haya encontrado en mi
vida.
Copyright LEspresso,
Italia, 17 de abril de 1977.
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Comentarios
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enfermito85
01-06-2014 | 08:20
Dorban
01-06-2014 | 06:42
Que este hombre calculador, fro, doble agente, asesino, traidor a sus
compaeros y a su patria camine impunemente libre por Barcelona, demuestra
que lso argentinos somos unos cobrades de mierda.
Reportar
Juan Carlos
02-06-2014 | 02:00
Dorban
Un espanto.
01-06-2014 | 06:41
Facundo
01-06-2014 | 05:03
Reportar
Faltara alguna nota sobre las reuniones entre Garca Mrquez y Pablo Escobar
para hacer negocios narco con los hermanos Castro: youtu.be/tcUE2F_mx8I
Reportar
Guillermo
01-06-2014 | 02:00
DOCUMENTO EXCLUSIVO Hace aos que esta publicado en los libros sobre
obra peridistica de Garcia Marquez. Una de las ediciones fue del Diario Clarin.
Reportar
gag1963
01-06-2014 | 12:43
calavera1066
01-06-2014 | 12:37
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Ofelia Noemi
01-06-2014 | 09:40
sergiolarrain99
01-06-2014 | 12:27
a56juarez
31-05-2014 | 10:02
Reportar
Juan Carlos
02-06-2014 | 02:02
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