Narrativas de La Posmodernidad Del Cuento Al Microrrelato PDF
Narrativas de La Posmodernidad Del Cuento Al Microrrelato PDF
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NARRATIVAS DE LA POSMODERNIDAD
DEL CUENTO AL MICRORRELATO
ndice
PALABRAS INTRODUCTORIAS
Presentacin del Congreso, por Salvador Montesa..............
Microrrelatos al punto, por Antonio A. Gmez Yebra...........
PONENCIAS
Formas mixtas del microrrelato, por Irene Andres-Surez...
El microcuento y la esttica posmoderna, por Antonio Garrido
El microrrelato en la vanguardia histrica, por Domingo
Rdenas de Moya..................................................................
Origen del microrrelato en Espaa. Juan Ramn y su potica
de lo breve, por Teresa Gmez Trueba..................................
El microrrelato en el ltimo cuarto de siglo en Espaa.
Libros fundamentales y caractersticas temticas y tcnicas,
por Nuria Carrillo Martn.....................................................
La imaginacin es un lugar en el que no llueve. Primera
aproximacin a los microrrelatos de Rafael Prez Estrada,
por Fernando Valls................................................................
Microrrelato o minirretrato en el ltimo Cela?, por Antonio
A. Gmez Yebra.....................................................................
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SESIN DE AUTORES
Materia oscura y literatura cuntica, por Juan Pedro Aparicio
Algunas notas sobre mi narrativa, por Julia Otxoa...............
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COMUNICACIONES
Difusin y recepcin del microrrelato, por Juan Jacinto
Muoz Rengel........................................................................
Nuevos espacios narrativos en los microrrelatos de Juan
Pedro Aparicio, por Pilar Celma Valero...............................
La sugerencia universalizadora del microrrelato. En el mar
de Luis Mateo Dez, por Mercedes Rodrguez Pequeo.......
El espacio narrativo en El amigo de las mujeres de Gustavo
Martn Garzo, por Carmen Morn Rodrguez......................
Epifanas de lo original en la glorieta: cuatro acercamientos a
la minificcin de Jos Mara Merino, por Ricard Ingls Yuba
Un len en la cocina. Los relatos de Julia Otxoa, por Ana
Sofa Prez-Bustamante Mourier..........................................
El microrrelato en los aos cincuenta. Una autora espaola:
Ana Mara Matute, por Daro Hernndez.............................
Teora de la narracin breve de Andrs Neuman (estudio
narratolgico), por Francisco lamo Felices.......................
La estructura como microrrelato en Microepopeya de
lvaro Tato, por Javier Alonso Prieto..................................
Locuras de cada da. Los microrrelatos de Jos Herrera
Petere en la revista Romance, por Mario Martn Gijn........
En las fronteras genricas. Dinero de Pablo Garca Casado,
por Manuel Arana Rodrguez................................................
Las identidades narradora y receptora del microrrelato en
la obra de Santiago Eximeno, por Fernando ngel Moreno
Enunciacin oral y yuxtaposicin sintctica en Crmenes
ejemplares de Max Aub, por Jos Jimnez Ruiz...................
El mundo minero en los microrrelatos del siglo XXI, por
Jos Luis Campal Fernndez................................................
A mitad de camino entre la cancin y el cuento. Pongamos
que hablo de Sabina, por Simone Cattaneo..........................
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palabras introductorias
Universidad de Mlaga
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MICRORRELATOS AL PUNTO
Antonio A. Gmez Yebra
Universidad de Mlaga
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O esta otra:
A veces nos preguntamos cmo algn hombre malsimo puede
proceder de la Santa familia que ocup el Arca, pero para comprenderlo pensamos que alguien se meti de polizn.
. Ramn Gmez de la Serna, Gregueras, Csar Nicols (ed.), Barcelona, ptima, 1997 (reed. de la de 1979 de Espasa), pg. 96.
. Ramn Gmez de la Serna, Gregueras completas, Jos Jans (ed.), Madrid,
1974, pg. 51.
. Ibid., pg. 55.
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Todas las personas inteligentes mueren sonriendo. Al borde mismo del estanque podrido de la muerte, esos seres comprenden la vacuidad de la vida, lo intrascendente y lo necio de nuestros afanes, y
al marcharse, al dejarnos debatindonos en el crculo de esas pobres
quimeras, sonren con una sonrisa de lstima y de piedad.
Entre los miembros del grupo generacional del 27, que asumi
los postulados estticos de Juan Ramn tanto como las innovaciones
metafricas de Ramn, no pocos cuentos de Max Aub pertenecen al
subgnero microrrelato, al cual han de adscribirse asimismo algunos
poemas y algunas prosas breves de Vicente Aleixandre, y, desde
luego, muchos aforismos de Jos Bergamn, tan emparentados con
los juanramonianos y las gregueras. Varios de los incluidos en El
cohete y la estrella tienen todas las caractersticas del subgnero que
abordamos:
No estaba muerta
Cuando la sacaron, inmvil, del agua, el baador cea la forma
pura de su cuerpo, modelando el desnudo de blanqusima transparencia. Vindola yerta de ese modo, exclamaste, alegremente sorprendida: Qu belleza! Pero al enterarnos de que era solo un desmayo la muerte que habamos supuesto, ibas diciendo entristecida,
sin darte cuenta, mientras nos alejbamos: No estaba muerta no
estaba muerta .
. Enrique Jardiel Poncela, Mximas mnimas y otros aforismos, Fernando Valls y David Rosas (eds.), Barcelona, Edhasa, 2000, pg. 163.
. Ibid. pg. 216.
. Jos Bergamn, El cohete y la estrella. La cabeza a pjaros, Jos Esteban
(ed.), Madrid, Ctedra, 1984, pg. 73.
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ponencias
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Antes de exponer lo que entendemos por formas mixtas del microrrelato, conviene precisar que, cuando hablamos de microrrelato, nos
referimos a un microtexto narrativo en prosa de condicin ficcional,
es decir, al eslabn ms breve en la cadena de la narratividad, y que
esta categora narrativa no es el producto de un cruce de gneros,
sino una forma literaria de singular pureza, segn declar en su
da David Lagmanovich.
Tampoco est de ms aclarar que, cuando hablamos de formas
literarias hbridas, mestizas, no aludimos en modo alguno a la intertextualidad formal, es decir, a la refundicin en el microrrelato de
formas narrativas hiperbreves de la tradicin (como la parbola, la
fbula, la leyenda, el bestiario, etc.) o de determinados modelos o
subgneros literarios (entre otros, el policaco, el epistolar o el diario), con el propsito de parodiar los gneros cannicos, subvertirlos
. Aunque la nocin de brevedad vara de unas culturas a otras; en el mbito
hispnico, hay consenso en afirmar que idealmente no debera rebasar la extensin
de una pgina y, en Hispanoamrica, segn Ana Mara Shua, no suelen exceder la
media.
. La ficcionalidad remite a la condicin imaginaria del universo representado
en el texto literario.
. David Lagmanovich, La otra mirada. Antologa del microrrelato hispnico,
Palencia. Menoscuarto, 2005, pg. 31.
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No cabe duda de que Federico Garca Lorca (1898-1936) manifest muy pronto el inters por el teatro brevsimo as como por las
novedades tcnicas de los movimientos vanguardistas. Gracias a su
correspondencia, sabemos que haba emprendido un libro de Dilogos extraos, como l los denomina, y que en julio de ese mismo
ao ya haba escrito varios. Solo dos de ellos vieron la luz en vida
del escritor, como se ver ms adelante, pero fueron escritos entre
1925 y 1926 y renen ya las caractersticas del miniteatro, tal como lo
concebimos en la actualidad. Curiosamente, estas piezas hiperbreves,
debido a su carcter mestizo, hbrido y fuertemente experimental,
apenas han retenido la atencin de la crtica, lo que no deja de ser
sorprendente, ya que otorgan a Lorca un papel de precursor en la
nueva esttica teatral llamada a imponerse dcadas ms tarde.
Y otro hito fundamental en el proceso evolutivo del teatro muy
breve en Espaa lo constituye Max Aub (1903-1972), un caso excepcional por la abundancia de su teatro en un acto y por su concepcin
fuertemente narrativa del gnero dramtico. No en vano, los textos
hiperbreves de Crmenes ejemplares (publicados muchos de ellos por
entregas entre 1948 y 1950 y recogidos despus en forma de libro en
195718), clasificados por la crtica dentro de los parmetros del microrrelato, son, en realidad, narraciones escenificadas especialmente
novedosas, en las que se omite una buena parte de lo ocurrido, por
ejemplo, la etapa previa al asesinato o el acto violento de los protagonistas, lo que obliga al lector a un sobreesfuerzo de interpretacin, y
constituyen una confesin o declaracin ante un juez de Instruccin,
mencionado explcitamente (S, SEOR JUEZ: no intento justificarme, sino explicar, darle noticia) o indirectamente, aunque tal
vez el receptor sea un abogado o la Corte Penal.
Por lo general, el protagonista-narrador reconoce haber cometido
un crimen y lo relata l mismo en primera persona gramatical y en estilo directo, pero solicita la clemencia ante las autoridades aduciendo
circunstancias atenuantes nunca eximentes, una responsabilidad
restringida (me dola tanto la cabeza), invoca el concepto jurdico
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que pasen cinco aos); los dems son un viejo, el mismo Enrique al
final de su vida, que maldice a los caballos y teme al cicln imgenes que parecen expresar su temor de no estar a la altura de las
expectativas erticas de su esposa, y los hijos de ambos perfilados
como siluetas arquetpicas ms que como figuras dramticas. Tampoco se precisan ni el tiempo ni el lugar donde transcurre la accin;
el cuadro correspondiente a la despedida de Enrique se desarrolla en
el exterior, fuera del territorio de la casa mundo masculino, y las
voces de los nios irrumpen en la escena desde el interior mundo
femenino, despidiendo a su padre y hacindole encargos contradictorios (animales: una ardilla smbolo ertico, un lagarto, un
topo, y una coleccin de minerales, todos ellos de signo negativo).
La mujer encarna aqu el arquetipo de la madre dominadora y el de
la hembra devoradora e insaciable, atormentada por voraces deseos
erticos; Enrique. Enrique Te amo. Te veo pequeo. Saltas por las
piedras. Pequeo. Ahora te podra tragar como si fueras un botn.
Una vez ms, el hombre Ulises abandona a sus hijos y a su esposa
y huye en pos de la libertad mientras ella se ve obligada a ocuparse
de la progenitura de ambos y a esperarle como Penlope.
Pero es en Dilogo mudo de los cartujos y Dilogo de los
caracoles donde el autor lleva hasta sus ltimas consecuencias
la compresin textual, la elipsis y el teatro del absurdo. Adems,
pese a que los personajes permanecen mudos, el lector percibe con
claridad el contenido de los mismos. As, Dilogo de los caracoles
parece ilustrar el mundo femenino presidido una vez ms por dos
modelos antitticos: el nuevo, simbolizado por el caracol blanco,
smbolo de juventud, belleza, luz e inocencia y el viejo, encarnado
por el caracol negro, al igual que por la rata mala y las hormigas
negras44, expresin de vejez, fealdad, oscuridad, perpetuacin de la
tradicin y gregarismo. Y Dilogo mudo de los cartujos nos presenta
44. La lluvia de hormigas sobre el mar del Poema de Savador Dal (Agustn Snchez Vidal (ed.), Obra Completa, III. Poesa, prosa, teatro y cine, Barcelona,
Destino / Fundacin Gala-Salvador Dal / Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales, 2004, pg. 180), preludia las hormigas que en Un chien andalou salen
de la mano del ciclista cado en la calle, las cuales se convierten, primero, en el vello de la axila de la mujer que lo besa y, despus, en un erizo de mar.
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seguido, se produce una transgresin de los niveles narrativos (metalepsis) y una intrusin de personajes reales en el universo diegtico,
ficcional; as, los poetas malagueos amigos del escritor: Emilio
Prados y Manolito Altolaguirre, enharinados por el miedo del mar,
la quitan [es decir, alejan a la doncella] suavemente de la baranda,
lo que implica el menoscabo de la verosimilitud, con la consiguiente
supresin de las fronteras entre realidad y ficcin.
Pero el papel del narrador es an ms significativo en El paseo
de Buster Keaton, ya que el dilogo propiamente dicho consta nicamente de 116 palabras mientras que las intervenciones del narrador
ascienden a 464. De hecho, sin las acotaciones escnicas47 y sus intervenciones, el dilogo no tendra ningn sentido, ni lgica u orden
cronolgico perceptible.
Estos comentarios personales del narrador son especialmente
poticos y metafricos y responden a una de las mximas aspiraciones
de Lorca, que es llevar la poesa a la escena. En su opinin, el teatro
que ha perdurado siempre es el de los poetas. Siempre ha estado el
teatro en manos de los poetas48.
Tengo un concepto del teatro en cierta forma personal y resistente. El teatro es la poesa que se levanta del libro y se hace humana.
[...] El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena
lleven un traje de poesa y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre49.
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sonajes.
Estamos aqu ante un narrador omnisciente que conoce y comprende
los sueos de Buster Keaton romper amarras y volver al estado primigenio del hombre. En relacin con esto, una de sus intervenciones
ms significativas es: (Oh, qu zapatos! No debemos admitir esos
zapatos. Se necesitan las pieles de tres cocodrilos para hacerlos). Dicha
frase conlleva un mensaje ideolgico y didctico: la denuncia de la civilizacin que corrompe y destruye la naturaleza (El paisaje se achica
entre las ruedas de la mquina), y la invitacin por parte del narrador
(alter ego de Lorca, que interpela directamente al espectador-narrador
y lo involucra en su concepcin del mundo: no debemos remite a un
nosotros genrico) a rechazar a esa sociedad de consumo desenfrenado que se perfila en el horizonte y que Lorca iba a experimentar de
lleno en 1929 durante su estancia en los Estados Unidos.
Al inicio de la pieza el narrador es extradiegtico (narra en tercera
persona), pero a partir de este no debemos se vuelve intradiegtico
(funciona como personaje de la digesis o historia, y su mirada y
percepcin coinciden con la del protagonista, lo confirma la frase: (El
vals, la luna y las canoas estremecen el precioso corazn de nuestro
amigo). Y, al final, parece volver al nivel extradiegtico porque ya
no se incluye en ese nosotros y se limita a describir el gramfono,
la joven de talle de avispa y cabeza de ruiseor, as como el horizonte
de Filadelfia. Una vez ms se da una transgresin de los niveles narrativos, lo que acenta el efecto surrealista del texto, y el narrador
desempea aqu la funcin testimonial e ideolgica (resistencia a la
sociedad de consumo, a la gran ciudad, a la mujer prostituta).
Como ya se dijo, el dilogo, elemento central del gnero dramtico, est prcticamente ausente en esta pieza lo que predomina es
el monlogo de Keaton, y, cuando existe, como por ejemplo en el
encuentro con la americana mujer emancipada que se le insina
sexualmente o con la joven que se desmaya al final del texto, refleja
a nuestro modo de ver el miedo a la mujer fuerte y la dificultad para
establecer con ella una relacin afectiva. En realidad, en esta obra
el verdadero dilogo es el que se establece entre el narrador y el
lector, un dilogo enigmtico y surrealista que confirma y acenta
el carcter intelectual de ese teatro de Lorca irrepresentable, segn
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Es evidente que no estamos en presencia de una didascalia funcional destinada a configurar la escenografa y transmitir indicaciones
relativas al juego escnico, sino frente a un texto de sentido metafrico que va mucho ms all de las necesidades de la representacin y
que encierra sentidos ocultos; no en balde, ciertas acotaciones llegan
a expresar metafricamente la situacin mental de los personajes. As,
el escenario del cuento XV alude al desorden que reina en la cabeza
del retrasado mental que protagoniza el texto:
Interior de una casa. Puertas torcidas y ventanas torcidas. Por
detrs de los cristales, inclinada, la torre del campanario. Es un
decorado extrao, en el que todo parece complacerse huyendo de
la vertical.
Junto a la ventana, cosiendo, MADRE vestida de negro. De sbito, entra el HIJO. Es un muchacho como de quince aos (pg. 42).
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Puede observarse que en las piezas en que se juega con los recursos
metaliterarios, como la insercin de una pieza dentro de otra (VII,
XIII) o la integracin del pblico dentro de la historia, la funcin del
narrador se intensifica y gana en complejidad.
En ocasiones, siguiendo a los dramaturgos que practican las
tcnicas de distanciamiento, Tomeo consigue que el lector se aleje
emocional e intelectualmente de lo que ve, que se forje su propio
juicio y extraiga sus propias conclusiones. As, en el texto nmero
VII, cuando el protagonista, en un rapto de furor, estrangula en
el escenario a un payaso que acaba de burlarse de l, y el pblico
prorrumpe en estruendosos lloros, el presunto difunto (el payaso) se
incorpora de un salto y les ruega que dejen de hacerlo porque lo que
han contemplado en el escenario es pura ficcin:
No lloren ms, seores, que se me parte el corazn. Les aseguro que no vale la pena. Todo ha sido una farsa inocente, que hemos
tramado para que ustedes, aunque solo sea por un momento, dejen
de pensar en sus problemas (pg. 24).
el pblico contina llorando y las lgrimas, descendiendo tumultuosamente por el pasillo, inundan el foso de la orquesta y ahogan al pianista asmtico, que estaba libre de toda culpa (pg. 25).
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Pues bien, tanto en los Dilogos de Lorca como en las Historias mnimas de Tomeo nos enfrentamos con un narrador, ajeno
al gnero dramtico, que desempea distintas funciones, segn
se ha sealado, y que, en ocasiones, se interfiere incluso en los
pensamientos de los actores y orienta y manipula al lector. Por
otra parte, la escritura de estos textos no es la convencional de la
prosa narrativa y tampoco de la prosa teatral, lo que les confiere
un estatuto genrico mestizo.
Ahora bien, los Dilogos de Lorca, ms que obras definitivas y
acabadas, nos parecen atrevidos y geniales ensayos teatrales con un
fuerte componente narrativo, hitos de una reflexin global sobre el
teatro; de hecho, es muy perceptible en ellos la bsqueda de la modernidad dramtica, capaz de conjugar las tcnicas vanguardistas con
las de la tragedia antigua, as como los diferentes gneros literarios
(el teatro, la narracin breve, la poesa y hasta el ensayo), con el fin
de crear una literatura ms acorde con la complejidad de los tiempos
que le tocaron en suerte al escritor. Y, en filigrana, se perfila asimismo
la cuestin del valor del texto teatral como entidad autnoma independiente del espectculo al que pueda dar origen.
La postura de Tomeo nos parece, en cambio, sensiblemente diferente, pues, independientemente de su forma teatral y de la posibilidad
de ser llevados a los escenarios, los textos de Historias mnimas
renen todas las caractersticas del relato hiperbreve (sustancia narrativa, concisin, intensidad, elipsis, causalidad, temporalidad, accin,
movimiento y progresin dramtica); pese a todo, creemos que ms
que microrrelatos, constituyen, segn sugiere David Lagmanovich55,
un tipo especial de minificcin56.
55. David Lagmanovich, El microrrelato. Teora e historia, op. cit., pg. 30.
56. Para nosotros, la Minificcin es una supracategora literaria poligenrica,
un hipernimo que agrupa a los microtextos literarios ficcionales en prosa, tanto a
los narrativos (el microrrelato, por supuesto, pero tambin las otras manifestaciones
de la microtextualidad narrativa, como la fbula, la parbola, la ancdota, la escena
o el caso) como a los que no son narrativos (por ejemplo, el bestiario casi todos
son descriptivos, el poema en prosa, la estampa o el miniensayo), cfr. Irene Andres-Surez, Una asignatura pendiente. La nomenclatura, en Irene Andres-Surez
y Antonio Rivas (eds.), La era de la brevedad., op. cit., 2008, pgs. 16-21.
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EL MICROCUENTO Y
LA ESTTICA POSMODERNA
Antonio Garrido Domnguez
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igualdad de esos estados. o Schopenhauer terminar confinndolo en el mbito de lo ficcional. La puntilla vendr de la mano de
Roland Barthes y sus conocidas tesis sobre la muerte del autor:
como lectores postulamos, adems de necesitar, la existencia de esta
figura, aunque, en realidad, el texto es autnomo. Para Barthes, el
texto sirve de punto de encuentro para mltiples textos y, en cuanto
tal, carece de autor; este no es ms que una garanta semntica, una
especie de seguro de arma de fuego, que hace posible el cierre (y el
control) del texto, pero es un intento vano por la simple razn de que
la escritura es la destruccin de toda voz, de todo origen. Foucault
habla, por su parte, del autor como un aval que facilita la circulacin
de cierto tipo de discursos (no todos lo requieren), mientras Mijail
Bajtn alude a l como un principio representante abstracto (el sujeto
representador) y no como una imagen representada (visible). En
trminos hasta cierto punto similares se expresa Jacques Derrida10:
no obstante la desaparicin del autor como entidad fsica, se necesita
algn sustituto (autor implcito, contexto, ideologa, etc.) con vistas
a tranquilizar al lector respecto de la procedencia del texto. Como es
lgico suponer, todo ello tendr repercusiones sobre las proformas
del sujeto en el marco del gnero narrativo: el amortiguamiento de la
figura del autor tendra que haber contribuido a la consolidacin del
papel del personaje, pero no ha sido as. El vendaval posmoderno ha
arrastrado consigo no solo al autor pinsese en la importancia que ha
adquirido a lo largo de la Posmodernidad la autora compartida o la
de tipo colectivo sino tambin al narrador y, desde luego, al supuesto
beneficiario: el personaje (recurdese Las babas del diablo, de Julio
. Arthur Schopenhauer (1818), El mundo como voluntad y representacin,
Mxico, Porra, 2000.
. Roland Barthes (1968), La muerte del autor, en El susurro del lenguaje,
ms all de la palabra y la escritura, Barcelona, Paids, 1987, pgs. 65-71.
. Michel Foucault (1969), Qu es un autor?, en Entre filosofa y literatura,
Obras esenciales, Vol. VI, Barcelona-Buenos Aires, Paids, 1999, pgs. 329-360.
. Mijail Bajtn (1979), Esttica de la creacin verbal, Madrid, Siglo XXI,
1982, pgs. 167, 300-301.
10. Jacques Derrida (1971), Firma, acontecimiento, contexto, en Mrgenes
de la filosofa, Madrid, Ctedra, 1989, pg. 349-372.
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Se trata, en suma, de una realidad inventada y, por consiguiente, parangonable a las realidades de ficcin (el fenmeno a que da
lugar es lo que sobre todo, en el mbito francs se conoce como
todo-ficcin). Todo ello tiene importantes repercusiones sobre la
nocin de verdad tal como se vena entendiendo tradicionalmente y,
en este sentido, es preciso aludir una vez ms a Nietzsche15, quien
sostiene que la verdad es una construccin ficcional algo que no
reside en la objetividad de las cosas sino introducido desde fuera
por el sujeto afirmacin plenamente concorde con otra del mismo
autor: no hay hechos, solo interpretaciones. Todo ello se deriva, a su
vez, del axioma ms bsico que concede la primaca absoluta a la
subjetividad para reconocer, a continuacin, que el sujeto es, como
qued apuntado, tambin ficcin.
Abanderada del mestizaje en el plano social, la Posmodernidad ha
potenciado muy notablemente rasgos de tanto arraigo literario como
el hibridismo genrico-textual y la dimensin intertextual. Libre de
prejuicios, el texto literario se ha vuelto muy receptivo a cualquier
variedad genrica o textual que se le presente hasta formar, en no
pocos casos, un verdadero collage: textos cientficos, filosficos,
religiosos, canciones, el cmic, el culebrn, relatos policacos, de
ciencia ficcin Habra que recordar aqu el precedente dieciochesco de Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence
Sterne, y La vuelta al da en ochenta mundos, de Julio Cortzar,
adems de las novelas de Manuel Puig anteriormente citadas. El
hibridismo facilita, por lo dems, la potenciacin de la polifona y
la variedad de perspectivas.
Las referencias implcitas o manifiestas a otros textos constituyen una de las seas de identidad ms importantes del texto literario
de todos los tiempos; lo que ha potenciado la Posmodernidad es la
14. Jean Baudrillard, op. cit., pg. 24.
15. Friedrich Nietzsche, op. cit., pgs. 27, 36, 40, 52, 60, 86
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relacin pardica y, de manera muy especial, el pastiche. Desde Bajtn16 resulta bastante obvio el papel distanciador y subversivo de la
parodia respecto de los lenguajes, gneros o ideologas dominantes.
Aunque no con este nombre, Borges alude a la dimensin intertextual
en algunas de sus narraciones La biblioteca de Babel, entre otras a
travs de la imagen del libro infinito o circular, que recomienza una
y otra vez. Un buen ejemplo de este mirarse en el espejo lo ofrece
una vez ms Ulises, de Joyce.
Al lado del hibridismo y la intertextualidad, la metaficcin, entendida bien como una reflexin en torno al propio ser o bien como un
dejar al descubierto el andamiaje de la narracin (muy frecuentemente
coloreado por la irona y, sobre todo, la parodia con fines destructivos, regeneradores o, simplemente, ldicos). Cada da resulta ms
claro que el estudio de la literatura y, especficamente, de la ficcin
narrativa no puede prescindir por ms tiempo de las importantes
aportaciones llevadas a cabo por la va de lo metaficcional.
Captulo aparte merece la consideracin de la trama por parte
de la narracin posmoderna. La continuidad caracterstica de la concepcin ms tradicional se ha visto sustituida por el fragmentarismo
y, en suma, una construccin presidida por progreso asincopado de
la accin (el fenmeno tambin resulta apreciable en el cine). Se
ha convertido en un lugar comn recurrir a la figura retrica de la
sincdoque para dar cuenta de esta preferencia por la parte frente
al todo. Creo, no obstante, que no deben desecharse otras razones:
principalmente, la nueva consideracin de la temporalidad el inters
por el presente y el instante y el gusto por lo pequeo. Adems de
la obra de Joyce arriba citada, cabe aludir aqu a la tambin mencionada de Torrente Ballester, Fragmentos de Apocalipsis, entre otras
muchas. Al igual que en otros mbitos o aspectos de la cultura, lo
caracterstico de la Posmodernidad es la convergencia, en el seno del
texto narrativo, de muy diversas modalidades de tiempo: circulares o
cclicos, lineales, progresivos o regresivos, paralelos, superpuestos
como corresponde a una concepcin de la trama mucho ms abierta
16. Cfr. Michail Bajtn (1955), La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1987.
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quien insiste en las condiciones del cuento para hacerse eco de las
peculiaridades que conlleva un final de etapa: vaco, transicin,
ausencia de densidad, dudas e inquietudes y, de manera especial, la
incertidumbre propia de una poca crepuscular.
El fragmentarismo dara cuenta, pues, no solo de la desorganizacin/discontinuidad de la trama narrativa sino, sobre todo, del gusto
posmoderno por lo pequeo y, en lo que nos atae, por el microcuento
(habra que recordar aqu, algunos de los libros de Luis Mateo Dez,
Jos Mara Merino, Juan Pedro Aparicio, Juan Eduardo Ziga, Javier
Tomeo, Juan Jos Mills, Joaqun Rubio, las antologas de Fernando
Valls y, por supuesto, no pocos relatos Vila-Matas, entre otros)19. De
todas formas, la atraccin por lo pequeo no afecta nicamente al
cuento sino que es claramente apreciable en gneros como el haiku,
la greguera, la ancdota, la mxima o el aforismo (todas ellas formas
simples).
La segunda caracterstica atae a la importancia de lo metaficcional tanto para el cuento como para la novela de este tiempo (aunque
la tendencia viene muy de atrs: como se vio, no en vano autores
como John Barth sitan el comienzo de lo posmoderno nada menos
que en Cervantes). La metaficcin parece responder, en principio,
a un cierto complejo narcisista de la literatura pero, como es fcil
advertir, no se detiene ah: por medio de ella la literatura se hace
consciente de su naturaleza y reflexiona directa o indirectamente
sobre sus condiciones de existencia. Es sin duda una de las seas de
identidad ms importantes de la narrativa posmoderna.
19. Luis Mateo Dez, Los males menores, Madrid, Austral 1993; Jos Mara
Merino, Cuentos del libro de la noche, Madrid, Alfaguara, 2005; Juan Pedro Aparicio, La mitad del diablo, Madrid, Alfaguara, 2006; Juan Pedro Aparicio, El juego
del dibolo, Madrid, Alfaguara, 2008; Juan Eduardo Ziga, Misterios de las noches y los das, Madrid, Alfaguara, 1992; Javier Tomeo, Cuentos perversos, Barcelona, Anagrama, 2002; Juan Jos Mills (1997), Cuentos a la intemperie, Madrid,
SM, 2001; Juan Jos Mills, Los objetos nos llaman, Barcelona, Seix Barral, 2008;
Joaqun Rubio Tovar, El dolor de las cosas, Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2004; Francisco Solano, La trama de los desrdenes, Barcelona,
Bruguera, 2007; Enrique Vila-Matas, Exploradores del abismo, Barcelona, Anagrama, 2007; Rosa Romojaro, No me gustan las mujeres que lloran, Algeciras, Fundacin Municipal de Cultura Jos Luis Cano, Coleccin Fuente Nueva, 2007.
