Intersticios 41. Intención, Contexto y Cultura: El Encuentro Hombre Mundo

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ntersticios

FILOSOFA

ARTE

RELIGIN

ntersticios

Publicacin Semestral de Filosofa


de la Universidad Intercontinental

ISSN 1665-7551

FILOSOFA ARTE RELIGIN

MXICO JULIO- DICIEMBRE 2014 AO 19 NM. 41

Intencin, contexto
y cultura: el encuentro
hombre-mundo

ntersticios
FILOSOFA ARTE RELIGIN

La revista Intersticios del programa acadmico de Filosofa, Coordinacin de Humanidades, Direccin Divisional de Ciencias Administrativas, Sociales y Humanidades, de la Universidad Intercontinental, es un proyecto editorial que se interesa en fomentar
el encuentro y la profundizacin de las ideas que nos anteceden, as como en producir y desarrollar nuevas vertientes de pensamiento y discusin. Cada uno de sus volmenes recorre y suscita las zonas de encuentro de la filosofa (seccin monogrfica),
el arte y la religin (tercera seccin) consigo mismos y entre s, al tiempo que busca no slo la convivencia entre la filosofa de
la cultura, la hermenutica filosfica, el pensamiento de inspiracin cristiana y la tradicin clsica (Dossier), sino tambin un
nuevo resultado terico irreductible a cada una de las lneas por separado. ste es nuestro perfil terico, que insiste en el tema
principal de la apertura al decir del otro, como reto comn a estas mismas expresiones tericas que as contienen en su propio
estatus discursivo la mltiple determinacin de los intersticios: los mismos que la revista en su conjunto reconoce como la
marca tensional de los tiempos de hoy, y para la que la filosofa, el arte y la religin no pueden menos que promover un plus
de sentido y creatividad.

ntersticios
FILOSOFA ARTE RELIGIN

Rector
Mtro. Bernardo Ardavn Migoni
Vicerrector
Mtro. Hugo Antonio Avendao Contreras
Direccin General Administrativa y Financiera
C.P. Sergio Mrquez Rodrguez
Direccin General de Formacin Integral
Mtro. Arturo de la Torre Guerrero
Direccin Divisional de Ciencias Administrativas, Sociales y Humanidades
Mtro. Sergio Snchez Iturbide
Coordinacin de Humanidades
Mtro. J. Martn Cisneros Carbonero
Los artculos presentados en esta publicacin son sometidos a
doble dictamen ciego. El contenido es responsabilidad exclusiva
de sus autores.
Intersticios se incluye en los siguientes ndices: Clase (Citas
Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades), Conaculta
(Consejo Nacional de la Cultura y las Artes), Filos (Base de datos de
Revistas de Filosofa), Centro de Recursos Documentales e Informticos de la OEI, Latindex (Sistema Regional de Informacin en
Lnea para Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa
y Portugal) y ebsco (Elton B. Stephens Company).
Precio por ejemplar: $120.00 MXN
Suscripcin anual (dos nmeros): $240.00 (residentes en Mxico)
$ 45.00 USD (extranjero). Ms gastos de envo.
Correspondencia y suscripciones:
UIC, Universidad Intercontinental A.C., Insurgentes Sur nm. 4303,
C.P. 14420, Mxico, D.F. Tel. 5573 8544 ext. 4446, Fax 5487 1356
[email protected]
Se permite la reproduccin de estos materiales, citando la fuente
y enviando a nuestra direccin dos ejemplares de la obra en que
sean publicados.
Asistente editorial: Maricel Flores Martnez
Revisin de estilo: Eva Gonzlez Prez,
Anglica Monroy Lpez y Lizette Pons Martn del Campo
Portada: Javier Curiel

Ao 19, nm. 41, julio-diciembre 2014


Director acadmico: Ramiro A. Gmez Arzapalo Dorantes
Coordinador del nmero: Sabine Knabenschuh
Coordinador de Publicaciones: Javier Curiel Snchez
Editor: Camilo de la Vega Membrillo
Jefa de Redaccin: Eva Gonzlez Prez
Consejo Editorial
Yolanda Angulo Parra (Centro de Estudios Genealgicos para
la Investigacin de la Cultura en Mxico y Amrica Latina),
Mauricio H. Beuchot Puente (Universidad Nacional Autnoma de Mxico), Mario Casanueva (Universidad Autnoma
Metropolitana, Mxico), Pablo Castellanos (Universidad
Popular Autnoma del Estado de Puebla), Miguel Concha
Malo (Academia Mexicana de Derechos Humanos), Paulette
Dieterlen (Universidad Nacional Autnoma de Mxico), Ral
Fornet-Betancourt (Missionswissenschaftliches Institut Missio e.V. Lateinamerikareferat, Alemania), Manuel Fraij Nieto
(Universidad Nacional de Educacin a Distancia, Espaa),
Luis Garagalza (Universidad del Pas Vasco, Espaa), Paul
Gilbert (Universit Pontificia Gregoriana, Italia), Guillermo
Hurtado (Universidad Nacional Autnoma de Mxico),
Martha Patricia Irigoyen Troconis (Universidad Nacional
Autnoma de Mxico), Carlos Kohn Wacher (Universidad
Central de Venezuela), Efran Lazos Ochoa (Universidad
Nacional Autnoma de Mxico), Jorge Enrique Linares Salgado (Universidad Nacional Autnoma de Mxico), Mauricio
Lpez Noriega (Instituto Tecnolgico Autnomo de Mxico),
Pablo Muchnik (Siena College, Nueva York), Teresa Oate y
Zuba van Hoye Desmet (Universidad Nacional de Educacin
a Distancia, Espaa), Jos A. Prez Tapias (Universidad de
Granada, Espaa), Carolina Ponce Hernndez (Universidad
Nacional Autnoma de Mxico), Francisco Rodrguez Adrados (Universidad de Salamanca, Espaa), Cristina Snchez
Muoz (Universidad Autnoma de Madrid, Espaa), Gonzalo
Serrano E. (Universidad Nacional de Colombia), Vernica
Tozzi (Universidad de Buenos Aires, Argentina), Hctor Zagal
Arregun (Universidad Panamericana, Mxico), Jos Francisco
Ziga Garca (Universidad de Granada, Espaa)
Consejo de Redaccin
Jess Ayaquica Martnez (Universidad Intercontinental,
Mxico), Alberto Constante Lpez (Universidad Nacional
Autnoma de Mxico), Leticia Flores Farfn (Universidad
Nacional Autnoma de Mxico), Ramiro A. Gmez Arzapalo
Dorantes (Universidad Intercontinental, Mxico), Eva Gonzlez Prez (Universidad Intercontinental, Mxico), Manuel
Guilln (Universidad Intercontinental, Mxico), Alejandra
Montero Gonzlez (Universidad Intercontinental, Mxico),
Mara Teresa Muoz Snchez (Universidad Intercontinental,
Mxico), Hiram Padilla Mayer (Universidad Intercontinental,
Mxico), Mara Rosa Palazn Mayoral (Universidad Nacional
Autnoma de Mxico), Ral Pavn Terveen (Universidad
Intercontinental, Mxico), Roco del Alva Priego Cutara
(Universidad Intercontinental, Mxico), Ricardo Rivas Garca
(Universidad Intercontinental, Mxico), Jess Valle Torres
(Universidad Intercontinental, Mxico).

Intersticios es una publicacin semestral de la UIC Universidad Intercontinental A.C. / Editor responsable: Camilo de la Vega Membrillo /
Nmero de certificado de la reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor: 04-2003-031713005200-102 /Nmero de
Certificado de Licitud de Ttulo: 12786 / Nmero de Certificado de Licitud de Contenido: 10358 Asignacin del ISSN: 1665-7551/ Domicilio: Insurgentes Sur nm. 4135 y 4303, Santa rsula Xitla, C.P. 14420, Tlalpan, Mxico, D.F. /Distribuidor: UIC, Universidad Intercontinental
A.C., Insurgentes sur 4135 y 4303, Santa rsula Xitla, C.P. 14420, Tlalpan, Mxico, D.F. / Imprenta: Magdalena Gonzlez Gmez (1200+
impresin sobre demanda), Andorra nm. 29, int. 2, col. Del Carmen Zacahuitzco, C.P. 03550, Mxico D.F., Tel. 5521 8493 / La edicin de
este nmero consta de un tiraje de 500 ejemplares que se terminaron de imprimir en junio de 2014.

Lo que ocurre, aquello que se va, la fisura de los dos bordes, el


intersticio del goce, se produce en el volumen de los lenguajes, en
la enunciacin y no en la continuacin de los enunciados.
Roland Barthes

ndice
Presentacin
Sabine Knabenschuh

I. INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO


Sobre las creencias. Fundamentalismo, relativismo o contextualismo
wittgensteiniano?
Ygor A. Fuentes U.

13

Holismo vs. contextualismo. Reflexiones en torno a una epistemologa


cultural
Sabine Knabenschuh

23

Pensando el contexto. La cultura como realizacin epistmica


Rafael Balza-Garca

37

Experiencia inmediata: fundamento del encuentro hombre-mundo?


Ana G. Aguilar Prieto

57

Univocidad, equivocidad o analoga: Wittgenstein y la hermenutica


Gerardo R. Salas Cohen

65

Gadamer: reflexiones sobre lo simblico del arte y sus implicaciones


para la hermenutica
Lino Latella Caldern

77

II. DOSSIER
Desde mis ojos estn mirando los ojos del otro. tica trinitaria en Bajtn
Beatriz Gutirrez Mueller
Perfeccin moral, educacin y tica en el pensamiento de Rosmini
Jacob Buganza

91

107

III. RESEAS Y NOTICIAS


Fenmenos religiosos populares en Amrica Latina
Mara Elena Padrn Herrera

125

Diversos rostros de la responsabilidad


Gustavo Ortiz Milln

133

Las huellas de la culebra


Alicia Mara Jurez Becerril

139

PRESENTACIN

a seccin monotemtica del presente nmero de Intersticios tiene su origen en una actividad acadmica: la realizacin de una mesa
redonda titulada Intencin, contexto y cultura: el encuentro hombremundo, efectuada (en la Universidad del Zulia, Venezuela) por parte del
Crculo Wittgensteineano-Maracaibo/Venezuela, grupo de estudios cuyos
objetivos son incentivar la investigacin innovadora en el rea de los estudios sobre y desde la filosofa de Ludwig Wittgenstein y temas afines, realizarse como grupo de investigaciones autnomas dentro de un amplio marco
de cooperacin, difundir los resultados de las diversas investigaciones por
medio tanto de publicaciones como de eventos acadmicos y, por ltimo,
expandir paulatinamente el alcance del grupo desde el nivel de proyeccin
regional hasta el internacional.1
Las ponencias ledas y discutidas en aquella ocasin se convirtieron,
previa revisin y en algunos casos ampliacin, en los artculos que el
presente tomo recoge. A su vez, la secuencia de los textos (la cual mantiene
el orden original de las ponencias en que se basan) no es fortuita: obedece
al deseo de presentar, bajo un denominador comn, un hilo de argumentacin que atraviese la compilacin entera. Dicho de otra manera, los discursos individuales cada uno con su tema especfico constituyen sucesivos peldaos de un discurso comn acerca de la temtica compartida.
En este orden de ideas, el artculo de Ygor A. Fuentes U., Sobre las
creencias. Fundamentalismo, relativismo o contextualismo wittgensteineano?, representa el primer paso de tal discurso grupal. Centrndose en
los conceptos wittgensteineanos de creencia y certeza, Fuentes trata de
encontrar un equilibrio entre los matices tanto relativistas como funda1
Los interesados pueden comunicarse con el Crculo a travs de la direccin electrnica
[email protected].

PRESENTACIN

mentalistas que en algn momento se asignaran a Wittgenstein en la literatura secundaria. Al basarse para ello en el complejo nocional gramticaespacio lgico, su conclusin es la que caba esperar: la justificacin del
conocimiento se convierte en algo que, a lo sumo, podra considerarse
una evaluacin dentro del marco conceptual en el que las tentativas de
conocer se originan, motivo por el cual atribuye a la filosofa wittgensteineana un contextualismo cercano a un relativismo muy peculiar.
Retomando dicha idea de contextualismo, el trabajo de Sabine Knabenschuh (mi propia contribucin), Holismo vs. contextualismo. Reflexiones en torno a una epistemologa cultural, somete esa misma concepcin a una crtica comparativa: en vista del boom que ltimamente ha
experimentado la nocin de holismo, procura aclarar si una epistemologa idnea para los requerimientos del siglo xxi habra de caracterizarse
por rasgos propiamente contextualistas o ms bien holsticos. Con el fin de
contestar tambin esta pregunta de la mano de Wittgenstein, se resaltan las
sucesivas modificaciones de su idea de contexto, la diferencia certezassaberes y, como eje del mecanismo epistmico, el modo de articular la
experiencia inmediata. Semejante recorrido desemboca en tomar la filosofa wittgensteineana como fuente inspiradora para una visin holstica
que podra convertirse en una epistemologa culturalmente orientada.
Con ello, el discurso ha tomado ya un claro rumbo hacia el mbito de
lo cultural; y en este sentido se conecta el artculo de Rafael Balza-Garca,
Pensando el contexto. La cultura como realizacin epistmica. El autor
destaca la accin, por cuanto es ella la que, por un lado, manifiesta las
posibilidades de comprensin del ser humano y, por otro, ilustra el marco
en el cual las llamadas ciencias sociales tratan de visualizar los principios
reguladores de la conducta simblica humana y de las culturas resultantes.
Como eje de las concernientes reflexiones, se maneja la relacin nocional
percepcin-contexto. No es de extraar, por tanto, que el trabajo termine enfocando, a modo de corroboracin de la propuesta anterior, la cultura
misma como sistema epistmico.
Explorados hasta aqu los rasgos generales de la temtica comn, la
argumentacin contina con una mirada hacia algunas facetas especficas
especialmente importantes. La primera de ellas se analiza en la contribucin de Ana G. Aguilar Prieto, Experiencia inmediata: Fundamento del
encuentro hombre-mundo?. Volviendo a la polmica pregunta por los
fundamentos de los diversos factores que constituyen una cultura humana, el trabajo de Aguilar se centra en el dinamismo vital de tales factores;
acercamiento que ineluctablemente ha de llevar a una consideracin de
la experiencia inmediata y su articulacin. Y en virtud de que la perspectiva wittgensteineana respecto de la conexin experiencia inmediataIntersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 7-14

PRESENTACIN

contexto promete proporcionar un saludable distanciamiento de ciertos


enfoques tradicionales, este trabajo busca resaltar nada menos que el valor
epistmico de la mencionada vertiente vital.
A su vez, tal insistencia en el papel fundamental de la experiencia
inmediata y sus manifestaciones se constituye en peldao idneo para el
artculo de Gerardo R. Salas Cohen, Univocidad, equivocidad o analoga: Wittgenstein y la hermenutica; por cuanto all se da un paso ms
en la misma direccin, al enfocarse toda la temtica a partir de la idea
de visin de aspectos. En concreto, Salas trata de aplicar esa idea a los
diversos ngulos desde los cuales puede presentarse (y se ha presentado)
la hermenutica, con lo cual edifica un posible puente entre los extremos
interpretativos de corte bien sea cientificista, bien sea relativista. Su conclusin consiste en afirmar que el ver como wittgensteineano equivale
funcionalmente al trmino anlogo hermenutico, en el sentido de abrir
el camino a la autntica comprensin diversificada.
Una conexin de semejantes consideraciones con la tradicin hermenutica propiamente dicha se da mediante la contribucin de Lino Latella
Caldern, Gadamer: reflexiones sobre lo simblico del arte y sus implicaciones para la hermenutica. Centrado en la idea de lo simblico, este
trabajo aborda su tema desde el arte, y desde Gadamer como expositor
paradigmtico al respecto. En tal orden de ideas, Latella caracteriza el simbolismo como un juego de mostracin y ocultacin, el cual permite que
lo universal tenga lugar en lo particular. Dicho de otra manera, se intenta
conceptuar el mecanismo de incorporacin del elemento simblico en un
todo ntegro al cual pertenece; de modo que el arte en cuanto mbito
histrico-cultural revela la posibilidad de captar, con vista al contexto diacrnico, la permanencia en lo fugitivo.
Hecho este recorrido, tambin la segunda parte de la argumentacin
mancomunada desemboca en una visualizacin de las intencionalidades
culturales y sus compromisos contextuales. He aqu, entonces, el mensaje
que quiere transmitir la seccin monotemtica en su conjunto: el encuentro hombre-mundo, considerado desde un punto de vista perspicuo (por
emplear al respecto una de las expresiones genuinamente wittgensteineanas), o bien con acento en una de sus facetas, siempre conlleva la trada epistemolgica intencin-contexto-cultura como base de la episteme
humana, su articulacin y las correspondientes acciones. Con lo anterior
queda explicado, de paso, el ttulo general de la compilacin.
Por otra parte, la seccin Dossier de este nmero consigna el artculo Desde mis ojos estn mirando los ojos del otro. tica trinitaria en
Bajtn, de Beatriz Gutirrez, en el cual se analiza la faceta filosfica, ms
all de la del terico literario, del ruso Mijail Bajtn. La propuesta se detiene en la revisin del acto tico, como autoescrutinio de una conciencia
Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 7-14

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PRESENTACIN

nica e individual, que conduce a l mediante una relacin dialgica con


el otro. El planteamiento de Gutirrez resalta la presencia de un tercero,
de difusa precisin conceptual, pero presente a semejanza de la concepcin
trina del cristianismo.
A su vez, con el trabajo Perfeccin moral, educacin y crtica en el
pensamiento de Rosmini, Jacob Buganza se sumerge en el pensamiento
del italiano Antonio Rosmini, considerando parte de su filosofa moral
como un hilo conductor de la ontologa a la antropologa. En este orden
de ideas, dicha filosofa no se inscribe slo en el mbito de la tica, sino
que tambin puede entenderse como fundamento de la educacin, por
contemplar que el verdadero quehacer filosfico tiende a la perfeccin de
la voluntad como estadio superior de la persona.
Para cerrar esta entrega, se presentan tres reseas. La primera de ellas,
escrita por Mara Elena Padrn Herrera, est dedicada al libro Fenmenos
religiosos populares en Amrica Latina, volumen que rene a estudiosos de
diversas disciplinas para analizar, desde sus respectivos campos, las diferentes expresiones de las creencias y prcticas religiosas. Se evidencia que tales
manifestaciones se producen como una suerte de contraparte del poder
hegemnico de las instituciones religiosas y muestran la rica diversidad
pluricultural y multitnica de los contextos que las hacen posibles.
En la segunda resea sobre el libro Responsabilidad, evaluacin y
motivacin moral, Gustavo Ortiz Milln hace hincapi en la tesis central
del texto: la complejidad que entraa el problema de la responsabilidad
moral. As, muestra cmo surge un concepto que se complica a medida
de que se analiza una gran variedad de casos, respecto de los cuales entran
en juego ideas como la desconsideracin, la negligencia y la ignorancia,
entre otras.
En la resea con la cual culmina el presente nmero, acerca de Las
huellas de la culebra. Historia, mito y realidad en el proceso fundacional de
Santiago Xanica, Oaxaca, Alicia Jurez aproxima a los lectores al relato
mtico de la fundacin de un pueblo zapoteca. Su exposicin ilustra, mediante el anlisis de dos entidades divinas populares, de qu manera la
comunidad dota de sentido los claroscuros de la vida cotidiana.
Sabine Knabenschuh

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I. INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA:


EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

SOBRE LAS CREENCIAS.


FUNDAMENTALISMO, RELATIVISMO O
CONTEXTUALISMO WITTGENSTEINEANO?
Ygor A. Fuentes U.*

Resumen En Cmo renovar la filosofa, Putnam intenta postular, a partir de los


conceptos de creencia y certeza desarrollados en Sobre la certeza, una
especie de fundamentalismo que le permite considerar a Wittgenstein como un abanderado ms de esta corriente que pretende ofrecer
una justificacin racional de nuestras Weltanschauungen. Este trabajo
es una revisin de los argumentos de Putnam basndose, principalmente, en la relectura de los textos wittgensteineanos de los treinta,
para concluir que la justificacin wittgensteineana est mucho ms
cercana al contextualismo que al fundamentalismo.
Abstract In Renewing Philosophy, Putnam tries to claim, from the concepts
of belief and certainty developed in About Certainty, a kind of fundamentalism that allows him to consider Wittgenstein as one more
bearer of this movement that aims to provide a rational justification of our Weltanschauungen. This paper is a review of Putnams
arguments, who bases mainly on a re-reading of Wittgensteins texts
from the 30s to conclude that such a wittgensteinian justification is
much closer to contextualism rather than fundamentalism.
*

Universidad Catlica Cecilio Acosta/ Crculo Wittgensteineano, Universidad del Zulia.

14

SOBRE LAS CREENCIAS

Palabras clave
gramtica, espacio (lgico), Putnam, certeza, Weltanschauung, persuasin
Keywords
grammar, (logical) space, Putnam, certainty, Weltanschauung, persuasion

as polmicas interpretativas que se suscitan


en torno del pensamiento de Ludwig Wittgenstein no son casuales ni fingidas. El estilo
aforstico, desorganizado y lleno de perplejidades de los escritos del viens
ha permitido interpretaciones tan variadas como dispares. Algunos ejemplos de ello son los intentos por acomodar al austriaco en una corriente
determinada ante la pregunta por la justificacin del conocimiento. Autores como Saul Kripke, por ejemplo, optan por encerrar el pensamiento
wittgensteineano dentro de los postulados del relativismo; mientras que,
otros como Hilary Putnam, pretenden, ms bien, acercarlo al tradicional
fundamentalismo. Siendo sta, ciertamente, la postura ms curiosa, intentaremos establecer un dilogo crtico con algunas de las premisas de
Putnam sobre el relativismo y la creencia religiosa.
Nuestro anlisis se centrar en la nocin de creencia(s) (religiosas,
principalmente, y epistemolgicas) y su relacin con los diferentes tipos
de certeza sugeridos por el pensamiento de Wittgenstein. Al argumentar
a partir del concepto clave de gramtica wittgensteineana incluida la
nocin de espacio (lgico), se intentar demostrar que el pensamiento
wittgensteineano no podra ubicarse en ninguna de aquellas dos posturas extremas, sino que inserta la justificacin de los intentos de conocer
dentro de los distintos y posibles marcos conceptuales donde se originan.
En ese sentido, abogaremos por una suerte de contextualismo mucho
ms cercano al relativismo que al fundamentalismo.
II
A pesar de que el tema principal de nuestro trabajo es la superacin del
relativismo (en especfico, el epistemolgico y el cultural) partiendo del anlisis del concepto de creencia (religiosa y, digamos, epistemolgica) desde
un punto de vista wittgensteineano, nos limitaremos a comentar, analizar
y si se quiere ampliar el texto de Putnam Wittgenstein: sobre refeIntersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 13-22

INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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rencia y relativismo, publicado en Cmo renovar la filosofa.1 No obstante, para sustentar nuestro discurso, nos referiremos a otros captulos del
mismo libro, como Materialismo y relativismo y Wittgenstein: sobre
la creencia religiosa. Adems, para argumentar una posible superacin
del relativismo, emplearemos algunas de las principales fuentes wittgensteineanas (e. gr., Observaciones filosficas, Investigaciones filosficas y Sobre
la certeza, entre otras), contrastando nuestra interpretacin de ellas con la
de Putnam.
Wittgenstein: sobre referencia y relativismo se divide en dos partes no muy claramente relacionadas. La primera, sobre referencia, sirve
de continuacin al captulo precedente, Wittgenstein: sobre la creencia
religiosa. Putnam se propone tratar de ubicar una teora (causal) de la
referencia y, dentro de los inconvenientes que se presentan a semejante
empresa, se halla, en particular, el problema de la referencia en el lenguaje
religioso, el cual parte del supuesto o la insinuacin wittgensteineana de
que el lenguaje religioso es no cognitivo; es decir, que el lenguaje religioso
(en sentido fregeano, podemos adelantar) no tiene referencia.
Dedicaremos nuestro anlisis casi de modo exclusivo a la segunda parte del captulo en cuestin (i. e., sobre el relativismo; sin embargo,
agregaremos algunas lneas ms del tema de la referencia, en la medida en
que, primordialmente, es necesario aclarar por qu Putnam yuxtapone dos
temas que, a primera vista, no parecen guardar relacin.
III
Para analizar el problema de la referencia en el lenguaje religioso, Putnam se basa en las lecciones que acerca de creencia religiosa Wittgenstein
imparti en Cambridge aproximadamente en el verano de 1938.2 No
obstante, como el mismo Putnam admite, el tema de la referencia aparece
en este contexto como una digresin, aunque ciertamente no casual. El
austriaco introduce el famoso ejemplo de la expresin, o el pensamiento
de mi hermano en Amrica para discutir el tema de la referencia. Puede
una teora de la referencia explicar la naturaleza causal de un pensamiento
como ste? Al menos no las teoras tradicionales. Mi hermano en Amrica puede compararse con El ojo de Dios o El juicio final; ninguna
de las tres, aunque son enunciados de diferente tipo (el primero pertenece
al lenguaje ordinario, mientras que los dos ltimos son parte del lenguaje
religioso), posee una referencia no se refieren a ningn objeto.
Hilary Putnam, Cmo renovar la filosofa (trad. Carlos Laguna), Madrid, Ctedra, 1994.
Ludwig Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre esttica, psicologa y creencia religiosa (trad. Isidoro Reguera), Barcelona, Paids, 1992.
1
2

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16

SOBRE LAS CREENCIAS

Pero cmo puede Wittgenstein, de repente, pensar en su hermano


de Amrica sin haberse producido una interaccin causal entre ambos? La
respuesta, siguiendo ahora a Putnam, parece ser muy sencilla: Nuestro
impulso natural consiste en pensar que la intencionalidad de nuestras palabras es algo que viene dado por la experiencia del pensamiento mismo;3
es decir, cuando se trata de enunciados de este tipo, del mismo modo que
los enunciados del lenguaje religioso, no pensamos en la referencia de una
forma causal, sino por medio de imgenes de, por ejemplo, el recuerdo de
mi hermano y una fotografa de algn lugar de Amrica.4 En ese mismo
sentido, si nos preguntamos cul es la referencia del nmero tres? o de
cualquier otra entidad abstracta o cmo nos referimos a, por ejemplo,
un nmero?, estamos ligados causalmente al nmero tres? Para Wittgenstein, los usos referenciales no tienen una esencia; no hay una determinada cosa a la que cabe llamar referirse a. Lo que hay es semejanzas que
se solapan entre un tipo de referirse a y el siguiente, nada ms.5
Con la respuesta anterior, Putnam introduce la idea wittgensteineana
tan famosa como trillada de juego de lenguaje, la cual, desde luego, se
vincula con la nocin de uso; de lo que se sigue que referirse a algo [] es
utilizar las palabras de una determinada manera o, para aclararlo un poco
ms, de una de varias maneras.6 En este orden de ideas, el problema
de la referencia quedara disuelto. Se trata simplemente de distinguir los
diversos mbitos de reflexin o, como veremos ms adelante, los variados
mbitos gramaticales dentro de los cuales una palabra o expresin adquiere
significado. El modo o uso referencial que dentro del lenguaje (o mbito) de la religin aplicamos para referirnos a Dios es completamente
distinto del que, dentro del lenguaje ordinario, empleamos para referirnos
a mi hermano de Amrica. En consecuencia, tratar de desarrollar una
teora causal de la referencia sera, en trminos wittgensteineanos, poco
menos que absurdo.
Hasta aqu nuestro comentario de la primera parte del captulo de
Putnam. La nocin de juego de lenguaje como disolucin del problema de
la referencia resulta ser el punto de enlace entre el tema de la referencia y el
relativismo. Y el tema de la creencia religiosa sigue siendo pertinente para
contrastar las miradas del mundo (mltiples juegos de lenguaje) dentro y
fuera de una misma cultura. Pero veamos cmo pretende enfrentar nuestro
autor el problema del relativismo.

H. Putnam, op. cit., p. 223.


Cfr. ibidem, pp. 223-224 y L. Wittgenstein, op. cit., pp. 143-146.
5
H. Putnam, op. cit., p. 232.
6
Ibidem, pp. 229-230 (cursivas mas).
3
4

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

17

IV
Putnam aduce un ltimo pasaje de las lecciones wittgensteineanas sobre
creencia religiosa para introducir su anlisis del problema del relativismo.
En el mencionado pasaje, se pretende dejar claro que la lnea divisoria
entre creencia religiosa y creencia cientfica no siempre est muy marcada.7 Al respecto, Wittgenstein nos insta a pensar en lo que sucedera, por
ejemplo, en una sociedad primitiva diciendo:
llegamos a una isla y all encontramos creencias, a algunas de las cuales nos
inclinamos a llamar religiosas [] Tienen proposiciones y hay tambin
enunciados religiosos.
Estos enunciados no seran diferentes slo con respecto a su contenido.
Contextos enteramente diferentes los convertiran en creencias religiosas, y
fcilmente pueden imaginarse estadios intermedios a los que nunca sabramos si llamar creencias religiosas o creencias cientficas.8

Creo necesario incluir los dos prrafos que siguen antes de comentar
este pasaje. Putnam los omiti, supongo que por razones prcticas; empero, considero que ambos terminan de aclarar no slo la subsiguiente
explicacin de Putnam, sino la argumentacin wittgensteineana frente al
debate clsico entre fundamentalismo y relativismo. Sin ms prembulo,
el pasaje contina as:
Ustedes podran decir que ellos razonan equivocadamente.
En ciertos casos, diran que ellos razonan equivocadamente, queriendo
significar con ello que nos contradicen. En otros casos, diran que ellos no
razonan en absoluto o que Se trata de un tipo completamente distinto de
razonamiento. Diran lo primero en el caso de que ellos razonaran de modo
semejante a nosotros e hicieran algo que correspondiera a nuestros errores.9


Como bien anot Putnam, en este pasaje el filsofo viens est si
se quiere denunciando la arrogancia de la cultura occidental frente a
otros modos de cultura que solemos llamar primitivos. En lugar de percatarnos de las abismales diferencias entre el juego de lenguaje (entindase
visin de mundo) primitivo y el nuestro, declaramos de inmediato, a
partir de nuestra propia visin de mundo, la inferioridad de lo extrao.10
Cfr. H. Putnam, op. cit., p. 234.
L. Wittgenstein, op. cit., p. 135 y cfr. H. Putnam, op. cit., p. 234.
9
L. Wittgenstein, idem.
10
Vid., a este respecto, la crtica de Wittgenstein a Frazer en L. Wittgenstein, Observa7
8

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SOBRE LAS CREENCIAS

Esta denuncia wittgensteineana parece convertir al austriaco segn Putnam en un defensor acrrimo del relativismo cultural.11 Sin embargo,
nuestro filsofo norteamericano no parece estar muy de acuerdo en que
pueda atribursele semejante calificativo; en principio, porque, habiendo
suscrito una buena parte de las ideas wittgensteineanas, le preocupa ser
tildado l mismo de relativista y, en segundo lugar, incorpora una serie de
pasajes de Sobre la certeza en los cuales Wittgenstein parece propiciar el
combate entre culturas. Es decir, cada miembro de una cultura, en este
caso la occidental, se revelar e intentar imponer su visin de mundo
como la correcta frente a las otras.
Me permitir citar in extenso los pasajes en cuestin para contrastar la
interpretacin de Putnam con la nuestra:
608. Es incorrecto que gue mi conducta por las proposiciones del fsico?
He de decir que no tengo ninguna buena razn para ello? No es precisamente eso lo que denominamos una buena razn?
609. Supongamos que encontramos algunas personas que no lo consideran una razn concluyente. Cmo nos lo deberamos imaginar? En lugar
del fsico, consultan al orculo. (Es por lo que los consideramos primitivos.)
Es incorrecto que consulten al orculo y se dejen guiar por l? Si decimos
que es incorrecto, no partimos de nuestro juego de lenguaje para combatir
el suyo?
610. Y, tenemos o no derecho a combatirlo? Por supuesto, apoyaramos
nuestra manera de actuar en todo tipo de frases hechas.
611. Cuando lo que se enfrenta realmente son dos principios irreconciliables, sus partidarios se declaran mutuamente locos y herejes.
612. He dicho que combatira al otro pero, no le dara razones? Sin
duda; pero hasta dnde llegaramos? Ms all de las razones, est la persuasin. (Piensa en lo que sucede cuando los misioneros convierten a los
indgenas.)12

Putnam relata cmo se decepcion cuando ley el pargrafo 609. En


l, se evidencia una clara tendencia wittgensteineana hacia el relativismo.
Pero se consol cuando ley el 612, donde el viens parece promover el
combate o la imposicin de la cultura occidental sobre la(s) cultura(s)
primitiva(s). O mejor: la imposicin de la ciencia, nuevamente occidental,
sobre la magia, adivinacin o brujera que rigen el comportamiento (la
ciones a La Rama Dorada de Frazer (trad. Javier Sdaba), Madrid, Tecnos, 1996.
11
H. Putnam, op. cit., p. 235.
12
L. Wittgenstein, Sobre la certeza (trad. Josep Ll. Prades y Vicent Raga), Barcelona,
Gedisa, 1988, pp. 80-81 y cfr. H. Putnam, op. cit., pp. 236-237.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

19

visin de mundo) del resto de la(s) cultura(s) primitiva(s). Y esto, desde


luego, aunque con mucho menos arrogancia, por supuesto, es lo que parece decir(nos) Wittgenstein. Es perfectamente natural que, una vez que
hayamos interiorizado y constituido una determinada visin de mundo,
tendamos a rechazar cualquier otra distinta de la nuestra y trataremos de
persuadir al extrao de que la nuestra es la correcta. Sin duda, el extrao
tambin intentar persuadirnos de que la suya es la correcta.
No obstante, nuestro filsofo, otra vez por razones prcticas, olvid
citar los pasajes de Sobre la certeza que, acerca del mismo tema, anteceden
y siguen a los ya citados. Estos pargrafos son:
604. La afirmacin de un fsico, delante de un tribunal, de que el agua
hierve a 100 C sera aceptada como incondicionalmente verdadera.
Pero, si desconfiara de este enunciado, qu podra hacer para ponerlo en
entredicho? Hacer yo mismo los experimentos? Qu probaran?
605. Y, qu diramos si el enunciado del fsico fuera mera supersticin
y resultara tan absurdo aceptar su juicio como hacer caso de la prueba del
fuego?
606. Que, a mi entender, alguien se haya equivocado, no constituye razn
alguna para suponer que yo me equivoco ahora. Pero, no es una razn
para suponer que podra equivocarme? No es ninguna razn para la inseguridad indiscriminada en mi juicio o en mi actuacin.
607. El juez podra decir, incluso, Eso es la verdad hasta donde un
ser humano puede saberla. Pero, de qu servira esta clusula aadida?
(beyond all reasonable doubt).
613. Si digo, ahora S que el agua sobre la llama del gas no se congelar,
sino que hervir, parece que estoy tan justificado para este S como para
cualquier otro. Si s alguna cosa, s sta. O s con una certeza todava
mayor que la persona que tengo ante m es mi viejo amigo tal y cual? Cmo
cotejar esto con la proposicin de que veo con dos ojos a los que ver cuando
mire el espejo? No tengo ninguna seguridad sobre lo que he de contestar
en este punto. Sin embargo, hay una diferencia entre estos dos casos. Si el
agua sobre el fuego se helara, me quedara atnito, pero supondra la intervencin de una causa que desconozco y quiz dejase que los fsicos juzgaran
sobre la cuestin. Sin embargo, qu me podra hacer dudar de que este
hombre es N. N., a quien conozco desde hace aos? Una duda en este punto
parecera arrastrar todo consigo y reducirlo a un caos.

Estos pasajes nos revelan a un Wittgenstein mucho ms relativista de


lo que Putnam considera. Lo dicho en el 608 se relaciona, o ms bien,
es una derivacin de lo expuesto en el 604. Se trata de lo que, en Sobre
la certeza, el viens, en la mayora de los casos, entiende por fsica o lo
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SOBRE LAS CREENCIAS

fsico. Para entenderlo, es indispensable que nos involucremos con una(s)


de la(s) nocin(es) a mi juicio, y como hemos dicho en otros lugares,
ms relevante(s) y trascendental(es) del pensamiento wittgensteineano,
a saber: la nocin de gramtica y espacio (lgico).
V13
Cuando hablamos de gramtica (o gramticas), nos referimos a las formas,
tanto empricas como abstractas, de conceptualizar el mundo; es decir, al
marco de referencia lingstico-conceptual que nos permite establecer el
dilogo con el mundo. Tal(es) gramtica(s) expresa(n) los espacios (lgicos) por medio de los cuales somos capaces de registrar lo dado. Esto es,
el espacio (lgico) se concibe como un elemento formal de ordenamiento
mediante el cual registramos las variadas experiencias (auditivas, tctiles,
visuales, temporales, etc.). De manera que cada tipo de experiencia (o mbito de reflexin) tiene, por as decirlo, un espacio lgico que le es propio.
Podemos diferenciar dos tipos de espacios (lgicos) generales o bsicos:
espacios abstractos y espacios empricos. Dentro de los primeros se mencionan, por ejemplo, las proposiciones pertenecientes al lenguaje de la matemtica; en analoga al cual proponemos considerar de modo adicional un
espacio gramatical donde se articula lo que Wittgenstein llama proposiciones
gramaticales o de la sintaxis, pertenecientes al lenguaje ordinario (por ejemplo, rojo es un color). Por otro lado, entre los espacios empricos, hallamos
espacios por los cuales registramos nuestras experiencias (visuales, tctiles,
auditivas, etc.). Estos ltimos (espacios empricos), a su vez, pueden entenderse como espacio de la experiencia inmediata (que se presenta mediante
proposiciones genuinas), o bien, como espacio fsico o medido (el cual se
manifiesta por medio de hiptesis).
Asimismo, existe otro tipo de espacio especial donde en apariencia
convergen caractersticas atribuibles a los dos espacios lgicos antes indicados (empricos y abstractos). En Sobre la certeza, respecto de las proposiciones que Moore enumera como pruebas de que es posible conocer,
Wittgenstein advierte que esas proposiciones estn en un punto medio
entre las proposiciones gramaticales y las proposiciones empricas (hiptesis y
proposiciones genuinas), pues, ciertamente, son parte de nuestra aprehenEsta seccin es parte de un trabajo expuesto en la mesa redonda Pluralismo epistmico: Reflexiones del Crculo Wittgensteineano-Maracaibo / Venezuela, en el III Congreso
Iberoamericano de Filosofa efectuado del 1 al 5 de julio de 2008 en Medelln, Colombia.
Cfr. Ygor Fuentes, Pluralismo epistmico o relativismo? La verificacin wittgensteineana
de la hiptesis, Actas del III Congreso Iberoamericano de Filosofa, edicin electrnica, Universidad de Antioquia, Medelln, 2008.
13

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

21

sin emprica, pero de una manera especial. Y esto debido a que nuestras
afirmaciones empricas no son todas del mismo tipo, dado que es posible
aislar una proposicin as y transformarla, de proposicin emprica, en
norma de descripcin; en otras palabras, se convierte en algo semejante
a una proposicin gramatical.14 Por ello, optaremos por denominar a ese
tipo de proposiciones y al espacio (lgico) correspondiente espacio empricogramatical.
En sntesis, hablando en trminos proposicionales, disponemos de dos
tipos generales de proposiciones: las empricas [1] y las abstractas [2]. Las primeras se dividen en hiptesis [H] y proposiciones genuinas [Pg]. Por su parte, las
abstractas se clasifican en matemticas [M] y gramaticales del lenguaje ordinario
[G]. Ahora bien, con base en nuestros postulados, hay otro tipo de proposiciones que pertenecen tanto a [1] como a [2]; es decir, las proposiciones empricogramaticales [EG], concretndose la relacin [1 EG 2] en relaciones del
tipo [EG G] y [EG H] / [EG Pg] y quedando a un lado una eventual
relacin directa con las proposiciones [M] que integran el sistema gramatical
especficamente matemtico. Todos estos tipos de proposiciones se manifiestan
en espacios lgicos diversos, y por medio de stos, se identifica el correspondiente mtodo de verificacin aplicable para cada una de las proposiciones concretas que se pretendan articular. As, ese mtodo de verificacin determinar, en
ltima instancia, el sentido y la pertinencia de todas nuestras proposiciones.
VI
Si bien en un principio la proposicin El agua hierve a 100 C se consider como una hiptesis, ahora es parte de nuestras certezas, es una proposicin emprico-gramatical; no es necesario recurrir una y otra vez al
fsico, a la ciencia, para verificar dicha proposicin sencillamente porque,
al ser parte de nuestras certezas, no la ponemos en duda. En este contexto,
al contrario de lo que cree Putnam, Wittgenstein no est atribuyendo ningn carcter de infalibilidad a la ciencia. En algn momento, nos servimos
de ella, pero un nio no aprende cientfica y experimentalmente que el
agua hierve a 100 C, lo asume como una regla, una certeza que, a menos
que haya algn tipo de friccin con el tiempo, no es necesario ni razonable
poner en duda.
Cuando el austriaco habla de dar razones, y esto lo explica muy bien
Putnam,15 no se refiere a la razn (digamos, en sentido kantiano), sino a
tener motivos para creer algo, lo cual implica que no hace falta recurrir al
fsico para confiar en la proposicin El agua hierve a 100 C. Todo lo
14
15

L. Wittgenstein, Sobre la certeza, 167, p. 24c. y cfr., 136, p. 20c.


Cfr. H. Putnam, op. cit., pp. 239-241.

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22

SOBRE LAS CREENCIAS

contrario, desde nios o por cualquier otra experiencia particular hemos


interiorizado una proposicin (emprico-gramatical o del tipo EG H)
como sta.
Si bien es cierto que Wittgenstein no es un relativista extremo, s lo
es, decepcionando a Putnam, al menos moderadamente. El valor a mi
juicio de estas ideas wittgensteineanas reside precisamente en ese aire de
relativista, o si se quiere, pluralista o contextualista con el que nos invita a
revisar los aspectos epistemolgicos de nuestra cultura, no involucrando,
desde luego, el todo vale, sino abriendo el camino para persuadir y ser
persuadidos. El llamado argumento de seguir una regla que Putnam en
forma magistral explic y defendi en el captulo IV Materialismo y relativismo, nos muestra que las consideraciones wittgensteineanas en torno
del relativismo no conducen a una especie de anarquismo epistemolgicocultural; al contrario, el carcter de normatividad que el viens atribuye al
lenguaje, garantiza y legitima una y otra vez la coherencia y la importancia
de su pensamiento en aras de reconducir las tareas de la filosofa y, por
tanto, de revisar y aclarar las estructuras epistemolgicas con las que enfrentamos al mundo.

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HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO.


