Alberto Acereda - Del Criollismo A La Urgencia Existencial. Fatalidad y Angustia en Tres Cuentos de Horacio Quiroga
Alberto Acereda - Del Criollismo A La Urgencia Existencial. Fatalidad y Angustia en Tres Cuentos de Horacio Quiroga
Alberto Acereda - Del Criollismo A La Urgencia Existencial. Fatalidad y Angustia en Tres Cuentos de Horacio Quiroga
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temor, angustia o inquietud por la especulacin sobre los fundamentos ltimos del
ser y el conocer. Es verdad que los presupuestos filosficos del existencialismo no
aparecen con rigor hasta bien entrado el siglo XX de la mano de Martin Heidegger
(Sein und Zeit, 1927), Gabriel Marcel (Journal Mtaphysique, 1927), Karl Jaspers
(Philosophie, 1933) o Jean-Paul Sartre (L'Etre et le Neant, 1942). Tambin es cierto
que tales presupuestos Ilegaron a Hispanoamrica fundamentalmente con Eduardo
Mallea en la dcada de los aos cuarenta. Pero no lo es menos, sin embargo, que
muchos de esos postulados del existencialismo contemporneo ya se haban
anunciado en la filosofia decimonnica, en Arthur Schopenhauer, en Friedrich
Nietzsche o en Soren Kierkegaard, y en lengua espaola ya desde Miguel de
Unamuno y su "sentimiento trgico de la vida", autores e ideas a los que Quiroga
pudo tener acceso. Con anterioridad a Quiroga, la literatura hispanoamericana ya
contaba desde el Modemismo con un tratamiento de esta preocupacin existencial
(el Rubn Daro trgico de "Lo fatal") que alcanza a las vanguardias (con Csar
Vallejo o Pablo Neruda, quienes en la dcada de los aos treinta publican libros de.
tono existencialista como Poemas humanos (1939) o Residencia en la tierra (1933
y 1935), respectivamente). Esta preocupacin por el hombre y el sentido de su
existencia en el mundo se emparenta con lo que Occidente conoci filosficamente
como "existencialismo". Seg n ste, la esencia del individuo reside en su existencia
y slo l es responsable de sus acciones. La creacin de la propia tica del individuo
coincide en buena medida con la constante preocupacin de Quiroga por labrar su
propia vida y hasta su propia tica esttica. Esta ltima es comprobable en sus
escritos tericos sobre el cuento: "Manual del perfecto cuentista" (1925), "La
retrica del cuento" (1928) y "Ante el tribunal" (1930). Por ello, Quiroga anuncia y
participa de la urgencia existencial en la literatura hispanoamericana. Tal urgencia
propiamente dicha Ilega de la mano del argentino Eduardo Mallea, quien desde
Nocturno europeo (1934), y, sobre todo, a partir de La bahia del silencio (1940)
mostr una concepcin angustiada de la vida y una preocupacin por la soledad de
la existencia humana3 . Muchas de las ideas que hallamos en Mallea y en la vertiente
3 Al cerrar "Trptico personal (1940-1949), de Notas de un novelista (1954). Eduardo Mallea
resume su propia actividad de narrador y se observa en l una raz criollista que busca tambin, como
en el caso de Quiroga. una dimensin trascendente. universal y trgicamente existencial: "He escrito
mucho sobre los hombres de mi pas y sobre sus tierras, sus ilusiones y sus sueos. He viajado por
otros pases y por otras literaturas. Y de ese modo mi deuda se fue haciendo tan grande, que pens no
descansar hasta no concluir... una especie de ferviente epstola o largo cuento contado a todos los
anzigos del mundo... en que estuviera recogida la historia de unas almas cuyo destino me pareci
admirable o cuyos sueos compart o cuyas tragedias me hicieron pensar o cuyos insomnios o cuyos
dramas encerraron para m una significacin misteriosa y extrafia. Estoy a bordo de esa larga
narracin. Y espero contarla hasta que ya no tenga fuerzas y los personajes aparezcan alejndose,
como el espritu de los hroes muertos. en la antigua tragedia." (29-30, la cursiva es nuestra).
Tambin. una de las novelas cortas de Mallea reunidas en La ciudad jztnto al ro innzvil (1936) se
titula precisamente "La angustia" y muchos de sus ensayos reunidos en El sayal y la prpura (1941)
tienen ese mismo tono de angustia y tragedia. citndose incluso a filsofos como Pascal. Kierkeeaard.
Nietzsche y Unamuno, obvios antecedentes del existencialismo contemporneo.