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23. Cfr. Cuentos del libro de la noche, op. cit., 22, 79-80, 100-103, respectivamente.
24. Especficamente, los encabezados por los nmeros 3 y 7.
25. Cfr. Exploradores del abismo, op. cit., pgs. 113 y 205-208, respectivamente.
26. Cfr. Los males menores, op. cit., pg. 145.
27. Cfr. Cuentos del libro de la noche, op. cit., pgs. 20-21, 111, respectivamente.
28. Cfr. Cuentos perversos, op. cit., pgs. 28-30.
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40. Cfr. Cuentos del libro de la noche, op. cit., pgs. 162-163.
41. Cfr. Los objetos nos llaman, op. cit., pgs. 16-17.
42. Cfr. Cuentos del libro de la noche, op. cit., pg. 90.
43. Cfr. Los objetos nos llaman, op. cit., pgs. 9-11, 31-33 y 51-53, respectivamente.
44. Cfr. El dolor de las cosas, op. cit., pgs. 25-28.
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LA MICROTEXTUALIDAD
EN LA VANGUARDIA HISTRICA
Domingo Rdenas de Moya
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polticas estn urdiendo una de las tramas de las letras del futuro. Se
llamaban Pedro Henrquez Urea, Alfonso Reyes y Julio Torri y los
tres colgaran las leyes por la literatura. El primero iba a ser pronto
un polgrafo eminente; as como tambin Alfonso Reyes, aunque este
guardaba algn secreto que despus veremos; el tercero optara por la
vida discreta de docente y pasa por ser el fundador del microrrelato
hispanoamericano. As lo proclam Edmundo Valads por un texto,
Circe, que apareci en el libro Ensayos y poemas (1917) pero que
haba nacido como humorstico poema en prosa para las pginas de
la revista Nosotros. Ah mismo haba aparecido en enero de 1913 un
cuentecillo, El mal actor de sus propias emociones, que encerraba
una sarcstica ocurrencia sobre el carcter convencional de la representacin realista en el arte: un joven aspirante a virtuoso vuelve
siete aos despus a la arisca montaa donde mora el ermitao que le
aconsej que, para alcanzar la santidad y la sabidura, no disimulara
sus sentimientos. Solo ha conseguido quedarse solo. El ermitao le
besa la frente, sonre y dice: Encubre a tus hermanos el amor que
les tengas y disimula tus pasiones ante los hombres, porque eres, hijo
mo, un mal actor de tus emociones. Resulta, pues, ms eficaz fingir
las emociones, construirlas artificiosamente como verdaderas, que
presentarlas (o representarlas) en su espontnea inmediatez. Ese ha
de ser uno de los principios estticos de una modernidad que arranca
en los pases de habla hispana por aquellos aos, todava envuelta
en el decadentismo esteticista del modernismo hispnico: a lo real
no se accede a travs de su reproduccin fidedigna sino mediante la
creacin de un artefacto artstico autnomo capaz de evocar en el
espectador o lector la experiencia de lo real. Las races simbolistas
de esa conviccin estn fuera de duda.
Para Alfonso Reyes, el cuento, en manos de Torri, se hace crtico,
burlesco y extravagante. Lo dice desde Pars en marzo de 1914 para
. Ronda por el cuento brevsimo, en Carlos Pacheco y Luis Barrera, (eds.),
El cuento y sus alrededores, Caracas, Monte vila, 1993, pgs. 281-289, en especial pg. 286.
. Julio Torri, El mal actor de sus emociones, en Ensayos y poemas, incluido
en De fusilamientos, prlogo de Gabriel Zaid, Madrid, Ave del Paraso, 1996, pg.
23.
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240.
. Julio Torri, Epistolarios, Serge I. Zatzeff (ed.), Mxico, UNAM, 1995, pg.
. Ibid., Carta del 29 de agosto de 1917, pg. 397.
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Como vemos, tampoco Bergamn como Torri, Ramn o Re22. Ibid., pg. 82.
23. El cohete y la estrella, Madrid, Biblioteca de ndice, 1923, pgs. 54-55.
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Otra tradicin que atraviesa el siglo XIX para entroncar en la esttica de la brevedad moderna es la de los moralistas franceses de los
siglos XVII y XVIII, desde los Pensamientos de Pascal y las Mximas
de La Rochefoucauld a las Mximas y pensamientos de Chamfort y
las Reflexiones y mximas del marqus de Vauvenargues. Esta secuencia se enriquece y prolonga, a travs del cultivo del fragmento
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38. Los tres Ramones, Proa (Buenos Aires), 5, diciembre de 1924, pg. 3.
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39. Jorge Luis Borges, El sueo de Pedro Henrquez Urea, El oro de los tigres, en Obras completas III, 1964-1975, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1993, pg.
298.
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Universidad de Valladolid
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En el conjunto de prosas lricas de Juan Ramn Jimnez, encontramos un elevado corpus de ellas donde predomina la descripcin
esttica de paisajes, de entes reales o imaginarios, o de escenas recuperadas del recuerdo y cargadas de nostalgia, que encajaran a la
perfeccin en las tradicionales definiciones del poema en prosa. La
aproximacin al estatismo del cuadro, a travs de una descripcin
muy morosa aleja a estos textos juanramonianos del modo narrativo.
Lo que en ellos interesa es la visin minuciosa de una escena y, recordando las palabras de Lagmanovich, esa visin, ese acto de fijar
la vista, inmoviliza. En muchas de las prosas que escribi nuestro
autor de lo que se trata es de mostrar en todos sus posibles matices
un aspecto de la realidad, faltando la temporalidad, una sucesin de
. David Lagmanovich, op. cit., pg. 26.
. Ibid., pg. 91.
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Cuento de [?]12
La madre embarazada quera que su hijo se pareciese a l. Lo
miraba en stasis. Hizo aquello.
La nia sali bizca, torcida y dentuda. Una caricatura del sobrino de l.
El pregn a deshora
Qu estrao, qu terriblemente raro aquel pregn del frutero
por la noche! Ya era tarde, todo el mundo habra comido, y estaban
cerradas las ventanas al fro del entretiempo tornado, y se oan,
tras las maderas, pianos lejanos y dulces.
Y de pronto, aquel grito: Pltanos, a los buenos pltanos!
Los voy a dar de balde!
Era un borracho? Un guasn? Mir. No, era un vendedor, y
all llevaba sus pltanos: Los voy a dar de balde! Y con qu voz
lo deca, lo peda.
Le ech unas monedas. Esper. El pregn no se oy ya. Solo
unos pasos que se alejaban deprisa, no s si alegres, pero, al menos, huyendo del fro y de la deshora.
Creo que Juan Ramn toma conciencia del nuevo subgnero que
ha ido incorporando al conjunto de su obra potica cuando decide
hacer un libro con el significativo ttulo de Cuentos largos. La mera
eleccin de este ttulo manifiesta ya cierta conciencia de gnero. El
irnico calificativo de largos para unos cuentos que no suelen sobrepasar la pgina denota que Juan Ramn consideraba que el rasgo
caracterizador de estos textos era su capacidad para evocar a travs de
una brevsima ancdota toda una historia latente, siendo precisamente
en esa brevedad premeditada donde radicaba la esencia potica del
texto13. De lo que se trataba era de desplegar un arte de la elipsis o
12. El ttulo aparece tachado e ilegible en el borrador original del texto (conservado en la sala Zenobia-Juan Ramn Jimnez de la Universidad de Puerto Rico,
con la signatura: J-1 El creador 63).
13. Por supuesto, la clasificacin genrica de algunas prosas juanramonianas
como microrrelatos no implica que pretenda restar lirismo a esos textos, distancindolos del resto de la obra potica del autor. El propio Juan Ramn, en los nu-
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25. Domingo Rdenas de Moya, Consideraciones sobre la esttica de lo mnimo, art. cit., pg. 80.
26. En opinin de Luis Lpez Molina no parece que en esta poca los escritores
tuvieran conciencia, al menos conciencia clara, de estar desbrozando el terreno que
conducira a algo nuevo. Parecen ms bien actuar con arreglo a un clima esttico, difuso si se quiere pero que impregna y por lo tanto caracteriza la poca (op. cit., pg.
8). En un sentido similar al de Luis Lpez Molina, seala Encarna Alonso Valero en la
edicin citada de la prosa de Garca Lorca: Aunque en muchos de los textos breves
que producen los escritores de la poca hay rasgos que los aproximan en buena medida a los microrrelatos ms modernos, el gnero se encuentra en un periodo de cambio
y evolucin continuos, una especie de laboratorio de pruebas en el que las fronteras
con la prosa potica, el poema en prosa o el cuento no se dibujan con claridad (op.
cit., pg. 9). Ciertamente, en vano debemos buscar entre aquellos que ya cultivaron el
gnero en las primeras dcadas del siglo una definicin explcita y precisa del mismo,
si tenemos en cuenta que cuando todos ellos escriban este tipo de textos de naturaleza hbrida, extraos y desconcertantes en su momento desde el punto de vista de
su clasificacin genrica, tendan ms a interesarse por romper barreras entre gneros
literarios que por establecerlas. Pero creo que esa ausencia de definicin explcita no
implica una falta de conciencia de gnero.
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Y en otro sitio:
Yo he desdeado siempre, y ms cada da, el asunto y la
composicin. Lo que siempre me tienta es la sensacin que un
31. Juan Ramn Jimnez, Ideoloja, op. cit., pg. 580.
32. Ibid., pg. 71.
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reconstruir las inquietudes, las obsesiones de su autor pues se multiplican las perspectivas desde las que contempla el mundo. El microrrelato es un gnero que retrata el alma del que lo usa, su particular
visin de la realidad. Por lo mismo y por su flexibilidad, el adjetivo
plural sirve bien para calificar lo que ha sido su trayectoria durante
las dos ltimas dcadas.
Algunos narradores, con Alberto Escudero y su coleccin La Piedra Simpson (1987) a la cabeza, nos sorprendieron con microrrelatos
innovadores, que participan de la misma sustancia de la vanguardia:
la transgresin, el juego orientado hacia la exploracin de nuevas estructuras y de renovadas formas de composicin. Afrontan, desde el
humor, temas tan graves como la muerte, la crueldad, los lmites del
conocimiento o la identidad. La Piedra Simpson, en abigarrada mezcla,
alterna microrrelatos dialogados, situaciones dramticas divididas en
actos, dramatis personae, textos polifnicos, parodias de lenguajes
especializados, pasatiempos, adivinanzas, juegos de palabras, alucinaciones onricas y hasta podemos leer un microrrelato escrito en ese
lenguaje glglico, puramente musical, que es una burla del lenguaje
racional y que nos remite, de inmediato, al captulo 68 de Rayuela.
Lleva por ttulo Estuvaro Gelici: deteraccin de Omnubio. Cito este
ttulo porque, como muchos otros, demuestra las intenciones rupturistas
e innovadoras que dan su razn de ser a este libro. El mismo humor
irreverente ante todo lo establecido el esclerosado mundo de la cultura
y el cinismo social ocupan un lugar destacado, lo encontramos en otra
obra de Alberto Escudero, Un error de bulto (1993), libro de cuentos
que intercala algunos excelentes microrrelatos. En esta tendencia se
intensifican las audacias imaginativas y lingsticas que proceden del
magisterio de la greguera ramoniana.
. A este respecto, puede leerse el captulo XII del libro de David Lagmanovich
titulado El microrrelato. Teora e historia, Palencia, Menoscuarto, 2006, pgs. 255273.
. Albero Escudero, La Piedra Simpson, Madrid, Alfaguara, 1987, pg. 134.
. Pamplona, Hierbaola. Es conveniente leer el acertado prlogo de Jos Luis
Gonzlez, pgs. 7-12.
. Particularmente de las que Luis Lpez Molina llama gregueras narrativas.
Vid. Greguera y microrrelato, nsula, 741, septiembre 2008, pgs. 17-18.
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Lozano o Juan Jos Mills. A ellos se suman, sin pretender ser exhaustiva, Pedro Ugarte, Rafael Prez Estrada, Neus Aguado, Julia Otxoa,
Hiplito G. Navarro, Andrs Neuman, David Roas, Pedro Casariego
Crdoba, Carmela Greciet y ngel Guache, entre otros18.
Adems, podemos leer microrrelatos de calidad en libros que
combinan este gnero con el cuento. El siempre excelente Antonio
Pereira los intercala en Picassos en el desvn (1991) y en su seleccin
personal de relatos Me gusta contar (1999). A estos ttulos se pueden
aadir, a modo solo de ejemplo: Un mundo peligroso (1994), de Felipe
Bentez Reyes; El asesino triste (1994), de Gonzalo Surez; La msica
de Ariel Caamao (1992), de Jos Ferrer Bermejo; El alfabeto de
la luna (1992), de Ral Ruiz; El sabor del viento (1988), de Ramn
Gil Novales; No deis patadas a las piedras (1993), de Julio Frisn;
El que espera (2000) y Alumbramiento (2006), de Andrs Neuman
y, ms recientemente, Solo de lo perdido (2008), de Carlos Castn o
La marca de Creta (2008), de scar Esquivias.
El catlogo de autores y obras es amplio y valioso. La pregunta que
parece pertinente responder es si existe un mnimo comn denominador para todos los textos de este gnero tal como se ha concebido en
las dos ltimas dcadas, si se podran enumerar algunas caractersticas
compartidas que formen parte de su esencia. Pues bien, si tuviramos
18. Algunos de estos libros son los siguientes: Luis Mateo Dez, Los males menores. Microrrelatos, 2002; Jos Mara Merino, La glorieta de los fugitivos. Minificcin completa, 2007; Juan Pedro Aparicio, La mitad del diablo, 2006 y El juego
del dibolo, 2008; Juan Jos Mills, Articuentos, 2001; Neus Aguado, Paciencia
y barajar, 1990; Jos Jimnez Lozano, El cogedor de acianos, 1993 y Un dedo
en los labios, 1996; Rafael Prez Estrada, La ciudad velada, 1989, La sombra del
obelisco, 1993, El ladrn de atardeceres, 1994 y 1998, El domador. Narraciones
poticas, 1995 y Cosmologa esencial, 2000; Pedro Casariego Crdoba, Verdades a
medias, 1999; Hiplito G. Navarro, El aburrimiento, Lester, 1996, Los tigres albinos, 2000 y Los ltimos percances, 2005; Andrs Neuman, El ltimo minuto, 2001;
Pedro Ugarte, Noticias de tierras improbables, 1992 y Materiales para una expedicin, 2002; ngel Guache, Sopa nocturna, 1994 y Me muerden los relojes, 2002;
Julia Otxoa, Kskili-Kskala, 1994, Un len en la cocina, 1999, Variaciones sobre
un cuadro de Paul Klee, 2002, La sombra del espantapjaros, 2004 y Un extrao
envo, 2006; Carmela Greciet, Des-cuentos y otros cuentos, 1995; David Roas, Los
dichos de un necio, 1996 y Horrores cotidianos, 2007; Luis del Val, Cuentos del
medioda, 1999; Anelio Rodrguez, Relacin de seres imprescindibles, 1999.
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Tiene razn Clara Obligado cuando piensa que escribir una novela
puede ser una tarea menos ardua que redactar una coleccin de historias mnimas31. De hecho, un autor de microrrelatos como el argentino
Ral Brasca confiesa que escribir un cuento le cuesta tanto como
una microficcin irreprochable y se lamenta de lo difcil que resulta
encontrar un libro de este gnero que sea parejo32. Son de envidiar
el ingenio y la imaginacin de escritores que han publicado varios
libros de microficciones. Entre ellos se cuenta Juan Pedro Aparicio,
cuya obra me va a servir de gua en mi recorrido.
Su primer microrrelato, El presentimiento se incluye en su libro de cuentos El origen del mono (1975; 2 ed. revisada 1989). Los
ha publicado, tambin, en algunas revistas como Quimera33 y, ms
recientemente, en Fbula34. Los encontramos bajo el ttulo Palabras
en la nieve. [Un filandn] (2007), que es una recopilacin de minicuentos de autores leoneses (Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Dez
y Jos Mara Merino) y reunidos en dos ttulos complementarios: La
mitad del diablo (2006) y El juego del dibolo (2008). En ellos, la
disposicin de los textos viene determinada por una voluntad previa
de componer un conjunto organizado y no un mero aadido de microrrelatos. En esta postura, se desvela una de las claves de estos dos
libros: el propsito ldico. Veamos cmo.
Encabeza La mitad del diablo, una breve explicacin de las razones del ttulo: la intencin primera, luego desechada, de escribir
333 microrrelatos, puesto que es la mitad del nmero del Maligno,
el 666. En el prlogo de El juego del dibolo declara que este nuevo
volumen forma con el anterior un diavolo y un dibolo. Es decir,
jugando con la homofona:
a) . por ser diavolo diablo en italiano, forma con el primer libro
publicado, un diablo completo.
31. Vid. Breve historia de Por favor, sea breve, Quimera, 222, noviembre de
2002, pg. 42.
32. Neus Rotger, Entrevista a Ral Brasca, Quimera, 257, mayo de 2005,
pg. 46.
33. En el n 257, mayo de 2005, pgs. 57-58.
34. En el n 23, otoo-invierno de 2007, pgs. 30-40.
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En los libros de Aparicio, como no poda ser de otra forma, Satans, figura del imaginario colectivo, asoma en varios microrrelatos
ensendonos sus mltiples caras o mscaras. La primera, de todos
conocida, la del ngel rebelde que se encara con Dios, en giro humorstico, parodiando la tradicin constante esta en nuestro autor
y de sistemtica aparicin en las colecciones del ltimo cuarto de
siglo, se convierte en El primer constitucionalista. Otro recurso
muy aprovechado por Aparicio se fundamenta en la inversin de los
mitos o la reescritura de textos reconocibles por el lector. Pues bien,
otro microrrelato nos presenta a un Luzbel vencedor en su enfrentamiento con Dios (Satn) y, ya Seor del universo, domina el
mundo con una voracidad sin lmites (La sed del diablo), lo cual
explica muchas cosas.
Es el caso de una institucin eclesistica, la Inquisicin, regida
por principios demonacos y cuyas tropelas va denunciando Aparicio, desde la irracionalidad de los inquisidores (Lgica) a terribles
torturas (Estar vivos) y ejecuciones (Despus). Aun tratndose
de asuntos de gran intensidad dramtica, no falta el tono humorstico
(Ms, La redencin) que, sin quitar relevancia al tema, permite
una mejor correspondencia con el lector.
En este mismo mbito del anlisis histrico-social, Aparicio
repasa nuestra historia reciente: la guerra civil, la posguerra y la dictadura, pocas de las que se recuerdan asesinatos en ambos bandos,
fusilamientos, una educacin ideolgicamente dirigida o el arrimo al
poder para escalar social o profesionalmente. Sobre estos que podran
ser tpicos, un mero lugar comn, el autor encuentra un punto de vista
propio gracias a historias conmovedoras y originales planteamientos. La suma de las fotografas que los textos van presentando nos
permite reconstruir el ambiente moral de aquella sociedad cainita.
Dos microrrelatos me sirven para justificar estas afirmaciones: Mi
nombre es ninguno y Remordimientos. Los selecciono, adems,
porque me dan pie para sealar otro rasgo inherente al gnero y del
que Aparicio nos ofrece sobradas muestras: la importancia del ttulo,
parte fundamental del relato, pues en ocasiones lo complementa, y,
en otras, encierra la clave para interpretarlo. En el primero se nos
explica que, en terribles circunstancias, el sentimiento de pertenencia
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39. Juan Pedro Aparicio, El crculo de Zapata, Ah, de la vida!, op. cit., pg.
40. La mitad del diablo, op. cit., pg. 14.
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Como consecuencia de esta concepcin de la literatura, los personajes cobran vida autnoma, pueden rebelarse contra su creador
pues sostienen voz e ideas propias, no son manipulables. En estos
microrrelatos se multiplican los Augusto Prez que plantan cara al
escritor (Tomar partido, La sombra de la dicha, Apocamiento
sincero). La autonoma de los personajes respecto a su creador es un
cuestionamiento de los lmites entre realidad y ficcin, cuyos planos
se entrecruzan de forma paralela al desvanecimiento de las sutiles
fronteras vigilia-imaginacin-sueo.
Pasemos ahora de lo creado al creador. Aparicio recalca los
deseos obsesivos de la profesin: pervivir en el futuro, escribir para
la posteridad, sobrevivir en las obras. Para conseguir esta mxima
aspiracin todo vale, como ese personaje que llega a extirparse los
ojos con tal de llegar a ser el mejor contador de historias (El ciego
que contaba historias). Como no poda ser de otro modo, muchos
escritores, siguiendo la tradicin fustica, venden su alma al Diablo a
trueque de convertirse en los mejores de todos los tiempos, o lo que es
lo mismo, escribir una novela superior al Quijote (El amor de los dos
tuertos) o, al menos, averiguar lo que en el futuro se opinar sobre
46. La mitad del diablo, op. cit., pg. 109.
47. El juego del dibolo, op. cit., pg. 26.
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Aunque el texto de Monterroso algunos escritores no lo consideran especialmente relevante52, se ha convertido en un clsico que ha
servido como referente a multitud de microrrelatos. Han escrito su
versin, entre otros, Nuria Barrios (Cuando el dinosaurio abri los
ojos, Spilberg ya estaba all); Rodrigo Fresn (Cuando la novela
despert, el cuento todava estaba all); Jos Mara Merino (Al
despertar, Augusto Monterroso se haba convertido en un dinosaurio.
Te noto mala cara, le dijo Gregorio Samsa, que tambin estaba en la
cocina); David Roas (Cuando despert, el cobrador de la luz todava
estaba all) o Care Santos que se atreve con siete variantes en su
libro Matar al padre. Con razn Hiplito G. Navarro escribe en Los
tigres albinos que El dinosaurio estaba ya hasta las narices. Como
novedad, el microrrelato de Aparicio, suma dos referencias: junto a
Monterroso, el eco del Vuelva usted maana, de Larra.
En estos microrrelatos tiene relevancia el conocimiento del lector
acerca de textos muy variados, que forman parte de la autobiografa
cultural de su autor. Aparicio los somete a un desmontaje y una
posterior reconstruccin, casi siempre desde el humor y la parodia.
Muchos referentes viven en la memoria colectiva, son los que se han
51. Tres sentencias lo mnimo de magistrales, La glorieta de los fugitivos,
Madrid, Pginas de Espuma, 2007, pg. 217.
52. Me parece significativo el punto de vista de Ral Brasca: El defecto de El
dinosaurio es, precisamente, que se pasa de polismico, de manera que acaba no significando nada. Es una buena microficcin, sin duda la ms breve que contenga todos
los elementos que definen el gnero, pero no creo ni remotamente que sea la mejor
microficcin de Monterroso, en Entrevista a Ral Brasca, op. cit., pg. 48.
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53. Es el trmino utilizado por Violeta Rojo en su Breve manual para reconocer minicuentos, Caracas, Fundarte, 1996, pgs. 53-61.
54. El juego del dibolo, op. cit., pg. 58.
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A pesar de la frecuente presencia de Rafael Prez Estrada (19342000) en las mejores antologas espaolas e hispanoamericanas
dedicadas al microrrelato, me parece que la obra de este autor no
ha sido an lo bastante estudiada por los especialistas del gnero.
Sus microrrelatos, concepto que por cierto nunca emple, forman
parte de lo que la crtica circunscribe dentro del tercer periodo de su
produccin, en el que predominan las formas narrativas breves, que
. Cfr. Antonio Fernndez Ferrer (ed.), La mano de la hormiga. Los cuentos
ms breves del mundo y de las literaturas hispnicas, Madrid, Fugaz, 1990, pg.
358; Raul Brasca (ed.), Dos veces bueno 3. Cuentos brevsimos de Amrica y Espaa, Buenos Aires, Desde la gente, 2002, pg. 81; Ral Brasca y Luis Chitarroni (eds.), Textculos bestiales. Cuentos breves de animales reales o imaginarios,
Buenos Aires, Desde la gente, 2004, pgs. 29, 51 y 89; Benito Arias Garca (ed.),
Grandes minicuentos fantsticos, Madrid, Alfaguara, 2004, pgs. 71, 230; David
Lagmanovich, La otra mirada. Antologa del microrrelato hispnico, Palencia,
Menoscuarto, 2005, pgs. 194-198; Ral Brasca (ed.), De mil amores. Antologa de
microrrelatos amorosos, Barcelona, Thule, 2005; pgs. 56 y 134; Aloe Azid [Jos
Daz] (ed.), Mil y un cuentos de una lnea, Barcelona, Thule, 2007, pgs. 15, 18, 31,
33, 46, 53, 56-58, 63, 76, 77, 79, 80, 85-93, 112-118, 121, 122, 126-129, 134, 146,
148, 149, 152, 158, 175, 178, 190, 192, 194, 195, 208-210, 213, 216, 217, 242, 248252, 257, 258, 280, 287, 289, 308-312, 318-320 y 339.
. Vid. Rafael Prez Estrada, Cosmologa esencial, Barcelona, DVD, 2000. Edicin de Jos ngel Cilleruelo.
143
. Vid. La sombra del obelisco. Novelas, Madrid, Libertarias, 1993, pgs. 187
y 188 (Reed. Madrid, Espasa Calpe, 2002). (En adelante las citas de esta obra se
incluirn en el texto con la abreviatura SO y la pgina).
. De la edicin espaola: Italo Calvino, Seis propuestas para el prximo milenio, Madrid, Siruela, 1989.
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los poderosos, y el precio que debe pagar por la tirana que ejerce
su progenitor. As, el espectculo de la fiesta de cumpleaos acaba
convertido en una denuncia de la opresin.
De Ren Magritte12 o de los semidespojados paisajes de Giorgio
De Chirico, como ocurre en [Un caballo en la noche] (SO, 71),
donde el narrador suea que un pobre arrastra un gran caballo de
madera camino de la ciudad, remitindonos a una nueva Troya, y en
[El rey del pueblo de muertos] (SO, 151), nos cuenta el narrador
acompaado por el muchacho prodigioso, que en medio de un
plano metafsico se alza una pirmide, sobrevolada por grajas y
rodeada de muertos, en cuyo interior habita un rey. Solo en el desenlace sabremos que el citado muchacho es el rey de los muertos y que
el narrador es un extranjero que est siendo puesto a prueba.
Menos conocida resulta, en cambio, su relacin con Luis Buuel,
de lo que son testimonio microrrelatos como [Los actores de la
angustia], que parte de la misma idea que la pelcula mexicana El
ngel exterminador (1962), e Informe sobre una casa y sus ocupantes (undcima sobra) (SO, 92 y 177-179), que lo complementa a la
perfeccin. Veamos el primero.
Al pasar por la triste luminosidad de la cafetera, la gente daba
all la impresin de estar sujeta a una charla atemporal. A veces,
adverta raras aproximaciones al cristal que las separaba de la acera. Se comportaban como esos nios que aprietan el hambre a las
lunas de los escaparates. Pens entrar, descubrir la causa de tanto
desasosiego. Busqu la puerta, primero guiado por una decisin
exclusivamente curiosa; luego, inquieto, y al fin, compulsivamente. No hall ninguna entrada, ningn hueco por pequeo que fuera
permisible a un contacto de lo interno con lo externo.
Fue un tiempo intil. En la cafetera, aquellos actores de la
angustia daban la impresin de estar forzados: visajes y muecas
convertan unos rostros serenos en mscaras de un drama inexplicable. Tambin la decoracin entristeca, no solo por los temblores
12. Rafael Prez Estrada alude al pintor belga en La medida del tiempo (sptima sombra), La sombra del obelisco, op. cit., pg. 169.
150
del nen y el apulgaramiento de unos espejos fatalmente oscurecidos, sino por los peces, elementos ornamentales en una pared
abandonada. Solo el barman era ajeno a aquella angustia, y estaba
paralizado.
Amaneci. La calle segua siendo el lugar descorts de prisas
y barullos. En la cafetera todo permaneca igual: distante e imposible.
