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y viceversa; y hasta aqu no creo que se pueda objetar nada a esto. Sobre
lo que realmente ya no puedo esperar que todos estn de acuerdo es en el
valor permanente y positivo (a pesar de todo e incluso en el ambiente
mental tan drsticamente distinto de nuestro tiempo) del tipo de
humanismo cristiano, en que la mente y el corazn de Petrarca
finalmente hallaron reposo, o por lo menos todo el reposo que, en
palabras de su maestro san Agustn, uno puede esperar encontrar en esta
orilla de la muerte (cf. Confesiones I, 1).
La manifestacin ms madura del humanismo cristiano petrar-quiano
se halla en De Ignorantia, aunque el tema en s se repite en las cuatro
secciones del captulo III; y junto a l, siempre a punto de flotar a la
superficie, el recuerdo y ejemplo de san Agustn. Para Petrarca, san
Agustn fue el gran maestro cristiano por excelencia (por lo menos
despus del apstol Pablo) y, sobre todo, el que de ms cerca le toc. En
la historia de las mutaciones espirituales del oven Agustn, tal como
aparece contada en las Confesiones, nos dice Petrarca que casi reconoci
la suya propia.3 Es ms, de todos los Padres de la Iglesia, fue el que ms
endeudado se consider con el mundo pagano (a pesar de lo muy
severamente que lo critic), tanto intelectualmente (en relacin con
Platn), como literariamente (en relacin con Cicern). Su relacin con
san Agustn hall su ms acabada expresin en el Secretum, razn por la
que he reservado el estudio de este magistral dilogo a la seccin final
del captulo III.
La otra razn es biogrfica. El humanismo de Petrarca, sea cual sea la
definicin que demos del trmino, consisti en una idea o serie de ideas
sobre el Hombre, expresadas en trabajos aparecidos a lo largo de los
aos. Idea que inevitablemente cambi, por lo menos en su modo de
expresin, segn las ocasiones y las circunstancias, o segn el punto de
vista adoptado o representado. El representado, por ejemplo, a travs de
los personajes paganos del frica (1338-1339 y a lo largo de toda la
dcada de 1340), es pagano, tal como le corresponde, y Petrarca tuvo
cuidado en excluir, en la medida de lo posible, matices cristianos de la
propia narrativa; mientras que en De Ignorantia, veinte aos ms tarde,
se expresa clara y apasionadamente como cristiano. De hecho, hay
pruebas ms que suficientes para demostrar que, en este intervalo, su fe
en el cristianismo se increment, y que cuando comenz a escribir De Ig3. Secretum I, en Prose, pp. 40-42, y cf. p. 24, las ltimas 8 lneas.
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norantia haba alcanzado una suerte de armona entre las dos facetas de su mente y de su naturaleza, Ja del humanista clsico y la
del cristiano. Tal es, por lo menos, la tesis que defiendo en el captulo III, muy explcitamente en las secciones 2 y 3. Y con este encuentro de la cultura clsica y la religin coinciden el estilo y la
tendencia que caracterizan la obra producida entre, aproximadamente, 1346 y los primeros aos de la dcada de 1350. Cambio en el
que yo hago especial hincapi, sobre todo en la seccin 3.
En cuanto al Secretum, no cupo duda de que se mereca toda
una seccin en el tercer captulo, puesto que es la obra maestra que
Petrarca escribi en latn. Pero en qu seccin? Si finalmente decid designarle la seccin final fue, en parte, por la importancia nica que san Agustn tuvo en el desarrollo intelectual de Petrarca, y,
adems, porque me convenc de que Francisco Rico haba tenido
razn al atrasar la fecha de su composicin, 1342-1343 (la ms
comnmente aceptada), a 1347-1353.4 Con lo cual el dilogo se situaba de pleno en el perodo que, a mi juicio, es el crucial en la
carrera de Petrarca como escritor. De modo que en mi estudio sobre
el Secretum he incluido una nota, lo ms clara y breve posible, acerca de los motivos del cambio de fechas. Hecho esto, y escrita ya la
seccin dedicada al Secretum, pareca que lo ms lgico era ponerla
al final del captulo, donde rematara el vnculo entre las partes temtica y biogrfica: el humanismo de Petrarca y la especfica trayectoria de su obra, en especial la escrita en la mitad de su vida, en los
cruciales aos entre las dcadas de 1340 y 1350.
Antes de dar por definitivamente acabado el libro, deseo presentar mis disculpas a dos petrarquistas ilustres, Ugo Dotti y A. S. Bernardo, cuyas obras sobre el humanista-poeta, en especial las introducciones de Dotti a sus Cartas y a la coleccin de Sine Nomine,
y el importante estudio de Bernardo, Petrarca, Scipio and the frica: Birth of Humanism's Dream, reciben, mucho me temo, una
atencin desproporcionadamente pequea en mis pginas. Una disculpa muy similar debo presentar a Marco Santagata por haber pasado por alto su valiente estudio de pionero sobre la prehistoria
de la forma del Canzoniere: Del Sonetto al Canzoniere: Ricerche
sulla preistoria di un genere. En este caso, lo ms imperdonable, es
4. Vida u Obra de Petrarca: I, Lectura del Secretum, Padua, 1974.
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I. Vida
Niez y adolescencia, 1304-1326
Petrarca se consider florentino y de su nacimiento en Arezzo habl
siempre como en el exilio {Prose, p. 8). De hecho su padre, Ser
Petracco (Pietro) di Parento, abogado de Incisa en el Val-darno, haba
sido desterrado de Florencia nueve meses despus de Dante, en octubre
de 1302. Ambos haban pertenecido al partido de los gelfos blancos y
haban sufrido las consecuencias de su derrota en manos de la faccin
negra, a finales de 1301. Petracco y su mujer, Eletta Canigiani, se
refugiaron provisionalmente en la todava independiente ciudad de
Arezzo, en la que naci su primer hijo, nuestro poeta, el 20 de julio de
1304. Lo bautizaron Francesco. Otro hijo sobrevivi a la infancia, un
chico, Gherardo, nacido en 1307, cuya vida estar estrechamente ligada a
la del hermano mayor. Al parecer, fue una familia unida y feliz. La madre
de Petrarca muri cuando ste tena quince aos, a raz de lo cual l
escribi una elega en latn, el primer poema que de l se conserva, canto
a la bondad y vida piadosa de su madre.
Para entonces Petracco ya se haba trasladado con su familia a la
Provenza, llevado por la esperanza de conseguir un empleo rentable en
Avin, que desde 1309 era ciudad papal. Llegaron a ella en 1312, por
Genova y Marsella, despus de recalar en Pisa, donde Petrarca
probablemente tuvo ocasin de ver a Dante, tal como lo recuerda, medio
siglo despus, en una carta a Boccaccio (Prose, p. 1.004). Ya instalado en
Avin, Petracco mand a sus hijos a la escuela de Carpentras, ciudad
vecina, en la que Francesco tuvo la suerte de ser instruido por un
gramtico toscano que supo reconocer su talento. Con el latn, el chico se
sinti como pez en el agua, seducido por el sonido de las palabras antes
de conocer su significado.1 Adems, debi de aprender el provenzal, qu
duda cabe, aunque esto tiene muy poca importancia ante el hecho de que,
con un maes1. Sen. XVI, 1, en F. P. Opera omnia (Basilea, 1554), p. 1.046.
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mio tambin le defraud. Carlos fue a Italia, en 1354, para ser coronado
emperador en Roma. Hecho esto (el 5 de abril de 1355) volvi a cruzar los
Alpes. Es decir, su principal preocupacin era el bienestar de Bohemia, y
fue en Praga donde Petrarca se entrevist con l, por segunda vez, en
1356, en ocasin de una embajada a la ciudad en nombre del vizconde de
Miln; embajada que pone de manifiesto una de las dos formas de
actividad pblica hasta entonces abiertas a Petrarca; ocasionales tareas
diplomticas al servicio de los seores de las ciudades Miln, Venecia
y Parma en que l pas la mayor parte del tiempo a partir de 1353;
adems de las cartas dirigidas a papas y potentados con el fin de fomentar
las causas que le eran gratas.
En esto su situacin recuerda la de Dante en el exilio: ambos tenan
protectores a los que servan. Hacia el final de su vida, Petrarca
difcilmente hubiera podido expresar los sentimientos antiaristocrticos,
detectados en sus cartas sobre Cola y en las dirigidas a l.
Sin embargo, en ellas, una cosa se mantiene hasta el final: su
aborrecimiento a la curia de Avin. Sentimiento presente en todos sus
escritos sobre Avin, a partir de las cartas Sine Nomine (1343-1359)
hasta la Invectiva de 1373 ya mencionada. En todas es comn la
comparacin de Avin con Roma en trminos de lo que ambas ciudades
representaban en su mente: Avin, ciudad de la barbarie y la impiedad;
Roma, la cultura antigua tal como era aceptada y respetada por el
catolicismo. En la dcada de 1370, la disputa habase reducido a la
cuestin de cul de las dos ciudades, Roma o Avin, deba ser la ciudad
papal, con Petrarca, naturalmente, atacando el desvergonzado argumento
glico de por qu no poda permanecer el papa en el norte de los
Alpes. Durante las dcadas de 1340 y 1350 la cuestin todava no se
planteaba en estos trminos, los ataques de Petrarca iban dirigidos
principalmente al personal de la curia, tanto como individuos como
colectivo, como en los famosos sonetos (Canz. 136-138). Y puesto que
estos sonetos recuerdan a Dante en su faceta anticlerical, aprovechemos
la ocasin para comparar brevemente a los dos poetas como crticos de la
Iglesia. De su virulento lenguaje se deduce que ambos dan por sentado:
a) el origen divino de la iglesia, y b) el derecho que ellos ejercen de
denunciar los vicios y delitos de sus gobernantes. En cambio, en el tono y
el estilo de Dante se manifiesta generalmente, a mi pare-
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mano, el cartujo, una larga defensa de la poesa, basada en argumentos religiosos: la esplndida Fam. X, 4, comentario de la gloga 1, Parthenias, donde el tema haba sido inocentemente expuesto.12 Adems, el arte de la buena escritura, ya sea en verso o en
prosa, satisface las necesidades del hombre como tal. La mente humana, animus, est relacionada con el lenguaje, sermo, de manera
que el cultivo de la una ha de ser, o puede ser, el cultivo del otro:
la elocuencia, es decir, la habilidad de expresar las percepciones de la
mente de manera clara, apta y elegante, es parte esencial de la educacin, junto a la orientacin del intelecto hacia la ventas, la verdad, y de la voluntad hacia la virtus, la bondad moral. stos son
los tres fines de los studia humanitatis, de los que Petrarca fue
considerado, por los humanistas posteriores a l, como el gran restaurador, especialmente por su redescubrimiento de los clsicos como
modelos de eloquentia. Su ideal aparece expresado en Fam. I, 7-9.
Ta1 descubrimeinto le llev a su mejor logro en el campo de la crtica literaria, al anlisis de la imitacin como factor de la buena
calidad en literatura; vanse Fam. I, 8 y XXIII, 19 (1366), Prose,
pp. 1.014 ss., donde el smil clsico de las abejas es desarrollado magistralmente. En la famosa carta a Boccaccio sobre Dante, Fam. XXI,
15 (1359), Prose, p. 1.002 ss., habla de la imitacin en el mal sentido
del trmino; sobre Dante sigue hablando en Sen. V, 2 (1364), carta
tambin dirigida a Boccaccio, en que a Dante se le encomia como
ille nostri eloqu dux vulgaris, 'el escritor-maestro en nuestra lengua verncula', y Petrarca recuerda su ambicin de joven de escribir
un magnum opus en italiano, detalle al que volver ms adelante en
el captulo II. En Fam. I, 1 (c. 1350), III, 18; XXIV passim y
Sen. XVI, 1, se dan detalles de su trayectoria como latinista. En
c u a n t o a su habilidad de escritor en verso o prosa, en las cartas, y
en general en sus escritos, dice muy poco sobre tcnica otra de
las diferencias entre l y Dante, aunque de cartas como Fam.
XIII, 6; XXIV, 7 y sobre todo XXIII, 19, podra extraerse un pequeo tratado sobre estilstica. La gran defensa del frica que hace
en Sen. II, 1 (1363) {Prose, pp. 1.030 ss.) tiene ms que ver con el
contenido que con el estilo; su inters es filosfico y religioso.
En cuanto a De viris Mus tribus, comenzado hacia el ao 1338,
12. Texto, con valiosa introduccin y notas, en Bucolicum Carmen, ed. T.
Mattucci, Pisa (1970), pp. 1-44.
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II. El Canzoniere
1. Del latn a la lengua vulgar
De lo que Petrarca escribiera en italiano slo ha quedado, aparte
de una carta, su obra en verso: los 366 poemas del Canzoniere;
unas
treinta piezas y fragmentos sueltos conocidos como Rime
sparse;
y los casi 2.000 versos, contando borradores y revisiones, de los
TRIUNFOS. No es mucho comparado con la inmensa obra en
latn,
contando el verso y la prosa y sin olvidar las innumerables notas
y
acotaciones en sus libros y papeles, que estn siempre, incluso
las
notas de jardinera, en latn. Se supone que hablaba en toscano,
su
lengua natal, con los otros italianos, y consigo mismo cuando
no
pensaba en latn. De todos modos, el italiano para l tena un
uso
limitado, incluso cuando se trataba de fines prcticos.1 Como
escritor, se limit a usarlo en determinadas formas de verso: en el
Canzoniere, el soneto y la canzone principalmente, en los Triunfos, la
terza
rima de Dante. Su inters por la lengua verncula como medio
de
expresin no permaneci siempre al mismo nivel; como veremos
fue un inters con fluctuaciones. El hecho es que, en cierto
modo, la obra italiana de Petrarca aparece siempre como un
ejercicio en uno los dos medios lingsticos posibles; la
eleccin del italiano en
vez del latn siempre est condicionada por consideraciones ad
hoc de tono y de estilo, ms que por una preferencia de la
lengua ver-ncula como el medio ms natural de expresin. Lo
cual implica una comparacin inevitable con el caso de Dan-te.
Ambos tuvieron en comn el dialecto florentino como lengua
materna, pero poco ms, porque si uno creci y se form desde
su niez en el ambiente toscano, el otro fue educado en la papal
Avi-n, la ciudad europea ms cosmopolita del momento. No
obstante, el amor que Dante profes, como artista, por la lengua
verncula,
fue
resultado de una eleccin deliberada. He aqu la
principal dife1. Vase Contini, Preliminar! sulla lingua del P., en Varanti et altra linguistica, Turn, 1970, p. 173.
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dice a Boccaccio en una famosa carta (Fam. XXI, 15), fue un poeta
noble que ech a perder su obra al adaptarse excesivamente al gusto
popular, es decir, poco educado. Tal fue, en opinin de Petrarca, el
defecto de Dante, no su culto de la lengua verncula.
El poema ms antiguo que nos ha quedado de Petrarca es la elega en
latn que escribi a la muerte de su madre, cuando l tena quince aos y
estudiaba en Montpellier. Suponemos que en los aos siguientes, en
Bolonia, comenz a escribir versos italianos, influido por la viva
tradicin que de ellos se respiraba en aquella ciudad, Es posible que estos
primeros experimentos dejaran rastros en las posteriores rime, pero es
muy difcil distinguirlos, salvo como ecos de los stilnovisti, es decir, del
primer Dante, de Cio da Pistoia, de Cavalcanti. Mucho ms tarde, en
Fam. I, 1 (1350), dijo que haba quemado casi todos los versos en lengua
verncula escritos en su juventud, y la realidad es que no queda ningn
poema en italiano que pueda ser fechado con certeza antes del encuentro
con Laura, el 6 de abril de 1327.
Teniendo en cuenta su insistencia en quitarle importancia a sus
poesas italianas a las que llama nugae, nugellae, es decir, 'frusleras', resulta interesante que, en una carta a Boccaccio {Sen. V, 2)
escrita no antes del ao 1364, Petrarca diga que en su adolescencia haba,
proyectado una gran obra en italiano. Le haba parecido en vano
intentar aadir nada a la inmensa obra de los antiguos en latn, mientras
que el italiano era un medio relativamente poco utilizado (ecos de
Dante!). No sabemos cunto dur esta actitud; Petrarca usaba el trmino
adolescencia de manera harto vaga (Pro-se, p. 1.054); pero lo ms
probable es que tal actitud ya hubiera comenzado a desvanecerse durante
su primer viaje al norte de Europa, en 1333, y no cabe duda de que haba
desaparecido del todo en 1337, al regresar de Roma, porque al cabo de
poco proyectaba ya dos obras de envergadura en latn, el De viris
illustribus y, lo que an es ms significativo, el frica. En todo caso, este
temprano y especial inters por el volgare no dej huella discernible en el
Canzoniere. Cierto que en la coleccin hay dos poemas tempranos, uno
comenzado probablemente en 1330, el otro en 1333-1334, que dan la
impresin de apuntar, a su modo, a la grandeza: el nmero 23, la
canzone de las transformaciones, Nel dolce tempo, y el nmero 28, la
canzone de la Cruzada, O aspectata in ciel. Pero
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altius) fue casi sin duda, primero, el de la composicin en latn visto que
este trozo de la carta trata de la poesa en lengua verr. la de Boccaccio, en
verso latino. Petrarca aludira, seguramente! frica, comenzado en 13381339. Tal es el sentido obvio e im diato de las palabras. Pero en 1364, ao
en que fueron escri Petrarca haca tiempo que ya haba alcanzado el nivel
de desarr mental que depasaba el del mero cambio de una forma literaria
( so en italiano) a otra (verso en latn). Tal mero cambio era el d
conversin que le haba hecho escribir el frica (y las ligio y le haba
merecido el premio e incentivo de la coronacin c< Poeta Laureado en
Roma, en abril del ao 1341. El otro niv que me refiero, sin embargo, era
de orden intelectual ms que ; rario; la gradual tendencia a alejarse de la
poesa, incluso en su dio noble, el latn, y aproximarse a lo
predominantemente m y filosfico (estoico-cristiano). Tal es el cambio a
que alude la O a la Posteridad (comenzada, lo ms temprano, a finales
de la el. cada de 1350):
Mi inteligencia era equilibrada ms que aguda; con una aptiin.i
para el estudio razonable y slido, pero particularmente atrado \
la filosofa moral y por la poesa; esta ltima, sin embargo, la ab;m
don con el tiempo, disfrutando, en cambio, con las sagradas c
crituras (la Biblia y los Padres de la Iglesia) ... que hasta entone o
haba menospreciado (Prose, p. 6).
Por supuesto que Petrarca nunca dej la poesa, pero a los cin cuenta
aos escriba cada da menos verso en latn, y el cambio ; neral de su
inters, a mediana edad, de la literatura imaginativa i la tica y la
religin puede ser ampliamente documentado, como veremos pronto con
ms detalles. Y no cabe duda de que es a esi<-cambio al que alude
tambin en las palabras que acabo de citar, <li-Sen. V, 2, un mejor y
ms noble camino. De momento, sin tm bargo, lo que nos interesa es la
temprana revulsin que le prov. el verso en lengua verncula y la
consiguiente preferencia de los xmetros latinos, el metro del frica. Y
antes que nada hay , llamar la atencin sobre dos detalles ms, surgidos
de esta misin.i carta.
El tema de la poesa en lengua verncula no cesa en toda la caita
Sen. V, 2, pero slo como palo con que azuzar a sus analfabete*
contemporneos. El alcance de su red de escarnios es sorprenden
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Las palabras son: ... quamvis sparsa illa et breva uvenilia atque
vulgaria, iam, ut dixi, non mea amplius sed vulgui potius facta essent, maiora ne lanient providebo. La cuestin est en si maiora
se refiere a obras en volgare o a obras en latn. Si alude a lo primero,
entonces deba de referirse al Canzoniere, que sin duda ya preparaba
cuando escribi esta carta (acepto prescindir de los Triunfos como
ha sugerido Billanovich, Petrarca letterato, pp. 173 ss.); pero si alude a lo segundo, es decir a una obra, o unas obras en latn, tiene
que referirse necesariamente al frica, que Petrarca ocult celosamente al pblico hasta el final de sus das (cf., por ejemplo, Prose,
pp. 1.034-1.042). La cuestin atae a la actitud de Petrarca hacia la
poesa en italiano y hacia el Canzoniere en particular. La traduccin de Fracassetti (1869) me parece que favorece tomar el adjetivo substantivado maiora como contraposicin al adjetivo substantivado vulgaria, ms bien que a sparsa, brevia, iuvenilia, es decir,
como una alusin a las obras en lengua no verncula; lo mismo hay
que decir de la traduccin de M. Bishop: Mis breves obras en italiano estn tan esparcidas ... que apenas las considero como mas ...
