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Andamio

Invencin de prodigios.
La literatura hierofnica novohispana

Antonio Rubial*

En todos tiempos, reinos y provincias, ha


cuidado la divina providencia de dar a su
Iglesia imgenes milagrosas...
para crditos de la fe de las sagradas
imgenes (que tanto abominan
los herejes), para instruccin
y enseanza de los rudos,
para continuo recuerdo de los soberanos
misterios de nuestra redencin
y de los ejemplos de los santos,
para excitar en nosotros afectos tiernos
de devocin, que ms alienta
con lo que perciben los ojos,
que con lo que se propone por los odos.1

arrar, tanto para la historia como


para la literatura, ha tenido siempre
una fuerte carga de invencin, pero
de invencin no como una construccin de falacias sino con su sentido
prstino, se que qued inserto en el
Tesoro de la lengua castellana de Sebastin de Cobarrubias: sacar algu*Facultad de Filosofa y Letras, Universidad Nacional Autnoma de Mxico.
1
Alonso Alberto Velasco, Renovacin
por s misma de la soberana imagen de
Cristo Seor Nuestro crucificado que llaman de Itzmiquilpan, Mxico, Convento
de Carmelitas Descalzas, 1996, p. 3.

na cosa de nuevo que no se haya visto


antes ni tenga imitacin de otra.2
Con esa acepcin se hablaba de la invencin de la santa Cruz, es decir del
hallazgo de esa reliquia por santa Elena. Inventar se converta as en un acto
que se relacionaba con el mostrar, con
el ensear, con el dar a conocer.
Sin embargo, aunque el contenido
de la invencin era algo tomado de la
realidad, la forma en que se presentaba deba seguir ciertos cnones y hacer uso de varios recursos, todo lo
cual estaba regulado por los dictmenes de una de las ms importantes
artes liberales: la retrica. A ellos se
deba someter todo tipo de discurso,
incluido el histrico. As una buena
invencin deba utilizar, para hacerse
valiosa y legitimar su veracidad, los
mltiples recursos del gnero demostrativo: la alabanza de las virtudes, el
vituperio de los vicios, la amplificacin, el exemplum, las pruebas, la digresin, la cita de autoridades (como
la Biblia o los autores cristianos y
grecolatinos). Tales recursos estaban
dirigidos a cumplir con tres objetivos
2
Sebastin de Cobarrubias, Tesoro de
la lengua castellana o espaola, Mxico,
Turnermex, 1984, p. 740.

bsicos: ensear comportamientos morales (docere), entretener (delectare)


y provocar sentimientos de repudio
o de admiracin (movere).
Por tanto, los criterios de veracidad de entonces, a diferencia de los
actuales, insistan mucho menos sobre lo realmente acontecido y ponan
un nfasis mayor sobre la enseanza
moral que el hecho traa consigo. Es
decir, la verdad no tena tanto que
ver con el ser como con el deber ser, y
en ltima instancia su valor estaba
supeditado al uso que se le poda dar
como gua para transitar por el mundo en camino hacia la salvacin eterna. En este contexto, poda considerarse tan histrica una narracin
que describa los avatares de una expedicin martima, como la que explicaba las visiones de una monja,
pues ambas tenan como finalidad
ltima mostrar la actuacin de la
Providencia Divina en la vida humana y dar una enseanza sobre la actitud devota y obediente que deban
tener los hombres ante Dios.
Durante el periodo virreinal se escribieron numerosos textos que narraban la invencin de imgenes
milagrosas cuyas leyendas se consi-

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deraron hechos realmente acaecidos.


La escritura, de hecho, estaba fijando
una serie de tradiciones trasmitidas
oralmente, cuyos contenidos se encontraban marcados por la inmediatez, credulidad e imaginacin propias
de la comunicacin oral. Gracias a la
imprenta esas tradiciones no slo
multiplicaron los destinatarios del
mensaje, tambin elaboraron conceptos y categoras nuevos, volvieron sagrados (y por lo tanto incuestionables) sus contenidos y, al fijar las
palabras en un mundo de espacio visual, provocaron una sensacin de finitud, de que lo que se encontraba en
el texto estaba concluido, consumado.3 Las ciudades de Puebla, Oaxaca
y Mxico, nicos centros urbanos con
imprentas hasta mediados del siglo
XVIII, eran adems las capitales donde existan las condiciones propicias
para desarrollar un culto a estas imgenes. Otras ciudades menores como
Valladolid, Quertaro, Guadalajara o
Mrida, aunque sin imprentas, tambin posean esas cualidades: ricos
conventos, una elite eclesistica culta
y un grupo de terratenientes y mercaderes dispuestos a comprar las ediciones y a promover los santuarios.
Fue en ellas, en fin, donde se encontraban aquellos individuos o corporaciones dispuestos tambin a financiar tales impresos: obispos, ricos
eclesisticos, mercaderes, terratenientes, provincias religiosas, cabildos urbanos o cofradas.
En el presente ensayo pretendo
mostrar, en un conciso recorrido cronolgico, los textos que criollos y peninsulares elaboraron, con base en
modelos espaoles, para describir los
prodigios que haban sucedido en sus
ciudades. No tratar por el momento
aquellas narraciones insertas en las
crnicas religiosas, aunque tambin
3
Walter J. Ong, Oralidad y escritura:
tecnologas de la palabra, Mxico, FCE,
1987, p. 81.

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responden a las mismas inquietudes


que los tratados hierofnicos.4 La
mayor parte de stos utilizaron la
imprenta para difundir sus mensajes, aunque las imgenes prodigiosas
no siempre estuvieron en los lugares
donde haba imprenta, ni los escritores de prodigios fueron siempre nativos de esos lugares. He creado el trmino literatura hierfnica para darle
nombre a este conjunto de impresos
que renen caractersticas similares
entre s, pues se trata de narraciones
que describen manifestaciones de lo
sagrado.