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[La partida de ajedrez] (SO, 82) es otra pieza no menos enigmtica, en la que los dos jugadores, tras haberlo perdido todo (honor,
fama, pero tambin la respetabilidad y los hijos, las primeras palabras
habituales en los test de respuesta [sic]), se apuestan el color de la
piel. Pese a ello, no logran concluir la singular partida antes de morir,
quedando en tablas, por lo visto para tranquilidad de los asistentes,
pues alguien exclama misteriosamente: Qu hubiera sido de nosotros
si uno de ellos llega a ganar. Acaso habra supuesto que un color de
piel se hubiera impuesto sobre el otro? No sabemos, sin embargo, ni
quines son los jugadores, ni qu supone para los presentes esa apuesta
final, aunque el narrador testigo muestre su temor ante al resultado.
Lo que se apunta, en cambio, es que ese envite final tena ms valor
161
Estrada podran ser el tratamiento del doble (DOM, 107), una vez
ms; la muerte (DOM, 82-85), que adopta diversas mscaras para
imponerse, y la metamorfosis (DOM, 95), sin olvidar la voluntad
misma de querer retener, fijndolas, el fluir mismo de las ideas
(DOM, 112), aun cuando sea imposible trastocar el curso del tiempo,
ya sea promoviendo su suspensin (DOM, 121) ya sea invirtindolo
(DOM, 97, 103 y 113). Por ltimo, son abundantes las piezas en que
el autor entremezcla varios motivos a la vez. As, a veces comparten
protagonismo el sueo y el mar (DOM, 78); mientras que en otras
narraciones el cielo se descompone en nubes, reflejos de luna, astros,
noches y sueos. La presencia de animales quimricos tales como
cisnes, tigres y caballos, no es tampoco infrecuente, y suelen dar salida
a naturalezas liberadas, cuya transformacin presenciamos.
No encuentro mejor manera de concluir este trabajo que recordando la Carta a Rafael Prez Estrada, de Carlos Edmundo de Ory,
en forma de poema (fechado en 1987), en la que el escritor onrico
sintetiza tan bien la potica y las obsesiones habituales del escritor
malagueo:
Querido monstruo oigo tus quejidos
astronmicamente cuesta abajo
terreando en los das malvenidos
Tanta es la angustia tuya en el atajo
de las estepas de la vida acera
del hombre y su pisar de escarabajo
Ms t que vas en pos de la quimera
viendo en los horizontes espejismos
de visionario el vicio a ti libera
Buscando cimas vido de abismos
tu orbe es de olas y de alas y
todo son vuelos de los cielos mismos
163
A ti el harpa davdica y a ti
la pnica siringa as destellas
Narciso al rojo vivo ebrio de s
Stiro monje bajo las estrellas
en tu caverna mstica zozobras
mientras blasfemas con palabras bellas
Y enciendes los carbones de tus obras
volmenes de espritu y la piel
del alma cuando la memoria cobras
Diciendo Soy un barco de papel
conocedor de peces y medusas
nostlgico del pubis de Frigel
Los ngeles las vrgenes las musas
de tu canto que es arte arterial
esttica de erticas confusas
Entre luces y sombras ro oral
orculo del orco o bien siroco
si no simn de origen infernal
Tanto ms pecador cuanto ms loco
y libertino y dionisiaco artista
hombre del barro hijo del barroco
Poeta de la tierra terrorista.
164
MICRORRELATO O MINIRRETRATO
EN EL LTIMO CELA?
Antonio A. Gmez Yebra
Universidad de Mlaga
233.
. Camilo Jos Cela Conde, Cela, mi padre, Madrid, Temas de Hoy, 2002, pg.
. Ibid.
165
A nosotros no nos interesa el Cela objeto, el que se dejaba querer por el papel couch, sino el Cela escritor, el que fue afilando su
propia obra desde los primeros compases. Pero es cierto que el Cela
amarillo fue un matiz ms de los diversos colores por los que haba
caminado durante su vida.
Y en esto de los colores, que hace relacin a estilos literarios y
no a cuestiones polticas, Cela estuvo emparentado con Picasso, que
tambin supo y quiso moverse entre las tendencias y saltar de una a
otra porque le convena o porque se lo peda su astro o su estro.
De Cela, como de Picasso, se dice y no se deja de comentar que
le fallaba o le faltaba el argumento, pero tambin se ha dicho del
gallego que
se negaba a escribir novelas convencionales, con planteamiento, nudo y desenlace, porque lo suyo era la creacin librrima y el
asustarse a s mismo de lo que acababa de escribir. Por eso necesitaba frmulas ms libres, o sea, la abolicin de las frmulas, para
dar suelta a su escritura inspirada, gozosa de vivir, habitada por las
cosas y caritativa con los hombres.
166
Lo que se le da mejor no es la gran novela decimonnica, estructurada e hilvanada hasta el ms mnimo detalle, no es el amplio
330.
. Juan Ramn Jimnez, Espaoles de tres mundos, Madrid, Aguilar, 1969, pg.
. Francisco Umbral, op. cit., pg. 12.
167
254.
168
Hasta qu punto esos relatos tan breves, esas crnicas del instante,
ese apunte carpetovetnico13, esa definicin punzante, ese breve art10. Camilo Jos Cela, Que ustedes lo pasen bien, en El huevo del juicio, Barcelona, Seix Barral, 1993, pg. 287.
11. Mrs. Caldwell habla con su hijo.
12. Op. cit., pg. 206.
13. Con la edicin en 1951 de el gallego y su cuadrilla y otros apuntes carpetovetnicos comienza lo que Cela llama carpetovetonismo, los considera artculos y
tambin los nombra como aguafuertes literarios de primera categora esttica. En
la edicin de 1955 indica: El apunte carpetovetnico pudiera ser algo as como un
agridulce bosquejo, entre caricatura y aguafuerte, narrado, dibujado o pintado, de un
169
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Al de Iria Flavia, que necesita un par de pginas para proporcionar el falso autorretrato del nuevo Lzaro salido de su pluma en el
segundo tratado de la obra, no le hacen falta, en los ltimos compases
de su produccin, ms que tres o cuatro lneas para llevar a cabo
cualquier retrato.
Y son esos retratos de sus ltimos tiempos los que llaman la
atencin por la barroca concisin que les imprime y por la extrema
sensacin de caricatura, no exenta de ternura, que deja en el aire.
Por otra parte, estos retratos s gozan de una de las caractersticas bsicas del microrrelato: la dimensin estructural del ttulo,
que guarda siempre una relacin dialctica con el texto, orienta la
lectura y subraya aquellos elementos significativos que conviene
tener en cuenta19.
En cuanto a los ttulos, es evidente que en Cela funciona a la
perfeccin, de entre los seis modelos que propone Basilio Pujante,
el onomstico, basado en el personaje, eje del microrrelato, que
aporta rasgos sobre su psicologa, edad, etc..
Cela, desde luego, usa tanto el nombre propio del personaje, sacado del santoral catlico que le fascina, como del repertorio de motes
o apodos de que se ha provisto y tantas veces inventa o reinventa.
A este respecto, Mara Teresa Caro seala:
No falta el humor en la tcnica de reduccin irnica, especialmente en cuanto a la desfiguracin de los nombres propios. Como
buen coleccionista de apodos, Cela despliega la irona cmica en
una onomstica extravagante de la que podemos sacar algunos
casos. Por ejemplo, en Caf de artistas se burla de los nombres
simblicos de las heronas de novelas con ocurrencias como Esmeralda del Valle Florido, o Graciella del Prado Tierno20.
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embutida en su trajecito de shantung, que es telilla barata, jolgoriosa y casi incontenidamente divertida (como un negrito en cueros)27.
Las fotografas son en blanco y negro, pero Cela las ilumina con
especial colorido y descubre en ellas aspectos que podran pasar y
pasaran desapercibidos para cualquier otro espectador.
Hay, por supuesto, en Cela, una sabidura de hombre muy trabajado por estos arrabales del vivir o malvivir que tanto frecuent
por los puertos del mundo y tambin del lenocinio de secano. Pero
hay, sobre todo, ese poder de observacin que hace a Cela novelista pese a todo, capaz de deducir una vida, una biografa, a partir de
una mirada, un peinado, un derrumbe del cuerpo, una joya barata o
ese encanallamiento sombro que los aos y los parroquianos van
poniendo en el nima de la puta o de cualquier otro individuo28.
Pero Cela sabe tambin retratar a los clientes de esas mujeres que
se entregan a condicin. En la obra los clientes o posibles clientes
son de toda clase y edad, desde el nio hasta el anciano. De este,
supuestamente jubilado de amores, dir en Capulina de nostalgias
ancianas:
Quin te ha visto y quin te ve, macho en derrota, garan
jubilado, padrote que ya quem el ltimo cartucho! Solo hay una
cosa cierta y t la sabes: nadie podr quitarte la nostalgia.
-Abuelito, que lo veo a usted muy descarado.
-Ay, nena! Si te pillara con diez aos menos!
-Con diez aos nada ms?
-Bueno, pon los que quieras, que yo ya me entiendo29.
176
Claro que, junto a las putas, los miembros del clero gozan de una
notable presencia en su obra. A veces son protagonistas de historias
notables, y otras, personajes de relleno, esos personajillos de tercera
clase, que se montan en el vagn de los seres perdidos y se constituyen
en herramienta de relacin.
En Cachondeos, escarceos y otros meneos, tiene cabida uno de
estos, en compaa de otro personaje singular, la diaconisa Petra:
Cuando la diaconisa Petra se cepill al judo Cebollada, don
Efran, lo dej tan a punto de caramelo que expir solito y sin patalear.
-Qu disciplinado!, verdad, usted?
-Y usted que lo diga, fray Cipote Mogote, y usted que lo diga!
Don Prvulo de Guzmn y Mantecn, alias fray Cipote Mogote, propenda a la loa de la disciplina.
-Era ultra?
-No, pero padeca de la prstata y, en consecuencia, se le iban
las cabras en sentido inverso e incluso sin ligeros toqueteos previos.
-Ah, ya! Ahora s que est claro!31.
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Este tipo de conversacin es muy propio de Cela, y en l advertimos su propensin a las iteraciones, que alguien ha considerado
como relleno verbal, bien opuesto, pues, a su magisterio lingstico,
a su dominio del idioma. Gibson afirma en este sentido:
Cela utiliza las palabras demasiado a menudo como mero alarde o relleno verbal, se repite hasta la saciedad y recurre constantemente a viejas y radas frmulas, algunas de las cuales ya hemos
visto (otra es la sobreutilizacin de la expresin se conoce que,
que aparece centenares de veces en sus escritos). Hay en Cela una
irrefrenable tendencia a la grandilocuencia32.
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De las cuarenta y una clases de mujer conquistables de que hablan los Kama Sutra, con doce37 de ellas debe tomar el hombre
la precaucin de los lavajes preventivos, a saber: la mensajera, la
que mira siempre de reojo, la que no tiene quien la cuide, la que es
viuda de actor, la que est orgullosa de su dominio en la cama, la
que est casada con joyero, la celosa, la perezosa, la indiferente, la
jorobada, la enana y la que huele mal38.
181
Colocar una flor en la cabeza de las protagonistas de sus minirretratos es un acto de galantera, un piropo, a una clase de mujeres
de las que ha gustado, en todos los sentidos, la flor.
Ya haba colocado algunas flores ms o menos llamativas en
lugares inverosmiles de sus protagonistas de bien vivir. La cabeza
no parece un lugar desusado para ubicar una flor, especialmente si tenemos en cuenta que Cela escribe esos breves textos en Andaluca.
96.
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El mismo Cela casi lo confirma al presentar otro de sus esperpnticos personajes, Zampabodiga de la Colonia. Esta no tiene
cinco ojos como Caralipiana, la supuesta hija de Paymn, pero cultiva
ortigas en el sobaco para encelar cimbeles de perdiz.
De este curioso personaje existe antecedente en Cachondeos,
escarceos y otros meneos: la furcia Lucipicinia, que cultivaba tulipanes en el sobaco48.
El retrato de Zampabodiga es ms completo que el de su precedente literario:
La cran en las islas del Guadalquivir los ganaderos ms escrupulosos y durante los embarazos, que suelen presentrsele con
muy serias dificultades, la alimentan con sopas de pan cimo en
oxizacre madurado en nforas de finsima porcelana. La mala leche de los espiritados jams consigui sacarla de sus casillas.
118.
48. Camilo Jos Cela, Cachondeos, meneos y otros escarceos, op. cit., pg.
185
Y como un microrrelato, puede considerarse asimismo Georgette, que trabajaba de canguro con hijos de muy altos funcionarios
polticos a los que mataba con un alfiler rematado en una perla de
color naranja y muy certera puntera. Acab en el patbulo porque
no tuvo un buen abogado defensor.
Georgette es el ltimo personaje de esas mujeres que habitan en el
infierno, y el desenlace del texto, un minitratado de la irona, una nota
ms de humor, que es negro, ingls, gallego y espaol a un tiempo.
Y los textos de Cuaderno de El Espinar / Doce mujeres con flores
en el pelo, que no sabemos a ciencia cierta en cul gnero encuadrar,
pertenecen al apunte49, al esbozo, al retrato, pero tambin al pie de
foto, a la caricatura, o, como he dicho antes, al retratrico, que es
como el retrato satrico perfecto, y, desde luego, a la definicin, y
al artculo de costumbres. Y, como son fruto de la inventio de un
escritor como Cela, que tampoco saba catalogarlos, a la ficcin
literaria, y habida cuenta de que en los doce casos el pasaje es muy
breve, puede reconocerse en cada uno de ellos un texto tan prximo
al microrrelato que no me sustraigo a la tentacin de denominarlos,
con no pocas reticencias, as.
186
SESIn de autores
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El Presentimiento
La familia rodeaba al abuelo moribundo
El abuelo habl lentamente:
Siempre cre que morira pronto.
Los nietos clavaban en l sus extraados ojos.
El abuelo continu tras un suspiro:
Siempre tuve el presentimiento de que me iba a morir enseguida.
El reloj de la sala dio la media y el abuelo trag saliva.
Luego a medida que he ido viviendo, imagin que mi presentimiento era falso.
Y el abuelo concluy, apretando las manos:
Sin embargo, ahora ya veis: con ochenta y seis aos bien
cumplidos, y tan cerca de la muerte, comprendo que mi presentimiento ha sido la mayor verdad de mi vida.
consigue eso? Solo hay un procedimiento: mediante la forma inobjetable de que lo revestimos. De ah la gran dificultad de volver a
escribir un Macbeth, un Rey Lear. Esos temas, por la escritura cuajada
y perfecta de Shakespeare, han quedado a resguardo de cualquier
otro escritor.
Pues igualmente tampoco me parece muy recomendable leer de un
tirn. Muchos lectores abandonan la lectura de una novela si el texto les
presenta la menor dificultad. Entre esas lecturas hay libros malos pero
los hay tambin muy buenos. Deca Borges, refirindose precisamente a
la lectura, que no existe la felicidad obligatoria. Yo no voy a corregirle.
Pero, de tener un prejuicio, prefiero tenerlo contra esos libros que se
leen de un tirn. No es infrecuente que estn faltos de ambicin literaria
o de pensamiento o que tengan demasiadas pginas con explicaciones
innecesarias, contando aquello que no debe ser contado. Y aqu vamos
acercndonos a los terrenos de lo cuntico literario.
Me pregunto a veces por qu existe la convencin universal
de que entregar nuestro esfuerzo a un pasatiempo de peridico, un
sudoku, un crucigrama, merece la pena; lo hace el joven, el adulto,
el anciano. Los vemos esforzndose en los aviones o en los trenes,
en las mesas de los cafs. Es algo natural, incorporado a nuestras
costumbres cotidianas. Todos parecen disfrutar de ese esfuerzo. Y
cul es la recompensa? Matar el tiempo, casi como si dijramos
acortar nuestra vida.
Leer es otra cosa. Leer siempre deja una recompensa. No mata
el tiempo, lo duplica. Mientras leemos vivimos nuestro tiempo y el
del libro. Por eso, no seamos cicateros con nuestras lecturas, un buen
libro probablemente se disfruta ms en una segunda y una tercera
lectura que todos aquellos que solo se leen de un tirn. La dificultad
suele multiplicar la recompensa.
Los libros buenos ofrecen al lector mucho ms de lo que suele
creerse. El libro es una mquina del tiempo, la nica que existe, pues
permite or las voces del pasado, ese y escucho con mis ojos a los
muertos, de que hablaba el clsico poeta. Su resistencia a mostrarse
no es otra cosa que el premio enorme que esconden, entregado en
su momento al lector consciente como el hallazgo feliz del buscador
de tesoros.
193
No, los libros no son para leerlos de un tirn, porque no son cosa
efmera, son mquinas del tiempo y mquinas contra el tiempo, las
nicas tambin que pueden guardarlo y conservarlo. Porque la palabra escrita lucha contra el tiempo. Troya y sus hroes se nos hacen
presentes en La Ilada con cada lectura del libro. As, un cuento es
como una pldora de tiempo, una cucharada de tiempo.
La lectura es un ejercicio que debe estimular nuestro intelecto,
no solo entretenerlo o aletargarlo para que pase imperceptiblemente
el tiempo. A la bsqueda del tiempo perdido, titul el gran maestro
francs su ciclo narrativo, una epopeya ntima contra el paso del
tiempo, en sus pginas est guardada para siempre la vida del Segundo
Imperio, con sus emociones y sus desengaos, con ese plpito de vida
caliente que don Miguel de Unamuno acert a llamar intrahistoria; o
sea, tiempo, un tiempo domesticado por las palabras, capaz de revivir
en nosotros con cada lectura.
La literatura es, pues, para m, expresin de vida. Toda mi obra,
salvo acaso mis dos libros de microrrelatos, cumplen ese deseo,
desde aquellos pequeos diarios de la infancia que pretendan atrapar
en torpes palabras unos latidos de vida que hoy son nebulosa en la
memoria cuando no vaco.
Hay quien, sin embargo, entiende las cosas de otro modo. Hay
quien cree que la literatura ha de venir de la literatura. Yo tengo al
Quijote por el eptome de lo que es la vida hecha literatura. Pero no
todo el mundo es de la misma opinin. Hay quien lo considera como
modelo de lo contrario, literatura hecha de la literatura, por causa
de esos libros de caballera a los que Cervantes supuestamente se
propone emular, siquiera irnicamente.
No lo digo con nimo de polmica para la que siento una invencible pereza, sino para constatar que hay puntos de vista contrapuestos.
Tampoco rechazo los libros nacidos bajo esa idea, depende de cmo
estn hechos, lo que s digo es que nunca he querido hacerlos o que
a m no me ha apetecido hacerlos. Con alguna notable excepcin,
me parece que adolecen de manierismo, cuando no me resultan algo
presuntuosos.
Si uno hace una fotografa de la vida y sabe captar la sustancia del
instante, ya est todo hecho; luego, lo que venga detrs, es decir una
194
fotografa o varias sobre esa primera que capt la vida, ser siempre
un subproducto, acaso dotado de gracia esttica, pero un subproducto.
No estoy por hacer fotos de fotos, estoy por hacer fotos de la vida.
Con alguna excepcin, sin embargo. Y vamos acercndonos ya algo
ms a la minificcin.
*
Para m los microrrelatos, estn dotados de tal especificidad que
constituyen una singularidad tan cercana a la esencia de lo narrativo
que su estudio ofrece mltiples enseanzas. Subrayar esa singularidad
es lo que me ha llevado a proponer un nuevo nombre para ellos.
Antes de elegir ttulo para mis libros tengo la costumbre de comprobar en Internet si ya ha sido utilizado. No se me ocurri hacer
lo mismo con la locucin Literatura Cuntica, tan confiado estaba
en que era el primero en utilizarla. As que no lo hice y emple la
denominacin en dos prlogos que acompaaron a sendos libros de
microrrelatos, La Mitad del Diablo y El Juego del Dibolo. Posteriormente, en realidad cuando preparaba esta charla, hice la consulta y me
llev la sorpresa de que la locucin ya estaba acuada, que incluso
pareca existir toda una doctrina sobre lo que es la literatura cuntica.
Desde luego no tena nada que ver con mi propuesta y, aunque no
me gusta polemizar, me pareci que ya era algo tarde para que yo
rectificara, as que decid seguir adelante.
Por cierto que esa literatura cuntica sobre la que existe una
teora muy documentada tiene como uno de sus ms importantes
adalides a una persona que conoc, Miguel ngel Diguez, un estupendo y originalsimo escritor prematuramente fallecido, a quien
rindo homenaje aqu.
S que la nomenclatura no tiene mucha importancia pero aade
matices al objeto nombrado. Soy partidario de llamar cunticos a
estos relatos hiperbreves. Y lo prefiero a otras denominaciones por
varias razones. Microrrelato evoca la figura del relojero trabajando
en las entraas del reloj con sus microdestornilladores y sus microherramientas, pero nada sugiere de la elipsis ni de la narratividad. Con
minificcin ocurre lo mismo, solo se alude al tamao. Hiperbreve,
parece que estuviramos hablando de un supermercado. Nanocuento,
aunque evoca tambin el mbito de la fsica subatmica, tiene el in195
El cine ha sido decisivo a la hora de afinar la narratividad aumentando el peso de la elipsis; sus cuantos de narratividad son tan
intensos en cada secuencia que el espectador ni siquiera piensa en
lo que ha sido eludido mediante la elipsis. Por eso es tan lamentable
lo que ocurre con algunas novelas de ltima hora, tan exitosas por
cierto, esas en las que se cuenta todo, en las que solo falta narrar
aquello que el muchachito sabiondo de mi calle objetaba en los
tebeos, esas intimidades de la higiene personal que los hroes de la
infancia no mostraban.
Se est produciendo una regresin en el lenguaje narrativo. Hay
como una consigna de buena parte de los editores. Vendamos libros
supuestamente literarios a quienes no pueden entender ni disfrutar de
la buena literatura, vendamos libros a los compradores, porque hoy el
libro es solo mercanca y no importa que se consuma ni que el efecto
de su consumo sea pernicioso, lo que importa es que se venda.
Entre el libro bueno y el libro malo existe una relacin semejante a la
que se da entre la comida sana y el fast food. Un periodista estuvo a dieta
exclusiva de fast food durante un mes o dos y sus constantes vitales se
desequilibraron gravemente. Algunos defensores del fast food dicen que
lo importante es tener algo para comer. Y es verdad pero con cuidado de
no intoxicarse. Tambin se dice que lo importante es leer, sea lo que sea.
Efectivamente un libro fast reading no mata, aunque s mata el tiempo,
como bien sabemos. Pero si no mata, atonta, entorpece las neuronas y
hasta las anula, convirtiendo al ciudadano en un mentecato.
*
Como consecuencia de mi retorno al cuento, a la escritura y a la
lectura de cuentos, pues ambas actividades son como la cara y la cruz
de una misma moneda, me propuse tambin escribir microrrelatos,
perdn, cunticos. El estmulo primero fue absolutamente casual.
Un profesor y un colega charlaban sobre un prximo congreso de
minificcin a celebrar en Valparaso. Fue una sorpresa enorme conocer el auge del gnero para el que se organizaban incluso congresos.
Promet que hara mritos para ser invitado a participar. Escrib un
primer libro que titul La mitad del diablo. Eran 333 relatos, de ah
el titulo. El editor me convenci de que eliminara buena parte de
ellos, hasta dejarlos en solo 146.
199
Los relatos, por muy pequeos que sean, son unidades narrativas
autnomas, igual que una novela. Por experiencia sabemos que el
mayor esfuerzo que ha de hacer el lector se concentra en las primeras pginas, a veces en las primeras lneas, es decir, en la entrada a
ese mundo autnomo y cerrado en que toda narracin consiste. 333
esfuerzos eran demasiados para un solo libro.
Posteriormente publiqu otro que contena parte de los relatos que
haban quedado fuera del primero y algunos otros nuevos. Lo titul
El juego del dibolo. Entre los dos libros forman un dibolo, pues
se unen por su parte ms estrecha. El primero, La mitad del diablo,
iba de ms a menos, del relato ms largo al ms corto, de solo una
palabra. El segundo, El juego del dibolo, del relato ms corto, de
solo seis palabras, al ms largo de poco ms de folio y medio.
Los dos libros ilustran perfectamente cuanto les he venido diciendo. De modo que voy a leerles el primero y el ltimo relato de
cada uno de ellos.
El primero de La mitad del diablo, consecuentemente el ms largo
del libro, se titula El cielo y dice as:
El cielo
Iba por el bosque con mi perrita y la perd de vista, algo bastante frecuente y que solo me preocupaba cuando estbamos cerca
de la carretera, como era el caso. La llam con insistencia, silb,
pero no acudi.
Boni, Boni segu voceando.
De repente, de entre la espesura vi correr hacia m a un perro. Tena ese trote saltarn, con las orejas subiendo y bajando, que
obedece a la llamada del cario. Pero no era Boni, aunque, cuando
lleg a m, intent encaramrseme. Se trataba de una perrita comn de pequeo tamao, con la piel negra y blanca.
Enseguida vi venir a otro perro, un setter de color cobre, de magnfica estampa cazadora, que tambin se acerc jubiloso. Y, mientras
la perrita y el recin llegado me hacan carantoas con sus saltos, moviendo los rabos como hlices, yo segu voceando el nombre de Boni.
Un tercero apareci. Era un cachorro de apenas dos meses,
gris y juguetn. Mi padre me haba regalado uno igual, un perro
200
lobo, deca l, cuando yo era nio, y se me haba muerto de parlisis un mes despus. Le pusimos Tobi.
Algo confundido, insist en mi llamada, y solo cuando v venir
a dos perros ms empec a comprender. Eran Freak y Bolo, los ltimos que haba tenido, que se acercaron con idntico alborozo.
Entonces reconoc tambin a todos los dems. Con cunta
emocin abrac a Lista, la primera en venir, que segua lamindome la cara, y a la que, siendo yo muy nio, mat un coche; a Sol,
el perro de Franquito, el nico que muri de viejo; a Tobi, el pobre
cachorrillo que llev imprudentemente a un bao en el ro.
El mdico me haba prevenido contra las emociones fuertes y
tem que mi cansado corazn fuera a estallar, incapaz de soportar
el jbilo que el abrazo de todos los perros que alguna vez haba
querido me provocaba, saltando y brincando a mi alrededor. Faltaba, sin embargo, Boni. Y, cuando la vi acercarse a la carrera, con
ese trote que es una declaracin de amor, supe que estbamos ya
en la otra vida.
Desayuno
Cuando regres el funcionario segua ausente.
203
*
Creo que conviene ya terminar. Naturalmente en medio de cada
uno de estos dos cuentos con los que ambos libros empiezan y acaban, hay muchos otros textos que, desde el punto de vista terico
que domina esta charla, tienen el inters de su enorme variedad,
que va mucho ms all de lo temtico. Hay relatos policacos, de
ciencia-ficcin, fantsticos, mitolgicos, histricos, romnticos
y metaliterarios.
Esa es una de las mayores virtudes de los cunticos. Vida y literatura se fusionan en ellos con tal naturalidad que hace ociosa la
vieja disquisicin antes planteada, literatura de la vida o literatura de
la literatura. Todo cabe en ellos. O dicho de otra manera: nada les es
ajeno. En su molde no hay gnero que no se acomode a la perfeccin:
204
Terror, futurismo, ensayismo, cualquier cosa, tradicional o renovadora. Su estructura es plstica y flexible, moderna y antiqusima, tan
cercana a la esencia de la narratividad que ningn gnero ni forma
puede apropiarse de ella en exclusiva, manteniendo igual frescura y
vitalidad a lo largo de los siglos.
La literatura cuntica se nos aparece como ms misteriosa y
ambigua que la literatura convencional. Una literatura en la que el
papel del lector resulta decisivo, tanto que colmara las peticiones de
aquellos famosos crticos que a finales de los sesenta preconizaban
la hora del lector.
205
Como autora de microrrelatos frecuentemente suelen preguntarme el motivo de mi eleccin del gnero breve como forma narrativa
para mis relatos. En realidad no fue tanto eleccin sino hallazgo, un
buen da descubr que el poema iba transformndose en otro paisaje
en el que aparecan figuras, voces que tenan historias que contar, el
resultado fue que el poema dio paso a la narracin, pero sin abandonar aquellas herramientas de concisin y brevedad propias de las
imgenes poticas.
Siempre me ha interesado la sntesis del lenguaje como herramienta esencial en la precisin de lo narrado, es algo que tiene mucho
que ver con el concepto de intensidad expresiva muy cercano a la
abstraccin potica. Huyo de toda retrica, me preocupa potenciar al
mximo la expresin mediante una austeridad de medios que eleve
la tensin en el interior de la narracin. Como creacin me apasiona
toda forma de hiperbrevedad narrativa o discursiva en cualquier dimensin literaria: microrrelatos, aforismos, prosas poticas mnimas,
etc. Encuentro en todas esas variantes una valiosa identidad literaria
transfronteriza, abierta a infinitas posibilidades combinatorias.