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Y poco despus: "Es la calma de medioda; pronto deben ser las doce" (82). Y
seguidamente: "Es el muchacho que pasa todas las maanas hacia el puerto nuevo,
a las once y media. Y siempre silbando..." (82). Todo, en fin, sigue igual excepto el
hombre que empieza ya a ser angustiadamente consciente de su fatalidad, dndose
aqu una magistral mezcla de la voz del narrador y la voz del yo, el hombre que
muere: "Nada, nada ha cambiado. Slo l es distinto." (82) Y contin a: "Desde hace
dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el
potrero" (82), para proseguir: "Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente por
obra de una cascara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se
muere" (82). Y otra vez, el tiempo: "Sabe bien la hora: las once y media" (82). Es el
tiempo clave en la concepcin metafsica que de la existencia nos quiere dar
Quiroga: ''Todos los das, como se, ha visto las mismas cosas. Muy fatigado,
pero descansa slo. Deben de haber pasado ya varios minutos... Y las doce menos
cuarto" (82). Esta precisin temporal, mezclada con la idea de cotidianeidad, y a la
vez del juego entre cansancio y descanso, alcanza tintes de angustia y fatalidad
trgica. Es una escena que vuelve a recordar la posicin inicial y el horror radica en
el fro relato de la experiencia inmediata tras la muerte, la conciencia del fin y la
visin del hombre de su propio cuerpo yacente y muerto: "Y al pie de un poste
descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente
como todos los das, puede verse a l mismo, como un pequeo bulto asoleado
sobre la gramilla-- descansando, porque est intly cansado..." (83). Las dos ltimas
lneas del cuento muestran al hombre tendido, el que ya ha descansado. "El hombre
muerto", en suma, tambin trasciende lo meramente local y criollista y presenta una
dimensin universal que nos Ilena de angustia y temor. Adems, aunque la historia
tiene lugar en la selva de Misiones, Quiroga apenas emplea un lenguaje regional,
sino que opta por un lenguaje sencillo, sobrio que intensifica el relato. El gran logro
de Quiroga es su capacidad de dar categora universal a un hecho particular (la
muerte de un hombre cualquiera) y en busca de una reflexin existencial sobre el
valor de la vida y la muerte6.
Otro de los ejemplos que configura la temtica trascendente de urgencia
existencial dentro de la prosa de Quiroga es "El hijo", cuento publicado en el diario
La Nacin en 1928 e incluido en el libro Ms all (1935). Como en "La gallina
degollada", "El hijo" tiene tambin el elemento natural del sol como testigo del
inicio y final de la historia: "Es un poderoso da de verano en Misiones con todo el
sol, el calor y la calma que puede deparar la estacin." (127) El cuento se cierra
tambin con un sol testigo de la muerte final del hijo: "Su hijo bien amado yace al
sol, muerto desde las diez de la maana" (130). La historia va desde la felicidad
6 Este relato es de los ms comentados del autor. Especial inters tienen, cronoleicamente.
los trabajos de S. Menton (1964). J. E. Etcheverri (1976). I. Huyke-Freiria (1979). J. Alazr-aki (1981:
73-78). M. A. Araneo (1982). G. Videla de Rivero (1983-84). J. McIntyre (1989). A. M. Llurba
(1991). R. Paoli (1992: 959-968) y R. Varela-Cabezas (1998).
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inicial del padre y el hijo de trece aos hasta el accidente fatal y la muerte del nio
por un infortunio de caza. Quiroga, sin embargo, anticipa los tormentos morales y
las alucinaciones del padre. El sonido de un disparo rompe la calma del lugar, pero
inicialmente, el padre no asocia el disparo con la muerte de su hijo. La sospecha de
la verdad le va inquietando paulatinamente hasta llegar a la desesperacin. El padre
se da cuenta de que su hijo no regresa y empieza su tragedia y su alucinacin. La
angustia del padre queda recogida no slo mediante la colocacin de los signos
suprasegmentales (aqu puntos suspensivos) a lo largo del cuento, sino tambin a
travs de la mencin explcita de la palabra "angustia" por Quiroga: "Nada se
ganara con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos" (129, el subrayado es
nuestro). Despus, tras la llamada desesperada del padre, el narrador reincide:
"tapmonos de misericordia los odos ante la angustia que clama en aquella voz"
(129, la cursiva es nuestra). Finalmente, el hombre encuentra a su hijo, pero
Quiroga nos hace caer en la trampa. Compartimos la alucinacin del padre y
aceptamos como real el encuentro del nio vivo y el dilogo padre-hijo. En su
alucinacin, el padre regresa a casa con su hijo en brazos: "El hombre vuelve a casa
con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz
brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y
alma, sonrie de felicidad..." (129-30). En este instante del relato, y tras varios puntos
suspensivos, llega la sorpresa en final inesperado porque todo es una alucinacin y
el hijo ha muerto realmente: "Sonrie de alucinada felicidad... Pues ese padre va
solo. A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vaco. Porque tras l, al pie
de un poste y con la piemas en alto, enredadas en el alambre de p a, su hijo bien
amado yace al sol, muerto desde las diez de la maana" (130). Es la muerte final,
trgica, fatal, angustiosa, muerte que Quiroga nos relata con tal intensidad que
llegamos a coincidir con la visin alucinada del padre. Con la fatalidad del
accidente, Quiroga reitera su testimonio humano de urgencia existencial y nos
invita a una personal reflexin sobre la existencia del hombre en el mundo7.