Un gnero literario europeo


trasplantado a Amrica
en el siglo XVII
La literatura hierofnica novohispana es heredera de una tradicin que
se remonta a la Edad Media y que
tiene sus orgenes en las narraciones
de milagros atribuidos a la Virgen
4
Ejemplo de estas narraciones son la
aparicin de Cristo de Totolapan, que describe el cronista agustino fray Juan de
Grijalva en su Crnica de la Orden de
Nuestro Padre San Agustn en las provincias de Nueva Espaa, Mxico, Porra,
1985; y las numerosas imgenes franciscanas que incluye fray Agustn de Vetancurt en su Teatro Mexicano, edicin facsimilar, Mxico, Porra, 1982.

Mara escritos por autores como


Gonzalo de Berceo y Alfonso X. A
partir de la Contrarreforma el aparicionismo recibi un fuerte impulso,
sobre todo en Espaa, donde dos
imgenes fueron objeto de especial
atencin: la Virgen del Pilar en Aragn y la Virgen de Guadalupe en Extremadura, ambas relacionadas con
personajes de la poca apostlica
(Santiago y San Lucas, respectivamente) y con el proceso de la reconquista contra el Islam.5
Siguiendo este modelo, en Nueva
Espaa casi todas las leyendas aparicionistas remontaron sus orgenes al
periodo inmediato posterior a la conquista de Tenochtitln, el de la primera evangelizacin, aunque la elaboracin de sus leyendas corresponde
a las ltimas dcadas del siglo XVI y a
las primeras del XVII. En muchas
ocasiones, los santuarios descritos en
estos textos nacieron para suplantar
cultos a antiguas deidades y para
modelar la religiosidad de los nuevos
grupos tnicos y sociales desarraigados. Los iconos comenzaron a aglutinar en todas las regiones de Nueva
Espaa los sentimientos de pertenencia al terruo y atraan a sus santuarios a numerosos peregrinos agradecidos por los favores recibidos o
que buscaban salud y fortuna. En el
santuario confluyeron las mandas,
las promesas corporativas o individuales, las limosnas, las ofrendas, los
ex-votos y las peregrinaciones. En la
mayora de casos, el proceso devocional se iniciaba con un culto desarrollado en el mbito popular, que con el
tiempo era promovido por el clero loDos ejemplos de estos textos son: Luis
Lpez, El pilar de Zaragoza. Columna firmsimo de la Fe de Espaa. Primer templo
catlico del mundo, Alcal, Imprenta de
Mara Fernndez, 1649; Diego de Montalvo, Venida de la soberana seora Virgen de
Guadalupe a Espaa. Su dichosa invencin y de los milagrosos favores que ha hecho a sus devotos, Lisboa, s.p.i., 1631.
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cal y los obispos espaoles hasta convertirse en una devocin regional.


En forma paralela, se expandan esos
cultos por medio de sermones, retablos, pinturas, santuarios sufragneos,
imgenes peregrinas que realizaban
giras promocionales y cofradas y hermandades que organizaban fiestas y
procesiones.

En la ltima fase del culto, y como


un factor decisivo en su expansin,
se fijaron por escrito las leyendas
surgidas alrededor de esas imgenes
en una rica gama de textos que responden a una estructura bastante
homognea: en primer trmino se
narraban los hechos prodigiosos que
rodearon la aparicin de la imagen;
sta, surgida de manos de un artesano o de factura divina y mantenida
intacta en condiciones climticas adversas o renovada milagrosamente,
se presentaba siempre como el centro de un discurso que demostraba la
legitimidad y necesidad de un tipo de
culto negado por los protestantes.
Adems, la presencia de un indgena
como principal receptor del milagro
se presentaba como la ratificacin
celestial del xito de la evangelizacin y como una defensa de la capacidad espiritual de los indios, base fundamental de la iglesia novohispana.
No es gratuito que muchas de las

apariciones se remonten, mticamente, a la primera mitad del siglo XVI,


poca en la que se implant la nueva
fe en la mayor parte del territorio
mesoamericano.
En seguida vena la descripcin del
objeto, pintura o escultura, elegido
por Dios para mostrar su poder. A
partir de figuras retricas llamadas
ekphrasis y enargeia se plasmaba una
presencia visual por medio de una narracin que trazaba pinceladas con
palabras. Una descripcin del santuario, con su templo, la riqueza de sus
retablos y sacrista y sus dependencias, es decir el entorno de la imagen,
no poda tampoco faltar en estas descripciones pictricas. El espacio sagrado, un cerro o una cueva, son elementos comunes a todas las leyendas
de este tipo, y en su descripcin se
acentan los rasgos retricos de un
locus amoenus lleno de delicias.
La obra conclua generalmente
con una serie de exempla, narraciones de los milagros individuales y colectivos que deban atribuirse a la
imagen y eran presentados como
pruebas de su procedencia divina.
Fuente inagotable de bienestar material y espiritual, las imgenes detenan epidemias, atraan las lluvias,
curaban enfermedades, expulsaban
demonios, protegan cosechas y animales y hacan aparecer de la nada
los materiales necesarios para construir sus templos. Individuos y comunidades eran favorecidos por estas
fuerzas benficas, cuyas imgenes
mostraban actitudes corporales humanas: sudaban, lloraban, sangraban, movan la cabeza y los ojos, se
cubran el rostro con los cabellos, se
trasladaban de un lugar a otro, aumentaban su peso para hacer imposible su traslado, obligaban a las mulas que las portaban a detenerse para
mostrar el sitio donde deba ser construido su santuario. A menudo la
presencia de ngeles en hbito de indgenas que cantaban, tocaban ins-