Hay en toda mi obra una mirada perpleja ante el mundo, un profundo escepticismo a veces irnico, otras inquietante ante lo ilegible
del acontecer humano. La escritura como respuesta simblica al
207
210
El viajero
El viajero no acababa de llegar, sus familiares le esperaban
nerviosos, no se explicaban su tardanza, se haban gastado una
buena suma de dinero en la compra de aquella trampa y en adornarla con aquel pedazo de queso de la mejor calidad.
Filosofa de la cebolla
Aquel filsofo tena por cabeza una dorada cebolla y sus escritos naufragaban siempre en un llanto sin remedio que inundaba
hasta el ltimo rincn de la ciudad. Sin embargo, aquel hombre era
venerado por todos como un mensajero de los dioses, el motivo no
era otro que estando la ciudad levantada en una zona de feroces sequas, los libros del filsofo eran gozosa lluvia de llanto recogida
en vasos y cubos, cisternas y grandes depsitos que hacan posible
la vida en la gran urbe, abasteciendo a los ciudadanos con bellsimas perlas de tristeza con la que cocer los alimentos, asearse o
regar los inmensos sembrados de cebollas que rodeaban la ciudad.
Mesa
Veo pasar dos hombres con una pesada lpida al hombro, la
losa est grabada, desde mi ventana alcanzo a ver las fechas de nacimiento y muerte. De pronto los dos hombres se detienen y entran
en la taberna de enfrente.
En su interior les veo maniobrar con el objeto de su robo, se
mueven contra reloj blandiendo mazos y martillos, se dira que
trabajan con verdadero entusiasmo, pronto la lpida se transforma
en una mesa sobre la que no tardarn en celebrar los habituales
parroquianos los crmenes patriticos.
Mientras, cada vez son ms los muertos en la ciudad que quedan con su indefensin a la intemperie, descubiertos bajo la bveda del cielo por culpa de esta nefasta moda mobiliaria.
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COMUNICACIONES
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219
Universidad de Valladolid
Entre los muchos escritores actuales que se han visto tentados por
la viveza del microrrelato ocupan un lugar muy especial los leoneses
Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Dez y Jos Mara Merino. Ellos
han marcado en la narrativa espaola actual una lnea de recuperacin
del placer de contar, aprendido al calor de los filandones, aquellas
reuniones nocturnas en las que se contaban historias que despertaban la admiracin, la curiosidad y el miedo de los nios. El ritmo
pausado de aquellas veladas ha sido sustituido por el agitado ritmo
de vida en la actualidad, pero, afortunadamente, ha prevalecido el
gusto por relatar historias, aunque sea marcadas por la rapidez, el
signo de los tiempos.
* Este artculo se ha realizado en el marco del Proyecto de investigacin Espacios reales y espacios imaginarios en la narrativa castellana y leonesa reciente
(1980-2006) , financiado por la Junta de Castilla y Len (Referencia VA074A07).
1. Vid. Irene Andres-Surez, La esttica de la brevedad. Tres clsicos del microrrelato: Luis Mateo Dez, Jos Mara Merino y Juan Pedro Aparicio, Siglo XXI.
Literatura y cultura espaolas, 5 (2007), pgs. 153-175.
. Se ha puesto en relacin el xito de los microrrelatos con ese ritmo precipitado de la vida actual. Segn Irene Andres-Surez hemos entrado de lleno en
lo que se viene llamando la era de la brevedad, fundamentada en el espritu de la
condensacin, que afecta a distintas disciplinas y actividades, Irene Andres-Surez
y Antonio Rivas (eds.), La era de la brevedad. El microrrelato hispnico, Palencia,
Menoscuarto, 2008.
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. Asuncin Castro Dez, La narrativa de Juan Pedro Aparicio, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha. 2002, pg. 48.
. Puede verse al respecto mi artculo, Juan Pedro Aparicio y la bsqueda de
un nuevo espacio narrativo: del cuento al microrrelato, en Homenaje a Ricardo
Senabre, Universidad de Extremadura-Universidad de Salamanca, 2009, pgs. 7784.
. Madrid, Pginas de espuma, 2006 y 2008, respectivamente. Para evitar confusiones, en las citas utilizar la abreviatura MD, para La mitad del diablo, y JD,
para El juego del dibolo.
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223
extremos hay dos varillas que son las que se agarran con las manos.
Entre el libro primero y este segundo forman un dibolo, pues en
aquel la extensin de los textos iba de mayor a menor y en este, de
menor a mayor. Queda claro, pues, el carcter complementario de
ambos libros. Le parece el dibolo a Aparicio un juego diablico,
por su dificultad. Afortunadamente l juega con la palabra y no con
el cordel, pero el carcter ldico del libro queda patente desde el
principio.
Ninguno de estos libros puede ser considerado como una simple
suma de microrrelatos, sino que cada uno de ellos tiene unidad conceptual, estructural, temtica, ideolgica y estilstica. Lo ms evidente
es lo relativo a la unidad estructural pues, como he anticipado, en La
mitad del diablo los textos estn ordenados de mayor a menor extensin,
desde las 39 lneas del primero, El cielo, hasta la sola palabra que
constituye el ltimo Yo al que da sentido el ttulo, Luis XIV.
En El juego del dibolo, por el contrario, la extensin de los textos va
de menor extensin, el primero, de una sola lnea, al mayor, aunque
esta progresin se interrumpe en tres ocasiones, como luego veremos,
mediante un juego metaliterario. La unidad conceptual viene marcada
por la propia ideacin del libro como tal, por la concepcin general
del autor respecto a la literatura y respecto a este gnero en particular:
a los rasgos generales que definen el microrrelato, en el caso de los
relatos cunticos de Juan Pedro Aparicio, habra que aadir como
componentes fundamentales el ingenio y su consecuencia directa, la
capacidad de sorprender al lector siempre con participacin activa.
La unidad estilstica est marcada por la elipsis, que conlleva un lenguaje rico, connotativo, sin concesin alguna a lo superfluo, y marcado
tambin por la irona y los abundantes juegos de palabras. La unidad
temtica de ambos libros quedar enseguida en evidencia, al analizar
el contenido de los mismos.
. Puede verse un repaso de ellos en Irene Andres-Surez, El microrrelato: caracterizacin y limitacin del gnero, en Mara Teresa Gmez Trueba (ed.), Mundos mnimos, op. cit., pgs. 11-39. Y un interesante anlisis de los distintos componentes del microrrelato en relacin al cuento en David Roas, El microrrelato y la
teora de los gneros, en Irene Andres-Surez y Antonio Rivas (eds.), La era de la
brevedad op. cit., pgs. 47-76.
224
He aludido antes al paralelismo que establece el propio Juan Pedro Aparicio, en el prlogo a El juego del dibolo, entre los relatos
cunticos, que se rigen por leyes especficas en especial le elipsis,
y nuestra vida, que no es sino breve intervalo entre dos eternidades
(JD, 8). Esta declaracin conlleva algunos matices que pueden constituirse en interesantes vas de acceso a estas obras: por una parte,
la vida como eje temtico, que no ignora, no obstante, su carcter
relativo, siempre en relacin con el tiempo, con un ignoto antes y con
un constatado despus, la muerte. Por otra parte, la contemplacin de
la vida en su relacin a lo que no es vida indica un punto de vista poco
habitual, un perspectivismo enriquecedor y fecundo, que concita el
ejercicio de la imaginacin. Y esa vida que es breve intervalo entre
dos eternidades est en relacin directa y recproca con la literatura:
vida y muerte, instante y eternidad, realidad e imaginacin, criatura y
creacin, son las dualidades que constituyen la base de los relatos
cunticos de Juan Pedro Aparicio.
La mirada del autor en La mitad del diablo parece abarcar la
creacin entera y en ella no pueden faltar ni Dios, ni los ngeles, ni
el diablo. Pero el tratamiento de estos entes dista mucho de la visin
tradicional. Recreado ahora el supramundo por la imaginacin del
autor, todos ellos parecen estar hechos a imagen y semejanza del
hombre y sometidos a los mismos peligros y convulsiones del mundo
moderno. As, en Los gusanos, una mente infantil piensa que los
planetas y las galaxias son como los gusanos que devoran al mismo
Dios, muy descoyuntado y descompuesto ya, tras el big bang
(MD, 108). El diablo, para sembrar el mal en el mundo, concede la
reencarnacin a algunos condenados por cierto, que las profesiones
ms elegidas por los condenados reencarnados son las de poltico,
poeta y esposa de poeta (MD, 96). Se cuestiona que los ngeles de
la guarda hagan bien su trabajo el cambio de perspectiva respecto
a la visin tradicional es evidente, pues permiten que un pecador se
extrave (Lgica, MD, 120). Los ngeles participan de los sentimientos humanos y caen igualmente en tentaciones, con las mismas
ventajas y los mismos inconvenientes que los hombres:
225
En la riqueza y en la pobreza
El Arcngel Nataniel se haba enamorado de una criatura humana. Hicieron el amor y Dios les conden a vivir en matrimonio
(MD, 156).
De modo similar, El juego del dibolo tiene tambin unidad conceptual, estructural, temtica, ideolgica y estilstica. No repetir los
argumentos para esta afirmacin, similares a los que la fundamentaban
en el caso anterior, pero s conviene repasar el paralelismo entre estos
libros y la aportacin que supone el segundo respecto al primero.
La visin sobre la vida y la muerte es bastante prxima en ambos
libros, pero hay algunos matices diferenciales. Es interesante que,
aunque en ambas obras predomina la ambientacin en el presente,
en el primer libro se produce a menudo una visin retrospectiva,
mientras que en el segundo, la mirada se orienta ms hacia el futuro
y se abre a nuevos temas, como el de la longevidad, los trasplantes
o la vida extraterrestre. Quizs ahora toma tambin ms fuerza una
visin rigurosa y sarcstica de la condicin humana: la envidia, la
vanidad, los celos, la ambicin parecen dominar el mundo. El
amor est contemplado con la misma mirada condescendiente y, a
la vez, irnica; ms propia del incrdulo que del desengaado. La
muerte se ha liberado del rigor con que era contemplada: ahora ya
no se trata de la producida por la sinrazn humana en su devenir
histrico, sino que aparece asociada a problemticas muy actuales,
como el suicidio, el asesinato (rodeado de un halo cinematogrfico
de misterio) y la muerte sbita (asociada a fuerzas sobrenaturales,
como el presagio).
Sigue siendo fundamental la literatura como tema. A veces se trata
de una reinterpretacin de los mitos literarios. Si en La mitad del
diablo se daba una muy particular versin del quevedesco Polvo
enamorado, ahora se hace del ovidiano tpico del Morir de amor,
cuyo protagonista es un vagn que, al separarlo del convoy al que
siempre estuvo unido, deja de funcionar y es llevado al desguace. En
otros textos, cobra protagonismo el contador de historias, figura tan
apreciada por el autor, que nos retrotrae a los orgenes de la literatura
y a los del propio autor (con los filandones).
228
fabrica una protena de carne que crece en la tierra, pero las plantas
al crecer se devoran unas a otras. O en Adn y Eva, las neuronas
de un sabio son trasplantadas a un ordenador; al tener noticia de la
muerte de una bella bailarina, el ordenador exige que tambin se
trasplanten las neuronas de ella y que les dejen las noches en la ms
estricta intimidad.
Otros relatos, en cambio, obedecen a viejas creencias o a supersticiones, como Imgenes en el espejo, basado en la creencia de
que algunos espejos tienen la misteriosa propiedad de guardar para
siempre la imagen que alguna vez reflejaron (JD, 76); harta de ver
a tanta gente, una mujer lo tira al suelo y, al romperse, se liberan las
figuras en l encerradas y su casa se llena de gente. Hay tambin
varios relatos basados en el poder adivinatorio y en los efectos que
produce en la gente.
En El juego del dibolo se desarrolla una tcnica ya apuntada
en el primer libro, o, mejor dicho, dos tcnicas complementarias: la
humanizacin de los objetos y la animalizacin o cosificacin de las
personas. Como ejemplo del primero, remito a Morir de amor al
que ya me he referido cuyo protagonista es un vagn de tren. Por
el contrario, en Amor exprimido, la novia se va diluyendo sorbida
por los besos del enamorado.
Me he referido antes a que lo que daba unidad ideolgica a La
mitad del diablo era la visin relativista y perspectivista de la realidad. Esa misma visin impregna ahora los distintos relatos, pero
adems, en algunas ocasiones, esta se hace explcita. As Gua
de la memoria comienza con una frase categrica: Lo que para
algunos es una ventaja, para otros es un grave inconveniente (JD,
59). En Tres mujeres, un viejo se queja ante la muerte de que solo
ha tenido relaciones con tres mujeres; esta le hace ver esto desde la
perspectiva de las mujeres: Mralo desde el otro lado. El orgullo de
esas tres mujeres, las nicas en todo el mundo que se han acostado
contigo (JD, 81). Y el mismo giro de visin se produce en El hijo
del general o en Los tneles de Von Rinklaus. Pero si en estos
relatos el perspectivismo se explicita, convertido en tema del relato,
en los dos libros est implcita esa visin plural de la realidad que,
insisto, es lo que dota de unidad ideolgica a ambos libros.
230
Hasta aqu hemos abordado el estudio de estos dos libros atendiendo a su unidad y coherencia. Pero este acierto en su composicin
global no debe excusarnos de contemplar los textos en su individualidad y de someterlos a revisin en su propia naturaleza, la de su
carcter de microrrelatos. La cuestin que debemos plantearnos es si
la elipsis llevada al extremo permite todava hablar de relato, aunque
sea bajo la consideracin de micro.
Aunque los estudiosos han fijado unas caractersticas como
definitorias de esta modalidad narrativa que tan acertadamente ha
sintetizado David Roas, esto no implica que deba darse cada una
de ellas en cada uno de los textos; definen al gnero como tal, pero
no a cada uno de los microrrelatos. Pero s hay algunas que resultan
imprescindibles para poder hablar de relato. En realidad, aunque
marcado por la elipsis que impone la brevedad, ha de tener, como tal
relato, todos los elementos propios del discurso narrativo, aunque no
estn matizados. Y, por supuesto, debe tener carcter literario.
La mayora de los textos de ambos libros cumplen los requisitos
necesarios, el problema se plantea en los ms breves. Veamos los tres
ms breves de cada libro. De La mitad del diablo (pgs. 161-163):
El sueo
Muri y no supo que haba despertado de un sueo.
La sospecha
Los zapatos del sepulturero olan raro.
Luis XIV
YO.
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LA SUGERENCIA UNIVERSALIZADORA
DEL MICRORRELATO.
EN EL MAR DE LUIS MATEO DEZ*
Mercedes Rodrguez Pequeo
Universidad de Valladolid
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. Jos R. Valles Calatrava, El espacio en la novela. El papel del espacio narrativo en La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, Almera, Universidad,
1999. Y del mismo, Teora de la narrativa, op. cit.
. Natalia lvarez Mndez, Espacios narrativos, Len, Secretariado de Publicaciones, 2002.
238
La dimensin discursiva del espacio configura la magistral expresividad del microrrelato y a travs de ella conocemos las otras
dimensiones espaciales: el lugar y el mbito de actuacin. Y lo
primero que observamos es la reducida dimensin discursiva de un
microrrelato de ocho renglones. No obstante, como iremos viendo,
el alcance expresivo de este espacio adquiere protagonismo tanto en
la significacin del texto, por su relacin con los acontecimientos
y personajes, como en su depurada expresividad, con una funcin
simblica semntica y compositiva. Estamos ante uno de los sorprendentes mritos del microrrelato, que consiste en que a menor
extensin discursiva, le corresponde una excepcional manifestacin
expresiva, significativa e interpretativa.
1. El espacio, entendido como marco de la accin y posicin
geogrfica en que se sitan seres y acontecimientos, es el lugar donde
suceden los hechos y viven los personajes. Esta categora espacial
de localizacin est anticipada en el ttulo, cuya topografa sita la
accin narrativa en una extensin territorial: en el mar. La escueta
formulacin verbal del ttulo se explaya en el texto con la descripcin
del paisaje, cuya percepcin por parte del narrador est focalizada
desde un punto concreto de la cubierta del barco. El mar, elemento
referencial simblico, es visto como una infinita pradera, y se completa con la descripcin, concisa y concreta, pero muy plstica, de
un momento temporal del da: El mar estaba quieto en la noche que
envolva la luna con su resplandor helado. A la topografa inicial y a
esta cronografa del primer prrafo se aade en el ltimo una evidencia, figura retrica que describe el estado de nimo del protagonista
y que est en ntima relacin con el espacio mediante los elementos
verbales: en esas noches quietas aprend a tocar la armnica y me
hice un hombre. La descripcin del lugar, del momento temporal
del da y la evidencia confluyen en la presentacin del espacio y su
relacin con el personaje.
La amplia e imprecisa localizacin geogrfica no se corresponde
con un lugar concreto reconocible y est alejada de la toponimia real
o imaginaria que caracteriza la narrativa de Luis Mateo Dez. El espacio ms identificable en la narrativa de este autor es el espacio rural,
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Prrafo 3
noches quietas
noches quietas
barco
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17. Otros relatos en que aparecen los escaparates son La hija de la tormenta
(AM, 15) y El bao de Diana (AM, 12). En este ltimo la mencin del escaparate
de la pastelera propicia una metonimia entre la joven, cuyos encantos revelan el
viento y una falda demasiado corta, y los dulces exhibidos en la tienda golosina
irresistible para el ojo, ambos.
18. En El hilo azul, Madrid, Aguilar, 2001, pgs. 225-229.
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Igualmente prstino es El perseguidor, que me permito reproducir entero, por su brevedad y la concatenacin de elementos que
interesan a nuestro anlisis:
Visitarlas en la oscuridad, cuando todos duermen. Hacerlo forzando amorosamente las fallebas de las ventanas, descendiendo de
los tejados, de los aleros vertiginosos; o hacerlo a travs de viejos
tneles, de trampillas camufladas en la pared, detrs de los muebles, sirvindose de esa arquitectura secreta que los amantes y los
criminales frecuentan en los folletines.
Hacerlo, incluso, practicando un agujero en la pared, dedicando laboriosamente tardes enteras a la tarea de ir rascando el yeso,
desprendiendo la masa entre los ladrillos, hasta abrir esa pequea
brecha por la que poder sorprenderlas al fin en sus cuartos sin que
se den cuenta, en los momentos de mayor intimidad y abandono,
como rebaos lentsimos, como el curso remansado de los ros.
Nunca a travs de la puerta, a la vista de todos, como los cobradores, los notarios o los evangelizadores, los que se ufanan en no
tener nada que ocultar; sino como lo hara un ladrn, un trnsfuga,
sbita y dolorosamente, como dando paso a una nueva causalidad,
como instaurando al fin el reino de la misericordia (AM, 33).
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Conclusiones
Creo que puede darse por cumplido el primero de los objetivos de
este trabajo: llamar la atencin de los lectores y estudiosos sobre El
amigo..., libro singular pero abundante en conexiones intertextuales
con el resto de obras del autor (posteriores en su mayora).
Por otra parte, el anlisis de los espacios narrativos abordado en
estas pginas, y sobre todo, los ejemplos con que hemos ilustrado
dicho anlisis, manifiestan el relieve del espacio en el libro. Incluso
un somero acercamiento, como el que aqu propongo, muestra que
la importancia del espacio en la obra de Martn Garzo rebasa con
mucho la de un teln de fondo ms o menos realista, o fantasioso, o
extensamente descrito. A pesar de la brevedad a menudo esquemtica
de las referencias espaciales en El amigo..., estas son vehculo para
algunas de las ideas centrales y recurrentes de su obra narrativa, y de
manera muy especial, para su particular concepcin de las relaciones
entre hombres y mujeres. Recursos y motivos de El amigo... aparecern ms desarrollados en sus novelas largas, donde los escenarios
se encuentran dibujados con mayor detalle mediante descripciones.
Pero la concisin y contencin con que el autor las suministra en estas
pginas, contadas y pesadas con mano parca y maestra, cumplen el
axioma minimalista de menos es ms, y lejos de mermar su inters,
lo acrecientan.
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Fue sobre todo James Joyce quien, en los primeros lustros del
siglo que ya dejamos atrs, otorg fuerza literaria al concepto de
Epifana. Y todava hoy, no nos resulta difcil encontrar en la mayora de diccionarios de trminos literarios, alguna de las ms claras
definiciones que el autor del Ulises apunt para su esclarecimiento.
Quizs, la que ahora se nos antoja ms apropiada, localiza la epifana
cuando el alma del objeto ms comn nos parece radiante. Dicho
de otro modo, la realidad externa, en la epifana, toma un cariz de
significacin trascendental para quien la percibe. El autor que va a
centrar nuestra atencin en las prximas lneas, sin duda, asentira
ante tal definicin, y probablemente aadira alguna reflexin acerca
de un concepto, el de la epifana , que resulta angular en su obra.
Jos Mara Merino es novelista, cuentista, y recientemente ha sido
investido miembro de la RAE. Gallego de nacimiento, leons de adopcin, Merino no solo crea ficcin; tambin construye pensamiento
acerca de esa ficcin. Matiz este, que nos brinda la oportunidad de
. Ana Mara Platas Tasende utiliza en su Diccionario de trminos literarios
composiciones de Thomas Mann La montaa mgica y James Joyce Retrato
del artista adolescente como ejemplos que acompaan su definicin de epifana.
(Vid. Ana Mara Platas Tasende, Diccionario de trminos literarios, Madrid, Espasa, 2000, pg. 261.)
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vislumbrar con mayor lucidez los mecanismos por los que se mueven y nutren sus ficciones y que, como insinubamos, mucho tienen
que ver con la epifana de Joyce. Basten para esta introduccin unas
palabras autobiogrficas de Merino, que reflejan su admiracin por
la manera original y desacostumbrada con que los narradores de su
infancia destilaban en sus historias ese sentido de epifana; acertando
en percibir y transmitir singularmente las aparentes pequeeces de lo
cotidiano, Merino recuerda: lo insignificante, o los acontecimientos
humildes de la aldea, adquiran gracias a la destreza del narrador una
peculiar significacin que los enlazaba con los hechos ms importantes que pudiera haber en el mundo.
En este estudio nos ocupamos de ver el surgimiento de la epifana en una parte muy concreta de la obra de Jos Mara Merino:
su minificcin. Reunida toda ella en 2007 bajo el ttulo La glorieta
de los fugitivos, representa, tal como el autor ha manifestado en
ms de una ocasin, un gnero adecuado para dar forma a aquellas
iluminaciones o instantaneidades que experimenta el escritor. Nos
acercaremos a las ficciones que componen los ciento cuarenta y seis
microrrelatos de la antologa a partir de cuatro enfoques distintos. Los
dos primeros aludirn a los Ciento once fugitivos, que es el nombre
que recibe la primera parte de la obra, y nos permitirn comentar el
modo en que aspectos como la ambigedad de lo real o la identidad
se dan cita en los microrrelatos que la componen. Nos detendremos
especialmente en el primero de ellos por considerar que el segundo,
la crisis de identidad , aunque con pleno tratamiento independiente
en los relatos, viene sobre todo sugerido y facilitado por la percepcin
ambigua de lo real. Los dos restantes acercamientos, se centrarn
en las consideraciones de Merino sobre el microrrelato; mostrar la
conveniencia de su uso, el primero, y atestiguar la profunda con. La cita pertenece a uno de los ensayos El narrador narrado que Jos Mara Merino ha reunido en Ficcin continua, Barcelona, Seix Barral, 2004, pg. 14.
(En adelante incluyo las citas de esta obra en el texto, entre parntesis con la abreviatura FC y la pgina).
. creo que es muy adecuado para expresar las iluminaciones o instantaneidades que se le ocurren al escritor, Irene Andres-Surez, Los nanocuentos de Jos
Mara Merino. Claves de lectura, nsula, 741, septiembre 2008, pg. 31.
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jante la aplica para tres series de microrrelatos de Merino correspondientes a Cuentos del libro de la noche incluidos en La glorieta de los fugitivos. Al margen de El
despistado, una segunda serie plasma Las horas de la madrugada, y la tercera
consiste en cuatro minicuentos a los que cada una de las estaciones da nombre.
Basilio Pujante Cascales, Los microrrelatos de Jos Mara Merino, El Cuento en
Red. Revista electrnica de la ficcin breve, 17, Primavera 2007, pgs. 56-57.
. Ibid. pg. 58
. Jos Mara Merino, La glorieta de los fugitivos, Madrid, Pginas de Espuma,
2007, pg. 141.
. La reflexin le viene inspirada por la narrativa breve de Franz Kafka, a la
que alude brevemente en Los parajes de la ficcin, (FC, 118-119).
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incluso cree ver fugazmente, pero con las que le es imposible relacionarse. A nuestro juicio, este es a todas luces el mejor aprovechamiento
de los recovecos del mundo fantstico, pues refleja fielmente una actitud muy humana de bsqueda de compaa, de proteccin; un deseo
de percibir, en definitiva, presencias que nieguen el mayor miedo de
todos: la soledad. Muestras de ello las tenemos, por ejemplo, en Pie,
relato en que el protagonista percibe cmo algo semejante a un pie
parece situarse a su lado en la cama y le acaricia. Merino describe
la presencia del pie como tacto de suavidad y calor (GF, 91); no
deja lugar para el miedo, muy al contrario: l espera la llegada de la
noche para encontrar en la oscuridad el tacto de aquel pie en el suyo,
con la impaciencia de un joven enamorado antes de su cita (GF,
91-92). Otras muestras del objetivo que describimos pueden localizarse en Pgina primera o en De fauna domstica. Nos parece
especialmente digno de mencin en este ltimo el hecho de que, los
presuntos entes a los que no se puede ms que intuir, se alimenten de
exhalaciones psquicas; es decir, de cuando no extraemos solo aire
sino una suerte de evocaciones que provienen de nuestra mente, y
que quizs el lector tendr a bien relacionar con la reaccin anmicocorporal que provocan los recuerdos. As pues, vivencias, recuerdos
en definitiva, son quienes les dan vida. El nostlgico, podramos verlo
as, se procura compaa recuperando lo vivido.
Un cuarto y ltimo objetivo que exige la creacin de una atmsfera, extraa cuando menos, es una variante en cierto modo de lo que
acabamos de exponer, y se propone sublimizar encuentros de almas
que se buscan; ejemplos clave de ello son Rebajas y Viento. En
ambos relatos, la construccin de un entorno hostil y opresor permite
a Merino destacar la atraccin que se produce entre dos figuras que
permanecen ajenas a cuanto ocurre a su alrededor, como envueltos
nicamente por lo que desprende cada uno de ellos en el otro. En el
primero, se introduce un tiempo agobiante, acaso el ms duro del
ao que produce en el protagonista una intuicin de pesadilla,
una sensacin de mal sueo y que se singulariza con la aparicin
de una anciana, que llama la atencin sobre todo por ser un contraste
ante el incesante movimiento reinante, por permanecer ajena a la
velocidad angustiante de los compradores. El protagonista siente
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Ahora bien, tales pretensiones de captacin del instante, de epifana al fin y al cabo como advertamos ya al comienzo, no eximen de
estrictos ndices de calidad que el mismo Merino se exige siempre.
As lo declaraba en una entrevista al diario El Pas pocas semanas
despus de la publicacin de su minificcin completa:
hay gente que piensa que en el microrrelato vale cualquier
cosa. Pero el hecho de que un texto de ficcin sea breve no quiere
decir que sea un microrrelato [] la brevedad en s no es un valor.
Lo es dar expresividad narrativa a un texto breve que ensancha la
literatura18.
Y en contra de ciertos microrrelatos que no cumplen con los requisitos deseables, advierte finalmente tambin Merino en Minicuentos
carnvoros, uno de los microtextos que componen La glorieta en
miniatura (veinticinco pasos): Ojo, entre las formas de la ficcin
brevsima hay algunas carnvoras, que llegan a morder, y termina
aconsejando Si las ves muy huraas, da un rodeo (GF, 212).
Es indicativo del grado de inters de Merino hacia el mbito terico, que sus advertencias vayan muy en la lnea de las que mantiene
un sector importante de la crtica, al querer deslindar la forma del
microrrelato. As, tambin Domingo Rdenas denuncia la confusin
que en ocasiones se ha creado entre brevedad y rapidez. Rdenas
defiende ese concepto de rapidez solo si se refiere a la concisin
en el relato, pero nunca a la velocidad en su creacin19.