REFLEXIONES EN TORNO A UNA
EPISTEMOLOGA CULTURAL
Sabine Knabenschuh*

Resumen Este trabajo intenta aclarar si una epistemologa del siglo XXI habra
de caracterizarse por rasgos holsticos o contextualistas, es decir, enfocar principalmente la constitucin del todo en virtud de la parte o
la integracin de la parte en el todo. La respuesta se esboza desde el
pensamiento de Ludwig Wittgenstein, al resaltar las diversas nociones
de contexto, la dicotoma certeza-saber y la conceptualizacin de la
experiencia inmediata. Todo ello proporciona una va hacia un holismo vital, el cual, al develar el pluralismo de nuestros modos de conceptualizacin y comprensin, lleva al reconocimiento simultneo de
compatibilidades e inconmensurabilidades entre diferentes modelos
cognoscitivos e idiosincrasias culturales.
Abstract This paper attempts to clarify whether an epistemology of the twenty-first century should be characterized by holistic or contextualist
features, i. e., to mainly focus on the constitution of the whole by virtue of the part, or on the parts integration in the whole. The answer
is outlined from Ludwig Wittgensteins thought, highlighting the
various notions of context, the certainty-knowledge dichotomy and
the conceptualization of immediate experience. All of that provides a
path towards a vital holism, which, by unveiling the pluralism of our
conceptualization and understanding ways, leads to the simultaneous
recognition of compatibilities and incommensurabilities between different cognitive models and cultural idiosyncrasies.
*
Centro de Estudios Filosficos Adolfo Garca Daz, Crculo Wittgensteineano, Universidad del Zulia, Venezuela.

24

HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO

Palabras clave
Wittgenstein, contexto, certeza, saber, experiencia inmediata, cultura
Keywords
Wittgenstein, context, certainty, knowledge, immediate experience, culture

ivimos en nuestros das un indiscutible


boom del concepto de holismo. En todas
las reas culturales se ha empezado a hablar,
con un entusiasmo poco comn, de visin holstica, acercamiento holstico, investigacin holstica, procedimiento holstico, aplicacin
holstica o prctica holstica. Nos topamos con extensas exposiciones en
torno a un holismo bien sea biolgico, ecolgico, astronmico, poltico,
administrativo o educativo. Vemos intentos de oponer el holismo tanto
al individualismo como al atomismo y de relacionarlo en ocasiones con el
vitalismo, el organicismo, el estructuralismo o la teora del caos, as como
sorpresa! con el cuidado de la piel, las prcticas de yoga o los sistemas
empresariales de intranet. Presenciamos cmo se elogian muy seriamente asuntos que gustan de llamarse holismo creativo para gerentes, terapias holsticas o salud y felicidad holsticas. Y as sucesivamente.
Pero se hace referencia a la misma idea, al mismo concepto, en todos esos casos? O slo tienen en comn querer sealar que algo sucede
referente a un todo, en virtud del cual las partes funcionan a modo de
elementos interrelacionados? Y, de ser as, ser eso suficiente como para
utilizar tan alegremente el concepto en cuestin como estandarte en reas
de la ms diversa ndole?
Lo delicado al respecto es que quirase o no la nocin de holismo muestra su esencia significativa slo en tanto nocin epistemolgica.
Entendida as, est inseparablemente conectada con la trada intencincontexto-cultura, en un sentido que siempre apunta a nuestras vas de conceptualizar el mundo (vale decir, de intentar comprenderlo) de un modo
direccional, sistmico y vital. Entre las tareas actuales de la filosofa se
encuentra, por ende, la de reubicar el concepto de holismo expresamente
en el terreno epistemolgico; lo cual implica una confrontacin de dicha
nocin con otra, muy en boga dentro de la filosofa contempornea misma, la de contextualismo.
He aqu el tema central de la presente contribucin: intentar aclarar
la pregunta de si una epistemologa idnea para los requerimientos del
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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

25

siglo XXI habra de caracterizarse por rasgos holsticos o contextualistas, al


querer que llegue a constituir lo que el sentir actual parece exigir a gritos:
una reflexin gnoseolgica vital y culturalmente orientada, es decir, una
epistemologa cultural.
II 1
Pretendo esbozar una respuesta a estas inquietudes de la mano del pensamiento de Ludwig Wittgenstein, enfocando su desarrollo orgnico y, en
especial, al rol que adquieren los correspondientes textos de los aos treinta y cincuenta (sobre todo las Observaciones filosficas y Sobre la certeza).
Como puntos cruciales al respecto, resaltar las sucesivas modificaciones
de la nocin de contexto, la diferencia entre certezas y saberes y, como
eje del mecanismo epistmico, la manera de conceptualizar la experiencia
inmediata.
Pero antes de exponer algunas reflexiones acerca de esos puntos, convendr aclarar de qu forma manejar aqu las nociones clave de holismo
y contextualismo. Entiendo por contextualismo una perspectiva bsicamente esttica de correlaciones estructurales entre sistemas y elementos
sistmicos, la cual contempla los efectos del todo sobre la parte y viceversa por insertarse elementos individuales en contextos preestablecidos. En
cambio, por holismo entiendo una visin en esencia dinmica de totalidades funcionalmente integradoras de todo elemento individualmente
diferenciable. En el primer caso, lo interactivo se produce a partir de la
integracin de la parte en el todo; en el segundo, a partir de la constitucin
del todo en virtud del encuentro de lo que habrn de ser las partes. Dicho
esto, podemos pasar a indagar cul es la vertiente insinuada por los textos
de Wittgenstein.
a) Segn mi lectura, el pensamiento wittgensteineano se ha desarrollado en torno a una pregunta constante: la pregunta por la relacin articulada hombre-mundo. Este cuestionamiento es abordado por el pensador
En lo que respecta a mi interpretacin del desarrollo de la filosofa wittgensteineana, cfr.
Sabine Knabenschuh, Cmo leer a Wittgenstein? El lugar de los textos transitorios,
Revista de Filosofa, nm.56, Universidad del Zulia, Maracaibo, 2007, pp. 112-120. Algunos
otros puntos del presente captulo aparecen ya, muy escuetamente, en S. Knabenschuh,
Gramtica como principio experiencial: el holismo vital de Wittgenstein, en Jess Padilla
Glvez (ed.), El laberinto del lenguaje. Ludwig Wittgenstein y la filosofa analtica, Cuenca,
Universidad de Castilla-La Mancha, 2007, pp. 84-86, y Grammatik als Erfahrungsprinzip:
Wittgensteins lebensweltlicher Holismus, Idealismus und sprachanalytische Philosophie,
Wittgenstein-Studien (ilwg), vol. 13, Frncfort, Peter Lang, 2007, pp. 118-119. La traduccin
al espaol de los pasajes citados, tanto en este captulo como en el subsiguiente, es de mi
responsabilidad.
1

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26

HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO

austraco desde cuatro ngulos variables, interconectados y slo parcialmente correspondientes a determinadas pocas, que representan diferentes
modalidades de la idea de contextualidad.
Presumo que tal desarrollo se constituy de la siguiente manera:

Partiendo de la conviccin de que su objeto de estudio haba de
ser el lenguaje (lo cual dio lugar a una visin abstracta de la relacin lenguaje-mundo), Wittgenstein lleg a percatarse de que,

para superar las limitaciones de esa visin, era necesario ampliar
sus reflexiones a lo que constituye propiamente nuestro lenguaje
(en respuesta a una preocupacin por el trasfondo epistmico de
dicha relacin);2

enfoque ste que a su vez le proporcion los suficientes elementos nuevos como para interesarse, primero, en el mismo lenguaje
como actividad (acercndose as a la praxis desarrollada delante de
tal trasfondo)

y, segundo, en la historicidad que ha de co-determinar sta (lo que
equivale a preguntarse por los valores epistmicos dentro del marco de semejante praxis y por el rol que en la atribucin de stos
adquiere el acervo cultural).3
Todo ello entendible como un movimiento de lo esttico a lo dinmico, de lo sistmico a lo (sistmico)vital y de la organizacin conceptual
a los mecanismos sincrnicos y diacrnicos que influyen sobre sta desemboca, como queda dicho, en una visin de contextualidad modulada en
cuatro frecuencias diferentes: la combinatoria, la epistmica, la situacional
y la epistmico-histrica.
En este orden de ideas, las Observaciones filosficas, por ejemplo (junto
con los dems textos transitorios), perteneceran segn los resultados
de varios estudios ya efectuados4 bsicamente al segundo de esos apartados; as como, en principio, el Tractatus logico-philosophicus correspondera
2
Cfr. especialmente S. Knabenschuh, En torno a la experiencia: L. Wittgenstein y
C.I. Lewis, Aret. Revista de Filosofa, vol. XIV, nm. 2, Pontificia Universidad Catlica
del Per, Lima, 2002, pp.211247; El mito de la fase verificacionista de Wittgenstein,
Revista de Filosofa, nm. 48, Universidad del Zulia, Maracaibo, 2004, pp.742; La fenomenologa de Wittgenstein: cuestiones terminolgicas, Episteme NS, vol. 25, nm. 1,
Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2005, pp. 128; Gramtica como principio
experiencial: el holismo vital de Wittgenstein, pp. 75-94.
3
Uno de los pocos comentadores que han tratado especficamente esta faceta histricocultural del pensamiento wittgensteineano es David Stern; cfr., por ejemplo, Heraclitus
and Wittgensteins River Images: Stepping Twice into the Same River, Monist, vol. 74,
nm. 4, 1991, pp. 579-604, disponible en <http://trial.epnet.com>.
4
Cfr. Las investigaciones de S. Knabenschuh citadas en las notas de este artculo.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

27

al primero, las Investigaciones filosficas y las Observaciones sobre la filosofa


de la psicologa al tercero, y Sobre la certeza al cuarto.
Ello no significa que quepa hablar de lmites fijos ni, menos an,
de contenidos excluyentes. Pero s se puede afirmar a partir de tal visualizacin que, al desconocerse o subestimarse la ntima relacin entre los
ngulos de, por un lado, los as llamados textos transitorios y, por otro,
los muchas veces olvidados textos posteriores a las Investigaciones, la interpretacin de la obra wittgensteineana ser inevitablemente incompleta y la
bsqueda de elementos de continuidad poco menos que ilusoria; precisamente por perderse la impronta epistemolgica que conllevan los mensajes
wittgensteineanos.
b) Sirva como ejemplo el caso de la distincin entre saber y certeza,
aparentemente un tema surgido de modo muy tardo en los escritos de
Wittgenstein. Pero las apariencias engaan, pues la mencionada distincin
se halla ya encaminada y prefigurada con claridad en la idea de la gramtica especial de las proposiciones genuinas frente a la de las hiptesis, por
cuanto las primeras transmiten una suerte de certezas vitales y no slo,
como las segundas, tentativas de conocer mediante cortes de siempre diferente naturaleza. Lo decisivo al respecto es que negar a la concientizacin
de lo inmediatamente experimentado el estatus de un saber no equivale,
para Wittgenstein, a sealar algo as como un defecto epistmico de la
misma, sino por el contrario una clara ventaja epistmico-vital: la ausencia
de duda.5 He aqu el mensaje wittgensteineano, el cual es replanteado y
ampliado, con un entusiasmo que revela la importancia que tales inquietudes seguan teniendo para su autor, unos veinte aos ms tarde en las
anotaciones publicadas pstumamente bajo el ttulo Sobre la certeza.
En esa otra fase epistemolgica de su filosofa, Wittgenstein extiende
la insistencia de que hay proposiciones empricas acerca de las cuales simplemente no sentimos necesidad alguna de explicarlas (no vemos razones
para cuestionarlas),6 incluyendo ahora ciertos enunciados originalmente hipotticos que por medio de la tradicin y el uso una forma de
vida se han convertido, junto con las proposiciones de la experiencia
5
Cfr. S. Knabenschuh, En torno a la experiencia: L. Wittgenstein y C. I. Lewis; El
mito de la fase verificacionista de Wittgenstein; Tiempo y memoria. Un captulo de gramtica wittgensteineana, Revista de Filosofa, nm.52, Universidad del Zulia, Maracaibo,
2006.
6
En Sobre la certeza, una de las ideas ms importantes acerca de la duda es que, para
ser pertinente, requiere razones [Grnde: cfr., por ejemplo, L. Wittgenstein, ber Gewiheit
(1969), en L. Wittgenstein, Werkausgabe, t. 8, G. E. M. Anscombe y G. H. von Wright
(eds.), Suhrkamp, Frncfort, 1984, 4, p.120, en adelante G seguido del pargrafo y
la pgina], las cuales, en el marco de las Observaciones filosficas, no seran otra cosa, sino
preguntas por pertinencias gramaticales.

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HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO

inmediata, en pedestales de nuestras tentativas de conocer.7 En ambos casos sostiene, se trata de proposiciones que nos constan [feststehen]8
y que, as, pertenecen al andamiaje [Gerst] de todo nuestro razonar y
argumentar en torno al mundo emprico,9 que pertenecen a una visin del
mundo y actan como goznes de nuestros movimientos epistmicos dentro del marco de sta: [L]as preguntas que hacemos y nuestras dudas estriban en que ciertas proposiciones se encuentran exceptuadas de la duda [en
que stas son,] por as decir, los goznes sobre los cuales se mueven aqullas
[] Mi vida consiste en darme por satisfecho con unas cuantas cosas.10
Aqu reaparece con toda claridad aquella certeza cuyas dos facetas
nocionales son la contextualizacin vital y la funcin gramatical.11 Es en
este sentido que Michael Kober atribuye (de forma acertada) a las proposiciones en cuestin el rol de normas epistmicas adquiridas en el contexto
de una praxis.12 Ciertamente, se trata de normas siempre tentativas, puesto
que no puede excluirse nunca lo que cabra llamar la certeza fallida. Ser
con vista en ello que en Sobre la certeza, finalmente, se formula lo que las
Observaciones filosficas haban dejado an implcito: el que no slo nuestros conocimientos sino tambin nuestras certezas resultan ser, en todo
momento, provisionales.13
c) A fin de dar solidez a este captulo, hemos de retomar ahora con
ms detalle la articulacin de la experiencia inmediata, aclarando el rol
epistmico que se le asigna, y la evaluacin epistemolgica que subyace
a tal asignacin. De qu manera se integra lo inmediatamente experimentado en nuestra vida epistmica si, por un lado, no consiste en meros
estmulos, pero, por otro, tampoco nos autoriza a afirmar (ni siquiera con
la provisionalidad que ello implicara) que sabemos algo?
Dirijamos nuestra atencin a los ejemplos paradigmticos que aparecen con distintas variaciones en los textos wittgensteineanos de los
aos treinta: las proposiciones del tipo veo una mancha roja y las del tipo
tengo dolor de muelas. Ya el hecho de que tales tipos de proposiciones
se equiparen bajo un denominador comn es revelador, pues implica la
inclusin, en el campo de la experiencia inmediata (emprica), de un tipo
de sensibilidad que podra adscribirse bien sea al mbito de la sensacin,
bien sea al de los sentimientos, que por tanto establece un puente entre
Cfr., por ejemplo, ibidem, 12, p.119; 154155, p.152.
Cfr., por ejemplo, ibidem, 112, p.143.
9
Cfr., por ejemplo, ibidem, 211, p.162.
10
Ibidem, 341, p.186; 344, p.187.
11
Cfr., por ejemplo, ibidem, 340, p.186.
12
Cfr. Michael Kober, Gewiheit als Norm. Wittgensteins erkenntnistheoretische Untersuchungen in ber Gewiheit, Berln, Walter de Gruyter, 1993, pp.212215.
13
Cfr. la imagen del ro, G, 9697 y 99, p.140.
7
8

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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la esfera perceptiva y la as llamada esfera psicolgica el puente de la


direccionalidad o intencin. Aprovechar semejante puente puede resultar
sumamente importante para una concepcin epistemolgica integral que
enfoque nuestros encuentros articulados con el mundo vital en su totalidad; en especial, si tal concepcin se encamina como en el caso de Wittgenstein sin caer en una psicologizacin de los concernientes procesos o
estados. Desde su punto de vista, lo decisivo para nuestra vida epistmica
no es que tratemos de adaptar nuestras manifestaciones y conceptualizaciones comunicables a lo privado de nuestras experiencias, sino que, por el
contrario, procuramos insertar ste en los dominios de aqullas.
En las Observaciones filosficas (y textos afines), esas ideas toman
cuerpo dentro del marco de las consideraciones acerca del uso de los pronombres de primera persona singular. Segn all se presenta, tal uso constituye una de las maneras de representacin ms equvocas de nuestro
lenguaje,14 por cuanto pretendemos ayudarnos con un modo de expresin
que marca el yo como el centro de una proposicin, cuando dicho centro
es el nico posible y, por tanto, no diferenciable. Qu en mi experiencia
pregunta Wittgenstein justifica el mi en yo siento mi dolor? Dnde est la multiplicidad del sentimiento que justifique esta palabra?15 La
respuesta es obvia: no hay, en la experiencia inmediata, tal multiplicidad,
es decir, no se trata de una dimensin que disponga de una coordenada sobre la cual la primera persona singular pueda marcar uno de varios puntos
posibles. As, el uso de la mencionada palabra (mi) no est, en realidad,
justificado, pues sta slo puede estar justificada si en su lugar tambin
puede estar otra.16
Ciertamente, con ello no se pretende decir que tales expresiones en
primera persona singular no deban emplearse. Ms bien se seala que su
uso exige estar consciente, primero, de su carcter epistmicamente redundante y, segundo, del hecho de que las usamos porque nuestro lenguaje
cotidiano suele ser el lenguaje fsico; de manera que debemos desdoblar
nuestro dispositivo lingstico cuando queremos articular los contenidos
de la experiencia inmediata. Pero en ningn momento esto convierte el espacio de la experiencia inmediata en un espacio subjetivo: [l]o esencial
puntualiza Wittgenstein referente al caso del espacio visual es que la
L. Wittgenstein, Philosophische Bemerkungen (1964), en L. Wittgenstein, Werkausgabe,
t. 2 [ed. de Rush Rhees], Suhrkamp, Frncfort, 1984, 57, p.88. En adelante PB, seguido
del pargrafo y la pgina.
15
Ibidem, 63, p.93.
16
Idem. Y lo que pareciera ser tal posibilidad de estar otra pensemos, por ejemplo,
en el paso de mi dolor a su dolor no es sino la (siempre latente) posibilidad de abandonar el mbito de la experiencia inmediata y ubicarnos en otro espacio y otra gramtica;
cfr., por ejemplo, PB 66, p.95.
14

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30

HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO

representacin del [= en el] espacio visual representa un objeto, y no contiene ninguna insinuacin de un sujeto.17 En otras palabras, la inmediatez de
las percepciones y sensaciones corporales no ha de confundirse, en tanto
que presenten contenidos concientizables, con una supuesta subjetividad
o privacidad de stos.
La caracterstica esencial de la experiencia inmediata es ms bien una
inherente seguridad, confianza o certeza vital, manifiesta en las aserciones
experienciales que proferimos en todos los mbitos de nuestra vida a
partir de las situaciones que Wittgenstein denomina perspicazmente situaciones de familiaridad [Wohlbekanntsein / Wohlbekanntheit]: un reposar
[ruhen] en algo que percibimos o sentimos sin cuestionar ni analizarlo.18
Sentimos ste es el mensaje tal certeza vital especialmente en el trato
directo con los sucesos (aunque como muestra Sobre la certeza, tambin en el manejo de ciertas informaciones aceptadas), a la vez que sentimos, respecto de nuestros criterios de pertinencia, una certeza gramatical.
Y la funcin de semejante doble (o triple) certeza dentro del marco de
nuestra vida epistmica no es otra sino la de servirnos (aunque siempre en
forma provisional) de punto de apoyo; no, ciertamente, para cumplir la antigua promesa de mover el mundo, pero s para interrogarlo una y otra vez.
Con ello tambin se aclara el misterioso postulado wittgensteineano
de que el anlisis fenomenolgico (la consideracin de las articulaciones de la experiencia inmediata) apunta a lo esencial [das Wesentliche] de
nuestro lenguaje y de nuestra episteme vital.19 Recalcando que el lenguaje abstracto (especficamente, el matemtico) no constituye un lenguaje
que tenga una gramtica, sino que es gramtica20 (de modo que no puede
alcanzar el factor vital de nuestros contactos con la realidad), y que las
articulaciones hipotticas conllevan una insalvable distancia epistmica entre expectativa y cumplimiento (lo cual impide que expresen la esencia de
dichos contactos), Wittgenstein insina que la potencialidad de mostrar lo
esencial de los encuentros hombre-mundo no puede recaer sino sobre las
articulaciones de la experiencia inmediata.
Desde luego, no faltar quien, en atencin a tales consideraciones,
(re)plantee la pregunta de si no hay, despus de todo, alguna clase de fundacionalismo en la filosofa antifundacionalista de Wittgenstein. Veamos: lo
que muestran las investigaciones gramaticales wittgensteineanas es un prinPB, 71, p.100 (nfasis mo).
Cfr., por ejemplo, L. Wittgenstein, Philosophische Grammatik (1969), en L. Wittgenstein, Werkausgabe, t. 4, Rush Rhees (ed.), Suhrkamp, Frncfort, 1984, I 115116, pp.
165166. En adelante PG, seguido de parte (I o II), pargrafo y pgina.
19
Cfr. por ejemplo, PB, 1, p.51.
20
Cfr. por ejemplo, ibidem, 178, p.218; 114, p.135.
17
18

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

31

cipio funcional que consiste en la flexibilidad de nuestros dispositivos conceptuales a ser aplicados segn una u otra manera de ver; y como entre todas ellas
hay una, la inmediata, la cual nos conecta con la realidad sin necesitar otra
cosa que la mera ubicacin gramatical, all ese principio se manifiesta podramos decir por definicin. Vindolo as, el mecanismo de la captacin
y articulacin de lo inmediatamente experimentado puede considerarse, en
efecto, fundamental: no como garanta inferencial o soporte ontolgico,
pero s como raz vital.21 Darle a semejante perspectiva el nombre de fundacionalismo sera cuestin terminolgica.
Lo que puede afirmarse con seguridad es que aquello llamado ocasionalmente por Wittgenstein la red a la cual pertenece la proposicin o el
entorno gramatical de la proposicin22 constituye una suerte de contexto
elemental o esencial, previo a toda contextualidad combinatoria (o lgicoformal) y de toda contextualidad situacional (o pragmtica). Insinuacin
que considero nos autoriza a hablar de un holismo vital.
III
Quisiera reforzar lo expuesto con una breve mirada crtica a lo que la literatura secundaria ha aportado sobre el particular, pues debe reconocerse
que la idea de un holismo wittgensteineano no es nueva. El problema
consiste en que pocas veces queda claro lo que viene siendo precisamente
la pregunta central del presente trabajo: si lo que se pretende descubrir
es un contextualismo o propiamente un holismo (en las acepciones antes
esbozadas).
La misma terminologa empleada en los diferentes estudios suele
reflejar esta situacin de indeterminacin conceptual. As, ya se ha hablado tanto del desarrollo progresivo de una en el Tractatus incipiente
21
Cfr., al respecto, Philosophie, en James C. Klagge y Alfred Nordmann (eds.),
Philosophical Occasions 19121951(1993), Indianapolis/Cambridge, Hackett Publishing
Company, 1994, 88, p. 168: La palabra fundamental, all donde siquiera tiene una
significacin [Bedeutung], no puede [] significar nada metalgico o filosfico. La
investigacin de la gramtica es fundamental en el mismo sentido en que podemos llamar fundamental al lenguaje [por ser,] digamos, su propio fundamento. Tambin, L.
Wittgenstein, Wittgensteins Lectures. Cambridge 1930-1932 [ed. de Desmond Lee ], Basil
Blackwell, Oxford, 1980, B IV, p.34: Nunca llegamos a proposiciones fundamentales en
el curso de nuestras investigaciones; nos topamos con [get to] el lmite del lenguaje que nos
impide seguir haciendo preguntas. En este contexto, Roger F. Gibson llega a atribuir a la
imagen del ro de Sobre la certeza un fundacionalismo relativo, dejando sin embargo claro que tal fundacionalismo no habra de entenderse como opuesto a una visin holstica.
Cfr. Roger F. Gibson, Quine, Wittgenstein and Holism, en Robert L. Arrington y HansJohann Glock (eds.), Wittgenstein and Quine, Routledge, Londres/Nueva York, 1996, p.93.
22
PG I, 101, p.149; 104, p.153 (nfasis mo).

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32

HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO

conviccin contextualista23, como de un dictum holstico tractariano


que, debido al aumento de la relevancia contextual, da lugar a la constitucin de un holismo semntico24; tanto de la evolucin paulatina de
una visin contextualista y holstica ya prefigurada en el Prototractatus,25
como de un holismo caracterstico de los aos treinta y disuelto posteriormente en una visin del lenguaje como conglomerado;26 tanto de
un holismo lgico con tendencia a desembocar en un idealismo lgico
transcendental27, como de un proceso trifsico que convierte el atomismo lgico del Tractatus, mediando un holismo lgico en los aos treinta, en un holismo prctico a partir de los cuarenta28; y as sucesivamente.
Dado este panorama, considero que uno de los intentos ms logrados
de visualizar el peculiar holismo de Wittgenstein se encuentra en un artculo de David Pears,29 quien indica que una de las principales limitaciones
del pensamiento tractariano consisti en presuponer que una estructura
holstica debe ser homognea.30 Esto es, sin duda, cierto (entendiendo el
ambiguo trmino homogneo como disponibilidad de un solo principio
de funcionamiento), as como es cierto que el posterior abandono del postulado de las proposiciones elementales mutuamente independientes dio
inicio a una modificacin de tal presuposicin por provocar la diversificacin del espacio lgico tractariano en conforme anota Pears sistemas
ms pequeos cada uno de los cuales corresponde a un fragmento de lenguaje diferente.31
Por esta va, Pears llega a hablar de un holismo de contraste [holism
of contrast] que, a partir de los aos treinta, empieza a sustituir el holismo
23
Cfr. Carla Cordua, Wittgenstein. Reorientacin de la filosofa, Dolmen, Santiago,
1997, pp. 367371; tambin G. P. Baker y P. M. S. Hacker, Wittgenstein, Meaning and
Understanding (Essays on the Philosophical Investigations, Vol. 1), Basil Blackwell, Oxford
(Inglaterra) / Cambridge (Estados Unidos), 1992, pp.145170.
24
Cfr. Nicholas F. Gier, Wittgenstein and Phenomenology. A Comparative Study of the Later Wittgenstein, Husserl, Heidegger and Merleau-Ponty, State University of New York Press,
Albany, 1981, pp.7, 79, 85, 205 y passim.
25
Cfr. Michael Kremer, Contextualism and Holism in the Early Wittgenstein: From
Prototractatus to Tractatus, Philosophical Topics, vol. 25, nm. 2, The University of Arkansas Press, Fayetteville, 1997, pp.87120.
26
Cfr. M. Kober, op.cit., pp.50, 60, 64 y passim.
27
Cfr. David Charles McCarty, The philosophy of logical wholism, Synthse, vol.87,
nm. 1, Kluwer, Dordrecht, 1991, pp.51123.
28
Cfr. D. G. Stern, Wittgenstein on Mind and Language (1995), Nueva York / Oxford,
Oxford University Press, 1996, pp.91127.
29
David Pears, Wittgensteins Holism, Dialctica, vol. 44, nm. 1/2, Berna, esap,
1990, pp.165173. Debo aclarar que Pears no utiliza trminos como "contextualismo combinatorio" y "holismo integrador" (que, confieso, son de mi responsabilidad).
30
Ibidem, p.167.
31
Ibidem, p.168.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

33

de uniformidad [holism of uniformity] tractariano. La idea nueva puntualiza fue que experimentamos cada parte del lenguaje en sus relaciones con otras partes vecinas.32 Idea que el mismo Pears parece aprobar
plenamente cuando concluye que [e]s un importante rasgo holstico de
nuestro uso del lenguaje el que, efectivamente, tengamos nocin de dnde
nos hallamos, en cada momento, en el espacio lgico.33
Lo valioso de esta interpretacin consiste en evidenciar que el holismo
wittgensteineano tal como empez a desarrollarse en la poca de las Observaciones filosficas es una visin, no de una totalidad completa, cerrada
o sistmica (como lo formulara, por ejemplo, Michael Kober),34 sino de
una diversidad de modos de organizacin conceptual interrelacionados
que slo adquieren un carcter de totalidad en virtud de compartir una
dinmica de ubicacin.
Este factor tambin fue percibido y expresado mediante un precioso (pero, como tal, intraducible) juego de palabras por David McCarty:
para Wittgenstein escribe comprender [understanding] es ms bien
algo as como [un] estar ubicado [standing]. Al estar ubicado, uno toma
una posicin o adopta una perspectiva dentro de un escenario [setting]
objetivo. El marco [setting] operativo [a su vez,] es lo que opto por llamar
el mecanismo del lenguaje.35
Bien mirada, tal observacin incluso va ms all de la idea de Pears,
por insistir en algo que nunca debera olvidarse al tratar de captar la naturaleza de las investigaciones gramaticales de Wittgenstein: la dependencia de cualesquiera perspectivas que podamos adoptar, tanto de un escenario objetivo (las potencialidades manifestativas de la realidad), como de
un marco operativo (nuestras potencialidades de acercarnos al mundo).36
Ahora bien, reflexiones como las de Pears y McCarty nos ayudan a seguir aclarando el panorama ya antes bosquejado. En efecto, la red gramatical configurada por las relaciones internas wittgensteineanas (tal como se
expresan en las articulaciones de la experiencia inmediata) parece constituir,
como habamos dicho, un contexto elemental o vital cuya dinmica invita a
una visin holstica (ms que contextualista) de nuestras posibilidades de
ubicarnos en diversos ngulos ante el mundo. Una visin que es propiamente holstica, porque supera la idea de la mera insercin en contextos
(sean stos combinatorios o situacionales), subrayndose ms bien que la
captacin y articulacin puntual obedece a un mecanismo de variacin de
Ibidem, pp.170171.
Ibidem, p.173.
34
M. Kober, op. cit., p.50.
35
D. C. McCarty, op. cit., pp.72-73.
36
Cfr. tambin ibidem, p.78.
32
33

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34

HOLISMO VS. CONTEXTUALISMO

perspectivas en tanto que fundamental y esencial a todos nuestros modos


de acercarnos al mundo.
IV
Si, entonces, podemos hablar con propiedad de un holismo vital presentado o al menos insinuado por los textos wittgensteineanos (sobre todo
los de principios de los aos treinta y cincuenta), de qu manera podra
ste ofrecer una va hacia una epistemologa cultural?37 Pues bien, parece
que nuestro autor logra encaminar una especie de antropologa cultural
desde consideraciones del lenguaje epistemolgicamente relevantes: al develar
el pluralismo de nuestros modos de conceptualizacin y comprensin, su
visin podra generar una filosofa que ilustre, en respuesta a una actualsima inquietud, el funcionamiento de las relaciones tanto intra como
interculturales.
De esa manera, Wittgenstein, si bien sera exagerado llamarlo un filsofo de la cultura, podr ayudarnos a nosotros a edificar una epistemologa
cultural que haga justicia a las exigencias de nuestros das, dado que, en
ltima instancia, vale lo mismo para los microniveles de las gramticas y los
macroniveles de las culturas. Despus de todo, si queremos hablar de concordancias o conflictos culturales, hemos de tener en cuenta a partir de qu
trasfondos epistmico-conceptuales se producen.
Cabe aadir que, acorde con semejante visin (post)wittgensteineana,
tales trasfondos tienen dos vertientes. Por un lado, se configuran sistemas
de conceptualizaciones los cuales de iure pueden coexistir armnicamente,
por cuanto se disponen en un mecanismo dinmico cohesivo que viene
siendo, segn el caso, la gramtica de un lenguaje (y la cultura de una comunidad) o el acervo (gramtico-)cultural humano. Por otro lado, nuestra
experiencia cotidiana (dentro de la respectiva sociedad o a escala mundial)
nos ha enseado que de lo compatible no cabe afirmar que tambin se
pueda mezclar, pues ello presupondra una congruencia que no est dada:
el intento de insertar elementos de un sistema en otro lleva a sinsentidos
los cuales slo pueden evitarse si se est consciente de que, al insistir en
dicho intento, estamos o bien formulando simples reglas gramaticales, o
37
Algunas de las observaciones finales que siguen ya se adelantaron en mis conferencias
Compatibilidad vs. conmensurabilidad. La gramtica wittgensteineana ante un reto (inter) cultural (II Congreso Wittgenstein en espaol, Universidad de Lans, Buenos Aires,
del 11 al 15 de mayo de 2009) y Gramticas y culturas. Hasta dnde llega el comprender
a lo Wittgenstein? (8 Ciclo de Ponencias del Crculo Wittgensteineano, Wittgenstein y
Gadamer: dos visiones de la comprensin, Universidad del Zulia, Maracaibo, 1 y 2 de julio
de 2009).

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

35

bien constituyendo un sistema nuevo, diferente de los dos iniciales. En


resumidas cuentas, la filosofa de Wittgenstein nos lleva sirvindonos
de punto de partida al reconocimiento simultneo de compatibilidades e
inconmensurabilidades en la confrontacin de distintos modelos cognoscitivos y, por ende, idiosincrasias culturales.
He aqu lo que buscbamos: una va hacia una epistemologa culturalmente orientada. Tal vez la nica epistemologa con futuro a partir
de este siglo xxi; pues la consideracin acerca del comprender ha de ser,
indefectiblemente, una consideracin acerca del quehacer cultural. Nuestros polifacticos modos de comprender son los que constituyen nuestras
culturas, as como nuestras polifacticas culturas le ofrecen al comprender
un suelo sobre el cual moverse con relativa seguridad y confianza. De hecho, la relacin es de equivalencia: tenemos culturas segn comprendemos
/ conceptualizamos; y comprendemos / conceptualizamos segn la cultura
en la cual estamos insertos. Y huelga decir que cultura viene siendo todo
proceso relacionado con el (y todo resultado del) encuentro hombre-mundo; proyctese ste en un mbito cientfico, artstico, religioso, poltico,
econmico o, sencillamente, en el mbito (moral, prctico o de sentido
comn) de la vida cotidiana.

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PENSANDO EL CONTEXTO.
LA CULTURA COMO REALIZACIN EPISTMICA
Rafael Balza-Garca*

Resumen La nocin de cultura ha sido un tema clave en filosofa y en ciencias


sociales. Muchas han sido las posiciones tericas que la han abordado
y las definiciones que se le han planteado; sin embargo, dista mucho
de ser un elemento de anlisis acabado y definido. En tal sentido, este
trabajo con la obra wittgensteineana de fondo presenta elementos de anlisis que se enfocan en describir y examinar uno de los aspectos clave y poco estudiado de los sistemas culturales, a saber,
su carcter epistmico; y cmo ello configura nuestros intercambios
sociales e institucionales.
Abstract The notion of culture has been a key issue in philosophy and social sciences. Many have been the theoretical positions that have addressed this problem and the definitions that have been given to it;
however, it is far away from being a finished and defined element of
analysis. In this sense, this paper which is based on Wittgensteins
work shows elements of analysis that focus on describing and
analyzing one key, yet understudied, aspect of cultural systems, namely, their epistemic character; and how this constitutes our social
and institutional exchanges.
* Universidad Pedaggica Experimental Libertador-iprgr / Universidad Catlica Cecilio Acosta / Crculo Wittgensteineano, Venezuela.

38

PENSANDO EL CONTEXTO

Palabras clave
certeza, cognicin, percepcin, etnoepistemologa, sociedad, antropologa
Keywords
certainty, cognition, perception, ethnoepistemology, society, anthropology

in duda, uno de los conceptos clave y una


de las nociones ms problemticas tanto en
filosofa de la cultura como en antropologa
(cientfica) es el de cultura. Como espacio de configuracin y realizacin
de toda accin humana, sta define los lmites y las posibilidades de la
conducta, los pensamientos, las relaciones sociales y nuestra imagen del
mundo. No en vano es nuestro elemento distintivo frente a otras especies.
Sin embargo, aunque represente una apertura a nuevas posibilidades cognitivas, prtesis y extensiones anatmicas, conlleva, tambin, la demarcacin de lmites simblicos. Con la adquisicin de formas culturales,
el organismo empieza a desdoblarse en una alteridad que lo amplia y enriquece, pero que, tambin, lo envuelve y lo condiciona.1 Este condicionamiento se objetiva en toda conducta y prctica social y en toda relacin
humana regulada por normas y regida por instituciones. Lo que tenemos,
entonces, es un gran aparato simblico que amplia nuestras posibilidades
de realizacin orgnica, aunque, adems, nos indica cmo ver el mundo.
Por ello, se ha convertido en fuente de debate y de desarrollo de las ms
variadas posiciones tericas dentro de los estudios sociales y la filosofa.
La cultura es el mbito donde nuestras capacidades cognitivas (filogenticamente adquiridas) filtran y ordenan los datos sensoriales hacia
un contexto perceptivo, a partir de la articulacin epistmica del mundo;
indispensable, esta ltima, para que el contexto se realice, demarque
nuestra vida simblica y d posibilidad y sentido a nuestras manifestaciones (culturales),2 por lo que, ms all de considerar a la cultura ese todo
1
Jos Lorite Mena, Estructura y mecanismos de la cultura, Filosofa de la cultura,
Madrid, Trotta, 1998, p. 60.
2
La cultura no puede crearse y las capacidades cognitivas filogenticamente adquiridas
no se expanden si no hay una articulacin epistmica del mundo (el encuentro hombremundo), pues la cultura no existe a lo interno de las redes sinpticas ni del funcionamiento
cerebral; muy al contrario, la capacidad expansiva de este ltimo depende de la constitucin simblica de la realidad.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

39

complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, la


ley, las costumbres y cualesquiera otros hbitos y capacidades adquiridos
por un hombre como miembro de la sociedad,3 los contextos culturales representan espacios constitutivos de nuestra visin y comprensin del
mundo (Weltanschauung). La cultura no es slo una suma de partes ni
un todo complejo que engloba cualquier accin, objeto o pensamiento
humano, define, adems, todo curso de accin posible; no porque la accin, los pensamientos, los hbitos, etc., sean parte o elementos de algo
llamado cultura, como algo que existe fuera y concuerda o no con el
sistema cultural, sino la cultura como componente epistmico de la accin
y los pensamientos. As bien, podramos afirmar que no existen objetos,
hbitos o pensamientos fuera de su orden reglamentario y del uso dentro
de un contexto; no hay acciones, pensamientos o hbitos ms all de lo
que la cultura les permite, pues la accin y pensamiento ya concuerda
con el contexto. Las culturas son una especie de medida de cmo ver y
hacer las cosas, y en eso, precisamente, radica parte de su contextualidad.
No hay una experiencia (absoluta) ni esquemas mentales que las validen o
las falseen, pues incluso la experiencia es constituida por ellas desde un
contexto. La(s) experiencia(s) (y vivencia[s]) es (son) formada(s) desde
las relaciones internas que se establecen, se dan y son posibles dentro de
su permetro.
En su carcter de fundamento, aludiendo en parte a la nocin de
habitus de Pierre Bourdieu4 (y en grado sumo a la nocin wittgensteineana
de certeza vital), es estructurante de lo que digo y del modo en que conviven los elementos (las acciones, los hechos, las creencias y las relaciones
sociales) dentro de los contextos simblicos. Los contextos culturales son
constitutivos del propio estado de las cosas y las creencias, no porque
estas ltimas tengan un tipo de uso, una funcin social o una manera de
conocerlas, sino porque los contextos crean un orden de posibilidades y
3
E. Tylor, La ciencia de la cultura, en J. S. Kahn (comp.), El concepto de cultura. Textos
fundamentales, Barcelona, Ediciones Anagrama, 1975, p. 29.
4
De acuerdo con la definicin clsica de Pierre Bourdieu, podramos decir que la cultura puede entenderse como un habitus, en tanto que sistema de disposiciones duraderas y
eficaces; en cuanto esquema de clasificacin que orienta la percepcin y las prcticas ms all
de la conciencia y el discurso, y funciona por transferencia en los diferentes campos de la
prctica. Estructura estructurada, en cuanto proceso mediante el cual lo social se interioriza
en los individuos, y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas. Estructuras predispuestas a funcionar como estructurantes; es decir, como principio de generacin
y de estructuracin de prcticas y representaciones. Vid. Pierre Bourdieu, La distincin,
Madrid, Taurus, 1988; Estructuras, hbitos y prcticas, en G. Gimnez (comp.), La teora
y el anlisis de la cultura, Guadalajara, Mxico, Secretara de Educacin Pblica/Comecso/
Universidad de Guadalajara, 1987.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 37-56

40

PENSANDO EL CONTEXTO

un espacio de sentido que permite integrar a las cosas, el mundo y las


creencias. se es el sentido en el que decimos que los contextos culturales
son constitutivos de la naturaleza o esencia de las cosas y las creencias
(son constitutivos epistmicos). Cualquier objeto cultural o relacin social
no es nada ms que lo que los contextos culturales le hacen ser; su esencia o naturaleza queda delimitada y agotada por las reglas del juego y no
porque estas ltimas sean algo que se le apliquen por una relacin mediofin, sino ya que las reglas los constituyen. No hay algo ms fuera de los
contextos en el sentido de que, si lo hubiera, no desempeara algn papel
en ellos; algo as como una naturaleza o una realidad extracultural que permita medir el estado de las cosas, las creencias y las relaciones sociales,
pues la medida est amarrada al sistema. Si asumimos un mundo ms all
de lo que los contextos son, estaramos apelando a una naturaleza que
contraviene todo contexto, puesto que le adjudicaramos una realidad
sin pertinencia (lgica) que no tiene nada que ver con lo que el contexto
cultural ha dado por llamar mundo. Existe un orden de posibilidades
epistmicas desde donde se miden y se piensan las cosas y el mundo;
pensar que hay algo trascendente al orden con el cual pudisemos contrastar o medir sentidos es absurdo.
Cmo podemos hablar o suponer un mundo sin los propios contextos? Cmo medir algo como un suceso, un hecho, un objeto o un
pensamiento si no estn en el mismo orden epistmico en el que se espera
est tanto lo que se pretende medir como lo que mide? Cuando queremos acercar un mundo externo para probar o explicar la realidad
cultural, ste no puede ser ms sino lo que la cultura le seale, y en ese
sentido, deja de ser una prueba externa para convertirse en expresin de
la cultura. He ah la paradoja, la cultura no puede ser slo el resultado de elementos externos al sujeto, pues incluso los mismos elementos son configurados por sta; de manera que no es slo un espacio social para interactuar,
un conjunto de creencias o hbitos, es el orden de posibilidad. No slo es la
manifestacin de prcticas, creencias o cualquier otro hbito, es la fuente
de la constitucin de lo que hemos de comprender por mundo y hombre. Precisamente esto ltimo garantiza que la vida social y las instituciones funcionen, porque, all donde hay un modo de vida social, subyace un
principio epistmico regulador de la cultura; principio que intentaremos
describir y puntualizar sobre la base del concepto de certeza vital abordado
por Wittgenstein en obras como Sobre la certeza.5 Pero, antes de analizarlo
y aplicarlo a la comprensin de la cultura, nos parece pertinente abordar
5
Ludwig Wittgenstein, Sobre la certeza, Barcelona, Gedisa, 1997, 472-473. En adelante,SC.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

41

las definiciones clsicas que acerca de la cultura existen en antropologa,


un poco para contrastarlas con nuestra visin epistmica de sta.
II
El concepto de cultura representa, por un lado, un concepto polismico,6
debido a la amplitud de significados que puede tener; por el otro, ha
sido importante dentro de la antropologa y la filosofa de la cultura para
comprender la naturaleza humana. Ciertamente, respecto de la palabra,
es un concepto amplio y multvoco que puede crear fuertes discusiones en el mbito acadmico; y, aunque representa un concepto clave para
comprender las acciones humanas, como seala Miguel Reale, no puede
pasarse por alto la propia amplitud de la palabra cultura, multvoca y
polmica en s misma, y de la que no existe un nico concepto que pueda
ser acogido sin reservas o sin fuertes contradicciones.7 Ahora, aunque esta
polisemia puede establecer en grado sumo, para la antropologa y la filosofa de la cultura, cierta barrera en la constitucin de una teora nica de
la cultura, el hecho de no existir una nica fuente de significacin de este
concepto (al menos en el mbito cientfico y acadmico) permite plantear
las ms variadas creaciones tericas para su explicacin. Por ello, aun
cuando pueda provocar las ms diversas perspectivas, es imposible dejarlo
a un lado y siempre podrn proponerse modos alternos de entender su
funcionamiento.
El concepto de cultura,8 que procede del latn cultus y significa cuidado del campo o del ganado,9 ha tenido distintas definiciones y concep-

6
A este respecto, el texto ya clsico de Kroeber y Kluckhohn es ilustrativo sobre el
centenar de definiciones que pueden existir para dicho concepto. Cfr. A. Kroeber y K. Clyde,
Culture. A Critical Review of Concepts and Definitions, Nueva York, Vintage Books, 1963.
7
M. Reale, El concepto de cultura, sus temas fundamentales, Filosofa de la cultura,
Madrid, Trotta, 1998, p. 37.
8
Es tanta la presunta ambigedad semntica del concepto cultura, que antroplogos como Adam Kuper han querido eliminarlo del lxico antropolgico: cuanto ms se
considera el mejor trabajo moderno de los antroplogos en torno de la cultura, ms aconsejable parece el evitar semejante trmino hiperreferencial y hablar con mayor precisin de
conocimiento, creencia, arte, tecnologa, tradicin, o incluso ideologa. A. Kuper, Cultura,
la versin de los antroplogos, Barcelona, Paids, 2001, p. 12. Sobre esto, vale decir que la cultura no es slo lo expresado por Kuper, visin clsica, sino es la constituyente de nuestro
campo vital; el modo como toma forma nuestro campo visual y perceptivo. Reducirla a
algunos de los conceptos mencionados es ignorar su importancia epistmica como conformadora de nuestra Weltanschauung.
9
Denys Cuche, La nocin de cultura en las ciencias sociales, Buenos Aires, Nueva Visin,
1999, p.10.

