Ginzburg Que Aprendi de Los Antropologos
Ginzburg Que Aprendi de Los Antropologos
Ginzburg Que Aprendi de Los Antropologos
Ginzburg, Carlo
Qu he aprendido de los antroplogos
Alteridades, vol. 19, nm. 38, julio-diciembre, 2009, pp. 131-139
Universidad Autnoma Metropolitana - Iztapalapa
Mxico
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ALTERIDADES, 2009
19 (38): Pgs. 131-139
Carlo Ginzburg**
I
Ante todo, quiero disculparme por el espacio indebido
que el pronombre yo tomar en mi exposicin. Es
cierto, el yo que habla aqu es, desde el ttulo, un yo
que cuenta lo que ha aprendido (digo a menudo que
ensear me gusta, pero aprender me gusta mucho
ms). Pero quien se presenta en calidad de testigo a
menudo corre el riesgo de caer en el narcisismo.
* Conferencia Magistral dictada por Carlo Ginzburg el 12 de noviembre de 2008 durante el Coloquio Internacional Archipilagos de la Antropologa, celebrado en la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, y donde recibi, por
parte de esta institucin, el nombramiento de doctor honoris causa. Traduccin de Davide Scalmani, Istituto Italiano di
Cultura de Madrid <[email protected]>. Recibida el 18/06/09 y aceptada el 20/10/09.
** Profesor de la Escuela Normal Superior de Pisa. Piazza dei Cavalieri, 7. 56126, Pisa, Italia <[email protected]>.
1
L. Ginzburg, Scritti, pref. de N. Bobbio, bajo la direccin de D. Zucaro, nueva edicin bajo la direccin de L. Mangoni, Turn,
2000; L. Ginzburg, Lettere dal confino, bajo la direccin de L. Mangoni, Turn, 2004.
2
1952; 1954.
N. Ginzburg, Ricordo di un amico, en Le piccole virt, Turn, 1962, pp. 26-34; N. Ginzburg, Lessico famigliare, Turn,
1963.
4
C. Pavese, Il mestiere di vivere. Diario 1935-1950, edicin realizada en el autgrafo, bajo la direccin de M. Guglielminetti
y L. Nay, introduccin de C. Segre, Turn, 2000, p. 254 (3 de junio de 1943). Vanse tambin en el apndice las pertinentes
observaciones de G. Pampaloni (1952).
5
C. Pavese, La Stampa, 4 de agosto de 1990 (bajo la direccin de L. Mondo). L. Mondo, Quellantico ragazzo, Miln, 2006,
pp. 105-117 (pero el comentario es superficial). C. Dionisotti, Per un taccuino di Pavese (1991), luego en C. Dionisotti,
Ricordi della scuola italiana, Roma, 1998, pp. 511-522.
6
Momigliano y De Martino, Rivista storica italiana, 100, 1988, pp. 400-413 (Momigliano and De Martino, History and Theory,
Beiheft 30, 1991) (The Presence of the Historian. Essays in Memory of Arnaldo Momigliano), pp. 37-48.
7
Para todo el asunto vase L. Mangoni, Pensare i libri. La casa editrice Einaudi dagli anni Trenta agli anni Sessanta, Turn,
1999, pp. 532 y ss.
8
E. De Martino, Il mondo magico. Prolegomeni a una storia del magismo, Turn, 1948.
3
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Carlo Ginzburg
del hombre en el mundo no es un dato, sino una conquista histrica operada por el magismo. En un pasado lejansimo, la magia ha permitido al hombre superar la angustia de la prdida de la presencia que
corra el riesgo de disolverlo en el mundo.