[pero] tendr cuidado para que no maltraten as mis obras mayores.15 Sin embargo, Carducci-Ferrari dio por sentado, sin discusin,
que la referencia era al Canzoniere: ... el poeta le dijo a Boccaccio ... que procurara que sus mejores rime no fueran maltrechas por
el vulgo (p. xi); y V. Branca exige, no sin vehemencia, la misma
interpretacin, ligeramente matizada, principalmente por dos razones: a) el tema central de la carta es su entusiasmo por el volgare y
la activa preocupacin de Petrarca por sus propias rerum vulgarium fragmenta, y b) la carta en realidad fue escrita en 1364, pero
Petrarca organiz las Epist. Seniles pata que pareciera escrita durante
el verano de 1366, poca de la que sabemos que haba encargado al
copista el trabajo definitivo del manuscrito del Canzoniere, V.L.
3.195 (vase ms adelante, seccin 3, pp. 129-130). Por lo que Branca
deduce: Sostengo que maiora se refiere a la edicin definitiva de
Rerum vulgarium fragmenta, aunque sin excluir la posibilidad que
tambin se refiera a otras obras, en particular al frica}6 Las dos
razones de Branca, especialmente la segunda, son de cierto peso; pero
no me parecen en absoluto definitivas. Me parece igualmente posi15. Letters from Petrarcb (1966), p. 245.
16. Branca, Tradizione, p. 303 n. 1.
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verba, por cosas y no por palabras (Prose, pp. 52, 182-184);17 ra quien
la belleza verbal es, a lo ms, un adorno, una decoracin, oeticis literis
non nisi ad ornatum reservatis (Prose, p. 6), y en rl peor de los casos,
una fuente de perniciosas ilusiones, como las <l<: las desfachatadas
Musas, dulces Sirenas, a las que la Seora l'ilosofa tuvo que expulsar
de la cama del enfermo Boecio.18
Y si la poesa cay en desgracia a los ojos del filsofo, en la nli
ima etapa de Petrarca, tambin a fortiori la lrica amorosa en len-i'iia
verncula, con su obsesin por el tema del amor insatisfecho, el lema
constante, claro est, de las rime escritas por l en su juventud v primeros
aos de su edad adulta. Tales rime, al leerlas despus, .iu duda le
produjeron placer, pero tambin, si hemos de creer sus palabras, cierto
sentimiento de culpabilidad y vergenza: ... aque-II.is canciones en
verncula de mi juventud, de las que tanto me ivcrgenzo ahora, pero
que, como hemos visto, tanto gustan a los ilectados del mismo mal
(Fam. VIII, 3-19, mayo de 1349; cf. la Limosa carta, de la misma poca,
a Gherardo, el hermano de Petrarca, monje cartujo, Fam. X, 3, Prose, pp.
922-924). Es significa-iivo que en la versin definitiva (Sen. XIII, 10), de
una carta del I de enero de 1373, que acompa una copia del
Canzoniere, enviada como regalo, el inevitable comentario despectivo
sobre las poesas se centra, no en la lengua ni en cuestiones de estilo, sino
en rl tema amoroso; y que ello se asocie con la juventud del poeta,
poca en que (dice l) se escribi gran parte de la obra. Al discul-p.irse por
estas nimiedades escritas en lengua verncula, Petrarca li- ruega al
amigo que le disculpe la tosquedad del estilo, cosa de r-.perar en obra
de poeta tan joven, porque gran parte de esto ... lo 'crib en mi
adolescencia. Y contina: Es de mala gana, confieso, (iie veo
publicadas estas tonteras de mi juventud (iuveniles inep-iiiis), ahora de
viejo; hubiera preferido que no se hubieran dado a i'inocer, ni de m
mismo, si es que esto es posible. Porque ... el inna sienta mal a la
dignidad de la vejez (ipsa tamen res senilem drdecet gravitatem). En
este caso las disculpas por la lengua verncula y la tosquedad del estilo
son perfectamente convencionales; en realidad, el tono menospreciativo
acerca del estilo es el de
17. Sneca, Ep. ai Lucilium 88, 32.
18. Consolado Philosophiae I, pr. 26-41; para la influencia de Boecio sobre
I. irarca, especialmente en el Secretum, vase el resumen de F. Rico, en Vida
Obra, Padua, 1978, pp. 519-520.
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Mimo juzg l, que admiraba la poesa de Dante {Fam. XXI, 15, Sen. V,
2). De todos modos continu escribiendo verso italiano, ocasionalmente,
y cuando en 1349-1350 se propuso revisar la obra pro
lucida hasta entonces, en vistas al trabajo futuro, aunque en
pblico
i ilo se refiriera a su obra en latn {Fam. I, 1; Metr. I, 1), de hecho
a organizaba y revisaba el Canzoniere y no tardara en emprender
11 composicin de los Triunfos. Al desvanecerse su esperanza de lle-riir
a terminar el frica, volc la energa potica que le quedaba en Lis obras
en lengua verncula. En el Canzoniere existen huellas del < iimbio;
incluso indicios de la conciencia de que el cambio no haba do para
empeorar. Como tal queda descrito todava en el n. 166, S'i' fussi stato
fermo, pero en los 186 y 187 nos dice que la mujer
?
untada en el bajo volgare hubiera sido un tema digno de
Homero y de Virgilio, y que si Ennio cant a Escipin, flor de pocas
remotas, Petrarca cantar a la nueva flor Laura (186.9-14). Y Es?
pin, como sabemos, era el protagonista del frica... Adems,
el nuevo tema de Laura no significa, tampoco, un descenso en los
"bjetivos del poeta, porque los ms grandes poetas tendran dificul-i;ides
en describir su belleza y virtud (215.6-8; cf. 307-308).
4. En el discurso de la coronacin, en 1341, Petrarca se haba
presentado ante el pblico culto como poeta, como el poeta de su liempo;
diez aos ms tarde prefiri adoptar el papel de filsofo. Oue ello no es
una mera pose est probado ms que suficientemente por la transparente
sinceridad del Secretum, obra que no public (que complet, en mi
opinin, en 1352-1353, vase captulo III, seccin 4). El centro vital de
esta obra se encuentra en el Libro III, donde habla del doble ideal del
Amor y la Gloria (Prose, pp. 131-215). El Amor era Laura, la
Gloria era la fama literaria, especialmente la potica; y ahora, con su
concepcin es-loico-agustiniana de la filosofa como forma de vida, en la
que no slo acta el intelecto, sino tambin la voluntad, Petrarca se
muestra dispuesto a renunciar a Laura y a la poesa en aras de la filosofa.
Renuncias que, posteriormente, fueron matizadas; el genio potico del
hombre es indomable. De todos modos, despus de escribir el Secretum,
Petrarca no poda, por lo menos en teora, considerar que el estudio o la
prctica de la poesa se mereciera ms que una pasajera atencin por
parte de quien se propona vivir ut philosophum decet, 'como corresponde
a un filsofo' (Prose, p. 210). Y aunque en tal actitud no fuera implcita la
cuestin de las diferencias entre
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el Canzoniere; simplemente asume que a) el soneto-prlogo y el poema n. 264 tomaron su forma presente despus de la muerte diLaura, y b) que la mayora de los poemas de la primera parte fueron escritos antes de su muerte, mientras que la mayora de la segunda parte se escribieron despus. La hiptesis de Rico no dice
nada, en particular, sobre la fecha del poema con que Petrarca decidi cerrar el libro, el 366, Ver me bella, ni sobre el nmero de
poemas que quiso que contuviera. De hecho, podemos estar casi seguros que el poema 366 es de la ltima dcada de su vida, y que no
es casualidad que el Canzoniere no tenga ms, ni menos, que 366
poemas; para afirmar las dos cosas nos basamos en pruebas posteriores a 1360.36
Es perfectamente plausible que el soneto en que se anuncia la
muerte de Laura, Oim il bel viso (267), sea lo primero que Petrarca escribiera al enterarse de la triste noticia; pero en las hojas del
borrador V.L. 3.196 no hay pruebas de ello. 37 En cambio, en este
mismo manuscrito hay borradores y fragmentos que demuestran que
entre mayo de 1348 y octubre de 1351 trabaj en los poemas siguientes: la larga canzone 23 (la primera mitad de la cual es de
1330, aproximadamente; es uno de mis primeros trabajos, observ l mismo); el soneto 265 (escrito como si Laura todava viviera, aunque en realidad es de septiembre de 1350); la balala 324;
las dos canzoni 268 y 270, y un breve planto a Laura que no lleg
a ser incluido en el Canzoniere.
De estos poemas, el ms revelador de las ideas y los sentimientos
de Petrarca durante el perodo que sigui inmediatamente a la muerte
de Laura es la canzone, relativamente breve, n. 268, Che debb'io
jar? che mi consigii, Atnore?, poema que fue cuidadosamente trabajado, como se ve en el MS (el primer borrador es del 28 de noviembre
de 1349; en mayo de 1350 fue retocado dos veces; hay otro borrador
revisado del 28 de diciembre de 1351). Adems resulta muy interesante, como veremos, porque anticipa casi todos los temas que desarrollar en la parte pro-Laura de la 2. a parte del Canzoniere, es
decir, hasta el 362, inclusive.
Volvamos brevemente a la gnesis del Canzoniere. Data, como
36. Vase seccin 3, pp. 129-131.
37. Los MS autgrafos de la Biblioteca del Vaticano contienen borradores y
fragmentos de poemas de Petrarca. Vase seccin 3.
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porto o pienso como entonces ... Ahora que un pequeo mrmol [la
lpida de Laura] cubre el fuego que durante tanto tiempo me
mantuvo encendido, me compadezco, ya enfriado, de los que arden
en amor, y me avergenzo de haber sido como ellos ... Mi mente,
actualmente en paz, retrocede horrorizada ante la angustia pasada, y
cuando leo lo que escrib entonces, me parece or otra voz (Metr. I,
1, 62-65).
Aqu expone, en lenguaje ms fuerte, una cosa muy similar a lo que nos
dice en el octeto de Canz. I, Voi ch'ascoltate, sobre todo cuando hace
hincapi en la desemejanza entre el poeta y su juventud. Como es natural,
a pesar de su insinceridad, en el soneto italiano insiste todava ms en el
distanciamiento del autor del poema respecto a la poesa amorosa que
compuso de joven.
En la primera de las Vamillares (I, 1), los vnculos con el Canzo-niere
son menos obvios; a pesar de que la descripcin general que hace del
estilo y contenido de las cartas corresponde, en parte, con los de las
poesas en lengua verncula. Pero antes de hablar de esto, vale la pena
detenerse unos instantes en las observaciones que hace, de forma
informal y como de pasada, sobre el verso en lengua verncula. Segn le
cuenta a Van Kempen (su Scrates), Petrarca ha estado ordenando viejos
papeles en tres montones, uno de cartas en prosa latina (las futuras
Familiares), otro de cartas en verso latino (las futuras Epistolae
metricae), y otro de versos en lengua verncula. Sobre este ltimo
comenta que, al ser su objetivo agradar los odos de los iletrados, es
decir, el vulgus, posee reglas propias (es decir, funciona a base de
mtrica acentual, sin o con rima, y no por pes). Popular ya entre los
griegos y los latinos, suponiendo que sea cierto que los pueblos de Atenas
y Roma estuvieran acostumbrados a usar slo el verso rtmico (rithmico
tantum carmine uti solitos), dicen que revivi en Sicilia, no hace mucho,
y que de all se propag a toda Italia y allende. Comentario sobre el
cual, a mi parecer, urge hacer unas breves observaciones:
1. Salta a la vista que aunque Petrarca mencione a los griegos (de
modo muy similar a cmo los mencion Dante en De vulgari eloquentia I, i,
3), de las relaciones histricas del verso en lenguas ; vernculas, la que le
interesa es la que tiene el italiano con la poesa latina.
1. Como tal vez era de esperar, hace caso omiso del aspecto !
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de arriar las velas y adujar los cabos. 40 Cierto que usa la mei;-fora del
viaje para sealar hacia adelante, no hacia atrs, pero d significado es el
mismo: En cuanto a m, como viajero futuro, hago las maletas y decido
lo que hay que desechar, lo que dejan* a los amigos, lo que tirar al
fuego. Se trataba, principalmente, como hemos visto, de los papeles que
haba acumulado a travs de los aos, clasificados ya en tres paquetes.
Ante la tentacin de tirarlo todo al fuego, vuelve a dar con la imagen del
viajero; y en seguida sabe lo que tiene que hacer. Entonces, llevado de
un pensamiento a otro, me sorprend diciendo: "Qu me impide
rememorar (a travs de estas viejas cartas) las ideas y sentimientos de mi
juventud, cual viajero fatigado que, al final de un largo da de viaje, mira
desde la colina el camino que acaba de hacer?". Esto fue lo que le
motiv a recopilar las Familiares, y no hay razn para no suponer que
algo muy parecido le movi a organizar el Canzoniere. Y tampoco cuesta
demasiado hacer un paralelo entre los versos 1-8 de Canz. I con lo que
acto seguido dice sobre la diversidad y aparente incoherencia de los
contenidos de la coleccin latina: tanta incoherencia; con el estilo del
escritor y su punto de vista cambiando constantemente, a medida que su
mente va reaccionando influida por toda una porcin muy variada de
temas; aunque en la mayora de los casos con ms tristeza que alegra.
Lo que casi es una parfrasis del octeto del soneto. Obsrvese que los
rasgos comunes de las dos colecciones ms acentuados por Petrarca son
el recuerdo y la diversidad. En su intencin, el Canzoniere es la
rememoracin de los cambios emocionales y mentales por los que pas
aos ha. Dante haba hecho algo similar en la Vita Nuova, aunque a una
escala menor y ms sencilla.
El Canzoniere fue el primer libro de poemas, seleccionado y editado
por el propio poeta en Occidente, desde el fin del mundo antiguo. Otra
novedad, ms obvia aunque menos significativa, fue que Petrarca rompi
con la costumbre seguida en las anteriores colecciones de poesas lricas
italianas, de separar las canzoni de las otras formas mtricas. La mezcla,
en v.L. 3.195,41 de canzoni con sonetos,
40. Inferno XXVII, 81.
41. El MS de la Biblioteca del Vaticano, autgrafo en una tercera parte, del
Canzoniere tal como lo dej Petrarca al morir; vase seccin 3.
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te y madrigales, represent, en palabras de Wilkins, una noinnovacin potica. 42 La finalidad fue, sin duda, en parte
i ica y en parte autobiogrfica: realzar la trayectoria artstica e ini.
lectual del poeta. En la seccin 4 examinaremos las distintas
I.....as mtricas. Tan slo recordar al lector que en el libro hay 317
H u i o s , 29 canzoni, 9 sextinas, 7 balate y 4 madrigales. En tres sec....HS de la parte 1 y en dos de la parte 11 se observa una mayor
....>entracin de las formas largas, de canzoni y sextinas; es decir,
mu; los nmeros 22-53, 70-80, 119-142, y de nuevo entre 264-'/(),
323-333. Obsrvese, en cambio, cmo el tercer grupo de la injiriera
parte, de una concentracin particularmente sorprendente <lc poemas
ms largos, es seguido de una serie prolongada de poe- IIIHS breves; de
los 121 poemas que hay entre 142 y 264, 111 son motos, ms una corta
ballata. Y a la par, con esta tendencia a la uniformidad mtrica de esta
segunda mitad de la primera parte, va unida una uniformidad de
contenido. Y si en la primera mitad, es decir, hasta el poema nmero 142
inclusive, hay diez poemas que nuda tienen que ver, por lo menos
directamente, con Laura (7, 27, m, 40, 53, 119, 128, 136, 138), la serie
que va del 143 hasta el 263 habla directamente de ella. En sta tampoco
hay reaccin alguna en contra suya, ni en contra de su amor por ella,
salvo, implcitamente, en el n. 189, Passa la nave mia, comparable con
poemas tan claramente penitenciales como los 1, 62, 80, 81, 142 de la
primera mitad. De esta uniformidad relativa, tanto formal como temtica,
de la segunda mitad de la primera parte, Wilkins sac determinadas
conclusiones, como veremos en la seccin 3, que afectan a la cronologa
de la organizacin del Canzoniere. De todos modos, el hecho en s es
evidente, y es posible que Petrarca lo haya justificado privadamente con
el mismo tipo de argumento anticipatorio que us en Fam. I, 1,
adelantndose a los que tal vez encontraran aburridas y patticas las
cartas centrales de la coleccin: no importa que un libro resulte flojo en
el medio, si el principio y el final son robustos y viriles (Fam. I, 1, 46).
El orden de los poemas es aproximadamente cronolgico, comienza
con el enamoramiento de Petrarca cuando ve a Laura el 6 de abril de
1327, y termina cuando es viejo, con la muerte como perspectiva
(366.131; 365.12). Obsrvese que la precisa fecha del inna42. E. H. Wilkins, The Making ..., pp. 265-267.
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nmeros 30, 50, 62, 79, 101, 107, 118, 122, 145, 212, 221, 266. II poema
Ne Veta sua (278) se vincula por el mismo procedimiento ii la muerte de
Laura, el 6 de abril de 1348; y el 364, el soneto l'cnnemi Amor, con los
dos hechos y fechas fatales. Se autofecha i orno si hubiera sido escrito el
6 de abril de 1358, o muy poco ilcspus:
El amor me ha mantenido veintin aos feliz en el fuego, esperanzado en el dolor, y luego, despus de que la Amada, y mi
corazn con ella, subiera al cielo, llorando durante diez aos. Ahora
estoy fatigado y, al reconocer mi error de haber malgastado de tal
modo la vida ... te devuelvo a Ti, Dios Altsimo, todo lo que de m
y para m queda (versos 1-8).
I'n este poema muy prximo al final del libro, la fecha doble sirve muy
apropiadamente para reunir y recapitular el Canzoniere como una
historia de amor desplegada en el tiempo. Con l se pone punto mal a las
autofechas. Y salta a la vista que el conjunto de la serie ir ve para
mantener en movimiento la secuencia temporal que recorre iodo el libro,
a la vez que deja el suficiente espacio libre para situar i ada poema en
particular; de modo que en todos los casos no se puede dar por sentado
que un poema o grupo de poemas determinado haya sido escrito en la
poca, temprana o tarda, que corresponde a su situacin en la serie. Por
eso, actualmente, la mayora de los crticos tienden, como hemos visto, a
fechar los poemas 2-5 despus de la muerte de Laura; y el nmero 265,
que pretende ha-l>er sido escrito cuando viva, fue compuesto en
realidad en septiembre de 1350.49
Algunos poemas no tratan de Laura; algunos de los que tratan de
Laura no son poemas de amor. En los que yo denomino penitenciales, el
poeta renuncia o lucha contra su devocin a Laura, que considera un
obstculo al amor que debiera tener hacia Dios, como en el soneto Padre
del del (62; vanse tambin 80, 81, 142, 264, 164, 366). El 264, V vo
pensando, podra vincularse con la larga atizone 360, en cuanto que los
dos representan una pausa impor49. E. H. Wilkins, The Making ..., p. 151; y para otros casos de lo que
Wilkins llama infraccin cronolgica, ibid., p. 188 n. 1; cf. G. Contini, Saggio, pp. 40-42.