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42

PENSANDO EL CONTEXTO

ciones dentro del mbito de las ciencias sociales,10 la filosofa y a lo largo


de la historia de la antropologa11 cientfica (yendo desde una concepcin
social hasta una estructural y simblico-cognitiva; pero, en muchos casos,
no en una lnea epistmica). Aunque en su etimologa se encierra ya un
significado vinculado con lo productivo y procesual, pues ya se matiza
la idea de producto, es en gran medida dentro del campo antropolgico
donde adquiere una connotacin cientfica en tanto constructo que intenta explicar toda accin y producto humano. En un sentido originario,
signific agricultura: Pero tambin culto, homenaje, adoracin; y que
a travs de su nombre se hablaba de la labor de las tierras y, de un solo
golpe, de la labor de las almas. Con esto [] podemos ver que cultura
comenz refirindose a un proceso, el proceso del cultivo y la adoracin, y
que una vida de siglos termin convirtindola en signo de un producto, el
resultado de un proceso: la obra, la cosa realizada, liberada ya del cuerpo
que le dio vida.12
Aunque con base en un significado relacionado con la agricultura,
ya la etimologa cerca un concepto sobre la idea de hacerse, con constituirnos como seres humanos y con dejar algo detrs de ese hacer. La
etimologa describe una situacin de cambio y adquisicin relacionada
con la forma en la que nos configuramos desde la ambigedad al sentido.
Como proceso que define una obra y la culminacin de sta, la etimologa devela la idea de realizacin y de postrarse ante un resultado, i.e., ante
una imagen, un smbolo, etc. Todo producto es exaltado como una apreciacin de lo que tiene significado para el hombre, sobre lo que se delata
delante de m, configurndome desde afuera; mirndome y definindome. As, la cultura es realidad constitutiva de sentidos y productos extrasomticos13 a los que me inclino siguiendo normas. sa es la razn base
Como bien nos muestra Kroeber y Kluckhohn, as como Daz de Rada, aun dentro
del campo y desarrollo de la antropologa, y reas afines dentro de las ciencias sociales como
la geografa (geografa cultural), la historia o la sociologa, el concepto de cultura adquiere
diferentes visiones y definiciones. Cfr. ngel Daz de Rada, Cultura, antropologa y otras
tonteras, Madrid, Trotta, 2003.
11
Es necesario comentar aqu, para evitar malas interpretaciones, que nuestro inters no
es hacer una historia del concepto de cultura, sino tomar los aspectos ms relevantes que la
caracterizan considerando los aportes de antroplogos y filsofos e ir confrontndolos con
algunas ideas wittgensteineanas.
12
A. Daz de Rada, op. cit., p. 28.
13
A este respecto, sobre la exterioridad de la cultura, Leslie White apunta: la cultura
se convierte en un conjunto de elementos extrasomticos. Se mueve de acuerdo con sus
propios principios, sus propias leyes; es una cosa sui generis. Sus elementos interactan los
unos con los otros, formando nuevas combinaciones y sntesis. Nuevos elementos son introducidos en esa corriente de vez en cuando y viejos elementos desparecen. Leslie White, El
concepto de cultura, en J. S. Kahn, (comp.), El concepto de cultura. Textos fundamentales,
10

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

43

por la que la etimologa de la palabra se adhiere a lo que humanamente


somos: producto; en cierto sentido esttico, como creacin. Esta idea nos
instala ante una realidad de la cultura como permetro de lo que hacemos y como marco de interpretacin de los procesos y las relaciones humanas: somos el resultado de un proceso constitutivo contextual. Este proceso
es apreciado, en el marco de la antropologa cientfica, en particular desde
aspectos que giran en especial alrededor de las instituciones, patrimonios,
tradiciones, creencias, esquemas cognitivos y, en gran medida, desde los
vnculos y los intercambios sociales.
En una lnea por dems social, las primeras apreciaciones a comienzos de las ciencias sociales de la idea de cultura se generaron a partir
de un nfasis sobre lo que es la forma social de la cultura. Para los primeros
tericos de la antropologa como Tylor, Morgan, Boas, Malinowski, Radcliffe Brown, Evans Pritchard, etc., la vida humana se revela en comportamientos y acciones sociales; en la relacin de un cuerpo con otro sobre
intereses compartidos; sobre una relacin entre sociedad y accin. Este nfasis en la relacin y forma social condiciona la mirada de la cultura hacia
elementos vinculados con patrones y normas de conducta social; todo ello
afn, adems, a objetos, hechos culturales e instituciones.
Como constitutiva de normas y reglas sociales, la cultura adquiere un
significado con base en el cumplimiento de pautas de conducta; como lo
que debe cumplir todo individuo dentro de la accin social para ser miembro de un grupo humano. En ese sentido, la cultura sera forma y regla; la
forma es la manera en que estn configuradas las acciones y las relaciones
sociales; las reglas, un medio para alcanzar un fin. Una definicin as reducira el campo de significacin de la nocin de forma y regla, y con esto,
el de cultura, a los vnculos sociales y a la relacin individuo-institucin.
Como advierten Kroeber y Kluckhohn, la forma de la accin social no
slo es forma porque sigue pautas, tambin lo es porque esas pautas se
basan en reglas sociales,14 y, como reglas sociales, deben ser cumplidas
de manera pblica y colectiva. A partir de esta idea, se definira cultura
como formas convencionales que cada entorno concreto desarrolla para regular las acciones sociales; como mecanismo colectivo que norma los modos en los que hemos de relacionarnos y actuar pblicamente. Sin socavar
Barcelona, Anagrama, 1975, p. 78. En el caso de Roger Bartra, habla de la cultura en su
constitucin simblica como un exocerebro. Yo quiero recuperar la imagen del exocerebro
para aludir a los circuitos extrasomticos de carcter simblico. Se ha hablado de los diferentes sistemas cerebrales: el sistema reptlico, el sistema lmbico y el neocrtex. Creo que
podemos agregar un cuarto nivel: el exocerebro. Roger Bartra, Antropologa del cerebro. La
conciencia y los sistemas simblicos, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2008, p. 25.
14
A. Kroeber y K. Clyde, op. cit., p. 98.

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44

PENSANDO EL CONTEXTO

las estructuras mentales y los mecanismos de configuracin epistmica,


la cultura entendida as se expresara en forma de reglas sociales para
imponer, para sugerir, para incitar, para prohibir, para hacer o impedir
que se haga cualquier clase de cosa que podamos llegar a hacer15 en nuestras relaciones humanas. La forma y la regla son para limitar nuestra vida e
intercambios sociales. Tal vez en este sentido, como lo expresa el antroplogo espaol Daz de Rada, es por lo que comenzamos asumiendo que la
cultura slo ser entendida, en primer lugar, bajo las formas en las que el
ser humano se regula socialmente, ya que lo primero para comprender el
concepto de cultura es mirar a la relacin social entre los seres humanos.16
El comportamiento natural es confinado a la esfera de la posibilidad social como un orden limitado por lo que lo social le dictamine. La cultura
seran las pautas compartidas de comportamiento aprendido por medio
de las cuales los impulsos biolgicos fundamentales se transforman en necesidades sociales y encuentran gratificacin a travs de las instituciones
apropiadas que, adems, definen lo permitido y lo prohibido.17
Si se considera lo anterior, los procesos mentales y epistmicos recurriran a extensiones externas de sociabilidad e intercambio intersubjetivo y cultural. La relacin hombre-mundo y la mente humana se entenderan desde el complejo aparato simblico que produce las interrelaciones
sociales (no a la inversa). En un caso particular, como lo es la memoria
en tanto capacidad cognitiva del cerebro humano para guardar y asimilar
informacin, sta se entiende a partir de nuestra conformacin simblica
compartida, y no slo a partir de procesos internos del cerebro o de estructuras o mecanismos epistmicos. Aunque tenga un origen orgnico,
la memoria sera una capacidad desarrollada por el hombre en sociedad,
pues en efecto, las interacciones sociales y culturales hicieron posible el
pensamiento y la memoria, al permitir el establecimiento y la distribucin
de conocimientos, creencias, convenciones, la comprensin de imgenes, de
metforas, la elaboracin y confrontacin de razonamientos, la transmisin de emociones y sentimientos, etc. [] En todos los casos, pensamiento y memoria se organizan en funcin de la presencia del otro.18
No existe una individualidad de la memoria como dispositivo mental, no existe un hombre desnudo de lo social y cultural, ya que no hay
individuo que no lleve el peso de su propia memoria sin que est mezclada
con la de la sociedad.19 En ese sentido, es imposible concebir las capacidaA. Daz de Rada, op. cit., p. 43.
Idem.
17
G. Gorer, The people of Great Russia, en A. Kroeber y K. Clyde, op. cit., p. 108.
18
Joel Candau, Antropologa de la memoria, Buenos Aires, Nueva Visin, 2002, p. 15.
19
Ibidem, p. 66.
15
16

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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des cognitivas (epistmicas) humanas sin la operatividad de las relaciones


sociales o sin la capacidad humana de trascender lo individual para colocarse en el nivel colectivo y en el trato social con el smbolo. Como muy
bien indica Roger Bartra, el hecho es que en los fenmenos culturales y
sociales hay circuitos que se encuentran fuera del cerebro y que no pueden
explicarse por los procesos nerviosos centrales, por la capacidad de las memorias neuronales, por mdulos cognitivos innatos y por las habilidades
cerebrales en el uso de lo que los psiclogos llaman una teora de la mente
para reconocer las intenciones de los otros.20 Incluso la compleja red neuronal se extiende debido a las formas y reglas sociales. As, por ejemplo,
ms que el individuo, lo que ampla nuestra capacidad cerebral es el ser
parte de un sistema social.
Ahora bien, vale decir que, por momentos, pudieran ser aceptables
(parcialmente) dichos rasgos, si no fuera porque no terminan de dejar en
claro qu permite o da posibilidad al homo sapiens de interactuar socialmente. En efecto, vivimos dentro de un sistema de relaciones sociales, pero
lo social se expresa por la posibilidad que tenemos de articular, percibir,
ordenar, categorizar, conceptualizar y significar el mundo. Es ilgico
comprender lo cultural slo por lo social cuando nuestra relacin con el
otro, el mundo y lo dado21 depende, adems, de nuestra manera de
constituirlo y articularlo epistmicamente.
Por otra parte, ms all de tomarla desde una descripcin del funcionamiento social, institucional, las creencias o los comportamientos, la cultura empieza a adquirir forma como realidad mental y cognitiva en los
trabajos de, por ejemplo, Goodenough, Lounsbury, Charles Frake, Leslie
White, Lvi-Strauss y, posteriormente, en las investigaciones de Dan Sperber. Desde una cierta visin psicolgica, autores como Goodenough o
Charles Frake s principian a cargar con las consecuencias de que la cultura
es algo cognitivo (ms no estrictamente epistmico), puesto que explican
que lo que los seres humanos asimilan dentro de una cultura deviene lo que
hay que aprender mentalmente para ser miembro de un grupo social; en
ese sentido, la descripcin de una realidad social (y cultural) se convierte en el estudio de los esquemas y dispositivos mentales que rigen el
comportamiento humano.
R. Bartra, op. cit., p. 92.
Sobre este concepto, en tanto epistmicamente relevante para explicar nuestra formacin perceptiva y simblica del mundo, pues, segn Lewis, aduce al hecho incuestionable
de la presentacin de objetos fsicos a nuestra intuicin sin requisito de justificacin. Clarence Irving Lewis, Mind and the World Order, Nueva York, Dover, 1956. V. Mayoral, T.
S. Kuhn, C. Irving: Lewis y el regreso epistmico: la va no kantiana hacia los paradigmas,
Ludus Vitalis, vol. 15, nm. 28, Mxico, Centro de Estudios Filosficos, Polticos y Sociales
Vicente Lombardo Toledano/Secretara de Educacin Pblica, 2007, pp. 69-96.
20
21

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46

PENSANDO EL CONTEXTO

Para Goodenough, la cultura de una sociedad consiste en lo que


uno debe saber o creer para operar de una manera aceptable para sus
miembros.22 As, ms all de penetrar en la sociedad, se trata de penetrar en la mente humana desde lo cultural, debemos penetrar en las cabezas de nuestros sujetos.23 En casos como ste, la mente se convierte en el
ncleo de anlisis antropolgico, pensndola como el lugar en el que se
procesa, organiza, administra, estructura o da significado al mundo y lo
real, configurando la vida cultural de los sujetos. Es un caso de una visin
internalista24 de la cultura, donde los esquemas mentales, y lo que ellos
nos hacen saber, establecen el formato en el que se han de almacenar en
la memoria los trminos y conceptos referidos a, por ejemplo, relaciones de
parentesco, organizacin de los colores, sabores, objetos, etc. La relacin
de la cultura con el sujeto est en el modo como la mente nos dispone para
ver el mundo.
Con ello, se pretende diagramar un esquema casi formal de la relacin de los elementos culturales en la mente humana, as como la constante ubicacin y uso de stos en todo comportamiento.25 Entre tanto, el
antroplogo debe poder conceptuar y describir, desde una antropologa
cognitiva, las unidades mentales de ordenamiento de la realidad implicadas en los acontecimientos culturales y de aprendizaje; saber las limitaciones de los modos en que pueden ser adecuadamente combinadas y hacer
22
Cit. por C. Reynoso, Teora, historia y crtica de la antropologa cognitiva, Buenos
Aires, Bsqueda, 1986, p. 31. En el caso que nos compete, la pregunta acerca de lo que hay
que saber o creer para ser miembro de una sociedad se transforma en la pregunta por los
mecanismos epistmicos que permiten el saber y la creencia. Cmo debemos constituir
el mundo epistmicamente para que, en lo posible, podamos saber?; en parte, es una de
nuestras preguntas clave.
23
C. Frake, Notes on queries in ethnography, American Anthropologist, vol. 66, 1964,
pp. 132-145, p. 133. La posicin de este autor entra en la segunda etapa de la antropologa
cognitiva conocida como etnociencia.
24
En el caso que pretendemos evaluar sobre un anlisis epistemolgico a la obra de
Wittgenstein, nuestra posicin se asumir desde una visin externalista, considerando el
hecho de que incluso la mente humana obedece a esquemas pblicos de la cultura, no
guardados como datos a codificar en la mente de los sujetos, sino en la relacin hombremundo. Los esquemas son pblicos y obedecen a las mismas interrelaciones sociales ms
que a estructuras mentales; al contrario, tales estructuras dependen de las interrelaciones pblicas. En contraste con lo que seala Bartra, la visin externalista afirma que la conciencia
[y la mente] es una construccin que depende de las relaciones sociales y culturales basadas
en el lenguaje. R. Bartra, op. cit., p. 145.
25
Para una ejemplificacin detallada a este respecto, cfr. C. Reynoso, op. cit., pp. 101108. Por el momento, no es nuestro propsito describir ni detallar dichos esquemas o diagramas, ya que implicara un exceso de informacin poco funcional para el desarrollo de
nuestro artculo. En lneas generales, nuestro nfasis recae en advertir los rasgos clave de la
antropologa cognitiva.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

47

una exposicin predicativa de todos los rdenes cognitivos y simblicos


por medio de los cuales el conjunto de individuos categorizan y sistematizan los fenmenos naturales y humanos mediante un proceso de aprendizaje cultural.
La experiencia del mundo nunca es slo sensorial; abarca, adems,
formas y categoras26 simblicas. Estas ltimas difieren de los fenmenos y
de los procesos materiales en tanto que son representaciones conceptuales e
ideales que establecen un orden representacional. Las categoras y los conceptos son un sistema relacional y mental que pone en contacto al hombre
con el mundo y determina un conjunto de proposiciones y creencias por
medio de las cuales se explican las vivencias, las experiencias y los acontecimientos. La cultura sera el uso de formas conceptuales y simblicas
para designar las distintas relaciones y fenmenos que la gente aprende a
construir en su mente para tener una serie de significados y creencias acerca
del mundo y la vida. Asimismo, representa, mediante ciertos dispositivos
o mecanismos de cognicin, un espacio para que la gente organice sus experiencias valorativas y emocionales a travs de esquemas cognitivos. As,
sta consiste en planificar las gratificaciones de los impulsos y los deseos
por medio de reglas sociales o cdigos de conductas que el hombre asimila
mentalmente. Los estados valorativos y emocionales son dependientes
de lo que como individuo y grupo debemos saber para poseer conductas
valorativas y canalizar las emociones.
Como asevera Roberto Varela, la cultura sera, con base en el modelo cognitivo, el conjunto de signos y smbolos que transmiten conocimientos e informacin, portan valores, suscitan emociones y sentimientos,
expresan ilusiones y utopas.27 La cultura puede manifestarse como una
relacin de elementos materiales y de hechos sociales, pero lo que la gente
guarda en su cabeza son las formas simblicas de las cosas y los hechos;
modelos para percibirlas, relacionarlas y, en todo caso, interpretarlas y conocerlas para suscitar un conjunto de comportamientos axiolgicos, sociales y emocionales. Como dice Goodenough: La cultura es una sociedad
que consiste en todo aquello que conoce o cree con el fin de operar de una
manera aceptable sobre sus miembros. La cultura no es slo un fenmeno
material: no consiste nicamente en cosas, gente, conductas o emociones.
El concepto de categora supone que las cosas estn dentro de un orden conceptual
y poseen todas las propiedades inherentes al sistema; en nuestro caso, al sistema cultural.
Como manifiesta Mara Eugenia Olavarra, las categoras son un medio de comprender el
mundo y sirven a ese propsito de manera flexible dentro de un sistema cultural. M. E.
Olavarra, El pensamiento salvaje y la importancia de ser imperfecto, Revista Alteridades,
nm. 7, Mxico, 1997, pp. 33-38.
27
R. Valera, Cultura y comportamiento, Revista Alteridades, nm. 13, Mxico, 1997,
p. 48.
26

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48

PENSANDO EL CONTEXTO

Es, ms bien, una organizacin de todo eso. Es la forma de las cosas que
la gente tiene en su mente, sus modelos de percibirlas, de relacionarlas o
de interpretarlas.28
Ahora bien, sin embargo, pese al cambio de perspectiva, arropando lo
social con lo mental, el acento recae en lo cognitivo antes que en lo epistmico, limitando en parte una real constitucin de una etnoepistemologa.
Pero, aunque implicara anexarle algunos elementos ms vinculados con la
constitucin epistmica de nuestro mundo vital, por ejemplo, las formas
de articularse la relacin hombre-mundo, recoge preocupaciones no enfrentadas en una perspectiva social.
La idea de cultura desde la antropologa cognitiva (y en parte simblica) reduce lo pblico (y epistmico) a un subjetivismo formal, desarrollando esquemas, diagramas o taxonomas lingsticas asociadas con lo que
el hombre piensa o tiene en la cabeza. Su inclinacin a una descripcin
de los elementos cognitivos por medio de los cuales el hombre conoce y se
comporta, coloca lo social y lo epistmicamente relevante en un segundo
plano. Como especifica Clifford Geertz:
Designada de varias maneras, etnociencia, anlisis componencial o antropologa cognitiva [] esta escuela de pensamiento sostiene que la cultura est
compuesta de estructuras psicolgicas mediante las cuales los individuos o
grupos de individuos guan su conducta, por lo que tiene como principal
regla metodolgica la exposicin de reglas sistemticas, una especie de algoritmia etnogrfica que, de ser seguida, hara posible obrar, como, o pasar
(dejando a un lado la apariencia fsica) por un nativo. De esta manera, un
subjetivismo extremado se vincula con un formalismo extremado, y el resultado no ha de sorprender: un violento debate sobre si los anlisis particulares
(que se realizan en la forma de taxonomas, paradigmas, tablas, rboles y
otras ingenuidades) reflejan lo que los nativos realmente piensan o si son
meramente hbiles simulaciones, lgicamente convincentes, pero sustancialmente diferentes de lo que piensan los nativos.29

Aunque es una posicin por dems ms arriesgada, pues implica


casi literalmente introducirse en la mente de los hombres desde lo que
hacen y conocen, hay un papel psicolgico poco justificado que, como
establece Geertz, puede pasar por simples simulaciones convincentes que
no terminan por mostrar si verdaderamente eso es lo que piensan o tienen
en mente los individuos. Por ms que se piense en los saberes y creencias
Ward Goodenough, Oceana and the problem of controls in the study of cultural
and human evolution, Journal of the Polynesian Society, nm. 66, 1957, pp. 146-155.
29
Clifford Geertz, La interpretacin de las culturas, Barcelona, Gedisa, 2005, p. 25.
28

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

49

como demarcador de reglas mentales que los individuos deben asimilar para ser parte de un sistema cultural, la pregunta que emerge es si la
cultura, y la mente, puede ser explicada desde actos y prcticas sociales
como extensiones de lo que hacemos internamente. Objetivar la mente tal vez implique confundirla con determinados contenidos o prcticas,
como quiz pensar que saberes y prcticas poco complejas representen
formas mentales poco evolucionadas o, ms an, podra hacernos creer
que la mente es algo sui generis que puede entenderse a partir de esquemas.
Por otro lado, aunque es una lnea por dems interesante, una propuesta en ese sentido tampoco especifica o describe la diferencia entre cognicin, certeza, saber y creencia; y mucho menos describe o explica
los mecanismos epistmicos sobre los cuales stos se constituyen. No hacer
tal distincin, por ejemplo, puede llevarnos a pensar que la constitucin
cultural obedece a una construccin de esquemas, conocimientos o verdades en nuestra mente, como si todo lo que hiciese el hombre tuviese
un telos justificativo y se iniciara en las redes sinpticas. Tal vez abarcar la
cultura desde aspectos epistmicos reducira el uso del concepto de mente
como algo psicolgico encerrado en el cerebro humano. Lo epistmico, en
gran medida diferente de lo psicolgico y su nfasis en lo mental, muestra el funcionamiento cultural y la articulacin hombre-mundo desde
aspectos como la percepcin y la cognicin sin reducirlos a un subjetivismo mental o formal. Diferente de ello, la articulacin y configuracin
del mundo desde elementos epistmicamente relevantes se presenta desde
la vida pblica y no slo mental. Adems, lo epistemolgico describira
el mecanismo por el cual las culturas componen sus esquemas vitales,
no tratando la idea de esquema como un elemento subjetivamente formal. La pregunta, en tal caso, debera ser, entonces, por los mecanismos
epistmicos con los que funciona una cultura para permitir a los hombres
saber y creer. Cmo es la relacin hombre-mundo para que en lo posible
podamos vivir la cultura y saber. Por lo pronto, es clara la intencin de la
antropologa cognitiva, al menos en manos de sus fundadores: describir y
explicar las relaciones sociales, los objetos y las creencias culturales a travs del
modo como son organizadas y dispuestas en la mente humana.
Al menos cuatro aspectos son rescatables de esa manera de entender
la cultura, siempre y cuando se tomen desde lo epistmico. Uno, la cultura
representa un esquema organizativo; dos, los individuos dentro de una
cultura deben saber algo para ser miembros de una sociedad. Pero este
saber no es un saber racional ni mental, sino enteramente social y constitutivo, no hipottico ni justificativo (certezas vitales); tres, la experiencia
(y las vivencias) se le debe a dichos esquemas y no a la realidad, por lo que
las reglas que nos dan una imagen del mundo no son justificadas por lo
dado; cuatro, la pregunta por el funcionamiento y los mecanismos por los
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50

PENSANDO EL CONTEXTO

cuales los smbolos adquieren su significado y se instituyen culturalmente


(pero epistmicos).
En el primer caso, slo sera rescatable si lo mental se reemplaza por
lo pblico-epistmico, no como la negacin de los pensamientos o los
estados mentales, sino como rechazo a la idea de que hay algo ms que
descubrir detrs de toda conducta, comportamiento pblico o articulacin
epistmica del mundo; como si los esquemas organizativos tuviesen una
naturaleza mental o se replicaran de modo privado. La cultura, al contrario, como podemos inferir de algunos planteamientos wittgensteineanos,
se reserva para lo que se aprende y se vive pblicamente; sera un esquema
organizativo en tanto compartido en forma epistmica en una red de relaciones sociales integrando nuestra conducta y nuestra visin del mundo.
En cuanto al cambio de visin que se sigue en los ltimos aos dentro de
la antropologa cognitiva y simblica, llama la atencin el nfasis en los
mecanismos ms que en la estructura y en los contenidos. Pero, como
pregunta rescatable, vale ver esos mecanismos en el funcionamiento epistmico de la cultura, no en dispositivos mentales (cognitivos) o slo desde
las relaciones sociales. El escamoteo por parte de muchos antroplogos
por desviar la explicacin acerca de cmo una cosa deviene smbolo debe
ser en parte enfrentado describiendo los procesos epistmicos por medio
de los cuales algo deviene significado.
Por otro lado, vale acotar otro aspecto manifestado por Clifford
Geertz, padre de la antropologa interpretativa: seala que la cultura no
se localiza en las cabezas de los hombres, sino en los smbolos pblicos,
mediante los cuales los integrantes de una sociedad comunican su visin
del mundo. Al tomar como fondo la idea wittgensteineana del significado
como uso que aparece en las Investigaciones filosficas, Geertz vuelve su
mirada hacia lo que hacen los grupos humanos como elementos de un
sistema cultural:
Hay que atender a la conducta y hacerlo con cierto rigor porque es en el fluir
de la conducta o, ms precisamente, de la accin social donde las formas culturales encuentran articulacin. La encuentran tambin, por supuesto, en diversas clases de artefactos y en diversos estados de conciencia; pero
stos cobran su significacin del papel que desempean (Wittgenstein dira
de su uso) en una estructura operante de vida, y no de las relaciones intrnsecas que puedan guardar entre s. Lo que crea nuestro drama pastoral y de
lo que trata, por lo tanto, ese drama es de lo que Cohen, el jeque y el capitn
Dumari hacan cuando se embrollaron sus respectivos propsitos: practicar
el comercio, defender el honor, establecer el dominio francs. Cualesquiera
que sean los sistemas simblicos en sus propios trminos, tenemos acceso

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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emprico a ellos escrutando los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en esquemas unificados.30

Geertz entiende que existen tramas de significacin en las que se hallan insertas las personas y que, por tanto, el anlisis de la cultura ha de
ser [...] no algo propio de una ciencia experimental en busca de leyes,
sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones.31 El trabajo del
antroplogo se convertira, as, en un trabajo hermenutico, intentando
reconstruir lo que los otros hacen. En ese sentido, se abandona la idea
de una antropologa plenamente terica que busca crear unidades de anlisis aplicables a cualquier contexto cultural. Todo anlisis se reduce a una
interpretacin de contextos, a los usos de los smbolos y, a partir de all, a
crear el mbito propio de la antropologa. Y no busca ese mbito en una
formalidad ni en contenidos subliminales, como sera el caso de Vctor
Turner, otro antroplogo simblico para quien la vida de los smbolos en
las acciones de los sujetos tambin es importante, pero reduciendo sta a
unidades mnimas32 a interpretar desde la exgesis nativa y los contenidos
subliminales. Por el contrario, Geertz ubica la exgesis en el uso y no en lo
que considera que es la interpretacin del nativo. Abandonar la esperanza
de hallar la lgica de la organizacin cultural en alguna esfera de significacin pitagrica, no significa abandonar la esperanza de encontrarla de
alguna manera. Significa volver nuestra atencin hacia aquello que da vida
a los smbolos: su uso.33
Ahora bien, aunque la posicin de Geertz sobrepasa un simbolismo y
un cognitivismo mental, estructural e internalista, pues, siguiendo al Wittgenstein de las Investigaciones, pasa del sujeto a los usos pblicos que el sujeto otorga a los smbolos y a los significados, su obra sigue careciendo o
eludiendo de una descripcin epistmica (para otros explicacin) de los
mecanismos que hacen posible precisamente el uso o el funcionamiento
de los smbolos; lo cual no sucede, pese a su reduccionismo mental, en
autores como Lvi-Strauss y Dan Sperber. Si algo ciertamente hay que reconocer tanto en la obra de Lvi-Strauss como en la de Sperber,34 es su clara tendencia a mostrar funcionamientos y mecanismos (dispositivos) que
expliquen de qu modo los smbolos y la vida cultural nos condicionan y
nos definen. En ese sentido, hay una distancia casi obvia: la de ubicar, por
C. Geertz, op. cit., p. 30.
Ibidem, p. 20.
32
A este respecto, vid. la diferencia entre smbolos dominantes y smbolos instrumentales
en Vctor Turner, La selva de los smbolos, Madrid, Siglo XXI, 1999.
33
Ibidem, p. 334.
34
Vid. Dan Sperber, El simbolismo en general, Barcelona, Anthropos, 1988.
30
31

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52

PENSANDO EL CONTEXTO

un lado, la vida cultural y simblica en el eje de las manifestaciones y los


usos de los smbolos, y la de buscar los dispositivos o mecanismos en
el funcionamiento de la mente y los procesos cognitivos. Vistos as, son
irreconciliables, pero, si comprendemos el uso pblico de los significados
y los mecanismos y esquemas cognitivos desde aspectos epistmicos, esa
distancia es mucho menos probable.
Admitimos que los smbolos y significados por medio de los cuales la
cultura se conforma obedecen a un mecanismo que los ordena y les da
sentido, pero, ms que reducirlos a procesos cognitivos, habra que verlos
como procesos epistmicos. Esto ltimo, en parte, no negara lo pblico
y el uso de los significados como rasgo esencial en su descripcin. Lo que
expresamos es que la brecha entre una visin interpretativa de Geertz, con
la cual compartimos el aspecto de lo pblico de la cultura, y la antropologa simblica de corte cognitivo (o la antropologa plenamente cognitiva
como la de Goodenough), con la cual compartimos la necesidad de explicar o mostrar funcionamientos y mecanismos, quedara reducida si el
mbito de lo cognitivo pasa al de lo epistmico, describiendo as la forma
como usamos, ordenamos y le damos posibilidad a los significados.
Por tanto, los retos para una descripcin epistemolgica de la cultura,
aparte de los antes mencionados, podran enumerarse: a) enfrentar la pregunta por el funcionamiento epistmico de lo cultural; b) describir cmo
es posible epistmicamente que los signos y los smbolos tengan sentido
y signifiquen; c) considerar la nocin de regla como elemento epistmico
constituyente alejndola de la concepcin social y cognitiva. Estos retos
engranan un sistema descriptivo amplio y fundamental para la comprensin de los procesos sociales y culturales, tocando, ciertamente, un elemento clave que, en parte, le falta a los estudios antropolgicos: la relacin
epistmica hombre-mundo. Relacin que, en este caso, abordaremos desde la nocin wittgensteineana de certeza vital.
III35
Cuando a travs de la cultura se organiza y se permite al hombre vivir
epistmica y simblicamente la naturaleza, organizando la realidad en
una serie de proposiciones significativas, se consigue formar una imagen
En esta lnea de desarrollo, acerca de la concepcin epistemolgica de la cultura, vid.,
adems, mis trabajos Rafael Balza-Garca, Certeza y cultura. Alcances antropolgicos de
Sobre la certeza, Revista de Filosofa Lgoi, nm. 18, Universidad Catlica Andrs Bello,
Caracas, julio-diciembre, 2010, pp. 77-92; La espiral epistmica de las relaciones internas:
el conflicto social como cambio de aspecto, Revista de Filosofa, nm. 63, Universidad del
Zulia, Maracaibo, septiembre-diciembre, 2009, pp. 7-33.
35

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 37-56

INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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del mundo, que siendo tal, es imposible dudar de ella. Si lo hiciramos, no


tendramos criterios simblicos y perceptivos para reconocer el mundo; es
ms, el mundo, culturalmente, ni siquiera existira; la primera visin que
nos ensean del mundo y que nos permite vincularnos culturalmente con el
entorno, la realidad y con el otro, aparece para nosotros como fundamento.
De aqu que el ser humano culturalmente solidifique versiones o visiones
del mundo o de lo dado. A este respecto es que decimos que vemos
el mundo y lo significamos bajo formas particulares de vivir (culturasWeltanschauung); lo hacemos porque estamos seguros de algo. As, ciertos
significados y percepciones fundamentales tienen sentido, no porque
sean verdaderos, racionalizados o mentalizados, sino porque ni siquiera
vale para ellos el criterio de la interrogacin; son, como dira Wittgenstein,
el presupuesto en el cual se asientan nuestras preguntas y respuestas; es el
punto de partida de la argumentacin, el conocimiento y la ciencia. Son
las certezas vitales de cada cultura que, por as decirlo, es un tono en el
que se constata cmo son las cosas; pero del tono no se sigue que uno est
justificando.36 Y en tanto tono, a diferencia de Bourdieu, no es slo una
estructura estructurante, es, adems, la emergencia del sentido que va a
cargar sobre nosotros lo que hemos de entender por mundo. Es tanto el
armazn como los significados vitales de los contextos culturales.
As, tendramos sobre esta idea wittgensteineana de certeza una idea
de cultura como un organismo que ajusta o encauza nuestras sensaciones
hacia una plataforma perceptiva de lmite cero y posibilidades pertinentes.
La certeza vital, antes de considerar lo social o lo cognitivo como fuente
de nuestra Weltanschauung, es la que articula primariamente la relacin
hombre-mundo posibilitando la emergencia de la cultura y los distintos
contextos simblicos y sociales.
Las certezas vitales son un condicionante que encauza, dentro de cada
espacio simblicamente contextual, un nico modo de ajuste de nuestros
sentidos hacia una plataforma perceptivamente segura; se presenta (inicialmente) como nica posibilidad epistmica para que el hombre asuma
la vida cultural, como nico criterio de reconocimiento y ordenamiento
epistmico del mundo. Por ello, el propsito inicial de toda cultura no es
ensearnos un saber o mltiples maneras de observar el mundo o la realidad, tampoco estructurarnos esquemas mentales, sino iniciarnos en una
certeza vital, en un orden lgico de espacio restringido y de posibilidades
pertinentes, dentro del cual nuestro proceso perceptivo se aleje de la anarqua y no llegue a saturarse o sobre-organizarse de datos sensoriales y de
sentidos no bien definidos (fuere lo que fuere esto ltimo). Precisamente
las certezas vitales-culturales son un fundamento inicial para el hombre
36

L. Wittgenstein, op. cit., 30.

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PENSANDO EL CONTEXTO

como manera para prevenir la saturacin de datos sensoriales y para darle


forma a la percepcin humana. As, percepcin y certeza van de la mano
como la forma bsica de condicionamiento humano. Las certezas vitales
encauzan la percepcin articulando y significando el mundo para nosotros.
stas integran un sistema epistmico; es decir, permiten la resultante
ubicacin en un eje de coordenadas perceptivas del mundo y del hombre. Entender este aspecto es entender la naturaleza de las certezas tal y
como, creemos, la expone Wittgenstein: como condicin epistmica inicial
y posibilidad humana de toda realizacin cultural. Son la condicin (bsica)
de la cultura sin la cual hasta lo cognitivo y lo social pierde sentido. Son,
ante todo, un sistema, un orden lgico que posibilita la resultante significativa de lo dado y el uso de los significados y los esquemas mentales (sea lo
que sea esto ltimo). Es un gran espacio(s) lgico(s),37 otra idea wittgensteineana, por el que aprendemos a ubicarnos con el mundo. Por ello, es,
ante todo, el sistema de certezas (y los respectivos espacios lgicos) el que
define lo cultural (y, en consecuencia, lo humano); esto lo encontramos en
muchos pasajes en Sobre la certeza:
Cualquier prueba, cualquier confirmacin o refutacin de una hiptesis, ya
tiene lugar en el seno de un sistema. Y tal sistema no es un punto de partida
ms o menos arbitrario y dudoso de nuestros argumentos, sino que pertenece a la esencia de lo que denominamos una argumentacin. El sistema no es
el punto de partida, sino el elemento vital de los argumentos [] Cuando empezamos a creer algo, lo que creemos no es una nica proposicin sino todo
un sistema de proposiciones. (Se hace la luz poco a poco sobre el conjunto.)38

Es el sistema (lgico) el que aparece primero como condicin epistmica necesaria. El conjunto aparece antes que la parte y el individuo se
ubica como ubicacin del sistema y del orden lgico. Este aspecto es
37
A este respecto, cfr. S. Knabenschuh de Porta, Apuntes epistemolgicos al Tractatus
wittgensteineano: en torno al espacio lgico, Revista de Filosofa, nm. 36, Universidad del
Zulia, Maracaibo, 2000, pp. 3146; Del espacio lgico a los espacios de incertidumbre.
Wittgenstein, 19291933, Revista de Filosofa, nm. 39, Universidad del Zulia, Maracaibo,
2001, pp.724. Para una revisin sobre la aplicacin de las ideas wittgensteineanas al anlisis
cultural, vid., por ejemplo, Lenguaje, comprensin y cultura: la epistemologa paralctica
de Wittgenstein, Actas del III Congreso Iberoamericano de Filosofa Pluralismo, edicin
electrnica (cd), Universidad de Antioquia, Medelln, mesa redonda Pluralismo epistmico. Reflexiones del Crculo Wittgensteineano, Maracaibo, Venezuela, sesin 1, ponencia
3. Compatibilidad vs. conmensurabilidad. La gramtica wittgensteineana ante un reto
(inter)cultural, en S. Rivera y T. Bassols (comps.), Wittgenstein en espaol II, Buenos Aires,
2010, pp. 175-199.
38
L. Wittgenstein, op. cit., 105 y 141. Las cursivas son mas.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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interesante en trminos epistmicos con repercusiones antropolgicas, pues


nos indica que el ser humano no aprende a condicionarse a partes de la
cultura, sino al propio conjunto epistmico. Hablar de las certezas vitales
como sistema es hablar aunque Wittgenstein no usa el concepto de la
cultura. El hombre comienza siendo l mismo sistema cultural, se asienta
sobre un orden fundamental dirigido a constituirnos simblicamente y este
orden parte de la relacin hombre-mundo. Por ello, las certezas no pertenecen al mbito de la duda, el error, la falsedad o la verdad, pues siendo constitutivas de un sistema, orden o espacio, las certezas no pueden interrogarse
ni juzgarse, ya que son las partes las que se ponen en ese teln de duda y
error, no el sistema o espacio constitutivo como tal. El sistema no se plasma
como verdadero o falso, ya que integra una totalidad estructurante sobre la
cual la correccin y validacin tiene sentido. El sistema tampoco puede ser
una hiptesis, pues esto ltimo slo se aplica a cortes de una realidad, no
a sistemas. Como vuelve a recalcar Wittgenstein, no es el trozo el que me
parece evidente, sino el conjunto; en otras palabras, lo evidente es que,
cuando me constituyo en una cultura, asumo una visin sistmica del mundo por vas de un ordenamiento lgico-epistmico; no en principio social,
cognitivo o institucional.
Lo social y cognitivo se revela (muestra) sobre tal mecanismo epistmico inicial: la articulacin de certezas vitales. stas, como organizadoras
de los datos sensoriales y la percepcin humana, tienden a proyectarse
a todos los mbitos de la cultura. Pasan (o estn) de un medio a otro,
organizando las relaciones humanas y sociales, las instituciones, normas,
polticas pblicas, leyes, ideologas, arte, religin, msica, delincuencia,
educacin, etc. Todo nuestro entramado vital parte de un sistema fundamental que crea orden epistmico, de aqu que lo difcil es percibir la
falta de fundamentos de nuestras creencias.39 Las certezas, precisamente
como sistema (lgico) de ordenamiento perceptivo y simblico, no se estructuran simplemente en la fragmentacin de la experiencia, sino en la
totalidad de la cultura; el sistema se muestra primero como requisito del
mismo pensar y conocer.
Y aquello que es simblica y epistmicamente esencial al hombre debe
estar amarrado, sin duda, a un sentido de ubicacin perceptiva; a un orden
vital. Si las certezas no se justifican, autojustifican o se ponen en duda, es
porque, indispensablemente, son para corregir el caos, constituir y replicar
una Weltanschauung, proyectndola a todos los espacios de la vida social.
Las certezas vitales son un sistema epistmico que se refleja en todo nivel
de la cultura y, diferente del saber, no necesita ser contrastado. Es un sistema que funciona distinto del conocimiento (o tentativas de saber), en
39

Ibidem, 166.

