Anaconda
Anaconda
Anaconda
alerta....
misma
pisadas
enemigo.
sombra.
detuvo,
se
arroll
prolijamente
sobre
-el
golpe
seguro,
pleno,
enormemente
Captulo II
venenosas.
Al
da
siguiente,
la
primera
preocupacin
abunda milagrosamente.
de
dibujo.
Estaba
Atroz,
de
nombre
sus ciento
setenta centmetro
s de
menos
Terrfica,
sostienen
una
vieja
ninguna especie
poco
imprescindible necesidad.
-Por
despreciables.
hizo
un
largo
silencio.
Evidentemente,
la
lo
que
pasa.
Pero
quisiera
solamente
es
por
su
resistencia
al
veneno
-objet
qu
-Tienen
ojos
las
culebras?
de
-exclam
pescado-agreg
la
Atroz-.
Son
presuntuosa
Coatiarita.
-Me dan asco! -protest desdeosamente Lanceolada.
-Tal vez sea otra cosa la que te dan.... -murmur
Cruzada mirndola de reojo.
-A m? -silb Lanceolada, irguindose-. Te advierto
que haces mala figura aqu, defendiendo a esos
gusanos corredores!
-Si te oyen las Cazadoras... -murmur irnicamente
Cruzada.
antro-,
creo
que
yo
sola
me
encargara
de
desengaarlas.
se agit.
nosotras.
-Para
esto!
-replic
Cruzada
ya
en
calma-.
Es
Captulo III
rbol.
La
acanin
oy
su
nombre;
pero
se
silbido.
-Quin me llama? -respondi la culebra.
abstuvo
seguridad
como
si
marchara
sobre
un
plano
culebra.
sabe?
Para
desgracia
tuya,
te
Captulo IV
Un cuarto de hora despus la Cazadora llegaba a su
destino.
Velaban todava en la Casa. Por las puertas, abiertas
de par en par, salan chorros de luz, y ya desde lejos la
acanin pudo ver cuatro hombres sentados alrededor
de la mesa.
Para llegar con impunidad slo faltaba evitar el
problemtico tropiezo con un perro. Los habra?
Mucho lo tema acanin. Por esto deslizse adelante
con gran cautela, sobre todo cuando lleg ante el
tendida
sobre
el
tirante.
Pero
por
ms
acab!
-se
dijo
acanin,
conteniendo
la
respiracin.
Otro hombre mir tambin arriba.
-Qu hay? -pregunt.
-Nada -repuso el primero Me pareci ver algo negro por
all.
-Una rata.
-Se equivoc el Hombre -murmur para s la culebra.
corredor.
-Alguna acanin.
aprestndose a la lucha.
Captulo V
gnero.
grande importancia.
dems.
Habase
logrado
organizar
el
laboratorio
el
-dio
una
sacudida
la
culebra,
jugando
ratas.
-Ratas?...
las vboras.
-Hum...,
-silb
la
otra.
como
continuaba
hum...
-murmur
acanin,
dentro de mi cama...
Y cogiendo un palo prximo, lo lanz contra la
acanin a todo vuelo. El palo pas silbando junto a la
cabeza de la intrusa y golpe con terrible estruendo la
pared.
Hay ataque y ataque. Fuera de la selva y entre cuatro
hombres, la acanin no se hallaba a gusto. Se retir a
escape, concentrando toda su energa en la cualidad
que, conjuntamente con el valor, forman sus dos
facultades primas: la velocidad para correr.
-Cazarnos!
buen trecho por ste -lo que abri nueva luz respecto a
fin!
Urut
Dorado,
Cruzada
Captulo VI
-Por
-saltaron
-exclamaron
todas,
rodeando
la
La
asamblea
qued
estupefacta.
acanin
haba
suero
antivenenoso!
Es
decir,
la
curacin
los Hombres?
repuso acanin.
esto.
Qu
le
importaba
ella
sus
hermanas
las
falta de ideas.
Captulo VII
tanto peor...
improvisado.
de
lentamente.
pero
vergonzosa
impotencia.
El
hombre
la
llev
as
alambre.
Quin
monstruosamente,
-Quin
eres?
-murmur
era?
como
Era
absolutamente
jams
Cruzada-.
haba
Eres
visto
de
las
orejas.
-T me pareces inteligente...
-Tanto como t..., por lo menos! -replic Cruzada.
El cuello de la asitica se expandi bruscamente de
ofifaga.
-Dos metros cincuenta?... -pregunt.
-Sesenta... dos sesenta, pequea Cruzada - repuso la
otra, que haba seguido su mirada.
esto. Solamente...
-S.
-Qu?
-Sola?
si
torturada
fuera
una
rata,
maltratada,
a la yarar.