trumentos o peregrinaban ante las


imgenes atestiguaba la sacralidad
del espacio donde stas se encontraban. Hasta el mismo demonio declaraba sollozando el poder que tales
iconos posean para librar a las almas
de su yugo. El milagro, tema central de
estos textos, deba ser considerado no
slo como un hecho extraordinario y
sobrenatural, sino tambin como una
metfora que encerraba en s una enseanza moral. Las narraciones de
milagros como exempla traan consigo
una moraleja: la fe en las imgenes y
las ofrendas que a ellas se hicieran
aportaran beneficios de todo tipo a
los fieles que las veneraban, pero un
comportamiento virtuoso era fundamental para obtenerlos.6
La finalidad primordial de estos
escritos era mover la piedad de los
fieles, su devocin y las peregrinaciones, pero a veces tambin se constituan en vehculos para promocionar
las informaciones sobre las apariciones, primer paso en el proceso de solicitud de reconocimiento del culto
por parte de la Sagrada Congregacin de Ritos en Roma. En todos ellos
aparece adems como tema central
la validez de esos cultos a pesar de la
ausencia de documentos escritos en
sus orgenes. Para estos escritores,
Nueva Espaa era, sin lugar a dudas, un espacio elegido por la divinidad para manifestarse, sus imgenes milagrosas lo hacan el lugar
ms destacado de la tierra, una segunda Jerusaln.
Las narraciones hierofnicas novohispanas proceden de modelos literarios nacidos en Europa, pero enriquecidos con los colores de un rico
folclore local. Su informacin procede de textos manuscritos, solicitados
6
Antonio Rubial, La crnica religiosa.
Historia sagrada y conciencia colectiva,
en Raquel Chang (coord.), Historia de la
literatura mexicana, v. II, Mxico, Siglo
XXI/UNAM, 2002, pp. 325-371.

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a menudo por los autores a los sacristanes de los santuarios, de los exvotos, en que se pintan y se narran
brevemente numerosos prodigios y,
sobre todo, de la tradicin oral. Los
autores de estas narraciones, ms
que ningn otro escritor de historia,
utilizaron abundante informacin
procedente del mbito popular, por lo
que estas obras deben ser consideradas como la sntesis y coronacin de
un largo proceso de creacin colectiva, en la que el elemento popular se
amalgam y estructur dentro de la
ptica criolla.
Este carcter popular no slo influy en la narracin, llen tambin
todas las manifestaciones del culto,
un culto en el que se entrelazaban
las religiosidades indgenas y occidentales. A la prctica espaola de la
romera o el jurar por la corona de
la virgen, se sumaban las danzas,
tocotines y msica de procedencia
prehispnica y las ofrendas indgenas de copal, mazorcas de maz y
fruta. La religiosidad mgica europea se entrelazaba con las prcticas
de pueblos que vivan para sus dioses. La convivencia, sin embargo, no
dej de tener conflictos que se manifestaron a menudo en los intentos,
exitosos o fallidos, de usurpacin de
imgenes indgenas por el mbito
espaol.
Ese mismo fenmeno de apropiacin es el que podemos observar en
la literatura hierofnica cuyos materiales han sido tomados de la tradicin oral popular y reelaborados con
un nuevo sentido. La fijacin textual
obtenida con la escritura marca la
transformacin de una narracin oral
plural en un paradigma sacralizado
y nico que se convierte, a su vez, en
materia prima para otras narraciones orales y escritas referidas a otras
imgenes. Asimismo, para algunas
de las imgenes sobresalientes se
crearon verdaderos ciclos narrativos
que difundieron el mensaje y los con-

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tenidos de los primeros textos aparicionistas.

Esto pas, sobre todo, con el ms


temprano de los textos impresos sobre estos temas: La historia de la
Virgen de los Remedios del mercedario fray Luis de Cisneros (m. 1619).
Este libro, impreso en 1621, narra
los prodigios de una pequea imagen
de bulto trada por los conquistadores, ocultada durante la huida de la
Noche Triste y encontrada tiempo
despus bajo un maguey en el cerro
Totoltepec por el indio otom Juan
Ce Cuauhtli. Adems de su asociacin con la conquista de Tenochtitlan, algunas de las narraciones del
texto la ponan en relacin con muchos otros mbitos religiosos: con los
franciscanos de Tacuba, pues ah trabajaba de obrero Juan; con los agustinos, por una cinta de San Agustn
entregada por la Virgen para curar a
su devoto despus de una cada que
pudo ser mortal; con la Virgen de
Guadalupe que dio las rdenes y medidas para la construccin de la ermita de los Remedios; con el clero secular que fue encargado de administrar
el culto en nombre del Ayuntamiento
de la ciudad de Mxico, patrono del
santuario. La existencia de tantos mbitos propici que el texto del padre

Cisneros tuviera una gran difusin y


la leyenda apareciera mencionada en
numerosas crnicas como las del agustino Juan de Grijalva (1580-1638), la
del mercedario Francisco Pereja (16191688) y la del franciscano Agustn de
Vetancurt (1622 ca. 1708). Pero quiz el mayor impacto fue su influencia
directa sobre los textos guadalupanos. Ya Francisco de la Maza insisti
en los vnculos existentes entre ambas imgenes, no slo en cuanto al
culto sino tambin en lo referente a
sus leyendas. Ambas relacionadas
con el agua de la laguna, la llegada de
las lluvias y las inundaciones y ambas suplantadoras de diosas indgenas; ambas aparecidas en cerros a indgenas de nombre Juan y ambas
consideradas nmenes protectores
de la ciudad de Mxico.7
A pesar de que la imagen de los Remedios fue la que visit la ciudad un
mayor nmero de veces, la de Guadalupe recibi una mayor atencin por
parte de los escritores criollos. Durante la dcada de 1640 a 1650 los
clrigos Luis Lasso de la Vega (m.
1670 ca.) y Miguel Snchez (15941674), vinculados con el santuario y
apoyados por el arzobispo Juan de
Maozca (m. 1650), dedicaron sus
esfuerzos a divulgar el texto nhuatl
llamado Nican Mopohua (Aqu se relata) atribuido a Antonio Valeriano y copiado por Fernando de Alva
Ixtlixchitl (1578-1650). En l se narraban las tres apariciones de la Virgen a un indio de Cuauhtitln llama7
Sobre la Virgen de los Remedios vase Solange Alberro, Remedios y Guadalupe: de la unin a la discordia, en Clara
Garca Ayluardo y Manuel Ramos Medina (coords.), Manifestaciones religiosas
en el mundo colonial americano, Mxico, Condumex/INAH/UIA, 1994, pp. 315329; y Dolores Bravo, Los Remedios y
Guadalupe; dos imgenes rivales y una
sola virgen verdadera, en Revista de la
Universidad de Mxico, nm. 499, pp.
27-29.