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PENSANDO EL CONTEXTO

tanto este ltimo, como reitera muchas veces Wittgenstein, es de carcter


justificativo y argumentativo; mientras que el sistema de certezas no puede
serlo por una suerte de fundamento. Cmo pensar corregir lo que precisamente me sostiene epistmicamente?; eso est fuera de todo sentido; mas
s puedo corregir lo fundado o el saber que trato de organizar, pero no, de
buenas a primeras, la certeza, la luz.
En tal sentido, de un modo panormico, podemos entender cultura,
adems de las definiciones clsicas, como: aquel sistema simblico constituyente de un fundamento vital desde el cual encauzamos nuestros procesos
perceptivos hacia contextos de realizacin cultural, dando sentido a toda institucin, accin, pensamiento, creencia y comportamiento humano. Por esa razn, la cultura no empieza estrictamente en las relaciones sociales, aunque
stas sean la va de transmisin; tampoco inicia en la mente humana, como
una suerte de esquema formal, aunque sta se ample mediante ella, sino
en la relacin articulada hombre-mundo.

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EXPERIENCIA INMEDIATA:
FUNDAMENTO DEL ENCUENTRO
HOMBRE-MUNDO?
Ana G. Aguilar Prieto *

Resumen El propsito de este artculo es responder a la pregunta acerca de la


posibilidad de considerar la nocin wittgensteineana de experiencia
inmediata como fundamento del encuentro hombre-mundo. Dos
aspectos de la experiencia inmediata previamente hallados en los textos de Wittgenstein, han sido tomados en consideracin para ello, a
saber, la importancia de la experiencia inmediata, en tanto que relacionada con lo psicolgico, y la experiencia inmediata vista desde
una perspectiva fenomenolgica. En ambos casos, se nos presenta
como certeza vital y, en ese sentido, como fundamento del encuentro
hombre-mundo.
Abstract The purpose of this article is to answer the question about the possibility of considering the Wittgensteinean notion of immediate experience as foundation of human interaction with the world. Two
aspects of immediate experience, previously found in Wittgensteins
texts, have been taken into account for that matter: the importance
of immediate experience in relation to the psychological thing, and
immediate experience from a phenomenological point of view. Both
approaches show immediate experience as a vital certainty; and in
that sense, it is a foundation of our interaction with the world.
* Universidad del Zulia, Crculo Wittgensteineano, Venezuela.

58

EXPERIENCIA INMEDIATA: FUNDAMENTO DEL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO?

Palabras clave
Wittgenstein, fenomenologa, certeza vital, filosofa de la psicologa, conocimiento, verificacin
Keywords
Wittgenstein, phenomenology, vital certainty, philosophy of psychology, knowledge, verification

n nuestra vida cotidiana, con frecuencia hablamos de lo que sabemos1 y en tal contexto pareciera que distinguimos entre lo
cientfico y lo no cientfico. Pareciera, adems, que hablar de ciencia implica hablar de una cierta solidez el estereotipo del cientfico recluido en
su laboratorio, experimentando y confirmando sus teoras con rigidez matemtica puede persuadir a muchos de ver en la ciencia la ms fiable fuente
de lo que llamamos conocimiento. Sin embargo, en el mbito cientfico
encontramos cuestionamiento constante de hiptesis, as como la necesidad de experimentacin y verificacin para poner a prueba aquello que la
imaginacin del cientfico ha ideado como respuesta a una inquietud; en
otras palabras, la ciencia no constituye verdad absoluta.
Por otro lado, los mtodos cientficos dependen del objeto en cuestin
y, en este sentido, pareciera que podemos conseguir mayor precisin en el
estudio de objetos fsicos, externos, pertenecientes a la realidad objetiva
que est ah afuera, y no a objetos metafsicos2 o religiosos; ellos no dejan
espacio para la prueba cientfica al modo de las ciencias naturales en tanto
que su objeto no puede asirse. Por tanto, vamos tan lejos como nuestra
visin nos deje ir, tan lejos como objeto y mtodo lo permitan, aunque en
la actualidad parecen expandirse las posibilidades de comprender mejor la
realidad, ya sea fsica o metafsica, a partir de los encuentros entre distintas
disciplinas. Los llamados ejes transversales en las investigaciones establecen una tendencia que cambia la idea neopositivista del conocimiento y la
ciencia surgida en el seno del Crculo de Viena.
Es a propsito de tal concepcin de la ciencia que en nuestro primer
acercamiento a una lectura libre de los textos de Wittgenstein surge la interrogante acerca de la naturaleza de la distincin entre ciencias naturales
1
2

En este caso, nos referimos a aquello para lo cual podemos dar explicacin.
Empleamos aqu el adjetivo en sentido lato.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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y sociales, tema que, desde diversos ngulos de la filosofa de la ciencia,


pareca an inconcluso en virtud de la frecuente y en ocasiones exagerada bsqueda del fundamento ltimo del conocimiento. Cul es el lugar
de las ciencias sociales en nuestro devenir epistmico si no logran cumplir
con el criterio de verificacin promovido por el Crculo de Viena y la
distincin propuesta por Mario Bunge entre ciencias formales y fcticas
tampoco resulta satisfactoria?, cul es el sitio de la labor interpretativa de
lo que escapa a la verificacin?
Sin temor al descalificativo neopositivista, etiqueta a menudo asignada a quien pretenda una perspectiva crtica de la distincin entre las
ciencias (y convencidos de no serlo), nos acercamos casi por accidente a
las Lecciones y conversaciones sobre esttica, psicologa y creencia religiosa.3
Posteriormente y con mayor dedicacin, hicimos lo propio con los ltimos
escritos sobre filosofa de la psicologa4 esperando salvar las distancias entre el
conocimiento de tinte neopositivista y el trasfondo epistmico de lo vital
llegando a lo fundamental en nuestro encuentro con el mundo. Dicha
lectura tuvo como expectativa hallar algn fragmento de texto informativo, de claridad meridiana, que expresara la solucin wittgensteineana al
problema; en su lugar, el austraco nos conduce por caminos sinuosos enrumbando el inters hacia la nocin de experiencia inmediata, que pareca
ser el ncleo de sus consideraciones a ese respecto.
En especial, a partir de esos textos, la pregunta pas a estar centrada
propiamente en las articulaciones de la experiencia inmediata. El contacto
entre sujeto y objeto desemboca en un dilogo desde el cual conceptualizamos la realidad asindola desde varias perspectivas, bien sea desde el juego
primitivo del nombrar, desde enunciados hipotticos o desde actividades
reflexivas. La conceptualizacin, ntimamente ligada al lenguaje, se manifiesta en l como expresin de esa conexin con el mundo. ste se nos
presenta aprehensible, se nos muestra para ser captado, y nuestras posibilidades epistmicas nos acercan a esa realidad por medio de conceptos. Segn Wittgenstein: No analizamos un fenmeno (por ejemplo, el pensar),
sino un concepto (por ejemplo, el de pensar), y, por tanto, la aplicacin
de una palabra el concepto dolor lo has aprendido con el lenguaje.5
Ludwig Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre esttica, psicologa y creencia religiosa, Isidoro Reguera (trad.), Barcelona, Paids, 1992 (1966, versin original).
4
L. Wittgenstein, ltimos escritos sobre filosofa de la psicologa, E. Fernndez, E. Hidalgo, P. Mantas (trads.), Madrid, Tecnos, 1994 (1982, versin original). Tambin, ltimos
escritos sobre filosofa de la psicologa. Volumen II. Lo interno y lo externo (1949-1951), Luis
Manuel Valds Villanueva (trad.), Madrid, Tecnos, 1996 (1992, versin original).
5
L. Wittgenstein, Investigaciones filosficas, A. Garca Surez y U. Moulines (trads.)
Barcelona, Crtica, 1988 (1958, versin original), p. 285, nm. 383 y 384, respectivamente.
3

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EXPERIENCIA INMEDIATA: FUNDAMENTO DEL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO?

Entonces, llamamos experiencia al encuentro en el que se da esa aprehensin sensible de la realidad. Ahora bien, qu es propiamente la experiencia inmediata? Hemos aclarado que no nos referimos a la idea de
experiencia del empirismo ingls; en principio, conviene entenderla como
algo ms complejo que una mera captacin de los datos de los sentidos. Se
trata de aquella relacin subjetiva que la conciencia intencional de la fenomenologa husserliana establece con el mundo? A ello debemos responder negativamente; la experiencia inmediata de la cual habla Wittgenstein
conlleva una menor carga subjetiva que la vivencia descrita en la fenomenologa de Husserl y tampoco podemos considerarla concepto exclusivo
de la psicologa, a pesar de ser parte del entramado epistmico del sujeto.
Dos perspectivas previamente ensayadas6 revelan ms detalles sobre la
naturaleza del concepto en discusin: el primero pretende manifestar las
conexiones reales entre la experiencia inmediata y la filosofa de la psicologa siguiendo la sugerencia de Wittgenstein y el segundo, lo que la primera
tiene propiamente de fenomenolgico.
II
En primer lugar, la articulacin de la experiencia inmediata conlleva en s
el uso de trminos psicolgicos en ocasiones referidos a realidades externas,
tales como mi hermano est en la otra habitacin o a realidades internas como tengo dolor de muelas.7 Cuando nuestro autor plantea los
ejemplos arriba mencionados, el criterio de verificacin propuesto por el
neopositivismo no aplica, puesto que en ambos casos la verificacin de la
proposicin la establece la experiencia misma. Experiencia y verificacin
6
Sobre experiencia inmediata, he presentado ponencias en diferentes eventos de carcter filosfico; a saber "Apuntes sobre la experiencia en Wittgenstein: un acercamiento a la
filosofa de la psicologa", 4to. Ciclo de Ponencias del Crculo Wittgensteineano, Universidad del Zulia, 2008; "La experiencia inmediata en Wittgenstein. Acercando fenomenologa y filosofa de la psicologa", III Congreso Iberoamericano de Filosofa, Universidad
de Antioquia, 2008; "Experiencia: un problema psicolgico o fenomelgico? Propuestas a
partir de Wittgenstein", 6to. Ciclo de Ponencias del Crculo Wittgensteineano, Universidad
Catlica Cecilio Acosta, 2008; "Experiencia inmediata y accin: notas sobre lo psicolgico", Simposio del Crculo Wittgensteineano en el marco del VII Congreso Nacional de
Filosofa, Universidad Central de Venezuela/Universidad Catlica Andrs Bello, 2010; "Accin y contexto: sobre experiencia inmediata y lo psicolgico", 11 Ciclo de ponencias del
crculo Wittgensteineano, Universidad del Zulia, 2010; "La experiencia de movernos en el
mundo: Wittgenstein para estudiantes", Universidad Dr. Jos Gregorio Hernndez, 2011; y
"experiencia y vida: hermenutica Wittgensteineana", Universidad del Zulia, 2012.
7
La referencia a este tipo de ejemplos es constante en Wittgenstein. Los adoptaremos
ac como ejemplos paradigmticos en la medida en que sea conveniente para ilustrar las
conexiones entre uno y otro tipo de proposicin.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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son simultneas: a la vez que sucede una ocurre la otra. Wittgenstein nos
lo hace ver cuando, en sus recurrentes ejemplos, revela que nuestro propio
lenguaje trabaja en funcin de dicha simultaneidad. En esa inmediatez, la
muestra as: La pregunta es si tiene sentido decir: slo A puede verificar
la proposicin A tiene un dolor, yo no puedo. Pero qu sera el que ello
fuera falso y que yo pudiera verificarla?: puede ello significar otra cosa
que el que yo debiera sentir dolor? Pero, sera eso una verificacin? No
olvidemos: es un sinsentido decir que yo debo sentir mi o su dolor.8 Una
vez extrada la respuesta acerca de la verificacin de la articulacin de la
experiencia inmediata, podemos intentar otro camino, a saber la forma
de aprender a usar trminos como dolor, que se muestran tan resistentes
a la definicin. Es plausible pensar que una aproximacin al concepto de
experiencia inmediata resulta apropiada desde la filosofa de la psicologa:
el aprendizaje de trminos como dolor es una experiencia del sujeto.
Siguiendo a Wittgenstein, podemos decir que cada pregunta presupone el mbito en el cual tiene lugar su respuesta. Ahora bien, esta propuesta
exhibe una dificultad: los trminos psicolgicos, que carecen de correlato
material, no pueden funcionar de la forma simple en la que lo hacen los
nombres en una primitiva funcin del lenguaje (el juego del nombrar). A
esos trminos no podemos asignarles una realidad como la de los objetos
extramentales. El uso de un nombre puede ser transmitido incluso mediante una definicin ostensiva, pero nuestros sentimientos y percepciones
sobrepasan la simpleza de ese intento.
La dificultad de definir estos trminos resulta sospechosa si pretendemos que la funcin del lenguaje sea nombrar; no obstante, la solucin se
vislumbra desde el cambio en la actitud de la pregunta: en lugar de imponer una interpretacin afirmando lo que un trmino psicolgico debera
hacer, observar su comportamiento en su juego de lenguaje original para
as entender su funcionamiento, en virtud de que la frase descripcin de
un estado anmico caracteriza un cierto juego.9
Teniendo en cuenta que, segn Wittgenstein, para un gran nmero
de palabras su significado radica en su uso, debemos preguntarnos si el juego de lenguaje originario en este caso es la psicologa. La respuesta es no;
la psicologa los toma prestados. De ah que afirmemos que la articulacin
de la experiencia inmediata no corresponde al mbito de la psicologa,
sino de lo psicolgico. As pues, estos trminos se insertan en una compleja dinmica contextual que les da significatividad. Al recordar ahora la
8
L. Wittgenstein, Observaciones filosficas, Alejandro Tomasini Bassols (trad.), Mxico,
Instituto de Investigaciones Filosficas-Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1997
(1975, versin original), p. 82.
9
L. Wittgenstein, ltimos escritos sobre filosofa, p. 15, n. 50.

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EXPERIENCIA INMEDIATA: FUNDAMENTO DEL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO?

pregunta inicial sobre la distincin entre las ciencias, detectamos una diferencia que, si bien puede resultar meramente accidental, algo nos revela
acerca de esa distincin: las ciencias naturales crean una terminologa que
solemos trasladar a la vida diaria, mientras que las ciencias sociales, como
la psicologa, no la crean, sino que la toman prestada del mbito vital, con
lo cual centramos nuestro inters en el punto clave: no se trata ya de distincin entre ciencias, sino, ms bien, de un intento por ver con ms claridad
cmo funcionan nuestros mecanismos epistmicos. Es propio del sujeto
el manejo de los contenidos de la experiencia inmediata en su interaccin
con el mundo, pero no le es propio convertirlos en objeto de ciencia.
En atencin al enunciado de la experiencia inmediata, conviene resaltar que el hecho de que su verificacin sea tener la experiencia misma
lo ubica en el espacio de las certezas, aquello en lo cual no cabe siquiera
la posibilidad de duda. Luego de escuchar a nuestro interlocutor, seguramente no le pediramos explicaciones. Como decamos, los enunciados de
experiencia inmediata son certezas y, con ms exactitud, certezas vitales.10
En este sentido, son un punto de partida, un provisional piso firme desde
el cual puedo preguntar.
III
Nuestra segunda perspectiva propuesta es la de la fenomenologa. El propio Wittgenstein emplea el trmino para referirse a su preocupacin por
los enunciados de experiencia inmediata.
Si pensamos en la tradicin fenomenolgica, Ludwig Wittgenstein no
es el primer nombre que viene a nuestra memoria, pero es, curiosamente,
l quien escoge la etiqueta una especie de fenomenologa para aplicarla a
su filosofa. Fenomenologa que de ninguna manera pretende descubrir
esencias, sino destacar lo esencial para la vida, como encuentro hombremundo en el cual est implicado lo objetivo.
Para Husserl, el conocimiento se da como una mostracin intuitiva y
una separacin analtica de las diferentes especies de fenmenos. Esto es, un
aspecto intuitivo, que es la relacin directa del objeto con el sujeto o con la
conciencia cognoscente, y un aspecto reconstructivo en el cual la conciencia, despus de haber hecho la reduccin fenomenolgica, haber hallado
lo esencial del fenmeno y haber retornado a s misma, puede elaborar el
conocimiento. Husserl determina as que el darse est en el plano de la
evidencia, diciendo de sta que la evidencia es esta conciencia que efectivamente ve, que capta su objeto mismo directa y adecuadamente; que
10
Sabine, Knabenschuh de Porta, En torno a la experiencia: L. Wittgenstein y C. I.
Lewis, Aret. Revista de Filosofa, vol. XIV, nm. 2, Lima, 2002, p. 222.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

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evidencia no significa sino el darse una cosa misma adecuadamente;11 por


otro lado, la vivencia le concierne a la conciencia que es a su vez intuitiva y
subjetiva, entendido esto ltimo como perteneciente al sujeto que conoce,
no en sentido psicologista.
En la fenomenologa husserliana, es la conciencia subjetiva la que tiende hacia los objetos y los aprehende; es la conciencia del sujeto la que
se acerca al mundo, puesto que ella est, en cierta forma, direccionada
hacia los fenmenos, los cuales se revelan justo como algo que se da ello
mismo absolutamente a la pura mirada tras la reduccin fenomenolgica.12
Encontramos all un percatarnos de, un darnos cuenta que centra la
atencin del sujeto en algo que est all a disposicin de la conciencia fenomenolgica que se acenta como parte activa en tal proceso.
En cambio, en la filosofa wittgensteineana, el acercamiento tiene lugar desde la posibilidad y la limitacin, desde las condiciones dadas para
el mostrarse objetivo y el aprehender subjetivo siempre enmarcado en un
determinado contexto. Nuestra intencin nos indica el camino que permite captar la realidad, pero sta se presenta de acuerdo con su configuracin.
Podramos ejemplificar diciendo que a los cuerpos les atae forma, color,
textura, densidad, adems de la condicin de ocupar un espacio, y en esas
posibilidades se manifiesta su diversidad.
Como previamente mencionamos, cada pregunta presupone el mbito en el que tiene lugar la respuesta en virtud de llevar en s misma una
cierta expectativa. Ambas vienen dadas por las caractersticas del mundo y
los espacios lgicos en los cuales se ordena.
IV
As, podemos ver que ambas propuestas destacan la importancia de la experiencia inmediata en virtud de un contexto determinado y de su pertinente
insercin en un espacio lgico. De all que resulte interesante plantearse si
su relevancia en nuestro discurrir epistmico justifica que se tenga como
fundamento del encuentro hombre-mundo.
Por fundamento puede entenderse: origen, razn o principio, causa,
base para la construccin de algo (incluso podramos, con un poco de
creatividad, alargar la lista). Consideremos, pues, estas acepciones: el fundamento como origen, razn o principio, o como causa, no es de mucho
provecho en este caso en virtud de que no se deriva de la experiencia
inmediata el contacto hombre-mundo, sino que ella misma es en s un enEdmund Husserl, La idea de la fenomenologa, Miguel Garca Bar (trad.), Madrid,
Fondo de Cultura Econmica, 1989, p. 72.
12
Ibidem, p. 69.
11

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EXPERIENCIA INMEDIATA: FUNDAMENTO DEL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO?

cuentro. No lo precede al modo en que podemos imaginar que deba existir


primero una causa para que tenga lugar su efecto. Tampoco queremos
afirmar que la experiencia inmediata no genere efecto alguno, sino que su
carcter vital y dinmico integra una de nuestras ms interesantes maneras
de establecer contacto con el mundo.
Ahora bien, si consideramos fundamento a la base desde la cual otra
cosa se construye, el camino parece prometedor. Ya arriba explicbamos
que la experiencia inmediata es una certeza vital y que, como tal, nos
proporciona un suelo desde el cual encauzar nuestras inquietudes y acercamientos a la realidad. Esta idea de certeza vital se parece a una de nuestras acepciones de fundamento. En ese sentido, y slo en se, podramos
hablar de la experiencia inmediata como fundamento de nuestro devenir
epistmico.
As pues, a pesar de la relevancia del fundamento hallado, nuestro dilogo con el mundo no se limita a la experiencia inmediata; su carcter de
fundamento consiste, como se dijo, en servir de base para la construccin
de nuestra conceptualizacin y aprehensin del mundo. En ltima instancia, es un aspecto o un matiz de las diversas posibilidades de comprensin
que nos permiten interactuar con la realidad.

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UNIVOCIDAD, EQUIVOCIDAD O ANALOGA:


WITTGENSTEIN Y LA HERMENUTICA
Gerardo R. Salas Cohen *

Resumen El trabajo muestra cmo algunas nociones extradas de la obra de


Wittgenstein pueden aplicarse a la hermenutica, con el fin de ofrecer
una salida a dilemas que se presentan en esta disciplina filosfica.
Abstract The paper shows how some notions extracted from Wittgensteins
work can be applied to hermeneutics in order to provide a solution
to dilemmas presented in this philosophical discipline.
Palabras clave
hermenutica, analoga, visin de aspectos, Wittgenstein
Keywords
hermeneutic, analogy, viewing aspects, Wittgenstein

* Universidad Catlica Cecilio Acosta/Crculo Wittgensteineano, Venezuela.

66

UNIVOCIDAD, EQUIVOCIDAD O ANALOGA

n este trabajo, se intentar exponer las posibilidades de aplicacin de algunas nociones wittgensteineanas a ciertas reas de la
filosofa; en especfico, la de visin de aspectos en la hermenutica. Para
ello, nos fundamentaremos en el tradicional enfrentamiento entre la hermenutica de tendencia univocista, propia de la lnea positivista, y por otro
lado, la de tendencia equivocista, propia de la lnea relativista, tambin
llamada posmoderna. La primera se caracteriza por su actitud cientificista
y por su intento de bsqueda de un lenguaje exacto, vale decir, textual; y
la segunda, por su actitud e intento de considerar como vlidas todas las
interpretaciones.
En ese sentido, la nocin wittgensteineana de visin de aspectos se nos
presentar como un instrumento vlido para equilibrar de manera dinmica ambas posturas, al permitir que un texto o fenmeno pueda interpretarse
de diferentes modos, segn la perspectiva y el contexto desde el que se
encuentre un sujeto.
Para nuestra reflexin, se establecer un marco de comparacin/contraste entre los trminos: unvocos, equvocos y analgicos1 desde una
perspectiva hermenutica, y las nociones ver y ver aspectos expuestas por
Wittgenstein. De tales concepciones, se extraern puntos de relacin y diferenciacin que permitirn proponer una posible aplicacin de la nocin
de visin de aspectos para la interpretacin y comprensin de textos.
Desde ese punto de vista, partiendo de lo explicado por Wittgenstein, nos preguntaremos si los conceptos ver y ver aspectos pueden ejercer
funciones similares a las de los trminos analgicos entre las tendencias
univocista y equivocista, llegando a considerar que el concepto de visin de
aspectos puede compararse a un trmino analgico, en cuanto a servir para
comprender y juzgar mejor las diferencias y semejanzas de los conceptos;
sin caer por ello, en los extremos de la reduccin simplificadora de tipo
univocista o de la exclusin empobrecedora de tipo equivocista, ampliando, as, el margen de las interpretaciones de un texto; es decir, sin perder
la posibilidad de abrirnos a la verdad textual, esto es, la de las posibles
lecturas del texto, pero conservando una jerarqua de acercamientos a una
interpretacin delimitada o delimitable.
En este orden de ideas, la analoga se nos despliega como un procedimiento dialgico que permite distinguir semejanzas y diferencias de
Para este trabajo, se parte de la propuesta analizada en Mauricio Beuchot y Germn
Marqunez Argote, Hermenutica analgica y filosofa latinoamericana, Bogot, El Bho,
2005.
1

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

67

un significado, introduciendo en el concepto o trmino la semejanza o


distincin. De hecho, el razonamiento analgico como un procedimiento
a posteriori consiste en pasar de lo conocido a lo desconocido, de los efectos manifiestos a las causas que se nos esconden, del marco conceptual de
nuestra cultura, a otra, de la cual vamos apropindonos de manera paulatina. As, la analoga es susceptible tanto de metonimia como de metfora;
de la primera, en cuanto a que pasa de los efectos a las causas, de las partes
al todo, de lo individual a lo universal; de la segunda, en cuanto a que, en
definitiva, la translacin de sentidos y referencias se mueve entre la tensin
del sentido literal y el figurado.
Si sabemos sujetar ambos polos en su misma tensin a saber, el de
lo metonmico, sin perder la capacidad de la metfora, y el de lo metafrico, sin abandonar la posibilidad de reconducir los fragmentos al todo,
podremos reedificar lo que ha quedado frente a nosotros en las propuestas
de ambas tendencias hermenuticas. Por ello, la nocin wittgensteineana de
ver aspectos como un instrumento vlido para la interpretacin ofrecera algunas respuestas a problemas de significados que parecen irreconciliables,
proponiendo una salida intermedia desde la que pueda aceptarse ms de
una interpretacin del texto, aunque cuidando ciertos lmites.
Para tal fin, y si aceptamos trasladar al mbito hermenutico la relacin analoga-visin de aspectos, entonces, apoyndonos en los mismos
medios con los que cuenta la analoga (la jerarquizacin, la proporcionalidad, la desigualdad y la atribucin), podremos efectuar una gradacin de
la verdad del texto en la que vayan hacindose visibles, mediante aproximaciones, las interpretaciones ms apegadas a la veracidad del texto y, al
mismo tiempo, las ms alejadas, las cuales resultarn siendo falsas.
II
Para establecer dicha comparacin analoga-visin de aspectos, debemos
considerar que la hermenutica analgica, como hermenutica, es una herramienta conceptual para la interpretacin de textos y, como analgica,
intentar superar la distincin que se da entre las hermenuticas unvocas,
las cuales restringen las posibilidades de interpretacin, y las hermenuticas equvocas, que abren en demasa tales posibilidades hasta el punto
de no lograr distinguir entre una buena interpretacin y otra incorrecta o
falsa, incurriendo, con ello, en extralimitaciones.
La nocin de analogicidad de la que aqu se parte es la misma propuesta de la semntica que plantea tres modos de significacin o de atribuir un predicado a un sujeto: a) el unvoco, b) el equvoco y c) el anlogo.
La univocidad es la significacin idntica para todos los significados; es
una significacin clara y distinta, y que se aplica en forma idntica a los
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UNIVOCIDAD, EQUIVOCIDAD O ANALOGA

individuos que significa; por ejemplo, los trminos hombre y mortal


son unvocos porque puede predicarse de cada uno de nosotros y significa
lo mismo.
La equivocidad es la significacin diferente para todos los significados; es una significacin confusa y oscura que se aplica de forma completamente distinta de los individuos que significa; por ejemplo, el trmino
gato se utiliza para el animal, pero tambin para el instrumento o herramienta mecnica y, el trmino banco, se emplea para nombrar el lugar
en donde se deposita o retira dinero y, adems, para el objeto sobre el que
uno se sienta.
En cambio, la analoga es el modo de significacin o de predicacin
a un sujeto que est entre lo unvoco y lo equvoco; es decir, no alcanza la
unidad de significacin de lo unvoco y se predica de sus sujetos de manera
en parte idntica y en parte diferente (semejante); por ejemplo, el trmino
ser se predica de la sustancia y del accidente, pero en formas muy distintas; o, asimismo, el de sano, que se aplica al organismo, al alimento,
a la medicina y al clima, pero de otra manera porque lo que tienen de semejante los trminos organismo, alimento, medicina y clima es lo sano,
aunque en cada uno de ellos se predica de modo diferente y, sin embargo,
de todos puede predicarse sano sin que ello le quite lo propio.
Se supone, pues, que el trmino anlogo hace que las cosas, aun permaneciendo en sus individualidades y diferencias, tengan algo en comn
o ser semejantes en algo. En el ejemplo anterior, los trminos enunciados
son semejantes en tanto que de todos puede predicarse sano. Esto hace
que la univocidad est en la lnea de la identidad; la equivocidad, en la de
la diferencia y la analoga oscile entre ambas. No obstante, en ella predomina la diferencia sobre la identidad, por ser la condicin de la semejanza
misma.
Ahora bien, el predominio de la diferencia sobre la identidad determina la estructura de la hermenutica analgica y con ello los modos de
analoga;2 a saber, desigualdad, atribucin, proporcionalidad propia y proporcionalidad impropia o metafrica. Aqu, la metfora es slo una de las
formas, ya que tambin contiene metonimia, como en el caso de la analoga de atribucin y en el de proporcionalidad propia, de all que la metonimia sirva de base para el lenguaje de la ciencia y la metfora para el
de la poesa; como resultado, en la analoga habr espacio suficiente para
interpretar lo cientfico y lo potico respetando su especificidad e incluso
podrn hallarse algunos puntos en los que se toquen o entrecrucen, de
manera que, en cierta medida y sin confusin, lo cientfico pueda interpretarse poticamente y lo potico, cientficamente.
2

Ibidem, p.33.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

69

La flexibilidad de la analoga que se aprecia en la oscilacin entre la


analoga de atribucin al permitirle contar con una aplicacin jerarquizada, debido a que implica un orden gradual de aproximacin a la verdad
textual, y la analoga de proporcionalidad, al admitir una serie de interpretaciones ms prximas entre s por su aplicacin ms lineal e igualitaria, lo
que dar una serie de interpretaciones entre s y slo diversas por la forma
en que se complementan, hace que no se pierda la capacidad de juzgar y
evaluar cules de ellas se acercan ms a la verdad del texto, ya sea por la
jerarqua de aproximacin a la verdad textual o por el carcter ms rico y
completo que posean.
En ese tenor, la hermenutica analgica tendr apertura al mbito de
las interpretaciones sin que se vayan al infinito,3 por lo que no considera
vlida slo una interpretacin, como suele hacerse en mbitos positivistas,
que se queda con el sentido literal, pero tampoco tendr en cuenta todas
las interpretaciones vlidas, como en el caso del posmodernismo (relativismo), que se queda con el alegrico.
Las caractersticas de la analoga para interpretar un analogado principal o secundario permitirn una serie de interpretaciones que se acercan
ms a la verdad textual y otras que se van alejando de ella resultando errneas. As, la interpretacin deja de estar abierta hasta el infinito, y dada la
finitud humana, se acorta el margen interpretativo, sobre todo por el uso
del dilogo y la argumentacin dentro de la comunidad hermenutica.
La analoga guarda un equilibrio entre la interpretacin literal y la
alegrica4 destacando al mismo tiempo lo literal que pueda tener el texto,
sin perder el sentido metafrico; en otras palabras, el equilibrio proporcional entre la bsqueda de la intencin del autor (lo que quiso decir) y la
interpretacin de lo que quiso decir (lo que de hecho interpreta ste) hasta
el punto de permitir una lectura simblica-alegrica, inclinado al lado de
la proporcionalidad metafrica, sin perder la capacidad de reducirla lo ms
que se alcance a la atribucin de literalidad, ya que la tensin hacia la literalidad es la que impide la cada en el mero subjetivismo interpretativo.
De acuerdo con lo mencionado, la hermenutica analgica permite
oscilar entre la interpretacin metonmica y la metafrica, abarca los dos
polos y se mueve entre ellos, por lo que al ser aplicada a algunos textos
slo permitir una interpretacin metonmica; y en otro caso, slo una
metafrica, pero habr otros casos en los que oscile entre una y otra. La
hermenutica analgica posibilita ajustar el grado entre ambas, segn se
requiera la proporcin de metonimia o la de metfora que se encuentre
en los textos. Ello admite usar la metaforicidad o metonimidad como se
3
4

Ibidem, p.34.
Ibidem, p.35.

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70

UNIVOCIDAD, EQUIVOCIDAD O ANALOGA

requiera y donde venga al caso, para no forzar los textos que nicamente
acepten la una o la otra, y, sobre todo, para una lectura ms rica de aquellos
que consientan las dos. Como resultado de esto, pasamos a una interpretacin ms rica, pero de igual modo aceptable.
Por otro lado, es preciso considerar que el significado de un texto puede partirse en dos: sentido y referencia; el sentido es lo que captamos o comprendemos cuando escuchamos o leemos una expresin, y la referencia, es
aquello a lo que la expresin remite, lo que designa, sea cosa o estados de
cosas, son los objetos que seala. Desde un acercamiento wittgensteineano,
podra decir que el sentido sera equiparable al concepto de ver aspectos, y
la referencia, al simple ver. Entonces, si aplicamos la visin de aspectos a un
texto, observamos que ayuda a captar el sentido sin renunciar a la referencia o incluso privilegiar el sentido sin relegar la referencia.
Desde esta perspectiva, dira que la hermenutica se inclina ms por
el sentido, pues viene a travs de la coherencia o convencin y relega la
referencia, porque proviene de la correspondencia y la verificacin, ya que
en la lnea del sentido hay una tendencia a la equivocidad porque ste
resulta de cada mente o sistema; en cambio, en la lnea de la referencia,
existe una tendencia a la univocidad debido a que pertenece a la pretensin
cientificista.
Ahora bien, en el caso de la analoga, como postura intermedia, sin
pretender una relacin referencial biunvoca entre las palabras y las cosas,
se evita el caer en el rechazo de toda referencia y se acepta una referencialidad ms dinmica, aunque suficiente. No pretende que la referencia sea
inequvoca, pero tampoco le niega toda adecuacin a lo real.
Desde este punto de vista, la interpretacin es resultado de la compresin tomada como un proceso, cada vez ms profundo, ms penetrante
en el significado del texto. Por tanto, la hermenutica trata de mitigar la
dicotoma entre comprender y explicar; por lo que, tanto la hermenutica
como el ver aspectos intentarn comprender el sentido de un texto, es decir, del fenmeno o conjunto de objetos que se toman como tal.
Con la nocin de visin de aspectos, Wittgenstein abre la posibilidad
de oscilar entre los extremos univocistas y equivocistas cuando plantea al
ver simple como una sola forma de interpretar un objeto y, al ver aspectos,
como la posibilidad de interpretarlo de diferentes modos, aunque para
ello el objeto no haya cambiado y siga mantenindose como es. Se hace
susceptible de ser comprendido de otras maneras sin que por eso llegue a
propiciarse una especie de relativismo; de all que, para poder tener visin
de aspectos, debe partirse del simple ver.
III
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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

71

Segn nuestra interpretacin, la visin de aspectos puede usarse para


decir de alguna forma lo que solamente puede mostrarse. Desde esta
arriesgada propuesta, la visin de aspectos, al igual que la hermenutica
analgica, son intentos de decir el mostrar y de mostrar el decir, resultando una especie de postura intermedia entre lo que puede decirse y lo
que puede mostrarse. Pero ello es posible hasta un cierto punto, con un
predominio de las imgenes y las metforas sobre el discurso directo y literal por el que se consigue, al menos, lo suficiente para decir algo de aquello
que a veces consideramos indecible sin quedarse irreversiblemente callado.
Para Wittgenstein, ver es el modo bsico por el cual reconocemos y
tenemos una sola mirada del fenmeno observado; define una continuidad
ver continuo en nuestro reconocimiento de las cosas y dirige nuestra
atencin y aprehensin de los fenmenos hacia un solo sentido. Ese ver
simple es una accin bsica de nuestras potencialidades cognoscitivas que
no genera interpretacin, pues las posibilidades de comprender y reconocer de mltiples formas un objeto slo existen donde se da la visin de
aspectos; es decir, en el poder ver algo de diversos modos. En el ver, mi
imagen o mi recuerdo estn en tensin directa con el objeto, se contrastan
con l, y son exteriorizados. En palabras de Wittgenstein, al ver, que se nos
presenta como continuidad, se opone el ver aspectos, que es creacin, por
lo que, contrario al ver simple, el ver aspectos se aproxima a un proceso de
interiorizacin en el cual se colocan en tensin imgenes diferentes de un
mismo fenmeno.
As como ver es una conexin directa con el fenmeno y ver aspectos una conexin directa con mi pensamiento y mi imaginacin, ambos
son dos modos de encontrarnos epistmicamente con los fenmenos. El
primero es una accin, una actuacin y una repeticin. El segundo, una
representacin, un remontarnos a la conciencia para buscar imgenes en
un conjunto de posibilidades. Alguien habituado a ejecutar una accin de una
misma manera, sin percatarse de otras posibilidades para realizarla de distinta forma, sera alguien que no ve aspectos.
En el caso de Wittgenstein, en el ver simple no se produce interpretacin, puesto que no pone en funcionamiento un proceso de bsqueda y de
contraste; por ejemplo, en el pargrafo 39 del tomo II de las Observaciones
sobre la filosofa de la psicologa, expresa que Alguien que no perciba el cambio de aspecto no tendra la inclinacin a decir: Ahora se ve completamente diferente!, ni es como si la figura se hubiera modificado y, sin embargo,
no lo ha hecho!, o bien la forma es la misma y, sin embargo, algo ha
cambiado, algo que me gustara llamar la concepcin, algo que uno ve!5
5
Ludwig Wittgenstein, Observaciones sobre la filosofa de la psicologa, Luis Felipe Segura
(trad.), tomo II, Mxico, unam, 1997 (1980, bilinge) [en adelante OFP], 39 p.8e.

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72

UNIVOCIDAD, EQUIVOCIDAD O ANALOGA

El ver aspectos como proceso interpretativo se muestra al ser identificado como un espacio de concepcin. Adems, el ver como es un proceso
mnemnico, en tanto que refleja la necesidad de introducir la memoria
y el recuerdo como espacios de contraste y como lugar de presencia de la
cosa ausente; qu quiere decir eso?, que la visin de aspectos slo es posible en la medida en que se aparta del objeto mismo y se ubica en un plano
de representacin que tiene como sustrato el tiempo.
Para aclarar esto ltimo, recordemos lo expuesto sobre la relacin de
la visin de aspectos con su objeto. Jos Gianotti advierte que el lenguaje del aspecto retira del lenguaje su referencia directa al estado de cosas
existentes, mientras que el problema acerca de su referencia se resuelve en
la estructura interna de sus partes.6 Esto es, la visin de aspectos, como
indica el mismo Wittgenstein, no tiene como objeto directo la cosa de
la cual se habla; si se especificara una cosa como el sustrato del ver como,
entonces la visin de aspectos ya no sera tal, sino un simple ver, en el que
se establece una sola coordenada entre la figura y lo que se figura, porque
anteriormente el ver era el sealamiento directo de una cosa:
Todos sabemos que un cubo claramente pintado se ve de manera tridimensional. Tal vez uno no pueda ni siquiera describir lo que ve de otra forma
que no sea tridimensionalmente. Y es claro que alguien podra ver esta figura
como algo plano. Ahora bien, alguien que ve la figura alternativamente de
una u otra forma tiene una vivencia del cambio de aspecto. Qu es, entonces, lo sorprendente en relacin con esto?, precisamente esto: que aqu la
informacin ahora veo no puede ser ya una informacin del objeto percibido, porque, anteriormente, veo en esta figura un cubo era una informacin del objeto que ahora estoy viendo.7

La marca del objeto se pierde y en su lugar aparecen procedimientos


de interpretacin que son, ya en s mismos, el modo particular de percibir
al objeto; es decir, modos de representacin de ste. As que, cuando se ven
aspectos, lo que resulta incomprensible es que nada haya cambiado y que,
no obstante, todo lo haya hecho;8 el objeto deja de tener un sentido y se
convierte en una alternativa en un mundo de mltiples visiones. Cuando
eso sucede, se tiene, ms que al objeto, a un entramado de relaciones internas entre visiones de aspectos, que dicen, sin embargo, lo mismo, bajo
algo diferente. sa es la paradoja que, segn creo, proclama Wittgenstein
6
Jos Gianotti, Observar un aspecto, Dianoia. Anuario de Filosofa, nm.35, Mxico,
Universidad Autnoma de Mxico / Fondo de Cultura Econmica, 1989, pp.43-56.
7
OFP, t. II, 473, p. 85e.
8
Ibidem, 474, p. 86e.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

73

al afirmar que no se trata de ver la figura como uno entre una infinidad
de cuerpos de los que esa figura es proyeccin, sino que, Ms bien, la veo
alternativamente como uno y como otro cuerpo9 sin tener un elemento
perceptual fijo.
Tal comprensin de lo que implica una visin de aspectos desde su
referencia nos hace entender que el ver como aplicado a la hermenutica
no se explica afirmando que es un modo diverso de ver el texto, sino alternativo en el que se dice algo sobre un mismo texto en comn, pero en
forma distinta, dejando en claro que no se trata de tener una referencia directa con l, sino una relacin de concepciones acerca de ese mismo texto.
En la propuesta wittgensteineana, descubrimos que, para poder ver
aspectos, es indispensable partir de una base que de alguna manera represente una gua primera, como nos lo sugiere Wittgenstein en los pargrafos
326, 330 y 331:
No tiene sentido empezar enseando a alguien esto parece rojo. Ms bien,
esa persona debe decir esto de manera espontnea, una vez que ha aprendido
lo que significa rojo; esto es, la tcnica para usar la palabra.
Tenemos la inclinacin a imaginar este asunto como si la sensacin visual fuera un nuevo objeto que el nio conoce, una vez que ha aprendido
los primeros juegos de lenguaje primitivos con percepciones visuales. Me
parece rojo y cmo es lo rojo? As. Al mismo tiempo, debe sealar el
paradigma correcto.
Si he aprendido a realizar una actividad determinada en cierto lugar (por
ejemplo, he aprendido a ordenar el cuarto) y tengo un dominio de esta
tcnica, de aqu no se sigue que deba tener la capacidad de describir la disposicin del cuarto, aunque notara cualquier modificacin que se hiciera en
l y podra tambin describirla.10

En el caso de la hermenutica, la visin de aspectos parte del significado simple del texto para luego recrear nuevas tcticas de interpretarlo.
Aprendemos primero a ver el texto, y sobre eso, sentamos las posibilidades
reflexivas de observar y confrontar diversas visiones de l. Se va, de igual
modo, del esquema a la imagen; de un ver y de cierta forma una visin
continua a una interiorizacin de mltiples miradas.
Para aclarar lo que se viene diciendo, me parece iluminador lo que
Wittgenstein explica acerca de la relacin entre imaginacin, ver y ver
aspectos. El asunto bsico de este autor al relacionar estos tres elementos
es hacer notar que el proceso de la imaginacin se dirige a establecer un
9

Ibidem, 475, p. 86e.


Ibidem, 326, 330 y 331, respectivamente, p. 62e.