6. FOSIBR
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cin de este captulo ya hemos visto que la fama que Dante gozaba entre
los analfabetos le pareca vulgar); de modo que la sombra confesin de
esterilidad potica que hace en 166, S'i' fussi stato (de los ltimos aos
de la dcada del 1340?), es particularmente conmovedora, si tenemos en
cuenta que es exclusivamente al verso en latn a lo que se refieren los
versos 1-4: De haber perseverado en aquella cueva [del Monte Parnaso]
en que Apolo se convirti en profeta, tal vez Florencia tendra, hoy, su
poeta ... no slo Verona [con Catulo] y Mantua [con Virgilio] y Arunca
[con Juvenal?]. Desgraciadamente su campo, nos contina diciendo, ya
slo da cardos y espinos; su olivo se marchita, las aguas del Parnaso que
antes lo regaban corren ahora en otro sentido. El olivo significa,
indudablemente, la epopeya latina que haba comenzado; pero lo que ms
sorprender al lector moderno ser el deliberado olvido de Dante en la
frase en que se implica que Florencia todava no tiene su poeta. Aqu el
trmino poeta est usado en el mbito ms restrictivo lingsticamente,
el que slo abarca a los que escriben en latn o griego, uso del que Dante
se haba liberado en la Vita Nuova (XXV, 3-4) y que Petrarca tambin
acabar desechando gracias al tema de Laura, como ya veremos (215.8;
263.2). Con frica se ha identificado la nueva tela mencionada, esta
vez esperanzadoramen-te, en el oscuro soneto 40; identificacin de
ninguna manera plausible.54 Si S'i' fussi stato (166) implic una actitud de
desdn por el volgare, e incluso por el tema de Laura con que se lo
vincula, resulta de inters la reaccin de 186 y 187 y, ya muerta Laura, la
de 293, 304, 307, 308 y 309. En el breve poema sobre la muerte de Cio
da Pistoia, Piangete donne (a finales de 1336, n. 92) es posible discernir
un sutil cambio: en l la lengua del difunto poeta del amor (calificativo en
el que hace hincapi) es reconocida debidamente, pero nada ms. La
misma estrecha asociacin de la lengua verncula con la poesa amorosa
vuelve a aparecer, ms imaginativamente, en el llanto por Sennuccio del
Bene, 287 (1349). Ambas elegas parecen apuntar en la misma direccin
que la afirmacin de Dante en la Vita Nuova XXV, 6, en la que restringe
el verso en lengua verncula al tema amoroso. Es lgico, pues, que
Laura
54. Vase G. Billanovich, el cual cree que significa Rerum Memorandarum
libri, en la introduccin de la ed. crtica de su obra, Florencia, 1941, pp. cxii-cxiii.
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[Si pudiera estar con ella desde que se pone el sol, sin ms testigos que
las estrellas, y que nunca amaneciera! ...]
Pero habitualmente este deseo est enmascarado o sublimado, ya sea
en trminos del mito de Apolo y Dafne y del culto del laurel del que
Petrarca se apropi (vanse nmeros 5 y 6, la larga can-zone
autobiogrfica n. 23, y los nmeros 30, 34, 60, etc.) o de la manera
ms convencional, la denominada stilnovismo, en que la mujer es vista
sobrenaturalmente resplandeciente (Prose, p. 136), con un resplandor
especialmente evidente en los ojos, pero tambin en el divino porte
(126.57) de la persona, de la cara, sonrisa, habla, ondulacin del cabello,
pechos, brazos, manos y pies (37; 71, 72, 73; 90; 126 y 127); partes que
asumen la funcin de signo, de puntero hacia el cielo (13; 72.2-3; 73.67
ss.). Y en ambas sublimaciones va implicada, aunque traspasada de vez
en cuando por manifestaciones de fatiga y rechazo (6; 32; 60; 93), una
corriente constante de deseo e inquietud (6.1-8; 16; 50, etc.). Claro est
que la inquietud es uno de los leitmotiv del Canzoniere, pero en especial
de la 1.a parte, donde el poeta se enfrenta con mayor fuerza con su feroz
deseo (62.3), ya sea para luchar contra l, para rendirse o para fluctuar
entre la resistencia y la rendicin. De hecho, las fluctuaciones del estado
de nimo de los poemas son tan marcadas que parecen indicar que la
intencin de Petrarca fue dar fe de la gran verdad afirmada por su
maestro, san Agustn, al comienzo de las Confesiones, cuando dice: Nos
has hecho para Ti, Seor, y nuestro corazn est inquieto hasta que no
descansa en Ti. Gran parte del Canzoniere expresa, pues, insatisfaccin
con Laura, con el poeta mismo, con la condicin humana. Es ms, es una
insatisfaccin conscientemente cultivada y querida, como nos dice en el
Secretum II, con sombra complacencia (Prose, p. 106). Y como la
complacencia en el dolor hace que ste sea permanente, la tendencia de
Petrarca de nutrirse de lgrimas {ibid. pp. 106-128; Canz. 93.14;
229.14) es parte de la estabilidad en la inquietud de algunos de sus ms
caractersticos poemas (22; 50; 129; 135).
En lneas muy toscas, ste es el esquema temtico del Canz. 2-142,
en cuanto que estos poemas tratan de Laura. Ahora se trata de
preguntarnos si en este material es posible ver una historia. Si en ellos se
desarrolla un hilo como el que parece sugerir la serie de poemas
autofechados de la dcada 1334-1344. Pace U. Bosco, con su
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no es por amor a este tipo de cosas, sino para amarte a ti, mi Dios.
Por supuesto que, en mi caso, todava quedan muchas cosas por
aclarar, por resolver. Lo que am en el pasado ya no lo amo. No es
cierto! Lo sigo amando, pero menos que antes. Falso de nuevo: lo
amo, pero con mayor vergenza y ms desconcierto. sta es la
verdad: sta es la situacin: amo, pero amo lo que preferira no
amar, lo que preferira odiar. Amo realmente, pero contra mi voluntad y por fuerza, quejndome y lamentndome; experimentando en
mi desgracia la verdad de aquella famosa frase: Odiar si puedo;
si no, amar contra mi voluntad. 64
Tal era la situacin, pues, en la primavera de 1336, cuando Petrarca
tena casi 32 aos; nueve aos despus del innamoramento. Cuenta luego
cundo comenz el cambio hacia lo mejor; fue hace menos de tres aos,
digamos que a mediados de 1333. Y, en vistas ni futuro, calcula que no es
insensato esperar librarse de la obsesin y de la lujuria en general a los
cuarenta aos, es decir, dentro de ocho aos, hacia 1344 (Prose, pp. 838840). Prediccin que, de acuerdo con la Carta a la Posteridad, result
acertada (Prose, p. 4); aunque haya motivos para dudar de que fuera
realmente as.65 Obsrvese que en la carta del monte Ventoux no se
distingue, como he hecho yo aqu, entre la obsesin por Laura y la lujuria
de Petrarca. Es la diferencia paralela a la que en el Secretum se hace
entre amor y luxuria, y entre amor honestus y libido en Posteritati
(Prose, pp. 132-188, 98-106, 4). En el Canzoniere, en que todos los poemas amorosos van dirigidos a Laura, y cuyos poemas penitenciales no
hacen este tipo de sutil distincin, sino que condenan el amor de Laura
en bloque, la diferencia no es necesaria; aunque, naturalmente, el crtico
es libre de distinguir, de los poemas de amor, entre los ms carnales
(por ejemplo, 122) y los ms espirituales (por ejemplo, 263, 309, 359).
Detengmonos ahora, brevemente, a distinguir qu nos aclara la carta
de Ventoux respecto a Canz. 1-142, dande por sentado que el Canzoniere
es bsicamente autobiogrfico, y que el soneto-prlogo Voi ch'ascoltate,
fue escrito, casi con toda seguridad, no despus de la carta de Ventoux.
Desde el punto de vista hostil de esta carta, la his64. Confesiones II, 1; Ovidio, Amores III, 11, 35.
64. P. de Nolhac, P. et l'humanisme, II, pp. 283-292, Excursus VI, Les
memoriaux intimes de P..
[
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toria de amor de Petrarca tiene dos fases: 1327-1333, en que Ja obsesin por Laura es total; 1333-1336, en que gradualmente se libera
de ella. Ahora bien, de entre los poemas 1-142, los que ms clara y
estrechamente parecen corresponder a la segunda fase son 1, 39,
54, 62, 19, 80, 81, 142. A la primera fase corresponderan 8, 9, 1126, 29-31, 33-38; especialmente la cantone, excepcionalmente
larga, n. 23, Nel dolce tempo, la primera parte de la cual (hasta el
verso 89) puede fecharse cerca de 1330, y toda ella consiste en aplicar el tema de las metamorfosis de Ovidio al caso de Petrarca; en
trminos casi siempre de dolor y desaliento, pero sin nada de arrepentimiento, sino ms bien con una solemne declaracin de mayor
compromiso, en el largo congedo, a la Laura-laurel. Como ya hemos
observado, el tema de Dafne se repite en los primeros poemas amorosos de Petrarca (vanse sobre todo 30 y 34). Otro rasgo caracterstico del primer perodo es el juego semiprofano con temas e imgenes
religiosos, vanse 12.9-11, 16, 25, 26, 31, 208.12-14, aunque este
ltimo soneto, Rpido fiume, por su colocacin, parece sugerir una
fecha posterior (1345?). Del primer perodo de Avin son, sin
duda ninguna, piezas tan magnficas como A qudunque anmale (22)
y Verdi panni (29), y las dos canzoni de viaje, 37 (1333?) y 50
(1337). Paso por encima de 1-5, las cuales, como grupo, son probablemente del final de la dcada de 1340; y la 6 y la exquisita 32,
que, si son poemas del primer perodo con toda certeza, pueden ser
clasificados, aunque por distintos motivos, como incipientemente penintenciales.
En el soneto-carta lo temo (39) s se alude a un primer intento
de saltar, para alejarse, de los hermosos ojos en que moran el
Amor y mi muerte. Fue hecho hace mucho tiempo (verso 4), lo
cual, junto con los versos en que se excusa (12-14) de haber tardado
en regresar a Avin, indica que Petrarca lo escribi desde Vaucluse,
despus de volver de Roma, en verano de 1337, y que el destinatario era su amo el cardenal Colonna; y que el salto es el viaje
que en 1333 haba hecho al norte de Europa. Esto correspondera
exactamente con la importante Epist. mtrica I, 6 (1338?), con h
larga descripcin de los esfuerzos que Petrarca ha hecho por liberarse de la obsesin de Laura {Rime, pp. 726-734) y que desembocan
en su retiro a Vaucluse en 1337. Junto a esto, el poema intensamente penitencial Padre del del (62) no debera sorprendernos; sobre todo teniendo en cuenta que est autofechado el Viernes Santo
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A finales de otoo de 1345, Petrarca estaba de vuelta en la Provenza, y en noviembre de 1347 volvi a Italia. Estos dos aos los pas,
en gran parte, escribiendo De vita solitaria en Vaucluse, recordando a su
hermano, y De otio religioso, a favor de la vida monstica. Cada vez se
senta ms alejado de la curia de Avin. De este perodo son la mayora
de los poemas entre los nmeros 130 y 263. No menos de 110 son
sonetos, 62 de ellos seguidos, a excepcin de una ballata, entre 143 y
205. No se discierne agrupacin por tema, salvo en los ltimos 18 de la
serie, y cronolgicamente salta a la vista que muchos poemas no ocupan
el debido lugar. Hasta cierto punto esta relativa desorganizacin podra
ser debida a que cuando Malpaghini, el copista de Petrarca, dej de
trabajar en la copia buena, el trabajo fue reanudado por el propio poeta,
pero de manera intermitente, cuando le entraban ganas de hacerlo {Sen.
XIII, 11).
Hay algo nuevo, de estilo o tema, o de ambas cosas, en esta segunda
mitad de la primera parte del Canzoniere? En cuanto a la novedad
estilstica, el poema que no puede por menos de llamar la atencin del
lector atento es la magnfica canzone 135, Qual pi diversa e nova.
Cierto que en ella hay muchos rasgos que recuerdan la manera de
anteriores poemas, sobre todo del 29, pero aqu cobran mayor intensidad
para adaptarse al tema que es relativamente nuevo. El estilo, con el
complicado entramado de difciles rimas, su intrincada sintaxis y
esplendor pictrico, proviene, en parte, de las petrose de Dante (Rime CCIII), y de Arnault Daniel, a travs de ellas, de su dir strano e bello, 'de
la extraa belleza de su verso' (TV. Cupidinis IV, 42), y en parte de los
clsicos, especialmente de las Odas de Horacio. Adems, el calificativo
de extrao aplicado al estilo de Arnault, es muy apropiado al Qual pi
diversa de Petrarca (135) y an ms al tema expresado, para el cual se
utiliz especialmente este estilo, es decir, la cualidad extraa del estado
de nimo del poeta, tema virtualmente propuesto por los cinco sonetos
anteriores, despus de la magnfica expresin que de l hace la canzone
129, Di pensier in pensier, di monte in monte.
Este es, pues, el tema con que se inicia la segunda mitad de la 1 . a
parte del Canzoniere; tema del cual, a modo de teln de fondo, se
desprendern sucesivamente determinados aspectos. Algunos ya nos son
familiares y lo que nos llamar la atencin ser, ms bien, algn especial
acierto de estilo o lenguaje. Tal es el caso de 141, que trata del conflicto
entre la razn y el deseo; o de 161, 178, 214, donde el
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(vase nota 34). Incluso la extraa felicidad que dijo sentir, en los
poemas mencionados, al sufrir a causa de su amor, no hubiera sido
considerada por Dante como tema apropiado para la poesa de
alabanzas. 71
Pero ha llegado el momento de examinar ms detenidamente a la
Laura que se nos muestra entre el poema 143 y la serie del pre sentimiento que comienza en el 246. Lo primero que se observa es que
si el nostlgico recuerdo de Laura, tal como era de joven, en el momento
del innamoramento, recuerdo tan vivo en Erano i capel d'oro (90) o en
Chiare fresche e dolci acque (126), no ha desaparecido totalmente, ya no
resalta tanto (cf. 143.9-11; 156, 175, 190, 207.53-55). Es evidente que
Petrarca envejece (175.11; 195; 212; 221); en cambio Laura, en estos
poemas, aparece como curiosamente atemporal; no afectada, en general,
por las circunstancias y los cambios de la vida, ni por las relaciones con
su enamorado. Como tal, como sujeto contemplado y cantado, es el
ncleo de unas determinadas cualidades que pueden ser descritas de la
siguiente manera (al lector le doy referencias para que las complete como
a l le parezca mejor):
1. Es el eptome de la belleza creada (159.1-4; 160; 72 165; 173.4;
185; 188.3-4; 193.12-14) y de la perfeccin natural (215.1-6; 246-248,
este ltimo soneto es una recapitulacin de todo el tema).
2. Es reflejo de la Belleza Divina (144.7-8; 159, 160; 167.14), de
manera que su contemplacin puede ser comparada con la contemplacin
de Dios (151.5-6; 156; 191, 192; 193.1-4). Desde el punto de vista
teolgico, estos tres ltimos poemas rozan con la idolatra, y aunque
recuerdan el Paradiso, no es en este aspecto, dado que Dante siempre se
cuid mucho de mantener a Beatriz en su sitio como criatura.
3. Es reflejo y prenda de la existencia de otras perfecciones divinas: luminosidad73 (163.9-11; 204); gozo (173.4); bondad sublime (215;
228.9-14; 247.12-13).
4. Por ltimo, ella supera, en virtud o belleza, o en ambas cosas,
todos los hroes y heronas cantados por los ms grandes poe71. V. N. XVIII, 4-9. Vanse las notas pertinentes de la edicin de D. De
Robertis, Miln-Npoles, 1980.
72. Cf. miracolo en el verso 9 del 160, con el uso del trmino que Dante
hace en V. N. XXI y XXVI.
73. San Juan I, 1. 5.
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i. le bello lugar, inigualado (en belleza) desde que Adn vio su herir i
mina, y la nuestra.]
Itcllexinese sobre la lgica de este increble cuarteto. El laurel I' i m j i i
perenne es singularmente hermoso en invierno, como Laura | i na entre
las mujeres pasadas o presentes, con excepcin de Eva; | i al como la vio
Adn por primera vez, recin creada y antes de I ida; la cual, sin
embargo, y en cierto sentido a causa precisa-( i de su flamante
perfeccin, ocasion la cada de Adn per-|i lo la Gracia (l'addorno suo
mole), y por lo tanto todos nues-i" pecados, los de los herederos de
Adn. Ms adelante, en 354.12-I l vuelve a compararse a Laura con la
Eva de antes de la cada, 111 u | Lle con usos diferentes. En ste el sentido
sera: en Laura viva i la perfeccin femenina, como Adn la vio en Eva;
como ahora VM.I muerta, nada hay en la tierra que me impida dedicarme
a Dios niinpletamente. Pero en Almo Sol, Laura todava est viva, natu-i
n I mente, de modo que ella, o lo que ella representa, constituye un
peligro. La clave moral de todo ello est en addorno male, her moso
mal, en cuanto se aplica, por extensin, mediante los dos po- HCSVOS
suo ... nostro (3-4) a toda la historia de la humanidad cada,
convirtindose el laurel de hoja perenne y la mujer de que es emblema en
smbolo de todo el mundo creado, con su belleza contrastada, y en
rivalidad, con el trascendente y autntico Bien divino (cf. 1.14; 366.8586; Dante, Purgatorio XVII, 133, XXXI, 34-35). LJna vez sentado el
punto moral, el soneto contina en otra vena. Semejante Laura no puede
por menos que ser una alegora del mal; y si no me equivoco, lo que
Petrarca pretendi hacer en esta serie de poemas fue construir esta
alegora, precisamente. Obsrvese que aqu mal significa autoengao,
error, ilusin. Toda la culpa fue de Petrarca (cf. Prose, pp. 144-146). La
autntica Laura era inocente, su Laura fue un ente creado por su
autoengao. De esto ya se haba dado cuenta en Lasso me (70), poema
cuya profundidad de sentido a menudo ha sido pasada por alto 78 y cuyas
dos estrofas ltimas, compendio de las otras tres, traduzco muy
libremente de la siguiente forma: Qu digo? Dnde estoy? Qu me
engaa / sino yo mismo y mi desaforado deseo? / Si tuviera que ir de
cielo en cie78. Pero vase A. Noferi, L'esperienza, pp. 271-273, y B. Martinelli, P. e il
Ventoso, pp. 236-237.
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jiMNiijero (o que lo parezca): como en el caso de 22.24, para ser enmendado, con su determinismo astral (lo mi fermo desir vien da Ir
siclle, mi firme deseo proviene de las estrellas); o los de {Jiumd'io
v'odo (143) y Chi vuol veder (248), para tomar dos rjrmplos posibles,
para elucidar el adjetivo soverchio, 'excesivo', 'Inmoderado'; en el primer
soneto se utiliza para describir el placer que en Petrarca produce la
belleza de Laura, en el segundo, la deslumbrante luz que ella irradia: Ma
'1 soverchio piacer, che s'a-Iinversa / a la mia lingua (Pero el
apabullante placer que me Impide hablar 143.12); l'ingegno offeso del
soverchio lume (mi inteligencia aturdida por el exceso de luz 248.13).
Ambos loci ganan en profundidad si se los refiere a Lasso me (versos 3132, 44-45). Cabe un uso parecido del segundo poema con respecto a dos
otras importantes palabras del vocabulario moral de Petrarca: vano (con
vaneggiar) y errore (con errare) (la primera, por ejemplo, en 1.6 y 12;
54.2; 62.2; 244.4; 366.112; y la segunda en 1.3; 132.12; 224.4; 359.58;
366.111). Errore, errare en Petrarca habi-tualmente retiene, como en
Dante, algo del original sentido en latn de vagar, perderse, errar. Ambos
son sus trminos favoritos para referirse al autoengao y no es por
casualidad que errore aparezca en el primero y en el ltimo poema del
Canzoniere (como tambin vano I vaneggiar). El libro entero est
empapado de la penetrante lucidez implicada en el uso que Petrarca hace
de ambos trminos. Incluso cuando da la impresin que no les presta
atencin, la situacin misma del poema demuestra que no es as. Es lo
que ocurre con el 62, Padre del ciel, poema correctivo del 61, Benedetto
sia 'l giorno, y las tres canzoni de los ojos, 71, 72, 73, son ejemplos
magnficos que confirman la leccin contenida en Lasso me, particularmente en los versos 41-44:
Tutte le cose di che 1 mondo adorno uscir
buone de man del maestro eterno; ma me, che
cos adentro non discerno, abbaglia il bel che
mi si mostra intorno ...