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do Juan Diego, en el cerro del Tepeyac


al norte de la ciudad de Mxico; despus de la ltima, unas rosas prodigiosamente nacidas en invierno produjeron la milagrosa impresin de
una imagen de la Inmaculada Concepcin con rostro indgena sobre el
ayate o tilma de Juan Diego ante la
azorada presencia del obispo fray
Juan de Zumrraga (1468-1548). Despus de narrar la curacin de Juan
Bernardino, to de Juan Diego, primer
milagro atribuido a la imagen, el texto
conclua con una frase que haca de
este icono un objeto nico en su gnero y diferente a todas los dems:
ninguna persona de esta tierra pint su querida y venerada imagen.8

Luis Lasso de la Vega public su


Huey tlamahuizoltica (El gran acontecimiento) en nhuatl en 1649, con
el texto de Valeriano seguido de breves anotaciones conocidas como Nican Motecpana (Aqu en orden y concierto), una recopilacin de las
intervenciones prodigiosas de la Virgen a favor de los espaoles de la capital. Sin embargo, no fue este texto,
sino el de Miguel Snchez, impreso
un ao antes, en 1648, el que tuvo un
8
Antonio Valeriano, Nican Mopohua,
edicin de Guillermo Ortiz de Montellano,
Mxico, UIA, 1990, p. 100.

impacto decisivo en la difusin de la


narracin y del culto. A diferencia de
la de Lasso, la obra de Snchez no se
qued en una mera copia de Valeriano, sino que realiz toda una elaboracin alegrica en la que se entrelazaban la narracin simblica del
Apocalipsis, las apariciones guadalupanas y los presagios y acciones desarrollados alrededor de la conquista
de Mxico. La Virgen morena se converta en la mujer del Apocalipsis cuyas alas recordaban las del guila
mexicana; el dragn demonaco simbolizaba la idolatra de los antiguos
habitantes del Anhuac sometida
por Hernn Corts y sus guerreros,
mulos de san Miguel y sus ngeles;
el Tepeyac, desierto al que vol la
mujer preada vestida de sol, se
volvi espacio sagrado junto con la
islea ciudad de Mxico transformada en Patmos y en Jerusaln;
san Juan, el evangelista y autor del
Apocalipsis, prefigur a Juan Diego, a Juan Bernardino y a fray Juan
de Zumrraga, los tres testigos del
milagro.9
La imagen se converta as en la razn de ser de la conquista y de la evangelizacin y en un jeroglfico, en un
emblema que encerraba en s todo un
lenguaje cifrado. Por medio de alegoras biolgicas, numerolgicas y astrolgicas la imagen se transformaba
en un signo de salvacin, en una exaltacin solar de la monarqua espaola, en proteccin contra las aguas embravecidas de la laguna, en clave
matemtica para conocer el nmero
de los elegidos, en signo que asociaba
al guila con la cruz y a Mxico con el
calvario. Con su imagen, Mara mostr su pretensin de fundar en Nueva
Espaa un nuevo paraso asociado a
las rosas milagrosas del ayate y a la
planta con que ste fue fabricado: el
maguey, convertido en un nuevo r9
Francisco de la Maza, El guadalupanismo mexicano, Mxico, FCE, 1981, p. 71.

bol paradisiaco. Sin duda buena parte de sus metforas y del xito de su
mensaje tienen una deuda enorme
con la expansin del culto a la Inmaculada Concepcin en todos los mbitos del imperio espaol.
La siguiente dcada vio crecer la
difusin del culto. La obra de Snchez influy en otros textos como el
del jesuita Mateo de la Cruz (m.
1686), publicado en Puebla en 1660,
y en las informaciones que realizaron en 1666 Francisco de Siles (m.
1670 ca.) y un grupo de cannigos de
la catedral. Este ltimo documento
se basaba en un interrogatorio con el
que, dirigiendo las respuestas, se esperaban obtener las pruebas para
iniciar ante la Sagrada Congregacin
de Ritos los trmites para pedir misa
y oficio propios, un da de fiesta y al
aval del culto a la Virgen de Guadalupe por parte de Roma.10
En contraste con estos dos ltimos
textos (realizados para divulgar la devocin y sin ningn aporte novedoso)
se encuentra la obra de Luis Becerra
Tanco (1603-1672), polglota y cientfico criollo, profesor de astrologa y
matemticas de la universidad y que
haba participado en las informaciones de 1666. Despus de un opsculo
sobre el tema aparecido ese mismo
ao, Becerra public su Felicidad de
Mxico en 1675, obra que alcanz diecisis ediciones e intentaba dar al relato guadalupano un sustento histrico
y cientfico. Despus de la acostumbrada queja por la falta de documentos originales y de una velada alusin
10
Los textos guadalupanos tuvieron
tambin impacto en Europa y sus narraciones fueron insertadas en las obras de
los jesuitas Juan Eusebio Nieremberg,
Guillermo Gumppenberg y Anastasio Nicoselli. Jaime Cuadriello, La propagacin de las devociones novohispanas: las
guadalupanas y otras imgenes preferentes, en Mxico en el mundo de las colecciones de arte, 3 vols., Mxico, Azabache,
1994, vol. I, p. 260.

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a la poca solidez de los trabajos anteriores, el autor explicaba el milagro


como una impresin fsica que los rayos solares haban hecho sobre la
manta. Una etimologa nhuatl del
nombre de Guadalupe, la crtica de
ciertas contradicciones de la narracin y varias razones que explicaban
la desaparicin de los documentos
originales eran datos dirigidos a dar a
conocer una informacin hecha en
decoro de la patria cuyas glorias debemos conservar sus hijos.11

Al mismo tiempo que los criollos


de la ciudad de Mxico difundan las
leyendas de sus vrgenes milagrosas,
en otras regiones del territorio se daban fenmenos similares y se impriman textos para difundir sus devociones. En Yucatn, el franciscano
peninsular fray Bernardo de Lizana
(1575-1631) describa, en un Devocionario de fechas tempranas del siglo XVII, los milagros asociados a la
Virgen de Izamal, talla guatemalteca
encargada por fray Diego de Landa
(m. 1579) para los indios de su parroquia, disputada por los espaoles de
la vecina Valladolid y autora de innumerables prodigios en todo el obispado de Mrida. La obra, impresa en
11
Citado por Francisco de la Maza, op.
cit., p. 83.