10

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74

UNIVOCIDAD, EQUIVOCIDAD O ANALOGA

nuevo vnculo entre la cosa que se ve y quien la percibe, todo esto, por medio de un contexto vital, el cual abre nuevas posibilidades de significacin
entre el texto (lo interpretado) y el interpretante.
Slo en el proceso imaginario podemos encontrarnos en la posibilidad
de ir del ver al ver aspectos. As, nicamente vemos aspectos cuando descubrimos, imaginativamente, conexiones vitales o posibilidades fenomnicas
nuevas. Por ello, debe aprenderse a mirar los fenmenos en un estado de
perplejidad impulsando la voluntad a no ser resistente a los cambios, sino a
asumirlos; eso es estar en un estado de sorpresa y de aceptacin de sta mediante la imaginacin, la cual nos involucra ms all de un simple mirar.
Cabe recordar que la imaginacin est sujeta a la voluntad debido
a que ella es un proceso interno que involucra una accin, y no se trata
exclusivamente de recibir una sensacin, como sera el caso del ver; esto
lleva a Wittgenstein a comentar en el aforismo 111 que el concepto de
imaginar es como el de hacer, ms bien que como el de recibir y, por esto,
imaginar es un acto creativo.11 O, como lo aclara en el aforismo 69 cuando diferencia entre una figura-visual y una figura-imagen: uno se imagina
algo de manera diferente de como esto aparece, puesto que en el primer
caso, uno dice: Mira exactamente all!; en el segundo: cierra los ojos!.12
Por ello imaginar algo puede compararse con una actividad. (Nadar),
pues cuando nos imaginamos algo, no observamos.13
Y ms adelante especifica que Ms bien, uno de estos conceptos se
asemeja a una accin, y el otro no. La diferencia es como la que existe entre
ver que mi mano se mueve y saber que la estoy moviendo (sin verla).14
Que las figuras visuales vengan y vayan no es algo que tena que ocurrir en
nosotros, porque estn ah, por lo que no nos sorprende y decimos Mira
all! Entonces, Wittgenstein aconseja que no ahuyentamos impresiones
visuales; ahuyentamos imgenes,15 ya que stas son producto de una accin sujeta a una voluntad.
De esta manera, Wittgenstein establece que la imaginacin es voluntaria, puesto que es un acto que amerita conciencia sobrepuesta a actos
meramente primitivos o instintivos y a la memoria involuntaria, entendindola como noesis, un lugar que posibilita, mas no necesita, conciencia
para ser. Y el recuerdo, no habitual sino creativo, es voluntario, pues est
atravesado por la imaginacin. Por ende, es interesante cuando Wittgens-

Ibidem, 111, p. 21e.


Ibidem, 72, p. 14e.
13
Ibidem, 88, p. 17e.
14
Ibidem, 116, p. 22e.
15
Ibidem, 89, p. 17e.
11
12

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 65-75

INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

75

tein dice: uno extrae conclusiones enteramente diferentes a partir de un


movimiento involuntario que a partir de uno voluntario.16
IV
De acuerdo con lo que hemos intentado exponer, en esto consiste el papel
del intrprete en la hermenutica: en no tener una visin total, sino, por
el contrario, una visin parcial e imaginativa. Si pudiramos comprender
todos los posibles significados del texto, no podramos hacer hermenutica, debido a que quien puede contemplar todos los sentidos del texto
se pierde de ver sus partes y sus modos de comprensin; de igual forma,
como no puede verse o interpretarse una figura bajo un modo total sino
slo posibles partes distintas de ella. Vemos aspectos porque precisamente
no vemos la totalidad, sino parcialidades posibles.
De lo antes expuesto, podramos afirmar que la imaginacin permite
pasar del ver al ver aspectos. Por eso, la hermenutica analgica en la hermenutica es como una visin de aspectos que hace posible diversas interpretaciones vlidas y legtimas de un mismo texto. As, al aplicar la visin
de aspectos a la hermenutica, sta hace las veces de un trmino anlogo
equiparable a la analoga de proporcionalidad impropia, ya que para su
realizacin es indispensable la presencia de elementos como la imaginacin y la metfora.
El ver aspectos, en su aplicacin como analogicidad en la hermenutica, posibilita interpretar lo textual metafricamente y lo metafrico textualmente al dar la posibilidad de interpretar el texto en formas diferentes
sin que ste haya cambiado. Es la vivencia del intrprete cuando se acerca
una y otra vez al texto y, sin que ste haya cambiado, puede interpretarlo
de otras maneras.

16

OFP, t. I, 850, p. 151e.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 65-75

GADAMER: REFLEXIONES SOBRE LO


SIMBLICO DEL ARTE Y SUS IMPLICACIONES
PARA LA HERMENUTICA
Lino Latella Caldern *

Resumen El siguiente trabajo intenta mostrar la forma en la que Gadamer modela la estructura del fenmeno de la comprensin a partir de una
concepcin ontolgica manifiesta en la experiencia del arte. Destacamos que lo simblico expresa su valor hermenutico al significar
la permanencia y el sentido de unidad de la comprensin humana,
siendo para esto la funcin simblica del arte, un fragmento particular que promete incorporarse a un todo al que refiere o apunta, con lo
cual permite superar las contingencias del tiempo histrico.
Abstract The next paper aims to show the way Gadamer models the structure
of the comprehension phenomenon from an ontological conception,
manifested in the experience of art. We emphasize that the symbolic
thing expresses its hermeneutic value by meaning the permanence
and the sense of unity of human comprehension, being for this the
symbolic function of art, a particular fragment that promises to incorporate into a whole, to which it refers or points out, and with
which it allows to overcome the historical-time contingencies.
* UNICA/Crculo Wittgensteineano, Universidad del Zulia, Venezuela.

78

GADAMER: REFLEXIONES SOBRE LO SIMBLICO DEL ARTE

Palabras clave
comprensin, ontologa, obra de arte, juego, autorrepresentacin, funcin simblica
Keywords
comprehension, cntology, work of art, game, self representation, symbolic function

adamer presenta una visin de la obra de


arte distinta de la de una cerrada en los
esquemas de la estructura sujeto-objeto de
la fenomenologa del conocimiento para aproximarse a otra de carcter
ms dinmico, donde la obra se entienda como un proceso de construccin y reconstruccin continuas; caracteriza el encuentro con la obra de
arte como una experiencia dinmica en transicin y renovacin continuas,
en vista de una aproximacin a una forma de comprensin, donde el sentimiento de lo bello como particular evoca un orden universal de comprensin y verdad.
As, el autor saca a la luz las estructuras trascendentales del comprender como modo de ser vlido aplicado a las ciencias del espritu; es decir,
clarifica las formas de ser del fenmeno interpretativo. Su hermenutica se
refiere a algo que concierne a la existencia en su totalidad. La comprensin
es la manera de ser de la existencia misma como tal (Heidegger) y no una
de tantas posibles actitudes del sujeto. El arte ser su modelo explicativo en
la medida en que introduce una experiencia extrametdica de la verdad.1
El arte modela los hilos de la experiencia interpretativa para la hermenutica, de modo que el mundo de la obra de arte es el de la comprensin.
El arte que se manifiesta como una experiencia del mundo posee una
constitucin ontolgica; en otras palabras, un arraigo en la realidad, y modifica vivencialmente a quien lo encuentra. Por medio del arte, se establece
una reivindicacin de conocimiento distinta del saber cientfico y, adems,
se presenta en el filsofo alemn como crtica ante el mtodo cientfico en
la medida en que ste pretenda ser el nico camino reconocido de conocimiento. Con estos presupuestos, Gadamer construye una ontologa de
la obra de arte donde muestra las estructuras propias de la comprensin,

El concepto de verdad que utilizamos para interpretar a Gadamer tiene un sentido


esencialista, ms propio de la ontologa que de los posibles sentidos dentro de las discusiones
epistemolgicas contemporneas.
1

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 77-87

INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

79

estructura que postula el encuentro entre el mundo de la obra y el del intrprete.


Pero no se trata de restituir el pasado como un volver atrs, sino de la
mediacin obrada por el pensamiento de ese pasado con la vida del presente; de buscar la unidad entre el arte del pasado y del presente para clarificar
nuestro propio horizonte. El inters en el comprender nos lleva al anlisis
de las estructuras propias de la experiencia esttica y, en el caso de HansGeorg Gadamer, a la ontologa, por lo que es indispensable revisar algunos
conceptos antes de pasar a la explicacin de lo simblico.
En primer lugar, es necesario dejar muy claro el sentido que tiene la
experiencia esttica en Gadamer. Su sentido es contrario al de una conciencia esttica en la que una subjetividad se opone a un objeto. Para el
filsofo, la obra de arte no es un objeto frente al cual se encuentra un
sujeto; por el contrario, el sentido de la experiencia esttica gadameriana
es una forma autnoma de ser que modifica al que la experimenta. En la
obra, hay un lenguaje y una vida propios que permanecen, por ello es muy
significativo conocer el ser del juego, porque su explicacin nos orienta
sobre la funcin hermenutica de la obra de arte.
Cabe aadir que Kant inclua una especie de encuentro entre el mecanismo natural y la libertad humana, encuentro por el que el arte no prescinde de la naturaleza, sino que la subordina para s, y el hombre disfruta
esta subordinacin como una necesidad satisfecha.2 Hallamos una idea
parecida en Schiller donde el hombre, que es naturaleza y razn al mismo
tiempo, est dominado por dos tendencias contradictorias: la material y la
formal, que se concilian por la tendencia al juego, que tendera a realizar
la forma viviente, la cual sera la belleza.3 Kant y Schiller parecen ver en el
juego una tendencia a la armona entre la libertad humana y la necesidad
natural; as, surgira la belleza y el arte. En el mismo sentido, puede agregarse que el hombre debe realizar sus finalidades en la naturaleza y, por lo
tanto, descubre un sentimiento placentero como forma de liberacin o expresin de una necesidad cuando tal realizacin le parece posible; es decir,
cuando la naturaleza le aparece apta para servir a sus fines.
Claro que el significado de estas ideas, en el contexto de sus autores,
nos lleva por el camino del idealismo, ya que para Kant las leyes de la naturaleza quedan subordinadas a las de la libertad humana como una forma
de finalismo impuesto por la conciencia esttica. El arte sera como una
construccin donde el peso recae sobre la subjetividad. A diferencia del
idealismo, para Gadamer la experiencia del arte alude a un mundo objetivo cuyo lenguaje es el sentimiento de lo bello.
2
3

Cfr. Immanuel Kant, Crtica del juicio, 43.


Cfr. Friedrich Von Schiller, Cartas sobre la educacin esttica del hombre, 1793-1795, XV.

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80

GADAMER: REFLEXIONES SOBRE LO SIMBLICO DEL ARTE

II
Volviendo a los conceptos que debemos revisar, juego entraa una importancia central, puesto que en l giran otras explicaciones referidas al arte
como autorrepresentacin y autoconstruccin.
Gadamer afirma: Cuando hablamos del juego en el contexto de la
experiencia del arte, no nos referimos con l al comportamiento ni al estado de nimo del que crea o del que disfruta, y menos an a la libertad de
una subjetividad que se activa a s misma en el juego, sino al modo de ser
de la propia obra de arte.4
El arte es como la actividad ldica, constitutivo de una forma propia
de ser. El juego posee una esencia diferente e independiente de las conciencias de los que juegan; nos muestra algunas analogas de naturaleza ontolgica que el filsofo alemn atribuye al arte por caracterizarlo precisamente
como creacin ldica en ntima relacin con la naturaleza que recrea, imita y en la que mantiene su propia fuente y raz: El sujeto de la experiencia
del arte, lo que permanece y queda constante, no es la subjetividad del que
experimenta sino la obra de arte misma. Y ste es, precisamente, el punto
en el que se vuelve significativo el modo de ser del juego.5
Para explicar el arte, hacemos uso de los atributos ldicos que lo constituyen. El juego se distingue por ser una especie de movimiento de vaivn
o de danza que posee en s mismo su propia determinacin. El autor coloca como ejemplo el uso lingstico que tiene la palabra juego al aplicarse a
otros mbitos distintos del suyo; por ejemplo, se habla del juego de las luces, del juego de las olas, del juego de las moscas, del juego de las palabras
o del juego de los colores, entre otros citados por Gadamer. Lo caracterstico en la referencia a esos movimientos es que no estn fijados a ningn
objetivo o finalidad; por el contrario, expresan una constante repeticin
que se renueva a s misma de manera autnoma y permanentemente: El
movimiento de vaivn es para la determinacin esencial del juego tan evidentemente central que resulta indiferente quin o qu es lo que realiza
tal movimiento. El movimiento del juego como tal carece en realidad de
sustrato. Es el juego el que se juega o desarrolla; no se retiene aqu ningn
sujeto que sea el jugador. Es juego la pura realizacin del movimiento.6
As, se manifiesta claramente su idea sobre la naturaleza independiente del modo de ser del juego. Es el juego mismo el que se muestra por
medio de sus jugadores; su movimiento ldico se da por s mismo y no
requiere, de manera necesaria, la actuacin de los participantes, stos son
Hans-Georg Gadamer, Verdad y mtodo, Salamanca, Sgueme, 1984, p. 143.
Ibidem, p. 145.
6
Ibidem, p. 146.
4
5

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

81

parte del todo del que se compone el juego. Por ejemplo, si mencionamos
el juego de los colores, no nos referimos a un color que invada o se yuxtaponga a otros, sino que simplemente se trata de un movimiento o aspecto
unitario en el que aparece una multiplicidad cambiante de elementos.
De acuerdo con Gadamer, podemos afirmar que el juego se juega a s
mismo y no requiere que lo pongan en marcha. El vaivn caracterstico de
su movimiento indica la ausencia de un objetivo o fin que no sea el de su
propia representacin. Los ejemplos que aluden al uso lingstico parecen
establecer, en forma indirecta, que el juego no se refiere a una actividad, sino
a una realidad en s misma: lingsticamente, el verdadero sujeto del juego
no es, con toda evidencia, la subjetividad del que, entre otras actividades,
desempea tambin la de jugar; el sujeto es, ms bien, el juego mismo.7
El juego representa una ordenacin que se manifiesta por s misma.
Su estructura permite al jugador abandonarse y lo libera del deber a la
iniciativa en la que el sujeto se esfuerza por alcanzar los objetivos definidos
en cuanto a su existencia. El juego halla su analoga perfecta en la naturaleza; el movimiento ldico es cualidad suya, que se demuestra mediante su
autorrenovarse continuo. Asimismo, podemos interpretar el movimiento
ldico en la naturaleza cuando decimos, por ejemplo, que los animales
o que el agua y la luz juegan. Y si el hombre juega, lo hace precisamente
porque l en s tambin es parte de la naturaleza.
Ahora bien, en tanto que la naturaleza se establece a s misma como la
forma de un juego que est en continuo renovarse, Gadamer la considera
como un modelo de arte. La naturaleza (y podemos decir que todo es la
naturaleza) logra su propia autorrenovacin que no depende ni se orienta
hacia otros fines que no sea su propia representacin.
Cuando la naturaleza se representa a s misma, se hace y expresa su
aspecto ntico universal, y el juego es, de igual modo, una autorrepresentacin al igual que el juego humano, ya que en su mundo cerrado dentro
de un marco especfico y determinado al cumplimiento de unas aparentes
tareas propias asignadas por los jugadores, no cumple otra funcin que
representar; esto es, se exhibe a s mismo: Podra decirse que el cumplimiento de una tarea la representa. Es una manera de hablar que resulta
particularmente plausible cuando se trata de juegos, pues ste es un campo
en el que el cumplimiento de la tarea no apunta a otros nexos de objetividad. El juego se limita realmente a representarse. Su modo de ser es, pues,
la autorrepresentacin.8
Es una cualidad ntica de todo juego poder hacer su propia autorrepresentacin. Si hablamos de los juegos humanos, donde hay jugadores
7
8

Cfr. ibidem, p. 147.


Ibidem, p. 151.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 77-87

82

GADAMER: REFLEXIONES SOBRE LO SIMBLICO DEL ARTE

que crean el espacio propio y las tareas a cumplir, en esencia, significamos


la representacin de un todo cerrado que supera la actuacin de los jugadores que se involucran en l; ellos se abandonan, de alguna forma, a la
vida propia que adquiere el juego como una estructura cerrada cuyo nico
fin no es otro que representarse a s mismo: La autorrepresentacin del
jugar humano reposa sobre un comportamiento vinculado a los objetivos
aparentes del juego; sin embargo, el sentido de ste no consiste realmente
en la consecucin de estos objetivos. Al contrario, la entrega de s mismo a
las tareas del juego es en realidad una expansin de uno mismo.9
Al abandonarse al juego, el jugador consigue su propia autorrepresentacin; es decir, el jugador que juega tambin se representa al formar parte
del mundo ldico y de su estructura cerrada. El juego, pues, no se plantea
objetivos, sino que es en s mismo, en la medida que evidencia un espacio
de realidad constitutivo tanto de la naturaleza como del arte.
El arte como juego es, adems, una representacin: Toda representacin es por su posibilidad representacin para alguien. La referencia a esta
posibilidad es lo peculiar del carcter ldico del arte. En el espacio cerrado
del mundo del juego se retira un tabique.10
El jugador, ahora como espectador del juego artstico o cultural (danza, teatro, sinfnica, etc.), ocupa un lugar esencial, pues sustituye el papel
del anterior jugador; el espectador es para quien se hace la representacin,
en l se cumple la unidad de sentido que significa hacer una representacin
artstica. Afirmar que el arte es una representacin para alguien indica que
los actores y los espectadores conforman el sentido de la unidad y que el
requisito de referirse al mismo contenido es igual para ambos factores.
La unidad de significado, resultado del sentimiento de lo bello, es llamada por Gadamer "construccin de sentido"; as, es como gana el juego
su idealidad y se muestra en la pureza de lo que es:
Este es, por el contrario, una transformacin en el sentido de que la identidad del que juega no se mantiene para nadie. Lo nico que puede preguntarse es a qu hace referencia lo que est ocurriendo. Los actores o (poetas)
ya no son, sino que slo es lo que ellos representan [] La transformacin
en una construccin no es un simple desplazamiento a un mundo distinto.
Desde luego que el mundo en el que se desarrolla el juego es otro, est cerrado en s mismo. Pero, en cuanto que es una construccin, ha encontrado su
patrn en s mismo y no se mide ya con ninguna otra cosa que est fuera de

Idem.
Ibidem, p. 152.

10

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

83

l. La accin de un drama, por ejemplo y en esto es enteramente anloga a


la accin cultural, est ah como algo que reposa sobre s mismo.11

Por medio de esta experiencia, no distinguimos entre la representacin y la realidad externa a ella, puesto que, en cuanto se percibe el sentido
del juego que se desarrolla ante uno, esa distincin se borra. En ello consiste el significado del comprender, la transformacin producida se opera
hacia lo esencial con un sentido ontolgico que d unidad de conocimiento, y se supere la fragmentacin de las barreras histricas que haran
incomprensible nuestro pasado.
III
Aunado a lo expuesto, la concepcin de lo simblico, segn como lo concibe Gadamer, ratifica la funcin hermenutica propia del arte. Su interpretacin de la funcin simblica del arte es parte de su esfuerzo por
encontrar permanencia, por construir un puente por donde circule la tradicin histrica. Lo simblico-artstico representa un fragmento particular
de ser que promete incorporarse en un todo al que refiere o apunta, ese
todo alude a la unidad de la comprensin humana y la respuesta a la pregunta por el sentido mismo de la existencia.
Para el filsofo alemn, el smbolo es una muestra de presencia, no de
ausencia, que ofrece, en la forma de representacin artstica, lo que es permanente; en otras palabras, actualiza desde el fragmento o la pieza de arte
el sentido de la unidad complementaria presente en la experiencia del arte.
En la definicin griega de smbolo, se expresa aquello con lo cual se
reconoce a un antiguo conocido. Gadamer desarrolla la potencialidad de
esta idea asocindola con la naturaleza mimtica del arte. El smbolo no
es una alegora; en sta, se dice algo diferente de lo que se quiere decir, al
tener como referencia algo cuyo significado es previamente conocido y que
puede expresarse de manera inmediata. En el filsofo alemn, lo simblico
parte del fragmento, pero tiende a la totalidad manifiesta como un orden
absoluto cuya intuicin esttica o atisbo de significado se da en el sentimiento de lo bello.
En su carcter simblico, la obra de arte nos habla como tal obra, al
ser ella misma insustituible y nica debido a que representa vivamente su
contenido; explicado de otro modo, el arte es, en s mismo, un fragmento
ontolgico de su propio contenido representacional, y no solamente cumple la funcin de apuntar referencialmente. Mediante el smbolo, parece
darse un juego de mostracin y ocultacin, pero, adems, por medio de
11

Ibidem, p. 156.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 77-87

84

GADAMER: REFLEXIONES SOBRE LO SIMBLICO DEL ARTE

lo simblico, el arte se exhibe a s mismo como autoconstruccin, por lo


que el smbolo es como la piel o el trazo exterior que conduce al centro de
la obra.
El arte, visto como recurso hermenutico-filosfico, posibilita una forma de conocimiento que se identifica con la afirmacin de un orden ontolgico donde arte, juego y naturaleza nos hablan en el doble movimiento de
descubrir y des-ocultar o revelar; y por otro lado, ocultar, y estos movimientos no nos dejan indiferentes, sino que somos volteados y transformados al
paso de cada experiencia artstica.
En lo que se ha planteado, el papel de lo simblico no se limita a
remitir al significado, sino que lo hace estar presente, como encarnado y
vivo. Eso implica que lo representado est ah, que la representacin conserva algo fragmentario de la existencia de lo que representa. La obra de
arte no slo remite algo, sino que, como conformacin o como construccin por medio de la experiencia esttica, se dira que en ella est propiamente aquello a lo que se refiere. En este contexto, un smbolo constituye
e incluso sustituye a su referente, de modo que atrae sobre s la veneracin
que conviene a lo simbolizado por l.12
Si bien Gadamer interpreta el arte como juego, smbolo y fiesta, su
propsito fundamental es trazar un puente ontolgico entre la tradicin
artstica, que tiene como componente todo el gran arte del pasado, y el
arte moderno, que es el arte no referencial o slo referido a s mismo.
Sabemos la importancia que dicho autor otorga a la experiencia del arte
como fuente de conocimiento, tarea en la que ana recursos filosficos y
artsticos y, asimismo, afirma que esta capacidad cognoscitiva es todava
ms evidente en un arte no referencial; de manera que, ante la pregunta
acerca de si tiene algn porvenir el arte, tras la muerte del arte hegeliana,
el filsofo responde afirmativamente y adems piensa que es posible lograr
un sentido de unidad entre el gran arte del pasado y el arte moderno.
La expresin la muerte del arte de Hegel se alza como la sombra protagonista del arte moderno por causa del desvanecimiento de lo objetualcontextual; la antigua simbiosis entre materia y espritu se ha disuelto, el
arte moderno suprime el contenido referencial de realidad para dar paso
slo a la forma, a lo subjetivo; parecer, entonces, que, cuanto ms profunda sea la disolucin de la realidad, ms se perder el contenido simblico.
Por tanto, cabe preguntar si acaso el arte moderno (abstracto) podra ser
una dificultad para los propsitos hermenuticos de la experiencia del arte
gadameriana. Se disuelve de igual forma la funcin simblica y por ello la
propia experiencia esttica, en la medida en que el arte se vuelve autorreferencial?, seguir funcionando el recurso hermenutico de la experiencia
12

Ibidem, pp. 204-205.

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INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

85

del arte a partir de un arte que zanja la tradicin, que con la muerte de
Dios y con la muerte del arte se ha hecho enemigo del pasado?
Gadamer se opone de manera rotunda a estas interrogantes y, con cita
de antemano, sealo la clave argumentativa de su oposicin: la obra de
arte no es, en ningn sentido, una alegora, es decir, no dice algo para que
as se piense en otra cosa, sino que slo y precisamente en ella misma puede
encontrarse lo que ella tenga que decir.13 Junto a lo mencionado anteriormente, cabe profundizar ms en la concepcin del smbolo que asume el
autor para comprender las posibilidades hermenuticas que encierra. Cuando decimos que el propsito de la obra de arte es llevar algo a su representacin, debemos preguntar: qu es eso otro distinto de la representacin o
imagen que integra la obra materialmente y que llega a estar presente en su
plenitud sensible por medio de la representacin? En primer lugar, ese algo
que accede a su representacin no tiene posibilidades de ser concebido de
otra forma que como se muestra de modo tan elocuente en la obra de arte,
de suerte que debemos interpretar que se crea una simbiosis o una unidad
entre lo que llega a ser representado y el juego mismo que compone la esencia de la obra de arte. A esto se aade la segunda clave: la afirmacin de que
la representacin simblica que el arte realiza no precisa de ninguna dependencia determinada de cosas previamente dadas;14 entonces, qu es lo que
se muestra? Para el filsofo alemn, es el encuentro con una experiencia
que evoca un orden de verdad, que slo tiene lugar en la particularizacin,
y se es el sentido que el smbolo posee, que consiste en que en l mismo se
da una paradjica remisin que, a la vez, materializa en s mismo, e incluso
garantiza el significado al que remite.
El smbolo artstico como particularizacin que se autoconforma al
igual que se autoconforma el juego y que no depende de cosas previamente
dadas, ya sea en la tradicin figurativa objetual, ya sea en la forma moderna no objetual-abstracta, exigir siempre nuestro esfuerzo de construccin,
nuestro encuentro con la obra en la forma de la experiencia esttica. Para
Gadamer, es posible tener experiencia esttica mediante el arte no referencial y mantener el sentido de la unidad por la que discurre el pasado
artstico hasta encontrarse con el presente del espectador. Un ejemplo que
puede ayudar a entender el sentido de la unidad y universalidad que se
expresa en el arte es lo que el autor llama la msica absoluta, un verdadero
modelo del arte no objetual; en ella, no puede presuponerse una referencia
determinada que podamos interpretar como su sentido. La msica absoluta ha supuesto un gran logro de la abstraccin de Occidente, lo que, precisamente, ayuda a diferenciar que una pieza sea considerada superficial, de
13
14

H-G Gadamer, La actualidad de lo bello, Barcelona, Paids, 1991, p. 96.


Ibidem, p. 93.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 77-87

86

GADAMER: REFLEXIONES SOBRE LO SIMBLICO DEL ARTE

otra que sea valorada como una gran creacin. En qu se basaran estos
juicios si se carece de elementos referenciales que puedan determinarle un
sentido previamente dado? Para el filsofo alemn, se fundamentan en lo
que el smbolo trae del pasado, smbolo en el sentido de tessera hospitalis
(tablilla del recuerdo), que no es una imitacin, sino un descubrimiento
de la realidad que el smbolo enriquece por las infinitas posibilidades de
combinacin y seleccin de entes y relaciones. Entonces, en la obra de arte
slo puede hallarse lo que ella tenga que decir.
Si conectamos las ideas de Gadamer sobre la funcin ontolgica del
arte explicada mediante conceptos de juego, conformacin y autorrepresentacin, con las potencialidades del smbolo, vemos las posibilidades hermenuticas que surgen desde la experiencia esttica en la dimensin de lo
abstracto, la cual adquiere configuracin esttica propia debido a que la
obra de arte es smbolo por su propia naturaleza autorreferente, sin importar si su lenguaje se acerca o se aleja del referente objetual.
Lejos de ser un adversario de la hermenutica, el smbolo del arte se
convierte en aliado; si el juego se caracteriza por ser un automovimiento,
lo simblico, por ser un autosignificado. De esta manera, por medio de lo
simblico, se facilita el acceso o la vuelta al origen, que es como la travesa
que recorre la contingencia para vencer el tiempo. Mediante lo simblico
en su carcter autorreferente se obtiene la unidad como continuidad y permanencia, que se establece en un sentimiento de reconocimiento inmerso
en la experiencia esttica.
En los trminos de la ontologa que Gadamer propone, sera como
un ir humano a casa, una recuperacin del todo en el que, de manera
simultnea, el arte es un retorno al origen y un despojamiento del tiempo
para hacer surgir lo eterno, sta es la esencia del arte para el autor.
El arte exige de nosotros un gran esfuerzo comunicativo; sobre todo,
en la nueva situacin en la que se hallan tanto el artista como el espectador
sin referentes comunes. El artista ya no se pronuncia en el lenguaje de
la comunidad, pero la autorreferencia de carcter simblico le posibilita
construir su propia comunidad al pronunciarse en lo ms ntimo de s mismo. Desde su experiencia ntima, intenta construir una experiencia para
la comunidad, pretende hacer una comunidad. Gadamer observa que, en
todo proceso esttico, siempre hay un sentido de universalidad perenne
y ello se aprecia en particular en la intencin habitual del espectador de
abrirse a la obra de arte y de intentar apropiarse el lenguaje de sta como
si fuera el suyo.
Este marco de conceptos ontolgicos que da fundamento a los principios hermenuticos alcanza a cualquier situacin esttica, ya sea en la
tradicin del arte figurativo-referencial o en el arte puramente formal y
autorreferente. El proceso hermenutico de dilogo que se da entre el esIntersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 77-87

INTENCIN, CONTEXTO Y CULTURA: EL ENCUENTRO HOMBRE-MUNDO

87

pectador y la obra es el mismo en cualquier contexto. Dado que la intencin del filsofo alemn es articular los principios de una hermenutica de
carcter universal, sostiene que lo simblicamente dado est presente en
todas las situaciones, como la presencia de lo representado como elemento
fragmentario que reclama la evocacin de otro complementario que le da
sentido de universalidad y permanencia, aunque deba aprenderse el lenguaje de quien se expresa.
En todo caso, se trata de una comunidad potencial la que surge de la
situacin actual, porque lo fundamental es que el artista nos est queriendo decir algo por medio de su creacin. En el fondo, lo que sale a la luz
es la facultad dialgica del ser humano, y precisamente la situacin que la
experiencia del arte trata de ejemplificar es esa naturaleza comunicante entre los seres humanos que traspasa todas las barreras espacio temporales y
se convierte en la fuente primordial del nexo entre el pasado y el presente.
Todo dilogo como lectura (texto e intrprete) o como sentimiento
esttico (espectador y obra) remite a los principios de la comprensin en
general, al encuentro con la verdad del pasado desde nuestra existencia
presente como forma de autorreconocimiento, como una identidad que se
logra desde la constitucin de una experiencia de alteridad histricamente
mediada.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 77-87

II. DOSSIER

DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS


DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN
Beatriz Gutirrez Mueller *

Resumen La filosofa del acto tico del ruso Mijal Bajtn distingue un pensamiento-juicio de una accin libre y responsable, que un individuo,
con plena conciencia, decide llevar a cabo. Pero no se trata de un acto
unilateral, sino que involucra, al mismo tiempo, de forma interpenetrada, a ese yo, al otro y al lenguaje. Esta tica trinitaria, como
proponemos llamarla, comporta una responsabilidad insoslayable:
cuando un individuo participa en el ser, con el otro, lo hace de un
modo inescrutable: yo me veo a m mismo con los ojos del mundo.
Abstract The philosophy of the ethical act of Russian Mikhail Bakhtin distinguishes a thought-judgment from a free and responsible action that
a fully concious individual decides to pursue. This is not just a unilateral act, rather, it involves at the same time, in an interpenetrated
way: the self, the other, and language. This Trinitarian Ethics, as
we propose to name it, entails an inevitable responsibility: that when
an individual participates in being, with the other, he does it as in a
unique and unrepeatable, irreplaceable and impenetrable mode: I
see myself through worlds eyes.
* Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, Mxico.

92

DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

Palabras clave
dialogismo, acto tico, lenguaje, exotopa
Keywords
dialogism, ethical act, language, exotopy

ijail Bajtn fue un filsofo del lenguaje,


conocido en Europa occidental de manera tarda. Aunque public algunas
obras en la dcada de 1920, no fue sino hasta los setenta que su obra
sali de Rusia. Al cumplirse un centenario de su nacimiento, en 1995,
proliferaron estudios, conferencias, simposios y homenajes para revalorar
su trabajo que, si bien est centrado en la teora literaria, tena intenciones expansivas pero, por diversas razones, nunca se llevara a cabo por
completo, resume Tatiana Bubnova, su principal traductora al castellano.
Todas sus aportaciones sobre la comunicacin humana (en particular, en
la literatura) llevan implcito el principio tico[,] concebido mediante la
relacin intersubjetiva entre el yo y el otro.1 La base de todo su sistema
filosfico en sus obras radica en la tica dialgica.
Que las brillantes ideas bajtinianas no trascendiesen fuera de Rusia
sino hasta poco antes de fallecer su creador se debe, en buena medida, a su
situacin poltica. A los 34 aos, en 1929, haba sido arrestado por llevar
a cabo actividades antigubernamentales, entre las cuales estaba reunirse
asiduamente, segn se dijo, con un grupo de estudios filsofico-religiosos
llamado Resurreccin en San Petersburgo, el cual estara vinculado con
un movimiento clandestino de la Iglesia ortodoxa rusa. Segn Savkin, todos eran opositores al rgimen bolchevique.2 Ese mismo ao, haba publicado Problemas de la potica de Dostoievski, donde aparece por primera
vez el trmino dialogismo que, para Bajtn, debe considerarse el mtodo
de las ciencias humanas, en tanto que el monologismo caracteriza a las
ciencias naturales: sus enunciados son verdades incuestionables en todo
tiempo, sin posibilidad de cambiar.3 Para marzo de 1930, se trasladaba al
destierro en Kustanaj (hoy Kazajistn) y se le prohibi ensear filosofa o
Tatiana Bubnova, El principio tico como fundamento del dialogismo en Mihail
Bajtin, Escritos. Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje, 1998, Nm. 15-16, p. 260.
2
Igor Savkin, El expediente sobre Resurreccin [trad. de Svetlana Vaslieva], Escritos.
Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje, 1998, nm. 15-16, p. 31.
3
Karine Zbinden, El yo, el otro y el tercero: el legado de Bajtn en Todorov, Acta Potica, vol. 27, nm. 1, 2006, p. 329.
1

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 91-106

II. DOSSIER

93

literatura.4 A finales de los cuarenta, libre, parti a Mosc donde desempe puestos de poca importancia y, de nuevo en San Petersburgo, llev a
cabo trabajos menores hasta morir de osteomielitis en Mosc.
En Hacia una filosofa del acto tico,5 ya se trazaban las primeras
lneas de su filosofa moral. Bajtn, por aquellos aos veinte, criticaba la insatisfaccin de los filsofos y pensadores escandalizados ante la posibilidad
de que la filosofa se convirtiese en una accin.6 Antes bien, opinaba que
la conciencia individual anhela construir y orientar su mundo, a travs de
un acto tico determinado, concretamente histrico y real, de una forma
participativa y exigente.7
Vamos a explicar la nocin acto tico (postupok, en el original de Bajtn),
fundamental para poder ahondar en la que denominar tica trinitaria
donde participan, en igualdad de condiciones, tres elementos: l, yo y
el lenguaje de ambos, como si se tratara de una pericoresis o de una unin
hiposttica, a la manera en que los antiguos cristianos explicaron el dogma de la Santsima Trinidad.8 Tambin, se har necesario el repaso de va4
De ese tiempo, slo se conoce Experiencia basada en un estudio de demanda entre los
trabajadores de los koljoz.
5
Intitulado as por sus editores rusos, fue escrito hacia 1924, pero jams fue preparado
para publicacin por su autor. Formaba parte de un gran proyecto que Bajtn conceba
como una especie de prima philosophia en forma de filosofa moral, proyecto al que pensaba
dedicar su vida luego de la revolucin rusa. T. Bubnova, Prefacio de la traductora, en
Mijail Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico. De los borradores y otros escritos [ed. de Iris
M. Zavala y Augusto Ponzio; trad. de T. Bubnova], Barcelona, Anthropos/Universidad de
Puerto Rico, 1997, p. xiv. Otras investigaciones tan importantes como El problema del
autor, El problema de la actitud del autor hacia el hroe y La forma espacial del hroe,
vieron la luz, la primera, en 1977, y las restantes, en 1978.
6
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, en op. cit., p. 27.
7
Ibidem, p. 28. Cuando una persona cobra conciencia de s misma, intrnsecamente,
encuentra en seguida los actos de reconocimiento y amor de las personas allegadas, de la
madre, actos que le alcanzan desde el exterior. El nio empieza a verse a s mismo por
primera vez como si fuera con los ojos de su madre, y empieza a hablar de s mismo utilizando sus tonos emocionales y volitivos, como si se acariciara a s mismo mediante su primer
enunciado propio. M. Bajtn, Yo tambin soy (fragmentos sobre el otro) [sel., trad. y notas de
T. Bubnova], Mxico, Taurus, 2000, pp. 69 y 70.
8
No pocos han querido ver en Bajtn a un pensador teolgico. Aunque se le vincula
al pensar de la Iglesia ortodoxa rusa, it is difficult to see Bakhtin as the adherent of any
ortodoxy, much less a confessional one, opina Mihailovic quien acota, sin embargo, que no
debe dudarse de cmo emple categoras teolgicas para explicar varias de sus nociones ms
importantes. Mihilovic, uno de los estudiosos que detecta la enorme influencia de categoras
teolgicas en sus estudios, indica en concreto una cercana secuencia hacia la cristologatrinitarismo-logologa jonica with its incarnational model and paradigm of unity within
diversity [which] is his most highly marked use of such conceptions an is particularly evident in his conceptions of novelistic discourse and polyphony. A. Mihailovic, Corporeal
words: Bakhtins Theology of Discurse, Evanston, Northwest University Press, 1997, p. 5.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 91-106

94

DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

rias nociones bajtinianas, pues no necesariamente significan lo mismo en


la tradicin filosfica: acto o acontecer tico (tambin traducido como
deber ser o proceder), juicio verdadero, conciencia, libertad,
responsabilidad, alma (o vida interior u hombre interior), espritu, encarnacin, dilogo dialgico, dilogo monolgico y dilogo
polifnico, adems de cronotopa y exotopa, como los principales.
En todas ellas se revela la supremaca del prjimo.
tica trinitaria
El acto tico o acontecer tico es el proceder que resulta del autoescrutinio de la conciencia9 (samootchot-ispoved, literalmente, confesin ante
s mismo, anota Bubnova).10 En Hacia una filosofa del acto tico, es
cualquier pensamiento mo, con su contenido. Tal pensamiento toma
en cuenta y abarca plenamente el momento de la importancia terica de
un pensamiento-juicio; el pensamiento-juicio es considerado como un
momento necesario en la contextura del acto tico.11 Aunque cada acto
es nico e irrepetible, a la vez representa una unidad compleja, un todo
unitario.12 Lo realiza un yo, pero por y para otro.
El acontecer tico es mvil, acta, se verifica, se vive; no se queda
como una teora o un teorema (aunque le anteceda), puesto que se lleva
a cabo en el ser. Por el contrario, un pensamiento-juicio tericamente
vlido por decir, como una verdad universal resulta impenetrable
para la actividad individual y responsable, pero es all donde germina la
conciencia que hace obrar en condiciones determinadas, es decir, la historicidad concreta de un hecho individual.13 El acto tico y el escrutinio de
la conciencia son las dos formas mediante las cuales puede ser expresada
mi orientacin emocional y volitiva del mundo, mi gua interior dirigida
Para consultar los trabajos sobre el Bajtn religioso, se sugieren R. Coates, Christianity in
Bakhtin: God and the Exiled Autor, Cambridge, Cambridge University Press, 2005; Susan
M. Felch y Paul J. Continuo, Bakhtin and Religion. A Feeling for Faith, Evanston, Nortwestern Universtity Press, 2001; y Barbara Green, Mikail Bakhtin and Biblical Scholarship,
Atlanta, Society of Biblical Literature, 2000. Por ltimo, la aplicacin de las nociones del
dialogismo bajtiniano en textos bblicos se puede encontrar en Bakhtin and genre theory in
biblical studies [ed. de Roland Boer], Atlanta, Society of Biblical Literature, 2007.
9
La conciencia es darse cuenta de esta participacin en el acontecer, no entendida
como un deber ser moral, sino singular: nadie en todo el mundo puede llevar a cabo lo
que debo realizar yo. M. Bajtn, Problema del reposo fundamentado, Yo tambin soy,
p. 142.
10
M. Bajtn, Autor y hroe en la actividad esttica, ibidem, p. 93.
11
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 9.
12
T. Bubnova, Prlogo, Yo tambin soy, p. 19.
13
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 10.

