Aclamad Al Senor Salmo 100 99 Comentario

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ACLAMAD AL SEOR

Salmo 100 (99)


El salmo 99 nos invita al gozo y a la alegra. Cristo, victorioso vencedor de la muerte, es nuestro pastor, y
nosotros, sus ovejas, caminamos, tras l y como l, hacia la resurreccin. Aclamemos, pues, al Seor con
alegra, y que esta hora, en la que Cristo entr en su gloria, aumente nuestra esperanza de que tambin
nosotros, ovejas de su rebao, entraremos un da por sus puertas con accin de gracias, bendiciendo su
nombre.
El salmo 99 es un canto procesional de accin de gracias a Dios que ha elegido a Israel y lo gua con
cuidado amoroso como a ovejas de su rebao.
Pero Israel -la Iglesia- es un pueblo sacerdotal, es Lumen gentium, luz de los gentiles; por ello no puede
contentarse con cantar ella sola a Dios. Toda la tierra, todos los hombres, deben sumarse a esta alabanza:
Aclama al Seor, tierra entera. Nosotros caminamos tambin procesionalmente siguiendo a Cristo, que ha
pasado ya de este mundo al Padre, y nos dirigimos hacia el verdadero atrio de Dios, el reino donde Cristo
victorioso est sentado a la derecha del Padre. Que la alegra y el canto sea pues el distintivo de los que
creemos en el reinado que, ya en este mundo, es objeto de nuestra esperanza y de nuestros anhelos.
(Pedro Farns)

CATEQUESIS DE JUAN PABLO II


1. La tradicin de Israel ha atribuido al himno de alabanza que se acaba de proclamar, salmo 99,
el ttulo de Salmo para la todh, es decir, para la accin de gracias en el canto litrgico, por
lo cual se adapta bien para entonarlo en las Laudes de la maana. En los pocos versculos de
este himno gozoso pueden identificarse tres elementos tan significativos, que su uso por
parte de la comunidad orante cristiana resulta espiritualmente provechoso.
2. Est, ante todo, la exhortacin apremiante a la oracin, descrita claramente en dimensin
litrgica. Basta enumerar los verbos en imperativo que marcan el ritmo del salmo y a los que
se unen indicaciones de orden cultual: Aclamad..., servid al Seor con alegra, entrad en su
presencia con vtores. Sabed que el Seor es Dios... Entrad por sus puertas con accin de
gracias, por sus atrios con himnos, dndole gracias y bendiciendo su nombre (vv. 2-4). Se trata
de una serie de invitaciones no slo a entrar en el rea sagrada del templo a travs de puertas y
atrios (cf. Sal 14,1; 23,3.7-10), sino tambin a aclamar a Dios con alegra.
Es una especie de hilo constante de alabanza que no se rompe jams, expresndose en una
profesin continua de fe y amor. Es una alabanza que desde la tierra sube a Dios, pero que, al
mismo tiempo, sostiene el nimo del creyente.
3. Quisiera reservar una segunda y breve nota al comienzo mismo del canto, donde el salmista
exhorta a toda la tierra a aclamar al Seor (cf. v. 1). Ciertamente, el salmo fijar luego su
atencin en el pueblo elegido, pero el horizonte implicado en la alabanza es universal, como
sucede a menudo en el Salterio, en particular en los as llamados himnos al Seor, rey (cf. Sal
95-98). El mundo y la historia no estn a merced del destino, del caos o de una necesidad
ciega. Por el contrario, estn gobernados por un Dios misterioso, s, pero a la vez deseoso de que
la humanidad viva establemente segn relaciones justas y autnticas: l afianz el orbe, y no se
mover; l gobierna a los pueblos rectamente. (...) Regir el orbe con justicia y los pueblos con
fidelidad (Sal 95,10.13).
4. Por tanto, todos estamos en las manos de Dios, Seor y Rey, y todos lo celebramos, con
la confianza de que no nos dejar caer de sus manos de Creador y Padre. Con esta luz se
puede apreciar mejor el tercer elemento significativo del salmo. En efecto, en el centro de la
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alabanza que el salmista pone en nuestros labios hay una especie de profesin de fe,
expresada a travs de una serie de atributos que definen la realidad ntima de Dios. Este credo
esencial contiene las siguientes afirmaciones: el Seor es Dios, el Seor es nuestro creador,
nosotros somos su pueblo, el Seor es bueno, su misericordia es eterna y su fidelidad no
tiene fin (cf. vv. 3-5).
5. Tenemos, ante todo, una renovada confesin de fe en el nico Dios, como exige el primer
mandamiento del Declogo: Yo soy el Seor, tu Dios. (...) No habr para ti otros dioses delante
de m (Ex 20,2.3). Y como se repite a menudo en la Biblia: Reconoce, pues, hoy y medita en tu
corazn que el Seor es el nico Dios all arriba en el cielo, y aqu abajo en la tierra; no hay
otro (Dt 4,39). Se proclama despus la fe en el Dios creador, fuente del ser y de la vida.
Sigue la afirmacin, expresada a travs de la as llamada frmula del pacto, de la certeza que
Israel tiene de la eleccin divina: Somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebao (v. 3). Es
una certeza que los fieles del nuevo pueblo de Dios hacen suya, con la conciencia de constituir el
rebao que el Pastor supremo de las almas conduce a las praderas eternas del cielo (cf. 1 Pe
2,25).
6. Despus de la proclamacin de Dios uno, creador y fuente de la alianza, el retrato del Seor
cantado por nuestro salmo prosigue con la meditacin de tres cualidades divinas exaltadas
con frecuencia en el Salterio: la bondad, el amor misericordioso (hsed) y la fidelidad. Son
las tres virtudes que caracterizan la alianza de Dios con su pueblo; expresan un vnculo que
no se romper jams, dentro del flujo de las generaciones y a pesar del ro fangoso de los
pecados, las rebeliones y las infidelidades humanas. Con serena confianza en el amor divino,
que no faltar jams, el pueblo de Dios se encamina a lo largo de la historia con sus tentaciones y
debilidades diarias.
Y esta confianza se transforma en canto, al que a veces las palabras ya no bastan, como observa
san Agustn: Cuanto ms aumente la caridad, tanto ms te dars cuenta de que decas y no
decas. En efecto, antes de saborear ciertas cosas creas poder utilizar palabras para mostrar a
Dios; al contrario, cuando has comenzado a sentir su gusto, te has dado cuenta de que no eres
capaz de explicar adecuadamente lo que pruebas. Pero si te das cuenta de que no sabes
expresar con palabras lo que experimentas, acaso debers por eso callarte y no alabar? (...) No,
en absoluto. No sers tan ingrato. A l se deben el honor, el respeto y la mayor alabanza. (...)
Escucha el salmo: "Aclama al Seor, tierra entera". Comprenders el jbilo de toda la tierra, si t
mismo aclamas al Seor (Exposiciones sobre los Salmos III, 1, Roma 1993, p. 459).
- Fuente: Juan Pablo II, Catequesis sobre los Salmos, Audiencia General del 07-XI-2001

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Nota a los salmistas: El objetivo de estos documentos es ayudar al salmista a profundizar en el
canto. Os rogamos no usarlo para dar una larga catequesis sobre el canto a la asamblea.
Estos escritos podran no obstante darnos alguna idea clave para transmitirla a la asamblea,
segn el contexto de la celebracin litrgica, con la intencin que sta sea un verdadero
encuentro con Cristo resucitado.

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