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Espaa en 1633, mostraba las tensiones y conflictos, as como los vnculos


culturales y la colaboracin, que se
dieron entre los mayas y los espaoles
en Yucatn entre los siglos XVI y XVII.
El Devocionario era, sin embargo, algo ms que un texto hierofnico porque tambin daba noticias sobre la
historia prehispnica de Yucatn y
sobre la evangelizacin franciscana
en la zona, labor que era vista como
obra de la Virgen y cuya relacin
pretenda atajar las acusaciones hechas contra los franciscanos por supuestos abusos de autoridad hacia
los indios.
Diez aos despus, en 1643, sala
impresa en Puebla, a instancias del
obispo Juan de Palafox (m. 1655), la
obra del jesuita madrileo Juan de
valos (1581-1651) sobre la Virgen
de Cosamaloapan, imagen encontrada en el lomo de una mula muerta y
que dej la huella de sus prodigios en
la zona de Veracruz entre los obispados de Puebla y Oaxaca. Tambin
una promocin del obispo Palafox fue
la veneracin de la Virgen de Defensa
situada en la catedral de Puebla cuyo
primer dueo fue el ermitao toledano radicado en los bosques de Tepeaca, Juan Bautista de Jess (m. 1660).
Adems de los acostumbrados prodigios, la peculiaridad de esa imagen
fue su gran movilidad, pues viaj por
toda Amrica, desde California hasta
Chile, y la existencia de dos figuras,
igualmente prodigiosas, que llevaron
el mismo nombre. El autor que fij
por escrito esos hechos, junto con la
vida de Juan Bautista, fue el clrigo
secular Pedro Salgado Somoza (m.
1690 ca.) cuya obra, impresa en 1683,
se bas en una descripcin dejada por
el mismo ermitao.
Un ao ms tarde, el franciscano
fray Juan de Mendoza (m. 1686) daba a la imprenta un opsculo sobre
la Virgen de Tecaxique, venerada en
un santuario cercano a Toluca. Con un
lenguaje sencillo el autor describe los

prodigios de la imagen Nuestra Seora de los ngeles, pintada en una


tela de algodn y conservada intacta
a pesar de que estuvo a la intemperie
en una ermita abandonada. Junto a
la presencia de ngeles que tocaban
msica y emitan luz, a la multiplicacin de la cal, la carne y las limosnas
para concluir el santuario y a otros
milagros, la alusin al nombre indgena del lugar (Nido de Aves) permite al autor hablar de una predestinacin de los indios a convertirse en
pueblo elegido.
La Virgen de Tecaxique se haba
opuesto a ser trasladada al convento
de San Francisco de Toluca, algo que
no sucedi en otros casos. La imagen
del Cristo de Ixmiquilpan, por ejemplo, fue expropiada a una comunidad
indgena y llevada a la capital para
ser colocada en el recin fundado
convento de las carmelitas descalzas.
Alonso Alberto Velasco (1635-1704),
autor criollo del texto hierofnico
publicado en 1688 y capelln de dicho convento de monjas, construy
alrededor de esa imagen un complejo
escrito lleno de alusiones morales y
alegoras histricas en el que la presencia indgena es incidental, pues no
existe un Juan Diego. La imagen de
un Cristo carcomido por la polilla y la
humedad y renovado milagrosamente (con todo un aparato de gritos desgarradores, de sudor, de sangre, de
emisiones de luz y de movimientos de
ojos y de boca), sirve para discurrir
sobre los sufrimientos del calvario.
La narracin del traslado (precedido
por un motn popular que se opona a
l y sucedido por una procesin devota y curativa) y los hechos histricos
que vivi la ciudad en el siglo XVII se
convierten en una manifestacin alegrica de los milagros que rodearon a
la renovacin de la imagen y en una
meditacin sobre el alma, afeada por
el pecado y restituida con los dones
del Espritu Santo a la belleza y candidez de la infancia. La expulsin del

Andamio

arzobispo por el virrey durante la rebelin popular de 1624, la colocacin


de los huesos del ermitao Gregorio
Lpez en el templo de las carmelitas,
las pocas muertes acaecidas durante
la inundacin de 1629, la persecucin contra los judos y su quema en
la hoguera en la capital en 1649, son
interpretados a la luz de una imagen
que con sus prodigios ensea, purifica y alivia a la ciudad.
Francisco de Florencia,
la consolidacin del gnero
Por el tiempo que Velasco escriba su
texto, el jesuita Francisco de Florencia (1620-1695) realizaba una magna
labor de recopilacin de materiales
que dieron origen a numerosos libros
sobre el tema de las apariciones. Con
su obra culmina un largo proceso de
elaboracin literaria hierofnica que
tiene en l a su mximo exponente.
Florencia, nacido en la Florida y formado en los colegios novohispanos
de la Compaa de Jess, inici sus
trabajos despus de un viaje a Europa como procurador de su orden, y de
los criollos, para conseguir, entre
otras cosas, la autorizacin de Roma
del culto y de una fiesta para la Virgen de Guadalupe. Adems de despertar su inters por esos temas, el
viaje a Europa le permiti entrar en
contacto con otros jesuitas y con varios impresores y mecenas, lo cual facilit que muchas de sus obras fueran editadas en Espaa.
Sin embargo, sus primeros impresos vieron la luz en Mxico. La milagrosa invencin de un tesoro escondido (editado en 1686) recoge la
tradicin de la Virgen de los Remedios y le da un nuevo giro hacindola
colaboradora de la fundacin de Nueva Espaa por su presencia en la conquista; sorprende que apenas un ao
antes Lorenzo de Mendoza (m. 1690
ca.) haba dado a la imprenta una