Captulo VIII
...Se hallaba quebrantada, exhausta de fuerzas. Senta
la boca llena de tierra y sangre. Dnde estaba?
El velo denso de sus ojos comenzaba a desvanecerse,
y Cruzada alcanz a distinguir el contorno. Vio
-reconoci- el muro de cinc, y sbitamente record
todo: el perro negro, el lazo, la Inmensa serpiente
asitica y el plan de batalla de sta en que ella misma,
ms
remedio...
Pero
para
su inquietud creca.
-Y no estoy sino a treinta metros! -murmuraba-. Dos
minutos, un solo minuto de vida, y lleg a tiempo!
Y tras nuevo esfuerzo consigui deslizarse, arrastrarse
desesperada hacia el laboratorio.
que el empleado, con la dos manos, sostena, colgando
-No
segunda
-No
tendr
tendi
arrastrndose
tiempo!
-se
en
supremo
un
dijo
desesperada.
esfuerzo,
de
sangre
pegajosa.
La
inyeccin
de
una
Captulo IX
fue
desconfianza.
acogida
con
generales
miradas
de
las
irritacin.
cazadoras,
ausencia
est
que
requiere
una
Fuera!
-gritaron
varias
con
intenso
desasosiego.
hacerse or.
ejercer
acto
alguno
de
violencia.
Entra,
Anaconda!
Anaconda!
Y la cabeza viva y simptica de Anaconda avanz,
arrastrando tras de s dos metros cincuenta de cuerpo
oscuro y elstico. Pas ante todas, cruzando una
mirada de inteligencia con la acanin, y fue a
arrollarse, con leves silbidos de satisfaccin, junto a
de
veneno
que
me
incomodan
de
asamblea, ya distrada.
cabeza a la culebra.
Todas
las
vboras,
-Y adems...
vuelvo
se
de desdn.
-Y cola larga.
pero
curiosidad,
importa!;
de
-No
muertas
pedirte
disculpa.
Pero
de
pronto
quedaron
mudas,
porque
la
debemos
Cruzada?
dirigir
todo
nuestro
ataque
contra
los
caballos.
despreciable.
de su mutua inteligencia.
Era
evidente
que
desde
el
primer
momento
la
la
vieja
venenosas
y
no
tenaz
rivalidad
venenosas
entre
llevaba
serpientes
miras
de
-No
podramos
adelantarnos
tanto!...
Me
inclino
esta
seorita
conversadora
-dijo,
devolviendo
-He aqu una cosa bien dicha! -dijo una voz que no
haba sonado an.
Hamadras se volvi vivamente, porque en el tono
tranquilo de la voz haba credo notar una vagusima
irona, y vio dos grandes ojos brillantes que la miraban
apaciblemente.
-A m me hablas? -pregunt con desdn.
inteligente
incapaz,
por
lo
tanto,
de
luchar
es inviolable!
-T eres Anaconda!
rabia.
Lanceolada.
cosas.
acanin
capuchn lentamente.
enemigo
Cruzada,
que
haba
que
en
haban
un
estado
perro
ya
en
inmunizado
-Nada...!
debemos hacer!
arrepentiremos!
caballos?
-grit
la
acanin-,
sino
nos
que
-Ya
lo
creo!
-la
cort
alegremente
Anaconda,
plido de sorpresa.
-No s...
-Vayamos...
Y se lanzaron afuera.
no tiene nada?
aclarar
-dijo
el
nuevo
director,
aquella
matemticamente
doble
mordedura,
combinada...
Hoy...
Por
como
suerte
Captulo XI
peligro
cosa.
Instituto Seroterpico.
la mueca.
sumaban
mayor resistencia.
la
inteligencia
reunida
de
las
-He
-Si
nos
quedamos
un
momento
ms
-exclam
atrs!
-gritaron
todas.
atropellndose,
aqu
el
xito
de
nuestra
campaa
-dijo
es
que
para
un
caballo
que
se
est
velocidad.
aniquilados.
Pero
las
restantes,
sin
huyendo-. A la caverna!
-Ya ves -le dijo con una sonrisa- a lo que nos ha trado
la asitica.
particulares.
esfuerzo,
este
postrer
relmpago
de
cobra,
babeando,
cuerpo de la Hamadras.
fondo negro del monte, vieron surgir ante ellas las dos
altas
al
abalanzaba adelante.
semiasfixiada,
capuchn,
treparon,
se
desprendi
alcanzaron
la
garganta,
siluetas
del
nuevo
director
de
Fragoso,
tierra, muerta.
aprovech
el
instante
para
hundir
los
venenosa.
al suyo.
sntomas
de
envenenamiento,
poderosamente inmunizado.
pesar
de
estar