Las Tentaciones de Jesús
Las Tentaciones de Jesús
Las Tentaciones de Jesús
Con ocasin del Jubileo del Ao 2000, el cardenal Joseph Ratzinger, hoy papa
Benedicto XVI, en su meditacin Contemplar a Cristo: El significado del Jubileo
del ao 2000, expuso, con su habitual profundidad y agudeza, el sentido del
relato autntico de los Evangelios sobre la tentaciones que sufri Nuestro
Seor Jesucristo. Extraemos los siguientes prrafos para esta seccin
dedicada al conocimiento de la Segunda Persona de la Trinidad Beatsima,
verdadero Dios y verdadero hombre.
Ratzinger
Esta reflexin puede venir a ser slo un pequeo paso en esta gran empresa.
Quisiera mostrar en un texto bblico particular de qu manera descubrimos a
Cristo en l, cmo dirigimos hacia l nuestra mirada y, por tanto, cmo
podemos encontrar la direccin del camino recto, y as tambin de la historia.
La meditacin debe ser, a la vez, en el sentido antes descrito, algo as como
una apertura de la memoria cristiana, que a partir de la mirada sobre Cristo,
purifica nuestra mirada y nos ayuda a ver correctamente. Para este fin he
elegido el texto que, desde la antigedad, est puesto al inicio de la Cuaresma
y nos impresiona siempre de modo nuevo con su profundo misterio: el relato de
las tentaciones de Jess, que siguiendo la antigua tradicin litrgica, quisiera
proponer a la meditacin en la versin de san Mateo (4, 1-11). La narracin de
las tentaciones viene tras el relato del bautismo de Jess, en el que se halla
prefigurado el misterio de la muerte y de la resurreccin, del pecado y de la
redencin, del pecado y del perdn: Jess se sumerge en las aguas del
Jordn. Ser sumergido en el ro es un evento de muerte representado
simblicamente. Una vida antigua queda sepultada, para que la nueva pueda
resucitar. Dado que Jess no tena pecado, l no tena ninguna vida vieja que
sepultar, y por eso, su aceptacin del bautismo es una anticipacin de la cruz,
es el ingreso en nuestro destino, la aceptacin de nuestros pecados y de
nuestra muerte. En el momento en que l vuelva a salir del agua, el cielo se
rasga y de l sale una voz, con la que el Padre lo reconoce como su Hijo. El
cielo abierto es un signo que indica que ese descender a nuestras noches abre
hoy, si amas al Seor, tu Dios, si sigues tus caminos y guardas sus preceptos y
normas, vivirs" (Dt 30, 16). Escoge la vida!, escoge a Dios!
Escoger a Dios significa, segn el Deuteronomio, amarlo, entrar en comunin
de pensamiento y de voluntad con l, fiarse de l, encomendarse a l, seguir
sus caminos. La liturgia del jueves que sigue al Mircoles de Ceniza presenta,
despus del texto del Deuteronomio, el pasaje del evangelio de san Lucas (9,
22-25) en que Jess anuncia su pasin, corrigiendo el falso concepto que
Pedro tena del Mesas, y rechazando as la tentacin de la falsa eleccin, la
tentacin por excelencia. El Seor nos aplica luego a nosotros este anuncio
relativo a su camino y nos muestra cmo podemos escoger la vida.
"Quien quiera salvar su vida, la perder; pero quien pierda su vida por m, se
la salvar. Pues, de qu le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si
l mismo se pierde o se arruina? (Lc 9, 24-25). La cruz no tiene nada que ver
con la negacin de la vida, con la negacin de la alegra y de la plenitud del ser
humano. Al contrario, nos muestra exactamente la verdadera forma de
encontrar la vida. Quien quiere salvar su vida, apoderndose de ella, la pierde.
Slo quien se pierde a s mismo, se encuentra a s mismo y encuentra la vida.
Cuanto ms osadamente los hombres se han atrevido a perderse, a
entregarse, cuanto ms han aprendido a olvidarse, tanto ms grande y ms
rica ha llegado a ser su vida. Basta pensar en Francisco de Ass, en Teresa de
Avila, en Vicente de Pal, en el cura de Ars, en Maximiliano Kolbe: todos son
modelos de verdaderos discpulos, que nos muestran el camino de vida,
porque nos muestran a Cristo. De ellos podemos aprender a escoger a Dios, a
escoger a Cristo y a escoger as la vida.