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los especialistas 20. Dicho esto, y para terminar, nos remitimos a las
palabras con las que Teresa Gmez Trueba presenta el libro Mundos
mnimos. El microrrelato en la literatura espaola contempornea; en
ellas propone como solucin transitoria a la problematizacin genrica considerar como microrrelatos aquellos textos que sus respectivos
autores nos han ofrecido como tal21. Aunque acaso poco cientfica, la
propuesta puede unir criterios, y evitar, por ejemplo en el caso que nos
atae de Merino, que mientras, por un lado, nuestro autor considere
incluir en La glorieta de los fugitivos como microrrelatos veintids
de las composiciones que en 2002 presentaba con el ttulo de Das
imaginarios, por otro lado, un sector de la crtica haya mantenido que
en tal obra nicamente podan deslindarse doce22. O que incluso en
el anlisis de lo que se ha llamado los nanocuentos de Jos Mara
Merino23 se citen hasta un total de nueve supuestos microrrelatos
que no han sido elegidos por Merino para su Glorieta.
Sea como fuere, intentemos o no espigar la raz pura de esto que
damos en llamar microrrelatos, conservemos aquello que el autor que
ha merecido nuestra atencin define como la sensacin incomparable
de ir descubriendo la realidad de un nuevo continente (GF, 12).
278
UN LEN EN LA COCINA.
LOS MICRORRELATOS DE JULIA OTXOA
Ana Sofa Prez-Bustamante Mourier
Universidad de Cdiz
Es Julia Otxoa (San Sebastin, 1953-) una creadora multidisciplinar que desde la poesa ha ido colonizando otros gneros como el
relato breve y la poesa visual. Hasta la fecha ha reunido sus cuentos
en cuatro libros: Kskili-Kskala (1994), Un len en la cocina (1999),
Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee (2002) y Un extrao
envo (2004). A ellos hay que aadir la plaquette La sombra del
espantapjaros (2004) y la antologa bilinge, castellano italiana,
Maiali e fiore - Cerdos y flores (2006), si bien no las contamos aqu
porque se nutren de relatos previos. Con estos textos, en conjunto
unos ciento treinta, la autora ha llamado la atencin de los antlo. Julia Otxoa, Kskili-Kskala, prlogo de Javier Tomeo, Madrid, VOSA,
1994; Un len en la cocina, Prames, Zaragoza, 1999; Variaciones sobre un cuadro
de Paul Klee, Hondarribia (Guipzcoa), Hiru, 2002; Un extrao envo, Prlogo de
Jos Mara Merino, Palencia, Menoscuarto, 2006. Citamos en lo que sigue por estas
ediciones.
. Julia Otxoa, El espantapjaros, Cuenca, El Toro de Barro, 2004; Maiali e
fiori Cerdos y flores, traduccin al italiano por Sara Zhangui, Roma, Empiria,
2006.
. Kskili-Kskala tiene 39 textos; Un len en la cocina, 50, de los cuales 10
vienen del libro anterior; Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee consta de 28
relatos; y Un extrao envo tiene 55, de los cuales 22 son nuevos y los 23 restantes
proceden de los tres anteriores o de Gunten Caf (2004), un poemario.
297
298
poema iba transformndose en otro paisaje en el que aparecan figuras, voces que tenan historias que contar, y el resultado final
fue que el poema dio paso a la narracin, pero sin abandonar aquellas herramientas de concisin y brevedad propias de las imgenes
poticas.
299
versacin y se aleja llorando. Tal vez no ha conseguido la absolucin o quizs s y esas lgrimas sean la penitencia y sus das se
inunden y su futuro sea ya para siempre el de los nufragos.
300
En otros momentos tambin los grandes estruendos de las bombas estallando bajo los coches producen en m esa misma sensacin
de intenso silencio a mi alrededor, como si mis odos estuvieran taponados fuertemente con cera prensada, y el mundo fuera una habitacin cerrada sin puertas ni ventanas en la que me han abandonado10.
301
Como se ve, la autora nos prepara para unos textos de planteamiento y desenlace desconcertante que requiere nuestra participacin,
y de este modo procede como otros innovadores de la narrativa (as
Unamuno o Cortzar) que se sintieron impelidos, por las necesidades
internas de la creacin, a perfilar el horizonte de expectativas de sus
lectores. El ltimo microrrelato trata de la muerte sbita y viene a
ser una metfora del final del volumen:
Suceso
Mira! Mira, pap!
12. Dolores M. Koch, Microrrelatos: doce recursos para hacernos sonrer, El
Cuento en Red: Estudios sobre la ficcin breve, 14, 2006.
302
Un extrao envo (2006) comienza con un ensayo de autodilucidacin tan conciso como penetrante sobre qu busca la autora con el
microrrelato, muy en sintona con su poesa de carcter neopurista,
existencial y filosfico:
Este tipo de narracin me proporciona la posibilidad de un espacio literario abierto, ldico, en el que poder utilizar la irona, el
misterio, el juego intelectual, literario y lingstico, como ingredientes esenciales de la estructura narrativa que me interesa, clara
y concisa. [...] Me planteo el ejercicio de escribir como una mirada
mltiple [...], la literatura como un arte combinatoria de universos
simblicos, abiertos a mltiples lecturas e interpretaciones. [...] En
definitiva, concibo la literatura como indagacin en el conocimiento, como traduccin simblica a travs de los interrogantes.
304
En fin, con todas estas claves est claro que para Otxoa el microrrelato es la esttica que conviene a la cultura en crisis de la
modernidad, pero no es una esttica de lo banal, sino todo lo contrario. Como observaba Thomas Pavel, y resume Domingo Rdenas,
es en las etapas en que se rompe la estabilidad social, en las pocas
de conflicto y cambio de valores, cuando la ficcin literaria tiende a
maximizar la indeterminacin de sus mundos imaginarios, de modo
que el apogeo del microrrelato sera, pues, reflejo de los sentimientos
de inconsistencia, fugacidad e intrascendencia inherentes a lo que se
ha llamado episteme posmoderna13.
Pasando de las estructuras a los textos, a la hora de analizar estos
relatos he intentado aplicar la clasificacin de David Lagmanovich
pero ha sido en vano, porque las categoras que l seala no son
operativas en el universo de Otxoa. Lagmanovich distingue cinco
tipos de minificciones, aunque admite solapamientos entre las categoras: 1) las que se basan en la reescritura o parodia de textos o
mitos clsicos, 2) las que se basan en la novedad del lenguaje o lo
que l llama discurso sustituido, 3) la escritura emblemtica, afn
al mito, 4) la fbula y el bestiario y, por ltimo, 5) el cuento realista
de discurso mimtico que recrea con fidelidad un nivel de habla
verncula14. En el caso de Julia Otxoa todos sus relatos comparten la
condicin emblemtica en cuanto que son, no mitos cosmognicos,
13. Domingo Rdenas de Moya, Contar callando y otras leyes del microrrelato, nsula, 741, septiembre de 2008, pgs. 6-9.
14. David Lagmanovich, El microrrelato. Teora e historia, Palencia, Menoscuarto, 2006, Tipos fundamentales de micorrelatos, pgs. 123-138.
305
306
En comisara
La descripcin que haca aquel hombre del culpable era extremadamente detallada pero totalmente absurda. Inconcebible que
un adjetivo solo, sin la ayuda de nadie, pudiera haber dado muerte
a aquel corpulento negro.
La crtica ha insistido en el onirismo de sus relatos, y es de notar que son varios los procedimientos que crean sus atmsferas de
sueo. As, tpico de su escritura es el final abierto, fragmentado en
posibilidades tipo test, de accin escamoteada, de accin repetida en
crculos infinitos, de argumento sin principio, o de lectura polismica.
Es frecuente la transformacin de los personajes (el tema del doble, la
conversin de lo humano en animal o viceversa, la inflexin epifnica
de una situacin de muerte que se transforma en vida o al revs) y la
transformacin del lenguaje: frases hechas y metforas que se convierten en realidad literal, un recurso tpico de la literatura fantstica. As,
por ejemplo, un personaje que quiere drselas de lector se convierte
realmente en un ratn (de biblioteca); o, jugando con el retrucano,
una mujer que busca remedio a su desesperacin en el Libro de las
Soluciones, encuentra que la solucin es precisamente la bsqueda
en los libros; la frase hecha all hay gato encerrado se puede ver
en este texto de Variaciones, asociada al cordero del sacrificio y tal
vez al ttulo de la coleccin de cuentos de Francisco Ayala:
Entre Memphis East y Duke Street
Todos aquellos ejecutivos llevaban gatos muertos dentro de sus
maletines, excepto uno que llevaba una cabeza de cordero recin
seccionada, cuya sangre rebosaba el maletn y formaba un charco
de 12x4 centmetros en la parada del autobs nmero 14 que une
Memphis East con Duke Street.
309
nada, y nunca ms pregunte por esa otra nia que coge en Kln
el tren de las seis, y me olvide de toda esta historia para siempre,
y no vuelva a pensar en ella, ni siquiera ese da probable en que
me la encuentre esperndome a la salida del colegio, o mirndome
con ojos extraos, como ahora, desde el umbral de la puerta de mi
cuarto.
Porque si hago como que no la veo, y soy prudente y sensata y
todas esas cosas que suelen ser los mayores, e intento adems, escapar siempre, como de la peste, de todo aquello que no entiendo,
como aconseja mi padre, tal vez consiga entonces llegar a ser una
persona adulta, capaz y aburrida como ellos18.
310
En Kskili-Kskala tenemos Hermano Lenidas (sobre el magnicidio y el poder como castigo), The right man in the right place (las
divinas palabras), Un lugar en el parque (contraste entre olvido y
memoria: un idlico parque donde se alza inofensiva la estatua de
quien en vida fue un monstruo de crueldad), Hombres pblicos
(sobre los que siempre se arriman al presidente en la foto), Mashar
(sobre la violencia, el silencio cmplice y la intercambiabilidad de
papeles entre vctimas y verdugos), y Kirghistn (la barbarie autodestructiva que acaba con una tierra, y la irona del consumo con
el rally Pars-Zecorhn). En Un len en la cocina estn Fidelidad
de los sbditos (que por seguir al alcalde terminan en el caos lingstico y finalmente reducidos al silencio), Ecuanimidad (sobre la
desventura de quien pretende ser ecunime), Medidas contra el paro
(despropsitos polticos) y Prohibicin (las fronteras y la muerte).
En Variaciones... el blanco se ajusta ms al Pas Vasco: Correspondencia de la Repblica de Mimodrama es un esperpento a raz de la
frase hecha tragarse la bandera, y todos los intereses que en torno a
ello se crean; Msicos y gallinas incide sobre los disparates de un
proyecto que solo beneficia al alcalde; Cuestiones decadentes es
una hiprbole sobre el caos del parlamento; Memorias de Federico
el Grande es una irona sobre los grandes hombres; Fantasmas del
pasado trata de altos cargos que fueron y an son criminales; Una
extraa familia es un retrato de una casa que se pudre llena de asesinos dispuestos a liquidar a su propia madre. En Un extrao envo,
La mosquita del cadver parece una parbola de la sociedad vasca,
asustada no por las vctimas del terrorismo sino ms bien por lo que
pueda revelar la prensa; Mesa, que reproducimos, es una denuncia
directa que parece inspirada en las errikotabernas:
Mesa
Veo pasar dos hombres con una pesada lpida al hombro, la
losa est grabada, desde mi ventana alcanzo a ver las fechas de
nacimiento y muerte. De pronto, los dos hombres se detienen y entran en la taberna de enfrente.
En su interior, les veo maniobrar con el objeto de su robo,
se mueven a contrarreloj blandiendo mazos y martillos. Se dira
311
312
20. Apud Antonio Fernndez Ferrer (ed.), La mano de la hormiga. Los cuentos
ms breves del mundo y de las literaturas hispnicas, Madrid, Fugaz, 1990.
314
Universidad de La Laguna
316
solo por otros autores, sino por la misma Matute, vinculada en los aos
cincuenta a aquella joven generacin de escritores neorrealistas destinados a poner fin al anecdotismo literario dominante en la posguerra.
Hasta ese momento, Matute se haba dedicado por entero a la narrativa
de larga extensin y auguraba ya un prometedor futuro como novelista,
tal y como parecan indicar los importantes premios literarios recibidos
hasta entonces. En 1956, sin embargo, Matute inicia su andadura en la
produccin de narrativa breve, publicando, como sabemos, Los nios
tontos, pero tambin su coleccin de cuentos El tiempo y El pas de la
pizarra, el primero de los numerosos cuentos infantiles de la autora.
Adems, a partir de este mismo ao y hasta 1957, Matute comienza a
publicar semanalmente algunos relatos en la revista Garbo.
Los nios tontos es una coleccin de veintin relatos breves, la
mayor parte de ellos microrrelatos en toda regla, que albergan una
enorme calidad literaria. No se equivoca Fernando Valls, uno de nuestros mejores especialistas en el tema, al afirmar que se trata de un libro
que junto a los Crmenes ejemplares (1957), de Max Aub, debemos
considerarlo pionero en Espaa de ese nuevo gnero que llamamos
microrrelato. Todo ello, sumado al hecho de que ni antes ni despus
de Los nios tontos Matute ha publicado ms libros compuestos
por microrrelatos, convierten a esta obra en un verdadero hito en la
historia de la literatura espaola contempornea. Como ocurre con
todas las obras que hemos mencionado hasta ahora, Los nios tontos
es, lgicamente, anterior a cualquier teora crtica sobre el gnero del
microrrelato, sin embargo, como seala David Lagmanovich,
las piezas de este tipo no aparecen como algo ocasional, sino
que revelan la intencin de escribir un volumen ntegro, dotado de
unidad temtica y estilstica, capaz de establecer una presencia en
el entonces novedoso campo del relato brevsimo.
. scar Barrero Prez, Historia de la literatura espaola contempornea
(1939-1990), Madrid, Istmo, 1992, pg. 119.
. Fernando Valls, Los nios tontos, de Ana Mara Matute, como mi-
. David Lagmanovich, El microrrelato. Teora e historia, Palencia, Menoscuarto, 2006, pg. 239.
317
318
como tonto; sin embargo, el razonamiento final del nio resulta ser
de una enorme brillantez lgica: el demonio tienta a los malos, a
los crueles. Pero yo, como soy amigo suyo, ser bueno siempre, y
me dejar ir tranquilo al cielo.
En estos breves relatos, se establece una interesante dualidad
entre los nios protagonistas de las historias y el resto de personajes
que en ellos aparecen. Como ha observado Willis Lancelot Allahar,
en muchos de los relatos de Matute
el nio normal es cruel, agresivo y poco imaginativo, cualidades que comparte con el adulto medio. Al contrario, el nio
especial es solitario, invertido, y poco atractivo, excepto por sus
ojos azules o dorados, cuya belleza y brillo mitigan sus defectos.
319
los nios, sin embargo, hacia un final mucho ms trgico, hacia una
muerte ms o menos presentida y gracias a la cual, algunas veces, los
protagonistas parecen encontrar el alivio definitivo de sus pesares.
As ocurre en Polvo de carbn, El tiovivo o Mar, donde en
ningn momento se nos relatan las muertes de los nios como algo
violento, sino ms bien al contrario. En Polvo de carbn se nos
cuenta la historia de una nia de una carbonera que iba siempre a
una fuente a lavarse, a quitarse las manchas del carbn, cuyo polvo
pareca ya ocuparlo todo, ennegreciendo la vida y el futuro de la
nia, de ah el valor simblico del relato. Finalmente, despus del
intento de abrazarse a la blanca luna, reflejada en el agua de la pila,
la madrugada vio a la nia en el fondo de la tina. En El tiovivo,
un nio pobre vagabundeaba por una feria tratando de convencerse de
lo absurdo que era montar en tiovivo. Un da de lluvia, sin embargo,
con la feria cerrada al pblico, se dej llevar por su imaginacin
Cuando el sol sec la tierra mojada, y el hombre levant la lona,
todo el mundo huy, gritando. El relato titulado Mar posee una
gran fuerza potica. Su protagonista es un nio enfermo al que se le
recomienda vivir cerca del mar. En su primer y ltimo contacto con
este, encuentra la seguridad y el bienestar que no supo darle la tierra:
Ah, s, por fin, el mar era verdad! Era una grande, inmensa caracola.
Nuestro protagonista, ms que ahogarse, lo que parece es fundirse
con el mar, conectar de una manera integral con la naturaleza.
En los relatos de Matute, la relacin entablada entre muchos de
sus personajes y la naturaleza a menudo personificada es muy
especial y extraordinariamente significativa. Los textos ms interesantes en este sentido son La nia fea, El negrito de los ojos
azules, El nio que encontr un violn en el granero y La sed y
el nio. En La nia fea, una nia poco agraciada fsicamente es
rechazada por sus compaeras de colegio, sin embargo, en reunin
con la naturaleza, ella comienza a sentirse feliz y segura; as, paradjicamente, ser en la soledad del bosque donde esta nia encuentre
refugio y compaa. Algo similar ocurre en El negrito de los ojos
azules, donde su protagonista es abandonado por su propia familia,
lo que le lleva a perder sus dos preciosos ojos azules tras ser atacado
por un envidioso gato. Solo un oso y un perro parecen entender su
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11. Rosa Roma, Ana Mara Matute, Madrid, Epesa, 1971, pgs. 30-
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. Fernando Valls, Son cuentos. Antologa del relato breve espaol, 1975-1993,
Madrid, Espasa-Calpe, 1996, pgs. 12-19.
. Ibid., pgs. 56-65.
333
No obstante, la tendencia mayoritaria de los autores de narraciones breves, a pesar de que, en algunos casos, se compagine con la
prctica anterior, debida, no se olvide, a un persistente regusto por
los esquemas realistas en la mayora de los lectores, sigue utilizando
. Javier Rodrguez Pequeo, Gneros literarios y mundos posibles, Madrid,
Eneida, 2008, pg. 110.
. Pero, al margen del sentido restringido de movimiento artstico epocalmente localizado, en una acepcin ms amplia, en tanto que modalidad esttica general
y desde la perspectiva de la comunicacin narrativa, el realismo plantea la convencin de la identidad entre la realidad y el referente, de la igualdad entre el mundo
contemporneo de lo real y el mundo ficcional mimtico y verosmil, provocando
un efecto esttico e intratextual de la realidad: una novela realista en general, de
cualquier poca, sera aquella que siguiera este modelo esttico. Esta caracteriza-
334
As pues, y a modo de sntesis, podemos sealar que la arquitectura conformativa de las narraciones breves en nuestro pas, desde
los aos ochenta, se enmarca dentro de una amplia utilizacin de
formas, recursos, tcnicas y lenguajes; tambin, por la multiplicacin
de las lneas temticas (psicologismo, terror, criminalidad, erotismo,
cin general y comn no obsta la existencia de distintas variedades y modalidades y grados de realismo, tanto estticas como mimticas. Precisamente Daro
Villanueva (1992) opone el que llama realismo formal de, entre otros, Flaubert y
Maupassant, inmanente y formal, caracterizado por un autonomismo, por una
conciencia de la simultaneidad del mundo construido en la obra y el exterior y la no
correspondencia exacta entre ambos y por una conviccin de la labor constructiva
e imaginativa del autor, y el realismo gentico, por ejemplo de Zola e incluso en
cierto sentido de Lukcs, marcado por el heteronomismo que supone que la obra
debe reflejar mimticamente el referente externo o realidad que la precede y con la
que debe corresponderse. Ambos seran distintos, a su vez, de una tercera frmula
propuesta por Villanueva desde la pragmtica y la fenomenologa de la recepcin,
la del realismo intencional, que deposita la posibilidad de concebir este desde la
cooperacin interpretativa del lector, Jos Rafael Valles y Francisco lamo, Diccionario de teora de la narrativa, Granada, Alhulia, 2002, pg. 530.
. Jos Luis Martn Nogales, El cuento espaol actual. Autores y tendencias,
Lucanor, 11, mayo, 1994, pgs. 43-68.
335
cotidianeidad fantstica, argumentaciones emparentadas con lo inverosmil, reflexiones metaliterarias, etc.) y, por ltimo, por la clara
sustitucin de la trama en tanto que diseo y estructura, organizada
y ordenada, de los acontecimientos de una historia o fbula por el
exhibicionismo lingstico y de la difuminacin del personaje o actor
como componente bsico del texto narrativo, ora como elemento
antropomrfico ora dentro de su perspectiva sintctica (se tratara
de los actantes y las figuras papeles temticos de Greimas, los
agentes/pacientes de Bremond, las esferas de accin de Propp o
las fuerzas narrativas de Bourneuf-Ouellet si nos atenemos a los
modelos tipolgicos; se tratara asimismo de nociones que, aisladamente, inciden en ese mismo papel sintctico en ocasiones con otras
resonancias como las de hroe/antihroe, protagonista/antagonista,
o incluso la de personaje primario/secundario/terciario segn su
relevancia en la accin narrativa todas ellas ubicadas en el estrato
textual de la historia o fbula).
Pero sera falaz un acercamiento a cualquier visin de lo literario
sin una obligada atencin al aparato editorialista y mercantil que
sustenta y mediatiza condiciona, en suma cualquier produccin
artstica y, en especial, la literaria. Esta irrupcin, actualizacin y
auge del cuento en nuestra reciente literatura va ntimamente ligada
a la profusin en la publicacin de antologas, al necesario, complementario e interrelacionado respaldo crtico10 que se realiza desde
determinadas e interesadas revistas especializadas, y, de manera
significativa y sintomtica, por la creacin de nuevas colecciones de
cuentos11 por parte de las editoriales ms mediticas que son las que,
. Dentro de las antologas pueden destacarse, atendiendo a criterios empricos de
difusin en ejemplares, la de Medardo Fraile, Cuento espaol de posguerra (Ctedra,
1986, 1994); scar Barrero, El cuento espaol, 1940-1980 (Castalia, 1989); Joselus
Gonzlez y Pedro de Miguel, ltimos . Antologa de la reciente narrativa breve espaola (Hierbaola, 1993), Fernando Valls, Son cuentos. Antologa del relato breve espaol, 1975-1993, Madrid, Espasa-Calpe, Austral, 1993, y la de ngeles Encinar y
Anthony Percival, Cuento espaol contemporneo, Madrid. Ctedra, 1993.
10. Vid. Antonio Ortega, La crtica literaria en la prensa escrita: notas para un
anlisis, nsula, 587-588, noviembre-diciembre 1995, pgs. 31-33.
11. Pueden citarse, entre otras, Edhasa, que en 1991 inici la coleccin Relatos,
dirigida por Marina Mayoral; Ediciones Hierbaola, tambin ese mismo ao, abre
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Todas las formas breves parten de una decisin radical que es todo
aquello que tienes que suprimir, recortar, callar. [] Pero a la vez
tiene que sugerir todo eso que no dijo24.
25. Nos encontramos, por consiguiente, ante una puesta en cuestin de la consideracin de la denominada accin narrativa. Recordemos, por nuestra parte, que
desde una perspectiva semionarrativa, la accin constituye un proceso de desarrollo de una serie de sucesos, actos o acontecimientos narrativos encadenados que
se organizan sintagmticamente en los relatos y que normalmente se organizan y
polarizan en torno a la presencia de un principio y un final; su funcionamiento no
es separable tampoco de la presencia de uno o ms sujetos implicados de distintas
formas en ella (actantes), un tiempo y un espacio donde acaece (momento-lugar) y
las transformaciones dadas por el paso de uno a otros estados (cambio de acontecimientos), aparte de la existencia de una serie de mediaciones narrativo-representativas que la reordenan y muestran discursivamente de una determinada manera. La
accin narrativa se relaciona, adems, con el ritmo o velocidad de acaecimiento y
transicin de los acontecimientos, con la organizacin de la tensin narrativa climtica y anticlimtica y con la estructura secuencial y lgica de la misma, se distingan
en esta tres partes como Aristteles: principio, medio, fin o cinco, como otros tratadistas y algunos tericos recientes [] (Jos Rafael Valles y Francisco lamo,
op.cit., pg. 203).
26. Gerard Genette, Figures, III, Paris, Seuil. Trad. Barcelona, Lumen, 1991.
342
de narradores genettianos heterodiegtico, homodiegtico, autodiegtico27, ser con este ltimo con el que logre, adems de una
mayor y mejor emotividad, efectividad e intensidad cfr. los casos
tratados en las historias tituladas La convocatoria de Miniaturas,
y Hospital, Madeja y Almbar de cactus de Brevedades,
una ms clara disolucin del esquema progresivo clsico al que nos
referamos en lneas anteriores.
Presentemos, como demostracin, el comienzo (presentacin)
y finalizacin (desenlace) del relato La convocatoria (Miniaturas, EE, 22-23) en el que, con claridad, se disipa la linealidad de
lo contado:
Comienzo
Finalizacin
343
quererme.
c) Ser valorado en el futuro, pues contiene los ingredientes de
nuestro tiempo: velocidad, condensacin y fragmentariedad.
d) Su lectura se asemeja a la de un poema en intensidad y concisin, en su carcter cclico y su sentido abierto, ms un cierto efecto
de sorpresa vinculado al de los relatos clsicos, desde Poe (cfr. El
caso de Arstides, Miniaturas, EE, 11).
e) Neuman emparenta y enlaza a este tipo de microrrelato con
la tradicin hispanoamericana contempornea de Virgilio Piera,
Juan Jos Arreola o Augusto Monterroso, y con la catalana de Juan
Perucho o Quim Monz.
Por nuestra parte, desde el punto de vista de la utilizacin de las
estructuras y tcnicas narrativas, observamos los siguientes recursos
que sobresalen en la configuracin de las historias en el libro:
- . Perfecto manejo del tempo narrativo para la consecucin de finales rasgados, inesperados o sorprendentes, pudindose subrayar
el tratamiento efectivo que se hace de la deceleracin, (es decir,
esta ralentizacin afecta a aquellas obras o fragmentos narrativos
que implican una desaceleracin de la accin sin llegar al parn
total; as pues, en la ralentizacin el tiempo de la fbula sufre en
el relato una desaceleracin o minoracin de velocidad, pero no
se detiene del todo, a diferencia de la pausa.29), que se alcanza con
el uso de digresiones (Olga, en Brevedades, UM, 78-81), o
tcnicas temporales retrospectivas como la analepsis en el cuento,
ya citado, Madeja).
- . Personajes extraos, no siempre identificables desde los procesos
de configuracin de la individuacin (recordemos, que la caracterizacin de los personajes es lo que hace de ellos unidades
discretas identificables, como apuntbamos, en el universo diettico en el que se mueven y relacionables entre s y con otros
344
345
2001.
346
DESARROLLO
TRAMA
Deceleracin
Acudan a su memoria episodios lejanos:
un nio en pantalones cortos sobre una
bicicleta, repartiendo el pan; [] la pequea biblioteca que
un erguido muchacho consultaba da y
noche []; un funeral desierto []; una
casa distinta [];
una boda; otra boda;
el consultorio de una
clnica [] un sobre
rectangular escrito a
mano, en tinta azul,
sobre la mesa de la
sala [].
FINAL
Aceleracin
Entonces s, apret
de nuevo los labios
y los prpados, se
reclin de espaldas
hasta sentir el mrmol y mi abuelo dej
de ser mi abuelo.
347
348
Universidad de Valladolid
Fuera de gnero
Para algunos quizs Microepopeya de lvaro Tato (Madrid,
1978) pueda parecer un intruso en este congreso, por eso dedicar
el comienzo de mi intervencin a justificar mi eleccin. Ya s que la
constante referencia a la postmodernidad o a sus gurs no es ms que
una impostura, y no ser yo quien traiga en estas breves lneas citas tan
efectistas como superfluas de Derrida o Foucault, pero s que me parece
necesario caracterizar la obra que he escogido como especficamente
postmoderna. Su adscripcin no es pues simplemente histrica, ni se
encuentra vagamente imbuida por el espritu de su tiempo, sino que
est cimentada segn cierto protocolo que iremos detallando.
La ambigedad genrica, o quizs sea ms apropiado hablar
de promiscuidad, es el primer rasgo que nos salta a la vista. Una
caracterstica de la literatura contempornea que sin embargo no ha
suscitado la atencin de una crtica que sigue en su rol de Aquiles tras
la tortuga. A este respecto me parecen esclarecedoras las siguientes
citas del terico francs Jean-Marie Schaeffer:
. lvaro Tato, Libro de Uroboros, Hiperin, Madrid, 2000, pg. 30.
. Jean-Marie Schaeffer, Les genres littraires, dhier aujourdhui, en Marc
Dambre et Monique Gosselin-Noat, Lclatement des genres au XXe sicle, Presses
de la Sorbonne nouvelle, Paris, 2001.
349
. Ibid., pg. 11 el tema del estallido de gneros era visto generalmente desde
la perspectiva de mezcla de gneros, la citacin genrica o la deconstruccin irnica, todas ellas nociones prestadas directamente de la teora artstica de la postmodernidad (la traduccin es ma).
. Ibid., pg. 13 llegar a un cuestionamiento que no es ni el de un estallido de
las normas, ni el de una dispersin subjetivista de las fuerzas creadoras, sino ms
bien el de la deconstruccin de un (supuesto) aparato de poder (la traduccin es
ma).