De esta argumentacin me llamaron la atencin
sobre todo dos puntos, relacionados entre s. El primero era el rechazo al eurocentrismo: los chamanes
siberianos eran presentados por De Martino como hroes culturales, protagonistas y testigos al mismo
tiempo de una largusima trayectoria histrica que
ha contribuido a hacer que el mundo se volviera, para
ellos pero tambin para nosotros, un mundo en el
sentido verdadero y completo del trmino, habitable
y garantizado. El segundo punto era la radical reformulacin de los propsitos tcitos de lo que definimos
historia: la unidad del yo, las relaciones del yo con el
mundo. De Martino relea e interpretaba informes de
misioneros y etngrafos a la luz de preguntas llanamente filosficas. Parta de Croce pero se alejaba de
l implcitamente, sugiriendo una radical historizacin
de las categoras crocianas del Espritu. Retomaba
temas de Heidegger, insertndolos en una perspectiva no metafsica sino histrica aunque se trataba de
una historia no documentada ni documentable.9 Muchos aos despus propuse inscribir el libro de De
Martino, por la radicalidad de su impostacin, en una
pequea constelacin de textos muy diversos entre
s, escritos en el lapso de 1939 a 1944. Evocando el
ttulo de una famosa pelcula de Roberto Rossellini,
habl de libros del ao cero. El conjunto comprende
Dialctica de la Ilustracin de Adorno y Horkheimer,
las tesis sobre la historia de Walter Benjamin, Paura
della libert de Carlo Levi (menos conocido, pero tambin muy significativo), Une histoire modle de Raymond Queneau, el Mtier dhistorien de Marc Bloch, e
Il mondo magico de De Martino. (A este grupo se puede agregar un libro escrito unos aos despus, en una
perspectiva opuesta: el ya recordado Mythe de lternel
retour del filonazi derrotado Mircea Eliade.)10 Todos
II
En 1959, a los 20 aos, escog el tema de mi tesis de
licenciatura: los juicios por brujera. En esta decisin,
aparentemente repentina, confluan, como entend cada
vez ms al paso del tiempo, elementos de naturaleza
muy distinta, conscientes y no conscientes.13 Entre los
conscientes estaba la lectura de Il mondo magico de un
ao atrs.
En ese momento, a finales de los aos cincuenta,
los juicios por brujera, que haban sido celebrados
por siglos en Europa, eran considerados por la comunidad internacional de los historiadores un tema marginal, un poco excntrico, pero aceptable. Sin embargo,
la posibilidad de analizar los juicios por brujera, como
documento de las actitudes y de los comportamientos
de los acusados era, para un historiador, inadmisible
o hasta impensable. En cambio, para un antroplogo
Vase la significativa nota intitulada Polemica antiesistenzialistica, publicada por R. Pstina (Le note sullesistenzialismo
en Ernesto De Martino e la formazione del suo pensiero. Note di metodo, bajo la direccin de C. Gallini, Npoles, 2005, pp.
180-181).
10
Sobre este punto me remito a uno de mis ensayos, de prxima publicacin en las actas de un congreso sobre Mircea Eliade,
que tuvo lugar en Chicago, Ill. del 2 al 4 de noviembre de 2006.
11
Retomo aqu casi al pie de la letra un pasaje de mi ponencia La fine del mondo di Ernesto De Martino, en Quaderni
storici, 40 (1979), pp. 238-242. Mi definicin ha sido retomada por P. Cherchi, Il signore del limite. Tre variazioni critiche
su Ernesto De Martino, Npoles, 1994, pp. 9 y ss.
12
La cuestin ha sido reconstruida por C. Cases en la introduccin a una nueva edicin de Il mondo magico (1973), luego
recopilada en C. Cases, Il testimone secondario, Turn, 1985, pp. 132-167. Lo contradictorio de las posiciones de De Martino haban sido subrayadas enrgicamente por R. Solmi, Ernesto De Martino e il problema delle categorie (1952), ahora en R. Solmi, Autobiografia documentaria. Scritti 1950-2004, Macerata, 2007, pp. 51-61.
* Personas picadas por tarntulas y curadas con rituales de msica y danzas. [N. del T.]
13
Streghe e sciamani (1993), ahora incluido en Il filo e le tracce. Vero falso finto, Miln, 2007, pp. 281-293.