obra sobre la misma imagen. Dos


aos despus Florencia publicaba su
Estrella del norte de Mxico, texto
enciclopdico construido para argumentar y promover la aceptacin del
culto por Roma y que recopilaba todo
lo dicho con anterioridad sobre el tema guadalupano, pero agregaba nuevos testimonios (como aquellos de las
monjas que habitaban el convento de
Jess Mara) y novedosas metforas
(la gran inundacin de 1629 se transforma en el diluvio universal y Mara
de Guadalupe aparece como el arco
iris de la alianza entre Dios y su pueblo novohispano y en promesa de
bienestar para el futuro). Una biografa piadosa de Juan Diego, un exagerado valor otorgado a las informaciones recopiladas en 1666 y una
explicacin poco convincente al silencio de los historiadores espaoles
del siglo XVI sobre el prodigio son
tambin elementos que hacen original este texto que tena, como una de
sus finalidades, apoyar el proceso de
la aprobacin del culto guadalupano
en Roma.12 Para Florencia, la aparicin no slo era muestra del favor
que Dios otorg a Mxico, era prueba
tambin de la superioridad de esta
tierra sobre cualquier otra: no hizo
tal cosa en otra nacin.13
El tema de la Virgen de Guadalupe
abri para Florencia el inters por
otras devociones locales y la necesidad de darles publicidad, no slo en
Amrica sino tambin en Europa. As,
en 1689 apareci en Cdiz su Des12
David Brading, La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradicin, Mxico, Taurus, 2002, pp. 166 y ss. El autor propone
que Francisco de Florencia escribi esta
obra principalmente para Roma y no para ser leda por un pblico novohispano.
13
Ibidem, pp. 90 y ss. Vase tambin
Sylvia Santaballa, Writing the Virgin of
Guadalupe in Francisco de Florencias
La Estrella del norte de Mxico, en Colonial Latin American Review, vol. 7, nm. 1,
1998, pp. 83-103.

cripcin histrica y moral en la que


narraba la historia del santuario de
San Miguel de Chalma, en el que un
Cristo destruy y sustituy a un dolo venerado en una cueva. En el mismo texto se describan tambin las
virtudes y actividades de dos ermitaos asociados al santuario: los legos
agustinos mestizos fray Bartolom
de Jess Mara (m. 1658) y fray Juan
de San Jos (m. 1689), maestro y discpulo, respectivamente, santificados
por la cercana a la imagen.14

Poco despus, en 1692, sala en


Sevilla otra narracin de una original hierofana del arcngel san Miguel, aparecido al indio Diego Lzaro
en Santa Mara Nativitas de Tlaxcala en 1631, pero en la que no exista
una imagen sino un pozo de agua milagrosa, con cuya agua y lodo se fabricaban panecillos curativos. El arcngel, despus de golpear y apalear
a su emisario para que obedeciera,
logr finalmente que su santuario
fuera construido y se convirtiera en
14
Sobre estos ermitaos vase Antonio Rubial, Los santos milagreros y malogrados de la Nueva Espaa, en Manuel
Ramos y Clara Garca (coords.), Manifestaciones religiosas en el mundo colonial
americano, Mxico, Condumex/INAH/UIA,
1997, pp. 62 y ss.

127

Andamio

un centro muy beneficiado por los


obispos de Puebla, Juan de Palafox y
Manuel Fernndez de Santa Cruz.
Despus de estos textos, el inters
de Florencia volvi a centrarse en las
vrgenes, pero ahora en dos devociones del norte de territorio, las de Zapopan y San Juan de los Lagos, localizadas en Nueva Galicia (1694). La
primera, patrona de Guadalajara y
llamada la pacificadora por su milagrosa participacin en un ataque de
los indios chichimecas, se mantuvo
ntegra despus de que un terremoto
devast su templo; la segunda, surgida en un territorio casi despoblado,
fue renovada por la mano de ngeles.
La actividad difusora de Florencia
segua recopilando informacin sobre diversos cultos, pero la muerte lo
alcanz en 1697 antes de dar a la luz
su obra pstuma, una enciclopedia
de apariciones novohispanas que se
llamara Zodiaco Mariano y que concluy (agregando materiales sobre
Guatemala y sobre otros santuarios)
el tambin jesuita Juan Antonio de
Oviedo (1670-1757), quien la edit
en 1755.
El Zodiaco Mariano recopil las
leyendas y milagros de 106 imgenes
marianas distribuidas por obispados.15 Algunas de ellas haban sido
obtenidas por donacin o por flagrante robo, otras se aparecieron,
se revelaron despus de estar ocultas por mucho tiempo o se renovaron
por sus propios medios; pero algo co15
Toms Calvo, El Zodiaco de la nueva
Eva: el culto mariano en la Amrica septentrional hacia 1700, en Manuel Ramos y
Clara Garca (coords.), op. cit., pp. 267 y ss.

128

fe que exista en Nueva Espaa y de


su carcter de pueblo elegido.

mn a todas era la voluntad de Mara de mostrar su especial predileccin por este territorio.
Para Florencia, y esto es una constante a lo largo de su obra, el principal argumento que avalaba la devocin a estas imgenes era que haba
existido una continuada tradicin histrica sobre ellas; reconstruir esa tradicin era el principal objetivo de sus
obras. Junto a la existencia de una
ininterrumpida devocin estaba tambin la autoridad de los obispos que
haban patrocinado los santuarios, la
difusin y multiplicacin de las imgenes que proliferaban en los altares
domsticos y la abundancia de limosnas de patronos ricos con que se edificaban sus santuarios. Adems Florencia daba a la imagen un carcter
de documento visual que nunca haba
tenido antes; es significativo al respecto el uso que hizo de pictogramas
indgenas y de ex-votos como pruebas, y el remarcar el carcter jeroglfico que posean algunos iconos.16
La obra monumental de Florencia,
que le permita hacer a menudo referencias cruzadas entre todas las imgenes que manejaba, no era slo una
literatura de propaganda para promover la devocin de los fieles; para l
las imgenes eran una muestra de los
favores divinos concedidos a su tierra,
una manifestacin de la unidad de la