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II. DOSSIER

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desde m mismo sin aportar los valores que sean esencialmente externos
[transgredientes] respecto de esta orientacin vital (es desde su interior
como el hroe acta, se arrepiente y conoce).14
Puesto que el juicio de la conciencia propicia un actuar, el deber ser
surge slo en la correlacin de la verdad, significativa en s misma, en un
momento especfico e histricamente nico. Bajtn alerta que, no por
ello, debe deducirse, entonces, que la verdad [pravda] sea relativa o limitada; por su condicin de pureza, la verdad puede participar responsablemente en el acontecimiento del ser [bytie-sobytie], puesto que el acontecer
de la vida no necesita de una verdad intrnsecamente relativa.15 La verdad
goza de eternidad, y ejemplifica: Amrica exista antes del descubrimiento
de Coln, por tanto, el carcter eterno de la verdad no puede oponerse
a nuestra temporalidad, en cuanto durabilidad eterna, para la cual todo
nuestro tiempo no es sino un momento, un lapso.16 En Autor y hroe
en la actividad esttica (c. 1924), diferencia: para la fsico-matemtica,
espacio y tiempo son tan slo lapsos insignificantes la palabra insignificante se entona valorativamente y ya posee un sentido esttico de
un tiempoespacio infinito y global [], pero desde el interior de una vida
humana adquieren un centro axiolgico nico, con respecto al cual se
plasman, se llenan de carne y sangre.17
Tenemos, pues, que el acto tico se verifica a causa del otro; mi palabra es la ajena, incluso, la sonrisa del ser es una sonrisa reflejada, no es
la sonrisa de uno.18 Esta relacin es dialgica: son dos, con su ideologa
y su lenguaje, comunicndose aun cuando no se vean cara a cara. En esa
reciprocidad dialgica, el alma humana (incluso, la de cada cual) se afirma de un modo emocional y volitivo,19 en un cronos y un topos especfico
(cronotopa) en la historia de los individuos quienes, adems, tienen
cuerpo se encarnaron, alma y espritu, trminos que nos remiten,
de nuevo, a la filosofa cristiana.20
M. Bajtn, Autoridad y hroe en la actividad esttica, Yo tambin soy, pp. 93-94.
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 17.
16
Ibidem.
17
M. Bajtn, Autor y hroe en la actividad esttica, ibidem, p. 83. Otro paralelismo
con la filosofa cristiana: Dios se hizo hombre, por tanto, era encarnado. La participacin del
hombre en los juicios posibles slo es posible en el tiempo espacio, como si se les otorgara
carne y sangre. Ibidem, p. 66.
18
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica de la creacin verbal [trad. de T.
Bubnova], Mxico, Siglo XXI, 1998, p. 122.
19
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 20.
20
Abordarlos aqu sera largo, pero remito a Totalidad temporal del hroe, donde
quedan explicados y conectados en otra trinidad, de las muchas que us Bajtn. Vid. Esttica
de la creacin verbal, pp. 92-122.
14
15

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DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

Para Bajtn, el discurso humano est basado en la intersubjetividad,


percibida como proceso dinmico y esto es, justamente, el dialogismo.21
Si el individuo acta conforme a su conciencia, lo hace en razn de que
hay otro. Entonces, slo entonces: Yo tambin soy, yo soy en toda la plenitud emocional y volitiva, propia de un acto y en efecto yo soy totalmente, y me obligo a decir esta palabra, participo en el ser de un modo
nico e irrepetible, insustituible e impenetrable [?] para el otro.22
Nuestro encuentro con el otro no se realiza sobre la base del respeto
o de la tolerancia, que son iniciativas del yo. El otro impone su alteridad
irreducible sobre el yo, independientemente de las iniciativas de este ltimo, agrega Bajtn.23 Quiere dejar muy claro cun diferentes son los actos
ticos de las normas ticas (zakonomernyi), reducidos a postulados sociales, convenidos y aceptados desde una rbita exterior a la conciencia
humana individual.
Estos actos del hombre se hacen con plena libertad; es un desenvolverse equiparable al libre albedro cristiano:24 es la libertad de mi acto
con respecto al ser en m o bien como no afirmado valorativamente,25 lo
que nos hace contraer responsabilidad y admitir consecuencias.26 Un
acto responsable representa la realizacin de una decisin, de un modo ya
irreversible, irremediable e irrecuperable,27 pues el momento cambiar
y se presentarn nuevas circunstancias en el eje histrico (diacrnico y
sincrnico) del individuo. Hablamos de la singularidad de una vez y para
siempre, como remata el propio filsofo.
Aos antes, en 1919, haba escrito que, adems de la responsabilidad,
la dialogizacin lleva a compartir hasta la culpa,28 pues el poeta tambin
concita sentimientos en su lector. Porque no puede existir la palabra separada del hablante, de su situacin, de su actitud hacia el oyente y de las
situaciones que los vinculan (la palabra del sacerdote, la palabra del jefe,
K. Zbinden, op. cit., p. 332.
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 47.
23
A. Ponzio, La revolucin bajtiniana. El pensamiento de Bajtn y la ideologa contempornea [ed. y trad. de Mercedes Arriaga], Madrid, Ctedra, 1998, p. 26.
24
Desde luego, no toda la cristiandad cree en el arbitrio propio. Nada ms ver el histrico debate verificado con De servo arbitrio, de Martn Lutero (1525), en respuesta a De
libero arbitrio diatribe sive collatio (1524), de Erasmo de Rotterdam.
25
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica, p. 108.
26
T. Bubnova, Voz, sentido y dilogo, Acta Potica, vol. 27, nm. 1, 2006, p. 103.
27
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 37.
28
Arte y responsabilidad de 1919, impreso hasta 1985. En este trabajo, siguiendo a
Zavala, su pregunta fundamental desde el inicio es el modo en que la verdad entra en la vida
humana, para responder que es a travs del lenguaje. Iris M. Zavala, Bajtn y el acto tico:
una lectura al reverso, en M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, p. 183.
21
22

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etc.):29 Bakhtin envisions communication as a tense equilibrium between the anarchic demands of identity and the imperatives of communal
life. Plurality is as miraculous and it is fragile; its internal coherence is
poised between the two poles of disruptive individualism and a stifling
authoritarian spirit.30
Como acto libre, es responsable y dicha responsabilidad implica que
uno se abstrae de s mismo o renuncia a s mismo, porque en la autonegacin, yo realizo al mximo la singularidad de mi lugar en la existencia.
Como magno smbolo de esta autonegacin est el descendimiento de
Cristo [32 palabras ilegibles]. El mundo abandonado por Cristo jams volvera a ser el mismo en el que l no haba estado, sino que es fundamentalmente otro.31
La tica trinitaria de Bajtn, como aqu le hemos llamado, queda conformada de la siguiente manera: un autor, un personaje y el lenguaje32
equivalentes a un Yo, un T y un lo que nos decimos. Ni uno antes o despus, sino interpenetrados, de ah que Mihailovic haya advertido el prstamo bajtiniano de esta nocin de los conciliares de Calcedonia: en Hacia
una filosofa del acto tico, analiza Mihailovic, el filsofo determina que
el acto tico se realiza sin separarse (without separation) para lo cual habra
necesitado la expresin nerazdelny; emple, antes bien, nesliiannost i nevzaimoptoniknovennost, (non-fusion and non-interpenetration), principio
que considera unquestionably Chalcedonian in provenance.33 En efecto,
el de Calcedonia, en el 451, defini desde entonces la ortodoxia cristolgica en trminos de una unin hiposttica;34 en Cristo hay dos naturalezas unidas sin cambio, sin divisin y sin confusin.35
M. Bajtn, De los apuntes de 1970-1971, Esttica, p. 370.
A. Mihailovic, op.cit, p. 7.
31
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, p. 24.
32
Recurdese que sus formulaciones pertenecieron, mayoritariamente, al campo de la
teora literaria.
33
A. Mihailovic, Corporeal Words, p. 136.
34
Justo L. Gonzlez, Diccionario manual meolgico, Barcelona, Clie, 2010, p. 142.
Cada una de las naturalezas, por medio de diferentes acciones, expresan su verdad, pero
ninguna de las dos disuelve la unin con la otra, afirma Len Magno en su sermn 54,
cuando quiso explicar que no hay competencia entre lo divino y lo humano en Jess. Samuel
Fernndez, El impacto de la historia de Jess en la sistemtica de Calcedonia, Teologa y
vida, Nm. LII, 2011, p. 420.
35
Remito al pie de pgina nmero 37, ibidem, p. 423. Tertuliano argumentaba que eran
tres personas en una substancia o tres hipstasis (sustancias) en una usa, a la manera de las
iglesias cristianas de Oriente. Dicha concepcin se resumi en una frase latina clsica: opera
Trinitatis ad intra sunt divisa, opera Trinitatis ad extra sunt indivisa. Slo la segunda parte
del aserto fue aceptada por san Agustn. Wolfhart Pannenberg, Teologa sistemtica [trad.
de Juan Martnez Camino], vol. II, Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 1996, p. 3.
29
30

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DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

El mismo Bajtn, a propsito de que la muerte en la cruz es el ms


alto smbolo de la autorrenuncia humana por el Otro, da a entender que
en ningn otro momento histrico logramos la plenitud de la realizacin,
en la singularidad e interpenetracin del nico hecho-realizacin-sentidosignificacin y de nuestra participacin en l (porque el mundo de esta
realizacin es singular y unitario).36
De nuevo la singularidad y la interpenetracin. Como se observa, el
lenguaje aqu cobra un papel relevante, pero no por encima de los otros
elementos de la tica trinitaria: en la autorrenuncia, Jess dice al Padre:
perdnalos, porque no saben lo que hacen. La voz es volcada a travs
de un lenguaje porque hay alma (por cierto, inmortal, como si fuese una
parte de Dios) hacia otra alma,37 a travs del espritu. En particular, la escritura es un recurso capaz de traducir la voz humana en la medida en que
es portadora de los sentidos de la existencia.38 El alma es una totalidad
individual, valorativa y libre que se convierte en voz humana, mediante la palabra,39 el color o el sonido sin separarse, incluso:
de la muerte o de la inmortalidad (resurreccin de la carne) [] En mi
actitud hacia mi persona yo no tengo nada que ver con el alma, y mi reflejo
propio, puesto que es mo, no pueden [sic] generar un alma sino tan slo
una subjetividad mala y desarticulada [] el alma desciende a m como la
gracia hacia un pecador, como un don inmerecido e inesperado. Es dentro
del espritu donde yo puedo y debo solamente perder mi alma, y sta puede
ser conservada nicamente gracias a las fuerzas que no son mas.40

El argumento bajtiniano se teologiza an ms:


Un alma vivida desde el interior es espritu, y ste es extraesttico [] el
espritu no puede ser portador del argumento, porque el espritu en general
no existe sino que se presupone en cada momento, est por realizarse, y una
tranquilidad interna es para l imposible [] El alma es un espritu que an
no se realiza y se refleja en la conciencia amorosa del otro (del hombre, de
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, pp. 24-25.
El acontecimiento en la vida de un texto, es decir, su esencia verdadera, siempre se
desarrolla sobre la frontera entre dos conciencias, dos sujetos. M. Bajtn, Ensayo de anlisis filosfico, Esttica, p. 297.
38
T. Bubnova, Voz, sentido y dilogo en Bajtn, p. 100.
39
El lenguaje para l abarca, desde luego, hasta lo no dicho, lo supuesto, lo sobreentendido. La entonacin, por ejemplo, se encuentra en el lmite de lo verbal y lo extraverbal,
entre lo explcito y lo tcito. M. Bajtn, La palabra en la vida y la vida en la poesa. Hacia
una potica sociolgica, Hacia una filosofa, p. 118.
40
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica..., p. 93.
36
37

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Dios); es aquello con lo que yo no tengo nada que hacer, en lo que yo soy
pasivo, receptivo.41

Advirtase que el espritu est en uno por realizarse y que el alma


pervive desde una rbita ajena al individuo, como una fuerza exterior que
lo invade y que, en su carcter de inmortal, sigue al infinito, ms all de la
encarnacin o la desencarnacin.
As pues, la participacin tripartita de uno, el otro y el lenguaje se
ayuntan en un acto tico responsable.42 Cuando menos, segn se lee tambin en Hacia una filosofa del acto tico, esta trina combinacin tendra
dos interpretaciones: una, que el espritu es, como en la Santsima Trinidad, el Espritu Santo, proporcionando a los hombres la palabra; otra, que
el lenguaje es Dios mismo, su voz dialogizada entre quienes se comunican
amorosamente. En todo caso, como tambin advierte Bubnova, tal dilogo se desarrolla en presencia de un tercero tendiente al infinito que puede
ser Dios; a partir de un determinado momento este tercero se transforma
en el mismo lenguaje concebido pragmtica y sociolingsticamente.43
Ese tercero puede ser Dios, en efecto, pero no de manera indudable.
Con tal ambigedad o como deliberada anfibologa por parte de Bajtn,
quiz para librar la censura o autocensurarse, se observ que 32 palabras
fueron tachadas sobre el original, en torno al sacrificio de Jess en la cruz.
Sin embargo, tal tercero bien puede ser cualquiera otro no involucrado directamente en el dilogo; esto es, como destinatario de lo que una voz dice
a otra, pensando en otra ms, o para que una distinta de ambos se entere.
Esto queda ms o menos claro cuando se completa la lectura de La palabra en la vida y la palabra en la poesa. Hacia una potica sociolgica, y
los dos manuscritos contenidos en Autor y hroe en la actividad esttica
que fueron publicados por separado (ambos, de 1926). Hay una voz que
habla a otro, para uno ms que es el lector o una especie de testigo.44 Al
Ibidem.
Mihailovic ofrece una variante mnima a la frmula que he propuesto: self, the
Other, and the world that comes between them. The last of these comes between the two
consciousnesses but is capable of being transformed into a unity or oneness (edinstvo) that
mediates between them. A. Mihailovic, op. cit., p. 76.
43
T. Bubnova, Prefacio de la traductora, en M. Bajtn, Hacia una filosofa,
p. xviii.
44
La corriente esttica de la recepcin literaria tambin es herencia de la escuela rusa.
En la segunda mitad del siglo xx, Wolfgang Iser y Hans Robert Jauss centraron su atencin
en el lector/receptor en tanto mediador del texto. Pero este lector es a quien Bajtn llama
pblico, es decir, quien lee la obra concluida o publicada. Este pblico es secundario,
aunque sus requerimientos y gustos artsticos pueden tomarse en cuenta conscientemente.
M. Bajtn, La palabra en la vida y la palabra en la poesa. Hacia una potica sociolgica,
Hacia una filosofa, p. 134.
41
42

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DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

intervenir en el dilogo, Bajtn afirma que tal lector: altera la interrelacin


de los otros dos [] Esto sucede porque la interrelacin de autor y hroe
jams se da como una interrelacin ntima de dos: la forma siempre toma
en cuenta al tercero al escucha, que ejerce una influencia importantsima en todos los aspectos de la obra.45
Zbinden hace notar que hacia los sesenta, al final de su carrera, Bajtn
amplific la idea del tercero o supradestinatario, concepto tan relacionado con el de exotopa.46 En Ensayo de anlisis filosfico afirma:
El destinatario es el segundo del dilogo (otra vez, no en un sentido aritmtico). Pero adems del destinatario (del segundo), el autor del enunciado supone la existencia de un destinatario superior (el tercero), cuya comprensin
de respuesta absolutamente justa se prev o bien en un espacio metafsico, o
bien en un tiempo histricamente lejano [] En diferentes pocas y en varias cosmovisiones, este destinatario superior y su comprensin de respuesta
idealmente certera adquieren diversas expresiones ideolgicas (Dios, verdad
absoluta, juicio de la conciencia humana desapasionada, pueblo, juicio de la
historia, ciencia, etctera).47

La exotopa, interpreta Zbinden, es la capacidad de ponerse fuera


de la posicin hermenutica de uno mismo con el fin de aprehender el
problema desde un punto de vista distanciado.48 Al colocarse afuera, el
yo acontece y no hay momento ms sublime en esa realizacin que el de
la muerte; aun, la presuncin de muerte, propia de todo individuo, es la
que permite realizar la comunicacin, el dilogo, como en esta sugerente
referencia de Blanchot en La parte del fuego:
Cuando hablo, la muerte habla en m. Mi habla es la advertencia de que la
muerte anda, en ese preciso instante, suelta por el mundo, de que entre el yo
que habla y el ser que interpelo ella ha surgido bruscamente: est entre nosotros como la distancia que nos separa, pero esta distancia es tambin lo que
nos impide estar separados, porque es la condicin de todo entendimiento.
Ella sola, la muerte, me permite asir lo que quiero alcanzar; ella es en las
palabras la nica posibilidad de su sentido. Sin la muerte, todo se hundira
en el absurdo y en la nada.49
Ibidem, p. 131.
K. Zbinden, op. cit., p. 333.
47
M. Bajtn, Ensayo de anlisis filosfico, Esttica, pp. 318-319.
48
K. Zbinden, op. cit., p. 333.
49
Maurice Blanchot, La parte del fuego, cit. por Jorge Fernndez Gonzalo, Maurice Blanchot y el pensamiento de la no-relacin, Revista neutral [en lnea], nm. 2/01,
45
46

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Mientras la muerte no nos lleve al terreno de la inmortalidad, se estar verificando, todo el tiempo, el actuar de una conciencia participativa
y encarnada, de una extensin responsable del contexto de los valores
efectivamente reconocidos desde mi posicin singular.50 La voz propia
implica encarnarse, hacerse ms definido, ms pequeo, ms limitado,
ms tonto.51 De nuevo, las reminiscencias al Jess histrico. El cuerpo
interior, la carne grave [tiazbelaia plot] le es dado al propio hombre,
mientras que el cuerpo exterior del otro es apenas planteado, y debe ser
creado por la propia persona.52 Por tanto, cuando acaece la muerte ya no
hay dilogo o el dilogo posible por el cuerpo se vuelve inmortal, porque
la defuncin es un una inevitable irrealizacin del sentido, el fracaso
semntico53 de toda una vida.
Aqu, la encarnacin de Cristo, como ejemplo mximo de sacrificio
tico, es llevada por Bajtn al extremo, a la manera de la knosis54 cristolgica: Incluso Dios tuvo que encarnarse para poder acariciar, sufrir y
perdonar, abandonando el abstracto punto de vista de la justicia.55 Al
desencarnar:

2012, p. 7, http://revistaneutral.wordpress.com/2012/02/02/maurice-blanchot-y-el-pensamiento-de-la-no-relacion-por-jorge-fernandez-gonzalo/.
50
M. Bajtn, Hacia una filosofa del acto tico, Hacia una filosofa, p. 57.
51
M. Bajtn, De los apuntes de 1970-1971, Esttica, p. 370.
52
M. Bajtn, Autor y hroe en la actividad esttica, Yo tambin soy, p. 72. Apunta a
pie de pgina su traductora que estos conceptos dado, planteado o posible, y creado
(dan, zadan, sozdan) forman otra trinidad bajtiniana ms, fundamental en su antropologa
filosfica y su epistemologa: es una gradacin entre algo que es dado desde antes, algo que
aparece como un deber ser, un propsito, una tarea y algo que es creado de nuevo, pero a
partir de los elementos anteriores. Ibidem.
53
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica, p. 118.
54
Knosis, trmino griego, se ha traducido como vaciar. Pablo, en su carta a los filipenses (2, 6-7), exhorta: Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jess, quien, a pesar
de su condicin divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vaci de s y tom
la condicin de esclavo, hacindose semejante a los hombres. La Biblia de nuestro pueblo
[trad. de Luis Alonso Schkel], Mxico, La Buena Prensa, 2009, p. 1888. Historia aparte
es la de la encarnacin, rechazada en los primeros siglos cristianos y la discusin de si Jess
fue slo divino o histrico o ambos. Vid. Samuel Fernndez, El impacto de la historia,
pp. 410-413.
55
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica, p. 116. En otro sentido, pero
como intrprete de esta humanizacin de Dios, la alteridad del Padre se vuelve, de hecho,
la garanta de la relacin, y ello se manifiesta como el acto de caridad absoluta, ya que la posesin de la identidad filial, que Cristo podra considerar como un tesoro celoso, se vuelve
posibilidad efectiva de fe para todos y, por lo tanto, de libertad para todos los hombres. Nicola Reali, Rito, smbolo, sacramento: una lectura teolgico-filosfica [trad. de Eduardo
Gonzlez di Pierro], Devenires, nm. iv, vol. 7, 2003, p. 46.

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en Cristo tenemos una sntesis, nica por su profundidad, del solipsismo


tico, con su infinita severidad para consigo mismo, es decir, de una actitud
irreprochablemente pura hacia s mismo, con una bondad tico-esttica respecto del otro: aqu aparece por primera vez una infinita profundizacin de
un yo-para-m, pero no de un yo fro, sino desmesuradamente bondadoso
hacia el otro que le retribuye con toda la verdad al otro en cuanto tal, un yo
que pone de manifiesto y sostiene toda la plenitud de la peculiaridad axiolgica del otro.56

Bajtn tiene este momento de muerte57 en la cruz, como la manifestacin ms radical del subjetivismo de Jess, es decir, el conocimiento de un
yo nico: en todas las normas de Cristo se oponen el yo y el otro: el
sacrificio absoluto de s mismo y la gracia para el otro. Pero el yo-para-m
es el otro para Dios, pues:
Dios no se define ya esencialmente como la voz de mi conciencia, como la
pureza de la actitud hacia s mismo, la pureza de una autonegacin arrepentida de todo lo dado en m, ya no es aqul en cuyas manos da miedo caer,
y cuya vista significa la muerte (la condena inmanente de s mismo), sino
el padre de los cielos, que se encuentra por encima de m y puede absolver y
perdonarme cuando yo intrnsecamente no me puedo absolver ni perdonar
por principio ni quedar purificado para conmigo mismo.58

El cristianismo, reflexiona Bajtn, est constituido por el principio de


que lo que yo debo ser para el otro, Dios lo es para m (otra categora
teolgica de la Santsima Trinidad). La relacin dialgica con Dios no est
vista como un monlogo interior personal nada ms, donde no hay Otro
que escuche. Es lcito especular que, al respecto, Bajtn quiere decir que
Dios tambin es, es un Otro, con el que se verifica el amor en su mxima expresin. Es posible, claro est, establecer una relacin personal con Dios,
pues ste es el distintivo de la religin cristiana.59 O, en todo caso, como
apuntan varios estudiosos, quienes lo han ligado a la ortodoxia cristiana
rusa, Dios es una especie de testigo de la comunicacin humana pero, a la
vez, participante en ella a travs de su espritu. Aqu se ve la conformacin de una triada adicional en el pensamiento bajtiniano: el Dios trino es
M. Bajtn, Autor y hroe en la actividad esttica, Yo tambin soy, p. 79.
La muerte no es la desaparicin, sino la interrupcin de la vida en el tiempo y por
tanto, mientras hay vida hay fe y esperanza que perduran como la ltima palabra de mi
vida. Ibidem, p. 120.
58
Ibidem, p. 80.
59
M. Bajtn, Apuntes del 1 de noviembre de 1925, ibidem, p. 146.
56
57

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en s mismo una pericoresis60 o un amor trinitario interpenetrado y, con


esa calidad, establece el dilogo tico con el hombre que, a la vez, es trino,
como se ha dicho; Dios tiene su palabra para redimir o condenar cuando
el individuo est ante su ltima palabra.
Poco es lo que tenemos escrito de Bajtn en el mbito de la filosofa
de la religin, tema del que, suponemos, fue un puntual estudioso. Unos
cuantos apuntes que han llegado a nuestros das, nos arrojan que el acontecimiento religioso, en su sistema filosfico, tambin forma parte del
ser y, por tanto, se da del mismo modo en la conciencia: nadie en todo
el mundo puede llevar a cabo lo que debo realizar yo.61 Feuerbach no
pudo comprender, opina el ruso, que el cristiano reclamara la cruz para s
mismo y la felicidad para los otros, pues resulta imposible generalizar la
norma religiosa o cualquier fenmeno religioso. A esta parte, ofrece una
nueva trinidad para la conciencia religiosa: en ella, existen los dos interlocutores dialgicos a los ojos de un tercero, quien valora en potencia.62
Dios sera la tercera conciencia. Este tema nos lleva a otro al que Bajtn da
suma importancia: la confesin. Lo tratamos ms arriba, cuando hablbamos del ejercicio de la conciencia, pero podra ser revisado en otro momento por razones de espacio. Baste decir, por ahora, que no se entiende en un
sentido personal (voy al confesionario), sino como una representacin
de un acontecer que se lleva a cabo en el interior de una autoconciencia.63
La confesin siempre conlleva una dialogizacin interna.
Entonces, tenemos que la comunicacin, la enunciacin o el sacar la
voz abarca no slo a lo dicho, sino a lo silenciado, a lo ausente; aun, los
gestos, el tono, la entonacin.
El inevitable dilogo humano, dimanado por dos conciencias, represents just such a coexistence and inseparable interaction of identities, an
event possessed of transubstantiating qualities.64
Un dilogo tico trinitario descarta comprender al otro, como un reflejo pasivo y exacto a partir de la comprensin simptica o de una duplicacin de la vivencia del otro hombre en m (adems, tal duplicacin es
El trmino latino es circumincessio (circumincesin). Segn Justo L. Gonzlez, se
refiere a la interpenetracin entre las tres divinas personas de la Trinidad. Puesto que la perichoresis se asemeja a un trmino que pudiera utilizarse para una danza coreogrfica, a veces
se emplea este trmino para hablar de la Trinidad como una coreografa en la que las tres
personas actan conjunta, pero distintamente, como si cada una danzase en torno a las otras
dos. Justo L. Gonzlez, Diccionario manual teolgico, p. 62.
61
M. Bajtn, Problema del reposo fundamentado, Yo tambin soy, p. 141.
62
Ibidem, pp. 142-143.
63
M. Bajtn, Problemas en la potica de Dostoievski [trad. y notas de T. Bubnova], Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2012, p. 393.
64
A. Mihailovic, op. cit., p. 127.
60

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104

DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

imposible). Por el contrario, se trata de un traslado de la vivencia a un plano


absolutamente distinto de valores, a una categora nueva de valoracin
y figuracin que slo se puede realizar en m e interiormente fuera del
otro.65 El dilogo, pues, se da en el amor. Lo dems es intercambio de informacin, enunciados vacos, oquedad de la palabra: es monologa. En El
hombre ante el espejo, se lee: No soy yo quien mira desde el interior de
mi mirada al mundo, sino que yo me veo a m mismo con los ojos del mundo, con los ojos ajenos; estoy posedo por el otro [] No poseo un punto
de vista externo sobre m mismo, no tengo enfoque adecuado para mi propia imagen interna. Desde mis ojos estn mirando los ojos del otro.66
Esta relacin bilateral (o trilateral, segn se ve) implica una extraposicin (vnenajodmost)67 del autor: la tambin traducida como exotopa
es mi persona frente a todos los dems hombres sin excepcin, que son
otros para m, y el excedente de mi visin respecto de cada uno de ellos [se
halla] condicionado por esa exotopa.68 Es vivenciar al otro, colocarse
desde fuera, en el espacio y en el tiempo, de los valores y de los sentidos
propios. Si, por el contrario, no hay extrapolacin, ya se anticip, lo
que resulta es un discurso monolgico; es decir, homfono: uno impone
al otro, desde su yo-para-m la interpretacin de la vida misma.69 Para el
caso, los fenmenos discursivos tales como rdenes, exigencias, mandamientos, prohibiciones, promesas, amenazas, alabanzas, reprobaciones,
injurias, maldiciones, bendiciones, etc.70
El encuentro humano es dialgico y, en efecto, puede convertirse
en polifnico, siguiendo a Bajtn. Aunque no es posible ahondar aqu, el
dilogo polifnico es la dialogicidad ltima, la de la ltima totalidad.71
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica, p. 95.
Fragmento intitulado El hombre ante el espejo, Obras completas de Bajtn, en ruso,
publicadas en 1996. Cit. en M. Bajtn, Yo tambin soy, p. 156.
67
La exotopa o extraposicin se refiere a qu es el otro para m. M. Bajtn, Yo tambin
soy, p. 33. A pie de pgina, en su traduccin a la tercera edicin de Problemas de la potica
de Dostoievski, en 2012, Bubnova seala que Todorov (en Mikhil Bakhtine: le principie
dialogique) asign a este concepto el trmino francs xotopie (exotopa) y en ingls se le
ha traducido como outsideness. Bubnova utilizar el concepto exotopa hasta su edicin de
Yo tambin soy (traducida al castellano 18 aos despus de Esttica de la creacin verbal, de
1982). Mercedes Arriaga, traductora a su vez de un anlisis bajtiniano a otra obra de Augusto Ponzio, le asigna los vocablos extralocalizacin o encontrarse fuera que, segn afirma,
ya comenzaban a ser utilizados por el ruso en un ensayo previo, fechado entre 1922 y 1924.
68
M. Bajtn, Autor y hroe en la actividad esttica, Yo tambin soy, pp. 33-34.
69
Como se ha insistido, el yo no puede comprenderse ntegramente sin la presencia del
otro. La identidad pierde as su eje egocntrico y monolgico; se vuelve heteroglsica. Jos
Alejos Garca, Identidad y alteridad en Bajtn, Acta Potica, vol. 27, nm. 1, 2006, p. 49.
70
M. Bajtn, De los apuntes de 1970-1971, Esttica, p. 386.
71
M. Bajtn, Problemas, p. 78.
65

66

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II. DOSSIER

105

Porque la novela polifnica como en general el dilogo humano es


enteramente dialgica, cambia su interpretacin, pues el intrprete, a su
vez, pertenece a un tiempo y un espacio especficos.
A diferencia de las ciencias exactas, el acontecer tico cambia, muta,
es distinto cada vez. Las lenguas tambin y, al interpenetrarse con el yo y el
otro, la triada que conforman constituye un fenmeno casi universal que
penetra todo el discurso humano y todos los nexos y manifestaciones de la
vida humana, en general, todo aquello que posee sentido y significado.72
Cada uno es una voz y, a la vez, contiene en su ser muchas voces
pertenecientes a otros tiempos y espacios, que pueden estar hablando a un
tiempo en el dilogo con el otro. Afirma Bubnova: Las palabras todas van
dirigidas a alguien y son de alguien (no hay palabras neutras que existan
por su cuenta), y decir palabras propias las que le pertenecen a uno
slo es posible en respuesta a algo que se dijo antes de nosotros.73
Este dilogo tico trinitario representa vivencias reales y jams puede
cobrar una paz interior, detenerse, terminar, concluir, no puede dejar de
formar parte de mi actividad, cristalizar de repente en un ser autnomamente acabado.74 La no-coincidencia y la infinitud del dilogo pueden
percibirse muy bien en el dilogo interior donde yo, en tanto que sujeto,
jams coincido conmigo mismo:75 uno siempre se comunica adentro y,
aunque haya una solucin acabada, convertida en acto tico, la mente
retorna al punto sucesiva, infinitamente a lo largo del tiempo, pues mi
conciencia sigue en actividad hasta que sobrevenga la muerte. El dilogo
interior o hacia el prjimo no quiere decir entendimiento, aceptacin,
aunque pueda haberlo.
De manera conclusiva (en un sentido bajtiniano, no como conclusin), la tica trinitaria es un movimiento dialgico interminable, pero
que nunca deja de pertenecer a un tiempo y un espacio. No nace y no
muere; la serie semntica de la vida, esto es, la tensin cognoscitiva y tica
de la vida desde su mismo interior no puede ser iniciada ni concluida. La
muerte no puede ser la conclusin de esta serie semntica.76
Si yo soy mediante el otro que tambin es, o mejor dicho, l es y yo
tambin soy, de la misma manera que el lenguaje sigue siendo, hay una
mutua necesidad humana. La individualidad no se esfuma, porque no es
una porcin de la naturaleza, sino una unidad en ella que, al mismo tiempo, est de cara a otra individualidad que tambin siente, piensa, sufre,
Ibidem, p. 118.
T. Bubnova, Voz, sentido y dilogo, p. 102.
74
M. Bajtn, Totalidad temporal del hroe, Esttica, pp. 112-113.
75
Ibidem, p. 100.
76
M. Bajtn, Autor y hroe en la actividad esttica, Yo tambin soy, p. 116.
72
73

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DESDE MIS OJOS ESTN MIRANDO LOS OJOS DEL OTRO. TICA TRINITARIA EN BAJTN

valora, interpreta los acontecimientos de la vida. Es el otro quien da un


sentido a mi existencia, porque respecto de l siento, pienso, sufro, valoro
e interpreto los acontecimientos de la vida. Como testigo mudo pero vivo,
como supradestinatario, ah est un tercero sea Dios, sea la palabra, sea
la otredad universal que tambin es y participa en mi ser de un modo
nico e irrepetible. As, pues, vale tomar prestada la idea de que, desde mis
ojos, estn mirando los del otro.

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PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA


EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI
Jacob Buganza*

Resumen En este trabajo, el autor asume el pensamiento de Antonio Rosmini


para dar cuenta de cmo, en su seno, la educacin consiste en educacin moral, de suerte que aqulla tiene como objetivo la formacin
prioritariamente de la voluntad, en orden a que sta obtenga y desarrolle el bien moral, que es su bien propio. Analiza primero el concepto ontolgico de perfeccin, para visualizar despus la perfeccin del
ente contingente. Con este marco, aplica los resultados al caso antropolgico, donde resulta indispensable hablar del perfeccionamiento
accidental. Es aqu donde se sita la perfeccin de la voluntad como
culmen de la educacin de la persona humana.
Abstract In this paper, the author assumes the thought of Antonio Rosmini
to account for how, within this philosophy, education is essentially
"moral education". This moral education is aimed primarily training
of the will, in order that it obtain and develop the moral good, which
is its own good. First analyzes the ontological concept of perfection,
for viewing after the perfection of contingent being. In this context,
the author applies the results to the anthropological case, where it is
essential to mention the accidental development. This is where the
perfection of the will stands as the culmination of the education of
the human person.
*

Instituto de Filosofa de la Universidad Veracruzana, Mxico.

108

PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

Palabras clave
perfeccin contingente, filosofa moral, filosofa de la educacin, Rosmini
Keywords
contingent perfection, moral perfection, moral philosophy, philosophy of education, Rosmini

ntonio Rosmini no slo dedic una buena


parte de su investigacin a construir un edificio tico slido, sino que lo asoci con la
labor educativa desde sus aos mozos.1 De hecho, como bien admite uno de
los filsofos de la educacin ms reconocidos en Italia en el siglo xx, Mario
Casotti, y que incluso en mucho es detractor del roveratano, Rosmini ser
siempre el ms grande tratadista de la pedagoga catlica del siglo xix.2
Hay un concepto clave, nos parece, que relaciona los mbitos de la
filosofa moral y la de la educacin, y ste es el de la perfeccin. En este
trabajo, veremos brevemente qu entiende Rosmini por perfeccin y
cmo es que sirve de vnculo entre la educacin y la tica. Para ello, nos serviremos sobre todo de la Teosofia 3 y de algunas otras que tienen por objeto
la moralidad; es decir, cabe catalogar algunas de sus obras como de tica.
La perfeccin teosficamente considerada
y el concepto de perfeccin moral
El concepto perfeccin es sumamente amplio y por ello se estudia en la
ontologa. En efecto, puede aplicarse a cualquier gnero de ente, aunque
sea de manera analgica, porque una es, por ejemplo, la de Dios, y otra la
perfeccin a la que pueden aspirar las criaturas. Pero cuando nos referimos
1
Son varias las obras pedaggicas de Rosmini. Las principales son Della educazione
cristiana (1823), Sullunit della educazione (1826), Del principio supremo della Metodica
e di alcune sue applicazioni in servizio dellumana educazione (1840), etctera. Cfr. Bruno
Brunello, Antonio Rosmini, Miln, Garzati, 1941, pp. 267 y ss. Para un encuadre histrico,
cfr. Dante Morando, Pedagogia, Brescia, Morcelliana, 1951, pp. 320 y ss.
2
Cfr. Mario Casotti, La pedagogia di Antonio Rosmini e le sue basi filosofiche, Miln, Vita
e Pensiero, 1937, p. 142. Muchos estudios se han dedicado a la filosofa de la educacin de
Rosmini recientemente. Aparecern algunos de ellos en lo sucesivo, pero valga mencionar
de momento el de Antonietta Cantillo, La filosofa delleducazione in Rosmini, Rivista
rosminiana di filosofia e di cultura, XCVIII/1, 2004, pp. 13-53; XCVIII/4, 2004, pp. 359384; y XCIX/1, 2005, pp. 95-111.
3
A. Rosmini, Teosofia (al cuidado de S. Tadini), Miln, Bompiani, 2011, 2 942 pp.

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II. DOSSIER

109

al concepto de perfeccin en este momento, lo hacemos en el contexto de


las criaturas. Es verdad que Dios es Perfecto, en cuanto su Ser est completo, terminado, acabado, y que se vuelve por ello el analogado principal,
por ser quien por antonomasia es perfecto, pero, en nuestro caso, nos
referimos a la perfeccin a la cual est llamada el ente contingente, y, ms
especficamente, el ser humano.
Para profundizar como es debido en el concepto de perfeccin desde
el rosminianismo, no queda otro camino que hacerlo por medio de la
teosofa. En primer lugar, el concepto de perfecto refiere a cierto ordenamiento, pues perfecto un predicato che si d all uno, in quanto risulta
di pi.4 Las entidades que son aptas forman una unidad a partir de la
diversidad; cuando se da esta conformidad, entonces se dice que ese ente
es perfecto. As pues, que haya conformidad entre las partes que constituyen al uno, es lo mismo que afirmar que stas poseen cierta ordenacin
que les conviene. De suerte que es muy inteligible que Rosmini sostenga:
perfetto dunque senzaltra aggiunta o distinzione restrittiva si dice luno
formato nel modo pi compiuto dalle entit che sono atte a formarlo, e che
noi diciamo elementi dellordine. In quanto dunque si scorge ununit
formata dai pi, ma questi pi non la costituiscono tanto unit se non in
parte, in tanto questuno dicesi imperfetto, e imperfezione la qualit che di
lui, sotto questo aspetto, si predica.5
Analicemos con mayor detalle este pasaje. Primero, lo perfecto se
predica (es un predicado, como dijimos) del uno que se forma por completo a partir de las entidades que lo constituyen. Segundo, es preciso
que dichas entidades que integran la unidad, para conformarla como es
debido, posean una ordenacin. Tercero, perfecto es el estado ontolgico
que posee la cosa en su unidad cuando est bien dispuesta, mientras que
"perfeccin" es la cualidad que se predica de ella.
En Teosofia, Rosmini distingue entre perfecto y excelente. Para l,
lo excelente implica gradaciones, mientras que lo perfecto no las admite.
La perfeccin se posee o no, simplemente, porque el concepto significa
que hay una conveniencia realizada o existente entre los elementos que forman a la unidad y, si en la actualidad sta est constituida as, entonces se
4

ms.

A. Rosmini, Teosofia, n. 994. Es un predicado que se da al uno, en cuanto resulta de

5
Idem. Perfecto sin ningn agregado o distincin restrictiva se dice del uno formado en el
modo ms completo por las entidades que son aptas para formarlo, y que nosotros llamamos elementos del orden. Por tanto, en cuanto se observa una unidad formada por muchos, pero estos
muchos no la constituyen tanto como unidad sino en parte, entonces se dice que este uno es
imperfecto, e imperfeccin es la cualidad que de l, bajo este aspecto, se predica. Vid. la cercana de esta idea con la definicin agustina de orden: Ordo est parium dispariumque rerum
sua cuique loca tribuens dispositio, Sancti Aurelii Augustini, De civitate Dei, XIX, 13, 1.

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PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

llama simple y llanamente perfecta, y su predicacin, perfeccin. As,


tendra sentido decir que lo excelente, etimolgicamente, es el camino hacia la cumbre, hacia el punto ms excelso; pero, lo que est en la cumbre,
no es sino lo perfecto, lo ya dispuesto actualmente conforme a su orden.
Tan estrechamente relacionadas estn la perfeccin y el orden, que el
tridentido asienta que come si dice perfetto luno quando tutti gli elementi atti a formarlo, lo formano compiutamente, cos si dice anche perfetto lordine; perch in questa locuzione si prende lordine come uno. E
ogni cosa che si considera come uno risultante da pi, si pu dir perfetta.6
As pues, cuando se da la correcta disposicin de los elementos que forman
la unidad, se dice que sta es perfecta o est ordenada; y cuando alguno de
los elementos coadyuva a la perfeccin del todo, de la unidad, se le llama
elemento perfectivo. Sin embargo, tambin es preciso distinguir entre
una perfeccin y la perfeccin; esta ltima es el abstracto de lo perfecto, aunque, como dice el roveretano, una perfezione non lastratto
di perfetto semplicemente preso, ma di perfetto parzialmente preso.7 De este
modo, aunque parezca una mera sutileza, Rosmini seala con toda pulcritud que una perfeccin, un elemento perfectivo, es una perfeccin considerada de manera parcial; la perfeccin, como tal, no admite ms que el
hecho de que algo est completo simplemente considerado.
El concepto de perfeccin agrega algo al de ente? Puede estar implcito en el de ente, pero slo de esa forma, porque tal concepto implica un
cierto orden, aunque indeterminado. En el caso de un ente necesario, la
perfeccin o el orden no pueden estar sino en l, de manera necesaria, al
igual que su existencia, de suerte que i concetti di ente necessario, di ordine, e di perfetto si convertono; cio sono la stessa entit considerata sotto
rispetti diversi; ente, quando la mente riguarda ci che , senzaltro:
ordine, quando la mente riguarda ci che come pi producenti un uno;
perfetto, quando la mente riguarda ci che come un uno costituito di
pi.8 No obstante, si se aplica el concepto de perfeccin a un ente contingente, entonces debe distinguirse entre un orden esencial y un orden
Ibidem, n. 995. Como se dice perfecto el uno cuando todos los elementos aptos para
formarlo lo forman completamente; as se dice tambin perfecto al orden, porque en esta
locucin se toma el orden como uno. Y toda cosa que se considera como uno resulta de ms,
se puede llamar perfecta.
7
Idem. Una perfeccin no es el abstracto de perfecto simplemente considerado, sino de
perfecto parcialmente considerado.
8
Ibidem, n. 1000, 2o. Los conceptos de ente necesario, de orden, y de perfecto se convierten; es decir, son la misma entidad considerada bajo aspectos diversos; es ente cuando la
mente observa aquello que es, sin nada ms; es orden cuando la mente observa aquello que
es como ms produciendo un uno; es perfecto cuando la mente observa aquello que es como
un uno constituido por muchos.
6

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II. DOSSIER

111

accidental. El primero nunca puede faltar en su realizacin, mas no es


suficiente para hacer perfecto al ente contingente. Es preciso desarrollar
el orden accidental, puesto que ste no siempre est realizado. Siendo as,
dicesi dunque perfetto un contingente quand realizzato in lui non solo
lordine essenziale, ma ancor quellordine accidentale che in questo virtualmente si contiene, e che compisce e perfeziona lordine intero. E per
la perfezione dellente contingente che ha accidenti sempre accidentale.9
As, aunque el orden accidental est virtualmente en el orden esencial
del ente contingente, es preciso desarrollarlo, pues, as se perfecciona por
completo este tipo de ente. Sin embargo y esto resulta muy importante y
a veces pasa inadvertido para muchos, la perfeccin del ente contingente,
que est compuesto por accidentalidades, es siempre una perfeccin accidental. A esto aspira un ente contingente cuando se perfecciona. Debido a
ello, el concepto de perfeccin, en los entes contingentes, puede adquirir
grados y se acerca ms al concepto gradual de excelencia que habamos
indicado; siendo as, la perfeccin del ente contingente es una aplicacin
diversa de su significado propio, esto es, se aleja de modo significativo del
concepto mismo de perfeccin, que es lo acabado, lo que tiene dispuestos
sus elementos para constituir al ente de forma completamente ordenada.
En consecuencia, la imperfeccin del ente contingente radica en que
no realice su orden accidental. Se questordine non realizzato in niuna
sua parte c la massima imperfezione, se realizzato in parte, ma non in
tutto, quella parte che manca di realizzazione il quanto dimperfezione,
chegli porta in s medesimo.10 Pero esta realizacin del orden accidental
puede tener grados, porque el elemento perfectivo puede coadyuvar ms o
menos a la unidad del ente contingente, de manera que hay perfecciones
que llevan ms a la unidad e imperfecciones ms graves que llevan ms a
su desintegracin. En el caso de los entes contingentes, esto es de capital
importancia, pues no slo es falta o carencia de orden o perfeccin, sino,
precisamente, como lo habamos llamado, imperfeccin, lo cual equivale
a desorden. Para Rosmini, el desorden es, precisamente, lo que se significa con el concepto de mal, que se asocia con el concepto de relacin,
como veremos. Para nuestro caso, es indispensable el texto siguiente:

9
Ibidem, n. 1001. Por tanto, se dice perfecto un contingente cuando est realizado en l
no slo el orden esencial, sino tambin el orden accidental que en ste virtualmente se contiene, y que cumple y perfecciona al orden entero. Empero, la perfeccin del ente contingente
que tiene accidentes es siempre accidental.
10
Ibidem, n. 1002. Si este orden no est realizado en ninguna de sus partes, se da la
mxima imperfeccin; si est realizado en parte, pero no del todo, aquella parte que falta de
realizacin es el tanto de imperfeccin que lleva en s mismo.