350
III
Mat a un monstruo marino.
IV
Lleg al pas del mago.
V
Resolvi tres enigmas.
VI
Mat al mago.
VII
Volvi.
VIII
Cas con bella.
351
352
353
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Aunque examinaremos ms de cerca la funcin pardica del esquema morfolgico de Propp, podemos sealar, sin embargo, ciertas
singularidades acerca de esta disposicin. Poticamente la estrategia
es transformar una literatura de segundo grado, como son las funciones diagnosticadas, en elementos literarios en s. Para ello Tato se
tomar ciertas licencias. La primera es el cambio de persona verbal
en la funcin nmero II, ya que el hroe no es artfice sino receptor
de la despedida, posibilidad que no contemplaba Propp y que no
contiene ninguna funcin. El significado de esta podemos encontrarlo
en su variedad genrica: estamos ante una epopeya y no un cuento
de hadas. La epopeya recoge el espritu de una colectividad, por lo
que parece plausible que un plural indeterminado despida y anime al
hroe que les va a representar. Otra disonancia es el enfrentamiento
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Aunque hayamos recogido la categora de L. Pellestri como ttulo, no pensamos que sea exclusiva de los microrrelatos, de hecho la
parodia es una de las razones del estallido de los gneros en el siglo
XX, por lo que no puede considerarse inserta en una parcela. La
parodia no imita solo gneros sino formas, temas, lxicos; es pues
un tpico compositivo que transciende los gneros. Coincido con
Ta Blesa cuando dice que la escritura pardica hunde la pluma en
el centro de lo literario13. Es una crtica, la nica que aceptan los
poetas, la que no lo hace literariamente sino que es literatura en s.
Crtica e historia literaria inscritas en el artificio literario, la parodia
se ve definida tanto por la intencionalidad del emisor como por la del
receptor, impone la dialoga y la polifona segn, M. Bajtin.
A lo largo de su produccin Genette ha examinado la parodia
literaria, y en Palimpsestos encontraremos este argumento en pro
de los textos mnimos como pardicos: todo enunciado breve,
notorio y caracterstico est naturalmente abocado a la parodia14.
En el caso de Microepopeya tendr dos trayectorias divergentes y
muy diferentes. Una diana evidente en el ttulo y que es apuntalada
durante todo el poemario: la pica. Inserto en la tercera parte del
libro titulada De re epica, juego de palabras que hace mencin a
la intencin de actualizar la pica en la lrica contempornea desde
una perspectiva pardica. Este ejercicio exhaustivo, formalmente
impecable, que disfruta framente del riesgo que enfrenta verso a
verso, realiza un tour de force imprevisto y muestra que el camino
que ha de emprender la literatura postmoderna tiene que hacerlo de
mano de la teora. Lo consigue aplicando Morfologa del cuento de
Vladimir Propp a una epopeya imaginada como campo de cultivo
donde lvaro Tato recoger ocho funciones que se desprenden autnomamente del esquema formalista configurando un microrrelato,
disfrazado de poema. La parodia ha acertado en la nueva diana, y
13. Ta Blesa, Parodia: literatura, en La parodia. El viaje imaginario. Actas
del IX simposio de la Sociedad espaola de Literatura general y comparada, Zaragoza, 1994, pg. 58.
14. Gerard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid,
Taurus, 1989, pg 50.
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El auge del inters por el microrrelato ha favorecido la recuperacin de textos literarios que, en el momento de su aparicin, se vieron
perjudicados por la dificultad de su adscripcin a ningn gnero
conocido, y que ahora reconocemos como primigenias microficciones; por ejemplo los cuentos largos de Juan Ramn Jimnez o los
disparates de Ramn Gmez de la Serna. Sin alcanzar el nivel de
estos dos autores, creo que en los primeros pasos de la andadura del
microrrelato, cabe incluir el nombre de Jos Herrera Petere, por sus
locuras de cada da publicadas en la revista Romance a lo largo
del ao de 1940.
Entre los escritores espaoles republicanos exiliados en Mxico,
Herrera Petere ocup inicialmente una posicin importante. Empleado
en la Editorial Sneca, sera colaborador habitual de publicaciones
como Letras de Mxico, El Hijo Prdigo, Revista de Guatemala o
Cabalgata. Entre estas iniciativas, es especialmente importante su
participacin en la revista Romance, de cuya redaccin form parte.
. Para ms informacin sobre la obra literaria de Herrera Petere en Mxico,
cfr. Mario Martn Gijn, El campo literario del exilio y su integracin en los pases
de acogida. Una propuesta metodolgica aplicada a la obra de Jos Herrera Petere
en su exilio mexicano, en Jos ngel Ascunce (dir.), El exilio. Debate para la historia y la cultura, San Sebastin, Saturrarn, 2008, pgs. 149-166.
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Settembrini, por una parte, y con el mstico Naphta, por otra12. Esta
funcin metaliteraria sirve incluso para homenajear sutilmente al
poeta Len Felipe, amigo de Petere, en Tormenta:
En el cielo los rayos forcejeaban por no saber a quien dirigirse;
por fin se acumularon en la mano de un poeta y le dijeron:
Nosotros no tenemos una fuerza espectacular y atronadora,
nosotros somos sencillos y naturales; nosotros somos Walt Whitman.
Y el poeta comenz inmediatamente a traducir por primera vez
a Whitman al castellano, lo cual produjo una verdadera tormenta
entre los poetas que se expresaban en este idioma (LC, 210).
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Por ejemplo, en el relato Herencia santa, en el que dos muchachas virtuosas conversan en un lujoso gabinete sobre su situacin
econmica. Una de ellas presume de haber heredado de sus padres
una cuantiosa fortuna mientras que la otra repone que ella solo ha
heredado de los suyos la fe en Dios y la esperanza en la virtud. En
ese momento aparece un sacerdote:
Herencia santa! dijo a este tiempo entrando un venerable
sacerdote que haba escuchado la conversacin. Adems, has de
saber que ha muerto un lejano pariente tuyo y te ha dejado nica
heredera de su inmensa fortuna.
Ambas muchachas se abrazaron enternecidas y el sacerdote y
todos los que conocieron el suceso, quedaron muy edificados (LC,
198).
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Universidad de Huelva
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vez como referencia a Suzanne Bernard, son cuatro las caractersticas fundamentales que se necesitan para llamar a un texto poema
en prosa:
La brevedad, aspecto fundamental, ya que la lrica en general es
un gnero breve.
Autonoma. El poema en prosa no debe ser un fragmento inserto
en una obra mayor.
Intencionalidad. El propio autor debe ser consciente de que escribe un poema en prosa para que podamos considerarlo como tal.
Este aspecto es puesto en duda por Benigno Len. Estamos con
el crtico cuando expone que sera ms bien el lector, o mejor
an, el crtico, quien en definitiva adjudique al autor una posible
intencionalidad, y estaramos situndonos, por tanto, en la rbita
del receptor, no del autor ni del texto.
Gratuidad. Este es un concepto interesante, ya que pone de manifiesto la necesidad de que el poema en prosa sea de raz lrica.
El poema en prosa no progresa hacia una meta, ni desarrolla una
sucesin de acciones o ideas. Describe, no narra.
El microrrelato, por su parte, tiene dos caractersticas fundamentales: la narratividad y la brevedad. En palabras de David Lagmanovich:
El microrrelato se caracteriza por una intensificacin de los
elementos o la matriz de la narratividad asignada generalmente al
cuento, reduciendo o soslayando algunos de sus componentes sintagmticos (exposicin, complicacin, clmax, desenlace), y cuyo
resultado formal es una mutacin estructural de esa matriz.
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13. Es precisamente esa conjuncin del elemento prosaico y del elemento lrico lo que caracteriza el poema en prosa como tal, Mara Victoria Utrera Torremocha, Teora del poema en prosa, Sevilla, Universidad de de Sevilla, 1999, pg. 12.
14. Pablo Garca Casado, Las afueras, Barcelona, DVD Ediciones, 1997; El
mapa de Amrica, Barcelona, DVD Ediciones, 2001; y Dinero, ya citado.
15. Vicente Luis Mora, Singularidades. tica y potica en la literatura espaola actual, Madrid, Bartleby Editores, 2006, pg. 119.
16. Ibid., pg. 120.
17. Ibid., pg. 126.
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a lo que produce que un texto sea lrico (el poema debe presentar, no
representar; describir no narrar), o narrativo (debe contar una historia
y poder observar en ella una transformacin final), hemos propuesto
las siguientes categoras para clasificar los textos de Dinero: descripcin, dilogo21 y narracin.
A grandes rasgos, podemos agrupar los textos del libro en estas
tres categoras, observando cul es la predominante en cada secuencia
(ya advertimos que, en ocasiones, la hibridez impide la clasificacin
tajante). Y como complemento a estas categoras, hemos aadido dos
elementos que ayudarn a caracterizar an ms los textos: el tipo de
narrador y los recursos estilsticos.
De los treinta y ocho poemas del libro, catorce tienen un componente en mayor o menor medida narrativo. De entre este grupo,
algunos tienen un alto componente descriptivo, como el caso de
Trampas, en el que un narrador en primera persona expone (en
presente) una situacin en aparente tiempo real:
Dice que no est, que se fue de viaje. Est nerviosa, me ofrece
un caf, no gracias, deben mucho dinero y yo he venido a cobrarlo. La hija mayor est viendo dibujos animados, El Rey Len, a mi
hijo le encanta, se sabe todas las canciones (DIN, 34)
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25. Julien Roger, Hybridit et genres littraires: bauche de typologie, en Milagros Ezquerro (ed.) Lhybride/Lo hbrido. Cultures et littratures Hispano-Amricaines, Pars, Indigo, 2005, pg. 16.
26. Lauro Zavala, op. cit., pg. 346.
27. La teora de los polisistemas habla profusamente sobre estas nociones (que
tambin recuerdan al clsico concepto de la teora de la recepcin, horizonte de
expectativas), llamadas modelos. stos se integran dentro del concepto de repertorio, definido como un conjunto de reglas y materiales que regula la creacin
y el uso de un producto dado. En el caso de la literatura comprendera al conjunto
de modos y elementos con los que un texto literario es producido e interpretado,
Monserrat Iglesias Santos, El sistema literario: teora emprica y teora de los polisistemas, en Daro Villanueva (comp.), Avances en teora de la literatura, Santiago
de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1994, pg. 337.
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1. Contextualizacin y construccin
Santiago Eximeno es uno de los referentes del cuento de terror
en Espaa, con obra traducida a varios idiomas. No existe escritor
de terror que no haya ledo y analizado. Sus influencias pasan por
Carver, Faulkner, Kafka y, como autor de micorrelatos, Cirlot.
Eximeno plantea cualquier relato como un mecanismo autorreferencial, donde cada segmento de la narracin contenga multitud
de elementos y smbolos presentes en todos los dems. As, busca
una homogeneidad lrica que se trasmite por encima de la fbula. Sin
embargo, al contrario que en un cuento de Borges o de Lovecraft,
la fbula jams se pierde de vista, pues es considerada el principal
motor simblico del texto.
Podemos contemplar esta orientacin en cuentos como Propiedad
intelectual. En l, se nos narra el encuentro de un desconocido con
una chica que va perdiendo sus recuerdos mientras habla. En la segunda parte del relato, descubrimos que el protagonista es un escritor
que extrae sus historias de la memoria de las personas, vacindolas
. Santiago Eximeno, Propiedad intelectual, en Paura: Antologa de horror
contemporneo, vol. I, Madrid, A.C. Xatafi y Biblipolis, 2004, pgs. 155-171.
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Tenemos una cuarta accin/conflicto inmediata, basada en nuestro horizonte de expectativas: la indiferencia de los padres ante el
temor infantil, que provocara el aumento del pnico del nio, ante
la incomprensin. El lector modelo conoce esta referencia, implcita
en el texto. El lector individual podra incluso imaginar a los padres
subiendo al cuarto, supervisando infructuosamente el armario Eso
ya entrara en la sobreinterpretacin o, al menos, en las conclusiones
individuales. Cuanto sabemos es que, por el momento, las quejas del
nio ante los padres no han gozado de xito alguno, pues nuestro
monstruo contina ah.
El principio de causalidad nos lleva a la quinta accin: la vuelta del
nio al cuarto, el repetido y trgico enfrentamiento con la situacin.
Por ltimo, la sexta accin nos muestra la espera del monstruo
bajo la cama: de nuevo el tiempo detenido.
Nos queda una sptima accin, no textual, no explcita, pero tampoco sobreinterpretada pues de su existencia depende el xito del
relato: el dolor inenarrado del ataque del monstruo bajo la cama el
da en que el tiempo se reanude y la definitiva causalidad provocada
por todas las acciones anteriores se cumpla. Es una accin abierta,
posible en un futuro que no est en el texto, pero sin la cual el texto
no tiene sentido, por lo que el lector debe completarla. Es diferente
a un final abierto como el de Casa de muecas.
En un microrrelato trgico como este, la accin futura s tiene
importancia, pues el miedo ante dicha accin aade la ptina de
horror necesaria sobre todo el texto.
Lo interesante reside en que la causalidad de este microrrelato
se fundamenta, por consiguiente, en varios puntos de giro narrativos
basados en conflictos de identidad: tres motivados por la tradicin
y, por ende, no sorprendentes, y dos imprevistos (aunque tambin al
menos uno fundamentado en la tradicin) y, por tanto, sorprendentes.
Los ltimos redondean la fbula y la simbolizacin, no derivan hacia
otra perspectiva ni anulan lo expuesto. Su coherencia y su cohesin
narrativas conllevan esta fusin entre lrica y narrativa defendida
por Eximeno.
Los puntos de giros tradicionales que no analizar son: la
concrecin de la presencia del armario (desde el ttulo), la naturaleza
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Ellos
Plural
Los padres
Identificables
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Por otra, nos muestra el deseo de ser importante para los otros, pues
de lo contrario el Yo carece de valor. Este deseo insatisfecho soporta
el efecto final de horror.
En la otra posibilidad conocemos la intentio auctoris. Eximeno
asegura que se basa en la pelcula: La invasin de los ultracuerpos,
donde unos seres extraterrestres van tomando la forma de seres humanos hasta hacerse con toda la poblacin, excepto el nico individuo
que conoce el problema y huye para no ser sustituido.
Aadir el contexto dar una identidad precisa tanto al ellos
como al yo anula la indeterminacin: casi todas las posibilidades
de adaptacin ideolgica personal quedan suspendidas o incluso limitadas al problema poltico estadounidense en que se bas la pelcula
y que deberamos extrapolar a nuestras propias inquietudes mediante
un proceso de semiotizacin.
Por consiguiente, cuanto ms indefinidas queden la identidad
narradora y la lectora modelo, mayores sern las consecuencias poticas del texto. Este mecanismo es ms rico en un microrrelato que
en una narracin ms extensa por dos motivos: la indeterminacin
puede mantenerse sin problemas, dada su escaso desarrollo textual,
y el efecto producido por dicha indeterminacin no se difumina en
la fbula.
En ambos casos, sin embargo, se salvaguarda la virtud de que la
fbula se encuentra en completo movimiento, provocando esa aparente contradiccin tan frecuente en todo microrrelato.
Encontramos de nuevo, como en Vivo en tu armario, la identificacin con la voz narradora a partir de la tradicin: un requisito del
gnero para ahorrar tiempo de semantizacin. Nada de lo que ocurre
antes nos sorprende, pero hace avanzar la accin. La falta de acontecimientos, de psicologizacin del personaje, de determinacin de la
atmsfera su frialdad, en suma, motivan, justifican e intensifican el
efecto buscado. Todo el cuento est construido arquitectnicamente
en busca de la impresin final, como el anterior, pero no solo eso, sino
que todo el camino de nuevo es smbolo de dicha impresin. Ese
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maneja con cuidado y rigor, sin desechar la tradicin, pero con una
perspectiva novedosa y con la exigencia caracterstica del gnero de
la participacin del lector.
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Universidad de Mlaga
1. Microrrelato y narratividad
Se ha vuelto lugar comn que todo artculo que verse sobre el
microrrelato se inicie con una reflexin genrica, bien sea sobre su
qu, sobre su cmo o acerca de su misma denominacin. No vamos
a defraudar en esto al lector, y echaremos tambin nuestro cuarto a
espadas. Adoptaremos para ello una postura diacrnica, de lectura
genrica historicista, que nos conducir lo adelantamos ya a
enunciar que el microrrelato sustenta su esencia en la aceptacin de
la ruptura que el cuento posmoderno efectu frente al cuento tradicional, al modo proppiano, sobre la que engasta alguna leve variacin,
especialmente formal y comunicativa.
El trabajo de autonomizacin del cuento posmoderno, del que el
microrrelato es una variante, debe contemplarse como un fenmeno de
deslizamiento y fractura muy semejante al que efectu la novela con
relacin a las ficciones o romances antiguos, que pervivieron intactos
hasta el Renacimiento, representados fielmente en las caballeras. O
sea, un trabajo de desasimiento parejo al que efecta el Quijote con
relacin al Amads, Cervantes con relacin a Feliciano de Silva, y
cuyo resultado ser la novela moderna. En este caso seiscentista se
trat de un viraje hacia el realismo, de una introduccin de la vida
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. En Indagaciones lingsticas en Crmenes Ejemplares de Max Aub, Correo de Euclides: Anuario cientfico de la Fundacin Max Aub, 1 (2006), pgs. 441455, pg. 443, ponencia leda en el Congreso Internacional del Centenario (Valencia, abril de 2003) del escritor: Max Aub, testigo del siglo XX.
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lugar, el tono general de escritura que reunir las manifestaciones (represe en que los considera ejemplos, o sea enxiemplos): empleo
evidentemente un tono absurdo para presentar estos ejemplos. Me
falta aliento para hacerlo a la pata la llana, que la retrica tiene eso de
bueno: muleta y muletas (pg. 7). Finalmente, ordena y selecciona
la serie: no estn ordenados los textos ni por asuntos ni por pases,
aunque, a veces, para facilidad del lector, se dan en series. Siempre
que pude evit la monotona, que es otro crimen. Aado bastantes,
otros quedan perdidos en cien libretas (pg. 8).
Unas lneas ms arriba habamos apuntado cmo al microrrelato
(dadas su brevedad y alusividad), ms que como simple manifestacin
literaria, habra que considerarlo acto semiolgico completo. Y en el
caso de los Crmenes, como acabamos de ver, fcilmente podra
hablarse de sistema semiolgico: todos ellos se oponen entre s
hasta generar un significado conjunto pleno; pero todos, a la vez,
cuentan con el marco unificador comn para alcanzar su sentido unitario. Podra postularse que Crmenes Ejemplares no es ms que una
conversacin, de ciento veinticinco intervenciones, sobre un mismo
asunto. Ninguna dificultad habra, desde la pragmtica lingstica,
en caracterizar su recurrencia a rasgos propios de la conversacin.
Veamos algunos.
- Actividades de Imagen (face-work)17. La interpretacin lingstica se enriquece por el preconocimiento de los interlocutores: sabemos
qu esperar del otro (papel) segn su situacin social y cultural, y
las manifestaciones de cada interlocutor constituyen, al tiempo, una
actividad de imagen; sin el control de las mismas no puede asegurarse
la plena comunicacin y, al contrario, la distorsin o imposicin de
tales actividades acaba con el contacto (imagen negativa) verbal. En
ms de un crimen hallamos como causa (ilgica e insuficiente, claro,
pues estamos en el absurdo) esta ruptura de la convencin social por
sobrepujamiento de una continuada actividad negativa de imagen,
como sucede en el [6] (pg. 13):
17. Muchos de los conceptos que aqu empleamos han generalizado su uso y
resultan conocidos. Nosotros los tomamos de Jos Portols, Pragmtica para hispanistas, Madrid, Sntesis, 2004.
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En el segundo, directamente, se juega con el intercambio de indicaciones proxmicas (como mirar el reloj reiteradamente, que se
traduce en prisa o desasosiego), que fracasan por incomprendidas,
y se aporta la incorreccin social como atenuante del homicidio:
Lo mat porque me dola la cabeza. Y l venga hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenan completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, mir mi
reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una
atenuante muy de tenerse en cuenta ([26], pg. 28).
- Marcadores de apertura que, ms all de la simple lexicalizacin (del tipo para empezar o en primer lugar, como el Sucedi
as (del [55], pg. 42), actan como polarizadores al ampliar la
mera significacin verbal mediante la referencia de prestigio: Soy
maestro. Hace diez aos que soy maestro de la Escuela Primaria de
Tenancingo ([46], pg. 35), o Soy modisto. No lo digo por halagarme, mi reputacin est bien cimentada: soy el mejor modisto del
pas ([32], pg. 26). En muchos otros casos el arranque es directo,
busca la atenuacin y pide la rpida implicacin del receptor que se
ve impelido a la deliberacin: Para qu tratar de convencerle? Era
un sectario de lo peor ([70], pg. 50), o Me van a acusar de haber
matado a ese troglodita que acababa de liquidar a sus padres y a su
abuela? ([91], pg. 58). Un caso especial lo constituyen los inicios
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plena (Lo mat porque, en vez de comer, rumiaba, [19], pg. 20), o
predicativa transitiva: La mat porque me dola el estmago ([77],
pg. 53)20. Esta disposicin bsica puede ampliarse de dos formas: bien
hipotcticamente, por duplicacin de la causa: Lo mat porque habl
mal de Juan lvarez, que es muy mi amigo y porque me consta que lo
que deca era una gran mentira ([2], pg. 11), o por incremento de la
subordinada causal: Lo mat porque estaba seguro de que nadie me
vea ([14], pg. 18)21. Bien generando otra oracin por yuxtaposicin,
ya sea esta explicativa: Lo mat porque me despert. Me haba acostado
tardsimo y no poda con mi alma ([15], pg. 18)22, sea yuxtaposicin
ponderativa, de estructura idntica a la anterior: Lo mat porque tena
una pistola. Y da tanto gusto tenerla en la mano! ([57], pg. 43); o
sea yuxtaposicin amplificativa enftica: Lo mat porque me dola
la cabeza. Y l venga hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me
tenan completamente sin cuidado ([26], pg. 28). Esta tendencia a
la yuxtaposicin (que como veremos abajo es clave estilstica de la obra)
se extrema en mensajes casi telegrficos, de reproduccin funcional
administrativa, como este, donde la misma adquiere valor matizativo:
Errata
Donde dice:
La mat porque era ma.
Debe decir:
La mat porque no era ma ([58], pg. 44).
20. A este mismo grupo pertenecen estos otros crmenes (el primero de ellos,
con leve variacin pronominal: juego repetidamente usado por Aub): La mat porque le dola el estmago ([78], pg. 53), y Lo mat porque me lo dijo mi mam
([109], pg. 65).
21. Pueden aadirse estos otros casos: Lo mat porque me dieron veinte pesos
para que lo hiciera ([27], pg. 23); Lo mat porque no pensaba como yo ([71],
pg. 50); Lo mat porque era ms fuerte que yo ([74], pg. 52); Lo mat porque
era ms fuerte que l ([75], pg. 52); Lo mat porque beb lo justo para hacerlo
([119], pg. 68).
22. Idntica construccin amplificativa presenta este: Lo mat porque no pude
acordarme de cmo se llamaba. Usted no ha sido nunca subjefe de ceremonial, en
funciones de jefe. Y el presidente a mi lado, y aquel tipo, en la fila, avanzando,
avanzando ([95], pg. 59).
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24. Cuya validez modlica no se agota en absoluto con estos apuntes, encierra tambin una completa metarrepresentacin, tan necesaria en los intercambios
dialogales, en especial en los apelativos y los de convencimiento, como es el caso.
Aub logra dar cuenta plenamente del saber pragmtico lingstico de este homicida,
capaz de elegir la formulacin que considera ms adecuada en cada momento,
lo que es posible porque los seres humanos poseemos la capacidad de representarnos las representaciones mentales de nuestros interlocutores, Jos Portols, op.
cit., pg. 62.
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- La espontaneidad creativa del texto oral exige frmulas de continuo autocontrol que reconduzcan el mensaje a su cauce y eviten las
digresiones; tampoco estn ausentes en nuestra obra. No lo aguant.
Esto est claro. Hay dolores que no se resisten. A m me operaron
una vez sin anestesia: porque me dio la gana. Esa es otra historia
que no tiene nada que ver con esto. La verdad es que yo no poda
ms ([44], pg. 33).
- Es patente, por tratarse de estilo directo, que no se describen
explcitamente gestos prosmicos que subrayen el contenido de lo
enunciado o lo sustituyan; no obstante, es casi obligado pensar que
se producen en la realidad enunciativa que se simula, en especial
en aquellos lugares en que se recuerdan sensaciones de modo explcito (No puedo tocar el terciopelo. Tengo alergia al terciopelo.
Ahora mismo se me eriza la piel al nombrarlo [30], pg. 24), o en
aquellas otras en que se acumulan series enumerativas que buscan el
aturdimiento o la saciedad del interlocutor y que no llegan a generar
enunciados sintcticos plenos: Hablaba, y hablaba, y hablaba, y
hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar ([53], pg.
40). Sin duda resulta imprescindible la gesticulacin cuando la enumeracin recoge enunciados en estilo directo libre, que rememoran
autnticas situaciones comunicativas plenas: Y usted por aqu, y
usted por all y aquel, y el de ms all. El gin rommy, el ajedrez,
el pquer Ginger Rogers, Lana Turner, Dolores del Ro (odio el
cine). El sbado en Cuernavaca (odio Cuernavaca). Ay, la casa de
Acapulco!, y Mengano perda tanto y tanto, a usted qu le parece?
A usted, a usted, a usted ([43], pgs. 32-33).
- La economa verbal, adems de con los sustitutos, se logra tambin
con los silencios informativos, que sirven para ponderar una enunciacin
fuertemente expresiva o sencillamente para evitar una catalogacin altamente depreciativa; ambos se hallan en este ejemplo: Me la devolvi
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28. Arranz Lago (art. cit., pg. 445) agrupa los mexicanismos en expresiones lexicalizadas (ni modo), solecismos (pos no s), prefijos y sufijos aumentativos y diminutivos enfticos (recondenada o muertito), sustantivos de
uso familiar (chamba, por trabajo), mecanismos de sustantivacin mediante el
sufijo ada (penada), trminos del nhualt (achichincle), mrgenes discursivos
coloquiales (andims), y un largo etctera [!!]. Tambin puede verse el artculo de Tejada Tello La mexicanidad de Max Aub a travs de sus Crmenes Ejemplares, en Destiempos.com. Revista de curiosidad cultural, 13 (2008).
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que lingistas funcionalistas, que estudian el plano de la expresin, recurren a la semntica para la completa explicacin de determinadas estructuras lingsticas pone de manifiesto la necesaria
integracin de las perspectivas semntica y sintctica. Pero todava
ms. El anlisis completo tampoco es posible sin la concurrencia
de la pragmtica33.
Por lo dems, la propensin a esta sintaxis opositiva y autonomizadora a un tiempo no deja de ser, en la configuracin interna del
relato, ms que un reflejo de la relacin que domina todo el ejemplario: textos mnimos, independientes (autonoma) pero tambin
sistematizados (oposicin), por reunirse a otros bajo una misma
estructura genrica. Estamos, sencillamente (pero por partida doble:
secuencia sintctica y microtexto), en el mbito de la construccin
paratctica, aquella que prima la fragmentacin frente a la integracin,
pero que no evita la existencia de un sentido unificador ms all de
las fronteras de cada estructura. Esta disposicin voluntariamente
desintegradora es otra marca que acenta el valor innovador de los
Crmenes Ejemplares, pues los sita plenamente en la esfera de la
posmodernidad. Y es que algunos crticos han fijado en la presencia
de este rasgo el centro de la discusin
acerca de las fronteras entre la cultura moderna y la posmoderna, pues mientras en la modernidad hay una fragmentacin de
los espacios y de los textos, aunada a una especie de nostalgia por
la totalidad perdida, en cambio la unidad de sentido en el discurso
posmoderno es precisamente la fragmentacin misma, que permite diversas formas de combinatoriedad y resemantizacin en cada
contexto de lectura. Esta diferencia es la que Omar Calabrese ha
llanado, respectivamente, una esttica (moderna) del detalle, y una
esttica (posmoderna) del fragmento34.
33. T. Espaol Giralt, La coordinacin en el marco de la bipolaridad, Revista
Espaola de Lingstica, 24,1 (1994), pgs. 69-76, la cita en pg. 76.
34. Lauro Zavala, Las fronteras de la minificcin, recogido en Francisca Noguerol Jimnez (ed.), Escritos disconformes, op. cit., pgs. 87-92, la cita en pg.