[Todas las cosas que hacen bello el mundo salieron buenas de la mano del
maestro eterno, pero yo, corto de vista como soy, me deslumbro ante la
belleza manifestada a mi alrededor ...]
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PETRARCA
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<) bien la vemos sentada sobre la hierba como una flor, atravesando
luego los campos sola con sus pensamientos (160). En el soneto sobre
el laurel del jardn de Petrarca (188), el terceto nos aleja del smbolo
central para hacernos observar la cada del atardecer, desde las colinas de
Vaucluse, una tarde de invierno. En el 164 la noche conduce su carro de
estrellas por encima de la cabeza de Petrarca, que no puede dormir. De
mejor humor es la imagen, de esplndida complejidad, de los
movimientos contrarios del cauce del ro y el vuelo de las aves, sobre la
tierra, uno, sobre el cielo, el otro, que llena todo el 180. Ms
caractersticas de esta serie son los primeros planos de los ojos de
Laura (173), de su pelo (198; 227) y de su rostro, en la cual, en menos
de un palmo, aparece visible toda la perfeccin imaginable (193.12-14).
Otro plano similar es la hermosa imagen de Laura como Fnix, en el 185;
piezas puramente descriptivas, sin moral alguna, son tambin el 180 y el
192. En el muy sofisticado L'aura soave (198), la moral aparece slo
implcitamente en la descripcin del pasmo y deslumbramiento (muy
dantesco en los versos 5-6); y tambin es as, ms o menos, en la
descripcin del sufrimiento y horror del poeta del 152.79
5. Unos cuantos de los poemas ms notables, entre el 156 y el 214,
parecen dar razn a la grave acusacin de olvido de Dios que Petrarca
se hace a s mismo en el Secretum III (Prose, pp. 154, 160).
6. Por ltimo, la virtud de Laura es encomiada juntamente con su
belleza, descrita stilnovsticamente en 154.12-14, y con mayor
originalidad en el 186, comparando a Laura con Escipin, el prota79. No estarn de ms dos notas de orden lingstico sobre el 152: en el
verso 4 el infrecuente uso metafrico (no se encuentra en Dante) de rotare, 'rodar', en el sentido de tirar haciendo rodar; y en los versos 4-5, los extraos
compuestos inforsa y smorsa, 'pone en duda' y 'suelta con los dientes' (o tal
vez 'me quita el bocado de la boca'). El primero se halla en Dante, el segundo,
no (P. Trovato lo ha encontrado en Ceceo Angioleri, Dante in P., 1979, p. 13).
Petrarca repetir la manera de construir el compuesto con cuatro verbos ms:
sbranco, disosso, snervo, spolpo (vase, adems, la estrofa 2 del 125). Con los
152 y 195 (que tratan, respectivamente, del dolor y de la perpetuidad del deseo
del poeta), es posible relacionar el 212, sobre la futilidad, y digno de ser estudiado por la dependencia verbal de Arnaut Daniel y Dante: los versos 3 y 8
para Arnaut (cf. En cest sonet, 43-45; y tambin Canzoniere 239.36-37) y los
versos 9-10 para Dante, si, como creo, la imagen de buscar a tientas es un
derivado de Inferno XXXIII, 73-74. Este soneto se autofecha en 1347.
I I.'
PETRARCA
Monista del frica, colocando as el Canzoniere al mismo nivel, pollo menos desde el punto de vista del contenido, de la pica latina.
Las alabanzas morales de Laura reaparecen en los 204, 215, 228, y
sobre todo en el 247, la preparacin de su triunfante finle en los
260-263.
La tercera seccin: Canzoniere, 264-366
De los 103 poemas de la 2. a parte, 92 son sonetos; hay, adems,
nueve canciones, una sextina y una balada. Las canzoni estn
agrupadas al principio y al final (264, 268, 270 y 359, 360, 366),
con dos pares de ellas en el medio, que rompen con la monotona
de los sonetos (323, 325 y. 331, 332).
Las canzoni de los extremos, V vo pensando (264) y Vergine
bella (366), son una severa autocrtica, mucho ms que el sonetoprlogo, 1, que ms que una confesin de pecado, expresaba desilusin y no era explcitamente religioso; en cambio, en I' vo pensando
domina completamente la cuestin moral entre el bien y el mal; y
Vergine bella es una plegaria, del principio hasta el final.
Los temas pueden agruparse bajo cuatro conceptos: Lamento;
Apariciones (de Laura); Liberacin Espiritual; Poesa. Los cuatro
temas van anunciados en la canzone Che debb'io far? che mi consigli, Amore?, 268, la pieza ms importante del gnero planctus
compuesta por Petrarca, gnero anteriormente cultivado por Dante
y Cio. El planctus de Petrarca recuerda claramente el Li occhi dolenti de Dante {Vita Nuova XXXI), a pesar de que su tono, su ritmo y su aparente sencillez son caractersticamente petrarquianos. 80
De su contenido vale la pena fijarse en el hecho que el Amor
juega el papel de consolador y consejero del poeta, y en la promesa
implcita, de Laura en el cielo y transmitida por Amor, de futuros
contactos con ella (versos 70-77). Se llega a insinuar que gracias a
esta promesa, el poeta no se suicida (versos 67-69; cf. nmeros 331,
332). Nos prepara, adems, para las apariciones de Laura, que comienzan en el 281, las cuales, tomadas en conjunto, son el segundo
factor de lo que yo denomino la liberacin de Petrarca; el primero
80. Vase la perspicaz nota de Carducci en la edicin Carducci-Ferrari,
p. 377.
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la de mostrar a Laura sacando a Petrarca de su depresin y purificando su amor de lo que an pueda tener de carnalidad. El primer
objetivo, el de consolacin, es el que predomina en el primer grupo,
como hemos visto; hasta el punto que el consuelo se convierte en
amor de reciprocidad, al consolarlo como una madre y correspondiendo a su amor como una amante (285.9); aunque es una amante que arde en fuego casto (9-10), antnimo que resume y condensa la sugerencia del verso 2 de apasionado amor conyugal: n
donna accesa al suo sposo dilecto (ni una esposa enamorada de su
amado esposo). Aqu Petrarca, si se me permite repetirlo, llega al
mximo de lo que jams se atrevi a escribir sobre los sentimientos
de Laura hacia l (incluso ms que en TV. Mort. II, donde a lo ms
que llega es a decir, imitando la Francesca de Dante, Inferno V, 135,
mi corazn nunca se alej de ti). En el grupo siguiente, ms tardo, de 341-343, 356, 359, el acento cae en el aspecto catrtico y de
disciplina. Pero antes de hablar de ello, hay que decir algo sobre
los poemas de no-aparicin, entre los dos grupos.
Las apariciones, en el sentido en que yo uso la palabra, estn
concentradas al comienzo y hacia el final de la 2. a parte, sin que
haya ninguna entre los nmeros 285 y 341. Tampoco hay visiones,
en el sentido en que yo doy al trmino, entre el 302 y el 362 (el
346 es meramente un anuncio de este ltimo). Esto significa que el
Canzoniere II, tomado como un relato de las relaciones entre
Laura y Petrarca despus de la muerte de ella, pasa por tres fases:
una fase de intimidad y comunicacin que es seguida por otra de
prolongada ausencia, pasada la cual, vuelve la comunicacin que
llega a su doble punto lgido: por un lado al principal poema de aparicin, la canzone Quando il soave mi fido conforto (359), y al
ms audaz y ltimo de los poemas de visin celestial, Vol con l'ali
(362). La audacia que emerge en los tercetos es de orden teolgico,
al presentar Laura a su poeta a Cristo, que le promete salvacin
eterna.
De acuerdo con este esquema, los poemas del medio nos muestran
a Petrarca en sus momentos de depresin ms intensa; vanse los
nmeros 310-317, y 320-321, y las tristes conclusiones de Al ca-der
d'una planta (318, despus del nostlgico recuerdo de la Laura-laurel,
como inspiradora de viejos poemas) y el duro realismo de I di miei
pi leggier (319.8, 12-14, el segundo terceto contrasta
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actualmente.] m^^^^i^^MmiMHH
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s mismo, tanto en verso como en prosa, tuvieron tambin algo que ver
en la pequea serie que ahora voy a examinar.
Consiste en 20 poemas, o trozos de poema, en algunos de los cuales
el centro es el poeta mismo, en otros, Laura. De entre el primer grupo, los
hay que se centran enteramente en la prdida del objeto de inspiracin
que ha sufrido Petrarca, la belleza fsica de Laura, como en el amargo
final del soneto 292. No ms canciones de amor para m; seca est la
vena ... mi lad est de duelo (cf. Job, 30.31). Es el mismo tono de la
sextina 322. Sin embargo, en el 293, S'io avesse pensato, y el 304,
Mentre che 7 cor, el lamento por la prdida que la muerte de Laura ha
significado para su poesa se complica, no slo con consideraciones sobre
los motivos que Petrarca tuvo, ahora y antao, para escribir sobre ella
(293.9-12; 304. 5-6), sino que, adems, en el primer cuarteto del 293, se
arrepiente como artista de no haberla aprovechado ms seriamente como
tema potico; debiera haber escrito ms sobre ella y en estilo ms estudiado, ms selecto. Pero en aquellos tiempos, aade, escriba este tipo de
poesa meramente para desfogarse, no para hacerse famoso. Ahora le
gustara hacerse famoso, como el poeta de ella; pero, ay, es demasiado
tarde. Dicho de otra manera, segn lo inerpreto yo, Petrarca se arrepiente
de haber dedicado los primeros aos de su edad adulta a ganar fama con
el frica. Le hubiera resultado ms escribir ms y mejores poemas a
Laura y en lengua vulgar. Tomado en este sentido, el 293, y yo dira
que tambin el 304, metafricamente ms rico (sobre todo en los versos
9-14), va mucho ms lejos que el 166, S'i' fussi stato, en que Petrarca
implcitamente se declara como un poeta manqu en la lengua latina. Ms
bien perteneceran al grupito del 186 y 187, en los que Laura, como tema
potico, es elevada por encima de los hroes cantados por Homero y
Virgilio, y es declarada igual, en este sentido, a Escipin, el protagonista
del frica. Aunque iran ms lejos que estos dos sonetos de poca ms
temprana, en cuanto que no slo exaltan el tema de su poesa amorosa,
sino tambin, implcitamente, el de la lengua en que est escrita, la
vulgar. Es en lo que ms se acerc Petrarca a la postura de Dante,
respecto a la poesa en lengua verncula.
Los poemas de esta serie, que se centran principalmente en Laura, lo
hacen alrededor de dos temas, el de su fama y el de su inefabilidad. En
268.73-77 Laura, a travs del Amor, reconoce la fama ganada mediante
los versos de Petrarca, y le pide que la contine
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dos partes del libro, en su forma final, a una serie de poemas cuidadosamente organizados sigue otra mucho ms descuidada (1.a parte,
nmeros 1-263; 2.a parte, 264-366); la separacin entre las dos
series se encuentra, en la 1. a parte, en el n. 142 o bien poco despus (la sextina penitencial A la dolce ombra de le belle fronde) y
en la 2.a parte, poco despus del amargamente nostlgico soneto Gli
occhi di ch'io parlai, n. 292. A las dos series de antes de la divisin,
Wilkins las denomina un grupo original ... seguido (despus del
142 y del 292) de un addendum de poemas organizados con mucho
menos cuidado (p. 94, la cursiva es ma). La organizacin en
cuestin se basa en tres principios, segn Wilkins: la secuencia cronolgica (ms o menos observada en los dos grupos indicados); la
diversidad de formas mtricas (por ejemplo, una cierta frecuencia,
entre la forma ms habitual del soneto, de canzoni, etc.), y la diversidad de contenido (por ejemplo, una mezcla bastante proporcionada
de otros temas entre los poemas amorosos). El tercer principio ya ha
sido visto en la anterior seccin 2; sobre el segundo se hablar en
la seccin 4. Mientras, sobre esta parte del anlisis de Wilkins, no
hay dificultad en reconocer que tres puntos son ciertos: 1) en el Canzoniere hay series de poemas mejor organizadas que otras; 2) las
series coinciden bastante con las separaciones sealadas por Wilkins,
tanto en la 1.a parte como en la 2.a del libro, es decir, de los nmeros
142 y 292, respectivamente, o poco despus de ellos; 3) da la
impresin que Petrarca, al componer el libro, le fue dando menos
importancia a la organizacin de los temas, a medida que pasaba el
tiempo (aunque esto no se aplica a los ltimos 31 poemas, como
veremos).
No obstante, si nos preguntamos en qu momento se termin la
fase, o fases, en que la organizacin se hizo con mayor cuidado, nos
hallamos ante el hecho de que la primera forma del Canzoniere,
en que se detecta alguna diferencia entre dos grupos mejor y peor
organizados, es la del manuscrito Chigi, que es la forma ms antigua
que tenemos y que representa el fruto del trabajo efectuado por Petrarca hasta c. 1362 (pp. 160-163). En ninguno de los manuscritos
que nos han llegado hay rastro de las otras y ms tempranas formas detectadas por Wilkins. Todas las pruebas de las formas preChigi, de que habla Wilkins, se encuentran en las hojas de trabajo
de Petrarca, en las notas y seales, ya mencionadas, que puntan la
desordenada coleccin de poemas del v. L. 3.196.
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curiosamente poco probable para ser ofrecida con tanta seguridad. Hasta
aqu los argumentos contra el empeo de fechar la divisin del libro en
dos partes antes de la muerte de Laura. El argumento a favor de fecharla
despus de la muerte est presentado detalladamente en el artculo de
Rico, en las pginas 106-116, centrndose, no en el poema 264, sino en el
soneto-prlogo, Voi ch'as-coltate. Bastar con un resumen de los
principales puntos de la argumentacin. Son los siguientes:
1.
La estructura del Canz. I, con su juego de dicotomas su
arquitectura bimembre: era / son, piango / ragione, etc. (cf. R.
Amaturo, Petrarca, pp. 249-250) ya indica, de por s, la divisin bipartita
del Canzoniere; y eso, como dice Rico, no slo por razones artsticas (la
correspondencia de una obra introducida en su pieza introductoria), no
slo a causa del paralelismo con el conflicto que es el tema del 264,
sino porque la bipolaridad de la construccin corresponde, en s misma,
al partito (la divisin del material que se va a tratar) recomendado para el
exordium (la parte introductoria de una obra o discurso) por la retrica
clsica y medieval (op. cit., pp. I06-107).98
2.
Entre el Canz. I y las dos cartas introductorias de las Familiares
y las Metricae, respectivamente, existen muy estrechas correspondencias,
y sabemos que las cartas fueron escritas entre enero de 1350 y el verano
del mismo ao; como tambin sabemos por el v. L. 3.196, que, adems de
estas dos compilaciones latinas, Petrarca preparaba, entre finales de 1348
y 1351, una compilacin ordenada (in ordine) de sus poesas en lengua
verncula.
3.
La palabra in ordine apareci precisamente en este perodo, por
primera vez, en el v. L. 3.196.
4.
El Canz. I no aparece en v. L. 3.196, sino que todos los poemas
menos uno (en el cual, segn el MS trabajaba Petrarca en este perodo),
pertenecen a la 2.a parte del Canzoniere; el ms importante de ellos, y en
el que trabaj con mayor asiduidad durante este tiempo, el 268, no slo
habla de la muerte de Laura como un hecho reciente (especialmente, en
las estrofas 1, 4-6), sino que aparece colocado muy cerca de la divisin
del Canzoniere, cuatro nmeros despus del
98. Cf. H. Lausberg, Handbuch der lit. Rhetorik, Munich, 1960, 272, 311.1,
347.
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(90.3)
(248.5)
(1.14)
(50.5)
108. De hecho Canz. 29 est escrito en lo que los poetas provenzales llamaban
coblas unissonans, por ejemplo, en estrofas que preservan, durante todo el
poema, no slo el esquema de las rimas de la primera estrofa, sino tambin los
sonidos de las rimas. Desde esta perspectiva la sextina est hecha de coblas
unissonans. Vase K. Foster y P. Boyde, Dante's Lyric Poetry, Oxford, 1967, vol.
I, p. xlvii, 11, p. 265.
10. FOSTER
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147
siete balate son los poemas menos originales del libro. La 55, Quel foco
ch'i' pensai, es interesante biogrficamente, con su alusin a una recada
moral en el verso 6, pero en su mayora estas composiciones se leen
como ecos del pasado. La forma de la ballata, en torno a su estribillo,
resultaba demasiado abierta para su maestra en dar con un ltimo o
ltimos versos remachadores.
Con el madrigal, en cambio, se senta a sus anchas, porque saba
perfectamente cmo convertir en meloda su brevedad, y transformar en
efecto pictrico sus asociaciones con los temas idlicos y pastorales. En
cuanto al efecto sobre el auditorio dependa mucho, dada la brevedad de
la forma, de sus ltimos versos. Tres de los madrigales de Petrarca
terminan con un pareado, y uno, el 54, Perch'al viso d'amor, con un verso
aislado que rima, no obstante, con el verso del medio del terceto anterior:
D E D; E (el esquema constante de los finales de los cantos de Dante).
Desde el punto de vista temtico, es el ms cargado de los cuatro
madrigales de Petrarca, y su efecto dramtico depende enteramente del
aislamiento relativo del verso 10, a la vez que su meloda requiere el
vnculo de la rima entre ste y el verso 8. En cuanto al efecto pictrico,
los cuatro describen escenas rurales en que sale Laura bajo las formas,
sucesivamente, de pastora, caminante forastera {pellegrina, 54.2), ngel,
muchacha sentada con los pies desnudos en el florido prado. En dos de
ellos sale un agente tercero: la Voz oda en el 54, y el Amor, invocado
aunque no presente, en el 121. El papel del Amor es obvio, el de la Voz
del 54 depende del sentido de la pequea alegora, de la que hablar en
seguida. El rol del poeta es pasivo principalmente en los 52, 54 y 106; en
los que el Amor lo hiela, lo conmueve y lo atrapa, sucesivamente. Laura
tiene, en cambio, un papel activo en los tres poemas, llega a desempear
el de la tentadora en el 106, en que el hechizo de ndole psicofsica
implicado en el ltimo verso aclara el sentido del material atrapar del
verso 5. Pero en el 121 vuelve a la fra indiferencia implcita en el 52. De
ah la plegaria que Petrarca dirige al ausente Amor, plegaria que
indudablemente representa un movimiento en sentido contraro a la
vuelta que da en 54.10; lo que equivale a decir, por supuesto, que la
Voz, como causa de este dar la vuelta, y el Amor son fuerzas contrarias y
enemigas. Amor es Cupido con el arco y la flecha (121.6-8): qu s, o
mejor dicho, a quin pertenece la Voz? La oposicin que acabamos de sealar nos da la clave, puesto que indica, sin lugar a dudas, que la
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tengan un tema digno de ser desarrollado y que resuenen, no necesariamente al odo, pero con el apropiado tono emotivo; se trata ms que
del efecto acstico de las seis palabras, de las imgenes visuales que
puedan evocar. Dicho esto, pasemos a examinar las sextinas de Petrarca.
i) Su seleccin de palabras final de verso depende de la mayor o
menor complejidad temtica del poema. Comprese, por ejemplo, la
fuertemente ertica 22, A qualunque anmale, con la penitencial 80. El
tema predominante en la 22 es la persistencia del deseo carnal de Petrarca
por Laura, el de la 80 es el peligro espiritual de este tipo de deseo. Pero
as como el tema de la 80 est expresado enteramente en trminos de la
sola, relativamente sencilla, lineal imagen de la vida humana, como una
travesa por el mar, que es lo sugerido por las palabras seleccionadas para
terminar los versos, el tema ertico de la 22 se complica enseguida con
cuatro temas que se entrelazan: el de la naturaleza salvaje {trra, selva)
como contraste con y como entorno que abarca el yo humano del poeta,
repentinamente introducido en el verso 7, Et io; el de la soledad del
poeta, hombre solo en un mundo no-humano, de bestias salvajes, bosques
y estrellas; sugerido tambin en el tema del da y de la noche (versos 1-6,
11-12, 24, 29-33); el tema del incesante proceso temporal de los das
terrestres {sol, giorno, alba) y csmico {stelle), y sobre todo el del
determinismo, concepto explcito en el vehemente verso 24, mi firme
deseo proviene de las estrellas, cancelando, por lo tanto, la humanidad
del poeta, al convertir su deseo en una ineluctable fuerza de la naturaleza
salvaje. Un contraste similar puede sealarse, dentro de la serie de
sextinas erticas (22, 30, 66, 237, 239), entre la complejidad de la 30
(que al final le deja a uno dudando si el tema dominante es el mismo de la
22, o bien, como creo yo," 3 es el tema de la transformacin de la Lauralaurel en un dolo [cf. verso 27]) y la relativa simplicidad del poema de
invierno, n. 66.
ii) De una simplicidad especial es la sextina 214, Anzi tre di creata,
en la que slo dos de sus palabras final de verso, hosco y sciolta, sugieren
el tema con que comienza el poema, el del poeta atrapado en un bosque
encantado, como en una horrible prisin, y
113. Cf. R. M. Durling, Modern Language Notes 86 (1971), pp. 37-69. Ms
comentarios sobre Canz. 30 en G. Contini, Letteratura ..., pp. 586-587.