9
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15
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Carlo Ginzburg
radicadas en la mente humana, los segundos a factores impredecibles relacionados con el entorno, entre
otros. Esta posicin, que Paul Ricoeur defini (con el
consenso de Lvi-Strauss) kantismo carente de sujeto
trascendental, establece las coordenadas de la relacin
entre historia y antropologa. Hace muchos aos LviStrauss reinterpret la famosa frase de Marx los
hombres hacen la historia, pero la hacen sin saberlo,
sosteniendo que la primera parte (los hombres hacen
la historia) justifica la historiografa, y la segunda la
etnologa (o antropologa). Lvi-Strauss admita que
las dos perspectivas pudieran converger, citando como
ejemplo de historia antropolgica el libro de Lucien
Febvre sobre la incredulidad en el siglo xvi.16 Pero se
trataba de una excepcin: de hecho, la historiografa
era relegada al mbito de lo contingente. En la antropologa, en cambio, el elemento contingente acababa por tener un lugar marginal, principalmente por
la carencia de documentos (un punto en el que LviStrauss ha evitado, me parece, detenerse). Todo se
reduce, segn l, a dos determinismos: el ambiental
(contingente) y el formal (necesario), ligados a las estructuras de la mente humana. Estas ltimas interactan con lo contingente, mas se trata de algo contingente fuertemente circunscrito.17 El exceso de
racionalismo de Lvi-Strauss se origina aqu.
Definir esta perspectiva como antihistrica me parece ilegtimo, pero sin duda ha sido entendida como
un desafo hacia la historiografa. No han faltado historiadores ilustres que hayan reaccionado positivamente a los apremios de Lvi-Strauss: pienso ms que
nada en antigistas como Vernant, Vidal-Naquet y el
primer Detienne.18 Pero las relaciones entre historiadores y antroplogos, particularmente asiduas en los
aos setenta (despus un poco menos), se desarrollaron por lo general bajo un signo diferente, si no es que
opuesto: buscando un terreno de convergencia entre
las dos disciplinas. Esta convergencia no me ha interesado tanto. Pero, para explicar por qu, tengo que
volver a hablar de mi trabajo.
Me ha tocado comparar el periodo de investigacin
en archivo desarrollado por muchos historiadores (en
los que me incluyo) con el trabajo de campo de los
antroplogos. Se trata de experiencias a menudo concentradas en el tiempo (en mi caso, cerca de 15 aos)
que pueden alimentar de manera impredecible la reflexin posterior. El trabajo de campo que haba llevado a cabo sobre los juicios por brujera conservados
predominantemente en el Archivo de la Curia Arzobispal de Udine, lo inclu en I benandanti, publicado
en 1966 (sali una traduccin de esta obra en Mxico
casi 40 aos despus, un retraso que me alegra, porque tal vez significa que el libro an est vivo).19 En
este texto, mostr cmo, a travs de una serie de juicios celebrados entre los siglos xvi y xvii, los benandanti hombres y mujeres que cuatro veces al ao soaban
con combatir en espritu contra brujas y brujos por
la fertilidad del campo se hubiesen transformado
poco a poco, bajo las presiones de los inquisidores,
en brujos que participaban en el aquelarre diablico.
En una nota declar que deba mucho a los libros de
De Martino, sobre todo a Il mondo magico.20 El nombre de Lvi-Strauss nunca haba sido mencionado. Pero
recuerdo que, mientras escriba el libro, empec a
entretenerme con la idea de presentar dos versiones
del mismo: una breve, concisa, en la que la transformacin de los benandanti sera presentada a manera
de diagrama; y la otra extendida, en forma narrativa.
Al final dej caer la primera alternativa, inspirada por
supuesto en Lvi-Strauss, y opt por la segunda. Claro que no se trataba slo de una alternativa entre
tcnicas expositivas diferentes. La presentacin diagramtica suprime la dimensin temporal, el devenir que,
en cambio, est en el centro de la narracin histrica.
La existencia de una homologa formal entre benandanti-combatientes por la fertilidad y benandantibrujos me pareca innegable, pero qu se perda (y
eventualmente qu se ganaba) describiendo un sistema de creencias en estos trminos?