En el siglo XVIII se imprimieron dos


obras ms dentro de esta tradicin
hierofnica, una de ellas relacionada
con la fundacin mtica de Quertaro, la otra con los favores celestiales
concedidos a Tlaxcala. La primera es
un novedoso texto que no se refera
ni a una imagen de la virgen ni a un
Cristo, sino a una cruz. Se trata del
libro impreso en 1722 que lleva por
ttulo La cruz de piedra, imn de la
devocin del franciscano fray Francisco Xavier de Santa Gertrudis, religioso del colegio de Propaganda Fide
de Quertaro.17 En este texto se narra por primera vez el origen de la
cruz de piedra que se veneraba en este convento y se le asocia con una
prodigiosa batalla en la que tambin
se apareci Santiago, que dio el triunfo a los ejrcitos cristianos (dirigidos
por el cacique otom Nicols Montas) sobre los chichimecas. Despus
de la derrota, stos encontraron en el
cerro de Sangremal las cinco piedras
de un color ajedrezado blanco y rojo, que despedan un suave olor a rosas y azucenas con las que fabricaron

Luisa Elena Alcal, Pues para qu


son los papeles...? Imgenes y devociones
novohispanas en los siglos XVII y XVIII, en
Tiempos de Amrica, Revista de Historia,
cultura y territorio, nm. 1, 1997, Castelln, Universidad Jaume I, p. 46.

17
Francisco Xavier de Santa Gertrudis,
La cruz de piedra, imn de la devocin venerada en el Colegio de misioneros apostlicos de la ciudad de Santiago de Quertaro. Descripcin panegrica de su prodigioso
origen y portentosos milagros, Mxico, Francisco Ortega y Bonilla, 1722.

16

La plenitud del barroco


y la literatura hierofnica

Andamio

la cruz venerada en el colegio; desde


entonces la cruz comenz a realizar
prodigios: se mova y creca, resucit
a una nia, retorn a la conciencia a
aquellos que haban cado de caballos
o de edificios y a los atropellados, cur a los paralticos y convirti a los
pecadores empedernidos.18
La obra del padre Santa Gertrudis terminaba con un panegrico a la
ciudad de Quertaro, a la que llamaba paraso de Amrica y nueva Jerusaln, gracias a la prodigiosa cruz, su
sagrado blasn. No hay ciudad ms
parecida a Jerusaln que Quertaro,
as en la configuracin de sus collados y valles y amenidad de su terreno, como por la gran similitud que
tiene su monte Sangremal (en donde
est nuestro apostlico colegio y se
venera la milagrosa cruz) con el monte Calvario... mereciendo por tanta
gloria el exceso que hace a las dems
ciudades por tanto ttulo.19
El segundo texto se refiere a la
Historia de la milagrossima imagen
de Nuestra seora de Ocotln que se
venera extramuros de la ciudad de
Tlaxcala, obra de Manuel Loaysaga
impresa en 1745. Despus de una
apologtica descripcin de Tlaxcala y
de la narracin del martirio de los nios Cristbal, Antonio y Juan por
manos de los idlatras, con cuya sangre se haba alfombrado de rosas el
terreno donde Mara hizo su aparicin, el autor describe la caritativa
actividad del vidente Juan Diego. A
la promesa que le hizo la Virgen de
otorgar un agua salutfera, sigui su
Ibidem, p. 21-29.
19
Ibidem, p. 44.

18

aparicin en un ocote ardiente ante


varios franciscanos e indios en los
principios de la evangelizacin, aunque no se conserv la fecha exacta del
prodigio. A partir de ah se suceden
los milagros, algunos asociados con la
construccin del soberbio santuario
del siglo XVIII, otros con curaciones y
solucin de necesidades de indios y
espaoles o con la movilizacin prodigiosa de la imagen. Las descripciones
del santuario, de sus retablos y yeseras y de la misma escultura milagrosa complementan este texto escrito
por un capelln que, segn sus palabras, haba juntado las diversas tradiciones para dar razones a los fieles
para acrecentar su devocin.
La literatura aparicionista
en el ocaso virreinal
Junto a estos dos textos novedosos,
la segunda mitad del siglo XVIII y las
primeras dcadas del XIX vieron aparecer otros impresos que reforzaban
las creencias aparicionistas alrededor
de imgenes sacralizadas desde el siglo XVII. Ignacio Carrillo y Prez imprimi en 1808 un relato de la Virgen
de los Remedios basado en la obra de
Cisneros y dos aos despus Joaqun
Sardo public una historia del Seor
de Chalma que copiaba casi textualmente la obra de Florencia. Pero fue
sin duda la Virgen de Guadalupe
quien acapar la mayor atencin de
los escritores de prodigios, aunque la
mayora de sus textos tuvieron un
carcter ms apologtico que propagandstico. De hecho, la finalidad de
muchos de ellos era demostrar la au-

tenticidad histrica de los sucesos narrados por Valeriano ante los embates del criticismo ilustrado, ms que
dar a conocer las historias ya fijadas y
divulgadas hasta la saciedad en el siglo anterior. La primera de estas
obras apologticas fue el Escudo de
Armas de la Ciudad de Mxico de Cayetano Cabrera Quintero, clrigo que
elabor un aparato argumental para
mostrar que la virgen era la protectora ms eficaz que la ciudad haba
tenido contra las epidemias. Escrita
alrededor de la jura del patronazgo
que hizo la capital en 1737, a raz de
la gran epidemia que la asolaba desde el ao anterior, la obra de Cabrera
Quintero, a pesar de prometer un exhaustivo anlisis de las fuentes, se
qued en una descripcin de los documentos ya conocidos y en una repeticin de los argumentos sealados por
el padre Florencia.20
En 1746, el mismo ao que sala
la obra de Cabrera Quintero, culminaba el entusiasmo nacido en 1737
con la jura del patronazgo general de
la guadalupana, sobre toda la Nueva
Espaa. Ahora slo faltaba conseguir
la confirmacin pontificia, cosa que
se logr en 1754. Sin embargo, junto
a una nueva oleada de reimpresiones
de algunos textos del XVII (algunas
incluso hechas en Madrid) tambin
comenzaron aparecer varias obras
crticas que, basadas en los textos recopilados por Carlos de Sigenza y
Lorenzo Boturini, volvan sobre el
argumento de la falta de pruebas do20
Cayetano Cabrera Quintero, Escudo
de Armas de Mxico, edicin facsimilar,
Mxico, IMSS, 1981 [1746].