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llama a Dios para que le libere. Es una bella sextina que las palabras del
juego no afectan ni al tema ni al tono, salvo las dos primeras del inicio.
La poca importancia que en la 214 tienen las palabras de final de
verso puede explicarse, tal vez, por el hecho de que es un poema ms
narrativo que psicolgico; de modo que su movimiento es lineal y no,
como en las erticas, obsesivamente circular. Cierto que las otras dos
sextinas de carcter penitencial tambin son narrativas, en cuanto que
repasan las distintas fases de la vida de Petrarca, y que en las dos las
palabras de fin de verso cuentan, y mucho, a lo largo de todo el poema.
Pero hay motivos especiales para que as sea. En la 80 la narracin
avanza enteramente en trminos de la metfora de la travesa,
comunicada por las primeras palabras de fin de verso. El caso de la 142,
A la dolce ombra, es ms sutil. De las sextinas es la ms abiertamente
autobiogrfica, y en ella Petrarca logra ms que nunca liberarse de la
inmovilidad, de la ausencia casi del desarrollo de un tema, que Contini
describi en el seminal Al poco giorno de Dante. No puedo demorarme
en este logro de Petrarca; salvo observar que, primero, la sextina 142 es
nica entre las sextinas porque el tema no desemboca en el desenlace
final hasta los tres versos del congedo, en que se afirma la conversin del
poeta: del laurel a la Cruz, y porque, una vez ledo y no antes nos damos
cuenta de que la declaracin de conversin ya vena, ocultamente, en las
palabras de final de verso iniciales, especialmente en las palabras de
rbol frondi y rami, y en cielo y lume. Dicho de otra manera, estas
palabras tenan, desde el principio, un doble sentido, y el objetivo del
poema es sacar esto a la superficie.
3. La canzone tiene como unidad fundamental la estrofa. Normalmente
tenan varias estrofas, que por lo comn acababan con el congedo, postdata
o despedida segn P. Boyde. Ninguna de las canzoni de Petrarca tiene
menos de cinco estrofas y slo cuatro tienen ms de siete (los nmeros 23,
29, 360 y 366), y a todas, menos a dos, aadi un congedo. En la misma
canzone, las estrofas tienen que seguir el mismo esquema, es decir, tener el
mismo nmero de versos, ordenados segn su longitud en el mismo orden y
con el mismo esquema en cuanto a rimas. Generalmente los versos eran
endecaslabos y heptaslabos; en Petrarca lo fueron invariable- ' mente, es
decir, versos de siete u once slabas, respectivamente. A Dante le gustaba
mezclar las dos clases, predominando el ende-
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zoniere todas las palabras que riman son de acentuacin llana {piaa),
slo hace falta tener en cuenta la distincin b), es decir, entre palabras de
rima voclica (por ejemplo, vena) y consonantica {bocea), que
corresponde a la distincin que los crticos italianos hacen entre los
sonidos de la rima, caracterizados por soavit o dol-cezza, por un lado, y
por una cierta asprezza, por otro. Son trminos metafricos, que us por
primera vez Dante, en un sentido casi tcnico, para sealar el contraste de
efectos auditivos, suave y dulce o spero y duro, de versos, o de grupos
de versos, de los poemas {DVE II, vii); aunque con especial referencia,
por supuesto, a los sonidos de las rimas. Contraste que, a su vez, dio lugar
a ms metforas. Por ejemplo, Bembo se aficion a sealar la dignidad de
gran parte de la poesa de Petrarca, cualidad que, al parecer de Bem bo, le
caracterizaba tanto como el encanto, la piacevolezza o la dulzura,
resultado del peso, gravita, que le prestaba el uso de las rimas
consonanticas. Pero si la gravita de Petrarca iba acompaada de una
asprezza moderada (y la asprezza de Petrarca era generalmente moderada), tambin tuvo sus momentos de lo que Contini llama violencia
relativa {Preliminari, p. xxvi); momentos en que el poema o serie de
poemas estn llenos de rimas extravagantes y duras; cosa que hace o bien
para expresar con mayor eficacia un tema en particular, o bien, a veces,
para disfrutar simplemente del artificio. Esta diferencia la he tomado de
E. Bigi, a pesar de que l, a mi parecer, marca demasiado ntidamente la
diferencia. Pero es cierto que una cierta violencia estilstica puede
observarse en poemas como Verdi pan-ni, n. 29, o en la frottolacanzone
105, o en las estrofas 1-3 del 125, por no mencionar sonetos como los
136-138, 83, 86-89, 173, 198, 318. A la influencia de Arnaut Daniel y de
Dante en Verdi panni, sealada por Bigi, yo aadira la de las Odas de
Horacio. En cuanto al agridulce 125, que en el verso 16 se autocalifica de
duro, su rasgo ms sorprendente, aparte de su abundancia de
heptaslabos, es su muy expresiva reiteracin de palabras que riman
comenzando con una s y una consonante: sforza, spoglia, scaltro,
etc.115
115. Urge un mayor estudio de las asprezze en Petrarca y de su violencia
relativa en general. Sobre esto estoy totalmente de acuerdo con F. Suitner, para
quien la gentil mesura, como podra llamarse, del verso de Petrarca, se ha
convertido en un tpico inaguantable: P. e la tradizione stilnovistica, Florencia,
Olschki, 1979, pp. 96-97. En concreto estoy de acuerdo con Suitner
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mada de sentido y musicalmente muy satisfactoria. Y como la introspeccin atae siempre tanto al paso del tiempo como a la cualidad del
uso que el sujeto hace de un don tan raro y transitorio, el soneto se
convierte en las manos de Petrarca, por primera vez en la literatura, en
instrumento de autobiografa espiritual; uso ms serio que ste es difcil
de imaginar. No es de extraar, por lo tanto, que al estructurar el
Canzoniere, Petrarca diera carta de igualdad a las formas de la canzone y
del soneto, y las mezclara, en contra de todos los precedentes histricos,
para hacer un solo libro (lo habitual comenta E. H. Wilkins en los
MS de las compilaciones de poemas lricos prepetrarquianos era la
separacin de canzoni y sonetos, The Marking ..., p. 266). Al Dante de
DVE (II, iii, 2-5, iv, 1-6) una mezcla as le hubiera parecido un mejunje
estilstico.
Petrarca adopt la forma de soneto casi exactamente como la haban
dejado los stilnovisti. Como ellos, y con mayor exclusivismo, si cabe,
prefiri el esquema del cuarteto doble para el octeto: ABBA ABBA (304
veces en el Canzoniere): que cambi una vez, en el 279, a ABAB BABA.
El esquema ms antiguo, el continuo ABABABAB lo utiliz 12 veces.
En el sexteto prefiri tres rimas a dos; su esquema favorito de tres rimas
(120 casos) fue el ms simple: CDE CDE, el esquema considerado como
el ms grave de todos los del sexteto, debido al nmero de rimas, a la
relativa distancia entre ellas y a su organizacin abierta. 117 Es el usado,
lgicamente, en el soneto-prlogo Voi ch'ascoltate; es de sealar que
tambin es el utilizado en 35, 62, 189, 263. Tambin fue aficionado a usar
(67 casos) el esquema ligeramente ms complicado (uno de los favoritos
de Dante) de CDE DCE. El cambio, en el segundo terceto, de las posiciones de C y D tuvieron como objetivo, parece, generalmente, o bien crear
un suspense antes del pareado final (como en los nmeros 81, 90, 293,
316) o resaltar la palabra de la cuarta rima (por ejemplo, sovente en el 32,
nostra en el 285, Morte en el 298). Es curioso que Petrarca slo utiliza
una vez (93) el elegante esquema CDE EDC, a que tan aficionados
fueron Cavalcanti y Dante (vase el Chi questa che ven del primero y
Tanto gen tile del segundo). De entre los esquemas de dos rimas, el
favorito de Petrarca fue, de nuevo, el ms sencillo: CDC DCD.
Obsrvese que aunque este esquema est basado sobre dos rimas
repetidas dos veces, est dividido rtmica117. Vase E. Bigi, La cultura ..., p. 39.
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(pronto) tendremos paz: con ella morirn la esperanza que nos ha hecho
delirar tan largamente, y las risas y los lloros y los miedos y las vejaciones; y entonces veremos claramente que a menudo las cosas dudosas resultan de provecho, y cmo a menudo suspiramos sin causa.] 125
Aqu hay dos temas entrelazados, el de la brevedad de la vida y el del
fin de la ilusin; el primero es el que domina en los cuartetos, el segundo
en los tercetos, con las partes ntidamente diferenciadas, al ser el esquema
de los versos 4 + 4: 3 + 3. La brevedad de la vida, percibida
individualmente (veggio, 3), es tratada en el soliloquio que comienza en
el verso 5. Obsrvese el efecto de intimidad en el nosotros de andremo,
avremo. Luego en los versos 6-8, el ligeramente metafrico veggio se
refuerza con el smil de la nieve derritindose que, en cierto sentido,
anula la densidad del terreno incarco, el slido peso del cual, con el
acento en la cuarta posicin del verso (aqu posicin es un trmino
ms ajustado que slaba), se debe principalmente al encabalgamiento
precedente. Mientras tanto, el segundo tema, ms profundo en cuanto que
representa una reaccin al mero hecho de envejecer, ha aparecido en el
verso 2, y de nuevo en los versos 4-6, y finalmente en el segundo
hemistiquio del 8, onde ... En esta ltima frase se saca la consecuencia
lgica del declive fsico descrito, a la luz de la generalizacin enunciada
en el verso 2, a la vez que deja sus consecuencias en la ambigedad.
Porque si la atencin del lector ha sido captada por el verso 2, captada
en parte gracias a la poca claridad inicial del verso, debido a la inversin
del verbo y su complemento, la desconcertante idea enunciada en l, la
aparente identificacin de la vida humana con el infortunio, queda en el
aire y sin explicar hasta el verso 8 inclusive. Tiene relacin,
evidentemente, con las ilusiones implcitas en las esperanzas humanas
(4), pero cul ser el efecto de su fin en el giorno extremo} Qu ser la
consiguiente paz en la que acaba esperando el octeto? Consistir en el
mero fin de la fiebre de la vida? O en un bien entrevisto despus de la
muerte? A esto ltimo es a lo que, al final, apunta el soneto; pero slo en
el ltimo terceto, y de un modo indirecto. En el primero la
125. Mi versin de los versos 13-14 siguen las de Leopardi (implcitamente),
Carducci, Bezzola y Ponchiroli. Otra traduccin posible sera (segn G. Ponte y
R. Durng): ... los hombres luchan por cosas de incierto beneficio y (por tanto)
a menudo suspiran en vano.
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vez para compensar esto que Petrarca aadi peso al segundo cuarteto,
reforzando as la diferencia entre cuartetos y tercetos, haciendo ms lento
el ritmo: obsrvese la pausa despus de pensier en el verso 5, las pausas
menos marcadas, pero distinguibles, despus de omai e incarco (6 y 7), la
fuerte cesura del verso 8, cuyo efecto est resaltado por el acento
secundario en pace, del segundo hemistiquio. Estas tres cesuras son los
factores ms obvios del proceso en cuestin; pero rtmicamente
presuponen, por supuesto, los acentos que les preceden inmediatamente,
o casi inmediatamente, en los versos 5-8; los que caen en pensir, omi,
incrco, struggndo; de hecho cada uno de estos es el acento dominante
del verso a que pertenece y es, por lo tanto, el factor determinante de su
ritmo. Y puesto que el acento principal de los versos 5 y 6 cae en la sexta
slaba mtrica, y en la cuarta en los versos 7 y 8, el primer par de versos
es del tipo a maiore y el segundo del a minore (vase seccin 4, pp. 145146). De todos modos esta diferencia, en s, nada tiene que ver con las
alteraciones de velocidad o tempo entre dos versos. En esto los factores
determinantes pueden ser a) la cesura despus del acento principal de un
verso dado,126 y b) en algunos casos, el efecto de refuerzo de la cesura
mediante un acento secundario, que es el caso del verso 8, como hemos
visto. Es el caso tambin de los versos 6 y 7, con la diferencia de que, en
stos, los acentos pertinentes se encuentran en el primer hemistiquio,
sobre amor y parlando en el 6, sobre terreno en el 7. En los versos 5 y 8
la fuerza de las cesuras es tal que tales refuerzos son innecesarios en el
primer hemistiquio. En el primer cuarteto no hay cesura de fuerza
comparable. Sus versos son todos del tipo a maiore, incluso, segn leo
yo, el 3. Esto de por s nada dice sobre el paso de los versos, pero da la
casualidad que los cuatro tienen un acento secundario, el efecto del cual
es, debido a su posicin en el verso, acelerar el tempo; me refiero a los
acentos en pi (1), umna (2), velce (3) y fallace (4). Tmese el verso 4,
que, a mis odos, es el ms rpido del cuarteto. Lo interesante en l es que
se consiga una cierta rapidez, a pesar del obstculo intrnseco del
acento en tempo, colocado en la cuarta posicin. No ocurre que a la
primera lectura uno se pregunta si el acento principal no debiera de caer
aqu (convirtiendo el verso en a minore) en lugar de sobre andar, en la
sexta posicin? Y es obvio
126. Vase W. Th. Elwert, Versificazione, pp. 52-57.
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sonavan hro, che pur voce humana. Uno
spirto celeste, un vivo sol
fu quel ch'i' vidi ...
[Su andar no era de ser mortal, sino de una forma anglica, y sus palabras
sonaban de otra manera que la voz humana: un espritu celestial, un sol
vivo es lo que yo vi ...]
Obsrvese cmo el verso 9 ha ido a encontrar el verso 1, mediante el
verbo {Erano / Non era) y el ritmo (ambos a maiore, con un acento
secundario en la quinta posicin: capei, andar). Vuelve el esquema de
asonancias: mortale/forma; y, con aliteracin, vivo/ vidi. Sin
embargo, la ltima palabra la tiene la racionalidad (13-14):
... et se non fosse or tale, piagha per
alientar d'arco non sana.
[... y si ahora las cosas son diferentes, una herida no se cura porque el
arco se afloje.]
De todos modos, es una racionalidad reflexiva que se funde con el
factor emotivo, reafirmado en los versos 9-12, para conseguir que la
complejidad psicolgica del conjunto del soneto llegue a un equilibrio
final. En este sentido, Petrarca no ha escrito nada ms tpico de su arte
que el final de este soneto. Obsrvense, en el verso 14, las asonancias de
cada extremo y las del centro, y el efecto, deliberadamente perturbador,
de la yuxtaposicin de acentos en las posiciones sexta y sptima (tar/d'arco), y por ltimo la reserva, hasta el final del verso, de la frase
emocionalmente crucial non sana.
Este poema, juntamente con el otro de recuerdos, escrito, sin
embargo, despus de muerta, Gli occhi di ch'io parlai (292), presenta a
Laura completa, desde el punto de vista fsico. La imagen resultante es a
la vez convencional y bastante simple; la riqueza de la lrica de Petrarca
est en el pensamiento, en la emocin y el arte generado por ella. Por lo
menos mientras Laura vive. Una vez muerta, al desaparecer la imagen
corprea y ser reemplazada por la forma invisible de su alma (268.37),
aparece una personalidad consciente de s misma, expresiva, inslita.
Sobre ella hablar enseguida, pero
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[De las ramas caa, dulce en el recuerdo, en su falda una lluvia de flores,
y ella estaba sentada, humilde en esta gloria, ya cubierta por la amorosa
nube; una flor le caa en la falda, otra en los dorados rizos, que aquel da
parecan oro y perlas bruidos; otra caa al suelo, otra al agua, otra, con
un bonito movimiento de oscilacin, pareca decir: aqu reina el Amor.
Cuan a menudo me dije entonces, lleno de miedo y maravillado: Seguro
que ella naci en el paraso!. Tan sumido en el olvido me tena su divino
porte, su cara, sus palabras, su dulce sonrisa, y tanto me
12. rosta.
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distraa de la imagen real presentada ante mis ojos, que entre suspiros
deca: Cmo habr llegado aqu?, imaginndome en el cielo, no donde
estaba. Desde entonces slo hallo la paz en estos prados.]
El efecto del poema, en su conjunto, depende mucho de dos rasgos
estructurales: el libre uso del heptaslabo (nueve heptaslabos de los trece
que componen cada estrofa) y el sbito cambio del futuro al pasado
cuando comienza la estrofa 4. En cuanto al primero, el efecto que
espontneamente hacen los heptaslabos es aligerar la pausa de los finales
de verso; a la vez que, cuando hay rima, el efecto es contrarrestado por
sta. El resultado, en manos de un artfice como Petrarca, es la mezcla de
delicadeza y claridad que encontramos en este poema, sobre todo en las
dos estrofas citadas. Obsrvese cmo contribuyen a este efecto los
encabalgamientos de los versos 7-8, 34-35 (aqu despus de una
aliteracin) y 53-54, adems de la separacin del auxiliar y el participio
(invertidos) en los versos 56-59, con el polisndeton del verso 58 entre
medio. Obsrvese tambin cmo en esta cancin (pero no en la que le
acompaa, n. 125) al efecto de arpegio de los heptaslabos se le
contrapone el endecaslabo que cierra cada estrofa, detalle indispensable
para el tono general.
El oculto significado del cambio de tiempo verbal, en el comienzo de
la estrofa 4, es metafsico y religioso; de un mero sueo del futuro
(estrofas 2-3) Petrarca pasa a la contemplacin de una autntica
experiencia en el pasado, dulce en la memoria, verso 41 y luego, en la
estrofa 5, a un nuevo tipo de irrealidad en tanto que el xtasis resultante
tiene una ilusin como objeto. Al separar a la Laura revelada en aquel
instante del tiempo, comete el error de tomar la experiencia como
paradisaca (55), como si hubiera entrevisto la Belleza que es
autnticamente eterna (en contraste con el fluir del tiempo) y
definitivamente beatfica (a diferencia de los goces temporales). En
breve, con el error de interpretar como transcendente un recuerdo,
respecto al fluir del tiempo, convierte a Laura en un falso objetivo, en un
sustituto de Dios. Tal es la implicacin de las estrofas 4-5, especialmente
de ... dissio/allor pen di spavento: / Costei per fermo nacque in
paradiso. / Cos careo d'o-blio I il divin portamento ... (53-57), lo cual,
sin embargo, no puede demostrarse meramente analizndolo
estilsticamente, sino mediante un atento estudio de palabras claves como
spavento y, sobre
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en el verso 9, cf. Paradiso III, 85; XXVIII, 108; XXXIII, 67-69. Luego,
un detalle a la vez estructural, temtico y tonal: obsrvese cmo el primer
verso del sexteto contesta y a la vez ampla ai infi-nitum el verso 1 del
octeto. Finalmente, obsrvese la eficacia de la pregunta, que no es en
absoluto meramente retrica, del verso 12; insina el misterio de la
presente situacin de Laura y, por lo tanto, constituye una sutil
correspondencia con la elocuente negacin del verso 14.