Si recapitulamos todo lo dicho hasta aqu se entender que en los tres cuentos
estudiados hemos hallado la presentacin de tres situaciones concretas cuyos
protagonistas mueren. El relato de tales hechos arranca en cada caso de un sentido
de fatalidad desarrollada desde los modemos parmetros de una urgencia
existencial derivada, a su vez, de una cosmovisin angustiadamente trgica. La
intensidad del relato se logra mediante el suspense que genera cada uno de estos
accidentes en su fatalidad misma. Es por ello por lo que el mundo presentado por
Quiroga en su ficcin resulta una transposicin del escepticismo innato de su autor
ante la condicin humana y una constatacin postrera de su pesimista urgencia
existencial. El relato de cada uno de los cuentos presenta un accidente fatal: muerte
de la nia Bertita, herida y muerte con el machete del hombre, muerte accidental del
7 Existen varios estudios dedicados a este cuento v merecen destacarse los de M. A. Saleado
(1971). J. Alazraki (1981: 68-69) y R. Paoli (1992: 968-974).
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hijo al disparrsele la escopeta. En los tres casos hay tambin una falta de ayuda
porque el protagonista ya est muerto cuando en su entomo le llega la ayuda. El
padre Ma77ini no puede evitar el asesinato de su hija por los cuatro hijos idiotas; el
hombre muere por la herida del machete justo cuando ve que su esposa y sus hijos
se acercan a l; el hijo de trece aos muere y el padre descubre el cuerpo cuando ya
es tarde. Las tres muertes, adems, ocurren cerca de un alambrado o un muro,
simbolo inequivoco de la limitacin del ser humano frente a la grandeza y el poder
de lo csmico y la naturaleza. Sin embargo, mientras la muerte de la nia es
exteriorizada por Quiroga, las otras dos muertes, la del hombre y la del hijo, son
interiorizadas, casi como muertes propias y a la vez como muerte universal del
hombre. En los tres relatos, en fin, Quiroga hace especial insistencia en la angustia
humana ante la muerte, angustia que el mismo Quiroga debi de sufrir y que hasta
le Ilev a su propio suicidio como consecuencia ltima de su urgencia existencial.
Nuestra inicial hiptesis de la posibilidad de analizar y entender la prosa de
Quiroga bajo los parmetros de la angustia, la fatalidad y, en ltimo tnnino, la
urgencia existencial queda corroborada en los tres cuentos analizados. Pero lo que
resulta an ms iluminador es el hecho de que tales parmetros analticos son
aplicables de igual manera a otros relatos de Quiroga, desde los cuentos tempranos
como "El almohadn de plumas" (1907) hasta el ttulo inismo de su ltimo libro
(Ms all, 1935), como anuncio del final de su vida. Incluso en algunos de sus
cuentos para nios, como "Juan Darin" (1920), es visible la amargura existencial
de Quiroga en busca de la imposible comunin entre el hombre y la naturaleza
salvaje. Es la angustia que se constata tambin en otros relatos de indudable calidad
como "A la deriva" (1912), "Los inmigrantes" (1912) o "El desierto" (1923),
narraciones todas con una angustiada muerte final de los protagonistas y con la idea
de la vida como trgico fluir hacia la muerte. El filsofo contemporneo Sergio
Rbade caracteriz recientemente lo existencial sobre la base de la tragedia y al
remitirse a Schopenhauer encontramos en sus palabras un eco de la trgica fatalidad
de los cuentos de Quiroga: "El verdadero sentido de la tragedia es la comprensin
de que lo que el hroe expa no son pecados individuales, sino el pecado original, la
culpa de vivir." (29). Mucho de todo esto es visible en varios cuentos de Quiroga.
Por ello, junto a la filiacin criollista de Quiroga, el anlisis particular de estos tres
relatos confirma la necesidad de leer a Quiroga como una de las grandes figuras del
cuento hispanoamericano del siglo XX, y sobre todo como uno de los autores cuya
preocupacin como ser humano en el mundo representa un anuncio de la angustia
vital que unos aos despus iba a confonnar parte del existencialismo filosfico.
Horacio Quirou es, por tanto, un narrador que trasciende el encasillamiento
histrico-literano. Sus relatos son testimonio de una b squeda de lo universal, un ir
del interior personal dolorido a lo exterior universalizante y trascendente. Por detrs
de la angustia y la fatalidad de los personajes de Quirow encontramos la urgente
voz existencial y trgica de su autor, el continuo e inalterable afn de intensidad, de
suspense y de conciencia creadora que revela su prosa.
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