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La actual fluencia micronarrativa, y que en Asturias puede rastrearse con rasgos bien sedimentados ya en la primera mitad del
siglo XX en literatos como Manuel Pilares (Vega del Ciego-Lena,
Asturias, 1921-Madrid, 1992), ha encontrado un filn temtico en
los condicionantes nucleares y perifricos del trabajo en las minas
y su aureola mtico-epopyico-reivindicativa. Su propagacin y
ensanchamiento en la horma del texto mnimo ficcional habra que
buscarlos en la cercana vital y psicolgica de los escritores con un
microcosmos an latente que acta como poderosa metfora de las
encrucijadas moral y existencial, y que explica el devenir social de
una colectividad fundada en lazos resistentes a los embates histricos. La trascendencia de estos ejes entre las nuevas promociones de
relatores se ha canalizado, adems, a travs de talleres de escritura
. Manuel Pilares, A manera de cuento, La Nueva Espaa [Oviedo], 22 de
marzo de 1946. Este es el cuerpo del minirrelato, donde trastrueca irnicamente las
frmulas litrgicas de la oracin sacra: Siempre vez era el cielo. Y la nia era una
vez. La nia se hizo mujer, se cas, tuvo hijos, nietos, y cuando cumpli su vez,
muri. El cielo sigui siendo cielo: una vez azul, otra vez gris, otra vez blanco, otra
vez negro, otra vez rosado... y as eternamente, sumando veces y veces. Dicen que
cuando ella cumpli su vez, alz sus ojos mortecinos y solloz: Cielo mo! Cielo
mo! Y no dicen que el cielo la mir indiferente, impasible, silencioso, atento solo a
sumar veces y veces... No lo dicen y todos lo saben!.
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Se percibe una creciente relevancia de objetos cargados de simbolismo, como la sirena que avisa de lo irremediable con su sonido
malfico55, hasta el punto de concederles primaca en el desenvolvimiento de la ficcin, cual sucede con la lmpara que se despide
de su usufructuario el da de su jubilacin enhebrando un discurso
edulcorado de sustitucin femenina, subrayando su entrega solidaria
pero tambin su sumisin: Fui faro ante el colaeru, compaera en
los avances, amante silenciosa en los testeros, testigo muda de tus
lgrimas y miedos, [...] siguiendo siempre tu estela de dolor y esfuerzo
por aquellas galeras inciertas56.
A tenor de las vas aqu exploradas y abocetadas en una primera
incursin en el mbito microtextual de cimentacin minera, todava
resta por escrutar y sistematizar una anchurosa regin de posibilidades, ya que juzgo que no se han abordado con la debida profundidad
realidades y estereotipos aplicados al mundo de los trabajadores
del subsuelo, como seran los de la homosexualidad, la inmersin
racial57, la emigracin e inmigracin58, el alcoholismo59, la ludopata,
el analfabetismo de los mandos60, la promiscuidad, el machismo, el
55. Miguel Matesanz Gil, op. cit., pg. 28.
56. Jos M. Sanchs Calvete, op. cit., pgs. 35-36.
57. Vid. Pedro Gutirrez Fernndez, Cuay!, en http://es.geocities.com/caucenalon/junio.html.
58. La toca tangencialmente Gerardo Fernndez Bustos en Araas polvorientas, en Microrrelatos mineros. IV..., pgs [47]-49. Ms desarrollado este vrtice en
el minicuento de Francisco J. Laurio No me olvides, donde presenta un minero
eslovaco que, impelido por la necesidad, acude a trabajar a la cuenca hullera del
Naln asturiana y se encuentra con las mismas expresiones mezquinas de los que
mandaban, (...) con una mayor porcin de insolidaridad, ante lo cual termina, ya
pasados los meses, encerrndose en su propio gueto, porque no le quedaba otro remedio (http://es.geocities.com/caucenalon/mina.html).
59. Este aspecto lo abordan narradoras como Paz Toms Paeda y Clelia Antua
Fras. En Recuerdos, Toms Paeda nos habla de que los das de paga las borracheras eran brutales. Suban la cuesta, del bar a la carretera, abrazados para no caerse
o pelendose. Suban y volvan a bajar. Una y otra vez. Antua Fras lo menciona en
El primer da: Pedro sali del bar dos horas ms tarde, cantando tonada y haciendo
eses. Ambos microrrelatos, en http://es.geocities.com/caucenalon/mina.html.
60. Blanca Gonzlez Cristbal cierra su minicuento El trmel, op. cit., indicando que un vigilante firm de su puo y letra un parte de produccin donde se
indicaba que el trmel apar a las 12 h y 70 menutos.
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61. En Recuerdos, op. cit., la autora anota que eran heridas hechas aposta,
para poder quedarse unos das de baja.
62. Vid. nuestro trabajo El humor macabro de Max Aub en Crmenes ejemplares: el homicidio como respuesta, en El modo trgico en la cultura hispnica,
Valladolid, Universitas Castellae, 2008, pgs. 21-31.
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A estas alturas ya se han consumado abundantemente la disgregacin y la hibridacin de los gneros literarios. El cuento ha actuado
siempre como agente desestabilizador de lo asentado, proporcionando, gracias a su natural inmediatez, instrumentos narrativos de
vanguardia. Lo mismo podra decirse quizs en mbito todava
ms popular de la cancin, gnero o subgnero esponja, capaz de
resumir en sus lneas ms o menos logradas, segn la destreza de
quien maneje la pluma, las contradicciones y las aspiraciones de las
generaciones que se han sucedido a lo largo de la historia.
Cuento y cancin se rozan muy a menudo como dos amantes
furtivos en un mnage a trois en que la poesa tambin reivindica
. Javier Menndez Flores, Joaqun Sabina. Perdonen la tristeza, Barcelona,
Plaza & Jans, 2001, pg. 35.
. Vid. Francisca Noguerol, Micro-relato y posmodernidad: textos nuevos para
un final de milenio, Revista Interamericana de Bibliografa,1-4,1996. http://
www.educoas.org/portal/bdigital/contenido/rib/rib_1996/articulo4/index/es/aspx?cu
lture=es&navid=201 (28/10/2008).
. Vid. Manuel Vzquez Montalbn, Cancin, pueblo e historia, en Cancionero general del franquismo, Barcelona, Crtica, 2000, pgs. xii-xv.
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meldico de la cancin a la ingeniosidad repentina del cuento, aprovechando todos los recursos que este gnero ofrece: de la agudeza
de los dilogos a la rapidez de una escritura capaz de esbozar gestos
y situaciones con pinceladas esenciales. El resultado es brillante:
cuando se esfuman las ltimas notas de Tratado de impaciencia n
10, Ciudadano cero, Viridiana, El caso de la rubia platino, etc., uno
no sabe si acaba de escuchar un microrrelato o de leer una cancin.
Aqu he desplazado intencionadamente el foco de mi atencin del
trmino cuento al de microrrelato porque gracias a la intensidad
de escritura de Sabina es posible dar un paso ms hacia una forma de
texto cerrada y perfecta, concisa e intrigante, que reduzca los lmites
espaciales y lleve a sus extremos el lenguaje de su antecesor. Entre
las miradas de definiciones del microcuento proporcionadas por los
estudiosos, elijo una de Fernando Valls porque en ella se suceden
en rpida secuencia los rasgos fundamentales de este gnero difcil
de encasillar:
El microrrelato es un gnero narrativo breve que cuenta una
historia (principio este irrenunciable), en la que debe imperar la
concisin, la elipsis, el dinamismo y la sugerencia [...], as como
la extrema precisin del lenguaje que suele estar al servicio de una
trama paradjica y sorprendente.
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chicas malas salen ms caros cuando los regalan y huelen a fracaso, pero el croupier me echaba cartas buenas y la rubia platino era
morena y el caso era un gran caso. En un bistr del puerto de Marsella nos fuimos demorando entre botella y botella de oporto, los
que pusieron precio a tu cabeza le dije exagerando su belleza,
se haban quedado cortos. Puede que me estuviera enamorando,
porque antes del caf cambi de bando, de hotel y de sombrero.
Mi viejo puso un cuarto con dos camas, fingiendo que la dama era
una dama y su hijo un caballero. Ni siquiera, seores del jurado,
padezco, como alega mi abogado, locura transitoria. Dispar a un
corazn que yo quera con premeditacin, alevosa y ms pena que
gloria. Para jugar al black jack y ser un duro, andar escaso de
efectivo es igual que pretender envidar con un farol al futuro. No
por casualidad me temen en los casinos, diez de los grandes por
seguirle los pasos a la rubia platino. Para volver a ser alguien en
el ambiente necesitaba un par de buenos clientes, saldo para mis
vicios y un despacho decente. No dan para comer las putas del
barrio chino, todos los lunes no me encargan el caso de la rubia
platino. Para no ser un cadver en el tranva, aparte de tener gramtica parda, hay que saber que las faldas son una lotera. Con
la luz de gas brill mi lmpara de Aladino... me daban diez de los
grandes por el caso de la rubia platino11.
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lenguaje, construyen el ambiente; el cantante utiliza una jerga marcadamente detectivesca: caso de la rubia platino, huele-braguetas,
quemado en la secreta por tenencia, extorsin, a sueldo de un
pez gordo, diez de los grandes, etc. Quien escucha el tema recibe
informaciones fragmentarias y est obligado a participar activamente
en la construccin del relato14, solo entonces lograr desenmaraar la
trama: un detective, ex-polica y ex-detenido en la Modelo, acuciado
por problemas econmicos, acepta ejercer de sicario por cuenta de un
pez gordo, pero, desafortunadamente, se enamora de la mujer que
tendra que matar, los dos comparten un cuarto con dos camas y
algo ms, hasta que el protagonista decide llevar a cabo su trabajo y
dispara a un corazn que quera dando nuevamente con sus huesos
en la crcel. Al final luciendo otra vez su habilidad de cuentista, Sabina revela que el narrador est tratando de explicar lo que ha pasado
a un jurado, del que inesperadamente forma parte el oyente, pues el
jienense inserta un apstrofe muy explcito: Ni siquiera, seores del
jurado, padezco, como alega mi abogado, locura transitoria.
Otra muestra de prestidigitacin narrativa la ofrece el cantante a
la hora, precisamente, de insertar dilogos en sus composiciones15. Es
complicadsimo intercalar con desparpajo entre los versos compactos
de una cancin, o entre los renglones apretados de un microrrelato, una
parte dialogada rpida y sutil que con sus omisiones diga mucho ms
de lo que calla. En El caso de la rubia platino resulta paradigmtica
la frase, con inciso: los que pusieron precio a tu cabeza le dije exagerando su belleza, se haban quedado cortos, se trata de un piropo
digno de un gngster por su laconismo y su escueta pulcritud.
14. Esta es otra caracterstica fundamental del microcuento, como muy oportunamente seala Domingo Rdenas de Moya: El microrrelato tiende a postular
mundos ficcionales no saturados ontolgicamente, es decir con un grado de indefinicin muy elevado, Domingo Rdenas de Moya, Contar callando y otras leyes
del microrrelato, nsula, 541, septiembre 2008, pg. 7.
15. Son muchas las canciones en que Sabina muestra su habilidad a la hora de
transcribir coloquios pero aqu remito, por su virtuosismo, a la composicin Como
te digo una co te digo la o, ya que es un nico, largusimo dilogo o, ms bien,
monlogo. Quien quiera leerla puede hacerlo en el libro de Joaqun Sabina, op. cit.,
pgs. 338-345. Si alguien quisiera escucharla la encontrar en el disco 19 das y 500
noches, BMG music, 1999.
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16. Vid. Diego Rodrguez Maurici, Tierna musicalidad inacabable: los microrrelatos cercanos a la poesa, El cuento en red, 14, otoo 2006, pgs. 57-67. http://
cuentoenred.xoc.uam.mx (28/10/2008).
17. Emilio de Miguel Martnez, op. cit., pg. 83.
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Universidad de Sevilla
Los ltimos aos del siglo XX y los inicios del siglo XXI han mostrado de forma significativa un notable auge de la brevedad artstica.
En este proceso de simplificacin se han implicado, por ejemplo, la
arquitectura, la msica, la pintura, el cine y la literatura. Se delimitan,
en este sentido, composiciones musicales concentradas en dos o tres
minutos, ejemplos de arquitectura minimalista que se caracterizan
bajo el lema menos es ms e historias mnimas que se apuntan a
modo de flashes en formatos cinematogrficos o en discursos literarios
microscpicos. De esta forma, los espacios mnimos constituyen todo
un reto para los creadores que sienten que sus obras constituyen el fiel
reflejo de una sociedad marcada por el ritmo vertiginoso de la vida
cotidiana, por el influjo de los medios de comunicacin de masas y
por el impacto de las nuevas tecnologas. La minificcin se ha erigido
en el signo de los nuevos tiempos reclamando nuevos modelos de
creacin y de recepcin, como se desprende sin duda del reto asumido
por el corto cinematogrfico y el microrrelato literario; discursos
mnimos, de gran densidad semntica, en los que se manifiesta, por
otra parte, el rechazo hacia los grandes relatos y la bsqueda de la
fragmentacin que reclama el pensamiento posmoderno.
. Lauro Zavala, La minificcin bajo el microscopio, Mxico, Universidad Pedaggica Nacional, 2005, pg. 9.
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traducen en escasos minutos en la puesta en escena. Revistas especializadas, concursos de teatro mnimo, maratones de monlogos,
lecturas dramatizadas, experiencias de radioteatro, se delimitan
como estrategias que permiten manifestar la importancia de estos
microrrelatos dramticos en la cultura de nuestros das. Significativa
resulta, en este sentido, la labor de la Asociacin de Autores de Teatro
al convocar desde hace ocho aos El Saln del Libro Teatral, en
cuyo marco se desarrollan talleres de creacin, lecturas dramatizas y
la invitacin para participar en un concurso de Teatro Exprs. En
esta ltima actividad los aspirantes se someten a un encierro de unas
horas, para crear, a partir de unas pautas que se dan a conocer en ese
momento, el teatro mnimo que ser sometido a juicio de un jurado
integrado por escritores e investigadores de prestigio.
En suma, literatura y brevedad conforman en los ltimos aos
una combinacin relevante. La narrativa y el teatro del nuevo milenio
reivindican los formatos breves, concisos, cuya textura artstica, ha
planteado un reto tanto a los creadores como a los lectores. Si el cuento, en su proceso de simplificacin, condensacin y experimentacin
dio vida al microrrelato, al cuento ultracorto o cuento en miniatura,
la dramaturgia contempornea, sobre todo en las ltimas dcadas, ha
rescatado tambin los formatos breves. Se delimitan, en este sentido,
obras en un acto, sensiblemente reducido, de tal forma que, en ocasiones, han merecido el calificativo de minipiezas, microteatro,
pulgas dramticas, retales o suspiros dramticos. Evoquemos,
por ejemplo, la micropieza de Alfonso Zurro, La pluma, brevsimo
apunte humorstico que podra equipararse, por su carcter hiperbreve,
al inmortal dinosaurio de Augusto Monterroso:
La Pluma
(Entra el Hombre. Ve una pluma en el suelo. La coge)
HOMBRE. La pluma de un ngel. Qu suerte!
(Sale corriendo).
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refiere a la relevancia del ttulo que no solo distingue sino que guarda
una relacin dialctica con el texto13. As se manifiesta en Gnesis
3 de Jos Mara Merino, Cuento casi suf de Gonzalo Surez, La
lechera pragmtica de Irene Brea, Trasplante de Beatriz Martnez
Manzanares y Crdito de Mara Tena. Evoquemos por su brevedad y
el juego ldico que sugiere el mundo de las fbulas y de los bestiarios,
el minicuento de Luis Mateo Dez que lleva por ttulo El sueo:
El sueo
So que un nio me coma. Despert sobresaltado. Mi madre
me estaba lamiendo. El rabo me tembl durante un rato14.
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16. Julia Otxoa, Maletas, en La otra mirada, op. cit., pg. 188.
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El MICRORRELATO:
GNERO LITERARIO DEL SIGLO XXI
Rosa Mara Navarro Romero
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. Romance, en el sentido anglosajn, designa un cierto tipo de novela idealizada o tambin ciertas frmulas narrativas de nuestra poca medieval (Gmez
Redondo, 1991), mientras que, en el sentido castellano general, se trata de una frmula forjada a la sombra del poema pico []. En la historia de los textos teatrales, ciertos pasos renacentistas, entremeses barrocos o sainetes dieciochescos son,
atendiendo a sus rasgos genricos, intercambiables entre s y, sin embargo, difieren
terminolgicamente, Miguel ngel Garrido, Nueva introduccin a la Teora de la
Literatura, Madrid, Sntesis, 2000, pg. 285. El caso de la novela corta presenta el
problema derivado de su origen, pues la denominacin novela corta se vio desplazada por la de cuento literario. Se crea as una confusin terminolgica, pues
unas veces se entiende novela corta como cuento y otras como narracin que
ni es cuento ni es novela (Javier Rodrguez Pequeo, Gneros literarios y mundos
posibles, Madrid, Envida, 2008, pg. 112).
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cit.
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De todo ello se puede deducir y esta es la segunda tesis relacionada con las fuentes genealgicas del microrrelato que someto
a vuestra consideracin que el microrrelato fue engendrado antes
de ser bautizado como tal, cosa, por lo dems, no muy infrecuente:
primero fue la accin y luego la palabra, salvo que la accin a veces
no se entiende bien sin la presencia, cuando menos implcita, de la
. Jorge Luis Borges, Del rigor en la ciencia, en El Hacedor, Madrid, Alianza, 1998, pg. 119.
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Homero o Las metamorfosis de Ovidio, que no solo nutren a la literatura, tambin y de manera extraordinaria, a la pintura). Y algunas
de estas adaptaciones y recreaciones, como el Ulises de Joyce o La
muerte de Virgilio, de Broch, no son precisamente obras menores.
De modo que la intertextualidad no es un fenmeno exclusivo del
microrrelato, aunque s caracterstico de este, como se puede apreciar
en casi cualquier antologa. Se dira, adems, que la intertextualidad,
epifenmeno de la literatura concebida como un palimpsesto infinito
que continuamente se escribe y se reescribe, arrastra consigo el humor,
la irona o, si se quiere, la irona intertextual, pues al injertar en otro
tiempo y en otro contexto lo dicho por otro autor no puede hacerse
sino en tono irnico: pinsese, por ejemplo, en el experimento de
Pierre Menard14 o pinsese, aplicado al microrrelato, en La cucaracha
soadora o La tela de Penlope, o quin engaa a quin, ambos
de Monterroso15. La irona es, pues, la herencia que dejan los grandes escritores a los que recogen la antorcha, pues no se puede seguir
escribiendo igual ni seriamente despus de ellos: acabaran siendo
absorbidos por los primeros, los precursores16. Casi me avergenza
tratar de definir la irona despus de que autores como Wayne Booth
le hayan dedicado serios estudios17: me encuentro de nuevo con la
tentacin de responder a la manera de San Agustn. En todo caso,
confo ms en que la irona es ms palpable en las obras de Borges,
Oliverio Girondo, Cortzar, Juan Jos Arreola, Monterroso, Jos
Mara Merino, Mills o Monz, que en cualquier tratado que pretenda
apresarla. O, dicho de otro modo, confo en que la irona se hace ms
14. Jorge Luis Borges, Ficciones, en Obras completas I, Barcelona, RBA-Instituto Cervantes, 2005, pgs. 444-450.
15. Augusto Monterroso, Cuentos, fbulas y Lo dems es silencio, Madrid, El
Pas, 2003, pgs. 206 y 190.
16. Ntese que uso el trmino en una doble acepcin: primero, en la ms reconocida e imprescindible para la crtica literaria, y segundo, en la acepcin que le
confirieron T. S. Eliot y J. L. Borges, en Kafka y sus precursores, Otras inquisiciones, Obras completas I, Barcelona, RBA, 2005, pgs. 710-712.
17. Wayne C. Booth, Retrica de la irona, Madrid, Taurus, 1986. Para una discusin sobre algunos argumentos de la citada obra, Stanley Fish, Los bajitos no
tienen razn de vivir: Lectura de la irona, en Prctica sin teora: retrica y cambio en la vida institucional, 1992, pgs. 135-159.
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AUTOBIOGRAFAS MNIMAS:
LA INVENCIN DEL YO EN UNA PGINA
Maria Rosell
Universitat de Valncia
1. La vida breve
La autobiografa es una prctica literaria tan fabuladora como
cualquier otra: no es tan slo que se pretenda establecer un pacto
con el lector que acepta como verdicos los hechos narrados por una
voz que coincide con el protagonista de lo sucedido, y, a su vez, con
el autor emprico del texto, sino que en ella se valida la posibilidad
de que estos hechos relatados puedan no ser reales, sino todo lo
contrario: una ficcin de un yo en construccin de la mentira de su
existencia; cada autobiogrfo organiza y gestiona su informacin
con el fin de ofrecer a los receptores de su historia una imagen
consistente, a travs de recursos nada inocentes, como son aquellos
que permiten la configuracin de una identidad pblica acorde con
diferentes intereses. El narrador promete mentir y el lector promete
que se lo permitir. Esta premisa sobre el gnero o espacio autobiogrfico parece ampliamente aceptada entre los aficionados a su
lectura, por mucho que la tentacin de consignar la veracidad de los
sucesos expuestos est a menudo presente en el proceso de recepcin
de las obras.
. Vid. Nora Catelli, El espacio autobiogrfico, Barcelona, Lumen, 1991.
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. Antonio Pereira, Relatos sin fronteras, Len, Junta de Castilla y Len, 1998,
pgs. 7-9.
. Incluidas en Poesa Completa, I, Derek Harris y Luis Maristany (eds.), Madrid, Siruela, 1993.
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biogrfico en textos como El espejo, donde se refiere humorsticamente un viaje de poetas en autobs cada cinco aos al extranjero,
pensando que es dulce poder recibir all un diploma acrecentado
por el prestigio de la lengua extraa?14. Evidentemente, las dosis
de comicidad e incluso autoparodia no son excluyentes de lo autobiogrfico, sino que, en Pereira, confluyen. Solo hay que observar el
siguiente texto, en el que se utiliza un dato personal para reflexionar
sobre el gnero y la postura de su lector de manera humorstica. Se
trata de la coincidencia del apellido Pereira referido a l, pariente de
la rama pobre, con el de la ilustre familia descendiente de don Gonzalo Pereira, que sale en las enciclopedias herldicas. En Sesenta
y cuatro caballos se cuenta:
Que teniendo el don Gonzalo treinta y dos caballos, en un solo
da regal todos a distintas personas. La cosa huele a invencin y
adorno. Pero sigue la crnica con que en ese mismo da los volvi
a comprar don Gonzalo, aquellos treinta y dos caballos, para as
poder regalarlos a otras tantas personas de su estima, y entonces
el caso se hace creble, porque a los escuchadores de historias nos
resulta ms fcil aceptar lo enorme que lo mediano15.
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que se compilan a menudo, desde la complicidad y el humor, experiencias vitales concentradas en una determinada situacin cargada
de intensidad narrativa. Abundan, como muestra la obra reciente La
divisa en la torre, relatos que inciden en los recuerdos gozosos de
viajes, amigos, mujeres, encuentro con escritores (Crmer, Borges,
Cela), premios literarios a los que asiste en calidad de espectador
o como jurado y, en suma, la cotidianeidad de la profesin de escritor
que, aunque decide trabajar desde la periferia geogrfica, construye
un universo literario a modo de mosaico cuyas piezas tienen el color,
el sabor y los sonidos tanto de lo ms local como de lo ms universal.
Algunos microrrelatos remiten a las primeras memorias del autor
en su oficio de escritor de sobres para el novio de una sirvienta, no
cartas, como en Seis palabras cuatro pesetas, en las que sigue el
juego metaliterario que caracteriza su obra: Pero sobre este tema
de la pensin no quiero extenderme, porque irremediablemente se
hace literatura de costumbres, que no s por qu est tan mal vista.,
adems de recrear un tiempo y un lugar en el que la memoria descubre
el campo abierto para el juego y la experimentacin19. El escritor y la
sirvienta se encuentran en telgrafos por azar y el funcionario exige
que se le entreguen completos los impresos:
la chica miraba angustiada a su alrededor y al verme se puso
colorada y pareci como si titubeara, pero me alarg el papel para
que se lo cubriera. Los telegramas eran baratos y an as se limitaban a casos de mucha desgracia. Con letra clara escrib el dictado
desgarrador: no vengas estoy con el mes20.
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El filandn. 252. Toma tercera. Y el clac de la claqueta. Comamos alegres cocinas humosas, con un fuego de cara pero con
las espaldas vendidas y entre corrientes. Las noches, segn encartara Cuando regres a Madrid me acerqu temblando a mi mdico. Obviamente ni palabra de aquel rico bacalao sin duelo de la
sal; ni del botillo y los chorizos con pimientos picantes; y menos
an de mis bronquios a diez grados bajo cero en los exteriores.
Est usted muy bien, el electro y la tensin mejores que nunca, cmo se nota cuando me sigue usted el rgimen21.
El final insospechado, sorprendente, se presenta en toda su novedad cerrando, la mayora de las veces en los relatos de Pereira, el
micromundo al que se ha accedido sin previo aviso, aunque los ttulos
pudieran anunciar su deriva.
La profesin de escritor en sus mltiples facetas representa uno
de los ejes temticos ms llamativos de su ltimo libro, incluyendo
la visin intergeneracional que aporta en uno de los relatos que lo
conecta con otros representantes de este tipo de escritura. Me refiero
a Juan Pedro, Luis Mateo, Jos Mara de Reseas y confidencias,
libro en el que si bien no se mantienen los requisitos fundamentales
que cimientan el microcuento, s se destaca la brevedad y la contencin descriptiva as como el marcado carcter testimonial que ya su
ttulo anuncia. Lo que puede interesar, al comparar estos textos con
los anteriores, es la funcin del narrador, su estilo confesional desarrollado en breves fragmentos de una biografa cuyo protagonista
elabora y construye artificiosamente a travs de la memoria rescatada en/para la palabra escrita. El narrador se sita habitualmente y
hbilmente en una posicin de inferioridad, dentro de las dualidades
que va estableciendo, en relatos en los que a menudo la accin viene
dada a travs de una dialctica entre una pareja de personajes. En este
caso, el segundo personaje lo conformara el tro de escritores leoneses
a los que seguro de inmediato se les habr colocado apellido: no
me extraara que vieran en m un cronista de costumbres, un jurado
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23. Vid. Andrs Neuman, op. cit, pg. 143. Segn el autor es el gnero para
guardar un secreto.
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EL MICRORRELATO COMO
FORMA LITERARIA DEL VACO*
Joaqun Lameiro Tenreiro
Universidade da Corua
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Para Johan Huizinga [l]o que el lenguaje potico hace con las
imgenes es juego. Las ordena en series estilizadas, encierra un secreto en ellas, de suerte que cada imagen ofrece, jugando, una respuesta
a un enigma. De esta premisa del ser humano como animal ldico
y de su actividad potica como una especie de juego hermenutico
parte una concepcin de la literatura que puede ser de gran utilidad
a la hora de entender esa clase de textos que por ahora seguiremos
llamando microrrelatos. Para repensar la literatura como un quehacer ldico debemos tomar cada manifestacin literaria como un
juego, y en este sentido desechar su interpretacin como unidad o
elemento, para pasar a estudiarla como una funcin o una forma, es
decir, como una estructura relacional entre distintas realidades que
no conforman propiamente la manifestacin, pero sin las cuales no
puede existir. Sin aspirar a enunciar una descripcin pormenorizada
de esta funcin o forma, nos contentaremos con establecer un triple
vnculo, en un nivel macroestructural, entre autor, texto y lector que
no es necesariamente de orden comunicativo, y que, en todo caso,
nunca se restringe a la mera comunicacin. Lo esencial de la forma
literaria es que se trata de una funcin cuyos tres elementos principales
(autor, texto y lector) son variables que no se definen ms que en el
momento en que las tres coinciden en la intencionalidad hacia esa
funcin. Por lo tanto, una manifestacin literaria se define como tal
en el momento en el que la intencin del autor, la del texto y la del
lector son aceptadas como literarias. Y esta convergencia solo se da
en el momento de la lectura, cuando el lector, que se considera a s
mismo un lector de literatura, lee un texto que acepta como literario
y que proviene de un autor que, bajo las expectativas del lector, ha
actuado con una intencin de literariedad. El siguiente texto de Augusto Monterroso, adems de ser fcilmente asimilable a eso que, a
partir de ahora, pasar a llamar formas literarias mnimas, es un
. Johan Huizinga, Homo Ludens, Madrid, Alianza Editorial (Biblioteca 30
Aniversario), 1998, pg. 232.
. Adopto el trmino manifestacin literaria para referirme a la totalidad del
proceso literario que se desencadena a travs de una interpretacin literaria concreta
(una lectura), frente al trmino texto, cuya referencia limito a la de la plasmacin lingstica de esa manifestacin.