En todos estos anlisis he intentado relacionar los rasgos estilsticos
anotados con un supuesto fondo o sifinificado, trminos con los que
pretendo abarcar, adems de conceptos y sus asociados, los estados de
nimo. No sugiero, sin embargo, que el significado de Petrarca, incluso
en el sentido ms amplio, pueda explicar todas las caractersticas de su
estilo. Por ejemplo, lo que he denominado, siguiendo a Contini, su uso
no-naturalista del lenguaje, en las descripciones de objetos de la
naturaleza, difcilmente puede explicarse por su habitual modo de ver la
condicin de enamorado, estado que ve, citando a Leonard Forster,
como un conflicto entre el amor fsico y el amor espiritual, entre el
deseo y la frustracin, que se expresa mediante una amplia gama de
anttesis y paradojas en un delicado equilibrio de opuestos. 140
Obviamente, en esta excelente descripcin de la manera petrarquista, est
implcita la tendencia a las estructuras binarias, tendencia continuada,
mientras estuvo en boga, por el petrarquismo europeo; aunque, como
aade Forster, a los seguidores tardos de Petrarca les interesaba menos
el equilibrio que las anttesis, hasta el extremo de resultar artificiosos y
aburridos. La reaccin era inevitable y de ella no siempre logr salvarse
la cantilena del propio maestro, enfermizo de amor. Frase de lord
Chesterfield que apunta tanto al contenido como al estilo del Canzoniere,
refirindose con la frase enfermizo de amor al elemento de la obra que
irritaba ms a sus detractores, desde Bruno hasta Baretti: el culto
semisensual, semiplatnico de Laura. Su habilidad como escritor, no
obstante, nunca le fue negada, y en general se le concedi el rango de
gran poeta. Las cosas cambiaron al llegar al romanticismo, y su poca
disposicin a aceptar los conceptos clsicos de la grandeza potica. En el
nuevo ambiente, la delicadeza y la
140. Encyclopedia of World Literature de Cassell, vol. I, p. 432.
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141. Vase W. Bnni, I classici italiani ttella storia della critica, Florencia,
1954, vol. I, pp. 124-138.
142. Tomando como gua de la embrollada historia del asunto la indispensable Presentazione que Contini hizo a la reimpresin de 1957 de la edicin
Carducci-Ferrari.
143. Consltese el ndice de la ed. de F. Flora de Zibaldone, vol. III-IV de
las obras completas de Leopardi. Vase tambin G. Singh, Leopardi and the
Theory of Poetry, University of Kentucky Press, 1964.
III. Filosofa
Dos cosas hay que nos hacen recelar de Petrarca como hombre,
independientemente de su mrito como persona de letras: su costumbre
de confesarse y la curiosa coincidencia de ambigedades, circunstanciales
o autoprovocadas, de su existencia: ferviente italiano que pasa la mitad de
su vida en Provenza; clrigo, aunque no sacerdote ni pastor de almas, que
virtualmente fue laico; investigador e intelectual que nunca tuvo que
enfrentarse a un aula de estudiantes; apasionado enamorado, aunque
platnicamente, de la mujer de otro; clibe que tuvo dos hijos.
Naturalmente que no podemos censurar algunas de estas ambigedades,
o, si acaso, no demasiado; pero la impresin que dan es de una persona
menos comprometida que la mayora a un definitivo rol social, religioso o
secular, y con mayor libertad que la habitual, sin responsabilidades
domsticas o cvicas. Cierto que trabaj en la casa de los Colonna, en
Avin entre 1330 y 1347, pero el cardenal fue un amo indulgente, como
lo fueron los Visconti aos despus. Petrarca pudo hacer bastante lo que
le vino en gana, circunstancia idnea para un investigador y escritor,
como fue Petrarca, entusisticamente, hasta el fin de sus das. Cuando
cese de escribir ... cesar de vivir, escribi en Fam. I, 1, y muchos aos
despus, nada pesa menos que una pluma, y nada anima ms y de
todos los goces terrenales ninguno hay ms noble, dulce, ms perdurable
y seguro que el que proporcionan los libros {Sen. XVII, 2, Prose, p.
1.156). El ocio, sin embargo, nunca le tent. Al contrario, el peligro de la
excepcional independencia de que goz radicaba en la rapidez y
versatilidad de su mente, en la gama y riqueza de su cultura; el peligro de
tal embarras de richesse era perder su camino; con el nfasis sobre el
posesivo. Es el camino de su vida, la obra de su autntico yo, lo que
busca en su obra ms introspectiva, el Secretum. Ahora bien, en el
dilogo con Augustinus, su mentor, no se concreta el peligro en Laura,
solamente, sino en la fascinacin por toda la belleza creada, por toda la
cultura humana, por el poder que poseen de distraerlo del verdadero
autoconocimiento y su correlativo, la autntica conciencia de Dios, de la
nica y pursima
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FILOSOFA
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tan reconocible como en el bblico ' del Nel mezzo del cammin de
Dante (aunque vase Prose, p. 1.054). Lo importante es que, en un
momento muy similar de sus vidas, ambos poetas se despertaron al hecho
de que haban errado el camino y de que era conveniente optar por
otro, o resignarse a la condena eterna (Inf. I, 91, Canz. 142.35-38). En
Petrarca la cuestin tambin se plante en trminos religiosos y morales, 2
y la salida implic un cambio de su parte, no de creencias e ideas bsicas,
sino de rumbo. De hecho, a pesar de la inmensa riqueza de las lecturas de
Petrarca durante las dcadas de 1340 y 1350, en este perodo se observan
muy pocos cambios en sus ideas y sentimientos ms profundos. As, por
ejemplo, cuando en mayo-junio de 1353, finalmente abandona Provenza
y se va a Italia, traslado que l describe como de retorno a casa, agnosco
pa-triam, 'reconozco mi pas' (Metr. III, 24, el. Canz. 128, estrofa 6), este
sentimiento no represent un cambio en lo que senta por Italia, en cuyo
culto se mezclaba el de Roma, desde sus primeros estudios de latn, que
dieron como primer fruto erudito su trabajo sobre Lvio durante los aos
que volvi a Avifin despus de Bolonia, como vimos en el captulo I. No
obstante, este entusiasmo por la antigua Roma y su historia nos ofrece un
oportuno punto de partida desde el que comenzar a investigar el cambio
de rumbo mencionado, uno de cuyos resultados fue el abandono gradual,
durante los ltimos aos de Petrarca, de uno de sus ms importantes
proyectos literarios, inspirado precisamente por el tal entusiasmo: el
poema pico frica; mientras que el otro, De viris illustribus, si no lleg
a ser completamente abandonado, nunca se termin de acuerdo con el
plan original (vase seccin 4).
Mi investigacin se divide en cuatro secciones, y cada una est
dedicada a un texto en particular.
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Qu hay, decidme, de cristiano aqu y no simple, universalmente, de humano? ... Qu es, sino, el dolor y la pena y el remordimiento de un hombre en el momento de morir? ... El nombre
de Cristo no se pronuncia, no se menciona ningn artculo de fe,
ningn sacramento de la Iglesia, nada de signo cristiano, nada, en
definitiva, que no haya podido ser inspirado por la sola razn natural a un hombre que se siente precipitado a la muerte ... En una
situacin as no es necesario ser cristiano para reconocer los errores
y pecados cometidos y sentir vergenza y remordimiento. Por
supuesto que tales sentimientos son menos provechosos a un incrdulo que a un creyente, pero en cuanto al arrepentimiento en s, no
tiene por qu haber ninguna diferencia (fructu quidem impari,
penitentia autem par) ... [Pues] claro que slo un cristiano sabe a
quin confesar sus faltas, y cmo hacerlo, pero su reconocimiento y
mala conciencia y arrepentimiento y autoacusacin ... son cosas al
alcance de cualquier humano (Prose, pp. 1.050-1.052).
Al leer este fragmento del poema ms de veinte aos despus,
Petrarca insiste en que a) haba respetado escrupulosamente el contexto
histrico del personaje, b) que dentro del tal contexto, era perfectamente
verosmil que un hombre en el trance de morir, aunque lgicamente
incrdulo, se arrepintiera de sus pecados de la mera mano de la razn.
Obsrvese, sin embargo, c) que tuvo mucho cuidado en no pronunciarse
sobre la eficacia de este tipo de arrepentimiento pagano. Mago no
poda saber, como un cristiano, a quin y cmo confesar sus pecados.
Hubiera conseguido el perdn a pesar de todo? Sobre esto Petrarca se
calla; se limita a advertir, pero no a explicar, la desventaja de la situacin
de Mago, en este aspecto, comparada con la de un cristiano (fructu
quidem impari ...). De todos modos, dado el agudo sentido que Petrarca
tena de las personas como individuos, sera incongruente que excluyera
al mundo pagano, como tal, de la posibilidad de la gracia; aunque en
ciertos momentos parece implicarlo, como en la conclusin de su primera
carta a Cicern {Prose, p. 1.024). Puesto que nunca se enfrenta decididamente a la cuestin teolgica propiamente dicha (como haba hecho
Dante en Parauso XIX-XX), lo mejor es reservarse ante su postura
definitiva sobre el tema. En todo caso el fragmento citado sugiere que si
exista un instante en que, segn l, el alma pagana tena la posibilidad de
recibir la gracia, era el momento de mayor debilidad y desamparo de la
naturaleza, el momento de morir. De eso a
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llama el reino de la muerte (Romanos 5.12-17), ni tampoco interpretarlo como un interrogante (y una protesta) lanzado contra este
reino, por alguien a punto de sucumbir a l; lo cual, a la luz de la
posterior interpretacin de Petrarca, presta a la protesta una eficacia de
orden espiritual que trasciende el mbito a que el hombre parece
condenado en sus momentos de poder y gloria temporal.
La derrota de Mago es doble, como hermano de Anbal, ante los
romanos, como ser humano, ante la Muerte. Para Escipin la segunda es
la nica importante, y todava est lejos. Mientras l es, de entre los
protagonistas del poema, el vencedor par excellence, vencedor no slo
frente a Cartago, como general romano, sino de s mismo, como modelo
de virtud. Si queremos dar un sentido tico al poema, el personaje de
Escipin es de crucial importancia. Su virtud, tal como se nos describe en
la tercera redaccin de su Vida, en De viris illustribus (Prose, pp. 240248), es muy completa. Segn nos dicen, posea todas las cualidades
propias, no slo de un gran soldado, sino de un cumplido caballero:
coraje, iniciativa, energa, etc., tambin modestia, cortesa, afabilidad,
clemencia, incluso castidad (cf. Tr. Pudicitiae, 169-177; Famae I, 23-25),
un autntico dechado de virtudes: nunca menos ocioso que cuando en el
ocio, nun-ma menos solo que en la soledad (Cicern, De Officiis III, 1;
cf. Prose, pp. 432, 552). Y, no obstante, incluso en el frica, su pagana
rectitud plantea problemas. Problemas que aparecen en los libros II y
(aunque menos agudamente) IX, en conexin con el problema que tanto
preocup a Petrarca en la dcada que va del Discurso de la
Coronacin, en 1341, al Secretum III, a saber, el de definir el vnculo
entre la Virtud y la Gloria; dicho en otras palabras, el de la validez
moral y filosfica de la Fama, incluso considerada como el estmulo
de los espritus claros ..., como dice Milton. Sobre ello volver a hablar
en la seccin 4 de este captulo; de momento no hago ms que mencionar
la complejidad de las cuestiones implicadas en todo ello. En el propio
frica, los interrogantes que se plantea Petrarca caen en cierta
incoherencia.10 En resumen, dice lo suguien-te. Todo lo humano, salvo
una excepcin, est sujeto al tiempo. La propia Roma no podr perdurar.
La fama a lo mximo que llega es a ser la sombra de la virtud (Canz.
119.99; Secretum III, Prose,
10. Vase E. Fenz, Dal frica al Secretum, en II P. ad Arqua, pp. 61115.
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Y Petrarca contina citando uno de sus pasajes favoritos de las Confesiones (III, 4, 7), en que Agustn habla del maravilloso cambio que la
obra perdida de Cicern, Hortensius, le haba producido cuando la ley
de muchacho {Prose, p. 746).15
Resulta que a los moralistas romanos los recomienda por dos cosas,
por su sentido prctico y por su elocuencia; Sneca sobresale por el
primero, Cicern por la segunda. Petrarca critica a Aristteles como
moralista por no tener ninguna de las dos cosas, pero sobre todo por ser
excesivamente terico. Por lo mismo que, implcitamente, despreci lo
que l consideraba la filosofa especulativa del mundo intelectual de su
poca. Aunque en su tiempo las cosas haban empeorado todava ms,
porque las teoras se haban convertido en un interminable ejercicio de
dialctica, pedante, rido y mezquino, puntuado por absurdas y aburridas
reverencias a un Aristteles casi divinizado {Prose, pp. 718-722, 740744, 750-756, por citar slo De ignorantia). Esto fue lo que Petrarca
opin del escolaticismo. Opinin compuesta de juicio esttico con
implicaciones culturales, y de juicio moral con otros de tipo religioso. 16
El elemento esttico o literario de su antiescolastcismo proviene de
su deseo de mantener humana la filosofa, de mantener, por lo tanto,
sus conexiones con el arte de la expresin verbal, de acuerdo con el ideal
ciceroniano de sabidura combinada con elocuencia (vase p. 195).
Ahora bien, puesto que en la tradicin clsica la sabidura, sapientia,
tena dos facetas, una especulativa y otra tica, el ideal implicado en la
frmula de Cicern abarcaba, bsicamente, los tres aspectos del
humanismo que los antiguos transmitieron al
15. Cf. De doctrina christiana II, cap. 40; texto conocido por Petrarca, vase
Rerum memor. libri I, 25.
16. El antiescolastcismo de Petrarca atraviesa como un hilo candente toda
su prosa, desde su primera manifestacin en Rerum memoraniarum I, 25-26, II,
31 (1343-1344) hasta el De Ignorantia y cartas de su vejez como Seniles V, 2
(1364), XII, 6 (1368-1370) y XV, 6 (1373). Los eruditos no estn de acuerdo
sobre cmo definirlo, sobre lo que Petrarca detestaba en particular de la chusma
escolstica, loca y vocinglera (Prose, p. 750). Era el ockamismo o terminismo
lgico? O el culto de la ciencia en contra de las humanidades? Lo primero es
defendido por E. Garin, lo segundo por P. O. Kristeller. Una tercera
interpretacin, ms profunda y amplia, es la de U. Dotti en P. e la scoperta della
coscienza moderna, Miln, 1978, pp. 175-186. Segn Dotti, el motivo bsico del
ataque de Petrarca era de naturaleza religiosa, odio de una concepcin
fragmentada y atea de la mente humana y de sus capacidades. sta es, ms o
menos, mi opinin sobre la cuestin.
lili
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Occidente cristiano (en gran parte gracias al genio de san Agustn) y que
luego fue, segn se acostumbra a decir, redescubierto por el
Renacimiento. El humanismo implicaba orientar conscientemente el
intelecto hacia la verdad, ventas, la voluntad a la virtud, virtus, el
lenguaje a la eloquentia; el significado de esto ltimo resida en el hecho
de que el hombre era el nico animal que habla.17 Por otro lado, el primer
requisito del lenguaje es la correccin; de ah que Juan de Salisbury
definiera la elocuencia como la facilidad de expresarse en un lenguaje
correcto. 18 La claridad es, por lo tanto, bsica en la elocuencia, por lo
menos en la prosa y en los temas difciles. De hecho, dice Petrarca, es el
sello de la inteligencia y del verdadero conocimiento, porque slo lo que
se comprende claramente puede ser expresado con claridad. Cierto que
existe un arte de expresarse con claridad, pero es un arte (parte de la
eloquentia) que de nada sirve a las mentes confusas (Prose, p. 734). Con
este ltimo distingo, dicho sea de paso, Petrarca est recomendando la
lgica de que acusaba frecuentemente a los escolsticos, por obsesiva. A
lo que l contestara, sin duda, que nada tena en contra de la lgica como
preparacin para la filosofa; al contrario, en este sentido la consideraba
recomendable (por ejemplo, en Fam. I, 7). Lo malo era que la mayora de
los filsofos slo se dedicaban a la lgica. Haban convertido el medio
en un fin, tomando una parte muy pequea de la filosofa por el todo;
estaban tan fascinados por las tcnicas dialcticas aprendidas en su
juventud que no les daba vergenza envejecer estudiando cosas propias
de un muchacho de escuela, y finalmente acababan tan confusos, ellos y
todo el mundo, con sus disquisiciones lgicas que no distinguan el
bosque de los rboles.19 De todas maneras, suena extrao acusar a los
escolsticos de oscuridad; si hay una cosa cierta sobre los grandes
escolsticos del siglo xiri es la precisin y la meticulosidad con que
usaban el latn. Pero Petrarca ignoraba el siglo XIII desde el punto de vista
intelectual. l vea solamente la decadencia del escolasticismo, afligido
por la sequedad y la esterilidad contra la cual l y los humanistas de la
prxima generacin reaccionaron tan fuertemente, con injusticia, a veces.
Nadie niega que hubo una cierta decadencia; de sus razones
17. Cicern, De Oratore I, 8, 32.
18. Metalogicus I, 7.
19. Secretum 1, Prose, p. 52, y Be Jgnorantia, ibid., pp. 734-736.
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habl, en lneas generales, hace muchos aos con palabras que todava
pueden servir en la descripcin que intento hacer de la situacin histrica.
Las nuevas universidades [del siglo xm], los dominicos, los
comentaristas de Aristteles, el averrosmo latino, la gran Summae,
la misma Divina Comedia ... su rasgo predominante era la racionalidad, la clasificacin y organizacin sistemtica, y mucha novedad.
La dialctica se ejercit enormemente. La filosofa, cada vez ms
separada de la teologa, tiende a la autonoma. La teologa, cada
vez ms racional, tiende a constituirse como ciencia separada de la
religin y, por tanto, si la pietas era sapientia, de la sabidura ... en
el viejo (san Pablo y san Agustn) sentido del trmino (cf. I Cor. 2.
7-13, Confesiones V, 5). Y ambas disciplinas tienden ... a alejarse
de la elocuencia ... Exteriormente toman la forma, no literaria,
sino lgica: siguen las leyes del pensamiento, no de la asonancia
verbal ni del ritmo. El modelo retrico se hace aicos; el nuevo
pensamiento tuvo que encontrar otra forma literaria, diferente de la
de Cicern y de la de san Agustn. As, pues, el lenguaje se desnuda
convirtindose en un sistema de signos ... abstractos, de trminos
tcnicos. Cada disciplina intelectual debe, separadamente, ser
concebida bajo su propio objeto formal, seguir su propio procedimiento formal. La sabidura se divide entre los elementos que
la componen. El aficionado es sustituido por el profesional; y para
el filsofo y el telogo profesionales la virtud y la religin ... son
profesionalmente irrelevantes ...
En resumen, el siglo xm perdi algo al ganar mucho... Puso en peligro
la armona del pensamiento, de la vida y del lenguaje ... Y Petrarca
protest.20
El diagnstico seala la desconexin entre las diferentes partes o
fuerzas de la psique como el mal que bsicamente afligi a la cultura del
siglo xiv, desconexin que se reflej en seguida, exacerbndose, en la
separacin profesional de la filosofa al desgajarse de la teologa, y de
sta al desvincularse de la religiosidad. En la reaccin de Petrarca yo
distinguira tres factores: su repugnancia temperamental hacia la lgica
pura (Mi mente era ms equilibrada que aguda, Epist. Posterit.,
Prose, p. 6); su concepto de la sabidura
20. Saint Thomas, Vetrarch and the Renascence, Blackfriars, Aquinas Papers, n. 12, Oxford, 1949, pp. 9-10.
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litara, al hablar del placer que le causa usar en ella el lenguaje cristiano,
se refiere, indudablemente, a formas de expresin, simplemente, no a un
descubrimiento tardo sobre el tema. El cambio de tono y de lenguaje no
implica tampoco desprecio hacia el material clsico a que hasta entonces
se haba dedicado, como poeta y moralista, y como estudioso. Es posible
que a partir de 1346 Petrarca ya no lea a los poetas latinos, tal como l
nos dice en el Contra Medicum?1 porque le ocupaban otros menesteres.