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112

PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

Il male dunque universalmente un disordine, non una semplice mancanza


di ordine: e questo disordine trovasi solo nella realizzazione contingente dun
dato ordine. Esso un disordine nella realizzazione dellordine accidentale.
[...] La natura del male giace nella sconvenienza dalcune di quelle relazioni con alcune altre, il che quanto dire nella disarmonia tra quelle relazioni che legano insieme la entit che dovrebbero realizzare un dato ordine accidentale, ondavviene che le relazioni disarmoniche in vece di rendere queste
entit cospiranti nelluno tendano a disgregarle e cos a distruggere luno.
Il male il contrario del bene, il quale di conseguente, considerato in universale, giace nellarmonia di tutte le relazioni tra le entit che costituiscono,
o devono costituire un dato ordine, sia questo pi o meno eccellente.
Il bene dunque sta nella perfezione, laddove il male non ist in ogni
imperfezione, ma in quella imperfezione che ha natura di disordine e di
lotta. Tra il bene e il male c dunque la diminuizione del bene che si dice
imperfezione semplice o difetto semplice.11

Con Rosmini, nos trasladamos de las consideraciones ontoteosficas


a las de los entes contingentes y, de estos ltimos, podemos pasar al campo
antropolgico, y ms todava al tener presentes las indicaciones ontolgico-morales del ltimo texto transcrito. Para nuestros propsitos, es un
texto indispensable y es necesario revisarlo con cierto detalle, para luego
aplicar la doctrina de la perfeccin al caso concreto del hombre que es,
justamente, el ente contingente de nuestro actual inters.
En el texto transcrito, entonces, vemos las tesis centrales: i) el mal es
un desorden, no mera falta de orden; ii) en el desarrollo accidental, puede
darse el desorden, por tanto, el mal; iii) el mal consiste en la desarmona
y sta se aprecia cuando los elementos que deben tender a unirse, en vez
de hacerlo, se disgregan; iv) el mal consiste, entonces, en el desorden que
conlleva a la desintegracin de la unidad; v) el bien, por tanto, estriba en
11
Ibidem, n. 1003. Entonces, el mal universalmente es un desorden, no es una simple
falta de orden: y este desorden se encuentra slo en la realizacin contingente de un cierto
orden. Es un desorden en la realizacin del orden accidental. La naturaleza del mal yace en
la inconveniencia de algunas de aquellas relaciones con algunas otras, lo que es lo mismo
que decir que se da en la desarmona entre aquellas relaciones que vinculan la entidad que
debera realizar un cierto orden accidental, de donde se sigue que las relaciones disarmnicas en vez de hacer que estas entidades tiendan a la unidad, tiendan a disgregarse y, as, a
destruir la unidad. El mal es lo contrario del bien, el cual, por consiguiente, considerado en
universal, yace en la armona de todas las relaciones entre las entidades que constituyen, o
deben constituir, un cierto orden, sea ste ms o menos excelente. Por tanto, el bien est
en la perfeccin; el mal est en toda imperfeccin, pero especialmente en aquella que tiene
naturaleza de desorden y lucha. Entre el bien y el mal hay, entonces, disminucin del bien,
que se llama imperfeccin simple o defecto simple.

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II. DOSSIER

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la armona de los elementos que constituyen la unidad, esto es, que estn
en orden; vi) el mal se encuentra especialmente en el desorden que tiene
naturaleza de lucha. Esto ltimo es de suma importancia porque engarza
con el essere morale, aplicado al caso del ente inteligente contingente.
A partir de estas reflexiones teosficas, veamos el caso del hombre,
que es el ente inteligente que se educa. En efecto, si las potencias que confluyen en un individuo son las que integran su naturaleza, y si stas se
perfeccionan, entonces se habla de una perfeccin de la naturaleza que,
en nuestro caso, es de la naturaleza humana. Empero y aqu Rosmini
es muy sutil, no necesariamente el perfeccionamiento de tal naturaleza implica el de la persona.12 En efecto, la persona, segn Rosmini,
yace propiamente en sus facultades superiores, aunque ello no quiere decir
que las otras potencias que constituyen la naturaleza humana no posean
la dignidad que tiene la persona como tal. S la poseen, pero de manera
participada. Tanto en el perfeccionamiento de la naturaleza como en el
de la persona, se trata de perfecciones accidentales porque la perfeccin
entitativa ya se halla dada de antemano; esto es, en el orden esencial, la
perfeccin est dada previamente, como dijimos. Pero, en qu consiste
la perfeccin de la persona? Rosmini estima que reside y consiste en el
principio personal, cio nel principio supremo delluomo nel principio
morale. Allincontro perfezione della natura io dico quella che riguarda
qualsivoglia principio attivo che forma parte dellumana natura.13 Por
qu, precisamente, se da esta perfeccin? Qu relacin guardan los distintos elementos que componen la naturaleza humana y a la persona? Para
que haya perfeccin, es esencial que haya ordenacin y sta significa cierta subordinacin de potencias en relacin con otras, pues, de hecho, las
relaciones son fundamentales para la naturaleza del ser, donde se revela
la perfeccin que un ente puede poseer.14 Es evidente afirmara Rosmini que todas las potencias del hombre pueden desarrollarse y que unas
lo hacen ms que otras y algunas ms en pos o en menoscabo de otras. As
sucede, como ya atestiguaba Aristteles y la tradicin que le sigue, con las
potencias animales y las intelectuales, pues hay hombres doctos y perspicaces que no siempre son robustos o sanos. De igual modo, el desarrollo y
perfeccionamiento de las fuerzas intelectivas no va aparejada siempre con
el perfeccionamiento moral del hombre. Para Rosmini, la perfeccin de la
persona radica, sobre todo, en la del principio moral, laddove il coltivamento e sviluppo della parte intellettiva o animale delluomo non forma
Cfr. A. Rosmini, Antropologia in servizio della scienza morale, nn. 851-852.
A. Rosmini, Antropologia soprannaturale, t. I, lib. II, cap. IV, a. 10, p. 350.
14
Lino Prenna, Dallessere alluomo, Roma, Centro Internazionale di Studi Rosminiani
y Citt Nuova, 1979, p. 181.
12
13

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114

PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

che una perfezione della natura; perocch il principio morale il supremo


principio attivo che sia delluomo, in che abbiam detto consistere la personalit.15 Por tanto, puede haber oposicin entre el perfeccionamiento
de la persona y el de la naturaleza.
En consecuencia, el perfeccionamiento de la persona en cuanto tal
reside en la voluntad, en el principio volitivo que est ordenado a seguir la
verdad y que, por ello, tiene un valor absoluto y un poder de hecho y de
derecho sobre todas las otras potencias que componen al hombre y que deben ser guiadas y movidas por el supremo principio. De suerte que, si hubiera defecto en el principio activo supremo, esto es, en la voluntad, habra
desorden; mientras que, si hubiera defecto en alguna de las otras potencias
no morales del hombre, no podra decirse que ste fuese desordenado en
cuanto persona.16 Por tanto, y como se implica en el mismo concepto de
orden, hay una jerarqua entre las potencias que integran al hombre, de
suerte que, si ste pretende perfeccionarse en como persona, es necesario
que perfeccione su voluntad, la cual es la facultad moral por excelencia.17
As, la perfeccin y la perfeccin moral se encuentran engarzadas, a saber,
por medio de la voluntad. La perfeccin moral de la voluntad equivale a
la de la persona humana, de manera que un ser humano se dice perfecto
cuando su voluntad est bien dispuesta, bien ordenada; o sea, cuando comanda a las otras potencias que integran la naturaleza humana.
Esta misma tesis rosminiana se halla en el Sistema filosfico,18 donde,
recordando que la perfeccin del ser reside sobre todo en el essere morale,
que es donde el ser ideal y el ser real confluyen,19 expresa que la persona
consiste en la voluntad, pues esta ltima es facultad de las obras que pueden atribuirse propiamente a la persona;20 por tanto, en la perfeccin de la
voluntad estriba la de la persona, y la perfeccin de la voluntad no es otra
cosa que la perfeccin moral,21 como se desprende de la doctrina teosfica
15
A. Rosmini, Antropologia soprannaturale, t. I, lib. II, cap. IV, a. 10, p. 351. De donde
el cultivo y desarrollo de la parte intelectiva o animal del hombre no forma ms que un
perfeccionamiento de la naturaleza, porque el principio moral es el supremo principio activo
que hay en el hombre, que es en el que hemos dicho consiste la personalidad.
16
Cfr. ibidem, t. I, lib. II, cap. IV, a. 10, p. 352-353. Podra ser desordenado desde el
punto de vista de la naturaleza. Sera el caso, por ejemplo, del glotn.
17
El punto de vista moral dice Rosmini es el punto de vista ms elevado desde el
cual puede observarse a un hombre. Cfr. Giancarlo Grandis, La prospettiva personalistica
delletica rosminiana, Studia pataviana, LVI/3, 2009, pp. 617-626.
18
A. Rosmini, Sistema filosfico (trad. de J. Buganza), Mxico/ Madrid, Universidad
Veracruzana/ Plaza y Valds, 2010, 170 pp.
19
Cfr. Cirillo Bergamaschi, Lessere morale nel pensiero filosofico di Antonio Rosmini,
Stresa y Genova, Centro Internazionale di Studi Rosminiani y La Quercia, 1982, 250 pp.
20
Cfr. A. Rosmini, Sistema filosfico, n. 206.
21
Cfr. ibidem, n. 205.

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II. DOSSIER

115

que hace confluir en el ser moral a las otras dos formas o categoras supremas del ser.22
Lo anterior no quiere decir, por ningn motivo, que el roveretano
haga caso omiso de las otras potencias humanas. Sera falso, porque, como
bien explica Chimirri:
La educacin, para Rosmini, es sobre todo un proceso de benevolencia, de
discrecin, de prudencia, de formacin de la personalidad entera del individuo como cuerpo, mente, intelecto, corazn, capacidad de autodeterminacin, etc. Privilegiar entonces slo una parte del hombre (por ejemplo,
la voluntad, el entendimiento, el sentimiento, la creatividad, la habilidad
profesional, etc.), quiere decir perder de vista la perfeccin y coadyuvar a
un individuo confuso, desequilibrado, sin disciplina y orden, en conflicto
continuo entre una exigencia y otra.23

Cmo poseer una visin de conjunto de la filosofa de la educacin


respecto de la moralidad de Rosmini? Cmo evitar cualquier trazo de contradiccin que pudiera surgir? Para ello, es necesario adentrarse en el concepto
de educacin en general de Rosmini y luego pasar al concepto de educacin moral, donde de nuevo retomaremos las indicaciones ontoteosficas
que hemos entresacado en torno del bien y del mal universalmente considerados, pero aplicados al caso moral.
Educacin en general y educacin moral
La educacin es un proceso de desarrollo consciente y libre de las facultades del hombre en su integridad, tanto de espritu como de cuerpo, sin
lmites de tiempo ni espacio. Es cierto que los animales y las plantas se desarrollan, pero su desarrollo no es consciente, o autoconsciente si se quiere,
y libre; por tanto, las plantas y los animales no son susceptibles de educacin, sino, a lo sumo, de amaestramiento.24 Por ello, Sciacca afirma con
mucha razn que la educacin es el desarrollo del sujeto libre, consciente
e inteligente.25 En efecto, como ser en el mundo, el hombre se desarrolla
mediante sus potencialidades: el hombre es una unidad, es un centro de
fuerzas fsicas y espirituales, que en el centro mismo de su ser es persona.
Cfr. Samuele Tadini, La Teosofia di Rosmini, Stresa, Edizioni Rosminiane Sodalitas,
2012, pp. 91-99.
23
Giovanni Chimirri, Lenciclopedia filosofica di Rosmini, Roma, Aracne, 2013, p. 220.
24
Cfr. Jacob Buganza, Breves artculos filosficos, Crdoba, Ver., Verbum Mentis, 2012.
25
Michele Federico Sciacca, Pagine di pedagogia e di didattica, Miln, Marzorati, 1972,
p. 17.
22

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116

PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

Por ello, la educacin es el desarrollo de la persona en su integralidad; de


ah que el hombre, en cuanto existe y vive, se educa en algn modo, por
el simple hecho de que explicita sus potencialidades y acta sobre ellas y
con ellas.26
Ahora bien, para Rosmini, la educacin no tiene otro fin supremo
que el siguiente: la perfeccin del hombre que se educa, la cual, para nuestros fines, coincide en buena medida con la moralidad (y la religin, segn
nuestro autor).27 El hombre est destinado al bien moral y por ello la
educacin tiene como prioridad conducir al hombre hacia l. Pero esto no
implica que se hagan a un lado las otras perfecciones; lo que s involucra
es que hay un orden jerrquico a perfeccionar, que coincide con el orden
natural de las potencias o facultades humanas. Por tanto, la educacin de
la persona, como tal, coincide con la educacin moral; es decir, con el
perfeccionamiento de la voluntad.
El perfeccionamiento de la voluntad, que equivale a la perfeccin
moral, explicita aquello que Prenna, en su magnfico libro Dallessere
alluomo,28 asegura: el principio informador y el trmino final de la educacin es la unidad, as como la unidad preside al cumplimiento de la
perfeccin. Es ms, la unidad, como resultado de la unin, es la perfeccin
misma.29 Empero, y como indicbamos, si el hombre es un sujeto animal,
inteligente y volitivo, significa que las diversas potencialidades han de desarrollarse para alcanzar su perfeccin. Por ello, y como dice Chimirri, la
educacin para Rosmini no est en pugna con el desarrollo de todas sus
potencialidades; de la misma opinin es Sapienza, quien asume que el
ncleo central es la moralidad, pero tambin implica los planos intelectual
e incluso fsico.30 Que sea sujeto animal lo coloca en el mbito del ser real,
que est llamado a desarrollar; que sea inteligente, lo ubica en el mbito
del ser ideal, al cual tambin est llamado en una dinmica de la perfeccin; pero que sea volitivo lo tensiona para perfeccionarse moralmente, de
manera que las tres formas del ser (real, ideal y moral) se desenvuelven en
una educacin completa.
Sin embargo, como se demuestra en las obras de ontologa, el ser moral es el cumplimiento de las otras dos, para lo cual hemos recurrido a BerCfr. ibidem, pp. 18 y ss.
Cfr. A. Rosmini, Scritti pedagogici, p. 496 (versa de uno de los mltiples Fragmentos que Rosmini dej escritos. Se trata fundamentalmente de una carta para el conde Gianluca Della Somaglia, segn Francesco Paoli).
28
L. Prenna, Dallessere alluomo, Roma, Centro Internazionale di Studi Rosminiani y
Citt Nuova, 1979, 239 pp.
29
Cfr. ibidem, op. cit., p. 184.
30
Cfr. Piero Sapienza, Eclissi delleducazione? La sfida educativa nel pensiero di Rosmini,
Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2008, p. 35.
26
27

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II. DOSSIER

117

gamaschi, quien da cuenta del cumplimiento del ser ideal y del ser real en el
essere morale. Rosmini mismo advierte este paso, pues en el Sistema filosfico
escribe que el hombre es un ser real, intelectual y moral, por lo cual participa de los tres modos del ser. Pero debido a que la perfeccin moral es la que
completa a las otras, sola es la perfeccin personal, de donde se sigue que la
doctrina de la perfeccin moral es la que reasume en s misma la doctrina
de la perfeccin humana.31 En efecto, esta perfeccin, como dijimos, no es
otra cosa que la perfeccin moral de la voluntad.
Mas una concepcin amplia de la educacin rosminiana comprende
la perfeccin-educacin de la naturaleza y la perfeccin-educacin de la
persona, como ya distinguimos haciendo uso de la Teosofa. En consecuencia, no se descarta el perfeccionamiento del hombre como naturaleza
(no en el perfeccionamiento esencial, ya lo hemos mencionado), porque
naturaleza es todo el hombre; persona es el principio de unidad y de orden
interno de la naturaleza humana, en la cual las varias potencias se configuran jerrquicamente como una pirmide cuyo vrtice es ocupado por
la potencia ms alta: la persona.32 Por tanto, la exclusin del perfeccionamiento de las potencias no personales no est en el marco de la pedagoga
filosfica de Rosmini; simplemente el roveretano subraya la primaca de la
voluntad sobre las otras potencias, de suerte que a ella se ordenan, a ella
se acomodan.
Esto es as porque el principio moral de produccin del bien universal es causado por el elemento personal, que constituye el parmetro para
medir ticamente a los otros bienes, los cuales, slo si estn ordenados de
forma objetiva de acuerdo con la constitucin moral del hombre, participan de la bondad personal. Por tanto, al ser el fundamento el bien moral
y ste,a su vez, el bien que perfecciona la voluntad,33 se sigue, asimismo,
que el fundamento de los otros bienes debe hallarse en la voluntad bien
dispuesta, en la buena voluntad, en la voluntad buena honestamente hablando. Como subraya Prenna, de aqu se desprende que el desarrollo de
las otras potencias del ser humano mantiene las gradaciones de una jerarqua cuyo vrtice es la perfeccin moral. Por ello, la perfeccin de las
potencias es medible por el grado de participacin ordenada que tienen
con la actividad moral de la persona que detenta la normativa conduccin
de las otras actividades.34
Para Rosmini, la perfeccin de la animalidad o del entendimiento
al margen de la perfeccin moral es una perfeccin parcial, casi como si
Cfr. A. Rosmini, Sistema filosfico, n. 212.
L. Prenna, op. cit., pp. 191-192.
33
A. Rosmini, Compendio di etica, n. 3.
34
Cfr. L. Prenna, op. cit., p. 192.
31

32

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118

PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

fueran partes separadas del hombre, mientras que la perfeccin moral es la


perfeccin del hombre en su totalidad. Por ello, como bien asienta Prenna,
la educacin total para el roveretano equivale a educacin personal y,35
agregamos nosotros, a educacin moral. La educacin de la naturaleza,
esto es, de la animalidad y del entendimiento, aunque son perfecciones, no
alcanzan el ncleo central, no alcanzan a la persona. Y esto es algo que la
experiencia muestra en todo momento: puede ser que un hombre haya desarrollado su animalidad o su entendimiento grandemente; por ejemplo,
al poseer una gran fuerza fsica o al ser un sabio dentro de su campo del
saber, pero el propio lenguaje nos revela que alguien es perfecto (o bueno)
en sentido absoluto o moral cuando no es necesario agregar en qu aspecto
lo es; mas cuando se ha perfeccionado o es bueno en un aspecto que no es
moral, siempre es necesario indicar en qu (Fulano es un buen profesor
de matemticas, o Zutano posee un cuerpo perfecto).
La educacin moral y el bien honesto
La consecuencia de todo lo anterior es que la primaca de la educacin
estriba en el perfeccionamiento de la voluntad; es decir, la educacin se dirige a perfeccionar, ms que cualquier otra potencia, la voluntad. Y el perfeccionamiento de la voluntad no es otro que el perfeccionamiento moral.
Es lo que la tradicin ha llamado desde los antiguos bien moral o bien
honesto. El perfeccionamiento de la persona incluye necesariamente al
bien moral, porque sin l no se puede hablar de verdadero y autntico
mejoramiento del hombre.36 En qu consiste este bien honesto, al cual
debe tender la educacin para llegar a su culmen, que es el perfeccionamiento de la voluntad?
En la tica de Rosmini, se encuentra suficientemente claro cul es este
bien que cualifica la voluntad. En sus obras morales, desde la inicial Principi della scienza morale, hasta el sistemtico Compendio di etica,37 la tesis
permanece, y tiene gran dependencia de su sistema gnoseolgico, expuesto
originalmente en Nuovo saggio sullorigine delle idee, que tiene importantsimas precisiones en el gran fragmento pstumo que es la Teosofia. El
hombre conoce al ser y, sobre este pilar que lo hace separarse de otras gnoseologas clebres de su poca como la kantiana,38 edifica su sistema moral
Cfr. ibidem, p. 193.
P. Sapienza, op. cit., p. 19.
37
A. Rosmini, Compendio di etica (al cuidado de Mara Manganelli), Roma, Citt Nuova y Centro Internazionale di Studi Rosminiani, 1998, 244 pp.
38
Cfr. Ugo Redan, Il problema della conoscenza in Kant e in Rosmini, Studi rosminiani, Miln, Fratelli Bocca, 1940, pp. 131-141.
35

36

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II. DOSSIER

119

y, con l, concibe con mucha precisin cul es el bien moral u honesto


de la voluntad que, desde nuestra interpretacin, es al que la educacin
debe aspirar a desarrollar para completarse. Quien lo compendia de modo
adecuado es, a nuestro parecer, Prenna, quien escribe inspirado por el Sistema moral, contenido en la Filosofia del Diritto:
Los momentos re-cognoscitivos del ser, en su orden intrnseco y objetivo de
bondad, en cuanto momentos voluntarios, son los solos momentos electivos, morales, perfectivos, en los cuales el hombre re-conociendo al ser en su
indivisa y simple unidad, lo reafirma a s mismo. El ser, cual bien objetivo, se
vuelve bien moral con la sola condicin de que sea querido por la voluntad
que, al quererlo, lo hace su bien. El acto de la voluntad, por tanto, es un acto
final, que consuma la reflexin y termina no en una simple contemplacin, sino
en una contemplacin asentida..39

En efecto, el bien objetivo, que no es otro que el considerado en s


mismo; es decir, no considerado estrictamente en relacin con un sujeto,
se vuelve bien moral una vez que la voluntad, efectuando el acto que Rosmini designa como reconocimiento, lo hace suyo. Esta filosofa moral
vuelve an ms inteligible aquel pasaje de la Teosofia que hemos citado ya
en el segundo apartado, a propsito del bien y del mal, que en este caso
el moral se vuelve bien y mal moral.
En efecto, ah se habla del mal como lo contrario del bien, considerado de manera universal, de suerte que si el bien es armona u orden, el mal es desarmona o desorden, no simplemente carencia de orden.
Siendo as y debido a que el orden es perfeccin, se sigue que el bien es
perfeccin mientras que el mal, imperfeccin, y agregaba Rosmini
especialmente en aquella que tiene naturaleza de desorden y lucha. Estas
palabras, que tal vez pasan inadvertidas en un primer momento, adquieren gran lucidez en la filosofa moral del roveretano. En efecto, el acto
voluntario de reconocimiento estriba, como su propio nombre indica,
en volver sobre lo conocido, de modo que cuando la voluntad reconoce
lo que el entendimiento conoce, se da una cierta armona entre las facultades, siendo la ltima de ellas en la cadena de las facultades justamente
la voluntad. En cambio, cuando no hay armona entre lo que se conoce
y lo reconocido, hay desarmona, falta de orden y, en consecuencia, segn
lo hemos visto, maldad. sta es, de hecho, la maldad moral; o sea, la que

L. Prenna, op. cit., p. 196. Asimismo, cfr. J. Buganza, El ser y el bien, Stresa, Edizioni
Rosminiane Sodalitas, 2010, 116 pp.; y, de l mismo, Nomologa y eudemonologa, Stresa,
Edizioni Rosminiane Sodalitas, 2013, 302 pp.
39

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120

PERFECCIN MORAL, EDUCACIN Y TICA EN EL PENSAMIENTO DE ROSMINI

cualifica la voluntad. En cambio, cuando hay armona, hay bondad; es decir, la voluntad es buena moralmente.
Por lo tanto, la educacin de la voluntad radica en cultivar el reconocimiento voluntario del ser, de los entes; reside en reconocer el bien objetivo y no ver a los entes y al ser slo desde la perspectiva subjetiva. Por ello,
las filosofas moral y de la educacin de Rosmini pueden apreciarse como
filosofas en las que el sujeto debe dejarse hablar por el ser; casi puede apuntarse, metafricamente hablando, debe dejar que el ser le hable. Rosmini,
sin la metfora que hemos usado, llama a esto inobjetivacin (innoggettivazione) y consiste en un transportarse a s mismo a lo otro.40 Es como
explica Krienke: el sujeto va de alguna manera al nivel del ser objetivo, se
inobjetiviza a s mismo en el conocimiento.41 En el mbito del conocimiento, el sujeto deja que el objeto se muestre tal cual es, de manera que la
voluntad, si pretende ser buena moralmente, ha de reconocer al ente por lo
que es; debe identificar la intensidad de ser que el ente en cuestin tiene.
A esto ltimo, puede nombrarse tambin inobjetivacin moral, en
el sentido en que lo entiende Prenna; a saber, que este reconocimiento
voluntario prctico es el cumplimiento del itinerario perfectivo educativo hacia el ser-objeto. La inobjetivacin moral completa la inobjetivacin
pura o teortica, es decir, a la sola inobjetivacin contemplativa, que es,
ms bien, pasiva, segn nos parece. La inobjetivacin moral, lo pensamos
as, es, ms bien, activa, de forma que, si se retoma de nuevo a Prenna,
pueda decirse que la inobjetivacin moral es la vida en el ser. Es el cumplimiento del conocimiento por amor: conocimiento amativo. El hombre,
en efecto, no aspira puramente a conocer, sino que quiere amar lo que conoce.
Y debido a que el cumplimiento del conocimiento es el amor, el amor
perfecciona el conocimiento, y el hombre que conociendo ama, encuentra en el
ente amado el bien, trmino pleno de aquel acto del cual l est en potencia.42
Siendo as, el hombre que se inobjetiva moralmente con el ser vive
segn el ser; adquiere, en este sentido, una semejanza con el ser, objeto con
el cual se inobjetiva. De esta manera, el sujeto se modifica perfeccionndose, pues se objetiviza tomando como medida de su ser al ser mismo. El ser
es norma objetiva, el ser es la medida del orden para el hombre. As, gracias
a la inobjetivacin que debe promover la educacin, el hombre trasciende
su propia subjetividad al abrirse al ser, a la objetividad. Y como el ser es
Cfr. A. Rosmini, Teosofia, n. 894.
Cfr. M. Krienke, Antonio Rosmini. Ein Philosoph zwischen Tradition und Moderne,
Mnich,Verlag Karl Alber, 2008, p. 218. Das Subjekt begibt sich in gewisser Weise auf die
Ebene des objektiven Seins, es inobjektiviert sich selbst in der Erkenntnis.
42
L. Prenna, op. cit., p. 197 (los subrayados son textos extrados de la Teosofia de Rosmini).
40
41

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 107-121

II. DOSSIER

121

inaprensible por un ente finito, como el hombre, esto explica por qu la


educacin nunca termina. Nunca se termina de conocer al ser y tampoco
se termina de amarlo en toda su extensin.
Conclusin
Antonio Rosmini permite trazar un camino perfectamente transitable
que va de la teosofa (entendida como una ontologa fundamental) a la
antropologa, y de sta a la educacin, con la cual se conecta la filosofa
moral. De este modo, la filosofa no es vacua o intil, o bien, vana, pues
una verdadera filosofa, adems de buscar la verdad para hacer reposar a
la mente humana, y en cuanto tal viene a ser concebida como pedagoga
del espritu humano,43 ha de tender al mejoramiento del hombre.44 De
esta manera, resulta cierto lo que Dante Morando afirma: todas las obras
de Rosmini, ideolgicas, antropolgicas, morales, jurdicas, polticas, religiosas y metafsicas, tienen por ello, en su pensamiento, y no slo indirectamente, un objetivo educativo.45 Este mejoramiento o perfeccionamiento mejor consiste en el perfeccionamiento de la voluntad, que es la
potencia culmen del ser inteligente; en definitiva, se trata de un perfeccionamiento moral. La filosofa, entonces, para ser verdadera, una filosofa en
serio y no vana, debe buscar la perfeccin personal del que se acerca a ella.
Juicio de gran actualidad; por cierto, cabra reflexionar seriamente sobre
ella, porque parece que, bajo este aspecto, la filosofa contempornea, no
en bloque, pero s en muchos de sus epgonos, pretende lo contrario, aunque con la bandera del perfeccionamiento moral del hombre.

Cfr. B. Brunello, op. cit., p. 272.


Cfr. A. Rosmini, Come si possano condurre gli studi della filosofia, en Introduzione
alla filosofia, n. 1.
45
D. Morando, Antonio Rosmini, Brescia, La Scuola, 1972, p. 43.
43

44

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 107-121

III. RESEAS

Fenmenos religiosos populares en Amrica Latina.


Anlisis y aportaciones interdisciplinares
Ramiro Alfonso Gmez Arzapalo Dorantes
y Alicia Mara Jurez Becerril (comps.)
Mxico, Artificio, 2014, 448 pp.

FENMENOS RELIGIOSOS POPULARES


EN AMRICA LATINA
Mara Elena Padrn Herrera*

l libro Fenmenos religiosos populares en Amrica Latina. Anlisis y aportaciones interdisciplinares, obra compilada por Ramiro Alfonso Gmez Arzapalo Dorantes y Alicia Mara Jurez Becerril, se encuentra
dividido en tres grandes apartados que se articulan de manera lgica y
coherente.
En la primera parte, los investigadores presentan los planteamientos
tericos, que constituyen sugerentes propuestas de anlisis sobre el hecho religioso; en la segunda parte, Estudios etnohistricos y coloniales,
presentan una perspectiva histrica de la evangelizacin y de los procesos
de sntesis ideolgicas, procesos creativos y dinmicos de resignificacin de
elementos culturales propios y ajenos; en la tercera parte, Estudios especficos: diversos casos en Latinoamrica, ofrecen una muestra de las diversas
formas que toma la religiosidad, datos novedosos de gran calidad etnogrfica que muestran la vida religiosa de diversos pueblos y comunidades de
Amrica Latina.
La categora analtica que constituye el hilo conductor de la obra es la
religiosidad popular. Los autores que participan en el libro integran en su
anlisis distintas miradas disciplinares, como antropologa, historia, etnohistoria, sociologa, psicologa social, pedagoga, filosofa y teologa. Esta
diversidad permite un dilogo que, de manera incluyente y complementaria, aporta creativos modelos de interpretacin y anlisis de las formas
*

Escuela Nacional de Antropologa e Historia, Mxico.

126

FENMENOS RELIGIOSOS POPULARES EN AMRICA LATINA

especficas en que se expresa un fenmeno complejo y polmico como el


hecho religioso.
Los diversos trabajos que integran este volumen permiten conocer la
manera concreta que toman las creencias y las prcticas religiosas enmarcadas en contextos asimtricos y contradictorios, en los que el poder se objetiva en formas especficas de dominio y hegemona que legitiman situaciones
de subordinacin, pero tambin dan lugar a formas concretas de resistencia
social y cultural (ocultas o exteriorizadas), tramas en las que se manifiestan
relaciones de poder estructuradas y estructurantes. sta es una de las caractersticas contenidas en la categora analtica religiosidad popular.
Como he sealado anteriormente,1 el campo religioso es uno de los
escenarios posibles donde podemos observar la diversidad sociocultural y
tnica de individuos, comunidades, instituciones y grupos como actores
sociales en relacin. Retomando a Bordieu:
Pensar en trminos de campo significa pensar en trminos de relaciones
[] Un campo puede definirse como una red de configuraciones de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen objetivamente
en su existencia y en las determinaciones que imponen sus ocupantes, ya
sean agentes o instituciones, por su situacin (situs) actual y potencial en la
estructura y distribucin de las diferentes especies de poder (o de capital)
cuya posesin implica el acceso a las ganancias especficas que estn en
juego dentro del campo y [] por sus relaciones objetivas con las dems
posiciones (dominacin, subordinacin, homologa, resistencia, etctera).2

Por tanto, los trminos local/global, tradicin/modernidad (o posmodernidad), etnia/nacin, popular/oficial, supersticin/razn, pagano/religioso, profano/sagrado, falso/verdadero y magia/religin no son ms que
dicotomas construidas desde posturas dominantes para evaluar de manera negativa creencias y prcticas sociales distintas para descalificar formas
propias de organizacin social comunitaria, valores y normas de comportamiento vigentes en comunidades rurales o urbanas, resultado de proce-

1
Mara Elena Padrn Herrera, Devocin al Patriarca San Jos y juegos de poder en
San Bernab Ocotepec Cerro del Judo, Ciudad de Mxico, en Johanna Broda (coord.),
Religiosidad popular y cosmovisiones indgenas en la historia de Mxico, Mxico, Escuela Nacional de Antropologa e Historia, 2009. Tambin, de ella misma, San Bernab Ocotepec.
Religiosidad, organizacin comunitaria y resistencia social de un pueblo en la Ciudad de Mxico,
Mxico, Escuela Nacional de Antropologa e Historia, Tesis de Doctorado en Historia y
Etnohistoria, 2011.
2
Pierre Bordieu, Gnesis y estructura del campo religioso, Relaciones 108, vol. XXVII, 2006, p. 64.

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 125-132

RESEAS

127

sos histricos de larga duracin y la base de formas sociales y culturales que


salen de los marcos establecidos por la sociedad dominante.
Florentino Sarmiento Tepoxtecatl analiza la relacin conflictiva y
contradictoria entre la iglesia oficial y la organizacin comunitaria para
el ceremonial, con el ttulo La religin popular indgena y la cruzada
evangelizadora: la dialctica del poder. El captulo plasma las estrategias
de la dialctica del poder y la dominacin por parte de la iglesia catlica en el mbito local. Para contrarrestar estas estrategias hegemnicas, la
resistencia comunitaria toma medidas contrahegemnicas, que permiten
fortalecer la vida religiosa de las comunidades desde concepciones y prcticas que delimitan lo propio de lo ajeno impuesto. Redefiniendo el nosotros
frente a los otros, el deber ser impuesto por la iglesia catlica ante el ethos
que, con base en los valores comunitarios, norma la prctica social de las
comunidades de ascendencia indgena.
As, el pndulo de la represin y la tolerancia propuesto por BezJorge (1998)3 pasa por una gama de matices que se expresan en diversas
formas en la realidad emprica de comunidades concretas. Por otra parte,
la postura de las comunidades tambin oscila en un pndulo que va desde la
subordinacin y la sumisin hasta la resistencia contestataria, y que pasa
por distintos matices entre un extremo y otro.
Otro punto en el que el texto nos hace reflexionar est contenido en
las interpretaciones de Mara Cristina Crdova, en el captulo Asociacin
del divino rostro. Religiosidad popular otom en el municipio de Lerma,
al plantear que, si bien en las comunidades pueden existir semejanzas entre las prcticas rituales antiguas y actuales, no significa que sigan siendo
las mismas o que contengan los mismos significados, pues histricamente
cada grupo humano ha reelaborado simblicamente su cultura. La autora
analiza la incursin del protestantismo en la regin y la influencia especfica
del pentecostalismo que se concreta en nuevas perspectivas de accin para
una variante del catolicismo, la Renovacin Carismtica, y su adaptacin
al circuito ritual del culto a los cerros y a los santos, pero sobre todo en la
prctica ritual de los especialistas organizados en la Asociacin del Divino
Rostro. Estos datos etnogrficos muestran la manera en que los elementos
ajenos a las comunidades se reelaboran y resignifican constantemente.
Ya Broda4 habl de los procesos de ruptura y continuidad; la autora
concibe las formas culturales indgenas actuales como resultado de procesos de transformacin y reelaboracin constante, no como una continuiFlix Bez-Jorge, Entre los naguales y los santos, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1998.
Vid. J. Broda, Algunas reflexiones acerca de las continuidades culturales en la historia
de Mxico, Cuicuilco, Revista de la Escuela Nacional de Antropologa e Historia, Nueva
poca, vol. I, nm. 1, mayo/agosto, 1994.
3
4

Intersticios, ao 19, nm. 41, 2014, pp. 125-132

128

FENMENOS RELIGIOSOS POPULARES EN AMRICA LATINA

dad ininterrumpida en el tiempo, ya que podemos comprobar los cambios


y transformaciones en la vida sociocultural de pueblos y comunidades.
La diversidad sociocultural hace posible ver diferentes marcos interpretativos, de manera que un mismo smbolo religioso puede tener distintos significados y sentidos, la polisemia de los smbolos sagrados o la distancia estructural que plantea Luis Fernando Botero, en El hecho religioso
en los Inkal Aw del suroccidente colombiano (p. 244).
Al respecto, Jorge Luis Ortiz Rivera en el captulo Uso de las imgenes sagradas en la Edad Media. Antecedentes de la formacin de las
rdenes mendicantes vuelve la mirada hacia el papel que desempearon los sacerdotes en la evangelizacin, analizando el hecho como proceso ideolgico que posibilita la reelaboracin simblica de las imgenes
sagradas. Llama la atencin sobre los smbolos del poder que reflejan la
estructura social y se materializan en: a) el palacio, la corona y el trono
como smbolos del poder civil; b) la catedral, la mitra y la sede episcopal,
smbolos del poder eclesistico y c) la universidad, el birrete, la ctedra
universitaria como smbolos del poder intelectual.
Frente al poder y sus formas de dominacin y legitimacin, surge un
modelo social que cuestiona la opulencia y las diversas formas de dominacin y hegemona: las rdenes mendicantes.
La reelaboracin simblica de las creencias que confluyen por el contacto social y cultural, as como la actualizacin constante de significados
y sentidos que se hacen posibles en la prctica ritual de los diversos actores sociales, dan como resultado otra de las caractersticas inherentes a la
religiosidad popular: los procesos sincrticos o de sntesis ideolgica.5 Se
muestran ejemplos de estos procesos de reelaboracin y resignificacin en
los datos histricos y etnogrficos plasmados por los autores; por ejemplo,
pueden verse los trabajos de Luis Fernando Botero, Mara Cristina Crdova, al igual que El Yumka, la flor de mata y la reciprocidad, de Jos Reyes
Vargas Ricardes; La fiesta patronal de san Lucas, anlisis de un sistema de
validacin social, de Mara Antonieta Prez Daz o San Francisco Javier,
mocob patroncito. La fiesta patronal de una reduccin jesuita como parte
del proceso de evangelizacin en el Gran Chaco durante el siglo xviii, de
Cintia N. Rosso y Celeste Medrano, entre otros.
Santos, cruces, vrgenes, deidades masculinas y femeninas, guardianes
o seores del monte, dueos-dueas, chaneques, aires, montaas, cerros,
cuerpos de agua, cuevas, rocas, rboles, lluvia, fenmenos atmosfricos,

Cfr. F. Bez-Jorge, op. cit. y Jos Velasco Toro, Santuario y regin. Imgenes del Cristo
Negro de Otatitln, Mxico, Instituto de Investigaciones Histrico Sociales, Universidad Veracruzana, 1997.
5

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RESEAS

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astros, actividades productivas integran complejos rituales,6 sistemas de


creencias y prcticas rituales en las que se objetiva la cosmovisin de los
pueblos. Estas entidades divinas que habitan en lugares especficos del territorio se conciben como personas con cualidades y atributos humanos,
con pasiones y emociones que pueden favorecer o destruir, conceder o castigar si no se les cumple,7 pero ellos tambin deben mantener su eficacia;
en caso contrario, pueden ser castigados o sustituidos por no cumplir con
su trabajo divino.
La observacin sistemtica de la naturaleza8 permiti a las comunidades campesinas construir representaciones, ideas y creencias que orientaron los ciclos de sus prcticas productivas, as como los ciclos festivos marcadores de la vida social, econmica y religiosa. Los trabajos de Bernardo
Romn Macas Romero El Rayo y la Culebra de Agua: deidades desencadenadoras de la alternancia estacional y reguladores de la vida de los
especialistas rituales, Jos Reyes Vargas, Mara Cristina Crdova y Luis
Fernando Botero son una muestra de la cosmovisin y de cmo sta se
objetiva en la prctica ritual de las comunidades estudiadas por los autores.
Un elemento central para la realizacin de la vida religiosa comunitaria es la organizacin social. La organizacin comunitaria toma forma en
los sistemas de cargos civiles y religiosos, mayordomas, cofradas, asociaciones religiosas, comits, comisiones de festejos, etctera, que se encargan
de la organizacin de todo o de una parte del ciclo festivo; son las manos y
los pies de los santos, como propone Gmez Arzapalo, al igual que de las
deidades vinculadas al entorno natural, al cosmos, y son la voz que expresa
la voluntad del padre de la comunidad, pero tambin llevan las peticiones
de los habitantes del pueblo, comunican sus necesidades (salud, trabajo,
solucin de problemas) e invocan la proteccin de la divinidad. Son la
autoridad reconocida dentro y fuera de los pueblos; su poder fue otorgado,
proviene de la divinidad y de la colectividad que los eligi, representan a
su santo patrn y l los identifica dentro del poblado: ante la comunidad
de la que son parte, ante los avecindados y los sacerdotes catlicos y al
exterior del pueblo, en su interrelacin con otras comunidades y con las
autoridades civiles locales.
6
Vid. Mara Elena Padrn Herrera, San Bernab Ocotepec. Religiosidad, organizacin comunitaria y resistencia social de un pueblo en la Ciudad de Mxico, Mxico, Escuela Nacional
de Antropologa e Historia, tesis de doctorado en Historia y Etnohistoria, 2011.
7
Ramiro Alfonso Gmez Arzapalo Dorantes, Los santos mudos predicadores de otra historia. La religiosidad popular en los pueblos de la regin de Chalma, Mxico, Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, 2009.
8
Broda define a la cosmovisin como la visin estructurada en la cual los miembros de
una comunidad combinan de manera coherente sus nociones sobre el medio ambiente en
que viven y sobre el cosmos en que sitan la vida del hombre.

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FENMENOS RELIGIOSOS POPULARES EN AMRICA LATINA

Esta organizacin y representacin religiosa comunitaria se expande


por las redes de parentesco que obligan la participacin de las familias nucleares y extensas por el parentesco ritual que incluye a compadres y amigos;
as lo ejemplifican los trabajos de Miriam Guadalupe Cruz Meja Con
sabor a religiosidad popular, experiencias de organizacin familiar en Iztapalapa, el antes mencionado escrito de Mara Cristina Crdova y el de
Jaime Bernardo Daz Daz La imagen nio en el culto a los Nios Dios
de Xochimilco. La organizacin de las familias, del barrio y del pueblo en
torno del protector de la comunidad se reproduce por medio de la memoria
colectiva; sta tambin actualiza creencias y prcticas sociales que proporcionan significados y sentidos colectivos:

de pertenencia a un santo, a una familia, a un barrio, a una comunidad donde interactan y se han construido como personas,

de arraigo a la tierra donde se nace y se vive (casa, barrio, territorio del pueblo, regin),
de identidad sociocultural (individual y colectiva, familiar, barrial, comunitaria).
Tienen en comn el parentesco entre los santos, la jerarqua que los
hombres establecen entre estos seres sagrados, la eficacia simblica que
acompaa al poder divino de los santos, pero a la par la humanidad que se
les atribuye al considerarlos como entidades vivas con todo lo que implica.
A los santos se les estructura en la dinmica sociocultural de las comunidades que los veneran; son parte de ellas, por lo que deben cumplir con el
trabajo divino que se les ha asignado.
La participacin, el trabajo individual y colectivo, el intercambio ritual, cumplir con las promesas y obligaciones concertadas son posibles por
el principio de reciprocidad que rige la vida comunitaria. En cada regin,
existen trminos que contienen el significado profundo de este hecho social total:9 mano (cinco mazorcas), tequio, guelaguetza, mano vuelta, guzona. Es claro que estructurarse bajo este principio compromete a dar,
recibir y devolver en la misma medida y un poco ms, como se escucha
con frecuencia entre los habitantes de los pueblos. Podemos encontrar este
elemento de la religiosidad popular en cada uno de los escritos que integran esta obra, aunque cabe destacar el trabajo de Jos Reyes Vargas, El
Yumka, la flor de mata y la reciprocidad como orden de la vida chontal.
El captulo aborda el intercambio y la reciprocidad al ofrendar a Yumka,
guardin-guardiana de la tierra. Se debe nutrir a este ser mtico, pues de
esta accin ritual depende la fertilidad de la tierra y de las mujeres, as
como una buena cosecha de maz; en suma, la reproduccin de la vida
9

Cfr. Marcel Mauss, Sociologa y Antropologa, Madrid, Tecnos, 1979.