129

Andamio

cumentales de la poca de Zumrraga. Primero, el criollo Jos Ignacio


Bartolache y despus, con ms virulencia, el acadmico espaol Juan
Bautista Muoz, impugnaron el aparicionismo, lo que propici la impresin de dos obras que pueden considerarse las ltimas muestras de la
literatura aparicionista. Una, escrita
varias dcadas atrs por el poblano
Mariano Fernndez de Echeverra y
Veytia (aunque impresa hasta 1820),
retomaba la idea de Florencia sobre
los cuatro baluartes que defendan la
ciudad de Mxico de toda catstrofe
y que eran las imgenes veneradas
en los santuarios de Guadalupe, Los
Remedios, La Piedad y La Bala. La
otra, impresa ese mismo ao de 1820,
era una defensa contra los ataques
del acadmico Muoz, escrita por Jos Miguel Guridi y Alcocer, quien sin
embargo apelaba a una disputa abierta de tipo acadmico sobre el tema.21
Eplogo
Los textos aparicionistas haban sufrido un profundo cambio en doscientos aos. Aunque todos ellos nacan
de la existencia de una comunidad de
creyentes que compartan los mismos
cdigos con quienes escriban, con el
paso del tiempo se iban distanciando
cada vez ms los dos mundos, el de
las prcticas y el de la escritura. En
los textos del siglo XVII y la primera
mitad del XVIII se pueden observar
todos las caractersticas propias del
mundo de la retrica: la presentacin
21
Ivn Escamilla Gonzlez, Mquinas
troyanas. El guadalupanismo y la ilustracin novohispana, en Relaciones, vol. XXI,
nm. 82, Primavera 2000, pp. 199-232.

130

de documentos, testimonios e informaciones utilizados como argumentos caractersticos de una sociedad de


escritura, aunque la inmediatez de lo
narrado, el uso de imgenes textuales, la ausencia de crtica y la gran
credulidad eran caractersticas propias del mundo de la oralidad. La imposicin de un medio impreso (que se
difunda sin embargo por medios orales en una sociedad analfabeta) y la
misma impresin de estampas, eran
elementos que se revertan sobre el
mbito de la oralidad y le imponan
una serie de categorizaciones. En el
proceso de recepcin se recomponan
las narraciones, se les daba un sentido
de veracidad y se reforzaba su mensaje salvfico fomentando el culto y las
peregrinaciones. Las elucubraciones
de los cronistas sobre la necesidad de
las imgenes, sobre la posibilidad del
milagro, sobre la compilacin de testimonios, quedaban as como meros recursos retricos, al igual que la reiterada alusin a la iconoclastia de los
protestantes. Conforme avanzaba el
siglo de las luces, y con l la secularizacin, la repetitiva descripcin de milagros perdi su razn de ser como fenmeno literario y se volvi un mero
ejercicio reiterativo, pero las prcticas que estos textos haban fomentado durante dcadas ya estaban tan
arraigadas que no se vieron afectadas
por los cambios de la modernidad y,
siguiendo su propia dinmica, continuaron formando parte de la vida de
las comunidades.
Los textos hierofnicos son una
clara muestra de que la sociedad slo
existe en la interaccin de sus miembros, y sta se mantiene y reproduce
gracias a los medios de comunicacin
que funcionan con smbolos generali-

zados. Una sociedad donde la oralidad


constitua el principal instrumento de
transmisin, poda verse parcialmente influida por la prctica de la escritura, pero al final lo que predominaba
como determinante eran las narrativas asociadas a prcticas que prometan la solucin de las necesidades
ms apremiantes de los seres humanos: la conservacin de la vida, la salud, el alimento, la fertilidad.
Textos virreinales
aparicionistas
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norte del obispado de la Puebla de
los ngeles, Puebla, 1643.
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Guadalupe, Mxico, Viuda de Bernardo Caldern, 1675 (otras ediciones: Sevilla, Toms Lpez de
Haro, 1685; Madrid, Juan de Ziga, 1745; Mxico, 1780; Madrid
1785, entre otras).
, Origen milagroso del santuario de Nuestra Seora de Guadalupe, extramuros de la ciudad de
Mxico, Mxico, Viuda de Bernardo Caldern, 1666.
CABRERA QUINTERO, Cayetano, Escudo de Armas de Mxico, edicin
facsimilar de Vctor M. Ruiz Nautal, Mxico, IMSS, 1981 [1746].
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imagen de Nuestra Seora de los
Remedios, conquistadora y patrona
de la imperial ciudad de Mxico,
edicin facsimilar de la de 1808 (Biblioteca Enciclopdica del Estado
de Mxico, 87), Mxico, 1979.
CISNEROS, Luis de, Historia de el
principio y origen, progresos, ve-

Andamio

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imagen de Nuestra Seora de los
Remedios..., Mxico, 1621.
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milagrosa aparicin de Nuestra
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Puebla, Viuda de Borja, 1660
(otras ediciones: Madrid, 1661;
Mxico, 1781; Madrid, 1785).
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la muy noble, leal e imperial ciudad de Mxico, Mxico, Imprenta
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que hizo el arcngel San Miguel
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indio feligrs del pueblo de San
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1969).
, Descripcin histrica y moral
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imagen de Christo Nuestro Seor
crucificado que se venera en ellas.
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1689.
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Antonio Velzquez, 1741; Madrid,
1785).

, Origen de los dos clebres santuarios de la Nueva Galicia..., Mxico, Jos Guillena Carrascoso, 1694
(otras ediciones: Mxico, Biblioteca
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, La milagrosa invencin de un
tesoro escondido en un campo que
hall un venturoso cacique y que escondi en su casa para gozarlo a
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131

Andamio

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de Florencias La Estrella del norte de Mxico, en Colonial Latin
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sucesos ejemplares histricos, polticos, militares y religiosos del
Nuevo Mundo occidental de las
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