Las lecturas permanecieron grabadas en su memoria, como elemento
indispensable de su madurez, de la madurez a que entonces aspiraba:
Los le en el momento apropiado ... y la experiencia me ha enseado la verdad de lo que dice Agustn, al comienzo de la Ciudad
de Dios, sobre Virgilio: lo dan a leer a los nios, para que sus
mentes, todava tiernas, queden impregnadas del gran poeta, del
ms renombrado y mejor de todos los poetas, y no lo olviden jams; como dice Horacio: El aroma de que queda impregnado el
jarro recin hecho / permanece largo tiempo ... Pero, respecto al
fruto, en cuanto a ... la mente, la madurez es el todo. Si ahora, pues,
ya no leo a los poetas, me preguntaris, quiz, a qu me dedico ...
Yo os contestar: intento convertirme en un hombre mejor ... Me
preguntis qu hago. Me esfuerzo, no sin dificultades, a enmendar
los errores de mi pasado ... Me preguntis qu hago. No leo a los
poetas, pero escribo lo que tal vez leern los que vengan detrs de
m ... Y si lo que hago corresponde finalmente al objetivo
propuesto, mejor, si no, por lo menos de algo vale haberlo
intentado (Prose, pp. 678-680).
Qu escritos fueron estos a que se refiere Petrarca en este pasaje?
Escritos tan evidentemente contrastados con la poesa, contrastados
explcitamente con los poetas clsicos que le haban marcado de joven, y
tambin, implcitamente, qu duda cabe, con la poesa neoclsica con
cuyo cultivo l mismo haba tratado, durante largo tiempo, alcanzar la
fama. La pregunta la volveremos a hacer cuando estudiemos el Secretum,
Libro III. Pero creo que la respuesta, en lneas generales, no hay que
buscarla muy lejos.
Una cosa es segura, que hacia la mitad de su vida, las facetas investigadoras y estticas de la personalidad de Petrarca pasaron a se32. Vase cap. II, seccin 1, anteriores, p. 56; cf. pp. 32-34.
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4. El Secretum
Inmutable Dios, haz que llegue a conocerme a m mismo, deja que
te conozca a Ti.41 Eso ruega san Agustn, poco despus de su
conversin. La plegaria afirma algo sobre s mismo y sobre Dios; sobre l
mismo dice que de ahora en adelante trabajar con su mente; sobre l
mismo y sobre Dios revela la raison d'tre fundamental de este tipo de
trabajo: que el intelecto creado slo existe para descubrir al Creador y
gozar en l. Condicin previa del uso de la mente creada es el hecho de
haber sido creada; es decir, su nica raison d'tre es su Creador. ste es el
primer postulado de san Agustn. Y el segundo es que el camino de la
mente hacia Dios pasa por la imagen de l que es en s mismo;
conocemos a Dios conocindonos a nosotros mismos. En cuanto al
conocimiento del mundo externo, del mundo de la naturaleza, hasta cierto
punto lo necesitamos para la vida prctica, y este tipo de conocimiento
debe estar sujeto a una investigacin especulativa con la condicin de que
se emprenda sometindola bajo la bsqueda de Dios. Por lo tanto, la
humildad es un requisito absolutamente necesario, requisito muy poco
afn a un intelecto en crecimiento y expansin. El astrnomo que palpa
resultados, por ejemplo, se complacer inevitablemente en la solucin de
sus problemas y entonces, en este preciso instante, su ciencia corre el
peligro de caer en la irreligiosidad; puesto que mientras los ignorantes
se maravillan y quedan atnitos, los que comprenden se exaltan y se
encumbran; y un orgullo impo los hace abandonar y alejarse de Tu
luz .... Por qu? Porque en el momento de su victoria no se plantean la
pregunta esencial sobre s mismos: Porque no se preguntan, con espritu
religioso, de dnde les ha llegado la inteligencia para hacer estas
investigaciones. 42 Lo que en su interior justificara, al parecer, su
autocomplacencia es, en definitiva, la huella de la Fuerza a la que lo
deben todo, sta y todo lo dems. ste es un ejemplo, entre cien, de la
ndole esencialmente religiosa de la filosofa de san Agustn sobre el
pensamiento y del tipo de organizacin de los temas de investigacin
sobre el hombre que su genio impuso en Occidente, que permaneci
virtualmente sin con41. Soliloquia II, 1.
42. Confesiones V, 3.
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que le aprisiona (pp. 24, 46, 64-66, 80, 98-102, etc.); considera que
vivir rectamente es una lucha contra el contagio del cuerpo, contagio
que opera a travs de las emociones y las pasiones, intoxicando el alma
hasta olvidarse de su nobleza primordial y su origen divino (p. 64, con
una cita muy eficaz de la Eneida VI, 730-734). En el fin ideal de tal
lucha, el hombre sera capaz de decir: nada en comn tengo con el
cuerpo (p. 46). Sentimiento poco cristiano, para el que Petrarca, no
obstante, encontr suficiente base bblica y agustiniana, en cuanto pueda
referirse al deseo de salir del cuerpo, puesto que la condicin fsica, tal
como la conocemos, es incompatible con la visin de los misterios
divinos (p. 98). Es cierto que en el Secretum I y en el resto de la obra,
Petrarca tiende hacia un dualismo que la Iglesia jams ha sancionado.
Cierto tambin que en la definicin agustiniana del hombre hay un matiz
dualista: Un alma racional que usa un cuerpo. 44 Toms de Aquino fue
el primer telogo con una antropologa no dualista. Pero Agustn defendi firmemente que el mundo material era bueno y que el hombre
deba amar el cuerpo, el suyo y el de su vecino. 45 Eso se debi a que, para
l, caritas, el amor, el reflejo del amor que Dios siente por el hombre,
como alma y cuerpo, estaba en el centro de su tica. 46 Y caritas es
precisamente lo que Petrarca excluye del Secretum, o digamos que la
presenta incompleta (especialmente en pp. 156-160). El dilogo comienza
a partir del sentimiento de infelicidad de una persona, y procede
individualizndola gradualmente con mayor precisin. Las palabras
introductorias de Augustinus muestran que l, en cierto sentido, es
Cualquier Hombre: Qu haces infeliz? ... Te has olvidado de que eres
mortal? (p. 28). De hecho Franciscus no hace nada, salvo preocuparse
de s mismo. El ocio y la libertad que Petrarca siempre haba defendido
(cf. De vita solitaria, Prose, p. 300) se ha convertido en tiempo de meras
cavilaciones. Entonces interviene Augustinus para convertir
desordenadas expresiones de autocompasin en un autoexamen
constructivo, sistemtico, en forma de diagnstico que requiere un
remedio, una cura. Por supuesto que el diagnstico, que ocupa los dos
primeros libros y parte del tercero, es en s ya curativo. La propuesta de
las curas,
44. De moribus ecclesiae I, 27.52.
45. De dostr. christiana I, 59-60.
46. Textos en E. Gilson, Introduction a l'tude de S. Aug., pp. 155-176.
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La argumentacin se presenta de un modo algo inconexo, elpticamente, pero las ideas se siguen, al parecer, de la siguiente manera:
1. Augustinus comienza afirmando, ante el asombro de su discpulo, que Franciscus no quiere, en el fondo, librarse del sentimiento
de infelicidad, porque nadie es desgraciado contra su voluntad.
Franciscus protesta, por supuesto, en nombre de la experiencia y del
sentido comn, pero su protesta es invalidada en seguida como indigna de
quien haya ledo los filsofos (estoicos); filsofos que han demostrado
que el hombre es feliz o desgraciado sencilla o solamente en la medida en
que es virtuoso o pecador, y la virtud y el pecado son estados de la
voluntad (pp. 28-36). En otras palabras, el nico gozo que vale la pena
sentir es el producido por la virtud, lo que los estoicos llaman chara, un
estado racional exaltado. 47 El placer no-virtuoso es, en el fondo,
irracional, y por lo tanto, malo. En cuanto al dolor, el sabio no puede
evitarlo, a veces, pero nunca permitir que le haga desgraciado, que le
despoje de su euthapeia racional; puesto que sabe que el dolor nada tiene
que ver con la virtud, y sabe, por lo tanto, que tampoco es un mal, tratarlo
como tal, por lo tanto, es irracional, es pecaminoso.
2. Implcitamente, Augustinus adopta el punto de vista estoico,
que Petrarca conoca, principalmente, a travs de las Disquisiciones de
Tusculano, que afirma que cualquier desvo moral implica un error de
juicio culpable, una afirmacin voluntaria del error o del disparate. Por
eso, precisamente, puede ser enmendado, se puede erradicar un vicio
despus de formado, aunque con dificultad; porque la razn siempre
puede enmendar sus errores, y la voluntad puede cambiar de direccin.
Por lo tanto, podemos cambiar y conseguir o recobrar la verdadera
felicidad.
3. El primer paso para conseguir cambiarse a s mismo es desearlo
profundamente, el segundo es optar por ello {optare, pp. 28-30, 38-44),
totalmente y con decisin. En ltima instancia todo depende de la
voluntad, pero la razn tiene un gran rol en ello, no slo porque esclarece,
como ya se ha dicho, los principios morales implicados, sino porque,
adems, descubre la raz que es causa del pecado y el desvaro de los
hombres. Es aqu (a partir de la p. 46)
47. J. M. Rist, Stoic Philosophy, Cambridge, 1969, p. 37.
48. III, xxvii; IV, xxxvii-xxxviii.
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que aparece en escena el platonismo de Petrarca. El mal no es simplemente identificado con la irracionalidad emotiva, como en el verdadero estoicismo, sino que se considera como contagio que afecta al
alma, especialmente a travs de la imaginacin, a partir de su unin con
el cuerpo. Y precisamente por eso Augustinus recomienda, con tanta
insistencia, que su paciente reflexione sobre la muerte (pp. 28, 34, 46-58,
68, y finalmente, 210). No para obligar a pensar a Franciscus sobre lo
que puede ocurrirle despus de la muerte, sino para que desprecie el
cuerpo, para inculcarle un sentido ms profundo de la ignominia de la
condicin corporal en s misma, tan patente en el horror fsico de la
muerte (pp. 54-58). El horror, sin embargo, tiene que afrontarse y, en lo
posible, visualizarse; slo entonces el alma atontada por los sentidos llega
a darse cuenta de lo absurdo e indigno de que algo de ndole inmortal
busque su bien en algo tan fugaz y, en el fondo, repugnante como la vida
del cuerpo. Toda la argumentacin gira en torno de esta contradiccin y
se resume en palabras que expresan con claridad excepcional la esencia
del humanismo petrarquiano, sin el componente cristiano (pp. 52-54):
Si encontraras a uno en tan vigorosa posesin de su razn que
pudiera organizar toda la vida segn ella, todos los impulsos de su
alma segn su norma, en la plena conciencia de que slo la razn le
distingue de los animales, y que slo merece ser llamado humano
el que vive regido por su luz, y que, a la vez, es tan consciente de
su mortalidad que no la pierde nunca de vista, regulando su vida
sin olvidar la muerte, de modo que desprecia todas las cosas perecederas de este mundo y slo aspira a la vida que, desarrollada a
nuevas cimas de racionalidad, cesa de ser mortal; entonces podras,
por fin, decir que has comprendido verdadera y provechosamente
la definicin de hombre [como animal racional mortal, alusin a
un texto de lgica].
Antes de dejar el Libro I examinemos con mayor atencin a
Augustinus, en relacin con su creador. Lo primero en que hay que
fijarse es que tanto Augustinus como su compaero Franciscus
expresan, conjuntamente, la impresin que tena Petrarca de similitud
entre su caso y el del joven Agustn de las Confesiones; impresin que
abraz y cultiv como demostracin de una real afinidad espiritual. Al
leer las Confesiones, sobre todo cuando ha-
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co, Ovidio, Terencio y los dems. Todo ello en una atmsfera de serena
certeza de que este grupo de autores constituye un patrimonio singular y
nico de la sabidura humana. He aqu el matiz que distingue el
clasicismo del Secretum del de De Ignorantia y Contra Medicum; son
estas dos obras, nter alia, una apasionada defensa de la cultura clsica
que el Secretum daba serenamente por sentada. Sobre ello no haba
discusin posible entre los dos interlocutores; el arrebato antiescolstico
y, por lo tanto, implcitamente procsco de Augustinus, en las pginas
50-52, es recibido con aplausos por Franciscus. Y sin embargo, visto
ms profundamente, toda la obra es una propaganda a favor de los
clsicos. No meramente, claro est, por su forma de dilogo, tomada de
Platn va Cicern (p. 26), ni tampoco por la riqueza de citas clsicas,
sino principalmente por el esfuerzo que en la obra se hace por encontrar
un terreno comn entre el paganismo antiguo y el cristianismo. Esfuerzo
que toma formas diversas. Los poetas paganos (con mayor frecuencia que
los escritores en prosa) son citados repetidamente como testimonios de la
condicin humana, siempre desde el punto de vista, implcito, del temido
momento de la muerte, cuando el alma debe enfrentarse ante el juez,
concepto claramente cristiano, aunque la alusin que Petrarca hace de l
no est muy afectada, al parecer, por la sentencia cristiana segn la cual
el amor perfecto disipa el temor (I Juan, 4:18). Ocasionalmente, el
mensaje moral se transmite alegorizando el texto.55 Los filsofos ms
citados son, como era de esperar, Platn y Cicern. Platn ofrece rpidas,
pero valiossimas, visiones de una vida despus de la muerte, en que el
alma, liberada del cuerpo, la perpetua bte noire, explora las
profundidades de lo Divino (p. 98). Y la metafsica de Platn es
recomendada vehementemente por la consecuencia moral que de ella se
deduce; A qu otra cosa nos inclina la celestial enseanza de Platn que
a rechazar los deseos del cuerpo ... Sobre todo recordad lo que dijo
Platn: que nada es mayor obstculo del conocimiento de Dios que los
deseos carnales y la lujuria (pp. 98, 102). Seguramente Petrarca, al decir
esto, se inspira en un pasaje del De vera religione (III, 3), la obra de san
Agustn con mayor tendencia a considerar a Platn como un cristiano
anterior al cristianismo. Adopta en muchos casos posturas de
55. Pginas 104, 124, 150, con referencia, respectivamente, a Eneida II,
361-369; I, 52-57; VI, 540-543.
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niere; mientras que el hincapi hecho en la virtud de Laura correspondera mejor a los sonetos con que termina la 1. a parte y de casi toda
la 2.a, hasta el nmero 362. El argumento con que Augus-tinus
replica se centra en dos puntos: la influencia de Laura sobre su
discpulo ha sido perniciosa (por inocente que sea ella) y su amor por
ella ha sido irreligioso, una forma de idolatra. En concreto a) le ha
despojado de libertad y dignidad; b) ha dado pbulo a su perversa
melancola; c) le ha provocado un relajamiento general de sus principios
morales, y d) lo peor, le ha hecho desviar sus deseos que, en vez de
dirigirse al Creador, se han dirigido a una criatura, conducindole, por lo
tanto, a un estado de olvido de Dios y de su ) autntica identidad, Dei
suique pariter oblvionem ... (p. 160, cf. p. 154).
En el Canzoniere puede encontrarse la base de estas acusaciones.60 En el Secretum se acenta el tema religioso d) y la coincidencia del innamoramento con el comienzo del declive moral de Petrarca c), aunque de maneras distintas. El tema religioso es bsico
y se da por supuesto, mientras que la cuestin c) est en funcin
del dilogo como prueba de fuerza que ha de terminar con la victoria
de Augustinus, necesariamente (pp. 150-160). Pero queda un aspecto de la cuestin d) por clarificar. Lo que se olvida es el yo
del hombre tanto como Dios: Dei suique oblivio. Y la causa no
es, como yo una vez superficialmente suger,61 sobre todo que Petrarca estaba obsesionado por el interminable sufrimiento en que
le haba sumido su pecado. Aunque el tema, como es natural, no lo
pas por alto Augustinus (pp. 154-160). Pero desde el punto de
vista del verdadero agustinismo, que es el de Petrarca aqu, el mal
principal reside en el verdadero conocimiento de uno mismo que
presupone la prdida del conocimiento de Dios. Dicho en otras palabras, el supuesto bsico es que el camino para conocer a Dios (la
sabidura en el pleno sentido de la palabra) pasa por las huellas de
la perfeccin divina en sus efectos, sobre todo en la imagen de
l que es la mente humana; lo cual, para san Agustn, significaba
tanto la comprensin como la voluntad, es decir, el poder de conocer y el poder de amar. Y ambos poderes se cumplen slo en y a
60. En poemas como Canz. I, 62, 70 (est. 5), 80, 81, 189, 264, 355, 360
(est. 1-5), 363-366.
61. ltalian Studies presented to E. R. Vincent, Cambridge, 1962, p. 48.
FILOSOFA
229
230
PETRARCA
FILOSOFA
231
das hacia la mitad de la dcada de 1340. Este hecho lo menciona Augustinus al comienzo del debate sobre la gloria (p. 192), y es su centro
hasta el final. La cuestin planteada es si Franciscus debe terminarlas o
no; si el trabajo de finalizarlas est justificado en trminos del tiempo y el
esfuerzo que comporta. No se plantea la cuestin de su mrito intrnseco,
sino la de la fama que ganar el autor, en especial con el frica, obra que
en abril de 1341 ya le haba ganado el honor de la coronacin en Roma,
honor que, sin embargo, se le haba concedido porque se esperaba que la
obra se terminara; es decir, que, a partir de esta fecha, las reflexiones de
Petrarca en torno del tema de la gloria literaria se centraban, necesariamente, en el frica y su esperado fin. De ah el tono apremiante, incluso
impaciente, con que argumenta Franciscus hacia el final del dilogo.
Pero el apremio no es tan moral como egosta o esttico. A Fran ciscus le ha hecho mella la importancia que su mentor ha dado
(reforzado por las tres citas de la propia frica; pp. 202-206) a la
precariedad, en el fondo nulidad, de la fama simplemente terrenal. No
slo le ha hecho mella, sino que ha aceptado totalmente el argumento ms
profundo de Augustinus, segn el cual la fama debe ser juzgada por el
valor intrnsicamente moral de la obra o acto que la ocasiona. Valor que, a
su vez, tiene que medirse con referencia a Dios, puesto que, dado que
ambos interlocutores son cristianos, lo que les importa, en el fondo, es si
una obra o un acto ha sido ejecutado en la gracia o, para decirlo en
trminos de Augustinus, en la 'luz' de Dios (radiante Deo, p. 204).
Hasta aqu todo est claro. Lo que no queda tan claro para muchos
lectores es hasta qu punto ambos dialogantes relacionan el principio
moral, bsico, sobre el que estn de acuerdo, con la cuestin prctica
inmediata de si Franciscus ha de terminar, o no, De viris y frica. De
los dos interlocutores, el ms explcito y directo es, al final, Franciscus.
Dice claramente lo que quiere hacer y que, como no puede poner
riendas a su deseo, es lo que har, aadiendo que procurar terminar la
obra en cuestin lo ms rpidamente posible, para poder dedicarse exclusivamente a la tarea a que le exhorta Augustinus (studium hoc unum
sectari, p. 214). Augustinus se limita a decir que preferira que su
discpulo emprendiera el 'recto camino' inmediatamente. Esto sera ms
til (que continuar con el camino de la poesa o historiografa), porque es
el que, tarde o temprano, Franciscus tendr que
232
PETRARCA
seguir si quiere llegar al fin verdadero. De todos modos, si tan decidido est a perderse por caminos que podran conducirle a la perdicin... en fin, ya est avisado. Augustinus continuar rezando
por l (p. 214).