Hacerse una pregunta de este tipo significaba dejar caer la contraposicin ideolgica en nombre de
una actitud experimental. Estoy convencido de que,
para ir en busca de la verdad, hay que inspirarse en
el proceso de canonizacin adoptado por la Iglesia
catlica a principios del siglo xvii, introyectando la
figura del abogado del diablo: alguien que critique
C. Lvi-Strauss, Historie et ethnologie (1949), en C. Lvi-Strauss, Anthropologie structurale, Pars, 1958, pp. 3-33, en
particular p. 31. El ensayo fue ledo por el viejo Croce, quien aprob el modo intrnseco y objetivo en el que destacaba
el contraste entre historia y prehistoria: Considerazioni sulla prehistoria, en Quaderni della Critica, VI (1950), pp. 22-28,
en particular p. 22, nota 1.
17
C. Lvi-Strauss, Structuralism and ecology, en Social Science Information, XII (1973), pp. 7-23.
18
J.-P. Vernant, Religion grecque religions antiques, Pars, 1976; P. Vidal-Naquet, Les jeunes. Le cru, lenfant grec et le cuit,
en Faire de lhistoire, bajo la direccin de J. Le Goff y P. Nora, III, Pars, 1974, pp. 137-168; M. Detienne, Les jardins
dAdonis. La mythologie des aromates en Grce, pref. de J.-P. Vernant, Pars, 1972.
19
I benandanti. Ricerche sulla stregoneria e i culti agrari tra Cinquecento e Seicento, Turn, 1966 (Los benandanti. Brujera y
cultos agrarios entre los siglos xvi y xvii, Guadalajara, Editorial Universitaria, 2005).
20
I benandanti. Ricerche sulla stregoneria e i culti agrari tra Cinquecento e Seicento, Turn, 1966, p. 24 nota.
16
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C. Ginzburg, entrevista con L. Vidal y Ch. Illouz, Lhistorien et lavocat du diable, Genses, 63, dcembre 2003, pp. 113138; (serie), 64, enero 2004, pp. 33-37.
22
I benandanti, pp. XV-XVI.
23
Storia notturna. Una decifrazione del sabba, Turn, 1989 (Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre, Madrid, 1991;
nueva edicin: Historia nocturna: las races antropolgicas del relato, Barcelona, 2003).
24
Somiglianze di famiglia e alberi genealogici. Due metafore cognitive, en Ai limiti dellimmagine, bajo la direccin de Cl.-C.
Hrle, Macerata, 2005, pp. 227-250 (Semejanzas de familia y rboles de familia: dos metforas cognoscitivas, en Contrahistoria, 7 de septiembre de 2006, pp. 17-36).
25
High and Low. The Theme of Forbidden Knowledge in the Sixtenth and Seventeenth Centuries, Past and Present, 73, noviembre de 1976, pp. 28-42, luego recopilado en Miti emblemi spie. Morfologia e storia, Turn, 1986 (Mitos, emblemas e indicios. Morfologa e historia, Barcelona, 1989).
21
136
Carlo Ginzburg
III
En los juicios friulanos contra los benandanti haba
notado una profunda diferencia cultural. Los inquisidores encontraban los discursos de los acusados
absurdos o incomprensibles, comenzando por la palabra con la que ellos obstinadamente se autodefinan:
benandanti. Varias veces los inquisidores preguntaron
su significado, sin obtener respuestas que los satisficieran. Y, en cierto sentido, la puesta en juego era
precisamente sta.
La ausencia de comunicacin entre jueces y acusados me pareci de pronto preciosa, porque indicaba
que los primeros no haban logrado imponer sus preconceptos (sus interpretaciones) sobre los segundos.
Con toda evidencia, las confesiones de los benandanti emergan de un nivel cultural no contaminado por
las expectativas de los inquisidores: de aqu su carcter excepcional. Por lo general, en los juicios por
brujera las cosas iban de otra forma. Los jueces (eclesisticos o laicos) interpretaban las confesiones de
los acusados y las traducan a la luz de sus presupuestos. Pero a lo largo de la investigacin sobre el
aquelarre, en la que trataba de insertar la documentacin friulana en un marco temporal y espacial infinitamente ms amplia, me di cuenta de que en algunos casos las interpretaciones de los inquisidores
haban terminado por modelar las mas (as como las
de las confesiones de los imputados). Mi identificacin
emocional con los perseguidos se acompaaba, pues,
de una contigidad intelectual con los perseguidores.