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Universidad de Sevilla
Para esbozar cuestiones sobre del espacio del microrrelato ficcional, procede recordar, aunque haya de ser muy someramente, ciertos
enunciados de la teora si se intenta esclarecer la nocin misma de
espacio aplicada al relato, lo cataloguemos como micro o no, como
ficcional o tampoco. Pero, antes, he de precisar que, en cuanto a la de
este mismo, a la de relato, no la fundamento en la diferencia entre
digesis y mmesis tal como las entendi Platn, sino ms bien en el
criterio Aristotlico, pues sigo las posiciones que reformulan la teora
ms tradicional sobre ambas, vindolas como actitudes modales y, por
tanto, pragmticas, lo que conduce a entender que la mmesis es comn
a toda representacin, incluida la narrativa. Ello induce a Vzquez Medel a hablar de mmesis diegtica y de mmesis pragmtica. A partir
de aqu e hilando ms fino, Pedro Javier Milln, propone denominar a
esta ltima mmesis dramtica. El relato se sirve de las dos.
. Manuel ngel Vzquez Medel, Narratividad y dramaticidad: mmesis diegtica vs. mmesis pragmtica, en Mara Concepcin Prez (ed.), Los gneros literarios. Curso Superior de Narratologa. Narratividad-dramaticidad, Sevilla, Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1997, pgs. 45-53.
. Pedro Javier Milln Barroso, Carlos Saura. Cine musical flamenco. (Reformulacin del gnero audiovisual e hiperdiscurso flmico). Tesis Doctoral defendida
en la Universidad de Sevilla, 2008. (En publicacin por Editorial Alfar).
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Galeano. E importa resaltar que muchas de sus tan conocidas, brevsimas, narraciones, aunque de menor horizonte dialgico que las
de Ayala, muestran gran capacidad de la ancdota diminuta para
simbolizar cuestiones ampliamente debatidas por la teora acerca de
la comunicacin artstica, en particular la literaria. Mediante sntesis
escuetas del espacio-marco, como es costumbre en el cuento tradicional, y acelerando el ritmo narrativo, no calan en las galeras del
alma. El lirismo no las espacializa, sino que lo hace, segn queda
dicho, el sentido autorreferencial.
Me referir nicamente a una de las que integran El libro de los
abrazos, pues plantea, en el corto espacio de su discurso, nada menos que alguna de las ms difundidas concepciones de la semitica
pragmtica sobre la literatura como cierta clase de proceso comunicativo, cuyas pautas, afines a las de los juegos de representacin,
implican un convenio tcito de aceptacin de la verdad interna al
texto. Habla, en suma, del consabido contrato de ficcionalidad entre
autor y lectores.
Celebracin de la fantasa12 evoca, como mnimo, dos de aquellas cuestiones. Igual que Sin literatura, alerta sobre los lmites de
la verdad autoficcional y sobre problemas en torno a la identidad del
sujeto en la ficcin misma. Pero, sobre todo, se refiere a los mecanismos y al resorte de aquel contrato ficcional.
Mientras mira unas ruinas, cerca del Cuzco, y hace anotaciones,
algunos nios piden al narrador que les regale su lapicero. No puede
complacerlos, pero, a cambio, les dibuja animales en sus manitas. Uno
de ellos le muestra un reloj que tiene pintado ya, afirmando que se lo
envi un to suyo residente en Lima. Y funciona bien?, pregunta
el escritor personaje. Atrasa un poco, reconoce el chiquillo.
Actitud compartida entre emisor y receptor para el funcionamiento
feliz del convenio ficcional segn las perspectivas pragmticas clsicas ya: propuesta ldica y aceptacin del juego con su doble nivel
de comportamiento: saber que algo no es verdad y hacer como que
12. Eduardo Galeano, Celebracin de la fantasa, en El libro de los abrazos,
Madrid, Siglo XXI, 1989, pg. 27. Incluido por el autor en Tejidos. Antologa, Barcelona, Octaedro, 2001, pg. 162.
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14. Julia Otxoa, Un len en la cocina, Santa Cruz de Tenerife, Prames, 1999.
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MICRORRELATO:
LA OTRA INTERTEXTUALIDAD
Basilio Pujante Cascales
Universidad de Murcia
1. Introduccin
Cada da es mayor la atencin que la crtica hispnica presta al
microrrelato. Este congreso y el celebrado un par de semanas antes
en Neuqun, Argentina, son dos claras muestras de ello. Uno de los
aspectos que con ms frecuencia aparece citado cuando se habla de la
minificcin, es la importancia que tiene en ella el uso de la intertextualidad. Muchos de los grandes expertos de la materia, como Juan
Armando Epple, David Lagmanovich o Lauro Zavala, han incluido
este mecanismo entre los rasgos bsicos del microrrelato.
En otro estudio ya analic la importancia que tena la intertextualidad en el minicuento, an sin que se la pueda considerar ni como
. Estos tres especialistas en la minificcin han tratado la importancia de la intertextualidad en varios de sus estudios. Citaremos uno de cada uno de los autores: Juan Armando Epple, Brevsima relacin sobre el cuento brevsimo, Revista
Interamericana de Bibliografa, Vol. XLVI, Washington, Organizacin de Estados
Americanos, 1996; David Lagmanovich, El microrrelato. Teora e historia. Palencia, Menoscuarto, 2006; Lauro Zavala, El cuento ultracorto: hacia un nuevo canon
literario, Letras, 59, 1999, pgs. 17-36.
. Basilio Pujante, La intertextualidad en la minificcin hispnica, ponencia
en el II Simposio Internacional de Hispanistas. Encuentros, Lublin, del 17 al 19
de abril de 2008.
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literatura apenas encontramos casos de lo contrario. En la minificcin, si bien no es muy habitual, hallamos algunos ejemplos de esta
intertextualidad con el sptimo arte. Julia Otxoa utiliza el ttulo de
una pelcula americana de los aos 60 para nombrar uno de sus microrrelatos: Los siete magnficos22. El chileno Juan Armando Epple
va un paso ms all, y en tres de los minicuentos de su libro Con
tinta sangre homenajea Casablanca. En el primero de ellos Adivina
adivina23, que tiene un argumento ajeno al film, reproduce la famosa
ltima frase de Bogart: podra ser el comienzo de una hermosa amistad. En Guiones24 el homenaje es ms explicito y Epple explica el
supuesto origen de la frase final, mientras que en el siguiente relato,
Volver a Casablanca25, el autor fabula sobre el rodaje.
Hasta ahora hemos repasado la presencia en la minificcin de
relaciones intertextuales con disciplinas tericas (como la ciencia o
la filosofa) o artsticas (como el cine y la pintura). Pero existe otra
tendencia en los microrrelatos ms rompedora y postmoderna: la
imitacin de textos escritos que carecen del reconocimiento cultural
de los anteriores. Empezaremos hablando de aquellos minicuentos
que se configuran como unas instrucciones sui generis, corriente de
cierta tradicin en la minificcin hispnica y cuyo mximo exponente
es Julio Cortzar. En la primera seccin de Historias de cronopios
y famas, uno de los libros seminales de esta modalidad narrativa,
encontramos el origen de esta vertiente en textos tan delirantes como
Instrucciones para subir una escalera26.
Los autores contemporneos tambin cultivan estos microrrelatos
en forma de instrucciones, especialmente los hispanoamericanos
como Ana Mara Shua (Golem y rabino V27) y sobre todo Luis
Britto. En el libro Andanada de este autor venezolano hallamos direc-
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28. Luis Britto Garca, Andanada, Barcelona, Thule, 2004, pg. 22.
29. Ibid., pg. 24.
30. Ibid., pg. 145.
31. Julia Otxoa, op. cit., pg. 54.
32. Antonio Fernndez Molina, Las huellas del equilibrista, Palencia, Menoscuarto, 2005, pg. 53.
33. Jos Mara Merino, op. cit., pg. 99.
34. Ibid., pg. 117.
35. Fernando Iwasaki, Ajuar funerario, Madrid, Pginas de Espuma, 2004, pg,
119.
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19.
36. Juan Jos Mills, Articuentos, Madrid, Suma de Letras, 2000, pg. 21.
37. Ibid., pg. 309.
38. Fernando Valls, Articuento, Quimera, 263-264, noviembre de 2005, pg.
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la que define los articuentos: textos en los que el autor hace una reflexin irnica sobre algn aspecto de nuestra sociedad, incluyendo
elementos ficcionales.
Mills se nutre en los articuentos de noticias, estadsticas o
personajes reales de la actualidad poltica, que toma como punto de
partida para ofrecer a menudo ms que una opinin, un texto ficcional.
Tambin se da entre los articuentos el ejemplo contrario: comentarios
de la actualidad, siempre preados de humor e irona, en los que se
insertan personajes o argumentos inventados por el autor.
Un aspecto que acerca este gnero ms a la prensa que a la
minificcin, es su publicacin en peridicos. Este hecho hace que
Mills ofrezca textos apegados a la actualidad y en los que existe una
cercana mucho mayor a sus lectores que en la narrativa. Tambin es
ms propio de los artculos de opinin, el tono didctico de algunos de
los articuentos, en los que el escritor valenciano se dirige de manera
directa a sus lectores, narratario ms cercano que el lector modelo de
la ficcin narrativa. De todas formas no pretendemos poner en duda
la afinidad de este gnero al microrrelato, porque debemos tener en
cuenta los mltiples elementos narrativos del mismo y el hecho de
que su creador, Juan Jos Mills, sea un escritor y no un periodista.
Adems de en los articuentos, tambin encontramos casos de
microrrelatos que toman rasgos de un estilo tan cercano a la literatura como es el periodstico. As, Entrevista a Jules Feltrinelli39,
microrrelato de Julia Otxoa, se estructura como una entrevista de un
peridico. Tambin toma la forma de un gnero periodstico Del
cambio40 de Jos Mara Merino, pero en este caso imita el estilo de
una noticia, especialmente con la ltima frase del texto: Seguiremos
informando.
4. Conclusiones
Con los distintos ejemplos ofrecidos en esta comunicacin,
hemos querido poner de relieve la importancia en la minificcin de
39. Julia Otxoa, op. cit., pg. 126.
40. Jos Mara Merino, op. cit., pg. 178.
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Universidad de Sevilla
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extrapolar mi mencionada propuesta de clasificacin genrica audiovisual al mbito ms concreto de la fotografa para subrayar, aqu
muy resumidamente, lo imposible de acotar los terrenos respectivos
de lo ficticio y lo emprico. Trminos como fotografa documental
o fotoperiodismo que tampoco son sinnimos no se diferencian
de manifestaciones ms ligadas a la expresin ficcional y artstica
por la clase de universos que plasman, sino por la manera de hacerlo.
Es una cuestin de discurso, de ah la utilidad de recurrir a las mencionadas nociones genettianas de ficcional y factual. As lo indico
en mi tesis doctoral:
En general, se trata de no establecer paralelismos entre la ficcionalidad o la referencialidad emprica de lo relatado mxime
conociendo las revisiones tericas sobre tales conceptos y la manera discursiva en que se plasma la historia, la cual suele servir de
referencia para identificar gneros como los llamados informativos noticia, opinin sin garantizar las voluntades de veracidad o de falsedad implcitas en los pactos comunicativos que todo
relato suscita. La pelcula Zelig (Allen, 1983) es ejemplar de esta
relatividad por relatarse situaciones inverosmiles mediante tcnicas periodstico-documentalistas [...]. Una voz over, caracterstica
de los gneros documentales, narra el caso clnico de Zelig, un
hombre que muta fsica y cognitivamente para adaptarse a situaciones comprometidas. Es clara la humorstica reflexin sobre la
consideracin de los gneros factuales como ciertos (67-68).
Sin agotar, claro est, los mltiples factores tericos que participan
en lo relativo al relato ficcional-factual, lo dicho hasta el momento
nos permite al menos seguir avanzando hacia la cuestin de la fotografa documental como microrrelato, teniendo presente que me he
decantado por dicha frmula fotogrfica con objeto de centrarme en
un gnero llammoslo as donde la componente relatada suele ser
dominante, como lo sera en la novela o en la noticia si hablsemos
de relatos verbales narrados. As pues, salvando la obviedad de que
lo relatado y lo artstico no son excluyentes, he considerado para mi
eleccin que, igual que en la poesa, en las fotografas donde predo536
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responsable la voz de una instancia enunciativa en primera, segunda o tercera persona: el narrador (55).
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Fotografa y enunciacin
En efecto, la fotografa puede contar historias, pero no las narra...
Dice, pero no habla. Desde que los avances tcnicos permitieron
14. Caso distinto podra ser el de una serie fotogrfica.
15. Susan Sontag, op. cit., pgs. 27-28. Se refiere a la foto de Nik Ut con ttulo
Bombardeo con napalm en Vietnam, tomada en la aldea de Trang Bang el 8 de junio
de 1972.
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sino con objeto de describir sucintamente las posibilidades comunicativas de la fotografa como microrrelato, ser mi referente una
de las instantneas que, como espectador, ms me han conmovido
por su capacidad de plasmar una faceta clave de todo un fenmeno
sociolgico espaol, el de la emigracin a Amrica. El desarraigo, la
desolacin, la nostalgia, el miedo... se encarnan en los sujetos protagonistas de la toma, pero no solo en ellos. Esta fotografa forma parte
de un reportaje, titulado Emigrantes, que el gallego Manuel Ferrol
realiz en 1957 para inmortalizar la marcha a Amrica de cientos de
espaoles en su mayora gallegos y asturianos desde varias horas
antes del desamarre.
Afirma Susan Sontag que La fotografa tiene la dudosa reputacin de ser la ms realista, y por ende la ms accesible, de las artes
mimticas17, dudosa en cuanto a su proclamado realismo porque,
como ella misma recuerda,
el trabajo de los fotgrafos no es una excepcin genrica a las
relaciones generalmente equvocas entre arte y verdad. Aun cuando los fotgrafos se proponen sobre todo reflejar la realidad, siguen acechados por imperativos tcitos de gusto y conciencia. [...]
Al decidir sobre las caractersticas de un retrato, al preferir una exposicin a otra, los fotgrafos inevitablemente imponen pautas a
los modelos. Aunque en cierto sentido la cmara s captura la realidad y no slo la interpreta, las fotografas son una interpretacin
del mundo[,] tanto como las pinturas y los dibujos18.
Pocas reflexiones rebaten tan sintticamente la pretendida objetividad de la imagen fotografiada y filmada, aludiendo implcitamente a las huellas emisoras que el espectador puede detectar
por medio de la categora intratextual del autor implcito, cuyas
consecuencias en trminos espacio-temporales son decisivas porque
el momento, el objeto, el lugar y el punto de vista escogidos para la
toma, as como otros factores tcnicos, no solo pueden indicar posturas ideolgicas por parte del autor, sino que configuran la estructura
discursiva de la fotografa. Hecha la seleccin del universo retratado,
corresponde al espectador interpretar el texto, a cuya dimensin
relatada voy a referirme.
Protagonizando la fotografa que he escogido hay dos sujetos en
primer trmino: un hombre de mediana edad y un nio al que estrecha
mientras ambos, llorando, miran a un mismo lugar, fuera del encuadre.
Las marcas paratextuales indican que estn en el puerto de La Corua,
contemplando la marcha a Amrica de sus seres queridos en el buque
Juan de Garay. Corre el ao 1957. El traje elegante del adulto no logra
ocultar la condicin humilde que delatan sus facciones y la fuerte
17. Susan Sontag, op. cit., pg. 61.
18. Ibid., pgs. 16-17.
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Un nuevo modelo de lectura para un nuevo lector, hacia esa direccin seala el final de la cita. Junto a la renovada esttica y en un
nivel, si se quiere, ms pedestre, el microrrelato es tambin el producto
11. David Lagmanovich, op. cit., pg. 20.
12. Dolores Koch, El micro-relato en Mxico: Torri, Arreola, Monterroso y
Avils Favila, Hispamrica, X/30, (1981), pgs. 123-130.
13. Alba Omil, El microrrelato, El microrrelato y otros ensayos, Tucumn,
Ediciones del Rectorado, 2000, pg. 29.
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Se trata de un caso verdaderamente extremo: el spot para televisin no solo se sirve del texto de Cortzar, que se presenta como
voz en off, acompaando la sucesin de imgenes y sostenida por un
fondo musical. Es que, adems, la locucin la realiza el mismo autor
(est extrada de una grabacin, que ha sido manipulada y reutilizada
para tal efecto)19. Aunque el micro-texto original (Prembulo a las
instrucciones para dar cuerda al reloj), no aparece en su versin
ntegra probablemente por exigencias de tiempo y tambin para
adaptarlo mejor al propsito del anuncio su utilizacin marca de
forma bien elocuente una de las direcciones de la conexin que se
establece entre el microrrelato y el mundo de la publicidad.
En el otro sentido, cabe apuntar que la explosin de la industria
publicitaria y la presencia masiva de anuncios deja tambin su impronta en la creacin literaria y se presenta, en muchos aspectos, como un
modelo comunicativo para los cultivadores del microrrelato. As, por
ejemplo, algunos de estos autores han trabajado temporalmente en el
mundo de la publicidad; ah fue donde Ana Mara Shua adquiri el
aprendizaje de lo que ella denomina autolimitacin, una cualidad
necesaria para centrar tanto el guin de un producto publicitario como
una historia, para hacer las restricciones pertinentes hasta alcanzar el
efecto deseado20. Un caso similar es el del escritor peruano Gustavo
Rodrguez, autor de novelas, cuentos, microrrelatos y ensayos, quien
tras varios aos en el mundo publicitario, ha creado recientemente
su propia agencia. Sin una dedicacin estrictamente publicitaria, una
amplia nmina de autores desempea, junto a su faceta creativa, una
actividad periodstica o, incluso, han impulsado diversos proyectos
en ese sector, tan ligado al lenguaje de la publicidad. Por poner solo
algunos ejemplos, podemos recordar cmo Augusto Monterroso fue
fundador del peridico El espectador, o el caso de Pablo Urbany,
redactor en el Suplemento Cultural de Buenos Aires, donde realiz
reportajes, entrevistas y crtica de libros21. En Espaa, son de sobra
19. Vid. Anexo: Anuncio I.
20. Guillermo Saavedra, Entrevista con Ana Mara Shua. La buena salud de lo
breve, Quimera, 228-229, (2003), pgs. 79-84, la cita en pgs. 80-81.
21. El microrrelato hoy (I). Pablo Urbany, Quimera, 226, (2003), pgs. 61-63.
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entre las imgenes que muestran al conductor y la voz que habla del
obsequiado reloj consigue, en un primer momento, generar intriga y
capta, por tanto, la atencin. En seguida, surgen las asociaciones entre
algunas de las frases y los fotogramas: el espectador se convierte en
co-creador al establecer un nexo que genere sentido. La comparacin
velada entre el reloj y el coche atena el ncleo del mensaje original:
no es lo mismo verse atado por un objeto diminuto y casi insignificante, que por un coche, capaz de potenciar las ms sorprendentes
emociones. En un asombroso giro final, que supone un prodigioso
ejemplo de inversin de sentido, el anuncio deja abierta la incgnita
de que el sentirse posedo por un vehculo de tales caractersticas
pueda ser una experiencia verdaderamente emocionante.
En clave humorstica, presentamos otro spot televisivo que, de
forma pardica y con una notable dosis de irona, descubre y se
burla de los instrumentos utilizados para promocionar un producto:
metapotica del anuncio25. Adoptando el formato de un documental,
se presenta la historia de Los Yaris, un grupo musical que se promueve como soporte publicitario. Las imgenes se suceden a un ritmo
trepidante. La pieza revela cmo los criterios comerciales se imponen
sobre la presunta creatividad de los artistas. Pero, como ocurra en el
caso anterior, tal reconocimiento es tan solo aparente y funciona como
seuelo para granjearse la complicidad del receptor ideal, juvenil, al
que tambin se le seduce mediante la ingeniosa construccin de la
historia, el tempo acelerado, la msica y los recursos cmicos.
Almas gemelas: del microrrelato literario al anuncio
Los dos ejemplos que acabamos de comentar son una excelente
ilustracin de la evolucin que ha experimentado el discurso publicitario: desde el mensaje mecanicista que haca evidente su finalidad
25. Vid. Anexo: Anuncio II. Puede consultarse un interesante anlisis sobre esta
tendencia metatextual en la publicidad actual, Ral Rodrguez Ferrndiz, Publicidad omnvora, publicidad canbal: El intertexto polmico, en Jornadas de Publicidade e Comunicao, LabCom, Covilh, Portugal, Universidade da Beira Interior,
2003: http://www.labcom.ubi.pt/jornadas_pubcomunicacao/COVILHA-WEB.pdf
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28. Adolfo Castan, Magnitudes del jbaro de las formas breves en la literatura hispanoamericana contempornea, Amrica sintaxis, Mxico, Aldus, 2000,
pgs. 19-20.
29. Leo Spitzer, La publicit amricaine comme art populaire, Potique, 34,
(1949), pgs, 152-171, la cita en pgs. 153-154.
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Nos encontramos ante microrrelatos enmarcados, con la singularidad de que el marco que los acoge se oculta hasta el ltimo instante
(estrategia de desviacin clave).
Del mismo modo que la fbula tradicional presentaba un colofn
didctico, la moraleja, que pona cierre y otorgaba al lector una interpretacin, una aplicacin prctica, de la historia relatada; el spot o la cua
publicitarios construidos sobre un breve relato reservan la conclusin
para efectuar el enlace entre la accin narrada y la intencionalidad
ltima del anunciante. El sentido del texto se orienta, de esta forma,
en una direccin muy determinada. Todo lo contrario a la apertura
semntica del microrrelato literario contemporneo. Sin embargo, la
visita a diversos anuncios nos ha permitido tambin comprobar que,
por encima de su finalidad persuasiva, permiten una lectura esttica
que encuentra importantes confluencias con su pariente literario. El
microrrelato vuelve a mostrarse, as, como territorio fronterizo.
Anexo: Fichas de los anuncios
Anuncio I: Ttulo: Quin posee a quin? Pieza: Spot TV 45
Anunciante: Seat Producto: Automvil Marca: Seat Len Sector:
Automocin Agencia: Atltico International Productora: Agosto
Realizador: Nacho Gayn Postproduccin: Infinia (Telecine)
Tema musical: Reloj, de La Crem Ao: 2007.
Anuncio II: Ttulo: Los Yaris Pieza: Spot TV Anunciante: Toyota
Espaa Producto: Automvil Marca: Toyota Yaris Sector: Automocin Agencia: Tiempo BBDO Pas: Espaa Direccin creativa:
Artemio Buneta / Carlos Marn Ao: 2008.
Anuncio III: Ttulo: Emociones Pieza: Spot TV 35 Anunciante:
V.A.E.S.A Producto: Automvil Marca: Audi Sector: Automocin Agencia: DDB Barcelona Pas: Espaa Direccin creativa:
Alberto Astorga Msicos y autores banda sonora: Daniel Espinet
Nieto y Toni Saigi Chupi Ao: 2006.
Anuncio IV: Ttulo: Carretera Pieza: Spot TV 45 Anunciante:
BMW Ibrica Producto: Automvil. Marca: BMW X3 Sector:
Automocin Agencia: SCFP Pas: Espaa Direccin creativa:
Julio Wallovits Ao: 2008.
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Anuncio V: Ttulo: Cocina Pieza: Spot TV 30 Anunciante: Loteras y apuestas del Estado Producto: Lotera Primitiva Marca:
Loteras y apuestas del Estado Sector: Loteras/juegos de azar
Agencia: Tactics Europe Pas: Espaa Direccin creativa: Juan
Segu Ao: 2007.
Anuncio VI: Ttulo: Ruido blanco Pieza: Cua 45 Anunciante:
Amnista Internacional Producto: Campaa contra la tortura Marca: Amnista Internacional Sector: Administracin/Organismos
pblicos Agencia: Contrapunto Pas: Espaa Direccin creativa:
Antonio Montero Locutor: Jos Escobosa Ao: 2006.
Anuncio VII: Ttulo: Radio La Colifata Pieza: Spot TV 60
Anunciante: Coca Cola Producto: Refresco Marca: Aquarius
Sector: Bebidas Agencia: Sra Rushmore Pas: Espaa Direccin
creativa: Lucas Paulino y ngel Torres Redactor: Carlos Maas
Msica: I want to be like you (Cover Pepe Egea Jingle Box)
Ao: 2008.
Anuncio VIII: Ttulo: 1440 Pieza: Spot TV 45 Anunciante: Mercedes Benz Producto: Automvil Marca: Mercedes Benz Clase
C SportCoup Sport Edition Sector: Automocin Agencia: El
Laboratorio Springer&Jacoby Pas: Espaa Direccin creativa:
Carlos Holemans, Mar Frutos y Manuel Montes Ao: 2008.
Anuncio IX: Ttulo: Bruja Pieza: Spot TV Anunciante:CMPB Producto: Got Milk Marca: Got Milk Sector: Alimentacin Agencia:
Grupo Gallegos Pas: Estados Unidos Direccin creativa: Favio
Ucedo, Juan Oubina Ao: 2008.
Anuncio X: Ttulo: King Kong Pieza: Spot TV 65 Anunciante:
Volkswagen-Audi Producto: Automvil Marca: Audi A4 Quattro
Sector: Automocin Agencia: Tandem Campmany Guasch DDB
Pas: Espaa Direccin creativa: Jos Luis Rois Ao: 1998.
Anuncio XI: Ttulo: Besos Pieza: Spot TV Anunciante: Pepsico
Producto: Paso de los toros Marca: Paso de los toros Sector:
Bebidas Agencia: BBDO Argentina Pas: Argentina Direccin
creativa: Rodrigo Grau y Ramiro Rodrguez Cohen Ao: 2008.
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ndice
PALABRAS INTRODUCTORIAS
Presentacin del Congreso, por Salvador Montesa..............
Microrrelatos al punto, por Antonio A. Gmez Yebra...........
PONENCIAS
Formas mixtas del microrrelato, por Irene Andres-Surez...
El microcuento y la esttica posmoderna, por Antonio Garrido
El microrrelato en la vanguardia histrica, por Domingo
Rdenas de Moya..................................................................
Origen del microrrelato en Espaa. Juan Ramn y su potica
de lo breve, por Teresa Gmez Trueba..................................
El microrrelato en el ltimo cuarto de siglo en Espaa.
Libros fundamentales y caractersticas temticas y tcnicas,
por Nuria Carrillo Martn.....................................................
La imaginacin es un lugar en el que no llueve. Primera
aproximacin a los microrrelatos de Rafael Prez Estrada,
por Fernando Valls................................................................
Microrrelato o minirretrato en el ltimo Cela?, por Antonio
A. Gmez Yebra.....................................................................
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21
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67
91
117
143
165
SESIN DE AUTORES
Materia oscura y literatura cuntica, por Juan Pedro Aparicio
Algunas notas sobre mi narrativa, por Julia Otxoa...............
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207
COMUNICACIONES
Difusin y recepcin del microrrelato, por Juan Jacinto
Muoz Rengel........................................................................
Nuevos espacios narrativos en los microrrelatos de Juan
Pedro Aparicio, por Pilar Celma Valero...............................
La sugerencia universalizadora del microrrelato. En el mar
de Luis Mateo Dez, por Mercedes Rodrguez Pequeo.......
El espacio narrativo en El amigo de las mujeres de Gustavo
Martn Garzo, por Carmen Morn Rodrguez......................
Epifanas de lo original en la glorieta: cuatro acercamientos a
la minificcin de Jos Mara Merino, por Ricard Ingls Yuba
Un len en la cocina. Los relatos de Julia Otxoa, por Ana
Sofa Prez-Bustamante Mourier..........................................
El microrrelato en los aos cincuenta. Una autora espaola:
Ana Mara Matute, por Daro Hernndez.............................
Teora de la narracin breve de Andrs Neuman (estudio
narratolgico), por Francisco lamo Felices.......................
La estructura como microrrelato en Microepopeya de
lvaro Tato, por Javier Alonso Prieto..................................
Locuras de cada da. Los microrrelatos de Jos Herrera
Petere en la revista Romance, por Mario Martn Gijn........
En las fronteras genricas. Dinero de Pablo Garca Casado,
por Manuel Arana Rodrguez................................................
Las identidades narradora y receptora del microrrelato en
la obra de Santiago Eximeno, por Fernando ngel Moreno
Enunciacin oral y yuxtaposicin sintctica en Crmenes
ejemplares de Max Aub, por Jos Jimnez Ruiz...................
El mundo minero en los microrrelatos del siglo XXI, por
Jos Luis Campal Fernndez................................................
A mitad de camino entre la cancin y el cuento. Pongamos
que hablo de Sabina, por Simone Cattaneo..........................
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