Una vez entendida la conclusin del dilogo as, yo resumira la
postura final de la siguiente manera. Ambos estn de acuerdo en que
la verdadera gloria es la que sigue a la virtud, como producto
secundario o sombra, y que la tal virtud emana de Dios {radiante
Deo) y que, por implicacin, es el nico camino que conduce a l
(204-206). En qu consiste esta virtud necesaria y obligada no lo
especifica Augustinus, slo que implica frecuente meditacin en
la muerte (pp. 210-212, cf. 186, 138-140, 52-62). Est claro, de
todos modos, que piensa en algo concreto que su discpulo tendr
que hacer en esta vida, pata llegar a la Patria (cielo). Para llegar
a descubrirlo, hay que dejar a Franciscus libre de seguir las indicaciones de su espritu; ya lo descubrir (pp. 210-212). Esta nueva tarea substituir (ms vale tarde que nunca) su estril e intil
obsesin con el frica y De viris. Por unos instantes Franciscus
cede en todo, pero despus, de repente, decide algo ligeramente distinto. Indudablemente que se dedicar a las maiora (p. 206), a estas cosas
grandes, ms grandes que sus dos obras latinas, a que le exhorta
Augustinus. Reconoce que este es el camino requerido por la
virtud. Pero antes terminar, lo ms rpidamente posible, sus otras
dos obras grandes, aunque seculares, no slo por la gloria que tal
vez le proporcionarn,68 sino simplemente porque no puede renunciar a ellas, su deseo de llevarlas a cabo es irresistible (p. 214). Volvemos, pues, a la cuestin moral, tal como la presenta el dilogo.
Es este aplazamiento del camino ms recto un pecado? Indudablemente no, ya que Augustinus lo permite, aunque sea a regaadientes: Sed sic eat, quando ... (que sea as, si tiene que serlo, p.
214). Pero tampoco se nos dice que sea la virtud. Qu entonces? En
mi opinin se ve, incluso por el propio Augustinus, como algo que
en s ni es bueno ni malo, slo peligroso. Franciscus, sin em68. Interpreto que las maiora a que se refiere Franciscus en la p. 206 son las
mismas que las mencionadas hacia el final del Proemio, en p. 26. Y que am bas
son obras (no meros pensamientos o intenciones), y obras autnticamente
virtuosas, que se merecen la verdadera gloria de la que Augustinus habla en
la p. 206 (tres lneas desde el final).
FILOSOFA
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234
PETRARCA
que Petrarca escribe desde Parma para decir que piensa quedarse en Italia
para, as, olvidarse de Laura. 71 El viaje de 1347 tambin fue poltico, en
tanto que llev un urgente mensaje del papa al seor de Verona, pero en
otros aspectos recuerda la situacin descrita en el Secretum, puesto que se
parece mucho a la gloga VIII, Di-vortium, en la que Petrarca, aunque
interesado principalmente en despedirse del cardenal Colonna, da
importancia tambin a su deseo de instalarse en Italia, y menciona su
fascinacin por Laura como un motivo por el que todava no haya llevado
su deseo a la prctica. 72 Pero hay una diferencia importante entre la
gloga y el Secretum III. Segn aqulla, Petrarca ir a vivir a Parma, sin
duda alguna, ciudad en que le espera Gillias (Azzo da Correggio),
mientras que en el Secretum se dice repetidamente que Franciscus,
aunque haya decidido ir a Italia, todava no sabe a dnde: vete adonde
quieras, le aconseja Augustinus {Prose, p. 172).73 En este detalle, la
gloga, escrita a finales del verano u otoo de 1347, no concuerda con la
situacin implicada en el Secretum III. Esta situacin de desear irse a
Italia (para quedarse), por un lado, sin saber, por otro, a dnde en
concreto, es la que Petrarca describe en cuatro cartas escritas entre abril
de 1352 y abril de 1353 (en orden cronolgico, Vam. XV, 8, XII, 11, XV,
3 y XVI, 10). A ningn otro pasaje de la obra de Petrarca corresponden
estas cartas tan detalladamente como al debate en torno a la partida de
Provenza del Secretum III, mientras que, en cambio, como hemos visto,
hay suficientes motivos para desvincular el debate de los viajes de 1343 y
1347. Las cartas dan como fecha probable de la composicin del
Secretum III el ao 1352-1353.74
A la misma conclusin se llega comparando lo que se sabe del trabajo
de Petrarca sobre De viris illustribus y frica, a partir de
71. Metr. III, 27; cf. Wilkins, The Life ...,p. 46; F. Rico, Vida u Obra, p. 343.
72. Bucol. Carmen VIII, 40-60, 72-77, 94-111. Para las circunstancias de
esta gloga vase T. Mattuci, su edicin de B. C, pp. 245-261.
73. Cf. E. H. Wilkins, P.'s Eight Years ..., pp. 5-6.
74. Vase F. Rico, Vida u Obra, pp. 344-347. Rico se da cuenta de que la
correspondencia se extiende a veces incluso a la seleccin de las palabras,
especialmente respecto a Fam. XV, 8 y XVI, 10. Cf. tambin el Saludo a Italia,
Metr. III, 24, verso 11 (en Rime, ed. F. Neri et al., p. 804). La mejor descripcin
de la vida de Petrarca en Provenza, durante 1351-1353, est en E. H. "Wilkins,
Sludies in the Life and Works of P., pp. 81-181.
FILOSOFA
235
1342, con lo que se dice sobre estas obras en Secretum III (pp. 192-198,
202-206, 212-214). Hacia 1343 De viris consista en 23 vidas, la
mayora de personajes de la Roma republicana hasta la mitad del siglo II
a.C, y es muy probable que Petrarca ya hubiera proyectado extender el
libro hasta cubrir el siglo i a.C. y los primeros emperadores (Prose, p.
192).75 En todo caso, una razn importante para regresar a Provenza en el
verano de 1351 fue la premura que senta para acabar De viris y frica, lo
que pensaba llevar a cabo en dos aos, en Vaucluse. 76 De hecho en
seguida se puso a trabajar en De viris, pero segn un nuevo plan, en el
que entraran, al parecer, personajes de todas las pocas (ibid., p. 72);
y, para empezar, entre 1351 y 1352, escribi 12 vidas ms,
prerromanas, comenzando con la de Adn y terminando con
Hrcules.77 Respecto al frica, observo tres fases diferentes en el trabajo
que Petrarca hizo antes de su definitivo regreso a Italia, en mayo-junio de
1353: 1) un perodo de intenso inters, de trabajo muy productivo, que va
del verano de 1341 hasta enero de 1342; 2) un perodo de trabajo interrumpido, ms fragmentado y ocasional, entre finales de 1342 y 1347,
perodo en que, de todos modos, el inters del autor en el poema y sus
esperanzas de terminarlo parecen haberse mantenido sin interrupcin; 78 3)
un perodo de desaliento y de creciente duda sobre si llegara a terminar
el frica, de si ya no haba dado de s todo lo que poda, respecto a esta
obra. Sospecha, ya discernible en 1349, que aparece claramente durante
el ao 1352.79
Hasta qu punto ayuda todo esto a fechar el Secretum? Apoyan
estos datos la habitual fecha de 1342-1343? O sealan, ms bien, a otra
ms tarda, de la misma dcada? O a la fecha de Rico, entre 1347-1353,
en lneas generales, con mayor nfasis en los dos ltimos aos que
Petrarca pas en Provenza, 1351-1353? De todos
75. G. Martellotti, Critical Note, Prose, pp. 1.163-1.164; E. H. Wilkins,
P.'s Later Years, cap. 39.
76. Fam. XI, 12 (julio 1351), tal como lo interpreta Wilkins, Studies in tbe
Life ..., pp. 84-85.
77. Vase nota 75.
78. E. H. Wilkins, Life ..., pp. 39-47, 66. Metr. II, 16 (nov.-dic. 1343), II, 18
(1344); Epist. Variae, 38.
79. Fam. VIII, 3 de mayo 1349 (trad. por A. S. Bernardo, F. P. Rer, Famil., IVIII, 1975, p. 399). Fam. XII, 7 (feb. 1352); XIII, 12 (otoo 1352); XIII, 7 (nov.
1352). Invect. contra medicum (1352-1353), ed. Ricci, p. 54 y en Prose, p. 678.
236
PETRARCA
modos es desde el interior del mismo Secretum que hay que reflexionar
sobre el problema. Desde esta perspectiva, entonces, la pregunta es cul
de estas tres fechas es la apoyada por los datos del propio dilogo. Y por
dilogo se quiere decir, naturalmente, la parte en que se habla sobre De
viris y frica, la seccin sobre la Gloria, en que ambas obras no son
mencionadas casualmente, o implcitamente (como en las pp. 72-76),
sino como cuestin central y candente; es decir, sobre si Petrarca
continuar o no con estas obras. La cuestin se plantea entre l y su
conciencia, Augustinus, tal como aparece en las ltimas pginas del
Secretum. La pregunta fue contestada finalmente, como ya hemos visto,
con un No matizado: no las continuar, salvo por el perodo de tiempo
necesario para terminarlas apresuradamente. Y ello debido a que a) ya no
las considera obras sobre las que valga la pena dedicar mucho tiempo,
pero que, sin embargo, b) tiene muchas ganas de terminar. Ahora bien,
entre los dos aspectos de la conclusin del dilogo, el de ms peso, en
cuanto que expresa el juicio del autor respecto a s mismo y a su vida
como obra, es, en mi opinin, el a); comparado con el cual, la matizacin
del ltimo momento b) parece casi caprichosa, su nica razn de ser
parece un desiderium irracional (p. 214). Por supuesto que es posible que
hubieran otros motivos inconfesados, sobre todo el de dar vida a una
conclusin excesivamente simple despus de tres das de debate.80
Tal como se manifiesta en la seccin sobre la Gloria, del Secretum III,
la actitud que Petrarca tiene hacia su propia obra, como historiador y
poeta, es severa y crtica; no lo es por motivos intrnsecos, sino por la
vanagloria que l considera como parte de ella, cosa de la que quiere
liberarse de una vez por todas. La nota dominante es, pues, la de la
renuncia, renuncia que ser, a la vez, conversin (como ya se ha visto) a
una obra no especificada, ms adecuada a una persona que ama la virtud
(pp. 192-208). Renuncia en un doble sentido, y la sensacin de apremio
en la decisin, especialmente respecto al futuro de Petrarca como escritor,
evidente en las ltimas pginas del dilogo. Frente a este estado de nimo
y actitud, se trata de decidir cul de las fechas sugeridas, respecto al
Secretum, es la ms plausible: 1342-1343, a fines de la dcada de 1340, o
bien 1351-1353. En cuanto al De viris, ninguna de las tres destaca por
80. F. Rico, Vida u Obra, pp. 422-423.
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Cultura y ciencia
Poltica y sociedad
Marco
Libro de las maraPolo: villas.
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Biografa
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Muere su madre.
1320
1321
Biografa
Cultura y ciencia
Poltica y sociedad
1323
1325
1326
1327
Muere su padre.
Abandona las leyes.
Adquiere las epstolas de san
Pablo.
Inicia la revisin de los textos
de Tito Livio.
1328
-fe.
>
a
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Muerte de J. Eckhart.
Prohibicin del tratado Defensor
pacis, de Marsilio de Padua.
1329
1332
1333
1334
1337
1340
1341
n
Muerte de Giotto.
1337-1357: Ambrogio Lorenzetti: frescos de El Buen y el Mal
Gobierno.
Nacimiento de Jean Froissart.
(c. 1340) Nacimiento de Geoffrey Chaucer.
(c. 1340) Don Juan Manuel: Libro de Patronio o Conde Lucanor.
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Biografa
1342
1343
Cultura y ciencia
YiAd
De vita solitaria.
Ferrer Bassa: pinturas murales
de Pedralbes (Barcelona).
1347
1348
1349
Cannigo de la catedral de Pa
dua.
Borrador del Secretum.
1350
1351
M
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00
Poltica y sociedad
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>
Fundacin de la Universidad de
Praga e inicio de la construccin
de la catedral de la misma ciudad.
Muerte de G. de Ockham.
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Biografa
1353
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135
135
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1359
1360-1361
1361
1368 1369
1370 1373
1367
Poltica y sociedad
1356
1357
Cultura y ciencia
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Biografa
1374
Cultura y ciencia
Poltica y sociedad
Muere en Arqu.
1375
Muerte de Boccaccio.
Inicio de la catedral de Miln.
Nacimiento de Brunelleschi.
1377
Muerte de G. de Machault.
Implantacin de la cuarentena
contra la peste.
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O
>
Bibliografa y abreviaturas
I. OBRAS DE PETRARCA
Ediciones mencionadas en el presente libro y abreviaturas usadas.
1. Compilaciones
1. Obras completas:
F.P. Opera quae extant omnia, Basilea, 1554 (reimpr. 1581); mencionada como Opera omnia; Edizione Nazionale delle Opere di F.P.,
Florencia, a partir de 1926. Hasta hoy han aparecido 7 volmenes: frica,
ed. N. Festa, 1926; Epistolae Familiares (4 vols.), ed. V. Rossi y U. Bosco,
1933-1942; Rerum memorandarum libri, ed. G. Billanovich, 1943; De
viris illustribus, vol. I, ed. G. Martellotti, 1964. Mencionados como frica
Fam., Rerum, De Viris, respectivamente.
2. Antologas:
Opere di F. P., ed. E. Bigi (notas de G. Ponte), Miln, 1963. F. P.
Rime, Trionfi e Poesie Latine, ed. F. Neri, G. Martellotti, E. Bianchi, N.
Sapegno, y F. P. Prose, ed. G. Martellotti, P. G. Ricci, E. Carrara, E.
Bianchi: respectivamente vols. 6 y 7 de La Letteratura Italiana, Sto-ria e
Testi, Ricciardi, Miln-Npoles, 1951 y 1955, mencionados como Rime
y Prose. Finalmente, las selecciones de versos y prosas de Petrarca por G.
Contni, para su Letteratura Italiana delle Origini, Florencia, 1970, pp.
573-694.
2. Obras individuales
A. En italiano
Todas las referencias al Canzoniere estn en la edicin crtica de G.
Contini, con notas de D. Ponchiroli, Turn, Nuova Universale Einaudi,
1964. La edicin lleva un valiossimo prefacio de Contini sobre la lengua
254
PETRARCA
BIBLIOGRAFA Y ABREVIATURAS
255
256
PETRARCA
las Seniles incluidas, los editores todava han tenido que depender de la
edicin de Basilea, de 1554. La situacin es diferente con las Sine Nomine, de las que hay una edicin crtica de P. Piur, Petrarcas Bucb ohne
amen unc die pdpstliche Kurie, Halle, 1925. Vase tambin la muy
til edicin, con trad. italiana, de U. Dotti, Bar, Universale Laterza,
1974. De las Epist. Variae slo el n. 48 (a Cola di Rienzo, verano de
1347) aparece en una de las antologas mencionadas, vol. 2 de Epistole di
F.P. de Dotti. De gran utilidad ha sido la precisa informacin cronolgica
contenida en P.'s Correspondence de E. H. Wilkins, Padua, 1960. He usado
las siguientes abreviaturas: Fam. y Sen. (con nmeros romanos para el
libro y con nmeros rabes para las cartas en concreto). S.N. y Variae
(seguidas en cada caso por un nmero rabe). Es necesario aadir que existe
una traduccin inglesa de los Libros I-VIII de las Familiares por A. S.
Bernardo, State Universty of New York Press, 1975.
II. ESTUDIOS
A. Biogrficos (De las obras dadas aqu las de Wilkins son las ms estrictamente biogrficas. En las dems hay comentarios crticos).
E. H. Wilkins, Life of P., Chicago University Press, 1961.
, Studies in the Life and Works of P., Cambridge, Mass., 1955.
, P.'s Eight Years in Miln, Cambridge, Mass., 1958.
, P.'s Laer Years, Cambridge, Mass., 1959.
U. Bosco, Francesco Petrarca, Turn, 1961.
N. Sapegno, Storia della letteratura italiana, II, Miln, 1965, pp. 187-313.
A. E. Quaglio, Francesco Petrarca, Miln, 1967.
T. G. Bergin, Petrarch, Nueva York, 1970.
, II P. ad Arqua. Atti del Convegno di Studi nel VI Centenario (13701374), Padua, 1975.
B. De crtica
1. Petrarca como poeta
a) Las ideas de Petrarca sobre la poesa y aspectos de su quehacer potico
en general:
G. Brberi Squarotti, Le poetiche del trecento in Italia, en Momenti e
problemi di storia dell'esttica, Miln, 1959, I, pp. 255-303.
R. Montano, L'estetica del Rinascimento e del Barocco, aples, 1962,
pp. 27-38.
BIBLIOGRAFA Y ABREVIATURAS
257
258
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BIBLIOGRAFA Y ABREVIATURAS
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260
PETRARCA
que dice Amaturo sobre los poemas que cierran la segunda parte (ibid.,
pp. 245-252) a pesar de que es flojo sobre los temas morales y religiosos
implicados; sobre stos consltese B. Martinelli, pp. 225-239, 283-298.
(iv) Influencias literarias en el Canzoniere:
Para las fuentes clsicas latinas consltese passim el comentario de
Carducci-Ferrar. Es til, tambin, lo que en lneas generales dice sobre
el tema J. Petrie, passim.
Sobre Petrarca en relacin con poetas vernculos bastar citar los siguientes: M. Casella, Dai Trovatori al P., en Annali della Cattedra
petrarchesca, 6 (1935-1936), pp. 151-174; D. Pierantozzi, II P. e Guittone, Studi petrarcheschi, I (1948), pp. 145-165; F. Suitner, P. e la tradizione stilnovistica, Florencia, 1977; F. Neri, II P. e le rime dantesche
della Pietra, Cultura, 8 (1929), pp. 389-404; A. S. Bernardo, P.'s attittude toward Dante, Publications of the Modern Language Association,
70 (1955), pp. 488-517; M. Santagata, Presenze di Dante "cmico" nel
Canz. del P., Giornale storico della letteratura italiana, 146 (1969), pp.
163-211; P. Trovato, Dante in Petrarca, Florencia, 1979; y la ya clsica
comparacin de la lengua de Petrarca con la de Dante de G. Contini,
Preliminari, esp. pp. 8-14.
En cuanto a los Triunfos bastar mencionar las notas de G. Contini en
la pertinente seccin de Letteratura ... delle origini, pp. 626-633, las de
las pp. 359-377 de R. Amaturo, Petrarca, y la consistente monografa de
A. S. Bernardo, Petrarch, Laura and the Triumphs, State University of
New York Press, 1974.
2. Petrarca como humanista
i) Fuentes del humanismo de Petrarca:
P. de Nolhac, Ptrarque et l'humanisme, Pars, 1907.
Entre los estudiosos en vida, G. Billanovich destaca en este campo.
Existe una bibliografa completa de su obra hasta 1975 en el Anuario de
estudios medievales, Madrid, 9, 1974-1975. Aqu mencionaremos: P. letterato: I, Lo scrittoio del P., Roma, 1947; P. and the textual tradition of
Livy, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 14 (1951), pp.
137-208 (y cf. Italia medioevale e umanistica [JAfU], 2 [1959], pp. 103178); P. e i classici, Studi petrarcheschi, 7 (1961), pp. 21-33; Nella
biblioteca del P., IMU, 3 (1960), pp. 1-59, en que se encuentran estu-
BIBLIOGRAFA Y ABREVIATURAS
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(1970), pp. 1-27.
Esta Collatio, el discurso con que Petrarca acept pblicamente, en
Roma, el 8 de abril de 1341, el cargo y ttulo de Poeta Laureado, es un
hito importante en la historia del humanismo europeo, en cuanto que es la
primera declaracin pblica de Petrarca de su ideal de una cultura
fundamentada en los clsicos. Por otro lado, representa slo la primera
etapa de su carrera personal como humanista y defensor del humanismo,
la etapa en que se consider, principalmente, poeta latino y conocedor de
la antigedad (notitia vetustatis). De esta primera etapa pasar, durante la
dcada siguiente, a la segunda, y perodo final de su carrera como
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PETRARCA
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