Este descubrimiento me incomod tanto en el plano
moral como en el cognitivo; liberarme de las categoras
mentales de los inquisidores era tal vez menos fcil
de lo que haba credo. Pero este malestar termin por
abrir un nuevo frente de investigacin. El ensayo
Linquisitore come antropologo, publicado en la vs-
pera de la aparicin de Storia notturna (y luego traducido por la revista mexicana Historias), parta de esa
contigidad embarazosa para reflexionar sobre la
relacin entre categoras de los jueces y categoras de
los acusados.27 Es una relacin que vemos manifestarse, a menudo dramticamente, en la misma aula
del tribunal, o bien, a travs de la comparacin con
documentos diversos en tiempos y lugares lejos entre
s. En uno y otro caso nos encontramos ante un problema de traduccin: a veces en sentido amplio, en
ocasiones en sentido literal. Los jueces, eclesisticos o
laicos, traducan en su propio lenguaje las confesiones
de los acusados. Pero, qu hacen diferente el historiador y el antroplogo cuando tratan de interpretar
(interpres es en latn el traductor) un texto escrito,
una imagen, un video?
A estas alturas se entender por qu los juicios por
brujera, en los que haba trabajado al principio de
mi vida de estudioso, me obligaron en un momento
dado a reflexionar (una reflexin que se ha prolongado, en diversas formas, 20 aos) sobre mi profesin
y sus implicaciones. De manera retrospectiva me parece posible identificar la conexin entre las dos fases
en una bsqueda que se desarroll al margen del
trabajo sobre el aquelarre, a finales de los aos ochenta, en el ltimo periodo de mi enseanza en Bolonia.28
Propuse a mis estudiantes analizar un fenmeno curioso: los saqueos y la violencia que se manifestaban
sobre todo en Roma, en el periodo comprendido entre
la muerte de un papa y la eleccin del siguiente. En
particular, se tomaban por asalto los palacios del cardenal que haba sido elegido papa; pero la violencia
se extenda tambin a otros blancos, como los talleres
de los prestamistas judos. Estos acontecimientos,
registrados en crnicas y actas sinodales en un rango
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29
30
K.L. Pike, Language in Relation to a Unified Theory of Structure of Human Behavior, 2a. ed. rev., La Haya-Pars, 1967.
Vase, por ejemplo, M. Bloch, Libert et servitude personnelles au Moyen Age, particulirement en France: contribution
une tude des classes (1933), en M. Bloch, Mlanges historiques, bajo la direccin de Ch.-E. Perrin, I, Pars, 1963, pp.
286-355.
138
Carlo Ginzburg
tiene en la superficie, la fonologa nos da una descripcin cercana a la naturaleza de las cosas que es emic.32
El antroplogo, quien en su exilio en Nueva York haba obtenido de Roman Jakobson la revelacin decisiva de la fonologa y del estructuralismo, no poda
expresarse de otra forma. Lvi-Strauss despachaba
la dicotoma de emic y etic como manifestacin de un
dualismo pasado de moda:
ideal y real, abstracto y concreto, emic y etic ya no
pueden estar contrapuestos. [Y segua:] Lo que nos
aparece como un dato, no es ni uno ni otro, sino algo
que est entre uno y otro (betwixt and between), es decir un texto, ya codificado por los rganos sensoriales y
por el cerebro, que como cualquier texto debe ser antes
decodificado para ser traducido en el lenguaje de otros
textos.33
Emics and Etics. The Insider/Outsider Debate, ed. por Th.N. Headland, K.L. Pike y M. Harris, Newbury Park, Ca., 1990.
C. Lvi-Strauss, Structuralism and Ecology, en Social Science Information, 12 (1973), pp. 7-23, en particular p. 21: the
nature of things is emic, not etic and [] the emic approach is the one which brings closer to it.
33
C. Lvi-Strauss, Structuralism and Ecology, p. 22.
31
32
139