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RESEAS

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(biolgica, social y cultural). Yumka es un nio travieso, juguetn, enamorado, guardin de bosques y selvas; su trabajo es ordenar las actividades
de los hombres para mantener el equilibrio en el entorno natural.
De igual manera, Martha Adriana Lpez Ros en El sentido dialgico espiritual con Et njxwiiny: el ofrecimiento de tepache en los
mixes registra el agradecimiento mixe por todos los bienes recibidos
(mantenimientos) y los beneficios otorgados a la comunidad: el tepache
ceremonial que se ofrenda a la tierra.
Los rituales para rendir culto a las divinidades muestran formas sociales y culturales que tienen como propsito dar continuidad al principio de
reciprocidad que rige las relaciones sociales:

1) Entre las distintas divinidades y los hombres (santos, guardianes,
lluvia, tierra, aire, sol), se deben venerar a los santos y nutrir a la
tierra para que sigan proporcionando el alimento necesario para
la vida.

2) Entre los santos patronos de los pueblos, se construyen redes rituales, realizadas cclicamente, que integran sistemas de visitas y
correspondencias, de promesas o mandas entre los santos patronos y sus respectivas comunidades.

3) Entre los hombres, dentro de la familia y el linaje, dentro de la
comunidad y entre comunidades, es parte del reconocimiento de
ser persona e identificarse y ser identificado en las comunidades.

4) Entre los vivos y los muertos (rituales, ofrendas y altares del da de
muertos, o de cumplimiento de un ao de fallecido).
Los rituales comunitarios relacionados con los ciclos productivos y
con el ciclo de la vida de los seres humanos (nacimiento, reproduccin y
muerte) cobran pleno sentido en el contexto social y cultural de las comunidades que los realizan y, en relacin con este principio de intercambio
ritual que rige la vida de los pueblos. En los trabajos de Luis Fernando Botero, se encuentran los datos etnogrficos sobre rituales de bautismo y matrimonio; en Ritos de muerte en los chatinos de San Marcos Zacatepec,
Juquila Oaxaca, de Olga Hernndez Ramrez pueden revisarse los rituales
dedicados a los muertos, al igual que en Todos de regreso en casa. Da de
Muertos en popoloca, de Alejandro Gabriel Emiliano Flores.
En el servicio que dan los especialistas rituales, tambin est contenido este principio vital de la vida comunitaria, ya que los lugares destinados
al culto y a la peticin de lluvia de un buen temporal, de buena poca de
siembra y cosecha son propicios para las peticiones, porque ah es donde
habitan las divinidades; tambin estn destinados para pedir la curacin
de los enfermos. Estos sitios son umbrales que permiten el acceso a otro
tiempo y a otro espacio, donde la divinidad mora y puede ser invocada
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FENMENOS RELIGIOSOS POPULARES EN AMRICA LATINA

para curar o para solicitar un buen temporal. Son lugares propicios para
convocar la manifestacin y la proteccin divina.
Los trabajos de Alicia Mara Jurez Becerril, Mara Cristina Crdova
y Bernardo Romn Macas abordan, de manera particular, datos etnogrficos sobre los especialistas rituales. Alicia Jurez realiza una interesante
propuesta de anlisis al plantear lo que denomina claves estructurales para
el estudio de los especialistas rituales, considerando: a) la designacin (curanderos, sanadores, hueseros, yerberos, chupadores, limpiadores, adivinadores, brujos, tiemperos, granicerosrayados, ahuizotes, entre otros), b)
el llamado, c) el compromiso: el cambio de vida y la retribucin, d) las
herramientas de trabajo, e) la interaccin con las divinidades f ) el paisaje
y los elementos naturales, g) los rituales, h) la colocacin de ofrendas, i)
las oraciones.
Indudablemente, sus reflexiones constituyen un aporte para el estudio
de las actividades de mujeres y hombres de conocimiento.
Otras sugerentes reflexiones sobre la religin y religiosidad estn contenidas en las propuestas tericas de Ramiro Gmez Arzapalo y Antonio
Emmanuel Berthier. El primero, desde la fenomenologa de la religin y
la interculturalidad, realiza una aproximacin al anlisis de la religiosidad
popular con el ttulo Anlisis de las manifestaciones religiosas populares:
aportes fenomenolgicos. El segundo, en el captulo titulado El estudio
de la religin desde la teora de los sistemas sociales de Niklas Luhmann,
analiza la religin insertada en sistemas especficos, donde los participantes
dan sentido a cdigos establecidos. Ambas propuestas abren sugerentes
perspectivas de anlisis para el hecho religioso, planteamientos que debern explorarse con mayor detenimiento a la luz de los datos etnogrficos
que hacen posible enriquecer nuestras reflexiones.
Las creencias, los mitos, los rituales, las ofrendas y las fiestas se objetivan en diversas formas, ya sea en espacios rurales o urbanos, pueblos
campesinos, grupos tnicos o comunidades, ciudades, pueblos y colonias.
Mientras el ser humano contine preguntndose cuestiones trascendentales como el origen del mundo, el significado de la vida, la vida despus de
la muerte, el comportamiento tico y la felicidad personal, las prcticas religiosas tendrn pleno sentido, en tanto que lo sagrado sea imprescindible
en la construccin del sentido de la vida social.

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Responsabilidad, evaluacin y motivacin moral


Jorge L. Gardea Pichardo
Colegio de Ciencias y Humanidades, unam
Mxico, 2014, 202 pp.

DIVERSOS ROSTROS
DE LA RESPONSABILIDAD

Gustavo Ortiz Milln*

undo somos responsables de nuestras


acciones? La respuesta ms sencilla es
que alguien es responsable de una accin cuando ha actuado de manera intencional. Actuar as significa, de
acuerdo con la teora ms aceptada dentro de la filosofa de la accin, que
podemos dar una descripcin en trminos de las razones que llevaron al
sujeto a hacer lo que hizo; por ejemplo, en trminos de los deseos y las
creencias que lo condujeron a actuar. A fin de cuentas, podemos responder
de nuestras acciones intencionales de las que somos responsables en la
medida en que podemos dar cuenta de ellas; sin embargo, suena un poco
extrao afirmar que soy responsable, por ejemplo, de la accin de rascarme la cabeza o de caminar por el pasillo si son acciones que he hecho de
forma intencional. En sentido estricto, lo anterior es correcto pero repito
que suena extrao, pues nuestro entendimiento de la responsabilidad no
suele referirse a cualquier accin intencional, sino en particular a las consecuencias de una accin que se ha efectuado intencional y libremente.
Segn este otro sentido un poco ms estrecho, la responsabilidad sera la
capacidad para reconocer y aceptar las consecuencias que tienen nuestras
acciones; no obstante, por ms sorprendente que parezca, no todos los
filsofos admiten tal versin. Para Kant, los agentes slo pueden ser moralmente responsabilizados de las acciones que tuvieron la intencin de llevar
a cabo, pero no de sus consecuencias. De acuerdo con l, no debemos
responsabilizar a un agente moral por asuntos que se relacionan ms con
la fortuna que con la intencin, de modo que no debemos responsabilizar
*

Instituto de Investigaciones Filosficas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

134

DIVERSOS ROSTROS DE LA RESPONSABILIDAD

a alguien de las consecuencias de las acciones que suelen estar ms all de


su control (en sus propios trminos, el valor moral de una accin reside
en la pureza de la intencin, no en sus consecuencias). Por supuesto, la
moral kantiana choca con nuestras intuiciones cotidianas, segn las cuales
la adscripcin de responsabilidad se asocia precisamente con aceptar las
consecuencias de las acciones, sobre todo en los casos en los que se ha
causado un dao que hay que reparar o en los que la accin ha acarreado
consecuencias que no tena la intencin de producir aunque tambin
deberamos incluir aquellos en los que la accin ha dado lugar a una consecuencia positiva, con o sin intencin de producirla.
Ahora bien, hay complicaciones en nuestros pensamientos cotidianos
acerca de cundo responsabilizar a alguien; por ejemplo, en general pensamos que somos responsables de las cosas de las que tenemos control:
pensamos que no es correcto responsabilizar a alguien de algo de lo que
no tena control. sa es una versin comn de la responsabilidad; sin embargo, en ocasiones responsabilizamos a la gente de hechos de los que no
tena control y aqu es donde empiezan las complicaciones, pues pensamos
que eso est bien: por ejemplo, responsabilizamos al otro en situaciones en
las que pudo prever las consecuencias e imprudentemente no lo hizo; es
ms, en muchas ocasiones le exigimos que piense en las consecuencias, y
lo responsabilizamos si no lo hace. Ahora, el problema es qu tanto alguien
puede prever todas las posibles consecuencias de sus acciones; se sera un
caso de conducta en condiciones de incertidumbre, pero puede complicarse an ms si pensamos en acciones que cometemos por ignorancia.
Somos responsables de ellas?
Como observamos, el problema se complica ms, asunto que debe quedar claro a quien lea el libro de Jorge Gardea, Responsabilidad, evaluacin y
motivacin moral, que invita a considerar una serie de casos difciles para la
teora tradicional de la responsabilidad. No s si haya una nica tesis que el
autor quiera argumentar, mas, si la hay, es sta: la responsabilidad moral no
es un asunto simple, sino que debe analizarse en los muchos y muy distintos
casos en los que atribuimos responsabilidad en nuestra vida cotidiana. Creo
que el libro logra transmitir la complejidad con la que se enfrenta quienquiera que desee formular una teora de la responsabilidad moral.
El libro agrupa los casos difciles con base en las similitudes que poseen. Un captulo se aboca a analizar casos de desconsideracin, negligencia e ignorancia, donde hay factores epistmicos relevantes a considerar para responsabilizar a alguien. Otro estudia cmo un estado mental
alterado afecta nuestras adscripciones de responsabilidad; es decir, cmo
los trastornos mentales, la incontinencia, la compulsin y las adicciones
perjudican el modo en que adscribimos responsabilidad a alguien. Otro
captulo examina las excusas, las justificaciones y las excepciones como caIntersticios, ao 19, nm. 40, 2014, pp. 133-138

RESEAS

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sos que modifican la manera en que responsabilizamos a un individuo. El


libro abunda en discusiones interesantes sobre estos casos problemticos,
pero este comentario se centrar slo en algunos.
Jorge Gardea dedica todo un captulo a discurrir los problemas de atribucin de responsabilidad en casos de desconsideracin, negligencia e ignorancia. Los tres casos tienen en comn el hecho de que el agente acta bajo
diversos grados de incertidumbre (en caso extremo, de ignorancia) acerca
de las consecuencias que puede tener su accin (o su falta intencional de
accin u omisin, como suele ser el caso con la negligencia) y aun as la
realiza, por lo que solemos adscribirle distintos grados de responsabilidad.
En el primer caso, Gardea usa el trmino "desconsideracin" para aludir a
lo que en ingls se llama recklessness, que a veces se traduce como temerario,
atolondrado, osado, aunque tambin como inconsiderado o desconsiderado; es decir, como alguien que no considera o reflexiona las consecuencias de
sus acciones. El agente desconsiderado sabe que las consecuencias entraan
una alta probabilidad de riesgo, y aun as acta. Eso puede deberse a varias
razones, dice Gardea; segn Jeanette Kennett: una de ellas es que el agente se
autoengae al evaluar las probables consecuencias y las minimice; por ejemplo, que piense que no pasar nada si conduce ebrio. Adems, puede ser que
por arrogancia el agente se equivoque al reconocer los lmites de sus propias
capacidades epistmicas, por ejemplo, se considere que ms listo de lo que
es y no prevea algunas consecuencias negativas de su accin. Finalmente,
puede ser que por egosmo el agente no se d cuenta de los intereses de los
dems, los ignore y, por lo tanto, su accin los afecte. Yo aadira una ms:
puede ser que el agente se percate perfectamente de los riesgos que involucra su accin, de la afectacin a los intereses de los dems, y aun as acte,
quiz movido por el placer que obtiene en situaciones de alto riesgo ("por la
adrenalina", diran algunos). Creo que los casos de temeridad verdadera son
sos, los de quien, conociendo los riesgos, se arroja sin importarle las consecuencias. Considero que cada uno de los casos debe evaluarse de manera diferente y que las adscripciones de responsabilidad variarn en consecuencia.
Si responsabilizamos a quien acta en forma desconsiderada o temeraria, es
porque pensamos que es responsable en un sentido, si se quiere, ms bsico:
posee una responsabilidad epistmica previa; es decir, hay un sentido en el
que el agente posee responsabilidad sobre sus creencias antes de actuar y en
especial si sabe que actuar en condiciones de incertidumbre y riesgo. Tiene
una responsabilidad de formarse las creencias mejor justificadas posibles,
con ms evidencia, de s mismo, de sus propios intereses y de los de los
otros, acerca de las condiciones en las que acta, entre otros factores a tener
en cuenta. Asimismo, tendra la responsabilidad de no afectar sus propias
capacidades epistmicas si sabe, por ejemplo, que va a ejercer una conducta
de riesgo (para seguir con el ejemplo, no debe ingerir si va a conducir).
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DIVERSOS ROSTROS DE LA RESPONSABILIDAD

Los casos de negligencia son diferentes y semejantes a la vez; son distintos porque suceden cuando un agente tiene una obligacin, dada una
determinada posicin social (por ejemplo, ser padre de familia), dado un cargo
de responsabilidad (ser un mdico, el portero del edificio o un profesor
universitario), mas son semejantes en que el agente sabe que puede haber
ciertas consecuencias o puede existir cierto riesgo si acta o, ms comnmente, deja de actuar. Adems, nos recuerda Gardea: "Mientras que el desconsiderado corre riesgos irrazonables, la persona negligente no siempre se
da cuenta de que corre riesgos o provoca situaciones de peligro (p.23).
La actitud epistmica puede ser diferente; alguien podra fallar en el cumplimiento de una obligacin y no necesariamente tener conciencia de las
consecuencias de su accin aunque bien es posible que las minimice.
Por ejemplo, un mdico tiene la obligacin de preguntar al paciente si tiene alergias antes de recetarle un medicamento; pero si es negligente y no
lo hace, el enfermo incluso podra morir. Sin duda, diremos que el mdico
es responsable, aunque no haya sido su intencin dar al paciente una medicina a la que era alrgico y ocasionarle dao; sin embargo, es responsable
porque, como mdico, tiene una serie de obligaciones, entre ellas, la de
preguntar al paciente por sus alergias. El mdico sabe cules son las posibles consecuencias de una accin como sa, es decir, tiene conocimiento
de los riesgos pero, por un olvido o descuido, no le pregunta . Cambia la
situacin si pensamos que alguien no cumple con su deber slo porque no
quera cumplirlo, no le interesaba o no le importaba? Opino que s y mucho. Si el agente tiene conciencia de los riesgos que corre si deja de actuar
al tener una obligacin y aun as lo hace, entonces pensaremos que incluso
es ms responsable. Y si no saba en qu consista su deber, aunque debera saberlo dada su posicin? Y si cumple con su deber, pero sin advertir
los riesgos que eso implica? De nuevo, Gardea expone las complicaciones
que tornan ms difcil la adscripcin de responsabilidad en cada situacin.
Un caso interesante en especial es el de la ignorancia, que este autor
analiza a partir del ejemplo de Edipo. Segn la tragedia de Sfocles, Edipo
ignoraba que el hombre al que haba matado era su padre y que la mujer
con la que se haba casado y tenido hijos era su madre, entonces es responsable de haber hecho lo que hizo? Actualmente, muchos opinaran que no,
pues no tena modo de saber que eran sus padres. Edipo no haba actuado
de manera intencional con la creencia de que matara a su padre y se casara
con su madre, sino bajo una descripcin distinta. Por lo general, pensamos
que la gente que acta en esas condiciones (en contextos referenciales opacos, donde la descripcin de una accin cambia de forma radical la valoracin de la accin) no es responsable. Asimismo, concebimos, como Gideon
Rosen, que la ignorancia constituye una razn para no atribuir responsabilidad (por cierto, hay una discusin interesante en trminos similares acerca
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RESEAS

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de este caso en la novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser).


No obstante, Edipo mismo asuma que s era responsable y por eso, debido
a la culpa que senta de haber matado a su padre, desposado a su madre y
haber procreado hijos con ella, se saca los ojos. Bernard Williams explica
tal decisin al afirmar que Edipo se da cuenta de las consecuencias de sus
acciones, reconoce que caus dao y que debe repararlo. No s si lo repara
de algn modo sacndose los ojos, pero lo cierto es que se siente culpable,
no soporta la visin de lo que l mismo ha hecho y prefiere no verlo. Pero,
si es verdad que Edipo era responsable, tanto Williams como Gardea nos
dejan con una conclusin incmoda para la teora tradicional de la responsabilidad: la falta de intencin de causar dao o provocar consecuencias
negativas no exime al agente de su responsabilidad. De hecho, debera inferirse
una conclusin parecida de los casos de desconsideracin y de negligencia en
los que tampoco hay la intencin de daar y, sin embargo, responsabilizamos al agente si ese dao ocurre.
Otra parte muy atractiva del libro es el captulo sobre excusas y justificaciones. En las excusas, se le atribuye responsabilidad o culpa a un
agente, aunque ste crea que haya atenuantes o slo considere que no es
responsable, por lo general, al expresar frases como "no era mi intencin
hacer tal cosa,"no saba lo que haca" o "tena otro propsito". De nuevo, en dichos casos se puede cuestionar si el agente es responsable de las
consecuencias de sus acciones, independientemente de si su intencin no
fue ocasionarlas. Si es as, el agente que se excusa jams deja de ser por
completo responsable de las consecuencias. Recordemos el caso de Edipo:
l pudo haberse disculpado y declarar que en realidad no saba quin era
el hombre al que haba matado y quin era la mujer con la que se haba
casado. Eso lo exima de responsabilidad? l pensaba que no, dado el
dao que haba causado y las consecuencias nefastas que haba suscitado
con sus acciones. Quien se excusa, por lo regular, argumenta que vea las
cosas de otra forma, que su intencin era otra, etc., pero si, finalmente, su
accin tuvo malas consecuencias, parece que jams estar exento de responsabilidad, sino que lo que sirve como excusa es slo un atenuante, mas
no un eximente. Y lo mismo acontece con casos de excusas por accidentes,
por descuido, por errores o equivocaciones o, como ya mencionamos, por
ignorancia. Estos casos nunca nos exentan del todo de la responsabilidad.
Mientras ms pensemos el asunto de la responsabilidad, veremos que
se vuelve ms complejo, que la visin tradicional que une responsabilidad
con intencionalidad no siempre es correcta. Una de las virtudes del libro
de Gardea es la de llevarnos a pensar acerca de todas las posibles complicaciones que entraa, no solamente en los casos que ya he comentado, sino
en los de excepciones, de estados mentales alterados (por el uso de alguna
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DIVERSOS ROSTROS DE LA RESPONSABILIDAD

sustancia o por alguna situacin emocional, como cuando se acta por


pasin y la ley atena la responsabilidad), entre otros.
Para concluir, quiero hacer una pequea crtica a la propuesta general
del libro. Por un lado, Gardea se centra en forma exclusiva en las acciones, sus motivaciones y las circunstancias particulares en las que un agente
acta; a pesar de ello, estimo que en muchas ocasiones la evaluacin que
hacemos de una accin no toma en cuenta slo la accin en s misma,
sino que nuestros juicios de responsabilidad suelen considerar los rasgos
de carcter del agente que efecta la accin. Por ejemplo, alguien puede
haber dejado de cumplir su deber por negligencia; no obstante, nuestro
juicio sobre su accin variar no slo en funcin de las consecuencias de la
falta, sino de si sabemos que esa persona es habitualmente muy cumplida
y muy escrupulosa o de si sabemos que por lo comn es desobligada, incumplida, desidiosa y negligente en una palabra, irresponsable. Por
otro lado, tambin influye el hecho de que hayamos entablado algn tipo
de relacin personal con quien adscribimos responsabilidad. Por ejemplo,
en Blink, Malcolm Gladwell narra cmo los pacientes inconformes suelen
demandar por negligencia y mala prctica mdica a doctores muy buenos,
pero que no les dieron un trato cordial, con quienes no establecieron una
relacin personal o con quienes no congeniaron. La gente simplemente
no demanda a los doctores que les caen bien, advierte una abogada especializada en mala prctica mdica. El punto es que la gente asume como un
atenuante de responsabilidad el carcter, el trato y la relacin personal que
posee con quien cometi una falta; incluso, puede llegar a eximirla, aunque haya sido vctima de su negligencia. As pues, si queremos desentraar
los mecanismos de la adscripcin de responsabilidad, tal vez sea necesario
ir ms profundo no slo en cmo influyen los rasgos de carcter de la persona que comete una falta en nuestra evaluacin de su responsabilidad, e
incluso la relacin personal que tiene con quien hace la evaluacin, sino
en la psicologa de quien atribuye responsabilidad, y no slo en las circunstancias en que se desarrolla la accin que se est juzgando.Los rasgos de
carcter y las relaciones personales son aspectos que se han dejado de lado
en discusiones no slo de responsabilidad, sino, en general, sobre filosofa
moral. Aunque, tal vez sea injusto responsabilizar a Jorge Gardea por no
incluir este concepto en su libro, seguramente no era su intencin hacerlo.
Y como responsabilizar a alguien no es slo sealar las consecuencias negativas de sus acciones, sino tambin las positivas (hayan sido intencionales o
no), supongo que debemos agradecer al autor porque es el responsable de
que podamos reflexionar ms y con mejores herramientas con respecto
de un tema tan complejo como la responsabilidad.

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Las huellas de la culebra. Historia, mito y ritualidad


en el proceso fundacional de Santiago Xanica, Oaxaca
Damin Gonzlez Prez
Secretara de las Culturas y Artes de Oaxaca, 2014

LAS HUELLAS DE LA CULEBRA


Alicia Mara Jurez Becerril*

as siguientes lneas reproducen un fragmento


del relato recabado por estudiantes del Bachillerato Integral Comunitario de Xanica:

Vamos abajo, parece que ah est un lugar ms bonito y ms bueno


vamos a citar a tres ancianos a ver qu suean.
Bajaron ah en el lugar indicado y se durmieron. A la maana siguiente contaron lo que haban soado. Uno dijo:
Yo so que tena mucho piojo en la cabeza y en mis pies.
Eso quiere decir que habr gente en este lugar.
El segundo so que tena un saco de mazorca debajo de la cabeza, como
almohada. Los otros dijeron que eso era pura vida y que el pueblo sera grande. El tercero so que sus pies tenan muchos gusanos y que escurran de
todo su cuerpo. Los otros dijeron que el pueblo iba a crecer rpido.
Despus de que fueron con la autoridad a contar lo que haban soado
mandaron a otras tres personas a soar nuevamente. Entonces fueron otras
tres personas a dormirse en el lugar donde est la escuela primaria. Se durmieron con sus petates. Al otro da llegaron al municipio y dijeron:
Yo so que haba mucha milpa buena y eso era la pura vida. El segundo
anciano so que lleg una abuelita con siete gallinas chicas. Eso significaba
que iban a abundar las personas. El tercero dijo: Yo so que lleg una persona con un saco de monedas y me dijo todo esto es tuyo y vaci todo el
dinero y se fue.

Instituto de Investigaciones Histricas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,

140

LAS HUELLAS DE LA CULEBRA

Luego fueron otras tres personas a dormirse en donde est la iglesia actual. Al amanecer cada uno de ellos dijo lo que so. El primero que gallinas,
gallos y guajolotes llegaron donde est la iglesia y todos esos animales eran
cosas buenas porque abundan. El segundo so que lleg una banda de cotorros y una banda de loros, eso significaba que en ese lugar se iba a realizar
la misa. El otro anciano so que lleg una banda de palomas de diferentes
colores eso significaba que en ese lugar habr santos y que adems habra
rezos, todos esos sueos eran puras cosas buenas.
Entonces dijeron todas las personas:
Vamos a rozar ese lugar para fundar el pueblo.1

ste es uno de los mitos acerca del proceso fundacional de Santiago Xanica que Damin Gonzlez nos ofrece en su libro Las huellas de la
culebra, obra que se caracteriza no slo por su apoyo en documentos y
fuentes historiogrficas, sino tambin porque parte de la riqueza de esta
investigacin radica sobre todo en las voces de los abuelos, quienes, en
palabras del autor, son los antiguos fundadores y no nicamente a un
grupo generacional;2 es decir, se trata de gente que ha vivido su historia y
cotidianidad en dicha comunidad.
Santiago Xanica es un pueblo enclavado en la sierra, y con pocos
referentes en los documentos escritos, por lo que la tradicin oral se convierte en una fuente inagotable de informacin. En este sentido, Damin
conoci y convivi con algunas personas de las comunidades zapotecas del
sur de Oaxaca. Se trata de un registro etnogrfico de primera mano, de
aquellos que se prolongan por varias temporadas, tal como lo hacan los
clsicos de la antropologa, y que ahora el tiempo acadmico un tanto
catico ya no lo permite.
Segn la investigacin de Damin Gonzlez, el nico dato sobre la
fundacin de Xanica es aportacin de Martnez Gracida, quien en su
Coleccin de cuadros sinpticos de los pueblos, haciendas y ranchos del Estado
Libre y Soberano de Oaxaca, publicado en 1883, apunta que la comunidad
estuvo situada en un principio en el cerro Cajn, pero la falta de agua
oblig a sus pobladores a trasladarse en 1701 al lugar donde se encuentra
actualmente.3 Por ello, considero que la principal inquietud de este excepcional trabajo es aportar datos para la construccin cultural e histrica
Damin Gonzlez Prez, Las huellas de la culebra. Historia, mito y ritualidad en el
proceso fundacional de Santiago Xanica, Oaxaca, Mxico, Secretara de las Culturas y Artes de
Oaxaca, 2014, pp. 85-90. El registro se hizo como parte de las actividades acadmicas de las
que Damin Gonzlez fue responsable de 2003 a 2006.
2
Ibidem, p. 96.
3
Ibidem, p. 76.
1

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RESEAS

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a partir de las historias locales y regionales, las cuales enriquecen el conocimiento acerca del proceso fundacional.
A lo largo de esta presentacin, nos abocaremos a la informacin que
nuestro autor recopila y analiza para entender el proceso fundacional de la
comunidad zapoteca de Santiago Xanica a partir de los mitos y los relatos,
as como de los actos rituales, concretados en las ceremonias colectivas
relacionadas con el poder y la produccin agrcola. Algunos de los relatos,
como aclara Damin Gonzlez, tienen mayor contenido histrico o simblico; en algunos casos, incluso, se mencionan diferentes versiones sobre
las fundaciones.4
De esta forma, el anlisis del libro se dirige a comprender las diversas
claves estructurales que conforman el desarrollo fundacional, concebido
por nuestro autor como aquel conjunto de saberes, acciones ritualizadas o no, relatos y situaciones que hacen alusin al momento de origen
y que se proyectan de manera peridica o circunstancial, en un tiempo y
espacio concretos, dentro del territorio de la comunidad.5
Para dar sentido a esta definicin, Damin Gonzlez retoma varios
conceptos tericos. Uno de ellos es el de mito, el cual se convierte en un
trmino clave para analizar la fundacin a partir de las historias locales.
El autor se apoya en las propuestas de Alfredo Lpez Austin, Alicia Barabas, Carl Jung, Mircea Eliade, entre otros, para considerar viable la
idea de ubicar en los relatos y mitos fundacionales el momento de origen, el cual est marcado principalmente por la aparicin de entidades
sobrenaturales.6 En este sentido, coincidimos en que las entidades sagradas se mantienen vinculadas al plano de la cotidianidad a partir de las
marcas que dejan en el territorio comunal o tnico. Tal vez los mitos y los
relatos sobre apariciones de las entidades son los principales medios por
los que las comunidades logran recrear y afianzar su historia. El estudio de
las entidades sagradas requiere un conocimiento general sobre el contexto
dentro del que son referidas como parte de la cosmovisin por medio de
la tradicin oral, la cual se retroalimenta de forma continua y permanece
vinculada al plano de la vida social a partir, con frecuencia, de las marcas o
rastros de su aparicin o manifestacin que imprime en el paisaje, o bien
debido a que trastocan de manera radical la vida de las comunidades a
veces por implorar los recursos como el agua o el maz.
Al respecto, el libro se centra en dos entidades divinas populares;
las denomino de este modo, siguiendo la propuesta de Ramiro Gmez

Ibidem, p. 151.
Ibidem, p. 36.
6
Ibidem, p. 14.
4
5

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LAS HUELLAS DE LA CULEBRA

Arzapalo,7 como aquellas entidades que se mantienen vinculadas al plano


de la vida social porque trastocan e inciden en la vida de las comunidades.
Ante estas caractersticas, en el concepto divinidad se encuentran redes
sociales horizontales para el pueblo; para ste, el fervor y el compromiso
no supone endeudamientos, sino coercin y obligaciones. As, partimos de
una nocin de divinidad alejada de la concepcin cristiana, pues esta divinidad encierra una concepcin de reciprocidad, semejante a la que existe
entre las relaciones sociales dentro del pueblo; una es el santo Santiago y
la otra es la culebra de agua, la duea del lugar. Ambas forman parte de
los episodios recurrentes en los mitos fundacionales de varios grupos y comunidades de Oaxaca, segn los estudios de Alicia Barabas, los cuales son
retomados por nuestro autor.
La primera entidad en este caso, el santo Santiago tiene como
principal caracterstica una aparicin y se convierte en patrn y protector
del pueblo. Mediante su aparicin indica dnde debe realizarse la fundacin, as como la construccin de su capilla o iglesia. Los mitos aluden a
los procesos ocurridos en el periodo colonial.8 El mito relacionado con el
origen del santo que recab Damin y que aqu exponemos de una manera
resumida, es el siguiente:
Hace mucho tiempo las personas de este pueblo adoraban al santo Francisco, pero en ese entonces haba problemas [] El sacerdote Valdivia tuvo
la oportunidad de visitar al Papa y le platic lo que estaba sucediendo en
el pueblo. El Papa decidi cambiar al santo. Cuando el sacerdote regres al
pueblo empez a avisar a las personas que ya no se iba a seguir adorando al
santo Francisco. Cuando l hizo la reunin explic cules eran los motivos
por los que el Papa haba tomado esa decisin: fue porque el pueblo no se
llamaba Francisco, sino Santiago [] Tres das despus volvi a citar a las
personas para informales de qu manera consiguieran la madera con la que
deba hacerse el santo. Les dijo que se organizaran en equipos de quince personas para ir a buscar un rbol de cedro al cerro de la Virgen, al cual al darle
tres machetazos tena que salir sangre. El sacerdote les dio pedazos de manta,
para que cuando saliera la sangre empaparan la tela.9

Partieron dos grupos, ninguno con suerte, pero en la siguiente semana mand al ltimo equipo:

7
Ramiro Alfonso Gmez Arzapalo Dorantes, Los santos indgenas: entes divinos populares
bajo sospecha oficial, Mxico, Editorial Acadmica Espaola, 2012.
8
D. Gonzlez, op. cit., p. 33.
9
Ibidem, p. 90.

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RESEAS

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Estuvieron buscando de lunes a viernes, pero el sbado bajaron por el rancho viejo. Como avanzaban iban macheteando rboles. Cerca del rancho
lo encontraron. El seor que lo encontr grit. Sacaron el pedazo de tela
y lo llenaron de la sangre del rbol [] En la madrugada fueron a avisarle
al sacerdote que haban encontrado el rbol y ste mand a los dems para
que lo trajeran. Las 45 personas se dirigieron al Cerro de la Virgen. Cuando
llegaron empezaron a cortarlo con hacha. Tardaron un chingo de tiempo
porque estaba grande el rbol. Cuando terminaron de cortarlo no se caa
[] Entonces fueron a avisarle al sacerdote de lo que estaba pasando. Cuando llegaron l les dijo que el rbol ya haba empezado a hacer milagros []
Cuando llegaron les dijo que tenan que hacer una oracin. De esta manera
el rbol fue cayendo [] El sacerdote orden que le quitaran la cscara para
que no pesara. Cuando el Papa se enter que ya lo haban encontrado, mand a llamar a un seor para que hiciera al santo. Cuando termin lo entreg
pero le faltaba su libro y su sombrero. El seor los hizo de sanpancle. En la
noche el santo tir el libro y el sombrero en medio de la iglesia. Temprano
el sacerdote fue a la iglesia [] vio tirados el libro y el sombrero, los levant
y se los puso al santo, pero al da siguiente los volvi a encontrar tirados.
El sacerdote volvi a llamar al seor para que volviera a hacerlos, pero con
la misma madera de cedro. El seor los hizo y los entreg. El sacerdote se
los puso al santo. Al da siguiente fue a ver si se los haba quitado, pero no.
Hasta la fecha los tiene puestos.10

Por el lado de sus atribuciones, Santiago se considera tan importante


como san Miguel, san Rafael, san Gabriel y san Isidro. Santo Santiago,
Seor Santiago o Santiago apstol es el protector ante las amenazas del
mal; en especial, ayuda a enfrentarse a los malos temporales como, por
ejemplo, las tormentas de granizo. En las ceremonias de peticin de lluvia
de Morelos, se llega a nombrarlo como Seor de los cuatro vientos: el
que gua las nubes cargadas de lluvia por los cuatro puntos cardinales de
la Tierra.11 En esta regin zapoteca, tambin es una de las advocaciones
de Cocijo, El rayo, dios de la lluvia a partir de la colonia. De esta forma,
Santiago funga como proveedor de las lluvias. Cuando stas se retrasaban,
su imagen era llevada en procesin alrededor del pueblo, acompaada de
bandas y cohetes. Hoy en da, el santo sigue asociado con el Rayo, pues se
tiene la creencia de que es hijo del trueno, lo cual se confirma en su fiesta,
cuando cae un rayo estremecedor.
Ibidem, p. 91.
Alfredo Paulo Maya, Claclasquis o aguadores de la regin del volcn de Morelos,
Graniceros, cosmovisin y meteorologa indgenas de Mesoamrica, Mxico, El Colegio Mexiquense-unam, 1997, p. 179.
10
11

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LAS HUELLAS DE LA CULEBRA

Por otra parte, la culebra de agua constituye la otra divinidad. Es vista


como la duea del territorio o de su nagual. Su presencia se traduce en la
fundacin de lugares sagrados, y posteriormente ser representativa para
la comunidad. Dichos lugares pasan a formar parte de la geografa simblica o sagrada y quedan grabados en la memoria colectiva como referentes
de identidad comunitaria y tnica.12 La aparicin de la culebra tiene un
sentido subjetivo al provocar el traslado del pueblo hacia otro lugar, pero
tambin la privacin de la abundancia de agua y maz en el pueblo.13
Desde la historia milenaria, la culebra se ha asociado con el agua. Los datos etnogrficos actuales acerca del simbolismo de la serpiente vinculados
a la lluvia nos reafirman el lugar preponderante en la cosmovisin de gran
parte de las culturas indgenas del pas. Segn el pensamiento religioso
mesoamericano, se contina asociando a las culebras con el agua, la fertilidad, el cerro, el inframundo; son consideradas seres buenos, porque se
cree que protegen las milpas, atraen la lluvia y cuidan los manantiales; se
relacionan estrechamente con la cosmologa, el culto a los cerros y el ciclo
agrcola del maz.
Por lo que respecta a varios pueblos de la regin zapoteca, en la actualidad, las personas asocian a la culebra con el Rayo, la entidad sagrada
ms importante. En Santiago Xanica, persiste la creencia de que el Rayo
considerado generador principal de la lluvia y de los dems elementos
climticos, as como de la cosecha, la suerte, la salud, el dinero, la venganza es dueo o patrn de los animales, en particular, de los reptiles como
la lagartija, la iguana y la culebra, con frecuencia llamados nahuales del
Rayo, por considerar que ste adquiere las formas referidas a manera de
personificacin.
La comunidad reconoce la presencia de la culebra por sus huellas en
el territorio local. El complejo se ampla en las creencias y rituales en torno
de la culebra y de su relacin con el agua. Damin Gonzlez ha escrito
algunas publicaciones al respecto.
Otras entidades sagradas para entender la fundacin de Xanica es la
concepcin de la comunidad acerca del cerro y la cueva. Sobre el cerro,
el autor comenta que, en una de las versiones sobre el origen de la comunidad, se dice que un abuelo de nombre Miguel Estrada gui al pueblo
desde Mitla hasta el cerro Mazorca. En una ocasin el abuelo so con un
lugar en el que se hallaban cuatro piedras labradas en forma de mazorca.
De esta manera supo dnde se deba asentar el pueblo y los cuatro tipos de
maz que podran sembrar en la zona.14 En las faldas del cerro de Xanica,
Ibidem, p. 33.
Ibidem, p. 98.
14
Ibidem, p. 110.
12
13

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RESEAS

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existe un nacimiento de agua; ah las personas de la comunidad iban a


adorar el Nacimiento la noche del 24 de diciembre, para pedir riqueza y
proteccin para toda su familia. Iban de doce a una de la noche. Ese lugar se abra y entonces llevaban guajolote macho, copal, velas, plumas de
pjaro. Eso lo llevaban y lo ofrendaban en ese lugar [] Adentro era un
mercado grande; dicen que haba de todo, pero que ese dinero no se poda
gastar as como quiera, se deba cuidar en sembrar, en hacer negocios: no
lo podan malgastar.15
La cueva, umbral o puerta dentro de la montaa, es considerada como
un lugar sagrado, lleno de riquezas y al que no todos pueden acceder. Las
aperturas de las cuevas, en especial durante la Noche Buena, que muestran
riquezas en su interior, son frecuentes en los pueblos de Oaxaca.
Un aspecto relevante ms para entender la fundacin de Xanica es el
considerar a Mitla como lugar de origen de sus antepasados. En los relatos
recopilados por el autor, las causas que los abuelos sealan sobre la migracin son la sobrepoblacin y la escasez de alimentos, as como la noticia de
la llegada de los conquistadores. Sin embargo, en los ritos mortuorios es
donde hacen evidente la procedencia de sus antepasados: La gente deca
que para que las nimas de los difuntos pudieran regresar a Mitla deban
pasar por nueve cerros. Cuando una persona mora se prenda una fogata cada noche durante todo el novenario en lugares distintos, las cuales
alumbraban el camino de los muertos por los nueve cerros que quedaban
en el camino hacia all. Haba nueve pueblos en el camino en los cuales,
cuando alguien mora, los habitantes de esos pueblos saban que haba
muerto alguien de Xanica debido a los fuegos que se encendan en esos
nueve cerros.16
Por otro lado, quiero sealar que una de las reflexiones que llam mi
atencin fue que Damin vincul la fundacin del pueblo con el arquetipo
en el puro sentido de ver el lugar como parte de una rplica de la estructura del universo y que marca la existencia y estatus del grupo dentro del
cosmos de lo sagrado.17 En este sentido, la importancia del anlisis no se
limita a un momento histrico concreto, sino que permite identificar, en
la marcha de la continuidad, modelos del pensamiento mesoamericano,
como el rbol, la cueva y el cerro sagrados. Si bien estas aseveraciones
pueden ser debatibles, en sus reflexiones finales, Damin reconoce que
los hechos histricos s han arrasado con la culebra: el cultivo del maz ha
sido desplazado por el cultivo bsico del caf; la privatizacin de la tierra
impacta el sentido de la reciprocidad; se han roto los vnculos con las enIbidem, p.111.
Ibidem, p. 92.
17
Ibidem, p. 36.
15

16

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LAS HUELLAS DE LA CULEBRA

tidades sagradas; en resumen, la utilidad prctica desplaz la necesidad


vital de relacin recproca con la tierra.18
Ahora bien, es necesario destacar que la investigacin no slo se limit geogrficamente a Santiago Xanica, sino que el complejo de los elementos simblicos de la cosmovisin la ampli a otras siete comunidades
(Santa Mara Ozolotepec, San Juan Ozolotepec, Santa Catarina Xanagua,
San Mateo Pias, San Francisco Ozolotepec, Santa Cruz Ozolotepec y San
Antonio Ozolotepec), todas ellas circundantes, aunque en el presente cada
una de ellas se constituye como una unidad aislada e independiente de las
otras, lo que ignora sus vnculos histricos y culturales. El libro tambin
aborda sus propios ritos propiciatorios, ceremonias de renovacin de cabildo y relatos acerca de las fundaciones de los pueblos, los santos patronos y
las entidades sagradas, as como sus vnculos con el paisaje ritual.
En cuanto a su estructura, el libro se divide en cinco captulos. El primero, titulado Proceso fundacional: algunas consideraciones tericas, aborda
los conceptos elementales acerca de los relatos histricos, mitos y ritos. El
segundo, que lleva por ttulo Apuntes para la etnohistoria de los zapotecos
del sur, reconstruye parte del contexto histrico, tomando como punto de
partida algunos datos relacionados con la situacin de los pueblos zapotecos del sur antes de la invasin espaola. El tercero, Historia y mito en el
proceso fundacional, trata sobre la parte central del proceso fundacional, la
de los relatos histricos y los mitos. El cuarto captulo, Ritualidad y vida
ceremonial en el proceso fundacional, gira en torno de la manera de refrendar
el origen por medio de las ceremonias y rituales. Y el ltimo, titulado Relatos fundacionales de los pueblos zapotecos del sur de Oaxaca, comprende, en
un primer acercamiento, los relatos fundacionales de las comunidades de la
regin. Sin duda, esta investigacin constituye un gran esfuerzo de sntesis.
Finalmente, quiero subrayar que este volumen representa un punto de
llegada, porque su investigacin naci de la tesis de Damin, para recibir el
grado de maestra en Antropologa por la unam. Hoy, la Secretara de las
Culturas y Artes de Oaxaca difunde este trabajo, pionero para los estudios
antropolgicos en la regin de Oaxaca, que, como afirma Damin, hasta
hace poco haba sido marginada del inters de antroplogos, historiadores,
arquelogos, lingistas, socilogos y otros especialistas.19 En su conjunto,
con 214 pginas, apndices y excelentes fotografas, esta obra contribuye a
los estudios de la cosmovisin, historia y ritualidad zapoteca dentro de los
mbitos histricos y antropolgicos.

18
19

Ibidem, p. 168.
Ibidem, p. 16.

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ntersticios
FILOSOFA ARTE RELIGIN

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de cada seccin que conforma la revista:
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Dossier: en relacin con cuatro lneas
de pensamiento: Filosofa de la cultura,
Hermenutica filosfica, Pensamiento
de inspiracin cristiana y Tradicin clsica. El artculo puede versar sobre una
sola de estas lneas, sobre la confluencia de dos, tres o bien las cuatro.
Arte y religin: incluye textos relacionados con esta temtica.
Reseas: pueden ser expositivas o de
comentario; debern versar sobre libros
de filosofa, arte o religin de no ms de
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